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Resumen
La primera parte del trabajo es un análisis dogmático del llamado “ derecho real de
herencia” , en el que se vierte la opinión de la autora respecto de la abstracción de
esta figura y de su escasa utilidad para resolver asuntos prácticos como la petición de
herencia y la cesión de derechos hereditarios. En la segunda parte se estudia, sobre la
base de la legislación vigente relativa a la cesión de derechos hereditarios, la
naturaleza de esta institución, así como la forma de realizar la cesión cuando en ella
quedan comprendidos bienes inmuebles.
Muchas de las afirmaciones que se hacen en este trabajo son fruto de interpretaciones
de lege lata, aunque, como podrá advertirse ya en las conclusiones, son estas mismas
reflexiones las que nos llevaron a cuestionarnos la existencia de conceptos teóricos
fundamentales como es el del llamado “ derecho real de herencia” .
En efecto, y sin necesidad de entrar al fondo del asunto, debe admitirse que los bienes
de la herencia, antes de radicarse en el o los herederos, tienen una cierta cohesión, y,
en este sentido, puede hablarse de universitas iuris o universalidad de derecho,5 pero
que, una vez aceptada la herencia, tanto los créditos como las deudas se dividen entre
los herederos, no teniendo, a este respecto, más conexión entre ellos ni con la
supuesta universalidad jurídica.
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En esto, nuestra legislación sigue el principio romano que afirma: nomina ipso iure
dividuntur,6 siendo los nomina precisamente lo que Gayo llama cosas incorporales: los
créditos y las deudas.
Y si ya no hay cohesión respecto de los créditos y las deudas, podría pensarse que la
hay respecto de las cosas corporales, en el sentido de existir una universalidad de
hecho (universitas rerum). Sin embargo, tampoco la hay en el caso del heredero único,
quien se hace propietario de las cosas heredadas, las cuales se confunden con las
suyas propias e ingresan a su patrimonio.7 Y, en caso de ser varios los herederos, es la
misma comunidad hereditaria la que da trabazón a esos bienes. Podría aceptarse que
esta comunidad sí que es una universalidad de hecho, en el sentido de que los bienes
tienen una cierta unidad intelectual porque provienen todos de una sucesión
hereditaria, pero dicha universalidad, de existir, está destinada a desaparecer
prontamente por la adjudicación.
En definitiva, pues, y pese a que el Código Civil considera la herencia como un derecho
real (arts. 577 y 891), nos parece más correcto pensar que la herencia, una vez
aceptada, constituye al heredero único en dueño de las cosas de la herencia, o
codueño en el caso de que existan varios herederos, los cuales, en el momento de la
adjudicación, pasan a ser dueños absolutos de cada cosa singular. 11 Por lo demás, esta
afirmación concuerda plenamente con los arts. 2304 y ss. del Código, donde se
reglamenta la comunidad sobre una cosa universal o singular, siendo típicamente
comunidad universal la que se genera con ocasión de la muerte del de cuius. Así lo
afirma también el art. 2306: “ Si la cosa es universal, como una herencia, cada uno de
los comuneros… .” Refuerza este razonamiento el hecho de que, en la regulación de la
partición de bienes,12 se trate especialmente de la que se produce para poner fin a una
indivisión o comunidad de origen hereditario.
Y más adelante, cuando por efecto de la partición desaparezca la comunidad sobre los
bienes hereditarios, ¿en qué podría consistir el derecho real de herencia?, ¿se extingue
al desaparecer la comunidad? Pensamos que, al producirse la partición, los herederos
ya no son más condóminos sino dueños singulares de cada una de las cosas que
componen la herencia, subsistiendo tan solo la calidad de heredero, que le da
fundamento jurídico a la adquisición de esos bienes.
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Derecho real de herencia, en cambio, nunca existió: si hay único heredero, no hay
comunidad ni tampoco derecho real de herencia: simplemente adquiere el heredero la
propiedad de los bienes deferidos y asume las deudas en su calidad de heredero; si
hay pluralidad de herederos, se forma una comunidad que dura hasta la partición, de
modo que, antes de la partición, no hay derecho real de herencia, sino comunidad
entre los herederos y, después de la partición, hay propiedad exclusiva sobre los
bienes adjudicados, no pudiendo hablarse tampoco en este momento de derecho real
de herencia.
