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INICIO DEL ASENTAMIENTO DE LOS COLONOS DE AGUAYTÍA Y SU

CORDON UMBILICAL: PUENTE COLGANTE

Por Crescencio Ramos Mendoza

AGUAYTIA: PRIMEROS AÑOS DE SU EXISTENCIA


Villa Aguaytía yace apaciblemente en uno de los pliegues del regazo de la otrora
famosa Pampa del Sacramento a orillas del río de su mismo nombre; en la
intersección de éste con el pequeño río Negro. Su nombre posiblemente deviene
de las palabras shipibo: Awá “sachavaca” e Itia “habitat” o paraje. Unidos ambos
términos se traduce al español como “lugar o paraje habitado por sachavacas”.
Luego se impondrá este nombre a la denominacion del rio que desciende de la
Cordillera Azul y desemboca en el río Ucayali; finalmente con esta
denominación nacerá el caserío a orillas del rio mencionado a principios de la
década del cuarenta del siglo XX.
Cuando los misioneros franciscanos llegan a esta inmensa llanura en la primera
mitad del siglo XVIII, a través de diversas crónicas se hizo conocer acerca de la
existencia de esta fabulosa pampa que se extiende en la margen izquierda del
río Ucayali, al pie del flanco oriental de la Cordillera Azul. Los curas españoles
en su afán de “llevar la palabra de Dios” y, dicho sea de paso, para esclavizarlos
a los indígenas amazónicos, realizaron varias incursiones (más de diez entradas
entre 1726 – 1767) al territorio de los indígenas que ellos llamaron Carapachos.
Debido a la llegada de los primeros exploradores en 1726 en una fecha
coincidentemente con la celebración de Corpus Christi, las denominaron
Pampas del Sacramento.
Se ha descrito la geografía de este territorio, muchas veces sin el conocimiento
amplio y certero del espacio que ocupa, a veces lleno de romanticismo
empujados por imaginaciones sueltas sin ajustarse a la realidad, ubicándolos
desde la cuenca del Pachitea y toda la margen izquierda del rio Ucayali. Por
largos años el nombre de la célebre pampa sonó fuerte en la etnografía hasta
mediados del siglo XX. Posteriormente el ámbito de las Pampas del Sacramento
se restringió solo a la llanura que se extiende desde la salida del YuraqYaku al
pie de la Cordillera Azul hasta las orillas del rio Aguaytía. En ese espacio
limitado a un paraje más pequeño se llamó Pampa Yurac (originalmente Yuraq
Pampa), es decir pampa o llanura blanca, y que en la actualidad ya forma parte
del área urbana de Aguaytía.
A diferencia del ámbito geográfico citado, la Cordillera Azul era desconocida o
poco conocida hasta la época en que se perfilan los estudios para la apertura de
la fallida vía ferrocarrilera en los primeros años del siglo XX. Desde entonces, el
nombre de esta cordillera oriental que se yergue en el territorio de la ceja de
selva fue difundida a través de libros, revistas y periódicos. Cualquier vía a
construirse sea ferrocarril o carretera, que unen la región andina y la región
amazónica en el área centro nororiental del Perú necesariamente debería
atravesar por el lomo de esta cordillera. En los últimos tiempos se hizo más
común el nombre de este espacio geográfico de la Amazonía andina gracias a la
declaración como parque nacional el 21 de mayo del 2001 porque en esta zona
la fauna y la flora son únicas en su especie que requiere conservarla como es
debido.
Al contemplar detenidamente la Cordillera Azul y el abra del llamado Boquerón
desde la margen derecha del rio Aguaytía, se distingue el color versátil, la forma,
el tamaño de las montañas y la distancia donde se yerguen las enormes moles
de piedra y tierra cubiertas de vegetación. En las mañanas con resplandeciente
sol vemos relumbrar la superficie verduzca de las montañas y las crestas
imponentes de las mismas. En las tardes se percibe opaco, mas se puede
distinguir el color azul y mucho mejor después del paso circunstancial de las
menudas lluvias. Ciertas veces en las tardes apacibles, en el regazo de la
cordillera yacen fragmentos de nubes blancas, otras van desplazándose
perezosamente hacia la cumbre de los cerros. Cuando no hay nube alguna
sobre la faz de estas montañas, la espina dorsal de éstas parecen, en verdad, al
lomo de ballenas azules en un inmenso mar. La cresta de la cordillera parece
incrustarse en el gigantesco cielo azul. Esta característica grotesca a la mirada
fugaz es la primera que se advierte y entonces viene a la mente los recuerdos de
aquella aventura que realizó el visionario religioso franciscano Alonso Abad, o
los viajes que realizaban los ingenieros exploradores en los años que se
proyectaba la construcción del ferrocarril hacia el Bajo Ucayali, también la
exploración cumplida por los ingenieros y sus acompañantes que afanosamente
buscaban el abra que describiera Alonso Abad en su diario, abra que cortara con
profundo tajo la cordillera oriental y daba paso a la cuenca de Aguaytía. El
término feliz de esta búsqueda dio lugar en el futuro la apertura de la carretera
de la sierra central hacia el Bajo Ucayali, específicamente a Pucallpa. De todo
esto es testigo mudo la hermosa Cordillera Azul.
Desde el hallazgo del abra conocido mas como Boquerón en la segunda mitad
de los años treinta del siglo XX, los hombres andinos discurrieron entre el
Huallaga y el Aguaytía abriendo el camino y la carretera, con el fin de unir dos
grandes regiones: sierra y selva. Los hombres que vinieron desde los pueblos y
villorrios de la serranía, de las cálidas tierras de la Amazonía nororiental
“desvirgaban” los roquedales, el paso desafiante del temido boquerón, donde
derramaron sudor y sangre, dejaron parte de su vida a causa de ese camino,
donde numerosos trabajadores sucumbieron. En ese trayecto muchos hombres
murieron no solo en accidentes, también murieron tal como narran los pioneros
algunas personas en las temibles fauces de las fieras como los otorongos en la
bajada hacia el rio Chino o por las mordeduras de serpientes más venenosas
como los shushupes, según recuerdan los tocheros de esa época; mas a nadie
les importó escribir sobre aquel triste acontecimiento del pasado del sacrificio y
heroísmo de los hombres sencillos y modestos que labraron el camino en
lugares más peligrosos.
Miles de hombres participaron en la apertura de la carretera “a punta de pico y
pala” en las profundas entrañas del verdemar amazónico. Es menester apuntar
que, a la vez, con hacha y machete se abrió el paso derribando arbustos y
árboles, los añejos y robustos árboles se perforaban con cinceles y luego eran
derribados con la explosión de dinamitas, prescindiendo así del uso de hachas
en estos casos. Algunos viejos sobrevivientes de aquel penoso trabajo
recuerdan con tristeza. Los diestros barreteros por su parte perforaban las rocas
para demolerlos con la explosión de decenas de cartuchos de dinamita. Tanta
demora, tanto dolor, tanto sufrimiento para abrir el camino en las paredes de las
rocas, en la cresta de las montañas, en los terrenos deleznables donde las
piedras y tierra, ciertas veces, eran arrebatadas por las intensas lluvias dejando
en cero el trabajo esforzado. De este modo la gente sufrida pero decidida
penetró al seno de la jungla sorteando los peligros, desafiando a la misma
muerte, sin disponer de instrumentos indispensables y maquinaria moderna. Al
fin y al cabo vencieron las enormes dificultades abriendo el camino carretero que
se incrustaba a la espesura del bosque en un serpentear inacabable dando paso
a los vehículos. Desde esos tiempos no muy lejanos, el transporte irá
incrementándose paulatinamente. Participaron en este grandioso trabajo miles
de hombres de diversos departamentos, pero principalmente los comuneros
quechuas de Huánuco, inclusive algunos extranjeros aventureros que llegaron
aquí por sendas desconocidas.
En otra época lejana cuando ningún blanco se propuso venir a esta parte de la
Amazonía, un religioso español recorrió la gran distancia entre el Huallaga, más
específicamente Tingo María(antes Cuchero) y la cuenca de Aguaytía
atravesando el lomo de la Cordillera Azul e ingresando por el abra llamado hoy
Boquerón, era el franciscano Alonso Abad, un joven misionero que quería “ganar
almas” y convertirlos en la fe cristiana a los nativos amazónicos. Fue una
aventura de su parte el penoso viaje de este misionero en compañía de un grupo
de indígenas panatahua que conocían la selva de Alto Huallaga, Tulumayo y la
Cordillera Azul. Este religioso conocedor de los viajes de otros misioneros hacia
las Pampas del Sacramento con escasos resultados, pero por otras sendas, vio
por conveniente encontrar el camino más directo siguiendo la ruta hacia el
oriente atravesando ríos, quebradas, montañas y la enmarañada jungla. En este
viaje espinoso por casualidad o por orientación de sus acompañantes arribó al
desconocido boquerón que hoy lleva su nombre. Sin haber cumplido su
cometido tal como se había propuesto porque no “gano almas”, sino más bien el
ataque de los indígenas en el rio Aguaytía, escabullendo del alcance de lluvia de
flechas que venia encima pudo huir de la muerte. Fue en el verano en 1757. El
acucioso franciscano dejó escrito en su diario acerca de esta aventura, pero
también, a juicio de los lugareños, una inscripción en la roca viva cerca a la
entrada a boquerón, a una gran altura, la cual decía: “por aquí pasó el padre
Alonso Abad”, que al cabo de dos siglos y medio se hizo imperceptible a simple
vista. Él empleó la palabra boquerón para describir el cañón, no fue otro. El
documento en mención sirvió de guía a los ingenieros exploradores que
realizaban el estudio necesario para la construcción de la carretera de Tingo
María al Ucayali. Los ingenieros siguiendo la huella del legendario misionero
Alonso Abad y de sus anónimos acompañantes arribaron a este misterioro
paraje. Se redescubrió y se atravesó esta famosa abra en setiembre de 1937,
que andando el tiempo dará lugar a muchos acontecimientos importantes de la
región.
En la construcción de la carretera lo más difícil, y a la vez, la más interesante fue
romper, demoler las paredes de las enormes rocas y gigantescas piedras en el
sector del Boquerón para poder abrir el camino en ese espacio inaccesible, así
como las fuertes corrientes del río. Paso admirado por la misma gente que
trabajó en la apertura del camino, los transportistas, los viajeros. Para expeler el
camino hacia las Pampas del Sacramento se decidió la apertura de un túnel que
infelizmente a medio trabajo en un día fatídico se desplomó las enormes moles
de piedra enterrando a decenas de trabajadores, el cual fue considerado por
muchos como el castigo del espíritu de los cerros. La gente decía: “este sitio era
chúcaro, desconocido, por donde nunca antes la gente había caminado”. Acerca
de este Boquerón desde el primer momento que se apertura el camino carretero
se tejieron a lo largo y ancho de la región leyendas y mitos. Se relataba de la
existencia de fantasmas humanizadas que aparecían como mujeres o como
hombres, personajes fantásticos, cuyas características físicas dibujadas en la
mente de los andinos y amazónicos se difundieron como reguero de pólvora a
través de narraciones de boca en boca. De esta creencia nacieron temores en
muchos. Los choferes fueron los primeros en relatar fascinantes y pintorescos
cuentos de la “gringa” que al anochecer se desplazaba en el ámbito del
boquerón y les seducía a los cándidos conductores de vehículos; de la sirena
mimetizada en una rubia de hermosura deslumbrante que moraba en la caída de
la catarata del Velo de la Novia, quién a cualquier humano le cautivaba
intensamente y podía llevarle a la fosa de la muerte y del fantasma desnudo en
la caída del agua de nombre “Ducha del Diablo”, que en la creencia popular al
anochecer o al amanecer se bañaba con figura idéntica a un bañista del campo.
