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Sentidos visuales
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Sentidos visuales Hermenéutica y estética de fotografía, cine e hipermedia.
PORTADA
Fotografías de la serie In the American West
de Richard Avedon. In the American West, New York, 1994
[1985], t4th edition, Harry N. Abrams, Inc.
Hecho en México
Made in México
Se distribuye actualmente en Universidades del país, Europa, Estados Unidos y América Latina.
Informes, correspondencia y suscripciones: Universidad Autónoma de Querétaro. Facultad de Ingenieria, Edificio I (Ex FLyL),
Cerro de las Campanas s/n, Col. Las Campanas, C.P. 76010, Querétaro-México. Tel.: (01442) 192 12 00 ext. 7014 y 4802
Impreso por Talleres Gráficos de la Universidad Autónoma de Querétaro, con domicilio en Prol. Pino Suárez #467 Col. Ejido
Modelo C.P. 76177. Papel Cultural, 120g.
Este número se termino de imprimir el día 10 de diciembre del 2014, con un tiraje de 500 ejemplares.
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DIRECTORIO
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Agradecimientos
Esta obra es el resultado de la confluencia de dos instituciones: La Universidad
Autónoma Metropolitana-Xochimilco donde hace diez años venimos
desarrollando el proyecto "El arco de la imagen. Exploración conceptual para una
hermenéutica de las imágenes", en cuyo seno se han desarrollado estos trabajos; y la
Universidad Autónoma de Querétaro que con su prestigiada trayectoria académica
ha albergado nuestra obra para su publicación y difusión.
Un agradecimiento especial al Dr. Julio César Schara, director del Instituto de
Investigaciones Multidisciplinarias, quien con su decantado y muy vasto
conocimiento de las artes y la cultura contemporánea, viene estimulando la
generación y publicación de materiales que contribuyan a los debates
multidisciplinarios de nuestro tiempo.
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Contenidos
Introducción 13
Diego Lizarazo
I. Revelaciones fotográficas 21
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Epílogo 297
Diego Lizarazo Arias
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Sentidos visuales Hermenéutica y estética de fotografía, cine e hipermedia.
Introducción
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Sentidos visuales Hermenéutica y estética de fotografía, cine e hipermedia.
Y no sólo eso, contribuye a definir las maneras en que los atenienses se acercarán a
ella, observarán su significado y establecerán un vínculo con su sentido.
Contribuye a producir el interior de la mirada con que se ve la imagen exterior.
La anécdota de Tzetzes ilustra en la lejanía, lo que en la cercanía de la sociedad
mediática se pone en juego: hiperdensidad de imágenes, saturación de discursos
que parecen decirnos todo, y al hacerlo, nos dibujan. El discurso mediático nos
calcula, inscribe sobre su propia superficie una huella de lo que supone somos sus
intérpretes. Diagrama nuestro rostro para poner el suyo, anticipa la posición de
nuestra mirada, de nuestros intereses; alimenta una expectativa de nuestra
posición. Al hacerlo configura, progresivamente, nuestra manera de ver.
Anticiparnos es también construirnos, en algún sentido.
Hace casi cuarenta años Guy Deboard adelantó una visión de la sociedad que se
volvió profecía: la “sociedad del espectáculo”, con ello refería a un mundo de gran
densidad mediática, donde las lógicas política, económica o ideológica, se
reconvertían por las reglas de los medios. Vattimo (1986) ha señalado que los medios
configuran el nuevo territorio de la fabulación humana, porque la sociedad parece
definirse decisivamente en ellos. La figuración mediática no sólo ejerce su poder
para desplegar su imaginería del devenir histórico, sino que realiza una
representación de sus destinatarios. Requiere representarlos para hablar a alguien,
necesita una imagen de quien será su escucha para que su enunciación se estructure,
y tenga la forma del diálogo. La cuestión es si efectivamente hay un diálogo, o
asistimos a un juego de escenificaciones del diálogo que va produciendo el
interlocutor requerido. Nuestra comunicación contemporánea se define en esa
compleja urdimbre de diálogos emergiendo parcialmente, tozudamente, en medio
del teatro de diálogo producido por los massmedia. Lacuestión, digamos, de si la
representación de nuestro ver es más o menos cercana a nuestra mirada, o si nuestra
mirada se configura más o menos en la previsión estructural que los medios hacen de
ella. Quizás Bajtín nos permita una forma de entender esta visualidad: monologías
de la cultura contemporánea, simulando la heteroglosia; polifonías produciendo, a
contra pelo, la ruptura, el quiebre, la fragmentación del monoculismo mediático.
Pero este es sólo el horizonte de partida para una interpretación del sentido icónico,
porque en él se juegan cuestiones como la pertinencia mítica de nuestras sociedades,
el significado que otorgamos a lo colectivo y lo individual, concepciones del tiempo,
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ideas de los seres humanos, visiones de las relaciones entre las personas, mitos de la
técnica, sentidos de la belleza y la fealdad, posibilidades o imposibilidades de lo
comunitario, visiones de la memoria y del porvenir. Digamos que la interpretación
de las imágenes no sólo permite el reconocimiento de la valoración plástica de lo
icónico, o su registro denotativo, sino especialmente de la fuerza, la eficacia y el
sentido simbólico de lo que el cine o la fotografía, el media art o el video logran
comunicar de nuestras preguntas existenciales e históricas. Este libro apuesta por
una mirada hermenéutica de las imágenes. Esto significa que no consideramos las
imágenes como objetos plásticos, sino como relaciones intersubjetivas y sociales,
como actos icónicos. Así, dichos actos articulan interpretaciones de diversos
aspectos del sentido subjetivo y colectivo, en el contexto de los universos culturales.
En la visión tradicional las imágenes son entidades inmanentes (objetos-imagen o
textos visuales), en las que su opacidad impide ver la dinámica socio-histórica que
engendra todo su sentido. La mirada que este libro ofrece reconoce que el centro de
la significación plástica son las relaciones de conflicto y diálogo de interpretación del
sentido que configuran el acto icónico.
Las disciplinas hermenéuticas proporcionan un horizonte teórico y táctico para
abordar la dimensión interpretativa de los fenómenos comunicativos. Quizás esto
implique la posibilidad de pensar el conjunto de la reflexión hermenéutica como
comunicación, porque probablemente no hay más problemática hermenéutica que
la de la comunicación del sentido; porque la comunicación puede entenderse
prioritariamente como un problema hermenéutico. El reconocimiento de la
cuestión comunicativa como una dinámica de interpretación/ reinterpretación del
sentido, deshace buena parte de los equívocos de las concepciones comunicológicas,
aquellas que se debaten en los dos extremos: el objetivismo de la comunicabilidad
neutra, y el subjetivismo de la singularidad total de la significación. En última
instancia el equívoco objetivista radica en una paradoja: convierte la comunicación
en un intercambio de información sin lenguaje. Sólo puede pensarse la
comunicación como pura transmisión, si nuestro concepto del lenguaje es tan
reductivo que prácticamente es inane. En contrapartida la conciencia hermenéutica
del lenguaje muestra, cuando menos, dos cuestiones cruciales: a) que los individuos
y las sociedades que nos comunicamos, no lo hacemos mediante el lenguaje como un
instrumento sino que provenimos del lenguaje; sin lenguaje no tenemos mundo de
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Los artículos de la primera sección aportan tres cuestiones clave: una visión teórica
de la hermenéutica icónica, una concepción interpretativa del sentido en la
fotografía, y un abordaje dilucidador de algunos relieves significativos de la
fotografía de nuestro tiempo. Se compone de cinco trabajos: “Sentido de realidad en
la imagen”, “El relato de una mirada”, “La comunión de la carne y de la plata”, “La
visión hermenéutica del deseo de imagen” y “La dramática fotográfica”. El primer
trabajo “Sentido de realidad en la imagen” aborda la cuestión crucial de la imagen de
la realidad, o de la realidad icónica de nuestra sociedad. Parte de reconocer que
históricamente diversas sociedades tienen una relación con las imágenes que
desborda sus límites físicos y en las que se pone en juego más que la idea de la
transparencia. Las imágenes han servido para experimentar placer o dolor, para
convocar la esperanza o la desilusión, para conjurar el destino o redefinir el pasado
(Lizarazo, 2004). Así la realidad en la imagen no se resuelve como confianza en la
transparencia de la representación, sino como clarificación de los procesos de
producción de un mundo icónico que actúa y proviene a la vez del mundo cultural en
el que se engendra y circula. La fotografía constituye un territorio privilegiado de esta
fluidez estética, epistemológica y política de las imágenes. En “El relato de una
mirada” se plantea el valor y la potencia diegética de las imágenes de la fotografía.
Con ello se repara en una dimensión de lo icónico que logra abarcar el registro total
de lo imaginario: la imagen narrativa. La cuestión clave de este artículo radica en que
dicha narratividad proviene no de la imagen en su autonomía inmanente, sino de la
elaboración simbólica que realizan sus observadores. Esta hermeneusis se finca en la
dilucidación poético-narrativa de la obra gráfica del fotógrafo neoyorquino Richard
Avedon en su serie In the American West. Por su parte “La comunión de la carne y de la
plata” propone una hermenéutica de la fotografía basada en la confluencia de las
visiones de Roland Barthes, Philippe Dubois, y Paul Ricoeur, con la cual da cuenta
del sentido postestético y cultural de la obra del fotógrafo Joel-Peter Witkin. La
iconografía de Witkin se caracteriza por el retrato de cadáveres que convocan
intertextualmente la icónica de la historia del arte occidental, en un inquietante
desafío de las categorías estéticas e ideológicas del mundo moderno. Este trabajo
permite una clarificación de la significación histórica (más allá del mismo Witkin)
que en dichas obras fotográficas se problematiza. El capítulo cuatro “La visión
hermenéutica del deseo de imagen” presenta la exploración hermenéutica del
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fotógrafo ciego Evgen Bavcar, quien ofrece una de las concepciones más poderosas
de la capacidad de la imagen para conectar el mundo individual e íntimo con la
significación social y cultural. Este artículo da cuenta de la manera en que esta obra
habla al mundo hipervisual contemporáneo, y de la forma en que, desde la oscuridad
del ciego, se plantea el problema de la visibilización de lo invisible en una sociedad
cegada por las imágenes. Por último, el artículo “La dramática fotográfica” muestra la
estructuración dramática en dos tiempos (el de su construcción por el fotógrafo, y el
de la reconstrucción, por el lector) que la fotografía de guerra pone en juego.
Muestra que el fotoperiodismo no es sólo una actividad de registro, sino que se
halla articulada por un hacer poético y dramático irreductible, presente con
plenitud incluso en las imágenes que exigen mayor rigor y dificultad en su
producción: la foto de la guerra.
La segunda sección “Hermeneusis fílmica” se constituye de tres artículos:
“Perspectiva semiótico-hermenéutica para la interpretación de textos fílmicos”, “Las
trampas del olvido y la eterna búsqueda de ser recuerdo” y “Eros y tánatos en el cine”.
El primer trabajo desarrolla un modelo de explicación/comprensión de la imagen
fílmica poniendo en diálogo especialmente tres tradiciones: la de la semiótica de la
imagen (fundada en Peirce), la de la iconología de Panofsky, y la de la hermenéutica de
Gadamer. Con esta conceptualización el autor construye una lectura del lenguaje
cinematográfico contemporáneo, que reconoce en características como la
hiperfragmentación, la fijación por la superficialidad, o la forma esquizofrénica, la
elaboración de un sentido que hunde sus raíces en una suerte de nihilismo
posmoderno. Por su parte “Las trampas del olvido y la eterna búsqueda de ser
recuerdo” repara en el sentido de la memoria en el cine contemporáneo donde se
cristaliza la actitud posmoderna del recuerdo social. La interpretación hermenéutica
del cine permite reconocer la urdimbre de supuestos míticos y teóricos sobre la
elaboración del tiempo en la sociedad contemporánea.
La imagen fílmica figura así las premisas, las paradojas y las incertidumbres del
recuerdo en una sociedad que busca olvidar, pero que requiere, inevitablemente,
confrontar y comprender su memoria. Finalmente “Eros y tánatos en el cine” explora
la relación que han tenido en el lenguaje fílmico las vertientes temáticas del horror y el
erotismo, elaboradas en la figura emblemática de la femme fatale (que carga el pasado
de la vampireza y deviene en el mito de Lilith). Pero no se trata de una descripción
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secuenciada del devenir de dicho arquetipo, sino, como en los demás artículos del
libro, de una interpretación del sentido cultural que se cristaliza en ella, y del sentido
que la cosmogonía fílmica vierte sobre el imaginario social.
La tercera sección “Imagen hipermediática” contiene dos artículos: “Una antítesis
de la posmodernidad en el arte” y “El hiperrealismo, la precisión de una irrealidad”.
Ambos trabajos exploran la reconversión de la imagen en el horizonte virtual y
cibernético de la estética posmoderna. El primer artículo aborda el sentido del arte en
el contexto cultural de la posmodernidad donde se producen exploraciones artísticas
conocidas como net.art, video instalación, arte electrónico o arte multimedia. El
trabajo ofrece una dilucidación de dichas corrientes sobre la base de dar cuenta de las
características del movimiento cultural posmoderno y de una interesante discusión
sobre la relación entre arte y sociedad. Finalmente se enfoca en la interpretación de
algunas de las tendencias del arte mediático a la que los autores denominan crítico,
mostrando que allí se pone en cuestión varios de los supuestos con que se ha
concebido la producción estética posmoderna. Por su parte “El hiperrealismo, la
precisión de una irrealidad” interpreta el sentido de las imágenes que se plantean
sobrepasar lo real a través del exceso de realismo en la representación (con la
consecuente puesta en entredicho de la idea misma de representación), y a través de la
saturación sobre el espectador. Se trata de una exploración que parece abordar el
mismo problema del primer artículo del libro (“Sentido de realidad en la imagen”),
pero ya no en el ámbito icónico, sino por decirlo de alguna forma, en el territorio
posticónico, donde la referencia en la imagen a dejado de tener sentido. Sin embargo
el trabajo muestra que no obstante esta desaparición de la referencia, el problema de la
pregnancia del mundo, del límite de lo real y lo irreal, y especialmente, del sentido,
siguen siendo las cuestiones centrales de la significación visual o hipervisual. Con esto
el libro parece realizar un bucle: de la realidad en la imagen fotográfica, a la
hiperrealidad icónica. ¿Con qué cordel?: el del sentido hermenéutico.
Desde la formulación misma de una hermenéutica comunicativa es preciso
reconocer la co-dependencia entre la interpretación y la producción textual. No hay
proceso de lectura y desciframiento del sentido que no implique constitutivamente
una dinámica de producción del significado. Interpretar es producir sentido. Una
dinámica de gestación del significado es un ir y venir de las estructuras del texto a los
horizontes de sus intérpretes. Del otro lado, toda práctica de generación textual es
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Bibliografía
Gombrich, E. Arte e ilusión. Estudio sobre la psicología de la representación pictórica,
Gustavo Gili, Barcelona, 1979.
Lizarazo, Diego, Iconos, figuraciones, sueños. Hermenéutica de las imágenes, Siglo XXI,
México, 2004.
Ricoeur, P. Del texto a la acción, Fondo de Cultura Económica, Argentina, 2001. Vattimo, G.
El fin de la modernidad. Nihilismo y hermenéutica en la cultura posmoderna, Gedisa,
México, 1986
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I. Revelaciones Fotográficas
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2 The Commentaires of Pius II, Traducido al inglés por: F.A. Gragg, Smith Collage Studies in History 22, n0.
1-2, Northampton, Mass., 1973.
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geografía creyente de México (al igual que ocurre, en otros horizontes). Los presos de la
cárcel de Bellavista, en Medellín (Colombia), tatúan su cuerpo con imágenes de la
Virgen de los Remedios, la colocan en sus celdas y ofrendan sus imágenes esparcidas por
la cárcel:
La Virgen es la reina de los presos. Por eso es que la gente se hace tatuajes con
ella, la fe que se le tiene. También se hacen otros tatuajes, como escorpiones,
dragones, corazones con leyendas. Pero la que manda la parada es la Virgen. A
Chuchito [Jesucristo] también se le reza pero que María es la madre de Dios y la
Madre es lo más grande que hay (Salazar, 1991)
La imagen está dotada de poder, de misericordia y de una maternidad concreta y a
la vez superior.
De alguna forma siempre hemos dibujado mundos en los que tratamos de
acomodarnos y yacer. Procuramos pintar el paisaje en el que queremos instalarnos y
hacemos un gran esfuerzo para creer en la verdad de dicho escenario: ¿cómo
entender la semiosis visual del cine si desconocemos el trabajo de vivificación que
realizamos sobre el flujo de tiempo en espacio que allí se relata? Por otro lado, los
massmedia constituyen el más poderoso recurso contemporáneo de generación de la
imagen aural3. Más que desarticulada por la reproducción mecánica, es la generación
eléctrica de imágenes el principio público de producción de la idolatría. No sería
aventurado pensar en los massmedia como máquinas contemporáneas de
producción de la hierofanía: personajes de todo tipo (incluso los más anodinos e
insulsos) terminan mitificados, rodeados de un hálito de gracia, por su sola aparición
televisiva o cinematográfica. Aunque también estas máquinas pueden desaparecer el
aura, generar el desprestigio, el estigma y la condena. No es gratuito que casi toda la
política se infiltre y sea a la vez colonizada por los massmedia. Máquinas míticas de lo
sagrado, instituciones posmodernas de la hierofanía y la desacralización. La imagen
mediática expresa en su forma más diáfana el poder icónico.
La imagen entonces no es algo unitario y separado de su intérprete, de su mundo
cultural y de su horizonte imaginario. Es equivocado imaginar las imágenes como
cosas. La fotografía no es una excepción a esta condición icónica: en realidad
podemos hablar de fotografía gracias al eslabonamiento de un triple acto: el que se
3 Quizás a pesar de la visión de Benjamin. Aunque el propio Benjamin advertía el riesgo de regreso de la veneración aural en un mundo post-aural a través,
precisamente, de los efectos de la industria cultural capitalista fundada en la rentabilidad del espectáculo y del mundo de las estrellas.
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genera cuando el fotógrafo elige el evento de luz que suscita la imagen, el actoescena
en ella figurado y el que se produce cuando la mirada del intérprete la sustancializa.
Los tres son irreductibles. Sin acto de interpretación los actos previos son inanes.
Sin acto de producción no hay sentido icónico, y sin acto-registro no hay fotografía.
La fotografía no sólo indica el tramo de tiempo que ha coagulado, sino también el
lugar de quien ha fotografiado: los intentos, los orígenes sociales e ideológicos, las
urgencias de la inteligencia y la sensibilidad, pero también las inclinaciones no
admitidas y silenciadas, las propensiones desconocidas; digamos, el inconciente del
tiempo que su productor carga y desconoce. Pero también la fotografía indica, por su
uso, por sus apropiaciones y su destino social, la lógica de lo relevante y de lo nimio
para la cultura que la acoge o la deshecha. La fotografía muestra, al permanecer o
desaparecer, la primordial dialéctica de visibilidad e invisibilidad del mundo
histórico. Aquello que una sociedad logra ver, aquello que le resulta invisible,
aquello que aparece en su horizonte, y aquello que se borra.
Acto poliédrico de la fotografía que implica cuando menos un espesor ético,
estético y político.
El acto fotográfico se encuentra atravesado por las reglas de la cultura. Por eso nuestro
encuentro con las imágenes no es una relación desnuda, primigenia, de una
inteligencia transparente ante una imagen pura. Nuestro encuentro se haya
organizado en un contrato tácito que estructura parte de la intelección y la percepción
que allí se suscitan. Ver imágenes implica ser capaces de instaurar un régimen de
excepción: no vemos las imágenes como vemos las cosas, pero las aceptamos como
representación de las cosas. El borde de la imagen establece una dislocación en la que
ingresamos a un mundo organizado por reglas icónicas propias. Del límite físico hacia
fuera el espacio-mundo se halla sometido a reglas físicas y sociales que se suspenden de
la imagen hacia adentro. El tiempo en cine es posible porque según reglas culturales
aceptamos su ductilidad: lo ordinario en cine es lo extraordinario: la elipsis, la
compresión, la dilatación del tiempo. En fotografía el tiempo está suspendido,
coagulación del flujo del mundo que allí es una parálisis… ¿hay algo más anómalo que
esto? El espacio fotográfico por su parte, es radicalmente propio. El espacio en la
imagen se encoge y se dilata, se fragmenta y se invierte, se ductiliza. Estamos dispuestos
a aceptar esta excentricidad porque la cultura la sustenta, porque esa magnifica
capacidad social imaginaria hace posible que dispongamos nuestra sensibilidad y
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La arqueología de lo real
Werner Herzog pensaba que la búsqueda de la “realidad” del cinéma verité había
sido siempre una clara expresión de inocencia. La realidad por sus efigies
manifiestas constituye el empobrecimiento de la imagen. La fuerza común es
también miseria: el mito de su analogía, la ambición de su transparencia. Atenernos
solo a la réplica de la escena es dejar escapar parte del sentido sustancial, es hacernos
sordos a la realidad profunda que allí nos habla… cuesta trabajo entender que la
imagen es capaz de convocar diversos niveles de sentido. En esta ruta las obras de
4 Véase: Cortés Cortés, E.; Navarro Cedillo, V.; Velázquez Hernández,B; Laurent Ponce, M; y M. Aguilar Sandoval, 2012.
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Herzog son una dualidad, un tránsito entre documental y ficción, que ayuda a
subvertir y cuestionar los bordes. Wittgenstein decía que no sólo necesitamos
conceptos precisos, categorías claras y cartesianas, a veces, justamente, lo que
requerimos son fotografías borrosas (Wittgenstein, 2004:91). Quizás por eso para
Herzog era poco acuciante la separación nítida entre el orden poético y el
constatativo, porque el interés sustancial era otro: la búsqueda de la verdad humana
en la contradicción entre la impronta de lo social y el fondo de su naturaleza. Para
sustentar su deriva Herzog buscaba una concepción de la realidad que rebasara el
principio de analogía:
Hay diferentes niveles de verdad. Particularmente detesto la verdad ordinaria, la del
cinéma-vérité, por ejemplo. Odio el documental, odio el cine directo. En cine, los niveles
de verdad son infinitos, y el del llamado cine-verdad es el más superficial, el más primario.
Pero en el cine hay dimensiones que van más allá del cinéma-vérité, hay un nivel de
verdad más profundo….
No sólo cambio de argumento en mis películas "históricas", también lo hago en mis
"documentales". En lugar de la verdad "verdadera" coloco siempre otra, tan verdadera como ella,
pero "distinta", intensificada, potenciada. Aguirre y Kaspar siguen los hechos históricos para
dirigirse a otra vía. Me parece que esto ofrece un ángulo muy claro; desde ahí tenemos un punto
de partida seguro que nos permite desviar la imaginación y dejarla en libertad para ver a través de
las cosas. Da cierta seguridad de entrada y se puede volver a ello como un refugio (Herzog,1996)5
Cuando una imagen, en medio del caudal icónico de nuestro tiempo, nos resulta
valiosa, lo es porque en ella hay algo más que el registro básico del evento (mas que
su craso realismo óptico): movilizan un valor poético, interroga un sentido ético,
plantea una urgencia existencial, busca una realidad onírica. Quizás eso hace la
diferencia entre la pura foto de aficionado y la imagen del fotoperiodista: esa
capacidad de tratar lo sustancial-humano a través de la singularidad del evento que
aquí se enfoca. La fotografía siempre es sobre una singularidad (Barthes, 2004),
pero en ella se expresa un sentido que podemos comprender y experimentar, por
eso dicha singularidad puede alcanzar el horizonte de lo universal. Kafka rechazaba
la fotografía porque le parecía una exacerbación de lo evidente:
“la fotografía concentra nuestra mirada en la superficie. Por esa razón enturbia la vida oculta
que trasluce a través de los contornos de las cosas como un juego de luces y sombras. Eso no
se puede captar si quiera con las lentes más penetrantes. Hay que buscarlo a tientas con el
sentimiento” (Kaffka en Janouch, 1969).
5 Herzog refiere sus películas: “Aguirre la ira de Dios” (1972) y “El enigma de Kaspar Hauser” (1974).
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Repara en lo inesperado
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Revela la transparencia
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La expresión de dolor y angustia del niño que toma la mano de la madre en “Mamá
atropellada” de Carlos Cisneros, establece un juego terciado, en fuga, con las manos
que salen del centro a la periferia de la escena: las manos entrelazadas de la madre y su
criatura, la mano apretada del niño, y la mano de un tercero (¿nosotros?) que toca el
hombro del infante, para compartir con él su congoja, pero también para dar
protección y consuelo. Esa mano que parece tener género (femenino) y edad
(madura), es un poco inane, como nuestra propia mano, que al comprender la
escena, busca asir al niño sin alcanzarlo.
El gesto obliga a penetrar en el sentido más allá de la petrificación del tiempo… algo se
experimenta allá en ese rostro que cierra los ojos enfáticamente al tocar el brazo del
cuerpo inerte mientras su co-protagonista mira con displicencia y casi con apatía el
mismo cuerpo en “Sardinos que embellecen cadáveres” de Henry Agudelo.
Pero el tiempo pétreo es, simultáneamente, un tiempo flotante que abarca cuando
menos dos tensiones: la de lo acaecido no visto, pero visible y la de lo visible por
acaecer. En el pasado que constituye la fotografía, se advierte un pasado de la
representación que en ella no figura (un pasado del pasado) pero que
comprendemos de algún modo, con profusión o de manera torva, pero al que
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recurrimos para dar sentido a lo que se nos muestra. Este es el lado de lo que no vemos
en la imagen pero que nos resulta visible: porque al mostrar su presente la imagen
exige su pasado. La “ballena encallada” de Mario Gostoli convoca una multiplicidad
de pasados que con distintas intensidades se constelan en la foto: ¿de qué manera
llegó allí?, ¿quién la descubrió?, ¿cómo la enlazaron?, ¿cómo llegaron los espontáneos
y los profesionales? Pero este llamado de pasado, también es llamado de futuro: lo
que en ella es aún no acaecido pero visible (el futuro del pasado), lo visible por
acaecer. Con fuerza o con zozobra construimos lo que vendrá: la ballena regresa o
perece en la orilla.
Esta significación del tiempo flotante se arma con diversas piezas, provenientes de
múltiples lugares: de la experiencia propia o ajena, de los medios, de otras fotografías,
de la literatura o la historia. En fotografías como la de Spencer Platt, ganadora del
Word Press Photo 2006, donde se visualiza a un grupo de jóvenes presumiblemente
ricos que pasean en un coche de lujo por las calles recién bombardeadas del sur de
Beirut, el tiempo flotante está densamente nutrido por la urdimbre de
interpretaciones mediáticas globales que a través de la prensa, las agencias de
televisión, incluso la crítica especializada formulaban diversos sentidos de lo que allí
se simbolizaba y de la realidad de contrastes sociales que la imagen parece transmitir.
Parte de esa urdimbre es también el rechazo que los propios fotografiados plantearon
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a lo que la imagen decía de ellos, en tanto los jóvenes declararon ser vecinos
miembros de una ONG que repartía medicinas.
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Bibliografía
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Iconografía
David LaChapelle, "Last suppert", 2003.
David LaChapelle, "Evidence of a miracolous event", 2003.
Mark Edward Harris, "The Japanese Bath",2009.
Josef Koudelkha, "Wenceslav Square in Prague", 1968.
Garry Winogrand, "Sin título", 1950.
Walker Evans, "Hale Country, Alabama", 1936.
Robert Doisneau, "D'eau majeure",1957.
Eugene Smith "Soldier with Baby", 1944.
Bill Brandt, "Nude, Seaford, East Sussex Coast", 1957.
Margaret Bourke-White "At the time of the Loisville Flood", Kentucky, 1937.
Sebastián Salgado, "Imbabura, Ecuador", 1998.
Ansel Adams, "Mount Williamson: Clearing Storm", 1941.
Carlos Cisneros, "Mamá atropellada", México, 2004.
Henry Agudelo, "Sardinos que embellecen cadáveres", Colombia, 2005.
Mario Gostoli, "Ballena encallada", Brasil, 2004.
Spencer Platt, "Sin título", Libano, 2006.
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Charles Baudelaire
Sin duda, el retrato ha sido uno de los géneros más recurridos desde los albores de la
fotografía. No obstante, más allá de ser un mero registro antropomórfico temporal,
el retrato comprende un amplio espectro de elementos estéticos y semánticos, lo cual
nos lleva a plantear que su aparente simplicidad formal se torne "opaca" frente a la
complejidad que su interpretación conlleva.
