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SÉPTIMA CLASE
ANÁFORA : LA ORACIÓN EUCARÍSTICA
1. Prólogo
Ahora comienza la parte de la Divina Liturgia llamada “el canon eucarístico” o también conocida
como “la anáfora”, palabra griega que significa “la elevación”. En este momento los dones del pan y
del vino que se han ofrecido en el altar se elevan hacia el altar de Dios Padre, y reciben la
consagración divina por el Espíritu Santo. La forma general del canon eucarístico es propia del ritual
de la pascua del Antiguo Testamento, que ahora se cumple y se perfecciona en la nueva y eterna
alianza de Dios con los hombres en la persona y obra de Jesucristo, el Mesías, “nuestro Cordero
Pascual, que ha sido sacrificado” (I Cor 4:7, ver también Heb 10:5).
En la presente clase vamos a exponer el texto de la Anáfora con las rúbricas y comentarlo en orden,
y en la siguiente clase nos ocuparemos de ciertos detalles teológicos de la Anáfora misma.
2. El diálogo eucarístico
El llamado al pueblo a estar de pie con temor parecido indica el inicio de la oración eucarística, la
Anáfora, como la parte principal de la Divina Liturgia.
La Divina Liturgia es un misterio en el que sus partes unidas entre un sistema y estructura
específicos, ellas descubren consecutivamente y muestran cada parte como indispensable en su
relación con las demás.
"Vio Dios que lo hecho era bueno" (Gn 1:10). La filosofía define esta palabra "bueno" con mucha
claridad: "Bueno" es aquello que se muestre congruente con su naturaleza y con el objetivo de su
creación; aquello que muestre armonía entre su forma su contenido. Conforme a esta definición,
comprendemos la lectura del verso de génesis: vio Dios que lo que creó era congruente con el
objetivo de su creación, por lo que lo calificó como "bueno"; y el hombre comprende realmente la
fuerza de esta palabra no a través de una contemplación racional sino por medio de la experiencia; la
misma experiencia que hizo al hombre reaccionar ante la "bondad" de Dios con la boca de Pedro en
el monte de la Transfiguración: "¡Señor, bueno es estarnos aquí!" (Mt 17: 3). En esta respuesta que
el hombre dio estando en la divina Gloria en el Tabor, dio testimonio una vez para siempre de lo
"bueno" que Dios le ha otorgado. En aquella nube luminosa, vio el hombre "que todo está bien", y
dio testimonio.
La divina Liturgia es el centro de esta experiencia, más bien es su fuente y su presencia: "Al estarnos
parados en el templo de tu santidad, nos consideramos de pie en el cielo." En esta oración de los
Maitines diarios no se trata de una alegoría sobre la devoción, sino que es una expresión de la
naturaleza de la Iglesia, de la oración y, sobre todo, de la Liturgia. Esta "Señor bueno estarnos aquí"
es el origen de todo "bondad" mundana o sobre mundana que la Liturgia tiene en sus palabras,
melodías, colores, espacio, movimiento: la elevación del tono de la Liturgia lleva al mundo allá donde
Pedro dijo su palabra, donde Cristo nos lleva subiendo eternamente.
"¡Comparezcamos bien!". La exhortación del diácono, que anuncia el inicio de la "parte principal"
testifica esta "bondad" y nos convoca a morar en ella.
Al llamado del diácono "para ofrecer la santa oblación", el pueblo responde: en verdad nosotros la
ofrecemos en paz y amor al Señor y a nuestros hermanos. Ofrecemos "misericordia" que es fruto de
la "Paz", porque cuando las pasiones no disturban la pureza del alma, nada impide que esté llena de
misericordia y amor. Dice el Señor en la boca del Profeta Oseas: "Misericordia quiero y no sacrificio."
Esta oración mencionada en las cartas del Apóstol Pablo (2Cor 13:14) nos otorga las bondad de la
Santa Trinidad: del Hijo, gracia; del Padre: amor; y del Espíritu Santo: comunión. Porque el Hijo sin
ningún merecimiento nuestro, más aún, siendo nosotros bajo la condena, se nos ha ofrecido como
Salvador, por lo que su acción para con nosotros es "gracia". Y el Padre, por medio de la Pación de su
Hijo, se ha reconciliado con el género humano y ha amado a los que lo tomaron por enemigo, así que
su ofrenda se nos ha dado como amor. Y por último, es Grande en misericordia ha derramado y
distribuido su bondad sobre los enemigos ya reconciliados, lo que realiza el Espíritu Santo que ha
descendido sobre los apóstoles, por lo que la bondad del Espíritu Santo para con los hombres la
llamamos "comunión". Entonces, ¿qué necesidad hay de esta oración si todas estas bondades han
La respuesta del pueblo a la bendición trinitaria del sacerdote indica cómo los fieles participan
activamente en cada momento de la realización de la divina Liturgia. San Juan Crisóstomo dice al
respecto: "El sacerdote no se aproxima a los dones ofrecidos sin antes pedirles la gracia del Señor, y
ustedes responden: 'y con tu espíritu'. con ello, se recuerdan de que no es el sacerdote quien realiza,
y de que los dones ofrecidos no forman un logro humano sino que la gracia del Espíritu Santo,
presente por encima de todos, es la que obra al fin y al cabo en el sacrificio místico."
