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En la vida cotidiana, la sexualidad cumple un papel muy destacado pues, desde


el punto de vista emotivo y de la relación entre las personas, no es sólo la finalidad
reproductiva o las normas y sanciones que estipula la sociedad, por lo que esto da
lugar, a una gama muy compleja de comportamientos sexuales que van más allá
de conocer su propio cuerpo, caminar, vestirse, expresar diferentes estados
emocionales o bien lo relativo al coito; implicando entonces que se vea la
sexualidad, como un componente más de la personalidad del individuo, y como
uno de los factores donde incide la salud humana.

Asimismo, el éxito del acto sexual depende de la integridad física de los órganos
sexuales y de los sistemas vasculares, neurológicos y endocrinos. Pero incluso
disfrutando de una salud física satisfactoria, las respuestas sexuales siguen siendo
vulnerables a los efectos del estrés emocional y están expuestas al fracaso por
efecto de un condicionamiento aversivo. Por ello. es importante conocer que
algunos trastornos pueden afectar la capacidad de los hombres y de las mujeres de
tener relaciones sexuales o disfrutarlas.

Cuando existe una dificultad más o menos permanente en experimentar algunas


de las fases de la respuesta sexual (que incluye deseo, excitación, orgasmo y
resolución) o llevar a cabo algún elemento de la conducta sexual (básicamente el
coito), se habla de disfunciones sexuales.

Estas se caracterizan por una alteración del deseo sexual, por cambios
psicofisiológicos en el ciclo de la respuesta sexual y por la provocación de malestar
y problemas interpersonales.
Pueden ser:

De toda la vida o adquiridas, según se presenten al inicio de la actividad sexual,


otras un período previo de buen funcionamiento sexual.

Totales o parciales, según afecten a la totalidad o a parte de la respuesta


implicada.

Continuas, episódicas o recurrentes, según se mantengan todo el tiempo,


aparezcan muy aisladamente o lo hagan con cierta regularidad.

Y globales o situacionales, según se presenten en todas las situaciones sexuales


o en algunas determinadas.

La etiología de las disfunciones sexuales podemos dividirla en causas orgánicas


y causas de tipo psicosocial.
Orgánicas: Son aquellas relacionadas con alteraciones estructurales de algún
órgano o sistema, endocrinas o fisiológicas, o a los efectos de una droga o fármaco.

Psicosociales: Los factores causantes son fundamentalmente de tipo psicosocial,


como los psicológicos, interpersonales, ambientales y culturales.

No siempre el trastorno obedece a una u otra causa, sino que se solapan varios
factores y entonces podría decirse que obedece a factores combinados, es decir,
cuando los factores psicológicos desempeñan un papel en el inicio, la gravedad o
la persistencia del trastorno, y la enfermedad o las sustancias contribuyen a la
aparición del trastorno, pero no son suficientes para constituir su causa.

Muchas personas con situaciones estresantes graves no presentan trastornos


sexuales y otras ante situaciones estresantes leves las presentan, esto depende de
la predisposición constitucional de cada individuo, que se refleja como una
hipersensibilidad de un órgano o sistema; para hacer más comprensible este
mecanismo lo podemos explicar de la siguiente manera: una situación conflictiva o
estresante mantenida en el tiempo, ocasiona un estado de ansiedad, que repercute
en las vías cráneo espinales, neurovegetativas y neuroendocrinas, estas canalizan
la ansiedad por el punto débil, en este sujeto sería el órgano sexual del aparato
genital, y se ocasiona así el trastorno sexual de uno u otro tipo.

Las disfunciones sexuales comprenden los trastornos del deseo sexual,


trastornos de la excitación sexual, trastornos del orgasmo y trastornos sexuales por
dolor. Iniciaremos nuestro recurrido con aquellas disfunciones que pueden
específicamente a los hombres, para luego continuar con los trastornos
específicamente femeninos.
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Trastornos sexuales masculinos
Deseo sexual inhibido:

El trastorno del deseo sexual inhibido es una disfunción muy frecuente, que se
caracteriza por una deficiencia o ausencia de fantasías sexuales y de deseo de
mantener contactos íntimos. De acuerdo con algunos especialistas, el 20% de los
hombres que registran una vida sexual activa en el mundo se ven afectados por
este trastorno.

