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La obra que le diste que hiciera
Su desarrollo o continuación
Capítulos 1:14–10:52
[p 54]
Bosquejo del Capítulo 1:14–45
Tema: La obra que le diste que hiciera
A. El gran ministerio en Galilea
1:14, 15 El comienzo
1:1–20 El llamamiento de los cuatro pescadores
1:21–28 La curación de un hombre con espíritu inmundo
1:29–34 La curación de la suegra de Pedro y de muchos otros
1:35–39 La oración de Cristo antes del amanecer; la exclamación de Simón y la respuesta
de Cristo; la predicación de Cristo y la expulsión de demonios por toda Galilea
1:40–45 La curación de un leproso
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Capítulo 1:14–45

1 Ahora bien, cuando Juan hubo sido encarcelado, Jesús vino a Galilea predicando el evangelio
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de Dios, 15 y diciendo: “El tiempo se ha cumplido y el reino de Dios se ha acercado;”.


1:14, 15 Comienzo del gran ministerio en Galilea
Cf. Mt. 3:2; 4:12; 11:2; 14:3–5; Mr. 6:17–20
Lc. 3:19, 20; 4:14, 15; Jn. 3:24; 4:1–3, 43, 44
14. Ahora bien, cuando Juan hubo sido encarcelado, Jesús vino a Galilea …
Comienza aquí una nueva sección del Evangelio de Marcos. Por un lado, tenemos el bau-
tismo y la tentación de Cristo (1:9–13); por el otro, su llegada a Galilea (v. 14). Entre estos dos
sucesos pudo muy bien haber pasado más o menos un año.31 Pero a pesar de la distancia
temporal, lo que el evangelista está a punto de narrar está ligado en sentido con lo ocurrido
anteriormente. Lo que Marcos relata ahora está estrechamente relacionado con lo que prece-
de. La preparación e inauguración de la obra que el Padre le había dado al Hijo que hiciese
había llegado a su término. El comienzo se había cumplido: Juan el Bautista, el heraldo,
había presentado a Cristo ante Israel. Además, Jesús mismo había pedido ser bautizado, y su
bautismo confirmaba su decisión de tomar sobre sus hombros el pecado del mundo. Por úl-
timo, Jesús había demostrado ser digno, porque triunfó sobre Satanás en el desierto. Esto lo
convirtió en representante de su pueblo, el segundo Adán que venció donde el primer Adán
había fracasado. Por tanto, ahora [p 56] nada podía impedirle realizar la tarea que se le había
asignado y que voluntariamente asumió.

