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LORES DE KELLESBORNE

Volvió a besar a su amante, haciéndole girar a


continuación y empujándolo contra uno de los enormes
troncos, con la lujuria y el amor giraban en lo más
profundo de su ser, llevándolo más allá de toda
necesidad de cortesía. Gaige afirmó las manos sin
preguntar y abrió las piernas lo mejor que pudo con los
pantalones alrededor de los muslos.
Keiran apartó a un lado la capa de su amante,
exponiendo la pálida carne de su culo. La vista, íntima y
sexy, sólo alimentó el fuego que le consumía. Acarició
las musculosas esferas, provocando gemidos de
aprobación de Gaige que eran obviamente de placer, no
de dolor. Cuando deslizó un dedo a lo largo del pliegue
de carne y presionó la yema contra el tenso anillo de
músculos, los gemidos se convirtieron en jadeos y
súplicas.
Los sonidos, eróticos como el infierno, casi le hicieron
perder el control; su pene se humedeció en respuesta,
queriendo enterrarse en ese bienvenido agujero. Pero
primero lo primero…
Cayó de rodillas y presionó la cara contra la fría y
húmeda piel. Con una sensación de urgencia, besó y
lamió cada rojo verdugón, los cortes delgados e
hinchados y los hematomas amarillos-verdosos que
estropeaban lo que debería haber sido suave perfección.
Le hizo falta todo su autocontrol para mantener su furia
contra Byram, ese jodido cabrón diabólico, bajo una
tensa correa. En su lugar, dirigió esa energía en cubrir
cada marca con su propia y más intima atención. Gaige
emitía suaves gemidos desde el fondo de la garganta
mientras Keiran trabajaba, pero no se movió, como si
necesitara aquello tanto como Keiran.
Nadie volvería a tocar a su pareja excepto él, pensó
Keiran con fiereza. «Nunca más.»
LORES DE
KELLESBORNE

POR

M. L. RHODES
LORES DE KELLESBORNE | M. L. RHODES

PRÓLOGO
Hace 100 años
Byram, gran hechicero y auto proclamado gobernante
de Velesperia, estaba de pie con su capitán de más
confianza en la cresta de la colina con vistas a los restos
calcinados del pueblo draegan que estaba más abajo.
La localización para el primer golpe en su guerra no
había sido elegido al azar. Había sido la mala suerte de
la aldea, llamada Ilyrie, que la lord draegan reinante y su
comitiva de acompañantes hubiesen estado viajando a
través de las tierras del norte y hubiesen elegido pasar
la noche allí. Aunque al final poco importaba, puesto que
la aldea habría caído a pesar de todo cuando las tropas
de Byram se abatiesen con fuerza y rapidez sobre cada
pueblo draegan en su reino. Con la muerte de la líder
draegan y todos los miembros del gran concilio draegan,
su infraestructura ya estaba en ruinas. En algunas horas
más, toda la gran raza que había vivido y volado sobre
Velensperia durante milenios sería reducida a unos
escasos prisioneros bajo el control de Byram.
Con la primera luz pálida del amanecer invernal,
jirones grises de humo aún ondulaban a través del cielo
como fantasmas abandonados a la búsqueda de un
paraíso celestial que no existía. No como las magníficas
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criaturas que su ejército acababa de matar, pensó


Byram con satisfacción. Criaturas cuyas almas sin duda
retomaban su camino hacía el cielo en la misma
búsqueda de idiotas... una búsqueda de paz y santidad
de la otra vida.
Byram no creía en tales sin sentidos. Lo que
importaba era la vida aquí y ahora, en esta existencia... y
asegurarse de que fuera tan larga, poderosa y
aprovechable como fuera posible.
—Una pena —dijo.
—¿Milord?
—Los draegans son una raza hermosa, tanto en su
forma alada como humana. Es una pena tener que
acabar con ellos. Pero como el despacho del poco
imaginativo rey anterior de Velensperia, eliminar a los
draegans es un ejercicio necesario, hecho por el bien
mayor.
Retiró la capucha de su pesado abrigo de terciopelo
para poder ver mejor la obra de sus tropas en la luz
grisácea de la mañana.
—Recuerda siempre, amigo mio, que no hay nada más
importante que preservar la posición de uno. La muerte
de la raza draegan asegurará mi propia longevidad.
Dentro de cien años, ¡dos cientos!, aún gobernaré estas
tierras y todos los seres en ellas. Todo se doblegará ante
mi, y seré el gobernante más poderoso que Velensperia
ha conocido nunca. Nadie se atreverá a contrariarme, y,
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con el tiempo, los confines más lejanos de este mundo


estarán también en mis manos.
—Es posible que algunos de los draegans pudieran
escapar a nuestras incursiones, milord. ¿Debo enviar a
nuestro asesinos a cazar a aquellos que hayan evadido
nuestra tropas?
Byram estudió la aldea que ardía lentamente bajo él y
entornó su mirada de obsidiana.
—Si. —Se acarició la barba meticulosamente
arreglada—. Si, en efecto. A pesar de que han sido
pacíficos durante las pasadas centurias, los draegans
pueden ser enemigos feroces si se les contraria. No
puedo arriesgarme a dejar ninguno vivo para que se
repliegue en mi contra. Si comprendieran la verdad, su
venganza sería rápida y mortífera. No permitiré que eso
pase. Sólo un puñado de las mujeres reproductoras más
sanas y los niños más jóvenes deben ser capturados con
vida. Transpórtalos a las instalaciones en los reinos
externos como se planeó. Mata al resto.
—Como desees, milord. —El capitán inclinó la
cabeza, su cabello largo y de un rubio pálido ondeando
en la brisa fría del amanecer.
Byram sonrió ante la vista y ahuecó una mano bajo el
fuerte y elegante mentón del hombre, levantando su
rostro.
—Serás bien recompensado por tu lealtad y servicio,
Capitán Rizik.
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Los orbes azul hielo brillaron con placer... y una


llamarada de crudo deseo.
—Mi único deseo es complacerte, milord.
—Oh, y lo haces —murmuró Byram, pasando el
pulgar a lo largo de la piel pálida y con algo de barba de
la mandíbula del hombre, arrastrándolo después sobre
sus labios llenos—. Ciertamente lo haces.
Atrajo el cuerpo grande y poderoso del capitán contra
él y aplastó los labios enfriados con los suyos,
conduciendo su lengua dentro de las profundidades de
la boca del otro hombre, frotando, empujando,
mordiendo hasta que saboreó el sabor intenso de la
sangre. El gruñido ansioso y lascivo del hombre envió
poderosas ráfagas de calor, bombeándolo a través de las
venas y polla de Byram.
Se deleitó con el conocimiento de que poseía a ese
hombre, no sólo en el campo de batalla, sino también en
el dormitorio. La belleza de pelo rubio había atraído su
mirada unos dos años atrás, y Byram había sabido que
tendría al hombre en su cama para la caída de la noche.
El capitán no le había decepcionado y, a pesar de ser un
mero humano, había, de hecho, sobrepasado sus sueños
más salvajes.
El capitán le pertenecía ahora en cuerpo y alma,
habiendo hecho un juramento sagrado de sangre mágica
para ese efecto la primera noche. Pero además de la
libre entrega de lealtad del hombre, Byram se deleitaba
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especialmente con el hecho de que podía tocarle y


torturarle y follarle de cualquier modo que le viniese en
gana, en cualquier momento que le viniese en gana, y no
recibir nunca una protesta a cambio. Los apetitos de
Everard Rizik, tanto su hambre de poder como sus
ansiedades físicas carnales y sin límite, armonizaban
con las propias a cada nivel, llenando a Byram de un
modo que nadie más había hecho o podido, aunque
nunca se lo diría. No era saludable dar a un sujeto ese
tipo de poder sobre uno mismo.
Aún así, cuando el momento fuera el correcto, Byram
le recompensaría de verdad por sus muchos talentos.
Pronto promovería al hombre al rango de general.
Entonces, cuando completase el ritual que garantizaría
su propia vida prolongada, incluiría también a su
amante. Everard Rizik nunca le dejaría, nunca le
traicionaría. Y juntos emergerían sobre las tierras de
Velensperia y devorarían a cualquier ser que se
interpusiese en su camino.
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CAPÍTULO 1
Actualidad
La luz etérea de las dos lunas hermanas, Halla y Ell,
brilló a través de la enorme ventana, inundando el
aposento del lord de la antigua fortaleza draegan de
Kellesborne. Se deslizó hasta cada esquina e hizo brillar
el suelo de piedra pulida, ahuyentando a las sombras y
dejando la habitación bañada en un brillo plateado y
dorado.
Keiran Hareldson, líder de los marginados restos de la
gente draegan, estaba de pie perdido en sus
pensamientos, contemplando la noche otoñal sin verla
en realidad.
Aunque el agotamiento lo lastraba, y se dolía de la
herida que había recibido en el pecho la mañana previa
por la espada del General Rizik, no podía descansar o
cerrar siquiera los ojos. Cada vez que lo había intentado
la preocupación por su gente, y especialmente por su
pareja, lo devoraba hasta que pensaba que había
perdido la cabeza.
Así que había estado de pie durante largas horas, a
veces caminando, a veces con la mirada fija en el fondo
del valle, muy por debajo de la montaña, y siempre
escuchando cada matiz de la respiración angustiada de
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su pareja, sintiendo profundamente dentro de su propio


cuerpo y alma cada agonía y dolor que éste sufría.
Keiran había hecho todo lo que había podido por él,
incluyendo rezar a dioses que pensaba que había
abandonado, y sabía que ahora era un juego de espera.
Pero la espera y la guardia, la derrotada culpabilidad de
que no había hecho lo suficiente, de que en primer lugar
había dejado que ocurriese, y el miedo de que podría no
volver a ver abrirse nunca más esos ojos azules que
tanto amaba, todo era una forma de tormento
agonizante.
Había ido a Kellesborne días atrás, buscando una
ración de paz dentro de sus grandiosas paredes de
piedra que, para Keiran, aún emitían el eco de los
espíritus y la fuerza de los lores draegan de antiguo. Y
por una breve noche la había encontrado, o al menos
había querido creer que lo había hecho. Pero había sido
efímero, y había pasado tanto desde entonces que se
sentía como si hubieran pasado semanas más que días.
Basándose en los eventos recientes, Keiran sabía que
era inminente otra guerra con el Gran Hechicero Byram.
Hasta ahora, su grupo de draegans había hecho redadas
contra las tiendas de comestibles y ganado acumulado
de Byram, tratando de alimentar a los daegans y a los
humanos de Velensperia que pasaban hambre desde
hacía tiempo mientras Byram y sus soldados cenaban
las mejores carnes y bebían la mejor cerveza y vino. Si
las redadas habían resultado ser un dolor en el trasero
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del gran hechicero, pues mucho mejor. Pero la intención


había sido meramente recuperar lo esencial y necesario
para la supervivencia, lo esencial denegado durante
demasiado tiempo a la gente común desde que Byram
había tomado el control de la tierra una centuria atrás.
Todo eso había cambiado, sin embargo, tras la llegada
de Gaige.
Gaige Rizik, capitán de la Gran Guardia de Byram, la
fuerza de élite que protegía al gran hechicero y su
fortaleza en Thrythgar, hijo del General Everard Rizik, y
conocido además en toda Velensperia como la Pantera
Blanca por el cabello rubio platino que había heredado
de su padre y el modo en que acechaba a su presa con
habilidad fría y letal.
La Pantera Blanca, como su padre y el gran hechicero
mismo, había, durante años, asestado el miedo en las
gentes de Velensperia. Su última misión había sido
infiltrarse secretamente en el campamento draegan
principal, encontrar al líder de los tan llamados
draegans “rebeldes”, traer su cabeza a Byram y recudir
el campamento a cenizas, junto con todos sus habitantes
draegans y simpatizantes humanos.
Pero con lo que Byram y el General Rizik no habían
contado era que enterrado profundamente bajo la
helada y esquiva apariencia externa de la Pantera
Blanca, la cual vestía como una armadura protectora
contra el control dictatorial del hechicero y su padre,
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había un corazón. Un corazón que latía firme y fiel y que,


cuando finalmente se liberó de los confines del régimen
tiránico de Byram y del general, contenía una
sorprendente abundancia de compasión.
Había sido la compasión de Gaige la que había atraído
la atención de Keiran al principio, mucho antes de que
hubiese comprendido quién era en realidad el extraño
en el campamento. Había sido su compasión la que
había provocado que le ofreciera su confianza. Una
confianza que podía haber sido usada con facilidad
contra Keiran y su gente. Gaige había tenido una amplia
oportunidad de traicionarle a él y a los draegans ante el
gran hechicero, lo cual era el trabajo que Byram le había
dado. Y aún así no lo había hecho. Ni siquiera bajo
tortura en la mazmorra de Byram había entregado los
secretos de los draegans.
Había sufrido tanto, demasiado, pensó Keiran, con un
dolor enfermizo en el estómago. El precio que Gaige
había pagado por traicionar al hechicero había sido alto.
Sólo rezaba porque no hubiese sido demasiado alto.
Y ahora, con su escapada de Thrythgar sucediendo
del modo en que lo había hecho, con Keiran no sólo
teniendo que tomar su forma alada, si no siendo forzado
a revelar su verdadera naturaleza para lograr sacarlos
vivos, Byram ya había, sin duda, sumado dos y dos. Su
ira porque un escupefuego aún viviese sería rápida y
feroz. Especialmente teniendo en cuenta los golpes
añadidos que Keiran y Gaige habían logrado: habían
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robado el grimorio de Byram, y Gaige había matado al


General Rizik. El gran hechicero estaría obsesionado con
destruir de una vez por todas hasta el último draegan en
Velensperia.
El tiempo de las redadas se había acabado. La guerra
con todas las de la ley estaba encima suyo, y el peso de
la vida de su gente, su mero derecho a existir, yacía
pesadamente sobre los hombros de Keiran.
El sonido de una agitación inquieta y un gemido bajo
y dolorido envió un estremecimiento de preocupación a
través de él e hizo que diera la espalda a la ventana para
estudiar la enorme cama cubierta de plata y azul en el
centro de la gigantesca habitación. Fue seguido por otro
que sonó como si hubiera pasado rasguñando a través
de una garganta en carne viva.
Cruzó la estancia hacía la cama y se dejó caer en el
borde, estirando la mano para apartar los mechones
largos y sedosos de pálido cabello rubio de la frente y
los esculpidos pómulos del hombre que yacía retorcido
en las sábanas. El veneno que había invadido el cuerpo
de Gaige había tenido horas para echar raíces antes de
que Keiran comprendiera siquiera que había pasado. Y
sabía que pasarían horas antes de que las hierbas que
había aplicado a la herida lo contrarrestasen... si es que
no había llegado demasiado tarde.
Después de todo lo que Gaige había pasado en los
últimos días, después de las cosas que Byram le había
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hecho... «Dioses, por favor, no puedo perderle ahora.»


Cogió el trapo húmedo y fresco de la jofaina de al lado
de la cama y lo pasó por la caliente piel de su amante,
cuidadoso de no irritar los cortes aún hinchados y
verdugones y moretones cortesía del hechicero.
Apretó los dientes contra la furia que bullía como
magma caliente en su estómago ante lo que Byram había
hecho. No era sólo el gráfico y furioso despliegue en el
cuerpo de Gaige lo que le llenaba de sed de sangre... era
el conocimiento de los otros horrores que el hechicero
había infligido a su amante. Byram había violado a Gaige
de todas las maneras posibles, invadiendo su cuerpo,
jugando con su mente, y aunque Gaige todavía tenía que
afrontarlo, Keiran sabía que eventualmente el trauma
emocional también lo alcanzaría.
Era un hombre fuerte; sólo alguien de una fortaleza
asombrosa en cuerpo y espíritu podría haber
sobrevivido a lo que se le había hecho a él. Pero apenas
había escapado de la mazmorra, y ahora esto... luchando
por su vida una vez más.
Y una vez más Keiran se sentía impotente. No había
llegado a tiempo para proteger a su pareja de la tortura
del hechicero, y ahora temía que podría no haber
llegado a tiempo de ayudarlo para combatir esta nueva
amenaza que invadía su sistema.
Gaige gimió de nuevo y giró sobre su costado, y a
continuación sobre la espalda.
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—Quédate conmigo —murmuró Keiran—. Quédate


conmigo y lucha.
Presionó las puntas de los dedos de una mano contra
la frente de su amante y susurró varias palabras en
draega, invocando un poco de magia antigua y calmante
de la que tenía un tenue recuerdo de su madre usando
con él de niño cuando había estado enfermo o había
sufrido por las pesadillas. No había pensado en ello
durante algunos largos años, pero estar allí, en
Kellesborne, agitaba viejos recuerdos, y encontró las
palabras aún remoloneando en su cabeza incluso
después de todo ese tiempo.
En momentos, Gaige se calmó y su respiración se hizo
más uniforme.
—Gracias —susurró Keiran al silencio de la
abandonada fortaleza, sintiendo la suave presencia del
espíritu de su madre cerca.

* * * *

Cuando Keiran abrió los ojos, la gelidez grisácea de la


luz nublada le recibió.
Al fin había dormido, sin darse cuenta de que había
pasado. Pero ahora, sintiendo el peso cálido y pesado
del cuerpo de Gaige a su lado en la cama, la conciencia
regresó rapidísimo, junto con todas las preocupaciones
y miedos que le habían estado dando caza antes de que
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cerrase los ojos.


