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Introducción.
El manejo de estos conceptos son inútiles, pues los poseedores de los títulos de crédito hacen
valer sus derechos sin reparar en estas teorías y el juzgador decidirá en la mayoría de los casos, sin
atender estas mismas lucubraciones.De tal modo que la calificación de las teorías que veremos
carecen de practicidad.realmente carece de importancia como se haya originado el título, la
forma, modo y fundamento de sus obligaciones derivan expresamente de la ley. si es importante
este tema pues a nivel procesal tiene relevancia por las limitadas excepciones que se pueden
oponer a los títulos de crédito y a las pretensiones del actor.En este sentido, se suele hablar:
títulos de crédito causales, es decir aquellos que derivan de una relación subyacente o
fundamental y que dan origen a los títulos de crédito causales,
Titulos de credito abstractos que son aquellos que no dependen de otra relación.
• Art. 168 de la Ley de títulos de crédito, si de la relación que dio origen a la emisión o
trasmisión de la letra se deriva una acción, ésta subsistirá a pesar de aquéllas, a menos que se
pruebe que hubo novación.
Su fundamento lo basan en el :
En el primer caso nos referimos a que existe una obligación cambiaria porque existe una
obligación previa. En el segundo caso, se establece que el girador del título funda la orden de pago
al girado, en la suma recibida por este último o de un tercero.
si el título circulare, el nuevo tenedor del mismo sería derechohabiente del primitivo
tomador, en cuyo beneficio se extendió en origen el documento.
otra variante de esta tesis señala que el nuevo tenedor del título de crédito tiene un
derecho independiente, pero derivado del primitivo, o sea del que tuvo aquél en cuyo favor se
extendió el titulo en origen.
El punto de partida de esta teoría es el Derecho romano, en donde era la tradición (circulación del
documento) y no la escritura la que confería al acto documental su valor jurídico, es decir, el
contrato escrito se perfeccionaba no por la escritura o por la firma de los contratantes, sino por la
cesión del documento suscrito por el emitente.De origen civilista la teoría contractual afirma que
la pluralidad de vínculos (derivados de la circulación del documento) está en contraposición con la
voluntad del emisor de contraer una sola obligación, además de que en caso de incapacidad o de
vicios del consentimiento de cualquiera de las partes de ese supuesto contrato, éste no sería
válido.Sin embargo, aceptar que las causas de nulidad, resolución o ineficacia del contrato,
nulificarían y tendrían consecuencias en la vida jurídica del título de crédito, destruirían su fuerza
circulatoria y su especial fisonomía jurídica.En contraposición a las teorías contractuales, las
teorías unilaterales no consideran un problema obligar al suscriptor a cumplir una obligación que
no ha tenido voluntad de asumir, sosteniendo que es más grave defraudar a los poseedores de
buena fe de un título de crédito y deteriorar gravemente su circulación, toda vez que un suscriptor
por ese solo hecho ha manifestado su voluntad de obligarse.
Asimismo, las tesis contractuales no permiten explicar situaciones en que no hay contrato original
(EJEMPLO emisión de un cheque).
Estos autores argumentan que se puede suponer el contrato concluido con una persona incierta
(los sucesivos tenedores del documento), sin embargo, ello es incompatible con la naturaleza de
los contratos, porque los contratos se otorgan entre personas ciertas y determinadas que dan su
consentimiento, y a favor y en contra de las cuales, se estipulan respectivamente derechos y
obligaciones. También argumentan que al mismo tiempo que el creador del título contrata con el
primer beneficiario o tomador, se obliga en favor de los subsecuentes tenedores del título (teoría
de la formación originaria de los derechos sucesivos de los poseedores), es decir, que además del
contrato hay una estipulación en favor de tercero, sin embargo, con ello no se logran superar las
dificultades de fondo de la teoría contractualista y sus consecuencias.
Después del fracaso de la teoría contractual, surgieron las mixtas o híbridas por cuanto que
invocan una doble naturaleza de los títulos de crédito, aunque todavía con resabios de la teoría
contractualista. Estas teorías pretenden explicar el fundamento de la obligación cambiaria en el
contrato originalmente celebrado cuando el documento no ha circulado y buscan un nuevo
fundamento cuando el título ha circulado y llega a manos de un tercero de buena fe
teorías dualista y
apariencia jurídica.