31 Este cálculo se basa en el supuesto de que el viaje a Galilea, con el cual Jesús comenzó el gran ministe-
rio galileo que Marcos menciona aquí, es el mismo de Jn. 4:3, 43. En Juan este viaje fue seguido poco des-
pués por lo que probablemente fue la segunda Pascua del ministerio público de Cristo (Jn. 5:1). En conse-
cuencia, la fiesta de la Pascua del año 28 d.C. fue precedida, un año antes, por la primera Pascua que se
menciona en Jn. 2:13, 23. Véase también CNT sobre el Evangelio según Juan, pp. 38, 39, 191, 200, 201; y
mi Bible Survey, pp. 61, 62, 69.
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El tiempo en que Cristo partió de Judea rumbo a Galilea (véase Jn. 4:1–3, 43) tenía cierta
relación con el encarcelamiento de Juan el Bautista. El Maestro abandonó Judea y empren-
dió viaje hacia Galilea, cuando Juan fue arrestado (Mr. 1:14) y cuando los fariseos, con cuar-
tel general en Jerusalén, se enteraron de que Jesús ganaba y, mediante sus discípulos, bau-
tizaba más discípulos que Juan. El Señor estaba consciente de que su gran popularidad en
las regiones campestres de Judea traería tan intenso rencor de parte de los líderes religiosos
de los judíos, que en el curso natural de los hechos este odio acarrearía una crisis prematura.
Jesús entregaría voluntariamente su vida tan pronto como llegase el momento señalado para
su muerte (Jn. 10:11, 14, 15, 18; 13:1). En ese momento, y no antes, lo habría de hacer.
Además, Galilea también tenía ovejas perdidas que debían ser traídas al redil.
Así, Jesús vino a Galilea predicando el evangelio de Dios, es decir, pregonando o pro-
clamando las buenas nuevas de salvación como don gratuito de Dios para los hombres, una
salvación que desde el comienzo hasta el fin es obra de Dios. Sin duda, todo verdadero siervo
de Dios dará a conocer el relato, pero Dios (en Cristo) se ocupó de proveer los hechos del rela-
to que habría de ser contado. Fue él quien proveyó el camino de la salvación, fuera del cual
todo hombre está eternamente perdido. Estas buenas nuevas, por tanto, constituyen con to-
da propiedad “el evangelio de Dios”. ¿Qué mejor comentario podríamos hallar que la siguiente
lista de pasajes: Jn. 3:16; Ro. 8:3, 32; 2 Co. 5:20, 21; Gá. 4:4, 5; Ef. 2:8–10; Tit. 3:7?
15.… y diciendo: “El tiempo se ha cumplido …” (cf. Gá. 4:4; Ef. 1:10). El tiempo apro-
piado o la oportunidad favorable32 había llegado para el cumplimiento de las promesas reden-
toras de Dios y para la promulgación del evangelio. La hora para el cumplimiento de Isaías
9:1, 23 había llegado. En consecuencia, Jesús dice: y el reino de Dios se ha acercado. Ob-
sérvese “reino de Dios”, donde Mateo generalmente dice “reino de los cielos”. Básicamente el
significado es el mismo. Entonces, lo que Jesús está diciendo es que el reinado de Dios co-
menzaría a hacerse sentir en los corazones y vidas de la gente en una forma mucho más po-
derosa, como nunca antes. Había grandes bendiciones preparadas para todos aquellos que,
por la soberana gracia, confesarían y abandonarían sus pecados, para empezar a vivir para la
gloria de Dios.
[p 57] En su connotación más amplia, las expresiones “el reino de Dios”, “el reino de los
cielos” o sencillamente “el reino” (esta última cuando el contexto deja en claro que se refiere al
reino de Dios) indican el reinado, gobierno o soberanía de Dios, cuando son reconocidos en los
corazones, cuando están operativos en la vida del pueblo de Dios, cuando llevan a cabo la
completa salvación de los creyentes, cuando los convierte en iglesia y finalmente en un uni-
verso redimido. Pasemos ahora a ilustrar estos cuatro conceptos:
a. El reinado, gobierno o soberanía reconocida de Dios. Este puede ser el significado en
Lucas 17:21, “El reinado de Dios está dentro de vosotros”, y es el significado en Mateo 6:10,
“Venga tu reinado, sea hecha tu voluntad …”.
b. Completa salvación, es decir, todas las bendiciones espirituales y materiales para el al-
ma y el cuerpo. Esto viene cuando Dios es el Rey en nuestros corazones, y es reconocido y
obedecido como tal. El contexto muestra que este es el significado en Marcos 10:25, 26, “Es
más fácil … que para un rico entrar en el reino de Dios. Y … dijeron, ‘Entonces, ¿quién puede
salvarse?’ ”.
c. La iglesia: la comunidad de personas en cuyos corazones Dios es reconocido como Rey.
Reino de Dios e iglesia cuando se usan en este sentido son casi equivalentes. Este es el signi-

