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Robert King Merton

(Filadelfia, 1910 - Nueva York, 2003) Sociólogo estadounidense. Sus


investigaciones sobre la sociología del conocimiento y la teoría sociológica y
sus análisis basados en un método funcional-estructural, según el cual los
hechos sociales y sus funciones deben ser considerados como subsistemas
del conjunto social, lo convirtieron en una de las figuras más relevantes de
la sociología anglosajona.

Robert King Merton

Tras estudiar en Harvard, universidad de la que más tarde fue profesor y


director de su departamento de Investigación Social Aplicada, Robert K.
Merton, en consonancia con la línea antiutópica de la sociología
estadounidense, siguió la estela del funcionalismo de Bronislaw Malinowski para
definir las pequeñas estructuras desarticuladas de la sociedad de los Estados
Unidos, que se traducen en los grupos o comunidades automarginados o
autodiferenciados.
Entre los estudios de Robert Merton cabe citar Teoría social y estructura
social(1957), Sociología de la vivienda (1963), Teoría social y análisis funcional (1969)
y La sociología de la ciencia: investigaciones teóricas y empíricas (1973).
Merton, Robert King (1910-2003)

Sociólogo estadounidense, nacido en Filadelfia el 4 de julio de 1910 y fallecido


en Nueva York el 23 de febrero de 2003. Famoso por sus trabajos sobre teoría
social e investigación empírica, así como sobre los medios de comunicación y
por la fundación de la Sociología de la Ciencia.

Hijo de emigrantes, comenzó estudios superiores en la Universidad de Temple


gracias a una beca, y posteriormente los continuó en la Universidad de Harvard,
donde obtuvo el Doctorado en Filosofía en 1936. Entre 1939 y 1941 trabajó como
profesor ayudante en la Universidad de Tulane (Nueva Orleans), y entre 1941 y
1947 ocupó el mismo puesto en la Universidad de Columbia. En 1947 fue
nombrado profesor titular en Columbia, cargo que ejerció hasta su jubilación
definitiva en 1979.

Su primera investigación trató sobre comportamientos anómalos, reflejados en


fenómenos como el crimen, vistos por él como formas diferentes de adaptación
social. En 1942 fue elegido director asociado de la Oficina de Investigación Social
Aplicada, institución en la que colaboró con Paul Lazarsfeld, director de la
misma, en la aportación a la materia de nuevos métodos de investigación; gran
parte de este trabajo se vio plasmado en su obra más conocida, Social theory
and social structure('Teoría social y estructura social', 1949). En ella adoptó el
enfoque estructural-funcional al estudio de la sociedad, con el que llegó a la
conclusión de que no todas las instituciones sociales son funcionalmente
beneficiosas para el "orden social" y que sólo la investigación empírica, y no la
teoría, puede dar una visión completa del papel que aquellas desempeñan. En
relación con ello, introdujo los conceptos de "función latente y manifiesta" y
"disfunción". Considerado como precursor de la moderna Sociología, también
fue uno de los últimos representantes de la escuela clásica.

En 1973 publicó The sociology of science: theorical and empirical investigations,


por la que fue el primer sociólogo en recibir la Medalla Nacional de las Ciencias
(1994). Fue editor de Qualitative and quantitative social research (1979)
y Sociological traditions from generation to generation. Además de las
mencionadas, fue autor de Mass persuasion (1946); On the shoulders of
giants (1965); On theorical sociology (1967); Social theory and functional
analysis (1969); y Social ambivalence (1976).

Padre del Premio Nobel de Economía Robert C. Merton, Presidente de la


Asociación Americana de Sociología, Doctor Honoris Causa por mas de una
veintena de universidades, ha recibido numerosos galardones y premios
científicos. Entre sus discípulos más conocidos figura Anthony Giddens, profesor
adjunto en Columbia hasta la jubilación de Merton en 1979.
Augusto Comte
(Auguste Comte; Montpellier, 1798 - París, 1857) Pensador francés,
fundador del positivismo y de la sociología. Con la publicación de su Curso de
filosofía positiva(1830-1842), Augusto Comte apadrinó un nuevo movimiento
cultural del que sería considerado iniciador y máximo representante: el
positivismo. Tal corriente dominaría buena parte del siglo XIX, en polémica
y algunas veces en compromiso con la tendencia filosófica antagonista, el
idealismo.

Augusto Comte

Como todos los grandes movimientos espirituales, el positivismo no se deja


fácilmente encasillar en las etiquetas de una definición estricta y precisa. En
sentido muy lato, puede decirse que es una revalorización del espíritu
naturalista y científico contra las tendencias declarada y abiertamente
metafísicas y religiosas del idealismo.

Biografía

Rompiendo con la tradición católica y monárquica de su familia, Augusto


Comte se orientó durante la época de la Restauración hacia el agnosticismo
y las ideas revolucionarias. Después de una primera juventud cerrada y
rebelde, ingresó en 1814 en la Escuela Politécnica de París, donde, en
contacto con las ciencias exactas y la ingeniería, se sintió atraído
fuertemente, junto con muchos compañeros de escuela, hacia aquella
especie de "revolución de los técnicos" que iba predicando el Conde de Saint-
Simon.

Disuelta la Escuela Politécnica por el gobierno reaccionario de 1816, Comte,


contra la opinión de sus padres, permaneció en París para completar sus
estudios de forma autodidacta, ganándose el sustento con clases particulares
de matemáticas, que durante casi todo el resto de su vida fueron su fuente
principal de ingresos. Desde 1817 se vinculó a Saint-Simon, para el cual trabajó
de secretario hasta su ruptura en 1824. Ese año un trabajo de Comte (Plan
de los trabajos científicos necesarios para reorganizar la sociedad) fue reprobado por su
maestro.

El motivo de la discordia era mucho más profundo: Saint-Simon y Comte


habían compartido durante largo tiempo el concepto de una reorganización
de la sociedad humana a través de la dirección de las ciencias positivas, y
formaron conjuntamente el plan de renovar por completo la cultura para
elevarla al nivel de tales ciencias; pero Saint-Simon quería pasar de los
planes científicos a la organización práctica de aquel "sacerdocio" que habría
de dirigir la nueva sociedad, en tanto que Comte no consideraba todavía
completos los desarrollos teóricos.

La publicación por su cuenta de aquella obra le granjeó la amistad y aprecio


de numerosos historiadores, políticos y científicos (François Guizot, Alexander von
Humboldt, el duque Albert de Broglie), sintiéndose Comte estimulado para
emprender su gran obra, aquella enciclopedia de las ciencias positivas que
sería luego el Curso de filosofía positiva (1830-1842). Mientras tanto, sin la
aprobación de sus padres, se había unido en matrimonio civil con una joven
y cultísima dama de París, mujer de eminentes cualidades intelectuales,
enérgica y devota de su marido, pero quizá no tan tierna y sumisa como él
hubiera deseado. Precisamente por aquel tiempo (1826-1827) sufrió Comte
su primer acceso de locura; los padres hubiesen querido recluirlo, pero su
esposa supo retenerlo junto a sí con gran energía y curarlo.
Ya repuesto, Comte concentró sus energías en el Curso de filosofía
positiva (1830-1842). Habiendo apreciado, bajo la influencia de Saint-Simon,
la urgencia del problema social, Comte consagró su esfuerzo a concebir un
modo de resolverlo, cerrando la crisis abierta por la Revolución Francesa y sus
consecuencias. Halló la respuesta en la ciencia, hacia la que estableció un
verdadero culto: el conocimiento objetivo que proporciona la ciencia debía
aplicarse a la ordenación de los asuntos políticos, económicos y sociales,
superando las ideologías apoyadas en la imaginación, los intereses o los
sentimientos.
Augusto Comte (detalle de un
retrato de Louis Jules Etex)

