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Género: Doctrina

Título: Acerca del daño psicológico


Autor: Galdós, Jorge M.
Fuente: JA 2005-I-1197 - SJA 9/3/2005

DAÑOS Y PERJUICIOS - 04) Daño en general - c) Clases - 12.- Daño psicológico

SUMARIO:

I. Introducción.- II. El daño psicológico. Noción. ¿Daño autónomo?.- III. Prueba,


valoración y concausalidad.- IV. Consideraciones conclusivas

I. INTRODUCCIÓN

En la actualidad los repertorios jurisprudenciales dan cuenta cada vez más


frecuentemente del reclamo de resarcimiento de daños más novedosos: daño a la
incapacidad de procreación, a la lactancia, por la muerte del hijo concebido, daño
sexual, a la vida de relación, daños materiales por la readaptación de la vivienda y del
hábitat de la víctima que sufrió gran discapacidad, particulares daños futuros por
asistencia médica y paramédica en las lesiones neurológicas, daño moral por el
reconocimiento de "cortesía" de quien no es su hijo biológico, pérdida de chance
matrimonial por las lesiones estéticas, entre otras (1) .

De este modo surgen variadas e interesantes cuestiones que vinculan, por una parte, la
autonomía conceptual y etiológica de estas más recientes formas de dañosidad y, por la
otra, la legitimación activa en caso de daño moral o extrapatrimonial del damnificado
indirecto. En este contexto el daño psicológico readquiere marcada gravitación, ya que
se profundiza el estudio y abordaje de sus nuevas facetas como daño "tradicional" a la
integridad de la persona -categoría en la que además del daño psíquico incluimos al
daño estético- y también, y en sintonía, crece el interés y el análisis práctico y empírico
de su interrelación con esos otros "nuevos daños", tanto en lo atinente a su
determinación como a su resarcimiento.

A las siempre vigentes discusiones sobre la configuración del daño psíquico y su


encuadre como daño autónomo -ontológico y dinerario- se suman tópicos relativos a la
prueba y a la apreciación judicial, particularmente en casos de predisposición
concausatoria de la víctima que presentaba condiciones favorables para el
desencadenamiento de la minoración psicológica.

Efectuaremos sucintas consideraciones sobre estas cuestiones centrando las reflexiones,


más descriptivas que valorativas, en los criterios jurisprudenciales dominantes.

II. EL DAÑO PSICOLÓGICO. NOCIÓN. ¿DAÑO AUTÓNOMO?

1. Se han esbozado distintos y dispares criterios para definir el daño psicológico y, a


partir de allí, indemnizarlo, sea como daño autónomo -lo que no se verifica mayormente
en la praxis judicial- o como integrante o componente del daño material o del
extrapatrimonial, de uno u otro o de ambos a la vez. Su reconocimiento normativo
proviene del art. 1086 Ver Texto CCiv., que lo alude implícitamente ya que, como lo
decidió la Suprema Corte de Buenos Aires, esa norma "no distingue entre daño físico y
daño psíquico; se refiere simplemente a `daño' e inequívocamente incluye tanto a uno
como a otro" (2) .

El daño psíquico se configura "mediante la perturbación profunda del equilibrio


emocional de la víctima, que guarde adecuado nexo causal con el hecho dañoso y que
entrañe una significativa descompensación que altere su integración en el medio social"
(3) . Supone, según concepción que se ha generalizado en la doctrina y jurisprudencia
nacional, "una perturbación patológica de la personalidad, que altera el equilibrio básico
o agrava algún desequilibrio precedente del damnificado" (4) .

Comprende tanto las enfermedades mentales como los desequilibrios pasajeros, sea
como situación estable o bien accidental y transitoria que implica en todo caso una
faceta morbosa, que perturba la normalidad del sujeto y trasciende en su vida individual
y de relación (5) .

Por aplicación de estas nociones -y entre numerosísimos casos- se mandó indemnizar la


neurosis depresiva de una de las víctimas, con importantes secuelas en la vida actual
(esfera social, afectiva y laboral), y el stress postraumático de la otra damnificada (6) .

Se añade, en similar orden de ideas, que el daño psíquico "es la modificación patológica
del aparato psíquico como consecuencia de un trauma que desborda toda posibilidad de
su elaboración verbal o simbólica produciendo una modificación o alteración de la
personalidad que se expresa a través de síntomas, inhibiciones, depresiones, bloqueos,
actuaciones" (7) . Se explica que constituye una enfermedad que es diagnosticable por
la ciencia médica y que se acredita mediante la prueba pericial (8) . Estudiando con
detenimiento el tema, se propone un concepto amplio que concibe a la lesión psíquica
como "la perturbación transitoria o permanente del equilibrio espiritual preexistente de
carácter patológico" (9) .

Se añade que la lesión psíquica puede o no tener base orgánica, ya que "no es razón para
descartar el trastorno psicológico el hecho de que el damnificado no haya quedado con
secuelas físicas, pues la afección psíquica no está condicionada por ellas sino por la
vivencia personal" (10) .

Desde el enfoque jurídico se han propuesto diversas nociones o tipificaciones del daño a
la psiquis que exhiben diferencias, a veces de matices, otras más estructurales, pero que
en definitiva convergen sin mayores dificultades cuando se trata de identificarlo e
individualizarlo.

Una posición amplia entiende que además del aspecto estrictamente psicológico
involucra repercusiones en otras facetas de la persona. Así, Kraut, con el aporte de la
medicina y de la psiquiátrica, explica que el daño psíquico "importa un deterioro,
disfunción, disturbio o trastorno, o desarrollo psico-genético o psico-orgánico que,
afectando sus esferas afectivas y/o intelectiva y/o volitiva, limita su capacidad de goce
individual, familiar, laboral social y o recreativo" (11) .
El daño psíquico constituye una afección de la personalidad o del equilibrio emocional
de la víctima que altera el funcionamiento del cerebro, del razonamiento o de las
facultades intelectuales o de la mente de la persona, que produce un daño que debe ser
traumático, patológico e irreversible, configurando incapacidad parcial o permanente
(12) .

Esta última nota distintiva está presente en varios fallos que han resuelto que "el daño
psicológico debe diferenciarse del daño moral pues si bien ambos afectan el equilibrio
espiritual del damnificado, el primero reviste connotaciones de índole patológica" (13) .

En efecto, "admitir el resarcimiento del daño psíquico como perjuicio autónomo de


orden extrapatrimonial supone tomar en cuenta no sólo las repercusiones que en lo
espiritual produce el ataque a bienes extrapatrimoniales del sujeto sino algo más; para
poder hablarse de daños psíquicos propiamente dichos la perturbación del equilibrio
espiritual debe asumir el nivel de las patologías psiquiátricas o psicológicas" (14) .

Esa referencia a lo patológico procura, según lo entendemos, más que nada categorizar
el umbral a partir del cual se configura el daño psíquico: los trastornos y vivencias
deben superar la noción básica de "sufrimiento normal" (15) .

Un antecedente jurisprudencial, en un valioso esfuerzo por deslindar el daño psíquico


del moral, resolvió que el daño moral es la afección de los sentimientos, mientras que el
daño psicológico es la afección del equilibrio espiritual del damnificado que reviste
connotaciones patológicas. Agregó que la lesión psicológica también se diferencia de la
incapacidad sobreviniente, tipificada como la disminución de las facultades atinentes a
lo laboral y al resto de la vida social, porque "puede dejar incólumes las posibilidades
laborales y el resto de los aspectos vitales de un ser humano, considerados en su
proyección hacia un mundo exterior y sólo producir consecuencias disvaliosas en su
vida interior" (16) .

Esta visión del daño a la psiquis permite, con acierto, demostrar que la minusvalía
psicológica no necesariamente repercutirá en el ámbito laboral y productivo, lo que,
entendemos, no significa desconocer que la unidad psicosomática de la persona humana
no permite escindir la actividad exterior (el quehacer del sujeto) de su vida interna (el
ser del sujeto), toda vez que ambas, obviamente, se interrelacionan.

