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Alessandro

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Vol, I
Fundación Rod r í g ue z Dcmorizi
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Al cssandro Cora Idini

I TIÑERARIO
p o r las regiones
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Presentación de E. Rodríguez Demorlzl

Editora del Caribe,


Santo Domingo, República Dominicana,
19 7 7
ALEJANDRO GERALDINI

Con treinta y nueve años de servicio junto a los Reyes de Castilla


en ejercicios de cultura y diplomacia, siendo obispo de Vulturara y
Montecorvino desde 1494, don Fernando el Católico lo presentó para la
Silla de Santo Domingo el 26 de enero de 1516. El mismo Geraldini en­
tregó esta carta de presentación con una suya, que firmó en Colonia el
30 de junio del mismo año, haciendo personal suplicación. Las bulas
tienen fecha de 23 de noviembre del propio año de 1516. Con carta de
Londres de 13 de noviembre de 1517 para los señores del Cabildo ecle­
siástico y juntamente con real cédula de Carlos V (firmada, desde lue­
go, por el Cardenal Cisneros), de Madrid 13 de febrero de 1517, para que
los PP. Jerónimos diesen lodo favor y ayuda a Geraldini en persona de
su sobrino Onofre (Nufrio) Geraldini, y criado Diego del Río, que to­
marían la posesión por poder, el obispo despidió a sus domésticos, los
cuales cumplieron su comisión, de que el obispo dio las gracias a los
prebendados en carta, todavía de Londres, de 13 de septiembre de
1518 Una carta de Geraldini, escrita en Santo Domingo al Emperador
“pridie Nonas octobris MDXIX” (6 de octubre de 1519) da la fecha in­
concusa en que aparece estar en Santo Domingo, contra lo que se lee en
su Itinerarium ad Regiones sub Aequinoctiali Pfaga constituías, edición
de Roma, 1631. La referida carta se halla en el Archivo General de In­
dias, y la fecha ha sido revista y comprobada, como arriba se expresa.
En la urna que encierra sus restos en la Catedral de Santo Domingo se
lee: Hic iacet Bmns Alexander Geraldinus Patricius Reme Episcopus
II Sancti Domini obiit anno Domini M. D. XXÍ1II die VII Mensis Mar­
iis.
La mayor preocupación de este obispo, determinado a que su cuer­
po descansase en su Iglesia, fue la edificación de la Catedral, hasta en­
tonces iglesia de paja y madera; sus escritos comprenden una descrip­
ción de las partes y de la forma con que edificaría el templo. Comen­
zó la obra en 1522, y nada hay en la Catedral que tenga reflejo alguno
de aquella descripción poética.
—Fr. Cipriano de Utrera Episcopoíogio donünicopoHíano. Santo
Domingo, 1956.
FUNDACION RODRIGUEZ DEMORIZI

Publicaciones

1. — A. Geraldini, Itinerario.

2. -— E. Rodríguez Demorizi, Bibliografía dominicana (En prepa­


ración).

3. — Fr. C. de Utrera, Noticias históricas de Santo Domingo (En


prensa).

Dirección: Fundación Rodríguez Demorizi,


Academia Dominicana do la Historia,
callo MeieudeH, Manto Domingo, R. D.
Fundación R o d r í g u e z Demorizi
---------------------------------- Vol. I --------------------------------

Alessandro Geraldini

ITINERARIO
por las regiones
subequinocciales
Presentación de E. Rodríguez Demorizi

Editora del Caribe,


Santo Domingo, República Dominicana,
I !>7 7

, t . . f, i,..-,-
Alossiuidro Gcraldini. Oleo en la Catedral de Santo Domingo.
PRESENTACION

No dejará de sorprender que sea ahora, ya al arribarse a la


orilla del siglo XX, cuando se publique una obra de tal magni­
tud como ésta, uno de los primeros libros escritos en el Nuevo
Mundo, nada menos que de nuestro segundo Obispo, del ilustre
humanista italiano Alessandro Geraldini. Sorpresa aún mayor
cuando se piense que es la primera traducción, de obra escrita
en latín, en la Isla Española —punto de partida de todo lo his­
panoamericano— en los remotos comienzos del siglo XVI, por
el 1522.

En su Itinerario Geraldini se adelantó a Oviedo y a Las Ca­


sas en sus deslumbradoras alabanzas de la Española; se adelan­
tó a los poetas en su Oda latina a nuestra Catedral, obra suya,
donde reposa; juntó en su Itinerario, como grande humanista
que era, la Geografía, la Historia, la Poesía, la Arquitectura, el
Arte; hizo las primeras entusiastas descripciones de la ciudad de
Santo Domingo, donde levantó su templo más suntuoso; desde
aquí escribió a Pontífices y Reyes.
Pocos personajes de semejante importancia vinieron en su
tiempo al Nuevo Mundo; quizás ninguno; porque él ostentó su
sabiduría y su prestancia en la Corte española y en la Casa de
San Pedro; porque él se enorgullecía —en su Itinerario— de
haber sido amigo de Colón y de haberle auxiliado en sus magnas
empresas.

Permítasenos repetir aquí las doctas y bellas alusiones a Ge­


raldini, del Marqués de Lozoya, en su Prólogo a nuestra obra
España y los comienzos de la pintura y la escultura en América:

13
14 ALESSANDRO GERALDINI

El libro de Emilio Rodríguez Demorizi, al cuál sirven de um­


bral estas líneas, viene a sumarse a la serie de cantos apasionados
que, a lo largo de los siglos, se han escrito en honor de la ciudad
de Santo Domingo, primada de América, presencia “incunable”
de Europa en el Nuevo Mundo. Por todo el haz de la tierra hay
esparcidas ciudades-metrópolis que irradiaron, en un espacio
más o menos extenso, su prestigio político y su cultura. Santo
Domingo, la ciudad gótica en un ambiente de trópico —Brujas
tropical, se la ha llamado— es una de estas ciudades que han te­
nido en un momento de la Historia una misión rectora. Durante
esa primera mitad del siglo XVI que constituye la breve y mara­
villosa “Edad Media” americana; la época de los fabulosos des­
cubrimientos; de las conquistas de imperios, que hacían verdad
las hazañas de los libros de caballerías, lectura habitual de los
conquistadores; de la fundación de ciudades y de conventos, to­
do había de pasar por Santo Domingo. Los aventureros que soña­
ban con ensanchar el mundo conocido encontraban, después de
correr los riesgos del mar, a orillas del Ozama, “la Ciudad”, con
su catedral y su iglesia, con sus murallas y con este castillo me­
dieval que es la Torre del Homenaje, con sus calles flanqueadas
de bellos edificios de piedra. En Santo Domingo tuvieron su pri­
mer contacto con América, para lanzarse hacia lo desconocido,
Alonso de Ojeda, Juan Ponce de León, Vasco Núñez de Balboa,
Diego Velázquez de Cuéllar, Francisco Pizarro, Hernán Cortés.
Su Audiencia era el supremo organismo de gobierno para las
tierras descubiertas. Con razón podía escribir en el siglo XVIII
Fray Bartolomé de Villanueva: “Todas las cosas de la Ciudad de
Santo Domingo de la Española son primadas”.
Más adelante agrega el doctísimo Maestro el más bello elo­
gio de Geraldini:
En su entusiasmo por la que fue metrópoli del Orbe Nuevo,
Emilio Rodríguez Demorizi ha tenido, ciertamente, ilustres pre­
cursores, de los cuáles es el primero el Obispo Alessandro Geral­
dini. Confieso mi extremada simpatía hacia esa figura singular
de humanista del Renacimiento caído en el trópico, que apenas
se iniciaba en la cultura cristiana y en el tenor de vida de Euro­
pa. Soldado al servicio de Isabel en la guerra sucesoria; precep-
ITINERARIO I’OR I .AS REGIONES SUBEQUINOCCIALES 15

tor en letras latinas de los infantes, hijos de los Reyes Católicos,


es nombrado en 1519 Obispo de Santo Domingo, y a los sesenta
y cuatro años emprende un viaje cuyas peripecias, descritas en
el más elegante latín, se hacía leer en la mesa León X, el Medi­
éis protector de literatos y de artistas. Al llegar, al cabo, a la ca­
pital de su diócesis expresa su admiración con palabras acaso
excesivas, pero cuya misma desmesura es indicio de amor: “Que­
do admirado de ver tan ínclita ciudad, fundada hace el buen
tiempo de veinticinco años, porque sus edificios son altos y her­
mosos como los de Italia; su puerto, capaz de contener todos los
navios de Europa; sus mismas calles, anchas y rectas, que con
ellas no sufren comparación las de Florencia.” Cuando, rendido
por la edad y enfermo a consecuencia del clima cálido y húme­
do, Alessandro presiente la muerte, pone en el sepulcro que ha
de contener sus restos en la nueva catedral su ilusión suprema,
y en sus versos se complace en imaginar el asombro de los visi­
tantes ante los clásicos primores del arca sepulcral:

Intrabunt quondam sacra haec per templa futuri-


Noster ubi tumulus
Atque inspectantes nostras e marmore vultus
Stemata celsa domus...

Haciendo verdad los sueños del Obispo humanista yo me he


detenido muchas veces a contemplar, en la penumbra de la Ca­
tedral, en tanto me llegaban del exterior los gritos musicales de
los negros que pregonaban sus mercancías bajo el sol ardiente,
la elegante traza florentina del arcosolio que cobija la tumba,
en forma de cáliz, flanqueada por leones.
Pedro Henríquez Ureña también elogia, con desusado entu­
siasmo, al egregio humanista:
Uno de los primeros obispos fué el humanista italiano ALES­
SANDRO GERALDINI (1455-1524). En España, donde estuvo
unos cuarenta años y recibió de los Reyes Católicos el nombra­
miento de preceptor de Palacio, había sido, junto con su herma­
no Antonio, y como Lucio Marineo Sículo y Pedro Mártir de
16 ALESSANDRO GERALDINJ

Anghiera, uno de los portadores del espíritu italiano del Renaci­


miento. Filé escritor fecundo en latín, tanto en prosa como en
verso; dejó fama como maestro; además, “tiene el mérito —dice
Menéndez Pelayo—> de haber sido uno de los primeros que em­
pezaron a recoger lápidas e inscripciones romanas en España”.
Narra su llegada a Santo Domingo donde pasó cuatro años, —los
últimos de su vida—, en las curiosas páginas de su Viaje a las re­
giones subequinocciales; al viaje consagra una oda; a la cons­
trucción de la Catedral donde reposa, otra oda, en sáficos y adó­
rneos, primeros versos escritos en latín —que sepamos— en el
Nuevo Mundo.
La pintura que hace de la ciudad de Santo Domingo, su cul­
tura, su lujo, sus banderías, es sorprendente: “Quare, si popúlus
meus reliquet, factiones, quas male incepit, plañe aussim affir-
mare hanc urbem, succedente minorum aetate latissimun in tota
Plaga Aequinoctiali imperium habituram esse. Quid referam,
nobiles Equites uestibus purpuréis, sericis, auro intertexto cla­
ros, qui innumeri sunt? Quid lurisconsultos, qui patria eorum
sub axe Europaerelicta, hanc ciuitatem optimis legibus, optimis
moribus, sanctissimis institutis insignem reddidere? Quid Prae-
fectus nauium? Quid Milites? Qui nouas gentes, nouos populos,
nouas nationes, noua regna, et alia sub alio coelo sidera quotidie
detegunt, res procul dubio admiranda est. Postea cum templum
episcopale adirem e tignis, e coeno, e luto erectum, ingemui po-
pulum meum tantam curan in aedibus priuatis posuisse, qua
breue ei domicilium daturae sunt, et nullum consilium in templo
aedificando tenuisse”.
En las poesías, que son medianas, hay uno que otro pasaje
agradable, como el que habla de la Virgen en la oda sáfica sobre
la Catedral:

...Nam solet totas refouere térras


Fronte serena.
Et solet turbae misere uocanti
Pallio subter retiñere sancto;
Et solet turbae misere uocanti
Ferre leuamen,
iT IN K U A R IO l'O lt I .AS REG IO NES S U B E Q U IN O C C IA LE S 17

Iiaec supra celsas renitebit aras.


Pida praeclari manibus magistri,
Atque coelestis facie beata
Oreque miti. (*)

Podría decirse que nuestra catedral es obra de Geraldini, al­


zada en los áureos comienzos de la Villa reedificada por Ovando,
albores del siglo XVI. Así lo decíamos en España y los comien­
zos de la pintura y la escultura en América:
Al trazado perfecto de la ciudad, a la erección de las igle­
sias y conventos y de las primeras casas de piedra, corresponde
el empeño en la ornamentación artística, lienzos, tablas, retablos,
esculturas. El oro de las minas recién abiertas, el sudor del indio
y el civilizador impulso de eclesiásticos y de encomenderos ha­
cían el portento de la fugaz riqueza de La Española, ennoblecida
por la Corte de María de Toledo y de Diego Colón. Donde impe­
ran las sedas y las mujeres de pro están las artes, que en la po­
breza se agostan y se ahuyentan.
En ese instante de esplendor de La Española un gran señor
del Renacimiento, Monseñor Alejandro Geraldini, empieza a le-

(*) Al texto que antecede (La cultura y las letras coloniales


en Santo Domingo, Buenos Aires, 1936, p. 43) Henríquez XJreña
añade esta erudita nota:
El Itinerarium aá reglones sub aequinoctiali plaga constituías,
de GERALDINI, con otros doce escritos en prosa latina relativos
a Santo Domingo (diez cartas, un memorial y un serme —¿ser­
món o pastoral?—• dirigido a sus diocesanos) y las dos poesías
mencionadas, se publicó en Roma, 1631.
“Es interesante encontrar en Geraldini las “étoiles nouvelles”
(“alia sub alio cáelo sidera”) que a fines del siglo XIX volvió a
poner en boga el soneto de José María de Heredia Les conqué-
rants. Ya Colón decía, en carta de 1500, que había hecho “viaje
nuevo al nuevo cielo y mundo”. En mi breve trabajo Las Estrellas
nuevas, de Heradia, publicado en la Romanic Review, de la Uni­
versidad de Columbra, en Nueva York, 1918, IX, 112-114, señalé la
imagen en Pedro Mártir, De orbe nono, década I, libro IX, publi­
cada en 1511 (anterior al Itinerarium de Geraldini, quien segura­
mente la leyó); en Etiene de La Boetie, Epístola Aá Beloíimn et
Moníanmn, sobre Colón, escrita hacia 1550; en Camoens, Os Lu-
18 ALESSANDRO GERALDINI

vantar los muros de la Catedral Primada de América. Docto en


las artes de Miguel Angel y de Leonardo, sus vecinos de cuna,
señala diestramente, en sus versos latinos, cómo ha de ser la ex­
celsa obra en cuyo sitio más prominente debía erguirse la ima­
gen de Jesús:
Al centro dél templo, Cristo Crucificado se alzará en la gran­
diosidad del espacio...
Y no un pintor cualquiera, sino un afamado pintor, había
de pintar la excelsa imagen de la Virgen:
Resplandecerá (María) sobre egregio altar, pintada por ma­
no de afamado pintor; su aspecto celestial, el rostro modesto y
atrayente.
Estará leyendo los alabados salmos antiguos, los mismos con
que David penetraba en el alto cielo, con los impulsos de su ar­
diente corazón, hasta llegar a los escaños de la gloria.
Un ángel que desciende de lo alto, la cara despidiendo ra­
diante fulgor, estará de pie junto a Ella, sosteniendo en la dies­
tra levantada la caña de azucenas.
siadas, publicada en 1572, canto V; en Ercilia, La Araucana, can­
to XXXVII, publicado en 1589; en Bernardo de Valbuena, La
Grandeza mexicana, poema publicado en 1604. Ahora puedo
agregar otro pasaje de Valbuena en El Bernardo, canto XVI, al
referirse a la conquista de América:
Verán nuevas estrellas en el cielo...
“Hay también alusiones al nuevo cielo en el canto XIX.
"Menéndez Pelayo piensa que unos dísticos latinos, publicados
en Méjico en 1540, del burgalés Cristóbal de Cabrera, son el
“primer vagido de la poesía clásica en el Nuevo Mundo”. Pero Ge-
raldini se le anticipa en más de quince años.
“Habla extensamente de Geraldini, dando citas de sus obras,
Fray Cipriano de Utrera en su libro La Catedral de Santo Domin­
go, de la serie Santo Domingo: Dilucidaciones históricas, Santo
Domingo, 1929. Consúltese, además, M. Menéndez y Pelayo, An­
tología de poetas líricos castellanos, tomo VI, cap. VII, y Belissa-
rio Conte Geraldini, Cristoforo Colombo e il primo vescovo di S.
Domingo Mons. Alessandro Geraldini, Amelia, 1892”. (Opúsculo
traducido al español, reproducido en la presente obra).
Interesantes noticias de Geraldini en E. R. D., Relaciones his­
tóricas de Santo Domingo, S. D., 1942, Vol. I, p. 174, 225, 254.
Referencias útiles de Alcocer (1650), de González Dávila (1742),
y de Menéndez y Pelayo (1896).
ITINKUAIIIO POR LAS REGIONES SU 1¡EQUINOCCIALES 19

Y en lo alto, una Paloma de nivea blancura estará en medio


de resplandores, que la harán hermosa sobre todas las aves de la
Creación.
¿En cuál pintor pensaría Geraldini? ¿En qué obra de arte
se inspiraría su visión? ¿Qué pintor de ahora cumpliría el secu­
lar encargo?
Cerráronse los ojos del Mitrado-poeta ante el templo incon­
cluso. No se alzaría en su centro, en la grandiosidad del espacio,
el Cristo Crucificado, pero la caña de azucenas de sus áticos ver­
sos sería representada en el primero de sus símbolos: Las armas
de la Santa Iglesia Catedral es una jarra de azucenas e un escu­
do y están puestas en muchas partes de la Iglesia y en todas las
casas de su fábrica, decía el Canónigo Alcocer en 1650.
El obispo itinerante había de tener algo para sí en el gran­
dioso templo: su tumba, bajo las bóvedas de su Iglesia, la más
antigua sepultura suntuosa de la América. ¡Qué lástima que el
admirable escultor no grabase en el mármol los versos del poeta,
quizá los primeros versos latinos del Continente!
Refiriéndose al pintor renacentista León Picardo, Angulo
Iñiguez exclama:
El lujo y la monumentálidad del gran arte funerario del Re­
nacimiento, hijo del ansia de eternidad y de gloria, netamente
pagano, de los italianos de los siglos XV y XVI, se transforman
a los ojos de nuestro primer tratadista en fuente fecunda de me­
ditaciones sobre lo pasajero de las glorias materiales. ¡Qué dis­
tinto es su lenguaje del de aquel prelado D. Alejandro Geraldi­
ni, recriado en la corte de los Reyes Católicos, cuando sueña, por
esos mismos años, en el sepulcro que se hará labrar en su cate­
dral de Santo Domingo, en la recién conquistada Isla Española,
para admiración de las generaciones futuras! Sus largos años de
vida castellana no lograron apagar la sensibilidad de su sangre
italiana.
Este Itinerario, pues, revela deleitosamente lo que era un
humanista en los años de Geraldini, varón cristiano, desbordan­
te de saber, apegado a lo grandioso, a todo lo que embellece y
ennoblece la vida del hombre.
20 ALESSANDRO GERALDINI

Para la Fundación Rodríguez Demorizi es privilegio extra­


ordinario la publicación de este raro libro, gracias, principal­
mente, a la entusiasta colaboración de Monseñor Hugo E. Polan-
co Brito.
Con obra de tal importancia —podría decirse que para la cul­
tura universal— se inicia la Biblioteca de la Fundación. El nom­
bre de Alessandro Geraldini la salva del olvido. Es nada menos
que un libro del Renacimiento incorporado ahora a la Bibliogra­
fía dominicana.

Emilio Rodríguez Demorizi.

CONSTANCIA

Traducción de la Edición Latina del Itinerario del Obispo Alejan­


dro Geraldini, 1631, realizada bajo la dirección de Mona. Hugo Eduardo
Pedáneo Brito, Arzobispo Titular de Mentesa, Coadjutor de Santo Do­
mingo, sedi datus, por los sacerdotes de la Compañía de Jesús: Paulino
¡Balbuena, que por razones de salud sólo tradujo el primer capítulo y
Alejo Seco, que en esfuerzo realmente meritorio realizó todo el traba­
jo en pocos meses. Como poeta, el Padre Seco tradujo los versos latinos
de Geraldini en preciosos versos castellanos. Nacido en Astorga, España,
se ordenó en 1929. Licenciado en Derecho Canónico, 1930; Jesuita,
1934; Misionero en China, 1937-52; en Cuba, 1952-55; en República Do­
minicana, 1956-57; Profesor del Seminario Santo Tomás de Aquino,
1957-64; Párroco de Sanio Cerro, Vicario Cooperador de la Stma. Trini­
dad. OBiRAS: Ntra. Sra. de la Merced. Su Imagen y Devoción. Primada
de las Américas, 1968; Con Cristo Hacia el Calvario, Viacrucis en Déci­
mas, 1972; Poemas Trascendentales, 1972.
Notas Geográficas de Mons. Polanco Brito. (¡H. E. P. B.).
—El rarísimo ejemplar del Itinerario utilizado, se conserva en la
Biblioteca de la Universidad Autónoma de Santo Domingo.
Sepulcro de Geraldini. Catedral de Santo Domingo.
Escudo de Geraldini, en su sepulcro. Catedral de Santo Domingo.
ITINERARIO

por las

Regiones situadas debajo del Equinoccio.


Obra de Alejandro Geraldini de Amelia,
Obispo de Santo Domingo, en las Indias Occidentales,
que fué Legado Apostólico, Imperial y Regio.

Contiene esta Obra las Antigüedades, Ritos, Costumbres y Reli­


giones de los pueblos de Etiopía, Africa, Océano Atlántico y
Regiones Indicas.

Lo editó ahora por vez primera Onofre Geraldini de Catena-


cio sobrino tataranieto del Autor, Ilustre Varón y Señor.

Roma en la Imprenta de Guillermo Facciotti 1631. Con permiso


de los Superiores.

A instancia de Octavio Inghrilano.

23
Imprímase.

Si así pareciere al Rvdmo. Padre Maestro del Sagrado Palacio


Apostólico.

A. Obispo de Belcastro, Vice-Censor.

Por mandato del Rvdmo. Maestro del Sagrado Palacio


Apostólico, examinado diligentemente el I T I N E R A R I O
de Alejandro Geraldini, Patricio de Amelia, Obispo de Santo
Domingo, Varón por larguísimo tiempo versado en las Cortes y
Legaciones de los Grandes Reyes; juzgo que ha de ser de gran
utilidad para el cristianismo, el editarlo. Ya que, roto por en­
tonces el secreto del inmenso Océano, relata ejemplos de ver­
dadera piedad, vistos entre aquellas gentes, que vivirán des­
conocidas bajo oíros cielos, tan preclaros, que, en su agreste
barbarie son capaces de argüir de vergonzosa impiedad a aque­
llos pueblos que, seguidores en otro tiempo de las enseñanzas
celestiales, se apartaron de la Sede Romana, maestra de la
verdad.

Dado en el Palacio Borghese el 21 de Septiembre — 1630.

Así lo juzgo. Fernando Carlos.

Imprímase,

Fray Nicolás Ricciardi, Maestro del Sacro Palacio Apostó­


lico, de la Orden de Predicadores.

25
ITINERARIO

por las

Regiones situadas debajo del Equinoccio.

De

Alejandro Geraldini,

Obispo de Santo Domingo en las Indias Occidentales,

al

Emmo. y Revdmo.
Príncipe Francisco
S. R. E.
Cardenal Barberini

Obra Postuma

27
Onofre Geraldini de Catenacio saluda muy atentamente al
Eminentísimo y Reverendísimo Príncipe
Francisco Barberini,
Cardenal de la Santa Iglesia Romana.

Obligado por antiguos y recientes beneficios, te ofrezco,


Eminentísimo Príncipe, lo antiguo y nuevo que puedo, es a
saber, Monumentos antiguos de las regiones de Etiopía, del
Atlas y de las Indias; sus Religiones, Ritos y Costumbres, vistos
y descritos por Alejandro Geraldini, Obispo de las Indias, tío
paterno de mi abuelo. Son estas cosas en sí mismas antiquísi­
mas, para nosotros inauditas, me atreveré a decir que son anti­
guas en los manuscritos del Autor, pero nuevas en nuestra Edi­
ción? Estuvieron ocultas y como sepultadas en casa entre el ba-
gage de las Indias, pero ahora, por fortuna mía, van hacia Ti,
para atestiguar a tu Eminencia mi respeto y el aprecio de tu
afectísimo servidor.
Y no sin causa o el acaso esta Obra de Alejandro Geraldini,
después de pasar por las tempestades del Océano, viene a bus­
car refugio y protección en Ti, Eminentísimo Príncipe, que
después de largas y peligrosas peregrinaciones por mar y tie­
rra, procuras ahora la paz de Italia.
Así $erá presentada ante la vista de Nuestro Santísimo
Señor el Papa Urbano, pues desde el otro extremo del mundo
fue dirigida al Sumo Pontífice por el mismo Alejandro. Y si esto
se lograre, que el esplendor de su sereno rostro se posare o re­
flejare en esta etiópica Obra, al punto toda su oscuridad y ne-

29
30 ALESSANDRO GERALDINI

grura se cambiaría en lúcida blancura. Con tu buena acogida,


como en un teatro de todas las virtudes, se atreverá a Presentar­
se en este presente siglo y en los venideros y no tendré que te­
mer la carcoma del tiempo, si está condimentada con la miel,
dulcísima y preservadora de toda corrupción, de tus abejas.

Vale y vive feliz por largo tiempo.


Roma 1 de abril de 1631.

Onofre Geraldini de Catenacio Saluda al


Benévolo Lector.

Quienquiera que seas el que tomas en tus manos estos es­


critos, que salen ahora de los domésticos lares, los acogerás be­
nignamente y dirás que no deben estar ocultos por más tiem­
po. Si no hubieran estado ocultos durante muchísimo tiempo,
mucho antes hubieran conseguido celebridad y permanecerían
recientes sus méritos, y hubieran resistido a los dardos de los
envidiosos, que quizás ahora los hieran teniéndolos por anticua­
dos, si los que los lean ahora no alcanzan a ver esos secretos. Me
refiero a los trabajos V empresas de Alejandro Geraldini de
Amelia, Obispo de Santo Domingo (consanguíneo mío), en las
Indias Occidentales. El cual no solamente fue célebre en des­
empeñar Legaciones y en tratar importantes y difíciles nego­
cios en el siglo pasado en el orbe cristiano, sino que floreció
también Por su excelente ingenio. Sin embargo, así como fue
combatido por la varia y contraria fortuna en las cosas exter­
nas, uní también fue contrariado en aquellas que produjo su fe­
cundo ingenio, por cierto nada vulgares.
De tal manera, que a él y a su consanguíneo les fue necesa-
i lo emlgrai do nuestro país al de los Antípodas y desde aquel
íilllino confín volver al nuestro, pasando por varias adversida-
ile.'i y can! sucumbir en ellas. Podrás ver cómo aquellos docu­
mento . después de las tempestades de la cruel fortuna perma-
iieti ii Integros, cosa por cierto digna de admiración; el tiempo
ITINERARIO POR LAS REGIONES SUBEQUINOCCIALES 31

que todo lo consume, la suerte adversa, el otro polo del mundo


que todo lo devora, han dejado estas cosas intactas.
Así que movido por el recuerdo de los trabajos pasados e
impulsado Por los ruegos de esclarecidas personas, determiné
publicar estas cosas, libradas de tantas tempestades, lo cual
ninguno de mis consanguíneos pudo hacer antes. A la verdad,
confieso que en esta nuestra familia de los Geraldini, en la
Ciudad de Amelia, nunca faltaron sujetos que pudieran ocuparse
de esto, pero ninguno se atrevió a poner sus manos en estas co­
sas de nuestro hogar familiar, por temor a defraudar o dismi­
nuir la gloria de alguno de nuestros familiares, atento cada
uno a la gloria de todos los suyos. Pero yo, para elegir o escoger
entre las muchas cosas dignas de ser publicadas, algo que diese
a conocer el intento del escritor y su ingenio, y despertase en
mis lectores, enseguida de probarlo, el deseo o la sed de las de­
más obras, determiné publicar el Itinerario por las Regiones
Tropicales, obra laboriosa, llena de sucesos varios, de novedad
de Pueblos, de Religiones, Monumentos, Leyes, Dominios, Ri­
tos y de todo lo que la Universal y fértil Naturaleza prodigó a
los habitantes del Atlas y de las demás partes del Africa y de
la India. No obstante, quiero que tengas en cuenta lo (Siguien­
te: Alejandro escribe acerca del Monte Atlas, fabuloso en la
antigüedad, las cosas que hoy la posteridad ha hallado ciertas
por la experiencia; también da a conocer los Ritos y describe
los pueblos de la Etiopía Occidental Mediterránea, nunca antes
conocida. En esta relación, isi acaso encuentras algo maravillo­
so, recuerda el antiguo adagio: “Africa siempre viene con al­
go nuevo”; si esto sucedió a los antiguos Romanos en una re­
gión ya conocida, Por qué no podrán ocurrir otras mayores co­
sas desconocidas a nuestro escritor, que no ha temido el que
no sean apreciadas por la posteridad? Estas cosas históricas y
geográficas, como en otro tiempo refiere Ficino del “Atlántico
de Platón”, quizás las tenga alguno por fabulosas, por ser tan
maravillosas, si no repara en la prudencia de quien las escribe;
pero si a ésta atiende, cesará al instante su admiración y la
verdad quedará aceptada. Porque aunque la magnitud de las
cosas y el audaz intento del viaje emprendido, las costumbres
de las regiones exploradas, los Monumentos de las Religiones,
32 ALESSANDRO GERALDINI

las distancias recorridas a través del inmenso mar y otros tra­


bajos evidentes, sean tan claros que se pueda decir con el poe­
ta lírico (Horacio, Oda 3, libr. 1) “No temió el proceloso Africo,
en lucha con los Aquilones, ni a las terribles Hyadas ni al fu­
rioso Noto....” Qué género de muerte temió el que miró con
ojos enjutos a los monstruos marinos y contempló el mar em­
bravecido ?”. Sin embargo es más admirable el ardentísimo
deseo de propagar la fe, por el cual fueron tolerados tantos
trabajos. Y así, no hallarás ya lugar a dudas, ni dirás que fue­
ron emprendidos esos trabajos para hacer alarde de ingenio,
sino que son cosas halladas tras larga indagación y trasmiti­
das a la posteridad en el desempeño de su cargo y deseando ex­
tirpar errores.

Pero dirá alguno, estas cosas portentosas que éste nos cuen­
ta no serán cosas que él mismo fingió?. Nada de eso, sino que
él, al llevar la fe cristiana a un mundo nuevo, adonde le había
enviado el Sumo Pontífice, imitando al diligente agricultor y al
sabio médico, antes de aplicar el apto cultivo, juzgó que pri­
mero debía conocer bien la cualidad del terreno, la inclinación
de los ingenios, la propensión de los pueblos, la cualidad de los
Ritos, para que después de bien conocidas estas cosas pudiese
conocer qué clase de cultivo convenía, qué medicina debía ser
aplicada para extirpar los errores. Porque conocida la natura­
leza de un contrario, se conoce la del otro, y por la maldad o
malicia de una cosa aparece la bondad de otra; así, desarrai­
gado el culto profano de los dioses, se puede esperar mejor co­
secha de la verdadera fe en aquellos campos; por eso este es­
merado conocimiento de aquellos lugares y cosas.

Y (Si por ventura parecieren estas cosas demasiado piado­


sas o demasiado parecidas a las costumbres cristianas, no es co­
sa de extrañar, pues también aquellas gentes iban guiadas
por la Naturaleza, y no hay ley ni Religión alguna tan confor­
me a la ley Natural como la Ley cristiana, que no sólo es con­
forme a la Ley Natural, sino que sola elJa es su perfección su­
prema, y por eso no hay por qué te admires de que los pueblos
que vivían conforme a la ley natural, tengan preceptos o le­
yes parecidas a las del Cristianismo, porque en todas partes la
ITINERARIO 1*011 LAS REGIONES SUBEQUINOCCIALES 33

Naturaleza, Madre Común, llama e inclina a los mortales al


Padre de su origen, que es Dios. Por tanto, al contemplar la va­
riedad de estas cosas, abstente de alguna censura menos rec­
ta. Esto será siempre gran verdad, que las cosas que fueron
dignas de hacerse y de escribirse, serán también dignas de
leerse. Nuestro Alejandro parece que ha conseguido estas dos
cosas: que apenas hallarás entre nosotros uno semejante a él,
y que al tratar las cosas que él escribió no puedas menos de
creer al que viajó por inhospitalarios mares y por lejanas tie­
rras, como creerían al estudioso relator de tantas cosas admi­
rables o al tranquilo escritor que te las refiriese.
Y si dijeres que otros escritores, que hablaron de aquellas
regiones, no refirieron estas cosas, quiero que sepas que esos
escritores hablaron de lo que ellos vieron, y no se deben com­
parar con nuestro Alejandro; porque ellos casi todos carecían
de erudición, aún de la leve o superficial. Pues eran o comer­
ciantes o jefes de soldados; pero Alejandro fué hombre erudití­
simo, como los que produjo aquella época, y acérrimo investi­
gador de las antigüedades romanas y otras maravillas, como lo
atestiguan las varias cosas que ingeniosamente editó. Y por eso
lo que la ignorancia de unos dejó en el silencio no debe perju­
dicar a la diligencia de otros. Y si algunos escribieron bien de
las cosas de Etiopía y de las Indias, no lo hicieron por vista de
ojos, (Sino por la relación de otros navegantes que vieron sola­
mente la superficie o corteza y las riberas, no lo más interior.
Porque la Etiopía (1) que ellos vieron en las playas o riberas
es inculta o plebeya, y la interior, que vió Alejandro, es noble;
ellos describen algunos etíopes que ellos conocieron de palabra;

1.— Para nuestros conceptos geográficos es ininteligible el tí­


tulo del libro: “Itinerario por las Regiones situadas debajo del
Equinoccio (o de la Línea Equinoccial)...” (“Itinerarium ad Regio­
nes Sub AeqUinoctiali Plaga Constituta3...” ). Los conocimientos
de la época de Geraldini se basaban en la Geografía de Tolomeo,
sabio egipcio que en el siglo II de nuestra Era escribió 8 libros de
Geografía.
“En tiempos de Tolomeo, dice el Padre Las Casas, no se sabía
que la tierra de Etiopía se extendiese delante del dicho cabo que
llamamos de Buena Esperanza, que llamaban los antiguos Hespe-
rionceras, el cual, según los portugueses afirman, está de la otra
parte de la Línea Equinoccial, cuarenta y cinco grados”, Historia
34 ALESSANDRO GERALDINI

éste conversó con los Reyes, Sacerdotes y con los Magnates o


principales y peritos, por los cuales conoció los Monumentos de
la Antigüedad, el culto de los dioses, los ritos y costumbres; por
ess prolongó su viaje investigando estas cosas, y de aquí re­
sultó tan variada su narración. Pero si miras la superficie o cor­
teza, también podrás ver en el Itinerario las cosas que refiere
de la región de Azagania, de Barbagino, de Budomela, de los
ritos vulgares y de lo que del río Senegal refiere Luis de Mu-
nio, que navegó por las playas del litoral etiópico y lo que di­
ce Juan León Africano. Y de lo que nuestro escritor refiere
de los reinos de Gana, de Melli, de Logomán, de Cañero y de
Longon lo comprueba también Livio Samnuto en su Geografía
y lo dicen otros como Antonio Pigafeta, Juan Barros, Andrés
Corsalo, Quiedo, Mafeo y otros, todos conformes. Y las cosas
admirables que dice del imperio de las mujeres, las podrás ver
atestiguadas por Francisco Alvarez, cáp. 23 de sus relaciones y
aunque estas coisas no parecieron comprobadas, lejos esté de
nosotros el sospechar ficción o mentira en un mensajero de la
verdad, en un eclesiástico, en un Obispo, que refiere al Sumo
Pontífice lo que vió, lo que descubrió, lo que conoció. Refiere
lo que vió por sus ojos; lo que oyó a otros, lo refiere dejando al
prudente lector el dar fe a lo referido.
Recibe, pues, lector benévolo, estos adm irables trabajos, y
sé m ás bien pródigo en alabanzas y honores; así serás tenido
po r probo y contado e n tre los buenos, y se rá s com pañero de
ellos; pero, si obras de otro m odo, tra ta de au sen ta rte , paga tu
pasaie, y después podrás r e fu ta r lo que hubieres hallado m enos
verdadero. Y, si la habilidad y los trab ajo s de A lejandro te de­

de las Indias (Lib. I, cap. XVI). Las Casas confunde Cabo Verde
con el de Buena Esperanza. Para clarificación véase nota 37.
En esta traducción se publica el Mapa de Africa según la tra­
dición de Tolomeo, edición de 1507. Según él la Línea Equinoccial
quedaba en el actual Trópico de Cáncer. Todavía no se conocía la
Línea Ecuatorial, que corresponde al Círculo Equinoccial, según
se aprecia en el mapa de 1570.
Geraldini habla de Etiopía, que para nosotros es la actual Abi-
sinia o Imperio de Etiopía. En sus tiempos, toda Africa, menos
Egipto y el Norte es Etiopía. Terminada la “Barbaria Pars” de los
Romanos (Berbería), comenzaba el desierto y después, Etiopía,
que abarcaba casi toda el Africa, de mar a mar. (H. E. P. B.).
ITINERARIO POR LAS REGIONES SUBEQUINOCCIALES 35

leitaren, te presentaré otros en los que sin navegar y sin la


experiencia de los viajes, podrás expresar libremente tu pare­
cer. Ahora recibe sin trabajo lo que para tu utilidad y deleite
se publica. Vale.

Octavio Inghrilano saluda al lector.

El Itinerario de Alejandro Geraldini, lleno de variadas no­


ticias acerca de grandes cosas y digno de muchos elogios, te­
nía que ser celebrado con grandes alabanzas. Por eso al presen­
tarlo ahora al público, presento también los elogios que a por­
fía le han tributado nobles ingenios que se han ejercitado en
esta célebre palestra, para que la obra de este egregio escritor,
embellecida con el ornato de varias lenguas, te sea también a
tí más agradable, lector amigo. Bien merecidos tenía los elo­
gios de la posteridad dicho autor que tanto se esforzó porque
su trabajo fuese de provecho a los venideros y existían innu­
merables testimonios de hombres doctos, en alabanza de las lu­
cubraciones de este hombre célebre. Pero el que resolvió edi­
tar esta obra moderó mi entusiasmo para no causarte a tí mo­
lestia con un excesivo número de inscripciones, y se te invita­
se a leer o recorrer al Itinerario por los juicios, no vulgares, de
varones ilustres. Así que goza ya de las trabajos de Geraldini
y favorece o secunda mis intentos. Porque, si entendiere que te
agrada mi habilidad o industria, te proporcionaré en adelante
otras cosas no inferiores a éstas.
ITINERARIO

POR LAS REGIONES SITUADAS DEBAJO DEL


EQUINOCCIO

DE

ALEJANDRO GERALDINI
DE AMELIA
OBISPO DE SANTO DOMINGO

PREFACIO

Al Sumo Pontífice de los Cristianos: S A N T I S I M O


P A D R E (2): Pensando a solas conmigo mismo a quien dirigi­
ría el Itinerario, o sea, el largo viaje de mi navegación, pues me
parecía cosa de poca importancia pasar desde el centro de Eu­
ropa al último confín del Trópico y penetrar en la región de los
Antípodas, pronto me vino a la mente tu santísimo nombre,
que siendo celebérrimo en toda Europa y extendiendo su gran
poder por toda el Asia, por las Indias, por los Escitas y por los
Etíopes, ha llegado en nuestro tiempo a tal celebridad que ha
alcanzado su imperio hasta los Trópicos y extendido su domi-

2.—León X, 1476-1521, de la famosa familia de los Médici, hi­


jo de Lorenzo el Magnífico, Duque de Florencia; Cardenal a los
13 años; Papa en 1513, fue gran propulsor de las artes.
Nota: la numeración marginal que aparece a la izquierda, co­
rresponde a las páginas de la edición de 1631. (H. E. P. B.).

37
38 ALESSANDRO GERALDINI

nación hasta los Antípodas. Así que con todo derecho te dedico a
Ti, Pontífice Máximo, Pastor del humano linaje, Jerarca de fe
Cristiana, a quien Dios eterno e inmortal ha otorgado tan
gran bien, esta mi navegación, en la cual he visto bajo el alto
cielo varios pueblas, varias islas, varios idiomas, y varias na­
ciones, y entre otras llegué a la Sede Episcopal de Santo Domin­
go, y de esta felicísima patria refiero algunas cosas dignas de
mención. Así pues, Santísimo Padre, humildemente suplico a
Vuestra Santidad, que reciba benignamente este pequeño obse­
quio, esta insignificante lucubración al modo de aquellos anti­
guos Reyes Partos, a los cuales como no era lícito visitar sin lle­
var algún don, recibían con aspecto más benigno y con rostro
más complaciente los escasos dones de los pobres que los gran­
des regalos de los potentados. Adiós, Santísimo Padre, y dígnate
leer el Itinerario del Obispo Geraldini, que navegó por las regio­
nes de Etiopía y de los Antropófagos y por otras bárbaras re­
giones desconocidas en nuestro siglo.
ITINERARIO

DE

ALEJANDRO GERALDINI DE AMELIA


OBISPO DE SANTO DOMINGO

Libro Primero

Santísimo Padre: Salí de la ciudad de Sevilla el 4 de agosto,


(3) y llegué a Cádiz, (4) célebre fundación de los Tirios. Los
Tirios, frecuentemente llevados por un instinto patrio, dejaron
siu ciudad y fundaron cuatro colonias, célebres en todo el orbe:
en Libia, Cartago, émula por largo tiempo del Imperio Roma­
no: Tebas en Beoda, Utica en Numidia y Cádiz en la entrada
del Mar.
Esta es aquella ciudad que floreciendo por todo el orbe del
Imperio de los Quirites (o Caballeros Romanos), poseyó qui­
nientos Caballeros que gozaban del Derecho de la ciudadanía
Romana; en ella contemplé el célebre Anfiteatro y otros muchos
insignes monumentos de siglos pasados; entre los cuales saqué
como de en medio de las aguas este monumento. Porque dicha
ciudad, mordida por el flujo y reflujo del grande Océano, dis­
minuye de día en día. Por eso tres años antes, en pública reu-
3.— De 1519. (H. E. P. B.).
4— Cádiz, llamada por los españoles del siglo XVI Cáliz, se­
gún el Padre Las Casas. En Indias se fundó la Nueva Cádiz o
Cáliz, en la isla de las Perlas o Cubagua. La ciudad tuvo un flore­
cimiento efímero. (H‘ E. P. B.).

39
40 ALESSANDRO GERALDINI

nión de los principales y del pueblo, exhorté vehementísima-


mente a los ciudadanos a que socorriesen a su patria que estaba
en verdadero peligro; la cual cuanto mayor era su celebridad
en toda España sobre las demás ciudades, tanto mayor debía
ser el natural amor patrio y tanto más el antiguo esplendor de
los antepasados les debía animar a conservarla.
El Epitafio que traduje, era este: “M E N E Q U E O-
P A T A R E O, versado en ambos idiomas, proponiéndome sa­
ber los secretos del Grande Océano, tomada parte de la heren­
cia de mis antepasados, viajé a los confines occidentales, llegué
a Cádiz,adoré, arrojado enteramente por tierra, la estatua de
Hércules. Desde allí, observado por largo tiempo el flujo y re­
flujo del Océano, descubrí que el vasto mar seguía a la Diosa
Luna y que las celestes divinidades, con su grande poder, ha­
cían que las cosas humanas sean como nada en comparación de
las celestiales, y yo fui el primero que descubrí esto al pueblo
gaditano allí presente y a los pueblos comarcanos. Después
acercándoseme la hora de mi muerte, con un Decreto público del
Senado del pueblo, determiné el lugar de mi sepultura delante
del Templo de Hércules. Adiós, patria mía. Adiós Gaditanos que
mucho me amáisteis; para esto pues, hemos nacido, para que
después de un breve plazo de tiempo, los que aman y los que
son amados, se separen unos de otros. Fallecí el día 30 de se­
tiembre, siendo Emperador del Orbe César Augusto Elio Adria­
no, hijo del Emperador Augusto el Divino Nerva Trajano”.
Después, dejando a mi izquierda el Estrecho de Hércules,
(5) y sus columnas y aquel sublime templo al cual concurrían
en otros tiempos todos los mortales de todas las partes del mun­
do, cuyas huellas había yo contemplado hace tres años con gran­
de admiración, pasé a la Mauritania Tingitana, (6) que así lla­
man a aquellos lugares c regiones que se extienden hasta Etio-

5.i— Estrecho de Gibraltar. CH. E. P. B.).


6.— La Mauritania (o Tierra de los Moros) fue provincia Ro­
mana del Norte de Africa, que el Emperador Claudio dividió el
año 44 de nuestra Era en: Mauritania Tingitana, conquistada por
Calígula el año 42; y Mauritania Cesariana o Cesariense). La pri­
mera corresponde al Reino de Marruecos y la segunda a Argelia.
Biocleciano (año 209) dividió la última y creó una tercera: Mau-
i t i n i - . i I . A I M O l*()lt ÑAS UE<SONES SUBEQUINOCCIALES 41

pia desde Tingi, (7) célebre población de Anteo, la cual con el


correr de los tiempos, tratsladada a ella una parte del pueblo
romano, rigiendo los destinos del pueblo romano Cayo Julio
César, fue llamada Colonia Julia; (8) en su litoral existieron en
otro tiempo muchas e insignes ciudades, pero todas las cosas se
mudan con el decurso o correr de los tiempos y dejan de tener
aquellas apariencias que tuvieron. Porque el año setecientos
cuatro de nuestra era cristiana, siendo Juan Sexto Sumo Pontí­
fice en la Cátedra de San Pedro, y siendo Justiniano IV Empe­
rador de Oriente, los Arabes, saliendo de su nación, ocuparon la
Libia y el Africa, y pasando el Estrecho de Hércules con una
grande armada, se apoderaron de toda España, a excepción de
las montañas cantábricas y de la región de los Vaceo® (9) y
llegaron hasta las regiones de Lión y de Tours en Francia.
En aquel siglo por la región de Mauritania todas las cosas
cambiaron de tal manera, que nada permaneció en ella como
estaba en los tiempos pasados. La Colonia Constantina (10) fue

rítanla Sitifensis (Sitifiana en español), cuya capital fue la ciudad


de Bujía, en el Este de Argel.
La Mauritania Tingitana formó parte de Hispania, cuando en
429 todo el Norte de Africa fue conquistado por los Vándalos, has­
ta 534 en que pasó a poder de Bizancio. (H. E. P. B.).
7. — Tánger. Según Plinio, los Romanos la llamaron “Julia
Transducta”. {H. E. F. B.).
8. — Se desconoce el lugar donde estuvo la antigua ciudad
Tingi. Tampoco se conocen las ruinas de esta “Colonia Julia”
(H. E. P. B.).
9. —- Los vaceos fue un pueblo de la Provincia Romana de la
España Citerior, sometido por el Prestor Julio Postumio en el año
178, correspondiente a la parte Sur de la Provincia de Burgos, las
de Palencia y Valladolid, y parte de las de León, Zamora y Sego-
via. Según parece su capital fue Segisama Julia, cerca de la
hoy Villa de la Peña de Amaya. (H. E. P. B.).
10. — Actual Constantina en Argelia. Probablemente la fun­
daron los Cartagineses, que le dieron el nombre de Carta; los Ro­
manos la llamaron Cirta; en el año 613 a. C. el Rey Yugurta la
tomó por hambre. Constantino la reedificó en 312 y le dio su
nombre. (H, E. P. B.).
42 ALESSANDRO GERALDINI

destruida por completo; Zubul (11) noble ciudad en nuestro


tiempo, llamada de los Azamores, quedó reducida a una pobla­
ción plebeya, de baja fortuna, sin edificios de importancia. Li-
xos, en otro tiempo mayor que Cartago, que en el idioma ac­
tual de los árabes se llama Zofi, (12) rodeada de extensas mu­
rallas, la vi como a travép de las lágrimas de mis ojos, porque
los siglos no sólo acaban con los cuerpos humanos, sino que
destruyeron también las ciudades y toda clase de obras maes­
tras. Vi torréis derribadas, murallas destruidas, y muchas rui­
nas en grande extensión. Dicha ciudad, en poder de los portu­
gueses ha sido defendida con admirable fortaleza, con increíble
valor contra la innumerable multitud de enemigos. Porque
Portugal, además de Tingi, Zubul y Lixos en el litoral oceáni­
co, posee en la Mauritania Cesarianse, que está antes del Estre­
cho, las Siete Ciudades, patria del gran Lucio Séptimo César
Emperador, al que llamaron Pártico, Arábico Adiabénico (13),
y también a Arzila y muchas otras ciudades de Mauritania y Nu-
midia, conquistadas en la guerra con gran honor.
Y para volver a mi asunto, los moros después de la de­
rrota o caída de los árabes llegaron a esta extensísima región
11. — Geraldini usa los nombres de Zubul y Zubur. En el ma­
pa de 1570 está la Ciudad de Azamor, de los Azamores como dice
el texto. En la costa atlántica de Marruecos, un poco más abajo
de Casablanca, está la ciudad de Azemmour (que puede ser Ace-
mur, Azammur, Azamoro), que fue centro de una tribu muy beli­
cosa. La Ciudad está en la desembocadura del río Umm-Er-IRebia.
Zubur fue también el nombre de una ciudad antigua de Ca­
taluña, hoy Sitges, y de un río de Portugal. (H. E. P. B.).
12. — Hoy Safi, en la costa atlántica de Marruecos. Fue con­
quistada por los Portugueses, 1508-42. Principal puerto de Ma­
rruecos en el siglo XVIII. (H. E. P. B.).
13. — Lucio Septimio Severo, nacido en Leptis Magna, ciudad
que quiso engrandecer como digna cuna de un Emperador de
Roma, y cuyas maravillosas ruinas pueden contemplarse en Libia,
recibió el sobrenombre de “Pártico”, por haber conquistado y so­
metido a los Partos (año 197); “Arábico”, por el dominio de Ara­
bia; “Adiabénico”, por la conquista de los pueblos de Adiabena,
Provincia de Siria, al Este del Tigris. El país de Adiabena perte­
neció a los imperios Asirio y Persa. Lo conquistó Trajano en el
año 114 y lo redujo a Provincia Romana con Asiria, Armenia y
Mesopotamia. Geraldini atribuye su conquista a Septimio Seve­
ro. (H. E. P. B.).
H'INKltAUIO l’Olt I .AS REGIONES SUBEQUINOCCIALES 43

«Id Sur, y la habitan en villas e increible multitud de pueblo


que so extienden por todas partes, en los que se hallan fuentes,
arroyos, y ríos. Porque aquella región carece de agua, y por
eso grande extensión no hay árboles sino donde se halla la na­
tural humedad del suelo.
Por lo demás el país es rico en trigo, cebada, millo y toda
clase de legumbres y en él se ven muchos rebaños de ovej as, y
multitud de animales, ejércitos de camellos, y por él vagan mu­
chos leones, osos, lobos y variedad de reptiles dañinos. Pero co­
mo las leonas se juntan con los linces, engendran leones que
no tienen la fortaleza que aquellos que proceden del monte Ti-
mao. (14).
No obstante, al seguir navegando, vi la ciudad de Subur,
con su insigne río (15) que conserva aún su antiguo nombre,
donde abundan los víveres que suministran aquellas bárbaras
gentes, y, habiendo subido a la ciudad, entre muchos otros mo­
numentos del tiempo de los romanos y cartaginises, hallé éste,
de mármol, en la plaza, y lo traduje en latín.
Dice así:

“OLIMISA NEARBAL, HIJO DE OLIMISA

del orden patricio de Subur, me dediqué a la literatura Latina


en la ciudad de Juno, capital de Africa, a la que antes llamaban
Cartago. Más tarde regresado a la ciudad Suburense, presté
muchos servicios a mi patria. Bajo el Consulado de L. N. Paulo
la liberé de todo tributo por cinco años. Después también bajo
el Consulado de P. Nigidio, puse la potestad de mi pueblo los lí­
mites no ocupados jurídicamente por las ciudades vecinas. Lue­
go en tiempo de Nigidio Mamerco, como estuvieran en su ma­
yor parte destruidas las murallas de Subur, gocé de tanto favor
ante el Cónsul, que fueron restauradas con los tributos de la
provincia y por fin, llegándome la hora de morir, como por de-

14. — El Monte Timao. Ha sido imposible conseguir su locali­


zación. (H. E. P. B.).
15. — Es el río Umm-Er-Rebia, en cuya desembocadura está
la ciudad de Azemmour, Marruecos. (H. E. P. B.).
44 ALESSANDRO GERALDINI

creto público debieran erigirme un sepulcro de mármol de Nu-


midia, y me llamaran ciudadano de Mauritania de la Provincia
Tingirtana Española, yo mismo rechacé causar un deshonor tan
grande a nuestra Patria y tina tan grande ignominia a nues­
tra Provincia. Los últimos Romanos para dar un gran renom­
bre a toda Iberia y porque toda España, llena de colonias y con
el uso frecuente de guarniciones, se había pasado a la lengua
y costumbre del pueblo Romano, como no la pudieran engrande­
cer por derecho, quisieren engrandecerla a costa de nuestro
aprobio. Pues como las Provincias en todo el mundo se delimi­
tan o por montes o por ríos o por mar, y Africa, tercera parte
del mundo, esté separada de Europa por el estrecho de Hércu­
les; nada tenemos nosotros en común con la tierra española. Oh
varones de la provincia Tingitana, oh grandes ciudades del
país, oh villas esclarecidas, levantaos y apartad de nuestra pa­
tria tanto mal; librad a nuestra posteridad de cosa tan nefanda.
Africa se debatió con Roma por conseguir el imperio mundial
y España, vencida en guerra muchas veces por nuestros mayo­
res, debe ser llamada Provincia nuestra. Levantaos varones de
nuestros días, levantaos nuestros sucesores y defended el honor
de la Provincia. Morir por el honor de la Patria es obra de to­
do dignísima. Morí el 2° año del Emperador César Augusto, el
Divino Flavio Vespasiano, el 19 de julio”.
Allí también, en la Ciudad de Subur, supe que un poco al
interior estaba la Ciudad de Bamba, que, extendido por Mauri­
tania el Imperio Romano, se llamó Julia Campestre (16) y que
también ahora en el lenguaje bárbaro se llama Julia. Todavía
más, en el miliario sesenta, hacia el Septentrión, se halla la re­
nombrada Ciudad Bañase, en la cual hay un célebre centro co­
mercial que también con un nombre que le puso el pueblo Ro­
mano, todavía se llama Nueva Valencia (17); después de una

