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“La concentración y la tenencia de la tierra en Colombia: Una aproximación a la

estructura del espacio rural en el marco del post-acuerdo”

Ponencia presentada al V Encuentro Nacional de Estudiantes de Geografía (ENEG)


Eje temático I: Geografía política y Ordenamiento Territorial en el post-acuerdo.

Mateo Pulido Arredondo


Geografía-Universidad Externado de Colombia
Sexto Semestre
Correo: mateopulidoa@hotmail.com
Celular: 322 337 26 38

Palabras clave: Post-acuerdo, tierra, territorio, campesinado, campesino, descampesinización,


espacio, conflicto armado, conflicto social y político, inequidad, desigualdad.

Introducción
Los procesos de migración de comunidades campesinas se han venido acentuando a través de la
historia en el contexto colombiano. Aunque las alteraciones demográficas son preocupantes, es
más preocupante aún que debido a ello exista una pérdida cultural significativa heredada de las
comunidades campesinas y que esto sea generado por causas ajenas a las mismas comunidades,
es decir por causas como los intereses económicos, la acumulación de capitales, etcétera; y
preocupa aún más las consecuencias económicas, sociales, culturales y políticas que conlleva.

Este proceso de pérdida de la cultura campesina, su migración a centros urbanos y pérdida de


sus costumbres es un fenómeno conocido como la descampesinización, el cual no solo se
presenta en nuestro país, sino que ha sido la consecuencia del desarrollo industrial del mundo
entero. Miles de campesinos y campesinas que han habitado históricamente el campo, han sido
desplazados a las grandes urbes perdiendo así la cultura agrícola en la mayoría de países del
mundo, sobre todo en aquellos más “desarrollados”. Se hace necesario analizar cuáles han sido
las causas y consecuencias de este proceso de descampesinización en Colombia, teniendo como
base analítica los procesos de migración de los últimos años.

Diferentes investigaciones del PNUD (Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo), la
CEPAL, el DANE, entre otros, nos demuestran que en evidencia ha habido un problema de
migración campo ciudad en el transcurso del tiempo transcurrido entre 1973 y el 2010. Además,
se hace una caracterización de las transformaciones en el uso del suelo y las variaciones
económicas que trae consigo la variación demográfica y la redistribución espacial. Aun así,
estos estudios carecen de la identificación de las causas estructurales que generan dicha
migración de los campos a las ciudades, además no se particulariza en las afectaciones que han
sufrido las comunidades campesinas de las regiones, algunas de las cuales han tenido que
cambiar radicalmente su actividad económica y laboral y muchas de ellas han tenido que migrar
a las ciudades a buscar posibilidades laborales y de subsistencia.

Debido a lo anterior, es importante hacer una aproximación general al análisis que se ha


construido hasta ahora referente a la tenencia y ocupación de la tierra en nuestro país y las
perspectivas que se generan ante el panorama del pos-acuerdo entre las FARC-EP y el gobierno
nacional.
Antecedentes

Contexto general

Nuestro país está atravesado por una larga historia de conflictos rurales generados por la disputa
de la tenencia de la tierra y los cuales han forjado afectaciones múltiples a las comunidades
rurales de nuestro país. La migración de comunidades campesinas a las ciudades se ha
incrementado sobre todo en la segunda mitad del siglo XX y se viene agudizando para el siglo
XXI. Las principales causas de esto son “la concentración y el acceso inequitativo a la tierra;
conflictos por el uso del suelo; el despojo y abandono de la tierra generado por actores
violentos pero también por el mercado (tema en discusión); el poder fundamentado en su
propiedad, la violencia e ilegalidad; la tierra tomada como factor especulativo y de baja
tributación; el uso de la misma como instrumento de guerra y el lavado de activos de capitales
ilícitos; la alta informalidad en cuanto a la tenencia de la tierra; y la falta de un sistema de
información moderno y actualizado de catastro.” (Machado 2012).

