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Índice 3
Automotores y
transporte público
Un acercamiento desde
los estudios históricos
4 Índice
Automotores y
transporte público
Un acercamiento desde
los estudios históricos
ISBN: 978-607-8509-27-0
Queda prohibida la reproducción parcial o total del contenido de la presente obra sin contar previamente con
la autorización expresa y por escrito del titular del derecho patrimonial, en términos de la Ley Federal de Dere-
chos de Autor, y en su caso de los tratados internacionales aplicables. La persona que infrinja esta disposición
se hará acreedora a las sanciones legales correspondientes.
ISBN: 978-607-8509-27-0
Índice 7
Contenido
Introducción 9
Introducción
Desde su aparición a finales del siglo xix, los automotores comenzaron paulati-
namente a movilizar al mundo, ya que mejoraron la eficiencia del traslado de las
personas y los productos. Con la evolución en los procesos de fabricación de prin-
cipios del siglo xx de la naciente industria automotriz, con la creación e instrumen-
tación de las líneas de producción para la fabricación de autos en serie, un detonate
que abrió nuevas posibilidades para el transporte, movilizando la economía. La
presencia y repercusión de los automotores es visible en casi todo el mundo y en
cada región tuvo un proceso particular.
En el caso de los países de América Latina, el proceso de introducción del auto-
móvil fue similar al de otros países consumidores de otras latitudes: de manera inicial
importaron vehículos europeos, y luego estadounidenses, mismos que fueron utiliza-
dos por las élites y, de manera muy posterior, por otros sectores de la población.
Durante la primera mitad del siglo xx, el mercado de automóviles en los países con-
sumidores pasó por las mismas etapas: durante la década de los años 10, con el ad-
venimiento de la Primera Guerra Mundial, la fabricación de vehículos del Viejo
Continente cesó al igual que la exportación de los mismos, teniendo como conse-
cuencia el crecimiento y predominio del mercado estadounidense; en la década de
1920-1929, a pesar de la contracción económica de los mercados, el uso de los au-
tomotores comenzó a generalizarse tanto para el transporte de personas como el
de mercancías, en los puntos económicos importantes; en la década de 1930-1939
se da inició al desarrollo de la infraestructura carretera en mayor proporción, lo que
10 Automotores y transporte público: un acercamiento desde los estudios históricos
El caso de Brasil cuenta ya con estudios más completos sobre la industria, mer-
cados y repercusión social del automóvil; seguramente dichos libros ofrecen pistas,
fuentes y contribuciones metodológicas para ampliar los estudios a otras naciones.
El resto de los países de América Latina cuenta con pocos estudios, de reduci-
da difusión, sobre el mercado o la industria automotriz; faltan aún mayores esfuer-
zos de divulgación para generar interés en este tipo de temas. Es así que uno de los
intereses del presente libro es conjuntar esas nuevas aportaciones para su difusión.
El volumen se divide en dos partes: primero se analizan los mercados e industrias
vinculados a los automotores y en el segundo bloque, la movilidad. El primer apar-
tado tiene el objetivo de mostrar el desarrollo del mercado automotor en México,
explicando parte del inicio del proceso y respondiendo de dónde venían los autos;
aunque el artículo versa sobre México, se plantean constantes referencias a Amé-
rica Latina, y es posible identificar que todos estos países pasaron por un proceso
similar. Después de la introducción de vehículos motorizados se observó un cambio
en la industria del transporte; es así que el caso analizado en este libro, del norte
del país, muestra las necesidades de movilidad en la frontera y la complementarie-
dad de los automotores con otros medios de transporte. Como resultado de ese
aumento en el uso de los vehículos se desarrolló la industria, que en prácticamente
todos los países de América Latina dependió de la inversión extranjera. El caso
único de intento de desarrollo de industria doméstica fue el argentino, el cual es
relevante mostrar en este apartado. De forma colateral, los automotores, junto con
otros procesos socieconómicos, impulsaron el desarrollo de la industria turística,
principalmente en la frontera norte.
En el segundo apartado se aborda un tema que comienza a ser analizado por
diversas áreas de las ciencias sociales, pero que pareciera poco estudiado en la
historiografía nacional: la movilidad. El objetivo del apartado es entender cómo los
automotores han alterado la noción de tiempo y espacio en las sociedades, princi-
palmente en el transporte público, a la introducción del automóvil en Ciudad de
México, hasta el transporte de mercancías décadas adelante y en la actualidad. Al
mismo tiempo, se introduce un artículo que sale del espacio mexicano para ilustrar
un caso peculiar en la historia latinoamericana: el chileno, que debido a la crisis
devenida a causa de los efectos de la Segunda Guerra Mundial, mismos que im-
pactaron en la vida cotidiana y en la nueva necesidad de movilidad. Aunque este
tipo de fenómenos se vivieron en México décadas antes, no tuvieron la misma in-
tensidad que en Chile, por lo que se vuelve un caso relevante de análisis en el pre-
sente texto.
Introducción 13
Los artículos en particular están divididos en estas dos grandes temáticas. El libro
se inicia con el artículo de Ilse Angélica Álvarez Palma, titulado “El surgimiento del
mercado automotor en México”, que examina el flujo de automotores entre México
y los Estados Unidos. Pese a que la importación de vehículos tiene orígenes diversos,
las empresas norteamericanas tuvieron una importancia notable en la difusión del uso
del automóvil en el mundo: disminuyeron, por una parte, las fronteras socioeconó-
micas y distribuyeron su industria por todo el mundo, por otra. La construcción y
crecimiento del mercado automotríz mexicano, aún más que en otros países de la
región, se debe a las empresas y turistas estadounidenses; tanto la cercanía geográ-
fica como la dependencia económica fueron claves para ello. Es así que el análisis del
surgimiento del mercado automotor en México conlleva necesariamente al examen
de la relación comercial entre los Estados Unidos y México. Asimismo, el texto nos
presenta los diversos factores que influyeron en el desarrollo de dicho mercado.
El texto sobre el transporte marítimo y terrestre en el noroeste de la península de
Baja California, 1882-1928, es una aportación de Francisco Alberto Núñez Tapia, quien
muestra los principales desafíos del transporte en la frontera, y la complementariedad
que existió entre los medios marítimos y terrestres. En el caso particular del transpor-
te terrestre motorizado, se destaca los retos que tuvieron que enfrentar los turistas
para entrar a México con automotores. Además de las trabas administrativas, el se-
gundo problema que limitaba el turismo estadounidense en automóvil a nuestro país
eran las malas condiciones de las carreteras en el norte. Sin embargo, y a pesar de
todo, en las ciudades fronterizas se desarrolló, hasta cierta medida, el uso de auto-
móviles; tanto para servicios públicos como privados.
El capítulo de Fernando Ariel Ortega “Motorizando el desarrollo. La industria
automotriz argentina durante el gobierno de Arturo Frondizi (1958-1962)” versa
sobre la evolución de la industria automotriz en Argentina. Se inicia planteando los
retos del establecimiento de la empresa Ford y continúa con el análisis del efecto
negativo de la Segunda Guerra Mundial en la industria automotriz argentina y el
desarrollo de ésta; la cual se inició temprano pero su verdadero auge es tardío, re-
sultado del contexto político, como la caída del régimen de Perón, y cómo esto
afectó el curso de la industria en general. La mayoría de estas empresas domésticas
fracasaron, por problemas en las políticas del presidente Frondizi, ya que no definía
si su prioridad era la producción de autos o el fomento a los ferrocarriles.
Para acabar de ilustrar la introducción de los automotores en el país, Pablo F.
Guadiana Lozano, en el texto “Tarjetas postales en el desarrollo de la industria turís
tica de Tijuana de 1901 a 1935: los retratos del turismo y sus carros”, presenta un
análisis de las fotografías utilizadas en las postales y pone en contexto lo que se ve
14 Automotores y transporte público: un acercamiento desde los estudios históricos
legislativas que se establecieron en Chile a raíz del uso generalizado de estos nuevos
medios de transporte.
Continuando con el tema, el texto “Introducción del transporte público en
Morelia durante el siglo xx y sus aspectos sociales”, de Guillermo Fernando Rodrí-
guez Herrejón, explica la evolución del transporte urbano en Morelia, México, y
cómo se fue pasando de la movilidad destinada a una élite para cuestiones recrea-
tivas, a un sistema de traslado masivo para la población en general, aunque esta
transición fue paulatina. De igual forma, versa sobre las empresas de transporte
público, sus lazos políticos y su problemática y cómo se fue construyendo el siste-
ma logístico de acarreo de mercancías en la región hasta llegar a las cooperativas.
Es así que este libro presenta un panorama que abarca desde la introducción
del automóvil hasta su popularización y uso en el transporte público. Son este tipo de
publicaciones las que contribuyen a la divulgación de los trabajos de las nuevas
generaciones de historiadores, con lo que avances o resúmenes de tesis que estarían
confinados a una reducida difusión pueden, por estos medios, llegar a un público
más amplio para así alentar los estudios sobre dichos temas olvidados por la his-
toriografía y otras disciplinas. Uno de los objetivos de instituciones como El Cole-
gio Mexiquense, A. C., es el de reunir a un grupo disperso de investigadores para
crear una red de trabajo colaborativo y así impulsar publicaciones en tópicos rele-
vantes para las sociedades actuales y la historia.
Parte I
Industria y
mercado
18 Parte I: Industria y mercado
Ilse A. Álvarez-Palma: El surgimiento del mercado automotor en México 19
El surgimiento del
mercado automotor
en México
Ilse Angélica Álvarez Palma1
Introducción
1
El Colegio Mexiquense, A. C.
20 Parte I: Industria y mercado
Las fuentes utilizadas son variadas. La hemerografía de ambos países sirvió para
dibujar un contexto y conocer algunos otros elementos socioeconómicos de este
mercado. Además, se empleó otra variedad de fuentes como las fotográficas y
archivos personales.
La historiografía sobre el tema, aunque escasa en torno al caso mexicano, ha
permitido conocer las peculiaridades locales de algunas ciudades y sobre todo
ha aportado algunas hipótesis, las cuales son examinadas y comentadas a detalle
en mi tesis; donde, también, se muestra un panorama más amplio respecto al estado
de la cuestión, el cual omitiré por falta de espacio. Sin embargo, puedo concluir que
antes no se había estudiado el mercado automotor de principios del siglo xx en
México.
cehmCarso, Correspondencia entre José Limantour y Juan Limantour, 7/06/1906, Fondo CDLIV,
2
4
cehmCarso, Correspondencia entre Julio Limantour y José Y. Limantour, 7/06/1906 y 5/07/1906,
Fondo CDLIV, 2ª sección, año 1906, caja 4, legajo 70. cehm-Carso, Correspondencia entre Miguel Iturbe
y José Y. Limantour, 26/04/1907, Fondo CDLIV, 2ª sección, año 1907, caja 17, legajo 49, fs. 1-2. En Costa
Rica la forma de obtener los primeros automóviles fue similar, en ese país fue tardío el establecimiento
de agencias y casas comerciales especializadas (Quesada, 2008: 877).
5
cehmCarso, Recibo de pago por la tesorería de la Federación a Carlos Cozzi, 25/10/1911, Fondo
X-1, legajo 154, carpeta 2, documento 1-2, foja 1, año 1911.
6
cehmCarso, Correspondencia entre Manuel Mondragón y José Y. Limantour, 8-9/09/1909, Fondo
CDLIV, 2ª sección, año 1909, caja 28, legajo 151.
22 Parte I: Industria y mercado
tenía tres sucursales en Ciudad de México, una de las cuales se dedicaba a artículos
varios, otra a bicicletas y la tercera era una cochera donde vendían automóviles tanto
nuevos como usados (El Diario, 7/01/09:13; El Imparcial, 14/04/1898: 3). Además,
tanto Mohler como de Gress se dedicaban a diversas actividades automovilísticas
recreativas, como excursiones y viajes largos en automóviles; de igual forma apoya-
ban a otros sportmen, como los denominaban en la época; todo ello sirvió como
propaganda para los productos que comercializaban (El Diario, 7/06/1909: 13; The
Two Republics, 18/07/1896: 4; véase Freeman, 2013). La sociedad Mohler & de Gress
también incursionó en la construcción de automóviles. En 1898, construyeron un
automóvil de 8 cilindros para el empresario Tomás Braniff (The Mexican Herald,
1/07/1898: 1). Un año después, en 1899, tenían dos patentes de motores de gaso-
lina de 1 y 4 caballos de fuerza, los cuales vendían para maquinaria (El Popular,
28/05/1899: 1). A. B. Mohler presidio en su creación, en los primeros años de la
década de 1920-1929, la sección automotriz de la Cámara de Comercio Americana,
cuyo propósito era mejorar las condiciones de los comerciantes mexicanos con las
empresas norteamericanas e impulsar el desarrollo y mejora de la infraestructura
carretera (Mexico-American, and the Pulse of Mexico, noviembre de 1921: 86, 88).
El estadounidense Charles L. Seeger abrió en 1900 el primer establecimiento
dedicado a la venta de automóviles en la capital del país; la cual, en septiembre de
1902 quedó formalmente registrada como la Mexican Electric Vehicle Co. (Compañía
Mexicana de Vehículos Eléctricos) (Freeman, 2012: 30; Peñafiel, 1908: 106-107).
La Electric Vehicle Co. era una empresa manufacturera y controlaba varias
marcas; su planta estaba en Hartford, Estados Unidos. Los dueños de esta compa-
ñía tenían la intención de fabricar y vender automóviles en México (Peñafiel, 1908:
106-107); sin embargo, la empresa nunca fabricó ni un auto, sólo se dedicó a la
venta de automóviles y minibuses eléctricos, de varios modelos y marcas como el
Columbia, Toledo, Cadillac y Winton, norteamericanas, y las casas Binder y Labour
dette & Muhlbacher, francesas.7
Se estima que gracias al establecimiento de esta compañía y la exhibición de
autos de París, el parque vehicular mexicano aumentó a 125 autos para 1903, de los
cuales 40 o 50 eran eléctricos, principalmente de las marcas Columbia, Oldsmobile,
White y Locomobile, norteamericanas; así como Panhard-Levassor, Peugeot y
7
cehmCarso, Correspondencia entre José Limantour y la Compañía Mexicana de Vehículos Eléc-
tricos, 26/12/1903, Fondo CDLIV, 2ª sección, 1903, caja 22, legajo 162. cehmCarso, Correspondencia
entre José Limantour y la Compañía Mexicana de Vehículos Eléctricos, 21/02/1906, Fondo CDLIV, 2ª
sección, 1906, caja 16, legajo 240.
Ilse A. Álvarez-Palma: El surgimiento del mercado automotor en México 23
Darracq, francesas (The Horseless Age, 1903, XI: 47). La Mexican Electric Vehicle Co.
también fue la primera en proporcionar servicios de autobuses y autos de alquiler.
Los experimentos de Mohler & de Gress relacionados con los automotores no
fueron los únicos en el país. En 1900 la empresa Fundición de Fierro de Irapuato
construyó un automóvil, con un motor francés y un nuevo sistema, similar a la
suspensión, inventado por Furber (Carrillo, 2011: 6). En 1901 un inventor mexicano
creó un vehículo automotor que en lugar de llantas tenía cuatro patas con las cua-
les se movía (El País, 14/03/1901: 2). En 1913, Emilio Bronimann (de Chihuahua)
patentó una innovación en las llantas, agregó pequeños cojines internos, ésta tam-
bién podía emplearse para bicicletas y otra serie de vehículos.8
8
United States Patent Office, núm. 1 065 915.
24 Parte I: Industria y mercado
Frente a este panorama, es evidente que durante los primeros años del siglo xx, el
automóvil estaba lejos de popularizarse en el mundo y menos aun en México. Sin
embargo, para 1908 la visión del automóvil comenzó a cambiar en el mundo y para
1916, en México. Esta visión se modificó en dos sentidos: el primero de ellos fue la
reducción de los límites sociales del automóvil, resultado de la disminución signifi-
cativa del precio con el nuevo Ford T. La segunda transición fue en los usos que
comenzó a tener éste, una vez que se redujo su costo, dejando de ser un vehículo
utilizado para transporte de particulares y siendo utilizado para mercancías o como
transporte público.
Para comprender la manera como esta visión comenzó a cambiar en México, y
el mercado de automóviles se desarrolló, es necesario medir el volumen del comer-
cio de autos. Como advertencia al lector, debo comentar que en adelante se utili-
zarán cantidades en dólares deflactados (con base en Williamson, 2014) salvo que
se indique lo contrario; además se utiliza el término camiones para referirse a todos
los vehículos utilitarios, es decir, camionetas, autobuses y camiones.
En el caso de la importación de vehículos, la información que se tiene de fuen-
tes nacionales sólo permite construir una serie parcial de 1900 a 1933, con una
interrupción por falta de datos de 1914 a 1922.
26 Parte I: Industria y mercado
Gráfica 1
Valor y número de autos importados de los Estados Unidos a México,
1900-1933, media móvil trienal
(US dólares deflactados)
Fuente: Elaboración de la autora con base en datos obtenidos de Commerce Yearbook, 1930, vol. I: 378,
433, 434, 435; 1931, vol. I: 446, 447, 448; 1932, vol. I: 373, 374, 375. Facts and Figures of the Automobile
Industry, 1920: 52, 54, 56, 58, 60; 1921: 52; 1922: 58; 1923: 64; 1924: 68, 70; 1925: 65, 67; 1926: 66, 68, 69.
Foreign Markets for Motor Vehicles, 1912: 21. Freeman, 2012: 210. Monthly Summary of Foreign Commerce,
1923: 38; 1924: 38. Motor Age, 1905: 17. Motor, 1907, vol. 8-9: 72b. Report on trade conditions in Mexico, 1908:
16. Summary of Foreign Commerce of the United States, 1901: 3143. The Automobile, 1919: 780. The Foreign
Commerce and Navigation, 1903: 429. The Horseless Age, 1904: 100. The Motor World, 1910: 699. Deflactada
con base en el índice GDP de Williamson (2014) año base 1929.
En el ramo de vehículos se incluyen 20 fracciones o tipos, entre los que destacan: carretas, carre-
9
tones, carros, carretillas, coches para camino de hierro, carruajes, diligencias, ómnibus, guayines, embar-
caciones, velocípedos, ruedas y accesorios (Dublan y Lozano, 1898: 352-353).
Ilse A. Álvarez-Palma: El surgimiento del mercado automotor en México 27
tas ya que el mercado de automóviles, de 1900 a 1913, era también satisfecho por
empresas europeas. No obstante, con las fuentes disponibles es posible estimar
el valor de la importación de automotores a México en los primeros siete años del
siglo xx.10
En general destacan tres etapas: de 1900 a 1915, lapso de surgimiento del
mercado de automóviles de combustión interna; de 1916 a 1929 la fase de desa-
rrollo; y por último, de 1930 a 1933 el periodo de decrecimiento (véase gráfica 1).
Para el caso de Costa Rica de 1907 a 1930, Quesada (2008: 857-859) identifica
tres periodos del mercado de automotores: de 1907 a 1910, etapa de introducción;
de 1910 a 1920, fase de desarrollo; y 1921-1930, de consolidación. De igual forma,
después de 1929 comenzó la caída del mercado; el autor lo explica como una con-
secuencia de la Gran Depresión y la crisis cafetalera interna. Como se pude obser-
var, la periodización es muy similar al caso mexicano.
10
Para mayor información sobre la elaboración de la serie, véase Álvarez, 2014.
28 Parte I: Industria y mercado
11
El precio implícito se calcula al dividir el valor sobre el número de unidades. También entendido
como el precio promedio. Los precios presentados son fas (Free Along Side), libres junto al barco.
Ilse A. Álvarez-Palma: El surgimiento del mercado automotor en México 29
mientras en el resto del país se mantuvo casi estable (Motor Age, 1913, vol. 23: 14).
Por lo que, los estadounidenses se sorprendieron por el aumento en el comercio de
automotores, el cual se incrementó seis veces en 1917 con respecto al año anterior, a
pesar de que México estaba en ruina financiera (The Automobile, 1917, vol. 36: 205).
De 1916 a 1929 en promedio se importaron a México 8 470 autos anualmente.
De los cuales el 82% eran automóviles y 18% camiones, lo que muestra el aumento
en la demanda de camiones, en comparación con el periodo anterior.
El precio implícito por automóvil, durante estos 14 años, osciló entre un mínimo
de $380 dólares y un máximo de $955 dólares; el precio de los camiones varió entre
$547 y $2 332. El mercado se amplió considerablemente, a pesar de los conflictos
bélicos, por las facilidades de la oferta al disminuir sus costos, lo que permitió
satisfacer la demanda nacional que cada vez era más amplia.
En esta segunda etapa es posible destacar dos subperiodos, el primero va de
1916 a 1921 con un promedio anual de 3 860 autos; y el segundo, de 1922 a 1929,
tiene un promedio de 11 927. En el primer subperiodo se aceleró el ritmo de expan-
sión del mercado, la tasa de crecimiento anual fue de 63%.
El segundo subperiodo, de 1922 a 1929, si bien no continuó con el ritmo de
desarrollo de la etapa previa, tuvo una tasa anual de crecimiento de 9% y llegó al
punto más alto del flujo de mercancías en 1929. Un año después, nuevamente los
factores económicos externos, la Gran Depresión Mundial, afectaron la expansión
del mercado. Durante estos ocho años el crecimiento no fue sostenido y tuvo por
momentos un crecimiento negativo en 1922, 1926 y 1927, con una rápida recupe-
ración en los años siguientes.
De 1921 a 1922 hubo una reducción en la importación de autos, por la quiebra
de varios bancos de Ciudad de México, que financiaban su venta (Avella, 2010:
269). Además, la producción estadounidense, como se mencionó, tuvo marcadas
reducciones a lo largo de toda la década de 1920-1929, lo que seguramente afectó
la exportación.
A pesar de que la planta de Ford comenzó a trabajar en México desde 1926,
esto no significó una disminución en la importación de autos terminados; ya que
en cinco años se produjeron 26 172 autos, con un promedio de 5 234 al año; la
producción nacional representaba el 40% del promedio de los autos importados
anualmente.
En algunos años las fuentes proporcionan información sobre las categorías de
precios (véase gráfica 2); la mayor incidencia es en la gama de precios bajos, ya que
62% corresponden a la categoría de precio de $100 a $500 dólares, 14% a la cate-
goría de $501 a $800, 22% a la de $801 a $2 000 y sólo 2% a la de precio mayor
30 Parte I: Industria y mercado
Gráfica 2
Número de automóviles exportados de los Estados Unidos a México
por categoría de precio, 1923-1925
(US dólares)
Fuente: Elaboración de la autora con base en datos obtenidos de Facts and Figures of the Automo-
bile Industry, 1924: 68; 1925: 65; 1926: 66.
a $2 001 dólares. Esto muestra la tendencia general, que si bien existió un consumo
suntuario de automóviles de lujo a principios de siglo, ya para la década de 1920-
1929, en volumen, era mínimo en comparación con los de gama de precio bajo.
