LA VICTORIA SOBRE LA MUERTE:
ligera diferencia: “A Jehová he puesto siempre
EL MODELO DE CRISTO
TEXTO Hechos 2:22-36
Introducción
Como discípulos de Cristo, enfrentamos
muchos enemigos: Satanás, el “mundo” y la
“carne”.
¿Cómo podemos vencer esos enemigos y ser
más que vencedores? La Palabra de Dios es
clara: es por medio de nuestra FE (1 Juan 5:4).
Uno de los peores enemigos que tenemos que
enfrentar es la muerte; sin embargo, la muerte
es la culminación de muchas otras pruebas –
enfermedades, decepciones, necesidades
económicas, persecución, accidentes, etc. El
hecho de ser discípulos no nos exime de las
pruebas; más bien, nos expone a ellas. ¿Cómo
vencemos todas estas pruebas? Por medio de
la fe.
El Señor Jesús es nuestro líder; el Capitán de
nuestra fe. Pero al mismo tiempo Él es un
ejemplo para nosotros (en Su humanidad) – un
ejemplo de lo que significa ser un “discípulo”
de Dios.
Al ir a la cruz, el Señor estaba yendo en Su
calidad de “discípulo”. Veamos como enfrentó
esa terrible prueba, y como salió victorioso
sobre la muerte. Pedro nos ayuda a entenderlo
en su sermón en Hch 2, cuando cita el Sal 16 y
lo aplica a la experiencia de Cristo.
En ese momento de gran prueba, ¿qué hizo el
Señor Jesús? ¿Cuál fue Su experiencia?
1. PUSO SU MIRADA EN DIOS (v.25a; ver
Sal 16:8a)
La cruz fue la experiencia más difícil para el
Señor en Sus 33 años en la tierra. ¿Cómo
pudo enfrentar tremenda prueba? Pedro lo
explica: “Veía al Señor siempre delante de Mi”
(v.25a).
Si miramos el Sal 25:8a, veremos que hay una
delante de Mi”.
La diferencia es la siguiente. David, en el Sal
25, describe la actitud del Señor; lo que Él
hizo. Pedro, al citar el Sal 25, hace un
pequeño cambio, para describir el RESULTADO
de dicha actitud. El Señor, sobre la cruz, pudo
ver a Dios claramente, porque esa fue Su
actitud de vida constantemente. Siempre puso
a Dios delante de Él; por eso pudo verlo al
enfrentar la mayor prueba de Su vida.
Esta es una lección muy importante para
nosotros. Muchas veces nos quejamos de que
en las pruebas no sentimos la presencia de
Dios; no vemos a Dios obrar. Todo parece
oscuro. ¿Cuál es el problema? Quizá el
problema es que antes de la prueba, no
teníamos la actitud de siempre estar mirando a
Dios.
Tenemos que vivir mirando a Dios. Él siempre
debe estar en nuestra mirada. Porque si
desviamos nuestra mirada de Él, lo más
probable es que en el tiempo de prueba no lo
podamos ver.
REFLEXIÓN: ¿Hemos puesto nuestra mirada en
Dios?
Uno de los resultados de poner nuestra mirada
en Dios es que poco a poco aprenderemos a
amarle; y eso nos ayudará a mantener la paz
en medio de las tormentas (ver Is 26:3, 8-9).
Esa fue la experiencia de Cristo sobre la cruz.
Ese es el modelo de un verdadero discípulo de
Cristo. Si queremos tener la victoria; si
queremos ser más que vencedores; tenemos
que tener nuestra mirada puesta en Dios.
2. PUSO SU CONFIANZA EN DIOS (v.25b,
27; ver Sal 16:8b,10)
Al poner Su mirada en Dios, David (en el AT) y
el Señor (en el NT) fueron conscientes de la
presencia de Dios en sus vidas. ¡Dios estaba
con ellos!
Él “está a mi diestra”. El resultado es: “no
seré conmovido” (= “no seré agitado”; “no seré
sacudido”). Ver Mat 11:7 (“una caña sacudida
por el viento”). ¡Qué tremenda tranquilidad!