La falta de interés sexual es el principal síntoma; por lo general, una evaluación


médica y los exámenes de laboratorio no revelarán una causa física; sin embargo,
la testosterona es la hormona que origina el deseo sexual en los hombres.
Los niveles de testosterona se pueden verificar, especialmente en aquellos
hombres que presentan deseo sexual inhibido.
Para los especialistas, la mayoría de los casos tiene que ver con problemas de
comunicación, falta de afecto, pugnas y conflictos de poder y la falta de tiempo para
que la pareja pueda estar a solas.

Por otra parte, el deseo sexual inhibido también puede ocurrir en personas que
han tenido una educación sexual muy estricta durante la infancia (lo que puede
provocar una autonegación del derecho al placer), actitudes negativas hacia el sexo
(relacionándolo a lo malo o pecaminoso) o a experiencias sexuales traumáticas
(como violación, incesto o abuso sexual).

En ocasiones, algunas enfermedades como la diabetes mellitus, hipertensión


arterial, bajos niveles hormonales o el uso de ciertos fármacos como tranquilizantes
y antidepresivos, pueden contribuir a que se presente esta disfunción, en particular,
cuando producen insomnio, fatiga, dolor o sensación general de malestar.
Las afecciones psicológicas, como la depresión y el estrés excesivo, también
pueden disminuir el interés sexual. Asimismo, los cambios hormonales afectan la
libido.

En el caso del hombre es posible la ayuda farmacológica en forma de


tratamientos con testosterona, pero el fármaco por sí solo no mejora la situación si
no se modifican las circunstancias que puedan estar manteniendo la disfunción.
Aunque existen también algunos fármacos que teóricamente pueden mejorar el
impulso sexual en ambos sexos, ninguno es suficientemente eficaz como para
pensar que sea una solución única al problema.
Problemas de erección:

La dificultad o imposibilidad de obtener o mantener una erección suficiente como


para llevar a cabo la penetración y realizar el coito se define como disfunción eréctil.
Dado que sobre la erección del hombre reposa una gran parte de la mitología
sexual, los trastornos eréctiles son tan desalentadores como frustrantes para ambos
miembros de la pareja. Aunque las estadísticas varían ampliamente según los
criterios que se tengan en cuenta, puede afirmarse que entre un 5 a un 10 por ciento
de la población total masculina presenta un problema de erección más o menos
permanente, mientras que todos o casi todos los hombres han padecido, en alguna
ocasión, algún episodio aislado de dificultad eréctil.
Aunque se suele hablar de disfunción eréctil orgánica o psicógena, debe tenerse
en cuenta que, con frecuencia ambos tipos de factores actúan conjuntamente o, al
menos, cuando existe un problema orgánico siempre acaba superponiéndose una
cierta afectación psicógena. Entre las causas orgánicas figura cualquier
enfermedad, lesión o droga que afecte al sistema hormonal, al sistema nervioso
central o periférico, a los vasos que llevan la sangre al pene, a los cuerpos
cavernosos o al sistema de cierre venoso. Por su frecuencia, son importantes la
arterioesclerosis y la diabetes; entre los fármacos, alguno antihipertensivos,
diuréticos, antiulcerosos, antidepresivos y antipsicóticos.

Muchos hombres se aferran a un diagnóstico de organicidad y se niegan a


aceptar otros posibles factores implicados. Ello se debe, posiblemente, a las
connotaciones negativas de la palabra psicógeno, en cuanto a que parece significar
una alteración psicopatológica. En el caso de la disfunción eréctil el termino
psicógeno se usa por contraposición a orgánico, pero no necesariamente indica
alteraciones psicológicas. De hecho, no ha podido relacionarse la disfunción eréctil
con ninguna psicopatología concreta.

