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de ELLA QUINCE
TRADUCTORA: © 2012
SINOPSIS
Xena obtiene nuevos conocimientos sobre Gabrielle cuando las dos amigas
se encuentran con una mujer del pasado de Gabrielle.
Descargos de la traducción:
Esta traducción es libre al español realizada para entretener a todas las
personas que les gusta este tipo de lecturas. Es totalmente gratuita, por lo que no
se puede comercializar.
Descargos de la autora:
NOTA PARA EL LECTOR: Esta historia contiene más romance que argumento,
así que si estás aburrido u ofendido por la idea de que dos mujeres se amen entre
sí, entonces te sugiero que leas algo más.
Para aquellos lectores que están familiarizados con mis trabajos anteriores, esta
es en realidad una vieja historia mía, escrita hace más de un año, que finalmente
decidí publicar.
JUEGOS INFANTILES
Childish Games
Ella Quince
—Esto es bueno.
—Ya no están tan inquietos, —dijo con alivio—. No habrá peleas está
noche, no se romperán cosas, no habrá quejas.
Callus, gruñó como dolido por mi petición, y luego dijo: —Eso sí, todo lo que
puedo prescindir es el espacio de un siervo del tamaño de un armario. Un
camastro. Y tendrá que pagar el precio completo de eso. La mayoría de los que
están aquí esta noche no obtendrán mucho. Van a dormir en estas mesas.
Tan pronto como la bandeja se vació, la mujer del posadero abrió paso de
nuevo entre las mesas. Se dirigió a la cocina cuando la voz de Gabrielle sonó en
una línea especialmente dramáticas de su historia. La mujer quedó paralizada.
JUEGOS INFANTILES de ELLA QUINCE TRADUCTORA:
Luego se volvió y por primera vez miró a través de la habitación a la bardo. Ella
lanzó un suspiro suave.
—Sí, lo es.
Después de ver una vez más fijamente a Gabrielle, la mujer del posadero
salió corriendo de la sala. Despertó mi curiosidad, me quedé con un ojo vigilante
para el regreso de la mujer, pero nunca volvió a aparecer.
Una hora más tarde, después de que Gabrielle se había inclinado ante el
aplauso estruendoso y de recoger una cantidad halagadora de monedas, se unió a
mí en una de las mesas provisionales. Yo había asegurado una franja de espacio 7
con una sonrisa -con firmeza- los ocupantes de la mesa, apresuradamente se
apretaron hacia el otro extremo de los bancos. Fue una victoria pequeña para una
ex señora de la guerra, pero Gabrielle y yo llevábamos una vida espartana y estos
pequeños lujos eran todo lo que podía ofrecerle.
Miré hacia arriba para encontrar la mujer del posadero que nos sirvió.
Gabrielle todavía estaba tan ocupada hablando que apenas notó el segundo
JUEGOS INFANTILES de ELLA QUINCE TRADUCTORA:
—... y tenía mis dudas sobre qué nuevo final para el Señor de la Guerra de
Argeria, pero todo el mundo se echó a reír en los lugares adecuados. —Alargó la
mano hacia uno de los cuencos.
—Gabrielle...
—¿Althea?
La mujer sonrió, pero podía ver la tristeza en sus ojos. —¿He cambiado 8
tanto?
La voz de Gabrielle, por lo general tan fluida, era lenta y quebradiza cuando
dijo: —Ahora no vivo en Potedaia.
Un largo silencio se extendía entre ellas hasta que Gabrielle finalmente dijo:
—Gracias. —Se aclaró la garganta—. ¿Cómo está tu hermano Ajus? He oído que
se lesionó la espalda durante la última cosecha.
También estudié a la amiga de Gabrielle. Tal vez Althea había cambiado mucho,
examinada de cerca en una luz más fuerte, me di cuenta de que la mujer no era
mucho mayor que Gabrielle, sin embargo, carecía del color fuerte de Gabrielle o la
tensión elástica de un cuerpo joven. Su pelo largo, sostenido en un rodete
desordenado recogido en el cuello, era de un color marrón mediocre. Cuando
Althea se alejó de la mesa, se movía con la rigidez de una mujer que le doblaba la
edad.
