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LA HERMENEÚTICA LITERARIA

La interpretación, ciencia y arte, se puede llevar a distintos campos; entre ellos, no hay manera
de excluir a la literatura. Existen nociones de la hermenéutica que han dado gran luz a la crítica y
a la teoría literarias en su afán por abarcar las obras sin perder de vista [sus]todas las
dimensiones de su constitución. La cantidad de recursos de los que echan mano los escritores y
el producto final (inacabado) “acabado” encierran una amplia problemática que entra en el
terreno de esta disciplina.
Dice Bécquer:
Para que encuentren en tu pecho asilo
y les des juventud, vida y calor,
tres cosas que yo ya no puedo darles,
hice mis versos yo​[1]

y en estas líneas queda contenida la compleja labor de quien desee ser el destinatario; la
hermenéutica literaria sale a la ayuda de éste, busca salvar ese acto amoroso que es el
comprender.

2.1La obra literaria. Para poder hablar de Hermenéutica literaria es obligado preguntarnos ¿Qué
es la obra literaria? ¿Qué la constituye? ¿Qué diferencia al discurso poético de otro tipo de
discursos? Aquí entra la teoría literaria, la cual ha dado un sinfín de respuestas, mismas que han
dejado insatisfechos a aquellos críticos, investigadores, y amantes de la literatura que no se
conforman con conocer su estructura, su funcionamiento interno o sus valores estéticos, sino que
anhelan esclarecer su esencia y su naturaleza. Para poder indagar en ellas se tuvo que salir del
ámbito propiamente literario y se plantearon nuevas perspectivas que permitieron llegar a los
procesos y materiales de la creación poética, pero aún esto dejaba libre una porción:

…podríamos emitir juicios respecto a sus valores literarios, tanto estructurales


como formales […] No obstante a lo largo de esta actividad estaríamos interpretando
tanto aquello que leemos como la manera en que dicho material está dispuesto, en un
afán insaciable por ​comprender​ lo que se dice y el modo cómo se dice[2]

ese sobrante es lo que compete a la hermenéutica.


Dentro de la obra literaria, como un todo orgánico, cabe destacar: el símbolo, la metáfora, el
discurso, la intencionalidad y el referente, que se relacionan de manera activa y dinámica. Estos
elementos incluso el vínculo de las partes entre sí y con la obra misma se abordan desde esta
disciplina para redefinirla, es por ello que inevitablemente hemos recurrido a sus planteamientos.
Entre las características más destacables que consideramos, desde el punto de vista de Roman
Ingarden, se encuentran: su naturaleza como producto intencional de un autor, que lleva a cabo el
acto creativo y está dotado de una conciencia; el fundamento físico, es decir su fijación por
medio de la escritura o cualquier otro medio; el acceso intersubjetivo y su carácter reproductible
como fruto de la virtud dual del lenguaje; y su esencia como fenómeno trascendente a las
experiencias de la conciencia de autor y lector.
De modo que la obra literaria es una formación estratificada de gran complejidad. Gloria Prado
en ​Creación, recepción y efecto identifica cuatro estratos: “El primero es el de los sonidos
verbales […] El segundo es el de las unidades de sentido […] El tercer estrato es el de los
objetos proyectados y representados […] El cuarto estrato, finalmente, es el de los aspectos
sistematizados”[3]
Los sonidos verbales son el sustrato material de la obra literaria, que corresponden al plano
fonético. Su importancia es vital, pues posibilitan la reproducción de las intenciones del autor a
través del receptor; se trata de los signos físicamente percibidos que deberán descifrase para
cumplir con las intenciones de sentido manifiestas.
El segundo estrato concierne a las unidades semánticas, las cuales hacen de la obra un objeto
intersubjetivo. La intersubjetividad tiene parte como la potencialidad del receptor para completar
aquellas áreas indeterminadas con su percepción de lo físico “Esta acción posibilita que los
objetos representados sean percibidos como si realmente existieran y como si estuvieran
totalmente determinado. Esto es la “concretización” de la obra”.[4]
Las unidades de sentido conforman el tercer estrato, los demás elementos se cimentan sobre ellas
pues éstas proveen el armazón estructural; tal es su trascendencia que sin ellas no podría existir
la obra literaria. La función de las unidades de sentido está dada por los rasgos de la oración
como “unidad con un aspecto fónico y un sentido” [5]. Dentro
de la obra de arte literaria son dos sus funciones principales: la de la creación, que surge como la
proyección de los dos estratos anteriores mediante la representación de los objetos; y la de
material particular, que implica la aparición de correlatos puramente intencionales desarrollados
a partir del planteamiento de conjuntos de circunstancias. Las oraciones recrean circunstancias y
al hacerlo crean existencia por medio de su carácter intencional; los objetos de carácter óntico
tienen su sustento en las circunstancias, de modo que si estas existen por la intencionalidad, los
objetos representados gozan de existencia ​ipso facto.
El cuarto estrato, atañe a los aspectos sistematizados de la obra, es decir, las condiciones bajo las
cuales aparecen los objetos en la obra.
2.2 La Hermenéutica literaria
hacer posible la apropiación por parte de su interlocutor.

Ya se ha hecho mención de la existencia de un interlocutor l hablar de un interlocutor tenemos


que dar por entendido la existencia de un diálogo y en ello radica el centro del arte de interpretar,
el diálogo es

[1]​ Bécquer, “A Elisa” en ​Rimas, Leyendas y Narraciones, ​p.35


[2]​ Gloria Prado, ​Creación, recepción y efecto​, p.11
[3]​ Gloria Prado, ​Op. cit​, p. 12
[4]​ ​Idem
[5]​ ​Ibidem​ p.13

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