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Los Perros de la Guerra. Mercenarios en el Mundo Antiguo.

La Revolución Militar y su Aporte al Arte de la Guerra.

Mg Esteban Darío Barral


Universidad Nacional del Centro de la Provincia de Buenos Aires

Introducción

La figura del soldado mercenario ha creado diferentes estados en el


subconsciente de quien escucha la palabra, para algunos es motivo de repulsa o
de indiferencia, y generalmente se los relaciona con el lado oscuro de los
conflictos armados. Sin embargo, en la historia militar, las fuerzas mercenarias
han estado vinculadas a numerosas campañas militares siendo su aporte más que
importante al arte de la guerra. En el mundo antiguo la aparición de soldados
profesionales ocasionó en muchos casos una verdadera revolución militar, ya que
los mismos brindaron una estructura profesional que era inexistente en las poleis
griegas.

Desde los orígenes de las primeras organizaciones militares de la historia


existieron grupos de veteranos que vendían sus conocimientos por una buena
paga, por cuestiones políticas, o motivos varios que sólo ellos conocerían. Durante
la batalla de Qadesh en 1274 a.C., un cuerpo de mercenarios nubios sirvió a
órdenes del Faraón Ramses II y probablemente haya habido organizaciones
similares del lado hitita; y también existieron cuerpos de mercenarios anteriores a
los relatos de Qadesh, el caso de los mercenarios en los ejércitos
paleobabilónicos,1 o el de los soldados nubios en Amarna aunque no está claro si
eran mercenarios, cuerpos extranjeros voluntarios o simples soldados
profesionales.2

Pero sin duda las mejores fuentes antiguas, son las vividas por una series de
innovadores comandantes griegos que lucharon entre los siglos V y IV a.C.,
pasando uno de ellos a la historia, no por su trabajo como mercenario, sino como

1
Vidal, Jordi. Mercenarios en los Ejércitos Paleobabilónicos. En Espino, Antonio. Nuevas fronteras en la
Historia de la Guerra. Ed Pórtico. 2014. Cap I. Pag 5.
2
Están descriptos Cuerpos de soldados nubios en las cartas de Amarna del siglo XIV a.C. Vidal, Jordi.
Soldados Nubios en las Cartas de Amarna. Art. Revista de Historia Nro 27. 2015

1
historiador. Jenofonte nació cerca de Atenas en la segunda mitad del siglo V a.C.,
y su campaña junto a Ciro lo convirtió en quien es hoy. La famosa Retirada de los
Diez Mil que narra la campaña de una unidad de mercenarios griegos en Persia,
es sin dudas una de las grandes crónicas de la antigüedad.

Los mercenarios, tanto los primeros de la antigüedad, como los modernos y


actuales, han vendido sus servicios a quien los requiriese. No estamos muy
seguros de que el motivo económico haya sido la principal causa de su empleo, es
sin duda alguna un gran aliciente, pero nadie arriesga su vida en guerras lejanas
sólo por el dinero y el botín. Jean Lartéguy, escribió una trilogía 3 sobre un grupo
de soldados que habían luchado en guerras controvertidas como lo fueron las de
Indochina y Argelia, finalizando su trabajo con una participación francesa poco
conocida en la, también poco conocida guerra de Corea. Esta última obra se titula
“Los Mercenarios” y se centra en el Batallón francés que luchó en aquel conflicto.
Lo más impactante de la misma es la definición que Lartéguy hace de los
mercenarios, dejando una ventana abierta a sí en realidad es tan desacertada o
no la misma:

“Ninguno de los mercenarios por mí conocidos responde ya a la definición que


de ellos da el Larousse: «Soldado que sirve por dinero a un gobierno extran-
jero.» Los mercenarios que he tratado, y con quienes a veces he compartido la
vida, combaten de los veinte a los treinta años para rehacer el mundo. Hasta los
cuarenta se baten por sus sueños y por esa idea que de sí mismos se han
inventado. Después, si no se han dejado la piel en la lucha, se resignan a vivir
como todo el mundo —a vivir mal, porque no cobran ningún retiro— y mueren
en su lecho de una congestión o de una cirrosis hepática. El dinero nunca les
interesa, la gloria rara vez, y se preocupan muy poco de la opinión que merecen
a sus contemporáneos. En esto es en lo que se distinguen de los demás
hombres.”4

Si los mercenarios a órdenes de Clearco, luchaban solo por la paga o por otras
razones, es motivo de especulación aunque Jenofonte hace ver que el Jefe