En el caso de los camiones (véase gráfica 3) había tres categorías, según la
capacidad de carga: 82% del total correspondían a la categoría de 1 tonelada; el
15% a la segunda, de 1 a 2.5 toneladas; y el 3% a la última, de más de 2.5 toneladas.
Es así que se mantuvo la tendencia a usar aquellos camiones de menor capacidad,
lo cual está directamente vinculado con el precio, pues a mayor capacidad, mayor
el precio del camión o autobús. Desde finales de la primera década del siglo xx se
utilizaron automotores para transportar mercancías (Rodríguez, 2011: 92-104) y
personas a cortas distancias, principalmente de un poblado a otro o dentro de la
ciudad.
El crecimiento del mercado automotor se detuvo abruptamente por la Gran
Depresión; por lo que en el último periodo, de 1930 a 1933, se observa el decrecimiento
de la importación y una lenta recuperación. En 1930 se importaron 12 254 autos y
dos años después, sólo 862; es decir que el mercado disminuyó 49%. Al año siguiente,
1933, la recuperación se inició y el aumento en el número de autos fue del 80%.
Esta caída del comercio ocurrió por la deflación en los precios de automotores
a nivel mundial y la drástica diminución de la producción en los Estados Unidos.
Ilse A. Álvarez-Palma: El surgimiento del mercado automotor en México 31
Gráfica 3
Número de camiones exportados de los Estados Unidos a México,
según la capacidad de carga, 1923-1925
Fuente: Elaboración de la autora con base en datos obtenidos de Facts and Figures of the Automo-
bile Industry, 1924: 70; 1925: 67; 1926: 66.
t.= tonelada
A finales de 1931 en México, el mercado automotor operó sobre una base poco
eficiente de crédito, lo que retrasó la importación y la venta de automóviles (Avella,
2010: 272). Sin embargo, la producción interna se intensificó, además comenzó la
construcción de una nueva planta de ensamble que comenzó a operar en 1934, para
sustituir a la ya establecida.
Del total de la importación, el 76% corresponde a automóviles y el 24% a
camiones; estos últimos comenzaron a tener una mayor demanda en el mercado.
Conclusiones
Fuentes
Archivos
Hemerografía
El Diario.
El Imparcial.
El Monitor Republicano.
El Nacional.
El País.
El Popular.
El Tiempo.
The Mexican Herald.
The Two Republics.
Facts and Figures of the Automobile Industry (1920-1930), Nueva York, National Automobile, Chamber of
Commerce, Inc.
Mexico-American, and the Pulse of Mexico (1921), México, noviembre.
Motor (1905-1915), Nueva York.
Motor Age (1905), Philadelphia.
The Automobile (1918-1923), Nueva York.
The Horseless Age (1904), Nueva York.
The Motor World (1908-1921), Nueva York.
Bibliografía
Álvarez Palma, Ilse Angélica (2014), El surgimiento del automóvil en México de 1900 a 1933: tecnología
mercados e industria., tesis de maestría, El Colegio Mexiquense, A. C., Zinacantepec
Avella Alaminos, Isabel (2010), De oportunidades y retos. Los engranajes del comercio exterior de México,
1920-1947, México, El Colegio de México.
34 Parte I: Industria y mercado
La industria del
transporte marítimo y
terrestre y el mercado
fronterizo en el
noroeste de la
península de Baja
California, 1882-1928
Francisco Alberto Núñez Tapia
Introducción
Visión general
El inicio formal de las relaciones marítimas en el Pacífico entre los Estados Unidos
y México se produce a partir del descubrimiento de oro en California en 1849. Desde
entonces, el puerto de San Francisco, Calif., se va a transformar en la vía de acceso
de muchos inmigrantes que llegaron a California vía marítima en busca de este
codiciado mineral. El crecimiento demográfico del puerto explotó en sólo medio
siglo y de tener una población de 480 habitantes en 1848, pasó a tener una de
342 782 habitantes en 1900 (Busto, 2008: 189). Con el arribo de un gran número
de personas a California, la demanda de productos que necesitaban para subsistir
y trabajar los reales mineros se incrementó rápidamente, demandando gran cantidad de
productos agropecuarios de la zona costera occidental, primero de California, y después
de las costas mexicanas en el Pacífico.
En esta labor, los puertos mexicanos que tuvieron mayor participación iniciando
la fiebre del oro en California fueron San Blas, Mazatlán, Guaymas, Acapulco, Man-
zanillo y La Paz. Rápidamente, estos puertos se convirtieron en lugares de conver-
gencia de pasajeros. Muchos de ellos hacían recorridos largos hacia estos lugares
en busca de una embarcación que los llevara hacia San Francisco. Quienes no
lograban encontrar una, usualmente solicitaban a las embarcaciones de tránsito de
carga hacia el norte un espacio donde alojarse para trasladarse a California.
En el caso de provisiones, los puertos mexicanos del Pacífico se convirtieron en
centros de abastecimiento para continuar la travesía hasta California, viniendo
algunos de ellos desde Centro o Sudamérica y en otros casos, desde Europa. Esto
propició que los comerciantes radicados en la zona del Pacífico abastecieran la
demanda de productos que solicitaban en California, dominando en esta labor los
comerciantes de Mazatlán, Acapulco y San Blas en los años inmediatos al descu-
brimiento de oro en las cercanías de San Francisco. Muchos de estos comerciantes
enviaron al puerto de San Francisco a sus socios, parientes e hijos para establecer
oficinas de contacto con los comerciantes de este lugar.
Con un constante flujo de mercancías y personas hacia California, en la segunda
mitad del siglo xix fue cuando se forjó la actividad comercial marítima en el Pacífico
mexicano. Gracias a esto el transporte náutico se incrementó en los poblados cos-
teros mexicanos y siguió aumentando por las olas de migrantes que hacían su
Francisco Alberto Núñez Tapia: La industria del transporte marítimo y terrestre y el mercado fronterizo 37
recorrido hacia los Estados Unidos, por mar. En un principio, la mayoría de las
embarcaciones que entraban y salían de los puertos mexicanos lo realizaron de
manera constante pero sin un itinerario fijo, casi todos realizados a bordo de barcos
de vela y posteriormente de vapor. Al igual que los veleros, la presencia de vapores
fortaleció las relaciones entre San Francisco y los puertos mexicanos. La introducción
de nueva tecnología en las rutas del Pacífico fue determinante en la expansión
comercial de los puertos mexicanos que se convirtieron en mercados regionales de
importancia para el comercio de México.
había sido habilitado para el comercio de cabotaje, pero no logró concretarse debido
a la falta de población en el lugar.
Así mismo, José Matías Moreno, comisionado enviado por el gobierno federal
mexicano para informar de las condiciones en que se encontraba la península, declaró
en 1861 que en Ensenada de Todos Santos se tenía que establecer un puerto de
altura para fomentar el comercio interior e impulsar la agricultura y minería que
poca atención habían recibido hasta entonces. Además, al declararlo puerto comer-
cial presentaba una ventaja sobre los demás puertos del Pacífico mexicano por ser
el más próximo a los Estados Unidos (Ruiz, 2002: 230).
El transporte marítimo desempeñó un papel fundamental en el desarrollo del
puerto ensenadense. Debido a su condición geográfica, entre 1877 y 1878 se instaló
ahí por unos meses una aduana para suplir en esta labor a la de Tijuana, que se cerró
de forma temporal. Uno de los argumentos en favor de este traslado fue que era
más barato importar la mercancía proveniente de California por Ensenada vía marí-
tima, que por Tijuana vía terrestre (Treviño, 2003: 111-112).
A esta última llegaron los artículos de primera necesidad provenientes de San
Francisco, en donde resultaba menos costoso conseguirlos, a diferencia de lo que
ocurría en San Diego. El personal de la aduana de Tijuana se instaló en Ensenada
por un breve periodo hasta que reabrieron la de Tijuana, con lo que se cerró la de
Ensenada. Para 1881, los residentes del Partido Norte de la Baja California solicita-
ron de nueva cuenta al gobierno federal que se instalara la aduana marítima por
segunda ocasión en Ensenada (idem).
De nuevo, la aduana de Tijuana cerró por un tiempo, pero al reabrirse la de
Ensenada, siguió en funciones y tuvo así el Partido Norte dos aduanas: la terrestre
en Tijuana y la marítima en Ensenada. Cuando se trasladó la capital del Partido
Norte ubicada en Real del Castillo hacia Ensenada en 1882, una de las razones para
este cambio fue la importancia en materia de intercambio comercial que se hacía
en el puerto.
En este contexto surgieron los puertos bajacalifornianos, en especial el de Ense-
nada de Todos Santos, relacionados directamente con el proyecto colonizador
impulsado por el gobierno de Porfirio Díaz que propició la inmigración y coloniza-
ción como eje político de modernización del país. Dicho proyecto formó parte del
impulso del gobierno porfirista derivado de la promulgación de las leyes de coloni-
zación en 1883. Ensenada adquirió importancia a resultas de la explotación minera
de Real del Castillo, así como de otros asentamientos que se establecieron y labo-
raron en este rubro. En su calidad de puerto, Ensenada se convirtió en la puerta de
llegada de inmigrantes y mercancía y a su vez, en la salida de diversos enseres
Francisco Alberto Núñez Tapia: La industria del transporte marítimo y terrestre y el mercado fronterizo 39
Fotografía 1. Almacén de la aduana marítima de Ensenada, ca. 1915. Col. Heberto Peterson Legrand.
Archivo Histórico de Ensenada.
Fotografía 2. Muelle del puerto de Ensenada, 1923. Col. Heberto Peterson Legrand. Archivo Histórico de
Ensenada.
40 Parte I: Industria y mercado
Cuadro 1
Cantidad y valor de las mercancías importadas y exportadas por los puertos del
Pacífico mexicano en 1921
al contrabando de licor hacia los Estados Unidos, principalmente a los puertos de San
Diego y Los Ángeles. Esto propició que las autoridades de estos dos puertos califor-
nianos incrementaran su vigilancia sobre los barcos provenientes de Ensenada para
tratar de detener el alijo, que continuó inclusive hasta la tercera década del siglo xx.
Además de los vapores que entraron a la bahía de Todos Santos —nombre de
la bahía de Ensenada— llegaron también yates privados principalmente venidos de
San Diego y Los Ángeles, Calif. (Pearce, 1974). En San Diego, el San Diego Yacht Club
(1886) y el Chula Vista Yacht Club (1889) organizaron regatas y carreras locales,
nacionales e internacionales, lo que atrajo mucha actividad turística.
En la década de 1910-1919 se inauguró el Coronado Yacht Club, que funcionó
sólo de 1913 a 1916, a consecuencia de la Gran Guerra (en 1932 reanudó sus acti-
vidades) y para la década de los veinte se crearon dos clubes más: el Southwestern
Yacht Club (1924) y el Mission Bay Yacht Club (1927) (Pearce, 1974). Debido al
incremento de este tipo de actividad recreativa en el sur de California, muchos
estadounidenses propietarios de los yates, pertenecientes o no a estos clubes,
arribaron a Ensenada con la intención de practicar la pesca deportiva.
También fungieron como corresponsales de noticias de la prensa estadounidense,
principalmente de la producida en California. La mayoría de los yates que arribaron
al puerto ensenadense tenían que cubrir una cuota por entrar a la bahía y realizar
actividades de pesca. Se presentaron algunos problemas respecto a éstos ya que
los dueños de los yates se quejaron de que las cuotas eran altas y no siempre fijas.
La Cámara de Comercio de Ensenada defendió este tipo de comercio y embar-
caciones, argumentando frente a la autoridad local lo siguiente:
Estando próxima la estación de verano, durante la cual visitan a esta ciudad, en yates
de recreo, algunos turistas, pero que lo hacen en escaso número debido a los fuertes
impuestos y recargos extraordinarios que les cobran las oficinas de Migración,
Sanidad, Capitanía de Puerto y Aduana Marítima, pues en algunos casos han ascen-
dido tales impuestos y recargos a más de $80.00 por cada yate, esta Cámara,
procurando siempre el mejoramiento de la población y teniendo en cuenta que el
turismo nos trae grandes ingresos, se permite ocurrir a usted, con la súplica muy
atenta, de que si a bien lo tiene y obrando dentro de sus atribuciones y facultades,
se sirva prestarnos su eficaz ayuda a fin de que, en alguna forma, se exonere a dichos
yates de los impuestos y recargos dichos, pues de hacerlo así, estamos seguros [de]
que nos visitaran [sic] con mucha frecuencia, un número considerable de turistas y,
con esto, vendrá un mejoramiento notable en las condiciones económicas del
comercio de esta plaza, de la agricultura de la región y, en general de todas las
fuentes productoras. [...] En varias ocasiones, y debido a las gestiones de la misma
cámara citada, se han organizado excursiones de gente rica y de negocios del vecino
Francisco Alberto Núñez Tapia: La industria del transporte marítimo y terrestre y el mercado fronterizo 43
Estado de California, que han venido por la vía marítima en sus yates propios, pero
debido a los muchos y fuertes impuestos que hacen efectivo a dichas embarcacio-
nes las autoridades en la nota pre inserta, han optado por hacer sus viajes de recreo
a otros lugares, con gran prejuicio [perjuicio] de la región de que se trata, y del mismo
Fisco, que deja de percibir lo que le correspondería en caso de que aquella región,
entrara de lleno a ser un lugar prominente, por el fuerte comercio que de seguro se
desarrollaría si fuera visitado con frecuencia por gran número de turistas, que por lo
regular es gente adinerada.1
Esta actividad fue de suma importancia para el puerto, sobre todo en los meses
calurosos debido a que dejaban una importante derrama económica estos excur-
sionistas por medio de sus yates en Ensenada, sobre todo por tratarse de gente
potentada. La petición de la Cámara de Comercio fue escuchada por el gobernador
Abelardo L. Rodríguez, quien comunicó ésta a la Secretaría de Hacienda de México.
Aun con lo expuesto y el apoyo del gobernador del Distrito Norte de la Baja Cali-
fornia, la solicitud para la disminución de los impuestos fue negada por no existir
una base legal para dicho requerimiento.2
El traslado hacia Ensenada por mar fue una de las dos formas para llegar al
puerto en esos años, la otra vía era por medio de carruajes tirados por caballos,
hasta que apareció el automóvil. A diferencia de otros puertos del Pacífico mexicano,
Ensenada nunca contó con un sistema ferroviario para conectarse con el resto de
la península, el territorio nacional y con los Estados Unidos. Aunque este puerto se
encuentra relativamente cerca de la frontera norte, los caminos por donde transi-
taron los carruajes en este periodo fueron inadecuados. Aun con la aparición del
automóvil en la década de 1920-1929, como se verá más adelante, el camino que
conectaba a Ensenada con San Diego, vía Tijuana, perduró en pésimas condiciones.
El transporte terrestre
Los migrantes que arribaron a California, procedentes del este de los Estados Uni-
dos a finales del siglo xix y principios del xx, lo hicieron por medio del ferrocarril.
Desde este lugar, muchos de ellos se trasladaron en carruajes hacia Tijuana y Ense-
nada, pero al expandirse las vías férreas desde San Diego a Tijuana en 1912, hubo
1
agn, “Solicitud de la Cámara Nacional de Comercio de Ensenada, Baja California, sobre la exención
de pago de impuestos a los yates de turismo que llegan ha dicho puerto”, 1928.
2
Idem..
44 Parte I: Industria y mercado
una opción más cómoda para llegar al poblado tijuanense. Dos años después esta
vía se expandió y llegó al poblado de Tecate para salir nuevamente al sur de Cali-
fornia, en 1916, por un poblado llamado Campo (Price, 1988). Con la apertura del
hipódromo en Tijuana ese mismo año, la San Diego and South Eastern Railroad
(SD&SR) añadió una estación para su ferrocarril y estuvo en condiciones de trans-
portar directamente a personas hasta el hipódromo (Taylor, 2002). Debido a
problemas financieros, la compañía fue absorbida por la San Diego and Arizona
Railway (SD&A) que conectó al poblado de Campo (al norte de Tecate) con El
Centro, Calif., en Imperial Valley, y posteriormente con una estación en Calexico, al
norte de Mexicali, en 1919 (Wilson, 1994).
Debido al avance y movimiento de pasajeros desde San Diego hacia Tijuana e
Imperial Valley a Mexicali, Ensenada quedó en desventaja por no contar con un
servicio ferroviario proveniente de la frontera estadounidense. La única manera de
llegar al puerto era por mar o en carruajes tirados por caballos, por lo que el viaje
era sumamente lento e incómodo, hasta que apareció el automóvil.
El decenio de los veinte trajo consigo un aumento considerable de automóviles
en el Distrito Norte de Baja California y modificó drásticamente el transporte
terrestre, pasando de la era de los carruajes tirados por caballos a la de máquinas
con motores de combustión interna. El cambio fue posible por el desarrollo econó-
mico que experimentó el estado de California en las dos primeras décadas del siglo
xx y favoreció el traslado de estadounidenses a los poblados del Distrito en busca
de recreación y diversiones.
En 1906, el Coronado Country Club llevó a cabo una carrera de automóviles entre
Los Ángeles y Coronado (poblado de San Diego) que duró dos días (Chancey, 1991).
Este tipo de carreras y el incremento de automóviles propiciaron que los residentes
de San Diego crearan comisiones locales para solucionar el problema de las vías de
comunicación que llegaban al centro de su población. Al mejorar éstas e incrementarse
las carreteras, arribó a San Diego un gran número de excursionistas, especialmente
de Arizona. Se continuó mejorando la condición de los caminos y para el decenio de
los veinte, muchos de éstos ya habían sido modificados en gran medida, siendo más
prácticos y confortables para su recorrido (Chancey, 1991). Al llegar a San Diego,
muchos de los visitantes se trasladaron a México, principalmente a Tijuana, por su
proximidad, en busca de diversión y alcohol; de esta manera, el automóvil serviría
como medio de pasaje cómodo y rápido, lo que hacía posible el regreso el mismo día.
No solamente los excursionistas que llegaron a San Diego visitaron Tijuana, sino
que los propios residentes de esta localidad, interesados en conocer los poblados
del Distrito Norte en la costa, empezaron a utilizar este medio de transporte para
Francisco Alberto Núñez Tapia: La industria del transporte marítimo y terrestre y el mercado fronterizo 45
naban el servicio de transporte en San Diego; desde este punto trasladaron a los
excursionistas que visitaron los poblados de la costa occidental de Baja California
(Samaniego, 1991: 6).
Para ampliar la cobertura de su empresa, Fred A. Sutherland, dueño de la Suther-
land Stages Company, construyó una estación de automóviles a las afueras del
hipódromo de Tijuana, el principal atractivo del poblado en 1921. Sus choferes
condujeron a los visitantes desde San Diego hasta las puertas del hipódromo y a
su salida, los turistas tomaban de nuevo un automóvil en la estación de Sutherland
para regresar a San Diego. James H. Woollet, dueño de la Woollet Stages Company,
no pudo competir con esto y se ocupó del traslado de excursionistas en automó-
viles hacia Ensenada, realizando la misma labor que Sutherland pero fuera de Tijuana.
Al ver que el traslado de pasajeros era un negocio factible, exempleados mexicanos
de estas compañías transportistas estadounidenses —que habían aprendido a
manejar cuando reparaban o lavaban los automóviles— formaron una pequeña
empresa llamada OK en 1921 y se convirtieron en la competencia de los estadou-
nidenses (Samaniego, 1991: 7-8). La empresa mexicana no pudo sostenerse mucho
tiempo por ser favorecidas las estadounidenses, y tuvo que cerrar en pocos meses.
Para 1922, los choferes mexicanos lograron integrarse y formaron el Gremio de
Chauffers Mexicanos, dedicados a transportar excursionistas de la línea fronteriza
hacia cualquier punto del poblado tijuanense. Los choferes mexicanos protestaron
por las medidas en favor de compañías extranjeras en suelo nacional y fueron res-
paldados en 1925 por el gobernador del Distrito Norte, Abelardo L. Rodríguez. Para
Fotografía 3. Entrada a Ensenada, 1919. Col. Heberto Peterson Legrand. Archivo Histórico de Ensenada.
Francisco Alberto Núñez Tapia: La industria del transporte marítimo y terrestre y el mercado fronterizo 47
Fotografía 4. Camino Ensenada-Tijuana, ca. 1920. Col. Heberto Peterson Legrand. Archivo Histórico de
Ensenada.
Estados Unidos, donde las clases medias y altas estadounidenses hacían realidad
la posesión de ese patrimonio (Bell y Bentley, 1923: 271).
Para el excursionista californiano, llegar a Ensenada en automóvil representó un
gran reto. Aurelio de Vivanco, quien recorrió este camino a principios de la década
de 1920-1929, concluyó que si se mejoraban
Cuadro 2
Registro de automóviles, movimiento de pasajeros y valor de los
vehículos en los poblados de Ensenada y Tijuana, 1924-1927
Año y Registro de automóviles de Registro de transporte de Valor de los vehículos en
lugar pasajeros pasajeros diarios (aprox.) moneda nacional (aprox.)
1924
Ensenada 85 416 88 000
Tijuana — — —
1925
Ensenada 142 710 220 000
Tijuana 143 1 502 119 150
1926
Ensenada 125 626 150 050
Tijuana 357 7 227 132 500
1927
Ensenada 136 640 266 000
Tijuana 214 3 336 489 000
Fuente: Rodríguez, 1928.
Cuadro 3
Registro de camiones de carga, movimiento de toneladas diarias y valor de los
vehículos en los poblados de Ensenada y Tijuana, 1924-1927
Año y lugar Registro de camiones de Registro de transporte de carga Valor de los vehículos en
carga diaria en toneladas (aprox.) moneda nacional (aprox.)
1924
Ensenada 19 76 19 000
Tijuana — — —
1925
Ensenada 15 10 27 500
Tijuana 30 89 22 850
1926
Ensenada 21 26 42 000
Tijuana 35 109 31 800
1927
Ensenada 11 18 20 000
Tijuana 47 156 84 500
Fuente: Rodríguez, 1928.
Francisco Alberto Núñez Tapia: La industria del transporte marítimo y terrestre y el mercado fronterizo 51
Cuadro 4
Registro de carros y carretas, movimiento de toneladas diarias y valor de los
vehículos en los poblados de Ensenada y Tijuana, 1924-1927
Año y lugar Registro de carros y Registro de transporte de carga Valor de los vehículos en
carretas diaria en toneladas (aprox.) moneda nacional (aprox.)
1924
Ensenada 7 6 3 500
Tijuana — .. …
1925
Ensenada 13 8 6 000
Tijuana 25 40 2 500
1926
Ensenada 9 16 3 100
Tijuana 50 85 6 000
1927
Ensenada 19 6 2 500
Tijuana 48 84 5 200
Fuente: Rodríguez, 1928.
