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Descubram

os
nuevas
opciones
La recuperación en
nuestras relaciones
A Grupos de Familia Al-Anon
Esperanza y ayuda para los familiares y amigos de los alcohol,eos
CONTENIDO

Descubramos..................................................1
nuevas opciones..........................................1
Partimos de donde estamos.....................4
Una base sólida......................................20
Una perspectiva más positiva................39
Historias personales...................................41
Para reflexión y debate ___........................56
Para reflexión y debate .............................57
Capítulo Cuatro..........................................57
Empezamos a conocernos.............................57
Historias personales...................................61
Para reflexión y debate .............................76
Capítulo Cinco ...........................................78
ue es.............................................................78
posible encontrar un nejor camino................78
Historias personales...................................82
Para reflexión y debate: ............................91
Prefa
cio l

Prefacio
No existen respuestas fáciles a los complejos
retos que plantean las relaciones afectadas por el
alcoholismo. Como miembros de Al-Anón,
contamos con una amplia gama de experiencias
al enfrentar las dificultades en las relaciones que
entablamos con un bebedor problema. Al
compartir nuestra experiencia, fortaleza y
esperanza en un medio de apoyo mutuo como las
reuniones de Al-Anón, a menudo descubrimos
posibilidades y opciones que nos resultan útiles.
Cuando utilizamos el programa de Al-Anon en
nuestras vidas, percibimos una fuerza interior que
repercute de forma positiva en todas las
relaciones personales.
Este libro reúne las ideas y conocimientos que
muchos descubrimos en Al-Anon cuando nos
esforzamos por encontrar comprensión,
integridad, armonía y amor en nuestras
relaciones. Compartimos aquí la manera en que
utilizamos los instrumentos del programa para
conocernos a nosotros mismos y para sacar a la
luz recursos espirituales escondidos. Sólo si
centramos la atención en los cambios que están a
nuestro alcance lograremos progresar. Como
comparte un miembro de Al-Anon en este libro:
"Mi familia hace todo lo que puede. No obstante,
al soltar las riendas poco a poco, me doy cuenta
de que sus opiniones ya no oscurecen el azul del
cielo"
En los Grupos de Familia Al-Anon vemos que
hay opciones disponibles siempre y cuando
podamos ver los problemas de nuestras
relaciones desde el ángulo adecuado, sin pasar
por alto lo que nos ofrece cada día. Cuando
nuestras vidas tienen una base sólida, surgen
resultados positivos en las relaciones con otras
personas y, en última instancia, mejora la calidad
de todas ellas. Si bien no hay soluciones
inmediatas, en Al-Anon encontramos más opcio-
nes de las que nos imaginábamos. Este libro
comparte algunas de esas posibilidades.
Capítulo Uno________

Partimos de
donde estamos
Venimos a Al-Anón debido a los problemas
causados por la bebida de alguien más. Algunos nos
preocupamos en particular por la relación con la
pareja o cónyuge alcohólico mientras que otras per-
sonas tienen padres o hijos alcohólicos. A veces es
una situación de alcoholismo en el lugar de trabajo
lo que nos acerca a Al-Anón. Independientemente
de la relación particular, hay un denominador
común: cómo nos afecta la bebida de alguien más.
Al-Anón nos ofrece la posibilidad de examinarnos a
nosotros mismos y comprender de qué manera el
alcoholismo ha distorsionado nuestra perspectiva,
ha dañado nuestra propia imagen y ha afectado
nuestra capacidad de entablar y mantener
relaciones sólidas.
Es bastante común llegar a un Grupo de Familia
Al-Anón Con un sentimiento de zozobra. Pese a la
confusión y el caos que experimentemos, el
programa genera la esperanza de que al mejorar
nuestras actitudes, podremos llevar vidas mejores y
más felices. En las reuniones de Al-Anón conocemos
gente con experiencias similares a las nuestras.
Comparten cómo han mejorado sus vidas. Nos
demuestran que nuestros sinsabores pasados no
deben limitar el crecimiento futuro siempre y
cuando estemos dispuestos a probar ideas nuevas.
Un Grupo de Familia Al-Anón también nos ofrece
la oportunidad de comprender mejor nuestros
propios sentimientos y de acercarnos a otra gente
para solicitar su apoyo. Antes de asistir a la primera
reunión de Al-Anón, muchos pasábamos por alto
nuestros sentimientos y nos sentíamos aislados a
causa de nuestros problemas. Nos concentrábamos
en particular en encontrar soluciones a la relación
alcohólica o en encarar la crisis del día.
Intentábamos mantener las cosas tan "normales"
como fuera posible asumiendo las responsabilidades
que descuidaba el
alcohólico. Era nuestro deber, o así lo creíamos.
Sentíamos que era necesario aparentar que todo
marcharía bien aunque eso sig- „ niñeara justificar al
alcohólico o mentir. En estas circunstancias, puede
resultar penoso o confuso prestarle atención a
nuestros sentimientos. Sin embargo, cuando
escuchamos a otras personas compartir en las
reuniones, empezamos a reconocer que tenemos
mucho en común con ellas. Al identificarnos,
comenzamos a experimentar un vínculo, tal vez por
primera vez en nuestras vidas. Y surge así la
confianza.
Una reunión de Al-Anon es un lugar seguro para
compartir sentimientos. Vemos que no somos los
únicos con opiniones distorsionadas por la tensión de
los efectos causados por la bebida de alguien más. Al
escuchar las historias de otras personas, percibimos
algo en nuestro interior que desconocíamos.
Comenzamos a admitir sentimientos y llegamos a
comprendernos mejor. Con el amor y el apoyo que
encontramos en una reunión de Al-Anon, logramos
reconocer y aceptar lo que somos.
Independientemente del lugar al que hayamos
llegado en la búsqueda de relaciones sanas, siempre
debemos comenzar donde nos encontramos hoy.
Puede ser doloroso pensar que nuestras relaciones
podrían (o deberían) haber sido mejores. No tiene sen-
tido criticarnos cuando hicimos todo lo posible con lo
que teníamos. Obtenemos tranquilidad si dejamos de
lado lo que podíamos o debíamos haber hecho y
aceptamos lo que somos y dónde estamos en este
momento.
El programa de Al-Anon nos proporciona una
variedad de instrumentos útiles. Al seguir asistiendo a
las reuniones, aprendemos que es posible deshacernos
de antiguos compañeros como el fracaso, la vergüenza
y la culpa. Con el tiempo progresamos, pero sólo si lo
hacemos "Un día a la vez". Mediante los instrumentos
de Al-Anon, nos damos cuenta de que la capacidad de
comenzar de nuevo siempre está a nuestro alcance y
que la esperanza es siempre mayor de lo que
creemos.
Historias personales

Me abrumaba la angustia cuando llegué a Al-Anón. El


progreso en realidad comenzó cuando comprendí que
soy responsable sólo de las consecuencias de mis
propios comportamientos y opciones. Con el tiempo
pude entender que una gran parte de la vida de mis
familiares no me concernía. No tenía derecho a
juzgarlos ni a inmiscuirme en sus vidas aunque me
pidieran una opinión.
El progreso mayor en este proceso de deshacerme de
la necesidad de involucrarme en las vidas de los demás
fue reconocer que no siempre puedo predecir si los
resultados de lo que ocurrirá serán buenos o no. Al
escuchar en las reuniones, me di cuenta de que muchas
de mis mejores ideas habían sido desastrosas. Por otro
lado, hubo cosas que según mi criterio arruinarían vidas
pero que al final resultaron ser la salvación de alguien.
Al no poder predecir si las consecuencias de una
acción serán buenas o malas, ¿cómo puedo actuar con
confianza en nombre de otras personas? Mi única
responsabilidad es centrar la atención en mi
comportamiento, comprender a mi familia y dejar de
juzgar. Ya no juzgo a mis familiares sino que los acepto
como son. Hago todo lo posible para brindar amor
incondicional.

Mi primer Padrino me preguntó cómo me sentía. Yo no


lo sabía. Desde mi niñez, mi familia decidía lo que yo
debía sentir. Así que me sentía como ellos querían.
Necesité mucho valor para experimentar mis propias
emociones. Una vez escuché que un hombre decía que
para la mayor parte de los seres humanos, las
emociones son esas cosas viscosas que se encuentran
debajo de las piedras, lo que me pareció bastante real.
Mi Padrino dijo que soy el dueño de mis sentimientos y
que tengo derecho a sentirlos. Lo importante es lo que
hago con ellos. Tengo derecho a enfadarme pero no
tengo derecho a abusar física o verbalmente de nadie. A
menudo veo que el origen de mi ira es un problema que
aún debo encarar en mi interior.
En Al-Anón aprendí que el sentimiento de culpa que
experimento es como un ladrillo que decido llevar en el
bolsillo y del cual puedo deshacerme a través de la
honestidad o una reparación. Puedo encarar el temor
viviendo hoy "Un día a la vez". Así los problemas se
reducen a una dimensión asequible. Ahora puedo optar
por la alegría y la felicidad. No se cobra por ellas.

Hace-poco tiempo pasé diez días en una casa rodante


con mi hija adulta. Nos divertimos mucho. Las dos
utilizamos los principios del programa en nuestras vidas.
Nos permitimos mutuamente espacio personal y
momentos de soledad. Podíamos no estar de acuerdo
sin ser desagradables. Fue el viaje que mejores
recuerdos me ha dejado.
No siempre fue así. Cuando mis tres hijos eran
pequeños, todavía sufría los efectos del alcoholismo. El
día que se casó mi hija, me dijo que nunca volvería al
infierno demente que era nuestra casa. Agregó que no
quería volver a ver a su padre ni a mí. Un año y medio
después, me regaló un encendedor con las palabras
"Para mamá, de tu hija" grabadas en el mismo. Me di
cuenta de que esa frase significaba que quería ser mi
hija otra vez. Gracias a los años pasados en Al-Anon,
somos amigas de nuevo. Me llama por teléfono y vamos
al cine o al teatro juntas.
Cuando regresamos de nuestro viaje, me preguntaban
si todavía nos hablábamos. Me reí. Mi hija es la alegría
de mi vida y una amiga maravillosa.
La niñez en una familia alcohólica me convirtió en una
persona muy irritable. No tenía amigos, ni autoestima,
ni la capacidad de confiar en nadie. No sabía cómo
quererme a mí mismo ni cómo asumir la responsabilidad
de mis pensamientos, acciones o palabras. No conocía
la diferencia entre honestidad o la falta de ella. Era
exactamente como mi padre alcohólico. En Al-Anon
aprendí que la única diferencia entre nosotros era que
yo no tenía la compulsión de beber.

Soy un hombre adulto que ha convivido con el


alcoholismo toda la vida. No me había dado cuenta de
hasta qué punto me había afectado la enfermedad. Al
final me casé, tuve hijos, y los traté de la misma manera
en que me habían tratado a mí.
En las reuniones de Al-Anón aprendí que sólo debo
ocuparme de mí mismo; no soy responsable de otras
cosas.

Mi esposa había estado en Al-Anón durante doce años


cuando llegué a A.A. Ella mejoraba y yo empeoraba. Ella
utilizó el desprendimiento con amor. Yo me enfermé
más y toqué fondo; fui a A.A. y nuestra relación
comenzó a mejorar. Los dos nos involucramos en el
servicio; pero, diez años después, yo aún adoptaba
decisiones equivocadas y trataba de arreglarlas por mi
cuenta. La situación se complicó tanto que tuve ganas
de terminarlo todo. Fue entonces que un miembro de Al-
Anón me preguntó si quería asistir a una reunión de Al-
Anón. Esa primera reunión centraba la atención en la
autoestima.
La relación con mi esposa es ahora mejor que nunca.
Nos expresamos nuestro amor y hacemos planes juntos.
También permitimos que el otro haga cosas o salga
solo. Practicamos nuestros programas respectivos. Le
agradezco al Dios de mi entendimiento que me haya
dirigido a Al-Anón y A.A. y que haya mantenido la
unidad de nuestra familia. Nuestra casa es un hogar
otra vez.

Como miembro que asisto periódicamente a las


reuniones de Al-Anón, sigo experimentando despertares
espirituales sorprendentes. No hace mucho me
desilusionó el hecho de que varios familiares no hicieran
lo que yo quería. La desilusión fue tan intensa y penosa
que al final me entregué a Dios junto con todas las
viejas ideas sobre cómo debería ser mi vida. Sentí pena
y dolor al dejar de lado algunas expectativas. El dolor
persistió hasta que Dios me reveló la verdad. Había
llegado el momento de conocerme y aceptarme a mí
mismo.
Mis padres eran alcohólicos dañados por la
enfermedad. Pasaban por alto mis necesidades que
consideraban menores o que descartaban como de poca
importancia. Mi familia practicaba la negación a diario.
Guardar secretos era muy importante y se castigaba a
cualquiera que infringiera esa regla.
Yo intentaba descubrir lo que era la "normalidad"
Sufría debido a actitudes, percepciones e ideas
distorsionadas. No me sentía bienvenido ni apreciado.
Me consumía la vergüenza, el temor y una soledad
inmensa.
Cuando me casé y tuve hijos, no tenía plena
conciencia de que intentaba crear la familia que nunca
había tenido. No me daba cuenta de que quería y
esperaba que mi familia nueva compensara lo que
había perdido en la niñez. En lugar de considerar a mis
hijos como seres hermosos por derecho propio, los
usaba para tratar de satisfacer mis necesidades
frustradas.
Tomar conciencia de eso me permitió optar por ideas
y valores más sanos. Deseo aceptar y apreciar a mis
seres queridos tal como son y abandonar toda
expectativa de que encajen en mis distorsionadas ideas.
Veo ahora que no existen sólo para hacerme feliz. No
me deben nada. Yo les debo una reparación; intento
encontrar la guía de Dios para saber cómo y cuando
efectuar esa reparación. Sé que el perdón es un cambio
continuo de actitudes que se manifiesta en mi
comportamiento.
Por fin he comprendido mi motivación con respecto a
otras personas. A través de mi ceguera y mi negación
pensaba que los demás eran responsables de la calidad
de mi vida. Me había aplastado el peso de una idea que
ahora puedo dejar de lado. Mis decepciones fueron
siempre el resultado de mis percepciones y actitudes.
He dedicado mis años en Al-Anon a la búsqueda de un
significado y de una realización. Liberar a otras
personas es un gran paso adelante en esa búsqueda.

Entré a Al-Anon cuando mi esposo seguía un


tratamiento por uso indebido de alcohol y drogas. Mi
hija iba a un establecimiento preescolar y pasaron
muchos años antes de que me diera cuenta de cómo la
había afectado el alcoholismo y mis reacciones al
mismo.
Un día, ya en la universidad, mi hija me llamó para
decirme que estaba en el hospital porque se había
cortado adrede. Me sentí herida, presa del temor y del
dolor. Estaba realmente perturbada. Cuando regresó a
casa, no quiso hablar mucho. Tiempo después, admitió
tener problemas. Dijo que se cortaba deliberadamente,
que tenía desórdenes alimenticios y que sufría de
bulimia y ano- rexia. Necesitaba atención a largo plazo
y fue a una institución de tratamiento. Mi corazón lloró
de vergüenza, culpa y dolor. ¿Qué le había hecho a mi
hija?
Sin el programa de Al-Anón, no creo que nuestra
relación hubiera mejorado. El alivio de esta relación no
consistía en que mi hija cambiara sino en los cambios
que yo debía introducir, en especial soltar las riendas y
entregárselas a Dios. Creo que Dios la ama tanto como
yo y que ella tiene su propio Poder Superior. Hoy
nuestra relación es más sólida que nunca. Me parece
haber experimentado un milagro. La relación ha pasado
de un futuro incierto y de la desesperación al amor, al
respeto, al apoyo, el perdón y a la aceptación mutua.

Probé Al-Anón tres veces durante los doce años en que


conviví con el alcoholismo activo. Por diversos motivos,
no me quedé en Al-Anón las dos primeras veces.
Siempre pensaba que mi situación; no era similar a la de
otros miembros.
A medida que progresaba la enfermedad en casa,
abandoné toda noción de Dios. Si existía, no creo que
me reconociera. Me sentí abandonada por Dios. Oraba
sólo para que el alcoholismo y la infelicidad cesaran. Fue
una época de gran confusión en mi vida tanto emocional
como espiritual.
Pese a todos mis esfuerzos por ayudar a mi esposo, él
decidió ir a A.A. a pedir ayuda. Estaba cambiando, como
yo; pero yo empeoraba. En ese momento era tan
intensa la ira y la confusión que sentía dentro de mí que
ya casi no podía soportarme más. Después de orar
tantos años para lograr su sobriedad, ahora no quería
tener nada que ver con el alcohólico o la sobriedad.
Había aprendido a convivir con el alcoholismo, a vivir
separada en la misma casa, a desechar sentimientos, a
proyectar la imagen de una familia perfecta, y a
acumular ira y resentimiento. Necesitaba ayuda pero no
sabía cómo comenzar.
Un día, caí de rodillas y entre sollozos expresé una
súplica conmovedora: "Querido Dios, por favor
ayúdame". Me deshice de todas mis viejas ideas acerca
de cómo debería ser mi vida. Sin saberlo, había utilizado
los Pasos Primero, Segundo y Tercero en ese momento.
Por fin estaba lista para hacer algo que tenía que hacer
para lograr algún tipo de sobriedad emocional y
espiritual.
Decidí intentarlo en Al-Anon una vez más. Me sentía
como una fracasada, pero esta vez estaba dispuesta a
entregar mi voluntad y mi vida al cuidado de un Dios
que no conocía realmente. Ya no tenía respuestas.
Estaba dispuesta a "Escuchar y aprender'! Ya no me
sentía diferente, ya no aceptaba la negación. Esta vez
me entregué por completo a este programa simple.
Estaba ante un grupo de personas que parecían haber
encontrado una solución a sus problemas, que no se
centraban la atención en los problemas sino en las
soluciones. Este grupo me proporcionó un enfoque de la
vida que rebosaba de calma.

Me casé de nuevo después de un compromiso de


veintisiete años. Los dos somos hombres adultos, hijos
de padres enfermos de alcoholismo, y estamos en
recuperación: mucho en común como base de un
matrimonio sólido. Gracias a Al-Anon, nos llena de
esperanza ver a nuestros padres a la luz de una
compasión y una comprensión nuevas. Las relaciones
con ellos han mejorado infinita y milagrosamente desde
que comenzamos a utilizar los principios del programa.

Entablé amistades y relaciones con gente que recurría


al terrorismo emocional y al alcohol para aliviar el dolor
en sus vidas. Me enorgullecía el poder que obtenía
mediante la ira.
Cuando mis padres se divorciaron, empecé a
preocuparme por la salud de mi madre. Su ira parecía
incrementarse al intentar controlar a los jóvenes que mi
hermana y yo traíamos a casa. Por extraño que parezca,
me preocupaba más el vínculo entre la ira y la salud de
mi madre que la influencia de su ira en nuestras rela-
ciones. No obstante, al acercarme a los 40 años de
edad, no veía el papel de mi ira en el deterioro de mi
propia salud. El único peligro que veía era la ira de los
demás y el exceso de alcohol en nuestras vidas.
Vine a Al-Anon deseando ayudar a mi hermana al
darme cuenta de que hasta ese momento la había
estado alejando de mí.
14 Descubramos nuevas opciones

ese momento. Por fin estaba lista para hacer algo que
tenía que hacer para lograr algún tipo de sobriedad
emocional y espiritual.
Decidí intentarlo en Al-Anón una vez más. Me sentía
como una fracasada, pero esta vez estaba dispuesta a
entregar mi voluntad y mi vida al cuidado de un Dios
que no conocía realmente. Ya no tenía respuestas.
Estaba dispuesta a "Escuchar y aprender". Ya no me
sentía diferente, ya no aceptaba la negación. Esta vez
me entregué por completo a este programa simple.
Estaba ante un grupo de personas que parecían haber
encontrado una solución a sus problemas, que no se
centraban la atención en los problemas sino en las
soluciones. Este grupo me proporcionó un enfoque de la
vida que rebosaba de calma.

Me casé de nuevo después de un compromiso de


veintisiete años. Los dos somos hombres adultos, hijos
de padres enfermos de alcoholismo, y estamos en
recuperación: mucho en común como base de un
matrimonio sólido. Gracias a Al-Anón, nos llena de
esperanza ver a nuestros padres a la luz de una
compasión y una comprensión nuevas. Las relaciones
con ellos han mejorado infinita y milagrosamente desde
que comenzamos a utilizar los principios del programa.

Entablé amistades y relaciones con gente que recurría


al terrorismo emocional y al alcohol para aliviar el dolor
en sus vidas. Me enorgullecía el poder que obtenía
mediante la ira.
Cuando mis padres se divorciaron, empecé a
preocuparme por la salud de mi madre. Su ira parecía
incrementarse al intentar controlar a los jóvenes que mi
hermana y yo traíamos a casa. Por extraño que parezca,
me preocupaba más el vínculo entre la ira y la salud de
mi madre que la influencia de su ira en nuestras rela-
ciones. No obstante, al acercarme a los 40 años de
15 Descubramos nuevas opciones

edad, no veía el papel de mi ira en el deterioro de mi


propia salud. El único peligro que veía era la ira de los
demás y el exceso de alcohol en nuestras vidas.
Vine a Al-Anón deseando ayudar a mi hermana al
darme cuenta de que hasta ese momento la había
estado alejando de mí.
Después de sólo ocho reuniones de Al-Anon, acepté
que no podía cambiar la vida de mis seres queridos. Al
"Soltar las riendas y entregárselas a Dios", sentí un gran
alivio que fue más evidente por la desaparición del dolor
físico que había sufrido durante años. Empecé a centrar
la atención en mis propias características y me dispuse
a deshacerme de lo que ya no me servía. Hasta me di
cuenta de que era más fácil dejar de dar consejos
cuando practicaba "Vive y deja vivir". El progreso
concretado fue una verdadera hazaña para mí después
de haberme designado consejera de la familia durante
tanto tiempo. Aprendí a pedir lo que quiero, a reconocer
lo que necesito, y a obtenerlo sin sentirme culpable.
Al bregar por convertirme en la persona que quiero ser
en mi matrimonio y en mi familia, Al-Anon me ayuda a
desarrollar relaciones más sanas conmigo misma y con
mi Poder Superior. Me siento privilegiada por la ayuda
recibida de miembros de Al-Anon que me ayudaron a
amar a mi madre y a desprenderme de ella durante sus
últimos seis años. Llegué a comprender que su ira, como
el alcohol, al principio le proporcionaba la facultad de
adquirir una cierta fuerza y libertad, pero al final la
consumía. Me desprendí de eso; la quise a lo largo del
proceso y aprendí del mismo. Y estoy agradecida por
esta lección.

Antes de asistir a Al-Anon, la relación con mi esposa se


había deteriorado hasta tal punto que ya no podíamos
comunicarnos. Los únicos intercambios eran disputas
acaloradas sin ninguna comunicación. La trataba como a
una niña, intentando dirigir todos los aspectos de su
vida y solucionando cosas cuando había problemas.
16 Descubramos nuevas opciones

En Al-Anon aprendí que mi control y ayuda impedían


que mi esposa encarara las consecuencias de sus
propios actos. Le permitía que siguiera haciendo
siempre lo mismo sin darle motivos para cambiar.
Aprendí que soltar las riendas y entregárselas a Dios era
lo mejor que podía hacer. Sin injerencias, mi esposa
logró la sobriedad y, poco a poco, ha mejorado la
comunicación entre nosotros. Agradezco que nuestros
programas hayan contribuido a mejorar nuestro
matrimonio.
Soy el cuarto de cinco hijos. Mi padre ya era alcohólico
antes de conocer a mi madre y ha seguido bebiendo
hasta hoy.
Nací en la negación y así fue hasta que empecé a
asistir regularmente a Al-Anón. Nunca conocí a mi padre
libre de alcoholismo. La presencia constante de la
enfermedad se convirtió en un punto ciego en el
horizonte de mi vida, como el sonido monótono de una
nevera.
No fue sino hasta que yo mismo llegué a ser alcohólico
y encontré a A.A. que me di cuenta de que también
estaba enfermo por haberme criado en un hogar
alcohólico. Recuerdo mucha culpa, vergüenza y
desconcierto. Recuerdo la ira que no comprendía y el
temor que me ponía tan nervioso, inseguro en todo
momento por no saber cuándo diría o haría algo
equivocado. Todavía sufro una paranoia leve ya que vivo
preguntándome si alguien me está insinuando algo o
expresando indirectas sutiles, y siempre sin saber
cuándo tomar las cosas con seriedad.
Las reuniones son la clave para enfrentar esta parte de
la enfermedad. Cuando leo publicaciones o comparto en
un debate abierto, surgen una claridad y una honestidad
que me hacen sentir seguro. Frases simples como "No lo
causé, no puedo curarlo, y no puedo controlarlo" aclaran
mi confusión y me ayudan a ver lo que es correcto.
Al aprender a responder en lugar de reaccionar, pude
separar a mi padre de la enfermedad. Usaba el
17 Descubramos nuevas opciones

resentimiento para simular que no quería a mi padre, lo


que facilitaba la idea de que él no me quería. Hoy
comprendo que esta enfermedad no se origina en una
falta de amor. Hoy sé que puedo quererlo sin
condiciones, sin ponerme en peligro ni dañarlo en modo
alguno.
En Al-Anón aprendo a estimular a la persona pero no al
problema. Cada vez con más frecuencia, se me ocurren
medios de hacer feliz a mi padre compartiendo lo que
puedo de la tranquilidad y el consuelo que encuentro en
la hermandad. Practicar el programa ha sido lo más útil
que he podido hacer por mi padre. Veo cómo mis
esfuerzos le facilitan su vida.
Uno de los dones recibidos del programa es la
capacidad de tener presente las cosas buenas que veo
en mi padre. Un día, cuando me sentía un poco abatido,
mi padre, con una cerveza en su mano al mediodía,
logró levantarme el ánimo.
Entiendo que él necesita saber que hay algo muy
bueno en su interior. Empiezo a comprender que con la
ayuda de un Poder Superior tengo la posibilidad de
demostrarle que su vida es realmente importante y
valiosa. De esta manera, tal vez algún día obtenga la
fuerza y el valor que se requieren para solicitar ayuda.

Al criarme en una familia alcohólica y luego casarme


con un alcohólico que estaba bebiendo todavía, me
sentía muy sola aun cuando estaba entre mucha gente.
Deseaba de todo corazón ser querida y poder demostrar
el amor que sentía por los familiares que me rodeaban.
Antes de venir a Al-Anon, me alejaba de la gente antes
de que me conocieran demasiado y vieran lo que
realmente hacía falta en mí. Me justificaba al enfadarme
con otras personas o al poner fin a una relación. ¿Acaso
no entendía esta gente que si me veían como realmente
era, no querrían tener nada que ver conmigo? Pensaba
que así les ahorraba a otras personas el problema y el
dolor de descubrir cuán loca y vacía era yo. Con una
18 Descubramos nuevas opciones

sonrisa de "Estoy bien", charlaba con ellos cuando nos


reuníamos, pero no me interesaba una relación más
profunda. La solución era alejarme y no volver nunca.
No obstante, sentía ira y tristeza por no tener amigos.
¿Cómo no iba a sentir compasión de mí misma cuando
parecía que nadie quería estar cerca de mí?
Cuando conocí a mi esposo, pensé que había
encontrado una persona diferente, alguien que parecía
tenerlo todo solucionado, alguien que comprendía en
realidad lo confundida que yo estaba. Como quiso
casarse conmigo, pensé que tal vez yo estuviese equi-
vocada. Tal vez no fuera tan mala después de todo. Tal
vez pudiera entablar una buena relación con otro ser
humano.
Pero a lo largo de los años, se me hacía más y más
difícil tratar de compartir mis sentimientos. Compartía
mis verdaderos sentimientos cada vez menos.
Derrochaba tiempo y energía señalándole a mi esposo
que debía esforzarse más en comprender lo que ocurría
dentro de mí. ¿Cómo podía hacerlo si él tenía que luchar
con sus propios demonios?
Cuando mi esposo inició el tratamiento, se me sugirió
que probara Al-Anon, donde aprendí a definir quién era
yo y a compartir esto de forma apropiada con los
demás. Hoy, después de casi siete años, creo que lo
hago mejor. Examino mi función en las relaciones y me
pregunto: "¿Cómo puedo mejorar la parte que me
corresponde?" Les agradezco a todos los que me
quieren y se preocupan por mí. Sola no hubiera sido
posible progresar. No quiero en ningún momento
detenerme y volver a estar sola. Eso me hizo sufrir
demasiado.

Sabía que algo terrible me estaba pasando cuando fui


a visitar a mi hijo al el centro de tratamiento durante la
semana de la familia. Pensaba que mi mundo se había
derrumbado.
19 Descubramos nuevas opciones

Habían desaparecido todos los sueños y las


esperanzas que tenía por el futuro de mi hijo. Celebró
sus veintiún años en el centro. No me imaginaba cómo
salir del pozo en el que me encontraba. Su bebida y el
uso de drogas me habían afectado profundamente.
Desesperadamente intenté buscar la forma de curarlo.
Nada funcionó. Su resentimiento aumentaba cada vez
más y yo me deprimí. Durante esa semana de la familia,
escuché muchas veces: "Ve a Al-Anón".
La primera reunión tuvo lugar en una salita con un
sofá con resortes rotos, pero observé que la gente
sonreía y se reía. ¡Cómo deseaba que yo también lo
pudiera hacer! Nadie se daba cuenta del deterioro del
mobiliario.
Aprendí la frase: "Déle al alcohólico la dignidad de
fracasar". Aunque suena raro, al aprender a
desprenderme de mi hijo, recuperé mi vida. Hoy está
sobrio y yo he pasado tres años en Al-Anón.
Definitivamente soy una miembro que se siente muy
agradecida.

Después de que mi esposa alcohólica se divorciara de


mí y del fracaso de otra relación plagada de problemas,
comencé a darme cuenta en Al-Anón que tendía a
involucrarme con mujeres que tenían más problemas de
los que yo podía imaginarme. Lo que me impulsaba
hacia ellas era la expectativa de que podría salvarlas de
sus problemas, pues obviamente yo tenía la solución.
Más tarde, volví a relacionarme con una mujer que
había conocido de casualidad en mi lugar de trabajo.
Tenía muchas características positivas. Después de salir
con ella un par de veces, le dije: "¡Pero tú no me
necesitas para nada!" Ella tenía un buen empleo, un
apartamento cómodo, cosas lindas, y podía
perfectamente encargarse de su propia vida sin
injerencias de otras personas. Me contestó que dos
personas pueden iniciar una relación por el simple hecho
de querer estar juntas. Todas mis relaciones anteriores
20 Descubramos nuevas opciones

se basaban en la compasión y en la idea de que yo


podía solucionar sus problemas, de que yo era necesario
para mejorar sus vidas.
Cuanto más lograba conocer a esta dama, más
cualidades hermosas descubría. Al final me casé con
ella y empecé una nueva vida de ensueño, una vida
que nunca habría podido descubrir sin la conciencia
adquirida en los Grupos de Familia Al-Anon.

Para reflexión y debate:____________________


1. ¿Cuán sólidas son las relaciones en mi vida?
2. ¿Qué hago para madurar y crecer?
3. ¿Si no estuviera tan preocupado por la situación de
alguien más, qué estuviera haciendo?
4. ¿De qué forma han cambiado mis ideas acerca de un
Poder Superior?
5. ¿Cuáles son mis actividades preferidas?
6. ¿Cómo me gustaría que evolucionaran mis
relaciones?
7. ¿Qué características positivas aporto al relacionarme
con otras personas?
Descubramos nuevas opciones
Capítulo dos

Una base sólida


En Al-Anón aprendemos que el alcoholismo es una
enfermedad, no una decisión moral. Nadie optaría
por estar enfermo, tampoco el alcohólico. No sería
prudente culparlo por algo que no ha decidido.
Cuando comenzamos a considerar el alcoholismo de
esta forma, es más fácil tener compasión de quienes
lo sufren. El alcoholismo tiene facetas psicológicas,
sociales y espirituales que repercuten en la familia y
también afectan las relaciones del alcohólico con
otra gente.
21 Descubramos nuevas opciones

Igual que el alcohólico, no muchos optarían por ser


afectados por una enfermedad. Así como podemos
aprender a tener compasión por el alcohólico,
podemos aprender también a tener consideración y
comprensión hacia nosotros mismos. No tenemos
que culparnos por algo que no causamos. Tampoco
es necesario aceptar la culpa que alguien, incluido el
alcohólico, pudiera tratar de echarnos. No tenemos
la facultad de hacer que alguien beba o no beba, así
como tampoco tenemos la facultad de causar o curar
cualquier otra enfermedad.
Ya sea que de alguna forma nos creamos
responsables del alcoholismo de otra persona o no,
muchos no reconocemos con rapidez las
consecuencias que éste ha tenido en nuestras vidas.
Algunos fuimos criados por padres alcohólicos o por
hijos adultos de alcohólicos. Es difícil entender la
influencia de la enfermedad en nuestras ideas sobre
las relaciones, ya que la mayor parte de esas ideas
se forjaron a través de nuestra experiencia con rela-
ciones alcohólicas enfermizas. Para otras personas,
el avance de la enfermedad de nuestro ser querido
fue tan lento que no reconocimos la forma en que la
relación alcohólica había también cambiado nuestras
percepciones y actitudes. Así como el alcohólico que
esté bebiendo todavía tiende a restarle importancia
al alcoholismo o a negarlo, no es común que
nosotros, los amigos y familiares de alcohólicos, le
restemos importancia y neguemos cómo nos afectó
la enfermedad. A menudo somos un reflejo del
comportamiento del alcohólico en una maniobra
compleja en la cual el alcoholismo parece ser el
único problema.
Llega un momento en que encontramos que el
comportamiento de alguien más perturba seriamente
nuestra tranquilidad. Queremos ayudar a esa
persona porque creemos que es la mejor manera de
ayudarnos a nosotros mismos. Pensamos que si deja-
22 Descubramos nuevas opciones

ra de beber, todo volvería a la normalidad. Nuestros


esfuerzos y energías se han concentrado casi
exclusivamente en lo que no podemos controlar: la
bebida de alguien más. Eso genera que perdamos el
contacto con lo que podemos controlar: nosotros
mismos y nuestras actitudes. Al no centrar la
atención en nosotros, perdemos una perspectiva
equilibrada de la vida sin saber bien cómo sucedió.
Intentar solucionar el problema de otra persona es
como ponerse sin permiso los zapatos de alguien
más. Los zapatos no nos quedan bien: aprietan o nos
quedan muy flojos. Pese a que es difícil caminar con
ellos, estamos decididos a hacerlo. No nos damos
cuenta de que tenemos opciones. No se nos ocurre
quitarnos los zapatos y buscar otro par que sea de
nuestra talla.
Para quienes tenemos relaciones afectadas por el
alcoholismo, algunos días las cosas no calzan bien
del todo. Conocemos la confusión, el dolor y la
desesperación. A menudo pasamos los días
examinando el pasado en el que nada se puede
cambiar o ensayando un futuro que aún no ha tenido
lugar. Mientras tanto, perdemos por completo el
momento presente. A medida que avanzan los
efectos de la enfermedad, perdemos cada vez más el
contacto con nosotros mismos y nos aislamos de los
demás.
Llevó más de un día para que se presentara esta
situación y llevará más de un día para encontrar una
solución. Sin embargo, con la aceptación, la
comprensión, el apoyo y la amistad que encontramos
en reuniones Al-Anon, hoy podemos empezar a
sentirnos mejor. El programa de Al-Anon ofrece más
de lo que se puede absorber en un día, aunque sus
elementos tienen la simpleza suficiente como para
servir de ayuda ahora mismo: la Oración de la
Serenidad, un lema, publicaciones de Al-Anon, o una
conversación con un amigo del programa.
23 Descubramos nuevas opciones

En las reuniones conocemos gente que ha


descubierto que la felicidad es una opción que
pueden escoger en cualquier momento. La
satisfacción ya no se considera como un estado de
ánimo fortuito que se crea cuando alguien hace lo
que queremos. Vemos gente que goza de paz y
serenidad aun cuando las circunstancias externas de
sus vidas son caóticas. Podemos escucharlos cuando
comparten, y encontramos que su experiencia de
convivir con un alcohólico tiene mucho en común con
la nuestra. Cuando escuchamos acerca de las
relaciones en sus vidas, sólidas o enfermizas,
llegamos a comprender que cada quien en Al-Anón
tiene un trayecto similar. Todos podemos gozar de
tranquilidad y de relaciones sanas.
Historias personales

Siempre me había considerado una persona estable


en mi matrimonio. Pensaba que mi esposo iba a la
deriva, sin rumbo. Yo tenía poco tiempo de asistir a
Al-Anón cuando tuvimos otra pelea. Su respuesta a
mis críticas fue: "¡Bueno, tampoco es fácil vivir
contigo!" Imagínense la desfachatez de ese tipo al
tratarme así. Al-Anón me ayudó a aceptar la idea de
que no poseía todas las respuestas y que la sabiduría
puede originarse en las fuentes más inesperadas
siempre y cuando esté dispuesta a escucharla.

Me sentía aturdido por los cambios que estaba


provocando la recuperación de mi esposa en A.A. Era
maravilloso que estuviera sobria durante meses. Su
compromiso con la recuperación significaba que
estaba más presente y era más sincera de lo que
nunca había sido, pero a mí no me gustaba lo que
acarreaba esa recuperación. Ya no utilizaba el
alcohol para adormecer sus sentimientos. En su
lugar, desahogaba su ira y su violencia en nuestra
24 Descubramos nuevas opciones

familia debido a los muchos años de dolor. Yo aún


creía que era el causante de gran parte de los
problemas.
Me sentía muy culpable de mi propia violencia en la
relación. Estaba confundido con respecto a la parte
que me correspondía de la pesadilla emocional que
vivíamos. En reuniones de Al-Anón escuchaba hablar
a otras personas con franqueza sobre experiencias
similares. Me di cuenta de que no causé los
problemas de mi mujer y que no era responsable de
solucionarlos. Pude dejar de lado la culpa y la
vergüenza y comenzar a ocuparme de mí mismo. Al
cuidarme y quererme, logré cuidar y querer a los que
me rodeaban. Esto le pareció "egoísta" a mi esposa.
Como me dijo mi Padrino, sólo siendo "egoísta" de
esta manera podría desprenderme y aprender a ser
compasivo y generoso.
Ya no vivo con mi esposa, pero mis hijos todavía
están afectados por la enfermedad. Tengo muchos
amigos que no están en recuperación. Todavía tengo
muchas oportunidades de perder la perspectiva. Se
me hace fácil sentirme culpable o pensar que soy
egoísta e insensato. La recuperación no es un lugar
en donde todo sucede de la forma que yo quiero. El
estar en Al-Anón no "recuperó" la familia de mis
sueños. Aún encuentro que me siento atrapado por
opciones y pautas antiguas. Todavía encuentro difícil
encarar las recaídas del alcohólico en recuperación
en pautas enfermizas de pensamiento y
comportamiento.
No obstante, la recuperación significa que estoy
aprendiendo a quererme y cuidarme. Suelto las
riendas de temores y resentimientos que me impiden
gozar de esta vida maravillosa. Doy pequeños pasos
hacia el desprendimiento compasivo para poder
disfrutar mejor mi relación con las personas dotadas
(y con las imperfectas) que hoy forman parte de mi
25 Descubramos nuevas opciones

suntuosa vida. La recuperación quiere decir que


puedo ser feliz hoy si así lo decido.

Veía a mi madre soportar la furia de mi padre sin


mostrar ninguna emoción, sin reaccionar ante su
comportamiento salvaje. Nosotros, los hijos, no
teníamos protección ante la ira de nuestro padre. A
muy temprana edad me di cuenta de que nos
pegaban no por lo que habíamos hecho sino debido a
cobradores de cuentas, a problemas de dinero y a
llamadas telefónicas desagradables.
A los nueve años, vi salir a mi madre de la casa una
noche oscura y lluviosa. No dijo que se iba. No dijo
por qué se iba ni por cuánto tiempo, ni siquiera si
volvería. La vi regresar meses más tarde sin decir ni
una palabra sobre el motivo de su partida o sobre si
en algún momento se iría de nuevo. Aprendí a no
confiar ni en los demás ni en mí misma.
Posteriormente, cuando me convertí en madre y
comencé la lucha contra la enfermedad del
alcoholismo, no comprendía qué era lo que no
funcionaba en mi matrimonio. Me consideraba una
víctima.
Permití que mi madre me rescatara una y otra vez.
Me llevaba de vacaciones y me compraba linda ropa
de diseño profesional. No podía decir que me gustaba
algo porque me lo regalaba a los pocos días. En esa
época entraba y salía de Al-Anon tal como si fuera
una puerta giratoria. Nunca lo había considerado
como la solución al infierno en que vivía. No
escuchaba. No asistía con regularidad. Sólo aparecía
en momentos de dolor y esperaba entonces que
todos solucionaran mis problemas.
Por eso, cuando mi madre volvió a casarse y se
mudó, se repitió a los cuarenta y cuatro años la
sensación de abandono que experimenté a los nueve
años. Antes de casarse, mi madre representaba mi
salvación para escapar del infierno. Ahora no quería
26 Descubramos nuevas opciones

alejarse de su esposo y ni siquiera me contaba lo que


hacía de su vida. Había perdido la madre de cuyo
rescate dependía.
Luego empecé a asistir a Al-Anón con regularidad.
Un miembro bondadoso me dijo amablemente que
quizás ya yo estaba lista para practicar el programa.
Conseguí una Madrina, quien se dispuso a trabajar
los Pasos conmigo, y asistí a varias reuniones
semanales. Ahora participo en el servicio y aprendo a
ser una más.
Me enteré de que los efectos del alcoholismo de
mis abuelos había arruinado la vida de mis padres.
No causé la furia de mi padre, no pude curar el dolor
de mi madre, y no pude controlar la enfermedad que
asoló mi hogar. Mi madre hace lo que puede. Una de
sus tácticas de supervivencia es el retiro emocional
cuando sufre.
Hoy opto por vivir. Sé que para vivir tengo que
practicar los Doce Pasos, compartir con mi Madrina, y
estar dispuesta a hacer las cosas de forma distinta.
Me esfuerzo por mantener el triángulo de Al-Anón
(recuperación, unidad, servicio) en mi vida.

Crecí en un hogar en el que el abuso del alcohol no


era visible pero sus efectos eran incontrolables.
Aprendimos a guardar secretos y a no hacer amigos.
Todo en casa se convertía en crisis y la violencia y la
ira eran una forma de vida. Mamá se especializaba
en la tortura más penosa, el silencio que duraba
semanas, junto con la amenaza: "Espérate a que
vuelva tu padre". Como consecuencia, mis tres
hermanos y yo aprendimos a evitar ser el blanco de
la ira, aunque eso entrañara que nos sacrificáramos
mutuamente. Papá descargaba su furia en uno de
nosotros, pero luego se calmaba y se volvía
afectuoso y tierno.
Aprendí a anticipar lo que otras personas querían, a
que me vieran y no me escucharan, y a evitar
27 Descubramos nuevas opciones

conflictos a toda costa. Todo me lo reservé durante


años, y dejé que eso me desgastara desde mis
adentros. Al final la tensión explotó en forma de ira.
Llegó un momento en que los cuatro fuimos
expulsados de la familia. Nos convertimos en seres
extraños del uno al otro.
Hoy me veo con sólo uno de mis hermanos, y eso
es sólo por lo que aprendí en el programa de Al-Anon:
a ocuparme de mis propios asuntos, dar mi opinión
solamente si se me pide, pensar antes de hablar,
respetar las opiniones de los demás, y el lema a¿Cuán
importante es?"
Hace poco me sometí a una operación importante,
y la hermana con la que no tenía contacto alguno
durante mucho tiempo, viajó en avión para quedarse
conmigo. Es una persona obsesionada por la limpieza
(yo no), y las dos nos reímos por los condimentos
vencidos cuando decidió limpiar la nevera.
Compartimos con alegría abrazos, risas, lágrimas, y
sobre todo, amor, gracias a lo que he aprendido en
Al-Anon.

Entreno un equipo de fútbol juvenil. Antes de venir


a Al-Anon, entrenaba de forma instructiva y
dictatorial. La relación con los otros seis entrenadores
y los treinta miembros del equipo estaba plagada de
problemas de ira y de control. Aunque éramos un
equipo triunfador, muchos no lo disfrutábamos.
No es de extrañar que así fuera, ya que yo tenía
sólo un sentimiento que me hacía sobresalir: la ira.
Aprender en Al-Anon a dejar de controlar al alcohólico
y a entablar una relación verdadera con Dios me ha
cambiado mi forma de vivir.
Ahora trabajo con otros siete entrenadores y treinta
niños, y la pasamos de maravilla. Trabajamos con
ardor y entrenamos aún con más ardor, pero ahora
tengo la capacidad de soltar las riendas del control y
permitir que los otros entrenadores hagan su trabajo.
28 Descubramos nuevas opciones

Todavía estoy a cargo de todo lo que sucede con el


equipo, pero me interesa más que todos aprendan y
permitir que los entrenadores y los miembros del
equipo concreten plenamente su potencial.
A raíz de todo el trabajo que he estado haciendo,
esta temporada un grupo de padres se reunió y
escribió un artículo sobre mí, en donde presentan mi
candidatura a "Entrenador del año". Lloré al
escucharlo. Nunca nadie hubiera pensado hacer eso
antes de Al-Anon, y ahora ha sucedido. No son los
grandes cambios en mi vida los que han marcado la
diferencia, sino que la influencia diaria de este
programa es la que ha hecho posible esos cambios.

Vine a mi primera reunión de Al-Anón a pedido de


mi pareja alcohólica en recuperación. Ella me explicó
que el programa enriquecería nuestra relación. Yo
atravesaba un período de dolor. Pensaba, muy
confundida: "¿Qué hice? ¿Por qué nos peleamos?
¿Por qué no nos entendemos?" El drama, el caos y la
crisis eran los elementos comunes de nuestra
relación. Ella actuaba, yo reaccionaba, y esta pauta
no cambió hasta que vine a Al-Anón.
Entré a estas salas con resentimiento porque no me
consideraba la enferma. Sólo deseaba un manual
sobre cómo enderezar a la persona alcohólica y así
seguir adelante. En lugar de eso, me sugirieron que
centrara la atención en mí misma. ¿Cómo iba a
hacerlo? Estaba demasiado ocupada solucionando los
problemas de todos los demás. Los miembros
también me sugirieron que "Siguiera viniendo" y
esperara el milagro. No sabía de qué hablaban. Volví
y me quejé de la alcohólica. Me escucharon sin
interrumpirme y me sugirieron que asistiera a por lo
menos seis reuniones y me consiguiera una Madrina.
Me aprendí los lemas. El primero que capté fue
"Suelta las riendas y entrégaselas a Dios". Yo había
sido la que complacía a la gente y la que la
29 Descubramos nuevas opciones

enderezaba. Me ocupaba de todos los que me


rodeaban. Les permitía que me usaran, me
despreciaran y se aprovecharan de mí. Los otros
miembros me informaron sobre los límites que
existían y sobre las opciones que tenía. No lo sabía.
Se me hizo difícil al inicio revelar mi verdadero yo.
Soy lesbiana, y debido al temor, al rechazo y a la
crítica, me mantuve en silencio, o me refería a la
persona alcohólica así, una persona alcohólica, sin
género. No obstante, cuanto más asistía a las
reuniones, más amor incondicional experimentaba.
Hoy hablo con franqueza acerca de mi pareja.
Ahora tomo decisiones y soy responsable de las
consecuencias. Mis relaciones con la familia, mi
pareja y los amigos han cambiado para bien porque
yo he cambiado. Sólo espero poder retribuirle a Al-
Anón todo lo que ya me ha dado.
29 Descubramos nuevas opciones
Es difícil llevarse bien con mi madre. No es
alcohólica pero sufre los efectos del alcoholismo de
otras personas. Se notaba su presencia: tres comidas
diarias en la mesa, la ropa lavada y la casa siempre
limpia; pero por más que me esforzara, nunca parecía
hacer nada que la satisficiera.
Crecí teniéndole miedo debido a sus arranques
emocionales. A veces estaba calmada y tranquila,
pero yo no podía relajarme en esos momentos porque
nunca sabía cuándo ocurriría el siguiente arranque.
En mi adolescencia dejé de tratar de complacerla. En
realidad, me fui al otro extremo y hacía cosas a
propósito para que ella estuviera en desacuerdo.
Elegí un esposo que a ella no le gustaba (un
alcohólico), en parte porque sabía que no le gustaba.
Después de casarnos, nos mudamos muy lejos de la
casa de mi mamá, y la vida de matrimonio comenzó a
girar en torno a la bebida, niños, bebida, deudas,
bebida, preocupaciones, y nada de lo demás era
suficiente. Las apariencias eran muy importantes
para mí, y un par de veces al año le escribí a mi
mamá para contarle mentiras acerca de lo bien que
iba todo en casa. Una vez al año llevaba a los niños a
nuestra semana de vacaciones para que visitaran a
sus abuelos, en parte porque pensaba que debía ir y
en parte porque era el único lugar al que podíamos ir.
Al prepararnos para el viaje, empacaba mis
resentimientos junto con el cepillo de dientes y los
calcetines, así que ya estaba enfadada cuando llegá-
bamos a la casa de mi mamá.
En una de las visitas, les grité a los niños casi sin
motivo. Mi madre intentó justificarme diciendo que yo
debía estar muy can-t sada. Le aseguré que no estaba
cansada, que los niños se merecían el regaño y que
ella no debía interferir. Al final de la visita, me dijo
que yo había cambiado. Yo sabía que lo que ella
quería decir no era que mi cambio era para bien. Ese
fue uno de mis primeros instantes de lucidez..
30 Descubramos nuevas opciones
Me llevó unos años más, y muchos otros incidentes
horribles, llegar finalmente a Al-Anon. Durante los
primeros años allí, comenzaba a orar dos semanas
antes de nuestra visita anual a la casa de mi mamá
para que ella descubriera a Al-Anon y tomara un
curso rápido, de manera que ella fuera más fácil de
tratar durante nuestra estadía. Yo no entendía la
situación, ¿no es cierto?
Una base sólida

Después de darme cuenta de que yo necesitaba


cambiar para que cambiara la relación, empecé a
hacerlo.
El primer instrumento que utilicé fue la oración,
unas pocas palabras: "Querido Dios, por favor haz
que pueda cambiar". Repetía esta frase muchas
veces al día y poco a poco comencé a cambiar, y no
sólo en la relación con mi mamá.

Me sentí devastado cuando mi esposa alcohólica


me dijo que se iba. Estaba plenamente consciente de
que mi matrimonio no funcionaba bien, pero la
separación no era una opción para mí. Nos
separamos de todas maneras.
Mi suegra, miembro de A.A., me sugirió que fuera a
Al-Anón. Fui a la primera reunión sintiéndome herido,
airado y casi paralizado. Después de años de pensar
que era mi esposa la que tenía el problema, me di
cuenta de que yo estaba enfermo y debía curarme.
La Quinta Tradición indica que los Grupos de
Familia Al-Anón persiguen un solo propósito: prestar
ayuda a los familiares de los alcohólicos; y ellos me
han ayudado. Aprendí que no causé el alcoholismo de
mi esposa y que no podía controlarlo. Otros miem-
bros compartieron su experiencia, fortaleza y
esperanza conmigo. Las heridas y la ira poco a poco
cedieron el paso a una sensación de paz que no
había experimentado hacía muchos años.
Mi esposa pronto encontró la recuperación en A.A. y
cada uno de nosotros centró su atención en nuestro
propio programa, compartiendo de vez en cuando
ideas relativas a nuestro propio crecimiento. Después
de un año de recuperación, mi esposa y yo hemos
vuelto a descubrir todo aquello que nos había unido
al comienzo pero que había sido enterrado por la
Una base sólida

enfermedad. Nos reconciliamos en una relación más


firme y estamos más unidos que nunca.

Había agotado todos los medios disponibles para


rescatar a mi hijo del alcohol y las drogas. Tomó ese
camino de destrucción a una edad muy temprana, lo
que incrementó mi pánico y mi temor. Yo había
perdido las esperanzas. Creía con firmeza que el
único alivio a este sufrimiento sería su muerte, y no
hay palabras para expresar el horror de pensar de
esa manera. Me aislé. Decidí dejar de hacer todo lo
que no fuera ir al trabajo y volver a la casa. Tenía
miedo de hacer cualquier otra cosa. Lo intenté todo:
ruegos, súplicas, amenazas y presiones, para que
cambiara. Me convertí en un ser más distante, hostil,
temeroso y vacío en mi relación con él. Dejé en
segundo plano todas las otras relaciones; ésta era la
más importante de mi vida. Todos en la familia nos
aislamos más, del uno al otro y de los que nos
rodeaban.
Al principio me aferré a la esperanza que recibí de
las publicaciones de Al-Anon, en especial la frase:
"Cuando un miembro piensa coherentemente, la
situación familiar en general puede mejorar'! Aprendí
a utilizar en mi propia vida los instrumentos que
encontré en Al-Anon.
Pronto aprendía sobre el desprendimiento con
amor, aunque no estaba seguro de si en realidad era
abandono con desprecio. He oído comparar el
desprendimiento con amor con la construcción de un
puente. Lo único que tenía que hacer era construir el
lado que me correspondía. Oré a Dios para que me
mostrara cómo proceder. Descubrí que para gozar de
amor incondicional, primero tengo que practicarlo.
Necesitaba ver lo que había más allá de la superficie
y fijarme en el corazón. Decidí tenderle una mano a
Una base sólida

mi hijo, quien yo sabía que todavía estaba escondido


detrás de los efectos de la enfermedad. Dentro de
mí, quería que mis palabras fueran de amor, ya que
estas palabras podrían convertirse en las últimas que
escuchara.
Mi hijo tenía la costumbre de hacer lo que yo
llamaba "pases de boxeador'! No estaba en casa la
mayoría del tiempo pero de vez en cuando entraba
apresurado para obtener comida, ropa limpia u otras
cosas. Luego salía con la misma prisa, se subía al
auto de alguien y se alejaba a toda velocidad con
otra gente enferma. En estas ocasiones, Dios me
impulsaba a abrazar a mi hijo sin hacer ningún
comentario cuando se iba más que decirle: "Te
quiero" "Cuídate" o "Hasta luego". Miraba más allá de
sus ojos vidriosos, de la necesidad de un corte de
pelo, del olor a alcohol y del tufo a marihuana. Debía
desprenderme de la ira cuando lo veía llegar vestido
con ropa de alguien más o cuando descubría que
faltaban cosas en la casa. ¡Qué difícil tarea!
Ese primer abrazo era una de las experiencias más
espantosas de mi vida. Era un abrazo frío, duro,
unilateral, y lleno de heridas emocionales
tremendas; pero lo hacía y me mordía la lengua para
no llorar. Pensaba que no podría repetir la
experiencia otra vez pero, con la ayuda de Dios, lo
hacía. El abrazo se hizo cada vez más fácil hasta que
se convirtió de nuevo en parte de mí misma, aunque
él no respondiera. Un día mi hijo entró con el
apresuramiento habitual y salió de inmediato con
tanta rapidez que no pude darle el abrazo usual. Oí
la puerta de un auto y el ruido del motor que se
alejaba. Más tarde volví a oír el motor del auto que
volvía y el golpe de una puerta. Mi hijo entró
precipitadamente y me dijo que se había olvidado
del abrazo. Nos abrazamos y salió volando de nuevo.
Una base sólida

Fue el inicio de una nueva relación entre nosotros,


la cual es aún frágil pese a mis años en Al-Anon y sus
intentos de alcanzar la sobriedad. Hace poco, mi hijo
me contó sobre una conversación que había tenido
con otro miembro de A.A. Él le dijo a la persona que
ella debía ir a Al-Anon porque eso había ayudado a
sus padres a seguir queriéndolo y respetándolo a
pesar de su comportamiento. Este compartir era mi
prueba de una relación que se recuperaba.
No sé qué me deparará el futuro, pero ahora tengo
esperanza y paz. Comprendí que el problema no se
relacionaba con el amor. El amor siempre existió.
Fue la falta de esperanza la que me llevó a creer que
había perdido el amor de mi hijo y el amor de Dios
por mí. Hoy sé "Soltar las riendas y entregárselas a
Dios" al ocuparme de mí misma. Sé en lo más
profundo de mi corazón que mis seres queridos
están a salvo en las manos de Dios, tal como estoy
yo. Dios es fiel y digno de toda confianza aunque las
circunstancias no parezcan indicarlo.

Después de mi divorcio, comencé a salir con otras


mujeres con una cierta renuencia. Estaba seguro de
que no saldría con ninguna que fuera alcohólica. Sin
embargo, mi primera relación seria me demostró
que, aunque no había alcohol de por medio, se
repetían las pautas enfermizas de mi matrimonio,
tales como las peleas, la ira y los gritos. Como el
alcohol no era un factor esta vez, el denominador
común debía ser yo. Me encontraba en un estado de
confusión que me impulsaba a juzgar y controlar.
Pensaba que si la gente seguía mis sugerencias, sus
circunstancias mejorarían.
Comprendí que debía empeñarme realmente en mí
mismo. Me irritaba y poseía una escasa autoestima,
por lo que constantemente criticaba a los demás.
Una base sólida

Un día, me impresionó muchísimo una parte del


Preámbulo de Al-Anon: "Hacemos esto practicando
los Doce Pasos, dando la bienvenida y ofreciendo
consuelo a los familiares de los alcohólicos y
comprendiendo y animando al alcohólico". Nunca lo
había hecho. Cada vez que iba a recoger a los niños,
mi ex esposa y yo teníamos que pelearnos por algún
motivo, y yo tenía que criticarla por la manera de
criar a nuestros hijos.
Así que una vez, cuando fui a recoger a los niños,
en lugar de peleas decidí contarle un chiste. Se rió,
sonreímos, y di mi primer paso en la recuperación. La
acepté como era, junto con la enfermedad, lo que me
llevó a aceptarme a mí mismo. Ahora no tengo malas
intenciones hacia ella en lo absoluto. Esta decisión
crucial allanó el camino para iniciar una relación
normal y mejorar mi forma de vida.

Al remontarme en el tiempo, comprendo el motivo


de divorciarme de un alcohólico después de
veinticinco años de matrimonio. Me doy cuenta por
fin de lo destructiva que era esa relación. Por
supuesto, en esa época pensaba que él era el único
que debía cambiar.
Creo que la familia en la que me crié me convirtió
en una mujer insegura, posesiva y controladora. Fue
inevitable que eligiera un esposo igual de inmaduro e
irresponsable a quien traté de convertir en la persona
que creía que debería ser. Me atraían los picaros
simpáticos de este mundo, quienes naturalmente
rechazaban ser controlados.
No podría haber entablado una buena relación con
ninguna otra persona sin haber logrado antes una
buena relación conmigo misma y con mi Poder
Superior, y encontré ambas mediante Al-Anon.
Una base sólida

Esperé cuatro años antes de comenzar otra


relación. Fue una época crucial para mí, pues tuve
que aprender a asumir responsabilidades emocional
y financieramente. Sé que no podía culpar a nadie de
mi infelicidad y errores pasados. En Al-Anon aprendí
a asumir la responsabilidad por mi propia felicidad.
Tengo ahora una relación de trece años con un
antiguo amigo de mucha confianza. No me comporto
como en mi matrimonio. La gratitud es parte de mi
vida. Hay confianza entre nosotros. Nos
demostramos cariño. He fijado límites.
Somos honestos sin temer al rechazo, a la
humillación, al desprecio; y podemos compartir
nuestros sentimientos y nuestros problemas.
Valoramos las opiniones del uno al otro. No soy res-
ponsable de su felicidad ni de su diabetes y sus
limitaciones; él no es responsable de mi felicidad
tampoco.
La relación es una gratificación para mi vida y no
una necesidad. Ya no necesito a un hombre para ser
alguien. El programa de Al-Anon ha cambiado la
relación conmigo misma y con mi Poder Superior. Los
beneficios se reflejan en mejores relaciones con
familiares y amigos.

Mi primera visita a Al-Anon fue sólo para ver si el


programa podía ayudar a mi pareja. Imagínense mi
sorpresa cuando empecé a darme cuenta de que yo
necesitaba ayuda independientemente de lo que
hiciera o no mi pareja, de lo que pensara o no.
Comencé a percibir que el alcoholismo había
afectado mis relaciones con todos aquellos a quienes
había tratado de enderezar. Fue una conmoción y un
desconcierto, pero al mismo tiempo, una forma
extraña de alivio.
Una base sólida

Después de superar el desconcierto y poder utilizar


los lemas y practicar los Pasos, empecé a sentirme
un poquito mejor cada vez. Nunca pensé que
encontraría un medio de introducir cambios en mí
mismo que beneficiaran a todas mis relaciones.
Todavía tiendo a centrar la atención en otras
personas, pero ahora puedo frenarme con mayor
frecuencia. Los resultados positivos facilitan la
adopción de decisiones correctas más a menudo.
Vine a Al-Anón debido a la bebida de mi esposo,
pero lo que ocurrió fue algo totalmente inesperado:
ha mejorado la relación con mi padre.
En mi niñez, le temía a mi padre. A medida que
crecí, el temor se redujo, aunque comencé a
sentirme superior y a juzgar. En Al-Anón, no
obstante, aprendí que el alcoholismo es una enfer-
medad. ¿Cómo puedo sentirme superior a alguien
debido a que sufre una enfermedad?
Examiné mis propias acciones y me di cuenta de
que había tensión en la relación con mi padre, en
parte debido a mi comportamiento. Hoy me esfuerzo
en actuar como una hija amable y cariñosa. Este
cambio de comportamiento se refleja en la manera
en que mi padre me trata. He abandonado la
fantasía de mi niñez de que los dos debemos ser
perfectos. Hoy opto por disfrutar cada paso hacia mi
progreso.

Para reflexión y debate:____________________


1. ¿Cuáles son las características que me parecen
importantes en una relación sana?
2. ¿Qué características de otras personas he
juzgado? ¿Son parte de mi personalidad?
3. ¿Cómo reacciono cuando alguien expresa
sentimientos negativos?
Una base sólida
4. ¿Cuáles son mis alimentos, actividades o estilos
preferidos? ¿En qué difieren estas preferencias
de las de mi pareja o cónyuge?
5. ¿Cuándo he sentido renuencia a pedir lo que
quiero o deseo?
6. ¿Cómo podría ser más directo para expresar lo
que me conviene?
7. ¿Soy más confiado o menos de lo que era antes?
Descubramos nuevas opciones
Capítulo Tres

Una perspectiva
más positiva
Ya sea que nos hayamos criado en un hogar
alcohólico o que hayamos entrado en contacto con el
alcoholismo posteriormente, el efecto en nuestras
vidas puede ser traumático. Los problemas del
alcoholismo pueden habernos abrumado de tal
manera, que perdimos el contacto con el concepto de
lo que es sano en una relación. Otras personas entre
nosotros nunca han visto ningún ejemplo de
relaciones sanas de las que podríamos aprender. No
contamos con un marco de referencia positivo.
La vida con un alcohólico se centra a menudo en la
tragedia que acompaña a la enfermedad. La
infidelidad, la bancarrota, la violencia, la falta de
vivienda y el abuso (emocional, físico y sexual) son
compañeros posibles de quienes viven o han vivido
con un alcohólico. Podemos desviarnos de nuestro
camino hasta tal punto que las preocupaciones
oscurecen toda noción de una relación sana con
nosotros mismos y con los demás.
Para quienes entramos en contacto con el
alcoholismo como adultos, la recuperación puede
significar la restauración de las relaciones
Una base sólida

enriquecedoras que una vez tuvimos o la creación de


otras basadas en cimientos más firmes. Para los que
se criaron en hogares alcohólicos, la recuperación en
Al-Anon nos proporciona la oportunidad de
comprender mejor lo que es una relación sana y de
comenzar a desarrollarla, tal vez por primera vez en
la vida.
Si nos da temor estar solos, podemos aferramos a
una relación que haya sido importante para nosotros
durante años, aunque ahora sea perjudicial. Aunque a
menudo el propósito de la negación es ayudarnos a
encarar los efectos del alcoholismo, también nos
impide ver el carácter verdadero de nuestro acerca-
miento a las relaciones. Sin la utilización de los Doce
Pasos y el apoyo de otros miembros de Al-Anon,
muchos nos sentiríamos

perturbados y perdidos. Quizás hayamos venido a Al-


Anon sin saber que el alcoholismo es una enfermedad
ni el papel que ha desempeñado nuestro
comportamiento en el agravamiento de la situación
alcohólica. La visión de la vida que tenemos puede ser
muy estrecha. Así como en el caso del alcohólico, no
nos damos cuenta de lo tanto que nos ha afectado el
alcoholismo y no entendemos lo mucho que
necesitamos la recuperación.

La convivencia con un alcohólico, ebrio o sobrio,


puede ser una experiencia traumática. A menudo se
nos dice que no creamos en lo que veamos.
Empezamos a dudar de nosotros mismos y apren-
demos a no confiar en nuestros instintos. Con el
tiempo podemos llegar a pensar que nuestras ideas y
percepciones son inservibles y que no debemos
sentirnos como nos sentimos. Al tener que adaptarnos
a un medio enfermizo, nos enfermamos también.
Una base sólida

Perdemos el rumbo. A veces hasta dudamos de


nuestra propia cordura.

La incertidumbre y la confusión se infiltran en todos


los aspectos de nuestras vidas, incluidas las
cuestiones sexuales e íntimas. Nuestra capacidad de
mantener relaciones sexuales sanas puede verse
afectada por los efectos del alcoholismo en nuestra
vida. Algunos hasta nos sentimos airados que se nos
niegue lo que hemos deseado tanto: la oportunidad (y,
para algunos, hasta la capacidad) de compartir
intimidad emocional con la pareja que me ama. Sin
embargo, así como reaccionamos ante la enfermedad
y aprendimos respuestas enfermizas, podemos
aprender también pautas nuevas y productivas. Si
podemos aprender a confiar y luego a abrir el corazón
de manera más segura y sana, nuestro crecimiento
personal puede prepararnos para participar en
relaciones sanas.

Cuando asistimos a reuniones, comenzamos a


descubrir o a restaurar nuestro sentido de equilibrio.
Cuando escuchamos a otros miembros compartir sus
historias, aprendemos que siempre tenemos opciones.
Poco a poco empezamos a ver que podemos
seleccionar actitudes y comportamientos diferentes y,
consecuentemente, podemos disfrutar de resultados
diferentes. Partimos en un viaje emocionante de
descubrimiento propio al darnos cuenta de quienes
somos (y quienes podemos llegar a ser).
Historias personales

Solía imaginarme cómo deberían ser, actuar y sentir


mis familiares. Casi siempre alguno de ellos decía o
hacía algo que se extralimitaba a lo que yo quería. Me
Una base sólida

quería desmayar. ¿No se daban cuenta acaso de lo


que me estaban haciendo?

Al-Anon me demostró cómo soltar las riendas de la


imagen que tenía sobre cómo deberían ser los demás.
He liberado gran parte de la desagradable confusión
que llevaba dentro de mí. Al soltar las riendas de mis
normas rígidas, he podido amar a mis familiares por lo
que son y no por lo que yo quería que fueran. Ahora
puedo aceptar que cada quien tiene derecho a sus
propios sentimientos.

Al-Anon me ha ayudado a aprender que una relación


positiva depende de lo que piense y de las actitudes
que escoja. Es irónico que si bien una relación requiere
por lo menos dos personas, todo se reduce a una: yo
mismo.

Solía pensar que debía cuidar a mi madre. La veía


como una criatura frágil que necesitaba protección.
Creía que su felicidad dependía por completo de mi
comportamiento, como que si su mundo se
desplomara si yo cometiera un error. Recuerdo con
exactitud la primera vez que puse en tela de juicio lo
que pensaba de mamá. Me pidió que hiciera algo y le
contesté que no. Para sorpresa, no se desmayó. Ese
fue el comienzo de mi recuperación.

Si alguien me hubiera preguntado cuál era mi


problema, no habría podido decirlo. No reconocía el
papel que el alcoholismo desempeñaba en las peleas
con mi esposa. Pensaba que éramos una familia
normal y que era normal que una pareja discutiera de
vez en cuando. Subestimé lo airado que me sentía. No
tenía expectativas de nada mejor porque creía que
vivía una vida normal. A lo largo del tiempo, ese tipo
Una base sólida

de conflicto se convirtió verdaderamente en algo


normal para nosotros. Pasé por alto su gravedad
porque nunca tuve; nada más positivo con que
compararlo.

Años después, un psiquiatra me preguntó por qué


había soportado tanta infelicidad y frustración: "¿No
crees que tienes derecho a algo mejor de lo que
recibes de tu matrimonio?" La pregunta no me ayudó
porque centraba la atención exclusivamente en
solucionar los problemas del matrimonio y no en
encontrar algo mejor. En realidad, de alguna manera
no me daba cuenta de cómo podría sentirme mejor.
Toda mi energía se centraba en cambiar el com-
portamiento de alguien más.

En Al-Anon escuché historias de gente que había


encarado las mismas frustraciones que yo había
tenido con mi esposa. Entendieron mi problema
mucho mejor que el psiquiatra. Encontré esperanzas
para mí en Al-Anon porque vi gente que había pasado
por la misma situación pero que lograron tener
tranquilidad. Descubrí que podía tener una forma de
vida mejor.

Me di cuenta de que estaba en un problema cuando


comencé a pegarle a mi esposo mientras conducía por
una autopista de dos carriles con mucho tráfico. Mi ira
se había descontrolado.

Durante mucho tiempo me sentía airada de tener un


esposo que no veía lo que yo veía, no actuaba como
yo quería que actuara y se encontraba muy agobiado
por la enfermedad del alcoholismo; pero lo que más
me irritaba en realidad era cómo la enfermedad me
había afectado a mí.
Una base sólida

El hogar en el que crecí era muy estricto y


autoritario. Papá tenía todo el control. Después de
estar en Al-Anon, me di cuenta de que papá sufría los
efectos de haberse criado en una familia alcohólica.
Papá no bebía, pero quería que todo fuera perfecto.

Le tenía miedo, y nunca hablaba con él.


Simplemente lo respetaba y no me interponía en su
camino. Como la penúltima hija de una familia
numerosa, sentía que yo no les importaba ni contaba
para ellos. Encaraba la situación haciendo lo que me
decían sin hacer ningún aspaviento. A menudo tenía
úlceras y me consideraban una persona nerviosa.

Al-Anon me ha ayudado a aprender cómo ser yo


misma y a expresar lo que realmente siento. En
general, me siento mejor ahora. A veces hasta disfruto
de momentos de relajación y calma.

Mi temor hacia los hombres persiste, pero intento


reconocer que también hay hombres de buen corazón.

No hace mucho vi una película sobre la Segunda


Guerra Mundial. El personaje principal pasaba
bastante tiempo escondiéndose del enemigo. Me
identifiqué con su necesidad de buscar seguridad en
medio del campo de batalla.

Mientras veía la película, me di cuenta de que Al-


Anon se ha convertido en un lugar seguro para mí. En
Al-Anón he adquirido conciencia de mi tendencia a
ocultar sentimientos, aun de mí misma. Me era más
fácil ocuparme de mis hijos, de mi cónyuge y de mis
amigos, en detrimento de mi bienestar emocional. No
quería enfrentar sentimientos de vergüenza, baja
autoestima, y la tristeza de haberme criado en un
hogar alcohólico. Había utilizado la negación como un
Una base sólida

instrumento de supervivencia, pero ya no me servía,


pues me impedía experimentar la alegría de la vida.

Mi cónyuge durante treinta años y yo nos


separamos. He vivido sola este último año y me he
sentido muy triste por la pérdida de nuestra relación,
pese a que se había tornado difícil. Pude encontrar la
serenidad dejando de lado comportamientos
inesperados y, a veces, irracionales. Me quedan los
instrumentos del programa y el consuelo de los
miembros que me ayudan a revaluar dónde estaba,
dónde estoy y hacia dónde me dirijo. Ya no es
necesario que me esconda.

Recuerdo la incomodidad que sentí la primera y


única vez que oí a alguien hablar abiertamente sobre
las relaciones sexuales en una reunión de Al-Anón. Esa
mujer comentó que andaba en busca de algo o
alguien que le diera lo que ella sentía que le hacía
falta en su vida. Se dio cuenta de que otra gente no
podía darle el amor que ella no sentía por sí misma.
Pensó que recibía amor, aunque después se llegó a
dar cuenta de que había tenido relaciones sexuales
con gente que no la amaba. Lo único que logré decirle
fue: "Tienes mucho valor para hablar sobre esta
cuestión". Así pude mantener el centro de atención en
su historia y no en la mía.

Me sentía muy avergonzado por el alcoholismo de mi


esposa. La faceta sexual de la relación constituía un
motivo aún más profundo de vergüenza debido a su
carácter privado. Yo no sabía lo que era una relación
conyugal sana; sólo sabía que me sentía confundido y
avergonzado, y no me sentía lo suficientemente a
gusto como para querer hablar con nadie al respecto.
Una base sólida

Mi esposa sufría altibajos en nuestra intimidad


sexual. A veces reaccionaba con una pasión que yo
consideraba inapropiada debido al lugar o al
momento. Me excitaba pero me turbaba al mismo
tiempo cuando ella quería iniciar una relación sexual
en lugares semipúblicos, tal vez por los tragos que se
había bebido en un restaurante. Sin embargo, esa
excitación no se repetía siempre en la intimidad de
nuestro dormitorio. Allí se descomponía por el exceso
de alcohol o insistía en que mi interés sexual en ella la
incomodaba. Ella deseaba la relación sexual en
momentos en que yo me sentía ambivalente acerca
de su borrachera, y se alejaba de mí cuando yo quería
intimidad.