3
Las obras de Lartéguy fueron controvertidas y muy criticadas en la época que aparecieron en las librerías y
hasta el día de hoy. La primera se titula “Los Centuriones” y narra la historia de los paracaidistas y soldados
de la Legión Extranjera francesa en Indochina, siendo el personaje central el Coronel Raspeguy, que no es ni
más ni menos que quien fuera posteriormente General en el Ejército Francés Marcel Bigeard. La segunda obra
se centra, con casi los mismos personajes, en la impopular guerra de Argelia y se titula “Los Pretorianos”.
4
Lartéguy, Jean. “Los Mercenarios”. Editorial Emece. 1985. Página 3

2
mercenario era un hombre dedicado por entero a la guerra. Otros comandantes
posteriores cómo Ifícrates, también eran hombres dedicados por entero a la guerra
y no estamos seguros que su motivación sea simplemente la paga. El aporte que
su estructura militar brindó a unas Poleis aferradas a un conservadurismo militar
incomprensible y la revolución militar que los mismos generaron, es el motivo de
estudio del presente trabajo.

Encontrar un término adecuado para las actividades mercenarias no implica


desviarnos o salirnos de la época en la que los mismos actuaron; y queremos
remarcar esto y dejarlo en claro, los mercenarios que acompañaron a Jenofonte
en su famosa retirada después de la batalla de Cunaxa, no tienen nada que ver
con los hombres del 5to Comando mercenario de Mike Hoare en el Congo, ni
tampoco con los Condotieros de Giovanni de Medici a principios de la edad
moderna. Todos tienen algo en común: eran soldados profesionales que ofrecían
sus servicios y que luchaban en guerras lejanas. Es por ello, que no haremos
paralelismos más allá de los que se hicieron hasta ahora, ya que cada uno de
ellos tuvo sus particularidades propias de la época en que vivieron.

Hoplitas griegos luchando contra infantería persa.

3
A muchos les podrá parecer incorrecto llamar revolución militar a las reformas
de Ifícrates y Chabrias, pero creemos, y compartimos con Arther Ferril5, que para
el momento en que se dio, fue una verdadera revolución en asuntos militares.

Los primeros mercenarios

En apariencia, entre los siglos VIII y VII a.C. mercenarios carios y jonios
combatieron en varias campañas en distintos lugares, cuyas acciones están muy
poco registradas, no así a algunos grupos que lucharon a órdenes del faraón
Psametico I (664 a.C),6 aunque de seguro no fueron los primeros griegos en
vender sus servicios. Ya el Mediterráneo más que una barrera infranqueable era
un lugar para el libre intercambio y un comercio por demás provechoso para todas
las civilizaciones que se desarrollaban en sus costas. Del centro a la periferia y
viceversa, el intercambio de bienes y servicios fue una constante en la antigüedad
y es en ese intercambio donde los profesionales de la guerra también
interactuaban.

Se ha debatido mucho si fueron los carios quienes crearon las primeras


organizaciones mercenarias griegas, puesto que la contraprestación de un servicio
militar por una paga (misthophoroi) no era generalizado en el mundo antiguo. Sin
embargo, ante la ausencia de fuerzas profesionales necesarias para una campaña
prolongada, era lógico recurrir a una estructura militar de ese tipo y las únicas
disponibles eran de las fuerzas mercenarias. El empleo de estos hombres para las
tareas militares y otras afines, los tiranos de la era arcaica los contrataban como
guardaespaldas, eran una constante debido a que los mismos poseían habilidades
difíciles de obtener entre los ciudadanos comunes.

Toda organización mercenaria cuenta entre sus filas con miembros que
normalmente son parte de su mismo grupo, de su polis o que han actuado en la

5
Ferrill, Arter. Los Orígenes de la Guerra. De la Edad de Piedra a Alejandro Magno. Ediciones Ejército.
Madrid. 1971. Pag 213
6
Trundle, Matthews. Greek Mercenaries. From the Late Archaic Period to Alexander. Ed Routledge. 2004.
Pag 28

4
milicia en ocasiones anteriores. Es por ello que las unidades mercenarias
constituían en gran forma un brazo de la polis a la que representaban,
transmitiendo no sólo sus servicios profesionales sino también su cultura.

Es en estos intercambios donde la fuerza mercenaria hace su mayor aporte al


arte de la guerra, ya que como ellos transmitían conocimientos, también los
recibían. Probablemente, la adquisición de nuevos conocimientos tácticos
permitió a los jefes militares transformar la limitada guerra de hoplitas en una
guerra de procedimientos más flexibles, que se adecuaran a las exigencias de la
misma, en tanto su evolución modificaba la estrategia militar de las poleis.

