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¡Bip, bip! El incesante sonido del despertador anunciaba el arribo de una nueva
oportunidad, cinco horas con cincuenta minutos habían pasado de aquel día, el
general Cristopher Zack levantó ligeramente su parpado izquierdo, la luz aún era
demasiado tenue, tambaleándose entre un par de objetos avanzó un par de
pasos, llegó hasta aquel apagador que se encontraba a escasos 4 metros de su
cama, encendió la lámpara del techo y finalmente abrió sus ojos. ¡Bip, bip! El
despertador le recordaba que seguirían siendo las 5:40 de la mañana si no optaba
por apagarlo, Zack se dirigió lentamente hacia él, aun se preguntaba porque había
comprado el despertador que solo se apagaba al resolver un jaque mate, en esta
ocasión, debían ser 3 movimientos. ¿El caballo o tal vez era el alfil? Vaya
trigésimo sexto cumpleaños.
El viejo general se fue a dar una ligera ducha, enjabonando lo necesario y dejando
lo demás a la deriva del agua. Abrió el refrigerador, husmeó un poco antes de
encontrar el pastel de leche que le había regalado la teniente Sarah Lhyi.
-¿Seré el catador de vidas?- Una idea empezaba a surgir hasta que se vio
interrumpida por un grito pequeño de dolor, había una línea de sangre que
descendía desde su labio superior hasta su cuello.
La extensión número 3 fue la que marcó, 6 timbres sonaron hasta que inició la
contestadora, Lhyi no contestaba, pero aun así era mejor dejar un último mensaje
antes de partir de nuestro mundo.
Las 1050 horas, la general Sarah “Llama” Lhyi, una cautivante llamarada de fuego,
compuesta por un resaltante cabello pintado de rojo de raíces visiblemente rubias,
posiblemente un descuido o posiblemente parte de su estilo, acoplada a una figura
digna de la misma guerrera Atenea; se encontraba en ese momento preparando el
almuerzo, abrió la llave para que brotara el gas de la estufa mientras escuchaba la
decena de mensajes que habían quedado en la contestadora de la noche anterior,
la mayoría eran invitaciones de varios hombres buscando una oportunidad; la
crueldad era común que emanara en aquella dama y destinada para aquellos que
fueron cautivados por su belleza; acostumbraba a burlarse de toda clase de
intento que escuchaba en la contestadora. Como era costumbre, lanzó el
encendedor al techo de su departamento para intentar obtener una llama en el aire
y alimentar el gas que salía de aquella estufa, la voz grave y desesperada del
general Zack emergió de la contestadora.
-Codigo Rojo, repito código rojo-
Lhyi había salido de la cocina antes de que el encendedor acariciara el piso, sus
132 meses menos que Zack no influían en la atracción hacia el hombre que la
consideraba una hija. Eran 3 pisos hacia arriba, Lhyi usó las escaleras, no porque
el elevador fuera muy lento sino simplemente porque ella era más rápida.
La única persona que tenía llaves de ese departamento además del general Zack
era la teniente Lhyi, aunque en esta ocasión no las necesito, el arduo trabajo en el
gimnasio había forjado una llave maestra en su pierna, capaz de desbaratar
cualquier cerradura en su camino, para los 25 años de la teniente no existían
puertas las cuales no hubiese podido abrir, excepto esa gran mancha en su
brillante carrera militar, el incidente en la ciudad de Nox.
-Viejo inmaduro- Susurró la teniente Lhyi en el oído del general al mismo tiempo
que lo colocaba en su hombro para sacarlo del edificio. Aun no existía un método
valido para sacar a Zack de su estado denominado previamente por él mismo
como “éxtasis roja”, cada código rojo se trataba de manera diferente.
-Ahora resulta que es más fácil subir al tejado de la base que bajar al parque-
Respondió un general que poco a poco recuperaba el sentido.