Por último, resulta difícil concebir un derecho real de carácter intrínsecamente efímero,
dado que lo que precisamente caracteriza al derecho real frente al personal es su
permanencia en el tiempo.
Se ha dicho que la creación del llamado derecho real de herencia habría obedecido a la
necesidad de aunar los bienes hereditarios a efectos de intentar la acción de petición
de herencia.15 Sin embargo, creemos que ésta puede descansar en otros fundamentos
jurídicos, sin que sea menester recurrir a esta compleja construcción.
Pero hay, por otra parte, la tendencia a afirmar, sobre la base del dogma de que todo
derecho real engendra una acción real, que la acción de petición de herencia es una
acción real porque emana de un derecho real.16 No es necesario, a nuestro juicio,
encasillar excesivamente la acción, cuando en la misma descripción de la acción que
hace la ley solo dice “ el que probare su derecho a una herencia” , afirmación de
contenido bastante difuso.17
Tampoco en este caso, a nuestro juicio, se justifica la existencia del derecho real de
herencia, ya que, para la reclamación de dichos bienes que, en estos supuestos, se
hará normalmente por la vía de la acción de petición de herencia, basta con invocar la
condición de heredero. En efecto, el art. 1264 de nuestro Código, donde queda descrita
la acción de petición de herencia, no exige que se invoque el derecho real de herencia
para la reclamación de los efectos hereditarios: “ El que probare su derecho a una
herencia… tendrá acción para que se le adjudique la herencia, y se le restituyan las
cosas hereditarias, tanto corporales como incorporales; y aun aquellas de que el
difunto era mero tenedor, como depositario, comodatario, prendario, arrendatario,
etc., y que no hubieren vuelto legítimamente a sus dueños” . ¿Quién tiene “ derecho a
la herencia” , sino el que detenta la condición de heredero?
1. Consideraciones dogmáticas
La cesión de los derechos hereditarios es un acto inter vivos que encuentra sus
antecedentes en instituciones del Derecho Romano en las que el adquirente de un
patrimonio asumía la posición del heredero, si bien no siempre a todos los efectos
(casos del fideicomisario de herencia, el comprador de la herencia –venditio
hereditatis–, entre otros). En nuestro derecho, la institución tiene unos rasgos
particulares que hacen que el adquirente difícilmente pueda quedar colocado en la
posición de heredero, de modo que se trataría, según se expondrá más adelante, de
un acto adquisitivo que no implica la asunción de la condición hereditaria en el
cesionario.
Vemos que la consideración de la herencia como derecho real acarrea una serie de
problemas en torno a la acción de petición de herencia, pero más aun los produce en lo
que se refiere a la figura de la cesión de derechos hereditarios. En efecto, si
consideramos la herencia como derecho real, cuando se efectúa la cesión, el cedente
se desprende de su derecho real de herencia para entregárselo al cesionario, lo cual va
contra las más elementales reglas de la sucesión hereditaria. En efecto, la adquisición
del derecho real de herencia significaría para el cesionario asumir la condición de
heredero, lo cual naturalmente no ocurre, ya que la asunción de deudas, por ejemplo,
que es la característica prototípica de la herencia, no se produce en este mecanismo,
sino cuando expresamente se conviene así. En opinión de Domínguez, 19 la idea de que
por tradición se adquiere el derecho de herencia no es totalmente justificada: sólo se
traspasa el activo sucesorio que se encuentre en la herencia, mientras que, tanto la
calidad de heredero como las deudas de la herencia, continúan en manos del heredero.
Por esta razón, nos inclinamos a afirmar que el cesionario no adquiere un derecho real
de herencia, sino un conjunto de bienes o una cuota, según el caso, cuyo titular
anterior era el heredero.
2. El objeto de la cesión
Según se ha dicho más arriba, nos cuesta entender que en nuestro derecho la herencia
pueda concebirse como un derecho real, y nos parece más congruente con la realidad
de las cosas y con el conjunto de las disposiciones relativas a esta materia afirmar que
el único heredero o el conjunto de herederos no son titulares de un derecho real de
herencia y, en consecuencia, que no se cede en todo o en parte un derecho real de
herencia. Veamos, entonces, qué es realmente lo que se transfiere.