Principalmente son dos. El primero es Jacobi quien opina que en el primer momento si existe un
contrato documental entre suscriptor y tomador pero que el título de crédito no es más que un
contrato extracartular y que cuando se pone en circulación, el título asume sólo la apariencia
jurídica que resulta del documento.Por otra parte, Vivante también asume el contrato con el
primer tomador y al ponerse a circular el título cambia a declaración unilateral de voluntad.
En este sentido la principal crítica a esta teoría es la imposibilidad de que la obligación del
suscriptor tenga doble raíz cronológica, es decir, no puede ser contratante en un inicio y obligado
por el hecho de la circulación del documento.
En este sentido, se critica la posición de Jacobi, pues no es posible que el título sea en inicio un
documento contractual entre suscriptor y tomador y ante la circulación asuma una mera
apariencia jurídica, pues á medida en que circula cada uno de los adquirentes asume el derecho
consignado en él y no el del transmitente, que tal vez no haya existido. Se concluye que el derecho
documental del título de crédito, no es mera apariencia.
Vivante señala que la obligación del deudor está sometida a la ley íntegra del negocio jurídico que
dio origen a la emisión del título, mientras se encuentra en manos de aquél que lo negoció,
después y sólo en el caso que entre en circulación el documento, dicha obligación se determina
por el texto del documento. Esta teoría entraña un problema insoluble, cómo explicar que el
deudor que emite el título asume una posición jurídica diversa frente a aquél con el cual ha
contratado y otra respecto a aquél a quien éste ha transmitido el título. Si se considera como
fundamento de la primera obligación el contrato originario, no se explica como el deudor pierde la
facultad de oponer al tercer o nuevo poseedor del título, todos los vicios que suprimen su
obligación, y si se pretende explicar como fundamento de tal obligación la voluntad unilateral del
deudor, no se resuelve cómo es que puede oponer a su acreedor todas las excepciones
procedentes del contrato que dio origen al crédito.
Por su parte Jacobi expresa que la naturaleza de los títulos de crédito permite al adquirente
confiarse de lleno a la apariencia de legitimidad que presta la posesión del documento, dando por
sentado lo siguiente:
b) Por permitir la transmisión a otras personas y estar ésta transmisión a su vez favorecida por un
régimen legal que protege al tenedor de buena fe.
En este caso, el deudor sabe y consiente de antemano, que al pasar el documento a un tenedor de
buena fe su propia posición frente a este nuevo acreedor quedará muy debilitada por virtud de un
régimen legal que protege a dicho poseedor, también sabe que al entregar el título confía en que
su acreedor no abusará del documento pretendiendo ejercitar el derecho incorporado en
contradicción con el pacto causal.
Por su parte el acreedor admite el título porque sabe que recibe un arma de ejecución de su
crédito más eficaz que aquel que le proporcionaría el contrato original y porque sabe también que
los terceros ajenos a éste, admitirán también el título por estar amparado en un régimen legal que
limita enormemente las defensas del deudor.
Estas teorías tienen muchas direcciones, pero el punto coincidente es que los títulos de crédito no
devienen de un contrato, pero en algunas de estas teorías, se acusa un sentido civilista.
Fijada la naturaleza negocial de las declaraciones contenidas en los títulos de crédito, hay que
aclarar ahora si tienen carácter de negocios unilaterales o bilaterales (contratos). Admitida la
unilateralidad, queda por ver si nos debemos inclinar por el carácter recepticio o no recepticio de
los negocios en cuestión. Por lo que se concluye, que los actos relativos a las obligaciones
contenidas en los títulos de crédito son negocios unilaterales recepticios.
Stobbe sostiene que además de la mera creación del título de crédito, es preciso que éste se
ponga en manos de un tercero, es decir, que se entregue a la persona en cuyo favor se expidió,
porque no basta firmar un documento de crédito para que nazca un derecho a favor de otra
persona, sino que es necesario que se entregue a la persona en cuyo favor se extendió porque de
lo contrario ésta todavía no ha adquirido nada.Por otra parte, el fundamento de la obligación se
encuentra en el acto abstracto de la emisión del título, es decir, que considera que el suscriptor no
está obligado cuando el título ha salido de sus manos sin su voluntad o contra ella.