Al fin y al cabo, los hombres que “desvirgaban” las rocas del famoso Boquerón
abrieron paso al inmenso verdemar amazónico con tanto esfuerzo, inclusive a
costa de sus vidas, dando esperanzas a muchos lugareños del Ucayali y
Amazonas, porque cambiaría el mundo de la vida económica de las familias,
pero también el mismo medio ambiente.
Entre el Huallaga, Aguaytía y las Pampas del Sacramento la carretera
atravesaba en su sinuoso recorrido muchas montañas y colinas, se incrustaba
por subidas y bajadas, cimbreantes curvas, las pequeñas y grandes quebradas.
La carretera en las entrañas del bosque se extendía como un hilo perdido en
medio de las hierbas. Así llegaba hasta la ribera del río que mencionamos tantas
veces y continuaba por la margen opuesta de éste. La orilla del rio, lugar que
seria el puerto provisional donde inicialmente era poblada por cañabravales y
ceticales, vegetación muy conocida pero de poco uso.Allí se proyecto la
construcción del puente de un kilometro de longitud.
En aquel momento, a poca distancia entre los ríos Aguaytía y otro que en el
futuro se llamó río Negro se había establecido el ciudadano suizo llamado
Gustav Ernst, su mujer pucallpina de nombre Eva Alfageme y más adelante
nace su hija, la niña gringuita”, total tres almas, eran los únicos moradores de
ese lugar, en toda la margen izquierda de ese paraje. Aquello fue antes que se
construyera el puente antiguo. Se sabe que aquel lugar antes era una muyuna
grande donde, según la referencia de los kakataibo vivía un gran monstruo que
emergía del medio del rio cuando se embravecía.Pero esa muyuna fue dejando
paso a cascajales y arena por eso el suizo optó por construir muy próximo al río
su campamento.
Desde que atravesó la trocha por el lugar que hoy ocupa Villa Aguaytía, a esta
parte de la región fueron llegando poco a poco algunas personas para
incorporarse al trabajo en la carretera y algunos simplemente con el fin de
vender sus mercaderías, es decir los pequeños comerciantes, para ese
momento ya se había erigido el campamento del Ministerio de Fomento en la
margen izquierda del pequeño rio Negro no muy lejos del regazo a la Cordillera
Azul, poco después se erigió el campamento de trabajadores del puente en la
margen derecha del rio Aguaytía.
A medida que fluían los meses se veía más personas que venían de lejanas
tierras; en sus rostros meditabundos y en sus acentos se podía percibir su
procedencia. En las riberas del rio grupos de trabajadores discurrían atareados
cumpliendo sus actividades cotidianas. El tráfico sobre las aguas del rio ya era
frecuente. En principios en los meses de verano se veía solo a los caucheros
procedentes de Pucallpa que atravesaban parte del rio caminando, llevando en
hombros cargamentos de jebe. Andando el tiempo se incrementaron balsas y
canoas, los únicos medios de transporte fluvial. Estas se desplazaban de una
orilla a otra, también surcando perezosamente rio arriba o descendiendo rio
abajo. A la distancia apenas se percibía su movimiento. En el puerto provisional
y adyacentes en los amaneceres y atardeceres, numerosas balsas y canoas se
encontraban amarradas en palos de caña brava o en corpulentas piedras.
Las balsas que hacían servicio de transporte llevaban cargamentos de viveres y
otras mercancías o simplemente conduciendo pasajeros. En esos años, el suizo
alemán Gustav Ernst, se hizo muy conocido; por eso en dos décadas el Yana
Yaku (rio negro) se llamó” rio Suizo” porque este extranjero fue el primero en
ocupar el espacio cercano al encuentro de los ríos mencionados.
Cuando en la sede actual de Aguaytía vivía únicamente la familia Ernst
Alfageme al otro lado del río poco tiempo después, fueron llegando algunos
inmigrantes con la intención de establecerse, por eso vinieron con esposa e hijos
como el contamanino Edrulfo Cárdenas, el supuesto brasileño Carlos Brito,
Guillermo Oliveira, Cecilia Vela, también el aventurero alemán Hanz Willie. La
presencia de estas personas fue aun poco antes del inicio del tendido del
puente. A estos primeros moradores les unía actos de solidaridad y compartían
conversación, penas y alegrías, hasta comida en algunas circunstancias. Pero
más adelante con el arribo de carros de la costa y sierra, con la llegada de un
conjunto de personas al iniciarse la construcción de aquella obra cambió el
panorama,
Cuando faltaba poco tiempo y espacio para el encuentro de los dos frentes de
apertura del camino carretero de Pucallpa de una parte y de Tingo María de otra,
se dio inicio con la construcción del puente sobre el río Aguaytía, la de mayor
longitud en toda sud América en esos años. Los ingenieros a cargo de la obra
inicialmente vieron por conveniente construir el puente de mil metros de longitud,
distancia aproximada que separa las colinas de ambas márgenes del rio, mas al
notar el costo que demandaría optaron por uno de menor longitud de 850
metros; aun esta decisión cambiaron a la hora de evaluar el costo y el tiempo
que se emplearía en el proceso de construcción por lo que prefirieron uno de
700 metros de dos grandes tramos:puente colgante que partiría del punto de
entrada hasta atravesar el lecho madre del río y puente de acceso que
continuaría en la margen opuesta, siendo este último de mayor longitud. En la
ejecución de esta obra se empleó más de cuatro años, entre 1942 y el segundo
semestre de 1945. En este titánico trabajo los obreros no solo derramaron la
gota gorda también algunos derramaron su sangre, inclusive perdieron la vida en
accidentes fatales. Algunos aseveran equivocadamente que desde la parte
superior de una de las torres cayó el popular “Ocho Arrobas” Hanz Willie
muriendo en el acto. Según la creencia popular debajo de los estribos erigidos
en ambas márgenes se ha colocado personas enhiestas de sexo masculino para
que el puente tenga mayor resistencia a los embates de la naturaleza como la
fuerza de las aguas del río y la fuerza del viento.
No conocemos a la fecha documentos que den cuenta de la empresa que
construyó el puente. El archivo precario del Ministerio de Transportes no cuenta
con documento alguno relacionado a este asunto, excepto unos planos de 1943
y 1944. La memoria colectiva, de quienes vieron la construcción de la obra en
mención se sabe que el contratista español Rogelio Fernández dirigió todo el
proceso de construcción del puente de acceso y el contratista Alemán Walter
Kásimir asumió la responsabilidad de construir el puente colgante entre 1944 y
parte de 1946.
Como se ve la ejecución de los dos grandes tramos no se cumplió
simultáneamente sino uno después del otro. Ambos contratistas ejecutaron el
proyecto bajo la supervisión del Ministerio de Fomento, el representante más
conocido de esta entidad en la zona fue el Director de caminos, el ingeniero
peruano Hermann Baumann, quien cumplió una labor encomiable cuidando
sigilosamente los bienes del Estado en todo este trabajo tesonero.
El campamento de los trabajadores del puente era grande como para acoger
varias decenas de obreros. Su techo era de palma anclada y ttejida sobre la
viga, el tijeral, la solera, todos palos resistentes al ataque de las polillas, los
cuales previamente se descortezaban y oreaban bajo el calor de los rayos
solares. Las paredes eran de tablillas elaboradas del tronco de wasaí, asimismo
las puertas. No tenía ventanas, en cambio el piso era la emponada hecha
principalmente de la palmera wakra pona que es muy resistente, por tanto
duradero. Todo el techo del campamento estaba anclado sobre los palos de
wakapú o más conocido como shungo. Cada cuartito disponía de tarimas toscas
que constituían de varias ponas labradas o topas. El campamento disponía de
cocina, un comedor y mujeres encargadas de preparar la coomida. Además el
campamento estaba contorneado por cercas construidas con tablas de wasaí.
El campamento erigido en la margen derecha del río, con vista al occidente, al
lado un pequeño campo deportivo improvisado y algunas modestas viviendas
particulares se erguían en una pampa rodeada de densa vegetación, las más
notarias eran los aguajales. Todas estas viviendas eran ciertamente adaptadas
al mundo cultural amazónico; sin embargo por estar asentadas próximos a la
orilla del rio no estaban exentas de las crecientes y continuas inundaciones que
ocurrían después de prolongadas horas de lluvia. Las turbulentas aguas se
esparcían por la playa y les ponía en aprieto a todos los moradores. La gente
venida de otras tierras no amazónicas tenían que hacer esfuerzos para
adecuarse al ambiente selvático si querían continuar trabajando en esta parte de
la patria amada, para llevar a casa unos cuantos soles o el total de su pequeño
ahorro.
Durante las tardes de cuando en cuando desde el interior del campamento de la
residencia de los ingenieros emergían melodías musicales desde las mágicas
entrañas de las vitrolas, las notas musicales fluían armoniosas y agradables al
oído. La gente después de un agotador trabajo escuchaba plácidamente alegres
ritmos disuadiendo sus preocupaciones. Algunas veces a los ingenieros se les
ocurría hacer fiestecitas con el pretexto de un cumpleaños o simplemente por
alegrar el espíritu, lejos de la familia, lejos de los amigos, enfrentando
estoicamente los esforzados trabajos.
Como en toda la Amazonía, las noches lluviosas a veces eran temibles, la
tempestad sacudía los techos de las viviendas, las calaminas chirriaban con el
batir de las alas invisibles del viento; más allá, la fuerza del viento arrasaba las
ramas débiles de los ceticos o caían troncos viejos produciendo ruidos
grotescos. La lluvia se sacudía intermitente por largas horas. Después vendría la
calma y al día siguiente un sol abrasador se esparcía por doquier. Los hombres
continuaban cumpliendo su labor de siempre.
Pero cotidianamente durante las noches se oía el bullicio de ingente número de
animales como el consabido croar de muchas especies de batracios, el cri – cri
de millones de grillos, el ulular de las aborrecidas lechuzas, el gemido de búhos
malagüeros, algunas noches el lamento de la ayaymama extraviado, el graznido
de otros pájaros nocturnos;y al amanecer el canto de miles de pájaros saludando
el descenso del alba y la pronta vigencia de la luz matutina. Durante los días
nublados los tucanes con su peculiar silbido “llamaban la lluvia”, porque a juicio
de muchos pueblerinos esta ave por su enorme pico no puede beber agua en las
pequeñas quebradas en épocas de verano y cuando presagia la caída de las
lluvias llama de contento taladrando el espacio con sus silbidos; el páucar con su
típico y escandaloso silbido delataba su hallazgo de alguna fruta apetecida; los
loros como los pihuichos y guacamayos muy entretenidos parloteaban, el chikwa
con su adormilado silbido desde alguna rama de un árbol anunciaba la
“confirmación” de una verdad o una mentira del meditabundo humano que en su
yo interior aguardaba o simplemente no se imaginaba en nada, pero venía el
anuncio en aquella respuesta del ave agorero, el silbido de este pájaro pudo
haber sido el despertar de la curiosidad de la persona que pensaba materializar
un proyecto.
En los años que se erigió el puente colgante, en la margen derecha del rio
Aguaytía bullía numerosos pobladores: trabajadores, comerciantes, viajeros
eventuales. El traslado de una orilla a otra de carros que llegaban de Huánuco
se hacia en balsas cautivas guiados por la rondana conectado al cable de acero
que se extendía de banda a banda; posteriormente reemplazaron las chatas.
Antes que ocurriera este transporte, los cargamentos se almacenaban después
se transportaba en balsas hasta el rio Ucayali. A orillas del rio Aguaytía
