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¿Qué es y porque lucha el

MST?
¿Qué es y por qué lucha el Movimiento
Socialista de Trabajadores (MST)?
*Documento Histórico aprobado en Asamblea del MST 1999

1. ¿Qué es el MST?

El Movimiento Socialista de Trabajadores es una organización política, creada


en 1982, con el propósito de ayudar a crear conciencia en los trabajadores, los
estudiantes, las mujeres y en los sectores oprimidos en general, de la necesidad
de luchar para que Puerto Rico se convierta en una República Socialista dirigida
por los trabajadores y trabajadoras de este país. Estamos convencidos de
que, como país independiente con un gobierno verdaderamente
democrático, cuya principal preocupación sean las necesidades del pueblo
(salud, educación, vivienda, trabajo y recreación) y no las ganancias de los
capitalistas, podemos comenzar a corregir muchos de los problemas
fundamentales que sufre nuestra sociedad.

Somos una organización compuesta por trabajadores y trabajadoras, tanto de


empresas privadas como del gobierno, estudiantes, mujeres que entendemos
que hay que hacer “algo” para tratar de cambiar las condiciones de crisis que
estamos viviendo, que no basta con criticar, y que tampoco podemos confiar en
los partidos colonialistas, como el PNP y PPD, porque ellos son los principales
responsables de los males que padecemos.

Sabemos que luchar para transformar nuestra sociedad es una tarea ardua y
difícil pues la mayoría del pueblo no apoya al presente la independencia y
mucho menos el socialismo; pero, contradictoriamente, cada vez más amplios
sectores del pueblo desarrollan luchas comunales, sindicales, estudiantiles,
feministas, antiimperialistas, ecologistas y por los derechos democráticos que
dramatizan la urgencia y la necesidad del cambio social. Porque a pesar de la
aparente calma y del supuesto progreso económico, graves problemas como la
adicción a drogas y el alcohol, la criminalidad rampante y su secuela de muertes
y asesinatos, el desempleo, la dependencia extrema, la crisis de la educación, la
salud y otros servicios, la deforestación y la destrucción de los recursos
naturales, la violencia generalizada, entre otros, nos incitan a luchar, por hacer
de Puerto Rico un mejor sitio donde vivir.

Nos anima el convencimiento de que los problemas sociales tan graves que
tanto nos preocupan a todos tienen una causa común: son en su mayoría
producto de la explotación, la desigualdad y las ansias de lucro que
caracterizan el régimen capitalista-colonial imperante en Puerto Rico. Por
eso organizaciones como el MST son necesarias para discutir los problemas que
nos afectan, atisbar soluciones colectivas, solidarizarnos con las distintas luchas
sociales y explorar vías de acción para difundir las ideas independentistas y
socialistas por todo el país, como parte de los esfuerzos para impulsar la
constitución de un gobierno socialista en Puerto Rico.

2. Puerto Rico: Colonia Capitalista

Como producto de la Guerra Hispano-americana, en 1898, Puerto Rico pasó a


ser una colonia de los Estados Unidos. La isla fue invadida por la fuerza de las
armas del ejército de EU el 25 de julio de 1898 y fue “cedida” por España como
botín de guerra. Ese acto violento marcó desde ese momento la sujeción de
Puerto Rico al poder colonial de EU lo que ha significado que el Congreso de
ese país ha ejercido la soberanía sobre nuestro país durante cien años.

Ese proceso ha tenido una consecuencia de capital importancia: el sometimiento


de la formación social puertorriqueña al dominio de las leyes del desarrollo del
capitalismo imperialista estadounidense a partir de 1898. Por lo tanto, el
desarrollo de la sociedad puertorriqueña ha estado determinada por el dominio
ejercido por el régimen estadounidense.

Ese dominio se ha caracterizado por dos tendencias principales: por un lado, la


inclusión de Puerto Rico dentro del marco jurídico-económico de los EU lo cual
ha significado el que la economía de la isla ha estado sujeta a las tendencias de
desarrollo de la economía de EU y todos los poderes fundamentales de gobierno
radican en el Congreso yanqui. Esto se ha concentrado en cuatro factores
principales:

1. La inclusión de Puerto Rico dentro del sistema tarifario de EU, dando libre entrada a
los productos de ese país al mercado interno de la isla, el libre acceso de los
productos fabricados en Puerto Rico al mercado de EU y el establecimiento de
barreras aduaneras al comercio entre Puerto Rico y otros países.
2. La aplicación a Puerto Rico de las leyes de cabotaje de los EU restringiendo el
movimiento marítimo al disponer que se efectúe en barcos norteamericanos
exclusivamente.

3. La inclusión de Puerto Rico dentro del sistema monetario y de crédito de EU, lo cual
ha puesto la reglamentación de la moneda en manos de las autoridades federales.

4. El ejercicio de la soberanía del Congreso yanqui sobre la isla. En Puerto Rico aplican
las leyes federales y el Congreso tiene la facultad para legislar y dictar normas para la
economía de Puerto Rico.

Por otro lado, la inversión masiva de capital externo, aprovechando la tendencia


mencionada anteriormente, ha sido la palanca principal para el grandioso
dominio económico estadounidense en la isla. Durante las primeras décadas de
este siglo un puñado de corporaciones azucareras y tabacaleras dominaron la
economía de Puerto Rico. El avasallador poder de estas compañías estuvo
basado en las disposiciones de la Ley Foraker (1900) que puso bajo el poder del
capital yanqui casi la totalidad de la producción y circulación de mercancías en la
isla.