Así pues, estas causas no solo vienen intensificando el fenómeno de migración campo ciudad,
sino que aún no tienen una solución real desde una política pública estatal que mitigue este
fenómeno, por el contrario, el modelo de despojo, extractivismo, monocultivo y, en síntesis, el
modelo de desarrollo neoliberal tiende a intensificar de manera profunda la problemática de la
tenencia de la tierra y por ende a aumentar la migración campo ciudad.

La tierra es un elemento determinante para la producción y desarrollo económico de un


territorio; en Colombia, el uso de la tierra se ha constituido como un factor generador de una
gran variedad de problemáticas en donde se resalta, principalmente, la violencia como medio de
apropiación. El resultado de las disputas que se dan por la tenencia de la tierra y la permanencia
en el territorio son causa fundamental del conflicto armado. Cabe resaltar que la tenencia de la
tierra ha tenido determinaciones y ha sido motivo de disputa por lo que ésta representa dentro
del sistema productivo; no sólo es fuente para la obtención de riquezas, también significa un
medio de desarrollo económico y cultural que justifica la disputa por la adquisición de la tierra
(Composto, C., & Navarro, M. L. 2014)

De esta forma la disputa por la tierra se viene acrecentando y ahora con gran diversidad de
actores, los cuales tienen intereses directos que generan dichos conflictos de disputa. Las
razones por la cuales se da este fenómeno son las siguientes según Absalón Machado (2013):

“1) la tierra es un activo y un factor productivo muy importante en contextos como el


colombiano, donde la ruralidad aún pesa; 2) es un medio de vida, expresa una cultura y es la
base del desarrollo de las comunidades; 3) aún tiene un papel rentístico y especulativo
importante, pero no es un bien de inversión; 4) la tierra ha sido utilizada como un instrumento
de guerra a través del establecimiento de corredores estratégicos de tráfico de armas o de
drogas, empleados por grupos armados ilegales ; 5) la tierra facilita el lavado de activos
debido a que en el sector rural no hay tanto control como en el sector urbano, convirtiéndose en
un bien atractivo para los narcotraficantes; 6) en Colombia la tierra sigue siendo un factor de
poder político que se ejerce a través de la violencia; 7) su propiedad facilita la explotación de
los recursos del subsuelo; 8) es un medio para controlar el agua y los recursos estratégicos de
la biodiversidad; 9) es un instrumento para controlar el territorio y la soberanía y 10) la tierra
es un elemento determinante para la seguridad alimentaria.”
Esta disputa por la tierra ha generado que el campesinado tenga un acceso cada vez más limitado
a ella y esto es lo que genera una descampesinización del espacio rural, teniendo claro que dicha
descampesinización no es solo la pérdida de la densidad poblacional de las zonas rurales, sino
que trae consigo una serie de factores fundamentales que determinan cambios en los aspectos
culturales, económicos, sociales y políticos de nuestro país (Fajardo, Darío. 2002).

Inicialmente se transforma la concepción que se tiene de la tierra, pues desde las comunidades
campesinas ésta no es considerada como una mercancía, sino más bien como un medio de
producción de alimentos para abastecer las necesidades alimentarias de la población. Así mismo,
hay una variación significativa en las dinámicas rurales, donde se pierde la cultura de producir
alimentos para garantizar la soberanía alimentaria de la población y se pasa a concebir la tierra
como un factor de producción para la acumulación de capital, cambiando entonces su uso para
fortalecer procesos que generen mayor rentabilidad como: la creación de monocultivos para
generar productos de exportación (principalmente flores, agrocombustibles, alimentos, etc.),
aclarando que estos monocultivos de alimentos no tienen el objetivo de garantizar la
alimentación sino que tienen un fin meramente económico de acumulación de capital y que en
su mayoría son productos de exportación, no para garantizar la seguridad alimentaria del país,
pues “han cambiado las prioridades en materia agropecuaria: la tierra, vista tradicionalmente
como un recurso que debía ser utilizado para la producción de alimentos básicos, se destina
cada vez más a la producción agropecuaria exportable…” (Idem. Página 51); igualmente la
extracción de recursos minero-energéticos y la expansión de los procesos de industrialización.