[…Se] construyeron, para preservar el camino, cunetas laterales que conducen las
aguas a los puntos más convenientes, donde se les da salida por medio de alcanta-
rillas hechas con muros de cemento y tubos de hierro galvanizado, cuyo diámetro
varía entre treinta y ciento diez centímetros [Rodríguez, 1928: 163-165].
La gran afluencia de turistas que conduce hacia la región oeste del Distrito, el
espléndido sistema de carreteras del Estado de California, no puede ser atraída hacia
el interior de la Península, por grandes y considerables que sean los motivos de
placer, observación y esparcimiento que en ella se encuentren, debido a que nuestras
líneas de comunicación no prestan desgraciadamente todas las facilidades que
52 Parte I: Industria y mercado
reclama el conforte [sic] moderno, ni conserva siquiera relativa proporción con los
excelentes caminos norteamericanos [Rodríguez, 1928: 173].
Conclusiones
Fuentes
Archivos
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F. A. Ortega: Motorizando el desarrollo. La industria automotriz argentina durante el gobierno de Arturo Frondizi (1958-1962) 55
Motorizando
el desarrollo.
La industria automotriz
argentina durante
el gobierno
de Arturo Frondizi
(1958-1962)
Fernando Ariel Ortega1
Introducción
1
Universidad de Buenos Aires (uba).
56 Parte I: Industria y mercado
Si bien la industria automotriz surge a fines del siglo xix, será apenas en las prime-
ras décadas del siglo xx cuando la introducción de la organización científica del
trabajo y la cadena de montaje convierten al automóvil en producto de consumo
masivo, transformando a dicho sector industrial en uno de los más dinámicos,
innovadores e impulsores de la expansión económica experimentada por el capita-
lismo en los últimos cien años.
Esa incipiente industria automotriz consolidada plenamente en los Estados
Unidos gracias a la influencia ejercida por Henry Ford, comenzaría un proceso de
expansión a escala mundial tras la Primera Guerra Mundial que incluiría los países
europeos y los de América Latina. Argentina, gracias al auge experimentado por su
modelo agroexportador, presentaba en aquellos años una economía expansiva con
una demanda potencial de automotores que impulsaba a las empresas del sector a
tener muy en cuenta al país a la hora de comercializar sus productos. La primera
firma en aprovechar dicha oportunidad fue la Ford Motor Company, quien ya desde
1913 instala una filial en territorio argentino, siendo ésta la primera que la empresa
instalaba en América del Sur y la segunda a nivel internacional. Durante los prime-
ros años, la demanda se cubría mediante la importación de autos ya armados y
varias empresas del sector instalaron filiales o representantes para vender sus
productos como lo ejemplifica el caso de Fiat (1919).
A partir de la década de los años veinte, siguiendo una estrategia de reducción
de costos, Ford comienza a ensamblarlos en el país inaugurando su primera planta
industrial.2 Otras empresas norteamericanas seguirán sus pasos como General
Motors, que instala su fábrica en 1925, o Chrysler, que inicia operaciones en Argen-
tina en 1932.
Sin embargo, en el país también existían trabas para profundizar dicha expansión.
Por un lado, Argentina presentaba la red ferroviaria más amplia de América Latina,
superando inclusive a países de gran extensión territorial como Brasil y México.3
Este gran desarrollo ferroviario se tradujo en estas primeras décadas del siglo
xx en una red vial de reducidas dimensiones. Y dado que gran parte del tráfico de
En 1926, Ford ensambla en Argentina su unidad número 100 mil de su célebre Ford T. De allí que
2
la empresa adoptara como eslogan publicitario de la época: “De cada diez automóviles que circulan en
Argentina, ocho son Ford”.
3
La red ferroviaria argentina totalizó al momento de su mayor expansión (1960) cerca de 44 000
km de vías, mientras que Brasil llegó a los 34 000 km y México a los 24 800 km.
F. A. Ortega: Motorizando el desarrollo. La industria automotriz argentina durante el gobierno de Arturo Frondizi (1958-1962) 57
sarial y tecnológica tuvo como política productiva asociarse con otras empresas, ya
sean nacionales o extranjeras, para proveerse de autopartes, motores o asistencia
técnica. Aunque la firma produjo automóviles (como el “Institec” o el deportivo
“Justicialista”), su verdadero éxito comercial llegó con el utilitario “Rastrojero”, que
pese a su diseño un tanto rústico, por su confiabilidad se transformaría en todo un
símbolo de la industria nacional automotriz. Otro de los instrumentos de incentivo
gubernamental fue la promulgación de la Ley 14,122 de 1953, que tenía como
objetivo principal incentivar la llegada de inversiones extranjeras al otorgar garantías
de repatriación de capitales y beneficios impositivos a las empresas industriales que
se radicaran en el país. Gracias a estas medidas, firmas extranjeras como Fiat, Deutz,
Mercedes Benz o Kaiser Motors decidieron instalar plantas en Argentina. En el caso
de Fiat, se asoció con iame, creándose de este modo Fiat-Concord, dedicado a la
fabricación de tractores, maquinarias que también comenzó a producir en el país la
empresa alemana Deutz. También en asociación con iame se radica la Kaiser Motors,
de la que se hablará con detalle más adelante. Por su parte, Mercedes Benz, firma
con Perón un convenio para la instalación de una planta local que se dedicará a la
producción de camiones, utilitarios y colectivos [autobuses].4
El efecto político generado tras la caída de Perón durante el gobierno de la
Revolución libertadora (1955-1958) puso un freno al crecimiento que venía expe-
rimentando la producción local de automotores, y en ese periodo volvió a incre-
mentarse de nuevo la importación de vehículos, proceso que comenzará a revertirse
definitivamente con la consolidación de la industria automotriz nacional lograda
durante la presidencia de Arturo Frondizi.
Frondizi y el Desarrollismo
4
La empresa apenas pudo empezar a producir a plenitud durante el gobierno de Frondizi, ya que
con la caída del régimen de Perón en 1955, había estado virtualmente paralizada por el gobierno de la
llamada Revolución libertadora.
5
El otro presidente que tuvo que afrontar una situación semejante fue Arturo Illia (1963–1966),
pero a diferencia de lo ocurrido con Frondizi, la sociedad no había depositado en Illia grandes expecta-
tivas y su debilidad política ya era evidente antes de que jurara el cargo.
60 Parte I: Industria y mercado
Frondizi realizó un pacto secreto con Perón, por el cual a cambio del apoyo de votantes peronis-
6
tas se comprometía a ir retirando las proscripciones que pesaban sobre ese partido y restituir algunas
conquistas sociales logradas por el peronismo que la Revolución de 1955 había eliminado.
F. A. Ortega: Motorizando el desarrollo. La industria automotriz argentina durante el gobierno de Arturo Frondizi (1958-1962) 61
sostenido que requería el nuevo proyecto industrializador.7 Con este último punto se
buscaba solucionar el problema de “estrangulamiento” que azotaba a la economía
argentina desde los años cuarenta, donde cada ciclo de expansión industrial se frenaba
abruptamente (stop and go) ante el aumento desmedido de las importaciones de
bienes de capital, combustibles, etc., que el propio crecimiento demandaba, pero que
la insuficiencia de divisas provenientes del sector exportador basado en el agro (que
crecía a un ritmo mucho menor) impedían adquirir, lo que contribuía a agravar el
enorme déficit de la balanza comercial.
Por esta razón, otro de los ejes centrales para llevar a cabo el proyecto desarro-
llista pasaba por conseguir un masivo flujo de capitales extranjeros que invirtiera en
las ramas prioritarias, ya que una de las claves del éxito del plan exigía lograr que el
desarrollo se realizara de manera acelerada y únicamente en el exterior podía con-
seguirse la magnitud de capitales que el programa requería. Sin embargo, atraerlos
no era una cuestión sencilla debido a la larga tradición nacionalista, renuente a la
entrada de capitales de esa índole, que había imperado con el peronismo y de la
que inclusive el propio Frondizi había formado parte. No obstante, el presidente
—en uno de los tantos giros ideológicos que caracterizaron su mandato— aplicó
todas las medidas a su alcance para fomentar su ingreso, como la Ley de Inversio-
nes Extranjeras 14 780, dado que en su opinión, el origen de los capitales no tenía
importancia (mientras fueran empleados para desarrollar una nación independiente
y económicamente poderosa).
De este modo, y a pesar de las oposiciones que se le fueron presentando, Fron-
dizi pudo lograr el crecimiento acelerado, aunque a costa de importantes desequi-
librios, y del surgimiento de nuevas ramas industriales como la del petróleo, acero,
celulosa, petroquímica y automotriz, rama que será el eje principal de análisis de
este trabajo.
Otro de los desafíos que el gobierno de Frondizi debía resolver estaba en el área
de transporte, con un parque automotor cuyo déficit se estimaba en el orden de un
millón de unidades y con una industria automotriz que no llegaba a consolidarse.
A ello hay que sumarle una red vial poco desarrollada y una red ferroviaria obsoleta
con un déficit que comprometía cada vez más las cuentas públicas y con gravísimos
problemas estructurales.
7
Dentro del proyecto desarrollista las transformaciones en el sector agropecuario no eran priori-
tarias y dependían del éxito previo de otras políticas industriales. Tampoco contemplaba (como sí
ocurrió en otros países latinoamericanos) una posible reforma agraria que modificara el régimen de
propiedad de la tierra.
62 Parte I: Industria y mercado
Una de las particularidades del mercado automotor argentino de fines de los años
cincuenta que lo hacían muy atractivo para la llegada de terminales internacionales,
era su importante demanda insatisfecha, resultado de una producción nacional
reducida y un volumen de importaciones caracterizado por su irregularidad.
Tampoco se debe dejar de tener en cuenta que en esa misma época el mercado
mundial automotor estaba en un proceso de franca expansión y creciente compe-
tencia ante la recuperación de la producción europea automotriz (que inclusive
empieza a ingresar en el mercado norteamericano). Este hecho había acelerado la
innovación tecnológica al comenzar a incrementarse la automatización de los pro-
cesos productivos, lo que se tradujo en un nuevo aumento de la productividad y
una reducción del precio de los automóviles. Varias empresas internacionales de
dicha industria no tuvieron el capital suficiente para invertir en las nuevas tecnolo-
gías que se iban consolidando y debieron fusionarse o incluso desaparecer. Muchas
de ellas, quizás en un último intento por sobrevivir, fueron las que otorgaron licen-
cias y marcas a las empresas más chicas que quisieron ingresar en el mercado
F. A. Ortega: Motorizando el desarrollo. La industria automotriz argentina durante el gobierno de Arturo Frondizi (1958-1962) 63
8
Por ejemplo, la alemana Borgward o la estadounidense Studebaker.
64 Parte I: Industria y mercado
Entre fines de 1959 y los años siguientes, el gobierno aprobó los planes de
producción de 26 empresas (véase cuadro 1).9 A las tres grandes automotrices
estadounidenses (Ford, General Motors y Chrysler) se le sumaron empresas ya
radicadas desde los años cincuenta (ika, Mercedes Benz y Fiat), otras multinacio-
nales de origen europeo que se asociaron con firmas nacionales (Citroën, Peugeot,
Renault), y finalmente un importante número de empresas locales que adquirirían
licencias de empresas europeas y que salvo alguna excepción (como se verá más
adelante), tendrán una existencia fugaz llegando a fabricar muy pocas unidades.
Hay que destacar que en materia automotriz, la industria argentina utilizó las pocas
alternativas que se consideraban viables en aquel momento tales como: copiar
modelos europeos, conseguir mediante compra de licencias la matricería de fábricas
extranjeras para realizar una versión argentina del vehículo o directamente importar
partes para ensamblar los vehículos a nivel local.
Más allá de la liberalidad con la que el gobierno utilizó el Decreto 3,693, otor-
gando permisos de radicación a emprendimientos poco viables económicamente
(algunos de los cuales ni siquiera llegaron a disponer de una planta fabril), los
resultados en cuanto al incremento de la producción local de automotores pueden
considerarse positivos.
Si se toma como punto de partida 1951 —por ser el año en que comienza a
fabricarse de manera local algunos vehículos—, tendremos una producción total
hasta 1957 que no superó las 35 500 unidades, mientras que la importación alcanzó
aproximadamente las 115 800 unidades. A partir de 1958, con la llegada de Frondizi
al gobierno y extendiendo el análisis hasta 1964, fecha en la que debería haber
terminado su mandato, la producción automotriz aumentó de forma exponencial
superando las 687 500 unidades, mientras que los carros importados se redujeron
a 45 600 (los datos completos pueden verse en el cuadro 2). A su vez, el complejo
automotor empleaba para esa fecha el 11% de la ocupación industrial argentina.
Hay que aclarar que debido a algunos beneficios impositivos otorgados por el
Decreto 3,693/59, las tres grandes armadoras norteamericanas adoptaron la decisión
de comenzar a fabricar en el país camiones y utilitarios, incorporando sólo a partir del
Decreto 6,567/61 autos a su oferta, hecho que favoreció el negocio durante esos
primeros años de las empresas más pequeñas. A su vez, si bien se le dio importan-
cia a la producción de vehículos comerciales, el consumo fue más favorable y
dinámico para modelos de mayor cilindraje y valor (Remes, 1974).
9
Dos de las empresas, Imena S.A., e Industrias Platenses Automotrices, ni siquiera llegaron a
funcionar.
F. A. Ortega: Motorizando el desarrollo. La industria automotriz argentina durante el gobierno de Arturo Frondizi (1958-1962) 65
Cuadro 1
Empresas automotrices vigentes durante el gobierno de Frondizi
Fuente: Elaboración del autor con base en Ianni (2008) y Barbero y Motta (2007).
Cuadro 2 66
Notas: *Se toma como punto de partida 1951 por ser el año cuando empieza la producción nacional de vehículos, y se extiende hasta 1964 por ser el año en que
Frondizi debería haber concluido su presidencia si no lo hubieran derrocado ilegalmente dos años antes.
+
En vehículos comerciales se incluyen camiones, chasis y ómnibus.
Fuente: Elaboración del autor con base en Ferreres (2005) y Remes (1974).
F. A. Ortega: Motorizando el desarrollo. La industria automotriz argentina durante el gobierno de Arturo Frondizi (1958-1962) 67
10
Una historia completa de dicha empresa puede verse en McCloud (2015).
11
Preston Tucker fue considerado uno de los empresarios automotrices más innovadores de su
tiempo. En 1948 inició la fabricación del Tucker Torpedo, un auto revolucionario que era visto como una
amenaza comercial para las tres grandes de Detroit, quienes iniciaron una feroz campaña de despresti-
gio contra el empresario. Las presiones de las grandes automotrices dieron resultado y el gobierno
estadounidense, so pretexto de problemas judiciales, decidió cerrar la fábrica de Tucker, que sólo pudo
fabricar 50 unidades de su célebre auto.
68 Parte I: Industria y mercado
años más tarde sería ika-Renault. Esta empresa sería recordada por fabricar el
“Torino” a mediados de los años sesenta, considerado el “auto argentino por exce-
lencia”, al ser creado de manera exclusiva en el país siguiendo un diseño original.12
La alianza duraría hasta 1967 cuando por problemas económicos, Kaiser decidió
transferir la mayoría de su paquete accionario a Renault.13
Siam Di Tella
Para los años cincuenta, Siam, la mayor empresa metalmecánica argentina, aparecía
como la única firma privada, de capital nacional, con la capacidad suficiente como
para ingresar en el exigente mercado automotriz, con posibilidades serias de compe-
tir con las multinacionales. Tras aprovechar el régimen de promoción industrial dictado
por Frondizi, la empresa conforma en 1958 la empresa Siam Di Tella Automotores,
tras lo cual obtiene la licencia de la British Motors Corporation (mayor compañía
europea de automotores en dicha época) para la fabricación de sus productos Riley
y Morris, bajo el nombre Siam Di Tella. Su modelo más emblemático fue el “Di Tella
1500”, que en esos primeros años lideraba las ventas en la franja de los automóviles
medianos con más de 20 000 unidades producidas en sólo tres años.14
Sin embargo, la inestabilidad política y económica argentina ocasionada con la
crisis de 1962-1963, causó graves problemas financieros a la empresa, que no estaba
en condiciones de conseguir las grandes cantidades de capitales que constantemente
requiere una industria como la automotriz. Sector que no sólo debe ir renovando
sus maquinarias, sino también invertir en el desarrollo de nuevos modelos, campa-
ñas publicitarias para poder competir con otras marcas, etc. La fuerte competencia
que implicó la entrada de las grandes empresas multinacionales como Ford, Gene-
ral Motors, Fiat o Peugeot a ese segmento del mercado, impulsó a que Siam decidiera
vender su división de automotores a ika en 1965, empresa que también estaba
preocupada ante la creciente presión de sus competidores más grandes y que, como
se vio, también terminó transfiriendo su empresa dos años más tarde a una multi-
nacional más grande como la francesa Renault (Rougier y Schvarzer, 2006).15
12
El Torino fue el único producto fabricado por Renault cuyo origen no era francés.
13
Años antes, la Kaiser había vendido su empresa en los Estados Unidos a la American Motors
Corp.
14
Por su relación precio/calidad, el Di Tella 1500 se transformó en el auto más elegido por los
taxistas. Para más detalles, véase Rougier y Schvarzer (2006).
15
Rougier y Schvarzer argumentan que la compra de Siam por parte de ika terminó por devastar
las finanzas de dicha empresa.
F. A. Ortega: Motorizando el desarrollo. La industria automotriz argentina durante el gobierno de Arturo Frondizi (1958-1962) 69
Esta empresa de capital mixto surge en 1959 cuando la firma alemana DKW se aso-
cia con un grupo de industriales argentinos para fabricar en una planta ubicada en la
provincia de Santa Fe, automotores bajo la marca “Auto Unión DKW”. Gracias a su
mecánica simple, confiable y con un bajo costo de mantenimiento, su modelo “1000S”
será rápidamente aceptado por los consumidores dentro de un mercado como el de
los “medianos chicos”, donde Auto Unión prácticamente no tenía competidores. Si
bien la participación de la empresa en el mercado nacional fue reducida, produciendo
durante su existencia alrededor de 30 000 unidades que implicaron un 5% del total
del mercado, puede considerarse como un caso de relativo éxito en cuanto a que
pudo consolidar (no sin grandes esfuerzos) el proceso de integración nacional en
sus vehículos, hasta alcanzar el deseado 90% en 1964, tal como pretendían los gobier-
nos de la época. Hecho que otras firmas con mayores recursos económicos no habían
podido alcanzar. No obstante, a partir de 1965, la coyuntura macroeconómica del país
(devaluaciones e inflación) comenzó a provocarle a la empresa importantes problemas
financieros que la llevaron a no poder adquirir los insumos necesarios para moderni-
zar sus procesos productivos, generándole un paulatino declive del que no podría
salir. Finalmente, en 1969 y ante la negativa de su casa matriz en Alemania de
continuar invirtiendo en Argentina, IASFSA decide vender su planta a Fiat, que la
utilizará para la fabricación de tractores y camiones. A pesar de ello, con sólo 10
años de existencia, Auto Unión sería la empresa automotriz de capital mixto que
mayor tiempo pudo permanecer en el mercado argentino (Vicentín, 2013).
El caso de las empresas descritas pone de manifiesto una de las características
que tendría a partir de ese momento la industria automotriz argentina como lo fue
su carácter oligopólico al quedar concentrada en manos de las empresas trasnacio-
nales. Durante los primeros años del gobierno de Frondizi, las empresas más peque-
ñas pudieron competir aprovechando la demanda insatisfecha del mercado interno.
Sin embargo, cuando las inversiones realizadas por las grandes fábricas maduraron
y fueron incrementando la oferta de modelos en los distintos segmentos del mercado,
generaron un flujo continuo de producción e inversión que las otras empresas de
capital local o mixto no estaban en condiciones de sostener en el tiempo (Barbero
y Motta, 2007). En 1970, a tan sólo una década de comenzada la expansión auto-
motriz, quedaban en Argentina únicamente 10 empresas terminales, nueve de las
cuales eran filiales de empresas trasnacionales y sólo una, la estatal ime, era de
capital local. A estas debilidades hay que sumarle otro aspecto negativo del desa-
70 Parte I: Industria y mercado
Sin duda, uno de los aspectos más negativos que trajo aparejada la implementación
del Decreto 3,693/59 fue que en vez de fomentar la consolidación de una industria
automotriz netamente nacional de carácter competitivo, terminó por favorecer que
pequeñas empresas locales hicieran “negocio” limitándose a ensamblar autopartes de
origen extranjero. Si bien el decreto establecía metas mínimas de producción
que debían cumplirse anualmente, la realidad indicó que el gobierno no pudo (o no
quiso) durante esos primeros años verificar dichos cumplimientos. Con este pano-
rama muchas de estas empresas invirtieron en el sector esperando obtener ganan-
cias gracias al cierre de la importación de vehículos terminados y a los beneficios
impositivos que traía aparejado la implementación del mencionado decreto. Es
posible que la lógica seguida por estos empresarios fuera obtener rápidos rendi-
mientos y utilidades, antes que las exigencias de fabricación local y las restricciones
en materia de divisas empezaran a afectar los beneficios que podían obtenerse en
el país, como de hecho ocurrió a partir de la crisis de 1962. Si bien no se puede
generalizar, sería injusto pensar que todas estas pequeñas o medianas firmas de
fabricantes argentinos estaban conformadas por empresarios especuladores.