Con la aprobación de la Ley Jones (1917) otorgando la ciudadanía


norteamericana a los puertorriqueños y se abrió la libre circulación de los
trabajadores puertorriqueños hacia el mercado de trabajo de EU. De Puerto Rico
saldría mano de obra, de EU vendría capital a montones; ambos mercados se
unificaron en uno solo, el de Estados Unidos.

La mano de obra “excedente” que producto de la expropiación de miles de


campesinos y la ruina de los hacendados puertorriqueños, no encontraba trabajo
en el mercado de la isla era expulsada hacia EU para cubrir las necesidades de
un mercado en expansión. De hecho, ya para 1952 unos 250,000
puertorriqueños estarían viviendo en EU.

Durante ese periodo (1900-1940) comenzaron a perfilarse las características


básicas de la sociedad puertorriqueña, como consecuencia del enfrentamiento
entre dos formaciones sociales con distintos niveles de desarrollo de sus fuerzas
productivas. Las grandes corporaciones norteamericanas, representantes del
capitalismo en su fase monopolista, sometieron a la economía de la isla a un
desequilibrio crónico, trastocando las relaciones de clase en la sociedad y
haciéndola totalmente dependiente de la economía de EU, tanto en la
producción como en el comercio, las finanzas y la transportación. El proceso de
anexión de nuestra economía a la de EU se había afianzado.
3. Bajo el ELA — la colonia continúa — Capitalismo Industrial

Montada en esas realidades, de 1940 en adelante, la acumulación de capital


norteamericano en Puerto Rico ha llegado a niveles monumentales. Bajo los
auspicios del “Programa de Fomento” Puerto Rico ha sido sobresaturado de
capital de EU. La inversión total se calcula en más de 30 billones de dólares,
abarcando todas las áreas de la economía.

Esa invasión de capital ha sido posible gracias a tres factores que han guiado el
“modelo de desarrollo” económico establecido en Puerto Rico:

1. Exención contributiva total o parcial para las empresas establecidas bajo el programa
de Fomento.

2. Incentivos basados en la construcción de facilidades físicas (infraestructura), recursos


de agua y energía eléctrica gratis o a precios sumamente bajos, entre otros.

3. Mano de obra relativamente barata y calificada.

Para poder asegurar estos incentivos a los industriales estadounidenses y,


además, poder costear los programas de gobierno (salud, educación,
construcción de carreteras, y viviendas, entre otros) el estado ha tenido que
endeudarse hasta la coronilla. Endeudamiento que le ha producido también
grandes ganancias a las compañías de EU que han estado a cargo del
financiamiento.

La situación ya privilegiada del capital yanqui se incrementó a partir de 1976 con


la aplicación de la sección 936 del Código de Rentas Internas federal, la cual
permitía que compañías bajo esta clasificación repatriaran libres de impuestos
federales las ganancias obtenidas, luego de pagar un pequeño impuesto al
gobierno del ELA.

Para tener una idea del monopolio ejercido por las compañías yanquis en la
economía de Puerto Rico basta hacer una comparación con algunos países
latinoamericanos. Para el 1990, más de 35% de la inversión directa de EU en
toda América Latina estaba concentrada en Puerto Rico. Esta cifra es una vez y
media mayor que la proporción invertida en Brasil y tres veces mayor que la
invertida en México. En cuanto a la obtención de ganancias ocurre algo
similar. Para 1990, las compañías de EU obtuvieron más de 10,000 millones de
dólares en ganancias e intereses de sus operaciones en Puerto Rico. En esta
“pequeña” isla se produce un 42% del total de ganancias obtenidas por las
empresas de EU en toda América Latina.
Producto del control absoluto al que ha estado sometida, nuestra economía se
ha desarrollado como un apéndice de la economía de EU. Ese proceso de
dependencia e integración económica ha tenido como propósito fundamental la
obtención de jugosas ganancias para los inversionistas yanquis basadas en la
explotación de la clase obrera y demás trabajadores. Si bien la modernización
que ha acompañado a ese proceso ha tenido consecuencias positivas en el nivel
de ingresos, no es menos cierto que ha conducido a una crisis estructural
caracterizada por un crecimiento económico parcial y grandes desequilibrios
sociales.

Mientras los capitalistas extranjeros y nativos se han enriquecido, más del 30%
de la población apta para trabajar está desempleada o marginada del proceso
productivo, no obstante, la emigración masiva hacia EU y el que el estado se
haya convertido en el mayor empleador del país. El “progreso” vivido no ha
podido evitar que más del 60% de la población viva de la beneficencia pública.

Esa alarmante situación es lo que ha hecho posible el notable aumento en los


fondos federales, particularmente durante los últimos años, como medio de
garantizar la estabilidad política del país. Su propósito es claramente político:
subsidiar los ingresos de miles de familias puertorriqueñas para atenuar las
tensiones sociales y garantizar la reproducción de las condiciones materiales
que hacen posible las altas tasas de ganancias de las grandes compañías de
EU. A la misma vez, ese enorme flujo de fondos federales ha contribuido a
fortalecer la dependencia ideológica y psicológica de las masas explotadas
respecto al gobierno de EU.