Ahora bien, la migración de las zonas rurales ha generado que los centros urbanos se acrecientan
de manera significativa, esto ampliando las periferias de las grandes ciudades y generando una
inestabilidad social profunda, donde las desigualdades sociales como el desempleo, la pobreza,
la tercerización laboral, etcétera, han aumentado de manera significativa en las dos últimas
décadas; además de los problemas de soberanía alimentaria, producción agraria de alimentos,
detrimento del medio ambiente, contaminación y la ampliación de los cinturones de miseria en
los centros urbanos. A partir de esta perspectiva, se puede hacer un énfasis en la relación
estructural enmarcada en el ámbito rural y urbano configurando el espacio desde puntos
relevantes como las condiciones sociales y económicas como producto de una acelerada
dinámica demográfica que se establece en la migración interregional a partir de las disputas y el
posterior despojo de la tierra.

Antecedentes históricos

Este de por si no es un tema nuevo para nuestro país, es más, ni siquiera es un fenómeno que se
haya dado durante los últimos dos siglos, sino que por el contrario tiene su origen desde la época
de la colonial, donde los colonizadores asignaban territorios baldíos a las personas que habitan y
trabajan la tierra para la producción de alimentos y el abastecimiento de toda la población.
Posteriormente, entre 1810 y 1861 se dieron dos fenómenos que ayudaron a incrementar la
acumulación de tierras, uno de ellos fue la abolición de los resguardos para las comunidades
nativas y el otro fue la llamada desamortización de las tierras, que consistía en expropiar a la
iglesia, las órdenes religiosas y todo aquel que hubiese adquirido sus tierras por medio de
testamentos o avistamientos; de esta forma las tierras expropiadas se ponían en subasta pública y
de esta forma se empezaron a consolidar poderíos territoriales ya que los individuos con
capacidad económica adquirieron una gran cantidad de tierras, generando una concentración de
las mismas en las familias más adineradas de la época.

Tras la independencia de Colombia se asignaron de manera desordenada territorios baldíos a


quienes se les tenían deudas de guerra o en pago de servicios militares, esta asignación fue de
manera informal, lo cual generó un gran desorden en la delimitación de las tierras entre uno y
otro propietario e incrementó las tensiones entre los nuevos terratenientes de la independencia;
esto hizo que se desarrollarán conflictos entre ellos por los baldíos más productivos. Dichos
conflictos se extendieron por más de medio siglo, en el cual se generaron nuevas colonizaciones,
expansión de la frontera agrícola, actos violentos para la desposesión de tierras, etcetera.

Ya para 1936 se creó la ley 200, en donde su principal objetivo era mitigar esos conflictos por la
tierra, dando claridad sobre cómo debía ser la reglamentación de la expulsión de arrendatarios,
la asignación de títulos de propiedad, entre otras normas para reglamentar la tenencia de la
tierra. Sin embargo, la acumulación de tierras en pequeños grupos de propietarios se mantiene y
aumenta ya que la ley 200 no tenía como fin la distribución equitativa de la tierra sino la
reglamentación de títulos de propiedad.

Desde la investigación de la revista Notas de Política en su edición número 9, se nombra de


manera textual en el artículo de “la persistencia de la concentración de la tierra en Colombia”:

“La fallida reforma agraria de 1936 no apaciguó los crecientes conflictos de tierras. Muy por el
contrario, dichos conflictos se exacerbaron durante La Violencia (1948-1960). El
desplazamiento de propietarios de tierras, el abandono de predios y las ventas coaccionadas a
precios bajos fueron estrategias comunes. Además, al igual que sucede actualmente, la
incertidumbre sobre los derechos de propiedad y la ausencia total de entidades del Estado en
ciertas regiones facilitaron la apropiación de las tierras”.

