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La obediencia

La obediencia, entendida como virtud, no es la sumisión ciega de un esclavo. Incluso, si la


persona obedeciera exteriormente pero con una rebeldía interior, no habría virtud. Si
obedeciera porque le es simpática la persona que manda, tampoco habría virtud.
Estrictamente hay virtud en obedecer cuando se cumple porque se reconoce la autoridad
de la persona que manda.
LA SOCIEDAD PERMISIVA
La sociedad permisiva es una sociedad en que el único valor es el bienestar material, el
placer centrado en el presente. Ni el pasado ni el futuro son significativos. Y por tanto, lo
mejor que puede hacer la persona es seguir sus instintos ciegamente. La obediencia,
entonces, únicamente tiene sentido en relación con los valores que se aceptan en la propia
vida. Los ejemplos abundan. Jóvenes que se niegan a obedecer a sus padres respecto a la
ropa que llevan, pero obedecen la «moda» de su pandilla, porque el valor más importante
para ellos es «ser igual». Jóvenes que actúan sin orden alguno en la vida cotidiana, pero
luego, siendo deportistas, obedecen al entrenador. Otros rechazan la autoridad civil, pero
aceptan las órdenes de los líderes en las manifestaciones callejeras. ¿Cuál es nuestro
problema? ¿Que los jóvenes no obedecen, o que los jóvenes obedecen a «autoridades» que
representan contravalores y valores pobres?
La moraleja está clara. Los padres debemos buscar el desarrollo de la virtud de la
obediencia en nuestros hijos en relación con los valores que consideramos importantes en
la vida.
LOS MOTIVOS PARA SER OBEDIENTES
Podemos distinguir entre motivos profundos que debemos reconocer los padres para
luego ir explicándolos a los hijos, y motivos parciales que los niños y los jóvenes van a
necesitar para adquirir el hábito de obedecer en su camino hacia una plena comprensión.
Como virtud cristiana, obedecer a la autoridad legítima es tanto como obedecer a Dios.
La obediencia es también fuente de la verdadera libertad. Esclaviza el apego a la propia
voluntad. Sabemos que la voluntad, por su misma naturaleza, tiende al bien, pero muchas
veces el entendimiento no percibe lo que es realmente bueno. Con frecuencia, nos veremos
obligados a acudir a las autoridades competentes para aseguramos de que existe una
relación adecuada entre lo que queremos y lo que es realmente bueno. La obediencia, en
estas condiciones, apoya la fortaleza y la perseverancia en la persecución de los fines que
nos planteamos en la vida.
LA OBEDIENCIA HASTA LOS TRECE AÑOS
Hasta los trece años, aproximadamente, la falta de obediencia no suele provocar
problemas muy importantes. Más bien molesta y deja exasperados a los padres. En
muchos casos la desobediencia; puede producir un peligro físico, más que un peligro
moral. (Por ejemplo, el niño que desobedece una indicación de no jugar en un lugar
concreto por los peligros que supone, y luego, desobedeciendo, se cae y se hace daño.)

En este sentido, podemos considerar algunos de los fallos más frecuentes en el modo de
obedecer de los niños y luego concretar algunos criterios de actuación para los padres.
Algunos de estos problemas son:

- que cumplan rutinariamente, con una simple ejecución exterior, sin pretender cumplir
bien ni atender a los deseos reales del que manda; - que se centren en lo mínimo
necesario para justificar la obediencia, en lugar de cumplir generosamente haciendo
incluso más de lo que se les pide;
- que obedezcan, pero critiquen a la persona que haya dado la orden;
- que se esquiven para no tener que obedecer o engañen con excusas imaginarias,
apoyándose a veces en la autoridad de otra persona («Mamá dijo que no hacía falta
hacerlo»);
- que intenten convencer a la persona que manda para que cumpla otra en su lugar o
intenten persuadirlo de que realmente no hace falta realizar lo mandado;
- que cumplan pensando en el mérito de haber cumplido y luego presuman de ello;
- que digan que van a cumplir y luego no cumplan;

