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DIPLOMADO:
Debido a nuestra naturaleza humana percibimos lo que actúa sobre nuestros sentidos.
Por este motivo somos capaces de percibir solamente los problemas ambientales que
ocurren en nuestro entorno más próximo, como nuestro barrio, nuestra ciudad o los
lugares por donde transitamos.
Pero lo que afecta al ambiente global solo lo percibimos cuando sus efectos se hacen
sentir en nuestra región o en nuestro entorno más próximo. Esto sucede cuando el
problema ambiental se ha agravado lo suficiente como para manifestarse en todo el
planeta, o sea cuando ya es tarde para prevenirlo.
Una de las causas del problema ambiental es no ver este hecho fundamental con la
claridad necesaria y perderlo de vista en nuestras formas de vida actuales.
Los ambientes artificiales en donde vivimos nos hacen perder de vista a nuestro
sostén.
Las viviendas, las ciudades y los ambientes artificiales que nos resguardan de los rigores
del mundo externo, nos hacen olvidar que todas estas construcciones humanas para
poder funcionar, necesitan de la fuente de energía externa, los ciclos de los
ecosistemas naturales y demás aportes de la naturaleza.
En estos lugares donde vivimos, se nos crea la falsa ilusión de que no necesitamos de
la naturaleza para poder seguir viviendo.
Una antigua idea que le ha hecho mucho daño al ambiente: “El mundo infinito”.
Hay una vieja idea instalada en gran parte de la humanidad y que proviene de épocas
remotas cuando la humanidad era poco numerosa, la idea de estar viviendo en un
mundo infinito con áreas naturales infinitas y con recursos inagotables. A partir de esta
concepción del mundo y de la naturaleza, todos los actos y emprendimientos humanos
nunca tuvieron en cuenta su costo ambiental.
Esta idea fue heredada a través de las generaciones y aún sigue existiendo en la
actualidad en un mundo cada día más finito.
Hay nuevas ideas que nos ayudan a ver y a entender el problema ambiental
Nuestro planeta puede ser visto como una “nave espacial” con recursos limitados.
En 1966 el famoso economista ecológico Keneth E. Boulding utilizó la idea de que la
tierra es como una nave espacial, tripulada por miles de millones de pasajeros y con
recursos limitados que deben ser utilizados en forma racional y moderada para poder
asegurar la supervivencia de la humanidad. Esta idea, expresada en la teoría económica
de Boulding, se convirtió en una gran contribución para la toma de conciencia de que
vivimos en un mundo finito.
La naturaleza puede ser considerada como una gran “empresa” proveedora de bienes
y servicios.
Robert Constanza, uno de los máximos exponentes de la Economía Ecológica moderna,
introdujo el concepto de que la naturaleza constituye una gran empresa proveedora
de bienes y servicios, que funciona independientemente del mercado y que nos provee
los servicios ecológicos esenciales y las facilidades para nuestro bienestar.
La gran empresa natural nos provee, entre otras cosas, de oxígeno, agua dulce,
regulación del clima, energía, materiales y demás elementos esenciales para nuestra
existencia. Esta empresa que no nos cobra dinero, además de proveernos de los
elementos esenciales, de climatizar nuestro entorno y de mantenerlo en las
condiciones adecuadas para nuestra vida, nos brinda también los servicios de recepción
y reciclado de nuestros productos residuales. Todos los días capta y limpia a la
atmósfera del anhídrido carbónico y otros gases producidos, recicla nuestras aguas
residuales y a los demás materiales de desecho que generamos en nuestra vida
humana.
Vemos así, la necesidad de evitar que, con nuestras actividades, sigamos dañando,
destruyendo, o reduciendo el tamaño de esta “gran empresa natural” que debe
atender a diario a los miles de millones de habitantes de nuestro planeta, porque
estamos poniendo en serio riesgo su capacidad de seguir abasteciendo a toda la
humanidad.
