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NANCY LAURA CURIEL MARTÍNEZ

DIAGNÓSTICO Y TRATAMIENTO DE LOS


TRASTORNOS NEURÓTICOS

ENSAYO SOBRE LAS LECTURAS “POR UNA UNIVERSIDAD LECTORA” Y PREFACIO DE “ALEGATO
POR UNA CIERTA ANORMALIDAD”

En ambas lecturas se aborda una problemática en la que nos encontramos los profesionistas en la
actualidad. En la lectura “Por una universidad lectora” se crítica la carencia de interés y pasión por la
lectura; en el prefacio de “Alegato por una cierta anormalidad” se plantean las dificultades a las que se
enfrentan los analistas en formación, evidenciadas por los “casos difíciles”.

Desde mi punto de vista, el punto en que estas lecturas se entrelazan es en el énfasis puesto en la
necesidad que tenemos como profesionistas de seguir perfeccionándonos a nosotros mismos como
instrumentos que somos. Es decir, al ser universitarios parece ineludible que recaiga sobre nosotros una
cierta responsabilidad sobre lo que “sabemos” y “conocemos”. No es suficiente dominar cierto
conocimiento especializado si este no está matizado por la lectura que nos lleva a preguntarnos y
cuestionarnos sobre el mundo que nos rodea, sobre nuestra propia existencia y quehacer profesionista.
Es decir, es cierto que como universitarios de cualquier profesión debes dominar, y terminas haciéndolo,
las materias que corresponden a tu quehacer específico, es inevitable hacerlo, sin embargo, la
inteligencia para la vida, para afrontar los problemas cotidianos, incluso los especializados, para ella se
requiere de cierta lectura que va más allá de los libros de texto. Coincido con el autor al exponer que
este tipo de lectura, la que te brinda la capacidad de cuestionar, criticar y reflexionar, es necesario para
cualquier profesionista, pero yo agregaría, que en nuestro caso, es decir, para el profesionista de la
psicología, más que una necesidad, es un compromiso, prácticamente una obligación.

Considero que la lectura es un compromiso en el sentido de que el leer por placer, como dice el autor, se
vincula al “conocimiento, el hallazgo, la interrogación sobre quiénes somos… y la incertidumbre de
sabernos mortales”. Siendo nosotros psicólogos clínicos, es nuestro quehacer la mente humana, el tratar
de comprender lo que sucede con y en la vida de las personas que solicitan nuestros servicios. La lectura,
que nos obliga a reflexionar sobre nosotros mismos, nos invita a reflexionar sobre el otro.

Agrego aquí un punto de la siguiente lectura “Alegato por cierta anormalidad”, en ella se incrementan las
expectativas puestas en la lectura, ya que en ella se nos exhorta no solo a leer por placer y en
profundidad, sino a cuestionar, cuestionar al autor, a los conceptos y a nosotros mismos sobre nuestro
quehacer. Es decir, al ser psicólogos clínicos estamos obligados a leer a los autores clásicos psicoanalistas
para formarnos, pero eso muchas veces significa que nos volvemos actores de teorías que buscamos
encajar en los pacientes que tenemos frente a nosotros, y no es hasta que estos pacientes se vuelven
“difíciles” que comenzamos a preguntarnos si nuestra técnica, seguida al pie de la letra de los grandes
psicoanalistas, le hace falta algo.

Ese algo, creo yo, somos nosotros mismos, es decir, es obvio que para ser psicólogos clínicos debemos de
aprender a ser psicólogos clínicos, y para eso se requiere de formación teórica y experiencia técnica.
Pero para convertirnos en psicólogos clínicos eficientes, con la capacidad e inteligencia para conducir a
nuestros pacientes en la resolución de esos problemas vitales que los atormentan y causan sufrimiento,
realidad última que los lleva a solicitar nuestros servicios, para ello se requiere de ese algo, es decir, esa
creatividad que va más allá del aplicar nuestros conocimientos de la metapsicológica para abordar y
clasificar cierta sintomatología del paciente, es decir va más allá de la lectura ciega de los conceptos
teóricos. Requiere de una lectura crítica que nos permita llegar a nuevas formulaciones a partir de
nuestras experiencias clínicas. A partir de esa relación transferencia-contratransferencia que nos permite
recurrir a los textos ya clásicos psicoanalíticos y complementarlos, modificarlos, criticarlos, de tal manera
que nos permitan entender “lo que pasa o lo que no está pasando” en la situación analítica. Coincido
también con la autora, al decir que tal crítica no parte de una oposición hacía esas formulaciones
geniales que explican la naturaleza humana, sino que son precisamente lo que le da vida a la
conceptualización y la hace vigente y relevante.