A grandes rasgos, proponemos que la construcción de la significación del retrato
fotográfico consta de dos momentos: uno, el momento poiético, en el que el
fotógrafo construye una suerte de metáfora y que denominamos plano poético; y
dos, el momento de la fruición, cuando el lector-espectador tiene la posibilidad de
construir una narración a partir del reconocimiento del espacio diegético6 que la
imagen suscita. Nuestra propuesta también destaca la importancia del performance
que se lleva a cabo durante la realización del retrato y que tiene como protagonistas al
sujeto fotografiado y al fotógrafo. De esta manera defendemos la noción de que la
imagen fotográfica fija, a pesar de ser estática y singular, tiene la capacidad de
convocar una narrativa.
¡Diga güisqui!: Apuntes sobre el retrato
En la mayoría de los casos, el retrato fotográfico es llamativo y seductor. Incluso
para el ojo "común" y sin entrenamiento plástico, la vista de un retrato suscita interés
y atención; aunque curiosamente, ello no depende exclusivamente de que el
espectador sea capaz de reconocer al individuo que fue retratado.
6 Es el espacio donde ocurre el relato, el mundo de las situaciones y eventos que se narran, en el que el narrador (lector-espectador) se encarga de contar lo
que hacen los personajes.
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8 Edward Steichen: fotógrafo, pintor, curador y comerciante de arte estadounidense (1879 – 1973). Entre otras cosas fue comandante de las fuerzas
expedicionarias norteamericanas durante la Primera Guerra Mundial, así como fotógrafo de moda. Su trabajo más reconocido es una serie de más
de 500 fotografías titulada The Family of Man (La Familia del hombre) que muestra situaciones como la vida, el amor y la muerte en 68 países.
9 Martin Munkacsi, fotógrafo húngaro (1896-1963). Sus fotografías capturaban momentos llenos de espontaneidad. Trabajó como fotoreportero,
como fotógrafo de moda, y como retratista.
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de fotografía en aquella institución acompañado del regalo que le hizo su padre antes
de partir –una cámara Rolleiflex de dos objetivos que se convertiría en su
herramienta preferida durante gran parte de su vida profesional. Durante su
servicio, realizó fotografías de carné para el personal, usualmente conocidas como
mugshots. Ese seríe el acontecimiento que marcó el punto de partida de su larga
carrera profesional.
Después de concluir su servicio en la Marina Mercante (en el año de 1944), Avedon
organizó un portafolio de fotografías y decidió hostigar a Alexey Brodovitch, el
famoso diseñador ruso y director de arte de la revista Harper's Bazaar, para que le
echara un vistazo. Finalmente, tras una docena de intentos, logró que Brodovitch le
admitiese en sus clases de fotografía y diseño en la New School for Social Research.
Dos años más tarde, con tan sólo 23 años, Avedon cumpliría con sus primeras
asignaciones en Harper's Bazaar, convirtiéndose en fotógrafo de plantilla de la
publicación. Avedon se destacó por ser:
Energético, lleno de nuevas ideas y deseoso de experimentar con cualquier cosa, cubrió las
colecciones francesas de costura; las fotografías que hizo en París ese primer año
prácticamente revolucionaron la fotografía de moda e impulsaron una brillante carrera.
(Morris, 2005).
Durante sus asignaciones para Harper's Bazaar y posteriormente para Vogue,
Avedon se dio a conocer por su innovador estilo, utilizando locaciones
sorprendentemente atractivas.
En contraste con su trabajo en las revistas de moda, la mayoría de los retratos de
Avedon no fueron realizados como proyectos comerciales, sino que surgieron de
convicciones y necesidades personales. Cada uno de ellos consistió en un tratamiento
virtuoso de las complejidades y contradicciones humanas, y una poderosa expresión
de la visión particular del artista.
Con una visible honestidad, Avedon retrataba a sus sujetos contra un fondo blanco
brillante y neutro, sin ningún prop o detalle ajeno que distrajera la atención del
espectador fuera del gesto del sujeto –de la especificidad esencial del rostro, de la
mirada, de la vestimenta y de la actitud. Cuando se retira todo lo ajeno, lo que queda
es una caracterización de extraordinaria intensidad. Las personas en las fotografías
de Avedon parecían posar listas para caminar fuera del marco, son inmediatamente
reconocibles y completamente vivas hasta el más mínimo detalle.
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10 Serie a la que pertenece el famoso retrato del ex-esclavo William Casby, imagen que fue analizada por el filósofo y estudioso de la imagen
Roland Barthes en su libro titulado La cámara lúcida.
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invierno. Durante cinco veranos, de 1979 a 1984, Laura Wilson viajó con Avedon y
sus dos asistentes a bordo de una Suburban, con todo el equipo empacado en la
cajuela. Eran viajes que duraban desde una semana hasta un mes por vez.
Recorrieron prácticamente todo el Medio Oeste norteamericano: las Grandes
Llanuras, las Montañas Rocallosas; desde Sierra Nevada al Oeste, hasta Calgary,
Canadá por el norte y hasta la frontera mexicana por el Sur.
El proyecto se originó por iniciativa del Amon Carter Museum of American Art,
por lo que “equivalía al Oeste americano encargando su propio retrato”. (Gollonet
y Ponsa, 2002: 125). Avedon eligió para sus retratos a hombres y mujeres que
realizaban “trabajos duros, poco reconocidos. Gente que a menudo es ignorada o
pasada por alto” (Gollonet y Ponsa, 2002: 125). Sus criterios para elegir a los sujetos
eran totalmente subjetivos: “Este es un Oeste de ficción. No creo que el Oeste de
estos retratos sea más concluyente que el Oeste de John Wayne”, declaró Avedon al
respecto de sus fotografías.
Han pasado más de treinta años desde que Avedon tomó la primera fotografía
para el proyecto. En aquella época el resultado de su trabajo parecía entrar en
tensión con el de los fotógrafos reconocidos que alguna vez fijaron su mirada en esa
región de los Estados Unidos. Según afirmó Laura Wilson, el Oeste de Avedon
resultó en un verdadero shock: “La idea que tenía el fotógrafo del heroico Oeste no
era, claramente, la que tenía el propio Oeste de sí mismo.” (Gollonet y Ponsa, 2002:
125) ¿Qué había pasado con los prístinos paisajes de Ansel Adams?, ¿qué había
pasado con el vaquero Marlboro? La visión de Avedon
sobre el Oeste fue tan impactante que una vez concluido el proyecto en 1985,
ningún museo en la ciudad de Nueva York accedió a montar una exposición.
Al término del proyecto, Avedon había recorrido un total de 189 poblaciones en
17 estados, y había fotografiado a 752 personas utilizando alrededor de 17,000
placas de película. De ésta colección, escogió 123 retratos que conformarían la serie
In The American West 1979 – 1984, que finalmente sería exhibida en el Amon
Carter Museum of American Art, de Fort Worth en Texas así como en museos de
diversos países.
Darle vida a la serie constituyó una tarea titánica para Ruedi Hoffman, el
manager del estudio de Avedon, quien trabajó al lado de otros colaboradores por
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blanco, el referente, una especie de pequeño simulacro, de eidôlon emitido por el objeto,
que yo llamaría de buen grado el Spectrum de la fotografía […]. (Barthes, 2004: 35)
Este eidôlon11 o sombra de aquel pequeño simulacro es lo que el Operator fija en la
imagen, aunque no se trata de una actividad exclusiva del referente, es el producto
de la relación momentánea entre el Operator y su sujeto fotografiado, donde el
primero juega una doble posición: por un lado actúa como mediador entre aquello
que emite el referente y además imprime sobre la imagen un discurso individual. El
retrato funciona entonces como una re-acción de ese simulacro irrepetible.
En otras palabras, el pequeño simulacro del que habla Barthes, se relaciona
directamente con la concepción de performance de Avedon y por consiguiente con
el proceso de creación performática.
Tanto el Operator, como el Spectator y el Spectrum son figuras teóricoconceptuales
esenciales en esta propuesta, ya que el desarrollo de la creación performática se
encuentra íntimamente atado a la relación entre estas tres figuras; y la explicación de
sus intervenciones particulares en los diferentes momentos del acto fotográfico
develarán, en última instancia, los procesos de construcción metafórica y actividad
diegética, llevados a cabo por el Operator y el Spectator, respectivamente.
El devenir de la comprensión o la apropiación del discurso fotográfico: Una
propuesta hermenéutica
El nuevo mundo al que Dubois se refiere, ese recorte espacial que condensa la
creación performática y que aglutina en su interior un cúmulo de significaciones,
afirma de igual forma un discurso propio que se nutre tanto de las afirmaciones del
Operator, como de la actividad performática del referente. Siendo así, que para
comprender la significación de la imagen fotográfica, particularmente del retrato y
tomando como referencia el trabajo de Avedon, será más que pertinente observar
dichas imágenes como un texto, el cual, no obstante, tendrá que tomar distancia
del texto lingüístico.
En concreto, a diferencia del texto escrito, la imagen-texto no está conformada
por un lenguaje estructurado que pueda ser reconocido como un sistema
definido; en otras palabras y de acuerdo con Roland Barthes, la imagen es una
11 Se refiere a una serie de conceptos que se relacionan con las apariciones o representaciones de un ideal. No obstante, en el sentido que Barthes
lo utiliza, su definición se acerca al concepto griego de sombra o doble astral de un ser viviente.
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suerte de lenguaje sin código, o mejor dicho, se trata de una materia significante,
que ha sido plasmada por medios distintos a la escritura.
En el caso de la fotografía, esta materia significante ha sido construida o mejor dicho
fijada, mediante la acción de la luz sobre una superficie fotosensible. El resultado
gráfico constituye entonces una re-presentación de un acontecimiento, y por
consiguiente, del mundo al que éste pertenece. La imagen es entonces un decir que
“habla” de un mundo y un tiempo específico, que al igual que el texto lingüístico,
conlleva un discurso emitido por el Operator.
Así pues, resultaría quimérico estudiar la imagen exclusivamente desde una
perspectiva estructural ya que no cuenta con las características propias del texto
lingüístico, ergo, no cuenta con unidades de acción que puedan ser categorizadas y
jerarquizadas; por consiguiente, sus relaciones no pueden ser explicadas debido, en
gran parte, a que la imagen fija no es secuencial. No obstante, y aún pareciendo
paradójico, es posible adaptar un método de análisis estructural para describir la
materia significante de la imagen, la cual efectivamente puede ser descrita y
categorizada a través de la fenomenología, para posteriormente interpretar los
elementos identificados mediante un análisis hermenéutico, realizando así una lectura
global la imagen.
Bajo las premisas anteriores, lo que se interpretaría de una imagen como texto
sería entonces una proposición de mundo (el mundo del texto), en el que habría
que proyectar uno de los posibles más propios (retomando la idea de Heidegger); es
decir, una reestructuración del ser-en-el-mundo, en el mundo que el texto propone:
Mediante la ficción, mediante la poesía, se abren en la realidad cotidiana nuevas
posibilidades de ser-en-el-mundo; ficción y poesía se dirigen al ser, no ya bajo la
modalidad de ser-dado, sino bajo la modalidad de poder-ser. Por eso mismo, la realidad
cotidiana es metamorfoseada gracias a lo que se podría llamar las variaciones
imaginativas que la literatura opera en lo real. (Ricoeur, 2001: 108)
Existir sin ser real: Poética o la “reproducción imitativa”
Ya que la materia significante de la fotografía no se encuentra codificada, su
interpretación se ve considerablemente dificultada. Una vez aclarado esto, es
posible dirigirnos hacia uno de los aspectos cardinales que nos ocupa, esto es: la
existencia de un “plano poético” en la imagen fotográfica, y que a su vez incide
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sobre otro punto cardinal, es decir, su relación de con un “plano diegético”, el cual
se encuentra necesariamente ligado con la actividad del Spectator.
En términos generales, la poiesis refiere a la creación. Se trata de un concepto que
encuentra su origen en el verbo poiein, que a grandes rasgos significa “hacer”.
Originalmente un verbo, el concepto de poiesis se utilizó posteriormente para
definir una acción que transforma y continúa la creación de un mundo; sin
referirse exclusivamente a la producción técnica, ni a la creación (en el sentido
romántico de la palabra), un trabajo poiético reconcilia al pensamiento con la
materia y con el tiempo, en otras palabras, al ser humano con el mundo. En un
sentido aristotélico, el concepto de poiesis refiere a la producción artificial de los
objetos; por lo tanto (de acuerdo con la Poética) y en relación con la definición
anterior, todo poeta es un artífice y toda obra poética es un objeto artificial: “La
poesía y los poemas se asientan, pues, necesariamente sobre una base artificial,
sobre objetos de técnica, técnicamente fabricados según un plan.” (Aristóteles,
1985: 29)
Lo que distingue a la poiesis de cualquier otra producción artificial, es que la
segunda tiene en general una finalidad utilitaria, en tanto que la imitación, la
poesía en la concepción aristotélica, no se limita a las producciones en materia de
palabras, sino que se extiende a toda producción artística, como la pintura o la
escultura, y más útil para nuestro caso, a la fotografía. Por otro lado, la poiesis
encuentra su origen en la tendencia humana a imitar o reproducir imitativamente
(mímesis)12 los objetos naturales13; categoría que en la concepción griega incluye
igualmente a las acciones de los hombres. Una vez aclarado lo anterior, resulta
imperativo establecer una distinción entre mímesis y poiesis.
En un sentido general, la mimesis comprende la creación de una imitación o
representación de la naturaleza, sin embargo en Aristóteles, este concepto se
relaciona más con un “hacer creer”. En esta dirección, la mimesis parece ser una
estilización de la realidad, donde las características ordinarias del mundo son
recreadas por una finalidad estética. La imitación vista así, comprende una suerte
de encuadre de la realidad, de construcción espacial que anuncia que su contenido
12 García Bacca interpreta el significado de mímesis para Aristóteles como: “una síntesis de acciones artificiales y artísticas, de modo que las artificiales
se ordenen a las artísticas y en ellas llegue la obra a su término Poético” (Aristóteles, 1985: 39)
13 De acuerdo a la clasificación de La Poética sobre la naturaleza de los objetos.
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14 Helena Beristáin lo define como “la sucesión de las acciones que constituyen los hechos relatados en una representación [drama]”
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espacio diegético, por las particularidades que el estilo de Avedon les imprime, y que
en principio parecieran esconder su existencia, ya que los referentes se muestran
fuertemente descontextualizados por un fondo neutro. Sin embargo, una
aproximación profunda -hermenéutica- nos permite reconocer en algunos de los
componentes de la construcción metafórica -realizada por el fotógrafo-, características
que esbozan el espacio diegético y que serán revisadas a continuación.
Consideramos que, en la obra de Avedon, el realce de la singularidad de los
referentes no sólo es una de las primeras cualidades que sorprenden a la vista del
espectador, y que ayudarán a evocar el espacio diegético en el que el Spectator
potencialmente puede desarrollar su historia.
Aproximaciones Hermenéuticas: Una mirada al retrato
Relieve de la singularidad en los retratos de Richard Avedon
En los retratos de Avedon, el referente parece abarcarlo todo, su singularidad
adquiere un gran peso para la significación global de la serie In the American West.
El relieve de la singularidad se observa más claramente al momento de reconocer los
dispositivos que constituyen la construcción metafórica en cada una de las imágenes.
Obviando las características fisonómicas del referente, uno de estos dispositivos lo
constituye la textura visual detallada en extremo, característica lograda por la técnica de
Avedon descrita anteriormente –el uso de grandes placas fotográficas, la ampliación a
tamaño natural e incluso mayor, entre otros elementos. Si bien, la textura visual estimula
la sensación de realismo al observar éstas imágenes, la ausencia de color (característica de
una representación en escala de grises) denota un proceso de metaforización del
referente mucho más evidente. Este elemento aparta a los retratos de una representación
icónica policromática y los aleja de una noción común de “realidad”. Dicho alejamiento
de la realidad tangible constituye un dispositivo cardinal en la construcción metafórica
del sujeto; pues si el color pareciera aportar mayor información fáctica sobre los objetos,
su ausencia, o su representación mediante escala de grises, acentúa la expresividad y la
singularidad de la acción de cada referente. El gesto y la expresividad que denotan son tan
particulares en los individuos, así como sus marcas corporales que, aunque deriven de
una codificación gestual o cinética, se relacionan con su individualidad; es decir, gestos,
expresividad y marcas corporales constituyen dispositivos fundamentales para la
expresión anímica dentro de la esfera de la comunicación humana no verbal.
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Oeste americano de Richard Avedon con la totalidad de imágenes?, ¿de qué forma las
imágenes en su conjunto son un retrato del Oeste? y, en dicho retrato, ¿cuál es la
significación del Oeste capturado por Avedon?
Ahora bien, pensemos en el conjunto de retratos como una totalidad textual, cuya
interpretación, por ende, debe ser global. Si bien cada retrato debe observarse como
una unidad significante en sí misma, todos contienen características que los
relacionan entre sí; dichas características no se concentran exclusivamente en el
ámbito de lo plástico, sino que trascienden este orden y se insertan en el del estilo. El
análisis se dirige entonces a la búsqueda de un discurso, de una suerte de habla
inscrita en imagen que reclama una interpretación.
De allí que el texto se torna en la expresión visual del discurso de un fotógrafo sobre
las comunidades que visitó y los individuos que conoció. No obstante, la
interpretación que exige ese texto escapa del ámbito meramente discursivo de
Avedon. Algo más se encuentra inscrito en las imágenes, al verse situadas ante el
mundo y ser susceptibles de observación por una multiplicidad de espectadores,
éstas adquieren autonomía. Entonces es que el discurso que afirman debe buscarse
más allá del estilo de Avedon; el espectador debe dirigirse –como afirma Ricoeur–
hacia el oriente del texto, hacia la significación continente en las imágenes. El
conjunto de retratos de Avedon, vistos como un texto, refieren también a un lugar,
una época, un país y una situación social determinados.
A finales de la década de los años setenta del siglo XX se vivía un estancamiento
económico en Estados Unidos, a causa de la crisis petrolera. Esta situación originó el
repentino y efímero boom económico de algunas comunidades del Medio Oeste,
basado en la explotación de energéticos locales. La repentina bonanza económica
duró poco más de cuatro años, ocasionando en su declive las consecuencias sociales
evidenciadas en los retratos: alta tasa de desempleo, inequidad en el reparto de la
riqueza y sus consecuentes dificultades económicas, etcétera. Lo que en algún
momento ir al Oeste representaba: “[…] sinónimo de encontrar tierra, abrirse un
camino propio, llevar una nueva vida, una búsqueda de significado, una escapada de
la gran ciudad, la vida en la frontera” (Gollonet y Ponsa, 2002: 124); se tornaría
entonces en: rostros de desolación, locura, vejez, tristeza, desencanto, y un largo
etcétera; rostros que fueron observados y fotografiados por Avedon y que
conformarían su retrato del Oeste americano.
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Alejadas de la noción mítica que del Oeste americano se tenía, las realidades
económica y social de los habitantes distaban mucho de lo bucólico y aventurero. Al
comenzar Avedon a registrar esas realidades era evidente, por la trayectoria de su
trabajo, que no se limitaría a glorificar las entrañas de Estados Unidos, ni mucho
menos a continuar exponiendo esta región como la representación del espíritu
indómito que alimenta gran parte de la mitología norteamericana. Los retratos de los
indios americanos de Edward Curtis tan pictorialistas, románticos, barrocos e idílicos,
así como los grandes paisajes indómitos de Ansel Adams se vieron enfrentados con el
discurso que los retratos de Avedon proponen; el discurso, o ese retrato del oeste,
provocaba una suerte de resignificación de aquel mítico mundo Marlboro.
La resignificación del Oeste americano que hace Avedon consiste en evidenciar
una realidad distinta a la del mito, y aún así, las imágenes proyectan cierto grado de
enaltecimiento de los sujetos fotografiados, extraídos de su entorno, ese que, al igual
que ellos, soportaba las consecuencias de la decadencia. Avedon exploró esta región
desde otra óptica, su mirada produjo un retrato diferente; el Oeste americano que
nos concede había sido principalmente ignorado o desconocido.
Metaforización del sujeto fotografiado y apertura a la diégesis
En una primera mirada, los retratos fotográficos de la serie In the American West
dan cuenta de la posibilidad de significar preponderando al referente, al sujeto
fotografiado, o mejor dicho, a una construcción metafórica del mismo, la cual
posteriormente es acompañada por la posibilidad de apertura o emergencia hacia
una diégesis.
Las preguntas que aquí surgen son: ¿el sujeto en la imagen fue realmente ese sujeto
en la realidad?, ¿se trata de un sujeto construido por Richard Avedon?, o quizá, ¿es la
imagen una construcción llevada a cabo por el sujeto y por Richard Avedon? Mas allá
de los dispositivos visuales descritos al interior de la materia significante, en estos
retratos vislumbramos señas, mímicas, o ejes cardinales que acompañan al código
fotográfico.
Estos sujetos han sido dispuestos en imagen, y ésta a diferencia de lo escrito no
puede ser sustituida en un nivel semántico, ya ha sido sustituida o mediatizada por el
fotógrafo. Ya no es sólo el reflejo “puro” de su referente, ahora, la imagen fotográfica
se torna perversa porque, a diferencia del reflejo especular, ya no se encuentra bajo el
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15 Se refiere, primero, al uso de la situación para crear la independencia del contexto, y segundo, al uso de elementos específicos de un tiempo y lugar
determinados para generar el significado. Nos referimos precisamente a la segunda acepción para decir que el resultado de la actividad performática
determinará la construcción y el sentido mismo de la imagen.
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Ilustración 1.
“Clarence Lippard, vagabundo”,
Richard Avedon,
Estados Unidos.
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Ilustración 3.
“Robert Dixon, envasador de carne”,
Richard Avedon,
Estados Unidos.
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Ilustración 4.
“Alfred Lester, agricultor”,
Richard Avedon,
Estados Unidos
Ilustración 5.
“David Beason, empleado
de transporte marítimo” ,
Richard Avedon,
Estados Unidos.
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Ilustración 6.
“Vivian Richardson
y su nieta Heidi Zacher”,
Richard Avedon,
Estados Unidos.
Ilustración 7.
“Rochelle Justin, paciente”,
Richard Avedon,
Estados Unidos.
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Ilustración 8.
“Tom Stroud, trabajador de
yacimiento petrolífero”,
Richard Avedon,
Estados Unidos.
Ilustración 9.
“Billy Mudd, camionero”,
Richard Avedon,
Estados Unidos.
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Bibliografía
Traducido de: Introduction to Avedon at Work in the American West by Laura Wilson.
?
Documento aparecido en el sitio de la revista electrónica The Digital Journalist TM, en el número
de junio de 2004. Consultado el 5 de agosto de 2005.
http://dirckhalstead.org/issue0406/wilson.html
Iconografía:
Ilustración 1. “Clarence Lippard, vagabundo”. Sparks, Nevada, 1983, de la serie In the American West
de Richard Avedon. En: Richard Avedon. In the American West, New York, 1994 [1985], t4th edition,
Harry N. Abrams, Inc.
Ilustración 2. “Loretta, Loudilla y Kay Johnson. Presidentas del club de fans de Loretta Lynn”. Wild
Horse, Colorado, 1983, de la serie In the American West de Richard Avedon. En: Richard Avedon. In
the American West, New York, 1994 [1985], t4th edition, Harry N. Abrams, Inc.
Ilustración 3. “Robert Dixon, envasador de carne”. Aurora, Colorado, 1983, de la serie In the
American West de Richard Avedon. En: Richard Avedon. In the American West, New York, 1994
[1985], t4th edition, Harry N. Abrams, Inc.
Ilustración 4. “Alfred Lester, agricultor”. Charboneau, North Dakota, 1982, de la serie In the
American West de Richard Avedon. En: Richard Avedon. In the American West, New York, 1994
[1985], t4th edition, Harry N. Abrams, Inc.
Ilustración 5. “David Beason, empleado de transporte marítimo”. Denver, Colorado, 1981, de la serie
In the American West de Richard Avedon. En: Richard Avedon. In the American West, New York, 1994
[1985], t4th edition, Harry N. Abrams, Inc.
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Ilustración 6. “Vivian Richardson y su nieta Heidi Zacher”. Deadwood, Dakota del sur, 1982, de la serie
In the American West de Richard Avedon. En: Richard Avedon. In the American West, New York, 1994
[1985], t4th edition, Harry N. Abrams, Inc.
Ilustración 7. “Rochelle Justin, paciente”. Las vegas, Nuevo México, 1981, de la serie In the American
West de Richard Avedon. En: Richard Avedon. In the American West, New York, 1994 [1985], t4th
edition, Harry N. Abrams, Inc.
Ilustración 8. “Tom Stroud, trabajador de yacimiento petrolífero”. Velma, Oklahoma, 1980, de la serie
In the American West de Richard Avedon. En: Richard Avedon. In the American West, New York, 1994
[1985], t4th edition, Harry N. Abrams, Inc.
Ilustración 9. “Billy Mudd, camionero”. Alto, Texas, 1981, de la serie In the American West de Richard
Avedon. En: Richard Avedon. In the American West, New York, 1994 [1985], t4th edition, Harry N.
Abrams, Inc.
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16 Donde la relación con el signo es arbitraria y por lo cual se establece una linealidad en la construcción semántica.
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fracción de segundo en que el obturador se acciona y deja pasar la luz, que plasma
su huella luminosa en la película; acto al que el autor llama la transferencia
luminosa:
Sólo entonces, durante ese relámpago instantáneo, puede decirse que la foto es “mensaje
sin código”… porque es ahí y sólo ahí entre la luz que emana del objeto y la huella que deja
sobre la película, donde el hombre no interviene y no puede intervenir so pena de
modificar el carácter fundamental de la fotografía. Pero fuera de ello, fuera del acto
mismo de la exposición, la foto es inmediatamente (re)tomada, (re)inscrita en los códigos
(Dubois, 1986: 82).
Así, la fotografía no sólo tiene una cualidad analógica, sino que en el caso de la
fotografía que pretende una función más bien estética, existe una característica
fundamental: la posibilidad de recrear un universo y manipular su propia sustancia
para construir un discurso.
Basándose en las concepciones semióticas de Charles S. Pierce (1978:138- 165),
Dubois ubica a la fotografía dentro de la categoría de los índex (o índices), antes que
los iconos y los símbolos —estatutos que la fotografía podría alcanzar en
determinado momento, pero que no son útiles para definirla de entrada y por sí
misma—. La categoría funciona porque, según explica Dubois,
son signos que mantienen, o han mantenido en un momento dado del tiempo, con su
referente (su causa) una relación de conexión real, de contigüidad física, de copresencia
inmediata, mientras que los iconos se definen más bien por una simple relación de
semejanza atemporal y los símbolos por una relación de convención general (Dubois,
1986: 56).
La fotografía, al estar conectada directamente con lo retratado, adquiere su
carácter indicial, o en palabras de Dubois:
la relación que los signos indiciales mantienen con su objeto referencial se halla siempre
regida por el principio central de una conexión física, lo que implica necesariamente que
esta relación sea del orden de la singularidad, del atestiguamiento y de la designación
(Dubois, 1986: 57).
En resumen, la particularidad de la imagen fotográfica reside en que como todo
índex, procede de una conexión física con su referente; es constitutivamente una
huella singular, que atestigua la existencia de su objeto y lo señala con el dedo por
su poder de extensión metonímica.18 Es pues por naturaleza un objeto pragmático,
18 Figura retórica que consiste en designar algo con el nombre de otra cosa, tomando el efecto por la causa o viceversa.
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técnicas de la constitución de la imagen (la huella luminosa), sino también, por una
extensión progresiva, el conjunto de los datos que definen, en todos los niveles, la
relación de ésta con su situación referencial (Dubois, 1986: 61-62).
La fotografía se establece como una acción humana posible de interpretación,
pues se enmarca en una esfera contextual plena de referentes, cimentada por un
cuerpo discursivo que justifica la producción y decantación de sentido. Abordar
los referentes de esta esfera contextual nos permitirá asomarnos al sentido global de
la obra de Witkin. Si pensamos, como Dubois, que
la fotografía define una verdadera categoría epistémica, irreductible y singular, una nueva
forma no sólo de representación, sino más fundamentalmente aún de pensamiento, que
nos introduce a una nueva relación con los signos, con el tiempo, con el espacio, con lo
real, con el sujeto, el ser o el hacer” (Dubois, 1986: 92)
entonces el proceso hermenéutico en la fotografía se justifica como una ruta
aplicable en la búsqueda de sentido. Esta apreciación se ahonda aún más porque la
hermenéutica profunda se muestra como un acto comprensivo, dado que
la comprensión del sentido no es entonces sólo una dinámica de interpretación de un
objeto textual, sino que constituye un comprender ontológico que caracteriza al ser
arrojado al mundo tratando de orientarse en él. La hermenéutica no es entonces ya una
cuestión epistemológica, sino un asunto radicalmente ontológico: en lugar de
preguntarnos por “cómo sabemos” nos interrogamos por el modo de ser de aquel ente
que “sólo existe comprendiendo” (Lizarazo, 2004: 37).