Giró sobre su costado para encontrarse con que Gaige
se había girado en su sueño y yacía encarándole, la
cabeza apoyada en una mano. Su respiración aún era
uniforme, y cuando Keiran pasó una mano contra su
mejilla sin afeitar pálida y rubia, la encontró cálida, pero
no de forma antinatural. ¿Había vencido al veneno?
Por primera vez en casi dos días, un parpadeo de
esperanza se atrevió a removerse en su pecho. Cuando
las pestañas del otro hombre revolotearon y sus ojos se
abrieron, el parpadeo floreció en una bola de pleno
derecho de afecto.
Las profundidades azul claro de los ojos de Gaige, aún
un poco vidriosas por la fiebre, pero coherentes por lo
demás, atrajeron a Keiran hasta que pensó que podía
ahogarse en ellos.
—Estaba soñando —murmuró Gaige, su voz suave y
rasposa, difícilmente más que un susurro.
—¿El qué?
—Llamas... de un dorado anaranjado, alzándose hacía
el cielo, rodeando Thrythgar y arrastrándose cada vez
más y más cerca.
Keiran le miró, preguntándose si era un presagio de
las cosas por venir.
—Siempre pensé que los draegans que escupían
fuego eran un mito — dijo Gaige—. Hasta que te vi
cuando escapamos.
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El malestar se agitó dentro de Keiran. Se preguntó


cuánto sabía Gaige, o si podría sospechar la verdad. Pero
no sintió nada más de su pareja que simple sorpresa de
haber descubierto que un cuento de hadas era un hecho.
Después de que Byram hubiese prácticamente
destruido la raza draegan, se había anotado el punto de
hacer que se destruyesen también todos los documentos
escritos sobre la raza. Había pintado a los draegans
como asesinos perversos. Su motivo para casi borrar a
los draegans en primer lugar había sido la falsa
acusación de que los cambiaformas habían matado
brutalmente a docenas de niños humanos. La mentira,
propagada con un júbilo cruel por el hechicero en
persona, había aterrorizado a los humanos tanto que
cuando Byram prometió cazar a todos los draegans y
ejecutarlos, le habían dado todo su voto de confianza.
Había prohibido el contar historias o cantar canciones
que retratasen a la raza de Keiran bajo cualquier otra
luz excepto la que él había perpetuado.
Ciertamente los cuentos habían sido contados de
todas formas, ya no todos los humanos habían creído la
propaganda de Byram, pero con el tiempo, con los pocos
draegans que quedaban escondiéndose, esos humanos
que habían estado vivos para saber la verdad habían
muerto, y las historias se habían convertido en poco
más que mitos y leyendas con sólo retazos parciales de
verdad en su origen.
—Un mito no —dijo Keiran—. Aunque tampoco
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común. Sólo unos pocos de nosotros somos capaces de


escupir fuego. Y son incluso más raras las ocasiones en
que elegimos hacerlo: sólo bajo la más grave de las
circunstancias.
Gaige asintió, con una mirada dolorida y lejana en su
rostro que le dijo a Keiran que estaba recordando su
huida.
Se sentó y llenó una taza de cerámica con agua del
cántaro de la mesa de al lado de la cama, y a
continuación ayudó a Gaige a alzarse y beber. Cuando su
amante hubo acabado, le apartó el cabello de la frente
con una suave caricia.
—¿Cómo te encuentras?
Gaige cambió de posición e hizo una mueca.
—Por alguna razón que no puedo comprender,
puesto que parece que haya dormido durante siglos, me
siento peor ahora que cuando me fui a dormir.
—La flecha que te dio en el hombro estaba untada
con veneno de acción lenta.
—Maldición. Raíz de dresengar.
Keiran asintió, la culpabilidad retorciéndose en su
interior.
—Fui capaz de contrarrestarlo, pero estuvo cerca.
Debería haberlo sospechado cuando estaba limpiando la
herida. Para cuando comprendí lo que estaba pasando,
ya estabas inconsciente y sufriendo.
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—No, yo debería haber pensado en ello —dijo Gaige,


el disgusto evidente en su rostro pálido y cansado—. Es
uno de los trucos de batalla favoritos de mi padre... de
ese modo, incluso si alguien sobrevive, si están algo
heridos, morirán de una muerte lenta y dolorosa
después. Debería haber sabido que lo habría ordenado.
¿Cuánto tiempo estuve sin sentido?
—Casi dos días.
La expresión de Gaige se llenó de horror.
—¿Dos días? Keiran, ¿el campamento ha sido
advertido de lo que ha pasado? ¿Saben que Byram va a
venir? Por favor, dime que no te quedaste aquí para
intentar salvarme en lugar de ir a salvar a los demás.
—El campamento estará bien —le calmó Keiran—.
Jax y Marta están allí para vigilarlo, y pusieron una
barrera mágica para esconderlo en el momento en que
tú y yo lo dejamos para venir aquí a Kellesborne hace
días. Además, ha sido mejor que no fuéramos allí
directamente, que nos quedásemos aquí y
desapareciéramos para deshacernos del rastro de los
cazadores de Byram. Todo estará bien. Byram no sabe
donde está el campamento, y está escondido a la vista,
así que no va a saberlo.
Sus palabras no parecieron tranquilizar a Gaige. En
realidad, hicieron poco por tranquilizarlo a él también,
pero tenía que hacérselo creer. No dejaría que se
culpase a sí mismo.
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—No deberías haberte quedado aquí conmigo —


susurró, sacudiendo la cabeza—. Mi vida no vale la pena
como para poner en riesgo la de todos los demás.
Deberías haber ido a ellos y dejarme.
La emoción se agitó dentro de Keiran, toda la
angustia de los pasados días llegando a un punto crítico
en su interior. Acunó la mejilla de Gaige en su palma.
Cuando habló, las palabras salieron desde lo profundo
de su corazón, y aunque trató de esconderlo, incluso él
podía oír la emoción cruda y desesperada atada a ellas.
—No vamos a pasar por esto de nuevo. No voy a
dejarte, Gaige. Y no voy a perderte. ¿Me oyes?—
Presionó sus labios contra la frente de Gaige, y entonces
contra sus cálidos labios aún ligeramente febriles—. Te
necesito, m'aerlas. Como necesito al aire para respirar.
—¿M'aerlas?
—Amado.
—Keiran...— Su nombre fue un suspiro ribeteado de
preocupación y miedo, aunque repleto de amor.
—Ni siquiera me pidas de nuevo que te deje... aquí o
en cualquier otro lugar. Es una batalla que no ganarás.
—Eres un necio testarudo.
Keiran se echó atrás para mirar al hombre al que
amaba, por el que daría su vida. Una vez más se
encontró perdido en esos ojos expresivos. Mientras que
los del General Rizik había sido azules como el hielo
invernal, penetrantes y duros, los de Gaige eran como
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un día de primavera sin nubes, llenos de calidez y


promesas.
—Testarudo, quizás. Pero nunca necio.
—Dioses, te amo —dijo Gaige, su voz suave y ronca.
—Y yo a ti.
—Gracias por salvarme la vida una vez más.
—Gracias por salvar la mía.
Keiran esperó ver un destello de dolor en la expresión
de Gaige ante el recuerdo de cómo había tomado la vida
de su propio padre para salvar la de Keiran. Pero nunca
llegó. Ningún indicio de arrepentimiento invadió su
rostro, ni Keiran sintió nada cuando sondeó suavemente
a su pareja a través de la conexión emocional que
compartían.
—De nada. Pero si vas a insistir en no dejarme nunca
atrás, incluso cuando la lógica te dicta que deberías...—
Le dirigió a Keiran una mirada significativa, pero
seguida de una suave sonrisa que hizo ondular zarcillos
de calor en su alma—. Entonces es justo que sepas que
siempre te guardaré las espaldas, Keiran.
Un nudo llenó la garganta de Keiran.
—Lo sé.
—Aún tenemos que advertir al campamento.
—Y lo haremos. Tan pronto como estés lo
suficientemente bien como para viajar.
—Estoy lo suficientemente bien ahora. Soy un
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soldado, ¿recuerdas? No necesito ser mimado.


—Sé que no lo necesitas —le dijo Keiran, acariciando
su cabello—. Pero de cualquier modo no podemos viajar
hasta la caída de la noche. Sería demasiado arriesgado
tan cerca de Thrythgar. Lo cual significa, tanto si te
gusta como si no, que estás atrapado aquí conmigo
durante un poco más, puesto que según mi cuenta es
por la mañana temprano ahora mismo.
—No me importa estar aquí contigo. Sólo odio que
sea otro día desaprovechado.
—No lo desaprovecharemos.
—¿El libro de Byram? ¿Lo has mirado? ¿Has
encontrado algo útil?
—Tenía un sello mágico como nunca había visto
antes. Lo abrí, pero...— Sacudió la cabeza—. Lo he
mirado por encima, y está escrito en un idioma que ni
siquiera reconozco.
Gaige suspiró.
—Maldito sea todo. Sé que ese grimorio contiene
secretos que nos pueden ayudar a luchar contra Byram.
¿Crees que es algún tipo de lenguaje mágico?
—No estoy seguro. Y no he encontrado nada en la
biblioteca de aquí en Kellesborne que revele nada útil
sobre ello.
—Entonces busquemos algo más.
—Lo haremos. Pero primero lo primero. ¿Crees que
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puedes sentarte? Si es así, conozco algo que puede


ayudar con tus molestias y dolor.
—Si, puedo sentarme. —Gaige hizo una mueca de
dolor y Keiran se percató de que apenas era capaz de
ahogar un gemido cuando empezó a enderezarse.
Lo empujó de vuelta a la cama.
—No ahora mismo. Relájate durante un rato y déjame
preparar algunas cosas. —Depositó un beso sobre la
frente de Gaige y le sonrió, alzándose a continuación de
la cama—. Volveré enseguida.

* * * *

Gaige miró a Keiran cruzar la habitación e, incluso tan


cansado y horrible como se sentía, no pudo evitar
admirar la vista del draegan que se había convertido
rápidamente en el centro de su mundo. Vestido sólo con
pantalones de cuero marrón y una camisa blanca suave
y suelta, descalzo, con el cabello oscuro hasta los
hombros ondulado, despeinado y suelto, y barba de
varios días, Keiran se veía cálido y vivo, e irradiaba
confianza y una fuerza confortante. Miró por encima de
su hombro a Gaige antes de salir por una pequeña
puerta situada en una de las paredes interiores de
piedra blanca del castillo, y su sonrisa tranquila y sus
ojos gris plateados llenaron a Gaige con un calor
profundo y una alegría que aún le sorprendían.
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Crecer y trabajar en Thrythgar bajo la mano dura de


Byram y de su padre durante los treinta y tantos años de
su vida no había creado muchos momentos de afecto y
realización emocional. Hasta que había conocido a los
draegans y se había ido a su campamento, nunca había
conocido el placer de la verdadera amistad, nunca había
experimentado la intimidad real o el amor en una unión.
Keiran había desbloqueado algo muy dentro de él que
nunca supo que existía siquiera. Algo que lo regocijaba y
lo aterrorizaba en la misma medida por su intensidad.
Lo que Keiran y él compartían iba más allá de todo lo
que Gaige hubiese imaginado alguna vez, pero también
más allá de todo lo que un humano o draegan medio
hubiese experimentado. Su “unión” había sido
destinada; una “verdadera pareja” como lo llamaban los
draegans, una rareza entre su gente. Y ahora estaban
unidos entre sí física, mental y emocionalmente en un
lazo que sospechaba que aún no había empezado a
comprender. Sólo sabía que había veces en que podía
sentir a Keiran... en su mente, en su cuerpo, atando
cintas a través de su conciencia incluso cuando no
estaba con él, aunque era incluso más fuerte cuando lo
estaba. Justo ahora tenía la sensación de la presencia
cercana de Keiran, como si una finísima telaraña de
hilos los uniera.
Se reacomodó en la cama, encontrando otra posición
más cómoda que requería menos esfuerzo a su
maltratado cuerpo. Con la suave ropa de cama
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acunándole, luchó contra el impulso de cerrar de nuevo


los ojos.
Había dado lo mejor de sí, estoico, para sonar
convincente cuando le había dicho a Keiran que podía
viajar, pero en realidad aún estaba mareado por la
fiebre, y su cuerpo se sentía como si hubiera sido
arrastrado a través de un nido de víboras y cada una de
ellas le hubieran mordido fuerte y profundo, una y otra
vez como venganza, dejándolo en poco más que un saco
de piel y huesos envenenado y maltratado.
Hizo una mueca cuando comprendió que su analogía
no estaba tan lejos de la verdad. Excepto que en su
realidad las víboras tenían nombres... el Gran Hechicero
y Everard Rizik.
Cuando abandonó la batalla y cerró los ojos, buscando
sólo algunos minutos más de descanso, lo que llenó su
mente en su lugar fue un recuerdo. Un recuerdo del
momento en las almenas en Thrythgas cuando Keiran y
él estaban escapando y había lanzado el largo cuchillo
de Keiran y golpeado a su padre en la garganta. Recordó
la sangre, la expresión de sorpresa en el rostro del
General Rizik mientras le miraba, y como no había
experimentado absolutamente ninguna emoción cuando
su padre cayó. Aún no lo hacía.
Parecía extraño sentirse tan distante de ello. ¿No
debería sentir algo? Pero quizás había evitado a su
padre desde hacía tanto tiempo que no quedaban
LORES DE KELLESBORNE | M. L. RHODES

emociones para gastar con el hombre.


Estás mintiendo.
Las palabras y el brutal tono de voz en su cabeza le
sorprendió con la fuerza de un puñetazo.
No, no siento nada, insistió.
Si, si lo haces. ¿Por qué te mientes a ti mismo? ¿Cuál es
el problema...? ¿No puedes afrontar la verdad?
La voz, burlona y arrogante, dio origen a una apretada
constricción alrededor de sus pulmones. Constricción
que empezó a apretar... y apretar.
Sabes la verdad. No puedes esconderla de ti mismo y no
serás capaz de escondérsela a Keiran. Él cree que tienes
un buen corazón, piensa que estás lleno de compasión y
amabilidad, y que odiaste secretamente todos esos años
que trabajaste para Byram como la Pantera Blanca, que
fue todo una máscara que te pusiste para evitar que
Byram y tu padre se percatasen de que en realidad eras
una buena persona.
Lo era, y lo soy, pensó en respuesta al némesis burlón
que moraba en su interior.
Mentiras. Sabes que hubo en tiempo en que amabas
matar, lo disfrutabas.
Era joven y necio, protestó.
Ahora no eres joven y aún lo sientes. Keiran va a darse
cuenta, ¿y crees que va a querer estar unido con alguien
como tú?
LORES DE KELLESBORNE | M. L. RHODES

No, esa no era la verdad.


Mentiroso. Estafador. Asesino. Tú sabes la verdad.
Los recuerdos pasaron a través de él, llenando sus
venas de hielo y chamuscándolas con fuego al mismo
tiempo. En la sala de tortura de la mazmorra de Byram,
mientras su padre había estado de pie sin protestar
siquiera o intentar detenerlo, o sin tener la
consideración de marcharse mientras sucedía, mirando
en su lugar con un destello ansioso en los ojos cada cosa
despreciable y perversa que Byram le había hecho,
Gaige había sentido emoción hacía él. Tal odio puro y sin
restricciones como nunca antes había experimentado.
Se había agitado a través de él, directo hacía el hombre
que lo había engendrado pero que había admitido que lo
habría matado de niño con alegría, del mismo modo en
que mató a la madre de Gaige.
Durante esas horas de dolor, humillación y
degradación, su ira contra su padre, incluso más que
contra Byram, había sido lo que le había hecho seguir
luchando, seguir vivo. No había mantenido ninguna
esperanza secreta de que Keiran vendría a por él; de
hecho, había dado lo jodidamente mejor de sí para
esconder su camino y motivos a Keiran. Había estado
seguro de que incluso si lo buscaba, y quizás hasta
descubría eventualmente lo que le había sucedido,
estaría bien después de que Byram lo hubiese torturado
hasta más allá de la cordura y llevase tiempo muerto.
LORES DE KELLESBORNE | M. L. RHODES

No... lo único por lo que Gaige había permanecido vivo


era por la esperanza de que, antes de que muriese,
tuviese la oportunidad de llevar a su padre a los fuegos
del infierno con él.
Lo querías muerto. Querías matarlo con tus propias
manos, destruirlo, ver desvanecerse la luz en sus ojos, con
él sabiendo que tú, el hijo al que había sido forzado a
dejar vivo y que había odiado y con quien había estado
resentido desde el principio, habías sido su ruina. Querías
asesinarlo. Lo imaginaste, pensaste en lo bien que se
sentiría, cuanto poder tendrías al fin sobre él. Y entonces
lo hiciste.
—Oh, dioses —susurró Gaige, sus entrañas
agitándose por la enfermiza honestidad. Se revolvió
para arrastrarse fuera de la cama antes de que perdiera
el contenido de su estómago. Cuando cayó de rodillas al
suelo, casi pudo sentir a la voz dentro de él riéndose con
desprecio de su debilidad.
Lo hiciste, y lo saboreaste. Muy dentro de ti, te sentiste
fuerte, poderoso, y te gustó. Eres un asesino, exactamente
igual que tu padre. Tú eres tu padre.
¿Qué pensaría tu amante draegan de ti si supiera la
verdad?
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CAPÍTULO 2
Keiran volvió a entrar a la habitación a tiempo para
ver a Gaige lanzarse de la cama y caer sobre las manos y
las rodillas en la alfombra blanca que cubría el suelo de
piedra. Sus ojos estaban cerrados, su respiración era
pesada, y Keiran experimentó un dolor tan insoportable
como si fuera propio.
—¡Gaige! —Corrió a través de la habitación y se
arrodilló a su lado. Tan suavemente como pudo, le pasó
un brazo alrededor de la espalda desnuda de su amante
y se inclinó sobre él—. ¿Qué ocurre?
Gaige tembló y cerró los ojos con más fuerza,
luchando contra la invisible agonía.
—Keiran...
—Estoy aquí. Estoy justo aquí. Dime qué puedo hacer.
—Yo... —La palabra era poco más que un sonido
rasposo. Sacudió la cabeza—. Nada. Estoy... estoy bien.
—No, no lo estás. Es evidente que no lo estás.
—Lo estoy.
Luchó por mantener su respiración bajo control, y
Keiran lo miró, preocupado, necesitando ayudar.
Extendió sus sentidos, sondeando en busca de detalles
sobre lo que había causado esa repentina y agonizante
indisposición, y se sorprendió cuando no percibió
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ningún dolor físico en su pareja aparte de los que había


