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La guerra sucia, en la CIDH


Alejandro Juárez Zepeda
El Universal

Sábado 08 de septiembre de 2007

Por primera vez se abre la puerta para que un caso de guerra sucia mexicano se presente ante la Corte
Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) y, con ello, se hagan públicas las pruebas, peritajes históricos y
de afectación sicosocial de un crimen de este tipo desde una tribuna internacional ajena a los controles del
Estado mexicano.

Por los elementos que lo constituyen, este caso es paradigmático de los 470 registrados sólo en Atoyac de
Álvarez, el municipio con el mayor número de desapariciones forzadas del país. Varias fuentes señalan que
hubo 600 desaparecidos en Guerrero y más de mil 200 en todo México durante los 60 y 70.

La Comisión Mexicana de Defensa y Promoción de los Derechos Humanos, AC (CMDPDH), inició el pasado
jueves 30 de agosto, Día Internacional del Detenido Desaparecido, la campaña por el esclarecimiento histórico y
justicia a las víctimas de la guerra sucia de los años 70 en México.

En días pasados, la CIDH emitió la resolución final (informe de fondo) sobre el caso de Rosendo Radilla, un
líder comunitario guerrerense desaparecido en 1974 cuando viajaba a bordo de un autobús de pasajeros en el
trayecto de Atoyac de Álvarez a Chilpancingo. El documento establece una serie de obligaciones para el
gobierno mexicano que deberán cumplirse a más tardar el 15 de octubre del presente año. Como en la mayoría
de los informes de este tipo, la responsabilidad del Estado en las violaciones que aborda se encuentra
plenamente acreditada.

Pese al intento por ocultarlo, México no fue ajeno al terrorismo de Estado y políticas contrainsurgentes de
Latinoamérica en los 60 y 70. Se efectuó una violación sistemática a los derechos humanos en donde fueron
continuas las intervenciones de cuerpos militares, paramilitares y de seguridad pública para aniquilar los
movimientos sociales a través del secuestro, la tortura, el asesinato y la desaparición forzada de sus miembros.

El Sistema Interamericano de Promoción y Protección de los Derechos Humanos puede conocer sobre las
violaciones de los estados a los derechos y libertades consagradas en diversos tratados internacionales, como
la Convención Americana de 1969 (ratificada por nuestro país en 1981) y la Convención Interamericana sobre
Desaparición Forzada de Personas, en vigor desde 1996 y signada por México en 2001. Dichas violaciones
tienen su origen en fallas estructurales del sistema doméstico normativo e institucional que impiden a las
víctimas un acceso pleno y efectivo a la justicia en el plano nacional. Por ende, el trámite sólo puede tener lugar
cuando se demuestra que las instancias nacionales han fallado.

El hecho de que la CIDH haya emitido un informe de fondo en este caso implica ya la acreditación de una
práctica violatoria por parte del Estado y la última oportunidad que la comunidad internacional le brinda a éste
para que de buena fe repare las violaciones que han resultado de los hechos denunciados en contraposición
con sus obligaciones internacionales. En cambio, las sentencias condenatorias que emite la CIDH tienen por
objeto la conminación legal para que se investigue, sancione y haga la reparación integral del daño a nivel
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personal y social, así como garantizar la no repetición de los hechos.

El probable litigio del caso Radilla ante la CIDH es de suma trascendencia pues supone que las más de 600
familias afectadas en Atoyac de Álvarez por hechos de la guerra sucia puedan encontrar justicia para sus
respectivos casos. Además, permitiría el reconocimiento oficial de responsabilidad en la comisión de estos
crímenes de lesa humanidad, evidenciando el patrón de violencia desde las instituciones, y evitaría la repetición
de situaciones semejantes mediante la transformación de las estructuras normativas e instituciones en donde se
originaron las violaciones y perpetuaron su impunidad.

Entre los objetivos de transformación estructural del sistema mexicano de justicia que la defensa del caso se
propone alcanzar destacan: exigir la tipificación del delito de desaparición forzada de personas de acuerdo con
los elementos descritos por la Convención Interamericana; eliminar la prescripción de los delitos contra la
humanidad; retirar la reserva y declaración interpretativa interpuestas por el Estado mexicano a la Convención
sobre Desaparición Forzada al momento de ratificarla, por contravenir el objeto y fin de dicho tratado; reformar
la Ley de Amparo para que ésta se convierta en un recurso idóneo en casos de desaparición forzada; crear una
Ley General de Reparación del Daño; y, de manera muy señalada, erradicar la jurisdicción militar de modo que
se restrinja a conocer únicamente las faltas concernientes a la disciplina militar.

Estas acciones se inscriben en una lucha más amplia por la construcción de un auténtico estado de derecho en
México, en el cual prive el respeto y garantía de los derechos humanos como eje rector de todas las políticas
gubernamentales. Un verdadero régimen democrático exige el esclarecimiento de los crímenes pasados, la
justicia y la verdad histórica en el entendido de que conocer la verdad tiene un carácter social indispensable
para garantizar la gobernabilidad en una sociedad democrática, a través de la confianza que las instituciones y
sus titulares construyen para bien de los gobernados y del propio Estado.

Director de Comunicación de la Comisión Mexicana de Defensa y Promoción de los Derechos Humanos, AC

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