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NACIONALIDAD Y CIUDADANIA (CAPITULO II)

I Aspectos generales sobre la nacionalidad:

Para efectos de contextualizar la materia que se estudiará a continuación, hacemos presente


que muchos autores tratan la misma al referirse, en términos más amplios, al Estado. La
razón es que suele decirse que los elementos del Estado son la población (nacional o
extranjera, junto con sus conceptos asociados de pueblo, nación, habitantes y población), el
territorio, el poder y el gobierno. Así, la nacionalidad y la ciudadanía son tocadas al analizar
lo referente al elemento humano del Estado. Este es el esquema que propone, por ejemplo,
Bidart Campos1. En el caso chileno, al igual que la teoría del Estado, suele tocarse la
materia dentro del capítulo de Bases de la Institucionalidad, precisamente, por la ubicación
de su regulación. Para quienes sostienen que el Estado es la nación jurídica y políticamente
organizada, es natural relacionar el Estado y la nacionalidad, en la medida que esta última
da cuenta de un vínculo jurídico con el primero, tenga o no base en un determinado
concepto de nación.

Por su parte, desde el punto de vista normativo y constitucional, no existe mayor interés en
el estudio del concepto de nación en este acápite. La idea de nación –como comunidad
humana natural, sobre bases culturales, religiosas o raciales- es del mayor interés para la
filosofía política pero no para el derecho constitucional en lo referente a la nacionalidad y
la ciudadanía, tal como veremos.

Pese a lo anterior, la valoración de la nacionalidad como institución ha sufrido importantes


cambios a lo largo del tiempo. En efecto, en los últimos años dicha institución había
perdido relevancia, sobre la base de un crecimiento del derecho igualitario y de la mayor
importancia de los derechos políticos, con o sin base en ella.

Posiblemente el fenómeno del terrorismo internacional y de la migración humana


concentrada en determinadas sociedades receptoras de población llevarán a una
revaloración de la institución en estudio.

A modo de introducción a la realidad chilena, hacemos presente que la materia en cuestión


ha sido objeto de importantes modificaciones con motivo de la reforma constitucional del
2005.

a. Concepto general: La nacionalidad es una condición propia de las personas


naturales, aunque por asimilación se hace mención a ella al referirse a personas jurídicas,
según el lugar de constitución de la misma, su domicilio o la ley que la regule, según sea el
caso.

El diccionario RAE señala que nacionalidad es el “estado propio de una persona nacida o
naturalizada en una nación” y nación es “conjunto de personas del mismo origen étnico y
que generalmente hablan un mismo idioma y tienen una tradición común”.

1
BIDART CAMPOS, GERMAN J. Manual de Derecho Constitucional Argentino. Ediar, Argentina,
1981, páginas 91 y siguientes.

1
Esta es una visión sociológica, pues desde el punto de vista jurídico la situación es algo
diferente, pues se trata de una forma de relación que establece derechos y obligaciones de la
persona con un Estado.

Así, para algunos la nacionalidad tiene una doble acepción. La primera, es sociológica y no
depende de norma positiva alguna, asociándose a la idea de nación. La segunda tiene
relación con el derecho positivo y el Estado, pudiendo o no coincidir su origen con una
determinada concepción de la idea de nación. Esta última, distinta de la primera, es
denominada por algunos autores “nacionalidad política”.

Desde otro punto de vista, pueden existir nacionales con ciudadanía y sin ciudadanía, en la
medida que se cumplan los requisitos adicionales para tener el carácter de ciudadano.

Otro tema asociado es la diferencia entre los nacionales -naturalizados o no naturalizados,


según adquieren la nacionalidad originariamente o derivadamente- y los extranjeros. Así,
naturalizarse equivaldría a adquirir determinada nacionalidad distinta a la de origen.

Por su parte, según las distintas soluciones del derecho comparado, la noción de pueblo –en
el sentido de cuerpo electoral- podrá estar formado por ciudadanos e incluso por extranjeros
con derecho a voto. Por su parte, en dicha acepción, no todo nacional será parte del pueblo.

b. Problemas internacionales: Doble nacionalidad y apartidas. Se producen


problemas a nivel internacional en materia de nacionalidad por la existencia de distintos
criterios normativos, lo que se traduce en dobles nacionalidades o en apátridas. Dichos
problemas se tienden a solucionar por la vía de acuerdos internacionales o por reformas
internas.

