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Las tablas que cubren la ventana de María Magdalena ceden paso a los rayos
de luz y a una centuria de polvo. Los orificios le hablan de un mundo exterior
que no comprende. El cosquilleo en su pene es más intenso conforme la visión
se esclarece. Las pantorrillas de una chica que pasea en bicicleta se contraen
tabla.
El olor a café que brota de una olla que no puede ver, le resulta
romántico. Llega a la nariz, baja al corazón y se detiene en la garganta
haciéndole salivar. Cierra los ojos por un momento para imaginar qué es lo
que provoca ese dulce olor. La canela en el ambiente, le recuerda el impreso
de un campo verde deslizado por la puerta de su casa que guarda celosa bajo
el colchón. Tan distinto al horizonte polvoriento que mira por los huecos de la
ventana.
Un ruido le arrebata el vaivén de sensaciones. Se acomoda la falda y
Las tardes para María Magdalena son eternas. Añora el tiempo en soledad
frente a su amada ventana. Los ronquidos de su madre se mezclan con el
chillido de la mecedora en donde descansa el robusto cuerpo. Los primeros
minutos se concentra en las imágenes percibidas durante el día: la bicicleta,
los hombros, la mazorca; sonríe sin importarle el sonido ambiental. Conforme
pasa el tiempo, su mente se vacía y su estómago padece malestar de
desaprobación.
Mañana será distinto, intenta consolarse mientras Adoración abre los
ojos y limpia la saliva que escurre por la barbilla. Muévete, que la casa no se
limpia sola. María Magdalena toma el trapeador y comienza a limpiar su
diablo. Mira tan seriecita que se veía la chiquilla. Es igual de puta que su
madre que se embarazó de un casado. Todo se paga en esta vida, a ver ahora
qué hace con un chamaco. No creo que el Pedro se haga responsable, el
pobre ni siquiera puede hablar, está más mudo que una jirafa.
–Ya sé por dónde va. Martino, el borracho, dice que vio salir a María
Magdalena de aquí mientras yo estaba fuera. Pero ese güey está más tocado
que nada. Yo la verdad, no creo que el Pedrito ande haciendo esas cosas. Con
todo respeto, lo conozco desde niño y es un buen mozo. Pregúntele a su hija,
–No, mamá.
–¿Conoces a Pedro, el de la botica?
–No.
–Pues andan diciendo que te fuiste a acostar con él.
–¿Acostar? No mamá, lo juro. Pero, ¿cómo? Si ni puedo salir.
–Lo mismo me pregunto, chamaca.
–Jamás haría algo así, lo juro.
–Dios castiga a las personas que juran cosas que no son ciertas.
¿Quieres irte al infierno?
Adoración se despierta más temprano que de costumbre. Tiene que cruzar todo
el pueblo para llegar a casa del doctor quien la espera con un café en la mano,
una bata amarillenta y una bufanda que cuelga del cuello. El consultorio está
adornado por un letrero que dice: Jesús, médico del cuerpo y alma, concede
la salud y la paz a los enfermos.
–Prometido.
María Magdalena no recuerda la última vez que salió, quizá era niña o bebé.
Sus sentidos se despiertan con cada imagen, sonido y olor que percibe. Es muy
llama Rosendo, el nombre que Adoración pronuncia en sueños, y que ella usa
para referirse a su papá en pensamientos.
Al fondo hay una casa amarilla que no combina con el resto. De ahí sale
una señora en bata floreada que besa efusivamente a su marido como ritual de
despedida. Se le antoja que alguien la acaricie igual, la mire con ojos
risueños, regrese a sus brazos después de la jornada laboral. Se pregunta si
algún día conocerá a un hombre dispuesto a estar con ella. Mientras su madre
viva, no será posible.
lo perdonaría. Soy lo único que tiene. No creo que a Dios le gustaría eso,
piensa mientras una bicicleta que carga una charola con pan interrumpe sus
pensamientos. Es el mismo olor del pastel de zanahoria que tanto anhela.
Quiere correr tras del vehículo, levantar el plástico que cubre el manjar,
devorarlo todo, pero termina apretando el paso al tiempo que su madre la jala
del suéter.
–Ándale, movidita que tenemos que llegar antes de las 7.
El sonido de una motocicleta que reparte periódicos la sobresalta.
¿Cómo le hace esa bicicleta para ir tan rápido?, reflexiona. Ojalá pudiera
subirme y huir lejos. Al cielo, como los pájaros que reposan en un cable de
luz a medio caer. El horizonte anaranjado le da un brillo especial a su cabello,
toma un mechón con sus manos y ve el negro azabache. Imagina que todos la
perciben bonita mientras pasa cerca de un grupo de albañiles que preparan una
mezcla grisácea. En realidad, quienes conocen a su madre, la observan
curiosos de verla en compañía.
Sus pies comienzan a doler, las sandalias de plástico que le compra
Adoración no son cómodas para caminar distancias largas. No dice nada,
sigue su paso al tiempo que una ampolla se forma en su tobillo. Mira las
piernas de una joven apresurada, siempre le han gustado las extremidades, le
llama la atención que no tienen vello, son lisas como el vidrio, se imagina
tocando esos muslos y el calor se le sube a la cabeza.
rodeado por los tres árboles florales que hay en Ánimas. Palomas de plástico
caen por los lados de la puerta principal dando la bienvenida a un grupo de
señoras que tapan su cabello con mascadas.
Ángeles de piedra custodian las orillas del edificio mientras que una
campana adorna la torre central. De las ventanas formadas por mosaicos
pequeñitos sale luz de colores que se mezcla con el sol para crear una fiesta
de destellos. Se le antoja bailar bajo el resplandor. Su madre se aleja del
padrecito que usa falda, ella no puede dejar de percibir.
mobiliario, se detiene en unas pinzas de metal que parecen tijeras. ¿Para qué
servirán? El doctor se ve muy amable, pero me hubiera gustado que mi
mamá estuviera aquí. No me gusta estar a solas con él. Su bata es chistosa,
su esposa no es buena lavando. Tiene un color espantoso. Me imagino lo que
me haría mi mamá si mancho sus vestidos así. Creo que me mataría.
–María, hablé con tu mamá y me contó lo que sucede. Quiero que sepas
que yo soy tu amigo, puedo ayudarte, pero debes ser sincera conmigo.
–Sí, doctor. Lo que usted diga.
–No.
–María, estás segura. Soy un médico que ha estudiado para atender a
mujeres. Necesito revisar tu cuerpo, estoy acostumbrado a hacerlo, es mi
trabajo.
–¿Mi mamá sabe lo que hará?
–Claro, ella también ha tenido que ser revisada en su momento.
María Magdalena comienza a rezar en la mente, sus manos tiemblan
conforme desliza su ropa. Tiene ganas de salir por la ventana. ¿Cómo es
posible que su mamá permita que un hombre la vea desnuda por muy doctor
que sea? Ella sabe que no le gusta que invadan su privacidad. Siempre se
tapa el cuerpo cuando la tiene enfrente. Se lo enseñó desde pequeña, a
cubrir el pecado. Y ahora deja que la examine un desconocido. ¿Qué está
sucediendo?
Sale del cuarto de baño con gotas de sudor en la frente. Se acuesta en la
camilla fría y cierra los ojos. Siente una mano tibia, que toca su seno derecho,
los movimientos circulares le hacen sentir humedad en la entrepierna. El seno
izquierdo resulta más placentero, es el pezón erguido lo que provoca un
intento de sonrisa que es detenido al instante.
Golpes en su vientre le hacen percibir sus entrañas huecas. Olvidaste
quitarte tus calzones María, voy a bajarlos. No te preocupes, sólo voy a
revisarte rápidamente. Silencio, ya no la tocan más. Abre los ojos para
puede ser, Dios mío. Maldita chamaca, ojalá nunca te hubiera parido.
El doctor le pide a María que espere en la sala, Adoración entra por la
puerta del consultorio. Sus piernas tiemblan de pánico, tiene el presentimiento
de que algo no está bien, el hombre de bata blanca la mira con desaprobación.
¿Por qué la traje? Fue un gran error. Debí ponerle más candados a la casa
para que nunca saliera. Es mi culpa, soy una estúpida.
–Yo no puedo tratar el caso de María Magdalena, aquí en el pueblo no
existe la tecnología adecuada. ¿Usted sabía su condición?
–Sí, doctor.
En Ánimas hay una tradición que no está escrita pero es respetada: la hija
menor de cada familia debe quedarse soltera para cuidar a sus progenitores.
Adoración es la última de las tres niñas de los Hernández. Desde pequeña
siempre fue la consentida de sus padres, Doña Lupita y Don Diego, respetados
bolsas de papel. Algún día podrá usar la caja registradora, los botones de
colores le provocan ser apretados. Pero aún no puede, Don Diego le prohibió
tocarla hasta que fuera mayor. Es nuestra herramienta de trabajo y costó
mucho dinero. Tuve que ir a la ciudad a comprarla. Si se descompone, se nos
cae el changarro, hija. No es un juguete, ¿entendiste?