En la polis, el estatus económico-social se medía de acuerdo a la función


militar, donde la misma era necesaria para mantener la tierra y servir al estado. El
mercenario era un elemento importante en esta relación social ya que era parte de
la política exterior de la polis. Para Ste Croix, el mercenariado era la mano de obra
contratada a gran escala y a primera instancia, y los mercenarios provenían de
distintos estratos sociales, convirtiéndose en el brazo armado de la polis para su
política externa. Es en esa participación en el extranjero donde los mercenarios
fusionarán sus conocimientos previos con los adquiridos, conformando una fuerza
militar que desbancaría a los hoplitas al arrebatarles su primacía en el combate.

La guerra griega estaba basada en la guerra de falanges, una formación de


combate de dudosa utilidad y que se asemejaba más a un combate ritual que a
una forma práctica de encarar la guerra. Esta anomalía en su utilización práctica y
con capacidad para definir mediante una batalla todo un proceso bélico, quedó
patente durante la guerra del Peloponeso, donde era necesario mucho más que la
utilización de falanges para poder definir un conflicto que se mostraba por demás
extenso. Es probable que este tipo de forma guerrera se viera atada a un
conservadurismo militar sinsentido, algo que no es una rareza en los ejércitos,
más bien es algo normal, pero que a pesar de todo se siguió adoptando aunque su
ineficacia en el combate había quedado por demás demostrada.

5
Es durante la guerra del Peloponeso cuando una unidad de hoplitas espartanos
fue arrollada y obligada a rendirse. Fue en pilos y Esfacteria donde los atenienses
Cleón y Demóstenes al frente de un fuerte destacamento de infantería ligera,
psilois, lograron rodear a un batallón espartano de 420 hombres obligando a
rendirse a 292 y matando al resto.7 Las fuerzas ligeras demostraban que se podía
vencer a la infantería pesada en campo abierto, siempre y cuando se supiera
utilizar a la misma y manteniendo distancia de combate con los hoplitas. La guerra
se estaba convirtiendo en algo mucho más móvil y fluctuante; ya la táctica
comenzaba a variar de acuerdo a las exigencias del terreno, el tiempo y el
enemigo a enfrentar.

Si algo demostró la guerra del Peloponeso fue que la guerra de hoplitas estaba
llegando a su fin, pues ya era hora de que aparecieran nuevas formas de guerrear.
Pero se necesitaba un vector para transportar los conocimientos evolutivos
propios de la experiencia extraída del combate. Eso sólo lo podían hacer los
militares profesionales y los únicos con esas características eran los mercenarios.

Jenofonte y los diez mil mercenarios griegos8

La campaña de los 10.000 mercenarios griegos que a órdenes del espartano


Clearco, y entre cuyos efectivos se encontraba Jenofonte, fueron a combatir con
Ciro, un sátrapa, a Persia, es tal vez, una de las historias más fascinantes del
mundo antiguo y que dejó una cantidad ingente de enseñanzas para la historia
militar. Era la primera vez que los persas utilizaban a un gran contingente de
mercenarios para sus guerras internas, igualmente lo seguirán haciendo y varios
grupos combatirán contra Alejandro en sus campañas, los que aportarían sus
conocimientos militares para terminar combatiendo en Cunaxa.

El contingente mercenario de casi 14.000 hombres según Jenofonte, estaba


comandado por un espartano llamado Clearco, un veterano que estaba en el

7
De los 292 hombres rendidos, 120 eran Homoioi, es decir, ciudadanos de plenos derechos y parte de la elite
del ejército espartano. Tucidides. Historia de la Guerra del Peloponeso. Ed Crítica. 2013. Libro IV. Pags
287-288.
88
Ver a Jenofonte. Anábasis. La Retirada de los Diez Mil. Ed EDAF. 1993.

6
exilio, y a varios capitanes más que eran los que comandarían los diferentes
grupos de soldados contratados. A ninguno se les dijo el objetivo de la campaña,
sólo que iban a combatir contra rebeldes insurrectos de la satrapía de Asia Menor
en la Pisidia, sin conocer la realidad que era destronar al hermano menor de Ciro y
rey de Persia Artajerjes II; esto probablemente para evitar un amotinamiento entre
las tropas ante tamaña campaña. Luego de una serie de acontecimientos que van
desde deserciones, acciones menores durante el trayecto y nuevas mentiras, la
fuerza mercenaria llegó al Éufrates, donde se reveló el verdadero objetivo de la
operación. Ya sin más que hacer, los mercenarios continuaron y se enfrentaron
con el rey persa en la llanura de Cunaxa.