Contra la libertad de pensamiento, origen de la anarquía moral que atribuía


a la Revolución, no oponía el dogma religioso o los principios de la tradición,
sino la «ciencia positiva» que, al atenerse a los hechos tal como son,
proporcionaba según Comte el único punto de apoyo sobre el que se podría
edificar un futuro de «orden y progreso». Contrario al individualismo y a la
democracia, confiaba en un mundo regido por el saber, en el que productores
y banqueros ejercerían una especie de dictadura. Tales ideas, fundamento
del pensamiento positivista, tendrían un gran éxito en los países occidentales
desde mediados del siglo XIX, proporcionando un credo laico para el mundo
del capitalismo liberal y de la industria triunfante.
Sin embargo, Comte vivió una vida desgraciada: el exceso de trabajo agravó
sus trastornos psicológicos, y acabaría provocando un intento de suicidio y
el abandono de su mujer. Su rebeldía y su intransigencia, por otra parte, le
impidieron insertarse en el mundo académico. Al tiempo que redactaba
el Curso de filosofía positiva, Augusto Comte fundó con antiguos compañeros de
la Escuela Politécnica la Asociación Politécnica, destinada a la difusión de las
ideas positivistas, y, a pesar de la enorme fama conseguida, no logró nunca
una sólida posición oficial; llegó a enseñar en la Escuela Politécnica desde
1832, pero no pudo obtener cátedra en ella, y fue expulsado en 1844.
Esta vida agitada, la constante concentración mental, el empeoramiento de
las relaciones con su esposa, que terminaron con la separación (1842), y
finalmente un nuevo amor senil y compartido sólo a medias por Clotilde
Devaux, originaron hacia 1845 una nueva crisis mental, cuyos efectos se
advierten en sus últimas obras, el Sistema de política positiva (1851-1854) y
el Catecismo Positivista(1852). Esta última, en la que expuso el evangelio de la
nueva religión positivista de la humanidad, ofrece matices desconcertantes
en muchos aspectos y en su lenguaje.
Para fomentar el nuevo espíritu positivista había fundado también, en 1845,
una especie de cenáculo en el que se reunían amigos y discípulos, pero este
heraldo de la filosofía científica contemporánea había perdido por entonces
todo contacto con la ciencia viva de su tiempo, concentrado sólo en sus
meditaciones subjetivas. Sólo la ayuda económica de algunos admiradores
(como Émile Littré o John Stuart Mill) lo salvó de la miseria. Con todo, lo
mejor de su pensamiento, reflejado en el célebre Curso de filosofía
positiva (1830-1842), estaba destinado a ejercer una gran influencia sobre las
más diversas ramas del conocimiento (filosofía, medicina, historia,
sociología) y sobre corrientes políticas diversas (incluyendo el pensamiento
reaccionario de Charles Maurras).
El positivismo
Augusto Comte tomó el término positivismo del que había sido su maestro,
Saint-Simon, responsable de su acuñación a partir de la expresión “ciencia
positiva”, aparecida en el siglo XVIII. En la historia de la filosofía, se designa
con esta palabra la corriente de pensamiento iniciada por Comte; surgida en
Francia en la primera mitad del siglo XIX, pronto se desarrollaría en todos
los países occidentales durante el resto de la centuria.
Aunque se entiende el positivismo como filosofía contrapuesta al idealismo
y, en particular, a la figura de Hegel (1770-1831), positivismo e idealismo
hegeliano tienen puntos en común. Ambas corrientes parten de Kant (1724-
1804), aunque desarrollan aspectos distintos: el idealismo, la idea kantiana
de la actividad creadora de la conciencia; el positivismo, la necesidad de
partir de datos y la negación de que el conocimiento metafísico pueda superar
al científico. Como Kant, Comte cree inalcanzable el objeto de la metafísica
porque el saber humano no puede ir más allá de la experiencia, y, al igual
que Hegel, aborda la concepción de la historia universal como un proceso
unitario, evolutivo y enriquecedor.
A pesar de la constatación de tales puntos de acuerdo, en la configuración
de la filosofía del positivismo influyeron también otras corrientes varias,
alejadas del idealismo: el empirismo inglés representado por John
Locke (1632-1704) y David Hume (1711-1776), el materialismo (como
negación de las substancias espirituales y reconocimiento únicamente de la
existencia de substancias corpóreas) y el escepticismo del siglo XVIII francés.
La filosofía positivista

Inducido por el propósito de mostrar que la tendencia que sigue la filosofía


es la de acabar siendo absorbida por la ciencia, Augusto Comte enfocó su
estudio hacia el conocimiento de los hechos y de la sociedad, prescindiendo
de cualquier tipo de anteposición de doctrina filosófica alguna. Así pues,
convencido de que el objeto de la ciencia eran indudablemente el progreso y
la paz, la metafísica tradicional (a la que tildó de especulativa por recrearse
en polémicas insolubles) fue el blanco de sus críticas, si bien no como defensa
de una postura filosófica o tesis elaborada, sino como una conclusión
ineludible: el final de la metafísica era el resultado natural de la madurez que
iba alcanzando la humanidad en su proceso evolutivo.

El positivismo de Comte es un discurso complejo que comprende al menos


una teoría sobre el conocimiento, una interpretación sobre el sentido de la
historia y una posición política ante la sociedad. En cuanto a lo primero, el
positivismo afirma que, en sentido estricto, el conocimiento lo es sólo de
datos verificables o “hechos” (esto es, de fenómenos cuya regularidad puede
ser contrastada al modo de, por ejemplo, una ley física o química) y que todo
conocimiento, además de cierto (indudable, exacto) y sistemático, ha de ser
útil, es decir, ha de traducirse no en teorías, sino en un aumento de la
capacidad de control e intervención tecnológica sobre los fenómenos.

Lo que caracteriza el advenimiento de una ciencia es el paso de una


explicación teológica (las causas de los fenómenos son atribuidas a
divinidades), o bien metafísica (las causas de los fenómenos son
abstracciones personificadas), a una explicación positiva. Un saber positivo
es un saber que instituye unas relaciones entre los hechos y renuncia a la
explicación absoluta; no busca las esencias ni las causas de las cosas sino
las leyes que las gobiernan. La ciencia positiva aspira a saber únicamente
aquello que es posible saber; es una actitud de pensamiento que sustituye
la pregunta "¿por qué?" por la pregunta "¿cómo?".
Augusto Comte

En cuanto a la historia, Augusto Comte considera que la humanidad progresa


hacia el bienestar y la felicidad generales, poniendo el desarrollo científico y
tecnológico como motor y meta de ese proceso. Es la llamada ley de los tres
estados, según la cual la humanidad había ya pasado por dos etapas,
denominadas por el propio Comte “teológica” y “metafísica”.

En la etapa teológica, los fenómenos naturales se explicaban por causas


extrínsecas a la naturaleza e intervenciones sobrenaturales (por ejemplo,
dioses o seres mitológicos); en la etapa metafísica, las fuerzas
sobrenaturales fueron sustituidas en la explicación por esencias, causas o
fuerzas inmanentes a la naturaleza pero ocultas, que sólo podían ser
confiadas al pensamiento abstracto (por ejemplo, el concepto de gravedad
en física). La época contemporánea corresponde, a su entender, a una
tercera etapa: la “científica” o “positiva”. En el estado “positivo” acabarán
por borrarse los vestigios de las etapas anteriores, y el pensamiento
abstracto y deductivista será sustituido por la comprobación experimental.