sentido antes. Gaige estaba débil y dolorido, forcejeando
todavía contra los últimos restos del veneno en su
sistema, pero Keiran no sintió un nuevo padecimiento
en él que explicase su estado actual.
Y entonces comprendió... que el dolor era de
naturaleza emocional. Los temores de que la experiencia
de su amante en la mazmorra de Byram le alcanzasen
florecieron de nuevo. Le buscó una vez más, tratando de
unir las características del malestar emocional de Gaige.
Pero como si hubiera sentido lo que Keiran estaba
haciendo, Gaige se quitó el brazo de encima y se apartó.
De algún lugar muy dentro de Keiran salió un
estremecimiento de advertencia.
—Háblame.
El hombre rubio inspiró profundamente una vez más,
y a continuación abrió los ojos y lentamente, aún con
evidente dolor pero tratando de esconderlo, se movió
con cuidado hasta una posición sentada en el suelo con
la espalda descansando contra el enorme marco de
madera de delik de la cama.
—Yo... creo que estaba dormitando y... debo haberme
dado la vuelta y golpeado el hombro—. Alzó una mano
para colocarla sobre el vendaje, protegiendo la
inflamada herida de flecha en su hombro.
Keiran lo estudió, perturbado de que le mintiera. ¿No
estaban más allá del engaño? ¿No habían dejado las
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mentiras y secretos atrás la última vez que habían


estado en Kellesborne? La noche que finalmente había
conseguido que Gaige confesara la verdad del por qué
no había delatado a los draegans ante Byram.
Has estado manteniendo tus propios secretos, le
recordó su conciencia. ¿Cómo puede ser justo ser crítico
con él por mantener los suyos?
No es lo mismo, racionalizó. Sus secretos no eran
suyos por elección. Habían sido depositados sobre sus
hombros por el bien de todos. Temía que Gaige, por otro
lado, se autodestruyese en última instancia si retenía el
trauma sobre lo que había pasado con Byram.
—Gaige...
—De verdad. Estoy bien.
Sintió como un postigo se cerraba en algún lugar de la
mente de Gaige para mantenerlo fuera, lo cual lo
intranquilizó aún más.
—No hagas esto —dijo Keiran, con más fuerza de la
que quería.
Las cejas de Gaige se alzaron y le miró a los ojos por
primera vez.
—¿Hacer qué?
Keiran tiró del edredón de piel plateada de sabeen de
la cama y lo envolvió alrededor de la figura desnuda de
Gaige para luchar contra la gelidez del suelo de piedra y
las corrientes de aire que siempre estaban presentes en
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un lugar tan grande como Kellesborne, el cual se


encaramaba a uno de los lados de las montañas más
altas de Velensperia.
Gaige agarró los bordes y tiró más de ellos,
dirigiéndole a Keiran una mirada agradecida.
—No me dejes fuera —dijo Kieran, sentándose a su
lado—. ¿Qué es lo que no me estás diciendo?
Gaige cerró los ojos y descansó la cabeza sobre sus
rodillas alzadas.
—Nada.
—Maldita sea, Gaige...
—Keiran, por favor, es sólo lo que he dicho. —Sus
ojos permanecieron cerrados, y sonaba exhausto, como
si lo que fuera que había levantado su fea cabeza para
perseguirle hubiera minado sus últimas fuerzas y
energía.
Keiran comprimió su frustración. Aunque odiaba que
Gaige no estuviera dispuesto o listo para compartir su
agitación con él, no tenía ningún deseo de causarle más
dolor y estrés. Y no era que estuviera tan impaciente
como para no querer darle a Gaige tiempo y espacio.
Sólo que estando a punto de sentir el aliento de Byram
en la nuca, no podían permitirse el lujo del tiempo. Era
imperativo que presentaran un frente fuerte y unido, lo
cual sería imposible si Gaige permitía que los demonios
de Byram lo persiguiesen.
Suspiró, tomando la decisión de retirarse... por ahora.
LORES DE KELLESBORNE | M. L. RHODES

Pero por el bien de Gaige, tenía que encontrar un modo


de conseguir de él la verdad más pronto que tarde.
—Vale. Vamos. —Pasó un brazo alrededor de la
cintura de Gaige. Cuando éste abrió los ojos y lo miró
con precaución, sin duda tratando de determinar si
Keiran iba a dejarlo ir o a continuar presionando, Keiran
sonrió y, manteniendo la voz alegre, dijo—: Te prometí
ayuda para tus molestias y dolores, y si te atreves con
un corto paseo, planeo cumplir esa promesa.
El alivio en el rostro de Gaige era evidente.
—¿Dónde vamos?
—Ya veras. —Ayudó a su amante a ponerse de pie y,
estabilizándolo, le llevó a través de la sala hasta la
puerta por donde había salido antes.
Cuando entraron en la siguiente habitación, Gaige se
detuvo, y Keiran le miró, disfrutando la expresión de
sorpresa y abierta apreciación en su rostro. Siempre le
complacía que Gaige encontrase tanto placer en los
muchos lujos inesperados de la fortaleza draegan.
—¿Qué es esto? —preguntó Gaige, su voz llena de
admiración.
—Esto —dijo Keiran, cerrando la pesada puerta de
madera para mantener dentro el calor, y a continuación
llevándolo hasta el borde de una enorme piscina
hundida de piedra lo suficiente grande como para
contenerlos a ambos y a algunos más—, es la sala de
baño del lord.
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La única y estrecha ventana desde el suelo al techo al


final de la larga habitación daba una vista de los picos de
la gran montaña vecina resplandeciendo con nieve. Esa
mañana el cielo gris amenazaba con traer más de lo
mismo a pesar del hecho de que era aún otoño. En
contraste, el vapor flotaba desde el agua en la piscina, y
las esencias de la savia, eucalipto y otras hierbas
medicinales que Keiran había añadido causaban un
hormigueo agradable en la nariz. Las paredes de piedra
brillaban con ricos tonos azules como si estuvieran
iluminadas desde dentro, y la misma piedra brillante
había sido utilizada en la piscina de baño.
—Este lugar.... nunca sé que esperar —dijo Gaige, su
voz suave, como si pensara que hablar más alto
disolvería de algún modo la antigua y poderosa magia
que mantenía Kellesborne escondida del mundo
exterior y preservaba su interior en una condición
perfecta, incluso a pesar de que había estado desierto
durante décadas—.¿Cómo es posible?
—Una fuente termal corre bajo el castillo. Los
antiguos lores draegan que construyeron Kellesborne lo
diseñaron de modo que el agua caliente pudiera ser
conducida por tuberías hasta aquí en una corriente
continua. Puedes bañarte tanto como quieras y el agua
no se enfriará. Cuando has acabado, cortas la corriente y
dejas que la piscina drene.
—Pensé que los draegans habían abandonado este
lugar hacía mucho tiempo. ¿Cómo sabes tanto sobre sus
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complejidades?
—Viví aquí por un tiempo cuando era un niño. Antes
estaba desierto.
Gaige le miró con curiosidad, y Keiran casi pudo
sentir sus pensamientos girando, preguntándose cuándo
podría haber sido eso, y sencillamente cuánto hacía que
los draegans habían dejado de vivir allí. Pero no pidió
más explicaciones, lo cual alivió a Keiran. Tuvo otra
punzada de culpabilidad por mantener resistirse a darle
aGaige toda la verdad, pero su pareja tenía suficiente en
la cabeza ahora mismo sin tener que estar empantanado
también con su complicado pasado. Estaba llegando el
momento en que le diría todo —pronto no tendría otra
opción. Cuando lo hiciera, sólo podía esperar que su
pareja fuera comprensivo.
Desenvolvió la piel de alrededor de su amante, retiró
el vendaje de su hombro, exponiendo la carne mellada e
hinchada tanto por delante como por detrás donde la
flecha le había atravesado, y le ayudó a entrar en la
piscina.

* * * *

Keiran le ayudó a bajar sobre uno de los hundidos


bancos reclinables de piedra, y Gaige gruñó cuando le
rodeó el agua caliente. Los numerosos cortes y
verdugones en su piel ardieron, pero en cuestión de un
LORES DE KELLESBORNE | M. L. RHODES

momento el inquieto dolor disminuyó y sintió como las


hierbas medicinales en el agua entraban en acción.
Oyó a Keiran librarse de su ropa y entrar en la piscina.
Cuando alzó la vista hacía él, vio, por primera vez desde
que se había despertado, la herida de espada en la parte
superior izquierda de su pecho. Parecía limpia, aunque
aún roja e inflamada.
—¿Cómo se siente? —preguntó, con el estómago en
un nudo por la vista y el conocimiento de que lo había
hecho su padre y podía haber matado a Keiran.
—Está un poco inflamado y dolorido, pero fue una
entrada limpia, sin peligro de muerte. —Le ofreció a
Gaige una sonrisa—. Las he tenido peores.
—Sencillamente odio como ocurrió —dijo Gaige, su
voz llena de amargura.
—Lo sé. Pero contrariamente a lo que piensa el gran
hechicero, haría falta más que la espada de un hombre
para matar a un draegan en forma alada.
—No si fuera un golpe directo al corazón.
Keiran presionó sus labios contra los de Gaige.
—Pero no lo fue. Y estoy vivo y bien.
Se deslizó tras Gaige, las piernas a cada uno de sus
lados. Sus brazos se curvaron a su alrededor,
atrayéndolo hacía atrás hasta que se reclinó contra el
pecho de Keiran y su cabeza descansó en su hombro.
—¿Es cómodo? —preguntó, su voz baja y ronca
LORES DE KELLESBORNE | M. L. RHODES

contra la mejilla de Gaige.


Éste asintió, su garganta repentinamente tan llena de
emoción que no pudo hablar. Los brazos y cuerpo de
Keiran lo rodeaban, acunándolo casi en un abrazo
protector. Eso, junto con la presión de su espléndida
polla semi erecta contra la espalda de Gaige, el calor y la
comodidad del agua fragante y la extraña sensación de
pertenencia que sentía emanando de todas las paredes
de Kellesborne, como si de algún modo hubiera llegado
a casa, le dificultó por segundos el mantener las
barreras que había lanzado a toda prisa para mantener
a Keiran fuera de sus pensamientos y emociones.
Con una infinita suavidad, Keiran le lavó el pelo y le
bañó. Gaige cerró los ojos y saboreó la sensación de las
grandes manos de Keiran acariciando su piel con
amoroso cuidado, enjabonando todo lo que podía
alcanzar desde su posición detrás de Gaige, incluyendo
su sensible hombría y testículos. Su cuerpo empezó a
responder a la atención, quedándose más relajado y
más hormigueantemente vivo al mismo tiempo. Cada
vez que las manos de Keiran se desviaban hacía otra
parte, Gaige se encontraba deseándolas de vuelta a su
ingle. Se concentró en el toque de Keiran, especialmente
ahí, dejando que lavase los recuerdos envenenados del
abuso de Byram y los reemplazase con bondad.
Keiran rozó con un beso la sien de Gaige.
::Te quiero.::
LORES DE KELLESBORNE | M. L. RHODES

Su voz era una caricia suave y arenosa en su mente,


como era siempre cuando usaba el habla telepática
draegan.
De repente, una humedad cálida le escoció en los ojos.
¿Cómo podía merecer a ese hombre y su amor? Estaba
contaminado, lastrado con un pasado lleno de actos
sucios.
No eres quien él piensa que eres. Eres un mentiroso. Un
asesino. Exactamente igual que tu padre...
¡Basta! Sólo déjame solo, suplicó. Alzó una mano para
frotarse los ojos húmedos antes que Keiran pudiera
darse cuenta, pero era demasiado tarde...
—No tienes que hacerle frente a esto solo, amor. Por
favor, háblame.
Las suaves palabras de Keiran causaron un nuevo
desgarró en su corazón.
—No —dijo.
—¿No qué?
—No intentes leerme como lo estás haciendo. Puedo
sentirte ahí, rozando mis pensamientos.
—Entonces háblame. Apóyate en mi. Déjame
ayudarte.
Cerró los ojos con más fuerza, sintiendo la urgencia
de apartar a Keiran y escapar de esa confrontación, u
aún así incapaz de hacerlo porque muy dentro de él no
quería apartarse nunca más. Cuando estaba con Keiran
LORES DE KELLESBORNE | M. L. RHODES

todas las cosas que habían ido mal en su vida durante


tanto tiempo no parecían tan importantes. Con él Se
sentía mejor persona... pero era todo fachada, ¿no?
Como la corteza de un melón choku que pareciese
suculento desde el exterior, pero escondiese una fruta
podrida debajo. ¿Podía cambiar realmente la gente, o
sencillamente era siempre una farsa?
—Gaige...
—No puedo —murmuró.
—Estoy aquí. Déjame ayudarte. Las cosas que Byram
te hizo...
—No es Byram. —Se sentó y se apartó, necesitando
poner algo de distancia entre ellos, pero aún demasiado
débil para salir del agua. En vez de eso se trasladó para
sentarse en el lado contrario de Keiran, aunque sólo
estaban separados por la distancia de un brazo.
Mientras miraba por la ventana al frío cielo gris,
sintió la firme y preocupada mirada de Keiran sobre él.
—¿Entonces qué?
Sintió de nuevo el sutil sondaje, suave, como el aleteo
de alas de mariposa contra sus pensamientos. Intentó
esconder la verdad, sepultarla... pero cuando se giró
para mirar a Keiran y protestar, vio como sus ojos se
abrían de par en par y supo que acababa de descubrirlo.
—Gaige... tú no eres tu padre.
—¡Para! ¡Deja de entrar en mi cabeza, maldita sea!
LORES DE KELLESBORNE | M. L. RHODES

—No puedo evitarlo. No lo estoy intentando, tan sólo


sucede. Cuando tienes emociones fuertes, las siento.
Cuando tienes pensamientos fuertes, los siento. Es la
unión... es parte de ello. Cuando el tiempo pase, la
conexión será incluso más pronunciada.
—¡Una unión que yo no pedí! —gruñó Gaige.
Pero en el momento en que vio la llamara de dolor en
los ojos gris plata de Keiran, una oleada de culpabilidad
se estrelló contra él, sofocando su enfado con Keiran, y
llenándolo de arrepentimiento.
—Dioses... Keiran, lo siento. No quería decir eso. —
Enterró el rostro entre las manos.
El agua chapoteó a su alrededor cuando Keiran se
acercó una vez más y el cálido peso de sus brazos se
deslizó alrededor de su cintura.
—Lo sé. Pero la verdad es que tu no lo pediste —dijo
con un suspiro.
—Eso no significa que no lo quisiera —dijo Gaige—.
Lo quería. Y lo quiero. Sólo siento... —Tragó a la fuerza
una dolorosa inhalación y una vez más luchó contra la
emoción que amenazaba con borbotear libre—. No creo
que sea bueno para ti.
Keiran se echó hacía atrás y lo miró firmemente a los
ojos.
—Gaige, lo que sentiste... lo que sientes sobre tu padre
es natural.
LORES DE KELLESBORNE | M. L. RHODES

—Yo sólo...
—Dime.
Gaige tragó con dificultad.
—Asesinó a mi madre.
Keiran no pareció sorprendido.
—Me lo imaginaba. El General Rizik nunca fue
conocido por su amor a los draegans. No sabía que ella
era una draegan cuando se unió con ella, ¿no?
—No. —Gaige se había enterado de su herencia
durante su captura, junto con la oscura verdad de lo que
su padre y Byram habían hecho—. La historia que
Byram me contó era que mi madre se enamoró de mi
padre, pero sabía que si él averiguaba que era una
draegan la mataría. Así que se quedó embarazada con la
esperanza de que un niño le atara a ella, de que si le
entregaba descendientes, la mantendría con él. Pero en
el nacimiento descubrió que era una draegan. Una vez
que lo comprendió, la mató en el acto.
Keiran suspiró y rozó su mejilla con la mano.
—Lo siento.
—También quería matarme —susurró, sintiendo
como si las palabras estuvieran siendo arrancadas de su
garganta, a pesar de que no podía retenerla—. Me
habría matado justo allí cuando nací... excepto que
Byram le hizo dejarme vivo.
—¿Byram?
LORES DE KELLESBORNE | M. L. RHODES

—Si. ¿Sabes por qué?