Las fuerzas de Ciro oscilan de acuerdo a las fuentes entre los 60.000 y 80.000
hombres de infantería, entre ellos la fuerza de 14.000 mercenarios, y unos 3000
jinetes que se enfrentarían a un poderoso ejército persa de aproximadamente
100.000 hombres y que incluía 6000 jinetes y cerca de 200 carros de combate
falcados.

Ambas fuerzas se enfrentaron en Cunaxa en el 401 a.C. y luego de un


apresuramiento táctico por parte de Ciro, pues su ejército aún no había entrado en
posición para iniciar las acciones, se lanzó al ataque contra el centro persa
intentando alcanzar a su hermano para matarlo. Pero en el combate este tipo de
actos arrojados se pagan caro y Ciro lo pagó con su vida a pesar de haber estado
cerca de matar a Artajerjes II. Sus hombres se retiraron y con el ala izquierda
destruida y Ciro muerto, la batalla estaba pérdida. Pero los mercenarios que
estaban en el ala derecha del dispositivo habían hecho lo que sabían hacer y
habían vencido al ala izquierda de Artajerjes II incluso amenazando con llegar
hasta su retaguardia y envolver al ejército del rey, ya que Clearco había hecho
girar a sus fuerzas buscando el envolvimiento hacia el centro. Se alinearon de
espaldas al río y aguantaron el embate persa rechazando todos sus ataques e
incluso contraatacando y empujando a las fuerzas persas hasta Cunaxa. Sólo la
llegada de la noche impidió que la fuerza griega arrasara con el resto del ejército
persa.

7
Carros falcados persas
Batalla de Cunaxa I Infantería persa
401 a.C.

Proxeno
Menón
Clearco Fuerzas
Persas de
Mercenarios Mercenarios Ciro Ciro

Caballería I I I I Caballería

Tisafernes Artajerjes II I Arbaces

Tanto Clearco como sus capitanes no supieron de Ciro ni del resto de su


ejército, ni tampoco del resultado de la batalla hasta la mañana siguiente. La
situación de los mismos no era para nada envidiable, se encontraban aislados en
el corazón del imperio persa y rodeados de enemigos hostiles, su contratista y
pagador había caído y el rey los quería muertos. Unos 12.000 hombres quedaban
de esta manera librados a su suerte.

Los persas, con tal de que los mercenarios se fueran, urdieron un perverso
plan, aunque inteligente y maquiavélico, y enviaron a uno de sus agentes más
confiables a parlamentar. Tisafernes, el hombre designado para tal fin, logró
convencer a Clearco que llevaría a él y a sus mercenarios fuera de las fronteras
de su imperio. Para ello los condujo a través del río Tigris con destino al Zab
Mayor. Allí llevó a Clearco y a sus capitanes a un encuentro donde los tomó
prisioneros y después los ejecutó. Con esta acción los persas apreciaban que el
resto de los hombres se rendirían y serían esclavizados. Pero esto no fue lo que
ocurrió. Los mercenarios eligieron nuevos jefes, entre los cuales se encontraba
Jenofonte, para que los condujeran nuevamente a su patria. Es entonces cuando

8
comienza una de las mayores travesías de una fuerza militar en la historia.
Atravesando territorio indómito y luchando contra tribus hostiles, seguidos de
cerca por el ejército persa, los griegos se abrieron paso combatiendo y dando
muestras de una gran eficacia militar. Marcharon hacia el Norte y lograron llegar
hasta las costas del Mar Negro, donde con gran alegría y emoción habían
prácticamente concluido la campaña. Era principios del 400 a.C. Luego de
alcanzar Calcedonia y pactar con el sátrapa de la región, pudieron embarcar
rumbo a Bizancio para cruzar el estrecho. Quirísofo, uno de los jefes mercenarios,
partió hacia esta ciudad con el fin de conseguir barcos para cruzar, mientras el
resto de la fuerza continuaba la marcha con dirección a Paflagonia.

Cómo toda fuerza militar que se mueve por un territorio a medida que avanzan
se abastece del mismo, ya sea por voluntad de los habitantes de la zona o por la
fuerza. Ni bien llegaron a la costa de Grecia, las ciudades de la zona los miraban
con recelo e incluso les negaban la entrada. El amotinamiento estuvo a la orden
del día hasta que los contingentes lograron regresar a sus hogares, aunque una
fuerza de 6000 hombres fue contratada nuevamente, esta vez por Esparta, para
luchar contra Persia cuando se inició un nuevo conflicto entre ambos en 399 a.C.
Mar Negro
Trapezus
Calcedonia
Sardes Ipsos

Tarso

Cunaxa
Mar Mediterráneo
Babilonia

Zab Mayor La Retirada de los Diez Mil


Ruta de los 401-400 a.C
mercenarios

La Campaña de Cunaxa y retirada de los mercenarios griegos. 401-400 a.C.