Muchas de ellas estuvieron integradas por ingenieros o entusiastas diseñadores
fanáticos de los automotores que soñaron con producir su propio auto, sin tomar
en cuenta la viabilidad comercial del proyecto. Lo cierto es que la mayoría de estos
emprendimientos, más que “fábricas”, en realidad eran “talleres de armado” donde
a las autopartes de origen extranjero les agregaban un pequeño porcentaje de
F. A. Ortega: Motorizando el desarrollo. La industria automotriz argentina durante el gobierno de Arturo Frondizi (1958-1962) 71
Estas empresas fueron fundadas por Piero Dusio, un peculiar hombre de negocios
de origen italiano que tras haber sido una estrella futbolística en su país, en los años
veinte se transformaría en un empresario exitoso del rubro textil, al proveer de
uniformes al ejército italiano durante la Segunda Guerra Mundial. Gracias a la for-
tuna acumulada con sus negocios, se aficionó al automovilismo y en los años
cuarenta se dedicó a construir en Italia autos de carrera en los que se destacaba el
“Cisitalia 202”, bautizado como la “Escultura rodante” al tener una carrocería de
aluminio construida totalmente de forma artesanal. A pesar de su perfección y diseño
de vanguardia, los altísimos costos de producción del auto dejarían a la empresa al
borde de la quiebra. Ante esta situación, Dusio negocia con el gobierno de Juan
Domingo Perón y en 1950 funda Autoar, considerada la primera fábrica argentina
de vehículos en serie dedicada a la fabricación de utilitarios y sedanes. Si bien los
números de producción fueron modestos, no superando las 1 500 unidades en más
de una década de existencia, el relativo éxito de esta firma fue colaborar activamente
con iame en la fabricación de los chasis del “Rastrojero Diesel”. Sin embargo, el
verdadero objetivo de Dusio era transformar a sus firmas para que se dedicaran a
la producción de automóviles de estilo deportivo. Para ello adquiere la licencia en
1959 de la firma alemana NSU y comienza el montaje de los “NSU Prinz” y con su
otra empresa Cisitalia Argentina produce el “Cisitalia Spyder 750”, que era en rea-
lidad una versión remozada del “Fiat 850”. A pesar del estilo estético que poseían
72 Parte I: Industria y mercado
dichos autos, el mercado argentino de la época era demasiado modesto para hacer
rentable la producción de este tipo de vehículos y en 1963 la firma se ve obligada
a cerrar sus puertas al perder la licencia debido a que el gobierno consideró que
dichos autos, violando el decreto 3,693, prácticamente no tenían componentes
nacionales. Tampoco puede descartarse que esta situación también haya sido
impulsada como una represalia tácita hacia la figura de Piero Dusio por la amistad
que el empresario sostenía con el general Perón.16
Goliath Hansa-Dinborg
En el caso de estas dos empresas, su fracaso no se relaciona tanto con las caracte-
rísticas del mercado argentino sino con el derrumbe de su casa matriz: el grupo
Borgward de origen alemán. Esta firma estaba en plena crisis en su país de origen,
debido a los altos costos de producción de sus autos, cuando gracias al régimen de
promoción industrial otorgado por el gobierno de Frondizi decide probar fortuna
en Argentina. Para ello, en 1958 se asocia con la empresa argentina ime y funda en
el país la firma Dinborg para la producción de un modelo de camión y de un sedán
denominado “Borgward Isabella”. En 1960 instala otra subsidiaria en la ciudad de
Rosario, la Goliath Hansa, para fabricar automotores de dicha marca. Sin embargo,
un año más tarde, en 1961, la quiebra del grupo Borgward en Alemania obliga a la
firma a liquidar sus empresas en Argentina, tras haber fabricado alrededor de 3 000
unidades entre ambas empresas.17
Del “Cisitalia Spyder 750” sólo se produjeron 170 unidades, mientras que de los “NSU Prinz” se
16
fabricaron 2 228 unidades. Para más detalles, se puede consultar el sitio http://www.autohistoria.com.
ar/Historias/Autoar.htm.
17
Para mayor información se puede consultar el sitio http://www.autohistoria.com.ar/Historias/
Dinborg.htm.
F. A. Ortega: Motorizando el desarrollo. La industria automotriz argentina durante el gobierno de Arturo Frondizi (1958-1962) 73
Alcre
Se deja para el final el que sin lugar a dudas constituye uno de los ejemplos más
curiosos de la industria automotriz argentina como es el caso de esta firma fundada
en 1959 por Alberto Credidio, un empresario argentino dedicado a la fabricación de
motores eléctricos. Decidido a incursionar en la construcción de automotores y
contando con el apoyo económico de la firma alemana de motores Heinkel, Credi-
dio inició una campaña publicitaria de preventa para comercializar los dos mode-
los de automotores que pensaba fabricar, a los que bautizó en honor al nombre de
sus hijos como “Alcre Susana” y “Alcre Luis”. Lo cierto es que el proyecto, pese a
los descuentos y amplia financiación ofrecida a aquellos que compraran las prime-
ras mil unidades, no logró convencer a los clientes potenciales, y salvo algunos
modelos de exhibición, ni siquiera entró en fase de producción. Es posible que la
causa de este fracaso comercial esté en estrecha relación con el hecho de que el
“Alcre Susana” estaba diseñado según la matriz de un pequeño automóvil de origen
alemán que Credidio compró a precio de remate, el “Maico Champion 400”. Auto-
motor que a principios de la década de los años cincuenta era considerado en su
Alemania natal como una “trampa sobre ruedas” ya que por sus graves defectos de
diseño (sus ejes solían partirse al alcanzar gran velocidad) había provocado
numerosos accidentes fatales que obligaron a que la firma fabricante debiera cerrar
sus puertas en 1958 ante la oleada de demandas judiciales de las víctimas.19
A modo de balance respecto de estos fracasos comerciales, se debe destacar
que sólo la alta demanda existente en esos primeros años durante el gobierno de
Frondizi, sumada a la posibilidad de importar gran parte de sus componentes del
extranjero, fue lo que le permitió a estos pequeños emprendimientos subsistir un
corto lapso, a pesar de tener muy bajos volúmenes de producción. Por otra parte,
estas fallidas experiencias dejaron en claro que el tamaño del mercado argentino
18
El fracaso de esta firma es semejante al experimentado por Panambí y Dinarg, otras dos empre-
sas nacionales que intentaron incursionar en el mercado de los microautos y que también debieron cerrar
ante las pocas ventas. Para más detalles, véase el sitio http://www.autohistoria.com.ar/Historias/Bambi.
htm.
19
Para más información, ver http://www.autohistoria.com.ar/Historias/Alcre.htm.
74 Parte I: Industria y mercado
era a todas luces insuficiente para permitir la operación de un número tan elevado
de empresas.
Quizás el único legado importante que haya dejado el surgimiento de estas
numerosas industrias automotrices de rápida caducidad, fue dejar unos cientos de
autos de extraña factura que en la actualidad son altamente cotizados y muy apre-
ciados por los coleccionistas y fanáticos del automotor.
¿“Ruedas” o “Rieles”?:
la polémica con los ferroviarios
Sin duda, el sector ferroviario fue el que más objeciones puso respecto a la política
automotriz adoptada por Frondizi. Durante su gobierno, los ferrocarriles presenta-
ban una grave crisis estructural que motivó que se iniciaran los planes de raciona-
lización que terminarían en la actualidad con el desmantelamiento de buena parte
de la red ferroviaria argentina.
Paradójicamente, si en los años cincuenta del siglo xx los ferrocarriles verán la
competencia “desleal” del automotor como uno de los causantes de la crisis que
afectó a este medio de transporte, en los años veinte el automóvil había visto en el
ferrocarril el “enemigo” que impedía que su expansión fuese más acelerada.
En trabajos anteriores se ha intentado explicar este proceso buscando desmi-
tificar el perfil “antiferroviario” con el que se ha identificado históricamente la figura
de Frondizi. Al examinar las políticas ferroviarias implantadas durante su gestión,
podemos distinguir dos grandes etapas: la primera, hasta mediados de 1959 cuando
la solución al problema de los ferrocarriles pasaba por la modernización del material
rodante, la incorporación de nuevas tecnologías y una reestructuración en las áreas
de gestión como vías esenciales para la reducción del déficit. En esta etapa no se
proponía enfáticamente el cierre de ramales, y en cuanto al personal, se planteaba
la reorganización de tareas, más que el despido de los mismos. La segunda comenzó
hacia fines de 1959 cuando a medida que se fue deteriorando la coyuntura econó-
mica, el eje central pasó a ser la reducción del déficit a toda costa; para ello se
tornaba imprescindible el inicio del proceso de recorte de personal, la actualización
de tarifas, la privatización de actividades periféricas a la explotación ferroviaria y el
cierre de aquellos ramales considerados antieconómicos, medidas que tendrán en
el ministro de Obras Públicas, Arturo Acevedo, a su principal mentor y desatarán
una serie de huelgas de los ferroviarios en 1961 (Ortega, 2011).
F. A. Ortega: Motorizando el desarrollo. La industria automotriz argentina durante el gobierno de Arturo Frondizi (1958-1962) 75
Conclusiones
20
En Argentina, se radicó en los sesenta la planta Fiat-Materfer, principal proveedor de material
rodante de los ferrocarriles argentinos en las décadas siguientes. Su éxito, sumado a la demanda insa-
tisfecha que no alcanzaba a cubrir, demuestran que era factible la radicación de otras empresas en el
sector.
78 Parte I: Industria y mercado
Fuentes
Bibliografía
Recursos electrónicos
Autohistoria (revista digital de autos históricos argentinos), sitio en Internet disponible en:
<http://www.autohistoria.com.ar> (consulta: 03/04/2015).
P. F. Guadiana-Lozano: Tarjetas postales en el desarrollo de la industria turística de Tijuana de 1901 a 1935 81
Tarjetas postales en
el desarrollo de
la industria turística
de Tijuana de 1901 a
1935: los retratos
del turismo y
los automóviles
Pablo F. Guadiana Lozano1
Introducción
1
Universidad Autónoma de Baja California (uabc).
82 Parte I: Industria y mercado
eran los protagonistas visuales. En este artículo se explica cómo fue el desarrollo
del turismo, el uso de la tarjeta postal y el auge del automóvil al inicio del siglo xx.
La firma del Tratado de Paz, Amistad, Límites y Arreglo Definitivo entre los
Estados Unidos Mexicanos y los Estados Unidos de América del Norte, entre febrero
y mayo de 1848, rompe la unidad económica y territorial de la antigua California
–en este caso, en el valle de Tijuana–, lo que alteró radicalmente el curso de la
historia, pues la convierte en una región fronteriza con características y posibilida-
des sobre el futuro del poblamiento y el desarrollo económico (Canales, 1995: 6).
Cuando la Alta California queda bajo la soberanía de los Estados Unidos, el camino
que conecta al norte de la península que había sido poco transitado, primero por
los novohispanos y después por los mexicanos, es utilizado con mayor frecuencia,
sobre todo por los mismos estadounidenses, debido a que es la única vía que per-
mite en ese tiempo la comunicación directa entre el puerto de San Diego, Calif., y
el fuerte de Yuma en Arizona (véase mapa 1).
Es tal el cruce de personas entre los Estados Unidos y México por el valle de
Tijuana, que las autoridades mexicanas empiezan a preocuparse por la seguridad
regional. Por ello, en 1873 comisionan al ingeniero Jacobo Blanco para realizar un
levantamiento topográfico y un informe de las actividades de los extranjeros en el
territorio mexicano (Padilla, 2010: 24). Con esta inquietud, además de la posibilidad
Mapa 1
Camino y nueva frontera en las Californias
de recaudar impuestos en esta parte del país, el gobierno federal mexicano decide
establecer en 1874 la primera aduana fronteriza en la región.
La aduana quedó localizada a un costado del camino y cercana a la mojonera,
sobre el lecho del río Tijuana. Esta ubicación permite al gobierno controlar el paso
de los viajeros, así como acceder al agua potable encontrada en el subsuelo del río
(Padilla, 2006: 52). La actividad aduanera obliga a los viajeros a detenerse y per-
manecer un tiempo indefinido en el lugar, mientras se liquidan los trámites fiscales.
Pronto se advierte la posibilidad comercial que ofrece esta circunstancia, y por ello
se establecen, a los lados del camino y próximos a la aduana, los primeros expendios
de alimentos, semillas, forrajes, inclusive tiendas de curiosidades y recuerdos del
“Old Mexico” (Padilla, 2006: 52) que comienzan a venderse a la afluencia turística
inicial, que se mantiene hasta el final del siglo xix.
nado Beach. Este complejo turístico comienzó a recibir a los buscadores de salud
de todas partes de los Estados Unidos, a partir de febrero de 1888 (Scharnhort,
2006: 140). El personal del hotel, entre una gama de formas de entretenimiento,
prepara para sus huéspedes un programa de actividades al aire libre. Ellos pueden
elegir un paseo hacia el sur de la bahía de San Diego, entre diversos recorridos. Los
excursionistas que optan por este itinerario costero en carreta, visitan la mojonera
que materializa la recientemente establecida división internacional entre México y
los Estados Unidos frente al océano Pacífico (véase imagen 1). Una ruta alterna es
el viaje en tren hasta Tia Juana City –hoy San Ysidro, Calif.– que colinda con la
línea fronteriza, donde transbordan a una carreta para ser trasladados al pueblo de
Tijuana y visitar las tiendas de artesanías mexicanas o curiosidades. De la misma
“línea” pueden ser llevados a recibir un tratamiento para el reumatismo o enferme-
dades de la piel en el manantial de aguas sulfurosas, propiedad de la familia Argüe-
llo (Taylor, 2002), arrendada por extranjeros.
En 1901, las primeras tarjetas postales sobre Tijuana no tienen una relación entre
el poblado y el título de la fotografía o pintura impresa que aseguran representar.
Los impresores extranjeros recurren a su inventario de imágenes hispanoamericanas
para ilustrar lo que creen que es la vida en México, o cómo imaginan que es enton-
ces Tijuana: sus plazas de toros de arquitectura española que no corresponden a la
arquitectura local, retratos de burros con faenas en geografías californianas distan-
Imagen 1. “The Boundary Monument between the United States and Mexico, San Diego Cal.”, (ca.
1901). Postal Colección Digital Pablo Guadiana, Núm. AW0020A.
P. F. Guadiana-Lozano: Tarjetas postales en el desarrollo de la industria turística de Tijuana de 1901 a 1935 85
tes, o jinetes acompañados con personas de grupos étnicos del sur de la República
mexicana.
Las imágenes verdaderas del pueblo tijuanense aparecen a partir de 1906,
(aproximadamente), gracias a la llegada de fotógrafos extranjeros que, con sus
modernos equipos, retratan lo que se incorpora como imagen en las primeras tar-
jetas postales fotográficas del exterior de la plaza de toros de madera del poblado,
con un estacionamiento saturado de carros Ford modelo T que han cruzado la línea
fronteriza luego de recorrer el sur de California (véase imagen 2).
Ahora se producen las postales en la región y las ruinas locales son el centro
de atención, tanto de excursionistas como de los fotógrafos que usan los muros de
tierra de la exaduana del siglo xix como escenario artificial, o la capilla católica
construida con adobes, su cruz de madera en lo alto del techo de teja y un campa-
nario individual en un paraje desolado. Los nuevos temas son edificios del fuerte
mexicano, reminiscencia de los construidos en Europa, la escuela local con cuatro
salones, el resguardo aduanal, el templo católico de apariencia bautista, una calle
ancha de tierra llamada Olvera con edificios de madera organizados en fila, sin
nombres, sin adornos y apenas un par de carretas a lo lejos. Éstos son los temas
primogénitos.
Imagen 2. “Crownd at Bullfigthing Tijuana, Mex.”, (s./f.). Postal Colección Digital Pablo Guadiana,
Núm. AW0165A.
86 Parte I: Industria y mercado
Imagen 3. Roy W. Magruder, (ca. 1901). Postal Colección Digital Pablo Guadiana, Núm. AW0165A.
P. F. Guadiana-Lozano: Tarjetas postales en el desarrollo de la industria turística de Tijuana de 1901 a 1935 87
militares y civiles, además de daños a la mayor parte del incipiente comercio turís-
tico, pero los fotógrafos capturan los acontecimientos y producen tarjetas postales
que se venden durante los tres años siguientes.
De la Panama-California Exposition
a la Feria Típica Mexicana, 1914-1917
El segundo periodo de auge del turismo cubre el último semestre de 1914 hasta los
primeros meses de 1917. Las actividades preparatorias de la Panama-California
Exposition iniciaron en 1910 con las negociaciones de los niveles empresarial y
político para que San Diego sea designada sede oficial del evento. La intención de
la exposición fue celebrar la apertura del Canal de Panamá y promocionar a la
ciudad californiana como el primer puerto de escala marítima a donde arriban las
flotas pesqueras y de transporte a los Estados Unidos. Para ello, se construye un
complejo de edificios de arquitectura española y mexicana del periodo colonial, con
toques musulmanes y persas sobre una colina en el bosque de la ciudad.
La obtención de la sede lleva a las autoridades y empresarios de San Diego a la
disputa en contra de sus homólogos de San Francisco, Calif. Esto desemboca en un
evento compartido después de ríspidas negociaciones con la burocracia de élite en
la capital, Washington, D. C. Desde marzo de 1915 hasta enero de 1917, los habi-
tantes de San Diego disfrutan de la derrama económica producto de la visita de
miles de turistas de todas partes del mundo (Amero, 1990). Este gran auge del
turismo en la zona fronteriza de California-Baja California, es aprovechado por el
empresario mexicano Antonio Elosúa, quien gracias a sus relaciones con las auto-
ridades mexicanas, obtiene un permiso de juego el mismo día que inaugura la Feria
Típica de Tijuana, el 15 de julio de 1915. Elosúa ve en estos miles de turistas, un
mercado potencial para persuadirlos de que visiten Tijuana para apostar, jugar, comer
y beber en las instalaciones en el centro del poblado (véase imagen 4).
Un año después abren sus puertas el Casino Monte Carlo y el Sunset Inn a unos
metros de la entrada del Tijuana Jockey Club. Esta pista de carreras se inaugura el
1 de enero de 1916 con una inversión de los promotores californianos de apuestas
James W. “Sunny Jim” Coffroth y Baron H. Long. La apertura del hipódromo marca
la primera gran carrera del siglo xx en Tijuana, con lo que se incrementa la atracción
de turistas de California hacia Tijuana (Taylor, 2002). Durante los siguientes dos
años, la popularidad de Tijuana como destino turístico aumenta constantemente.
Las atracciones turísticas también estimulan el crecimiento del poblado y la pobla-
ción poco a poco avanza en el desarrollo económico en general.
88 Parte I: Industria y mercado
Imagen 4. “Tijuana Fair, Tijuana Mexico”, (ca. 1901). Postal Colección Digital Pablo Guadiana, Núm.
AWCECUT0422A.
Cuando terminan los ataques de los rebeldes al poblado de Tijuana, los fotó-
grafos e impresores pusieron su atención en los temas no bélicos en la tarjeta
postal. La iglesia católica, el fuerte militar, la calle Olvera o avenida “A” saturada de
carros (hoy Revolución), la nueva aduana fronteriza, el río Tijuana, la mojonera, la
bandera mexicana, los retratos de turistas, la plaza de toros, las tiendas de curiosi-
dades, el restaurante y el hotel; todos, continúan ocupando un espacio de atención
en el medio de comunicación impreso. Los temas del paisaje rural, el retrato de
animales, la exaduana fronteriza de adobe, la capilla de adobe y la escuela desapa-
recen como imágenes tradicionales.
La línea fronteriza, las artesanías especializadas, las nuevas calles y avenidas se
incorporan a la variedad de asuntos antes descritos, sin embargo, la propuesta visual
que predomina durante los próximos años es la de las imágenes de casinos como
el Foreign Club, el Sunset Inn y el Monte Carlo. Los fotógrafos ponen su atención en el
Tijuana Bar, con el turista que puede llegar con su carro al pie de la entrada (véase
imagen 5), Tivoli Bar, Hotel de París Cantina, y la pista de carreras de Tijuana Jockey
Club. Estos espacios del entretenimiento adulto quedan plasmados en las tarjetas
postales que se distribuyen por correo postal a todos los Estados Unidos como la
mejor publicidad de lo que sucede en la recién famosa Tijuana, que de acuerdo con
las imágenes se ha convertido en un lugar para la diversión y las apuestas.
P. F. Guadiana-Lozano: Tarjetas postales en el desarrollo de la industria turística de Tijuana de 1901 a 1935 89
Imagen 5. “Buisness [sic] Section, Tijuana Mexico”, Roy W. Magruder (ca. 1901). Postal Colección
Digital Pablo Guadiana, Núm. AW0101A.
recuperar lo perdido en los meses del cierre fronterizo. Las modernas carreteras del
sur de San Diego de nuevo se saturan de autos después de las 5 p. m., hora de salida
de los oficinistas, con destino a Tijuana. El personal de las aduanas, tanto mexicana
como estadounidense, es rebasado en su capacidad administrativa ante las enormes
filas de vehículos que intentan cruzar de forma rápida la línea internacional (Ridgley,
1967: 23) para llegar a las apuestas en las carreras de caballos y los juegos prohibi-
dos en California, y el resto de los Estados Unidos.
Tijuana se convirtió en centro de la peregrinación de bebedores, vendedores,
productores y contrabandistas de licores (véase imagen 6). Los comercios de Cali-
fornia, que quedaron con enormes inventarios entre manos, sobornan a los agentes
aduanales y contrabandean hacia Tijuana automóviles y vagones enteros cargados
con sus productos. A lo largo de la principal calle turística, el número de cantinas
se duplica en cuatro años: pasa de 30 a 60 (Vanderwood, 2008: 115).
Lejos quedan la mayoría de las propuestas iniciales del Old Mexico en imágenes
pero aún se imprimen en las postales los temas de las escuelas, el río Tijuana, la
mojonera, los retratos de turistas, las tiendas de curiosidades, los restaurantes y los
hoteles. Del segundo periodo sobreviven las tarjetas de las calles, avenidas, la línea
fronteriza internacional y la avenida Olvera o Main.
Imagen 6. “U. S. Officers make ‘Big Haul?, of liquor hind at top of automobile at Tijuana, Mexico
Line”, (ca. 1920). Postal Colección Digital Pablo Guadiana, Núm. AWCECUT0345A.
P. F. Guadiana-Lozano: Tarjetas postales en el desarrollo de la industria turística de Tijuana de 1901 a 1935 91
Si bien no hay temas nuevos para esta tercera etapa, los que siguieron están
relacionados con bares, cantinas, cervecerías, pista de carreras, casinos y publicidad
de licor; estos temas elevan la producción y variantes de imágenes. Se privilegian los
nombres de los recientes garitos, las marcas del licor extranjero, las listas de precios,
la desnudez femenina asociada a la cerveza, las cervezas de producción regional y
el turista en la acción del entretenimiento en los casinos. Tanto hombres como
mujeres posan por igual ante las cámaras de los fotógrafos, y los empleados de los
bares recién abiertos invitan al público a venir al renovado espacio fronterizo del
placer, con mensajes persuasivos sobre los beneficios del licor y el entretenimiento.
Garden Café, Mint Bar, La Península, Palacio Royal, San Francisco Café, Tunnel
Bar, Mission In Café Garden, Cantina Viejo Kentucky, California Beer, o la popular
Mexicali Beer Hall (véase imagen 7), entre otros, son los bares, cantinas y cervece-
rías que aparecen en este periodo como tema central en las fotografías impresas en
las tarjetas postales. Cabe aclarar que los incendios de 1921 y 1925 son un asunto
relevante dentro del periodo, debido al impacto negativo en los intereses económi-
cos de los propietarios y empleados de los bares afectados.
Imagen 7. “‘Empties’ in the morning, after the night before. On the Border, Mexico”, Tijuana Mexico”,
(ca. 1925). Postal Colección Digital Pablo Guadiana, Núm. AW0227A.