En el caso de las dobles nacionalidades pueden producirse conflictos, en la medida que


existen distintos derechos y obligaciones de las personas con los diferentes estados, los que
pueden entrar en conflicto a efectos de asegurar su resguardo, por ejemplo, en materia de
asilo y extradición.

Se tiende a evitar los apátridas y en efecto, tanto la Declaración Universal de los Derechos
Humanos como la Declaración Americana de los Derechos y Deberes del Hombre
establecen que toda persona tiene derecho a una nacionalidad. Existen tratados al respecto,
lo que en opinión de Silva Bascuñan, al tratarse la nacionalidad de un vínculo jurídico y no
de un derecho emanado de la condición humana, no se trata de aquellos convenios que
limitan la soberanía en los términos del artículo 5 de la Constitución Política de la
República. Esta tesis es coincidente con la idea de que la nacionalidad es un vínculo entre
la persona y el Estado y que, por ello, depende de la existencia del derecho positivo y no
emana naturalmente de la condición humana.

A modo de ejemplo en cuanto a la existencia de apátridas, el texto de la Constitución


vigente hasta la reforma de 2005 señalaba que serían chilenos los hijos de padre o madre
chilena, nacidos en el extranjero, por el solo hecho de avecindarse en Chile. El problema se
suscitó por la gran cantidad de hijos de chilenos en el extranjero que no accedían a la
nacionalidad del país del nacimiento, por ius solis. De esta forma, el ius sanguinis no

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otorgaba la nacionalidad hasta cumplir con el requisito de la residencia y, por su parte, el
ius solis de algunos países europeos no otorgaba la nacionalidad. Por ello, se trataba de
personas apátridas, a menos que incurrieran en los costos de avecindarse en Chile un año.
Esta situación se remedió en términos generales en la reforma del 2005 por la vía de
eliminar el requisito del avecindamiento, ampliando como contrapartida los requisitos para
el ejercicio de la ciudadanía o derechos políticos asociados a la nacionalidad.

c. Igualdad relativa entre chilenos y extranjeros. En principio, no existen


diferencias en el trato -derechos y obligaciones- que un Estado tiene para con sus
nacionales y extranjeros. Así:

- En lo relativo a libertades y derechos constitucionales: En general no hay


diferencias pues emanan de la condición humana y así lo señala el encabezado del
propio artículo 19 de la Constitución Política de la República que señala, sin
distinguir, que la “Constitución asegura a todas las personas”. No obstante ello,
existen alguna excepciones como:

i) En el número 15 artículo 19, se dispone que los partidos políticos no pueden


recibir donaciones de fuente extranjera. La ley de financiamiento de partidos
políticos precisa que sólo los extranjeros con derecho a voto en Chile pueden
realizar aportes, incluso en trabajo personal;
ii) En el número 16 del artículo 19, se prohíbe la discriminación laboral, salvo que
la ley exija nacionalidad chilena para determinados casos (por ejemplo, ser
funcionario público);
iii) En el número 23 del artículo 19, pues permite que una ley de quórum calificado
que prohíba a los extranjeros adquirir ciertos bienes. Existen casos como las
propiedades fronterizas o, incluso, naves de cabotaje y otros;
iv) En el artículo 25, pues para ser Presidente de la República se requiere ser
ciudadano, lo que presupone tener la nacionalidad;
v) En el artículo 34, pues se requiere ser chileno para ser Ministro de Estado;
vi) En los artículos 48 y 50, pues para ser diputado o senador se requiere ser
ciudadano, lo que presupone la nacionalidad;
vii) En el artículo 124, pues para ser elegido intendente, gobernador, concejal o
alcalde se requiere ser ciudadano con derecho a sufragio.

Por su parte, el artículo 22 establece cargas públicas especiales que pesan sobre los
chilenos, tales como honrar a la patria, preservar la soberanía, seguridad nacional y
los valores esenciales de la tradición chilena. Por su parte, se indica que los chilenos
en estado de cargar armas deben encontrarse inscritos en los registros militares.