La paradoja no puede ser más terrible: el flujo masivo de capital yanqui ha


estado acompañado de una drástica declinación en la creación de
empleos. Mientras más se ha incrementado el capital más se ha incrementado
el desempleo y los problemas sociales.

4. Crisis del Modelo Colonial

La creación del ELA en 1952 bajo la dirección del Partido Popular Democrático
fue la culminación a nivel político de la estrategia de desarrollo industrial
impulsado por ese partido. Sin tocar ninguno de los resortes coloniales se
aprobó una constitución que sirvió de base para la creación de un aparato de
estado moderno que garantizara las condiciones materiales necesarias para la
reproducción del proyecto capitalista. Para no dejar dudas sobre las
características coloniales del ELA echaron mano de los cuatro pilares: moneda
común, mercado común y ciudadanía americana. Incluso, alegaron que existía
un pacto bilateral del cual nunca han podido presentar copia.

Mientras la emigración masiva de miles de puertorriqueños hacia EU, el


endeudamiento progresivo y el incremento en los fondos federales le permitió
salir a flote pudieron mantener la hegemonía Popular. Pero una vez esas
válvulas comenzaron a cerrarse o perder su efecto, esa hegemonía comenzó a
resquebrajarse. y el PNP fue ocupando el espacio vacante.

El proyecto del PPD se hizo tan conservador y se hizo tan dependiente de los
fondos federales que terminó pareciéndose demasiado al proyecto del PNP. Si
durante años se le dice al pueblo que su desarrollo no depende de su trabajo y
esfuerzo sino de las “ayudas federales” y de la unión permanente con E.U. y el
60% de la población apta para trabajar vive de la beneficencia pública es lógico
que la tendencia anexionista se fortalezca. Si a esto se le suma la actividad
constante de los líderes del PNP en Washington cabildeando a favor de la
estadidad y las iniciativas de algunos congresistas interesados en “resolver” el
problema de status de la isla, el cuadro se completa.

A partir del triunfo reciente del PNP se podría estar configurando la hegemonía
de ese partido en el país. El control del sistema de salud, el desmantelamiento
del Departamento de Educación y los planes de privatización son elementos
esenciales en el logro de la hegemonía, instrumento necesario para impulsar de
manera definitiva la intención de convertir al país en el estado 51. Por lo menos
eso piensa el liderato estadista.

El problema, sin embargo, consiste en que, si bien los proyectos de ambos


partidos coloniales han terminado por parecerse mucho, no es menos cierto que
las causas de la crisis del modelo colonial vigente no desaparecerán si Puerto
Rico se convierte en estado. La realidad de que la isla se haya convertido en un
lugar propicio para las empresas que buscan una alta tasa de ganancias a
través del uso intensivo del capital constante (maquinarias, materia prima, etc.) y
emplean poca mano de obra y los costos de producción sean altos y poco
propicios para la industria “liviana” no desaparecerán con la estadidad. Las
empresas que seguirán viniendo a Puerto Rico serán aquellas que interesen una
cada vez más alta tasa de ganancias y su propósito se convierte
necesariamente en una poderosa palanca para reducir la fuerza laboral. Lo cual
a su vez hará más necesario todavía el incremento, a niveles insospechados, de
las transferencias federales para tratar de mantener controladas a las masas de
trabajadores que han sido expulsados del proceso productivo. Con un
agravante; muy probablemente los sectores medios y los asalariados de altos
ingresos tendrán que pagar contribuciones federales.
A fin de cuentas, si Puerto Rico se convirtiera en estado estaría incorporando a
la relación con EU la crisis crónica acumulada durante tantos años de régimen
colonial. Crisis que vendría a acrecentar los conflictos políticos propios del
proceso de anexión de una nación donde por lo menos la mitad de la población
estaría en contra de la estadidad y donde, sin dudas, aumentaría la resistencia
por todos los medios, del sector independentista y socialista.

Esos mismos argumentos pesarán mucho en el ánimo de los gobernantes de


EU antes de atreverse a tomar una decisión tan arriesgada como la de anexar
definitivamente a Puerto Rico. Ellos muy bien saben que anexarse a esta isla-
nación sería algo así como tragarse un erizo de acero inoxidable.

5. ¿Qué proponemos los independentistas y socialistas? (Estrategia y


Táctica)

Los independentistas y socialistas puertorriqueños planteamos que la única (o


mejor manera) para comenzar a solucionar de raíz los grandes problemas que la
dominación imperialista estadounidense ha creado en Puerto Rico es el
establecimiento de una República Socialista de los Trabajadores. Esto significa
que seamos un país independiente con plenos poderes para:

1. Determinar por cuenta propia todos aquellos asuntos necesarios para nuestro
desarrollo económico, político y social.

2. Poder para negociar acuerdos o tratados económicos y comerciales con aquellos


países que entendamos necesario.

3. Participación plena en las organizaciones internacionales que entendamos necesario.

Desde nuestra perspectiva socialista esa soberanía debe servir principalmente


para impulsar un proceso de desarrollo político, económico y social dirigido a
llenar las necesidades básicas de los trabajadores y demás sectores oprimidos
de nuestro país. Es decir, la independencia debe ser un instrumento para
construir una sociedad igualitaria, libertaria y solidaria: la sociedad
socialista. Si aspiramos a que Puerto Rico sea una sociedad donde todos los
ciudadanos capacitados para hacerlo trabajen y produzcan para lograr el
bienestar general, es lógico entonces desde una perspectiva verdaderamente
democrática que sean los trabajadores los que gobiernen los destinos del país.