El acto comprensivo a través de la fotografía es posible porque, como dice
Ricoeur, “comprender es comprenderse ante el texto… y recibir de él un yo más
vasto” (Ricoeur, 2002: 109).
La comunión de la carne y de la plata
Joel-Peter Witkin es un autor cuyo trabajo se inscribe directamente en la
posmodernidad. Su obra está plagada de citas, referencias, mezclas, parodias y
sátiras, elementos que revelan su conexión con el arte posmoderno. Pero la
definición del trabajo del fotógrafo no para ahí. Se puede decir que Witkin transita
de lo canónico a lo revolucionario. A diferencia de muchas de las vanguardias del
arte contemporáneo, el fotógrafo no considera que el arte esté muerto, que los
clásicos no tengan nada más que ofrecer o que se deba romper con ellos; por el
contrario, su trabajo refleja conocimiento y apropiación de los cánones clásicos a
través del tratamiento y resignificación del cuerpo. Para él las figuras clásicas, las
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La madre feroz protege al niño que forma parte de su vida, lo toma suavemente pero
con firmeza, dándole seguridad y cuidado. Ella es capaz de gritar y trasformarse ante
todo aquel que atente contra el crío. En la imagen florece la parte instintiva de una
madre que protege y defiende. El niño, recién llegado a la vida, mira a su madre y se
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encuentra en paz, seguro, se reconoce en su madre y no le teme a pesar del gesto feroz.
Madre e hijo, dos seres que se saben desde el primer encuentro. La maternidad,
podríamos decir, es fortaleza y transformación. Paradójicamente, la verdadera fuerza
de la imagen nace del niño, de esa fragilidad que siente la madre cuando lo toca.
Madre de imagen dual, polarizada: hacia lo positivo como protectora, nutridora de
vida, cuida maternalmente; imagen de la fertilidad y la sabiduría. Un amor que
traspasa el entendimiento, que regala bondad pero que extiende su lado negativo:
éste se muestra en los ojos y la máscara; madre castradora, dominante, no permite al
otro desarrollarse y lo mantiene bajo control. El niño se queda estático porque ella lo
devora. Su máscara trasmite las creencias y el poder de los padres sobre la educación
que se mama. La madre juega roles que van de lo femenino a lo masculino, de la
madre amante a la madre terrible.
“The Kiss”
Fotografía 2.
“The Kiss”,
Joel-Peter Witkin,
Nuevo México.
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“Las Meniñas”
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Esta mujer que alguna vez tuvo alas, ahora está obligada a caminar por la tierra. Es
un ángel caído destinado a permanecer sin libertad, ángel que ha perdido su carácter
divino. Ser orgulloso, se ha convertido en un ser terrenal, en un pájaro sin alas.
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Fotografía 5.
“Man with Dog”,
Joel-Peter Witkin,
Ciudad de México.
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“Glassman”
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Fotografía 7.
“History of the White World: Venus and the Magdalen”, Joel-Peter Witkin, París.
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“Female King”
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que se apoya en el rostro que se asoma por su espalda: otros ojos, un segundo rostro
que mira detenidamente al observador, ángel guardián de esta reina poderosa
también llena de piedad, de humanidad y de calma. Esta mujer ya no es terrestre, está
en ascenso, se separa del polvo de la tierra y se va elevando. A su imagen terrenal,
material, cárnica, en reposo, se agrega una visión divina, religiosa, que la transforma
en una diosa y la aligera. Lo profano y lo sagrado, la tierra y el cielo, el espíritu y la
carne se unifican en su imagen, en su doble rostro, uno cubierto por el otro, pero
ambos mostrándose: uno joven, el otro avejentado; uno sumiso, el otro extrovertido;
uno tierno, el otro feroz; uno sobrio, el otro festivo; uno asesino, el otro redentor:
ambos, lo mismo. El tiempo ha pasado por esta mujer y ha dejado su marca en la piel:
su rostro cuarteado, señal del indómito transcurrir de la vida, como el de aquellos
parajes resquebrajados por la sequía.
“Anna Akhmatova”
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“Poussin in Hell”
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El lienzo del pintor está cubierto a la mitad por pintura, pero lo que se aprecia en el
cuadro no es lo que el pintor tiene enfrente. La mano izquierda del pintor, una mano
feroz, con uñas tan largas que le hacen parecer una garra, sostiene una paleta. En ella
vemos formas y colores dispersos y abstractos. La actitud de la modelo, el lienzo que
no refleja lo que el pintor tiene enfrente, los trazos abstractos en el lienzo y la paleta, y
el nombre mismo de la fotografía, todos son elementos que recuerdan “La obra
maestra oculta”, de Honoré de Balzac, donde un joven pintor, llamado Nicolás
Poussin, va a París a conocer a uno de sus pintores favoritos, Porbus. En el estudio de
Porbus, Poussin conoce a Frenhofer, maestro de Porbus, el mayor pintor de todos los
tiempos. Frenhofer ha trabajado en su obra maestra por años, el retrato de una bella
mujer, pero no puede terminarla porque no ha conseguido a una modelo lo
suficientemente bella que pose para él, de manera que pueda plasmar la belleza
femenina tal y como lo tiene pensado. Poussin vive con una joven mujer, a quien
convence de posar para el maestro, a pesar de la resistencia que la chica opone.
Poussin mismo duda al respecto, pero su deseo de admirar la obra maestra terminada
es más fuerte. Porbus y Poussin llevan a la joven al maestro Frenhofer, quien termina
la obra. Cuando los hombres se acercan a ver la pieza terminada, se dan cuenta de que
en el lienzo no hay chica alguna, sino una serie de manchas, colores, formas extrañas
que parecen no tener sentido. Los dos hombres tachan el lienzo como la obra de un
loco, mientras el maestro lamenta que no aprecien la genialidad de su obra.
Frenhofer no soporta los insultos y los obliga a retirarse. Esa noche, el maestro
quema sus obras y muere en el incendio.
Honoré de Balzac fecha su relato en el año 1612, año en que el verdadero pintor
Nicolás Poussin tendría 18 años de vida, tal como el Poussin del cuento.
Encontramos aquí la primera coincidencia entre el arte y la vida.
Es sabido que Pablo Picasso apreciaba la historia de Balzac, pues se sentía
identificado con el protagonista y su visión del arte. Incluso, realizó una ilustración
para una edición especial del cuento, en 1927, bajo el encargo de Ambroise Vollard.
Sabiendo de antemano que Picasso es una de las grandes influencias de Witkin, y
considerando que en el cuento reseñado se discuten muchos aspectos del arte
pictórico, la relación entre la fotografía y la obra de Balzac no es descabellada. La
modelo de la fotografía, como la chica del cuento, parece posar con renuencia.
Como en el cuento, lo que el pintor tiene en el lienzo no es la figura de la mujer, sino
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una serie de trazos abstractos. Esta fotografía bien podría ser una ilustración del
cuento de Balzac, pero ahora los papeles se han transformado, y el joven ingenuo que
no tuvo la sabiduría para apreciar la obra del maestro, vive en carne propia su
suplicio.
El fotógrafo imita la ficción a través de la ficción. Este momento único retratado
por Witkin, ha sido arrebatado del pasado, llevado desde las letras hasta el
imaginario del fotógrafo, para aterrizar de nuevo en la tierra en forma de imagen.
Como Balzac al escribir “La obra maestra oculta”, Witkin se preocupa por la teoría
del arte. Y su preocupación se expresa en una frase, que aparece en nuestra imagen:
“la doute est a la source de toute beauté” (“la duda es la fuente de toda belleza”).
“Interrupted Reading”
Fotografía 11.
“Interrupted Reading”,
Joel-Peter Witkin,
París.
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Justo a la mitad del libro, justo a la mitad del camino se detiene la lectura. La lectura
se interrumpe y se interrumpe, a su vez, la vida. La vida como una lectura, como la
lectura de una historia; la vida, una narración que, como todo relato, tiene final.
¿Feliz o trágico?, no importa. Con la interrupción de la lectura se suspende también la
sabiduría, el conocimiento, por eso vemos un rostro sin cerebro, pura máscara. Al
cerrarse, el libro se convierte en un objeto decorativo, un elemento más dentro del
cuadro que, sin embargo, no pierde su valor, objeto de aprendizaje, la mesa sobre la
que se encuentra le sirve de dosel, de pedestal. Resignificación del libro-vida, de la
historia de vida, de las anécdotas, de los hechos, del recuerdo. Aún en la vejez y en la
muerte, la vida es distinguida, elegante, fina. Pese a la apariencia de lo fúnebre, de lo
oscuro, de lo horrible, la vida es digna. Ante la sobrevaloración de la vida y del
instante en la cultura occidental, y de la eternidad celeste cristiana, la muerte
también es digna, distinguida, elegante y fina. Aquí, tanto la vida como la muerte
tienen valor. Sólo la muerte es capaz de interrumpir nuestra lectura del mundo, se
postra frente a nosotros elegantemente vestida, trae collar de perlas, arete largo y una
falda sobria a la cintura. Posa ante la cámara semidesnuda, distinguida, pues no
requiere mostrar su poder. La muerte es la única que tiene la certeza. Al interrumpirse
la vida, entra en los cuerpos y deja una marca indeleble: su propio rostro. La muerte
siempre se ve, se sabe, se identifica, se huele; lo muerto, muerto está y nada se le
parece. Nadie puede actuar la muerte o simularla, ponerla en escena o imitarla,
porque lograrlo sería morir. La muerte deshace la materia pero mantiene la esencia,
las rosas marchitas de la mesa han muerto pero siguen siendo rosas.
En la imagen también aparece la matrona, la que sabe más por vieja que por diabla, la
que enseña sus pechos flácidos porque ha amamantado al mundo, la que da la vida y
también la quita pues es la madre naturaleza, la tierra misma; de ella nacemos al
mundo y en la muerte a ella regresamos. Nos traga en su vorágine porque los ciclos
nunca se detienen, porque al alimentarnos hemos exigido y desdibujado sus pezones,
porque la hemos ido matando. Mujer-origen sentada en el tiempo inmemorial. Es
nuestra madre, esa madre a la que es necesario asesinar y que a su vez nos aniquila para
que la vida tenga sentido. Vivir es romper el cordón umbilical y así caminar hacia la
muerte. Verla desmembrada es recordar que tenemos un destino: la finitud. Visión
que sugiere lo arcano, el misterio, lo antiguo: la fotografía parece un daguerrotipo, una
imagen tomada en los orígenes del trabajo con la luz.
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“Queer Saint”
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“Corpus Medius”
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Como su nombre indica, esta imagen es sobre el cuerpo medio, el medio cuerpo de
un hombre partido por la cadera y completamente desnudo (incluso desnudo por
dentro mostrando algunas de las vísceras). La mesa donde se encuentra el corpus
medius no es simplemente una mesa cubierta por una tela, sino un altar, una especie
de dosel sagrado que da cuenta de la belleza estética de un medio cuerpo
plácidamente postrado en señal de descanso. Es Jesucristo que yace sobre su dosel
después de haber sido bajado de la cruz, sin los molestos clavos en los pies. Se ha
convertido en un cuerpo sin vida aparentemente, pero redimido al no estar
sufriendo en la cruz. Un cuerpo muerto que a pesar de no tener movimiento, de estar
suspendido en el tiempo, parece más cómodo en muerte que en vida.
En esta imagen existe una doble representación de la muerte: por un lado, un medio
cuerpo muerto sobre una mesa cubierta; por otro lado, en el lado simbólico, la
muerte de Cristo. La postura completa del medio cuerpo en la obra de Witkin parece
aludir más específicamente a la posición que Roger van der Weyden le da a Jesús en
“El descendimiento de la Cruz”, pues la mitad del cuerpo de este Jesucristo pareciera
ser idéntica no sólo en la posición de la cadera, las piernas o la postura de los pies, sino
también en la forma de los dedos de los pies, marcándose sumamente los huesos a
través de la piel. Aunque en esta pintura Cristo no está completamente desnudo y lo
sostienen dos personajes, en la fotografía de Witkin la posición de las piernas
pareciera ser idéntica. Lo que más resalta no es tanto la marca clara del corte del
cuerpo por arriba del vientre, sino la actitud de viveza que tiene este corpus medius, su
carácter perenne.
Constelación simbólica
La aproximación minuciosa a la fotografía de Joel-Peter Witkin hecha en este texto
revela características que no solo componen la obra, sino que le otorgan su
particularidad y demuestran el estilo único del autor. En sus fotografías Witkin
aplica su conocimiento en historia del arte, en específico de las corrientes
occidentales, retomando y contraponiendo técnicas clásicas del arte y las
vanguardias, con nuevas visiones artísticas como La nueva carne y el Body Art.
Sobresale la presencia del cuerpo, al que Witkin ve como un instrumento: lo moldea,
lo tienta; traspasa las fronteras del miedo a la fragmentación, a la muerte y a la carne
misma. En las imágenes de Witkin el cuerpo se expresa, se manifiesta, recuerda que
la existencia es transitoria; que el cuerpo nace, crece, se reproduce, muere y se
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Iconografía
Fotografía 1. Joel-Peter Witkin, “Mother and Child”, 1979.
Fotografía 2. “The Kiss”, Joel-Peter Witkin, 1982.
Fotografía 3. “Las meniñas”, Joel-Peter Witkin, 1987.
Fotografía 4. “Woman once a bird”, Joel-Peter Witkin, 1990.
Fotografía 5. “Man with dog”, Joel-Peter Witkin, 1990.
Fotografía 6. “Glassman”, Joel-Peter Witkin, 1994.
Fotografía 7. “History of the White World: Venus and the Magdalen”, Joel-Peter Witkin.
Fotografía 8. “Female King”, Joel-Peter Witkin, 1997.
Fotografía 9. “Anna Akhmatova”, Joel-Peter Witkin, 1998.
Fotografía 10. “Poussin in Hell”, Joel-Peter Witkin, 1999.
Fotografía 11. “Interrupted Reading”, Joel-Peter Witkin, 1999.
Fotografía 12. “Queer Saint”, Joel-Peter Witkin, 1999.
Fotografía 13. “Corpus Medius”, Joel-Peter Witkin, 2000.
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subjetiva del receptor?, ¿qué pasa cuando el autor mismo delimita qué se debe
entender de su obra y qué no?, ¿qué se debe cuestionar al contemplarla e interpretarla
y qué no?, ¿qué pasa cuando el creador formula los parámetros de observación que
amerita su obra y excluye a quien no lo hace con la intención que él mismo propone?.
La cuestión es compleja por que se trata no de una posición teórica, abstracta, sino de
lo que parece ser la actitud de un importante creador visual de nuestro tiempo, quien
además es un intelectual ciego que en círculos de arte europeo, ha sido objeto tanto
de crítica como de admiración, de estudio y controversia, de adulación y también de
discriminación y escepticismo.
Evgen Bavcar, ciego de profesión e iconógrafo de oficio, es un creador visual que
escribe en los senderos de la oscuridad las letras lumínicas de la realidad. Evgen
Bavcar, o “Bauchar” -como debe pronunciarse- plantea la complejidad del crear
imágenes en la condición de la ceguera.
Entre el amplio sector de artistas visuales ciegos Bavcar destaca por el valor
significativo de sus obras, por los contextos históricos y sociales en que se ubica su
producción, pero sobre todo por su actitud y actividad discursiva constante y retadora.
A veces arrogante y narcisista, a veces vulnerable y susceptible, ciego por destino,
ciego por voluntad..., parece estar convencido de que son las sensaciones que
emanan de nuestro ser las que le dan sentido a lo que vemos.
En términos de Bavcar la significación del mundo empieza desde el interior de
nuestra alma.
El creador ciego justifica y explica su producción fotográfica como el resultado de
una mirada de su “ojo Interior” que visualiza el universo a través de sus sentidos
ampliando el campo de visibilidad de la “observación” del mundo y de su
interrelación con el; “el deseo de imágenes” es independiente de la condición de
videncia o invidencia del ser humano.
Bavcar defiende y sustenta a través de su obra y de su discurso, su posición como
vidente del mundo y de la realidad, se postula como compositor visual, e incluso va
más allá de la creación visual abstracta o conceptual que se esperaría por provenir de
un ciego, al hacer de la fotografía un documento vivencial icónico-simbólico de la
realidad. Entabla con el observador una conversación plástico-formal de sus
vivencias, en un lenguaje afín, el cultural.
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realidad. Irónico atenta contra los videntes porque estando completamente ciego
puede registrar en imágenes una realidad que conmueve y significa algo no sólo para
él mismo, sino para quienes nublados por la arbitraria necesidad de mirar sólo a
través de los ojos, no alcanzan a ver a través del espíritu.
A diferencia de los demás fotógrafos, Evgen Bavcar se mueve en la oscuridad guiado
por su ceguera y por su necesidad de utilizar el sentido antes que la luz. El momento
de arbitrariedad del fotógrafo ciego corresponde a la memoria y al ambiente que le
rodea en el momento de capturar la imagen.
Bavcar no solo avista un instante con su cámara de manera perdida o experimental,
sino que nutre su obra con la memoria de infante que le sirve como elemento
recuperable e ideal: una rememoración de la infancia a través de elementos traídos al
presente. Esto es esencial para Bavcar en el sentido básico del observar, como el
propio Bavcar dice: no puedo ver más allá de lo que conozco, y es que ¿cómo podría
fotografiar algo de lo cual no tiene referente? Es por eso que recurre a los recuerdos de
su infancia, no para recuperar las formas de las cosas, sino quizá los sentimientos que
le propiciaron.
La fotografía del ciego no pretende reproducir la memoria visual sino seguir
produciendo nuevos recuerdos visuales que provoquen ya no narraciones, sino
descripciones, en tanto a pesar de que Bavcar cree son más cercanas a la realidad,
permanecen en el ámbito de la subjetividad, pues tan real es para él la realidad como
lo es para un vidente.
La fotografía de Bavcar propone de esta manera una realidad constituida en
esencia por pilares de recuerdos de la visión de su infancia reconstituida por una serie
de elementos con los que ha podido enriquecer ya sea de manera sensible o
imaginaria una realidad que imprime en sus fotografías mediante simbolismos. La
realidad interpretada ante su ceguera. Y por otro lado, la creación de un nuevo
universo de significaciones provenientes de objetos nuevos que no conoce al menos
en términos visuales, pues, la cosa representada no solo se entiende por su imagen
visual, sino también puede ser entendida por el tacto, el oído, el gusto o el olfato.
En esencia sus fotografías no van dirigidas a sí mismo, a un público invidente, o a
personas que lo conocían de niño y podrían compartir con él recuerdos visuales, sino
a espectadores que tienen poco en común con él. Entre estos dos rumbos no hay nada
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La representación de la interioridad
Mucho del impacto que una fotografía es capaz de producir en un espectador se
deriva de la constatación que éste hace siempre de que se trata de la imagen de algo
que "ha sido", como indicara Barthes. Cuando miramos una foto tomamos
conciencia de que los objetos y los seres por ella representados existieron (en la forma
misma como los vemos) en un momento del fluir temporal, y abarcaron un espacio
semejante al que ocupa nuestro propio cuerpo. A menudo eso nos produce el deseo
de imaginar o elucubrar el desarrollo vital de esos seres, de lo que fueron antes o
después de haber sido transformados en imagen por el acto fotográfico.
Lo fotografiado habla no solo de que “algo ha sido”, sino también de “cómo fue
visualmente lo que ha sido”.
Al recorrer las imágenes que forman la antología “El espejo de los sueños” (muestra
fotográfica que el esloveno articuló a través de los años como colección de instantes
que apelan a sus más íntimos recuerdos, deseos y anhelos), el vidente puede sentirse
inmerso en el universo de interrogantes que hemos venido describiendo y
atestiguando. Evgen Bavcar nos propone un muestrario de lo que estimula la
imaginación de un fotógrafo. Se trata de imágenes que nos hablan, por ello, de una
determinada concepción de la realidad, y casi funcionan como un libro de deseos,
obsesiones y paradigmas.
Muchas imágenes incluidas en “El espejo de los sueños” recurren al efecto
simbólico para crear sus efectos en nosotros.
Los pensamientos, sentimientos y recuerdos están propiamente incrustados en las
fotografías de Bavcar de manera que su transmisión al ojo vidente resulta clara, no
por el cometido de Bavcar de expresarse ontológicamente, sino por que las
fotografías cumplen con cualidades icónicas y simbólicas en planos
plásticosformales, que facilitan su recepción. Bavcar advierte que al tomar la
fotografía está en una suerte de neutralidad de pensamiento, y aquello que precipita
la producción de la imagen es algo de la escena, que resulta percibido por los demás
sentidos, así como por su memoria. Bavcar citaría a éste sentido neutro como lo no
visible, que es precisamente el elemento más íntimo impreso en su imagen: a veces
son los sonidos, o el viento, que aunque invisibles en la foto, permanecen en foco en
la memoria visual del ciego.
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Sin embargo, el fotógrafo ciego no está exento de errores, pero inteligentemente los
espera. Evgen Bavcar utiliza los posibles errores y complejidad de sus encuadres y
composiciones, para generar nuevos sentidos. Esos elementos de lo no controlado, lo
inesperado y sorpresivo, son utilizados para hacer más compleja la imagen o salvarla
del fracaso. Un ejemplo es la fotografía de “Paris con gato”, en la que aparece en el
primer plano superior la silueta sugerida de un gato, realizada en postproducción a
través de tratamiento del negativo y sobre-exposición. Inmediatamente debajo de la
silueta del felino, se puede ubicar la línea de horizonte de una ciudad cualquiera en la
noche, perdida en el segundo plano como escenografía del gato, en ésta fotografía el
elemento principal, no es el gato, sino la ciudad.
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Es por ello que el tiempo para Bavcar no está marcado por su flujo a través de los
años, sino por la memoria. Si un recuerdo está vivo en la mente de Bavcar, ni el tiempo
violentamente agitado, ni su paso a través de las cosas y de las personas puede influir.
Algunos ciegos prefieren no mirar con las manos el paso del tiempo, Bavcar sin
embargo recurre a sus referentes visuales mediante el tacto y mediante la memoria, para
formular una comprensión de los acontecimientos, personas y cosas a su alrededor.
La fotografía evidencia que la capacidad visual de un ciego, no está en relación con la
captación de la realidad, ni en relación con su descripción, está en relación más bien
con la identidad de sí mismo, con la auto-interpretación en relación con el entorno (y
no el entorno en relación con uno). No es la oscuridad la que influye en Bavcar, es
Bavcar el que influye en la oscuridad para expresar con ella su sentir.
La Obra Pública
Por sus características plásticas y su cuidadosa estética, las fotografías de Bavcar están
dirigidas a los videntes. Podríamos decir que Bavcar se comunica con los videntes a
través de estrategias formales, pero a la vez exige que no sea sólo en estos términos
como se comprenda su mensaje. Bavcar ha reiterado que su fotografía requiere, no la
revisión técnica o formal, sino su comprensión profunda. Sin embargo emite este
sentir sólo cuando el observador de la obra cuestiona también los aspectos formales,
no conformándose con el mensaje ontológico de la obra.
A pesar de que Bavcar exija un entendimiento metafísico, el vidente común
encuentra mediante su formación y relación con las imágenes, un sentido para sí
mismo, sin tomar necesariamente en cuenta al autor o su discurso. Es aquí donde se
muestra el lado público de la obra del ciego, en donde las interpretaciones de los
observadores, otorgan el sentido a la obra no mediante el autor, su ceguera y sus
pesares, sino mediante su concepción y entendimiento de las imágenes y sus
connotaciones. Bavcar pertenece al ámbito de la fotografía conceptual, delimitado en
primer lugar por su ceguera y en segundo lugar por la necedad de expresar sus deseos y
anhelos, a través de un medio que por su naturaleza requiere el sentido de la vista.
Bavcar cumple el rol de artista ciego en una sociedad europea, donde las expresiones
artísticas que cuestionan o alteran el uso de las reglas establecidas y los esquemas,
generan impacto por su innovación y complejidad. Sin embargo Bavcar se expone un
paso más allá de la expresión que rompe esquemas, ya que en su obra respeta las
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En el caso de los retratos como el de “Umberto Eco”, Bavcar muestra una relación
íntima con los personajes muestra una complicidad entre el fotógrafo y el modelo.
Pero el intimismo de estas fotografías se queda en un nivel especulativo, quizás
difícilmente lleve a la reflexión profunda que pretende Bavcar. Más que una mirada
íntima son un ejercicio de estilo, sus imágenes difícilmente conducen a una
metafísica que muestre los rasgos más ontológicos de las personas, es solo resultado
del grado de acertividad técnica de Bavcar y del grado especulativo de la toma y su
posible adecuación temática mediante simbolismos.
Bavcar expresa con sutil arrogancia que enfrenta las adversidades de su condición y
logra sus cometidos. El discurso de Bavcar nos expresa que las imágenes se pueden
compartir en su significación, por la conceptualización que se tiene de las cosas sin
importar su representación física.
Bavcar está retando y cuestionando en su discurso, no sólo el hecho de que un ciego
tome fotos, sino a su vez, cuestiona a la fotografía en general y sus características y
también cuestiona a los observadores de su obra, su espejo.
Las fotografías de Bavcar son impresiones en papel positivo fotosensible a la luz,
originadas en una cámara analógica reveladas en blanco y negro. Son el resultado de
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Bavcar agrega en algunas de sus obras un elemento figurado con el cual nos ofrece
más que una mera imagen, propone un sentir, busca hacernos partícipes de su
mundo, de su realidad. Dichos elementos forman parte de un sentido cultural, un
entendido colectivo en muchos de los casos, pero también un significado propio del
autor en todas sus fotos.
De las once fotografías que forman parte de la exposición, nueve poseen al menos
un elemento simbólico sobrepuesto.
Bavcar prepara una obra discursiva, una proyección de su realidad dirigida a los
videntes, un discurso que posee una textualidad icónica que representa el mundo
interno del fotógrafo ciego.
Los diversos elementos sobrepuestos pueden ser objeto de una interpretación
cultural: las aves, los animales mitológicos, los felinos, así como algunos temas
religiosos. Muchos de estos componentes son objetos reales, como la lechuza, el
reloj, la puerta o una bicicleta, pero algunos mas son representaciones creadas como
las golondrinas de papel, el Dragón de Liubliana, el Águila de Ginebra, e incluso
inexistentes, dibujadas, como es el caso de “París con gato”.
Pero la obra no solo es icónica en su sentido colectivo, Bavcar habla de las
golondrinas como las aves que ven de noche, que a pesar de la obscuridad no dejan de
volar, con lo cual parece reflejar su propia persona. En otro sentido la golondrina
representa para él a la mujer, tanto por su figura como por su elegancia, simbolizan la
luz que de día vuela en alto y de noche vuela bajo.
Cuando escribe acerca del tiempo, mas allá de lo que culturalmente pueda
simbolizar, el fotógrafo ciego lo concibe particularmente y le da un
significado propio:
Detractor infatigable de los instantes que, a veces, yo anhelaría infinitos. Por la noche te
transformas en nostalgia de la luz del día, revelada inapelablemente. En la mañana retiras de
mis manos el espejo del verano con el que me engañaste en la víspera. Flecha mortal en la
duración del cuerpo, suspiro frágil dirigido a la eternidad. Imagen fugitiva a merced de las
manos infantiles que creían poder atraparla para siempre” (Bavcar, 1999)
Algunas de sus fotografías no cobran sentido sin este elemento simbólico, paisajes
sin sentido, sin encuadre, sin estética, o probablemente errores aprovechados, son
configurados para introducirnos a sus recuerdos, su imaginación, su sentimiento.
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Bibliografía
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5. La dramática fotográfica
Daniela Pérez, Donahji Arrieta, Yazmín Galindo y Karla Medina
La verdad es que la invención dramática es el primer esfuerzo
del hombre por llegar a ser intelectualmente consciente
(George Bernard Shaw)
En la cultura visual la fotografía se coloca como un medio de comunicación de
masas que demuestra su capacidad para construir y transmitir mensajes de forma
contundente. En este artículo abordaremos a la fotografía en su dimensión
narrativa, proponiendo como eje que algunas fotografías siguen mecanismos
propios de la estructura dramática, con lo que se apuntala el relato visual.