Por esa misma razón, la filosofía se convertirá en “positiva”, y su


característica será que reconocerá que el verdadero saber humano se halla
en las ciencias (una matemática, física, química o biología desarrolladas ya
de manera autónoma); tal filosofía, ajena a cualquier intento de definir
esencias, se dirigirá, en cambio, al establecimiento de los hechos y de las
leyes que los regulan. En sus últimos años, sin embargo, Comte estableció
una síntesis subjetiva de sus planteamientos anteriores resumida en el
concepto de “religión de la humanidad”, duramente criticada por su
discípulo Émile Littré por considerarla una vuelta al espíritu teológico.

Por último, el positivismo de Comte entiende los problemas sociales como


desórdenes orgánicos del sistema y propone como solución reformas
(ejecutadas por el poder y a la fuerza, si es necesario) que integren
funcionalmente a todos los miembros de la sociedad, a la humanidad entera.
Comte considera que el progreso social es paralelo al desarrollo de las
ciencias positivas, advirtiendo en las ciencias una relación inversamente
proporcional entre el grado de complejidad y el ámbito de aplicación. Así, la
primera ciencia serían las matemáticas, aplicables a todos los campos, pero
de complejidad reducida. Después vendrían la física, la química, etc., hasta
llegar a la ciencia más compleja de todas y cuyo único ámbito de aplicación
sería la sociedad humana: la sociología. El objetivo último de la sociología
sería controlar el sistema social estableciendo de manera positiva y útil
relaciones entre sus diversos fenómenos.

La sociología

Por las ideas contenidas en el párrafo anterior se considera a Augusto Comte


el fundador de la sociología. Para Comte, la creación de una sociología
independiente está dirigida por la ley de la evolución del espíritu humano. Al
emprender la famosa clasificación de las ciencias, Comte enumera seis de
ellas, que clasifica por orden creciente de complejidad, de las más generales
a las más particulares: las matemáticas, la astronomía, la física, la química,
la biología y la sociología.

Pero esta última todavía ha de ser creada. De ahí el tema constante del
pensamiento de Augusto Comte: el progreso científico no es nada si no
culmina en una ciencia social, y la ciencia social no puede establecerse si las
ciencias que la preceden en la clasificación no han sido lo suficientemente
desarrolladas. Comte imaginaba esta sociología aún no constituida (por la
enorme dificultad que entraña explicar la complejidad del comportamiento
social) como una "física de las costumbres" o "física social" que descubriría
las leyes de las asociaciones humanas y permitiría formular una reforma
práctica de la sociedad, regulando su destino ético y político.

Comte entiende la sociología como ciencia de los hechos humanos, y, a tenor


de lo ya expuesto, es evidente que los hechos humanos se inscriben en la
historia. Estudiarlos desde el punto de vista de su evolución es estudiar la
dinámica social. Esta rama de la sociología encierra la ley del progreso de la
humanidad, es decir, la ley de los tres estados que constituye la filosofía de
la historia de Comte, en la cual el estado político está condicionado por el
estado intelectual y por las creencias de una época.

Debe subrayarse sin embargo que, para Comte, la evolución de la humanidad


no es discontinua: el paso de un estado a otro es anunciado por signos
precursores, y siempre subsisten, en cada estado, vestigios del estado
precedente. Así, el desorden de las mentes que culminó en la Revolución
Francesa se había venido preparando desde que, en el siglo XIV, se inició la
decadencia del poder espiritual. Una época orgánica se extingue mientras
otra se prepara.

Pero el progreso desemboca en el orden: toda evolución termina en un


estado de equilibrio cuyo estudio es objeto de la estática social (a la que está
dedicado el Sistema de política positiva, mientras que el Curso de filosofía
positiva tiene por objeto la dinámica social). ¿Cuál es el fundamento del
equilibrio de una sociedad positiva? No la providencia (idea teológica), sino
el descubrimiento positivo de que todo individuo sólo es lo que es por
referencia a una vasta totalidad, la humanidad. A partir de este tema,
Augusto Comte construyó una teoría del Estado fundada en la religión de la
humanidad, una religión en la que los sumos sacerdotes tendrían que ser los
sabios y los filósofos; tal religión, en la formulación de Comte, contenía
además una serie de elementos cuanto menos pintorescos, y fue rechazada
por muchos positivistas.
Su influencia
El positivismo se extendió por toda Europa en vida de Comte y después de
su fallecimiento. Hay que destacar el desarrollo profuso del positivismo en
Inglaterra, donde su máximo representante fue John Stuart Mill (1806-1873).
Al cultivar la “filosofía positiva”, Mill adoptó una orientación psicológica, tanto
en la investigación emprendida como en el método empleado, en directa
conexión con el empirismo inglés clásico. Autor de obras de moral, en las
que unió el positivismo con el utilitarismo inglés, consagró gran parte de su
trabajo a la epistemología científica y otra gran parte a la lógica.
Más especulativo, pero entusiasta del progreso como Comte, fue el
positivismo de Herbert Spencer (1820-1903), convencido defensor del
evolucionismo darwinista aplicado a la vida social. Frente al positivismo
comtiano, el positivismo inglés se convirtió con Spencer en la expresión
ideológica paradigmática de una clase social, la burguesía, y, como tal, en
una doctrina individualista, liberal y enemiga radical del socialismo.
Alexis de Tocqueville
(Charles-Alexis Clérel de Tocqueville; Verneuil, Île-de-France, 1805 -
Cannes, 1859) Pensador y político liberal francés. Procedente de una familia
noble, Tocqueville fue uno de los observadores más lúcidos del cambio
producido en su época por la revolución liberal. Estudió derecho y obtuvo
una plaza de magistrado en Versalles en 1827. Pero su inquietud intelectual
le llevó a alejarse de la rutina en 1831, viajando a los Estados Unidos para
estudiar su sistema penitenciario.

Alexis de Tocqueville

La estancia en aquel país le sirvió para profundizar en el análisis del sistema


político y social norteamericano, que retrató en su obra La democracia en
América (1835-40). En ella reflejó su admiración por el modelo liberal-
democrático americano, que consideraba mucho más equilibrado que el que
propugnaban los revolucionarios europeos (por elementos moderadores,
como la autonomía local).
Tocqueville abandonó la magistratura para dedicarse a la producción
intelectual y a la actividad política: en 1839 fue elegido diputado y en 1841
miembro de la Academia francesa. Condenó tanto la Revolución de 1848 (que
acabó con la monarquía de Luis Felipe de Orleans) como el golpe de Estado
de Napoleón III en 1851-52 (que liquidó la Segunda República y dio paso al
Segundo Imperio). Pero, entre ambos acontecimientos, aceptó servir a la
Segunda República como ministro de Asuntos Exteriores (1848), antes de
retirarse definitivamente de la política.
Concentrado sobre su labor intelectual, fue entonces cuando escribió su obra
cumbre -e inacabada- El Antiguo Régimen y la Revolución (1856). Sostuvo allí
que la Revolución francesa no había constituido una ruptura radical con el
pasado, pues se había limitado a confirmar tendencias reformistas esbozadas
a lo largo del siglo XVIII, que ya apuntaban hacia una uniformización de la
sociedad y una centralización del Estado.
Por lo demás, Tocqueville contribuyó a convencer a sus contemporáneos de
que el signo de los tiempos iba en el sentido de la democratización, pero que
la defensa de la democracia y la libertad individual exigía medidas para impedir
que degenerara en un cesarismo populista (como el que representaba
Napoleón III): división de poderes, descentralización política y, sobre todo,
fomento de la conciencia cívica de los ciudadanos para hacerles amantes de
la libertad y capaces de resistirse contra cualquier despotismo.