- En cuanto a los derechos civiles: El artículo 57 del Código Civil señala que no hay
diferencias en relación a “la adquisición y goce de los derechos civiles”. Hay
excepciones en el mismo Código Civil, como su artículo 15, pues los derechos y
obligaciones civiles siguen sólo a los chilenos en cualquier lugar del mundo en lo
relativo al estado de las personas y su capacidad para ejecutar actos que puedan
tener efectos en Chile y las obligaciones y derechos que emanen de las relaciones de
familia, pero sólo respecto de sus cónyuges y parientes chilenos.

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- Derechos políticos: Por regla general sólo se reconocen a los chilenos. La
Constitución Política de la República de 1980 reconoce ampliamente el derecho a
sufragio, bajo ciertas condiciones, a los extranjeros con más de 5 años de residencia
en Chile, a diferencia de la Constitución de 1925 donde sólo se les permitía votar en
elecciones de regidores, concepto similar a la elección de alcaldes.

d. Regulación de la materia a nivel constitucional. El Código Civil siempre ha


referido la determinación de la nacionalidad a la Constitución, tal como se indica en el
artículo 56 del Código Civil.

Esto se explica por la importancia que tiene la materia de la nacionalidad en relación a una
serie de derechos civiles y políticos que dependen de ella. No obstante ello, Constituciones
como la española de 1978 remiten en su artículo 11 la regulación de esta materia,
derechamente, al legislador lo que nos parece inconveniente desde el punto de vista de la
estabilidad de las normas y especialmente, en lo relativo a la conformación del cuerpo
electoral.

e. Tendencia europea y latinoamericana. Suele decirse que las constituciones de


1833, 1925 y 1980, siguiendo la tendencia latinoamericana, han regulado el tema de la
nacionalidad intentando favorecer que los extranjeros adquieran la nacionalidad chilena. En
efecto, se incentiva el ius solis, pues se busca poblar grandes zonas del país mediante
inmigración. Por el contrario, la tendencia europea es a reforzar el ius sanguinis por la gran
emigración que dichos países presentan. Por esta vía, hijos y nietos de europeos, entre
otros, adquieren la nacionalidad de sus antepasados.

Alguna doctrina tiende a sindicar el ius sanguinis como una forma poco democrática de
estructurar la nacionalidad frente al ius solis, sobre la base que este último efectivamente
reconoce la nacionalidad con base en una cultura común más que en la raza o la sangre.

Debe señalarse, en todo caso, que la reforma constitucional del 2005 tiende a reforzar el ius
sanguinis, motivado no tanto por razones raciales sino por la necesidad de solucionar la
situación de los apátridas, como se explicó previamente.

f. Importancia de la materia. Es un tema de enorme importancia lo que se traduce,


por ejemplo, en que de conformidad al artículo 64 de la Constitución Política de la
República no procede la delegación de facultades legislativas al Presidente de la República
para materias de nacionalidad y ciudadanía.

Desde el punto de vista del derecho comparado, la institución en estudio se encuentra en


una etapa de revaloración. En efecto, parece estar quedando en el pasado la construcción
del derecho sobre la preeminencia absoluta de la igualdad y se avanza, especialmente en
países desarrollados y a consecuencia de los fenómenos de la migración y del terrorismo, a
un reforzamiento de la importancia de la nacionalidad sobre la base de establecer ciertos
derechos y libertades especiales asociadas a ella.

II Fuentes de la nacionalidad

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Las fuentes de la nacionalidad son los medios o causas –hechos o actos, naturales o
jurídicos- que otorgan a una persona determinada nacionalidad. Dentro de los hechos
naturales se encuentra la filiación o el nacimiento y dentro de los actos jurídicos la carta de
nacionalidad y la nacionalidad por gracia.

Al respecto se distinguen las siguientes fuentes:

1. Fuentes naturales, biológicas u originarias que dependen de un hecho jurídico, como


es el nacimiento o filiación. Estas fuentes tienen la característica de otorgar la
nacionalidad originaria a una persona, sobre la base de su nacimiento o filiación.
Básicamente, estas fuentes son:

- El ius solis o lugar del nacimiento, y;


- El ius sanguinis o filiación que origina el nacimiento.

Hacemos presente que pueden existir ciertos requisitos especiales para acceder a la
nacionalidad por estas fuentes, los que se traduce en que la misma no se adquiera
necesariamente al nacer. Tal era el caso, por ejemplo, del ius sanguinis antes de la
reforma del 2005 que, en ciertas condiciones, requería del avecindamiento en el
país.