Las oscuras cejas de Keiran se juntaron. Sacudió la
cabeza.
—Para poder hacer exactamente lo que me hizo —
rechinó Gaige. Más humedad empañó su visión, y la
apartó con una mano furiosa, sin querer que Keiran lo
viese. Pero al igual que la historia que salía de él,
tampoco pudo detenerla—. Hizo que el general me
dejase vivo para que él, Byram, pudiera guardarme
como algún tipo de bello trofeo, como mantuvo a mi
padre. Y entonces pudiera follarme como a una puta.
Como aparentemente ha estado follando a mi padre
todos estos años.
—Oh, dioses... —susurró Keiran.
—Y aún se pone mejor —dijo Gaige con una risa
amarga—. Él y mi padre no eran lo que llamaría
amantes “normales”. Conseguían sus estímulos de todo
tipo de... —Tragó una profunda inhalación—. Byram y
mi padre, se calentaban con la tortura. Quiero decir que
se calentaban sexualmente. Es lo que se hacían el uno al
otro. Lo que Byram me hizo. No estaba sólo tratando de
conseguir de mí información, Keiran. Lo hizo porque...
—Se detuvo y miró hacía otro lado, tragando con
dificultad y luchando contra las húmedas lágrimas.
—Gaige, no. No tienes que decir nada más.
Sacudió la cabeza y continuó; tenía que continuar,
como si algo dentro de él le llevase a hacerlo.
LORES DE KELLESBORNE | M. L. RHODES

—Lo hizo porque le excitaba. Y mi jodido padre


estaba de pie ahí y le dejó... —Su voz se rompió.
A través de la neblina aguada y caliente, miró
finalmente a Keiran y descubrió sus ojos también llenos
de humedad.
—M'aerlas —susurró Keiran, su voz densa de
emoción, y se acercó a Gaige.
—Se quedó ahí de pie y nunca dijo una palabra.
¿Cómo puede ningún padre hacer algo así? Le dejó
hacerlo, Keiran.
Contra su voluntad, los sollozos se liberaron ahora de
su pecho. Siempre se había enorgullecido de sí mismo
por su habilidad de esconder sus emociones... había
tenido que hacerlo, creciendo del modo en que lo había
hecho. La debilidad de cualquier tipo había estado
prohibida delante de Byram y el General Rizik. Pero
ahora era como si todos los años de contenerlo todo,
todas las décadas de emociones suprimidas que habían
sido un hervidero dentro de él, finalmente se hubiesen
desbordado. Incapaz de parar el flujo de agonía, se
inclinó hacia Keiran y se abandonó a ello. Si Keiran
pensaba que era débil por eso, entonces sencillamente
tendría que ser otro punto en su contra en la larga lista
de faltas que Gaige sabía que le definían.
Pero Keiran nunca vaciló, nunca le dejó ir. Le sostuvo
cerca en un abrazo fiero y protector que rasgó el
corazón de Gaige en dos, y era cada centímetro de la
LORES DE KELLESBORNE | M. L. RHODES

torre de fuerza y consuelo que había prometido que


sería si tan sólo se lo permitía.
No supo durante cuánto tiempo arreció la tormenta,
cuánto tiempo lo sostuvo Keiran, murmurando palabras
de amor y consuelo y comprensión, acariciando su
espalda con suave ternura mientras todo el dolor se
vertía fuera de él.
Eventualmente, pero, Gaige se quedó seco, y con la
cabeza descansando en su hombro apenas podía
moverse de lo entumecido que estaba por la expolosión
emocional.
—Lo quería muerto —confesó en un susurro,
rompiendo el silencio, necesitando sacar todas las
verdades. Keiran se merecía saber exactamente con
quién se había unido—. Quería matarlo.
—Eso no te convierte en una mala persona.
—Imaginé cómo se sentiría rodear con las manos su
cuello y apretar. Quería verlo morir. Las buenas
personas no piensan ni hacen tales cosas. Soy
exactamente como él.
—No. —Keiran lo sostuvo alejado de él sólo lo
suficientemente lejos como para mirarlo a los ojos. Y lo
que Gaige vio allí fue una ferocidad que nunca antes
había visto en su rostro. Le sorprendió y también, de
algún modo extraño, agitó el calor a través de sus venas.
La voz de Keiran, cuando continuó, era dura como el
acero.
LORES DE KELLESBORNE | M. L. RHODES

—Le hubiera matado por ti si hubiese tenido la


oportunidad. Y tengo toda la intención de hacer lo
mismo con Byram por como te hirió. Cuanto entré en
esa mazmorra y te vi ahí colgado... Por los dioses, Gaige,
todo en lo que podía pensar en mi ira era en lo mucho
que quería deslizar mi cuchillo por su garganta y sentir
el cálido flujo de su sangre en mis manos. Aún pienso en
ello. Así que no creas ni por un segundo que porque
querías a tu padre muerto y después lo mataste, eres
malo o malvado o nada parecido a él. Si eso te convierte
en malvado, entonces tú y yo compartiremos un lugar
juntos en los fuegos del infierno, porque soy tan
culpable como lo eres tú. Después de cien años
derramando sangre inocente, tu padre obtuvo lo que se
merecía.
—¿Cien años? ¿Quieres decir Byram?
—No, quiero decir el General Rizik y su reino de
terror al lado de Byram desde el principio.
Gaige lo miró fijamente mientras su pulso golpeaba.
—¿Qué quieres decir? —dijo lentamente.
Keiran lo miró extrañamente, y entonces sus ojos se
abrieron de par en par.
—No sabías...
—Mi abuelo era quien estaba con Byram cuando llegó
al poder.
La mirada de Keiran estaba turbada, pero su voz era
segura.
LORES DE KELLESBORNE | M. L. RHODES

—No, Gaige... era tu padre. Ayudó a Byram a librar su


guerra. Era capitán en ése entonces. Más tarde, para
compensarlo, Byram lo hizo general, y con la que sea la
magia que usó consigo mismo para alargar su vida,
alargó también la de tu padre, o al menos usó algo
similar.
—Eso es... Pero... En la fortaleza de Byram los
hombres hablaban de un Rizik con Byram hace todos
esos años, pero a ellos, a nosotros, se nos hizo creer que
era mi abuelo. Simplemente estaba... asumido. —Trató
de recordar si había escuchado alguna vez a su padre o
Byram decir de hecho que su abuelo había estado con
Byram entonces, pero no pudo recordarlo.
—Y probablemente es una suposición fácil para un
punto de vista humano. Los hombres con los que
trabajaste en Thrythgar eran sin duda jóvenes. No
habría nadie vivo aún que hubiese estado ahí para saber
la verdad, así que Byram y tu padre probablemente no
hicieron nada para parar las historias porque les evitaba
tener que explicar lo inexplicable.
—Pero... ¿cómo lo sabes tú?
Los ojos de Keiran se oscurecieron.
—Porque los draegans vivimos más que los humanos
y los hay aún vivos que lo recuerdan bien.
Gaige no pudo dudar de Keiran, aunque quería
hacerlo. Su pareja estaba sencillamente demasiado
convencido de ello, y Gaige supuso que probablemente
LORES DE KELLESBORNE | M. L. RHODES

habría draegans vivos que habían estado vivos por


entonces. Aún así... ¿cómo podía no haberlo sabido?
¿Cómo pudo no haber cuestionado nunca lo que oía? Y,
aún peor, ahora que lo pensaba, ¿cómo podía no haberse
preguntado por qué su padre nunca envejecía, nunca
pareció más mayor de la época en que Gaige era un niño
hasta el día en que murió?
—Yo sólo... —Sacudió la cabeza—. No puedo creer
que nunca lo supiera —susurró—. Todos esos años.
Toda la carnicería... por los dioses, era aún peor de lo
que pensaba.
—Lo cual es el porque el hecho de que ahora no esté
es una bendición. Destruyó incontables vidas durante
esos largos años.
—He hecho la mayor parte de esas mismas cosas —le
recordó Gaige.
—Hiciste lo que debías con el fin de sobrevivir en el
ambiente áspero en el que vivías. Pero cuando tuviste
una oportunidad para escapar, hiciste una elección
diferente, elegiste alejarte de todo eso. ¿Crees que tu
padre hubiese hecho lo mismo en tu lugar? Por cien
años estuvo al servicio de Byram y ni una vez se
tambaleó.
—Lo asesiné, Keiran. Y se sintió bien. ¿Cómo es eso
diferente de las cosas que hizo?
—No, Gaige. Lo mataste para salvar mi vida. Ahí hay
una diferencia. Y tú nunca serás exactamente como él...
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porque eres medio draegan. Tanto como tienes su


sangre fluyendo por tu venas, también tienes la de tu
madre. Y ahora tienes la mía.
Las palabras de Keiran provocaron un destello en
algún lugar profundo dentro de Gaige... un pequeño
destello que encendió el extremo de una mecha que
chisporroteó lentamente por su camino a través de su
ser.
Había vivido su vida entera creyendo que era
humano, y sólo había descubierto la verdad hacía justo
unos días. Ni siquiera había tenido tiempo aún para
procesar el hecho de que era draegan en parte, mucho
menos para acostumbrarse lo suficiente a la idea que
estaba en el primer plano de sus pensamientos. En
resumen... no se le había ocurrido.
Nunca seras exactamente como él...
Su padre había odiado a los draegans. Había ayudado
a destruir a la mayoría de ellos cuando Byram había
llevado a cabo la primera guerra en su contra. Los había
odiado lo suficiente como para matar a la madre de
Gaige sin pensarlo dos veces, y para matar al mismo
Gaige si hubiese tenido la oportunidad. Su padre a
duras penas le había tolerado a lo largo de los años,
nunca había tenido una palabra amable para él, había
resentido incluso tener que estar en la misma
habitación que él, y ahora todo tenía sentido. Él era, en
realidad, todo lo que su padre odiaba.
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—¿Cuál era el nombre de tu madre? ¿Lo sabes?


—Mi padre nunca habló sobre ella cuando crecía,
pero recuerdo a Byram mencionarla algunas veces y dijo
que su nombre era Albione.
Keiran sonrió.
—Ése es el nombre que usaste cuando viniste por
primera vez al campamento draegan y pensaste en
esconder tu identidad... Gaige Albione, dijiste que eras.
¿No encuentras bastante profético el que usaras el
nombre de tu madre draegan cuando viniste a nosotros,
antes de que comprendieras siquiera que eras draegan?
Un suave jadeó escapó de Gaige.
—No sabía...
—Tú eres tú mismo —reiteró Keiran—. No eres
responsable de los pecados de tu padre, ni sus pecados
te destinan automáticamente a hacer lo mismo. Ya
probaste hace mucho, mucho tiempo que tu destino se
encuentra a lo largo de un camino muy diferente al suyo.
Gaige... tú eres imlain' du draeganlahn.
—¿Qué significa eso?
Los ojos de Keiran brillaron con pasión y orgullo.
—Significa que eres la verdadera pareja de un
draegan. Te he dicho que las uniones verdaderas no son
simple elección, es un destino, algo que está escrito en
las estrellas. ¿Crees que el hado y los dioses de Erantz te
habrían dado ese destino sin ser digno?
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Gaige lo miró fijamente mientras el calor se expandía


a través de sus venas y se agitaba en su corazón.
—Yo... no lo sé.
Keiran sujetó su nuca y lo acercó hasta que sus bocas
estuvieron sólo separadas por la amplitud de un cabello.
—Bien, yo lo sé. Así que siempre que te sientas
inseguro, todo lo que tienes que hacer es preguntar, y
estaré complacido de enderezar tu rumbo.
La boca de Keiran se cerró sobre la de Gaige en un
beso que prendió fuego a su alma.
Una vez más Gaige encontró a su cuerpo
hormigueando de vida con un sorprendido entusiasmo
considerando su estado físico menos que saludable y los
recuerdos de la mazmorra de Byram, aunque apartados
a un lado, aún persistiendo como sombras oscuras en
los límites de su conciencia.
Cuanto más se alargaba el beso, más lo deseaba
Gaige... eso y otras cosas. Sus manos vagaron por el
torso de Keiran, a través de sus amplios y húmedos
hombros, bajando por sus brazos musculosos, sobre la
planicie de su pecho, y directo a la oscura y triangular
mata de vello que lo espolvoreaba.
Keiran colocó entonces las piernas a los lados de
Gaige de nuevo, pero esta vez encarándolo.
—Tócame —dijo Gaige.
—¿Estás seguro, amor? Aún no estás curado. No
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quiero herirte.
—Si. Necesito que lo hagas. Necesito que me ayudes a
olvidar.
Sintió una sensación de rabia en su mente, la rabia de
Keiran, pero no dirigida a él; dirigida a Byram por lo que
le había hecho.
::Eres mio, m'aerlas. Nunca te tocará de nuevo. Y
pronto no habrá más espacio en tus recuerdos para nada
aparte de nosotros, aparte de esto...::
Su mano se deslizó entre las piernas de Gaige y sus
largos y suaves dedos juguetearon sobre la tirante piel
de su escroto, siguiendo la curva de cada testículo,
resbalando más abajo para hacer círculos sobre y
alrededor del estrecho y apretado anillo de músculos
que guardaban el pasaje anal de Gaige, moviéndose a
continuación hacía arriba para frotar una caricia lenta
con la palma a lo largo de la parte inferior de su
hombría, que se iba endureciendo.
Gaige inspiró en un siseó lento y cerró los ojos,
saboreando la sensación y las palabras de Keiran en su
cabeza.
Keiran envolvió la mano alrededor de la extensión de
Gaige, los dedos cerrándose juntos hasta que su polla
estuvo aislada en el agarre ligeramente apretado. El
calor, las seductoras caricias, la suave presión que era
justo suficiente sin ser demasiado para su aún sensible
órgano, creó un pulso de anhelo desesperado muy
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dentro de su alma. De repente deseaba, necesitaba a


Keiran dentro de él, llenándolo, poseyéndolo. Pero sabía,
con una sensación de frustración, que no estaba lo
suficientemente curado todavía. Aunque el
conocimiento no detuvo el deseo.
—Mio —murmuró Keiran contra sus labios, como si
supiera lo que Gaige había estado pensando, su tono
fiero y posesivo, lo cual hizo que Gaige sufriera aún más.
Entonces sellaron sus bocas una vez más en un beso
lento, íntimo y minucioso que imitó el movimiento de su
mano en el mástil de Gaige.
Keiran se escabulló más cerca, hasta que Gaige sitió la
longitud turgente de la polla gruesa y aterciopelada de
su amante deslizándose contra la suya propia, y
entonces Keiran capturó ambas hombrías en su mano y
las presionó juntas. El lubricante natural del draegan, el
cual se activó por la humedad, hizo a la polla de Keiran
tan resbaladiza como si hubiera sido aceitada, y era tan
prolífico que el agua no lo lavó... sólo lo hizo más
efectivo y resbaladizo y erótico. Gaige jadeó, liberando
sus labios para recobrar el aliento.
Pero fue una respiración leve porque Keiran agarró
su nuca de nuevo y tiró de él hacía otro beso, y entre
eso y el lento y seductivo movimiento de su mano
acariciando sus pollas juntas, y el chapoteo de agua
caliente acariciándolo también, Gaige se encontró
mareándose. No del modo enfermizo de la fiebre, sino
del modo de “oh, dioses, esto es jodidamente bueno,” del
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exquisito alzamiento del placer.


Se aferró a la espalda de Keiran, clavando los dedos
con fuerza, incapaz de detenerse contra el sensual
embate de Keiran. Cada vez que deslizaba la palma y la
frotaba sobre la punta de sus pollas unidas, Gaige gemía
en su boca.
::Es bueno, ¿no, amor?:: preguntó Keiran en su mente,
su voz como un raspado cálido y arenoso en todos los
lugares adecuados contra sus sentidos. ::Te gusta el
modo en que mi polla se siente contra la tuya, ¿no?::
Demonios, si, le gustaba.
::Y esto es sólo el principio. Tan pronto como estés bien,
voy a recordarte de nuevo como de perfectamente
encajan nuestros cuerpos de todas las formas. Voy a
chuparte la polla lento y duro hasta que supliques por
más, hasta que me supliques que te deje correrte. Pero no
voy a dejarte... todavía. Antes de que lo haga, voy a lamer
y probar y enterrar la lengua en ese hermoso culo y
follarte con ella, mientras tú te retuerces y sollozas para
que te llene con algo más. Y entonces, cuando sepa que no
puedes soportar otro momento, voy a llenarte tan lleno
con mi ansiosa polla que estarás seguro de que vas a
estallar.::
—¡Si! Dioses, si.
::Cuando me derrame dentro de ti, m'aerlas, mi semilla
va a llegar tan profundo que estarás goteándola durante
una semana. Y cada día, cuando la sientas, resbaladiza y
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húmeda, filtrándose por tu sensible agujero, será un


recordatorio de lo a fondo que te he follado, amado,
marcado como mio.::
Gaige liberó sus labios de los de Keiran e inclinó la
cabeza hacía atrás mientras un gemido se rasgaba a
través de él.
—Dioses sagrados, Keiran...
Sintió su sonrisa, y a continuación su boca se prendió
del expuesto cuello de Gaige y chupó, provocando que se
convulsionara en respuesta.
Su cuerpo se sacudió contra el de Keiran, tratando de
acercarse más, de encontrar algún alivio para el fuego
que se expandía justo bajo su piel hasta unirse en un
infierno en su entrepierna que pensó que lo incineraría
desde dentro a fuera.
::Eso es, amado... déjalo ir. Estaré justo aquí para
atraparte cuando sobrepases el borde. Siempre estaré
aquí. Ahora córrete para mi. Córrete para mi y sólo para
mi. ::
Y sencillamente así, como si Keiran tuviese control
total sobre sus respuestas, los testículos de Gaige se
prepararon en un nudo apretado contra su cuerpo, una
acometida de fuego doloroso y hormigueante se disparó
de su polla, y con un gemido y una serie de temblores
entrecortados, explotó, bombeando copiosas oleadas de
semilla caliente en la mano de Keiran y en el agua
caliente arremolinada. Sintió el júbilo de Keiran, y a
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continuación también su rendición, sintió cada sacudida


de la hombría espasmódica de su amante contra la suya.
La mano de Keiran les ordeñó a ambos con caricias
seguras y estables, hasta que Gaige estuvo seguro de que
había expulsado hasta la última gota de cualquier tipo
de líquido de su cuerpo.
Drenado, agotado, pero saciado y satisfecho de un
modo que no estaba seguro de haberlo estado nunca
antes, se hundió en los brazos de Keiran.
—Gracias —murmuró, sorprendido de sentir el ardor
de las lágrimas de nuevo. No podía expresar con
palabras lo agradecido que estaba por lo que Keiran
acababa de darle.
La mirada de Keiran se agitó con amor, y Gaige tuvo
una fuerte y repentina sensación de que sabía como se
sentía.
—De nada. —Rozó con los labios suavemente los de
Gaige, y a continuación su frente—. ¿Aún no has
comprendido que estoy a tu entera disposición en
cualquier momento?
La garganta de Gaige estaba demasiado obstruida por
la emoción para responder. Descansó la cabeza en el
hombro de Keiran y deslizó los brazos alrededor de su
cintura, deseando permanecer tan cerca de él como
fuera posible.
Keiran enredó los dedos en los mechones largos y
húmedos de Gaige con una ternura que provoco que su
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corazón doliese incluso más con amor y aprecio.


