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Rafael Ramos Nogales –
La poesía tradicional
 
La poesía tradicional ISBN: 84-9714-006-0 Rafael Ramos Nogales Universidad de Gerona
 
THESAURUS:
lírica tradicional, poesía medieval, jarchas, moaxajas, cantigas de amigo, villancicos.
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ESQUEMA DEL ARTÍCULO: 1. LÍRICA CULTA Y LÍRICA TRADICIONAL. 2. LAS JARCHAS. 3. LAS CANTIGAS DE AMIGO 4. LOS VILLANCICOS.
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Rafael Ramos Nogales –
La poesía tradicional
 
1. LÍRICA CULTA Y LÍRICA TRADICIONAL
 Sin duda, la poesía lírica es la manifestación más antigua de la literatura universal. Ya en los tiempos del neolítico, antes de que existiera la literatura propiamente dicha, los seres humanos entonaban cantos para expresar sus sentimientos: la alegría de una boda, de una partida de caza o de una buena cosecha, y el dolor por una despedida o la muerte de un ser querido. Incluso hoy día, esa es la única manifestación literaria de los pueblos más primitivos. Paulatinamente, sin embargo, esa poesía lírica primitiva se fue escindiendo en dos ramas complementarias: la lírica culta y la lírica tradicional. La lírica culta es la realizada por un autor determinado; profesional o, cuando menos, especialista de la literatura. Es la poesía lírica tal y como la solemos entender hoy, y entre sus cultivadores podríamos recordar a Safo, Catulo, Petrarca, Donne, Verlaine o Borges, por citar solo unos pocos nombres de diferentes épocas y lenguas. En la mayoría de los casos ese autor firmó su obra para la posteridad, y la creó con la voluntad expresa de que se difundiera de forma inalterable (esto es, en la mayoría de las ocasiones, por escrito) en ambientes más o menos selectos: una ciudad importante, una corte, un grupo de lectores especialmente cultivados por su inteligencia, por su sensibilidad... un círculo cultural, en suma, en el que su destreza poética fuera reconocida. En la Edad Media estaría representada, por ejemplo, por la obra de los goliardos latinos, los trovadores provenzales, gallegos o sicilianos, los
trouvères
franceses, los
 minnesinger 
 alemanes, los
stilnovisti
 italianos o los poetas castellanos del siglo XV. La lírica tradicional, en cambio, no tiene una autoría reconocida. Eso no quiere decir que sea obra del pueblo, como pretendían los estudiosos románticos. Indudablemente, debe existir un autor inicial, un creador de cada una de las piezas, pero al no ser necesariamente un poeta profesional o especialista, al crearlas dentro de la tradición (con sus usos, sus personajes, sus temas...) y difundirlas y recrearlas también dentro de ella, esa autoría deja de ser determinante. A veces, lo único que ha creado es un nuevo verso para una canción, o ha unido dos cantares en uno solo. Desde esas premisas, no es extraño que estas piezas no aparezcan firmadas por sus autores, pues pocas veces son tales (salvo en los casos, que ya veremos, en los que un autor culto se proponga imitar la lírica tradicional), sino que se han limitado a reinventar o adaptar los poemas que se han venido repitiendo durante generaciones. Esta misma naturaleza va a hacer que tampoco se difundan de forma inalterable, sino que se modificarán y se recrearán todas las veces que se canten, pues prácticamente nunca hubo un texto escrito al que permanecer fiel: en la mayoría de los casos, ni el
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Rafael Ramos Nogales –
La poesía tradicional
 
autor debía saber escribir ni el cantante debía saber leer, pero el ser humano siempre ha sabido cantar. Tampoco se van a difundir en los ambientes más selectos, sino que están hechas, precisamente, para ser cantadas por todos: en la fiesta de la aldea, en una romería, para acompasarse durante las labores del campo o de la casa o para hacer más llevadero el camino. Esa es la lírica tradicional: la que se ha cantado y repetido de generación en generación, la que ha acompañado siempre a los que no han tenido acceso a la literatura escrita. Canciones como
La cabra
,
Carrasclás
 o
La bamba
 serían un buen ejemplo contemporáneo de lírica tradicional: todo el mundo las sabe y las ha cantado más de una vez, pero nunca se ha planteado quién las escribió, cuál es el verdadero orden de sus estrofas ni cuál es su verdadera letra entre todas las que se pueden cantar. Hay que hacer, sin embargo, un par de precisiones. Por un lado, no estamos ante obras anónimas; simplemente no importa su autor, porque cualquier persona que las canta o las recita es ya un poco su autor. Tampoco hay que confundir la lírica tradicional con la lírica popular. Si entendemos lírica popular en cuanto poesía que nace y se transmite entre el pueblo, haremos bien en verlas conjuntamente; pero no si la vemos simplemente como la poesía más conocida o difundida; una pieza puede ser, en este sentido, muy popular, como las
Coplas
 de Jorge Manrique o el villancico
Noche de Paz
 de Gruber, pero eso no significa que no tenga un autor conocido (aunque quien la cante frecuentemente lo ignore) ni que no se haya creado meticulosamente como una pieza literaria ajena a la tradición; e, igualmente, nos podemos encontrar con que algunas piezas plenamente tradicionales no son nada populares. Centrándonos ya en la Edad Media, tampoco hay que confundir la lírica tradicional con la poesía de los juglares: estos eran unos profesionales del espectáculo que se alquilaban a quien les quisiera pagar, por lo que podían recitar por igual tanto las delicadas composiciones de un culto trovador provenzal como las alegres canciones de tono picante de una boda aldeana, coreadas por todo el pueblo; su función era esa: ejecutar las piezas por las que recibirían su paga. Por último, tampoco hay que confundir el adjetivo tradicional con ínfimo, indecente, mal hecho o descuidado. Efectivamente, los moralistas de la Edad Media, e incluso algunos escritores (como Juan de Mena o el Marqués de Santillana), despreciaron este tipo de composiciones por su ínfima calidad literaria, pero no hay que olvidar que, para los hombres cultos de esa época, la única lírica digna de atención era la culta.
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