9
De esta manera finalizaba la retirada de los Diez Mil, tal como se la conoció a
través de la historia. Jenofonte fue recibido con honores en Esparta y los
mercenarios que quedaron estuvieron a órdenes de Tibrón.9

Las enseñanzas que dejó la campaña de Ciro fueron tomadas y transmitidas


por los mercenarios en sus respectivos lugares de origen, pues las lecciones
aprendidas fueron varias. En primer lugar se demostró la capacidad de una fuerza
militar profesional ante ejércitos de leva, especialmente en el choque de la
infantería pesada, ante infantería que no estaba concebida para este tipo de
combate y como ya había quedado demostrado en las guerras médicas. Pero
también se aprendió, y esto fue durante la retirada de los mercenarios, que era
necesario contar con un mayor número de infantería ligera, peltastas, de arqueros,
toxotai, de honderos, de caballería y de una logística adecuada para mantenerse
durante un prolongado tiempo en el terreno operando. En los combates contra las
tribus de Armenia, la infantería ligera llevó el centro de gravedad de los combates
debido a su mayor movilidad ante combatientes que se movían con armas
arrojadizas y no luchaban en terreno abierto. Todas estas lecciones fueron
descriptas minuciosamente por Jenofonte en su obra y es probable que haya
influido mucho en el pensamiento militar de otros profesionales de la guerra,
incluido Filipo II de Macedonia y de su hijo Alejandro.

El pensamiento táctico griego

La guerra griega estuvo marcada siempre por dos principios predominantes que
marcaron un estilo de hacer la guerra: El primero, se basaba en el enfrentamiento
directo por la fuerza de la masa y el choque. Para ello se debían dar ciertas
condiciones, de lo contrario se corría peligro de que dicho principio no se pudiera

9
El contingente mercenario, de acuerdo a Jenofonte, estaba compuesto antes de iniciar la campaña de las
siguientes fuerzas: 1000 hoplitas, 800 peltastas tracios y unos 200 toxotai cretenses, todos ellos bajo el mando
del espartano Clearco. Comprendían el contingente más completo de la fuerza mercenaria. También había
unos 300 hoplitas siracusanos, otros 700 hoplitas bajo Quirísofo de Esparta; 1000 hoplitas bajo el mando de
Soféneto de Arcadia; 4000 hoplitas con Xenias de Arcadia (gran parte de este contingente se fue con su jefe
cuando abandonó a los mismos en Siria); 1500 hoplitas y 500 peltastas con Próxeno de Beocia; 1000 hoplitas
con Soféneto de Stínfalo; 500 hoplitas con Sócrates de Acaya; 300 hoplitas y 300 peltastas con Pasión de
Mégara y 1000 hoplitas y 500 peltastas con Menón de Tesalia. Jenofonte. Op Cit. Pags 20-27

10
aplicar. Para poder hacer que la masa prevaleciera dando fuerza al choque, era
fundamental colocar las mejores tropas enfrentando a las mejores del enemigo. El
empuje fundamental de la falange buscaba quebrar la línea enemiga y para ello se
debía contar con las mejores tropas en el punto decisivo del encuentro, a su vez
se contrarrestaba el empuje enemigo, que también había apoyado sus mejores
hombres sobre el ala propia. Esto se puede referir de la siguiente manera: si el
enemigo coloca sus mejores tropas sobre el ala derecha, las mejores fuerzas
propias se deben colocar en el ala izquierda para de esa forma poder
contrarrestarla.

El segundo principio estaba relacionado con la profundidad de la falange. Este


principio se regía por el simple cálculo de que mayor masa era igual a mayor
fuerza de choque. Cuanto más fuerte era el choque, apoyado por la masa, mayor
probabilidades de romper la línea enemiga había. Este principio se vio claramente
en la batalla de Leuctra (371 a.C.) donde la mayor profundidad de la falange
tebana contuvo el choque de los espartanos.

Ahora bien, para que ambos principios se pudieran cumplir era necesario que el
enemigo combatiera de la misma manera; esto funcionó en el combate de
falanges hoplitas, pero no era lo mismo ante un enemigo que luchaba de manera
distinta. Los mercenarios lograron derrotar a la infantería pesada persa en
Cunaxa, pero luego durante la épica retirada debieron adaptarse a una nueva
forma de lucha que era la que les presentaban las distintas tribus hostiles a
medida que avanzaban. Es en estas situaciones donde se puede observar la
inutilidad del empleo de la falange, ya que no se podía vencer a un enemigo
esquivo y que luchaba con armas arrojadizas.