aguardaban más de una docena de balsas, había pues tráfico frecuente, ya se
hablaba de puerto fluvial. Los conductores de balsas con sumo cuidado cubrían
los cargamentos con impermeables a fin de evitar que las aguas penetren a los
equipajes. Además para proteger los fogones colocados en la parte delantera de
las balsas se construía un pequeño techo denominado cumba. Estos fogones,
como cualquiera puede imaginarse, servían para preparar alimentos en el
camino de los viajeros. La llegada al Ucayali seria en unos tres días. Los
balseros llevaban utensilios, viveres y con urgencia leña y fósforo. Se
aprovisionaban también de lámparas, cuando aún no existían linternas a pila, y
por su puesto de colchas o frazadas para protegerse del frio de las noches.
Durante los años que se construyó el puente antiguo sobre el río Aguaytía, en
Pucallpa y Contamana en los sectores populares se hablaba no de Aguaytía sino
de Gran Puente como si este fuera una ciudad. Centenares de personas
trabajaban en diversos lugares, unos construyendo el puente de mayor longitud
del país y en el mantenimiento de la carretera, otros realizando pequeños
negocios,y en la apertura de chacras. El puente anclado en sus pilares alzando
los “brazos” se extendía portentosamente sobre las mansas aguas.
En los inicios de la construcción del puente colgante, la gente que trabajaba,
según versiones orales, debajo de la colina, (es decir la parte superior de la
entrada del puente en la margen izquierda), advirtieron la presencia de una
gigantesca yakumama que permanecía en una cueva. Se dice que al salir
hambrienta la fiera generaba movimiento ruidoso de las aguas. La gente tenía
temor a aquel ofidio, pues creían que en cualquier momento podría salir y atraer
a sus victimas. Pero al caer inmensa cantidad de tierra y piedras, una mañana,
antes del amanecer, huyó el animal alborotando las tranquilas aguas, sin haber
causado daño a las personas. De aquella presencia de la yakumama hoy muy
pocos recuerdan.
El lugar que ocupaba el campamento de los trabajadores a veces “se alagaba”
en épocas de intensa lluvia. Los ingenieros en uno de sus primeros informes
decían que la creciente inunda la margen derecha del rio un aproximado de 700
metros por lo que era imprescindible construir en esa parte el puente de acceso,
puesto que en verano quedaba el cascajo libre sin muestras de agua. Como todo
ese espacio en épocas de lluvia se inundaba se pensó inicialmente tender un
puente de mil metros de longitud.
Cuando faltaba poco para la culminación de la obra, se produjo una gran
creciente que dañó seriamente el campamento; muchos objetos fueron
arrastrados por las turbias aguas. Pasado este peligro, los ingenieros conversan
con el suizo Gustav Ernst para que el campamento se construyera en una parte
de su parcela y áreas adyacentes, alrededor de la carretera que se proyectaba
hasta la ribera del rio (hoy malecón).Tal vez los ingenieros pensaban que en el
futuro se hiciera muros de contención que impidieran en cierto modo la
penetración de las crecientes, o quizá pensaban solo en una eventualidad la
vigencia del campamento solo hasta la culminación de la obra. El suizo
gentilmente aceptó la propuesta de los ingenieros, uno de estos era el conocido
y carismático profesional peruano Hermann Baumann, hijo de un inmigrante
suizo y de una peruana; por eso llevaba el remoquete de “el suizo”, en cambio
a Ernst se le conocía más con el apelativo de “gringo”.En fin de cuentas a ambos
personajes algo les unía, ese algo era la ascendencia, el primero era natural de
suiza, el otro era hijo de un hombre de nacionalidad suiza. Ernst había meditado
rápidamente, como hombre de experiencia sabia que era preciso sacar provecho
de cualquier eventualidad oportunamente y eso estaba cerca de su alcance,
puesto que al establecerse el campamento al lado de su casa se generaría un
pequeño mercado, que podía beneficiarle con la venta de alimentos y otras
mercaderías, por eso admitió sin objeciones la propuesta de los ingenieros
representantes del Ministerio de Fomento. Con la aquiescencia del “gringo”, el
ingeniero Baumann dio orden para establecer el nuevo campamento.
En corto tiempo se produjo el reasentamiento del campamente de trabajadores y
de personas particulares. Un conjunto de casitas se construyeron una al lado de
otra, no eran pabellones como todo campamento, sino viviendas para cada
familia; para los empleados y residencia de los técnicos estaban destinados las
habitaciones del campamento edificado en el punto de ingreso al puentte. El
director de caminos encargó al ex guardia republicano Félix Pando para que
hiciera el trazo de las callecitas, este ex policía tenia cierta experiencia en
cartografía. Félix Pando cumplió su cometido con ayuda de otros. El tramo final
de la carretera que topaba con el rio, se convirtió en la calle principal; ambos
lados de esta vía de unos doscientos metros de longitud ocupaban la mayor
parte de las viviendas, todas construidas con materiales del lugar, postes y
horcones de shungo el palo más resistente a la humedad, así como al estrago
de los comejenes, techo de hojas de palma tejidos que tiene por nombre
crizneja, paredes de tablas, piso de pona batida o de madera, por supuesto a
cierta altura del suelo cuya distancia oscilaba entre medioa un metro de altura, y
naturalmente para subir se utilizaba una pequeña escalera. El piso siempre era
de tierra debido a la inundación y por la presencia de bichos, batracios, entre
otras sabandijas. Para hacer el armazón de las viviendas antes del techado se
utilizaban palos derechos de moena, qara waska, tornillo. Algunas viviendas
tenían patios cercados con caña brava, tablas o wakra pona.
Durante los años promisorios del poblamiento del Aguaytía, (mediados del
cuarenta) en Pampa Yuraq ya existía un aserradero que expendía madera a
precio módico. De allí la preferencia de un sector de moradores para utilizar
este material en la construcción de las paredes y puertas de sus viviendas, pero
otros seguían utilizndo caña brava.
En la calle principal se ubicó la posta sanitaria, separada de otras viviendas,
próxima a ésta el almacén de víveres y más cerca la oficina de correos. La
escuela y el puesto policial se hallaban al otro lado del campamento, mientras
las oficinas del Ministerio de Fomento se establecieron en su nuevo local, al lado
izquierdo de la entrada al puente. En ese tiempo solo el campamento del
Ministerio: residencia y oficina de los ingenieros y empleados poseían techos de
calamina y tenían cierta comodidad.
El camino carretero de ingreso al puerto y al nuevo campamento de obreros y
particulares tenia forma oblicua, descendía hasta la parte inferior de lq qltura
del local actual de la UGEL. Posteriormente a raíz de la construcción de nuevas
viviendas o parte de las calles, el ingreso al campamento y/o caserío la
carretera toma la form a de la letra S. Precisamente la parte inferior de ésta era
la callecita principal del futuro caserío, las otras partes de esta figura lentamente
fueron ocupadas por nuevos inmigrantes, por tratarse de un terreno ligeramente
empinado y estrecho. Por la parte superior de la figura en forma de S, que
bordeaba el ombligo de la colina, que hoy se llama calle Jiménez Pimentel, los
carros que mayormente eran camiones aparecían pitando el claxon o
simplemente emitiendo el ruido peculiar del motor. Desde abajo, los niños y
mujeres observaban estupefactos. Los vehículos luego de atravesar el camino
en forma de S ingresaban al pueblito oliendo a gasolina. Los niños alborotados
corrían dando gritos a ver a cada carro que llegaba, “¡ahí viene un carro”! “¡está
llegando un camión”!….
¿Por qué los ingenieros decidieron reubicar el campamento precisamente al
lugar donde vivía el suizo? ¿Por que no reubicaron al borde de la Pampa del
Sacramento o Pampa Yuraq? Seguramente porque el sitio elegido se halla
contiguo al puerto fluvial; además al lado estaba el campamento destinado para
oficinas y residencia de empleados, y porque Pampa Yuraq queda relativamente
alejado del puente cerca de un kilómetro y no disponía de agua para el consumo
humano. Los factores señalados imperaron a la hora de decidir la reubicación
del campamento, a pesar de que eran conscientes del peligro que los acecharía
la creciente en cada invierno selvático. Sin embargo al reubicarse el
campamento, los primeros moradores como Edrulfo Cárdenas, Carlos Brito,
Guillermo Oliveira y otros optaron por permanecer en el mismo lugar donde
vivían.
Mientras el centro poblado de Aguaytía se configuraba definitivamente en el
lugar donde se halla anclado, la construcción del puente llegó a su culminación
posiblemente en el primer semestre de 1946, durante el gobierno del ilustre
jurista Dr.José Luis Bustamante. Desde entonces la gente que llegaba a esta
puerta de entrada al gran Ucayali se desplazaba ante todo al centro del puente
para contemplar maravillados todo el contorno. Desde la parte superior del pilar
de macizo de anclaje los visitantes veían con profunda admiración la grandiosa
obra, su enorme longitud, las grandes torres metálicas enhiestas. Desde ese
lugar contemplaban rio arriba y rio abajo, el cauce anchuroso, las aguas mansas
en marcha; veían en medio del rio balsas y canoas en desplazamiento o algunas
de éstas pegadas al canto del rio amarrados en palos invisibles por la distancia.
Al levantar la vista los viajeros, sus miradas topaban con bellos montes verdes
llenas de lozanía en el horizonte ocaso, más distante veían partes del lomo
sinuoso de la Cordillera Azul, el severo guardián del valle de Aguaytía.
El campamento reasentado que después se convirtió en caserío por la voluntad
y gestión de los moradores estaba constituido por cinco calles cortas y angostas
que en los años de la década del cuarenta aun no tenían nombres. Las casitas
se erguían pegadas unas a otras. A unos 50 metros al noroeste de la calle
principal se extendía el campo deportivo improvisado al costado de una pequeña
cocha y al lado de la escuela. De todos modos ese espacio servía para la
práctica de l fútbol y tuvo vigencia hasta mediados de los años sesenta. Allí se
jugaba a la pelota con esas viejas pelotas de cuero. El estadio querido por
jóvenes aguaytianos e inmigrantes era el campo deportivo del añejo club
Deportivo Unión Aguaytía (DUA) y otros. En el extremo noreste de este campo
deportivo se erguía solitario el local de la escuela, en la misma cuadra que
actualmente ocupa el “alma mater”.
Más allá de la carretera al interior de la enorme vegetación, todavía no tocado
por la mano destructora del hombre, los árboles como shiwawakos, tornillos,
moenas, cedros, robles y otros imponían su presencia. Muy lejos de los
aserraderos, alejado de las chacras, inmensamente lejos de los vehículos
motorizados, a gran distancia de toda suerte de contaminación, muy lejos de
viviendas hechas de cemento con techos de nefastas calaminas, cumplían su
ciclo vital sin alteración alguna. En el interior del bosque moraban toda especie
de animales. Estos durante días o durante las noches según su hábitat se
encaminaban a las orillas del rio a beber agua, inclusive ciertas avecillas en lento
vuelo descendían de las copas de árboles a beber agua o en búsqueda de
gusanitos para saciar su hambre. Así, se veían las inquietas sachavacas, los
tímidos venados, las agresivas wanganas o los serenos ronsocos, las perezosas
tortugas, también los monos trapecistas que braceaban rama tras rama de los
árboles antes de llegar a la ribera del rio. Así era cuando en este paraje había
poca gente. En esos lejanos días no se hablaba de contaminación del medio
ambiente, menos de la destrucción de la biodiversidad, de la depredación ni del
ecocidio.
