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Apuntes de Historia Contemporánea  2000, Mariano Santos La Rosa Editores, S. no A.


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reprografía o el tratamiento informático y la distribución de ejemplares mediante alquiler o préstamos públicos.

PRÁCTICO Nº7- HISTORIA CONTEMPORÁNEA:


TRANSFORMACIONES DE LA VIDA PÚBLICA Y PRIVADA

OBJETIVOS DEL PRÁCTICO Nº7:


1- Analizar el proceso de transformaciones públicas y privadas de la sociedad inglesa en
este momento histórico.
2- Reflexionar sobre la inserción de las pautas sugeridas por la burguesía en los restantes
sectores sociales
3- Caracterizar las distintas actividades femeninas y reconocer las posturas sobre dicho
trabajo.

En la base del amplio apoyo popular a la reina Carolina se encontraban una serie de ideas muy
claras sobre cómo debían ser las relaciones entre hombres y mujeres, sobre la naturaleza del matrimonio y
el lugar ocupado por la vida doméstica en una sociedad decente. Los matrimonios basados en el dinero no
tenían ninguna posibilidad de éxito. El caso de la reina Carolina marcó uno de los primeros momentos
públicos en los que quedó demostrado el importante apoyo popular del que gozaba la nueva visión del
matrimonio y de las relaciones sexuales.
El pueblo exigía del rey no sólo las responsabilidades hacia los ciudadanos sino también
responsabilidades familaires en su hogar. No se podía lograr tranquilidad en la nación si no existía un
ambiente de serenidad en el hogar. Este incidente dejó su huella en la conducta pública de la monarquía y
los sucesores de Jorge IV, Guillermo y Adelaida fueron considerados como la pareja ideal. El libertinaje
sexual ya no estaba de moda, el matrimonio y la familia sí.

El mensaje de los evangélicos: cambiar su vida


La crítica de las relaciones sexuales entre la nobleza, de las dobles normas que permitían las
infidelidades masculinas pero castigaban las femeninas, fue articulada por ciertios sectores de la
burguesía. Pero la mayoría moral fue el resultado de décadas de lucha intelectual durante la scuales se
habían redefinido las relaciones entre los hombres y mujeres.
La aparición de la doctrina evangélica a finales del siglo XVIII proporcionó la base para las
nuevas ideas. Era un movimiento reformista surgido en el seno de la iglesia anglicana, que comenzó a
ganar influencia desde fines de 1770. Nacido como reacción al metodismo (que tenía sus raíces en las
clases bajas) el evangelismo tenía como meta la reforma de la Iglesia desde dentro, apelando para ello a
los ricos y poderosos.
Para la sociedad evangélica, la sociedad estaba podridad, pero esta decadencia se originaba en el
vacío religioso. Un cristiano de verdad debía llevar una vida espiritual cada minuto. No se podía permitir
ninguna relajacióñ de este estado de disciplina interna. La creación de una nueva vida debía empezar por
uno mismo, para luego reformar toda la sociedad. La fe individual era la esencia de la experiencia
religiosa. Esta introspección personal se complementaba con la redacción de un diario de las actividades
cotidianas
Aterrados por lo que sucedía en Francia, algunos sectores de la sociedad inglesa trataron de poner
el orden. Mientras para los radicales este reordenamiento estaba relacionado con al exigencia de un
gobierno representativo, para los evangélicos el problema residía en la inmoralidad, no en el poder. Lo
que sucedía en Francia era una aviso de lo que el futuro deparaba si no se producía una revolución en las
costumbres y la moral de la nación.
Para los evangélicos, al igual que los puritanos, el hogar era un lugar seguro donde poder
refugiarse de las presiones del mundo exterior.

La moral familiar de Hanna More


Debido a la importancia que se daba a la vida cotidiana, una de las preocupaciones principales de
los evangélicos fue el desarrollo de una serie de reglas que conducta que pudieran ser seguidas. Hannah
More, escritora evangélica, proporcionó modelos y patrones de conducta que sirvieran de guía en la vida

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cotidiana. Su conservadurismo político, compartido por casi todos los evangélicos debido al desprecio
que sentían pro las cosas de este mundo, se contraponía a su radicalismo religioso.
A pesar de que el movimiento evangélico provenía de grupos marginales de la alta burguesía,
encontraron su apoyo más fuerte en los sectores de las clases medias burguesas. El evangelismo no tuvo
nunca una gran implantación entre los pobres, una clase social en la que el metodismo había captado a los
elementos con inclinaciones religiosas.