A pesar de la falta de secuencialidad la fotografía es capaz de convocar a una
narración mediante la lectura que el espectador hace de ella. Buscaremos seguir este
hilo a través de cinco fotografías de guerra galardonadas por la World Press Photo.
Imágenes en las que el relato se compone de dos momentos, que nombraremos
construcción (donde se realiza la fotografía) y reconstrucción (donde la imagen se
presenta frente al espectador). Momentos que implican un mundo de posibilidades
dependientes de una suma de factores externos e internos tanto del que realiza la
imagen (fotógrafo) como de aquél que en su mirada la descifra (espectador).
En un primer momento el fotógrafo selecciona y congela un fragmento de lo que se
suele llamar realidad. En el segundo, aquel fragmento transformado en imagen se
convierte en relato a través de la mirada del lector (espectador) que lo descifra. Relato
que tiene fuerza en la medida que responda a una estructura narrativa conocedora de
cómo se genera y alimenta el interés de la mente humana hacia un acontecimiento,
que se define como dramática.
La dramática
Aclaración pertinente: “dramático” no es sinónimo de “trágico”, luego entonces,
no todas las obras trágicas son dramáticas y a la inversa. Es así que en el presente
artículo, la dramática se concibe como la estructura narrativa a través de la cual
diversas expresiones artísticas o comunicativas logran contar una historia
asertivamente. La estructura dramática en textos como la novela, cuento, teatro,
reportaje o fotografía crea interés en el espectador decantando la información que se
suministra para retener su atención, lo cual se manifiesta en emociones como
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alegría, tristeza, miedo, entre otras. Cabría recordar, la angustia que provoca en
algunos lectores la historia de Otelo de Shakespereare o la risa que provoca a diversos
espectadores La quimera del oro de Chaplin. Obras que nos hacen recordar la
necesidad universal e histórica del hombre por expresar y resignificar su mundo a
través de la ficción.
En este sentido, Yven Lavandier (2003) apunta que el hombre no puede vivir sin
historias porque el relato, ya sea para uno mismo o para los demás, es vital para la
psique como el oxígeno para nuestro organismo. En esta necesidad se recurre al
lenguaje oral, escrito o plástico. Ya sea en la letra impresa de un libro, en las
pinceladas de un retrato o en el proceso químico en que emerge una fotografía. Sea
cual sea el lenguaje, y sus distintas herramientas y procesos, las obras se conforman
sobre la base de que se interpela al otro. En eso consiste la búsqueda de la obra por
penetrar en los pensamientos y emociones humanas, por acceder al juego donde el
hombre se funda parcialmente en el otro.
El lenguaje evoluciona, el hombre ha perfeccionado su modo de contar historias
estableciendo una estructura diegética (narrativa), que se nombra como dramática.
Estructura plenamente reconocible ya desde historias tan antiguas como la Epopeya
de Gilgamesh19en la mitología sumeria o la Iliada de Homero en la cultura griega.
Obras cuyo lenguaje se rige por una gramática y, por lo tanto, por reglas que son
aprendidas (de manera consciente o inconsciente) para la composición y
representación de una historia en la que a partir de diversos mecanismos lingüísticos
se interpela a las emociones de sus receptores. En este contexto de tradición
narrativa, se puede entender la construcción de un relato a partir de la existencia de
unos personajes quienes colocados en diversos escenarios se enfrentan a conflictos,
de diversa naturaleza e índole, en la consecución de sus objetivos.
A pesar de la identificación de rasgos comunes en las obras dramáticas, se debe
considerar que la estructura dramática no debe ser tomada a manera de receta, pues
los mecanismos con los que se rige son complejos y considerables. De tal modo que la
dramática se identifica al observar rasgos comunes constantes en obras que resaltan
por su poder de convocar y representar una historia. Historias en las que sus autores
19 El investigador Shenoy Lee (University de Delhi) refiere, que el poema épico de Gilgamesh es considerado por algunos autores como la historia
escrita más antigua en la historia (alrededor de 2750 y 2500 antes de cristo). Proviene de la antigua sumeria, y fue escrita originalmente en doce
tabletas de arcilla en escritura cuneiforme, que relatan las aventuras del rey histórico de Uruk. Publicación digital en: Lee, Shenoy (2012), “Epic of
Gilgamesh”, Social Science Research Network
(http://papers.ssrn.com/sol3/papers.cfm?abstract_id=2030863). Revisado en abril 2012.
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suele usar en la fotografía, debido a que se piensa que las imágenes fijas están
imposibilitadas para llevar una historia por su falta de secuencialidad y de ahí su
incapacidad de ser un texto dramático. Sin embargo, la dramática, siendo una
propuesta sólida para la estructuración y presentación de ideas e historias, notiene
porqué limitarse a ciertos medios. La fotografía también puede presentar a plenitud
un relato de carácter dramático. Tan sólo habría que dar un vistazo a las fotografías
que día a día aparecen en las páginas de los periódicos, y cómo en su mayoría nos
informan sobre diversos acontecimientos en el mundo con el simple mirar de una
imagen. La fotografía pone en juego un lenguaje que conlleva una gramática para
convertirse en un texto de carácter narrativo.
Aunque el medio fotográfico surgió en la época moderna, éste ha conformado su lenguaje
propio, el cual es complejo e impreciso, al expresar una configuración semántica y sígnica
particularizada, la cual establece características individuales que sirven para reclamar la
atención sobre su discurso visual. (Fontcuberta, 1982:12)
Se puede considerar la fotografía en su dimensión formal como un texto
configurado lingüísticamente que expresa un discurso, el cual es leído
(decodificado) mediante los elementos visuales de la imagen. Análogamente a un
libro (cuyas ideas están escritas con tinta) en una fotografía se escribe como su raíz lo
dice, con luz. Sus elementos puramente morfológicos clasificados por Donis Dondis
(2003) -la línea, el color, la proporción, el equilibrio, entre otros- son como las
palabras que en su interacción construyen frases mucho más elaboradas, que
requieren de una intelección para detectar las historias y alegorías
iconográficamente representadas. De esta manera, en el interior de una fotografía se
predisponen elementos morfológicos para que la mente del espectador sea capaz de
articularlos, dándoles significado. Como resultado la fotografía se presenta como un
relato, el cual se establece en un espacio y tiempo determinado.
Este espacio y tiempo en la fotografía se encuentra en primera instancia en el
momento (construcción) en que el fotógrafo, consciente o inconscientemente, se
apropia de la imagen y genera un esquema para contar una historia. Aquí hay que
tener en cuenta el término de instantaneidad que está implicado en la fotografía, al
considerarse que ésta se da mediante un instrumento técnico (cámara) que es capaz
de congelar el movimiento, las acciones, la atmósfera, los personajes, en una fracción
de segundo en que el obturador de la cámara está abierto. Pero al igual que el primer
momento (construcción), el segundo momento (reconstrucción) que corresponde
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El relato, como explica Roland Barthes (1990), está inscrito en una situación,
época y un espacio determinados, los cuales no necesariamente conocemos en su
totalidad, ya que una historia siempre nos llevará a otra y así sucesivamente. La
subjetividad de una imagen origina que el relato construido en la fotografía se
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Lo anterior, se puede ver con claridad en la búsqueda del teatro (por antonomasia,
sustentado en representación de historias dramáticas) por mantener la atención del
espectador desde el comienzo hasta el final de la obra. Para ello, se utilizan
mecanismos como la inclusión de uno o más conflictos que son destacados por una
serie de valores insertos en la obra.
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Habrá quien piense que la dramática en el teatro es posible por el modo en que se
desarrolla: un tiempo continuo en el que van presentándose una serie de acciones
secuenciadas, las cuales desembocan en peripecias que a su vez tejen un clímax, y que en
una fotografía dicha cuestión sería imposible de lograr por ser una imagen fija,
atemporal. Sin embargo, el tiempo es una entidad relativa y en la lectura de una
fotografía el espectador puede representar temporalmente una historia a través de los
diferentes elementos e indicios con los que está construida la imagen (las miradas, la
dirección de los movimiento, la ropa, el espacio, el cause de los elementos de la
naturaleza, etc.). Así, pese a las importantes diferencias entre la fotografía y el teatro,
ambos comparten el poder de representar una historia, porque en la lectura de una
fotografía, el espectador reconoce conflictos y personajes que conecta hacia un fin. Esta
representación de la “obra de teatro fotográfica”, es una interacción entre fotógrafo y
espectador, donde cada uno ordena y correlaciona los elementos de la imagen a partir
de una estructura dramática, en un juego de codificación y decodificación.
Dado que lo expuesto se ejemplificará con un corpus de fotografías de guerra, es
pertinente ahondar un poco en las características y antecedentes de este género
fotoperiodístico y documental.
La fotografía de guerra: un ejemplo de dramatismo
Desde su aparición (hace siglo y medio), la fotografía ha sido fiel acompañante del
hombre en la guerra. Desde Roger Fenton fotografiando la guerra de Crimea, la lente
de una cámara ha estado presente cuando los hombres se enfrentan.
Ilustración 1.
“Gen Brown y sus cadetes
en Crimea”,
1855, Roger Fenton,
Ucrania.
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demostrado tener éxito al lograr la conmoción del espectador ante el relato del que
da cuenta una imagen, y que tiene su principal antecedente, como afirma Susan
Sontag (2003) en las imágenes pertenecientes a la iconografía cristiana.
La busqueda de imágenes más trágicas es lo que impulsa a la empresa fotográfica y es parte
de la normalidad de una cultura en la que la conmoción se ha convertido en la principal
fuente y estímulo de consumo. (Sontag, 2003:23)
Por lo anterior, es que en el campo del fotoperiodismo, donde existe una dura
competencia, se busquen aquellas fotografías que sean capaces de conmover al
espectador independientemente de la capacidad de escritura dramática del
fotógrafo y de la capacidad de decodificación dramática del espectador.
La dramática en acción
La fotografía como relato puede ser dramática de una forma plena mediante los tres
sentidos expuestos con anterioridad: representación, conflicto y forma (elementos
morfológicos que contribuyen a resaltar los valores de la historia). Sentidos que son
imposibles de separar en la realidad y corresponden a una dramática representada, otra
vivida y otra realizada. Esto da como resultado la presentación de una historia en una
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Las miradas en la escena son una telaraña que buscan atrapar instantes de vida, mientras
algo atroz pasa en todo aquello (la mujer que llora sosteniendo el vacío en el pecho bien lo
sabe); algo atroz vive en las miradas impávidas; algo terrible que no se ve, pero intuye, el
espectador que ahora está observando la foto.
En principio, el objetivo de la cámara de Mc Cullin, como la pluma de un novelista,
cristaliza en un instante varias historias que tienen como eje el sufrimiento de cuatro
mujeres y tres niños que son víctimas de un suceso trágico que, por todos los indicios,
llevan a suponer la presencia de la muerte y la vulnerabilidad de los personajes
principales.
Como si fuéramos espectadores de una obra de teatro, se abre el telón y podemos
observar la reproducción de una historia en la que se identifica a los personajes de
modo jerárquico en tiempo, espacio y acción. A grandes rasgos nuestra mente
interpreta como personaje protagónico a la mujer situada en primer plano, reconoce
que la mujer llora con un gesto de angustia y desesperación, mientras su mirada se
dirige hacia el frente, por lo que presuponemos que algo terrible sucede delante de
ésta. Las mujeres que la acompañan las identificamos como familiares, amigas o
vecinas que le consuelan ante una tragedia que sucede en el instante fotográfico.
Situación que se refuerza por todos los personajes que aparecen en la imagen.
La lectura de la fotografía de MacCullin, demuestra como una fotografía por si sola
es capaz de contar una historia, de representar una trama al espectador, el cual la
identifica al entrelazar todos lo elementos visuales de la imagen. En este caso, se
transmite una situación trágica que viven con intensidad mujeres y niños. Imagen
que al colocarse en el campo del fotoperiodismo, se complementa con la
información que otorga el medio de comunicación. En este caso, la guerra de Chipre
donde se personaliza la historia de una esposa y madre ante la noticia de la muerte de
su esposo como víctima del conflicto armado.
Al identificar y relacionar todos los elementos de la imagen junto a lainformación
periodística (acción que se da casi de forma instantánea en la mente) se reconoce la
historia que tiene como conflicto principal el sufrimiento de una mujer ante un
suceso atroz en un contexto de guerra, donde el desenlace es el desamparo de los seres
más vulnerables: mujeres y niños.
Todo ello se da gracias a la forma de la imagen, donde se resalta a través de los
elementos morfológicos (composición, perspectiva, línea, planos, escala,
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Ilustración 4.
Kyoichi Sawada,
United Press International,
1966, Vietnam.
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La fotografía nos relata una historia de carácter trágico, que con base a la
información periodística se entiende se trata del funeral de un hombre joven de
veintisiete años (Elshani Nashim) que fue asesinado durante una protesta contra el
gobierno yugoslavo por abolir la autonomía de Kosovo.
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siente como testigo del pasado, algo que ya fue pero que está presente
indefinidamente a través del clic de un fotógrafo que, ayudado con una cámara,
atrapó y congeló el tiempo.
Por ejemplo, en la fotografía de Kyochi Sawada (registrada en la guerra de Vietnam
en el año de 1965), se relata la historia de una madre junto a sus cuatro hijos, los
cuales sumergidos en un río, intentan escapar de los bombardeos de la Fuerza Aérea
de los Estados Unidos, quienes evacuaron su pueblo porque se sospecho que era un
territorio ocupado como campamento base por el Vietcong22 Es así que en la lectura
de la imagen se interpreta que la mujer y los niños intentan escapar de algo que en la
fotografía no es visible, pero que se intuye por los gesto de desesperación y el apremio
del escape demostrado por la inmersión con ropa de vestir y los movimientos
urgentes a través del río en dirección a la orilla. Además, los personajes son
identificados como seres vulnerables: mujer, niños, población civil.
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se identifica su objetivo (salir del río) y se reconocen los obstáculos (la corriente o la
profundidad del agua). Aparece así el mecanismo del suspenso que radica en la
incertidumbre de si llegaran o no a la orilla, la interrogante si estos personajes serán
alcanzados por aquello por lo que huyen. La clara delineación del conflicto, y la
vulnerabilidad de los protagonistas producen la empatía del espectador y hace
memorable la fotografía.
Suspenso: lo oculto se distingue
La mirada del fotógrafo decide qué es lo quiere contar, selecciona un hecho y la
forma a través de la cual presentará su relato. Todo esto, es realizado casi
instantáneamente cuando hay un hecho sugerente y cuando el fotógrafo tiene la
capacidad de detectar dicho instante.
Mucha de la fuerza de una historia recae no en lo que se selecciona, sino en lo que se
omite, aquello que no se ve, pero la imaginación intuye, reconstruye. Por ejemplo, en
la fotografía anterior de Mac Cullin se reconoce una escena oculta a través de las
miradas. Esta escena no visible se reconstruye en la mente del espectador como la
causa del dolor de los personajes; la imaginación en su ansia de llenar huecos sigue
una lógica interna (consecuencia de la cultura), asocia las emociones (dolor,
sufrimiento, desesperación, consuelo) representadas con aquello oculto y le da un
nombre: la presencia de la muerte. Lo anterior, se reconoce como una estrategia
recurrente en una estructura dramática que se nombra como suspenso, que como
explica Zavala (2002), ayuda a generar y mantener la atención del espectador en la
historia a través del desconocimiento del espectador sobre el desenlace o un suceso
que está oculto.
En una fotografía el tiempo del suspenso se da en la mente del espectador, quien
reconstruye con la articulación de todos los elementos de la imagen aquello que
desconoce. En la siguiente fotografía del holandés Co Rentmeester registrada en la
guerra de Vietnam en al año de 196723, el suspenso se encuentra en el
desconocimiento del objetivo sobre el cual apunta el militar y en el desconocimiento
del momento posterior a la fotografía.
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Otro ejemplo de suspenso establecido tanto por conflicto como por misterio se
puede observar en las fotografías del canadiense Larry Towell (registrada en el
conflicto palestino-israelí) con las que se logra un efecto emocional contundente.24
El suspenso se crea mediante una forma (imagen que conjuga la función informativa
con la artística) que asocia simbólicamente los elementos visuales (niños en la ciudad
de Gaza con pistolas en escala apuntando al cielo con un muro grafiteado fondo) que
encamina al espectador a crear una idea más general sobre el desenlace del relato: la
guerra es el destino de los niños palestinos.
Con este tipo de fotografías se observa como los fotoperiodistas agudizan su sentido
para reconocer los elementos formales y narrativos que les permita presentar una
imagen capaz de captar y retener la atención del espectador. Con ello responden a los
intereses de los medios de comunicación con los que trabajan, al presentar imágenes
que pueden conmover y retener la atención del espectador, comunicando de una
forma eficaz un mensaje.
24 Archivo World Press Photo. Esta imagen refleja la imagen de unos niños palestinos que levantan unas armas de juguete en un gesto de desafío. Evento
que se desarrolla en pleno levantamiento palestino, que comenzó en diciembre de 1987, en el cual se fortaleció la determinación de la población árabe
por luchar contra la fuerzas de ocupación israelí ante el cierre que realizó Israel en la frontera de Gaza.
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6. Perspectiva semiótico
– hermenéutica para la interpretación de textos fílmicos
Martín Fadol
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Siguiendo la división sobre los símbolos que realiza Gubern, por una parte se ven
formas de representación simbólica que reducen la estructura a las propiedades
mínimas del objeto, que poseen un estatus de utilidad funcional en una sociedad. En
estos casos el significante se esquematiza y su lectura es posible dado el carácter
funcional, institucional y cultural de su dimensión sígnica en el juego de reificación
convencional y que se podrían reconocer por su simplificación funcional. Por otra
parte, el símbolo poético, criptocomunicacble, tiene una dimensión significativa
que en el plano material (lo simbolizante) se extiende amplia y polivalentemente por
medio de representaciones que simbolizan sobre el campo de lo abstracto.
Por ejemplo, en un cuadro o una fotografía se podría interpretar de qué manera, en
qué medida o en qué sentido posee un grado de transformación de lo figurado en
relación con su referente y hacia donde es que expande la capacidad de significar más
allá de la analogía y permite comunicar lo que icónicamente no es posible
representar por semejanza, sino por medio de una operación ideolectiva de
decodificación de valores atribuidos y específicos a la forma, aunque estas relaciones
de sentido no existan fuera del paradigma simbólico.
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sentido del relato y del discurso y a su mostración. Así, al hablar del lenguaje
cinematográfico y de su inteligibilidad surgen particularidades, ya que la estructura
del relato en secuencias de imágenes que atañen a la realidad nos sitúa frente a una
representación icónica, espacial y temporal, segmentada y codificada, a lo cual, se
suma el hecho de que el sistema textual en el que se articulan los significados del filme
no es equivalente a ninguna relación lingüística, sino a una relación formal –
estructural y a su vez cultural.
A diferencia de la perspectiva semiótica, que pretende interpretar los significados a
partir de la creación de sistemas textuales (literarios, fílmicos, etc.), pretendiendo
encontrar la verdad y el significado profundo en las relaciones estructurales entre las
unidades sintagmáticas de un relato, para trazar el sentido de lo visual y lo sonoro
tanto a nivel del relato, como del propio discurso y de los códigos que subyacen, el
modelo hermenéutico – textual consiste en considerar el modelo textual
semiológico, como aquel a partir del cual es posible extraer una descripción formal
sobre los fragmentos que se han de seleccionar, para interpretar y explicar (siguiendo
nuestro ejemplo), cómo es posible identificar el problema sobre la condición
existencial nihilista del ser contemporáneo en la imagen cinematográfica y a su vez
reconocer la medida en que el discurso fílmico atañe al mundo real de la cultura.
Ahora la cuestión es ver el mundo cinematográfico como un conjunto de
materiales visuales organizados y segmentados, capaces de destruir y reconstruir
simbólicamente las ideas y los objetos de la realidad cultural concreta de la que
provienen. A estos registros o unidades mínimas de significación que conocemos
como plano y que no tienen relación con los monemas de la lengua, se proyectan en
grandes cadenas de planos para producir efectos de sentido que tienen su grado de
conclusividad al cierre de lo que se conoce gracias a Metz, como un sintagma. En este
sentido, se apoya la idea de que la inteligibilidad cinematográfica depende más de
una operación icónica (semiótica y cultural), lectura en la cual, el receptor y el
analista ponen en intercambio tanto el entramado de su memoria visual y cultural,
como los impulsos de su subjetividad y su capacidad ideolectiva, para establecer las
relaciones paradigmáticas que constituyen el relato.
La mirada textual nos permite reconocer entonces que, si bien es imposible hablar
de una gramática cinematográfica porque ésta es siempre “sui generi”, el
ordenamiento de los segmentos narrativos (sintagmas) y sus relaciones diegéticas, así
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como los actantes que operan sobre los agentes discursivos y que determinan la
acción y el propio discurso de los personajes, son las dimensiones cinematográficas
que pueden interpretarse al descomponer la diégesis, reconociendo que los
significados y estructuras se articulan en una “sintaxis liquida”.
Por diégesis se entiende la entidad ficcional que hace al texto a partir de un relato,
entendiendo como relato la historia narrada y como discurso “[…] toda enunciación
que supone un lector y un oyente “ (Lizarazo, 2005: 111). En la dimensión del relato,
de la historia, se identifica la instancia pre - fílmica de lo narrado, como en el estado
previo a ser representado para referirnos a lo que se cuenta, quiénes lo cuentan, qué
acciones intervienen en la narración.
Todo relato se enuncia a partir de un discurso, en este caso visual y sonoro,
fragmentado y estructurado en una relación de segmentos narrativos (sintagmas); el
discurso fílmico es el que plantea la temática, en tanto que en la diégesis existe un
tratamiento, una narración de los contenidos y situaciones diegéticas. La acción de
los personajes, así como la composición estética y la lógica espacio - temporal,
explícitamente e implícitamente, pueden operar como agentes o categorías
discursivas, en función de la estructura actancial que determina el papel del tiempo,
del espacio, de los objetos y de las acciones.
“El devenir de las acciones de la diégesis define ciertos agentes u operadores a los que
Greimas llama actantes, y que lejos de remitir a la noción psicológica de personae,
ponen el acento en la acción” (Lizarazo, 2005: 118). Identificar los actantes de la diégesis
es relativamente un modo de identificar la lógica de lo connotado en cualquiera de los
niveles de la representación cinematográfica. En el caso del ejemplo que ha servido
como referencia para la explicación, el actante podría ser una categoría filosófica, dado
que tanto los actantes como el carácter nihilista de la acción y el discurso, se conciben o
se podrían concebir como entidades simbólicas y efectos del discurso, que a su vez
generan diégesis y subyacen tras las unidades narrativas de cada sintagma.
En este caso las unidades narrativas (sintagmas), se identifican de acuerdo a dos
tipos: funcionales e indiciales. En este sentido las unidades funcionales son aquellas
que se articulan en sintagmas y que describen el cuerpo, el tema del relato, de la acción
y del discurso, y por otra parte, las unidades indiciales, son aquellas que producen
significados sonoros o visuales, que simbolizan el carácter o la identidad de los
personajes, las condiciones de tiempo y espacio, así como la atmósfera del relato.
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Bibliografía
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Cada vez es más frecuente que la memoria se presente como un personaje crucial en
el relato cinematográfico, ocurre en filmes como Del olvido a no me acuerdo (Juan
Carlos Rulfo, México, 1999), donde el director plantea el cuestionamiento de si las
cosas ocurrieron como las recordamos, una reflexión sobre los caprichos de la
memoria; o Amateur (Hal Hartley, Canadá, 1994), donde la narración recae en un
asesino a sueldo que un día se despierta amnésico, sin poder recordar a qué se
dedicaba anteriormente y por lo tanto siendo un principiante en todo.
En Un hombre sin pasado (Aki Kaurismaki, Finlandia, 2002), el protagonista
intenta construirse a sí mismo a partir de su pérdida de la memoria, pasando por un
trayecto de lastres emocionales. Y Como si fuera la primera vez (Peter Segal, E. U.,
2004) nos cuenta la historia de Herny Roth, que se enamora de una mujer que sufre
de perdida de la memoria, viéndose obligado a enamorarla diariamente.
El presente artículo recurre a tres filmes para interpretar, por la vía diegética, algunas
de las líneas de sentido de la memoria en nuestra cultura. Tres diferentes concepciones,
tres diversas representaciones con respecto a su condición retórica: Eternal sunshine of
the spotless mind (Michel Gondry, E. U., 2004), Memento (Christopher Nolan,
Canadá, 2000) y Ashes of time (Wong KarWai, Hong Kong, 1994)
En Eternal sunshine of the spotless mind (Michel Gondry, E. U., 2004), traducida
al español como Eterno resplandor de una mente sin recuerdos, encontramos la
posibilidad de borrar cualquier recuerdo, incluso eliminar de nuestra memoria las
vivencias tenidas con una persona mediante un proceso médico.
Memento o Amnesia (Christopher Nolan, Canadá, 2000) nos presenta la historia
de Leonard Shelby, quien pierde la memoria a corto plazo a raíz de la violación y
asesinato de su esposa.
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Y finalmente Ashes of time o Cenizas del tiempo (Wong KarWai, Hong Kong,
1994), narra la historia de un samurai que decide autoexiliarse en el desierto después
de una decepción amorosa, y en esa suerte de abandono, se encuentra un día con la
posibilidad de beber un vino llamado Una afortunada vida feliz que, según dicen los
que saben, tiene el poder de borrar los recuerdos.
La memoria y sus nombres
En el mito griego Mnemosine personifica la memoria, y por ello sabe todo lo que ha
sido, es y será; posee el conocimiento de los orígenes y de las raíces, poder que traspasa
los límites del más allá. Para los griegos los muertos son aquellos que han perdido su
memoria; de la unión de Zeus con Mnemosine nacieron las musas, de la unión de lo
divino con la memoria se producen las artes, la inspiración y las manifestaciones de la
cultura. Para Homero las musas se invocan primordialmente como deidades de la
memoria, y para Esidio no sólo llevan una visión exacta del pasado, sino que revelan
verdades escondidas de una mirada profunda e interior del pasado que permitía
revivir las relaciones auténticas, lo cual daba una verdadera sabiduría.
El fondo mítico es paradójico: porque siendo las musas personificaciones de la
memoria, son también quienes procuran el olvido de los males y el fin de los pesares
endulzando las angustias de la humanidad. Para la tradición griega el conocimiento
del pasado pertenecía a los poetas. Hasta el mismo Aristóteles consideraba que la
poesía era el único arte capaz de obtener una enseñanza esencial de la secuencia
temporal de hechos empíricos.
Con la Metemsicosis los pitagóricos planteaban una doctrina de la trasmigración y
la reencarnación. No se trataba de la memoria de los acontecimientos primordiales
como aportaban las musas, sino del recuerdo de las existencias personales
anteriores; un descubrimiento de la trama en nuestras vidas pasadas y dispersas, un
rastreo de nuestra propia historia a través de una anamnesis; aquello que sitúa a un
hombre entre los que saben.
En el siglo XVI, Giulio Camilo, buscando una síntesis entre tradición y arte clásico
de la memoria, hizo de ésta última el instrumento para la formación de hombres con
poderes especiales, el medio a través del cual el macrocosmos se reflejaba en la
infinitud del microcosmos humano.
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La memoria era así concebida como una instancia divina un poder para alcanzar las
más elevadas realidades, una facultad capaz de obtener el significado y la visión de la
divinidad humana.
En la India el olvido se equipara a la muerte, a la perdida de uno mismo; mientras
que la anamnesis implica la recuperación de la identidad. Sólo conociendo el
pasado, así como los efectos y las repercusiones de nuestras conductas anteriores,
podemos evitar la vuelta al sufrimiento.
La técnica del retorno hacia atrás era recomendada y practicada por Buda, y
consistía en recorrer progresivamente el tiempo a la inversa, recordando a detalle
todos los acontecimientos de nuestra historia personal, hasta llegar a nuestra
primera instancia.
Este recuerdo de todos aquellos acontecimientos decisivos que tuvieron lugar
antes de nosotros, es también un dominar el pasado, de salirse de la ley kármica e
impedir que ese pasado vuelva a influir en nuestro presente.
Además, si nuestra sociedad es consecuencia de lo que acaeció en tiempos
anteriores, si lo que pensamos y hacemos actualmente tiene como punto de partida
nuestro pasado; el retorno y el conocimiento de los orígenes son indispensables para
conectarnos con los fundamentos de nuestra existencia, así como para obtener un
grado deseable de integración e identidad.
