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Por racionalismo suele entenderse aquella actitud que confiere una importancia y
valor fundamental a la razón. Esta definición no es desatinada, pero es demasiado
general e imprecisa. No basta con decir que se le concede a la razón valor de
fundamento, de principio supremo; es necesario establecer qué se entiende por razón
y respecto de qué se la considera principio.
En este caso el racionalismo suele oponerse al empirismo inglés de los siglos XVII
y XVIII. La mejor forma de entender esa oposición es explicando cuál es el origen del
conocimiento. El empirismo sostendrá que todos nuestros conocimientos proceden,
en último término, de los sentidos, de la experiencia sensible. El racionalismo
establece que nuestros conocimientos válidos y verdaderos acerca de la realidad
proceden de la razón, del entendimiento mismo. En la esfera del conocimiento, la
filosofía racionalista del XVII concede la fuente y el origen de éste a la razón.
ITINERARIO FILOSÓFICO
1. DESENGAÑO FILOSÓFICO
El primer paso en la filosofía de Descartes reside en el desengaño que le provocan los
estudios realizados. Alabado por sus profesores como un alumno brillante y el mismo
agradecido con dichos profesores, se siente torturado desde su juventud por haber
aceptado una serie de verdades como ciertas, sin haberlas comprobado personalmente.
El propio Descartes lo describe estupendamente en la Primera Parte de su Discurso
del método.
Descartes abandona sus estudios con un profundo desengaño en la mayor parte de las
pretendidas ciencias. Abandona sus estudios y se dedica a “leer en el gran libro del
mundo”, viajando. Hay una ciencia que no desengaña a Descartes, las matemáticas.
2. LA NECESIDAD DE UN MÉTODO
2. La deducción, que consiste en el paso de una cosa a otra, en el enlace entre dos
cosas. Se la ve -y es correcta- o no se la ve -en cuyo caso no hay deducción.
Los primeros principios son captados por intuición, los más alejados sólo pueden
serlo por deducción.
Por método entiende Descartes “las reglas ciertas y fáciles por cuya observación
exacta se estará seguro de no tomar jamás un error por una verdad, y, sin malgastar
inútilmente las fuerzas del espíritu, sino aumentando su saber por un progreso
continuo, alcanzar el conocimiento verdadero de todo aquello de lo que sea capaz”
Sólo se podrá construir un edificio filosófico sólido, si utilizamos un método que nos
haga llegar, por medio de la deducción, de una verdad cierta a las demás verdades.
El fracaso de los filósofos anteriores está en que no han sabido encontrar ese método
para su reflexión filosófica. Un método que nos haga llegar a la verdad absoluta sin
posibilidad de error.
1. EL MÉTODO EN DESCARTES
MOTIVOS DE DUDA
1. LOS SENTIDOS. Algunas veces nos engañas, nos inducen a error; por lo tanto, no nos
podemos fiar de ellos. No está diciendo que no existan o que todo conocimiento que
proceda de ellos sea falso; simplemente no superan el criterio de certeza cartesiano. Por
lo tanto, se tienen que dejar entre paréntesis, no se pueden utilizar.
En este caso Descartes está próximo a la duda escéptica y a una idea muy propia de la
literatura del s. XVII (Shakespeare, El gran teatro del mundo; Calderón de la Barca, La
vida es sueño) en la que el mundo es un gran teatro y en él todo es una farsa. La razón
de dudar del mundo exterior es la siguiente: nosotros aceptamos como real el mundo
exterior simplemente porque se nos impone, porque lo percibimos como real. Sin
embargo, en alguna ocasión, todos nosotros habremos soñado y habremos percibido
como real lo soñado … hasta que nos despertamos y nos damos cuenta del error. La no
distinción, en ocasiones, entre el estado de vigilia y el de sueño, hace que Descartes deje
entre paréntesis también el mundo exterior.
Hay una certeza que resiste todos los ataques de la duda y de la que,
consiguientemente, es imposible dudar: el hecho simultáneo del propio pensamiento
y de la propia existencia. Puedo dudar de todo…pero no puedo dudar de que estoy
dudando; no puedo dudar de mi pensamiento, y mi pensamiento se da porque se da
mi existencia. Mi pensamiento y mi existencia los percibo simultáneamente.
Puedo pensar que no existe Dios, que no existe el mundo, las cosas… Pero no puedo
pensar que yo, que pienso estas cosas, no existo al mismo tiempo que las pienso. Es
posible que las cosas sean falsas, o que no existan; pero yo las pienso; y eso es
absolutamente cierto, de eso no puedo dudar, no puedo dudar de que las pienso. (No
me ha entrado un ataque de egolatría, sólo puedo utilizar la primera persona de
singular)
Para dudar hace falta pensar, y para pensar hace falta existir. Aunque todo sea falso,
tengo que admitir que yo, que a lo mejor me engaño al pensar estas cosas, soy un ser
que pienso, y por lo tanto, un ser que existe. Esa realidad puede con todas las dudas.