Las dos esferas: hombre público y mujer privada


El hombre evangélico era un persona con responsabilidades y preocupaciones en el mundo
público, mientras que la mujer debía centrarse en su hogar y su familia. More creía firmemente que las
mujeres y los hombres habían sido creados para ocupar esferas diferentes. Esta era no sólo la norma de la
Naturaleza sino lo que la costumbre dictaba. Según More, la estructura biológica de los varones y las
hembras expresaban sus diferentes destinos como personas. El que una mujer buscara el éxito en la
misma esfera que el hombre suponía una negación de las tareas y deberes que Dios le había otorgado.
Creían en la igualdad espiritual pero no en la igualdad social. En el aspecto social, la mujer estaba
subordinada al marido. En el ambiente del hogar, más puro, alejado de las preocupaciones de los negocios
y el comercio, las mujeres podían cumplir más facilmente con sus deberes religiosos. Eran más sensibles
que los hombres a la influencia espiritual, ya que no estaban tan contaminadas por el mundo exterior.
Estas ideas fueron asumidas a partir de la mitad del siglo XIX como algo natural no sólo por los cristianos
evangélicos sino por toda la burguesía inglesa. Esta religión ofrecía una nueva escala de valores que daba
más importancia a la capacidad de llevar una vida realmente espiritual que a los adornos de la nobleza.
Dentro de las organizaciones evangélicas, las mujeres ocupaban un lugar relegado. No podían
desempeñar cargos ni votar, etc.

La familia Cadbury
Pero la fuerza de las ideas no residía únicamente en el poder del compromiso religioso. Las
circunstancias materiales de la vida para los hombres y mujeres de la burguesía estaban sufriendo una
serie de cambios que favorecían una división del trabajo entre los sexos más neta.
A fines del siglo XVIII era común que las familias de clase media vivieran encima de sus locales
comerciales, o en un edificio contiguo. Sólo las clases altas podían aspirar a tener una casa separada del
negocio familiar. Se suponía que las mujeres adquirían sus conocimientos del negocio en la práctica,
ayudando a su familia. Sólo en las clases más pudientes se hubiera considerado normal que la mujer no
trabajara en el negocio familiar.

Segregación creciente de tareas y espacios


Sólo las solteras y viudas podían introducirse por cuenta propia en el mundo de los negocios y por
regla general, sus oportunidades sugían al morir el marido o el padre.
El desarrollo de la industria y el comercio dieron lugar al desarrollo de nuevas prácticas
comerciales que suponían una amenaza para este tipo de relaciones informales y basadas en la costumbre.
A comienzos del siglo XIX surgieron gran cantidad de empresas dedicadas a la educación, mientras las
mujeres seguían recibiendo su educación en la casa. Esto hacía que para las mujeres fuera cada vez más
dificil introducirse en el nuevo mundo de las transacciones comerciales, al carecer de contactos, etc. Los
negocios y el comercio se estaban transformando en un terreno cada vez más reservado a los hombres, al
tiempo que las pocas supervivientes de la venta al por menor se concentraban en aquellas tiendas
relacionadas con la alimentación y las prendas de vestir femeninas.
John y Candia Cadbury (2º generación) optaron por romper la conexión física entre el hogar y el
negocio y trasladarlo a un marco libre de las interferencias del trabajo. Al adoptar esta decisión, estaban
aceptando implícitamente las ideas que la teoría de las esferas separadas llevaba asociadas.

Cottage y nursery
Una casa con un comedor y un salón, un cuarto de estudio y una guardería correspondía a un
nuevo concepto. En las casas adosadas (crescents) del siglo XVIII no había sido posible diferenciar el
espacio, pero tampoco había parecido conveniente. La idea de que los niños tuvieran cuartos
independientes o de separar las zonas en las que se comía de aquellas en las que se cocinaba era algo
nuevo y estaba relacionada con el concepto de un espacio diferenciado en el que los hombres realizaran
su trabajo.
En el siglo XIX el jardín se convirtió en una de las atracciones principales en la vida de la
burguesía. Los hombres podían ocuparse de los árboles y las parras, las mujeres de las flores.