Mi esposa me culpaba por los problemas sexuales de


nuestra relación, pero estoy aprendiendo que no debo
sentirme avergonzado por el fracaso en mis intentos
de amarla. Mi esposa actuaba de la manera en que lo
hacía debido a la enfermedad, no a nada que yo
hiciera. Me llevó mucho tiempo reconocer cómo la
enfermedad del alcoholismo había herido
profundamente mi autoestima.

Había asistido a Al-Anon unas veces y otras no


durante diez años cuando decidí volver al programa
para asegurarme de que tenía los pies sobre la tierra
antes de divorciarme de mi esposo. En las reuniones
oía una palabra que despertó mi atención: "cortesía".
Era algo que sentí que podía practicar.

Nuestra relación se había deteriorado hasta tal


punto que mis esfuerzos por ser más cortés pronto
atrajo la atención de mi esposo. Me dijo que mis
palabras eran simpáticas pero que no creía que las
pronunciara con honestidad. Le dije que tenía razón.
No creía en realidad en la amabilidad que expresaban
Una base sólida

mis palabras. Practicaba lo que había aprendido en Al-


Anon acerca de cómo comportarse en una relación. Lo
hacía bastante bien, y poco a poco comencé a sentir
la amabilidad que yo expresaba. Fue una experiencia
de humildad para mí porque pensaba que mi esposo
era el problema.

Hoy la situación dista de ser perfecta, pero he


crecido lo suficiente para poder disfrutar de las cosas
buenas de la vida, incluidas mis relaciones. Las
habitaciones de mis hijos siguen estando
desordenadas, pero nos encanta expresar el amor que
sentimos del uno al otro, aun mi esposo ya no es el
ogro que yo creía que era. Él es lo que es, y a menudo
incluso me alegro de eso. Nos reímos juntos de
nuestras imperfecciones y hacemos planes para el
futuro.

Ya no interfiero en las cosas buenas. Ahora gozo de


todo lo positivo que poseen mis seres queridos.

Mi madre era la alcohólica; a veces nos pegaba y a


menudo nos culpaba. Mi padre era un hombre frío,
distante, que cometía abusos sexuales. No he visto a
ninguno de los dos durante años.

Estaba desesperada cuando llegué a Al-Anon hace


solo unos meses. Pasaba mucho tiempo tratando de
decidir si debería asesinar a mi padre para evitar que
violara a otros niños. Me preguntaba cómo podía herir
a mi madre tanto como ella me había herido a mí.
También trataba de decidir cómo matarme de la
manera más eficaz y menos dolorosa. Lo que en
realidad quería era tener una forma de vivir.

Como apenas era una niña, no se me permitía


mostrar mis sentimientos. Todavía no sé cómo
Una base sólida

funciona, pero en Al-Anon hay gente que puede


escucharme. Hay gente que cuenta historias como la
mía y expresa sus sentimientos.

La otra noche, cuando me estaba quedando


dormida, los sentimientos me tomaron por sorpresa.
Pensaba, oraba y esperaba que un día mamá
encontrara la paz, el consuelo, la esperanza y la
bondad a su manera tal como yo lo he encontrado en
Al-Anon. Todavía no puedo visitarla (es una idea
demasiado alocada y peligrosa), pero vale la pena que
me enderece, libere mis tensiones y me alivie.

Mi esposa era la que bebía, pero yo fui el padre


ausente durante los últimos quince años de su
alcoholismo, cuando su estado era muy crítico. Como
pasaba doce horas en el trabajo y llevaba cursos de
postgrado varios días en la noche, casi nunca veía a
mis tres hijas, excepto los fines de semana. Aun
entonces debía ocuparme de tareas domésticas y
tenía poca paciencia con las preguntas infantiles de
mis hijas. Me obsesionaban el trabajo y mi educación,
y se me olvidaban las necesidades paternales de las
niñas. No me daba cuenta de que mi esposa estaba
cada vez más incapacitada y yo no asumía mi papel
de padre.

Hacia el final del alcoholismo de mi esposa sólo


quedaba en casa mi hija más pequeña, quien
entonces estaba en su primera etapa de adolescencia,
y su rebeldía aumentaba con rapidez. Ciego como yo
estaba, no percibí que la niña estaba prácticamente
sin madre y que no recibía apoyo de su padre.

Me encontraba lejos por negocios cuando ocurrió lo


peor: un serio conflicto físico entre madre e hija. Me
Una base sólida

apresuré de regreso a casa y me encontré con que mi


hija se había escapado para evitar que le causaran
daños físicos. Me sentía perturbado, pero me esforcé
en encontrarla, y lo logré. Me sentía muy airado con
mi esposa y apenas si le podía hablar. ¿Cómo pudimos
llegar hasta este lío?

Había estado en Al-Anon durante poco tiempo. Con


mi hija a salvo, me concentré en el trabajo y el
programa. Mi esposa intentó suicidarse dos veces
antes de comenzar su recuperación a largo plazo en
A.A.

El primer año de sobriedad fue turbulento, con


enormes altibajos de temperamento y emociones. Al
final del segundo año, comenzamos a estabilizarnos y
a comunicarnos mejor utilizando los principios
incluidos en los Doce Pasos. Poco a poco, nuestras
hijas volvieron a ser parte de nuestras vidas y
reconstruimos la estructura familiar. Después de
cuatro años de recuperación, organizábamos
reuniones familiares con un cierto grado de cortesía.
Se advertían ya señales de alivio y se intercambiaban
expresiones de afecto.

Fue un gran alivio para mí ver otra vez el amor en la


familia después de una prolongada historia de
amargos conflictos. Ya no nos acercábamos con
espanto a las reuniones familiares. La relación con mi
esposa se aliviaba y las cosas se veían mejor.
47 Descubramos nuevas opciones

Con seis años de recuperación, sin embargo,


esperaba perezosamente que mi esposa me leyera la
mente, imponiéndole así una y carga pesada e
injusta. Con la ayuda de un terapeuta, del progreso
en nuestros programas individuales, y de Dios,
comenzamos a comunicarnos mejor y nuestra
relación se tornó más positiva que nunca.

Ya llevamos 24 años de recuperación continua en


A.A. y Al-Anon, y la vida es hermosa. Nuestras tres
hijas, perjudicadas por haberse criado en un hogar
alcohólico, gozan ahora de una relación cariñosa con
nosotros y hace mucho tiempo nos perdonaron
nuestro comportamiento insensato. Definitivamente
$omos muy afortunados.

Trato de hacer de cada día un día de gratitud. Esta


mañana me desperté sintiéndome profundamente
agradecida porque mi esposo está sobrio. Anoche se
acomodó a la par mía y, agarrado de mi mano, se
durmió, más que todo porque estaba cansado y no
por los efectos de una botella vacía. Sin A.A. y Al-
Anon, eso no habría sido posible y no estaríamos
juntos hoy.

Nos conocimos cuando yo tenía once años y el


doce. Me atrajo porque fue la primera persona que
comprendió el caos en el que me estaba criando. El
resto de la gente que conocía parecía tener una
familia normal con una mamá y un papá, hermanas,
hermanos y un perro, y todos vivían juntos.

Recuerdo cuando mi esposo se bebió su primer


trago. Mi padrastro se lo dio como parte del ritual de
convertirse en un hombre. Fue el día en que nuestras
enfermedades comenzaron a descontrolarse. Me di
cuenta en poco tiempo de que él tenía un problema,
48 Descubramos nuevas opciones

pero yo creía que era una buena amiga al pasarlo por


alto y no decir nada. Además, éramos jóvenes e
irresponsables. Pensaba que debíamos salir y beber,
fumar marihuana y divertirnos.

Después de que me fui a la universidad, fue cada


vez más difícil ocultar el problema de mi amigo. Una
noche, cuando yo estaba de vacaciones en casa, me
llamó muy irritado, borracho y deprimido porque su
novia lo había dejado. Tenía un arma y me dijo que
había una bala en el tambor. Dijo que iba a dejar a la
suerte si

debía continuar viviendo o no. Lo amenacé con llamar


a su padre o a la policía, pero él sabía que no lo iba a
hacer. Al final se desmayó y durante mucho tiempo no
hablamos sobre lo que sucedió esa noche. Cuando por
fin lo encaré años después, me di cuenta de que no
recordaba nada y que posiblemente nunca lo haría.
No obstante, ya no podía negar que él tuviera un
problema o que su problema tuviera repercusiones
profundas en mí. De todas maneras, continué
propiciándole lo que hacía al tolerarle su comporta-
miento inapropiado.

Al final, en la época inicial de mis veinte años, llegué


al punto de no poder enfrentar sus problemas además
de los míos, y me alejé de nuestra amistad. Nunca fui
franca con él sobre cómo me afectaban su
alcoholismo y su drogadicción. Por lo tanto, él pensó
que yo había interrumpido nuestra amistad para
apaciguar al hombre posesivo con quien me
relacionaba en ese momento.

Durante la época en que no nos veíamos, seguí


preocupándome por él. Varios años después de
nuestra separación y sin poder dejar de pensar en él,
decidí reparar el mal enviándole una carta de
49 Descubramos nuevas opciones

disculpas. Su respuesta me demostró que todavía


tenía un problema. Adopté la decisión de volver a
alejarme por segunda vez, pero esta vez iba a ser
franca sobre el asunto. Antes de poder hacerlo, sin
embargo, se asomó a la puerta de mi casa en estado
de renovada sobriedad.

Desafortunadamente, mientras él estaba iniciando


su recuperación, yo aún sufría los efectos de la
enfermedad. Pensé equivocadamente que como ya no
vivía con mis parientes alcohólicos y mi amigo estaba
sobrio, me había librado del alcoholismo. Los dos años
siguientes resultaron más difíciles para ambos. Él
luchaba por mantener la sobriedad y yo luchaba
contra las pautas enfermizas que se habían convertido
en parte de mi vida. En esa época, mi segundo
matrimonio se derrumbaba y mi abuelo se moría
debido a complicaciones derivadas del alcoholismo.
Pese a que vivía a varias horas de distancia de mis
abuelos, a mí era a quien se le pedía que tomara
decisiones difíciles, viajando todos los fines de
semana con mi hija a cuestas. Me estaba ocupando de
cosas que en realidad no eran mías.

Cuando mi salud comenzó a deteriorarse, me di


cuenta de que algo tenía que cambiar. Tampoco
quería que mi hija se criara con la insensatez que yo
había sufrido ni que no pudiera entablar y mantener
relaciones saludables y significativas con los demás.
Fui a una reunión de Al-Anon.

Es irónico que este hombre fuera la razón principal


por la que fo continuara yendo a Al-Anon. Cuando
nuestra amistad se con- Mrtió en algo más, tuve celos
de su programa de A.A. Me airaba que le diera
prioridad a su sobriedad porque yo quería ser lo pri-
mero. Odiaba el hecho de que él pudiera compartir
cosas con su Padrino que no podía compartir conmigo.
50 Descubramos nuevas opciones

Al-Anon me ha enseñado que no podríamos estar


juntos si él no le diera prioridad a su sobriedad. Hay
cosas que mi esposo no puede compartir conmigo
porque yo no las entendería. No soy alcohólica.
También aprendí en Al-Anon que él nunca
comprendería las cosas que surgieron de mis
experiencias con el alcohol. Y eso no es ningún
problema.

Hoy no estaríamos felizmente casados si no


participáramos activamente en A.A. y Al-Anon.
Todavía me queda mucho camino por recorrer.
Reconozco que la recuperación es un proceso que
dura toda la vida, no los tres meses que al principio
calculaba (Doce Pasos a un Paso por semana equivale
a tres meses). Aunque estoy mucho mejor hoy que
hace dos años, por fin soy capaz de reconocer que
haya ciertos aspectos de mí que tal vez nunca
funcionen adecuadamente. "Progreso, no perfección"
me resultó un concepto difícil de comprender, pero se
ha transformado en la clave de mi constante
recuperación así como del éxito en mi matrimonio.
*

Hace unos meses tuve la oportunidad de conocer


mejor a una amiga de la escuela secundaria que se
había mudado poco después de terminar los estudios.
En ese tiempo, ella me gustaba mucho, hasta me
sentía algo obsesionado por ella, pero lamenté no
haber llegado a conocerla bien. Me prometí que lo
haría en cuanto se presentara otra oportunidad.

Fuimos a tomar café y al cine, y logramos


conocernos un poquito más. Después de un tiempo,
me empecé a dar cuenta de uno de los motivos por
los que ella me atraía tanto: era alcohólica. De
inmediato se encendieron luces rojas en mi mente por
51 Descubramos nuevas opciones

lo negativo que sería iniciar una relación con una


alcohólica que aún bebía.

En reuniones, había oído historias de niños criados en


hogares alcohólicos, como era mi caso, que luego se
enamoran de un alcohólico. Pensaba que era algo
tonto y absurdo y que nunca me sucedería a mí. No
obstante, así estaba ocurriendo, estaba ena-
moradísimo de esta mujer que me enloquecería si
iniciaba una relación con ella. Así que después de
hablar con mi Padrino, solté las riendas "Sólo por hoy"
y funcionó.

Semanas después sucedió algo totalmente


inesperado. Esta joven se dio cuenta de que padecía
un problema y acudió a mí. Dudé de si había tenido la
suerte suficiente al encontrarme con ella justo cuando
intentaba alcanzar la sobriedad, y la llevé a su primera
reunión de A.A. Desafortunadamente, esperaba dema-
siado de ella y asumí la responsabilidad de su
recuperación. La semana siguiente, fuimos a un bar y
ella pidió una cerveza. Me preguntó si estaba
decepcionado por su pedido y con rapidez le respondí
que me había impresionado su asistencia a esa
primera reunión, y en realidad era así.

Ahora me doy cuenta de que quienes necesitan el


programa deben asistir a su propio tiempo. Puedo
quererlos mucho o desear con fervor que dejen de
beber, pero si trato de hacerlo por ellos, lo único que
eso hará es enloquecerme.

Todavía la llamo para saber cómo le va y decirle que


aún me importa. Me gustaría iniciar una relación con
ella, pero entiendo que no es el momento apropiado.
Ambos aún necesitamos tiempo para resolver lo de
cada quien.
52 Descubramos nuevas opciones

Desde muy temprana edad, fui testigo de cómo mi


violenta y abusiva abuela alcohólica maltrataba a mi
madre. Me sentía muy agradecida de que mi madre
estuviera sobria. Cuando cumplí diez años de edad, mi
hermana mayor desarrolló las mismas tendencias
alcohólicas de la abuela. Veía a mi madre sobria
embrollarse con mi hermana como lo había hecho con
su madre. Me sentía muy agradecida de que yo no
tuviera ningún apego a la bebida ni a las drogas, y de
que no le creaba problemas a mi madre como lo
hacían estas otras mujeres. Con el tiempo, mi forma
de encarar la situación se convirtió en una
desesperación continua.

Durante mucho tiempo no me acerqué a Al-Anon


porque creía que no me querrían. Mis problemas eran
demasiado pequeños y triviales. En mi imaginación,
los miembros se reían de mí y me echaban a la calle
por estar llena de autocompasión. No creía que mis
problemas le importaran a nadie. Temía quedar
atrapada en lina habitación llena de mujeres
necesitadas y victimizadas como mi madre. También
temía la falta de franqueza que podía volver a
suscitarse y que había sido característica de la
relación con mi madre. Durante la primera semana de
reuniones de Al-Anon sentí una especie de apoyo
afectuoso que nunca había tenido. - Asistí a una
reunión abierta de A.A. y descubrí que sentía una gran
repulsión por las mujeres alcohólicas, aunque
estuvieran en recuperación. Decidí analizar ese
sentimiento. Comencé a considerar a las mujeres que
asistían a ambos programas como un puente, a
examinar los vínculos de nuestras situaciones, y a
entablar una comunicación sincera con una mujer
mayor que había practicado el programa de A.A.
durante veinte años. Me convertí en una niña de
nuevo, dispuesta a aferrarme a su delantal y a
seguirla por doquier. Era una mujer sabia y cariñosa.
53 Descubramos nuevas opciones

Le pregunté a qué reuniones asistía para poder asistir


yo también a las mismas. Me tocó el brazo con
suavidad, me sonrió y me dijo que si nuestro destino
era estar juntas, ya nos encontraríamos. No la he visto
desde entonces, pero siempre pienso en ella cuando
miro la tara de una mujer que lucha contra el
alcoholismo, en cualquiera de sus manifestaciones.

Ya no se me hace necesario etiquetar a las mujeres


como alcohólicas o propiciadoras. Ya no siento
repulsión por esas mujeres (repulsión que les había
transmitido a todas las mujeres). Ya no tengo que
aislarme de todas las mujeres por temor a que utilicen
mis sentimientos en mi contra. Tengo un mayor
raciocinio para decidir en quién puedo o no confiar.
Puedo ver más allá de los defectos humanos que
todos compartimos; puedo ver a la mujer desde
adentro, luchando por obtener libertad.

Después de toda una vida de sentir que no tengo


cabida y sin saber el motivo, he podido demoler los
muros que construí y liberarme del yugo de falsas
actitudes y expectativas.

Mi vida se descontroló hace alrededor de cuatro


años. Al menos fue entonces que me di cuenta de eso.
La situación comenzó a deteriorarse cuando mi hija
decidió dejar a su esposo y traer a los niños a vivir con
mi esposo y yo.

Como pensaba que yo siempre era la única que tenía


la razón, esperaba que mi hija me prestara siempre
atención cuando intentaba decirle qué hacer y cómo
hacerlo. De alguna manera no me entendía y seguía
haciendo lo que yo sabía que estaba mal hecho. Yo
seguía gritándole, humillándola, avergonzándola y
amenazándola. Ella avanzaba por el camino del
alcoholismo.
54 Descubramos nuevas opciones

La crisis estalló una noche cuando me dijo con ira


que no me metiera en su vida y que viviera la mía si la
tenía. También me informó que yo era la causante de
todo lo negativo en su vida porque lo único que me
importaba era yo misma. La desesperación nos llevó a
mi esposo y a mí a hablar con un consejero quien nos
dijo que tomáramos a Al-Anon en consideración.
Fuimos porque queríamos aprender la forma de que
nuestra hija dejara de beber. Con gran sorpresa, he
llegado a darme cuenta de que, después de pasar una
gran parte de mi vida intentando enderezar a las
demás personas y cosas, yo misma era la persona a
quien debía enderezar.

La relación con mi hija había empeorado en forma


continua durante los años previos a su adolescencia.
Cuando tenía doce años, vivíamos peleando
constantemente por imponer nuestra voluntad, hasta
que la afectó la depresión. Yo me había criado en un
hogar alcohólico y había estado deprimida a su misma
edad. Pensé que era normal y que ella saldría de eso
con los años. Ella tenía ideas de suicidio, pero yo
también las tenía a su edad. La quería y deseaba de
todo corazón solucionar sus problemas, pero no sabía
cómo. La situación empeoró progresivamente.

Después de una pelea, la exasperación se apoderó


de mí. Me descontrolé y le grité una y otra vez: ";Es
como vivir con una borracha!" Mi reacción explosiva
me obligó a reconocer que la relación con mi hija se
parecía mucho a la relación de mi madre alcohólica
conmigo. Recurrí a mi hermano en busca de ayuda. Me
escuchó y me dijo que las reuniones de Al-Anon me
serían útiles.

Las cosas siguieron siendo difíciles con mi hija durante


mucho tiempo, pero encontré esperanzas aun desde
la primera reunión. Oí decir que si se dice una cosa
55 Descubramos nuevas opciones

una vez, hay comunicación. Si se repite una y otra


vez, ya no hay comunicación, sino manipulación y
control. Hacía eso a menudo con mi hija. Nunca decía
las cosas una vez, ni siquiera frases simples como
"Lávate los dientes". No me di cuenta de lo insistente
que era hasta que oí a alguien mencionar la cuestión
en una reunión.

En casa hice todo lo posible por dejar de regañar. A


veces tenía que morderme la lengua o ponerme la
mano en la boca después de haber dicho algo. No
siempre sabía si los instrumentos funcionarían, pero
sabía que mis antiguos métodos no habían servido y
estaba dispuesta a intentarlo todo.

Siempre había tratado de solucionar los problemas


de mi hija. De alguna manera había supuesto que mi
papel era corregir las vidas de los que me rodeaban.
Me detuve, me callé la boca y sólo escuché. Me
asombró ver que el simple y sincero acto de escuchar
de verdad a mi hija fuera más valioso que todos los
consejos que había tratado de darle.

Después de haber estado durante un tiempo


considerable en el programa, se me ocurrió que debía
comenzar a compartir con mis familiares los abrazos
que recibía en las reuniones, lo que me exigió mucho
valor. Nunca nos habíamos abrazado en mi familia
durante mi niñez, y no era algo común hacerlo en
casa con mi hija. Al principio, cuando la abrazaba, ella
permanecía inmóvil e indiferente. Aun se ponía rígida,
como queriendo rechazar el contacto conmigo. Había
oído también en reuniones que debemos tener el
valor de hacer lo que consideramos correcto y soltar
las riendas de las reacciones de los demás. Solté las
riendas de ese rechazo silencioso y sutil, y
simplemente continué abrazándola.
56 Descubramos nuevas opciones

Me llevó años, pero un día, ante mi sorpresa, ella me


abrazó. Fue un abrazo tenue, incierto, pero de todas
maneras un abrazo. Recuerdo ese abrazo como un
símbolo de la reparación que surgió en la relación con
mi hija al centrar la atención en mí misma, en mis
acciones, en mis palabras, y tratar de centrarme en
hacer las cosas de la mejor manera posible. Sé que
me sentí bien acerca de mí y, a medida que
constantemente mejoraba la relación con mi hija, tuve
una prueba concreta de que cuando una persona
comienza la recuperación, se producen efectos
beneficiosos para todos los familiares.

Hoy, nueve años después, mi hija es una de mis


mejores amigas. Cuando vuelve a casa de la
universidad, a veces se me acerca y me da un abrazo
fuerte y prolongado, por ninguna otra razón más que
porque soy su mamá y porque me quiere.

Para reflexión y debate___________________


8. ¿Qué aspectos de mi vida he estado descuidando
(o me han estado preocupando demasiado)
debido a la vergüenza o la confusión?
9. ¿Qué ideas insanas puedo descartar acerca de
comportamientos de hombres o mujeres?
10. ¿Qué palabras utilizaría para describir la calidad
de mi intimidad emocional con los seres queridos?
11. ¿Cuáles son las necesidades emocionales que
evito encarar directamente?
12. ¿Cómo se ha visto afectada por el alcoholismo mi
capacidad de tener relaciones sexuales sanas?
13. ¿Cuáles son algunas de las formas en que puedo
ocuparme de mí mismo?

comienza la recuperación, se producen efectos


beneficiosos para todos los familiares.

Hoy, nueve años después, mi hija es una de mis


mejores amigas. Cuando vuelve a casa de la
57 Descubramos nuevas opciones

universidad, a veces se me acerca y me da un


abrazo fuerte y prolongado, por ninguna otra razón
más que porque soy su mamá y porque me quiere.

Para reflexión y debate___________________


1. ¿Qué aspectos de mi vida he estado descuidando
(o me han estado preocupando demasiado)
debido a la vergüenza o la confusión?
2. ¿Qué ideas insanas puedo descartar acerca de
comportamientos de hombres o mujeres?
3. ¿Qué palabras utilizaría para describir la calidad
de mi intimidad emocional con los seres
queridos?
4. ¿Cuáles son las necesidades emocionales que
evito encarar directamente?
5. ¿Cómo se ha visto afectada por el alcoholismo mi
capacidad de tener relaciones sexuales sanas?
6. ¿Cuáles son algunas de las formas en que puedo
ocuparme de mí mismo?
Una perspectiva más
positiva
Descubramos nuevas opciones
Capítulo Cuatro

Empezamo
sa
conocerno
s
El programa de Al-Anon nos pide fijar la atención en
nuestra propia vida y a desprendernos con amor de la
tragedia y la perturbación que crea el alcoholismo. El
significado de estas palabras se nos puede escapar al
escucharlas por primera vez. Pueden surgir viejos
58 Descubramos nuevas opciones

sentimientos de ansiedad, pero no debemos aferramos


a estos temores. Con la guía de la Oración de la
Serenidad, lograremos algo de estabilidad al
desprendernos de lo que no podemos controlar y al
centrar la atención más fijamente en lo que podemos
cambiar dentro de nosotros.

Muchos hemos centrado la atención en el bebedor


problema durante tanto tiempo que nos olvidamos de
nosotros mismos. Tal vez nos resulte fácil enumerar los
detalles de los problemas del bebedor, pero
descuidamos nuestras vidas hasta tal punto que
perdemos el contacto con nuestras necesidades y
preferencias. Cuando nuestras mentes están atestadas
de habladuría sobre asuntos ajenos, es fácil dejar de
centrar la atención en nosotros e ignorar el momento
presente. Las obsesiones nos encarcelan en el pasado
y los temores nos impulsan hacia un futuro lleno de las
peores imágenes que nos podamos formar. Podemos
agotarnos sin mover un músculo. Si bien podrían existir
recursos espirituales disponibles, casi siempre estamos
demasiado distraídos como para darnos cuenta.

Cuando compartimos nuestras dificultades con otros


miembros de Al-Anon, podemos llegar a obtener una
cierta perspectiva de nuestros problemas y un cierto
desprendimiento de las tragedias creadas por nosotros
mismos. Al escuchar a otros miembros compartir sus
relatos con sinceridad, podemos reflexionar sobre
nuestra propia situación. Tenemos así la oportunidad
de adquirir mayor conciencia sobre cómo nos sentimos
en el momento presente.
El programa de Al-Anon nos recuerda que junto a
cualquier cosa que surja, ya sea un problema o una
oportunidad, hay gente que nos puede ayudar
mediante sus historias de valor, fortaleza y esperanza.
En lugar de centrar la atención en nuestras decep-
ciones y angustias, podemos leer Literatura Aprobada
por la Conferencia o llamar a un amigo de Al-Anon que
haya enfrentado dificultades similares. Recurrir a otros
miembros es una manera segura de aprender
destrezas que nos permitan construir relaciones sanas.
Estos contactos pueden servirnos de ayuda y apoyo, y
algunos se convierten en amistades sinceras. También
se nos anima a estudiar los Doce Pasos con un Padrino
o Madrina: un miembro de Al-Anon de confianza que ha
recorrido el mismo camino.

La atención sincera hacia nuestros nuevos amigos de


Al-Anon puede llevarnos a poner en tela de juicio
nuestras antiguas actitudes con respecto a la amistad y
el amor. Se nos insta a observar la diferencia entre
amor y control. Se puede sentir una enorme libertad
cuando "Soltamos las riendas y se las entregamos a
Dios". Al permitirle a los demás decidir por sí mismos
cómo vivir sus vidas y encarar las consecuencias de
sus acciones, buenas o malas, sin nuestra injerencia,
adquirimos la libertad de centrar la atención en
cambiar lo que es realmente nuestro.

Cuando nos invaden ideas negativas sobre el


problema de la bebida de alguien más, la gratitud por
cualquier cosa (mucho menos la gratitud por algo
relacionado con nosotros) quizás sea lo último que
sintamos que tenemos que sacar tiempo para
considerar; pero dedicarnos cinco minutos a iniciar una
lista de gratitud es un primer paso excelente en una
época de crisis. El hacerlo nos lleva a centrar la
atención en nosotros mismos, aunque sea por un
período breve. También coloca los aspectos negativos
de nuestra situación en un marco más amplio que
también incluye factores positivos. Escribir una lista de
gratitud puede ser el inicio de un proceso permanente
de aprendizaje sobre cómo lograr que nuestras vidas se
tornen más positivas. Sólo se requieren unos cuantos
minutos para empezar, pero en última instancia puede
rendir beneficios sustanciales. La lista de gratitud
seguirá creciendo entre más le agreguemos. Si
adoptamos una actitud de agradecimiento, habrá
menos espacio en nuestra vida para la autocompasión,
el control y la desesperación. Cuando ya no tratamos
de hacer que los demás cambien, es factible ver las
características positivas que pueden ofrecer.

Si bien la gratitud nos permite comenzar a apreciar


las características positivas que ya tenemos, con el
tiempo puede revelarnos también las facetas de
nuestras vidas que somos capaces de cambiar. A
medida que cambiamos, la gratitud se incrementa aún
más. Podemos crear un nuevo cimiento para nuestra
vida, con base en la búsqueda de lo mejor que la vida
nos puede ofrecer en lugar de lo peor. Al hacerlo,
nuestro centro de atención se aleja cada vez más de
las cosas que no podemos controlar.

Es mucho más simple ocuparnos de nuestros propios


asuntos cuando comprendemos con claridad quiénes
somos. Al-Anon nos demuestra que la satisfacción y la
felicidad son posibles independientemente de lo que
ocurra a nuestro alrededor, incluido el hecho de que el
alcohólico esté bebiendo o no. Cada día aprendemos a
definir quiénes somos sin esperar la aprobación de los
demás. Podemos empezar a desarrollar una nueva
percepción de nosotros mismos y a gozar de ella.
Damos pasos pequeños, probamos opciones diversas, y
nos acostumbramos a resultados diferentes. Poco a
poco, aprendemos que es una buena idea ocuparnos
de nosotros mismos. Cuando somos buenos con
nosotros mismos, más positiva será la contribución que
aportemos a las vidas de los seres queridos, incluido el
alcohólico.

Podemos considerar lo que podemos hacer "Sólo por


hoy"; y dejar que eso sea suficiente por el momento. Al
crecer en el programa de Al-Anon, la lista de factores
positivos podrá seguir creciendo.
Historias personales

Era una noche de tormenta. Me encontraba de pie


junto a la ventana mirando hacia la calle oscura e
intentando "atraer" todos los faros hacia nuestro
garaje. Me concentré en mi esposo alcohólico ausente.
De vez en cuando uno de mis cuatro hijos trataba de
hablar conmigo. No les prestaba atención y pasaba por
alto su hambre así como la mía. Recuerdo decir: "¿No
ves que estoy ocupada?" sin pensar en lo absurdo que
era decir que estaba ocupada cuando lo único que
hacía era mirar por la ventana.

De repente ocurrió lo que llamo un milagro de Al-


Anon. Me di cuenta de que centraba la atención en el
alcohólico y no en mis propias responsabilidades. Bajé,
preparé la cena y hablé con mis hijos sobre los planes
para el día siguiente. íbamos a hacer compras a un
pueblo cercano; y con mi nuevo enfoque, me di cuenta
de que lo haríamos, ya fuera que el alcohólico
regresara o no a casa. Y así lo hicimos.

En los meses que siguieron, mi centro de atención se


robusteció. Ya no me enfadaba con los niños si el
alcohólico no se comportaba como yo quería. Mejoró mi
relación con los niños porque ya no era la persona
impredecible de antes. Comencé a practicar los Doce
Pasos en casa.

Mis hijos, ahora adultos, me quieren y me respetan, y


a veces hasta me piden consejos. Yo los quiero y los
respeto, y me esfuerzo en centrar la atención en mí
misma. No intento controlar la vida de ninguna otra
persona.

Mi Madrina me sugirió que comenzara una lista de


gratitud que no se acabara. Día tras día escribía por lo
menos tres cosas que motivaban en alguna medida mi
agradecimiento. Al inicio permanecía sentada mirando
el papel e intentando pensar en algo más que "todavía
respiro". Mi Madrina se rió y me dijo: "Ese es siempre
un buen comienzo".

Todavía me resultaba difícil dejar de pensar en lo que


en ese preciso momento podría estar haciendo el
alcohólico que forma parte de mi vida. Me sentía
decepcionada porque no podía cambiar mi forma de
pensar y realizar la simple tarea que me correspondía.
Mi Madrina se sonrió amablemente y me preguntó: "¿Si
tuvieras un empleo nuevo, debería de esperarse que lo
supieras todo durante los primeros meses?"

Esas palabras me ayudaron a obtener cierta


perspectiva, y reanudé mi tarea. Para volver a centrar
mi atención errante, guardé una piedra pequeña de
bordes ásperos para acordarme de que cualquier cosa
que apretemos con mucha fuerza puede empezar a
causar dolor. Llevaba la piedra en la mano sin apretarla
mucho cuando caminaba por el vecindario, buscando
motivos para estar agradecida. Cada vez que pensaba
en la piedra, buscaba algo cercano que me pudiera
llenar de agradecimiento.

Todavía veía malezas entre las flores pero, por lo


menos, podía finalmente ver las flores. Seguí
caminando y me enteré de que mi vecino estaba
restaurando un coche antiguo y de que la pareja de la
esquina iba a adoptar a un niño. Admiré el jardín
asiático a la vuelta de la esquina con una pequeña
cascada, y le ayudé a una vecina de edad mayor a
recoger las compras de su auto. Su gratitud por la
pequeña ayuda que le brindé me llenó de alegría. De
repente tenía más de tres cosas para escribir en la lista
de gratitud interminable. Se me hacía más difícil llevar
el control de los detalles que no me pertenecían.
Estaba construyendo mi propia vida.

Estaba dispuesta a detenerme y observar lo que ya


existía. Todavía surgían problemas y dificultades. Hubo
momentos, aunque no muy frecuentes, en que
olvidaba todo lo que había aprendido.

Llegó el día en que el alcohólico creó su propia crisis,


y pude dar un paso atrás y dejar que la encarase como
creyera conveniente. Ya no estaba a cargo de los
resultados porque tenía mi propia vida. Saqué mi lista
interminable y agregué algo nuevo: gratitud por la
gente con quien convivo que vive con la enfermedad
del alcoholismo.

Siempre describía la relación con mi hijo como lo


mejor que me había dado la vida. Desde el día que
nació, se formó un vínculo fuerte. Era realmente la luz
de mis ojos. Me consideraba una buena madre en el
trato a mi hijo. Nuestro hijo estaba muy apegado a
Alateen y asistía con regularidad. Yo pensaba que lo
estábamos salvando de la posibilidad de que tuviera la
enfermedad del alcoholismo al llevarlo a una reunión
semanal de Alateen durante tres años á 145 kilómetros
de distancia ida y vuelta. Creía que todo marcharía
bien gracias a nuestros esfuerzos.

A los quince años, mi hijo tuvo el primer encuentro


con la ley. Mi esposo y yo pensamos que era sólo un
incidente pasajero, una cuestión mínima que
solucionaríamos contratando a un buen abogado.
Sabíamos que este buen muchacho no tenía culpa
alguna; con seguridad algunos granujas habían influido
en él esa noche. Sabíamos que lo ocurrido con el
alcohol había sido un accidente. Este muchacho sabía y
comprendía cómo era la enfermedad del alcoholismo.

Durante los dos años siguientes continuaron los


pequeños incidentes que considerábamos como
experiencias propias de la adolescencia. Aprovechamos
toda la ayuda disponible. Creíamos que sólo
tendríamos que ayudarlo a sortear los años de la
adolescencia, algo que nos correspondía y que estaba
a nuestro alcance si actuábamos de manera apropiada.
La época difícil comenzó en realidad cuando decidió
abandonar los deportes y la escuela, al comienzo de su
tercer año de secundaria, por el uso indebido de
alcohol y drogas. Todavía era menor de edad, y
decidimos enviarlo a un centro de tratamiento. Cumplió
los dieciocho en un centro de transición y volvió a casa
unos meses más tarde.

Si acaso nos dábamos cuenta de que este era el


comienzo de un largo período, triste y doloroso. A las
veinticuatro horas después de regresar del centro de
transición, decidió volver al alcohol y las drogas. Lo
mirábamos mientras hacía todo lo que le era posible
para destruir la vida que habíamos elegido para él.
Aprendimos como padres lo que realmente era la
incapacidad.

Mi Madrina también tiene un hijo. Con su ayuda y


guía, aprendí que debía tratar a mi hijo como el joven
que era y no como un niñito desvalido. Comprendí que
la palabra "usar" no sólo se refería al alcohol y a las
drogas sino también a la gente, incluida yo. Aprendí
que si decidía dejar de propiciar, él encontraría otra
persona que se encargara de eso.
A nadie le gusta ver que un hijo querido opte por no
tener un hogar en lugar de vivir en una casa segura,
libre del alcohol y las

gas. A nadie le gusta que un hijo desaparezca


durante meses y pe presente de nuevo en la época de
fiestas pidiendo que lo dejen ^quedarse en su antiguo
dormitorio o dormir en el garaje. Ningún Ipadre sueña
con que un hijo bueno y sensible se una a una pandilla
para satisfacer sus necesidades o se decida por las
drogas o el glcohol en lugar de la escuela secundaria y
la universidad. Nadie desea experimentar el dolor de
ver a un hijo en la calle, después de haber estado un
tiempo en la cárcel, sentado ahí, frente a su madre,
sucio, mugriento, y derrotado. Nadie quiere oír que su
hijo ha estado durmiendo en un banco de un parque.
Nadie puede entender todo esto excepto otro
progenitor que viva la misma experiencia.

Llegué a comprender que, independientemente de lo


que hicie- ,ra o soñara para mi hijo, lo único que
importaba era lo que él decidiera hacer de su vida.
Aprendí que era incapaz.

La única decisión sana era centrar la atención en mí


y en lo que Necesitaba. Al principio me decidí por la
natación porque era fácil ñádar y llorar. Nadie ve
lágrimas en un rostro mojado y nadie oye Sollozos
debajo del agua. No obstante, con el tiempo, aprendí
la Valiosa lección de que yo iba a estar bien a pesar de
lo que ocurriera a mi alrededor. Estaba segura de que
no me moriría por tener el corazón partido de dolor.

La lección más poderosa que aprendí fue cómo


depender de un Poder Superior. Muchos milagros
tuvieron lugar durante esta época. A veces no
sabíamos nada de nuestro hijo durante meses. La
mayor parte del tiempo nos consolábamos con el
dicho: "Si no ílama es porque se encuentra bien". En
otras oportunidades, creía que no podría soportar más
la situación y le pedía a mi Poder Superior que me
pusiera en contacto con él. En el término de
veinticuatro horas siempre recibía una llamada de mi
hijo y recobraba la fuerza para hacer lo que tenía por
delante.

Mi Poder Superior envió a muchas personas a mi


vida para que me dieran la mano y caminaran junto a
mí. Vi que esta situación podía tener elementos
positivos si los buscaba. Y así fue. Sé que tengo una
vida y que tengo el derecho de vivirla sin el dolor y la
destrucción que las decisiones de los demás provocan.
Aprendí a amar sin condiciones por primera vez en la
vida.

Nuestro hijo ya tiene veintiséis años. Lo quiero


mucho y tenemos una buena relación. Trabaja y se
gana la vida en una ciudad a cuatro horas de casa. A
veces, todavía me pregunto si estará bien, pero me
esfuerzo en recordar que él tiene un Poder Superior
que lo guía y que no soy yo. Confío en el plan de su
Poder Superior y vivo mi vida "Sólo por hoy". Me he
dado cuenta de que está bien ocuparme de mí
misma. Me he acostumbrado a vivir con alegría y
paz. Y eso me gusta.

Hoy visité a mi hermano en prisión. Al escucharlo,


observé los efectos del alcoholismo. Les echaba la
culpa a todas las demás personas y cosas por su
estadía en la cárcel. No me pareció necesario
encararme con él, enderezarlo, ni hacerle la vida
más fácil. Sólo lo escuché. No me hice responsable
de que se sintiera como se sentía. Yo nada más
estaba allí.

Sus sentimientos no me arruinaron el día ni me


entristecieron demasiado. Tan solo sentía gratitud de
que, por la gracia de Dios, se me había dado la
oportunidad de cambiar la forma en que veía mi vida
a través de los dones del programa de Al-Anon. No
me enfadaba que mi hermano estuviera preso.
Estaba agradecido de que hubiera un lugar para él
donde no pudiera dañar a nadie y donde tal vez, sólo
tal vez, pudiera pedir ayuda a los programas de
recuperación que se ofrecen por medio de la cárcel.

Me fui de la cárcel lleno de esperanza y gratitud, y


con el consuelo de saber que estoy haciendo todo lo
que debo. Puedo orar ante mi Poder Superior en
nombre de mi hermano. Sé que, esté donde yo esté,
el mejor don que puedo darles a otras personas es
mi presencia, un oído para escuchar, y una plegaria.
Hoy sé que puedo entablar relaciones sanas.

Me casé con una mujer criada en un hogar en


donde el padre era alcohólico. Al-Anon me ha
demostrado ser un recurso valioso en la forma de
relacionarme con mis dos hijos que ya son jóvenes
adultos.

Mi hijo a menudo me contaba sus problemas, y mi


reacción era tratar de ayudarlo a solucionarlos. Hace
unos diez años, me convencí de que luchar por
despojar a mi hijo de sus responsabilidades *

no era ayudarlo y era enfermizo para ambos. Ahora


cuando com- f parte un problema conmigo, puedo
decirle: "Sí, ese es un proble- I; ma grande, pero estoy
seguro de que puedes afrontarlo". Nuestra relación ha
mejorado desde que comencé a responderle de esta |
manera.

Cuando escuché mencionar el Primer Paso por primera


vez en | Alateen, me di cuenta de lo tanto que se
relacionaba con mi caso. Mi padre es un alcohólico en
recuperación. Cuando yo tenía diez años, él fue a un
centro de rehabilitación. Un año después, tuvo una
recaída. A medida que él bebía más y más, mi vida se
tornaba ■ ingobernable. Me decía mentiras a mí mismo
en forma continua ; para no tener que encarar la
realidad. El alcoholismo de mi padre s llegó a tal punto
que mamá decidió enviarme a la casa de mi her- ¡C
mana mayor. Mamá tenía que decidir si dejaba a papá
o no. Tuve l que admitir que el alcoholismo de mi padre
había descontrolado mi vida y que por más que lo
quisiera, no podía lograr que dejara I la bebida.

La relación con mi hija siempre fue estrecha, pero


mejoró aún { más cuando me encontraba en
recuperación. Antes, solía desaho- ; garme con ella y
le confiaba lo que sentía cuando el alcoholismo de mi
esposo me perturbaba. Me escuchaba con atención y
siempre se ponía de mi lado. Al aprender ideas
nuevas en Al-Anon, empecé a ver que esto no era
apropiado ya que ella era sólo una adolescente.

Comencé a soltar las riendas de las acciones de mi


esposo y dejé de desahogarme con mi hija. En lugar
de eso, le expliqué sobre el alcoholismo como
enfermedad. Le dije que lo mejor era que su padre
adoptara sus propias decisiones acerca de la bebida.
Ella y yo podríamos empezar a buscar otras cosas de
las cuales disfrutar. Todavía tenemos una relación
estrecha, pero hemos cambiado el centro de
atención. No charlamos sobre el alcohólico a menos
que sea algo positivo que queramos compartir acerca
de él. Comentamos nuestros triunfos, sueños y
errores. Tratamos de ocuparnos de nuestros asuntos,
y compartimos solamente lo que es apropiado
compartir entre una madre y su hija.

Después de mi divorcio, estaba seguro de que nunca


saldría con otra alcohólica. Sin embargo, un tiempo
después, la mujer con la que salía admitió que había
tenido un problema con la bebida varios años antes,
poco después de su divorcio. Al final admitió que había
asistido a reuniones de A.A.; decía que lo había consi-
derado como una oportunidad de conocer gente en
recuperación. Tal vez el motivo citado debía haber sido
una señal de advertencia de que existía un cierto nivel
de negación en su alcoholismo, pero ya en ese
momento me gustaba mucho y no quería dejar de
verla. Un día bebió en una reunión de negocios, y los
planes que teníamos para esa noche cambiaron. Se
emborrachó, lo que disfruté puesto que me demostró
más afecto físico que en cualquier otro momento
anterior. Bebió mucho otras veces posteriormente, y
siempre se tornaba más apasionada conmigo que
cuando no bebía. Me gustaba ese afecto, tal como era,
pero me preguntaba si ella realmente me quería o si
era un comportamiento alcohólico que no tenía nada
que ver conmigo.

De alguna manera era una repetición de la relación


con mi ex esposa. Una vez más, me había enamorado
de una mujer atractiva y excitante con problemas
personales serios que habrían hecho correr a otras
personas hacia la salida más cercana. Por lo menos
esta vez sabía con claridad que no había causado su
alcoholismo, y comprendía que era su propia decisión
continuar bebiendo o dejar de hacerlo.

Mi vida mejora cuando puedo brindar amor y aliento


a alguien sin la intención de ocultarlo, ya sea por su
bien o no. Dar amor y querer controlar a alguien más
son dos cosas muy distintas. Avanzo en la relación con
esta mujer "Un día a la vez". Tendría que dejarla si
empiezo a querer cambiar las cosas que no puedo
controlar.
No hace mucho mi hija regresó de su sexto programa
de rehabilitación por el uso indebido de drogas y
alcohol. Volvió a casa sintiéndose fuerte y optimista.

; v Una noche sonó mi teléfono celular. Cuando


respondí, colgaron. Pensé en lo peor de inmediato. Me
imaginé una serie de motivos que podrían haber
originado la llamada, incluso que mi feija estaba
muerta. Después de todos estos meses en Al-Anon,
<te repente lo olvidé todo. Me llevé el teléfono celular
a la cama y me acosté, orando y meditando toda la
noche. No recibí ninguna otra llamada. Por la mañana,
revisé el número del que habían llamado y me di
cuenta de que era desconocido. Una voz interna me
preguntaba: "¿Qué tal si no fueran malas noticias
sobre mi hija?"

Una hora después* el teléfono sonó otra vez. Esta


vez respondí a tiempo y oí una amable voz masculina
que me decía: "La llamé anoche por equivocación.
Intentaba comunicarme con un amigó cuyo número de
teléfono es sólo un dígito distinto del suyo,
discúlpeme, espero no haberle causado ninguna
molestia". Me quedé atónita. Le agradecí al joven su
consideración. Le dije que Í>or supuesto me había
preocupado por mi hija, quien debía vivir cerca de él,
pero que fue un error preocuparme tanto, í En el
término de una hora, mi hija llamó para preguntarme
cómo iba todo; fue una llamada de rutina. Al final le
comenté lo ^ue había sucedido la noche anterior. Me
respondió que comprendía la forma en que reaccioné
y agregó que había oído otras ; historias similares en
su grupo de A.A. Luego continuó: "Mamá, i Creo que tu
Poder Superior trataba de decirte algo". Tuve que reír.
En realidad, nos reímos las dos. Aquí estaba la voz de
la razón y de la sabiduría que provenía de mi hija
alcohólica. Aquí estaba yo, lá enferma, quien creó una
situación insana debido a una llamada telefónica
equivocada.

t En la primera reunión, alguien mencionó que no


causé el alcoholismo de mi esposa, no puedo
controlarlo, y no puedo curarlo. Fue un alivio saber
que yo no causé que ella se convirtiera en alcohólica,
pero llevó mucho más tiempo captar el aspecto
relacionado con el control. No fue fácil entender en
realidad que no puedo controlarla ni puedo controlar
su comportamiento. No obstante, sí recordé que la
Oración de la Serenidad dice que yo puedo cambiar.
Admití que no tengo derecho a decirle a otra gente
cómo deben conducir sus vidas. No sé lo que sea
mejor para ellos, ni tampoco tengo derecho a decidirlo
en su lugar.

Al final también reconocí que mi esposa moriría si no


dejaba de beber. Fue sumamente difícil sentarme a ver
cómo se consumía más que nunca en un cierto tipo de
oscuridad que para mí era incomprensible; pero
aceptaba que era su decisión, no la mía. Mi hijo seguía
pidiéndome que no la dejara beber más. Intenté
explicarle, aunque casi no lo pude lograr, el motivo de
no poder hacerlo. Ahora ya no trato de explicar, con lo
cual evito discusiones inútiles y una gran frustración de
mi parte.

Vine a Al-Anon sintiéndome totalmente sola,


completamente indefensa y sin esperanzas. Me sentía
como que si fuera la única mamá de un alcohólico. Mi
dolor llegó a tal punto que pensé que no podría
soportar más. ¿Cómo era posible que alguien a quien
quería tanto, mi hijo menor, me causara tal
sufrimiento? Parecía que toda mi ayuda empeoraba su
situación. ¿Cómo podían estar tan equivocadas mis
intenciones llenas de amor?
Pensaba que lo ayudaba cuando mi esposo y yo
recorríamos una y otra vez calles desconocidas y
peligrosas de la gran ciudad en busca de su coche.
Pensaba que lo ayudaba cuando examinábamos su
auto detenido a un lado de la calle. Pensaba que lo
ayudaba cuando nuestro hijo al final nos llamaba, y yo
hablaba con él mientras su papá lo iba a recoger a
muchos kilómetros de distancia.

Me he llegado a dar cuenta de que las mejores


intenciones de los seres queridos pueden alimentar la
enfermedad del alcoholismo. Como siempre me pasaba
ayudándole, él no experimentaba las consecuencias de
sus propios actos.

El alcoholismo es una enfermedad progresiva. Ni todo


el amor del mundo podría impedir el agravamiento de
la enfermedad. Hubo un período de ocho meses en que
no supe nada de mi hijo. Cuando me llamó, estaba muy
arruinado por el alcoholismo. Me dio un número de
teléfono que puse en una caja que Dios manejaría. Así
evitaba el control al no saber si mi hijo necesitaba mi
ayuda. Al colocar ese número de teléfono en la caja de
Dios, era Dios quien estaba a cargo, no yo.

, Cuando mi esposo y yo fuimos a un Congreso


Internacional de Al-Anon, Se me hizo muy difícil
abstenerme de poner un aviso en todo lugar
pidiéndoles a los miles de personas allí presentes que
buscaran una camioneta gris pequeña. Nuestro hijo nos
esperaba cuando volvimos a casa. Había pasado más
de un año desde la última vez que lo habíamos podido
abrazar. Se quedó como tres o cuatro días y, una vez
más, la enfermedad del alcoholismo lo separó de
nuestras vidas durante otro período aparentemente
interminable.

Unos meses después, me llamó. Estaba en la cárcel,


a dos mil Cuatrocientos kilómetros de casa. Esta vez no
fuimos a buscarlo. Aumenté mi asistencia a las
reuniones y asumí mi primer puesto de servicio que
duraría tres años. Como tesorera de distrito, debía
centrar la atención sólo en lo que fuera útil.

Mi mandato de tesorera de distrito venció unos días


antes de que mi hijo saliera de prisión. Volvió a casa
como su Poder Superior lo había decidido: como
miembro de Alcohólicos Anónimos. Volvió sano y salvo,
sin mi ayuda.

Hoy, mi hijo, mi familia y yo tenemos una relación en


recuperación que sobrepasa ampliamente la relación
que teníamos dentro de la enfermedad familiar. Nos
queremos, nos respetamos, nos admiramos y nos
valoramos mutuamente, y disfrutamos el tiempo que
pasamos juntos como familia. Apoyamos las
actividades de los demás. Estamos siempre listos para
ayudar a encarar los retos y las oportunidades que la
vida nos presenta.

Mamá le dejó todo a papá cuando ella murió, lo que


se convirtió para mí en una larga lección de
desprendimiento. Mamá apenas tenía un año de haber
muerto cuando papá le ayudó a una mujer embarazada
y alcohólica, que fumaba marihuana, a mudarse a su
casa propia en otro pueblo a tres horas de distancia. La
casa estaba a nombre de los dos, pero papá la había
pagado. Él esperaba que ella también se encargara de
él. Un mes más tarde, la dejó y volvió a casa. Al final
ella se fue con gran parte de los muebles de mamá que
papá había dejado.

Era difícil aceptar que a su edad, papá fuera un


simple principiante. Nunca se le había dado la
oportunidad de dirigir sus propios asuntos. Aquí lo
teníamos, a los sesenta y ocho años, teniendo que
actuar como una persona adulta que sabía cómo
preparar su propio presupuesto, aun cuando en
realidad tenía muy poca experiencia.

Esperaba que papá supiera qué hacer simplemente


porque era mayor que yo, lo que me deparó muchos
sinsabores y noches de insomnio debido a la
preocupación y la frustración. No tenía derecho a
decirle cómo vivir su vida aunque me daban ganas de
hacerlo. Seguí asistiendo a mis reuniones. Seguí
hablando con Dios y con mi Madrina. Es en épocas
difíciles como esta donde tengo que separar los días en
"Un día a la vez" y dejar que papá viva su vida sin
injerencias de mi parte.

Papá tiene ahora setenta y cuatro años y creo que ha


aprendido muchas cosas desde que mamá murió. No
quiero decir que esté de acuerdo con las decisiones que
adopta, y se lo he dicho con franqueza.

Reconozco que las intenciones de papá hacia otras


personas son honestas. Mi padre tiene un espíritu
generoso. Tal vez practique el amor incondicional mejor
que yo.

Sin el programa de Al-Anon, mi vida sería totalmente


ingobernable. Necesito la forma de vida de Al-Anon a
diario para disfrutar y agradecer lo que tengo. Se me
hace muy fácil recaer en el comportamiento que antes
tenía.

Soy un hombre soltero de cuarenta y cinco años, hijo


de una madre alcohólica. Hace diez años puse fin a un
matrimonio insano y empecé a asistir a los Grupos de
Familia Al-Anon. He tenido tres relaciones desde que
me divorcié. Cada una de ellas me ha hecho madurar,
pero tengo grandes dificultades en soltar las riendas de
la más reciente. Estoy obsesionado por ella, lo que
también fue un problema en mi matrimonio. A veces
nos enfrentamos en un conflicto de voluntades. En mi
matrimonio la situación era peor porque entonces no
creía que era aceptable tener voluntad propia. En esa
época expresaba mis deseos de forma independiente,
tal como: "Tenemos que visitar a mis padres todos los
años", o mediante ataques de ira que terminaban en
sarcasmo, o con un portazo y luego me iba a caminar
por un largo rato.

I Ahora me esfuerzo en orar tanto por la gente que


quiero como ¡ por quienes me agravian. Este tipo de
plegaria es un instru- fe inento magnífico que me libera
de la obsesión por lo que no me 1 concierne.

| D e s p u é s de haber estado un tiempo en Al-Anon, me


volví algo '(' presumida. Pensaba que los problemas en
mi relación alcohólica | estaban bajo control. Fue
entonces que Dios consideró que debía ;í colocar otro
alcohólico en mi vida, mi hijo. Me sentí vencida y [ volví
al Primer Paso. Durante un período particularmente
difícil, I estaba convencida de que mi hijo moriría.

Mi Madrina me calmaba y me sugería que plantara


unas semillas. Le pregunté: "¿Quieres decir que plante
semillas de Al-Anon J y llame a un recién llegado?" Me
respondió: "No, que plantes unas í4'. semillas de flores"
Le pregunté cómo ayudaría eso a mi hijo, y me í
contestó que no lo ayudaría a él sino que quizás me
ayudaría a f mí. Así lo hice. Todos los años, desde ese
momento, mi hijo y yo

observamos cómo crecen y florecen las aguileñas. ] El


año en que estuvo en prisión, le mandé una foto de
nuestras flores. Gracias, Dios, por permitirme
continuar esta relación afectuosa con mi hijo adulto.
Le conté la historia de las semillas. Aunque siga
bebiendo, podemos abrazarnos y sonreír bajo la cali-
dez del amor de Dios.

Me arrastré hasta Al-Anon completamente


obsesionado por mi pareja. La gente en estas salas
me sugirió que siguiera viniendo a otras seis
reuniones. Aprendí que mi dolor podría ser la motiva-
ción para quererme a mí mismo.

Aprendí que el desprendimiento no es ni agradable


ni desagradable. Aprendí a ser cortés y a tener una
actitud considerada y cariñosa hacia todo el mundo
en todo momento. Aprendí que el fijar límites, me
protege y me ayuda a crear un espacio sólo para mí.
Aprendí a separarme de ella concentrándome en mis
problemas y encontrando soluciones. Oí hablar en
cuanto a ser honesto, liberal, y dispuesto. Busqué la
forma de desprenderme verdaderamente de ella, de
salirme de su camino y de seguir viviendo mi vida. Mi
obsesión respecto a su vida y luego el
desprendimiento fue algo muy penoso. Con la
ansiedad que me causaba la pérdida, escuché
historias y busqué respuestas en estas salas.
Practiqué los tres primeros Pasos una y otra vez, y
luego me preguntaba: "¿Cuál es mi parte en esto?"

Me empeño en ocuparme de mí mismo, en escapar del


drama y del caos, en respirar mientras rezo la Oración
de la Serenidad, en "Mantenerlo simple"; y en vivir
"Un día a la vez". Así mi abatimiento se reduce al
mínimo.

Para reflexión y debate___________________


8. ¿Cuál es la diferencia entre una relación que se
basa en el amor y otra que se basa en el
control?
9. ¿Cuáles son las tres cosas que agradezco hoy que
no dependen de otra persona?
10. ¿Cómo me siento en este momento?
11. ¿Me alejan los pensamientos de mis
sentimientos o me mantienen concentrado en
algunos de ellos?
12. ¿Cómo se relaciona la Oración de la Serenidad con
lo que hoy me preocupa?
13. ¿Qué cosa positiva puedo hacer hoy por mí?
Empezamos a
conocernos
Descubramos nuevas opciones
Capítulo Cinco______

w.
ue es
t

posible
encontr
ar un
nejor
camino
I A medida que nos recuperamos de los efectos del
alcoholismo, í empezamos a notar que nuestros
sentimientos suministran infor-

I
tnación que puede ayudar a guiar nuestras
acciones, sea cual sea C la forma en que
juzguemos esos sentimientos. Los sentimientos
vjüt* son positivos ni negativos, sino que son
nuestras reacciones a | tós mismos lo que nos
hace catalogarlos así. Cuando le ponemos ;
atención a los sentimientos que tenemos en
particular, podemos ; prender de ellos y centrar de
nuevo la atención en la simplicidad p del momento
presente.
I En el pasado, tal vez nos hayamos encerrado en
sentimientos de É culpa, sospecha o temor.
Reaccionábamos de forma automática, I; Gomo si
nuestros sentimientos fueran hechos inevitables en
lugar f de nuestra
interpretación de los
hechos. Sin embargo, a
menu- $ do disponemos
de más posibilidades de las que inmediatamente f ■
¿^conocemos, y nuestra percepción de los hechos
puede ser sólo jjfrárcial. Si podemos empezar a
reconocer que lo que sentimos en § cualquier
momento dado quizás no sea la respuesta final,
podre- I mos aceptar nuestros sentimientos con más
facilidad como fuente de información útil que nos
podría conducir en dirección positiva. No debemos
evitar los sentimientos. En lugar de eso, permita- ¡f
mos que éstos nos enseñen más acerca de nosotros
mismos. ; ' A muchos nos da miedo de que se repita el
pasado. Basamos f ■ nuestras expectativas futuras en
experiencias difíciles del pasado. Esta idea puede
originar en gran medida pesimismo y ansiedad en
nosotros, aunque no estemos en condiciones de saber
con seguridad lo que nos deparará el futuro. Sólo un
Poder Superior podría saberlo. La convicción de que
un pasado negativo se repita, no
obstante, puede convertirse en una profecía que se
cumple por su propia cuenta. No debemos aferramos a
ideas negativas como "Las cosas nunca me funcionan".
En su lugar podemos "Soltar las riendas y entregárselas
a Dios".

La forma de reaccionar a nuestros sentimientos es,


en última instancia, una opción. Casi todo el mundo ha
sentido desaliento o decepción en sus relaciones con
otra gente, lo que no es motivo para concluir que no
hay esperanzas de algo mejor. Tenemos la oportunidad
de reparar el mal cuando cometemos un error y la
libertad de aprender una lección positiva de una
situación negativa.

Reconocer que tenemos opciones nos abre la puerta


de la esperanza: la esperanza de que podamos
encontrar un medio más positivo de relacionarnos con
otra gente pese a los efectos del alcoholismo en
nuestras vidas. Una vez que nos damos cuenta de que
ya no estamos bloqueados de manera permanente por
esos efectos negativos, admitimos que existe una
amplia gama de distintas posibilidades. Aunque no
sepamos todavía lo que esas posibilidades podrían
significar para nosotros, podemos empezar a abrir los
ojos a los múltiples recursos de que dispone Al-Anon
para ayudarnos a ampliar nuestros horizontes.

Si nos decidimos, podemos encontrar maneras de


lograr consuelo, alegría y serenidad en nuestras vidas.
Con el apoyo y la comprensión de que siempre dispone
Al-Anon, podemos descubrir un medio distinto de
examinarnos y de examinar a los demás, dejando de
lado temores que una vez parecía que eran
insuperables. Como nos dice la Bienvenida Sugerida a
nuestras reuniones: "Nosotros también nos hemos
sentido desamparados y fracasados, pero en Al-Anon y
Alateen hemos aprendido que no hay situación
verdaderamente desesperada y que podemos hallar
satisfacción y hasta felicidad, ya sea que el alcohólico
siga bebiendo o no".

Así como el Segundo Paso nos informa que el sano


juicio de veras se puede lograr, también es posible que
tengamos expectativas más altas acerca de nuestras
vidas y nuestras relaciones. Puede llevarnos un cierto
tiempo centrar nuestros esfuerzos y nuestra atención
en lo que podemos cambiar en lugar de hacerlo en lo
que no podemos. Sin embargo, con ayuda y guía,
podemos ver, primero, que los avances positivos son
posibles y, segundo, que hay muchas maneras de
aprender a hacer realidad estas oportunidades en
nuestras vidas.

Podemos aprender a abrir el corazón y quedarnos


quietos. El crecimiento a menudo tiene lugar en ese
momento de calma entre lo que ha sido y lo que está
por venir. Cuando empezamos a escuchar, la tentación
de recaer en pautas antiguas se hace menos fuerte.
Podemos llegar a tomar conciencia de que
simplemente algo distinto podría suceder. Algunos
empezamos a dirigir nuestra atención a un Poder
superior a nosotros, y comenzamos a confiar en que
ese Poder nos guiará. Esta confianza exige que
aceptemos que no siempre sabemos lo que es mejor
para nosotros ni lo que sucederá en el futuro. Ni
siquiera estamos seguros de que siempre nos vaya a
gustar todo lo que nos ocurra. Quizás oscilemos entre
lo conocido y lo desconocido pensando sobre cuánto
tendremos que esperar para recibir respuestas.
Sabemos que las soluciones se pueden dar, pero no es
necesario que sepamos de inmediato cuáles son. Ahora
podemos permitirles que evolucionen a su ritmo sin
que tengamos que interferir.
Las cosas buenas llevan tiempo. Una bellota no se
transforma en roble de la noche a la mañana, pero es
indudable que crecerá aun cuando casi no lo podamos
percibir mientras sucede. Las raíces del roble
encuentran su camino creciendo alrededor de las rocas
y multiplicándose en raíces más pequeñas según lo
necesite. Los obstáculos no las sorprenden y se pueden
extender hacia otros lugares.

Podemos centrar la atención en crecer fuertes y


sanos todos los días. Si mantenemos nuestro centro de
atención sólo en lo que podemos hacer hoy, no
tenemos que preocuparnos por el tiempo que nos lleve
alcanzar nuestras metas. A medida que logramos
conocernos mejor, comenzamos a crear nuestras
propias raíces sanas. Aprendemos a crecer alrededor
de nuestros temores y de nuestros retos. Obtenemos
los instrumentos necesarios para crecer con más
fuerzas y mayor confianza, llegando un poquito más
arriba cada día. La vida puede convertirse en un viaje
que día tras día podemos disfrutar.
Historias personales

Más o menos un año después de que mi esposa y yo


nos divorciamos, fui a un bar local para celebrar el día
de San Patricio. Cinco minutos después de llegar, me
acerqué a una mujer joven y comencé a charlar con
ella. Me dijo que acababa de romper con su novio la
noche anterior y que la habían despedido de su empleo
esa mañana. Antes de Al-Anon, me habría quedado
para ver si podía ayudarla. En lugar de eso, me
disculpé para ir al baño y me escapé por la puerta
trasera.

Me pregunté sobre cómo pude haber elegido a la


persona con mayores problemas y empecé a darme
cuenta de que, sin saberlo, me sentí atraído por
alguien que sufría de dolor. Buscaba a personas que
reflejaran tristeza en sus ojos y tendía a evitar a los
que se estaban divirtiendo. Sin duda estaba
conociendo a personas que yo creía que necesitaban
ser enderezadas. Por medio de esta experiencia pude
ver un comportamiento que antes desconocía.

Tengo la tendencia de temerle al futuro y de


lamentar el pasado. Tomo una situación por la que
esté pasando y me proyecto hacia el futuro utilizando
mi ingeniosa imaginación para convertir un pequeño
incidente en una completa película de horror de ciencia
ficción, sin que absolutamente se base en hechos
reales.

A veces revivo los recuerdos dolorosos del pasado.


Recorro todos los mismos sentimientos y siento la
angustia, la ira, la vergüenza, y la culpa de ese
momento. Una vez que pongo fin a ese recuerdo, me
digo: Fuiste una gran estúpida y una gran tonta.

Utilizo los instrumentos de Al-Anon como ayuda. Eso


comprende el preguntarme a mí misma sobre qué
terreno estoy pisando en este preciso momento: en el
aquí y ahora. Respiro profundamente, le pido a mi
Poder Superior que me ayude a recobrar la serenidad,
y me tomo el tiempo para calmarme y escuchar la
fortaleza y sabiduría de mi Poder Superior. Hago todo
lo posible por "Mantenerlo simple".

AI practicar el Noveno Paso, primero le reparé el mal


causado a mi esposa alcohólica sin darme cuenta de
que también le debía reparar el mal causado a mi hijo
mayor. Aunque yo había olvidado su situación, él había
cargado con todo el peso de la enfermedad familiar del
alcoholismo. Al final intenté repararle el mal causado.
Le pregunté cómo podía ser un mejor padre, pero no
me contestó.
Un mes después, durante una reunión alrededor de
una fogata en un campamento de Alateen, los
adolescentes compartieron sobre el maltrato físico y
emocional que ellos sufrían en sus hogares alcohólicos.
En todas las historias, escuché a los muchachos decir
lo que mi hijo no podía decirme. Esa toma de
conciencia fue dolorosa, sentí como que si me tragara
la tierra.

Estos muchachos contaban la historia del maltrató


emocional de mi padre, mi historia y la historia de mi
hijo. Mi hijo pertenece por lo menos a la tercera
generación que ha sufrido este maltrato. Oré, y luego
compartí con ellos. Les comenté cómo me sentía al
escucharlos a ellos y luego a mi hijo, sabiendo que yo,
el sobrio, era el que maltrataba. Fue penoso;
necesitaba comenzar el proceso de alivio y reparé el
mal. Mi hijo y yo lloramos.

Quisiera decir que todo funciona bien hasta el


momento y que ahora soy el padre perfecto; pero debe
ser como dice el lema: "Progreso, no perfección". Hoy
seguimos esforzándonos por mejorar la relación y la
labor de servicio que juntos realizamos en el programa
contribuye en gran medida al alivio.

Hace unos años mi gato tenía una costumbre


particular. Cuando abría la puerta del apartamento, se
escabullía pasando entre mis piernas hacia el pasillo
público. Mi reacción era perseguirlo por todo el edificio.
Debe haber sido un espectáculo: una mujer de setenta
kilos persiguiendo a un gato blanco de seis kilos. Lo
buscaba por los pasillos de todos los pisos del edificio.
Un día se me ocurrió no perseguir al gato. Dejé abierta
la puerta del apartamento y el gato regresó cinco
minutos después.
Después de este episodio, me di cuenta de que no
necesitaba reaccionar ante mi gato. Eso representaba
la forma en que me relacionaba con la gente. Permitía
que mi instinto me dominara sin primero pensar.

En Al-Anon aprendí que no necesito reaccionar.


Puedo esperar, pensar bien las cosas, y adoptar una
decisión que me convenga. Siento que cuando no
reacciono con rapidez, actúo racionalmente. El gato
aún se escapa pasando entre mis piernas de vez en
cuando pero ya no lo persigo. Dejo la puerta del
apartamento abierta y vuelve por su cuenta. Hoy ya no
reacciono de inmediato a las acciones de los demás.
Me doy tiempo para escoger opciones.

Un día le comentaba a una amiga que había estado


casada durante quince años y que nunca había tenido
una pelea con mi esposo. Me dijo que no me creía. Yo
creía que eso era motivo de orgullo. Un tiempo
después, charlaba con otra amiga sobre el dolor que
me causaba ver a mi esposo beber tanto; no sabía por
qué lo hacía día tras día. Me respondió que ella iba a
un lugar donde yo podría acompañarla y escuchar lo
que la gente decía.

No podía creer lo que oía en esas primeras reuniones


de Al-Anon, pero pensaba: "Mi esposo nunca me haría
eso"; pero en realidad trató de impedirme la asistencia
a las reuniones escondiendo las llaves del coche. No
me parecía que su necesidad de controlar constituyera
un abuso. Después de un tiempo, me di cuenta de que
yo no tenía vida propia. Nunca hacía nada sin pedir
permiso y sólo hacía lo que él me permitía. No es de
extrañar que nunca nos peleáramos.

Ahora puedo decir que vivo para mí y hago lo que


quiero; como, cuando y donde me convenga mejor. No
dependo de nadie para ser feliz, y ya no me arrastro.
Me encanta la persona en la que me he convertido. Soy
franca y generosa. Digo lo que siento sin ser grosera.
Soy una persona sencilla. Todavía vivo con mi esposo
aunque hemos tenido algunos altibajos. Él no tiene
ningún programa y apenas dejó de beber recién hace
muy pocos años. De vez en cuando sufre recaídas,
pero sé que eso no tiene nada que ver conmigo. Amo a
la persona, no la enfermedad.

Antes del programa de Al-Anon, centraba la atención


por completo en la comodidad de otras personas. Los
sentimientos sobre mí misma eran exigentes,
humillantes y despreciativos. El lema "Hazlo con
calma" se convirtió en mi instrumento de cambio.

Cuando me encontraba en aprietos, un miembro de


Al-Anon solía preguntarme: "¿Qué me sugerirías si
estuviera en tu lugar?" Al guardar distancia de la
situación y examinarla desde una perspectiva distinta,
pude brindarme el mismo afecto y la misma atención
que les había brindado a otras personas. Podía hacer
girar mis pensamientos hacia ideas agradables y
respetuosas acerca de mi propio ser.

Casarme con un alcohólico satisfizo mi necesidad de


ser necesaria. Sin embargo, todavía tenía la sensación
de que me faltaba algo. Sabía que basaba mi
autoestima en lo que hacía por los demás y no
comprendía bien quién era yo. Aprendí a manipular,
controlar y humillar, pero a través de estos
comportamientos percibí que no podía vivir ni
mantenerme sin mi esposo. Me consideraba una
víctima.

Mi negación era poderosa. Culpaba a los demás y


tomaba las cosas con demasiada seriedad. Si alguien
se veía muy feliz, para mí estaba mal. En lugar de
decirle a mi familia o a mis amigos que mi esposo
bebía demasiado, le echaba la culpa a mi
insatisfacción laboral y cambiaba de empleo
frecuentemente. Cuando mi esposo alcanzó la
sobriedad, yo creía que todos los problemas se habían
terminado.

El resultado fue que los problemas continuaron


porque yo no estaba lista para el cambio. Seguía
pensando que el problema lo tenía él. Seis años más
tarde, mi vida estaba aún descontrolada y sentía ira,
tristeza y depresión. Sabía que no podría continuar así.
En última instancia, la única culpable de mi infelicidad
era yo. Un consejero me sugirió Al-Anon, y empecé a
asistir a reuniones. Tengo más conciencia de mí misma
ahora y veo aspectos de mi vida que puedo mejorar.
Tengo una relación personal con mi Poder Superior. Me
siento más aliviada porque ya no tengo que saber cuál
es el camino a seguir: porque Dios es quien lo sabe.

He aprendido a respetar a mi cónyuge y a


demostrarlo. Le dejo ser quién es y no trato de lograr
que cambie. Aprecio de nuevo las cosas que me
gustaban de él al principio de nuestra relación, y que
luego se tornaron irritantes. Nos reímos juntos,
trabajamos juntos y a veces jugamos juntos. Siento
gratitud por la situación

La deteriorada relación con mi madre me condujo a


Al-Anon. Aunque ambas tuvimos que encarar la
enfermedad del alcoholismo de seres queridos, un
muro de sentimientos heridos se erigió entre nosotras
a lo largo de los años. Percibí su frustración ante los
atascos en mi matrimonio como una condena contra
mí, y me puse a la defensiva. Cuanto más intentaba
defenderme, me volvía más sensible a sus críticas y
era menos consciente de su amor.

En Al-Anon descubrí que tenía algo que ver en la


interrupción de la comunicación con mi madre.
Comprender que había cosas que podía cambiar me
hacía sentirme liberada. Comencé por estar anuente a
la idea de que mi madre no estaba en contra mía, y
oré para que Dios me ayudara a restablecer una
relación de amor con mi mamá.

Dios también introducía cambios espirituales en la


vida de ella que nos permitían compartir nuestra fe de
una forma más profunda que antes. No obstante, me
sentía rechazada cuando mamá sugería algo acerca de
la relación con mi esposo. Después de todo, pensaba
yo, no necesitaba que me dijera que mi matrimonio era
ingobernable, que mi casa era un desorden y que la
cantidad de trabajo era abrumadora.

Sucedió que lo que en realidad necesitaba era el


valor de enfrentar las dificultades, confiarlas al cuidado
de mi Poder Superior, y esperar Su guía. Le conté a mi
esposo acerca de mis necesidades y él estuvo de
acuerdo en recurrir a un consejero conmigo. Las
reacciones ante mamá han pasado de una actitud
defensiva a otra de honestidad y franqueza. Ambas
relaciones están mejorando gracias a los principios que
he aprendido en Al-Anon.

Lo mejor de todo es que cuento con las esperanzas


de acercarme más a Dios y más a la aceptación y al
amor hacia mí misma al asumir las responsabilidades
que me corresponden. Me siento agradecida.