Algún día tendré mi propia caja registradora y una tienda de
abarrotes tan grande como la iglesia del pueblo, piensa Adoración, al tiempo
que imagina altos estantes con cajas de cereal, chocolates y pan dulce. Sí, en
mi tienda venderé las cosas más deliciosas. Nada de hierbas y huevos.
¡Cómo odio el huevo! Y tengo que comerlo todos los días. También odio las
hierbas, huelen espantoso. La ruda es de lo peor. Huele a vómito de gallina.
Antes de dormir, Adoración juega con Elena e Inés. Se entretiene
escuchando sus historias, lo que aprenden en la escuela, las anécdotas en los
tonto, se va a comer los anillos. Yo usaré un vestido con una larga cola, que
cubra todo el pasillo de la iglesia. Seguro te vas a tropezar enfrente de
todos. En mi boda, estará todo el pueblo.
Las sesiones de té terminan por lo general en una guerra de almohadas
que es conciliada por sus padres. Es hora de dormir niñas, mañana tienen
que ir a misa. Les voy a apagar la luz. La noche acaba en susurros y risas
ahogadas. Las niñas siguen imaginando a Rufo comiéndose los anillos, a Inés
tropezándose con el vestido de novia, a Elena bailando con el loco del pueblo
canción que le gusta. Cordero de Dios que quitas el pecado del mundo. Suena
bien y habla de paz, piensa. El Padre Nuestro le resulta incómodo por la
costumbre que tienen de tomarse de la mano mientras lo rezan. Si estoy en
medio de mis papás no importa, pero el otro día tuve que tocar los dedos de
un niño que tenía mocos verdes. ¡Qué horror!
Las campanas llaman a misa, pero no a una ceremonia cualquiera, a la boda de
Elena, la mayor de las Hernández. Ocho años han pasado desde que las
hermanas jugaban a compartir el té. Las flores blancas en los pasillos de la
iglesia, confirman que es día de fiesta. Adoración e Inés esperan en la entrada
del recinto vestidas del mismo tono rosado como parte del cortejo que
acompaña a la novia.
Elena aparece con un vestido de satín y encaje que hace juego con el
color de su sonrisa, el accesorio más deslumbrante del cuadro. Camina
despacio del brazo de Don Diego quien hace un gran esfuerzo para no llorar
mientras Alberto la espera en el altar con ojos de asombro al verla desfilar
por fin con sus ropas blancas y deseando tocar lo que esconde la tela.
Adoración cierra los ojos un segundo, tiempo suficiente para imaginar
muestra del gran amor que se tienen que ni el tiempo, ni la muerte, podrán
vencer.
movimientos bruscos.
Los que más deseos tienen de superarse, viajan a la ciudad todos los
días. Ahí encuentran trabajos mejor pagados y diferentes a los que existen en
Ánimas. Sastre, entrenador personal, maestro de literatura, psicólogo, bailarín;
son algunas de las profesiones olvidadas por los pueblos. Por eso es común
que los pueblerinos vean como superiores a la gente foránea: más inteligentes,
más exitosos y hasta más altos.
Mi hijo se va directito a la ciudad en cuanto acabe la secundaria,
presume una señora afuera de la iglesia. Tengo unos parientes que le van a
dar casa y comida para que pueda asistir a la universidad. Yo quiero que se
vaya del pueblo lo antes posible, aquí en Ánimas sólo hay miseria, el polvo
consume la vida, pinta de gris el paisaje y las almas de los habitantes.
Hoy la ciudad amanece con una noticia que impacta a los habitantes. Las
estaciones de radio, las televisoras y los periódicos no dejan de hablar de la
muerte de 20 personas. Los periodistas exigen al gobierno que cierre los
caminos que los comunican con las pequeñas comunidades hasta que no se
construyan carreteras adecuadas para poder transitar. También exigen al
sistema de transporte público una minuciosa y periódica revisión de las
unidades.
Veinte personas fallecieron al instante luego de que el camión en donde
Desde una recámara, Adoración mira la ventana. El rayo de luz que entra por
el hueco de la cortina advierte que la luna brilla detrás de la tela. No tiene
fuerza para levantarse y abrir el velo que cubre el cuerpo celeste aunque ansía
observarlo. El silencio en casa es tan valioso como el oro. Atrás quedó el
desfile de gente cargando moldes de comida y pretendiendo sentir pena.
¿Cuántos abrazos recibió ese día? ¿Cuánta hipocresía percibió en los ojos de
los pueblerinos? ¿Cuánta lástima en las habladurías de la gente?
Hay dos camas vacías en la habitación. El desconsuelo de la ausencia
aprieta el corazón. Recuerda los días felices de su niñez al tiempo que su
bondad colgada en la pared. Si eres tan bueno. ¿Por qué diablos permites que
sucedan estas cosas? No te das cuenta que es injusto. Si es que moriste por
amor a nosotros. ¿No fue suficiente tu muerte para complacer a tu padre?
Contéstame si de verdad existes.
–¿Qué pasa?
–Don Diego e Inés.
–Salieron a comprar esferas para el árbol de Navidad, no deben tardar.
–Siéntese por favor. De verdad, lamento mucho tener que darle esta
noticia.
–Bueno ya, no me asuste.
–Don Diego e Inés fallecieron en un accidente. En este momento ya se
encuentran en la morgue.
–¡No!
–Escuche Doña Lupita, tomaron un autobús que desafortunadamente se
quedó sin frenos y terminó en un barranco. Veinte personas murieron, entre
ellos su esposo y su hija.
–Eso no puede ser. Ellos sólo fueron por esferas.
los rezos nocturnos encuentra Doña Lupita, la tranquilidad que tanto anhela.
Dios es el único que puede ayudarnos, Adoración. No lo olvides nunca.
Las mañanas invertidas en los quehaceres domésticos, las tardes
bordando carpetas para sacar los gastos, las noches rezando. Así sucede la
vida de las dos mujeres que únicamente salen los domingos para ir a misa.
Doña Lupita comienza a perder la razón, piensa que salir a la calle es un
peligro y evita que su hija deje la casa. Se le ha vuelto una obsesión gritarle:
Adoración, ¿estás ahí? Sí mamá aquí estoy en la cocina preparando el
desayuno. Sí mamá, sólo salí a sacar la basura. Aquí estoy mamá, cortando
tela.
–Recuerda que el diablo está en los lugares que menos te imaginas.
–Sí, mamá.
—Lo que le pasó a tu padre fue culpa del cornudo. Jamás debieron salir
de casa, pero estabas necia en que el árbol necesitaba más esferas, ¿verdad?
–Nunca pensé.
–Por eso, no piensas. Y tampoco lo necesitas, lo que tienes que hacer es
hacerme caso. No salgas de casa. Las tentaciones son terribles. Debemos
–Pero, mamá.
–Cállate o te rompo la boca de un golpe. Desagradecida, eres lo peor
que me pudo suceder en la vida.
Adoración no se siente culpable por la muerte de su padre y su hermana,
aunque no entiende porqué tuvo que pagar un precio tan alto. Mi madre está
loca, la odio. Cada vez se vuelve más loca y no puedo hacer nada. No
soportaría que ella también muera. Es lo único que tengo. No, no la voy a
matar. Tengo que aguantar. Cuidarla, ser buena hija. Merece, después de
perder al amor de su vida y a su hija, algo de paz.
sillas rotas, reparar puertas hinchadas por la lluvia, destapar la cañería. Pero
hoy es distinto, necesita ayuda y no sabe dónde encontrarla. La tormenta
tropical ha dejado inundado su hogar, el presidente municipal manda
voluntarios para verificar el estado de las viviendas. Rosendo es el encargado
cuerpo.
Las migrañas de Doña Lupita le hacen permanecer más tiempo aislada,
en la pequeña habitación oscura, pasa gran parte del día. Adoración se queda
sola con Rosendo mientras trabaja para rescatar la casa. Desde su cama, la
anciana grita cada vez que siente hambre, cuando necesita medicamento,
quiere ir al baño o al momento de rezar el rosario.
–¿Adoración puedes ayudarme a levantar el mueble de la cocina? Sólo
detenlo de una esquina, yo hago el resto.
–Sí, claro.
Ella levanta el mueble de un movimiento sin percatarse que el peso
vence su cuerpo. Él trata de ayudarla pero tropieza con su pie y cae encima. El
tiempo se detiene. Se miran fijamente a los ojos y sin dudarlo unen sus labios.
Del beso con sabor a sal sigue el encuentro de cuerpos. Rosendo no puede
dejar de mirar los ojos que lo cautivan y lo invitan a seguir. Adoración besa su
cuello y siente su erección en la entrepierna.
Levanta la falda al tiempo que mueve las caderas de atrás para adelante.