Las personas que se encontraban en las zonas aledañas en donde ocurrieron las
explosiones se encontraban alarmadas, se alejaban de la zona por un posible
ataque terrorista hacia el edificio militar, en esos días no era algo raro ver eso,
pero estas explosiones ocurrieron a una distancia lejana, tal vez 300 o 400 metros.
Escondiéndose bajo la sombra de las nubes, la naturaleza intentaba resguardarse
del fuego y el pánico.
-¿General Zack, detecta algo? Esperando órdenes- Con gran formalidad, fueron
las palabras de la teniente, la amistad con el general era muy distinta a lo que el
general representaba en la organización y el respeto que infundía a los de menor
jerarquía.
El general cerró sus ojos y extendió su brazo con la mano abierta frente a él, como
si fuese una especie de radar –Negativo, no hay nada, ni heridos ni alguna señal
sospechosa, solo un poco de ruido… tal vez demasiado miedo- Abrió sus ojos y
bajo su mirada hacia aquella formación tortuga, uno de aquellos soldados no
colocaba de manera correcta su escudo, algo tan básico para soldados de elite,
solo protegía su cuerpo pero no protegía la formación, un punto de debilidad.
“Miedo” era lo que pensó el general Zack, era posible que por ello no podía
siquiera marchar correctamente, volvió a cerrar los ojos…- No vibra- Dijo el
general sorprendido a una teniente que se hallaba observando el futuro campo de
batalla. -No vibra- Esta vez susurró para él mismo
El cabo Rack Reloam, un hombre que no aceptaba las ordenes con facilidad pero
con capacidades de combate sobresalientes que hacían que a pesar de su actitud
permaneciera en la milicia; no solo destacaba en fuerza, sino también en el
manejo de las armas y en su capacidad mental en la toma de decisiones.
Las nubes dejaron de cubrir la calle y el general Zack volvió a cerrar sus ojos y
extender su mano, esta vez se enfocó en intentar localizar algún sentir, una
vibración o cualquier señal de emoción de aquel cabo; ocasionalmente el general
había encontrado personas que podían ocultar parcialmente esas vibraciones, en
ocasiones cuando la muerte los tomaba tan rápido no podía identificarlas, otras
veces en aquellos que estaban tan cerca de la muerte y la habían aceptado y
finalmente en aquellos con entrenamiento especial para permanecer mentalmente
estables. Pero está ocasión era diferente, nunca había encontrado a alguien que
pudiera ocultar por completo sus emociones, el general estaba completamente
concentrado en aquel cabo y aun así no había respuesta.
El general abrió los ojos, miró el campo de batalla, sonrió y comenzó a temblar de
la cantidad de emociones en presentes en él.
-Tenía mucho tiempo sin sentirme tan vivo, Sarah-
Era la primera vez que la llamaba así, si no fuera por las consecuencias de una
cadena de caos que se acercaba debido a nuevas explosiones, la teniente se
habría sentido tan cerca de su general como para que él entendiera sus
emociones sin usar su habilidad.
La originalidad de los automóviles explosivos era tan mala como las emociones de
aquel chico, pero tan efectiva en el campo de batalla como el mismo chico; el cabo
Rack Reloam había roto la formación y avanzaba velozmente hacia el origen de
las explosiones sin su escudo antidisturbios que ya había dejado varios metros
atrás, esquivando con gran rapidez los fragmentos que desprendía aquellos
campos de fuego, por otro lado, uno de aquellos fragmentos había impactado
contra el abdomen de hasta entonces un maravillado general.
-¿Qué parte de que me siento más vivo no entendiste?- Preguntó Zack –Deberías
bajar a ayudar.-
El cabo Rack Reloam cada vez se acercaba más al origen de la primera explosión,
sus ojos enfocaban algo cerca a esa zona, una sombra sin dueño, era imposible
permanecer dentro de esa zona a esas temperaturas; el cabo Reloam desenfundó
su pistola con la mano derecha y apuntó hacia la sombra mientras la izquierda
ayudaba a estabilizar la puntería.