Émile Durkheim
(Épinal, 1858 - París, 1917) Sociólogo, pedagogo y antropólogo francés, uno
de los pioneros en el desarrollo de la moderna sociología.

Émile Durkheim

Hijo de un rabino, destacó pronto como estudiante, lo que le permitiría


acceder en 1879 a la Escuela Normal Superior de París, por la que se licenció
en filosofía en 1882. Terminados sus estudios en la Normal, inició su carrera
docente en diversas ciudades francesas. Durante el curso 1885-1886 se
trasladó a Alemania, donde conoció los métodos de la psicología
experimental de Wilhelm Wundt.
Desde Alemania envió a diversas revistas francesas algunos artículos sobre
filosofía y ciencias positivas; gracias a estas colaboraciones fue nombrado
profesor encargado de la asignatura de ciencia social y pedagogía de la
Universidad de Burdeos (1887). En 1896 se le otorgó la cátedra de filosofía
social y fundó la revista L'année sociologique. En 1902 fue nombrado profesor
de la cátedra de ciencias de la educación de la Universidad de París, donde
ejercería la docencia hasta su fallecimiento.
En el ámbito de sus investigaciones, Durkheim pasó de un interés inicial por
la pedagogía a una mayor amplitud de miras que lo llevó al campo de la
sociología, por aquel entonces en sus comienzos tras la primera formulación
positivista de Augusto Comte. El primer trabajo importante de Émile Durkheim
fue su tesis doctoral, Sobre la división del trabajo social (1893). Tras examinar la
excesiva especialización y deshumanización del trabajo, tendencia en
progresión ascendente desde la Revolución Industrial, Durkheim subrayaba en
este estudio los graves riesgos que tal evolución suponía para el bienestar y
el interés común de la sociedad.
Dos años después publicó su obra fundamental, Las reglas del método
sociológico(1895), que constituye un verdadero breviario de sociología; en ella
acotó Durkheim el campo de la nueva ciencia y propuso la metodología que
había de seguir. El objeto de estudio de la sociología no puede ser una suma
de individuos (pues en la misma configuración del individuo intervienen
fuerzas sociales que operan sobre él), sino el fenómeno o hecho social, una de
cuyas principales características es precisamente la coerción que ejerce
sobre el individuo.

El hecho social es, además, exterior al indiviudo (existe antes de su


nacimiento) y producto de una colectividad. Las "representaciones
colectivas" y las estructuras de la sociedad imponen al individuo las normas
de pensamiento, las reglas de conducta, el canon de una existencia normal,
y también sus aspiraciones más elevadas, sin que todo ello excluya cierto
margen de autonomía del individuo en el ámbito de la colectividad.

En tanto que objeto de la sociología, el hecho social no debe ser juzgado (por
ejemplo, está fuera de su campo establecer si los ritos religiosos poseen o
carecen de fundamento), sino analizado y estudiado a partir de la
observación y de los datos y evidencias empíricas, aplicando métodos
científicos y atendiendo a su función y a sus causas inmediatas. El resultado
de ello ha de ser la explicación de la conciencia colectiva (término acuñado por
Durkheim), formada por un conjunto de valores compartidos que es
completamente distinta de la suma de las conciencias individuales. La
conservación, cambio o pérdida de tales valores (morales, religiosos, etc.)
determina la estabilidad o evolución de una sociedad.
Aplicando su propia metodología, Émile Durkheim partió de datos
estadísticos oficiales para preparar su siguiente estudio: El suicidio (1897). La
tesis de la obra se resume en la siguiente frase: "El suicidio varía en
proporción inversa al grado de integración del individuo en la comunidad
religiosa, familiar y política". Siguiendo la concepción sociológica expuesta
en su trabajo anterior, Durkheim parte del presupuesto de que el individuo
está guiado por una realidad moral colectiva. De la observación de que cada
pueblo tiene cierto porcentaje de suicidios, más constante que la mortalidad
y regulado por reglas fijas, se desprende que los países y sus instituciones
son una fuerza motriz independiente del individuo.

Según Durkheim, las verdaderas causas del suicidio son de naturaleza social
(falta de integración) y permanecen desconocidas incluso para el mismo
suicida. El autor distingue entre causas y motivos, y considera estos últimos
como pretextos no decisivos. Debido precisamente a estas consideraciones,
se reprochó a Durkheim el haber formulado una tesis apresurada, basada en
datos no actuales e incompletos, sin calcular la incidencia de las
enfermedades mentales y especialmente de la ciclotimia, presente muy a
menudo en los suicidas. Sus sucesores se esforzaron en completar las teorías
del maestro en aquellos puntos expuestos por él de una manera incompleta
por falta de estadísticas.

Sobre el fenómeno religioso versó una de sus obras más significativas, Las
formas elementales de la vida religiosa (1912), basada en diversas observaciones
antropológicas sobre los aborígenes americanos y australianos. La teoría de
Durkheim parte de que la religión debe ser considerada como un fenómeno
social y, al mismo tiempo, como el producto de una forma de pensamiento
colectivo. Durkheim interpreta la religión como un símbolo de la sociedad
misma: en el temor que nos inspira lo sagrado se expresa nuestra
dependencia de la sociedad de forma simbólica. Así, el mismo concepto de
dios sólo es, en realidad, una forma de culto a la sociedad. La religión, al
igual que la misma sociedad y la cultura, ejerce un control sobre la conciencia
del individuo, y es por ello un valiosísimo instrumento de cohesión social.
Esta interpretación, centrada en la función social de lo religioso, sería
recogida por el funcionalismo antropológico.

Para Durkheim, el fenómeno religioso conlleva siempre una tajante división


de la realidad en dos ámbitos: lo sagrado y lo profano. El conjunto de todas
las cosas reales o ideales pertenece a una de estas dos esferas, las cuales, a
su vez, se excluyen radicalmente. De ahí que no sea suficiente el criterio
jerárquico según el cual las cosas sagradas serían aquellas consideradas
como superiores en dignidad y poder a las profanas: no por el hecho de que
una cosa esté subordinada a otra, ésta será sagrada en relación a la primera.
Lo característico de lo sagrado en relación a lo profano es su heterogeneidad
absoluta, su falta de cualidades comunes. Por ello, las energías que actúan
en una de las esferas no son las mismas encontradas en la otra, acrecentadas
o atenuadas, sino que son de naturaleza distinta.

Pese a la rígida separación establecida entre lo sagrado y lo profano, el


mismo Durkheim reconoce que esta distancia no puede ser tan grande que
impida toda comunicación entre las dos esferas, puesto que lo sagrado no
serviría de nada si no pudiera entrar en relación con lo profano. La
comunicación entre ambos universos es posible y necesaria, pero exige una
serie de precauciones, por lo que se realiza a través de relaciones de tipo
ritual. Esta condición pone de manifiesto la dualidad esencial de los ámbitos;
por ello el paso del estado laico (profano) al estado sacerdotal (sagrado) se
efectúa en todas las religiones a través de un rito de iniciación.

Junto a las obras ya reseñadas cabe citar Filosofía y sociología (1899) y una
serie de estudios, de entre los cuales los más importantes son Crimen y salud
social(1895), La prohibición del incesto y sus orígenes (1896), Sobre la definición de los
fenómenos religiosos (1879-1898), Las representaciones colectivas y las representaciones
individuales (1898), Determinación del hecho moral (1907) y Juicios de realidad y juicios
de valor (1911).
Publicó además numerosos artículos, singularmente en Revue de métaphysique et
de morale, Revue philosophique y L'année sociologique: entre ellos cabe
destacar Sobre el totemismo (1902), Algunas formas primitivas de clasificación (1903)
y La organización matrimonial de las sociedades australianas (1903). En la Rivista italiana
di sociologia aparecieron El suicidio considerado en el aspecto sociológico(1897) y La
sociología y su dominio científico (1900).