32 Nótese que se dice: “καιρός se ha cumplido”. A diferencia de χρόνος, καιρός considera el tiempo desde la
perspectiva de la oportunidad que brinda y no simplemente como un paso desde el pasado al presente y al
futuro. Así, καιρός no indica sólo duración. Véase R.C. Trench, Synonyms of the New Testament (Grand
Rapids, 1948), # lvii.
3 Véase CB, pero no se tome en cuenta la mala traducción de 9:1 que entrega Reina-Valera 1909.
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ficado en Mateo 16:18, 19,
“… sobre esta roca edificaré mi iglesia … te daré las llaves del reino de los cielos”.
d. El universo redimido: el nuevo cielo y la nueva tierra con toda su gloria; algo todavía fu-
turo: la realización final del poder salvador de Dios. Así es en Mateo 25:34, “… heredad el re-
ino preparado para vosotros”.
Estos cuatro significados de reino no están separados ni ajenos el uno al otro. Todos pro-
ceden de la idea central del reino de Dios, su supremacía en la esfera del poder salvador. El
reino o reinado (la palabra griega tiene ambos significados) de los cielos es como el desarrollo
gradual de la semilla de mostaza; por tanto, presente y futuro (Mr. 4:26–29). Es presente: es-
túdiese Mt. 5:3; 12:28; 19:14; Mr. 10:15; 12:34; Lc. 7:28; 17:20, 21; Jn. 3:3–5; 18:36. Es fu-
turo: estúdiese Mt. 7:21, 22; 25:34; 26:29.
Jesús habló de la obra de salvación como el reino o reinado del cielo, a fin de indicar el ca-
rácter, origen y propósito sobrenatural de nuestra salvación. Nuestra salvación comienza en
el cielo y debe redundar para la gloria del Padre que está en el cielo. Por tanto, al usar este
término Cristo defendió aquella verdad, tan preciosa para todos los creyentes, que todo está
subordinado a la gloria de Dios.
En consecuencia, Mateo 4:14–16; 11:4, 5 y Lucas 4:18–21 serían un excelente comentario
a las palabras: “El tiempo se ha cumplido y el reino de Dios se ha acercado”. Es fácil entender
por qué Jesús dice “se ha acercado”, porque cuando estas palabras fueron dichas la labor de
Cristo de predicar, enseñar, y sanar en Galilea y sus alrededores recién comenzaba.
[p 58] Jesús prosigue: convertíos y creed el evangelio. Compárese lo que dijo Juan el
Bautista: “Convertíos, porque el reino de los cielos se ha acercado” (Mt. 3:2; véase también
Mr. 1:4) con lo que dijo Jesús: “El reino de Dios se ha acercado; convertíos …”. El significado
es el mismo. En realidad, en el Evangelio de Mateo las mismas palabras se atribuyen tanto a
Juan (3:2) como a Jesús (4:17). Básicamente, entonces, el evangelio de ambos era el mismo.
Juan fue fiel en su tarea de preparar el camino.
Algunas versiones traducen “arrepentíos” (NVI95, RV60, NTT, BP, CI, NC), lo que enfatiza
sólo el aspecto negativo del cambio que se requiere. Aunque esta traducción no es la mejor,
debemos reconocer que, sin lugar a dudas, también se pide arrepentimiento. Algunas veces
se pone de relieve la verdadera tristeza por el pecado y la sincera resolución de romper con la
antigua maldad (Lc. 3:13, 14). Pero la palabra usada en el original34 mira hacia adelante, no
sólo hacia atrás. Significa “convertíos”,35 someteos a un cambio radical de corazón y de vida,
un giro total de vida. El lado positivo de la conversión se subraya en las palabras que siguen
“creed el evangelio”.36 Tal fe incluye conocimiento, asentimiento, y confianza. En palabras del
Catecismo de Heidelberg, “La verdadera fe no es sólo un conocimiento indefectible, por el cual
tengo por cierto todo lo que el Señor nos ha revelado en su Palabra, sino también una verda-
dera confianza que el Espíritu Santo infunde en mi corazón por el Evangelio, dándome la se-

