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a la cultura alemana, de la que destaca como notas significativas el idealismo, el rechazo de las normas

artísticas, el individualismo y su expresión literaria y la tendencia a la reflexión sobre problemas existenciales y


religiosos. En definitiva, en Sobre Alemania no deberemos buscar una gran exposición de los ideales y la teoría
románticos; tampoco existe una

obritas de madame de Staël: la novela Corinne (1807) es una curiosa reivindicación feminista centrada
en la aventura vital de la protagonista, una joven que renuncia a familia, fortuna y amor por vivir de acuerdo
con su propio ideal social y estético; hay en la obra mucho de racionalismo dieciochesco —quizá también exista
algo de autobiográfico— y, como resu Para demostrar la supremacía estética de la vida espiritual en clave
cristiana y su validez filosófica como soporte de las nuevas obras literarias, el mismo Chateaubriand compuso
dos novelitas que intercaló en el Genio del Cristianismo; ambas, a su vez, provenían ltado, un excelente estudio,
por encima de todo pintoresquismo, de la vida europea de principios del XIX. Su estudio Sobre la literatura (De la
littérature, 1800) es un precu Hija de un banquero ginebrino, Germaine Necker (1766-1817) se convirtió en
madame de Staël por su matrimonio con el barón sueco de Staël-Holstein. Comprometida políticamente en varias
ocasiones —fue una de las más contumaces enemigas personales de Napoleón—, en sus diversos destierros conoció
prácticamente toda Europa; en Inglaterra publicó su obra más influyente, Sobre Alemania (De l’Allemagne, 1810),
donde expone los principios del Romanticismo y propone un acercamiento rsor avance de la crítica literaria
social; en él expone la necesidad de desvincular el estudio de las letras de una norma inamovible, para proponer
la consideración de los factores sociales e históricos como determinantes en el desarrollo de las correspondientes
literaturas nacionales; de este modo, Staël sentaba las bases de la relatividad estética, y no sólo contempló la
historia lit, que impregna de lirismo su consideración de la belleza espiritual —a través de las bellezas naturales,
fundamentalmente—, sienta así las bases del idealismo romántico en Francia.

de la desintegración de un proyecto más ambicioso, Los Natchez, una amplia epopeya americana basada en sus
propios recuerdos —fantasiosos en no pocas ocasiones— sobre la experiencia de su estancia en Norteamérica. Así
pues, no sólo originariamente, sino también por el argumento y la intención, Atala y René vienen a ser co
eraria desde una nueva perspectiva, sino que también apostó por una nueva literatura atenta a sus
propias circunstancias.

La figura del vizconde François-René de Chateaubriand (1768-1848) hace en Francia de efectivo engarce
entre los siglos XVIII y XIX; precursor del Romanticismo, su tendencia al más ingenuo sentimentalismo lo
convierte en deudor de la tierna sensiblería dieciochesca (y, concretamente, de Rousseau y Saint-Pierre), del
mismo modo que su altanería y su escepticismo individualista le debe mucho —casi paradójicamente— al
espíritu voltaireano: independiente e imaginativo, buscó una fama literaria que sólo le llegó en su madurez para
convertirse en punto de referencia obligado para el Romanticismo francés, pero más por sus valores estéticos que
por los estrictamente ideológicos. Efectivamente, el pensamiento de Chateaubriand incomoda aún hoy al
historiador de la literatura, pues fue el primero en hacer del cris vehemente defensa de principios ni de sus
manifestaciones artísticas; pero sí el buen juicio —como racionalista que era en el fondo— de una mujer que
supo comprender el alcance de la nueva literatura y su peso en el desarrollo cultural de la Europa contemporánea.

Menos interesantes hoy día, debemos citar otras dos tianismo un modo estético de vida; su obra supone
una curiosa conciliación entre espíritu cristiano y mundo moderno, precisamente en una época y en un país
donde el laicismo estaba dando forma a una nueva sociedad; pero, a la vez, de Chateaubriand no podemos decir
que sea un pensador riguroso, y mucho menos ortodoxo: sus ideas sobre el cristianismo no dejan de ser
particularísimas, pues, careciendo de profundidad, están enraizadas en un dulzón sentimentalismo y en un
moralismo individualista que adelantan decididamente cierta versión tradicionalista del Romanticismo europeo.

La práctica totalidad de la obra de Chateaubriand se estructura en torno a un título fundamental, el


Genio del Cristianismo (Génie du Christianisme, 1802), una oportunista apología de la religión cristiana justo
cuando ésta comenzaba a restaurarse en Francia tras el fuerte momento laicista del siglo XVIII; filosóficamente, el
Genio del Cristianismo es una obra endeble, cuya ortodoxia no soporta los envites ni siquiera de la lógica: por el
contrario, interesa la yuxtaposición de una postura estética a la religiosa, la subordinación del arte al espíritu;
Chateaubriand

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