El posterior conflicto armado fue generado principalmente por el acceso a la propiedad de tierra
y por la serie de desplazamientos de comunidades campesinas que habitaban tierras de interés
estratégico de los grandes terratenientes. El crecimiento en la intensidad del conflicto armado
generó nuevos desplazamientos y una lucha más profunda por el territorio que se ha prolongado
hasta la actualidad. Sin embargo, no se ha mitigado la desigualdad en el acceso a la tierra y por
el contrario las políticas de estado y la reconfiguración del modelo económico han profundizado
y agudizado esta sentida problemática, acrecentando la brecha de desigualdades entre clases
sociales. Esto trae consigo repercusiones sobre el espacio, lo que es importante tratar para
entender las transformaciones estructurales del espacio en la propiedad rural que se quieren
resolver en un escenario de post-acuerdo.

Aunque el conflicto por la tierra afecta todo el territorio, en especial los sectores rurales, esto no
quiere decir que afecte solo el campo, ya que la ruralidad en Colombia aún tiene un peso
importante que está estrechamente relacionado con la ciudad. En este sentido, hablar de la
tenencia de la tierra en Colombia exige además comprender unos procesos migratorios que se
dan dentro de una lógica de crecimiento de urbano, que son importantes para entender aspectos
del conflicto en Colombia que es agudizado por el crecimiento de las ciudades. En palabras de
Gustavo Duncan: “En el nuevo contexto de la disputa por la configuración del Estado, la
connotación de lo rural o del campo deja de estar vinculada a la imagen tradicional de zonas
agrestes bajo el orden de economías y sociedades campesinas. Ahora se trata de las áreas de
influencia de municipios e incluso ciudades intermedias que de la mano de su historia rural han
experimentado procesos de urbanización, tercerización de la economía e integración con otras
regiones” (Gustavo Duncan, 2005).

Está claro que la estructura espacial en Colombia expresa una hegemonía económica que
prevalece dentro de la sociedad; la macroeconomía y la noción desarrollo predominante en el
territorio han concentrado la población, respondiendo a una necesidad de cubrimiento de los
servicios. La pérdida de la potencialidad rural en Latinoamérica se debe a una segregación
producida por un orden económico, (Clichevsky, N. 2000)

Para tener una claridad más concreta de la situación actual en la tenencia de la tierra en
Colombia, citaremos las cifras recopiladas por Absalón Machado (2013):

“Los datos sobre tenencia de la tierra reflejan esa situación tan extrema:

• El índice GINI de tierras en Colombia es de 0.87 (en cuanto más cerca de 1, más
grande es la concentración de las tierras en pocas manos) – uno de los más altos del
mundo.
• 86,3% de los propietarios tienen 8,8% de la superficie con propiedades de menos de 20
hectáreas.
• 10,7% de los propietarios tienen 14,6% de la superficie con propiedades de entre 20 y
100 hectáreas
• 2,6% de los propietarios tienen 14% de la superficie con propiedades de entre 100 y
500 hectáreas
• 0,4% de los propietarios tienen 62,6% de la superficie con propiedades de más de 500
hectáreas” (Absalón Machado, Director del Informe del PNUD de Desarrollo Humano
2011 “Colombia rural, razones para la esperanza”).”

Tomado de: http://ceelat.org/mapas/mapa-de-concentracion-de-la-tierra-en-colombia/


En referencia al mapa, cabe aclarar que en su desarrollo se utilizó el coeficiente de GINI, el cual
expone una clasificación de la concentración de la tierra. A medida que se acerca a 1, una alta
concentración de tierra le pertenece a cada vez menos propietarios; aquí se resume en el color
rojo oscuro, que predomina más que todo en zonas del norte del país. Ahora bien, cuando la
escala tiende a disminuir hasta llegar a cifras aproximadas a 0, la tierra es repartida entre una
mayor cantidad de propietarios y se resalta en el oriente del territorio.