NVI95 Nueva Versión Internacional 1995 (Las ediciones anteriores a esta sólo fueron una traducción de la
New Internacional Version. La NVI95 es en realidad otra versión, es una traducción directa de los idiomas
originales por un equipo de biblistas evangélicos de América Latina.)
NTT Nuevo Testamento Trilingüe. J. M. Bover y J. O’Callaghan. Madrid: BAC, 1977
NC Sagrada Biblia. E. Nácar y A. Colunga. Madrid: BAC, 1965
34 El verbo aparece en la forma de μετανοεῖτε, que es el imperativo presente, 2da., pers. pl. de μετανοέω. El

verbo ocurre cinco veces en Mateo (3:2; 4:1–17; 11:20, 21; 12:41), dos veces en Marcos (1:15; 6:12), nueve
veces en Lucas, cinco veces en Hechos, una vez en 2 Co. 12:21, y once veces en el libro de Apocalipsis. El
sustantivo cognado es μετάνοια y también ocurre con frecuencia, comenzando en Mt. 3:8.
35 Lo correcto es “convertíos” (CB, BJ, cf. LT). Cf. “vuélvanse a Dios” (VP).
36 No acepto el razonamiento de Lenski (Op. cit., pp. 43, 44) de que porque πιστεύετε sigue a μετανοεῖτε, el

último verbo se refiere sólo a la contrición. Una palabra no pierde tan fácilmente su significado básico. Se
añade πιστεύετε para poner de relieve el aspecto positivo de μετάνοια.
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guridad de que no sólo a otros, sino que también a mí mismo, Dios otorga la remisión de pe-
cados, la justicia y la vida eterna, y eso de pura gracia y solamente por los méritos de Jesu-
cristo”. Una persona acepta un mensaje cuando actúa de acuerdo a él.
16 Mientras iba junto al mar de Galilea, vio a Simón y a Andrés, hermano de Simón, echando una
red en el mar, porque eran pescadores. 17 Jesús les dijo, “Venid, seguidme, y os convertiré en pescado-
res de hombres”. 18 Y al instante dejaron sus redes y le siguieron. 19 Y andando un poco más, vio a
Jacobo, hijo de Zebedeo, y a Juan su hermano, los cuales estaban en la barca remendando sus redes.
20 De inmediato los llamó. Y ellos dejaron a su padre Zebedeo en la barca con los jornaleros, y le si-

guieron.
[p 59] 1:16–20 El llamamiento de cuatro pescadores
Cf. Mt. 4:18–22; y para Mr. 1:17b y Mt. 4:19b, véase Lc. 5:10b37
16. Mientras iba junto al mar de Galilea, vio a Simón y a Andrés, hermano de Simón,
echando una red en el mar, porque eran pescadores. 17. Jesús les dijo, “Venid, seguid-
me, y os convertiré en pescadores de hombres”. 18. Y al instante dejaron sus redes y le
siguieron.38
El maravilloso evangelio del reino no era solamente para los hombres que vivieron en el
tiempo del ministerio terrenal de Cristo, era para toda época. Entonces no debe sorprender-
nos que al comienzo mismo de su ministerio, Jesús eligiese hombres que mediante su testi-
monio oral y escrito perpetuasen su obra y proclamasen su mensaje. No era nada nuevo que
un maestro tuviese, no sólo un público general, sino también un grupo de discípulos. ¿No tu-
vo discípulos Sócrates? ¿No los tuvo Juan el Bautista? ¿Los rabíes? Los discípulos de Cristo
serían los eslabones entre él y la iglesia. Piénsese, por ejemplo, en la importancia que hom-
bres como Mateo, Juan y Pedro tuvieron en la formación de los Evangelios, que son nuestra
principal fuente de información acerca de Jesucristo. En consecuencia, mientras caminaba
junto al mar de Galilea, invita a ciertos hombres a que sean sus seguidores.
Debemos entender, no obstante, que el llamado que Jesús extendió a estos cuatro hom-
bres aquí en Mr. 1:18–22 no fue el primero que recibieron. Un año antes, Andrés y otro discí-
pulo que no se nombra, muy posiblemente Juan, habían recibido la invitación de “venid y
ved”. En esa oportunidad fueron a ver dónde vivía Jesús, y así llegaron a ser sus seguidores
espirituales. Fue Andrés quien trajo a su hermano Simón a Jesús. Juan probablemente hizo
lo mismo con su hermano Jacobo. Véase CNT sobre Jn. 1:35–41.
Así que ahora, un año más tarde, según Marcos 1:16–20 estos mismos cuatro discípulos
se convierten en compañeros del Señor en una forma más permanente y más que nunca se
dan cuenta de que están siendo entrenados para el apostolado, es decir, para ser “pescadores
de hombres”.
[p 60] Los hombres que Jesús eligió por compañeros íntimos necesitaban ser entrenados
para el apostolado. Simón el inconstante debe ser transformado en Pedro la roca. Sucedía
algo similar respecto a todos. No sólo al principio, sino cierto tiempo después, los discípulos
manifestaron una profunda carencia de penetración espiritual (Mr. 4:10, 13; 8:4, 16–21, 32,
33; 9:10–13; 10:10, 24–27); de ferviente comprensión (6:35, 36; 10:13, 14); de humildad