La orientación que tipifica de modo amplio al detrimento psicológico, y que


compartimos, está influenciada, aun implícitamente, por la posición que propone
repensar la clasificación tradicional de los daños (daño patrimonial y no patrimonial o
moral) y reemplazarla por la de daños patrimoniales y daños a las personas, categoría
esta última que incluye diversas clases: daño estético, daño sexual, daño a la vida de
relación, daño biológico, daño juvenil, daño moral, etc. (17) . Dice el jurista peruano
Fernández Sessarego que el daño a las personas es el género que admite varias especies:
por caso, el daño moral, que se lo propone designar también como "daño emocional",
que es un dolor o sufrimiento generalmente transitorio; el daño al proyecto de vida, que
es un daño psicosomático de extrema gravedad que trunca el ejercicio de la libertad de
la persona para decidir libremente sobre su destino, creando un vacío existencial; y el
daño psíquico, que es también una lesión a la integridad psicosomática del ser humano
que repercute en su salud. El daño psíquico constituye así la alteración, modificación,
perturbación o menoscabo, de carácter patológico, del equilibrio mental del sujeto,
generalmente permanente y de diversa gravedad y magnitud (18) .

La postura amplia, que prevalece como distingo intelectual en la praxis judicial, afirma
-en suma- que el daño a la psiquis es el que afecta todas las funciones del psiquismo, las
intelectivas, emocionales y volitivas, las que -como ya se anticipó- no necesariamente
tienen su origen en un daño orgánico (19) .

Este muestreo, apenas insinuativo, de las principales nociones jurídicas de daño


psíquico no puede prescindir de mencionar el aporte de Néstor Cipriano. Diferenciando
el daño moral del psicológico, sostuvo que ambos tienen en común que se configuran en
la psiquis, que es la suma de los procesos conscientes e inconscientes, lo que influye en
las conductas del individuo como reacción frente al medio. Pero mientras que el daño
moral se desenvuelve en el ámbito de los sentimientos -dolor, pena, aflicción, etc., es
decir, el ámbito de lo afectivo o emotivo-, el daño psíquico lesiona primordialmente el
razonamiento, sin perjuicio de otros efectos complejos y convergentes (20) . Y agregaba
que "mediante el razonamiento se busca la verdad para separarla de la no verdad y el
razonamiento está constituido por juicios".

Estas ideas tuvieron recepción en la jurisprudencia nacional. Su finalidad inicial, según


entendemos, y que se logró ampliamente, fue discriminar ambos daños, el psicológico
del moral, para indemnizarlos por separado porque no son excluyentes entre sí. También
permitió, como corolario, admitir la legitimación de los damnificados indirectos por
daño patrimonial, con sustento en el art. 1079 Ver Texto CCiv., y para reclamar el
resarcimiento de gastos y desembolsos por el tratamiento terapeútico de parientes, como
el caso de padres, hermanos, etc., por los daños físicos o morales infligidos a sus
familiares.

Corroborando esta postulación se resolvió que "el daño psíquico debe ser diferenciado
del moral constituyendo dos partidas que merecen ser, según las circunstancias,
indemnizadas por separado. Es por ello que se ha aceptado mayoritariamente la
indemnización de las secuelas psíquicas que pueden derivarse de un hecho con
independencia de que se conceda también una reparación en concepto de daño moral"
(21) . Esas ideas, y también con invocación expresa de la opinión de Cipriano, son
frecuentes y actualmente reiteradas (22) .

Este aporte ha sido significativo y no constituyó obstáculo para expandir la noción de


equivalencia entre "daño psíquico" y "lesión al razonamiento", ya que igualmente con
apoyo en esa doctrina no sólo se reconoció su entidad autónoma sino que se agregó
además que es la lesión que afecta el funcionamiento del cerebro, partiendo del
concepto médico de "que la psiquis se refiere al sustento (o principio) de la vida mental"
y de que la "psiquis es la mente considerada como entidad funcional". Ello, para
concluir que "lo que corresponde verificar en cada caso es si quien reclama
indemnización en concepto de daño psíquico efectivamente ha visto alterada su
personalidad de base con motivo del hecho ilícito, teniendo presente que el derecho de
daños no es un derecho de `los fuertes', ni debe exigirse al afectado un temple superior
ni una resistencia extraordinaria a un agente externo, traumático e inesperado" (23) . De
ese modo, y con esas bases dogmáticas, se cuantificó en $ 7500, conforme a las
circunstancias del caso, la indemnización por la pérdida de chance derivada de las
incapacidades padecidas por el menor y tarifadas pericialmente en el 5% para la
incapacidad física y el 12% para la psíquica, la que será superada mediante un
tratamiento psicoterapeútico cuyo costo se resarció por separado.

El daño psíquico se expresa de diversas formas, incluso orgánicas, como fobias, apatía,
desgano, irritabilidad, obsesiones, ideas de muerte, angustia, bloqueos, ansiedad,
inhibiciones, insomnio, pesadillas, depresión, etc., que son síntomas de diferentes
enfermedades o patologías, que pueden tener distinta entidad y persistencia, y cuyo
diagnóstico y tipificación corresponde al perito psicólogo, psiquiatra o
psicoanalista, generalmente mediante un psicodiagnósitco. A los solos efectos
enunciativos, y entre otras enfermedades, se suelen mencionar el estrés agudo (por
ejemplo, por la vivencia de un accidente automovilístico), el estrés postraumático
(posterior a un evento catastrófico como el incendio de la discoteca del barrio porteño
de Once en los finales del año 2004), neurosis traumáticas (que reconocen distintas
clases), la sinestrosis, etc., que son analizados con hondura por Zavala de González (24)
.

2. La autonomía del daño a la psiquis presenta varias facetas que se vinculan, desde lo
dogmático, con la finalidad de determinar su contenido y de diferenciarlo de otros,
particular y especialmente del daño moral y de la incapacidad sobreviniente, y en menor
medida, del daño a la salud, a la vida de relación, daño biológico, a la estética, etc. (25) .
Tan es así, que habitualmente el hecho lesivo es causa de afecciones anímicas cuyo
deslinde del daño extrapatrimonial stricto sensu no es unívoco, por lo que la recurrencia
a la mencionada postura de Cipriano, de desglosar la lesión a los sentimientos (daño
moral) y al razonamiento (daño psicológico), se presenta como un interesante arbitrio
(26) .

Esta dificultad repercute obviamente en la cuantificación y en el arribo a una justa


indemnización que no desconozca la pérdida o la lesión psíquica, pero que tampoco
multiplique o superponga partidas idénticas. Surgen entonces los esfuerzos
interpretativos para que una vez individualizado el daño psíquico se determine el
quantum autónomamente desde lo conceptual, o como perteneciente al rubro
incapacidad sobreviniente. Tan es así, que entendemos que muchas de las referencias de
los fallos judiciales a la autonomía del daño psicológico aluden a su connotación
ontológica más que dineraria.

Entonces, y a modo de anticipada conclusión, más allá de rotulaciones dogmáticas, el


daño psíquico puede ser un daño patrimonial (daño emergente y lucro cesante) y un
daño extrapatrimonial o moral, o ambos a la vez, pese a que se admitan distingos
intelectuales.

El daño a la integridad psíquica -como se dijo- no es un daño moral, no obstante en un


caso se sostuvo que "el daño psicológico constituye un daño moral agravado" (27) .

