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Será la antropología la primera disciplina de las ciencias sociales que mostrará interés por la ecología, y
que señala que las diferentes variantes de la naturaleza han condicionado, en mayor o menor medida, la
organización y el desarrollo de las culturas humanas, desarrollándose así la ‘’ecología cultural’’. El
enfoque determinista utilizado con anterioridad – que supone que el entorno físico determina
absolutamente el modo en que se organizan las sociedades -, se abandonará y se va a establecer el
enfoque posibilista, según el cual, son los factores históricos y culturales, y no el medio natural, los
que determinan el modo de organización social. El ‘’posibilismo ambiental’’ considera que la cultura
juega un papel social activo que limita la influencia del entorno natural a la posible contención del
crecimiento y desarrollo de una comunidad.
La visión neofuncionalista, define la cultura como un sistema de adaptación que capacita a los
humanos para adecuarse a su entorno; su centro de estudio es la población y no la cultura.
Incorpora el concepto de ‘ecosistema’, e incluye dentro del mismo a las poblaciones humanas,
que al igual que el resto de las poblaciones animales, establecen complejas relaciones con el
medio, donde la modificación de un componente da lugar a la modificación de otro.
Luego, se desarrolla la ‘’ecología humana’’, que se interesa por la distribución espacial de los grupos
sociales y los efectos que estas localizaciones crean sobre las instituciones, las comunidades y la
organización de la ciudad. Enfatiza las variables espacio y distribución.
La sociología ambiental, en cambio, cuyo objeto de estudio se centra en las relaciones entre ambiente y
sociedad, se desarrolla a partir de los setenta, y dirige sus esfuerzos hacia un doble frente: por una
parte, analiza la incidencia que el movimiento ecologista tiene sobre las sociedades desarrolladas, y por
otra, estudia el impacto y la actitud del público con respecto a la problemática medioambiental.
Relación hombre-naturaleza: pretende dar respuesta a la percepción que el hombre, como ser
social, tiene de su propio entorno natural. En este sentido, podemos distinguir una triple visión: la
tecnocrática, la biologista y la ecologista.
Un segundo campo de análisis, se centrará en la ‘’sociología del riesgo ecológico’’, que descubre en el
desarrollo científico-industrial una dimensión oscura que se concreta en la poca previsión de las
consecuencias futuras que el actual desarrollo puede acarrear a las próximas generaciones. Finalmente,
una tercera área se orienta hacia los ‘’estudios de impacto ambiental’’, cuyo contenido se circunscribe a
la incidencia socioeconómica que puede ejercer sobre el medio ambiente y las poblaciones afectadas
determinada acción – como la construcción de un vertedero de basura, una represa, una autopista, etc.
La suma de estas aportaciones ha contribuido a modelar en concepto de medio ambiente a partir de una
determinada valoración y conocimiento de la realidad, que básicamente consiste en que hay que
preservar el medio natural en que vivimos para seguir perpetuándonos como especie. Sin embargo, de
esta conclusión de desprenden dos cuestiones relevantes: por una parte, persiste la creencia de
que la especie humana no está sometida a restricciones naturales y que los problemas que van
apareciendo se pueden resolver gracias a los avances científicos y tecnológicos, y a la gestión
eficiente de recursos; mientras que por otra parte, la propia dinámica del riesgo y la creciente
concienciación ecológica muestran otra realidad, que señala al modelo productivo como el
principal responsable del deterioro del medio natural, y apunta hacia la necesidad de reformular
los principios fundamentales que rigen la vida económica de nuestra sociedad.
El capitalismo como productor de riesgos ecológicos
La relación hombre-naturaleza ha sufrido a lo largo de la historia cambios profundos que han
determinado una transformación radical del entorno natural. El hombre primitivo, cazador-recolector,
utilizaba para su subsistencia herramientas muy rudimentarias que apenas incidían en el medio natural.
La primera ofensiva contra los recursos naturales se da recién con la rotulación a gran escala de las
tierras ocupadas por bosques y matorrales, para conseguir nuevos espacios de cultivo. El impacto
global es, sin embargo, moderado, y la naturaleza sigue dominando la vida humana y no a la inversa.
Esta situación varía radicalmente con la irrupción del capitalismo; durante el siglo XX conoce un
desarrollo ‘’sin límites’’ que permite en pocas décadas transformar la sociedad rural en urbana, técnica
e industrializada. El modo de producción capitalista posibilita un acceso factible a bienes tan
elementales como: alimentación, higiene y salud, y a bienes superiores como conocimiento, educación
y ocio. Se inicia el vértigo del consumo, el aumento del nivel de vida pasa a ser el objeto de la
existencia humana y el progreso económico el gran ídolo de los tiempos modernos. El capitalismo
logra resolver con éxito diversas crisis económicas, que exigen a cambio, unos elevados costes
ecológicos. La incorporación del petróleo como fuente de energía básica, la producción en serie, el uso
generalizado de la electricidad, los productos químicos, el automóvil, etc. Son factores que contribuyen
a multiplicar el impacto humano sobre la biosfera; es el inicio de la crisis ecológica global, denunciada
por diversos grupos ecologistas que asocian la problemática ambiental con el progreso basado en el
crecimiento económico exponencial y el productivismo, y que define al capitalismo como un sistema
de alto riesgo ecológico, que provoca por sus propias leyes de funcionamiento, crisis ambientales de
incalculables consecuencias.