He estado en relaciones en las que me he sacrificado


totalmente para lograr que alguien más se sienta
tranquilo y feliz a expensas de mi propia tranquilidad.
Actualmente logro ser alguien que se ocupa de sí
misma y aun así puede amar a su pareja.
85 Descubramos nuevas opciones

Ya no centro mi atención en tratar de hacerle creer


que soy maravillosa. He soltado las riendas del temor
de que me abandone. Si él decide irse, es su decisión.
Es adulto y puede hacer lo que quiera. Yo tambiéri soy
adulta y ya no necesito que me crea maravillosa para
sobrevivir. Lo que él piense o crea no influye en quién
soy. Soy maravillosa sólo por ser yo. Sus acciones no
tienen nada que ver conmigo.

Como he soltado las riendas de la necesidad de su


aprobación y se las he entregado a Dios, mi pareja me
está haciendo saber que él definitivamente piensa que
soy magnífica. Tengo ahora la libertad de quererlo y
aceptarlo tal como es. Ha sido una experiencia
grandiosa.

Me crié en una familia alcohólica como la mayor de


ocho hijos. Mi padre era alcohólico y mi madre era hija
de un alcohólico.

Antes de morir, mi padre pasó un mes en un hogar de


ancianos. Mi madre y yo asistíamos juntas a unas pocas
reuniones de Al-Anon en esa época. Como había
asistido con regularidad a Al-Anon y era Representante
de Grupo, me sentía muy a gusto compartiendo mis
sentimientos en un grupo de Al-Anon. Era mucho más
reservada en cuanto a compartir mis sentimientos con
mi madre. Durante las reuniones a las que asistíamos
juntas, sin embargo, a veces me olvidaba de que ella
estaba presente y compartía abiertamente.

Me invadía un sentimiento extraño al recordar que mi


madre estaba sentada a mi lado. Luego me daba
cuenta de que ella también había crecido en un hogar
alcohólico y vivido el mismo aislamiento, maltrato
verbal, y negatividad que son comunes en hogares
alcohólicos. Ya no veía a mi madre como una persona
86 Descubramos nuevas opciones

que intentaba arruinarme la vida sino como una


hermana en Al-Anon. Esta nueva comprensión me
permitió ser más bondadosa con ella y amarla más que
antes, cuando la consideraba como hija adulta de un
alcohólico.

Me separé de mi primera esposa después de seis


años. Ella era hija de un alcohólico que bebía todavía.
Desde entonces, he llegado a darme cuenta de que yo
también tenía problemas familiares, aunque no estoy
seguro de que el alcohol fuera uno de ellos. Sin
recuperación, nuestros muros de protección eran tan
gruesos que no permitían relaciones verdaderas.

Después del divorcio, intenté conocer a alguien que


fuera más interesante. Lo logré: me casé con una
alcohólica. No busqué una alcohólica; ni siquiera me
enteré de que era alcohólica durante los primeros diez
años de matrimonio, en gran parte porque no sabía lo
que era el alcoholismo. Beber mucho era una forma de
vida normal para nosotros, quienes éramos oficiales
navales jóvenes.

No obstante, a medida que pasaban los años, su


bebida se convirtió en un problema más serio. Como
yo trabajaba y ella no, fue fácil protegerla de las
consecuencias de la bebida. Al final no pudo evitar las
consecuencias físicas de la enfermedad y casi se
muere. Después de dos semanas en cuidados
intensivos y otras dos en el hospital, le dieron
tratamiento. A mí me enviaron a Al-Anon.

Ambos estábamos aún insanos. Pese a que nos


esforzábamos en practicar nuestros programas, no se
podían evitar los problemas de un matrimonio de
diecisiete años que no funcionaba bien. Después de
dos años y medio de sobriedad, tuvo una recaída y, de
87 Descubramos nuevas opciones

inmediato, yo también. De alguna manera creía que


era mi culpa y me daba vergüenza de volver a Al-Anon.

En los años siguientes, hubo varios tratamientos


más; y más recaídas, y yo sufría los altibajos
correspondientes. Sin embargo, con el paso del
tiempo, pude centrar la atención en mi propio
programa y darme cuenta de que podía alcanzar la
serenidad, ya fuera que ella alcanzara la sobriedad o
no.

Los dos hemos gozado de más de cinco años de


recuperación continua. Las cosas distan de ser
perfectas. Ambos aún sufrimos esta enfermedad. Sólo
le falta pensarlo y tomarse un trago, y sólo le falta
tomarse un trago y emborracharse. Yo no tengo esa
opción de más: sólo me falta pensarlo y volverme loco.
Si no aplico los Pasos a diario y confío mi voluntad y mi
vida al cuidado de mi Poder Superior, enloqueceré
rápidamente, como lo estaba cuando vine al programa
por primera vez. ¡Mi problema ahora es que ya no
puedo echarle la culpa a su bebida!

Cuando comencé a salir con alguien en A.A., no creía


que el alcoholismo hubiera afectado mi vida. No era
alcohólica, ni nadie lo era en mi familia. Sufría mucho
debido a una relación alcohólica anterior, pero no veía
los vínculos. Mientras mi mundo de sueños estuviera
libre de dificultades, su problema no me concernía. Sin
embargo, sentía curiosidad cada vez que él
mencionaba tro- citos de filosofía de A.A. Parecía ser
tan sensata, tan mucho más aceptable de lo que mis
ideas preconcebidas me habían llevado a creer.
Después de seis meses de una relación que parecía
una luna de miel, él volvió a la bebida. Me sorprendí,
pero aún consideraba que era asunto suyo hasta la
noche en que no volvió a casa durante tres días. Me
puse histérica.
88 Descubramos nuevas opciones

Esta recaída fue para mí una bendición disfrazada. La


locura del alcoholismo se revelaba en mi cara y ya no
pude negarla. Vi como atrapaba a la persona que
amaba y, por medio de él, cómo me atrapaba a mí. Él
alcanzó la sobriedad y buscó un Padrino. Admiré su
valor y lo envidié porque yo también quería tener a
alguien con quien compartir mi confusión y dolor. Me
sugirió que fuera a Al-Anon, pero yo creía que no
cumplía con los requisitos. Aunque mi novio era
alcohólico, yo pensaba que ir a Al-Anon era causar un
engaño. Iba a tener una Madrina gratis mientras que
por una terapia debía pagar. Todavía me cuesta creer
que me lo merezco. De todas formas acepté ir a una
reunión pensando que me ayudaría a comprenderlo
mejor.

Esperaba oír un puñado de historias sangrientas en la


primera reunión: relatos del lado oscuro del
alcoholismo. En lugar de eso, oí cómo la gente
simplemente expresaba su experiencia, fortaleza y
esperanza. Me asombré, pero después también me
sentí mejor. Asistí a más reuniones y me dejé llevar por
la sinceridad y la humildad de los miembros que
compartían sus historias. Con lentitud empecé a
comprender que mis ideas, en todos los aspectos de mi
vida, se caracterizaban por el temor y los
resentimientos. Las relaciones con mis compañeros de
trabajo fueron las primeras que cambiaron a raíz de mi
nueva forma de discernir. Dejé de impugnar todas las
decisiones de mi supervisor y de agitarme por sus
incongruencias. No fue fácil, pero, al sentirme mucho
mejor, seguí adelante.
Reconocernos que es posible encontrar un mejor camino 81

Luego comenzaron a mejorar las relaciones


familiares. Al deshacerme de resentimientos a los
que me había aferrado durante años, empecé a
apreciar a mi madre. De inmediato ella se dio cuenta
del cambio de tono de mi voz cuando me llamó
porque me alegraba saber de ella. Tan solo este
milagro hubiera sido suficiente para valorar el
programa de Al-Anon, pero ese no fue el final. Al
trabajar con una Madrina, comencé a considerar la
posibilidad de la existencia de un Poder superior a mí
en algún lugar del universo. Aunque tenía serias
dudas, deseaba que fuera cierto teniendo en cuenta
el caos en que yo había transformado mi vida. Qué
alivio sería confiarla al cuidado de alguien más.

Los ejemplos bondadosos de mi Madrina, de mi


novio, y de los miembros en las reuniones me
hicieron poner en tela de juicio mi obstinación. Decidí
actuar como si creyera en un Poder tipo Dios- Alá-
Buda. Por supuesto los dones que recibía
constantemente me convencieron. Pese a que mi fe
es reciente, apenas un pimpollo verde en la punta de
un tallo, mi Poder Superior me dio la bienvenida con
una cálida ráfaga de rayos de sol que me impulsa a
actuar con franqueza.

Ahora la relación con mi novio se beneficia de la


práctica del programa de Al-Anon. Todavía
tropezamos con comportamientos del pasado, pero
decidimos confiar en que nuestro Poder Superior nos
guíe para salir de ellos. La confianza representa un
territorio nuevo para mí. Nunca hubiera creído que
fuera posible. Le agradezco a mi Poder Superior cada
día que Él me condujo a la recuperación mediante un
compañero tan bondadoso y dispuesto. Si bien
comencé a asistir a reuniones para comprenderlo a
él, me descubrí a mí misma y, por increíble que
parezca, descubrí también un Poder Superior.

Cuando era más joven, trataba de complacer a


todo el mundo. Me alegraba hacer que la gente se
sintiera feliz y me esforzaba por hacerlo. Recuerdo
que mi padre me decía que era imposible hacer feliz
a todos. Siempre había pensado que simplemente él
no lo intentaba con determinación. Yo la tenía e iba a
hacer feliz a todos los que me rodeaban.

Cuando entablé una relación con un alcohólico,


pensé al principio que no era tan difícil hacerlo feliz.
Beber alcohol le daba felicidad. Así que siempre era
la primera en comprárselo. Al final comprendí dos
cosas. Primero, no es una buena idea que mi
felicidad dependa de su consumo de alcohol y,
segundo, que podía comprar todo el alcohol del
mundo, sin que eso nos brindara felicidad.
Reconocernos que es posible encontrar un mejor camino 81
Después de venir a Al-Anon, me di cuenta de que
no podía hacer feliz a otra persona. Me esforzaba
tanto que me perdía yo misma y mi felicidad en el
intento. Comprendo ahora que sólo puedo cambiar
yo mí misma y aprender a ser feliz. Hay gente que ha
podido ver un cambio de actitud de mi parte y ha
respondido, brindándome más felicidad a cambio.

En este momento estoy en una relación diferente.


Los dos entendemos los problemas que tenemos.
También entendemos que somos responsables de
enfrentar nuestros propios problemas. No soy
responsable de los problemas que él trajo a la
relación y él no es responsable de los que traje
conmigo. Ahora cuento con una relación en la que
somos dos personas por separado que de igual forma
pueden disfrutar la compañía del uno al otro. Ese es
un don grandioso.

Vine a los Grupos de Familia Al-Anon porque le


gritaba a mi hija de dieciséis años, quien era la más
unida a mí. Me di cuenta de que ella no se merecía
que me comportara así y que yo necesitaba ayuda.

Soy hija adulta de un alcohólico. Cuando llegué a


Al-Anon, tenía plena conciencia de que necesitaba
algo, que mi vida se había tornado ingobernable. En
poco tiempo aprendí que el cambio era posible, y
hasta probable, si hacía lo que debía: asistir a
reuniones, leer literatura, y conseguir una Madrina.
Luego debía "Soltar las riendas y entregárselas a
Dios" para que Él hiciera por mí lo que yo no podía
hacer. Fue en realidad la primera vez en que tomé
conciencia de que no tenía que hacerlo todo sola,
que tenía a mi disposición el apoyo de otras personas
en el programa y el de mi Poder Superior.

Al inicio, estaba tan feliz y agradecida por el


programa que quería que todo el mundo lo
compartiera. Casi lo predicaba, en especial a mi hija.
Durante años, la alenté a asistir a Al-Anon, pero no lo
hizo. Desde entonces he aprendido que el programa
se basa en la atracción y no en la promoción. Yo
trataba de controlarla a ella y ser su Poder Superior,
algo que no soy.

Me complace informar que mi hija participa en otro


programa de Doce Pasos e incluso ha comenzado un
grupo donde vive. Ahora está casada y tiene su
propia familia. Aún intento practicar mi programa y
no interferir en su vida. Al final he aprendido a res-
petar su vida tal como es: su vida. Tenemos una
relación estrecha y afectuosa, que atribuyo al
crecimiento que he logrado a lo largo de los años.
Ahora vivo mi vida y centro la atención en mí misma.
Reconocernos que es posible encontrar un mejor camino 81

Por primera vez en la vida, tengo una pareja que


me permite ser quién soy. En relaciones anteriores,
era exageradamente sensible a las necesidades de
los demás y me olvidaba de las mías. Con la ayuda
de los Pasos y, lo que es más importante para mí, de
las Tradiciones, he aprendido a mantener la paz y a
preguntarme "¿Cuán importante es?" ¿Qué prefiero,
ganar o ser feliz?

Tuve que aprender a conocerme y aceptarme (y


ser incondicional en mi aceptación) con el fin de
quererme completamente tal como soy. Cuando hay
asuntos que discutir, me empeño en comportarme
con flexibilidad y en escuchar con el debido respeto,
lo que no siempre es fácil. Los viejos detonantes del
pasado voltean sus feas caras y vuelve a surgir esa
idea de la niñez: si no tengo razón, no me quieren, y
si no me quieren, me abandonarán y moriré. Cuando
pueda desprenderme de mi pareja y permitirle ser
exactamente como ella quiere ser, estoy realzando la
intimidad y creando una atmósfera de mutuo
compartir. Solía pensar que una relación sana debía
involucrar un enorme esfuerzo. Ahora veo que
cuando selecciono la gente apropiada, mis relaciones
son equilibradas y afables.

Para reflexión y debate:___________________

1. ¿Cuáles son algunas cosas positivas que puedo


encontrar en una situación que hasta ahora he
considerado totalmente negativa?
2. Si dejo de tratar de enderezar ciertas relaciones,
¿cómo podría beneficiarme?
3. ¿Qué he observado últimamente que alguien en mi
vida hacía correctamente?
4. ¿Cómo puedo utilizar el Segundo Paso en mis
relaciones?
5. ¿Hago una pausa para escuchar a mi Poder
Superior en lugar de reaccionar de inmediato ante
otra persona? ¿Cómo puede eso cambiar mis
relaciones?

6. ¿De qué manera me ha ayudado el lema "¿Cuán


importante es?" a seleccionar una respuesta
distinta a una situación personal?

los Conceptos de Servicio, garantizan que toda reunión sea con-


gruente con los principios de Al-Anón y que todos sean bienve-
nidos. Hacemos lo posible por seguir centrando la atención en
nosotros mismos. Pese a que somos seres individuales en una
Reconocernos que es posible encontrar un mejor camino 81
situación singular, comenzamos a observar que tenemos mucho
en común con los demás. Por eso, aunque aprendamos a ser
independientes, también adquirimos mayor capacidad de
trabajar juntos como grupo unificado. Estos son los primeros
pasos en la construcción o reparación de relaciones con otras
personas.
Cuando participamos en debates sobre conciencia de grupo
informada en las reuniones, aprendemos a decidir de manera
pacífica cuestiones que son importantes para el grupo. Este pro-
ceso nos proporciona la oportunidad de examinar todas las face-
tas de una cuestión, de hacer preguntas, de compartir nuestras
opiniones y luego de aceptar la decisión del grupo como un
todo, ya sea que nuestra opinión prevalezca o no. Aprendemos a
comunicarnos con destreza y sin dramas.
Mediante el apoyo de la hermandad de Al-Anón, seguimos
expresando ideas que antes nos guardábamos. Más adelante
practicamos actitudes y acciones nuevas en el mundo. Sabemos
que si nos tropezamos o aun si nos caemos, hay un lugar seguro
al cual volver a revitalizar nuestro compromiso.
Cada vez que asistimos a una reunión de Al-Anón, sabemos
que estamos entre gente que comprende. Podemos ser nosotros
mismos, trayendo con nosotros nuestras luchas y triunfos, y
encontrarnos con otras personas que han tenido experiencias
similares. Si asistimos constantemente, dejamos de temer por la
forma en que las relaciones en nuestra vida nos definen, y
aprendemos a aceptarnos a nosotros y a otras personas tal como
somos.

Riesgos y

recompensas 97

Historias personales ________

Tristeza y vacío era lo que predominaba en todo mi ser. Mi vida


era un caos, y me sentía completamente desamada e incapaz de que
me amaran. La infelicidad que sentía me impulsó a Al-Anón.
Aunque todos me recibieron con calidez, sospechaba de la pre-
ocupación que demostraban. Interpreté sus rostros sonrientes como
prueba de que eran un puñado de impostores. Retrocedía a sus
abrazos y rechacé sus amables invitaciones para tomar café después
de la reunión. ¿A quién le iba a importar una gorda fea, estúpida,
que no valía nada?
A pesar de que mis dudas casi me impidieron volver, en lo más
profundo de mi ser algo me instó a seguir viniendo. Semana tras
semana, mientras los miembros compartían su experiencia, forta-
leza y esperanza, poco a poco comencé a "Escuchar y aprender". A
veces me atemorizaba que en realidad pudiera sentir la presencia de
Reconocernos que es posible encontrar un mejor camino 81
Dios entre nosotros. Al dedicarme de lleno al programa, me
presentaron a un Dios bondadoso que me amó sin condiciones.
Por medio del cuidado que recibí, me sentí como un pimpollo de
rosa que se convertía poco a poco en una bella flor. Con cada pétalo
nuevo, eliminaba las imágenes negativas que tenía de mí en el
pasado y comenzaba a reconocer el talento y los dones singulares
que Dios me ha otorgado. Aprendía a quererme a mí misma como
Dios me quería. A medida que esta actitud positiva florecía y
crecía, descubrí que mis relaciones con otras personas también
mejoraban. Era mucho más fácil querer y aceptar a otras personas
cuando me quería y me aceptaba a mí misma.
Esta actitud nueva me trajo tanta alegría que amplié mis hori-
zontes a mis alumnos de séptimo y octavo grados, muchos de los
cuales luchaban con esa escasa autoestima que en una época nie
había atormentado. Quería tenderles una mano y ayudarlos a
deshacerse de su negatividad. Quería que ellos florecieran, que
progresaran y se vieran ellos mismos y del uno al otro como seres
humanos dignos de amor. Mi nuevo mantra silencioso era mirar a
los demás a través de los ojos de Dios y celebrar la belleza que Él
ve en cada uno de ellos. Con cada afirmación que recibían, mis
alumnos comenzaron a reconocer el aula como un medio seguro
en el cual compartir su talento y dones singulares.
La respuesta de mis alumnos a mis afirmaciones ha sido
hermosa y contagiosa. Es una verdadera satisfacción ser
saludada todos los días por una multitud de rostros sonrientes.
Como ellos saben que yo busco sus mejores características, eso
es precisamente lo que traen a la clase. Como saben que celebro
lo que cada uno tiene de especial, a su vez me demuestran su
afecto y preocupación por mí, ayudándome a reconocer mi
talento y dones propios. Todos los días traen una nueva
celebración del amor de Dios.

El novio de mi mamá me sometía a maltratos físicos en mi


niñez. Volvía a casa borracho y me pegaba constantemente. Eso
produjo que me asustara mucho la gente y la posibilidad de que
me hirieran. Construí muchos muros de protección que luego se
convirtieron en mi prisión. Crecí disfrutando la soledad porque
la consideraba segura. Sin embargo, también crecía ese
sentimiento corrosivo de soledad e incomunicación. Sabía, en mi
interior, que necesitaba la compañía de otra gente, que no podía
continuar aislado de la humanidad. No me sentía seguro con la
gente pero la necesitaba. El dilema se transformó en un dolor
intenso.
Fui a mi primera reunión de Al-Anón sintiéndome nervioso e
inseguro de lo que iba a encontrar. Quedé atónito al percibir la
amabilidad y la consideración con las que todos me trataban.
Escuché con sobrecogimiento cuando la gente se turnaba para
compartir su corazón y revelar su alma. Había encontrado un
lugar en el que podía estar con la gente y relacionarme con ellos
seguramente. Desde ese momento, he podido abrir el corazón,
calmar la cabeza y también compartir el alma.
Todavía tengo dificultades en comunicarme con otras personas
en general, pero sé que siempre habrá un lugar en el que pueda
estar con gente que me enriquece. Estoy aprendiendo a ser fran-
co con todos y a darles la posibilidad de comunicarse conmigo.
Ahora sé que es posible que nos tratemos con afecto mutuo,
amabilidad y respeto. Observo cómo todos nos aliviamos,
progresamos y aprendemos a estimular y fortalecer las
relaciones con nosotros mismos y con otras personas. Hoy
comprendo lo que es la gratitud.

Antes de asistir a Al-Anón, sólo me relacionaba con mi familia


inmediata. Tenía demasiados secretos y no quería hablar sobre
lo que sucedía en mi vida. Era la reina de la soledad. En mi
primera reunión, me horrorizaron la calidez y los abrazos
compartidos por los miembros. Apreciaba mi soledad y
aislamiento. No obstante, oí algo en esa reunión que me hizo
volver. Quería oír más.
Se sentía maravilloso el no ser juzgada en las reuniones de Al-
Anón. Comencé a relacionarme con otras personas, cosa que
nunca había hecho antes. Comencé a derribar todos los muros
que había construido en torno a mí misma para alejar al resto del
mundo. Los había construido por temor a que me juzgaran.
Hoy tengo muchos amigos en Al-Anón. Comparto secretos y
problemas, y aun así me quieren. Mi recuperación se vincula a
estas relaciones. El alcohólico de mi vida se ha marchado pero
yo sigo en Al-Anón con mis amigos de Al-Anón.

Cuando vine a los Grupos de Familia Al-Anón, era a menudo


el único hombre en las reuniones. Las mujeres me alentaban a
que expresara mis sentimientos, algo que nunca había aprendido
en mi niñez. Sin embargo, me preguntaba cuál era el motivo de
esa dificultad en relacionarme con los demás. Cuanto más oía a
otras personas compartir sus sentimientos, más frecuentemente
me ponía en contacto con los míos. Demostró ser una gran
ventaja en todas mis relaciones.

Luché durante once años para que mi esposo dejara de beber.


Lo intenté todo, desde el silencio ominoso y las amenazas de
dejarlo hasta los gritos y las lágrimas. Luego dejé de intentarlo.
Había tocado fondo. Al final fui a una reunión de Al-Anón
donde conseguí una lista de preguntas con el fin de cambiar a mi
esposo. Los miembros fueron muy amables conmigo y me
pidieron que volviera.
Lo hice. Aprendí a centrar la atención en mí misma y a cuidar
de mí misma y de mis hijos. Desafortunadamente, mi matrimo-
nio terminó en divorcio. Poco después, mi ex esposo comenzó
un tratamiento que le ha permitido estar sobrio los últimos
quince años. Después de diez años de sobriedad, nos volvimos a
casar, pero dejé de asistir a reuniones. Luego nuestro hijo tuvo
problemas con la ley debido a su adicción. Sentí que recaía otra
vez hacia el abismo oscuro de amar a alguien con una
enfermedad, pero conocía un medio para dirigir mi vida. El
programa de Al-Anón me permite vivir la vida que deseo.

Me consumía la ira cuando asistí a la primera reunión de Al-


Anón hace dos años. Había estado en terapia antes, había leído
muchos libros de autoayuda, y hasta había probado la religión.
Nada me había proporcionado un alivio significativo. Esa
primera vez que asistí sentía tanta ira: ira hacia clientes y
compañeros de trabajo, y hacia mi pareja de dos años, quien
participaba muy activamente en A.A.
Siempre estaba airado y pensaba que los demás carecían de
sensatez. Me sentía frustrado con mi pareja, quien asistía a sus
reuniones casi a diario. Solía llamar a mis amigos, quienes no
estaban en ningún programa, y ellos me daban la razón. Tenía
todos los motivos para estar resentido.
Al principio sólo iba a Al-Anón para aprender a fastidiar
menos a mi pareja y a brindarle más apoyo. Cuanto más asistía,
más consciente era de mis temores y de las expectativas de que
mi pareja satisficiera mis necesidades. Un año después de asistir
a Al-Anón, charlaba con un miembro antiguo y me quejaba de
que mi pareja asistiera a tantas reuniones. Ella dijo que yo
"debería mejorar la calidad de vida que tenía". Me dijo que entre
más mejorara la calidad de vida que tenía, menos dependería de
mi pareja para satisfacer mis necesidades.
Ha sido difícil no permanecer sentado en casa esperándola con
cara de víctima. En lugar de eso, voy a reuniones de Al-Anón
tres o cuatro veces por semana, llamo a mi Padrino, y practico
los Pasos con diligencia. Culpo menos y acepto más. Como ya
no dependo de ella para satisfacer todas mis necesidades, nuestra
relación ha mejorado. No se basa tanto en el temor ni en la nece-
sidad sino en el respeto mutuo en donde dos personas puedan
tener una vida separada de la relación. Sigo aprendiendo de otras
personas y aprendiendo acerca de mí.

He estado casada durante veintiocho años y airada gran parte


de ese tiempo. Pensé que si teníamos hijos, nos convertiríamos
en una familia feliz. Creía que si mi esposo simplemente dejaba
de beber, yo me sentiría mejor. Muchas veces le dije lo descon-
siderado y egoísta que era. Sentía que yo tenía que hacerlo todo:
cuidar de los niños, hacer las compras, encargarme de las tareas
domésticas y administrar las finanzas. Solía quedarme despierta
la mitad de la noche intentando explicarle cómo me sentía, aun-
que todavía no lo sabía en realidad.
En Al-Anon aprendí sobre el desprendimiento, y luego sobre
el desprendimiento con amor. Aprendí a buscar lo bueno y a
dejar de revolearme en las cosas malas. Estoy aprendiendo a ser
buena conmigo misma.
Actualmente puedo comunicarme con mi esposo razonable-
mente bien, aunque él continúa bebiendo a diario. Al-Anon me
ha ayudado también en la relación con mis hijos, quienes ya son
adultos.

Mi motivo inicial para asistir a Al-Anon fue contar con un len-


guaje común con mi novia, quien asistía a A.A. Ella creía que si
yo iba a Al-Anon, podría entenderla mejor, y yo estuve de
acuerdo. Fue una de las muchas decisiones que adopté con el fin
de agradar a la persona alcohólica con quien había entablado una
relación.
Pasé varios meses principalmente escuchando. Nunca oí nada
con respecto a agradar al alcohólico. En lugar de eso, oí que la
gente hablaba sobre lo que había hecho en el programa de Al-
Anon para ayudarse a sí mismos. La idea de centrar la atención
en mí mismo en una relación íntima o en cualquier otra relación
para tal efecto, fue un concepto totalmente nuevo.
Estuve casada con un alcohólico durante treinta años. Tenía
relaciones enfermizas con todo el mundo. Era una fierecilla que
fastidiaba y encontraba defectos en los demás. Les enseñé a mis
hijos a seguir mi ejemplo de mostrarle al mundo exterior una
apariencia de vida normal, y hasta feliz. Mis acciones
garantizaban la prolongación de los problemas familiares hasta
la^próxima generación. Con mi familia más amplia: mis padres
y mis hermanos era la persona clásica que complacía a todos,
dispuesta a hacer cualquier cosa por cualquiera en cualquier
momento, excepto por mí misma.
Sabía que no era feliz pero no sabía qué hacer al respecto.
Había pasado tanto tiempo desde la última vez que había sido
honesta con alguien que me sorprendían el amor y el apoyo que
me brindaban en reuniones de Al-Anón. Fueron mis queridos
amigos en esa primera reunión los que me demostraron que
podía entablar y mantener relaciones simplemente siendo yo
misma.
Justo antes de su muerte, mi esposo le comentó a todo el
mundo que los últimos años de nuestro matrimonio habían sido
los más felices de su vida. Y eso se debió a Al-Anon, porque él
no había dejado de beber. Ahora dejo que mis hijos sean ellos
mismos y que cometan sus propios errores sin que yo interfiera.
Tengo mi propia vida, y llena de amigos.

Soy un hombre adulto que ha convivido con el alcoholismo


toda su vida. No me daba cuenta de lo tanto que la enfermedad
había afectado toda mi vida. Al final me casé, tuve hijos, y los
traté de la misma manera en que yo había sido tratado.
Mediante las reuniones de Al-Anon aprendí que sólo debo
ocuparme de mí mismo. Los demás se ocuparán de sí mismos.

Al criarme con el alcoholismo, sentía que nunca aprendí a


entablar relaciones normales. Vine a Al-Anon porque no sabía
cómo enfrentar las relaciones con los alcohólicos que forman
parte de mi vida.
Veía que otras personas parecían encarar sus relaciones sin las
batallas que yo debía librar. En todo momento trataba de ser
amable con los demás, pero aun así terminaba hiriéndolos
98 Descubramos nuevas opciones

y sintiéndome muy mal conmigo misma. Intentaba desespera-


damente mantener la paz con los que me rodeaban. De alguna
manera había decidido que ese era mi papel.
Cuando entré a las salas de Al-Anon, conocí gente que hablaba
sobre sus sentimientos, lo que era un campo que me provocaba
temor. Mientras escuchaba, otras personas comentaban sobre
sentimientos similares a los que yo tenía. Cuando por fin encontré el
valor para expresarme, nadie se rió ni me puso en ridículo. Cuando
le pedí a una persona que fuera mi Madrina, ella no me rechazó
como yo temía. Con esa relación comencé a aprender a entablar
relaciones sanas.
Fue un milagro darme cuenta de que podía compartir mi verdadero
yo: mis sentimientos reales, no simplemente lo que creía que la gente
deseaba oír. Empecé a defender mi propia causa y a asumir la
responsabilidad de mis acciones (o de la falta de ellas). Empecé a ser
honesta conmigo misma y con otras personas. Aprendí a afrontar a
quienes me herían. Aprendí que si otras personas continuaban
tratándome mal, no necesitaba que fueran parte de mi vida, sin
importar cuánto profesaran que me amaban. Tuve que probar
comportamientos nuevos en un medio seguro antes de probarlos en
el mundo exterior. Obtuve apoyo y una reorientación amable cuando
lo necesitaba.
Empecé a dejar de poner en tela de juicio mi capacidad de rela-
cionarme con otras personas. Llegué a reconocer que ya había tenido
varias relaciones positivas con gente, las cuales duraron muchos
años. No siempre lo hice todo perfecto en dichas relaciones, pero esa
gente aún me amaba. Así empecé a confiar en lo que mi corazón me
dictaba en cuanto a las relaciones.
En este momento estoy aprendiendo la forma de tener una buena
relación conmigo misma, algo que me ha faltado durante años.
Aprendo a tratarme más que todo como trataría a un amigo o a otro
ser querido. Después de compartir y de vivir el programa de Al-
Anon, estoy convencida de que si logro entablar una buena relación
conmigo misma, las relaciones con otras personas también parecerán
más fáciles.
Antes de Al-Anon, siempre estaba ocupada y no tenía tiempo
para hacer nada con otras personas. Me ocupaba de los demás y
pasaba por alto mis propias necesidades. Me aislaba en las
fiestas. Temía la intimidad porque estaba segura de que otras
personas verían lo imperfecta que era. Me convertí en una mujer
solitaria, resentida, paralizada y aislada. Nunca sospeché que
estos eran simplemente los efectos de lo que hacía, y de lo que
siempre había hecho.
En las reuniones de Al-Anon aprendí a hacer las cosas de
modo distinto. Encontré un vínculo con un Poder Superior que
es fuente de consuelo y fortaleza. Puedo expresarme con
sinceridad en mis relaciones, aceptar a otras personas tal como
son, y a percibir los dones que los demás me ofrecen.
99 Descubramos nuevas opciones

Fui miembro activo de Al-Anon con cinco años de recupera-


ción antes de que mi esposo y yo nos mudáramos a otro estado.
Después de la mudanza, tuve la intención de asistir a reuniones
y encontrar un nuevo grupo al cual pertenecer, pero tuve dema-
siadas cosas que hacer. Había que desempacar y acomodarnos
en el nuevo hogar. Las cosas iban bien y, aunque no nos
relacionábamos con otra gente, éramos felices juntos.
Justo antes del Día de Acción de Gracias, se le diagnosticó un
cáncer de pulmón a mi esposo. Yo tenía un nuevo empleo desde
hacía siete meses y habíamos estado casi dieciocho meses en
nuestra nueva ciudad. Cuando se le descubrió el cáncer, ya se
había extendido a los nodulos linfáticos. Se inició una andanada
de visitas a médicos, tratamientos, y crisis grandes y pequeñas.
Nuestras vidas consistían en citas con médicos y hospitales.
Además, yo tenía que seguir trabajando para mantener el seguro
médico que era imprescindible. A pesar de todos mis esfuerzos,
mi esposo falleció después de diez meses de tratamiento.
El dolor me abrumó. De repente ya no tenía nada en qué ocu-
parme. Estaba en una casa vacía sin amigos cercanos ni familia-
res. Fui a una reunión de Al-Anon porque estaba desesperada.
No recuerdo mucho de esa reunión excepto que pronuncié las
palabras: "Mi esposo murió" y empecé a llorar.
I Dos excepcionales mujeres que eran viudas de inmediato me I
brindaron su apoyo. Me dieron sus números de teléfono y me l
dijeron que las llamara. Me insistieron que volviera y así lo hice. I
Una de ellas empezó a llevarme a tomar cafe por la mañana. |
Hablábamos y ella compartía su experiencia en el programa y con |
la muerte de su esposo. Empecé a cocinar con la otra mujer que |
había conocido, quien también compartía su experiencia, fortale-I za
y esperanza conmigo. Nos reuníamos por lo menos una vez por mes
y preparábamos comida que nunca antes habíamos hecho. Después
del primer intento, necesitábamos gente que probara el experimento,
y comenzamos a invitar a otros miembros del grupo I para que
comieran el experimento del día.
Al final los miembros de mi grupo me invitaban a todo tipo de |
eventos sociales. En la época de fiestas, recibía invitaciones de h,
diferentes miembros de Al-Anon para visitar sus casas, desde el I
Día de Acción de Gracias hasta el Día de Año Nuevo. Pasamos de I
ser miembros del mismo grupo a ser amigos. I Desde entonces, los
miembros de mi grupo se han transfor-| mado verdaderamente en mi
familia. Como sucede en cualquier 1 familia, me siento más
vinculada a unos que a otros de mis fami- I liares. Tengo una
relación muy firme con las dos mujeres que | al principio me
tendieron su mano. Me siento muy cerca a otro I miembro, de una
forma que nunca creí que se pudiera. Nos hemos I apoyado
mutuamente por medio de enfermedades y operaciones. I
Compartimos triunfos y fracasos, y vamos a reuniones. Para mí, 1
los jueves por la noche son sinónimo de reunión familiar a la que |
todos llegan, se unen entre sí, y se dan y reciben abrazos. I Los
miembros de mi grupo han cambiado. He aprendido que en I mi
vida la gente viene y se va, pero el grupo principal que consi- I dero
100 Descubramos nuevas opciones

mi familia sigue siendo el mismo. Fui a esa primera reunión 1 con


tanto dolor que lo único que quería era algo de alivio. Lo que i recibí
fue una familia que me quiere de verdad, un nuevo com-| promiso de
mi parte con el programa de Al-Anon, y progreso en I mi
recuperación.
Para reflexión y debate:____________
1. ¿Cómo mejora mi recuperación el compartir en una
reunión?
2. ¿Cómo puede mi participación en reuniones ayudarme a
aprender a hablarle a otras personas en mi vida?
3. ¿Por qué considero a un grupo, y no a otros, como mi pro-
pio grupo?
4. ¿He solicitado alguna vez una reunión de conciencia de
grupo debido a un conflicto entre miembros de mi grupo?
¿Cómo encaró el grupo ese conflicto?
5. ¿Cuando me siento frustrado en una reunión, cuál es el
problema? ¿Hay alguna lección que debo aprender?
6. ¿Qué tipo de cambios, si los hay, he observado en la forma
de relacionarme con personas fuera de las reuniones?
101 Descubramos nuevas opciones
102 Descubramos nuevas
opciones
Descubramos nuevas opciones

Capítulo Siete

Creamos un equilibrio en
nosotros mismos
Quienes hemos convivido con los efectos del alcoholismo
podemos obsesionarnos con el comportamiento de otras perso-
nas. Dedicamos tiempo a analizar comportamientos, a entender
los motivos, y a identificar lo que consideramos que anda mal
con quienes nos rodean. En Al-Anon aprendemos que el anali-
zar excesivamente a otras personas puede ser contraproducente.
Desde la primera reunión se nos recuerda mantener la atención
centrada en nosotros mismos y no en los alcohólicos de nuestras
vidas. En poco tiempo descubrimos que no es posible construir
relaciones sanas si no sabemos quiénes somos.
Los Pasos Cuarto y Décimo, los Pasos del examen de
conciencia, son los instrumentos de Al-Anon que nos ayudan a
saber quiénes somos. En el Cuarto Paso, "Sin temor, hicimos un
sincero y minucioso examen de conciencia'! En el Décimo,
proseguimos con nuestro examen de conciencia, admitiendo
espontáneamente nuestras faltas. Estos Pasos son útiles para
examinar en nuestro interior las cosas que hemos hecho que nos
hacen sentirnos bien, así como las que lamentamos. Llegamos a
estar dispuestos a crear una visión equilibrada de nosotros
mismos.
Al realizar nuestro examen de conciencia, muchos percibimos
que poseemos los mismos defectos de carácter que hemos reco-
nocido en otras personas y que hemos resentido de ellas. Estos
defectos tal vez no sean idénticos a los que observamos en otras
personas pero, si dejamos de lado excusas y justificaciones, qui-
zás encontremos que las características que nos desagradan de
otras personas son también parte de la forma de nuestro carác-
ter. Con el tiempo ya no consideramos que quienes fueron obje-
to de nuestro resentimiento, de nuestro desprecio o de nuestras
murmuraciones sean menos dignos de respeto que nosotros. Los
apreciamos como iguales porque ahora tenemos conciencia de
las cosas que compartimos en común.
Los Pasos Cuarto y Décimo son importantísimos en los
esfuerzos para mejorar la calidad de nuestras relaciones con
otras personas. Al estar confundidos acerca de quiénes
somos, ¿cómo podemos identificar lo que deseamos de
nuestras relaciones?
El tener una imagen de uno mismo desequilibrada podría
crear problemas en nuestro comportamiento. Si el que
Descubramos nuevas opciones

cambiemos es crucial para disfrutar de nuestras relaciones,


¿de qué otra manera podríamos saber qué es lo que
podremos cambiar sin un examen a fondo de nuestras
cualidades y defectos?
Los Pasos del examen de conciencia nos devuelven el
equilibrio personal y, posteriormente, el de nuestras
relaciones también. Los efectos del alcoholismo tal vez
hayan distorsionado nuestras ideas, nuestras actitudes,
nuestra manera de, pensar y nuestros sentimientos. Un
examen de conciencia minucioso nos ayuda a reconocer las
distorsiones de nuestra propia imagen y nos muestra cómo
cambiar lo que ya no nos sirve de nada. A medida que
cambia la conciencia de nosotros mismos, podemos
encontrar un incremento en la autoestima, un sentimiento
menor de culpa, y mayor paz en nuestras vidas.
Independientemente de cómo continúan comportándose los
demás, nuestras reacciones cambian y los resultados varían.
Escogemos nuevas opciones cuando soltamos las riendas de
esas ideas distorsionadas que han influido en nuestra
percepción. Poco a poco, cuando reemplazamos pautas
antiguas por nuevas ideas, se inicia el cambio.
Consecuentemente, también cambian nuestras relaciones.
A medida que avanza el examen de conciencia, estamos
dispuestos a hacernos preguntas más difíciles: sobre
finanzas, sobre cómo criar a los hijos, sobre sexo, amor o
intimidad, entre otras. El responder a estas preguntas con
franqueza puede significar un gran paso. Es natural sentir un
cierto temor al principio del proceso, pero avanzar a nuestro
propio ritmo puede resultar que sea sumamente provechoso.
Muchos miembros de Al-Anon han practicado los Pasos
con un Padrino o una Madrina, quien puede ofrecer un nivel
mayor de apoyo, estímulo y guía que el que podemos
encontrar en una reunión. Las sugerencias gentiles pero
igualmente francas de
nuestro Padrino o Madrina nos pueden ayudar a percibir lo que
se esconde detrás de nuestra angustia y de nuestras reacciones.
Un Padrino o Madrina puede alentarnos a romper viejas pautas
y ayudarnos a aceptar nuevas verdades.
Cada uno de nosotros está a cargo de su recuperación, no
nuestro Padrino o Madrina. Un Padrino o Madrina debe ser la
persona que elegimos porque creemos que podremos trabajar
juntos de forma cómoda y fructífera. Un Padrino o Madrina no
nos dice qué hacer sino que sólo nos ofrece sugerencias. Nos
corresponde a nosotros ponerlas en práctica o no. Como
siempre en Al-Anon, nos quedamos con lo que nos agrada y
desechamos el resto. No es apropiado que un Padrino o Madrina
nos dirija en nuestros asuntos personales, ni tampoco lo es que
otra persona seleccione nuestro Padrino o Madrina.
Aprendemos, gracias a la guía bondadosa de nuestro Padrino
o Madrina, que la intimidación, el control y la humillación no
son parte de una relación sana. Hacer un examen de conciencia
con nuestro Padrino o Madrina es una oportunidad de forjar una
relación basada en la sinceridad y la confianza. Para muchos de
nosotros este primer intento se convierte en modelo para otras
relaciones en nuestra vida. Así como debemos encontrar el equi-
librio en otras relaciones, necesitamos una relación equilibrada
con un Padrino o Madrina.
Creamos un equilibrio en nosotros mismos
Descubramos nuevas opciones

Capítulo Seis

Riesgos y Recompensas
Al ser afectadas por el alcoholismo, las esperanzas de una
relación llena de amor pueden provocarnos dolor, decepción y
soledad. Tendemos a aislarnos de otra gente cuando nos
preocupamos demasiado por una situación que consideramos
vergonzosa y que estamos convencidos de que nadie la
comprende. Sin darnos cuenta de cómo ocurrió todo, nos
sentimos vulnerables y temerosos. En estas circunstancias,
¿quién puede sentirse a gusto presentándose ante una sala llena
de extraños? Ellos se conocen, pero nosotros no los conocemos
a ellos ni ellos a nosotros. Teniendo presente el historial de
relaciones fallidas, ¿qué motivo tenemos para creer que nuestra
relación con estos extraños pueda tener resultados positivos?
Algunos pensamos que las reuniones son para gente que se
siente a gusto hablando ante los demás, que disfruta conocer
otras personas, y que se siente segura de sí misma a nivel social.
Por eso, asistir a una reunión de Al-Anon es lo último que
muchos desearíamos hacer. No es raro oír a miembros de Al-
Anon decir que la asistencia a una reunión era la única
esperanza que les quedaba; estaban en un callejón sin salida y
no veían otra alternativa.
Es paradójico que las reuniones de Al-Anon sean para
personas a quienes no les gustan las reuniones y que quizás
hasta temen relacionarse con la gente. Una reunión de Al-Anon
es un lugar seguro donde pueden comenzar el alivio y la
recuperación. Nadie nos juzga en una reunión de Al-Anon. Ni
nuestra condición social ni nuestros logros profesionales son
importantes aquí. Nadie nos critica por nuestros errores. Si no
nos sentimos a gusto compartiendo, simplemente podemos
decir: "Paso".
A lo largo del tiempo, este medio alimenta la confianza en
nosotros mismos y estimula nuestras destrezas sociales.
Llegamos a entender que podemos compartir nuestros
sentimientos más íntimos en reuniones sin tener que
preocuparnos por críticas ni responder a consejos no pedidos.
Tal vez sea esta la primera vez en mucho tiempo que podemos
expresarnos sin interrupciones, contradicciones ni conflictos.
Nadie, por mejores que sean sus intenciones, nos dice qué hacer
o cómo sentir. Al mismo tiempo, aprendemos a escuchar a los
demás con respeto. Compartimos un medio seguro que es
aliviador para los que hablan, así como para los que escuchan.
Las reuniones de Al-Anon nos dan el derecho a ser
escuchados pero no el derecho a controlarlas. Todos tienen el
mismo derecho a hablar. Al practicar este simple principio, nos
alejamos de las limitaciones de nuestra antigua manera de
pensar a las que estamos acostumbrados pero que nos
restringen. Empezamos a ver al prójimo de modo distinto.
Abrimos el corazón y la mente y, poco a poco, nos esforzamos
Descubramos nuevas opciones

en lograr la aceptación de nosotros mismos y de otras personas.


Si bien una reunión de Al-Anon no es una solución instantánea
a nuestros problemas de relación, es un paso adelante en la
dirección correcta.
Muchos encontramos una reunión a la que asistimos con la
mayor frecuencia y en la que sentimos un mayor contacto con el
resto de los miembros. A menudo empezamos a sentirnos cerca
de ese grupo porque los miembros nos apoyan como
quisiéramos que lo hubieran hecho nuestros familiares.
Llegamos a considerar ese grupo como nuestro "propio grupo'!
Una reunión de Al-Anon no puede ocupar el lugar de una
relación cariñosa con un cónyuge o una pareja, con un padre o
un hijo, con un amigo o un familiar. Es un lugar en el que
podemos aprender algo acerca de cómo la enfermedad del
alcoholismo nos ha afectado a nosotros y a nuestras relaciones.
En las reuniones podemos aprender, y practicar, maneras de
entablar relaciones sanas. Cuando otros miembros comparten
sus experiencias, a menudo nuestras vidas se ven reflejadas en
ellas. Todas las historias que comparten otros miembros son
oportunidades que nos permiten aprender basándonos en sus
éxitos así como en sus errores. No obstante, el escuchar a los
miembros hablar sobre ellos mismos no constituye una amenaza
para nosotros. No tenemos que ponernos a la defensiva porque
hablan solamente para ellos mismos sobre sus propias
experiencias, no por ni para nosotros. Tenemos la libertad de
quedarnos con lo que nos agrada y desechar el resto. Hay
mucho que aprender, pero nos corresponde a nosotros
determinar cuáles son las lecciones.
La comunicación con un alcohólico es frustrante y desalenta-
dora, y afecta la forma de comunicarnos con los demás, tanto
alcohólicos como no alcohólicos. Definitivamente tiene sentido
que el llevarse bien con los demás sea a menudo el tema de una
reunión de Al-Anon. Entonces, además del entorno seguro que
una reunión de Al-Anon ofrece, el tema de la reunión es
también útil en nuestros esfuerzos para entablar relaciones más
positivas con otra gente. Nadie puede decir por adelantado lo
que aprenderemos en una reunión. Puede ser una lección
exclusiva a nuestra situación o una que todo el grupo aprecie. Es
habitual oír por lo menos a una persona exclamar en toda
reunión: "Es precisamente lo que necesitaba oír".
Muchos llegamos a Al-Anon sin ningún tipo de límites claros.
Las decisiones que nos afectaron se tomaron sin nuestros apor-
tes ni nuestra comprensión. No se nos dio la oportunidad de
formular preguntas ni de ofrecer opiniones. Como resultado de
eso, algunos aprendemos a ser víctimas calladas e indefensas,
sin poder nunca participar plenamente en nuestras relaciones.
En otras personas, estas situaciones les producen ira y
resentimientos. Nos apresuramos ante cualquier oportunidad de
contarle a nuestro jefe, a nuestro cónyuge, o al cajero de la
tintorería exactamente cómo nos sentimos y lo injustamente que
nos tratan. No nos damos tiempo para pensar antes de hablar, y
a menudo desgastamos nuestras relaciones.
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Al-Anon funciona para nosotros mediante un sistema de subs-


tituciones. Se nos estimula a reemplazar cada pensamiento
penoso por una alternativa más positiva. La esperanza
reemplaza la decepción. La confianza reemplaza el temor. El
orgullo obcecado le cede el paso a la aceptación. El centrar la
atención en nosotros mismos reemplaza la frustración causada
por otra persona. Aprendemos a ocuparnos de nosotros mismos,
y en este proceso aprendemos a fomentar relaciones mejores
con los demás.
Cuando los miembros comparten su fortaleza y esperanza per-
sonales, obtienen una sabiduría que pueden utilizar en sus pro-
pias vidas para poder así empezar a reemplazar pautas insanas.
El respeto a los tres legados de Al-Anon: los Pasos, las
Tradiciones y
Historias personales

Me sentía agotada, temerosa e irritada debido a las situaciones


y a la gente de mi vida. Intentaba por todos los medios ocultarle
al mundo mi interior. Los sentimientos negativos e insanos
invadían mi vida. Reprimía los verdaderos sentimientos y sentía
un vacío en la boca del estómago. A veces estallaba en llanto al
ver un programa de televisión o leer un libro. Siempre me había
dicho a mí misma que mis sentimientos no importaban. No tenía
autoestima. El resto de la humanidad era más importante que
yo.
Cuando llegué a Al-Anon, se me dijo que me concentrara en
mí misma, pero no sabía quién era esa persona. Había sido hasta
entonces lo que otras personas querían que fuera. No me
conocía.
Debo aceptarme tal como soy, no como la persona que
desearía ser. Intento ser positiva en todo momento y realizar
acciones provechosas mientras continúo aprendiendo sobre mí
misma. Siento que estoy prosperando, cambiando y reajustando
la relación conmigo misma. Ha mejorado mi autoestima. He
dejado, la mayor parte del tiempo, de buscar excusas, de
justificar y de explicar. Sigo este viaje de descubrimiento de mi
yo real.

La enfermedad del alcoholismo me colmó de ira, resentimien-


to y odio durante mi primer matrimonio. Al final del mismo, me
abrumaban la desesperación y la confusión sobre qué fue lo que
falló y por qué sucedió. Una relación hermosa terminó en
divorcio.
Todo el mundo había sido testigo del exceso de alcohol pero
pocos se dieron cuenta de la pérdida de la confianza, la lealtad y
el amor incondicional. Oculté con suma eficiencia estas
pérdidas. Como muchos hombres, no hablo sobre mis
sentimientos con la facilidad con que demuestro mi ira,
frustración, y el firme deseo de ser el guardián de mi familia.
Al-Anon fue el primer lugar en el que percibí amor incondi-
cional. Fue como encontrar un oasis en medio del desierto. Me
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aceptaron tal como era, y a nadie le sorprendió ni le consternó lo


que el alcoholismo me había hecho. Dijeron que ellos habían
pasado por lo mismo, y me ofrecieron esperanza. No me garan-
tizaron la supervivencia de mi matrimonio, pero me comentaron
que si practicaba los Pasos, mi vida mejoraría en forma constan-
te. No tenía nada que perder, y ninguno de mis intentos previos
había tenido resultados positivos, así que me comprometí con la
práctica de los Pasos. En cada reunión a la que asistía, me sentía
mejor. Al inicio, esa mejoría no duraba mucho y casi siempre
caía de nuevo en la depresión y la ira, que eran mis sentimientos
más comunes. Al final comprendí por qué mi consejero insistía
en que asistiera a tres o cuatro reuniones por semana.
El Cuarto Paso resultó ser el momento crucial de mi vida. Al
final entendí los motivos de mis acciones, reacciones y respues-
tas. Hacer algo con ira, temor o resentimiento me provocaba
más dolor. Eliminar todos estos sentimientos negativos me
proporcionó la claridad necesaria para adoptar decisiones
correctas basadas en la bondad, la compasión y la esperanza.
Comencé a crecer espiritualmente y, al seguir concentrado en la
aplicación de los Pasos, la depresión y la ira se disiparon poco a
poco. Me invadió la esperanza de una vida mejor. Mi
matrimonio no sobrevivió pero yo sí.

Mi niñez en un hogar alcohólico causó estragos en la relación


con mi mamá. Debido a la bebida de mi padre, mi madre era la
figura dominante y controladora de la casa. Crecí con temor y
resentimiento hacia ella porque la veía como una gruñona
injusta, mala y mandona. Luego empecé a asistir a Al-Anon.
Después de practicar los Pasos Cuarto y Quinto, mi madre y
yo comenzamos lentamente a derribar el muro que nos separa-
ba. Con el tiempo, nuestra relación empezó a cambiar. Mi
madre nunca quiso aceptar que su esposo y su yerno fueran
alcohólicos. Sin embargo, con el paso del tiempo, podíamos
hablar casi de cualquier otra cosa. Pudimos empezar a reírnos y
a divertirnos. Aprendí a respetarla por la gran fortaleza que tenía
y que yo ignoraba, y sí que tenía. En sus últimos tres años de
vida, se convirtió en mi mejor amiga. Nos dábamos aliento
mutuamente.
Me molestaba que mi Madrina respondiera a mis más oscuros
y profundos problemas y secretos con la expresión "Está bien'!
Solía preguntarme si me escuchaba en realidad. Así que le
contaba algo peor, y me respondía "Eso también está bien1! Yo
solía pensar que yo era muy mala y que necesitaba que me
corrigieran. Después de varios meses de escuchar: "Está bien" y
sentir amor incondicional, comencé a darme cuenta de que yo
estaba bien. Los sueños que tenía para mi futuro (el futuro que
viviría cuando me recuperara un poco más) me esperaban y me
habían estado esperando durante mucho tiempo.
El empleo que quería, las relaciones que deseaba y el amor
que anhelaba estaban todos a mi alcance. He aprendido a borrar
esas viejas cintas grabadas que solían decir: "Algún día estarás
lista para esto", y a reemplazarlas con la verdad: Estoy
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precisamente donde se supone que debo estar, viviendo las


experiencias exactas que mi Poder Superior desea que
experimente. Estoy más que bien: soy la criatura perfecta de
Dios. Me llevó mucho tiempo aprender esta lección, pero está
bien.

Solía quejarme de todo lo que me decía mi esposa cuando me


llamaba por el teléfono celular. Me airaba demasiado. Al final
mi Padrino me preguntó si mi teléfono tenía identificador de
llamadas. También me preguntó si mi teléfono podía recibir
mensajes. Contesté que sí a las dos preguntas. Me dijo: "Cuando
llame tu esposa y veas que es ella, no respondas. Que el teléfono
tome el mensaje. Luego si es algo que te aira, habíalo conmigo
antes de llamarla a ella". He tenido un éxito rotundo al aplicar
esta técnica.

Al criarme con un padre alcohólico, me sentía airada la mayor


parte del tiempo. Nunca confronté a mi padre sobre lo que yo
sentía porque estaba demasiado asustada. Permanecía en
silencio pero, estaba muy airada.
Muchos años después, sospeché que la ira que no expresaba
pero que aún estaba latente se estaba extendiendo a otras
relaciones en mi vida. Descargaba toda la amargura acumulada
en mis amigos y en mis parejas, quiénes no eran culpables de mi
ira.
En Al-Anon, ya hoy no centro la atención en la relación con
mi padre; mi centro de atención es mi novio no alcohólico.
Utilizo la palabra "hoy" como un instrumento delicado pero útil.
Por ejemplo, cuando pienso: "Me hace sentirme tan airada" o
"No soporto cuando hace eso", intento agregar la palabra "hoy".
Hoy él me hace sentir tan airada. De esta manera centro la
atención en mí misma: ¿por qué hoy me enfado con tanta
facilidad? Él es el mismo ser cariñoso de siempre, ¿qué ha
cambiado hoy en mí? A menudo, esta pequeña palabra me
ayuda a desprenderme por un momento para poder ver la parte
que me corresponde. Si no, la palabra "hoy" también me
recuerda que habrá además un mañana en el que tal vez me
sienta otra persona.
Quizás mi tarea hoy sea resistirme a hacer o a decir cosas por
las que mañana deba reparar el mal causado.

Cuando entré a las salas de Al-Anon, no sabía quién era yo.


Era lo que los demás querían que fuera. Me empeñaba
especialmente en ser lo que el alcohólico deseaba que yo fuera.
Pensaba que a ambos nos debían gustar las mismas obras de
teatro, las mismas películas y programas de televisión, que
debíamos votar por los mismos candidatos políticos, disfrutar de
los mismos deportes y comer las mismas comidas. Y la lista
sigue. Si nos queríamos en realidad, debíamos ser iguales.
Desde mi llegada a Al-Anon, he aprendido quién soy en reali-
dad, cuál es mi color preferido y qué tipo de películas y
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programas de televisión me gustan. Aprendí que no hay


problema en ser yo misma. ¿Cómo podría otra persona
quererme si yo no me quiero primero?
Hoy sé en lo más profundo de mi corazón que soy una
persona muy especial. Tengo talento para muchas cosas. Está
bien reconocer las cosas buenas sobre mí misma, reconocer mis
culpas, y quererme de todas formas. Al practicar los Pasos, me
convierto en lo que mi Poder Superior quiere que sea yo.

Sufrí impotencia sexual durante la mayor parte de mi matri-


monio. Las relaciones sexuales se detuvieron casi por completo
después del nacimiento de mi segundo hijo. La desesperación, el
deseo carnal, la necesidad de amor, el orgullo y la idea de que
pudiera hacerla feliz eran los pensamientos que en forma conti-
nua me entorpecían la mente. Mis maniobras raramente funcio-
naban y, cuando lo hacían, la experiencia no era de satisfacción
mutua.
A medida que continuaba con mis viejas costumbres, experi-
mentaba impotencia una y otra vez. Durante casi catorce años,
esperé que ella cambiara. Quería una esposa que me amara, pero
simplemente yo no estaba dispuesto a cambiar. Al-Anon me
proporciona una nueva forma de pensar. Cuando considero que
mi Poder Superior es lo más importante de mi vida, ocurren los
milagros.
Cuando mi esposa volvió de un tratamiento, encaré el divor-
cio. Utilizaba el lema "Un día a la vez" para facilitar este proce-
so. Al practicar el Cuarto Paso, pude ver los elementos comunes
de todas mis relaciones anteriores. Descubrí que me atraían las
mujeres que se vestían a la moda, a quienes les gustaba la
bebida, y que no podían pagar sus cuentas. Hoy todavía me
atrae como un imán una mujer con gafas de sol, sentada en un
bar de categoría bebiendo un martini. Puedo reírme de mí
mismo y saber que este no es un lugar saludable para mí.
También descubrí que era incapaz de decirle "no" a una
mujer. Me obsesionaba la idea de querer hacer feliz a alguien
más. La convertía en mi Dios. Perdí mi propio ser. Cuando ella
se iba, volvía a recrear mi matrimonio. Es difícil desprenderse
de viejas costumbres. Le agradezco a mi Padrino la claridad con
la que me ayudó a ver a través de la niebla que me cubría.

Para mí, la palabra "relación" solía ser una palabra de cuatro


letras. Me postraba cada vez que pensaba en cómo me relacio-
naba con otras personas. Pensaba que debía yo mismo cambiar
para ajustarme a lo que otras personas querían que fuera. Solía
creer que los que me rodeaban serían felices sólo si yo hacía lo
que querían. Por supuesto, mi objetivo era hacer que los demás
fueran felices.
Aprender a relacionarme, y no a imitar ni a copiar, fue algo
que aprendí poco a poco en Al-Anon. La idea que más me
ayudó fue concentrarme en mí mismo. ¿Cuál era mi color
preferido? ¿Qué actividades creía que eran divertidas? Al tomar
este camino de descubrimiento de mi propio ser, me di cuenta
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de que habían muchos aspectos oscuros sobre mí: aspectos que


no había descubierto totalmente. Con la ayuda de mi Padrino,
comencé este viaje permanente de descubrimiento de quién soy,
porque cambio y progreso día tras día.
Descubrir quién soy me ha liberado. Hoy sé que me gusta el
color verde, pero no me gusta usarlo. También sé que mis
cualidades pueden convertirse en defectos si dejo que adquieran
demasiada importancia. Me satisface que no haya límites de
tiempo cuando necesito conocerme a mí mismo. Les transmito a
otras personas esta dulce forma de vida de mis amigos de Al-
Anon con esta palabra de cuatro letras: amor.

Mi esposa ha estado sobria durante diecinueve años. Hace un


año me dijo que necesitaba distanciarse de mí, así que me fui.
Unos días después, otro hombre se fue a vivir con ella. Mi mun-
do se derrumbó y toqué fondo. Necesitaba ayuda con desespera-
ción. Al final recordé que era miembro de Al-Anon y que no es
mi deber lograr que mi esposa alcohólica cambie.
La crisis que atravesé, y que aún atravieso, es personal. Es una
oportunidad que se me presenta de despertarme y tomar con-
ciencia de que soy responsable de todas mis emociones: ira,
felicidad, resentimiento, alegría, temor, y muchas más. Si
permito que otras personas me provoquen, en especial mi
esposa alcohólica, entonces no debería quejarme cuando me
sienta desgraciado.
Estoy aprendiendo a desprenderme con amor. Cada vez que
me doy cuenta de que otra persona trató de provocar una crisis,
vuelvo a las publicaciones del programa, me arrodillo y
recuerdo que debo mantener la atención centrada en mí. En
otras palabras, "Vive y deja vivir'! Es maravilloso darme cuenta
de que nadie puede privarme de la confianza en mi Poder
Superior, o Dios, como le llamo.
El programa me guía de manera sólida hacia la espiritualidad.
Cuando suelto las riendas y se las entrego a mi Poder Superior
para que realice la tarea, disfruto la vida al máximo. Entonces
no me importa si estoy solo, en una relación, o casado. El
programa me ha ayudado a encontrar una opción saludable en la
vida: las cosas son buenas tal como son hoy. Permito que Dios
guíe mi vida y me emociono con las sorpresas que mi Poder
Superior me tiene preparadas. Él nunca me dará más de lo que
yo pueda manejar.

En familias alcohólicas, hay que seguir normas rígidas: no


mirar, no hablar, no sentir y no confiar en las percepciones de
otras personas ni en las mías. Esas normas exigen que oculte, de
mí mismo y de otras personas, la verdad sobre cómo esta
enfermedad me afectó y me incapacitó. Ahora ya no obedezco
esas normas.
He aprendido a confiar. Puedo ser vulnerable, estar
emocional-mente seguro y a la disposición porque muchos de
mis Padrinos han compartido conmigo de forma abierta y
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franca. Intento hacer lo mismo con las personas que me piden


que los apadrine.
Ahora me acepto y me quiero tal como soy Puedo aceptar y
querer a otras personas escuchándolas, siendo compasivo y
dándoles la bienvenida. Evito regañar, controlar o interferir en
el proceso por el que cada persona que apadrino está pasando.
Comprendo que el padrinazgo es un esfuerzo que requiere
franqueza, valor e intimidad. Muchas veces, cuando comparto
con alguien a quien apadrino, digo precisamente lo que yo
también necesito escuchar. A veces quienes apadrino dicen lo
justo en el momento justo, lo que me permite sentir un mayor
alivio y una mayor recuperación. Es una relación en la que
todos ganan.
Un Padrino me dijo una vez que viajamos juntos a través de la
recuperación. Sólo mediante relaciones estrechas e íntimas con
otras personas, tendrá lugar el alivio y la recuperación. Sólo
compartiendo mi historia a medida que cambia y evoluciona, y
escuchando las historias de otras personas, es que puedo
abandonar el aislamiento y convertirme en uno más entre mis
compañeros.

Todas mis relaciones románticas han sido con personas cuyo


alcoholismo me ha afectado. Solía pensar que tenía una etiqueta
en la frente que decía "Permítame enderezarte'! Soy lesbiana y,
como tal, un bar gay es uno de los pocos lugares con que cuento
para conocer a una posible pareja, por lo que ahí fue donde fui a
buscar a mi pareja ideal. Me gusta reírme y divertirme, por eso,
cuando busco posibles candidatas, mi atención se dirige a la
mujer que más se divierta. La persona que más se divierte en
una taberna por lo general bebe.
Creo que mi Poder Superior me enseña lecciones, pero tam-
bién responde a mis plegarias y me envió a un ángel en una de
mis búsquedas. Esta mujer terminó convirtiéndose en mi mejor
amiga. Era miembro de Alcohólicos Anónimos, y me demostró
que la gente puede divertirse sin necesidad de beber. Fui a
reuniones abiertas de A.A. y disfruté el contacto con gente en
recuperación. Aprendí muchísimo sobre la enfermedad del
alcoholismo y sobre cómo puede destruir la gentileza y el
decoro en la vida. Sin embargo, yo me mantenía firme con la
idea de que si alguien me quería lo suficiente, esa persona
podría cambiar: que nuestro amor podría enderezar las cosas.
Así que continué mi viaje en busca de la pareja ideal.
Pero sólo encontré a la pareja errónea, a la pareja equivocada
y a la pareja casi ideal. Me di cuenta de que la gente que ha sido
afectada por el alcoholismo de alguien más a veces está más
enferma que el bebedor. Intenté enderezar a los seres queridos
discutiendo, amenazando, saltando a vehículos en movimiento,
escondiendo llaves, imitando escenas de crímenes, y haciendo
cualquier otra cosa que se me ocurriera para convencerlos de
que debían dejar de beber.
Al final, en mi discernimiento, decidí buscar una pareja que
no bebiera, con lo que me refería a alguien ya en recuperación.
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Pensé que si seguía prefiriendo a bebedoras, sería mejor tratar


con una que hubiera estado sobria durante algún tiempo. Mi
pareja ideal me guió hasta las puertas de Al-Anon y
probablemente justo a tiempo para salvar nuestra relación. En
Al-Anon aprendí que tenía un carácter controlador y que mi
idea ilógica de que podía enderezarlo todo podía también
destruir una relación (aunque la bebida no fuera parte de ésta).
Aprendí que los bebedores no beben por mi causa, beben porque
son alcohólicos. Nada de lo que yo pudiera decir o hacer podría
causar que bebieran o que dejaran de beber. Aprendí que lo
único que puedo controlar es mi propia persona y mis acciones.
Aprendí a no iniciar ninguna crisis a propósito sólo para poder
hacer mi voluntad y a mantenerme en calma durante discusiones
fuertes. Aprendí que hay más de una manera correcta de hacer
las cosas, y que mi pareja también puede tener la razón.
Hoy asisto a reuniones con regularidad, tengo una Madrina,
leo Literatura Aprobada por la Conferencia todos los días, y
participo en el servicio de Al-Anon. Hoy la vida es maravillosa
y me siento agradecida de que me hayan atraído los que sufren
la enfermedad de doblar el codo demasiado, porque ellos me
impulsaron hacia Al-Anon. Alcohólicos Anónimos me dio mi
pareja ideal y Al-Anon le dio a ella una pareja cuerda y serena.

Después del final de mi cuarta relación "a largo plazo" en


cinco años, tuve que preguntarme si tal vez el problema era yo.
Me di cuenta de que debía examinar a fondo mi
comportamiento en las relaciones.
Saqué mi cuaderno del Cuarto Paso, llamé a mi Padrino, recé
una plegaria, y luego me puse a trabajar. En el término de una
hora llegué a comprender que hacía muchas cosas para
mantener alejados a mis seres queridos. Fomenté
resentimientos, era perezoso e indiferente en la relación. Hasta
me distancié físicamente por medio de un empleo que exigía
viajar demasiado. Cuando me divorcié, permití que mi ex
esposa se llevara a mis dos niños a mil doscientos kilómetros de
distancia, a pesar de que los quiero muchísimo a los dos.
También me di cuenta de que después de haber vivido en un
hogar alcohólico, había dejado de confiar en los seres queridos.
Llegué a comparar las relaciones cercanas con la inestabilidad,
y consecuentemente perdí la capacidad de dedicarme a ellas.
Fue entonces que asumí el compromiso de mudarme cerca de
mis hijos y dejar de viajar, y así lo hice. He hecho todo lo
posible para reparar mis errores ante la gente que quiero. He
aprendido a dejar de cargar más resentimientos.
Ahora sé que puedo amar a la persona alcohólica, aunque ella
siga bebiendo o no. Puedo aceptar los defectos de los seres que-
ridos así como ellos han aceptado los míos en muchas
ocasiones. Puedo confiar en que mi Poder Superior me guíe
hasta que yo pueda adquirir confianza en otras personas y
fomentar relaciones sólidas en el futuro.
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Sentía ira, vergüenza, temor y frustración hacia mi esposo,


quien mostraba un comportamiento lamentable debido a la bebi-
da. Yo hacía lo que podía para tolerarlo por nuestros hijos, pero
no podía evitar una sensación de fracaso como esposa.
Luego, mi hijo se hizo adicto a las drogas y al alcohol. Lo
había traído al mundo y lo quería con locura, pero no me
gustaba en lo que se había convertido. Traté todo lo imaginable
para enderezarlo, pero todo fracasó. Con cada fracaso, mi
autoestima como madre disminuía. Después de todo, creía que
las madres debían proteger y brindar alivio. A medida que él se
tornaba más explosivo y creaba escenas desagradables, me
sentía más decidida a encontrar alguna forma de hacerle ver que
el alcohol y las drogas estaban acabando con su vida. Me había
convertido en la única persona de la familia que no renunciaría a
él.
Fallé en mi intento de que lo internaran, pero, durante este
proceso, un consejero me sugirió que asistiera a reuniones de
Al-Anon. Me llevó un tiempo comprender que, aunque el
programa no me daba los instrumentos para solucionar el
problema de mi hijo como yo esperaba, me revelaba cuan seria
era mi enfermedad. Después de todo, durante muchos años no
había pensado ni en mis sentimientos ni en mis necesidades;
estaba demasiado ocupada tratando de enderezar a todos los
demás.
Puedo querer a mi hijo sin propiciarle las cosas y dañarlo aún
más. Él es el que debe anhelar el cambio; yo no puedo hacerlo
por él. Sin embargo, al transformar mi manera de pensar
negativa en positiva, mis relaciones con otras personas han
mejorado.

Durante muchos años me mantuve al margen de la vida, espe-


rando que alguien se diera cuenta de que estaba desesperada por
tener amistades. Trataba de que otras personas me quisieran
siguiéndoles la corriente y guardando en secreto mis opiniones.
Muchas veces me sentía como una extraña que miraba desde
afuera y me preguntaba por qué nadie parecía prestarle atención
a mis sentimientos. No creía que mis sentimientos fueran
importantes, así^que los escondía. ¿Cómo podían los demás
valorar mis sentimientos y opiniones si yo misma no los
valoraba?
En poco tiempo me convertí en mi peor enemiga.
Comparaba lo que sentía acerca de mí con lo que suponía
que otras personas sentían, y me convencía de que, de
alguna manera, era de alguna forma un ser humano menos
valioso. Creía que los que me rodeaban tenían los mismos
pensamientos negativos sobre mí que los que tenía yo, por
lo que estar en compañía de otra gente se transformó en una
tarea pesada.
La forma en que me comportaba conmigo misma era
inaceptable. Yo misma me reprendía durante semanas,
meses y hasta años por simples errores. Esta crítica interna
me dejaba sintiéndome tan desmerecida de amor y de
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amistad, que me aislaba de las pocas relaciones importantes


que sí tenía.
Mientras aplicaba el Cuarto Paso, vi con claridad que uno
de mis defectos de carácter era tratarme yo misma
indebidamente. Me deshacía de posibles amistades como si
fueran periódicos viejos. La relación conmigo misma era
como un crucigrama inconcluso al que le faltan palabras y
letras. En Al-Anon he podido llenar los espacios en blanco.
Aprendí que no sentiría que merecería ninguna relación
sentimental si no me trataba a mí misma como trataría a un
amigo valioso, a un miembro de la familia, a un cónyuge o
a un hijo. Mis ideales perfeccionistas habían secuestrado a
mi espíritu durante mucho tiempo. Darme cuenta de que lo
mejor de mí misma era suficiente, me permitió que me
apaciguara. Continuaría progresando sólo si me aceptara y
me amara tal como yo era, en el preciso lugar en que
estaba.
Cuando llegué al Séptimo Paso, le pedí a Dios que me
ayudara a tratarme con amor y respeto. Decidí que ya no
toleraría los pensamientos crueles que dañaban mi
autoestima. Merecía algo mejor. Empecé a quitar al
criticador (yo misma) de en medio y a mandar a pasear a
los pensamientos negativos. Cuando lo hacía con amor, el
estar consciente de esto me ayudó a soltar las riendas de la
voz pesimista que existía dentro de mí. El imponerme un
límite me ayudó a comprender que mi comportamiento, y
no el del alcohólico, era el responsable de los problemas en
muchos aspectos de mi vida.
Después de contemplar estos años de abuso propio, en el
Octavo Paso percibí con claridad que me correspondía estar al
inicio de la lista de personas a las que había perjudicado.
Reparar el mal causado a mí misma en el Noveno Paso ha sido
verdaderamente gratificante. Tratarme con amor y respeto,
ocuparme de mi salud de manera oportuna, aceptar mi
humanidad y permitirme gozar de momentos alegres son tan
sólo algunas de las formas en que he recuperado la relación con
mi verdadero yo. Hoy reconozco mis logros, aprovecho mis
virtudes, y me río de mi seriedad. Comparto con franqueza y me
regocijo en la voluntad de continuar mi viaje en Al-Anon.
Permitirles a mi Poder Superior y a mi familia Al-Anon que me
quieran tal como soy me ha demostrado que mi espíritu está
vivo y que soy capaz de amarme a mí misma. A la vez, ser
amiga de mí misma me ha enseñado a hacer nuevos amigos.
Como fruto de eso he podido entablar amistades significativas.

Después de vivir cincuenta y cuatro años despreciando a mi


madre por ser alcohólica, fui a una reunión de Al-Anon porque
pensé que me enseñarían a controlarla. Después de varias
reuniones y de escuchar a otras personas compartir una historia
similar a la mía, decidí estar anuente a cualquier clase de
cambio. Al final comprendí que me dominaban la ira, el odio, el
resentimiento, la amargura, y la falta de franqueza.
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Mi Madrina me ayudó con la práctica de los Doce Pasos y me


enseñó cosas acerca de la vida, me enseñó a cambiar y a volver
a confiar en mi Poder Superior, a quien llamo Dios. Tuve que
intentar dos veces, junto a su tumba, repararle el mal causado a
mi padre alcohólico. Fue asombroso, y eso me dio el impulso
que necesitaba de más para acercarme a mi madre. Todavía la
despreciaba, aún el día en que fui a repararle el mal, pero lo hice
centrando la atención en la parte que me correspondía. ¡Qué
alivio!
En el momento justo, el odio y la amargura que sentía hacia
ella desaparecieron. ¡Qué milagro! Ella tenía setenta y ocho
años cuando al final pude abrazarla y decirle que la quería. Por
primera vez la oí decir que ella también me quería. Parecía
como si al fin le hubiera dado permiso a mi madre para que me
quisiera.
Hoy todo sigue igual. Cuando solía visitarla, le pedía a Dios
que me ayudara a soportarla. Ahora, cuando la visito, le pido a
Dios que mi presencia le haga bien. Fue un cambio que tardó
toda una vida, pero llegó justo a tiempo.