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Hombre, trabajo y virtud


Las mujeres hacían de la maternidad y la administración de la casa un oficio. Esta división entre el
mundo masculino y el femenino conlleva una serie de connotaciones religiosas, ya que la esfera mercantil
era considerada peligrosamente amoral. Los hombres que se movían en ese sector sólo podían salvarse
por medio de un contacto constante con el mundo moral del hogar, en el que las mujeres desempeñaban el
papel de portadoras de aquellos valores puros que podían contrarrestar las tendencias destructivas del
mercado.
La masculinidad se basaba en la capacidad de mantener a aquellos que dependían de él, mientras
que la feminidad de su mujer y sus hijas radicaba en su capacidad de depender. La dignidad de un hombre
residía en su profesión. La mujer perdía su distinción si tenía una. A mediados del siglo XIX se hallaba
tan extendido este ideal burgués que se introdujo la categoría de "ama de casa" en un censo de 1851

La moralización de los pobres


Los hombres y mujeres de las clases trabajadoras no se metamorfoearon milagrosamente por obra
y gracia de las instituciones creadas por la burguesía en hombres respetables y sobrios y mujeres
domésticas y amantes de su hogar, aunque tampoco rechazaron de plano los nuevos valores
Las escuelas dominicales fueron un medio de alfabetización y de moralización de los pobres. La
prédica en contra del alcohol apelaban al hogar y la familia, ya que uno de los males principales asociados
al alcoholismo era la destrucción de las familias de clase obrera

William Cobbett
Si bien fue un intelectual radical muy importante, aceptaba el confinamiento de las mujeres a la
vida doméstica. En su tratado de economía doméstica rural intentaba contribuir al renacimiento de una
serie de técnicas domésticas y caseras que se veían amenazadas por el desarrollo de una economía basada
en el salario.
Este reconocimiento de la teoría de las dos esferas por parte de las clases obreras radicales indica
hasta qué punto en ciertos sectores de la clase trabajadora las teorías sobre las diferencias sexuales se
habían apoyado en dichos postulados.

Salario familiar y mujeres en el hogar:


El desarrollo de una política estatal relativa al trabajo femenino en la década de los '40 pone de
manifiesto la coincidencia de las ideas evangélicas con las de ciertos sectores de la clase obrera
masculina. Durante los años '30 y '40 se consolidó el papel de los hombres como individuos políticos
responsables. La aparición de los procedimientos de negociación en los sindicatos masculinos
cualificados se apoyó en el concepto de salario familiar.
A partir de 1840, la burguesía comenzó a inquietarse respecto al trabajo de las mujeres en las
minas. Ver a criadas limpiando, cocinando o ciudando niños no suponía una ofensa al decoro. El temor de
que se produjera el "colapso" de la familia obrera y de la moral de esta clase dio lugar a una campaña de
exclusión de las mujeres del trabajo bajo tierra, cuya punta de lanza fueron los evangélicos. Los obreros
mineros también apoyaron esta campaña. Su objetivo era obtener saalrios más altos, ya que el hecho de
que las mujeres trabajaran era una amenaza por los bajos salarios que percibían.
Las mujeres, al no poder expresar públicamente sus opiniones, estaban perdidas. Odiaban las
condiciones de trabajo pero necesitaban el dinero. Sin embargo, sus voces no fueron escuchadas. El
Estado, los filántropos burgueses y los trabajadores legitimaron a los hombres en el papel de sostén de la
familia y a las mujeres en el de esposas y madres.

En la aristocracia: una nueva privacy


La crítica de la burguesía hacia las clases altas, por su corrupción e inmoralidad alcanzó el punto
culminante entre 1820 y 1830, pero fue decayendo a medida que la aristocracia y la alta burguesía
demostraron un mayor aprecio por los valores domésticos.
Entre las aristocracias surge el concepto de distinción, asociado a la delimitacióñ de als funciones
correspondientes a hombres y mujeres. El mayor poder económico, social y político de la burguesía a
principios del siglo XIX se vio también reflejado en la adopción por parte de la aristocracia y la alta
burguesía de ciertas prácticas.
La vida social se hizo más exclusiva y privada, desarrollándose en los hogares de los ricos, a los
cuales únicamente los conocidos tenían acceso. Sin contactos resultaba imposible ser aceptado.