PENSAR: No es un puro acto mental; es un conjunto de cosas “Qué es una cosa que
piensa? Es una cosa que duda, entiende, concibe, afirma, niega, quiere, no quiere, y
también imagina y siente”
EXISTIR: Descartes parte de la propia interioridad, de los pensamientos que
descubre en sí mismo, y a partir de ahí llega a la existencia: el yo como pensamiento
que existe.
1. No es un silogismo del tipo “Todo el que piensa, existe; yo pienso, luego existo”. Es
una INTUICIÓN: intuyo la conexión necesaria entre mi pensar y mi existir. Intuyo, sin
ninguna deducción, la imposibilidad de mi pensar sin mi existir.
2. Es una IDEA CLARA Y DISTINTA. Es una idea que se impone
con EVIDENCIA inmediata, sin ningún razonamiento. Es una experiencia directa que
se me manifiesta sin oscuridad, sin dificultad.
3. Es una VERDAD INMUTABLE: Es una verdad de la que no se puede dudar. En ella
Descartes quiere asentar todo el edificio de la filosofía. Es el primer juicio existencial
seguro y evidente, absolutamente verdadero, y el más seguro. De esta verdad no se
puede dudar. Se puede dudar de que Dios exista o de que exista el mundo, pero nadie
puede dudar de su propia existencia.
Tenemos una verdad absolutamente cierta: la existencia del yo como sujeto pensante.
Esa existencia indubitable del yo no implica la existencia de ninguna otra realidad.
Por ejemplo “yo pienso que el mundo existe”: tal vez el mundo no exista, lo único
absolutamente seguro es que yo pienso que el mundo existe.
La afirmación de que el objeto del pensamiento son las ideas lleva a Descartes a
diferenciar dos aspectos en ellas:
IDEAS ADVENTICIAS
• IDEAS FACTICIAS: Aquellas ideas que construye la mente a partir de otras ideas. Idea
de unicornio, caballo con cuerno.
• IDEAS INNATAS: Ni proceden de la experiencia externa ni son construidas por mí. El
entendimiento las posee por sí mismo, las tiene por naturaleza. Son ideas innatas las de
pensamiento y existencia: pienso, entonces soy, existo. Estas son las ideas CLARAS Y
DISTINTAS.
(TERCERA MEDITACIÓN
Sobre estas conside raciones está pensada la Tercera Meditación, sin duda la más
compleja … y justamente la que vosotros tenéis que leer; por lo tanto, haré un análisis
más pormenorizado
Hasta este momento sólo tenemos una evidencia, lo único claro y distinto: el cógito.
En esta meditación, Descartes quiere alcanzar otra u otras certezas que le permitan
escapar del solipsismo. (Por cierto, algunos autores dicen que es aquí donde tendría
que haber acabado su filosofía). El procedimiento para hallar alguna otra verdad (si
es que la hay) será invalidar las razones de la duda, especialmente la de ese dios
todopoderoso y a la vez maligno. Si eliminamos esta hipótesis, los principios y las
deducciones de las matemaricas escaparían de la oscuridad y confusión (vamos, que
serían claras y distintas), tendrían la misma certeza que el cógito. Y sólo hay una
forma de eliminar al dichoso genio maligno: demostrar la existencia de Dios. Y, por
cierto, esa demostración de la existencia de Dios sólo puede derivar de los contenidos
del pensamiento, y éstos son:
Inclinación natural. ¿Quién de vosotros dudaría de que a la idea de pizarra que tenéis
ahora mismo le corresponde una pizarra? Sin embargo, no es una razón suficientemente
sólida sino una impresión ingenua, sin actitud crítica. Por inclinación natural también
podríamos pensar que la Tierra no se mueve. Muy lejos, por tanto, esta inclinación
natural de la luz natural del cógito.
El sentimiento de que estas ideas no dependen de nuestra voluntad sino que se imponen,
lo cual parece indiscutible cuando la imagen se corresponde con una presencia empírica
-por ejemplo, el calor y el fuego-. ¿Si queréis podéis hacer que desaparezca y aparezca
la pizarra colgada de la pared a vuestro antojo? A Descartes no le parece suficiente
porque cuando soñamos también se forman sin presencia objetiva de lo que pretenden
representar.
• Hay otra vía de explorar si alguna de las ideas que poseemos corresponden a cosas
exteriores a nosotros, la relación de causalidad: la causa tiene tanta realidad como
el efecto.
Toda idea es representación, no necesariamente del mundo exterior que hemos puesto
entre paréntesis, pero representación de aquello de que proviene, su causa. Esa causa
de la que proviene la idea será ideal o no en función de que a su vez sea no no
representante de otra causa. Dicho de otro modo: dejará de haber idea en el momento
en que encontremos algo que a nadie representa.
Hemos visto en la clasificación de las ideas como Descartes llama “objetivo” al modo
de ser por representación; el opuesto será el “formal” (aquel ser que a nadie representa,
aquel que en su emerger es afirmación de sí). Ninguna idea es formal ya que formales
sólo pueden ser las causas de las ideas, siempre y cuando se trate de causas que no
sean causadas.