Esta es, a nuestro modo de ver, otra dificultad que tiene la figura analizada. Por la
ubicación que tiene la institución dentro del Código, debe decirse que es un contrato
(se ubica entre el contrato de permuta y el de arrendamiento). Sin embargo, suele
decirse más bien que es la forma de hacer la tradición del derecho de herencia, ya que
el título parece ser cosa aparte, y anterior a la cesión.22
Pero la exigencia de esta solemnidad, y en esto nos apartamos del autor mencionado,
no significa la forma de transferir o entregar las cosas comprendidas en la cesión: no
sería más que la forma del negocio jurídico, siendo necesario que se verifique además
una entrega real o simbólica de los bienes cedidos.
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El único heredero que decide ceder su derecho de herencia debe hacer la transferencia
de todos y cada uno de los efectos hereditarios. Y, al igual que en la venta de un
establecimiento de comercio, no es necesario que los bienes muebles se entreguen
singularmente, pudiendo a estos efectos realizarse en forma simbólica una entrega
conjunta de todos los muebles. Los derechos, acciones y créditos, en cambio, deben
ser cedidos de acuerdo con las normas específicas que se establecen a tales efectos en
nuestro ordenamiento civil y comercial, mientras que los inmuebles deben ser
transferidos instrumentalmente, es decir, por medio de la inscripción del título en el
Registro del Conservador de Bienes Raíces.25 Así lo dice Somarriva,26 quien, siguiendo
en esta parte a Capitant, estima necesario distinguir entre la cesión realizada por el
heredero único, que tiene la obligación de entregar, y la cesión de cuota parte, en la
que dicha obligación no existe, ya que se trata de una cuota inmaterial. 27
Pero, cuando hay pluralidad de herederos, lo que realmente se cede es la cuota en una
comunidad hereditaria, debiendo esta cesión regirse por las reglas establecidas para el
cuasicontrato de comunidad, sumadas a los dos preceptos específicos que regulan la
cesión (arts. 1909 y 1910 del Código Civil).
Así lo explica Claro Solar,28 quien afirma, a propósito del comentario de un fallo, que la
única comunidad a título universal que se reconoce en nuestra legislación es la
hereditaria, y en ella los herederos se constituyen en condóminos de los bienes que la
forman. En consecuencia, deben aplicarse a esta materia las reglas relativas a la
comunidad. Y, por lo que se refiere al tema concreto que analizamos, añade que la
venta de cuota en la comunidad no es la venta de determinados bienes; se vende un
derecho: “ el coasignatario o comunero que vende o cede su derecho hereditario o su
cuota en la comunidad de que es partícipe, no transfiere propiedad alguna particular,
sino ese derecho proindiviso que tiene en la comunidad, transferencia que le permite al
cesionario o adquirente pedir precisamente la partición o liquidación y división de la
comunidad a fin de que se le entere la parte que ha adquirido con bienes singulares o
con los valores, que podrían haber correspondido al cedente o vendedor” .29
Pero la comunidad que se forma entre los herederos no afecta a los créditos y a las
deudas, que, aun dependiendo estrictamente de la condición de heredero, se dividen
entre los coherederos de modo automático por efecto de la delación. De este modo, al
producirse la cesión, la asunción de deudas y la adquisición de derechos, créditos y
acciones deben regirse, no por la cesión de la cuota en la comunidad hereditaria, sino
por las reglas específicas que para estos efectos se establecen en el Código Civil y de
Comercio.
El debate, que es antiguo, gira en torno a las opiniones vertidas por don Leopoldo
Urrutia, en torno a la no exigibilidad de la inscripción conservatoria de los inmuebles
comprendidos en la herencia cedida. En sustancia, el argumento dice que el art. 686
no menciona la necesidad de inscribir el derecho real de herencia, de modo que, por
exclusión, habría que decir que debe regirse esta transferencia por el art. 684, es
decir, por la entrega de bienes muebles, que es la regla general.38
Esta opinión, pese a contar con muchos seguidores, y con sólida jurisprudencia,
también ha sido objeto de duras críticas. Varias de ellas se relacionan con el perjuicio
que ello supondría para la conservación de la historia de la propiedad raíz en Chile, y
también en relación con el eventual fraude que se podría producir en la enajenación de
bienes raíces pertenecientes a personas incapaces. En efecto, según expone
claramente Gonzalo Figueroa,39 de ser así las cosas, los representantes legales de
estas personas podrían eludir impunemente los resguardos que establece la ley en
beneficio de los incapaces.