Ahí estaba, en medio de la sala, desgañitándome y arrojándole


objetos a mi ser querido. Había asistido a reuniones durante
cinco años; sin embargo, había algo que funcionaba muy mal.
Experimentaba una enorme recaída en mi recuperación y corría
el riesgo de perder una relación muy importante en mi vida. Mi
ser querido me miró y me dijo que llamara a mi Madrina. Él ni
siquiera asiste a Al-Anon pero tenía la respuesta.
Una vez superados el dolor y la humillación de lo que yo
había hecho, llamé a mi Madrina. Llamé dos días después
porque sabía que había recaído seriamente y temía lo que ella
me pudiera decir. No obstante, no me castigó, sino que me
ayudó a encontrar una solución. Sugirió que preparara una lista
de las cosas que había descuidado en el programa. Una de ellas
era la asistencia a las reuniones: necesitaba otra reunión
semanal. También debía concentrarme más en los libros de
meditación diaria en lugar de quejarme tanto durante su lectura.
Llamar a otros miembros y compartir más en las reuniones
también me ayudaría a darle mayor solidez a mi programa.
La clave para que la recuperación continuara reflejándose en
mi relación era concentrarme en mi Poder Superior y darle
prioridad a los principios del programa.

Seis meses después de venir a Al-Anon, hablaba con alguien


al finalizar una reunión. Unos minutos más tarde, ella me
preguntó: "¿No notas algo?" Le contesté que no. Me señaló que
yo hablaba de mí mismo y no de la alcohólica. Para mí fue un
momento Al-Anon. Pensé: "Tal vez este programa sí funciona"
Días más tarde, volvía a casa del trabajo. Al entrar, me di
cuenta de que la alcohólica estaba borracha. Fui al dormitorio y
la vi inconsciente en la cama. Decidí utilizar el desprendimiento
con amor por primera vez. Durante tres días, actué como si no
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pasara nada. Al cuarto día, me dijo que lo lamentaba y que


quería hablar sobre ello. Habló sobre su alcoholismo y yo hablé
sobre mi programa. Fue entonces que comprendí que el
programa de Al-Anon era necesario para mí, no para ella. De
esto hace cinco años y medio. Las cosas marchan mejor en casa
aunque la alcohólica que forma parte de mi vida no esté en
recuperación. Este programa me ha devuelto la cordura.

Una de mis metas como madre, quizás la única, era no ser


como mi madre. Quería ser cariñosa, amable y consecuente con
mis hijos, pero les gritaba mucho y era imprevisible. Un día
podía pasarme media hora quejándome sobre un calcetín que no
se había guardado sin que me importara un ápice al día
siguiente. Una noche podía ser divertido chapotear en la tina y a
la noche siguiente podría ser un desastre, difícil de limpiar, y
que podría producir moho en la casa. Cada vez me parecía
mucho más a mi madre sin darme cuenta. En raras ocasiones en
que comprendía lo que hacía, justificaba mis acciones culpando
a otras personas. Por supuesto, era infeliz debido a lo mucho
que debía soportar.
Una mañana me di cuenta de que les gritaba a los niños como
lo hacía mi madre, tal vez porque habían derramado un poco de
leche o algo tan tremendo como eso. Tuve un momento de
cordura: algo no funcionaba bien en casa. Al final, al verme a
mí misma con mayor claridad, fui a Al-Anon.
El Cuarto Paso, en el que realicé un sincero examen de
conciencia, fue enriquecedor. Practiqué un Cuarto Paso en
relación únicamente con la ira, centrando la atención en mi
temperamento. Comprendí que los embates contra mi
autoestima y las amenazas a mi sentido de seguridad era lo que
en realidad desencadenaba mi ira. Los ataques de mamá me
habían hecho sentirme como que si nunca hubiera hecho nada
bueno. ¡Dios mío, todavía me corregía los errores gramaticales a
mis cuarenta años!
Así que me empeñe en mejorar mi autoestima. Aprendí a
aceptarme tal como soy. Los errores son sólo errores, no el fin
del mundo. Fue importante que me perdonara a mí misma. Me
enseñaron que soy un ser humano valioso aunque no sea
perfecta. A medida que se incrementaba mi autoestima, los
ataques parecían menos amenazadores y la necesidad de estar
airada se redujo al mínimo.
Aprender a quererme a mí misma fue en parte aprender a no
aceptar abusos. Comencé diciéndole a mamá que no iba a escu-
char más sus peroratas sobre mi incapacidad de satisfacer sus
exigencias. Si no se detenía, me iba de la habitación. No le
gustaron mis decisiones, pero funcionaban bien para mí.
Una vez que me estaba gritando por algo, adopté una decisión
distinta y le di un fuerte abrazo y le dije que la quería. Se desin-
fló. Yo quería amar a mi madre por lo que decidí comportarme
como si la amara. Ojalá hubiera respondido más a menudo de
esta manera en el pasado.
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Por medio del Cuarto Paso aprendí que yo tampoco era la per-
sona más afectuosa del mundo. Me di cuenta de que no trataba a
mamá con la cortesía y el respeto que debía, así que utilicé la
que resultó ser el mejor instrumento para mí, "Que empiece por
mí". Primero corregí mi comportamiento hacia ella. Muchas
veces me mordía la lengua en lugar de lanzarle una respuesta
grosera y airada. Ya no me impacientaba, sino que me sentaba y
escuchaba lo que me decía en lugar de descartar su opinión con
palabras como: "Mamá, ya empiezas otra vez con lo mismo.
¿Qué va a ser esta vez?" Trataba de pensar en algo más positivo
como: "Está bien, mamá quiere hablarme. Es una buena
oportunidad para conocerla mejor" Probé tratarla como una
persona a quien deseaba conocer en vez de como un ogro
temible. Después de escucharla un tiempo, descubrí que era una
mujer frustrada e iracunda que no se sentía querida o digna de
amor. Como resultado de ello, renové mis esfuerzos para
hacerle saber que la quería.
Ahora tenemos una relación magnífica. Hablamos por
teléfono a menudo. Cuando me despido le digo que la quiero.
La primera vez que lo hice me respondió: "¿Por qué me dices
una cosa así?" Pocos días más tarde me respondió, con una
cierta incomodidad: "Nosotros también te queremos". Y ahora
le resulta fácil expresar su cariño por mí con un "Te quiero".

Mi esposa me dejó hace poco más de un año. Yo era miembro


de A.A., asistía periódicamente a las reuniones y estaba en
tratamiento por depresión. De repente me convertí en padre y
madre con dos hijos adolescentes. Antes de que ella se fuera,
nuestra relación se había deteriorado debido a los maltratos ver-
bales, y más recientemente, físicos, motivados por su recaída
después de más de dieciocho años de sobriedad. Los niños
fueron testigos de todo esto.
No es de extrañar que uno de los niños reaccionara de forma
autodestructiva a la separación. Mientras tanto, mi esposa pro-
yectaba en mí toda su ira. En este ambiente, perdí la concentra-
ción en mi trabajo. Soy gerente de proyectos de una compañía
de construcción. Por primera vez en quince años, se perdió
mucho dinero en uno de mis proyectos. No se pagó aguinaldo a
nadie ese año.
Por otro lado, la separación se transformó en un divorcio muy
desagradable, lo que provocó que ambos nos declaráramos en
bancarrota. A medida que recurrí desesperadamente a Dios, se
me guió para que asistiera a reuniones de Al-Anon.
Decidí practicar los Pasos en orden. También me aferré a un
Padrino de Al-Anon. Nunca pensé que podría relacionarme con
alguien que no tuviera un problema de uso indebido de alguna
sustancia, pero este hombre parecía saber más sobre
alcoholismo que yo con mis veinte años en A.A. Algunas de las
cosas que él me ayudó a solucionar parecían ser insalvables en
ese momento y parecen ser tan obvios hoy día.
Después de practicar los Pasos, me siento más satisfecho con-
migo mismo que antes, pese a mis culpas. Puedo enfrentar las
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cosas que solían perturbarme y empiezo a compartir mi historia


con otras personas. Tengo un nuevo grupo de amigos con quie-
nes charlo y salgo lo más a menudo posible. Sobreviví gracias a
mis veintiún años en A.A. pero los quince meses en Al-Anon
me devolvieron la vida.

Después de viajar una distancia considerable para visitar a mis


hermanos, me sorprendió y me desconcertó su comportamiento
a mi llegada. En cuanto bajé del auto, comenzaron a
provocarme severamente, ^hablarme con sarcasmo, y a
criticarme. No estaba preparada para encarar este
comportamiento, pues tenía la ilusión de verlos de nuevo
después de un largo y hermoso recorrido por las montañas. Tuve
que reaccionar con viejos comportamientos para intentar
defenderme de sus ridiculeces enloquecedoras e inesperadas.
Decepcionada por la manera en que había encarado la
situación y juzgándome con demasiada severidad, llamé a mi
Madrina ese día al anochecer.
Sabía que debía practicar el desprendimiento con amor para
lograr serenidad. Sin embargo, en ese momento no podía sentir
nada que se pareciera a amor por esa gente. Me asusté de lo
impredecible de mis emociones y de la posibilidad de no estar
en condiciones de comprender ni practicar el programa como yo
quería en aras de mi propia integridad.
Mi Madrina me informó amablemente que todavía podía prac-
ticar el desprendimiento con amor, pero que tal vez el amor que
podría inculcar sería amor por mí misma. Más adelante,
mediante la voluntad y la ayuda de un Poder Superior, esa
expresión inicial de amor podría cambiar y crecer para incluir a
toda la familia. Me dijo que lo importante era que hubiera amor
y desprendimiento en mi experiencia ante esta situación: mi
Poder Superior se encargaría del resto. Mientras tanto, el
desprendimiento me permitiría ver las cosas con una serenidad
renovada y una perspectiva más clara. El desprendimiento con
amor me dio el espacio que necesitaba para relacionarme con mi
Poder Superior y recordar mi propio valor intrínseco,
independientemente de lo que pudieran decir los familiares que
aún sufren de alcoholismo.

Vine a Al-Anon por primera vez para enderezar a mi esposa


alcohólica y a mi matrimonio. Me casé con una mujer de gran
corazón que bebía demasiado. Llegué a la conclusión de que lo
único que ella necesitaba era el amor y la seguridad de un buen
hombre, un buen hogar y una buena vida. Entonces todo se solu-
cionaría. Después de muchos años de dolor y dos intentos en
centros de tratamiento, mi esposa está sobria y se encuentra
bien. Mi recuperación, aún inconclusa, es otra historia.
Mi Padrino me dice que tan solo viva la vida, y lentamente
comienzo a comprenderlo. Algunas de las ideas más difíciles de
aceptar han sido la humildad que se encuentra en los Pasos y la
incapacidad que realmente siento. Sin embargo, continúo avan-
zando bastante. Como hombre de negocios, me premian por ras-
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gos de carácter opuestos, por lo que he tenido que dejar de lado


el conocimiento de gran parte de lo que utilizo en mi vida
laboral.
Hoy cuando las circunstancias me presentan un desafío, me
inclino mucho menos a echar la culpa y mucho más a mirarme
en el espejo y preguntarme: "¿Cuál es la parte que me
corresponde?" Estoy dispuesto a examinar mis motivos, y ya no
pido tanta autocompasión como lo hacía antes. Aprendo
también que no tengo todas las respuestas, y puedo "Escuchar y
aprender" sin dar consejos.
Mi matrimonio está aún muy endeble, pero me siento
agradecido de que estoy logrando ser lo suficientemente sincero
para ver que soy igualmente responsable de la situación en que
hoy nos encontramos.

En un Cuarto Paso que recientemente practiqué, vi con mucha


claridad tres o cuatro defectos de carácter importantes que
obstaculizaban la relación con mi papá y creaban una situación
penosa para ambos. Mi padre es un alcohólico en recuperación
en A.A. y ha sido una figura crucial en mi vida en todo
momento. Nuestros senderos de recuperación no siempre han
sido fáciles de recorrer. En años recientes, necesité alejarme un
poco de él para ver mis problemas con más claridad, libre de su
influencia.
Cuando lo visité durante mis vacaciones, tuvimos otra amarga
pelea, pese a nuestros mejores esfuerzos, que me dejó
trastornado y frustrado. Esa noche, mi Poder Superior me
susurró un desafío: que, al hablar con mi padre, cambiara
algunas de las pautas que había encontrado recientemente en mi
examen de conciencia. Pronuncié una breve plegaria, pasé por
alto el temor que sentía, y le pedí permiso a papá para ser
valientemente sincero con él y compartir mi opinión sobre
nuestra relación desde el primer día. Habiendo superado mi
defecto de ocultarle la verdad a mi padre, por primera vez en la
vida le conté todo lo que sentía. Fue admirable que me
escuchara.
Esa noche llegamos a un callejón sin salida, pero algo cambió
en mí. Ya no le tenía miedo. Sentí que el corazón se me
inundaba de un amor renovado y genuino hacia él. Sentí que por
fin podría ser yo mismo ante papá, sin imponerle mis ideas ni
mi identidad de manera indirecta y fragmentada.
Con la ayuda de mi Poder Superior, las conversaciones
francas y afectuosas nos liberaron a papá y a mí de la prisión
perpetua en la que nosotros mismos estábamos atrapados. Sin
los instrumentos del Cuarto Paso, nunca me habría enterado de
los aspectos de mi comportamiento que debía cambiar para
tener una experiencia diferente en mi relación con él.

Vine a Al-Anon debido a mi preocupación por el alcoholismo


de mi hermana mayor. No fue sino hasta después de dos años de
estar en el programa que la gente se enteró de que yo era casada.
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Nunca hablaba de mi esposo porque él no era parte de mi vida


en Al-Anon. Él hacía lo que yo creía que debían hacer todos los
esposos: pagaba las cuentas, trabajaba en el jardín y se ocupaba
de que funcionaran los coches. Mi Madrina me dijo que cuando
él hiciera algo que "debía" hacer, yo tenía que decirle "Gracias".
Comencé a hacerlo, pero la situación era incómoda y él me
miraba de forma extraña. Fue un principio. A lo largo del
tiempo percibí cambios en la relación. Estaba aprendiendo a
apreciarlo por lo que hacía.
Él no demuestra su afecto abiertamente, lo que siempre me
molestó. Hoy sé que así es su personalidad. Me demuestra amor
mediante todas las cosas de las que se ocupa: el jardín, la casa y
los coches. Lo he invitado a algunos eventos de Al-Anon, y
hasta ha asistido en unas cuantas ocasiones. Es asombroso que a
través de mis cambios, mi esposo y yo nos hemos hecho amigos
y nuestra relación ha mejorado.

Para reflexión y debate:____________


1. ¿Cuan sincero soy cuando comparto mis sentimientos con
otras personas? ¿Hasta qué punto oculto lo que verdade-
ramente siento? ¿Cuánto de lo que digo es lo que creo que
otras personas quieren oír?
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2. ¿Cómo reflejan mis relaciones, según las entiendo hoy, mis


fortalezas y mis debilidades?
3. ¿Cómo han afectado mis relaciones las actitudes que tengo
acerca del sexo, el dinero o el afecto?
4. ¿Cómo defino la intimidad emocional?
5. En mis relaciones pasadas y actuales, ¿cuál ha sido el equi-
librio entre dar y recibir? ¿Me inclino a hacer (o a esperar)
una de estas cosas más que la otra?
6. Si comenzaba una relación esperando que otra persona me
"completara", ¿qué era lo que creía que me faltaba que la
otra persona podía proporcionarme? ¿Cómo afectaba eso la
evolución de la relación?
Creamos un equilibrio en nosotros
mismos
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Capítulo

Aprendemos con el

Muchos de los afectados por el alcoholismo aprendemos, de


gente que no podía dar lo que no tenía, lo que sabemos en
materia de relaciones. Tuvimos pocas personas que nos
sirvieran de ejemplo positivo, si acaso es que tuvimos algunas.
No sabíamos lo que nos faltaba (o lo que era posible) en
nuestras relaciones porque en muy raras ocasiones, si acaso
hubo algunas, habíamos percibido algo mejor de lo que
habíamos experimentado.
Al progresar en Al-Anon, empezamos a tener una sensación
más positiva de lo que significa estar sano. Aprendemos a
separar los principios de las personas. En lugar de reaccionar
instantáneamente de manera negativa a una persona,
aprendemos a practicar un principio que puede hacer más
positiva una relación. A medida que intentamos mejorar las
relaciones existentes y crear otras nuevas más sanas, buscamos
modelos positivos que nos muestren el camino.
En el pasado, para muchos de nosotros, la comunicación era a
menudo una barrera en el camino o una calle de una sola vía. La
gente hablaba sin que nadie escuchara o nadie hablaba del todo.
Escaseaba la comprensión mutua. Sin embargo, en reuniones de
Al-Anon conocemos a personas que aprendieron a escuchar con
atención y a expresarse con sinceridad y franqueza. Entramos
en contacto con miembros que han mejorado sus relaciones de
modo considerable aunque experimenten o hayan
experimentado situaciones similares a las nuestras, o peores. Es
alentador encontrar gente así porque su progreso continuo
despierta nuestras esperanzas de lograr también posibles
mejoras.
Al principio nos da la impresión de que esta gente guarda
algún secreto fabuloso. Observamos con admiración su
tranquilidad, y hasta su risa, en medio del caos. ¿Cómo es
posible que vivan con los efectos del alcoholismo y aun así sean
felices?
Muchas veces sus vidas están llenas de dificultades, pero han
aprendido a desprenderse del drama. Han encontrado la manera
de soltar las riendas de cosas que no pueden controlar. Han
aprendido que la gratitud es parte de sus vidas, y observamos
los efectos positivos de la gratitud en la clase de relaciones que
ellos tienen. Podemos ver el progreso personal que han alcanza-
do al estudiar los Doce Pasos, las Doce Tradiciones, y los Doce
Conceptos de Servicio.
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Nos acercamos a estos miembros a través de las experiencias


que compartimos en común. Nos demuestran que en realidad la
satisfacción es posible. Gracias a los ejemplos que nos dan,
empezamos a creer que como ellos han aprendido a vivir vidas
sanas y felices, quizás nosotros también podamos hacerlo. Nos
disponemos a creer que nuestras relaciones pueden cicatrizar.
Como pueden darnos motivos de esperanza, son los miembros
que más probablemente consideremos como futuros Padrinos.
Como en una reunión de Al-Anon, la relación de padrinazgo
también sigue la guía de los Pasos, las Tradiciones y los
Conceptos que establecen los límites del respeto mutuo en Al-
Anon. Un Padrino no domina ni gobierna la relación mediante
consejos ni órdenes. Un Padrino conoce la amplia gama de
instrumentos de Al-Anon y puede aprovechar ese tesoro de
experiencia, fortaleza y esperanza. La relación con un Padrino
no reemplaza a amigos ni familiares, pero representa una
oportunidad de aprendizaje para fomentar aspectos de las
relaciones, y finalmente puede evolucionar hacia una amistad
genuina. La selección de un Padrino o Madrina significa
reconocer que estamos dispuestos a examinarnos más a fondo
junto a un amigo o amiga de confianza que compartirá sus
conocimientos y nos ayudará en nuestro viaje. Confiamos en
ellos cuando nos dicen: "Esto también pasará", porque sabemos
que ya han transitado por el mismo sendero.
El servicio en Al-Anon puede aún suministrarnos más
modelos para las relaciones sanas. El servicio se trata en su
totalidad de relaciones: la relación de los miembros con el
grupo, las de los grupos entre sí, y las de Al-Anon con el mundo
entero. Retribuirle al grupo (y a Al-Anon como un todo) puede
parecer un generoso
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regalo de amor, pero el servicio también abre las puertas para recibir
el don de la recuperación. Tal como se nos dice muchas veces: "Al
dar, recibimos'! Ofrecerse como voluntario es otro medio para
practicar nuestro nuevo comportamiento y para pasar tiempo con
otros miembros dedicados que hacen lo mismo. Los miembros de
Al-Anon que realizan labores de servicio ponen en práctica lo que
han aprendido. El servicio nos enseña muchas lecciones.
Con el tiempo, nosotros también nos convertimos en vivos
ejemplos para los miembros más nuevos, inspirándolos a que
aprendan, tal como nosotros estamos ahora aprendiendo. No
obstante, sólo debemos concentrarnos en lo que podemos hacer para
mejorar hoy nuestras vidas. Al-Anon nos ofrece una gran variedad
de opciones, dentro de las que están las reuniones, el servicio y el
padrinazgo. Independientemente de la opción que escojamos,
podemos estar seguros de que hay motivos sólidos para abrigar la
esperanza. Esa es la lección que podemos aprender del ejemplo
positivo de tantos miembros de Al-Anon.
Historias personales

Durante mucho tiempo, mi programa consistía en asistir a una


o dos reuniones por semana y a dedicar mucho tiempo a mi
antiguo consuelo: la Literatura Aprobada por la Conferencia.
Me llevó más de cuatro años pedirle a un miembro excepcional
que fuera mi Padrino, lo que constituyó un momento culminante
en mi recuperación.
Confiar en que otro ser humano me ayudara a conocer mi ver-
dadero yo llevó tiempo. No dejé de orar para adquirir la volun-
tad necesaria. Me había separado del resto del mundo mediante
muros de temor. Pese a que no contaba con los instrumentos
para entablar relaciones sinceras, tenía ahora un Padrino con
quien hablar cuando ciertos sentimientos incómodos de
confusión, resentimiento y autoestima nula hacían tambalear mi
fe.
En lugar de esconderme detrás de la pared, comencé a usar el
teléfono para solicitar ayuda. Mi Padrino y yo pasamos tiempo
juntos, nos comunicamos por teléfono con regularidad, fuimos a
largas caminatas, y practicamos el programa. Mi Padrino me
encomendó a un Poder superior a nosotros. El Dios de mi
propio entendimiento se expresaba a través de mi Padrino y
otros miembros del programa.
El cambio no fue fácil. Percibí que a veces necesitaba apren-
der a sentarme sin hacer nada sobre la incomodidad que me
invadía cuando otra relación impugnaba mi antigua manera de
pensar. Aprendí a practicar la toma de conciencia, la aceptación
y la acción. Si no tomaba conciencia de lo que sentía y aprendía
a aceptar la vida tal como se presentaba, mis acciones seguirían
desembocando en los mismos resultados enfermizos. Mi vida en
recuperación ha desenredado los viejos nudos del control y del
temor, los instrumentos básicos de supervivencia que había
utilizado durante más de cincuenta años. La resolución de
conflictos nunca ha formado parte de mis relaciones. Cada vez
que aparecía un conflicto, huía o le daba la espalda y cerraba el
corazón.
Gracias a mi bondadoso Poder Superior, mi examen de con-
ciencia incluye el valor para cambiar. La resolución comienza a
revelarse cuando aplicamos los Pasos. Con el apoyo de mi
Padrino de tantos años, he practicado los Pasos y las
Tradiciones un día, y una relación, a la vez.
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opciones

Como Padrino, no presiono ni molesto a mis apadrinados.


Antes de Al-Anon, todo el mundo me decía lo que debía hacer,
pensar y sentir. No voy a hacer lo mismo con nadie más. Intento
utilizar "Que empiece por mf y "Atracción en vez de
promoción". Animo y escucho. Les sugiero encarecidamente a
quienes apadrino que se esfuercen por mejorar, ya sea hablando
con miembros, leyendo todas las publicaciones, o asistiendo a la
mayor cantidad posible de reuniones durante los primeros seis
meses. Les hago saber que hasta me pueden llamar aunque sean
las tres de la madrugada, porque los problemas surgen a
cualquier hora.
El padrinazgo me retribuye tanto a mí, o aún más, que a mi
apadrinado. Obtengo paciencia, robustezco mi propio programa,
y aprendo a utilizar la compasión, a reír y a aceptar. Muy a
menudo, la relación padrino-apadrinado se transforma en
amistad, lo cual constituye una experiencia magnífica para mí.

Cuando entré en contacto con el programa de Al-Anon por


primera vez, mi pareja acababa de ingresar a un centro de
tratamiento. Aunque él decidió que no tenía ningún problema,
yo me sentía perdido. Dejó su programa, pero yo permanecí en
Al-Anon.
Como homosexual, creía que la gente no me entendería si
hablaba de "él", así que traté de omitir los pronombres cuando
compartía. Poco después, un miembro me llevó a un lado de la
sala y me prestó un libro. Ella me dijo que había marcado una
página para que la leyera. Esa noche, leí lo que había marcado.
Era el aporte de un hombre gay en recuperación. ¡Qué bueno!
Podían aceptarme como soy y anteponer los principios a las
personas. Me alivió saber que no estaba solo y que podía
quitarme la máscara. Yo no era único.
Después de eso, compartí en las reuniones acerca de mis sen-
timientos con toda franqueza. Los miembros me brindaron sufi-
ciente afecto como para permitirme ser lo que soy.
Un tiempo después, decidí que la relación con el hombre que
quería era muy enfermiza. Tomé conciencia de eso gracias al
programa. No fue fácil poner fin a la relación, pero lo hice, con
un gran respaldo de mis amigos de Al-Anon y de A.A.
Unos diez años más tarde, nuestros caminos se cruzaron otra
vez. Me preguntó por qué estaba allí, y le comenté que asistía a
una Asamblea de Zona. Me respondió: "¿Todavía estás en ese
grupo? ¿Tanto te perturbé?" Con cariño le dije: "Ya yo era un
desastre; tú sólo me ayudaste a encontrar la manera de recuperar
la salud" Nos abrazamos, y ahora somos buenos amigos.

Mi Madrina tenía muchas cualidades que admiraba. Decidí


que no quería que ella viera ninguno de mis defectos, así que
intenté revelarle sólo lo bueno de mí. Pronto comprendí que era
demasiado difícil simular que era perfecta en su presencia en
todo momento. Simplemente iba a tener que confiar en que me
quisiera con mis imperfecciones. A medida que nuestra relación
crecía y se profundizaba, descubrí que ella me seguía queriendo
a pesar de esas imperfecciones.
Con el tiempo comencé a confiar más en ella. Un día me dijo
que íbamos a empezar a hacer algo nuevo. Me dijo que no era
mi culpa que hubiera tantas cosas que yo no aprendí al crecer en
un hogar alcohólico, pero que no era demasiado tarde para
aprenderlas. Me dijo que me ayudaría.
No siempre ha sido fácil deshacerme de la vergüenza y apren-
der a confiar. Hoy aprendo a cuidar de mí misma de la forma en
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que mis padres alcohólicos no pudieron hacerlo. Aprendo


nuevas destrezas y mejores formas de hacer las cosas.

Antes de Al-Anon, solía utilizar mi identidad judía para sepa-


rarme de los demás. En Al-Anon aprendí a buscar lo que tenía
en común con otras personas en lugar de aislarme de inmediato.
Mi Padrino era un modelo de franqueza espiritual. Mi pareja,
miembro de A.A., me dijo que "bajara las armas" Poco a poco
mi actitud cambió. Fui más franco acerca de mi religión y
descubrí que la gente, incluidos los amigos de Al-Anon y de
A.A., no me rechazaban, sino que en realidad me demostraban
un gran respeto. Al lograr ser más receptivo, pude ser franco
conmigo y con otras personas en cuanto a lo que soy.
Provenir de un hogar alcohólico dificultó las relaciones de
todo tipo. Me aterraba la gente. Me veía siempre envejeciendo
sola. Sería la vieja solterona del vecindario, con cientos de
animales domésticos y sin amigos.
Vine a Al-Anon convencida de que no sobreviviría el estar
sola durante mucho tiempo más. Vivía con un dolor profundo y
me preocupaban las ideas suicidas constantes. Debía entablar
relaciones con el fin de seguir siendo miembro de la hermandad,
pero tenía miedo. Los miembros de mi grupo eran bondadosos y
me ayudaron en ese comienzo tan difícil. Aprendí a tratar a la
gente con la misma compasión y comprensión con que trataba a
mis animales.
A cambio de eso, recibí el don de algunas relaciones especia-
les. La primera, con mi Madrina, quien me enseñó a querer y a
ser amiga. También me enseñó a reírme de mí misma, algo que
nunca había podido hacer. Aprendí a estar sola sin sentirme sola
y a desarrollar una relación con un Poder Superior. Una vez que
encontré al Dios de mi entendimiento, supe que nunca estaría
sola de nuevo. Por fin logré sentirme a gusto conmigo misma.
Fue entonces que mi Poder Superior puso a un hombre
especial en mi camino. Es un alcohólico en recuperación que
trabajaba en el mismo lugar que yo. Me causa una alegría sana
estar con alguien que no tiene miedo de crecer espiritualmente.
Nos damos mutuamente el espacio necesario para crecer de
forma separada mientras continuamos intimando cada vez más.
Me permite ser humana y equivocarme. Le agradezco a diario a
mi Poder Superior que lo haya traído a mi vida.
Además, Al-Anon me ha ayudado a mejorar la relación
conmigo misma. Con lentitud y delicadeza, derribé los muros
que construí en mi niñez; muros que me protegieron del resto
del mundo y me aislaron de los sentimientos y experiencias que
verdaderamente me convierten en una persona completa.

Cuando vine a Al-Anon, sólo podía permanecer en la sala de


reuniones unos pocos minutos. Tengo un problema con la gente
y las multitudes. Sin embargo, me quedé en Al-Anon y empecé
a participar en la labor de servicio. Cuando se contrae un
compromiso de tres años, se ve la misma gente una y otra vez.
Cuando comencé en la labor de servicio, conocí a alguien
que había brindado servicio durante mucho tiempo. Era una
ex Delegada que me alentó y me hizo sentir más a gusto.
Un día decidí ir a visitarla. Al conocernos mejor, me
comentó que habla con mucha gente de Al-Anon, por lo
menos con una persona por día. Agregó que yo era parte de
su red de Al-Anon, lo cual me sorprendió ya que nunca
había sido parte de nada. Después de eso, cada vez que la
veía, sentía que nuestra relación se hacía más estrecha,
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relación que al final evolucionó en una amistad


maravillosa.
Luego ocurrió algo traumático, lo cual completamente
cambió mi vida. Sufrí una seria depresión y tardé tres años
en recuperarme. Durante todo este tiempo, mi amiga me
alentaba y me recordaba que usara los instrumentos de Al-
Anon. Era lo que necesitaba oír para comenzar la
recuperación de esta parte de mi vida. Ella me brindó amor,
experiencia, fortaleza y esperanza. Siempre la querré.

Cuando termina una relación, todo lo viejo que se arraigó


profundamente en mí sale a la luz y me hace pensar: "No
quiero saber nada de la gente". Empiezo a creer que no es
seguro invertir tiempo y compartir con otras personas, que
nadie debe saber quién soy, y que la gente sólo provoca
dolor. Luego me doy cuenta de que esa manera de pensar
es contraria a lo que soy y a lo que es Al-Anon.
En su lugar, puedo agradecerle a Dios lo que he
aprendido de esa relación. Luego, humildemente le pido
que elimine mis culpas. Tal vez la próxima vez sea mejor.

Estoy casada con un alcohólico en recuperación que este


último año se ha empeñado en forma diligente en practicar
el programa, junto con reuniones diarias y llamadas
telefónicas constantes a otra gente. Eso ha generado que me
encuentre sola más a menudo de lo habitual. Ojalá pudiera
decir que manejé la situación cor-tésmente, pero no fue así.
El resentimiento que llevaba dentro de mí se hizo más
grande. Se lo conté a mi Madrina y charlamos un largo rato
al respecto. Le dije que detrás de mi resentimiento existe el
temor de ser abandonada y un profundo miedo de estar
sola.
Mi Madrina me asignó una tarea que me ayudaría a encarar el
temor. Esa tarea era planear un viaje a cualquier lugar con la
condición de que fuera sola. Me pidió que incluyera en mis
planes visitas a lugares públicos y a restaurantes, pero que fuera
sola. Su propia experiencia le había enseñado que una situación
semejante podía fomentar una mayor confianza y disminuir el
temor.
Elegí un lugar cálido: Florida. También quería ver la
naturaleza, por lo que reservé un paseo en canoa por un parque
silvestre. El sitio web destacaba que se podían ver aves, tortugas
y caimanes en abundancia.
Como no estaba acostumbrada a las canoas, pensé que esta
excursión sería un verdadero esfuerzo, y no hay duda que lo fue.
Cuando me registré para iniciar la aventura, el empleado me
informó que sería la única en esa excursión. "Disculpe. ¿Oí
bien? ¿Voy sola?" ¡Me pregunté si mi Madrina se había
comunicado con él! El hombre me dijo que es mejor cuando se
está solo. Al mismo tiempo que me aseguraba que no habría
ningún problema, me entregó el formulario para que lo firmara
en el que el pasajero renuncia a demandar en caso de heridas o
muerte. ¿Por qué se me había ocurrido? Para cada "¿Qué pasaría
si...?" que salía de mi boca, él me proporcionaba una respuesta
para combatir la inquietud.
Bueno, debe haber tenido un rostro que reflejaba confianza,
porque yo le creí. Al dirigirme hacia el río, el guía me dio varias
sugerencias que debía tener presente mientras durara la
excursión.
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1. Hay sólo un río. No es posible desviarse y llegar a otro


lugar. Puede ser que tome un canal equivocado, pero al final
no habrá salida y tendré que devolverme al río principal de
donde partí. Si sigo la corriente, estaré a salvo.
2. Me voy a sentir perdida. Eso le ocurre a todos.
3. Si me vuelco, sólo tengo que ponerme de pie. La
profundidad promedio es menos de un metro y cuarto.
Podía ver la metáfora de la vida que Dios me presentaba.
Temerosa y expectante, partí. Quedé boquiabierta ante la
belleza que tenía frente a mí. Estaba admirada al ver los cientos
de zopilotes aura, docenas de grandes pájaros blancos, garzas
azules, caimanes, tortugas, pájaros carpinteros, martín
pescadores, grajos azules, cardenales y un águila de cabeza
blanca. Era espectacular. El corazón me latió con fuerza cuando
vi los caimanes, que parecían tener más miedo que yo.
El viaje abarcaba seis kilómetros y medio que debía completar
en unas dos horas y media. El guía me recogería al final del
recorrido, pero yo no tenía reloj, por lo que no estaba segura de
la hora. No conocía la ruta así que no tenía idea del destino
final. Nunca había usado una canoa, por lo que no sabía qué
velocidad alcanzaba. Me equivoqué de camino en tres curvas.
Me detuve unos minutos para descansar y a veces remaba con
gran rapidez esperando que pronto terminara. ¿Saben qué pasó?
El guía llegó a donde me tenía que recoger unos cinco minutos
antes que yo. Estaba exactamente donde debía estar a la hora
precisa. Otra lección de la vida.

Cuando mi hermana y yo nos reuníamos para las vacaciones


en familia, solía hablarme de manera desagradable. Cuando nos
separábamos, no me daban ganas de hablar con nadie. Incluso
sentía que la relación me había afectado físicamente durante
mucho tiempo después, pues me daba nauseas.
Cuando empecé a venir a reuniones de Al-Anón, no podía
imaginarme soltar las riendas de la ira que sentía hacia ella. El
perdonarla era impensable. A pesar de mis dudas, seguí
viniendo. Empecé a hacer amigos en la reunión de mi grupo.
Las mujeres me escuchaban con atención y no me culpaban ni
se culpaban. Aprendí a escuchar sus historias y de igual forma
ellas aprendieron a escuchar las mías.
Alrededor de un año después, llamé a mi hermana para
desearle un feliz cumpleaños. Comenzó con sus quejas
habituales en materia de dinero, de lo agradable que debe ser
tener esposo, y de la suerte que yo tenía. Continuó explicando lo
desafortunada que era su vida con una larga letanía acerca de
los males que le habían infligido. La escuché y, cuando terminó,
le dije: "¡Caramba, qué asco!" Su risa me dejó atónita. Yo
también me reí, y luego me preguntó cómo me iba.
Ahora sé que no me hace nada bien asumir la responsabilidad
de problemas ajenos. Como señaló uno de los compañeros
miembro de Al-Anón: "En la frase 'ofenderse' hay una opción
que escoger. Hoy puedo escoger una mejor opción:
simplemente escuchar y abstenerme de interferir.

Soy uno de esos miembros que tuvieron que hacer la prueba


con Al-Anón dos veces antes de decidir si era algo que
necesitaba. Cuando regresé a la reunión a la que había asistido
la primera vez, me acogieron incondicionalmente. Se alegraban
de verme de nuevo.
Conseguí una Madrina y fui a reuniones, llevando conmigo la
ira, el resentimiento y la insatisfacción. Hablaba acerca de
Descubramos nuevas
opciones

divorciarme. Mi Madrina me sugirió que esperara un año antes


de adoptar tal decisión, que tratara de solucionar la ira y el
resentimiento y que intentara lograr un poco de serenidad en mi
vida primero. Como mi esposo estaba en tratamiento, éste era
un buen momento para comenzar a ocuparme de mí misma y a
participar un poco en la labor de servicio.
Cuando mi esposo terminó el tratamiento, ya ni nos conocía-
mos. Éramos un par de extraños. Sólo lo había conocido como
bebedor. Sin embargo, con el tiempo y por la gracia de nuestro
Poder Superior, comenzamos a intimar como amigos. Al final
volvimos a formar una nueva pareja, una pareja mejor. Es una
buena relación. No es perfecta pero por cierto es mejor de la que
teníamos hace quince años.

Después de adoptar decisiones erróneas en relaciones senti-


mentales, me sentía en bancarrota espiritual una vez más. Me
había divorciado de mi esposo alcohólico y zambullido en otra
relación destructiva. Me enamoré perdidamente de un hombre
emocionalmente ausente. Debido a sus repetidas infidelidades,
volví a caer en el torbellino emocional de vivir mi vida a través
de otra persona. Pese a todas las lecciones de mi matrimonio
fallido, seguía atrayendo hombres que no podían dedicarse a
una relación sana o no estaban dispuestos a hacerlo.

Por fortuna, en Al-Anón conocí a una Madrina maravillosa que


rescató mi cordura. Me enseñó a escuchar lo que ocurría dentro
de mí en vez de desviarme del camino para evitar el dolor del
cambio. Aprendí que adoptar decisiones sanas puede ser muy
perturbador, pero con la ayuda de mi Madrina, puede
convertirse en algo menos temible. Aprendí a usar de nuevo los
instrumentos simples del programa.
Sigo luchando con el vacío emocional e intento no llenarlo
con opciones enfermizas. Cuando vacilo, me digo a mí misma:
"Bueno, Dios, hice todo lo posible. Encárgate Tú del resto". Me
libero, y al deshacerme del problema, aparecen las soluciones.
Cada reto que encaro de esta manera me ayuda a progresar de
forma sana.

Era consciente de todas las malas acciones que mi esposo


realizaba hora tras hora. Su recuperación no avanzaba con la
rapidez que yo exigía y nos deslizábamos cuesta abajo más
rápido de lo que podíamos volver a subir. No me daba cuenta
entonces de que mi impaciencia y el manejo de las cosas con
excesiva atención en pequeños detalles eran factores presentes
en esta lucha.
Durante una reunión, un miembro experimentado de Al-Anón
habló sobre un telescopio. Me di cuenta de que lo que yo hacía
era mirar a mi esposo por un telescopio, examinándolo con la
máxima minuciosidad. Decidí darle vuelta al telescopio y mirar
a mi esposo desde el otro lado. ¡Se veía mucho más pequeño!
Observar a mi esposo a distancia transformó ese rápido
deslizamiento cuesta abajo en un una caminata con menos prisa
montaña arriba.

Cuando mi esposo se puso violento, sabía que debía irme


junto con mi hijo de quince años. Llamé por teléfono a alguien
en el programa. Aunque no nos podía alojar esa noche, me dijo
que fuera a su casa y que ella nos ayudaría. Antes de llegar, ella
Descubramos nuevas
opciones

ya se había puesto en contacto con otra persona en Al-Anón


quien nos proporcionaría alojamiento. Pese a que mi hijo y yo
volvíamos a nuestro hogar a diario mientras mi esposo estaba en
el trabajo, por las noches regresábamos a casa de esta nueva
amiga hasta que nos sintiéramos suficientemente seguros para
volver a la nuestra.
Nunca olvidaré la fortaleza que adquirí gracias a la
aceptación, el amor y la comprensión que me brindó la
hermandad. Muchos años después, de casualidad me encontré
con esa persona en una reunión y de inmediato sentí de nuevo
ese vínculo que habíamos establecido hacía tanto tiempo.

Soy la esposa, nieta, hermana y pariente política de varios


alcohólicos en recuperación. También soy madre de un hijo
adulto que se ha casado con una joven exactamente como su
querido viejo papá. La recuperación en una relación es un viaje
para mí.
Cuando vine a Al-Anon, sólo quería que no se bebiera más.
Sentía que podía ocuparme de todos los otros problemas que
pudiéramos tener. Tuve que aprender a vivir antes de dejar
vivir. No sabía cómo hacerlo. Mi Madrina me quería y me
ayudaba a confiar en mí misma. Ella hizo más firmes mis
intentos de mejorar: "Un día a la vez". Nuestro hijo fue a
Alateen cuando tenía once años. Siempre me pasaba diciéndole
que no tenía que asistir a reuniones por su papá, sino que tenía
derecho a estar allí debido a nuestra enfermedad familiar. Así se
facilitó nuestra relación a lo largo de sus años de adolescencia.
Mi Madrina me dijo que podía repararle el mal causado a mi
hijo ofreciéndole una mamá feliz. Este esfuerzo requirió muchas
reuniones y, sin duda, todavía asisto. Entiendo que lo mejor que
puedo hacer ahora es amar con desprendimiento y ser feliz con
mi propia vida. No doy consejos y no interfiero en los asuntos
de mi hijo.
He aprendido a "Soltar las riendas y entregárselas a Dios" en
todo lo concerniente a mi esposo y su recuperación. Seguimos
participando activamente en nuestros respectivos programas.
Nos queremos mucho más de esta manera. Tuvimos que apren-
der a confiar mutuamente y a divertirnos juntos. Este es un pro-
ceso permanente.

Las relaciones y las amistades solían girar alrededor de la


crueldad, del juzgar y del no perdonar. Creía que debía hacer
algo para ganarme la aprobación de la otra persona o ser
diferente de lo que era en esa época. Pensaba que el presentarme
y actuar como buena consejera de la otra persona garantizaría
que tendríamos una buena relación. En este proceso, esa
persona nunca percibió quién era yo.
Después de unos años en Al-Anon, empecé a desarrollar una
relación con un Poder Superior. Empecé a aprender que era una
fiel servidora de Dios y que Dios no quería que me maltrataran
espiritual o emocionalmente. Como logré incrementar mi com-
prensión sobre el amor de un Poder Superior, aquellas amistades
egoístas y que me dejaban un vacío emocional empezaron a per-
der su atractivo.
Surgieron nuevas amistades en mi vida. Conocí mujeres bon-
dadosas, creativas, divertidas, cariñosas y comprensivas. Conocí
amigos que me preguntaban cómo estaba y no que simplemente
hablaran de sí mismos. Empecé a notar que todas mis amigas
tenían buenos hombres que las querían. El tiempo que
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opciones

pasábamos juntas no estaba lleno de historias sobre relaciones


que no funcionaban. En lugar de eso, ellas compartían sobre lo
que funcionaba en sus relaciones, y sobre la forma en que
actuaban como alianza en el diario devenir de la vida.
Después de un tiempo, comencé a examinar mi propia vida.
Aún optaba por hombres que necesitaban mis consejos. Aún me
aferraba a un hombre que me había tratado con crueldad durante
años; seguía esperando que cambiara, y me rehusaba a ver la
realidad. Me preguntaba si esta relación era la decisión de mi
Poder Superior o si era mi obstinación la que insistía en que yo
no era tan buena para las relaciones con bondad, respeto y
dignidad.
Comencé a creer que podría haber una manera distinta de pen-
sar acerca de las relaciones. Probé mis nuevas ideas al conseguir
una Madrina. Escogí a una mujer a quien había admirado duran-
te años sin haber tenido el valor de solicitárselo. Nunca creí que
yo fuera lo suficientemente buena como para tenerla de
Madrina. Temía que me dijera lo que yo pensaba de mí misma:
que era una persona realmente desagradable.
En lugar de eso, compartió de corazón. Empezó a enseñarme a
aceptarme a mí misma y la importancia de aceptar el amor de
Dios a través de Sus fieles servidores.
Luego, solté las riendas de esos hombres que habían sido crue-
les o que necesitaban que yo fuera su consejera. Me permití el
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contacto con hombres que me apoyaban, los que había ignorado


en el pasado porque no me parecían interesantes. Empecé a
descubrir una gran emoción en los actos de cortesía: las
"gracias" por pequeños favores, cuando me devuelven lavadas y
limpias las cosas que presto de la casa, cuando sé que alguien
me respaldó y no tuve que hacerlo sola.
No es fácil romper pautas antiguas. Cuando siento miedo,
recuerdo que estas relaciones son dones que Dios me brinda,
esperando con paciencia hasta que yo diga "sí".

Para reflexión y debate:________________________________________

1. ¿Cómo puedo reconocer la serenidad en el


comportamiento de otro miembro de Al-Anón? ¿Cuándo me
hubiera sido útil seguir ese ejemplo?
2. ¿Qué cualidades admiro en otra gente? ¿Qué puedo
aprender de la gente que posee estas cualidades?
3. ¿Cómo puedo comenzar a practicar los principios de
Al-Anón en mis relaciones con otra gente?
4. ¿Cómo puedo retribuir a Al-Anón teniendo en cuenta
mi nivel actual de comodidad?
5. ¿Quién puede hablarme sobre el padrinazgo en mi grupo?
6. ¿Cuando hay conflictos en mi grupo Al-Anón, cómo se
resuelve la cuestión?
7. ¿Cómo he podido anteponer principios a las personas en
mis relaciones?
Aprendemos con el ejemplo
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Capítulo Nueve

Desprendi

miento con amor

La Oración de la Serenidad muchas veces es lo primero que


un recién llegado oye en una reunión de Al-Anón. La plegaria le
pide a Dios según nuestro propio entendimiento de Él "la
serenidad para aceptar las cosas que no puedo cambiar" El
Primer Paso nos presenta la misma lección: admitir "que éramos
incapaces de afrontar solos el alcohol" y que el alcoholismo es
una enfermedad que no podemos cambiar. El desprendimiento
con amor es la aplicación de esta lección básica. Con éste,
podemos soltar las riendas en cuanto a intentar cambiar lo que
está lejos de nuestro control sin culparnos a nosotros mismos ni
culpar a la persona que sufre la enfermedad. Es posible amar al
alcohólico sin amar al alcoholismo. También es posible
amarnos a nosotros mismos, aunque seamos incapaces de
enderezar al alcohólico.
El mayor obstáculo para soltar las riendas es la idea
persistente de que tenemos la facultad de lograr que otra
persona cambie. El Primer Paso es una lección simple pero
difícil de integrar en nuestras vidas. Antes de llegar a
comprender que el alcoholismo es una enfermedad, no siempre
podemos distinguir la diferencia entre lo que podemos cambiar
y lo que somos incapaces de cambiar.
Muchos justificamos nuestras acciones diciéndonos que
somos gente buena que quiere a otras personas, se preocupa por
ellas, y hace lo que hace por su bien. Cuando oímos
desprendimiento por primera vez, podríamos pensar que será
necesario dejar de querer y de preocuparnos. No obstante,
desprendimiento con amor no significa que dejemos de amar a
otra persona. Ni siquiera significa que cuidemos de nosotros
más que de otra persona. Simplemente quiere decir que
soltemos las riendas de los intentos de cambiar lo que está más
allá de nuestras facultades. Hay un gran amor en aceptarnos tal
como somos. También hay mucho amor en aceptar al alcohólico
como una persona atrapada en una enfermedad abrumadora.
Tratar de cambiar lo que no podemos controlar es como
golpearse la cabeza contra la pared. Es doloroso pero no
mejora la situación. Realmente no demuestra nuestra
preocupación, sólo demuestra que ya no nos comportamos
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racionalmente. No cumple con ningún propósito y sólo nos


causa dolor sin producir ningún resultado positivo. De
alguna manera imaginamos que golpearnos la cabeza
contra la pared nos llevará a una solución y que eso
demuestra el amor que sentimos por la pared. Todavía
tenemos que aceptar el Primer Paso.
La Oración de la Serenidad puede usarse como una
directriz para fijar límites sólidos. No es nuestra culpa que
haya algunas cosas que no podemos cambiar. No tenemos
que sentir que no somos lo suficientemente buenos sólo
porque nuestra capacidad de ayuda tiene sus límites. Hay
sabiduría (y serenidad) cuando aceptamos lo que no puede
ser de otra manera. Sólo podemos ser responsables de
nosotros mismos. No tenemos la facultad de ser
responsable de nadie más.
Aún podemos encontrarle sentido a nuestras vidas al
ayudar a otras personas, pero no sería lógico hacer que el
significado de nuestras vidas dependa de cosas que no
están dentro de los límites de nuestra responsabilidad
personal. El desprendimiento con amor significa soltar las
riendas de expectativas irracionales para nosotros.
Podemos seguir amando a la gente y ocupándonos de ella.
Sin embargo, el causarnos dolor al empeñarnos en especu-
laciones negativas y estresantes no es prueba de que nos
estemos ayudando ni de que estemos ayudando a nadie
más.
No nos equivocamos al esperar que las cosas salgan bien,
pero debemos aceptar los límites de lo que posiblemente
sepamos. No sabemos con seguridad si los resultados por
los que tanto oramos serán los más beneficiosos para
nosotros o para el alcohólico. Sí sabemos por experiencia
que el fracaso y la frustración muchas veces resultan ser los
primeros pasos de un proceso que en última instancia
presenta resultados más positivos. Si bien no hay garantía
de que todo lo negativo se transforme en positivo, tampoco
hay garantía de que las cosas resulten tan malas como
tememos.
Simplemente no sabemos cuáles serán los resultados a largo plazo
porque no están bajo nuestro control. No tiene sentido centrar
toda nuestra atención en preocuparnos por algo que tal vez
nunca ocurra; o, si ocurre, preocuparnos por las consecuencias.
Desprenderse con amor también significa desprenderse de los
resultados que nosotros, desde nuestra limitada perspectiva,
pensamos que serán los más apropiados.
El lema: "Un día a la vez" define un límite adecuado.
Sabemos que no podemos predecir ni controlar el futuro.
Entonces, ¿por qué es tan difícil desprendernos de la imagen
que nosotros mismos tenemos de un futuro que quizá nunca
suceda? Aunque en realidad a muchos se nos hace difícil
hacerlo exactamente así. ¿Por qué estamos tan convencidos de
que sabemos lo que más le conviene a cada quien? ¿En qué nos
basamos para estar tan seguros de lo que nos deparará el futuro?
Cuando centramos la atención en un futuro incierto, nosotros
mismos evitamos conocer los resultados que nos podría ofrecer
el día presente.
Es prudente admitir que simplemente no lo sabemos todo y
aceptar que no tenemos que contar con todas las respuestas. Es
prudente no hacer nada si no sabemos qué hacer. Podemos
encontrar la serenidad al aceptar lo que no podemos cambiar.
El desprendimiento no significar renunciar al amor. Significa
abrirles las puertas a la alegría, a la esperanza, al amor y a la
bondad que tenemos disponibles a diario. Podemos
desprendernos de viejas maneras de pensar que hacen que
nuestras dificultades diarias parezcan ser inmanejables. No
debemos aferramos a los pensamientos ni a las acciones que
continúan causando dolor a nuestras vidas.
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Historias personales

Me había fijado algunos límites con respecto al alcohol.


Como ya no bebía, no permitía que nadie bebiera en mi casa ni
en mi automóvil. Luego conocí una hermosa chica de pelo
oscuro que estaba enfermísima.
Cuando la fui a buscar para la primera cita, le dije que no permi-
tía alcohol en el automóvil. No obstante, insistió en que
fuéramos a una tienda a comprar cerveza. Me prometió que no
abriría ninguna. Cedí y la compramos. En cuanto subió al
automóvil, abrió la cerveza y la derramó por todos lados.
Cuando la encaré, empezó a hablar hasta el cansancio sobre lo
mojigato que era yo. Creí que quizás tenía la razón. Después de
todo, no logré la sobriedad para ser miserable. Debía permitir
que otras personas bebieran cuando quisieran.
Por supuesto, nuestra cita consistía en ir a bailar a un bar, sólo
que no bailamos. Lo único que hacía yo era comprarle bebidas.
Al final la convencí de que bailáramos, pero para entonces ya
había bebido demasiado. Se alejó de mí y se puso a bailar sola.
Cada vez que me acercaba, se echaba atrás y empezaba a dar
vueltas sola. Todos los muchachos del bar observaban su
escenita.
Cuando la llevé a su casa, me sentía airado, pero la invité a que
saliéramos de nuevo. Esta vez me aseguré de llevar poco dinero
para que no se emborrachara tanto. Sin embargo, cuando se me
terminó el dinero, se levantó de la mesa y se fue a sentar con
unos muchachos que siguieron comprándole bebidas.
Me sentí como un idiota rondando por ahí mientras los
muchachos la emborrachaban, pero no la dejé allí. Cuando la
llevé a su casa esa noche, estaba otra vez muy airado, pero la
invité a que saliéramos por tercera vez. Esta vez no llevé mucho
dinero y puse un ultimátum: le dije que se tenía que sentar
conmigo o si no la dejaba sola en el bar. No comprendía que
ella era alcohólica; estaba seguro de que me prestaría tención.
Por supuesto, decidió quedarse en el bar con los otros
muchachos, lo que me airó tanto que apreté el acelerador de mi
camioneta hasta el fondo y zigzagueé por la ciudad hasta llegar
a casa.
Al día siguiente me desperté con resaca emocional y me sentí
muy mal. Ya no me sentía airado con ella, pero me sentía cul-
pable de haberla dejado en el bar. Me preguntaba qué le podría
haber pasado, así que llamé a casa de sus padres, donde ella
estaba viviendo. Me dijeron que no había vuelto. Me convencí
de que lo que hice le había causado daño. Le conté a su madre
lo que yo había hecho y lo mal que me sentía.
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No comprendí la respuesta de su mamá. Me dijo que no me


preocupara, pues cosas como esta habían ocurrido muchas
veces. No comprendía por qué su madre no se sentía mal,
mientras yo me sentía infeliz, confundido y culpable.
Alguien me sugirió que probara con ir a reuniones de Al-
Anón junto con mis reuniones de A.A. Hice una cuarta cita con
esta chica y empecé a considerarme un estúpido por lo que yo
estaba haciendo. Si acaso me daba cuenta de que no la estaba
ayudando, pero lo que es más importante, sentía que me estaba
preparando para una recaída. Decidí entonces cancelar esa cita y
asistir a la primera reunión de Al-Anón.

Mi esposo era encantador y yo lo amaba, pero bebía demasia-


do. Pensaba que todo se solucionaría cuando nos casáramos,
pero pasé los dieciséis años siguientes tratando de que dejara de
beber. En esa época, ya no me describía como su "encantadora
mujer" sino como "zorra" y "arpía". Nuestro matrimonio
fracasaba y yo estaba desesperada, sin valor ni serenidad, ni
nada de cordura.
Pensaba que yo no tenía ningún problema y que él era el cul-
pable de todo. Sin embargo, llegado el momento, tuve el gusto
de asistir a mi primera reunión de Al-Anón. Esperaba aprender
la forma de que mi esposo lograra la sobriedad, y me asombró
oír que tenía que empezar por mí.
Había Doce Pasos y Doce Tradiciones, y por lo menos doce
lemas colgados en las paredes de esa sala. Pregunté por dónde
empezar. Era bastante simple. Me dijeron que empezara con mi
tono de voz, que pensara antes de hablar e intentara dejar de
poner las manos en mi esposo. Sentí como que si lo agarrara del
cuello con manos de hierro.
Sin duda eran palabras duras, y mientras me quedé allí
erizándome de enojo, otra miembro se me acercó y me
preguntó si comprendía lo que la Oración de la Serenidad
me transmitía. "¿Qué me quieres decir?", le pregunté. Ni
siquiera estoy segura de haber oído su contenido esa noche.
"Son tres renglones" -me respondió- "El primero te
indica que no puedes hacer que tu esposo cambie. El
segundo te sugiere que empieces por ti puesto que puedes
cambiar tus actitudes y tus acciones". "Gracias" -le dije-,
"pero me dijiste que eran tres renglones". "Sí" -contestó-
"luego pides la sabiduría para reconocer la diferencia, y eso
exige estar toda una vida en Al-Anón". Regresé a casa esa
noche sintiendo esperanzas en mi corazón por primera vez
en muchos años.
No creía que lo que me habían dicho funcionaría, pero lo
intenté. En lugar de un ademán despectivo y un gruñido
cuando escuchaba el ruido de su llave en la puerta,
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saludaba a mi esposo con una sonrisa y, con una actitud


agradable, le decía que me alegraba que hubiera llegado a
casa bien y que esperaba que su cena, que estaba en el
horno, le gustara. Me parecía estar representando un papel
en el teatro, pero pronto me di cuenta de que no se escucha-
ban gritos ni peleas, ni portazos, ni niños despertándose a
mitad de la noche, ni nadie golpeando el piano. En lugar de
eso, una música hermosa llenaba la sala familiar. Yo sólo
había cambiado el tono de voz y había pensado antes de
hablar. ¡Y funcionaba!
Aun así, no me había atrevido a decirle a mi esposo que
yo asistía a Al-Anón. Le había dicho que tomaba un curso
de mejoramiento por mi propia cuenta. Me disponía a ir a
mi sexta reunión cuando lo vi llegar temprano. Había
bebido pero no estaba borracho. Me preguntó si iba para el
curso. Había logrado un poco de valor y le dije que sí,
esperando una reacción negativa o hasta abusiva. Me
temblaban las rodillas de miedo, y luego ¿qué oí?
"Debe ser un curso bueno" -me dijo- "porque ya percibo
grandes cambios en ti, y por primera vez en muchos años,
siento deseos de volver a casa en la tarde".
Así que continué en Al-Anon. Al escuchar la sabiduría
compartida de otras personas, entendí que sin duda era
incapaz ante el alcohol y que durante muchos años había
librado una batalla que no podía ganar. Luego aprendí, por
medio de un cambio en mi actitud y en mis acciones, la
forma de ayudar a mi esposo en lugar de seguir
destruyendo más nuestra relación.
El problema de la bebida continuó por varios meses, pero la
atmósfera en casa y nuestro matrimonio mejoraron. Cuando se
produjo el milagro de la sobriedad, ya no era "esa zorra". Con la
ayuda de Al-Anón, me había preparado para un esposo sobrio.
Estuvo ocho años en recuperación antes de morir de un ataque
al corazón. A menudo, en sus charlas y en reuniones abiertas,
hablaba sobre cómo el cambio en mí lo había hecho detenerse y
pensar en el problema, y a buscar ayuda para solucionarlo.

La relación con mis padres solía estar llena de resentimiento,


tristeza, ira, temor, y quizás más que todo, juzgamiento. En lo
único que podía pensar era en la forma en que me habían decep-
cionado una y otra vez. Casi todos los recuerdos de mi niñez se
relacionaban con las peleas de mis padres y lo poco que
podíamos contar con ellos cuando los necesitábamos como
niños que éramos. Sentía que me despreciaban. Hacía todo lo
posible para que no me vieran, de manera que no me convirtiera
en el blanco de la ira de papá. Me indignaba el resentimiento de
mi madre hacia mí y su obsesión con mi padre. Ya tenía más de
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treinta años y mi madre seguía tratándome de "estúpida" Mi


padre ponía en tela de juicio mis principios y mis decisiones.
Desde que estoy en AI-Anón, he aprendido a fijar límites y a
dejar en claro en todo momento el comportamiento que no acep-
to. Esto significa colgar suavemente el teléfono o salirme de la
habitación si fuera necesario, pero primero digo con claridad:
"Tu comportamiento no me parece apropiado. Si sigues así,
tendré que colgar o irme" Luego concreto la acción con el fin de
ocuparme de mí misma.
También he aprendido lo que es compasión y aceptación. Mis
padres realmente hacían todo lo que podían. No puedo cambiar
el hecho de que hayan pasado tan poco tiempo con mis hijos
pese a que continuamente los invitaba a que nos visitaran.
Ahora mis hijos son adolescentes y ya no les interesa ninguna
relación con mis padres. He aprendido a lamentar mi niñez
perdida al observar el comportamiento similar de mis padres
que se refleja en su falta de interés por mis hijos.
He aprendido a querer a mis padres tal como son. Veo ahora sus
características positivas también y decido centrar mi atención en
ellas. Mi madre hace poco comentó que quizás ella no debería
haber tenido hijos. Me sentí muy agradecida por su franqueza.
Me alivió que al final pudiera compartir lo que yo sabía desde
hacía años. Se sintió bastante segura para ser sincera conmigo,
según era mi deseo. Pude darle un abrazo y decirle: "Lo sé, pero
me alegro de que lo hayas dicho".
Mi padre ha estado en recuperación durante once años.
Finalmente logré ver al hombre bondadoso, amable, afectuoso y
solícito que era en realidad. Los resentimientos que lo habían
esclavizado no son muchos ahora, y él se empeña en deshacerse
de ellos a diario. En muchos sentidos, es ahora quien me sirve
de ejemplo.
Me alegro tener a mis padres en mi vida. La opción de verlos
es sólo eso, una opción, no una obligación.

Lo que me impulsó a venir a Al-Anón fue la relación con mi


hermana que consistía en cinco etapas que se repetían una y otra
vez. Estas etapas eran:
1. Me enteraba que bebía.
2. Me deprimía por meses.
3. No le hablaba.
4. Comenzaba a llamarla por teléfono.
5. Le hablaba cada vez más por teléfono hasta que iba a verla.
Hoy tengo una vida propia. Veo a mi hermana sólo una vez al
año una o dos horas y la llamo por teléfono mucho menos que
antes. Cuando supe que estaba en la cárcel, pensé que tal vez la
cárcel fuera lo mejor para ella, y no me deprimí.
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Como sigo practicando el programa de Al-Anón, mis relacio-


nes con mujeres son más gratificantes. En una relación reciente,
disfrutamos mucho de la compañía mutua y compartimos las
responsabilidades de esa relación. Los dos nos ayudamos y
hacemos las cosas juntos. Un año después de iniciar la relación,
ella me pidió algunos cambios. Después de reflexionar sobre lo
que me pedía, le dije que no lo podía hacer, y que ella a lo
mejor tendría que irse. Yo podía aceptar que tuviera que irse, y
así lo hizo. Lo asombroso es que ella ahora es una buena amiga
mía. Aprendí que mi Poder Superior quita gente de mi vida para
alcanzar algo mejor. ¡Este algo mejor quizás ni siquiera tenga
que ver con una relación!

Como madre soltera con un hijo que criar, sentía una carga
enorme. Sentía que era totalmente responsable de la persona en
que mi hijo se convirtiera, y que si yo no hacía lo correcto en
todo momento, los resultados serían malos.
Mi hijo tuvo muchas dificultades durante su crecimiento.
Entré a Al-Anón justo cuando él comenzaba el último año de la
escuela secundaria. Sus notas y rendimiento en la escuela se
habían deteriorado debido a que rehusaba hacer la tarea. Ese
año le dije que lo iba a dejar ser responsable de como le fuera en
la escuela y que ya no le recordaría, ni lo regañaría, ni lo
molestaría para que hiciera la tarea.
Fue un año difícil para mí, y me tenía que quedar callada casi
todos los días, aunque en la mayor parte me fue bien. El
graduarse de la escuela secundaria fue motivo de celebración
porque sabía que lo había logrado solo. Se sentía muy orgulloso
de sí mismo y yo pude sentirme orgullosa de él por sus
realizaciones.
Nuestra relación ha continuado mejorando. Aprendí que no
puedo lograr que cambie; sólo puedo apoyarlo. Poco a poco, he
podido dejarlo convertirse en el hombre que quiere ser mientras
yo lo apoyo y le doy aliento.

Antes de Al-Anón, mi matrimonio era conflictivo y muy des-


ordenado. Había muchas disputas. Mi esposo insistía en que no
tenía ningún problema con la bebida. No obstante, yo tenía
grandes problemas: peleas, preocupaciones, crear pretextos,
tratar de cubrir cheques sin fondo y asegurarme de que estuviera
acostado, así como de ocuparme de la casa, de los niños y de las
finanzas.
Ahora, cinco años después, no hay desorden. Se respira paz.
Él aún está allí y lucha por volver al programa. Yo practico mi
programa en todas mis relaciones. Ya no hay peleas ni dramas
como solía suceder. Tengo la opción de bailar la pieza o quitarle
a alguien el campo. Me aparto de su camino y "Suelto las
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riendas y se las entrego a Dios'! He encontrado paz y propósito


en mi vida y el programa me acompaña a dondequiera que vaya.
Soy más feliz y más equilibrada, y también establezco límites
mejores. Le agradezco mucho a Al-Anón por haberme salvado
la vida, la cordura y muchas de mis relaciones.

En cualquier tipo de relación, especialmente con


alcohólicos, siempre solía anteponer las necesidades ajenas
a las mías. No siempre buscaba lo que fuera mejor para mí,
sino que intentaba determinar lo que podía ser mejor para
ellos.
En muchas relaciones trataba de justificar mis acciones o
trataba de crear explicaciones que parecieran razonables
sobre lo que hacía y los motivos. En pocas palabras,
comprendí que simplemente estaba creando excusas para
encubrir mi comportamiento. Por ejemplo, me ocupaba del
alcohólico cuando se enfermaba porque creía que eso es lo
que haría una novia solícita. Al menos esas eran las
explicaciones que creaba. Lo protegía de las consecuencias
de su comportamiento. Yo no lo hería pero tampoco lo
ayudaba. Trabajo en servicios sociales donde les
enseñamos a otras personas a que asuman la
responsabilidad de su comportamiento, pero yo no lo
aplicaba a mi situación.
Desde entonces he aprendido que soy responsable de mí
y que me pueden responsabilizar de mis acciones. Cuando
lo ayudaba y luego guardaba resentimientos en su contra,
era mi decisión hacerlo. Proteger a otras personas no
siempre es el mejor camino, ni para las otras personas ni
para mí. He aprendido que a veces es mejor negar la ayuda,
porque de otra manera haría más mal que bien.
Cuando brindaba ayuda que no me pedían o que no era
necesaria, no podía ser la persona que deseaba ser. Gastaba
mi energía enredada en acciones y comportamientos
ajenos. Aprendí que debo establecer límites para mí misma.
Debo pensar primero y reconocer hasta dónde puedo llegar
sin sentir que pierdo el control de mí misma. Debo
atenerme a mis límites.
Ahora que aplico este método en mi vida, me siento indepen-
diente y fuerte. Confío en mis decisiones y en mis opciones, y
sé que estaré bien. Creo que la frase de Al-Anón que explica
mejor esta situación es: "No podrás ayudarlos hasta que no te
ayudes a ti mismo'! Significa que no puedo saber lo que es
mejor para otras personas si no pienso primero en lo que es
mejor para mí.
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Al inicio de mi recuperación, mi esposa, alcohólica activa, me


preguntó si quería acompañarla a una cena de beneficencia. Ella
había comprado dos entradas bastante caras para este evento
que tendría lugar dos o tres semanas más tarde. Me encantaba
que me pidiera salir con ella: parecía que raramente hacíamos
cosas juntos, y casi nunca por invitación suya. Luego recordé
todas las decepciones del pasado y los resentimientos de que el
público me viera con mi esposa cayéndose de borracha.
En Al-Anón había aprendido a fijar límites para mí, así que le
dije a mi esposa: "Me parece que va a ser una noche maravillosa
y me encantaría pasarla contigo, pero quiero que sepas desde ya
que si te emborrachas esa noche, no iré contigo'! Ella estuvo de
acuerdo.
La noche de la cena de beneficencia, ella se emborrachó.
Cuando me preguntó si estaba listo para salir, le recordé con
calma la condición que le había puesto para aceptar su
invitación y rehusé ir a la cena. Se puso de muy mal humor,
lloró y se lamentó del dinero desperdiciado en las entradas;
pero, por más duro que fuera, me mantuve firme. Fue un
momento crucial en nuestra familia.
Pasaron todavía muchos años y muchas más reuniones de Al-
Anón antes de que la sobriedad llegara a casa. Eso sucedió hace
ocho años, y mi esposa y yo todavía seguimos juntos. Continúo
asistiendo a reuniones de Al-Anón y practicando mi programa
de recuperación. También me empeño en repararle el mal
causado a mi esposa intentando ser el esposo que siempre quise
ser. La convivencia con un alcohólico es demasiado para la
mayoría de nosotros; la convivencia con un alcohólico sobrio es
a veces demasiado para mí; pero sé que mi Poder Superior
siempre está a mi lado, brindándome su apoyo, sus cuidados y
su amor. Mi esposa tiene un Poder Superior que siente lo mismo
por ella. Así que seguimos adelante, de la mano y a
trompicones, cada uno en la búsqueda de una relación cada vez
más estrecha con nuestro Creador.

El obstáculo mayor que tuve que superar en la relación con mi


cónyuge fue mi temor al enfrentamiento. La mayoría de
nuestras discusiones se trataba de cuestiones financieras, lo cual
me provocaba enormes dificultades. Él se airaba, entonces yo
me airaba. Después de todo, él se airaba primero. Me
avergonzaba sentirme así. Nos culpábamos y nos gritábamos
mucho, pero no se progresaba. Pensaba que debía elegir las
palabras precisas y el momento preciso para decirlas. De esta
manera creía que evitaría la pelea, pero, por supuesto, no era
así. No podía expresar lo que sentía. Quería expresarme de
forma positiva, amable, simple y directa, sin temores, ni ira, ni
palabras duras.
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Al final me di cuenta de que mis temores se vinculaban con la


falta de confianza en mí misma y que mi ira surgía
principalmente al no estar satisfecha con mi propio
comportamiento. Debía ser más sincera con mis sentimientos y
deshacerme de mi indiferencia. No había violencia física, pero
sí había maltrato verbal que yo aceptaba. Comencé a ver que la
franqueza conmigo misma era un paso hacia la recuperación.
Hablé con mi Madrina, quien me sugirió que me arrodillara y
me comunicara con mi Poder Superior, y que le solicitara guía y
claridad. Al principio, me pareció algo incómodo, pero ella
insistió en que me ayudaría. Las cosas fueron mucho más
fáciles, aunque de alguna manera creía que debía hacer algo
más.
Mi Madrina me puso al tanto de la Quinta Tradición. Me pre-
gunté si "comprendía y animaba" al alcohólico o si aún le
echaba la culpa de mis faltas.
Mi Madrina me sugirió que probara el servicio. Lo hice y obser-
vé que, con el tiempo, surgía una nueva y asombrosa confianza
en mí misma. Ya no estaba a la defensiva. Desde entonces, la
relación con mi cónyuge ha mejorado muchísimo.

Gracias a Alcohólicos Anónimos y a Al-Anón, he gozado de


una relación sana de dieciocho años con mi pareja en
recuperación.
Uno de los favores que me pidió desde el inicio fue que no tuviera
que soportar borrachos en casa.
Por medio de Al-Anón, aprendí a fijar límites. Aprendí que
pese a que no puedo lograr que otra persona cambie, puedo fijar
límites en mi vida y en mi hogar. Una de las cosas más difíciles
que tuve que hacer fue pedirle a mi hijo de diecinueve años que
se fuera de casa. Había infringido nuestras reglas una y otra vez
a causa de la bebida. Unos cuantos años después, volvió, y le
dijimos que las reglas no habían cambiado: no se permitía beber
en casa y, si bebía afuera, no debía regresar a casa. No lo
veíamos mucho durante los fines de semana, pero en la noche
dormíamos mejor.
Esta regla de prohibir la bebida ha resultado valiosa muchas
veces. Una vez, mi hermano pasó por mi ciudad cuando iba a
visitar a sus suegros. Cuando después del trabajo volví a casa, lo
encontré sentado en la sala con una cerveza en la mano. Me
miró, levantó la cerveza, y me preguntó si me importaba. Le
dije: "Gracias por preguntar. Sí, me importa". No lo dije
groseramente y no le mencioné el motivo. Yo me puse a charlar
con su esposa y con sus hijos, y fue muy ameno. Mi hermano se
quedó la mayor parte del tiempo afuera, bebiendo y fumando.
Me importa mi hermano pero no me importa si a él no le gus-
tan nuestras reglas. No me enfadé con él. No le dije que existía
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ayuda para él. No traté de enderezarlo. Sólo fijé límites y me


apegué a ellos. Nos despedimos de buena manera y yo mantuve
la serenidad.

Vine a Al-Anón debido a que mi primera esposa bebía.


Cuando ese matrimonio desembocó en divorcio, comencé a
entender que en realidad nunca tuve un buen concepto del amor.
Confundía el amor con la compasión.
En Al-Anón llegué a darme cuenta de que amar a alguien es
permitirle ser él mismo y aceptarlo por todo lo que sea, no juz-
garlo. Una vez que lo empecé a practicar con mi segunda
esposa, empecé a quererme a mí mismo. Las disputas por cosas
ínfimas se esfumaron por completo. Aprendí a soltar las riendas.
Si ella quería hacer algo que no encajaba en mis planes, yo lo
aceptaba. Era adulta, capaz de manejar su propia vida y de
adoptar todas las decisiones que ella y su Poder Superior
consideraran necesarias. Cuando ya no traté de controlar su
vida, ella ya no trató de interferir en la mía. Consecuentemente,
el amor mutuo ha crecido y la relación se ha profundizado.

