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Génesis de Satanás: 3: La Caída

9-11 minutos

De acuerdo con las tradiciones orales del pueblo judío, Satanás antes
de su caída no era Satanás. Se llamaba Samael, aunque también
recibió posteriormente el nombre de Lucero (palabra derivada del
Latín que signi�ca “portador de luz”) en alusión a su radiante belleza,
a su resplandeciente hermosura. Es importante tener en cuenta en
todo momento que posiblemente ninguno de estos nombres sea el
nombre “verdadero” del ser al que nos estamos re�riendo, todas estas
palabras son nombres con las cuales el hombre a través de las épocas
intenta darle alguna identi�cación a algo que le es desconocido. Su
nombre “verdadero”, si lo tiene en otro plano existencial diferente al
nuestro, permanece y probablemente siga permaneciendo como un
profundo misterio, como una incógnita más de las muchas que
tenemos sobre aquél universo que escapa la detección de nuestros
sentidos.

La palabra Samael no aparece en la Biblia. Esta palabra predata el


nacimiento del Cristianismo y forma parte de la tradición propia de la
cultura judía. En la Wikipedia podemos encontrar mayores detalles
acerca de Samael, como también lo podemos encontrar bajo
Adramelec.
La palabra Samael es una palabra mixta que proviene del hebreo,
formada por la combinación de la palabra sam que signi�ca
“veneno” y el, abreviatura de Eloi que signi�ca “El Señor, Dios”. En la
actualidad, los exégetas interpretan a Samael como el verdadero
nombre de Satán o Satanás.

La palabra Satán signi�ca en arameo (uno de los idiomas hablados por


Jesús de Nazaret) “adversario, enemigo, acusador”.

12 ¡Cómo has caído del cielo,


Lucero, hijo de la aurora!
¡Cómo has sido precipitado por tierra,
tú que subyugabas a las naciones,
13 tú que decías en tu corazón:

“Subiré a los cielos;


por encima de las estrellas de Dios
erigiré mi trono,
me sentaré en la montaña de la asamblea divina,
en los extremos del norte;
14 escalaré las cimas de las nubes,

seré semejante al Altísimo!”.

Estos versículos que aparecen en el Antiguo Testamento nos describen


las razones de la caída de un rey arrogante, al que se le menciona
únicamente con el nombre Lucero. Los exégetas católicos de la Biblia
no tienen problema alguno en identi�car a este ser llamado Lucero o
Lucifer como el mismo al que hoy llamamos Satanás, el mismo que
antes de su caída intentó ser semejante al Altísimo.

De haber sido el ángel favorito de Dios a terminar siendo expulsado


para siempre del paraíso celestial ésta debe haber sido quizá la caída
más dura y más espectacular que podamos concebir desde cualquier
ángulo que se le mire, porque nunca antes ningún ser en mitología o
religión alguna estuvo tan alto y terminó cayendo tan bajo. Esta caída
es algo que escapa a nuestros sentidos y a nuestra comprensión,
porque se trata de una caída que los profetas bíblicos nos dicen que
tuvo lugar en un universo diferente a nuestro universo físico. Escapa
por completo de nuestra comprensión la forma en la cual "el más allá"
pueda estar subdividido en "regiones" de modo tal que el ser llamado
Satanás pueda ser expulsado de una región privilegiada conocida
como "la casa de Dios" o el paraíso celestial hacia otra región diferente
en donde terminó por establecer su propio reinado con los ángeles que
le siguieron, ángeles que terminaron convirtiéndose en demonios.
Posiblemente en todo este tiempo los profetas de la Biblia han estado
batallando para describir con palabras algo que simple y sencillamente
no puede ser descrito con palabras, del mismo modo en que es
imposible tratar de explicarle a un ciego de nacimiento la diferencia
entre el color rojo y el color azul; y sólo es posible obtener una idea
remota que ni siquiera podemos llamar vaga sobre los sucesos que
acontecieron cuando ocurrió la caída de Satanás. Esta caída, más que
una caída clásica desde "arriba" hacia "abajo" siguiendo la ley de la
gravedad que opera en nuestro universo físico, es aceptada por los
estudiosos de la Biblia como una caída de la gracia de Dios. Al entrar
en rebelión abierta y directa en contra de su Creador, el ser rebelde no
dejó más alternativa al Padre y a los demás ángeles leales al Padre que
removerlo de la presencia del Altísimo y echarlo fuera:

Pictóricamente, en grabados famosos tales como los grabados en


blanco y negro de Gustave Doré que se han estado utilizando aquí,
Satanás es representado antes de su caída como un ángel bellísimo,
resplandeciente con tanta hermosura que a duras penas se le puede
representar en toda su belleza natural; y es representado después de su
caída como un ser deforme y monstruoso cuya sola imagen causa
espanto y horror en quienes se atrevan a mirarlo directamente. Pero
estas son representaciones humanas de algo que está ocurriendo en
otro plano existencial, en otro universo completamente diferente al
nuestro, y como tales no son mejores que el empleo de las palabras
usadas para describir algo que no puede ser descrito con simples
palabras. Más que una representación adaptada a nuestro universo
físico, lo que se está tratando de representar es una caída espiritual, un
colapso total en el cual un ser que ha caído ha perdido por completo
todo rastro de respeto hacia la autoridad suprema y ha decidido en
incurrir en desobediencia abierta sin medir las consecuencias. Esta
caída representa una conversión total del Bien hacia el Mal o, peor
aún, del Bien total hacia el Mal total. Se trata de un ser que habiendo
estado en la presencia del mismo Dios terminó abrazando todo lo que
se considera como lo más vil, lo más abyecto, lo más cruel, lo más
repugnante, lo más horrible, lo más obscuro entre lo más obscuro de
las bajas pasiones, haciendo suyo el odio, la traición, la envidia, el
homicidio, la mentira, en �n, todo lo que contraviene todos los
mandamientos del Decálogo, deleitándose sobremanera en provocar a
otros dolor y locura en grado extremo sin respetar a nadie. Pero lo
más duro para Satanás es que esta caída es una caída sin posibilidad
de arrepentimiento ni posibilidad de retorno hacia el Padre, porque
ello no está en la naturaleza de los ángeles al igual que no está en la
naturaleza de las ballenas el poder volar por los aires ni está en la
naturaleza de las panteras el poder cambiar de color a voluntad. Una
vez que se ha caído, se ha caído sin remedio. Esta facultad para poder
cambiar de opinión no existe en ninguno de los ángeles al momento de
haber sido creados, ni siquiera en Satanás, pero sí existe en otra
creación posterior a la creación de los ángeles: el hombre. El hombre y
únicamente el hombre tiene el don para poder corregir su rumbo en
cualquier momento de su vida regresando al Padre, al igual que es el
único ser bajo la Creación capaz de poder ir evolucionando
intelectualmente. Esta capacidad innata del hombre para poder ir
mejorando a diferencia del impedimento natural que tienen los
ángeles para corregir el rumbo ciertamente debe ser la mayor causa de
envidia y de rencor de Satanás en contra del hombre y de su Creador.
¿Por qué razón se le dió al hombre algo que a él no se le dió? En esto,
pese a toda su inteligencia y sabiduría que nunca ha perdido ni
siquiera tras su caída, Satanás está tratando de olvidar en todo
momento algo importante: los numerosos dones con los que fue
colmado al momento de haber sido creado fueron dones que Satanás
recibió gratuitamente. No hizo absolutamente nada para merecerlos.
No se los ganó. No le costó ningún trabajo tener tales dones. Lo cual
hace su ingratitud en contra de su Creador aún mayor, al no
agradecerle como es debido a su Creador el haberle investido de tanta
sabiduría y tanta inteligencia sin haberle pedido nada a cambio
excepto el amor y la adoración que justamente esperaba como su
Padre y su Creador. Esto hace de Satanás no sólo un ángel rebelde,
sino también un ser ingrato, el más ingrato de cuantos haya habido
bajo la Creación.

Frecuentemente hay quienes se preguntan por qué, si Satanás es el


origen y la causa de todos los males, Dios simplemente no lo mata.
Desde una perspectiva humana, esto suena fácil. Pero desde una
perspectiva “del otro lado”, posiblemente esto no sea algo tan fácil,
considerando que la esencia de un ser enteramente espiritual inmortal
por naturaleza no se presta para su destrucción. Pero encima de todas
estas consideraciones, hay otra consideración mucho más importante:
Dios no mata. Esta es una premisa esencial del Cristianismo y de otras
religiones. Esperar que Dios mate a Satanás, quien fuera su ángel
favorito, es equiparable a esperar que una madre mate a su hijo
predilecto por haberse portado mal. Ninguna madre, excepto una que
esté trastornada de sus facultades mentales, matará a ninguno de sus
hijos, y antes bien preferirá padecer todas las angustias que le
provoquen los crímenes de su hijo. En todo caso, buscará la manera de
con�nar al hijo desobediente para que ya no pueda seguir causando
daño a los demás. En el caso de Satanás, presuntamente esto es lo que
está en marcha en estos momentos, la construcción del lugar adonde
será con�nado para que ya no haga daño a nadie nunca más excepto a
él mismo y a sus propios seguidores. Es precisamente de lo que habla
el último libro de la Biblia, el Libro del Apocalipsis de San Juan.

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