Tomado de: http://www.porlatierra.org/docs/c9300e0f82a660dd2ceb053a922d31ed.pdf

Este mapa muestra la comparación entre la brecha urbana y rural que se establece
mayoritariamente en el centro del país. A medida que la problemática de la tierra se incrementa,
los campesinos despojados se adentran en las inmediaciones de las urbes con un relativo
crecimiento económico y que ven como una alternativa para su subsistencia. Aunque un gran
porcentaje del territorio se encuentra enmarcado en el ámbito rural (señalado de color verde) se
hace evidente un paulatino declive en su estructura, generado, como se ha mencionado
anteriormente, por una alta concentración de la tierra aunada al conflicto regido bajo unos
intereses determinados en el desarrollo de su ocupación espacial.
Política Agraria

El claro ejemplo de la inequidad de la tenencia de la tierra en Colombia se refleja en las leyes de


reforma agraria, que a pesar de tener un amplio recorrido legislativo, no se orientan al beneficio
económico del campesino; el más claro ejemplo de esto se refleja en la reforma agraria de
1961, que buscó el favorecimiento y la reproducción de la “pauta” de los latifundistas, a través
de las titulaciones masivas, esto, con el fin de una evolución económica hacia lo empresarial
dejando de lado el establecimiento de la economía campesina (Darío Fajardo. 2002)
Evidentemente las reformas agrarias están encaminadas a establecer una base de régimen rural
en los esquemas de la macroeconomía, suprimiendo el acceso de la tierra para los campesinos.
Las políticas de desarrollo rural en Colombia vienen incrementando el fenómeno de
descampesinización en el país debido a que estas se enmarcan en la consolidación del modelo
económico neoliberal con sus características anteriormente mencionadas. En palabras de
Eduardo León Navarro:

“la política agraria y de desarrollo rural del gobierno colombiano se orienta a: i)


Asegurar la reconversión económica del uso del suelo, ii) Profundizar el acaparamiento,
despojo y extranjerización de la propiedad de la tierra y, iii) Consolidar un ordenamiento
del territorio funcional a la acumulación capitalista.”

La legislación agraria que se ha venido construyendo a través de la historia, no responde a los


intereses de las necesidades reales de las comunidades campesinas, sino a los intereses del
modelo económico, un ejemplo de ello se da con gran fuerza en los dos periodos de gobierno
presidencial de Álvaro Uribe, período durante el cual se aprobaron El Estatuto de Desarrollo
Rural (Ley 1152 de 2007), la Ley 1133 de 2007 “agro ingreso seguro”, el proyecto de
Saneamiento de Bienes Inmueble dictado con la Ley 1182 de 2008, y la ley de restitución de
tierras, todas estas, leyes que han generado el crecimiento de la concentración de la tierra,
acrecentado la migración campo-ciudad y por ende han elevado los niveles de miseria, despojo
e injusticia social. (Gómez Hernández B, 2011), (Machado, Absalón - Centro Nacional de
Memoria Histórica. 2013)

Como ejemplos concretos de leyes agrarias que profundizan el modelo económico y por ende
agudizan las contradicciones sociales en la actualidad, se encuentran: la ley de restitución de
tierras, la ley de hidrocarburos, el código minero, la ley de ZIDRES, entre otras políticas lesivas
que en vez de mitigar las problemáticas agrarias las acrecientan, aumentando la concentración
de la tierra, el desplazamiento forzado y no forzado, las desigualdades sociales y el conflicto
social y político del país.