En este afán de recuperar el pasado de la humanidad, siempre se ha considerado de
suma importancia la forma de almacenamiento de la información.
En un mundo sin escritura, las técnicas del recuerdo, las artes de la memoria se
convirtieron en cuestión crucial.
Los antiguos distinguían entre una memoria natural y otra artificial; la primera era
un don variable, según la naturaleza de cada uno; la segunda, una técnica cuya
función era el almacenamiento masivo de datos de interés personal o social.
La invención de este tipo de memoria se le atribuyó al poeta Simónides, quien fue
capaz de recordar las posiciones y nombres de todos los asistentes a un banquete,
después de que un derrumbamiento en la sala los sepultara, dejándolos irreconocibles.
Simónides gracias a su memoria pudo reproducir en qué lugar se encontraban situados
cada uno de los comensales, permitiendo su reconocimiento a los familiares.
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En sus Diálogos con Fedro, Platón refiere que Sócrates reclama aprender por las
palabras, alimento del alma racional, convocando aquella sentencia grabada en el
tiempo de Apolo, en Delfos: Conócete a ti mismo, pues sólo las palabras sembradas
en la memoria de uno mismo, asumidas como propias, llevadas en el interior, las que
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se entienden desde ahí y pertenecen al hombre que sabe y posee un discurso vivo y
animado, sólo estas son fecundas y fructíferas.
Así la mayéutica socrática no busca imponer discurso alguno por la voluntad del
que habla, sino de sembrar en el oyente dicho discurso para alumbrar su interior,
como en los Diálogos con Menón, que Sócrates resuelve a modo de cuestión: ¿Y ese
recuperar el conocimiento de sí mismo, no es recordar?
Según la lógica de Aristóteles, toda actividad humana tiende hacia un fin o
principio al cual se subordinan los demás. Este fin es la Felicidad (eudaimonía) o la
perfección de sí mismo.
Aquí Felicidad no tiene que ver necesariamente con riquezas, honores, fama,
placer o salud, pues sitúa a todas estas en la categoría de bienes externos o del cuerpo,
que si bien forman parte de la felicidad absoluta, por si solas no bastan.
La Felicidad consistirá fundamentalmente en un bien del alma: la contemplación,
la virtud de la sabiduría. Aristóteles consideró al alma como parte crucial del ser
humano, la más importante; dándole a esta precisamente el objeto de la existencia y
la causa de todos y cada uno de los movimientos y actos, depositando en ella el
pensamiento y principio pensador, no sólo de sí misma, sino también del exterior.
Por medio de la memoria el alma conserva las ideas que se va formando sobre sí y
sobre las demás cosas. El alma el principio que siente, donde se hacen presente los
sentidos, pero es distinta de las cosas sensibles y no está sujeta a sus leyes; puede
decirse que es lo más divino entre los fenómenos que conocemos, distinguiéndose
de la inteligencia.
Para Aristóteles no existen las Ideas innatas como pretendía Platón, puesto que el
alma no tiene por sí misma un principio de conocimiento al unirse al cuerpo, las
adquiere por medio de los sentidos, quienes le ayudan a formarse los conocimientos
generales, ciertos y evidentes.
En su tratado De memoria y reminiscencia explica la diferencia entre memoria y
rememoración. La memoria es del pasado, nos dice, es caracterizada como afección.
Es el contraste con el futuro de la conjetura y la espera y con el presente de la
sensación (o percepción) el que impone esta caracterización capital. (Aristóteles en
Ricoeur, 2004: 33)
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con el lenguaje. El lenguaje es, en un sentido, un síntoma del hecho de que nuestras
relaciones con la existencia, con el núcleo y causa argumental del discurso humano
se han degradado hasta convertirse en una banalidad gramatical, o hasta caer en el
olvido; propone que cualquier búsqueda seria que intente dilucidar el significado
del Ser, debería empezar por una cuestión lingüística, acercándose al centro, al
significado de cada palabra, pero aún más allá, hasta las raíces mismas.
Dasein es ‘ser ahí’ (da-sein), y ‘ahí’ es el mundo: el mundo concreto, lineal, real, cotidiano;
ser humano significa estar sumergido, plantado, arraigado en la tierra, en la materia
cotidiana, en la ‘materialidad cotidiana’ del mundo (‘humano’ viene de humus, ‘tierra’ en
tatín) (Steiner, 2004: 159)
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Las imágenes que nos presenta el filme sorprenden en todo momento y hasta
fascinan en algunos casos (el paso de Joel del inmenso espacio de una librería al
departamento de sus amigos mediante artilugios escenográficos y de iluminación; la
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Pero el film parece hacer una crítica a la cultura contemporánea en dos sentidos;
por un lado hacia la cultura de la inmediatez que desecha absolutamente todo, pues
lo importante es el aquí y el ahora. Y por otro lado, una crítica hacia la tecnología, que
evitará nuestro cansancio y nos proveerá de una vida más segura y tranquila, pero a
costa de desprendernos incluso de nuestros recuerdos más preciados.
Ashes of time
(Cenizas del tiempo, Guión y Dirección – Wong Kar-Wai. 100 min. Hong Kong, 1994)
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memoria, sin embargo no es capaz de borrar de su mente su pasión por los Duraznos
que florecen. Al mismo tiempo dos frases lo torturan: “Cuando más trates de
olvidarme, más clavada estaré en tu memoria” y un dicho antiguo “Si has de perder
algo, la mejor manera de conservarlo es guardarlo en tu memoria”
Ouyang Feng en su soledad y después de recibir una carta de su hermana
avisándole de la muerte de su cuñada (la mujer que siempre amó), añora la época feliz
mientras dice: “...ya no puedo volver a los viejos tiempos” Wong Kar-Wai nos habla
de las consecuencias del abandono, de la pérdida de aquellos que amamos y que
continúa golpeándonos a consecuencia de la memoria. Es imposible tratar de borrar
esos recuerdos, pues permanecen ligados a nuestras emociones.
Esta idea se remarca en el personaje de Huang Yaoshi, quien comprende que la
memoria es la fuente de su sufrimiento y bebe el vino del olvido. Sin embargo,
incluso sin memoria, lo único que recuerda es su amor por Peach Blossom. Las
emociones son eternas.
Memento
(Amnesia, Guión y Dirección – Chistopher Nolan. 114 min. Canadá, 2000)
Memento nos muestra la historia de Leonard, quien después de que su esposa es
víctima de un terrible asesinato y violación, y a consecuencia de este
acontecimiento, pierde la capacidad para generar nuevos recuerdos. Su memoria a
corto plazo desaparece.
En la búsqueda de la venganza necesita una forma para conservar la memoria, y
encuentra una solución utilizando tatuajes en el cuerpo, fotografías instantáneas de
las personas y lugares importantes que le rodean, así como notas explicativas de cada
una de ellas.
En el cuarto de hotel donde vive realiza una especie de mapa de los recuerdos que le
ayudan a establecer relaciones entre las fotografías, las notas y los tatuajes que le
ayudan a descifrar el sentido mismo de su existencia: encontrar al responsable de su
tragedia. Observando aquel mapa consigue dilucidar el asesinato, pero su condición
lo mantiene sujeto a un destino del que no puede escapar, olvidando que ha
conseguido su objetivo, seguirá buscando por siempre.
Christopher Nolan decidió filmar una historia corta escrita por su hermano
Jonathan Memento mori, frase en latín cuya traducción más cercana es “recuerda que
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has de morir”; y se refiere a una figura surgida durante la Edad media y prolongada
hasta el Renacimiento que consistía básicamente en la imagen de un esqueleto
humano o una calavera inserta en el interior de una estatua o al reverso de una pintura.
La calavera es el símbolo más emblemático de los memento mori, aquellos cuadros
tenían un contenido de carácter moralizador que recordaban a los mortales la
fugacidad de las alegrías de la vida y las vanidades temporales.
En la película es posible advertir diversas sentencias relacionadas con estos
conceptos; sobre todo al final del relato cuando Leonard reflexiona sobre su
condición y la manera en que ha decidido vivir con ella cuando menciona que de
necesitarlo mentirá para ser feliz, lo hará. Necesitamos que todas nuestras acciones
signifiquen algo y sobre todo, debemos creer que aunque cerremos los ojos el
mundo seguirá ahí.
Se dice a menudo que nuestro pasado nos condena, que somos quienes somos
porque antes fuimos. Somos el resultado de nuestra experiencia, nuestro pasado y
nuestros recuerdos determinan nuestra posibilidad en el presente. Ante la
imposibilidad física de borrarlos, quizás la única forma de lograrlo será entonces
crear nuevos recuerdos.
Aquí se resume buena parte de la ideología que transmite el director de la película.
El problema físico de Leonard es que es incapaz de recordar sus acciones de cinco
minutos atrás, pero quizás sea el menor de los problemas.
El problema es que recuerda que es el responsable de la muerte de su esposa, a causa
precisamente de su incapacidad de crear nuevos recuerdos.
Entonces decide reconstruir ese recuerdo que lo atormenta, para dejar de sentir
dolor. No puede borrarlo, pero si modificarlo y ajustarlo a una realidad que le permita
seguir viviendo, dotándolo de un sentido para su existencia: vengar a su esposa.
En una parte del filme Leonard dice: “todos necesitamos de recuerdos para saber
quienes somos”, necesitamos desesperadamente que nuestras acciones signifiquen
algo, porque sin ello vivir es como estar muerto.
Las trampas del olvido
Un tramado posible para dilucidar el sentido transversal de estos filmes proviene
de la articulación de cinco cuestiones: La fiabilidad de la memoria, el peso de la
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recuerdo real que tenemos de las personas y las cosas. Nuestros recuerdos se basan en
sensaciones irreproducibles con palabras.
La intensidad del recuerdo va de la mano con la fuerza emocional del momento
vivido. A fin de cuentas la certeza de nuestros recuerdos no viene dada con el tiempo,
no porque un recuerdo sea de veinte años tiene más o menos claridad que un
recuerdo de la semana pasada. Los recuerdos no son distorsionados ni manipulados;
por el contrario, son sepultados y enterrados por la angustia, la infelicidad y el dolor.
Nos convencemos inconscientemente a nosotros mismos de crear nuevos relatos
que hagan más soportable nuestra existencia. Podemos cuestionar la fiabilidad de la
memoria, pero lo que no podemos hacer es tratar de vivir sin ella. Sólo con la
memoria, con la noción del pasado único e irrepetible, somos concientes de
nosotros mismos como seres-en-el-mundo.
El peso de la memoria
Vivimos en una cultura que le rinde culto al olvido, es más fácil olvidar y pretender
que no pasa nada, que asumir los acontecimientos como parte de untodo en una
historia personal o colectiva; que se va formando a partir precisamente de esas
vivencias que hacen la cotidianidad ordinaria o extraordinaria.
La memoria pesa en demasía y ocasiona un inminente dolor, por lo tanto se
procura el olvido en una suerte de analgésico para los dolores que nos aquejan, tal
como sugiere Nietzsche.
Las tres películas plantean la cuestión de si es mejor vivir sin memoria para
desprendernos el dolor. Muchas veces la memoria es una cualidad rebelde, hiriente y
torturante. Los recuerdos que quisiéramos eliminar acuden inoportunos como
flechas que laceran nuestro equilibrio emocional. Otras veces esta misma memoria
falla y nos quedamos perdidos en ese tortuoso camino del querer recordar.
En Ashes of time dos personajes enfrentan sus recuerdos de diferente manera;
Ouyang Yeng decide no beber el vino del olvido en un acto de valor de asumir las
consecuencias de sus acciones y vivir con todos sus recuerdos; mientras que Huang
Yaoshi bebe el vino sólo para deambular en una vida sin sentido, sin recordar las
promesas hechas, sin saber quienes son sus amigos y mucho menos recordar a la
persona amada.
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Nuestra historia personal está hecha de perdidas, cada elección representa diversos
caminos, y algunos de ellos son irrecuperables; no sabemos su importancia hasta que
la memoria nos golpea con fuerza y nos hace volver atrás cuando por desgracia ya es
muy tarde. Cuando ha pasado el tiempo y nos preguntamos si esas decisiones fueron
las adecuadas, y a media luz de nuestra soledad, de la incapacidad de ser felices, nos
damos cuenta que no fue así.
Cada uno de los personajes de Ashes of time sufre por el recuerdo de un pasado feliz
junto a la persona amada; vive en un estado melancólico permanente y de tristeza
profunda. Se vuelven seres vacíos de existencia y de amor, llenos de dolor; celosos de
la felicidad de los otros al punto de procurar impedírsela de cualquier manera.
“El peso de la memoria es tan grande que se hace necesario mentir para ser felices”,
le dice Teddy a Leonard en Memento. “Inventas tu propia verdad”. El relato corre
bajo esta premisa. Ante el insoportable dolor que provoca la perdida de su esposa,
Leonard decide crear una historia, elaborar un nuevo relato inscribiendo sus nuevos
recuerdos en papel y piel, pretendiéndolos más reales, antes que enfrentar la realidad
de ser el asesino de su esposa.
Nuestro pasado no es perfecto porque nosotros mismos no lo somos. El tiempo es
inexorable a pesar de que queramos detenerlo para recomponer algunas cosas, pero no
hay manera de hacerlo, debemos ser capaces de vivir con todo y nuestras decisiones.
En Eterno resplandor de una mente sin recuerdos la memoria pesa de tal forma
que es mejor borrarla, es mejor deshacerse de ella en una suerte de olvidarnos de
nosotros mismos.
La felicidad no es un lugar al cual llegar, ni es un tiempo congelado en el que
podemos detenernos. Más bien se encuentra en esos instantes, esos recuerdos que
nos hacen eternos, pues la memoria lo es, a pesar de que la felicidad y nuestra misma
vida sean fugaces.
Ficcionalización de la memoria
La memoria del pasado no se puede tomar de una forma literal, como si existiese
una representación exacta de lo sucedido, porque recordamos no como sucedieron
los hechos, sino como atravesamos en ellos.
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Por más que los recuerdos sean imperturbables ante el paso del tiempo, su
significado es modificable en virtud de las nuevas experiencias. Cada vez que nos
asomamos a nuestro pasado, lo releemos desde las significaciones del presente, así va
cambiando en sus modulaciones y en sus matices, al igual que sus efectos sobre
nuestro presente y nuestro futuro.
Nuestra identidad se construye con lo que no está, con el vacío; esa ausencia permite
crear un relato de ficción de nosotros mismos donde los hechos son recordados no de
manera puntual sino por la huella emocional que han dejado en nosotros.
En Ashes of time, Ouyang Yeng deja a su amada en busca de la fama, prefiere que los
demás piensen que es un tipo sin emociones, cuyo único objetivo es ganar dinero. Pero
el relato nos revela que esto no es verdadero, lo vemos como un hombre enamorado.
Con la muerte de su cuñada, mujer de la que está enamorado, se niega cualquier
posibilidad de volver al pasado, pues sabe que es imposible recuperarla. Ouyang ha
dejado de existir, para darle paso al terrible espadachín de la Montaña del Camello
Banco, al Malvado del Oeste, la leyenda que él mismo ha creado y se ha creído.
La idea de ficcioalización de la memoria es mas visible en Memento, donde
Leonard entremezcla su propio relato con el caso de Sammy Jenkins, que investigaba
mientras era empleado de una compañía de seguros (el caso de la insulina). En el
filme, el relato del propio Leonard sucede en una fotografía a color, mientras el relato
de Sammy y su esposa sucede en blanco y negro.
Paul Ricoeur ha señalado que la ficción tiene el poder de rehacer la realidad. La
ficción narrativa imita a la acción humana, contribuye a remodelar sus estructuras y
sus dimensiones según la configuración de la trama imaginaria.
El hombre puede oponerse y transformar al mundo en que está formado, pero sólo
podrá hacerlo en la medida en que éste mundo ya está narrativamente constituido.
En el mundo de ficción ensayamos configuraciones posibles de la acción para poner
a prueba su coherencia. La ficción se dirige a todas partes, a ninguna a la vez, e
indirectamente a la realidad poniendo de manifiesto su poder para re-escribirla.
La realidad no es objetiva, fuera de lo imaginario; pero tampoco es ficción
simulada. La realidad es imaginaria, y no necesariamente falsa. En este sentido la
memoria es practicada como evocación, pero también como inscripción. La
memoria deviene relato y escritura, escritura que lleva a cabo una configuración
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imaginaria del pasado: datos, referentes, testimonios, redacción. Los vestigios del
pasado se incluyen en una dinámica que los ficcionaliza.
Pero este pasado debe tomarse más como una narración verdadera, que como una
manera de re-escribir de forma creadora las heridas y los trastornos ocasionados por
la propia vida
Relevancia de la memoria en la comprensión del ser
De acuerdo con Heidegger el ser humano está en una constante construcción y
comprensión de sí mismo por medio de su historia personal, del estar ahí, de su
Ser-en-el-mundo.
La memoria juega un papel de huella que dejará constancia de nuestro paso por un
mundo que ya no es, constancia de nuestra existencia y su importancia para nosotros
mismos y para los demás.
En las tres cintas analizadas los personajes sufren la pérdida de la persona amada,
que los hace mirar hacia sí mismos y cuestionar el sentido de su propia existencia, dos
de ellos en un arrojo de valor, deciden vivir con sus recuerdos, entienden que gracias
a éstos tienen la certeza de su existencia. Entienden que no han dejado de ser en
cuanto la persona amada ya no está, sino que son gracias a todos esos recuerdos,
porque constatan que en algún momento de su vida fueron felices. Se vieron con la
posibilidad de sentir más allá de lo que ellos mismos podían haber pensado.
La memoria en la condición posmoderna
Gianni Vattimo y Jean-Francois Lyotard caracterizan la posmodernidad como una
conciencia generalizada del desencanto ante los valores anteriormente planteados
por la modernidad: el progreso, la historia, la emancipación, la verdad.
Nuestra filmografía muestra, en este sentido, una crítica al mundo posmoderno, a
la inmediatez y obsolescencia de casi todo, donde la memoria es considerada
irrelevante, porque lo importante es el instante.
Lo posmoderno depende de condiciones materiales de existencia, del desarrollo
científico y técnico, pero también radica en el fracaso del progreso científico para la
solución de los problemas sociales. Una sociedad hedonista hecha a la medida, que
procura el goce inmediato, la búsqueda del pacer efímero y deja de preocuparse por la
memoria en tanto impide al sujeto la consecución de sus objetivos.
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veces (a nuestro pesar), ellos nos escogen y no al revés. Pero podemos ser libres, si nos
reinventamos comprendiendo el sentido de los recuerdos y su importancia en la
constitución del Ser.
El individuo comprende el sentido de su temporalidad en el mundo a través de la
memoria. Ubica su existencia en un mundo que nace y muere con él. Asume su
finitud y busca superar su propia temporalidad dejando huella en la memoria de los
otros, de las personas que lo conocieron o que lo amaron.
Los avances tecnológicos del mundo posmoderno prometen la liberación del
dolor, ya sea mediante un proceso tecnológico o mediante una pastilla que elimine
los hechos traumáticos. Nos prometen la felicidad permanente, un estado
emocional sin dolor, pero sin recuerdos y sin historia.
En realidad lo que nos ofrecen es convertirnos en seres vacíos, insatisfechos, a
medias; consumidores de más y más productos que prometen la felicidad convertida
en falacia.
Lo único que permanece en el tiempo son nuestros recuerdos, tanto de lo que
fuimos como de lo que nunca seremos. Como en el mito griego donde los inmortales
cruzan el río del olvido, nosotros cruzamos el río de la memoria. Somos mortales que
procuran su inmortalidad a través de permanecer en el recuerdo de los otros.
Lo eterno es producto de vidas efímeras y nosotros vivimos con la esperanza de ser
recuerdo.
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Bibliografía
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Una sábana es una sábana…una sábana puede ser una horca, una sábana puede ser
una mortaja, puede ser la piel de la ensoñación nocturna, puede ser la cárcel de una
violenta pesadilla, puede ser el ropaje improvisado para ocultar la vergonzosa
desnudez de un cuerpo atado, el refugio para el amante, para dos, para tres, para la
multitud, un velo que apenas oculte un misterio, inclusive puede ser una pantalla,
una pantalla cinematográfica… aunque la sábana siga siendo una sábana.
El erotismo y el horror han pasado a través de la historia del cine por una constante
evolución así como el cine mismo lo ha hecho, pero también han pasado por una
constante devoción/negación por parte de los mismos miembros que hacen posible
que el séptimo arte exista; actores, directores, productores, distribuidores,
guionistas, etc., y del otro lado de la pantalla, el espectador por supuesto.
Del horror y otras bondades
El horror es tan antiguo como el cine, por no decir como el hombre mismo. Desde la
primera sesión del cinematógrafo Lumière en 1895, los espectadores huyeron
despavoridos de la sala, convencidos de que la locomotora de una breve película titulada
“La llegada del tren a la estación”, se saldría de la pantalla y avanzaría sobre ellos…
Ese fue auténticamente el primer sobresalto que conocen los anales de la pantalla,
indefinidamente repetido a lo largo de las décadas con las apariciones del vampiro en
“Drácula”, de la madre de Norman Bates en “Psycho” (“Psicosis”, 1960), de la niña
poseída por un demonio en “The Exorcist” (“El Exorcista”, 1973), o de los numerosos
y violentos fantasmas asomándose en la japonesa “Ju-on” (“Ju-on”, 2002).
Y aunque para una fracción de los espectadores, el acudir a una experiencia
cinematográfica de horror pueda ser comparada con un auténtico purgante (¿de
los desequilibrios sociales?), un laxante (¿de las tensiones culturales?) o un
diurético (¿de las obsesiones ocultas entre lo psicológico y lo psicoanalítico?),
sencillamente no deja de fascinar la atmósfera planteada para quien se inserta en
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Ante esto, podríamos decir que el cine de horror, es un reflejo del mismo horror
conceptual, como una constante en la historia de la humanidad, como
materialización estética de las más sombrías desviaciones de nuestro inconsciente
bajo las formas más diversas, (Traducción: convertir a nuestros miedos y
perversiones en personajes) por ejemplo: un fantasma, un demonio, un vampiro,
desdoblamiento de personalidades, muertos vivientes, seres poseídos y demás
especies de la fauna ectoplásmica del horror y otras cadenas alimenticias, en las
representaciones visuales más acordes a los temores colectivos de las diferentes
culturas y sociedades.
Lo efectivo y lo efectista
En el cine de horror se han cometido muchos excesos, cierto, precisamente ese
pudo haber sido su más grande error, permitir que demasiados adornos, - cual si
fuera un arbolito de Navidad – opacaran su función verdadera. Pero hoy nadie puede
negar que las mejores películas de horror constituyen una experiencia particular en
la historia del cine (y en la de cada uno de nosotros también).
Con el paso de las décadas y conforme la industria cinematográfica tomó la
delantera en esto que convirtió como su negocio, la expresión artística, y en
particular las historias de horror tuvieron que optar por formas más vistosas,
atractivas, frescas e impactantes (por no decir exageradas, patéticas, repetitivas e
insultantes para algunos casos), con el único fin de mantener vigente la expectación
de un público que poco a poco se cansó de lo mismo, pero que paradójicamente no
dejaba de ir al cine.
Sin embargo, aunque las revoluciones sociales, los cambios en el estilo y calidad de
vida de la gente, las guerras, el avance tecnológico y las crisis sociales en general
hacían que el cine también evolucionara a la par, para el cine de horror también hubo
un proceso evolutivo que en determinado momento se volvió involutivo (una
regresión). Sus personajes e historias se estancaron, su función social no quedaba
clara y en general, el horror quedó relegado durante mucho tiempo al gueto de los
productos artísticamente irrelevantes.
Hasta nuestros días, el cine de horror ha tenido que lidiar con diferentes
situaciones que a veces le restan y a veces le suman créditos desde el punto de vista
artístico, creativo, cultural y sobre todo social.
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Sentidos visuales Hermenéutica y estética de fotografía, cine e hipermedia.
Desde la etapa del Expresionismo Alemán, a principios del siglo XX, considerada
como la precursora del cine de horror con dos de sus cintas más representativas como
“Nosferatu, eine Symphonie des Grauens” (“Nosferatu”, 1922) y “Das Kabinett des
Doctor Caligari” (“El gabinete del doctor Caligari”, 1920), que nos sirven como
aproximación al contexto de la Gran Guerra, cuando los fantasmas del militarismo
prusiano y de la inflación incubaban el nazismo, hasta las recientes adaptaciones al
más puro estilo hollywoodense de la nueva ola de cine de horror oriental, como
“Ringu” y “Ju-on” que señalan los cambios sociales a partir del avance de la
tecnología y las telecomunicaciones, el horror tiende a cubrir los temas más
importantes de las diferentes etapas de la historia, por medio de la ficción y haciendo
una crítica del hombre, por un lado efectivo y por otro lado efectista.
En cuanto a lo efectivo, si el horror busca representar los más ocultos temores
sociales y culturales representados en personajes macabros, nunca nos dirá
textualmente por ejemplo, “el problema de las telecomunicaciones está así”, sino
que utiliza personajes y situaciones para que de manera metafórica (es decir,
figurada) nos metamos en una historia que aparentemente no tiene nada que ver
pero que entre líneas tiene oculto el mensaje. Es decir, si vemos la película “El Aro”
(“The Ring” o “Ringu”) y el personaje de Samara nos parece demasiado escalofriante
porque nunca puede dormir y siempre está causando desgracias a su alrededor y más
allá, es simplemente porque de alguna manera se explora el poder de los medios
masivos de comunicación en la persona de una niña siniestra que no puede dejar de
transmitir sus pensamientos.
En cuanto a lo efectista, el horror necesita cierto tipo de recursos que le ayuden a
lograr esa sensación de “realidad” dentro de la ficción, utiliza sus propios mecanismos
que son los que precisamente hacen atractivo a este tipo de cine, es decir, atmósferas
enrarecidas, personajes sobrenaturales, situaciones espeluznantes y añade elementos
como fantasmas, sonidos estridentes, sangre y demás líquidos viscosos para mezclarlos
dentro de un contexto que sea fácilmente reconocible por nosotros.
Pero en algunos casos se llegan a cometer excesos y pongamos el actual caso del cine
de horror occidental y el cine de horror oriental que en líneas, aparentemente
paralelas, Hollywood trata de retomar las historias de Oriente convirtiéndolas en sus
personales versiones y remakes, sin reflexionar que son las mismas historias que ya
antes ha contado, mientras que los orientales siguen produciendo este tipo de
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27 Relativo a la Ontología. Argumento ontológico, prueba clásica de la existencia de un dios, consistente en, tras considerarlo como ser perfecto,
razonar que si le faltase la existencia, ya no sería perfecto. Los conflictos clásicos como el Hombre vs. la Naturaleza y el Hombre vs. Dios.
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contra Frankenstein”, 1972), “The Wolfman of Count Dracula” (“La marca del
Hombre-lobo”, 1968) y hasta las recordadas películas mexicanas que mezclaban dos
o más personajes de este tipo como enemigos de los famosos Santo y Blue Demon.
Esto anterior, finalmente rompe con el esquema clásico de lo que es el cine de horror
y terror, así como hoy tenemos películas que son historias de amor con algo de acción,
aventura, misterio y ciencia ficción (Matrix-ísticamente hablando, por qué no);
también tenemos películas que resultan hasta ser inclasificables como algunas de la
filmografía de David Lynch, fanático de las películas de horror (lo cual no tiene
importancia), o sea, estaríamos hablando de pura posmodernidad – aunque hablar
de pureza en lo posmoderno es un asunto aparte…en fin – pero la complejidad de sus
historias radica en el hecho de que no se somete ante los grandes géneros
cinematográficos, sino que utiliza sólo las temáticas de ciertos géneros y renueva a la
vez algunos dispositivos de los cuales hablaremos más adelante.
En tal caso, ¿para qué hemos gastado tantos párrafos hablando de las diferencias
entre el cine de horror y terror si resulta que cada quien hace y dice lo que quiere?
“Solo para molestar” no sería la respuesta que estarían esperando, pero en realidad sí,
sí se trata de que se esclarezcan las diferencias entre estos dos tipos de cine, puesto que
la división entre el horror y el terror no corresponde a una clasificación de tipo
etimológica, tampoco a la decisión arbitraria de uno o dos de los autores de este
artículo, sino a una reflexión tomada a partir de las influencias literarias de donde se
alimenta el cine primordialmente.
La literatura le ha dado al teatro, lo que el teatro le ha dado al cine: un motivo, una
obsesión por contar historias, la autorización de explotar lo que en la imaginación del
autor queda resumido en palabras, ideas y razonamientos. Por medio del cine la
fantasía humana cobra vida en ficción como un medio para interpretarnos
constantemente – y no sólo como un medio de entretenimiento –, también para
entender el lugar que ocupamos en este mundo.