—¿Puedo dormir ahora durante una semana? —dijo
finalmente, con una sonrisa tirándole de la boca.
La risa baja y rica de Keiran fue un bálsamo para su
alma agitada-
—¿Estás diciendo que te he liquidado?
—Completamente. Pero del mejor modo posible.
Sonriendo, Keiran sostuvo su rostro en sus manos.
—Una semana puede ser molesto. Tengo el
presentimiento de que verte dormir, tendido desnudo y
glorioso en la cama, me llevaría a pensamientos
cachondos a corto plazo, lo cual me forzaría a
despertarte de vez en cuando para saciar mi lujuria.
Gaige resopló una suave risa.
—De algún modo no creo que me importe ser
despertado para eso.
—¿Qué tal si nos comprometemos y duermes el resto
del día?
—Lo aceptaré. Por supuesto supongo que eso me
requerirá arrastrar el culo fuera de esta piscina primero,
¿no? Por el interés de no ahogarme durante mi sueño.
—Nunca dejaría que eso sucediese. Pero
probablemente te encontrarías menos anegado si
volvieses a la cama —dijo Keiran con una sonrisa.
Minutos más tarde, cuando Keiran le estaba ayudando
a volver a entrar en la suave y enorme cama, decidió que
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en realidad no había estado bromeando sobre lo de


dormir durante una semana. Sintió los ojos pesados en
cuanto su cabeza tocó la almohada.
—Duerme y sana, amor —dijo Keiran, subiendo los
edredones sobre él y besándolo.
—Lo siento —dijo Gaige, su voz apenas coherente de
lo pesada que era ya por el sueño—. Se suponía que iba
a ayudarte con el libro.
—El libro estará aquí cuando te despiertes. Y yo
también.
Su sonrisa fue la última cosa que vio antes de que los
cálidos dedos del sueño le hiciesen cerrar los ojos.
Soy draegan en parte. Y la pareja de Keiran. Todo va a
estar bien.
Antes de que una sensación completa de alivio
pudiera descender sobre él, sin embargo, la voz burlona
alzó su fea cabeza de nuevo, determinada a tener la
última palabra.
También eres humano en parte. También tienes la
sangre de tu padre. Quién es él para decir qué parte de ti
manda en un momento dado. Para Keiran y los draegans,
puedes ser draegan. Pero tú sabes la verdad...
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CAPÍTULO 3
Gaige se despertó sobresaltado por otro sueño, éste
tan real que se sentó en la cama lleno de pánico,
respirando con dificultad, y miró alrededor en busca de
Kieran y de consuelo.
Keiran estuvo instantáneamente a su lado,
sentándose a su lado en la cama. Líneas de preocupación
cruzaron su frente.
—¿Qué sucede?
—He tenido otro sueño. Sobre Kellesborne.
—¿Qué ocurría?
—Lo veía a la luz de la luna. Estaba abandonado.
—Ya lo está. Somos los únicos que estamos aquí .
—No —dijo Gaige con un estremecimiento
recorriéndole la columna—. Quiero decir abandonado
de verdad, Keiran. Estaba vacío, desmoronándose. En
ruinas.
—Es solo un sueño. —Le apartó el cabello de la cara a
Gaige.
—No se sentía como un sueño. Se sentía real. —Tan
real que las imágenes le seguían acechando.
Keiran lo miró pensativo, y bajo la luz parpadeante de
las velas que iluminaban la gran cámara, Gaige vio algo
en sus ojos… algo que le causó un sobresalto en su
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pecho.
Keiran tomó sus manos con las palmas hacia arriba.
—¿Puedes mostrármelo?
Gaige lo miró a él y a continuación a sus manos con
las palmas hacia arriba.
—¿Cómo?
—Sostén mis manos, cierra los ojos e imagina lo que
viste.
—¿Funcionará?
—Para ser honesto no estoy seguro. Pero hemos
estado compartiendo otras conexiones, así que vale la
pena intentarlo.
—Bien. —Aferró las cálidas manos de Keiran con las
suyas y cerró sus ojos como Keiran le había indicado.
Por un segundo su mente estuvo tan ocupada girando
con cientos de pensamientos diferentes que fue difícil
centrarse, pero apartó todo lo demás y se concentró en
el sueño, tratando de volver a entrar en él, ver las
imágenes, oler los aromas, sentir el frío contra la piel…
En el sueño había subido hasta Kellesborne a pie, por
el camino de la montaña, y lo que le dio la bienvenida no
fue el altísimo y magnifico castillo de piedra blanca tal y
como lo conocía, sino un caparazón de lo que una vez
fue, con grandes trozos de piedra de las paredes
desparramados por el lado de la montaña. Las en una
ocasión intrincadas tallas y filigranas yacían en
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montañas de escombros. Y el interior mismo del castillo


estaba vacío y desmoronándose, desolado, con el olor
del frío deterioro y el pesado polvo en el aire. El pecho
de Gaige se sintió oprimido por la pena.
—Los dioses nos han abandonado —se oyó
murmurar en el sueño.
Abrió los ojos con el corazón al galope para encontrar
la mirada de Kieran fija en él y la tristeza desgarrándole
también a él. Se miraron el uno al otro durante varios
segundos, compartiendo una extraña cercanía nacida de
la pérdida y el dolor del sueño.
—¿Ves lo que quiero decir? —preguntó Gaige con voz
tranquila—. Era tan real.
Keiran asintió.
—¿Has tenido sueños como éste antes? ¿Como éste y
el anterior del fuego y Thrythgar?
Gaige se encogió de hombros, extrañamente
perturbado ante la pregunta.
—Supongo que sueño como cualquier otra persona,
de cuando en cuando. Pero… —Frunció el ceño—. No
recuerdo nada tan vivido, o tan detallado. Dioses… Podía
olerlo, Keiran. Sentirlo.
La expresión de Keiran volvía a ser de preocupación
—Lo sé. Yo también podía, a través de la conexión.
—¿Crees que esos sueños significan algo?
Keiran suspiró y sacudió la cabeza.
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—No lo sé. Es posible que no sean más que el


resultado de todos los cambios que han ocurrido en tu
vida durante las últimas semanas. Has pasado por
mucho. Suficiente como para mantener a tu
subconsciente ocupado, sospecho.
—Supongo. —Aunque algo en lo profundo de él le
decía que era más que eso.
—Pero hazme un favor, y dime si tienes algún otro.
Las palabras de Keiran implicaban que tampoco él
estaba convencido de que fueran sueños al azar. Y el
saber eso envió otro estremecimiento a la columna de
Gaige.
—Lo haré.
Miró alrededor, tratando de sacudirse el malestar que
el sueño le había dejado, y notó de nuevo las velas
iluminándolo todo alrededor y el profundo gris del
crepúsculo al otro lado de las enormes ventanas.
—Dioses, ¿cuánto me has dejado dormir? Por favor,
dime que no he estado inconsciente durante otros dos
días.
—No, no. —La sonrisa de Keiran era un rayo de calor
en la creciente oscuridad—. Acaba de anochecer. ¿Cómo
te sientes?
Gaige estiró los músculos, probándolos, y se dio
cuenta de que su cabeza se sentía más despejada que
durante el resto del día.
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—Mejor, creo. —Las últimas horas de sueño habían


sido de gran ayuda para recuperarse—. Las curas de
jabón y caricias de Keiran parecen haber funcionado.
La risa de Keiran ahuyentó los últimos pensamientos
obsesivos y las sombras.
—¿Jabón y caricias?
—Dale a un hombre una bañera llena de agua
caliente, una pastilla de jabón, y algo que sobar y podrá
hacer magia.
—Magia, ¿es eso? —Keiran se inclinó para besarlo y al
mismo tiempo deslizó una mano bajo los cobertores
para demostrar sus habilidades.
El suspiro de Gaige se convirtió en un gemido de
aprecio y a continuación en un gruñido de protesta
cuando lo soltó.
—Vale, eso no ha sido justo —le dijo—. Me estás
provocándome.
—No tendrás más ‘caricias’ hasta que hayas comido
algo —dijo Keiran con una sonrisa—. Y sé lo que estás
pensando, así que ni siquiera lo digas. Comerás comida.
Gaige sonrió cuando Keiran se levantó de la cama y se
dirigió a la cercana mesa de madera, cogió una bandeja
y la llevó a la cama. Pero se puso serio cuando la
realidad de su situación cayó de nuevo sobre sus
hombros.
—Quizás deberíamos comer mientras viajamos —
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sugirió—. Necesitamos irnos esta noche, Keiran.


—Lo sé, pero no has tenido nada en tu sistema
durante días excepto agua y algo de caldo que logré
darte mientras ardías de fiebre por el veneno. Puede
que creas que estás mejor, pero no llegarás muy lejos
tan y como estás sin sustento.
Gaige suspiró, reconociendo que probablemente tenía
razón.
El humor seductor entre ellos fue reemplazado por la
urgencia mientras comían el estofado que Keiran había
preparado a partir de alguna pequeña criatura que
había logrado cazar en la ladera de la montaña y algo de
fruta seca. Lo lavaron todo con el agua del manantial del
castillo.
Cuando terminaron, Gaige se puso unos pantalones
de cuero tostado, una camisa suave marrón y unas
botas, cosas que Keiran había preparado antes. Asumió
que debía de ser ropa extra de Keiran, a pesar de que él
era unos centímetros más alto y aún así parecían
quedarle extrañamente bien.
—Ten. —Keiran le dio un carcaj lleno de flechas y un
arco con una mano y con la otra una daga de mango
corto llamada vrieg.
Gaige las cogió sorprendido.
—¿De dónde han salido?
—Eran de mi padre. Al igual que la ropa. Él…se
quedaba aquí en Kellesborne en ocasiones. Era alto,
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como tú, así que imaginé que esa ropa te quedaría mejor
que la mía. Y las armas son las que llevaba con él todos
los días. Puesto que las tuyas se perdieron en Thrythgar,
pensé que podrías usar estas.
Gaige admiró el arco bien manufacturado y hermoso
carcaj de cuero labrado, y a continuación los dejó en la
cama antes de sospesar el vrieg en la palma,
encontrando que el peso se sentía cómodo en su mano y
la empuñadura era tan confortable como había sido la
de la suya—incluso más que eso, casi como si hubiera
sido hecha para él. Sin embargo, a diferencia de la
anterior, ésta tenía el mango y la hoja de un sólido metal
plata-azulado que no se parecía a nada que hubiese
visto jamás.
Historias antiguas de minas de hacia mucho tiempo
regresaron a él y su pulso se aceleró.
—¿Esto es elorium?— preguntó, oyendo la sorpresa
en su voz. Si lo era, explicaría por qué encajaba tan bien.
Se decía que el elorium se amoldaba al usuario —en este
caso, la empuñadura de la daga había reorganizado su
estructura para adaptarse a su mano.
Keiran sonrió.
—Lo es. No encontrarás muchas más. Las minas se
perdieron hace mucho con los terremotos y los estragos
del tiempo.
—¿Cómo encontró tu padre tamaño tesoro? —
preguntó maravillado. Además de sus propiedades
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maleables, se decía que el elorium era también


virtualmente indestructible.
—Todavía hay algunas piezas rondando por ahí.
Algunos incluso dicen que Byram amontona baratijas
hechas de él, aunque me atrevería a decir que es más
mito que realidad.
—Nunca vi nada en todos los años que viví en
Thrythgar. Y conociendo a Byram como le conozco, si las
tuviera habría alardeado.
Keiran asintió.
—Lo usaban principalmente draegans y elfos. Cuando
el rey de los elfos viajó al otro lado del mar Onyx, se
llevaron sus tesoros con ellos. Lo que quedó fue
guardado por los draegans en escondites aquí y allá. Ese
vrieg fue un regalo de mi madre a mi padre el día de su
ceremonia de unión.
—¿Hay una ceremonia de unión? —preguntó Gaige
alzando la vista hacia Keiran.
—La hay. Aunque en la mayoría de los casos es pura
formalidad. La unión real es la consumación física y el
sangrado, y juntos vinculan y la completan. Aunque
muchos draegans acostumbraban también a hacer una
ceremonia para celebrar la ocasión con la familia y
amigos.
Gaige asintió, sosteniendo el vrieg para
entregándoselo a Keiran.
—Es un regalo demasiado generoso. No puedo
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aceptarlo.
Las oscuras cejas de Keiran se elevaron, pero
entonces sonrió. Lo cogió, pero en lugar de dejarlo a un
lado la deslizó dentro de su funda en el cinturón de
Gaige.
—Ahora es tuyo.
Cuando Gaige abrió la boca para protestar, Keiran lo
interrumpió.
—Ni siquiera pienses en discutir. Quiero que lo
tengas. —Agarró con los puños la camisa de Gaige y lo
atrajo, besándolo a continuación—. ¿Te he dicho el
gilipollas testarudo que puedes llegar a ser?
Eso le arrancó una sonrisa.
—Que curioso, me parece recordar haber dicho lo
mismo sobre ti esta misma mañana. Aunque no creo que
te haya llamado gilipollas.
—No, pero estoy seguro de que en algún momento
has pensado en mi polla.
A Gaige se le escapó una suave risa.
—Eres incorregible.
—Cuando se trata de ti… sí. —Sus ojos brillaron como
fragmentos de plata. Pero líneas de preocupación
surcaron su frente y se serenó—. ¿Estás seguro que
estás listo para viajar?
—Sí. Aunque, con toda honestidad, dudo que nadie
del campamento se alegre al verme. No me marche en
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los mejores términos. —Las acusaciones de que era un


traidor, un mentiroso, un asesino, habían sido lanzadas
como dagas.
«Y esas descripciones no estaban equivocadas.»
Keiran colocó un grueso abrigo de lana gris alrededor
de los hombros de Gaige, y a continuación se puso el
suyo verde oscuro.
—Creo que encontrarás que tienes más apoyo del que
esperas. Puede que te interese saber que Marta dejó a
Jax inconsciente cuando habló mal de ti.
La sorpresa recorrió a Gaige.
—¿Lo hizo?
—Regresé al campamento después de que me dejaras
aquí esa noche, para conseguir más información de Jax
sobre lo que había oído que te decía Byram, y así podría
intentar imaginar a dónde habías ido. Una vez que por
fin conseguimos que hablase —una sonrisa jugueteó en
sus labios— Marta lo golpeó y lo tumbó. Y entonces me
dijo que fuera por ti y te trajera de una pieza.
Un pequeño trozo del nudo que se había formado en
el estómago de Gaige se aflojó. No había esperado contar
con ningún aliado en el campamento draegan a
excepción de Keiran. Aún así no se hacía ilusiones. No le
había gustado a Jax desde el momento en que se
conocieron. Sospechaba que el feroz draegon seguiría
acechando sus pasos, buscando faltas y comentándolas
con todo el que quisiera escuchar. Tenía el mal
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presentimiento de que su regreso al campamento no


sería tranquilo.

* * * *

La humedad fría de la madrugada se aferraba a la


tierra mojada y musgosa, goteaba desde los altos pinos
que los rodeaban y se filtraba a través de sus capas y
prendas como dedos helados mientras Keiran y Gaige se
aproximaban a las afueras del campamento de los
draegan tres días más tarde.
Si tan sólo hubiesen podido cambiar a su forma alada
con seguridad, Keiran sabía que podrían haber llegado
al campamento sólo horas después de su marcha de
Kellesborne. Pero con las redes invisibles de magia de
Byram dispersas en los cielos que, si un draegan caía en
una al volar, podía disparar el ataque de los nyctophans
—oscuras criaturas sobrenaturales que podían entrar
en las mente y matar llevando a la victima a la locura
con tormento y dolor— volar siempre había sido
demasiado arriesgado. Y ahora, sabiendo que habían
escapado de Thrythgar por el aire, el hechicero estaría
mucho más atento y probablemente ya habría
aumentado el número de redes y de arqueros con ojos
de lince, sólo por si acaso.
Así que no tuvieron otra elección que hacer el
recorrido a pie. El viaje había sido más largo de lo
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planeado porque Byram tenía el Camino del Este


vigilado, así que tomaron la ruta más larga y cruzaron
por el campo. Pero el avistamiento de varios
destacamentos grandes de las tropas de Byram cerca de
la Llanura Ravenwilde los había forzado a buscar
refugio en una húmeda y fría guarida de sabeen,
después de tener que despachar primero al gato montés
plateado al que le pertenecía. Habían estado atascados
bajo el frío helador durante un día y una noche
completos, antes de que los destacamentos que habían
acampado a su alrededor avanzasen.
Para colmo de males, había comenzado a caer
aguanieve varias horas antes del amanecer de esa
mañana mientras viajaban. Ya Exhaustos y medios
congelados, Keiran temía que la lluvia helada fuera la
gota que colmaba el vaso para Gaige, drenándole la poca
energía que le quedaba. Aunque el hombre era un
soldado experimentado, y a pesar del mal tiempo, su
rostro pálido y demacrado y la agonía con la que su
cuerpo abusado continuaba castigándole en cada paso
—Keiran podía sentirlo como si fuera el suyo— Gaige
nunca se quejó, nunca se quedó atrás ni se detuvo. Su
motivación para llegar al campamento para advertirles,
a pesar del miedo de no ser bienvenido, tiraba del
corazón de Keiran. Estaba tanto orgulloso de él como
enfermo de preocupación por que se estuviese
exigiendo demasiado, a ir demasiado rápido. Pero cada
vez que había intentado detenerse para descansar o
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disminuir el ritmo, Gaige había insistido en continuar.