16. — “Julia Campestris’’, citada por Plinio, en la Mauritania


Tingitana. Se desconoce su localización. Existió también en el
Norte de Africa la “Julia Caesarea”, hoy Túnez, Capital de la Re­
pública del mismo nombre. (H. E. P. B.)<
17. — Valencia en España fue poblada por los üevarcones, de
origen ibérico. En su territorio se fundó Sagunto, destruida por
los Cartagineses, dando origen a la 2^ Guerra Púnica.
i i INI itAKIO l'Olt l .AS REGIONES SUBKQUINOCCIALES 45

navegación de tres días con otras tantas noches, Sala, villa


cercana al desierto, en ia ribera del río y no mucho después de
los campos de los Autoles (18), que estaban repletos por todas
partes de elefantes, vi muy numerosas y extendidas muche­
dumbres de hombres hosquísimos, corriendo con caballos muy
veloces, con cetros relucientes llevando hacia adelante largas
lanzas y tocadas sus cabezas con variedad de turbantes: parte
de ellos llevaban sudarios tejidos de seda delicadísima y oro;
otros, blanquísimos lienzos que les caían por la frente y por los
hombros. Y, como dirigiéramos las velas hacia la izquierda, vi
con gran extrañeza el Monte Atlas (19), el Atlas conocido en
todo el orbe, el Atlas que toca con su cúspide las estrellas y se
desliza hacia las vulgares costas y, entonces, yo me sentí feliz
de que me tocase ver tales cosas y me creí haber nacido con
buen hado, porque lo que los antiguos poetas tanto celebraron, lo
veía delante de mí y entonces comencé a recorrerlo por todas
partes; el monte Atlas tan recordado por Romanos y Griegos,
que extendía por un espacio inmenso al Austro y Septentrión sus
verdes cumbres, sus extensas laderas, sus profundas raíces has­
ta el mismo mar, que, en tan larga cadena, se prolongaba por el
horizonte; que, por el Dios Inmortal, ni yo ni alguno de los que
conmigo estaban pudimos llegar a tan alta cumbre, a tan apar­
dísimo ápice ni a su interior después de mucho caminar. De
ahí la fábula de que el Atlas, hombre en otro tiempo, sostenía
el cielo con sus hombros, porque, cuando vivía y poseía un in­
menso imperio en occidente, no acostumbró, las más de las ve­
ces, hacer como los demás Reyes: encanecerse en lujurias, sino
que aplicado a los bienes eternas, esto es, a cultivar con todo
empeño el ingenio y las buenas artes y a conseguir la doctrina a
Se desconoce el sitio de esta Nueva Valencia, en Africa.
En Indias se fundó en 1555, por Alonso Díaz Moreno, la Nue­
va Valencia del Rey, en Venezuela. (H. E. P. B.).
18. — Pueblo de la República de Mauritania. (H. E. P. B.).
19. — La Cordillera del Atlas (de ahí la palabra atlántico), de
2,300 kilómetros de longitud, atraviesa Marruecos y Argelia. Na­
ce casi en la costa atlántica de Marruecos. Frente a la ciudad de
Essaouira (Mogador) está el Tobkal, con 4,160 metros de altura.
Posiblemente a este monte se refiere Geraldini. A la Cordillera,
Plinio la llama “fabulosísimo Atlas”. (H. E. P. B.).
46 ALESSANDRO GERALDINI

fuerza de trabajo, investigó con gran habilidad sobre todo el


curso del cielo, los movimientos estelares y prácticamente ca­
si toda la Astrología. En esta edad, Hércules nacido de Júpiter
y Alcmena, movido por la fama de este varón, dejada Europa, vi­
no por este tiempo a esta parte del mundo, estudió la esfera bajo
la dirección de Atlas y luego comunicó tan grande disciplina a
los Griegos. También Perseo, hijo de Júpiter y Danae, movido
por la celebridad de este monte, partió de Europa y navegó a
Mauritania para verlo, y, después de recorrerlo por largo tiem­
po, atravesó toda la Etiopía y llegó a las Indias Orientales; y
el Divino Augusto Emperador del Pueblo Romano, vencidos
por mar y tierra todos los enemigos de la República Romana en
todo el Orbe, cerrado el templo de Jano, reformada la Repú­
blica con las mejores leyes y rectas instituciones, envió de la
ciudad de Roma al último confín de Mauritania con el mandado
de explotar todos los secretos de tan alto monte, a quienes re­
firieron cosas falsas, patrañas y todo lo a]eno a la verdad. Co­
mo, por este tiempo se creyese que el Atlas estaba situado en
el extremo del mundo, cada uno fácilmente podía fingir los
cuentos que se le antojasen; ahora en cambio, descubierto otro
mundo desde las regiones de Europa y Africa y hecho navega­
ble este Océano, (20) como ningún otro lo fue en toda la tierra,
todo lo antes oculto ha sido descubierto de tal modo que nada
puede ocultársenos; y, si los Romanos descubrieron alguna par­
te desde este monte, esto tuvo lugar reinando en el Pueblo Ro­
mano C L. César. Por este tiempo llevadas las armas romanas
a Mauritania, la dominaron, y entonces, por primera vez Cón­
sules y Generales y Soldados de orden ¡senatorial llegaron lle­
nos de gloria al monte Atlas. No mucho después el Cónsul Sue-
tonio Paulino, atravesándolo por muchísimos kilómetros, lo hi­
zo fácilmente accesible a los civiles romanos, pero no escribió

20.— El actual Océano Atlántico, que bordea la costa occiden­


tal de Africa, se llamaba, según la concepción de Tolomeo “Sinua
Magnus Africae”, Gran Mar de Africa; a la desembocadura del
río Seniegal la llamó la Edad Media: “Sinus Aethiopicus”, Mar
Etiópico; el Teatro Universal de Ortelio, 1560, lo denomina: “Mare
Aethiopicum", Mar Etiópico; la Africae Tabula Nova, de 1570, le
llama: “Oceanus Aethiopicus”, Océano Etiópico; el mismo nom­
bre le da Maggini en los mapas que hizo para la edición de la
Geografía Universal de Tolomeo, 1621. (H. E. P. B.),
iTINKItAKIO POH I.AS REGIONES SUBEQUINOCCIALES 47

mida ni sus antecesores escribieron nada que se sepa; sin em­


bargo dejaron algún recuerdo. Yo, en cambio, ordenadamente
diré lo que vi y lo que oí referir a muchos hombres distingui­
dos por su integridad, virtud, extensos conocimientos de las co­
sas y por su mucha honorabilidad. Muchos y grandes ríos salen
do este monte: en parte corren por la lejana Libia y el litoral
de Africa; en parte, por los desiertos próximos a Patria; y en
parte, por Etiopía. Los cuales increíblemente engrandecidos por
la afluencia de otros ríos, se derraman por la llanada sin fin de
tal modo que reflejan la imagen de un grande mar. Numerosos
pueblos de este monte adoran a Dios; muchos veneran y siguen
al Arabe Mahoma, como a un Legado de Dios. Los naturales del
monte Atlas obran con juicio más noble y con ingenio mucho
mayor que los pueblos comarcanos, lo cual creo procede de es­
to: dado que el ingenio humano se embote por exceso de calor o
de frío y que en lo más duro del estío de la Mauritania fronteri­
za, los moradores vivan en lo alto de este monte y cumbre que
está por encima de los pueblos cálidos, de manera que no se ago­
bien con el calor de los que viven junto a los arranques de es­
tas inmensas alturas, o habitan las dilatadas y casi tórridas lla­
nuras; gozando más bien por todas partes de un viento templado
que no permitirá un sol excesivo; con razón ha de creerse que
sean allí más prontos los ingenios, donde están más libres de
las rigores del calor o del frío que donde estas dos plagas azotan
al género humano. Este monte está lleno de variedad de árboles,
de fuentes y de frutas, que se dan gracias a la ubrérrima abun­
dancia de agua. Más todo lo que se dice de Faunqs, Sátiros y
Semidioses, Incubos y sonidos que se oyen de noche, son super­
chería. Pero lo que yo encontré fue ser el clima de allí salubérri­
mo y vivir a longevidad los hombres. En la ladera de este
monte, en lugar ameno y un poco apartado del camino público,
con la máxima admiración de estos bárbaros que por tan largo
tiempo ignoraron lo más elemental de los Romanos saqué de una
lápida de mármol que el Imperio Romano fue dueño de todo el
Orbe y fue conocido de todos los habitantes del Atlas y de toda
la Etiopía donde alguna vez se oyó nuestro nombre y que el
máximo e inmortal honor de nuestros Cónsules y Generales se
extendió no sólo por Europa, Asia y Africa pero también por la
misma Etiopía. Esta era la inscripción monumental:
48 ALESSANDRO GERALDINl

“YO, P. EMILIO CASTRICO, varón Senatorial y Consular,


después de haber hecho muchos beneficios al Senado y Pueblo
Romano, por envidia de los Ciudadanos (crea a veces dificulta­
des el hacer bien, pero jamás debemos desistir de hacerlo) pa­
sé a la Mauritania Tingitana para trabajar; me establecí en la
ladera del monte Atlas; restauré el templo del dios Apolo; cons­
truí la casa aneja al templo donde hay ríos y árboles hermo­
sos por doquiera y, hecho prefecto del templo, toda mi restante
vida la pasé tranquilamente entregado a la contemplación de
las cosas divinas y al cultivo de las Letras. Aprended de mí los
que, después de haber cumplido debidamente con el deber sois
maltratados por los Ciudadanos; es mejor vivir en un lugar
solitario y lejos de la Patria que trabajar en lucha insoportable
y continua con los Ciudadanos, aunque a veces se propongan
grandes honores. Yo, en verdad, no pude ir más lejos de la Pa­
tria; si lo hubiera podido, más lejos hubiera ido, tuve tiempo,
mientras viví, de mandar escribir esto en mármol, teniendo a
mi lado el escultor. Yo, P. Emilio Liberto, heredero abandonado
a las lágrimas, al marchar el escultor del templo de Apolo, que­
dando sin terminar el monumento, y sobreviniendo de repente
la muerte a P. Emilio Sacerdote, añadí después lo siguiente: Es­
tá claro que P. Emilio, mi Señor, tuvo que sufrir por odio de
Domiciano Augusto, hijo del Emperador Vespasiano, ya que
tuvo que huir de la ciudad de Roma, debido a la oposición
que le hacían los partidarios del Príncipe; que vivió honestísi-
mamente al pie del monte Atlas y que falleció con gran dolor
de los moradores de este monte el año 1? de Nerva Trajano (21),
Emperador Augusto, el 3 de junio.

21— Año 98 d. C. (H. E. P. B.).


DE ALEJANDRO GERALDINl OBISPO

Libro Segundo

Contada mi navegación hasta el monte Atlas (Santísimo Pa­


dre) vamos a continuar adelante, pero no sé por qué influjo ce­
leste o por qué movimiento sideral hayan sido dadas tantas ma­
neras de conservar la vida, o por mejor decir, ni sé cómo haya
sido dado por Dios tal poder a las cosas de arriba, que perma­
nezcan diversificadas en esta miserable mole del mundo. Algu­
nos pueblos están embotados; algunos obran con sublime inge­
nio; algunos son inclinados a las armas; algunos a cultivar con
gran avidez los talentos; otros son aficionados al comercio; otros
a la agricultura; algunos son tales traficantes que, sin nadie en­
señárselo, pintan tan al vivo las cosas, que no se les puede creer
nada. Parte de los hombres aman la política, y tienen por ma­
yor bien el mantenerse en la independencia de sus antecesores,
desean las monarquías. Parte, cuanto más distan del sol, máe
blancos son, rubios de pelo y ojos azules; parte cuanto más se
acercan al calor solar, más hoscos son, de ojos y cabellos com­
pletamente negros. Estos pueblos que están detrás del Atlas, de
los que al presente vamos a hablar desde sus orígenes se man­
tuvieron perpetuamente errabundos, buscando con ansia nue­
vas tierras; más en tiempo de la Dominación Romana, conquis
tada la Mauritania Tingitana por el C. L. Celio, se les obligó a
abandonar tal vida, a vivir en ciudades, a apreciar la unión de
los ciudadanos, a juntarse dentro de grandes zonas fortificadas.
En efecto Fray Gonzalo Cashalia, varón probado por su integri­
dad, dotrina y santidad, de la Orden de los Jerónimos, cuando
por Público mandato del Rey Fernando y la Reina Isabel de Es-

49
50 ALESSANDRO GERALDINI

paña llegara por Africa y la región desértica hasta Etiopía, en


la misma entrada del desierto, después que dejara a la espalda
la Mauritania, leyó en columnas altísimas de mármol estas ins­
cripciones de los distintos Emperadores:
“EL EMPERADOR NERON CESAR AUGUSTO GERMA­
NICO, PONTIFICE MAXIMO TRIBUNO V, GENERAL IV,
PADRE DE LA PATRIA POR PUBLICO MANDAMIENTO,
enviado un embajador de paz hasta Egipto, a la salida de Mau­
ritania de Numidia Provincia Cartaginense, ejecutando nues­
tro mandato, esculpido después por todas partes en columnas
de mármol, ordenamos y queremos que todos los pueblos nóma­
das y errabundos del desierto que se derraman por una prolon­
gadísima extensión de tierras desde el monte Atlas hasta Etio­
pía; y desde el lejanísimo Océano de la región desértica hasta
el mar rojo, que todas las aldeas, poblados, fuertes y ciudades
se funden a la manera de Africa y Libia, obren según la cos­
tumbre de los Ciudadanos; de lo contrario sean tenidos los ta­
les con sus esposas e hijos y todos los bienes patrimoniales co­
mo prisionero, sean vendidos como viles esclavos y deportados a
todas las partes del orbe Romano”.
Y, aunque había otros muchos edictos de varios Emperado­
res que no he querido consignar aquí, sin embargo en este mis­
mo lugar he puesto este documento del Emperador Vespasiano,
transcrito de una altísima columna:
“EL EMPERADOR CESAR VESPASIANO AUGUSTO,
PONTIFICE MAXIMO, TRIBUNO II, GENERAL VII, CON­
SUL IV, ELEGIDO PADRE DE LA PATRIA.

DESEANDO PROCURAR EL BIEN COMUN como convie­


ne a un Príncipe Romano expuesto a las miradas de todo el
Orbe, ordeno y mando a todos los Procónsules, Pretores, Pro­
pretores que por público nombramiento del Emperador admi­
nistran la Mauritania, la Numidia, la Libia y el Africa, que pa­
ra construir las casas privadas, los edificios públicos de la re­
gión, los templos, las murallas de las ciudades y fortalezas, faci­
liten a los naturales del desierto maestros albañiles, carpinteros,
herreros y demás peritos de tal arte, arquitectos y artesanos, de
ITINKItAllIO r o n LAS UNCIONES SUBEQUlNOCCIALláS 51

lo contrario, por reclamación hecha a Nos por un magistrado


de sus provincias, serán íntegramente depuestos de sus cargos
poi el Emperador. Justo es que los Príncipes Romanos miren
por todo el Orbe”.
Y esas mismas columnas, en las cuales se ve abundantemen­
te cuánta fue la extensión del Imperio Romano y cuánta su glo­
ria, muy ordenadamente se encuentran hasta la misma Etiopía
que está al sur de Egipto. Y volviendo a mi propósito diré que el
desierto es inmenso: se extiende desde el monte Atlas hasta el
mar Rojo; desde los confines de Mauritania Numidia, Libia y
del resto de Africa hasta Etiopía; en el cual no hay ninguna al­
dea, ni ciudad, ni fortaleza; sino pueblos nómadas sin fijeza de
ninguna aldea, ni ciudad, ni fortaleza; sino pueblos nómadas
sin fijeza de ninguna clase, viven trabajando a lo Sísifo. Así, a
veces 2Ü.000, a veces 30.000 hombres con sus mujeres, sus hijos
y toda la fortuna familiar se marchan y guiados por aquellos je­
fes o clases de hombres que proceden con mayor prudencia y
mayor autoridad y más alto ingenio entre el pueblo, van en
busca de otros lugares más húmedos del Sur, donde, una vez
hendida y arada la tierra, recogido el trigo, transmigran a otras
localidades de Oriente con sus camellos, rebaños y ganado ma­
yor. Por un lado 10.000, por otro 50.000 y por más allá 100.000
de estos mortales ponen en marcha sus carretas bajo los auspi­
cios de los sabios. Libres, sin Rey ni Roque, con sus cosas de
familia, con sus grandes rebaños de ovejas y bestias buscan
otras tierras en otro lugar. Por eso 40.000 de aquí, 60.000 de
allí se encaminan hacia el septentrión buscando las regiones
más feraces de Africa. Otros 1.000 de acá, otros 50.000 de allá y
200.000 de acullá son arrastrados por el deseo de cambiar sus
asentamientos. Y son tantos estos mortales que no hay quien
los pueda contar. De los cuales algunos viven en guerra conti­
nua; llegados a los litorales de Libia a lugares de Africa y a re­
motas aldea© de Egipto, traen de allí gran botín y de allí ex­
portan muchos miles de cabezas de ganado, y para no devastar­
les los campos, exigen a las Ciudades grandes sumas de dine­
ro Otros invaden Etiopía, y de allí arrebatan tales rebaños de
hombres y mujeres que llenan de esclavos toda Europa y Asia,
que ellos dan por cualquier cosa a los pueblos costeras o los
52 ALESSANDRO GERALDINI

venden a cualquier precio a mercaderes extranjeros de Italia,


Sicilia y España. Es esta región la más salubérrima de todo el
Orbe, en la cual hombres de avanzada senectud son vigorosí­
simos y mueren solamente en edad extrema y lo que es más de
admirar: siendo unos pobretones, se jactan de ser los más no­
bles en Africa y, ni aún los que desempeñan oficios bajos, per­
miten que se les desvíe de este modo de pensar, de manera que
en nobleza y origen de su alcurnia no ceden ante ninguno por
más opulento que sea. Estos hacen la guerra a los extranjeros
solamente con una larga lanza y grandes escudos de cuero. Lu­
chan con admirable destreza con un soldado perfectamente ar­
mado. Andan con la cabeza descubierta y llevan sobre el cuer­
po un pañuelo hecho de haya púnica; las jovencitas y demás
hembras usan un vestido sencillo hecho de la misma materia.
Las casadas cubren su cabeza con algún velo de lino. Pasan la
vida bajo tiendas o al descampado. Están en continua peregri­
nación hacia tierras lejanas. Tienen sus cuerpos en todo mo­
mento acostumbrados al trabajo y al mal pasar. No se reblan­
decen con ningún género de comilonas exquisitas, no se embo­
rrachan, no usan plumas ni de habitaciones delicadamente pre­
paradas, nada hay en ellos de opíparo: se alimentan de leche,
carne, pan y éste no siempre hecho de trigo. Pocos perecen, si
no es en la última senectud, de no ser que sucumbieran al Im­
perio Romano, floreciente en todo el Orbe, o por la espada, o
por la dentellada de las fieras. Vivieron en ciudades célebres y
distinguidas villas de esta región, como lo muestran los grandes
vestigios de las ciudades, las grandes ruinas de las villas. El
mismo Fray Gonzalo Caishalia, en cierta ciudad de las mayores
demolida a ras de tierra, de un gran espacio y con una plaza
pública amplia, en cuya entrada y salida había sendas colum­
nas, transcribió de ellas las dos siguientes leyendas que decían:
•'EL HIJO DEL DIVINO NERVA, EMPERADOR CESAR
TRAJANO, GERMANICO, DADICO, PONTIFICE MAXIMO,
TRIBUNO QUE FUE V, PADRE DE LA PATRIA. Como el
bien público del país del desierto, como al bienestar de esa tie­
rra nos esté preocupando, es obra de todos los Emperadores Ro­
manos dar leyes útiles, por este decreto, puesto a la vista de
todos los que antes vagaban de un lado a otro, mandamos que,
ITINKUAIIIO POU I-AS REGIONES SUBEQUINOCCIALES 53

tú algunos tuvieren gran cantidad de rebaños y grandes mu­


chedumbres de ganado mayor, hagan que los pastoreen esclavos
u otras personas asalariadas, pero ellos vivan dentro de las ciu­
dades y de las villas, o si fuere necesario que los guarden los
dueños de los rebaños o de las bestias, es nuestra voluntad que
sus esposas e hijos se mantengan dentro de las ciudades y de
las villas; de lo contrario disponemos que sus bienes pasen al
fisco; ellos mismos, las esposas, los hijos y los nietos sean ven­
didos en subasta en la plaza pública de las ciudades; sean he­
chos esclavos, que nunca más puedan ser manumitidos por sus
señores, y que toda su descendencia por espacio de cien años
quede sujeta a esta ley, pues hemos determinado acabar total­
mente con la depravada costumbre de andar vagando perpetua­
mente”.

La otra columna de la región era de Adriano Augusto y en


ella aparecían también muchos otros edictos de muchos Prínci­
pes con variedad de títulos, en puentes y lugares públicos del
país que no me cuidé de poner aquí. Pero sí quiero consignar el
que era del Emperador Adriano:

“EL EMPERADOR CESAR, HIJO DEL DIVINO TRAJA-


NO PARTICO, NIETO DEL DIVINO NERVA, TRAJANO
ADRIANO AUGUSTO, PONTIFICE MAXIMO, TRIBUNO
QUE FUE Y CONSUL III, porque muchos no queriendo apar­
tarse de la antigua costumbre de sus mayores, sino estando re­
sueltos a vivir según el error desacreditado de sus padres, an­
dan continuamente trashumando por las fronteras de Etiopía
con camellos, bueyes, carretas y demás animales domésticos:
viven al sereno, evitando todo contacto con las Ciudades y toda
permanencia en las Villas, induciendo a lo mismo a otros y si
olisquean que va a ir a ellos alguien con un edicto oficial de
los magistrados o con algún mandato terminante de los cónsu­
les, se pasan rápidamente a Etiopía, mandamos por público
decreto a los mismos Cónsules, Procónsules, Pretores, Propre­
tores y a cualquiera jerarcas de los Pueblos, agilicen contra
ellos un cuerpo de soldados selectos que, si es posible, los sa­
quear de Etiopía y les den muerte dura y cruel en las plazas ve­
cinas de las Ciudades y en los lugares públicos de las villas. En
54 ALESSANDRO GERALDINI

modo alguno ha de tolerarse que esas gentes vuelvan a su an­


tigua costumbre de vida”.
Columnas de estas, con los distintos edictos imperiales, se
encuentran en todas las ciudades, por las plazas, encrucijadas,
y los lugares públicos. Pero es de saber cómo los pueblos del de­
sierto abandonaron muchas e ilustres ciudades y muchas de sus
preclaras villas. Como Heraclio, Procónsul de Africa, hubiera
dado muerte al Emperador Focas, que no administraba conve­
nientemente los intereses del Pueblo Romano y como, ocupado
el Imperio por las armas, se hubiera dedicado a llevar a cabo
grandes hazañas por todo el Orbe, venció, a vista de ambos
ejércitos, en singular certamen sobre el puente del Danubio al
General de los Persas; atrapó al Rey Cósroes en una Torre lle­
na de oro, debeló a Persia, puso en su trono al hijo de Cósroes,
que había abrazado el Cristianismo y reconstruyó los templos
que Cósroes había destruido en el Imperio Romano. Después, co­
mo se rebajase a profesar la Astrología, las artes mágicas y
muchos errores contrarios a la Ley y, descuidada la buena ad­
ministración del Imperio, y sus recaudadores despojasen a todo
el Oriente, por lo cual eran odiados en todas partes, Mahoma,
un Arabe nacido de bajo linaje, mal inclinado por naturaleza,
viviendo en tiempos difíciles y dispuesto a cualquier cosa, ha­
biendo conocido antes la ley Judía y Cristiana en muchos tem­
plos de Asia, a fin de cansar un grave daño al género humano y
conseguir un gran renombre, hizo de ambas religiones una
nueva secta y de este modo, saliendo de Arabia seguido de una
gran muchedumbre de gentes y haciéndose enviado del Dios
Supremo para abrir el cielo a toda la familia humana, venció a
los ejércitos romanos y ocupó Asia y todo el Oriente. Cobrando
fuerza su secta en Africa durante este siglo, como la causa Ro­
mana estuviera completamente por tierra, los pueblos del de­
sierto se proclamaron libres, abandonaron las leyes justas de
los Romanos, no cultivaron la educación del ingenio, rechazaron
todos los institutos regulares de la vida humana y, movidos
por cierto influjo sideral rehuyeron toda convivencia cívica,
volvieron a su antigua costumbre de vida, que consistía en vivir
continuamente vagando bajo el cielo y en correrse asiduamente
a oteas tierras. Pues, para usar de un antiguo proverbio, la cabra
ITINERARIO POR I^AS REGIONES SUBEQUINOCCIALES 55

tira al monte, movida por un instinto natural, y lo mismo los


pueblos del desierto se han vuelto vagos e incultos. Pero lo que
no hay que olvidar son los monumentos que se encuentran en
los confines del desierto y en el umbral de Etiopía. Por doquie­
ra innumerables columnas de color distinto y colosales propor­
ciones se yerguen a la salida del desierto y a la entrada misma
de Etiopía, alineadas basta la remota Etiopía que limita con
Egipto. En el desierto y en Etiopía se encuentra toda clase de
mármol. Las tales columnas, a distancia de 20 estadios unas de
otras (22), aparecen a la vista de todos, con los varios edictos
imperiales y están puestas por tan largo espacio de tierra para
que se sepan los límites ciertos, fijados a Etiopía y al desierto
por el pueblo Romano. Creo yo que en esa Edad los antiguos
Quintes tocaron al cieio en su vértice y en el de la dignidad
humana ya que tenían no menor cuidado en embellecer el uni­
verso entero que la misma República en particular, y también
en el de la grandeza cívica, ya que no tenían menor interés en
la promoción de los más remotos pueblos que en la de la misma
Urbe. Ellos florecieron en todo el Orbe por la amplísima auto­
ridad de que gozaban entre estas gentes, y se distinguían por
su discreción, razonamiento y consejo. Más entre tantos monu­
mentos, juzgué oportuno consignar estos dos.
“EL EMPERADOR CESAR MARCO ANTONIO VERO,
INVICTO AUGUSTO, PONTIFICE MAXIMO, QUE FUE TRI­
BUNO VIIII (SIC), PADRE DE LA PATRIA, CONSUL II,
PROCONSUL.
NINGUNOS CONSULES, NINGUNOS PROCONSULES,
NINGUNOS PRETORES, ningunos Propretores, ningunos Go­
bernadores de provincias se atrevan a pasar con ejércitos los lí­
mites de estas columnas puestos a la entrada de Etiopía que fi­
jan el término verdadero al desierto”.
Los Romanos no deseaban tener dominio ninguno en Etio­
pía, donde las mismas legiones de los Quirites, los mismos ejér­
citos, ligeramente armados, bajo un sol abrasador, bajo un
cielo totalmente extraño, y en una tierra tan distinta, hubiesen

22__A 3,699.40 metros de distancia cada una. (H. E. P. B.).


56 ALESSANDRO GERALDIN1

perecido. Allí mismo, donde los hombres andan desnudos, y


tienen sus viviendas de barro, donde, fuera de los gobernantes
y principales, los demás no guardan ningún decoro, y no tienen
forma ninguna de vida humana conforme a la manera en que
viven los demás hombres, si no es que son hospitalarios; allí mis­
mo también se encuentra esculpido en otra columna otro edicto
de Marco Aurelio.

“EL EMPERADOR CESAR, MARCO AURELIO ANTO­


NIO PIO FELIX AUGUSTO, EL MAXIMO EN LOS PAR­
TOS, EN BRETAÑA, EN ALEMANIA, PONTIFICE MAXIMO,
QUE FUE TRIBUNO XII, GENERAL III, CONSUL l i l i (SIC),
PADRE DE LA PATRIA.
PERMITIMOS A LOS SOLDADOS LEGIONARIOS QUE
PRIVADA O AGRUPADAMENTE QUIERAN PASAR A ETIO­
PIA a caza de esclavos, pasen libremente, pero observando la
fidelidad debida a aquellas gentes que espontáneamente se
comprometieron a pagar tributos al Pueblo Romano. Sin em­
bargo, con este edicto, prohibimos a los Cónsules, Procónsules,
Pretores, Propretores y a nuestros ejércitos en modo alguno
atacar a esta región, donde por todas Partes se abaten calores in­
mensos. Los mismos Romanos, contentos con el dilatadísimo te­
rritorio de Europa, Asia y Africa despreciarán con razón a Etio­
pía que ningún esplendor tiene semejante al del mundo Roma­
no, como rechazaron a los Escitas que vagan por el Norte sin
ningún modo de vida humana”.
Desde el desierto, en corta navegación de dos días, lleva­
dos a las islas afortunadas (23), vi la tierra deseada desde mi
primera juventud. Aunque muchos autores que en otros tiem­
pos brillaron por un ingenio, las llamaran infortunadas, porque
parecían estériles y abundaban solamente en grandes rebaños
de cabras; pero en nuestros días de tal manera abundan en tri­
go, vino, cebada y toda clase de ganado mayor y menor, y to­
da variedad de frutos que no van en zaga a ninguna región del
mundo. La Canaria, la mayor de todas, así dicha por muchas y

23.— Las Islas Canarias, llamadas Islas Afortunadas por los


Romanos. (H. E. P. B.).
ITINERARIO POR I.AS REGIONES SUBEQUINOCCIALES 57

grandes perros que en ella hay (24), tiene una Ciudad con el
mismo nombre de otra de Andalucía: Colonia, donde se obtie­
nen grandes utilidades del mucho azúcar; donde los hombres
viven muchísimo tiempo, gracias a la salubridad de todo su cli­
ma. Nevera, debe su nombre a la mucha nieve de sus altos mon­
tes. Ahora se llama Gomera: en ella fundaron los españoles dos
fuertes, conocida por sus viñedos, ganado mayor y menor y su
abundante caza. En el ángulo extremo de la bella Isla vi un
monte altísimo que vomita fuego como el del Etna (25), y vi re­
gada por todo el litoral piedra pómez. En la Isla de Juno (26)
vi los cimientos del templo de dicha diosa y la base del altar
donde estaba grabado: ARA DE JUNO ERIGIDA POR LOS
GADITANOS. Llovera, llamada desde hace poco Isla del Hierro,
no tiene ningún estanque, ninguna fuente, ningún río, pero lo
que es un gran milagro de la naturaleza, un solo árbol segrega
en los internodios tanta agua que basta sobradamente para to­
do el pueblo y todos los animales de la región y este árbol as to­
talmente desconocido. Yo lo contemplé con estupefacción y me
extraña que no hablaran de él ni los Romanos ni los Griegos.
Cabrera, llamada así por la multitud de cabras, cuyas carnes
son más excelentes que las de nuestros ovinos, ahora se llama
Tenerife: en ella, en las laderas del monte, hay bellos viñedos,
bellos naranjales, muchas peras, manzanas y una aldehuela. La

24. — Del latín Canis, perro. (H. E. P. B.).


25. — Se trata del Volcán Teide, en la isla de Tenerife, con
3,170 metros de altura. Cristóbal Colón, al pasar por las Islas Ca­
narias, en una noche de principios de Septiembre de 1492 vio sa­
lir “tanto fuego del pico de la sierra, que es una de las más altas
que se saben en el mundo, que fué cosa de gran maravilla” (Las
Casas, Hist. de Indias, Lib. I, cap. XXXV). Geraldini pasó cerca
de Tenerife en Septiembre de 1519. La última erupción del Teide
fue en 1909.
El 27 de Septiembre de 1967 subí hasta lo que se llama el
“Balcón de la Isla”, a 2,300 metros de altura. Es admirable ver la
tierra cocida (la piedra pómez de que habla Geraldini), como si
fuera de ayer su salida del volcán. (H. E. P. B.).
26. — Habla de dos islas de Juno en las Canarias. No ha sido
posible averiguar cuáles son. Cerca del Estrecho de Gibraltar hu­
bo una isla llamada de Juno, que es la actual de San Femando.
(H. E. P. B.).
58 ALESSANDRO GERALDINI

Isla Ombrión tiene un estanque en los montes, donde se abre­


van loe ganados y, lo que es digno de notarse, tiene cañahojas
negras de las cuales se exprime un agua del todo amarga; las
tiene blancas, que destilan un licor maravilloso; tiene pozos y
cisternas para utilidad de todos. La Isla de La Palma es delei­
tosa a la vista. En la llanera hay ciertas hierbas óptimas pa­
ra teñir las telas. En la de Juno, La Menor, se ven los vestigios
de un templecillo antiguo. Estas Islas, excepto la Canaria y la
Ningaria (27), son pequeñas y fueron conquistadas hace 300
años. Todos los naturales que llevaban a Andalucía eran robus­
tos de cuerpos y grandes honderos; vestían de hojas de palma
y pieles de animales; pensaban que el mundo se había sumergi­
do en el diluvio y sólo había entre ellos el recuerdo de los Ro­
manos, no por escrito, sino por una larga cadena de antepasados
que lo transmitieron de palabras a sus descendientes. A estas
Islas quiso Quinto Sertorio trasladarse por alejarse de toda
guerra civil y vivir una vida completamente tranquila; pero di­
suadido por sus amigos, abandonó esta idea.

27__Isla Ningaria en las Canarias. Tampoco se ha podido lo­


calizar. (H. E. P. B).
DE ALEJANDRO GERALDINI OBISPO

Libro Tercero

Yo, ávido de escudriñar las cosas de la naturaleza, en las


cuales Etiopía es abundante, habiendo salido de la Isla Llovera
el 15 de octubre, y como se hubiera de ir a la región equinoccial
por la derecha, y así considerase que Etiopía quedaba al Sur,
y ello me llevaría por ella en una navegación de muchos días,
sin embargo, porque mi viaje no se alargara más desde Etiopía
que desde las Islas afortunadas, determiné desde el mismo me­
ridiano de Etiopía, dando velas hacia el Equinoccio y Sede de
Santo Domingo, llegar a aquellas gentes, desde siempre libres
de la dominación europea y asiática. Determiné penetrar en un
mundo nunca ambicionado por ningún ejército consular; deter­
miné contemplar aquella región nunca vista por Romanos ni
Griegos, principalmente no habiendo Peligro ninguno de nave­
gación por aquellos de que los mares son siempre tranquilos en
el Océano, y soplan siempre auras suaves y nunca puede origi­
narse un gran temporal. Así pues, llamado el capitán de la na­
ve, y aumentado el flete a él y a sus compañeros, mandé dar
velas por los amplísimos litorales de Etiopía, dejando atrás la
región de los Azaganes, (28) en la cual los hombres tienen
siempre cubiertos el rostro con un velo y tienen a gran desdoro
descubrirlo, de tal modo que mientras comen, dos ojetes dejan
ver, de todo el rostro, la vista y un tercero la boca. Recorrido el
28__Azaganes, pueblo del desierto, cuyo territorio estaba
cruzado por la Línea Equinoccial, que en realidad es el Trópico de
Cáncer. También vivían en la hoy República de Mauritania, has­
ta el río Senegal. La Línea Equinoccial de Tolomeo pasaba cerca
de la hoy Villa Cisneros, en el Sahara Español. (H. E. P. B.).

59
60 ALESSANDRO GEUALDINI

río Senegal, parece un milagro de la naturaleza, que en una de


sus riberas los habitantes son morenos, y, en la otra totalmente
negros. Los Azaganes, en una región estéril, dan culto a Maho-
ma; y los pueblos de Bassa, de la región de Etiopía, en un suelo
fértilísimo, adoran a varios dioses, varios simulacros, varios po­
deres divinos. Queriendo yo conocer algo el notable río, de ca­
si una milla de ancho, y la razón por la cual los Azaganes se
cubren aquella parte del cuerpo que siempre debe permanecer
descubierta: pues en el rostro aparece la alta dignidad del hom­
bre, en la misma majestad de la frente, en toda su figura; estan­
do cerca de un gran poblado, y mis criados juntamente con el
intérprete divulgasen que yo era un gran Obispo de la región
equinoccial, que había tocado en aquel litoral y casualmente el
Pontífice de la región de Bassa, que, gozando de una amplísima
jurisdicción, presidía a innumerables sacerdotes de los dioses, a
innumerables pueblos, viniera por esos días al litoral del Océa­
no, con fines administrativos de su pueblo, inesperadamente
me salió al encuentro con gran acompañamiento de hombres sa­
grados, con gran muchedumbre del pueblo. Después de tratar­
me humanísimamente me introdujo en el poblado, me asignó un
hospedaje de primera, me recibió con un banquete esplendidísi­
mo y finalmente al siguiente día, me preguntó la causa de mi ve­
nida. Yo le contesté que por deseo de conocer a Etiopía y para
hacerme más docto, conociendo las leyes de muchas naciones y
recorriendo varios pueblos de tan apartado meridiano, como hi­
cieron Platón y otros, que, por la misma razón, viajaron por mu­
chos pueblos y naciones y por todo el Orbe. El alabó vehementí-
simamente mis deseos y afirmó que muchos Príncipes Etíopes
habían sido aconsejados muchas veces a lo mismo. Luego le pre­
gunté yo sobre la costumbre de cubrirse los Azaganes el rostro,
que todos los pueblos de la tierra llevan descubiertos y que to­
dos los mayores Filósofos quisieron se destacara de todo el cuer­
po. El respondió que los Azaganes eran de estatura mediocre,
deformes de cuerpo, feos de rostro, pero de robustez destacada y
que eran muy visitados, gracias a sus vinos abundantes, por los
pueblos vecinos, por gentes muy lejanas que se distinguen por
su cuerpo procer, por su rostro noble, aunque negro, y que
aconteció a Etiopía, que en tiempo antiquísimo sucedió en su
ITINERARIO POR LAS REGIONES SUBEQUINOCCIALES 61

trono un Rey sabio, de monstruoso aspecto, que para ocultar la


fealdad privada de su ignominioso rostro, comenzó a cubrirlo
con un lienzo de lino y por ello mismo indujo a su pueblo a cu­
brir su común fealdad con un velo negro. De ahí le quedó a to­
da esa gente esa manera, que se hizo costumbre imborrable en
la reglón. El río Senegal, (29) nacido de los brazos del Nilo, baja
hasta los últimos reinos de Etiopía, y el Nilo, saliendo de los
montes lunares, se divide en dos: la parte superior que por lar­
gos recorridos, por largas revueltas, por muchos reinos de Etio­
pía, desconocidos de los pueblos de Europa y Asia, pero conoci­
dos de nosotros, se derrama por Egipto y por siete desembocadu­
ras se precipita en el mar de los Cárpatos, (30) nombres nuevos
para nosotros. Pues en los libros sagrados del país de Bassa,
Egipto antes se llamaba Nilo, mucho antes de la diosa Isis, que

29. — El río Senegal, cuyo brazo más importante es el río Ba-


fmg (Río Negro), con más de 500 metros de anchura, está en una
de las regiones más cálidas del globo. Nace cerca del Mótate Tim­
bo, en la Guinea. Los descubrimientos geográficos franceses de
fines del siglo pasado destruyeron muchas de las teorías antiguas,
de las cuales se hace eco Geraldini. Leyendas según las cuales las
aguas del Senegal, del Gambia y del Níger estaban comunicadas
por canales naturales, y los llevaban hasta unirse con el Padre Ni­
lo en lagos y montañas totalmente inexplorados. Tal vez se fun­
daron en que las fuentes de los tributarios del Senegal y del Ní­
ger están muy cerca, pero a una diferencia de nivel que imposibi­
lita toda comunicación.
En la ribera derecha del Senegal la raza negra ha desapareci­
do, y hoy los ribereños son Moros. Pero los negros permanecen en
la ribera izquierda. La Edad Media europea llamó a la desembo­
cadura del Senegal: “Sinus Aethiopicus”, Mar Etiópico.
El gran río Níger desemboca en Freetown, Capital de Sierra
Leona, y su otro ramal atraviesa la República del Níger y forma
el gran delta del Níger en Nigeria.
A fines del siglo XIV la raza mandinga tenía imperio a la de­
recha del Níger. A mitad del siglo XVII aparecieron los Mandin­
gas Bambaras, que conquistaron las dos orillas. Los negros “Man­
dingas” fueron traídos a Santo Domingo, y todavía hoy existe una
sección llamada “Mandinga”, en las cercanías de la ciudad de San­
to Domingo. (H. E. P. B.).
30. — El Mar de los Cárpatos está entre las islas de Rodas y
Creta. Parece que Geraldini llama así a toda la parte del Medite­
rráneo que va desde las Islas del Dodecaneso hasta Chipre, Egip­
to y Medio Oriente. (H. E. P. B.).
(12 AI.KSSANI >l«) ( ¡ E l l A U M N l

l'uc la primera inventora de los frutos; que engendró el gran


Rey llor, que dió leyes útiles a todo el país, que después, en el
sillo cielo, brilló como estrella; mucho antes de el dios Osiris,
que fundó en Egipto muchas ciudades y muchas aldeas y procu­
ró muchos bienes a aquella, región. Pues nuestros libros antes del
nombre de los Aborígenes, antes del puesto por Grecia, antes de
todos los testimonios escritos de los Asirios, Medos, Persas y
Macedonios, contienen un memorial transcrito de un mármol
negro que ni se corroe por la humedad, de que carece nuestro
país, ni por el calor, por el cual se erosionan escollos y montes, ni
por lapso alguno de tiempo. Más la parte inferior del Nilo es
manifiesto, a más no poder, que ise divide por muchas y lejanísi­
mas partes de Etiopía y que desde este país, donde está este río
Senegal hasta el otro extremo de la tierra de los Antípodas, que
los Griegos llaman Antártico y los nuestros Cassión, tiene mu­
chas salidas. Confieso que me extrañó ver tanta pericia en un
hombre Etíope y, como le preguntara acerca de sus dioses, en­
tendí que adoraban a muchos simulacros que se referían a los
mismos astros del Zodiaco y a otras estrellas que, para hacer via­
jes por mar y tierra, aprovechan a los hombres o favorecen el
nacimiento de los niños y prestan a la humanidad algunas ayu­
das para el conocimiento de los tiempos. Como luego le pregun­
tara sobre los tiempos de los dioses y la antigüedad de su país:
respondió que no existía en todo el territorio de los Etíopes,
templo alguno de mayor importancia, que no tuviera grandes
testimonios de aquellos Jerarcas que habían procedido con gran
religiosidad, reconocida integridad y testificada fama de santi­
dad. Todavía más: que toda la Etiopía se gobernaba o por los
edictos de los Jerarcas, escritos por los templos, o por los decre­
tos de los Reyes o por los oráculos de los dioses y, si algunas du­
das se presentaban entre el pueblo, que ni están en los edictos
episcopales, ni en los decretos reales, si son piadosos o sagrados,
se resuelven por los Pontífices o sus vicarios; si son profanos,
por el arbitraje de aquellos ancianos que en todo tiempo se dis­
tinguieron por la limpia trayectoria de su vida y de su prudencia.
Pues Etiopía rechaza por igual las leyes indeterminadas y los
derechos que alargan los litigios y los gastos gravosamente.
ITINERARIO POR LAS REGIONES SUBEQUINOCCIALES 63

La antigüedad de su país en los territorios de Bassa, según


que puede colegirse de los monumentos, que ni por la humedad
ni por el calor ni el transcurso de los tiempos se alteran, pasa de
los treinta mil años y los cimientos, de la misma clase de már­
mol, de los viejos edificios, señalan que las cosas de los Etíopes
superan en antigüedad a las de los otros pueblos. A 700 millas
de allí, en el interior de Etiopía, existe un templo en gran ma­
nera sublime, en el cual hay una inscripción del Santo Padre
Dabiro con tales caracteres que el monumento tuvo que ser es­
crito hace 9.000 años, como puede sacarse de la conmemoración
del antiguo quinquenio de los pueblos Barrabeos. El lustro fue
instituido por el Rey Bassaroo, el trigésimo milésimo quinto
año anterior, debido a que, obtenida por los Barrabeos una
gran victoria sobre los pueblos vecinos, los dioses patrios pi­
dieron que se celebraran cada cinco años, en recuerdo de tan
gran beneficio, juegos en su honor con camellos, elefantes y pu­
gilatos de toda clase, ofreciendo al Rey de los Barrabeos grandes
premios a los vencedores. Todo esto me es conocido, porque hay
gecerdotes en el país encargados de consignar los acontecimien­
tos de cada lustro, y allí se hace mención de Bassa, y no pequeña
del templo que digo, ya que hace recuento de los 9,000 años des­
de la fundación del memorial del gran Dabiro. La inscripción
era esta:

DABIRO PRELADO DEL PAIS DE BASSA

Siervo de todas las Estrellas del Cielo, elegido Padre de mi pue­


blo por voluntad de los Dioses, para que lo presidiera piadosa y
santamente, que, vivo lo presidí, y, muerto, lo presidiré siempre,
pues rogaré asiduamente a los Dioses que suceda a mi pueblo
todo lo dichoso y a toda mi patria, todo lo feliz. Hijos míos, con­
servad el culto a los Dioses íntegro por todos los siglos, pues las
mismas estrellas son Dioses, y ellos mismos darán larga paz a
vuestra patria. Hijos míos, mostrad gran reverencia a los luga­
res sagrados y a los sacerdotes; y los mismos Dioses apartarán
de vosotros todo odio, y otorgarán a vuestra patria una larga paz.
Hijos míos, procurad alimento a la clase sacerdotal, socorred a
todo pobre necesitado, sed hospitalarios con los pobres y de esta
(i‘1 ALESSANDRO GEltALDINl

manera los Dioses, que todo lo ven, todo lo sienten, todo lo oyen,
oís acumularán riquezas sobremanera grandes y os darán una
buena descendencia. Hijos míos, amad a todos los que obran co­
mo hombres y los mismos Dioses os amarán enteramente. Hijos
míos, amad sobre todo a los antiguos Dioses a quienes venera­
ron nuestros antepasados que hasta el día de hoy guardaron
Incólume a vuestra patria; los cuales nuestros padres entendie­
ron y nosotros hemos conocido sobradamente, poseen manifes­
tada divinidad y poderes demostrados en toda la tierra. Hijos
míos, cuantas veces viereis este mármol, leed mis palabras y
traed a la memoria las enseñanzas de vuestro padre Dabiro que
también ahora sigue siendo vuestro padre. Salud”.
Yo, el quinto día después de visitar al Prelado de Bassa,
despidiéndome de él y navegando por el torrente austral, vi in­
numerables muchedumbres de gente negra por aldeas, poblados
j villas construidos de paja y barro; contemplé esta región azo­
tada por el calor y conocí ser todo en el mundo vanidad, al ver
sucumbir, en breve espacio de tiempo, miles de hombres negros
y desaparecer rápidamente preclaras y grandes Urbes en Euro­
pa y Asia y, finalmente, el décimo quinto día después de haber
dejado el Atlas, viendo cómo habíamos salido de una extensa
ensenada donde abundaban las sirtes, los escollos y muchos pe­
ligrosos bajíos, descubrí las Islas Gorgonas (31), donde las mu­
jeres presentaban un aspecto cruel y fiero. Ahora están comple­
tamente abandonadas. La primera, llena de árboles desconocidos
y elevados, con excelentes aguas; la segunda, con aves sin cuen­
to, que no tiene nada de parecido con las nuestras; la tercera es
estéril. A dos días de navegación, a larga distancia del mar, vi el
promontorio Sperinoceras (que hoy llaman en portugués Cabo
Blanco) (32) donde descendí por aquellos solitarios arenales du-
31. — Las Mas Gorgonas, Górgadas o Hespérides, que los grie­
gos creían al final de los límites occidentales de la tierra donde
vivían las Hespérides, cuidando la manzana de oro. Estas islas se
han confundido con las Canarias. Aquí son las actuales Islas de
Cabo Verde, pertenecientes a Portugal. (H. E. P. B.).
32. — El Cabo Blanco es el promontorio más al Sur del Saha­
ra Español, o Costa de Oro, pero en territorio de Mauritania. La
confusión geográfica es tremenda. Ahora sé dice que el Cabo
Blanco es el de Hesperioneeras. En la nota ,1 el Padre Las Casas
ITINERARIO POR LAS REGIONES SUBEQUINOCCIALES 65

i-ante varios días y anduve por el litoral acompañado de mi Ri­


bera (33); aquí los marinos pescaron muchos peces de distinta
y variada figura que los nuestros. Allí entendí que en los lugares
vecinos de la región, las gentes adoraban muchos Dioses, daban
culto a muchos manes paternos, y que en los lugares sagrados
guardaban cadáveres cubiertos de oro, y que muchos, por conse­
jo de Sacerdotes venidos de Persia y Egipto, seguían las doctri­
nas de Mahoma, y que el mismo malvado Mahoma, después de
haber dejado de existir hace tantos siglos, llegó hasta los últimos
confines de Etiopía. Entonces yo envié por el Sacerdote de estas
gentes que daban culto a los manes paternos, y, luego de venir,
le pregunté porqué adoraban a cadáveres sin espíritu ni sentidos.
A lo cual él respondió que su pueblo daba culto a los hombres
que vivieron antes una vida irreprochable, y cuyos milagros eran
manifiestos a todo el mundo. Y, como de nuevo preguntara si te­
nían algunos documentos en esos templos del país, él al punto
contestara que tenía uno y deseaba traerlo, yo muy cortésmente
se lo agradecí y él se fue y, al siguiente día me lo trajo.
“IAMAB GRAN PRELADO DE LA TIERRA MASSIANA
Oh. mis fieles pueblos; oh donde quiera buenas gentes, que a mí
incapaz de llevar tal peso, me elegisteis por Pastor de vuestras
almas y me quisisteis para padre que os descubriera el en todo
momento, alto Olimpo; yo que tan necesitado estaba de un pre­
claro doctor y un gran maestro para desempeñar este cargo de
la manera necesaria, oid lo que digo: no habiéndoseos dado ni ver
ni hablar ni oir a Dios, y conociendo con toda claridad la existen­
cia de nuestro Dios que todo lo lleva por ciertos caminos; que
mantiene el globo terráqueo péndulo en medio del aire; que ha­
ce que el grande mar no se desprenda de la tierra; que da la llu­
via oportuna a todos los pueblos y fecunda todas las tierras con
el sol y el viento, como nos considere indignos de adorar a tan al­
ta divinidad; de llegar a ella con nuestras súplicas; Pueblos míos,
e hijos míos, juzgo que debemos adorar a aquellos manes de

afirma que éste se llama de Buena Esperanza, cuando el Cabo de


Buena Esperanza es la punta más al Mediodía de Africa. Más tar­
de veremos que el Cabo Hesperionceras es Cabo Verde, Nota 37.
(H. E. P. B.).
33.— Su criado Francisco Ribera. (H. E. P. B.).
IUI a i.h:m:íani>ho u eu ald in i

nm-ilroH padrea que fueron más piadosos, buenos' y justos, y


que debemos tener hacia ellos máxima veneración, ya que des­
pegados del pesado cuerpo, puros y santos lo conocen a él, a él
contemplan, con él hablan y penetran toda la inmensa gama de
Jas cosas celestiales, a fin de que con sus santísimos ruegos incli­
nen a Dios hacia nosotros de manera que nos impulsen a vivir
una vida santa y recta, y nos ayuden a preparar un trono en el
Iteino celeste. Oh hijos míos, que siempre me esuchásteis con
gran atención; con quienes siempre viví con amor sin medida; oh
taiccsores con los cuales vivo con afecto admirable, obrad así con­
tinuamente. Las oraciones de ellos serán siempre más gratas que
las nuestras, ya que ellos, limpios de toda mancha, mientras el
cuerpo yace pútrido en la tierra, y el alma vuela por los aires,
non completamente santos. Oh hijos míos, creedme a mí que bus­
co vuestro bien y con todo anhelo cultivo vuestras almas. Salud,
Idjos míos, y seguid amándome después de muerto”.
El memorial de Ianab Pontífice es antiquísimo; pero como
<>I sacerdote que lo trajo, no tenía ni la doctrina ni los conoci­
mientos que suelen tener los prelados, no pude obtener de él lo
qui yo deseaba. Luego, recorrido el Océano durante día y medio
y vistas en nuevo espectáculo de pueblos inauditos las Islas Hes­
péridos, como preguntara quienes las habitaban; respondieron los
Etíopes que estas Islas son tan dañinas para aquellos que van a
ollas, que dormir una sola noche allí, es muerte segura, y por eso
los mercaderes acostumbraban recibir las mercancías de día, y, al
declinar la tarde, volverse a las naves. Después, como viráramos
huela la izquierda y penetráramos en una inmensa ensenada,
donde, por el curvo mar hubiera abruptas escollos, arrecifes co­
ralinos de duro mármol, estando ya cercanos a la vecina tierra,
y me volviera por un amplísimo valle, vi otra figura de cielo y
tierra, vi otra forma de nuevo mundo, vi un quicio de la tierra
que nada tiene de común con el de Europa y Asia. Había por to­
das partes otro aspecto que el de nuestro mundo. Pues serpientes
aladas, que ocupaban largo espacio del suelo, por encantamiento
de los etíopes, no se movían de donde se les había mandado ni,
listando cerca de los rebaños de cabras, se atrevían a dañarles,
y i varios géneros de víboras y de reptiles que abriendo su boca,
ITINERARIO POR LAS REGIONES SUBEQUINOCCIALES 67

so engullen una cabra y no la devoran, y que, por un extraño en­


cantamiento, no se atreven a hacer ningún género de violencia al
hombre. Yo no hubiera creído esto, si no lo hubiera visto. Des­
pués, habiendo bajado a tierra y rogado al sacerdote de la veci­
na aldea que me dijera con qué género da encantamiento tuvie­
ran a raya a estos monstruos, me respondió que, en una lejanísi­
ma antigüedad, en una edad de supina ignorancia, cuando tanto
abundaban las serpientes que ninguna campaña humana bastara
poco ni mucho, Gnogor, gran Prelado, gran amigo de las regio­
nes Etéreas, vino de la Etiopía inferior que justamente con ésta
le estaba sujeta y él, y por largo tiempo ha consolado a este pue­
blo, ha conjurado a estos monstruos feroces para que ningún da­
ño causen a estos sus pueblos, ni a los rebaños ni al ganado ma­
yor; pero, como nada consiguiera, postrado totalmente en tierra,
con voz que resonaba en todos los montes, con grandes gemidos
por las soledades, con profundos sollozos por pueblos y valles,
comenzó a implorar el auxilio de lo alto. En tal coyuntura, nues­
tros antepasados vieron una luz radiante descender del aula ce­
lestial a las más bajas partes de la tierra; vieron brillar un res­
plandor inaudito por todo el aire y oyeron la voz del Dios Salva­
dor, que saliendo de la luz se difundía por doquiera, diciendo él
mismo Maid Brenesin, que en lengua etiópica quiere decir Dios
de la Salvación. Esta voz, pues, enseñó al mismo Gnogor con qué
encantamiento debía alejarse tamaño mal y tamaña calamidad
de sus pueblos. Por lo cual en esas graves circunstancias, a dos­
cientas millas de aquel lugar, los pueblos nos erigieron un tem­
plo y un pedestal de mármol negro con la estatua de nuestro
Padre, que todavía se conserva y se conservará perpetuamente.
Hay allí también una inscripción en lengua etíope que refiere
cómo fue todo. Pues, aunque la Etiopía del litoral oceánico es
inculta; pero la del interior tiene grandes ciudades, plazas fuer­
tes muy notables, altos y famosos templos. Habiéndole pedido
yo la inscripción del pedestal, me contestó que en casa tenía un
ejemplar íntegro del memorial, y, sin más demora, fue por él y,
habiéndolo traído, yo lo trasladé a nuestra lengua, helo aquí:
“A GNOGOR PONTIFICE DE LA TIERRA DE LOS IOGO-
MANOS. Nosotros, en algún tiempo tuyos, a tí arrebatado por la
muerte y llevado al Cielo, hemos levantado este monumento,
lili AI.IÜNMANimO Cl'MíALDINI

porque, como ('(¡tuviéramos en continuas guerras con inexora-


bles serpientes y en las más grandes batallas con los peores
monstruos y sin defensa posible, gracias a tus oraciones, descen­
dió del cielo el poder de la patria suprema. En efecto, vimos una
gran luz, vimos rayos brillantísimos en todo el cielo, vimos nues­
tras tierras refulgentes con admirable resplandor; pero no vimos
la figura de Dios que clamaba: Oh Gnogor, amigo nuestro desde
tu infancia, hemos oído tus súplicas, movidos por ellas a tí hemos
venido y a tí y a los Prelados y sacerdotes futuros, debidamente
instituíaos digo y mando que, cuando viniere esa fiera peste a
vuestras tierras, o esa feroz rabia de las serpientes se introdu­
jere, salgáis vosotros inmediatamente por los abiertos campos,
subáis a los altos montes de la región y con cuantas fuerzas po­
dáis, claméis: Oh serpientes, ruina mortal del género humano,
Oh monstruos enemigos de los hombres, el Dios de la salvación
(así quiero ser llamado, pues por la pública salud de vuestro me
he dignado venir) a vosotros os dice, os manda, os impera con
autoridad divina, que oído el Prelado de la región, canónicamen­
te elegido o el Sacerdote debidamente ordenado, depongáis todo
veneno, abandonéis toda ferocidad y os detengáis de repente sin
hacer daño a ningún animal ni a ningún hombre. Y porque tú,
oh. santo Padre Gnogor, con el poder manifiesto del Dios Brenesi-
no, esto es, Salvador, y con un milagro manifiesto del Dios ver­
dadero, libraste a tu patria, a tu pueblo súbdito y a los hijos
a ti encomendados por público consentimiento de Dios, nosotros
a ti y a Diois edificamos un templo muy notable, que nunca, en
ninguna duración de los tiempos, dejará de existir; en el cual
a ti, nuevo Dios, ofrecemos continuos sacrificios; y también
nuestros sucesores, durante los siglos que se suceden para el
género humano, guardarán esta costumbre perpetuamente y,
al final de los sacrificios, proclamando el nombre de Gnogor
con la mayor voz posible, verás desde lo alto del cielo la siem­
pre nueva gratitud del pueblo. Salud, Padre nuestro Gnogor”.
DE ALEJANDRO GERALDINI OBISPO

Libro Cuarto

Recuerdo, Beatísimo Padre, haber dicho al principio del


lib ro Segundo, lo bastante acerca de las influencias siderales,
que, habiéndolo así permitido el Dios eterno e inmortal, tienen
tanto poder sobre los cuerpos humanos, n fin de que todo per­
manezca diversificado. Pues algunas naciones obran con un al­
to sentido natural; otras viven sin ingenio alguno, algunas, con
cierta grandeza de alma que admira; otras, con una estupidez
de corazón que nada pude encontrarse de esa manera insulso,
como la región de Annaam, que dista tres días de navegación
de la tierra de Igomaan, donde vi un pueblo enteramente men­
tecato, como creo no haya otro en el globo. Sus gentes tienen
grandes piernas, estómago dilatado y el cuerpo del todo obe­
so. Y, mientras los Etíopes son de ingenio agudo, de juicio
completamente recto, éstos, así las hembras como los machos,
son de ingenio obtuso y cuerpos desmesurados. Maldicen de
continuo al sol que manda un fuego intolerable a toda la re­
gión. Dan culto a la Luna, que da todas las noches un rocío sa­
ludable. Tienen en el litoral un templo dedicado a la diosa Lu­
na, hecho de paja, de barro, de varas y grandes maderos. En la
entrada del templo, a la derecha, hay una hermosa lámina de
blanquísimo marfil, sustentada en ambos lados, por un gran
roble, con esta leyenda:
“SACADO DEL EDICTO DE IGOMAISARE, EL GRAN
PONTIFICE. Oh Sacerdotes, oh Pueblo, rogad a la Lima, Dio­
sa del país para que aparte tanto ardor de nuestra región. Pues
esta Diosa es la Patrona de vuestra tierra. Oh niños castos, oh

69
71) A I . K S I ' . A N D U O <! K U A I .1 ) I N I

vírgenes limpia:; de toda lujuria, conjurad al sol, que no quie­


re oír, para que alivie a mi pueblo del calor excesivamente
duro; pues, si pecaron los padres, qué culpa tienen los hijos?
Serían injustos los dioses, si los hijos pagaran los delitos de los
padres".