Los mercenarios como profesionales de la guerra que eran, comprendieron esto


rápidamente y se adaptaron ya que de lo contrario les iba la vida en ello. Como
ocurre en toda fuerza mercenaria para cobrar hay que sobrevivir. Es seguro que
ese lema básico de los mercenarios fue el que los llevó a progresar y a adaptarse
a nuevas innovaciones tácticas, pues era lo que les aseguraba la supervivencia en
el campo de batalla. Es en esto que se basaba su principio de evolución en el
11
campo de combate y lo van a demostrar ciertos capitanes mercenarios en la
llamada guerra de Corinto.

Ifícrates, Chabrias y la Guerra de Corinto10

La guerra de Corinto (395-387 a.C.) que enfrentó a Esparta contra Corinto,


Argos, Tebas y Atenas, demostró que la guerra de falanges había llegado a su fin.
Hubo dos grandes victorias espartanas durante la guerra, Nemea y Coronea, que
marcaron el zenit de la guerra hoplita de falanges; pero también fue el comienzo
del fin de la misma.

La guerra del Peloponeso había dado una cierta experiencia a los ejércitos
participantes, pero sobre todo había formado a militares que habían adquirido un
alto grado de profesionalismo, convirtiendo sus conocimientos en dinero y
empleándose de acuerdo a los mandatos, muchas veces de la propia polis, o
también de diversos empleadores. Durante la guerra de Corinto el dinero persa fue
el que inclinó muchas veces la balanza y de esta manera las poleis podían
financiar sus ejércitos especialmente de mercenarios.

Atenas poseía militares muy experimentados que habían operado como


mercenarios, uno de ellos era Ifícrates, que había demostrado una gran capacidad
para la conducción. Y fue precisamente una fuerza de tropas peltastas
mercenarias a órdenes suyas las que derrotó por completo a un batallón
espartano (Mora) en la batalla de Lequeo. A diferencia de lo ocurrido con la
derrota de la unidad espartana en Pilos y Esfacteria, donde las fuerzas atenienses
poseían una capacidad muy amplia en efectivos comparada a los espartanos, aquí
las fuerzas de Ifícrates eran similares y los derrotó utilizando tácticas de
aferramiento por el fuego de armas arrojadizas.

Ifícrates de Ramunte, llega a tierras griegas hacia el 393 a.C. al frente de un


contingente de cerca de 2000 hombres de elite, todos ellos profesionales con un
alto grado de preparación y con varias campañas a sus espaldas. Esta fuerza
10
Las acciones de Ifícrates y sus hombres han sido tomadas de Jenofonte en sus Helénicas, como también de
Polieno y Frontino.

12
griega estaba compuesta, no por campesinos-propietarios, sino por profesionales
de la guerra que habían hecho de la misma un modo de vida.

En 392 inician una serie de acciones de combate típicas de sus capacidades,


especialmente incursiones sobre posiciones enemigas y emboscadas sobre
fuerzas pesadas que se movilizaban de un lado a otro en el istmo de Corinto. Las
acciones de los hombres de Ifícrates en Sición, Fliunte y Arcadia no hicieron más
que aumentar la ya de por sí sobrada fama de profesionalismo de la fuerza
mercenaria. Su mayor gloria y tal vez la que los llevaría a alcanzar el punto
máximo de su fama fue el aniquilamiento de la Mora espartana en Lequeo.

La acción ocurrió cuando una fuerza espartana que escoltaba a ciudadanos de


Amiclas que formaban parte del ejército lacedemonio e iban hacía Sición, fueron
emboscados por una fuerza ateniense al mando de Calias e Ifícrates. La
oportunidad del asalto sobre los espartanos no fue desaprovechada por los
experimentados mercenarios. Por un lado el jefe ateniense Calias alineó a sus
hoplitas con el objetivo de aferrar a los espartanos, mientras las fuerzas de
Ifícrates los hostigaban contundentemente con armas arrojadizas buscando el lado
no cubierto por el hoplón.