Las causas no orgánicas o psicógenas de esta disfunción pueden dividirse en


dos grandes grupos: las mediatas, que se hallan en la base de la disfunción y están
representadas por problemas de índole muy diversa (información sexual
inadecuada, pareja sexualmente exigente, reacciones de miedo ante enfermedades
o cirugías, fallos eréctiles ocasionales, etc.) y las inmediatas, que son las
verdaderas responsables del problema eréctil. Las causas mediatas, de alguna
forma, dan lugar a la existencia de dudas sobre la propia capacidad eréctil y, a partir
de estas dudas, las causas inmediatas, en forma de exceso de autoobservación del
reflejo eréctil, de pensamientos negativos y de pérdida de atención sobre los
estímulos eróticos comportarían una inhibición de la erección.

Para determinar hasta qué punto un problema eréctil responde a causas


orgánicas o psicógenas se dispone diversas pruebas, entre las que destaca el
llamado Rigiscans, un aparato que mide los cambios de volumen y de rigidez
peneana, y que puede usarse en la evaluación de las erecciones nocturnas o de las
conseguidas mediante un estímulo visual, una película erótica, por ejemplo. Si se
detecta la presencia de erecciones correctas, ello indica que los factores orgánicos
no son la causa del problema. En muchas ocasiones no es preciso recurrir a estas
pruebas, ya que para la persona es evidente la existencia de estas erecciones, ya
sean erecciones matutinas o nocturnas, obtenidas masturbación o en forma de
mejoría ocasional. En este caso es evidente que el mecanismo orgánico está
conservado va que cuando existe una alteración orgánica, los problemas eréctiles
afectan a todas las erecciones, siempre y en cualquier.

El tratamiento de estos problemas se basa en una serie de técnicas, centradas


en la prohibición del coito, que permiten a ambos miembros de la pareja dejar de
estar pendientes de la erección. Cuando esto se consigue, la respuesta eréctil
aparece con mayor facilidad y, a base de pequeños éxitos, el hombre puede llegar
a recuperar la confianza en su respuesta. A partir de aquí debe haber un cambio de
actitud hacia una menor obligatoriedad del coito. de modo que exista una menor
presión sobre la respuesta eréctil.
Los problemas orgánicos se tratan fundamentalmente corrigiendo la alteración
de base, pero existen otras posibilidades terapéuticas, como los aparatos de vacío,
que producen una erección por un mecanismo de succión, la autoinyección
intracavernosa de sustancias vasodilatadoras y, en último término, la intervención
quirúrgica y colocación de una prótesis, procedimiento que es irreversible.
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Problemas de eyaculación

Si bien pueden darse casos de eyaculación dolorosa, de eyaculación retrógrada


(cuando el semen va hacia la vejiga en vez de salir expulsado hacia adelante)
eyaculación sin orgasmo, o de eyaculación totalmente inhibida, los trastornos
eyaculatorios más frecuentes se basan en criterios de tiempo: son la eyaculación
precoz y la retardada. Dicho en pocas palabras, la primera es la que se presenta
antes de que el individuo lo desee y la segunda es la que no se presenta, aunque
el individuo lo desee
A pesar de ser problemas distintos y de que la eyaculación precoz es mucho más
frecuente que la retardada, en ambas existe un trasfondo biológico común, que es
frecuentemente olvidado cuando se contemplan desde una perspectiva
exclusivamente psicológica. Nos referimos a que el mecanismo eyaculatorio es un
reflejo y que hay importantes variaciones individuales en la rapidez con que este
reflejo se desencadena. Así, mientras que unos hombres precisan de una intensa
excitación para llegar al punto de disparo, en otros el reflejo se desencadena ante
unos niveles relativamente bajos de excitación. Este nivel mínimo de excitación
capaz de disparar el reflejo eyaculatorio es lo que se denomina umbral eyaculatorio.