Asimismo, consideramos que el socialismo es además un imperativo económico


necesario para que podamos reconstruir nuestra economía como una soberana
e independiente. Las deformaciones causadas por la dominación imperialista
como la dependencia del mercado externo, la destrucción de la agricultura y la
ausencia de capital nativo, plantean serios obstáculos para lograr un desarrollo
económico sostenido bajo la independencia. Solo recordemos que debido a
esas deformaciones el régimen colonial ha tenido que depender de la inversión
extranjera y el flujo masivo de fondos federales para poder contener la crisis
colonial. En la república burguesa con esas limitaciones y sin el flujo masivo de
fondos federales sería muy difícil mantener el nivel de vida y salarios actuales y
crear las fuerzas productivas necesarias para dar empleo a la población apta
para trabajar. Lo cual podría producir un drástico bajón en los niveles de
consumo de la población.

Solo en un régimen donde la producción tenga como propósito el beneficio de


los trabajadores y de la sociedad en general y no las ganancias capitalistas,
puede un “estado” independiente acumular el excedente necesario para
asegurar la producción de los bienes y servicios necesarios para el desarrollo
económico del país. Empresas estatales autogestionadas en las áreas
estratégicas de la economía, empresas cooperativistas y la pequeña
producción individual o familiar junto a la existencia controlada de la
inversión extranjera podría configurar un desarrollo económico viable que
siente las bases para ir desarrollando la sociedad socialista a que
aspiramos.

La perspectiva Socialista-Democrática que planteamos es una guía (un norte)


para encausar el trabajo que realizamos los socialistas, por lo cual recoge las
características generales del socialismo que postulamos y la disposición de
mantener un debate permanente sobre las posiciones fundamentales de la
organización y del movimiento revolucionario.

Concebimos el socialismo como la transición hacia una sociedad sin clases y sin
estado en sentido estricto: el comunismo. El socialismo es un proceso
contradictorio de lucha de clases que según la experiencia de los países de
capitalismo de estado o llamados “socialistas” es muy complejo y problemático,
particularmente en todo lo relativo al estado, el cual lejos de haberse debilitado
se ha fortalecido grandemente.

El socialismo que postulamos será democrático o no será socialismo: comporta


una nueva forma de hacer política y de producir. El elemento esencial será la
autogestión, la auto-organización y auto-gobierno de los trabajadores y demás
sectores mediante la constitución de consejos obreros y populares en toda la
sociedad.
Partiendo de lo anterior la sociedad socialista que propulsamos podrá tener,
entre otras, las siguientes características fundamentales:

1. Un gobierno dirigido por los trabajadores a todos los niveles de la sociedad.

2. Socialización de los medios fundamentales de producción (fábricas, bancos, etc.) bajo


la dirección y control de los trabajadores.

3. La combinación de la autogestión obrera en las fábricas y centros de trabajo y las


comunidades con los mecanismos de planificación central que sean necesarios para
coordinar la producción y distribución de las mercancías y servicios fundamentales de
la sociedad.

4. La plena vigencia de los derechos humanos y civiles independientemente de la


procedencia social. Declarar como derecho humano el trabajo, la salud, la educación,
la vivienda, y la protección ambiental, entre otros.

5. El reconocimiento de la propiedad privada (individual) sin explotar trabajo asalariado


como una de las formas de producción legítimas en el socialismo.

6. El reconocimiento de la pequeña y mediana propiedad capitalista como necesaria


durante un largo período de tiempo.

7. La reorganización-transformación de la policía en un cuerpo de carácter civil


controlado y dirigido por los trabajadores.

8. El reconocimiento de las organizaciones independientes de los trabajadores y otros


sectores (sindicatos, comités comunales, grupos feministas, etc.) como
consustanciales al socialismo y al proceso de liberación de los trabajadores.

9. El fortalecimiento, desde ahora, de las tendencias anti-estatales y anti-capitalistas


esenciales para fomentar la auto-organización y la autogestión de todos los sectores
del pueblo.

10. La creación de un “estado” independiente y soberano que sea realmente un semi-


estado despojado de funciones represivas y controlado por las organizaciones
populares.

11. La aspiración a establecer estrechos lazos económicos y políticos con las demás
naciones caribeñas y antillanas que nos ayuden a lograr la más solidaria cooperación.

6. La crisis del marxismo

Los planteamientos expuestos sobre nuestra concepción de lucha por el


socialismo en Puerto Rico están claramente matizados por la crisis del marxismo
y el socialismo a nivel internacional. Los graves conflictos, las crisis y posterior
derrumbe de la mayoría de los países llamados socialistas dramatizaron la crisis
de la teoría socialista. Decimos esto pues nos parece erróneo creer que lo que
colapsó en los países de capitalismo de estado [1] fue meramente la forma en
que se implantó el “modelo” socialista elaborado por Marx y Engels. Si bien es
cierto que en la Unión Soviética y otros países se elaboraron unas
concepciones, particularmente antidemocráticas, conflictivas con las ideas
marxistas no es menos cierto que los socialistas y los partidos que dirigieron
esos procesos lo hicieron pensando que las concepciones que estaban
implantando conducirían al socialismo y al comunismo. Ese proceso, que llevó a
la constitución de sociedades opresivas muy distintas al proyecto de liberación
proclamado, fue el producto de la lucha de clases por el socialismo donde se
combinaron los graves errores y concepciones equivocadas con las
insuficiencias doctrinales de la teoría socialista.