La Eucaristía no se realiza en la tierra sino en el cielo y eso no se trata de sentimientos. "Aun cuando
estábamos muertos por los pecados, nos dio vida juntamente con Cristo [...] y nos resucitó con Él, y
nos hizo sentar sobre los cielos en Jesucristo." (Ef 2: 5-6). Sabemos desde el inicio de la divina
Liturgia, desde la "reunión en Iglesia" y la entrada, que hemos empezada el ascenso al cielo, donde
nuestra vida verdadera "oculta con Cristo en Dios". Y el cielo es lo que san Juan Crisóstomo describe
así: "¡Qué necesidad más tengo del cielo si ya puedo contemplar el Soberano del cielo y si yo mismo
he vuelto cielo!". La convocación del sacerdote "elevemos nuestros corazones" como un trueno nos
alerta: "Temeremos permanecer en la tierra", según las palabras de Crisóstomo. Tenemos el libre
albedrío de permanecer en lo bajo o ascendernos por más difícil que lo sea. Pero el que rehúsa el
ascenso y permanece pegado a la tierra, pierde su lugar en el banquete eucarístico.
La respuesta del coro expresa la respuesta positiva al llamado. Sin embargo, ¿cómo puede elevar su
corazón únicamente en este momento el que jamás ha dirigido su mirada al cielo en su vida, y jamás
ha visto la tierra desde una perspectiva celestial?
Con esta frase empezaba la oración de Acción de gracias judía tradicional. Y con esta mismo frase
pronunció Jesús al iniciar con esta oración vieja la acción de gracias nueva que elevaría al hombre
verdaderamente a Dios y salvaría al mundo.
Y conforme a la tradición los apóstoles respondieron: "Es justo y digno". Cada vez que la Iglesia
celebra la memoria de esta gratitud al Señor, lo hace a semejanza de los apóstoles y con ellos.
3. La oración eucarística
Es el centro de la acción de gracias, que es lo que significa la palabra "Eucaristía" en griego. Empieza
con la exhortación del sacerdote "Demos gracias al Señor" y forma un texto que —aunque dividido
También tenemos la Anáfora de Santiago, Hermano del Señor. Se reza únicamente el día de su fiesta.
Siempre la Anáfora da gracias a Dios Padre, en el Hijo por el Espíritu Santo, a través de la memoria de
la obra salvífica en todas sus fases: creación, caída, redención.
Sacerdote: Digno y justo es cantarte, bendecirte, alabarte, darte gracias y adorarte en todo lugar de tu
señorío, pues eres Dios el inefable, incomprensible, invisible, inconcebible, eterna e
inmutablemente existente, Tú y tu Hijo Unigénito y tu Espíritu Santo. Tú de la nada nos has
El verbo en gerundio
traído a la existencia, y cuando caímos, nos volviste a levantar, y no has dejado de hacer todo,
"entonando" no se
hasta elevarnos al cielo y otorgarnos tu Reino venidero. Por todo ello, te damos gracias, a Ti y a
entiende sino con la
frase anterior
tu Hijo unigénito, y a tu Espíritu Santo, por todos los beneficios que nos han sido otorgados, los
que conocemos o desconocemos, tanto manifiestos como ocultos. Te damos gracias también
por esta Liturgia que te has dignado recibir de nuestras manos, mientras comparecen ante Ti
miles de arcángeles y miríadas de ángeles, los querubines de muchos ojos, y los serafines de
seis alas que se remontan volando en las alturas...
Pueblo: ¡Santo, Santo, Santo, Señor de Sabaóth! El cielo y la tierra están llenos de tu Gloria. ¡Hosanna
en las alturas! ¡Bendito el que viene en el nombre del Señor! ¡Hosanna en las alturas!