En el caso de la eyaculación precoz un bajo umbral determina que la eyaculación


se presente con mayor rapidez y de forma más imprevista, dificultando el proceso
por el que un individuo aprende a ejercer un cierto control sobre su reflejo
eyaculatorio.

En el caso de la eyaculación retardada, un umbral elevado comporta dificultades


eyaculatorias iniciales, a partir de las cuales el individuo observa en exceso su
propio mecanismo eyaculatorio, inhibiendo el reflejo (al igual que en el caso de los
problemas eréctiles) y agravando el problema inicial. Importa remarcar que estas
dos disfunciones son tal vez las que más acusan el peso de los patrones sociales
sobre la respuesta sexual. Tanto una como la otra no serían por sí mismas un grave
problema, pero sí lo son cuando queremos que la respuesta aparezca en un
momento concreto y determinado de la relación sexual y en cambio lo hace
demasiado antes o demasiado después.
El tratamiento tiene, al igual que las causas, dos posibles vertientes: una
biológica, mediante fármacos que aumentan el umbral eyaculatorio, y otra de
aprendizaje, ya que el reflejo eyaculatorio, al igual que el urinario, es susceptible de
un cierto grado de control. Para llevar a cabo este aprendizaje existen una serie de
pasos que hacen al hombre más conscientes de las sensaciones que anuncian la
inminencia de la eyaculación y le permiten parar antes de que se desencadene.
Tras varios meses de ejercicios se logra un control eyaculatorio.

En el caso de la eyaculación retardada la terapia se basa en eliminar el exceso


de autocontrol sobre la propia respuesta, en desarrollar un pensamiento más
centrado en los aspectos eróticos y en realizar aproximaciones progresivas desde
la situación en que resulte más fácil la eyaculación hasta la eyaculación intravaginal.

Fobia sexual:

El rasgo que define el trastorno por fobia o aversión sexual es la del sexo. No se
trata aquí de un deseo inhibido, sino de un miedo irracional capaz de producir
intensas reacciones corporales (por ejemplo, taquicardia, sudoración) con sólo
imaginar la actividad sexual que resulte aversiva. Puede sentirse aversión hacia el
sexo en general o hacia una faceta concreta como los genitales del sexo opuesto o
la penetración.

Una consecuencia de este trastorno, llevado a casos extremos, es que algunas


personas evitan relacionarse con potenciales parejas, o llegan a romper una
relación, cuando el grado de intimidad ha aumentado, y hay una alta probabilidad
de que se desencadenes situaciones sexuales.

Generalmente, la causa de esta fobia es el aprendizaje asociativo o


condicionamiento clásico que ocurre cuando una persona experimenta un evento
traumático relacionado con el sexo y la sexualidad, por ejemplo, al haber sufrido
una mala experiencia sexual en el pasado o por haber sido objeto de burlas por el
tamaño de sus genitales. Ahora bien, las creencias irracionales y la mala educación
sexual también pueden causar que la persona desarrolle esta fobia.

Un hombre puede tener varios tipos de miedos sobre el sexo: miedo a fracasar
en la relación sexual, miedo a no tener erección suficiente, miedo de eyacular
demasiado rápido, miedo a perder la compañera o el compañero sexual. En muchos
casos el sujeto evita o huye de las relaciones sexuales utilizando diferentes
justificaciones. Esto provoca una retroalimentación negativa, ya que, al evitar las
relaciones sexuales por temor, el miedo a fallar aumenta y refuerza dicha fobia.
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Trastornos sexuales en las mujeres:
La fobia sexual:

En las mujeres, la aversión al sexo es más común que en los hombres.


Representa aproximadamente entre el 3,5 al 4,5% de los casos que se consultan
por una disfunción sexual. Puede ser causada por la incertidumbre que les crea el
sexo. Hay también miedo al embarazo, al dolor durante la relación, complejos físicos
respecto a su cuerpo ante la desnudez, una educación negativa relacionada con la
práctica de la sexualidad, a las experiencias sexuales traumáticas o los intentos por
parte de la pareja de forzar actividades sexuales que, en el fondo, no son deseadas.
Este tipo de trastornos pueden tratarse, siempre que lo desee la mujer,
conjugando técnicas de relajación con un afrontamiento progresivo del elemento
fóbico de manera que desaparezca la reacción ansiosa inicial.

