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INTRODUCCIÓN AL RACIONALISMO

Por racionalismo suele entenderse aquella actitud que confiere una importancia y
valor fundamental a la razón. Esta definición no es desatinada, pero es demasiado
general e imprecisa. No basta con decir que se le concede a la razón valor de
fundamento, de principio supremo; es necesario establecer qué se entiende por razón
y respecto de qué se la considera principio.

(Por ejemplo: llamaríamos “racionalismo religioso” a aquella teoría que concede la


primacía a la razón en la fundamentación y formulación de las ideas religiosas,
negándosela a los dogmas y a la fe. El racionalismo religioso construiría una religión
en la que quedarían excluidos todos los dogmas y creencias que no sean estrictamente
racionales.)

A pesar de que pueda recibir distintas acepciones y aplicaciones en distintas esferas,


el término racionalismo se utiliza para designar aquella corriente filosófica del siglo
XVII a la que pertenecen Descartes, Spinoza, Malebranche y Leibniz.

En este caso el racionalismo suele oponerse al empirismo inglés de los siglos XVII
y XVIII. La mejor forma de entender esa oposición es explicando cuál es el origen del
conocimiento. El empirismo sostendrá que todos nuestros conocimientos proceden,
en último término, de los sentidos, de la experiencia sensible. El racionalismo
establece que nuestros conocimientos válidos y verdaderos acerca de la realidad
proceden de la razón, del entendimiento mismo. En la esfera del conocimiento, la
filosofía racionalista del XVII concede la fuente y el origen de éste a la razón.

Para entender perfectamente esta afirmación característica del racionalismo (que


todos nuestros conocimientos válidos y verdaderos acerca de la realidad proceden del
entendimiento mismo) es necesario tener en cuenta el ideal y el método de la ciencia
moderna. El ideal de la ciencia moderna es el sistema deductivo en el que las leyes
se deducen a partir de ciertos principios y conceptos primeros. El problema
fundamental consiste en determinar de dónde provienen las ideas y principios a
partir de los cuales de deducen los teoremas o proposiciones científicas.

Ante este problema sólo caben dos posibilidades:

1. Los principios, ideas y definiciones a partir de las cuales se deduce el resto de


proposiciones científicas proceden de la experiencia sensible, su origen se halla en la
información que nos proporcionan los sentidos. Esta es la respuesta del empirismo.
2. Su origen no se halla en la experiencia sensible, sino que el entendimiento los posee
en sí mismo y por sí mismo. Esta es la respuesta del racionalismo.

Las ideas y principios a partir de los cuales se ha de construir deductivamente nuestro


conocimiento de la realidad no proceden de la experiencia. Los sentidos suministran
información acerca del universo, pero esta información es confusa y, a menudo,
incierta. Los elementos últimos de los que ha de partir el conocimiento científico, las
ideas claras y precisas que han de constituir el punto de partida, no proceden de la
experiencia sino que el entendimiento las posee en sí mismo. Esta teoría racionalista
acerca del origen de las ideas se denomina innatismo, a que sostiene que hay ideas
innatas, connaturales al entendimiento, que no son generalizaciones a partir de la
experiencia sensible.

En resumen, las dos afirmaciones fundamentales del racionalismo acerca del


conocimiento son:

1. Nuestro conocimiento acerca de la realidad puede ser construido deductivamente a


partir de ciertas ideas y principios evidentes.
2. Estas ideas o principios son innatos al entendimiento, éste los posee en sí mismo, al
margen de toda experiencia sensible.

ITINERARIO FILOSÓFICO

1. DESENGAÑO FILOSÓFICO
El primer paso en la filosofía de Descartes reside en el desengaño que le provocan los
estudios realizados. Alabado por sus profesores como un alumno brillante y el mismo
agradecido con dichos profesores, se siente torturado desde su juventud por haber
aceptado una serie de verdades como ciertas, sin haberlas comprobado personalmente.
El propio Descartes lo describe estupendamente en la Primera Parte de su Discurso
del método.

Descartes abandona sus estudios con un profundo desengaño en la mayor parte de las
pretendidas ciencias. Abandona sus estudios y se dedica a “leer en el gran libro del
mundo”, viajando. Hay una ciencia que no desengaña a Descartes, las matemáticas.

