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Shemot(Éxodo 1:1-6:1)

Moshé y la zarza ardiente


En su novela Instrucciones para un descenso al infierno, Dorris Lessing demuestra
que la percepción depende, en gran medida, de lo que esperamos percibir.
Un personaje de su novela observa que ejércitos enteros de ángeles pueden
pasar al lado de una persona, pero si ella no espera que ocurra ese fenómeno,
probablemente no lo advertirá.

Los comentaristas de la Torá expresan la misma idea al preguntar la razón por la


que la Biblia, al presentarnos a Abraham, no menciona sus virtudes. ¿Por qué no
se nos dice qué fue lo que permitió que Abraham tuviera el mérito de tener una
relación cercana con Dios?

La respuesta es que la Torá nos informa la grandeza de Abraham simplemente al


decirnos que él escuchó el llamado de Dios. Si bien Dios le habla a muchos, sólo
Abraham fue capaz de percibir Sus palabras.

Una de las “percepciones” más destacadas de todos los tiemposaparece en


Shemot, la parashá de esta semana. Moshé pastorea las ovejas de su suegro en
medio del desierto y de repente ve un fenómeno extraordinario: un arbusto en
llamas, pero el fuego no lo consume. Con curiosidad, Moshé comienza a
acercarse al arbusto y… de repente se escucha una voz. Dios le habla a Moshé y
le encomienda la responsabilidad de salvar al pueblo judío de la esclavitud en
Egipto.

Los comentaristas de la Torá discuten ampliamente sobre cuál fue el motivo por el
que Dios eligió la visión de la zarza ardiente para iniciar Su contacto con Moshé.

Rashi ve a la zarza ardiente como un símbolo de la presencia protectora de


Hashem durante las épocas en que los judíos enfrentarán “dificultades
ardientes”. Tal como la zarza continúa existiendo porque Dios la sustenta, así
también Dios sustentará al pueblo judío para que subsista en su momento de
necesidad.

Rabeinu Bejaie ofrece dos interpretaciones adicionales. Él cita un Midrash que


nota que la palabra hebrea para ‘arbusto’ (sné) es similar a Sinaí. Este Midrash
considera que la zarza ardiente es un símbolo del fuego que ardería en la cima
del Monte Sinaí durante la entrega de los Diez Mandamientos.

En otro nivel, Rabeinu Bejaie sugiere que la imagen de la zarza ardiente es un


paradigma de toda la realidad física. Dado que el mundo físico es producto de
una creación Divina espiritual, es lógico asumir que el universo físico debería ser
consumido por el poderoso flujo espiritual que emana de Dios. Por lo tanto, la
existencia continua de todo el universo físico es similar a la existencia de esa
zarza ardiente. A través del simbolismo de la zarza, Dios nos aseguró que Él
sustentará al mundo.

***

Quizás la observación más sorprendente sea la hecha por el Sforno. Él dice que,
en la zarza, Moshé recibió un nivel de profecía inferior al que recibiría años
después. El pensamiento judío sostiene que hubo una diferencia crucial y
substancial entre la profecía de Moshé y la del resto de los profetas. Mientras que
todos los otros profetas recibieron los mensajes de Dios en forma de imágenes
que debían ser interpretadas, Moshé oyó las palabras directamente de Dios, sin
necesitar imágenes intermedias. Sin embargo, la zarza ardiente es la única
excepción a esta regla, y sugiere que las percepciones espirituales de Moshé
en ese momento necesitaban un mayor desarrollo.

Los Tosafot Dáat Zekenim también notan que un arbusto no puede ser usado para
la idolatría, por lo que Moshé estaba escuchando la voluntad de Dios a través de
un medio que estaría libre de toda contaminación espiritual.

Otros Midrashim ven a la zarza como una señal de humildad, indicándole a


Moshé que Dios mora con quienes son realmente humildes. Así como la zarza
ardiente es un símbolo de humildad, pero contiene posibilidades sobrenaturales,
también las profecías posteriores de Moshé irían más allá de lo que él podía
percibir espiritualmente en ese entonces… llevándolo a alturas que ningún otro ser
humano alcanzaría en toda la historia.

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