Sei sulla pagina 1di 3

Monólogo – Gregorio Samsa (variación al final)

(Escenario en total oscuridad. Suena música – a determinar aún-. Poco a poco se ilumina
tenuemente, luego de unos momentos. Hay un ambiente íntimo)

Gregorio: (En el suelo, tumbado. Se incorpora con cuidado, algo dolorosa y lentamente).
(Extiende sus brazos y los observa. Observa su cuerpo también).

Sigue esto del mismo modo... Maldición…


De mis llagas brota un líquido negro, aún. ¡Qué bella es la vida! ¿No es así?
¡Qué bella es! Las épocas pasadas se reducen a la más grande burla para la aflicción
humana, se reducen a meros cuentos de hadas atrofiadas y agotadas. Las épocas pasadas
se reducen a una ínfima imagen, que difuminándose está, poco a poco, en sus mentes, en
mi mente… en nuestros recuerdos…
(Pausa breve, prosigue enérgico y sorprendido) ¡Cuán increíble es el presente! ¡Cuán
increíble es todo esto!

Soy la verdadera escoria de este reino del dolor. Hoy soy la pasión de los lamentos
profundos, el absoluto remedo del hombre, triste criatura esclavizada por sí mismo; La
completa abominación de las almas. Mi condición es repugnante. Grotesca. Digna de la
compasión del ser más vil de todos los mundos, antiguos y nuevos, proveniente de algún
infierno contiguo a mi cuarto. Mi condición es algo que escapa a la marginalidad. He
trascendido la miseria los hombres y la dicha de los sádicos: no soy más que la infinita
desgracia andante…

(Silencio. Mira a su alrededor, extrañado)


¿Aún es de noche? ¿O es que acaso he olvidado el resplandor del sol? (Sigue mirando, a
todos lados. Camina como si buscara algo. Se tranquiliza y se dibuja levemente una
sonrisa) No. Claro que no. Sigue siendo de noche. (Va hacia la ventana y observa por esta.
Actitud serena; está tristemente encantado) Quiero contemplarla. Ver a través de la
sombra algún fulgor vigoroso que surque todo espacio y tiempo, libremente. Ver a través
de la soledad las constelaciones erigidas en memoria de un pasado distinto. Uno que de
todos modos era arduo. Terrible. Quiero contemplar la noche, y que en mil suspiros se
disuelva mi alma y todo cambio. (Pausa)

Silencio. Sólo el silencio de las noches ronda estos pasajes desolados. Una calma ilusoria
envuelve las recurrentes pesadillas, los sueños de la muerte, los recesos de una asfixia, a
su vez. Éste es el único momento en el que el dolor (el mío y el suyo) se apacigua, aunque
no desaparece. ¿Dónde están ellos en estos instantes, a todo esto? (Busca, cada vez más
apresurado, mecánico. A momentos quedase quieto, como si fuese una estatua pero
continúa) ¡Aparezcan, ustedes, aparezcan! (Malestar resurge, decae doloroso,
encogiéndose hasta arrodillarse)… (Trata de pararse. Flaquea continuamente) Sucumbo
entonces, de a poco. El malestar sobreviene. Las llagas se abren, nuevamente. Pierdo unas
cuantas extremidades de pronto. (Cae, sujetándose el costado derecho, tratando de
apoyarse en la silla). Otra vez éste líquido negro…
(Momentos de dificultad y exageración al respirar, trata de recuperarse)
(Arrodillado aún, más estable y calmo) Preciados, ¿encuentranse ustedes ahí?... ¿Están
realmente, o es sólo mi impresión? Querida familia…
(Decayendo, entristecido se desplaza en el suelo dificultosamente) Ustedes… ¿ustedes
vislumbran siquiera la realidad? ¿Ustedes pueden siquiera de un modo sutil, tenue, ver
dentro de mí? ¿Pueden ver sus ojos más allá del ruin cristal? …
(Se desplaza un poco más mirando a todos lados, con gesto de agobio. En cierto momento
denota el dolor en su costado pero se incorpora aún así, con esfuerzos. Se torna un poco
más enérgico) ¿Pueden ver sus ojos más allá?

(Toma una manzana, y continúa mirando a todas partes)

Padre, ¡Tú, Padre! Has incrustado la discordia en mí, definitivamente. Has incrustado la
discordia en tu desesperación. (Observa la manzana al hablar) Se confirma el mundo
contra el engendro, una vez más… (La levanta y observa) ¡Pósense en mí entonces las
inquisidoras miradas de todo el mundo: Tu voluntad ha de ser un hecho! ¿Me escuchas?
¿Puedes entenderme? (Denota retirada o ausencia del padre al mirar la manzana,
decepcionado) Padre… ¿Estás ahí? (Silencio; triste resiliencia. Cierra los ojos y baja la
manzana) ¿Hasta luego?...

