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La obra en cuestión de este historiador francés, quien ha trabajado en equipo desde hace muchos
años con Robert Darnton, se divide en una breve introducción, ocho capítulos, una conclusión y un
post-scriptum, más notas e índice de nombres propios.
En la Introducción, Chartier inicia señalando cómo "la historia se ha vuelto más circunspecta en la
determinación de las causalidades". Apunta, igualmente, de qué manera a partir del libro Los
orígenes intelectuales de la Revolución Francesa 1715-1787, Daniel Mornet (1967), ha habido un
aporte fundamental en la relectura de este fundamental acontecimiento. El autor deja claro
también que de lo que se trata es "comprender las prácticas y los pensamientos de los franceses
del siglo XVIII", en una nueva revisión.
Robert Chartier inicia el tema recordando la tesis de Mornet acerca de la Revolución Francesa.
Que ésta se originó en las nuevas ideas, estableciendo una directa relación entre Ilustración y
Revolución. Mornet sigue la absoluta linealidad de la historia. Con Foucault habría que atender al
juego de lo discontinuo -apunta Chartier-, reconociendo éste que "no hay aproximación posible a
un problema histórico fuera del discurso historiográfico que lo ha construido". Señala este autor
de qué manera el mismo Mornet se apoya en obras- autores que lo precedieron, como Alexis de
Tocqueville (El antiguo régimen y la revolución, 1856) e Hipólito Taine (El antiguo régimen, 1876),
pensamiento que a su vez entronca en el neo clasicismo. Hay dos lecturas a esta politización: a) el
jacobinismo impulsó el cambio; b) salones, cafés, academias, libros y periódicos son los
fundadores de este nuevo espacio público.
7. Una nueva cultura política.- Para Peter Burke, el periodo comprendido entre los comienzos del
siglo XVI y la Revolución Francesa, va a ser un tiempo de "politización de la cultura popular". Las
obras políticas interesan a aquellos lectores que viven en torno a o de la actividad política. Entre el
pueblo más humilde, prevalecerán no los libros políticos, sino los de religión, brujería, la Biblioteca
Azul, los almanaques... En el trasfondo de las constantes revueltas populares de este periodo
aparece siempre el impuesto real en sus distintas modalidades y, muy ocasionalmente, el asunto
de los diezmos eclesiásticos. La Francia del Este va a ser la más belicosa. Los campesinos van
haciendo el aprendizaje de la política, al inconformarse contra impuestos para reparación de los
castillos de los señores, derechos de selección por la madera comunal, el pago de derechos por el
horno común, etc. Las quejas de parroquias y bailías dan cuenta de ello, entre 1614 y 1789. Va a
haber una politización del mundo delos oficios, donde la huelga no será aún incluida. Los salones
literarios asegurarán a los escritores su admisión en el mundo de los poderosos". Kant dirá que la
religión quiere escapar a la crítica, pero que no puede hacerlo ya que "es necesario que todo se
someta a ésta. Las logias masónicas tendrán mucho que ver en esta nueva forma de concebir el
mundo y la vida. Para 1789, uno de cada veinte ciudadanos será masón. Al Tercer Estado serán
incorporados comerciantes, tenderos y artesanos, al igual que los miembros de las profesiones
liberales. La masonería "seculariza viejos valores o viejos gestos de la cristiandad". Pero todo esto
surge mucho antes de la Revolución. Perfectamente podemos remontamos a 1750. Cambian los
“modos de producir opiniones”, como dirá Bourdieu.
8. Las revoluciones. ¿tienen orígenes culturales?.- Para Chartier, siguiendo a Lawrence Stone, toda
revolución no es un mero "accidente", sino que es resultado de una suma de hechos culturales.
Tuvo que haber una frustración intelectual, "nuevas ideas, nuevos valores" que provocaran el
cambio. Para el mismo Stone, el puritanismo, por su misma rigidez doctrinal, acentuó el problema
del descreimiento; y otro tanto sucedió en el seno de la Iglesia Católica, a partir de la bula
Unigenitus (1713). La lucha entre jansenistas y papistas-jesuitas forma parte de este problema. La
celebración de las virtudes cívicas y la importancia dada al arte -advierte Chartier- impactan la
creencia cristiana, por más que en estricto sentido nada tengan que ver le. una con la otra. Va a
variar el lenguaje y la cultura jurídica, notándose una diferencia marcada entre la ciudad y el
campo. La corte ha perdido su rol de dirección estética, de “imaginario colectivo”. La capital
confisca la actividad intelectual. “El lujo es la gangrena de toda estructura política” (Voltaire).
Naturalmente, todo esto aflore. de manera espectacular y violenta con la revolución. Y esta
"erosión de la autoridad" va a incluir tanto lo civil como lo eclesiástico. En el nuevo régimen se
rejuvenecen las profesiones (más de la mitad de los abogados de Toulouse tienen menos de 40
años en 1789). Las clases intelectuales responsabilizarán al rey, a la corte y a sus ministros de su
situación social. Todo ello debe entenderse como desacralización.