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Paolo Fabbri en el hall de la Facultad de Derecho (UBA), sede del 10º Congreso de la AISV. Foto: Paulo
Jurgelenas.
“¿Tengo que poner cara de inteligente?” bromea cuando posa para la foto que acompaña a
esta entrevista. La sonrisa y la ironía -carente de cinismo-, fueron constantes durante toda la
conversación. Sin embargo el humor sutil que caracteriza a este pensador italiano no oculta
su preocupación y malestar ante el avance de los enfoques instrumentales que abundan hoy
en los congresos de semiótica; su propuesta es recuperar el espíritu crítico que caracterizó
esta disciplina en otros tiempos. A diferencia del cliché del intelectual críptico, Fabbri se
caracteriza por su capacidad didáctica: responde las preguntas generosamente, busca
ejemplos, da referencias, genera analogías, asocia sus ideas con otros autores; le interesa
que su punto de vista sea comprendido y se toma todo el tiempo que necesita para
contestar.
- Sí, hay dos cosas. Por un lado, la semiótica se ha convertido en una filosofía popular de la
comunicación. Con esto quiero decir que quienes se dedican a indagar sobre la
comunicación, y estudian los medios -pero que de hecho no tienen una teoría-, utilizan un
cierto número de conceptos semióticos, no interdefinidos, como una especie de
justificación filosófica (una filosofía popular); este es uno de los problemas. La segunda
cuestión que me parece preocupante es aquella que planteé al principio de la conferencia: la
de la “todología”; nosotros en italiano tenemos una palabra que es el “tuttologo”, la persona
que habla como si supiera de todo. El problema es serio porque involucra a los diversos
campos disciplinares de las humanidades y de las ciencias sociales; los semiólogos, a veces
con razón, somos vistos un poco como “todólogos”.El planteo que se hace es el siguiente:
si ya existe la historia del arte ¿por qué el semiólogo debería estudiar -también él- la
historia del arte? Si ya existen la historia de la cultura, la sociología, o la antropología,
¿qué hace ahí el semiólogo, ocupándose de los mismos objetos? Hay un rechazo de muchas
disciplinas a la semiótica porque quienes nos dedicamos a estos estudios somos, un poco,
como cazadores furtivos: buscamos nuestras presas en un campo que nos está vedado.
Ahora, debo ser claro en este punto: yo creo que tenemos derecho a intervenir en todas las
disciplinas de la significación porque nosotros nos interesamos en los mecanismos -es decir
tácticas y procesos- de significación. Naturalmente la significación no incide sobre las
cosas que no tienen significado, pero apenas algo tiene significado, está claro que los
semiólogos nos vemos involucrados. Entonces nuestros intereses son diversos: pueden ir
desde el discurso científico al erotismo en los medios. Pero aquí se presenta el problema:
¿podemos ser eclécticos en los objetos y también ser eclécticos en los métodos? Yo creo
que esta opción es imposible: no se puede ser ecléctico en los objetos y ecléctico en los
métodos. Lo que pienso es que deberíamos ser eclécticos en los objetos, y muy rigurosos -y
no eclécticos-, en el campo de los métodos.
- Con respecto al área temática que nos reunió en este Congreso -que es la visualidad-,
¿encuentra también los mismos los problemas?
- Primero que nada, si pensamos que la fotografía analógica es una impresión de luz sobre
un soporte químico -es decir, una huella de luz-, ciertamente se puede considerar
una índice. Sin embargo, con la digitalización, eso ya no es así: una imagen que parece
fotográfica se puede construir en base a cosas que nunca fueron vistas. Entonces, el
problema del índice -que es en realidad la cuestión de la referencia de la realidad, de la
garantía de la realidad- ya no existe más. Por mucho tiempo la obsesión con respecto a la
fotografía fue la cuestión de la fidelidad a la realidad. Naturalmente esto encerraba otro
problema: el punto de vista, el color, el tipo de objetivo, la selección que se realiza al
encuadrar; la cuestión es compleja pero, efectivamente, en la fotografía química existía una
referencia directa que ahora, con la fotografía digital, no existe más. Por eso es que cuando
le han preguntado a Eco acerca de indicialidad de la fotografía contemporánea, él
respondió que Peirce hizo esa distinción en el siglo diecinueve y que probablemente la foto
digital no era su problema. Hay fotografías que ciertamente son índices, pero otras no. Yo
creo que lo importante es que tenemos que liberarnos de la idea de que a un medio le
corresponde una categoría.