Me casé pensando que si el matrimonio no funcionaba,


en cualquier momento nos podíamos divorciar. Sabía que
mi esposo bebía y se drogaba, lo cual no me gustaba nada.
Hasta fuimos a un consejero matrimonial unas semanas
antes de casarnos. Pese a mis temores, creía que una vez
casados, todo marcharía bien. Me equivoqué.
Pronto los dos caímos en nuestras respectivas rutinas. No
hablábamos mucho sobre nuestros sentimientos, excepto
cuando él regresaba a casa borracho. Entonces yo procedía
a hacerle promesas de que las cosas cambiarían. Yo quería
creer que cambiarían. Pensaba que si amaba a mi esposo lo
suficiente, él dejaría de beber.
Nos alejamos cada vez más. Nuestra relación se redujo a
sobrevivir día tras día y a la incógnita de si él se
emborracharía o no. No intercambiábamos ideas sobre el
futuro, teníamos pocas metas en común y no compartíamos
ninguna visión. La alegría ya no era parte de nuestras vidas
ni de nuestra relación. Había empezado a perder las
esperanzas y a respetar menos a mi esposo.
Nos divorciamos y fui a Al-Anón al año siguiente,
desesperada por recobrar la cordura. Permanecí durante
varios años encarando la ira, la tristeza y otras cuestiones.
Mi vida se normalizó, volví a estudiar, obtuve un título
universitario y me mudé al oeste del país. De vez en
cuando asistía a Al-Anón, pero como ya no vivía con un
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alcohólico activo, no sentía una necesidad urgente de


hacerlo.
A lo largo de los años, me comuniqué con mi ex esposo
algunas veces. Le escribí una carta de pésame cuando
murió su madre y recibí varias tarjetas de él. Nos reunimos
para cenar diecinueve años después del divorcio. Me
pareció encantador, maduro, afee* tuoso y en paz consigo
mismo. Había comenzado en A.A. hacía más de diez años.
Comprendí que ambos queríamos intentarlo de' nuevo.
Sabía que debía volver a mi programa para que la relación
prosperara.
Asistí a reuniones, conseguí una Madrina y apliqué los Pasos,
en especial del Cuarto al Séptimo. Esta vez me concentré en mí
misma, no en ayudar a otra persona. Al final percibí los dones
maravillosos que ofrece el programa para mi crecimiento
espiritual.
Entiendo ahora que la recuperación de mi esposo no es asunto
mío y que a él le corresponde decidir cómo practicar su progra-
ma. No tengo todas las respuestas que yo necesito y, por cierto,
no sé lo que más le conviene a él. ¡Qué libertad siento al ser
responsable sólo de mí misma!

Mi esposa estuvo muy enferma durante mucho tiempo, pero


nunca abandoné las esperanzas de que mejorara. Hice todo lo
posible por ella porque pensé que era mi responsabilidad como
esposo. No me daba cuenta de que ella mantenía en secreto su
alcoholismo y que todas las enfermedades que sufría eran una
manera de ocultarlo. A lo largo de los años, me concentré cada
vez más en ocuparme de ella. Si alguien me hubiera preguntado
que era lo que más quería en este mundo, habría respondido:
"Quiero que ella recupere la salud'! Sin darme cuenta, mi
felicidad llegó a depender por completo de lo que ella decía o
hacía, algo que yo no consideraba un problema. No creía tener
ningún problema; sólo ella los tenía, y yo estaba a su cuidado.
La sensación de rechazo y de fracaso que sentí cuando ella me
dejó fue abrumadora. Me pareció muy injusto. No pude haber
hecho más por ella, pero no fue suficiente. Tenía la costumbre
muy arraigada de pensar que todo marcharía mejor si ella
recibía los cuidados necesarios. Incluso después de su partida,
mi felicidad seguía dependiendo de ella.
No podía aceptar la idea de mantener la atención centrada en
mí, me parecía fundamentalmente egoísta. La poca autoestima
que tenía dependía de la idea de que yo era una persona buena a
quien le importaban otras personas y que haría cualquier cosa
por ayudarlas. No iba a soltar las riendas de lo que consideraba
mi propia integridad.
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Me alivió un poco comprender el significado del Primer Paso:


que era incapaz ante el alcohol. Si ella tuviera gripe o algo así,
mi ayuda podría hacerle bien. En el caso del alcoholismo, mi
ayuda la perjudicaba. Ella era la única que podía hacer algo con
respecto a su enfermedad. No quería que la ayudara con la
enfermedad que en realidad sufría, sólo quería mi apoyo para
ayudarse a negarla.
La Oración de la Serenidad comenzó a adquirir más sentido
porque logré un poco de discernimiento que me ayudó a distin-
guir la diferencia entre lo que debía aceptar porque no podía
cambiarlo y lo que en realidad podía cambiar: yo mismo y mis
actitudes. Aprendí a desprenderme con amor cuando me di
cuenta de que no incurriría en ninguna falta moral si no centraba
mi atención en ayudarla, porque, pese a que me engañaba a mí
mismo, no la estaba ayudando. Ya no tenía sentido pensar que
podía hacer un bien moral o espiritual comprometiéndome, a un
costo personal muy grande, a realizar actividades totalmente
inútiles destinadas al fracaso.
Concentrarme en mí mismo no fue egoísta sino la única
opción realista posible. Ahora considero que esa idea es aún
más útil porque me señala dónde están las cosas que puedo
cambiar. Hasta cierto punto, mi felicidad puede verse afectada
por lo que otras personas hagan o digan, pero por lo menos
ahora reconozco que puedo tomar medidas para cambiar de
actitud.

Cuando empecé a asistir a reuniones de Al-Anón, la relación


con mis hijos era bastante tensa. Me dedicaba casi por completo
a proteger a mis hijos de las consecuencias de sus propias
acciones y a mantener la paz en el hogar.
Ahora aprendo a hacerme a un lado y a dejar que experi-
menten las consecuencias de sus actos. Al principio fue difícil.
Funcionarios de las escuelas y del sistema judicial me
sugirieron con firmeza que me asegurara de que mis hijos
hicieran lo que debían y que no se metieran en problemas. Vi a
ambos ir a la cárcel y me dolió mucho. Ellos sentían ira y dolor
de que ya yo no los protegiera. Había fijado límites y ellos no
supieron responder.
Poco a poco han aprendido a aceptar que los apoyaré, pero
que no propiciaré el mal comportamiento. Me tratan con respeto
y agradecen lo que hago por ellos. Por mi parte, considero que
todo vínculo con ellos es un don para mí. Cada momento
positivo es algo que probablemente no hubiera podido tener sin
los instrumentos de Al-Anón. Como parte de mi recuperación,
mis plegarias a mi Poder Superior consisten principalmente en:
"Por favor, cuida de mis hijos, lo que sea que eso signifique"
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Mi recuperación en Al-Anón me ha proporcionado la


habilidad necesaria para aliviar las relaciones con mi novia y
con mis compañeros de trabajo. Primero, he aprendido a
adquirir serenidad y una actitud cálida, de aceptación y amor
hacia mí mismo para así poder relacionarme con otras personas
de manera sana. Ahora sé que las relaciones enfermizas pueden
causar dolor o vergüenza. Este año ha sido maravilloso para mí
porque tengo confianza y puedo desprenderme con amor.

Quería a mi esposo y él me quería a mí, pero nuestro matri-


monio se derrumbaba. Yo progresaba y cambiaba. Tenía nuevos
límites, algunos de los cuales no eran del agrado de mi esposo.
Él resentía que yo asistiera a reuniones de Al-Anón porque por
medio de eso todo el mundo creería que él era un alcohólico. Su
cantilena de siempre era: "¿Qué le ocurrió a la chica con quien
me casé? ¿Qué pasó con los buenos días de ayer?" Creo que
esos buenos días de ayer ya habían pasado.
De repente, mi esposo recibió la visita de un viejo amigo. Al
escuchar la tensión en la voz de mi esposo, le preguntó qué esta-
ba sucediendo. Mi esposo le respondió que nos estábamos
divorciando, y su amigo se quedó atónito. Dijo: "¿Cómo es
posible? Ustedes son las únicas personas que conozco que se
quieren de verdad" Por algún motivo desconocido, en un
misterioso instante revestido de la presencia de Dios, mi esposo
tuvo un momento de claridad y contrajo un nuevo compromiso
con nuestro matrimonio. Dios hizo por nosotros lo que nosotros
no pudimos hacer el uno por el otro.
Dieciocho años más tarde, disfruto un matrimonio que nunca
hubiera podido soñar que fuera posible. Nos queremos y nos
cuidamos mutuamente de manera alentadora. Practico mi
programa utilizando los Pasos y las Tradiciones en casa, y de
alguna manera la luz de este programa brilla en todos nosotros.
Nos reímos, nos queremos y crecemos juntos sanamente,
aliviándonos mutuamente a medida que avanzamos.

Durante mi niñez, mi madre me maltrató verbal,


emocional y físicamente. La recuerdo bebiendo siempre.
Discutíamos por cualquier cosa. Si ella decía una cosa, yo
decía lo contrario. Nunca estaba de acuerdo con ella sobre
nada. Nuestras disputas concluían cuando yo huía y me
escondía para que nadie observara mi dolor ni mis
lágrimas. Nunca permitía que mi madre me viera llorar, ni
siquiera cuando me pegaba. Por eso me pegaba con más
fuerza y más a menudo que a mis hermanos. Odiaba a mi
madre. Nunca la oí decirle "te quiero" a ningún miembro
de mi familia.
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Me escapé de casa a los dieciséis años porque ya no


podía soportar el maltrato verbal y emocional al decirme
que yo no era buena, que nunca sería nada en la vida, o que
era estúpida. Cuando me fui, dije que no volvería jamás.
Años después, me mudé de nuevo a mi ciudad natal para
estar más cerca de mi familia. Papá sufría problemas de
salud y murió por complicaciones post operatorias, lo que
requirió que internáramos a mi madre en una residencia de
ancianos mientras se recobraba de dos ataques al corazón.
Mi hermano me preguntó si yo podía pasar a verla a
diario para asegurarnos de que estuviera bien. Mi actitud
había cambiado un poco, así que acepté pasar a verla
después del trabajo. Todavía discutíamos de vez en cuando,
sobre todo cuando otros hermanos estaban presentes. A
veces casi no nos decíamos nada antes de que yo regresara
a casa.
Mi experiencia en Al-Anón me ayudó a cambiar la
relación con mi madre. Al final pude reunir el valor
suficiente para decirle las cosas que había querido
compartir con ella. Cuando nos dijeron que ella no estaba
bien, mi hermano, que es miembro de A.A. y dé Al-Anón,
fue a la residencia de ancianos conmigo. Estaba sentada en
su silla cuando llegamos al lugar. Sentí la necesidad de
compartir mis sentimientos con ella y tuve el valor de
decirle: "Mamá, te quiero". Era la primera vez que lo decía.
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Ya había perdido las esperanzas de que alguna vez me dijera


que me quería. Abrió los ojos y nos miró a los dos, y dijo: "Los
quiero a los dos" Somos los únicos dos de seis hermanos que la
oímos decir eso por primera vez.
A partir de ese día, nuestras visitas fueron diferentes. Yo
pasaba por allí después del trabajo, le tomaba la mano y hablaba
con ella. A medida que su salud empeoraba, solía ponerle mi
mano en su frente y echarle hacia atrás el cabello. Cuando me
iba, le daba un abrazo y un beso y le decía que la quería.
Gracias a que los miembros de Al-Anón me hacían las
preguntas difíciles de contestar, pude oír a mi madre decir que
me quería antes de morir.

Para reflexión y debate:________________________________________

1. Para practicar el desprendimiento, ¿puedo


pensar en algo negativo y reestructurarlo en relación con sus
aspectos positivos? ¿Puedo pensar en algo positivo en
términos negativos?
2. ¿Por qué me preocupan tanto las acciones de alguien más?
3. ¿Cómo me ayuda el soltar las riendas de otras personas?
4. ¿Qué cosas que temía que ocurrieran nunca
llegaron a pasar?
5. ¿Qué actitudes antiguas puedo dejar de lado hoy?
6. ¿De qué manera han cambiado mis límites
desde que llegué a Al-Anón?
Desprendimiento con amor
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Capítulo Diez

Decidimos
ser felices
Algunos miembros describen la aceptación como "vivir la
vida según las propias condiciones de la vida'! Aceptación
quiere decir eliminar el deseo de que nuestra situación sea
distinta de lo que es. La preocupación, la obsesión, la crítica o el
anhelo de lo que no podemos alcanzar es un lujo demasiado
caro. Pagamos este lujo con lo que podríamos poseer: la
tranquilidad que hoy tenemos a la disposición. Para lograr la
aceptación de nuestras circunstancias actuales, es importante
reconciliarnos con el pasado y cicatrizar viejas heridas porque
así evitaremos repetir relaciones pasadas en el futuro.
Sin temor, hicimos un sincero y minucioso examen de con-
ciencia del Cuarto Paso que nos prepara para el Quinto Paso:
nos aceptamos tal como somos, imperfectos, con faltas y defec-
tos morales. El Quinto Paso incrementa la atención que
debemos prestarnos a nosotros mismos. Dejamos de lado la
ilusión de que no hemos hecho daño. Reconocemos el papel que
jugamos en la creación de nuestra situación actual. Ya no
culpamos al alcohólico de todos nuestros problemas. Dejamos
de ser víctimas de la vida cuando empezamos a asumir la
responsabilidad de lo que hemos hecho y admitimos ante
nosotros mismos "la naturaleza exacta de nuestras faltas".
No obstante, después de esta autoevaluación sincera, es básico
admitir nuestras culpas ante otro ser humano y ante el Dios de
nuestro entendimiento. Es útil contar con un Padrino o Madrina,
o con un amigo íntimo que nos apoye y que respete la confiden-
cialidad de lo que decimos sin juzgarnos. Reconocemos
nuestros errores con el fin de brindarle energía y dedicación a
nuestra decisión de cambiar nuestras vidas para que sean
mejores. Es un gran alivio sacar a la luz pensamientos
escondidos durante mucho tiempo, sabiendo que damos un paso
positivo hacia adelante con la intención de deshacernos de
viejos comportamientos.
El Sexto Paso es otro Paso hacia la aceptación de uno mismo.
Cuando estamos "enteramente dispuestos a que Dios elimine
todos estos defectos de carácter", nos aceptamos tal como
somos y le confiamos el resto a nuestro Poder Superior.
Reconocemos que no tenemos que enderezarnos por nuestra
propia cuenta. No es responsabilidad nuestra hacerlo así. Lo
único que tenemos que hacer es estar listos para dejar atrás la
culpa y el remordimiento.
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En el Séptimo Paso, humildemente le pedimos a Dios que


"nos libre de nuestras culpas". La humildad de nuestra petición
de ayuda a nuestro Poder Superior surge directamente de la
aceptación de nosotros mismos demostrada en el Quinto y Sexto
Pasos. Pedimos esta ayuda con humildad porque admitimos
nuestras culpas y sabemos que está fuera de nuestra facultad el
eliminarlas nosotros mismos. Hay mucha dignidad por
encontrar en la humildad de pedirle ayuda a nuestro Poder
Superior. Compartimos esta humilde dignidad con todos los
seres humanos puesto que nadie es mejor que nadie desde la
perspectiva de Dios. Al reconocer nuestra humanidad común,
damos un paso importante hacia el fomento de la confianza y de
la intimidad con otras personas.
Sin embargo, tenemos toda la facultad de reparar el mal ante
quienes hemos perjudicado. El Octavo Paso nos solicita que
hagamos una lista de todas las personas que hemos perjudicado
y el Noveno Paso nos pide que "reparemos directamente el mal
causado" a esas personas de nuestra lista, "excepto en los casos
en que el hacerlo les hubiese infligido más daño, o perjudicado
a un tercero". Estos Pasos profundizan y fortalecen el
compromiso de asumir la responsabilidad de nuestras vidas, de
adoptar medidas positivas que marquen la diferencia en
nosotros y en otras personas, y de abandonar la idea de que
somos víctimas que han sido tratadas injustamente.
No podemos cambiar el pasado. No obstante, podemos cam-
biar la interpretación del pasado que a su vez puede cambiar la
manera en que nos sentimos hoy. Cuando estamos dispuestos a
examinarnos de forma crítica y a admitir nuestros errores, pode-
mos lamentar esos errores mientras que también nos sentimos
algo satisfechos de nuestro progreso desde el momento en que
los cometimos. Adquirimos respeto de nosotros mismos así
como de otras personas, aun cuando sigamos siendo humildes
por respeto
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opciones

al modesto papel que desempeñamos en un mundo que está al


cuidado de un Poder Superior.
Son nuestras actitudes, no nuestras relaciones, lo que nos pue-
de dejar atrapados en el pasado. Si optamos por el resentimiento
y la infelicidad, no es culpa de nadie más. Al cambiar nosotros,
inevitablemente cambiará el carácter de nuestras relaciones.
Como decimos en la Bienvenida Sugerida a nuestras reuniones:
"Depende mucho de nuestra propia actitud y, a medida que
aprendemos a situar nuestro problema en su auténtica
perspectiva, vemos que este pierde el poder de dominar nuestros
pensamientos y nuestra vida... La situación de la familia
mejorará seguramente al aplicar las ideas de Al-Anón y
Alateenw.
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Historias personales

Me sentía cada vez más segura a lo largo de los cinco años de


sobriedad de mi esposo cuando él asistía a A.A. con
regularidad. Cuando dejó de ir a reuniones, casi me desmayo, y
comencé a preocuparme. Luego leí en las publicaciones que la
preocupación es un exagerado sentido de responsabilidad de
nuestra parte. Su sobriedad era algo entre él y su Dios. Su
decisión de asistir a las reuniones no era más que eso: su
decisión, no la mía. Mi preocupación no representaba nada para
él, pero entrañaba el peligro de paralizarme a mí.
Por fortuna, había aprendido una nueva manera de actuar en
la vida, en lugar de reaccionar. Después de comentarle a mi
esposo que estaba preocupada, me deshice de la cuestión y
seguí aplicando mi programa. No soy Dios para nadie, así que
dirigí todos mis esfuerzos a aprender y practicar los principios
del desprendimiento. Éstos ya se han convertido en una forma
automática de vida para mí.
Si no hubiera soltado las riendas de la preocupación, habría des-
perdiciado muchos años fomentando este defecto. En mi
opinión, los Pasos Sexto y Séptimo se refieren a los defectos de
carácter que estoy dispuesta a eliminar a través de Dios. Me
pareció que debía demostrar una confianza total en mi Poder
Superior. Tenía que pedirle a Dios que eliminara este defecto
destructivo que me robaba tiempo, con el fin de adquirir
serenidad en mi vida. Me empeñé en admitir que era incapaz
ante los pensamientos y las decisiones del alcohólico y me
liberé para vivir la vida de la mejor manera posible. Este
método en realidad funciona, aunque la voluntad de mejorar mi
vida y mantener la concentración en mí misma no sea
demasiado grande. Practicar el programa me ayuda a aceptar
nuestras múltiples diferencias.

Desde que estoy en Al-Anón, me he hecho amiga de mí


misma. Antes, era mi peor enemiga. Me castigaba con
regularidad. Cada vez que reunía el valor de cambiar lo que
podía, con rapidez me saboteaba yo sola debido a esa necesidad
imperiosa de obtener aprobación para apoyar mi falta de
autoestima.
He aprendido a escuchar y participar. El no ser perfecta está
bien. Yo misma puedo darme palmaditas en la espalda aunque
no todos estén de acuerdo.
He aprendido a quererme a mí misma hasta cuando me equi-
voco. He aprendido que la integridad es mucho más valiosa,
satisfactoria y duradera que la aprobación instantánea que
buscaba antes. Verdaderamente he aprendido a ser amiga de una
de las hermosas creaciones de Dios: yo misma.
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Mi esposa era una alcohólica que se desempeñaba bien con un


buen empleo. Era, y aún es, muy buena persona. Sin embargo,
la chachara alcohólica se desataba todas las noches después de
las ocho en un círculo de disputas sin sentido y sin solución. Me
gritaba que quería el divorcio, lo que me separaría de mis hijos
(y eso era lo último que yo quería que sucediera). Después de
años de sesiones intermitentes de terapia, de ciclos de mejorías
y desastres, yo había perdido la esperanza. Me encontraba
desesperadamente confundido y destrozado, y me preguntaba si
debía continuar viviendo esta situación insensata o renunciar al
matrimonio.
No sabía si podía adoptar tal decisión pero ella lo hizo por mí.
Mi esposa se me acercó y me dijo que ambos éramos infelices y
que debíamos divorciarnos. Se me quitó un gran peso de
encima. Me di cuenta de que cuando resulta difícil adoptar una
decisión quiere decir que aún no ha llegado el momento de
hacerlo. Tuve el valor para cambiar, y ahora estamos
divorciados y compartimos la custodia de los niños.

Después de un tiempo en Al-Anón, empecé a practicar la idea


de "iniciar el día de nuevo". Hasta ese momento, solía aferrarme
a cualquier queja contra la vida. Cualquier discusión era una
buena excusa para que los agravios, la ira o las preocupaciones
perduraran durante días. En el caso de mi hija, pensaba que no
era simplemente traviesa sino que me molestaba adrede.
Un día decidí iniciar el día de nuevo después de intercambiar
insultos con mi esposo durante una pelea enardecida. En lugar
de cargar con ese peso, me deshice de él. De inmediato me sentí
mejor y pude disfrutar de la familia. Más tarde observé que mi
esposo hacía lo mismo y nuestra hija siguió el ejemplo poco
tiempo después.
Me asombra haber podido causar este efecto en mi familia al
ocuparme de mí misma. Este cambio de actitudes puede real-
mente enriquecer nuestras vidas y la situación de verdad mejora
durante el proceso.

Mi esposo y yo quedamos atónitos al enterarnos de que él


tenía un cáncer de laringe, aunque había dejado de fumar hacía
muchos años. Le preguntamos al médico cómo podía ser
posible, y él nos respondió: "El haber fumado y bebido durante
años puede causar este tipo de cáncer".
Me invadió el pánico. Oí voces dentro de mí que desencade-
naron una cascada de pensamientos desalentadores casi imposi-
ble de detener. "¿Qué puedo hacer? ¿Cómo podré hacerle frente
a otra cosa más? ¿De dónde sacaré las fuerzas para cumplir con
esta otra responsabilidad?"
Durante seis años, había cuidado a mi esposo debido a su
salud cada vez más frágil. Pensaba que ya había conseguido
aceptar las limitaciones que la enfermedad crónica había
impuesto en nuestras vidas, pero entonces estaba ante otro reto.
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No me preocupaba el resultado del tratamiento puesto que los


médicos estaban convencidos de que un tratamiento radiológico
eliminaría el cáncer con efectos secundarios mínimos. Me
preocupaba cómo podría hacer para agregarle a la rutina diaria
una responsabilidad más que exigía tanta atención. ¿Cómo
podría llevar a mi esposo al hospital todos los días durante seis
semanas? Ya estaba al límite de mis fuerzas, física y
emocionalmente.
Decidí solicitar ayuda. Empecé a llamar a todas las agencias
del distrito que ofrecen transporte para personas de edad
avanzada y discapacitadas. De todos los lugares que llamé, me
contestaron que, por un motivo u otro, no podrían brindarme
asistencia. Con cada llamada que hice, el tono de las voces
dentro de mí aumentó. A pesar de que dos de mis hijas se
ofrecieron a pedir una semana de permiso en el trabajo para
ayudarme, seguí descendiendo hacia la desesperación.
Me puse en contacto con mi Madrina y con los amigos del
programa. Otros miembros con experiencias similares
compartieron la manera en que habían sobrevivido cuidando a
sus enfermos.
Me dijeron que lo más importante era que me ocupara de mí
misma. Si no guardo el equilibrio físico, emocional y espiritual,
sufriré con más intensidad los efectos negativos de la tensión.
¿A qué fuente de ayuda mejor que a mi Poder Superior se puede
acudir?
Le dedico unos minutos al Dios de mi entendimiento antes de
comenzar el día. Rezo una breve plegaria y le confío mi día y
mi voluntad a Dios, lo que me ayuda a comprender que no estoy
sola y eso me brinda fortaleza. Si me mantengo centrada en lo
positivo y utilizo los instrumentos que me ayudaron en el
pasado, puedo vivir hoy y recordar que puedo hacer en un día lo
que nunca imaginé que podría hacer el resto de mi vida.
Cuando mi mente se desvía, necesito un instrumento oportuno
que me devuelva el rumbo. El instrumento más fácil de usar es
hacer una breve pausa y tomar conciencia de mi respiración.
Inhalo y exhalo de manera lenta, regular y continua, y al hacerlo
me digo: "Cuando inhalo, inhalo paz y serenidad. Cuando
exhalo, libero tensiones y temores". Repito este ejercicio varias
veces hasta que recobro la calma.
Duermo ocho horas, me alimento de forma equilibrada y hago
algo de ejercicio a diario. Me aseguro de ver salir el sol sobre el
océano por lo menos una vez al mes. Hago arreglos para que
alguien me reemplace para poder así gozar de un fin de semana
de relajación por lo menos una vez cada tres o cuatro meses.
Aprovecho entonces para descansar, orar, escribir mi diario, o
tan sólo caminar alrededor sin la responsabilidad de atender a
alguien más. Le dedico tiempo a la relajación y a la recreación,
que incluye alejarme un tiempo de mi esposo. Nada me cansa
más que estar de guardia 24 horas al día, siete días a la semana.
Parece algo básico de la vida, pero al encarar una enfermedad
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crónica, es fácil que yo que soy quien está al cuidado pase por
alto el cuidado de mí misma.
Al-Anón me ha enseñado a cuidar a otra persona sin
asumir el control completo sobre la vida de ella, lo que me
ha ayudado a mantener el enfoque en mí misma.

Cuando estuve en la escuela secundaria y en la


universidad, un joven vivía con nosotros. Pasaba mucho
tiempo con él, pero no lo conocía bien. Ese joven era mi
hermano, quien es tres años menor que yo. Pude haber sido
su mentor ya que cursó la escuela secundaria y la
universidad justamente después que yo, pero no lo fui. Me
abrumaba demasiado la vida en un hogar alcohólico porque
no me permitía hacer otra cosa más que pensar en cómo
satisfacer necesidades y deseos propios.
Ahora estoy aprendiendo poco a poco a ser su hermano
mayor. Reconozco que la respuesta para resolver mi culpa
es que debo reparar el mal, no evitarlo. No le doy consejos
a menos que me los pida. Trato de estar a su lado de
manera constante y confiable. Así como he comenzado a
tratarme mejor, también he comenzado a tratarlo mejor.
Hoy practico el Octavo Paso. Sé que algún día debo (y
quiero) reparar el mal causado a mi hermano, pero eso no
significa que no pueda empezar a cambiar mi
comportamiento a partir del día de hoy.

Nuestro mundo se derrumbó cuando murieron papá y


mamá y yo me convertí en tutora de mi única hermana,
quien es veintidós años más joven que yo. Como profesora
de escuela secundaria, estaba segura de que una chica de
catorce años no me daría ni dificultades ni sorpresas. Yo
había sido consejera de adolescentes perturbados y de sus
padres. Sólo debía aplicar las lecciones de los libros a
nuestra vida familiar y crearía una miembro responsable en
la sociedad. Había pasado por alto los efectos de la crianza
en un hogar alcohólico, lo cual nos había afectado a las
dos.
Cuando comenzó a usar alcohol y drogas, mi hermanita
se descontroló por completo: malas notas, ausencias a
clase, irrespeto a la hora impuesta de regresar a casa, robos
y desobediencia. Luché por controlar lo incontrolable. Me
quedaba despierta para sermonearla, rogarle, persuadirla,
amenazarla y llorar. Intenté inscribirla en programas
alternativos en la escuela. La llevé a la fuerza a
evaluaciones por abuso de alcohol. Las dos empezamos a ir
a terapia en busca de cura para su comportamiento. Me
quejaba tanto que los amigos de la iglesia nos evitaban. Al
final llamé a la policía. Después de pasar una semana en un
centro de detención de jóvenes, la declararon rebelde.
Estuvo calmada unos cuantos meses, pero nueve días
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después de que cumplió dieciocho años, se fue de casa. A


los cuatro años de la muerte de nuestros padres, tuve que
admitir mi fracaso.
Comencé un descenso a las tinieblas. El vacío que sentía
dentro de mí me empezó a abrumar. Rezaba todas las noches
por que me llegara la muerte y me despertaba llorando porque
mis ruegos no habían sido escuchados. Perdí a todos los
familiares inmediatos. La vida diaria era dificultosa: todavía
enseñaba, aunque parecía una sonámbula.
Atrapada por el miedo y el terror, marqué el número de la
línea de información de urgencia de los Grupos de Familia Al-
Anón de mi zona. En una reunión esa noche tomé conciencia de
mi falta de cordura y de lo ingobernable que era mi vida, pero
que podría encontrar ayuda.
Tres instrumentos me ayudaron a restaurar la relación con mi
hermana. Primero, me di cuenta de que sólo podía practicar una
idea a la vez. Los lemas constituían piezas de sabiduría fáciles
de manejar. Comencé con el lema: "Suelta las riendas y
entrégaselas a Dios'! Mi capacidad de dirección había sido
elogiada. Podía manejar una clase de adolescentes inquietos,
podía coordinar reuniones de la junta de la iglesia y podía
dirigir producciones teatrales. Había llegado a creer que mi
talento administrativo podía reemplazar la cooperación y la
amorosa bondad. Tuve que dejar de ser la que conducía todo.
Percibí que no podía liberarme o desprenderme de aquéllos a
quienes había intentado, sin éxito, controlar. No obstante, podía
confiar la vida de gente como mi hermana a un Poder Superior
de amor. Al practicar "Suelta las riendas y entrégaselas a Dios",
pude escuchar a mi hermana por teléfono, mordiéndome la
lengua para no hablar. Me guardé mis opiniones y le ofrecí
estímulos y elogios. Estaba embarazada de su primer hijo y
había cruzado el país en autobús. Me llamaba todas las noches
para pedirme que me ocupara de ella. Le dije que Dios la
ayudaría a ella y a su hijo, y así ocurrió.
El segundo instrumento que me funcionó bien fue tener una
Madrina. Sabía que debía permitir que alguien intimara
conmigo para compartir con ella mi fortaleza y mis debilidades.
Debía confiarle a otra persona mi verdadero yo. Si un miembro
de Al-Anón me veía como era en realidad, tal vez pudiera
entonces aceptarme a mí misma con mis imperfecciones y dejar
que otras personas me vieran como soy. La persona que había
elegido como Madrina era una miembro muy antigua a quien
admiraba. La llamé para pedirle que fuera mi Madrina, pero
cuando hablé con ella parecía como si la estuviera ahuyentando.
Le comenté que sufría ataques de terror por las noches y que
pudiera ser que tuviera que despertarla a las tres de la mañana.
Le advertí que podría estallar en sollozos incoherentes por
teléfono y que ella nunca sabría si yo aún estaba en la
hermandad porque nos veíamos sólo una vez a la semana.
Terminé mis advertencias y esperé. Se rió y me preguntó:
"¿Crees que las lágrimas, las llamadas a media noche, o las
mentiras son algo nuevo para alguien que ha convivido con un
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alcohólico que todavía bebe? Hay mucha gente que ha orado


por ti cuando tú no podías hacerlo. No vas a tener problemas y
será un privilegio para mí ser tu Madrina" Se convirtió en mi
Madrina y esa relación me enriqueció.
En la relación con mi hermana intenté copiar la sincera
aceptación que me brindó mi Madrina. Oraba por mi hermana a
diario. Le permitía experimentar sus sentimientos en lugar de
decirle cómo se debía sentir. Aprendí a aceptarla.
El tercer instrumento fue la práctica de los Pasos, en especial
del Noveno y del Décimo. No podía deshacer el daño que mi
voluntad inflexible y mi temperamento dominante le habían
causado a mi hermana, pero podía pedirle perdón y admitir con
rapidez que estaba equivocada cuando recaía en
comportamientos obsoletos. Las recaídas ahora son menos
frecuentes. Nos apoyamos mutuamente al enfrentar los retos
que a cada una nos plantea la vida.

Muchas de mis relaciones han mejorado desde que inicié la


recuperación en Al-Anon. Una de las más importantes ha sido la
relación con mi única hija. Me crié con la enfermedad del
alcoholismo, por lo que adquirí muchas actitudes negativas.
Estas actitudes, junto con mis características positivas, formaron
parte de un matrimonio precoz y luego fueron transmitidas a mi
Jiijo y a mi hija. Mi esposo se mantenía bebiendo. Nuestras
vidas se tornaron ingobernables.
Yo maltrataba verbal y físicamente a mi hija principalmente
debido a la ira contra mi esposo. Como no podía expresar mis
sentimientos hacia él, ella era la víctima de mi ira. Nuestra rela-
ción se había deteriorado mucho y parecía irreparable.
Después de un tiempo, empecé a aliviarme del pasado y logré
repararle el mal que le causé a ella. He tenido la dicha de poder
pasar tiempo de calidad con mi hija y espero con ansias pasar
con ella más momentos llenos de afecto. La recuperación es
algo que ocurre a diario, pero las recompensas son algo
inimaginable.

Después de que mi matrimonio terminó en divorcio, en el tra-


bajo me trasladaron a otra ciudad. Me encontraba en un nuevo
entorno, con nueva gente en mi vida. Había un cambio en todo
lo que me era familiar. Mis hijos no quisieron dejar sus amigos
en nuestro lugar natal para mudarse conmigo. Por primera vez
en la vida, opté por vivir sola.
Después de llegar a ser miembro de Al-Anon, descubrí que
tenía muchas cosas nuevas en mi vida. No me daba cuenta de
que había estado usando todas mis relaciones, en especial con
hombres, para intentar llenar el vacío en el alma producido por
la falta de afecto y de amor que necesité durante mi niñez como
hija de un alcohólico.
Los Pasos y el programa me entusiasmaron tanto que quise
practicarlos al ritmo con el que había hecho todo en la vida:
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frenéticamente, tratando de forzar resultados con rapidez. Mi


Madrina me ayudó a comprender que podía practicar los Pasos a
mi propio ritmo y a mi manera. Este criterio fue una revelación
para mí. En realidad contaba con opciones sobre cómo aprender
y qué aprender.
Después de practicar los Pasos por primera vez, me sentí
asombrada y agradecida de percibir que comprendía mucho
mejor a mi padre alcohólico. Practiqué el Cuarto Paso con base
en la relació con mi padre, y por primera vez en mi vida llegué a
conocerlo, quererlo y a aceptarlo tal como era. Percibí en él
muchas cualidad que no había visto antes. Vi cómo mi actitud,
mi comportamien y mi juicio con respecto a él habían
construido un sólido muro d ira y resentimiento que nadie podía
atravesar. Lamentablemente mi padre había muerto algunos
años antes, pero mediante el us^ de los Pasos Octavo y Noveno
pude escribirle a papá una cartaí de reparación. Entablé una
nueva relación con él después de sii muerte. Me sentía muy
cerca de él y volví atrás en el tiempo partí permitirle a esa niñita
sentarse en su regazo, abrazarlo y besarlo, y caminar juntos de
la mano. Sentí el amor, la calidez y la seguridad' que nunca
antes había sentido.

Cuando estuve lista para poner los Pasos Octavo y Noveno en


acción, preparé una lista de personas, lugares y cosas que había
perjudicado. Supe que era el momento de regresar a donde mi
ex esposo vive y proceder a repararle el mal causado. Los años
de resentimiento al final se habían convertido en una carga
demasiado pesada para mí. Confié mi conciencia de goma y mi
corazón de cemento al cuidado de un Poder Superior
bondadoso.
En tres meses repletos de recuperación, reuní el valor de escri-
birle dos cartas para repararle el mal causado. Eran cartas senci-
llas pero sinceras y escritas con el corazón. Mi ex esposo se
sintió agradecido de recibirlas, y yo sentí que la liberación de la
culpa y del resentimiento agrietaba el cemento de esos muros de
temor.

Había estado nueve años en Al-Anón cuando por fin estuve


listo para practicar el Quinto Paso. En la familia alcohólica en la
que me crié, los hombres debían ser fuertes y silenciosos y no se
sacaban "los trapos sucios" al sol. Por eso, me dispuse a
describir con gran temor e incertidumbre "la naturaleza exacta
de mis faltas" ante otro ser humano.
A la persona que escogí para compartir esto no se le movió ni
un pelo. En retrospectiva, me sorprende que ella pudiera con-
tener un bostezo durante tanto tiempo. Cuando terminé, o creí
haber terminado, me formuló la única pregunta que yo no quería
oír: "¿Hay algo más?"
¿Cómo supo que yo lo estaba ocultando? En la misma medida
en que quise decir "no", también quise estar a la altura de la sin-
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ceridad que nuestro programa fomenta. A trompicones revelé el


secreto que a lo largo de mi vida le había ocultado a todo el
mundo, incluyéndome a mí mismo.
"Bueno", —dije en un susurro: "Esto es lo que siento".
"La mayoría de la gente siente algo" —respondió.
"No estos sentimientos" —agregué: "Me atraen los hombres".
Había pronunciado las palabras fatídicas. Estaba seguro de que
ella huiría por la puerta gritando horrorizada; así de fuerte era el
desprecio de mí mismo. Sin embargo, permaneció impávida y
agregó una sola palabra más: "¿Y?"
"Pero no sé qué hacer con estos sentimientos" —expliqué. —
Me contestó: "¿Has considerado sentirlos?"
Eso es lo único que no había hecho. Había tenido una vaga
noción de su existencia hasta que escribí mi Cuarto Paso. No
obstante, al permitirme sentirlos, me di cuenta de que me habían
acompañado durante mucho tiempo. Había oído a menudo en
Al-Anón que el síntoma principal de la enfermedad familiar del
alcoholismo era la negación. Ahora podía ver que mi negación
había trascendido la bebida de mis familiares.
El Quinto Paso me permitió alejarme de la negación y seguir
adelante con mi vida sin ocultarme ya en la oscuridad. Fue el
impulso inicial que me llevó a entablar una relación más íntima,
sincera y real con todos los que me rodeaban, incluyéndome a
mí mismo.

Pensaba que era una buena ex esposa y que le reparaba el mal


causado a mi ex esposo al no tener contacto con él. Me parecía
que encajaba en esa parte del Noveno Paso que dice: "excepto
en los casos en que el hacerlo les hubiese infligido más daño, o
perjudicado a un tercero". No teníamos hijos, y una vez que
vine a Al-Anón ya no tuve contacto con ninguno de los amigos
que ambos teníamos, así que me alejé de él.
Con los años surgieron oportunidades que comprendían gente,
lugares y cosas relacionadas con mi ex esposo, pero las rechacé.
Perdí el contacto con mis amigos porque nunca quise volver a la
ciudad donde habíamos vivido cuando estábamos casados. ¿Por
qué iba a querer reabrir los buenos y los malos recuerdos o estar
con gente que me consideraría la ex esposa?
Me sentía cómoda con mi vida de soltera. El matrimonio pare-
cía algo que no había sucedido nunca. Había vuelto a usar mi
apellido de soltera, había experimentado cambios a nivel profe-
sional, me había mudado, y había seguido hacia delante con mi
vida. ¡Qué sorpresa fue cuando mi ex esposo y yo comenzamos
a comunicarnos por correo electrónico! Eran breves mensajes de
"feliz cumpleaños" o "felices fiestas". Percibí una grieta en mi
fachada de "nunca sucedió", como si mi Poder Superior me
dijera: "Prepárate, disponte..."
Finalmente visité varias veces mi estado natal que tanto amaba
para ver a mi familia Al-Anón que estaba muy relacionada con
mi recuperación y con mi vida allí después del divorcio. Antes
de mi última visita, oré para que mi Poder Superior me guiara
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sobre repararle directamente un mal causado a mi ex esposo. Le


envié un mensaje electrónico diciéndole que me encantaría
almorzar con él pero que no quería interferir en su vida actual y
que lo entendería si a él le resultaba incómodo verme.
Aunque esperaba que me rechazara, estuvo de acuerdo, y me
dejó un mensaje por teléfono. Era difícil creer que yo hubiera
progresado en mi vida que ni siquiera reconocí su voz, y me
pregunté si me había aliviado o si simplemente me había
endurecido.
Aunque el divorcio había finiquitado legalmente el matrimo-
nio hacía veintisiete años, sentí la necesidad de poner punto
final
y reparar el mal causado de mi parte en ese matrimonio fallido.

El problema de nuestro matrimonio se vinculaba no sólo con su
alcoholismo sino con el hecho de que ambos éramos hijos
adufcl
tos de alcohólicos. Habíamos sido incapaces de mantener una!
relación adulta porque ninguno de los dos había intentado la I
recuperación.

I]
Lo que siguió fue asombroso. Mi Poder Superior se encargó
jus*j to a tiempo. Extendí mi mano y tomé la suya mientras le
decíais "Siempre lamenté lo que aporté a nuestro
matrimonio. Mi padrel
era alcohólico y yo no lo sabía en esa época'! Él no se sorprendió.
Reconoció que sabía acerca del alcoholismo de mi padre. Me
dejó atónita cuando recordó los detalles que yo había olvidado
hacía mucho tiempo. Le comenté lo tanto que sentía haberlo
golpeado y que me había llevado años comprender a quién le
estaba pegando en realidad.
Dije todo lo que necesitaba decir acerca de mi
comportamiento en nuestro matrimonio. No oí las palabras "Te
perdono" de su parte, pero eso no era imprescindible. Lo que
importaba era que yo había dicho lo que necesitaba decir.
Él también ofreció algunas disculpas, pero mi Noveno Paso
no se trataba de oír lo que me habría gustado oír de él. Había
aprendido a perdonar porque Al-Anón me enseñó que no debía
prolongar mi enfermedad aferrándome al dolor. Eso no
significaba que lo que él había hecho era aceptable. Todo mi
perdón significaba que había optado por dejar a un lado la
enfermedad.
Saber cuándo terminar un Noveno Paso es tan importante
como fijar un lugar y un momento para iniciarlo. Dios también
me ayudó con eso; nos levantamos al mismo tiempo y nos
despedimos con un abrazo. Este almuerzo resultó ser un final y
un comienzo. Sentí como que había recuperado un viejo amigo
a quien había perdido. No sé si nos veremos de nuevo, pero
comprendí que él era parte de mi vida y, lo que es más
importante, me había ayudado a encontrar a Al-Anón y a mi
Poder Superior.
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Cuando regresé a casa, recibí un mensaje suyo en el que me


decía que el almuerzo fue lo más hermoso que le había ocurrido
en los últimos tres años. Le dije que yo también estaba agradeci-
da. Si bien no le comenté sobre el Noveno Paso y Al-Anón,
tanto mi corazón como mi cabeza agradecían haber escuchado
la voz de Dios que me decía que era el momento de reparar
directamente el mal causado, y que me daba el valor para darle
seguimiento a mis instintos. Llevó tiempo, pero la espera valió
la pena.

Poco después de entrar por las puertas de Al-Anón, me di cuen-


ta de que debía aprender todo lo que pudiera sobre la
enfermedad del alcoholismo. Después de todo, ya no quería
controlar a mi pareja; sólo quería información. Leí y estudié
todo lo que podía encontrar para que cuando ella me hablara
sobre su enfermedad, pudiéramos mantener una conversación
inteligente.
Pronto me di cuenta, cuando fuimos de vacaciones a ver
a mi familia en otro estado, de que mis conocimientos
podían beneficiar a toda la familia. El primer día de nuestra
estadía, esperábamos que mi hermano mayor terminara de
trabajar y viniera a casa de nuestros padres a verme. A
medida que pasaban las horas, era evidente que se había
ido a tomar unos tragos, probablemente para calmar los
nervios antes de encontrarse con su hermanita menor.
Cuando llegó, le hice saber que existía un programa que
podía ayudarlo. Tenía tantos conocimientos sobre los
descubrimientos científicos relacionados con alcohólicos y
tanta información sobre Alcohólicos Anónimos que no
pude evitar decírselo. Bueno, huelga decir que mi hermano
empezó a gritarme. Luego toda la familia se inmiscuyó.
Les dije a mi madre, a mi cuñada, a mi hermana y a quien
quisiera escucharme que había un programa para ellos
también que se llamaba Al-Anón. No entendí por qué no
querían por lo menos intentarlo. Después de todo, ¡miren lo
que había hecho por mí!
Nos reunimos otra vez en una cena familiar y mi madre
me llamó por aparte para pedirme que por favor no
perturbara de nuevo a toda la familia con fastidiar a mi
hermano. ¿Cómo osaban? Mi hermano era el que tenía el
problema. Era él quien bebía. Así que me quedé en casa y
me hice la mártir. Mi Padrino me comentó que un mártir es
una persona que sufre mucho debido a sus creencias. No
me dijo que sufrían mucho debido a las creencias de otras
personas. Gentilmente me pidió que revisara el Primer
Paso. Tuve que admitir que era incapaz ante la bebida de
mi hermano e incapaz ante la reacción de la familia a ésta.
Les agradezco a mi Poder Superior y a mi Padrino por su
gentil forma de ayudarme a descubrir las lecciones que
necesito aprender en la vida.
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Años más tarde, tuve la oportunidad de reparar el mal


causado a mi hermano diciéndole que lo quiero. Reparé el
mal causado a mi familia no interfiriendo en sus asuntos.
Finalmente, reparé el mal causado a mí misma
perdonándome por mis reacciones. Ahora gozo de esa
serenidad en las relaciones con mi familia que proviene de
la práctica de un buen programa, de las charlas con mi
Padrino y de la asistencia a las reuniones.
Una compañera de trabajo y yo teníamos creencias religiosas
y políticas distintas, y me sorprendió darme cuenta de que
Resentía y juzgaba la "intolerancia" que creía ver reflejada en
sus valores. Durante las horas de trabajo solía iniciar
conversaciones polémicas con ella y no perdía oportunidad de
expresarle mis opiniones con un aire de superioridad. Al final
de una larga semana, volví a actuar de la misma manera y
observé que mi colega recogía sus cosas con rapidez para irse,
obviamente disgustada.
No es de extrañar que algo me importunara todo el fin de
semana, y cuando examiné mi comportamiento con mi Madrina,
me horrorizó ver que yo hacía las mismas cosas que criticaba en
mi compañera de trabajo. Yo era la intolerante y mojigata, llena
de prejuicios, no ella.
Con humildad, usé el Noveno Paso para repararle el mal
causado, y a lo largo de los años mi Poder Superior ha
convertido a esta persona en una de mis grandes maestras. Al
examinar mi propio comportamiento en alguien diferente a mí,
logré una hermosa amistad y pude aplicar estas lecciones
enriquecedoras a otros problemas de mi vida. Hoy cuando
percibo diferencias con otras personas, mi Poder Superior me
ayuda a ver que somos más parecidos de lo que podría
imaginarme.

Hay una diferencia minúscula entre los celos y la esperanza.


Recuerdo que observaba a mi Madrina y a su esposo, y deseaba
tener lo que ella tenía, es decir, un esposo en A.A. Estaba segura
de que esa sería la solución a todos los problemas con mi
esposo. Lo que no veía era que la enfermedad del alcoholismo,
y no sólo el comportamiento de mi esposo, habían dañado
nuestra relación. Mis reacciones también habían perjudicado
seriamente a nuestra familia, pero la culpa y la negación estaban
tan arraigadas en mí que no percibía la parte que me
correspondía. Aún intentaba el cambio en otras personas para
que yo me sintiera bien.
Escribí un Cuarto Paso enciclopédico y se lo llevé a mi
Madrina. Nos reunimos en un parque donde nos sentamos en un
banco y observamos a nuestros niños jugar mientras yo sacaba
un voluminoso manojo de papeles. Ella me miró boquiabierta,
se rió, y me dijo: "Tengo una idea. ¿Por qué no me cuentas lo
que no incluiste allí?" Tal vez bromeaba un poco, pero le tomé
la palabra y le comenté lo que, por vergüenza, no había incluido
en esa letanía de quejas sobre mi esposo. Por extraño que
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parezca, las omisiones no tenían nada que ver con él. En forma
entrecortada, le comenté a mi Madrina lo que nunca le había
dicho a nadie: papá había abusado sexualmente de mí. Luego le
conté que me habían violado cuando cursaba el primer año de
universidad y que había tenido un bebé el cual lo había
entregado en adopción. Me abrazó y lloró conmigo. Me sentí
tan aliviada y con tanto valor que estaba segura de que volvería
a casa y se lo contaría a mi esposo. Mi Madrina me advirtió que
lo hiciera cuando mi Poder Superior, no yo, lo considerara
oportuno, y agregó que los Pasos Sexto y Séptimo, y la voluntad
y la humildad que incluyen, eran muy necesarios primero.
En mi terquedad, estaba segura de que estaba lista. Nunca le
consulté a mi Poder Superior; en su lugar, regresé a casa llena
de "sinceridad" mojigata. Ese día comenzó una pauta que se
repitió después de realizar varias prácticas del Quinto Paso:
volvía a casa llena de emoción y anunciaba que quería hablar
con mi esposo. Él solía correr a encerrarse en el baño. Nunca
me pareció correcto que presionara mi nariz contra el marco de
la puerta.
Al final en Al-Anón aprendí que reconocería el momento
apropiado y oré para saber cuando ese momento llegara.
Mientras tanto, comencé a practicar principios nuevos e
incómodos en mi vida: franqueza, humildad y humor. Empecé a
ver mis propias acciones y a responsabilizarme sólo de eso,
nada más (lo que quiere decir martirio) ni nada menos (lo que
quiere decir negación). Veía que mi vida y las relaciones con mi
esposo y con otros familiares eran lo que yo quería que fueran
hoy. Cuando solté las riendas de mis expectativas sin tomar las
cosas de manera personal, pude disfrutar de la otra persona sin
esperar que el futuro fuera igual al presente o al pasado.
Llegó el momento en que tuve que aprender los principios
otra vez. Nuestro hijo menor bebía y consumía drogas,
amenazaba con suicidarse y estaba fuera de control. En esa
época, mi esposo asistía a una reunión de A.A. a dos mil
cuatrocientos kilómetros de distancia mientras realizaba un
viaje prolongado de negocios. Una vez más supe que no se
trataba de mí.
Cuando regresó a casa, decidimos consultar con un consejero
familiar para que nos ayudara a encarar la crisis de nuestro hijo.
De camino a casa después de una sesión, comencé a quejarme
sobre la necesidad de que todos fuéramos sinceros porque de lo
contrario nada llegaríamos a lograr. Mi esposo me miró y, con
una voz suave, me dijo: "Si ves un problema, tal vez eres parte
de la solución". Me sentí muy irritada y amenazada. ¿Cómo
osaba tener tanto equilibrio y hablarme de recuperación a mí,
quien había estado en el programa más tiempo?
Estaba tan airada que salí del dormitorio y me fui a otra
habitación. Por supuesto, me llevé los libros de Al-Anón
conmigo y me senté a leerlos con furia mojigata cuando mi
esposo se apareció en la puerta. Traía una rosa en una mano y
una tarjeta en la otra. Para probar, me entregó la rosa. Cuando
vio que por lo menos la acepté, me entregó la tarjeta. Ésta decía:
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"Sé que has intentado decirme algo... estoy dispuesto a


escuchar'! En ese momento toda la ira y el temor se disiparon.
Sabía que esta relación perduraría o no según la voluntad de
nuestro Poder Superior. Yo sólo tenía que cumplir con lo que
me correspondía.
Empecé a decirle a este hombre, que había permanecido a mi
lado a lo largo de mi insania y de mi enfermedad sin siquiera
conocer el carácter preciso de mi pasado, que lo entendería si
quería el divorcio después de mi explicación. Luego le conté
todo acerca de los abusos sexuales de mi papá, la violación y el
haber tenido que abandonar a mi bebé. En cada paso de mi
historia, él se me acercaba más y más desde donde estaba
sentado al pie de la cama. Al final me tomó en sus brazos y
lloramos juntos. Luego empezó a reírse. Lo miré con extrañeza,
todavía llorando. Me abrazó, aún temblando de risa. "Querida"
—me dijo— "cada vez que volvías a casa de un Quinto Paso y
querías hablar conmigo, pensaba que me ibas a pedir el
divorcio".

Pasé gran parte de mi vida tratando de obtener la aprobación y


la aceptación de mi familia. Nunca me sentí lo suficientemente
buena como para satisfacer sus expectativas. Por otro lado, no
sabía hacer amigos ni ser simpática. Alejaba a todo el mundo y
trataba con aspereza a la mayoría de la gente que conocía. A
veces hasta era completamente cruel. Nunca era amable con
nadie aunque fueran amables conmigo, incluidos camareros,
camareras, dependientes de tiendas y recaudadores de peajes.
Cuando entré a Al-Anón y empecé a practicar los Pasos,
el Cuarto Paso me reveló lo que yo había escondido de mí
misma. Cuando llegué a los Pasos Octavo y Noveno, tuve
que reparar el mal causado a gente que en realidad no
recordaba o no conocía. Mi Madrina me dio una excelente
idea: podría reparar el mal cambiando mi comportamiento
actual. Traté de sonreír y ser simpática con todas las
personas que veía a diario. Ahora hasta puedo ser simpática
con personas que no lo son conmigo porque recuerdo que
en una época era como ellas.
Consecuentemente, tengo gran cantidad de amigos. Hay
camareros, camareras, dependientes de tiendas y
recaudadores de peajes que ahora se alegran de verme. Hoy
todas mis relaciones son importantes porque la gente es
importante para mí.

Cuando conocí a mi esposa, no sabía que era alcohólica.


Supongo que esa jarra de vino que siempre había en la
nevera debió haberme dado un indicio. Sin embargo, no me
crié con el alcoholismo y era ingenuo; pero sí me crié en
una familia en la que pensábamos que podíamos controlar
y solucionar todo y a todos. No es de extrañar que yo
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pensara lo mismo, hasta que estuve frente a frente con el


alcoholismo activo.
Mi esposa se enfermó de gravedad por una deficiencia
hepática y fue internada en centros de tratamiento en varias
ocasiones. Yo tenía que atender mis negocios y cuidar de
nuestra hija de cuatro años. Mi esposa y yo casi nos
divorciamos, pero, por fortuna, un profesional en salud
mental nos sugirió que fuéramos a Al-Anón. Estaba
desesperado por tratar con lo que fuera. Desde que fui a la
primera reunión, supe que este programa me podía ayudar
a enfrentar los problemas de tristeza, dolor, ira, soledad,
frustración y aislamiento. Practiqué el programa con
diligencia. Al mismo tiempo, mi esposa alcanzó la
sobriedad sin A.A. Esta situación duró seis años. Por
desgracia, cometí un error común y dejé de asistir a las
reuniones de Al-Anón.
Cuando ella comenzó a beber de nuevo, fue como volver a
vivir una pesadilla. En esa época, mi hija tenía diez años y sabía
lo que pasaba. Rápidamente regresé al programa, me conseguí
un Padrino y practiqué los Pasos. Después de más de un año de
altibajos con la sobriedad y ante mi petición de divorcio y
custodia de nuestra hija, mi esposa tocó fondo en un centro de
desintoxicación bastante desagradable.
Ahora tiene una Madrina maravillosa y asiste a una y a veces
a dos reuniones por día. Como familia, nos queda mucho por
cicatrizar, pero gracias a Al-Anón, me doy cuenta de que los
milagros suceden. Al confiar mi vida y mi voluntad a un Poder
Superior y soltar las riendas, las cosas a veces se solucionan de
una mejor manera, aunque no siempre como yo quisiera y
siempre con algo de dolor.
No puedo pretender saber si sobreviviremos como familia
sólida e ilesa, pero sí sé que con ambos programas y viviendo
"Un día a la vez", la situación en el hogar ya ha mejorado en
gran medida. Sólo cuando decido "Soltar las riendas y
entregárselas a Dios" he podido mantener la cordura. Cuando
me invade la tensión, repito la Oración de la Serenidad y le
confío las cosas a mi Poder Superior. Al-Anón es como una
brújula, pues mantiene mi espíritu en la dirección que debe ser.

Después de tres matrimonios fallidos, conocí un hombre


maravilloso y me enamoré locamente de él. Estaba segura de
que esta vez funcionaría. Unos meses más tarde, no funcionaba.
Por fortuna, él es miembro de A.A. y me sugirió Al-Anón.
Lloré mucho durante la primera reunión al darme cuenta de lo
sola, lo perdida y lo frenética que había estado. Durante años
me había esforzado ardua y rápidamente por ocultar mis senti-
mientos de fracaso e intentar una y otra vez por mi propia cuen-
ta que las cosas marcharan de manera correcta. Así que fue un
enorme alivio practicar el Primer Paso y rendirme. El Segundo
Paso me ayudó a recobrar la relación con el Dios de mi niñez y
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a empezar a permitirle que me diera una mano de nuevo. Dios


me
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envió entonces una Madrina excepcional. Nos reímos, lloramos f


y practicamos el programa juntas; además, tenemos una relación \
especial.
A medida que he procedido con los Pasos, han mejorado enor- \
memente mis otras relaciones. Hace poco terminé el Noveno |
Paso y experimenté una maravillosa sensación de libertad. Pude ¡
ver las cosas que me mantuve haciendo una y otra vez sin
obtener \ los resultados que quería, pese a mis buenas intenciones.
Después j de practicar los Pasos, observé con ironía que la gente
más cerca- J na a mí había comenzado por cierto a comportarse
mucho mejor, | Ahora creo que, con la ayuda de Dios, mi relación
actual se con- ] vertirá en la que he deseado toda la vida, aunque
hoy mis expec- 1 tativas son mucho más realistas. Con bondad,
he logrado fijar los ] límites que necesito para mi serenidad. No
tengo que dar mi opi- | nión sobre todo lo que él hace o dice.
Aprendo a decirle con fran- j queza cosas que habría reprimido o
soslayado antes por temor 1 a una reacción negativa de su parte. Es
sorprendente que él no 1 reaccione de manera airada como yo
temía. Toda esta manera de i pensar había sido producto de mi
imaginación. Sigo practicando % el programa porque es muy fácil
recaer en mis viejas costumbres. |

Últimamente he tenido conflictos con compañeros de trabajo, lo


que no es común para mí. En un caso, sabía que debía enea- j rar a
un colega, pero si lo hubiera hecho de inmediato, puede ser J que
me hubiera enfurecido. Así que utilicé el lema "Piensa", que 1 me
recuerda que debo esperar. No debo hacer nada para lo que no
estoy preparado. Otra frase sabia de las reuniones me ayudó |
mucho: "Cuando tengas dudas, no lo hagas'! Durante una semana |
reflexioné sobre el problema y lo debatí con otras personas antes |
de que estuviera listo para hablar con mi colega. Oré a mi Poder |
Superior y le pedí que me guiara y que hiciera que mi compañero 5
de trabajo escuchara lo que le iba a decir. Se presentó la oportuni- j
dad, y me senté para que habláramos.
No sólo encontré las palabras que necesitaba, sino que mi colé- \
ga me agradeció que me hubiera acercado a él y estuvo anuente J
a hacer más de lo que pudiera de su parte. Unas semanas des- |
pues, una reorganización de la compañía me hizo ponerme muy
175 Descubramos nuevas opciones

nervioso. No estaba satisfecho con mi nuevo puesto, por lo que


expresé algunas de mis inquietudes. Luego me preocupó el
hecho de que mis jefes pensaran que yo era una influencia
negativa. Mis pensamientos se desbocaron hasta el punto de
estar convencido de que me despedirían. Escribí en mi diario y
lo comenté con amigos del programa. Luego lo comprendí: las
condiciones externas no definen lo que soy. No es
responsabilidad de mi jefe brindarme serenidad. Debo creer en
mí mismo.
Cuando conozco mi propio mérito y confío en el amor de mi
Poder Superior, puedo soltar las riendas en cuanto a la aproba-
ción de otra gente por más importante que parezcan ser para mi
supervivencia. Consecuentemente, mis jefes escucharon mis
preocupaciones y respondieron con amabilidad y comprensión,
no con reproches ni censura. Soy más feliz que nunca en mi
empleo. Cada día avanzo más hacia la plenitud.

Estuve expuesto al alcoholismo primero en mi niñez y luego


como esposo, y eso me produjo una enorme acumulación de
resentimientos contra gente alcohólica y contra todo el mundo.
Por temor a una represalia destructiva, evité el contacto con mis
familiares, vendí mi pistola y caminé largas distancias para
disipar la ira. Sin recuperación, sufrí pesadillas y serios
problemas de la piel. Casi no podía mantener a mi esposa ni a
mis hijos.
Logré evitar causarme daño físico y causárselo a otras perso-
nas, pero en mí nació el desprecio y una devastadora lengua sar-
cástica como armas contra mi esposa alcohólica. Sentía un
alivio ocasional y un sentimiento de superioridad cuando la
humillaba. El destruir verbalmente a otras personas era tradición
de nuestras dos familias.
Al final llegué a Al-Anón, y mediante la hermandad y los
principios de Al-Anón y Alateen, mi familia experimentó la
recuperación. Después de un año de progreso, pude comenzar a
contribuir en las reuniones.
La literatura del programa me enseñó que abrigar resentimien-
tos tiene consecuencias claras, como vivir en un pasado triste,
obsesionarme por la posibilidad de venganza y considerarme
una
víctima. Estos motivos fueron suficientes para soltar las riendas
de esa antigua ira.
Al mismo tiempo, aprendí que no debía aceptar la violencia.
Me di cuenta de que a lo mejor tendría que tomar decisiones que
garantizaran mi seguridad y la de mis hijos, tales como llamar
para solicitar protección policial, mantener guardado dinero y
duplicado de llaves, o ir a un albergue hasta que la persona
ofensora se recuperara lo suficiente para participar en la
reconciliación.
Seguí asistiendo a reuniones y me sentí más a gusto conmigo
mismo. Al soltar las riendas de mis resentimientos, he
empezado a encarar el reto de perdonar a los que cometieron
abusos en el pasado. Al principio no podía encontrar por qué
176 Descubramos nuevas opciones

debía ir más allá de simplemente soltar las riendas y perdonar de


verdad. Entonces recibí una extensa carta de uno de mis hijos
adultos, quien, con lenguaje gráfico pintó un dibujo del
sufrimiento que había soportado en su niñez debido a mi
incapacidad de solucionar nuestra situación de modo
constructivo. Al leer y volver a leer la lista de sus temores,
desconciertos y privaciones, recordé mi propia confusión y
desesperación que en esa época provocó que descuidara mis
obligaciones. Eso le dio un nuevo significado al ser incapaz ante
el alcohol y que mi vida sea ingobernable. Gracias al programa,
comprendí que había hecho todo lo posible con lo que tenía en
ese momento.
También comprendí que los que cometieron abusos también
hicieron todo lo posible entonces. Todos éramos humanos,
sometidos a un sinnúmero de influencias negativas en su mayo-
ría. Nuestra culpa debía aminorarse con los otros factores que
existían en nuestras vidas. Con esta ráfaga de comprensión,
pude perdonarme a mí mismo y utilizar esta nueva comprensión
para perdonar a quienes me ofendieron.
Por medio de la carta de mi hijo, tuve la suerte de percibir mis
defectos morales desde la perspectiva de una víctima. Me
permitió lograr una mejor comprensión del carácter de mis
faltas, de la necesidad de pedir perdón y del imperativo de
otorgar el perdón en aras de la reconciliación.
Mientras mi esposo intentaba mantener la sobriedad algunas
veces, gozábamos de una vida sexual espectacular. Cuando
bebía, podía bailar, divertirse y tener una relación sexual con un
sentido de libertad y sin restricciones. Una vez que logró la
sobriedad y la mantuvo, ya no bailaba ni quería tener relaciones
sexuales conmigo. Decía que no podía. El temor de que lo
juzgaran por su actividad sexual creó un obstáculo que ha
durado hasta ahora en nuestra relación.
No hemos tenido relaciones sexuales desde hace muchos años, y
sin embargo juntos hemos progresado de una forma que nunca
me hubiera imaginado. La pérdida de la intimidad sexual con mi
esposo ha sido dolorosa, pero me sorprendió que yo la aceptara
"Un día a la vez" sin perder por eso la esperanza de juntos
volver a tener vida sexual.
He progresado de muchas maneras en Al-Anón. Aprendí a
amar sin condiciones pese a los altibajos y a las crisis
ocasionales de nuestras vidas, incluyendo recaídas,
enfermedades y el interés que tuve por alguien más que, por
fortuna, no duró mucho. A lo largo de todo esto, con la ayuda de
Al-Anón y de A.A., así como con la ayuda externa, mi esposo y
yo hemos crecido juntos de una forma muy íntima, aunque no
en el aspecto sexual. Nos tratamos con amor y ternura la mayor
parte del tiempo. Nos acariciamos sensualmente y nos
comprendemos como sólo lo hace gente que ha estado junta
toda la vida. Tenemos nuestro propio lenguaje íntimo y somos
muy juguetones el uno con el otro. Todos los días nos decimos
que nos amamos.
177 Descubramos nuevas opciones

Aunque el sexo es magnífico (una experiencia y un


sentimiento que no tienen parangón) me siento agradecida de
tener intimidad emocional. Me siento vinculada y
verdaderamente comprometida con mi esposo pese a que por
hoy no puedo tener una relación sexual con él. La vida está llena
de retos y oportunidades para progresar. Casi todos los días me
siento feliz y muy agradecida, lo que puedo lograr mediante el
compromiso constante que tengo con Al-Anón.
Cuando vine a Al-Anón, parecía que la relación con mi hija
había destruido por completo. Ella solía decirme: "Mamá, lo q
no soporto de ti es que presumes que todo lo sabes".
Yo era completamente infeliz y carente de espiritualid
Fue entonces que mi Poder Superior me condujo a mi prime-
reunión. Por supuesto, casi todos mis esfuerzos iniciales para
ayi*
darle a mi hijo alcohólico fueron erróneos. Alejé aún más a mi
hi*
porque no podía desprenderme de él.

ij
Poco a poco, comencé la recuperación emocional y física. Me
cuenta de que podía tratar de repararle el mal causado a mi hija
reconstruir nuestra relación demostrándole mi amor incondiciol
nal y mi recuperación.
Hace unos meses, mi hija me pidió que la aconsejara sobré
algo. Como yo no quería ser responsable de los resultados, le
dije: que estaba segura de que ella podría solucionar el asunto
con ell tiempo. Le comenté que había opciones disponibles para
eso. Se, enfadó conmigo y me dijo: "Mamá, ¿sabes lo que no me
gusta de ti? Nunca tienes una opinión" Comprendí que lo había
logra^ do. Ahora hablamos varias veces a la semana y juntas
pasamos momentos muy agradables.

Poco tiempo después de presentar la demanda para divorciar-


me de mi esposa, comencé otra relación y pronto empezamos a
tener relaciones sexuales. Después de nuestro compromiso, mi
novia retrocedió para examinar si las relaciones sexuales eran en
realidad lo que deseaba al tan poco tiempo de iniciar la relación.
Una de sus preocupaciones se refería al comportamiento
apropiado que debíamos ejemplificar ante nuestros muchachos
adolescentes.
Después de orar y meditar un tiempo prolongado y con la
ayuda de nuestro Poder Superior, decidimos cambiar de
comportamiento. Fue fácil repararle el mal causado a mi
prometida, pero yo tenía dos hijos en casa que sabían que ella se
quedaba por las noches. Esa noche, cuando regresaron de una
visita a su madre, hablamos sobre las decisiones que yo había
tomado. Les dije que me había equivocado al pedirles que
hicieran las cosas como yo decía y no como yo las hacía. Les
dije que sentía que no había sido un buen ejemplo para ellos
pero que iba a cambiar mi comportamiento. Repararles el mal
178 Descubramos nuevas opciones

causado a mis hijos no presentó problemas; fue un ejemplo de la


aplicación del Décimo Paso: Proseguimos con nuestro examen
de conciencia, admitiendo espontáneamente nuestras faltas al
momento de reconocerlas.
Eliminar el componente sexual de nuestra relación también
nos permitió a mi novia y a mí centrarnos en la intimidad
espiritual de nuestra relación. Practicamos el Undécimo Paso
orando juntos a diario, ya sea en persona o por teléfono.
Consecuentemente, hemos podido alcanzar un mayor nivel de
intimidad.

Crié a dos hijos en medio de la difícil lucha debido al alcoho-


lismo de su padre, cuando yo no podía pensar en otra cosa más
que en mi ira y én mis frustraciones. Yo estaba emocionalmen-
te ausente debido a la lucha, al tratar de mantener la ilusión de
que las cosas marchaban bien. Pasaba el tiempo limpiando la
casa para que todo estuviera en orden. Mi mente estaba en otra
parte, el corazón me pesaba y mi espíritu agonizaba lentamente.
Hoy mis hijos son adultos. En algún momento de su
crecimiento, yo también crecí. Les he reparado el mal causado
por medio de palabras. Cada vez que se presenta la oportunidad,
les reparo el mal causado por medio de hechos al ser la clase de
madre que no pude ser años antes. Es para mí un don que hoy
pueda estar presente en los momentos que comparto con ellos.
Los escucho, les brindo la dignidad de vivir sus vidas al no
interferir en sus asuntos y, lo que es más importante, me
abstengo de criticarlos. Reconozco sus realizaciones y los apoyo
en sus decisiones.
No hace mucho, al recoger a mi nieto pequeño de la escuela,
en mi cabeza empezaron a rondar pensamientos sobre su padre
(mi hijo). Mi nieto, quien se miraba muy parecido a como era su
padre hace años, se me acercó con gran alegría en su pequeño
rostro. Estaba encantado de verme y, cuando lo saludé con un
"Hola, mi hombrecito feliz" me pregunté si mi hijo era feliz
cuando tenía ocho años. Lo que pensé se me quedó ahí por sólo
un momento. Hoy es hoy —pensé—, no puedo deshacer lo
hecho, pero puedo querer al hijo de mi hijo hasta donde pueda.
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Es así de simple. Ahora escucho cada palabra que mi nieto


comparte, ya sea que las tareas del hogar se acumulen o no. Mi
corazón está lleno de amor por él. El tiempo en que estamos
juntos, lo dedicamos a crear recuerdos. Nos reímos y
compartimos Ideas y sueños. Jugamos y almorzamos en el
parque. Él mantiene mi espíritu joven y vivo, y yo agradezco
esta segunda oportunidad.

Para reflexión y debate:________________________________________

1. ¿Cuáles son las recompensas (y las consecuencias) de consi-


derarme una víctima?
2. ¿Qué me pueden enseñar sobre mi carácter las quejas y
resentimientos que tengo?
3. ¿Qué puedo hacer hoy para aceptarme mejor como soy?
4. ¿De qué manera me ha ayudado un Padrino o Madrina a
adquirir una visión realista de la responsabilidad que me
corresponde en ciertos problemas?
5. ¿Cómo me ayuda la práctica de los Pasos Cuarto al Octavo a
realizar cambios que puedan traerle más felicidad a mi vida?
6. ¿Dónde debo todavía reparar el mal causado? ¿Qué me
detiene?
7. ¿De qué manera me causa infelicidad aferrarme a la idea de
que otra gente debe repararme el mal causado?
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opciones

Capítulo Once

Mediante la oración y la meditación

Muchos llegamos a Al-


Anón con esperanzas casi nulas y con poca o ninguna fe. No es raro encontrar nuevos
miembros airados y decepcionados con el Dios de su entendimiento. Sienten ira y
decepción por la situación de su vida. Culpan a Dios.
Nuestro concepto personal
de un Poder Superior a menudo evoluciona y se desarrolla de manera impredecible cuando
venimos a. Al-Anón por primera vez, cuando nuestras vidas se han tornado ingobernables.
Al practicar el programa y los Pasos, poco a poco podemos establecer bases más amplias
sobre las cuales permanecer. La ansiedad y el temor no tienen que desempeñar un papel
tan extenso en nuestras experiencias diarias como una vez sucedió. Podemos adquirir más
seguridad y confianza en nuestra relación con un Poder superior a nosotros.
El Undécimo Paso señala
que la oración y la meditación pueden "mejorar nuestro contacto consciente con Dios,
según nuestro propio entendimiento de Él, y le pedimos tan sólo la
capacidad para reconocer Su voluntad y las fuerzas para cumplirla". El mensaje que
transmiten estas palabras no se refiere a renunciar sino a soltar las riendas. Cuando
confiamos nuestra voluntad al cuidado de Dios, eliminamos las barreras limitantes de
nuestra experiencia pasada y les abrimos la puerta a posibilidades que no podemos
predecir. Soltamos las riendas de nuestras ideas limitadas sobre lo que podría ser y les
abrimos el corazón a oportunidades que nunca soñamos que fueran posibles.
Este Paso requiere paciencia. El tiempo que le dedicamos a la oración y a la meditación
puede impedir que adoptemos medidas apresuradas que podrían empeorar la situación.
Esperamos una percepción de lo que podría ser la voluntad de nuestro Poder Superior para
nosotros, abrigando la esperanza de sentir en el
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opciones

corazón lo que hemos llegado a creer que es el camino a seguir más apropiado.
No pedimos resultados que
nos satisfagan. No oramos para que otras personas cambien su forma de ser. Nos
acercamos a nuestro Poder Superior teniendo presente la restringida función que tenemos
en esta tierra: ser responsables de nosotros mismos y de nuestras acciones. Así como
aprendemos a soltar las riendas del querer desempeñar el papel de nuestro Poder Superior
en la vida de otras personas, también soltamos las riendas de pedirle a nuestro Poder
Superior que proceda según nuestras instrucciones. En lugar de eso, intentamos descubrir
cómo podemos aceptar lo que creemos que es el plan de Dios para nosotros.
El Undécimo Paso nos recuerda que sólo porque no podamos ver cómo funcionan las
cosas actualmente, eso no significa que una forma de verlo no salga a la luz más adelante.
No es necesario conocer las respuestas con antelación. No somos responsables de las
respuestas. Sin embargo, al aprender a soltar las riendas, podemos ver cómo se pueden
resolver las cosas, aparentemente por sí solas. Al final, aprendemos a confiar en el proceso.
A lo largo del tiempo, adquirimos la confianza de que todo saldrá bien. Muchos finalmente
descubrimos que hemos desarrollado lo que alguna gente llama fe.
El Undécimo Paso nos ayuda a mantener nuestra base espiritual. Orar y meditar
regularmente nos ayuda a que nuestros corazones permanezcan abiertos y receptivos a los
planes de un Poder Superior. Apaciguamos nuestras mentes y nos mantenemos centrados
en nosotros mismos. Al hacerlo, nos permitimos cambiar, lo cual les abre las puertas a
cambios en todas nuestras relaciones, j incluida la relación con el Poder Superior según
nuestro propio entendimiento de Él.
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Historias personales

Estaba sufriendo por el rompimiento de una relación íntima que, debido a comportamientos
inaceptables, yo mismo había decido terminar. Una vez más lamenté no haber podido realizarme
con otro ser humano. No obstante, pensé que al decir "no" a esta relación, también le decía "sí" a
valores más altos en cuanto a lo que creía merecer en una relación.
Después de dedicarle tiempo a la
práctica de los Pasos, he obtenido plenitud y satisfacción dentro de mí mediante la relación con
mi Poder Superior. Creo que ya no hago nada sola puesto que mi Poder Superior está a mi lado
en todo momento. Puedo reconocer la belleza que me rodea, cenar en un restaurante, ver una
película, expresar mis preocupaciones y temores sobre cualquier cuestión (incluyendo sexo y
dinero) y vivo en casa sin sentirme sola.
Al practicar el Undécimo Paso y establecer un contacto consciente con mi Poder Superior,
también me examino y aprovecho la oportunidad para ocuparme de mí misma.
No comprometeré la relación que tengo con mi Poder Superior. Si conociera a alguien,
actuaría con cautela para poder prestar atención a las dos relaciones, aunque mi primer
compromiso lo contraje con mi Poder Superior. Tengo la intención de concretar mis esperanzas
y sueños, y no dejarlos en suspenso a causa de otra persona.