Un claro ejemplo de lo que estamos señalando es que el mismo marxismo no ha


podido explicar satisfactoriamente el surgimiento de estas sociedades
totalitarias, el fortalecimiento del estado, la concepción del partido único y el
despojo de los derechos democráticos de la clase obrera la cual sería la clase
llamada a gobernar según la teoría marxista.

Por otro lado, el marxismo no ha producido una estrategia revolucionaria exitosa


para los países capitalistas industrializados. Donde únicamente han triunfado
procesos revolucionarios alentados por la teoría marxista ha sido en varios
países de capitalismo atrasado. La “misión histórica” de la clase obrera no ha
sido asumida por los trabajadores de los países industrializados, peor aún en la
mayoría de estos la clase obrera se ha “contentado” con las conquistas sociales
obtenidas, a través de sus luchas sindicales o reivindicativas. Por lo tanto, es
claro que no existe tal “misión histórica” de la clase obrera ni mucho menos una
predeterminación revolucionaria; la revolución será obra de los obreros mismos,
siempre y cuando estos cobren conciencia de clase y sientan la necesidad y
urgencia de organizarse para luchar por la toma del poder político, no porque
esté escrito en la pared.

Las pretensiones científicas del marxismo ha sido otro de los factores que han
conducido a su crisis. Una cosa es que la concepción materialista de la historia
nos ayude a interpretar la realidad social y nos sirva como guía para la acción
revolucionaria y otra muy distinta es creer que estamos en posesión de una
teoría “todo-poderosa” capaz de explicarlo todo sin necesidad de corroboración
práctica. Lo último es sin duda una muestra evidente de dogmatismo. La misma
denominación de “socialismo científico” establece un sello de superioridad
teórica que plantea varios problemas, entre otros la dificultad de que sea
científicamente corroborable el comportamiento de un movimiento social
sumamente complejo y masivo que pretende unificar diversas voluntades,
creencias y actitudes de lucha. Dejando a un lado el dogmatismo que tanto
daño le ha hecho al socialismo, es mejor considerar al marxismo como una
teoría que se enriquece con la diversidad de interpretaciones y su
utilización como guía para ayudarnos a desarrollar nuestra lucha.

Uno de los puntos más débiles del marxismo es su teoría sobre el estado. El
marxismo no ha podido producir una teoría coherente sobre la destrucción o
transformación del estado burgués y el periodo de transición al comunismo. Los
señalamientos de Marx y Engels eran obviamente insuficientes y la experiencia
de los llamados países socialistas ha resultado en el fortalecimiento del aparato
estatal. Partiendo de puntos de vista distintos tanto los socialdemócratas como
los marxistas-leninistas han caído en la estadolatría. Mientras no profundicemos
sobre este problema cardinal y elaboremos una teoría de la
eliminación/transformación del estado que supere los aspectos “democráticos”
del estado burgués será muy difícil que podamos elaborar una teoría de la
transición socialista que sea verdaderamente revolucionaria.

La crisis del marxismo se ha manifestado con particular impacto en el papel de


las formas organizativas que asume la lucha de la clase obrera. Entre otras, la
función del partido revolucionario ha sido cuestionada de manera dramática y ha
puesto de relieve las contradicciones de la llamada teoría leninista de
organización con el desarrollo autónomo y libertario de las luchas obreras. La
preeminencia de la teoría sobre la práctica encarnado en el dogma “sin teoría
revolucionaria no puede haber movimiento revolucionario”, la teoría leninista que
sostiene que la conciencia de clase es introducida desde afuera, el partido
como instancia suprema, la supeditación de las demás formas organizativas al
partido, el centralismo democrático y la disciplina férrea, la organización de
revolucionarios profesionales, el partido como instrumento de la dictadura del
proletariado han conducido a una concepción organizativa que plantea la
sustitución de la clase obrera por el partido y contradice la vieja máxima marxista
de que “la liberación de los obreros será obra de los obreros mismos”.

7. Las formas de lucha

El problema de las formas de lucha se torna académico si se desarraiga de la


realidad social-económica de nuestro país. Realmente son las distintas
características de la lucha de clases en Puerto Rico, con sus obstáculos y
graves dificultades, las que determinan la efectividad de las formas de lucha que
se utilizan durante el proceso revolucionario. En otras palabras, los métodos de
lucha que utilicemos en un momento dado serán efectivos en la medida en que
correspondan a las condiciones concretas que plantea el movimiento social que
con distintos énfasis y niveles de desarrollo se verifican actualmente en Puerto
Rico.

A los independentistas y socialistas nos interesa sobre todo contribuir a lograr


una transformación revolucionaria que permita que nuestro pueblo ejerza
plenamente el poder: una sociedad libre, democrática y socialista. Queremos la
libertad nacional que implica la independencia para construir una patria donde la
explotación no tenga cabida y la igualdad y la justicia sean el norte de nuestro
desarrollo como pueblo. Si bien durante años hemos venido luchando, a través
de diversos medios, por hacer realidad ese propósito, la realidad es que todavía
estamos muy lejos de lograrlo. Hemos avanzado, sin duda, en unas áreas de la
lucha social, pero no lo suficiente para contar con un movimiento de masas a
favor de la independencia y el socialismo.