Con una mano, desliza la ropa interior de ella y siente la humedad en sus
dedos. Introduce su pene rápidamente, lo que ocasiona un gemido de dolor. Es
virgen, Rosendo no puede creerlo. Se detiene un segundo, pero ella le susurra
un sigue. Tres minutos después es fecundada.
sonrisa imperfecta. Muy pronto seremos felices, bebé. Tu papá va a venir por
nosotras para llevarnos muy lejos y empezar una nueva vida. Los tres
juntitos, en un pueblo más bonito que Ánimas. En donde haya jardines y el
polvo no invada el paisaje. Estaremos bajo un árbol, en un columpio,
disfrutando el sol.
Dos meses antes del alumbramiento, Rosendo deja de mandar cartas. El
corazón de Adoración se endurece de dolor. No sabe qué hacer. Le escribe
cada semana para preguntarle qué es lo que sucede, por qué no le ha mandado
una nota, si está bien. Pero no obtiene respuesta. Promete a Dios ser la mejor
católica a cambio de noticias suyas. Pero nunca llegan.
El día que nace María Magdalena, Doña Lupita cierra los ojos por
última vez. Como un recuerdo de que el ciclo de la vida tiene un inicio y un
–¿Cómo?
Adoración se desmaya. Al despertar, se encuentra sola con el bebé. La
partera dejó la casa sin dar explicaciones. Es mi chamaca, mi María
Magdalena. Siempre quise una niña. No dejaré que te hagan daño. Dios
debió castigarme por mis pecados. Perdóname, señor. Nunca debí
desobedecer a mi madre. Ella me dijo que me alejara de Rosendo, que sólo
traería sufrimiento a mi vida. Perdóname, señor.
3
Vergüenza, ¡qué sentimiento tan inoportuno!, dice el espectacular que
promueve un medicamento contra la diarrea y al mismo tiempo, recibe a los
visitantes a la ciudad. El anuncio concuerda con el sentir de María Magdalena
alto?, imagina a sus amigos verdes charlando al tiempo que sonríe tímida.
Una voz la distrae de los pensamientos: Estamos listos a arribar a
nuestro destino, no olviden sus pertenencias. Cualquier propina que puedan
dejar a su servidor, será agradecida. Recuerden que nuestro sueldo proviene
principalmente de las propinas de pasajeros como ustedes que aprecian
nuestro servicio. Muchas gracias por viajar con nosotros.
Antes de dejar el autobús, Adoración sufre un pequeño mareo. Para ella,
el trayecto fue muy doloroso. Recorrer el mismo camino en el que su padre
murió, hizo que las vísceras le ardieran y le ocasionó un molesto cólico que se
sendero del río, aquél que cruza Ánimas, ahí donde se aparece el chamuco.
Se presentó en forma de caballo y la mujer se hincó ante él. Entonces
tuvieron sexo, no una, sino varias veces hasta que nació la chamaca: mitad
mujer, mitad caballo.
Manuel, el más pequeño de sus hijos, vio pasar a María Magdalena
desde una ventana. Mamá, mamá, corre, ven, asómate. Ahí va la seño
Adoración y su hija, esa que disque parece caballo. Corre mamá que se va.
Yo no le veo la cabeza de caballo, mamá. Su cabeza se parece mucho a la
tuya, creo que tienen el mismo tamaño. Tampoco tiene patas de caballo. ¿Al
menos relinchará?
–Fueron a ver al doctorcito, dice Hilaria la del puesto de flores en el
mercado.
esquina.
–Pues así era la Adoración, bien encerradita, hasta que llegaron a
reparar su casa y luego luego abrió las piernas.
–Es lo que pasa también si no tienes una buena madre que te enseñe a
darte a respetar.
–Es el encierro, el terrible encierro.
Socorro se acerca al padre del pueblo para mostrarle su consternación y
la del grupo de rezo que se reúne todos los martes a las 5:00 p.m. Sienten que
bien.
–Pero, padre. No puede ignorar que esa niña es un demonio.
–Basta, te prohíbo que le llames así. Tengo cosas más interesantes que
hacer que meterme en chismes.
Espíritu de María Magdalena te invitamos esta noche a reunirte con
nosotros, dice con voz macabra, la médium de Ánimas. Estamos hoy reunidos
en tu nombre, queremos que te manifiestes. Un sonido, una vela apagada,
una palabra. Ven María Magdalena, ven. En la noche cálida, sólo la voz de
quieren confundirnos, decirnos que sigue viva. Pero no dejen que estas
palabras los cieguen, dice la adivina.
–Yo ni sé qué creer, todo el pueblo anda diciendo que la vieron.
–La imagen de nuestra Santa María Magdalena debe ser preservada por
nosotros, por eso, Dios nos reunió el día de hoy, para luchar contra las
habladurías de la gente que hace caso a las jugarretas del diablo.
En la escuela existía la leyenda del fantasma de María Magdalena. Los
niños de primaria solían apostar los pocos centavos que les daban sus padres
a que ninguno de sus compañeros de clase se atrevería a asomarse a la
pequeña choza de Adoración en donde se aparecía una joven de vestido
blanco que no tenía pies. Flotaba por las noches gritando de dolor, desde
aquella madrugada en que fue ahogada en un río a manos de su propia madre.
–Te apuesto 20 centavos a que no vas y tocas a la puerta de la casa, dice
El día que llegó el radio a su vida fue uno de los más felices para María
Magdalena en su vida. Una tarde, Adoración llevó una caja negra con botones
a la casa. Mira escuincla la señora Antonia me dio este regalo, es un radio.
Podemos escuchar música juntas pero si una alguna vez te veo que andas
Las favoritas eran aquellas que hablaban de una chica pobre que por azares
del destino, conocía a un apuesto caballero rico que se casaba con ella
sacándola de la mala fortuna y cambiando su vida para siempre. En realidad,
la mayoría de ellas, trataban la misma historia de una forma distinta.
Frota los ojos para corroborar que está despierta. Adoración jala su mano,
ella no puede dejar de observar los pisos encimados del edificio, uno tras
otro, como un pastel de boda. Siente miedo de entrar conforme se acercan a la
puerta.
–A ver, ¿qué tenemos aquí? Hola María Magdalena, soy el doctor
Alberto.
–Hola, doctor.
–Mi especialidad es ginecología, que es el estudio de la mujer. Mi
colega me llamó para que evaluara tu caso. Es un amigo mío de la infancia.
–No
–Mencionó que la partera huyó al ver a la niña ¿Qué le dijo antes de
irse?
–Qué la chamaca tenía dos sexos.
–¿Vagina y pene?
–Ajá
–Mira, Adoración. Al parecer estamos hablando de un caso de
hermafroditismo.
–¿Herma?, ¿qué?
–Es cuando una persona tiene una sexualidad ambigua, no se sabe a
ciencia cierta si se trata de un hombre o una mujer.
–¿Un hombre? María Magdalena. ¡Por Dios! ¡Está loco!
mundo es algo que no puede soportar. Quiere salir, caminar por la ciudad,
hablar con la gente, probar nuevos sabores, platicar con los árboles. Ya no
puede escarbar pedazos de felicidad de sus recuerdos. Prefiere cerrar los ojos
por siempre.
—¿Mamá?
—¿Qué pasó Rosendo?
gustaría que fuera porque todos van a llevar a sus papás. Por favor, Virgen,
haz que regrese. Prometo ser bueno, hacerle caso a mi mamá y seguir
viniendo todos los días a visitarte. Amén.
Los niños se reúnen en el centro del patio para bailar el Jarabe tapatío.
—Está bien Rosendo, ahora recemos juntos porque tu papá esté bien.
—Cuéntame cómo se conocieron.
—Nos conocimos desde niños.
—¿En la escuela?
—Sí, en la Emiliano Zapata.
—¿Mi escuela?
—Sí hijo. Tu papá era el niño más inteligente de toda la escuela.
Siempre me gustó platicar con él.
piel del plomero. En algún momento algo salpica, mancha, moja las manos, los
brazos, el cuello de Rosendo, pero ya está acostumbrado a lidiar con los
desechos de otros.
En los pueblos no se elige una profesión por vocación. Se decide en
función de dos factores: el primero tiene que ver con la ocupación de los
padres, si por ejemplo, el papá de Pablito fue doctor, lo más probable es que
tome su lugar y se convierta en el médico del pueblo. Otro factor es la
necesidad: se acaba de morir el bolero del pueblo y no hay quien pueda hacer
su trabajo, entonces habrá algún voluntario que quiera llenar ese hueco.
arcadas de asco que controlaba con una esencia de lavanda que siempre
cargaba en su pantalón. No puedo ver a la gente de la misma manera después
de limpiar sus cañerías. Cada vez que me encuentro a algún cliente en el
pueblo, me acuerdo de la bola de caca que encontré en su casa y me dan
ganas de vomitar.
Rosendo siempre ha pensado que si hiciera un libro de confesiones,
sería un éxito. La gente no tiene idea de todo lo que las cañerías guardan,
los secretos de la gente, las perversiones. En la cañería del padre del
pueblo, encontré condones y tampones, en su habitación en la que
supuestamente no puede entrar ninguna mujer. Yo de por si no creo mucho
en la religión, pues ahora menos, de verdad que es un asco lo que sucede
dentro de la Iglesia. A pesar de ser agnóstico, sigue acompañando todos los
domingos a su madre a misa como un acto de amor.