2. LA NECESIDAD DE UN MÉTODO

La necesidad de un método en filosofía ya se había sentido en el Renacimiento. Bacon


lo puso de relieve, pero en Descartes constituye una auténtica obsesión. Convencido
de la certeza y seguridad de las matemáticas, quiere emplear en filosofía un método
que tenga la misma seguridad. Admira la certeza, la claridad y la seguridad a la que
llegan los científicos. Al mismo tiempo, detesta la Escolástica decadente que ha
estudiado. Para no incurrir en los mismos errores del pasado, identifica verdad con
certeza. Por esa razón, rechazará todo tipo de conocimiento que sea simplemente
probable, o cualquier idea sobre la que pueda hacerse alguna objeción (cosa que ocurre
continuamente en filosofía, en la que no hay nada que no pueda discutirse). Lo que no
ocurre es en las matemáticas, en las que, una vez resuelto un problema, demostrada
una proposición, no caben opiniones; lo que se obtiene es certeza, saber verdadero en
el que no hay la más mínima sombra de duda. Por ello, el punto de partida de Descartes
será rechazar todos los conocimientos que sólo sean probables, limitándose a aquellos
en los que la dúa no sea posible.
En la búsqueda del método, Descartes admite dos vías de obtener conocimiento:

1. La experiencia, resultado de dos componentes: objetivo -la realidad externa-


y subjetivo -el punto de vista sobre esa realidad, como es la fiabilidad o no de los
sentidos…-; por compuesta, es peligrosa y puede llevarnos a engaño

2. La deducción, que consiste en el paso de una cosa a otra, en el enlace entre dos
cosas. Se la ve -y es correcta- o no se la ve -en cuyo caso no hay deducción.

El error nunca estará en la deducción, sino en la experiencia. Esta deducción se


realiza como un acto del entendimiento y distingue entre deducción e intuición.
La intuición es un acto de la inteligencia pura en la que nada tienen que ver los
sentidos. Es absolutamente simple, por eso más cierta que la deducción misma. Sus
características son la inmediatez y la atemporalidad, no interviene para nada la
memoria (Por ejemplo, un triángulo está delimitado por sólo tres líneas). La deducción
es mediata, sucesiva y requiere de la memoria pra el proceso.

Los primeros principios son captados por intuición, los más alejados sólo pueden
serlo por deducción.

Estos dos actos del entendimiento (intuición y deducción) requieren de un método,


de un camino que asegure su correcto uso y, con él, la eliminación de la duda. Para
buscar la verdad de las cosas es necesario un método.

Por método entiende Descartes “las reglas ciertas y fáciles por cuya observación
exacta se estará seguro de no tomar jamás un error por una verdad, y, sin malgastar
inútilmente las fuerzas del espíritu, sino aumentando su saber por un progreso
continuo, alcanzar el conocimiento verdadero de todo aquello de lo que sea capaz”

Esas reglas se reducen a cuatro y son: evidencia, análisis, síntesis y enumeración.


En realidad, todo el método se reduce a la evidencia: hay que encontrar una evidencia
en la verdad primera de donde se deduzcan las demás, hay que lograr una evidencia
en el proceso y hay que lograr una evidencia en el conjunto del proceso.

Sólo se podrá construir un edificio filosófico sólido, si utilizamos un método que nos
haga llegar, por medio de la deducción, de una verdad cierta a las demás verdades.

El fracaso de los filósofos anteriores está en que no han sabido encontrar ese método
para su reflexión filosófica. Un método que nos haga llegar a la verdad absoluta sin
posibilidad de error.
1. EL MÉTODO EN DESCARTES

1.1. EL PUNTO DE PARTIDA: LA DUDA


METÓDICA
Coherentemente con las exigencias del método que acabamos de ver, Descartes
comienza dudando. Recordad que acaba de decir que no podrá aceptar ninguna cosa
como verdadera si no es absolutamente cierta, o dicho de otro modo, si en ella la duda
no es absolutamente imposible. O, si lo preferís, no admitirá nada en lo que la duda -
por absurda o estúpida que parezca- sea posible. Hemos visto ya con los sofistas y con
Agustín de Hipona el escepticismo y su concepción del conocimiento y de la duda. La
de Descartes no es una duda escéptica, sino <<metódica>>. Utiliza la duda como
método o instrumento para encontrar la verdad -si es que la hay. Eliminando juicios y
prejuicios, el punto de partida de Descartes es poner en duda todo aquello en lo que
ésta sea posible (Únicamente queda a salvo la moral provisional).