No debe pasarse por alto que por regla general la emisión voluntaria de un título se verifica por la
negociación entre el suscriptor y el primer tomador y excepcionalmente por efecto de un acto
unilateral, dicha emisión voluntaria no se presenta en el caso de la emisión inválida o involuntaria.
3.4.3 Teoría de la creación de Kuntze.
Sostiene que la creación del título de crédito con base en la firma de quien lo extiende, es
suficiente para establecer la existencia del derecho contenido en el título, sin necesidad de
establecer la existencia del derecho contenido en el título, ni averiguar cuál haya sido el negocio,
acto o contrato que pudo originarlo y sin atender a la validez o invalidez de la causa generadora de
la obligación.
Sostiene que el título es válido desde que se crea, pero que las obligaciones que de él
derivan son exigibles en el momento en que entra en circulación, con o sin la voluntad del emisor.
El emitente por virtud de la Ley crea un valor económico que tiene plena validez al entrar
en circulación.
Conforme a esta teoría el título (aún en manos del suscriptor) tiene ya un valor patrimonial y está
en aptitud de llegar a ser fuente de un derecho de crédito (es una obligación sujeta a condición
suspensiva, la cual se realiza al llegar a manos de una persona legitimada).
En contra de esta teoría se argumenta que cuando el suscriptor redacta y suscribe el título no
demuestra todavía su voluntad de obligarse. Sin embargo a este respecto, la Ley interviene para
garantizar la necesaria seguridad del comercio y considera la suscripción como declaración
obligatoria, sin tener en cuenta la voluntad del suscriptor.
Los doctrinarios de nuestro país derivan sus opiniones del texto de la ley cuyo artículo 71 nos dice:
Esto implica que la ley adopta sin duda una teoría unilateral.asi algunos autores consideran:
Cervantes Ahumada opina que la obligatoriedad se basa en la ley y que esta sigue la teoría
de la creación de Kuntze.
Astudillo Ursúa, la teoría correcta es la de Vivante.
La teoría de la creación es aceptada de modo general por la ley mexicana porque en el art. 8° no
establece la posibilidad de que el obligado en un título de crédito oponga al tercero tenedor,
excepciones relativas a vicios de voluntad o a defectos en la creación o emisión del mismo del
título, y porque en su art. ART. 71 la LGTOC dispone que “La suscripción de un titulo al portador
obliga a quien la hace, a cubrirlo a cualquiera que se lo presente, aunque el titulo haya entrado a
la circulación contra la voluntad del suscriptor, o después de que sobrevengan su muerte o
incapacidad.”
Sin embargo el artículo 100 LGTOC parece que sigue la Teoría de la emisión porque dispone que
“se reputa rehusada la aceptación que el girado tacha antes de devolver la letra”.
Es decir, que si el suscriptor anula o revoca su firma mientras el título permanece en sus manos
cesa la obligación.
La Suprema Corte de Justicia ha señalado que cuando el actor es la misma persona con quien el
demandado está vinculado, le podrá oponer las excepciones derivadas de la operación
fundamental de conformidad con el art. 8° fracc XI en relación con el art. 167 de la LGTOC, por
tratarse de excepciones personales, sin que ello implique desconocer el principio de autonomía de
la obligación cartular, porque ésta opera únicamente frente a un tenedor que no esté vinculado
causalmente con el demandado.
Es claro que la voluntad del emisor o suscriptor de un título es suficiente para explicar el
nacimiento del derecho patrimonial incorporado en un título de crédito y que la falta de un
contrato o negocio jurídico no invalida la existencia de un derecho, resultando evidente que
reconociendo la buena fe que debe prevalecer en las relaciones jurídicas, la ley al confiere al
emisor o suscriptor la posibilidad de oponer al beneficiario original las excepciones personales que
deriven de ese acto o negocio jurídico, derecho que no tiene frente a los sucesivos tenedores.