2. Fuentes adquiridas, legales o derivadas: Se adquiere una nacionalidad diferente a la


determinada por la fuente natural y ello depende de hechos o actuaciones
determinados en la propia Constitución. Se trata, normalmente, de actos jurídicos
que confieren una nacionalidad diferente a la de origen y que son consecuencia de
actuaciones conscientes no coetáneas con el nacimiento. A modo de ejemplo, deben
considerarse entre estas fuentes la nacionalización por gracia o por carta de
nacionalización.

En adelante se analizarán cada una de estas fuentes doctrinarias, a la luz de lo establecido


en la Constitución Política de la República de 1980.

A. Fuentes originarias

1. Ius Solis (número 1 del artículo 10)

El gran principio constitucional es el que declara como chilenos a todos los nacidos en el
territorio de Chile.(número 1 del artículo 10), con dos excepciones:

i) los hijos de extranjeros -basta que uno de los padres lo sea- que se encuentren en
Chile al servicio de su gobierno. Al respecto, la jurisprudencia estima que debe
tratarse del gobierno del Estado al que pertenecen, es decir, del que son nacionales y
no otro, caso en el que no opera la excepción, y;

ii) los hijos de extranjeros transeúntes, esto es, que se encuentran de paso sin
residencia permanente, debiendo ambos padres encontrarse en tal calidad. Por ello,

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si uno de los padres no es transeúnte, el hijo adquiere la calidad de nacional chileno
por ius solis.

Ambos casos de excepción permiten optar por la nacionalidad chilena. La Constitución


Política de la República se remite a una ley ordinaria para regular este procedimiento. La
ley al respecto es la 18.005, la que señala que a los 21 años la persona puede optar por la
nacionalidad chilena, dentro del plazo de un año, presentando su opción ante un intendente
o gobernador, o, si se encuentra en el extranjero, ante el agente consular, lo que en
definitiva se decide por el Ministro del Interior. En caso que se desconozca la nacionalidad,
existe un recurso de reclamación de nacionalidad en el artículo 12, el que debe interponerse
dentro de los 30 días, ante Corte Suprema en pleno, la que conoce como jurado.

En cuanto a la noción de territorio, la Corte Suprema declaró en 1924 que “territorio” es el


espacio de tierra entre cuyos límites el país ejerce su soberanía, a título de dominio,
posesión o tenencia, con independencia de la soberanía de otro Estado. Este fallo se dictó a
propósito de la ocupación de Tacna hasta 1929 por parte de Chile.

Esta noción de territorio debe ampliarse no sólo a la tierra, sino también al subsuelo,
espacio aéreo, mar territorial –esto es el mar adyacente a la costa hasta doce millas marinas-
naves o aeronaves chilenas en alta mar o cielos libres y nave o aeronave de guerra en
cualquier lugar del mundo, incluso en el territorio de otro Estado.

Como puede apreciarse, la norma chilena del ius solis es bastante amplia y, a diferencia de
lo que sucede en otros países, no contiene mayores exclusiones. Esta norma no sufrió
modificaciones en la reforma de 2005.

2. Ius Sanguinis (número 2 del artículo 10)

Esta norma sufrió una importante modificación en la reforma de 2005. Antes de dicha
fecha, la norma consideraba chilenos a los hijos de padre o madre chileno (originario o
adquirido) nacidos en territorio extranjero, encontrándose cualquiera de estos en actual
servicio de la República, los que se consideran nacidos en territorio chileno lo que era
relevante para los efectos del antiguo artículo 25 de la Constitución Política de la
República, el que requería haber nacido en territorio chileno para ser Presidente de la
República. A modo de ejemplo, esta norma se aplicaba a una madre francesa al servicio de
Chile en Argentina, si el padre era chileno. La noción de “actual servicio” era amplia e
incluía becas de estudio otorgadas por organismos estatales.

Por su parte, hasta el 2005 la norma consideraba también chilenos a los hijos de padre o
madre chilenos, nacidos en el extranjero, por el hecho de avecindarse más de un año en
Chile. “Avecindarse” es un traslado material con ánimo de permanencia y no presupone
residencia, pues esta última en una noción jurídica. El problema que creaba esta norma y
que motivó la reforma constitucional era que muchos hijos de chilenos, nacidos en el
extranjero, por ejemplo, con motivo del exilio, eran apátridas. En efecto, no adquirían la
nacionalidad chilena salvo que asumieran el costo de avecindarse un año en Chile y, por su
parte, tampoco accedían a la nacionalidad de su país de residencia por no existir el ius solis
y privilegiarse el ius sanguinis.