En ese contexto salta a la vista que nuestra lucha enfrenta un primer obstáculo
de gran envergadura: la inmensa mayoría de nuestro pueblo favorece a los
partidos que representan el colonialismo y el capitalismo. Aunque no nos guste
tenemos que empezar por reconocer ese hecho incuestionable.

¿Qué razones pueden explicar que hasta el momento nuestro pueblo apoye al
régimen colonial existente? Sin duda es contradictorio que siendo el
colonialismo la negación de los derechos nacionales del pueblo, la negación de
la libertad nacional, ese pueblo prefiera mantenerse viviendo bajo el régimen
colonial. Pero esa contradicción es real y revela precisamente el carácter
peculiar del colonialismo en Puerto Rico y su impacto sobre la conciencia de los
distintos sectores del pueblo.

Bajo el dominio de los EU nuestro pueblo ha conseguido conquistas y derechos


que tienen un profundo significado en la formación de una conciencia política
que valora grandemente esos logros y los asocia con la presencia imperialista
en Puerto Rico. Pensemos solo por un momento en la valoración que hace la
mayoría de nuestro pueblo de los derechos democráticos adquiridos y el nivel de
vida y beneficios materiales logrados hasta el momento.

Nosotros sabemos que esos derechos y conquistas se han obtenido a través de


grandes luchas y sacrificios. Sabemos, además, que muchos de esos derechos
son truncos y algunas conquistas tienen un carácter pasajero. Pero ni nosotros
ni nadie puede negar la importancia de esas conquistas, aun reconociendo sus
limitaciones, en la configuración social y en la conducta política predominante en
Puerto Rico.

En arroz y habichuelas esto nos plantea un hecho insoslayable: los grupos


sociales, las clases y los pueblos se lanzan a cambiar su régimen de vida
cuando se hace insostenible seguir viviendo bajo ese régimen. Mientras los
pueblos crean que pueden mejorar su nivel de vida bajo el régimen existente se
dificultará sobremanera el proceso revolucionario. En nuestro caso es evidente
que nuestro pueblo tiene expectativas de mejoramiento bajo el régimen colonial-
capitalista actual y no se plantea todavía la necesidad de un cambio
revolucionario.

Pero esa realidad tiene su contraparte: el colonialismo también ha producido una


brutal deformación social que denuncia el carácter pasajero de las conquistas
obtenidas y anuncia tiempos difíciles para nuestro pueblo. El desempleo
crónico, la marginación social masiva, la destrucción del ambiente, el alto costo
de la vida, la criminalidad rampante, entre otros, son solo algunas de las
características de la crisis social que vive este país. Ahí precisamente, está la
agenda de trabajo presente y futura del independentismo.

Un panorama social como ese abre una gama de posibilidades de lucha y


organización sumamente amplias. Movimientos sindicales, estudiantiles,
comunales electorales y no electorales, políticos y reivindicativos existen por
doquier en este país y revelan la variedad y complejidad de la lucha
social. Pretender controlar o imponer unas formas de lucha a un movimiento
social tan complejo es uno de los peores errores que podemos cometer. Hay
que reconocer la expresión de las más diversas formas de lucha si queremos
que estos movimientos puedan ser efectivos en sus respectivas luchas. Hoy
asistimos, particularmente al proceso de reafirmación del carácter autónomo de
cada movimiento y a las dificultades que ese proceso plantea.

Esta importante tendencia democrática revela, además, que ninguno de los


métodos de lucha principales utilizados puede producir por si solo el triunfo de la
lucha independentista-socialista. Presupone que para alterar la presente
correlación de fuerzas desfavorables y hacer viable el proyecto revolucionario el
movimiento tendrá que hacer uso de distintos métodos de lucha sin declarar de
ante mano la obsolescencia de un método en particular.

Tenemos que resignarnos a aceptar que en un movimiento verdaderamente


amplio hay lugar, por ejemplo, tanto para aquellos que defienden la lucha
armada como para aquellos que defienden la lucha electoral. Lograr el grado de
madurez para aceptar esa realidad es un paso necesario para que el movimiento
independentista pueda encaminarse hacia una concepción unitaria de nuestra
lucha.

Lo mismo puede decirse respecto a las organizaciones políticas. Consideramos


un error la caracterización de una organización a partir de un método de
lucha. Si algo ha demostrado la experiencia del movimiento independentista es
lo incorrecto de esa visión; por ejemplo, ni los electoralistas ni los anti-
electoralistas hemos podido sacar la lucha por la independencia de la crisis en
que se encuentra.

En cuanto a los métodos de lucha lo verdaderamente esencial es:

1. Mantener una actitud abierta a la consideración de cada método permitiendo que sea
la experiencia práctica la que diga la última palabra.

2. Asumir el debate ideológico como elemento consubstancial al problema de los


métodos de lucha. Sin debate político no existen alternativas verdaderas.

3. Aceptar que el trabajo directo con los distintos sectores del pueblo es la base, crisol
de cualquier método de lucha. El método es importante en la medida que reconoce
un contenido social y lo expresa.