(Se sienta en la mesa, mira al vacío)


Madre… ¡sí, tú! Sé que puedes ver quién soy. Mírame. Mírame. Soy el mismo muchacho
que hace un tiempo atrás. Exactamente el mismo. Pude haber cambiado un poco, nada
más. Pude haber dejado de hacer ciertas cosas bien. Pero sigo siendo el mismo. Mírame.
No te impresiones. ¡No te impresiones! ¡Madre! (Silencio. Denota retirada o ausencia de la
madre, triste resiliencia, otra vez).

(Se posiciona al centro del escenario, brazos cruzados)


Traté de hacer las cosas como mejor pude. Siempre traté de hacer tantas cosas; aliviar las
deudas de mis padres, darles una buena vida, una nueva y mejor casa, sorprender a Grete,
mi hermana con alguna sorpresa de vez en cuando, en fin… ¿Qué queda ahora, después de
todo?¿Qué puedo hacer ahora, después de todo? Poco y nada. O sencillamente nada,
mejor dicho. Soy una barata, una asquerosa cucaracha, en estos momentos. He de
desplazarme a través de los márgenes del mundo y sus sociedades tormentosas, puesto
que no seré bienvenido más en estas, a causa de mi desquiciante condición.

(Suena música con violines – Impresionado busca con la mirada en todos lados el origen de
la melodía) ¡Grete, hermana! ¿Podrá ser que seas tú quien interpretes esta pieza? Grete…
(Se dirige hasta la mesa y cierra los ojos. Quedase quieto unos instantes, disfrutando de la
música. Evidencia algo de tranquilidad). Querida hermana, yo tenía (en secreto) la
esperanza de poder costear (mediante cualquier medio) una educación para tí. Que
cumplieras tus sueños, que emprendieras alto el vuelo, como un ave que canta una dulce
canción. Grete… No sabes cuán grande, cuán inmensos fueron mis esfuerzos… Todo eso
parece sólo una tierna imagen hoy, que se alberga en mi corazón y en los recodos infinitos
del olvido, en el pasado que va perdiéndose tras nuestras huellas errantes. No sabes cuán
fuerte has sido… Eres una mujer imbatible. Tan joven… Mi estado efectivamente
representa para ti la fatalidad del absoluto disgusto, y aun así te mantienes a mi lado… A
todo esto, Has crecido, aunque la palidez y el cansancio disimulen tu rostro de mujer. Bello
rostro de la mujer naciente (Pausa. Otra vez denota retirada o ausencia. Sostiene una
manzana otra vez. La levanta) Grete, entonces tampoco me quieres cerca más… No más…
Hasta luego, entonces… (Gesto de despedida) [CONTINÚA SIGUIENTE PÁGINA]
(Posiciona la silla en el centro del escenario, y se ubica al centro también. Cruzase de
brazos). He dejado atrás el tiempo de la capacidad. He abandonado mi corrompida
libertad. He abandonado la ansiada funcionalidad: ¡Por supuesto mundo, no tengo ya más
que ofrecerte! Un comprometido viajante de comercio, un hombre intachable frente a la
labor, un hombre… ¡Un hombre es mutilado por un viciado y sordo sistema hambriento de
gloria! ¡Un hombre… un ser es destruido! ¡Yo soy aquel, yo soy! El títere del macabro
juego de la ambición, de la codicia…
(Se sienta, cabizbajo, con las manos juntas) ¿Y ustedes, qué dicen, jueces impertérritos,
miradas absortas, frente a lo acaecido? ¿No me conocían? ¿No? Es bastante el tiempo
transcurrido, por decir lo menos. De todos modos han pasado ya las horas de cristal. Las
noches han surcado el tiempo, han surcado el dolor, el alma por completo: OBSERVENME,
PRECIADOS, MÁS. UNA VEZ MÁS. Seré yo su completa abominación, la repugnancia
encarnada, seguramente. Acudan a la impresión, al disgusto, espíritus perturbados, como
en el pasado mi propia sangre lo hizo, por completo invadidos de dolor, por favor:
Convocando el sorprendido latir de sus corazones les digo: Yo soy. Soy Gregorio Samsa,
señores. ESTREMEZCANSE.

Las divagaciones de su disgusto no son más que la extensión del amor de mi familia y mi
mundo. Las divagaciones de su disgusto no son más que una burla al morbo y al tiempo
que dispongo en este mundo. Sus divagaciones, las divagaciones de este mundo, son
presagio de la más práctica solución que ha existido. Las divagaciones de este mundo me
llevan a desaparecer.

(Se ubica al centro del escenario, luego de arreglar su maletín)


Jamás he estado tan de acuerdo con mi familia desde mi cambio como ahora. Precediendo
al alba, mi alma quiere irrumpir en el viento, dejar su último aliento y vagar, errante,
buscando la libertad y plenitud que nunca en esta vida encontró. El curso de los siglos, con
sus voces resonantes, de hoy en adelante contarán la historia de aquel ser agobiado de
existir que encontró en su partida su descanso y su descanso en la partida. De hoy en
adelante la sonrisa de los siglos contará la historia de un viaje que nunca acaba. La historia
nueva de un Señor llamado Gregorio Samsa.
(Gesto de despedida a los huéspedes, toma el maletín y se retira – puede ser a bambalinas)

Fin

Potrebbero piacerti anche