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En virtud de todo ello, la actual norma se limita a decir que son chilenos los hijos de padre
o madre chilenos, nacidos en el extranjero en la medida que alguno de sus ascendientes en
la línea recta de primer o segundo grado, es decir, padres o abuelos, haya adquirido la
nacionalidad por ius solis, carta o ley. De esta forma, se intenta asegurar algún grado de
vinculación real de la persona con el país, evitando por ejemplo que nietos de chilenos por
ius sanguinis adquieran la nacionalidad.

Se constata que ya no existe el requisito del avecindamiento en estos casos, lo que como se
verá se debe a que el mismo es ahora un requisito para el ejercicio de la ciudadanía, es
decir, para el derecho a voto. Sobre este punto, en la actualidad se discute la forma en que
se permitirá el ejercicio del derecho a voto de los chilenos en el extranjero, lo que podría
repercutir en una revisión de esta norma, contenida en el artículo 13 de la Constitución
Política de la República.

B. Fuentes derivadas

En este caso y a diferencia de las fuentes originarias, se adquiere la nacionalidad por hechos
que determina la Constitución Política de la República o la ley. Ellos son la “carta de
nacionalización” y la “Nacionalización por gracia”.

“Nacionalización” o “naturalización” es adquirir la nacionalidad con posterioridad a la


originaria y en sustitución de ella, y “nacionalizar” es admitir como nacional natural a una
persona que no lo era.

1. Carta de nacionalización.

Hasta la reforma del 2005 el requisito constitucional para obtener esta carta era renunciar
expresamente a la nacionalidad anterior pero hoy no se señala nada al respecto y la materia
se remite al legislador. Este requisito de renuncia no se exigía a los nacidos en país
extranjero que por un tratado conceda el mismo beneficio a los chilenos, como el caso de
España.

La Constitución de 1925 originariamente no contemplaba esta opción de doble


nacionalidad por la existencia de un tratado internacional al respecto hasta la reforma de
1958, en donde se creó en relación a España y sólo para españoles con más de 5 años de
residencia en Chile. Dicha reforma se aprobó para cumplir con el tratado que se celebró con
dicho país. La CENC propuso sólo mantener la excepción con España, pero la Junta de
Gobierno la amplió a todos los casos con tratado internacional, previendo acuerdos que
pudieren celebrarse en el futuro.

En razón de ello, puede apreciarse que se han ido ampliando paulatinamente las hipótesis
de doble nacionalidad. La reforma de 2005 eliminó de la Constitución Política de la
República derechamente el requisito de la renuncia previa de la nacionalidad anterior y,
consecuente con ello, eliminó como causal de pérdida de la nacionalidad la
“nacionalización en país extranjero”. Hoy, el número 3 del artículo 10 se limita a remitir a
la ley todo lo relativo a la obtención de la carta de nacionalización.

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Los requisitos legales para obtener la carta de nacionalización son:

i) Haber cumplido los 21 años de edad, salvo que se trate de hijos de extranjeros
nacionalizados, donde bastan los 18 años de edad.

ii) 5 años de residencia continua en Chile. El Ministro del Interior tiene facultades
concedidas por la ley 18.005 para decidir si dicha residencia continuada se ha visto
alterada por viajes esporádicos al extranjero.

iii) La renuncia de la nacionalidad se presenta ante el Ministerio del Interior luego de


acogida la petición de nacionalidad, para evitar que se pierda nacionalidad
extranjera sin seguridad de obtener la chilena, es decir, se busca respetar el principio
de evitar apartidas. Al final del trámite se concede la nacionalidad.

iv) Ser titular de un permiso de permanencia definitiva.

La solicitud se presenta en la Intendencia o Gobernación, salvo si el solicitante vive en la


Región Metropolitana, caso en el cual se presenta ante el Ministerio del Interior.

La “carta de nacionalización” se expide por Decreto Supremo del Presidente de la


República. En principio es facultativo otorgarla o negarla, salvo casos en los que se
encuentra obligado a denegarla tales como:

- A aquellos que no tienen cómo ganarse la vida.