En otro caso interesante dentro del rubro daño moral se indemnizó "el estado anímico
en que quedó el actor a causa del hecho" (y no por las meras molestias derivadas del
accidente de tránsito), ya que el ilícito exacerbó la personalidad obsesiva de la víctima.
Ello, y aquí radica la singularidad del caso, por la relación del sujeto con la privación de
sus bienes materiales (en el caso el automóvil), ya que el hecho potenció el encuadre
psicopatológico de su personalidad "provocándole un sentimiento de minusvalía porque
en razón de los deterioros que sufrió el automotor recién pudo volver a trabajar con otra
unidad un año después" (28) .

La autonomía conceptual del daño psicológico ha sido auspiciada inicialmente por la


sala M de la C. Nac. Civ., particularmente por el Dr. Hernán Daray, quien ha sostenido
que "debe resarcirse en la medida en que se verifique un perjuicio en la psiquis que se
traduzca en una disminución de las aptitudes para el trabajo y para la vida de relación
que justifica su inclusión dentro de la incapacidad sobreviniente o bien cuando su
entidad justifica su indemnización autónoma; o aun cuando quedando incólumes las
posibilidades laborales y el resto de los aspectos vitales de un ser humano, considerados
en su proyección hacia el mundo exterior, produzca consecuencias disvaliosas en lo que
genéricamente puede denominarse la vida interior del individuo, revistiendo
connotaciones de índole patológica" (29) . Empero, en ese caso no se generó un daño
independiente sino que se indemnizó el tratamiento psicológico (por la incapacidad
transitoria del 10%) y los tratamientos médicos futuros. Esta postura acerca de la
"entidad autónoma del daño psíquico", en expresión del Dr. Kiper desde la sala H de la
C. Nac. Civ. (30) , es recogida por otras salas de ese prestigioso tribunal (31) .

En esa misma tendencia, se recalcó que "el déficit en el ámbito psíquico debe ser
diferenciado del daño moral, dado que si bien ambos afectan el equilibrio espiritual del
damnificado, aquél reviste connotaciones de índole patológica. Asimismo debe ser
diferenciado de la incapacidad sobreviniente, que ha sido tipificada como la
disminución en las facultades atinentes a lo laboral y al resto de la vida social", ya que
aquél puede sólo "producir consecuencias disvaliosas en la vida interior" (32) . En ese
precedente la mayoría de los Dres. Bueres y Greco sostuvo que "las lesiones a la psiquis
no constituyen una categoría autónoma, puesto que tales lesiones pueden conculcar
intereses de índole patrimonial o moral".

En otro pronunciamiento medió una referencia concreta a que "el daño psíquico y moral
son conceptos independientes y por lo tanto los dos susceptibles de indemnización
autónoma" (33) , pero -como apunta con acierto el comentarista del fallo- esa
aseveración no se tradujo en indemnizaciones duplicadas, ya que que "el perfil
autónomo que puede encontrarse en el concepto de lesión psíquica o daño psíquico es
sólo a título de causa o fuente productora de consecuencias indemnizatorias en tanto
posee idoneidad operativa de perjuicios de diversa índole".

De cualquier modo, se considera con acierto que habitualmente la mayor repercusión


del daño psíquico, cuando revista entidad con notas de permanencia, radicará en el daño
patrimonial indirecto que "limita las posibilidades económicas de la víctima, no sólo en
el aspecto laborativo sino en su vida social y familiar" (34) .

En ciertos antecedentes se vincula la autonomía del daño a que derive "una incapacidad
que importe una lesión de tal magnitud que implique una gran alteración y perturbación
profunda del equilibrio emocional de la víctima, cuya consecuencia entrañe una
significativa descompensación que afecte gravemente su normal integración al medio
social" (35) . Empero, creemos que esta aseveración de la autonomía del daño
exclusivamente en cuanto a su intensidad está referida a que cuando la lesión adquiere
marcada magnitud su resarcimiento, sin perder su origen como daño psicológico, se
engloba en el rubro incapacidad.
Las secuelas permanentes de la lesión psíquica incluyen y conforman, junto con la
lesión física, la incapacidad sobreviniente, de acuerdo con reiterada jurisprudencia
propiciada por la Corte Federal. "Cuando la víctima resulta disminuida en sus aptitudes
físicas o psíquicas en forma permanente, esta incapacidad debe ser objeto de reparación
al margen de lo que pueda corresponder por el menoscabo de la actividad productiva y
por el daño moral, pues la integridad física tiene por sí misma un valor indemnizable y
su lesión comprende a más de aquella actividad económica, diversos aspectos de la
personalidad que hacen al ámbito doméstico, cultural o social con la consiguiente
frustración del desarrollo pleno de la vida" (36) .

Es decir que el daño psíquico que es causa de la incapacidad sobreviniente permanente


se resarce en esta partida, sin diferenciarse si esa incapacidad deriva de la minoración de
las aptitudes físicas o psicológicas. Esta pauta interpretativa es, inveteradamente,
pregonada por el alto tribunal (37) , que, diferenciando la gravedad de la alteración
psíquica, explica que "para que proceda la indemnización autónoma del daño psíquico
respecto del moral, la incapacidad a resarcir es la permanente y no la transitoria y que
debe producir una alteración a nivel psíquico que guarda adecuado nexo causal con el
hecho dañoso" (38) .

En tal caso lo que se indemniza son las secuelas psíquicas permanentes (39) , además
del reconocimiento, cuando proceda, de los gastos de atención terapéutica (40) .

En un precedente en el que, puntualmente, se analizó la incidencia del tratamiento


futuro en el rubro incapacidad por mayoría se resolvió que "si bien la pericia
psicológica practicada no expresa categóricamente que la incapacidad hallada en el
actor por la muerte de su hijo sea de carácter permanente y aun cuando se adoptara un
criterio alentador en cuanto a que el daño cesará completamente con la terapia indicada,
corresponde resarcir la incapacidad psíquica que media desde la producción del evento
dañoso y hasta la finalización de la mentada terapia" (41) . En minoría, aunque con
similar resultado indemnizatorio, se señaló que "si la pericia no establece una
incapacidad de tipo parcial y permanente la suma que corresponde otorgar sólo lo será
para subrogar los gastos por tratamiento, conforme a lo dispuesto por el art. 1086 Ver
Texto CCiv." (42) .

Este criterio está arraigado en la jurisprudencia: resulta improcedente la indemnización


por daño psicológico si las secuelas psicológicas no resultan irreversibles, pues el monto
del resarcimiento no puede ir más allá del indicado por el profesional informante como
propio para afrontar los costos del tratamiento por él recomendado (43) . También ésa es
la opinión de buena parte de la doctrina (44) .

En otro caso, y no obstante reconocer que el daño psicológico no constituye un tertius


genus, por mayoría se decidió que "debe ser indemnizado en forma independiente como
daño patrimonial futuro y cierto cuando se trata de resarcir el costo de un tratamiento
psicológico" (45) . La minoría sostuvo que es "improcedente otorgar una indemnización
por daño psicológico en forma independiente del daño moral o material, pues ella debe
ser tenida en cuenta al justipreciar la cuantía de estos daños, considerando los
sufrimientos que la lesión psicológica puede engendrar o valorando el costo de la
terapia dentro del daño material". La diferencia, más bien dogmática, radica en la
extensión del resarcimiento, ya que la mayoría, ponderando la posibilidad de
recuperación de la actora con el tratamiento y la facultad judicial para apartarse del
dictamen pericial sobre la base de las máximas de experiencia, estimó ese daño en
concepto de "gastos futuros", sin acoger totalmente los fijados por el perito psiquiatra
, que los cuantificó en una suma mayor, tal como lo postuló la minoría.

En orden a este punto acerca del reconocimiento de la procedencia y cuantía del los
tratamientos psicológicos y terapéuticos, se los admite sin retaceos, estimándose la
frecuencia y costo de las sesiones semanales de terapia, sobre la base de las
circunstancias del caso, y, si correspondiere, la interconsulta psiquiátrica, por ejemplo,
por el "síndrome depresivo reactivo del actor, en período de estado moderado, con un
elevado montante de angustia" (46) .