MOTIVOS DE DUDA

1. LOS SENTIDOS. Algunas veces nos engañas, nos inducen a error; por lo tanto, no nos
podemos fiar de ellos. No está diciendo que no existan o que todo conocimiento que
proceda de ellos sea falso; simplemente no superan el criterio de certeza cartesiano. Por
lo tanto, se tienen que dejar entre paréntesis, no se pueden utilizar.

EL MUNDO EXTERIOR. REALIDAD.

En este caso Descartes está próximo a la duda escéptica y a una idea muy propia de la
literatura del s. XVII (Shakespeare, El gran teatro del mundo; Calderón de la Barca, La
vida es sueño) en la que el mundo es un gran teatro y en él todo es una farsa. La razón
de dudar del mundo exterior es la siguiente: nosotros aceptamos como real el mundo
exterior simplemente porque se nos impone, porque lo percibimos como real. Sin
embargo, en alguna ocasión, todos nosotros habremos soñado y habremos percibido
como real lo soñado … hasta que nos despertamos y nos damos cuenta del error. La no
distinción, en ocasiones, entre el estado de vigilia y el de sueño, hace que Descartes deje
entre paréntesis también el mundo exterior.

3. LOS PROPIOS RAZONAMIENTOS. Aunque la duda afecte a los sentidos y al mundo


exterior (ya sabéis, es un racionalista), queda el conocimiento obtenido por el
entendimiento, las proposiciones matemáticas que se muestran con claridad y distinción,
con evidencia, perfectamente construidas (2+2=4). Pero… cabe dudar hasta de las
verdades matemáticas porque Descartes propone la hipótesis de un Deus deceptor (Dios
engañador) que habitualmente se traduce (y el mismo Descartes lo utiliza) como genio
maligno (algunos dicen que es un rasgo más de la precaución de Descartes). Si
admitimos la hipótesis (¿por qué no?) entonces efectivamente es posible que ese ser
todopoderoso se dedique a engañarme y a tomar como verdaderas las cosas que no lo son.
La duda se extiende hasta a lo que parecía más seguro.
4. Ah… por cierto. Y si no puedo garantizar la existencia corporal (2) y los razonamientos
realizados (3) por culpa de ese perverso genio maligno ¿el yo está garantizado?. La duda
afecta, por lo tanto, a quien hace todos los razonamientos.

1.2. RESULTADO DE LA DUDA: EL CÓGITO (RES


COGITANS)
Con la duda, Descartes ha eliminado todas las opiniones, ha dejado en suspenso
cualquier cosa que tenemos como cierta (todo, menos las verdades de la fe y las
normas de la moral , acordaos, moral provisional, “para seguir viviendo”). Después
de dudar de todo lo dudable, sólo quedan dos posibilidades:

1. Encontrar algo que sea cierto, de lo que no se pueda dudar

2. Admitir que no hay nada cierto en el mundo

Hay una certeza que resiste todos los ataques de la duda y de la que,
consiguientemente, es imposible dudar: el hecho simultáneo del propio pensamiento
y de la propia existencia. Puedo dudar de todo…pero no puedo dudar de que estoy
dudando; no puedo dudar de mi pensamiento, y mi pensamiento se da porque se da
mi existencia. Mi pensamiento y mi existencia los percibo simultáneamente.

Puedo pensar que no existe Dios, que no existe el mundo, las cosas… Pero no puedo
pensar que yo, que pienso estas cosas, no existo al mismo tiempo que las pienso. Es
posible que las cosas sean falsas, o que no existan; pero yo las pienso; y eso es
absolutamente cierto, de eso no puedo dudar, no puedo dudar de que las pienso. (No
me ha entrado un ataque de egolatría, sólo puedo utilizar la primera persona de
singular)

Para dudar hace falta pensar, y para pensar hace falta existir. Aunque todo sea falso,
tengo que admitir que yo, que a lo mejor me engaño al pensar estas cosas, soy un ser
que pienso, y por lo tanto, un ser que existe. Esa realidad puede con todas las dudas.