Entonces la lectura aboga por la necesidad de cuestionar los conceptos psicoanalíticos, tal como ella
hace de autores como Freud, Lacan, Melanie Klein, Kohut, etc. Si bien, tal como ella lo indica, han sido y
serán autores cuyas formulaciones a base de cuidadosos estudios y observaciones clínicas, son geniales
e indispensables para comprender la construcción psíquica, nacieron precisamente de eso, una
observación, y una observación por naturaleza, es susceptible de interpretaciones diversas. Por lo tanto,
aun cuando nosotros nos encontramos en formación, tenemos todo el derecho, sino la obligación de
cuestionar constantemente lo que se dice de la naturaleza humana. Es más, tenemos la imperiosa
necesidad de cuestionar lo que se lee en la conceptualizaciones teóricas para poder explicarnos la mente
humana, y para poder hacer inteligible, hacerlo consciente, para nuestros pacientes.

En síntesis, es necesario primero una lectura por placer, que nos haga comprender nuestro mundo, a los
otros y a nosotros mismos; además se requiere de una lectura profunda de los textos formativos en
psicología clínica, con profunda me refiero a leer al autor en directo, no solo lo que dice un autor acerca
de él, sino desde sus textos y contexto para entender lo qué dice del funcionamiento de la psique y cómo
llego a tal formulación, desde sus aciertos y errores. También implica una lectura crítica, que nos lleva a
coincidir con los conceptos, argumentar con ellos y contra ellos, modificarlos, ampliarlos y criticarlos, en
correlación con nuestra propia experiencia, con lo que observamos en la relación con el paciente.

Y finalmente, una lectura reflexiva, es decir, ser honestos con nosotros mismos acerca de lo que
“leemos” en el paciente, lo que este nos dice con sus síntomas, con su comportamiento, con su discurso,
para comprenderlo desde él mismo, si bien la teoría nos permite entender lo qué pasa en función de la
estructuración psíquica, si no existe una escucha atenta, y en cambio nos volvemos representantes de
cierta postura teórica, lo que haremos no será comprender al paciente, sino hacer que el paciente encaje
en nuestras explicaciones, así mismo, implica un cuestionamiento a nosotros mismos en cuanto a la
transferencia, la cual revela nuestras implicaciones en lo que el paciente dice y deja ver, lo que nos hace
sentir y que remite directamente a nosotros, en función de lo que somos, no solo de lo que conocemos.

Por otra parte, al formarnos para psicólogos clínicos, ponemos en el análisis la expectativa de curación.
Tal como la autora expresa el análisis es una revelación entre dos, donde “el analista vivirá a su modo,
con su propia fuerza y debilidad, lo que sus analizantes experimenten y lo hará a través de un
conocimiento de sí mismo, siempre parcial”. Entonces, la expectativa de curación reside no solo en la
destreza técnica y conocimientos del terapeuta, sino en su propia vivencia y sentir.

Por ello, la autora parte de los casos “difíciles”, aquellos donde la clasificación y entendimiento del
paciente se complejiza, porque no encuentran su explicación en lo abordado por la teoría, ejemplo de
ello son los analizantes de sus experiencias clínicas, cuya sintomatología escapa a los cuadros clínicos
clásicos. “El neurótico clásico empezaba a escasear” declara la autora, haciendo énfasis en los actos-
síntoma que ocupan el lugar de la elaboración psíquica como se expresa lo reprimido en los neuróticos.
Parte de estos casos para explicarnos y ejemplificarnos, que se requiere de una comprensión profunda
del otro. Para comprender que los síntomas en estos casos, como en todos, son intentos de
autocuracion, y defensas contra la “pérdida de identidad…de hundirse en la depresión o disolverse en la
angustia”. Por lo tanto, la principal dificultad que nos representa el asumirnos como terapeuta no reside
solo en leer y cuestionar al autor para comprender al paciente, sino en cuestionarnos a nosotros mismos,
a no escondernos tras la teoría para actuar como poseedores del saber sobre el paciente, sino asumir la
responsabilidad de entrar en contacto con el otro para comprenderlo y ayudarle con nuestro
entendimiento a resolver las complejidades de su propia vida, en un juego de transferencia-
contratransferencia, apoyándonos de la formación teórica, técnica y crítica.