92 Parte I: Industria y mercado
Imagen 8. Complejo Agua Caliente, Tijuana México, (ca. 1930). Postal Colección Digital Pablo
Guadiana, Núm. AW0492A.
y la publicidad de cerveza y licor, ceden su popularidad a las postales que tienen las
fotografías coloreadas del Complejo Agua Caliente.
Impresas en cartón fino, con una tipografía elegante, sin faltas de ortografía en
los títulos o al pie de imagen, y en colores saturados; los turistas escriben sus men-
sajes con la letra más educada posible y depositan las tarjetas postales en los
buzones de las oficinas del correo local o de San Diego. Los temas referidos en las
postales abarcan 15 diferentes escenarios del complejo Agua Caliente, como la
torre-faro, los patios exteriores con edificios, retrato de modelos mexicanas en el
pozo-fuente, los patios interiores con el comedor al aire libre, el casino-bar nombrado
Dorado, y la pista de carreras de caballos con su casa club, entre otros tópicos.
La Gran Depresión mundial de 1929 no repercute de forma inmediata ni directa
en el flujo de turistas hacia el complejo Agua Caliente, que recibe un promedio de
3 500 visitas diarias en las fechas de carreras, sin embargo, lo que sí daña los inte-
reses de la sociedad anónima es el triunfo de Franklin Roosevelt, representante del
Partido Demócrata de los Estados Unidos, quien gana las elecciones a la presiden-
cia en 1932 y deroga la Ley Seca. El 21 de marzo de 1933, Roosevelt firmó el Acta
Cullen-Harrison, que legalizaba la venta de cerveza que contuviera hasta 3.2% de
alcohol y la venta de vino, a partir del 7 de abril de ese mismo año. Con ello termina
la Ley Volstead.
94 Parte I: Industria y mercado
El tiro de gracia vino de parte del gobierno mexicano, cuando el general Lázaro
Cárdenas es electo presidente en julio de 1934. En su programa de radio a la nación
del 1 de enero de 1935, un mes después de asumir el cargo, Cárdenas prometió que
su gobierno iba a “prestar especial atención a la vigilancia contra el ejercicio de los
vicios y casas de juegos prohibidos por la ley”. Ese mismo día, el presidente ordena
el cierre de todas las casas de juego en el país. Las medidas de Cárdenas surgen de
su propia iniciativa y preferencias morales (Taylor, 2002).
En sólo unos meses, la vida productiva del complejo Agua Caliente declina con
la caída del flujo de turistas y el cierre del casino con la revocación de los permisos
expedidos años atrás. Ni las presiones políticas de los socios, ni las sociales de los
sindicatos locales que representan a 5 000 empleados despedidos, lograron revocar
la orden de Lázaro Cárdenas. Concluye de forma parcial, una época de bonanza en
el desarrollo turístico de la frontera California-Baja California.
Los retratos en las tarjetas postales se publican desde el inicio del siglo xx con temas
sobre el burro, el toro, la indígena, el torero, el caporal mexicano, y desde 1911, el
turista como el sujeto visual principal. Este turismo extranjero que visita el poblado
fronterizo en su vehículo particular o como parte de una caravana de autobuses
turísticos, conduce 15 millas hacia el sur de San Diego para cruzar el control fron-
terizo mexicano y llegar a la primera de varias compañías fotográficas que toman
retratos mediante tarjetas postales fotográficas, casi instantáneas.
Roy Waterfield Magruder fue uno de los comerciantes de la fotografía que inicia
la actividad en el poblado. El estadounidense usa la frase publicitaria “Magruder did
it”. Atraído hacia el poblado de Tijuana por el movimiento turístico, alrededor de 1914
instala lo que denomina la Compañía Fotográfica de Tijuana a unos metros de la línea
fronteriza (Guadiana, 2006: 34). El eslogan que acompañaba al nombre de la com-
pañía es “hacer retrates [sic] mientras usted espera”. Esperar se refiere al tiempo
que los carros aguardan el turno estacionados al pie de la caseta. Los guardias
controlan el movimiento en ambos sentidos del único carril del puente de madera
que cruza el río Tijuana (véase imagen 9). Así que esta espera fue aprovechada por
Magruder para tomar las tarjetas postales fotográficas instantáneas a los turistas
que cruzarían el puente hacia las tiendas de curiosidades de Alejandro Savín o Jorge Ibs.
P. F. Guadiana-Lozano: Tarjetas postales en el desarrollo de la industria turística de Tijuana de 1901 a 1935 95
Imagen 9. “Auto bridge across the Tijuana River, 1915, Tijuana Mexico”. Roy W. Magruder (1915).
Postal Colección Digital Pablo Guadiana, Núm. AW0146A.
Imagen 10. Roy W. Magruder (1914). Postal San Diego Historical Society.
Imagen 11. Tijuana, México (ca. 1915). Postal Colección Digital Pablo Guadiana
P. F. Guadiana-Lozano: Tarjetas postales en el desarrollo de la industria turística de Tijuana de 1901 a 1935 97
A esta forma de disfraz, Magruder agrega el uso del banderín para identificar
que el turista estadounidense en grupo estaba en “Tijuana, México”. El carro y el
autobús con el chofer ubicados fuera de su estudio fotográfico a unos metros de
la línea fronteriza, sirven como accesorio del retrato (véase imagen 12).
Imagen 12. Roy W. Magruder (ca. 1920). Postal Colección Digital Pablo Guadiana, Núm. JJA-SD9-
020A
de ayer y hoy –Tia Juana y Agua Caliente ayer con cena en el último lugar– y hoy
por las aguas del Coronado Beach, Sunset Cliff, La Jolla, etc., etc. Mañana iremos a
Balboa Park y al zoológico. –El viernes en la mañana partiré para visitar a nuestro
primo en Corona del Mar–. Durante una semana o dos –Todos los días han sido
experiencias perfectas. M. B. Hovey.2
Por estas vías modernas conducirían miles de turistas que se dirigían a la playa,
a la montaña, al desierto y a la Tia Juana mexicana, que forma parte de este circuito,
tanto por carretera como por vía férrea. Mrs. Dawson, de Ohio, recibe una tarjeta
postal enviada desde San Diego, Calif., producida en la escenografía de la línea
internacional por Roy W. Magruder en junio de 1923, en la que se retrata un numeroso
grupo de hombres, mujeres y niños:
Esta foto la tomaron esta mañana cuando entramos a México y la tenían lista cuando
regresamos –trabajan rápido. Te envío una postal desde México– Acabamos de
cenar en el U. S. Grant Hotel San Diego, esperamos partir a Los Ángeles en una
media hora. Estas son sólo algunas de las personas del viaje.3
Querida Marion.
Chass y yo, hoy estamos de viaje en México. Condujimos desde Sacramento en
nuestro auto nuevo, nos detuvimos en Los Ángeles durante días. Hoy aquí está
agradable. Te mandaré unas fotos instantáneas.
Nos vemos, Tía Berta.4
“The beautiful bathing pool and spa. Hotel Agua Caliente, Tijuana, Mexico”, Colección André
2
Pero las calles y caminos de Tijuana eran terribles, según el editor de la revista
The Wanderer:
Por su parte, una turista condujo su propio automóvil por las carreteras de
California para apreciar el espectáculo ecuestre que leyó en la promoción publicada
en la prensa del estado sobre el Tijuana Jockey Club:
Querida Ellsworth.
Conduje para ir a Tía Juana y ver las carreras. Lo disfruté inmensamente. Es todo un
espectáculo. No tengo mucha suerte hasta ahora, regresaré pronto.
Con cariño, Sra. P.6
Finalmente, las imágenes de los turistas en la tarjeta postal han revelado cómo
éstas fueron usadas como medio de publicidad de la oferta cultural local para
promover la visita de otros turistas extranjeros, sobre todo, el estadounidense usando
sus vehículos motores para llegar a los sitios de entretenimiento donde puede
divertirse en libertad. Estas tarjetas postales fotográficas de retrato y los textos
5
caw, Sin título, tarjeta postal, registro AW0179B, (ca.) 1921-1925.
6
“Hotel Hidalgo. Tijuana Hot Springs, B. C. Mexico”, caw, tarjeta postal, registro AW0004B, (ca.)
1911-1915.
100 Parte I: Industria y mercado
escritos por los turistas, son una evidencia que aporta información sobre cómo el
turista se ve a sí mismo viajando en carro al extranjero por vez primera, y comparte
con amigos o familiares las experiencias de vivir lo prohibido en su país.
Conclusiones
La ubicación geográfica hizo de Tijuana un punto de paso para el tránsito entre los
Estados Unidos y México, posteriormente se volvió una aduana y un punto turístico.
La región inició su adaptación paulatina para explotar a los visitantes extranjeros;
empezaron por la construcción de un hotel y posteriormente de un complejo. Se
explotaban los atractivos naturales, como las aguas termales, en un principio para
atraer visitantes, posteriormente se prosiguió con otra serie de atracciones que los
estadounidenses no podían obtener en su país.
La Ley seca norteamericana potenció el turismo en Tijuana así como el contra-
bando, aumentó la cantidad de visitantes y el número de comercios dedicados a
vender bebidas embriagantes. Al mismo tiempo esto reorientó el comercio local. El
periodo de bonanza tiene un súbito declive con la derogación de la Ley seca en los
Estados Unidos y las prohibiciones a los casinos por parte del presidente Cárdenas.
El proceso descrito no hubiera sido posible sin el uso del automóvil por los
turistas norteamericanos, así que fue una pieza clave para el desarrollo económico
de la zona, al tiempo que el automóvil formó parte del escenario y de la vida cotidiana
en Tijuana, por lo que fue necesario la adecuación de carreteras y rutas que permi-
tieran la circulación hacia los puntos de interés y conectaran con las rutas princi-
pales.
Fuentes
Colecciones de tarjetas postales
Hemerografía
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Recursos electrónicos
Parte II
La movilidad
104 Parte II: La movilidad
A. Campos-Cuevas: Los primeros autotaxímetros de Ciudad de México, 1907-1911 105
Los primeros
autotaxímetros de
Ciudad de México,
1907-1911
Arturo Campos Cuevas1
Introducción
1
Universidad Nacional Autónoma de México.
106 Parte II: La movilidad
los primeros capítulos a ilustrar cómo fue la introducción del automóvil al país,
principalmente a la capital.
De forma independiente, otros autores han realizado investigaciones y publicado
sus obras como es el caso de Hugo Torres Marín (2000) en su libro Con olor a gaso-
lina, en el que hace una investigación sobre los primeros automóviles en México y
después narra el desarrollo de clubes de coleccionistas de automóviles en el país.
Otra serie de publicaciones importantes son las impulsadas por el sector público,
es decir la Secretaría de Comunicaciones y Transportes (sct) que ha patrocinado publi-
caciones como la de David Martín Del Campo (2005) acerca del desarrollo del
transporte público, camiones en México. En este libro ilustrado y de gran formato se
describe el proceso de introducción de los automotores y la reacción social; poste-
riormente se enfoca a analizar exclusivamente el desarrollo de las líneas de camiones
en el país.
En estos pocos textos se resume el estado de la cuestión de los primeros auto-
móviles en México, y aunque tres de ellos se centran en el caso de Ciudad de México,
ninguno lo ha hecho detallamente en las acciones del Ayuntamiento y el surgimiento
de los taxis.
La narrativa que sigue el presente artículo llevará al lector a reconstruir las impli-
caciones directas que generaron los automotores en la vida cotidiana y las nuevas
posibilidades de empleo que se suscitaron, principalmente con el uso de los auto-
taxímetros, que ahora conocemos simplemente como taxis. Estos transportes
públicos permitieron el uso de los automóviles a sectores de la población que no
tenían la posibilidad de comprar uno, aunque sí de pagar el servicio, y permitió que
los autos dejaran de ser objetos exclusivos de la élite; sin duda eso rompió barreras
que posteriormente la reducción de precios, el mercado de los usados y los cambios
socioeconómicos terminaron de diluir.
Automóviles en el porfiriato
Si bien los primeros velocípedos en México están datados en 1870 (Archivo Histórico del Distrito
2
Federal; en adelante ahdf, Fondo Ayuntamiento-Gobierno del Distrito, Sección Vehículos: Velocípedos
y bicicletas, vol. 4296, exps. 1 y 2), fue en el porfiriato cuando velocípedos y bicicletas alcanzaron su
apogeo como vehículos de transporte, deporte y recreación.
3
ahdf, Fondo Ayuntamiento, Sección Gobierno del Distrito, Serie Vehículos Automóviles, vol. 1787,
exp. 1.
PPlano 1
Circuitos de tranvías en la Ciudad de México alrededor de 1890
A. Campos-Cuevas: Los primeros autotaxímetros de Ciudad de México, 1907-1911
Fuente: Elaboración del autor con base en el Plano General de indicacion de la Ciudad de México con la nueva division de los cuarteles y nomenclatura de las calles
aprobado por el H. Ayuntamiento de 1885 y por el Gobierno del Distrito, autor Ayuntamiento de México, año 1885–1886, Mapoteca Digital Manuel Orozco y Berra,
Varilla OYBDF11, No. Clasificador OYBDF-V11-2-OYB-725-A.
109
110 Parte II: La movilidad
4
ahdf, Fondo Ayuntamiento, Sección Gobierno del Distrito, Serie Vehículos Automóviles, vol. 1787,
exp. 7, f. 8.
5
Cabe precisar que, aunque en nuestro tiempo utilizamos como sinónimos las palabras carro, coche
y automóvil, había en el porfiriato diferencias en sus significados: “Carro” era el carruaje de carga con
animales de tiro; “coche” era el vehículo de pasajeros jalado por mulas o caballos; y “automóvil”, el coche
de pasajeros con movimiento autónomo. En ese sentido y con esas diferencias utilizaremos los tres
vocablos en este artículo.
6
ahdf, Fondo Ayuntamiento, Serie Sección Gobierno del Distrito, Serie Vehículos Automóviles, vol.
1787, exp. 39, f. 2. Oficio del Gobernador del Distrito Federal al inspector de Policía.
A. Campos-Cuevas: Los primeros autotaxímetros de Ciudad de México, 1907-1911 111
[…] hechas las averiguaciones que el caso requiere, resultó no ser cierto de que en
dicha casa se hicieran placas [ilegales] para particulares; las que se hacen allí son
para entregarlas al gobierno del Distrito.7
7
Ibidem, vol. 1802, exp. 1562, f. 3, marzo 24 de 1908.
8
Ibidem, , exp. 54, f. 6.
9
Idem
112 Parte II: La movilidad
de México notificó que el propietario del vehículo era el licenciado Justino Fernández,
secretario de Justicia. Y allí se terminó el asunto, al menos en el volumen.10
Aunque los automóviles llegaron para quedarse, algunos padecieron la deserción
de sus dueños. Entre 1908 y 1910, más de 200 propietarios devolvieron sus placas
a la Regencia,11 con lo cual daban de baja sus automóviles. Algunos argumentaban
que debían realizar viajes a Europa o a los Estados Unidos, y la imposibilidad de
llevarse con ellos su transporte; otros avisaban que habían puesto en venta su
automóvil; otros más, simplemente, no lo explicaban.
Es muy probable que la principal razón para dar de baja un automóvil fuese la
dificultad para sostener los gastos: combustible, refacciones, reparaciones y, a veces,
la contratación de un chofer. Algunos dueños decidieron que, antes de deshacerse
de su automóvil, intentarían hacer de él un instrumento de trabajo convirtiéndolo
en coche de alquiler. Y al cabildo llegaron cartas solicitando licencia para que los
automóviles se unieran a los carruajes en el difícil negocio de transportar personas
por las calles de la ciudad.
Coches de alquiler
Estos coches eran carruajes destinados al servicio público, con el esquema de ren-
tas por 30 minutos, que debían ser abordados en alguno de los sitios autorizados,
y cuyo destino era indicado por el usuario al cochero, quien guiaba por calles,
puentes y paseos a los jamelgos que tiraban de aquellos transportes. Durante los
gobiernos del general Porfirio Díaz se emitieron tres reglamentos para coches en
los años 1888, 1894, y 1905.
Manuel Conrotte, un viajero español que con una mezcla de sorpresa y compa-
sión hizo anotaciones de su viaje a México, describía a los coches como mazacotes
ambulantes que
[…] sirven de museo curioso al observador, que puede apreciar la variedad de sus
cajas, ejes, ruedas y arreos, en su mayoría toscos, pesados, de formas y dimensiones
sólo conocidas en oscuras capitales de provincia española [Conrotte, 1899: 205].
10
Ibidem, vol. 1806, exp. 1727.
11
Ibidem, vol. 1803, exp. 1710, Solicitudes de baja de placas.
A. Campos-Cuevas: Los primeros autotaxímetros de Ciudad de México, 1907-1911 113
[…] su caja en buen estado de solidez, las portezuelas y llaves en corriente […] sus
círculos, rayos y camas en buen estado y con el lustre correspondiente, y el forro
interior de un color uniforme y limpio. En cuanto a las guarniciones del tiro, serán
fuertes, completas y que presten las seguridades necesarias.12
12
Reglamento de Coches, junio 12 de 1888. ahdf, Fondo Bandos, c. 58, exp. 33.
13
La palabra taxista aparece ya en ese texto (el volumen consultado es una traducción) pero no era
usual llamar a los cocheros así.
114 Parte II: La movilidad
taran las quejas del público, y hasta un registro de los conductores que fueran
remitidos a la cárcel.
Las tres categorías de coches (primera, segunda y tercera, identificadas por los
colores azul, rojo y amarillo, respectivamente) no habían cambiado desde 1888.
Incluso las tarifas eran las mismas. Sin embargo, en el reglamento de 1894 se per-
mitía a los pasajeros la opción de pagar el alquiler en fracciones de media hora.
Los precios a pagar eran lo más discutido del sistema de coches de alquiler. Ante
las quejas de los cocheros y los reclamos de los pasajeros, el gobierno poco podía
hacer. En 1894 apareció una propuesta innovadora: La señora Laura Mantecón, viuda
de González, inventó un aparato para conocer el costo del alquiler de un coche y,
además de la patente, obtuvo el privilegio por más de 20 años para explotarlo. Así
que propuso al Ayuntamiento que lo implementara en los coches de alquiler de la
ciudad, anunciando que
[…] este aparato llegará a ser indispensable como el modo más fácil, económico y
seguro. El aparato es sumamente sencillo, de pequeñas dimensiones y de gran
exactitud. Tiene una cuerda para veinte días y una tira de papel continuo en su
interior que constituye la hoja de ruta. Se compone de un aparato de relojería que
va herméticamente cerrado en una caja de hierro. Se coloca junto al pescante, a la
izquierda del cochero. Al bajar la bandera de lámina que dice “Se alquila”, comienza
la cuenta. Las marcas de los lápices son tan precisas “que hasta permite apreciar
por las tintas o tonos diferentes si el carruaje [h]a marchado con más o menos
celeridad, subiendo o bajando una pendiente.14
[…] el Ayuntamiento carece de facultades para imponer a los dueños de los carrua-
jes la obligación de adquirirlos [contadores], estando destinados los relojes públicos
para marcar las horas, sería ilegal adoptarse otro regulador en calidad de obligatorio. 15
14
ahdf, Fondo Ayuntamiento, Sección Coches, vol. 4205, exp. 509.
15
Idem.
A. Campos-Cuevas: Los primeros autotaxímetros de Ciudad de México, 1907-1911 115
Viejo y Espíritu Santo, y los hoteles del Bazar y Empedradillo. Los 187 coches res-
tantes se alquilaban a 4 reales la hora; a $1.00 los de bandera azul, $0.75 los de
bandera colorada y $0.50 los de bandera blanca. Casi 30 años después había 946
coches en 55 sitios de alquiler, más 50 ambulantes que no pertenecían a sitio alguno.
Es interesante notar que, a pesar de la irrupción del automóvil en la ciudad, y de la
impresionante expansión de las líneas de Tranvía, la cantidad de los coches de
alquiler tirados por caballos o mulitas seguía en aumento (véase plano 2).
16
ahdf, Fondo Ayuntamiento, Sección Vehículos-Automóviles, vol. 1802, exps. 1572, marzo 24 de
1908; y 1575, marzo 28 de 1908.
17
Idem.
Plano 2 116
Fuente: Elaboración del autor con base en el Plano General de indicacion de la Ciudad de México con la nueva division de los cuarteles y nomenclatura de las calles
aprobado por el H. Ayuntamiento de 1885 y por el Gobierno del Distrito, Ayuntamiento de México, año 1885–1886, Mapoteca Digital Manuel Orozco y Berra, Varilla
OYBDF11, No. Clasificador OYBDF-V11-2-OYB-725-A.
A. Campos-Cuevas: Los primeros autotaxímetros de Ciudad de México, 1907-1911 117
nes y la mirada de una Regiduría que sobre la marcha iba aprendiendo —lo cual
hace pensar que no tenía incluido al automóvil en sus proyecciones urbanísticas a
mediano plazo—, la ciudad vio circular a sus primeros automóviles de alquiler de
pasajeros. Sin embargo, para que se llamaran taxis faltaba un trámite: la incorpora-
ción de medidores de tarifa, llamados taxímetros.
Conclusiones
Los automóviles no aparecieron como una novedad inédita, sólo como una espe-
cialización tecnológica de los carruajes. Por lo mismo, tuvieron que lidiar con la falta
de precisión de leyes y reglamentos que regularan su uso, la desconfianza de la
población, y una ciudad cuya infraestructura no estaba lista para recibirlos, lo cual
incita a cuestionar: ¿Por qué no se agregaron los taxímetros a los carruajes? ¿Por
qué se les llamó carruajes durante tantos años? ¿Por qué no se redactó durante ese
tiempo un reglamento específico para ellos?
La llegada de los vehículos motorizados a la capital de México implicó la crea-
ción de nuevas normas y reglas para su uso; el Ayuntamiento fue el principal encar-
gado de estas adecuaciones. El reto más notorio fue la convivencia de medios de
transporte, caballos y automóviles; en segundo lugar, la desconfianza que existía
aún hacia los automóviles, ya que se les veía como una bomba de tiempo.
La burocracia estuvo presente desde los primeros años, pues para tener un
automóvil era necesario contar con una licencia de conducir y las placas del vehículo,
y a pesar de que los registros de las multas indican que era común la falta de estos
elementos, de a poco se fue regularizando su uso.
Sin embargo, no todo en la llegada del automóvil fue nuevo, sino que algunas
prácticas se transmitieron de las carretas a los autos, por ejemplo, al incurrir en una
falta de tránsito se les remitía al corral; esto se mantuvo tras el paso de los años,
pues a la fecha, aunque ya no hay caballos, se denomina corralón al sitio donde se
mantienen los vehículos confiscados por la autoridad.