Al sumar todas las utilidades parciales, el pastor racional concluye que la única decisión
sensata para él es añadir otro animal a su rebaño, y otro más... Pero esta es la
conclusión a la que llegan cada uno y todos los pastores sensatos que comparten
recursos comunes. Y ahí está la tragedia. Cada hombre está encerrado en un sistema
que lo impulsa a incrementar su ganado ilimitadamente, en un mundo limitado. La ruina
es el destino hacia el cual corren todos los hombres, cada uno buscando su mejor
provecho en un mundo que cree en la libertad de los recursos comunes. La libertad de
los recursos comunes resulta la ruina para todos.
Para algunos esto puede ser un lugar común. ¡Ojalá y lo fuera! En cierto sentido esto
fue aprendido hace miles de años, pero la selección natural favorece a las fuerzas de la
negación psicológica. El individuo se beneficia como tal a partir de su habilidad para
negar la verdad incluso cuando la sociedad en su conjunto, de la que forma parte, sufre.
La educación puede contrarrestar la tendencia natural de hacer lo incorrecto, pero la
inexorable sucesión de generaciones requiere que las bases de este conocimiento sean
refrescadas constantemente.
De manera similar la lógica de los recursos comunes ha sido entendida por largo
tiempo, quizás desde la invención de la agricultura o de la propiedad privada en bienes
raíces. Pero ha sido comprendida principalmente en casos específicos que no son
suficientemente generalizables. Incluso en nuestros días, ganaderos que rentan tierras
nacionales en el Oeste demuestran apenas una comprensión ambivalente al presionar
constantemente a las autoridades federales para que incrementen el número de
cabezas autorizadas por área hasta un punto en el cual la sobreexplotación produce
erosión y dominio de malezas. De manera similar, los océanos del mundo continúan
sufriendo por la supervivencia de la filosofía de los recursos comunes. Las naciones
marítimas todavía responden automáticamente a la contraseña de "la libertad de los
mares". Al profesar la creencia en los "inagotables recursos de los océanos", colocan
cerca de la extinción, una tras otra, a especies de peces y ballenas.
Los parques nacionales son otra instancia donde se muestra la forma en que trabaja la
tragedia de los recursos comunes. En el presente se encuentran abiertos para todos,
sin ningún límite. Los parques en sí mismos tienen una extensión limitada —sólo existe
un Valle de Yosemite— mientras que la población parece crecer sin ningún límite. Los
valores que los visitantes buscan en los parques son continuamente erosionados. Es
muy sencillo, debemos dejar de tratar a los parques como recursos comunes... o muy
pronto no tendrán ningún valor para nadie.
¿Qué debemos hacer? Tenemos varias opciones. Podemos venderlos como propiedad
privada. Podemos mantenerlos como propiedad pública, pero asignando
adecuadamente quien ha de entrar. Esto debe ser con base en la riqueza, a través del
uso de un sistema de adjudicación. También podría hacerse con base en méritos,
definidos por estándares acordados. O podría ser por sorteo. O bien ser con base en el
sistema de que el primero que llega entra, administrado a partir de filas. Estos, creo,
son todos procedimientos objetables. Pero entonces debemos escoger, o consentir la
destrucción de nuestros recursos comunes llamados parques nacionales.
LA CONTAMINACIÓN
El hombre razonable encuentra que su parte de los costos de los desperdicios que
descarga en los recursos comunes es mucho menor que el costo de purificar sus
desperdicios antes de deshacerse de ellos. Ya que esto es cierto para todos, estamos
Existe evidencia contundente de que muchos países ricos en recursos naturales han
perdido oportunidades de desarrollo de “oro” como consecuencia de la firma de
contratos lesivos. Las desiguales condiciones contractuales explican por qué el
gobierno de Zambia sólo recibió unos 6,1 millones de dólares (el 0,61 por ciento de una
renta total de mil millones de dólares) de Konkola Copper Mines por la explotación del
cobre durante el año 2006-2007. Según determinados informes, en el mismo período la
ganancia neta de Konkola Copper Mines fue de alrededor de 301 millones de dólares.