Despojo y abandono de la tierra

Para empezar hablar del despojo en Colombia, y antes de adentrar en el tema predominante en
este punto, es necesario hacer énfasis en la idea anterior, sobre las políticas agrarias y las
reformas rurales, que en síntesis reproducen las formas de despojo de las tierras a través de
leyes que emprenden la ruralidad dentro de una lógica de acumulación de terrenos; esto se suma
a otro elemento causa y consecuencia del conflicto armado, que es el eje principal del despojo
de las tierras, dando como resultado la pérdida de 6,6 millones de hectáreas (Gómez Hernández
B, 2011) desmejorando la situación de la ocupación y tenencia inequitativa de la tierra.
Antes de profundizar en las consecuencias que se han dado estrictamente por el conflicto
armado, es preciso evalúar casos concretos que han contribuido al despojo de la tierra y que se
construyeron bajo una lógica económica de acaparamiento de tierras. Algunos de ellos son: la
ley general agraria y de desarrollo rural, junto con la ley de restitución de tierras, que
buscaban la “sostenibilidad”, “competitividad” y “goce efectivo” de la tierra, pero que en el
fondo defendían el proceso de reconversión de uso del suelo, que cobija los códigos mineros y
justificaba las dinámicas de despojo por el crecimiento de las actividades macroeconómicas en
los sectores rurales (Planeta Paz - PCS Consejería en Proyectos, 2012). Así existió una
protección de la lógica del acaparamiento de tierras, promoviendo el desplazamiento y por ende
agravando las condiciones del conflicto armado.

El desplazamiento forzado ha generado cifras abrumadoras donde se evidencia la gran cantidad


de población afectada por este fenómeno. Esto lo demuestra la segunda Encuesta Nacional de
Verificación realizada por la Comisión de Seguimiento a la Política Pública Sobre
Desplazamiento Forzado por solicitud de la Corte Constitucional, En ella se arguye que “Uno
de los elementos centrales del análisis es resaltar que la población desplazada no solo perdió
tierras, también abandonó animales, negocios, muebles, enseres, cultivos y en general una serie
de activos que van más allá de las tierras. La encuesta arroja como resultado que el 55% de los
encuestados tenía tierras y el 94% las perdió; el 78,9% poseía animales y el 92,4% tuvo que
abandonarlos; el 43,6% disponía de cultivos antes de su desplazamiento y después de este el
96,3% no pudo recuperarlos.” Así pues, vemos que las afectaciones van mucho más allá que la
transición de un espacio a otro, sino que por el contrario trae un sin número de consecuencias
que en la mayoría de las investigaciones se escapan, sobre todo los datos no cuantificables,
aquellos rasgos más humanos y sensibles de las consecuencias del desplazamiento forzado y el
despojo. (Barberi, Fernando. 2012)

Tomado de: IGAC-Universidad de los Andes. Atlas de la distribución de la propiedad rural


en Colombia. Bogotá 2012
Este mapa expone cómo es la dinámica de desalojamiento de la tierra en un espacio
determinado. En el color café oscuro se encuentran los diversos departamentos que están
inmersos en un constante proceso de despojo de la tierra. Departamentos como Caquetá,
Putumayo, Vichada o Córdoba se encuentran prácticamente en el limbo, esto es, datos
cuantitativos que representan una grave situación con respecto a la pérdida de los predios y que
posteriormente se resaltan en el coeficiente de Gini. También se encuentran departamentos en
donde esta situación no esta tan marcada, como por ejemplo Antioquia o Quindío. pero que sin
embargo están a una escala intermedia con posible tendencia a incrementar estas dinámicas en
virtud de la mayor concentración de la tierra.

Ocupación y tenencia de la tierra en el posconflicto

Es necesario analizar los factores que pretende solucionar el acuerdo frente al problema de la
ocupación y la tenencia de la tierra a partir del punto 1, el cual corresponde a la implementación
de una reforma rural integral en Colombia. Las principales problemáticas que se tratan en
cuanto a la ocupación de las tierra, se encaminan hacia una conciliación respecto a los conflictos
de la propiedad, buscando mitigar factores que han sido producto del conflicto armado (Acuerdo
final para la terminación del conflicto y la construcción de una paz estable y duradera, 2016),
pero no se piensa acabar con los efectos que estallaron el conflicto evidentemente, se debe a que
el Estado no quiere poner en discusión el modelo económico predominante en el territorio. Sin
embargo, no se puede descalificar la magnitud y la significación de la conciliación que tiene el
acuerdo final, tomando como eje principal la ocupación y tenencia de la tierra, además de las
transformaciones que puede generar la reforma rural integral y la facilitación del acceso de la
tierra en la estructura espacial.