Caín y Abel, o el erotismo y la pornografía
Haremos ahora un pequeño salto temático, aunque seguiremos hablando de
divisiones postmodernas de género, prometiendo de antemano que ambas vertientes
pronto encontrarán un destino común. Será útil al entrar en este tema, recordar el
debate que se revivió, hace ya varios meses, con el estreno de la película “9 songs” (“9
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30 Responsables del libro “El sexo en el cine y el cine de sexo”, 2000. Barcelona, España. Editorial Paidós Studio
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distribuidoras porno, salas porno y star system porno. Hay que aclarar nuevamente
que este éste es un género cinematográfico, o ya más bien un cine en sí mismo, y que
nosotros sólo nos enfocaremos en “lo que es pornográfico”, no en este cine sui
generis. Así pues, lo dejamos de lado ahora, añadiendo que su narrativa y estilos
visuales, hoy en día enteramente icónicos, han nutrido a la narrativa y estilos visuales
del cine normal, no sólo el de temática erótica, en el cuál procuramos mantener
nuestra atención.
Por cierto que esta nueva invención del “género erótico” (en oposición, decíamos,
al género porno), también necesita ser encapsulado en su estatus de género;
olvidémonos de los géneros por un momento. El cine con temática erótica existe
desde que existe cine, ya que, el solo acto de poner sexo en la pantalla, significa darle
una significación específica, que no es la del sexo en sí. Es así como ya no sirve nuestra
definición del erotismo y resulta indispensable enriquecerla, hacerla más específica.
Pensando en la pantalla de cine, el erotismo cambia o enriquece el significado del
sexo en dirección del mismo sexo, como un poema que habla de amor sin mencionar
la palabra “amor”, intentando así trascender el límite de la palabra aislada, al grado,
incluso, de prescindir de ella, pero encaminado hacia la infinidad de cosas que
“amor” puede significar, una vez liberado de las cadenas de las cuatro letras que
conforman su nombre. El erotismo pretende hacer del sexo algo que sólo puede
alcanzar tal nivel de sexualidad en el ámbito conceptual. Puede evocar sexualidad
incluso prescindiendo visualmente de ella, o valerse de ella para alcanzar una
sexualidad conceptual máxima. Pero además, el mismo erotismo puede ser
arrastrado en un sin fin de direcciones, de acuerdo a otros significados con los que se
va a aderezar la sexualidad explícita y simbólica en pantalla. Es así que
presenciaremos erotismos románticos, casuales, enfermos, viscerales, cómicos,
marxistas, etc., si una idea se puede relacionar con el sexo, eso puede conformar un
nuevo tipo de erotismo.
El laboratorio erótico
Cualquiera de estas mezclas ha tenido una puesta en escena en el cine. Las fórmulas
más exitosas se han repetido infinitamente. El género porno se ha nutrido hasta el
hartazgo de un erotismo de carga visual considerable, pero además, de tendencias
surrealistas y oníricas. El erotismo del cine convencional ha experimentado con las
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Sentidos visuales Hermenéutica y estética de fotografía, cine e hipermedia.
mismas fórmulas oníricas o visualmente crudas del cine porno, pero la relación
amor/odio con este cine lo ha mantenido a raya. Mientras tanto, el “género erótico”
se ha embarcado hasta el hartazgo en fórmulas de erotismo visceral o animal
desgastado y acartonado, así como erotismo combinado con peligro y violencia, y un
poco más con elementos del género de horror, como lo demuestra el caso de todas las
películas de vampiresas y otros monstruos sexuales.
Las tendencias genéricas, si bien garantizan una buena aceptación en taquilla, no
son más que una peligrosa (por adictiva) simplificación de un proceso que puede ser
tanto más complejo y rico. La conceptualización del acto sexual puede llevar una
cantidad y una complejidad de mensajes ilimitada, y tomar una dimensión tan
tremendamente sexual, como romántica, etc., etc., con tan sólo un esfuerzo de
revisión por parte de los creadores, de aprendizaje de la gente y las propuestas que
han tenido lugar en el pasado, hacia elaborar con mayor capacidad los nuevos
proyectos. Cuántas cosas no se nos estaban diciendo en pantalla, en las emociones,
en los escenarios, en las acciones, en las diferentes escenas pornográficas de “9
Songs”, o de “Lucía y el sexo” (2002), o de “Ultimo tango a Parigi” (“Último tango en
Paris”, 1973). Podríamos sentir erotismo, es decir, sexualidad llevada hacia la
sexualidad, pero también tanto romanticismo, o tanto miedo, o tanto hastío, e
incluso tanta ternura. Mientras que en “Ultimo tango a Parigi” podríamos ver
escenas terriblemente eróticas donde aún no tenemos desnudez alguna en pantalla
(aunque conceptualmente queda claro que hay una penetración y grandes
cantidades de excitación en ambos personajes, e incluso un torcido juego de poder y
enamoramiento), en “9 Songs” podemos ver escenas con coitos en pantalla, y que
aún así sintamos intensamente románticas y hasta tiernas. Evidentemente, ahí se
demuestra el genio de un creador que mira al sexo desde otra perspectiva, desde una
perspectiva propia, y lo pone en pantalla como él lo siente, e intentará transmitirnos
esa sensación a través de sus escenas, a través de lo que quiere decir, con lo que se ve
claramente. Hay tantos caminos por explotar y hay tantas formas tan variadas de
conceptualizar, que el terreno es sencillamente fértil y está a la expectativa.
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Sentidos visuales Hermenéutica y estética de fotografía, cine e hipermedia.
Marilyn Monroe como Theda Bara. Sin duda el más rescatable ejemplo de la
sexual y mortal vampiresa. Ésta es, sin embargo, una fotografía de Richard
Avedon de 1958, no una película.
Ahora bien, hemos mencionado con anterioridad la mezcla del erotismo con el
concepto de horror, que ya hemos definido a detalle. La inquietud que nos ha
surgido, es si el erotismo se puede combinar con especial fluidez (o diría el Marques de
Sade, acoplar con especial lubricidad) para beneficio de ambos conceptos. A fin de
cuentas, el horror pasa por un proceso similar al del sexo/erotismo. Una cosa que nos
atemoriza, ya sea porque no la entendemos o porque sabemos que resulta peligrosa,
puede ser puesta en pantalla de manera frontal y directa, como en cualquier de las
películas de extraterrestres y criaturas mutantes de los años sesenta, y tendrá su efecto
específico. Pero no podrá ser el mismo, si, en vez de colocarla frente a nosotros, se le
coloca detrás de nosotros, como en “The Blair Witch Project” (“La bruja de Blair”,
1999). Esto no sería más que un ejemplo de cómo el horror puede tener muchos
diferentes niveles de conceptualización, al igual que el erotismo. Partiendo de esta
idea, ¿pueden ambos conceptos ser unidos en sagrado matrimonio? ¿Puede
beneficiarse el semen se la sangre, la erección del cuchillo? ¿Se retroalimenta la chica
desnuda de turgentes senos con el monstruo de piel babosa y múltiples tentáculos? O
el caso más inmediato: ¿Funciona que una vampiresa que apenas puede contener el
deseo de abrirnos la yugular y dejarnos secos como una momia, nos permita a
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nosotros apenas contener el deseo de arrancarle la ropa y lamerle los colmillos? O tal
vez a Brad Pitt en versión vampiro en “Interview with the Vampire” (“Entrevista con el
vampiro”, 1994). Durante varias décadas poco después de los inicios del cine, ambas
temáticas no sólo pudieron mantener sus votos matrimoniales; debieron hacerlo por
el bien de una sociedad que necesitaba ser aleccionada.
Desde ultratumba, con amor
Posiblemente el cine de horror con lo que insinúa y el cine erótico con lo que calla,
han liberado eficientemente en nuestros días, los más secretos arquetipos de la
mente, ha revelado mejor, en alegoría, metáfora u omisión, el espíritu de una época…
O al menos así lo pretende el cine no comercial.
Pero para el mucho más difundido y redituable cine comercia, esta liberación, se ha
vuelto bastante pusilánime a últimas fechas, cuando de las décadas de los años veinte
a cincuenta, ponían en pantalla demonios sociales bastante más claros.
Las obsesiones eróticas, habitualmente refrenadas u omitidas en el cine, afloraban
con fuerza – aún en tiempos en que la censura era mucho más severa que ahora – en
algunos de los títulos más representativos del cine de horror y terror, del trasfondo
erótico de “Dracula” (“Drácula”, 1931) el vampiro, a la zoofilia de “King Kong” (“King
Kong”, 1933), el sadismo del malvado Zaroff en “The Most Dangerous Game” (“El
malvado Zaroff”, 1932), la necrofilia en “The Mummy” (“La momia”, 1932), los
conflictos de psicopatología sexual en “Peeping Tom” (El fotógrafo del pánico, 1960) y
por otro lado, el comentario acerca del surgimiento del SIDA en las fantasías siniestras
del mecanoide intestinal con la famosa “Alien, (“Alien, el octavo pasajero”, 1983).
“Ahórrese el psiquiatra, mejor vea cine de horror y terror sin cerrar los ojos”, sería el
lema de publicidad en cada estuche de las películas a la venta, aunque si queremos
asesoría sobre el desciframiento de la historia en cuestión podríamos añadir otro
como “Invite a su psiquiatra, gánese un amigo y disfruten una película juntos” y si
ésta queda corta pensando en una posible terapia de grupo “Invite a su psiquiatra, a
su sexólogo, a su pareja y disfruten juntos de una sacudida mortal” (¿tendrá un doble
sentido esto?), porque si bien las historias de horror y terror nos pueden fascinar por
la adrenalina que nos genera la tensión al observar algo que aparentemente no nos
pertenece, ¿no sucede lo mismo cuando miramos a través de una rendija a aquella
persona que no nos puede ver? ¿no es eso vouyerismo? ¿es así el cine en general?
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Gloria Grahame,
(1923 - 1981)
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31 Maguffin: es el objetivo de la historia. Aquella persona, objeto o situación que hace que se mueva la historia. Es decir, aquel que falta, es robado, se
desea, etc. Como un ejemplo ilustrativo, en “Indiana Jones y el Arca perdida” precisamente es el Arca lo que hace falta, es el objetivo, lo que hace que
funcione la historia puesto que es lo que Indiana Jones está persiguiendo. Si no existiera el Arca no habría historia que contar.
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por lo mismo – sin embargo su figura proyectaba una fuerte carga erótica tanto para
los personajes masculinos como para los femeninos, pues consistía por un lado, un
símbolo de sexualidad inalcanzable para los hombres y por el otro lado, un símbolo
de aspiración para las mujeres.
Una de las escenas más impactantes para la sociedad de la época fue aquella en la
que una jovencita se convierte en víctima de la condesa Zaleska, quien seduce a la
muchacha haciéndola creer que desea usarla para modelo, cuando sus pérfidos
planes son otros. Durante esa escena se tambalean los códigos de censura
cinematográfica de la época, puesto que el público quedó eróticamente fascinado
por la dama en cuestión. Seguramente les atraía de la condesa, precisamente su
aroma fúnebre de perversidad.
Es difícil pensar que otro personaje del cine de horror, que no sea el vampiro,
pudiera tener esta capacidad de ser tan erótico; tras cada mordisco en la yugular se
esconde el acto más sensual. Pero es curioso que sean mujeres las víctimas de tan
placentero acto. Rara vez encontramos un vampirismo ejercido por parte de las
mujeres hacia los hombres y sí de mujer a mujer. Sencillamente, es por esta razón que
se dice que las vampiresas son lesbianas.
Posiblemente un gran porcentaje de las películas de temática vampírica femenina,
tienen como elemento a resaltar, la sorprendente explicitud del lesbianismo en el
personaje principal; mientras que en el Drácula de Bela Lugosi los productores
sugirieron firmemente a que éste no mordiera a ningún hombre para no resaltar
ninguna condición homosexual. Drácula, tanto en la novela como en las películas,
sólo se interesa por las mujeres puesto que a los hombres puede llegar a torturarlos o
matarlos, pero jamás les chupa la sangre.
Sin embargo, las excepciones existen por supuesto. En la película “Nosferatu”, se
da rienda suelta a las pulsiones pederastas y homosexuales que de acuerdo a la
imagen y semejanza del dios/director Murnau, proyectó la imagen filiforme y
romántica de un vampiro, su versión no autorizada de la obra de Bram Stoker.
Si los actos que cometen los vampiros no deben quedar impunes, los de las
vampiresas con más motivo. Similar a la destrucción de la bruja medieval que se
realizaba de forma ritual, también se sigue todo un ceremonial de tipo mágico para
aniquilar a las vampiresas. ¿Qué es lo que se intenta destruir? Bajo la simbolización de
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la mujer vampiro, se esconde una idea mucho más generalizada, es decir, puesto que
la vampiresa representa el dominio sexual de la mujer sobre el hombre,
destruyéndola a ella se destruye igualmente dicho dominio. Estamos hablando de
destruir a la mujer fálica, la que previamente ha castrado al hombre, en el sentido de
que le ha quitado el derecho a mandar y a obligar, a estar por encima de la mujer y
estar encima de la mujer. Cuando la mujer se rebela, toma consciencia de sus
derechos, de sus facultades y comienza a hacer uso, por un lado de su independencia
y por otro, el de la dependencia de los demás, convirtiéndose en la mujer fálica. Así es
como se ve ese rol de la mujer dominadora y no dominada, insumisa en vez de sumisa.
La mujer fatalmente fálica
Generalmente, la victimización de la mujer es más bien la excusa para explicar que
son presa fácil de sus debilidades y que por ello, deben ser protegidas como niñas
indefensas. Un criterio al fin, que se ha sabido explotar cabalmente.
La mujer antagonista en este tipo de películas, ya sea como bruja, como vampiresa,
como dama aristócrata, asesina y muchas otras formas de antagonismo femenino,
presentan ya de forma clara el tema de la mujer fálica, castradora y destructora del
hombre. En algún momento podrían sonar inclusive, como la fracción femenina
que ondea la bandera de la rebeldía y por un lado, existe razón. Precisamente porque
sus actuaciones ponen en duda continuamente las bases de la organización social
patriarcal centrada en la familia y en la propiedad privada.
En el erotismo femenino, visto desde la óptica del hombre, se pretende mantener
un control inconsciente con la existencia de unos patrones patriarcales, las brujas y
vampiresas son adornadas con unos rasgos fuertemente erotizados y sus actuaciones
escapan a todo tipo de control masculino. Siendo que la sociedad patriarcal y su
división es algo que se remonta a mucho antes de lo que podríamos denominar
sociedad occidental, la historia que estigmatiza a la mujer insumisa es una que viene
de mucho tiempo atrás. Ya en los relatos míticos antiguos, una mujer muy sexual no
puede ser otra cosa que un demonio, una come-hombres (que no es más que una
come-sociedades) y su presencia se hace patente no sólo en tradiciones con
intercambio cultural, como la árabe y la hindú (en ambas existe la figura de la
vampiresa no la del vampiro), sino también en culturas, como la maya32, que nunca
32 Nos referiríamos por supuesto a la terrible Xtabai, mujer hermosa que seduce a los hombres y los interna en la selva, para luego revelarse con su
verdadera forma, una mujer sin rostro, que resulta ser su perdición.
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reciben influencia del viejo continente. La conclusión inevitable es, de hecho, que el
vampiro es una invención bastante reciente, y podríamos suponer, tiene intenciones
de conferir el poder terrible de la vampiresa al hombre, domar su sexualidad con el
vampiro de la misma forma en que la sexualidad femenina ha sido dominada por la
masculina. Pero las esculturas Fenicias y Mesopotámicas hablan más bien de la
sexualidad específicamente femenina como algo temible.
Fruto de una larga tradición occidental, heredada de las cunas de la civilización, la
sexualidad de la mujer ha sido vista como algo “antinatural” y la mujer ideal era, por
consiguiente, aquella que no manifestaba ningún apetito en este terreno. Como
contraposición, la vampiresa expresa sus pulsiones eróticas sin inhibiciones y
despliega, además, en el terreno del sexo, una variada gama de atractivos destinados a
hacerse con la iniciativa de la seducción, reservados, tradicionalmente, al varón.
Con el surgimiento de la mujer fatal o la mujer fálica, aparece en el cine la figura de
la mujer sexualmente agresiva, producto de las fantasías homosexuales, paranoias y
miedos masculinos proyectados en ellas. Estas demoníacas “mujeres fatales” que
representan al arquetipo de la tentadora, fatal destructora de los enamorados, tiene
todos los visos de ser el producto de la superposición de tres aspectos sexuales y de la
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pornografía, diez años después. Pero basta pensar un poco en las propiedades de
Lilith para darse cuenta de que ella no es más que heredera de la vampiresa y todas sus
versiones (como el súcubo). El sexo pecaminoso que originalmente reviste de
trasgresión a la vampiresa está compuesto de una trasgresión doble, la del sexo
lujurioso y la de la mujer que lo porta, trasgrediendo los límites sociales y
amenazando el orden patriarcal. La vampiresa, por lo general, terminará reducida a
cenizas por la luz del día (el bien), o atravesada por una estaca de madera de lado a
lado33. El sexo excesivo en una mujer puede existir sólo para ser castigado
(fulminado). Pero Lilith no acepta el castigo, quiere el poder y se rebela a Adán y a
Dios mismo, usa su igualdad a Adán para dejar el Paraíso y posteriormente no tiene
participación en la pérdida del mismo, perpetrado por la ingenua Eva.
33 Podríamos elaborar la teoría de que la estaca, como objeto artesanalmente tallado, representa el trabajo y en consecuencia, el orden civilizatorio, pero
nos vemos obligados dejarlo como una mera sugerencia.
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Con la absorción feminista de Lilith, Eva, que representaba a la buena ama de casa, se
volvía una tonta y una esclava, y su condición era tan deplorable como lo era
abstemia. Y sin embargo, en última instancia, y sólo el feminismo más crítico se da
cuento de esto, lo que realmente se busca como fin último es la desintegración de la
división entre Eva y Lilith, la muerte de la femme fatale como transgresora o como
manipuladora, pues “hombre y mujer los hizo” de la arcilla y sus diferencia deben
poder evitar una intención de superioridad. Suponemos que esto no fue evidente de
inmediato y que la sociedad no estaba lista para revolucionarse a tal grado, así que la
pugna por el poder comienza y las feministas empiezan a coleccionar sus victorias
pero están terriblemente expuestas a volverse hembristas (suponer a la mujer
superior al hombre). Las películas de horror de los años sesenta y setenta caminan en
dirección diferente a partir de ahí. Incluso las más comerciales ponen a la vampiresa
lésbica en una posición en la que su disfrute del sexo no es ya algo reprobable sino
algo envidiable, y es que la sociedad se aleja del puritanismo conservador para entrar
en el vacío hedonista (búsqueda ilimitada del placer). Bienvenidos a la
posmodernidad.
¿Todavía vive la femme fatale entre nosotros?
Parecería que con el paso unas cuantas décadas más y sus respectivos ajustes
sociales, la femme fatal ha tenido que cambiar de aires. Todavía en nuestros tiempos,
hacia el inicio de este nuevo milenio, siglo y década respectivamente, este personaje
prevalece frente a las cámaras pero con diferente destino.
Recordamos todavía a las chicas de Hitchcock, luego a una Glenn Close en “Fatal
Attraction” (“Atracción Fatal”, 1987), a la sensual Rebecca de Mornay en “The Hand
that rocks the Cradle” (“La mano que mece la cuna”, 1992) y también a Sharon Stone
en “Basic instinct” (“Bajos instintos”, 1992) y “Diabolique” (“Diabolique”, 1996),
que si bien, siguen siendo mujeres fatales, han evolucionado a la par de la nueva
óptica para la mujer fálica.
Pero todo este seguimiento de la femme fatale resulta especialmente relevante
porque en los años treinta y cuarenta, en la figura de la vampiresa, el maridaje del
erotismo y el horror, en diferentes niveles, parecía no sólo necesario para el mensaje
moral que conllevaba, sino también armonioso y prolífico. Ahora que la femme
fatale ya no trasgrede tanto como antes, ni por ser mujer ni por ser erótica, sus
atributos de horror y de castración se han dislocado, y no sabemos aún en qué
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tiene la razón, y quien se le opone morirá de manera espantosa. Pero no nos dejemos
engañar; la idea no es que la mujer sea superior al hombre, sino que ambos son
diferentes pero que nadie tiene superioridad el uno sobre el otro.
Ya después, avanzando sobre la década de los ochenta la femme fatale continúa su
transformación en “Possession” (“Posesión”, 1981), donde los roles femeninos son
prácticamente ambivalentes (¿caminamos felizmente hacia la muerte de la femme
fatale?), y así también los masculinos. Se mantiene el estereotipo de la “buena madre”
y de la “mujer ideal”, pero esta no será ni la heroína ni la que se quedará con el
príncipe. El desastre ocurre cuando Ana, el personaje protagónico de esta historia, es
invadida, o propiamente dicho, poseída por un demonio que crece a través de ella (lo
cual es un antecedente al relato de la película), la domina y la mantiene sexualmente
cautiva – no para completo disgusto de Ana, por cierto. Su esposo Mark (quien no
sabe que el amante de Ana es un demonio) y ella llegan a la conclusión de que ya no se
aman y que necesitan separarse, pero necesitan encontrar un balance para seguir
viendo a su hijo. El balance nunca se encuentra pues la posesión de Ana la va
arrojando lentamente a la locura. Entonces aparece Helen, maestra del hijo de Mark
y Ana, una mujer aparentemente inmaculada, pero fuerte, en paz, que encuentra
ocasión para entrar en la vida del esposo y el hijo abandonados, aunque no de
manera oportunista, sino sencillamente por azar. Desafortunadamente, la presencia
de Ana sigue siendo muy fuerte, tan sólo porque Mark aún la ama, de manera que la
perfección de Helen no puede sencillamente tomar su lugar.
Ambos el horror y el erotismo en el caso de “Possession” viene precisamente de este
demonio amorfo, repulsivo a la vista y que posee sexualmente cada noche, durante
horas y horas, el cuerpo de Ana, que antes que esposa y que madre, también es mujer.
Si bien su sexualidad era normal en su relación con Mark, es a través del demonio que
toma un tinte surrealista y grotesco, erótico y repulsivo al mismo tiempo.
Basta un vistazo para darse cuenta de que la femme fatale se ha descompuesto en
varias partes. Helen es fuerte, pero no dominante, es sexual, a pesar de ser pura y muy
maternal. No tiene toda la sexualidad de la vampiresa, pero ciertamente no tiene la
abnegación de Eva, ni su debilidad ni su necesidad de guía o sumisión. Helen, es
claramente más fuerte que Mark o que Ana, porque tiene paz interior. Helen es
perfecta, pero no es la heroína Mientras tanto, Ana es completamente débil, pero es
precisamente su debilidad la que la hace ser agresiva, es su amargura la que la hace ser
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destructiva. No es una femme fatale porque no tiene la fuerza para serlo, araña por ser
una animal herido. Ana se entrega a una sexualidad sumisa, la sexualidad de Eva, que
ha de ser tomada a deseo de su contraparte. Pero esa contraparte no es Mark, sino la
voluntad pura del demonio (¡Qué impresión!).
Tampoco se escapan de este escrutinio enloquecedor Mark y el otro personaje
masculino Heinrich. Mark es débil porque no puede vivir sin Ana, y es paternal de
manera casi femenina. Recibe a Helen en su vida como un niño que ha perdido a su
madre. Pero puede violentarse masculinamente y hasta cometer actos
completamente sicóticos por Ana. Mientras tanto, Heinrich, amante antiguo de
Ana, es sexualmente muy masculino, es un sátiro y un caballero. Pero es femenino
porque vive en conexión con su sensibilidad interior y es delicado en su frágil balance
budista. Cuatro personajes, dos hombres y dos mujeres, tienen todos pequeños
pedazos de Lilith y pequeños pedazos de Eva, pequeños pedazos de femme fatale
repartidos sin discriminación por su edad, sexo o clase social. ¿Utopía feminista?
Sangre nueva
También la vampiresa como tal habría de ser resignificada ya que se había
establecido como un clásico. Un rompimiento importante con la imagen de la
vampiresa sucede en “The Hunger” (“El ansia”, 1983). Si bien no se habla
explícitamente en la película de un mundo de vampiros tal cual, sí aparecen ciertos
elementos que nos hacen entrar en duda, por ejemplo, que los personajes suelen
mantener su condición de vivir eternamente a través de la sangre, es decir, se
alimentan de sangre.
Miriam, la vampiresa en este caso, acaba sustituyendo a su amante masculino para
dejar entrar en su vida a Sarah, una mujer de ciencia pero terriblemente sumida en la
monotonía de su relación con su entonces pareja, otro científico. En conjunto, ellos
buscan descifrar el secreto de la vida eterna, sólo que a través de la ciencia y no del
ritual que propone Miriam.
Entonces nos encontramos en esta historia con el tema de lo desconocido frente a
lo que es explicable (y que no resulta finalmente explicado), pero Miriam, dotada de
hermosura, inteligencia y sensibilidad erótica, logra convencer y atraer a Sarah hacia
los terrenos del placer por medio de una relación lésbica que poco les preocupa a
ambas, puesto que su sexualidad es abierta en la historia. Sin embargo – y aquí viene
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Sentidos visuales Hermenéutica y estética de fotografía, cine e hipermedia.
otro pelo en la sopa – Miriam por ser el personaje dominante en esta película,
termina consumida por su mismo egoísmo y necesidad de posesión en un amante.
La vampiresa sedujo al hombre y lo llevó a la perdición, luego sedujo a la mujer y fue
entonces la vampiresa la que encontró su fin, dejando a la víctima como la heredera
universal de todos sus encantos y filosofías, para que con el tiempo, la historia se
pueda repetir.
Hacia los finales del siglo e inicios del siguiente, la imagen de la femme fatale,
continuó su desgaste como figura unitaria para seguirse partiendo en pedazos
pequeños que distintos personajes tomarían en diferentes películas. A medida que
los roles femeninos se repartían entre hombres y mujeres y la misma feminidad de
dichos roles se diluía en conflicto más complejos que simples damas y caballeros, las
tramas ya no necesitaron de la presencia de ésta “chica mala que será castigada por su
pecado”. Sin embargo, se mantiene todavía la esencia de ciertos aspectos de la
femme fatale que conservan algunos de los personajes más importantes de las
últimas décadas del siglo XX.
Si el boom de la femme fatale fue en las décadas de los treinta y cuarenta, su
herencia cinematográfica se expandió como rocío, cada vez menos, conforme las
décadas y las crisis sociales avanzan, esto no quita que la imagen de la femme fatale
sea hoy reconocida y continúe como un agradable recuerdo para visitar de vez en
cuando. Después de todo, ella y la vampiresa son clásicos, y como tales, nunca se
dejarán de revisitar.
Y sin embargo, está viva
Continuando con nuestra exploración del maridaje del horror y el erotismo,
llegamos a la época actual y nos topamos con “Mulholland Drive”, (“Sueños,
misterios y secretos”, 2001). En esta película, la calidad de los personajes femeninos
es similar a “The Hunger”, donde los roles masculinos son meramente incidentales,
de reparto, no importantes pero necesarios, debido a que la historia se centra en el
romance de dos mujeres visto bajo la visión de Diane, uno de los personajes
protagónicos que al mismo tiempo aparece como un doble personaje, un rato es
Betty y otro rato es Diane puesto que la construcción de su relato se basa en la fantasía
onírica de “así debió de haber sido mi vida” y la realidad se presenta como “y esto es lo
que ya no quiero”.
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La femme fatale sólo aparece como un vistazo en el personaje de Rita que luego se
onvierte en Camilla (qué complicado para quienes no hayan visto esta película), la
mujer voluptuosa y sensual, que se nos presenta en dos facetas: cuando es Rita es
ingenua, inocente, sumisa, dependiente de Betty, (“un pastelito”, dicen los que
dicen) pero luego, cuando se presenta como Camilla es poderosa, astuta, inteligente,
dominadora de Diane, en general, y por ser una historia de mujeres, la fatal ataca al
hombre para llegar a la mujer, que en este caso es Diane, quien tras aparentar esta
doble función de amiga-amante, es la que queda destruida por ella misma.