3.5 Excepciones a los Títulos de Crédito.
Son tan especiales estos documentos que incluso su defensa legal se encuentra muy limitada, tan
es así que el artículo 8 de la Ley de Títulos de Crédito sólo considera como posibles defensas en
contra de estos, las siguientes
b) Las que se funden en el hecho de no haber sido el demandado quien firmó el documento.
e) Las fundadas en la omisión de los requisitos y menciones que el título o el acto en él consignado
deben llenar o contener y la ley no presuma expresamente, o que no se hayan satisfecho antes de
la presentación del título para su aceptación o para su pago.
f) La de alteración del texto del documento o de los demás actos que en él consten, sin perjuicio
de que en caso de alteración del texto de un título de crédito, los signatarios posteriores a ella se
obligan según los términos del texto alterado, y los signatarios anteriores, según los términos del
texto original. Cuando no se pueda comprobar si una firma ha sido puesta antes o después de la
alteración, se presume que lo fue antes.
h) Las que se basen en la quita o pago parcial que consten en el texto mismo del documento, o en
el depósito del importe de la letra en el Banco de México a expensas y riesgo del tenedor y sin
obligación de dar aviso a éste.
j) Las de prescripción y caducidad y las que se basen en la falta de las demás condiciones
necesarias para el ejercicio de la acción.
SEGUNDO. Por simple declaración escrita dirigida al tercero con quien habrá de contratar el
representante.
Sin embargo, en ambos casos, la representación no tendrá más límites que los que expresamente
le haya fijado el representado en el instrumento o declaración respectivos.
Ahora la suscripción general se regula por el artículo 3 que señala que todos los que tengan
capacidad legal para contratar, podrán efectuar las operaciones a que se refiere la ley de títulos,
salvo aquellas que requieran concesión o autorización especial, refiriéndose claramente a los
casos del artículo 9.
Por prescripción del artículo 10 de la ley, el que acepte, certifique, otorgue, gire, emita, endose o
por cualquier otro concepto suscriba un título de crédito en nombre de otro sin poder bastante o
sin facultades legales para hacerlo, se obliga personalmente como si hubiera obrado en nombre
propio y, si paga, adquiere los mismos derechos que corresponderían al representado aparente.
Del mismo modo, la ratificación expresa o tácita de los actos a que se refiere el párrafo anterior,
por quien puede legalmente autorizarlos, transfiere al representado aparente, desde la fecha del
acto, las obligaciones que de él nazcan.
Es tácita la ratificación que resulte de actos que necesariamente impliquen la aceptación del acto
mismo por ratificar o de alguna de sus consecuencias. La ratificación expresa puede hacerse en el
mismo título de crédito o en documento diverso.
Así mismo, la Ley de Instituciones de Crédito a través de su artículo 90, establece facultades
cambiarias a sus funcionarios y delegados fiduciarios aún cuando no se establezcan expresamente
esas facultades en sus poderes, los cuales deberán inscribirse en el registro público de comercio
para total efectividad.
Esta se utiliza cuando una persona no sepa o no pueda escribir, para lo que la ley establece que si
necesita girar una letra u otro título de crédito, podrá pedir a un tercero que firme a su ruego,
pero también requiere que firme un corredor, notario u otro fedatario, según los artículos 29
fracción II y 86 de la Ley General de Títulos y Operaciones de Crédito.
La observación que debe hacerse es que la firma a ruego, no sólo se puede utilizar para girador o
endosante, sino también alcanza al girado en una letra de cambio. Igualmente en el pagaré
procede la firma a ruego. En cuanto al cheque, se debe decir que se permite legalmente la firma a
ruego, pero aunque vaya el título firmado por el fedatario, lo más seguro es que el banco no pague
el documento, pues la firma no aparece en los registros del banco.
La teoría de la creación es aceptada de modo general por la ley mexicana porque en el art. 8° no
establece la posibilidad de que el obligado en un título de crédito oponga al tercero tenedor,
excepciones relativas a vicios de voluntad o a defectos en la creación o emisión del mismo del
título, y porque en su art. ART. 71 la LGTOC dispone que “La suscripción de un titulo al portador
obliga a quien la hace, a cubrirlo a cualquiera que se lo presente, aunque el titulo haya entrado a
la circulación contra la voluntad del suscriptor, o después de que sobrevengan su muerte o
incapacidad.”
Sin embargo el artículo 100 LGTOC parece que sigue la Teoría de la emisión porque dispone que
“se reputa rehusada la aceptación que el girado tacha antes de devolver la letra”.
Es decir, que si el suscriptor anula o revoca su firma mientras el título permanece en sus manos
cesa la obligación.