A los 26 años, Rosendo se siente preparado para formar una familia. Camina a
la plaza del pueblo para buscar alguna joven casadera que llame su atención,
no ocurre así. Detrás de una banca observa el rostro de una mujer cuyos ojos
oscuros le producen una sensación de calor, pero se desanima cuando un niño
la toma de la mano. ¿Será que tenga que irme del pueblo para encontrar una
hembra que en verdad me guste? Aquí ya las conozco a todas y no hay ni una
que valga la pena.
las cuatro estaciones del año. Llegar a casa es lo peor que le puede suceder,
no hay ruido, no hay una cena esperándolo, el insomnio se apodera de su
cuerpo.
La mañana siguiente escucha las noticias. Una fuerte tormenta tropical
dejó severamente dañada a la comunidad de Ánimas. Se estima que dos
terceras partes de la población sufren inundaciones en sus hogares y por si
fuera poco, no hay suficiente ayuda para los habitantes. Se solicita a las
comunidades cercanas su colaboración. Camiones con voluntarios viajan cada
dos horas desde los pueblos cercanos. Rosendo decide enlistarse como
voluntario.
—Tiene que firmar esta carta responsiva antes de abordar el camión.
¿Cuál es su ocupación?
—Soy plomero
—Perfecto, necesitamos muchas manos para ayudar a esta pobre gente.
—Puedo reparar las tuberías de las casas, ayudar a sacar el agua y
rescatar sus pertenencias.
—Es un trabajo que puede ser peligroso. ¿Lo sabes?
abrir la puerta se queda hechizado. Son sus ojos negros lo que más le llama la
atención. Piensa que seguramente hay un marido que la acompaña, pero se
siente emocionado al saber que solamente vive con su madre. Doña Lupita es
hostil y grosera, no puede creer que haya parido a una mujer tan hermosa.
A partir de ese momento, realiza todas las acciones en función de
quedarse a solas con Adoración. Prolonga la limpieza de las tuberías con tal
de pasar más tiempo en la casa de la familia Hernández, sabe que hay mucha
gente que necesita ayuda, pero sus necesidades son prioridad. Quiere
conocerla, ver sus ojos, escuchar su voz. Al principio parece que un bloque de
con ella, mañana hablaré con Doña Lupita para pedir su mano, necesito
hacerle el amor el resto de mi vida.
—Buenos días, Adoración.
—Buenos días.
—Quiero hablar contigo de algo muy importante. Ayer he decidido que
voy a hablar con tu madre, pedirle tu mano.
—No, la matarás. Su estado no es bueno, tengo miedo que se enferme
más.
—No tendría por qué enfermarse. ¿Tú te quieres casar conmigo?
—Sí.
—Entonces déjame hablar con ella. Te prometo que seré cuidadoso.
—Está bien.
toma asiento, respira hondo y cruza los dedos para que todo salga bien
—Buenas tardes, Doña Lupita.
—¿Qué haces aquí?
—Vengo a hablar con usted. Tengo algo muy importante que decirle.
Rosendo sale de ver a Doña Lupita con gran tristeza en los ojos. Tiene razón
la doña, no tengo nada que ofrecerle. Tengo que hacer algo para poder estar
a su lado. No puedo imaginar mi vida sin ella. Baja las escaleras y encuentra
los ojos negros que tanto ama. Adoración, me tengo que ir por un tiempo,
necesito juntar dinero para poder darte una buena vida. ¿Esperarías por
mí? Ella no contesta, rompe en lágrimas mojando la playera de Rosendo, no
quiere que se vaya, pero no sabe cómo detenerlo.
—Es sólo por unos meses, quizás un año. Dicen que en el norte, si uno
chambea duro, puede juntar suficiente para comprar un terrenito, construir una
casa e incluso tener un pequeño huerto.
—No quiero que te vayas.
—Es por nuestro bien, muy pronto me lo agradecerás.
—Sí
—Sonríe que muy pronto vamos a estar juntos para siempre.
El viaje al norte resultó más lento de lo que esperaba. Tuvo que pasar
seis meses trabajando de sol a sol, recogiendo la cosecha en el campo, para
poder pagar los servicios de la gente que le iba ayudar a cruzar la frontera.
Sus manos se habían transformado tanto que ya no las reconocía. A pesar de su
corta edad, las grietas que recorrían sus palmas hablaban de un hombre que
había vivido en pocos meses, la destrucción que causa el hambre, la
hacinación y el cansancio.
todas las maravillosas historias que suceden por aquí. Cada día que salgo a
trabajar te imagino en la puerta de nuestra casa despidiéndome con un abrazo y
nuestro bebé en brazos. Pero eso tendrá que esperar mientras tanto te cuento
que trabajar aquí es maravilloso, tengo muchos amigos, estoy juntando cada
vez más dinero y creo que muy pronto tendré lo suficiente para regresar,
mientras tanto quiero que sepas que te amo y que pienso en ti todo el tiempo.
Siempre tuyo,
Rosendo.
Mañana por fin cruzaremos la frontera, trato de dormir pero los
nervios no me dejan, sé que es un viaje muy largo por el desierto y muchos
no llegan a su destino. Yo tengo que lograrlo porque Adoración me espera.
Intento cerrar los ojos pero no puedo dormir. Tienes que reposar Rosendo.
No puedes amanecer cansado. Si tan sólo durmiera al lado de Adoración,
Rosendo corre sin mirar atrás al tiempo que suenan disparos y ve caer a
uno de sus compañeros que va al frente. El disparo en la pierna, le impide
caminar, le pide ayuda pero sabe que no debe detenerse. Lo siento hermano si
me quedo me van a agarrar. Sigue de frente, siempre de frente, sin importarle
Tienes que hacer un esfuerzo por caminar, aunque sea con un solo pie,
ayúdame para que podamos llegar más pronto. Nos espera un gran futuro,
amigo, échale ganas. Vamos, camina. No te quiero dejar atrás.
—¿Rosendo?
despertar a Adoración. Abre los ojos incrédula, se acerca para tomar la mano
de su hija pero un impulso la lleva a darle un abrazo que duele como navajas.
María Magdalena suelta un largo quejido, los débiles huesos protestan ante la
muestra de cariño, su madre se separa y la ve con una sonrisa inevitable.
Mi niña, ya despertaste. Deja llamo al doc. María Magdalena dice no
con la cabeza. No hables. Te duele todo. Escúchame. Estabas enferma y pedí
ayuda para traerte a la ciudad, finalmente vamos a conocer al doctor ese
que verá tu caso, sólo que necesitabas recuperarte primero. Maldita
chamaca, no sabes el susto que me metiste cuando te vi ahí desmayada. Pero
ya todo estará bien, vas a estar bien. Cierra los ojos, voy a llamar a alguien.
—Buenas tardes, María. ¿Cómo te sientes hoy? Te ves más bonita cada
día.
—Gracias enfermera.
en la cita con el médico. Los doctores han sido muy buenos conmigo, no sé
por qué me siento así, piensa. No, no me gusta que revisen mi cuerpo. Nunca
me ha gustado que me vean desnuda, ni siquiera mi mamá. Sé que soy
diferente a ella. De niña la llegué a espiar y aunque me ponía una tunda, me
sirvió para darme cuenta que no es como yo. Quizá por eso se siente tan
avergonzada de mí.
Las tres horas más largas en la vida de María Magdalena siguen a
continuación, ni el desayuno que le llevan a la cama, ni el baño de agua
caliente que tanto disfruta porque en Ánimas sólo hay jicarazos de agua fría, ni
la televisión que no para de vender productos de limpieza a todas las amas de
casa, le ayudan a sentir paz. El ansia crece, sus manos sudan conforme se
acerca la hora de la cita, su pie derecho tiembla incontrolablemente hasta que
se acerca una enfermera a decirle: Ya es hora, vamos a tu cita.
mucho de casa.
—Tuviste una crisis nerviosa. ¿Cómo te sientes?
—Me sentí muy triste cuando regresé al pueblo. Me gusta la ciudad,
para mí todo es nuevo.
—Vamos a hacerte una revisión, quiero que entres a ese cuarto, te quites
la ropa y te pongas la bata que está en la silla. Tranquila, niña, que ahora todo
estará bien.
María Magdalena está sola en su habitación. Por fin se siente en paz, en
esta ocasión se sintió más tranquila con la revisión del médico. Quizá ya me
esté acostumbrando, piensa. ¿Qué es lo que está mal con mi cuerpo? ¿Por
qué no soy como todas? ¿En realidad podrán hacer algo para que sea como
las demás personas? Quizá sólo estoy perdiendo el tiempo y terminaré
transitan por las calles, son tan coloridos que el tiempo se detiene cuando
observa su movimiento. Rojo, verde, amarillo, por fin logra adivinar para qué
sirven los semáforos de la vía. Tantas personas y yo soy la única distinta. ¿Por
qué? No lo puedo entender. ¿Por qué no soy yo la que cruza la calle con
prisa, la que usa vestidos de colores y flores en el cabello? ¿Por qué no
puedo tener un esposo que se despida con un beso antes de ir a trabajar?