“El desarrollo rural integral es determinante para impulsar la integración de las regiones y el
desarrollo social, social económico y equitativa del país.

1. Acceso y uso de la tierra. Tierras improductivas. formalización de la propiedad.


Frontera agrícola y protección de zonas de reserva
2. Programas de desarrollo con enfoque territorial
3. infraestructura y adecuación de tierras
4. Desarrollo social: Salud, educación, vivienda, erradicación de la pobreza
5. Estímulo de la producción agropecuaria y a la economía solidaria y cooperativa.
Asistencia técnica. Subsidios. Crédito. Generación de ingresos. Mercadeo.
Formalización laboral
6. Sistema de seguridad alimentaria”. (Acuerdo final para la terminación del conflicto y la
construcción de una paz estable y duradera, 2016)

Para realizar el análisis de la ocupación y la tenencia de la tierra en el marco del post-conflicto


es importante tener en cuenta los elementos más importantes, que, aunque en principio pueden
significar cambios superficiales, hay elementos que pueden representar modificaciones
importantes, que constituyen gran parte del problema de la disputa por la tierra. Por ejemplo, y
haciendo contraste con temas ya tratados en los puntos anteriores, es relevante tener en cuenta
elementos concretos como la solución a los problemas de propiedad, los programas de
desarrollo territorial que buscan acortar las brechas entre el campo y la ciudad, la adecuación de
tierras y la infraestructura como parte del desarrollo rural, etc.
Muchas de las medidas propuestas en el acuerdo final, han sido construidas tomando en cuenta
documentos de análisis previamente construidos por organismos como el PNUD con el apoyo
de un Equipo Asesor Externo conformado por académicos e intelectuales, además de otros
organismos. En el caso de la ocupación de los territorios, uno de los documentos elaborados por
el PNUD nombra:

“la implementación de las propuestas del informe conjunto de la mesa de conversaciones,


implica el desarrollo de infraestructura y activación de las economías locales, en las cuales, las
actividades agropecuarias juegan un rol muy importante. También se generarán procesos de
migración poblacional desde y hacia los territorios hoy más afectados por el conflicto, quizá
inversiones de gran capital y acciones en torno a la sustitución de los cultivos de uso ilícito. Es
importante considerar estrategias subregionales, que permitan considerar las características
institucionales, y la articulación de estos territorios, que hasta ahora han sido periféricos en
estrategias de desarrollo territorial de acuerdo con las condiciones requeridas a nivel
institucional, de infraestructura y de manejo de ecosistemas y recursos naturales, para brindar la
estabilidad necesaria en el post-acuerdo.” (PNUD, 2014).

La implementación ya empezó a andar, pero como se esperaba tiene varias inconsistencias y


contradicciones, de las cuales solo resaltaré dos de alta importancia. La primera de ellas es el
lento proceso por el que han atravesado los proyectos de ley que garantizarán una eficaz
implementación, lo cual retrasa de manera estructural la implementación de los acuerdos y a la
fecha es incierto el futuro del proceso de reinserción de los ex guerrilleros de las FARC, hoy
miembros de su nuevo partido político.