Aguaytía como pueblo emergía con la gente venida desde los andes, de las
orillas del océano pacifico, de distintos puntos de la Amazonía, convirtiéndose en
un enclave de inmigrantes que se establecieron en la orilla del rio en mención,
esto es en la margen izquierda de la carretera. La presencia de ésta fue el
motivo o razón de este asentamiento, primero con la decidida acción de los
sanmartinenses y loretanos, después por los huanuqueños. A este grupo de
familias siguieron uniéndose personas de otras regiones. Muchos de estos
pobladores habían participado en la apertura de la carretera, en la construcción
del puente y más adelante los extractores de látex de la shiringa. Al final todos
dedicados a la agricultura. Enfrentando serias dificultades lograron configurar un
centro poblado en continuo crecimiento.
Como se ha visto inicialmente la vida de estos primeros pobladores dependía del
dinero proveniente de los jornales que pagaba el Ministerio de Fomento, pero
también de los recursos naturales procedentes de la despensa que la madre
naturaleza les extendía, entre estos los animales del monte y los peces de los
ríos en gran abundancia. En este periodo de la finalización de la construcción de
la carretera y del puente antiguo se inició en Pampa Yuraq con la plantación de
la shiringa a cargo de la Corporación Peruana del Amazonas. De modo que este
proyecto absorbió bastante mano de obra. Había trabajo remunerado en mejor
condición que en la conservación de la carretera.
Si vemos retrospectivamente, aquellos días del inicio de poblamiento de
Aguaytía eran apacibles “lejos del mundanal ruido”, en un hermoso paraje que
podía emular el paraíso de Adán y Eva, pleno de vegetación, con enorme
cantidad de arboles de variadísimas especies, en cuyas ramas ciertas veces
numerosas aves de colores se posaban y semejaban a bellísimas flores rojas,
blancas; gran cantidad de fauna silvestre; agua por doquier; ríos y quebradas
plenos de riqueza ictiológica: boquichicos, carachamas, doncellas, bagres. El rio
Negro, esa vez“rio Suizo”, albergaba varias especies de peces pequeños. En
aquellos días lejanos nadie se imaginó que este hermoso rio se convirtiera en un
basural.
Como en cualquier centro de trabajo, la mayoría de los primeros inmigrantes
llegaron solos sin familia. Por entonces había poquísimas mujeres y pocos niños.
Cuando se terminó la construcción de la carretera y después el puente antiguo,
el mayor número de trabajadores alzaron el vuelo con destino a otros lugares
para no regresar nunca más, pero llevaban consigo buenos y malos recuerdos
que iban relatando a otras personas. Pocos ex trabajadores que se marcharon,
retornaron. Cuando varios moradores de Aguaytía, pioneros en el asentamiento
de ésta, dejaron las casas que ocupaban vendiendo a otros moradores, entre
estos los que se incorporaron al trabajo en la plantación de la shiringa. En la
segunda mitad de la década del cuarenta Aguaytía ya contaba con varias
instituciones: puesto policial, una escuelita, una posta sanitaria, correo y
telégrafo, oficina del Ministerio de Fomento y campamento de varias decenas de
soldados que coadyuvaban en la conservación de la carretera, los llamados “
zapadores”.
En el momento en que un grupo de hombres decididos y valientes “desvirgaban”
los roquedales del Boquerón a principios de los años cuarenta llegó a esta zona
un aventurero alemán. Este previamente había recorrido varios países de
América y estando en Perú había caminado por muchos lugares de la amazonia
extrayendo oro. Estando en Aguaytía trabajó eventualmente en la construcción
de la carretera donde asombró a la gente con su capacidad física descomunal,
pues el solito podía jalar o empujar los carros que se atascaban en los
barrizales, cuando levantaba o empujaba enormes piedras y estando fuera de
trabajo o ya viviendo temporalmente en el pueblo de Aguaytía les mostraba su
enorme fuerza levantando sacos de harina con los brazos extendidos o al
levantar a una persona con el talón alzado. A este robusto hombre de origen
germano la gente le llamaba “Ocho Arrobas”, los primeros moradores recuerdan
a ese pintoresco personaje como el hombre más “forzudo”. “Ocho Arrobas”
estando en Pucallpa venia a Aguaytía surcando por el rio en su frágil canoa
trayendo cargamento de jebe para la Peruvian Corporation Development, a
veces venia a extraer palo de rosa, al cual en momentos de mal humor solía
nombrar como “árbol de mierda”. Es conocido la frase favorita que solía expeler:
“Dios es grande, pero la puteria es inmensa”.
Al empezar la segunda guerra mundial la fiebre del caucho (oro negro)
nuevamente se expandió. En este segundo momento la fiebre de la shiringa,
aunque no en la misma magnitud que su antecesor en términos de expansión,
cantidad, condición de trabajo y comercialización de fines del siglo XIX e inicios
del siglo XX. Esta vez ya no se repitió la tragedia que se cometió anteriormente.
El valle de Aguaytía no podía ser ajeno a esta segunda etapa de extracción del
látex de la shiringa. Coincidentemente en esos años se abría el camino carretero
entre Tingo María y Pucallpa, vía que serviría en el futuro próximo para el
transporte del preciado recurso. Mas, anteriormente estos cargamentos se
transportaban atravesando los ríos a pie o en canoa y después por los caminos
de herradura. En la extracción del látex de la shiringa han participado grupos
significativos de inmigrantes y obtenían este recurso en diversos lugares de la
cuenca de Aguaytía y San Alejandro.De este modo conseguían dinero quienes
estaban involucrados en este trabajo. Inclusive en las Pampas del Sacramento,
lo que es hoy Pampa Yuraq y áreas adyacentes se cultivó la shiringa importada
a cargo de la Corporación Peruana del Amazonas en las décadas del cuarenta y
cincuenta con resultados nefastos.
En esos años, aún no muy lejanos al presente, los pobladores indígenas
genuinos de esta cuenca los kakataibo, vivían a orillas del rio, lejos del reciente
asentamiento de pobladores mestizos muy cerca del famoso puente. Estos
indígenas originarios de la zona no estuvieron de acuerdo mezclarse con los
andinos ni con los mestizos amazonenses, querían morar como siempre
independientes de otros pueblos y culturas, lejos de la contaminación occidental,
manteniendo su tradición, sus costumbres, su cosmovisión. Mas el kuraka
Seteno Bolívar, -un hombre ciertamente aculturado por haber crecido al lado de
los mestizos-, influyó fuertemente en los kakataibo, quienes después se
asentaron en comunidades sedentarias a orillas del rio Shambo próximo al rio
Aguaytía como la comunidad Esperanza y otras en las riberas de estos ríos.
Inclusive un grupo de indígenas kakataibo dirigidos por el kuraka Seteno Bolívar
participó en la apertura de una trocha entre Boquerón y Neshuya en 1938. El rol
de este kuraka en el cambio de actitud de sus coterráneos fue significativo. Así
vemos a estos indígenas “queriendo o sin querer” acercarse al mundo occidental
por influencia de su legendario jefe. No podían permanecer alejados de la
transacción comercial, el mercado ya había extendido su tenaza para atraparlos,
los kakataibo ya requerían de mercado para comprar algunos productos
comestibles, ropas, utensilios, etc., así como para vender lo suyo.
De su parte los andinos y los mestizos amazonenses veían a los indígenas de la
región con displicencia, en cierto modo les despreciaba. Por eso hoy, en el siglo
XXI, algunos mestizos pobladores antiguos se consideran a sí mismos y a sus
paisanos como gente “blanca” con iniciativa y creatividad. Para ellos los
indígenas de la selva eran y aun son “haraganes”, “conformistas” a quienes
antes les denominaban “chunchu”, que significa “salvaje”, “no civilizado”. Esta
apreciación etnocentrista en verdad estaba enteramente equivocada, por no
entender la esencia misma de los genuinos selváticos y las condiciones
geográficas medio ambientales y su cultura que no les “empujó” a desarrollar
actividades agrícolas y pecuarias porque sus alimentos les proporcionaba la
madre naturaleza sin ninguna transformación por la mano del hombre.
El paso ineluctable del tiempo deja huellas profundas en los seres vivos. Allí está
el hombre, el único ser pensante que al sumergir sus hondas raíces deja
impregnado su sabiduría, por tanto su creación a través del trabajo en la faz de
la tierra. No pudo ser de otro modo en Aguaytía, el contingente de trabajadores
de diversa procedencia que vieron el futuro promisorio de su existencia unos se
asentaron aquí temporalmente, mientras otros lo hicieron para siempre. Estos
últimos decidieron dejar sus huesos en este nuevo paraje convertido en un
pueblo acogedor. Así en pocos años Aguaytía fue creciendo en un espacio
ciertamente inapropiado desde el punto de vista topográfico, bordeado por dos
lados por dos ríos, en medio de ceticales, arbustos como cañabravales, se
habrían callecitas angostas como especie de caminos. Se edificaron casas con
materiales estrictamente de la zona: horcones del inacabable shungo, techo de
palmiche tejido y amarrados al armazón de palos con el conocidísimo tamchi,
bejuco delgado pero resistente y flexible; pared de rústicas tablas, piso de pona
batida a una altura considerable del suelo y una pequeña escalera para subir,
algunas viviendas poseían sus patios cercados con cañabrava, sin jardines ni
arbolitos a su alrededor. La mayoría de las familias disponían de pequeños
corrales para criar gallinas y cerdos. Pocos andinos primigenios que se
asentaron en este paraje exótico se adecuaron a los hábitos y costumbres de los
hombres amazónicos como a la edificación de viviendas en medio de la jungla o
en las chacras, al consumo de alimentos, a la caza y pesca, inclusive se
familiarizaron a la danza y música amazónica. Los nexos de amistad crecieron,
se constituyó un pueblo unido donde todos se conocían y vivían en armonía
como familiares. La lejanía de sus terruños y su confluencia en este nuevo lugar
les atrajo a la unidad.
Producto de la buena unión del vecindario dimana una nueva generación, nacida
aquí mismo. Los que llegaron muy pequeños se hicieron aguaytianos por
adopción. Un grupo de hombres y pocas mujeres, conductores de este nuevo
centro poblado conocido como campamento y luego como caserío, según su
categoría política, se configuró durante los años en que el mundo vivía los
estragos de una cruel e inhumana guerra, pero también durante el tiempo en que
el Perú enfrentó la guerra con el vecino país del norte. Mas Aguaytía que recién
había germinado en tierra fértil, lejos de los trágicos episodios, solo pocos
sabían lo que ocurría en otras partes del planeta. Aquí los ex trabajadores al
servicio del Ministerio de Fomento y otros inmigrantes edificaron su propio
destino, perfilaron el futuro de sus vidas, labrando la tierra, aprovechando la
ingente riqueza natural que les brindaba la pacha mama, y disfrutaban
inmensamente del ambiente paradisiaco.
En este contexto la nueva generación “abría sus ojos” y empezaban a construir
el camino de su existencia. Diremos sin exagerar que Aguaytía es hija de la
carretera y del puente, y los aguaytianos producto de la fusión de personas de
distintas regiones. Aquí empieza la diversidad como lo fue siempre el Perú
entero, pero también aquí nace la unidad de los pioneros y su nueva generación.
Pasó el tiempo, muchos años. En las Pampas de Sacramento, en el futuro
surgieron muchos caseríos, pueblos y pequeñas comunidades, muchísimas
chacras y aparecieron la siembra de cemento destruyendo el medio ambiente,
contaminándola, aparecieron agroquímicos para la agricultura y vendría los
males destructores del campo y del espíritu humano.
EL PUENTE QUE HIZO DE AGUAYTÍA UN PUEBLO