Antes de Al-Anón, creía en un Poder Superior. Meditaba, aunque no de modo constante. Sin
embargo, no oraba. El programa me aportó el amor, el aprendizaje y el estímulo que necesitaba
para orar y meditar con regularidad.
Para mí, orar significa hablar con
Dios y meditar significa disponerme a estar en silencio y escuchar. Pienso que Dios habla a
través de la gente, así que escucho con el corazón cuando alguien más habla. La asistencia a las
reuniones me ayuda a mantenerme alineado con Dios y con otras personas.
Oro varias veces al día. Todas las mañanas, invito a Dios a que entre en mi vida para que me
muestre lo que debo hacer. Por las noches, doy gracias a Dios por el día que he tenido y preparo
una lista de las cosas por las que me siento agradecido a la vez que hago mi examen diario de
conciencia.

Vine a Al-Anon la primera y la segunda vez para que mi esposo alcanzara la sobriedad, pero
en cuanto dejaba de beber, yo dejaba de asistir. La tercera vez que vine a Al-Alnon, fue para
salvarme a mí misma. Mi enfermedad también había avanzado. Estaba al borde de un colapso
nervioso y sabía que ya no podría continuar viviendo de la misma forma. Una miembro se
ofreció a ser mi Madrina y escuchó mis historias de dolor, ira y resentimiento. Mi Madrina me
pidió que eliminara las palabras "sí, pero" y "¿qué tal si?" de mi vocabulario.
Mi complejo de inferioridad surgió cuando era una niña que crecía en un hogar con
principios religiosos estrictos donde no se bebía. No supe hasta muchos años después de llegar
al programa que mi padre provenía de un hogar alcohólico donde se maltrataba mucho a los
niños. Mi madre fue abandonada por sus padres cuando era niña. Ellos decidieron que era más
importante ser misioneros en una tierra extraña y la dejaron con gente desconocida.
Mi cónyuge participó
activamente en A.A. durante unos años. La vida mejoró, pero surgieron muchos problemas
cuando nuestros hijos crecieron y se volvieron adictos a las drogas y al alcohol. Ambos nos
esforzamos cuando nuestros hijos nos necesitaron, pero las crisis hicieron que desviáramos la
atención de nuestra relación. A medida que las crisis se convertían en incidentes, me di cuenta
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de que nadie me ayudaba en mi recuperación en casa. Mi esposo ya no asistía a reuniones de


A.A. Al principio no lo noté, pero habíamos dejado de hablar el mismo idioma. La distancia
entre nosotros fue mayor. Yo vivía con alguien que ya no bebía pero tampoco se recuperaba, y
mi dolor se incrementó.
No podía abandonar el matrimonio con odio, ira y resentimiento. Tenía que aceptar mi
pasado y luego soltar las riendas del mis* mo completamente. Tenía que quererme a mí misma y
creer que no me merecía que me maltrataran emocionalmente. Tenía que hacerle frente a mi
peor miedo: el miedo de estar sola en mis años de vejez.
El dolor me impulsó a buscar ayuda externa. Me pregunté: "¿Por qué yo?" Yo misma me
respondí que necesitaba la recuperación. El daño causado por el maltrato en mi niñez comenzó a
cicatrizar. No fue nada agradable encarar el dolor que sentía por la pérdida de ese matrimonio de
ensueño que creía que tenía. Llevó tiempo. El Dios de mi entendimiento no me crea
dificultades, ni me pone a prueba, ni hace que sucedan cosas malas. Mi Poder Superior es
bondadoso y afectuoso, y está siempre a mi lado. Camina junto a mí a lo largo de cada día, hasta
cuando me olvido de Él. A veces mi Poder Superior hace por mí lo que yo no puedo hacer por
mi propia cuenta.

En las reuniones me presentaron a un Poder superior a mí misma que era totalmente distinto
del Dios que me había acompañado hasta allí. A medida que aprendía a practicar los Doce
Pasos, descubría cómo fomentar la relación con mi Poder Superior.
Utilizo la oración para
comunicarme con ÉL Aprendí que pese a que puedo decir lo que quiera, es mejor orar para que
se haga Su voluntad. El Poder Superior que he llegado a conocer quiere lo mejor para mí y
puede ver los resultados de todo, aunque yo no pueda.
La meditación me ayuda a escuchar lo que me dice mi Poder Superior. A través de años de
práctica, he aprendido a sentarme en silencio y a calmar la mente. Mi Poder Superior tiene
mucho que decirme.
Yo sólo puedo imaginarme cuáles deberían ser las respuestas, pero Él sabe. Esta relación es
lo más valioso que poseo. No importa quién entre o salga de mi vida, pues mi Poder Superior
siempre permanecerá a mi lado.

Durante muchos años, sufrí por no tener una relación abierta, sincera y bondadosa con Dios.
Al practicar los Doce Pasos, empezó a germinar la idea de que Dios me quiere de verdad. En
última instancia, eso era lo que deseaba: un Dios que me amara.
Un día mi Madrina (que
también estaba cultivando una relación afectuosa con su Dios) me informó que dejaría de
ser mi Madrina porque soy lesbiana, lo que no estaba bien según su visión de lo que es
correcto ante los ojos de Dios. Perdí otros amigos ése año y decidí dejar el programa. No
asistí a reuniones por meses, pero regresé abrumada por el dolor. Comencé entonces a
recorrer un camino que ha cambiado mi vida para siempre. Lo que empecé a ver fue que
Dios me quería. He entablado una relación con Dios que me parecía un milagro.
Las otras relaciones que escoja tener en la vida no cambian mi relación con Dios. Lo
que cambia esa relación es cuando opto por anteponer seres humanos a Dios o cuando se
me olvida pedirle la capacidad para reconocer Su voluntad y las fuerzas para cumplirla.
La relación con Dios cambia cuando no me tomo el tiempo necesario para hablar con Él,
para esperar Sus respuestas, o para confiar en Su sabiduría. No se me debe olvidar
agradecerle por lo que tengo ni que es sólo por Su gracia que hoy estoy donde estoy. La
única persona que puede cambiar la relación que tengo con Dios soy yo.
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Me asombro de ver cómo,


años antes de encontrar a Al-Anón, se me había metido en la cabeza que Dios me
castigaba. Pensaba que Dios no me quería ni se ocupaba de mí porque era lesbiana. Lo
que aprendí es que a Dios no le importa si soy lesbiana. Eso es lo que le importa al
mundo. A Dios le importa que yo confíe y tenga fe en Él. A Dios le importa si me lastimo
o si lastimo a otras personas. A Dios le importa que yo lleve el mensaje de gracia,
esperanza y amor. A Dios le importa que yo crea en ÉL A Dios le importa que yo ayude
al prójimo. A Dios le importan mis sueños y mis decepciones. A Dios le importa si salgo
o no adelante. A Dios le importa si decido recurrir a Él cuando atravieso las peores
situaciones.
La Duodécima Tradición
me recuerda quedarme con lo que me agrada y desechar el resto. No puedo permitir que
cuestiones externas me impidan concentrarme en mi objetivo espiritual primordial. Me
recuerda que Dios está dentro de mí y que cada quien tiene a Dios dentro de su ser. No
tengo que creer lo que digan, lo que apoyen, lo que no apoyen, lo que juzguen, ni lo que
me indiquen que está bien o mal. Necesito tener una relación personal con un Dios que
me quiera y que guíe y dirija mi vida.
Al recordarme de la Duodécima Tradición, obtengo la habilidad y la libertad de acoger la
base espiritual del programa de Al-Anón. Cuando antepongo los principios a las personas,
puedo entablar una relación con Dios y con otras personas que nunca creí que se pudiera. He
oído decir que Dios existe o no. Sé desde lo más profundo de mi corazón que Dios existe, y
siento mucha gratitud.

No podía identificar ni compartir mis sentimientos y estaba obsesionado por una mujer en
particular. Sin embargo, no lograba ser directo ni vulnerable ante ella porque intentaba
impresionarla con una buena imagen de mí. En lugar de eso, debería haber sido yo mismo y
haber permitido que mi Poder Superior guiara la relación según Su voluntad.
Aún sufro algunos de estos defectos de vez en cuando, pero también he obtenido algunas
victorias. Mediante la plegaria, he aprendido a confiar la mujer que me obsesiona al cuidado y a
la voluntad de Dios. He notado que puedo ser vulnerable en las reuniones con los dignos amigos
que tengo en Al-Anón. He aprovechado esta experiencia para fijar límites temporarios (como no
besar) al entablar amistades con mujeres. Me di cuenta de que al besar a una mujer, me
obsesiono y deseo impresionarla en lugar de ser vulnerable. Este límite me ha ayudado a ser
sincero conmigo mismo y a conocer a más de una persona, lo cual también me ha ayudado a
disipar parte de la necesidad de obsesionarme.
Tuve el valor de pedir un abrazo cuando lo necesité. Pude decirle a mi mejor amiga que me
daba miedo acercarme demasiado a ella porque presentía que sufriría si la perdía. Pude decirle
que había llorado durante el trayecto a su casa después de ver una obra teatral que me hizo sentir
lo que sería perder a toda la gente de mi vida. Me respondió que ella había experimentado lo
mismo y comprendía mis sentimientos. Me sentí muy aliviado y el vínculo con ella adquirió una
nueva dimensión. Sin tener que pedírselo, me dio un gran abrazo, cálido y bondadoso.
En una reunión esa noche, mi
Poder Superior me orientó y mostró lo que se necesitaba para ir más allá de una amistad.
Primero tengo que consolidar la relación con mi Poder Superior mediante Su aceptación de mí.
Tengo que confiar en Su control para poder aceptar Su voluntad en mis relaciones, en lugar de
sentirme como que tengo que estar a cargo de todo. Puedo confiar y esperar que Él me revele
cosas y me guíe un paso a la vez, sabiendo que me siento bien con Él independientemente de
cómo evolucione mi relación.
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Me crié en un hogar alcohólico y tuve lo que creía que era una forma de vida normal.
El Dios que conocía me proporcionaba recompensas y castigos según mis acciones. Era
un Dios temible a quien no debía perturbar para evitar meterme en terribles problemas.
Dios se parecía mucho a mi padre alcohólico, aunque era mucho más poderoso.
Sufría de culpa irrazonable cada vez que hacía cualquier cosa fuera de lo común. Me
obsesionaba la idea de lo que me podría ocurrir. ¿Qué me iba a hacer Dios? Si hacía algo,
sabía que me iban a castigar por mis acciones. Si todo parecía marchar bien por un
tiempo, suponía que había logrado escaparme de algo. Para mí, ninguna situación tenía
términos medios. Los términos medios me provocaban dolor. Mantuve esta perspectiva
hasta la edad adulta y mi salud se resintió debido a la tensión que yo mismo me causaba.
La primera vez que asistí a Al-Anón, mi relación con Dios era unilateral. Luego
obtuve una visión completamente nueva de Él. Descubrí un Dios bondadoso que cuidaba
de Sus criaturas. Aprendí que podía establecer un vínculo directo con Él y que podía
hablarle como amigo. Sabía que podía contar con alguna clase de respuesta aunque ésta
fuera V. Aprendí que en cualquier circunstancia Dios me quería y yo podía confiar en ÉL
Creo que el don de una relación con Dios ha sido lo más valioso que he logrado en Al-
Anón. Todavía tengo cuestiones que resol* ver, pero ahora es mucho más fácil con la
confianza que he adqui* rido en mi Poder Superior.

Tenía miedo del Dios que me presentaron a una edad temprana? un Dios autoritario
que castigaba, un anciano de barba blanca. En
Al-Anon conocí por primera vez a un Dios de mi propio entendimiento. Lo veía como Él en los
rostros de amigos y en la naturaleza. La veía como Ella a mi lado, como consuelo y sabiduría,
enviándome mensajes en momentos difíciles para que supiera que no estaba solo.
Veo a Dios en todos los buenos aspectos de la gente que quiero, en toda la paz y la serenidad
con que podemos contar, en toda la esperanza, el valor, el amor y la alegría que poseo. En
épocas difíciles, vuelvo a la idea que al principio tenía acerca de Dios. Siento miedo y me olvido
de Dios y de mí mismo, y de que estamos unidos. Luego, por medio de un amigo en Al-Anon,
de un pájaro, o de un tenue resplandor en el cielo de la noche, recuerdo de nuevo que somos
uno.

Fui a mi primera reunión de Al-Anon un par de semanas después de que mi esposa volviera
de un centro de rehabilitación. Para llegar a la sala de reuniones, tuve que atravesar una sala
enorme donde estaba por empezar una reunión de A.A. Fue como pasar entre dos filas de
soldados. Cuando por fin llegué a la reunión de Al-Anon, me encontré con una sala donde había
alrededor de veinte mujeres y sólo un hombre. Huelga decir que me sentí desubicado. Me
pregunté: "¿A dónde he venido? ¿Por qué yo? Es mi esposa la del problema'! La mejor decisión
de mi vida fue sentarme, quedarme en silencio y escuchar.
No sabía lo que hacía allí, pero estaba dispuesto a intentar cualquier cosa para lograr la
sobriedad de mi esposa. No me daba cuenta de que había dado el primer paso que me ayudaría a
cambiar mi vida por completo. En ese momento, no sabía que mi vida se trataba de mí. Creía
que se trataba de cada quien a mi alrededor.
Al final comprendí que estaba enfermo y que si quería recuperarme como lo habían hecho los
otros miembros, tendría que establecer un contacto espiritual. No tenía Poder Superior. En
realidad no lo quería tener, pero reconocí que ese concepto les era útil a otras personas.
Comencé a probar la idea de un Poder Superior. Uno de los primeros instrumentos que utilicé
fue el lema "Suelta las riendas y entrégaselas a Dios" Era fácil de recordar y me ayudaba a evitar
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el torbellino de mis pensamientos; además, funcionaba a corto plazo en cosas pequeñas. Me


mostró posibilidades. Me dio esperanzas.
No soy perfecto, pero progreso a diario.
Cada día aprendo algo que necesito saber. Al-Anón es la base de mi vida. Al-Anón me abre
una y otra puerta, y cada una muestra algo más maravilloso que la anterior. Sé que en la medida
en que siga practicando el programa de Al-Anón, mantenga un criterio abierto, encare mis
temores y esté dispuesto a seguir el camino que me revela mi Poder Superior, continuaré
aprendiendo y progresando en mis relaciones con la gente que quiero y con todos aquéllos que
encuentre en este viaje hermoso de la vida.

La relación más difícil que tengo


en este momento es la relación conmigo misma. Cuando centro la atención en mí, experimento
una sensación de mucho temor y abandono. Estoy dispuesta a dejar de huir de mis pensamientos
y sentimientos. No puedo permitir que el temor me supere, pero debo tomarme el tiempo para
examinarlo.
Todas las mañanas me recuerdo que debo hacer una pausa para pedirle a Dios que me guíe
cuando el temor y la confusión me abrumen durante el día. Leo los libros de meditación de Al-
Anón y oro para que Él me guíe en mi vida y haga Su voluntad. Debe haber algún motivo por el
que estoy donde estoy. Puedo recordarme que no estoy sola, pues Dios está a mi lado. Los
resultados dependen de Él; yo sólo sigo Su guía. El temor y la ansiedad disminuyen con el
tiempo cuando le pido a Dios que me demuestre Su voluntad.
En mi niñez, ningún miembro de
la familia estaba a mi lado cuando sentía ira, tristeza, alegría o temor. Era imposible que lo

f
estuvieran: no tenían nada que ofrecer. La recuperación es hoy mi responsabilidad. Dios será el
padre perdido desde hace mucho tiempo que he necesitado para que me ayude a superar el
temor y me ayude a seguir adelante. Al empezar a confiar en que Dios me mostrará Su voluntad,
confío también en que esta experienciai me formará de manera que pueda ayudarles y servirles a
otras1 personas.
Antes de Al-Anon, hacía hincapié en tratar de cambiarlo todo. Me desalentaba y
decepcionaba que Dios no cambiara lo que yo quería que Él cambiara. Quería que mi esposa
mejorara, pero Dios no respondía a mis ruegos. Lo mismo ocurría en la relación con mi esposa.
Ninguno de los dos satisfacía mis expectativas; no me daban lo que yo quería. A lo largo de los
años, el camino hacia la aceptación no fue rápido ni fácil, pero cambió la relación con un Poder
Superior de mi propio entendimiento.
Había dejado de orar cuando llegué al Undécimo Paso, pero pensaba que la meditación podía
por lo menos ofrecerme algún beneficio para la salud. Al principio supuse que meditar significa-
ba que debía tratar de controlar mis pensamientos y de llegar por fuerza a un estado de
relajación mayor. No parece lógico, pero eso es lo que intentaba hacer: me obligaba a relajarme.
Descubrí que era muy impotente ante mis pensamientos y que me resultaba imposible
controlarlos. El aprender a observar mis pensamientos con desprendimiento amoroso resultó ser
un enfoque más positivo. Eso me enseñó lo que es aceptación.
Utilizaba el lema "Un día a la
vez" en la meditación. Casi todos los pensamientos que me provocaban ansiedad o dolor se rela-
cionaban con un futuro imaginario o un recuerdo penoso. Así que cuando meditaba, practicaba
el recordarme centrar de nuevo la atención en el momento presente. Mis pensamientos estaban
conectados al "pasado" o al "futuro", pero en realidad ocurrían "hoy" Devolver esos
pensamientos al presente constituía una manera de desprenderme de lo que parecía la
apremiante realidad de un futuro imaginario y un pasado de recuerdos.
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La aceptación surge cuando soltamos las riendas. Al soltar las riendas de lo que no podía
cambiar, se abrió una puerta hacia esa serenidad que trajo consigo una perspectiva
completamente diferente de la vida. Con el tiempo, logré un poco de confianza en los resultados
que obtenía si soltaba las riendas. Fue entonces cuando el soltar las riendas me condujo a tener
fe en el Dios de mi entendimiento.
Si bien la difícil relación con mi
esposa me hizo tener una percepción negativa de Dios, hoy tengo una relación más positiva con
mi Poder Superior de donde surgen expectativas de una relación íntima. Mantengo mis
esperanzas y mis expectativas dentro de los límites de hoy, me acuerdo de soltar las riendas de
las cosas cuyo control está más allá de mis facultades, mas confío en que las cosas sucederán de
la forma en que deben suceder.

Estaba en un retiro en el que el moderador se refería al concepto de Dios dentro de nosotros.


Por medio de Al-Anón llegué a creer que Dios está conmigo, pero, ¿dentro de mí? No estaba
segura. Di una larga caminata para pensar en esta idea. Intenté recordar los momentos en que
Dios estuvo conmigo.
Primero, recordé cuando mi esposo estuvo muy enfermo de alcoholismo. Yo sabía que si no
ganaba más dinero, perdería la casa debido a las cuentas sin pagar. Así que me empeñé en
obtener una maestría. Al recordar los exámenes y las tesis, me di cuenta de que no lo había
hecho todo sola. Dios me estuvo ayudando.
Segundo, cuando mi esposo vivía en la calle y me llamaba para que lo dejara entrar a la casa,
yo quería ceder, pero una voz dentro de mí le decía: "Estás enfermo, por favor busca ayuda. Te
quiero. Adiós'! Era Dios el que hablaba, no yo.
Después de años de recuperación, fui a visitar a mi mamá. Una vez más, ella estaba peleando
con mis hermanas. Durante el largo viaje en que conduje, no cesé de pedirle a Dios: "Ayúdame
a decir las cosas con amor. Permíteme decir lo que me corresponde y dejar de lado el resto.
Dios, haz que tu amor fluya dentro de mí". Con la ayuda del programa, yo había perdonado a mi
mamá y seguido adelante. Mi mamá me preguntó por qué mis hermanas eran tan sarcásticas y
llenas de ira y yo no. Le pude decir que me había perdonado a mí misma y la había perdonado a
ella por lo pasado. Nunca mencioné la palabra maltrato, sin embargo oí que mi madre de 83
años me decía: "Sé que maltraté a tus hermanas, pero creí que mis acciones durante estos
últimos años lo compensaría'!
Sólo el Dios dentro de mí pudo proceder a hablar con ella acerca de reparar el mal causado,
de aliviarnos nosotras y aliviar a otras personas, y de hacer un examen de conciencia diario.
Sólo el Dios dentro de mí pudo permitir que tuviéramos una conversación sin gritos, sin ira y sin
hostilidad. Terminamos con amor y abrazos.
Median te la oración y la meditación
188

Ahora sé que Dios está dentro de mí. Me lo demuestran las lágrimas en mis ojos y el dolor en
mi corazón cuando mi esposo Jiabla en una reunión abierta. Me siento muy agradecida de que él
lliaya encontrado a A.A. Sé que Dios está dentro de mí cuando veo a mis nietos cantar y bailar.
La intensidad del amor que siento sólo puede provenir de Dios. Sé que Dios está conmigo
cuando miro mi rostro envejeciente en el espejo y digo: "Eres hermosa", porque el amor de Dios
se refleja en mí. Dios está conmigo y dentro de mí en todos y cada uno de los días.

Cuando vine a Al-Anon por primera vez, no tenía vida espiritual porque no la consideraba
necesaria. La religión no era imprescindible; era sólo para aquellos a quienes les hicieron un
lavado de cerebro. En esa época, no conocía la diferencia entre religión y espiritualidad. Para
mí, Dios no existía. Pensaba que era un instrumento para controlar a los más débiles. Es irónico
que haya venido a Al-Anon sabiendo que esperaba que el alcohólico de mi vida me salvara,
como lo haría un dios. Lo que es aún más irónico es que sabía que ningún ser humano podía, ni
nunca debía, ser Dios. Yo sólo planeaba la forma de que esa persona fallara ante mis ojos.
Esta pequeña idea me convenció de que si yo iba a encontrar la recuperación et). Al-Anon,
la cual necesitaba con desesperación, no sólo necesitaba encontrar un Poder Superior sino que
debía entablar una relación personal con un Poder Superior: mi Poder Superior, pero no tenía
idea de cómo comenzar.
Lo único que sabía hacer era asistir a reuniones y compartir sobre mi búsqueda. Escuché
decir: "Finge hasta que lo logres". ¡Claro que sí! Si actuaba como si creyera en un Poder
Superior, al final terminaría por aceptarlo. Empecé con poquito, acordándome, cuando lo podía
hacer, de optar por creer en que lo bueno que me ocurría era producto de mi Poder Superior. Leí
en Sendero^ de recuperación que si tenía dificultades en creer en un Poder Superior a
mí mismo, podía hacer una lista de "coincidencias" y atribuírselas a mi Poder Superior. También
lo hice.
Pasaba mucho tiempo actuando "como si..." y encomendando las cosas, aunque no creía en el
beneficio de eso, mientras le

t
Mediante la oración y la meditación 21

atribuía las coincidencias a mi Poder Superior. No sé cómo ocurrió, pero con sinceridad puedo
decir ahora que tengo una relación diaria con mi Poder Superior. Cuando me siento con
ira, asustado, solitario o indeciso, digo: "Dios, encárgate de esto porque yo no puedo".
Cuando ocurre algo excepcional, digo: "Gracias, Dios" En todos los otros casos, digo:
"Dios..."

La vida no siempre es fácil para una mujer cuya alma gemela y la pareja con quien vive
es otra mujer. Cuando esa pareja es alcohólica, las cosas pueden complicarse aún más. Fui
a Al-Anón porque pensaba que debía apoyar los grandes esfuerzos de mi pareja para
lograr la sobriedad y la recuperación. Me quedé por mí.
Las dos somos mujeres profesionales muy educadas que antes estuvimos casadas y
tenemos hijos adultos. Cuando ños conocimos, la atracción fue instantánea, fue algo que
ninguna de las dos había experimentado antes. La bebida social se convirtió en una forma
de comunicación abierta entre las dos, pero en poco tiempo, el beber llegó a ser una rutina
nocturna.
Finalmente, dejamos de convivir, pero la práctica de los principios del programa me ha
dado nuevas esperanzas. Lo lemas son mis favoritos, pues constituyen recordatorios
breves y fáciles para cuando andamos de prisa. He aprendido a desprenderme de los
problemas de mi pareja y de mis hijos sin desprenderme de ellos ni sentir que tengo la
obligación de hacer algo por ellos.
Las lecturas diarias y recitar la Oración de la Serenidad me acercan a la serenidad y a
esa sensación de paz que siempre he anhelado. He podido volver a vincularme con un
Poder Superior que creía haber perdido, un Poder Superior personal, bondadoso, lleno de
amor, a quien llevo conmigo a lo largo de mis días. Nunca más estoy sola,
independientemente de lo que me depare el futuro.
Mi pareja y yo tenemos un
largo camino por recorrer tanto individual como conjuntamente, pero estamos bien
encaminadas. Una vez que aprendí a confiar en el grupo al que pertenezco, se me hizo
mucho más fácil revelar secretos. No me parecía que pudiera revelar cosas de mi vida,
pero ha ocurrido. El amor y la aceptación de mi grupo no cambiaron en lo absoluto. El
alivio y una mayor aceptación de mí misma realmente constituye un don.

Crecí en un hogar alcohólico. Tanto mi matrimonio como otras relaciones fracasaron. Llegué
a Al-Anon hace dos años con desconfianza, ira, amargura y mucha soledad. Siempre había
aceptado a un Poder Superior en mi vida, pero el lema "Suelta las riendas y entrégaselas a Dios"
representaba un desafío para mí.
Un fin de semana, mientras me revolcaba en la autocompasión y la soledad, sentí que mi
Poder Superior me impulsaba a que viajara. Una noche empaqué mi ropa en una maleta y partí
en un viaje que nunca olvidaré. Llegué a un pueblo pequeño a una hora y media de mi casa,
dependiendo por completo de que mi Poder Superior me guiara.
Después de unas compras, miré el tablero de anuncios con avisos. Sobresalía un cartel que
anunciaba un concierto de música evangélica y le pedí instrucciones a alguien para llegar allí.
Después de dejar el pueblo, me di cuenta de que tenía hambre y necesitaba limpiarme, pero
decidí comer e ir a un motel sólo después de que encontrara el lugar donde tendría lugar el
concierto.
Empecé a conducir y seguí hasta
que pensé que seguramente me había perdido. Me detuve y pregunté si estaba cerca de mi
destino. "Sí —me contestó un hombre—, unos pocos kilómetros más adelante". También me
informó que los moteles y restaurantes no estaban abiertos en esa época del año. Seguí
conduciendo y encontré la pequeña iglesia de pueblo. Le dije entonces a mi Poder Superior:
"Tengo hambre y no tengo un lugar para dormir".
Mediante la oración y la meditación 21

Di Vuelta al llegar a la iglesia y recordé que había pasado una tienda un kilómetro y medio
camino atrás, pero cuando regresé, vi que estaba cerrada hasta el día siguiente. Decidí limpiarme
y cambiarme la ropa de la mejor forma que pudiera en el automóvil. Llegué a la iglesia unos
minutos más tarde. Se me salieron las lágrimas al ver a la gente bajar de sus vehículos con
canastas de comida para un encuentro social después del concierto. Me dije: "Gracias, Poder
Superior. Ahora sé que me darás de comer, pero, ¿en dónde voy a dormir esta noche?"
Durante el primer
entreacto, un hombre que estaba sentado a mi lado me preguntó: "¿De dónde eres?"
Cuando le respondí, me dijo: "Oh, mi esposa es de esa zona". En el entreacto siguiente, le
expliqué que había partido de casa esa mañana sin saber a dónde llegaría. Le comenté que
estaba segura de que mi Poder Superior se ocupaba de mí porque no había probado
bocado desde la mañana y había visto a las mujeres llegar con comida. Me preguntó luego
dónde me iba a quedar. Le contesté que no estaba segura. Me dijo: "Te vienes a casa con
mi esposa y conmigo. Acabamos de terminar un pequeño chalet y serás la primera que se
quedará en él".
Entré a esa iglesia envuelta en el amor y la confianza de mi Poder Superior. Disfruté el
concierto y la camaradería de personas que nunca había conocido. Aprendí que no tenía
por qué sentirme sola, ya fuera en casa o lejos de ella. Puedo confiar en que mi Poder
Superior siempre estará a mi lado porque me ama y atenderá a todas mis necesidades si se
lo pido. Puedo "Soltar las riendas y entregárselas a Dios".

No hace mucho compré un automóvil nuevo dando el mío como parte del pago.
Durante la acalorada negociación para la compra, olvidé quitar la etiqueta de los
impuestos del condado del parabrisas del automóvil que entregaba. Sin ella, tendría que
pagarle al condado para obtener una nueva etiqueta. Llamé al vendedor y le pedí que
quitara la etiqueta, y así lo hizo.
Cuando volví a la agencia, coloqué la etiqueta en un sobre con los papeles de compra
del automóvil nuevo. Más tarde ese día, se me ocurrió que debía revisar otra vez la
etiqueta de impuestos para ver si todavía estaba ahí. Saqué el sobre y, con horror, me di
cuenta de que la etiqueta no estaba. Empecé a gritar enfurecido por mi irresponsabilidad.
Las palabras obscenas se arremolinaban en torno a mí en el auto. Luego me puse a pensar
que había perdido la serenidad. ¿Iba a permitir que una etiqueta de impuestos de veinte
dólares controlara mi serenidad? Me vino a la mente el lema "¿Cuan importante es?" Una
sensación de paz comenzó a inundarme. Seguí pensando en dónde podía estar esa
etiqueta» pero ya no me sentía frenético.
191 Descubramos nuevas opciones

No la encontré en casa ni en la agencia. De manera sorprendente, la paz se quedó conmigo.


En ese momento, acepté el hecho de que la etiqueta se había perdido y que tendría que comprar
una nueva. Dios me había proporcionado aceptación y paz en esta situación.
Esa noche, cuando me estaba
poniendo los zapatos para ir a una reunión, palpé algo pegajoso en la suela del zapato, el mismo
que había usado durante el día. Lo levanté y, pegado entre el talón y la suela, estaba la etiqueta
perdida. Claro, la etiqueta se había caído en la agencia y mi Poder Superior encontró apropiado
que yo pisara la etiqueta en el lugar preciso del zapato donde no se dañaría ni se despegaría.
Si entregarme a Dios tan poquito como en este caso producía resultados tan milagrosos, me
preguntaba qué haría Dios con mi vida si me entregara a Él por completo. Hoy esos zapatos me
recuerdan que Dios se preocupa de todos los aspectos de mi vida.

Para reflexión y debate:_______________________


1. ¿Qué cambios debo introducir para integrar la oración y la meditación en
mi rutina diaria?
2. Cuando acudo a mi Poder Superior, ¿cuan paciente soy en la
espera de lo que creo que será una respuesta?
3. ¿Cómo afectan mis ideas sobre el "control" el concepto que tengo
de un Poder Superior?
4. ¿Qué tendría que cambiar con el fin de entablar una relación
distinta con un Poder Superior?
5. ¿Cuan difícil me resulta confiar mis relaciones al cuidado de
un Poder Superior sin saber cómo evolucionarán en el futuro?
6. ¿De qué forma ha cambiado la Oración de la Serenidad el
concepto que tengo de un Poder Superior?
192
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opciones

\
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Capítulo Doce

Al cuidado de un Poder Superior

La tensión de tratar de hacer todo sin ayuda nos condujo hasta el punto de que nuestras
vidas se tornaran ingobernables. Podemos encontrar alivio en el Primer Paso al aceptar que
no podemos reorganizar el mundo de acuerdo con nuestros deseos por mejor intencionados
o sinceros que sean. En el Segundo Paso podemos encontrar la esperanza de llegar a
comprender "que un Poder superior a nosotros podría devolvernos el sano juicio'! El
Tercer Paso nos permite profundizar nuestra serenidad al adquirir la confianza de que un
Poder Superior está guiando nuestras vidas según un plan, aunque po lo comprendamos
por completo. En resumen, hallamos paz cuando confiamos todo lo que nos perturba: el
comportamiento del alcohólico, una situación laboral complicada, la desaprobación de los
padres, una conversación torpe que no desearíamos tener, u otra cuestión en materia de
relaciones. Le entregamos el problema a nuestro Poder Superior, al Dios de nuestro propio
entendimiento, y luego utilizamos los instrumentos y los recursos de Al-Anon para
ayudarnos a centrarnos en nosotros mismos.
El Tercer Paso puede constituir un reto pese a que ofrece una valiosa recompensa: la
serenidad que crece con el tiempo. Estamos dispuestos a "confiar nuestra voluntad y
nuestra vida al cuidado de Dios, según
nuestro propio entendimiento
deÉF cuando comenzamos a comprender la diferencia entre lo que podemos cambiar y
lo que no. Gran parte de nuestra frustración proviene de nuestra falta de voluntad para
aceptar lo que no podemos cambiar. Gran parte de nuestro temor proviene de la
incapacidad de imponerles una solución a nuestros problemas. El Tercer Paso es una
oportunidad de acordarnos que podemos "Soltar las riendas y entregárselas a Dios'!
Podemos deshacernos del deseo frustrado de controlar el futuro así como nuestra inútil
resistencia al presente. En lugar de eso, podemos encontrar tranquilidad al lograr la
armonía entre nuestra voluntad y nuestra vida con un Poder superior a nosotros.
El soltar las riendas de un problema no significa que no deseemos una solución.
Sólo quiere decir que no agotaremos nuestros recursos internos luchando contra algo
que trasciende nuestras facultades. Por supuesto, queremos relaciones afectuosas en
nuestras vidas. Como con cualquier aspecto de nuestra vida, no podemos forzar una
solución si no poseemos la capacidad de lograr que ésta cambie. Sin embargo, puede
servirnos de consuelo darnos cuenta de que podemos encontrarle sentido a la vida
cuando cumplimos un papel activo en el ámbito del plan que nuestro Poder Superior
tiene para nosotros. Al utilizar los instrumentos del programa, podemos brindarle
atención a nuestra vida espiritual.
No obstante, cuando le
confiemos la vida a nuestro Poder Superior, es importante que le confiemos todos los
aspectos de nuestra vida, incluida la intimidad personal. Las relaciones sexuales tal vez
sean uno de los últimos sectores en que queramos entregar nuestra intención de
controlar e invitemoá a nuestro Poder Superior a nuestra vida. Como celebración del
amor entre dos personas, la intimidad física también puede tener un aspecto espiritual.
El Tercer Paso transforma nuestra vida interior y, por ende, tiene un poderoso
efecto en las relaciones con otra gente. Nos libra de la obsesión por nosotros mismos y
por otras personas. Podemos fomentar una aceptación bondadosa de nosotros mismos,
la cual podemos expender a otras personas. Nos permite liberar la tensión que surge al
tratar de solucionarlo todo y centrar nuestras energías sólo en asuntos que podemos
Descubramos nuevas opciones

manejar "Un día a la vez". El lema "Hazlo con calma" engloba el espíritu de este
enfoque: asumimos una presencia libre de tensión, abierta, hospitalaria y bondadosa.
Ya no "necesitamos" otra gente de la forma en que la necesitábamos antes, así que
buscamos (y tendemos a atraer) relaciones personales en un nivel diferente.

Historias personales

Antes de que mi esposa recurriera a un centro de rehabilitación, me quedé a la espera de


una oportunidad favorable: esperé que nuestro hijo menor terminara la escuela secundaria
antes de abandonar mi matrimonio. Me crié con el alcoholismo en una familia en la que mi
madre se fue, mi padre bebía más, y a los hijos se les dejó prácticamente para que se las
arreglaran como pudieran. No quería que mis hijos sufrieran como había ocurrido con mis
hermanos, así que preservé un matrimonio compuesto de soledad y dolor. "Suelta las
riendas y entrégaselas a Dios" me ayudó a poner el |; pie en una puerta espiritual. La
Oración de la Serenidad mantuvo esa puerta abierta durante períodos de tiempo más
largos. Con la ayuda de estos dos instrumentos de Al-Anón, pude tranquilizar la mente lo
suficiente para ver soluciones que nunca hubiera podido yer si hubiera permitido que mi
mente funcionara en su estado caótico y frenético habitual. Al confiar problemas pequeños
y buscar soluciones, comencé a aprender a confiar. Poco a poco aprendí a encarar los
problemas que tenía con otra f gente y conmigo mismo. Los lemas me ayudaron a
mantenerme ¿aliado cuando el silencio era el mejor camino. La Oración de la Serenidad
me hizo reflexionar y a menudo me permitió espa-? ció para pensar en cómo actuar y no
reaccionar ante cualquier situación.
Cuanto más podía alejarme de mis antiguos comportamientos, podía verme más
reflejado en la gente que me rodeaba. Fue así que descubrí que la gente que me resultaba
más difícil de tratar era la que se comportaba como yo. Empecé a aprender de las

I;
situaciones que me incomodaban. Empecé a conocerme, aceptarme y quererme. Empecé a
confiar en mí mismo y luego empecé a compartir en las reuniones.
Hoy soy una persona muy distinta de lo que era cuando llegué a Al-Anón. Mi esposa y
yo todavía estamos juntos y disfrutamos de l una relación excepcional. Tengo buenas
relaciones con mis hijos, 1 muchos amigos en el trabajo y en Al-Anon, y mantengo la
distan-I cia con mis otros familiares. Es duro ver lo que sufren. Oro por ellos y le pido a mi
Poder Superior que se ocupe de ellos. Tal vez algún día encuentren un programa de Doce
Pasos que les enseñe a vivir a gusto consigo mismos y con otras personas.

Siempre me topo con obstáculos cuando intento resolver cuestiones difíciles con otra
persona sin consultarle primero a mi Poder Superior. Depender sólo de mi voluntad
muchas veces genera confusión y una relación aún más tensa con esa persona.
Actualmente, enfrento
cualquier problema de relación que sea difícil pidiéndole a mi Poder Superior que esté
presente cuando me reúno con la otra persona. Le pido a mi Poder Superior que me
proporcione las palabras y la entonación que permitan que la comunicación sea más
efectiva. Oro para que Dios controle la conversación y que el resultado sea el mejor para
todos los interesados. A veces oro para que mi Poder Superior me guíe en cuanto a si debo
o no confrontar a alguien. Hay ocasiones en que la comunicación con la otra persona ya no
es necesaria después de estas oraciones.
No hace mucho empecé a resentirme con mi madre porque creía que me había criticado
de modo exagerado en una de nuestras conversaciones. Me obsesioné y decidí orar para
saber si debía hablar con ella o no. Después de varios días, mi madre, quien parecía
deprimida, me llamó de repente, cosa que no era común. Mientras hablaba con ella, me di
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cuenta de que no quería herirla mencionándole la cuestión que me perturbaba. De alguna


manera ya no era importante. Recordé que una vez ella me había dicho que cuando se
siente cansada, le resulta difícil controlar las palabras y a veces las cosas se expresan de
manera incorrecta. Cuando co^ué el teléfono, me sentí profundamente agradecido de no
haberla enfrentado. También comprendí que mi madre me ama en realidad.
Pude soltar las riendas del problema porque consulté con mi Poder Superior, quien
siempre parece tener un mejor sentido que yo en cuanto al cálculo del tiempo y a lo que es
apropiado.

Una vez que acepté que era incapaz en mi vida, me pareció natural confiar mi vida y mi
voluntad al cuidado de Dios según mi propio entendimiento de ÉL Leí con entusiasmo
todo lo que pude encontrar sobre el Tercer Paso y me emocioné cuando mi Madrina me
dijo que yo estaba lista para el Cuarto Paso; pero faltaba algo en mi corazón. Quería una
revelación, un esclarecimiento, alguna señal que me indicara que había logrado una con-
ciencia espiritual y que siempre contaría con la orientación que deseaba.
En esos días mi cónyuge trajo a casa un gatito de siete semanas. Ese gatito representaba
para mí la alegría de vivir y me producía una sensación de admiración, cualidades que
envidiaba y que quería conservar y proteger. Viajar en automóvil había sido siempre una
experiencia traumática para nuestros otros gatos porque eso siempre significaba una visita
al veterinario, así que me pareció una buena idea llevarlo a pasear sin un destino preciso.
Lo senté en el asiento a mi lado en el automóvil. De inmediato comenzó a mostrarme su
preocupación con sus ojos abiertos al extremo. Con una voz en la que expresé todo el
consuelo posible, le respondí: "Confía en mí. No te decepcionaré".
En ese momento mi Poder Superior me mostró lo que yo intentaba encontrar en el
Tercer Paso. ¿Cuántas veces y de cuántas maneras me había dicho Él las mismas palabras?
Como una ráfaga de aire fresco, se hizo evidente ante mí que el elemento que faltaba en mi
decisión del Tercer Paso era simplemente confianza. Sin confianza, mi Tercer Paso no era
más que una ferviente declaración. Con confianza, podría convertirse en la acción y el
progreso espiritual que yo buscaba. Apliqué por primera vez la confianza que estaba
desarrollando cuando reconocí que mi Poder Superior siempre encontraría la forma de
comunicarse conmigo toda vez que yo aportase la voluntad.

Luchaba contra el temor de ser abandonada por mi novio, quien me pidió que
dejáramos de vernos por un tiempo, y de inmediato sufrí un bloqueo emocional. Lo tomé a
pecho, me airé y actué con frialdad. Respondí a sus intentos de consolarme y darme áni-
mos con amargos menosprecios y una gélida actitud. Pasamos la noche en cuartos
separados y luché por encontrar una salida.
Estaba tan frustrada que ni siquiera pude cumplir su pedido de que no nos viéramos por
un tiempo sin tratar de hacerlo sentirse culpable. Mi frustración también se debía a que
exactamente el mismo problema entre nosotros había ocurrido tan sólo unos días antes.
Había pasado la última semana confiándole el problema a OÍOS, orando para obtener la
voluntad de perdonar a mi novio por dejarme y orando para que él me perdonara por actuar
tan injustamente. Después de varios días de agotamiento espiritual, encaré el mismo
problema de nuevo. Me di cuenta de que una vez más actuaba con insensatez, pero me
faltaba la energía, la motivación y la voluntad de confiar el problema otra vez. Lloré en la
cama y le dije a Dios que no podría hacerlo esa noche. No podría confiarle el problema
porque no lo sentía así esa noche. Me dormí en medio del llanto y de la oración.
Soñé que me disculpaba ante mi novio por tratarlo injustamente y sentí que el problema
llegó a su fin en el sueño. Me desperté como si el drama de la noche anterior nunca
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hubiera tenido lugar. Fui afectuosa con mi novio y me disculpé de forma apropiada. Dios
había velado por mí durante la noche. Me levantó de donde me había caído, me transportó
a través de la noche y me dejó en un lugar seguro y lleno de amor al día siguiente. No tuve
que hacer nada. Él lo hizo por mí cuando yo misma no podía hacerlo. Pasé un día precioso
y me sentí más segura y más confiada en mi Poder Superior.

El alcoholismo es una enfermedad que causa confusión. Necesito que Al-Anon me


recuerde que sólo vivo "Un día a la vez". Necesito un Padrino que me recuerde que debo
preguntarme cuál es el problema, de quién es y qué puedo hacer al respecto. Necesito un
Poder Superior que pueda estar presente cuando centro la atención en el pasado, el futuro,
o el nunca jamás. Necesito las reuniones para que me recuerden que no soy el único.
En la recuperación, intento ocuparme de mí mismo haciendo cosas que disfruto, aunque
no pueda pasar tanto tiempo con mi novia. Mediante mi Poder Superior, aprendo a hacerlo
con amor. Estoy aprendiendo a orar: "Dios, ayúdame a ser amoroso y gentil con esta
persona" antes de contestar el teléfono. Mis llamadas telefónicas han mejorado
muchísimo.

Tenía problemas con soltar las riendas y entregárselas a Dios. Mi Madrina me indicó
que cuando tuviera problemas con un Paso, debía examinar el Paso anterior porque aún no
lo había entendido. De esta forma, me regresé al Primer Paso antes de empezar a javanzar
otra vez. El momento culminante tuvo lugar cuando llegué al Tercer Paso. Desde entonces,
mi vida no ha sido la misma.
Soy una persona que visualizo mucho. Un día, durante la meditación, tuve la imagen de
una persona que iba en bicicleta en una cuerda floja sin red de seguridad. La bicicleta
tenía una canasta donde iba sentado alguien serenamente mientras que el ciclista cubría
una gran distancia a lo largo de esa cuerda floja. Me asombraba la serenidad y la
confianza total de la persona en la canasta. Fue entonces que Dios me reveló que Él era el
ciclista y que yo debía estar dispuestas ser la persona en la canasta; pero Dios me da
opciones. No tengo que sentarme en la canasta. Puedo intentar caminar en la cuerda
floja sin ayuda. Sin embargo, no tengo la preparación o el entrenamiento para hacerlo.
Con seguridad, me caeré y me lastimaré. Eso me sucede a menudo.
Cuando esté dispuesta a meterme en la canasta y confiar en Pios, llegaré al otro lado
sin peligro. A mí me corresponde confiar, estar dispuesta y hacer lo que Dios manda.
Realizo la tarea básica y dejo que Dios se encargue de los resultados.

Mi hermana menor comenzó a beber cuando yo era adolescente. En ese entonces, yo la


odiaba y la había desterrado de mi vida por completo. No le prestaba atención cuando me
hablaba y me daba vuelta cuando ella entraba a la habitación. La situación continuó
cuando me fui a la universidad y siguió después de eso.
Años después nuestras
vidas se cruzaron de nuevo. Mi esposa, cuyo alcoholismo me perturbaba seriamente, y mi
hermana se habían hecho buenas compañeras de bebida. Un día mi esposa volvió a casa
después de una conferencia y llamó a mi hermana. Mi esposa le dijo con emoción que ese
día no había bebido nada. Mi hermana había estado asistiendo a reuniones de A.A. durante
dos semanas e invitó a mi esposa a su primera reunión. Desde entonces ninguna de las dos ha
bebido nada y continúan siendo miembros de los dos programas.
Fue la gracia de Dios la que utilizó a esa hermana que odié en su adolescencia como
instrumento para atraer a mi esposa y a mí a estos maravillosos programas. Me siento
agradecido de que mi programa me muestre cómo reparar el mal que le causé a mi
hermana debido a la forma en que la traté. Me siento agradecido de tener un Poder
Superior en mi vida que se empeña en restaurar relaciones de una forma que yo no podría
haber concebido.

Antes de ir al dormitorio con mi esposo por las noches, me dirijo a mi Poder Superior y
pronuncio la siguiente oración: "Dios, por favor, ayúdame a vivir el presente. Por favor,
elimina mis preocupaciones acerca del pasado. Por favor, elimina mi curiosidad por el
pasado de mi pareja. Y por favor, elimina mis temores de la mañana que se avecina'!
En este simple acto de oración, invito a Dios a que me acompañe en el momento más
íntimo y personal que paso con otra persona. Si en realidad puedo vivir el presente y soltar
las riendas del pasado y del futuro, entonces pueden suceder milagros.

No salí con nadie por más de un año, aunque no por voluntad propia. Durante ese
tiempo, experimenté toda una gama de emociones: inseguridad, soledad y deseos
sexuales, y tomé conciencia del poder que poseo: servirles a otras personas y explorar el
talento creativo que Dios me ha brindado. Cambié de actitud. Si es la voluntad de Dios,
ella aparecerá. Esto alivió la presión que sentía.

Siempre que estaba con mi esposo, intentaba recordar que encaraba una enfermedad
familiar y que debía practicar los principios del programa en lugar de reaccionar. Las
mentiras de mi cónyuge y las mentiras inconscientes a mí misma habían causado que me
sintiera completamente desconfiada. No sólo no podía confiar en mi esposo sino que
tampoco podía hacerlo en mí misma. Ya no sabía lo que era la realidad. Practiqué el
programa y paulatinamente empecé a ver mejorías. Ya no reaccionaba tanto. Podía
expresar qué era lo que no funcionaba para mí sin tener que echarle la culpa a mi esposo.
Quería amarlo y descubrí que podía actuar como si en realidad sintiera amor.
Seguí luchando con la pregunta sobre lo que era real. ¿Cómo podía confiar en mi esposo
cuando habían existido tantas mentí-ras y tanta manipulación? Entonces surgió una nueva
conciencia. Busqué la palabra "confianza" en el diccionario. Decía que la confianza era algo que
se le daba a algo o a alguien. Me di cuenta de que estaba confiando en que mi cónyuge fuera de
la forma que yo quería que fuera, expectativa que él nunca podría satisfacer. En lugar de eso,
debía confiar en que fuera humano, en que vivía y luchaba contra una enfermedad. Podía confiar
en que Dios fuera Dios, un Poder superior a nosotros que podría devolvernos el sano juicio.
Podía confiar en que éramos incapaces ante el alcohol. Podía confiar en ser yo misma, también
humana, también viviendo y luchando contra la enfermedad del alcoholismo. Hoy los dos
estamos en recuperación, nuestras vidas florecen y nuestra familia goza de salud y felicidad.

Odiaba a mi esposo porque pensaba que era destructivo inten-cionalmente e intentaba hacer lo
que podía para enloquecerme. Quería que yo fuera infeliz. ¿De qué otra manera podría explicar
su comportamiento?
Si pudjera hacerle recobrar la sensatez, él podría aprovechar todo el potencial del que me
enamoré. Entonces todo se arreglaría. Yo sabía que el alcohol lo estaba destruyendo. Pensé que
si yo hacía lo que debía en el momento apropiado, él tomaría conciencia y se daría cuenta de que
ya no lo necesitaba; pero lo que yo hice no importó. Le compré juguetes ya que pensaba que el
dis-f traerlo del alcohol le ayudaría a ver las cosas tan grandiosas que existen en el mundo.
Acepté decisiones financieras desastrosas porque creía que si él aprendía a asumir algo de
responsabilidad, mejoraría su comportamiento.
Después de años de tratar de imponer soluciones, perdí la razón por completo. No podía
pensar de forma coherente. No podía seguir el plan de un espectáculo dé variedades de media
hora
El desprendimiento es parte del Primer Paso, el cual dice que soy incapaz ante todas las cosas
y ante todas las personas.
El siguiente Paso es acerca de creer que mi Poder Superior me devuelve el sano juicio.
Le agradezco a Dios las muchas veces que me ayudó a superar dificultades en la escuela,
con amigos y con otra gente.
El Tercer Paso es confiarle mi vida y mi voluntad a Dios. A veces pienso en lo
asombroso que es estar vivo y tener tantos privilegios. La gratitud me ayuda a
mantenerme en la solución, no en el problema.

Antes del programa, me dominaban las cosas que sucedían. Me sentía inservible ante
los ojos de mi esposo. Mi matrimonio era un fracaso, mis amigos habían desaparecido
(nos habíamos mudado muchas veces), mi Dios me había abandonado y ya no había igle-
sia a la que pudiera asistir. Pensé que nada podía ayudarme.
En reuniones de Al-Anón,
los miembros hablaban de pedir que se hiciera la voluntad de Dios y de soltar las riendas y
entregárselas a Dios. Con una cierta amargura, pensé en que aplicaría este criterio a mis
problemas, comenzando con la negativa de mi esposo a dejarme cerrar con llave la puerta
de la granja antes de que me fuera a dormir por la noche. Una vez la abrió a puntapiés, así
que me daba miedo cerrarla con llave, pero al mismo tiempo, como madre joven, me daba
miedo no cerrarla con llave; así que oraba para que Dios se encargara de este problema
(una especie de prueba), y dejaba la puerta sin llave.
Al día siguiente estábamos
sentados juntos afuera cuando una camioneta se detuvo frente a la casa. El conductor se
bajó y se disculpó vehementemente por haber entrado a nuestra casa tarde la noche
anterior. Su camioneta se había varado de repente y de manera inexplicable, y él había
tocado la puerta para solicitar ayuda, pero nadie respondió. Entró a la casa para usar el
teléfono debido a la emergencia. Nos dijo que esperaba no habernos asustado y que
lamentaba haber ensuciado el piso. Mis hijos y yo no habíamos oído nada.
Una vez que el extraño se fue, mi esposo me miró alarmado y me dijo que desde ese
momento yo debería cerrar la puerta con llave. Me reí para mis adentros y todas las
noches hice lo que me pidió. Pedirle a Dios que me mostrara el camino fue una lección
bien aprendida.
Desde entonces ha cambiado la relación con mi Poder Superior. Le confío mi vida. El amor
por mí misma ha aumentado y me ocupo de mi cuidado. Sé que con mi Poder Superior, puedo
cambiar y hasta mejorar.
Mis relaciones con otras personas
también han cambiado. Mis relaciones siguen siendo conflictivas independientemente de lo que
me cueste, pero ahora son más profundas y más afectuosas. Estoy comprometida con mi
progreso espiritual y emocional. Este compromiso me ha alejado de una vida de fracasos y
desesperación y me ha llevado a la clase de relaciones que me estimulan y me brindan alegría y
felicidad.

Estos últimos días han sido abrumadores y difíciles. La ira y la necesidad de controlar de mi
esposo se desencadenaron al verme sufrir y estar a la defensiva. Eso provocó que los dos
estuviéramos al borde de un precipicio observando la destrucción inminente de nuestra relación.
En la noche, le pedí a Dios a gritos: "Convéncelo de que está en un error". Le pedí a Dios que
lo corrigiera. Mi deseo de controlar se incrementó y grité: "Padre celestial, ayúdame, ¿qué se
supone que debo hacer?" La respuesta fue: "Esfuérzate por ti. Ve a los Pasos"
Al final cedí y fui a practicar los Pasos del Primero al Tercero. Al admitir que era incapaz ante
el alcohol, se me ablandó el corazón. Al confiar en el poder de Dios, se redujo mi ira. Volví a
sentir paz y esperanza cuando decidí rendirme y confiar mi esposo, mi matrimonio y mi futuro al
cuidado de Dios donde Él quisiera que yo estuviera. %u respuesta a mi llamada de auxilio fue
suficiente por ese día.
No obstante, Dios no había terminado. Cuatro horas más tarde, mi esposo se me acercó y me
comentó que Dios se había ocupado de él. Había visto su egoísmo, aceptó la responsabilidad de
su comportamiento, admitió sus defectos de carácter y comprendió mi dolor. Dios hizo lo que yo
no pude. Logró que mi esposo cambiara, y lo que es más, también me hizo cambiar.
"Sólo por hoy" estamos de acuerdo y ambos vemos a Dios actuando en cada uno de
nosotros y en nuestro matrimonio. Nos damos cuenta de que, pese a lo mucho que hemos
progresado, nos queda mucho camino por recorrer hacia la plenitud. Si seguimos
permitiendo individualmente que Dios elimine nuestros defectos de carácter, ambos nos
acercaremos más a Él, lo que hará que nosotros nos acerquemos aún más el uno al otro.

Conocí a mi esposa cuando yo tenía veinte años y vivimos en una relación alcohólica.
Siempre me esforzaba al máximo para que ella hiciera lo que yo quería. Mi vida giraba
por completo en torno suyo. Todo lo que yo hacía era para ella. Cuando las cosas no
salían como yo había previsto, siempre le indicaba que lo podía haber hecho a mi manera.
Me estaba enloqueciendo completamente y estoy seguro de que la vida tampoco era
agradable para ella.
Cuando vine a Al-Anón, empecé a aprender que la vida no se trataba de obligar a mi
esposa a hacer todo lo que yo quería. Sin embargo, oí lo que quería oír y pasé por alto
lo que debía oír. Intenté nuevas formas de manejarla y aún no funcionaba. Una vez más
me desilusioné porque no se satisfacían mis expectativas. Perdía más y más la razón. Me
sentía tan frustrado y airado con mi esposa que le pedí a Dios que tomara nuestra relación
e hiciera lo que quisiera con ella. Si Él quería que funcionara, pues que así fuera; si tenía
que desaparecer, entonces Él tendría que hacerlo porque yo no podía.
La situación comenzó a cambiar después de eso. Ya no lo controlaba todo. Creo
firmemente que los lemas "Suelta las riendas y entrégaselas a Dios" y "Vive y deja vivir"
de verdad me llegaron al corazón y a la mente. El año pasado celebramos nuestro
vigésimo aniversario de casados y renovamos los votos. Creo que mientras "Siga
viniendo", podré apartarme del camino y dejar que las cosas sigan el rumbo que se supone
que deben seguir.
Muchas de las personas que
vivían en mi entorno bebían demasiado: mi padre, mi abuelo, mis hermanos, mis tíos, mis tías y
mis amigos. Sin embargo, los bebedores no eran lo peor del caso. Muchas veces los que no
bebían parecían causar más angustia que los que lo hacían. A mi corta edad, me sentía siempre
sofocada y soñaba con poder respirar un poco de aire fresco.
No había escapatoria. Mi padre
solía agarrar los bizcochos recién horneados y tirárselos a los perros. Mi madre, que parecía
herida de muerte, salía corriendo del comedor y dando gritos como si la hubieran herido de
muerte. El abuelo regresaba a casa borracho, demandando a gritos que mi abuela le abriera la
puerta para poder entrar, mientras ella permanecía sentada sin moverse leyendo la Biblia. De vez
en cuando levantaba la cabeza y le gritaba que se fuera de la casa y no volviera más. Había
muchas disputas, alaridos y gruñidos. Eso me asustaba y me angustiaba, pues nunca sabía lo que
venía después.
Después de una de las indiscreciones de borracho de mi padre, mi madre huyó a mi
dormitorio y se encerró diez horas en el armario, sollozando fuertemente al principio y luego sin
hacer el menor ruido. Pensé que se había muerto. La llamé y moví el picaporte una y otra vez.
No hubo respuesta. Cuando al final salió, puso una maleta abierta sobre mi cama y me dijo que
empacara lo que quisiera porque nos íbamos para siempre. Se me rompió el corazón. Este era mi
hogar. Ahí estaban todas las personas y todas las cosas que conocía y amaba. ¿A dónde iríamos?
¿Qué haríamos?
Con lágrimas en los ojos, escogí lenta y cuidadosamente las cosas preferidas que tenía, junto
con algo de ropa, y luego las coloqué en la maleta. Al final, escondí una foto de mi padre debajo
de los calcetines en el fondo de la maleta. Lloré un poco más. SabíaQcjue no lo volvería a ver.
Miré alrededor de mi dormitorio y me despedí de mis libros y de mis muñecas, así como de la
colcha de satén rosada de vuelos que tanto me gustaba. Salí al balcón para echarle una última
ojeada al parque frente a la casa. Nunca me había sentido tan triste y sola, ni tan temerosa. Pensé
que iba a explotar.
Entonces, de repente, ella cambió
de idea. Dijo que ya no nos iríamos y que bajara y pusiera la mesa para la cena. Parecía que la
tormenta había pasado. La vida debía continuar como de costumbre, pero me quedé totalmente
agotada y confusa. Mi mente de nueve años no comprendía nada. Lo único que sabía era que
sentía el alivio de que ya no nos iríamos y que tenía un nudo en el estómago.
Ocurrió una y otra vez: la ira, el ruido, la incertidumbre y la incongruencia. No se podía
predecir nada, excepto que sucedería otra vez. Tenía que estar preparada para cuando sucediera.
Eso me dejó extremadamente tensa y nerviosa, pues no quería que me agarraran desprevenida.
Lo extraño es que pese a la perturbación, quería a esta gente. Supongo que pensaba que todos
los hogares eran como este y que estos trastornos continuos eran parte de la rutina diaria con la
que todos debíamos aprender a vivir. Esta gente en realidad podía ser excepcional. Papá me leía
poesía y me hacía reír. Mamá era muy sensible al arte y me inculcó el amor por la cocina.
Ambos eran inteligentes y trabajadores. Trataba de recordar lo bueno y borrar lo malo, pero el
dolor de estómago era continuo.
A medida que pasaban los años, nada cambiaba excepto que amplié el círculo de alcoholismo
que me rodeaba. Parecía que me atraían de forma extraña los muchachos que bebían mucho y,
como consecuencia, comencé a actuar exactamente como me habían enseñado por medio del
ejemplo cuando era pequeña. Caminaba de puntillas intentando ser perfecta para no molestar al
bebedor. Cuando esto no funcionaba, explotaba dando alaridos y a veces arrojando cosas. La
hora de las comidas era lo más difícil. Parecía que no podía sentarme a comer sin que los
recuerdos negativos de mi juventud bajaran lentamente en cada bocado que masticaba. Me sentía
infeliz en cualquier circunstancia. Era un despojo físico y emocional.
Creía que los borrachos eran la
fuente de toda mi aflicción. Decidí que lo único que debía hacer era alejarme de los bebedores.
Deseaba paz en mi vida y estaba segura de que sabía cómo obtenerla. Cuando apareció mi futuro
esposo, puse en práctica mí plan. Le dije que eligiera entre la bebida y yo porque no podía tener
las dos; que pensara en lo que iba a hacer. Así de fácil, le extraje la promesa de que nunca
volvería a beber. Pensaba que eso era el fin de mis problemas.
Poco después recurrí a mi madre. Mi esposo se parecía misteriosamente a mi padre. En
nuestro hogar vibraban los ecos de mi juventud. Sufrí una colitis y la profunda melancolía .que
da ver a un ser querido hundirse en la botella.
Tuve suerte después de quince años de matrimonio caótico con un alcohólico que todavía
bebía. Tuvimos que ir a programas de recuperación debido a una crisis. Cuando comencé a
asistir a reuniones de Al-Anon con regularidad, tuve claro cuál era la causa principal de mis
problemas. No era el gran número de relaciones fallidas en las que de alguna manera había
quedado atrapada. No eran otras personas las que causaban el desorden en mi vida. La fuente de
mi infelicidad era yo misma.
Me di cuenta de que para cicatrizar, la relación principal de mi vida debe ser con Dios.
Aunque eso era evidentemente la solución a todas mis angustias, la relación era muy inestable.
Lo que sabía acerca de Dios era lo que otros decían y que yo repetía. No me sentía vinculada a
un Poder Superior. Me faltaba lo necesario para crear una relación espiritual con alguien. No
podía entablar el tipo de relación que anhelaba con mi esposo, mis padres o cualquier otra
persona hasta que no mejorara mi relación con Dios. Aprendí que las relaciones con otras
personas son un reflejo de la relación con Dios.
Sabía lo que quería. Quería tener serenidad y felicidad todos los días de mi vida. Quería
ponerle fin al entorno turbulento de nuestro hogar. Quería liberarme de la prisión que
representaba la enfermedad del alcoholismo. No estaba segura de cómo lograrlo, ni tampodo de
si me lo merecía, pero sabía que de alguna manera las respuestas estaban en manos de mi Poder
Superior.
Este programa me indica que si
confío mi voluntad y mi vida al cuidado de Dios, Él me dará la fuerza que necesito para hacer Su
voluntad. Lo único que debo hacer es pedírselo. No estaba segura de cuál era Su voluntad ni de
si la reconocería al verla, pero lo quería intentar. Decidí tomar los principios de Al-Anon como
guía. Indudablemente ellos constituían la voluntad de Dios.
El milagro empezó a funcionar. Uno por uno, los principios reemplazaron mis frustraciones.
Descubrí que cuando soy amable, respetuosa y generosa en lugar de gruñir y gritar, me rodea la
calma. Cuando puedo ser agradable y receptiva en lugar de criticar e insistir con obstinación en
que las cosas se hagan a mi manera, las soluciones fructíferas que surgen son sorprendentes.
Cuando no espero que otras personas hagan lo que yo quiero, adquiero independencia y me
convierto en yo misma. Cuando me aparto de la situación y mi esposo toma sus propias
decisiones y vive su vida, ya no me siento atrapada.
Siempre hay una retribución: obtengo lo que doy. Espero la voluntad de Dios y el crecimiento
espiritual. Estas son mis decisiones y seguirán siendo mías si así lo deseo.

Tuve que depender en gran medida de los Pasos y las Tradiciones cuando me estaba
divorciando de mi esposa. Su alcoholismo progresaba con rapidez. Al pensar en la seguridad de
nuestros hijos, me vi obligado a fijar y mantener límites estrictos. Al utilizar la Primera
Tradición, logré ver con claridad que la unidad y el progreso del mayor número significaba que
su madre ya no podía ser parte de nuestro grupo familiar.
Durante el divorcio, pedí la custodia total de nuestros hijos. A medida que avanzaba su
enfermedad, consideré que era necesario anular sus derechos de visita hasta que pudiera terminar
un programa de trawfcjfcjúento y demostrara la sobriedad mediante pruebas constantes, ta
decisión no fue fácil, pero por medio del uso de los mensajes de los Pasos y las Tradiciones,
pude hacerle frente exitosamente sin que me perturbara la culpa ni la duda.
Ya no intentaba solucionar los problemas de mi ex esposa. Había llegado el momento de
"Soltar las riendas y entregárselas a Dios" por completo. Al perder a su esposo, su casa y sus
hijos, a mi ex esposa sólo le quedaba su Poder Superior para que le ayudara. Buscó tratamiento
unas semanas después de perder sus derechos de visita.
Mis límites atrajeron mucha de su ira hacia mí. Sabía que actuaba con bondad y amor hacia
ella y mis hijos, por lo que pude lograr mantener la serenidad durante sus múltiples ataques de
ira.
Poco después de terminar su programa, me llamó. Me agradeció por el divorcio, diciendo que
ella sabía que no hubiera alcanzado la sobriedad si yo no hubiera actuado como lo hice. Me sentí
complacido, pero sabía que este era su milagro y me alegré por ella. Nos queda mucho camino
por recorrer y tal vez nunca seamos amigos íntimos de nuevo, pero reparar el mal y la labor
continua que efectuamos en nuestros respectivos programas nos permite reconstruir una relación
quebrantada. Gracias a este proceso, también nos estamos convirtiendo en mejores padres para
nuestros hijos.

Recuerdo detenerme en el centro local de recuperación con mi hijo pequeño poco después de
que había comenzado a asistir a reuniones de Al-Anon. Me presentaron a un hombre joven y
guapo quien también tenía un hijo pequeño. Mientras los niños jugaban juntos en el piso, nos
analizamos el uno al otro. Me gustó de inmediato y, pese a que solo tenía tres meses de
mantenerse sobrio, hubiera intentado tener una relación con él de inmediato si me hubiera dado
alguna señal de aliento.
Lo único que me frenó fue que había oído en una reunión que no debemos iniciar relaciones
nuevas durante un año. Realmente no tenía idea de lo tanto que yo le gustaba sino hasta un año
después cuando fuimos al cine y luego comenzamos a vernos a menudo. Fue entonces que
descubrí que él había estado interesado en mí en todo momento, pero lo pensaba seriamente.
Al recordar, me causa admiración lo que hicimos. Los dos iniciamos la recuperación por
medio de los Doce Pasos golpeados y vencidos, sin ganas de vivir la vida por nuestros propios
medios. Sabíamos que lo que hacíamos no funcionaba y nos rendimos ante esta nueva forma de
vida. Nos rendimos hasta tal punto que estuvimos dispuestos a que nos orientaran aunque fuera
en contra de nuestros sentimientos.
Creía que todo marchaba bien. Yo tenía a Al-Anon y él tenía año y medio de estar sobrio.
¡Me parecía tanto tiempo! Pensábamos que nuestro matrimonio era perfecto. Yo no iba a
arruinarlo todo como lo hicieron mis padres. Creía equivocadamente que la recuperación sería
indolora, pero no me llevó mucho tiempo darme cuenta de que vivía en un mundo de fantasía.
Sabía que los alcohólicos necesitaban muchas reuniones, porque mi madre y mi padrastro
eran alcohólicos en recuperación; pero poco tiempo después, me daba ira que mi esposo asistiera
a tantas reuniones. Habíamos hecho un trato. Él cuidaría los niños las noches de mis reuniones y
yo me encargaría de ellos cuando él asistiera a las suyas. El tiempo que pasábamos juntos nunca
parecía ser suficiente. En lugar de sentirme agradecida por tener un esposo sobrio, estaba tan
resentida que no podía disfrutar de los momentos en que estábamos juntos.
Lo estaba alejando de mí y ni siquiera me daba cuenta. No sólo era grosera y lo criticaba sino
que también apenas comenzaba a deshacerme de la negación de un maltrato infantil que había
reprimido durante años. Tenía mucho de lo cuál recuperarme. Paulatinamente percibí que cuando
no me sentía bien conmigo misma, centraba toda la energía y la atención en hacer que mi esposo
me diera lo que yo creía que necesitaba.
Era tan difícil vivir conmigo que la intimidad sexual se detuvo por completo durante algún
tiempo. A veces pensaba que nuestro matrimonio estaba tan dañado que ni siquiera Dios podría
volver a componerlo.
Un fin de semana decidí llevar a los niños a acampar en el patio de un amigo. Recuerdo que
mi esposo me llamó del trabajo mientras empacaba las cosas para salir. Me dijo por teléfono:
"No lo hagas'! Le respondí: "He pasado toda la vida persiguiendo el amor y la atención de
alguien y lo único que he visto son las espaldas de los que huyen de mí. Debo escaparme e
intentar romper este ciclo'! Me daba miedo irme bajo estas condiciones, pero oré y me fui.
El Tercer Paso me dijo que tenía
que entregarme, nada más. Esa noche, en la tienda de campaña, le confié mi esposo, nuestra rela-
ción y mi persona a Dios. Lloré lágrimas de aceptación durante muchas horas. Me vi como me
ve Dios, como Su criatura que vale mucho por el simple hecho de haber sido creada. Viami
esposo a la misma luz, no como un adversario que debía enfrentar sino como otra criatura de
Dios que avanza a los tropezones junto a mí en este viaje. Vi nuestro matrimonio como una
creación de Dios. Debía salirme del camino y permitirle a Él hacer Sus milagros.
Volví a casa al día siguiente y las
cosas fueron inciertas durante un tiempo. Redoblé mi compromiso con el programa. Descubrí
que mientras siguiera centrada en mí misma, nuestra relación continuaría creciendo. Tomé más
conciencia de los momentos en que empezaba a criticar a mi esposo, hasta en mi mente, y me di
cuenta de todo el trabajo que tenía que hacer con respecto a mí.
Descubrí una paradoja asombrosa. Las cosas que consideraba más dañadas en nuestra
relación, como nuestra comunicación e intimidad, comenzaron a cicatrizar sin mi intervención.
Sólo debía ocuparme de mí misma.
A lo largo del tiempo, he empezado a entender lo que es amor incondicional. Es hacer cosas
por mi esposo y por mis hijos porque quiero y no porque espere algo a cambio. Mentiría si dijera
que me resulta fácil hacerlo, pero confieso que me esfuerzo en hacerlo con la ayuda de Dios.
Solía esperar que quienes me rodeaban anticiparan mis necesidades y las satisficieran. Ahora sé
que debo pedir lo que necesito. Con la ayuda de Al-Anon, sigo empeñada en asumir el riesgo de
ser vulnerable.