Hay fuerte evidencia también de que en ocasiones los mismos gobiernos productores
carecen de las capacidades adecuadas o de la voluntad política necesaria para utilizar
los ingresos derivados de las industrias extractivas en conseguir metas sociales e
impulsar el desarrollo de manera eficiente y sostenible.
Además de las dificultades que estos gobiernos enfrentan por gestionar unas rentas
inestables, los países ricos en recursos naturales son particularmente vulnerables a
problemas como la corrupción, el populismo o el clientelismo político, y esos factores
junto con la falta de transparencia y rendición de cuentas han limitado su cumplimiento
de los Objetivos de Desarrollo.
Esta situación puede y debe cambiar. Para países que dependen de las industrias
extractivas, los ingresos generados por el sector podrían transformarse en oportunidad
si se utilizaran adecuadamente.
cada quien, de distinta manera, o porque decide cambiar la forma de manejarlos. Los
desacuerdos también surgen cuando estos intereses y necesidades son incompatibles,
o cuando las prioridades de algún grupo de usuarios no figuran dentro de las políticas,
programas y proyectos. Tales conflictos de interés son una característica inevitable de
todas las sociedades.
Los conflictos sobre los recursos naturales siempre han estado presentes, debido, en
parte, a la multiplicidad de demandas no siempre compatibles con esos recursos. Los
conflictos pueden surgir si se excluye a los grupos de usuarios de la participación en el
manejo de los recursos naturales. Estos también surgen a raíz de contradicciones entre
los sistemas de manejo local y los sistemas introducidos; los malentendidos y la falta de
información sobre las políticas y los objetivos de programas; las contradicciones o falta
de claridad en las leyes y políticas; la desigualdad en la distribución de los recursos; o
debido a carencias en las políticas y en la ejecución de los programas.
Durante los últimos decenios hemos aprendido que no es posible continuar ignorando
el creciente impacto de las actividades humanas sobre el ambiente biofísico del cual
somos parte. Hemos tomado conciencia de los peligros que encierra la explotación
indiscriminada de los recursos naturales (pesquerías, bosques, suelos, ríos, minerales,
hidrocarburos), y del riesgo que corremos al sobrecargar la capacidad de la tierra para
absorber desperdicios (contaminación del aire y del agua, lluvia ácida, desechos sólidos,
desperdicios tóxicos). Como resultado, las consideraciones ambientales han pasado a
ocupar un lugar prominente en las estrategias y políticas de desarrollo en
prácticamente todos los países del mundo.
Los últimos dos decenios han cambiado esta percepción. Ahora sabemos que los
problemas de sustentabilidad ambiental y de utilización de recursos están
estrechamente vinculados con el crecimiento de la población y con la pobreza en los
países en vías de desarrollo, y también a los hábitos de consumo excesivo y el
despilfarro de recursos y energía en los países ricos. Si bien estamos aún muy lejos de
poner en práctica lo que se predica, también se acepta que para hacer frente a los
desafíos ambientales del siglo 21 será necesario introducir grandes cambios en los
valores, las instituciones y en el comportamiento de los agentes económicos y los
individuos tanto en los países ricos como en los pobres.
Desde una perspectiva más amplia, las ideas acerca de la relación entre el medio
ambiente y el desarrollo han evolucionado en forma significativa a lo largo del último
medio siglo. Tal como se reseña en este informe, partiendo de una dicotomía
primordial entre “economía de frontera” y “ecología profunda”, otros paradigmas –
protección ambiental, manejo de recursos y ecodesarrollo– han surgido en una
progresión que busca integrar en forma cada vez más estrecha a los sistemas
económicos, ecológicos, culturales y sociales. Esto ha llevado a una redefinición del
proceso de desarrollo para incluir las consideraciones ambientales y sociales, llegando
a lo que se denomina en la actualidad el “desarrollo humano sustentable”.