Cuando los ingenieros del Ministerio de Fomento iniciaron los primeros trazos
para la apertura de la carretera desde el Boquerón de Padre Abad hacia
Pucallpa se pensó hacer el puente sobre el rio Aguaytía. Se trataba de una obra
imprescindible y de gran envergadura. Mas, inicialmente no se supo en qué lugar
se construiría porque con exactitud aún no se sabía por dónde atravesaría la
carretera. En un principio se tuvo la idea de construir la carretera desde la salida
del Boquerón continuando por la margen izquierda casi al pie de la Cordillera
Azul, luego siguiendo cerca a la orilla del rio, más o menos hasta la altura de la
boca del rio Santa Ana; este proyecto era similar a la propuesta de Fernando
Carbajal en 1905, quien realizó la primera exploración las márgenes del río
Aguaytía para la construccón del ferrocarril desde Tambo de sol – pampa de
Junín al Bajo Ucayali; pero hasta allí se edificaría varios puentes pequeños
sobre los ríos Shambillo, Shambo y sobre otras pequeñas quebradas. Entonces
se construiría el puente colgante a la altura de la boca del rio Santa Ana. Mas al
continuar el camino carretero con destino a Pucallpa deberá atravesar muchos
bajiales porque el terreno en ese sector es mayormente plano. Al evaluar esta
posibilidad y al ver los inconvenientes, los ingenieros cambian de parecer
porque el costo sería elevado por la distancia mayor y dificultades a vencer. Ante
estos inconvenientes se buscó otra salida.