Tanto el erotismo como el horror en “Mulholland Drive” están basados en
situaciones incidentales, no en premisas que se mantengan a lo largo de toda la
película, de manera que no es propiamente una película erótica o de horror. Sin
embargo, esta intención casual sí conecta ambas temáticas poniéndolas una a lado
de la otra. La fuerza de Rita ciertamente contiene los elementos eróticos de la femme
fatale, haciendo de sus deseos inmediatas realidades y haciendo gala de su poder de
seducción, pero no podríamos decir que tiene relación alguna con la femme fatale
clásica, pues este uso de su poder jamás se ve condenado. En general, “Mulholland
Drive” es un punto en la cuál los elementos masculinos y femeninos combinados en
ambos Diane y Rita, han alcanzado ya la flexibilidad última que termina por
desintegrar por completo a la femme fatale clásica (la femme fatale con mensaje
moral) para presentarla como algo diferente.
Pero momento. Ese algo diferente, sea lo que sea, sigue siendo lo que podemos
llamar la femme fatale. A pesar de que todos los atributos clásicos, la necesidad de la
moral de los años treinta y la coexistencia del horror y el erotismo en la figura de la
vampiresa, ciertamente ya no son los mismos, sería un error flagrante decir que la
femme fatale está muerta. Conforme se ha ido modificando la sociedad y las
impresiones culturales sobre la división de géneros, así como la posición ante el
horror y el erotismo, la femme fatale ha ido sufriendo cambios sustanciales. Pero
ciertamente, el hecho de que un personaje en una película producida en el año 2002
tenga las características de Rita, claramente identificables como las de la femme
fatale, no podemos menos que decir que una nueva vampiresa acecha, aunque sus
propiedades tendrían que ser redescubiertas.
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Para resumirlo, la nueva femme fatale (¿tal vez la podríamos llamar una femme
fatale lilitheana?) mantiene básicamente el poder de seducción femenino que tiene
desde las vampiresas del expresionismo alemán. Eso es ciertamente la base
indispensable, que pueda ejercer poder sobre su consorte con base tan sólo en sus
encantos y habilidades de seducción. Ahora bien, lo que ha cambiado es que el
consorte ya no tiene que ser un hombre, dicho poder de seducción ya no esta
estigmatizado, su sexualidad ya no se verá condenada ni amenaza el orden social
patriarcal. Puede o no ser la perdición de la persona en la que se interesa y la femme
fatale en cuestión puede o no terminar perdiendo. En cualquier caso, mantiene la
fusta en la mano, infunde temor en aquellos que sean objeto de su interés, pues es
imponente y exuberante, y enamorarse de ella es estar perdido en cualquier caso.
Pero enamorarse es difícil de evitar, pues es seductora y perspicaz, ingeniosa en el arte
de llevar a los pensamientos ajenos hacia el sexo, y la perdición.
Desafortunadamente, el erotismo y el horror que combinaba la femme fatale más
clásica y la vampiresa más antigua ya no funcionan de la misma forma. El horror de la
castración hacia el hombre ciertamente ha quedado dislocado en tantas tendencias
de género que hay culturalmente hoy en día, y el erotismo de la exhuberancia
femenina ya tampoco apela de la misma forma al público porque éste ya no está tan
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Bibliografía
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Filmografía citada:
Título original: 9 Songs / Título traducido: 9 Orgasmos / Director: Michael Winterbottom / Reparto:
Kieran O’Brien, Margo Stilley. / País: Reino Unido / Año: 2004 / Duración: 71 min.
Título original: Alien / Título traducido: Alien, el octavo pasajero / Director: Ridley Scott / Reparto: Tom
Skerritt, Sigourney Weaver, Veronica Cartwright, Harry Dean Stanton. / País: EUA / Año: 1963 /
Duración: 119 min.
Título original: A Nightmare on Elm Street / Título traducido: Pesadilla en la calle del infierno /
Director: Wes Craven / Reparto: John Saxon, Ronee Blakley, Heather Langenkamp / País: EUA / Año:
1984 / Duración: 91 min.
Título original: Baise-Moi / Título traducido: Viólame / Director: Virgine Despentes / Reparto: Karen
Lancaume, Raffaëla Anderson. / País: Francia / Año: 2000 / Duración: 77 min.
Título original: Basic Instinct / Título traducido: Bajos instintos / Director: Paul Verhoeven / Reparto:
Sharon Stone, Michael Douglas, George Dzundza. / País: EUA / Año: 1992 / Duración: 127 min.
Título original: Basic Instinct 2: Risk Addiction/ Título traducido: Bajos instintos 2: Adicción al
riesgo/ Director: Michael Caton-Jones/ Reparto: Sharon Stone, David Morrissey, Charlotte
Rampling. / País: EUA / Año: 2006 / Duración: 114 min.
Título original: The Blair Witch Project / Título traducido: La Bruja de Blair / Director: Daniel Myrick,
Eduardo Sánchez / Reparto: Heather Donahue, Joshua Leonard, Michael C. Williams. / País: EUA /
Año: 1999 / Duración: 86 min.
Título original: Ceremonia Sangrienta / Título traducido: Ceremonia Sangrienta / Director: Jorge
Grau / Reparto: Lucía Bosé, Espartaco Santoni, Ewa Aulin. / País: España-Italia / Año: 1973 /
Duración: 102 min.
Título original: Das Kabinett des Doctor Caligari / Título traducido: El gabinete del Dr. Caligari /
Director: Robert Wiene / Reparto: Werner Krauss, Conrad Veidt, Friedrich Free. / País: Alemania /
Año: 1920 / Duración: 71 min.
Título original: Diabolique / Título traducido: Diabolique / Director: Jeremiah S. Chechik / Reparto:
Sharon Stone, Isabelle Adjani, Chazz Palminteri. / País: EUA / Año: 1996 / Duración: 107 min.
Título original: Dracula / Título traducido: Drácula / Director: Tod Browning / Reparto: Bela Lugosi,
Helen Chandler, David Manners. / País: EUA / Año: 1931 / Duración: 75 min.
Título original: Dracula against Frankenstein / Título traducido: Drácula contra Frankenstein /
Director: Al Adamson / Reparto: Lon Chaney Jr., Regina Carrol,Anthony Eisley. / País: EUA / Año:
1971 / Duración: 90 min.
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Título original: Dracula’s Daughter / Título traducido: La Hija de Drácula / Director: Lambert Hillyer /
Reparto: Otto Kruger, Gloria Holden, Marguerite Churchill. / País: EUA / Año: 1936 / Duración: 71 min.
Título original: The Exorcist / Título traducido: El Exorcista / Director: William Friedkin / Reparto:
Linda Blair, Ellen Burstyn, Max von Sydow, Jason Miller. / País: EUA / Año: 1973 / Duración: 122 min.
Título original: Fatal Attraction / Título traducido: Atracción Fatal / Director: Adrian Lyne / Reparto:
Glenn Close, Michael Douglas, Anne Archer. / País: EUA / Año: 1987 / Duración: 119 min.
Título original: Frankenstein / Título traducido: Frankenstein / Director: James Whale / Reparto:
Boris Karloff, Colin Clive, Mae Clarke. / País: EUA / Año: 1931 / Duración: 71 min.
Título original: The Hand that rocks the Cradle / Título traducido: La mano que mece la cuna /
Director: Curtis Hanson / Reparto: Rebecca de Mornay, Annabella Sciorra, Ernie Hudson. / País:
EUA / Año: 1992 / Duración: 110 min.
Título original: Hostel / Título traducido: El hostal / Director: Eli Roth / Reparto: Jay Hernandez, Derek
Richardson, Eithor Gudjonsson, Barbara Nedeljakova. / País: EUA / Año: 2005 / Duración: 93 min.
Título original: The Hunger / Título traducido: El Ansia / Director: Tony Scott / Reparto: Catherine
Deneuve, David Bowie, Susan Sarandon / País: Reino Unido / Año: 1983 / Duración: 96 min.
Título original: Interview with the Vampire: The Vampire Chronicles / Título traducido: Entrevista
con el Vampiro / Director: Neil Jordan / Reparto: Tom Cruise, Brad Pitt, Kirsten Dunst, Antonio
Banderas, Christian Slater. / País: EUA / Año: 1994 / Duración: 123 min.
Título original: Ju-on / Título traducido: Ju-on: La Maldición / Director: Takashi Shimizu / Reparto: Yûrei
Yanagi, Chiaki, Kuriyama, Hitomi Miwa, Asumi Miwa. / País: Japón / Año: 2000 / Duración: 70 min.
Título original: King Kong / Título traducido: King Kong / Director: Merian C. Cooper y Ernest B.
Schoedsack / Reparto: Fay Wray, Robert Armstrong, Bruce Cabot. / País: EUA / Año: 1933 /
Duración: 100 min.
Título original: Lucía y el sexo / Título traducido: Lucía y el sexo / Director: Julio Medem / Reparto: Paz
Vega, Tristán Ulloa, Najwa Nimri, Daniel Freire, Elena Anaya. / País: España, Francia / Año: 2001 /
Duración: 128 min.
Título original: Môjuu / Título traducido: El almacén / Director: Yasuzo Masumura./ Reparto: Eiji
Funakoshi, Mako Midori, Noriko Sengoku. / País: Japón / Año: 1969 / Duración: 86 min.
Título original: The Most Dangerous Game / Título traducido: El Malvado Zaroff / Director: Irving
Pichel y Ernest B. Schoedsack / Reparto: Fay Wray, Joel McCrea, Leslie Banks. / País: EUA / Año: 1932
/ Duración: 63 min.
Título original: The Mothman Prophecies / Título traducido: El mensajero de la oscuridad / Director:
Mark Pellington / Reparto: Richard Gere, Debra Messing, Laura Linney. / País: EUA / Año: 2002 /
Duración: 119 min.
Título original: Mulholland Drive / Título traducido: Sueños, misterios y secretos / Director: David Lynch
/ Reparto: Naomi Watts, Laura Elena Harring, Ann Miller. / País: EUA / Año: 2001 / Duración: 148 min.
Título original: The Mummy / Título traducido: La Momia / Director: Karl Freund / Reparto: Boris
Karloff, Zita Johann, David Manners. / País: EUA / Año: 1932 / Duración: 73 min.
Título original: Nosferatu: Phantom der Nacht / Título traducido: Nosferatu / Director: Werner
Herzog / Reparto: Klaus Kinski, Isabelle Adjani, Bruno Ganz. / País: Alemania, Francia / Año: 1979 /
Duración: 107 min.
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Título original: Nosferatu: eine Symphonie des Grauens / Título traducido: Nosferatu / Director: F.
W. Murnau / Reparto: Max Schreck, Gustav Von Wangenheim, Greta Schröder. / País: Alemania /
Año: 1922 / Duración: 92 min.
Título original: Ôdishon / Título traducido: Audición / Director: Takashi Miike / Reparto: Ryo
Ishibashi, Eihi Shiina, Tetsu Sawaki, Jun Kunimura, Renji Ishibashi. / País: Japón / Año: 1999 /
Duración: 115 min.
Título original: Peeping Tom / Título traducido: El Fotógrafo del Pánico / Director: Michael Powell /
Reparto: Karlheinz Böhm, Moira Shearer, Anna Massey. / País: Inglaterra / Año: 1960 / Duración: 101 min.
Título original: The Phantom of the Opera / Título traducido: El Fantasma de la Ópera / Director:
Rupert Julian / Reparto: Lon Chaney, Mary Philbin, Norman Kerry. / País: EUA / Año: 1925 /
Duración: 93 min.
Título original: Poltergeist / Título traducido: Juegos diabólicos / Director: Tobe Hooper / Reparto:
Craig T. Nelson, JoBeth Williams, Dominique Dunne. / País: EUA/ Año: 1982 / Duración: 114 min.
Título original: Possession / Título traducido: Posesión / Director: Andrzej Zulawski Reparto: Isabelle
Adjani, Sam Nelly, Margit Carstensen. / País: Francia, Alemania / Año: 1981 / Duración: 127 min.
Título original: Psycho / Título traducido: Psicosis / Director: Alfred Hitchcock / Reparto: Anthony
Perkins, Janet Leigh, Vera Miles, John Gavin / País: EUA / Año: 1960 / Duración: 109 min.
Título original: Ringu / Título traducido: El Aro / Director: Hideo Nakata / Reparto: Nanako
Matsushima, Miki Nakatani, Hiroyuki Sanada. / País: Japón / Año: 1998 / Duración: 96 min.
Título original: The Wicker Man / Título traducido: El Hombre de Mimbre / Director: Robin Hardy /
Reparto: Edward Woodward, Christopher Lee, Diane Cilento, Britt Ekland, Ingrid Pitt. / País: Reino
Unido / Año: 1973 / Duración: 102 min.
Título original: The Wolfman of Count Dracula / Título traducido: La Marca del Hombre-lobo /
Director: Enrique López Eguiluz / Reparto: Dyanik Zurakovska, Manuel Manzaneque, Jacinto Molina.
/ País: España / Año: 1968 / Duración: 88 min.
Título original: Ultimo tango a Parigi / Título traducido: Último tango en Paris / Director: Bernardo Bertolucci
/ Reparto: Marlon Brando, María Schneider. / País: Italia, Francia / Año: 1973 / Duración: 136 min.
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La condición posmoderna
El mundo asumió los principios modernos desde la Revolución Industrial, en donde
la efectividad de producción trajo como consecuencia la valoración de lo nuevo y la
constante búsqueda por modernizarse. Desde el Renacimiento la sociedad renunció a
la religiosidad como eje rector de la vida y constituyó como valor fundamental la razón,
forjándose así una especie de deificación de la ciencia. Esta secularización que deja atrás
la religión, encontró el sustituto ideal en la “fe en el progreso” (Vattimo, 2000: 92) que
trae como consecuencia la necesidad de transformación. El hombre moderno está
dispuesto al cambio, abierto a las novedades y ávido de progreso tecnológico;
Lipovetsky lo llama “hombre cinético” (Lipovetsky, 2000: 107).
Bajo esta lógica de renovación, en el siglo XX, se presentan los movimientos artísticos
conocidos como vanguardias, en donde se mantiene como hipótesis y propuesta
central el desecho de lo anterior, la ruptura y la discontinuidad; es decir, se da la
negación de la tradición, rechazando toda práctica pasada y buscando crear algo
totalmente nuevo. Si asumimos que el arte es el posible adelanto de la esencia de la
modernidad; entonces éste se constituye como centro de lo moderno; pues “el arte
ocupa una posición de anticipación o de símbolo representativo” (Vattimo, 2000: 93).
Sin embargo, esta idea de ruptura y originalidad permanente pronto se convierte
en institución y genera una nueva tradición; pues “las obras de vanguardia, tan
pronto como han sido realizadas, pasan a la retaguardia y se hunden en lo ya visto”
(Lipovetsky, 2000: 81).
Se llega a un punto en el que las vanguardias y las nuevas propuestas son aceptadas y
absorbidas por el sistema, dejando de ser lo que pretendían: una ruptura y una dura
crítica hacia el status quo. Ese momento en el que “la vanguardia ya no suscita
indignación, en que las búsquedas innovadoras son legítimas” (Lipovetsky, 2000:
105) es cuando, de acuerdo con Daniel Bell, entramos en la cultura posmoderna. Se
trata de una de las crisis más fuertes del modernismo; en donde como plantea Jürgen
Habermas “El modernismo es dominante pero está muerto” (Habermas, 1988: 24)
ya que las vanguardias siguen apareciendo de manera prolífica sin ser creativas.
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Bajo esa lógica individualista se dibuja una de las características esenciales de la era
posmoderna: “el predominio de lo individual sobre lo universal, de lo psicológico
sobre lo ideológico, de la comunicación sobre la politización, de la diversidad sobre
la homogeneidad, de lo permisivo sobre lo coercitivo” (Lipovetsky, 2000: 115).
La posmodernidad se encuentra inmersa en una era de consumo de masas en
donde la estandarización es el denominador común, por lo que se desarrolla la
acentuación de las singularidades, la personalización sin precedentes de los
individuos. Los sujetos tratan de diferenciarse unos de otros y resaltar sus
diferencias; generalmente lo hacen a través del físico; así encontramos un culto al
cuerpo y a la imagen, ejemplificado con la práctica deportiva y el cuidado de la
alimentación, a veces llevado a extremos enfermizos como la bulimia y la anorexia.
En este sentido, se plantea una contradicción, pues la posmodernidad retoma del
romanticismo valores fundados en la exaltación del yo, en la autenticidad y el placer,
que como plantea Lipovetsky son “valores directamente hostiles a las costumbres de
la burguesía centradas en el trabajo, el ahorro, la moderación, el puritanismo”
(Lipovetsky, 2000: 83).
La percepción y concepción del tiempo en la época posmoderna resulta
fundamental y la esquizofrenia, entendiéndola como “la quiebra de relación entre
significantes” (Jameson, 1988: 177), parece describir las formas de organización de
una sociedad fragmentada en subgrupos, donde cada uno desarrolla un lenguaje
propio. Sin embargo, en relación al tiempo, el esquizofrénico está “condenado a vivir
en un presente perpetuo con el que los diversos momentos de su pasado tienen escasa
conexión y para el que no hay ningún futuro concebible en el horizonte” (Jameson,
1988: 177). Encontramos aquí otra de las discontinuidades y rupturas con el
modernismo, pues éste era “una época que en general puede legítimamente llamarse
futurista” (Vattimo, 2000: 92), pues varias de las corrientes filosóficas tuvieron como
tema central el devenir; además de que uno de los valores centrales del modernismo es
lo nuevo, que sólo puede llegar en el futuro pues en cuanto aparece deja de serlo.
La concepción de un hoy eterno se puede ejemplificar en una de las prácticas que ha
proliferado en la etapa posmoderna; el crédito bancario, que por su naturaleza “socava
directamente el principio del ahorro, la moral puritana cede paso a valores hedonistas”
(Lipovetsky, 2000: 84). La sociedad piensa en satisfacer sus aspiraciones y necesidades
de consumo para el presente sin pensar que posteriormente se tendrá que pagar.
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La novela de Weiss indica la posibilidad de una recepción (uso) de las obras de arte que
prescinda de un aura (si bien sólo de modo ficticio) por medio de su presentación de un
grupo de jóvenes proletarios antifascistas cuya apropiación de las obras del pasado es
significativa para su práctica social (Huyssen, 1981: 167).
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No sólo se retoman las propuestas y estilos pasados, sino que una de las características
fundamentales de la época posmoderna es “la erosión de la vieja distinción entre
cultura superior y la llamada cultura popular o de masas” (Jameson, 1988: 166), por
esta tendencia es que algunos teóricos reconocen el inicio de la etapa posmoderna con
el surgimiento del Pop Art de la década de los sesenta. Sin embargo, esta fusión tiene su
origen en las vanguardias europeas que como señala Huyssen “intentaba quebrar la
esclavización política de la alta cultura a través de la fusión con la cultura popular y la
integración del arte con la vida cotidiana” (Huyssen, 1981: 150).
El Pop Art es considerado el primer movimiento donde lo posmoderno tomó
forma y de acuerdo con Huyssen “las tendencias más significativas dentro del
posmodernismo han desafiado la hostilidad implacable del modernismo hacia la
cultura de masas” (Huyssen, 1984: 201), la erosión entre alta cultura y cultura de
masas se supone agotada. Sin embargo, aunque el arte recupera la cultura popular lo
hace desde una perspectiva ajena y distanciada, generando una suerte de
resignificación que no necesariamente implica una erosión total de la diferenciación
entre cultura popular y alta cultura.
En la posmodernidad se acaba con la sacralización de uno de los elementos
venerables de la modernidad; el arte. Por lo tanto, “lo posmoderno en las artes se
configura como el punto extremo de la secularización moderna” (Vattimo, 2000: 7)
ya que las artes vivieron la experiencia del valor de lo nuevo de manera determinante
más aún que la ciencia.
En la búsqueda por la novedad y la valoración de la razón del modernismo, aparece
Marcel Duchamp cuestionando, con sus ready mades, a la propia institución artística. De
esta manera se establece como uno de los criterios de valoración de la obra de arte, a la
capacidad que ésta tenga de poner a discusión su condición como tal (Vattimo, 2000: 51).
Marcel Duchamp, Andy Warhol y John Cage, se consolidaron en los años sesenta
como el eje a seguir para la propuesta artística posmoderna. Para los años setenta el
posmodernismo tomó la rama del eclecticismo, convirtiéndose en un movimiento
afirmativo que había abandonado la crítica, trasgresión y negación.
Esto es de lo que más se ha criticado a lo posmoderno; del abandono de la crítica
que caracterizara a las vanguardias modernas; sin embargo, Huyssen subraya el
carácter crítico del posmodernismo en tanto que:
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A mediados del siglo XIX, con la invención de la fotografía se inició una carrera en
la que la producción artística fue incorporando, cada vez más y de manera definitiva,
las nuevas tecnologías en su propuesta; vino después el cinematógrafo, la radio, la
televisión, el video, la computadoras y el Internet.
En 150 años se pasó de la sorpresa ante una máquina analógica que permitía la
duplicación mecánica de la obra de arte, a los soportes virtuales y la tecnología digital
para la producción de imágenes. En la actualidad, los nuevos soportes digitales han
penetrado de manera contundente las formas de creación, llegando incluso a
transformar el proceso convencional de cualquier producto cultural; producción,
distribución y consumo. (Acha, 1988).
La sociedad contemporánea se encuentra familiarizada y en permanente contacto
con imágenes en movimiento, provenientes tanto del televisor como del cine, de tal
suerte que se habla de una transformación en el paradigma estético imperante. Paul
Virilio, la denomina estética de la desaparición y en una distintiva observación
encuentra que en la escultura y la pintura, la imagen aparece, emerge en el soporte
material y permanece en él, mientras que en los soportes propios de la actualidad
como la fotografía, cine, video y arte digital, prevalece la memoria de la misma en el
espectador y no su duración material (Virilio, 1997: 35).
La inclusión de estas tecnologías de la información, como las llama Manuel
Castells, ha supuesto una transformación fundamental en el arte dentro de la
construcción del discurso estético. La fotografía cuestionó de manera definitiva la
valoración de la pintura en cuanto a la analogía lograda con su referente. Además, el
surgimiento de la fotografía de prensa, en 1876, cambió la visión del mundo de la
sociedad, pues permitió agrandar la perspectiva del hombre masa. En este sentido
podríamos reconocer a la fotografía como “punto de partida de los mass media que
hoy desempeñan una función todopoderosa.” (Freund, 1974: 187)
La introducción de este nuevo invento en el arte causó conmoción, y ante la
supuesta amenaza que éste representaba para la pintura, se planteó la discusión de si
la fotografía era arte o no. Esta discusión hay que enmarcarla en la época moderna, en
donde por la fe en el progreso se dio una inclusión voluntaria del nuevo medio.
Como afirma Susan Sontag,
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…la promoción en museos de la fotografía como arte es la victoria decisiva de una campaña de
un siglo declarada por el gusto modernista a favor de una definición del arte con fines abiertos,
terreno en donde la fotografía ofrece más argumentos que la pintura. (Sontag, 1977:8).
34 Se proyectaron diez cintas: La salida de los obreros de la fábrica Lumiére, Riña de niños, La fuente de Tullerías, La llegada de un tren a la estación de la
Ciotat, El regimiento, El herrero, La partida de naipes, Malas hierbas, Derribo de un muro y El mar. (Cirera,1986:3)
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Lo contemporáneo no es lo que se está haciendo desde hace cuatro meses o cinco años, hay
que entender que la contemporaneidad es un proceso que lleva cinco o seis décadas.
Osvaldo Sánchez, director del Museo de Arte Contemporáneo Rufino Tamayo menciona
que lo que parece ahora nuevo tiene antecedentes lógicos, históricos. (Velásquez, 2001).
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simbólicas que éstas tienen con la política y las instituciones (Tamayo, 2004). Por
otra parte, fuera de los museos, encontramos también, desde otra perspectiva, los
espacios arquitectónicos donde las premisas son la integración del contexto urbano
y la comunicación entre lo nuevo y lo viejo sirviéndose del uso de la tecnología para la
creación de los diseños (Cirlot, 1993: 340). En el caso del arte mediático, dentro del
juego de la hiperrealidad, Pedro Barbeito y Cadence Giersbach, respectivamente,
manipulan imágenes de diferentes espacios y las resignifican, ya sea dentro o fuera de
los ordenadores.
Dentro de la infinidad de temas retomados por los creadores actuales, cabe
destacar: la sexualidad contemporánea y la reflexión sobre ella en el hombre
mediático. La libertad sexual ya no implica un verdadero problema como fue
planteado en los sesenta, pero se ve afectada ya no por la represión o la moral, sino por
otro tipo de problemas como el SIDA y la falta de tiempo, la comercialización y el
abuso de referentes sobre el tema. Un ejemplo, es el video de Richard Meszka donde
haciendo una citación de la obra de Warhol, Kiss (1966), se plantea una saturación
de sensaciones mezcladas36.
Dentro de las exposiciones realizadas entre 1999 y 2000 en el Museo Rufino
Tamayo, Gabriel Orozco es un claro ejemplo del artista contemporáneo que no se
casa con una técnica, sino que utiliza la que mejor exprese lo que él quiere decir. Así
su obra se constituye de escultura, instalación, fotografía y dibujo, y mediante esta
diversidad de técnicas registra la vida cotidiana creando una relación significante
entre espectador y objeto. Su obra Mesa de ping-pong (1996) nos ayuda a ilustrar una
característica esencial del arte actual: la participación del espectador en la
construcción de la obra. Así como él, muchos artistas actuales tienden a presentar
obras incompletas donde el espectador no sólo tiene la facultad de terminarlas, sino
de ser parte de ellas.
Por supuesto, en estos casos los conceptos espectador o público, y sobre todo artista
son cuestionados y cambiados, a veces por usuario y por creador o productor. En este
sentido encontramos de nuevo la máxima de “la muerte del artista” y de la obra, que
ya nos planteaban los autores posmodernos.
36 El video muestra una pareja gay besándose por más de una hora donde destacan las marcas provocadas por el SIDA, mientras que el audio del
chasquido de las bocas juega un papel importante (Ortiz,2001).
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Finalmente cabe destacar una exposición llevada a cabo en México por artistas
internacionales, Operativo37, donde las críticas y opiniones sobre ella demuestran el
carácter ecléctico y recurrente del arte actual hacia tendencias del pasado. Según el
curador Tobías Ostrander se les reconoció dentro del postconceptual y del Op Art.
También es una muestra de los estilos que utilizan técnicas mezcladas y sus
implicaciones:
…sofisticados métodos de producción con varias etapas: materiales industriales, empleo
de tecnología actual para digitalización de imágenes y manipulación por computadora.
(...) crean situaciones que provocan experiencias altamente sensoriales para el espectador.
(...) La agresividad física con que las obras asaltan al espectador visualmente (...) crea
ambientes donde él queda inevitablemente incluido (Ostrander, 2001).
Una exposición como esta da cuenta de estilos tan diferentes pero que engloban el
panorama del arte actual. De esta manera podemos aislar rasgos generales
recurriendo a los historiadores y estudiosos del arte que hasta ahora han logrado
distinguir, pero que se pueden ver más claramente con estos ejemplos. Es recurrente
la citación de lo cotidiano, muchas veces no sólo su crítica sino su burla, el sentido del
humor; el tema de la soledad y el aislamiento en el contexto urbano (espacios), el
nutrirse de temas de los medios de comunicación, pero sobre todo, que los enfoques
son muy diferentes y personales, generando así una gran variedad de estilos.
Así, podemos decir que la posmodernidad es una época histórica que comienza a
mediados del siglo XX, en la que se exacerban los valores modernos del hedonismo y
del consumo. En el arte se produce una desacralización sin precedentes originada
por la estetización de la vida cotidiana y el uso de las nuevas tecnologías que deviene
en la interacción entre usuario y obra y la coautoría entre artista y lector. Los temas
recurrentes en las propuestas artísticas de esta época abarcan la concepción de
espacio y tiempo, resaltando la inclusión de tecnología en actividades cotidianas, así
como procesos que devienen de la urbanidad como la soledad y la mediación entre
realidad y percepción a través de los medios masivos.
Arte mediático crítico
El arte contemporáneo se mantiene en constante crecimiento y su evolución tiende
hacia nuevas tipologías que intentan caracterizarlo de acuerdo a contextos de época,
ideologías, técnicas y procesos conceptuales. Entre estas tipologías se encuentra la que
37 Expuesta en el Museo Tamayo en el 2001
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define el llamado arte mediático que se caracteriza por el uso de soportes tecnológicos,
tradicionalmente usados por los medios masivos en su producción, exhibición y/o
consumo. Algunas de sus manifestaciones son el videoarte, el net.art, la video
instalación, el arte electrónico y el arte multimedia, entre otros.