En el cogito ergo sum encuentra Descartes el principio buscado. La


idea clara y distinta. La base firme para construir todo el edificio de la filosofía, la
gran base que va a servir de fundamento para deducir de ella todas las demas
verdades. (En Agustín de Hipona vimos un análisis semejante cuando afirmaba
“¿Pues qué si te engañas?; si me engaño soy”)

1.3. ANÁLISIS DEL COGITO ERGO SUM


Hay dos elementos claros: pensar y existir.

PENSAR: No es un puro acto mental; es un conjunto de cosas “Qué es una cosa que
piensa? Es una cosa que duda, entiende, concibe, afirma, niega, quiere, no quiere, y
también imagina y siente”
EXISTIR: Descartes parte de la propia interioridad, de los pensamientos que
descubre en sí mismo, y a partir de ahí llega a la existencia: el yo como pensamiento
que existe.

Características del cógito

1. No es un silogismo del tipo “Todo el que piensa, existe; yo pienso, luego existo”. Es
una INTUICIÓN: intuyo la conexión necesaria entre mi pensar y mi existir. Intuyo, sin
ninguna deducción, la imposibilidad de mi pensar sin mi existir.
2. Es una IDEA CLARA Y DISTINTA. Es una idea que se impone
con EVIDENCIA inmediata, sin ningún razonamiento. Es una experiencia directa que
se me manifiesta sin oscuridad, sin dificultad.
3. Es una VERDAD INMUTABLE: Es una verdad de la que no se puede dudar. En ella
Descartes quiere asentar todo el edificio de la filosofía. Es el primer juicio existencial
seguro y evidente, absolutamente verdadero, y el más seguro. De esta verdad no se
puede dudar. Se puede dudar de que Dios exista o de que exista el mundo, pero nadie
puede dudar de su propia existencia.

1.4. ANÁLISIS Y CLASIFICACIÓN DE LAS IDEAS


A) LAS IDEAS, OBJETO DEL PENSAMIENTO

Tenemos una verdad absolutamente cierta: la existencia del yo como sujeto pensante.
Esa existencia indubitable del yo no implica la existencia de ninguna otra realidad.

Por ejemplo “yo pienso que el mundo existe”: tal vez el mundo no exista, lo único
absolutamente seguro es que yo pienso que el mundo existe.

¿Cómo demostrar la existencia de una realidad extramental, exterior al pensamiento?


¿Cómo conseguir la certeza de que existe algo además de mi pensamiento, exterior a
él?

A Descartes no le queda más remedio que afirmar/deducir la existencia de la realidad


a partir de la existencia del pensamiento. Así lo exige el ideal deductivo: puesto que
la primera verdad es “yo pienso”, del “yo pienso” han de extraerse todos los
conocimientos, incluido el de las realidades extramentales.

¿Con qué elementos contamos para ello?

1. El pensamiento como actividad (yo pienso)


2. Las IDEAS que piensa ese yo

Volvamos al ejemplo “yo pienso que el mundo existe”:

1. El yo que piensa, cuya existencia es indudable


2. El mundo como realidad exterior al pensamiento, cuya existencia es problemática y dudosa.
3. Las ideas de “mundo” y de “existencia” ya que si no las poseyera no podría pensar que el mundo
existe.

De este análisis Descartes concluye que el pensamiento piensa siempre ideas. El


concepto “idea” cambia con respecto al pensamiento anterior, lo que convierte a
Descartes en el primer filósofo moderno. En la filosofía anterior, el pensamiento no
recae sobre las ideas, sino directamente sobre las cosas: si yo pienso que el mundo
existe, estoy pensando en el mundo y no en mi idea de mundo. Para Descartes, el
pensamiento no recae directamente sobre las cosas, sino sobre las ideas: yo pienso no
en el mundo, sino en la idea de mundo. Y ¿cómo garantizar que a la idea de mundo
corresponde una realidad: el mundo?