ISsítn este dilatadísimo valle en una concavidad donde no


hay entrada abierta para ningún viento, y, si no fuera que en
el invierno corre por allí un río, difícil sería allí la subsisten­
cia do un ser viviente. Están sujetos estos pueblos a un cierto
Príncipe que posee muchos reinos en el Norte, pero que por la
fatuidad de estajs gentes, nunca viene a estas tierras, sino que
lim o en estas regiones un Lugarteniente, llamado Rabaan en
lengua vernácula, al que yo no procuré hablar, como tampoco
quise establecer relación alguna con esta gente. Por fin partien­
do de allí, en una navegación de día y medio, a unos dilatados
llanos en otras tierras donde, como recibiera por intérprete a
loa magistrados, garantizada a mis gentes seguridad pública,
con mucha cortesía me mandaron estarme en el próximo puer-
lo > bajar a tierra. Luego vinieron a verme, como a un poder
divino, hombres totalmente desnudos con sus mujeres, hijos y
familia en compañía de los Magistrados y Próceras de la re­
gión. Eran aquellas gentes, en parte, libres, pero algunas paga­
ban tributo a cierto gran Rey que vivía lejos en el interior de
Etiopía y se admiraban de que un hombre blanco, vestido de
roja vestidura y blanca muceta, hubiera venido a aquellos lu­
gares; y, como oyeron que yo era un hombre consagrado a
Dios, y que un pueblo estaba bajo mi autoridad y lo mismo
muchos y grandes reinos, se arrojaban a mis pies y, lo que
ora manifiesto signo dé acatamiento, echándose polvo en la ca­
beza y extendiéndose por el suelo, besaban asiduamente los
pulgares, antiguo rito de veneración que suelen usarlo solamen­
te con los dioses inmortales y con los Príncipes. Por fin calma­
da la gente, se me asignó a mí el principal hospedaje y a los
demás los recibieron ellos en sus casas particulares. Son los
Etíopes tan hospitalarios, por vieja costumbre, que suelen aten­
der a los huéspedes hasta tres y cuatro días sin recibir cosa al­
guna ni dinero. A mí me regalaron muchas cabras, muchos ter-
ITINKIIAKIO r o n LAS ItEGIONES SUBEQUINOCCIALES 71

ñeros, muchas fanegas de arroz y muchas ánforas con vino de


aquella clase de palmas que no dan dátiles. Acabados los ban­
quetes, como hubiera descansado un poquito y luego me encon­
trara entre un círculo de Nobles —los Nebíes son muy estima­
dos entre los Etíopes y desempeñan todos los cargos públicos
de la patria y nadie sino los Nobles tienen alguna administra­
ción— después de haber hablado sobre todo el Orbe, me con­
taron que a 343 millas había una Ciudad grandísima, en la cual
estaba el elevado trono de los Reyes y la Sede primada de su
Pontífice, con un antiquísimo Templo en cuya plaza se levanta
una Torre de mármol negro, de piedras ingentes, con la estatua
del antiquísimo Padre Chialao que tiene su frente ceñida con
una cinta de lino y esta inscripción:

YO CHIALAO PRELADO DE LA TIERRA GALANCEA

No quiero que nadie entre en la casa consagrada a Dios sino


cuando haya dejado de odiar a todo el pueblo, y haya tratado
a todos con gran amor y ce haya arrepentido de todo crimen, y
se haya lavado con agua corriente. Mando también que el que
se acerque al altar de Dios, lo haga viniendo en ayunas a ofre­
cer sacrificios, en castidad, en pureza; todavía más; con silen­
cio público en el templo, mientras están cantando en alta voz
las alabanzas divinas a no ser que el pueblo se ocupe en recitar
sus oraciones a una con los Sacerdotes. Concedemos, sin em­
bargo, en el día consagrado a las bodas santas, tanto en las ca­
sas privadas como en los templos públicas del país, tener gran­
des comidas, públicos banquetes, danzas sagradas y bailes con
regocijo popular. Pues ese día fue instituido para conseguir
un pueblo nuevo, una nueva generación de hombres que de todo
corazón alabe asiduamente y pregone las glorias del Dios inmor­
tal, mediante lo cual, los pueblos se abran camino para el sumo
Reino del Cielo, a las sumas moradas de la patria celestial”.
Después en Catín, Capital de esta tierra, distante 100 mi­
llas de la tierra Galangea, oí a los Magistrados que, a seis días
de viaje hacia el Oriente, había una villa en gran manera no­
ble, Odeno, a la cual acuden los Arabes con camellos y elefan­
tes, cargados con mucha variedad de mercaderías con el fin de
72 ALESSANDRO GERALDINI

obtener grandes ganancias en aquellas ricas regiones de Etio­


pía. Entonces yo me lamenté profundamente de que los hom­
bres se afanen con tanta codicia, sin temer el fuego abrasador
del sol ni la® mordeduras de las fieras ni peligro alguno de sus
semejantes1, y vayan por el mundo a pueblos feroces y reinos
desconocidos no más que por saciar la insaciable hambre de
oro. Poco después, como navegáramos más aún, oído el nom­
bre de Alboor, hijo de Sibor, Rey en otro tiempo de esclareci­
da reputación y que había tenido una amplia hegemonía por
este litoral, y sabiendo que dejada la Urbe de Melli (34), en el
interior, andaba por la región costera, llegados por allí, envia­
mos mensajeros por todas partes y él sintió grandes deseos de
hablar con el Obispo cristiano. Yo, hombre de fe ortodoxa, fui
recibido con los más grandes honores por un Príncipe que da­
ba culto a Mahoma; fui asiduo convidado de él en abundantísi­
mos banquetes y, durante ocho días, dormí en un lecho de oro.
En esta coyuntura, como quisieran llevarme a una mezquita, y
esto como para hacerme un gran honor, le di vividas gracia® y
claramente le dije que yo por ley antiquísima de mis antepasa­
do® que me lo prohibía, no podía entrar en ningún templo que
no fuera de Cristo; ante esto aquel Etíope de ánimo piadoso y
noble, se calló totalmente. Después, volviendo sobre lo mismo,
como alabara él sobremanera la ley de Mahoma, a quien todos
IqS hombres de la tierra habían reconocido como a Legado del
verdadero Dios y yo, sin embargo, no sólo no abandonara a mi
Cristo sino que enumerara sus muchos milagros obrados en
todas partes; él, después de haber alabado la fe en Cristo
•—pues había oído hablar a muchos Sacerdotes de la India y de
Etiopía del Antiguo y Nuevo Testamento dijo que cada uno de­
bía mantenerse en la ley de sus mayores. En esta misma char­
la me refirió que sus antepasados, muchos siglos antes de la
fundación Nínive y ante® que el nombre de Caldea anduviera
en boca humana, habían dado culto a muchas deidades de los
fecasios, traídos a Etiopía por los sacerdotes del Nilo y que
después fueron rechazados por los Prelados Etíopes por vanos,
como claramente consta en sus libros sagrados. Era este Rey

34.— La ciudad y región de Melli, en la actual República del


Senegal. Se ve en los mapas 3 y 4. (H. E. P. B.}.
ITINI'JUAKIO I’ÜH LAS REGIONES SUBEQUINOCCIALES 73

rubio, y más bien de color sanguíneo que negro, de noble trato;


usaba calzón y túnica dorada, de algodón que le daba por las
rodillas, recamada, en sus costuras, con zafiros y diamantes.
Las esposas de este Rey, que pasaban de ciento, se cubrían con
un velo, también de algodón, los demás del vulgo cubrían sus
vergüenzas con un cinturón de cuero; el resto del cuerpo, des­
nudo. Pero lo que a mí me causó más admiración fué, que
mientras comía, tenía ante sí una serpiente de boca feroz, de
cuerpo enorme, con grandes alas que era de natural tan pacífi­
co que ningún otro animal ni en Italia ni en España, lo es tan­
to. También para las mujeres del Rey, las serpientes eran una
delicia. Mientras se comió se habló mucho de Roma, del Pon­
tífice Máximo, de los antiguos Reyes, de los Cónsules, que de­
jaron gran nombre en todo el mundo, de los Dictadores, de
las guerras civiles, del Senado y Pueblo Romano, de los mayo­
res Emperadores Romanos, como C. César, del feliz tiempo de
Augusto, de la memoria de Vespasiano, Tito, Trajano y de los
demás Príncipes; de los antiguos edificios de la Urbe, de los
mayores templos de los Dioses, de los magistrados, de los luga­
res sagrados de los Cristianos, de Italia, de toda Europa y Asia.
Todo lo cual era escuchado por todos con gran placer; hasta
afirmar que sus humildes cosas, nada tenían de común con las
nuestras. Llegados a este punto, queriendo yo saber los secretos
todos de las naciones vecinas, el mismo Rey me contó, que cier­
tos pueblos, muy lejanos de su país, muy ricos en oro, junto a
un río que pasa por la frontera de su región; cada año vienen
poi grandes soledades, por lugares durante muchísimo tiempo
desconocidos trayendo grandes cargas de sal, que cavan de va­
rios montes; y, como por una larga costumbre de sus antepasa­
dos, desean no ser vistos de ningún extranjero, cada uno de
ellos deja sus montones de sal en la ribera y de repente se re­
tiran a un día de camino. Por ese tiempo sus gentes van allá, y,
etn bien ponderada conciencia, dejan en cada montón tanto oro
cuanto parece debe dejarse y por esto no roban la sal. Después
los que no quieren ser vistos, volviendo y viendo que hay tan­
to oro como se esperaba, tomando éste y dejando la sal, se vuel­
ven a su país. Pero los que no ven tanto oro como esperaban,
de nuevo se van de allí, y, al tercer día, si ven que han dejado
7'1 ALESSANDRO GEIlALDINI

más oro, dejan la sal; si no, dejando el oro, se devuelven con


ella rápidamente a su país. Oído lo cual, alabé la fidelidad de
ambos pueblos y pedí al Rey me explicara por qué no quieren
ser vistos de ningún extranjero; el Rey me contestó que igno­
raba la causa; sin embargo, creía que ellos carecían de lengua­
je o se lo prohibía alguna ley religiosa, como si con la vista pú­
blica de otras gentes que no tuvieran la misma ley se contami­
naran. Tal vez esto pueda explicar el siguiente hecho. Hacía 50
añcs, isu abuelo había cogido con artimaña a cuatro de esos
hombres. Retenido mío e interrogado en distintas lenguas de
varias regiones, no dió respuesta alguna ni quiso indicar nada
acerca de lo que se le preguntaba ni tomar alimento ni pronun­
ciar palabra y al tercer día, con aspecto feroz y manifiesto odio
al Rey, se dejó morir, por lo cual las gentes del Rey lo pasaron
muy mal, ya que, careciendo de sal, fueron excluidos por tres
años de aquel comercio. Por este tiempo vinieron al Rey Alboa-
ces emisarios del Rey Edomai que tenía muchos reinos en el in­
terior de Etiopía, con los cuales conversé mucho. Preguntados
por mí sobre la situación del Rey, las .condiciones del país y
sobre los dioses, me contestaron que el Rey tenía Señorío en
la región de Bassaana, que sacaba a campaña 200 mil hombres,
que gozaba de bien probado poderío entre los pueblos limítro­
fes, y que era muy querido de todos. Además que, entre mu­
chas y preclaras ciudades., y muchas y distinguidas plazas fuer­
tes, a unas 825 millas de allí se encontraba la Ciudad de Bas-
siana, insigne por sus numerosos habitantes, en la cual se ele­
van las Mansiones Reales, el Palacio pontificio y el Templo
Primacial de aquellos reinos. Pero lo que más de admirar es
que este solo Rey con todo el pueblo de las regiones vecinas
adoran el Dios de la Naturaleza, que se asienta sobre un eleva-
dísirno solio, con el rostro y el cuerpo pintados de bermellón a
semejanza de la esfera de fuego, y tiene en su derecha el sol,
y en su izquierda la luna, por el hecho de que a estos dos lumi­
nares atribuyen todo el poder engendrador de toda la tierra;
las demás estrellas lo rodean sujetas por todos los lados. El mis­
mo Rey se conduce con tal mentalidad religiosa y así adonde­
quiera que va, lleva consigo la noble medalla de su Dios, muy
artísticamente confeccionada en marfil, miniado por detrás con
ITINIOUAHIO l'OII I.AS ItlCCIONES HUHICQIMNCXVI AI.Kfl 7t>

un elefante; cinco veces de noche y cinco de din, se arroja por


tierra con todo su cuerpo delante de la imanan de su Dios, luí
ciendo largas y sentidas oraciones en .su presencia. Sus antepa­
sados hicieron muchas guerras con los extraños y vieron a esto
Dios delante de las banderas reales, derrotando estrepitosa­
mente a grandes ejércitos de enemigos. Habiéndoles pregunta­
do yo de qué honor gozaba el Pontífice ante el Rey, me dijeron
que en las cosas sagradas permanecía el Pontífice a la derecha,
y que el Rey procedía con gran reverencia ante él, le guardaba
en todo lugar admirable deferencia y que no tenía ninguna
autoridad sobre el Prelado de la región y sobre los hombres sa­
grados, como tampoco el mismo prelado se mezclaba en la ad­
ministración de la cosa pública ni en hacer justicia al pueblo,
así como ni el Rey interfería en los asuntos de los Pontífices y
Sacerdotes. Me dijeron también que su Príncipe y los Reyes to­
dos del interior de Etiopía se pintaban el rostro de bermellón
a ¡semejanza de Eter y que solos ellos tenían afinidad con el
Cielo Etéreo. Luego les pregunté yo si por los lugares sagrados
o profanos tenían algunos documentos de la antigüedad, me
contestaron que muchos y que entre ellos había uno en la Ciu­
dad de Bassiana del gran Padre Oniob Sirién, tan antiguo que
fué esculpido antes que existieran caracteres etiópicos que aho­
ra se usan en la escritura: en aquellos días, en que los etíopes
tenían un solo carácter con el nombre de muchas letras, como
puede verse claramente en la otra parte de la base de grandes
piezas de mármol, reluciente de negro, en la cual se descubre la
imagen llena de majestad de Oniob Sirién, que gentes posterio­
res tradujeron en el mismo mármol por detrás, con caracteres
de ahora, y que tienen cierta semejanza con los caracteres cal­
deos. A continuación trasladé, de la siguiente manera, lo que
el Legado Regio iba sacando de la escritura etiópica.

ONIOB SIRIEN PRELADO DE LOS AGAREOS.

Oh pueblos míos, oh Hijos, oh Mortales, puestos bajo mis ense­


ñanzas y cuidados, entrad acá, pero, puros —que este es un
templo consagrado a Dios—; oh gentes fieles, venid acá, pero,
limpios, a saber, sin pecado en el alma y sin crimen en el cuer-
7<> AL.ESSANDRO GERALDINI

po Contemplad la imagen de nuestro Dios, maravillosamente


ejecutada por loe maestros en el arte, y hecha con grandes es­
fuerzos; considerad con cuánto más hermoso rostro aparecerá
en el cielo, donde las obras humanas son pura vaciedad, hijos
míos, mirad a quien porta el sol en su mano derecha, y la luna
en la izquierda. Estos dos luminares del alto cielo tienen tal
influjo, que con sólo su aspecto, los mismísimos hombres don­
dequiera, y los animales y los peces y los monstruos de tierra
y mar, son engendrados. Ved el gran milagro: cómo los árboles
por toda la tierra, los frutos, las hierbas, los prados, las frutas,
las verduras y las otras plantas, las flores y los arbustos se
producen con el calor del sol y la humedad de la luna. Pensad,
oh pueblos míos, qué poder vital no tendrá el único Dios que
le da tal a esas dos lumbreras mayores; oh mis amados, no
creáis sino en un solo Dios; pues, si un solo Reino en la tierra
humana estuviera bajo la autoridad de muchos Reyes, que la
gobernaran con igual autoridad, no sería debidamente admi­
nistrada ni un principado podría sustentarse mucho tiempo ba­
jo la autoridad de muchos príncipes; así esos dilatadísimos es­
pacios del cielo supremo; así el mismo orbe terráqueo péndu­
lo en el aire: así el gran mar Océano es necesario sean regidos
por un solo rector y un solo gobernador. Oh Pueblos amados
míos con toda el alma; más, oh mis cultivados con lo más ínti­
mo de mi corazón por tan amados, mucho debéis a aquellos
Pontífices de vuestra tierra, a aquellos Padres que tuvieron
tanta intuición que sólo reconocieron a un Rey del cielo, oh
mis piadosos Hijos, entrad con frecuencia por los lugares con­
sagrados a Dios, que nació con el Cielo y la Tierra; que no tie­
ne principio ni tendrá fin. Oh verdaderamente Hijos, corred
cada día a la piedad suma de vuestro Dios, a la misericordia
inaudita del Príncipe del cielo; a vuestras esposas, hijos y nie­
tos y a toda vuestra descendencia por larguísimos tiempos, les
suministrará los buenos alimentos de la tierra, les dará el ai­
re puro del cielo, les concederá una vida llena de alegría, y
cuando esto leáis, acordaos de Oniob Serién, que en otro tiem­
po fué Pontífice de vuestras almas y Padre bueno, y que lo si­
gue siendo, sobre las mismas estrellas celestiales”.
ITINERARIO POR LAS REGIONES SUBEQU1NOCCIALES 77

Después de haberme hablado de su noble Rey, de su Pa­


tria, de la Ciudad de Bassiana y de la tierra Agarea que tanto
me habían llenado de satisfacción, pedí al Legado me dijera al­
guna cosa isobre las gentes y naciones vecinas de la región Aga­
rea, si tenía algo digno de memoria. Los pueblos vecinos, dijo,
viven como los agareos, fuera de que adoran varios dioses; dan
culto a ídolos diversos, que sus padres tuvieron en mucho; sin
embargo, en lugar remotísimo de Oriente existía la región
Damnayea, de aspecto deleitable, donde hay llanos, colinas,
arroyos, grandes ríos; en la cual la Ciudad principal es Conin-
tea, notable por su variedad de riquezas, de frutas y de oro, en
la cual los dioses conviven familiarísimamente con los hombres
de manera que no hay en esta Ciudad convite, ni baile sagrado
ni danza, si no intervienen los dioses; no hay festines públicos,
si los dioses no banquetean con los ciudadanos; no pasa día ale­
gre sin una gran muchedumbre de dioses mezclados con los
hombres. Pero no es pequeño mal el que violan a las jóvenes
hermosas, y hacen con los varones otras fechorías, que no hay
para qué decir. Hasta el punto de que muchos; se jactan, en es­
ta Ciudad, de ser de origen celestial y de venir de la prosapia
de los dioses inmortales; lo cual tienen por algo lleno de gloria
y dignidad. Por fin, con estos ejemplos de lujuria que les dan
los dioses, todo anda tan corrompido entre estas gentes que no
queda vestigio de religiosidad ni de virtud. Pero, como conta­
ba el Legado, en viniéndole a uno la muerte, los dioses dan ta­
les muestras de alegría por el aire, y aquellos; a quienes antes
adoraban, tales aplausos y se oyen voces tan tristes, lágrimas
y sollozos que tanto los pueblos vecinos, como los lejanos que
juzgan rectamente y se mueven por algún sentimiento de vir­
tud y tienen algún aprecio de las cosas de lo alto, creen ser in­
genios infernales los que así engañan a la región Damnayea
con todos sus habitantes y arrastran a estos hombres a los pro­
fundos infiernos, mientras ellos obcecados e inducidos por los
dioses, sólo se ocupan del placer presente sin importarles un
ardite el bien eterno e inmortal de la otra vida. Los mismos
Pontífices que deben dar ejemplo de gran santidad, viven en­
tre licenciosos y rameras; los mismos Reyes se enlodan con
mancebas, concubinas, con un sin fin de servidores de mesa y
71» AUCSSANDIU) GERALDINl

cámara, perdiendo la grandeza y dignidad de Reyes de mane­


ra que nada bueno, nada santo, nada justo, nada íntegro se ve
por todas esas tierras. Estoy profundamente sorprendido de
que el mismo Dios y Rey de la Patria celestial pueda tolerar ta­
les crímenes. Yo, por mi parte, regalé al Legado, algunos dones,
como un vestido de seda, una piel de lobo marino, muchos sarta­
les de corales que le fueron en gran manera agradables, por­
que frecuentemente caen en Etiopía rayos que causan grandes
estragoe en hombres, animales y casas. Por fin, el décimocuar-
to día, desde que me entrevistara con el Rey Alboaces, me des­
pedí muy cargado de regalos y con una estrecha amistad con
él, aunque, a la verdad, no me es posible unirme en amistad a
un enemigo de mi Dios.
DE ALEJANDRO GERALDINI OBISPO

Libro Quinto

Deseando yo vehementemente navegar hacia los litorales


de Etiopía adonde nunca nuestros mayores habían llegado, el
cuarto día después de haberme separado del Rey Alboaces, fui
llevado con viento, en todo momento favorable, a la región de
Budomela. En esta región ubérrima y llena de variedad de fru­
tos que nacen por acá y por allá, aun en lugares sin cultivo. Los
Prefectos del Rey me recibieron allí con los mismos honores de
antes; el Rey residía muy lejos. Habiendo divulgado el intér­
prete que yo, encargado de lo divino, tenía bajo mi autoridad
innumerables pueblos y extensas regiones, acudían a mí de
todas partes muchedumbres que me miraban como a un hom­
bre celestial, me rodeaban por todas partes y, como vieran mi
cabeza rapada, afirmaban sin género de duda, que yo llevaba
la señal de la luna y que alguna relación debía tener con esta
deidad; que era un hombre divino; que la muceta era hábito
celeste con blancura atribuida a Dios, aunque ellos imaginen
a sus dioses negros o rojos. Que la vestidura purpúrea tenía
alguna forma de la Patria Etérea y del fuego divino del cielo y,
dejando ya estos coloquios de gentes ignorantes, con ocasión de
hacer el Rey ciertas expediciones en este tiempo, pude conocer
que los Etíopes, por el exceso de calor de sus tierras son valien­
tes cuando atacan con flechas, dardos, lanzas muy largas, rode­
las, escudos. Pregunté si además usaban otras armas. A lo que
contestaron los Prefectos reales que, dado el calor de Etiopía
sus soldados no toleraban el uso de otras armas, pero que ase­
guraban que sus flechas causaban daños mucho mayores que

79
Hlí ALESSANI >1(0 OEHALDINI

cualesquiera otras de Asia, a saber: de los Escitas, de los Par­


tos, de los Persas, de los Asirios, y de .'os Medos cuyos nombres
son conocidos entre nosotros por e l relato de los Arabes, de los
Indios y de los Etíopes que están en Egipto. Les pregunté có­
mo era así, y ellos dijeron que sus Reyes, por enseñanza divina
de santísimos Prelados, por medio del encantamiento mágico
que después pasó a sus sucesores, llegaron a poder tanto, y
ellos al presente seguían pudiendo, que hecho un círculo en el
suelo con una simple vara, de repente vienen corriendo de
todas partes muchas serpientes y, muerta la más feroz por el
encantador, manda marchar a las otras sin daño alguno; luego
las flechas, mezcladas con el veneno de esa serpiente, las em­
ponzoña con las semillas de ciertos árboles de la región y de
epta manera no hay en la tierra veneno alguno que cause la
muerte más presto. Seguí preguntándoles de dónde sacaban el
hierro y el acero, y repusieron que Etiopía era extensísima y
una parte no despreciable del mundo y que muchas regiones de
Etiopía abundaban en acero, cobre y hierro y que surtían a
otros pueblos que carecían de tales materiales. Que muchas
eran ricas en oro y usaban monedas efigiadas de oro y plata,
con las cuales compran hierro, cobre y acero y los que carecen
de ellas, hacen su comercio por intercambio en especie; algu­
nas regiones, dijeron, prefieren el oropel al oro y hacen con él
gran comercio. En esto estábamos, cuando, deseando yo saber
algo de los pueblos del interior, vinieron de allí algunos Sacer­
dotes, quienes, interrogados por mí sobre la dignidad real de su
Príncipe, sobre su condición y sobre el gobierno de todo el país,
me hicieron saber que su Rey descendía originariamente de los
dioses inmortales; que tenía con ellos muchos y largos colo­
quios; que de ellos recibía sanos consejos y que se le aparecía
unas veces en forma de carnero; otras, en forma de toro; otras,
en forma de buey; otras, en forma de pez; y otras, bajo la forma
nitidísima de una serpiente mansísima. Otras con el rostro ru­
bio de un hombre dulcísimo, expresaban la imagen de los dio­
ses; pero siempre, profiriendo palabras humanas. Además que
toda la región era notable por su feracidad y que a 373 millas,
se conservaba un ilustre templo en el cual muchos sepulcros
reales son de oro purísimo y en él hay una imagen del antiquí-
ITINERARIO POR LAS REGIONES SUBEQUINOCCIALES 81

simo Prelado Bagaro, catalogado entre los dioses hace ya 1008


años, con una inscripción en lengua bassaárica, que manda a
los pueblos lo siguiente:

BAGARO PRELADO DE LA REGION DE BASSAARA

Nadie entre aquí armado. Pues en los recintos consagrados a


Dios, hay que orar y no portar armas; las flechas, dardos y to­
da arma arrojadiza estén lejos del templo santo. Los dioses
aman la paz. Cualquiera que acá dirija sus pasos, procure en­
trar cabizbajo, humilde y con el rostro vuelto al suelo. Luego,
con todo el cuerpo por tierra, adore tanto a los simulacros co­
mo a los rostros de los dioses y los mismos dioses lo engrande­
cerán a él y toda su gente. Oh piadosos pueblos, oh piadosos hi­
jos, oh amadísimos habitantes de Bassaara. Toda la felicidad de
la Patria terrena, toda la grandeza de los mayores Reyes es mi­
seria, todos los acontecimientos de este humano suelo, aflic­
ción. No hay día sin alguna conmoción anímica, sin alguna tur­
bación, sin alguna solicitud, sin alguna ansiedad por los suyos,
sin algún gemido. Oh pueblos humanos, a mí asignados otro
tiempo! mirad y remirad a nuestros dioses con públicos sollo­
zos, con manifiestas lágrimas, pedid que se os abra camino por
encima de las altas estrellas y de los altos luminares del cielo.
Mejor es poseer en el cielo un lugar exiguo que un imperio di­
latado en el mundo. Todos los días son llevados a enterrar in­
numerables cadáveres de niños, adolescentes, ancianos y jóve>-
nes a los cuales pronto seguiréis vosotros y poco después ningu­
no de los hombres de estos tiempos sobrevivirá, sino que otra
forma de hombres quedará en el mundo. Oh hijos a quienes
amo más que a mí, oh gentes a quienes después de los dioses,
di más culto que a los parientes más estrechamente a mí liga­
dos por la sangre, más que a mis propios hijos, que proceden de
la carne corruptible, no de las altas deidades como vosotros. Yo,
Bagaro, yo Padre, yo Rector y Pastor, yo Prelado de vuestras
almas elegido por el cielo, esto ordeno, esto mando, esto públi­
camente dictamino que arriba queda escrito. Deseo que vos­
otros subáis a los celestes atrios de ios dioses; permanezcáis
sobre los astros más refulgentes que todas las estrellas donde yo
viva eternamente con mi pueblo, con la plebe a mí asignada”.
112 AI.K.fJSANDRO CEUALDINI

L u c r o los mismos Sacerdotes me contaron que, en otra re­


gión lejana hacia el Oriente, existía un pueblo que adora al
verdadero Dios de la prudencia, y de la sabiduría, que en anti­
gua lengua vernácula llaman Manaid, Banaam Sabaam que tan
gran amor y tanto quiere a estos pueblos, que a la vuelta de ca­
da año nuevo, a media noche, se les aparece a todos el mismo
Dios en el aire sobre un elevadísimo trono y al sonido de trom­
petas, atabales y de todo género de estrépito que sale de toda
la atmósfera y al resplandor desconocido que irradia por toda
la tierra, atónitas se levantan las gentes de sus lechos; y los ni­
ños, extendidos sus cuerpos por tierra, adoran a Dios; y las don­
cellas, lavadas con agua corriente, salen por los campos abier­
tos de la región y, fija la mirada en el cielo, permanecen así
mientras se oye la voz divina, que se expresa más o menos así:
“Oh Pueblos míos, que me disteis culto desde el principio mis­
mo de vuestra tierra, y nunca con el cambio de los tiempos os
apartasteis de mi divinidad, a quienes los siglos nunca cambia­
ron a pesar de los deseos humanos, que cambian todo el orbe y,
siendo las cosas frágiles a la naturaleza humana y la constancia
tan recomendada exclusiva de los seres del altísimo cielo, yo a
vosotros, mortales, os alabo vehementemente de que hayáis po­
dido retener tan gran bien. Así, pues, en el porvenir yo sólo lle­
varé fijo en el corazón la Tierra Teneya y yo la libraré de la
espantosa peste, del hambre, de la contaminación ambiental,
(35) del excesivo calor y excesivo frío. Vosotros, hijos míos, me
llamáis el Dios de la prudencia y con razón, ya que guardo en
la memoria todos los siglos de la edad pretérita; todos los que
corren al presente, los veo con mirada superior; y todos los fu­
turos, no menos que los presentes, los tengo ante mis ojos. Vos­
otros, hijos míos me llamáis el Dios de la Sabiduría, y no sin mo­
tivo; en mi inteligencia conservo todos los derechos divinos y
humanos, y con mi subidísimo espíritu estoy por encima de
todo lo sagrado y de todo lo profano; nada se me oculta a mí.
Dios de la Sabiduría. Por lo cual, hijos míos, si obráis con la
virtud que obraron vuestros padres, si sois de los mismos mé-

35.— Es interesante que Geraldini hable de la “contaminación


ambiental”, en latín “coeli contagio”, aunque no debe entenderse
en sentido moderno. (H. E. P. B.).
ITINERARIO POR RAS REGIONES SUBEQUINOCCIALES 83

ritos, de la misma caridad para con la Patria, de la misma cari­


dad para conmigo Dios, que fueron vuestros padres; todos estos
poderes de mi ser serán empleados por el bien común de vues­
tra tierra y por el provecho particular de todos, y, finalmente
vuestros espíritus, siendo yo el guía, serán llevados por el cie­
lo sobre las estrellas. Salud, hijos míos”.

Finalmente el undécimo día de mi llegada a la región de Bu-


domel, me despedí de los Prefectos reales y, para continuar con
mi navegación, volví a mi deseado mar, donde, como viera que
algunos de mis familiares y muchos de los marineros eran apre­
tados a cada paso por una gravosa y desconocida mala salud,
me detuve en estas costas el día décimocuarto, donde me entre­
tuvieron gratamente los continuos emisarios de los Prefectos
reales, los muchos regalos y las frecuentes visitas de la gente
importante, y, así, descubrí que los mismos Etíopes se portaban
con mayor cortesía, con mayor benignidad y clemencia con loa
extranjeros de las más apartadas regiones que los mismos Eu­
ropeos, Asiáticos y Africanos y pude llegar a saber que el pue­
blo etiópico tenía una equidad muy particular y que carecían
de toda barbarie, en la que tanto abundan nuestros pueblos,
manteniendo en dura cautividad y cruel esclavitud a gentes de
distinto color y que guardan otra ley. Después, Santísimo Pa­
dre, marchamos de las costas de Budomel, recorrí continuamen­
te nuevos pueblos, reinos, y gentes que procedían de una ma­
nera muy distinta de como proceden en Europa y Asia. Por fin
llegué a la tierra del reino de Molongón, a la cual los portugue­
ses la llaman con un nombre distinto al que usan el Rey, los
Principales, los Sacerdotes y los de la región. Esta tierra, nota­
ble por sus muchos ríos, lagunas y humedad del suelo, tiene
por Rey a Acteón que vivía en la Ciudad de Gongonea, que es­
tá a 620 millas de la costa pero su hijo Actongoos está a tres
días de viaje del litoral. Como en esta ocasión tuviéramos que
reparar la embarcación, yo me dirigí a la vecina aldea, donde
la gente me recibió con muchas muestras de amor y, poco des­
pués, una carta venida a nosotros de Actongoos, el hijo del Rey,
nos manifestaba que le había sido gratísimo nuestro arribo a las
playas de Etiopía y que, dentro de pocos días vendría a visitar­
me, pues deseaba ver a un Obispo blanco del otro remotísimo
04 ALESSANDRO GERALDINI

hemisferio del mundo; oírle la ley cristiana y comer con él en el


barco. Yo le hice saber que su venida era para mí codiciadísi­
ma 5- que lo recibiría con inmenso júbilo de mi corazón. El
llegó a mí a los ocho días, precediéndole una larga y numero­
sa muchedumbre de proceres, Sacerdotes y pueblo, y yo salí
a su encuentro, vestido de potifical, con la mitra y todos los
ornamentos propios de los Obispos. Desde muy lejos, por los
dilatados campos vi a un jovencito, que venía montado en un
elefante sobremanera alto y, también montados en paquider­
mos colosales de enormes trompas y grandes colmillos, todos
los varones principales del séquito real. Impresionante! im­
presionante! Los demás del pueblo venían en camellos, que
tenían dos jibas en el largo dorso. También dos elefantes traían
sobre sus lomos sendas torres de madera con '300 hombres
armados de hierros. Por fin Actongoos, con una simple túni­
ca de algodón, primorosamente bordada, apeado de su elefan­
te, vino corriendo a mí, me recibió con grande regocijo de to­
dos, me extendió su derecha en señal de paz y ordenó que par­
te de los hombres que con él venían, permaneciera donde yo
estaba; y la otra parte, se retirara a las aldeas distantes; él,
empero, con doce aristócratas y otros tantos niños de la no­
bleza principal, subió a mi nave donde le teníamos preparado
un convite regio a base de pan de trigo, de que carecen los
Etíopes; de vino de Andalucía; de gallinas, capones, pavos y car­
ne de puerco, y varias clases de salsa, con lo cual sumamente
alegre y opíparamente comido, se durmió en mi lecho. Luego,
declinado el día, con increíble afecto y benevolencia y amor se
despidió de mí. Siete días después me envió camellos cargados
con mucho vino, hecho de frutas de palma, cantidad de mijo y
mucho arroz. Mientras allí estuve, me traían de los villorrios y
pueblos vecinos muchos regalos en dromedarios, que me eran
ofrecidos por niñas hermosas en verdad, aunque negras; pues
tenían boca chiquita, brazos cortos, las mamilas de sus pechos y
todos sus contornos tan artísticamente logrados que nada pue­
de haber más bello.
ITINERARIO POR LAS REGIONES SUBEQUINOCCIALES 85

“’Acteón, Rey de los Malongones, (36) a Ti, Obispo Cristiano,


Te desea larga vida y tiempos eternamente bienaventurados.
Con gran alegría supe que habías llegado a las playas de nues­
tro Océano y que mi hijo Actongoos te había visitado y obse­
quiado varios regalos de nuestra tierra. Yo, de no ser la inmen­
sa distancia que me lo impide, a ti, siervo de Dios, iría inme­
diatamente. Ahora, como esto no es posible, te ruego me envíes
tu nombre, pues sólo de oirlo me regocijaré grandemente por
aquello de que tú pontífice de otro credo, fuiste el primero que
viniste a Etiopía. Y, como oigo que tú eres un gran siervo del
Dios eterno, instantáneamente te pido, que a ese mismo Dios le
ruegues por mi hijo Actongoos, por mi pueblo, por mí y por to­
da la futura descendencia de mi reino”.
Yo le respondí de este modo.
“Alejandro Geraldini, Obispo, saluda a Acteón, Rey de los Ma­
longones. Tu regia carta me causó grande alegría y, si tu Alte­
za estuviera a 100 millas del Océano inmediatamente volaría
allá. Pero, como al presente no tenga yo posibilidad alguna de
acercarme a vuestra sublime Alteza, os tendré .clavados por
siempre en mi corazón a Ti gran Rey, a tu hijo Actongoos y el
nombre de tu país. Como me pides mi nombre, te diré que me
llamo Alejandro, nací en un rincón de la remotísima Europa,
llamado Amelia, donde está Roma, Capital Suprema del Hemis­
ferio Superior, y soy pastor del pueblo cristiano cerca del Equi­
noccio, que está a la derecha de tu tierra. Adoro a Cristo, ver­
dadero Rey del Cielo, Tierra y Mar. A El pediré por tu solio re­
gio, por Actongoos, tu hijo, y por todo tu inmenso pueblo. Salud,
gran Rey”.
Este Rey, Santísimo Padre, daba culto a dos deidades: el sol y
la luna, de los cuales viene todo bien a la tierra, según él afir­
maba; pero también pensaba que sobre el sol y la luna hay un
Dios Supremo, que no cuida poco ni mucho de los hombres. Así
pues, los Reyes y Pueblos Malongoneos ofrecen continuos sa­
crificios al sol y la luna ya que creen que estas dedidades gozan
de tanta autoridad delante del Dios Supremo que a los buenos

36.— El texto latino usa Malangones y Molongones.


(H. E. P. B.).
8 (¡ ALESSANDRO GERALDINI

los establecen en santos lugares del cielo, pero, a los malos, en


lugares sombríos, llenos de horror, donde siempre hay lágri­
mas, luto y miedo; donde de continuo aparecen nuevos tormen­
tos; donde no hay descanso alguno sino que cada día trae nue­
vos males. Y yo salí de este reino de los 48 días de mi desembarco
en él, y, durante la navegación, que me resultó deliciosísima,
los mismos marineros dieron muerte a las dos serpientes que
me obsequiara e l Rey Acteón, dando explicaciones que no eran
conformes a la verdad. Por lo cual vino a suceder este como
milagro, que todos mudaran el cutis de todo el cuerpo y se vol­
vieron de corpulencia muy gruesa, totalmente obesos. Por fin,
soplando fuerte el Septentrión, en pocos días llegamos a Cabo
Verde (37). Es este promontorio muy conocido en toda la Etio­
pía. Su nombre le fué dado por los capitanes portugueses, por­
que en toda la costa del Océano se presenta lleno de admirable
belleza y deleitable aspecto por los verdeantes árboles de todos
sus costados y las muchas chozas de campesinos que tiene en el
litoral marino. Habiéndome llegado a ellos en una yola, los rús-

37.— Cabo Verde, el punto más occidental de Africa. Los


griegos lo llamaron Besperón Keras, el Cuerno del Oeste, el Es.
perinoceras de Geraldini, o Hesperionceras de Las Casas. No ol­
videmos el desconocimiento de las situaciones geográficas. Las
Casas afirma: “Y aunque por las tablas de Tolomeo se había o te­
nía noticias del Promontorio o Cabo de Hesperionceras, que aho­
ra nombramos de Buena Esperanza” (Lib. I, Cap. XXI), lo locali­
za en lo que hoy es Ifni Español, donde no hay ningún Cabo, pues
dice que está “renglera con la isla de Lanzarote”, en las Canarias.
La tradición griega sobre Hesperionceras se perdió, hasta que
lo dobló en 1446 el portugués Denis Hernández. Está cerca de la
desembocadura del rio Senegal, en cuya orilla oriental está la
ciudad de Dakar, capital de la República del Senegal.
Cuando Geraldini se encuentra en esta ragión está en la ver­
dadera Etiopía, conforme a los conocimientos transmitidos por To­
lomeo. En las actuales Repúblicas de Mauritania y Malí vivían
los “Etíopes comedores de peces”; los “Etíopes Agangines” en el
Desierto de Sahara y en el entrecruce de las fronteras de Argelia,
Malí y Níger; los “Etíopes Silíceos” entre Nigeria y el Chad; la
“Región Agizimba de los Etíopes” se encontraba entre el Came­
rún, Congo y Rep. Centroafricana; la “Etiopía Interior” era lo
que hoy es el Congo ex-Belga; y los “Etiopes Calzados” habita­
ban parte del Sudán, etc. Así podremos entender lo que Geraldini
dice de los diferentes pueblos etíopes que va encontrando en la
costa occidental de Africa. (H. E. P. B.}.
ITINERARIO POR LAS REGIONES SUBEQUINOCCIALES 87

ticos Etíopes me recibieron con rostros benévolos, me sirvieron


a su modo y con ánimo complaciente muchos manjares, me di­
jeron que antes de llegar los portugueses, nunca habían visto
hombres blancos; pero que corría, de siglo atrás, la leyenda de
que ios de nuestro hemisferio éramos blancos y que nos co-
piíamos a los negros Etíopes; pero que hacía 30 años que ha­
bían abandonado tal patraña, al comerciar con los portugueses.
Luego, habiendo traído muchos frutos, muchas ánforas con vino
de palma, sin que yo les hubiera dicho nada, llenaron de agua
todas las tinajas de la nave. Estando en ésta, llegaron dos sa­
cerdotes de la vecina ermita del promontorio a quienes pregun­
tando sobre las ciudades vecinas y sobre toda la región en ge­
neral, me dijeron que a 270 millas estaba la Ciudad de Brandi-
sa, con un notable templo, la mansión real del Rey Amosa y la
sede Pontifical del Prelado Gurano. Insistiendo yo, empederni­
do buscador de antigüedades, les pregunté, si acaso en el gran
templo existía algún memorial; uno de los dos me dijo que te­
nía en el archivo de su casa un insigne edicto del gran Padre
Sara y habiéndomelo traído al punto, así lo traduje a nuestra
lengua.

SARA, PRELADO DE LA REGION PALANTERA.

