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Soy muy indecisa

¿Irme o quedarme? ¿Hoy o mañana? Para algunos, la más mínima elección es una dura prueba que les bloquea
y les impide decidirse. Una actitud evasiva que unos viven como inseguridad y otros como temor a los cambios.
ADRIANA GIANNINI
"Suelo tener muchos problemas a causa de mi indecisión. Tardo mucho en decidir tanto si voy a
una entrevista de trabajo como a una cita con un hombre. Muchas veces, he perdido
oportunidades muy buenas, ya que la indecisión me impidió llegar a tiempo. Quiero dejar de ser
tan insegura, pero no sé cómo hacerlo", confiesa Martina, de 44 años, quien se siente muy
frustrada a causa de esa forma de ser tan poco resuelta que le impide vivir con más plenitud.

Como Martina, son muchas las personas para las que elegir se convierte en una gran fuente de
angustia, incapaces de decidirse entre una cosa y otra. Una indecisión que viene motivada por
diferentes razones: falta de seguridad en uno mismo, miedo a equivocarnos, temor a perder lo
que tenemos..., como cuenta Marta, de 38 años: "¡Decídete de una vez!, suelo decirme a mí
misma, pero no puedo hacerlo. Coqueteo con varios amigos sin decidirme a salir con ninguno,
porque, inconscientemente, creo que tengo miedo a renunciar a todas las oportunidades que se
me ofrecen si me decido por uno solo".
Angustia por lo que somos
En la antigüedad, la autoestima se asentaba en el hecho de pertenecer a una familia determinada.
Actualmente, se mide por los logros profesionales, económicos, intelectuales o emocionales. De
ahí que "cada una de las decisiones que se toman pone en juego la autoestima, y eso es difícil de
asumir para quien no se quiere a sí mismo. Esta nueva forma de ser querido con relación al logro
de competencias produce una gran angustia en muchas personas a la hora de decidir", explica el
psicólogo clínico Luis Muiño.

Por otra parte, la psicoterapeuta Graciela Moreschi atribuye la razón de tanto agobio a que "el
indeciso cree que el secreto está en la decisión y no en cómo va a seguir el camino elegido. Por mi
experiencia he visto que la indecisión suele ser un problema común en los obsesivos: se afanan
por elegir lo mejor, sopesan los pros y contras de cada opción y, finalmente, cuanto más piensan
en el tema, más se confunden y acaban dudando de todo".
La equivocación es positiva
"Muchas veces se forma un círculo vicioso: la preocupación nos paraliza y, al no resolver la
situación, la preocupación permanece. Otras, nos concentramos en luchar contra ella y esa misma
lucha hace que lo que nos inquieta se acentúe en lugar de reducirse", añade la especialista
consultada.

Como apuntaba Benjamín Franklin, "la peor decisión es la indecisión". Quien pretende ver todo
con claridad, antes de decidir, nunca decide. Y, sin embargo, como explica Moreschi, "la
equivocación es parte de la vida y aprovecharla nos hace crecer. Hay una forma de transitar ese
camino y es decidirse e ir corrigiendo, poco a poco, lo que no nos gusta".
Teresa. 42 años, asistente de dirección: "A veces dejo que sea la vida la que decida en mi lugar"
"Mi trabajo me conviene porque tengo que tomar muy pocas iniciativas. Pero el resto de mi vida
está plagada de incertidumbres. Cada vez que debo tomar una decisión, me entra una angustia
tremenda. Si una amiga me propone que elija entre ir a cenar a un restaurante o al cine, mi
calvario comienza entonces. Mido los pros y los contras, y cuando ya estoy a punto de tomar una
decisión, todos los argumentos en contra vienen a mi mente para convencerme de que cambie de
opinión. Con mi novio también vivo en las eternas dudas: ¿me caso o no? ¿Quiero tener hijos o
no? ¿Me independizo o no? Cuando la decisión es muy delicada, dejo que la vida decida por mí".

¿QUÉ HACER?
1. Visualizar el futuro. Para que una situación se dé en la realidad es necesario que primero exista en nuestra
mente. Por eso es importante imaginar qué pasaría si tomases una decisión determinada. Para ello ayuda hacer
dos listas: una con las ventajas y otra con los inconvenientes. Después, contrástalas, valorando cuáles son
nuestras prioridades, nuestros valores y los objetivos que se quieren alcanzar.
2. Atreverse a tomar riesgos. Descubre la alegría que supone el lanzarse a aceptar desafíos... y ganar. Es muy
positivo para la autoestima. Para lograrlo con éxito, la mejor manera de hacerlo es utilizar modelos. Toma
como ejemplo a una persona que conozcas, a la que admires por su capacidad a arriesgarse y que te parezca
un modelo de éxito y de voluntad. Y cada vez que debas tomar una decisión, pregúntate a ti mismo qué haría
él.
3. Consejos al entorno. Cuando se convive con un indeciso, la última cosa que se debe hacer es darle consejos.
Si decides en su lugar, te hará responsable de las consecuencias. Otro error: reprochar su falta de acción,
porque esto agravará la imagen negativa que tiene de sí mismo. Facilita el diálogo: ayúdale a expresar lo que
le frena y le impide tomar una decisión; haz que se dé cuenta de que lo que va a perder si no se decide. Los
indecisos suelen negarse a ver las consecuencias de su indecisión. Insístele en lo que pasará si no actúa

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