Los primeros vehículos eran objetos de lujo y pertenecían a personas de alta posición
política y social. Paulatinamente eso fue cambiando de 1908 a 1910, posiblemente
a resultas de la crisis económica, pues muchos vehículos fueron dados de baja y
vendidos, poco después de ello se les encontró acomodo en el transporte de alqui-
ler, dando origen a los taxis.
Para cuando los automóviles fueron empleados como taxis, ya existía una regla-
mentación sólida sobre las carretas, la cual había cambiado tres veces durante el
118 Parte II: La movilidad
porfiriato hasta 1894, un año antes de la llegada del primer automóvil a México, y
se volvió a modificar en 1903 y 1905. Incluso se habían creado los contadores
(taxímetros) para los carruajes, aunque su uso no fue obligatorio. Todo ello impli-
caría que los automóviles sólo debían insertarse a la ya existente normatividad, sin
embargo, posteriormente las autoridades se dieron cuenta de que era necesaria otra
serie de adecuaciones.
Fuentes
Archivos
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J. B. Freeman: El despertar del camión de carga en México 121
Introducción
Durante la primera mitad del siglo xx, los camiones de carga se convirtieron en
poderosos agentes de modernización en México. Abrieron nuevos campos para la
actividad económica, dieron luz a nuevas fuerzas políticas, y produjeron nuevas
prácticas de movilidad espacial que compitieron tenazmente con los ferrocarriles,
los tranvías, los canales, la arriería y las piernas humanas. A su vez, el Estado mexi-
cano estableció las primeras instituciones oficiales para regular su uso y financió la
construcción de una red de infraestructura básica de carreteras. Y sin embargo, se
sabe muy poco en torno a los procesos económicos, sociales y políticos que gene-
raron y dieron forma a este nuevo régimen logístico.
Hasta hace poco, la historia del transporte en México estuvo dominada por el
ferrocarril. La publicación del influyente estudio de John Coatsworth (1981) sobre
los efectos económicos del sistema ferroviario, transformó las vías férreas en tema
clave para entender el desarrollo del capitalismo en el país. Este libro parteaguas
motivó a toda una generación de historiadores económicos en cuanto a profundizar
sus planteamientos a partir de varios estudios regionales y de caso (Grunstein, 1994;
Kuntz, 1995; Schmidt, 1987;). La gran mayoría de estas investigaciones se enfocó
en el Porfiriato —edad de oro del sistema ferroviario— aunque se destacan los
1
Fairleigh Dickinson University.
122 Parte II: La movilidad
importantes trabajos de Paolo Riguzzi y Sandra Kuntz Ficker (1996) amén de Gui-
llermo Guajardo Soto (2013) por abordar la época posrevolucionaria. Mientras que
la óptica principal ha sido la de la historia económica, en los últimos años se han
publicado estudios sociales y culturales sobre el tema (Matthews, 2013; Van Hoy,
2008).
A cambio del ferrocarril, las primeras investigaciones sobre los vehículos auto-
motores en México se enfocaron exclusivamente en la producción manufacturera.
La fábrica de automóviles se volvió el espacio analítico privilegiado y varios proyec-
tos de investigación buscaron entender la naturalización de las relaciones laborales
dentro de empresas transnacionales tales como la Ford Motor Company, la Gene-
ral Motors y la Volkswagen (Montiel H., 1987; Roxborough, 1984). Más tarde, y de
acuerdo con tendencias emergentes en la historiografía laboral, se estudió la vida
privada de los trabajadores automotrices (Bachelor, 2003). Debido a su énfasis en
la producción nacional, estos estudios se centraron en los años posteriores a la
Segunda Guerra Mundial cuando la industria pasó del ensamble a la producción
integral de autos. Como resultado, ignoraron en gran medida la primera mitad del
siglo xx cuando la mayoría del equipo automotriz se importó.
Para poder entender el impacto económico del camión de carga durante la
primera mitad del siglo xx, hay que dejar de lado el énfasis exclusivo en la produc-
ción y concentrarse en otros sitios de actividad económica, social, y política. Hay
que examinar el uso o consumo, el comercio, los servicios, el intercambio de ideas
sobre el automotor, y el papel del Estado como constructor de infraestructura y
entidad reguladora (Featherstone, 2005). Partiendo de esta premisa, a continuación
se ofrece un análisis del origen y desarrollo de la industria de autotransporte de
carga de principios del siglo xx hasta los años posteriores a la Segunda Guerra. Se
argumenta que el uso de los camiones surgió en el país como respuesta a una
profunda crisis en el transporte, engendrada por la Revolución y prolongada por la
pobre administración del sistema ferroviario. Se consolidó debido a la activa inter-
vención del Estado en la construcción de caminos interurbanos, la innovación
tecnológica, y la rápida expansión del sector manufacturero, que favoreció la flexi-
bilidad y fiabilidad de los camiones. Ya para principios de los años 1950-1959, los
camiones habían rebasado a los ferrocarriles en términos de tonelaje transportado
anualmente.
J. B. Freeman: El despertar del camión de carga en México 123
Antecedentes porfirianos
Durante la última década y media del porfiriato (1876-1911), la elite urbana de las
principales ciudades de México importaron una gran diversidad de automotores de
construcción europea y estadounidense (Freeman, 2012 y 2013). Se fundaron
numerosas agencias de automóviles, cocheras o estacionamientos privados, clubes
de automóviles, y unos cuantos servicios públicos de transporte automotriz. Mien-
tras las ciudades provincianas de Guadalajara, Monterrey, Puebla y Mérida partici-
paron con entusiasmo en la nueva cultura del automóvil, el centro automovilístico
por excelencia se ubicó en la capital. A diferencia de la gran mayoría de las ciudades
mexicanas, la Capital disfrutó de un extensivo sistema de caminos pavimentados y
revestidos que conectaron el centro con las principales comunidades en las afueras
de la ciudad, incluyendo los entonces pueblos lejanísimos de Tlalpan, San Ángel,
Coyoacán, Tacubaya, Tacuba, Xochimilco, Chalco, y la Villa de Guadalupe. Esta
infraestructura caminera había surgido en principio debido a la “locura por las
bicicletas” (“bicycle craze”) de las últimas dos décadas del siglo xix, y se consolidó
tras la importación de los primeros automóviles al país a partir de 1895. Durante la
primera década del siglo xx, el Ayuntamiento continuó con esta labor y firmó con-
tratos con varias empresas para pavimentar las calles de la ciudad con asfalto,
incluidas: la Compañía Barber Asphalt, la Compañía Mexicana de Pavimentos de
Asfalto y Construcciones (propiedad del petrolero Edward L. Doheny), y la Com-
pañía Bancaria de Fomento y Bienes Raíces de México (propiedad del presidente
del Ayuntamiento, Fernando Pimentel). Ya para 1909, la revista Motor Age observó
—quizás un tanto exageradamente— que las calles de la ciudad eran “excelentes”.2
Cuando la Revolución se desató en 1910, los camiones de carga apenas habían
empezado a utilizarse en el país. Mientras las ciudades de Londres, París, Berlín y
Nueva York habían introducido numerosos vehículos cargueros impulsados por
vapor, energía eléctrica, y la combustión interna durante la década anterior (Lay,
1992; Mom, 2004), en la capital mexicana se registraron menos de 10 en 1911. Éstos
se emplearon para el transporte de mercancías que requirieron un cuidado especial,
y a veces, como simple medio de propaganda. A principios de la década revolucio-
naria, los dos camiones que el viajero Harry Dunn reportó haber visto, pertenecían
a la Compañía Empacadora Nacional Mexicana. La empresa había adquirido siete
camiones-refrigerador de la marca Mercedes y contrató a siete choferes ingleses para
manejarlos. Los vehículos medían menos de 6 m de largo y podían transportar 12
2
“Mexico as a Market for Motor Cars,” Motor Age, 8 de abril, 1909, p. 1.
124 Parte II: La movilidad
reses muertas enteras. Durante ese mismo mes, la policía de la entonces Ciudad de
México estrenó una ambulancia Fiat, y en otros casos las compañías cerveceras y
cigarreras locales, como “El Buen Tono”, adquirieron camiones para repartir sus
productos (Freeman, 2012).
A finales del porfiriato, los exportadores de automóviles en los Estados Unidos
y Europa esperaron una fuerte expansión en el mercado para camiones de carga en
México. Sin embargo, muchos otros reconocieron que los numerosos cargadores
humanos restringieron el mercado para estas nuevas tecnologías de transporte. Al
disfrutar de la autorización del municipio, los cargadores de la Capital transportaron
a mano todo tipo de bienes. Llevaron equipaje de las estaciones de ferrocarriles a
los hoteles, mercancía de las tiendas, muebles, y bultos de los grandes almacenes,
entre muchas otras cosas. A finales del porfiriato, el viajero William Archer comentó:
A cualquier hora del día, sobre las avenidas asfaltadas de la Ciudad de México,
puedes ver un par de cargadores trotando con un aparador o armario entre los dos,
o con la mitad de los muebles de una casa sobre sus espaldas, anunciando el hecho
de que las piernas son más baratas aun que ese mecanismo básico, la rueda (Archer,
1911: 402).
3
“Motor Vehicles in Mining Regions”, The Power Wagon, 5 de julio, 1906, p. 11; “Steam Vehicles for
Ore Freighting”, The Power Wagon, 22 de marzo, 1906, p. 16.
4
“Twenty Ton Tractor,” The Power Wagon, abril de 1911, p. 7.
5
“Motor Trucks in Mexico”, Motor Age, 7 de noviembre, 1912, p. 38; “Of Interest to Vehicle Builder
and Buyer”, The Commercial Vehicle, octubre de 1907, p. 258; “To Improve Mexican Postal Service”, The
Power Wagon, marzo de 1907, p. 3; “A Scotch Syndicate”, The Power Wagon, 1 de noviembre, 1910, p. 22.
6
agn, scop, TG, c. 2, exp. Caminos, sept. de 1956.
126 Parte II: La movilidad
Revolución y movilidad
7
“To Reopen Road to Vera Cruz”, Bulletin of the Pan American Union, núm. 34, enero-junio, 1912, p. 130.
8
agn, scop, TG, c. 2, exp. Caminos, sept. 1956.
9
“Proyecto de ley de caminos”, agn, scop, SG, c. 278, exp. 550/44, marzo 21, 1916; A. M. Garza,
agn, scop, SG, c. 278, exp. 550/44, marzo 21, 1916.
10
“Mexico”, Bulletin of the Pan American Union, núm. 45, julio-diciembre, 1917, p. 691.
11
“Poderoso(s) auto(s) cruzara(á)n los campos de batalla sembrando a su paso la desolacio(ó)n
y la muerte”, El Independiente, 6 de marzo, 1914, p. 1; “Motor Cars Useful in Mexico”, Washington Post, 1
de febrero, 1914; “Autos Aid to Huerta”, Washington Post, 31 de mayo, 1914; “Thousands for Bearing”,
Los Angeles Times, 30 de enero, 1916.
12
“Mexican Constitutionalists Use Armored Truck”, The Horseless Age, 11 de marzo, 1914, p. 418;
Automotive Industries — The Automobile, 16 de diciembre, 1915, s/p.
128 Parte II: La movilidad
13
“Mechanical Transport in the Army”, The Power Wagon, 1 de abril, 1911.
14
“The Field for Motor Trucks in the Mexican War”, The Power Wagon, 1 de mayo, 1914, p. 77.
15
“Desert Cruisers Dash to Front”, The Packard, junio, 1916, pp. 3-7; “Motor Trucks in Mexico”, The
American City, agosto, 1916, p. 225; “Quartermaster Praises Army Truck Work”, The Commercial Vehicle,
1 de abril, 1917, pp. 16-17.
16
“Palmer-Moore in Mexico”, The Power Wagon, 1 de mayo, 1914, p. 72.
J. B. Freeman: El despertar del camión de carga en México 129
Reconstrucción y regulación
posrevolucionaria
17
“Mexico Takes Many Cars and Trucks”, Motor Age, 13 de enero, 1916, p. 28.
18
“Big Truck Orders from Mexico”, The Commercial Vehicle, 15 de junio, 1917, p. 13.
19
“Más de cinco mil autos hay en México”, Excélsior. Suplemento Automovilístico, Ciudad de México,
15 de febrero, 1920, p. 1.
130 Parte II: La movilidad
Periodo Ordinario, núm. de Diario 52, 14 de noviembre, 1922; Diario de los debates de la Cámara de
Diputados de los Estados Unidos Mexicanos, Legislatura XXX, Periodo Ordinario, núm. de Diario 50, 10 de
noviembre, 1922.
22
Diario de los debates de la Cámara de Diputados de los Estados Unidos Mexicanos, Legislatura XXX,
Periodo Ordinario, núm. de Diario 50, 10 de noviembre, 1922.
J. B. Freeman: El despertar del camión de carga en México 131
David Beecroft, “The N.A.C.C. Resumes Export Mangers’ Meetings”, Automotive Industries — The
23
Cuadro 1
Crecimiento del transporte en México, 1924-1954
Año Camiones de Camiones de Camiones Automóviles
carga (total) servicio público particulares particulares
1924 5 525 1 833 3 427 32 531
1925 7 999 2 055 5 598 40 076
1926 9 574 2 086 7 113 43 305
1927 11 712 2 482 8 717 44 161
1928 12 525 2 191 9 811 49 059
1929 16 031 8 947 6 273 62 461
1930 18 331 10 879 6 454 63 073
1931 19 523 11 404 7 064 62 085
1932 20 702 12 074 7 825 59 628
1933 24 497 13 580 9 960 65 445
1934 27 236 15 763 10 631 74 212
1935 23 792 10 523 12 753 64 663
1936 25 688 12 664 12 467 67 165
1937 33 746 15 110 17 780 78 155
1938 33 620 14 165 18 484 81 923
1939 39 472 15 283 23 170 89 372
1940 41 935 16 279 24 511 93 632
1941 50 572 10 327 38 746 106 327
1942 53 469 9 894 41 500 113 427
1943 54 780 10 134 42 726 112 041
1944 57 293 10 251 44 806 111 947
1945 59 814 9 884 47 760 113 317
1946 71 673 11 038 58 233 120 906
1947 86 188 11 221 72 009 134 079
1948 99 762 13 289 84 436 150 251
1949 106 321 13 321 89 853 160 580
1950 111 252 12 322 96 172 173 080
1951 132 708 10 895 118 981 209 270
1952 154 413 12 575 138 849 236 975
1953 179 564 12 881 163 464 253 354
1954 193 491 12 801 176 781 273 697
Fuente: Elaboración del autor con base en datos de Carmona (1959).
J. B. Freeman: El despertar del camión de carga en México 135
[…] reglamentar los servicios de exprés y carga por camiones, en las carreteras fede-
rales para evitar la competencia ruinosa que viene observándose entre las distintas
líneas de transporte, haciendo costeable el sostenimiento de dichos servicios.
No obstante, la tarifa de 1936 nunca fue acatada en los hechos. Las autoridades
encargadas de su cumplimiento simplemente no actuaban de acuerdo con el orde-
namiento y las tarifas volvieron a fijarse según el libre juego de la oferta y la demanda.
La intensa competencia en la industria se reflejó en los cálculos del economista
Moisés de la Peña (1937: 20-1) durante la segunda mitad de los años treinta.
Encontró que entre México y Puebla, por ejemplo, la harina se remitía por $9.40 la
tonelada en tren, a comparación de los $5.35 que se pagaban en camión. Se cobraba
$7.63 la tonelada de maderas corrientes enviadas desde Tultenango a México en
tren, mientras que los camioneros cobraban $4.84 por cada tonelada. El transporte
de una tonelada de naranjas entre Yurécuaro y León costaba $18.80 en tren y $7.65
en camión. El envío de una tonelada de cerveza entre Monterrey y Ciudad Victoria
por el servicio exprés de los ferrocarriles costaba $34.00 y sólo $16.70 en camión,
mientras el mismo servicio de Monterrey a Laredo costaba $31.80 en tren y única-
mente $8.00 en camión.
136 Parte II: La movilidad
de forma ilícita o bajo amparo. Ante los intentos cardenistas de regular el auto-
transporte público y el descuido gubernamental posterior, muchos camioneros de
carga sencillamente optaron por salirse del mercado formal para sumarse al creciente
número de camioneros públicos no regularizados.
Guerra y posguerra
26
“Permisos para los Camiones de Carga”, El Siglo de Torreón, 29 de abril, 1942, p. 1.
27
“El Registro de los Camiones de Carga,” ibidem, p. 8.
138 Parte II: La movilidad
tar camioneros para mover sus productos. Las documentadoras trabajaron en muchos
casos con el creciente número de camioneros no reglamentados, conocidos popu-
larmente como “piratas”, y los que trabajaban bajo amparo legal. Las documenta-
doras se dedicaron en muchos casos a acaparar toda la carga de una localidad o
región, o de un grupo de usuarios, y la asignaron a transportistas de su elección. A
su vez, estas empresas se aprovecharon de varias ineficiencias en las cooperativas y
sociedades de camioneros, los cuales frecuentemente no tenían suficientes vehícu-
los o la capacidad administrativa para responder a las necesidades de los clientes
(Gallegos, 1964: 37-8).
Una vez terminada la guerra, la industria de autotransporte de carga creció de
forma espectacular, superando fácilmente el ritmo de crecimiento del sistema
ferroviario. De 1944 a 1950, mientras la carga (ton-km) transportada por ferroca-
rril creció a 2.3% anual, la carga transportada por carretera aumentó hasta 12.6%.
Debido a que la gran mayoría de las carreteras construidas en este periodo fueron
líneas troncales y la construcción de caminos alimentadores apenas había comen-
zado, este nuevo tráfico se dirigió principalmente hacia el transporte interurbano y
entre los centros industriales del país (World Bank, 1953).
Junto al crecimiento cuantitativo del autotransporte de carga, los camioneros del
sector se establecieron por primera vez como una fuerza política a nivel nacional. El
22 de octubre de 1946 se fundó la Liga Nacional del Transporte, A. C., como resultado
de las ponencias presentadas en el Primer Congreso Nacional de Autotransportes
(celebrado entre el 20 y 23 de octubre). La nueva agrupación, una especie de gran
central como la Alianza de Camioneros, pretendió unir a todos los sindicatos, uniones
y grupos de permisionarios de carga, así como los de pasajeros, a nivel municipal,
estatal y federal, aunque alrededor de 90% de los miembros eran camioneros de
carga. Entre otras cosas, la organización se dedicó a luchar por un sistema de cuotas
de carga basado en las necesidades y condiciones de cada región (Carmona, 1959).
Unos meses después de la creación de la Liga, se reformó el capítulo de la Ley
de Vías referente a la explotación de los caminos mediante el Decreto del 31 de
diciembre de 1947. La reforma resultó en el empleo de un sistema de concesiones
que sólo se podrían autorizar a mexicanos por nacimiento, a sociedades mercanti-
les, o a cooperativas, pero no a sociedades que utilizaban acciones al portador: en
otras palabras, las sociedades anónimas simples. Estas reformas tendieron a garan-
tizar la mexicanidad de la industria del autotransporte, aunque en muchos casos,
las sociedades se financiaron indirectamente por gente de origen extrajero, parti-
cularmente española (idem). Además, se hizo una distinción clara entre diferentes
tipos de transporte carretero —pasajeros, carga y exprés, y servicios mixtos de carga
J. B. Freeman: El despertar del camión de carga en México 139
Conclusiones
Fuentes consultadas
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J. B. Freeman: El despertar del camión de carga en México 143
Introducción
1
Escuela de Historia, Universidad Diego Portales, Santiago, Chile.
146 Parte II: La movilidad
estudios urbanos, sumando también aquellos desde las ciencias jurídicas o exactas,
sólo hace poco más de un lustro la historiografía chilena ha empezado a interesarse
por este asunto. Relevante en este sentido ha sido el papel que tiene el programa
de Doctorado en Arquitectura y Estudios Urbanos de la Pontificia Universidad
Católica de Chile, cuyo carácter interdisciplinar les ha abierto las puertas a histo-
riadores que, desde sus investigaciones, han desarrollado tesis y artículos académi-
cos ligados a lo que han denominado como historia sociocultural de la movilidad,
inspirada en las discusiones internacionales ligadas a referentes ya clásicos sobre el
tema en el contexto anglosajón y europeo (Divall y Revill, 2005).
¿Qué caracteriza a esta nueva perspectiva? Por una parte, la reutilización con-
ceptual de disciplinas ligadas a los estudios territoriales y urbanos. Así, la movilidad
surge como idea y asunto a debatir, capaz de ser comprendida en su dimensión
histórica a partir de los cambios socioculturales urbanos, pasando de aspectos
exclusivamente materiales (como la tecnología) para adentrarse más en usos y
prácticas con los que se posicionaba la cuestión de la movilidad en la ciudad. Así,
surgen como objetivos específicos el estudio de las nuevas infraestructuras para el
desarrollo de la movilidad moderna como las carreteras y sus posibilidades: la cul-
tura del viaje y el turismo, del ocio ligado a los nuevos medios como el automóvil,
según lo propuesto por Booth (2009); el transporte público y su instalación en la
ciudad, proceso propio de la modernización capitalista y cuyos efectos sociocultu-
rales irían desde la creación de nuevos sujetos urbanos (conductores, peatones,
pasajeros) hasta el surgimiento en el espacio público de normas urbanísticas que
consolidaron la relación entre ciudad y movilidad mecanizada en los trabajos de
Errázuriz (2010). Esto posibilitó enriquecer los análisis con perspectivas cercanas a
la historia sociocultural, con atención especial a las instituciones, regulaciones y
actores involucrados en la actividad, como ha sido desarrollado en algunos trabajos
desde la perspectiva de género y el mundo del trabajo, ejemplificados en diversos
artículos de Prudant (2009). En términos metodológicos, junto con el uso de
fuentes primarias características para la Historia Urbana como los archivos muni-
cipales, la incorporación de fuentes urbanísticas, iconográficas y cartográficas,
enriquece el análisis espacial y resalta la identidad urbana detrás de la movilidad, lo
que a partir de fotografías, caricaturas, publicidad y otros elementos propios de la
cultura pop o de masas, contribuye a dar cuerpo a la relación entre la actividad y el
contexto de la sociedad urbana, proceso analizado por Castillo, Mardones y Vila
(2013).
El presente texto se concentra en las restricciones a la movilidad mecanizada
que sufrió la capital chilena durante la Segunda Guerra Mundial, las que alteraron
M. M. Mardones-Peñaloza: Conflictos sobre ruedas: la crisis de la movilidad en Santiago de Chile durante la Segunda Guerra Mundial 147
Fotografía 1. “La movilización, uno de los grandes problemas urbanos”, Zig Zag, núm. 1802, julio 20, 1939.
2
“Santiago exige solución inmediata de su movilización colectiva”, Zig Zag, enero 28, 1938; “Santiago
verá este mes resuelta su movilización colectiva”, Zig Zag, febrero 4, 1938.