Por edicto público, esculpido en una gran lápida de mármol,


por público mandato, públicamente aquí expuesto a todos los
sacerdotes, ritual y santamente establecidos, y también a to­
dos los hombres a quienes les ha sido concedido el poder de sa­
crificar, y a los presentes y futuros ordeno y mando bajo la
ira de Dios, que se cernerá sobre la cabeza de los que impía­
mente detractaren este mandato; bajo el furor divino que so­
brevendrá a los que no obedecieren y en virtud de la potestad
a mí concedida por el cielo, determino imperativamente que pa­
ra la elección de los futuros Prelados, acudan al templo prima­
rio del País de la Ciudad Brandisina, bañado el cuerpo con
agua pura, antes de entrar en la casa de Dios; después, echados
por tierra, oren; luego celebren en todos los altares con ánimo
devoto. A continuación por voto unánime elijan un Prelado
Santo para el País, que haya nacido de matrimonio legítimo.
88 ALESSANDRO GERALDINI

que se distinga por su doctrina preclara, por su probada piedad


y género de vida; cuyos padres vivieron con gran temor de Dios,
cuyas vidas todos conozcan y cuya inocencia sea a todos mani­
fiesta; que hayan usado de gran misericordia con los pobres y
convivido con mucha caridad con todos, y queremos que aquel
tenga semejantes virtudes y tanto mayores cuanto más haya de
exceder al pueblo en dignidad, cuanto ellos excedieron. Si de
otra manera se hiciere, sea tenida por nula dicha elección. De­
cretamos que los votos de los electores no tienen peso alguno
y damos poder al Excelentísimo Rey, a todos los Magistrados
de la Patria y a todo el pueblo para removerlo de la Sede Pon­
tifical, quitarlo y arrojarlo; pero no tengan autoridad alguna
para matarlo, ya que los profanos no tienen poder ninguno so­
bre los cuerpos sagrados de los hombres de la clase reservada al
servicio de Dios. Pero hecha la elección ritual y santamente,
mandamos que el elegido sea llevado sobre una elevada silla, a
hombros humanos, por el templo principal, por toda la Ciudad,
por las demás ciudades sucesivamente, por las villas y por toda
la amplísima diócesis. Si los príncipes profanos reciben gran­
des honores en la tierra, porque tienen gran autoridad sobre
sus súbditos, mucho mayor pleitesía se debe a Santísimos Pon­
tífices que tienen la responsabilidad de llevar las almas a los
reinos celestiales”.
DE ALEJANDRO GERALDINI OBISPO

Libro Sexto

Yo, Santísimo Padre, había dividido en pocos libros este


mi Itinerario empezado en el mar Océano y acabado en Santo
Domingo. Pero después lo dividí en muchos, porque los libros
muy extensos terminan disgustando a los lectores; no tienen
gracia alguna y causan gran fastidio; en cambio los cortos sue­
len deleitar, ocasionan no pequeño placer y se retienen en la
memoria. Ahora, Santísimo Padre, vamos a caminar atenta­
mente hasta el fin. Deteniéndome yo en Cabo Verde para cono­
cer los reinos vecinos y remotos, me dijeron allí que detrás de
aquel promontorio había muchas ciudades, muchos reinos, mu­
chas villas, de hombres libres que vivían sin sometimiento a
ningún Rey. Por lo cual, dejadas a la derecha tres pequeñas is­
las, fuimos allá y llegamos a la izquierda detrás del promonto­
rio, donde había una bahía medio elíptica, y desde allí vimos la
reglón má¡s amena de todas las de Etiopía y Africa; una plani­
cie extendida hacia la inmensidad, árboles altísimos, muchas
villas, muchos lugares ilustres, una región de la tierra en ex­
tremo deleitosa, donde había grandes ríos, hermosos arroyos,
innúmeros frutos silvestres, toda clase de fruta sabrosa. Co­
menzando a ser de noche, llegamos adonde los mares son poco
profundos y donde, para utilidad del gran Océano, se meten
formando la bahía semielíptica. Allí nos enteramos por medio
de internuncios que no había Rey alguno en aquella región, si­
no que los mandatarios eran elegidos por decisión común del
país; que no tienen autoridad alguna de vida o muerte, si no
es por consejo de la muchedumbre. Habiendo pasado la noche

89
90 AJLESSANDRO GERALDIN1

en la nave, supimos también allí que los habitantes de la región


eran de estatura procer; que defendían con toda fortaleza la li­
bertad heredada de sus padres y que aventajaban a todos sus
vecinos en el manejo del arco, del dardo, de las flechas envene­
nadas; y por su vigorosa robustez. Además, que ningún rey se
acercó a esta región rodeada de grandes ríos y de bosques apre­
tadamente entretejidos sin que fuera con grandes matanzas y
destrucción de su ejército. A l día siguiente por la mañana, con
la garantía común de todos los mandatarios y aceptada por el
consejo del pueblo, con admirable concurrencia, fui recibido
por el Prelado principal que tenía la cabeza ceñida de un lazo
de lino, por los principales, por los mandatarios y una muche­
dumbre innumerable de gente y, en todo momento, con la
mayor cortesía en todas partes. Deseaban aquellos bárbaros ver
a la gente blanca y, por la gran expectación, estorbaban al Obis­
po la salida de la nave. Entonces me di cuenta de que adoraba
a los dioses en sus altares y los númenes divididos para el mar,
para la tierra y para el cielo; y oí que se daban oráculos divinos.
Por fin, ganados con estrecha amistad los mandatarios, oficial­
mente se nos dieron muchas gallinas, patos y aves de muy dis­
tinta apariencia que las nuestras; muchos dones de pan de mijo,
de raíces, no insípidas; total: que Dios no ha querido dejar nin­
guna parte de la tierra sin alimentos, con que sustentarse. Tra­
jeron muchas tinajas con vino de palma. Toda Etiopía carece de
trigo, de cebada, de pan candeal; abunda en cierto aceite con
olor a violeta, color azafranado y sabor de aceituna que colorea
de amarillo los alimentos. Después en un banquetazo, donde se
hallaban muchos prelados, todos los Mandatarios de la región y
muchos Nobles, se nos dieron, entre otras, aves que son de muy
distinta forma que las nuestras, y nada tenían en común con las
de nuestro cielo. Entre las diversas viandas me presentaron fri­
joles con bellotas y habas del mismo tamaño que eran totalmen­
te blancas o rojas y muchas legumbres, de las cuales como me
admirara, los varones Principales me dijeron que la feracidad
de Etiopía era admirable y admirable la flojedad del pueblo;
que los labradores sembraban solamente lo que era necesario
para cada familia; que la siembra era en julio y la recogida en
setiembre y que ellos solos en el mundo recibían isu cosecha en
I T I N E R A R I O l'OR EAS REGIONES SUBEQUINOCCIALES 91

tres meses. Durante la cena les pregunté acerca de sus dioses,


de sus sacrificios, de pus templos. Ellos respondieron que sus
dioses eran tan antiguos que no hay escrito alguno, ni sagrado
ni profano que dé cuenta de ello; pero que ellos se atrevían a
afirmar que no hay pueblos tan felices como lo son éstos, que
tratan con tal género de dioses que, con respuestas públicas,
que son continuas; con múltiples consejos y oráculos manifies­
tos de viva voz, no permiten haya mal alguno en la región; que
tienen tal cuidado de todo el país que ni los mismos pueblos,
con esfuerzo alguno, podrían tener de sí mismos; y que por eso,
de tai manera se ganaron a estas gentes, que ningunos dioses, en
ninguna parte del mundo, son tenidos en más honor que lo son
en estas tierras y que por todas partes tienen lugares sagrados
y el templo primado a 182 millas de allí, con la antiquísima es­
tatua de Ioquelo Pontífice, que es todavía más antigua que el
mismo templo que fué erigido cuatro veces de mármol blanquí­
simo y, como lo indican muchos monumentos de mármol negro,
han pasado más de 40 mil años desde el tiempo en que fué edi­
ficado por primera vez bajo el reinado de Conooa y Iioquelo,
Pastor de la tierra Manassabea. Les pedí algún testimonio que
yo pudiera traducir a mi lengua, y ellos inmediatamente en­
viaron a la Ciudad de Boscana al Sacerdote Dannaoa para que
de la base del antiquísimo Ioquelo, pasara a un papiro etiópico
todos los caracteres allí grabados, el cual me dijo que cada uno
de los caracteres valía por un solo nombre o por una oración en­
tera. El regresó después de algunos dí^s y yo traduje el docu­
mento de este modo:

IOQUELO, PONTIFICE DE LA TIERRA MANASSABEA

Oh Pueblos a mí confiados por el alto cielo! Oh moradores de


la tierra Manassabea a mí únicamente manifestados por los su­
premos dioses, considerad, os ruego, y revolved en vuestro áni­
mo, que ninguna gente tiene unos dioses tan favorables como los
tiene nuestra región; nadie tiene unas deidades tan propicias
para el bien común. Si hay incursiones de extraños, lo avisan
los dioses; si nuestra gente va a obtener la victoria, nos lo dicen
loa dioses; si va a haber contagios debidos a la contaminación
92 ALESSANDRO GERALDINI

del ambiente, ellos nos lo manifiestan y descubren cómo deben


ser curados; si ha de venir a la región la esterilidad, ellos noa
dicen igualmente los remedios que debemos emplear; no enmu­
decen: sabemos si ha de haber inundaciones excesivas de llu­
vias; y no ignoramos isi van a tener lugar grandes sequías y, por
fin, todos los males, los mismos dioses los remedian. Oh hijos
míos de ahora y futuros de todos lo© tiempos; pues, cuando yo
deje de existir, mientras sigan girando estrellas por el cielo,
mientras en el alto Olimpo haya dioses, que siempre los habrá,
no tendrán fin en el decurso de los siglos, siempre seré vuestro
Padre, ninguna vetustez del tiempo me separará de vosotros;
conservad incólume el culto a los dioses del país por los siglos de
los siglos; retener el ceremonial sancionado por los antiguos
Pontífices que ellos recibieron del mismo cielo, por piedad de
los dioses favorecedores del país; que ellos recibieron de la boca
de los dioses que existen con un amor increíble hacia vosotros
y hacia vuestra tierra. Oh hijos míos, procurad corresponder
con igual amor a aquellos que dieron a vuestros padres bienes
dignos de admiración. Oh pueblos míos, proceded con tal vene­
ración que todos los demás Etíopes se admiren de vosotros; y
sed tan fieles que todos los pueblos de la tierra se esfuercen
por imitaros; oh hijos míos, cuidad por todos los medios no ser
ingratos, pues ningún crimen hay tan detestable de los dioses ni
de los hombres como la cruel ingratitud. Si sois agradecidos, re­
cibiréis mucho mayores dones que vuestros padres y que vues­
tros antepasados. Oh hijos míos, aprended de los mismos dioses
a guardar siempre en la memoria el espiritu del agradecimien­
to; ellos jamás dejaron de premiar con multiplicados dones, con
multiplicadas gracias, con multiplicados beneficios de todas cla­
ses los pequeños obsequios o atenciones que alguna vez recibie­
ron de uno cualquiera. Oh hijos, guardad en la memoria lo que
os he dicho y la misma piedad de los dioses hará que todos los
acontecimientos os sean favorables, faustos y abiertamente fe­
lices y concederá a vuestros descendientes todo lo propicio y to­
do lo afortunado. Salud, hijos míos”.
Luego en los mismos alfombrados, —pues los Etíopes comen
en el suelo cubierto de tapetes y manteles de algodón— les en­
dilgué entusiásticos ditirambos porque únicamente ellos, en es-
ITINERARIO l'OR RAS REGIONES SU13EQUINOCCIALES 93

tíi» latitudes, usaban el noble nombre de República y tenían por


bien común del pueblo la libertad, y les pregunté por qué no
querían reyes; me contestaron que los reyes de Etiopía tenían
tale ,3 privilegios sobre las esposas e hijos de los súbditos que les
era permitido venderlos libremente, y que muchas veces, obli­
gados por la necesidad, acostumbraban entregárselos a pueblos
remotísimos de otras naciones. Por lo cual sus antepasados, co­
mo puede colegirse de las inscripciones en letras etíopes sobre
mármol y marfil, el año cien mil 378 mataron a sus reyes, y,
abrazados a la libertad, libraron de la tiranía a isus descendien­
tes. A continuación les pregunté de qué número de meses conta­
ba su año y qué regla observaban en sucesión de los días; descu­
brí que el año de ellos es de tres meses; y que el día se computa
desde la salida a la puesta del sol; pero que la noche no se com­
puta ni entre los días ni entre las noches ni entre los años, ya
que en ese tiempo cesan las mentes cansadas de los hombres y
no tienen operación ninguna humana. También descubrí que
otros muchos pueblos sólo tienen el año de un mes de curso lu­
nar y otro, de tres; otros de cinco, otros de diez, otros de doce,
otros de catorce y otros no tienen año ninguno, y que se go­
biernan solamente por el curso diurno del sol. Muchos compu­
tan el día desde un mediodía a otro mediodía; otros desde una
salida de sol hasta la otra; otros que tienen la luz igual a la no­
che, llaman día al espacio de 12 horas. Ellos me explicaron las
leyes, los derechos, los plebiscitos y los decretos de los antepa­
sados, que están llenos de dignidad y equidad. Además, que­
riendo yo saber los ritos y costumbres de las demás gentes, Naa-
samón, prelado de la región Barbazina, que se hallaba en esta
comida, hombre insigna por su prudencia, integridad, conoci­
miento de las cosas y doctrina, me dijo que vendría después a
mí, al día siguiente, y me referiría muciias cosas que me habían
de ser sobremanera gratas.
DE ALEJANDRO GERALDINI OBISPO

Libro Séptimo

Santísimo Padre, como no me agradara demorarme dema-


siade en Etiopía y mucho me temiera que el mismo Naasamón
me obligara a quedarme en su Palacio por alguno® días, era un
hombre que amaba a todo el mundo, precavidamente envié a
uno que al tercer día estaba de regreso con este oráculo del
Dios Sinnoamomi, es decir, Dios de la Sabiduría que está en el
templo de la región Aannea.
’‘Oh tú que aquí entras, mira quién vas a ser; a saber, de
cualquiera clase, de cualquier juicio, de cualquiera autoridad,
nada harás desmesurado y api no te concitarás ningún odio del
pueblo y serás amado de todos, nunca sigas lo que excede el
justo medio y todo será seguro y llano; cultiva con todo interés
la Sabiduría; teme a Dios; júntate con. los buenos; estáte siem­
pre presente a todo juicio de la Patria; evita los litigios. Si esto
hicieres, sabiamente obrando, todo te traerá la paz y todo te
será favorable”.
Luego hizo traerme por sus familiares una escribanía de
blanquísimo marfil y me narró que en tiempos anteriores ha­
bía visitado muchos reinos de Etiopía y muchos pueblos y ha­
bía llegado a muchas gentes y recorrido muchas y desconocidas
naciones hacia la Zona Tórrida con intención de ir dejando por
los templos de su tierra muchos memoriales que pudieran apro­
vechar largamente a la posteridad que, siendo numerosísima en
todo Oriente, necesitaría de un hombre mucho más competen­
te que lo era él mismo. Yo le recomendé tal obra bajo los pun-

95
96 ALESSANDRO GERALDINI

tos de vista. Y,continuando, entre las muchas cosas dignas de


consignarse, pero que me darían demasiado trabajo me dijo
que a 1.800 millas, dentro de su jurisdicción, había una región
por doquiera dilatada y alargada, donde los varones sólo se ocu­
paban de los asuntos caseros y que se gozaban en vivir en ser­
vidumbre de la mujer; que,habiendo penetrado en esta región,
vió una altísima torre de mármol negro con esta declaración en
la que Inseena, antiquísima Reina de allí en el pasado, se cura­
ba en salud, al manifestar que ellas estaban libres de toda res­
ponsabilidad delictiva en el asunto.

INSEENA MAIDA REINA DE LA REGION ONZONEA

Oh varones, oh mujeres que llegásteis aquí desde el extran­


jero; oh pueblos que penetrásteis acá desde el País vecino o
desde la región remota, que al ver la autoridad en manos muje­
riles, acaso inducidos por el error, estaréis pensando que nos­
otras hemos detentado todo el gobierno de la Patria y puesto en
esclavitud a nuestros esposos; oh gentes piadosas, no lo creáis;
las hembras somos humana© y no puede nuestro sexo admitir
tal delito; pero quienes-quiera vengáis acá, de sólo verlo, cono­
ceréis quiénes son nuestros varones; son nuestros varones luju­
riosos a plenitud, inactivos, haraganes, sin la fortaleza de los
hombres preclaras, viven sin honor alguno; son hombres sin
aptitud alguna para el gobierno de la República ni para el ma­
nejo de las armas; en el obrar, inconstantes e infieles; de fuer­
za no mediana, sirven para transportar cargas de acá para allá;
no hay recuerdo ni en los libros sagrados ni profanos ni en nin­
gún documento patrio que explique como puede ser esto. Yo
creo que ha sucedido esto por un influjo del cielo que ha mania­
tado a nuestros maridos. Pues, si las mismas mujeres hubieran
hecho esto por la ambición de mandar, las hubieran matado sus
cónyuges como lo hicieron en muchas regiones de las Amazonas
en Etiopía, que tienen la mamila derecha cortada a serrucho
para que sean más hábiles en hacer la guerra denodadamente.
Estas abandonan a sus propios hijos en tierras remotas; a las
hijas las guardan con exquisito cuidado Nosotras criamos con
nuestra propia leche y con la piedad que las demás madres de
............................... l ,A; l IIKCIONES SUBICQUINOCCIALES 97

lu tierra a nuestros hijos y los retenemos por siempre en nuestra


propia tierra; pero, cuando llega la juventud y los vemos incli­
nados a los trabajos serviles por la falta de virilidad que se ma­
nifiesta en todo su ser, contra nuestra voluntad, los destinamos
a los oficios que en nuestra tierra son propios de mujeres y de
tipo netamente casero. Así pues, oh varones y hembras que ve­
nís de otro país a éste, cuando consideramos esta infeliz condi­
ción de nuestros hombres, creemos como cosa averiguada, que,
desde los comienzos de Etiopía, nuestros varones se sometieron
espontáneamente a las mujeres y que, considerada su idiotez,
eligieron este género de vida y apetecieron esta servidumbre.
Era, pues, preferible hacer esto a someterse a la cruel barbarie
y dura esclavitud de los extraños. Oh hombres buenos, oh los
demás de cualquiera región a quienes traen a este país ya los
públicos negocios ya los privados, no sigáis pensando en nues­
tra Tiranía; pues vosotros estáis viendo a las hembras de nues­
tra patria obrar con una agilidad de cuerpo naturalmente asom­
brosa; con una absoluta viveza de ingenio; dotadas de clavadísi­
mo juicio para el desempeño del Sacerdocio; de un sublime
consejo para el gobierno del país, y de una distinguida fortale­
za para hacer la guerra; en cambio, vosotros estáis viendo qué
obesos son nuestros hombres, qué nulos en cultura humana, en
excelencias de alma, y qué preparados para servicios bajos, pa­
ra ocupaciones mujeriles dentro de las paredes domésticas, in­
cluso para aguantar una buena paliza, si no obedecieren”. Lue­
go, como entrara él en esta tierra, vio por doquiera villas pre­
claras, un Reino distinguido por su oro y plata, en donde hilar,
tejer, lavar, cuidar de los negocios domésticos era ocupación de
los hombres; más de las mujeres, el manejo de las armas, la ad­
ministración sacerdotal, el desempeño de la Magistratura, el go­
bernar los negocios públicos del país, el comercio y todo lo de­
más en el ámbito nacional y en el exterior con las naciones re­
motas de la patria. Después, como llegara a la Ciudad Nasaye-
na, vio cómo caminaban por la ciudad las mujeres principales,
seguidas de gran muchedumbre de otras mujeres y cómo tam­
bién en un amplio foro, matronas de edad provecta, hacían jus­
ticia a todo el país; miraban por el bien común de la República,
sentadas con suma gravedad en los estrados levantados en la
98 ALESSANDRO GERALDINI

plaza y siendo objeto venerable de la espectacular admiración


de todos, reflejada en un absoluto silencio que reinaba allí. Ha­
biéndose ido al templo principal, vio a mujeres, adornadas con
lazos blancos, ofrecer sacrificios en los altares santos de los dio­
ses; y a Octoanna, la Prelada, que oficiaba en un alto solio, ro­
deada de ornamentos tejidos con oro, le hizo la veneración de­
bida, a la cual ella correspondió, mandando inmediatamente
preparar otro solio elevado para aquel Prelado extranjero. Fi­
nalmente, luego de oir de labios de la misma gran Prelada to­
dos los antiguos sacrificios de la región, vio en el lugar princi­
pal del templo la estatua venerada de la Piolada Attea, que se
destacaba en una pared eminente del templo y que tenía delan­
te de sí, esculpida sobre una amplia lápida de mármol, la si­
guiente leyenda.

CANDEN ATTEA PRELADA DE LA TIERRA ONZEA

Oh Hermanas mías consagradas al Dios del Sumo Cielo, oh


Hermanas mías, que a él solamente habéis ofrecido castidad; es
necesario guardarla con suma diligencia, es necesario serle in­
tegramente fiel y tenerle perpetuamente un amor santo a aquel
esposo; oh Hermanas, tenemos poder para engañar a los hom­
bres; pero engañar a Dios, a nadie le ha sido dado; El, desde la
sublime aula del cielo, lo tiene todo presente; penetra todo lo
escondido dondequiera; ve todos los arcanos de la tierra; na­
da se dice tan quedo que El no lo oiga; todo lo bueno o malo
que los hombres hacen, le está patente. Por tanto, Hermanas
mías siendo, como sois, por naturaleza frágiles y no pudiendo,
como no pueden las mujeres de nuestra tierra, reprimir el ma­
nifiesto calor carnal ni pudiendo engañar a vuestro esposo Dios,
tenéis que usar de tres remedios: primero, hay que alejar de
nuestro templo todo ocio; segundo, conviene permanecer lo
mínimo en el lecho, pues de ahí nacen mucho® males; tercero,
estai continuamente en oración. Recordad, os ruego, cuántas
hermanas de nuestro templo perecieron en breve tiempo: mu­
chas, que ciertamente os amaban mucho, os fueron arrancadas
como ceniza, como polvo arrebatado por el viento. Considerad
cuántas gentes han caído cada día en vuestro país. Mirad, por
iTlNKltAUIO r o n i.,v: IIK(¡IONIOS HÜHKQUINOCCtALES 99

favor, que en breve vais a morir. Oh Hermanas, hay que prepa­


rar el viaje al cielo. No deberíais obligaros a los sagrados minis­
terios del templo, si no hubiérais de tener en el futuro el cuida­
do absoluto de conquistarlo. .Tenéis que ser vosotras solas el
gran ejemplo para todo el país a fin de que todas las demás
gentes nuestras, se disponga a vivir bien y santamente. Vos­
otras solas estáis obligadas, por estado de religión, a tener la
principal preocupación por conseguir el cielo y evitar el pro­
fundo infierno. No merecía la pena venir al servicio santo de
nuestro templo, si no pretendíais con fortaleza digna de memo­
ria, guardar la castidad que prometisteis a Dios. Yo, hermanas
mías cuántas veces veo que alguna de nuestro colegio es lapi­
dada por haber violado la castidad prometida al Dios eterno e
inmortal, me duelo inmensamente de que se haya alargado nues­
tra existencia hasta ese día. Entonces, cuando yo veo a nues­
tras muchedumbres acudir a vuestra muerte como a un espec­
táculo público, tendría por felicidad suma y suma bienaventu­
ranza perder la vista. Así pues, yo principal del templo, yo Pre­
lada deseosa de mirar por la dignidad de las Hermanas; para
apartar de vuestro santo Colegio todo oprobio y todo mal, quie­
ro, ordeno y mando que cada una de vosotras lleve ceñidos unos
calzones de duro acero, que dos mandaderas del templo cierren
con una llave de hierro y, cuantas veces sea necesario evacuar,
los abran las mismas mandaderas, quienes solamente ten­
drán esta ocupación y solamente cuidarán de este negocio; pues
ejs preferible hacer esto que estar expuestas todos los días a es­
ta suprema ignominia, y es mi voluntad que estas conserjes o
mandaderas consigan por este trabajo los mismos méritos que
las mismas Sacerdotisas en las cosas divinas, al hacer los sacri­
ficios públicos o privados en el templo. Salud, Hijas mías”.

Habiéndome complacido tanto el mismo Naassamón por las


grandes cualidades que poco antes dije que poseía, y por eso
quisiera saber yo todavía más por su medio, le pedí que, aun­
que mucho me había dicho, me dijera mucho más. Deseando ser
gran deudor de una persona que tan amigablemente me había
tratado, y por eso, satisfecho con lo que me había notificado so­
bre gente tan remotamente lejana, le rogué me dijera algo de
su país, tan conocido por todas partes; de los dioses de su pue-
100 ALESSANDRO GERALDINI

blo; de los antiguos memoriales de sus Pontífices. Me informó


que la tierra de Barbazina estaba situada en el interior de Etio­
pía, hacia el sur; que tenía grandes posibilidades por el mucho
arroz, mucho vino de palma, por los muchos frutos completa­
mente odoríferos, por las vacadas de pequeñas reses, por los re­
baños cápridos, por la muchedumbre de aves, por los gran­
des lagos donde se cría tanta abundancia de peces. Tiene por
Rey a Anmosa, grande por su religiosidad, justo y piadoso; que
siempre se levanta de noche a adorar a la Divinidad del Cie­
lo y lo mismo hace al amanecer y a la puesta del sol. Que tie­
ne un Reino dilatadísimo; que le están sujetas grandes vi­
llas y que gobierna admirablemente Cansa, Ciudad Principal
del Reino. Que todo el pueblo a ejemplo del Rey, adora a un
solo Dios y odia mucho a los pueblos vecinos y naciones re­
motas porque dan culto a muchas dioses. Todos mis pueblos son
sumamente piadosos y caritativos y por eso en todo el país su­
ceden milagros a cada paso, que obligan más y más a todo el
pueblo para con Dios. No hay extranjero que habiéndoles visi­
tado, no se vaya de allí haciéndose lenguas de todo el pueblo
y que no se admire muchísimo del mucho amor que allí en­
cuentran los extraños. En adorar a Dios guarda estrictamen­
te mi pueblo los antiquísimos y santos preceptos de mi padre
Bannassar cuya efigie está esculpida en mi templo con esta ins­
cripción.

BANNASSAR PRELADO DE LA TIERRA BARBAZINA

Oh vosotros, cualesquiera pueblos míos consagrados a


Dios, varones o hembras, Dios os guarda por muchos años. Le­
vantaos a medianoche; pedid lluvias útiles al pueblo. Esta es
tierra sequedal y necesita de la ayuda divina. Oh varones que
vais a celebrar, saltad de la cama y venid de madrugada, ayu­
nos, a los santos templos de Dios; limpios de cuerpo y alma,
ofreced los sacrificios; rogad a Dios que la calamidad fiera, la
dura peste, las inexorables contaminaciones del ambiente sean
removidas de vuestra región; que lleve el pueblo al conocimien­
to de él, Dios de Cielo, Tierra y Mar; le abra camino por las al­
tas estrellas del aula celeste. Oh varones consagrados a Dios; oh
rflNKUAUIO m i ! I .AH ltl'X¡IONES SUBEQU1NOCCIALES 101

mujeres, Dios os salve. Cuando os estén preparando la mesa, pe­


did suplicantes a Dios que dé a todos los pueblos buenos alimen­
tos; que aleje de todo él, la carestía de los víveres y lo traiga a
desear de todo corazón los bienaventurados reinos del Cielo. Oh
sacerdotes, el mismo Dios os lleve salud. Cuando el sol en el al­
te Olimpo temple las bridas de sus cuadrigas, id a los templos, y,
arrastrando el cuerpo por el suelo, adorad a Dios, pidiéndole
que todos los tiempos sean favorables a vuestro país; que todos
los negocios se desenvuelvan con prosperidad para todo el pue­
blo, y sobre todo, que teman con todo el corazón y toda la
mente al Rey Supremo de la Patria celestial y desprecien los ca­
ducos reinos de la tierra. Deseen tener una mansión en el aula
celeste. Oh hombres entregados a las cosas sagradas, Dios os
aumente. Dios os guarde incólumes; rogad al cielo, cuando se
acerque la noche, que el pueblo se porte con moderación en la
comida y en el elegir la clase de viandas de manera que desapa­
rezcan en todas partes la desenfrenada lascivia, los punzantes
estímulos del placer venéreo y todo género de males; tenga, du­
rante la noche, sus cuerpos en tranquilo reposo, y viva con el
juicio tan sereno que sólo piense en el supremo trono de Dios y
en conseguidlo con el ejercicio de las virtudes y los merecimien­
tos. Oh hermanos que vinisteis desde jovencitos a ofrecer sacri­
ficios al Dios Supremo, Dios os dé su ayuda. Si hacéis estas co­
sas, viviréis en gran ejemplo de vuestros paisanos y con gran
fama ante las naciones lejanas, aunque todo propósito debe ser,
no precisamente de obtener gloria terrena ni fama entre los
pueblos, sino de procurar utilidad al alma de vuestros pueblos;
todo lo cual llevará a vuestro país bien eterno; a los hombres de
vuestra tierra, consuelo eterno, proporcionándoles con esta rec­
titud de intención, evitar todas las penas del infierno y conse­
guir los reinos de arriba, mientras duren los cielos, que siem­
pre durarán. Salud, hijos míos”.
Por fin, colmados mis deseos de aquella región libre, partí
de ella y del Prelado del país de Barbazina y llevado al río Ri-
vo, me salió al camino loanna, gran Sacerdote de Dios, que me
hizo muchos regalos, del cual pienso hablar en otro lugar. Tam­
bién allí, poco después, vino a mí Rabbian, gran prelado del país
de la región Galangea, acompañado de un solo sacerdote, quien
102 ALESSANDRO GERALDINI

eliminado por el Rey del Pontificado, daba en todas partes ejem­


plo de religiosidad y santidad. De él hablaré abundantemente
en el próximo libro. Ultimamente recorrida Etiopía durante
mucho tiempo, comencé a sentir grandes deseos por la Ciudad
de Santo Domingo. Así que determiné no ir más lejos, pues me
di cuenta de haber perdido de vista muchas estrellas de Europa
y de que el Océano nos unía con el septentrión; por otra parte
Francisco Ribera, mi familiar, a quien mucho amaba yo por las
altas cualidades de fidelidad y dones naturales, me advertía
que no me olvidara de la amada Sede de mi Episcopado ni de
España, donde había pasado los años todos de mi adolescencia
5 de mi juventud con ocasión de haber sido instructor de cinco
Reinas, ni de Italia que había dado origen a la noble estirpe de
la familia Geraldini en la Ciudad de Amelia. Mas no por esto
dejaré de trabajar, después que haya escrito lo que vieron mis
ojos o lo que oí a grandes hombres, sino que también escribiré
lo que recibí por referencias de muchos a quienes con todo de­
recho hay que dar plena fe.
DE ALEJANDRO GERALDINI OBISPO

Libro Octavo

La mayor parte de los que escribieron de cosas humanas,


Santísimo Padre, hicieron según relación de hombres preclaros,
y, debiendo ser la Historia totalmente verdadera, íntegra y pu­
ra, sin que haya necesidad de mezclarle nada que proceda de
un tipo vulgar de hombres, yo ciertamente he procurado hacer
esto, escribiendo lo que oía a los grandes Príncipes de Etiopía,
a los grandes Prelados de distintas regiones. Así pues, como ha­
ya descrito los lugares costeros, y otros muchos con suma dili­
gencia, merece la pena internarse por otros Reinos, lejos del
Océano, que hombres preclaros y Principales de este punto
cardinal me han indicado. En lugares interiores, que están situa­
dos muy lejos, Santísimo Padre, muchos adoran simulacros de
madera; muchos, de piedra; muchos de marfil bajo la figura de
alguna cosa celestial; muchos, estrellas singulares; muchos, a
monstruos del país; muchos no creen que exista Dios alguno;
que todo lo gobierna el ocaso; carecen de todo ingenio noble; y
lo que no deja de ser admirable: los mismos Prelados de las
Grandes Ciudades y los mismos Sacerdotes tienen documentos
del Cielo y de las Estrellas, dignos de recordación. En todo el
litoral del Océano, aunque sus habitantes tengan algunas vi­
llas, generalmente viven en innumerables aldeas, poblados y
cabañas; y lo que se dice de todo el largo litoral, he oído que
sucede en la inmensa larga franja que se extiende más allá de
la Zona Tórrida. En los lugares del Continente, como yo recor­
daré hasta agotar la materia, existen las más grandes Ciudades,
las más grandes villas, entre las cuales, del lado de acá de la

103
.104 ALESSANDRO GERALDINI

Zona Tórrida, a 20 días de viaje de la región Onzea, donde el


gobierno lo llevan las mujeres, está la Ciudad de Nansea con
una extensión, que exige cuatro días de recorrido, en las orillas
de un gran lago que se extiende por un espacio de 480.000 pa­
sos, atravesadas diagonalmente por varios ríos. Hay un Rey
que se dice nieto del Dios Altísimo, porque estando sola su abue­
la Iguinentsa en la parta privada del más grande Palacio, de re­
pente vio venir hacia sí un hijuelo blanco de camello, más her­
moso que ningún otro animal y, como se deleitara sobremanera
con su vista, y, tocándolo, admirara su mansedumbre, cambian­
do él repentinamente su figura, la estrechó y de ahí nació Ma-
valiendo Rey, que tenía con frecuencia muchas conversaciones
con su Padre Dios, cuyo nieto tiene esculpido el siguiente edic­
to en lo alto de la pared del trono regio.

IUGOMANO REY, NIETO DEL DIOS SUMO, QUE UNIDO AL


SOL Y LA LUNA, TIENE GRAN PARENTESCO CON LAS
ESTRELLAS.

Oh pueblos que entráis acá, que me veréis a mí en primer


lugar, sentado en un alto trono, bajad vuestro rostro por el sue­
lo y, con todo el cuerpo por tierra, arrastraos hacia mí con manos
y pies; no me miréis a mí, nieto de Dios eterno e inmortal, mi­
rad sólo el escabel de mi trono; con voz levantada por doquiera,
pedid lo que deseáis; haré justicia, la prole de Dios excelso, es
justa., piadosa, clemente. Después, retrocediendo del mismo mo­
do como vinisteis, mirando al escabel de mi solio, mientras os
sea posible verme a mí; luego que ya no os sea posible, con el
cuerpo levantado, salid de la mansión real”.
Esta Ciudad se halla dividida en varias secciones; tiene in­
numerables tribunales con su magistrado y también, innumera­
bles templos. Un día cada tres años señalado a una parte del
pueblo para que se reúna con su magistrado en la plaza princi­
pal que está en el segundo miliario, desde allí con gran muche­
dumbre de trompetas, de tambores marineros, con varias in­
signias populares, con banderas y varias provisiones de cosas
entra en el alto templo con honor increíble hacia Dios, con pie­
dad inerrable hacia la Patria y, teniendo cada uno el rostro
ITINKKAHIO I‘OU LAS REGIONES SUBEQUINOCCIALES 105

levantado al cielo, con alta voz pide privadamente a Dios que


engrandezca, más y más todos los días, esta Ciudad; que incre­
mente todo el pueblo; que de continuo le dé más ayudas; que
los niños y niñas vivan castamente hasta la edad legítima, has­
ta los santos tiempos del matrimonio; después con grandes ge­
midos por el templo; con tristes sollozos por los altares; con un
río de lágrimas que corre por las mejillas desoladas, piden a
Dios que les borre los crímenes anteriormente cometidos; que
les perdone las maldades antes perpetradas, y que de tal mane­
ra gobierne su vida futura, que en cuanto es posible, se despren­
dan de todo crimen, ya que siendo él Dios, ya que siendo piado­
so, ya que siendo clemente, conoce que la humanidad se halla
sujeta a todo mal; y, ofrecido un sacrificio con toda solemnidad,
cuelgan por las altas paredes numerosos exvotos. También en
este celebérrimo templo hay una estatua del Pontífice Inonsa
con una leyenda sobre elevada lápida marmórea que reza así:

INONSA PRELADO DE LA TIERRA CALONGEA

Oh pueblos piadosos de este país, cuyas almas me están en­


comendadas. Dejad, os suplico, de atribuir a Dios una forma hu­
mana; libraos, os suplico, de cometer tal indignidad, de perpe­
trar tal pecado, pues la excelsa Majestad de Dios inmenso, no
puede ser comprendida por la humana gente, cualquiera sea su
forma o su figura; los que creen otra cosa, admiten un crimen
que no se puede lavar con ningún sacrificio ni con oración al­
guna humana. Si él tuviera nuestra forma, por lo mismo que
nosotros nos servimos del cuerpo en el obrar, sería incapaz de
moderar elementos tan enormes; gobernar mole tan grande
como la del Cielo, Tierra y Mar; si él se extendiera con un cuer­
po gigantesco, sería un Dios imbécil y no viviría con un juicio
completo. Dejen, pues, de fingir lo que no conocieron las gen­
tes haraganas, los pueblos necios, la plebe ignorante: Dios es
incomprensible y no puede ser abarcado por la humana inteli­
gencia. Si los hombres no pueden conocer las cosas que están
patentes por el mundo, con qué razón podrán penetrar la Divini­
dad aquella de las regiones superiores? Así, hijos míos, seréis
sabios mirando con el corazón al Cielo y los sentidos fijos en los
106 a ije s s a n d r o g e r a l d in i

espacias celestes. Orad juiciosamente a Dios que vive en justa


piedad con el Pueblo humano y os oirá con aquella clemencia
que se muestra en todas partes; os favorecerá, os protegerá en
todo y dejad todo lo demás, hijos míos”.
A diez días de camino, entre el Oriente y la Zona Tórrida,
está la ilustre Ciudad de Logonsennea en cuyo recorrido se
invierten dos días como me contó Ioanna, Sacerdote de nombre
esclarecido, junto al río Rivo del cual hice mención al final del
Libro VII, en la cual hay un templo en extremo ilustre; una
imagen ínclita de Bannasar, Dios de la Naturaleza y un precla­
ro monumento del Pontífice Manallio con este edicto:
“Oh moradores de la Ciudad Logonsennea, mis muy queri­
dos y mis muy amados, dad culto a aquel único Dios verdadero
de la Naturaleza, que solo tiene el gobierno de Cielo, Tierra y
Mar; pues todo lo demás es completa necesidad. Este es el que
obra con tanta benignidad entre todas las gentes; con tanta
justicia en todas las tierras y tanta virtud; que a cada uno de los
que viven en figura humana, da participación en su ingenio,
por donde los hombres conocen muchos secretos de la Tierra y
el Mar; por donde, viviendo, trascienden con vivido ingenio ca­
si todas las estrellas del firmamento y las conocen abiertamen­
te De aquí que muchas veces se ofrezca en hermosa figura y
rostro venerable a nuestros más probados y más santos hom­
bres de nuestra patria y conceda a nuestra región bienes admi­
rables. Oh hijos míos, creed ciertamente que todas las naciones
de Etiopía que ñngen a Dios con otra forma que la humana, es­
tán locos. Si obrara con otro rostro que el humano, sería un
monstruo. Qué figura de reptiles o animales brutos puede con­
venir a Dios? Si no apareciera con rostro humano, se manifesta­
ría como una monstruosidad que nada tendría de común con la
celestial Divinidad. Qué majestad puede tener un pez, un buey,
ur caballo, un lobo, un león, un oso que pueda asimilarse en
algo al Dios celestial? Así pues, oh Pueblos, oh hijas míos, ya
representéis a Dios en una pintura pública; ya en bronce; ya en
mármol, representadlo con aquella forma humana más bella
que podáis y no os apartéis por nada de aquella antigua mane­
ra de pensar de nuestros Padree que gozaron de tanta nombra-
día en las naciones vecinas y lejanas por su gran sabiduría. Y
ITINERARIO l'OR RAS REGIONES SUBEQUINOCCIALES 107

vosotros, Sacerdotes, en los altares de los templos, en el mismo


sacrificio nombrad al único Dios de la Naturaleza; y vosotros,
Pueblos, proclamadlo en alta voz, adorad al único Dios de la
Naturaleza. Hijos míos, haced lo que yo os mando y todo os re­
sultará gozoso a vosotros y a vuestros hijos”.
No lejos de este país está la región Calongea de la cual ex­
pulsó el Rey Sirién a Kabbián, pío Pontífice y temeroso de
Dios, del cual hablé al final del Libro VII donde decía que ha­
bía ido al río Rivo y había estado conmigo en aquel lugar du­
rante dos días. En esta región dan culto al solo Dios del Cielo,
lo veneran con todo el corazón y toda la mente y lo llaman con
nombre peculiar en lengua vernácula Attean Nasamón. Allí es­
tá la Ciudad Nabonnea, insigne por su numerosa población.
Haj en ella un templo célebre y un oráculo por el cual se go­
bierna el país. También allí es costumbre que, si el Pontífice, de­
bidamente elegido, es eliminado del templo por la ira del Prín­
cipe u odio del pueblo, se vaya de allí, abandonando el país, y
emprenda una perpetua peregrinación a remotas tierras de ma­
nera que llamado de nuevo, no regrese a la Sede amada de su
templo. Muchas veces sucedió que los pueblos los llamaban de
nuevo, suplicantes, a fin de que no quedaran abandonados el
templo, ni el pueblo, ni el país que les tenía amor digno de ser
atendido; ni dejaran vacíos los altares y los sacrificios a ellos
reservados. Más aún, para que ni ellos mismos, que acostum­
braban salir en público con gran número de Sacerdotes y con­
currencia del pueblo, anduvieran solos por reinos lejanos, como
despreciados, con desdoro de su dignidad; pero siempre res­
pondieron que ellos obedecían a Dios, y que les era más venta­
joso rehusar el vacío favor del vulgo y rehuir las vanas honras
popularos que desplazar a Dios. Por aquel entonces, como el
Rey Sirién huyera del Reino por causa de unas revueltas del
pueblo los proceres del Reino a una con el pueblo eligieron por
Rey del país de los calongos al príncipe lona y de nuevo en­
viaron por Rabbián Pontífice, quien dijo que de ninguna ma­
nera podía regresar a su querido país ni dejar para lo sucesi­
vo a los laicos un tal ejemplo que por él se pudieran atrever,
el día de mañana, a ensañarse con los santos pontífices; que
él llevaba aquel destierro con ánimo alegre; pero que su vi-
108 ALESSANDRO GERALDINI

caria con todos los derechos de pontificar se los traspasaba a


Panniano, hombre insigne por la Santidad y religiosidad. Des­
pués, como le entregaran todos los emolumentos del templo,
él con admirable ejemplo, los repartió entre los pobres, reser­
vándose solamente lo que bastaba para él y un sacerdote:
ejemplo realmente de virtud y santidad, digno de ser imitado
por los Pontífices y gente consagrada. Debajo de una imagen
de alabastro del Dios del Cielo, estaba el mandato salido de la
boca de la imagen en aquellos tiempos en que fueron vistos
muchos prodigios en el Cielo de Etiopía.
“A mí, Dios verdadero, no se me oculta ningún secreto de
los Pueblos, ninguna maquinación de los Reyes; a mí me están
patentes todos los lugares escondidos por mar y tierra; todos los
hechos humanos me son conocidos; yo mismo que viví en la
edad antiquísima de otros tiempos; yo que veo que los Reyes y
los pueblos de los Calongos tratan a los Pontífices sin ningún
amor y a los hombres consagrados sin ninguna reverencia, por
este público edicto, pronunciado con todo derecho por mi boca,
quiero, mando y ordeno que, alguno de este pueblo diere muer­
te a algún sacerdote, salga desterrado de todo el país, confiscán­
dosele la mitad de sus bienes y reservando la otra mitad para
sus hijos. Ordeno y mando que el Rey que matare o arrojare
de la Sede Pontifical a un Pontífice del país jurídicamente es­
tablecido, sea desterrado de todo el Reino, privado totalmente
de toda dignidad regia y que sus hijos sean privados del cetro
hereditario, y que un Rey de tierra extranjera sea llamado por
los Principales del Reino y una legación oficial de las Ciudades,
a ceñir la Diadema del país de los Calongos. Decreto también
que el pueblo que impíamente arrojare al santo Prelado de la
Patria, sea privado mientras él viva, del pastor dignísimo de
ser amado del Pontífice y padre dignísimo de ser venerado; que
todos los emolumentos del templo le sean enviados al Prelado
desterrado por medio de legados; que él mientras viva, esté va­
gando de lugar en lugar a fin de que las injusticias del Pueblo
Calongeo sean conocidas de todas las naciones y de todos los
pueblos; mas, si el pueblo diera muerte al Prelado, yo mando
que hasta los 100 años, el país de los Calongos quede privado de
la elevada dignidad de los Pontífices; que simples Sacerdotes
ITINERARIO l'Olt EAS REGIONES SUBEQUINOCCIALES 109

administren la cosa sagrada y que un Pontífice de gente ex­


tranjera, cada tres años, visite todo el país de los Calongos y
que el pueblo le dé derechos dobles y mayores honorarios que
los que daban al propio Prelado. Pero, si el Prelado fuera obje­
to de odio público para la gente, por maleficio probado a toda
la región, entonces reúnase en la Ciudad de Nabonnea un Con­
cilio de todos los Sacerdotes, en el cual, probado a todas luces
el crimen del prelado, lo destituyan del gobierno del pueblo y
pongan en su lugar otro prelado piadoso y bueno que se con­
duzca con gran temor hacia mí, Dios del Cielo; si sucediere lo
contrario, yo enviaré la peste, el hambre y la guerra que acabe
con la tierra y todos los mortales; y se encenderá mi furor con­
tra el pueblo a mí consagrado, pues yo, Dios piadoso, manso y
clemente, cuando es necesario, soy fuerte, lleno de ira y te­
rrible”.
Volviendo de nuevo a Etiopía, toda ella tiene altísimos
elefantes, vacadas de pequeños bueyes, camellos, rebaños de
cabras magníficas. Muchos pueblos no prueban la carne, se nu­
tren de leche, arroz, huevos, legumbres y especiales frutos del
país. Siguen las doctrinas pitagóricas, pero sin maestro. Muchos
se circuncidan, aunque no han oído nunca el nombre de Moi­
sés ni el de Mahoma; muchos guardan matrimonio y creen que
en él hay gran religiosidad; muchos viven como fieras hasta el
punto de no tener noción de hijo y no conocen los hijos, otros
que las madres. Tiene los más grandes ríos, los más amplios la­
gos, las planicies más admirables por su inmensa largura; altísi­
mos montes cubiertos de nieve, que parecen tocar los cielos;
verdeantes prados, pero no de esa magnitud ni con esa abun­
dancia de riegos propios del país que los de la Etiopía que está
en Egipto ni los de la India oriental. Hay bosques inmensos por
todas partes que producen en sus hojas arbóreas una lana sua­
ve; pero lo que está lleno de arroz que constituye el alimento
principal de Etiopía, son los montes, los llanos y los valles. To­
da la región es ubérrima, aunque sólo llueva en Agosto, Sep­
tiembre y Octubre, y durante los otros meses no caiga gota de
agua.
DE ALEJANDRO GERALDINI OBISPO

Libro Noveno

Recuerdo haber dicho, Santísimo Padre, al comienzo de la


descripción de Etiopía que yo debía rehuir los libros volumino­
sos que irritan a los lectores y no se retiene de ellos en la me­
moria lo que merece la pena. Los libros breves causan no pe­
queño deleite; los grandes en cambio, se hacen muy fastidiosos
no pocas veces. Por eso, Santísimo Padre, no voy a apartarme
de mi propósito al hablar de la situación geográfica de Etiopía
y de la Zona Tórrida y lo haré de la manera más abreviada que
pueda y con el mayor interés posible. La Etiopía que está de-
bajc. de Africa, así llamada de Etíopo, hijo de Vulcano, descien­
de desde el río Senegal que está detrás del monte Atlas, por
un larguísimo espacio, más allá de la Zona Tórrida, hasta los
Antípodas, y se derrama desde el promontorio Sperinoceras
en una larga línea de naciones hasta el Mar Rojo, y lo que
está en contra de Ptolomeo, Arato y otros que escribieron de
Cosmografía, tanto la Zona Tórrida como las tierras calcinadas
poi el sol, están habitadas por muchos y más grandes pueblos.
Esta forma de hemiciclo, un poco más alargada, se extiende,
con un saliente no agudo sino algo obtuso, hacia Oriente que,
para los Antípodas, es Occidente. La Zona Tórrida en el suelo
de Etiopía, es inaguantable, pero en muchas partes a propósito
para habitación del hombre. En ésta muchas adoran el sol pa­
ra que libre a sus tierras de tantísimo calor; muchos lo execran
como cruel para toda la región; muchos veneran la Luna como
supremo Dios del Cielo y la tienen por El, porque de noche en­
vía el deseado refrigerio de la humedad; los agricultores en

111
112 ALESSANDRO GERALDINI

muchos lugares, durante el día se esconden en las osquedades,


en las cuevas y en las umbrías del país, y de noche realizan sus
labores campesinas. Muchos llaman Dios al Septentrión, y Nu­
men Etiópico y, aún cuando no veas ningún Septentrión, algu­
na brisa reciben de él. Pero lo que me admira, es la gran pro­
creación mujeril bajo un cielo por doquiera abrasador. Los
Etíopes con el sol que con todos sus rayos hace abundar la tie­
rra y que penetra de plano con su disco en la cabeza de los
hombres y que hace subir la ¡sangre del corazón a la superficie
cutánea, son de color sanguíneo y rostro suboscuro de violeta;
pero, cuando son llevados a Europa o Asia, con el aire atmosfé­
rico que refresca su sangre, y disminuye el vigor debajo del cu­
tis, son completamente negros. En la Zona Tórrida hay gran­
des Emperadores que se dicen Monarcas; hay muchos Reyes,
muchos príncipes; muchas villas libres, muchas ciudades y
grandes pueblos. Pero como todos están levantados con varas
embarradas, con cieno y toda clase de maderas, ofrecen un as­
pecto muy miserable. Entre las muchas ciudades que hay a la
entrada de esta tierra, Naazabea es la principal. En ella hay un
mercado permanente muy importante, al cual acude una mu­
chedumbre innumerable de varias regiones; también hay gran­
de y elevado templo de grandes vigas, hermosísimamente labra­
das y una imagen de la diosa Luna, hecha de alabastro blanquí
simo que tiene la cabellera rubia y muy dorada, que le llega
hasta la cintura: lleva sobre su cabeza la Luna extendida en
dos cuernos, la cual pintan hermosa con la misma blancura ce­
leste con que la ven caminando por el cielo, cuando a los demás
dioses los representan negros o rubios en templos y altares.
Allí aparecen esculpidas en mármol estas palabras:
“Oh moradores de la Zona Tórrida, tenedme a mí sola co­
mo Diosa, a mí sola como Numen, que doy a todo el mundo el
alimento con mi humedad. Yo procuro a vuestros animales to­
do pasto; si no estuviera pronto mi poder, ya mucho haría que
esta tierra yacería calcinada por el fuego solar. Por eso ofreced­
me asiduamente sacrificios. Oh ancianos, oh jóvenes, en cual­
quiera fluctuación del alma, en cualquier ardor de vuestro co­
razón, venid a mí, me gozaré de vuestra venida y yo os libraré
de todo llanto”.
ITINERARIO l*OR RAS REGIONES SUBEQUINOCCIALES 113

Estas palabras pronunciadas por la antigua imagen de la


Diosa, se hallan en la misma Ciudad, las cuales puso la posteri­
dad debajo de la imagen actual. También en el mismo templo,
a la derecha, se encuentra la venerable imagen del antiquísimo
Prelado Igvino, con caracteres de la Zona Tórrida muy distin­
tos de los de Etiopía, y, lo que es más admirable, lleva en su ca­
beza una mitra como la nuestra, mas no dividida por parte al­
guna. Los demás pontífices usan una noble mitra, confecciona­
da de blanco seda. La leyenda es ésta:

“Oh Hijos míos, amad la Patria, aunque fatigosa por el ex­


cesivo calor del sol; hijos míos, si vuestros padres que desde el
principio del mundo la habitaron, hubieran conocido que esta
patria había de ser con derecho abandonada, la hubieran aban­
donado desde el primer momento. Hay que guardar las tradicio­
nes de los antepasados aquí: esta zona del mundo escogieron y
ésta en herencia os dejaron. Oh hijos míos, nada más hermoso
que el lugar de nacimiento; nada más dulce que la antigua Pa­
tria. Más aún: si vosotros transmigráis a otras regiones, ellas os
serán dañinas como lo serán nuestros calores a las gentes remo­
tas de otros países y otros pueblos. Todavía añado que si os
trasladárais a otros puntos de la tierra ellos serían testigos de
la ruina de vuestra existencia tanto por la destemplanza del cli­
ma como por la hostilidad de los pueblos quienes, al veros de
distinto color y con otras maneras de obrar, os reducirían a es­
clavitud. Hijos míos, esta tierra para vosotros es saludable, por
tanto habitadla, conservadla con sumo interés y fiaos de mí, Ig-
vino, Pastor de vuestra Patria, y creedme a mí Padre vuestro,
que os trato con increíble amor”.

Yo, visto el consejo de Igvino, guía religioso, muchas veces


pensé para mí con qué amor no debo yo haberme para con mu­
chas ciudades de España que alimentaron mi niñez y juventud;
para con Italia, que es una tierra en todo feliz. Así pues, con
derecho Roma, en otro tiempo dueña de las cosas; que tuvo un
imperio extendido por todo el orbe; que dió a la humanidad le­
yes para vivir ¡santa y honestamente; que al presente es cabeza
de los pueblos que adoran el nombre verdadero de Cristo, me
conmueve en extremo. Con derecho, pues, la noble dignidad
AI ,ES3 ANDRO OKKALDINI

del Lacio, bajo cuyo cielo fue necesaria Alba, de origen troyano,
donde los Reyes troyanos, prole distinguida de Eneas y Asca-
nio, gobernaron la noble tierra del Lacio después de 334 años,
me quiere apartar de la región equinoccial, donde soy Obispo;
con razón el nombre sublime de España me deleita, tanto más
noble que la Zona Tórrida cuanto son más nobles los mismos
tronos del alto cielo etéreo en todo el orbe de los mortales. Pu­
dieran algunos decir: “Bien; pero ellos tienen más en el cora­
zón y son mucho más para ellos los mismos antiguos mármoles
de Etiopía, los mismos documentos, los mismos edictos de los
Prelados, los mismos decretos de los Reyes, lo distintos géneros
de escritura. “Mas a esto respondería yo, que me gozo con las
antigüedades de todos los pueblos; pero que mucho más me re­
crean los monumentos de los antiguos Quirites, en los cuales
descansan los altos pilares de la prudencia y en los cuales apa­
rece el ápice de la sabiduría; mucho más me conmueven los
antiguos bustos de los Dictadores, las viejas estatuas de los an­
tiguos Cónsules y Emperadores en las cuales resplandece aque­
lla noble distinción de los tiempos vetustos, en los que se testi­
fican aquellas guerras por todo el orbe, aquellas gestas memo­
rables de los tiempos pasados, donde se recuerda aquella subli­
me grandeza del pueblo Latino y todavía mucho más los arcos
de triunfo que hay en la Urbe, llenos del antiguo resplandor;
los mismos Teatros, los mismos edificios del Siglo Romano, que
igualaron en extensión al mismo cielo, por la memorable digni­
dad y amplitud de los antepasados; mucho más llevo grabados
en mi pecho los mármoles de Europa y Asia llenos de los precla­
ros nombres de nuestros Príncipes; y lo que yo más admiro es
que los pueblos de la Zona Tórrida se jactan de ser los más no­
bles de todas las gentes y no aprecian sino a quien es noble por
origen, como lo® escitas que vagan por el Septentrión quienes,
por el excelso origen de sus antepasados, afirman que están por
delante de todos los mortales del globo terráqueo; como los Ger­
manos, Galos y demás naciones de Oriente y Occidente que po­
nen su gloria en su ilustre nobleza; y me extraña que Italia no
la estime del modo como lo hacen las demás regiones; y, aun­
que yo juzgue que la principal nobleza se funda en la virtud y
por esto no me alegra por el célebre y preclaro origen de mis
ITINERAR1Q POR LAS REGIONES SUBEQUINOCCIALES 115

mayores, sin embargo lo tengo por hermoso. En la nobleza mu­


chas veces subyace la recomendada grandeza de alma, la pie­
dad santa, las buenas costumbres, la en todas partes alabada fi­
delidad. Así que los que carecen de ella, si son distinguidos, si
son de gran ingenio, juzgo que deben adquirirlo por todos los
caminos y que se debe dar origen, como sea, a una estirpe noble
e ínclita. Pero necesitaría mucho tiempo y un volumen inmen­
so, si quisiera describir todos los pueblos de la Zona Tórrida;
abarcar con estos libros a todos los Reyes y a todas las gentes
libres. Pero, como todas las ciudades que son muchas y de las
más grandes, todas las villas, todas las aldeas y todos los villo-
rios son de maderas embarradas, toda esta parte del mundo tie­
ne el mismo aspecto, habla lo mismo y tiene formas iguales; de
ahí que no sea necesario escribir nada en particular de ella,
ya que cualquier hombre de talento puede adivinar claramente
cómo sea; montes altísimos; ríos, los más grandes; llanadas, las
más extensas. Muchos pueblos adoran las mismas deidades del
piélago inmenso que ellos nombran con distinto nombre que
nosotros; muchos, a aquellas estrellas que suelen causar los
vientos, las lluvias y que suelen ocasionar a los pueblos y re­
giones, poderosas tempestades. Pero de la Ciudad de Cannea, al­
go hay que decir por su grandeza. Está ubicada en el nonagési­
mo miliario de la Ciudad de Naazabea, hacia el Sur, en la cual,
según el censo hecho hace cuatro años, se contaban 482 mil ha­
bitantes que podrían ir a la guerra, sin contar los ancianos y ni­
ños, completamente inhábiles para ejercitar los oficios guerre­
ros. Esta Ciudad, en régimen de libertad, tiene cuatro prelados,
señalados por el uso de la noble mitra en cuyas manos está todo
el gobierno de la República por voto común de los nobles y
del pueblo, que administraban con admirable igualdad lo sa­
grado y lo profano; que tienen 300 senadores laicos en su Cole­
gio para que todo proceda con el mayor consejo. Estos cuatro
Pontífices tienen los templos principales de la Ciudad y otros
tantos palacios a larga distancia, erigidos de grandes vigas, de
durísimo roble en un lugar elevado de la región. Los demás
edificios están hechos de ramas y barro; la atraviesan tres ríos
que hacen la tierra maravillosamente fecunda. En los mayores
y menores templos de la región, en el altar principal, tienen un
I I(> ALESSANDRO GERALDINI

simulacro del gran Dios del Océano y sólo dan culto a esta dei­
dad que tiene en la derecha una nave con las velas caídas y en
la izquierda un tridente levantado y delante de sí tiene la es­
trella que gobierna las embarcaciones y la luna curvada en
frente bicorne. Cada novilunio todos los niños y niñas en largas
filas van por la Ciudad a hacerle sacrificios al gran Dios del
Océano, pidiéndole a voces que llene las nubes de abundante
muchedumbre de agua. Que cubran los rayos quemantes del
sol, refrigeren al pueblo del excesivo calor, envíen saludables
lluvias a la tierra; los demás ancianos y jóvenes van al templo
con gran religiosidad. Cuando los mismos Prelados pontifican,
le que hacen cinco veces al año en los tiempos solemnes del
país, como los templos principales no pueden recibir a tan
grande muchedumbre de ciudadanos, lo hacen en las elevadísi-
mas plazas de los templos, adonde concurren viejos y jóvenes,
niños y niñas con piedad increíble al Dios del mar. Cada día se
levanta cada uno de su lecho a medianoche y las maldades co­
metidas durante el día, las confiesan al gran Dios del Océano
con grandes gemidos, con hondos sollozos, con abundantes lá­
grimas. Los Sacerdotes no se unen en matrimonio, viven por
el pueblo en castidad perpetua, diez veces en la noche, y duran­
te el día en los tiempos establecidos por los Pontífices, oran por
todo el pueblo; apartan del pueblo toda disidencia y todo odio
y conservan en paz a toda la Ciudad. Los oráculos emitidos por
el Dios del Océano desde una increíble antigüedad de la Zona
Tórrida, son éstos:
“Oh Pontífices puestos en lo alto de la Patria; oh sacerdotes
limpiamente elegidos; oh hombres iniciados en las cosas sagra­
das, vivid perpetuamente castos, claramente íntegros; de lo
contrario, poco vais a vivir y muchos disgustos os van a salir al
paso: cuanto más seguro viváis de vuestra vida tanto más perni­
ciosas desventuras os sobrevendrán; mejor os hubiera sido
permanecer en el laicado que ocupar indignamente un puesto
consagrado a vuestro Dios; debéis ser tanto mejores cuanto
veis que vuestro pueblo está puesto en mayor trabajo, bajo el
sol intolerable de la Zona Tórrida; bajo un sol que se ensaña
en exceso; para eso ocupáis un lugar primordial en toda la pa­
tria. para que ayudéis a la tierra y al pueblo a vostros encomen-
ITINERARIO l ’Oll I.AS REGIONES SUiiEQUINOCCI A LES 117

dado. Cuando me hagáis sacrificios, pedid a mi Numen que os


liaga benévola a la Diosa Luna, porque yo de día y de noche y
en todo tiempo sigo a esta Diosa y a ésta la tengo por patrona.
Por eso hay flujos y reflujos en todos mis litorales; por eso, cu­
bierta la luna de nubes se levantan grandes tempestades por el
mar, relámpagos, turbonadas, vientos; por eso suceden muchos
males por la tierra. Quiero además que, cada luna nueva, los
niños íntegros, las niñas intactas vayan a mi templo pidiendo a
grandes gemidos que yo pastor de vuestros padres, yo regidor
de vuestra tierra me una a la deidad lunar para traer a toda la
patria ingentes provechos de manera que, repletas las nubes del
líquido de los mares, todo se muestre próspero para vuestro
pueblo, todo favorable para vuestra tierra, refrigerando todo
este quicio del globo el frescor y la lluvia, pues yo oigo compla-
placido las oraciones de las gentes castas; yo escucho con rostro
sereno los deseos santos de los hombres y mujeres y con ánimo
alegre les ayudo. Ordeno y mando que los ancianos y los jóve­
nes entren ayunos en las mansiones a mí consagradas; que so
presenten ante mis altares con los cuerpos lavados antes en
agua corriente y con todo el corazón libre de todo crimen y con
voz baja se deshagan en súplicas para no impedir al Sacerdote
que lo hace a Dios en voz alta ni perturbar los oficios santos del
templo Y, mientras en elelevado altar del templo se estén ce­
lebrando las cosas divinas, por edicto mando a todo el pueblo
que con la vista clavada en el suelo y el cuerpo reptando por la
tierra, ore con gemidos y lágrimas y, más aún, veto y prohíbo
a todo laico entrar en aquella parte donde están los asientos de
los Sacerdotes que me cantan las alabanzas a mí, vuestro Dios:
que todo el pueblo actúe separado de los hombres sagrados. Y, si
esto no guardáis, las más grandes calamidades voy a mandar a
mi patria y a mi pueblo”.
DE ALEJANDRO GERALDINI OBISPO