Antes de atravesar el Boquerón; debido a los grandes dificultades de orden


topográfico a vencer, se intentó continuar el camino por las alturas de las
montañas de la margen derecha del rio Yuraq, pero siguiendo esa senda los
ingenieros salieron a Codo de Pozuzo, sector del Pachitea y era una gran
distancia; por el costo que ocasionaría y por la distancia los encargados de la
búsqueda del camino más corto hacia Pucallpa deciden abrir otras trochas.

En este afán de abrir el camino carretero se topó con una serie de dificultades.
En un segundo momento se pensó seguir la ribera izquierda del Yuraq Yaku
hasta el encuentro con el rio Aguaytía y sobre éste se construiría el puente
colgante y luego a partir de la margen derecha continuaría la vía atravesando
una serie de colinas buscando siempre la parte montañosa. Esta idea era
acertada y estaba de acuerdo también el conocedor de esta enmarañada
geografía el perspicaz y hábil kuraka de los kakataibo Cëteno Bolívar, quien
desde 1933 colaboró con los ingenieros en la búsqueda del camino directo y
corto hacia Pucallpa. Pero el problema era la construcción del puente puesto que
el terreno no era apropiado a la altura de la boca del rio Yuraq. Bogando por el
rio Aguaytía los ingenieros con ayuda del kuraka Bolívar encontraron la colina
más elevada en la margen izquierda, cerca del encuentro del pequeño rio Negro
con el Aguaytía y estaba ubicado en la continuación de la Pampa de
Sacramento (hoy Pampa Yuraq), aunque en varias partes de ésta se
encontraban aguajales. Sin embargo al abrir la trocha al lugar indicadoo hubo
dificultades, equivocaciones que motivó abrir tres trochas: la priimera que salió
hacia la parte baja de la boca del pequeño rio Yanayaku que hoy se llama rio
Negro, la segunda se proyectaba hacia el río Aguaytía, es decir por el lado
derecho de la colina y la tercera con apoyo del kuraka kaakataibo se abrió hacia
la falda de la colina mencionada, esto es hacia la parte superior del ingreso al
puente. A partir de este hallazgo del lugar apropiado, se decidió abrir el camino
carretero por ese sector hasta el regazo de esta colina que serviría para
construir el estribo y el pilar de la torre del puente colgante en la margen
izquierda. De colina a colina, es decir entre ambas márgenes del rio, separa una
distancia aproximada de un kilómetro. El rio desciende sus aguas pegada a la
colina mencionada y entonces en la margen derecha, después de construir el
puente colgante se construiría otro puente de acceso de mayor longitud hasta
alcanzar la otra colina. Poco después por este último empezó la construcción.
Así en total el puente tendría alrededor de mil metros de longitud. Una vez
determinada esta idea se hizo el trabajo definitivo del camino carretero con
destino a San Alejandro, kilometro 86 y Neshuya.

Al parecer en 1940 se estableció el campamento del Ministerio de Fomento en la


margen izquierda del pequeño río Negro, sede actual del Colegio Fernando
Carbajal, destinado para el almacén, para oficinas, residencia de ingenieros,
técnicos y otros servidores, mas no para los trabajadores de la carretera porque
éstos tenían campamentos eventuales en cada tramo. Este local además fue
destinado para maestranza y depósito de vehículos. Este campamento era muy
modesto, con techo de palma y paredes de madera. Para atravesar este
pequeño río se construyó un puente de troncos y tablas. En esos años y poco
después, la primera placita de Aguaytía, era depósito de materiales extraídos de
la ribera del río como hormigón y arena, pero posteriormente este espacio quedó
abandonado.

La apertura de la carretera hasta las Pampas de Sacramento se materializó a


fines de 1941 y en el año siguiente hasta las orillas del rio Aguaytia. Como la
construcción de la carretera entre los ríos Aguaytia y San Alejandro recién
empezaba de ambas partes, el transporte no podía quedarse aquí, de ninguna
manera, por eso se apertura el transporte fluvial. Se construyen decenas de
balsas que en adelante conducirían cargamentos y pasajeros al Ucayali y
Pucallpa. Había varios balseros con experiencia en este tipo de transporte; pero
algunas personas que tenían temor al viaje por el rio y estaban acostumbrados a
la caminata preferían irse a pie siguiendo la trocha existente, porque pasando
San Alejandro podían continuar su viaje a Pucallpa en carros del Ministerio de
Fomento. Por cierto estos viajes no eran sencillos y rápidos, todo lo contrario, se
hacía varios días y en medio de dificultades.

Antes de la prestación de servicios de balsas sobre el río Aguaytia para


transportar pasajeros de una orilla a otra, los cargadores de láminas de jebe de
la shiringa que venían de Pucallpa, Neshuya y San Alejandro en verano
chimbaban el río en canoa y luego continuaban su viaje con su cargamento a
Tingo María siguiendo la trocha abierta desde 1938. Gracias a las fotografías
existentes de esa época sabemos de este tipo de transporte. ¿Es que el rio
Aguaytia era menos profundo que en la actualidad?. Al parecer el lecho era más
plano y ancho.

Ya casi al finalizar la construcción de la carretera se han elaborado los planos


del puente colgante, claro está, previo estudio geológico. El primer plano
existente de esta obra corresponde al año 1943 y el segundo al año 1944,
únicos documentos que dispone actualmente el Ministerio de Transportes. Por
desidia o por otro motivo esta entidad estatal ha perdido otros documentos
valiosos. Algunos ciudadanos cuentan que el plano del puente en cuestión fue
diseñado por el mismo ingeniero que diseñó el plano del puente Golden Gate (en
castellano puente dorado) de San Francisco – California – Estados Unidos, el
puente de mayor longitud del siglo pasado de 1200 metros de luz; siendo el jefe
de este proyecto el ingeniero Joseph Strauss. Sin embargo no hay prueba
alguna que confirme que este ingeniero haya diseñado el plano del puente
colgante de Aguaytía.

En Pucallpa, ante todo en los pueblos ribereños del Ucayali, se hablaba


insistentemente del puente que se construía en Aguaytia. Mucha gente de la
selva no ha visto nunca un puente de concreto, menos puente colgante de fierro.
La gente comentaba por doquier de un enorme puente que se construía en esta
parte de la Amazonia. Les parecía más que un puente una ciudad que iba
formándose rápidamente. Opiniones de esta naturaleza circulaban acerca de
una obra que jamás habían visto, sino emergían a partir de comentarios de otras
personas.

Se sabe que la construcción del puente ha estado a cargo de dos contratistas


extranjeros: el español Rogelio Fernández quien ha dirigido la construcción del
puente de acceso en la margen derecha del rio y el alemán Walter Kásimir
dirigió el tendido del puente colgante sobre el lecho madre del rio, obra más
compleja; pero esta edificación ha sido supervisado por los ingenieros del
Ministerio de Fomento, particularmente del Director de caminos (Tingo María –
Pucallpa) el ingeniero peruano Hermann Baumann, de padre suizo – alemán,
quién de acuerdo a referencias escritas y orales cuidó los intereses del Estado
como si fueran suyos, fue meticuloso a la hora de escoger trabajadores y
ayudantes. Los ex trabajadores que prestaban sus servicios en la oficina del
campamento del Ministerio en Aguaytia, recuerdan que Baumann para
comprobar la honestidad y honradez de sus colaboradores dejaba esparcidas
algunas monedas debajo de los muebles en la oficina o en del dormitorio.