Sus ojos se cierran, quisiera que alguien le diera una respuesta a todos
sus cuestionamientos. Tiene esperanza de que el doctor Terán la ayude, pero
también miedo a que no suceda así. ¿Qué tienen los médicos que piensan que
pueden ayudar a la gente? Sí, seguro han estudiado mucho, pero ¿cómo
pueden estar seguros? Con sus batas blancas y sus instrumentos de metal,
creen que pueden cambiar la vida de alguien.
nacen muchas personas y tiene una solución. Se tardaron mucho en acudir a mí,
pero yo prometo ayudar a que María tenga la mejor calidad de vida posible.
¿Me entienden?
—¿Calidad de vida?, pregunta Adoración.
—Sí, que pueda ser feliz, ir a la escuela, trabajar, tener una vida como
las otras chicas de su edad, formar parte de la sociedad.
—¿En serio?
—Sí, no hay nada de que avergonzarse o sentir culpa. El caso de María
Magdalena es más común de lo que ustedes piensan. Muchas personas nacen
con genitales ambiguos.
—Genitales ambi, ¿qué?
—Dos sexos, genitales de hombre y de mujer, pene y vagina.
—¿Hay muchos que nacen así?, pregunta Adoración.
—Sí, todos los días nacen personas con esta condición. Tiene que ver
con cromosomas, pero no se los voy a complicar. Lo que necesito ahora es
hacerle unos estudios a María Magdalena para determinar el tratamiento que
seguirá.
—¿Qué tipo de tratamiento?
—Involucra muchos aspectos como terapia, hormonas, una intervención
quirúrgica.
—No.
—Señora, tiene que dejar de pensar que su hija tiene algo malo. Es sólo
una condición médica que muy pronto se va a solucionar. Los doctores sólo
hablamos con especialistas, nadie más tiene que saber lo que sucede con
María. Pero repito, no es nada malo, es algo que le sucede a muchas personas
en el mundo.
—No conozco a nadie que sea como María.
—Es algo que como usted sabe, usualmente no lo cuenta la gente.
—Es por vergüenza.
—No hay nada de qué avergonzarse. Dígame María es su única hija,
¿verdad?
—Sí, doctor.
—¿Dónde está su padre?
—No sé. Un día se fue a buscar trabajo y no regresó.
—¿Tiene contacto con él?
—Durante unos meses antes de que naciera María me seguía
escribiendo, luego dejó de mandar cartas.
—¿Puede localizarlo?
—No.
—¿A qué edad concibió a María?
—A los 39.
—¿Alguna vez ha recibido tratamiento hormonal?
—No.
—¿Alguna complicación durante el embarazo?
—No.
—¿Qué sintió cuando supo de la condición de María?
—Me sentí triste. No sabía qué hacer. Porqué Dios me había mandado
una niña así.
—Entiendo.
—No.
—¿Tu madre te deja salir de casa?
—Nunca, hasta hace poco.
—¿Por qué cambió de opinión?
—Le dijeron que me había escapado y…
—¿Y qué? María estás en confianza, puedes decirme.
—Que fui a tener relaciones con el de la farmacia.
—¿Es cierto?
—No, yo jamás salí de casa.
—Entiendo. ¿Cómo te sientes con tu cuerpo? Sientes que hay algo mal
con él.
—Sí
—¿Qué?
—Radionovelas.
—¿De amor?
—Sí.
—¿Te sientes identificada con lo que cuentan?
—No, yo jamás he tenido novio.
—¿Te gustaría tener?
—Sí.
—¿Te gustan los hombres que ves pasar por la ventana?
—No lo eres, eres una mujer normal que tiene una condición médica que
puede cambiar.
—¿Cómo puede cambiar?
—Vamos a hacerte una cirugía.
—¿Operación?
—Sí, vamos a quitarte los órganos masculinos para que puedas tener la
vida de una mujer común.
—Pero, no lo soy.
—Sí lo eres, sólo que necesitas pasar por un proceso que te permitirá
desarrollarte normalmente.
—¿Cómo puedo saber que eso pasará?
—Confiando en mí, en el grupo de doctores que te están atendiendo.
—No sé, no sé si pueda seguir.
—María, hemos avanzado mucho en tu caso. Estamos a punto de
solucionar todo. No te des por vencida en este momento.
—Pero estoy triste, no entiendo porqué me pasa esto.
—No eres la única, es algo que le sucede a muchas personas. Todos los
—Pero, ¿cómo?
—Sólo deja que nosotros te atendamos, haremos lo posible para que
puedas ser feliz y puedas tener una vida normal, como la mujer hermosa que
eres.
El doctor Terán no puede dormir esa noche. Teme despertar a su esposa por lo
que baja a la cocina y se sienta en una silla frente a una taza de té de limón. Le
preocupa María Magdalena, jamás había conocida a una joven tan vulnerable.
Piensa en el tiempo que pasó encerrada en su casa y le da escalofrío. ¿Cómo
es posible que una mujer se atreva a encerrar a su propia hija durante tanto
tiempo?, piensa. Parte de su vocación de médico viene de la necesidad que
sintió desde niño por cambiar al mundo, hacerlo un lugar mejor.
Es la ignorancia, la maldita ignorancia la que hace que la gente
reaccione de esa manera cuando tiene un familiar con condiciones distintas.
Asumir que el nacimiento de un bebé intersexual es un castigo de Dios es parte
de la idiosincrasia de un pueblo sin educación. ¿Cómo puedo ayudar a la
gente que sufre las consecuencias de esta forma de pensar? ¿Cuántos casos
cuando Rosendo la amaba, cuando metía la mano entre los mechones para
acariciar la nuca. Si tan solo lo tuviera a él, sabría qué hacer.
No puede regresar a Ánimas porque tiene miedo que María Magdalena
vuelva a caer en una depresión, pero tampoco quiere que la operen, en parte
por la preocupación de que algo malo suceda durante la cirugía y también
porque no quiere perderla. Si ella se convierte en una mujer normal, la dejará
algún día sola. No soporta la idea de regresar a Ánimas sin ella.
—Despierta María.
Agua caliente cae sobre el rostro de María Magdalena al tiempo que cierra los
ojos y levanta el rostro hacía el techo. Su cabello huele a champú, un lujo que
no conoció hasta que salió de Ánimas. Recuerda la masa babosa que usaba
para bañarse, olía a pasto mojado y dejaba la piel seca. El zacate de maleza se
convirtió en una suave esponja que pasa por su cuerpo sin dejar rastros de
ardor.
Las paredes blancas del cuarto de baño, no se parecen en nada al
cemento que cubría su cuerpo desnudo en Ánimas. Desliza el suave jabón por
su abdomen y siente ganas de tocar sus genitales pero se detiene al pensar que
su cuerpo cambiará en unas horas. ¿Le dolerá? ¿Volverá a sentir placer? ¿Se
sentirá más bonita con un cuerpo de mujer? Los senos han estado creciendo
los últimos días, ya tienen más forma. El doctor le dijo que le estaban
inyectando hormonas.
para ayudar a las clientas más madrugadoras con el mandado. Carga pesadas
bolsas de plástico hasta la casa de las mujeres que viven cerca del mercado o
al camión que las lleva a sus hogares a cambio de algunos centavos. Siempre
sonríe porque sabe que así le darán una mejor propina. Lo único que pasa por
la mente en ese momento es su hermana menor, jamás había visto un bebé tan
lindo. Necesita alimento para crecer sana.
Pero trabajar en el mercado trae beneficios extras para José como la
posibilidad de recoger la fruta que cae accidentalmente al suelo para luego
quitarle la tierra y llevarla a casa. Él regresa con una bolsa que guarda una
para ti. ¿Quiere que le ayude en algo?, señora. Bueno, ya que lo dices, ¿me
ayudas a acomodar las bolsas por tamaño? Por supuesto.
A José nunca le han gustado las sardinas. La sensación de morder el pequeño
esqueleto con los dientes, le hace sentir náuseas. Los últimos días, su padre no
ha tenido suficiente dinero para comprar arroz o frijoles. Han tenido que sacar
las reservas de una caja que hace las funciones de alacena y compartir los
pocos alimentos que aún quedan. Una sardina y medio plátano es la comida
que le tocó el día de su cumpleaños número 10.
Lo siento, hijo. Seguro vendrán tiempos mejores. Te prometo que el
próximo año te compro un pastel para celebrar. No te preocupes, mamá. Yo
también estoy seguro que todo cambiará pronto. Este fin de semana voy otra
vez al mercado a ver si puedo sacar algunos centavos para la semana o ya
de perdida que me regalen algo de fruta. Pero no estés triste, mamá.
Con una sardina en el estómago, José tiene que presentar sus exámenes.