Por otra parte, hemos aprendido que las políticas ambientales –las cuales pueden
considerarse como recién llegadas al mundo de las políticas públicas– interactúan
fuertemente con las otras políticas de desarrollo, y en especial con las políticas
económicas. Por esto es necesario evaluar la manera en la cual las políticas explícitas
orientadas hacia el logro de objetivos ambientales se relacionan con las políticas
tributarias, comerciales, crediticias, y de promoción de inversiones, entre muchas
otras, cuyo contenido implícito de política ambiental puede neutralizar la influencia que
las políticas explícitas ejercen sobre el comportamiento de los agentes económicos. De
esta manera, la política resultante de las interacciones entre políticas ambientales
explícitas e implícitas difiere significativamente de las intenciones de las agencias
gubernamentales a cargo de promover el desarrollo sustentable.
Una de las principales lecciones de los últimos decenios es que las políticas ambientales
y las otras políticas de desarrollo deben integrarse desde el primer momento en que
se articulan las estrategias y políticas de desarrollo. Buscar el crecimiento económico
primero, para luego añadir medidas que mitiguen su impacto negativo sobre el medio
ambiente no es eficaz ni eficiente, particularmente desde el punto de vista de la
relación entre el costo de las medidas paliativas y sus resultados.
Una concepción más adecuada del desarrollo debe llevar hacia medidas que
promuevan en forma simultánea el crecimiento económico, la reducción de la pobreza
y mejoras en el medio ambiente, es decir el desarrollo humano sustentable. Sin
embargo, a lo largo del tiempo es muy probable que se vaya reduciendo el espacio para
este tipo de medidas con las cuales se satisfacen varios objetivos a la vez y en las que
salen ganando todos (win-win situations). Por esta razón es necesario formular un
conjunto coherente de políticas explícitas e implícitas que se refuercen mutuamente,
así como instituciones fuertes para manejar los conflictos, enfrentar los dilemas y
promover transacciones entre los diversos objetivos de desarrollo.
Además, es preciso asegurar que las mejoras en los niveles de vida de las generaciones
actuales no cierren posibilidades a las generaciones futuras, lo que implica una
concepción de la equidad y la justicia social que no estén rígidamente circunscritas por
consideraciones temporales.
Para lograr esta finalidad, se ha establecido que, para iniciar una actividad económica,
las empresas deben contar necesariamente con la certificación ambiental aprobada por
la autoridad competente. Esta certificación se realiza para evaluar los posibles impactos
negativos que se podrían generar en el ambiente y determinar las acciones que se
implementarán para evitarlos o minimizarlos. Es así que mediante este sistema se
efectúa un control previo (fiscalización ex ante) de estas actividades económicas.
Una vez que la empresa obtenga la certificación ambiental respectiva, podrá iniciar sus
actividades, debiendo observar todas las obligaciones ambientales previstas en su
instrumento de gestión ambiental (certificación aprobada) y las demás contempladas
en las normas, los contratos de concesión, los mandatos de la autoridad administrativa,
entre otros. El Sinefa busca asegurar el cumplimiento de estas obligaciones
ambientales. Por ello, se señala que, mediante este sistema, se realiza un control
posterior (fiscalización ex post) de las actividades económicas.
El certificador establece las obligaciones ambientales que luego serán verificadas por
el fiscalizador. Por lo tanto, existe una innegable vinculación y retroalimentación entre
estas autoridades administrativas. Tan es así que, para garantizar una efectiva
protección del ambiente, se requiere que ambas autoridades realicen su labor de
manera eficiente. Una adecuada certificación permitirá una eficaz fiscalización
ambiental.
Los instrumentos de gestión ambiental son muy diversos. Entre estos, se encuentran:
(i) los sistemas de gestión ambiental, nacional, sectorial, regional o local; (ii) el
ordenamiento territorial ambiental; (iii) la evaluación del impacto ambiental; (iv) los
planes de cierre; (v) los planes de contingencias; (vi) los estándares nacionales de
calidad ambiental; (vii) la certificación ambiental; (viii) las garantías ambientales; (ix) los
sistemas de información ambiental; (x) los instrumentos económicos; (xi) las
estrategias, planes y programas de prevención, adecuación, control y remediación; (xii)
los mecanismos de participación ciudadana; (xiii) los planes integrales de gestión de
residuos; (xiii) los instrumentos de fiscalización ambiental y sanción, entre otros.