37 En cuanto a razones que muestran por qué Lc. 5:1–11 no puede ser considerado en su totalidad como

un verdadero paralelo de Mt. 4:18–22 y Mr. 1:16–20, véase CNT sobre Mt. 4:18–22.
38 La fraseología de Mr. 1:16–18 y Mt. 4:18–20 es casi idéntica. Sólo se notan diferencias de estilo. Así,

Marcos dice: “Mientras iba junto a”; Mateo: “caminando junto a”; Marcos: “vio a Simón y a Andrés, herma-
no de Simón”; Mateo: “vio a dos hermanos, a Simón llamado Pedro, y a Andrés su hermano”. Mateo usa el
sustantivo “red” en tanto que la forma verbal de Marcos implica el sustantivo. Mateo dice: “… y os haré
pescadores de hombres”; Marcos: “… y os convertiré en pescadores de hombres”. En el v. 20 Mateo tiene οἱ
δε εὐθέως, en tanto que el versículo paralelo de Marcos (v. 18) dice: καὶ εὑθύς. Una semejanza tan estrecha,
aunque con ligeras diferencias, apoya la teoría de que a. existe conexión literaria entre Marcos y Mateo; b.
Con todo, cada evangelista posee su propio estilo.
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(9:33, 34); de espíritu de perdón espontáneo y alegre (10:41); de oración perseverante (9:28,
29); y de valor inquebrantable (14:50, 66–72). En todo caso, se requería de ellos cierta valen-
tía para ser seguidores de Cristo, pues tenían que enfrentar la oposición de muchos, inclu-
yendo la de los líderes religiosos. Para mayores detalles en cuanto a los Doce, véase sobre
3:16–19a.
En conexión con esto, hay un hecho que no debemos pasar por alto: decidieron estar de
parte de Jesús, lo que realza la grandeza del Señor, pues es poderoso para influir sobre las
mentes y los corazones de los hombres, de modo que cuando los llama, le siguen de inmedia-
to. La amplitud de su bondad y la magnitud de su poder se echan de ver también aquí. ¿No
es maravilloso que estuviese dispuesto y que tuviese la habilidad de tomar y transformar a
aquellos rudos pescadores sin educación, prevaleciendo sobre todos los prejuicios y supersti-
ciones que tenían? El Señor los transformó en instrumentos para la salvación de muchos, los
convirtió en líderes que, mediante sus testimonios, trastornaron al mundo entero.
Los cuatro que se mencionan en los versículos 16–20 son:
Pedro, el impetuoso (Mt. 14:28–33; Mr. 8:32; 14:29–31, 47; Jn. 18:10), que llega a ser el
líder de los Doce y que se menciona en primer lugar en todas las listas de los apóstoles (Mt.
10:2–4; Mr. 3:16–19; Lc. 6:14–16; Hch. 1:13).
Andrés hermano de Pedro, el que siempre está trayendo personas a Jesús (Jn. 1:40–42;
6:8, 9, cf. Mt. 14:18; Jn. 12:22).
Jacobo hijo de Zebedeo, el primero de los Doce en llevar la corona de mártir (Hch. 12:1, 2).
Juan su hermano, llamado “el discípulo amado de Jesús” (Jn. 13:23; 19:26; etc.). Induda-
blemente, el Señor amaba a todos “los suyos” intensamente (Jn. 13:1, 2), pero el apego y
comprensión que había entre Jesús y Juan era más tierno.
Hay otros detalles interesantes sobre versículos 16–18. Cuando Jesús iba por las riberas
del mar de Galilea, ve a dos hombres, a Simón y a su hermano Andrés, echando las redes al