Dio otro paso atrás, pero aún no podía dejar de mirar a Gabrielle.
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Siguiendo las instrucciones que un sirviente me había dado, he encontrado
mi camino hacia el patio que separa la cocina de los establos. Las lluvias habían
cesado. Al salir una niebla vespertina se aferró a mi pelo, busqué mi presa. La
mujer del posadero estaba acarreando agua de un pozo en el centro de la plaza.
Althea se volvió por el sonido del eco que producían mis botas empapadas
contra las losas. No había rastro de sorpresa en su cara cuando me vio
caminando hacia ella. Soltó la cuerda de sus manos y esperó a que estuviera de
pie ante ella.
Era más una afirmación que una pregunta, pero le dije —Sí, —y observe un
destello de luz de fuego en los ojos de la mujer. No era del todo ira, más bien de
sus amigos cercanos: los celos. Esta infusión de la emoción revelaba una delicada
belleza en el rostro de Althea que no había sido evidente antes, pero se
desvaneció rápidamente y sus ojos volvieron a un sordo y derrotado marrón.
JUEGOS INFANTILES de ELLA QUINCE TRADUCTORA:
—Yo tampoco. —Cogí la cuerda tensa que serpenteaba sobre el borde del
pozo y comencé a levantar el cubo.
—Creo que eso es lo primero que noté acerca de ella. Cuando éramos
pequeñas, los otros niños detectaron que Gabrielle era diferente, que veía el
mundo de otra manera que no era el suyo. Y se sentía tan herida cuando era
rechazada o se burlaban de ella, pero en lugar de llorar o enojarse, contaba una
historia que les hacía reír a todos con ella en vez de ella.
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—Ese instinto le ha hecho ser una buena bardo, —dije en voz baja. Dejé a
un lado el cubo lleno y tomé otro vacío.
A pesar de que sólo había cruzado con el hombre pocas palabras, estuve
de acuerdo con su evaluación. Y me reproche por haber pensado tan poco sobre
la dureza de la infancia de Gabrielle. Subí la segunda carga de agua del pozo.
Cuando me volví, Althea estaba mirando a los músculos flexionados de mis
brazos.
—¿Ah, sí? —Me las arreglé para mantener mi pregunta casual, casi
distraída, mientras enderece mis hombros para equilibrar el peso de los dos cubos
JUEGOS INFANTILES de ELLA QUINCE TRADUCTORA:
que recogí. Podría haber caminado más rápido en nuestro viaje de regreso a la
cocina, pero deliberadamente acorte mi paso para prolongar la conversación.
Althea paseaba a mi lado, los ojos fijos en algún punto distante, como
hablando para sí misma. —Me rogó y me rogó que me marchara de Potedaia con
ella, pero ¿a dónde habríamos ido? Fue sólo hace unos años, pero parece la
mitad de una vida. Éramos tan jóvenes. Sé ahora que no podíamos haber
sobrevivido por nuestra cuenta. —Me miró—. Después de todo, no soy una
guerrera.
—... Yo... Tuve que decir cosas crueles para hacerla irse.
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Gabrielle abrió los ojos y luego se alejó. Y, sin embargo, la noche siguiente había
colocado las mantas juntas como de costumbre.
Hasta esta noche, siempre había supuesto que Gabrielle era demasiado
ingenua para comprender lo que estaba pasando entre nosotras, que estaba
perturbada por las emociones que nuestro contacto podia despertar. Su breve
noviazgo y el matrimonio con Pérdicas no habían permitido mucho tiempo para la
exploración de este tipo. Yo no me había mostrado renuente a seguir la atracción
con demasiada fuerza. Con los hombres que estaban bien versados en la forma
de complacer y ser complacidos, pero esa experiencia no fue una gran
preparación para hacer el amor a una inocente como Gabrielle.
