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¿Legalizar o no legalizar la marihuana?


Por Abraham Quiroz Palacios

Benemérita Universidad de Puebla

abrahamqui@yahoo.com.mx

Introducción

Los grandes volúmenes de marihuana que se producen, circulan, se distribuyen y


consumen en el mundo están sujetos a la lógica del capitalismo, que es la de la
ganancia lucrativa; como fenómeno económico social llama la atención porque no
sólo articula lo local con lo nacional, sino porque, arrastrando a naciones y
gobiernos, lo vuelve transfronterizo y global, generando políticas de afrontamiento
que, en general, hacen uso de la prohibición, persecución y sanción, y poco, muy
poco diríamos, de los aspectos preventivos, teniendo como resultados más
efectos perniciosos que benéficos en la sociedad civil, pues afecta no únicamente
la política, sino de igual modo la educación, la salud, la economía, la seguridad
pública y, sobre todo, la esfera de la vida cotidiana, donde el individuo consumidor
lleva a cabo sus interacciones con la familia, los grupos de amigos, la escuela y
demás instancias societales.

El consumo de la marihuana no es, sin embargo, como muchos lo suponen,


un asunto meramente individual que únicamente requiere la atención o la
asistencia de especialistas en materia de rehabilitación o de terapias antiadictivas;
no, es más bien un fenómeno parecido al del suicidio, el que al observar tasas o
índices elevados, exige que los sociólogos y los psicólogos sociales indaguen,
más allá de los factores estrictamente personales, qué es lo que socialmente está
induciendo y haciendo crecer el fenómeno.
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Necesidad de la teoría

Esto es teóricamente importante porque, como realidad ya no es posible


ignorar o eludir; su constancia, evidencia y presencia generalizada son tales que
ya merece la atención de los científicos sociales, similar a como refiriere Wrigth
Mills (1979) el problema del desempleo cuando dice que si en un país con 100
millones de habitantes, 10 personas no tienen trabajo, el asunto no es socialmente
preocupante, porque lo más probable es que las causas residan en esas personas
y no en las estructuras, las instituciones sociales o las políticas del gobierno; pero
si de esos 100 millones de habitantes, 20 millones de ellos no tienen empleo, la
cuestión deja de ser personal, obviamente, y debe pensarse, por tanto, que los
factores que la originan son de carácter supraindividual y no están centrados en la
persona; de modo entonces que algo similar pasa con el consumo de la
marihuana; su explicación debe buscarse más en el marco estructural o
macrosocial, que en el microcosmos del consumidor como individuo.

No obstante, hay que recordar que este fenómeno no es solo de consumo,


es también de siembra, de transportación y de venta, y cada una de estas etapas,
si bien están articuladas una a la otra, representan, desde el punto de vista
económico, un negocio de ganancias estratosféricas que, por todas las
implicaciones y aspectos que involucra, se torna complejo para el análisis. A esto
se debe que, por lo menos hasta nuestros días, no haya sido posible elaborar, en
sentido estricto, una teoría que lo explique de manera satisfactoria, siendo no
casual entonces que lo que existe a nivel bibliográfico es más descriptivo que
explicativo, y que a nivel hemerográfico o en el campo noticioso abunden más los
editoriales de opinión, comentarios y noticias con relación al número de muertos,
secuestros, detenciones, fugas, robos y otros ilícitos ligados al narcotráfico, que
los análisis de fondo que requiere el fenómeno.

Comprender los alcances

Por la intensidad con la que se está presentando en nuestro país, por los
más de 100 mil muertos que solo en el sexenio de Calderón ha provocado y por
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los daños profundos e irreversibles que ha generado en la sociedad, vale la pena


que por lo menos los sectores conscientes –digamos los aquí presentes, docentes
y estudiantes- asumamos un posicionamiento personal y colectivo frente al él, más
porque, como todos sabemos, la estrategia oficial de combatir el flagelo –así le
denominan en el lenguaje oficial- por la vía armada y la penalización ha sido un
mero pretexto para que, por un lado, los EE.UU, o sea, el imperio, pueda violar
impunemente la soberanía nacional a través de sus diversos planes como el
Mérida, la operación Rápido y Furioso, o la cínica intromisión de sus agentes y
espías de la DEA, de la FBI, etc., en todo el territorio mexicano, y, por otro, para
que el gobierno federal y los estatales puedan controlar, mediante el miedo y la
zozobra inducidos, a todos los habitantes del país, que son quienes resienten la
violencia, los que han sido y son el blanco de los secuestros, de los “fuegos
cruzados”, de los “efectos colaterales”, de los toques de queda, de los maltratos
en los retenes carreteros y de toda esa parafernalia que han montado tanto el
ejército, la marina y las distintas fuerzas policiacas, como los propios
narcotraficantes.

Muchos pobladores, como sabemos, se han visto obligados a desplazarse


de sus lugares de origen, a abandonar sus casas y sus comunidades; otros,
víctimas de la incertidumbre, de la desconfianza entre vecinos, del miedo de ser
secuestrados o levantados para ir a desempeñar trabajos forzados, etc., se han
visto obligados a modificar su psicología, sus interacciones acostumbradas, sus
formas tradicionales de convivir en la cantina, en el antro, en el café, en el
deportivo, o en la plaza pública, de manera que hasta el modo de ser, gustos y
preferencias de los mexicanos están sufriendo modificaciones por este motivo; sus
fiestas y diversiones ya no las realiza a gusto como lo hacía antes, ya hasta la
prensa ha cambiado sus contenidos, en los últimos años las ocho columnas
anuncian solamente ejecuciones, levantones, secuestros, extorsiones y demás
nota roja a causa del narcotráfico.
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¿Prohibir o permitir?