Libro Décimo

Habiendo descrito yo, Santísimo Padre, toda la región de la


Zona Tórrida de tal manera que puesta a la vista de los ingenloa
esclarecidos una imagen clara de todas estas tierras hasta ol
punto de que todo queda al descubierto y patente en estas par
tes del mundo y que nada pueda ocultárseles a los hombres cul
tos, vamos a pasar a lo largo y a lo ancho de otras regiones con
trocontinentales que están tanto de este lado como del otro cl<<
la Zona Tórrida. Sobre las riberas de los grandes ríos del país,
Santísimo Padre, se encuentran cuatro ciudades, cuya inmensa
área necesita cinco días para su recorrido, como puede probarse
por testimonio de los Etíopes y portugueses que, cada cinco
años hacen el censo lustral en todo el País, y, si encuentran que
el pueblo ha aumentado tanto como deseaban, ofrecen al Dios
eterno e inmortal muchos sacrificios por todo el pueblo con re­
gocijos públicos de todos; y, si lo encuentran que ha disminui­
do, se encierran durante tres días dentro de sus casas con gran­
des gemidos, sollozos y, también, con gran dolor, y ofrecen al­
gunos sacrificios señalados para esto. En aquellas Urbes hay
grandísimos foros, amplísimas mansiones principescas, los más
grandes templos, las moradas reales, construidas en forma de
ciudades, con innumerable muchedumbre de familiares, con ad­
mirable guardia de hombres fortísimos, que con dardos, flechas,
lanzas y todo género de armas están allí para su defensa. Cuan­
do hacen justicia, la hacen sentados en un solio elevadísimo so­
bre el pueblo, en medio del foro principal; algunos de entro
ellos se presentan como una deidad: con el cuerpo entero emba-

11»
120 ALESSANDRO GERALDINI

durnado de minio a semejanza del cielo etéreo. En ese tiempo


yacen delante del Rey montones grandes de cabezas de los de­
capitados por delincuentes. Después los reyes son llevados por
entre el pueblo sobre un sedil colocado encima de un entrama­
do de tablas muy unidas que innumerables Etíopes portan so­
bre sus cabezas y así se muestran al pueblo mientras un prego­
nero va diciendo en alta voz: ’‘Oh pueblos, retroceded; apartaos
lejos; he aquí que se acerca todo el bien de la Patria. El honor
que darías a Dios, pasando por entre los hombres, dádselo a él
que tiene el lugar del Dios Sumo. Oh pueblos, manteneos con el
pecho extendido sobre la tierra mientras él esté pasando, cuan
largo tiempo dure; él ciertamente se sabe hombre mortal, sin
embargo, tiene las veces de Dios al administrar justicia al pue­
blo. Por tanto quiere se le den estos honores por razón del pues­
to que ocupa. Empero, sí alguno quiere acercarse para pedir le
haga justicia, acérquese que, con rostro suplicante, inmediata­
mente la conseguirá”.
Muchos Reyes, vestidos con un sencillo sayo, con diadema,
cetra y muchas piedras preciosas por los brazos desnudos, pre­
cedidos por estrépito de trompetas y tambores, son llevados so­
bre un blanco camello; otros sobre un elefante con tiara, lleno
el cuerpo desnudo de perlas y margaritas; otros al estilo de los
vencedores, en una elevada carroza, tirada por elefantes. Escon­
den sus vergüenzas con hermosos velos recamados de oro; otros
las llevan completamente desnudas; otros sin lujo ninguno, vi­
ven lo mismo que el pueblo, o en posición un poco más alta. Es
admirable el respeto hacia los Reyes; dondequiera se lo mani­
fiestan desnudos, arrodillados, arrojados por el suelo; se acer­
can al Rey ya echándose tierra ya arena por la cabeza, por las
espaldas por fin por todos los miembros, haciéndose, en com­
paración con los Reyes, de tierra y cieno. La sublime alteza de
los Reyes, la admirable majestad y fasto; el torvo y ceñudo ros­
tro con que se vuelven hacia ellos, las dos palabras con que
despachan a uno... Los Reyes de Etiopía quieren ser temidos de
la plebe, no amados; y los pueblos necesitan ser tratados acer­
bamente para que se conserven en el debido respeto hacia
ellos. Mas, cuando salen a la guerra, muchas veces les vieron
sacar un millón de hombres a campaña, nunca vieron un deser-
ITINKRA1UO POIt LAS REGIONES SUBEQUIN0CC1ALKH |21

tor sino que siempre guardaron a su Rey fidelidad digna de ser


recordada. Pero, porque yo haya dicho que sacan un millón, dos
millones o mucho más a campaña, nadie se admire de tales mu­
chedumbres de hombres, pues muchos Reyes Etíopes son los más
grandes y, bien mirada la imagen del globo, no tienen menor par­
te de ella los negros que los blancos. Detrás de la Zona Tórrida,
a 234 millas de ella, está la Urbe más grande: Gallongea, dichosa
por su mucho oro, por sus muchos peces y su mucha fertilidad,
por cuya mitad pasa el río mayor. Hay en los montes grandes
minas de oro; dondequiera se extienden las más grandes llano
ras, los más grandes lagos, muchos pagos, muchos poblados, mu­
chas villas. El Caudillo del Reino Cannoseo es el Pontífice Ga
lloníeo, que en las ceremonias sagradas usa mitra, y en las pro­
fanas, una vistosísima corona. Lo único malo que hay en esta
Ciudad es que cada tres, cinco o siete años aparecen por el aire
ejércitos armados que traban los mayores combates por el cie­
lo con estrépito ingente, con horrible ruido, con triste gritería
que lanzan los soldados, los fantasmas que luchan doquiera. Du­
rante ese tiempo se ve a hombres y mujeres, con mirada som­
bría, con rostros pálidos y tristes, con horror imposible de de­
cirse, acudir a los lugares sagrados del país. Luego los Sacerdo­
tes dejando a todo el pueblo en todos esos sitios con el manda­
to de orar a los dioses regionales, se reúnen en un lugar donde
nadie puede oirlos y echando mano del exorcismo del antiquísi­
mo Padre Conorbano, en alta voz, cuanto ella da de sí conjuran
en toda línea a las mesnadas infernales, a las cohortes del Aver­
no a que se vayan repentinamente de toda esta región, de to­
do este cielo y transmigren a otras lejanas regiones. Se van, al
fin, de allí con mayor estrépito que vinieron: ya descubriendo
la faz, ya ocultándola; irnos con rostro negro y triste, otros con
cara blanca y dolida; otros enfurecidos; otros, mansos; otros
con gesto alegre, otros con gesto lacrimoso y otros con aspecto
totalmente amenazador. También solían vagar por todos los la­
res del pueblo y por todos los atrios de los Príncipes aquellos
crueles espíritus, los Lempres desalmados, de antepasados de
siglos pretéritos que lanzaban horrendas lamentaciones unas
veces a medianoche; otras, de día; ora soltaban estentóreas cai-
cajadas; ora tremenda amenaza, cuando el sol alumbraba el
122 ALESSANDRO GERALDINI

mediodía sin manifestarse en ninguna figura humana; de pron­


to en voz baja, luego en voz alta, para terminar en tono caverno­
so o con desgarradores hiatos que causaban el aborto de las mu­
jeres encinta y muchos niños se quedaban alelados por largo
tiempo. Todo lo cual, según cuentan, cesó con el exorcismo del
gran Conorbano, fuera de que los ejércitos combatientes por el
cielo, permanecieron por tiempo indefinido, como antes dije.
Pues bien; todas aquellas oraciones por medio de las cuales se
auyentan de toda la región, fueron dejadas a los Sacerdotes del
país por el grande y santo prelado Conorbano y no pueden ser
reveladas a ningún laico. Y, si las descubren los Sacerdotes, por
un milagro de todos conocido, mueren al tercer día los que las
descubren y aquellos a quienes se las descubren. En la Ciudad
del Gallongea, hay un notable templo consagrado a Iqs dioses
del país y en él una preclara estatua del Prelado Conorbano,
con caracteres muy diversos de las letras usadas en la Zona Tó­
rrida:

CONORBANO REY Y PRELADO DE LA TIERRA


CANONCEA

Oh Hijos por mí sobremanera educados; oh gentes para mí


peculiarísimas; oh ciudadanos siempre más queridos que mi
propia vida. Yo Conorbano, padre y prelado arrebatado por la
muerte, viviendo por todos los siglos de Cielo y Tierra, os cuida­
ré más que antes. Tenéis los antiguos dioses de la Patria que de­
penden de un solo principio; que, de entre meros hombres de
vuestra tierra fueron hechos dioses por sus méritos, ofrecedles
a ellos los antiguos sacrificios sin añadir ni quitar nada; pues
gozan vuestros Dioses con la piedad de vuestros antepasados;
gozan con la inocencia; gozan con la sencillez digna de alabanza
de otros tiempos de los cuales no hay memoria. Aquellas pestes,
aquellas males, aquellas calamidades que mucho antes de mis
tiempos existieron en la región, no siempre existieron; pero
cuando en aquella remotísima edad, prevalecieron aquellos crí­
menes en exceso duros; para que la posteridad viviera piadosa
y santamente, los Dioses de vuestra Patria enviaron desgracias
tales que no las olvidarán los pueblos; que se moderarán siem-
ITINERARIO POR L.AS REGIONES SUBEQUINOCCIALES !2:t

pre en toda maldad; que tuvieran mucho cuidado con las co­
sas de arriba e invadiera sus almas un desprecio grande de las
cosas terrenas, teniendo en cuenta que de la excesiva felicidad
de'J país, la excesiva cantidad de oro, de las excesivas riquezas,
de loe redundantes banquetes, se originan grandes incendios do
lujuria, gran soberbia de espíritu, inmoderado lujo, arrebatos do
ira, mayor codicia de poseer, mayor avidez de honores, mayoi
dominación de los pueblos y, sobre todo, un desprecio olímpico
de los dioses. Hijos míos, tened por cosa evidente que vuestro.
Dioses os tienen en su interior; por eso dadles gracias inmorta
les; sedles gratos, que os tienen fijos en el corazón, para hact>rtm
piadosos, buenos, puros, santos. Oh Hijos míos, viviendo todn
vía yo vuestro padre Conorbano y Pontífice, por voluntad r<>
mún de vuestros Dioses fui contado entre los dioses; ahora ow
toy con vosotros en aquel punto del Cielo donde siempre pon
dré a los pies santos de los Dioses, por medio de vuestras santas
obras, las acciones de vuestra vida, y libraré a vuestra Patria de
todo sufrimiento: aquellas voces que se oían antes por vuestras
casas, ahora no existen; aquellos ejércitos que con gran estrépi­
to y ruido vagaban por los aires, que vosotros con error pensa­
bais ser legiones infernales de espíritus malos, no son las almas
de los hombres que dejaron de existir, son las que, ni recibidas
en el Cielo ni en el infierno, vagan por el aire mil, quinientas,
cien años hasta que se purguen de su error durante ese largo
tiempo; pues no podían ser admitidos en el Cielo sin haber antes
expiado todo crimen de la vida pasada, ni por otra parte fueron
tan grandes sus crímenes, mientras vivieron, que merecieran
ser eternamente lanzados al infierno, y de este modo, por altos
designios de los Dioses, andan de acá para allá por las ciudades,
por las villas, por los poblados, por los pagos, por lugares habi­
tados por los hombres, para aterrorzarlos, sin poder dañar a na­
die: son inocuos; pero el exorcismo de que usan los Sacerdo­
tes para alejar estas visiones de todo el aire, fue alcanzado por
mí de los Dioses, y no puede ser conocido de ningún laico ni
enseñado por los Sacerdotes a ningún hombre no consagrado; y,
si sucediera lo contrario, sobrevendría gran mortandad por to­
das partes”.
124 ALESSANDRO GERALDINL

Además, a 670 millas de la Ciudad de Gallonea está la gran


Ciudad Ammosenna en la cual Ianob es el Rey Máximo que tie­
ne muchas ciudades, villas y reinos hacia el Antártico, y tam­
bién hay en ella un Pontífice de mitra blanca, de nombre Ron-
goono por cuyo consejo suceden cosas divinas en esta región y
ni un Rey obra sin antes obtener el consentimiento de este
gran hombre. Además por los lugares apartados de esta tierra,
por los escondrijos de los altos montes, vive cierta clase de Filó­
sofos que se ocupa en la meditación de las cosas divinas; estos
son hombres consagrados que ponen todo empeño en conocer
a Dios, mínimos en la comida y bebida de agua, quitan de sí to­
do sentimiento venéreo por medio de unas hierbas frías y con
cierto género de álamo, hecho para apagar totalmente la con­
cupiscencia humana; muchas veces prolongan los ayunos por
tres días; tienen con Dios grandes coloquios, después de largas
oraciones; alimentados con la palabra divina, ven los cielos
abiertos para sí e imaginan a Dios con una forma que excede a
toda figura de gente humana, que en ningún modo puede ser
comprendida por el hombre; y no pueden penetrar en sus atri­
butos con ningún juecio. Ora dicen que todo él es piedad, santi­
dad, clemencia, virtud, humanidad y magnificencia; ora dicen
que el mismo es terrible y que no tiene par en la tierra, si se
trata de castigar los crímenes. Afirman además que este Dios se
cuida de los hombres y que desde aquel su solio altísimo del
Cielo Máximo, tiene establecidos el sol, la luna y todas las es­
trellas de tal manera que ya todo está previsto en ellos. Tam­
bién dicen que el globo, rodeado de aire a una con el gran mar,
permanece en la última parte de los elementos y que él contem­
pla los caminos de los hombres y se deleita mucho con su vida
buena y santa. Que este Dios tiene innumerables ministros, que
en todo el mundo penetran de parte a parte los corazones de los
hombres, y después, en viniendo la muerte, el alma separada
del cuerpo, es presentada por el ministro que la tuvo a su cui­
dado, a Qsunna, prefecto del aula celestial, quien, comparado el
acervo de virtudes y de vicios, si la encuentra digna de una mo­
rada celestial, la lleva con rostro alegre ante el trono de Dios,
quien con faz gozosa y aspecto lleno de majestad, digno del su­
premo Rey de los Cielos, la conduce a lugares desbordantes de
ITINKllAUIO I'OH I.AS REGIONES SUBKQUINOCClAl,KH 12!.

perpetua hermosura, a lugares festivos de gozo increíble, n rei­


nos de bienes perpetuos; mas a las almas de aquellos que fue­
ron perversos totalmente, las entrega a la turba infernal, quo
está pronta allí con terrible rostro y en figura espantosa, y
entonces las catervas tartáreas, con semblante de completa
desesperación, con rastro de tal manera atroz, que nada puede
haber semejante, las sujetan a penas eternas, tinieblas eternas,
a males eternos en el profundo infierno; en este vasto torbelli­
no infernal hay innumerables géneros de tormentos, que así co­
mo fueron de crueles los crímenes de los hombres, así atormen­
tan a las almas y las machacan; pero a las almas de aquellos
que no fueron completamente buenos ni malos, para que li­
bres de todo mancha, entren después en el Cielo, por ley esta­
blecida por el prefecto Osunna, se les asignan largas divagacio­
nes por el aire, largos vuelos por el mar, largas excursiones por
la tierra. Mas, como los Reyes de la región Innosenna afirman
que el Rey del Cielo es tan hermoso, tan lleno de dignidad y,
por su forma, tan excelso, por acuerdo de Pontífices y Filóso­
fos, para apartar al pueblo del mal y amedrentar a la plebe con
el temor de Dios, lo imaginaron cuadriforme, es decir, con cua­
tro cabezas copiadas del Lince, con una de las cuales ve todo el
Oriente; con otra, al Occidente; con otra el muy extendido Sep­
tentrión y con otra el Mediodía, esto es, ve con mirada penetran­
te a todas las gentes, y con ojos de lince toda la tierra, como es­
te animal ve los lugares escondidos tras las paredes y tras los
mismos montes. Debajo de la estatua de mármol bellísimo que
está en el templo de Amopenna, hay esta inscripción.
“Yo, Orissa, o el motor, esto es, Dios de Cielo y Tierra, en
el alto Cielo soy de bellísimo aspecto, como conviene al Rey de
Cielo y Tierra de rostro excelso sobre todos los elementos mun­
danos; frente más radiante que toda estrella; pero en la tierra
de los hombres, me asignaron la forma que veis, porque con­
templo abiertamente todos los hechos de los hombres, y pene­
tro con mi mirada todas ias hazañas de los mortales, y oigo los
consejos por todo el orbe, y, aunque ministros innúmeros me in­
formen de la condición de los habitantes de la tierra, sin embar­
go, cuando oigo los crímenes, no me inclino a la horrenda ven­
ganza antes que me convierta en el Dios cuadriforme, copian-
126 ALESSANDRO GERALDINI

do el rostro del Lince, con el cual recorro todas las partes del
mundo cuadripartito, pues por eso me imaginaron así. Oh Pue­
blos míos, que a mí solamente tenéis por Dios, dejad los odios,
dejad la envidia; dejad la codicia, dejad el vano fasto del mun­
do; dejad todo lo nefando, dejad todas fechorías crueles. Dad­
me culto a mí vuestro Dios, que aparto de vuestra tierra todos
los males y os traigo bienes innumerables. Yo Orisisa soy ese
vuestro Dios, que lo siente todo, que todo lo paso de parte a
parte con los ojos, aunque esté cubierto con muchos tapujos;
que con nada me ofendo tanto como con los crímenes detesta­
bles de los hombres y, aunque tarde en irritarme, sin embargo
me apresuro a infligir una muerte cruelísima y unas penas que
causan tremendo estupor”.
DE ALEJANDRO GERALDINI OBISPO

Libro Undécimo

Yo, Santísimo Padre, despidiéndome en otro tiempo do


Naasamón, Prelado de Ja tierra de Barbazina y navegando a la
región equinoccial por consejo del mismo Naasamón, traje con
migo al Sacerdote Rangaano, que había recorrido muchas re
giones después de la Zona Tórrida y que conocía a perfección la
lengua portuguesa. El, que con el deseo de conocer muchas na
ciones por el estilo de la etiópica y hacerse más docto, venia
acompañándome de muy buen grado, me contó que a 465 millas
de la Ciudad Gallonea, de la cual hablé al final del Libro noveno,
está la Ciudad de Dennasea y es la Sede Metropolitana del Pon­
tífice Isario, en cuya alta pared, se encuentra la Imagen de Dios,
sustentándolo todo en sí, frente a la cual alta pared del templo,
está la estatua de mármol del Prelado Titaano, a cuyo lado de­
recho hay una gran lápida de mármol con esta leyenda:

TITAANO PRELADO DE LA TIERRA DENNASEA

Por orden y mandato del Dios que todo lo sustenta en sí, a


quien yo Titaano Pontífice tuve delante de mí, más hermoso
que todo el cielo y una forma digna de no ser conocida por mí;
como él, a mí, postrado por tierra con todo el cuerpo, sin conoci­
miento, sin juicio, sin ánimo, me hubiera tocado suavemente la
cabeza con un cetro más destellante que todas las piedras pre­
ciosas, yo, como despertando, la levanté; pero no pude verlo
con una mirada directa, sino que estupefacto enmudecí, mien­
tras él decía; Oh Santo Titaano, que tienes mi lugar en la go-

127
128 ALESSANI >H0 GERALDINI

bernación del pueblo de la Tierra Dennasea, vete y propon estos


decretos a todos los Sacerdotes santamente elegidos, al Rey del
País, a los Proceres, a Jos Nobles, al pueblo y a la plebe que el
Dios que todo lo sustenta en sí, poderoso en Cielo, Tierra y Mar;
que conserva en su carrera con ley que no ha de cambiar, a to­
dos los elementos; que hace que el Mar no se escurra de la tie­
rra; que sustenta el globo terráqueo encerrado en aire, y al aire
y al fuego con un gran milagro; a todos manda que, al amane­
cer, se levanten del lecho y oren a Dios por el Prelado de la Tie­
rra Dennasea; por el orden sacerdotal, por el Rey, por los hom­
bres y las mujeres, por toda la República Dannasea, por todos
los animales del país, por toda la República Dennasea, por todos
los animales del país, por un aire saludable, por la lluvia, para
que venga en tiempo conveniente, por la fertilidad grande de to­
das las gentes. Pero los Reyes, de madrugada, antes de entregar­
se a ningún negocio, vayan a su oratorio; si han de ir a la gue­
rra, se ocupen durante tres días en las cosas divinas; lo mismo
Jos Proceres y Nobles que desempeñan los cargos públicos de
la Patria, nada hagan antes de postrarse con humildad ante sus
altares; los demás del pueblo no se expongan a ningún negocio
privado antes de visitar la morada de Dios, donde está su ima­
gen. Los mercaderes que han de salir del país, no salgan del todo
de la ciudad sin haber adorado antes su estatua con rostro piado­
samente suplicante; los otros de la plebe no comiencen obra al­
guna sin haberse postrado ante su imagen y haberla adorado de
corazón íntimo. Mientras la Tierra Dennasea haga esto todo es­
tará lleno de felicidad y todo le será fausto; tan pronto deje de
hacer esto, le sobrevendrán todos los males y todo caminará a
la destrucción y el Reino será traspasado a un pueblo extraño”.
Y, como también supe por el mismo Sacerdote, a una dis­
tancia de doce días de camino desde la frontera de la Tierra
Dennasea, hacia el Oriente, está Damniana, la Ciudad máxima
de la tierra de Panniano, por medio de ía cual pasa un río que
nace del Nilo, allí hay valles dilatadísimos, árboles altísimos,
que llevan en sus hojas vellones de seda delicadísima; allí, por
los collados, se ven a cada paso árboles odoríferos, que en cier­
ta parte del año, destilan cierto líquido por los internodios que,
coagulado después, lo queman en los temples de los dioses, dan-
ITINKHAlllO l'OR OAS REGIONES SUUEQU1NOCC1ALES 129

do un olor más suave que el mismo incienso. También tienen


viñas, por cuyos sarmientos, podados al principio de la prima­
vera, manan ciertos líquidos, que proporcionan a todo el mun­
do ciertos ungüentos saludables, que curan las heridas de tal
manera, que no queda ni huella de las cicatrices; enderezan los
miembros torcidos; quitan todo dolor corporal. Así que esta re­
gión, sita lejos de los pueblos y de las regiones remotamente es­
tablecidas de las gentes de las Islas del Océano Etiópico, es muy
visitada por las muchas mercaderías del país. En la Ciudad de
Damniana hay un templo del Dios del Consejo y un oráculo
pronunciado en siglos de los cuales no hay memoria, cuyas pa­
labras son éstas:
“El que maldijere a Dios, muera apedreado; los asesinos de
los Pontífices, de los Reyes, de los hijos de los Reyes, y los trai­
dores a la patria, sin miramiento alguno, sean ultimados con
cualquier género de muerte inaudito; lo mismo los parricidas
y matricidas; los culpables públicos y notorios que fueron causa
de sus muertes, el que impíamente diere muerte a un hombre
preclaro, sea privado de la vida con duro género de tormentos
con una muerte en todo cruel; si matare a uno de clase media o
ínfima, lo sea con simple muerte, pero pagando cierta multa a
los herederos de aquel a quien mató injustamente; ail hombre
eminente, perdonésele por todos los malos homicidios, a no ser
que hubiera maquinado contra el Pontífice o contra el Rey o
hubiera oprimido a los Proceres; el que hirió a otro, sea herido
con igual herida y en igual parte del cuerpo, públicamente por
el verdugo, imponiéndole además una multa según el parecer
de los buenos; los incendiarios de casas privadas y matadores
de los Sacerdotes, sean muertos ante el pueblo reunido; los in­
cendiarios de templos y públicos edificios pean mutilados con
la espada en el foro principal público de la región, en las encru­
cijadas triples y cuádruples, por las articulaciones de las manos
y pies, por los internodios de todos los miembros; los adúlteros
y las adúlteras, bien averiguado el caso, mueren con la digni­
dad debida a unos y otras; los ladrones, cuélguense de los árbo­
les; las causas de los pupilos, de las viudas y de los hombres y
mujeres consagrados a Dios, sean resueltas por los Pontífices o
los Sacerdotes por ellos delegados; los demás litigios y los de-
130 ALESSANDRO GERALDINI

más entuertos sean concluidos por arbitraje de los ancianos y


de los varones muy probos elegidos por el Rey. Guardad mis
preceptos, Pueblos Damnianos, pues yo soy el Dios del Consejo
que miro por vosotros piadosa y santamente. Pues los Reinos
que son gobernados por leyes justas, duran por los siglos de los
siglos, de lo contrario, en breve desaparecen”.
En tal coyuntura, como considerase yo que, si deseaba sa­
ber todas las costumbres y todos los monumentos de Etiopía, no
podrían encontrarse hombres bastantes, que lo contaran todo
por la magnitud de este sector de aquel inmenso país; por la zo­
na completamente desconocida de innúmeros pueblos; determi­
né dejar todo esto, debiendo bastar el haber dicho sucintamen­
te lo que vi y oí; pero, sin embargo, no por eso, voy a pasar por
alto lo que sigue. Más allá de la Zona Tórrida, donde a la luz de
otro polo todo parece nuevo, los elefantes, completamente in­
ofensivos, pacen por extensos campos. Se ven muchas serpien­
tes, muchats víboras, muchos animales desconocidos para nos­
otros. Muchos Reyes dan culto a un solo Dios; muchos adoran
a muchas deidades y, entre ellos, el Rey de los Manicongones
(38) tiene nuestra fe. El abuelo de él recibió el bautismo por
obra del Rey de Portugal, al cual como el hermano menor le
hubiera arrebatado el Reino y se pasase a los antiguos dioses, él
mismo con veinte mil cristianos se apoderó de la fortaleza
principal y poco después, habiendo atacado al hermano menor
con este número, derrotó a veinte mil hombres, mató a muchos
y, entre otros, cogió prisionero a su hermano menor. En lo cual
sucedió un milagro: pues, combatiendo los partidarios de los
dos hermanos, se vieron ejércitos celestes, vestidos de blanco,
descender del cielo y atacar con tal ímpetu que los del herma­
no menor, presos de pánico, se dieron a la fuga y vencidos con
tal milagro, recibieron todos la fe. Luego el hermano mayor
perdonó al menor y a los principales del Reino, que traidora-
mente habían seguido sus banderas, a condición de que fueran

38.— Manicongones o Manicongos, pueblos cuyas regiones co­


rresponden a Gabón y Congo (Brassaville). En la isla de Santo
Domingo tuvimos negros manicongos, y su. nombre se conserva en
los alrededores de la ciudad de Santo Domingo para un pequeño
tubérculo que se come mucho en los días de Navidad. (H. E. P. B.).
rriNKUAUH) ro n i ,A . IIKUIKNKM HimiiigUlNOCClAMOH i ;h

conserjes perpetuos do los templos cristianos y tuvieran a bu


cargo la obligación perpetua de limpiarlos. Por este manifiesto
milagro del Dios eterno e inmenso, es ahora este Reino extensí­
simo: por medio de él corre un río derivado del Nilo, que por
un larguísimo recorrido de Etiopía, dejada casi toda la Zona
'hórrida, se sumerge con grande estrépito en el Océano que esté
en el círculo estártico. Muchos pueblos recta y santamente se
gobiernan democráticamente, rechazada toda tiranía y toda ma­
nera fastuosa de los Nobles. Muchos, aristocrácticamente, y
tienen un Imperio extendido por todas las regiones gracias a la
munificencia, a la generosidad y a una guerra dura; dejan vi­
vir en la libertad a sus plebes, pero privadas de todo derecho do
gobernar la República. Muchos prefieren la monarquía y, abolí
do todo privilegio, quieren permanecer bajo la voluntad de lie
yea y Príncipes, no estimando nada tanto, como el gozar do
gran autoridad ante los Reyes. Muchos tienen una mezcla do
Aristocracia y Democracia, y Nobles y Pueblo viven con tal ley,
consejo y moderación que su República se halla por todas par­
tes apoyada sobre una magnífica solidez. No obstante los edic
tos públicas de los Pontífices, los decretos públicamente confir­
mados y los oráculos manifiestos de los dioses, desempeñan el
papel principal en la óptima administración del País. Algunos
pueblos tienen leyes y derechos escritos en caracteres que
guardan escrupulosamente. Muchas ciudades y muchas villas,
sin intervención ninguna de la autoridad real, con sólo el conse­
jo de los Sabios, administran santa y rectamente la cosa públi­
ca; otros la gobiernan óptimamente por consejo de los Pontífices
y Sacerdotes, a quienes tienen en gran veneración. En el eje ex­
tremo del Océano que termina junto al Antártico, se ven desde
las naves de los navegantes en los más altos montes de la re­
gión, serpientes tan largas y grandes que parecen ocupar las
cumbres con su vastísimo cuerpo y, teniendo su desmesurada
boca abierta a lo largo del horizonte --lo que es admirable—
se sustentan de aire y, al final, después de siglos, muy hastia­
das de tan larga vida, siéndoles pesado tolerar dura vejez, mo­
viendo perezosamente el enorme volumen de su cuerpo, con in­
creíbles destrozos en árboles y animales, se arrastran hacia las
llanuras y luego se precipitan lejos en el mismo Océano. Las
132 ALESSANDRO GERALDINI

gentes para evitar una muerte violenta, viven en cuevas subte­


rráneas lejos del paso de ellas. Pero no estará fuera de propósi­
to decir algo característico de las gentes de Etiopía. Todos los
etíopes, a causa de la excesiva sequedad de su cerebro, proce­
dente del sol que los golpea de plano con su disco, dehidratadas
sus cabezas de su humor original, tienen muy cortos las cabe­
llos; los dientes blancos y durísimos; son de mirada penetrante
y reaccionan con ingenio agudo y ligero por la excesiva seque­
dad; así como los Escitas que, viviendo en el polo opuesto, por
el exceso frío y humedad de su tierra son embotados de juicio,
débiles de dentadura y faltos de agudeza visual; mas los Etío­
pes que viven en Egipto y los Indios que viven en Asia, gracias
al Nilo y al Indo, a los muchos lagos, a los innumerables ríos, a
la mucha nieve que ante los calores caniculares, baja derretida
de los altos montes, de tal manera están influidos por la humedad
de la tierra que tienen la cabellera de cabellos negros y alargados
que les caen por el cuello; labios delgados y todas las líneas del
cuerpo al estilo de los Europeos y Asiáticos y en toda la tierra,
ya de antiguo, dieron pruebas de un ingenio admirable. Pues
los Etíopes que viven en Catabathmón, muchas veces domina­
ron en Egipto y dieron grandes ejemplos en toda el Asia de có­
mo administrar bien la República. Los Indios ofrecieron salubé­
rrimas leyes, preclaras Instituciones nativas y documentos ilus­
tres y, como los Egipcios produjeron Matemáticos; los Persas,
Magos; los Griegos, Filósofos; los Italianos, Embajadores; los Ga­
los, Druidas (o Sacerdotes-filósofos); así los Indios Gimnosofis-
tas, debido a cuya fama, el divino Platón, dejada Atenas, maes¡-
tra de la Sabiduría, se fue a verlos al último extremo, sin mie­
do alguno a viajar ni a ser hecho cautivo. Pero aquellas gentes
negras que están en el último extremo de aquella Isla (que es
mayor que Europa y Asia, como afirma Platón en Critias) se
extienden por el espacio lejanísimo de nuestro Artico, hasta el
Antártico y se alargan por la extensísima línea desde Oriente
hasta Occidente y las cinco mil Islas de pueblos negros que hay
por el contorno de las once mil que se anotan en la Cosmogra­
fía del insigne Aristóteles. En todas estas partes viven gentes
que no están en su completo juicio; que no obran con ninguna
nobleza de alma; que no creen que existe Dios alguno en eJ
ITINKH Al(l< > l'Ult l v m <. I( INMS SUlUiQUlNOCCI AI .KN

Ciolo; que no tienen noción del abecedario; ni ejercen entre sí


comercio alguno; no tienen ni leyes ni derecho ni tradiciones
de sus antepasados; rompen el matrimonio por el menor des­
acuerdo, por la más pequeña contienda; por fin, no guardan nin­
guna forma social: lo cual creo sucede porque sólo tienen por
vecinos a pueblos del Equinoccio que, debido a la fecundidad
do la tierra, obran con la misma inercia y falta de ingenio que
dijo un poco más arriba. Lo mismo serían los Etíopes que están
en Africa, si no fuera, porque el múltiple comercio con los Nú-
midas y los Moros y las invasiones de los moradores del desier­
to los hacen más despabilados; si no fuera, porque mercadean
con los Etíopes que están más abajo de Egipto; si no fuera, poi
que los Arabes, Persas e Indios andan por Etiopía en busca de
las grandes ganancias que devengan, y los Egipcios no la pe
netraran, con igual codicia, con incienso, mirra, cinamomo, en
ñafístula, perlas, aromas, sedas, bálsamo, muchos vestidos <!«■
blanquísima seda y no la recorrieran continuamente con vario
dad de piedras preciosas de todo el Oriente y no les enseñaran
derecho, legislación, Religión, Astrología, Filosofía y temor «lo
Dios. Pero ya es tiempo de dejar a los pueblos negros y a litio
pía, de los cuales anoté diligentísimamente lo que durante mu­
chos meses vi y oí a los más calificados, Y aunque juzgue quo
a los Reyes y Prelados que no son de Cristo, haya que ponerlos
entre los ignorantes, y que el hombre cristiano ha de tener por
juez a sola la Fe; si aquellos viven íntegramente en la ley na­
tural, pienso debe dárseles fe en lo que se refiere al conocimien­
to de las Ciudades, de los reinos apartados de los nuestros, de
la Cosmografía y de la Astrología, si en ello son peritos, aun­
que no tengan la Ley Cristiana.
DE ALEJANDRO GERALDINI OBISPO

Libro Duodécimo

Ahora ya es tiempo de volver a mi navegación que poco un­


tes abandonara en Rivo, río de Etiopía, para describir el interior
de Etiopía que no había visto: muchos pueblos de la Zona Tú
rrida y muchos otros reinos más allá de ella. En ocasión en <|1'•
al serme gravoso dejar abandonada por largo tiempo la seilr <l<
Santo Domingo, odiara visitar el Reino de Gamba (39) por la
crueldad de sus gentes y rehusara por completo recorrer el p.-
ligroiso litoral de Guinea (40) donde las gentes viven sin m,gn
ridad alguna, ya que allí los hermanos y consanguíneos, con un
género detestable de insidias, venden a mercaderes extranjero :
de remotísimas naciones a sus propios hermanos y consangui
neos; decidí, porque, satisfecha mi curiosidad por el largo reeo
rrida de Etiopía, el día 13 de Enero dar orden de virar las velun
hacia mi templo, desde el río Rivo que está a sesenta millas de
Cabo Verde. Pero, para no vernos en trabajos durante mucho
tiempo, por las prolongadas calmas del Océano Etiópico, navega
mos hacia el Norte hasta el día octavo, con el fin de enfilar des­
pués con más facilidad nuestro camino hacia el Equinoccio, y
entonces, por primera vez, los cetáceos de tremendo cuerpo y
peces de aspecto deforme, con horrible cabezota y casi tan largos

39. — El río Gambia tiene un estuario de 20 kilómetros de


ancho, con un curso de 1,100 kilómetros. En su desembocadura
está Bathurst, capital de Gambia. (H. E. P. B.).
40. —Guinea, de donde procede gran parte de los negros qui­
se trajeron a la isla de Santo Domingo. Hoy es la República do
Guinea. (H. E. P. B.).

135
136 ALESSANDRO GERALDIN1

como un tiro de piedra, aparecieron por el dilatado mar y la su­


perficie marina conmenzó a parecer muy otra, pues, cuando las
aguas no eran muy profundas y las arenas brillaban totalmente
rojas, el mar parecía estar lleno de abundante sangre, y esto su­
cedía, cuando el sol las hería con todos sus rayos. Después, don­
de los callados se cubrían de mármoles blanquísimos, del mismo
modo era blanquísimo; y donde los montes, verdes, todo en una
ingente planicie del espacio se cubría de color verde; y donde
negros, negro se extendía todo el mar a muchas millas de dis­
tancia; pero en estas circunstancias, como la duda fatigara mu­
cho nuestro ánimo, subieron del fondo de la nave navegantes
etíopes, poco antes hechos cautivos, que levantaron nuestro áni­
mo. Etiopía por mar y tierra está llena de mármoles variados
que tienen un color tan vivido, que reverberando el sol con to­
do su disco sobre la región, nada puede concebirse más vivido.
Muchas Islas, habitadas por negros, aparecieron por todas par­
tes en este mar, cuyos hombres, si no fuera que hablaban como
humanos, parecieran totalmente como bestias: no tenían trato
alguno con naciones extranjeras; embarcaciones, sólo las de
pescar, con las cuales no podían navegar muy lejos. Después,
estando a cinco días de navegación distantes del continente de
Etiopia, aparecieron en todo el Océano monstruos inauditos con
nueva y antes desconocida forma, de tremendo aspecto que,
rodeando la nave, sobresaliendo con el dorso por encima de la
popa bastante alta, manteniéndonos en continuo balanceo por
todas partee, moviendo la nave por debajo con golpes como de
bombarda, lanzaban por el inmenso espacio de los mares horro­
rosas voces, feroces mugidos y sonidos sencillamente horrendos.
Este mar está plagado de estos monstruos que tiene la hechura
clarísima de algo portentoso. Finalmente el día trigésimo sép­
timo después de salir del río Rivo, con viento favorable llega­
mos a las detestables islas de los Antropófago©, que en su len­
gua se llaman Caribes, esto es, hombres fuertes. Las cuales Asi­
las están habitadas por una innumerable muchedumbre de
hombres salvajísimos. Estos salidos de aquella isla (41) que,

41.— Isla de los Caribes. Parece que Geraldini llama isla a


Sud América, desde donde salieron originalmente las tribus cari­
bes. (H. E. P. B.).
I T I N K U A U I O l ' O H 1 A S I t E G l O N K H .".1IIII11 J l M N ( ) ( ' ( ’IAI.I'IM 1:17

según Platón afirma, en Crisias, es mayor que Europa y Asia, y


que está a 800 millas de la Ciudad de Santo Domingo, como se
alimentasen de carne humana y habitasen en sus propios luga­
res montañosos, allí traian consigo la caza humana y vivían en
continua guerra con gentes forzudas que se abstenían de tai ali­
mento y hacían vida piadosa y buena conforme a la ley natural.
Como vieran completamente indefensa a aquellas islas vecinas,
comenzaron a hacer incursiones en ellas, valiéndose de numero­
sas barcazas, y a ocuparlas por la guerra una después de otra,
habiendo antes devorado en sus infandos banquetes a los varo
nes. Así llegaron a ocupar más de cien islas de estas gentes que,
con rectitud e integridad, vivían por doquiera con admirable
justeza. Se enbullen con feroz voracidad a todos los varones; no
creen en la existencia de ningún dios; son enemigos de la na­
turaleza, siempre andan con su alto cuerpo desnudo, de miem­
bros hercúleos, de rostro truculento. Utilizan flechas envenena­
das, cuyas puntas, de espinas de pescados, son más duras que el
hierro y para que su larga y negra pelambrera sobre los hom­
bros no les impida sus movimientos, retorcida y anudada sobre
la cabeza, con un manojo de flechas en la mano izquierda, dan­
do grandes saltos de acá para allá y siempre hacia arriba para
soslayar los tiros de los arcabuces y dardos de los nuestros, sa­
len a luchar a cuerpo desnudo y pintado de varios colores. Una
vez disparadas sus flechas, con admirable rapidez, se retiran a
los bosques vecinos que isobreabundan por todas partes y de
improviso, con nuevas flechas envenenadas, con increíble de­
nuedo, vuelven al ataque del enemigo. Con tal género de vida,
en continuo miedo, con ánimo indeciso se hallaban por doquiera
las islas vecinas y, en los pueblos lejanos, cuyos naturales so
escondían en las cuevas de los lugares más elevados de la re­
gión, vigías destacados en los promontorios más avanzados del
mar, les anunciaban las llegadas repentinas de ellos. Por fin, es­
tos crueles Caribes, los cuerpos que conseguían en la guerra, si
eran pingües, los ponían al fuego, colgados de grandes árboles
con varas de madera o los cocían en tinajones hechos de arci­
lla, después de cortarles la cabeza y de arrojarla lejos; si eran
magras, los engordaban con diversos alimentos, como hacemos
nosotros con las aves de corral que destinamos para las grande»
138 ALESSANDRO GERALDIN1

fiestas. Digamos unas palabras de los niños. Esos malvados


hombres, sin más, castran a los niños y después en tiempos fes­
tivos de sus tierras, se reúnen todos y esa turba miserable de ni­
ños, miserable rebaño de cebones, los obligan a sentarse en me­
dio del corro formado por el pueblo. A continuación uno de los
Caribes, nombre de significado noble entre esta gente, ya que
como dije, significa hombre fuerte en la guerra, da vueltas y
más vueltas en torno a esta desgraciada caterva, gesticulando
de mil maneras con sus brazos, moviendo con bruscos gestos su
rostro, retorciendo su cuerpo convulsivamente, con un aspecto
enteramente cruel y salvaje, girando y regirando en torno de
ella con fatídicas miradas, cortada la cabeza ora de uno, ora de
otro o de aquellos que vinieron en gana o se hubiere estableci­
do de común acuerdo, con el golpe de un hacha de madera que
de tai modo corta con su filo como si fueran de acero durísimo;
luego de resonar un aplauso interminable de hombres tan abo­
minables, pasan su día de fiesta más lleno de placer con la car­
ne de los niños que con la de los hombres gordos. A las mujeres
cautivas las respetan y destinan a concubinas o al goce de sus
hijos. Los demonios hablan a veces; pero ni a los demonios ni a
Dios les dirigen preces algunas. Gozan con la rapacidad, con la
guerra continua a sus enemigos, que lo son todos aquellos que no
comen carne humana. Ellos empero, viven en admirable concor­
dia Eligen sus magistrados que remueven al instante todo litigio
en su tierra. Cuando ellos son hechos cautivos, prestan siempre
fidelísimamente sus servicios; pero ruego a todos los hombres
píos y a toda la pía humanidad suplico, que no acepten en ma­
nera alguna estos servicios y eviten todo trato con estos hom­
bres cebados con carne humana. Pues, siendo así que los mons­
truos fieros respetan a los de su especie qué bien podrá hacer en
ese género de hombres que no respeta a los de la suya? Y por fin,
volviendo a nuestro viaje, descubrimos la isla Berequeya que
ahora se llama la Graciosa, (42) nombre que le dió el genovés
Colón y noble nombre de mi madre, que fue distinguida por su
alcurnia, por su santidad, por sus antiguas costumbres, por su

42.— Berequeya o Graciosa en las Antillas Menores. Cer­


ca de Lanzarote en las Canarias hay una islita llamada Graciosa.
(H. E. P. B.).
ITINKKAIIIt) l'< ir I a:; lt K<¡IONES .MUHKCjUINOCVlAI l IS I ifl

mucha erudición y por su probada piedad para con Dios. (loza-


so me sentí yo de que Colón hubiera conservado su antigua
amistad conmigo del tiempo en que le ayudé a emprendía- tnl
expedición por el Océano; pues, como yo le encomendara a mi
madre encarecidamente, sin yo pedírselo, él me respondió había
de dar en algún lugar el ilustre nombre de mi madre a alguna
isla distinguida; y entonces yo lleno de una gran alegría bajó a
tierra en el primer puerto, desde allí penetré en la isla repleta
de grandes árboles, insignes por sus ubérrimas praderas, por
sus frescas fuentes y renombrada por sus muchos ríos. Esta isla
estaba antes habitada por piadosas y buenas gentes. Después l;>
ocuparon los Antropófagos y la retuvieron por largo tiempo,
después de haber devorado en canibalescos banquetes a linio
sus ciudadanos; por fin la abandonaron por temor a los Ivipi....
les. Allí me regocijé yo por dos días con el nombre de mí mu
dre. Durante este tiempo no se apartaron de mi me.... i in Ion
caros pechos de mi madre, mis antiguos recuerdos de ella, la
inmensamente amables caricias, su rostro alegre para mí no Id
jo. En talos circunstancias, aquellas recordadas costumbres,
aquellas dotes preclaras de ánimo, aquella gran piedad, «que
lia probada santidad de vida feliz y la digna recordación de
aquellas prendas morales de los tiempos pasados que en ella
había, de tal manera invadieron mi mente que, admirándolas en
grado máximo, la movieron a continuas lágrimas y la hicieron
pensar que, si ella hubiera podido verme hecho un gran Pastor
en los últimos confines de la tierra, hubiera conseguido cierta
mente su mayor dicha. Ahora pongo fin a este duodécimo libro
hablando de mi madre de tal manera que su recuerdo sobrevi­
va especialmente ya que, prescindiendo de otras cosas de mi
viaje, a ella sola lloraré y para eso he puesto este poema graba­
do en mármol a la misma entrada de la isla, no lejos del puerto.

Tiene la Isla, de mi amada madre


(que para el hijo, con razón, preclara
Ella en el Lacio sepultura tiene
siempre será) el ilustre nombre,
digna, de mármol y en su propia Patria
donde sus restos yacen sepultados.
140 ALESSANDRO GERALDINI

Pero perenne guardará el Antípoda


grato su fama, por doquiera insigne.
Siempre gozando de nobleza y gloria
émula en todo —en virtud e ingenio—
pudo el antiguo rango superar.
Niña en los años, cultivó del alma
cuanto las artes celebraron digno,
y esto su hijo esculpir ahora
pudo en marmórea y extranjera piedra.
Tantas bondades de su dulce madre,
quiere, al cantarlas por el mar inquieto,
cubra mil templos el piadoso cielo
de estos lugares. ALEJANDRO, OBISPO.
DE ALEJANDRO GERALDINI OBISPO

Libro Decimotercero

Ahora (Santísimo Padre) he de volver a mi viaje. Tres días


después de partir de la Isla que lleva el nombre de mi madre,
llegué tempestivamente a Caruqueria, a la cual Colón antes ha­
bía llamado Guadalupe, (43) del Monasterio de Guadalupe, en
la España Ulterior, conocidísimo en toda Iberia, donde dada la
señal de paz por los Caribes, bajaron nuestros marinos a apro­
visionarse. En tal coyuntura, como muchos cabecillas de esta
ralea de gente cruelísima vinieron a la nave a verme, me ne­
gué a recibir a hombres tan criminales e infames y por medio
de mi Ribera, les exhorté a que dejaran tal género de vida.
Porque, respetando el león al león; el oso al oso, y no devorando
el tigre al tigre y viviendo en gran concordia la serpiente con
la serpiente y cada animal con los de su especie, aun careciendo
totalmente de juicio; era cosa abominable que los Caribes, sien­
do hombres cometieran crímenes de los que aún los brutos se
abstienen. Y siendo así que toda persona de buen corazón re­
huye matar a los animaos inofensivos, es algo nefando que
con nada sagrado podrá expiarse ni con influencia ninguna
humana justificarse, que los Caribes no puedan retraerse de
matar a seres humanas, con el fin de alargar, con repetidas co­
milonas de carne de niños u hombres cebados, el día de la fies-

43.— Colón descubrió la isla Guadalupe el lunes 4 de Noviem­


bre de 1493, y fue la tercera isla descubierta en este segundo via­
je. El nombre indígena: Caruqueria, (Geraldini); Turuqueíra,
Quiraquira, Karuiquena. El Dr. Coll y Tosté dice que debe ser Si-
buqueira. (H. E. P. B.).