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El interés de la aristocracia y la alta burguesía por conseguir una mayor intimidad y aislamiento se
reflejó en la construcción y reforma de sus casas. Toda la casa estaba divididda en zonas diferenciadas
que se reservaban a las damas y los caballeros, mientras que el comedor era el lugar común de encuentro
en el interior. El jardín ofrecía el marco ideal para que los dos sexos se encontraran y complementaran
perfectamente.

LA MUJER TRABAJADORA EN EL SIGLO XIX

La mujer trabajadora fue un producto de la refvolucioñ industrial, no porque antes no existiera sino
porque ahora se había convertido en una figura problemática y visible. El problema implicaba una
incompatibilidad entre la feminidad y el trabajo asalariado.
Los debates del siglo XIX localizaban la fuente de este problema de las mujeres trabajadoras en la
sustitución de la producción doméstica por la producción fabril. Se sostenía que las mujeres sólo podían
trabajar unos períodos cortos de su vida, debiendo retirarse del empleo remunerado al casarse. De esto se
seguía su concentración en empleos mal pagados, no cualificados, que constituían el reflejo de la
prioridad de su misión maternal y de su misión doméstica respecto a cualquier identificación ocupacional
a largo plazo. El discurso del siglo XIX concebía la división sexual del trabajo como una división natural
del mismo.
Pero las empleadas domésticas, todo tipo de mano de obra agrícola y de asistentas constituían una
considerable proporción de la fuerza de trabajo que no trabajaba en su casa. En la inglaterra de 1850, el
40% de la smujeres trabajadoras enra criadas, sólo el 22% eran obreras textiles. Por lo tatno, el traspaso
del grueso de la población asalariada femenina no tuvo lugar del trabajo en el hogar al trabajo fuera de
éste sino de un tipo de lugar de trabajo a otro. La industria de la vestimenta ofrece un ejemplo de
continuidad con las prácticas del pasado.
También los empleos de "cuello blanco" absorbían mujeres jóvenes y solteras. Oficinas
gubernamentales, empresas y compañías contrataban secretarias, dactilógrafas y archiveras. Los
empleadores estipulaban una edad límite: por debajo de los 25 años y solteras. Así, en el curso del siglo
XIX se produjo un desplazamiento de vasto alcance del servicio doméstico a los empleos de cuello
blanco. Esto representó otra continuidad: la permanente asociación de la mayoría de las mujeres
asalariadas con el servicio (antes criadas, ahora secretarias), antes que con empleos productivos.

La economía política
La identificación de la fuerza de trabajo femenina con determinados tipos de empleo y como mano
de obra barata quedó formalizada e institucionalizada durante el siglo XIX.
La economía política fue uno de los terrenos donde se originó el discurso sober la división sexual
del trabajo. Los distintos economistas compartían la idea de que los salarios de los varones debían ser
suficientes no sólo para su propio sostén sino también para el de una familia.
Por el contrario, los salarios de una esposa no debían superar lo suficiente como para su propio
sustento. Según ellos, éstas, fuera cual fuese su estado civil dependían de los hombres por naturaleza. Say
decía que las mujeres no necesitaban vivir de su salario, por lo tanto este debía estar por debajo del nivel
de subsistencia. Sus salarios serían complementarios, ya que proveían dinero por encima del necesario
para la sobrevivencia básica.
Los salarios de las mujeres también suponían una menor productividad de éstas y se consideraban
como una demostración de que no podían trabajar tanto como los hombres. Además, según el socialista
Sidney Webb, lo que producen tiene un menor valor en el mercado y por esto deben ganar menos que los
hombres.
La mayoría de los reformadores sostenían que no se debía exigir a las mujeres que trabajaran. El
pedido de salario familiar implicaba la necesaria dependencia de las mujeres respecto de los hombres

La clasificación sexual de los empleos:


A menudo, los empleadores describían sus empleos como si éstos poseyeran en sí mismos ciertas
cualidades propias de uno u otro sexo. Las tareas que requieren delicadeza, dedos ágiles, paciencia se
distinguían como femeninas, mientras que el vigor muscular, la velocidad y la habiildad eran signos de
masculinidad.
En los empleos de "cuello blanco", las mujeres resultaron empleadas muy convenientes por
muchas razones. Los trabajos de oficina se suponían muy adecuados a su naturaleza sumisa, a su
tolerancia y su capacidad de repetición, así como a su gusto por los detalles. Se consideraba que estos

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rasgos eran "naturales", así como el hecho de que el coste de la fuerza de trabajo femenina fuese
necesariamente menor que la masculina.
El empleo de mujeres se daba por un deseo de recortar costos salariales, mientras al mismo tiempo
se reclutaban trabajadores con mejor educación: "los salarios que atraigan a operadores varones de una
clase inferior de la comunidad, atraerán operadoras de una clase superior". El empleo de maestras en las
escuelas tendía a la reducción de costos.

Sindicatos:
Los sindicatos masculinos trataban de proteger sus empleos y sus salarios manteniendo a las
mujeres al margen de sus organizaciones. Consideraban a las mujeres como una amenaza.
Los portavoces sindicales invocaron estudios médicos y científicos para sostener que las mujeres
no eran físicamente capaces de realizar el "trabajo de los hombres".
Hubo sindicatos que aceptaron a mujeres como afiliadas y sindicados femeninos. Esto ocurrió
principalmente en la industria textil, la de la vestimenta, la del tabaco y del calzado, donde las mujeres
constituían una parte importante de la fuerza de trabajo.
Estas concepciones económicas fueron aplicadas por los patrones para establecer salarios que eran
inaceptables para cualquier hombre. Como las actividades laborales de las mujeres eran "provisorias", por
lo tanto debían ser mal pagadas. Si realmente tenían necesidad de trabajar, debían restringirse a aquellas
ocupaciones consideradas como "femeninas".
Otra de las características del trabajo femenino es que sólo existía una legislación protectora para
las actividades industriales, mientras las restantes realizadas por mujeres quedaban fuera de toda
protección legal. Sin embargo, las trabajadoras industriales eran excluidas de la mayoría de los sindicatos
y sólo podían participar en aquellos sindicatos de actividades tradicionalmente femeninas.
A menudo los sindicatos masculinos obstaculizaban la entrada de mujeres en su seno o insistían en
que antes de adherirse a los mismos, ganaran salarios iguales a los hombres. En vez de ser un objetivo
sindical para las mujeres, la igual paga se había convertido en prerrequisito para la afiliación.
Algunos sindicatos exigían la autorización escrita de sus maridos o de sus padres, para que las
mujeres pudieran hablar en los meetings.
La esposa que no trabajaba se convirtió en el ideal de respetabilidad de la clase obrera. El status
como trabajadoras se veía como un recurso a corto plazo, no como una identidad duradera, aún cuando se
pasaran la mayor parte de la vida trabajando por un salario. Si era jóven y soltera, la mujer debía trabajar
como una forma de cumplir con sus obligaciones familiares. Pero una vez casada, se lo interpretaba como
una señal de problemas económicos en la casa.

Legislación protectora
La legislación protectora no se puso en marcha para dar remedio a las condiciones del trabajdo
industrial en general sino como una solución específica al problema de la mujer y del niño en el trabajo.
Las leyes que reducían la jornada de trabajo femenino y prohibían por completo el trabajo nocturno de las
mujeres, sólo se aplicaron al trabajo fabril y a aquellas actividades con predominio masculino. Quedaron
completamente excluídas muchas actividades como la agricultura, el servicio doméstico, las tiendas y
talleres domésticos, áreas que constituían las principales fuentes de trabajo para las mujeres

El "problema" de la mujer trabajadora:


El discurso dominante de esta época definió el trabajo femenino como una "violación de su
naturaleza". El problema de la mujer trabajadora no era presentado en términos de desigualdad salarial
sino en términos de los efectos del esfeurzo físico sobre las capacidades reproductoras de su organismo y
el impacto de su presunta ausencia del hogar en la disciplina y la limpieza de la casa. El supuesto que
subyace a esto parece ser el de que la domesticidad debiera ser una ocupación a tiempo completo. Pero en
tanto ocupación, la actividad en la casa no se consideraba como un trabajo productivo.
En vez de plantear las soluciones a los problemas del bajo salario, la discriminación y la
desprotección legal, la solución que se planteó fue la eliminación de las mujeres del trabajo asalariado
permente y su reclusión definitiva a la esfera doméstica.

