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¿Qué harías si Dios se te apareciera en un sueño y te ofreciera cualquier cosa que quisieras?
¿Qué le pedirías? Quizás tu deseo sería que Dios te concediera buena salud el resto de tu
vida. Posiblemente le pedirías éxito en el trabajo, o que todos tus deseos se cumplieran.
Esto le sucedió a uno de los personajes de la Biblia, pero él no pidió ni salud, ni dinero ni
éxito. Veamos lo que él pidió, leyendo 1 Reyes 3:1-15
Salomón fue hijo del rey David. David lo nombró su sucesor, aunque no era su hijo mayor.
La vida de Salomón como rey muestra la verdad del refrán: “De sabio, poeta y loco todos
tenemos un poco”. Salomón poseía estas cualidades en mayor medida que la mayoría de
nosotros.
Dios le dio sabiduría mayor a la de cualquier persona de su tiempo. Él supo grabar su
sabiduría en poesía, pues gran parte del libro de Proverbios fue escrito por él. Sin embargo,
hacia el final de su vida, se volvió loco – sobre todo por las mujeres; y lo llevaron a la ruina.
Al principio de su reinado, Dios se apareció a Salomón y le ofreció lo que él quisiera. Era
una especie de prueba, pues de esta forma, el Señor lograría revelar lo que había en el
corazón de Salomón. Si él pedía éxito militar, riquezas o larga vida, mostraría su propio
egoísmo. Al pedir sabiduría, Salomón mostraba que tenía un corazón deseoso de servir al
Señor, como lo había hecho su padre David.
Tú y yo no somos reyes de Israel, pero nos hace falta sabiduría también. ¿Qué es la
sabiduría?
Bueno, hablemos primero de lo que no es. La sabiduría no es lo mismo que la inteligencia.
La inteligencia es la capacidad mental para pensar rápidamente, para ver las conexiones
entre diferentes cosas y para recordar datos.
Hay muchas personas muy inteligentes que carecen de sabiduría. Muchos de los criminales
famosos son muy inteligentes, pero no son muy sabios. La sabiduría tampoco es lo mismo
que la astucia. No es lo mismo ser listo que ser sabio.
La astucia puede producir buenos resultados a corto plazo. Esto se ve en la astucia del
Chapulín Colorado, que siempre producía buenos resultados en menos de una hora. La
sabiduría, en cambio, produce buenos resultados a largo plazo.
La astucia te dirá que una mentira te puede sacar de un apuro, mientras que la sabiduría
te demuestra que decir la verdad es la única forma de tener relaciones de confianza con Dios
y con los demás. La astucia te dirá que puedes hacer maldades sin que nadie se dé cuenta
si eres listo, pero la sabiduría te dirá que Alguien siempre te está mirando.
La sabiduría se describe en el verso 9. Se trata del discernimiento para realizar bien nuestra
tarea – en el caso de Salomón, la tarea de gobernar. Se trata de la capacidad para distinguir
entre el bien y el mal. Dios es el único que tiene la perspectiva necesaria para distinguir
realmente entre el bien y el mal.
¿Cómo podemos tú y yo llegar a poseer esta clase de sabiduría? De Salomón podemos
aprender dos lecciones. La primera se trata de la actitud de corazón que lleva a la sabiduría.
¿Qué palabra capta la actitud de Salomón en su oración? Es la palabra humildad. ¡La
humildad lleva a la sabiduría!
Leamos nuevamente la oración de Salomón en los versos 6 al 9. El empieza hablando de la
grandeza y misericordia de Dios, y luego habla de su propia necesidad. Es lo opuesto del
orgullo; la persona orgullosa sólo habla de sí misma, y se considera más que capaz de hacer
cualquier cosa.
Salomón nos muestra la actitud que nos prepara para recibir la sabiduría de Dios; es la
actitud de humildad. Pedro habló de esto cuando declaró:
“Humíllense, pues, bajo la poderosa mano de Dios, para que él los exalte a su debido tiempo”
(1 Pedro 5:6).