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con mucha paciencia e instrucción. 3 Porque vendrá tiempo cuando no soportarán la sana
doctrina, sino que teniendo comezón de oídos, acumularán para sí maestros conforme a sus
propios deseos; 4 y apartarán sus oídos de la verdad, y se volverán a mitos. LBLA
Esta frase ha llevado a muchos a sacar ideas que no tienen nada que ver con el texto bíblico, con el
contexto en el cual Pablo le escribe a Timoteo (para los que creemos que Pablo es el autor de las
Epístolas Pastorales), o con lo que el texto dice.
Veamos a que en realidad esta diciendo Pablo. ¿Qué es la “palabra” en este texto? La palabra son
las Escrituras, que ya en II Tim. 3:16 se refiere a los Profetas y la Ley, pero también al mensaje de
Jesús. Pero otro aspecto sobre esta “Palabra”, es que debe de predicarse cuando sea buen recibida,
como también no bien recibida. Pablo no se esta ajustando a los moralistas Greco-Romanos, que
enfatizaban que cuando uno hablara algo, de cualquier tema, que estuviera seguro que seria de
aprobación a sus oyentes. Pablo le insta a Timoteo, a no dejar que su cultura lo haga callar y no
predicar la verdad. No siempre el evangelio es un mensaje agradable a los oídos de los oyentes,
como podemos ver en el Antiguo Testamento, Ex. 6:9-13; Jer. 6:11; 20:8-9.
Pero recordemos, también existe el peligro de que muchos quieren oír de cómo hacerse ricos, o
como tener mejores finanzas, o aun el pio deseo de tener una mejor familia. Esos son las
añadiduras, a veces, de oír el evangelio, pero no es en si el evangelio, o en la termino que usa
Pablo dentro de este pasaje, la Palabra. Y en algunas ocasiones, aquellos que se empeñan
pretendiendo seguir una “sana doctrina”, pero hacen esos puntos doctrinales el enfoque de su
predicación, o Palabra, también fallan grandemente, y se les aplica lo que Pablo le aplica a todos
aquellos que no comparten la Palabra, sino mas bien, sus ideas preferidas, y en algunos casos, sus
fetiches.
Así que este texto es aun aplicable a nosotros en el siglo 21. Nuestro mensaje no caerá bien a la
gente, pero debemos de cerciorarnos que nuestro mensaje es la Palabra de Dios, y no ninguna otra
cosa que la hayamos elevado al nivel que solo la Palabra de Dios se merece.