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1.

Dando por sentado que el debate sobre la reforma del Estado presenta en
su esencia raíces ideológicas inocultables —y que, por cierto, no es nociva
la manifestación de las mismas—, se hace necesario atender hoy a
aquellas percepciones orientadas no tanto por lo ideológico como por lo
político y lo estratégico. El Estado, como poderosa palanca de acción
social colectiva, no puede dejar de asumir su irrenunciable papel en la
conducción, correspondiéndole la promoción de las pautas del desarrollo
y la creación de las condiciones para que el conjunto de la sociedad sea
alcanzado equitativamente por este. En la historia puede observarse la
imposibilidad de una distribución solidaria de los bienes sociales si esta
tarea es dejada en manos de un mercado para acceder al cual los
individuos y los grupos sociales no están en iguales condiciones. Pero
tampoco puede nadie dejar hoy de admitir que un ancho campo de
maniobra debe ser puesto en manos de la iniciativa privada, con una
dinámica articulada, en lo esencial, con los fines definidos por la propia
sociedad.

2.

El debate sobre la reforma del Estado tiene raíces ideológicas evidentes (y


es saludable que ellas se pongan de manifiesto). Pero hoy interesa
analizar las motivaciones políticas y estratégicas más que los supuestos
ideológicos. El Estado es una poderosa palanca de acción social colectiva.
Debe ser un gestor que promueva el desarrollo y cree las condiciones para
que éste beneficie a toda la sociedad. La historia muestra que, cuando el
mercado es el único que distribuye los bienes y riquezas sociales, éstos no
se reparten de manera equitativa. La razón es que los individuos y los
grupos no acceden al mercado en iguales condiciones. Pero al mismo
tiempo es necesario que la iniciativa privada tenga un ancho espacio de
acción, y que su dinámica se articule, en lo esencial, con los fines de la
propia sociedad.

Taller de Expresión Escrita • M. Dutto y S. Tanzi • CLAEH, 2014

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