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DESARROLLO EN CLASE DEL PRÁCTICO Nº7


En la Inglaterra de 1820 se evidencia una transformación de la sociedad como consecuencia de las
relaciones entre el rey y su esposa. Tal es así que el peso de la opinión pública obligó al rey a cambiar su
conducta.

- La influencia del pensamiento evangélico:


Previamente, fue necesaria la aparición de la revitalización de una concepción nueva de la familia,
a partir de 1770, cuando surgen grupos evangélicos, preocupados por la falta de religiosidad en la
sociedad. La revolución francesa les hace ver que es necesario poner orden en la casa. Si se mantiene la
religión y la familia unida, se podrá evitar lo que sucedió en Francia.
Se oponen a los matrimonios por conveniencia, a la infidelidad de ambos sexos, pero sí aprueban
la doctrina de las dos esferas. Mantienen una visión pesimista del mundo, por lo tanto el hogar deber ser
un refugio contra el mundo exterior y la mujer actúa en el como guía moral.
La doctrina de las dos esferas quedaba reflejada en la organización interna de las instituciones
evangélicas. Si se plantea la igualdad entre hombres y mujeres, estas podrían pedir derechos políticos,
llevando a lo que pasó en Francia. Pero la mujer ya no es el reflejo de Eva, se dignificó su figura desde el
punto de vista moral aunque esta elevación de la mujer se da en el marco del hogar. Esta no debe
manifestarse exteriormente, para no contaminarse.
Lo novedoso de todo esto es que la burguesía intenta extender sus patrones morales y de conducta
a toda la sociedad. Los evangelistas quieren implantar este nuevo concepto de familia, entendido a través
de la religiosidad.

- La mujer
La burguesía ve con malos ojos todo tipo de trabajo femenino. La clase trabajadora trata de
adaptarse a esto, pero aceptan que trabajen en aquellas labores que se consideran que son extensiones de
sus labores naturales. Así, la separación de roles queda bien definida, reforzada por instituciones
religiosas y culturales.
Circunstancias materiales reafirman estas teorías de los roles, como la compartimentación del
espacio de las casas, ya que incluso en el hogar hay espacios y actividades reservadas a los hombres y
otros a las mujeres. La separación de la casa del lugar de negocio aleja a la mujer de la posibilidad de
colaborar con el marido en su trabajo.
Cobbett realiza un planteo progresista para el hombre, pero regresivo para la mujer.

- La aristocracia y las nuevas costumbres:


Ante este avance de las costumbres burguesas, la aristocracia trata de concurrir más habitualmente
a la iglesia, pero a través del concepto de distinción, trata de establecer una diferenciación con la
burguesía. Para evidenciarla, deben conformar grupos reducidos, en los que las mujeres se convierten en
las llaves sociales.

- El trabajo femenino:
La mayor parte de los historiadores creen que el problema está en el traspaso de un trabajo
doméstico por otro industrial. Pero el problema no es ese porque las mujeres ya trabajaban con
anterioridad fuera de la esfera del hogar.
Hay una serie de comportamientos que se continúan:
- Las mujeres trabajen fuera de la casa, pero sólo en caso de que fueran jóvenes y solteras.
- Las actividades de servicios quedan reservadas a las mujeres.
Pero también aparecen nuevas actividades como las empleadas de "cuello blanco" (las secretarias)
y cambia el lugar de trabajo (la fábrica).
El problema no está en el tipo de trabajo femenino sino en los discursos económicos, que marcan
la discriminación de la mujer:
- Adam Smith sostiene que el salario de la mujer debe estar al nivel de subsistencia, ya que no
tiene la obligación de mantener más que a ella misma, aunque la mujer durante toda su vida siempre está
dependiendo, de alguna manera, de la ayuda de algún hombre. En cambio, el del esposo debe alcanzar
para mantener a toda su familia.
- Para Say, las mujeres directamente deben cobrar un salario por debajo del nivel de subsistencia y
sólo debe ser complementario.

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