Deseo sexual inhibido

La falta de interés por la actividad sexual, unida generalmente a un déficit de


pensamientos y fantasías sexuales, es una de las disfunciones más comunes.
Algunas mujeres pueden sentir la falta de deseo en ciertos momentos de su vida,
por ejemplo, durante el embarazo y el parto, la lactancia y la menopausia, y en
periodos de crisis o enfermedades. Para otras, esta situación puede volverse
crónica

Entre sus causas pueden mencionarse los factores educacionales, que con
frecuencia afectan a la mujer; la existencia de disfunciones previas, que al convertir
la actividad sexual en una experiencia negativa producen una pérdida de deseo; el
estrés o el exceso de trabajo, que llevan a centrar la atención en áreas alejadas de
la sexualidad; las enfermedades crónicas que junto con determinados tratamientos
farmacológicos, pueden afectar al deseo sexual tanto biológica como
psicológicamente; la depresión, en la que existe una pérdida generalizada de interés
por todas las cosas

Dado que las variaciones interpersonales en el deseo sexual son muy amplias,
es más fácil diagnosticar un trastorno del deseo cuando ha existido un impulso
previamente más alto que cuando el problema es primario, ya que entonces es difícil
fijar los límites de la normalidad

Debe evaluarse también la posibilidad de que la inhibición del deseo sexual sea
selectiva hacia determinada persona o hacia determinada actividad sexual. Es
posible en este caso que existan otras causas además de las reseñadas
anteriormente, como pueden ser los problemas en la relación de pareja, o una
habituación sexual, es decir, la pérdida de poder estimulante cuando un estímulo
sexual se presenta en repetidas ocasiones.

Con frecuencia la falta de impulso sexual se consulta para un mejor ajuste con la
pareja y no por un verdadero deseo propio, ya que la mujer puede encontrarse bien
consigo mismo aun manteniendo un muy bajo o nulo impulso sexual. En estos casos
cabe evaluar si existe una verdadera motivación para aumentar el deseo sexual ya
que, de lo contrario, cualquier intento de solución será ineficaz.

Partiendo de que existe esta motivación, el déficit de impulso sexual puede


tratarse modificando las circunstancias anómalas que actúan como causas. Cuando
éstas no pueden ser modificadas, como ocurre con los problemas educacionales,
se intenta una reeducación a diversos niveles: información sexual adecuada;
reestructuración de pensamientos y sentimientos negativos hacia el sexo
aprendizaje sensorial y entrenamiento en fantasías sexuales.

Para finalizar este apartado es importante destacar que cualquier actividad


sexual llevada a cabo por obligación, acabará comportando una mayor pérdida de
deseo sexual, de manera que, a la larga, va a empeorar el problema inicial. Por ello
es fundamental ser sincero con uno mismo y también con la pareja, al tiempo que
se impone una actitud de compresión hacia el miembro de la pareja que presenta
un menor deseo sexual.

Trastorno de la Excitación Sexual:

El Trastorno de la Excitación Sexual en la mujer consiste en la dificultad para


obtener una respuesta de excitación (lubricación y dilatación de la Vagina) suficiente
para llevar adelante una relación sexual completa y satisfactoria.

En épocas pasadas se denominaba “frígida” a la mujer que tenía problemas para


excitarse, y actualmente se ha abandonado esta denominación desde la ciencia por
ser incorrecta y peyorativa (aunque desde el sentido común sigue siendo utilizada).

El Trastorno de la Excitación Sexual en la mujer es poco frecuente, a diferencia


de la alta frecuencia registrada en el trastorno correspondiente a la fase de
excitación en el varón (Disfunción Eréctil).