Aunque no existe una definición univoca de arte mediático, dicho concepto se
maneja según el autor o crítico considere conveniente. Por ejemplo, Paloma Díaz,
Nadia Catenazzi e Ignacio Aedo hablan de la incursión de los medios tecnológicos en
el arte, como multimedia e hipermedia. En donde la hipermedia “aporta una
geometría que permita que [los] datos puedan ser explorados y presentados
siguiendo diversas secuencias” (Bellido, 1999: 15).
María Luisa Bellido nos habla de los dispositivos magneto ópticos, de los analógico
digitales y de los multimedia: “se conoce como disco óptico a los tipos de
almacenamiento basados en tecnología láser que incluyen unidades para discos
compactos de música, unidades para discos CD-ROM de datos (...)” (Bellido, 1999:
50). Los analógico digitales son el video y la fotografía, según el caso, digital o análogo,
los multimedia son aquellos por los que se crea el ciberarte o arte en Internet.
José Luis Brea es el teórico que ha definido y acotado el término de arte mediático como:
…aquellas prácticas o producciones creadoras y comunicativas que se dan por objeto la
producción del media específico a través del que alcanzan a su receptor (…). Asumamos que
es media-art todo aquél que se produce, de modo específico, para su difusión y recepción
efectiva a través de canales mediáticos (revista, radio, tv, internet, y punto). (Brea, 2002: 6).
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Por otra parte, es necesario señalar que al referir los aspectos materiales del arte de
los medios (Brea, 2002: 6) se está hablando de “soportes” en dos aspectos: el primero
se refiere a las técnicas, herramientas y “métodos de producción” de la obra; el
segundo, a las formas de exhibición y difusión. Estos dos puntos conjugados se
traducen en aquello que soporta, sostiene o mantiene la obra de arte o su esencia, ya
que se puede ver que hay obras que por su naturaleza de creación, como el net.art se
vuelven inmateriales, pues sus soportes no son olfativos ni táctiles, se mantienen
retinianos, pero incrementan dos características más: son audibles y móviles.
Así, se pueden encontrar piezas artísticas que recurren a estas técnicas y soportes para la
creación de un texto mediante un proceso conceptual que plantea una reflexión sobre la
incidencia de los medios en nuestra cotidianidad; así como su discurso que se ha vuelto
omnipresente y pasa como un proceso mecanizado en la relación que el individuo
mantiene con ellos y la forma en que dominan la cultura visual a la que pertenece.
Cabe destacar a artistas como Iván Abreu, Cristina Lucas y Antoni Muntadas, quienes
han reconstruido los contextos en que los medios se encuentran y los han adaptado
según las necesidades de sus discursos, proporcionando características de temporalidad
y espacio, pues tanto las escenografías como los soportes nos ubican en cierto tiempo, la
época posmoderna; luego las temáticas que explicitan condiciones de ésta; y si bien la
violencia, las relaciones de poder, la guerra o la indolencia del hombre son temas
atemporales y universales, se relacionan específicamente con situaciones mediáticas.
Esto recuerda lo mencionado por Friedrich Schleiermacher respecto a que el
intérprete no entenderá de la misma manera cierto texto encontrándose fuera de su
contexto original, y es precisamente con esta idea que los artistas juegan a
descontextualizar situaciones y provocar en el espectador la percepción de aquello
que ya conocía con una nueva luz, como lo menciona G.H. Gadamer.
Tendencia crítica en el arte mediático
En el arte mediático se generan diversas posturas ante el mundo; dentro de esta
vorágine de estilos y propuestas que recurren al discurso mediático existe una
tendencia que sostiene una postura crítica ante su sociedad. Como ya se expuso, el
arte asume la idea de la polisemia; en este sentido, las obras del arte mediático crítico
provocan al espectador a reflexionar sobre su entorno y lo invitan a cuestionar lo que
antes le parecía normal.
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Así algunas obras abordan temáticas cotidianas en nuestro entorno, por ejemplo
en El Eje del Mal (Cristina Lucas, 2003) se plantea el dominio y las relaciones de
poder que se establecen entre madre e hija; además de que cuestiona un acto tan
común como la limpieza de un sanitario. En El Aplauso (Antoni Muntadas, 1999-
2004) Muntadas reflexiona sobre uno de los sucesos más recurrentes en una
sociedad plagada de espectáculos; como lo es aplaudir. En Media Stadium (Antoni
Muntadas, 1989-2004) logra ubicar un espacio público visitado con frecuencia en la
actualidad; el estadio, como una estructura jerarquizada y de relaciones de
dominación desde su disposición arquitectónica. Iván Abreu con The Winner
(2003) aborda la inserción de la violencia en la acción de los seres humanos a través
de un ejercicio tan íntimo como es el videojuego. La producción de estas obras se
origina en un contexto posmoderno, en donde se ha generado una estetización de la
vida cotidiana a través de los medios masivos de comunicación; quienes tienen una
penetración nunca antes alcanzada, y difunden a través de sus discursos criterios de
belleza y comportamientos sociales; logrando así, provocar en el espectador una
experiencia estética. Considerando a ésta como un proceso diferenciado de lo
artístico38 que más bien constituye el gusto; es decir la valoración social de categorías
como la belleza, la fealdad y lo grotesco, entre otras. De tal suerte que la sociedad en
general está plagada de experiencias estéticas y sólo un pequeño grupo tiene acceso y
se preocupa por las artísticas.
El arte deja de ser un fenómeno único y específico y tiene que competir con otros
mensajes estéticos producidos por los medios. Debe retomar nuevas formas de
provocación además de las estéticas, llegando a la superación del objetualismo de
otros tiempos, incluyendo en su planteamiento formal elementos que en otro
contexto serían diseños o simplemente entes funcionales como las imágenes y el
audio de los medios.
Las cuatro obras antes mencionadas hacen referencia a los discursos mediáticos, El
Eje del Mal habla de la radio como medio de información y utiliza a la televisión
como medio de difusión, El Aplauso por su parte reconoce a su personaje central
como un típico espectador de programas de concursos o comedia, Media Stadium
hace un recorrido histórico de los estadios, para desembocar en la época actual
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39 Corporación compuesta únicamente por la artista, que existe desde 1998 y ha tenido como sede la torre Latinoamericana en la Ciudad de México.
Ahora se puede visitar en http://www.irational.org/mvc/espanol.html
40 Expuesta en el Laboratorio Arte Alameda de noviembre de 2004 a Enero de 2005
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un sin número de trabajos de artistas –sobre todo plásticosque apuntan en sus obras
la figuratividad en relación con la “realidad”, por ello, las definiciones e
interpretaciones de la corriente hiperrealista han sido conocidas a partir de las
características del Arte Pop, su predecesor, y de algunas innovaciones propias, pero
nunca como estudio concreto. Sólo en algunas bibliografías muy específicas nos es
posible hallar un enfoque crítico, por ejemplo, Cultura y Simulacro (1978) de Jean
Baudrillard, Vida y Muerte de la Imagen (1994) de Regis Debray y Andrew Darley
con Cultura Visual Digital (2002). Por tales motivos resulta pertinente abordar este
tema desde un enfoque más analítico, dada la persistencia y proyección constante del
mismo en los productos culturales contemporáneos, no sólo en las pinturas
museográficas, sino también en la televisión y el cine, medios de difusión masiva que
influyen al imaginario social. Así, para dilucidar el tema del Hiperrealismo nos
alimentamos del estudio de la historia del arte y el estatuto contemporáneo de la
imagen, que nos ayudan a reconstruir desde distintas perspectivas el desarrollo tanto
de la corriente hiperrealista, la sociedad de consumo, así como la iconicidad en
nuestra cultura contemporánea.
La tendencia al Hiperrealismo se desarrolla a partir de los años sesenta en la
corriente pictórica conocida como foto-realismo, la cual se caracterizó por la
fascinación de lo formal y la figuración mimética de la realidad, tratado de
reproducir lo que se veía a través de la cámara fotográfica, pero con la finalidad de
sobrepasar el medio técnico por medio del detalle extraordinario y la definición más
aguda de los referentes y teniendo como característica la pretensión de ser más real
que la misma realidad (Guash, 2003: 102).
En ésta primera etapa pictórica, el movimiento del Hiperrealismo presenta un
aspecto formal mimético, que no sólo hace recordar a su predecesor inmediato, el
Arte Pop, sino a las corrientes clásicas renacentistas del s. XVI y XVII. La corriente
hiperrealista retoma la antigüedad clásica, para encontrar nociones científicas de
belleza y armonía, con una expresión de orden intelectual y profano, que encuentra
su lenguaje en la medida, el número y la proporción, así como el invento renacentista
de la perspectiva y la profundidad de campo, el modo “adecuado” de la
representación de la naturaleza, la reducción del espacio a términos matemáticos.
La evolución de ésta corriente, así como su incursión a la televisión y el cine, es lo
que consideramos la segunda etapa del Hiperrealismo, y en la que nos enfocaremos
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y fue hasta 1972 cuando ésta tendencia logró mayor énfasis propagándose en Europa
con el nombre de Hiperrealismo, aunque en Estados Unidos también se le llamó
Sharp Realism, Superrealism y Radical Realism. La pintura Hiperrealista desde sus
inicios se interesó tanto por lo que mostraba, como por el método utilizado, usando
técnicas de reproducción que permitieron un realismo “casi” mimético y logrando
conseguir una imagen que diera la impresión de ser fotográfica.
El Hiperrealismo pictórico gestado en Estados Unidos surge bajo un contexto
influido por el capitalismo y la sociedad de consumo, siendo éstas dos últimas las
temáticas sobre las que giran las obras de ésta corriente. Entre sus representantes se
encuentran: Malcolm Morley quien realizó obras que eran “simulacros” de una
realidad abstracta convertida en última instancia en una reflexión sobre la
naturaleza de la percepción; Chuck Close, interesado desde los años sesenta por los
rostros humanos, utilizó la pintura y el pincel cómo un lente fotográfico, y en sus
trabajos de los años ochenta comenzó a trabajar con imágenes computarizadas;
“para Close, el ordenador no sólo es un instrumento que el artista puede usar para
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generar nuevas imágenes, sino es lo que hace posible definir una nueva realidad a
partir de equivalentes mecánicos” (Guash, 2003: 204); por su parte tanto Ralph
Goings como Don Eddy realizaron una iconografía similar basada en el reflejo fiel de
los pasajes urbanos, a tal punto de llamar sus pinturas “fotocopias” de la vida real;
otros representantes importantes fueron Robert Nottingham; John Baeder; Richard
McLean y como uno de los más destacados Richard Estes, quien con maestría logró
precisar el instante cosmopolita de las calles de Nueva York, su ambiente de
urbanidad y cotidianidad.
Los exponentes en la escultura fueron John de Andrea y Douane Hanson, que
realizaron representaciones del hombre a escala natural, resueltos en resina de
poliéster y fibra de vidrio, obteniendo una serie de personajes solitarios o en grupo,
desde jubilados, turistas, vigilantes de museo, amas de casa y deportistas, todos ellos
realizando actividades ordinarias como comprar en un supermercado empujando
un carrito. Tanto de Andrea como Hanson centraron su mirada en la crítica de la
sociedad norteamericana.
Dentro del Hiperrealismo las técnicas fueron muy importantes, ya que éstas les
permitieron obtener la precisión y el realismo que buscaban, entre las que destacan la
llamada trompe l’oeil o tranpantojo, que consiste en trucos ilusionistas que
confieren al plano bidimensional características espaciales y volumétricas dando la
ilusión de una tercera dimensión. Otra técnica consistía en pintar de forma
abstracta, área por área del cuadro y a menudo invertidos, de manera que el autor no
llegaba a ver cuánto se había acercado a su modelo hasta terminarlo. Un tercer
método, tal vez el más utilizado, reside en el uso de medios mecánicos, como el uso de
fotografías y la proyección o retícula de éstas para transferir la imagen al lienzo. La
utilización de nuevos materiales fue otro de los instrumentos utilizados en este arte,
como la pintura acrílica, el látex y las resinas sintéticas.
El movimiento hiperrealista se expresaba por medio de una precisión y frialdad
clínica en el menor detalle, la ausencia aparente de todo contenido emocional, una
mirada distanciada y disecadora, colores lisos y crudos, una materia casi ausente y un
cierto fetichismo del objeto. Estas imágenes descansan en la copia ilusionista neutral
y de la fidelidad de la visión fotográfica, pero con una precisión radical que trata de
desbordar a la propia realidad. Ningún artista reproduce un documento fotográfico
en su integridad, como se explica en la obra del artista Richard Estes, quien realizaba
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sus obras a partir de dos ó tres fotografías, por lo que a veces se piensa que es una visión
formalista, más que analista, teniendo como resultado la demostración a fuerza de
virtuosismo de que la pintura puede crear una ilusión de verosimilitud, con ayuda de
la exactitud del lenguaje fotográfico.
La corriente hiperrealista ha sido tachada de vacía y poco propositiva, pues se
argumenta que sólo promueve la técnica y los contenidos como meras copias de la
realidad, sin embargo es por éste contenido “perverso” que sus significados logran
alcances. Al representar paisajes y objetos pertenecientes a la sociedad de consumo
con una soberbia técnica, al asemejar la realidad de una fotografía en éstas pinturas -
aparentemente inocentes y sosas- se permitieron cuestionar de forma sutil algunas
asuntos, como la vieja pregunta filosófica con respecto a la representación de la
realidad, dentro de un contexto influido por la sociedad de consumo y los medios
masivos de comunicación, así, tal vez las preguntas que arrojan estas obras son ¿Cuál
es la realidad?, ¿es más real lo que se refleja en las vitrinas o lo qué observamos a través
de una pantalla, que la realidad en las calles?
Nuestras relaciones con lo real se han invertido. La realidad se convierte, en la época de la
reproducción mecánica, en el doble de su imagen. El empirismo de antaño, el conocimiento
eminentemente sensorial del mundo, ha sido sustituido por un conocimiento mediatizado,
separado. Es ésta separación la que pinta el Hiperrealismo. Con su mentalidad clínica y su
ausencia de implicación emocional, expresa una mirada crítica sobre nuestra civilización
cuando parece que quieran ensalzarla (Guash, 2003: 202).
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“historia del arte” frente a autores como Gombrich, quien ha menospreciado éste
arte diciendo lo siguiente:
Estas imágenes están desprovistas de connotaciones simbólicas y sociales concretas del
presente histórico, […] así como representan una tendencia semióticamente regresiva, ya
que es uno de los últimos artículos del mercado artístico y una vanguardia artificialmente
montada” (Gombrich, 1995: 568).
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Las temáticas icónicas en el Hiperrealismo de igual forma que en el Arte Pop, son
referentes a la sociedad de consumo. No podríamos afirmar si las pinturas
propiamente son una crítica de ésta o simplemente quieren reflejarla, sin embargo,
siguiendo la ideología del Arte Pop, que pretendía criticar a la sociedad de consumo,
así como lograr la desmitificación del arte, reivindicando lo cotidiano y lo banal
como una forma de expresión y sobre todo de arte, podemos señalar un ejemplo de
pintura foto-realista que cumple con éstos requisitos. En la pintura de Richard Estes
titulada Woolworths (1970), se representa la vitrina del supermercado a través de la
cual se refleja la ciudad, que se pierde entre las mercancías que están exhibidas,
dando la ilusión que la misma ciudad es un producto que está en venta.
Dentro del contexto Norteamericano en el año de 1970 se presentaban entre otros
sucesos la salida presidencial de Nixón -en medio del famoso escándalo del
Watergate- y el inicio del mandato de Ford, quien apoyaba las políticas neoliberales
que apuntaban a reactivar la economía tras la crisis por la que estaba pasando el país.
Las grandes empresas trasnacionales, entre ellas Coca-Cola y la tienda
departamental Woolworth tuvieron un gran auge. Es evidente que la elección de ésta
tienda tan significativa dentro del desarrollo capitalista de Estados Unidos tiene
alguna influencia del momento histórico en el que vivía y pintó Estes, realizando así
una crítica sutil, pero precisa de la sociedad de mercado.
Reivindicación de la pintura ante la fotografía
Las pinturas hiperrealistas surgen en un momento en el que los “espectadores”
están acostumbrados a ver imágenes fotográficas indiscriminadamente, tienen la
idea de que las fotografías reflejan la realidad y por lo tanto de alguna forma la
pintura se aleja de esto, sin embargo el Hiperrealismo responde a ello, mostrando
que puede reflejar la experiencia fotográfica de la imagen, una imagen inmediata.
Así, la imagen que vemos, es ante todo, imagen de la fotografía, pero no en un sentido
literal, como materia, sino de un modo más sutil, como imagen de la imagen.
La fotografía como referente de la pintura nos habla también de la aceptación del
pintor de una realidad ya interpretada y mediada por una técnica, que pudiera
rebasar la percepción humana, y por lo tanto muestre más real los paisajes urbanos
que lo que podría observar un hombre. Lo que se pone en juego en las pinturas
hiperrealistas es la materia de la imagen y la materia del objeto al mismo tiempo. Y,
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cabría decir, tal vez, la materia del lenguaje. En la materia de la pintura, en éste caso,
parece haber una especie de desencantamiento de la imagen y de la abstracción; lo
único verosímil o aceptable es ésta mimesis fotográfica, característica que la pintura
tiene que adquirir para mostrar una “realidad”, la pintura queda desviada y
clausurada, recluida en un atrás inaccesible.
Los pioneros del Hiperrealismo fueron una generación atravesada por la
tecnología analógica, que deviene en gran medida de la tradición positivista y la
revolución industrial. Las máquinas se introdujeron en la vida de las sociedades
capitalistas, como fue el caso de Estados Unidos. Las máquinas y los soportes
tecnológicos formaron parte del arte, nunca más el arte podría ser lo que fue en el
pasado, en la edad media, el renacimiento e incluso en el s. XIX, nunca más un artista
podrá crear sin utilizar o por lo menos tener en mente a la tecnología mecánica, aún
para despreciarla.
La incursión del Hiperrealismo en el cine y la televisión
El Hiperrealismo pictórico se desarrolló desde los años sesenta y aún en nuestros días
podemos encontrar muestras del “foto-realismo”, sin embargo en la actualidad se ha
expandido como corriente estética e ideológica a los medios audiovisuales: la televisión
y el cine, adquiriendo otras características estéticas, sociológicas y filosóficas.
Se puede decir que éste segundo Hiperrealismo dista mucho del pictórico en cuanto
a forma y soporte, no obstante, comparten un principio fundamental, mostrar la
“realidad” más allá de lo que nuestros ojos pueden ver. Las nuevas tecnologías han
permitido crear un Hiperrealismo poderosamente figurativo, que supera la mimesis
alcanzada por la fotografía y los principios cinematográficos analógicos, ahora el
ordenador es capaz de manipular a diestra y siniestra la imagen y ejemplo de ello son
algunos programas televisivos y filmes. A partir del s. XX y sobre todo en la segunda
mitad de éste, el hombre ha desarrollado tecnologías en todos los aspectos de la vida, en
la ciencia, las artes, los medios de transporte y de comunicación, siendo éstos últimos
unos de los transmisores y precursores de éstas tecnologías. Con la llegada de la
televisión y su popularización, la imagen se convirtió en parte modular de la cultura y
de la formación simbólica en las sociedades, principalmente en las que están inmersas
en un sistema de mercado. Todos los hogares actualmente cuentan con un televisor,
incluyendo los sectores de escasos recursos y éste es un claro aparato de poder que
transmite ideologías, modas, estereotipos y sobre todo es capaz de transmitir a través de
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imagen de emular, y porque no, sustituir una realidad, entrando al terreno de las
simulaciones, característica que dominará en gran medida, la segunda y tercera fase
de la corriente hiperrealista.
Con el avance de los medios de comunicación, así como de la tecnología, las
técnicas hiperrealistas desembocaron en el segundo momento, el mediático. La
incursión del Hiperrealismo a la televisión y el cine significó nuevos sentidos en
formas y significados, debido a las características cinematográficas y su relación con
el imaginario social, de igual forma la masividad de la televisión, que ha contribuido
a modificar el cambio de percepción del hombre con respecto al tiempo y el espacio.
En éste sentido apoyamos la tesis de Règis Debray al hablar sobre la pérdida del valor
simbólico y ·”mágico” en las imágenes contemporáneas –que poseía la imagen
ancestral-, debido a la mediatización de éstas, a tal punto que la imagen vale por la
espectacularización y seducción que genere en el espectador. Como lo decía Guy
Debord, vivimos en una sociedad del espectáculo, donde impera el reino de la
instantaneidad. Si el hecho es trasmitido a través de una imagen, existe.
En los años ochenta, la tecnología permitió el nacimiento de la imagen numérica y
con ello, nuevos mundos que refieren a ellos mismos, recreando con éstos, el
imaginario social que nos lleva a pensar en la metáfora de Jean Baudrillard sobre el
gran simulacro iniciando con éstas imágenes, que acaban mediatizando la realidad
misma, volviendo todo una farsa, una gran puesta en escena que se aplica a la vida
cotidiana, la vida mediática pasa a ser parte de la vida real y viceversa, ejemplo claro
son los reality shows que degeneran una realidad ya de por si mediatizada.
De ésta forma, las imágenes hiperreales contemporáneas han perdido, en cierto
sentido, la capacidad de crítica del momento pictórico, aunque conservan de forma
subyacente su carácter simbólico a través de las diégesis en la que se expresa.
En éste desarrollo expresamos la idea de una tercera fase del movimiento
hiperrealista, constituida por la realidad virtual y sus nuevos entornos, ya no sólo
visuales, sino ahora apelando a otros sentidos, como gusto, olfato, tacto y oído, en un
mundo que sustituye al real por las simulaciones, como en la cinta eXistenZ (1999) de
David Cronenberg donde los personajes nunca podrán dar cuenta de la salida en su
mundo virtual, teniendo como consecuencias el desmoronamiento del espacio
público para formar un mundo alterno, y entre otros efectos, la perdida de la
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democracia que se cae sin las conexiones físicas humanas. Ésta postura fatalista es un
tanto radical, ya que si bien, éstas imágenes si modifican el imaginario social, no
cambian del todo el entorno real del mundo y casi siempre remiten a situaciones
distintas a la del ser humano convencional, por ser tan sensacionales, así, como piensa
García Canclini, la realidad se encuentra en otro lado, no en el entorno inmediato, y
por tanto creemos que, desde una postura más neutral como la de Manuel Castells y el
mismo Canclini, ese mundo virtual sólo estaría replicando las relaciones sociales
físicas y retroalimentando al imaginario, pero no sustituyendo la realidad.
En el entorno del imaginario y la realidad virtual, se ha dado lugar al nacimiento de
nuevos mitos, como el de la cultura Cyborg o el Cyberpunk, que propone una vida
tecnológica sin los achaques del cuerpo y una extensión constante de la conciencia,
por medio de la transmisión de la conciencia a la inmensa red de información en una
vida infinita. Nutriendo de esta forma el imaginario social entre el mundo real y sus
representaciones, en este caso hiperreales.
Cabe aclarar, que parte del efecto conseguido en las imágenes hiperreales está dada
por la ilusión e impresión convencional, siendo estas representaciones una forma de
trasladar en un soporte, la imaginación humana, imposible muchas veces en la vida
real. Ejemplo de estos filmes son 2001: Odisea del espacio (Kubrick, 1968), Blade
Runner (Ridley Scott, 1981) y Matrix (Wachowski, 1999), que expresan una imagen
tan veraz que cabe la cuestión de si lo visto es posible, o simplemente fue un trucaje, o
incluso sí podemos dejar de verlas ilusoriamente y hacerlas reales, apelando la
opinión de Marc Dery, cuando menciona que lo inconsciente a emergido a lo real
por medio de la ciencia y los inventos parecen sacados de cuentos de ciencia ficción;
mejor dicho, como lo sugiere Telotte, la ciencia ficción se ha convertido en la ciencia
del s. XX y ahora del XXI.
De esta forma podemos concluir que la imagen hiperrealista es muy complaciente, en
primer instancia por brotar en un ambiente de consumo de mediados de s. XX y
continuar su trayectoria hasta el s. XXI, siendo muy costosa su producción y por
consiguiente encontrándose atada a un sistema de mercado, por lo que tiende a ser
superflua en búsqueda de espectacularización y asombro de los espectadores, recreando
mundos ingenuos y vistosos para la seducción del espectador, ávido de efectos especiales
en detrimento de las diégesis profundas y de las narraciones con denso valor semántico,
cuestiones que también expresa Andrew Darley en su libro Cultura Visual Digital (2002).
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Hiperrealismo es una especie de “macro” de lo real, es decir nos lleva a los rincones y
detalles hablando puramente en un aspecto formal, si nos adentramos en lo social y
simbólico el Hiperrealismo obedece a un cuestionamiento de la realidad y de
nuestro futuro en relación a nuestro presente obsesionado por la técnica.
El Hiperrealismo como tal ha existido desde el origen del hombre, pues
etimológicamente el prefijo hiper, remite a superioridad o exceso, mientras que
realidad, se refiere a la existencia real de una cosa, es decir hiperreal es lo que esta más
allá de la realidad, de ésta forma, las representaciones simbólicas y abstractas son
hiperrealistas, sin embargo, la técnica y el empecinamiento de la razón, lleva a
erigirlo como una técnica, que se ensaya durante cientos de años, para llegar a la
corriente pictórica de los sesenta, de interesantes resultados y conjeturas. Esta
corriente da paso a técnicas, que tal parecen esforzarse por vender y publicitar un
producto, sin embargo el misterio que encierran, hacen de éstas imágenes, sobre
todo de los relatos cinematográficos hiperrealistas el telón del cual se pueden
sostener la simulación, la distorsión y la ficción como una mezcla en busca de la
realidad, una realidad que sólo es percibida a través de la experiencia y de un proceso
de conciencia.
En éste sentido, tal vez nuestra percepción del mundo ya no es tan clara, ¿qué es real
y qué no lo es?, vieja pregunta filosófica, revivida tras los grandes avances
tecnológicos, ¿hacía donde se dirige el hombre, la realidad y la imagen?, triada que
pese a la virtualidad no se perderá, pues solo a través de la metáfora de la imagen es
que podemos encontrar un camino a casa, cómo Dorothy en el Mago de Oz, la casa
no es más que la conciencia, integrada por la totalidad de la psique, una casa que
expresa en cada una de las imágenes, los cuestionamientos, lo posible y sobre todo los
sueños de un hombre inmerso en la niebla, la realidad actual.
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Bibliografía
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Epílogo
Diego Lizarazo Arias
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sobre la obra de Bruegel: “parábola de los ciegos”… metáfora viva de la condición del
sentido icónico de nuestra sociedad:
La idea de la ceguera empezó a perseguirme desde que, en mi primera infancia, un
sarampión me hizo perder la vista durante varios días. Y un buen día descubrí a esos ciegos
que avanzan en una fila oblicua unidos entre sí por bastones o cogidos del hombro. El
primero de ellos, que es también el guía, yace ya en la zanja de agua; el segundo, a punto de
seguirlo en su caída, vuelve hacia el espectador toda la cara: las cuencas vacías y la boca, que,
abierta por el miedo, deja los dientes al descubierto. La distancia que lo separa del tercero
es mayor que la que existe entre los otros: ambos se aferran todavía al bastón que los une,
pero el tercero ha sentido el tirón, un movimiento inseguro, y, vacilando ligeramente, se ha
puesto de puntillas; su cara, que se ve de perfil —sólo uno de los ojos ciegos—, no trasluce
miedo, sino que esboza una pregunta, mientras que, detrás, el cuarto, rebosante aún de
confianza, tiene la mano apoyada en su hombro y la cara mirando al cielo. Su boca, muy
abierta, parece esperar de las alturas algo que a sus ojos les está vedado. No comparte con
nadie el largo bastón que lleva en la derecha y en el cual no se apoya. Es el más creyente de los
seis, lleno de esperanzas hasta en el rojo de sus medias calzas; detrás de él avanzan,
resignados, los dos últimos, cada cual satélite del que tiene delante. También llevan la boca
abierta, aunque menos; son los más alejados de la zanja, no esperan ni temen nada ni
tienen pregunta alguna. Si los ojos ciegos no tuvieran tanta relevancia, habría algo que
decir sobre los dedos de los seis, que aferran y palpan de manera distinta a como lo hacen
los de la gente que ve, y también sobre sus pies, que tantean de otro modo el suelo 41
41 Canetti, Elias. La antorcha al oído, traducción de Juan del Solar, Barcelona: Muchnik Editores, 1982. Versión revisada por el traductor para su
publicación en Saltana.
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Pieter Bruegel, el viejo. Parábola de los ciegos, óleo sobre tabla, 86 X 154, 1568.
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