Un aspecto interesante se presenta en el efecto ulterior del tratamiento psicoterapéutico


sobre el estado del paciente, ya que corresponde partir de la presunción de que "hay que
ser necesariamente optimista sobre la base de la intensidad de los tratamientos pues de
lo contrario se caería en una actitud anticientífica que prácticamente privaría de eficacia
a la actuación de los especialistas" (47) .

Cuando la psicoterapia -se puntualizó- tiene probabilidades serias de neutralizar la


patología derivada del accidente, otorgar una indemnización por el daño psíquico o
psicológico duplicaría el resarcimiento (48) .

En parecido sentido se falló que "no debe olvidarse que si se reclama el costo del
tratamiento, el juzgado debería partir de la hipótesis positiva, en el sentido de que la
terapia reducirá el menoscabo que el daño psicológico implica, salvo que el peticionario
padezca deficiencias intelectuales muy serias que tornen enormemente dudoso que ello
ocurra. Por lo tanto, la cantidad que se conceda para sufragar el tratamiento tiene que
reducir lo que correspondería en caso contrario, para compensar el detrimento padecido
en el área psíquica" (49) .

Ello conduce a la conclusión -en decisiones jurisprudenciales recogidas por los autores-
de "considerar que es improcedente la indemnización del daño psíquico o psicológico y
de su respectivo tratamiento, pues debe concederse uno u otro cuando la psicoterapia
tiene probabilidades serias de remitir la patología originada del hecho ilícito. De lo
contrario, se duplicaría el resarcimiento" (50) .

En esa orientación, se expresó que cuando el tratamiento es suficiente para mejorar al


paciente no subsistiendo posteriores secuelas corresponde reconocer exclusivamente el
valor de la asistencia médica como sustitutivo del daño psíquico, ya que éste se curará
(51) .

Retomando la ilación en torno a la autonomía del daño en examen, otra postura es más
proclive a puntualizar sus repercusiones duales, materiales y morales, sin hacer mayor
hincapié en su independencia ontológica.

En ese sentido se expresa que: "...el daño psicológico no constituye un tercer género de
daños entre el moral y el patrimonial, pues el padecimiento de una lesión de este tipo
puede incidir en forma indistinta y aun simultánea tanto en el daño moral como en el
daño emergente" (52) .
Puntualizando estas nociones, se afirmó que "bajo la denominación genérica de daño
psicológico cabe distinguir dos aspectos perfectamente diferenciables: a) el deterioro
psíquico en sí, que puede tener consecuencias dañosas en el campo económico o
repercusión en la órbita espiritual, o en ambas esferas al mismo tiempo; y b) los gastos
de tratamiento especializado para disminuir los trastornos psicológicos, para procurar su
superación o para evitar el agravamiento" (53) . Tan es así, que "es correcto subsumir el
daño psíquico en la reparación del daño material y en la del moral porque el daño en el
psiquismo puede determinar una incapacidad resarcible o bien el derecho al costo de los
tratamientos apropiados para evitarla, pero también en agravio moral, sin que tales
conceptos sean necesariamente excluyentes" (54) .

"Las lesiones psíquicas configuran perjuicios indemnizables, ya que pueden importar un


daño patrimonial indirecto en tanto producen deterioros orgánicos, que impiden o
dificultan el ejercicio habitual de la actividad laborativa de la víctima y en todo caso
infligen un daño no patrimonial directo al disminuir o afectar de cualquier modo la
integridad personal de aquélla" (55) .

En palabras de calificados autores: "...el daño psíquico no es una categoría autónoma,


por lo que debe ser computado si resulta indemnizable dentro del rubro daño moral o
dentro del acápite daño patrimonial, o en ambas a la vez, según las particularidades del
caso, pero en ningún caso cabe su resarcimiento autónomo. Además, el resarcimiento de
las lesiones físicas y psíquicas debe en principio englobarse en un solo rubro
indemnizatorio, pues la medida del daño causado a la persona debe apreciarse en lo que
representa como alteración y afectación no sólo del ámbito físico sino también del
psíquico" (56) .

La tesis clásica se inclina por la ausencia de autonomía del daño psíquico, que -al igual
que otras categorías como el daño, la vida de relación- repercute en la órbita patrimonial
o moral, sea que se entienda que el daño es la minoración de un interés jurídico o que se
trata de las consecuencias desfavorables que la lesión genera en el patrimonio o en el
espíritu (57) . "Corresponde precisar que la lesión estética y el daño a la vida de relación
no constituyen un tercer género diferente del daño extrapatrimonial y material (arts.
1066 Ver Texto , 1067 Ver Texto , 1068 Ver Texto , 1069 Ver Texto , 1078 Ver Texto ,
1079 Ver Texto , 1083 Ver Texto , 1084 Ver Texto , 1086 Ver Texto y concs. CCiv.).
Debe tenerse en cuenta que en nuestro régimen jurídico no existe un tercer género de
daños como podría ser el daño síquico, o el daño a la vida de relación, o el daño a la
persona, etc. Todos ellos reflejan un concreto daño en sentido naturalístico que en
cuanto tal puede repercutir sobre determinados intereses de la persona. Por ello los
daños naturalísticos son diversos rubros en los que se puede descomponer la
indemnización del daño patrimonial y moral. En el daño a la integridad psicofísica
sucede exactamente lo mismo. Todas las lesiones de las que puede ser víctima un ser
humano (a la psiquis, a la identidad, a la expectativa de vida, a la estética, esterilidad,
etc.) son distintos rubros del daño indemnizable que en el medida que repercuta en
intereses patrimoniales y extrapatrimoniales dará lugar a las correspondientes
indemnizaciones" (58) .

Este criterio dirimente también es acogido por otros tribunales (59) .

El costo del tratamiento profesional lo estimó la sala H de la C. Nac. Civ., en un caso,


en $ 65, sobre la base del dictamen pericial (60) ; otro tribunal, en $ 40, también
conforme a la pericia psicológica (61) . En la praxis judicial existe un criterio, en
ausencia de prueba pericial, que opera como una suerte de presunción iuris tantum
respecto del costo de las sesiones psicoterapéuticas, con valores que oscilan entre $ 40 y
$ 65, criterio al que incluso se acude para limitar cuantías resarcitorias
desproporcionadas. Por ejemplo, se añadió como argumento decisorio en otro caso "el
amplio margen de oferta sobre el particular, lo que es de público conocimiento" (62) .

Las salas A y F de la Cámara Nacional Civil fijaron en ocasiones ese rubro en $ 50


(63) .

Como lo dijimos en otra oportunidad, en toda esta cuestión del distingo intelectual de
los nuevos daños y en el otorgamiento de indemnizaciones diferenciadas o como
integrantes de otras partidas gravita hondamente la concepción amplia de la incapacidad
psicofísica que opera como norma abierta y residual, ya que se sostiene que "el
resarcimiento por incapacidad comprende, con excepción del daño moral, todos los
supuestos susceptibles de reparación patrimonial, incluso los daños a la salud y a la
integridad física y psíquica" (64) .

En suma, y pese a que la cuestión no es pacífica, prevalece la opinión que confiere


autonomía dogmática al daño psicológico pero que resarcitoriamente lo incluye -aunque
discriminando su incidencia- en el daño patrimonial, indemnizando el costo, actual o
futuro, de la asistencia psicoterapéutica, o la afectación a la capacidad sobreviniente de
la víctima y en el daño patrimonial.

Pareciera que concurren dos clases de umbrales convergentes: cuando la lesión


extrapatrimonial adquiere cierta entidad e intensidad supera el nivel del daño moral y se
instala en la lesión psíquica, independiente de aquél. También, y cuando la afectación
repercute en la actividad de la persona, no sólo en el orden laborativo, sino que además
de que incide en otros ámbitos no lucrativos y reviste cierta gravedad y permanencia, se
la ubica en la incapacidad sobreviniente (art. 1086 Ver Texto CCiv.).