B) LA IDEA COMO REALIDAD OBJETIVA Y COMO ACTO MENTAL

La afirmación de que el objeto del pensamiento son las ideas lleva a Descartes a
diferenciar dos aspectos en ellas:

1. Las ideas como ACTOS MENTALES (“modos de pensamiento” en terminología cartesiana).


En este sentido todas tienen la misma realidad, o mejor dicho, todas son igualmente actos
mentales. Piense yo en un árbol, un unicornio o en el pensamiento, todas ellas son ideas, actos
mentales.
2. Las ideas en cuanto poseen un CONTENIDO OBJETIVO, MODO DE SER POR
REPRESENTACIÓN; en este sentido, su realidad es diferente. Las ideas, en este sentido, tienen
distintos grados de perfección. La idea de ángel es más perfecta que la idea de pizarra, y la idea
de pizarra es más perfecta que la idea de verde. Descartes distingue tres tipos de ideas
atendiendo a su realidad objetiva:

IDEAS ADVENTICIAS

: Aquellas que parecen provenir de nuestra experiencia externa. Idea de hombre, de


árbol, de amarillo, etc…

• IDEAS FACTICIAS: Aquellas ideas que construye la mente a partir de otras ideas. Idea
de unicornio, caballo con cuerno.
• IDEAS INNATAS: Ni proceden de la experiencia externa ni son construidas por mí. El
entendimiento las posee por sí mismo, las tiene por naturaleza. Son ideas innatas las de
pensamiento y existencia: pienso, entonces soy, existo. Estas son las ideas CLARAS Y
DISTINTAS.

(TERCERA MEDITACIÓN

Sobre estas conside raciones está pensada la Tercera Meditación, sin duda la más
compleja … y justamente la que vosotros tenéis que leer; por lo tanto, haré un análisis
más pormenorizado
Hasta este momento sólo tenemos una evidencia, lo único claro y distinto: el cógito.
En esta meditación, Descartes quiere alcanzar otra u otras certezas que le permitan
escapar del solipsismo. (Por cierto, algunos autores dicen que es aquí donde tendría
que haber acabado su filosofía). El procedimiento para hallar alguna otra verdad (si
es que la hay) será invalidar las razones de la duda, especialmente la de ese dios
todopoderoso y a la vez maligno. Si eliminamos esta hipótesis, los principios y las
deducciones de las matemaricas escaparían de la oscuridad y confusión (vamos, que
serían claras y distintas), tendrían la misma certeza que el cógito. Y sólo hay una
forma de eliminar al dichoso genio maligno: demostrar la existencia de Dios. Y, por
cierto, esa demostración de la existencia de Dios sólo puede derivar de los contenidos
del pensamiento, y éstos son:

1. imágenes de las cosas


2. afecciones: quiero, temo, etc…
3. juicios: sólo a estos se les puede atribuir verdad o falsedad. Nos equivocamos o
acertamos cuando juzgamos que una imagen presente en nuestro pensamiento es una
representación, es decir, corresponde a algo exterior que viene a ser lo representado. Me
explico: Pensemos en la idea de “pizarra”. Ningún problema. Pero sobre ella podemos
emitir un juicio: “A la idea de pizarra que tengo ahora en mi mente le corresponde una
pizarra objetiva” Ahí está el problema. ¿Qué nos mueve a emitir juicios de este tipo?:

Inclinación natural. ¿Quién de vosotros dudaría de que a la idea de pizarra que tenéis
ahora mismo le corresponde una pizarra? Sin embargo, no es una razón suficientemente
sólida sino una impresión ingenua, sin actitud crítica. Por inclinación natural también
podríamos pensar que la Tierra no se mueve. Muy lejos, por tanto, esta inclinación
natural de la luz natural del cógito.

El sentimiento de que estas ideas no dependen de nuestra voluntad sino que se imponen,
lo cual parece indiscutible cuando la imagen se corresponde con una presencia empírica
-por ejemplo, el calor y el fuego-. ¿Si queréis podéis hacer que desaparezca y aparezca
la pizarra colgada de la pared a vuestro antojo? A Descartes no le parece suficiente
porque cuando soñamos también se forman sin presencia objetiva de lo que pretenden
representar.

• Hay otra vía de explorar si alguna de las ideas que poseemos corresponden a cosas
exteriores a nosotros, la relación de causalidad: la causa tiene tanta realidad como
el efecto.

