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Territorio indígena y
percepción del entorno
Alexandre Surrallés
Pedro García Hierro
Editores
IWGIA
Documento No. 39 - Copenhague 2004
TIERRA ADENTRO
Territorio indígena y percepción del entorno
IS B N : 87-90730-80-1
IS S N : 0108-9927
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G R U PO IN TERN A C IO N A L D E T R A B A JO
S O B R E A SU N T O S IN D IG E N A S
Classensgade 11 E, DK 2100 - Copenhague, Dinamarca
D Tel: (45) 35 27 05 00 - Fax: (45) 35 27 05 07
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Agradecimientos
Los editores de este libro queremos agradecer a los autores, que con su
profesionalidad e interés han facilitado enormemente nuestra tarea.
También queremos dar las gracias a los traductores, Rosa Álvarez,
Roberto Álvarez-Orgaz, Gemina Celigueta y Roger Sansi, por el trabajo
de excelencia que han realizado. Queremos agradecer asimismo a Gred-
na Landolt por poner un poco de arte en estas páginas, a Pia Tamburini
por la corrección de texto y a Alejandro Parellada de IWGIA por el
entusiasmo mostrado por nuestro proyecto.
expresada por medio de la noción de "pariente". Así, más allá de la diver
sidad tangible de las especies y de los principios que las rigen, el análisis que
ofrecemos en estas páginas nos ha llevado a un modelo global de integración
del mundo viviente, poniendo a la vez de relieve, por si fuera necesario, que,
para abordar las nociones de territorio o de identidad en estas culturas, es
necesario tomar en consideración estas formas de interacción que asocian
íntimamente categorías sociales y categorías espaciales. □
* "E l tío y el sobrino. El parentesco entre los seres vivos según los Y agua", de
Bonnie Chaum eil y Jean Pierre Chaum eil es la adaptación de un artículo en
francés titulado "L 'o n cle et le neveu. La parenté du vivant chez les Yagua
(Am azonie péruvienne)" aparecido en el Journal de la Société des Am éricanistes
78 (2), pp. 25-37,1992, traducido por Rosa Álvarez.
Nota
Bibliografía
Laura Rival
University o f Oxford
"o tro s", es decir, los "enem igos"). La sociedad disfruta de paz cuando los
grupos de huoamoni están unidos en torno a parejas de hermanos y herma
nas casadas entre sí (un caso especial de matrimonio entre primos cruza
dos) y los m atrimonios endógamos están asegurados, pero cuando la esca
sez de consortes, las divisiones internas y los desacuerdos sobre alianzas
matrimoniales obligan a grupos de huaoinoni a nuevos alineamientos polí
ticos con los huarani, la violencia y la destrucción no sólo reducen a niveles
alarmantemente bajos la población, sino que pueden llegar a provocar la
desaparición de grupos enteros.
Antes de examinar con más detalle estas características sociales, es
menester explicar cómo perciben los Huaorani los procesos de crecimiento,
que se basan fundamentalmente en la experiencia humana del crecimiento,
la maduración y la reproducción propios de tres especies distintas de
árboles. Aunque su entendimiento de la ecología del bosque húmedo parece
no tener límites, prestan especial atención a unas cuantas peculiaridades,
todas ellas relacionadas con el crecimiento y la edad, que son las caracte
rísticas distintivas de tres tipos diferentes de árboles: los más altos y sobre
salientes de la bóveda (como Ceiba pentranda o Cedrela odorata), los de ma
dera blanda (por ejemplo, Ochroma lagopus o Cecropia spp) y ciertas palmeras
de la familia de las Arecacceae (Bactris gasipaes).
No cabe duda de que los más respetados y comentados son los enormes
árboles que em ergen de la bóveda (ñeñe ahité). La fascinación que ejercen se
debe a que maduran muy despacio, pero en su día llegan a ser los árboles
más altos del bosque. Ahora bien, su crecimiento depende de determinadas
condiciones, y pueden permanecer muchos años como arbolillos inma
duros (huiñehué). Los Huaorani señalan muchas veces el retraso que llevan
esos árboles, insistiendo en que su forma inmadura es sorprendentemente
distinta de su forma adulta. Otra característica de estos y otros árboles
jóvenes a la que son muy sensibles son las hojas nuevas, suaves y relucien
tes, cuyos delicados colores distintivos - rosa pálido, púrpura o rojo, o,
cuando son verdes, de un tono muy claro, casi amarillo - contrastan con
el verde intenso y uniforme de las hojas plenamente desarrolladas. Aunque
nunca se dice de manera explícita, la peculiaridad de estos grandes árboles
que parece tener más importancia es que maduran y em piezan a florecer
entre los 40 y los 60 años, pudiendo vivir hasta 200. Es decir, se reproducen
a la edad más avanzada a que puede llegar el hombre, y su existencia
equivale más o menos a la de cinco generaciones humanas. Estos árboles
también despiertan admiración, además de su longevidad, por su carácter
solitario (no crecen en grupos, sino muy diseminados por todo el bosque)
y por la maraña que los envuelve, ya que albergan a numerosas especies
vegetales y animales, y una masa de lianas y plantas trepadoras los ayuda
a crecer y a resistir las embestidas del viento.