- A quienes practiquen doctrinas subversivas.
- A los procesados o condenados por simples delitos.
- En los otros casos del artículo 3 de la ley 18.005 -la que se encuentra refundida en
Decreto Supremo 5.142 de 1960, con las modificaciones posteriores- como los que
se dediquen a trabajos ilícitos, contra las buenas costumbres, moral y el orden
público o cuya nacionalización no sea conveniente para la seguridad nacional.

El Presidente de la República puede cancelar la carta de nacionalización si se comprueba


que la misma fue mal otorgada, si la persona se hace indigna de ella o es condenada por
delitos de la Ley de Seguridad Interior del Estado.

Según dispone el artículo 14, las personas que hayan obtenido la carta de nacionalización
sólo pueden optar a cargos públicos de elección popular luego de cinco años en posesión de
sus cartas de nacionalización. Por ello, atendido que según la ley requieren 5 años previos
de residencia continua para adquirirla, se cumplen 10 años hasta que pueden optar a ser
electos.

En estas materias no es claro sí procede interponer el recurso de reclamación del artículo 12


de la Constitución Política de la República, pues la redacción constitucional hace que sea
un tema opinable al hablar de desconocer la nacionalidad o privarla. En efecto, se
presupone que existe la nacionalidad.

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2. Nacionalización por gracia por ley.

Este beneficio se otorga a los grandes servidores del país y es una especie de
reconocimiento público y honorífico.

El número 5 del artículo 63 señala que es materia de ley “las que regulen los honores
públicos a grandes servidores” como este caso. Al tratarse de una ley, no procede el recurso
de reclamación de nacionalidad del artículo 12, pues el mismo sólo se prevé contra actos de
la autoridad administrativa.

En estos casos, tradicionalmente no ha existido objeción para la doble nacionalidad. Dentro


de quienes han sido beneficiados por estas leyes se encuentra Andrés Bello.

III Causales de pérdida de la nacionalidad (artículo 11)

Estas causales son de derecho estricto pues son penalidades, por lo que no se aplican por
analogía y se deben interpretar restrictivamente. La ley no puede crear causales de pérdida
de nacionalidad, pues se trata de una materia de reserva constitucional.

Hasta la reforma de 2005, la nacionalidad se perdía por “nacionalización en un país


extranjero”. Por ello, se perdía en aquellos casos que la persona adquiría la nacionalidad
extranjera en forma voluntaria y no en aquellos casos en que operaba por el ministerio de la
ley en virtud de normas legales o constitucionales extranjeras. Por ejemplo, en Francia y
Alemania si una mujer se casa con un nacional adquiere la nacionalidad de él, lo que no
hacía perder la nacionalidad chilena. Debía haber un hecho voluntario y efectivamente
haberse adquirido la nacionalidad extranjera. En razón de ello debía tratarse de una persona
con capacidad para cambiar de nacionalidad por un acto voluntario. Pese a ello, los chilenos
por ius solis o ius sanguinis, de conformidad a los números correspondientes del artículo 10
de la Constitución Política de la República, no perdían su nacionalidad chilena en la medida
que hubieren accedido a otra extranjera por carta de nacionalización no mediando renuncia.
Esta norma que llevaba a perder la nacionalidad tenía las siguientes excepciones:

1. En caso de adquirir la nacionalidad de un país que en virtud de un tratado concede


igual beneficio, como es el caso de España.

2. Cuando en virtud de una norma obligatoria, los chilenos debían acceder a


nacionalidad extranjera como condición de “permanencia”. Esta norma fue producto
de una modificación de 1958 a la constitución de 1925 para el caso de los muchos
chilenos que trabajaban en el exterior y requerían nacionalidad para seguir
haciéndolo.

3. En el caso que por una norma obligatoria se condicione el ejercicio y goce


igualitario de derechos y libertades constitucionales a adquirir la nacionalidad del
respectivo país.

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Como una forma de respetar el principio general de evitar apátridas, se reconocía que no
bastaba la simple renuncia para que operara la causal anterior, debí adquirirse
efectivamente una nueva nacionalidad.

Existía también otra causal de pérdida de la nacionalidad, eliminada en la reforma de 2005,


cual era “por sentencia judicial condenatoria en caso de delitos contra la dignidad de la
patria o los intereses esenciales y permanentes de la nación, así considerados por ley de
quórum calificado”.