152 Parte II: La movilidad
Fotografía 2. “Un millón de habitantes se moviliza en Santiago bajo la lluvia y sin vehículos”, Zig Zag,
núm. 1885, mayo 8, 1941.
M. M. Mardones-Peñaloza: Conflictos sobre ruedas: la crisis de la movilidad en Santiago de Chile durante la Segunda Guerra Mundial 153
3
“Dicen que los habitantes de Santiago se movilizan”, Zig Zag, abril 11, 1940.
154 Parte II: La movilidad
energética por petróleo, la pronta restricción impuesta por los Estados Unidos a la
exportación de combustibles agudizó las alarmas a nivel local, considerando que
el consumo de bencina en 1941 había alcanzado las 155 000 toneladas, el de petró-
leo combustible las 590 000 y el de diesel, 60 000 toneladas, respectivamente.
Los temores se materializarían en 1942, cuando se limitó el consumo de bencina
para los automóviles particulares, siendo sólo abastecidos “[…] para las necesidades
más estrictas, recomendándoseles economizar en lo posible el combustible, esto es sin
incurrir en derroches injustificados”, medidas de racionamiento energético que
buscaban contener alzas, a lo que se sumaban controles a los insumos como repues-
tos, neumáticos y demás accesorios mediante bandas de precios impuestas por el
Gobierno ante el decreto a la condición de artículos de primera necesidad a todos
los medios de transporte colectivo de pasajeros.4
Las restricciones fueron acompañadas de otras medidas cuyas repercusiones
cambiarían la vida cotidiana de los habitantes de Santiago, aunque también tenían
por origen el racionamiento de combustibles y la necesidad de administrar eficien-
temente el uso de unos medios de transporte colectivo de presencia cada vez más
escasa en sus calles, lo que también se repetía en las otras grandes ciudades del
Fotografía 3. “Taxibuses sometidos a la restricción”, Zig Zag, núm. 1933, abril 9, 1942.
4
amec, vol. II, núm. 147, 11-IX-1942, Decretos.
156 Parte II: La movilidad
país. Una de ellas fue el establecimiento de la jornada laboral única, es decir, el fin
al quiebre en el horario de trabajo que caracterizaba hasta el momento al mundo
del trabajo y que se señalaba como ventajosa para los centros urbanos, “[…] donde
la locomoción es defectuosa y hasta pésima a mediodía”.5 La utilidad de la nueva
jornada única se argumentaba en diversos motivos: desde una economía apreciable
de tiempo en movilización al mediodía, ya los trabajadores almorzarían en su lugar de
trabajo; economía en los gastos de transporte; la posibilidad de mejorar las condi-
ciones de alojamiento de la población obrera, permitiéndole vivir en los alrededores
de las ciudades en condiciones más económicas que las del área central; de que el
obrero o empleado tuviera mayor tiempo libre para dedicarse a labores caseras como
el cultivo de huertas u otras que les podían permitir mejoras económicas; y además,
la descongestión de las ciudades y el tránsito. La propuesta cristalizó mediante un
proyecto de ley presentado al Senado, que pedía
5
“La jornada única”, Zig Zag, núm. 1919, enero 1, 1942.
6
Senado de la República, 11ª sesión extraordinaria, mayo 13, 1942.
7
Senado de la República, 20ª sesión ordinaria, julio 21, 1942.
M. M. Mardones-Peñaloza: Conflictos sobre ruedas: la crisis de la movilidad en Santiago de Chile durante la Segunda Guerra Mundial 157
Así, desde 1942 los efectos de la Guerra ya eran parte del contexto general del
país, resintiéndoselos especialmente en el ámbito urbano. A las restricciones sobre
los automóviles particulares se habían sumado aquellas sobre otros medios como
taxis de alquiler, cuyo número disminuyó para ahorrar más combustible, circulando
únicamente aquellos que dispusieran de autorización; esto derivó en aumentos de
tarifas desde 1941, ajustes polémicos al sumarse a diversas acusaciones relaciona-
das a la adulteración de los hace poco estrenados taxímetros y una serie de otras
irregularidades durante los años venideros.9 Se estableció también un esquema de
nuevos horarios para el servicio tranviario, debido a la reducción de pasajeros por
las noches y a que la administración fiscal no disponía de materiales para reparar las
vías o renovar sus vehículos:
8
Senado de la República, 20ª sesión ordinaria, julio 21, 1942.
9
Boletín Municipal, Sección Departamento del Tránsito, “Memoria de las labores desarrolladas en
1944”, mayo 7, 1945.
158 Parte II: La movilidad
[…] debido a que los encargos que se hicieron hace tiempo a [los] Estados Unidos
no han podido llegar al país... [por lo cual] …el problema de la movilización tiende a
agudizarse mucho más. Las entradas de la Empresa, de acuerdo con sus tarifas
actuales, son insuficientes para cubrir los gastos, sobre todo en lo que se refiere a
adquisición de materiales, cuyo precio sufre alzas considerables cada día.10
El Interventor fiscal no ha pagado los gastos ordinarios que demanda el servicio. Los
estamos pagando nosotros, es decir, garaje, bencina, grasa, reparaciones, etc. El
interventor paga solamente el consumo de bencina de aquellas máquinas que tienen
empresario individual. Igualmente, paga los jornales diarios, pero no los mensuales.
De manera que somos nosotros los que, en el momento oportuno, deberemos
cancelar todos los compromisos mensuales.11
El Gobierno justificaba la acción alegando malas prácticas por parte del empre-
sariado autobusero, entre ellas su participación en la llamada Bolsa Negra, que
consistía en vender en forma de contrabando parte de la bencina que se les entre-
gaba para el servicio a precio preferencial y con abastecimiento asegurado. Pese a
ello, algunos medios denunciaban que en medio de las restricciones, ciertos auto-
10
“En las líneas de mayor movimiento de público será más frecuente el servicio de tranvías”, Zig
Zag, núm. 1941, junio 4, 1942.
11
“Los propietarios de micros y autobuses no han recibido indemnización por el requisamiento y
no hay expectativas de que las reciban”, Zig Zag, núm. 1981, marzo 11, 1943.
M. M. Mardones-Peñaloza: Conflictos sobre ruedas: la crisis de la movilidad en Santiago de Chile durante la Segunda Guerra Mundial 159
Fotografía 5. “Todos los micro y autobuses de recorridos urbanos han sido requisados por el Estado”,
Zig Zag, núm. 1980, marzo 4, 1943.
móviles particulares realizaban viajes a zonas de turismo en la costa central del país
como Viña del Mar, preguntándose de dónde salía el combustible para estas acti-
vidades de ocio, levantando con ello cierta acusación a los sectores que manejaban
la distribución de bencina, entre ellos los autobuseros.12 Aunque al cabo de unos
meses el Ministerio del Interior retrocedió en el asunto del embargo por la resisten-
cia particular y el apoyo de la oposición política, se mantuvo una tensa relación por
las acusaciones sobre la venta informal de combustibles, acusada desde el Parlamento
y la opinión pública como obstáculo para el buen funcionamiento de las restriccio-
nes. Para esto se pedía un aumento de precios para igualar el costo de la bencina,
que al valor oficial estaba a $2.70, hasta $8.00, ya que ello no causaría
[…] ningún gran daño a los intereses del público, ya que de este modo se pagaría
directamente al Gobierno lo que hoy es preciso pagar, injustificadamente, a la
denominada ‘Bolsa Negra’. Y así el Estado tendría una entrada de 45 millones de
pesos que podría compensar con creces la disminución de ingresos que ahora está
sufriendo la Aduana a causa de la menor cantidad de importaciones y exportaciones.13
12
“400 automóviles pasaron…”, Hoy, núm. 587, febrero 18, 1943; “Especulación con la bencina”, Hoy,
núm. 591, marzo 18, 1943.
13
“Libre circulación de automóviles”, Zig Zag, núm. 1980, marzo 4, 1943.
160 Parte II: La movilidad
Las tensiones acumuladas entre los diversos actores del transporte colectivo,
fuesen previas o fomentadas por la Segunda Guerra Mundial, actuaron como matri-
ces desde donde se adoptaron medidas de emergencia para enfrentar la crisis de la
movilidad cotidiana en la capital. Sin embargo, una de ellas estaría destinada a tener
un alcance de mayor trascendencia temporal, justificada posiblemente por el hecho
de que se trataba de una crisis previa al conflicto bélico global y que dejaba al desnudo
el deficiente estado de los servicios de transporte colectivo en las grandes ciudades
chilenas. Ante ello, el Ejecutivo no cejó en la implementación de una nueva política
pública que superase las medidas de emergencia destinadas a atenuar las conse-
cuencias de la Guerra, buscando establecer una presencia estatal permanente sobre
una actividad que cuya importancia para los gobiernos venideros del país continua-
ría siendo central durante las décadas siguientes debido al crecimiento de la pobla-
ción urbana.
Como se comentó, el Ejecutivo venía planteando desde antes del inicio de la
Segunda Guerra su voluntad de participar directamente sobre el transporte colectivo
de Santiago y Valparaíso, no sólo reservándose un rol como administrador a la
imagen de la acción municipal, sino directamente como ofertante. La intervención
tranviaria de 1941 fue la primera medida en este sentido, acompañada pronto por
su propuesta de Corporación de Transportes, entidad de nivel nacional que debía
tomar a su cargo los servicios de transportes generales en todo el país. Dichos
proyectos se empantanaron por varios motivos: primero, la necesidad de ligar la
iniciativa no sólo al control estatal sobre los tranvías, sino también sobre la produc-
ción eléctrica, cuestión compleja dada la propiedad estadounidense de las princi-
pales generadoras de energía nacionales, y de las cuales los servicios tranviarios no
eran más que una filial. Bajo esta premisa, la administración del presidente Juan
Antonio Ríos entregó en julio de 1942 un nuevo proyecto, que consideraba tanto
la nacionalización de la industria eléctrica, además de la creación de una Dirección
General de Tránsito nacional y la estatización de los medios de transporte colectivo
de Santiago y Valparaíso. La amplitud del proyecto perseguía resolver, al mismo
tiempo, tanto el problema del tránsito en sus diversos aspectos, como también la
cuestión eléctrica, profundamente polémica para la opinión pública desde mediados
de la década anterior debido a los conflictos que enfrentaron a los gobiernos de la
época con los capitales norteamericanos controladores del negocio. Para ello se
solicitó el establecimiento de una comisión mixta de diputados y senadores encar-
gados de estudiar el problema de la movilización colectiva y su relación con el
M. M. Mardones-Peñaloza: Conflictos sobre ruedas: la crisis de la movilidad en Santiago de Chile durante la Segunda Guerra Mundial 161
[…] derecho para exigir que la administración fiscal rinda cuenta de estos extravíos
a su paso. Cuánto costó al capital fiscal este ensayo; cuántos millares y millares de
pesos costó la opulenta burocracia llevada allá por los que se erigieron en amos
absolutos de un servicio a cuyo auge y desarrollo el Estado no aportó más que
tropiezos y dificultades.15
Únicamente han pintado […] sus viejas máquinas para adquirir el derecho de cobrar
la nueva tarifa de $0.40, con esto la explotación al público es más irritante y las
arbitrariedades con su personal crecen cada día… el negociado que los dueños de
microbuses en especial y también de autobuses han estado haciendo con la tarifa
de $1.00 y de 0.40 […] [En contraposición a] la Empresa Fiscal de Tranvías […] que
solicitó previamente a la Corporación de Fomento de la Producción con un crédito
por $5.000.000, con el fin de arreglar cien tranvías más que saldrán en circulación
y reparación de los que están en actual servicio.16
14
Senado de la República, 10ª sesión extraordinaria, 12 de mayo, 1942, “Movilización en la provin-
cia de Santiago” (alocución del Ministro del Interior al Parlamento).
15
Cámara de Diputados de la República, 55ª sesión ordinaria, 17 de agosto, 1943, “Petición de
oficio del Diputado Gustavo Loyola sobre la labor de la administración fiscal de los servicios de movili-
zación en la ciudad de Santiago”.
16
Cámara de Diputados de la República, 64ª sesión ordinaria, 31 de agosto, 1943, “Petición de
oficio Diputado Luis Alberto González Olivares en la sesión convocada para discutir el problema de la
movilización”.
162 Parte II: La movilidad
Este debate se daba además en medio de los vaivenes internos del proyecto,
que a fines de 1942 había visto acelerado su proceso legislativo mediante la solici-
tud de urgencia entregada por el Ejecutivo, pero que a menos de un mes después,
comenzó a ser reformado por el Gobierno al ver la necesidad de mejorar su finan-
ciamiento y solicitar el desglose de la primera sección del texto, aquel referido al
control estatal de la producción eléctrica, parte que fue retirada y finalmente que-
daría fuera de la discusión, como también sucedería con la conformación de una
dirección de tránsito controlada desde el centro, la que se establecería finalmente
por decreto y sin pasar por el Parlamento. A partir de este periodo se abriría un
amplio debate sobre el proyecto, donde cada uno de los involucrados intentaría
hacer valer sus propios intereses en medio de la mayor reforma al transporte colec-
tivo realizada hasta el momento.
La discusión parlamentaria estuvo acompañada del creciente deterioro en las
condiciones del servicio y en el conflicto entre los actores ligados al mismo, reflejado
en parte por las tensiones entre autobuseros y Ejecutivo surgidas tras la expropia-
ción a los primeros, en 1943, pero también entre autoridades centrales y municipa-
les por la superposición de roles que implicaba el ingreso del Estado a la actividad.
Esto se manifestó, por ejemplo, en aumentos tarifarios autorizados por la Dirección
General de Tránsito del Ministerio del Interior, hecho resistido por pasajeros y el
Municipio, quien había acordado un precio de $0.20 por el servicio, ante lo cual se
ponía en cuestión quién realmente administraba la locomoción colectiva: si la
Municipalidad, que fijaba la tarifa, o la Dirección, que autorizaba el alza.17 Esta
discusión atravesaría permanentemente el debate parlamentario, puesto que el
consejo municipal de Santiago consideraba que el transporte era una prerrogativa
de la corporación edilicia, por lo que la intervención del Ejecutivo era un atentado
contra la autonomía municipal.
En paralelo a la polémica entre poderes, la opinión pública juzgaba a la movili-
zación colectiva en general de forma tajantemente negativa. Esto sobrepasaba la
falta de vehículos para llegar a aspectos cotidianos como el estado de las máquinas
y su presentación para el uso de los capitalinos:
17
“Si el servicio de movilización mejora, el público está llano a pagar tarifas también mejores”, Zig
Zag, núm. 1978, febrero 18, 1943.
M. M. Mardones-Peñaloza: Conflictos sobre ruedas: la crisis de la movilidad en Santiago de Chile durante la Segunda Guerra Mundial 163
Fotografía 6. Tranvía construido en Chile por la Administración Fiscal, Zig Zag, núm. 1971, diciembre
31, 1942.
por tranvías mejores, pero nadie resuelve este aspecto del asunto. […] Los tranvías
son malos, viejos y sucios, pero los autobuses, nuestras góndolas metropolitanas, son
francamente peores. En el interior de ellas no se necesita saber navegar; sencillamente
no hay posibilidad alguna de movimiento: la masa compacta y aprensada de los
pasajeros no tiene sino respiros momentáneos y espasmódicos: son las gentes que
en el interior se ahogan por falta de aire o por sobra de olores.18
18
Idem.
164 Parte II: La movilidad
Mención que dejaba en evidencia las urgencias y restricciones que había impuesto
al país el conflicto bélico global.
19
“La experiencia indica que la movilización colectiva de Santiago debe basarse, principalmente, en
vehículos movidos por energía eléctrica”, Zig Zag, núm. 1971, diciembre 31, 1942..
20
Senado de la República, 7ª sesión extraordinaria, diciembre 9, 1942, “Informe de Comisión Mixta
para resolver el problema de la movilización colectiva”.
21
Cámara de Diputados de la República, 43ª sesión extraordinaria, 6 de febrero, 1945, “Informe de
la comisión de Hacienda a la Cámara. Actas legislativas del Congreso Nacional”.
M. M. Mardones-Peñaloza: Conflictos sobre ruedas: la crisis de la movilidad en Santiago de Chile durante la Segunda Guerra Mundial 165
Fotografía 7. Inauguración del servicio de autobuses ent frente al palacio de La Moneda, C. 1947. Gen-
tileza Exsindicatos de Trabajadores y Empleados, etce.
Pese a que el nuevo papel del Estado sobre la actividad significaba un cambio
profundo al panorama previo al estallido bélico global, las modificaciones realiza-
das al proyecto concordaron con las propuestas de la Compañía Chilena de Elec-
tricidad, que a principios de la década había promovido la venta de sus activos
tranviarios al Municipio de Santiago, en medio de la fallida conformación de una
Corporación de Transportes debido a la falta de recursos para llevar a cabo el
proyecto. 22 A diferencia de lo sucedido en medio de aquellas negociaciones insti-
gadas por el precio artificialmente mantenido del pasaje del transporte, los aumen-
tos en el valor de los mismos (instaurados en 1943) y el advenimiento de la
posguerra parecieron cambiar el panorama, tanto para autoridades como para los
capitales extranjeros. Ya no se discutía directamente la venta de los bienes tran-
viarios, sino el control de los mismos mediante un porcentaje de acciones de la
empresa que dejarían al Estado con un control mayoritario y comprometido a
capitalizar en inversiones a la iniciativa, pero manteniendo un porcentaje de parti-
cipación por parte de la Compañía Chilena de Electricidad. Privilegio parecido
consiguieron los empresarios autobuseros, quienes no sólo conservaron su posición
en el mercado del transporte de pasajeros, sino que se vieron compensados con
exenciones aduaneras y otros beneficios para “enfrentar” el ingreso del Estado a la
actividad, sin que esto los perjudicara sobremanera. Ciertamente, las pretensiones
de realizar un monopolio estatal en materia de transporte, o incluso de organizar
22
Boletín Municipal, 26 de mayo, 1943, “Estudio del problema de la movilización”.
166 Parte II: La movilidad
una iniciativa administrativa que dejara bajo firme control de la autoridad la acti-
vidad, no pasó de las intenciones en proyectos que, bajo el candor de la guerra y
la emergencia estatal, parecían políticamente factibles en un momento de crisis
internacional e instalación de un nuevo paradigma económico.
Por fin, en julio de 1945 se promulgó la Ley 8132, la que estipuló la creación de
la Empresa Nacional de Transportes Colectivos (ent), sociedad de carácter mixto
formada con capitales aportados por el Fisco, Corfo y Compañía Chilena de Elec-
tricidad. Las principales características de esa ley estuvieron centradas en el conve-
nio que el Estado y la generadora de energía estipulaban respecto a
[…] las condiciones de venta al Fisco de todos los bienes, contratos, concesiones y
permisos de la Compañía, afectos a sus servicios tranviarios, conteniendo […] un
contrato de suministro de energía eléctrica por un plazo de cinco años.
de actores privados desde dentro de la misma ent y sin limitar la presencia de los
empresarios particulares del transporte colectivo en cada una de las ciudades donde
se instaló.
Los cambios políticos, sociales y económicos a los cuales se vio sujeto Chile
durante el periodo examinado, no fueron cuestiones aisladas ni particulares de este
país. En general, los cambios a los modelos de transporte, tanto desde los ámbitos
políticos a cuestiones más específicas como los medios tecnológicos utilizados para
complementar la oferta de movilidad de las grandes ciudades, fue una cuestión que
se replicó a nivel global. Ejemplos generales de ello fueron la Transport Act británica
de 1947, que nacionalizó las comunicaciones ferroviarias, los muelles y las vías de
agua interiores, junto con el transporte en la ciudad de Londres (Taylor, 2001); otro
caso es el de Argentina, donde el papel del Estado se incrementó con el surgimiento
de la Corporación de Transportes de Buenos Aires en 1936, que si bien surgió bajo
el modelo de empresa mixta para coordinar el transporte en la capital trasandina,
hacia la década de 1940 tuvo un periodo de control férreo sobre las empresas a él
incorporadas (García, 1994).
Esto implicaba que los cambios mundiales, como el fuerte auge de la urbaniza-
ción en el mundo occidental (y en especial, latinoamericano), introdujo a los países
insertos en estos procesos la necesidad de generar respuestas comunes en un
momento de crisis y transformaciones como las sucedidas durante buena parte de
la primera mitad del siglo xx. Los efectos de la Gran Depresión, la inmigración
campo-ciudad, la emergencia del Estado de Bienestar y otros procesos comunes a
diversas realidades, hicieron que las estrategias tuvieran similitudes, las que obvia-
mente se adaptaban según las realidades locales. En el caso chileno, por ejemplo,
nunca se concretó un monopolio exclusivo del Estado sobre el transporte público,
como sí existió en otros países. Por el contrario, un rasgo sobresaliente del caso
nacional fue que la política pública desarrollada por los gobiernos, tanto en el periodo
como en las décadas venideras, nunca puso en jaque este modelo. Sea por cuestio-
nes económicas o por motivos ideológicos, la convivencia entre un sistema público
y otro privado fue una constante del contexto chileno, hecho que impidió la con-
solidación de las empresas estatales como política pública para enfrentar el problema
del tránsito. De ahí que años después, el Estado prefiriera apostar por el tren sub-
terráneo como medio para la modernización del transporte público de la capital,
relegando su participación en el de superficie.
168 Parte II: La movilidad
Fuentes
Archivos
Hemerografía
Bibliografía
Recursos electrónicos
Aguirre, Beatriz y Simón Castillo (2004), “El espacio público moderno. Sueños y realidades
de Karl Brunner en Santiago de Chile, 1929-1934”, Revista Electrónica DU&P. Diseño Urbano
y Paisaje, vol. I, núm. 3; documento pdf disponible en: <http://dup.ucentral.cl/pdf/003.
pdf>.
Mardones, Marcelo (2012), “La movilización colectiva como política pública: las empresas
de transporte de pasajeros del Estado en Santiago, 1941-1981”, Planeo. Espacio para
territorios urbanos y regionales, núm. 7, septiembre-octubre; documento html disponible
en: <http://revistaplaneo.cl/2012/10/08/la-movilizacion-colectiva-como-politica-
publica-las-empresas-de-transporte-de-pasajeros-del-estado-en-san -
tiago-1941-1981/>.
Prudant Soto, Elisabet (2009), “Entre la infamia y el deleite. Las cobradoras de tranvías en
Santiago de Chile y Valparaíso, 1880-1920”, Nuevo Mundo. Mundos Nuevos, Debates
2009; documento html disponible en: <https://nuevomundo.revues.org/56152> [Actua-
lización: 27/5/2009] [Consulta: 25/11/2015].
G. F. Rodríguez-Herrejón: Introducción del transporte público en Morelia durante el siglo xx 171
Introducción
del transporte público
en Morelia durante
el siglo xx y sus aspectos
sociales
Guillermo Fernando Rodríguez Herrejón1
Introducción
1
Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo (umsnh), Facultad de Historia.