El productivismo
El productivismo se ha convertido en una característica dominante de nuestra sociedad, y constituye el
punto de partida de la crítica ecológica a las instituciones y organizaciones que identifican el progreso
con el crecimiento económico ininterrumpido y la sociedad de consumo.
Desde una perspectiva sociológica, puede definirse como una ética en la que el trabajo cumple un papel
crucial, al expresar la primacía de la industria en la sociedad moderna. Una ética en la que el trabajo,
como empleo remunerado, se ha separado de las demás esferas de la vida, convirtiéndose en un
estandarte de significado moral que define hasta qué punto los individuos se sienten dignos o valorados
socialmente. Desde el punto de vista económico, el origen del productivismo se sitúa de lleno en las
reglas de juego capitalista. En una economía de mercado las decisiones de qué producir, en qué
cantidad y para quién, se toman de forma dispersa. No existe instancia centralizadora de la información
y es el mecanismo de los precios el cargado de asignar los recursos (demanda > oferta > dinero).
En virtud de estas reglas, los individuos se ven obligados adoptar una conducta que les asegure la
supervivencia, por más que no sea la que deseen. A las empresas se las obliga a competir, a producir
sin límite y a ajustar sus precios para sobrevivir al mercado. La creciente competitividad y las
necesidades productivas de las empresas constituyen el derroche de recursos y la agudización de la
problemática ecológica.
El productivismo se legitima desde el mismo momento en que las sociedades consideran que el
crecimiento económico constituye un fin en sí mismo, que dota a los pueblos de riqueza y
bienestar. Para los países desarrollados el crecimiento económico significa un aumento del nivel de
vida y el antónimo de la crisis económica; mientras que para los subdesarrollados, el crecimiento
constituye la única salida de la miseria y la pauperización.
- El crecimiento del consumo y la producción como consecuencia del aumento del nivel de vida
(crecimiento del PIB)
- El crecimiento del consumo y la producción como consecuencia de la integración de los países
en vías de desarrollo a los circuitos de comercio y de consumo mundial.
- El crecimiento del consumo y la producción como consecuencia del aumento de la población.
La sociedad de consumo
En la economía de corte clásico, se define al consumo como el momento en que una mercancía es
introducida en el mundo de las utilidades y es usada; considera que la producción viene determinada
por las necesidades del consumidor que, en primera instancia, genera la demanda para posteriormente
originar la producción, completándose así el ciclo de consumo de los productos. Este proceso tiene
vigencia hasta que se implementa la fabricación en serie, que va a exigir la organización de sistemas
comerciales que impondrán su propia dinámica a la sociedad. El consumo deja de constituir un
mecanismo entre la oferta y la demanda para pasar a convertirse en una esfera creada por la
producción. El aparato productivo, una vez satisfechas las necesidades básicas, se especializa en la
creación de nuevas demandas. El deseo sustituye a la necesidad, el consumo pierde su valor de uso y de
cambio para convertirse en un significado. Los bienes de consumo pasan a tener un carácter simbólico.
Esta transformación de la actividad consumidora neutra a otra dotada de significado cultural, determina
el paso del consumo al consumismo. En la sociedad occidental, los individuos se realizan y pertenecen
a un grupo social determinado mediante la adquisición y exhibición de bienes de consumo. La
sociedad de consumo tiene la capacidad de crear hábitos y modelar estilos de vida. Y en este punto es
donde entra en conflicto con el medio ambiente, ya que es directamente responsable del deterioro
ambiental. Sin una corrección profunda de los hábitos de consumo difícilmente se pueda reequilibrar la
relación actividad humana-naturaleza.
Concienciación ecológica y movimientos ecologistas
La concienciación ecológica surge como fenómeno social ante la evidencia de un límite real que
impide el crecimiento ilimitado capitalista. En un principio este movimiento aparece en un contexto
reivindicativo amplio, que exige mejoras en las condiciones de vida y de trabajo de los obreros, en
términos de salud pública, saneamiento e higiene, principalmente en Gran Bretaña del siglo XIX.
Luego, en los EEUU, aparecen los grupos preservacionistas, que protegen los bosques y los recursos
primarios de la alta explotación comercial. A diferencia de estas asociaciones, los nuevos grupos de
defensa ambiental de los años 70, se enfrentan a una sociedad muy distinta, con problemáticas también
diversas. Son asociaciones que en el plano ideológico, extienden la conciencia de un límite natural al
desarrollo capitalista, y que, desde una plataforma organizacional, abandonan posiciones
individualistas y avanzan hacia otras más centradas en la institucionalización y la presión política. Sus
principales activistas y simpatizantes provienen de las nuevas clases medias, con alto nivel de
formación, que disponen de estabilidad económica y desempeñan una ocupación ligada al sector de
servicios. El ecologismo es un movimiento contemporáneo, que se opone a los planteamientos de
racionalidad económica y política que hacen las instituciones.
Aparición de los ‘’partidos verdes’’ > en respuesta a la incapacidad del estado para dar respuesta a
demandas sociales relacionadas al ambiente.
El Desarrollo Sostenible