III. PRUEBA, VALORACIÓN Y CONCAUSALIDAD

1. La prueba de la existencia y cuantificación del daño a las personas presenta en


general particulares dificultades a las que en lo atinente al daño psicológico se añaden
otros ingredientes específicos. La prueba pericial -psicológica, psiquiátrica,
psicoanalítica- reviste carácter decisivo y determinante y presenta singularidades
especialmente sobre su producción.

En este medio de prueba el control de la contraparte es más limitado, ya que,


generalmente, las conclusiones son el resultado de evaluaciones personales y familiares,
de entrevistas, técnicas proyectivas y otros estudios que no siempre son gráficos ni están
documentados y corresponden a apreciaciones científicas subjetivas del perito
evaluador. La víctima no puede exhibir a la contraria las radiografías, los análisis,
estudios complementarios, historia clínica, etc., propios de los daños físicos (65) .

Además, en el cometido en la tarea pericial se advierte la dificultad de evaluar las


condiciones psicológicas y de otra índole predisponentes del damnificado -aspecto no
siempre puntualmente abordados por el peritaje-.
En este punto y para discernir la predisposición del sujeto para activar, desarrollar y
desencadenar el daño psicológico, primero, y elaborarlo y superarlo, después, se parte
obviamente del presupuesto de la plena y anterior capacidad del sujeto, de modo
equivalente a la presunción de salud física en el caso de lesiones a la integridad de la
persona. Pero en éstas es más fácil desde el punto de vista médico y científico acreditar,
en su caso, la enfermedad preexistente. Se puede acudir a una historia clínica o a otros
registros que den cuenta del estado de salud anterior del damnificado. En cambio, ello
es más arduo en el terreno psicológico, no sólo porque -salvo supuestos
excepcionalísimos- no se suele contar con previos estudios (psicodiagnósticos, tests,
evaluaciones, etc., generalmente para exámenes preocupacionales), sino también porque
se presenta en este caso duda sobre la confidencionalidad de esa información sensible.

La carga de la prueba del daño incumbe a la víctima. Analizando registros


jurisprudenciales, se concluyó con un criterio dirimente: "...cuando no existen daños a la
salud física, la vida no ha corrido objetivamente ningún peligro, la persona que invoca
el daño es adulta (ni anciano ni niño), con capacidad física plena (no es discapacitado,
ni adolece de otro tipo de disminuciones físicas), el accidente no presenta caracteres
catastróficos, etc., los jueces no deben, como regla, sin prueba pericial confiable,
acordar indemnizaciones por daño material, moral o autónomo" (66) .

Se puntualizó que "el perito, especialmente cuando se trata de incapacidades psíquicas,


debe consignar con toda claridad en qué consiste y cómo verificó tal afección; cómo
afecta concretamente al damnificado y en función de qué parámetros determinó la
incapacidad resultante, o sea, la merma de las facultades preexistentes y los
fundamentos por los cuales atribuye permanencia a la misma. Todo ello en el contexto
de una explicación detallada de las operaciones técnicas realizadas y de los principios
científicos en los que funda su opinión. Haciéndolo así, posibilita cabalmente el debido
análisis de la fuerza probatoria de la pericia a la luz de las reglas de la sana crítica, en
concordancia con las demás pruebas y elementos de convicción obrantes en la causa
(arts. 474 Ver Texto , 384 Ver Texto y concs. CPCC. Bs. As.)" (67) .

Ello requiere, claro está, la prueba de la relación causal del daño psíquico que padece la
accionante con el ilícito (68) .

Un aspecto singular radica en la detección de la eventual simulación de la enfermedad


anterior, frente a lo cual se decidió que tanto "la simulación como la siniestrosis son
conductas conscientes y voluntarias que pueden ser percibidas por los especialistas en la
entrevista diagnóstica o en la aplicación de la batería psicodiagnóstica que se realizó"
(69) .

En torno al criterio para evaluar la extensión y costo del tratamiento psicoterapéutico se


señaló que si no obstante "su considerable extensión y elevado costo no se lo ha
emprendido desde que se produjo el infortunio, ello permite presumir la escasa
predisposición a llevarlo a cabo o bien que no resulta indispensable la observancia de
una terapia tan prolongada y costosa" (70) .

2. Un aspecto de marcado y anticipado interés es el de la incidencia de la concausa, es


decir, la medición y determinación de la gravitación que en el total del daño representan
las condiciones predisponentes del sujeto. De allí que la estructura psíquica preexistente
de la víctima puede concurrir con el hecho lesivo en la configuración del daño, para lo
cual se han esbozado tres criterios:

Por un lado, y en postura casi abandonada, el daño psíquico sería irrelevante si agravó la
personalidad de base.

Una tesis opuesta, criticada por Taraborrelli, indemniza todo el daño cuando el
accidente no es su causa exclusiva y sólo actúa como factor desencadenante, lo que
importa aplicar la teoría de la indiferencia de la concausa (71) .

Finalmente, una postura ecléctica o intermedia, seguida por Zavala de González, postula
deslindar las concausas por aplicación de los principios generales que rigen la relación
causal, pero diferenciando las simples tendencias o predisposiciones del sujeto -dentro
del difícil concepto de "normalidad" en la psiquiatría- de los estados patológicos
consolidados (72) .

En aplicación de estos principios, en un caso puntual se comprobó mediante el dictamen


pericial que el accidente guardó relación causal del 50% con la incapacidad psíquica, ya
que sólo agravó la neurosis reactiva del actor anterior al accidente (73) .

Desde la postura más restrictiva se parte del presupuesto de que "el causante del hecho
ilícito sólo debe cargar con las consecuencias del daño psicológico derivado de aquel
hecho y paliar exclusivamente esas secuelas, pues las que aparezcan teniendo como
etiología una estructura de personalidad proclive a la descompensación y la derivada
ampliación del perjuicio no deben ser receptadas" (74) . Pero con esa base se arribó a la
conclusión, que creemos no debe aplicarse con generalidad y respecto de la cual
tenemos reservas, que sostiene que "a los efectos de evaluar el daño psíquico debe
tenerse en cuenta que en un individuo sano las perturbaciones pueden conmover
momentáneamente el equilibrio por un lapso de tiempo pero lo normal es que pueda
evitar el acarreamiento de connotaciones de índole patológicas a través de sus propias
defensas" (75) .

En análogo orden de ideas, analizando con detenimiento esta cuestión, se decidió que
"los daños psíquicos, aun desencadenados por un factor traumático (el hecho que obliga
a responder) tienen siempre cierta relación con la personalidad de la víctima. Este
vínculo despierta diversas dudas al efecto de establecer la debida conexión causal entre
el hecho y la afección psíquica. Por ende, cuando no se ha determinado el grado de
incidencia concausal, corresponde aplicar la tesis intermedia, mediante la cual siguiendo
una práctica judicial se distribuye en un 50% el grado de incidencia del factor causal y
desencadenante que lo exacerbó" (76) .

Adscribiéndose a una posición más intermedia, se argumentó que "las personas,


individualmente consideradas, presentan rasgos distintos no sólo en lo físico sino
también en lo anímico. No todas reaccionan de la misma manera ante circunstancias
traumáticas: unas las absorben rápidamente y no inciden en su vida de relación; otras,
por el contrario, pueden superarlas después de mucho tiempo o bien la somatizan,
influyendo el medio ambiente y las limitaciones que la vida moderna impone" (77) . Por
ello, y especialmente si el estado anterior era desconocido o no fue probado, se decidió
que "procede el pago de la indemnización por el total del daño psíquico, pues no es
necesario que el hecho atribuido al responsable del daño sea la única causa del mismo,
bastando con que sea un requisito sine qua non de su producción" (78) .