Cuando se acercaron al límite este del campamento,
Keiran estuvo complacido y aliviado de encontrar que el
escudo de protección mágica seguía en su lugar, lo que
significaba que el campamento estaba todavía intacto.
No habían visto miembros de los draeganjhere, los
centinelas del campamento, mientras se acercaban, pero
Keiran había sentido la presencia de Wen mucho antes
de que estuviesen a la vista. Wen, su lugarteniente y el
hijo mayor de Marta, estaba haciendo guardia en el
límite del campamento. Keiran los dirigió, con un sigilo
que sólo un draegan podía tener, alejándoles del joven y
diligente centinela, queriendo deslizarse dentro del
campamento sin ninguna fanfarrias si era posible.
Esperaba tener algunas horas de paz para que Gaige
pudiera recuperar algo del sueño bien ganado y perder
la palidez demacrada y los círculos oscuros que tenía
bajo sus ojos.
Keiran abrió una puerta de la barrera con un
movimiento de la mano.
—Con todo lo que se supone que es genial de que sea
medio draegan, soy más bien inútil, ¿no? —murmuró
Gaige.
—¿Qué quieres decir con eso? —Keiran le echó una
ojeada para encontrar a su amante con la vista fija en el
bosque, su mirada fiera y preocupada, pero sabía que
Gaige realmente no veía nada.
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Gaige acomodó su fardó en una posición más cómoda


par ala espalda, y sin mirar todavía a Keiran, dijo con un
deje ronco:
—Puede que sea parte draegan, pero no tengo ningún
rasgo significativo de draegan. No puedo hablar el
idioma, no puedo hacer magia, no puedo cambiar a
forma alada. —Sacudió la cabeza y soltó un suspiro de
derrota—. Jamás seré capaz siquiera de abrir y cerrar
así una abertura en la pantalla por mí mismo. Siempre
dependeré de ti o de uno de los otros draegans.
Keiran cerró la abertura en la barrera.
—Dime… ¿puedes ver la pantalla?
Gaige desvió lentamente la mirada hacia el área en
donde la barrera invisible para los humanos se extendía
a través del bosque.
—Débilmente. Si me concentro. Es como… como un
brillo entre los árboles que está ahí pero no del todo.
Levantó la mano de Gaige y la sostuvo con su palma
hacia la barrera mágica.
—¿Puedes sentirla?
Líneas de concentración se formaron en la frente y
alrededor de la boca de su amante.
—Siento algo. Un ligero zumbido.
—Para los humanos, la barrera es invisible y
mantiene todo lo que hay en el otro lado invisible para
ellos. Incluso si uno de nosotros estuviera de pie al otro
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lado y les viera, ellos no podrían vernos, sólo verían la


ilusión de más bosque y sentirían una subliminal
urgencia de dirigirse hacia otro lado. —Keiran sonrió—.
Un humano nunca sería capaz de verla o sentirla como
tú has descrito. Sólo alguien con sangre de draegan
puede hacerlo.
Había despertado el interés de Gaige… sintió el
hormigueo de la sorpresa irradiando de él.
—Levanta ambas manos y cierra los ojos. —Cuando
lo hizo, Keiran continúo—. Concéntrate en el zumbido
que sientes. —Pasó la mano por el brazo de su amante
debajo de la capa húmeda, sintiendo el temblor de sus
músculos mientras se concentraba. No debería estar
haciéndolo en ese momento, cuando ya se le había
exigido demasiado a la reserva de energía de Gaige, pero
comprendía que Gaige ansiaba la confirmación de que
no era un lastre, y no había mejor lugar para empezar
que justo allí. Keiran dejó reposar la mano en su
antebrazo, tratando de infundirle algo de su fuerza para
apoyarlo sin deja que nada de su propia magia se filtrase
en los intentos de su compañero. Era importante que lo
hiciera por sí mismo—. ¿Lo sientes? —preguntó.
Gaige asintió.
—Bien. Déja que se reúna y crezca hasta que se
convierta en una pared sólida de calor y energía contra
las manos.
Cerró sus propios ojos y se concentró en Gaige y en lo
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que estaba sintiendo, experimentando. Era como


dejarse llevar por los pensamientos de Gaige, por sus
emociones, mirando pero sin interferir.
::Ahora, cuando estés listo, di estas palabras en voz
alta: Il’arrandia vhel. Dilas mientras te concentras en la
energía de la barrera, con la intención de crear una
abertura.::
Pasaron varios segundos. Sintió a Gaige
concentrándose en la energía, sintió su incertidumbre,
pero al mismo tiempo la determinación de prevalecer.
—Il’ arrandia vhel —murmuró, su voz baja y ronca; su
cansancio se filtraba a través de sus palabras, pero su
intención era fuerte.
Sus ojos se abrieron repentinamente y retiró las
manos como si se hubiese quemado.
—¡Mierda!
Keiran abrió los ojos al mismo tiempo y sonrió.
—Bien hecho.
—¿Bien hecho? —Gaige se frotaba las manos juntas
con una mueca—. Todo lo que he conseguido ha sido un
calambre de esa cosa.
Keiran tomó de nuevo una de sus manos, pero esta
vez la movió hacia la barrera… y a través de ella, o más
bien a través de la abertura que ahora existía.
La sorpresa ruborizó las pálidas mejillas de Gaige, y
sus ojos se abrieron de par en par como a un par de
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remolinos azules. Miró fijamente la abertura en la


barrera, después a Keiran y de nuevo la barrera.
—¿Yo he hecho eso?
—Lo has hecho.
—¿No has ayudado? —le preguntó con una mirada
desconfiada—. Porque te he visto hacerlo y tú no dices
nada en voz alta.
—No he hecho nada excepto decirte cómo canalizar la
energía. Si practicas, también serás capaz de hacerlo sin
hablar. Podrás pensar las palabras, o incluso tener sólo
el firme propósito, y funcionará. Las palabras son como
usar lentes de aumento, si quieres verlo así. La magia, la
magia real, es inherente en los draegans. Así que todo lo
que realmente hace falta es concentración y propósito.
Las palabras sólo ayudan a enfocar tu propósito. Y
ahora… ¿qué era eso que decías sobre ser inútil? —
bromeó Keiran.
Parecía haberse quedado sin palabras para
responder.
—No sabes cómo hacer esas cosas, Gaige, porque
nunca la has aprendido. Todavía no sabemos de qué y de
qué no eres capaz, pero lo averiguaremos. Te lo dije,
hora no sólo tienes la sangre de tu madre corriendo en
por tus venas, tienes la mía.
Gaige continuó frotándose las manos mientras
estudiaba a Keiran.
—Eso dijiste antes. ¿Qué quieres decir?
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—Para los draegans, cuando hacemos el ritual de la


sangre durante la unión, no es solo simbólico. Nuestra
sangre se mezcla literalmente. Tu sangre se convierte en
parte de la mí, y la mía en parte de la ti. Eso, junto con
las uniones físicas que hemos compartido, nos une en
cada uno de los modos, nos acerca más… como el
compartir pensamientos y emociones. Y para ti, que no
eres draegan por completo, el ritual de la sangre te da
una infusión extra de sangre de draegon.
—Pero fue una cantidad tan pequeña… sólo las manos
apretadas juntas.
Keiran inclinó su cabeza, medio asintiendo.
—Sí, pero la sangre draegan es diferente de la
humana. Una pequeña cantidad hace mucho.
Lo que no agregó es que no era cualquier sangre de
draegan la que había compartido con Gaige.
Le corroió de nuevo la culpa constante de que no
había sido completamente sincero con su pareja.
«Pronto». Pronto no otra tendría elección más que
decírselo.
—Me preguntaste antes de salir de Kellesborne si
alguna vez había tenido sueños vívidos antes —dijo
Gaige—. ¿Crees que los está causando algo de la unión?
—Puede ser. Es posible que siempre hayas tenido
alguna habilidad latente para las premoniciones y que la
unión las haya llevado a primer plano.
—¿Premoniciones?
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—De vez en cuando nace un draegan con la capacidad


de preveer cosas, cosas que todavía no han sucedido, y
una de las maneras en que puede manifestarse es en los
sueños. Premoniciones. Es como lo llamamos.
—¿Dices que mis sueños pueden ser proféticos? No
estoy seguro de que me guste la idea. —Keiran sintió
una pizca de incertidumbre y miedo en las palabras de
Gaige, en sus pensamientos, y supo que estaba
recordando el sueño sobre Kellesborne.
—No lo sé. Pero incluso si los son, solamente porque
veas algo en un sueño no significa que sea una certeza.
Cada acción que hacemos, cada palabra que decimos
tiene el poder de alterar el destino. Nada está escrito en
la piedra.
Gaige no se veía cómodo ni convencido.
Lo que hizo que lo que dijo después fuera incluso más
difícil dejar salir, pero Gaige merecía saber. «Mejor
prepararle.»
—Puede que también descubras que tienes otras
habilidades nuevas. Además de los sueños, si es que son,
de hecho, premoniciones reales.
—¿Otras habilidades? —De nuevo un escalofrió de
miedo.
—Solo el tiempo lo dirá. —Colocó la mano detrás de
la cabeza de Gaige y lo atrajo para un beso, deseando
poder devorar los miedos de su pareja tan fácilmente
como podía devorar sus labios—. Todo lo que digo es
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que no le restes importancia a lo que tienes para ofrecer


a los draegans y a aquellos en Velensperia que necesitan
ser defendidos de Byram —dijo suavemente—. Incluso
si fueras completamente humano, sin siquiera un ápice
de sangre draegan, podrías marcar la diferencia. Ya lo
has hecho. Piensa en los aldeanos de Thrythgar y sus
niños a quienes ayudaste antes de darte cuenta de tu
herencia. —Le dirigió una directa significativa.
Gaige inspiró de manera irregular.
—Desearía poder estar seguro de haberles ayudado y
no haberles mandado a la muerte en las cuevas
Crystallian a donde los envié. Cuando Byram me
capturó, sabía dónde se habían ido. No tengo ninguna
duda de que envió tropas tras ellos.
—Tan pronto como estemos de vuelta al
campamento, enviaremos un rastreador a comprobarlo.
Pero no desestimes la capacidad de los aldeanos de
protegerse a sí mismos y a los que aman. Pueden ser
perfectamente más fuertes de lo que crees.
—Lo sé —murmuró Gaige—. Tengo que tener
esperanza en eso.
—Hiciste lo correcto. Seguiste tus instintos. Seguiste
tu corazón. Eso es todo lo que cualquiera de nosotros
puede hacer. —Presionó sus labios contra los de su
amante para otro breve y reconfortante beso—. Entre
tanto —se giró y pasó por la abertura de la barrera—,
vamos a conseguirte un baño caliente y una cama.
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El bufido contrariado de Gaige hizo que Keiran le


mirase por encima del hombro.
—¿Qué?
—Te lo dije, no necesito que me mimes.
—¿Quién dice que es para ti? —le provocó con una
sonrisa mientras volvía a alzar la protección—. Quizás
yo quiero un baño caliente y unas horas de sueño en
algo más suave que el frío y duro suelo. Quizás sólo
estaba siendo amable al ofrecer compartirlo.
Incluso cuando la capucha de la capa caía baja sobre
su cara para mantener fuera el aguanieve, la sonrisa
cansada de Gaige y su suave risa iluminó la mañana y
llenó de calor el pecho de Keiran.
—Bueno, no esté en mí interferir con tus placeres, Oh,
Gran Líder Draegan.
Mientras caminaban por el bosque, dirigiéndose hacia
el campamento, Gaige parecía pensativo. Keiran no
investigó, aunque podría haberlo hecho fácilmente.
Esperó, esperando que Gaige compartiera por sí mismo
cualquier cosa que tuviera en mente.
—La barrera… —dijo finalmente.
—¿Qué pasa con ella?
—¿Por qué no usaste una cuando estábamos
atrapados en esa maldita madriguera de sabeen para
que pudiesemos salir de ahí antes? De hecho, ¿por qué
no pusiste una a nuestro alrededor mientras viajábamos
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para evitar que nadie nos viera al pasar?


—Una barrera sólo puede estar en un lugar fijo —
explicó Keiran—. No puedes poner una a tu alrededor y
moverte con ella. Y en la madriguera del sabeen,
estábamos atrapados dentro de ese hoyo en la tierra y
rodeados por todos lados de tropas de Byram. Puse una
barrera en la entrada, pero seguíamos atrapados sin
manera de escapar hasta que se fueron.
Gaige asintió. Un corto silencio le siguió. Entonces…
—¿Pero que hay de la noche en la que estábamos aquí
cerca del campamento, poco después de conocernos,
cuando el destacamento de los hombres de Byram se
detuvieron a descansar? ¿No podías haber colocado una
entre nosotros y ellos en cuanto los vimos que nos
hubiese permitido regresar al campamento en lugar de
tener que escondernos en esa cueva?
Keiran no pudo evitar la sonrisa que tensó las
esquinas de su boca. «Culpable.» Y, de verdad, no
debería sorprenderse por que Gaige hubiera sumado
dos más dos. Después de todo, su pareja era inteligente.
Un hecho que le causaba gran orgullo a Keiran.
Gaige giró la cabeza para mirarle reojo.
—¿Es divertida esa pregunta?
Keiran no respondió inmediatamente hasta que Gaige
presionó con un gruñido de advertencia.
—¿Keiran?
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—Quizás no estaba demasiado interesado en escapar


esa noche —dijo—. Quizás estaba justo donde quería
estar en esa cueva…
Dejó las palabras en el aire y supo el momento en
Gaige comprendió porque éste frenó en seco. Keiran se
detuvo a su lado y se giró para estar cara a cara.
—Esa fue la primera noche en que nosotros… —La
voz de Gaige, ya baja y ronca, se atrancó—. Te alegró
que termináramos atrapados juntos y solos.
—Te deseé desde que te conocí. Pero hasta esa noche
no me había dado cuenta de lo mucho que también tú lo
querías. Y ahí estábamos, con los hombres de Byram
acercándose y señalaste convenientemente la cueva, y…
—Se encogió de hombros—. No estaba seguro de
cuando estaríamos solos de nuevo. Te lo dije, soy un
tonto.
—¿Así que me sedujiste? —Una débil sonrisa curvó
los labios de Gaige.
—Me pareció bastante mutuo. Y no oí ninguna queja,
que recuerde.
Repentinas visiones eróticas involucrándolo a él y a
Gaige, desnudos, entrelazados con los cuerpos
moviéndose juntos llenaron la cabeza de Keiran
haciéndole inhalar bruscamente. Pero lo que le impactó
fue darse cuenta de que no era su propia imaginación la
que lo conjuraba. L oque veía eran visiones que Gaige le
estaba proyectando.
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Keiran lo miró fijamente y descubrió que la anterior


sonrisa del otro hombre había desaparecido. En su lugar
la mirada de Gaige era intensa y claramente
hambrienta.
Descargas de energía se dispararon por su cuerpo
yendo directos hacia sus pelotas, dándole a la vida a una
erección instantánea que se presionaba contra los lazos
de piel de sus pantalones. ::¿Tienes idea de lo que me
estás haciendo?::
Gaige respondió atrayendo a Keiran contra él y
presionando sus ingles juntas con una mano al final de
su espalda.
Claramente lo sabía. Incluso con el frío y húmedo aire,
el calor que irradiaba de su pareja era abrumador y
Keiran descubrió rápidamente que no era insignificante
el bulto que se presionaba contra su propia polla
endurecida.
Gaige tomó su mejilla con una de sus manos y su boca
se cerró sobre la de Keiran, sus labios fríos pero su
exploradora lengua caliente como llamas. Se sentía
como si Gaige estuviera tratando de dejar su huella en
él. Y Keiran respondió en consonancia. Sus lenguas se
enredaron, sus dientes chocaron y sus entrepiernas
empujaron contra la otra.
—Te necesito. Ahora. —Gaige separó los labios el
tiempo suficiente para hablar, sus palabrasen parte
ruego y en parte demanda.
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—¿Aquí? —preguntó Keiran, sorprendido… y de


alguna manera no.
—Sí. Aquí. Antes de… —Frunció el ceño.
No tuvo que terminar. Keiran lo sabía. Antes de que
entraran al campamento y sus vidas volvieran a dejar de
ser suyas. Antes de que aquellos que no fueran a querer
a Gaige allí pudieran causar problemas. Al menos esa
era la perspectiva de Gaige y la raíz de su desesperación.
Y Keiran no podía negarle nada a su pareja. A pesar del
agotamiento de éste y su dolor, le daría lo que fuera que
quisiese. Compartiría su fuerza, su amor y cualquier otra
cosa que pudiera si eso le daba a Gaige la seguridad que
necesitaba.
Sin más preguntas, Keiran tomó su mano y tiró de él
hasta un denso grupo de pinos altos donde serían
menos visibles si alguien del campamento
vagabundeaba a lo largo del límite del escudo.
Gaige estaba ya dejando caer su fardo, el arco y el
carcaj mientras Keiran se quitaba los suyos del hombro.
Y a continuación estaban besándose de nuevo, las bocas
soldadas en una codiciosa adoración, las manos
buscando, e encontrando piel, los dedos extendidos
contra la carne de sus cinturas, moviéndose al frente
para soltar con torpeza en una unión frenética los lazos
de sus pantalones. La suave “zuum” del cuero
deslizándose señaló la libertad, al igual que el aire frío
contra los genitales calientes y húmedos. El agudo
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contraste les quitó el aliento a ambos… hasta que sus


pollas necesitadas chocaron la una contra la otra y sus
jadeos se convirtieron en gemidos bajos de placer.
Por mucho que Keiran amaba estar dentro de Gaige,
por mucho que ansiara perderse en las profundidades
arrolladoras del cuerpo de su amante, no creía que allí,
en el bosque, una follada salvaje y desnudos fuera el
modo correcto de devolver a Gaige a los placeres de ser
penetrado. No con los recuerdos cancerosos de ser
violado por Byram acosándole todavía y con sus marcas
sobre su cuerpo no sanadas aún del todo
—Házmelo —le urgió—. Será más fácil para ti.
—No. —La insistencia en la voz de Gaige hizo que su
pulso se acelerara—. Te necesito dentro de mí. Necesito
ser tuyo de nuevo, Keiran. Fóllame. Y no te contengas. —
Sus frías manos masajearon el culo de Keiran, incitando
las llamas que le recorrían el cuerpo.
—Mierda —murmuró Keiran, a duras penas capaz de
conseguir que nada sobrepasara su garganta
repentinamente seca—. ¿Estás seguro?
—¡Keiran! —Su nombre fue un gruñido desesperado
y exasperado.
No necesitó que se lo dijeran dos veces. Volvió a besar
a su amante, haciéndole girar a continuación y
empujándolo contra uno de los enormes troncos, con la
lujuria y el amor giraban en lo más profundo de su ser,
llevándolo más allá de toda necesidad de cortesía. Gaige
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afirmó las manos sin preguntar y abrió las piernas lo


mejor que pudo con los pantalones alrededor de los
muslos.
Keiran apartó a un lado la capa de su amante,
exponiendo la pálida carne de su culo. La vista, íntima y
sexy, sólo alimentó el fuego que le consumía. Acarició
las musculosas esferas, provocando gemidos de
aprobación de Gaige que eran obviamente de placer, no
de dolor. Cuando deslizó un dedo a lo largo del pliegue
de carne y presionó la yema contra el tenso anillo de
músculos, los gemidos se convirtieron en jadeos y
súplicas.
Los sonidos, eróticos como el infierno, casi le hicieron
perder el control; su pene se humedeció en respuesta,
queriendo enterrarse en ese bienvenido agujero. Pero
primero lo primero…
Cayó de rodillas y presionó la cara contra la fría y
húmeda piel. Con una sensación de urgencia, besó y
lamió cada rojo verdugón, los cortes delgados e
hinchados y los hematomas amarillos-verdosos que
estropeaban lo que debería haber sido suave perfección.
Le hizo falta todo su autocontrol para mantener su furia
contra Byram, ese jodido cabrón diabólico, bajo una
tensa correa. En su lugar, dirigió esa energía en cubrir
cada marca con su propia y más intima atención. Gaige
emitía suaves gemidos desde el fondo de la garganta
mientras Keiran trabajaba, pero no se movió, como si
necesitara aquello tanto como Keiran.
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Nadie volvería a tocar a su pareja excepto él, pensó


