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Barbarie vs barbarie bis

Por Rolando Hanglin |

Las luchas entre unitarios y federales, sobre todo las que


se registraron durante el gobierno del General Rosas
(1833-1852) han sido retratadas muchas veces como un
largo choque entre la civilización y la barbarie, sobre todo
a través del Facundo, de Domingo F. Sarmiento, que
concentró en la figura del riojano Facundo Quiroga todos
los vicios de los federales. Que eran, supuestamente, una
turba de caudillos, degolladores y gauchos iletrados,
mientras que los unitarios representaban a los dirigentes
más ilustrados de Buenos Aires, Córdoba, San Juan y otras
provincias.

En realidad, ninguno de los dos bandos fue lo que han


dibujado las láminas escolares. Unos y otros rivalizaron en
alardes de terrible crueldad. Dejamos para autores más
versados el análisis profundo de lo que fueron las dos
facciones históricas. Vamos al punto de la barbarie, si el
lector tiene estómago para soportar ciertos detalles.

En el año 1829, el criollo chileno Juan de Dios Montero es


interceptado por una patrulla del general Rosas. Montero
había combatido en Cancha Rayada y se lo consideraba un
hombre de coraje en la acción, aunque también se
sospechaba de sus vinculaciones con los malones indios
entre la cordillera y las pampas. Estaba casado con una
india de la parcialidad voroga, asentada en Salinas
Grandes. Lo conducen ante el General Rosas y éste,
después de los saludos de práctica, que tenían un cierto
protocolo, le entrega un sobre lacrado.

Ninguno de los dos bandos fue lo que han dibujado las


láminas escolares. Unos y otros rivalizaron en alardes de
terrible crueldad

-Esto lo debe entregar en manos del comandante


Prudencio Rosas, en el acantonamiento del Retiro.
Montero obedece las órdenes de don Juan Manuel y se
dirige al Retiro, donde encuentra al hermano de Rosas.
Este abre el sobre lacrado y encuentra una nota que dice:
"Al recibir esta y sin pérdida de un minuto, procederá
usted a fusilar al portador, que es el sargento mayor
Montero". Así lo hace don Prudencio y así llega el final de
los días del criollo Montero. Esta anécdota está en casi
todas las biografías de Rosas, y no llego a comprender bien
el sentido de lo ocurrido. ¿Montero estaba detenido por los
hombres de Rosas? En ese caso, el sobre lacrado lo habría
llevado en mano el jefe de la patrulla, y no el prisionero. O
más bien, sin necesidad de sobre alguno, se lo habría
pasado por las armas "en caliente, como corresponde" (así
hablaba Rosas) sobre todo tratándose de un individuo que
se alzaba en armas contra la autoridad, en tiempos de
guerra civil. El procedimiento refleja una crueldad refinada
y poco común. Algunos dicen que Rosas quería poner a
prueba la dudosa fidelidad de su hermano Prudencio. El
propio Restaurador, en carta al coronel Vicente González,
apodado "El Carancho del Monte", explica que la ejecución
de Montero se debía a su condición de "famoso criminal,
facineroso, y capaz de enlutar a la provincia entera, más
aún si yo moría". Al parecer, efectivamente, Montero movía
los hilos de numerosas indiadas y Rosas procedía con rigor
implacable. Era el Restaurador de la Ley, en un país
afligido por la barbarie.

Se dice también que este retorcido fusilamiento era la


primera represalia de Rosas después de las atrocidades
que cometiera el general unitario Juan Galo de Lavalle un
par de años atrás, cuando fusiló a Manuel Dorrego,
veterano oficial de San Martín.

Una época de hombres feroces, podría decirse de aquel


tiempo

Algunos apuntes del general antirrosista Tomás de Iriarte


en sus Memorias: "Después del fusilamiento de Dorrego,
los oficiales de Lavalle procedieron en la campaña con el
encarnizamiento propio de las guerras religiosas... El
coronel Estomba se llegó hasta una estancia de los
Anchorena y ordenó la detención del capataz, un señor
Segura. Como se le preguntara si sabía dónde estaba
Rosas y no supiera responder, fingiendo ignorarlo, se lo ató
a la boca de un cañón y se hizo fuego, destrozando al
detenido".

En su Estudio Histórico sobre el Tucumán , don Paul


Groussac -que simpatizó históricamente con los unitarios-
afirmó lo que sigue: "La corta dictadura de Lavalle, para no
remontarnos más arriba, suministra casos aislados de
todos los abusos y delitos oficiales que la tiranía de Rosas
practicaría como régimen. El terror esporádico de los
unitarios anunció el terror endémico de los federales, y no
es fácil apreciar en qué proporción sea el primero
responsable del segundo... Delaciones, adulaciones,
destierros, fusilamientos de adversarios, conatos de
despojo, distribución de los dineros públicos entre los
amigos de la causa. Lavalle, en materia de abusos,
haciendo aparte su número y tamaño, poco dejaba que
innovar a su sucesor".

En otras palabras, los "salvajes unitarios" (así se los llamó


durante 20 años, los que duró el régimen de Rosas) se
ganaron el mote con largueza. Luego de la dictadura de
Lavalle vendría la de Rosas, con otro vocabulario y otra
extensión, pero los tremendos abusos tuvieron más tiempo
para desarrollarse y convertirse en algo sistemático.

El gran hispanista británico John Lynch, en su libro Rosas ,


sostiene que en tiempos de Caseros -digamos la década de
1850- el país evolucionó y "se volvió burgués, algo que
Rosas no supo ver. La opinión pública ya no soportaba
degüellos y persecuciones. Llegaba una época de
tranquilidad y progreso.
Concluye Mario O´Donnell en su obra Juan Manuel de
Rosas, el maldito de la historia oficial : "La masacre
generalizada que la barbarie sufrió a manos de la
civilización hace que, en 1829, el crecimiento demográfico
resulte negativo: las muertes superan a los nacimientos.
Allí nacerá el eslogan de los salvajes unitarios. A pesar de
ello, nuestra historia oficial se empeñará en cargarle a
Rosas, en primer término, y a los caudillos federales en
general, la exclusividad del terrorismo político de una
época".

Una época de hombres feroces, podría decirse de aquel


tiempo. A pesar de todo, los dos arquetipos de ambas
facciones, Rosas y Lavalle, fueron primos hermanos y
"hermanos de leche" amamantados por la misma nodriza..

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