Los otros dos tipos importantes de árboles, el chontaduro y la balsa, son
1001 especies de la zona intermedia de la bóveda. Ambas son bien conocidas por
■
los botánicos como especies pioneras, es decir, primeras colonizadoras en
claros y desmontes naturales. Las dos florecen y dan fruto a unos 20 metros
del suelo del bosque, y atraen a grandes concentraciones de animales. La
balsa es el primer árbol que crece en los claros del bosque, pero madura muy
deprisa y muere en una generación, en tanto que el chontaduro tiene un
crecimiento lento a la sombra de los árboles de rápido crecimiento y se
reproduce en los mismos boscajes durante muchas generaciones.
La balsa6 crece a tal velocidad que alcanza los 12 metros en menos de
tres años (Richards 1964:383). Consecuencias de su rápido crecimiento son
la textura blanda y la baja densidad de su madera. Los Huaorani afirman
que las balsas necesitan mucho sol y se mueren a la sombra; que maduran
muy deprisa, aunque sus bosquecillos no duran más de una generación.
Tras la floración, sus abundantes frutos atraen a una multitud de aves, que
dispersan las sem illas en zonas muy extensas. Esas semillas, al igual que
las de otros árboles oportunistas de vida breve, permanecen viables durante
varios años y se encuentran en grandes cantidades en todo el suelo del
bosque, esperando que se produzcan aberturas en la bóveda. La caída de
los grandes árboles provoca un aumento repentino de la temperatura y del
nivel de luz que permiten a las semillas germinar, y los arbolillos crecen
rápidamente (Collins 1990: 64-5). En comparación con el chontaduro, la
balsa tiene un uso muy limitado. La madera sirve únicamente para fabricar
dos objetos esenciales: el equipo para encender fuego y las orejeras7, uno y
otros a base de madera de balsa y de palmera. Más adelante demostraré que
la complementariedad de madera dura y madera blanda en los objetos y
mitos reviste una gran importancia simbólica.
La tercera especie de árboles im portante para los Huaorani, Bactris ga-
sipaes (chontaduro), es una planta controlada, incipientemente domestica
da8 . Se cree que es un cruce de dos especies silvestres (Guilelma microcarpa
y Guilelma insignis) y que procede de algún lugar de Ecuador o de la región
del Ucayali (Ballick 1979:11-29; Clement 1988). Existen múltiples varieda
des más o menos alteradas genéticamente en relación con el estado salvaje,
con troncos más o menos espinosos o lisos, y frutos que van del rojo ana
ranjado al verde amarillento. Esta palmera se reproduce por propagación
de las semillas, de las que cada fruto contiene sólo una, relativamente
voluminosa y pesada. Su carne feculenta, oleaginosa y con mucha carotina,
contiene el doble de proteínas que la banana y más hidratos de carbono y
proteínas que el maíz (Newman 1990: 136). Debido a la presencia de una
enzima, sólo se puede comer una vez hervida o cuando está muy madura,
casi ya putrefacta. Los Huaorani no han cultivado deliberadamente esta
planta, pero sus actividades culinarias han favorecido su germinación y
propagación9, al proporcionar a las semillas la temperatura necesaria para
que germinaran. A causa de la poca luz y la baja temperatura que reinan
a nivel del suelo, si no fuera por la intervención del hombre, las semillas
capaces de germinar serían insuficientes para la supervivencia de la espe- 101
cié. El árbol llega a su madurez sexual entre su quinto y séptimo año de vida.
Un árbol adulto produce 13 racimos cargados de frutos, cada uno de los
cuales puede llegar a pesar 100 kg (Duke 1977: 50; Ballick 1979). Un árbol
totalmente desarrollado mide de 20 a 25 metros de altura y pertenece a la zona
intermedia de la bóveda. Su crecimiento, incluso en comparación con el de
otras palmeras, es lento, y su madera es sumamente dura. El tipo más corrien
te se llama teiue en la lengua de los Huaorani, que significa al pie de la letra
"madera d ura"10.
N osotros hum anos som os com o pájaros, al igual que ellos disfrutam os
apurando hasta la últim a gota. Cada cual va a lo suyo. A sí vivían
nuestros antepasados, y a s í vivim os nosotros.
Conclusión
Notas
1 El trabajo sobre el terreno con los H uaorani se realizó entre enero de 1989 y
ju nio de 1990, con el apoyo de la Fu nd ación W enner G ren para la Inv estiga
ción A ntropológica y fondos ad icion ales de la Linnean Society de Londres.
Este artículo se basa en una ponencia presentada por prim era vez en n o
viem bre de 1992, en el sem inario de antropología de la Escuela de Econom ía
de Londres. D eseo dar las gracias a los participantes por sus aportaciones y
críticas, en particular a H. Reid. Estoy muy agradecida a M. Bloch, G.T.