Toda idea es representación, no necesariamente del mundo exterior que hemos puesto
entre paréntesis, pero representación de aquello de que proviene, su causa. Esa causa
de la que proviene la idea será ideal o no en función de que a su vez sea no no
representante de otra causa. Dicho de otro modo: dejará de haber idea en el momento
en que encontremos algo que a nadie representa.

Hemos visto en la clasificación de las ideas como Descartes llama “objetivo” al modo
de ser por representación; el opuesto será el “formal” (aquel ser que a nadie representa,
aquel que en su emerger es afirmación de sí). Ninguna idea es formal ya que formales
sólo pueden ser las causas de las ideas, siempre y cuando se trate de causas que no
sean causadas.

De forma sencilla: Descartes sólo tiene el cógito y busca algo que no sea una idea; sin
embargo, tiene que buscarlo dentro de las ideas mismas (¡no hay otra vía de
exploración!). Lo que busca es una idea “paradójica“, una idea que en su mismo
aparecer deje de serlo, el arquetipo. ¿Cómo? Buscando entre las ideas una que no
tenga su causa en algo cuyo modo de ser sea objetivo o por representación. A la
búsqueda de tal idea, Descartes hace un repaso de los contenidos de conciencia:

1. Ideas de hombre similares al yo empírico de Descartes


2. Ideas de animales
3. Ideas de ángeles
4. Ideas de cosas corpóreas e inanimadas
5. Idea de Dios

Las ideas 1, 2, 3 y 4 pueden tener su causa en los contenidos del cógito, la idea de
Dios no, debido al atributo de la infinitud. Dios es infinito; por lo tanto, la idea de
Dios no puede proceder del pensamiento (lo único que soy por ahora) ya que es finito
y, como hemos dicho al principio, lo que está en el efecto ha de encontrarse en la
causa. Por lo tanto, yo no podría tener la idea de infinito si no la hubiera puesto en mí
un ser infinito, Dios.

A partir de la idea de Infinito (Dios), idea innata, clara y distinta, Descartes elabora el
segundo argumento o demostración de la existencia de Dios, fundado en la
imperfección de mí mismo y en la contingencia o debilidad de mi propio ser. De
forma elemental y clara:

1. De lo único que estoy seguro es de que soy un ser pensante; de todo lo demás, dudo.
2. Puesto que dudo, soy un ser limitado e imperfecto porque sería más perfecto no dudar,
tener certeza de las cosas. Me doy cuenta -puesto que dudo- de que soy un ser finito.
3. No sería posible tener el concepto de lo finito sin la idea de lo infinito, de lo perfecto:
lo finito es la negación de lo infinito.
4. Ahora bien ¿de dónde procede o me viene la idea de infinitud?

– No viene de la nada: de la nada, nada procede.

-No de mí mismo: yo soy finito, y de lo finito no puede venir la idea de infinito;


admitir eso equivale a admitir que de la nada procede algo.

-Luego, la idea de infinito sólo puede proceder de un ser infinito, de Dios. Por lo tanto,
Dios existe.)
1.6. LA EXISTENCIA DE DIOS (RES INFINITA)
Hasta este momento sólo tenemos una evidencia, lo único claro y distinto:
el cógito. Descartes quiere alcanzar otra u otras certezas que le permitan escapar
del solipsismo. (Por cierto, algunos autores dicen que es aquí donde tendría que haber
acabado su filosofía). El procedimiento para hallar alguna otra verdad (si es que la
hay) será invalidar las razones de la duda, especialmente la de ese dios todopoderoso
y a la vez maligno. Si eliminamos esta hipótesis, los principios y las deducciones de
las matemaricas escaparían de la oscuridad y confusión (vamos, que serían claras y
distintas), tendrían la misma certeza que el cógito. Y sólo hay una forma de eliminar
al dichoso genio maligno: demostrar la existencia de Dios.

Descartes realiza tres demostraciones de la existencia de Dios. La más fundamentada


y típica del racionalismo, la que contiene mejor su pensamiento, es la basada en el
argumento ontológico de San Anselmo.