141
42 ALESSANDRO GERALDINI

ta racial u otro día de jolgorio. Lo cual oído, aquellos hombres


corrieron a mí con ímpetu incontenible y apartados mis familia­
res de la entrada de mi camarote, donde yo me encontraba en­
tre libros, cayeron a mis pies y me narraron en larga retahila
las antiguas costumbres heredadas de sus mayores, que se dis­
tinguieron en estas tierras por su valentía y por los ritos guar­
dados por su descendencia y se jactaron sobradamente de ser
los más nobles de todos los pueblos de estas tierras y dijeron
que ios pueblos comarcanos, comparados con ellos, no debían
ser tenidos por hombres, y afirmaron que mis consejos serían
óptimos, si aquellos, con cuyos cuerpos se alimentaban, fueran
vigorosos; pues yo debía saber con claridad que la principal vir­
tud del hombre radicaba en la prestancia robusta del cuerpo, de
la que aquellos carecían, y que la piedad ha de ser hondamen­
te despreciada, si no se apoyaba en grandes fuerzas. Entonces
yo interrumpí a aquella cruel chusma y condené la altanería
de aquellos nefarios que se jactaban de ser la gente más distin­
guida siendo como eran los más indignos de los hombres que ni
vivían con ninguna ley humana ni obraban con rectitud alguna
de sentimientos ni se preocupaban de ninguna patria celestial
ni reconocían a ningún Dios en el cielo. Ellos, replicando insis­
tentemente y yo no consiguiendo nada de ellos, se reían y, man­
dándoles marchar, me pidieron vino; y yo, al fin, para apartar
de mí tales monstruos, mandé, según cristiana costumbre, que
les dieran vino y una suculenta comida; pero no les permití que
de nuevo vinieran a mí, como ellos deseaban. Después, declinan­
do la tarde, levamos anclas de aquel lugar y al amanecer vimos
en rededor nuestro islas esparcidas por todas partes y lejos de
esta poderosa gente. Entonces yo comencé a clamar con hondo
gemido: Oh Pueblos, mirad qué tiempos los nuestras, sin nor­
ma por doquiera! oh género humano, ved qué crímenes tan
salvajes por todas partes! oh piadosos humanos, contemplad tan
bárbaras fechorías, nunca oídas ni en Europa ni en Asia ni en
Africa! oh costumbres totalmente atroces! oh ritos abominables!
oh crueldad digna de execración en toda la tierra, que hom­
bres se comen a hombres! oh pueblos que aún guardáis algún
conocimiento de vuestro origen celestial, que os conmovéis
con el recuerdo de vuestro original principio, ved todo lleno de
iTINI'ütAIllO l'OIt GAS ItEGIONKll .mJlhlQUtNOCC’IALKH

calamidades, todo cubierto de crímenes que gentes, que obran


con razón humana en todas partes, se coman a otras gentes que
tuvieron origen común! oh tiempos que corremos; en verdad
miserables! oh tiempos con razón dignos de lágrimas, en los
cuales los mismísimos mortales que obran con entero sentido
y con íntegro juicio, hincan sus dientes en las entrañas de otro,
que vive con el rostro levantado al cielo, y su talle erguido ha­
cia arriba! oh vilísima raza que se alimenta con la carne do
aquellos hombres que con igual rostro, igual boca, iguales ojos,
totalmente igual figura se manifiestan! oh dichosos los brutos
animales de la tierra que siempre respetan a los de su especie,
que son piadosos con ellos, que de ninguna manera se alimentan
con carne que claramente procede de una misma estirpe, cosa
que en nuestro tiempo hacen gentes humanas con crimen y
crueldad inauditos! oh monstruos de mar y tierra dignos do un
recomendados, que en el mar os aparecéis con terrible figura
y en los bosques con aspecto horrible, y sin embargo, con Ion
animales nacidos de la misma especie vivís con bien probada
amistad! oh fiereza de nuestro siglo digna de gemidos, en el
cual pueblos humanos, mortales semejantes al Dios de los cil­
ios, sin perdonar al hombre, se alimentan con cuerpos semejan­
tes a los suyos y con ellos vegetan! Ahora creo yo que las cruel
dades de Antifates tuvieron lugar en Formio, que fueron verda­
deros los sacrificios de Diana en Táuride, que existieron los fia
crificios humanos entre los Druidas y que los Cíclopes se re­
unían en el monte Etna de Sicilia para sus banquetes a base de
carne humana. Ahora creo en la mesa de Tiestes, ahora, en las
truculentas hazañas de Tereo y el hijo Itis comido por boca de
su propio padre. Ahora conozco que no fueron ficciones las trá­
gicas crueldades de los tiempos viejos! oh mortales que vivís
en el mundo, si sois humano, conservad en vuestra memoria el
honroso nombre de vuestro origen! oh mortales recordad la ex­
celsa gloria de vuestro celestial origen! oh mortales, huid tal
maldad, evitad tal crimen; apartad tal crueldad, librad de ta­
les fechorías a vuestros descendientes. Pero volvamos a nues­
tro propósito del cual me desviaron un tanto los impíos he­
chos de los Caribes. Algunas de aquellas islas, por razón de su
numerosa muchedumbre, fueron llamadas por el ligur Colón las
144 ALESSANDRO GERALDINI

once mil Vírgenes (44) y por haber sido descubiertas el día de


la fiesta de aquellas Vírgenes que en Colonia Agripina (45), Ciu­
dad de Alemania inferior, con Santa Ursula a la cabeza, fueron
martirizadas por la fe en Cristo; las cuales por estar repletas de
esta salvaje gente causan no pequeño horror a los navegantes.
Después vienen otras diez que, secuestrado todo indígena, per­
manecieron desiertas bajo el dominio de esos salvajes y que se
llaman en el idioma de los Antropófagos Tairiane, (46) esto es,
óseas, que por todas partes manifiestan el miserable recuerdo
de aquellos hombres que las habitaban y que después recibieron
triste sepultura en cuerpos humanos. De las cuales la primera
Barbados, así dicha por (s u forma de casquete; la segunda An­
guila por el parecido alargado con la anguila; la tercera de San
Marcos; la cuarta de San Sabas; la quinta de San Bartolomé; la
sexta de Santa María de la Rotonda; la séptima de Santa María
de las Nieves; la octava de Monserrat; la novena de Santa María
la Antigua; la décima de Todos los Santos o por haber sido des­
cubiertas en su solemne Fiesta o porque así pareció al Almiran­
te Colón. Además cierta isla unida a la Guadalupe, llena de es­
tos crueles ciudadanos; y no lejos de allí Iguanaqueya, (47) lue­
go otra unida a Santa Lucía, llamada por los bárbaros Iguanaro-
nia; (48), otra unida a Granada, antes Tauria, otra de San Vi­
cente, antes Irumania. Todas las cuales están en posesión de esta
detestable raza de hombres. Por fin, a tres días de Guadalupe,
descubrimos la Isla de San Juan Bautista (49) a la cual sus anti­
guos moradores llamaban Borinquen que es mayor que la Isla
de Córcega en el mar etrusco, en la que hay templos cristianos

44— Las islas de las Once Mil Vírgenes fueron avistadas por
el Almirante el 15 de Noviembre de 1493. (H. E. P. B.).
45. — El nombre romano de la ciudad de Colonia, en Alema­
nia, es “Colonia Agripina”. (H. E. P. B.).
46. — Las islas Tairiane, nombradas por Geraldini, forman
parte de Trinidad-Tobago y otras dependencias inglesas de las
Antillas. (H. E. P. B.).
47. — Isla Iguanaqueya, cerca de Guadalupe, hoy... (H. E. P. B.).
48. — Isla Iguanaroma, cerca de Santa Lucia. (H. E. P. B.).
49. — Isla de San Juan Bautista, Puerto Rico. (H. E. P. B.).
TINKIIAIIIO l’Olt I.AS ItEGlONKS SUBEQUINOCC1ALES 145

y donde Alonso Manso íue constituido Obispo en tiempo de Ju­


lio II Pontífice Máximo. Por esta época pasamos tempestades
desconocidas en estos mares tan grandes que no nos fué posible
tocar tierra en esta Isla. Pues, como navegáramos con sereno
cielo por todas partes, de repente apareciendo una nubecilla a la
que siguieron un chaparrón y un viento de improviso, no había
otro remedio para no perecer por completo que arriar rápida­
mente las velas. Así que, después de bregar tres días con esta
tormenta, enfilamos la proa hacia la Isla Hispaniola. Estando to­
do el cielo brillante e iluminándolo todo el sol, como llenos de
seguridad tendiéramos las velas, apareciéndose una y diez veces
en el día una nubecila que se crecía día a día y levantándose
una ingente tempestad, nos vimos en un tremendo peligro, has­
ta que al cuarto día entramos en el puerto de la nobilísima Ciu­
dad de Santo Domingo. Aquí fui recibido con la mayor solemni­
dad por el pueblo, la nobleza, y la magistratura por ser el pri­
mer Obispo llegado a esta Ciudad, de la cual quedé admirado
por haber sido fundada en el breve espacio de 25 años (50). Los
mismos edificios son altos y hermosos como los de Italia; el
mismo puerto capaz para todas las naves de Europa; las mismas
calles largas y rectas de manera que ni las de Florencia pueden
en algún modo compararse a ellas; cierta grandeza de los siglos
pasados vi resurgir en nuestros tiempos. Por lo cual me atrevo
a afirmar que, si mi pueblo abandonase las facciones que en
mala hora comenzó, esta Ciudad, dejada su menor edad, llegará
a tener un gran predominio en toda la región equinoccial. Qué
diré de estos innumerables caballeros, distinguidos por sus ves­
tes purpúreas de seda entretejidas de oro? qué de sus Magistra­
dos que, dejada su patria en Europa, hicieron esta Ciudad in­
signe por sus mejores leyes, sus mejores costumbres y veneran­
das instituciones? qué de los Capitanes de navio? Qué de los
soldados? Los cuales descubren cada día nuevas gentes, nuevos
pueblos, nuevas naciones, nuevos reinos y otras estrellas bajo
otros cielos. Ciertamente cosa digna de admiración. Después, co-

50.— Es interesante que Geraldini hable del espacio de 25


años, refiriéndose a la fundación de la ciudad de Santo Domingo,
como él llegó en 1520, se puede deducir que la ciudad se fundó en
1495. Si se refiere a cuando acabó de escribir el Itinerario, 1522,
entonces la fundación es de 1497. (H. E. P. B.).
146 ALESSANDRO GERALDINI

mo visitara el templo episcopal, construido con maderos, cieno


y barro, me dolió que mi pueblo hubiera puesto tanto empeño en
sus casas privadas que les iban a prestar un breve domicilio, y
no hubiera tenido ninguna consideración en edificar el templo,
en el cual van a tener acogida eterna. Así pues, revolviendo en
mi ánimo que ésta ha de ser obra de los Obispos, del pueblo y
de la Magistratura, reunidos en la mansión episcopal, y, después
de orar tres veces allí públicamente, de tal modo conmoví a to­
dos que, habiendo dejado la parentela y la patria en otro hemis­
ferio, aunque se les hace gravoso desprenderse de sus dineros,
tanto más que muchas veces les están atrayendo los viejos se­
pulcros de sus antepasados, las prendas inapreciables de amis­
tad de sus amigos, el amor natural de la patria junto con no ha­
ber determinado todavía si habrán de establecerse aquí para
siempre; sin embargo piensan prestar ayuda a tan piadosa obra.
Mas (Santísimo Padre) para levantar un templo digno en tan
remotas partes adonde nunca antes había pasado noticia alguna
de nuestro Dios, que a Vuestra Santidad ha ofrecido un imperio
como Europa, Asia y Africa es necesario acudir a Vuestra ayu­
da, si ha de hacerse; pues teniendo en cuenta aquella isla más
grande que Europa y Asia y medidas las once mil islas nombra­
das por Aristóteles en aquella célebre Cosmografía que él edi­
tó; no hay más regiones en el hemisferio superior que en el in­
ferior. No creo ajeno en este momento decir cuatro palabras so­
bre aquel varón ilustre, que descubrió la Isla Hispaniola y tan
dilatada zona del mundo, ni referir el modo cómo lo descubrió.
DE ALEJANDRO GERALDINI OBISPO

Libro Décimocuarto

Porque todos cuantos han escrito algo, hicieron mención


antes que nada del nombre, linaje y patria de aquellos que lega
i'on a la posteridad algo digno de memoria o algún hecho insig­
ne, yo (Santísimo Padre) haré lo mismo. De esta manera lo ex­
planaré todo mejor y todo lo dejaré más claro para los siglos
venideros. Cristóbal Colón (Santísimo Padre) italiano de origen,
fué de Génova, ciudad de Liguria, se distinguió en Cosmogra­
fía y Matemáticas y por el conocimiento de la dimensión del
Cielo y Tierra; pero, sobre todo, por su magnanimidad. Este,
medidos los meridianos del cielo y de la tierra, como hallase
que en una larga navegación por el Océano, habían de ser des­
cubiertas las tierras del equinoccio o los Antípodas y leído el
Critias de Platón, no creyese, en manera alguna, que la mayor
parte del mundo, que según él no sería menor que Europa y
Asia, estuviese anegada, primero se fué a Francia y luego a In­
glaterra y como, propuesta su creencia de hallar otro mundo,
fuera rechazada por los dos reyes como incierta, se fue a Juan
II de Portugal, quien también pensó lo mismo; acudió, por fin,
en la España Ulterior, al Rey Fernando y a la Reina Isabel que
estaban haciendo la guerra a los árabes en la parte extrema de
Andalucía donde fué entusiásticamente ayudado por mi herma­
no Antonio Geraldini, .Legado Pontificio y hombre preclarísimo
que poco antes había regresado ante Inocencio Octavo Pon. Max.
de una Legación pública. Pero sobreviniendo la muerte de mi
hermano, destituido de todo apoyo humano, acosándole la des­
confianza de sus familiares y la pobreza, se vió en tanta penuria

147
148 ALESSANDRO GERALDINI

que tuvo que acogerse a un monasterio de San Francisco que se


halla en la región de Andalucía y término de Marchena, humil­
demente suplicando le suministraran los alimentos necesarios
para vivir. Allí Fray Juan de Marchena, varón bien probado por
su vida, religión y santidad, viendo en Colón a un hombre en to­
do culto, movido de misericordia, se fué al Rey Fernando y a la
Reina Isabel quienes a su vez movidos por la autoridad de tan
preclaro varón, enviaron por Colón. Llegado que hubo en pocos
días y reunidos en Consejo los Grandes de la Corte, se dividie­
ron los pareceres hasta el punto de que algunos Obispos españo­
les lo tuvieron por hereje, porque, al decir de Nicolás de Lira,
toda la contextura de la Tierra humana extendida sobre el mar
desde las Islas Afortunadas hasta el Oriente no tiene lados algu­
nos que se doblen por la parte inferior de la esfera y San Au­
relio Agustín afirma que no existen los Antípodas. Entonces yo,
joven por fortuna que estaba detrás, me fui a Diego de Mendo­
za, Cardenal de la Santa Iglesia Romana, varón ilustre por su li­
naje, integridad, prudencia, conocimiento de las cosas y por to­
das las prendas morales de una preclara naturaleza, diciéndole
que Nicolás Lirano había sido un egregio expositor de Teología
y Amelio Agustín un varón excelso por su doctrina y santidad;
pero que, sin embargo, habían desconocido la Cosmografía ya
que los portugueses se habían dirigido a las partes inferiores del
otro hemisferio de manera que dejado nuestro ártico habían
descubierto, bajo otro polo, otro antártico; habían encontrado
toda la Zona Tórrida llena de pueblos; habían contemplado
nuevas estrellas en el eje de los Antípodas. En esto Luis de San-
tángel, banquero valenciano preguntó a Colón qué suma de di­
nero y cuántas naves eran necesarias para tan larga navegación.
El cual como le contestara que 3.000 doblones de oro y dos na­
ves, y él al punto le replicara que tomaba por su cuenta tal ex­
pedición y la financiaba, la Reina Isabel, con aquella grandeza
de alma que le era connatural, asignó a Colón liberalísimamente
las naves, la tripulación y el dinero necesario para descubrir un
nuevo mundo a la humanidad. Entonces Colón, pensando seria­
mente que si navegara por occidente con vientos directos, donde
muchas veces se originan grandes tempestades, perecería sin
dejar huellas en un mar del todo desconocido y que, si hiciera
m i J l K A H M ) l 'O l t L A N R E G I O N E S S U B E Q U I N O C C I A L E S 149

volas al septentrión, y se levantaran turbonadas de viento en un


cielo a nadie antes conocido, correría mayores peligros, rechaza-
con prudencia ambas navegaciones, enfiló hacia las Islas
Afortunadas, hacia una inesperada parte del mundo y luego ha­
da el Equinoccio, donde siempre está el mar tranquilo y de es­
ta manera en larga navegación llegó primero a las Islas de los
Antropófagos, después a la Isla Borinquen a la que llamó San
Juan Bautista (*) de allí a Haití, a Jamaica, a Cuba a parte de
aquel máximo Continente que llaman América y por fin, reco­
rrido de arriba abajo todo el Océano, como viera que la Isla de
Haití abundaba en oro, en pueblos, mucha fecundidad y muchos
bienes propios de la Tierra, le dió el nombre de Hispaniola, de­
rivado de la tierra de España y, porque había descubierto en do­
mingo fundó allí la Ciudad Primada de Santo Domingo la cual,
poco después, Nicolás de Ovando, noble varón de la Orden de
Calatrava, (51) trasladó al otro lado del gran río a causa del oro
cercano que había en todas partes por los grandes montes, para
la cual el Rey Fernando y la Reina Isabel nombraron Obispo al
piadoso y Santo García de Padilla de la Orden de San Francisco.
Los demás despropósitos que otros se imaginan, son variedades
de manera que el proverbio antiguo resuita verdadero. Los mal­
vados son enemigos de todos los buenos y desprestigian, como
pueden, los hechos preclaros de los hombres grandes y nada
odian tanto como el presenciar las grandes hazañas de sus ilus­
tres contemporáneos, como ellos sean incapaces de hacer algo
digno de recuerdo. Lo cual procede de pequeñez de alma, de
una mente del todo dañina, de un corazón lleno de maldad.
¿Qué cosa hay más inicua que desear ver la República destitui­
da de hombres preclaros y por tierra la patria que recibe todo
su desarrollo gracias a esa clase de hombres sobresalientes, de
ese género de hombres admirables? En cambio es grandeza de
alma desear ver la República y la Patria en un flujo multitudi­
nario de hombres excelentes. Grandeza digna de recomenda­
ción es desear esos hombres que dan a la Patria gloria imperece­
dera; que ofrecen al género humano su antorcha iluminadora.

(*) E rro r de cronología.


51.— Ovando fue Comendador Mayor de la Orden Militar de
Alcántara. (H. E. P. B.).
150 ALESSANDRO GERALD1NI

¿Qué hay más reprochable que el hombre que obra sin honor
ninguno; que no se señala por ninguna virtud, por ninguna doc­
trina, por ninguna calidad moral, ande detrayendo la dignidad
de los grandes hombres? Deberían ser raídos de la tierra tales
hombres que así causan daño público a los hombres preclaros;
que con maligno corazón causan la ruina a los grandes ingenios
ya que ellos son monstruos de lo peor. Pero basta de esto. Vol­
vamos a Colón. Dicen que Colón había oído en Cluvio, ciudad
de Galicia, que ciertos navegantes traídos y llevados de acá pa­
ra allá largo tiempo por estos mares, habían visto monstruos
naturales y que cierta clase de hombres habían visto tierra por
aquellas latitudes. Dicen también que algunos, zarandeados por
una fuerte tempestad cerca de las islas Afortunadas habían vis­
to árboles desconocidos y que habían dicho a Colón que cerca
existían algunos pueblos. Estas son cosas ridiculas; porque,
aunque en los mares gallegos las tempestades fueran larguísi­
mas, nadie sería combatido por los temporales ni en una milé­
sima parte de lo que se es en una tan larga travesía. Es aquel
mar dificilísimo de navegar hasta alcanzar la zona equinoccial;
en cambio el regreso a España no puede ser más fácil. Y lo de
los árboles, más bien no son arrastrados hacia las Islas Afortu­
nadas, sino que lo serían por la parte inferior de Etiopía, lejos
por debajo del promontorio Espinoceras debido a los vientos
contrarios. Los que navegan desde Cádiz Herculia hacia el
Equinoccio por las Islas Afortunadas, siempre tienen vientos fa­
vorables; pero los que vuelven a Europa por igual camino, tie­
nen vientos tan contrarios, que los mismos capitanes de navio
tuvieron por más seguro confiarse a una navegación más ex­
puesta a tempestades por el norte que habérselas con un mar en
calma chicha para luchar después por mucho tiempo contra
viento y marea. Dejen, pues, los envidiosos de murmurar de un
hombre de gran valor; pues, si Dánao, hijo de Belo, quien fun­
dara en otro tiempo el imperio de los Argonautas, consiguió un
nombre célebre por haber descubierto Europa a los Egipcios; si
Jasón mereció tanta gloria por la Cólquide cerrada a toda Gre­
cia; si Hércules por domar a los Tiranos, por haber apartado
los monstruos de todo el mundo, por haber recorrido de parte
a parte todo el Orbe consiguió memoria imperecedera, mucho
ITINERARIO POR LAS REGIONES SUBEQUINOCCIALES 151

mayor gloria que esos tres héroes mencionados alcanzó Colón


con el descubrimiento, para todos los siglos futuros, de un nue­
vo mundo, nunca antes conocido, con nuevas estrellas vistas en
otro cielo. El cual no se movió a tomar tal expedición por cuen­
tos de hombres frívolos ni por el consejo de navegantes galle­
gas sino por cierto instinto celestial, por cierto meridiano de
Cielo y Tierra. Pero ya es hora de que hablemos de la Isla His-
paniola, y digamos algo de tan bienaventurado país.
DE ALEJANDRO GERALDINÍ OBISPO

Libro Décimoquinto

Acostumbraban los Gobernadores de provincias y los mis­


mos Cónsules que por nombramiento público del país adminis­
traban las provincias, dar cuenta cada año a los supremos Em­
peradores de los Romanos que estaban en la Urbe, de todos los
pueblos que estaban bajo su jurisdicción. Ahora (Santísimo Pa­
dre) es mucho más justo que todos los Obispos que laboran en
cualquier extremo de la tierra o cualquier región, a Ti, Pastor
del género humano, a Ti que tiene el lugar de Dios inmortal y
eterno den cuenta en público del pueblo a ellos confiado, ya
que trabajas tú para procurar a tu plebe el reino celeste que es
eterno, ellos para procurar gloria humana, que es breve y cadu­
ca, a los pueblos terrenos. Así, pues, (Santísimo Padre) diré en
cuánto bien florezca tu Isla Hispaniola, en qué lugar esté situa­
da; qué instituciones necesiten sus habitantes y con qué clase de
muerte perecieron después. Tuya dije, porque tuya es. Alejan­
dro VI Pontífice Máximo regaló al Rey y a la Reina de España
la Isla Hispaniola, todo el extenso Equinoccio y todas las regio­
nes bajo este cielo. Como el Rey de Portugal reclamara estas
tierras por cierta medición de Cielo y Tierra, hecha por ambos
Reyes, el mismo Pontífice, con pleno derecho, ya que era paten­
te que todas las tierras antes desconocidas y descubierta® en el
mar Océano que no fueran de los fieles de Cristo, pertenecían a
la Silla Romana, evitó la guerra entre los dos Reyes. Con razón,
pues dije ser tuya, ya que les fué dada por pública libera­
lidad de la Santa Sede al Rey y a la Reina de España. Hay más.
Está la Isla Hispaniola (Beatísimo Padre) en la zona del EquL

153
154 ALESSANDItO GERALDINI

nocció y es cuadrada en su forma, fuera de que se disminuye, y


no mucho, por el lado izquierdo del Septentrión por una bahía
larga y oblicua que se adentra como por un tercio de la Isla. Un
poco más larga que ancha, es mayor que ambas Españas. Hay
aquí valles amenísimos, llanadas amplísimas, llena® de múlti­
ples árboles, altísimos montes de laderas siempre vendes y va­
riedad de frutos. Sin embargo no hay plantas herbáceas, ni
gramíneas ni árboles como los nuestros antes de la venida de
Colón ni cuadrúpedo alguno fuera de unos conejos poco mayo­
res que ratones. Ahora lo que es digno de admiración, en el cur­
so de 20 años, hay hermosísimos rebaños, ganado mayor de
gran tamaño, abundancia ingente de azúcar, cañafístola, pi­
mienta y muchos aromas de los de la Arabia Féliz. No se ve
ningún género de serpientes, ninguna víbora, ninguna rana da­
ñosa, ningún tósigo por ninguna parte. Hay alguna® culebras de
aspecto feroz, muy gordas y de sabrosa comida. No se ven por
el aire otras aves que unas de color verde, palomas, milanos,
halcones del género de las rapaces, gavilanes que proceden de
la Península de Jutlandia (52), en ciertas partes del año, pasan
a esta isla, mayor que Europa y Asia, y. volando por el Equi­
noccio penetran profundamente en las islas vecinas. Perpetua
primavera, perpetuo verano, no pasa un día pin sol, pequeñas
lluvias, que fallan por un tiempo en Febrero o Marzo, con fre­
cuencia hay grandes aguaceros en Abril y Mayo. Los mayores
caen en Julio, Agosto y Septiembre, también entonces tienen
lugar tremendas tronadas. Por ese tiempo, antes que la Eucaris­
tía se reservase en los templos cristianos, cada tres, cinco o diez
años se originaban por todo la atmósfera los mayores vientos, los
mayores relámpagos, estremecedoras tempestades que, palideci­
do el aire por doquiera, barrían con chozas, árboles y arrasaban
toda la región. Las mismas tinas de la harina, los barriles del
vino descargados en el litoral, los mismos indígenas que no se
guarecían o en los sitios resguardados de los valles o en las cue­
vas de los montes adonde trepaban, eran llevados por el aire con
enorme estrago de los frutos y miserables bohíos. Los mismos

52.— La “Címbrica Quersonesus” es la actual Península de


Jutlandia, cuyo territorio pertenece en su mayor parte a Dina­
marca. Tiene 29,633 kms2. (H. E. P. B.).
i T I N K l t A l t h i l'i hi i a :; itlO( ¡lONICS SlJlíECiUtNOOCIALES 155

pueblo® preveían estas tempestades por la caída de hojas de al­


gunos árboles y luego los principales escogían a algunos que di­
vulgasen por todas partes la llegada en breve del huracán, que
con este nombre llamaban a este azote común. En mal tan desas­
troso para todos, muchas naves de los nuestros surtas en el
puerto, levantadas en vilo, perecieron luego en el mismo mar.
Muchos españoles vieron juntarse en el aire terribles figuras
de hombres y terribles máscaras, los cuales cesaron una vez re­
servado en nuestros templos cristianos el Cuerpo de nuestro
Dios. ¡Oh poder admirable del Rey del cielo! ¡Oh admirable
piedad de lo alto! ¡Oh suma misericordia de Dios que ofreces a
cada pueblo sus remedios, a cada nación su auxilio, a cada re­
gión su ayuda y a éstas para que no retozaran con desmedido li­
bertinaje, para que no perecieran con excesiva lujuria, les de­
jaste el huracán, para que algún miedo superior les cohibiera.
Luego, con aquella inenarrable clemencia con que obras, para
que se libraran de él, les enseñaste a prevenirlo con la caída de
aquellas hojas. También en Etiopía hiciste que aquellas serpien­
tes de cuerpo ingente no devoraran los rebaños, los ganados ma­
yores ni a las personas. Más aún, como con harta frecuencia
caigan en toda la tierra exhalaciones, mandaste que todo aquel
mar difundiera conchas purpúreas, para que las personas se de­
fiendan con este remedio, ya que no son heridas por los rayos at­
mosféricos. En Italia, en la tierra de los Marsos (53), como abun­
den las víboras en cierto monte, les ha sido dado a los habitantes
poder sobre ellas de tal modo que ellas les teman y les estén
completamente sometidas, pues las cogen con las manos y no se
atreven a hacer mal a nadie. En Africa en la región de los Psi-
lios, donde el basilisco se pasea por la limpia arena de esa re­
gión, donde las víboras son tan feroces que causan a los extran­
jeros una muerte repentina, donde las serpientes no dejan nada
seguro, los Psilios viven con tal dominio sobre ellos que en un
instante les dan muerte y así prestan un gran servicio a toda la

53.— Los Marsos vivieron en el Sammio, Italia Central. Per­


tenecían a la familia Sabelia, y eran famosos por su valor.
(H. E. P. B.).
156 ALESSANDRO GERALDINI

reglón. En Asia, en los litorales de Licia (54) y en el monte Qui­


mera (55), donde las serpientes están cargadas de todo veneno,
los naturales de allí tienen tal potestad sobre ellas que en vién­
dolos ellas, no se atreven a moverse de donde están y, lo que es
más todavía, les obedecen. En la fértil Campania (56), como ha­
ce ocho años la atravesase con el Rey Fernando desde España
de paso para Italia, yo amantísimo de las antigüedades, de las
cuales está llena la región, vi en Bayas (57) una pequeña cueva
en cuya mitad, algo más, encontré una señal hecha en el tiem­
po en que los Qurites eran los amos de toda la tierra, que si uno
la pasaba, inmediatamente se sentía afectado por tal entorpeci­
miento, por tal sacudida mental que ni sentía más, ni emitía
más juicio, ni podía respirar más y de no introducir rápidamen­
te su cuerpo en un estanque próximo, permanecía muerto por
completo. ¡Oh inmensa caridad de Dios! ¡Oh bondad inenarra­
ble del Rey eterno! ¡Oh en absoluto inestimable clemencia del
soberano Príncipe de los Cielos! que para cada mal, para cada
desgracia tiene su increíble remedio; que vive con el género
humano con una piedad que nadie pudiera imaginar. Pudieran
algunos preguntar por qué Dios permite a la humanidad tales
molestias. A los cuales yo respondo que Dios Optimo Máximo
debe con razón ejercitar a los hombres con innumerables moles­
tias. Porque si todo les sucediera bien en el mundo, si todo les

54.— Licia, en la costa meridional de Asia Menor. Los Licios


eran aliados de los Troyanos, según Homero. Formaron la Pro­
vincia Romana de Panfilia, hoy parte de la costa asiática de
Turquía. (H. E. P. B.).
55 _El Quimera, monte volcánico de la Licia. Se escribe en
latín Chymera, como lo hace Geraldini, y Chimaera, que es lo
más correcto. Según los antiguos, en su cumbre vivían los lenoes;
las cabras pacían en sus verdes laderas y en sus faldas se escon­
dían las serpientes. De ahí se fingió que en él vivían animales
con cabezas de león que vomitaban fuego, con vientre de cabra y
cola de serpiente: el animal fabuloso llamado “Quimera”.
Il-L E. P. B.).
56 _La Campania es la región de Francia ique produce las
uvas con las cuales se hace la champaña. También es el nombre del
antiguo Reino de Ñapóles. Aquí se hace referencia a la parte na­
politana (H. E. P. B.).
57.— Bayas, ciudad del Reino de Nápoles. Esto supone que
el viaje se hizo por mar, desde España hasta Nápoles. (H. E. P. B.).
iTINKHAIlli) m i : itE< ¡IONES SUBEQUINOCCIALES 157

Hirviera de felicidad, en verdad que esos crímenes, que esaiS


maldades, que esas fechorías se multiplicarían de manera que
en ninguna parte brillaría el rostro de la virtud. Mas volveré a
mis viajes de los cuales me he apartado demasiado. Es tamaña
la fertilidad, y son tamaños los bienes de la Isla Hispaniola que
no pueden fácilmente describirse. Los cítricos, las cidras, las
granadas, los membrillos penden de las ramas en todas las épo­
cas del año. Los demás árboles ofrecen continuos frutos, conti­
nuas pomas, muchos lo mismo en una que en otra parte del año;
las vides igualmente paren racimos; los melones, sembrados una
vez, duran hasta cinco años y cada año con más producción. La
albahaca y todas las hortalizas están siempre verdes y todas sus
semillas y plantas fueron traídas de Europa. Pues antes de venir
Colón, ningún fruto de los nuestros, ninguna hortaliza se daba
en esta tierra, sino que daba de sí frutos suaves y peculiares, de
otra forma y otro aspecto que los nuestros; cuyas plantas haré
llegar con toda solicitud a Italia para Vuestra Santidad. Y qué
dirá del trigo? Se hace la sementera, y de cada grano salen rá­
pidamente varias cañas, en cuya cúspide aparecen larguísimas
espigas De cada internodio brotan nuevas ramas, de las cuales
nacen cada día nuevas espigas y, todavía inmadura la primera
espiga, por todas partes pululan las recientes cuya madurez, ce­
rrar y generar una nueva miés, pudiera parecer largo y cuento
de nunca acabar. Con el vino pasa lo mismo: se plantan los sar­
mientos y, al segundo año, tejen un alto y espeso emparrado,
con lo cual los huertos, las villas y los jardines están alegres y
hacia el quinto año con mayor cantidad de racimos; pero des­
pués cansadas las vides, a los cuatro años siguientes no dan na­
da. Sin embargo en un terreno, no lejos de la Ciudad de Santo
Domingo dan dos cosechas, y por cierto abundantes, en un año.
Las uvas de la primera, son de excelente calidad; pero no pue­
den exprimirse para hacer un vino que pueda pasar el año sin
avinagrarse, esto creo yo; de la segunda cosecha, se consiguen
en la misma abundancia; mas los racimos resultan acidillos.
Muchos viñadores dicen que hay que plantarlas en los lugares
montañosos del país que no gocen de tanta feracidad como los
valles y los llanos. Es mi opinión, sin embargo, de que aquí hay
regiones para todo; para frutales, herbáceas, gramíneas y fio-
158 ALESSANDRO GERALDINI

res, y que esta tierra da un pan natural, sacado de raíces; con


todo, como no me he dedicado a la agricultura, nada puedo ase­
verar como cierto, si no es que si aquí se diera el trigo y el vi­
no, esta tierra sería la más feliz del mundo entero. Algunos ár­
boles son en extremo olorosos; algunos negros debajo de la cor­
teza, como lo es la sepia; algunos rojos, y de todos se sacan tablas
verdaderamente hermosas, y algunos, tan grandes que del tron­
co de uno solo hagan una canoa bien larga y bien ancha; algunos
echan ramos tan largos que cubren de sombra grandes espacios;
otros, sin ramos algunos, se elevan rectos a grande altura por el
aire y después en su vértice se abren en pequeñas ramas y ho­
jas; otros, frondosos que tienen hojas apretadas y ramos por to­
das partes y que producen, contra lo ordinario, frutas de admi­
rable belleza, y son suavísimos, a los que conocen con el nom­
bre de mameyes, que les dieron los españoles. Continuemos con
otras bondades. Por doquiera manan arroyos cristalinos; peque­
ños, medianos y grandes ríos se encuentran en todo lugar donde
se necesitan, como obra admirable de la naturaleza, llenos de pe­
ces y grandes cangrejos, todavía más: pululan en todo lugar hú­
medo de la Isla. Magníficos puertos se abren acá y allá sobre el
litoral que los mares bañan. Los rebaños, el ganado mayor y,
en fin todos los animales dan más crías y más grandes que en
cualquiera parte de Europa. Hay muchos lagos y estanques, los
más grandes, con variedad de especies piscícolas, entre los cua­
les a uno no le han hallado fondo. En la máis remota parte de la
Isla hacia el Septentrión, hay un monte altísimo y totalmente
inaccesible, donde hay hombres salvajes, con todo el cuerpo cu­
bierto de pelos largos, menos en los pies, las rodillas, las dos
manos y todo el rostro como se suelen pintar en los públicos za­
guanes de los nobles y príncipes que rehuyen todo trato con los
hombres, y, si alguna vez bajan al llano y aciertan a ver a al­
gún hombre de camino, se retiran al monte con tal velocidad
que no podría aventajarles ningún caballo. También hay en los
lagos vecinos los más grandes lagartos que no hacen, a las cla­
ras, ninguna violencia al hombre; pero, si lo encuentra dormido
durante el día o despierto por la noche se lo llevan de allí col­
gado de la boca y se lo devoran.
DE ALEJANDRO GERALDTNI OBISPO

Libro Décimosexto

Esto era (Santísimo Padre) lo que tenía que decir de la


tierra de este país y es tanto y tan grande que, si hubiera queri­
do escribirlo todo, con justa apreciación, hubiera hecho un li­
bro desmesuradamente grande: es cosa que la vida de un solo
hombre no podría abarcar y que nadie creería si no la viera por
sus propios ojos. Ahora hablemos de los habitantes de estos lu­
gares. Eran estos vecinos de los pueblos de la Isla Hispaniola
(Santísimo Padre) abiertamente piadosos según la ley natural.
No violentaban a nadie, respetaban el matrimonio. El sumo de­
recho de lo justo lo tenían grabado en el corazón no por moti­
vo ninguno de interés sino por cierta bondad de isentimientos.
Tenían estos pueblos Caciques que se presentaban ante ellos
con frente ancha y plana, obtenida a propósito al nacer, para
que aparecieran ante el pueblo con un aire de más veneración,
a los cuales trataban con delicada cortesía. No hacían guerra
ninguna como no fuera para proteger los limites del cacicazgo;
todo lo tenían en común, menos los bohíos y los corotos del ofi­
cio; eran de poco comer; bebían agua; hacían pan de raíces que
sembradas una vez, duraban mucho tiempo y proporcionan un
alimento saludable a todo el pueblo; sin embargo el jugo, extraí­
do de ellas, causa la muerte. También tienen cierta clase de ca­
ñas, de cuyos internodios brotan ramos con blancos racimos de
legumbres del tamaño y redondez de garbanzo, con las cuales
hacen un pan nutritivo y un fuerte alimento para un fuerte es­
tómago. Constituían sus provisiones grandes cangrejos, grandes
lagartos, peces pescados en el mar o en los ríos o en las lagu-

159
160 ALESSANDRO GERALDINI

ñas, y curias. Tenían troncos de una sola pieza, vaciados con


piedras agudas, maravillosamente labradas, pero largas y dema­
siado estrechos, y por esto muy peligrosos, los cuales usaban pa­
ra la pesca de mares y ríos. Sin embargo ellos, por la gran peri­
cia que tenían para nadar, no corrían peligro ninguno. En las
grandes perturbaciones oceánicas, cuando se volcaban, metién­
dose por debajo con increíble velocidad, las ponían en posición
normal sobre las aguas. Creían que las almas son inmortales y
por eso no sentían dolor por los muertos, recibían públicas res­
puestas de sus dioses que se les aparecían en horribles figuras.
Deseaban ser temidos y no amados los númenes infernales, pe­
ro sus antepasados, como sus ancianos caciques me refirieron,
habían reconocido un principio, un Rey de Cielo, Tierra y Mar.
Habían comenzado a guerrear con los Antropófagos que, poco
antes de la llegada de Colón, devoradas las vecinas y remotas
Islas con cruel voracidad, con todo género de embarcaciones ve­
nían a cazar a los de mi pueblo. Pero contra ellos salían mis is­
leños en compactas! mesnadas de innumerables hombres, arma­
mados de flechas envenenadas, con hondas, con largas pértigas
terminadas en dardos templados al fuego. Los que caían en sus
manos de los nuestros arrancados en su tierra, eran devorados
en los inhumanos convites de los Caribes o castrados se los re­
servaban para las fiestas tribales de sus gentes; en cambio a los
antropófagos cogidos por mis Isleños, simplemente se les mata­
ba. y sus cadáveres eran enterrados: tanta era la piedad natural
de los de mi pueblo. Mas con gente tan comedida se ensañaron
de tal manera, que sucumbieron parte de ellos con sus esposas,
hijos y familia, obligados a cambiar el curso de los ríos para sa­
car de ellos el oro, sin darles apenas alimento, sino unos peces.
A muchos agotados en tan duro trabajo, por esto mismo acaba­
ron con ellos; muchas mujeres encinta, con las cuales había de
usarse de cierta condescendencia, como soportaran labores mu­
cho mayores a sus fuerzas, abortando, murieron al momento;
otros hombres, llevados por apartados lugares de los montes,
como sólo se sustentaran comiendo cangrejos, cayeron en la lu­
cha por la vida; otros, sin descanso alguno en tan larga jornada
de trabajo, morían de repente o sucumbían súbitamente, atrave­
sado el vientre por la espada de los que mandaban a tan des-
IT IN I lllA K K ) 1*C>lt I.A.M UK( i l( )NKM H tIIIK Q I!IN 0 C C 1 A L E S 161

i i h uidn gente. En una legión así llena de tan increíble muche­


dumbre de gente, como todos vivieran bajo el terror, y huyendo
■I pueblo por los montes más lejanos, les faltara el casabe, y el
d igo que se traía de Andalucía apenas si bastaba para los espa-
iudos, todo se convirtió en una tragedia y los mismos Caciques y
Ion principales representantes de la nobleza, despojados de sus
bienes, como fueran obligados a declarar el oro que no tenían,
exhalaron sus almas en duros tormentos. El oro entre ellos era
uno de los bienes privados. Por lo cual muchísimos, por evitar
tan cruel esclavitud, juntos con sus esposas, hijos, toda la fami­
lia y todo el pueblo, se dieron muerte violenta. Porque estos
hombres, por común acuerdo de sus antepasados, prefieren la
muerte a cualquier ignominia y tienen la muerte en nada, pues­
to que el alma no muere. Añado que muchos de nuestros españo­
les cortaban los cuerpos desnudos de estos inocentísimos hom­
bres por una nadería. No es de admirar: pues, por estos tiempos
en que estos lugares fueron descubiertos, pasaron acá muchos
hombres infames por robos, homicidios, peculados, latrocinios,
sacrilegios, maleficios bien probados contra el género humano;
o aquellos otros que mutilados en las orejas o algún otro miem­
bro no se atrevían a aparecer en público en su propia tierra o
que no podían permanecer en su casa a causa de sus crímenes
por los pueblos. Esto y mucho más se hizo de manera que más
de un millón de hombres desaparecieron. Ahora (Santísimo Pa­
dre) tales sicarios que así se ensañaron con hombres desnudos,
inermes, que vivían en la ley natural, se acogen a los templos
de Cristo; y, como los varones piadosos, santos y ecuánimes en
toda religiosidad, se espanten de que esas fechorías se hayan co­
metido con el género humano y con tal clase de hombres a
quienes nunca antes había llegado el nombre cristiano y que ha­
bían estado libres de todo crimen, fuera de aquel que con inju­
ria y detrimento del género humano se perpetraba; y por tanto
temen absolver a los tales, se ha creado por esta causa una difi­
cilísima situación en estos pueblos. Por lo cual creo (Santísimo
Padre) merece la pena que Tú eterno Vicario de Dios, Pastor del
pueblo cristiano, Custodio para guardar la Fe, ordenes que, con­
siderados los daños, la miseria de estos desgraciados y la canti­
dad de oro que los españoles han conseguido con el trabajo pri-
162 ALESSANDRO GERALDINI

vado de estas gentes, abrumadas de calamidades, se me entre­


gue a mí parte de él para construir la Catedral, el templo prima­
do dedicado a Santa María en la Ciudad de Santo Domingo, pa­
ra propagar el nombre de Cristo por esta parte del mundo adon­
de nunca antes llegara. Yo entregaré esa suma en mano de
aquellos hombres que con bien probada religiosidad, temor de
Dios y piedad viven entre estas gentes. De esta manera procu­
raré con el empeño que conviene a un obispo, con el cuidado que
debe tener un buen Pastor cristiano de almas, que concurran,
llenos de admiración a un templo en todo ilustre, todos los pue­
blos de todo el Equinoccio, todos los Antípodas, que nunca vie­
ron un templo cristiano y en ninguna edad oyeran a Cristo-
Dios, y no están lejos de aquí, y sean movidos por algún amor
hacia nuestra fe a la cual pasarán algún día todas las naciones
de Europa, Asia y Africa. Y, cuando alguna vez, viniendo aquí,
vean tu nombre esculpido en las paredes y lo mismo las insig­
nias de la Sede Romana encomendarán devotísimamente a V.
Santidad por haber levantado en el extremo más lejano del he­
misferio norte, tan notable monumento. Egidio González, un
varón de la nobleza española, para comunicar con estas tierras
todo el mundo pasó a aquella Isla mayor que Europa y Asia, y
atravesada por la parte más estrecha con carretas, rebaños, ga­
nado mayor, pertrechos de guerra y numerosas mesnadas de
hombres, construyó una armada en el Océano del otro lado a
fin de descubrir las once mil islas de que habla Aristóteles y
luego poner en comunicación con la Hispaniola a los Escitas
(58), a los Nabateos (59), al Aureo Quersoneso (60), la India, a
la Isla de Ceiián que está más allá del Ganges, a Persia, Arabia,
toda el Asia y Africa. Por tanto (Santísimo Padre) favorece a

58. — Pueblo nómada del Sur de Rusia, entre los mares Negro
y Caspio. (H. E. P. B.).
59. — Los Nabateos aparecen en y alrededor de Petra, y
constituyeron un importante pueblo comercial. Se les conoce en la
Biblia. Trajano convirtió su reino en la Provincia Romana de
“Arabia Pétrea”, año 185.
Esta región formó parte del reino de Jordania antes de la
Guerra de los Seis Días (1967) y parte del Norte de Arabia.
(H. E. P. B.).
60. — Actual Península de Malaca. (H. E. P. B.).
ITINKUAItK ) r o n i ' 11)•:<! ION I-:: I MUI IKtJl 11NOCCIALES 163

i’filc templo, que, n) fin .será visitado por todo el mundo y se le-
>untará en nombre de V. Santidad. En él aparecerán los subli­
me:; elogios de vuestro Máximo Pontífice, la memoria excelsa
«le Vuestra egregia familia y los nombres ínclitos de vuestro
país serán conocidos en todo lugar a fin de que Dios, Optimo Má­
ximo, conserve a V. Santidad en la más alta dignidad del pueblo
Estas memorias de mi viaje, comenzadas en medio del gran
Océano, se concluyeron en la Ciudad de Santo Domingo en
t iempos en que muchas ciudades fueron descubiertas en Ingata-
nia (61) y muchas en el Equinoccio y los poblados Antípodas y
en que el Emperador de Romanos, Carlos, se trasladó de Ale-
inania a España y dominó toda rebelión. Día 19 de Marzo de
1522.

F I N

61.— Ingatanun o Ingatania. Ha sido imposible localizar este


sitio. (H. E. P. B.).
VIDA

de
ALEJANDRO GERALDINI DE AMELIA
Obispo de Santo Domingo en las
INDIAS OCCIDENTALES

por

Onofre Geraldini de
Catenacio, Ilustre Varón y Señor de Amelia, sobrino en
tercer grado de D. Alejandro.

Alejandro Geraldini de Amelia, siguiendo las huellas de sus


mayores, adolescente, educado en su tierra bajo la dirección del
Filósofo Grifón, bien equipado con todo género de conocimien­
tos humanísticos y, por su afición, de la más cultivada Literatu­
ra, y, sobre todo, de la poesía, se va a España con su hermano
Antonio.
Poco después de estar en ella, se entregó primero a la pro­
fesión de las armas contra los portugueses que invadían la Es>-
paña Ulterior; luego, de los campamentos, pasó a la Corte de los
Reyes, donde fué copero de la Reina Isabel.
Después, nombrado su hermano Legado Regio y Embaja­
dor junto a Francisco Duque de Bretaña por Fernando e Isabel,
también con un encargo regio, lo acompañó en la Legación.
Desempeñados sus cometidos, ambos volvieron juntos a sus Re-

165
166 ALESSANDRC GERALDINI

yes. Aficionado a los negocios eclesiásticos, obtuvo el cargo de


Protonotario y, andando el tiempo, fue nombrado Obispo de
Volterra por el Sumo Pontífice, elegido Capellán Mayor por el
Rey de las Espadas y enviado por el mismo al Sumo Pontífice y
a diversos Príncipes. Concertó muchas Alianzas con el Sumo
Pontífice Alejandro VI, con el Emperador Maximiliano, con la
República de Venecia y con el Duque del Milanesado, por las
cuales obtuvo su Rey las mayores y más espléndidas victorias.
Valiéndose de él los Reyes para las determinaciones más tras­
cendentales, cuando Cristóbal Colón les proponía su expedi­
ción, a la que casi todos se oponían y rechazaban como temera­
ria, con varios razonamientos contundentes, aplacados los áni­
mos de los que disentían con demostraciones matemáticas, fa­
voreció las pretensiones de Colón, logrando de esta manera que
los Reyes patrocinaran un proyecto tan grande y dieran comien­
zo a los preparativos de la expedición, en todo ayudando a su
amigo Colón.
Además, mientras daba pruebas indudables de su virtud y
piedad, fue nombrado preceptor de la familia real: cargo que
desempeñó con las mayores alabanzas durante veinte años com­
pletos, informando de costumbres honestísimas y reales orna­
mentos a cuatro Reinas, a saber: a Isabel, la mayor de todas, ca­
sada con Juan, hijo del Rey de Portugal; María, esposa de Ma­
nuel, Rey de Portugal; Catalina, dada a Enrique VIII de Ingla­
terra; y Margarita de Australia, hija del Emperador Maximilia­
no, esposa de Juan, Príncipe de las Españas, cuyos matrimonios,
llegado el tiempo legal, sancionó, y cuyos derechos y capitula­
ciones redactó, tomándose para ello varios viajes a las Cortes
Reales, Después fué enviado a Inglaterra por la Reina Isabel,
para que allí prestara ayuda de plena confianza a Catalina. Allí
fué honrado con el nombramiento de Capellán Mayor de los Re­
yes y pedido por el Rey Nuncio Apostólico. Más tarde, por las
inhumanas contiendas y disensiones surgidas entre el Rey y la
Reina, como le pareciera que él era poco grato en aquella Corte,
se fué de ella y marchó a la Germania inferior (62), donde Mar-

62.— Es parte de Alemania, y formó la Provincia Romana de


“Augusta Trevirorum", cuya capital fue la ciudad de Trévcris.
(H. E. P. B.).
ITINERARIO POR LAS REGIONES SUBEQUINOCCIALES 167

garita de Austria, en otro tiempo su alumna, lo recibió con los


mayores honores en la villa de Bruselas y lo envió a Roma co­
mo internuncio ante León X, Pontífice Máximo. Y, como en es-
le viaje, en los más altos Alpes saliera al encuentro al Empera­
dor Maximiliano que se dirigía a Italia, tratado con toda benig­
nidad, fue nombrado por él Embajador ante León X, ante la
República Florentina y la Ciudad de Nápoles. El Rey Carlos, a
su vez, lo propone para la Sede de Santo Domingo. Llevadas a
cabo las legaciones del Emperador ante la Santa Sede, Floren­
cia y Nápoles, fué reenviado por León X, como su Legado al
mismo Emperador, a todos los Reyes y Príncipes Cristianos pa­
ra hacer una alianza entre todos contra Solimán, Sultán de los
Turcos. Salido de la Urbe, se dirige en primer lugar a Francisco
I, Rey de Francia, a cumplir con su embajada, donde fue recibi­
do por él con no menos alegría en el rostro que la que convenía;
desde allí fué al Emperador Maximiliano, ai otro lado del Rhin
donde descansaba en plaza fortificada de Westfalia. Tratado de­
bidamente el negocio pontificio, con los mismos propósitos, pasó
a la Inglaterra de Enrique VIII; luego a los Reyes de Escocia,
Rumania; luego llegó al Rey de Hungría, al de Rusia y, por fin,
vuelto a España, se presentó al Rey Carlos. Expuestas diligen­
temente las intenciones del Pontífice a estos Reyes, los exhortó
con discursos habidos ante ellos y los proceres a secundar los
deseos del Papa con el fin de apuntalar la Cristiandad que casi
amenazaba ruina y humillar con toda energía el poderío turco.
Esto cumplido, como apenas quedase a sus piadosos deseos algo
grande que hacer a favor de la República Cristiana, codicioso de
mayores trabajos en la propagación del nombre de Cristo, el año
1520, queriendo el Romano Pontífice que evangelizara a los In­
dios en la Fe, salió de Sevilla y se apresuró a llegar a la Ciudad
de Santo Domingo, Sede de su Episcopado en la Isla Hispanio-
la. El primero allí de los Obispos Cristianos, en su viaje escudri­
ñó las costumbres de los pueblos adonde llegó y descubrió dili­
gentemente las Religiones, las gentes; inquirió sus antigüeda­
des; recogió sus derechos y los estampó en el cuerpo de su Iti­
nerario. En cuanto llegó u las Indias, nunca cesó de predicar al
pueblo a él encomendado con santas y piadosas costumbres o
instituciones, Construyó lampión según la norma cristiana; ud-
168 ALESSANDRO GERALDINI

ministró justicia; ordenó Sacerdotes, aumentó el culto cristiano;


ordenó los Oficios; propagó la Gloria de Cristo; nunca desocu­
pado, murió septuagenario en la Ciudad de Santo Domingo con
gran fama de santidad el año 1525. Dejó muchos documentos de
preclaros escritos con los cuales se demuestra que no fue menos
piadoso que sabio.

He aquí sus obras:

Itinerario por las Regiones situadas bajo el Equinoccio.


Epítome de los Concilios del mundo cristiano.
Acta de los Sumos Pontífices.
24 Libros de Versos Sagrados. :
Dos libros de Cartas.
Oficios Diversos de los Santos.
Volumen de Discursos a los Príncipes Cristianos para moverlos
a la guerra contra los Turcois.
Sobre los que desempeñan cargos nombrados por los Príncipes.
Libro Unico sobre la Educación de los Jóvenes Nobles.
Libro Unico sobre la Educación de las Jóvenes Nobles.
Del Oficio de loe Príncipes.
Elogios de los Varones Ilustres de Roma desde Eneas hasta
Pompeyo Magno.
Vida de San Benito en Versos Sáficos.
Sobre la cuantidad de las Sílabas y de la Composición de los
Versos.
Invectivas Líricas contra una Mala Mujer.
Verso Elegiaco sobre las Glorias del Lacio y de Roma y de la
Importancia de las Antigüedades.
Monumentos de las Antigüedades Romanas, recogidos de las
Antiguas Inscripciones hechas en sus Viajes y Estudios.
Vida do Santa Catalina, Virgen y Mártir, en versos latinos.
Sermón de Alejandro Geraldini, Obispo de Santo Domingo al
Pueblo de su Ciudad.

Nobilísimos y Queridísimos Hermanos e Hijos: Habiendo


estado nuestra Iglesia tanto tiempo sin verdadero Pastor, sin
verdadero Padre del pueblo, sin Obispo instituido por el Dios
eterno e inmortal, qué haya podido seguirse de ello, todos vos­
otros, que os distinguís por la notable prudencia, la claridad de
juicio y conocimiento de las cosas, podéis claramente saberlo
mejor que ningún otro. Pero yo, Obispo de vuestro País, a
quien, sin merecerlo, le ha sido confiado tan grande cargo, he
venido acá para guardar al pueblo a mí encomendado, al rebaño
particularmente mío, a la prole para mí peculiar, desamparada,
desde el principio, de su verdadero Prelado y, desde el primer
momento de la institución de la Diócesis, viuda de su verdadero
Obispo; he venido acá, para traer al verdadero /sendero de la
Iglesia a aquellos que se apartaron de él. Pero, queridísimos
hermanos, amadísimos hijos, mucho debo yo pública y privada­
mente a toda clase de personas de ésta nuestra Patria, ya que
tanto deseásteis mi venida a esta ciudad y que con tanto inte­
rés lo pedisteis a nuestro Señor, el Emperador Carlos. Por eso
ahora que el mismo Dios me trajo a la esposa por mí largo
tiempo amada, a la anhelada Sede, al ansiado templo, prome­
to en las cosas públicas del País donde pueda ser necesaria la
autoridad de la Iglesia, llevar toda ayuda que pueda a cada uno
de vosotros, sin omitir nada de mi exigua prudencia que pueda
ceder en provecho particular o pública utilidad o bien común
de nuestra Ciudad.
.En lo tocante a los asuntos de nuestra Diócesis, que pertene­
cen a la esfera de lo sagrado, es cosa ya vieja la determinación

169
170 ALESSANDRO GERALOINI

que he tomado de trabajar con todas mis fuerzas para llevar to­
do al piadoso, santo y justo camino. Para lo cual yo, indigno
Obispo de vuestro país, solicito las oraciones privadas y públicas
de todos los Religiosos y de todo el pueblo. Pues de esta manera
áspero que todas las cosas tendrán el éxito deseado, feliz y di­
choso. Además, si de alguna autoridad gozo cerca de Nuestro
Señor, el poderosísimo Emperador Carlos que para común be­
neficio de nuestra Ciudad pueda ceder en provecho de toda la
Isla, os pido con todo mi corazón que uséis de mí como de her­
mano, hijo y padre y como de consagrado Servidor. Por lo de­
más, respetabilísimos Hermanos e Hijos míos, aunque las cosas
de la Iglesia deben estar vinculadas principalmente al Obispo,
en cuyas manos está el supremo gobierno de la Fe; sin embargo,
como también todos los piadosos y buenos Obispos que son san­
tos; todos los Obispos de los pueblos que, dando paso más por el
pueblo, cuando vivieron en mayor respeto hacia Dios, tanto con
mayor interés se esfuerzan por mirar por la variada dignidad de
ellos, apoyados en los laicos; teneos por invitados a gobernarlas a
una conmigo; corregidme con amor filial; tened encomendados
a todos mis hermanos Sacerdotes, a todos los templos de la re­
gión; a todos los conventos de Religioso, de manera que sientan
todos haber sido beneficiados con ésta nuestra venida.
POEMA
de
ALEJANDRO GERALDINI
MIENTRAS SE OCUPABA EN CONSTRUIR EL TEMPLO
PRINCIPAL
en la
CIUDAD DE SANTO DOMINGO
dedicado a
SANTA MARIA

Yo quisiera, Reina mía, y su trono el Rey divino


y Reina de todo el cielo, puso piadoso en tu seno.
para tu gloria y honor
levantarte digno templo. Por eso ni oro ni plata
ni el brillo del firmamento
Todas mis fuerzas consagro, ni los mármoles pulidos
todos mis votos y anhelos, puedan faltar en tu templo.
hasta ver firmes las piedras
coronando mis deseos. Lo que en el mundo es caduco,
tu morada lo haga eterno;
Suban airosas columnas y queme la»s vanidades
como oraciones al cielo; en lian) aradas de incienso.
y entrecrúcense los armos,
las bóvedas sosteniendo Tú, piadosísima Madre,
mira con rostro sereno
Que eres Reina soberana nuestros trabajos y siempre
del más soberano Reino, bendice nuestros esfuerzos.

171
172 ALESSANDRO GERALDINI

Tú, que a los tristes alegras, con los brazos extendidos


y al desamparado pueblo y el corazón entreabierto,
bajo tu manto cobijas, para acogernos a todos
danos alivio y consuelo. en el nidal de su pecho.

El encanto de tus ojos, Todas las artes unidas


la ternura de tu pecho, brillarán en el concierto
en celestiales pinturas que escucharán por los siglos
resaltarán, de tu templo. las bóvedas de este templo.

Resonará cadencioso Ya se levantan airosas


por sus naves el salterio; las piedras con raudo vuelo,
y con David y los Santos burlando su inmensa mole
te cantará nuestro pueblo. la inmensidad de su peso;
ya el arte las aligera
Traerán manojos de lirios de sus torpes movimientos,
las manos del mensajero y se enlazan cual palmeras,
que aquel día te anunciara tu basílica cubriendo.
la plenitud de los tiempos. Ya aparecen los blasonas
que en Roma resplandecieron;
Una cándida paloma ya la diadema del Papa
volará sobre tu templo, refulge en lo más excelso;
trayendo el ramo de olivo y, si tres coronas lleva,
que ofrece a la tierra el cielo, no fue el trabajo pequeño,
y otra vez se oirán alegres cuando los Papas dictaron
la® voces del mensajero: las leyes al mundo entero.
"Ave la llena de gracia, Aquí las soberbias águilas
contigo el Señor eterno.” del César con ornamentos
Y Tú, Reina poderosa, de pulquérrimas tiaras
—de los Qurites recuerdos—
Paloma de nuestros cielos, ilustran la parte izquierda;
cobijarás con tus alas y la derecha, sujetos
a esta tierra y a este pueblo. por Marte tierras y mar,
la están ornando de Febo
En medio Cristo enclavado la® espléndidas cuadrigas
se alzará sobre el madero, cubiertas de luz y fuego.
ITlNKItAUIO l'OK I «AS ltl'lCK >Nl'.fi IIIll'XJlIINOCC’IA) KS 173

Y los nobles Geraldini, Este templo alzó Alejandro,


do generoso abolengo, Obispo piadoso y bueno,
brillarán con brillo propio, que a muchos Reyes dejara
como el sol del firmamento, muchos sabios documentos;
con la llama de Minerva que rindió culto a las Musas,
flameando en el cerebro: por el Parnaso subiendo
Minerva que da la paz, hasta llegar a las cumbres
al mundo y le da el progreso. más elevadas del estro.
ODA

ALEJANDRO GERALDINI

sobre su venida a tierras equinocciales.