Partiendo de esas consideraciones pensamos que nos espera un proceso


prolongado de lucha que exigirá profundizar e intensificar el trabajo político-
socialista con los trabajadores y el pueblo en las fábricas, centros de trabajo, las
comunidades, las escuelas, universidades y en todas las áreas de la sociedad
donde sea necesario, a la vez que exploramos avenidas que contribuyan a
unificar los esfuerzos de aquellos grupos que coincidimos en unas metas
estratégicas socialistas.

En ese proceso debemos estar dispuestos a utilizar todos aquellos métodos de


lucha que sean necesarios para contribuir al desarrollo de la lucha diaria de los
trabajadores y a la lucha general por lograr la transformación socialista a que
aspiramos. Aunque nos gustaría que ese proceso fuera lo más pacífico posible,
sabemos, por la experiencia de las luchas sociales y la naturaleza represiva del
Estado, que en distintos momentos y etapas la lucha adquirirá un carácter
violento que no podemos obviar, pues la burguesía no entregará el poder político
de la sociedad graciosamente. Pero esa caracterización no debe significar que
nuestra organización deje de lado la consideración en determinado momento de
la utilización del proceso electoral vigente en el país. Desde la perspectiva de
poner el socialismo en primer plano, en todas las áreas de lucha, podríamos
plantearnos postular o apoyar candidatos o candidaturas de claro corte socialista
en próximos procesos electorales, e incluso, no descartamos otras formas de
participación que sean cónsonas con los objetivos estratégicos socialistas.

8. La organización socialista
La organización socialista que aspiramos construir deberá ser lo suficientemente
amplia para poder integrar diferentes sectores ideológicos dentro del campo del
socialismo. No existe una única vía del camino correcto hacia la independencia y
el socialismo: ninguna de las versiones existentes por sí sola ha podido ofrecer
solución teórica o práctica a los problemas fundamentales que ha enfrentado el
movimiento socialista durante muchos años. Se trata entonces de que tenemos
que desarrollar una teoría y una práctica socialista que, tomando en cuenta la
experiencia internacional, sirva de guía para el trabajo revolucionario en Puerto
Rico. La particular ideología socialista, tiene que ser menos importante que la
práctica liberadora: lo importante es que todo el que esté dispuesto, contribuya
de alguna manera a lograr la liberación de los trabajadores de la explotación
capitalista-colonial.

Esa organización podrá estar compuesta por socialistas marxistas, leninistas,


anarquistas, socialistas libertarios, socialistas utópicos y cualquier otra
denominación que esté en proceso de crearse. El socialismo que definirá a
nuestra organización será por tanto un Socialismo Democrático bastante
heterogéneo, tanto como la clase que pretendemos movilizar bajo la bandera
socialista.

Esa amplitud debe implicar que el MST pueda cobijar en su seno a personas
unidas en torno a una perspectiva de socialismo democrático con
perspectivas estratégicas y tácticas distintas, convencidas de que podemos
adelantar la causa socialista por encima de esas diferencias. Problemas como la
cuestión electoral, la lucha armada y la política internacional que siempre han
sido fuentes de conflicto en la izquierda, pueden abordarse desde esa óptica y
no deben ser razón para que se produzcan rompimientos en la organización. Es
un hecho que personas con visiones distintas sobre la participación electoral
pueden coincidir en muchos otros aspectos más relevantes de nuestra lucha
haciendo aportaciones significativas.

En una organización de este tipo lo verdaderamente importante es que exista el


convencimiento de que ningún lineamiento táctico — como los métodos de lucha
— es permanente o invariable. Todo está sujeto a discusión: hoy, la mayoría
puede favorecer una posición determinada, pero mañana, el debate y la
experiencia pueden llevar a la adopción de una línea distinta.

9. Vida interna

La organización socialista debe prefigurar en su vida interna, desde el


capitalismo, el tipo de sociedad socialista que queremos construir. Si la
organización no se “entrena” en la más amplia democracia interna durante la
lucha contra el régimen burgués difícilmente podrá sostener una práctica
democrática en la sociedad socialista.

Como instrumento de lucha la organización política tiene la necesidad de


coordinar recursos y tareas de distinto tipo, llevar a cabo acciones concertadas
de militancia y discutir distintos problemas en el proceso de cumplir sus
objetivos. El logro de esos objetivos será más efectivo y duradero si se da
aceptando las diferencias políticas como algo normal y necesario, lo cual
aconseja entonces, la búsqueda del consenso, tomar decisiones por mayoría
respetando el derecho de las minorías a acatar o no las mismas.

Los socialistas que aspiramos contribuir a unificar a grandes sectores de los


trabajadores y el pueblo en una o varias organizaciones de masas, frente o
movimiento socialista con vocación de poder político, no podemos ni pensar en
esa posibilidad si estamos sujetos a una concepción organizativa que para
luchar por un fin común todos los miembros de una organización tienen que
asumir y acatar una posición, aunque un gran sector no esté de acuerdo con la
misma. Esa concepción no sólo pretende homogeneizar, desconociendo la
heterogeneidad existente, por vía de una votación mayoritaria; peor aún, al
convertir el “centralismo democrático” en criterio fundamental para poder formar
parte de una organización sacrifica la aportación concreta que un sector pueda
hacer en aquellos aspectos en se está de acuerdo.