- Hay algo con respecto a la vocación empírica que me parece importante recuperar. La
semiótica fue, desde Barthes en adelante, muy comprometida en lo político y en lo social;
se interesaba por las cosas que sucedían, había en ese pensamiento una profundidad teórica
y también filosófica. Por otra parte, los cruces con la filosofía del lenguaje analítica, con la
fenomenología en la línea de Merleau-Ponty y con los cognitivistas también implicaron
aportes muy importantes; y está muy bien. Pero yo creo que el problema fundamental para
nosotros es la vocación descriptiva y heurística; recién ahí se podría decir que obtenemos la
licencia de caza en la reserva prohibida. Nuestra actividad solo tiene sentido si encontramos
algo nuevo e interesante. Si no es así, con razón, los historiadores del cine me dicen: “Pero
señor Fabbri, nosotros eso ya lo sabemos”; y los historiadores del arte y los sociólogos de la
cultura también me dicen cosas parecidas. Entonces, esta licencia de caza que debemos
obtener los semiólogos no puede provenir solo de la reflexión filosófica y teórica; tenemos
que recuperar una vocación empírica: debemos describir bien y tenemos que descubrir
cosas nuevas con esas descripciones; para eso tenemos que tener un buen método
descriptivo. Este es un problema. La semiótica es heredera de la filosofía y de la lingüística;
eso siempre será parte de un modo de pensar los problemas, pero yo creo que tenemos que
recuperar la capacidad descriptiva de los textos y superar las falencias en las
interdefiniciones conceptuales.
-Sí, ese es el peligro contrario, eso es algo que veo mucho en las nuevas generaciones. A
veces los jóvenes utilizan los instrumentos conceptuales de la semiótica y de la lingüística
de manera muy práctica: el cuadrado semiótico de Greimas, las tres categorías de Peirce,
etc. Sin embargo, cuando les digo que esos instrumentos tienen un fundamento
metodológico y una base teórica, y que implican también una elección filosófica, a ellos no
les interesa. Yo creo que en los modelos no hay respuestas, y creo también que especular
teóricamente sobre el sujeto, sobre el objeto, la subjetividad, etc. da la impresión que no
produce modelos; y la gente quiere modelos. También es cierto que quien usa modelos no
quiere saber de dónde vienen, basta que funcionen.
- ¿Por qué cree que los jóvenes tienen tanto interés por los modelos?
- Esto sucede siempre: el éxito simplifica las ideas, reduce la complejidad. Pero esto no es
el problema principal: hoy el pensamiento es menos especulativo, menos utópico y menos
teórico; se podría decir que abunda un “pensamiento positivo”, menos crítico. La semiótica
fue, al menos con Barthes, muy política y también crítica: la preocupación por la retórica
burguesa y por la connotación iba en ese sentido. El pensamiento de Barthes tiene mucho
que ver con el teatro de Brecht y planteó una dimensión crítica de la semiótica. Con
Umberto Eco hicimos la “Guerrilla semiótica”, en años antiquísimos. Pero hoy, en este
momento, creo que el pensamiento crítico está venido a menos. Los jóvenes tienen un
pensamiento más positivo porque tienen otros problemas: el cuerpo, la alimentación, la
ecología, los animales; tienen objetos distintos de los que nos apasionaban a nosotros.
Nuestra preocupación eran los problemas de la cultura e ideología; hoy esto ya no es tan
importante. El peligro es que la semiótica sea solo un canon de modelos, mientras que en
realidad debería ser aquello que Kant llamaba un organon. Según diferenciaba Kant, el
canon es aquello que es fijo, obligatorio; el organon es un conjunto de instrucciones,
indicaciones, programas…
- …un repertorio
- Sí, exactamente: no un canon sino un repertorio de instrucciones también. La cuestión
actual de ser menos crítico y más positivo, más pragmático, eficaz e instrumental hace que
no haya interés en saber cómo funcionan las cosas. Se olvida, por ejemplo, de preguntarse
cómo llegó este grabador con el que estás grabando la entrevista a esta mesa: funciona y ya
está, no hay nada más que pensar. Creo que esta es una cuestión interesante para pensar
hoy.
- Sí, soy un cazador furtivo que ha obtenido una licencia en un coto de caza privado (risas).