La primera parte de este himno es el canto de los ángeles que Isaías escuchó: "Santo, Santo, Santo,
Señor del Sabaóth" (Is 6: 3). La segunda parte es la alabanza de los niños de Jerusalén al recibir a
Cristo: "¡Bendito el que viene en el nombre del Señor!". El cielo se une a la tierra sumergidos ambos
en la Gloria divina.
Sacerdote: Con estas bienaventuradas potestades, Soberano que amas a la humanidad, nosotros también
exclamamos y decimos: Santo eres y Todo Santidad, Tú y tu Hijo unigénito y tu Espíritu Santo.
(Exclamación): Tomad y comed: éste es mi Cuerpo, que por vosotros es partido para la remisión de los
pecados.
Pueblo: Amén.
(Exclamación): Bebed todos de él (del cáliz); ésta es mi Sangre, la de la Nueva Alianza, que por vosotros y
por muchos es derramada para la remisión de los pecados.
La conmemoración no se refiere a
Pueblo: Amén. Amén. traer el pasado sino a estar presente
en el Día Octavo, en el tiempo
El sacerdote, inclinando la cabeza, continúa la oración: litúrgico, hora de salvación.
Sacerdote: Conmemorando, por lo tanto, este precepto salvífico, y todo cuanto por nosotros se ha
cumplido: La Cruz, la Sepultura, la Resurrección al tercer día, la Ascensión a los cielos, la
Conmemorando ... Entronización a la diestra y el segundo y glorioso Advenimiento...
ofrecemos.
(gerundio-verbo): El diácono toma la Patena con su mano derecha y el Cáliz con la izquierda (formando con sus manos la señal
una sola frase
de la cruz), y los levanta haciendo la señal de la cruz sobre el Antimensio, mientras el sacerdote exclama:
Sacerdote: Te ofrecemos, también, este culto espiritual e incruento, y te pedimos, rogamos y suplicamos:
envía tu Santo Espíritu sobre nosotros y sobre estos dones aquí presentados.
Te ofrecemos este culto espiritual También por los que han descansado en la fe: los
Progenitores, Padres, Patriarcas, Profetas, Apóstoles, Predicadores, Mártires, Confesores,
Ascetas y por toda alma justa que ha dormido en la fe...
(Exclamación): especialmente por nuestra santísima, purísima, bendita y gloriosa Señora, Madre de Dios y
siempre Virgen María.
Mientras el coro está cantando «Es justo en verdad…», el sacerdote continúa la conmemoración:
Sacerdote: … por el santo profeta y precursor Juan el Bautista, los santos gloriosos y alabadísimos
Apóstoles, san (.....), cuya memoria celebramos hoy, y por todos tus santos, por cuyas súplicas
visítanos, oh Dios.
Sacerdote: Acuérdate, Señor, primeramente de nuestro Arzobispo (.....); y consérvalo para tus santas
iglesias, en paz, sano, salvo, honorable y en larga vida, predicando rectamente la palabra de tu
verdad.
El acólito entrega la bandeja del Antídoro al sacerdote, quien la acerca a los santos Dones haciendo con ella
la señal de la cruz y diciendo: «Santísima Madre de Dios, ampáranos.» Se la devuelve al acólito y continúa la
oración:
Sacerdote: Acuérdate, Señor, de esta ciudad (pueblo, monasterio, navío o isla) en que moramos, de toda
ciudad y país y de los fieles que en ellos habitan. Acuérdate, Señor, de quienes viajan por tierra,
mar o aire, de los enfermos, los afligidos y los cautivos, y de su Salvación. Acuérdate, Señor, de
(Exclamación): Y concédenos que, con una sola boca y un solo corazón, glorifiquemos y alabemos tu
honorabilísimo y magnífico Nombre: oh Padre, Hijo y Espíritu Santo, ahora y siempre, y por los
siglos de los siglos.
Pueblo: Amén.
Sacerdote: Que las misericordias de nuestro gran Dios y Salvador Jesucristo sean con todos vosotros.
4. Conclusión:
Esta lectura rápida del texto de la Anáfora ha intentado mostrar la unidad inseparable de sus partes
lejos de la distinción de la teología escolástica que prentende privilegiar algunos partes, momentos y
frases de la Anáfora como suficientes en sí aunque fuera de su contexto. La Anáfora es el corazón y la
plenitud de nuestro acceso celestial donde el tiempo y el espacio litúrgicos son símbolo del día
octavo, donde la gratitud del hombre es llevada "a la medida de la estatura de la plenitud de Cristo"
(Ef 4: 13).