mar. Cuando esa red es lanzada por sobre el hombro, al caer en el agua se extiende formando
un círculo. Luego, a causa de los trozos de plomo que lleva, se sumerge rápidamente, apri-
sionando a los peces. Estos dos hermanos se hallaban ocupados en su trabajo diario, porque
eran pescadores.
“Eran pescadores”. Esta es la clase de personas que el Señor eligió como fundamento de la
iglesia (Ap. 21:14, 19, 20). Según las normas del mundo no eran sabios, ni poderosos, ni no-
bles. Dios escogió a lo necio del mundo, para avergonzar a los sabios (1 Co. 1:26, 27).
[p 61] Es importante observar que cuando el Señor dice “venid, seguidme”, ejerce su sobe-
ranía sobre Simón y Andrés. Muestra que tiene el derecho para demandar de ellos servicio
para su reino. Deben estar prontos para seguirle de inmediato a la voz de su llamado.
Simón y Andrés eran de Betsaida (Jn. 1:44), pero Simón (es decir, Pedro) se había cambia-
do recientemente a Capernaum (Mt. 4:13; 8:5, 14, 15; Mr. 1:21, 29, 30; Lc. 4:31, 33, 38). Es-
tos hombres ya conocían a Jesús, porque había transcurrido un año desde el inolvidable
acontecimiento registrado en Juan 1:35–42. De ahí que cuando Jesús les dice, “Venid, se-
guidme, y os convertiré en pescadores de hombres”, ellos dejaron al instante sus redes y le
siguieron, alentados por la promesa de su Señor de prepararlos para una tarea superior a la
honrosa ocupación que ahora tenían. En lugar de pescar peces para servir a la mesa, recluta-
rían a los hombres para el reino.
Nos conviene observar que mediante la promesa “os convertiré en pescadores de hom-
bres”, Jesús coloca su sello de aprobación sobre las palabras del escritor inspirado de Pro-
verbios, que dice: “El que gana almas es sabio” (Pr. 11:30, RV60); confirma las palabras de
Daniel 12:3, “Los que enseñan la justicia a la multitud [resplandecerán] como las estrellas a
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perpetua eternidad”; añade su propia autoridad a la notable declaración de Pablo, “Me hice
todo para todos, a fin de salvar a algunos por todos los medios posibles” (1 Co. 9:22); y anti-
cipa su propia invitación gloriosa, “Vengan a mí todos ustedes que están cansados y agobia-
dos, y yo les daré descanso” (Mt. 11:28).
Otros dos discípulos de Jesús recibieron el mismo mandamiento y la misma promesa: 19.
Y andando un poco más, vio a Jacobo, hijo de Zebedeo, y a Juan su hermano, los cuales
estaban en la barca remendando sus redes. 20. De inmediato los llamó. Y ellos dejaron a
su padre Zebedeo en la barca con los jornaleros, y le siguieron.
A diferencia de Pedro y Andrés (vv. 16–18), estos dos no estaban pescando. No estaban con
los otros dos hermanos, sino que se encontraban a cierta distancia. Jacobo y Juan se halla-
ban con su padre en la barca. En lugar de pescar estaban remendando sus redes, preparán-
dose para la próxima salida a pescar. Cuando Jesús los ve, repite lo que momentos antes
había hecho en relación con los otros dos: al instante les llamó para que le siguieran. En con-
secuencia, también les pide entrar en una más íntima relación con él. En otros términos, les