Keiran con fiereza. «Nunca más.»
Deslizó una mano entre las piernas de Gaige para
acariciar sus pesados testículos y con la otra mano
separó la carne de su culo para revelar su agitado
agujero. Deslizó la punta de su lengua por encima,
saboreando la textura y modo receptivo en que Gaige se
balanceó contra él.
Maldición, el hombre se sentía, olía y sabía bien, y la
manera en la que su cuerpo temblaba bajo sus
atenciones era tan excitante para Keiran como los
pequeños ruidos necesitados que hacía. Keiran volvió a
usar la lengua para presionar, formando círculos
alrededor de la abertura, profundizando después. El
estremecimiento de Gaige les recorrió a ambos.
—¡Oh, dioses, sí! —jadeó Gaige, sin intentar ser
silencioso.
Y Keiran no quería que lo fuera. Quería arrancarlo de
su usual reserva tranquila y hacerlo gemir y gritar y
llorar mientras se abandonaba a su acto de amor. Quería
que no se contuviera, exactamente del mismo modo en
que le había pedido a Keiran que no lo hiciera.
A pesar del agotamiento que pesaba sobre ambos, la
poderosa necesidad de consumir y ser consumido por el
otro creía entre ellos, crepitando de un lado y al otro de
la conexión mental y emocional que les unía. Habría
tiempo más tarde para la dulzura y la ternura. Aquello,
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sabía Keiran, en una parte lógica de su mente nebulosa y


en rápidas vías de erosión, se trataba de correrse juntos
en el acto más crudo y primitivo para recordar que
seguían vivos y seguían siendo uno a pesar de todo lo
que había ocurrido. Y, comprendió con un sobresalto,
deseaba casi con una ferocidad casi terrorífica
recuperar lo que era suyo tanto como Gaige deseaba ser
reclamado.
Keiran le lamió con gestos rápidos y fuertes seguidos
de lentos y lánguidos, lamiendo, succionando,
explorando de nuevo, hasta que Gaige se agitó y
murmuró palabras ininteligibles que aún así
consiguieron transmitir su gran estado de excitación y
su apreció por las atenciones de Keiran. La gruesa
longitud del pene de Gaige pulsó en su mano. Un
delgado hilo de semilla se filtró desde su hendidura y
Keiran la utilizó para dibujar círculos resbaladizos por
encima y alrededor de su glande. Toda la atención
sensual pronto tuvo el cuerpo de su amante vibrando
tan fuerte que Keiran supo que estaba cerca del punto
de quiebra.
—Por favor, te necesito… ¡Fóllame! —dijo Gaige con
voz áspera.
Keiran se levantó y, con un movimiento rápido, se
lamió las manos y frotó su turgente hombría, activando
su lubricante natural.
Gaige contoneó sus delgadas caderas y alzó el trasero
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acercándoselo más a Keiran.


—Maldición, Keiran…¡hazlo ahora!
Rodeando la cintura de Gaige con un brazo y usando
el otro para guiar su polla. La cabeza bulbosa encontró
el anillo resbaladizo y arrugado y empujó al interior lo
justo para estirar los contraídos músculos y darle a
Gaige la oportunidad de acostumbrarse a la sensación
de estar lleno. A pesar de que sus instintos le urgían a
entrar rápido y con fuerza, a saquear tan
profundamente y a consciencia como fuera posible, a
follarse a Gaige hasta el delirio, se contuvo,
repentinamente asustado de ser demasiado brusco, de
perder demasiado el control.
Pero una vez más Gaige tenía sus propias ideas sobre
el asunto. Se empujó contra él, forzando a Keiran a
entrar por completo hasta la base en un movimiento
rápido y agonizante, arrancándole gemidos a ambos.
Gaige tembló y dejó salir otro gruñido gutural mientras
permanecían inmóviles de ese modo, estando empalado
hasta el final por Keiran. Sus manos, aún afianzadas en
el árbol, flexionadas contra la corteza y con las uñas
dejando marcas en la suave superficie.
—Dioses todopoderosos —murmuró Keiran mientras
el calor y la presión del pasaje de Gaige se cernían sobre
su polla con tal ferocidad que sintió un mareo. Curvó los
dedos alrededor de las caderas de Gaige y empujó para
ir una parte infinitesimal más allá—. Estás tan
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jodidamente caliente y apretado. Tan jodidamente mío.


—La última palabra salió como un gruñido.
—Tuyo —susurró Gaige en un urgente acuerdo—.
Incluso… incluso cuando él… —Su voz se quebró y se le
escapó lo que sonó como un sollozo, desgarrando el
corazón de Keiran y llenándolo de nuevo de furia contra
Byram.
—Lo sé —murmuro, inclinándose hacia delante y
quitándole la capucha a Gaige para cogerle de la barbilla
y hacerle girar la cabeza hasta que sus labios se
encontraron. Sus barbas de una semana rascaron la piel
del otro en una caricia sensual y áspera—. Lo sé,
m’aerlas.
—Te necesito tanto.
—Estoy aquí para ti. Dime lo que quieres y con mucho
gusto te daré cualquier cosa. —Salió de Gaig en parte,
sólo para sumergirse de nuevo, asentándose incluso
más profundo.
Los ojos de Gaige se cerraron en una expresión de
éxtasis torturado.
—Otra vez —murmuró.
Keiran se retiró esta vez casi hasta la punta de su
hombría antes de abrirse camino de nuevo en las
profundidades ardientes y maravillosa del cuerpo de su
compañero.
—Otra vez. Más fuerte.
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Keiran empujó dentro de él una y otra vez con la


lluvia helada olvidada, el aroma de los pinos húmedos,
el del musgo del bosque, el sudor masculino y el olor
almizcle del deseo mezclándose, el sonido de la succión
de sus cuerpos mientras se movían y el de la carne
golpeando contra carne; todo quedó marcado en los
sentidos de Keiran. La erótica vista de su larga hombría
deslizándose dentro y fuera del apretado agujero de su
amante, hacia que le dolieran los testículos. Hacía que su
pecho también doliese mientras el amor que sentía por
ese hombre lo abrumaba. Dioses, estaban bien juntos.
Perfectamente juntos.
Deslizó el brazo hacia arriba hasta rodear con él el
pecho de Gaige y se inclinó contra él, sosteniéndolo
cerca.
Sus manos se movieron hacia el pene de Gaige al
mismo tiempo trabajaron como un equipo para hacer
que se corriera, sus caricias en contrapunto a la invasión
fiera y nada arrepentida de Keiran.
—No pares —suplicó Gaige, su voz era áspera por la
emoción—. No pares nunca.
Keiran se sintió tambalearse en el límite… tanto física
como emocionalmente. Sospechaba que cuando se
corrieran, sería con una intensidad que o liberaría a
Gaige al fin de sus demonios o le destrozaría de una vez
por todas. Y aún así no podía detenerse. No podía,
incluso en ese momento, negarle nada a ese hombre.
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Unas punzadas repentinas y agonizantes como agujas


irrumpió en sus testículos, haciendo que el aliento le
abandonara los pulmones.
—¡Santa… unh! —Su pene se sentía como si se
estuviera alargando, ahondando a una profundidad
imposible dentro de Gaige, anclándolos juntos hasta que
no pudo moverse, hasta que no pudo salir. «¿Qué?» ¿Por
qué está sucediendo eso en ese momento? Había
ocurrido lo mismo durante su unión inicial, pero no
debería estar pasando de nuevo.
Y aún así no podía luchar más de lo que podía dejar
de respirar. Y en el centro más primitivo de su ser, no
quería luchar contra ello. Se sentía correcto. Poderoso.
Reclamando lo que era suyo.
Echó la cabeza hacia atrás, los ojos cerrados, y jadeó
en busca de aire mientras se cernía sobre la delgada
línea entre el dolor ardiente y un placer que le hacía
pedazos.
—¡Joder… joder!
Bajo él, Gaige parecía estar experimentando el mismo
acto de equilibrio… Keiran sentía sus reacciones a la par
que las propias.
Entonces, en un momento de agonía cegadora y
éxtasis, fuego líquido le recorrió el pene e hizo erupción
por su abertura, saliendo a borbotones dentro de lo más
recóndito de Gaige. «¡Mío!»
—Dioses….dioses… —jadeó Gaige—. ¡Oh, DIOSES,
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Keiran! —Su cuerpo se tensó y a continuación se


convulsionó tan fuerte que por un breve momento
aterrorizó a Keiran. Hasta que sintió ríos de semen
caliente disparándose en su mano y gotearle entre los
dedos. Y entonces más. Y más… como si Gaige hubiera
estado conteniendo la reserva sin fin sólo para ese
momento.
El cual fue el último recuerdo sensato que tuvo antes
de que otra oleada de magma le recorriera la hombría y
explotase, abriendo también sus propias compuertas.
Por un largo momento se sacudió contra Gaige mientras
vaciaba todo lo que tenía dentro de su pareja,
incluyendo, estaba seguro, su alma.
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CAPÍTULO 4
Gaige cayó sobre el brazo de Keiran, agradecido por
su apoyo ya que no estaba seguro de si sus piernas o sus
propios brazos, aún aferrados al árbol, lo sostendrían.
::Te amo tanto.::
Pasó un segundo, luego dos, antes de que Gaige se
diera cuenta de que no era Keiran quien se lo estaba
diciendo en su mente; era él diciéndoselo a Keiran.
¿Qué demonios?
La sorpresa surgió como una ola dentro de él. Nunca
había sido capaz de hacer eso antes. Podía escuchar a
Keiran en su mente, sí, pero siempre había sido
unidireccional. Nunca había sido capaz de responderle
con la mente.
Se giró para mirar a Keiran y ver si se había dado
cuenta, pero en lugar de la sorpresa que esperaba
encontrar, vio un amor feroz y ¿era eso orgullo?, brillar
en los ojos gris plateado de su amante. ¿Lo había
escuchado Keiran o sólo se había imaginado que lo
había dicho telepáticamente?
Los labios de Keiran formaron una sonrisa tan sexy
que le quitó el aliento. ::No lo imaginaste. Otras
habilidades, ¿recuerdas? Y yo también te amo. Más de lo
que podrías saber.::
Pasó una mano sobre el cabello húmedo de Gaige
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para besarle luego con tanta hambre que el pene de


Gaige se removió de su sueño adormilado a pesar del
clímax abrumador que Keiran y él acababan de
compartir. Sintió como Keiran también se excitaba
dentro de él, su miembro engrosándose y latiendo. Los
draegan eran una especie viril y era una característica
que Gaige siempre había tenido, aunque hasta hacía
poco no había sabido que su habilidad para
experimentar orgasmos múltiples era un don de su
herencia draegan.
El único problema ahora era que no estaba seguro de
que su cuerpo sobrecargado y cansado pudiese seguir el
paso de su lujuriosa polla, sin importar cuánto lo
deseara.
Aún así, la cálida boca de Keiran era un pedazo de
cielo por mérito propio y era reacio a renunciar a ella en
cualquier momento próximo. Keiran sabía a él, pero
también a amor, comodidad, fuerza y sexo, todo en uno.
Gaige no habría podido evitar que su lengua ahondase
en la boca de su amante incluso si lo hubiese intentado,
lengua que estaba enrollada con la de Keiran en un baile
lento que lo dejó mareado. Eso hasta que la mano de
Keiran se deslizó hacia arriba para tomar su mejilla; fue
entonces cuando Gaige liberó sus labios para chupar
cada uno de los dedos del draegan dentro de su boca,
limpiándolos de sus propios restos pegajosos.
Oyó a Keiran inspirar con un siseo, sintió su pene
palpitar de nuevo dentro de su culo, y en ese momento
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supo que aunque su cuerpo podría no cooperar para


otro clímax propio, estaba más que deseoso —
totalmente ansioso, de hecho— de ser el receptáculo
para que Keiran se liberase nuevamente.
Atrajo el dedo medio de Keiran más profundamente
en su boca, succionando en un movimiento lento y
ondulante hasta que le escuchó gemir y lo sintió
moverse dentro de sí, deslizándose más adentro.
::Hazlo, pequeño. Acaba otra vez,:: le incitó, usando
una vez más el habla mental incluso antes de darse
cuenta.
Sorpresa seguida de culpa irradiaron de Keiran…
Gaige las sintió remolineando a través de él, casi como si
las emociones fueran suyas, aunque sabía que no lo
eran. Estaba comenzando a ser capaz de notar la
diferencia. Las de Keiran siempre habían tenido un
resplandor de poder puro que Gaige sospechaba que
provenía de la magia draegan de pura sangre.
::No,:: dijo Keiran. ::No quiero herirte. Ya he tomado
más de lo que debería.::
El amor fluyó por Gaige en respuesta a la generosidad
de Keiran. Su compañero lo decía de verdad, y haría lo
honorable si pensaba que era lo mejor para Gaige. Pero
Gaige no iba a soltarlo tan fácilmente, porque sabía lo
que Keiran verdaderamente deseaba.
::No seas un maldito terco. Quiero que lo hagas.:: Giró
el trasero sobre la ingle de Keiran, deleitándose conb la
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sensación de los rizos húmedos y suaves del vello


púbico del otro hombre frotando su piel. Atrajo un
segundo dedo hacia su boca, deslizando su lengua sobre
y alrededor de ambos, entre ellos y regresando a la
succión lasciva que parecía excitar sin fin a su
compañero.
::¿Es la succión misma lo que te excita... o el hecho de
que estoy chupando mi propio semen de tus dedos? El
mismo que ordeñaste de mí mientras me follabas tan
cuidadosamente.::
Keiran tembló contra él.
— Ambos —gimió.
::Córrete otra vez para mí, Keiran. Quiero sentir tu
semen fluyendo dentro de mí de nuevo, goteando tal
como lo prometiste.::
—¡Maldición! —La voz de Keiran era áspera—. No
deberías provocarme así.
Gaige se empujó contra él, animándolo. ::Hazlo.::
::¿Cuándo te volviste tan mandón?:: Pero sus caderas
habían comenzado a moverse, su pene meciéndose
dentro de Gaige en un movimiento lento, medido, que se
sentía mejor de lo que debería considerando el duro
paseo al que Keiran acababa de llevarle.
::¿Cuándo te volviste tan terco que no quieres hacerle
el amor a tu pareja?::
::Gruñón.::
::Calienta pollas.:: Tensó con fuerza sus músculos
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alrededor del miembro de Keiran, llevando las manos de


éste hacia sus caderas para que tuviera apoyo y
sacándole un gemido gutural.
::¡Ah, dioses! Sabes exactamente el efecto que tienes
sobre mí, ¿verdad? Te amo tantísimo, Gaige.::
Una humedad inesperada brotó de los ojos de Gaige.
—Yo también te amo.
Keiran cedió y se adentró en él, haciéndole el amor en
un movimiento lento y dulce que hizo que todo el
cuerpo de Gaige sintiera un cosquilleo, desde la cabeza
hasta la punta de sus pies.
::No duraré mucho… es demasiado bueno. Siempre es
así entre nosotros.::
Siempre lo era. Gaige no podía negarlo. Había tenido
muchos compañeros sexuales a lo largo de los años;
nunca parecían faltar cuando eras el capitán de la Alta
Guardia de Byram y los soldados ansiosos querían
ascensos. La mayoría de los encuentros habían sido
folladas de una noche con ningún otro propósito más
que la liberación. Nunca, hasta que conoció a Keiran,
quiso más que eso. Nunca se había dado cuenta de
cuánto afectaban la amistad y el amor a los aspectos
físicos de la copula. Con Keiran, incluso en los momentos
más duros y apasionados, nunca era sólo follar. Era
hacer el amor. Y le añadía una satisfacción al acto que
nunca había sabido que existiese.
Sus cuerpos ondulaban juntos, y a medida que los
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movimientos de Keiran eran más enfocados, más


intensos, Gaige se dio cuenta de que su propio pene
estaba palpitando y que también estaba a punto de
llegar a otro clímax a pesar del hecho de que no lo había
creído posible. Envolvió una mano alrededor de su
miembro para ayudarlo.
El órgano de Keiran se endureció incluso más y vibró
con un ritmo que Gaige sintió a lo largo de todo su
cuerpo. Luego, con empujes enérgicos que dejaban a
Gaige jadeando y colgando del árbol con un agarre de
muerte, Keiran se liberó con un grito, derramando
estallidos copiosos de cálido semen dentro de él. Al
mismo tiempo su mano se cerró sobre la de Gaige en su
pene y con unas pocas caricias firmes también él llegó al
límite y se desplomó.
Inestable y respirando con dificultad, Gaige estuvo
seguro de que esa vez no iba a ser capaz de mantenerse
en pie sin ayuda. Y Keiran, que los dioses le amen,
parecía saberlo. Su pene gastado se deslizó liberándose,
dejando a Gaige vacío y ansiando ser llenado
nuevamente. Pero antes de que tuviese la oportunidad
de protestar, Keiran le estaba dando la vuelta,
presionándolo con un movimiento suave contra el
tronco para apoyarse, acercándose luego y ofreciendo
su propio cuerpo como pilar estable y musculoso
delante. Deslizó sus brazos alrededor de la cintura de
Gaige, animándolo a apoyarse en él. Gaige lo hizo,
agradecido, descansando la frente en la de Keiran
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mientras ambos recuperaban el aliento.