La Suprema Corte de Justicia ha señalado que cuando el actor es la misma persona con quien el
demandado está vinculado, le podrá oponer las excepciones derivadas de la operación
fundamental de conformidad con el art. 8° fracc XI en relación con el art. 167 de la LGTOC, por
tratarse de excepciones personales, sin que ello implique desconocer el principio de autonomía de
la obligación cartular, porque ésta opera únicamente frente a un tenedor que no esté vinculado
causalmente con el demandado.
Es claro que la voluntad del emisor o suscriptor de un título es suficiente para explicar el
nacimiento del derecho patrimonial incorporado en un título de crédito y que la falta de un
contrato o negocio jurídico no invalida la existencia de un derecho, resultando evidente que
reconociendo la buena fe que debe prevalecer en las relaciones jurídicas, la ley al confiere al
emisor o suscriptor la posibilidad de oponer al beneficiario original las excepciones personales que
deriven de ese acto o negocio jurídico, derecho que no tiene frente a los sucesivos tenedores.
En principio cualquier persona que se encuentre dentro de las hipótesis generales de la capacidad
en materia civil (art. 2554), es apta para efectuar actos de comercio, salvo algunas de las
limitaciones especiales establecidas por la ley mercantil (menores de 18 años, mayores que no
estén habilitados o autorizados, o que carezcan de una personalidad especial).
ii.- por simple declaración escrita dirigida al tercero con quien habrá de contratar el representante.
En ambos casos, la representación no tendrá mas limites que los que expresamente le haya fijado
el representado en el instrumento o declaración respectivos.”
Otorgamiento de un poder general para suscribir títulos de crédito, que conste en instrumento
público inscrito en el Registro Público de Comercio. Se ha discutido si el poder que confiere la
facultad para pleitos y cobranzas, actos de administración y actos de dominio es suficiente para
suscribir títulos de crédito, y la respuesta es NO, la facultad para otorgar títulos de crédito debe
ser expresa por razones prácticas y jurídicas, ya que la ejecutividad, fuerza y simplicidad de los
títulos de crédito, así como la autonomía y abstracción los independiza de la causa que les da
origen, y ello impide la oposición de excepciones, socavando la seguridad de quien otorga el poder
y de las personas que contraten con el apoderado.
El art. 85 de la LGTOC hace referencia a esta circunstancia “La facultad de obrar en nombre y por
cuenta de otro no comprende la de obligarlo cambiariamente, salvo lo que dispongan el poder o la
declaración a que se refiere el artículo 9o.
Otorgamiento de un poder especial para suscribir un solo título haciendo del conocimiento de la
persona en cuyo favor ha de extenderse, que ha sido conferida la facultad a determinada persona
para que extienda el título correspondiente. También ocurre en el caso de que para librar cheques
el titular de la cuenta notifique al banco respectivo que autoriza a determinada persona para que
en su representación los suscriba.
Art. 10.- “El que acepte, certifique, otorgue, gire, emita, endose o por cualquier otro concepto
suscriba un titulo de crédito en nombre de otro sin poder bastante o sin facultades legales para
hacerlo, se obliga personalmente como si hubiera obrado en nombre propio y, si paga, adquiere
los mismos derechos que corresponderían al representado aparente.
La ratificación expresa o tacita de los actos a que se refiere el párrafo anterior, por quien puede
legalmente autorizarlos, transfiere al representado aparente, desde la fecha del acto, las
obligaciones que de el nazcan.
Es tacita la ratificación que resulte de actos que necesariamente impliquen la aceptación del acto
mismo por ratificar o de alguna de sus consecuencias. la ratificación expresa puede hacerse en el
mismo titulo de crédito o en documento diverso.”
Art. 11.- “Quien haya dado lugar, con actos positivos o con omisiones graves, a que se crea,
conforme a los usos del comercio, que un tercero esta facultado para suscribir en su nombre
títulos de crédito, no podrá invocar la excepción a que se refiere la fracción III del articulo 8o.
contra el tenedor de buena fe. La buena fe se presume, salvo prueba en contrario, siempre que
concurran las demás circunstancias que en este artículo se expresan.”
Cuestionario III.
10. Explique brevemente qué formalidades se requieren para suscribir u otorgar títulos de crédito.