No está seguro qué es lo que más le duele, la cabeza por el calor, la espalda
de mal dormir o el estómago de hambre. Respira profundamente para evitar
las náuseas al oler el perfume de su maestra. Es el primero en entregar la
prueba, con la certeza de ser el que mejor calificación obtenga de la clase.
—¿Ya tan rápido terminaste?, José.
—Sí maestra.
—¿No quieres darle una revisada a tu prueba?
—No, ya la terminé.
—Está bien, puedes ir al recreo.
Un grupo de niñas lo miran detenidamente, él sonríe y ellas voltean
hacia otro lado. Tienen ganas de acercarse al chico, pero lo encuentran
en puerta ofreciendo chanclas de plástico a las amas de casa que los reciben
en ocasiones con una sonrisa y en otras, con cara de pocos amigos.
—Otra vez por aquí, les acabo de comprar la semana pasada.
—Lo siento, pero es que el hambre es dura.
—No necesito más sandalias. Tengo una bolsa con ropa que ya no
ocupo. ¿Le sirve?
—Claro que sí. Dios se lo pague.
La expresión de terror que hace José al ver el bulto es espontánea.
Además de cargar las sandalias en la espalda tiene que arrastrar la ropa hasta
casa. Otra vez va a pasar una noche sin dormir por el dolor, pero no importa,
quizá su hermana pueda estrenar una pijama en vez de usar el mameluco roto.
Como me gustaría no pasar hambre, poder comprarle un vestido nuevo a la
nena.
—¿Tarea?
—Ya la hice al salir de la escuela.
—No quiero distraerte de tus estudios.
—No, mamá. Sabes que yo, puro 10.
—Ese es mi niño.
La escuela rural no tiene techo, las paredes de ladrillo están incompletas. No
se sabe a ciencia cierta si algún día terminaron la construcción o fue un
temblor quien destruyó la cubierta del recinto. En época de lluvia, deben
suspenderse las clases para evitar que los niños se enfermen. Cada estudiante
carga su propia silla para impedir que la ropa se ensucie en el terrenal.
José estudia la escuela primaria al lado de su hermano quien a pesar de
ser mayor, cursa el mismo grado. Para convencerlo de que asistiera al aula,
José tuvo que acompañarlo en todo momento, ayudarlo con sus tareas y
las matas.
—Las semillas de jitomates deben colocarse en un recipiente de
refresco de a litro y medio partido a la mitad. ¿Tienes uno?
—No
—Aquí te regalo este. Lo llenas de tierra, luego introduces la semilla y
le pones este fertilizante. ¿Estás apuntando todo?
—Sí, señora.
—Lo riegas una vez al día, ya que la planta alcance como 15 centímetros
de alto, la pasas al patio donde van a crecer los jitomates.
todos los integrantes, es una imagen que José nunca logra olvidar, ni siquiera
después de lograr éxito y abundancia como médico.
cómo un doctor cercano a los 30 años no se había casado. Pensaban que tenía
una familia en su pueblo natal y que sólo jugaría con los sentimientos de la
joven. El tiempo hizo que confiaran en él para poder desposarla y llevarla a
vivir lejos de su hogar.
por todos los medios ayudarla. Para él, no es una paciente más, es una mujer
que merece cambiar de vida, una oportunidad que le permite demostrar que
todos los años de estudio valieron la pena, el motivo por el que su profesión
es la más noble y satisfactoria.
7
El grupo de médicos está listo para intervenir a María Magdalena, liderado
por el doctor Terán, quien realizará varias cirugías simultáneamente, lo que le
permitirá convertirse en una mujer de apariencia totalmente normal. El reporte
—Hola, María. Voy a colocarte esta máscara para que respires profundo
y cuentes hasta 10. Te quedarás dormida rápidamente. Tranquila, todo saldrá
bien.
—La paciente está anestesiada, doctor. Puede proceder con la
intervención.
—¿Signos vitales?
—Todo normal, doctor.
—Procedemos con la incisión.
Siete horas después, el grupo de médicos sale del quirófano para
despierta.
María Magdalena abre los ojos, su primera reacción es llevar la mano a
su entrepierna pero el vendaje le impide palpar el resultado de la operación.
El dolor comienza a descender desde su abdomen hasta las ingles, suelta un
quejido y la enfermera corre para ponerle un medicamento en el suero que le
hace sentir mareo. Vuelve a caer en un sueño profundo que dura varias horas.
—Buenos días, María Magdalena.
—Buenos días, doctor Terán.
—Vengo a informarte que la operación ha sido un éxito. Muy pronto
tristeza en los ojos viene al pensar que su cuerpo fue mutilado, una parte de
ella, ha quedado cercenada. Aunque sabe que esa parte es su pasado, el
encierro, el aislamiento, el mirar por la ventana para rasgar momentos de
felicidad, no puede evitar sentir nostalgia por los 16 años de su vida que han
Nunca pensó que andar podría llegar a costar tanto trabajo, pero se siente feliz
de volver a dar unos pasos. Camina al consultorio de la doctora Blanca de la
mano de una enfermera. Cada movimiento de sus piernas duele como clavos
enterrados en la piel. Se detiene un momento para respirar y se recuesta en el
con él.
—Está bien, doctora.
—Has estado recibiendo tratamiento hormonal. ¿Cómo sientes tus
senos?
—Han crecido.
—Muy bien, ya eres toda una mujer.
—Quiero ver mi vulva.
—Yo te la voy a mostrar pronto.
—Gracias.
—Ahora quiero hablar de tu futuro. ¿Has pensado qué es lo que quieres?
—Lo único que sé, es que no quiero regresar a Ánimas.
—¿Tienes algún familiar en la ciudad?
Ella es más fuerte, voltea y avienta al hombre quien se golpea la cabeza con
una silla y yace inconsciente. María despierta agitada y llorando.
Al abrir los ojos ve a su madre correr a su lado. Una señora de cabello
cano y grandes dimensiones la observa desde el otro lado de la habitación.
Percibe el olor a lavanda de su ropa. La mujer se acerca a ella y le quita el
sudor de la frente con un pañuelo. Ella la observa detenidamente pero no sabe
qué decir. ¿Quién es esa señora que está en el hospital?
—María, soy tu tía Camila. Tu mamá me contó todo lo que han tenido
que pasar. Estoy feliz de conocerte y saber que estás bien.
—Gracias, señora.
—¿Cómo te sientes?
—Aún me duele el cuerpo, pero ya estoy mejor.
—Me dice tu mami que quieres trabajar en la ciudad.
—Sí.
—Yo tengo un taller de costura en donde hacemos vestidos. También hay
espacio en mi casa. Puedes quedarte conmigo en lo que aprendes a coser.
—¿De verdad?
—Gracias, gracias.
María regresa a la habitación del sofá. Se siente tranquila de poder hablar con
Blanca. Nunca ha tenido una amiga, pero se imagina que la amistad es algo
similar a la relación con la terapeuta. Le gusta ser escuchada, sin juicios.
Jamás podría platicar con su madre como lo hace con ella. Puede hablar de lo
que sea y ella siempre la entenderá, puede contarle hasta sus sueños, los más
perturbadores.
—El padre quería violarme en el sueño.
—No, María. Jamás tuviste algo de hombre. Eres una mujer completa
desde tu nacimiento. No debes pensar en eso.
—Pero, el pene.
—El pene ya no está. Ahora es un nuevo comienzo.
lo hizo a mí.
—Eso no sucedería. Sabes que hay opciones. Puedes adoptar un bebé.
—No quiero.
—Está bien, no tiene que convertirte en madre para ser mujer.
—Gracias, doctora. Me hace bien hablar con usted.
—Siempre estaré disponible para ti. Cuando tengas dudas, te sientas
intranquila o quieras sólo charlar.
corriendo para aprovechar los últimos segundos del semáforo, el joven que
fuma un cigarro y hace donas en el aire, el hombre que sale a correr mostrando
brazos fuertes y pantorrillas de acero, la chica en vestido rojo que saca al
perro a pasear.
Cada actividad que aprende en el taller de costura, le resulta divertida.
Cortar patrones es la primera tarea que le enseñan. Sigue las líneas con
extremo cuidado para evitar cometer un error. No quiere por ningún motivo
que Camila se sienta decepcionada de ella. Mira las prendas confeccionadas y
siente un gran deseo de que cubran su cuerpo. Pero aún no cuenta con dinero
para comprar una.
Una noche, todas sus compañeras se han ido del taller. Camila entra por
la puerta y la ve a lo lejos sentada junto a una torre de tela. Ha cortado cientos
revista médica que publicará el texto está esperando el primer borrador en los
siguientes días.
—Estimado equipo, quiero felicitarlos por el gran trabajo que
realizaron.
molesten.
Después de pasar algunas horas en el parque siente deseo de ver a la
doctora Blanca, desde un teléfono público marca el número del hospital.