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Jean-Jacques Rousseau
(Ginebra, Suiza, 1712 - Ermenonville, Francia, 1778) Filósofo suizo. Junto
con Voltaire y Montesquieu, se le sitúa entre los grandes pensadores de la Ilustración en Francia.
Sin embargo, aunque compartió con los ilustrados el propósito de superar el oscurantismo de los
siglos precedentes, la obra de Jean-Jacques o Juan Jacobo Rousseau presenta puntos divergentes,
como su concepto de progreso, y en general más avanzados: sus ideas políticas y sociales
preludiaron la Revolución Francesa, su sensibilidad literaria se anticipó al romanticismo y, por
los nuevos y fecundos conceptos que introdujo en el campo de la educación, se le considera el
padre del pedagogía moderna.
Biografía

Huérfano de madre desde temprana edad, Jean-Jacques Rousseau fue criado por su tía materna y
por su padre, un modesto relojero. Sin apenas haber recibido educación, trabajó como aprendiz
con un notario y con un grabador, quien lo sometió a un trato tan brutal que acabó por abandonar
Ginebra en 1728.
Jean-Jacques Rousseau (retrato de Maurice Quentin de La Tour, 1753)

Fue entonces acogido bajo la protección de la baronesa de Warens, quien le convenció de que se
convirtiese al catolicismo (su familia era calvinista). Ya como amante de la baronesa, Jean-
Jacques Rousseau se instaló en la residencia de ésta en Chambéry e inició un período intenso de
estudio autodidacto.

En 1742 Rousseau puso fin a una etapa que más tarde evocó como la única feliz de su vida y
partió hacia París, donde presentó a la Academia de la Ciencias un nuevo sistema de notación
musical ideado por él, con el que esperaba alcanzar una fama que, sin embargo, tardó en llegar.
Pasó un año (1743-1744) como secretario del embajador francés en Venecia, pero un
enfrentamiento con éste determinó su regreso a París, donde inició una relación con una sirvienta
inculta, Thérèse Levasseur, con quien acabó por casarse civilmente en 1768 tras haber tenido con
ella cinco hijos.

Rousseau trabó por entonces amistad con los ilustrados, y fue invitado a contribuir con artículos
de música a la Enciclopedia de D'Alembert y Diderot; este último lo impulsó a presentarse en
1750 al concurso convocado por la Academia de Dijon, la cual otorgó el primer premio a
su Discurso sobre las ciencias y las artes, que marcó el inicio de su fama.
Jean-Jacques Rousseau (óleo de Allan Ramsay, 1766)

En 1754 visitó de nuevo Ginebra y retornó al protestantismo para readquirir sus derechos como
ciudadano ginebrino, entendiendo que se trataba de un puro trámite legislativo. Apareció
entonces su Discurso sobre el origen de la desigualdad entre los hombres, escrito también para
el concurso convocado en 1755 por la Academia de Dijon. Rousseau se opuso en esta obra a la
concepción ilustrada del progreso, considerando que los hombres en estado natural son por
definición inocentes y felices, y que son la cultura y la civilización las que imponen la
desigualdad entre ellos (en especial a partir del establecimiento de la propiedad) y acarrean la
infelicidad.
En 1756 se instaló en la residencia de su amiga Madame d'Épinay en Montmorency, donde
redactó algunas de sus obras más importantes. Julia o la nueva Eloísa (1761) es una novela
sentimental inspirada en su pasión -no correspondida- por la cuñada de Madame d'Épinay, la cual
fue motivo de disputa con esta última.
En El contrato social (1762), Rousseau intenta articular la integración de los individuos en la
comunidad; las exigencias de libertad del ciudadano han de verse garantizadas a través de un
contrato social ideal que estipule la entrega total de cada asociado a la comunidad, de forma que
su extrema dependencia respecto de la ciudad lo libere de aquella que tiene respecto de otros
ciudadanos y de su egoísmo particular. La voluntad general señala el acuerdo de las distintas
voluntades particulares, por lo que en ella se expresa la racionalidad que les es común, de modo
que aquella dependencia se convierte en la auténtica realización de la libertad del individuo, en
cuanto ser racional.
Ilustración de Emilio o De la educación (1762)
Finalmente, Emilio o De la educación (1762) es una novela pedagógica, cuya parte religiosa le
valió la condena inmediata por parte de las autoridades parisinas y su huida a Neuchâtel, donde
surgieron de nuevo conflictos con las autoridades locales, de modo que, en 1766, aceptó la
invitación de David Hume para refugiarse en Inglaterra, aunque al año siguiente regresó al
continente convencido de que Hume tan sólo pretendía difamarlo. A partir de entonces Rousseau
cambió sin cesar de residencia, acosado por una manía persecutoria que lo llevó finalmente de
regreso a París en 1770, donde transcurrieron los últimos años de su vida, en los que redactó sus
escritos autobiográficos.
La obra de Jean-Jacques Rousseau
Considerado unánimemente una de las máximas figuras de la Ilustración, Jean-Jacques Rousseau
aportó obras fundamentales a la teorización del deísmo (Profesión de fe del vicario saboyano),
la creación de una nueva pedagogía (Emilio), la crítica del absolutismo (Discurso sobre el origen
y el fundamento de la desigualdad entre los hombres, El contrato social), la controversia sobre
el sentido del progreso humano (Discurso sobre las ciencias y las artes), el auge de la novela
sentimental (Julia o la nueva Eloísa) y el desarrollo del género autobiográfico (Confesiones). En
suma, Rousseau abordó los grandes temas de su época y participó activamente en todos los
debates intelectuales que apasionaron al siglo.

Sin embargo, al tiempo que es un hombre representativo de la ideología ilustrada (con sus
presupuestos basados en la razón, la naturaleza, la tolerancia y la libertad), Rousseau anuncia
algunas corrientes que se difundirán a partir de la Revolución. Así, por un lado, el pensador
ginebrino puso en circulación determinadas ideas que cuestionaban el optimismo radical de las
Luces: la perfección del estado de naturaleza frente a la corrupción de la sociedad comprometía
la confianza en el progreso de los ilustrados; la idealización del buen salvaje se enfrentaba a la
del "innoble salvaje" de los economistas que estudiaban los medios para el desarrollo material de
la humanidad, y el énfasis sobre el sentimiento y la voluntad podía mermar la confianza ilustrada
en el imperio de la razón.

Por otro lado, sus propuestas políticas no sólo desbarataban las ilusiones puestas en el reformismo
benevolente de los déspotas ilustrados, sino que ofrecían un modo alternativo de organización de
la sociedad y lanzaban una inequívoca consigna contra el absolutismo de derecho divino al
defender el principio de la soberanía nacional y la voluntad general de la comunidad de los
ciudadanos.

De este modo, Rousseau se situaba en la encrucijada de la Ilustración, alimentando al mismo


tiempo las corrientes subterráneas que inspiraron el prerromanticismo y las fuentes doctrinales
de donde brotará pujante la Revolución. Pese a esgrimir argumentos no demasiado sólidos, su
primer texto importante, el Discurso sobre las ciencias y las artes (1750), es la clave para
entender su reticencia frente al optimismo racionalista que creía firmemente en el progreso de la
civilización.