El polemarco espartano decidido a capturar a los peltastas, ordenó una primera


carga a sus hoplitas, que recibieron una andanada de proyectiles que les causaron
varias bajas, no obstante eso nuevamente se ordenó una segunda carga, que tuvo
el mismo resultado. Al llegar un refuerzo de caballería lacedemonia, se procedió
nuevamente a cargar a las fuerzas mercenarias, pero el resultado también
concluyó con una gran cantidad de bajas en el lado espartano. Los hoplitas no
estaban en capacidad de perseguir a los infantes ligeros de Ifícrates, es mas
cuando quedaban aislados porque la línea se desordenada, eran presa fácil de los
hoplitas atenienses que alineados los esperaban. La caballería lacedemonia no
quería perseguir sola sino que lo hacía acompañada de los hoplitas espartanos,
por lo tanto su velocidad de movimiento quedaba restringida a la del hoplita. Esta
ventaja fue aprovechada por los experimentados hombres de Ifícrates que fueron
acorralando a la fuerza espartana. Desde Lequeo se enviaron fuerzas navales
13
para poder evacuar a los hombres que quedaban, pero estos en su
desesperación para no quedar aislados no lograron mantener una acción de
retaguardia efectiva y simplemente huyeron acosados ahora, no solo por los
peltastas, sino también por los hoplitas atenienses que perfectamente formados
comenzaron a avanzar convirtiendo la retirada en una huida desesperada. La
fuerza espartana fue aniquilada al completo, pero más allá de la acción bélica en
sí, lo interesante es la consecuencia que la misma trajo. Dejaba ver la
imposibilidad de maniobrar a una fuerza compuesta solo de hoplitas contra otras
mucho más móviles y flexibles, en tanto que la combinación de fuerzas
profesionales altamente capacitadas y móviles con infantería pesada era una gran
hermandad que ya no podía escapar a una nueva forma de hacer la guerra.

Había quedado claro que una fuerza de hoplitas no podía operar por separado
de otras fuerzas, e incluso la caballería por si sola tampoco lo podía hacer si no
tenía a su lado fuerzas ligeras que la acompañaran. Numerosas acciones más van
a llevar a cabo los hombres de Ifícrates y en muchas ocasiones combinados con
infantería de hoplitas, algo que los mercenarios de Jenofonte ya habían hecho en
su campaña en Persia.

Por otro lado la guerra de Corinto, con una influencia cada vez mayor de Persia
ya que su dinero lograba financiar los costes de la misma, también llevó a fuerzas
mercenarias a combatir al Norte de África, en la campaña persa para recuperar
Egipto. Conocida como la campaña egipcio-chipriota y que no está desligada de
las acciones e influencias persas en la guerra de Corinto, se basó en el freno a las
ambiciones de Evágoras que quiso poner el gran Rey de Persia.

Las numerosas revueltas campesinas en el delta del Nilo, llevaron al rey persa
a utilizar dinastas para un mejor control del territorio, es aquí donde se relaciona la
campaña, ya que antes de poder controlar el territorio egipcio se debía controlar
Chipre donde cualquier acción militar estaba condenada de antemano si no se
establecía una base firme en dicha isla. En la isla había una polis helena bajo el
rey Evágoras cuyas ambiciones políticas contrastaban con las persas. Atenas
envió a una fuerza de experimentados soldados profesionales al mando de
14
Chabrias que desembarcó en Chipre con el objetivo de realizar acciones militares
y demostrando una vez más la conjunción entre infantes ligeros y pesados como
ya un elemento imprescindible para la lucha. La acción de Chabrias deja ver la
importancia de las fuerzas mercenarias para las acciones políticas externas de las
poleis, donde hay un cierto paralelismo con las fuerzas mercenarias actuales y la
tercerización de la guerra.

Chabrias desembarcó en Egina, en su camino a Chipre y que era una base


naval lacedemonia, en la primavera del 387 al frente de una fuerza profesional de
800 peltastas junto a una unidad de hoplitas atenienses bajo el mando de
Demeneto. La misión de estos era apoyar la rebelión de Evágoras contra Persia
en una nueva intervención política de Atenas en la guerra. La fuerza de hoplitas
incursionó cerca de Heracleo a modo de cebo, mientras los mercenarios de
Chabrias establecían una emboscada sobre un camino. Nuevamente esta
combinación de tropas ligeras y pesadas dio sus frutos pues lograron aniquilar a
una fuerza liderada por los espartanos.

Las acciones mercenarias las volveremos a ver en la campaña que los persas
lanzan contra Egipto en el 373, donde participa el mayor contingente de
mercenarios griegos hasta el momento. El ejército persa bajo el mando de
Farnabazo, cifrado en cerca de 100.000 hombres y transportado por unas 300
naves, debía remontar el Nilo en una operación anfibia tan grande como pocas
hubo en la época. Ifícrates comandaba a una fuerza de 20.000 mercenarios
griegos, todos ellos fuerzas especializadas en una combinación de infantería ligera
y pesada. Del otro lado, es decir por el lado egipcio, Chabrias había sido
contratado por el rey Ácoris con la misión de establecer un sistema de
entrenamiento para sus hombres y erigir las defensas en el delta del Nilo.