1ª. Prueba ontológica, basada en el argumento ontológico de San Anselmo. (Quinta


meditación). Es verdadero aquello que percibimos de forma clara y distinta. Al
concebir la idea de una cosa percibimos también sus cualidades esenciales. (De un
triángulo percibimos clara y distintamente que la suma de sus ángulos es dos rectos y
esta suma se encuentra necesariamente incluida en la idea de triángulo). En la idea
objetiva se encuentra su existencia aunque sólo como posibilidad. Sin embargo, al
obervar la idea de un Ser perfecto (clara y distinta como la de triángulo) se observa
que en esa idea se encuentra contenida la existencia no como posibilidad sino de forma
necesaria y actual. La razón (recordaréis que vimos el argumento con Tomás de
Aquino) es que si no existiera tendríamos que admitir una contradicción: Admitimos
primero que es el Ser perfecto y después decimos que no existe más que en el
pensamiento, lo que implicaría imperfección, ya que no tendría esa existencia
necesaria y actual. La idea de Ser Perfecto, la idea de Dios, incluye la existencia
necesaria. O dicho de otra forma: si tengo la idea de un ser perfecto tiene que existir
porque, si no, su misma idea implicaría contradicción al ser perfecto e imperfecto a la
vez (si le falta la existencia).

2ª . Recoge algunos aspectos de las vías tomistas de los grados de perfección y de la


causalidad. La diferencia fundamental está, como es lógico, en el punto de partida.
Tomás de Aquino partía de un hecho de experiencia, observable por los
sentidos. (Tercera Meditación). Descartes parte de la idea de ser perfecto (recordad
perfecto=infinito) que encontramos en nuestra mente. Como la causa tiene que tener
tanta realidad como el efecto, yo no puedo ser la causa de esa idea; por lo tanto, tiene
que haber una realidad actual con (por lo menos) el mismo grado de perfección; es
decir, Dios.

3ª. (Tercera Meditación). Basada en la imperfección y contingencia de mi propio ser.


Como en las dos anterioresparte de la idea de un ser perfecto (recordad
perfecto=infinito). Sin embargo, me descubro a mí mismo imperfecto de tal modo que
yo no puedo ser la causa de mi mismo. Y también me descubro contingente, de tal
modo que no puedo ser la causa de que siga existiendo. Por lo tanto, tiene que haber
un ser que me ha producido y me conserva y que tiene en sí esas perfecciones.
La existencia de Dios en Descartes, como ya vimos al principio, suscita muchos
debates. Los más extremos dicen que la única razón que lleva a Descartes a demostrar
la existencia de Dios es la precaución y el miedo que persigue toda la obra de
Descartes a una acusación de ateísmo -de las que no se libró, a pesar de todo: Cuando
propone la hipótesis del genio maligno elimina la evidencia de las matemáticas y
cuando demuestra la existencia de Dios este le sirve para garantizar la evidencia de
las matemáticas. Luego, si no hubiese propuesto la existencia de un genio maligno, no
habría tenido que demostrar la existencia de Dios. Al margen de esta
consideración las argumentaciones de Descartes adolecen de lo que ha venido en
llamarse círculo vicioso: Dios fundamentará el criterio de verdad, pero, para dar ese
fundamento, el criterio de verdad tiene que aplicársele previamente a Dios.

1.7. LA EXISTENCIA DEL MUNDO (RES EXTENSA)

Puesto que Dios existe y es infinitamente bueno y veraz, no puede permitir que me
engañe al creer que el mundo existe; luego, el mundo existe. Dios es la garantía de
que a mis ideas corresponde un mundo, una realidad extramental. No obstante, Dios
no garantiza que a todas mis ideas corresponda una realidad experimental. Lo que
Dios garantiza es la existencia de un mundo constituido exclusivamente por la
extensión y el movimiento. A partir de estas ideas de extensión y movimiento,
Descartes deducirá toda su Física. Recordad que las ideas claras y distintas (evidencia)
de las matemáticas se habían disipado con la aparición del dios engañador. Lo que
Dios garantiza es la validez de las leyes del entendimiento para el mundo. Por lo tanto,
cuando uso correctamente el entendimiento puedo estar seguro y obtener certeza. Pero
de lo que tengo certeza es de lo matemáticamente formulable, lo cuantificable, la pura
extensión. Del mundo externo sólo puedo conocer lo cuantificable (la extensión), las
cualidades no son cuantificables, luego quedan descartadas.