Le pedí a mi Poder Superior que me presentara la mujer más atractiva y divertida, y así lo
hizo. Pasamos un año de diversión, disputas, rompimientos y cosas que no sabía que existieran.
Acepté el comportamiento inaceptable, tal como los insultos, los gritos, la pérdida de mí mismo
y el olvido de todo lo que era importante para mí para poder estar con ella. Llegué a Al-Anon
con una sensación de incomodidad, ira y temor. Todavía mantengo la relación con esa mujer y
ella recién empezó a ir a Al-Anon conmigo.
En Al-Anon aprendí a centrarme en mí mismo y a fijar límites. Hago todo lo posible para
aceptarla como es y para quererme y aceptarme a mí mismo como soy. Las relaciones siempre
evolucionan y no sé qué pasará mañana. Trato de recordar que debo confiarle esta relación y mi
vida a mi Poder Superior.
Crecí en una familia afectada por la enfermedad del alcoholismo. Al aprender a hacerle frente
a mi entorno familiar y al observar el ejemplo de mis familiares, aprendí muchos comportamien-
tos y creencias que eran dañinos cuando los utilizaba en otras relaciones.
Me convertí en alguien que debía complacer a la gente y obtener su aprobación. Yo era una
persona que haría cualquier cosa, hasta mentir, engañar o robar, para obtener la aprobación de
los demás. Si no lo lograba, hacía todo lo que podía para evitar su desaprobación. Todas mis
relaciones se basaban en intentar complacer a los demás con el fin de obtener ya fuera su
reconocimiento, su aprobación o su respeto. A medida que progresaba mi enfermedad, me
esforzaba por tratar de hacer más cosas por otras personas. Fue inevitable que prometiera más de
lo que podía hacer y al final decepcionaba a la gente en lugar de complacerla.
Mi primer matrimonio fue un fracaso y terminé siendo padre único de dos pequeñas
niñas. Me volví a casar con una mujer proveniente de otra familia enferma y los dos nos
enfermamos más. Traté de medicar la enfermedad familiar del alcoholismo convir-
tiéndome en un adicto al trabajo. Siempre me pasaba escuchando la radio y leyendo
periódicos y revistas. Jugaba obsesivamente juegos electrónicos. En realidad, hacía casi
cualquier cosa que me impidiera examinar con honestidad mi matrimonio y mi vida. Este
comportamiento sirvió para aislarme aún más de la gente que me rodeaba, lo cual creaba
todavía más dolor y más conflicto y exigía un esfuerzo mucho mayor para distraerme. Al

podía
final fracasé cuando todos mis métodos para encarar la situación dejaron de funcionar uno
tras otro. Por último, nada distraerme del dolor emocional que
sentía.
Cuando entré a mi primera reunión, era un hombre vencido. Mi matrimonio agonizaba.
Mi esposa estaba a punto de comprar otra casa sólo para alejarse de mí. Era un extraño
para mis hijos. Mi empleo estaba en peligro y ya no me quedaban amigos de verdad.
Estaba enfermo físicamente; había sufrido de dolores de cabeza continuos y dolores en el
pecho durante un año. Había padecido una completa crisis emocional, física y espiritual.
En los dos años anteriores, había perdido a dos primos que se suicidaron, y yo
consideraba hacer lo mismo.
En Al-Anon encontré aceptación y amor incondicional. Eran cosas que nunca había
sentido en mi vida adulta. Con el tiempo, comencé a oír algo del verdadero mensaje de
Al-Anon en las reuniones. Empecé a observar ciertas personas con esa aura especial de
serenidad. Además, observé que esta gente que tenía algo que yo quería era siempre gente
que practicaba un sólido programa de recuperación basado en los Doce Pasos. Oí el
mensaje con claridad: "Si quieres lo que tenemos, haz lo que hacemos". Así que conseguí
un Padrino y empecé a trabajar con los Pasos de la mejor manera posible.
Creo que el Tercer Paso es el núcleo de mi programa. Los dos primeros Pasos son mi guía
para llegar al Tercero, y todos los otros Pasos me demuestran cómo poner en práctica las decisio-
nes que tomé en el Tercer Paso; no obstante, no fue sino en el Tercer Paso en donde comencé a
cambiar y a experimentar un despertar espiritual.
La primera vez que practiqué el Tercer Paso, le dediqué no más que un minuto. Antes de ese
minuto, era un hombre temeroso, egoísta e interesado que hacía cualquier cosa para obtener la
aprobación de alguien más. Después de ese minuto, era un hombre que había confiado su
voluntad y su vida a un Poder Superior bondadoso y que estaba dispuesto a hacer lo que fuera
para vivir su vida de conformidad con principios espirituales.
Se inició el cambio en mi vida, y a lo largo del tiempo, cicatrizaron mis relaciones. Varios
familiares han tratado de encontrar la recuperación. Tengo ahora una relación sólida con cada
una de mis tres hijas. Todas ellas ahora saben que su padre las quiere.
Mi esposa también trató de encontrar la recuperación en Al-Anón. Al practicar los Pasos en
relación con nosotros mismos y las Tradiciones en nuestro matrimonio, hemos progresado juntos
a medida que compartimos nuestros programas entre nosotros. Gracias al alivio que hemos
encontrado en la recuperación, renovamos nuestros votos matrimoniales el verano pasado.
Basamos nuestros votos en las Doce Tradiciones como símbolo de gratitud por el programa y
por la hermandad que salva a nuestro matrimonio.
Mi vida no hatüegado a ser perfecta. Todavía encaro muchas situaciones desagradables en
ella. Sin embargo, se ha fortalecido mi capacidad de enfrentar dichas situaciones mediante la
serenidad y la autoestima que surgen al practicar los Doce Pasos y al intentar, "Un día a la vez",
mejorar mi contacto consciente con un Poder Superior bondadoso.
Para reflexión y debate:_______________________
1. ¿Qué papel desempeña un Poder Superior en mi vida?
2. ¿Dependo de Dios para encontrar excusas que justifiquen
mis opiniones o para encontrar la oportunidad de soltar las
riendas de algo? ¿Cuáles son algunos ejemplos?
3. ¿Qué resultados me gustaría controlar en mis relaciones?
¿Cuáles son los resultados negativos que temo? ¿Cuánto me
tomaría ver estos resultados negativos de manera positiva?
4. ¿Cómo ha cambiado mi opinión de un Poder Superior des-
de que llegué a Al-Anon?
5. ¿Cómo puedo confiar mis relaciones al cuidado de mi Poder
Superior?
206 Descubramos nuevas opciones
Al cuidado de un
Poder Superior
Descubramos nuevas opciones

Capítulo Trece

Fomentamos relaciones

medio
No todos los que asistimos a Al-Anon estamos involucrados en actividades de servicio,
pero los que lo hacemos a menudo decimos que es una parte fundamental de nuestra
recuperación. El servicio en Al-Anon nos sumerge en el programa de una forma más
profunda a medida que amplía nuestras relaciones con otros miembros de Al-Anon. El
trabajar juntos con un propósito espiritual en el cual todos somos iguales, puede darle un
mayor significado a nuestro programa como fuente de apoyo y como una verdadera
hermandad. La labor del Duodécimo Paso, como a veces se denomina el servicio, con
frecuencia moviliza los elementos del despertar espiritual que es la premisa inicial del
Duodécimo Paso y que dice: "Habiendo logrado un despertar espiritual como resultado de
estos Pasos, tratamos de llevar este mensaje a otras personas, y practicar estos principios
en todas nuestras acciones'! Este despertar espiritual nos abre más hacia el crecimiento en
nuestras relaciones.
El servicio en Al-Anon nos reta a que salgamos del aislamiento de nuestra infelicidad y
fomentemos nuevas relaciones con gente que está aprendiendo a integrar los principios de
Al-Anon en sus vidas. Primero, aprendemos que no estamos solos. Luego aprendemos y
practicamos conocimientos en materia de relaciones para que no tengamos que sentirnos
solos. Todos avanzamos a nuestro propio ritmo, sin que nadie nos diga lo que tenemos que
hacer o cómo hacerlo. Queremos ampliar el entorno al que estamos acostumbrados y
aprender de nuestros errores.
El servicio en Al-Anon
ofrece una amplia gama de opciones. Ordenar las sillas, preparar el café, exhibir nuestra
literatura o limpiar después de la reunión son tareas que podemos realizar desde la primera
reunión. Al seguir viniendo, se nos puede pedir que demos la bienvenida a recién llegados,
que coordinemos una reunión o que participemos en un proyecto de relaciones con el
público. Los cargos de servicio como Representante de Grupo o Tesorero no se reservan
únicamente para miembros antiguos. Estos constituyen una gran oportunidad para
enriquecer nuestras relaciones con otros miembros en Al-Anon, transformando "el" grupo
en "mi" grupo o mejor aún, "el grupo al que pertenezco".
Si bien algunos cargos de servicio tienen títulos y descripciones de funciones que
podrían parecer intimidantes, las personas que ocupan dichos cargos han soportado los
problemas del alcoholismo como el resto de nosotros, pero son prueba de que Al-Anon es
un programa de descubrimiento de uno mismo y de progreso personal. La participación en
proyectos de servicio junto con ellas puede ser una inspiración para llegar a conocerlas
desde un ángulo distinto y para aprender que nosotros también tenemos un enorme
potencial de progreso personal.
Es probable que la mayoría de nosotros sienta una cierta renuencia a ocuparse de un
cargo o de un proyecto de servicio por primera vez. Muchas veces nos sentimos inseguros
de nuestra capacidad y tememos a los compromisos. Si aún no participamos en el servicio,
es fácil pensar en las muchas razones por las que no deberíamos. Sin embargo, la magia
Descubramos nuevas opciones

del servicio en Al-Anon radica en los beneficios que no podemos prever antes de realizar
alguna actividad de servicio. Los que participamos en el servicio agradecemos el fomento
de nuestra confianza y nuestra autoestima, generado por esas actividades, que algunos
consideramos como un milagro inesperado. Por eso, muchos recordamos nuestros
primeros pasos en el servicio y los recordamos como un don de nuestro Poder Superior.
Los miembros que todavía no han participado en el servicio no pueden aún imaginar este
tipo de sentimiento.
A menudo los que hemos sido afectados por el alcoholismo tendemos a aislarnos de
otros, tal vez por miedo o por falta de voluntad para solicitar ayuda. La recuperación en
Al-Anon se trata de solicitar ayuda, y el servicio no es una excepción. Si nuestro Padrino
o nuestra Madrina participa activamente en el servicio, podemos pedirle asistencia. Si no,
podemos buscar un Padrino o una Madrina de Servicio que pueda guiarnos. Al pedir
ayuda en
Descubramos
nuevas
opciones

el servicio, estimulamos relaciones sanas y nos alejamos de pensamientos obsoletos que


nos indican que debemos hacerlo todo por nuestra propia cuenta. Nadie tiene que hacer
nada sólo. El servicio en Al-Anón es un esfuerzo de grupo que se dirige a un propósito
espiritual compartido.
A medida que el progreso que experimentamos en la labor de servicio aumenta nuestra
autoestima, somos más capaces de llevar al hogar nuestros renovados sentimientos de
confianza y corresponder de una mejor manera en todas nuestras relaciones. También
descubrimos que somos capaces de aprender medios más sanos para resolver conflictos,
cosa que podemos practicar en todas las otras relaciones. Es imposible llegar a la
recuperación sólo con pensar. Debemos actuar para aprender y experimentar diferentes
comportamientos. Mediante nuestra voluntad de participar en el servicio, nos exponemos
a crecer más y a la oportunidad de aprender nuevas aptitudes para relacionarnos. Esto nos
ayudará a fomentar relaciones sanas tanto dentro como fuera de la hermandad
Fomentamos relaciones por medio del
servicio

Historias personales

El director del grupo de familia en el centro de tratamiento en el cual mi hijo menor se


recuperaba dijo que lo mejor que yo podía hacer por él era practicar mi propio programa
de recuperación. Me sentía tan vencida por los problemas inesperados de mi hijo que no
podía tomar ningún tipo de decisiones.
Antes de Al-Anón, lloraba mucho, muchas veces aislada por la falsa vergüenza. Traté
todas las formas de poner a otra gente en orden. Hoy, seis años más tarde, asisto a
reuniones y comparto mis experiencias. En especial me encanta darles la bienvenida y
atender a recién llegados. Estoy concluyendo tres años como Representante de Grupo del
mismo grupo que me dio las esperanzas de que mi vida pudiera ser diferente.
Mi hijo está en recuperación ahora después de cuatro años y medio de estar cerca de la
muerte y luchar. No tuve nada que ver con la forma en que llegó ahí excepto que oré por
él y le permití la dignidad de tomar sus propias decisiones. A veces me siento tentada a
decirle cómo debería ser su recuperación, pero recuerdo de inmediato que lo que me
corresponde es practicar mi propio programa de recuperación, y lo devuelvo a él a su
Poder Superior.

Cuando mi esposo alcanzó la sobriedad, nos regocijamos porque parecía la etapa de la


luna de miel de la recuperación. Él practicaba su programa, yo estaba en Al-Anón y
nuestras dos hermosas hijas estaban en Alateen. ¡Cuan perfecto se veía todo!
Sin embargo, después de dieciocho meses, mi esposo decidió que ya no necesitaba el
programa de A.A. y que podía permanecer sobrio por su propia cuenta. Me aterroricé al
pensar que no sobreviviríamos de esta forma. Nuestra familia atravesó un par de años de
sobriedad llena de tensión mientras mi esposo se adaptaba a la vida sin alcohol y sin A.A.
En conferencias, oí a oradores hablar de historias dinámicas en las que todos los
miembros de la familia practicaban un programa, pero ninguna en la que sólo un miembro
de la familia lo hiciera. Tal vez no oía bien o me centraba en otra cosa en ese momento.
Las historias que sí escuché sobre hogares en los que sólo se practicaba Al-Anon parecían
provenir de miembros que convivían con la enfermedad en fase activa. Me preguntaba si
debía dejar a mi esposo con el fin de lograr la recuperación. Estaba muy confundida.
Lo quería muchísimo y él respetaba las necesidades de mi programa. Así que seguí
viniendo y centrando la atención en mí misma y no en si mi esposo se mantenía sobrio.
Practiqué el desprendimiento y decidí lo que era aceptable e inaceptable para mí con el fin
de asegurarme de que estaba viviendo mi propia vida.
Esto me condujo a brindar
servicio como Representante de Grupo suplente y luego como Representante de Grupo, lo
que consecuentemente me proporcionó una mayor comprensión de las Tradiciones y su
utilización en mi vida y en mi familia. Eso era justamente el impulso que necesitaba.
Paulatinamente solté las riendas y dejé de tratar de imponer soluciones o asumir el control.
La asistencia a conferencias y reuniones de distrito así como la participación en comités
de planificación me pusieron en contacto con mucha gente que me aceptaba como soy.
Eso me dio el valor de ser más independiente y empecé a asumir riesgos sensatos.
Solía conducir un auto lleno de miembros a una conferencia en la ciudad o a algún
lugar de reunión vespertina en el que nunca había estado. Hasta hacía planes de viaje con
mis hijos a los que mi esposo decidía no acompañarnos. Una vez nos metimos en el auto y
fuimos a una ciudad cercana a visitar a mi sobrina en la universidad. Y todo esto lo hizo
una mujer que había perdido la confianza y que había estado tan necesitada y dependido
de que su esposo proveyera todo.
Fomentamos relaciones por medio del
servicio

Hoy mi esposo todavía está sobrio, pero sin un programa de Doce Pasos. Ya no hay
tanta tensión. Gozamos de una vida magnífica y estamos más enamorados que cuando nos
casamos. Es mi mejor amigo y confidente. Aún respeta mi programa. Los milagros son
posibles en las relaciones cuando intentamos la recuperación y centramos la atención en
nosotros mismos. Me siento muy agradecida por no haber dejado mi matrimonio ante el
temor de no tener la familia que sirviera de modelo de recuperación.
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Mi Madrina me dio un hermoso diario un año después de que comencé a practicar los
Doce Pasos con ella. El diario era tan perfecto que pensé en exhibirlo en lugar de
utilizarlo. Por mi parte seguía escribiendo mi diario en los cuadernos de espiral que había
comprado por unos cuantos centavos.
Mientras realizaba la labor de servicio en Al-Anón, observé una paradoja. Aunque
quería que se reconocieran mis esfuerzos, me incomodaba bastante recibir cumplidos.
Cuando me hicieron un elogio espontáneo en una reunión de zona frente a sesenta perso-
nas, quise que me tragara la tierra. En lugar de satisfacción, parecía que sentía vergüenza
y desconcierto.
El servicio en Al-Anón me ha ayudado a transformarme de una persona tímida y
callada a un ser que ríe y se comunica. Parte de este proceso ha comprendido descubrir
habilidades que nunca había tenido la oportunidad de experimentar y luego practicarlas.
Recibir elogios amablemente era una habilidad que deseaba desarrollar porque me
indicaba que tenía una autoestima sana. Una mala relación conmigo misma puede afectar
todas mis otras relaciones.
Ahora me esfuerzo en forma consciente por escuchar elogios, agradecer a quien los
ofrece y rápidamente tomar nota de ellos para poder recordarlos. Luego, en casa, tomo mi
hermoso diario y escribo acerca de los elogios recibidos. Ahora mi diario es precioso por
dentro y por fuera y estoy aprendiendo a aceptar que yo también lo soy.

Antes de Alateen, era una persona amarga y no permitía que nadie se me acercara ni me
conociera. Estaba siempre celosa de mi hermano y mi hermana menores porque recibían
la atención de otros parientes que yo nunca recibí. Cuando me ofrecí como voluntaria para
un Comité de Congreso de Alateen, aprendí a abrazar a otros miembros y les permití que
me conocieran. Solíamos salir a comer después de las reuniones de comité y celebrábamos
otra reunión mientras comíamos. Era fantástico romper las limitaciones que yo había
fijado para que no me
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rechazaran. Les agradezco mucho a los amigos del programa que me llevaron a la reunión del
Comité de Congreso de Alateen y me enseñaron a querer a todos incondicionalmente.

Antes de Al-Anon, no me sentía


como persona. Empecé siendo hija, nieta y hermana mientras todas las otras personas en mi vida
eran estrellas; todos los demás eran más importantes. Tiempo después, me identificaban como la
hija de, la esposa de, la madre de, la hermana de, o la ayudante de. Hoy tengo una identidad
separada de todas esas otras personas en mi vida.
El temor impedía que me acercara a otros en busca de ayuda. La vergüenza no me dejaba
admitir mis errores ni mis defectos. Poco a poco, me arriesgué, primero realizando servicio en el
grupo, luego compartiendo. Cuando no pude soportar un minuto más de soledad, le pedí a
alguien que fuera mi Madrina.
Ahora comparto las maravillosas
experiencias de mi vida con una multitud de amigos. Tengo dos Madrinas, una para el servicio y
la otra para estudiar los Pasos. Me encanta el servicio y trabajo activamente en todos los niveles.
La gente con la que paso el tiempo sabe cuan real, honesta y llena de vida es la persona en la que
me he convertido. Me gusta lo que soy ahora. Soy una persona buena y digna de amor.

Después de nueve años, me quedé con sólo una reunión al mes y casi estaba fuera de Al-
Anon. Entonces le pedí a una buena amiga, que era Delegada, que me diera su opinión sobre mi
dilema. Me sugirió que empezara a asistir a tres reuniones semanales para ver que sucedía. Me
ofrecí como voluntaria para ocupar el cargo de Representante de Grupo en una reunión nueva en
mi vecindario y le pedí a mi amiga que fuera mi Madrina de Servicio. Comencé un nuevo viaje,
sin saber que me proporcionaría un crecimiento personal enorme y me ayudaría a mantener los
pies sobre la tierra en Al-Anon. Aprendí mucho sobre confianza, lealtad y amor incondicional al
aventurarme a servir a la hermandad. Cuando comencé a relacionarme con otros voluntarios de
Al-Anon que prestaban servicios en la hermandad, observé las lagunas en mi recuperación. Con
la ayuda de mi Madrina de Servicio, empecé a aprender mucho sobre las Tradiciones y los
Conceptos.
Aprendí a resolver conflictos de manera sana, no mediante disputas, control y manipulación,
sino a través de discusiones abiertas. Aprendí a transmitir mis opiniones con honestidad y
claridad y a permitirles a los demás la misma oportunidad. Este proceso se denomina conciencia
de grupo, tal como se describe en la Segunda Tradición. Mediante este proceso simple pero
eficaz, aprendí a comunicar mis ideas con sinceridad y apertura, sabiendo que serían oídas y
respetadas con un criterio abierto. El brindarle la misma cortesía a los demás me ayuda a fomen-
tar relaciones de confianza. Descubrí que aunque no estemos de acuerdo con ciertas cosas,
podemos respetarnos mutuamente por ser sinceros y por decir lo que pensamos. Podemos llegar
a un acuerdo a través de una conciencia de grupo. Esta relación sana, apoyada por nuestras
Tradiciones, me devolvió la autoestima y la confianza en mí misma.
Servir a la hermandad a nivel de grupo, local y de zona me dio muchas oportunidades de
trabajar con recién llegados y ex ^Delegados y de comprender la recuperación en un sentido más
amplio. No hubiera experimentado la alegría del servicio si sólo hubiera asistido a reuniones. No
me hubiera dado cuenta de lo importante que son los voluntarios y sus contribuciones al lograr
que la hermandad sea un mejor lugar. A cambio, aprendí a practicar los mismos principios en
mis relaciones personales con igual éxito. Aprendí mucho acerca de cómo hacer las cosas y
divertirme al hacerlas.
Hace poco me eligieron para servir como Delegada. La Asamblea me brindó su confianza
para que llevara su voz a la Conferencia de Servicio Mundial. Esta lealtad está descrita con
claridad en las Garantías Generales. Mediante las Garantías, todos los Delegados,
Administradores, miembros del Comité Ejecutivo y personal administrativo de la Oficina de
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Servicio Mundial le prometen a la hermandad que su conducta será congruente con las
Tradiciones. El servir como Delegada fue una de las experiencias más inolvidables de mi vida.
Al final encontré una Madrina que participa de lleno en el servicio de Al-Anón. El
crecimiento que experimenté se debe en su mayor parte a la labor de servicio que realizo. Éste ha
cambiado mi manera de pensar y de querer a mi esposo alcohólico y a mi familia. Como mi
esposo no asiste a reuniones y mi suegro de noventa y tres años vive con nosotros, hay veces en
que mi vida se torna abrumadora. Me he dado cuenta de que necesito asistir a más reuniones,
seguir participando y darles la bienvenida al amor y a la aceptación de este programa.

Cuando crecía, tuve que asumir las funciones de cuidadora, de responsable, de invisible y de
víctima. Como adulta, me convertí en una persona adicta al trabajo, con muy poca autoestima y
que intentaba temerosamente complacer a todos excepto a mí misma. La depresión, la ira y el
temor eran mis sentimientos principales.
Al utilizar los instrumentos de nuestro programa, paulatinamente me alejé de situaciones
insanas y peligrosas en mi familia. Pronto las visitas eran sólo en unos cuantos años. Me
preocupaba porque creía que Al-Anón debía ayudarme a que me llevara mejor con mi familia, en
lugar de no volver a visitarlos.
Al mirar hacia el pasado, ahora puedo ver que Al-Anón estaba reconstruyendo mi autoestima,
y este crecimiento lleva tiempo. Aprendí a tratarme con respeto. Mi servicio a nivel de Zona
mejoró muchísimo mi confianza. Supe cuando estaba lista para visitar a mis padres.
Esperanza para hoy fue el libro que decidí llevar conmigo en mi viaje de vacaciones.
Sus palabras me ayudaron a escuchar a mis padres, en lugar de procurar su atención. El libro
también me ayudó a encontrar las cosas que sobre ellos podía apreciar. Durante esa visita de
cinco días, pude dar y recibir amor. Pude desprenderme. La serenidad y la alegría fueron mis
sentimientos principales.

Como recién llegada, me preguntaba por qué la gente permanecía en el programa tantos años.
Después de que yo misma estuve diez años en el programa, no comprendía por qué la gente se
iba. En mi caso, cuando dejaba de asistir a reuniones, evitaba a mi Madrina o no cumplía con mi
lectura diaria; los pensamientos, la actitud y los comportamientos se deterioraban con rapidez.
Cuando un miembro antiguo dejó de venir, la tristeza, la incredulidad y el engreimiento me
invadieron. Me parecía evidente que los miembros de Al-Anón necesitaban el programa para
toda la vida y que los que se iban sufrían alguna carencia interna.
Mi orgullo encaró un duro golpe. Estaba muy satisfecha con el programa, tenía una Madrina
magnífica, asistía a reuniones espectaculares y tenía algunos compromisos de servicio que me
satisfacían. Todo esto cambió cuando mi Madrina se mudó a otro estado. Si bien tratamos de
mantener la relación de padrinazgo a larga distancia, llegó a ser muy difícil, y yo ni siquiera
podía aceptar la idea de renunciar y buscar otra Madrina. Me sentí abandonada y en una especie
de limbo. Otra amiga íntima de Al-Anón se fue aún más lejos que mi Madrina.
Mi función como Madrina de un Grupo Alateen llegaba a su fin y no sabía si podía
comprometerme por otros dos años. Entonces mi padre murió, y mientras me fui fuera de la
ciudad al funeral, otra miembro de Al-Anón que participaba en el Servicio de Alateen aceptó el
cargo de Madrina del Grupo. Pensé que ya no me necesitaban.
Me sentí desvinculada, y una vez que mi otro periodo de servicio terminó, me mudé a otro
distrito y ni siquiera pensé en asistir a reuniones. En los dos años siguientes, fui a una que otra
reunión porque sentía que necesitaba el programa, pero rehusaba comprometerme.
Un día fui a la oficina local del Servicio de Información de Al-Anón. Terminé pidiéndole a
una mujer allí presente que fuera mi Madrina provisional. Sentí como si comenzara todo de
nuevo en Al-Anón, fomentando la confianza y los vínculos una vez más. Ahora ya he vuelto a
asistir a reuniones con regularidad. Hoy mi engreimiento ha desaparecido y puedo ser más
compasiva con los que dejan el programa así como con los que regresan, porque yo misma he
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experimentado ambas situaciones. Trato de no subestimar el valor de las personas en el


programa. Agradezco que cada uno de nosotros esté siguiendo su propio rumbo.
Conocí a mi esposo cuando yo
tenía doce años de edad. Él tenía catorce y recién se había mudado a la pequeña ciudad del sur
donde yo había nacido y vivido. Algo pasó la primera vez que puse los ojos en él, y el
sentimiento fue mutuo. Quince minutos después de conocernos, me dijo que algún día se casaría
conmigo. Seis años después, nos escapamos en un bus para casarnos, y seis años después de eso,
nos divorciamos. Casi nos destruimos mutuamente. Fue una pesadilla. El alcoholismo nos había
llevado a experimentar situaciones inimaginables. Quince años más tarde, y con dos divorcios
más, comencé a salir con él de nuevo. Observé cómo bebía durante más de tres años antes de que
yo estuviera de acuerdo en casarme con él otra vez. Quería estar segura de que había aprendido a
beber como un caballero.
Aunque me había criado con mis
padres alcohólicos, no entendía esta enfermedad fatal. No quería que dejara de beber por
completo, pues pensaba que la gente que no bebía era más bien apagada y aburrida. No me
imaginaba una fiesta en la que se servía té y galletas.
Él todavía controlaba su bebida
cuando estaba conmigo, pero como era un vendedor que viajaba, podía beber mucho durante sus
viajes. Después de un año más o menos en este segundo matrimonio con él, su alcoholismo
empeoró y ya no podía controlar la cantidad que bebía. Se reanudó la pesadilla, pero cien veces
peor. Comencé a sufrir erupciones, a vomitar mucho, a gritar, a llorar y a aislarme. Me
despertaba llorando casi todas las mañanas. Algunas veces ni siquiera quería abrir los ojos al
empezar el día.
Un consejero logró que mi esposo
fuera a un centro de tratamiento durante treinta días. El milagro comenzó. Estuve en el centro
cinco días durante una semana familiar, acontecimiento que nunca olvidaré mientras viva.
Empecé a obtener indicios de cómo su alcoholismo y el de mis padres me habían afectado. Me
dijeron que asistiera a Al-Anón.
Fui a varias reuniones, pero no entendí nada. Tenía dificultades Hpara practicar los principios
del programa en relación con mi vida. No obstante, seguí viniendo, hablando con mi Madrina,
leyendo nuestras publicaciones, asistiendo a muchas reuniones y participando en el servicio. Mi
Madrina es una ex Delegada y una de las mujeres más increíbles que he tenido el privilegio de
conocer* Siempre ha estado a mi lado y me ha alentado en mis actividades de servicio.
Mi esposo entró a A.A. al
día siguiente de terminar el tratamiento y ha seguido participando bastante. Él es ex
Delegado reciente de A.A. de nuestro estado. Ambos servimos como Secretarios de Zona.
Delegados Suplentes de Zona y Delegados en nuestros respectivos programas a la vez.
¡Qué privilegio y qué bendición ha sido eso para nosotros!

Llegué a ser Representante de Grupo cuando mi vida estaba en un punto bajo. No tenía
mucha confianza en que haría un buen trabajo. No determiné que el servicio fuera un paso
positivo en mi recuperación. Ningún Padrino me sugirió que comenzara en el camino del
servicio. En lugar de eso, permanecía sentado en silencio semana tras semana mientras
alguien pedía un voluntario para asistir a la Asamblea de Zona. Al final, me ofrecí porque
no tenía nada mejor que hacer ese fin de semana ni cualquier otro fin de semana. Mi vida
estaba consumida en el dolor porque estaba perdiendo las esperanzas de que mi esposa
recibiera la ayuda que necesitaba.
No tenía grandes expectativas de cumplir con mucho en la labor de servicio en Al-
Anón. No esperaba la forma en que el servicio en Al-Anón podía mejorar mi autoestima,
abrirles la puerta a amistades en la familia Al-Anón y profundizar mi recuperación.
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Las reuniones de asuntos


de grupo de Al-Anón me ofrecieron una experiencia de aprendizaje totalmente única. Si
bien había presidido reuniones de negocios en mi vida profesional, encontré que la
relación es distinta cuando todo el que está ahí tiene un propósito espiritual. Las personas
siguen teniendo virtudes y defectos como en el mundo de los negocios. Sin embargo, lo
que aprendí en las reuniones de asuntos de grupo de Al-Anón me inspiró una sensación de
confianza y de fe que nunca había experimentado en mis actividades profesionales.
También me estimuló bastante el apoyo masivo de los miembros del grupo al que servía.
Fue en el servicio Al-Anón donde con más frecuencia tuve experiencias que creo que
eran las acciones de un Poder Superior.
Me asombraba ver cómo las cosas parecían ocurrir casi por sí solas. Estas experiencias espirituales se
convirtieron en el núcleo de mi recuperación en Al-Anón.

Mi esposo ha estado dentro y fuera de la recuperación, aunque la mayor parte del tiempo
fuera, durante todo nuestro matrimonio. Cuando al fin inició un tratamiento, pensé que todos
nuestros problemas se habían acabado. Iba a estar sobrio, así que me fui de Al-Anón después de
seis meses de asistir. En los años siguientes de altibajos provocados por la bebida, aún no
pensaba en volver a Al-Anón hasta hace unos pocos años.
Esta vez mi esposo me dijo que fuera a Al-Anon y practicara mi programa y que él iría a A.A.
a practicar el suyo. Probé con unas cuantas reuniones y al final encontré mi propio grupo.
Estaban buscando a un Representante de Grupo, cargo que acepté porque sabía que necesitaba un
motivo para asistir a las reuniones y hacer que las cosas funcionaran mejor esta vez. Ahora
entiendo el programa y practico los Pasos. Mi recuperación ha sido un salvavidas que en realidad
necesitaba porque mi esposo no se ha mantenido en recuperación.
Vine con el deseo de que alguien me dijera si debía preservar o abandonar mi matrimonio. Lo
único que me respondían era: "Tendrás la respuesta correcta cuando llegue el momento. Tómate
tu tiempo, ve a las reuniones y 'Sigue viniendo.w Seguí la sugerencia, continué viniendo, fui a
Asambleas y crecí en la recuperación. Cuando encontré a mi esposo bebiendo esta última vez, le
rogué a mi Poder Superior que me guiara y decidí que no soportaba más la situación y que me
quería divorciar. Me sentí en paz con esa respuesta. Esta vez ya no soy una maníaca gritona ni
una niña malhumorada. Expreso mis opiniones y mis necesidades y le confío los resultados a mi
Poder Superior. Al-Anon me ha brindado un sentido de seguridad.

S^r Madrina de Grupo de Alateen me ha brindado la capacitación práctica para repararle el


mal causado a una hermana menor, quien vivió toda su vida con nuestros padres que eran
alcohólicos. Yo me había casado y me había ido de la zona donde vivían. Todos los miércoles
por la noche, mientras esperaba que los adolescentes llegaran, podía decir con sinceridad: "Este
es para ti".
En este momento soy la encargada en formación de una Oficina del Servicio de Información
de Al-Anon. Antes había sido demasiado desorganizada y temerosa para tomar decisiones y
cumplirlas, pero este cargo me ha brindado más confianza y disciplina para que la oficina se
mantenga funcionando, para comprar suministros y para llamar por teléfono a quienes realizan
reparaciones. También tengo la libertad de decir: "No puedo hacer esa tarea. Por favor
ayúdenme'!
Ahora soy consciente de que no todos los miembros se sienten listos para dedicarse al
servicio. Así como otra miembro esperó con paciencia que yo aceptara participar en este
grandioso viaje hacia la recuperación mediante el servicio, puedo ser paciente y estar lista con
uno o dos abrazos cuando alguien diga: "Todavía no". ¡Qué bueno es saber que el servicio es
recuperación!
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Me sentía exhausta cuando regresé del trabajo; lo único que deseaba era meterme en la cama.
Era "noche de aniversario" en mi grupo de Al-Anon, pero no quise ir. Había decidido no asistir a
la reunión, sólo por esta vez. En ese momento, sonó el teléfono y me preguntaron si podía
coordinar la reunión. La persona que debía hacerlo dijo que estaba enferma y demasiado cansada
para hacerlo. En otra llamada alguien me preguntó si podía darle a una amiga un pequeño
recuerdo de su "aniversario en Al-Anon" porque su Madrina no iba a poder hacerlo. Por
supuesto, les dije que "sí" a ambas peticiones.
Me fui para la reunión temprano y preparé la sala. La Coordinadora fue la primera en llegar.
Ya se sentía mejor. La segunda persona en llegar fue la Madrina de mi amiga. Después de todo,
pudo asistir. La reunión se realizó mientras yo simplemente me quedé sentada en silencio en la
última fila. Nadie me hizo ningún comentario sobre las peticiones anteriores. Era como si las
llamadas telefónicas no se hubieran hecho. ¿Y, saben una cosa? ¡Me sentía de maravilla! La
reunión fue estupenda y justo lo que yo necesitaba.
Me di cuenta de que todo lo que tengo que hacer es estar dispuesta a servir y soy yo la que se
beneficia. Volví a casa sintiéndome muy bien. Cuando estoy dispuesta a salir de mi propio ser, la
vida en general se torna mucho mejor.

, Me sentía agradecida por toda la ayuda que había recibido de mi Madrina, por lo que le pregunté
cómo podía retribuirle. Me explicó que mi deseo de retribuir debía orientarse hacia el futuro, i>o
hacia el pasado. Ella solo estaba pasándole a alguien más lo que había recibido. A la vez, algún
día yo podría pasarle los mismos dones a alguien a quien yo amadrine.
¡Qué nueva forma de pensar! Siempre había creído que cada 4on recibido entrañaba
condiciones. Realmente me daba cuenta
l de que había gente que esperaba algo a cambio de un favor, y para eso utilizaban diversas
tretas. Nunca había podido aceptar que la gente pudiera ser amable conmigo sin motivo ni que
me ayudara impulsada por la bondad de su corazón.
Ahora mis relaciones son más sanas. Puedo dar sin esperar favores a cambio y puedo recibir
sin sentir que le debo algo a idguien. Tuve la fortuna de explicarle a una persona a quien ayudé
hoy que no me debía nada y que tal vez algún día ella también
í podría ayudar a un recién llegado con dificultades.

Estoy llena de gratitud por todos los que se sintieron dispuestos a darme la bienvenida a la
hermandad con amables sonrisas y los brazos abiertos. También estoy agradecida por los miem-
bros más nuevos que siguen respondiendo al llamado del servicio y que están listos para darles la
bienvenida a quienes continúan la búsqueda. Todos ellos lo han logrado compartiendo conmigo
su experiencia, fortaleza y esperanza, con la plena confianza de que estarían seguros aun cuando
ni siquiera sabían quién era yo. El anonimato de nuestro programa hizo posible este maravilloso
don. Me ayudó a comprender que estaría protegida al compartir cuando estuviera lista.
Los primeros pasos que di en el servicio fueron hablar en una reunión, sentir y saber que
estaba bien llorar, comprender
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la importancia de conseguir una Madrina y vencer el temor de pedírselo a alguien.


Llegué a estar dispuesta a subir al auto y viajar hacia horizontes cada vez más lejanos
bajo la guía de mi Madrina. Más adelante, aprendí a decir "sí" cuando me pedían que
coordinara una reunión, sabiendo que eso no tenía que ser perfecto. Encontré que podía
asumir la responsabilidad de guardar la llave de la sala de reuniones todo un mes, lo cual
conllevaba llegar temprano y pedirle a alguien más que presentara un tema. Abrí mis alas
al visitar a Asambleas de Zona y al asumir el cargo de Representante de Grupo así como
otros cargos. Estos cargos de servicio me eraiif desconocidos, pero mi Poder Superior
sabía lo que era más útil1 para mi recuperación.
En algún momento, también llegué a ser Madrina, lo que me h servido de mucho en mi
crecimiento espiritual. Todos estos paso los di con el apoyo de una Madrina y de una
Madrina de Servid bondadosas. Cuando murió mi primera Madrina, tuve que busc otra, lo
que me ayudó a mantener mi programa fresco.
Sigo asistiendo a cuantas reuniones puedo, sabiendo que recuperación depende de
compartir la experiencia, fortaleza esperanza de cada uno de nosotros. Tal vez nunca nos
enteren! del cambio positivo al que contribuimos, pero cada uno de nos tros contribuirá
con un cambio positivo en alguien más. ¡( maravillosa responsabilidad!

Para reflexión y debate:

2. ¿Cómo ha cambiado el servicio en Al-


Anon mis ideas aceif ca del programa y de
la forma en que funciona?
3. ¿De qué manera el trabajar en un
proyecto de Al-Anon afectó o cambió de
forma positiva o negativa mi relación con
otro miembro?
4. ¿Qué habilidades en materia de
relaciones adquirí media mi participación
en un cargo de servicio en particular?

1¿Cómo me sentía antes de participar por primera vez en la labor de servicio?


220 Descubramos nuevas opciones
221Descubramos nuevas
opciones
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Capítulo Catorce

Las Doce Tradiciones y los Doce Conceptos de


Servicio: Guías para nuestras relaciones

Los Doce Pasos nos


proporcionan un marco para la recuperación que hace que podamos tener relaciones
personales más satisfactorias. Las Doce Tradiciones y los Doce Conceptos de Servicio
complementan e incrementan la recuperación que podemos alcanzar con los Pasos
mediante principios que fomentan relaciones interpersonales productivas y positivas. Las
Tradiciones y los Conceptos ayudan a la gente a vivir y trabajar en armonía en nuestros
grupos, en el servicio de Al-Anon, y en la vida diaria.
La Primera Tradición expresa un compromiso de unidad que beneficia el progreso
individual, premisa básica de cualquier relación sana. "El progreso individual del mayor
número" armoniza el deseo de progreso individual con el deseo de progreso de todos.
Hacer hincapié en los valores comunes que compartimos puede restaurar la confianza
cuando los intereses individuales entran en conflicto.
La Segunda Tradición se basa en este tema y hace énfasis en que reconocemos sólo una
autoridad fundamental en nuestras relaciones: un Poder Superior bondadoso "... que se
manifiesta en la conciencia de cada grupo..." Escuchamos las preocupaciones de todos con
un amplio criterio y no tomamos decisiones hasta haber tenido una discusión informada
con todos los involucrados. Llegamos a aceptar esta "conciencia de grupo" aunque la
decisión final no sea lo que queríamos al principio. Somos todos iguales pese a que
tenemos nuestras propias responsabilidades dentro de la relación.
Además de los valores comunes, un propósito compartido ayuda a mantener nuestras
relaciones por un buen camino. La Tercera Tradición nos ayuda a determinar los objetivos
mutuos de nuestras relaciones y a apoyarnos el uno al otro en la consecución de dichas
metas. En la Cuarta Tradición, aceptamos que aunque compartamos una relación, también
somos seres individuales capaces de tomar nuestras propias decisiones siempre y cuando
estas no perjudiquen a nadie.
En la Quinta Tradición se
nos recuerda que debemos tener un propósito en nuestras relaciones, pero para cumplir
dicho propósito es necesario comenzar con nosotros mismos antes de ofrecer apoyo a los
demás. En la Sexta Tradición aceptamos que la salud espiritual de nuestras relaciones es
prioritaria y evitamos participar en cualquier cosa que nos distraiga o nos desvíe del logro
de esto.
La Séptima Tradición nos alienta a ser autosufícientes en nuestras relaciones,
"rehusando contribuciones externas') lo cual se refiere a algo más que apoyo financiero.
También tenemos la responsabilidad de cuidar de nosotros mismos emocional, física y
espiritual-mente. Depender de otros para satisfacer nuestras necesidades o para cumplir
con nuestras responsabilidades es causa de desilusiones y resentimientos. Asumir
responsabilidades que otras personas deben cumplir por su propia cuenta les quita a esas
personas su dignidad y el respeto de sí mismas y perturba el equilibrio que debe existir en
una relación de respeto mutuo entre iguales.
De acuerdo con la guía de la Octava Tradición, que indica que nuestras actividades
prescritas en el Duodécimo Paso "... nunca debieran tener carácter profesional.ayudamos a
los seres queridos compartiendo lo que somos y guiando con el poder del ejemplo, no
Descubramos nuevas
opciones

actuando como expertos y ofreciendo consejos no solicitados. Esta Tradición también


toma en consideración las ocasiones en que una relación necesite la ayuda de
profesionales.
Si nuestras relaciones siguen la Novena Tradición como lo hacen nuestros grupos,
entonces "nunca debieran organizarse". Si bien esto no quiere decir que deban ser
desorganizadas, sugiere simplicidad. Soltamos las riendas de la rigidez y de las reglamen-
taciones, teniendo presente que la igualdad se mantiene mediante el orden, el equilibrio y
una división de responsabilidades.
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nuevas opciones

Las Doce Tradiciones y los Doce


Conceptos de Servicio: Guías para
nuestras relaciones 263

La Décima Tradición señala que nuestros grupos no deben emitir opiniones acerca de asuntos
ajenos a sus actividades, evitando así polémicas públicas. Podemos practicar esto en nuestras
relaciones al ocuparnos de nuestros propios asuntos y al evitar las disputas sobre cosas que no
tienen nada que ver con nosotros. Comprendemos que otros tienen tanto derecho como nosotros a
tener opiniones y les concedemos la misma dignidad y el mismo respeto que deseamos para
nosotros.
Los principios de la Undécima Tradición también pueden practicarse en nuestras relaciones. Esta
Tradición discute sobre la atracción en lugar de la promoción como nuestra política de relaciones
públicas. Eso se interpreta en nuestras relaciones como simplemente dar un buen ejemplo en lugar
de tratar de convencer, persuadir o incitar.
La Duodécima Tradición nos
recuerda anteponer los principios a las personas, regrosándonos a la idea de que somos todos igua-
les, ni mejores ni peores que los demás. Aprendemos a actuar con humildad, haciendo lo que es
correcto en lugar de buscar atención y fama. Podemos permitir que otras personas sean como son y
tenemos la misma cortesía con nosotros mismos. Este enfoque es una forma establecida de diluir
conflictos al tomar los desacuerdos de manera menos personal. Con esta Tradición, puede crecer
nuestra autoestima, y nuestros vínculos con los demás se hacen más sanos y fuertes.
Es imposible comprender los Doce
Conceptos de Servicio sin que estemos algo familiarizados con los Pasos y las Tradiciones. Los
Doce Conceptos son específicos al definir los principios que guían las actividades del servicio
mundial de Al-Anon, pero estos principios también se aplican en las relaciones personales de
cualquier tipo.
Los Conceptos Primero y Segundo se tratan del equilibrio entre responsabilidad personal y
autoridad delegada. Al convivir con el alcoholismo, muchos sabíamos de responsabilidad sólo
desde la perspectiva de "todo o nada" O nos daban todas las responsabilidades en una relación o
ninguna. Los Conceptos Primero y Segundo nos recuerdan que seguimos siendo responsables de
nosotros mismos, pero es muy práctico soltar las riendas de algunas cosas y delegarlas a otras
personas. El Tercer Concepto: "El
Derecho de Decisión hace posible el liderazgo eficaz" explica en detalle este enfoque con una
combinación de confianza y libertad. Si les delegamos una responsabilidad a otras personas,
también debemos darles la autoridad de llevar a cabo la tarea sin estar vigi-lándolos en todo
momento.
"La participación es la clave
de la armonía", nuestro Cuarto Concepto, es más complejo de lo que parece al principio. La
participación presupone respeto mutuo y una actitud flexible. Al seguir los Conceptos
Segundo y Tercero, los cuales hablan de la delegación de autoridad, es evidente que el
Cuarto Concepto no sugiere que la clave de la armonía sea permitirles a todas las personas
involucrarse en todas las cosas. Éste le pide a la gente que no está involucrada en un
proyecto que respete la responsabilidad delegada a otras personas. Dentro de esos límites, la
participación es sin duda la clave de la armonía.
El Quinto. Concepto
garantiza que se nos dé la oportunidad de ser escuchados aunque nuestra opinión no sea
popular. Sin embargo, si decimos algo una vez, estamos compartiendo nuestra opinión. Si lo
seguimos diciendo en forma repetida, a lo mejor estemos intentando controlar. Este
Concepto también deja en claro que siempre debemos estar dispuestos a escuchar a otras
personas, aunque no estemos de acuerdo con ellos. Nos alienta a escuchar a todas las partes
en una disputa y a "mantener un amplio criterio", lo cual es un principio esencial en
cualquier relación.
En el Sexto Concepto admitimos de nuevo, en especial en nuestras relaciones con otras
personas, que no podemos hacerlo todo por nuestra propia cuenta. Por medio del liderazgo
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compartido, implícito en este Concepto, cooperamos con otras personas, utilizando los
principios de delegación, autoridad y responsabilidad que hemos estado aprendiendo a partir
de los Conceptos anteriores. El equilibrar el liderazgo y el tener una comunicación frecuente
y clara son elementos esenciales si debemos ser eficientes en el trabajo en conjunto en
cualquier relación.
El Séptimo Concepto indica
que las relaciones a menudo tienen responsabilidades legales y financieras distintas, además
de sus otros aspectos. Es particularmente fácil de comprenderlo cuando se aplica en las
relaciones dentro de una familia. Si bien cada miembro de la familia tiene la misma
importancia, son los padres o tutores los que

Las Doce Tradiciones y ios Doce


Conceptos de Servicio: Guías para
nuestras relaciones 265

firman contratos y pagan las cuentas. Ellos tienen que enfrentar la responsabilidad legal de las
acciones de toda la familia.
En el Octavo Concepto, aprendemos nuevas destrezas en cuanto a delegar. Asociamos
nuestras destrezas a nuestras responsabilidades para que los que estamos en una relación
podamos abordar los asuntos para los que estamos mejor preparados. El Noveno Concepto nos
recuerda que somos los dirigentes de nuestras propias vidas. Cuando desarrollamos y
demostramos habilidades para el liderazgo sanas y fuertes, nuestras relaciones se benefician.
Estas habilidades incluyen responsabilidad, tolerancia, estabilidad, flexibilidad, discernimiento y
visión. Al demostrar estas habilidades, logramos un efecto positivo en todas las personas y
situaciones que se relacionan con nuestra vida.
El Décimo Concepto nos proporciona una guía útil para trabajar con otras personas, ya sea
con seres queridos, compañeros de trabajo o miembros de Al-Anon en servicio. Es importante
fijar metas y definiciones claras acerca de quién es el responsable de cualquier proyecto en el que
participemos puesto que esto nos ahorra tiempo, dinero y energía. Definir claramente las respon-
sabilidades nos ayuda a evitar conflictos que surgen cuando las personas duplican entre sí las
labores.
El Undécimo Concepto reitera el valor de la asociación y la colaboración. Ya no tenemos que
trabajar de manera aislada. Al practicar la confianza y el respeto mutuos, así como al dedicarnos
a una meta común, podemos lograr mucho si unimos nuestros esfuerzos.
El Duodécimo Concepto contiene las cinco Garantías Generales de la Conferencia. Estos
pueden ayudarnos a aplicar los principios de Al-Anon a las finanzas, autoridad personal y
decisiones que forma parte de nuestras relaciones. Mediante su aplicación, podemos brindarles
cuidado y un buen sentido a todos los aspectos de nuestras relaciones, actuando con bondad y en
forma democrática ante todos los que nos rodean.
Las Tradiciones y los Conceptos demuestran cómo podemos compartir valores comunes y
permitir la expresión individual mediante la definición de límites claros. Asumimos la
responsabilidad de nosotros mismos y respetamos los derechos de los demás. Es una
combinación de "Mantenlo simple" y "Vive y deja vivir".

Historias personales

Cuando vine a Al-Anón por primera vez, desperdiciaba el


tiempo y mis energías tratando de que mi esposo fuera todo
para mí. Quería que él hiciera por mí lo que yo no podía hacer.
Sus funciones eran suministrarme completo apoyo emocional
y financiero, cicatrizar las heridas de mi niñez y saltar cuando
yo dijera "salta".
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Poco a poco me he convertido en una persona menos


necesitada. Descubrí que no obtengo todas las cosas de un
solo ser humano y que no puedo ser todo para otra persona.
En lugar de eso, practico la Séptima Tradición y lucho por ser
totalmente autosu-ficiente a la vez que le permito a él hacer
lo mismo.
Me doy cuenta de que la responsabilidad que le asigné a mi
esposo al esperar que su vida girara en torno a mis
necesidades era demasiado grande. Después de todo, él tiene
sus propias necesidades, que a veces son opuestas a las mías.
Hoy me siento feliz, ha aumentado mi autoestima y puedo
dejarle vivir su vida mientras yo vivo la mía. A veces hacemos
cosas juntos y a veces procedemos de manera individual.
¡Qué manera tan encantadora de vivir!

Allí estaba yo, un joven soltero en Al-Anón, rodeado de


mujeres. No obstante, salir con alguien de Al-Anón era algo
que nunca lo hubiera pensado en las reuniones a las que
asistía porque allí yo era el único homosexual. Sin embargo,
cuando comencé a asistir a reuniones para personas gay,
empecé a darme cuenta de lo que habían estado
experimentando mis amigos solteros heterosexuales. Aquí
estaba yo, solitario y vulnerable, rodeado de hombres
atractivos que cumplían con los requisitos, quienes también
procuraban la recuperación.
"Procurar la recuperación" llegaron a ser las palabras claves
aquí. Ya había observado los resultados negativos que se
obtenían cuando los miembros utilizaban las reuniones como
si fueran un bar de solteros. Hasta había visto cómo se
destruían matrimonios debido a la interacción entre los
miembros. Tomé estos ejemplos para tener presente que
nuestras reuniones tienen un solo propósito, como se describe
en la Tercera Tradición, y que yo tenía un solo propósito al
estar ahí: procurar la recuperación. Aun así, debo admitir que
a veces eso me distraía.
Al final comencé a salir con alguien de la reunión, y hasta el
momento él ha sido mi pareja durante más de dieciocho años. El
que yo tuviera un propósito único (y él también) era algo tan
firmemente decidido que pasaron más de seis meses de participar
en las reuniones antes de que pensáramos en salir juntos. Ninguno
de los dos éramos recién llegados. Sin embargo, pese a que nos
resistíamos a entablar un romance dentro de las salas de Al-Anón,
los elementos comunes que compartimos a medida que cada uno
de nosotros practica el programa crean un vínculo muy fuerte.
Estoy seguro de que éste ha contribuido enormemente a la salud y
longevidad de nuestra relación.

Las Tradiciones son instrumentos valiosos en mis relaciones.


Estoy aprendiendo a ser autónomo, excepto en asuntos que afec-
ten a mi cónyuge, a mi familia o a la sociedad en su totalidad. Las
decisiones más importantes requieren una conciencia de grupo.
Aún trato de poner en orden nuestras finanzas para poder ser
completamente autosuficiente.
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Solía tomar decisiones sobre mi hijastro alcohólico sin primero


hablar con su madre. Demostraba falta de respeto al comprome-
terla en decisiones que había tomado por mi propia cuenta. Hoy
nos consultamos antes de tomar cualquier decisión. Al principio,
esta pausa en la crisis irritaba a mi hijastro, pero él ahora sabe que
nosotros nos comunicamos y que él no puede indisponer a un
padre contra el otro.
En Al-Anón mi esposa y yo hemos aprendido a comunicarnos
entre nosotros e inclusive a invitar a mi hijastro a que participe en
la conversación. Estar en una relación en recuperación significa
comunicarse, porque la otra persona podría tener una mejor idea,
¡aun el alcohólico! Ahora no hace falta que lo sepa todo. Puedo
tener un amplio criterio. Puedo crecer escuchando más que
hablando. Usamos la Primera Tradición para mantener la unidad.
Tengo una gran relación con mi esposa y también con el alco-
hólico. La clave fíie "Que empiece por mí". No esperé que ellos
dieran el primer paso. Hoy me siento cansado de esperar. Prefiero
seguir adelante y progresar.

La práctica de los Pasos, las Tradiciones y los Conceptos en


relación con mi vida me ha proporcionado los instrumentos para
reconstruirme de ladrillo en ladrillo. En lugar de proceder a mi
propia demolición, como a veces me sentía tentado a hacerlo, me
despojé de un ladrillo viejo a la vez, el cual reemplazaba con uno
completamente nuevo, y así construí otro yo mejor.
Al aceptar que no podía manejar mi vida y que no tenía poder
sobre otras personas (Primer Paso), descubrí la facultad de nadar
en dirección de la corriente y no contra ella (Primera Tradición). Me
di cuenta de que era totalmente responsable de todos los aspectos
de mi vida (Primer Concepto).
Aprendí a confiar en un Poder Superior a mí mismo y a entre-
garme a Él (Tercer Paso). Aprendí a ver y a respetar límites y a
ocuparme de mis propios asuntos (Tercera Tradición). También les
permití a otros la misma libertad (Tercer Concepto).
Mediante la expresión sincera y honesta de mi deseo de cambio
(Séptimo Paso), empecé a desarrollar los medios para apoyarme a
mí mismo emocional, física, mental, financiera y espiritualmente
(Séptima Tradición), lo que luego me permitió reconocer, dife-
renciar y apoyar las necesidades de los demás de una mejor mane-
ra (Séptimo Concepto).
Cuando acepté mis virtudes y debilidades, pude ver cómo la
ignorancia de mí mismo me había conducido a herir a otras per-
sonas, directa o indirectamente (Octavo Paso). Este Paso, a la vez,
me ayudó a reconocer que no poseía todas las respuestas rela-
cionadas con los demás y que no me correspondía a mí resolver
los problemas de nadie (Octava Tradición). Además, comprendí
que también podía renunciar a la responsabilidad de resolver los
problemas de todo el mundo y permitirles a los elegidos realizar su
tarea sin que yo desperdiciara mi tiempo criticándolos (Octavo
Concepto).
Al orar para que pudiera actuar teniendo presente las intencio-
nes del universo en lugar de mis necesidades egoístas (Undécimo
Paso), aprendí a esperar que las cosas sucedieran por su propia
cuenta sin mi ingerencia (Undécima Tradición). Esta perspectiva
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espiritual al final me permitió ver la función que me correspondía


desempeñar en el mundo con respecto a todo lo demás, sin amar-
gura ni resentimientos (Undécimo Concepto).
Al encontrar el lugar y el propósito apropiados por medio de cada
una de mis acciones, pude hacerles saber a otras personas que
ellas también podrían alcanzar la tranquilidad de vivir en el
momento presente (Duodécimo Paso). Pude tratar a cada quien
con dignidad y comprensión porque ahora anteponía mis ideales a
mis necesidades egoístas y triviales (Duodécima Tradición). Este
progreso me permitió estar en paz y trabajar con eficiencia y
equidad en todas mis acciones (Duodécimo Concepto).

A lo largo de los años, he aprendido a practicar las Tradiciones y


los Conceptos de Servicio en mis relaciones personales con el
mismo éxito. Las Garantías Generales de la Conferencia, incluidas
en el Duodécimo Concepto, me han ayudado hasta el momento de
la siguiente manera:
Primera Garantía: que
sólo suficientes fondos de funcionamiento en los que se incluya una
amplia reserva, sea su principio financiero prudente;
Mi meta es jubilarme lo antes posible, pero con los mismos
ingresos. Hace poco mi vecino se compró un convertible deportivo
rojo como regalo de cumpleaños. Estas tentaciones abundan a mi
alrededor. Con facilidad podría ceder ante estas tentaciones si no
tuviera como meta mantener mi solidez financiera presente y
futura. Mi objetivo financiero me mantiene centrado y me ayuda a
decidir lo que es mejor para mí.
Segunda Garantía: que
ningún miembro de la Conferencia será puesto con autoridad
absoluta sobre otros miembros;
A lo largo de los años, he aprendido a ocuparme de mis propios
asuntos, lo que significa que les permito a otras personas ser
responsables de cumplir sus funciones como lo consideren
apropiado y no como lo considere yo. Al permitir que otros sean
responsables de tomar sus propias decisiones, de ninguna manera
renuncio a la autoridad de protegerme a mí mismo y a mi familia
de cualquier daño que las acciones de otras personas pudieran
causar.
Tercera Garantía: que todas las decisiones se tomen mediante
discusión, voto y, siempre que sea posible, por unanimidad;
Estoy mucho más dispuesto a tener discusiones abiertas. Si
impongo mi solución, siempre pierdo aunque gane la discusión.
Hoy la opción es clara: tener discusiones abiertas y francas, e
intentar buscar un resultado positivo. Si no es posible obtener este
resultado, entonces sé cuándo dar un paso atrás y soltar las
riendas.
Cuarta Garantía: que ninguna acción de la Conferencia sea
personalmente punitiva ni incite a la controversia pública;
Mis ideas distorsionadas podrían causarme mucho daño, lo cual
puede envenenar mis relaciones. Por lo tanto, he aprendido a
negociar en lugar de comportarme de forma pasivo-agresiva o
sacar mis trapos sucios al sol en público.
Quinta Garantía: que, aunque la Conferencia sirve a Al-Anón,
nunca ejecutará ninguna acción autoritaria y, como la hermandad
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de los Grupos de Familia Al-Anón a la cual sirve, permanecerá


siempre democrática, en pensamiento y acción.
Me centro más que nunca en mantener el equilibrio en mis rela-
ciones. Los intereses externos exigen tiempo y recursos de forma
continua. Hoy he aprendido a decirles no cortésmente a los inte-
reses externos si existe la posibilidad de que se conviertan en una
distracción.
Cuando trabajo junto a otros miembros de Al-Anón por una meta
común en un entorno sano, tengo la oportunidad de desarrollar
costumbres sanas, lo cual fortalece mis relaciones. Siempre tengo
a la disposición esta recompensa.

Me era muy difícil ser testigo de la lucha de mi hijo contra la


enfermedad del alcoholismo. Perdió su empleo, lo desahuciaron de
su apartamento, y vendió todo lo que tenía para sufragar su
adicción. He oído infinidad de veces en las reuniones de Al-Anón
que el alcoholismo es una enfermedad poderosa, pero de vez en
cuando pierdo la perspectiva.
Un día mi hijo vino a la hora del almuerzo y me dijo que tenía
hambre. Le di diez dólares y le pedí que comprara hamburguesas
para los dos. Como era un hermoso día de primavera, pensé que
tendríamos un almuerzo agradable en la terraza. Pasó casi una
hora y no había vuelto. Al principio me airé mucho y me sentí
herida por su falta de consideración al no aparecer con el almuerzo
que yo había pagado. Muy rápidamente, razoné y me di cuenta de
que me había equivocado al darle los diez dólares. La idea de
almorzar con mi hijo era tan atractiva que me olvidé de lo pode-
rosa que es la enfermedad. Gastar diez dólares en hamburguesas
no era en absoluto su prioridad, y lo entiendo.
Al-Anón nos alienta a ser comprensivos y compasivos con
nuestros parientes y amigos alcohólicos, y yo no puedo serlo si
decido airarme cuando las cosas no se dan como yo quiero. He
descubierto que los Conceptos suministran muchos instrumentos
indirectos para fortalecer mis relaciones personales.
El Cuarto Concepto dice que la participación es la clave de la
armonía, así que cuando me encontré con mi hijo unos días más
tarde, discutimos amistosamente lo ocurrido. Le comenté que
había cometido un error al darle el dinero y le dije que yo lo quería
pero que no iba a respaldar su alcoholismo. Acordamos que la
próxima vez que tuviera hambre, sería bienvenido a casa para lue-
go ir juntos a algún lugar de su elección a comer, pero que desde
ese momento en adelante no le daría ni un solo centavo.
El Séptimo Concepto dice que los administradores (custodios)
tienen derechos legales, mientras que los derechos de la
Conferencia son tradicionales. Este Concepto define con claridad
las responsabilidades entre los administradores y los Delegados.
Estas responsabilidades brindan claridad en cuanto a los límites. Si
entiendo con claridad la diferencia entre mis prioridades y las de
mi hijo, puedo comenzar a fijar límites claros con amor y
compasión, lo cual nos beneficia a los dos. Este Concepto me
ayuda a entender y aceptar a mis parientes alcohólicos tal como
son y a intentar de la mejor manera posible entablar una relación
afectuosa.
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Al final mi hijo alcanzó la recuperación. Estuvo sobrio un año,


salió de un centro de rehabilitación y no tenía nada. Tenía un
empleo pero no tenía transporte. Quise ayudarlo económicamente,
pero como él había violado mi confianza tantas veces, tenía miedo
de hacerlo. Recurrí a la Primera Tradición. Los dos practicábamos
nuestros programas y los dos teníamos metas comunes para lograr
que se recuperara. Encontró una camioneta en venta y me pidió
que le sirviera de fiadora para un préstamo. Me resistí al inicio,
pero al final acepté lo que veía.
Él tenía un compromiso claro que cumplir de dedicarse a su
recuperación y volver a la normalidad. Me di cuenta de que si yo
deseaba restaurar la confianza quebrantada, tenía que arries-
garme. Antes de firmar el préstamo como fiadora, tuve que com-
prender con la máxima claridad que él está enfermo y que, pese a
sus mayores esfuerzos, podría sufrir una recaída. Si esto ocurre, no
tendré ningún resentimiento. Le ofrecí ayuda incondicional
comprendiendo completamente que él pueda tener una recaída en
su compromiso con la recuperación. Hice esto por mí. Estaba
dispuesta a darle una oportunidad sin condiciones en lo que le
ofrecía. Mi hijo está sobrio desde hace tres años y se encuentra
bien. Siempre lo amaré tal como es y estaré a su lado sin interferir
en su recuperación.

Me sentía muy apegada a mi grupo inicial. Lo vi sobrevivir pese a


una asistencia escasa y épocas difíciles. Lo consideraba mi grupo y
por eso me torné muy posesiva. Cuando había que tomar
decisiones, pensaba que se debía proceder como yo quería. Si
había algo que hacer, lo hacía yo, sin votación. Me ocupaba de
todas las tareas porque alguien tenía que hacerlo. Me alegraba
hacer funcionar el grupo y lo hice, pero mis resentimientos aflo-
raron en mi actitud. No les hablaba con amabilidad a otros miem-
bros y mi comportamiento en el grupo tenía que mejorar, aunque
en ese momento yo no lo podía ver.
Un día, otra miembro del grupo quiso hablar conmigo. Ella hizo
un examen de conciencia, no sólo del grupo, sino también de mí.
Me sentí ultrajada por lo que me dijo y ya no consideré al grupo
como un lugar seguro en el cual compartir. Al recordar la situación,
puedo ver los cambios que requería mi comportamiento.
Cambiarme a otro grupo me permitió comenzar desde el principio.
Ahora asisto a dos grupos. En mis nuevas reuniones, me esfuer-
zo conscientemente por no asumir demasiadas tareas. Si lo hago
todo, no queda nada para que lo hagan los demás. Lograr la mayor
participación posible en el grupo es esencial para el crecimiento
del mismo. Examinar y aprender sobre la forma en que me com-
porto en un grupo era importante. Se siente bien discutir sobre un
asunto y votar al respecto. Ya no pensaba que debía hacerse a mi
manera. El grupo puede decidir, lo cual es la Segunda Tradición en
acción. Pertenecer a estos nuevos grupos me permite practicar un
mejor programa.

La Undécima Tradición habla de "atracción más bien que pro-


moción". No comprendía esa Tradición cuando viene a Al-Anon por
primera vez. Venía de una familia muy insana. Casi no tenía
autoestima y era controladora. Intenté que mi madre y mis dos
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hermanas asistieran a Al-Anon comprándoles el libro Un día a la vez en


Al-Anon. Cada vez que se me presentaba la oportunidad, se los leía
en voz alta. Me excedí en la promoción de Al-Anon. Eso no
funcionó en absoluto.
Unos años después, nuestra familia aumentó con dos cuñadas
que eran bastante controladoras y manipuladoras. Mis hermanas
creían que estas mujeres se aprovechaban de nuestra madre por-
que ella es la que siempre vela por la paz. A ellas tampoco les gus-
taba la forma en que tratábamos a nuestros hermanos. Les dije a
mis hermanas que ya eran adultas y que tenían que tomar sus pro-
pias decisiones. Les hice saber que no interferiría en sus asuntos.
Una noche hablaba por teléfono con mi hermana menor.
Habíamos visitado a nuestros padres ese fin de semana. Una vez
más, se preguntaba por qué una cuñada manipulaba a nuestra
madre. Le contesté que era problema de ellas y que a mí no me
interesaba el motivo. Me preguntó cómo podía permanecer tan
calmada. Le dije: "Es Al-Anon". Me contestó: "No, hablo en serio.
¿Con quién consultas y cuánto le pagas?" Le volví a decir: "Es Al-
Anon". Cuando comentó que ella no cumplía con los requisitos, le
expliqué que Al-Anón es para los familiares y amigos de los
alcohólicos, y que como nuestro padre y nuestros cuatro hermanos
eran alcohólicos, cumplía con los requisitos.
El hecho de que estuviéramos sosteniendo esta
conversación me hizo darme cuenta de que ella había
observado un cambio en mí, lo que me hizo sentirme bien. Yo
sabía que había cambiado, pero cuando lo vio mi hermana,
me di cuenta de que el progreso se notaba a medida que me
convertía en la persona que quería ser. Después de la llamada
telefónica, sonreí y pensé: "Ahora comprendo la Undécima
Tradición: atracción más bien que promoción".

Al criarme en una familia alcohólica, siempre he estado


involucrado en relaciones alcohólicas. No conocía otra cosa.
Mis amistades con chicas de la escuela secundaria no
fueron más que trágicas. No tenía habilidades personales ni
medios para obtenerlas. Después de algún tiempo tuve mi
primer matrimonio, el cual duró poco, y luego me divorcié. Mi
segundo matrimonio todavía sigue adelante. Mi esposa y yo
entramos a Al-Anón siguiendo el consejo del centro de
rehabilitación de nuestro hijo. La idea era asistir durante las
cuatro semanas que nos habían indi^ cado. Después de dos o
tres reuniones, quedamos enganchados. Al-Anón nos
demostró con rapidez que necesitábamos ayuda.
Seguíamos caminos separados durante nuestra
recuperación personal pero nos uníamos para tratar asuntos
familiares a medida que surgían. En el pasado, siempre les
encontraba una salida a los aspectos problemáticos de
nuestra relación o de otras relaciones familiares. Al practicar
los Pasos, me di cuenta de que debía asumir la
responsabilidad de mi función como esposo y padre. ;
Recuerdo que el Cuarto Concepto me pedía tener presente
que: "La participación es la clave de la armonía'! Me di cuenta
de que cuanto más participaba en mi matrimonio y en mis
relaciones familiares, mejor me sentía conmigo mismo.
Hemos tenido algunas experiencias horribles a lo largo del
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camino, pero por lo menos se reveló la verdad y se reparó el


mal, lo cual significa prot greso para mí.
Antes de Al-Anón, no existía la espiritualidad en mi vida.
Hoy me doy cuenta de que era un elemento que faltaba pero
que necesitaba desesperadamente en mi vida. No tengo la
menor idea acerca de cómo podría ser en realidad mi Poder
Superior, pero he llegado a creer. Cuando recuerdo los años
insanos, comprendo que Él me protegía en esa época
también. La relación con mi Poder Superior me ha cambiado
la vida para siempre, cosa que les debo agradecer a Al-Anon y
a los Doce Pasos.

Cuando comencé en Al-Anon, tenía una relación conflictiva con


mi hijo de dieciséis años. Muchas de mis expectativas sobre su
vida se habían perdido durante su lucha contra las drogas y el
alcohol. A medida que sus sueños perdían importancia para él, se
incrementaba mi frustración y comenzó el conflicto. Llegué a
deprimirme y a sentir ansiedad. Pasaba muchas horas obsesio-
nándome por sus decisiones y su futuro y la forma en que eso me
afectaba. Al final ya yo no funcionaba como ser humano ni
disfrutaba la vida.
Cuando oí a otras personas compartir sus historias y la espe-
ranza de una mejor forma de vivir en sus relaciones, de inmediato
me sentí estimulada a descubrirlo por mi propia cuenta. Poco a
poco acogí los principios del programa de Al-Anon. El Primer Paso
representó un alivio para mí. Comprender que había muchas cosas
que no podía controlar y de las que no era responsable mitigó la
vergüenza y la culpa. Comprender que mi Poder Superior podría
devolverme el sano juicio (y lo haría) al confiarle mi voluntad y mi
vida, era la única esperanza que abrigaba.
La Segunda Tradición dice: "Existe sólo una autoridad funda-
mental para regir los propósitos del grupo: un Dios bondadoso que
se manifiesta en la conciencia de cada grupo. Nuestros dirigentes
son tan sólo fieles servidores, y no gobiernan". Cuando practiqué
esta Tradición en relación con mi familia, de verdad me ayudó a
soltar las riendas del impulso de controlar el comportamiento de
mi hijo. Él tiene su propio Poder Superior, quien tiene autoridad
sobre su vida. ¡Qué don poder devolvérselo a Dios!
La relación con mi hijo ha mejorado con el tiempo. He podido
darle la libertad de tomar sus propias decisiones y encarar las
consecuencias de las mismas sin que yo interfiera. Los dos hemos
progresado mucho. Nos comunicamos con más frecuencia y con
más sinceridad y aprecio del uno por el otro. Como me preocupo
menos por mi hijo, tengo más energía para mi recuperación cons-
tante en Al-Anón. Estoy empezando a ocuparme de mis propias
metas en la vida.

Crecí pensando que el matrimonio era una asociación en la que


cada uno aportaba la mitad. Llegué a sentirme airada y resentida
cuando descubrí que mi esposo alcohólico no podía satisfacer mis
expectativas. Pensaba que yo hacía todo el trabajo sin recibir nin-
guno de los beneficios.
Hoy veo a mi matrimonio de una manera diferente. He aprendido
de la Cuarta Tradición, la cual indica que: "Cada grupo debiera ser
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autónomo, excepto en asuntos que afecten a otros grupos, o a Al-


Anón o AA en su totalidad'! Esta Tradición me demostró que debo
convertirme en un ser sano, completo, separado de mi esposo, y
que debo darle ese mismo derecho a él. Yo optaba por realizar
todas las tareas y no ejercía mi derecho a decir no, a delegar, o a
solicitar ayuda. Necesitaba que mi esposo viera lo tanto que me
había convertido en víctima.
Hoy puedo reconocer mi autonomía, pongo en práctica mis
opciones y le permito a mi esposo la oportunidad de compartir en
nuestra relación. Si bien mis acciones lo afectan, estas no son un
reflejo de él.

Una pareja casada que asiste a mi grupo ha estado en Al-Anón


durante veinticinco años. En una reunión, uno de ellos compartió
sobre la forma en que incorporaron el espíritu de una conciencia
de grupo a los juramentos que se hicieron el uno al otro. Acordaron
seguir casados mientras esa fuera la voluntad de su Poder
Superior. Mediante oraciones continuas y su voluntad, confiaron en
que ese Poder los guiara y los dirigiera en su relación para el
mayor beneficio de todos los involucrados, así como ocurre con
nuestra conciencia de grupo, mencionada en la Segunda Tradición.
Ahora que comienzo a pensar detenidamente en el matrimonio,
las palabras de esta Tradición me dieron la esperanza de no tener
que saberlo todo antes de tomar una decisión en este aspecto de
mi vida. Esto llegó a ser un gran alivio para mí porque creía que
debía tener todas las respuestas con anticipación y debía elegir a
un cónyuge libre de problemas: ¡una tarea deprimente! Esta idea
refleja mi deseo persistente de controlar los resultados y a otra
gente. Indica el nivel de temor a la intimidad que he sufrido hasta
este momento. Pensaba que a través de una selección minuciosa,
podía dejar de lado los altibajos naturales de la vida y abstenerme
de lo que tal vez tuviera que hacer junto a otra persona con el fin
de crecer espiritualmente.
Con la ayuda de Dios y el don generoso de las palabras de esta
pareja, me di cuenta de que si mi novio y yo podemos colocar a
nuestro Poder Superior en el núcleo de nuestra relación y confia-
mos en que ambos escuchemos Sus susurros en nuestro corazón,
puedo sentirme más segura al dar lo que parece ser un paso gran-
de y a veces aterrador hacia el compromiso.
Mientras siga la guía de Dios, sé que mis decisiones pueden
mejorar mi vida y no dañarán a los que me rodean, cosa que ocu-
rre cuando actúo impulsada por la obstinación. Así como las solu-
ciones milagrosas para nuestro grupo fluyen con facilidad de una
conciencia de grupo dirigida por Dios, también pueden hacerlo las
respuestas a mi relación amorosa.