Afortunadamente, se encuentra en guardia por lo que acepta recibirla por la
tarde. Regresa a casa para comer con Camila quien siempre la espera con un
manjar nuevo. Jamás había probado el mole, los chiles rellenos o el pozole.
nuevos médicos que puedan ocupar su lugar en el futuro, lograr que más casos
como el de María Magdalena encuentren un final feliz y ayudar a reconstruir
vidas.
—¿Alguien conoce lo que es la intersexualidad, también conocida como
alteraciones en la diferenciación y desarrollo sexual?
—Sí profesor, cuando una persona nace con ambos sexos.
—Así es, pero la intersexualidad es más que eso. A través de la historia
se ha realizado una diferenciación entre hombre y mujer; sin embargo, en
ocasiones sucede, más frecuente de lo que se imaginan, que un ser humano
percibirse como mujer. En ambos casos, pueden ser tratados para evitar una
vida infeliz y de confusión.
—¿Con un cambio de sexo?
—Exacto.
era mal vista. Por ejemplo, en la Antigua Grecia, era cotidiano y normal que
los hombres mantuvieran relaciones sexuales.
Los alumnos suelen escuchar al doctor Terán con cierto morbo cuando habla
de intersexualidad. A pesar de ser aspirantes a médicos especialistas y tener
mente abierta, romper con los estigmas sociales, no es nada sencillo. Se
imagina lo difícil que es para los familiares de una persona intersexual lidiar
con el tema. Espera que a futuro se quite toda la percepción de anormalidad
que existe y se pueda concebir como una condición médica que puede tratarse.
—Para recapitular la clase anterior alguien me puede decir ¿qué
preferencias sexuales durante toda la vida para evitar ser señalados? Lo que
sucede es más complejo que lo que la gente común piensa. Somos nosotros,
los médicos, quienes debemos hacer un cambio para que las sociedades
puedan entender que ser intersexual, no significa nada anormal.
—¿La alimentación?
—En países más avanzados como Alemania, se ha descubierto que los
contenedores plásticos tienen sustancias que funcionan en el organismo como
estrógenos.
—¿Esto qué ocasiona?
—Imagínate una madre embarazada de un varón que está en constante
contacto con este tipo de plástico contaminado, toma agua en botellas
plásticas, calienta sus alimentos en contenedores de plástico. La cantidad de
lo avalan, pero estas grandes empresas también hacen sus propios pseudo
estudios para evitar pérdidas millonarias. ¿Entienden? Es una pelea entre la
comunidad científica con recursos limitados y las compañías con recursos
económicos exorbitantes. ¿Quién creen que lleva la delantera?
—No quiero usar plástico nunca más.
—Haces bien, se soluciona sustituyéndolo por vidrio. Pero lo
importante aquí, el mensaje que les quiero transmitir en esta clase es mucho
más grande que todo. Nosotros como médicos no podemos nunca discriminar,
debemos ir más allá de las ideas de la gente común, trabajar día a día para
cambiar la percepción de la sociedad, eliminar estigmas sociales, religiosos,
históricos. Empezar desde nuestro entorno inmediato e ir ampliando nuestro
círculo. Tenemos el conocimiento que comprueba lo que sucede con los
caso de las personas que nacen con vulva y pene a la vez, la mayoría de las
personas no se dan cuenta en la infancia, sino hasta que crecen y se percatan
que sienten atracción por alguien de su mismo sexo, que les gusta maquillarse
siendo varones, que no se sienten bien usando falda siendo chicas, esto causa
una terrible confusión y tristeza. Por esa razón siempre debe descartarse la
presencia de una alteración en el desarrollo sexual que puede pasar
desapercibida. Lo mejor que pueden hacer es nunca juzgarlos. Tolerancia,
queridos alumnos. Es la lección de hoy. Tolerancia.
9
Hoy es un día de fiesta para María Magdalena, no solamente porque cumple la
mayoría de edad, sino porque estrena un vestido nuevo. Las flores moradas
que cubren su cuerpo la hacen sentir bonita como una mujer. Su celebración
—No sé.
—Me da gusto conocerte. ¿Te gustaría dar un paseo?
—¿Paseo?
—Caminar, platicar.
cuerpo y las mejillas sonrosadas. Seguramente pensó que soy una tonta. No
le pude decir lo que hacía en el parque. ¿Qué hubiera pensado si le digo que
me encanta ver a la gente pasear y tomar aire libre después de vivir 16 años
encerrada en una casa? Es tan guapo. Seguramente tiene novia. Muchas.
¡Qué tonta soy! Debí pasear con él. Quizá sea la única oportunidad que
tenga de conocerlo. Tonta, soy una tonta.
El olor a chocolate caliente al llegar a casa la hace alejarse de sus
pensamientos. Camila la espera con un pastel recién horneado de naranja.
—Gracias, mamá.
María Magdalena abre la caja. Un suéter tejido a mano, como los que
usaba de pequeña, rosa el color de las niñas aunque ella ya es una mujer.
Gracias, mamá. Me encanta. Un escalofrío recorre su columna vertebral.
Tener a su madre cerca le hace recordar su infancia, su adolescencia
desperdiciada en 4 paredes. Siente lástima porque Adoración aún sigue
enclaustrada en un pueblo en donde el polvo enferma la mente de los
habitantes.
Regresar al parque o no. María Magdalena no está segura de querer volver.
mirada intensa que la hace sonrojar. No sabe qué decir, no sabe qué contarle,
se limita a ver los movimientos que emite su pecho al respirar.
De repente siente miedo y en la mente aparece una serie de preguntas.
¿Qué voy a hacer si en realidad le gusto? ¿Me invitará a salir? ¿Descubrirá
lo que sucedió en el pasado? ¿Sentirá asco al saber lo que algún día fui?
María Magdalena quiere salir corriendo del parque se siente incómoda como
si la angustia le oprimiera el pecho, respira con dificultad, no sabe cómo
librarse de ese sentimiento.
—Me dio gusto conocerte, Sergio. Pero me tengo que ir.
—¿Estás enamorada?
—No sé.
—Eso simplemente se sabe. Debes escuchar a tu corazón.
—Pero, tengo miedo.
—Gracias, Camila.
mira fijamente. Un niño pasea con un globo frente a ella, pero no se percata de
su existencia. Sergio baja de un automóvil y camina al lugar en que se
encuentra. Ella baila al compás de una música suave, se siente hermosa.
Una banda toca en una esquina del lugar, celebrando la unión que está
por suceder. Sergio se acerca a ella y la abraza, a continuación comienza a
bailar mirando sus ojos. La mirada del hombre recorre el cuello de María,
baja por los pechos y se llena de deseo, mira su vientre y llega a la
entrepierna. La música deja de sonar y él cambia de semblante. La sorpresa y
el asco que refleja su rostro, duelen como un golpe en el estómago. Da unos
pasos atrás.
María Magdalena siente vergüenza al mirar su pene erecto, no puede
sostener la mirada de desaprobación de Sergio, comienza a correr sin mirar
atrás. Un camión de mudanzas golpea el cuerpo desnudo de la mujer que
atraviesa la calle sin precaución. Se acerca un señor de bigote a auxiliarla.
¡Ayuda! Llamen a una ambulancia. Un hombre herido. Ella escucha las
palabras y quiere gritar. Yo no soy un hombre, soy una mujer, una mujer, pero
no puede.
—No, no tienes que pedir disculpas. Ven, deja abrazarte. ¡Qué guapa te
ves con ese vestido!
—Gracias.
—No tienes que agradecerme, ¿quieres ir por un café?
—Vamos.
Jamás se había sentido tan feliz. Al regresar a casa María Magdalena siente
una energía nunca experimentada. Se mira en el espejo, se siente bonita, pasa
las manos por su cuerpo y agradece ser una mujer. Se acuesta en la cama a
repasar cada palabra que Sergio le dijo, su risa, su mirada, la forma en que
entrelazan las manos al caminar. Suspira profundamente al recordar el beso de
despedida, tan suave. No como el primero que le dio, forzado y sin
sentimiento.
¿Se habrá dado cuenta que no sé cómo besar? Yo creo que sí, ya ha de
No hay nada mejor que la experiencia, decía Sergio cuando contaba sus
aventuras con mujeres maduras. Yo no estoy para niñas, tienes que tratarlas
bien, consentir sus caprichos, invitarlas al cine. Todo para que al momento
de llevarlas a la cama se comporten como una piedra. Me choca tener que
hacer todo yo. En cambio, a las señoras les gusta experimentar, están
aburridas de sus estúpidos maridos y les gusta tomar la iniciativa. Deberían
probarlo, de verdad es otra cosa.
Al pasar el tiempo, durante la Universidad, Sergio comenzó a tratar a
chicas más jóvenes y encontró en sus cuerpos firmes, una nueva afición:
Quizá por eso tuvo que cambiar de empleo en varias ocasiones, pero eso
no le resultaba complicado. Con el tiempo adquirió la madurez para no
mezclar sus encuentros sexuales con la nómina, prefería buscar mujeres en los
bares y tras una breve relación basada en sexo, desaparecer de sus vidas sin
generar ninguna repercusión. Le era demasiado sencillo encontrar con quien
pasar la noche.