Lo mismo -es decir, el resarcimiento total- cabe si el "accidente acentuó todos los
síntomas que la actora portaba" (79) .

De ese modo, y con acierto, en nuestra opinión, se propicia diferenciar las


predisposiciones o condiciones de la víctima de las situaciones realmente patológicas
previas en las que el hecho sólo ha obrado como elemento detonante. En el primer caso
la resarcibilidad del daño no queda eliminada por su concatenación con una estructura
de la personalidad, así como en el caso de lesiones físicas su gravedad no se acentúa por
ser "débil" la víctima (80) .

En un precedente, analizando la cuestión, la Corte Nacional resolvió: "...debe dejarse sin


efecto la sentencia que rechazó la reparación del daño psicológico reclamada por el
actor por la muerte de su concubina ya que el juzgador al argumentar que la existencia
de concausalidad no le permitía determinar el porcentaje de incapacidad atribuible al
hecho omitió considerar las conclusiones brindadas por el perito psiquiatra , quien
otorgó un 35% de incidencia al hecho nocivo, mientras que atribuyó el 25% restante a
su personalidad previa" (81) .

Sistematizando jurisprudencia, señala Highton que "la indemnización por daño psíquico
sufrido por la víctima es procedente aunque el accidente de tránsito no sea la causa de
todos los males si los ha reforzado" (82) .

IV. CONSIDERACIONES CONCLUSIVAS

El muestreo jurisprudencial precedente permite formular algunas aproximaciones


conclusivas que reflejen, al menos en parte, las principales pautas directrices vigentes.

El daño psicológico, y aunque la cuestión no es unívoca, es un daño conceptualmente


autónomo, pero que -por vía de principio- se resarce en las partidas daño patrimonial o
extrapatrimonial, o en ambas. Es decir, no constituye un tercer género de daños a los
fines de su indemnización, ya que en forma indistinta o simultánea puede constituir un
daño patrimonial, emergente o lucro cesante, por las erogaciones de asistencia
psicológica y psiquiátrica y farmacológica, y por la incapacidad permanente que
produce, y a la vez un daño moral por los dolores, molestias y padecimientos
extrapatrimoniales.

El daño psíquico en cuanto lesión a la integridad de la persona humana presenta un


doble umbral a partir del cual se diferencia del daño moral y de la incapacidad
sobreviniente. Cuando la entidad y gravedad de las repercusiones anímicas disvaliosas,
perturbaciones, aflicciones, angustias, etc. tienen carácter patológico y cuando la
afectación patrimonial a las actitudes laborativas o productivas se torna permanente se
indemnizan como daño psíquico. En la praxis judicial no se advierte, más allá de las
postulaciones dogmáticas y de los rubros y denominaciones formuladas para indemnizar
a la lesión psíquica, que signifique un tertium genus resarcitorio que se superponga con
las partidas clásicas, duplicando el mismo daño en sentido jurídico.
Las condiciones y factores predisponentes de la víctima deben ser ponderadas para
menguar el débito resarcitorio del responsable y operan como concausa exonerativa
cuando se trata de estructuras psíquicas con rasgos de enfermedad o de patologías
preexistentes.

Se trata, como lo señalamos en otra ocasión y desde otro lugar, de indemnizar el daño
injustamente sufrido por el damnificado, que atienda a toda la afectación a la integridad
psicofísica de la persona, considerando y discriminando los distintos rubros que la
componen y constituyen, incluyendo -claro está- al daño psicológico.

NOTAS:

(1) Nos ocupamos del tema en "Acerca de los nuevos daños a la persona", inédito a la
fecha y de próxima publicación en La Ley.

(2) Sup. Corte Bs. As., Ac. L. 41225, 14/3/1989, "Vázquez, Ángel E. V. Compañía Ind.
Ganadera Penta s/daños y perjuicios", DJJ 136-149.

(3) C. Nac. Civ., sala H, 14/6/1996, "Fioriti, Elvira v. Maldonado, Ramón y otros", con
nota de Casiello, Juan J., "Sobre el daño moral y otros pretendidos `daños'", LL 1997-A-
177.

(4) Zavala de González, Matilde, "Daños a las personas: integridad psicofísica" t. 2-A,
1990, Ed. Hammurabi, p. 231.

(5) Kemelmajer de Carlucci, Aída, "Breves reflexiones sobre la prueba del llamado
daño psíquico. Experiencia jurisprudencial", en Revista Derecho de Daños, n. 4, "La
prueba del daño I", Ed. Rubinzal-Culzoni, p. 134, pto. II, siguiendo la postura de Zavala
de González.

(6) C. Nac. Civ., sala K, 14/12/2001, "B., P. y otro v. Campos, Jorge A. y otros", voto
del Dr. Moreno Hueyo, con nota de Taraborrelli, José N., "¿Fue responsabilidad
contractual o extracontractual por el hecho ajeno?", LL 2002-D-124.

(7) Milmaiene, José E., "El daño psíquico", en Ghersi, Carlos A., "Los nuevos daños:
soluciones modernas de reparación", 1995, Ed. Hammurabi, p. 74, pto. 15.

(8) Ghersi, Carlos A., "Valuación económica del daño moral y psicológico: daño a la
psiquis", 2000, Ed. Astrea, p. 172, ns. 27, 36 y 37.

(9) Daray, Hernán, "Daño psicológico", 1995, Ed. Astrea, p. 16, pto. 4 (conf. in extenso
los distintos criterios y posturas que analiza).

(10) C. Nac. Fed. Civ. y Com., sala H, 26/11/1996, causa 39359-S, "Becker, Marcelo v.
Estado Nacional", LL 1998-B-798.

(11) Kraut, Alfredo J., "Los derechos de los pacientes", 1997, Ed. Abeledo-Perrot, p.
140, pto. 23.

(12) Taraborrelli, José N., "Daño psicológico", JA 1997-II-11.


(13) C. Nac. Civ., sala B, 4/4/1997, "N., S. J. v. Valez, Guillermo I.", LL 1998-A-167.

(14) C. Nac. Civ., sala F, 7/9/2004, "Varela, Juan C. y otro v. Lloyds TSB Bank s/daños
y perjuicios", voto del Dr. Zannoni, en Boletín del Departamento de Derecho Privado II,
Facultad de Derecho (UBA.), n. 148/04, del 17/9/2004.

(15) Fernández Madero, Jaime, "La responsabilidad profesional de los psiquiatras,


psicólogos y psicoanalistas. El daño psíquico", LL 2002-F-1345.

(16) C. Nac. Civ., sala B, 16/11/1999, "P., B. D. v. Zunino de Cardoner, Laura M. y


otros" Ver Texto , LL 2000-D-493, voto del Dr. Sansó, siguiendo el concepto de Daray,
con nota aprobatoria de Xantos, "Autonomía científica, conceptual y jurídica de los
daños moral, estético y psicológico".

(17) Mosset Iturraspe, Jorge, "Daño moral. Noción. Crítica a la denominación. Daño
extrapatrimonial. Daño a la persona", Revista Derecho de Daños, n. 6, "Daño moral",
1999, Ed. Rubinzal-Culzoni, p. 6; Fernández Sessarego, Carlos, "Nuevas reflexiones
sobre el daño psíquico", Revista Responsabilidad Civil y Seguros 2000-135.

(18) Fernández Sessarego, Carlos, "Nuevas reflexiones sobre el daño psíquico", Revista
Responsabilidad Civil y Seguros 2000-135.

(19) Fernández Madero, Jaime, "La responsabilidad profesional de los psiquiatras,


psicólogos y psicoanalistas. El daño psíquico", LL 2002-F-1345.

(20) Cipriano, Néstor A., "El daño psíquico (sus diferencias con el daño moral)", LL
1990-D-679.