Claro Solar sostiene que si hay inmuebles entre los bienes de la sucesión, no sería
necesaria la inscripción de la escritura pública de venta o cesión de la cuota hereditaria
en el Registro del Conservador de Bienes Raíces, afirmación que apoya en diversos
fallos.40
A nuestro juicio, para el análisis de esta cuestión, hay que distinguir entre la cesión
que hace uno de los consignatarios de cuota y la que hace el único heredero de la
herencia entera.
En primer lugar, debe decirse que no parece haber inconveniente para que el heredero
ceda su cuota antes de pedir la posesión efectiva, ya que el art. 1230 dice claramente:
“ Si un asignatario vende, dona, o transfiere de cualquier modo a otra persona el
objeto que se le ha deferido o el derecho de suceder en él, se entiende que por el
mismo hecho acepta.” Dicho de otro modo, no se exige al cedente, para efectuar una
cesión de derechos hereditarios, que primero acepte de un modo expreso como sería si
se le exigiera la petición previa de la posesión efectiva.46
Pero tampoco debe exigirse al cesionario que solicite la posesión efectiva ni que ésta
se inscriba a su nombre, ya que, aunque el heredero cedente no figura como tal en la
posesión efectiva, al disponer de su cuota ha hecho un acto tácito de aceptación. En
efecto, la posesión efectiva no es un trámite que se exija al cesionario ya que él, en
rigor, no es heredero, sino adquirente inter vivos.47 Pero, en caso de haber inmuebles,
deberán éstos inscribirse a nombre del cesionario,48 pero estas inscripciones no
significan transferencia alguna, sino sólo requisito necesario para que los herederos (y
cesionarios) puedan disponer de consuno de los inmuebles comprendidos en la
sucesión, según lo exige el art. 688, Nº 2.
Con respecto a este último punto, creemos que este derecho a pedir la partición que
tiene cualquier comunero se desprende del art. 1320 del Código Civil: “ Si un
consignatario vende o cede su cuota a un extraño, tendrá éste igual derecho que el
vendedor o cedente a pedir la partición e intervenir en ella” . Dicho de otro modo, para
participar en la partición no es necesario que se inscriba la posesión efectiva a nombre
del cesionario, ya que su sola condición de comunero le habilita para participar en las
gestiones relativas a la herencia al igual que el resto de los componentes de la
comunidad hereditaria.
Pero deberán hacerse las inscripciones especiales de herencia a nombre de cada uno
de los comuneros (es decir, los herederos y cesionario/os), requisito que parece
indispensable para disponer de consuno de los inmuebles de la herencia, según se
establece en el art. 688 Nº 2. Pero para hacer estas inscripciones no parece necesario
que figure en la posesión efectiva el cesionario.50 De todos modos, puede el heredero
cedente hacer constar en el Registro de Propiedad del Conservador de Bienes Raíces o
en el Registro Nacional de Posesiones Efectivas,51 según el caso, que ha cedido sus
derechos hereditarios a un tercero.
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En definitiva, puede decirse que cuando hay inmuebles en la sucesión, las inscripciones
que se hagan a nombre del cesionario de cuota sólo tienen por finalidad habilitarle
para disponer junto con el resto de los comuneros de los inmuebles de la sucesión, y,
en ningún caso, significan tradición.52
En caso de haber un solo heredero, nos parece que éste, para ceder la herencia, debe
primero pedir la posesión efectiva e inscribirla a su nombre. 53 En efecto, se trata, como
ya hemos dicho, de un acto inter vivos en el que se transfiere el contenido económico
de la herencia y no el título de heredero, de modo que no cabe que el cesionario
obtenga el “ certificado de heredero” 54 en que consiste la posesión efectiva sin que
realmente lo sea. Sólo una vez que haya realizado este trámite podrá enajenar los
efectos hereditarios.
III. CONCLUSIONES
2. La cesión en nuestro derecho debe ser calificada como título y no como modo de
efectuar la tradición de lo cedido. De esta forma, debe hacerse entrega de la herencia
o de la cuota cedida.