Las causales actuales de pérdida de la nacionalidad son:

a. Renuncia de la nacionalidad: En la actualidad y en la línea de ampliar las


hipótesis de doble nacionalidad, el número 1 del artículo 11 señala que se pierde
la nacionalidad “por renuncia voluntaria manifestada ante autoridad chilena
competente”, siendo válida esta renuncia sólo si se ha adquirido previamente
otra nacionalidad, de manera de evitar los apátridas. En razón de ello, se colige
que si una persona adquiere otra nacionalidad sin renunciar a la chilena o, en su
caso, dicha renuncia no se formula ante una autoridad nacional, conserva su
nacionalidad chilena.

b. “Por decreto supremo, en caso de prestación de servicios en caso de guerra


exterior a enemigos de Chile o de sus aliados”.

En la constitución de 1925 existía esta causal pero requería condena por traición
a la patria, a diferencia de hoy donde la aplica la autoridad administrativa.

Al ser una resolución administrativa, procede el recurso de reclamación de


nacionalidad del artículo 12 de la Constitución Política de la República.

La noción de guerra exterior no es meramente de hecho, pues el número 19 del


artículo 32 de la Constitución Política de la República señala que el Presidente
de la República declara la guerra por decreto, previa autorización por ley,
dejando constancia de haber oído al Consejo de Seguridad Nacional. En efecto,
el número 15 del artículo 63 señala que es materia de ley autorizar al Presidente
de la República, a propuesta de él, a declarar la guerra.

Pese a ser una noción jurídica, para los efectos de la presente norma la doctrina
se inclina por considerar que basta que haya un estado de guerra, pese a no haber
tal jurídicamente, en la medida que hay guerras que no se declaran jamás, como
por ejemplo la de Vietnam. En nuestra opinión, no es conveniente la conclusión
de la doctrina mayoritaria, pues podría afectar la seguridad jurídica y tratarse de
una sanción que presupone pleno conocimiento del alcance de los actos por
parte de quien será sancionado.

Por su parte, la constitución de 1925 hablaba simplemente del caso de “guerra”


mientras que la de 1980 habla de “guerra exterior”, lo que es relevante pues
dicha Constitución procede a distinguir en el artículo 40 entre guerra externa,

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declarada por el Presidente de la República autorizado por ley y luego de haber
oído al Consejo de Seguridad Nacional, y guerra interna. En este último caso, el
Presidente de la República puede, con acuerdo del Congreso, declarar todo o
parte en estado de sitio.

c. Cancelación de carta de nacionalización.

Se trata de un Decreto Supremo que así lo hace en caso que se haya expedido
mal la carta o se hayan perdido las condiciones para acceder a ella, etc. Bajo la
constitución de 1925 no procedía esta cancelación si una persona se encontraba
en ejercicio de un cargo de elección popular, pero ahora no existe esa norma por
lo que sí procedería.

El decreto requiere la firma y acuerdo de todos los ministros y tiene que ser
fundado en las siguientes causales:

- Haberse hecho indigna la persona.


- Haberse otorgado la carta en contra del artículo 3 de la ley número 18.005
sobre prohibiciones de otorgamiento de nacionalidad.
- Haberse condenado a la persona por delitos contra la ley de seguridad
interior del Estado.

En estos casos procede el recurso de reclamación del artículo 12 de la


Constitución Política de la República.

d. Por ley que revoque la nacionalización por gracia.

Según Silva Bascuñan, esta norma debe interpretarse en el sentido de que si una
persona obtuvo la nacionalidad por gracia no le resultan aplicables las demás
causales, principalmente, pues no puede modificarse una ley por otra fuente que
no tenga igual rango.

A efectos de obtener la rehabilitación de la nacionalidad y sin importar la causal por la que


se perdió la nacionalidad, la misma se recupera por ley ordinaria. Esta es una excepción a la
norma del artículo 10, pues la persona no podrá optar, por ejemplo, a nacionalización por
carta. Como ejemplo de rehabilitación de la nacionalidad, la ley número 18.070 de 11 de
mayo de 1990 rehabilitó en forma póstuma y retroactiva la nacionalidad a Orlando Letelier.

IV Recurso de Reclamación de nacionalidad (artículo 12 de la Constitución


Política de la República)

A diferencia de la Constitución de 1925, esta norma establece un recurso general que no se


encuentra remitido exclusivamente al caso de cancelación de la nacionalidad por carta. Es
un recurso poco usado.