(21) C. Nac. Civ., sala E, 11/7/2000, "Ferreyra, Juan C. y otro v. Emanuele, Diego J. y
otro", LL 2000-E-461, voto del Dr. Calatayud, con nota aprobatoria de Xantos, "El daño
psicológico. Un plenario de la Cámara Civil inevitable", LL 2000-E-459.

(22) C. Nac. Civ., sala E, 11/4/2002, "Silva, Alejandro v. García Gabino, Emilio" Ver
Texto , voto del Dr. Dupuis, en Lexis n. 30010162.

(23) C. Nac. Civ., sala H, 27/6/2000, "Cernevale, Luis A. v. Microómnibus Norte S.A. y
otros", voto del Dr. Kiper, revista Responsabilidad Civil y Seguros 2001-171.

(24) Zavala de González, Matilde, "Daños a las personas: integridad psicofísica", n. 58,
t. 2.A, p. 238 y ss.

(25) Para ampliar in extenso, Puebla, María B., Ríos Becker, Julio F. y Otero, Mariano
C., "Actualización de jurisprudencia en materia de daños psíquico y tratamiento
psicológico", elDial-DC16 A.

(26) Cipriano, Néstor A., "El daño psíquico (sus diferencias con el daño moral)" cit.

(27) C. Nac. Com., sala D, 13/6/2002, "Sánchez, Héctor O. v. Bernardino Rivadavia


Coop. de Seg. Ltda", JA 2004-II, síntesis Ver Texto .
(28) C. Civ. Com. y Lab. Rafaela, 17/10/2003, "Bartmus, Carlos R. v. Suárez de Maggi,
Élida A. y u otros", LL Litoral 2004-456.

(29) C. Nac. Civ., sala M., 28/2/1994, "Garriga, Olga v. El Puente S.A.", JA 1994-IV-
695 Ver Texto ., con voto en primer término del Dr. Daray.

(30) C. Nac. Civ., sala H, 27/6/2000, "Carmenale, Luis v. Microómnibus Norte S.A. y
otros s/daños y perjuicios".

(31) Conf. in extenso los distintos criterios en Puebla, María B., Ríos Becker, Julio F. y
Otero, Mariano C., "Actualización de jurisprudencia en materia de daños psíquico y
tratamiento psicológico" cit.; Loizaga, Eduardo, "Daño moral: ¿existen como categorías
autónomas las lesiones psíquicas o estéticas?", cit. en "Derecho Privado: libro homenaje
a Alberto J. Bueres".

(32) C. Nac. Civ., sala D, 16/6/1992, "Peralta, Antonio v. Hernán, Ramón E." Ver
Texto , LL 1992-E-25, voto de la minoría del Dr. Daray.

(33) C. Nac. Trab., sala 3ª, 31/10/1991, "Lencina, Sergio v. Industria Bulonera
Argentina", DT LII-A-134, con nota de Pose, Carlos, "El daño psíquico y el daño moral,
¿son términos identificables?".

(34) C. Nac. Civ., sala G, 3/11/1993, "Luna, Juan B. v. Delfino, Antonio M.", LL 1994-
C-51.

(35) C. Nac. Civ., sala L. 8/10/2002, "Kloster, Patricia E. v. Jardín Zoológico de la


Ciudad de Buenos Aires", con primer voto del Dr. Pascual, revista Responsabilidad
Civil y Seguros 2002-94.

(36) Corte Sup., 19/8/1999, "Irala Aguayo, Abundio v. Tribunal de Cuentas de la


Provincia de Formosa s/daños y perjuicios" Ver Texto , Fallos 322:1793.

(37) Corte Sup., 1/12/1992, in re "Pose José v. Provincia de Chubut y otro", Fallos
315:2835, JA 1993-II, síntesis Ver Texto ; íd., in re "Zacarías Claudio v. Provincia de
Córdoba", Fallos 321:1125, JA 1999-I-361 Ver Texto .

(38) Corte Sup., 29/6/2004, "Coco, Fabián v. Provincia de Bs. As. y otros s/daños y
perjuicios".

(39) Corte Sup., 20/3/2003, "Lemma, Jorge H. v. Provincia de Bs. As. y otros s/daños y
perjuicios".

(40) Corte Sup., 9/11/2000, "Saber, Ciro A. v. Provincia de Río Negro" Ver Texto ; íd.,
29/6/2004, "Coco, Fabián A. v. Provincia de Buenos Aires y otros s/daños y perjuicios";
íd., 21/5/2002, "Camargo, Martina y otros v. Provincia de San Luis y otro", JA 2003-II-
275 Ver Texto , con nota de Rubén Compagnucci de Caso.

(41) C. Nac. Civ., sala M, 9/11/1998, "Serrano, Carlos A. y otro v. Edenor S.A.", JA
2001-I-289, voto de la mayoría de los Dres. Daray y Álvarez (en ese sentido, C. Nac.
Civ., sala M. 28/2/1994, "Garriga, Olga v. El Puente S.A.", JA 1994-IV-695 Ver Texto ;
C. Nac. Civ. sala G, 9/2/1999, "Fleitas, Eduardo A. v. Subterráneos de Buenos Aires
s/daños y perjuicios", ED 184-333).

(42) C. Nac. Civ., sala M., 9/11/1998, "Serrano, Carlos A. y otro v. Edenor S.A." Ver
Texto cit., voto en disidencia del Dr. Gárgano.

(43) C. Civ. y Com. San Nicolás, sala 1ª, 20/5/2003, "Hermida, Irma v. San Eduardo
Ltda. S.C.A. y otro", DJ 2004-2-1257, con nota de Labombarda, Martín, "El vicio de la
lesión subjetiva y el daño resarcible a la luz de un fallo ejemplar".

(44) Taraborelli, José L., "Daño psicológico" cit., recogida por la sala 1ª de la Cámara
de La Matanza, 8/7/2004, "Di Franco, Cristian J. v. Ministerio de Salud de la Provincia
de Buenos Aires", LL 2004-1125.

(45) C. Civ. y Com. San Isidro, sala 1ª, 16/10/2001, "C., C. B. v. Clínica Privada
Presidente Derqui", LL 2002-120, voto de la mayoría de los Dres. Arazi y Cabrera, con
disidencia de la Dra. Medina.

(46) C. Nac. Civ., sala A, 19/12/2003, "M., G. v. M. C., C. A.", JA 2004-III, fasc. 6, p.
27, del 11/8/2004, con nota de Kraut, Alfredo J., "Un polémico fallo reciente trae a la
escena legal, dramáticamente, el eminente principio freudiano de la abstinencia".

(47) C. Nac. Civ., sala G, 9/2/1999, "Fleitas, Eduardo A. v. Subterráneos de Buenos


Aires s/daños y perjuicios", voto del Dr. Montes de Oca, ED 184-333.

(48) C. Civ., y Com. San Martín, sala 1ª, 5/2/2004, "Reinoso, Roberto v. Cataldo, Rafael
y otros", JA 2004-III, fasc. 11, p. 88.

(49) C. Nac. Civ., sala F, 6/9/2000, "Ferraiolo, Enrique A. v. Edenor S.A. y otro s/daños
y perjuicios (Acc. Trán. v. Les. o muerte. Sumario" Ver Texto ), voto de la Dra. Highton
de Nolasco, con reenvío a Daray, Hernán, "Daño psicológico" cit., p. 54.

(50) Trigo Represas, Félix y López Mesa, Marcelo J., "Tratado de la responsabilidad
civil. El derecho de daños en la actualidad: teoría y práctica" cit., t. IV, p. 703, con
reenvío a fallo de la C. Nac. Civ., sala C, 14/4/1999, "Militello, Norberto C. v. Expreso
Villa Galicia San José S.R.L.", LL 1999-E-740 y DJ 2000-1-431.