Agosto es un mes que nunca podrá olvidar. Un domingo por la tarde se
encontraba recuperándose de la noche de fiesta anterior cuando sonó el
alguien como tú, dijo la madre de Mariana. No, él nunca tendría hijos, no
soportaría que alguien lastimara a su hija o que su hijo dañara a las chicas,
como él lo hizo.
Sergio,
El día que Sergio conoce a María Magdalena ya han pasado ocho meses de la
muerte de Mariana. Aún se siente culpable por el suicidio de la chica aunque
entiende que ella tenía un problema interno, como le ha hecho ver su terapeuta.
No, no es mi culpa aunque lo sienta así. Es sólo que me hubiera gustado
hacer algo por ella, ayudarla. No es posible que una chica tan bonita y
joven se haya quitado la vida.
Sus reflexiones en una banca del parque se ven interrumpidas cuando se
percata de la presencia de una joven de vestido floreado. Jamás había visto a
alguien tan atractiva. Su pene reacciona al segundo ante la belleza de la mujer.
No es una belleza habitual, es algo en la forma de su rostro y de su cuerpo que
que más le gustan, se imagina sus pezones oscuros y su pene crece aún más.
Intenta adivinar el tamaño de sus caderas, pero el vestido suelto lo hace
imposible. Entonces se detiene en sus muslos torneados y siente que sus
testículos van a explotar. No sabe si la joven se da cuenta de lo mucho que le
cuesta tener una conversación ordinaria en esa situación, pero hace su mayor
esfuerzo por ser afable.
Quiere llevarla a la cama en ese momento, no sólo quiere, lo necesita.
Pero la joven no parece responder a su galanteo. Sale huyendo como si la
prepara para regresar al parque, piensa llegar temprano y esperar hasta que
ella aparezca. Toca su pene, una, dos, varias veces para no llegar excitado a la
cita, aunque presiente que no funcionará
¿Flores? Quizá es demasiado para la primera cita. ¿Cita? ¿Qué
será que hacía frío? ¿Qué tiene esa mujer que me trae como loco? No lo
entiendo. Necesito volver a verla. El próximo sábado, no sé cómo voy a
sobrevivir una semana más sin ella.
Es jueves y Sergio se reúne con los amigos en un bar. La mesera, una
rubia con pecas en la nariz, le escribe en una servilleta un mensaje. Salgo en
un par de horas, ¿te gustaría acompañarme a casa? Todos sus compañeros
lo felicitan. ¡Qué suertudo! La chica tiene una piernas de 10. Pásanos un
poco de tu suerte. ¿No tendrá amigas que nos pueda presentar?
hace un esfuerzo por no bostezar mientras ella gime al tiempo que mueve sus
dedos debajo de la pequeña tanga de encaje.
—Lo siento, me tengo que ir.
—¿No quieres pasar a casa? Tengo una botella de vino enfriándose en el
refrigerador.
—Mañana tengo que trabajar temprano.
—Entonces podemos saltarnos el vino. No nos llevará mucho tiempo.
—Me siento cansado.
—Anda, Sergio. Te deseo.
las mujeres así. No puede ser posible que las dejan sueltas con su cara de
inocencia. Brujas, eso es lo que son.
que produces en mi tanta excitación? ¿Tus ojos? ¿Tus manos? ¿Tus senos
redondos?
Otra vez vuelve a tocarse para ver si reduce el dolor de testículos.
Pensando en la mañana que pasaron juntos, su olor a madera y limón, su
cabello negro azabache, los ojos inocentes y llenos de deseo a la vez. Se
siente feliz porque sabe que el cuerpo de María también reacciona a su
presencia. Cuando se levantó al baño, pudo observar una mancha húmeda en la
silla, estaba tan excitada como él.
Aunque sabe que no le será fácil llevarla a la cama, primero debe ganar
su confianza. María no es como otras mujeres, es similar a Mariana, de
aquellas chicas a las que se les debe brindar protección y respeto, que tienen
una vida interna descompuesta y merecen un hombre que les ayude a reparar su
corazón roto. ¿Qué secretos escondes?, María. ¿Qué hacer para que te
enamores de mí?
Sergio se sorprende teniendo pensamientos nuevos. ¿Será acaso que
está cambiando? ¿María había llegado a su vida para convertirlo en un
nuevo hombre? Quizá sólo era el deseo que sentía por ella, lo que lo hacía
pensar de manera distinta. No sé qué sucede, pero gracias por llegar a mi
vida. Ahora tengo claro lo que quiero. Te quiero a ti, María.
11
Un grupo de enfermeras cuchichean al ver a un hombre pasar. Nunca habían
visto a alguien tan atractivo cruzar por los pasillos del hospital. Buenos días
señorita, dice con voz grave y sonrisa coqueta. Estoy buscando al doctor
—Sí, al principio fue muy difícil. Era muy doloroso para ella. Yo pensé
que era porque era virgen, pero poco a poco fue cambiando y para ser sincero,
hoy no puedo dejarla en paz.
—Lo entiendo. Es debido a esta intervención que su vagina es estrecha y
que de inicio presentara dolor. Pero como tú dices, sólo se requiere tiempo y
práctica.
—Para eso estoy, doctor.
—¿Has notado que María Magdalena no tiene periodo menstrual?
—Sí, y la verdad es algo que me encanta. Muchas mujeres con las que
solía salir antes no querían tener relaciones en esos días por pena y con ella
no pasa eso.
—Claro, si lo ves así, es una ventaja. ¿Qué es lo que más te llama la
guapo! ¡Qué mirada! ¡Qué sonrisa! ¡Lo que daría por tener a alguien así!
¿Será soltero? Tal vez es modelo o actor. ¡No te vayas!
Nunca había sido tan feliz, piensa María Magdalena mientras toma el
taxi que la lleva al consultorio del doctor Terán. Con su cabello trenzado, un
vestido floreado y el perfume que le regaló Sergio, se siente una mujer
completa. Va recordando la noche anterior en brazos de su amado, cada
imagen que llega a la mente la hace sonreír. No se da cuenta que ya arribó al
hospital hasta que el taxista se lo indica.
también, porque me dio la oportunidad de ayudar a que una chica tan hermosa
como tú tuviera una transformación enorme en su vida. Y para mí, no hay
mayor satisfacción que eso, verte feliz y realizada.
—Yo sé que ya me ha ayudado demasiado. Pero quiero pedirle un último
favor.
—Lo que tú quieras.
—¿Quiere ser mi padrino de bodas?
—Encantado.
percibe miradas morbosas de la gente, camina como una mujer más. No sabe
si la gente la reconoce o no, pero no le importa. Se detiene frente a la iglesia y
recuerda la primera vez que vio el edificio y el impacto que le causó. Era la
construcción más alta del pueblo, parecía que el mismo Dios la había creado.
Camina por las calles y mira a las parejas tomadas de la mano. Ya no le
causa envidia, más bien le recuerdan a Sergio y las ganas que tiene de regresar
a sus brazos. Pasa por la botica y se pregunta si aún sigue vivo el mudo que
supuestamente le quitó la virginidad. Agradece que hayan inventado esta
puerta y escucha el grito de su madre. ¿Quién diablos es? A esta hora. Soy yo,
mamá, María Magdalena. Abre la puerta y sus ojos se inundan.
—Mi niña, mi María. ¿Por qué no me avisaste que venías, chamaca?
—Quería darte una sorpresa.
—Pues sí que me sorprendiste. Ya me estaba enojando que vivieran a
molestar a mi casa.
—¿Nunca vienen?
—No, ya sabes que les tengo prohibido acercarse. Chismosos.
—Te traje unos dulces.
nombre del Doctor José Terán Dávila, quien formó parte del equipo médico
que transformó la vida de cientos de pacientes intersexuales (con alteraciones
congénitas en la diferenciación y desarrollo sexual) en su natal Venezuela.
Juntos aceptamos la aventura de crear esta novela cuyo caso fue
publicado en una revista médica de ginecología y obstetricia, obteniendo el
reconocimiento de la comunidad científica nacional. En la década de los
ochenta, en Venezuela, el Doctor Terán y su equipo eran de los pocos médicos
especialistas en tratar las alteraciones de intersexualidad en su país,
contribuyendo a realizar las primeras intervenciones quirúrgicas para
proporcionar una mejor calidad de vida a las personas con genitales ambiguos
y fundando la primera Unidad de Endocrinología y Biología de la
Reproducción Humana en la Maternidad “Concepción Palacios”.
Antes de este momento, los individuos intersexuales estaban orientados
a vivir una vida de vergüenza, miedo, inseguridad, ignorancia y a ser
señalados por la sociedad como seres diferentes o bien, destinados a ocultar
su condición de por vida. Es por esto que La insólita historia de la mujer que
se negó a ser hombre es un homenaje a los grandes científicos como el Doctor
Terán que dedican su vida, a la investigación y a la práctica médica innovando