La estrategia de la criminalización, prohibición, represión, no legalización, o de


cero tolerancia –como se le guste llamar-, no ha dado buenos resultados que
digamos, ni en México, ni en ningún otro país; por el contrario, los índices de
violencia ligados a este fenómeno van cada vez más en aumento y no parecen
tener freno.

En el marco de la legalización, en cambio, puede decirse que si bien el


fenómeno de fumar mota no ha desaparecido –y de hecho nunca va a
desaparecer porque, como ha pasado desde tiempos inmemoriales, el ser
humano, por distintos motivos, ha sido proclive al uso de la droga-, por lo menos
se ha atenuado. Los datos indican que, por ejemplo, en Holanda, donde se
abrieron los famosos coffee shops o narcotiendas y la marihuana se vende en
cantidades limitadas, los delitos no tienen la magnitud de los que hay en nuestro
país donde, como sabemos, está penalizada su posesión y consumo más allá de
los 5 gr., según decreto sobre el narcomenudeo de 2009; en Holanda aquellas
cafeterías se han convertido incluso en parte de la identidad nacional; y de igual
modo, en muchos países de Europa las leyes se están suavizando para permitir el
uso de la marihuana, basados en la idea de que, como se hace en Canadá, hay
cada vez menor percepción del riesgo de daños en el uso de esa droga, y una
cada vez más débil desaprobación moral del empleo de la misma sustancia. En
algunos estados de la Unión Americana se permiten pequeñas cantidades para
usos médicos, pero, ¿saben cuántos permisos médicos hay expedidos a este
propósito?, seguro que se cuentan en millones.

Por la legalización de la marihuana se han pronunciado distinguidas


personalidades, como el juez Baltazar Garzón, e intelectuales connotados, como
Eduardo Galeano, en cuyo país, Uruguay, se acaba de aprobar su uso controlado,
y de igual manera, hay activistas de la cultura y ONG’s que han solicitado se
modifiquen las leyes que prohíben tenencia, consumo, suministro y producción de
drogas, pues arguyen que la legalización disminuiría la corrupción política y
policial, el número de víctimas fatales, la ganancias exorbitantes –y para datos
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basta decir que en el año 2000 el tráfico de drogas generó más de 800 mil
millones de dólares-, y, desde luego, desaparecería el pretexto de los gobiernos
para acabar con nuestras libertades, es decir, las intervenciones telefónicas, los
allanamientos, la censura, etc. (Hidalgo, 2012)

Empero hasta ahora la mayoría de los países aplican una estrategia de


prohibición, persecución y condena a la producción-consumo de las drogas,
incluida la marihuana; la razón es que al ser un problema de escala planetaria, los
grandes centros de poder –léase EEUU y países de la OTAN- imponen
deliberadamente una política militar y comunicacional a la cual le es inherente el
negocio económico a esa escala. Hay quienes se oponen a la legalización porque
creen con ella no desaparecerán los grandes capos, porque todo negocio lícito
tiene como contraparte un mercado negro, porque el abaratamiento de la droga no
equivale a erradicar la delincuencia y porque la legalización en todo caso no
puede hacerse en un solo país (Ruíz, V., 2012)

¿Qué hacer entonces?

Si el fenómeno es global, las medidas de legalización tienen que ser también


mundiales, pues no es justo que mientras en los EEUU, por ejemplo, se permite el
cultivo de la marihuana en cientos de miles de hectáreas, en países como el
nuestro solo se permite que ponga los muertos y que sufra las calamidades que
conlleva el oficio, es decir, falta de libertades, criminalización, aumento del
presupuesto para cuestiones militares en detrimento de la educación, la salud y
programas sociales, etc.

Algunos autores proponen que la solución –alcanzable necesariamente en


el largo plazo- está en poner en marcha desde ahora, no solo la legalización del
consumo de la marihuana y de otras drogas que pueden controlarse, sino
centralmente la modificación de las políticas económicas de tipo neoliberal que
rigen al globo terráqueo, orientándolas a la creación de empleos estables y bien
remunerados, al tiempo que se enfatice en una educación humanística y medidas
preventivas en el campo de la salud, pues resulta irónico que se diga que el
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problema de las drogas es de tipo sanitario, pero para afrontarlo se tomen


medidas militares; en fin, todo esto implica acabar con el capitalismo, y la pregunta
que se desprende es: ¿estamos dispuestos a hacerlo?.

Las propuestas que hacemos se resumen en el siguiente esquema

Propuestas y perspectivas
1 2 3

Modificar la Legalizar el Diseñar e


política consumo de implementar
económica la marihuana un modelo
neoliberal y trabajar educativo
para crear para que la que recupere
empleos. medida sea el sentido
global. social y
humanístico.
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Bibliografía

Colussi, M., (2008), El narcotráfico, un arma del imperio. Argentina

Hidalgo, J.C., Diez razones para legalizar las drogas, en


http://www.liberalismo.org/articulo/131/53/diez/

Mills, W., (1979) La imaginación sociológica, FCE, México.

Revista electrónica Catholic. Net

Ruíz, V., (2012), 11 razones contra la legalización de las drogas, en Revista


electrónica Catholic.Net,
http://www.es.catholic.net/abogdoscatolicos/722/2428/articulo.php?id=30562

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