LA ACTUACIÓN DE LOS PADRES


La obediencia está facilitada por una actuación ordenada por parte de los padres. Es decir,
si los padres se comportan de un modo diferente de acuerdo con su estado de ánimo, de
tal manera que un día exigen una cosa y otro día una cosa distinta, es probable que la
obediencia no se desarrolle en los hijos.
La educación de la obediencia también necesitará una capacidad de observación y una
sensibilidad importante por parte de los padres, porque puede haber muchos factores que
colaboren en producir una actitud rebelde, desobediente, en los hijos.
Los padres tendremos que estar atentos a los detalles de comportamiento de los hijos,
principalmente para enterarnos de lo que les está pasando. Habrá que darles una
información adecuada respecto a los problemas relacionados con la obediencia que
quedan mencionados, y luego apoyar a los hijos, mostrando nuestra confianza en ellos.
LA OBEDIENCIA CON LOS HIJOS MAYORES
En las edades que hemos estado comentando, los hijos normalmente obedecerán a estas
otras autoridades porque sus padres o sus profesores han indicado que así debe ser.
Aprenderán a obedecer al capitán del equipo, a algún pariente que viene a cuidarlos, a un
policía de tránsito para cruzar la calle en el momento oportuno, al entrenador de un
deporte. Ya Dios, mediante la formación de la conciencia con la ayuda de los padres y los
demás educadores.
Los padres tenemos una autoridad conferida por Dios para educar a los hijos, y se trata de
ejercerla. La autoridad de los padres debe ser «una influencia positiva que sostiene y
acrecienta la autonomía y la responsabilidad de cada hijo; es un servicio a los hijos en su
proceso educativo, un servicio que implica el poder de decidir y de sancionar; es una ayuda
que consiste en dirigir la participación de los hijos en la vida familiar y en orientar su
creciente autonomía, responsabilizándolos; es un componente esencial del amor a los
hijos que se manifiesta de modos diversos en diferentes circunstancias, en la relación
padres-hijos».9 En cuanto los padres no ejercemos la autoridad razonablemente es más
probable que los hijos no crean necesario obedecer ni a nosotros ni a ninguna otra
autoridad.
Podemos ayudar a los hijos a reconocer las personas que tienen autoridad conferida:
autoridad en la Iglesia, autoridad en la vida civil, en la vida social, en la vida cultural. La
persona tiene autoridad real porque protege y hace vivir a los demás valores que valen la
pena.
LA EDUCACION DE LA OBEDIENCIA
 Consigo que los niños pequeños obedezcan como consecuencia de haberlos
mandado bien. (Cuando son pequeños se trata de exigirles en el hacer, mandando
una cosa a la vez. Como van creciendo, habrá que dar explicaciones.)
 Enseño a los niños a reconocer a las diferentes autoridades que deben obedecer.
(Las autoridades son variadas. Por ejemplo, los padres, los profesores, agentes de
tránsito, un hermano mayor en ausencia de los padres, etc.)
 Intento dar una información muy clara a los pequeños con el fin de que sepan
exactamente lo que tienen que hacer. (Entre las muchas cosas que «explican» la
desobediencia, está el que los niños realmente no saben qué esperamos de ellos. Se
trata de dar esta información concreta y clara, y mandar una cosa a la vez.)
 Con los hijos/alumnos a partir de los diez ·años, intento explicar algunos de los
motivos que existen para cumplir con lo mandado. (Se trata de evitar un
cumplimiento rutinario sin pensar en los deseos reales de la autoridad.)
 Razono con los adolescentes para que no intenten buscar excusas o pasar la
responsabilidad de cumplir a otra persona.) (Es bueno reconocer que muchas
cosas que mandamos a los adolescentes no son agradables y que les cuesta un
esfuerzo importante cumplir. Ordenar el dormitorio

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