Rousseau se alejaba ya en esta obra del pensamiento ilustrado al atribuir escasa importancia al
perfeccionamiento de las ciencias y conceder mayor valor a las facultades volitivas que a la razón.
Contestando la unilateralidad de una visión del progreso ceñida al ámbito técnico y material, en
detrimento del moral y cultural, denunció la incongruencia que suponía denominar progreso
humano a lo que era un mero desarrollo tecnológico. Aunque se había avanzado en el dominio
de la naturaleza y se había aumentado el patrimonio artístico, la civilización no había hecho al
hombre más libre, más feliz o más bondadoso.
Jean-Jacques Rousseau

La empresa de dilucidar los efectos de la organización social sobre la naturaleza humana la


acometió en el Discurso sobre el origen y el fundamento de la desigualdad entre los
hombres (1755). Si en escritos anteriores ya había teorizado sobre la bondad natural del hombre
y el efecto corruptor de la sociedad, ahora pasó a desarrollar la idea del buen salvaje. En un
primitivo estado de naturaleza no existían entre los humanos desigualdades relevantes (sólo las
derivadas de la biología) y los hombres no eran ni buenos ni malos, sino simplemente "amorales".
Una serie de causas externas empujaron a los hombres a agruparse y prestarse ayuda mutua para
determinadas empresas, y en el transcurso de esa asociación nacieron las pasiones que
transformaron su espíritu.

Ese "estado de naturaleza" era esencialmente un concepto teórico, pero ofrecía a Rousseau la
base para condenar las injusticias del mundo de su tiempo, advertir sobre la corrupción reinante
y desenmascarar el desorden de la sociedad civil. Así, partiendo de un estadio asociativo
primitivo e idílico, nucleado en torno a la familia y más tarde traspasado a la comunidad (a la
que inspiraba la solidaridad y guiaba la costumbre y no la ley, repartiéndose el fruto de la caza),
llegó a determinar el momento de la fractura: la aparición de la agricultura, la minería y, por
ende, la propiedad privada y la acumulación de riquezas en manos de unos pocos.

El proceso continuaba con la aparición de la servidumbre, consistente en que los desposeídos


ofrecían su trabajo a cambio de la protección de los poderosos. Los abusos propiciaron la
desconfianza mutua y la necesidad de prevenir el crimen, por lo que se hizo necesaria la
instauración de un gobierno y la promulgación de leyes para la protección de la propiedad
privada. Si hasta aquí el esbozo de esta evolución no era nuevo (ya había sido apuntado por John
Locke), la originalidad consistía en matizar que el proceso se había operado en defensa de la
propiedad de los ricos; de ahí el carácter revolucionario de la hipótesis.

Primera edición de El contrato social (1762)


Claro es que Rousseau no abogaba por la abolición de la propiedad privada, a la que consideraba
un hecho irreversible y por tanto inherente al estado de sociedad, sino que apuntaba hacia la
mejora de la situación a través del perfeccionamiento de la organización política. En cuanto
diagnosis del origen de la injusticia social y la infelicidad del hombre, el Discurso tiene en efecto
su necesario complemento en otra de sus obras fundamentales, El contrato social (1762), con su
propuesta de una nueva sociedad fundada sobre un pacto libremente aceptado por los individuos,
de los que emana una voluntad general que se expresa en la ley y que concilia la libertad
individual con un orden social justo.

Si bien no es posible contraponer una Ilustración de la razón y otra del sentimiento (pues
precisamente entre los fenómenos más característicos de las Luces se encuentran la exaltación de
la naturaleza, la revolución de la afectividad o el triunfo de la privacidad), no cabe duda de que
el énfasis rousseauniano sobre la reivindicación del sentimiento frente a la razón pura, la
idealización arcádica de la naturaleza y la indagación obstinada en el secreto reducto de la
intimidad son elementos que preludian la aparición del nuevo clima espiritual del
prerromanticismo.

En este sentido, Rousseau colaboró decisivamente en la difusión de una estética del sentimiento
con la publicación de su novela La nueva Eloísa (1761), aunque no sea ni el único escritor de
novelas sentimentales ni el único responsable de los melodramas lacrimógenos que siguieron (las
denominadas pleurnicheries). La bondad del hombre en un ideal estado de naturaleza es la base
de una obra destinada a inaugurar la pedagogía moderna: Emilio o De la educación (1762); por
ello la labor educativa ha de llevarse a cabo al margen de la sociedad y de sus instituciones y no
consiste en imponer normas o dirigir aprendizajes, sino en impulsar el desarrollo de las
inclinaciones espontáneas del niño facilitando su contacto con la naturaleza, que es sabia y
educativa.
Por otro lado, sus Confesiones (publicadas póstumamente en 1782 y 1789) representan, en un
siglo inclinado a la autobiografía, un ejemplo excepcional de introspección personal y de
exhibición extremada de la propia intimidad, en un grado que no se alcanzaría hasta el pleno
romanticismo. Finalmente, no resulta extraño que la muerte le sorprendiera meditando en la
soledad de los jardines a la inglesa del castillo de Ermenonville, donde le había invitado el
marqués de Girardin, mientras se entregaba al ilustrado placer de la herborización, tal como había
dejado descrito en Las ensoñaciones del paseante solitario, publicadas también póstumamente
en 1782.
La dualidad de la figura y la obra de Rousseau no pasó desapercibida a sus coetáneos, como
demuestran las palabras de Goethe: "Con Voltaire termina un mundo, con Rousseau comienza
otro". Un mundo que, por un lado, conducía al romanticismo (debido al avance del
irracionalismo, la exacerbación del sentimentalismo, el auge de los nacionalismos y la
revalorización de las oscuras edades medievales) y, por otro, a la Revolución.

Barón de Montesquieu
(Charles-Louis de Secondat, barón de Montesquieu; La Brède, Burdeos, 1689
- París, 1755) Pensador francés. Perteneciente a una familia de la nobleza de
toga, Montesquieu siguió la tradición familiar al estudiar derecho y hacerse
consejero del Parlamento de Burdeos (que presidió de 1716 a 1727). Vendió
el cargo y se dedicó durante cuatro años a viajar por Europa observando las
instituciones y costumbres de cada país; se sintió especialmente atraído por
el modelo político británico, en cuyas virtudes halló argumentos adicionales
para criticar la monarquía absoluta que reinaba en la Francia de su tiempo.
El barón de Montesquieu

Montesquieu ya se había hecho célebre con la publicación de sus Cartas


persas (1721), una crítica sarcástica de la sociedad del momento, que le valió
la entrada en la Academia Francesa (1727). En 1748 publicó su obra
principal, Del espíritu de las Leyes, obra de gran impacto (se hicieron veintidós
ediciones en vida del autor, además de múltiples traducciones a otros
idiomas).

El pensamiento de Montesquieu debe enmarcarse en el espíritu crítico de la


Ilustración francesa, con el que compartió los principios de tolerancia
religiosa, aspiración a la libertad y denuncia de viejas instituciones
inhumanas como la tortura o la esclavitud; pero Montesquieu se alejó del
racionalismo abstracto y del método deductivo de otros filósofos ilustrados
para buscar un conocimiento más concreto, empírico, relativista y escéptico.