Los estudios ambientales son instrumentos que deben ser aprobados antes de la
ejecución de un proyecto de inversión. Entre estos instrumentos se encuentran (i) la
declaración de impacto ambiental (DIA), (ii) el estudio de impacto ambiental
semidetallado (EIA-sd) y el estudio de impacto ambiental detallado (EIA-d).
CERTIFICACIÒN AMBIENTAL:
La protección del ambiente debe abordarse con una actitud esencialmente preventiva.
El Estado debe aplicar una política de prevención debido a que los daños que se pueden
ocasionar al ambiente no siempre pueden ser restaurados. La regla de devolver las
cosas al estado anterior de la afectación no resulta útil en estos casos. Más aún cuando
estos daños son graves e irreversibles, como puede ser la contaminación o depredación
ambiental que conlleve la alteración de un proceso ecológico esencial, la extinción de
hábitats, ecosistemas o especies.
Por ello, el Artículo VI del Título Preliminar de la Ley Nº 28611 - Ley General del Ambiente
señala que la gestión ambiental tiene como objetivo prioritario prevenir, vigilar y evitar
la degradación ambiental. El Estado debe realizar todas las acciones que sean
necesariaspara impedir que se produzcan daños irreversibles en el ambiente. En otras
palabras, debe emplear medidas de prevención destinadas a resguardar los bienes
ambientales de cualquier peligro que pueda afectar a su existencia.
La evaluación del impacto ambiental es una técnica de carácter preventivo que opera
con relación a los proyectos de obras y actividades, y cuyo procedimiento se caracteriza
por su naturaleza participativa. Esta técnica permite informar e ilustrar a las entidades
públicas sobre los efectos ambientales que puede generar determinada actividad
económica. Con ello, se busca que los actores públicos y privados conozcan,
previamente a la toma de decisiones, los posibles efectos para el ambiente12. Es así que
este procedimiento cumple una importante función en la protección de nuestro
entorno.
Posteriormente, en el año 1991, mediante el Decreto Legislativo Nº 757 - Ley Marco para
el Crecimiento de la Inversión Privada, se derogaron diversas disposiciones del referido
código, entre ellas, la obligación de elaborar un estudio de impacto ambiental, toda vez
que se consideraba esta exigencia como una restricción administrativa para la
inversión.
Con este nuevo esquema sectorial, el Ministerio de Energía y Minas fue el primero en
aprobar un Reglamento para la protección ambiental de las actividades de
hidrocarburos. Seguidamente, se aprobó la regulación aplicable a otros sectores, como
minería, electricidad, entre otros.
Sin embargo, en el año 2001, el panorama cambió con la aprobación de la Ley Nº 27446
- Ley del Sistema Nacional de Evaluación de Impacto Ambiental (SEIA)16, que creó
referido sistema con la finalidad de identificar, prevenir, supervisar, controlar y corregir
de manera anticipada los impactos ambientales negativos derivados de los proyectos
de inversión.
significativos que podría generar. Equivale a la hoja de ruta del proyecto, donde están
contenidos los requisitos y obligaciones del titular, así como las actividades que deberá
llevar a cabo para remediar los impactos negativos.
Una fiscalización ambiental eficiente tiene como base una buena certificación
ambiental.
Se necesita una buena certificación ambiental para que exista una buena fiscalización
ambiental. Una mala certificación ambiental dificulta la fiscalización ambiental. En ese
sentido, la certificación y fiscalización son dos aspectos de la gestión ambiental que
caminan de la mano.
OBLIGACIONES AMBIENTALES
En nuestro país, hay dos tipos de obligaciones: las obligaciones técnico ambientales y
las socioambientales. Las obligaciones técnico ambientales son aquellas que buscan
minimizar o mitigar los impactos negativos en el ambiente; por ejemplo, cómo deben
tratarse los efluentes, los depósitos de desmonte, etc. Adicionalmente a ello, a los IGA
se incorporan las obligaciones socioambientales, que aluden al impacto social; por
ejemplo, la relación de la empresa con la comunidad, si ella va a contratar trabajadores
de la comunidad, si va a apoyar en la construcción de una carretera o un colegio, entre
otras.