Prance, T. Ingold (que propuso el título del artículo), H. M oore y P. Rivière
por sus m últiples y valiosas sugerencias. Debo un agradecim iento m uy
especial a H astings D onnan y a algu nos lectores anónim os que m e p ropu sie
ron algunos cam bios de redacción. La responsabilidad del producto final es,
desde luego, mía.
2 La expresión se hizo popular al publicarse el artículo de Bird-David (1990) en el
que sostiene que los pueblos recolectores y cazadores "consideran su m edio
am biente com o donante" y que "su sistem a económ ico se caracteriza por
modos de distribución y relaciones de propiedad que se construyen más bien
en función del don, com o en el seno de la familia, que en función de la
reciprocidad, com o entre parientes" (1990: 189).
3 "Recolectores de subsistencia", que responde bien a la norma indiferenciada
de obtención de alim entos y m ateriales en el bosque, podría ser una deno
m inación más adecuada. La caracterización de los seres hum anos por sus
actividades de subsistencia ha provocado serios problem as term inológicos en
la Am azonia, si bien los especialistas en la región suelen definir a las po
blaciones con las que trabajan com o cazadoras y horticultoras. Ahora bien, la
m ayoría se resistiría m ucho a considerar a grupos am azónicos m arginales, los
Huaorani por ejem plo, com o "cazad ores-recolectores", y sostendría que la
literatura sobre este tipo de sociedades no es aplicable a la A m azonia (Lévi-
Strauss 1968; Lathrap 1973; A rcand 1981). Su actitud me parece una reacción a
las influencias determ inistas y evolucionistas de las prim eras tipologías cultu
rales sudam ericanas (con el concepto de "devolución cu ltural", por ejem plo) y
de algunos estudios sobre los cazadores-recolectores. Esta postura implica, sin
em bargo, una excesiva uniform idad cultural y no perm ite explicar suficiente
mente las variaciones culturales entre grandes horticultores com o los Shuar,
Canelos Q uechuas, Ñ apo Quechuas y Tukanos, por un lado, y recolectores de
alim entos que se d esplazan mucho más, com o los H uaorani, Cuiva, Sirionó o
M aku, por otro.
Forma adjetival derivada del sustantivo huao (persona, ser hum ano) y -rani
(indicador de plural).
Uno o tal vez dos subgrupos siguen protegiendo su aislam iento absoluto
ocultándose, desplazándose constantem ente y m atando a cuantos tratan de
forzarlos a relacionarse. Conocidos com o "A u cas", vocablo quechua que
significa "salv ajes", hablan una lengua em parentada con el Ssabela, un len
guaje único y sin clasificar que ha sido confundido con el dialecto zaparoano
(Rival 1992:50-7). A ntaño vivían próxim os a los Záparo por el sur y el sudeste,
pero éstos fueron diezm ados por la esclavitud y las enferm edades durante el
periodo de prosperidad del caucho (W hitten 1978; Reeves 1988). Cuando los
supervivientes záparo encontraron refugio entre los indígenas de la montaña
(Canelos Quechua y Shuar) a principios de siglo, los H uaorani se extendieron
por sus territorios abandonados. En la actualidad viven rodeados por indí
genas quechua de las tierras bajas y colonos blancos que se han desplazado
gradualm ente hacia el este, tendencia que se ha acelerado de m odo espec
tacular desde el auge del petróleo a com ienzos del decenio de 1970.
Los H uaorani tienen varias palabras para referirse a las distintas especies de
Ochroma y Cecropia. Llam an a una gocopnhué (el árbol que viene y va), a otra
mcinimehué huehué (arbolillo tierno).
Los H uaorani nunca han utilizado m adera de balsa para construir balsas.
Sorteaban los ríos, y cuando se veían obligados a atravesar uno, incluso muy
cargados con bultos, preferían doblar árboles en cada orilla y atarlos unos a
otros form ando un arco.
Clem ent sostiene que B. gasipaes es la única palm era dom esticada de América.
Ha identificado al m enos diez clases ("las clases m orfológicam ente distintas
desarrolladas por seres hum anos en diferentes zonas geográficas"), algunas
de las cuales presentan un aum ento de peso del fruto próxim o a 5000%.
Basándose en las m odificaciones sustanciales por él observadas en deter
minadas variedades, llega a la conclusión de que hace más de 12.000 años que
se viene controlando y cultivando B. gasipaes (Clem ent 1992: 75-6).
Posey (1985; 1988), que ha trabajado mucho con los Kayapo del centro de Brasil, ha
comunicado una información ecológica similar. Para él está claro que los Kayapo
no se limitan a adaptarse a su medio ambiente natural, sino que lo fabrican; así, por
ejemplo, crean y mantienen parcelas de bosque en la sabana. Basándose en estos
hallazgos, sugiere que la asombrosa diversidad ecológica del bosque húmedo
n
* "E l crecimiento de las fam ilias y de los árboles: la percepción del bosque de los
H uaroni", de Laura Rival es la traducción del inglés realizada por Roberto
Álvarez-Orgaz del artículo titulado "The grow th o f fam ily trees: understand
ing huaorani perceptions of the forest" publicado en la revista Man, n° 28,
p p .635-652,1993.
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