Haciendo uso de los consejos entre líneas de estas lecturas sobre la reflexión de nuestra práctica como
profesionistas, y a manera de cuestionamiento personal, quiero agregar, que es más fácil escribirlo en
papel que llevarlo a cabo. Ya que una lectura despersonalizada, acrítica y superficial de los autores
clásicos es casi siempre la antesala de una lectura igual de simplificada del paciente, la cual encubre los
miedos a asumirse como terapeuta. Racionalizar lo que pasa con el paciente desde una mirada
intelectual, sin entrar en contacto real con el paciente es resultado de la falta de experiencia en los
primeros intentos del terapeuta en formación, lo cual lo afirmo por propia experiencia. Así como de un
temor por ver en el paciente lo que despierta sobre uno mismo, aquello que me niego a reconocer en
mí. Es difícil vencerlo, en mi experiencia, tal como dice la autora que paso a ella misma, es a raíz de las
veces en que me encuentro “atorada” con cierto paciente “difícil” en que recurro nuevamente a los
textos y a revisar mi quehacer como terapeuta. Se requiere formación, pero también práctica, sobre
todo crítica a los textos y aún más a uno mismo. Se necesita cierto valor para adentrarte a ver y
comprender al paciente, sabiendo que implica verte y comprenderte a ti mismo.
POR UNA UNIVERSIDAD LECTORA

La inteligencia no es un valor fijo, para mantenerla en un buen estado hay que usarla constantemente.

La inteligencia es la capacidad de resolver problemas vitales, no es una cuestión únicamente de


conocimientos, sino también de valores.

Analfabetismo funcional de los universitarios

Lo que hacemos es un ejercicio memorístico más que una práctica reflexiva, de pensamiento y discusión.

La duda y el escepticismo son siempre mejores maestros que la memorización. Pero para la escuela
alguien que duda es alguien con una patológica inseguridad.

La lectura por placer, y se vincula al conocimiento, el hallazgo, la interrogación sobre quiénes somos,
hacía donde vamos, y cómo afrontamos la soledad, el dolor, la dicha, la fragilidad, el placer y la
incertidumbre de sabernos mortales.

Los lectores no pueden reducirse a practicantes de un deber instrumental inmediato.

Es el paraíso de los fragmentos y por lo tanto de la cultura fragmentada.

La lectura tradicional es lenta, profunda, individual, exige reflexión.

Leer para aprobar exámenes no es lo mismo que leer para añadir algo más a su existencia (y a su
profesión) mayores capacidades y experiencias.

ALEGATO POR CIERTA NORMALIDAD

Resistencia a leer lo que uno ha escrito, por temor a encontrarlo deficiente, banal o carente de
cualidades.

En la práctica psicoanalítica, los conceptos son constantemente cuestionados y ampliados.

La sensación de no comprender lo que estaba pasando (o lo que no estaba pasando) en la situación


analítica. Quería con cautela, proponer nuevas hipótesis y enfoques clínicos diferentes.

Criticar la idealización de la teoría y poner de relieve cuan peligroso era invalidar las ideas personales
sobre el trabajo propio, adhiriendo con tozudez a ciertas consignas metapsicológicas y clínicas.

El terrorismo teórico, aunque puede ser tranquilizador para estudiantes en formación, puede inhibir a
los jóvenes que solo contaban con unos años de experiencia.

Lo opuesto a la admiración, no es la crítica o el rechazo, sino la indiferencia.

Las palabras sirven para encubrir nuestros pensamientos en vez de servir para comunicarlos.
El cambio psíquico se produce en todas las variantes de tratamiento psicoanalítico, por más que lo que
practiquen profesionales conceptos teóricos y enfoque técnicos tan divergentes entre sí.

Quizá la explicación del cambio psíquico se nos escape por siempre.

El análisis, es una revelación entre dos personas, el analista vivirá a su modo, con su propia fuerza y
debilidad, lo que sus analizantes experimenten y lo hará a través de un conocimiento de sí mismo,
siempre parcial.

Algo que puede ser puesto en palabras, pensado, por primera vez.

Pero las complejidades de la relación son tales que en cada análisis surgen “tiempos muertos” en los que
el proceso se detiene. Y a veces se traba totalmente. Poniendo al analista en una situación de
incomodidad.

La relación de transferencia y contratransferencia, aquello que pone al analista siempre en dificultades


en su práctica, las limitaciones del analista, el analizante y el método psicoanalítico.

El analista queda fácilmente preso en su formación. Su conocimiento obstaculiza la libertad de pensar y


de cuestionar.

Todo lo que el analista le ha faltado explorar en su psicoanálisis personal se encuentra en el origen de su


ceguera y su sordera frente a sus futuros pacientes.

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