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EL DERECHO VIGENTE
a. Principio de oficialidad
Por su parte, la Procuraduría Penal ejercita la acción penal en aquellos delitos en que figuren como
ofendidos el Estado, las municipalidades y las instituciones autónomas o semi-autónomas.
Además, interviene en los procesos por otros delitos de acción pública a la vez que promueve y
vigila el juzgamiento de estos, a través de acusación o denuncia ante los tribunales. Del mismo
modo, y como expresión del principio de oficialidad, puede intervenir en todas las causas
criminales en que debe procederse de oficio por delitos comunes, aun cuando haya acusador
particular realizando las diligencias necesarias para el esclarecimiento de la verdad (art. 249 In.).
La Ley 150/1992 atribuye a la Procuraduría la facultad de promover la acción penal en los delitos
de violación, corrupción, proxenetismo o rufianería, trata de personas y abusos deshonestos,
cuando las víctimas sean menores de 18 años o cuando estas carecieren de capacidad para acusar
o denunciar, o no tuvieren representante legal, lo mismo que cuando este último sea el autor del
delito.
La acción popular se define como la facultad que tiene cualquier persona de interponer, ante el
tribunal competente, denuncia o acusación por la comisión de hechos que constituyan falta o
delito sancionado con una pena por el derecho penal vigente al momento de la comisión del acto.
La ley concede a todo nicaragüense acción para acusar y denunciar todo delito o falta que dé lugar
a procedimiento de oficio, a excepción de las personas a quienes ella misma limita este derecho.
En la legislación nicaragüense la acción popular abarca la acusación en los delitos propios de los
funcionarios públicos, estos últimos sin perjuicio de la acción que pudiera presentar la
Procuraduría General de Justicia.
La denuncia, es la manifestación que uno hace, al juez, de la falta o delito cometidos, nombrando
al delincuente o no, pero sin obligarse a la prueba (art. 32 In.). Por el contrario, la acusación es la
acción con que uno pide al juez que castigue al delincuente, comprometiéndose expresamente a
probar el delito o falta (art. 36 In.).
Como señalamos, existen personas a quienes la ley priva del derecho a presentar acusación por
delitos o faltas que dan lugar a procedimientos de oficio (art. 38 In.), ya por carecer de la
capacidad necesaria, ya por existir entre ellas y el presunto autor un vinculo de parentesco. En
este último caso, para abrir el proceso penal el ofendido debe presentar querella ante el órgano
jurisdiccional competente.
Tampoco puede actuarse de oficio en aquellos delitos a los que la ley ha reservado el carácter
privado, en donde solo podrán presentar denuncia o acusación las personas agraviadas, o sus
representantes legales; la acción privada se expresa, pues, a través de estas dos formas. La
denuncia puede presentarse por escrito o verbalmente ante el titular del órgano y bajo promesa
de ley; sin embargo, en la práctica es el secretario del órgano quien la recibe. La acusación será
siempre por escrito y bajo determinados requisitos formales (art. 43 In.), que vuelven más oneroso
el proceso para el agraviado y violentan el principio constitucional de igualdad.
En los delitos de carácter privado, el agraviado -a pesar de dar inicio al proceso- puede renunciar o
desistir, en cualquier momento, de la acción intentada, sea porque no le interese que se condene
a su agresor, o porque haya llegado a un acuerdo con él. Rige aquí el principio dispositivo del
proceso penal según el cual determinados sujetos procesales gozan de algún poder de disposición
en casos concretos. Sin embargo, cuando se denuncie o acuse por delito de violación, el juez,
iniciada la causa, deberá seguirla de oficio hasta dictar sentencia, aunque el denunciante o
acusador abandonare el proceso u otorgare su perdón al acusado.
Para Maier, desde el punto de vista procesal el principio inquisitivo se le ha traducido como aquel
procedimiento que reduce al imputado a un mero objeto de investigación, con lo cual pierde su
consideración como sujeto de derechos y adquiere el carácter de objeto procesal. Cuando se
analiza si un ordenamiento procesal penal está inspirado por el principio inquisitivo, se hace en
relación contraria con el principio acusatorio, que veremos más adelante. Al respecto, Zaffaroni ha
señalado que la historia de los procesos penales ha demostrado en una permanente lucha de
intereses y, que dependiendo de estos, se puede determinar si un proceso está inspirado por el
principio inquisitivo o por el principio acusatorio. En esta línea expresa que, si en el proceso penal
se encuentran defendidos en grado extremo los intereses de la colectividad, el proceso será
inquisitivo; por el contrario, si los intereses defendidos son en su mayoría los individuales, el
proceso será acusatorio.
El principio acusatorio exige que una parte distinta al juez promueva y sostenga una acusación o
pretensión punitiva para que pueda abrirse el juicio penal y, en su caso, pueda condenarse al reo.