Sin embargo, si lo que Althea había dado a entender era verdad, Gabrielle
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no era tan inocente después de todo.
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—Por su bien, por favor dime. Es muy importante. —No era una bardo, no
podía suscitar un discurso persuasivo y elocuente, sin embargo, mi apelación
concisa arrancó un gesto reticente de Althea.
La mujer para ganar tiempo, primero avivo el fuego del horno con palos de
madera, luego descubrió un plato con pasta de levadura. Mientras sus dedos
anudaban en la mezcla de harina gruesa, empezó a hablar en un susurro seco.
—Tenía un corazón tan fuerte y era todo mío... pero ella estaba comprometida con
Pérdicas y yo lo estaba a Callus. Acepté el hecho de que una vez que me casara,
tendría que dejar Potedia, dejarla...
—No. Insistía en que teníamos una opción, que podríamos forjar nuestra
propia vida. Pero yo tenía miedo y no quería deshonrar a mi familia. Así que le
dije... le dije que lo que habíamos llamado amor era un juego infantil que las niñas 16
jugaban juntas a la espera de crecer y casarse con su marido. Le dije que había
crecido finalmente y ella también tendría que crecer. Y... —Detuvo abruptamente,
el movimiento de sus manos y acallo su lengua.
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—Te he traído algo para desayunar, —le dije, y abrió los ojos. Incluso
empañados con el sueño, pude sentirla ponerse rígida en alarma al encontrarme
encerrada en su abrazo.
Tenía ganas de curar con un beso sus miedos... pero no aquí, ni ahora, ni
con la fragancia del pan de Althea que nos rodeaba. Así que salí de la cama y
descubrí el pan. Todavía está caliente al tacto, lo partí con mis manos. Trabajando
para mantener mi voz sin inflexiones, le ofrecí un pedazo y le dije: —Althea lo ha
horneado para ti.
—Pero las lluvias... todo ese lodo... —Estudió mi cara y parecía sacar
fuerzas de mi compostura—. Sí, por favor, me quiero ir ahora.
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Tiré el pan partido a un lado. —Vámonos. —Y le tendí la mano.
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Cuando nos dirigimos a los establos, las voces de los sirvientes de cocina
se hicieron eco a través del patio. Me puse rígida cuando escuche el sonido de la
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voz de Althea entre las demás. Le eché una rápida mirada de cuestionamiento a
Gabrielle.
La lluvia caída, el suelo más allá de los establos era demasiado fangoso
para caminar, por lo que Gabrielle me tomó la mano y dejó que la subiera a la
espalda de Argo, al igual que me había dejado tirar de ella desde los confines de
nuestra habitación. Con una prensa de rodillas, inste a Argo a un trote rápido hacia
el camino.
Así que no me sorprendió que tan pronto como el fango dio paso a tierra
firme, Gabrielle se deslizara fuera de Argo y continuamos nuestro viaje a pie. Su
retiro fue familiar, sólo que esta vez mi entendimiento del mismo era nuevo.
—No.
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Fue el lodo lo que finalmente nos detuvo. El suelo todavía era demasiado
blando para el peso de Argo, incluso después que desmonté para caminar a su 20
lado. Hice la mayor parte del raspado para quitar los terrones en sus cascos, pero
Gabrielle por ayudar se manchó de barro.
La besé.
Miré hacia arriba, parpadeando frente a las gotas de lluvia y fruncí el ceño a
los dioses que se burlaban de nosotras. —Sólo tenemos que reagruparnos.
—Bueno, te has equivocado en eso. —Sus ojos verde oscuro, como nubes
de tormenta hirviendo sobre el mar abierto—. También he querido esto… te
quería.
—No voy a parar, —me susurró al oído—, por lo que tendremos que hacer
esto de pie.
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FIN