La adhesión a una organización política socialista es un acto voluntario,


libremente acordado, que no debe estar mediado por amenazas coercitivas o
medidas disciplinarias. La disciplina en una organización socialista debe ser un
mecanismo consciente que permita unir voluntades individualmente para luchar
por unos objetivos colectivos. Estamos convencidos de que una vez tomada una
decisión, la mayoría (aquellos que votaron a favor) debe ser la responsable
principal de ponerla en práctica; la minoría (los que votaron en contra) debe
tener la opción de acatarla o no. La organización no deberá obligar a nadie, so
pena de medidas disciplinarias, a acatar una decisión que pueda lesionar
principios de conciencia de uno o varios de sus miembros.

Para que la visión democrática que planteamos pueda ser efectiva, todos los
miembros de la organización deben tener asegurado el derecho a formar
tendencias, es decir la constitución de grupos que se reúnen para discutir,
redactar documentos, preparar propuestas, impulsar consensos, planificar la
participación en los procesos decisionales de la organización e incluso, actuar
independientemente si así lo entendieren necesario. Esto implica la libertad para
criticar las posiciones asumidas por la organización y llevar a la práctica su
posición, aunque haya sido derrotada por la mayoría.
10. Una consideración estratégica ineludible

La situación política del independentismo es crítica por demás. En las pasadas


elecciones el PIP obtuvo apenas el 3% de los votos emitidos y las perspectivas
futuras apuntan hacia no quedar inscritos como partido en los próximos comicios
del 2000. La perspectiva del sector independentista no pipiolo no es nada
halagüeña tampoco. El hecho innegable es que el mensaje independentista no
ha logrado calar en el pueblo y desde 1976 el apoyo electoral y la militancia en
la calle se han ido reduciendo dramáticamente.

Si bien son varias las razones que pueden ayudarnos a explicar este fenómeno,
nos parece que la más importante tiene que ver con el contenido del mensaje
independentista. ¡Nuestro ideario ha envejecido con los años y no queremos
darnos cuenta! Las transformaciones económicas y políticas operadas bajo la
égida del capitalismo colonial de 1940 hasta hoy han dejado al independentismo
tradicional sin programa de lucha. La democratización del país, la
modernización, la industrialización y el aumento en el nivel de vida de las masas
que han sido históricamente banderas de lucha de las burguesías
independentistas fueron logradas en Puerto Rico bajo el régimen colonial. La
clase burguesa que se suponía fuera base social de la lucha nacional por la
independencia se desnacionalizó y selló su suerte al régimen colonial bajo el
cual ha logrado su sobrevivencia y progreso social. Por eso no es de extrañar
que los sectores más numerosos y poderosos de lo que podríamos denominar
burguesía puertorriqueña apoyan el ELA o la estadidad.

A principios de la década del 70 el independentismo reconoció la realidad que


estamos planteando y comenzó a vincular la lucha nacional con las luchas
obreras y populares, y radicalizó su mensaje con un contenido socialista. Y no
empece las limitaciones ideológicas y políticas que se evidenciaron en las
principales organizaciones independentistas de ese momento, el
independentismo creció en cantidad y calidad. En las elecciones del 1968 con un
mensaje independentista tradicional, el PIP había obtenido apenas 24,000 votos.
En 1972 con un mensaje de contenido socialista obtuvo 69,000 y en 1976,
sumados los votos del PIP y el PSP, se obtuvieron unos 92,000 votos o 6% de
los votos emitidos.

Nótese que cuando el PIP en 1980 en adelante abandona el mensaje socialista


definitivamente su apoyo electoral comienza a decrecer hasta llegar a apenas el
3% en las pasadas elecciones. Lo mismo pasó con los otros sectores como el
PSP, cuya crisis y final desaparición coincidieron con el abandono del discurso
socialista y la adopción del viejo mensaje nacionalista tradicional.
La lección nos parece muy clara: el mensaje nacionalista tradicional de himno,
bandera y cultura no le da fuerza al independentismo. Ese mensaje es asimilable
electoralmente al Partido Popular. Y la defensa de la independencia sin
contenido social no le dice mucho a la mayoría del pueblo que ha logrado
importantes conquistas democráticas bajo el régimen colonial, que conoce la
dura realidad que viven muchos pueblos que son repúblicas independientes y
que han sido bombardeados por la propaganda colonialista del miedo a la
independencia. La historia ha demostrado que insistir en ese mensaje solo
puede conducir a la extinción del independentismo puertorriqueño y al
fortalecimiento del colonialismo.

El régimen colonial-capitalista solo puede ser enfrentado por una ideología que
sea una superación de ese régimen, con un contenido social que represente de
alguna manera las aspiraciones o intereses concretos de un sector significativo
del pueblo. La independencia tiene que identificarse con los pobres y ser para
los pobres; en los trabajadores, desempleados y los oprimidos en general es que
la independencia tiene que buscar su base social.

[1] Nota aclaratoria: En el MST existe un claro consenso respecto a que los
países llamados socialistas no eran ni son socialistas, y más bien han
constituido sociedades totalitarias, donde la clase obrera nunca ha gobernado.
Sin embargo, existen distintas visiones sobre la naturaleza de clase de esos
países. El concepto de capitalismo de estado es una de las formas en que un
sector de la organización caracteriza a estas sociedades; otros sectores, a falta
de una caracterización específica, los denomina “países llamados socialistas”.

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