Hace un tiempo, ocupé uno de los cargos en nuestro Servicio de


Información de Al-Anon. En esa época, nuestro saldo bancario se
redujo y los cheques comenzaron a ser rechazados por falta de
fondos. Me designaron Presidente del Comité de Recaudación de
Fondos para restablecer nuestro presupuesto con rapidez. No tenía
idea de cómo hacerlo. Hablé con mi Padrino de Servicio, quien me
sugirió que primero leyera el Manual de Servicio de Al-Anon y Alateen, las
Doce Tradiciones, y los Doce Conceptos de Servicio.
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Encontré que la Séptima Tradición y la Primera Garantía del


Duodécimo Concepto tenían como objetivo la solidez financiera de
la hermandad. Nuestro Comité preparó un presupuesto con una
reserva prudente para emergencias. Con el fin de resolver el
apremiante problema y mantener la solidez financiera a largo
plazo, decidimos animar a los miembros a que aumentaran la
cantidad que depositaban en la canasta. Yo mismo me comprometí
a hacer lo mismo.
También decidí practicar los mismos principios en relación
con mi vida personal y encontrar la forma de ahorrar dinero.
En el trabajo, solía almorzar comida rápida. Mi doctor me
había estado diciendo que la dejara debido a que mi nivel de
colesterol era muy alto. Dejé de maltratar mi cuerpo y
comencé a llevar dos manzanas para el almuerzo en el
trabajo. Desde que lo he estado haciendo, me he ahorrado
mucho dinero al año. Con esos ahorros, he podido asistir a
Seminarios de Servicio Regional y a convenciones locales e
internacionales. También mantengo un peso normal y logro
que mi doctor se sienta contento.
Examiné en detalle cómo practicar la Primera Garantía en
relación con mi presupuesto personal. Mi "amplia reserva",
que había considerado suficiente para una jubilación holgada,
era sólo la mitad de lo que necesitaría. Empecé a pensar en
cada dólar que gastaba y a preguntarme si era necesario
gastarlo o si era mejor depositarlo en un fondo de reserva
para la jubilación. Había camisas en mi armario que nunca
había usado, pero las compré porque estaban en rebaja.
Derrochaba el dinero debido a que tenía el imprudente hábito
de gastar. Cambié mi comportamiento, y se cuadruplicaron
mis ahorros en los últimos cinco años, lo que me permitirá
lograr mi meta con respecto a mi jubilación.
También le he consultado mucho a mi esposa, quien me ha
dado muchas buenas ideas puesto que ella es más cuidadosa
que yo cuando se trata de ahorrar. Ella también ha creado su
propio fondo de reserva para la jubilación, el cual administra
muy bien. El practicar la Primera Garantía nos hace pensar
cuidadosamente en la necesidad de planificar nuestro futuro
financiero, lo que permite que nuestra relación avance
favorablemente.

Durante mucho tiempo traté a mi esposo alcohólico como


un enemigo dispuesto a destruirme. Ahora que está sobrio,
esperaba que yo trabajara junto a él y que fuera su
compañera. Esta era una manera completamente nueva de
pensar para ambos. Nunca habíamos visto que funcionara en
un matrimonio, definitivamente no en los hogares de nuestra
infancia ni entre ninguno de nuestros amigos alcohólicos.
Una noche, oímos a una oradora que hablaba de que los Pasos
eran para su relación con Dios, las Tradiciones eran para su rela-
ción con otras personas y los Conceptos eran para su relación con
el mundo en general. ¡Qué respuesta a una plegaria! Podía
practicar las Tradiciones para aprender a vivir con los demás. Al
examinar la Primera Tradición, vi cómo podía funcionar en casa y
en mi grupo, ya que se refiere a lo que nos conviene a todos, no
sólo a mí.
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nuevas opciones

La Segunda Tradición habla sobre quién es en realidad el jefe. Yo


había intentado hacer las cosas a mi manera durante mucho
tiempo, pero esta Tradición dice que hay una sola autoridad y que
Él se expresa mediante una conciencia de grupo. La Segunda
Tradición les dio voz a mi esposo y a mis hijos también para que
hicieran comentarios sobre todo lo que se iba a hacer en casa.
Comenzamos a ser una familia. Comenzamos a aprender cosas.
Descubrimos que todos tenemos cualidades y pensamientos
valiosos que realzan la unidad familiar.
La Tercera Tradición habla acerca de descubrir que somos una
familia y que el alcoholismo nos ha afectado a todos. Pensaba que
había protegido a mis hijos tan bien del alcoholismo que no sabían
lo que sucedía. Imagínense mi sorpresa cuando comenzaron a
expresarse en reuniones familiares.
En la Cuarta Tradición aprendí que estaba bien que cada uno de
nosotros se ocupe de sus cosas. Aprendí que cuando hacía algo
que afectaba a toda la familia, por ejemplo asistir a una asamblea,
me correspondía decirles a dónde iba y cuando regresaría a casa.
También aprendí a considerar que la forma en que gastara el dine-
ro afectaría a todos los demás en la familia.
En la Quinta Tradición aprendí que el alcoholismo no sólo había
afectado a mi familia más cercana sino también a mis otros
parientes. Descubrí que para ser útil a los demás, primero debía
ocuparme de mí misma. Comprendí que la madre de mi esposo no
fue la causa del alcoholismo de él. Ella sólo estaba afectada por
este tanto como yo. Encontré una nueva comprensión, compasión
y respeto por todos mis parientes.
En la Sexta Tradición descubrí que nuestro propósito primordial
era espiritual. Estaba tan centrada en mi apariencia externa ante
el mundo que había pasado por alto mi vida interior y mi relación
con Dios. Mi Poder Superior era un extraño para mí. Tomarme el
tiempo para conocer al Dios de mi propio entendimiento se
convirtió en una prioridad para mí.
La Séptima Tradición me ayudó a percibir la importancia de
ocuparme no sólo de mis finanzas sino también de mi tiempo. Ser
totalmente autosuficiente tiene un significado no sólo monetario;
se refiere también a las horas con las que he contribuido durante
la semana. ¿Contribuyo justamente con la parte que me corres-
ponde en la familia, en mi grupo, en el distrito y en la Zona?
La Octava Tradición dice que no lo sé todo y que a veces debo
contratar a alguien para que me ayude. Mi madre murió. Varios
meses después, sufrí un aborto. Todo esto me causó una grave
depresión. Intenté seguir practicando el programa de Al-Anón, al
mismo tiempo que pensaba que hacía algo equivocado. Al final fui
a mi médico, quien me remitió a otro profesional. Con la ayuda
recibida, pude superar el dolor y la depresión.
En la Novena Tradición, aprendí que no tengo que asumir en lo
absoluto la responsabilidad de todo. Puedo ser hábil con el papeleo
relacionado con el manejo del hogar, pero no me pongan a tra-
bajar debajo del motor de un auto. Mi esposo es muy bueno con
autos, así que él se ocupa de ellos y yo me aparto de su camino.
La Décima Tradición me dice que debo evitar las rencillas de otra
gente y ocuparme de mis propios asuntos. La Undécima Tradición
me recuerda que puedo compartir cómo obtuve ayuda, pero sólo
cuando me pregunten. También me recuerda la importancia de
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respetar el derecho de cada quien a la privacidad. En nuestras


reuniones familiares, me han confrontado por haber compartido
demasiado acerca de la familia con otras personas. Es duro
escucharlo, pero estoy aprendiendo a centrarme en mí misma.
Así llego a la Duodécima Tradición, donde aprendí la humildad y
el poder espiritual derivados de la práctica del programa. Mi
abuela era una persona amargada, infeliz y criticona que había
sido profundamente afectada por esta enfermedad. Aunque yo no
la quería cuando era niña, aprendí a tenerle compasión a esta
Las Doce Tradiciones y los Doce Conceptos de Servicio: Guías
para nuestras relaciones 237

mujer que nunca obtuvo los beneficios de conocer una forma


distinta de vida mediante el programa de Al-Anon.

Para reflexión y debate:________


1. ¿Cómo participo junto con los que me rodean, ya sea en
casa o en el trabajo, en alcanzar una decisión que nos
beneficie a todos y a cada uno de nosotros?
2. ¿Cuándo he permitido que las polémicas públicas, los dra-
mas o los chismes afecten mis relaciones personales?
3. ¿De qué manera soy completamente autosuficiente? ¿En
qué situaciones he esperado que otras personas me
rescataran?
4. ¿Con qué frecuencia participo en discusiones con mis
seres queridos, permitiéndoles que oigan mis opiniones y
brindándoles la misma cortesía a los demás, aunque no
estén de acuerdo conmigo?
5. Una vez que se ha tomado una decisión conjunta, ya sea
en casa o en el trabajo, ¿cuan dispuesto estoy a acatar esa
decisión sin resentimientos?

L
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opciones
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Capítulo Quince

Las publicaciones de
Al-Anon como fuente de
ayuda en las relaciones
El programa de Al-Anon es aparentemente simple. A veces un
lema (unas pocas palabras) es todo lo que necesitamos para avan-
zar positivamente hacia la recuperación. Los lemas representan un
saber más profundo que se relaciona con un conjunto de ideas y
una gama de instrumentos, recursos y oportunidades de cre-
cimiento, todo lo cual tiene un alcance mucho mayor de lo que
muchos miembros de Al-Anon perciben.
Lo mismo ocurre con las publicaciones de Literatura Aprobada por
la Conferencia. Es sólo una parte de un programa que también
incluye el compartir y escuchar en reuniones, participar en el
servicio y experimentar muchas otras oportunidades de crecimiento
que ofrece la hermandad. Todos estos elementos se combinan en
un propósito espiritual singular: ayudar a los familiares y amigos de
los alcohólicos. La recuperación en Al-Anon no se obtiene
únicamente con leer publicaciones. Las publicaciones de Al-Anon
son un instrumento de recuperación que es más eficaz cuando
forma parte del programa completo de Al-Anon.
Una de las ventajas de las publicaciones de Al-Anon es per-
mitirnos complementar nuestras reuniones con ideas útiles e
historias inspiradoras de miles de miembros en todo el mundo.
Todos los miembros de Al-Anon que envían sus experiencias
escritas a la Oficina de Servicio Mundial ayudan en forma colectiva
a crear nuestra literatura. Si bien podemos aprender algo de un
libro sobre la recuperación escrito por un psicoterapeuta o un
médico, esa obra se basa en el testimonio de una sola persona. Las
publicaciones de Al-Anon ofrecen una perspectiva más amplia de la
que puede proporcionar un solo escritor. Queda bajo
Historias personales

Hace unos años, mi esposa sufrió lo que los médicos y nosotros


pensamos que era cáncer de mama. La semana pasada fuimos a
que le hicieran su mamografía habitual, y esta vez encontraron algo
que requería una biopsia. Antes de la intervención, estábamos
tranquilos, pero cuando nos dirigíamos al consultorio del doctor en
medio del conglomerado tráfico de la mañana, comencé a sentir
una gran tensión nerviosa a causa del tráfico y del temor de lo que
pudiera suceder. Mi esposa también empezaba a perder la calma.
Ambos estábamos listos para atacar al mundo cuando no pudi-
mos cruzar una intersección muy concurrida por segunda vez
debido a que la luz del semáforo cambiaba muy rápidamente. Me di
cuenta de que si utilizaba algún recurso del programa, me calmaría
y podría ayudar a mi esposa a encarar sus verdaderos temores.
Siempre llevo el libro Valor para cambiar en el auto. Lo tomé, se lo
entregué a ella y le pedí que me leyera el mensaje del día en voz
alta. No puedo decirles lo que me leyó pero sí les puedo decir que
se me impregnó un sentimiento de paz y de tranquilidad y que mi
esposa dejó de conducir el auto desde el asiento del pasajero.
Cuando terminó de leer, me dijo que sabía que yo estaba haciendo
todo lo que podía y que ella intentaría hacer lo mismo. Aún no
sabemos cuáles serán los resultados del examen, pero terminamos
pasando uno de los días más serenos y pacíficos en muchos meses.

A muy corta edad, una vez le grité a mi madre alcohólica: "Si


debía tener una madre, ¿por qué tenías que ser tú?" Cuando llegué
a Al-Anon, el antagonismo entre nosotros se había convertido en un
muro sólido de falta de confianza y odio mutuo. Sin embargo, desde
el punto de vista emocional, esta mujer era importante para mí. Yo
sabía que ella sufría. Al-Anon me dijo que estaba enferma, no que
era culpable.
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Poco después de venir a Al-Anon, leí una oración en el libro en
inglés As We Understood... que decía: "La gratitud cambia tu actitud". Me
di cuenta de lo negativa que era mi actitud. Si quería cambiar de
actitud con respecto a mi madre y ponerle fin al tormento de esta
relación enfermiza, era decisión mía practicar y sentir gratitud
hacia mi madre.
Le pedí ayuda a mi Poder Superior. Cada vez que tenía un pen-
samiento negativo o un ataque de ira con respecto a mi madre,
hacía una pausa y escribía tres cosas sobre ella por las que siento
gratitud. Al principio luché y lloré. No encontraba nada bueno que
escribir, pero me había comprometido a realizar esa tarea. Deseaba
con sinceridad ponerle fin al dolor del resentimiento, del odio y de
la falta de confianza. El primer intento de encontrar tres cosas por
las cuales sentirme agradecido me llevó más de una hora de
reflexión. Sabía que nadie en el mundo era completamente malo.
Esas primeras tres no eran muy sólidas pero sí eran sinceras.
Me enorgullezco de mi persistencia. Aunque no quise hacerlo al
principio, a medida que pasaban las semanas, encontré que
disfrutaba hacerlo. Una noche, me asombré y me sentí alarmado de
que recientemente no había escrito nada acerca de la gratitud. Al
reflexionar, me di cuenta de que no había tenido ningún
pensamiento negativo con respecto a mi madre en todo el día. Me
siento infinitamente agradecido por no haber tenido ninguno desde
entonces. Gracias a Dios tuve suficiente fe en el programa y más
que suficiente desesperación para realizar el esfuerzo. "La gratitud
cambia tu actitud" Ahora me doy cuenta cuando mi actitud es
negativa. Entonces sé que ha llegado la hora de practicar la magia
de la gratitud.

No tenía buenas destrezas en mi función de madre. Me crié en un


hogar alcohólico, pero Al-Anon me demostró que mi pasado no
justificaba el mal comportamiento en el presente. Quería a mi hijo y
estaba dispuesta a hacer cualquier cosa para darle una vida mejor.
Le dije: "No he sido la mejor madre para ti, pero desde hoy
empezaré a ser una mejor mamá".
Me esforcé por ser constante. Leí en el libro El dilema del matrimonio con
un alcohólico que debo decir lo que siento y sentir lo que digo. En el
pasado, reaccionaba con exceso y le gritaba algún tipo de castigo,
tal como: "¡No podrás salir por el resto de tu vida!" Después de
todo, cuando yo era adolescente, me habían castiga-do con no salir
por el resto de mi vida por lo menos una docena de veces. Al día
siguiente, me remordía la culpa por mi reacción exagerada, y mi
hijo respondía con quedarse callado, comportamiento que aprendió
de mí.
Mi Madrina me presentó el folleto titulado Desprendimiento emocional
Ahora me formulo preguntas basadas en las ideas en esta
publicación. Mi hijo tenía que experimentar las consecuencias de
sus acciones, lo que a veces no tenía nada que ver conmigo. Por
ejemplo, cuando faltaba a las prácticas de béisbol y yo no lo
justificaba, entonces su entrenador lo sentaba en la banca. De vez
en cuando yo me daba cuenta de que el problema era mío o de que
estaba tratando de controlar situaciones. A veces necesitaba ayuda
para darme cuenta de las consecuencias posibles o de cuáles
realmente eran mis motivos, y entonces llamaba a mi Madrina.
No abandoné a mi hijo. En lugar de eso, me ocupé de mis propios
asuntos desprendiéndome con amor. Le decía cosas como: "Eres un
chico inteligente. Dios te quiere y yo te quiero, pero no puedo
resolverte este problema". A veces me era más difícil apegarme al
programa que elegir el camino fácil de hacer las cosas por él. De
nuevo, mi Madrina y otros amigos de Al-Anon me aseguraban que
hacía lo correcto, que demostraba más amor tomando el camino
más difícil.
Tuve que introducir cambios antes de ver el pasado con claridad.
Había sido tan egocéntrica que nunca había visto el daño que le
causaba a mi hijo. Él había aprendido lo fácil que era presionarme
para que tomara una decisión rápida que lamentaría al día
siguiente. Tenía muy poco respeto hacia mí o hacia mis decisiones,
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pero ahora yo me tomaba a veces dos o tres días para decidir qué
hacer. A veces hasta admitía que no sabía qué hacer.
Nuestra literatura nos dice que a los familiares se les hace duro
cuando comenzamos a cambiar; fue duro para nuestra familia. Él
utilizó todos los medios al alcance: fruncir los labios, encantar,
zapatear, gritar, felicitar, no hablar, hablar todo el tiempo y utilizar
el humor. Fue difícil ser constante y darle seguimiento.
No creía que estuviera progresando mucho, pero un día, mi hijo y
un amigo estaban en el parque cercano lanzándoles globos de agua
a los autos que pasaban. Un hombre se detuvo y metió a mi hijo en
su camioneta. Este extraño le desgarró la camiseta, le gritó, y
condujo alrededor durante varios minutos antes de traerlo a casa y
gritarme por ser una madre tan mediocre. Me sentí airada y
avergonzada. Este hombre, a quien no volvería a ver jamás, pen-
saba que yo era una mala madre. ¿Cómo era posible que mi hijo me
avergonzara de esta forma?
Llamé a mi Madrina y le conté cómo mi hijo había hecho esta
cosa tan terrible. Me contestó: "Debe haber estado aterrorizado por
la experiencia". De repente me di cuenta de la magnitud de lo que
él había sufrido. Mis pensamientos egoístas desaparecieron, y me di
cuenta de que sólo habían existido para ocultar mi temor.
Fui a la habitación de mi hijo, lo abracé y le dije: "Cuéntame
acerca de lo sucedido". Cayó en mi regazo y sollozó durante unos
minutos, diciendo que estaba muy asustado. Hablamos sobre cómo
las consecuencias de nuestras acciones a veces son mucho más
terribles que la acción inicial. Hablamos también sobre la toma de
decisiones. Al verlo allí tendido llorando, me di cuenta de que algo
había cambiado radicalmente. Estaba dejando que mi hijo tuviera
sentimientos, que los sacara a la luz. En años anteriores, le había
enseñado a reprimir toda emoción, así como me habían enseñado a
mí en mi niñez, Y le hablé con franqueza sobre Dios. La situación
realmente fue muy distinta para nosotros.
Llegamos a acercarnos bastante y comenzamos a disfrutar la
compañía del uno al otro. Yo no era su mejor amiga; era su madre,
una mujer a quien él quería y respetaba y cuya compañía disfruta-
ba. A la vez, le brindé cariño, respeto, constancia y la libertad de
cometer errores, aunque fuera duro para mí.

Siempre podía encontrar algo en la Literatura Aprobada por la


Conferencia que se relacionara directamente con mi problema.
Hasta hice lo que se describe en Valor para cambiar: dejé a mi esposa en
el suelo cuando se desmayó y se cayó de la cama. La cubrí con una
manta, con amor, por supuesto. Nuestro hijo le puso una almohada
bajo la cabeza. El desprendimiento funciona.

La relación con mi madre me mantiene en una lucha


continua. Hoy cumple sesenta y cinco años. La llamé para
desearle un feliz cumpleaños, y antes de darme cuenta, ya me
estaba gritando debido a la relación con el alcohólico que
forma parte de mi vida y la forma en que le afecta a los niños.
Crecí en un hogar alcohólico donde no se me permitía hablar
de alcoholismo. Mi madre no ha cambiado. Si yo no hiciera uso
de los instrumentos que he aprendido en Al-Anon, esta llamada
telefónica se hubiera convertido en una pesadilla. Pude aceptar
sus opiniones y seguir con la conversación. Una vez que colgué
el teléfono, me sentí exhausta y me pregunté cómo había
hecho para meterme en un torbellino como ese otra vez.
Recordé que había escuchado a una oradora decir que ella
siempre lleva la revista The Forum en su cartera para esos
momentos en que necesita una mini reunión. Tomé mi revista
The Forum y la abrí. No pude creer la ayuda que Dios me brindaba
cuando comencé a leer. Era una historia de una madre y su
hija y la aceptación. La revista me recordaba lo importante que
es mi programa y lo tanto que necesito practicarlo en mi vida
para poder gozar de relaciones sanas con mi familia.
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Me ofrecí como voluntaria para dirigir una reunión sobre la
Primera Tradición. No comprendía aún cómo esta Tradición se
relacionaba con mi vida, pero me inspiró una charla que había
escuchado sobre la participación en la labor de servicio de
cualquier forma posible, por pequeña que fuese. Pensé que era
un buen punto de partida para mí.
Empecé a prepararme para la reunión leyendo varios libros.
Mi preferido era Senderos de recuperación. Allí encontré un párrafo que
me era familiar. Decía que la Primera Tradición habla de uni-
dad, algo que faltaba en mi hogar. Sugería que examinara lo
que a mí me correspondía en esa falta de armonía en mi
familia.
Durante años había intentado quitarle el control a mi Poder
Superior. Al hacerlo, tomé decisiones que a menudo
provocaron desesperación e insania en mí y en mi familia. La
relación con mi hija alcohólica parece haber sido la más
afectada. Al-Anon me ha proporcionado los instrumentos que
debo utilizar para cambiar este comportamiento y reconocer la
insania de mi propio ser.

Papá es alcohólico y mamá bebe mucho por temporadas. Se


separaron cuando yo tenía tres años. En esa época solía imaginar
que papá venía a rescatarme. Nunca venía a casa, así que no lo
veía beber.
Sólo vi a papá una vez cuando yo tenía diez años y luego de
nuevo cuando ya era adulta. Cuando nos reencontramos, me dijo
que quería ser muy franco conmigo. Me dijo que era alcohólico y
que había comenzado a beber a los ocho años de edad. Agregó
que, como hija suya, yo necesitaba ir a Al-Anon, que era para los
familiares y amigos de los alcohólicos. También dijo que a medida
que mis hijos crecieran, necesitarían asistir a Alateen.
Pensé que papá era insensato, pero él me explicó cuál había sido
la situación con mamá: qué pasaba antes de irse de casa, cómo su
hermano había abusado sexualmente de mí y cómo terminé
teniendo un matrimonio alcohólico. Papá dijo que lo único que
quería hacer era reparar el mal causado debido a su ausencia.
No obstante, papá sufrió una recaída y me culpé a mí misma por
todo lo malo que había sucedido en mi vida. Pensaba que había
hecho beber de nuevo a un alcohólico en recuperación. Mi esposo
perdió los estribos y se puso violento, y también me culpé por eso.
Sin embargo, recordé que papá me había dicho que yo necesita-
ba ir a Al-Anon. Al final busqué reuniones locales y me di cuenta de
que había sólo una. La probé con el fin de solucionar los problemas
de papá y de mi esposo y de escaparme de todos los recuerdos.
En lugar de eso, Al-Anon me ayudó a enfrentar la recaída de papá
y sus llamadas telefónicas a mitad de la noche. Pude compartir lo
que sucedía, escuchar sugerencias e historias de otros miembros y
leer Literatura Aprobada por la Conferencia. Los libros Un día a la vez en
Al-Anon, Valor para cambiar y De la supervivencia a la recuperación me ayudaron
enormemente.
Hoy, gracias a que él ha vuelto a A.A. y a mi presencia con-
tinua en Al-Anon, podemos gozar de una buena relación entre
padre e hija y él puede estar en contacto con sus nietos y
bisnietos. Podemos hablar y relacionarnos. Se lo debo a mi
Poder Superior, quien me envió a papá para que me contara
sobre Al-Anon.

Entablar una relación quiere decir vincularse con otras per-


sonas, lugares, o cosas; pero la convivencia con un alcohólico
produjo que me viera atrapada en un ciclo de culpa, negación,
incertidumbre y malas costumbres, tales como el chismorreo y
el control. Entablaba relaciones enfermizas.
Hoy sé cómo alinearme con Dios en toda relación y cómo uti-
lizar los principios de honestidad, fe, valor, integridad,
humildad, perdón, perseverancia y amor. Primero puedo
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desarrollar mi relación con Dios, luego conmigo misma, y
finalmente con los demás.
Los capítulos sobre la comunicación en los libros Cómo ayuda Al-
Anon a los familiares y amigos de los alcohólicos y El dilema del matrimonio con un
alcohólico me ayudaron a adquirir la sana costumbre de escuchar
y examinar mis motivos. Los temas de la aceptación y del
perdón influyeron en gran medida en mi actitud.
El servir de Madrina y el servicio me han dado la oportunidad
de practicar la manera de relacionarme, poniendo el amor en
acción de verdad. He aprendido a aceptar la guía de un Poder
Superior, a perdonar a otras personas por lo que creo que está
mal y a aceptarme y perdonarme por no ser perfecta.
En mis relaciones de hoy, mi tarea es escuchar, mantener un
amplio criterio, perdonar, abstenerme de interferir y mantener
mi corazón abierto.

Me crié con un padre alcohólico que murió dieciocho años


antes de que yo asistiera a mi primera reunión. Yo no sentía
nada. Había dejado de quererlo y respetarlo mucho tiempo
antes de su muerte.
Un día, en el libro Valor para cambiar leí que el alcoholismo es una
enfermedad con síntomas muy variados. Por primera vez,
conjugué el comportamiento de mi padre, el alcoholismo y mi
incapacidad de controlar la enfermedad. En ese momento,
tuve un despertar espiritual que me devolvió la capacidad de
amar a mi padre. Pude perdonarlo y quererlo por primera vez
desde mi niñez. Recuperé a un padre que era simplemente un
hombre con una enfermedad, quien merecía mi compasión,
perdón y amor.

Mi ex esposo quería que mi hijo adolescente fuera a vivir con él y


su nueva esposa. Tenían una niña pequeña y querían tener a mi
hijo también. Vivían a más de mil seiscientos kilómetros de
distancia y lo querían tener hasta que terminara la escuela secun-
daria: cinco años. Todos nuestros parientes también vivían en esa
zona. Al principio dije que no. Luego, un día, como si Dios estuviera
sentado a mi lado, oí decir: "Ha llegado la hora". Discutí con Dios,
pero la respuesta era la misma: "Ha llegado la hora". Fui a casa de
mi Madrina y lloramos juntas. Me di cuenta de que no podía ser la
madre que creía ser sin darles a mi hijo y a su padre la oportunidad
de gozar de esa magnífica relación que nosotros habíamos gozado.
Esta fue la acción más difícil y penosa de mi vida, pero estaba
dispuesta a hacer lo imposible para ser una buena madre.
Amorosamente dejé que se fuera. Al-Anon era el único que podía
darme valor para hacerlo.
No tenía idea de cómo llenar el enorme vacío que se había crea-
do. Mi vida había perdido su rumbo. No podía pasar frente a los
partidos de béisbol infantil sin romper el llanto. Pensé en volver a
los bares para ver si mis viejos amigos todavía andaban por allí.
Cada vez que mi hijo llamaba, me hacía la valiente porque no iba a
hacerlo sentirse culpable injustamente tal como me lo habían
enseñado a mí.
La vida puede ser dura, pero tuve que aprender a vivir la mía, por
mí misma y no por nadie más. Dos semanas después de la partida
de mi hijo, fui a la conferencia estatal de Alateen. Tuve el privilegio
de ser designada Madrina del Comité de la Conferencia para la
conferencia del año siguiente. Dios había logrado que el vacío que
sentía por mi hijo se llenara con los quince adolescentes que
participaban en el Comité. Fue un año maravilloso junto a estos
chicos. A ellos les debo la vida.
Menos de un año después, mi ex esposo y su esposa decidieron
que no querían que mi hijo siguiera viviendo con ellos, algo cuenta
de que sentía envidia y celos de alguien. Pude ocuparme de mis
sentimientos y reparar el mal causado.
Al pasar el tiempo, compré más libros de Al-Anon. Agradezco que
nuestras publicaciones contengan índices temáticos. Al descubrir
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mis verdaderos sentimientos, pude seguir los pasos necesarios para
ponerlos en orden, para lo cual debía hablar con mi Madrina o con
otro amigo de confianza, o asistir a una reunión. Hoy, cuando
quiero saber cómo me siento en cualquier relación, comienzo a leer
publicaciones de Al-Anon. Esto se lo he transmitido a todas las
personas que amadrino y lo he mencionado en mis reuniones. La
Literatura Aprobada por la Conferencia es un grandioso medio para
conocerme gracias a los miles de miembros que continúan
escribiendo pasajes que contienen parte de mi historia para
nuestras publicaciones. Hoy sé que no todo es ira. Puedo reír y
llorar cuando tengo ganas, y lo más maravilloso en cuanto a los
sentimientos es que a veces hago las dos cosas al mismo tiempo.

Para reflexión y debate:________


1. ¿Qué publicación de la Literatura Aprobada por la Conferencia
ha tenido mayor influencia en mi actitud sobre las relaciones?
2. ¿Cuando me desesperaba por una relación, cuáles publicaciones
de Al-Anon me daban esperanzas?
3. ¿Qué publicaciones de nuestra literatura me han ayudado más a
comprender "desprendimiento con amor", a aprender destrezas
para comunicarme y a fijar límites?
4. ¿Qué parte de la literatura de Al-Anon podría usar para coordinar
una reunión acerca de romper el aislamiento?
5. ¿Cuál publicación puedo utilizar para coordinar una reunión
sobre la intimidad?
6. ¿Qué pasaje de la Literatura Aprobada por la Conferencia me ha
ayudado a calmar mis temores?
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Capítulo Dieciséis

Relaciones
significativas
No existe una receta única para resolver todos nuestros
problemas de inmediato. Al-Anon es un viaje de
descubrimiento de uno mismo, por lo que nadie puede hacerlo
por nosotros, pero podemos aprender a practicar los
principios de Al-Anon en relación con nuestras situaciones y
así llegamos de alguna manera a ver los problemas de forma
diferente.
Comenzamos por reconocer que otra persona tiene un pro-
blema con la bebida. No obstante, al empezar a comprender
la enfermedad del alcoholismo, también empezamos a
comprendernos mejor a nosotros mismos. Llegamos a
descubrir que aunque aceptemos que hay cosas que no
podemos cambiar, todavía nos quedan opciones disponibles.
Aprendemos también a tomar decisiones más sanas para
nosotros.
A medida que progresamos en Al-Anon, nos damos cuenta
de lo poco que sabíamos al principio, aunque sólo vemos este
progreso después de que ocurre. Pese a que no sabíamos
cómo adquirir las destrezas sociales y la confianza en
nosotros mismos que se necesitan para las relaciones sanas,
nos damos cuenta de que obtenemos lo necesario a medida
que progresamos. Es imposible predecir lo que nos hará falta
el año que viene; sin embargo, hay siempre una lección que
podemos aprender hoy.
Encaramos nuestros retos "Un día a la vez" para así centrar-
nos únicamente en el problema de hoy. Aprendemos a
ocuparnos sólo de lo que podemos hacer en este día y
dejamos los retos de mañana para mañana. Después de
practicar el programa de esta manera, día a día, con el tiempo
nos damos cuenta de que nuestras relaciones, o nuestra
actitud acerca de ellas, han mejorado.
Para algunos de nosotros, el progresar de esta manera es
algo inesperado. No pensamos que pudiera ser posible.
¿Cómo llegamos hasta aquí? ¿Qué hicimos para que
ocurriera? Algunos dirían que un Poder Superior nos guió paso
a paso hacia la recuperación
en las relaciones. Otros podrían simplemente decir que el
programa funciona siempre y cuando lo practiquemos.
Aunque no podamos entender exactamente la forma en que
pudimos progresar, el entenderlo no es necesario. Los
ejemplos de numerosos miembros de Al-Anon nos
demuestran que el progreso es posible. Compartimos con
estos miembros en las reuniones. Nos encontramos con ellos
cuando realizamos proyectos de servicio. Leemos sus
historias en nuestra Literatura Aprobada por la Conferencia.
No es necesario creer ciegamente que Al-Anon funciona, pero
tampoco es necesario contar con pruebas científicas. Hay
muchos miembros de Al-Anon que están dispuestos a
compartir su programa con nosotros y su serenidad es
evidente para cualquiera que se tome el tiempo para hablar
con ellos.
Al-Anon nos da esperanzas porque podemos ver el progreso
que disfruta la gente que una vez estuvo abrumada con
problemas similares a los nuestros y que ahora está lista para
compartir su experiencia, fortaleza y esperanza. Tal como nos
los recuerda nuestra Clausura Sugerida:
"No importa cuáles sean sus problemas, hay otros en este
grupo que también los han tenido. Si tratan de mantener una
actitud receptiva, podrán recibir ayuda. Llegarán a
comprender que ninguna situación es tan difícil que no pueda
ser mejorada, y que ninguna infelicidad es tan grande como
para no poder remediarla".
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Historias personales

Mediante la interacción y la práctica con personas de mi grupo


de Al-Anon, actualmente disfruto de relaciones llenas de amor,
aceptación y compasión. He conocido muchos nuevos amigos por
medio del programa. He llegado a considerar a Al-Anon como mi
segunda familia. Los instrumentos de este programa me han ayu-
dado en todas mis relaciones: con los niños, en el trabajo y en la
vida diaria. Esto me ha proporcionado un medio confiable y seguro
en el cual progreso y también aprendo a quererme a mí misma.
Hoy ya no tengo esa necesidad imperiosa y punzante de llenar
un vacío usando a alguien o algo. He llegado a comprender el
amor de mi Poder Superior por mí. He llegado a entender la dife-
rencia entre querer una pareja y necesitar una pareja en mi vida.

Mi hermano y yo somos totalmente distintos por fuera. Él tiene


dos hijos, un empleo de tiempo completo y una gran casa en los
suburbios. Yo vivo solo en un pequeño apartamento en la ciudad y
trabajo las horas indeterminadas de un artista. Me asombra que
dos personas que se criaron en las mismas circunstancias puedan
llevar vidas aparentemente tan dispares.
El año pasado ya contaba con algo de experiencia en el progra-
ma cuando fui a su casa para su cumpleaños. Él se quemó con la
cafetera e inmediatamente comenzó a estrangularme. Sabía lo
suficiente para pedirle con calma que se detuviera, y luego me fui
de la fiesta. Al alejarme de su casa, lloré por lo penosa y
aterradora que había sido esa situación.
Este año le envié a mi hermano un pequeño regalo por correo.
Hubiera deseado darle algo más importante, y en una reunión
expresé el pesar que por eso sentí. Alguien me sugirió que le escri-
biera una nota a mi hermano como parte del regalo. Medité y oré
antes de intentar reparar el mal causado ante algo tan significati-
vo. En la carta, le mencioné por primera vez el alcoholismo y la
manera tan colérica y aterradora en que fuimos criados. Su esposa
me llamó la semana siguiente para agradecerme las palabras de la
relación. Sentí indignación, hostilidad, ira, vergüenza, resenti-
miento y temor. Al recordarlo, veo que yo era una persona dura,
susceptible y áspera. Cuando preparé una lista de la gente a la
que debía repararle el mal causado, puse el nombre de mi esposo
en la columna de "nunca".
Un tiempo después, nuestra hija mayor decidió casarse. Pese a
la tensión, mi ex esposo y yo tuvimos que unir fuerzas. Una noche,
mientras tomábamos café, hicimos un pacto: no permitiríamos que
nuestros sentimientos interfirieran con la boda de nuestra hija.
Felizmente, respetamos ese acuerdo. De alguna manera, pasamos
del odio manifiesto a una especie de ira contenida.
Varios años después, nuestra segunda hija nos anunció su inten-
ción de casarse. Esta vez el vigor no era el mismo. Pude retroceder
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y ver a mi hija recurrir a su padre para planear su boda. Sabía que


mi ex esposo no gozaba de buena salud y que este evento era
importante para él. Pasamos de una ira contenida a una indiferen-
cia comprometida.
Nuestro contacto fue mínimo, pero con tantos encuentros y
tanto trabajo, se me ablandó el corazón. Asumí la responsabilidad
que me correspondía ante el divorcio. Me di cuenta de las cosas
que yo había hecho o que había dicho. Asumí la responsabilidad
de mis expectativas poco realistas acerca de lo que él podría
hacer. Al final vi que ambos habíamos hecho todo lo posible con lo
que habíamos aprendido en nuestras familias.
Cuando nuestro hijo anunció su boda, yo vivía lejos y no creía
poder afrontar los gastos para asistir a la ceremonia. Fue una deci-
sión difícil. Mi hijo me llamó para decirme que mi pasaje ya estaba
comprado, así que lo único que yo tenía que hacer era tomar el
avión. Durante el ensayo de la boda, me enteré de que mi ex
esposo había pagado mí pasaje porque quería que compartiera la
alegría de la boda de nuestro hijo. Lloré y acepté el cambio de
sentimientos que esa actitud representaba.
Esa noche mis tres hijos, mi ex esposo, su esposa y yo nos sen-
tamos a la misma mesa y cenamos juntos. Nos reímos, lloramos y
disfrutamos la compañía. Logré oír a mi ex esposo decirle a mi hijo
que estaba muy orgulloso de él y que lo quería mucho. Muchas
veces después de esa noche mis hijos me han dicho lo tanto que
significó para ellos ver el alivio. En el mismo viaje, pude terminar
de reparar el mal causado a mi ex esposo. Pude agradecerle por el
papel que desempeñó en mi vida y por los hijos maravillosos que
nos habíamos dado. Vi amor en sus ojos cuando hablamos.
Esa fue la última vez que lo vi vivo. Asistí a su funeral con la
conciencia limpia y el corazón triste. Si bien no nos habíamos
hecho amigos del alma después del divorcio, llegamos a respe-
tarnos mutuamente. Llegamos a sentir afecto y consideración del
uno por el otro. En realidad eso fue suficiente.

En mi primer viaje a casa después de alcanzar la recuperación,


le comenté a mi madre que existía un programa para personas
cuyas vidas y actitudes habían sido afectadas por la convivencia
con el alcoholismo. (Mi padre murió de esta enfermedad a los
cuarenta y siete años). La respuesta de mi madre fue: "Pero si voy
a Al-Anon, tus hermanos pueden pensar que tienen un problema".
De mis cinco hermanos, sólo mi hermana menor no es alcohólica.
Unos años después, me sorprendió que mi hermana y mi madre
asistieran a Al-Anon para probar. Sin embargo, decidieron que no
era lo que buscaban. Yo sabía que mi hermana haría lo que mi
madre decidiera.
En todas las fotos de mi niñez, salgo de la mano con mi herma-
na, tratando de protegerla de la infelicidad de vivir en un laberinto
alcohólico. A lo largo de los años, ella me ha llamado algunas
veces para decirme que va a ir de nuevo a Al-Anon para probar,
Descubramos nuevas opciones

pero no lo ha hecho. Tanto quería yo que fuera a Al-Anon que a


veces promovía en lugar de atraer. Fue necesario que hablara con
mi Madrina, asistiera a reuniones, orara, meditara y practicara los
Pasos de manera continua para que pudiera recordar que el
bienestar de los demás no debe ser más importante para mí que
para ellos.
Mi hermana ha subido mucho de peso y toma varios medica-
mentos. Propicia que sus dos hijos sigan siendo alcohólicos y no se
ocupen del problema, así como mi madre lo hizo con mi hermano
hasta que él murió. Mi Madrina me recuerda que aunque mis her-
manos no sobrevivan a la enfermedad, tengo que desprenderme
de ellos, incluyendo a mi hermana menor. Para convertirme en la
hija y en la hermana llena de amor que Dios quiere que yo sea,
tengo que mantener el desprendimiento y poner en práctica cada
uno de los Pasos y las Tradiciones.
Mi familia hace todo lo que puede; no obstante, al soltar lenta-
mente las riendas, pienso que sus opiniones ya no logran que el
cielo se oscurezca para mí.

Después de asistir a reuniones de Al-Anon durante varios años,


comencé a asistir a reuniones que se centraban en hijos adultos.
Unos meses más tarde, visité a mi padre para ver si podía quererlo
a él y odiar la enfermedad. Me senté cerca de papá y le susurré:
"¿Quieres ir a dar un paseo en auto y ver los paisajes?" Asintió, así
que tomé las llaves de su camioneta y fuimos a pasear.
Este paseo fue tal vez el primero y el último momento verdadero
que tuve con mi padre. Hablamos como adultos. Ya no tenía que
criticarlo, porque comprendía que estaba enfermo. Pude aceptarlo
con todas sus heridas. Reconocí las cosas maravillosas que había
hecho por mí y que no había visto con anterioridad porque estaba
ocupada echando la culpa.
Recordé las vacaciones que tuvimos, las acampadas en las mon-
tañas y el dinero para la universidad que me permitió obtener un
título. Recordé la libertad que se sentía al vivir en la granja, cuan-
do jugábamos en el granero y cuando recogía huevos junto con mi
tía. De repente vi a mi padre como un hombre cariñoso quien tenía
una enfermedad. Gracias al programa, atesoro esa tarde tan
especial con mi papá. Murió dos meses después, a la edad de
sesenta y cuatro años.

La relación con mi hija alcohólica ha vuelto al comienzo. Siempre


fue la niña que nunca encajó en la familia. Luchamos a veces por
poder vivir en la misma casa. Al final mi hija decidió abandonar a
su familia y vivir en la calle. No supe nada de ella por casi seis
meses; no sabía si estaba viva o muerta. Un día, me llamaron del
hospital para decirme que había intentado suicidarse por tercera
vez. Me preguntaron si podía pasar a buscarla. Mi respuesta fue
no.
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Yo sabía que ella estaba justo en el lugar en que debía estar


para recibir la ayuda que necesitaba. Durante mucho tiempo, mi
ayuda no le había servido. La decisión de no pasar a buscarla fue
una de las más difíciles de mi vida, pero sabía que era lo mejor
para las dos. Logró la sobriedad y comenzó de nuevo, pero no nos
hablamos durante más de un año. Yo sabía que si dejaba la puerta
abierta y confiaba su vida a mi Poder Superior, cuando llegara el
momento oportuno, volvería a mí para reanudar nuestra relación.
Definitivamente no podíamos apresurar las cosas.
Al-Anon y A.A. nos han ayudado una vez más a vivir mutua-
mente nuestras vidas. Somos más fuertes y nos sentimos tan cer-
ca la una de la otra como nunca antes había sucedido. Gracias a
que logré mantenerme a distancia y permitir que ambas creciéra-
mos y cicatrizáramos, hoy nos queremos mucho. Somos amigas
que disfrutan la compañía mutua. Mi hija ha vuelto a mi vida con
amor y respeto. No sé lo que nos deparará el futuro, pero no me
importa. Tan solo disfruto de nuestra nueva relación "Un día a la
vez".

Antes de llegar a la recuperación, todas mis relaciones eran


dificultosas. En todas existía el conflicto de alguna manera.
Normalmente, los conflictos se originaban debido a mi deseo de
controlar y al deseo de la otra persona de tener libertad personal.
Yo no tenía ni confianza ni respeto de mí misma. En cuanto a mi
Poder Superior, ni siquiera me comunicaba con Él. En realidad,
nunca se me ocurrió ni siquiera pensar en mi Dios. Tenía un Dios,
no un Dios de mi propio entendimiento, pero un Dios de todas
formas. Y eso es todo. Lo había abandonado en algún rincón de la
mente porque definitivamente no me servía de nada, o eso era lo
que yo creía.
Desde entonces, he aprendido que de lo que se trata es del pro-
greso en el día de hoy, no de la perfección todos los días. Todavía
quiero lo que quiero cuando lo quiero, pero si no funciona así, sé
que siempre hay otro plan opcional. Ahora mis pedidos van acom-
pañados de "Si esa es Tu voluntad". A diario tomo la decisión de
confiar mi voluntad y mi vida al cuidado de Dios y, a veces,
cambio de idea a mitad del camino. Sin embargo, sé que puedo
comenzar otra vez en cualquier momento y tomar esa misma
decisión de nuevo. Tengo opciones en el día de hoy y puedo
permitirles a los demás también escoger y tener sus propias
opciones. No siempre me gusta, pero trato de aceptarlo el día de
hoy. Después de todo, es el único día que en realidad tengo, y eso
es un don.

Era evidente desde el inicio que mi madre y yo teníamos un


vínculo muy especial. Las dos teníamos un carácter similar y
muchas cosas en común. Por desgracia, mi madre bebía, lo que
distorsionaba todo lo que decía o hacía. Podía transformar un
"Te quiero" en "No me abandones, no puedo vivir sin ti" o "Te
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odio. Ojalá no te hubiera tenido". Si Al-Anon no me hubiera


ayudado a comprender que la que hablaba era la enfermedad,
no contaba más que con las palabras para seguir adelante, y las
creía todas.
Tenía la misma dificultad para interpretar sus acciones, que a
menudo eran muy imprevisibles: tranquilizadoras en un
momento y aterradoras en el siguiente. Nunca estaba seguro
de cuál mamá estaría a mi lado. Yo actuaba con precaución en
todos los aspectos de la vida, temeroso de la forma en que mi
madre iría a reaccionar. Le contaba muy poco de lo que en
realidad sucedía, en la escuela o en cualquier otro lugar.
Muchas veces temía más de lo que ella les pudiera hacer a
otras personas que de lo que me pudiera hacer a mí (y cómo
enfrentaría yo la vergüenza). Siempre intentaba protegerme yo
mismo por medio de protegerla a ella de la verdad. Yo era un
niño pequeño y flaco que no se interesaba en los deportes. La
escuela era muchas veces una pesadilla para mí porque los
otros niños me provocaban y me intimidaban. El contarle a mi
madre sobre lo que pasaba en realidad únicamente empeoraría
las cosas.
Durante el tiempo en que estuve en la escuela secundaria y
en la universidad, vivía aparte del mundo, no tenía amigos y me
agobiaba la soledad. Aun ese vínculo estrecho que una vez
sentí que tenía con mamá se había desintegrado hasta tal
punto que lo único que hacíamos era gritar y pelearnos. Me
había agotado tratando de que dejara de beber, pero nada
funcionó. Cuando fui a mi primera reunión de Al-Anon, mi vida
se había tornado tan intolerable que pensaba que no tenía nada
que perder.
Poco a poco fui saliendo de ese caparazón de aislamiento
mientras escuchaba a los otros compañeros miembros.
Constantemente me alentaban a que utilizara los Doce Pasos de
Al-Anon con el fin de descubrir quién era yo en realidad. Me
decían: "No puedes querer lo que no conoces". Al seguir los Pasos,
descubrí muchas cosas sobre mí mismo que había evitado durante
años por centrar la atención en otras personas. A medida que iba
siendo cada vez más franco con mi Padrino y con los otros amigos
de Al-Anon, percibía con más claridad lo mucho que le había
ocultado a mi mamá. Todavía me protegía por medio de protegerla
a ella. Me di cuenta de que si alguna vez iba a entablar con ella el
tipo de relación que yo quería en realidad, debía estar dispuesto a
compartir más acerca de mi vida con ella. Sabía que esto
significaba, entre otras cosas, que tendría que decirle que soy gay.
Me tomó algún tiempo y mucha oración y meditación antes de
que estuviera listo para tomar tal riesgo. En ese entonces ya me
había comprometido a una relación con mi pareja y nos resultó
muy evidente todo lo que nos perdíamos debido a que yo no era
capaz de contarle la verdad a mi madre. Asistir a mi primera
reunión y contarle lo que era yo a mi madre fueron las cosas más
difíciles que hice en mi vida. Al revelarle mi secreto, me sorprendió
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que lo tomara con amabilidad, aceptación y amor. Como me dijo


ella en ese momento: "Tengo setenta y ocho años y he vivido
muchas situaciones. Esta sólo es una más"
Debido al temor de contarle la verdad, no había tenido en cuen-
ta que mi madre ya había dejado de beber desde hacía varios
años. Participaba activamente en actividades de su iglesia y en
organizaciones de la escuela local. Empezó a disfrazarse de
payaso y a visitar hospitales, escuelas y asilos. Se convirtió en una
persona encantadora y alegre, divertida y sonriente. ¡No era la
madre que me había criado!
A veces, cuando hasta yo me preocupaba por un problema
pendiente, ella decía: "Bueno, voy a encararlo 'Un día a la vez. 1"
Se transformó en una inspiración real para mi pareja y para mí.
Trataba a mi pareja como otro hijo, y como él se había quedado
sin madre desde sus años de adolescencia, se sentía agradecido.
Mi franqueza ante ella la impulsó a ser más franca conmigo.
Compartía las alegrías y decepciones de su vida, las cuales antes
había mantenido ocultas. Llegamos a sentirnos a gusto tal como
éramos; ya no necesitábamos ni vigilarnos ni protegernos del uno
al otro. La calmada intimidad que desarrollamos creció a medida
que explorábamos intereses comunes. Nada de esto hubiera sido
posible sin Al-Anon.

Durante los años de su adolescencia, mi hijo comenzó a beber, a


consumir drogas, a mentir y a robarme. Como yo tenía su custo-
dia, tuve que encarar estas situaciones insanas hasta que cumplió
los dieciocho años. Con la ayuda bondadosa de mi Madrina y de
varios miembros fieles en Al-Anon, el día después de su cumplea-
ños, lo eché de la casa. Fue lo más difícil que he hecho en mi vida.
Pasé mucho tiempo de rodillas confiándoselo a mi Poder
Superior y haciendo todo lo posible para no interferir. No lo veía
con frecuencia y no podía darle dinero. Le compré un par de
zapatos cuando vi que los suyos estaban reparados con cinta
engomada. Logré entregarle algunas latas de sopa y decirle que
yo tenía fe de que él iba a encontrar su camino. Siempre le decía
que lo quería pero que no estaba de acuerdo con sus decisiones.
Dos años después, justo antes del Día de la Madre, vino a verme
y me pidió que habláramos. Me dijo: "Cuando me echaste de la
casa, te odié. A veces tuve que rogar para poder dormir en el
suelo en casa de alguien porque no quería hacerlo en la calle.
Trabajé en lugares de comida rápida para tener algo de comer. Sin
embargo, me llevó más de dos años darme cuenta de que yo era
el que decidía beber y consumir drogas. Aunque te odié por
haberme echado, sé que fue lo más importante que podías haber
hecho por mí. Aprendí a vivir según las reglas de Dios'!
El Día de la Madre recibí una tarjeta de mi hijo. Al frente decía:
"Dicen que obtenemos de la vida lo que ponemos en ella". Cuando
abrí la tarjeta, leí: "Aunque yo digo que también obtenemos lo que
nuestra madre pone en ella, y tú has puesto mucho en la mía". Y
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luego escribió: "Gracias por todo el amor y el apoyo. Te quiero,


mamá"
Hoy mi hijo es padre de tres niños y tiene una relación de amor
con su esposa. Tiene un empleo que le gusta. Las cosas no son
perfectas, pero son mucho mejor de lo que se podría imaginar.
Puedo compartir con ellos sin tratar de manejar sus vidas.
Todavía me quedan muchas relaciones que mejorar. Sé que al
aplicar las ideas de Al-Anon, esas relaciones mejorarán. Estoy
convencida de que los milagros ocurren y no voy a abandonar mis
intentos hasta que vea una infinidad de ellos.

Estaba harta de lo que consideraba una relación muerta con mi


esposo. Creía que debía haber enterrado esa relación hacía
muchos años. Entonces comencé a asistir a Al-Anon y, cuatro
meses después, él se mudó a otro estado para vivir con su madre
y evitar así que ella tuviera que ir a una residencia de ancianos.
En mi mente enfermiza, pensaba que Dios estaba haciendo esto
para castigar a mi esposo por todos sus años de alcoholismo.
Sabía muy poco, pues Dios utilizaba esta oportunidad para abrirme
los ojos.
Durante la ausencia de mi esposo, no hablábamos a menos que
fuera necesario y yo trataba de que nada lo fuera. Siempre creí
que sería una buena idea tener un cierto espacio entre nosotros.
Luego comencé a observar el amor que mi esposo le brindaba a su
madre y la manera en que se lo demostraba a diario. Pasó lo que
sería los últimos nueve años de vida de su madre reparándole el
mal causado por los problemas que le había creado en su
juventud. Es difícil expresar con palabras la forma en que mis
sentimientos cambiaron, de desear que él saliera de mi vida a
sentirme orgullosa de su bondadosa preocupación. La práctica del
programa de Al-Anon me dio la oportunidad de repararle el mal
causado a mi esposo.
Estuvimos presentes para ayudarnos cuando nuestro hijo mayor
se enfermó. Al encarar cada día sabiendo que quizás sería el
último para nuestro hijo, dejamos de culparnos del uno al otro y
pudimos apoyarnos mutuamente. Dios me ayudó a querer a mi
esposo, esa persona que al inicio fue mi mejor amigo y luego se
convirtió en un esposo maravilloso, en un padre amoroso, en un
abuelo especial y ahora en bisabuelo. Fue la muerte de nuestro
hijo lo que logró que él dejara de beber y lo que me hizo sentir
gratitud a diario por los dones que recibimos.

Papá, mi caballero de armadura reluciente, a veces bebía dema-


siado. Se tornaba cruel, era criticón y me humillaba, pero siempre
recuerdo que lo amaba tanto y sentía que mi propia existencia
dependía de él.
Es muy peligroso depender de un alcohólico. Crecí con ira,
inseguridad y mucho temor. También crecí pensando que era
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responsable de todas las cosas y de todo el mundo. Cuando


me casé, me creía responsable de la felicidad de mi esposo
alcohólico. Supongo que aún trataba de estar segura de que
hubiera felicidad en mi hogar. Por supuesto, no la había muy
a menudo.
Cuando mi esposo comenzó a comportarse con violencia,
supe que era el momento de ponerle fin al matrimonio. Me
tropecé con Al-Anon en esa época tumultuosa. Empecé a
practicar el programa con firmeza. Quería que mi vida
cambiara. Si bien no sabía cómo lograr que mi vida cambiara,
ni siquiera por lo que la quería cambiar, sabía que me iba a
morir si seguía viviendo como lo estaba haciendo.
Las cosas comenzaron a cambiar un poco a la vez. Al final,
después de varios años y mucho trabajo, me di cuenta de que
ya no sentía ira hacia mi padre. Él seguía siendo un bebedor,
pero yo había cambiado. Ya no esperaba que fuera el
caballero infalible que se suponía que debía correr a mi lado
al oír el más mínimo quejido. Les aseguro que hubo muchos
quejidos. Empecé a verlo como un ser humano, uh hombre
cuya vida distaba dé haber sido perfecta. Lo veía como un
alma muy sensible que había sufrido mucho al crecer en su
propia familia alcohólica: una persona llena de tristeza y de
sueños rotos. El corazón se me partió por él, pero algo
maravilloso sucedió en medio de mi dolor. El corazón roto
finalmente comenzó a cicatrizar y yo comencé a perdonar.
Empecé a notar y a valorar cosas que no había visto antes,
como por ejemplo, el gran parecido mío con mi padre.
Tenemos características físicas y de personalidad que son
semejantes, tales como la sensibilidad y la compasión. De él,
heredé mi rostro ovalado, la forma del cuerpo, el intelecto,
niveles bajos de colesterol, y el amor y el talento por la
jardinería. Compartimos mucho, y de repente eso fue
maravilloso.
Quería que él lo supiera. Escogí la tarjeta más apropiada e
incluí una nota en la que le expresaba a papá lo que yo había
aprendido y la felicidad que sentía de haberme dado cuenta
de eso. La próxima vez que lo vi, fue en la fiesta de
cumpleaños de mi sobrino.
Aunque estábamos rodeados de niños que gritaban, papá esperó
hasta que lográramos encontrarnos en un momento más o menos
privado y allí me agradeció por la tarjeta. Estaba bastante sensible
cuando me preguntó por qué lo había hecho. Le dije: "Pensé en
algo agradable sobre ti y quise que lo supieras". Sonrió con un
cierto nerviosismo, me abrazó y se escabulló para jugar con sus
nietos.
Unos minutos más tarde, mi mamá me vio. Me contó cómo había
reaccionado papá al recibir la tarjeta. Lo vio sentado a la mesa de
la cocina; él estaba llorando. Después de mostrarle la tarjeta, le
dijo: "No me merezco esto". Mamá lo abrazó y le aseguró que sí se
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lo merecía, pero él insistió en que no. Estoy segura de que así lo


ha creído durante casi todos sus sesenta y siete años.
Ahora le demuestro a diario que merece ser querido y apreciado.
Es mi papá y lo amo, pero es también una criatura de Dios, y ese
en realidad es el único requisito.
Las cosas han cambiado de verdad desde que le envié la nota.
No sé si ese fue el único motivo, pero papá y yo hablamos más.
Nos abrazamos más y, cuando lo hacemos, el abrazo es cada vez
más fuerte y prolongado.

Era una persona muy solitaria aunque tenía muchos amigos


interesantes. Lo único era que no sabía cómo establecer límites.
Tenía muros que se derrumbaban sobre mí cuando me sentía muy
sola debido al exceso de trabajo.
Pensaba que me relacionaba bien con la gente, pero a menudo
la gente en casa y en el trabajo me decía que yo hería y
controlaba. No veía a las personas como eran, sino que las quería
a través de mi propio romanticismo. La vida era emocionante, pero
me sentía herida y perdida porque siempre había despedidas.
Los Doce Pasos me ayudaron a darme cuenta de la soledad de
mi niñez y de cómo compensaba yo la falta de atención. Había
desarrollado el hábito de buscar contactos falsos con otras per-
sonas. Me encantaba estar enredada en una relación que muchas
veces se convertía en obsesiva y al final era dañina. Con Al-Anon
he aprendido a confiar en un nuevo camino, así como a entablar
relaciones sanas y fijar límites dentro de esas relaciones. Puedo
pararme en mis propios pies sin depender demasiado de alguien ni
que alguien dependa demasiado de mí.
La emoción ya no es la misma de antes, pero hay una alegría
y un respeto más profundos al ver progresar y madurar a mis
amigos, muchos de los cuales están en el programa. Las
relaciones sanas y felices pueden conllevar mucho trabajo,
porque primero tengo que comprender que soy un ser humano
imperfecto, con muchos defectos. Con la aceptación de mí
misma, surge una nueva aceptación hacia los demás.

Durante mi vida de casada, era quien estaba a cargo de todo.


Mi cónyuge no tenía problema en que yo tomara las decisiones
importantes para nuestra familia y nuestro hogar. Decidía
dónde viviríamos, qué muebles compraríamos, qué ropa se
pondría él y a dónde viajaríamos o pasaríamos las vacaciones.
Gastaba el dinero como lo creía conveniente y me encargaba de
las finanzas. Era la que dirigía la orquesta, y mi esposo
cooperaba diciendo que quería que yo fuera feliz.
Fue hasta que vine a Al-Anon que pude apreciar lo sola que
me sentía en nuestra manera de vivir. Ser la única protagonista
del espectáculo no me hacía feliz. Por el contrario, eso
contribuía a la soledad que el alcoholismo mantenía viva.
Aunque había estado casada durante varios años, no había
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aprendido a trabajar con otra gente. Mi cónyuge era un


compañero silencioso. La falta de actividades conjuntas nos
privó de alegrías mutuas y recuerdos compartidos.
Tenía un año de estar en Al-Anon cuando asistí a una reunión
con otra miembro en una zona antigua de la ciudad. La iglesia
en la que se celebraba la reunión se asentaba en una plaza de
tiendas y restaurantes singulares. Después de la reunión, mi
amiga y yo nos fuimos a ver las tiendas. En una de ellas había
un abrigo que me llamó la atención. Era perfecto. Mi amiga me
instó a que lo comprara. Me miré en el espejo y, pese a que el
abrigo me encantaba, lo que veía reflejado en el espejo parecía
ser soledad vestida con pantalones vaqueros y blusa de
lentejuelas. Decidí hacer las cosas de forma distinta. No
necesitaba ninguna otra cosa vacía en mi casa.
Esa noche compartí la experiencia y mis sentimientos con mi
esposo. Su respuesta fue cariñosa: "Vamos a cenar a esa plaza
este fin de semana y miremos el abrigo". Me emocioné en secreto
al ver que podría dejarme que me amaran.
Dudaba que me sintiera a gusto al hacer compras con mi esposo
y a lo mejor al escuchar su opinión a medida que desempeñara yo
el papel de iguales. Una vez que llegamos a la tienda, tomé el
abrigo de la percha y le dije a él: "Es este". Con asombro, oí que
mi esposo sugería que me lo probara y se lo modelara. Me dijo que
me quedaba precioso y que quería comprármelo. Lo llevó al cajero
y lo pagó. Salimos de la tienda agarrados del brazo.
El abrigo ya no está de moda, pero aún está colgado en el arma-
rio del sótano. El recuerdo, sin embargo, sigue fresco y todavía
hace que broten lágrimas de mis ojos. Como ven, decidí que podía
cambiar y arriesgarme a ser vulnerable y amada. Permití que
alguien me diera algo. Recibí mucho más que una prenda de vestir
esa noche. Fue un paso adelante en el proceso de crear una
relación en la que ambos participaríamos juntos en nuestra vida.
Debo asumir riesgos para tener buenas relaciones. Debo estar dis-
puesta a amar y ser amada. Y eso empieza por mí.

Me sentí completamente desolada cuando mi novio rompió


nuestro compromiso. En ese momento, yo comprendía muy poco
los problemas de nuestra relación. Cuando las cosas marchaban
sobre ruedas, comenzaba a sentirme incómoda. Y lo que hacía
entonces era hablarle con severidad para tratar de iniciar una
disputa. La noche en que decidió poner fin a nuestro compromiso,
una vez más me dispuse a empezar una pelea sin motivo. Con
cariño me comentó que yo le importaba, pero que no podía
permanecer en una relación con alguien que iniciaba disputas sin
motivo. Me sugirió que fuera a Al-Anon porque sabía que mi
difunto padre había sido alcohólico.
Toqué fondo. Comencé a asistir a reuniones de Al-Anon con
regularidad, y durante las primeras semanas me di cuenta de que
los familiares de personas alcohólicas, en especial los hijos, no
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siempre saben comportarse en tiempos de paz. La convivencia con


una persona que esté en medio del alcoholismo activo produce
perturbaciones constantes que yo recreaba a menudo cuando
iniciaba tantas disputas con mi novio.
La cordura se recupera en parte adquiriendo la capacidad de
gozar de los momentos de paz, lo cual estoy haciendo ahora. Mi
novio y yo nos reconciliamos y estamos pensando en casarnos.
Espero con ansias alcanzar una mayor comprensión de lo que sig-
nifica vivir con cordura.

La relación con mamá ha sido un largo proceso de cicatrización.


Mamá propició el alcoholismo de papá e hizo todas las cosas habi-
tuales que se esperan en un hogar alcohólico. Vaciaba las botellas
de alcohol en el fregadero y luego compraba más. Discutía con
papá, pero cuando él se tornaba beligerante, solía asumir el papel
de madre y le daba de comer, lo llevaba a la cama y lo cuidada
bien. También le daba de comer a los amigos borrachos que él
arrastraba hasta la casa, pero se sentía airada al respecto.
Cuando yo cumplí trece años, mamá solía enviarme al bar para
que convenciera a papá de volver a casa. Cuando pude conducir,
mi correspondía traer a papá a casa. A una edad muy temprana,
aprendí a ser la ayudante de mamá. Se suponía que yo debía
tener todas las respuestas.
Durante una visita a casa cuando ya era adulta, descubrí que los
recuerdos que compartió mi madre sobre mi niñez me causaban
mucho dolor. Eran un recordatorio constante de que su vida habría
sido más fácil si no hubiera tenido un tercer hijo. Como hija
respetuosa, no abrí la boca porque existía una norma tácita de no
disgustar a mamá y provocarle malestares estomacales.
En mi visita siguiente, mamá y yo por fin pudimos estar solas. En
Al-Anon había aprendido a fijar límites y a cuidar de mí misma.
Había descubierto que podía mencionar algo muy serio, pero de
manera delicada aunque firme. Expresé el dolor que me habían
causado sus comentarios. Agregué que le agradecería que no los
repitiera en presencia mía. Si decidía hacerlo, entonces me iría.
Fue la primera conversación adulta sincera que recuerdo haber
sostenido con ella. Me miró, reconoció que sus palabras podían
herir y estuvo de acuerdo en no repetir ese comportamiento. Ella
ha mantenido su palabra.
Han habido muchos pasos pequeños en la cicatrización de heri-
das en la familia. Ahora comparto mis sentimientos y pido bondad
y respeto. Siempre he sabido incitar a mamá y causarle dolor. En
mi proceso de cicatrización, respeté sus decisiones y la traté de la
manera en que a mí me gustaría ser tratada.
Hoy disfruto la relación con mi mamá. La llamo casi todas las
semanas y la visito cuando puedo. Comprendo que no la tendré
para siempre y quiero gozar cada día que Dios nos ofrece.
También le envío tarjetas y notas para alegrarle el día. Le envío
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flores porque quiero que las disfrute mientras viva en lugar de


guardarlas para una tumba.

Conocí a mi esposo en la universidad y nos casamos un mes des-


pués de graduarnos. Él era el atleta estrella, una criatura amante
de las fiestas, y yo disfrutaba el compartir su fama. Después de
que nos casamos, siguió bebiendo cada vez más y aumentó mi
resentimiento. Años más tarde, ya casi no había amor, ni respeto,
ni confianza. Me obsesionaba que bebiera tanto. Llegué a Al-Anon
en busca de la receta para solucionarle el problema, pero, en lugar
de eso, encontré la fortaleza de aprender a vivir, a reír y a amar
otra vez.
Escuché las historias de esperanza de otros miembros y cómo
habían evolucionado sus relaciones hasta florecer en algo inima-
ginable para mí. Me brindaron fe, lo que me permitió permanecer
en la relación "Un día a la vez". Hoy me siento muy agradecida por
el don de nuestra relación de amor. Me di cuenta de que así como
pueden crecer la ira y el resentimiento, también pueden crecer la
confianza y el amor. Somos verdaderamente dichosos. Mi esposo
está sobrio ahora y nuestra relación es realmente especial. Hemos
crecido mucho a nivel individual y hemos progresado juntos. Nos
reímos y lloramos juntos y estamos dispuestos a compartir
nuestras vidas. Ya no tengo que vivir a la luz de su fama porque
Al-Anon me ha dado mi propia luz.

Después de diez años deseando que mi ex esposo desaparecie-


se, nuestra relación mejoró radicalmente, pero él no cambió en
nada. Todavía me acusaba de cosas que yo no hacía y todas las
semanas creaba caos en mi vida.
Algunos amigos del programa y mi Poder Superior me sugi-
rieron que orara por el bienestar de mi ex esposo. En lugar de
desearle la muerte, podía desearle lo mejor. Comencé a orar
por su felicidad, por su paz, por que no sufriera y por que se
llenara de bondad hacia los demás. Esta última parte la
agregué para mí. Tal vez si orara por eso, lograría obtener
algo. Puede ser que las personas alcohólicas no siempre se
recuperen, pero las relaciones con ellas aun pueden mejorar.
Mi ex esposo ya no me escribe mensajes electrónicos
desagradables. Tampoco expresa opiniones negativas acerca
de mí ante gente que yo conozco. De vez en cuando llama
para saludar a su hijo, pero la andanada de acusaciones ha
cesado. Tal vez la idea de que "Esto también pasará" tuvo
algo que ver al respecto. Me alegro de no haberme escapado
con mi hijo para evitar el veneno de su padre. Me alegro de
haberme quedado en la ciudad donde él puede ver a su hijo si
así lo desea y donde su hijo puede verlo a él.
He optado por utilizar los instrumentos del programa. Le
pido a mi Poder Superior que haga por nosotros lo que
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nosotros no podemos hacer. Utilizo esta plegaria cada vez que


me agobian los resentimientos. No hay mayor don para
nosotros ni para los demás que las oraciones por la felicidad,
la paz, la libertad, el no sufrir y la bondad del corazón.

Observaba cómo la mujer que amaba se destruía


lentamente con el alcohol. Me había dicho varias veces que
iba a beber hasta morirse y parecía que lo estaba haciendo.
Algunos días yo deseaba que acelerara el proceso; otros días
me ponía frenético intentando descubrir en qué me había
equivocado y qué podía hacer para que ella alcanzara la
sobriedad. La mayor parte del tiempo sólo me sentía
adormecido. Era una persona vacía, que se movía por
costumbre en un mundo de contactos sociales cada vez más
escasos. Vivía en aislamiento y me había convencido de que
era feliz así.
Vine a Al-Anón poco después de que mi esposa comenzara
en A.A. En esa época, me relacionaba muy poco con los
demás.

Antes de A.A., mi esposa casi siempre estuvo borracha. Ahora

estaba ocupada practicando el programa. Mi hijo se había ido a la

universidad y mi hija iba a la escuela secundaria. Yo no tenía ami-

gos y mi contacto con el resto de la familia era poco. No tenía vida

espiritual. No me gustaba mucho como era. Las únicas personas

con las que me comunicaba con regularidad eran mis compañeros

de trabajo, pero nuestras conversaciones no se extendían a un

nivel social ni personal. Me aparté de todos. A lo largo de mi vida,

había sufrido mucho en las relaciones. Quería detener el dolor, por

lo que me aislé.
Me sugirieron que asistiera a seis reuniones antes de decidir si
Al-Anon era para mí. Pensé que eso sería algo bastante fácil de
hacer, por lo que lo hice. Aunque no dije mucho más que mi
nombre y aunque estaba algo avergonzado por no poder compartir
sobre ningún tema, seguí asistiendo otras seis semanas y luego
otras seis, y así sucesivamente. Comencé a sentirme a gusto en el
Descubramos nuevas opciones

grupo. Pese a que no comprendía mucho acerca del programa y


creía que algunos de los asistentes habituales eran un poco locos,
seguí viniendo. Allí vi algo que yo deseaba. Deseaba poder hablar
con franqueza y compartir, pero era demasiado tímido. Sufría de
baja autoestima y no confiaba en nadie, ni siquiera en mí mismo.
Cuando empecé a confiar en los miembros en las reuniones,
pude compartir sobre el tema. Me asombraba que la gente me
escuchara. Estaba convencido de que no tenía nada que decir; sin
embargo, descubrí que el hablar sobre mis sentimientos, el dolor y
los problemas me ayudaba más de lo que yo creía. Salieron a la
luz todas las situaciones que me afectaban y eso me permitió
hacerles frente, una a la vez. Estaba reparando la relación
conmigo mismo, con un Poder Superior y, ahora, al compartir en
reuniones, con la gente.
Después de un tiempo, empecé a coordinar reuniones. Un día
me ofrecí como voluntario para el cargo de Representante de
Grupo. Más adelante, los otros Representantes de Grupo de mi
distrito me pidieron que fuera Representante de Distrito. Estas
oportunidades y otros cargos de servicio me ayudaron a crecer.
Aprendí a trabajar con los demás. Aprendí a reparar el mal cau-
sado. Aprendí a confiar en el prójimo y en mí mismo. Aprendí a
encarar la vida bajo sus propias condiciones. Mi autoestima estaba
aumentando y me sentía muy bien por la forma en que yo estaba
cambiando.
A medida que empecé a aliviarme y aprender la forma de mane-
jar la vida como adulto, pude examinar más a fondo las dificul-
tades de mi esposa. Vi cómo practicaba su programa y cómo el
mismo la mantenía sobria. Comprendí cómo la práctica de mi
programa me ayudaba a no interferir en sus asuntos. Me di cuenta
de que tengo suficiente que hacer con cuidar de mí mismo. A lo
largo del tiempo, nuestra relación ha progresado y se ha profun-
dizado nuestro amor. Ha ocurrido "Un día a la vez" pero ahora los
días son numerosos y el vínculo entre nosotros continúa desarro-
llándose y creciendo sanamente.

Lo primero que descubrí en Al-Anon fue que fui yo misma la que


había arruinado mi vida. Ninguna otra persona lo había hecho.
Necesitaba darme cuenta de quién era yo. Escarbé muy dentro de
mí para conocerme mejor y al final comprendí que no ocurriría
nada nuevo a menos que introdujera cambios. El cambio
constante es mi responsabilidad. Una autoevaluación decidida de
alguna manera me alumbra sobre el lugar donde debo estar y en
última instancia me conduce a comprender mi relación con Dios.
Con humildad logro trabajar de la mano con mi Poder Superior. Al-
Anon me demuestra que no debo centrar la atención en la relación
con el alcohólico. Es la relación con Dios la que rige mi
comportamiento y mi actitud.
Por fortuna, tuve tiempo de reparar el mal causado a mis padres
antes de su muerte. Aunque su vida juntos siempre se mantuvo
Descubramos nuevas opciones

igual, nuestra relación cambió. Después de una intensa búsqueda


espiritual, aprendí a hablar placenteramente con mi madre.
Charlamos sobre los acontecimientos de todos los días y dis-
frutamos la mutua compañía. Había desaparecido la ira. Si bien en
nuestro hogar no había habido lugar para afectos durante mi
niñez, llegó el día en que mi padre me dijo que me amaba. Habían
pasado muchos años desde que por primera vez reuní el valor de
decirle esas palabras a él. Pensaba que él nunca las diría. Un día,
charlábamos sentados en la sala cuando pude ver que me quería
decir algo. Por más que trató, no le salían las palabras. De
repente,
Descubramos nuevas opciones

comenzó a improvisar una dulce tonada que le permitió


pronunciar las palabras "te amo".
Pronunciar esas palabras significa mucho. Durante todos los
oscuros años de alcoholismo de mi esposo, el amor realmente
no parecía existir para mí. Intentaba demostrarle amor, pero él
no me creía o pasaba por alto mis intenciones porque distaban
mucho de su interés en la bebida. En algún momento de la
recuperación, comenzamos a decir "te quiero" y a decirlo de
corazón, muchas veces al día. El reconocimiento de lo que
hacemos el uno por el otro y el admitir que nos importa es
nuestra promesa de absoluta devoción.
Estoy lejos de ser perfecta. No importa. Ya no tengo que
serlo. Lo único que tengo que hacer es tener buenas
intenciones, ofrecer ayuda cuando en realidad puedo hacerlo,
aceptar con gracia cualquier cosa que me suceda y sonreír con
la seguridad que me brinda mi paz interior.
El amor es poderoso. Nuestra cofundadora, Lois W., escribió
en Lois recuerda que el amor es "una emanación física real así
como una fuerza espiritual". Reconocía que Dios es amor y que
el amor nos une a todos en un conjunto. Es la confirmación de
que mi relación con Dios es fundamental para el éxito en
cualquier otra relación.

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