Al iniciar la construcción del puente en 1942 llegan a esta cuenca decenas de


trabajadores y se establecen en el modesto campamento de techo de palma y
paredes de madera, ubicado en la margen derecha del rio. A este contingente de
hombres se suman los obreros que trabajaban en la conservación de la
carretera, que desde luego no eran numerosos, asimismo arriban los soldados
zapadores, quienes no sólo trabajan en la conservación de la carretera y
contnrol del transporte, sino también, al iniciarse la construcción del puente, los
soldados del Batallón de Infantería acantonados en el campamento de
Aguaytía, controlaban las balsas que transportaban pasajeros y cargamentos
al cruzar el río; asimismo llegan a este paraje algunos comerciantes de origen
chino, quienes venían de Iquitos. Aquí estaba instalado también un almacén de
víveres y otras mercaderías del pionero Carlos Brito, negocio que fue seriamente
afectado por una gran creciente en los años siguientes.

La población total en el segundo año de ejecución de la obra, entre trabajadores,


esposas de algunos obreros e hijos de éstos y los comerciantes sumaban más
de un centenar y medio de personas. Por eso, según los moradores antiguos, en
el campamento inicial pronto empezó a funcionar una escuelita con asistencia de
niños nacidos en otras regiones que vinieron junto con sus padres y esta
primerísima institución estaba dirigida por un preceptor; asimismo empiezan a
funcionar un pequeño puesto policial y una posta sanitaria. Por eso cuando
había condiciones necesarias para la organización del caserío, según recuerdan
los pioneros, se organizan y eligen sus primeras autoridades.

En el curso de los años de la apertura de la carretera e inicios de la construcción


del puente, aquí nacieron los primeros aguaytianos, hijos de inmigrantes. Uno de
los primeros aguaytianos que nació aquí en 1941 habría sido Gabriel López Ling,
hijo del pionero José López, después nacerán otros en ese año y en los años
siguientes. Este ralo crecimiento demográfico inicial es el punto de partida
definitiva para el poblamiento de Aguaytia y la configuración del centro poblado,
convirtiéndose luego en caserío con sus respectivas autoridades.

Desde que se construía la carretera y desde el tiempo en que se proyectó la


construcción del puente, el presidente de la República, el ingeniero Manuel
Prado en vísperas de cada 28 de julio en su discurso a la nación desde la sala
del Congreso hacía mención acerca de las obras señaladas, respecto al puente
colgante sobre el rio Aguaytia, antes que se empezara a construir, hacía
referencia a los materiales adquiridos en Estados Unidos en 1942 de la
Compañía Exportadora de Acero. Hasta fines de julio de 1941, según la
alocución del presidente, la carretera había atravesado el Boquerón hasta las
Pampas de Sacramento y se había transportado hasta allí los materiales que
servirían para construir el puente.

En el discurso ante el Congreso de la República con motivo de las fiestas patrias


en vísperas de 28 de julio de 1942, publicado en el diario oficial El Peruano en
su página 11 del 3 de agosto, el presidente Manuel Prado, referente al avance
de la apertura de la carretera puntualiza que "En el sector de Tingo María, la
Cordillera Azul, se ha vencido ya todos los obstáculos para entrar en las Pampas
del Sacramento, donde se hallan ahora establecidas las labores. En el Gran
Boquerón de la mencionada cordillera están terminados tres túneles con una
longitud acumuladas de 263 metros… Ha quedado de tal modo establecida la
comunicación entre Huánuco y el rio Aguaytia. Para cruzar este rio se colocará
un gran puente metálico ya adquirido que tendrá 700 metros de largo…" Como
queda registrado, en 1942 se concluyó con la apertura de la carretera hasta la
ribera del rio Aguaytia. El presidente de la República señalaba también que del
sector de Pucallpa faltan unos 60 kilómetros para empalmar y que "en breves
meses" se concluiría este trabajo, que finalmente se cumplió en el mes de
noviembre de 1942. La apertura del camino carretero de los dos frentes: San
Alejandro y Aguaytia empalmaron en el sector de Chío en el mes y año
indicados. De este modo se estableció la comunicación entre Huánuco y
Pucallpa ese año, pero entró en vigencia recién en 1943 después de la
inauguración en el mes de setiembre.

En su discurso a la nación en el Congreso de la República en vísperas del


aniversario patrio de 28 de julio de 1943, el Presidente Prado aseveró que "…
desde noviembre del año pasado comenzó el transporte de carga y pasajeros
por el rio Aguaytia y a partir del mes en curso, ha quedado establecido el
servicio permanente hasta Pucallpa. Se ha tendido varios puentes, estando
avanzado el principal de ellos, de 700 metros de longitud sobre el rio Aguaytia.
Se construye actualmente los estribos y se lleva acabo la construcción metálica
correspondiente…".

En su discurso con motivo de la efemérides de 28 de julio de 1944, Manuel


Prado hizo mención de la inauguración de la carretera de Huánuco a Pucallpa
realizada el año anterior; asimismo puntualizó que los materiales metálicos
para el puente de Aguaytia se hallan completos en el lugar, los cuales fueron
adquiridos en el extranjero. Aclaró además que este puente tiene 34 bases de
concreto, "ejecutándose actualmente la cámara de amarre y el último pilar de la
margen izquierda…". Hace mención también al tramo medio; esto es entre la
torre de la margen derecha y el puente de acceso que empalma con la cámara
de amarre dividido en dos partes con una longitud de 33 metros cada uno.
Finalmente sostuvo que la ejecución de esta obra concluirá en el curso del año
entrante.

Prado no tuvo la oportunidad de anunciar al país sobre la culminación del


tendido del puente colgante sobre el rio Aguaytia; pues en vísperas de su salida
del cargo, en su último discurso a la nación el 27 de julio de 1945 simplemente
dijo que el puente colgante sobre el rio Aguaytia de 700 metros de luz se
encuentra en proceso acelerado de montaje. El mandatario cuanto habría
querido hacer conocer al pueblo peruano acerca de la conclusión de la obra más
importante de la vialidad; pero los trabajos se retrasaron debido a su complejidad
y no se pudo terminar en el tiempo que se había previsto. Sin embargo la versión
oral de los primeros moradores indica que el Presidente Prado inauguró el
puente, cuando faltaba su culminación con el “empistado” y el agasajo al
mandatario se realizó en el pequeño restaurant de la señora Rosa Prado,
ubicado en la sede actual de la iglesia San Martin de Porres (información del
pionero Juan Merino).

La proyección inicial de la construcción del puente que era de un kilómetro de


longitud, debido al costo los responsables del proyecto deciden construir uno de
850 metros, el restante para alcanzar la colina de la margen derecha se haría a
través de un rellenado con cascajos, hormigón y tierra. Mientras se hacia el
puente los carros que llegaban de Huánuco cruzaban el rio en "sólidas balsas" y
chatas, luego proseguían su marcha en línea recta por el lado izquierda del
puente de acceso hasta el inicio de los rellenos, y de allí, al pie de la colina
desviaba a una curva hacia el noreste hasta alcanzar la altura de otras colinas.

La construcción del puente de 850 metros también quedó en proyecto, y aun ese
dato aparece en algunos libros como que la obra en mención tuviera esa
longitud, puesto que a la hora de definir los planos en 1943 se decidió construir
solo de 700 metros de luz, siendo el puente colgante rígido sobre el lecho madre
del rio de 170 metros con dos tramos intermedios de 66 metros entre la torre de
la margen derecha y el encuentro con el pilar del macizo de anclaje y nexo con
el puente de acceso, y este último tendría 464 metros de longitud. Mas el ancho
del puente es ciertamente angosto, de 5 metros y de una sola vía. Al dejar libre
unos 300 metros, esto es después del puente de acceso, se realizó un
gigantesco relleno con miles de toneladas de cascajo, hormigón y tierra sobre
los aguajales, y elevar una altura promedio de 5 metros, trabajo que abarcó
entre 1944 y 1945. Esta labor fue realizada por varias decenas de trabajadores
entre conductores de vehículos y obreros dirigidos por un contratista, técnicos e
ingenieros.

En 1944, el contratista Walter Kásimir mandó construir el campamento nuevo


con techo de calamina en la margen izquierda del rio, en el punto de entrada al
puente. Se trataba de un campamento con mirada hacia el rio y al oriente.
Estaba destinado para la vivienda de ingenieros y técnicos. Este contratista
alemán también mandó construir un puente provisional de madera sobre el río
Aguaytía en 1944 para trasladar materiales a la margen derecha así como el
tránsito de trabajadores, pero con el advenimiento del invierno y la creciente del
río este puente fue arrastrado por las turbulentas aguas.