Soplando el viento en las Se comen cuerpo:; ..............


velas, con apetito voraz;
a través del ancho mar, y, con orrísonau voces,
panos y salvos llegamos siembran terror en el mui
sin volver la vista atrás.
Niega al Señor de los C'lrlu .
Vimos pasar los luceros
niega toda deidad;
en su carrera fugaz;
y, en cambio, la gente indoctn.
y el carro de siete estrellas,
por la fuerza sin igual
que allí se baña en el mar.
de los monstruos de los marea,
culto divino les da.
Los corceles de Neptuno,
que trillan el litoral,
aquí, sujetos al freno Estos Reinos se difunden
del Océano, se están por la línea horizontal
inmóviles en la calma, que limita de los ojos
y no dejan navegar. la mirada circular.

Aquí los monstruos marinos, Allí las villas y gentes


de mole descomunal, animando el litoral,
comienzan a aparecer y envenenando sus flechas
en la acuosa inmensidad: para acabar con la paz,
nunca, nada tan horrible, y dar muerte a sus hermanos
vieron los ojos jamás. con salvaje crueldad.

175
176 ALESSANDRO GERALDINI

Yo vine a este mundo ignoto, y mis blasones excelsos,


hendiendo la quilla el mar, dirán que nació este Obispo
desafiando los tiempos, en otras tierras muy lejos;
la calma, la tempestad. que fué aquí Prelado ilustre
por largo espacio de tiempo,
Los que siguieron la Cruz, enseñando de Jesús
que hoy resplandece en el el divino llamamiento;
cielo, que procuró a nuestras gentes
para ser el buen Pastor innumerables provechos;
de sus almas me pidieron, que fué siempre el buen
y para ser el Obispo Pastor,
de estos innúmeros pueblos, dando a todos su alimento,
y así me privé del mundo y llevando a sus ovejas
donde brillan los ingenios; por el camino del cielo:
y, por mi suerte, dejé por eso su fama vuela
urbes, provincias y reinos, con las alas de los tiempos.
donde florecen lozanas
las magnolias del progreso, Mas dejaré de cantar
y Oh dolor! tal vez no vuelva mis alabanzas; prefiero
a ver los lares paternos, enumerar los peligros,
la tierra amiga del Lacio, decir los raros sucesos
donde principio tuvieron que corrí por tierras varias
la prosapia y los blasones y por los mares inmensos,
de mis lejanos abuelos; siendo en lo próspero cauto
donde yacen sepultados y esperanzado en lo adverso,
en marmóreo mausoleo sin rendirme, como muchos,
de mi madre los despojos, al infortunio en acecho.
tan queridos, de isus huesos;
donde me esperan mi padre, Me atormentaron las fechas
mis hermanos y abolengo. abrasadoras de Febo;
y en los húmedos parajes
Mi suerte, bella enemiga, me dañaba el alimento,
me señaló aquí mi puesto, nunca pudiendo encontrar
y, mi túmulo encerrado a mis achaques arreglo.
en los muros de este templo,
visitarán suplicantes Ya los hados y la suerte
los cristianos venideras; me echaban la soga al cuello,
y, al ver mi rostro en el cuando a este anciano
mármol empujaban,
iiiiii i t AH I O m i t l ,AS K K O IONES SUBKQinNOCCIAl.KS 177

i. n l,i rite nparíudo pueblo, nos maltrataron injustos,


o liiificnr nuovas ovejas, como a las plantas el cierzo.
'n i indomables deseos,
V mil bajo nuevos astros Cuántas veces de la vida
niiii velas empujó el viento. nos vamos sin entendernos!;
I'nderosos son los hados el destino nos arrastra
ipifl, a Dios tolerante viendo, como a las hojas el viento.
CARTAS DE ALEJANDRO GERALDLNI

Alejandro Ceraldini, Obispo de Volterra,


Felicita y saluda respetuosamente al
Sumo Pontífice de los Cristianos

L E O N X

Vine (Santísimo y Beatísimo Padre) del extremo Occiden­


te, donde pasé 34 años, donde empleé los mejores días de mi vi­
da, siendo preceptor de cuatro Reinas; pero antes de partir des­
de el último extremo de la Península Ibérica, navegados el
Cantábrico y el mar de Francia, pasé al Rey Carlos, niño por
la edad, anciano por la madurez de juicio y por la dignidad real,
quien en atención a mis servicios prestados a su tía Margarita,
hija del Emperador Maximiliano, mujer comparable a las de
los tiempos antiguos, y por mi fidelidad probada, a sus Abuelos
Reyes, me favoreció al máximo y últimamente me presentó pa­
ra el Obispado de Santo Domingo, en las Indias. El cual Obis­
pado, apartado de toda frontera de Europa, Asia y Africa, no
está relacionado con ninguna nación de nuestro globo. Ahora
(Santísimo Padre) ya anciano, lejos ya del litoral de los Mori-
nos (63) y quebrantado por los altibajos de la fortuna, me diri­
jo en largo viaje por la Alemania inferior, al ©olio altísimo de
tu Santidad, y, a Ti, supremo Pastor del pueblo cristiano, y úni-

63__Así designa Plinio a los últimos pueblos de la costa


atlántica de Francia. Hoy diríamos; lejos del litoral oceánico de
Francia. (H. E. P. B.).

179
1 80 ALESSANDRO GERALDINI

co refugio del género humano y Vicario eterno de Dios, suplico


me traslades del Obispado de Volterra al susodicho de Santo
Domingo. Pues, quienes tanto aprovecharon mis favores, en la
parte del mundo nunca antes descubierta y bajo ninguna cons­
telación conocida de nuestros antepasados, deseo vivir donde,
trabajando por el Rey de Reyes y propagando la santa fe, no
careceré de recompensa; y así espero acrecentar la grandeza
de tu Sede Pontificia y procurar ingente brillo a tus tiempos.
Pues, a la verdad, todavía hay extendida por innumerables lu­
gares del Septentrión, del Austro y del Oriente gente tal que
adora a un Dios de aspecto horrible; adora, llena de un temor
increíble a unos monstruos feroces y desea tener tales deidades
que dominen al género humano por su semblante abiertamente
duro y cruel. Así que si alguna vez se me da algo (Santísimo
Padre) —a mí nunca se me dió premio alguno en la parte del
mundo conocida, donde se perdieron tantos y tan grandes ser­
vicios míos hechos a los Reyes y Príncipes, y donde los morta­
les usan de razón, donde se respetan las enseñanzas verdaderas
del Dios eterno e inmortal— permíteme Tú (Padre Santísimo)
pasar mi vida con gente del mundo nunca oída, falta de razón
y consejo y con un pueblo que habita bajo un cielo distinto del
nuestro. Espero, claro está, ablandar con la religión, a aquellos
fieros e incultos genios humanos; con la doctrina y predicación
pacificar los corazones completamente bárbaros de esos hombres
que viven como bestias, y hacer eterno el nombre de Cristo Se­
ñor Nuestro, el de tu Santidad y el de tu Pontificado en todas
estas regiones. Goza de buena salud (Santísimo Padre) a quien
Dios O. M. haga dichoso y bienaventurado en la cumbre felicí­
sima de la Sede Romana, por muchísimos años. Desde Colonia,
Ciudad de la Alemania inferior, a 30 de Junio de 1516.
Lo que yo, Alejandro Geraldini, Obispo,
suplicantemente pido a la

SANTIDAD DEL SEÑOR NUESTRO

es lo que sigue.

Como mis pueblos están situados en el otro eje del mundo,


nada tienen de común con Europa, Asia y Africa y, como están
en un extremo adonde confluyen todos los pueblos de la Zona
equinoccial, pido suplicante que pueda edificarse allí un tem­
plo muy notable, a Na. Sa. de la Anunciación; que en él pueda
lucrarse un jubileo según el rito cristiano, y que conceda su
Santidad indulgencias mayores en cualquiera fiesta de la Sma.
Virgen María, que ocurra durante el año, las cuales pueden al­
canzar no sólo ios habitantes de la Isla Hispaniola sino también
todos los de Cuba, San Juan, y de la Gran Isla América (64) y
todas las situadas bajo estos cielos. Ya antes se ha dado cierta
cantidad de dinero para levantar en la Ciudad de Santo Domin­
go este templo primado a Na. Sa. de la Anunciación y yo pro­
meto poner en un lugar distinguido de este mi templo, el título
nobiliario de la familia y en la pared de la entrada principal es­
te elogio:
EL SUMO PONTIFICE LEON X, NACIDO EN FLOREN­
CIA DE LA NOBLE Y DISTINGUIDA ESTIRPE DE LOS ME-
DICÍ, MANDO QUE, EN ESTE EJE ALEJADO DE TODO EL

64.— Gran Isla América, dice Geraldini. La concepción geo­


gráfica de esa época, 1522, no permitía conocer la realidad de las
tierras descubiertas. (H. E. P. B.).

181
182 ALESSANDRO GERALDINI

ORBE TERRAQUEO, SE CONSTRUYERA ESTE TEMPLO


PARA BIEN COMUN DE TODOS LOS FIELES.
Así, pues, humilde y suplicante pido que, a fin de que estos
mortales que viven en el otro extremo del mundo, en la otra
orilla del Océano, en la región equinoccial, se inclinen con al­
gún amor hacia nuestra fe; me envíe por medio de mi sobrino
Lucio Geraldini algunas reliquias insignes de Santos, de aque­
llos Santos, digo, que son reconocidos en todas partes por su
preclaro martirio. Es necesaria tu intervención oficial para que
tu fe cobre gran incremento en aquella parte del mundo. Yo
doy palabra, que será religiosammente guardada por el Obispo
de este templo, de poner bajo el relicario de los Santos estas pa­
labras:
LEON X FUE EL PRIMERO DE LOS ROMANOS PON­
TIFICES QUE HIZO LLEGAR A ESTE EXTREMO DEL
MUNDO, SEPARADO DE TODO EL GENERO HUMANO,
ADONDE NUNCA ANTES LLEGARA EL NOMBRE DE
NUESTRO DIOS, RELIQUIAS DE SANTOS CON EL FIN DE
QUE SE ABLANDARAN LOS FEROCES CORAZONES DE
ESTOS BARBAROS Y CONQUISTARA PARA CRISTO MU­
CHAS ALMAS.
Además, como los Magistrados del Rey en esta Ciudad de
Santo Domingo, por mi consejo, empezaron a fundar un asilo
digno para pobres en el cual solamente los pobladores de las
Islas vecinas, sólo las gentes del Equinoccio lavadas con el bau­
tismo, que espontáneamente o por fuerza vinieron a esta Ciu­
dad, y que en verdad, son innumerables, pueden ser recibidos,
si enferman y, como esta obra isin tu ayuda durará siglos y si­
glos, ruego lo más que puedo, que en las fiestas de Pedro y Pa­
blo se concedan allí algunas indulgencias. Este asilo de desam­
parados aunque tenga algunas pequeñas ayudas de los ciudada­
nos, que no bastan para llevar la obra a cabo, después que se
publiquen por todas partes las indulgencias de la Sede Romana,
será todo de tu Santidad y las gentes se alegrarán sobremanera
por ello y yo pondré en su puerta principal esta inscripción:
OH MORTALES DE TODO EL EQUINOCCIO, OH GEN­
TES DICHOSAS BAJO ESTE CIELO CLEMENTE QUE VI-
ITI í 11■:ií AUIO l'OIt I.AS REGIONES SUBEQUINOCCIALES 183

MISTEIS A LA SANTA FE, LEON X, PONTIFICE MAXIMO


DE ORIGEN ETRUSCO Y DE LA ESTIRPE DE LOS MEDI-
<•1, GRANDE POR SU MAGNANIMIDAD, POR SU DOCTRI­
NA Y POR SU RELIGIOSIDAD, ESTE CAMINO SI FUERA
SU PERSONA, ABRIO SOLAMENTE PARA VUESTRA NA­
CION, PARA VUESTRA POSTERIDAD. CONSIDERAD, OS
RUEGO, LA PIEDAD SUMA DEL VICARIO DE DIOS, QUE
LLEGA DESDE LA CIUDAD DE ROMA HASTA LOS CON­
FINES IGNORADOS DE VUESTRA TIERRA.

Item. (Padre Santísimo) aquellas imágenes de dioses que


envío a su Santidad, daban respuestas públicas a todo el país,
las cuales, después que se ha colocado en nuestros templos el
Cuerpo de nuestro Dios, dejaron de hablar en absoluto; y ad­
vierta su Santidad que aquella efigie que aparece con aspecto
cruel, era el dios principal de estas regiones, que deseaba ser te­
mido por todos aquellos hombres mortales; mas las formas di­
bujadas con la aguja del bordador, eran de aquellos hombres
que píos y justos habían vivido con algún mérito testificado en­
tre el pueblo y habían sido contados entre los santos por común
exaltación de lqs sacerdotes y del pueblo; y los dientes que se
salen de la boca, penden de un cráneo humano, que se oculta
bajo un bordado. También estas efigies de los santos referidos,
proferían oráculos conocidos del pueblo, los cuales, a la llega­
da de nuestro Dios, enmudecieron totalmente. Ahora (Padre
Santísimo) con tan manifiesto milagro pido suplicante (pues
los Obispos y Sacerdotes, constituidos por tu Santidad sólo de­
ben sembrar el bien común a todo pueblo) que los dioses venci­
dos justamente con el elogio que sigue, con tu divina autoridad
los mandes colgar a la entrada del Palacio Lateranense y en el
vestíbulo de San Pedro.
ESTAS SON LAS CRUELES DEIDADES VENCIDAS
POR LEON X P. M. ENVIADAS POR EL OBISPO ALEJAN­
DRO GERALDINI, SIERVO DE SU SANTIDAD, DE LAS
TIERRAS DEL EQUINOCCIO, AHORA ENMUDECIERON;
ANTES HABLABAN. Otrosí, porque, muerto el genovés Cris­
tóbal Colón, descubridor de estas tierras equinocciales, los es­
pañoles mataron con diverso género de muerte a más de un mi-
184 ALESSANDRO GERALDINI

Hón de estos hombres de estos hombres que eran buenos y que


con gran cuidado debían ser atraídos a nuestra Fe, y, ahora sin­
tiendo grandes remordimientos de conciencia, no encuentran
religiosos de ninguna Orden que lo® quieran absolver, si antes
no restituyen los bienes adquiridos con el sudor de aquellos que
hicieron perecer por todas partes; pido humildemente que se les
imponga el dar cierta suma de dinero para la construcción del
templo episcopal con lo cual puedan en adelante ser absueltos
libremente en confesión. Yo, por mi parte, procuraré hacer gra­
bar en mármol la siguiente leyenda.
OH CIUDADANOS! OH POSTERIDAD DESEOSA DE
CONOCER LOS HECHOS DE LOS MAYORES, QUE LE SIR­
VAN DE EJEMPLO, LEON X P. M., DE ORIGEN FLORENTI­
NO Y QUE NACIO DE LA ESTIRPE DE LOS MEDICI POR
SU MADRE URSINA; LEON, VERDADERO VICARIO DE
DIOS, OBRANDO CON MIRAS SOBRENATURALES E IN­
GENIO ELEVADISIMO EN TODO EL ORBE, HIZO LEVAN­
TAR LOS MUROS DE ESTE GRANDIOSO TEMPLO DEDI­
CADO A SANTA MARIA, DESDE EL SOLIO SUPREMO DE
PEDRO QUE HAY EN EL LACIO CON LAS MULTAS IM­
PUESTAS A AQUELLOS QUE PERPETRARON MUERTES
CRUELES ENTRE LOS DESGRACIADOS INDIGENAS DE
LA ISLA HISPANIOLA Y CRIMENES REPROBADOS CON­
TRA LOS ANTEPASADOS.

Por otra parte, como aquella isla que es mayor que Europa
y Asia, a la que los ignorantes llaman continente asiático, y
otros América o Paria, y en otras islas, con las cuales comenza-
ror los Españoles a hacer algún comercio, y comenzaran los
bárbaros de ellas a tener en esclavitud a otros bárbaros de le­
janísimos pueblos y a venderlos de mutuo acuerdo a los Españo­
les, y como algunos religiosos por las plazas públicas y desde
los púlpitos de los templos prohíban comprarlos por considerar
tal compra-venta un crimen inexpiable; suplico a Vuestra San­
tidad que permita comprarse esclavos no sujetos a ley, vendidos
por gente sin ley, para que se hagan cristianos y que sea licito
al pueblo tenerlos públicamente como esclavos aun después de
bautizados. Es preferible que un hombre infiel sea comprado y
TIN Kit AKM i ron. I .AS REGIONES s u b e q u in o c c ia l e s 185

tolerar que, recibida la verdadera ley del eterno Dios, viva es­
clavo en el pueblo cristiano, que sin nuestra fe, gozar de liber­
tad cu la isola ley de la región. Cuánto más que los no-sujetos-
a ley son esclavos de los no-sujetos-a-ley En lo cual V. Santidad
alcanzará gran mérito ante Dios.

Además porque si mi Vicario lanza algunos entredichos o


si, les priva a algunos de la comunión; inmediatamente son re­
cibidos y absueltos públicamente por otros en los templos de
aquellos que afirman que en modo alguno son justos los entre­
dichos de mi Vicario; en tan confusas circunstancias, parece no
convenir que tú Vicario del Dios verdadero toleres tales cosas.

Todavía, para que yo pueda llevar algún incremento dig­


no de memoria a la Sede Apostólica, en un lugar tan apartado
de Europa, Asia y Africa, y poner el eterno fundamento de tu
fe, ruego suplicante me hagas Legado nato con aquella autori­
dad con que fueron investidos los Arzobispos de Cantórbery y
York en Inglaterra a fin de conservar perpetuamente en la
ley de Cristo aquellos pueblos; lo cual es tanto más justo, tra­
tándose de la Isla Hispaniola, cuanto más lejos está que Ingla­
terra de todo el Orbe. Añádese a esto que el imperio del César
Carlos será inestable en este extremo a no ser que los Obispos
del país con tal potestad de la Sede Romana que puedan alzar­
se con el Mandato autorizado del Sumo Pontífice contra gente
ampliamente profana. Por tanto (Beatísimo Padre) por el ho­
nor de tu elevadísimo Trono y paz pública del Augusto Carlos,
te suplico se me conceda tal cargo. Este país es tuyo. Fue asig­
nado a los Reyes de España por el P. M. Alejandro Sexto. No
soy yo un hombre inculto ni un loco; de otro modo tus templos
por doquiera y tus Obispos detscaecerán por completo. Pues yo,
siendo hombre del Lacio, envié una armada bien preparada a
Cuba, que es una Isla no lejos de ésta a fin de establecer rela­
ciones comerciales con todas estas gentes; pero, como el Capi­
tán de la armada, viera todo el litoral lleno de soldados bien ar­
mados y entendiera que aquellos pueblos no estaban dispuestos
a recibirlo y, por otra parte, no podría sin riesgo declararles la
guerra, navegó a otras Islas más lejanas hacia el sur. Allí, he­
cha la guerra con aquella gente desarmada, como saliera ven-
186 ALESS ANDRO GERALDIN1

cedor el enviado y, hechas las paces, aceptara el gobierno del


país, con una cantidad indecible de oro destinada al Emperador
Carlos, se rebeló contra el Gobernador de Cuba. Ahora Figue-
roa, Gobernador de la Isla Hiepaniola, envió una nueva arma­
da a los mismos pueblos que tienen ciudades, plazas fortificadas
y el ejercicio de las armas a la manera de los nuestros. Cuando
regrese dicha armada, daré cuenta a su Santidad de todo lo dig­
no de recuerdo. Y, para venir al fin de mi carta (Santísimo Pa­
dre), al pedir lo que humildemente pido y lo que ha de ser ne­
cesario al pueblo actual y a toda la posteridad, siempre bajo
los auspicios de los Pontífices Máximos; con el mayor afecto y
empeño de que soy capaz ruego y suplico se me concedan estas
cosas tanto más que no las pido para mi uso privado sino para
pública utilidad de tu rebaño; no para procurarme una fortuna,
sino para inmortal apoyo de la Sede Romana y sempiterna glo­
ria de V. Santidad. Sabrán las generaciones venideras que go­
bernando Tú el género humano como Pontífice Máximo, fue­
ron descubiertos bajo otro cielo reinos dilatadísimos, varias ra­
zas humanas en las cuales, unos son de talla mediana; otros de
talla procer; y otros, de talla abiertamente gigantes, donde to­
dos los mortales, en la parte más apartada del Mundo descono­
cido en el hemisferio austral, andan completamente desnudos
y solamente cuando el clima es un poco duro, cubren sus ver­
güenzas con un precioso delantal. Muchos tienen una túnica in­
terior de algodón, bordada por todas partes con variedad de co­
lores. Hacen sus casas de madera: es algo horroroso, cuando so­
breviene de repente el frío norteño. Tienen ciudades defendidas
a la manera europea, con murallas, almenas, barbacanas y un
género admirable de torres; en ellas hay casas, plazas y lugares
públicos para el pueblo, construidos con elevados presupuestos.
Pero los altos prelados y Sacerdotes, con brutales ritos sacrifi­
can personas humanas sobre los altares y piensan que tales sa­
crificios son beneficiosos a todo el pueblo. Todo esto descubierto
el año pasado, no está todavía del todo confirmado, por no atre­
verse los nuestros a confiarse a gente desconocida. Estamos es­
perando lo que falta.
AL CESAR CARLOS
SALUD

Poco antes me alegraba, invictísimo Emperador Carlos, de


que tú en la primera flor de la edad, tiempo en que otros se dan
al placer y a la lujuria, y necesitan de muchos guías para mode­
lar su vida de adolescente, obraras ya con juicio de anciano,
manifestaras la proverbial grandeza de los grandes Príncipes y
fueras versado en aquellas artes en las cuales los mayores Em­
peradores de los tiempos pasados lo fueron también con gran­
de alabanza; lo cual ciertamente era presagio de tu futura dig­
nidad. Mas ahora inmensamente me alegro, inmensamente me
gozo con increíble placer que hayas sido elegido, y no sin inspi­
ración divina, para el más elevado sostén del Imperio; para el
gobierno sublime de la Cristiandad. Estaban por tierra las co­
sas de nuestra Fe, Carlos florecentísimo César, y por todas par­
tes aparecía su caída. ¿Qué podía esperarse, estando la Repúbli­
ca Cristiana acorralada en el último rincón de Europa y ha­
biendo sido entronizado en el solio imperial del Oriente el tira­
no turco Solimán, sino ver en breve la ruina definitiva de Eu­
ropa? Así el mismo Dios, mirando desde el cielo por su Reli­
gión, te eligió en tu primera edad para el imperio con el fin de
que, al mando de la humanidad, sean pulverizadas las armas de
los bárbaros y el sublime Imperio de Constantino, en manos de
esos bárbaros, la Ciudad de Jerusalén, con el mismísimo sepul­
cro del Redentor, y todos las reinos de Oriente se rindan a tu es­
pada. Así pues, poderosísimo Emperador, dirige esa tu muy no­
ble dignidad de la adolescencia para llevar a cabo por todo el
Orbe algunos hechos de gloria, y recuerda que Alejandro, hijo
de Filipo, invadió el Asia a la edad que tú tienes, que se apode-

187
188 A L E S S A N D R O C KU AI . I >I N I

ró de iodo el Oriente; desata tu poder bien probado en todo el


mundo para comenzar una guerra en favor de la Fe, de tu Ley-
de tu Dios: excita tu valor para conseguir la gloria inmortal
para tu pueblo y un nombre sempiterno para la dignidad Cesá­
rea; recuerda que tú eres llamado César y Augusto y los Em­
peradores tuvieron un dominio universal sobre toda la humani­
dad y es necesario lleves a cabo alguna hazaña digna del Cé-
par. Salud, Carlos, César en verdad, cuyo Imperio el mismo
Dios inmortal lleve desde Oriente hasta Occidente, igualándo­
lo con los mismos términos del Océano. Yo poco antes arribé a
esta ciudad y todavía no estoy repuesto de tan larga navegación
y por eso, mi cabeza vacilando en todas las direcciones, mi car­
ta está privada de toda dignidad y galanura. Adiós de nuevo,
Lumbrera de tu siglo. En la Ciudad de Santo Domingo a 15 de
mayo de 1522.
Alejandro Geraldini, Obispo de Santo Domingo
al Rey

CARLOS

Salud.

Porque los mayores Emperadores de la Tierra, como Cons­


tantino, Justiniano, Carlomagno y los demás Césares de tu con­
dición y los supremos Príncipes alcanzaron entre todos los pue­
blos un nombre sempiterno por su preclara munificencia hacia
el Dios inmortal y hacia los templos de los Santos; tanto que
Constantino llenó de nuevos templos la Ciudad de Roma, Bizan-
cio, Colonia y toda Europa y Asia; Justiniano colonizó Macedo-
nia, ei Ponto, la Propóntide, Egipto y todas ciudades y aldeas
de Africa hasta el estrecho, con una serie sublime de edificios
Sagrados; y Carlomagno, de origen austríaco, levantó mil tem­
plos en Europa, como saqué de sus anales en la visita que, estan­
do en Aquisgrán, Ciudad de la Alemania Inferior, hice a su se­
pulcro con gran acompañamiento de hombres principales, hace
ya tres años. Ahora Tú, florecentísimo Carlos, viéndote como
Príncipe supremo de nuestros tiempos, que no has de irles en
zaga a ninguno de ellos ni en valor ni en elevados merecimien­
tos, te pido suplicante, ya que tu Alteza tiene dos domicilios en
Santo Domingo y yo Obispo, no tengo ni un tugurio ni siquiera
un techo, que me des uno de tus domicilios para mi Sede Epis­
copal y así el mismo Dios a cuyo imperio altísimo están sujetos
Cielo Mar y Tierra, rodeará de una altísima autoridad en todo
el Orbe a esa tu juventud, a esa tu edad floreciente en vida, a
esa tu natural dignidad que en nuestra presencia te ha venido.

189
190 ALESSANDRO GERALDINl

Además, como mi templo Catedralicio está hecho de maderos,


de céspedes, de materia tenue, de tablas, de barro, de ramas de
árboles1 entrelazadas con cierto aire como de jardinería, por lo
cual de noche los Libros sagrados, el mismo órgano, los orna­
mentos de los Altares han sido muchas veces sacrilegamente ro­
bados; y, como ni el mismo Cuerpo de Dios está seguro de los
rateros, ladrones, magos, nigromantes, arúspices, aríolos, pito­
nes, fanáticos ni del fuego de los malvados; te pido a ti, el más
excelente de todos en nuestros días, que mandes se me entre­
guen ocho mil ducados de oro que en otro tiempo el Rey Fer­
nando dejó para que se erigiera mi templo episcopal y que fue­
ron recogidos por el Tesorero (Pasamonte), lo cual haré cons­
tar en la bóveda de tortuga del Altar Mayor. Tengo pensado de
esta manera por medio de la Indulgencia pública de León X
P. M. y con los cuerpos de los Santos que espero de Roma, lle­
var a toda esta gente a honrar al Dios inmortal con un culto ad­
mirable porque levantaré en este extremo de la Tierra un tem­
plo tan notable que los bárbaros todos que habitan el Equinoc­
cio acudirán a él como a un nuevo y memorable espectáculo y
allí, en todos los lugares de ese templo, de tal manera se mani­
festarán los sublimes elogios de tu Alteza, en bronces, en már­
moles y hasta en las obras de orfebrería que harán tu nombre
eterno. Así pues Excelentísimo e Invictísimo Carlos, Rey Gran­
de, al pedir lo que pido para manifiesto obsequio de Dios y pa­
ra ornamento eterno de tu Alteza, con derecho pido que no le
sea denegado a un Obispo, hechura tuya, ni a un Prelado llama­
do por ti. Y el Dios Omnipotente a ti, mayor que Constantino,
que Justiniano, que Carlomagno y semejante a César Augusto,
te lo retribuya.
Alejandro Geraldini, Obispo de Santo Domingo
Al Reverendísimo Señor Cardenal

E G I D I O.

Salud.

Cuanto más grandes, Rvdmo. Señor, han sido tus beneficias


para conmigo tanto más deseo se hagan mayores con el decur­
so del tiempo, de manera que en nada absolutamente pueda
disponer de mi vida sino que todo derecho pase a ti, varón exi­
mio, de tal modo que te sea lícito, a cualquier precio que qui­
sieres, venderme por esclavo. Mi deseo es éste: mi Obispado no
tiene casa alguna, donde yo, el Obispo, pueda cobijarme; en
cambio el Rey Carlos tiene dos, en una de las cuales, el Tesore­
ro de la Provincia, Pasamonte, trata los negocios públicos del
país; la otra, está vacía y unida a mi Templo. Yo, el Obispo, pi­
do humilde y suplicante, como en otro tiempo Bonifacio IV,
P. M., pidió a Focas Emperador Cesáreo, se le diera a él el Pan­
teón, templo de la diosa Cibeles, consagrado a los dioses roma­
nos y a la República, Templo anteriormente, durante la guerra,
prometido con fuerza de voto por Germánico y construido por
M. Agripa Cónsul lili, después de ser totalmente sometida la
Alemania transrenana. Así ahora pido yo a nuestro Rey Carlos,
el más excelso de nuestro siglo que dicha casa se nos atribuya
a perpetuidad a mí, a mí Sede y a los Obispos que me sucederán
en esta Ciudad. Por lo cual su Alteza Real conseguirá en el au­
la de la Patria celestial un destacado y sempiterno domicilio, y
V. Rvdma. Señoría junto con el Rvdmo. Señor Cardenal de

191
192 ALESSANDRO GERALDINI

Tortosa (65) a quien escribo ampliamente, alcanzará un mere­


cimiento imperecedero delante de Dios. Además como el Tem­
plo Episcopal de mi Isla está levantado con ramos de árboles,
con palmáis, con céspedes, con varas, con maderos y con mate­
riales llenos de peligro, por lo cual ni el Santísimo Cuerpo de
nuestro Dios asegurado contra sicarios, sacrilegos, malvados ni
un fuego cercano, con toda el alma ruego me alcancen del Rey
Carlos, mande se me asignen para construir parte del Templo,
loe ocho mil ducados de oro que dejó el Rey Fernando para le­
vantar el Templo y ya recogidos por el Tesorero Provincial, Pa-
samonte. Pues yo he determinado construir un templo notable
y muy alto con la pública Indulgencia de León X, P. M. En lo
cual V. Rvdma. Señoría y el Rvdmo. Cardenal de Tortosa reci­
birán de Nuestro Dios O. M. probadas y manifiestas recompen­
sas. Que el mismo Dios lleve a V. Señoría a la más alta cum­
bre de su Iglesia.

65.— Adriano de Utrecht (1459-1523), teólogo, maestro de


Carlos V, Regente de España (1516); Obispo de Tortosa (1517);
Papa con el nombre de Adriano VI, (1522-23). (H. E. P. B.).
Alejandro Geraldini, Obispo de Santo Domingo
A Lucio Puccio Cardenal del Titulo de los
Cuatro Santos Coronados
Salud.

Acaso se admire, magnífico Padre y Señor, que haya en­


mudecido por tan largo tiempo, principalmente habiendo sido
tan atento hacia V. Señoría Rvdma., desde el mismo día que lo
conocí, como puede serlo uno hacia un hombre mortal. Lo ha­
bía visto usar siempre de tal templanza en moderar al pueblo
cristiano, de tal consejo en gobernar a gentes de distintas len­
guas en países extraños y pueblos lejanos; a hombres de índole
tan varia que más le hubiera creído hombre divino que huma­
no. Mas no se admire; ya que los trabajos de mi larga peregri­
nación por Bélgica e Inglaterra, además de aquellas incomodi­
dades pasadas en la navegación por el Gran Océano desde la
Isla Británica hasta Cádiz han sido el motivo por el cual he es­
tado largo tiempo olvidado de mí mismo. Ahora, libre ya, nada
juzgué más conveniente que volver a mis antiguas aficiones y
a ellas entregarme en algo, aunque pequeño, ya que nada pue­
da en lo grande. Pues desde mi primera edad cobré tal costum­
bre que ninguna distancia por mar ni por tierra me apartaron
de guardar amor a mis Señores y el mismo tiempo que suele
causar olvido en los hombres, infunde en mi, cuanto más me ale­
jo, mayor veneración hacia aquellos que una vez comenzara a
tratar. Así pues, Rvdmo. Señor y Padre, envío a V. Rvdma. Se­
ñoría el pequeño presente de algunos papagayos, como testimo­
nio de mi mayor amor, mi mayor fidelidad y también de mi
mayor respeto. Dígnese V. Señoría aceptarlos con la misma
voluntad buena con que son enviados. Con todo diré que le he
193
194 ALESSANDRO GERALDINI

destinado uno muy grande; pues nunca la República del pueblo


Romano, extendida por todo el globo; nunca antes Roma, la
dueña de todo, vió otro semejante. Si bien, llevado a todo el go­
bierno de los antiguos Quirites, se traían a la Ciudad papaga­
yos pequeñitos y comunes de la India y ahora se traen del Oc­
cidente de tierras muy apartadas de la India. Aunque, a la ver­
dad, aun estando Dios de mi parte, muerto mi hermano D. An­
tonio, nada me causa alegría ni nada me da placer. Bien qui­
siera manifestar en algo mi buena voluntad a aquel de quien
he recibido ingentes beneficios. Envío además a su Señoría
Ilustrísima un gallo nacido en estas tierras del Equinoccio, una
gallina blanca y otros papagayos. Pero el gallo es una obra ad­
mirable de la Naturaleza: cuantas veces va y viene con mucha
pompa en torno de su esposa, como es instintivo en esta clase de
aves, con el cuerpo completamente erguido, ora manifiesta va­
rios colores en su cabeza, ora los oculta. Le envío dioses crueles
de aquellas gentes, que daban respuestas públicas a todo el pue­
blo y que, puesto el Sacramento de nuestro Santísimo Redentor
en esta parte del mundo, han enmudecido por completo. Le es­
cribo esta larga carta y el memorial en el que humildemente
pido, que la Sede Romana conceda muchas Indulgencias a mis
Templos y algunas reliquias insignes de los grandes santos, a
fin de poner bajo la hegemonía de Cristo a este nuevo Mundo
mayor que Europa y Asia. Leerá, pues, su Señoría Rvdma. mi
memorial y, siendo equitativas las cosas que pido y para el bien
común de nuestra Fe, con el máximo interés que quedo, suplico
se me conceda y también se me otorguen a mí y a mi Sede gran­
des privilegios y mande enviarme, entre las demás pinturas, los
blasones de la familia de los Médici y de los Puedo por medio
de mi familiar Diego, varón de plena confianza. No quedará
Templo alguno en este País sin el blasón público de Nuestro
Santísimo Señor y el de V. Señoría Rvdma. y, si en alguna
cosa Rvdmo. Señor puedo servirle en este extremo de la tie­
rra, mientras yo esté en ella, me tendrá por perpetuamente
obligado y perpetuamente siervo, seguro de que cuanto se des­
cubra digno de admiración bajo los cielos de este mundo, se le
comunicaré. Salud, Rvdmo. Señor. Desde la Ciudad de Santo
Domingo.
Alejandro Geraldini, Obispo
Al Rvdmo. Cardenal de la Santa Cruz,
Salud.

Rvdmo. y muy Digno de ser Honrado Excmo. Señor.


Si mis cartas a esa Curia no son frecuentes, ruego a V. Se­
ñoría, que no se extrañe, pues vivo en la tierra de los Antípo­
das, situada lejanamente de vuestro hemisferio, ya que según
cálculos de los Geógrafos, esta Isla donde yo estoy, está por de­
bajo de la Galia Narbonense (66) y las otras dilatadísimas Re­
giones del Equinoccio, por debajo de Italia, Grecia y Asia, de­
rramadas por el anchísimo espacio de la Tierra humana. Añáda­
se a esto que estoy trabajando por ajustar en todas partes los
negocios de mi Obispado para regresar a Italia, y ponerme pa­
ra siempre bajo la deseadísima protección de V. Señoría Rvdma.
Deseo cerrar el curso de mi vida en la Ciudad de Roma, otrora
Señora de todo y, al presente, Cabeza de la Fe y dejar mis hue­
sos entre los sepulcros de los Mártires desconocidos; pues todos
los Templos Romanos están llenos de antiguo Mártires. Algún
bien se me seguirá de tanta sangre derramada por ellos en
testimonio del nombre de Cristo y de la veneración conservada
al Dios eterno e inmortal, con tanta decisión y fortaleza. Por lo
demás, Rvdmo. Señor, Jo que me atormenta es esto: hace dos
años completos, cuando debí salir de Sevilla para mi Episcopa­
do, entregué doscientos ducados de oro a Pedro Soria, mercader
español, para ser entregados al Pontífice Máximo por el semes-
00.— I.n parto del Sur de Francia, que formó la Provincia
Romana do la Gullia Narbonense, conquitada por lo® Romanos
hada el alio 125. Su capital, Narbona. (H. E. P. B.).

.195
196 ALESSANDRO GERALDINI

tre de mi Episcopado, habiendo pagado antes de salir de Roma,


otros ciento por medio del Cardenal Egidio por la expedición
del diploma Pontificio, esto es, por la expedición canónica de
las Bulas. Pero él, así que me vió fuera del territorio ibérico,
con el fraude idumeo (67) de que es capaz, negoció con mis di­
neros y los suyos y a mí, su amigo, me traicionó abiertamente.
Ahora, como dicha cantidad esté ya en esa Ciudad por medio
del mercader genovés Centurión, ruego encarecidamente a V.
Señoría ayude cuanto pueda a mi sobrino Lucio Geraldini, que
por mí está gestionando en esa Curia. Además, como el mismo
Lucio trabaja con todo interés por conseguir los cuerpos de los
Santos Mártires que han de ser trasladados aquí, con el mayor
empeño que puedo, ruego a V. Rvdma. Señoría le ayude cuan­
to pueda en este asunto y en la consecución del Jubileo para mi
Templo ya que es mi Legado nato, gestionando a favor de este
País. No se trata de cosa mía; se trata de ganar para la Sede
Apostólica el vastísimo Imperio en este País de los Antípodas;
en todos los pueblos del Equinoccio. He llegado a descubrir que
ni los Romanos, ni los Griegos ni los Egipcios ni los Persas que
escribieron sobre la situación del Orbe, dejaron a la posteridad
cosa completa ya que los mismos pueblos del Equinoccio y las
extensísimas regiones de los Antípodas se extienden por Orien­
te y Occidente en un espacio mucho mayor que Europa, Asia y
Africa en nuestro hemisferio. Por lo demás para decirle algo de
lo que ha llegado a nuestro conocimiento acontecido por estas
tieri-as haré saber a V. Señoría Rvdma. que Cortés, Capitán en
la Isla de Cuba que está cerquísima de este mi Episcopado, na­
vegando hacia el Norte, descubrió un país dichosísimo, en cuyos
litorales había aldeas admirables, pero que inmolaban en sus
Templos hombres esclavos o animales en Altares por sus pro­
pias manos. Entre otras cosas, entró en una Ciudad construida
a cien millas adentro, en un lago, con una serie admirable de
torres, almenas y barbacanas en la cual se hallaban los Palacios

67.— Pedro Soria, posiblemente judío converso, pues al de­


cir Geraldini “con el fraude idumeo de que es capaz” está hacien­
do referencia a los engaños entre Jacob (Israel), el astuto, el en­
gañador, y su hermano Esaú (Edom), nombre helenizado por Idu-
mea, la patria de Herodes el Grande. (H. E. P. B.).
N I N K H A I I I O POK I . A S UlOOIONES KU1U0QUINOCCIALES 197

Heñios y los Templos edificadas con suma magnificencia. Por


ot ro lado Gil González Dávila Capitán General de Navio de to­
da nuestra región para escudriñar todo lo nuevo en todo rincón
de la Tierra, atravesada la Isla América, que es mayor que Eu­
ropa y Asia por la parta más estrecha, construyó una armada y
desplegando velas hacia Occidente, encontró innumerables Is­
las y Pueblos que tenían Ciudades y Villas dotadas de magnífi­
cas leyes y sapientísimas instituciones. Esto es lo que por aho­
ra tenía en cartera para comunicárselo; en adelante iré dándole
noticias de lo más destacado y que pueda causar verdadera ad­
miración. Entretanto lo que humildemente le suplico es que me
remita a mi sobrino Lucio listo con todas esas cosas que pedí a
nuestro Santísimo Señor, pues nada, como dije, se hace por mi
provecho sino que la Sede Romana llegará con el tiempo a lo
más posible y será apuntalada con un dominio tal que por él,
de nuevo volverán los tiempos pasados de nuestra Patria. Sa­
lud, Rvdmo. Señor, Dios omnipotente le guarde para isubir ca­
da día a mayores dignidades. Desde la Ciudad de Santo Domin­
go, a ocho de Abril de 1523.
Alejandro, Obispo Geraldini
Al Gran Canciller de Borgoña
Salud.

Distinguidísimo Señor: Me alegro infinitamente que tú, va­


rón excelente por tu doctrina, mérito y virtud, hayas dejado en
todo Occidente gran fama de integridad y hayas conseguido,
como el otro Canciller, ignominia sempiterna de parte de los
vendidos Magistrados de toda España y que así te hayas porta­
do con tal integridad que por tu justicia debidamente guardada,
con su cuenta y razón hayas conservado un nombre memorable,
una fama indeleble para la posteridad entre todos los pueblos
y entre todas las ciudades. Después de tu retirada se levanta­
ron bárbaros crueles y gentes feroces contra nuestro Empera­
dor que nos está gobernando en su temprana edad. Venga, ven­
ga el César y en todas partes use de gran clemencia y de Ce­
sárea venganza, con suma fortaleza para que en lo sucesivo no
sea despreciada por los súbditos la Majestad Augusta y la Dig­
nidad Imperial. Yo, por negocios de mi Diócesis, envío a ese so­
brino mío a nuestro Augusto Emperador. Ruego a V. Señoría
que le ayude y preste todo auxilio; pues se trata de un asunto
justo y piadoso: se trata de arrancar a la Iglesia de la Tiranía.
Por lo demás, oh gran varón, si quieres algo de esta gente de
los Antípodas, donde tengo mi Sede, o de la región equinoccial
donde habito, te ruego varón Ilustre, que todo me lo mandes y
claramente descubrirás que mi prontitud de ánimo para ser­
virte, responde a tus beneficios para conmigo. Salud.

199
Alejandro Geraldini, Obispo
al
Rvdo. Cabildo de Santo Domingo
Salud.

He sabido con cuánto amor habéis recibido a Onofre y


Diego Geraldini, mis Vicarios en ese lugar, y con qué benevolen­
cia los habéis admitido a las Canongías. Esto ha sido para mí
tan grato y tan lisonjero que nada pudo serlo más. Y así espero
que en lo ¡sucesivo mis obligaciones para con cada uno de vos­
otros, aparecerán de tal manera que veréis que, con igual amor
y benevolencia, procuro todo ceda al bien común y de los parti­
culares. Por eso yo, que por mandato oficial de Nuestro Santí­
simo Señor León X, recorrí todas las naciones del Septentrión,
ahora me apresuraré, con ánimo más alegre, a llegar a vosotros
mis hermanos, situados en las tierras australes y en el lugar
más lejano de nuestra Zona. Con vosotros deseo en adelante
estar de lleno relacionado y vivir todo el tiempo de mi vida. Sa­
lud hermanos míos, hijos míos, y salud en mi nombre a todo el
pueblo. Desde Londres, Ciudad de Inglaterra, a los 15 de Sep­
tiembre de 1518.

201
Alejandro Geraldini, Obispo
a los
Rvdos. y Religiosísimos Padres que están en la
Ciudad de Santo Domingo. Salud.

Con tan grato ánimo he sabido que todas Vuestras Pater­


nidades han sido puestas al frente de esa Isla por el Rey N.
Señor, como si algo memorable me hubiera sucedido, como si
alguna dignidad se me siguiera de ello. Qué puede haber más
grato para mí que oir que hay sabios en ese extremo que tan­
ta necesidad tiene de las preclaras enseñanzas de tan grandes
hombres, ya que está probado con la conocida sentencia de Pla­
tón, que entonces se gobiernan bien las ciudades, si las gobier­
nan hombres dignos de alabanza? Que los grandes Reinos de la
Tierra son bien administrados, si son moderados por la ordena­
ción bien probado de los sabios? Por eso, al entender la doctrina,
la religión, la integridad y todo lo que hay de laudable en el
alma y las dotes naturales en que florecen Vuestras Paternida­
des, primero comencé a alegrarme conmigo mismo con alegría
increíble, y luego a felicitar a ese País y, sobre todo, a congra­
tularme con vosotros y, de no habérmelo impedido por manda­
to oficial León X P. M. y Pastor de la Cristiandad, mucho antes
hubiera navegado hacia mi Diócesis y me hubiera agregado a
vuestra confraternidad; pues deseo, con la ayuda de Dios, dis­
frutar de por vida de vuestra compañía y pasarme con vosotros
todo el tiempo en adelante. Pero los aciagos tiempos que corre­
mos, rne lo impidieron contra mi voluntad. Pues, ocupado Soli­
mán, Sultán de los Turcos, casi toda el Asia y debatiéndole la

203
204 ALESSANDRO GERALDINI

República Cristiana con manifiesto peligro, me fué necesario,


por oficial mandamiento de su Santidad, ir desde la Isla Britá­
nica, donde me había detenido casi ocho meses, a Escocia, al Se­
renísimo César, a todos los Príncipes del Sacro Imperio Roma­
no, como lo podréis oir más ampliamente del Tesorero Provin­
cial de ahí, Señor Pasamonte, amigo mío y varón en gran mane­
ra distinguido. Ahora, tan pronto me desligue de este servicio,
iré a Vuestras Paternidades, a las que deseo ver, como si se tra­
tara de un bien mío, para en adelante pasar con ellas todos los
días de mi vida. Entretanto encomiendo a Vuestras Paternida­
des a Onofre y Diego Geraldini, Vicarios y Procuradores míos,
pero no con una recomendación vulgar, de los cuales el uno es
sobrino mío y el otro, educado conmigo desde la niñez y, por
eso, muy querido mío. Lo que hagáis con ellos, conmigo lo ha­
céis. Salud, Padres Veneradísimos y que améis a Alejandro
Obispo que os ama y reverencia vehementísimamente. Desde
Londres, Ciudad de Inglaterra, a 18 de Septiembre de 1517.

ROMA. Imprenta de Guillermo Facciotti, 1631. Con permiso de


los Superiores.
A P E N D I C E
MAPAS ILUSTRATIVOS (*)

AFRICA

Mapa 1*?

Según la tradición de Tolomeo, edición de 1507. Se trata de


la parte de Aírica sólo conocida por los descubrimientos portu­
gueses en algunos puntos de la costa occidental de Africa. Las fac­
torías están marcadas con unas banderillas con el escudo de
Portugal.
Sin este mapa sería imposible entender el Itinerario de Ge-
raldini.
Nótese la Línea Equinoccial, “Equinoctial”, que corresponde
al actual Trópico de Cáncer.

REGION DE LOS ABISLNIOS

Mapa 29

Según la obra “Theatrus Uníversalis”, de Ortelio, edición de


1560 Se distingue la “Barbariae Pars” (Berbería), “Aegiptus”
(Egipto), “Benin” (Benín). Después todo el resto de Africa cons­
tituye el Imperio del Preste Juan o de los Abisinios. La antigüe­
dad cristiana llamó Preste Juan al Emperador de los Etíopes, por­
que era sacerdote y rey. Nótese que ya en este mapa la “línea Ae-
quinoctialis” es la actual Línea Ecuatorial. Geraldini no bajó
tanto en su viaje por la costa africana. El Océano Atlántico se lla­
ma “Mare Aethiopicum”, Mar Etiópico.

(*) Estos mapas ilustrativos —que se incluyen a continuación—


pertenecen a la colección de Mons. H. E. Polahco Brito. A él se deben
también las anotaciones relativas a dichos mapas.

207
208 ALESSANDRO GERAL1>1NI

AFRICAE TABULA NOVA

Mapa 3^

Nuevo Mapa de Africa, edición de Amberes, 1570. Interesante


por la claridad del Trópico de Cáncer, que pasa sobre parte de la
región de Africa visitada por Geraldini, y sobre la isla de Santo
Domingo. De modo que según la concepción geográfica de Tolo-
meo, seguida por el autor del Itinerario1, él visitó regiones debajo
del Equinoccio (Trópico de Cáncer) y vino a vivir en esa región.
El “Aequinootialis Circulus” es la actual Linea Ecuatorial, a don­
de no bajó Geraldini. Este mapa nos permite seguir con bastantes
detalles el viaje del Obispo de Santo Domingo por la costa africa­
na. El Océano Atlántico se llama aquí “Oceanus Aethiopicus”,
Océano Etiópico.

DESCRIPCION DEL AFRICA

Mapa

“Geografía Universal” de Tolomeo, mapas hechos por Gaggi-


ni. Edición de Paula, Imprenta de Paolo y Francisco Galignani,
1621. Tabla XXIII.
El Océano Atlántico es “Oceanus Aethiopicus”, Océano Etió­
pico.
AFRICA - Mapa
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D’AM ELIA

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A M E L IA
T IP A. P E T R IG N A N I
1892
PREFACIO^)

Un italiano, nativo de Génova, hijo de un pobre escardador


de lana, al inicio del año 1486 se presentó en la Corte de la Reina
Isabel de Aragón. A la pobreza del vestido hacía admirable con­
traste la majestad de su aspecto; de su frente espaciosa, de la vi­
vacidad penetrante de su mirada se transparentaba a maravillas
la insólita perspicacia de su mente. Una empresa grandiosa por
sí misma, pero sin embargo, en la práctica, atrevida e incierta,
era hacía tiempo objeto de sus más ardientes deseos, e iba cabal­
mente a proponerla a la Corte de España para obtener los me­
dios necesarios para llevarla a cabo, en la seguridad de que de
ella se derivaría grandísima gloria a la misma España. Así era
este CRISTOBAL COLON, que deseaba nada menos que dispo­
nerse al descubrimiento de un Nuevo Mundo, y ofrecerlo a Es­
paña.

Ya había hablado de esta empresa con los reyes de Francia,


Inglaterra y Portugal y también con la República de Génova, su
patria; pero aunque él tenía pruebas válidas y demostrables de
que no era de muy difícil ejecución, de nadie pudo ser creído o
favorecido; sino que al contrario, obtuvo más bien burlas y en­
gaños. Tal suerte deberá sufrir todavía en la Corte de Aragón,

(*) Traducción del prefacio y de las observaciones del opúscu­


lo Cristoforo Colombo ed el primo Vescovo di S. Domingo, Mons.
Álessa.ndro Geraldini d’ Amelia. Por Mons. Belisario Conte Gerai-
dini. Amelia, tip. A. Petrignani, 1892. Correspondientes a las pá­
ginas 3-11 y 29-36.
Traducido del italiano por Mons. Hugo E. Polanco Brito.
Iligüey, 18 de 1977.

215
216 ALESSANDRO GERALDINI

donde el nuevo mundo, que Colón habría de llegar a descubrir,


desde un principio se vio como una quimera, como el sueño de
una fantasía exaltada, y por lo tanto no valía la pena prestarle
ninguna atención.
Sin embargo, afortunadamente en la misma corte, que por
obra de la Isabel era sitio de reunión de los más ilustres sabios
y literatos de aquel tiempo, vivían dos insignes personajes ita­
lianos, que eran hermanos. Antonio y Alejandro Geraldini, de
la antiquísima ciudad de Amelia. Especialmente el primero go­
zaba, sobre todos los demás, de la confianza y del favor de la
Reina y del Rey Alfonso, del cual había sido secretario, cuando
reinaba en Sicilia.
Era aquel que en la tierna edad de 22 años, por orden de
Isabel y Fernando, por sus excelentes méritos, por su admirable
facilidad en la versificación, había sido coronado poeta, con
gran aplauso, en presencia de un gran número de nobles y
magnates. Había escrito nada menos que 423,000 versos en es­
tilo bucólico, satírico, lírico y heroico, considerados excelentes
según los autores referidos por Apóstol Zeno (Disc.: Voss: T. I.
pág. 223), de los cuales sólo se han publicado doce elegías so­
bre la vida de Jesucristo. Así lo atestigua Tiraboschi en el to­
mo 6, Pág. 2a. XXXV. Y en verdad, juzgan por aquellos pocos
escritos poético^ todavía inéditos, eran muy justas las alaban­
zas que se le otorgaron; todos respiran el sabor clásico del Re­
nacimiento literario de aquellos tiempos. Había también escri-
tc 98 discursos y 232 cartas familiares (1).

(1) Todo esto lo saco de un manuscrito inédito del mismo An­


tonio Geraldini, que llegó afortunadamente a mis manos; manus­
crito del que supe hay una copia en la Biblioteca Vaticana. El
autor lo tituló: “VIDA DEL REVERENDISIMO ANGEL GERAL-
DINI, Obispo de Sessa y de toda la familia Geraldini”.
En él dice que su madre se llamó Graciosa y su padre An­
drés, hijo del finado Juan Geraldini, y que Alejandro era su her­
mano materno, y que tuvo como maestro a un tal Grifo Amerino,
que por las letras y el arte de enseñar a los niños era llamado el
Quintiliano de aquella época (son sus palabras).
Pensando después en los hombres ilustres de la familia Ge­
raldini iguales a Angel, cuyas gestas (si se conocieran como laa
describe su sobrino Antonio) lo harían figurar entre los persona-
ITINERARIO r o n I.AS REGIONES SUBEQ1M ÑOCO ALES 217

La altura de su ingenio le había merecido también la con­


fianza y la benevolencia del Romano Pontífice Inocencio VIII,
quien habiéndolo nombrado Protonotario Apostólico, lo desig­
nó Nuncio ante la Corte de España.
Y realmente, un hombre de tales condiciones desde el pri­
mer instante que conoció al genovés no sólo no se asoció al gru­
po cortesano que se reían de él por la extraña proposición de
descubrir un nuevo mundo, sino que vivamente atraído por él,
estos dos grandes hombres, como exactamente dice Roselly de
Lorgues, bien pronto se entendieron; por él sintió Antonio una
gran atracción y fue su amigo, aunque se cree que fue sólo su
protector. Toda la estima, confianza e influencia que tenía
Antonio con la Reina Isabel las puso a su favor; habló del pro­
yecto de Colón a los grandes de la corte, e inclinó a su favor al
Cardenal González de Mendoza, quien, para valerme de la ex­

jes más conspicuos de aquel tiempo, como lo dice él de sí mismo:


•‘Yo tam bién me cuento entre los m ás im portantes sobrinos que,
imitando los brillantes caminos de Angel y de sus hermanos, los
seguí por diversos países y llegué hasta las costas de Irlanda,
siendo todavía yo u n niño, y al llegar a la juventud escribí en es­
tilo bucólico, elegiaco, satírico, y lírico 423.000 versos, 98 discur­
sos y 232 cartas fam iliares. Después llegué a España y por m anda­
to del invicto Rey de Aragón, por su primogénito Fernando Rey
de Sicilia y de la princesa Isabel Reina de Sicilia, fui coronado
Poeta teniendo 22 años ante ingente m ultitud de nobles, próceros
y m agnates. Corona que solamente m erecieron en la antigüedad
los poetas reconocidos y los em peradores después de haber alcan­
zado un triunfo m ilitar.
P ara dar al lector una prueba de la elegancia y facilidad en
la versificación, voy a transcribir el epitafio que él mismo puso
en el sepulcro de su tío Angel, obispo de Sessa, que tam bién he
encontrado en el citado manuscrito. Aquí está: (Nota: no se tradu­
ce, porque la prueba está en la elegancia del verso latino).

