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A pesar del esfuerzo que mis colegas de OPTIMA LAB y yo mismo hacemos en
los cursos que impartimos, cuesta mucho trabajo quitar de la cabeza de los
alumnos la idea de que la productividad personal en general, y la
metodología GTD en particular, es algo totalmente diferente a lo que se ha
venido conociendo durante años como gestión del tiempo. En favor de los
alumnos tengo que reconocer que «gestión del tiempo» es un término
demasiado arraigado ya en el imaginario popular, y que erradicarla es tarea
harto complicada. Sin embargo, es algo necesario.
Como digo a menudo, las palabras crean realidades. Y mientras las personas
sigan manteniendo la idea (equivocada) de que el tiempo se puede gestionar,
difícilmente podrán iniciar los cambios necesarios para gestionar
eficazmente su flujo de trabajo. Un trabajo llamado por Peter Drucker
trabajo del conocimiento, que es el que tenemos la inmensa mayoría de los
profesionales de hoy en día, y que tiene una naturaleza muy distinta al
trabajo que tenían nuestros padres y abuelos.
que hagas, siempre tendrás veinticuatro horas al día, exactamente igual que
todo el mundo.
En lugar de buscar ladrones de tiempo —un concepto que nos permite echar
balones fuera y poner la responsabilidad fuera de nosotros—, GTD se basa en
cultivar el enfoque —algo que sí depende enteramente de nosotros—,
ayudándonos a acabar las cosas que empezamos de manera sistemática.
Entender que la productividad personal no es cuestión de tiempo, sino del
uso que hacemos de nuestra atención, es el primer paso para empezar a
mejorar.
Uno de los conceptos más rompedores que aporta GTD con respecto a la
gestión del tiempo es la idea de siguiente acción. Mientras que la mayoría de
las personas se dedican a apuntar tareas —según el propio David Allen, las
listas de tareas suelen ser «listas amorfas de cosas imposibles de hacer»—,
GTD te obliga a identificar siempre cuál es la siguiente acción, física, visible,
que ya puedes llevar a cabo para hacer que algo se mueva.
Como alternativa, GTD propone agrupar las cosas que tenemos que hacer
teniendo en cuenta criterios objetivos. De ese modo, según las circunstancias
de cada momento, siempre podemos elegir hacer aquello que de verdad
podemos hacer, en función de la herramienta, lugar o persona que
necesitamos para hacerlo, el tiempo que tenemos disponible, etc. Es decir,
nos permite trabajar con máxima flexibilidad, adaptándonos a la realidad
de cada instante —que es la que es—, en lugar de intentar ceñirnos a un plan
«inventado» días atrás, a la luz de una realidad que puede ser totalmente
distinta a la actual.
Por el contrario, GTD nos fuerza a decidir qué vamos a hacer y qué no vamos
a hacer, al menos de momento. Y para aquello que decidimos hacer, nos
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