¡Qué tremenda paz!
Qué bueno es poder decir, “Dios está
conmigo”. Eso cambia totalmente la situación.
La confianza del Señor fue bastante específica.
No sólo que Dios estaba con Él, sino que Dios
le daría la victoria sobre la muerte. “Porque no
dejarás mi alma en el Hades, ni permitirás que
tu Santo vea corrupción” (v.27).
NOTA: “Hades” no es ‘Infierno’, sino ‘tumba’.
La muerte física no será el fin. Dios no lo
dejará en la tumba para que el cuerpo se
consuma por los gusanos. No. Dios lo
resucitará.
¿Cómo pudo estar tan seguro? Especialmente
si sobre la cruz pareciera que Dios el Padre le
había abandonado. Bueno, todo dependía de
la RELACIÓN o COMUNIÓN que tenía con Dios
el Padre.
El problema que nosotros tenemos es que
generalmente nos dejamos mover por las
circunstancias que enfrentamos. Ponemos
nuestra mirada en las circunstancias, y como
ellas son adversas, nuestra fe decae.
ILUSTRACIÓN: Pedro caminando sobre las
agua (Mat 14:28-30).
La clave para la victoria es nuestra comunión
con Dios; esa convicción de que Dios está con
nosotros.
EJEMPLO: Sal 46:1-2, 11
REFLEXIÓN: ¿Tenemos un sentir de la
presencia de Dios? ¿Estamos disfrutando una
comunión íntima con Dios? ¿O será que
nuestra fe es un poco abstracta, mental?
3. EXPERIMENTÓ GOZO Y PAZ (v.26, 28;
ver Sal 16:9)
El Sal 16 concluye con una tremenda
afirmación: “En tu presencia hay plenitud de
gozo”. Es la presencia de Dios que nos llena
de gozo y paz.
ILUSTRACIÓN: Un niño en su cama en medio
de una tormenta. ¿Qué la trae paz?
¿Simplemente saber que su padre está en la
casa? No; es ir al cuarto del padre y meterse
en la cama con él. Allí tiene paz.
Dios no quiere que simplemente creamos en
Él; Él quiere que disfrutemos una comunión
íntima con Él.
Miren la experiencia del Señor, según Pedro, en
el v.26.
- “Mi corazón se alegró”
- “Se gozó mi lengua” (Sal 25, “alma”)
La palabra en hebreo es ‘kabod’ =
“gloria”. Como el ser humano usa su
lengua para glorificar a Dios, las dos
palabras llegaron a ser como sinónimos
(ver Sal 57:8, donde “alma” = ‘kabod’,
y el contexto apunta a la boca o a la
lengua. Ver también, Sal 30:12, “mi
gloria te cantará”).
¿Por qué tuvo esta alegría? “Porque mi carne
descansará en paz”.
Me llenarás de gozo “con Tu presencia” (v.28),
Aquí está el secreto de la vida cristiana; de la
victoria sobre las pruebas. Este es el modelo
de discipulado de Cristo.
4. EXPERIMENTÓ LA SALVACIÓN DE DIOS
(v.32-36; ver Sal 16:11)
Habiendo puesto Su mirada en Dios y habiendo
experimentado tremenda confianza en Dios, el
Señor experimentó un profundo gozo aun
sobre la cruz. ¿Cuál fue el resultado?
- Murió en paz, confiando en Dios.
- Triunfó sobre la muerte; experimentó la
salvación de Dios
Eso es lo que Dios hará por todos aquellos que
hacen lo mismo que hizo el Señor Jesús.
Conclusión
Este es el modelo que necesitamos para un
verdadero discipulado. No es un discipulado
barato o fácil; sino un discipulado realista y
bíblico, modelado sobre la Persona de Cristo,
nuestro ejemplar principal. Es el modelo que
nos ayudará a ser victorioso sobre la vida y la
muerte, y nos llevará sanos y salvos a la gloria
celestial.