EL PROCESO PENAL EN NICARAGUA
Para Maier, la característica fundamental del enjuiciamiento acusatorio reside en la división de los
poderes que se ejercen en el proceso: por un lado, el acusador, que persigue penalmente y ejerce
el poder requirente; por el otro, el imputado, quien puede resistir la imputación, ejerciendo el
derecho de defenderse; y finalmente, el tribunal, que tiene en sus manos el poder de decidir. El
principio fundamental que da nombre al sistema acusatorio se afirma en la exigencia de un
tribunal para decidir el pleito y cuyos límites de decisión están condicionados al reclamo o
acusación.
Históricamente al principio de legalidad desde el punto de vista penal (nullum crimen nullum
poena sihe lege), se le añade el principio de legalidad desde el punto de vista procesal. Desde la
perspectiva penal se establece que todo procesado tiene derecho, en igualdad de condiciones, a
no ser procesado ni condenado por acto u omisión que, al tiempo de cometerse, no esté
previamente calificado en la ley de manera expresa e inequívoca como punible, ni sancionado con
pena no prevista en la ley (art. 34, num. 11, Cn.).
En los mismos términos del párrafo anterior, se expresa el principio desde la óptica procesal al
señalar que no podrá imponerse pena o medida de seguridad por la comisión de un delito o falta,
sino a través de un procedimiento establecido previamente por la ley. Con el establecimiento del
principio de legalidad constitucional se ha interpretado que dicha garantía se refiere a la exigencia
de una sentencia previa, en el sentido de que no puede existir una condena que no sea el
resultado de un juicio previo y lógico, expresado en una sentencia debidamente fundamentada.
Según Maier, oportunidad significa -en este contexto- la posibilidad de que los órganos públicos, a
quienes se les encomienda la persecución penal, prescindan de ella en presencia de la noticia de
un hecho punible o, inclusive, frente a la prueba más o menos completa de su perpetración,
formal o informalmente, temporal o definitivamente, condicionada o incondicionada, por motivos
de utilidad social o razones político-criminales.
Otros autores señalan que por principio de oportunidad se entiende la facultad de las partes de
asistir, promover y decidir -esto último bajo el principio acusatorio y en nuestra legislación solo en
los delitos de orden privado de los que se puede desistir- sobre las fases del proceso penal, se
trata de brindar, a las partes, la oportunidad de decir y hacer en su defensa aquello que sea
razonable y oportuno.
La Constitución Política establece que el proceso penal deberá ser público; sin embargo, el acceso
de la prensa y el público en general podrá ser limitado por consideraciones de moral y orden
público (art. 34, num. 11, in fine).
De lo anterior deriva que el principio de publicidad en nuestro proceso penal es relativo. Los
jueces y tribunales, mediante resolución motivada, podrán limitar el ámbito de la publicidad y
acordar el carácter secreto de todas o parte de las actuaciones claro está que la secretividad de
estas se refiere a la prensa o a personas extrañas al proceso y no a las partes del mismo.
4.1.7 Principio de oralidad
La oralidad es el principio procesal que permite no solo la concentración del proceso, sino que
garantiza la inmediación del órgano en todas y cada una de las etapas que deben realizarse para
mejor garantía de los derechos ciudadanos; en una consideración tradicional, se trata de un
mecanismo que EL PROCESO PENAL EN NICARAGUA genera un sistema de comunicación entre el
juez, las partes y los medios de prueba, y que al trismo tiempo permite descubrir la verdad de un
modo más eficaz y controlado.
Cuando intentamos encontrar algún indicio del principio de oralidad en nuestro proceso penal,
observamos que, por ser este fundamentalmente inquisitivo, la mayoría de las actuaciones se
realizan por escrito. En otras palabras, nuestro proceso penal es predominantemente escrito; así
lo establece el
El principio de audiencia trata de impedir que una resolución judicial pueda inferir un mal
(condena) a un sujeto jurídico que no haya tenido, dentro del proceso de que se trató, la
oportunidad de decir y hacer en su defensa aquello que sea razonable y oportuno.
Este principio guarda una evidente relación con el llamado "derecho de defensa", que se hace
efectivo -desde el ámbito formal- sobre la base de la Prohibición de la "indefensión" que contiene
el art. 34, num. 5, y la garantía de este principio expresado en el artículo 165 de la Constitución
Política de la República.
Cuando se habla del principio de inmediación se quiere aludir a que los actos procesales deben
practicarse ante el juez.
En este sentido, el Código de Instrucción Criminal establece que se procederá en juicio ordinario a
la averiguación y sanción de los delitos cuyas penas sean más que correccionales, es decir,
aquellas cuya duración sea mayor de tres años de prisión. Se procederá en juicio sumario a la
averiguación y sanción de los delitos cuyas penas sean menores de tres años de prisión
(correccionales), lo mismo que de las faltas penales (art. 3 In.).
En los delitos cuyas penas sean más que correccionales, es competente para conocer de ellos el
juez de distrito de lo criminal, quién lo hará en juicio ordinario. De los delitos cuyas penas sean
correccionales y de las faltas, es competente para conocer el juez local del crimen respectivo.