De forma sencilla: Descartes sólo tiene el cógito y busca algo que no sea una idea; sin
embargo, tiene que buscarlo dentro de las ideas mismas (¡no hay otra vía de
exploración!). Lo que busca es una idea “paradójica“, una idea que en su mismo
aparecer deje de serlo, el arquetipo. ¿Cómo? Buscando entre las ideas una que no
tenga su causa en algo cuyo modo de ser sea objetivo o por representación. A la
búsqueda de tal idea, Descartes hace un repaso de los contenidos de conciencia:
Las ideas 1, 2, 3 y 4 pueden tener su causa en los contenidos del cógito, la idea de
Dios no, debido al atributo de la infinitud. Dios es infinito; por lo tanto, la idea de
Dios no puede proceder del pensamiento (lo único que soy por ahora) ya que es finito
y, como hemos dicho al principio, lo que está en el efecto ha de encontrarse en la
causa. Por lo tanto, yo no podría tener la idea de infinito si no la hubiera puesto en mí
un ser infinito, Dios.
A partir de la idea de Infinito (Dios), idea innata, clara y distinta, Descartes elabora el
segundo argumento o demostración de la existencia de Dios, fundado en la
imperfección de mí mismo y en la contingencia o debilidad de mi propio ser. De
forma elemental y clara:
1. De lo único que estoy seguro es de que soy un ser pensante; de todo lo demás, dudo.
2. Puesto que dudo, soy un ser limitado e imperfecto porque sería más perfecto no dudar,
tener certeza de las cosas. Me doy cuenta -puesto que dudo- de que soy un ser finito.
3. No sería posible tener el concepto de lo finito sin la idea de lo infinito, de lo perfecto:
lo finito es la negación de lo infinito.
4. Ahora bien ¿de dónde procede o me viene la idea de infinitud?
-Luego, la idea de infinito sólo puede proceder de un ser infinito, de Dios. Por lo tanto,
Dios existe.)
1.6. LA EXISTENCIA DE DIOS (RES INFINITA)
Hasta este momento sólo tenemos una evidencia, lo único claro y distinto:
el cógito. Descartes quiere alcanzar otra u otras certezas que le permitan escapar
del solipsismo. (Por cierto, algunos autores dicen que es aquí donde tendría que haber
acabado su filosofía). El procedimiento para hallar alguna otra verdad (si es que la
hay) será invalidar las razones de la duda, especialmente la de ese dios todopoderoso
y a la vez maligno. Si eliminamos esta hipótesis, los principios y las deducciones de
las matemaricas escaparían de la oscuridad y confusión (vamos, que serían claras y
distintas), tendrían la misma certeza que el cógito. Y sólo hay una forma de eliminar
al dichoso genio maligno: demostrar la existencia de Dios.
Puesto que Dios existe y es infinitamente bueno y veraz, no puede permitir que me
engañe al creer que el mundo existe; luego, el mundo existe. Dios es la garantía de
que a mis ideas corresponde un mundo, una realidad extramental. No obstante, Dios
no garantiza que a todas mis ideas corresponda una realidad experimental. Lo que
Dios garantiza es la existencia de un mundo constituido exclusivamente por la
extensión y el movimiento. A partir de estas ideas de extensión y movimiento,
Descartes deducirá toda su Física. Recordad que las ideas claras y distintas (evidencia)
de las matemáticas se habían disipado con la aparición del dios engañador. Lo que
Dios garantiza es la validez de las leyes del entendimiento para el mundo. Por lo tanto,
cuando uso correctamente el entendimiento puedo estar seguro y obtener certeza. Pero
de lo que tengo certeza es de lo matemáticamente formulable, lo cuantificable, la pura
extensión. Del mundo externo sólo puedo conocer lo cuantificable (la extensión), las
cualidades no son cuantificables, luego quedan descartadas.
2. LA REALIDAD EN DESCARTES
Fruto de la aplicación de la duda metódica y usando la regla de
la claridad y distinción, la realidad queda estructurada en tres
ámbitos: DIOS, PENSAMIENTO, EXTENSIÓN. Estas tres realidades son
caracterizadas como sustancias.
“aquello que existe de tal modo que no necesita de ninguna otra cosa para existir”
En rigor, esta definición sólo podría aplicarse a Dios. Por analogía, se puede decir
también de lo creado, siempre que para existir no necesite de otra cosa creada.
Cada sustancia tiene un atributo que le es propio, entendiendo por atributo aquello
por lo cual una sustancia se distingue de otras y es pensada en sí mismo. Los atributos
esenciales son los que constituyen su naturaleza y esencia, de la cual dependen los
demás atributos. Son inmutables e inseparables. Junto a los atributos esenciales están
los modos que son modificaciones de los atributos que afectan a la sustancia.
Por el método se han obtenido tres sustancias, tantas cuantas ideas claras y distintas
puede concebir la mente:
INTERACCIÓN ALMA-CUERPO
En el caso del ser humano, Descartes tiene que superar esa radical separación.
Mantiene que el alma está unida a todo el cuerpo aunque luego la sitúa en la glándula
pineal, desde donde ejerce sus funciones.