Durante los primeros años de construcción del puente, en la parte del casco
urbano actual de Aguaytia, próximo a la ribera del rio se encontraban dos casas,
una era vivienda del primer morador de ese sector, el suizo alemán Gustav Ernst
y su esposa y la otra era almacén de un comerciante particular. No había otras
viviendas. Más allá de estas escasas edificaciones todo era monte virgen. El
campamento de los trabajadores del puente seguía en la margen derecha.
El campamento de los trabajadores que construían el puente fue trasladado a la
margen izquierda a raíz de una creciente que una mañana de invierno dañó
seriamente los enseres y pertenecías de los pobladores. Fue a mediados de los
años cuarenta, a fines de1944 o a principios de 1945. No se tiene información
de la fecha exacta. Cuando la obra en cuestión faltaba aun para su culminación,
los daños causados por la gran creciente obligó en cierto modo para el traslado
del campamento hacia el espacio que actualmente ocupa el casco urbano de
Aguaytia, en un terreno donde anteriormente fue lecho del rio, nada aparente,
salvo su cercanía al puerto fluvial, por eso o por otra razón la intención de los
ingenieros del Ministerio no era formar un centro poblado sino simplemente un
campamento con poca duración y destinado solo para los obreros, ya que las
oficinas estaban instaladas en el nuevo campamento en el lugar de ingreso al
puente. De modo que no ocurrió como en Tingo María, donde al llegar la
carretera a ésta, el ingeniero director de caminos Huánuco – Pucallpa vio por
conveniente fundar este pueblo en 1937. Por la decisión tomada por los
ingenieros establecidos en el campamento de Aguaytia, cuando las personas
(obreros, comerciantes, agricultores) quisieron constituir un centro poblado de
manera formal, se opusieron, porque estaban empeñados en que solo exista el
campamento a pesar de que, en los años siguientes, ya se había terminado con
la construcción del puente. Por tanto no se fundó Aguaytia oficialmente, pero fue
incrementando su población en ese mismo lugar, contra viento y marea fueron
asentándose nuevos moradores hasta convertirlo en un centro poblado, aquella
vez con el nombre de caserío, sustrayendo su condición de campamento.

Durante los años de construcción del puente en referencia y después de su


culminación, los representantes del Ministerio de Fomento, ejecutores de la obra
y responsables del custodio de la misma, han prohibido el uso de terrenos
contiguos a ambas márgenes de la carretera y con mayor razón las del puente
de acceso. Inicialmente nadie se puso a hurgar los terrenos. De manera que ese
espacio estaba rodeado de tupida vegetación donde resaltaba la presencia de
imponentes ceticales. Asimismo se erigió en la m argen derecha del río un muro
de contención a través de una especie de cerco de piedras, el cual estaban
envueltos en mallas de alambre. Se levantó este muro devarios cientos de
metros de longitud para proteger las bases del puente de acceso; mas tuvo
pocos años de vigencia debido a la acción depredadora de la gente que
aprovecharon la malla de alambres para elaborar sus parrillas.

La construcción del puente culminó posiblemente durante el gobierno de José


Luis Bustamante en el segundo semestre de 1945, quien al final del primer año
de su mandato aprovechando de su alocución al país en vísperas de las fiestas
patrias hizo referencia acerca de la conclusión de la obra en mención, sin
especificar la fecha. Los primeros pobladores de esta localidad recuerdan con
nostalgia la inauguración del puente como si ésta fuera un acontecimiento de
gran significado. Acto que se cumplió en el mismo puente, en el punto de
encuentro entre el puente colgante y el puente de acceso, sobre el macizo de
anclaje. Fue un suceso para recordar: mucha algarabía, colorido en la música,
baile, comida y bebida típicas de la región. Aparte del Presidente de la República
asistieron al acto inaugural las autoridades del Ministerio de Fomento, los
ingenieros del mismo Ministerio , representantes de la Corporación Peruana del
Amazonas, los trabajadores y otros moradores más.

El macizo de anclaje del puente se ha convertido en el lugar de descanso de


viandantes y turistas eventuales que se desplazaban de una banda a otra
contemplando el panorama del centro poblado, el curso del rio y el verdemar de
la vegetación selvática. De este macizo de anclaje desciende una escalinata de
concreto que se construyó posteriormente para que la gente pueda descender a
la orilla del rio o para ir a los campos de cultivo. Los primeros escolares que
moraban en sus casitas de campo, en la margen derecha al dirigirse al centro
poblado, -cuando aún faltaba varios meses para la culminación de la obra y
posteriormente también,- accedían a ésta por la escalinata improvisada y
cruzaban a la otra banda por el costado del puente.

El puente antiguo desde los primeros años de su construcción ha generado


admiración a propios y extraños, y eso se notaba y se veía durante los días;
pero contrariamente en las noches esa admiración, a veces, se tornaba en
temor, inspiraba miedo, no por su gran longitud ni por su altitud, sino por la
oscuridad reinante. Después de las diez de la noche en el resto de los años
cuarenta y cincuenta, cuando la circulación de vehículos en horas nocturnas era
casi nula, la gente tenía temor de atravezar el puente debido a la supuesta
presencia de fantasmas. Se hablaba dl espíritu de personas que han sido
incrustadas y cubiertas con concreto precisamente en el medio e interior del
macizo de anclaje o cámara de amarre; cuya referencia habría vertido el ex
capataz Neptalí Cárdenas, quien trabajó en dicha obra y fue testigo del
“entierro” de trabajadores andinos por disposición y orden de los ingenieros,
conforme a la creencia de que los estribos y pilares de puentes tienen larga
resistencia,-desafiando el tiempo-, cuando se entierran personas vivas de sexo
masculino. Se creía que “las almas” de esas personas salían durante las
noches y provocaban susto a los caminantes, y no faltaban malas lenguas que
comentaban haber visto eso espíritus.Se decía que esas fantasmas a algunos
cándidos caminantes les perseguía como una lucecilla. No faltó una versión de
una persona que decía haber visto a una mujer extraña de figura diabólica,
vestida de negro, portaba un sombrero muy grande y se movía de un lado para
otro e infundió tremendo miedo al viandante.

No sólo se hablaba de espíritus de los muertos, también se comentaba de la


existencia y de la presencia eventual de duendes. Un antiguo poblador llamado
Magno Ríos relataba de su encuentro con un grupo de duendes que en medio
del puente reunidos alrededor de una mesa jugaban casino. El hombre jamás
se imaginó de que se trataba de malos espíritus. El campesino en estado de
ebriedad sin temor siguió caminando por el lado de los duendes, entonces éstos
le invitaron jugar una partida de casino, y el hombre valiente, sin temor a nada,
más el alcohol en la testa, aceptó la invitación y se puso a jugar. Al cabo de
algunas horas de entretenimiento ganó en el juego una y otra vez, entonces los
duendes les pagó buena suma en varios billetes nuevos. Cuando llegó la hora
de retirada de los duendes el hombre también se marchó llevando consigo su
“ganancia” y se fue muy alegre con dirección a su morada en Barrio Unido. Al
llegar a su casa al amanecer, al sacar del bolsillo el dinero ganado, se dio con
gran sorpresa, pues era un puñado de hojarasca seca, no eran billetes.

El puente antiguo, de mayor longitud de toda América Latina en su momento,


se convirtió en un atractivo turístico importante. En las noches, decenas de
focos emitían luces desde el interior del pavimento dando visibilidad a los
transeúntes y a los vehículos que discurrían. Esta majestuosa obra sirvió a todo
el mundo para atravesar el rio. Su vigencia abarcó más de medio siglo (1945 -
2000) lapso prolongado en el que fue necesario hacer algunas reparaciones
superficiales. Hoy hablar de esta vieja obra nos retrotrae la primera década
del cuarenta, a la época de la segunda guerra mundial que devastó a la
humanidad, generado por un sector de humanos perversos. Durante varias
décadas, desde carros pequeños al inicio, hasta carros pesados en las
postrimerías del siglo XX, atravesaron por este pavimento del puente viejo.
Como era de una sola vía, los vehículos para cruzar de una margen a otra
hacían turno. Pero con el paso del tiempo el transporte se incrementó y mucho
más en las últimas décadas con la presencia de vehículos pesados, situación
que obligó reemplazar con otro puente nuevo. Está claro que la modernización
del sistema de transporte exige tender un puente de mayor resistencia y de
doble vía. Es así que a fines de los noventa del siglo XX se construyó el
puente nuevo (1988 - 2000), conforme a la tecnología actual, de dos vías y
aceras para peatones. A diferencia del primero, el segundo tiene solo 576
metros de longitud.

El puente viejo con más de 70 años a cuestas, conocido por la masa popular
como el “puente machazo”, es testigo de penas y alegrías de la gente lugareña o
visitantes, de nostalgias y cuitas de amor de jóvenes. Es testigo del bien y del
mal que hicieron los humanos, de dramas y tragedias, de homicidios y suicidios.
Es testigo mudo de la violencia que asoló la Villa Aguaytia entre 1984 – 1994. Si
el puente viejo hablara contaría mil historias, cientos de dramas y también de
exultación, de consuelo y desesperanza.

El puente desgastado por el tiempo, está herido y agredido por manos ocultas y
bárbaras, congéneres, -por desgracia-, de los que construyeron; así la obra
querida y añorada va camino a la muerte, a su fin a pesar de ser patrimonio
histórico de Aguaytia que dio vida a ésta en los mejores momentos. ¿Dejaremos
que se destroce, que caiga en pedazos? Tienen la palabra las autoridades y el
pueblo.

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