(51) Higthon, Elena, "Accidentes de tránsito. Daño resarcible como lucro cesante y
daño emergente en caso de lesiones a las personas, desde la óptica de los jueces", en
Revista de Derecho de Daños, n. 2, "Accidentes de tránsito II", p. 54; C. Nac. Civ., sala
1ª, 23/6/2000, "F. M. N. v. V. G. D. y otros", LL 2001-B-722.

(52) C. Civ. y Com. San Isidro, sala 1ª, 16/10/2001, "F., C. B. v. Clínica Privada
Presidente Derqui", LL 2002-120 (por unanimidad); C. Nac. Civ., sala D, 16/6/1992,
"Peralta, Antonio v. Hernán, Ramón E." Ver Texto , LL 1992-E-25 cit., voto de la
mayoría de los Dres. Bueres y Greco, con disidencia del Dr. Daray.

(53) C. Nac. Civ. y Com. Fed., sala 2ª, 3/2/2004, "Della Sala, Mauricio A. v. Estado
Nacional", voto del Dr. Vocos Conesa.
(54) C. Civ. y Com. San Isidro, sala 2, 25/3/2004, "D'Angelo, Alejandro v. Strina, Juan
C. y otros" cit., LL 2004-908; en parecida orientación, C. Nac. Civ., sala G, 10/7/2000,
"Murúa, José A. v. Transportes Metropolitanos Roca S.A.", voto del Dr. Bellucci, LL
2000-E-465.

(55) Trib. Trab. Lanús, n. 2, 26/5/1997, "Romero, Mirta I. v. Papelera General Belgrano
S.A.", LL 1997-1017.

(56) Trigo Represas, Félix y López Mesa, Marcelo J., "Tratado de la responsabilidad
civil. El derecho de daños en la actualidad: teoría y práctica", t. IV, 2004, Ed. La Ley, n.
1.D.

(57) C. Nac. Civ., sala D, 3/10/1995, "P., M. O. v. Establecimiento Geriátrico La


Residencia S.R.L." Ver Texto , con primer voto del Dr. Bueres, en LL 1996-E-9, con
anotación de Vázquez Ferreyra, Roberto, "Interesantes aportes en un fallo sobre
responsabilidad civil de establecimientos asistenciales".

(58) Vázquez Ferreyra, Roberto A., "Importantísimos aspectos del Derecho de daños",
en anotación a fallo de la C. Nac. Civ., sala D, 28/2/1996, "G. F. M. y otro v. Centro
Médico Lacroze y otros" Ver Texto , en "Curso de actualización de Derecho Procesal.
Temas de apoyo. Prueba", Ed. Fundesi, p. 229.

(59) En ese sentido: C. Civ y Com. Azul, sala 2ª, 25/11/2003, causa 45939, "Lucero,
Emilio R. y otros v. Suardíaz, Marta y otros s/daños y perjuicios"; íd., 12/7/1996,
"Ermaliuk, Héctor G. v. Compañía de Seguros La Tandilense S.A.", JA 1997-III-213
Ver Texto .

(60) C. Nac. Civ., sala H, 27/6/2000, "Carnevale, Luis A. v. Microómnibus Norte S.A. y
otros s/daños y perjuicios", voto del Dr. Kiper, Lexis n. 70005598, revista
Responsabilidad Civil y Seguros 20001-171.

(61) C. Civ. y Com. La Matanza, sala 1ª, 8/7/2004, "Di Franco, Cristian J. v. Ministerio
de Salud de la Provincia de Buenos Aires", LL 2004-1125.

(62) C. Nac. Civ., sala E, 13/12/2002, "D. P., J. L. v. Portezuelo S.R.L. y otro" Ver Texto
, revista Responsabilidad Civil y Seguros 2003-525, voto del Dr. Mirás.

(63) C. Nac. Civ., sala A, 19/12/2003, "M. G. v. M. C., C. A.", cit. en JA 2004-III, fasc.
6, y C. Nac. Civ., sala F, 15/12/1997, "López Cernadas, Santiago v. Ferrera, José C. y
otro s/daños y perjuicios".

(64) C. Nac. Civ., sala C, 17/6/2003, "Carabcievschi, Emiliano v. Hospital Británico de


Buenos Aires", DJ 2004-1-507, voto del Dr. Saguier.

(65) Ver De Barrio, Ángel R., "La pericia psicológica del daño psíquico", en Revista
Derecho de Daños 2002-1, "Accidentes de tránsito", p. 409.

(66) Kemelmajer de Carlucci, Aída, "Breves reflexiones sobre la prueba del llamado
daño psíquico. Experiencia jurisprudencial" cit., en Revista Derecho de Daños, n. 4, p.
131.
(67) C. Civ. y Com. Quilmes, sala 2ª, 4/5/2001, "Riberi, Lidia P. y otros v. Compañía
Ómnibus 25 de Mayo Línea 278 S.A. s/daños y perjuicios", elDial-W14 F16; C. Civ. y
Com. Quilmes, sala 2ª, 2/5/2001, "Dodda de Leal, Mabel G. J. v. Carrefour Argentina
S.A. s/daños y perjuicios", elDial-W14 F07.

(68) C. Civ. y Com. San Isidro, sala 1ª, 27/8/2002, "Baldascino, Angélica v. Empresa de
Transporte Gral. Roca s/daños y perjuicios", elDial-SI96.

(69) C. Nac. Civ., sala F, 8/9/1998, "Narda ,Miguel v. Municipalidad de la Ciudad de


Buenos Aires", JA 2000-I-452.

(70) C. Nac. Civ., sala A, 5/3/1998, "G., A. y otro v. Sociedad Italiana de Beneficencia
en Buenos Aires", LL 1999-B-45.

(71) Taraborrelli, José N., "Daño psicológico" cit.

(72) Zavala de González, Matilde, "Resarcimiento de daños. Daño a las personas" cit.,
p. 259.

(73) C. Nac. Civ., sala A, 21/2/2003, "F., D. A. v. Ferrovías S.A.C. s/daños y perjuicios",
con nota de Martorell, Jorge E., "Daño a pasajeros: concurrencia de culpas", ED del
15/6/2004, p. 2.

(74) C. Nac. Civ., sala J, 9/2/2000, "P., C. A. y otros v. Herrera de Noble, Ernestina y
otro", LL 2000-E-717.

(75) C. Nac. Civ., sala J, 9/2/2000, "P., C. A. y otros v. Herrera de Noble, Ernestina y
otro" cit.

(76) C. Civ. y Com. La Matanza, sala 1ª, 16/3/2004, "Aguirre, Graciela B. v. Transporte
Ideal San Justo y otros s/daños y perjuicios", en elDial-AA1 F9D.

(77) C. Civ. Com. Minas Paz y Trib. Mendoza, sala 3ª, 18/2/2004, "Carrizo, José H. v.
Páez, Julio H. y otros" Ver Texto , JA 2004-III, síntesis.

(78) C. Civ. y Com. San Isidro, sala 2ª, 29/5/2003, "Chávez, Teresa O. v. Municipalidad
de San Fernando" Ver Texto , JA 2004-III, síntesis.

(79) C. Nac. Civ., sala K, 12/8/2004, "Bohun, Amalia C. v. Municipalidad de la Ciudad


de Buenos Aires", revista Responsabilidad Civil y Seguros, p. 127.

(80) Zavala de González, Matilde, "Doctrina judicial. Solución de casos. 1", 1998, Ed.
Alveroni, p. 185.

(81) Corte Sup., 2/12/2003, "F., R. v. Del Rivero, Edgardo S. y otro", revista
Responsabilidad Civil y Seguros 2004-42.

(82) Highton, Elena I., "Accidentes de tránsito. Daño resarcible como lucro cesante y
daño emergente en caso de lesiones a las personas, desde la óptica de los jueces (justicia
nacional civil)", cit. en Revista de Derecho de Daños, "Accidentes de tránsito II".

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