La fuerza persa remontó el delta del Nilo asolando las distintas guarniciones y
aldeas que encontraba, pero a medida que se internaba encontraba una mayor
resistencia entre las fuerzas egipcias que contaban con el asesoramiento de
Chabrias. Por su parte Ifícrates propuso al estratego persa una acción relámpago
para tomar Menfis, algo que fue desatendido por el persa. Cómo las acciones se
15
ralentizaban y la estrategia persa no iba con el pensamiento de Ifícrates, éste
decidió retirar su contingente sin el consentimiento de Farnabazo, dando por
finalizada la acción de su fuerza en la campaña.

La utilización de mercenarios por ambos lados nos da la pauta de la llamada


tercerización de la guerra y su relación con la política externa de la polis griega,
donde estos profesionales podían operar de acuerdo a sus intereses.

Conclusiones

Los conocimientos de los mercenarios fueron transmitidos a través de los


hombres que conformaban las fuerzas profesionales y que al interactuar con otras
fuerzas permitían su evolución. La única manera de que conocimientos militares
evolutivos pudieran desarrollarse fuera del ámbito del conservadurismo de la polis,
era con profesionales que se dedicaran por entero al arte de la guerra, que
hicieran de la misma una forma de vida y cuya adaptación a los distintos teatros
de operaciones les permitiera desenvolverse para poder sobrevivir.

La falange y el hoplita, el campesino-propietario-soldado, había demostrado sus


limitaciones durante el desarrollo de la Guerra del Peloponeso. Ya la guerra no se
desarrollaba en los tiempos limitados a la cosecha y la siembra que había regido
la guerra griega hasta ese momento. Ahora los tiempos eran otros y las guerras
posteriores necesitaban de tropas que se pudieran adaptar al prolongamiento de
las acciones bélicas, y que tarde o temprano deberían evolucionar hacía una
profesionalización de la misma, de lo contrario era muy difícil mantener un ejército
eficiente en el campo de batalla.

La guerra hoplita ritualizada y violenta nada podía hacer en los nuevos teatros
de operaciones. Las acciones de los mercenarios en la campaña de Ciro así lo
demostraron cuando debieron enfrentarse a tribus hostiles que luchaban desde
posiciones ventajosas y no entraban en combate cuerpo a cuerpo. La importancia
de la caballería y la infantería ligera iba a ser determinante cuando una fuerza
hoplita quisiera operar en ambientes fuera de los principios que regía a la

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utilización de la falange. De la única manera que la misma podía evolucionar
estaba en manos de tropas profesionales, que eran los que combatían en los
diferentes teatros de operaciones y que adaptaban constantemente sus
procedimientos y su equipo en pos de su supervivencia.

Es así como llegamos a la utilización de fuerzas profesionalizadas y que


crearon una forma de guerrear eficiente y eficaz. Las fuerzas mercenarias de
Ifícrates y Chabrias demostraron la capacidad de adaptación de éstas a enemigos
disímiles y a ambientes complejos. Eran hombres que comprendieron
perfectamente el arte de la guerra y que lograron prevalecer en una profesión que
no perdona errores, pues los mismos se pagan con la vida.

Los mercenarios fueron el elemento fundamental para esa evolución, eran los
únicos que mantenían una estructura militar profesional y que se iría adaptando a
los distintos ambientes donde tuvieran que operar. Las fuerzas espartanas, que a
su vez eran el único ejército profesional en la Grecia continental, no pudieron
adaptarse a pesar de su profesionalismo de la misma manera que los hicieron los
mercenarios. Atados a costumbres militares que les habían dado la victoria en
campañas anteriores no pudieron ver que su forma de combatir estaba llegando a
su fin. Si bien contaban con tropas ligeras y caballería, su eje principal pasaba por
el hoplita y sus tradiciones y ethos militar aferrado a una cultura y a una sociedad
elitista no les permitiría ver que la guerra estaba cambiando.

Por el contrario, las fuerzas mercenarias que no se ataban a ningún


constreñimiento moral ni cultural, sino a la profesionalidad de sus acciones, les
permitió adecuar su equipo y sus tácticas de combate cuantas veces fuera
necesario. Es probable que la evolución de la infantería ificrática haya sido el
modelo para que Epaminondas primero, luego Pelopidas y después Filipo II de
Macedonia lograran cambiar para siempre la forma de guerra en Grecia. Fueron
los perros de la guerra, esos profesionales que sabían lo que hacían, los que
permitieron que la misma cambiara en una verdadera Revolución Militar.

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