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Claudia Hernández es una escritora salvadoreña.

Nació en San Salvador, el 22


de julio de 1975. Licenciada en comunicaciones por la Universidad Tecnológica de
El Salvador, realizó también estudios de derecho. En 1998 ganó el primer
honorífico (4º lugar) del premio "Juan Rulfo" de Radio Francia Internacional, en la
categoría de cuento. En 2004 obtuvo el prestigioso premio "Anna Seghers", en
Alemania, por obra publicada. Ha sido antologada en España, Italia, Francia,
Estados Unidos y Alemania. Actualmente trabaja como catedrática de la
Universidad Centroamericana José Simeón Cañas (UCA).

Obras publicadas

 Otras ciudades. Alkimia, San Salvador, 2001.


 Mediodía de frontera. Dirección de Publicaciones e Impresos, San Salvador,
2002.
 Olvida Uno. Índole Editores, San Salvador, 2005.
 De fronteras. Guatemala: Editorial Piedra Santa, Colección Mar de tinta, 2007.
 La canción del mar. Suplemento de La Prensa Gráfica, San Salvador, junio de
2007.
 Causas Naturales. Prisa Ediciones, 2013
 Algunas antologías
 Los centroamericanos. Alfaguara, 2002. Selección y prólogo de José Mejía.
 Papayas und Bananen. Erotische und andere Erzählungen aus
Zentralamerika. Brandes & Aspel, Frankfurt, 2002. Selección, prólogo y
traducciones de Werner Mackenbach.
 Pequeñas resistencias 2. Antología del cuento centroamericano
contemporáneo. Editorial Páginas de Espuma. Madrid, 2003. Edición de
Enrique Jaramillo Levi.
 Antología de cuentistas salvadoreñas. UCA Editores, San Salvador, 2004.
Edición de Willy O. Muñoz.
 Cicatrices. Un retrato del cuento centroamericano. Anama editores, Managua,
2004. Werner Mackenbach, compilador.

Claudia Hernández solo escribe cuentos. Pero su talento para el género no es nada
despreciable. De hecho, en 2007, fue escogida en Colombia como parte de una lista de
“mejores escritores menores de 39 años”.

Para ella, esto “solo mostraba un panorama de lo que sucedía en ese momento”. Autora
de cuentos como “La canción del mar”, Hernández publicó recientemente un nuevo libro
de cuentos: “Causas naturales”.
San Salvador.- Como los ojos del murciélago que son ciegos a la luz –ejemplificó Aristóteles– así se
comporta nuestra inteligencia frente a aquello que de la realidad es lo más resplandeciente de
todo. El intento por descifrar «el confuso alfabeto de este mundo» –en palabras de Olga Orozco–
supone reconocer que es lo más obvio de la realidad lo que más nos cuesta comprender. La
interpretación y comprensión del mundo es una tarea colectiva. Ha sido necesario, a lo largo de la
historia, recurrir a la literatura, la ciencia, el arte, la filosofía o la religión para intentar interpretar y
dar cuenta de la realidad aunque sea de manera parcial y provisoria. Y esto lo consigue de nuevo
Claudia Hernández en su libro Causas naturales, recién publicado por Punto de Lectura
(Santillana).

«De noche había en casa habitaciones que, de día, era imposible encontrar», dice el primer
cuento. Las puertas de esas habitaciones, «solo se abrían al caer de nuevo la oscuridad». Otro
cuento narra que, «a través de la noche», un grupo de ancianos se lanzó a buscar una fuente. Para
dar con ella, solo había que «cerrar los ojos y dejarnos llevar hasta escuchar el sonido del agua».
En otro relato, un albañil coloca un rótulo de bienvenida que se pudiera «ver en una noche
oscura.» Y otro de los cuentos aconseja quitarse las gafas para descifrar los mensajes regados por
toda la ciudad, pues «con ellas puestas, los trazos en las paredes resultaban ininteligibles. Nadie
que tuviera una visión perfecta podría creer que fueran algo más que manchas de mal gusto en
tamaños diferentes y colores variados».

El sentido de la vista impuso su dominio en el abordaje de la realidad. Pero en esa cultura del
«hasta no ver no creer», nuestra obsesión por la visión perfecta nos han vuelto miopes ante sus
múltiples aristas. La comprensión del mundo y del ser humano pasa también por otros sentidos.
Como el murciélago, los ojos no nos resultan suficientes para develar lo más hondo de las
realidades humanas. Es la oscuridad, la sensación de no saber, la que obliga a agudizar nuestros
otros sentidos para captar el estallido de esas realidades en múltiples puertas y laberintos.

El libro de Claudia Hernández es una invitación a asomarnos a esas múltiples realidades humanas
en su grandeza y pequeñez, en sus luces y sus sombras, en sus gozos y dolores. La noche, la
oscuridad y el no ver se convierten en principio de inteligibilidad, es decir, condición de posibilidad
para acceder a la comprensión de la realidad que somos. De manera diáfana, sobria e intensa, los
cuentos de Hernández nos permiten constatar una verdad que por obvia no vemos: somos
«humanos, demasiado humanos». En estos tiempos de oscuridad, la aguda intuición de Claudia
Hernández resulta un apoyo indispensable en la desafiante tarea de descifrar el tremendo misterio
de la existencia humana.

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