172 Parte II: La movilidad
Ahora bien, la propuesta realizada por Trevor Pinch, Thomas Hughs y Wiebe
Bijker acerca de la construcción social de los sistemas tecnológicos se ha constituido
en el modelo teórico más relevante para aproximarnos al estudio de las relaciones
humano-aparato, desde una perspectiva sociocultural (Bijker, Hughs y Pinch, 1989).
Este modelo surgió como una respuesta a las visiones deterministas de la historia
de la tecnología2 a finales de la década de los años ochenta. Por lo tanto, uno de
los principales planteamientos realizados por este modelo es el de considerar a la
realidad como un “tejido sin costuras” (Pinch, 1996), para hacer notar que todos
los elementos culturales son socialmente construidos y formados por “negociacio-
nes” entre sus componentes; que todo está entrelazado en ese gran lienzo que
llamamos vida cotidiana y que, por lo tanto, la tecnología y la sociedad se crean y
recrean continuamente, adaptándose y limitándose a sus contextos y culturas de
manera simbiótica.
Por lo tanto, la sociedad influye de manera determinante en el desarrollo, evo-
lución y funcionamiento de los aparatos tecnológicos, pero al mismo tiempo la
tecnología se impregna en el imaginario social. Existe una clara propuesta dentro
de este modelo para realizar este tipo de trabajos, que consta de tres momentos:
el primero, identificar el momento de inserción de los aparatos. El segundo, el de
las adaptaciones que las máquinas tienen respecto a su concepción “original” en las
sociedades; eso es la flexibilidad interpretativa de la tecnología. Y por último, el
momento de establecer un “cierre tecnológico”, que es cuando la tecnología se
estabiliza y alcanza un punto de aceptación social en sus funciones, aunque realmente
nunca se estabiliza del todo ya que siempre existen nuevas valorizaciones culturales
(Aibar, 1996: 147-161).
Para redondear el contexto de la introducción y desarrollo de la movilidad motora
en la ciudad de Morelia, habría que puntualizar algunas cuestiones. Primero, que
Morelia es una ciudad pequeña, ubicada en el centro-occidente de México, y lo ha
sido desde su fundación hace más de cuatro y medio siglos; que poco ha cambiado
a lo largo de ese periodo, al menos en cuanto a mancha urbana en el espacio físico;
sus dimensiones han permanecido, tanto poblacionales como físicas. Pese a ello, la
ciudad ha sido un sitio importante en el desarrollo del país, como uno de los princi-
pales puntos de aglutinamiento de acciones políticas, sociales e intelectuales,
enmarcándola como una de las principales del territorio mexicano. Cabe destacar
su trazado urbano, que es cuadriculado, de estilo colonial, con calles sumamente
2
Deterministas en el sentido de que la tecnología por sí sola constituye y transforma el cambio
social, es una visión unilateral del desarrollo tecnológico.
G. F. Rodríguez-Herrejón: Introducción del transporte público en Morelia durante el siglo xx 173
de transporte público en la Morelia del siglo xx tendría que ser considerando que su
primer momento fue encaminado a la diversión de “muchos”, de hacer llegar esos
paseos a grandes sectores, pero que se convirtió luego en una cuestión de movilidad
funcional, ya que el transporte se comenzó a usar para la conexión diaria de trabaja-
dores, estudiantes y prácticamente todos los sujetos integradores de la ciudad.
Entonces, lo colectivo fue entendido como “público” por parte de los imaginarios
morelianos en cuanto a transporte; en los diarios se hablaba sin distinción sobre ello.
Así pues, lo colectivo se vio como el compartir el espacio y tiempo, por parte de
los usuarios, para interconectarse con sus respectivas realidades. Y por parte de los
choferes y organizaciones gremiales se vio como una forma de aglutinamiento, pero
también de formarse un espacio de trabajo “junto” a los compañeros, de vivir en
conjunto y ser parte de la ciudad, como una metáfora de una ciudad viva, donde
los vehículos públicos se volvieron su sangre, sus calles se transformaron en sus
venas, y ellos mismos posibilitaban el movimiento “colectivo”. Por tal motivo, la
autoridad local siempre ha dado una relativa independencia a ese sector en la ciu-
dad y gracias a ello se han vuelto muy fuertes como grupo, lo que les ha permitido
establecer los ritmos de la movilidad colectiva (volveremos a ello más adelante).3
Los primeros vehículos de motor comenzaron a rodar por las calles de Morelia
desde finales del porfiriato, para 1908 en específico, lo que significó un cambio en
la dinámica social de la ciudad, tanto por las funciones que los autos desempeñaban,
como por la misma imagen que generaban alrededor de ellos; como el de un espejo
para reflejar el estatus social (proyectado por sus dueños), a la vez que regulando
sus funciones a partir de reglamentos, el primero redactado en ese mismo año.
En Morelia, el paso hacia lo colectivo se inició precisamente desde la élite, en
una intención de hacerse notar en su estatus, pero también explotando la caracte-
rística económica de los coches. Entonces, de inicio la movilidad mecánica fue
pensada para la diversión pública, no en sí misma para el transporte, pero fue una
cosa que cambiaría en los años subsiguientes.
Así pues, dentro de los usos, uno de los principales era el de “recreo”; bien fuera
por los paseos de la ciudad, como el bosque de San Pedro (desde 1915, bosque
Cuauhtémoc), la calzada de Guadalupe, el parque Juárez, o el paseo a Santa María,
entre otros. Sin embargo, comenzaron a darse también funciones encaminadas al
carácter económico, es decir, al uso en el transporte de pasajeros, aunque por
supuesto, no de manera colectiva o pública, sino que se usaba como una forma de
a Durkheim (1892), donde el sociólogo acuñó la expresión “conciencia colectiva”, aplicada en este caso
a compartir la realidad de vida para el desplazamiento, aunque no se tuviera nada más en común.
G. F. Rodríguez-Herrejón: Introducción del transporte público en Morelia durante el siglo xx 175
4
ahmm, siglo xx, C-37, legajo 1, exp. 15, enero de 1913, “Relación de coches”. Donde se incluye el
vehículo de los Oseguera y su función en el hotel durante 1912.
5
ahmm, siglo xx, C-26, leg. 2, exp. 218, “Reglamento de vehículos”, abril de 1913, Arts. 27-30.
176 Parte II: La movilidad
núm. 239, quien al mismo tiempo era uno de los que poseían vínculos familiares
relacionados a la industria, y uno de los principales dueños de automóviles en la
ciudad desde su introducción.
El término de auto-camiones era usado para identificar a los automóviles de
transporte colectivo que seguían una ruta preestablecida, pero en realidad se trataba
de vehículos normales, en este caso Ford, con modificaciones para adaptarlos a tal
fin. Las modificaciones eran, en general, removiendo la parte posterior del vehículo
(en caso de ser cerrado), y remplazándola por partes de madera, para extender la
capacidad de pasajeros simultáneos que podía llevar, y colocando asientos laterales.
En general, estos autos no eran más que chasis de Ford modelo “T” con una carro-
cería de madera improvisada.
El contrato para la ruta de auto-camiones se realizó entre Antonio Carranza L.
y el gobernador del estado de Michoacán, (durante ese periodo) Ing. Pascual Ortiz
Rubio, firmado el 19 de septiembre de 1917, y contenía 16 puntos donde se esta-
blecieron las condiciones del acuerdo de esta primera concesión de auto-camiones
en Morelia. Se trazaron tres recorridos, por los tres coches: el primero, de la Calle
Nacional (actualmente avenida Madero) ida y vuelta, pasando por las calles 1ª. de
Allende y 1ª. de Guerrero, con dos paradas (en el bosque Cuauhtémoc y en la plaza
de la Merced); la segunda ruta iba de la estación del ferrocarril al templo de la
Merced, en recorrido de ida y vuelta; y la tercera ruta, de la Plaza de los Mártires al
parque Juárez, de ahí por la calzada de la Unión hasta el bosque Cuauhtémoc, y de
vuelta a la Plaza. El precio se fijó de 10 a 15 centavos, dependiendo del precio de la
gasolina, y 25 centavos por cada kilo de carga con que se abordara al vehículo. Los
precios no se aumentarían, ni siquiera en días festivos; no subirían más pasajeros
de los que soportara la unidad (de 8 a 12 era el número común); las horas de ser-
vicio fueron las hábiles (considerado desde las 8 a. m. hasta las 8 p. m.) y la empresa
de auto-camiones pagaría $4.00 mensuales al Ayuntamiento por el permiso de la
concesión por cada vehículo en servicio y estaría obligada a prestar los autos a las
autoridades si fuera necesario.
El contrato duraría dos años, con posibilidad de renovación por otros tres,
dependiendo de la eficiencia del servicio: el contrato se firmó el 19 de septiembre
de 1917 y el servicio comenzó en Morelia el 5 de octubre del mismo año, cuando
los autos se terminaron de modificar.6 Un análisis a dicho contrato refleja el control
por parte de la oficialidad del gobierno estatal para poder establecer vehículos
6
Datos del contrato de auto-camiones en: ahmm, siglo xx, C-39, leg. 1, exp. 29, “Contrato celebrado
entre Antonio Carranza Laris y el Ing. Pascual Ortiz Rubio para establecer rutas de auto-camiones”, 1917.
G. F. Rodríguez-Herrejón: Introducción del transporte público en Morelia durante el siglo xx 177
colectivos, sentando las bases con ello de la relación tan estrecha entre la autoridad
y el sector transporte moreliano, donde se negociaba en lo corto (como en la cuota
que tenían que dar mensualmente por el servicio) y de entrada la autoridad comenzó
a dar poder de decisión total a particulares sobre el asunto, ya que en el primer
párrafo de dicho acuerdo dejaban en claro que Carranza Laris y asociados podían
establecer en Morelia tantos coches como consideraran necesarios; además de que
usaron expresiones tales como “se faculta” al empresario para dar el servicio, mues-
tra obvia de la autonomía aparente que podría tener el servicio colectivo, claramente
sujeto al Estado, pero en cuestión de control de derecho a cambio de pagos, así
mismo los regulaban o condicionaban para mantener en óptimo estado las unida-
des, que fuesen “cómodas”, ya que, desde luego, más vehículos les significarían más
ingresos, por eso no se buscaba limitar la cantidad de usuarios y daban la facilidad
de poner “tantos (vehículos) como fueren necesarios”.
Fue la primera ruta de servicio público colectivo, por supuesto es claro que el
tránsito hacia esta aparente innovación no fue de golpe, sino que como ya se dijo,
el transporte se vendió como un lujo para la diversión casi desde que se introduje-
ron los vehículos, debido a que se buscaban imitar las imágenes de estatus, de ahí
la oportunidad de esas élites para montar los recorridos colectivos, ya que además
habría que recordar que la ciudad de Morelia para esos momentos del siglo xx, no
contaba con las calles adaptadas en su totalidad para los coches, además de que
era todavía muy pequeña, por lo tanto los vehículos aunque ya pasaban a lo colec-
tivo, aún no estaban destinados netamente al transporte per se, más bien a la
participación pública de los sujetos morelianos en la cotidianidad del lujo de los
coches, cuestión que cambiaría con los años.
Para marzo de 1918 existían al menos 51 automóviles registrados en la ciudad,
algunos de servicio público, como los nuevos auto-camiones de Antonio Carranza,
y de uso particular, donde además de destacar dueños representativos como los
Oseguera y los Macouzet, otros nuevos se hacían notar, como Luciano Jurado,
antiguo chofer; Sabas Rodríguez, Alberto Rivarola, Adela Herrejón, hermana de
Miguel Herrejón Patiño, que representó un punto crucial en el paso hacia lo colec-
tivo en la ciudad; Victoriano Olivares, Mariano Palacios, Germán Figaredo; entre
otros miembros de la élite moreliana.
Desde la primera ruta establecida en octubre de 1917 hasta 1920 pueden dis-
tinguirse al menos seis distintos dueños de automóviles modificados, reconstruidos
o reestructurados para ser auto-camiones, todos empresarios, inversionistas y hasta
extranjeros, a la vez que se puede identificar que las rutas de transporte público
eran básicamente muy parecidas entre sí, conectando Morelia de un extremo de la
178 Parte II: La movilidad
ciudad a otro y hacia los principales paseos de la misma. En suma, puede observarse
que aunque el establecimiento de rutas como tal para los automóviles en Morelia,
al principio representaba un factor económico, en el fondo implicaba funciones más
encaminadas a la diversión y al recreo social, así como al estatus inherente que esto
significaba: el ir a pasear en automóvil con ruta diseñada para tal propósito es una
muestra de ello, ya que en una ciudad pequeña como Morelia las distancias inter-
nas eran relativamente cortas y el transporte era por sí mismo un lujo.
El Ford T era el modelo por excelencia de los transportes de pasajeros durante
las primeras décadas del siglo xx, ya que era fácil de desmontar y modificar para
adaptarlo al servicio. Como comentamos, las primeras unidades en ser modificadas
para paseos públicos fueron encaminadas a la diversión en las rutas de la ciudad,
pero que con el transcurrir de los años y el aumento del deseo de abordar y utilizar
las máquinas de distinción de las élites, se volvieron cada vez más frecuentes. La
década de 1920-1929 significó ese paso fundamental hacia lo colectivo para los
usuarios, ya que los puntos principales de trabajo de la ciudad comenzaron a esta-
blecerse en los extremos más lejanos, por ello la necesidad como tal de movilización
se vio sujeta a los vehículos, que se comenzaron a comercializar para dar ese servi-
cio; aunque claro, por cuenta de particulares sin una organización establecida.
Las caracterizaciones de los usuarios también cambiaron en esos primeros
momentos de convivencia tecnológica, ya que como se ha dicho, los significados
eran en asociaciones de deseo, por querer formar parte de la distinción colectiva
que los vehículos representaban, siendo partícipes de rutas de paseos y con signo
de jerarquización, como el signo de que un chofer iba altamente vestido con acce-
sorios probatorios de su trabajo como sujeto conductor del vehículo en una ruta de
paseo. El automóvil se convirtió pues en un actor urbano representado como público,
que a través del transporte movilizaba a la ciudad para conectar a los habitantes
con su realidad de trabajo y de acción, con su espacio de actuación propio, con
“derecho” a la movilidad, ya que es un servicio moderno para los ciudadanos moder-
nos.
Entonces, el transporte colectivo para pasajeros comenzó en Morelia con una
gran autonomía al menos en cuanto a cantidad y espacios de desplazamiento, ya
que prácticamente cualquier individuo con los recursos necesarios podía establecer
cuantos vehículos fuesen necesarios y acordar las rutas según las conveniencias de
recreo de la ciudad.
Sin embargo, el paso hacia lo colectivo era ya evidente, aunque paulatino; poco
a poco los privados que montaban rutas de recreación tuvieron que ampliar sus
espacios laborales, contratando a más y más choferes, a tal medida que para inicios
G. F. Rodríguez-Herrejón: Introducción del transporte público en Morelia durante el siglo xx 179
7
Datos en testimonio de Carmen Cedeño Peguero, de 49 años en ese momento y taxista de ocu-
pación, hija mayor de Rafael Cedeño Ceja, que apareció en el periódico El Sol del Morelia, 11 de octubre,
2009, p. 12.
8
Un chofer es una persona capacitada para conducir un vehículo de motor, contratada para transpor-
tar a personas o mercancías. El chofer puede conducir su propio vehículo, o bien utilizar uno provisto por
la persona u organización que lo contrata. Comenzaban a surgir en esta actividad como una clase tra-
bajadora. El origen de chofer se encuentra en la palabra francesa chauffeur que significa “el que calienta”,
que a su vez procede del latín calefacere (De Jesús, 1981: 8-10).
180 Parte II: La movilidad
también se convirtió en el que les vendía los vehículos a las organizaciones de trans-
porte. Fue así que Cedeño Ceja compró sus dos primeras unidades, a pagos, y se
estableció como independiente, siendo uno de los primeros choferes que convirtió el
modelo de negocio, ya que ahora los dueños no eran únicamente de las élites acau-
daladas como antaño, sino que también los propios choferes comenzaron a construir
sus espacios de trabajo y vida (aunque siguieron existiendo los capitales de los acau-
dalados tras los vehículos, pero la administración ya no; ahora se empezaría un lento
cambio que posibilitaría relaciones de poder en la ciudad).9
Luego de ese momento, Cedeño Ceja se empezaría a convertir en uno de los
principales exponentes en la organización para conducción de vehículos, inspirando
a varios choferes más a seguirlo, por lo tanto comenzaría a gestar un proyecto, uno
que cambiaría la vida urbana en la ciudad. Para 1941, Cedeño Ceja junto con un
grupo de choferes que habían comprado sus propios vehículos, llegaron a un acuerdo
para fundar una asociación cooperativa de transporte, para lo cual pidieron un
préstamo a un banco local, y el “permiso” fue dado por las autoridades locales con
la “bendición” de los antiguos grupos de dueños, que vieron la posibilidad de ven-
der de buena manera sus unidades. Por lo tanto se fundó la Sociedad Cooperativa
Valladolid el 22 de agosto de 1941, con domicilio en la avenida Madero poniente
núm. 772 (en la plaza de toros), con la misión de explotar las rutas urbanas de
pasajeros de la ciudad, quedando como rutas principales las siguientes: Hospital
Civil, Poblado, Colonias, Colonia Independencia, Panteón Civil, Carrillo-Rastro,
Parque Juárez, Santa María, Alberca, Santiaguito y Circunvalación. Serían esas rutas
el punto de partida para el resto del transporte urbano posteriormente; y cabe
señalar que hasta nuestros días son básicamente los puntos de conexión principa-
les de la ciudad.
Las unidades estaban compuestas por los vehículos de primera y los vehículos
de segunda; la diferencia consistía simplemente en la capacidad de las unidades,
siendo los de primera coches más nuevos, comprados con el préstamo mencionado
a lo largo de las décadas de 1940 y 1950, y los de segunda eran las unidades tradi-
cionales con las que se incorporaban los socios a la cooperativa, de menor tamaño
y para menos pasajeros y, por supuesto, para el público resultaba más “cómodo”
viajar en los autos nuevos, pero más barato en los de segunda, que por obvias
razones de orden estético y de capacidad, los dueños hacían que cobraran menos.
Aunque el número de los de segunda fue disminuyendo paulatinamente, ya para la
9
Datos de testimonio de José Carlos Guerrero Cedeño, antiguo chofer moreliano, y uno de los más
distinguidos y ligado a los grupos de poder de la época; 25 de abril, 2013.
G. F. Rodríguez-Herrejón: Introducción del transporte público en Morelia durante el siglo xx 181
Testimonio de José Carlos Guerrero Cedeño: 25 de abril, 2013. Comprobado con la documenta-
10
ción del Archivo Privado Cedeño, de la organización transportista, donde se muestran los papeles en
cuanto a la huelga de choferes y la propuesta de contrato colectivo.
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11
Estatización es el conjunto de disposiciones y operaciones mediante las cuales el Estado asume,
en forma variada, la administración de empresas privadas, de grupos de empresas o de la totalidad de
ciertos sectores económicos manejados con anterioridad por particulares; también se le denomina
nacionalización de los medios de producción (Tovar, 1983: 711).
12
La Voz de Michoacán, Morelia, 25 de agosto, 1981, p. 2.
184 Parte II: La movilidad
sentación del transporte, que era la de la interacción directa. Por lo tanto, para
inicios de 1987 la estatización se revirtió, y los particulares nuevamente se hicieron
cargo del sector transporte, por medio de concesiones.13 Para ello, formaron la
Comisión Coordinadora del Transporte Público en Michoacán (Cocotra),14 en 1994,
lo que consolidó la posición de grupos hegemónicos de particulares como contro-
ladores de la movilidad urbana moreliana, pero que por su percepción de estrechez,
de convivencia directa y de estructura física, sobrevivieron a los modelos y proyec-
tos modernizadores.
Resultaría interesante poder observar la propia representación plasmada en uno
de los diarios más importantes de la ciudad a comienzos de 1981 (La Voz de Michoa-
cán) sobre los problemas expresados por los dueños del transporte público. Un
ejemplo interesante fue la significación de modernidad que siempre habían repre-
sentado los vehículos de motor en Morelia, ya que con diversas críticas se replanteaba
y se les consideraba como “viejos”, inservibles y feos, a los armatostes públicos.
Mediante burlas y bufonadas se expresaban las ocurrencias de los choferes del
servicio urbano en los medios impresos de la ciudad, que denunciaban los ciuda-
danos, a manera de hacer notar que constantemente manejaban sin cuidado, jugando
carreras por ganarles a los otros el pasaje, mostrándoselos groseros, sucios y de mal
servicio.
En otras palabras, la asociación de significados en cuanto al significante “camión”
o “combi” en el imaginario moreliano era la de irresponsabilidad, peligro y velocidad,
pero también la de necesidad, esta última marcada de tal forma que concebir a la
ciudad sin el sistema de transporte público a motor era algo mucho más grave que
tolerar las aparentes fallas de los conductores. Entonces las evocaciones de los
artefactos realizadas para representarlos eran, sin duda, mediante muestras de un
desprecio necesario y tolerable, de signos de preocupación y de suciedad, de descuido
y de alocamiento en la velocidad, evocado todo ello en las grandes máquinas que
además expresaban poder, por asociación con su tamaño y motor; y con represen-
taciones de un espacio de convivencia, por sus lugares cerrados de interacción a la
cara, como en el caso de las combis, o por asociarse en el imaginario con el lugar
bienes y servicios por parte de una Administración pública o empresa a otra, generalmente privada. Es un
derecho administrativo. Véase Gutiérrez (2002: 525).
Decreto publicado en el Diario Oficial del Estado de Michoacán, Morelia, 2 de junio, 1994, bajo el
14
título “Creación de la Comisión Coordinadora del Transporte Público de Michoacán”. Aparecería publi-
cado con el mismo título en La Voz de Michoacán, Morelia, 11 de junio, 1994, p. 1.
G. F. Rodríguez-Herrejón: Introducción del transporte público en Morelia durante el siglo xx 185
Conclusiones
15
Henry Olela, The African foundations of Greek Philosophy, citado en Martínez (2012: 16).
G. F. Rodríguez-Herrejón: Introducción del transporte público en Morelia durante el siglo xx 187
Fuentes
Archivos
Hemerografía
Bibliografía
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De Jesús, Gloria Cruz (1981), Cambios introducidos en el concepto chofer y su impacto en la
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Gómez, Mendoza, Oriel (2012), “Historia de la tecnología. Disrupciones y perspectivas” en
Jorge Amos Martínez Ayala y Miguel Ángel Gutiérrez López, Las costumbres de Clío.
Algunos métodos para la historia, Morelia, México, Facultad de Historia/Universidad
Michoacana de San Nicolás de Hidalgo.
188 Parte II: La movilidad
Entrevistas