2. LA REALIDAD EN DESCARTES
Fruto de la aplicación de la duda metódica y usando la regla de
la claridad y distinción, la realidad queda estructurada en tres
ámbitos: DIOS, PENSAMIENTO, EXTENSIÓN. Estas tres realidades son
caracterizadas como sustancias.

La definición de sustancia y su clasificación se convertirá en una de las claves del


pensamiento racionalista y de la nueva física. Aunque da varias definiciones, la más
extendida y famosa es la siguiente:

“aquello que existe de tal modo que no necesita de ninguna otra cosa para existir”

En rigor, esta definición sólo podría aplicarse a Dios. Por analogía, se puede decir
también de lo creado, siempre que para existir no necesite de otra cosa creada.
Cada sustancia tiene un atributo que le es propio, entendiendo por atributo aquello
por lo cual una sustancia se distingue de otras y es pensada en sí mismo. Los atributos
esenciales son los que constituyen su naturaleza y esencia, de la cual dependen los
demás atributos. Son inmutables e inseparables. Junto a los atributos esenciales están
los modos que son modificaciones de los atributos que afectan a la sustancia.

Por el método se han obtenido tres sustancias, tantas cuantas ideas claras y distintas
puede concebir la mente:

1. SUSTANCIA EN SENTIDO ESTRICTO: DIOS (RES INFINITA).


Atributos: eternidad, inmutabilidad, omnisciencia, omnipotencia, etc… Es evidente
que carece de modos.

2. SUSTANCIA CREADA QUE PIENSA: RES COGITANS. Atributo:


pensamiento. Modos: entendimiento, imaginación, memoria, sensaciones, deseos,
voluntad. También la denomina ALMA, CONCIENCIA, YO, PENSAMIENTO,
SUJETO. Es simple -no divisible- y por eso inmortal.
Percepción de un fenómeno físico. Tratado del hombre

3. SUSTANCIA CREADA QUE NO PIENSA: RES EXTENSA. Atributo:


extensión. Modos: figura y movimiento. También denominada SUSTANCIA
CORPÓREA (CUERPOS) y MUNDO. Al ser el atributo de los cuerpos la
magnitud o extensión en longitud, anchura y profundidad, y sus modos la figura y el
movimiento, quedan al margen los olores, sabores, textura, etc… De ellos indicará
que no son más que sentimientos que no tienen ninguna existencia fuera de mi
pensamiento. Por ejemplo, el dolor no depende del cuerpo que lo causa: sea una flecha
o una bala, producen el mismo dolor. Descartes distingue dos tipos de cualidades en
los cuerpos:

1. Cualidades primarias que derivan de la realidad fundamental: la figura y el


movimiento. Son objetivas y se hallan, realmente, en los cuerpos. Su conocimiento se
logra a través de la magnitud medible, pues caen bajo el ámbito del orden y
la medida (matemáticas)
2. Cualidades secundarias: subjetivas, producidas por la acción mecánica de los
cuerpos. Son las atribuidas a los sentidos: olor, sabor, etc…

Un conocimiento cierto sólo puede tratar de cualidades primarias y constituyen el


objetivo de la geometría, a lo que se reduce, en último término la ciencia cartesiana.

INTERACCIÓN ALMA-CUERPO

Es una cuestión fundamental en el caso de las sustancias creadas y el quebradero de


cabeza para todos los racionalistas. Descartes deja bien clara la diferencia entre alma
y cuerpo. Al alma, sólo le pertenece el pensar, mientras que el cuerpo es extensión
que puede modificarse por la figura y el movimiento. El cuerpo se reduce a una
máquina regida por las leyes de la física, y la analogía con el reloj es típica para
expresar esta idea. La vida se reducirá a movimiento mecánico; en particular, en los
animales que carecen de alma o pensamiento. Es la física mecanicista. Los cuerpos
son autómatas y, el cuerpo humano, también.

En el caso del ser humano, Descartes tiene que superar esa radical separación.
Mantiene que el alma está unida a todo el cuerpo aunque luego la sitúa en la glándula
pineal, desde donde ejerce sus funciones.

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