En El espíritu de las Leyes, Montesquieu elaboró una teoría sociológica del


gobierno y del derecho, mostrando que la estructura de ambos depende de
las condiciones en las que vive cada pueblo: en consecuencia, para crear un
sistema político estable había que tener en cuenta el desarrollo económico
del país, sus costumbres y tradiciones, e incluso los determinantes
geográficos y climáticos.
De los diversos modelos políticos que definió, Montesquieu asimiló la Francia
de Luis XV (una vez eliminados los parlamentos) al despotismo, que descansaba
sobre el temor de los súbditos; alabó en cambio la república, edificada sobre
la virtud cívica del pueblo, que Montesquieu identificaba con una imagen
idealizada de la Roma republicana.
Equidistante de ambas, definió la monarquía como un régimen en el que
también era posible la libertad, pero no como resultado de una virtud
ciudadana difícilmente alcanzable, sino de la división de poderes y de la
existencia de poderes intermedios -como el clero y la nobleza- que limitaran
las ambiciones del príncipe. Fue ese modelo, que identificó con el de
Inglaterra, el que Montesquieu deseó aplicar en Francia, por entenderlo
adecuado a sus circunstancias nacionales. La clave del mismo sería la división
de los poderes ejecutivo, legislativo y judicial, estableciendo entre ellos un
sistema de equilibrios que impidiera que ninguno pudiera degenerar hacia el
despotismo.
Desde que la Constitución de los Estados Unidos plasmó por escrito tales
principios, la obra de Montesquieu ejerció una influencia decisiva sobre los
liberales que protagonizaron la Revolución francesa de 1789 y la posterior
construcción de regímenes constitucionales en toda Europa, convirtiéndose
la separación de poderes en un dogma del derecho constitucional que ha
llegado hasta nuestros días.
Junto a este componente innovador, no puede olvidarse el carácter
conservador de la monarquía limitada que proponía Montesquieu, en la que
procuró salvaguardar el declinante poder de los grupos privilegiados (como
la nobleza, a la que él mismo pertenecía), aconsejando, por ejemplo, su
representación exclusiva en una de las dos cámaras del Parlamento. Pese a
ello, debe considerarse a Montesquieu como un eslabón clave en la
fundamentación de la democracia y la filosofía política moderna, cuyo
nacimiento cabe situar en los Dos ensayos sobre el gobierno civil(1690) de John
Locke y que, después de Montesquieu, hallaría su más acabada expresión
en El contrato social (1762) de Jean-Jacques Rousseau.

Max Weber
(Erfurt, Prusia, 1864 - Múnich, Baviera, 1920) Sociólogo alemán que opuso
al determinismo económico marxista una visión más compleja de la historia
y la evolución social. Para Weber, las estructuras económicas y la lucha de
clases tienen menos importancia que otros factores de naturaleza cultural,
como la mentalidad religiosa o filosófica o incluso la ética imperante; así,
en La ética protestante y el espíritu del capitalismo (1905), obra clásica de la por
entonces naciente sociología, vio en la espiritualidad protestante el caldo de
cultivo que favorecería el desarrollo del capitalismo en el norte de Europa.

Max Weber

Max Weber era hijo de un destacado jurista y político del Partido Liberal
Nacional en la época de Bismarck. Estudió en las universidades de
Heidelberg, Berlín y Gotinga, interesándose especialmente por el derecho, la
historia y la economía. Las primeras investigaciones de Max Weber versaron
sobre temas económicos, algunas de ellas realizadas por cuenta de los
intelectuales reformistas conocidos como «socialistas de cátedra». Desde
1893 fue catedrático en varias universidades alemanas, fundamentalmente
en Heidelberg, excepto entre 1898 y 1906; aquejado de fuertes depresiones,
durante ese periodo dejó la enseñanza para dedicarse a viajar y a investigar.
En 1909 fundó la Asociación Sociológica Alemana.

Max Weber fue un gran renovador de las ciencias sociales en varios aspectos,
incluyendo la metodología: a diferencia de los precursores de la sociología,
comprendió que el método de estas disciplinas no podía ser una mera
imitación de los empleados por las ciencias físicas y naturales, dado que en
los asuntos sociales intervienen individuos con conciencia, voluntad e
intenciones que es preciso comprender.
Weber propuso el método de los tipos ideales, categorías subjetivas que
describen la intencionalidad de los agentes sociales mediante casos
extremos, puros y exentos de ambigüedad, aunque tales casos no se hayan
dado nunca en la realidad; de este modo estableció los fundamentos del
método de trabajo de la sociología moderna (y de todas las ciencias sociales),
a base de construir modelos teóricos que centraban el análisis y la discusión
sobre conceptos rigurosos.
El primer fruto de la aplicación de este método fue La ética protestante y el espíritu
del capitalismo (1905). Trabajando sobre los tipos ideales del «burgués», la
«ética protestante» y el «capitalismo industrial», Weber estudió la moral que
proponían algunas sectas calvinistas de los siglos XVI y XVII para mostrar
que la reforma protestante habría creado, en algunos países occidentales, una
cultura social más favorable al desarrollo económico capitalista que la
predominante en los países católicos.
Para Weber, la exaltación del individuo y la doctrina de Calvino sobre la
predestinación, según la cual la salvación o condenación de cada hombre ha
sido decidida de antemano por Dios, había impulsado a los creyentes a
buscar signos de la elección divina no sólo en una moralidad intachable, sino
también en el trabajo y en el éxito. De modo inverso, del estudio de las
religiones orientales (a las que dedicaría algunos de sus últimos trabajos,
como La ética económica de las religiones del mundo, 1915-1919) se desprendía que,
a pesar de contar con los elementos y factores económicos necesarios y
favorables, el capitalismo no había podido desarrollarse en las civilizaciones
orientales por no tener cabida en la mentalidad religiosa y filosófica
imperante.
En términos generales, puede decirse que Weber se esforzó por comprender
las interrelaciones de todos los factores que confluyen en la construcción de
una estructura social; y en particular, reivindicó la importancia de los
elementos culturales y las mentalidades colectivas en la evolución histórica,
rechazando la exclusiva determinación económica defendida
por Marx y Engels. Frente a la prioridad de la lucha de clases como motor de
la historia en el pensamiento marxista, Weber prestó más atención a la
racionalización como clave del desarrollo de la civilización occidental: un
proceso guiado por la racionalidad instrumental plasmada en la burocracia.
Todos estos temas aparecen en su obra póstuma Economía y sociedad (1922).
Políticamente, Weber fue un liberal democrático y reformista, que contribuyó
a fundar el Partido Demócrata Alemán. Criticó los objetivos expansionistas
de su país durante la Primera Guerra Mundial (1914-1918), y, después de la
derrota, adquirió influencia política como miembro del comité de expertos
que acudió en representación del gobierno alemán a la Conferencia de Paz
de París (1918) y como colaborador de Hugo Preuss en la redacción de la
Constitución republicana de Weimar (1919). De entre sus escritos políticos
cabe destacar Parlamento y gobierno en una Alemania reorganizada (1918), una
valerosa defensa del parlamentarismo escrita en los difíciles tiempos de la
Alemania en guerra.

Biografía de Robert Alexy1-Formación Académica

Es un catedrático de Derecho Público de la Universidad Christian-Albrechts deKiel. Nació el 9 de


septie bre de !9"# en $ldenbur% &Ale ania'. Despu(s delcole%io se alisto en el e)(rcito durante
tres a*os lle%ando al %rado de +eniente.+a bi(n es un ,ilóso,o del Derecho ale án. Estudió
derecho ,iloso, a en/0ttin%an en donde e pe1ó sus estudios en !923. En la carrera de
,iloso, atuvo especial in,luencia de su aestro /4nther Pat1i% &,iloso,o anal tico'.5ecibió el
Doctorado en derecho en !962 con una tesis sobre +eor a de la Ar%u entación 7ur dica diri%ida
por 5al, Dreir en donde indica 8ue lasdecisiones de los )ueces deben tener una pretensión de
corrección 8ue elderecho tiene una doble di ensión: el carácter institucional autoritario &la
le ;el precedente la dó% atica' el carácter ideal cr tico 8ue se consi%ue atrav(s de la
ar%u entación. As is o le otor%a un valor ob)etivo a laar%u entación racional a partir de la
teor a del discurso &de rai%a brehaber asiano' en contra de lo 8ue opina en su tie po 7.<.
=ac>ie con su +eor a del error &Error theor ; Ethics; !966'. Dicha tesis recibió el pre io de
la Acade ia de ?ilolo%ia @istorica de la Acade ia de Ciencias de /0tin%a. En!93" obtuvo la
habilitación con el libro +eor a de los Derechos ?unda entales.Es catedrático de Derecho Público
?iloso, a del Derecho en la Universidad deKiel hasta la ,echa.El B de a o de BB3 la
Universidad de Alicante otor%ó el t tulo de doctorado@onoris Causa a 5obert Ale )unto con los
pro,esores Ernesto /ar1ón ald(s;Eu%enio Ful %in El as D a1.