Ble Geraldini generis celeberrim us auctor


Angelus Antistes, pulcra Suessa, tuus
Hic jacet; heu qualem am isit sacer ordo patronum,
Perdidit et qualem gens Amerina Patrem .
Dulichio similis, lu strav erat aequora, térras,
Dum patriae vigílans consulit, et patribus.
Sed nimis ingestos alios superaddere falces
Dum studiet, inm ensum non tu lit unus onus.
Occidit ergo aliis, sed non sibi, quando peregit
Fortia iquod dederant fata secutus iter.
218 ALESSANDRO GERALDINI

presión del mismo Roselly, era el tercer rey de España; verifi­


cándose a<sí lo que de él afirma Mons. Alejandro en su Itinera­
rio, que Antonio ofreció a Colón una grandísima ayuda: “Vehe-
mentíssime adjutus est”.
Que después a éste se debiera el favor que encontró Co­
lón en la Corte, se descubrió cuando tan poderoso protector mu­
rió en la florida edad de 39 años en 1489. Entonces fue que el in­
feliz genovés, como dice Mons. Alejandro, caído en la mayor
calamidad, oprimido por la deslealtad de los amigos y por su
gran pobreza; para no pedir la comida se vio obligado a refu­
giarse con los Franciscanos de la Rábida.
Entre ellos encontró otio admirador y protector, el Guar­
dián Fray Juan de Marchena, quien a propósito hizo un largo
viaje para hablar con el Rey, que ise encontraba en Granada,
para inducirlo a aceptar la proposición y solicitud de Colón.
Obtuvo el que llamado a la Corte su proyecto fuera rigurosa­
mente discutido en una reunión de las más doctas e importantes
personalidades del Reino.
Pero por las graves objeciones deducidas de principios re­
ligiosos mal interpretados (por los cuales Cristóbal pudo haber
sido condenado como hereje por muchos obispos españoles) y
los falsos conocimientos físicos prevalecientes en aquellos tiem­
pos, su proposición hubiera sido inexorablemente rechazada co­
mo absurda y herética.
Sin embargo, el coraje y el amor de Mons. Alejandro Ge-
raldini no le fueron menos útiles en aquella grande prueba, a
cuyo triunfo .estaba ligado el descubrimiento de un nuevo
mundo.
Además por su pericia en escribir y por sus extraordinarios
dotes tuvo el honor de pertenecer a la Corte de la Reina Isabel,
quien además de haberlo nombrado su copero, le había dado
además el delicadísimo encargo de educador y maestro de sus
hijos y nietos, de modo que fueron sus discípulas cuatro reinas,
a saber Isabel dada como esposa al hijo del Rey de Portugal,
María esposa del mismo Rey, Catalina desposada con Enrique
VIII de Inglaterra, y Margarita hija del Emperador Maximi-
ITINERARIO POR LAS REGIONES SUBEQUINOCCIALES 219

liano mujer de Juan, Príncipe de España. Después de haberse


ejercitado en la carrera de las armas en España, abrazó la mi­
licia eclesiástica, en la que obtuvo insignes honores, como el de
Protonotario Apostólico, Obispo de Vulturno, Capellán Mayor
de] mismo Rey de España y finalmente Obispo de Santo Do­
mingo en América. El, como su hermano Antonio, gozó de
la más alta estima y confianza de los Reyes de España, y por
su disposición verdaderamente admirable de tratar, conducir
a buen término los más delicados y grandes negocios, le fue­
ron asignados muy difíciles misiones y legaciones, tanto ante el
Romano Pontífice como ante otras príncipes. Por su interme­
dio el Rey de España pudo concretar importantísimas alianzas,
con Alejandro VI, con el Emperador Maximiliano, con la Re­
pública de Venecia y con el Duque de Milán, que reportaron a
aquel monarca muchas victorias.
Por tanto, este hombre que en sí reunía todas las cualidades
de su difunto hermano, en la famosa discusión pobre el gran
proyecto de Colón, tomó tanto empeño por su compatriota ami­
go, que sin él (como lo demuestra el mismo Alejandro Geraldi-
ni en la relación que hace a León X) la inmortal proposición
del Genovés habría naufragado. Así lo afirmo, porque a Ale­
jandro Geraldini no le faltó valor; y fue un valor en verdad no
ordinario, y la valentía de sostener a Colón y destruir frente a
aquella respetable asamblea las objeciones, muy graves en
aquella época, opuestas a su proposición en apariencia tan ex­
traña e inverosímil; y aunque la Reina Isabel cediendo a sus ar­
gumentos, no se hubiese resuelto a emprender a sus expensas
la inmortal expedición; Cristóbal Colón por intermedio de él,
hubiera encontrado la ayuda necesaria para emprenderla en el
Conde de San Angel (noticia que por otra parte se les ha pasa­
do a casi todos los historiadoras). Esto quiere decir que aún
sin la intervención de la Reina, de todos modos por su inter­
medio se habría efectuado la gran empresa, y por tanto el des­
cubrimiento de América en gran parte se debe al coraje y a
tes de aceptar de Catenacci este honor, no habrá dejado de in-
Obispo, a un italiano, a un hijo de la ciudad de Amelia, a uno
de mis antepasados. Y el mismo Colón, como se verá más ade-
220 ALESSANDRO GERALDINI

lauto, no dudó ofrecerle un insigne y perenne testimonio de su


Agradecimiento.
Tanto mérito hubiera quedado desconocido para nosotros,
si Onofre Catenacci, sobrino segundo por parte de madre del
mismo Mons. Alejandro, en 1631, no hubiera publicado en Ro­
ma, en la imprenta de Guillermo Facciotti, un insigne manus­
crito de él, en lengua latina, titulado:

ITINERARIO A LAS REGIONES DEBAJO DEL EQUINOCCIO.

En esta obra el mismo Mons. Alejandro narra el Pontífice


León X las aventuras de su viaje cuando va a su nueva sede, a
la cual había sido nombrado por el Emperador Carlos Y. Qué
le indujo a aceptar este nombramiento, muy bien se deduce de
la carta, incluida en el Itinerario, por la que pide al Pontífice
la transferencia de la primera sede a aquella de Santo Domin­
go. Porque si tan mal se portaron conmigo, aún ellas, las Rei­
nas mis alumna®, y otros, que sólo se aprovecharon de mis be­
neficios; he deseado llevar mi vida en una región para mí des­
conocida, bajo un cielo totalmente ignoto a nuestros mayores,
donde atendiendo a la causa del Rey del cielo y a la propagación
de la fe, no me faltará la eterna recompensa. En una palabra,
él deseó intensamente terminar sus días en aquellas bárbaras
y lejanas regiones, después que abrumado duramente por la
desdicha, vio muy may correspondidas en Europa sus gravísi­
mas fatigas, la última de las cuales fue el haber desempeñado
por mandato de León X el dificilísimo encargo de Enviado Ex­
traordinario de la Santa Sede ante todos los soberanos de Euro­
pa, para inducirlos a formar una Liga contra Solimán.
Así, después de haber glorificado en el Viejo Mundo a su
familia, ilustre también por otros cuatro obispos, y por más de
veinte insignes personajes, dignos de la gloria, por la toga, o
I>oi las armas, o por el gobierno de los pueblos (entre ellos bri-
lln Bernardino, Virrey de Sicilia, a quien por sus méritos se le
concedió el raro honor de injertar al olivo y a las estrellas de
su escudo gentilicio el real pendón de Aragón), Alejandro pro­
pagó la gloria de su familia también en el Nuevo Mundo, donde
ITINERARIO POR LAS REGIONES SUBEQUINOCCIALES 221

habiendo sido el primer Obispo de Santo Domingo, abatido por


las fatigas de su ministerio apostólico, después de cinco años,
en 1525, voló a la eterna recompensa, dejando detrás de sí pro­
longado recuerdo y santa memoria.
El Itinerario de Mons. Alejandro, en fin permaneció olvidado
en las bibliotecas, de aquí el que muchos historiadores de la vi­
da de Colón, o no habiéndolo conocido, o tal vez no habiéndole
prestado la debida atención, dijeran que el Nuncio Apostólico
Antonio Geraldini, muerto hacía tiempo en Marchena de Anda­
lucía, estaba presente en la discusión de Salamanca, y pusieran
en boca de Cristóbal las respuestas, de donde las objeciones
puestas contra su proposición, fueron triunfalmente destruida^
por Mons. Alejandro que le había obtenido el visto bueno del
Cardenal Mendoza, y puesto a asumir los gastos del viaje al
Conde de San Angel.
Pero ante la inminencia del cuarto centenario del gran des­
cubrimiento de América, creí llegado la hora de renovar la me­
moria de tan ilustre antepasado mío, que fie encuentra admi­
rablemente unido a la historia del gran Almirante, y de rendir­
le tributo de justicia a su gran mérito, casi desconocido.
He aquí la razón por la cual me dispuse a ofrecer este
opúsculo, para así dar a conocer y difundir en el pueblo sus
méritos, una exacta versión, con el texto de frente, del libro
XIV de su Itinerario, donde a maravillas aparece con cuánta
energía se esmeró en favor de Colón, y cuánto éste mismo hizo
para pagarle el apoyo que le había prestado.
Por buena suerte, en nuestro municipio se conserva toda­
vía el retrato de tan glorioso amerino, como lo atestigua la ins­
cripción puesta delante el cuadro; y ds otra inscripción puesta
detrás del mismo, aunque no bien conservada, pero que pue­
de dar noticias de su procedencia. De ella conocemos que es
una copia del pintor Tomás Campara, bolones, mandada a ha-
cei según parece, por el Conde Pablo Torello, Arzobispo de
Rossano, en el año 1628, sacada de un retrato del mismo Mons.
Alejandro, cuando tenía la edad de 52 años y seis meses, esto
es, cuando *se encontraba en la Corte de España.
222 ALESSANDRO GERALDINI

Creí hacer más meritorio mi libro si apareciera el adorno


del tal retrato, que hice fotocopiar, porque a su primera vista
se verá en su rostro y en su mirada penetrante la elevación de
su mente y su gran corazón.

Tengo la firme esperanza de que este opúsculo, como quiet-


ra que sea, con el recuerdo de Mons. Alejandro contribuirá a
hacer imperecedera la memoria de los Geraldini, y al mismo
tiempo pondrá en el más luminoso aspecto la ardua y gloriosísi­
ma empresa del gran italiano, de modo que el astro de Colón in­
separablemente escoltado por las estrellas Geraldini brillará
deisde ahora en adelante con más fulgurante e inextinguible
esplendor en el bello cielo de Italia.
Por lo demás, apártese del lector aún la más mínima duda
sobre la veracidad de todo aquello que con relación a sí mismo
nos narra Mons. Alejandro. Se trata de un contemporáneo, gran
amigo del mismo (Colón), que tuvo parte principalísima en la
expedición, quién mejor que él pudo estar informado de cómo
se efectuó? Además, Mons. Alejandro fué hombre de gran pro­
bidad, de donde, como lo atestiguan graves autores, moría en
Santo Domingo en concepto de santo; estaba revestido de dig­
nidad, a la que desdice la más leve mentira; circunstancias son
éstas que hacen inverosímil que él haya escrito para su alaban­
za cosas contrarias a la verdad, sobre todo teniendo en cuenta
que narraba esto al Pontífice, quien con mucha facilidad, que­
riéndolo, habría podido ser informado exactamente por la Cor­
te de España de la verdad de lo narrado. Además, qué audacia
nc habría sido hacer creer mentiras a un personaje como el Su­
mo Pontífice?
Considere, por tanto, el lector como irrefutable todo lo que
atestigua Mons. Alejandro al Papa León, tanto sobre sí mismo,
como sobre Colón.
Tampoco se puede racionalmente sospechar de interpola­
ción a su obra por parte de quien publicaba el manuscrito des­
pués de su muerte. Nos da garantía la misma dedicatoria al
Cardenal Francisco Barbetrini, hombre muy perspicaz, que an­
tes de aceptar de Catenacci este honor, no habrá dejado de in-
ITINERARIO POR LAS REGIONES SUBEQUINOCCIALES 223

vestigar la plena conformidad de la obra, que se publicaba bajo


sus auspicios, con el manuscrito de Mons. Alejandro. Tampoco
se puede suponer en un hombre honorable como lo fué Onofre
Catenacci tan descarada arrogancia para ofrecer a un persona­
je tan digno de respeto una obra que él mismo había maltrata­
do y mutilado. Podemos, por tanto, estar seguros de la veraci­
dad de lo narrado por el Obispo de las Antillas en cuanto a la
plena integridad de su libro.
Sólo nos queda sentir por él lo mismo que sirva a la gloria
del inmortal genovés, y todo aquello que éste hizo en agrade­
cimiento para devolverle el favor recibido, de tal manera que
nadie como él fué así reconocido por el gran Almirante. Lo
primero lo sabemos del décimo cuarto libro, y lo otro de un
considerable trozo del libro décimo segundo de su Itinerario,
que presento al benigno lector en lengua vulgar (italiana) (*).

OBSERVACIONES

Llamo tanto a Mons. Antonio, como a Mons. Alejandro mis


antepasados.
Espero que no desagradará si me entretengo un poco en
darles a conocer, conformándome plenamente a la verdad, da­
do que alguno, mal infoimado de nuestra familia, pueda com­
placerse en esparcir dudas al respecto.
Ya por la declaración de Mons. Antonio sabemos que él y
Mons. Alejandro eran hijos de Graciosa Geraldini. Esta como
él mismo lo atestigua, tuvo como padre a Mateo Geraldini, hijo
de Angel, éste hijo de Cello, hijo de Collado de los Geraldini,
siendo Collado padre de Lello, como puede demostrarse irrefu­
tablemente por el árbol genealógico, sacado de documentos pú­
blicos. De este Lello, raíz de mi rama familiar, nació Arcángel,
y de éste Angel y Geraldino, según puede probarse de los actos
de Evangelista Ser Arcángel de Tellis del 22 de Julio de 1448, en
(#) Se omiten aquí, de los libros XII y XIV, del Itinerario,
loa parten relativas u lúa relaciones Gcraldini-Colón, en italiano y
lutin, que figuran atrás, en el texto traducido.
224 ALESSANDRO GERALDINI

los cuales éstos aparecen como hijos de Arcángel, hijo de Lello


de la Ciudad de Amelia. Geraldino después fué padre de Fran­
cisco, Juan y Valerio, como resulta de documentos públicos del
Notario Domingo Romani, según actos de la Cancillería episco­
pal del año 1551.
Nos atestigua, además, Mons. Antonio en el citado manus­
crito que en su tiempo, esto es, hacia la mitad del siglo quince,
la familia de los Geraldini estaba dividida en cinco casas, y que
las familias de Angel y Geraldino (hijos de Arcángel) eran con­
sanguíneos lejanos de Angel, Obispo de Sessa (hijo de Mateo).
Efectivamente, según el árbol genealógico no eran sino consan­
guíneos en cuarto grado.
Pero entretanto, añade, para demostrarles también a ellos
como parientes su predilección, Mons. Angel se propuso ins­
truir a los hijos de aquellos para que pudieran caminar en busa­
ca de honores, no ambicionados por sus padres. Y por tanto, pu­
so bajo la dirección del Maestro Grifón a Ricardo (hijo de An­
gel, descendiente de helio), llamado por Antonio su condiscípu­
lo y amigo, además de los derechos de sangre. El mismo cuidado
tuvo Mons. Angel con su pariente Francisco, hijo de Geraldino.
Todo esto demuestra claramente la consanguinidad de mi
padre y abuelo con la estirpe de Mateo Geraldini, y en conse­
cuencia con su hija Graciosa.
Nadie podrá, por tanto, echarme en cara el derecho de con­
siderar a Mons. Alejandro como mi antepasado, sobre todo tam­
bién por parte de su padre Busitani tuvo otro parentesco con mi
estirpe, puesto que Cecilia Busitani fué consorte de Virgilio (hi­
jo de Geraldino), de quien nace la otra Graciosa, abuela de Ono
fre Catenacci, que publicó el Itinerarium donde con todo méri­
to a él se llama sobrino nieto del mismo Alejandro, y como em­
parentado con los Geraldini y además descendientes de los Bu­
sitani.
Con mayor derecho, por tanto, puedo llamar a Mons. Anto­
nio mi antepasado, y gloriarme de su parentela, porque ade­
más de haber nacido de Graciosa Geraldini, tuvo por padre a
Andrés de Giovanni, que pertenece a mi rama familiar. Es por
ITINERARIO POR LAS REGIONES SUBEQUINOCCIALES 225

tanto justo que yo considere mis antecesores tanto a Mons. An­


tonio, como a Mons. Alejandro.
No estará fuera de mi propósito añadir algunas observacio­
nes sobre lo que se ha dicho ya del mismo Monseñor.

Hay que pensar, sobre todo, en la solemne expresión que


Mons. Alejandro antepone a la narración de cuanto precedió a
la inmortal expedición, en la cual él tuvo parte principalísima.
Declara querer ponerlo todo muy claro, y manifestarlo mejor
a las futuras generaciones: “Omnia melius explanábo, et omni
aetati venturae plana magis efficiam”. Que quiere decir que su
narración será segurísima, queriendo con esto hacer entender
no ser sino de la época narrada, con tanta precisión y claridad,
la,s circunstancias del gran descubrimiento.
Y quién mejor que él podría conocerlas, puesto que fué
muy íntimo de Colón, y narrarlas con toda certeza, siendo un
hombre de singular probidad? De ahí que sea pura verdad todo
lo que narra, especialmente cuando asume la obligación de
transmitir a la posteridad el hecho con toda exactitud, es razón
que se debe considerar, sino del todo, al menos en gran parte,
ajeno a la verdad lo que se narre del Genovés y no esté confor­
me con su narración.
Admitido rápidamente que alguno de nosotros no conozca
aquella explícita declaración del mismo Colón en su testamen­
te ológrafo de ser nativo de Génova (“siendo yo nacido en Gé­
nova’'), el testimonio de Mons. Alejandro que así lo asegura al
Papa León X, a saber que Cristóbal Colón italiano, fué nativo
de Génova, ciudad de Liguria, es irrefutable y superior a cual­
quier excepción.
Por tanto, cualquier otro documento que se pudiese aducir
para quitar a Génova esta gloria, no hay que hacerle caso, aun­
que venga de la persona mejor informada del mundo, aunque
fuese Diego, el mismo hijo del Almirante. Si éste, en realidad,
atestiguara ser su padre nativo de otro lugar distinto de Géno­
va, ciertamente que estaría en abierta y digámoslo sin ambaje,
vergonzosa contradicción no sólo con mi antepasado, sino con
su mismo padre, do quien no ignoraba en absoluto ni el testa-
226 ALESSANDRO GERALDINI

mentó donde se declaraba nativo de Génova, ni los pingües le­


gados con los que deseaba verla honrada, como su patria.

Mons. Alejandro a continuación nos dice que abandonado


Colón de todos sus amigos después de la muerte de su propio
hermano Antonio, se retiró a vivir en el Cenobio de la Rábida,
donde el Guardián de Marchena “habiendo conocido a Colón
hombre completamente ilustre”, lleno de compasión por él, se
interesó por él ante los Soberanos para que fuera llamado otra
vez. Estas palabras parece que hacen poco problemática la de­
mora de Colón con los Franciscanos de la Rábida, antes de ir a
la Corte. Ciertamente que si el primero hubiese vivido con
ellos, no habría dicho Monseñor del de Marchena (que algunos
historiadores afirman haberse encontrado en aquel convento a
la primera llegada de Colón a España) “Tune ergo forsan juve-
nis”, que yo traduciría “tal vez haciéndose el joven” para indi­
car el riesgo en que se puso para su defensa, esto es, concitar
contra de sí la indignación de toda aquella asamblea, cosa que
una persona madura hubiera evitado como impolítica y, mu­
cho menos, habiendo intuido con la perspicacia de su agudí­
sima inteligencia la vaciedad de los argumentos, por los que de
ningún modo podría demostrarse absurda y herética la proposi­
ción del Genovés, no teniendo en cuenta el peligro, su magná­
nimo corazón no se cuidó del desprecio de los grandes para que
triunfara la verdad y se diera la razón al amigo. Qué hombre
de más temple!
Tampoco debe pasar desapercibido al lector cómo, después
de haber Mons. Alejandro hablado triunfalmente y haberle he­
cho propicio al Cardenal Mendoza, en seguida San Angel pre­
guntó a Colón cuánto necesitaba para la expedición y sin nin­
guna excitación se ofrece a suplirlo de todo. Tune S. Angelus,
nótese bien el tune, por el cual llega a decir que aquel quedó tan
persuadido de los argumentos de Mons. Geraldini sobre su feliz
realización, que no tuvo ninguna dificultad en exponer esa res­
petable suma para llevar a cabo, a sus costas, toda la empresa,
aún cuando después la Reina Isabel se la reservó para sí. Todo
esto demuestra como lo noté en el prefacio que por obra de
Mons. Alejandro se habría llevado a cabo la expedición de Co-
ITINERARIO POR LAS REGIONES SUBEQUINOCCIALES 227

lón, aún sin la intervención de la Corte de España; y que la rá­


pida decisión de San Angel de hacerlo a sus expensas impul­
sando de cierta manera e3 amor propio de la Soberana, la deter­
minó finalmente a poner ella misma los medios necesarios a
la empresa.
De aquí sale muy en claro qué hay de verdad en lo que na­
rran algunos historiadores, que escriben cómo Colón asqueado
de la negligencia de la Corte, había resuelto abandonar para
siempre a España, y ya había iniciado el viaje; pero por orden
de la Reina, alcanzado por el mismo San Angel a dos leguas de
Granada, fue obligado a volver atrás.

Pero aquel tune que inmediatamente sigue a las observa­


ciones de Monseñor Alejandro en favor de Colón excluye tanto
la resolución del mismo llevaba a cabo de abandonar a España,
como la salida de San Angel para llamarle

Así tampoco tiene fundamento de verdad, frente a las ya


dichas circunstancias, la enfática expresión puesta en boca de
la Reina, cuando se decide por la expedición: “empeñaré mis jo­
yas para obtener el dinero necesario”. Ciertamente, que para
desembolsar tres mil escudos de oro, esto es, veinticinco mil li­
ras, para preparar dos naves, no era finalmente un gran esfuer­
zo para la Reina, ni tampoco se necesitaría empeñar las joyas
para conseguirlas.
Monseñor Alejandro, además, terminando este libro catorce,
no deja de manifestarse acérrimo defensor del amigo, aún des­
pués del felicísimo resultado de la expedición. Rebate valerosa­
mente y con noble desprecio las insulsas habladurías tiradas a
correr por la envidia, para atenuar lo más que fuera posible
el incomparable mérito de tan gran hombre, como si el descu­
brimiento de un nuevo mundo fuese a repetirse, no por la ex­
traordinaria y singular valentía de su genio, que con argumen­
tos cosmográficos y matemáticos les argüyó su existencia, sino
de ciertas noticias que él había oído a navegantes. Como que
aquellos debajo del hemisferio, llevados por el furor de las tem­
pestades hasta las islas afortunadas, hubieran visto otras tierras
y árboles del todo ignotos y desconocidos.
228 ALESSANDRO GERALDINI

El llama ridiculas, y las demuestra imposibles en la reali­


dad a estas habladurías, que con facilidad ataca; presentándonos
así un argumento bien claro, que jamás había oído tal cosa del
mismo Colón, quien no hubiera, en verdad, dejado de aducir
estos hechos contundentes, si hubieran sido verdaderos, para
afirmar sus deducciones científicas, generalmente consideradas
fantásticas y aún heréticas. Lo que quiere decir que lo que na­
rran algunos historiadores a tal propósito no está fundado en
la verdad.
Por tanto, de lo que hemos observado hasta aquí séame lí­
cito concluir que Monseñor Alejandro se debe considerar el ver­
dadero amigo, el gran admirador, el valeroso y acérrimo defen­
sor de Cristóbal Colón, que hizo decidir la gran empresa, que
defendió más que otro su gloria, estudiando con solicitud trans­
mitir a la posteridad en su verdadero y más brillante aspecto su
grandiosa figura, declarándolo el más glorioso de todos los más
célebres descubridores, como tales proclamados en la anti­
güedad.
En fin, permítame el benigno lector añadir alguna otra co­
sa en relación a lo que narró mi antepasado del amable recuer­
do que de él conservó el genovés, aún en las terribles tempesta­
des del océano y en las inhóspitas playas del Nuevo Mundo; de
ahí que para agradecer todo lo que había hecho por él, llamó
Graciosa la isla de Berequeja, del ilustre nombre de la madre
del caro y fiel amigo.
En lo relativo a su vida religiosa, muy digno de fe, el que
para predicar el evangelio a los pueblos había atravesado Amé­
rica de cabo a rabo, existe en el mar de las Antillas una isla en­
tre las muchas que pueblan aquel mar, que todavía conserva
tal nombre, y él mismo pasó no lejos de allí. Quién no admira­
rá en todo lo que se ha narrado el gran corazón del ilustre ge­
novés, que recordando cuanto había hecho Monseñor Geraldini
a su favor, quiso ofrecerle tan espléndido regalo, inmortalizan­
do el nombre de una persona a quien quería más que a sus ojos?
Y las mismas enfáticas y delicadas expresiones con que el mis­
mo Monseñor recuerda a su egregia madre, la misma lápida sa­
grada a su memoria, que está lejos del puerto de la isla Grado-
ITINERARIO POR LAS REGIONES SUBEQUINOCCIALES 229

sa, no demuestra la bondad de su corazón de oro, que suele


ser propio de los grandes personajes?
Considerado Monseñor Alejandro por su exactísima narra­
ción y sus estrechas relaciones con el ilustre Descubridor de
América (debemos no mencionar sus demás gestas gloriosas,
las catorce obras poéticas, pedagógicas, políticas y arqueológi­
cas que él escribió) en verdad y sin ambajes resulta ser en su
estado un personaje de gran mentalidad, y de gran corazón,
que de manera excepcional honra su noble e ilustre familia, y
también su antiquísima Patria.
Pero es digno de dolor (y nadie podrá considerar injusta
mi observación) que su Patria haya vivido hasta hoy como ol­
vidada, tanto de él como de aquel portentoso ingenio que fue
Monseñor Antonio Geraldini, poeta laureado, que tanto hizo
desde un principio por el gran Almirante.
Sin embargo, la circunstancia de reparar este olvido invo­
luntario se ofrece propicia en la próxima celebración del cuarto
centenario del gran descubrimiento de América, en el cual tu­
vieron tanta participación estos dos insignes ciudadanos. Al re­
cordar tan memorable día podrían los amerinos solemnemen­
te denominar la Plaza Municipal con el glorioso nombre de
Cristóbal Colón, llamándola “Plaza Cristóbal Colón”, y a las
dos principales calles que conducen a ella honrarlas con los
nombres de Alejandro y Antonio Geraldini. Así, a todo turista
que pregunte el por qué de tale© títulos, se le podrá responder
que la ciudad de Amelia puede enorgullecerse de honrar con
el nombre de dos ciudadanos ilustres aquellas dos calles que
conducen a la Plaza Cristóbal Colón, porque por su influencia,
con preferencia a cualquier otra ciudad de Italia, le fue reser­
vada la envidiable suerte de ver unido su nombre al mayor
acontecimiento del ¡siglo XV, y a ellos se les debe el que toda­
vía sobre ella reverbere la brillantísima gloria del inmortal ge-
novés.
ERRATAS PRINCIPALES

Pág. 17, línea 33. Dice Heradia. Es Heredia.

37 Dése por suprimida la nota final, por haberse


eliminado la numeración indicada.

” 128 líneas 12 y 13. Suprimir la frase:


“por toda la República Dannasea, por todos los anima­
les del país”, que está repetida.
INDICE DE PERSONAS, LUGARES Y MATERIAS

—A — Andrés: 216
Angel: 216, 217
Aainea, región: 95 Anguila, isla: 144
Abisinia o Imperio de Etiopía: 34 Angulo Iñiguez, D.: 19
Acteón, rey: 83, 85, 86 Anmosa, rey: 87, 100
Actongoos: 83-85 Annaam, región de: 69
Adiabena: 42 Antártico: 62, 131, 132
Adriano Augusto: 53 Anteo, población: 41
Afortunadas, islas: 148-150 Anitifates: 143
Africa: 23, 31, 32, 34, 40, 41,43-47, Antigüedades: 23, 87
50-52, 54, 65, 86, 89, 111, 133, Antilla: 223, 228
142, 162, 179, 181, 185, 189, 196, Antonio, Mons.: 15, 225, 226
207, 208 Antropófagos: 38, 134, 160
Africano, Juan León: 34 Año, división: 93
Agarea, región: 77 Apolo, templo: 48
Agripa, M.: Cónsul lili: 191 Aquisgran: 189
Alabanzas de S. D.: 145 Arabia : 42, 54
Alba: 114 Arabia Féliz: 154
Alboaces, reg.: 74, 78, 79 Arabia Pétrea: 162
Alboor: 72 Aragón, Corte de: 215, 220; rey
Alcmena: 46 de: 217
Alcocer, Canónigo: 19 Arato: 111
Alejandro VI: 153, 166, 185, 187, Arcángel: 223, 224
216, 218, 219, 220, 224 Argel, Este de: 41
Alemania: 144, 163, 179, 180, 189, Argelia: 40, 45, 86
191 Aristóteles: 132, 162
Alfonso, reg.: 216 Armas: 81, 137
Alimentos: 159 Armenia: 42
Alpes: 167 Artico: 132
Alvarez, Francisco: 34 Arzila: 42
Amberes: 208 Ascanio: 114
Amazonas: 96 Asia: 37, 47, 51, 54, 61, 64, 66, 73,
Amelia, ciudad: 31, 85, 102, 215. 80, 83, 112, 114, 132, 137, 142,
219, 224, 229 146, 147, 154, 156, 162, 179, 181,
América: 14, 17-19, 149, 181, 184, 184, 185, 187, 189, 194, 195, 196,
197, 219, 221, 228, 229 203
Americano, Grifo: 216 Asirio: 42
Ammosenna: 124, 125 Astorga, España: 20
Andalucía: 57, 58, 84,147,148,161 Atenas: 132

233
234 ALESSANDRO GERALDINI

Atlas, monte: 29, 31, 46-48, 50, 51, Borgoña: 199


64, 111 Bofriinquen, isla: 144, 149
Attea, Prelado': 98 Boscana, ciudad: 91
Attean Nasamon: 107 Brandisa, ciudad: 87
Augusta Tjrevirum: (Tréveris) Brassavilla: 130
166 Británica, isla: 193
Augusto, Domiciano: 48 Brujas tropical: 14
Augusto Carlos, Emnerador: 40, Bruselas: 167
73, 185, 186-188 Budomela: 34, 79, 83
Aureo Quersoneso: 162 Buena Esperanza, cabo: 33, 34, 65,
Autoles: 45 86
Australia: 166 Buenog Aires: 17
Austria: 167 Bujía, ciudad de: 41
Austro: 180 Bulas: 2
Azagania: 34 Burgos, Sur de: 41
Azemmour (Aeemur, Azammur, Busitani, los: 224
(Azamoro): 42, 43, 59, 60 Busitani, Cecilia: 224
42, 43, 59, 60
Azucenas: 18, 19 — C—

—B — Cabo Hesperionceras (Cabo Ver­


de) : 65, 86, 89, 135
Baíing (Río Negro): 61 Cabrera (Tenerife): 57
Balbuena, Paulino: 20 Cabrera, Cristóbal de: 18
Bamba, ciudad de: 44 Cádiz: 39, 40, 193
Banaan: 82 Cádiz Herculia: 150
Bañase, ciudad de: 44 Caldea: 72
Bannasar, imagen: 100 Calígula: 40
Banquete: 90 Calongea, región: 107
Barbados, isla: 144 Calongos: 108
Barbagino: 34 Camerún: 86
Barbazina: 93, 100, 101 Campara, Tomás: 221
Barberini, cardenal Francisco: 25, Canarias, islas: 57, 58, 64, 86
27, 222 Cañero: 34
Barros, Andrés: 34 Cannea: 115
Barzabina: 127 Canoas: 160
Bassa: 60, 61, 63, 64 Cansa, ciudad: 100
Bassaroo, rey: 63 Cantábrico: 179
Bassiaana, región: 74-76, 81 Cantorbery: 185
Baíhurst: 135 Caribes, islas: 136, 138, 141, 143
Bayas, ciudad: 156 Carlomagno: 189, 190
Belcastro: 25 Carlos V: 2, 163, 167,169,170, 179,
Belga: 86 189-192, 220
Bélgica: 193 Carlos, Fernando: 25
Belo: 150 Carne: 109
Beoda: 39 Cárpatos, mar: 61
Berequeya, isla: 138, 228 Carta: 41
Bernardino, virrey: 220 Cartago: 39, 42, 43
Biblia: 162 Cartas a Carlos V: 187-190
Bibliografía de A. G.: 168 Cartas al Papa: 179-188
Bien común: 50, 83 Caruqueria, isla: 141
Bizancio: 41, 189 Casabe: 159
Bonifacio IV: 19 Cosablanca: 42
ITINERARIO POR LAS REGIONES SUBEQUINOCCIALES 235

Casas, Herpterionceras de las: 86 Cristo: 18, 19, 72, 85, 113, 133,
Casas, Padre Las: 17, 33, 34, 39, 144, 153, 162, 167, 180, 185, 194,
57, 64 195
Caslíalia, fray Gonzalo: 49, 52 Cuba: 20, 149, 181, 185, 186, 196
Castilla: 2 Cuna de Colón: 225
Catabathmow: 132
Catalina, reina: 166, 218 — CH —
Cataluña: 42
Catedral de Santo Domingo: 2, Chad: 86
16, 17, 145, 162, 181, 182, 192 Chialao: 71
Catenaeci, Onofre: 219, 220, 223, China: 20
224 Chipre: 61
Catín: 71
Cayo Julio César: 41
Geálán, isla: 162 —D—
Celio, C. L.: 49
Cenobio de la Rábida: 226 Dabiro: 63, 64
Centurión: 196 Dakar: 86
César Augusto Elio Adriano: 40, Damnayea: 77
44, 46. 53, 73, 199 Damniaria: 128, 129
César Carlos: 185, 187, 188, 190 Danaeo': 46
César Marco Antonio Vero: 55 Danao: 150
Cibeles, diosa: 191 Dannaoa: 91
Cirta, colonia: 41 Danubio : 54
Cisneros, cardenal: 2 David: 18
Claudio, emperador: 40 Dennasea: 127, 128
Cluvio, ciudad de Galicia: 150 Descripción de la Isla: 154, 157
Colón, Cristóbal: 13, 17, 57, 138, Desierto: 51
139, 141, 143, 144, 146, 148, 150, Diana: 143
151, 154, 157, 160, 166, 183, 213, Díaz Moreno, Alonso: 45
215, 216, 218, 219, 221, 222, 225- Diego: 194
229 Dinamarca: 154
Colón, Diego : 17, 225 Dios: 33, 38, 45, 47, 49, 54, 65, 66,
Colonia: 2, 180, 189 68 y sig.
Colonia Agripina: 144 Diplomacia: 30
Columbia: 17 Divino Augusto, Emperador: 46
Coll y Tosté, Dr.: 41 Dodecaneso, isla: 61
Comercio: 80, 184, 185
Congo: 86, 130 —E —
Conintea, ciudad: 77
Conooa: 91 Edomai, rey: 74
Conorbano, Padre: 121-123 Egidio, Cardenal: 196
Conquistadores: 14 Egipto: 34, 50, 51, 55, 61, 62, 65,
Constantino: 41, 189, 190 80, 132, 133, 189
Contaminación ambiental: 82 Eneas: 114
Conte Geraldini, Relissario: 18 Enrique VIII: 166-168
Continente: 103 Ercilia: 18
Córcega: 144 Esaú:196
Corsalo, Andrés: 34 Escitas: 162
Cortés, Hernán: 1 Esclavitud: 184
Cosmografía: 146-148 Escocia: 167, 204
Costumbres: 23 Escudo de G.: 22, 220
Creta: 61 España: 15-17, 40, 41, 44, 52, 73,
Críalas: 137 102, 113, 114, 141, 147, 149, 150,
236 ALESSANDRO GERALDINI

153, 156, 163, 165, 167, 185, 199. Genova: 146, 215, 225
215, 217, 218, 219, 221, 222, 227 Geraldini, los: 31
Española, La: 13, 14, 17, 19 Geraldini, Angel: 223, 224
Essaouira (Mogador): 45 Geraldini, Antonio: 147, 165, 218,
Estrellas nuevas: 17 219, 221, 223, 224, 229
Etiopía: 23, 29, 31, 33, 34, 38, 40, Geraldini, Belisario: 215
46, 50, 51, 53, 55, 59, 60-63, 65- Geraldini, Diego: 201, 204
67, 72, 74, 75, 78-80, 83, 85, 86, Geraldini, Graciosa: 223, 224
89, 90, 95-97, 100, 101, 103, 106, Geraldini, Lucio: 196, 197
108, 109, 111 Geraldini, Mateo: 223, 224
Etna, monte: 143 Geraldini, Onofre: 201, 204
Europa: 14, 15, 37, 44, 46, 47, 57, Geraldini, Virgilio: 224
61, 64, 66, 73, 83, 85, 102, 112, Geraldini de Oatenacio, Onoíre:
114, 137, 142, 145-147, 150, 154, 23, 28, 30, 165
157, 158, 162, 179, 181, 184, 185, Geraldino: 223, 224
187, 189, 196, 197 Geografía: 33, 208
Germania: 166
—F — Gibraltar, Estrecho de: 40, 57
Giovanni, Andrés de: 224
Facciotti, Guillermo: 23, 204, 220 Gnogor: 67, 68
Feminismo: 96, 97 Gobierno, régimen: 131
Fernando, rey: 2, 49, 147, 150, Gomera: 57
156, 165, 190, 192, 216, 217 Gomgonea: 83
Ticino: 31 González, Egidio: 162
Figueroa: 186 González Dávila, Gil: 18, 197
Filipo: 187 Gorgonas, Górgodas, o Hesperi-
Flavio Vespasíiano: 44 des: 64
Florencia: 15, 145, 167; Duque Graciosa: 216
de: 37 Graciosa, isla: 138, 228
Focas, emperador: 54, 191 Granada: 144, 218, 227
Formio: 143 Grecia: 62, 150, 195
Francia: 147, 156, 179, 215 Grifón, maestro: 165, 224
Franciscanos de la Rábida: 226 Guadalupe: 141, 144
Francisco: 224 Guinea, Africa: 61, 135
Francisco, Duque de Bretaña: 165 Gurano, Prelado: 87
Francisco I, rey: 167
Treetown: 61 —H —
Fundación Rodríguez Demori-
zi: 20
Haití: 149
—G— Henríquez Ureña, Pedro: 15, 17
Heraclio: 54
Hércules: 46, 150
Gabón: 130 Hércules, estrecho: 41, 44
Galangea: 101 Heredia, José María: 17
Galia Narbonense: 195 Hernández, Denis, 86
Galignani, Francisco: 208 Herodes: 1%
Gallonea: 127 Hesperon Kesras: 86
Gallonfeo: 121 Higüey: 215
Gambia, río: 61, 135 Hispania: 41
Gana: 34 Hisipaniola, Isla: 145, 146, 149,
Ganado: 154 151, 153, 157, 162, 167, 181, 184-
Ganges: 162 186
García de Padilla: 149 Historia, verdadera: 103
ITINKMAltlO l'OH I .AS REG IONES SUBEQUINOCCIALES 237

Homero: 15G Jordania: 162


Horacio: 32 Joyas Isabel: 227
Hungría: .167 Juan: 224
Juan: Príncipe: 166, 219
— I — Juan, rey: 166
Juan Sexto: 41
lanab, Pontífice: 66, 124 Julia, colonia: 41
Iberia :44, 141 Julia Campestre: 44
Ibérica, Península: 179 “Julia Transducta”: 41
Idioma árabe: 42 Julio II, Pontífice: 145, 147
Idolos indígenas: 183 Juno, ciudad: 43
Idumea: 196 Juno, isla: 57
Igmaan: 69 Juno (San Fernando): 57
Iguanaqueya, 144 Júpiter: 46
Iguanaroma, isla: 144 Justiniano: 189, 190
Iguinensa: 104 Justiniano IV: 41
Igvino, prelado: 113 Jutlandio, península: 154
Indias: 29, 31, 33, 34, 37, 39, 45,
72, 109, 162, 179, 194 — L —
Indias Occidentales: 20, 27, 30
Indias Orientales: 46 Lacio: 114, 139, 185
Indios: 158, 159, 186 La'nzarote, isla: 86
Indo: 132 Lello: 223, 224
Tngatania: 163 León: 41
Inghrilano, Octavio: 23, 35 León X: 37, 167, 181-184, 190, 192,
Inglaterra: 166, 167, 185, 193, 201, 201, 203, 218, 220, 225
204, 215, 218 Leonardo: 18
Innosenna: 125 Leptis magna: 42
Inocencio Octavo Pon: 147 Liberto, P. Emilio: 48
Inseena, reina: 96 Libia- 39, 41, 42, 50, 51
Ioanna, sacerdote: 106, 107 Libro, primer: 13
loqueío, Pontífice: 91 Libros: 89, 111
Irlanda: 217 Licia: 156
Irumania: 144 Liguria: 146
Isabel de España: 14, 49, 147-149. Lince: 126
165, 166, 215-218; 219, 266 Línea Ecuatorial: 34
Isario: 127 Línea Equinoccial: 33, 34
Isis, diosa: 61 Lión: 41
Isla Británica: 204 Lira, Nicolás de: 148
Isla Española: 13 Lirano, Nicolás: 148
Italia: 15, 29, 52, 73, 102, 113, 114, Lixos: 42
145, 155-157, 167, 195, 222, 229 Logoman: 34
lugomano, rey: 104 Logomsenea, ciudad: 106
Ttis: 143 Londres: 2, 201, 204
Longon: 34
— 3 — Lorenzo el Magnífico: 37
Lozoya, Marqués de: 13
Jacob, Israel: 196 Lucio Séptimo César, Empera­
Jamaica: 149 dor: 42
Jano, templo: 46 Lujo: 145
Jason: 160 Lujuria: 187
Jerónimos, P. P.: 2 Lustro: 63
Jesús: 18 Llovera (isla del Hierro): 57, 59
238 ALESSANDRO GERALDINI

— M — Milán: 219
Milanesado, duque del: 166
Macedonia: 189 Moisés: 109
Madrid: 2 Monarcas: 112
Mafeo: 34 Monserrat, isla: 144
Magia- 80 Monte Atlas: 45
Magistratura: 145 Monte Timbo: 61
Mahoma: 47, 54, 60, 65, 72, 109 Montecorvino: 2
Malaca: 162 Morinos, Los: 179
Mali: 86 Moros: 133
Manaid: 82 Mujeres: 17, 96, 97
Manassabea: 91 Munio, Luis de: 34
Mandinga, sección: 61
Maniccngones: 130 —N
Manso, Alonso: 145
Mateo: 224 Naasamon: 93, 95, 99
Manuel, rey: 166 Naazabea: 112, 115
Mapas: 207 Nabonnea, ciudad: 107, 109
Mar de las Antillas: 228 Nansea, ciudad: 104
Mar de los Cárpatos: 61 Nápoles: 167
Mar Etiópico: 207, 208 Nasayena: 97
Mar Rojo, 50, 51, 111 Naturaleza: 59
Marehena (Andalucía): 221 Neairbal, Olimisa: 43
Marehena, .fray Juan de: 148, Negro y Caspio, mares: 162
218, 226 Negros: 61, 130, 135
Margarita: 166, 179 Nerón, Emperador: 50
Margarita de Austria: 167 Nerva: 52
Margarita, reina: 218 Nevera: 57
María: 166, 218 New York: 17
Marineo Sículo, Lucio: 15 Niger, río: 61, 86
Marruecos: 42, 45 Nigeria: 61. 86
Marruecos, reino de: 40 Nigido Mamereo: 43
Mártir de Anghiera, Pedro: 16, 17 Nigidio, P.: 43
Maximiliano: 166, 167, 179, 219 Nilo, rio: 61, 62, 131, 132
Mauritania: 64, 86 Ningaria, isla: 58
Mauritania Cesariana: 42 Nobleza: 145
Mauritania Numidia: 50, 51 Norte: 70, 135, 196
Mauritania Sitifensis: 41, 47, 59 Noto: 32
Mauritania Tiwgitana: 40, 41, 42, Nueva Valencia: 44, 45
44, -16, 49, 50, 148, 149, 150 Nuevo Mundo: 13, 14,16, 215, 220,
Mavaliendo, rey: 104 228
Medici: 37, 181, 184, 194 Numidia: 42, 44, 59, 133
Mediodía: 125 Núñez de Balboa, Vasco: 14
Medio Oriente: 61
Mediterráneo: 61
— O —
Melli, ciudad de: 34, 72
Menéndez Pelayo: 16, 18
Mendoza, cardenal: 221, 226 Occidente: 125, 132, 188, 194, 196,
Mendoza, Diego de: 148 197, 199
Menor, La: 58 Océano Atlántico: 23, 46, 207,
Mentesa: 20 208
Mesopotania: 42 Océano Etiópico: 46, 129, 135, 136
Miguel Angel: 18 Octoana, Prelado: 98
ITINERARIO POR LAS REGIONES SUBEQUINOCC.IALES 239

Oda a la Catedral de S. D.: 171- Polanco Brito, iMons. Hugo. E.: 20,
173 38, 40-46, 57, 58, 61, 64, 135,
Oda a la venida a S. D.: 175-177 145, 156, 207, 215
Odeno, villa: 71 Pon ce de León, Juan: 14
Ojeda, Alonso de: 14 Ponto. El: 189
Ombrion, isla: 58 Portugal: 42, 130, 147, 153, 166,
Once Mil Vírgenes, isla: 144 207, 215
Oniob Sirien: 75 Postumio, Julio: 41
Onofre (Nufrido) Geraldini: 2 Preste Juan: 207
Orbe Nuevo: 14 Propontide, La: 189
Oriente: 41, 51, 71, 77, 82, 95, sig. Ptolomeo: 111
Orissa: 125, 126 Puccio, Lucio (Cardenal): 193,
Oro: 161 194
Osiris, dios: 62 Puerto Rico: 144, 149
Osunna: 124, 125
Ovando: 17, 149
Oviedo: 17 - Q -
Ozaina: 14
Quiedo: 34
Quimera, monte volcánico: 156
—P — Quirites: 194
Pablo y Pedro: 182 — R —
Padre Nilo: 61
Pais: 87 Rabaan, Lugarteniente: 70
Palantera, región: 87 Uabbian, Prelado: 101, 107
Palencia: 41 Regiones Indicas: 23
Palma, isla de la: 58 Religión: 32
Panfilia: 151 Religiones de Santos: 182
Panniano: 108,128 Renacimiento: 14, 16, 17, 20
Papa León: 222
Papagayos: 193 República Florentina: 167
Pasamonte, Tesorero: 190-191, Rey Cosroes: 54
192, 204 Rey Hor: 62
Paria: 184 Rhin, río: 167
Partico: 42 Ribera: Francisco: 65, 102
192 204 Ricardo: 224
Patria: 44, 47, 48, 88, 95, 96, 101, Ricciardi, fray Nicolás: 25
104, 108, 149 Río, Diego del: 2
Paulino, Suetonio: 46 Ríos: 43
Paulo, L. N.: 43 Riqueza: 17
Perlas o Cubagua, isla de las: 39 Rivo, río: 100, 107, 135, 136
Persa: 42 Rodas, isla: 61
Perseo: 46 Rodríguez Demorizi, Emilio: 14,
Persia: 54, 65, 162 18, 20
Petra: 162 Roma: 2. 17, 23, 30, 42, 46, 48, 73,
Picardo, León: 19 85, 113, 167, 183, 189, 190, 194-
Pigafeta, Antonio: 34 196, 204, 220
Pintor: 18 Romani, Domingo: 224
Pizarrc, Francisco: 14 Rongoono: 124, 127
Platón: 60, 132, 137, 146 Roselly: 218
Plinio: 41, 44, 45 Rossano: 221
Poesía: 18, 20, 216 Rumania: 167
Poetas: 13 Rusia: 162, 167
240 a le ss a n d r o g e r a ld in i

—s — S porinoceras (Cabo Blanco)


64, 111
S’abiaam: 82 S u b u r: 43, 44
Sabelia, fam ilia: 155 S ud-A m érica: 136
S afi: 42 S udam : 86
S ahara, desierto: 86 Sujr: 43, 51, 59, 64, 115
S ah ara E spañol o C osta de O ro:
59, 64 — T —
Sala, villa: 45
T airian e: 144
Salam anca: 221 T au ria : 144
S an A ngel, C onde de: 219 T au rid e: 143
S an A urelio A g u stín : 148 Tebas: 39
S an B artolom é, isla: 144 Tellis, A rcángel de: 223
S an F rancisco: 148 T eología: 148
S&m J u a n B a u tista: 144, 149, 181 T ereo : 143
S an M arcos, isla: 144 T ie rra T eneya: 82
S an Sabas: 14-4 T igris: 42
S an Vicente, isla: 144 Tim ao, m onte: 43
Sam nuto, L ivio: 34 T ingi (T á n g er): 41, 42
S an ta L ucía: 144 T irabosehi: 216
S an ta M aría: 162 T iran ía : 97
S a n ta M a ría la A ntigua, isla: 144 Tirios, L os: 39
S an ta M aría de la s Nieves, isla: T itaano: 127
144 Tito: 73
S an ta M aría de la R otonda, isla: Tobkal: 45
144 Todos los Santos, isla: 144
S'antangel, L uis de: 148 Toledo, M aría de: 17
S anto C erro: 20 Tolom eo: 34, 46, 86, 207, 208
S an to D om ingo: 2, 13-16, 18, 20, T orello, conde P ablo: 221
25, 30, 38, 59, 61, 89, 102, sig. T o rre del H o m en aje: 14
Saro, P a d re : 87 T ortosa: 192
Seco A lejo: 20 T ours (F ra n c ia ): 41
S egisam a Ju lia : 41 T raducción: 20
Segovia: 41 T ra ja n o : 42, 73
Senegal, río : 34, 46, 59, 60-62, 72, T iestos: 143
86, 111 T reveris: 166
S ep ten trió n : 125, 180, 201 T rinidad-T obago: 144
T rópico: 37, 59
S epulcro de A. G.: 2 Trópico de C áncer: 207, 208
S erm ón d© A. G.: 169 T únez: 44
S ertorio, Q uinto: 58 T um ba de G eraldini: 19, 21
Sessa, obispo de: 216, 217, 224 T urqu ía: 156
Sevilla: 39, 167, 195
Sibor, re y : 72
—l i ­
Sicilia: 52, 143, 216, 217, 220
S ierra , L eona: 61 li. A. S. D.: 20
S in u s A ethiopicus (m a r Etiópico: U m m -E r-R ebia: 42
46, 61 U rbano, P ap a: 29
S iria: 42 U rsin a: 184
S itges: 42 U rsula, sa n ta: 144
Solim án, S u ltá n de los T urcos: U tica: 39
167, 187, 203 U trecht, A driano de: 192
Soria, P edro: 195 U trera, F r. Cipriano d e: 2, 18
ITINERARIO POR LAS REGIONES SUBEQUINOCCIALES 241

—V — —W—

Valbuena, B ernardo de: 18 W estfalia: 167


V albuena, P aulino: 20
V alencia, E sp añ a: 44 —Y —
V alerio: 224
Valladolid: 41 Y ork: 185
V elázquez de C uéllar, D iego: 14 Yuca: 159
Venecia: 166, 219 Yugu,rta: 41
V enezuela: 45
V espasiano: 48
Víboras: 66 —Z —
V illa Cisneros: 59
Villa de la P eñ a de A m aya: 41 Z am ora: 41
V illanueva, fra y B artolom é: 14 Zeno, apóstol: 216
V irgen M aría: 18 Zefi: 42
V o lterra: 180 Zona T órrid a: 95, 103, 104, 106,
Vulcano: 111 111, 113, 116, 119, 121, 127, 130,
V u ltu raria: 2 131, 135, 148
V u ltu rno: 219 Zubul: 42
INDICE GENERAL

E. Rodríguez Demorizi, Presentación 13


ITINERARIO
Libro I . 39
99
II . 49
99
III . 59
99
IV . 69
99
V . 79
99
VI . 89
99
V II . 95
99
V III , 103
99
IX . 111
99
X . 119
99
XI . 127
99
X II . 135
99
X III . 141
99
XIV . 147
99
XV . 153
99
XVI . 159
Onofre Geraldini, Vida de A. Geraldini 165
Sermón en Santo D o m in g o ................. .. 169
Oda a la C atedral.................................... 171
Oda sobre su venida a S. D.................... 175
Cartas de Geraldini................................. 179

APENDICE

Mapas ilustrativos............................................■■. • •. . . • • 207


Belisario Geraldini, Colón y G eraldini.............................. 213
Erratas principales...................................• 231
Indice de personas, lugares y m a teria s.............................. 233

243
COLOFON

Esta primera edición de Itinerario


por las regiones sutoequinocciales,
por el Obispo Alessandro Geraldi-
ni, terminó de realizarse en la Edi­
tora del Caribe, de Santo Domingo,
R. D., el día 10 de diciembre de
1977.

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