llama a que, mediante la presencia continua de su Maestro, comiencen su aprendizaje para el
apostolado.
De inmediato dejan a su padre y comienzan a seguir a Jesús. Ahora bien, aunque la ac-
ción de seguirle ya estaba preparada por lo ocurrido un año atrás, dicha acción no puede
mencionarse de paso. Fue realmente muy notable. En el espíritu de Mt. 13:55 y Jn. 1:47;
6:42, pudieron haber dicho: “¿No es este el hijo del (¿ya fallecido?) carpintero de la cercana
Nazaret? ¿Acaso no es él también un carpintero? ¿Por qué hemos de ser sus aprendices”?
Además, hay que tener en cuenta una teoría que muchos [p 62] sostienen y que no puede
rechazarse livianamente. Parece correcto afirmar que Salomé (madre de Jacobo y de Juan)
era hermana de la madre de Jesús (véase CNT sobre Jn. 19:25). Si esto es cierto, ellos pudie-
ron haber añadido: “¿Y no son sus hermanos Jacobo, José, Simón, y Judas? ¿No es acaso
sólo nuestro primo? ¿Por qué hemos de seguirle?”. ¡El hecho de que no hayan dicho nada
semejante, sino que de inmediato hayan dejado a su padre para unirse a Jesús, no sólo habla
bien de ellos, sino que especialmente exhibe el carácter magnético y majestuoso de su Maes-
tro!
Pudiera surgir la pregunta, “¿No fue precipitada la acción de estos hombres? ¿No era una
desconsideración hacia su padre (Zebedeo), el abandonarle en medio del diario afán?”. Res-
puesta: a. No se excluye que en esta etapa, en la que se daba una creciente relación entre
ellos y su Maestro, Jacobo y Juan ayudasen a su padre de vez en cuando, mientras Jesús
tenía su centro de operaciones en Capernaum. b. Marcos—no Mateo—nos informa que San-
tiago y Juan dejaron a su padre en la barca “con los jornaleros”. De modo que, cada vez que
los hijos de Zebedeo no pudiesen estar con su padre, él podía depender de los jornaleros para
llenar el vacío. Todo estaba bien previsto. c. Por sobre todas estas consideraciones está el
hecho de que cuando Jesús llama, debe darse una pronta obediencia. Es Jesús quien se en-
carga de los “peros”. Él tiene la solución.
En cuanto a Zebedeo, aunque Marcos vuelve a mencionar en su Evangelio (3:17; 10:35)
que era el padre de Jacobo y Juan, no se le vuelve a nombrar como alguien dedicado a la
pesca. ¿Murió poco después? ¿Será esta la razón de por qué a Zebedeo no se le atribuye nin-
guna participación en la historia que narra la petición de sus hijos (Mr. 10:35) y de la madre
de ellos (Mt. 20:20)? Todo esto es posible, pero el Evangelio de Marcos deja bien en claro que
no hemos de concentrar nuestra atención en Zebedeo, en su esposa Salomé, ni en sus hijos
Santiago y Juan, sino en el Señor, solamente en él. Nuestra atención debe quedar en la ma-
jestad, poder, y amor de Cristo.
21 Y fueron a Capernaum; e inmediatamente que llegó el sábado entró en la sinagoga y comenzó a

enseñar. 22 La gente estaba asombrada de su enseñanza, porque les enseñaba como quien tiene auto-
ridad y no como los escribas. 23 En este momento estaba en la sinagoga un hombre con espíritu in-

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