2-I

n,l

uencia filosófica

5obert Ale considera 8ue los tres pincipales ,ilóso,os de la ,iloso, a delderecho han sido
Aristóltes; @obbes Kant. Aristóteles por descubrir el carácter teleoló%ico de la acción hu ana
establecer teor as de la )usticia 8ue todav aho se si%uen aplicando &especial ente en la (tica
nico a8uea; cap tulo ' as co o su ló%ica silo%istica 8ue tiene un valor per anente. +ho as
@obbes porla dicoto a 8ue e pone entre el derecho poder su concepto de la %uerra. Kant...
ha ido ás allá del concepto de Aristóteles de la bueno; del conceptode @obbes; de la pa1; en la
edida 8ue ha considerado la libertad co o elúnico derecho natural 8ue le corresponde al ho bre
en virtud de su hu anidad&Gntroducción al derecho - Pri era parte de la =eta, sica de
las costu bres'.Hu vinculatoriedad de este derecho con la universalidad e i%ida al
i perativocate%órico hace entrar en )ue%o a la i%ualdad &Entrevista'. Dentro del ca pode los
,iloso,os del derecho del si%lo II &especiali1ados en el ca po delderecho' no bra a Kelsen;
5adbruch @art. El pri ero por su teor a nor ativadel derecho; el se%undo por la tesis de 8ue la
e tre a in)usticia no es

derecho por últi o @art con el análisis del punto de vista interno e terno delas nor as
&Entrevista'.

3- efinicon de erec!o

<a de,inición de derecho de Ale es co o una e1cla entre el nor ativis ode Kelsen & a or
in,luencia del positivis o )ur dico' el naturalis o )ur dico de5adbruch &Ale ; BB '; es por ello
8ue su teor a )ur dica del derecho seconoce co o no positivis o &Ji>ipedia'. <a de,inición de
derecho de Ale ade ás cuenta con ele entos positivista no positivistas
principal entecontenidos en los derechos ,unda entale & +esis del caso especial '. Para Ale
en el siste a )ur dico se contienen postulados orales ,unda entales8ue adoptan la ,or a de
derechos ,unda entales. Por otro lado; las libertades%aranti1adas ediante derechos
,unda entales i pide 8ue se pueda ir u le)os en la identi,icación del Derecho con convicciones
orales no co partidaspor todos cu a aceptación no pueda ser pretendida por todos. De
esta anera; el estado constitucional de ocrático trata de resolver la vie)a relaciónde tensión entre
el Derecho la oral En esta situación; el positivis o )ur dicoper anece cierta ente abierto
a construcciones co o la del positivis oinclusivo de Cole an. Con ella; uno puede dar cuenta
de la realidad delEstado constitucional de ocrático. Hin e bar%o; el no positivis o resulta ás
adecuado. No sólo es una adaptación a la realidad del Estadoconstitucional de ocrático; sino 8ue
per ite darle un verdadero ,unda ento &Entrevista'.

"-#nfrentamientos doctrinales$

He%ún Ale ante la pre%unta de las di,erencias de su teor a de los principioscon los de 5onald
D or>in indica 8ue: a bas teor as son se e)antes en losubstancial; pero di,erentes en lo
,or al. Para Ale los principios tienen elcarácter de andatos de opti i1aciónL&De,inición supra'.
Ade ás; los bienescolectivos pueden ser ob)eto de re%ulación de los principios. Eso lleva a 8ue
enla contestación a la pre%unta de si se ha lesionado un derecho ,unda ental )ue%ue un papel
central el principio de proporcionalidad; con ello; laponderación. <as cosas son distintas en la
visión de D or>in de los derechosco o triun,os &triu phs'. +a bi(n ha di,erencias en la
deter inación de lasrelaciones entre libertad e i%ualdad. Mo considero la libertad la i%ualdad
co oprincipios del is o ran%o 8ue pueden entrar en colisión. Pero eso 8uedae cluido en la visión
de D or>in de la i%ualdad & e8ual concern ' co o la virtudsupre a & soverei%n virtue ' de la
co unidad pol tica. Para el concepto 8uee presa la ar on a a la 8ue se aspira; no es el de
i%ualdad; sino el decorrección. +anto la libertad co o la i%ualdad están subordinados a esta
ideare%ulativa &Entrevista'.

Hobre la de,inición de los derechos ,unda entales es nececaria central la teor a de la


proporcionalidad la ponderación &uno de sus subprincipios )untocon los de idoneidad;
necesidad'. Hon L=andatos de $pti i1ación; es decir8ue son nor as 8ue ordenan 8ue al%o sea
reali1ado en la a or edidaposible; dentro de las posibilidades )ur dicas reales e istentes
&Ale ; 5obert;+eor a de los derechos ,unda entales; p. 32'. Para Ale lo decisivo sobre
elcontenido de los derechos ,unda entales es la ponderación &Entrevista'. Hine bar%o di,iere con
@aber as en la deter inación del contenido a 8ue (steindica 8ue pri a el discurso de
aplicación ideado por Klaus /4nther en donde )ue%a un papel central la idea de coherencia
no la teor a de la ponderación. Ale piensa 8ue no puede haber coherencia sin ponderación
&Entrevista'.$tro de sus en,renta ientos doctrinarios ás conocidos es el 8ue se llevó acabo con
Klaus /4nther. He%ún Ale los )ueces tiene 8ue desarrollar undiscurso de le%iti ación sobre las
nor as )ur dicas 8ue creen aplicables alcaso concreto; es decir reali1an un discurso con
pretenciones de corrección.Para /4nther la opción de Ale es e8uivocada; a 8ue los )ueces en su
laborcotidiana llevan a cabo un discurso de aplicación o adecuación no undiscurso de
le%iti ación. Este últi o es un discurso 8ue se desarrolla en sedele%islativa no en la )udicial.

Argumentación %urídica

Dentro de las in,luencias ,ilosó,icas de Ale principal ente en su +eor a de laar%u entación se
encuentra la ,iloso, a anal tica &@are Faier' la ,iloso, acritica &la teor a del discurso la
de ocracia deliberativa de @aber asespecial ente en su obra ?acticidad alide1 ' al
anera >antiana. Ale a,ir a 8ue se trata de hacer una s ntesis a 8ue las dos tesis se
puedenconciliar co o lo hace Kant en su ,iloso, a &Entrevista'.Hu teor a de la ar%u entación
)ur dica uestra la necesidad de plantear losenunciados doctrinales de anera ló%ica; de acuerdo
con las nor as vi%entes con los enunciados e p ricos; para lo%rar una ar%u entación práctica;
detipo %eneral; para 8ue la ar%u entación do% ática ten%a sentido en la práctica

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