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NATURALEZA SOMOS TODXS, LA TIERRA NO SE ENVENENA

Como hijos de la Tierra que somos, necesitamos un territorio sano para vivir sanos. Hoy y acá, en el espacio que
habitamos, no satisfacemos esta necesidad, la del acceso a una naturaleza sana. Una naturaleza que podamos formar
parte de ella, una naturaleza que no sea vista como pura mercancía, que no sea apropiada, explotada y sacrificada para
cumplir con el papel que nos impone este sistema capitalista. Hoy en día y acá, estamos ante mecanismos de despojos
representados por la agroindustria transgénica, que destruye toda la diversidad de vida que encuentra a su paso. Los
desiertos verdes y amarillos que nos rodean terminaron de acabar con casi todo el monte de este territorio. Miles y
millones de litros de venenos se tiran sobre la tierra derivando en napas, lagunas, arroyos, ríos y aire, enfermándonos y
matando plantas, pájaros, peces y miles de seres indispensables para un hábitat equilibrado y saludable. Los trastornos
que este modelo agrícola extractivo y destructivo causan al ambiente y a nuestra salud trascienden mucho más de lo que
tiene que ver con la toxicidad de los agroquímicos, ya que también atenta contra toda forma de vida basada en una
relación armoniosa con la naturaleza como también contra las pequeñas economías regionales, generando marginalidad y
abandono en todas estas zonas rurales. Todos sabemos que la gente ya no puede habitar dignamente en los campos
como también sabemos que este territorio, este río, ya no es el que cuentan los antiguos pobladores del lugar. Cuantas
historias referidas al río y a la naturaleza que escuchamos en este pueblo y cuanto dolor saber que muchas veces algunos
la cuentan como resignados, como si fuera un territorio perteneciente a un tiempo imposible de recuperar.

La historia de esta tierra también nos cuenta que ha sido habitada por humanos desde hace miles de años, conectados
con los tiempos y lógicas de la naturaleza. Miles de años desarrollando diversas formas de vida y conocimientos en torno
a una naturaleza de la que hoy hemos sido despojados. La tierra nos cuenta que hubo tiempos de naciones ancestrales,
de familias campesinas , mestizas e inmigrantes, bisabuelas y abuelas nuestras, quienes si comprendieron que eran parte
de la naturaleza. ¿A dónde están las huertas familiares que cuentan nuestros abuelos? ¿Qué ha pasado con las tierras
usadas para chacras y granjas que escuchamos relatar a los antiguos pobladores? ¿Y los montes de árboles frutales donde
pasaban las siestas? ¿A dónde quedaron esos paseos por los caminos rurales sin temer a ser fumigados? ¿Y las niñas
corriendo en el pastizal entre las flores o recolectando frutos del monte? ¿Y las familias campesinas que nos aseguraban
la soberanía alimentaria conservando el conocimiento y las semillas? Recuperar este territorio arrasado depende de
nosotros, y recuperar naturaleza es también recuperar vida comunitaria, otra necesidad vital. Es esencial para una vida
comunitaria sentirnos parte del territorio como un todo, dejar de mirarnos el ombligo y nuestro intereses egoístas para
empezar a mirar a la tierra, al “campo” que nos rodea y tomar conciencia de lo que allí está pasando, porque ese desierto
muerto de monocultivos transgénicos, esa dura realidad material, refleja la imagen de lo que somos como sociedad.

También la historia dice que esta realidad no va a cambiar sino luchamos juntos en solidaridad. No se asusten de la
palabra lucha, luchar no se relaciona exclusivamente con la violencia. Luchar es esto, encontramos, expresarnos, discutir,
educarnos, y sobre todo actuar, porque es en la práctica cuando más aprendemos. Luchar es trabajar desde espacios
culturales, bibliotecas, expresiones artísticas, salir a las calles a decir lo que pasa, luchar es conectarse con la tierra, crear
bosque nativos, hacer huertas comunitarias, organizarnos de manera autogestiva y horizontal, intercambiar semillas,
experiencias y conocimientos. Por más que parezca que es imposible de detener al monstruo, desde abajo siempre están
las luchas que vienen llevando a cabo cientos y miles de comunidades y compañeros de todo el mundo, históricamente,
todos los días, en diferentes territorios donde el sistema capitalista avanza a través de diversos tipos de destrucción
extractivista. De ellos aprendemos y gracias a ellos sabemos que existieron y existen triunfos como también estamos
aprendiendo que la única lucha por el territorio debe darse en la tierra y por todos los medios posibles. Recuperar la vida
con la naturaleza desde relaciones comunitarias depende de nosotros, porque este tipo de cambio sólo puede venir desde
abajo (y a la izquierda). Ya conocemos lo que viene de arriba: monocultivos, venenos, desforestación, explotación,
represión y más propiedad privada. Necesitamos de la naturaleza viva para poder vivir. Los que habitamos este lugar
somos nosotros. Lo que les dejemos a las futuras generaciones depende de nosotros. Por eso, a pesar de todo, y en
nombre de la Tierra como hijos de ella que somos, estamos muy felices y conscientes de que acá y ahora mismo…

¡¡¡LA LUCHA CONTINUA!!!

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