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El recurso, más bien la acción constitucional, se refiere tanto a la privación como al
desconocimiento de la nacionalidad. Es una acción pues activa la jurisdicción y no procede
contra sentencias de los tribunales de justicia.

Este recurso contra procede contra un acto o resolución de la autoridad administrativa que
prive o desconozca la nacionalidad. Lo puede interponer la persona o cualquier tercero en
su nombre.

Se presenta ante la Corte Suprema, que conoce como tribunal pleno y como jurado, es
decir, aprecia la prueba en conciencia y falla en conciencia.

La interposición del recurso suspende los efectos del acto recurrido, por lo que la persona
deberá seguir siendo considerado chileno en el evento que el caso se refiera, por ejemplo, a
la cancelación de la carta de nacionalidad.

V Ciudadanía

Los textos del derecho comparado dan cuenta del fenómeno relativo a que mientras más se
avanza en el derecho igualitario entre las personas, sin distinguir nacionalidad, más
relevancia toma la ciudadanía –o el ejercicio de sus derechos- como instituto jurídico,
mientras la pierde la nacionalidad.

Tanto la constitución de 1925 como la de 1980 tratan la nacionalidad y ciudadanía juntas,


pues hay entre ellas cierta relación de género (nacionalidad) a especie (ciudadanía). Todo
ciudadano es nacional pero no viceversa, pues no se puede ser ciudadano sin ser chileno.

No se define en la Constitución Política de la República lo que es ser ciudadano, sino sólo


se dan sus requisitos. En un sentido amplio ciudadano es el natural o vecino de una ciudad,
según indica el diccionario de la Real Academia de la Lengua Española. En un sentido
menos amplio, ciudadano es el habitante del Estado que es sujeto de derechos políticos y
que interviene al ejercitarlos en el gobierno. Dichos derechos son el de sufragio, el optar a
cargos de elección popular y los demás que la ley o la Constitución confieran.

Requisitos para ser ciudadano:

1. Ser chileno (nacionalidad) o chilena (la constitución de 1833 se refería a “chileno” y


los comentaristas estaban contestes en que no se incluía a la mujeres. La
Constitución de 1925 se dejó claro que se refería a hombres y mujeres pero que una
ley debía regular el voto femenino, siendo la ley 5.357 la que permitió el voto
femenino en las elecciones de regidores hasta que luego, González Videla mediante
la ley 9.292 de 1949, dio derecho de sufragio amplio a las mujeres.

2. Haber cumplido 18 años de edad: La constitución de 1925, hasta el año 1970 donde
fijó la edad en 18 años, hablaba de 21 años. La norma de los 18 años es bastante
universal. Pese a ello, en Brasil la edad es de 16 años.

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3. No haber sido condenado a pena aflictiva. Esto es diferente a no haber sido
condenado por delito que merezca pena aflictiva, tal como veremos. La pena
aflictiva es aquella igual o superior a 3 años y 1 día.

Derechos que confiere la ciudadanía:

1. Derecho a sufragio.
2. Derecho a optar por cargos de elección popular, tales como los de concejales,
diputados, alcaldes, presidente, etc., cumpliendo los demás requisitos que se
señalen.

Se debe tener presente que conforme el número 4 del artículo 10, los nacionalizados por
carta no pueden optar a estos cargos hasta luego de 5 años de tenencia de la misma.

Hay ciertos cargos que por ley requieren ser ciudadano chileno, como los jueces.

En cuanto a la pérdida de la ciudadanía, el artículo 17 señala que ello ocurre:

1. Por pérdida de la nacionalidad.


2. Por condena a pena aflictiva. Extinguida la responsabilidad penal, por ejemplo en
virtud de un indulto, estas personas se rehabilitan de conformidad a la ley.
3. Por condena que ley considere delitos terroristas, los que de conformidad al artículo
9, inciso segundo, son establecidos en ley de quórum calificado. La reforma de 2005
señaló adicionalmente que la ciudadanía se pierde también por condena por delitos
relativos al tráfico de estupefacientes, reconociendo el enorme daño de dichas
conductas. Estas personas se rehabilitan por el Senado, una vez cumplida la
condena, por lo que no basta con la extinción general de la responsabilidad a
diferencia del caso anterior.

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