Como ocurre con el varón, factores médicos y psicológicos están presentes en


mayor o menor medida en este cuadro. Las causas físicas más habituales son: bajo
nivel de estrógenos después de la menopausia, trastornos neurológicos ((lesiones
o enfermedades del Sistema Nervioso Central, diabetes, alcoholismo, etc.),
trastornos endocrinos, infecciones vaginales, medicaciones (psicofármacos y otras).

Dentro de las causas psicológicas, encontramos las siguientes: ansiedad por el


rendimiento (la mujer está preocupada por su rendimiento sexual lo cual dificulta su
relajación), rol de espectador (la mujer monitorea su respuesta de excitación
bloqueando los reflejos que constituyen esa respuesta), inadecuada estimulación
física (la pareja estimula a la mujer poco tiempo, de manera apresurada,
directamente en la zona genital, o de una forma diferente a la que ella espera);
comunicación deficiente respecto de lo que excita y lo que enfría a los miembros de
la pareja.

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Anorgasmia:

La Anorgasmia o Disfunción Orgásmica Femenina, es una de las consultas y


preocupaciones más comunes en las mujeres y sus parejas. Se trata de la ausencia
o retraso en la respuesta orgásmica tras una fase de excitación sexual normal y la
presencia de estimulación efectiva. Estas mujeres en general tienen un interés
sexual normal, se excitan sin dificultades y llegan hasta la fase de meseta (máxima
excitación sexual) sin poder “gatillar” el orgasmo, es decir que no se desencadena
el reflejo. Es importante señalar que las mujeres que no alcanzan el orgasmo
solamente con la estimulación coital pero sí con la ayuda de otros medios (manual,
oral, uso de un masajeador eléctrico, etc.) no son anorgásmicas. De hecho, según
las conclusiones de varios estudios sólo 3 de cada 10 mujeres consiguen su
orgasmo con el estímulo exclusivo de la penetración vaginal, sin estimulación
clitorídea directa.

Este trastorno lo sufre la mujer por no poder completar el ciclo de su respuesta


sexual, y el varón por sentirse responsable del problema y “poco útil en su rol de
hombre”. Para la mayoría de las parejas, el orgasmo femenino no sólo indica la
satisfacción sexual experimentada por ella, sino también la habilidad sexual de él.

La mayoría de las mujeres que tienen este problema, no han aprendido a conocer
sus puntos físicos sensibles y la manera de estimularlos, habiendo tenido la mayoría
una experiencia masturbatoria pobre en cantidad y calidad. El orgasmo es una
respuesta refleja desencadenada por los estímulos proporcionados de manera
efectiva. Por lo tanto, si la mujer no sabe qué parte de su anatomía física y genital
estimular y de qué manera hacerlo, no podrá alcanzar el orgasmo sola ni transmitirle
a su pareja cómo estimularla adecuadamente. La pareja por su parte, difícilmente
pueda adivinar cuales son los medios que conducen al orgasmo, ya que los métodos
de estimulación sexual del varón y de la mujer son esencialmente distintos.
Por ello, inicialmente, el tratamiento se basa en la autoestimulación, a la cual se
llega tras unos pasos previos consistentes en observar y explorar los propios
genitales, localizar las áreas que producen más sensaciones entrenar la
musculatura pubococcígea y aprender a recrear fantasías eróticas

Es también importante que la mujer no mantenga sus expectativas centradas en


el orgasmo y que aprenda a no estar excesivamente autocontrolada, dándose
libertad para, por ejemplo, poder provocar ruidos o adoptar posturas extrañas. Una
vez logrado el orgasmo en solitario, se va generalizando el orgasmo a la relación
con la pareja, inicialmente mediante estimulación manual y luego mediante el coito,
aunque, recordemos, algunas mujeres deben mantener una estimulación
complementaria de la zona clitórica.