La segunda problemática que se viene presentando es en torno al “Decreto 902 del 29 de mayo
del 2017”, proyecto de ley principal para la implementación del punto 1 del acuerdo “reforma
rural integral”. Las inconsistencias y contradicciones del decreto con el acuerdo firmado son
evidentes, de las cuales la más relevante en cuanto a la tenencia y distribución de la tierra
refiere, es que en de los artículos 6 y 36 de dicho decreto (“sujetos de formalización a título
oneroso” y “formalización de predios privados” respectivamente) se va en contra vía al espíritu
del acuerdo de que las comunidades que no poseen tierra o que no tienen la suficiente, puedan
acceder a ella y a la formalización de la misma, pues estos artículos contemplan que familias o
personas naturales o jurídicas con patrimonio superior a 700 smvm o propietarios, poseedores y
ocupantes de predios iguales o superior a una UAF (Unidad Agrícola Familiar) pueden acceder
a la formalización, lo cual implica que se legalizaría la acumulación de UAF y de baldíos,
contradiciendo la ley agrario 160 de 1994. (Decreto 902, 2017) y (Verdad Abierta, 2017).

Además de ello se asegura que “poseedores de grandes capitales” tal como lo nombra el decreto,
puedan acceder a la adjudicación, formalización y legalización de baldíos, factor que
seguramente contribuirá al incremento de la inequidad en la tenencia de la tierra, yendo en
contra vía del acuerdo de paz ya firmado.

A manera de reflexión

La población campesina de nuestro país ha sido el sustento fundamental para la alimentación de


las personas que lo habitamos. Algunos estudios anteriormente mencionados han señalado que
el sector rural viene decreciendo con el paso de los años, sin embargo, no se profundiza de
manera directa en sus causas y las problemáticas que esto traería para el grueso de la sociedad.
Existen causas y consecuencias sustanciales de la migración urbano rural que van más allá del
mero análisis porcentual del decrecimiento de la población, pues se abolen temas centrales
como la perdida de la riqueza cultural de las comunidades campesinas, perdida de la soberanía
alimentaria de nuestros pueblos, dificultades de acceso a la tierra, inequidad social, entre otros.

La tierra ha pasado por un proceso continuo de acumulación en nuestro país desde la época de la
colonia, pasando por todos los periodos históricos trascendentales desde entonces, tales como la
independencia, la época de la violencia y llegando aún hasta nuestros tiempos, donde a
diferencia de haber disminuido el proceso de acumulación, se acentúa con cada vez más fuerza,
llevando al campesinado a una muerte lenta. Por ello, es evidente que uno de los principales
factores del decrecimiento poblacional del campo colombiano, es la acumulación de tierras,
problemática que es generada por el acaparamiento de las mismas en una porción
sustancialmente pequeña de la población del país, por la legislación agraria que desprotege al
campesinado y protege a los terratenientes, por el privilegio de los intereses económicos de un
país, por encima de los intereses de las comunidades campesinas y del conjunto del pueblo
colombiano.

Nuestro país atraviesa por un proceso coyuntural histórico, pues tenemos un acuerdo de paz
estancado entre las FARC-EP y el gobierno colombiano debido a la lentitud con que se ha dado
la implementación, empezando por la aprobación de los proyectos de ley necesarios para ella
que además, como lo vimos anteriormente, contradicen en gran medida lo pactado entre el
Gobierno Nacional y las FARC, dejando en duda las posibilidades reales de una “Reforma
Rural Integral” que beneficie realmente al campesinado sin tierra.

Además, el país hoy vive un segundo proceso de paz entre el ELN y el Gobierno Nacional el
cual, a pesar de los múltiples tropiezos que ha tenido, ha logrado acordar un cese al fuego
bilateral, que se espera sea el cese definitivo de hostilidades y se pueda llegar a la terminación
real de la lucha política con armas en nuestro país. Sin embargo, para que esto se dé, es
necesario el acompañamiento constante de la sociedad, los movimientos y organizaciones
sociales; necesario también que el gobierno muestre voluntad de cumplimiento real de los
acuerdos ya firmados y que se acabe definitivamente el asesinato y la percusión política a
líderes y lideresas del movimiento social y defensores y defensoras de los derechos humanos.

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