Algunas empresas deciden hacerlo fuera de los IGA, actividad que se conoce como
responsabilidad social.
En el Perú, uno de los problemas que dificultan la fiscalización ambiental es que las
obligaciones socioambientales muchas veces no son claras. Por ello, el Organismo de
Evaluación y Fiscalización Ambiental (OEFA) ha exhortado a las empresas a que
mejoren sus IGA con la finalidad de que las obligaciones socioambientales contenidas
en ellas sean lo más claras posibles.
Por eso, es muy importante que las obligaciones socioambientales sean claras para que
luego el fiscalizador pueda realizar bien su trabajo.
Los IGA deberían identificar los impactos de mayor relevancia. El certificador podría
establecer en el IGA prioridades para la fiscalización ambiental. Esto es importante y es
un trabajo que el OEFA realiza a partir de su propia experiencia y no sobre la base de la
certificación ambiental.
Lo ideal es que el fiscalizador se centre en los aspectos más críticos del proceso
productivo, y si bien puede hacerlo mediante ensayo y error año tras año, el certificador
ambiental podría facilitar esta labor si al momento de elaborar el estudio de impacto
ambiental, indicara cuáles son estos aspectos críticos.
OEFA
La eficiente fiscalización ambiental del OEFA crea y fortalece lazos de confianza entre
la población y las empresas. La pronta identificación de incumplimientos a la normativa
ambiental previene la génesis de conflictos socioambientales, y en aquellos casos en
los que persiste la conflictividad, el OEFA cumple un importante rol en la gestión de los
citados conflictos, brindando información técnica en los espacios de diálogo a efectos
de facilitar la adopción de acuerdos.
En esta lógica de promoción de las inversiones, la norma llegó, incluso, a señalar que
ningún funcionario del MEM podía realizar visitas inspectivas, y solo en el caso de
accidentes fatales y situaciones de emergencia, esta autoridad podía de discusión.
Este esquema fue reafirmado en el Artículo 3° del Reglamento de diversos Títulos del
TUO de la Ley General de Minería, aprobado por Decreto Supremo Nº 03-94-EM,
publicado en el diario oficial El Peruano el 15 de enero de 1994señaló respecto a tales
actividades que: “El proceso de fiscalización de las obligaciones dispuestas por la Ley y el
presente Reglamento se efectuará a través de las Empresas de Auditoría e Inspectoría de
conformidad con el Decreto Ley No 25763 y su Reglamento aprobado por Decreto
Supremo No 012-93-EM del 01 de marzo de 1993”.
El Proyecto de Ley de creación del MINAM fue inicialmente presentado ante el Consejo
de Ministros el 9 de enero de 2008. Considerando la complejidad temática y normativa
en la materia, así como el carácter transversal de la gestión ambiental, el Poder
Ejecutivo decidió crear un Grupo de Trabajo Multisectorial a cargo de revisar el
Proyecto de Ley inicial Antonio Brack y conformado por 12 especialistas en materia
ambiental (se le denominó “la Comisión Brack”). Como producto de su labor, se
presentaron tres documentos: a) Diagnóstico ambiental del Perú; b) Lineamientos para
una política nacional ambiental; y, c) Propuesta de Ley del Ministerio del Ambiente.
Dicho Informe incluyó a la fiscalización como su primer tema dentro del eje estratégico
referido al “Estado soberano y garante de derechos (gobernanza/gobernabilidad)”.
Aquí se señala la voluntad política del Estado peruano de garantizar los derechos en
general y los derechos fundamentales en particular.
La soberanía del Estado –indica el Informe– se refleja en una organización que busca
mejorar el cumplimiento de sus funciones en torno a prioridades como el acceso a la
justicia y fiscalización ambiental, entre otros. Un Estado garante, se menciona, asegura
la presencia y una acción eficaz en todo el ámbito nacional, para lo cual se propone el
objetivo denominado “acceso a la justicia y fiscalización ambiental eficaces”.
a) Función evaluadora