Es común también en la mujer con este problema, la ansiedad por el rendimiento


(ya descripta en otras disfunciones) y la hipervigilancia de la propia respuesta
sexual, que impiden el abandono a la experiencia sexual y bloquean el“gatillo”
orgásmico. Por último, en algunos casos la Disfunción Orgásmica Femenina es
producto de la inadecuada o insuficiente estimulación sexual por parte de la pareja,
a veces sostenida por la complicidad que proporciona la ausencia de diálogo sexual.

Las causas físicas son poco comunes. Algunas de ellas son: dosis altas de
alcohol, narcóticos y sedantes; antidepresivos Tricíclicos e IRSS; trastornos
neurológicos producidos por lesiones, accidentes, cirugías o enfermedades
(diabetes, alcoholismo, hernia de discos, esclerosis múltiple).

Vaginismo:

Es la contracción involuntaria de los músculos que rodean la entrada de la Vagina


y que impide la penetración. Se produce cuando el Pene o algún objeto intentan
ingresar en la Vagina, dando lugar a un reflejo condicionado (respuesta automática
aprendida) que la mujer no puede controlar.

Habitualmente se trata de un trastorno presente desde el inicio de la actividad


sexual. En algunos casos es síntoma de una Fobia Sexual (general o a la
penetración), y en otros una respuesta aprendida producto de la falta de
información, el temor al dolor, inexperiencia sexual o un inicio sexual insatisfactorio.
A veces (aunque de modo poco frecuente) se presenta luego de un período de
tiempo de actividad sexual satisfactoria como consecuencia de dolores por causas
médicas, situaciones traumáticas, trastornos psicológicos o del vínculo de pareja.

Las mujeres con Vaginismo tienen una buena capacidad sexual para excitarse e
incluso alcanzar el orgasmo. Su problema es específicamente la penetración.
El Vaginismo es la causa principal de los Matrimonios No Consumados.

El tratamiento consiste en desacondicionar la asociación entre penetración y


dolor. Para ello se pide a la mujer que se familiarice con sus genitales y haga un
cierto entrenamiento de la musculatura pubococcigea (los amados ejercicios de
Kegell) para ser más consciente del estado (tenso o relajado) de su musculatura
vaginal.

A partir de aquí se lleva a cabo una progresión, cuyo primer paso consiste en la
introducción suave de la punta del dedo de la propia mujer en la vagina, hasta que
se consiga reducir la contractura muscular. Una vez pueda introducir todo el dedo
en la vagina, se continúa con los pasos posteriores que incluyen la introducción de
dos dedos, de uno y dos dedos de la pareja, de tampones o de dilatadores vaginales
y, finalmente, el coito, que debe llevarse a cabo en posición superior femenina, para
que sea la mujer quien controle todo el proceso de la penetración. En la ejecución
de estos pasos, la mujer puede ayudarse con un lubricante vaginal no graso (de
venta en farmacias) que facilite la introducción

Durante el tiempo de tratamiento no deben existir intentos de coito ni de alguna


otra actividad que pueda producir dolor, ya que se reactivaría ara el mecanismo
condicionado.
Dispareunia:

La presencia de dolor durante el coito, conocida como dispareunia, puede ser


descrita de formas muy diversa (ardor, pinchazos, quemadura o dolor cortante) y
puede sentirse de forma muy localizada y precisa, o de modo muy generalizado, en
la zona vaginal o pélvica.
Resulta evidente que cuando hablamos de la dispareunia nos estamos refiriendo
a un trastorno más o menos crónico y duradero en el tiempo y no a las molestias
ocasionales, que la mayoría de las mujeres han experimentado alguna vez durante
el mantenimiento de sus relaciones sexuales.

Ante cualquier dispereunia deben tenerse en cuenta en primer lugar las causas
orgánicas: infecciones vaginales o urinarias; malformaciones de los genitales,
cicatrices o quistes, sin olvidar la posible sequedad vaginal que se produce tras la
menopausia o en cualquier estado carencial de estrógenos. Una vez descartadas
estas posibles causas, se deben revisa los aspectos psicológicos.

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