Keiran le rozó la mejilla con las puntas de sus dedos,
su mirada llena de amor y preocupación.
—¿Estás bien?
Gaige hizo recuento de su estado y se dio cuenta de
que aunque se sentía en carne viva, irritado y muy
usado, estaba lleno de una inexplicable alegría y paz.
—Sí —dijo con una sonrisa cansada—. De verdad lo
estoy.
Trató de abrir su mente y dejar que Keiran sintiera lo
que estaba sintiendo, y decidió que debía estar
funcionando ya las oscuras cejas de Keiran se elevaron y
las líneas de tensión alrededor de sus ojos y boca se
desvanecieron para ser reemplazadas con una media
sonrisa.
—Nunca paras de sorprenderme —dijo. Le besó la
frente, seguida de sus labios.
Con sus pasiones saciadas, al menos por el momento,
las preguntas comenzaron a despertar en Gaige.
—Entonces, ¿por qué ha pasado otra vez lo de la
unión? —Sus entrañas aún temblaban por la intensidad.
—Ha sido eso, ¿verdad? Creí que era un asunto de una
sola vez para cada uno de nosotros: tú dentro de mí, yo
dentro de ti.
—Normalmente lo es. Esto ha sido... inesperado. No
estoy seguro de por qué ha vuelto a pasar. —Su pulgar
rozó los labios de Gaige—. Quizás necesitábamos
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reconectarnos.
—Después de lo de Byram, quieres decir —dijo Gaige
suavemente, capaz de decirlo y pensar en ello por
primera vez sin que alguna parte de su mente se
bloquease en la oscuridad.
Keiran asintió.
—Sí. O... —Se detuvo y su mirada se volvió
preocupada, indecisa.
—¿O? —le animó Gaige
—Yo... no lo sé. ¡Y, maldición, debería saberlo! Pero ha
pasado mucho tiempo desde que pasó algo como esto..
—Me he perdido.
—Es complicado.
—¿Qué es lo que no me estás diciendo, Keiran? He
sentido que has estado ocultando algo desde hace días.
—En respuesta a la mirada sorprendida de Keiran, Gaige
se encogió de hombros—. No eres el único que puede
leer las emociones.
Por un momento Gaige pensó que iba a negarlo. Pero
luego suspiró y pareció resignado.
—Tienes razón. Lo siento. Hay... cosas. Cosas que
necesito comentarte, explicarte. Pero no aquí. —
Sacudió su cabeza—. No aquí afuera. Necesitamos
privacidad.
—A mí me parece bastante privado... sólo tú, yo y el
bosque.
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—No lo es —dijo Keiran con voz baja. Su repentino


cambio de tono mezclado con una oleada de tensión que
irradió de él aleraron los sentidos de Gaige.
—Hemos tenido público —continuó Keiran con un
volumen suave todavía—. Estaba tan inmerso en
nosotros que no me di cuenta hasta hace sólo unos
segundos.
Frías espinas treparon por la espina dorsal de Gaige e
hicieron que se agachase para subirse sus pantalones y
volver a atarlos. Keiran hizo lo mismo.
—¿Alguien nos ha estado observando? —susurró—.
¿Durante cuánto tiempo? ¿Y por qué no lo dijiste antes?
—¿Sinceramente? Porque estabas tan relajado que
odié molestarte. Y no estoy seguro desde hace cuánto
tiempo.
—¿El suficiente para echar una mirada completa?
—Es posible. Ya se han ido. Pero incluso si llegaron a
ver, tenemos todo el derecho y la razón para copular
como se nos haga más cómodo.
—Sí... pero ¿se te ha olvidado que el campamento me
conoce sólo como la mano derecha de Byram? De algún
modo no creo que vayan a perdonar que su líder haya
estado follando con el enemigo en el bosque. —Se alejó
de Keiran, se puso la capucha aunque el aguanieve había
parado por el momento y a continuación se agachó para
coger su zurrón y sus armas.
Keiran lo agarró del brazo y le hizo enderezarse,
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dándole la vuelta para tenerlo de frente.


—Para. No quiero escucharte decir nada más como
eso. —Su tono era firme, casi como si estuviese
regañando a un joven caprichoso, lo que envió una ola
de rabia a través de Gaige.
Se liberó de su agarre.
—No me hables como si fuera un niño. Y no le restes
importancia a mis preocupaciones como si no
significaran nada porque sabes muy bien que importan.
La última vez que estuve en este campamento era otra
persona, alguien que trabajaba codo a codo con los
draegan y humanos bajo tu cuidado, convenciéndolos de
que confiaran en mí para obtener información sobre
ellos, sobre el campamento, sobre ti, para luego
entregaros a todos a Byram para ser destruidos. Ahora
el disfraz ha desaparecido. ¿Cómo crees que se van a
sentir cuando me vean? No es como si mi maldito pelo
no me delatara. La Pantera Blanca. Eso es todo lo que
verán.
Volvió a coger sus cosas y, mientras se enderezaba
por completo, se las colgó de los hombros,
estremeciéndose cuando las correas tocarón su aún
delicada piel. Keiran no intentó detenerlo esta vez, pero
sí le tocó la mano. Cuando Gaige no se apartó entrelazó
los dedos con los suyos.
—Lo siento. De verdad. No quise sonar
condescendiente. Sólo… Maldición, Gaige, no quiero
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escucharte hablar así de ti mismo. No eres el enemigo.


Gaige suspiró y sintió el peso del mundo de nuevo
sobre los hombros.
—Eso la gente del campamento no lo sabe, Keiran.
Se dio la vuelta y comenzó a caminar en la dirección
general del campamento. Su instinto le decía que estaba
loco, que debería estar yendo en la dirección opuesta
tratando de poner la mayor distancia posible entre él y
ese lugar, donde estaba seguro de que no sólo no sería
bienvenido, sino que también podría terminar detenido
y descuartizado.
Pero el jodido nudo agonizante en su garganta que le
servía de conciencia no lo dejaría hacerlo. Insistía en
que continuara colocando un pie delante del otro
porque, tanto si la gente en el campamento lo odiaba o
no, necesitaba saber que habían sido advertidos sobre
Byram y que se les protegería.
Keiran les advertirá, les cuidará. Corta tus correas
mientras puedas y sal de aquí.
«No.» Cerró de un golpe la puerta de la molesta
vocecita en su cabeza. No, no iba a huir como un
cobarde. Él había comenzado ese desastre al ir al
campamento encubierto por Byram. E aunque ni
siquiera había entregado su posición ni revelado ningún
nombre o detalle de nada, si no fuese por él Keiran no
habría ido a Thythgar, exponiéndose imprudentemente
a Byram y a sus tropas, ni hubiese estado a punto de
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morir tratando de salvarle la vida. Y Byram no estaría


ahora en camino a la guerra contra Gaige no sólo por
escapar, sino por matar al general Rizik. Les debía a
Keiran y a esa gente elpermanecer a su lado y pelear…
si lo dejaban.
::No fue tu culpa.:: Keiran lo alcanzó, sus grandes
zancadas coincidiendo con las eterminadas de Gaige.
::Nada de lo que ha pasado es tu culpa.::
Gaige no se detuvo ni tampoco le miró.
::El gran hechicero sin duda está furioso porque
escapaste, sí, pero es a mí a quien realmente quiere
muerto.::
::¿Crees que no lo sé, Keiran? Es la razón por la que
vine aquí en primer lugar, ¿recuerdas? ¡Matar al líder
draegan agitador y a todos los que lo siguen!::
::Sí, pero ahora es más que eso. Él…:: Keiran suspiró.
::Se ha dado cuenta de que no soy solamente un agitador
presuntuoso. Ahora sabe que soy un lanzador de llamas y
eso cambia todo para él.::
Gaige giró la cabeza para mirarlo, dividido entre su
continua auto-recriminación y la confusión por las
palabras de Keiran. ::¿Por qué?::
Keiran se quedó mirando fijamente al suelo mientras
caminaban, las líneas alrededor de su boca y ojos tensas
una vez más. ::Porque pensaba que estábamos todos
muertos. Pensaba que nos había matado hace cien años
en su primer golpe contra los draegan.::
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::Sé que dijiste que tu habilidad de lanzar llamas no es


tan común, pero ¿por qué es tan importante para
Byram?::
Gaige sintió un revoltijo de emociones en Keiran que
no pudo poner en orden; rabia, tristeza, preocupación,
miedo, culpa.
::Porque soy el último de mi clase,:: dijo Keiran, su voz
áspera en la mente de Gaige. ::Y porque…:: Vaciló,
dejando a Gaige a la espera durante varios segundos
hasta terminar finalmente el pensamiento. ::Porque los
únicos draegan que lanzan llamas son aquellos que
descienden del linaje de los verdaderos lores draegan.::
Gaige se detuvo, su corazón palpitando, y se giró para
mirar boquiabierto a Keiran.
—¿Qué? Pero creí…
::No en voz alta. Por favor. No quiero que nadie más lo
sepa.:: La mirada de Keiran era estable, pero sus
palabras tenían una connotación de súplica que Gaige
nunca antes había oído en él.
Sin estar seguro de por qué parecía tan difícil llevar
aire a sus pulmones, Gaige miró alrededor y se dio
cuenta de que habían llegado al campamento y se
habían detenido cerca de un montón de tiendas
ubicadas en el borde. Hizo un esfuerzo mental volviendo
a mirar a su amante para regresar a la conversación
silenciosa que había descubierto tan recientemente.
::Pensé que los lores draegan estaban todos muertos,
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que Byram había destruido la línea cuando llegó al


poder.::
::Eso pensaba él también. Es lo que pretendía. Y lo que
casi ocurrió.:: Keiran hizo una mueca de disgusto y una
ola de pesar tan profunda que hizo que a Gaige le
doliera todo irradió de él. Sus ojos, que miraban a la
nada como si estuvieran perdidos en viejos recuerdos,
se volvieron distantes, nublados. ::Estuve allí. La noche
en que golpeó, en la aldea de Ilyrie. Vi…:: Tragó con
dificultad con la nuez en su garganta deslizándose hacia
arriba y abajo tan lentamente que parecía como si le
doliera cumplir el simple movimiento.
::Eso es imposible. Sucedió cien años atrás, Keiran. No
pudiste haber estado ahí.::
La mirada de Keiran volvió a encontrar la suya, y lo
que Gaige vio lo estremeció hasta las profundidades de
su ser; una fatiga causada por el paso del tiempo y el
alma de alguien mucho más viejo de lo que jamás
hubiese imaginado.
::No… no puede ser.:: Gaige sintió que se le hacía difícil
respirar, que luchaba para inhalar y exhalar. ::Tú…::
Sacudió la cabeza. ::No.:: Tenía que haber escuchado mal
a Keiran.
::Sí. Estuve allí. Era un niño y vi morir a todos a los que
amaba.::
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CAPÍTULO 5

Gaige no podía moverse, no podía hablar... sólo podía


mirar fijamente a su amante mientras su pecho se
apretaba y su mente iba a toda velocidad. Pequeñas
piezas de un rompecabezas que ni siquiera se había
dado cuenta de que necesitaba ser completado se fueron
colocando en su lugar, sin embargo se abrían en él otro
agujeros irregulares, dejándolo con tantas preguntas
más grandes y dolorosas que se sentía como si las
garras de un gato montés lo hubieran desgarrado los
intestinos.
—Así que has traído nuevamente al traidor
nuevamente entre nosotros, —dijo una voz profunda y
áspera desde detrás de ellos, sorprendiéndoles a los dos
y rompiendo el silencio.
El pulso de Gaige vaciló al escuchar a la persona que
esperaba evitar. Miró por encima del hombro al intruso.
La figura alta y poderosa de Jax se separó de los árboles,
sus trenzas largas y negras balanceándose sobre su
espalda y la expresión de su cara morena y de facciones
duras claramente hostil.
—Jax. —El tono de Keiran fue neutral en la superficie,
pero Gaige creyó oír también una nota de cautela.
—Dime —dijo el feroz draegan—, ¿dónde le
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encontraste después de que se te escapase en


Kellesborne, Keiran? ¿Qué mentiras te ha contado esta
vez para convencerte de que creas que es, oh, tan
inocente y no estaba corriendo para contarle todo a su
amado gran hechicero?
—Necesitas cerrar la boca ahora mismo, amigo mío
—dijo Keiran con un músculo tensándose a lo largo de
su mandíbula que desmentía su tono tranquilo— antes
de decir algo que vayas a terminar lamentando.
El puro instinto militar ya había enviado la mano de
Gaige al vrieg en su cinturón. No confiaba en Jax.
Tampoco sabía qué clase de pasado compartía el
draegan con Keiran, pero entendía que habían sido
amigos durante mucho tiempo. Sin embargo, eso no
tenía que hacerle amigo de Gaige.
De reojo, vio acercarse sombras lentamente. Sin duda
varias personas del campamento habían oído la voz
retumbante de Jax y habían ido a investigar. «Maldita
sea.» Justo lo que necesitaban. Público.
Entonces se le ocurrió algo nivel intuitivo que una
audiencia era sin duda lo que Jax quería Probablemente
era él el que los había estado observando. Después les
había seguido, pero esperó hasta que estuvieron en el
campamento antes de enfrentarlos.
Gaige maldijo en voz baja. Reconocía una trampa
cuando la veía.
—Yo no soy el que tiene cosas de las que arrepentirse.
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—La sonrisa de Jax, su lenguaje corporal y la forma en


que paseaba en círculos alrededor de ellos, como un
cazador acechando a sus presas, decía mucho sobre su
estado actual; un estado que Gaige sabía que no iba a ser
aliviado por Keiran ni por cualquier otra persona. Gaige
había sido un líder de hombres el tiempo suficiente
como para aprender a leer bien a la gente, y Jax, en ese
momento, era un hombre empujado hasta el límite. Por
Gaige, por algo de su pasado... no importaba. En este
momento estaba forzando una confrontación, y no
habría forma de convencerle de que no lo hiciera.
—No, no tengo arrepentimientos —continuó Jax—. Yo
no soy el que ha permitido que esta escoria humana me
manipule, que me encapriche de él, que haga nudos con
mis pelotas y me obligue a pensar con mi polla. —Sus
labios se curvaron—. Por el amor de todos los dioses,
Keiran, a pesar del peligro para nuestro gente, y
sabiendo quién es y lo qué es, todavía no puedes
mantener las manos lejos de él. Tu esencia está por todo
él, y la suya toda sobre ti. Apestáis el uno al otro.
—Cuida tus palabras —advirtió Keiran.
Consciente de que la multitud a su alrededor había
crecido, Gaige quería llamar la atención hacia sí mismo
lo menos posible. Mantuvo la boca cerrada, pero se
acercó más a Keiran. Al mismo tiempo Keiran se movió
hacia él, adoptando ambos instintivamente una posición
de lucha amplia, espalda contra espalda, de manera que
pudieran mantener un ojo sobre Jax mientras éste
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paseaba a su alrededor. El abismo que se había abierto


entre ellos antes de que Jax apareciera había
desaparecido, y volvían a moverse, pensar y sentir como
una unidad conectada.
—No tienes ni idea de lo que estás hablando —dijo
Keiran—. Tu ira y dolor de tu infancia se ha convertido
en un cáncer dentro de ti que te está carcomiendo día a
día. He estado viéndolo mientras sucedía y me duele.
—Te duele. Sí, puedo verlo. Está tan claro en la forma
en que has dejado de lado a tus amigos leales y
responsabilidades para salir corriendo tras un enemigo
reconocido, todo para poder traerlo de nuevo aquí para
hacer alarde de él delante de nosotros.
Algo en sus palabras se coló bajo la piel Gaige como
granos de arena, rozándolo e irritándolo. Dejando de
lado a los amigos leales. Volver aquí para hacer alarde de
él. ¿Hacer alarde de él?
Miró los ojos color ónice de Jax, que, por el momento,
se centraban con una intensidad ardiente en Keiran.
Pero debajo de la obvia ira del draegan, Gaige creyó ver
también un apenas disimulado destello de dolor. Y
entonces le golpeó como un caballo blindado en plena
carga.
Jax estaba enamorado de Keiran.
«Dioses benditos.» La verdad casi lo ahogó, era como
ser empujado bajo la superficie de un agua estancada y
cubierta de algas. Cada respiración introducía más
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líquido pútrido hasta que sus pulmones se ahogaron en


él.
Explicaba tanto... Los celos de Jax protegiendo a
Keiran en lo que se refiere a Gaige. Su antipatía
instantánea hacia él. Su tenaz determinación de
demostrar a Keiran que Gaige fue para hacerle daño.
Gaige entendía que la familia de Jax había sido asesinada
por las tropas de Byram, cuando Jax era sólo un niño, y
por lo tanto no existía en él amor hacia los seres
humanos en general; o así se lo había explicado Keiran.
Pero siempre había habido algo en esa explicación que
no le encajaba, porque había un montón de otros seres
humanos en el campamento. Y aunque Jax no era
amigable con ellos, tampoco era abiertamente hostil. No
como lo había sido con Gaige desde el primer día. Pero,
por supuesto, ninguno de los otros seres humanos había
captado la atención de Keiran ni dormido en su cama.
Dioses... ¿qué clase de pasado habían compartido Jax
y Keiran? ¿Habían sido amantes? ¿Había amado Keiran
alguna vez, o seguía amando, al gran y enojado draegan?
La idea dejó a Gaige frío y con náuseas. Y también
celoso, maldita sea.
Todos esos pensamientos le pasaron por la mente a la
velocidad del rayo, pero cuanto más miraba a Jax, más
se convencía de que tenía razón.
Keiran parecía estar demasiado atrapado en su
propio enfado y en sus emociones como para prestar
atención a las de Gaige, por lo que estaba agradecido.
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—Todos hemos perdido a personas que amabamos,


Jax —estaba diciendo Keiran—. Amigos, familiares. No
hay una persona aquí que no haya perdido a alguien,
incluyendo a Gaige.
—¡No te atrevas a pronunciar su nombre con el
mismo aliento que mencionas a mi familia! —gruñó Jax
—. Fueron los de su clase los que asesinaron a mi
familia. ¿Crees que alguien aquí le aceptará jamás,
confiará en él? ¿Crees que puedes seguir escondiendo su
identidad al campamento, Keiran?
Con un movimiento tan rápido que Gaige no lo vio
venir, Jax extendió la mano y le quitó la capucha de la
cabeza, exponiendo su rostro y el cabello rubio platino a
la multitud reunida, arrancándole un siseo colectivo.
Luego le propició un fuerte golpe con el puño en el
hombro —el lesionado— que le hizo caer de rodillas
como una piedra.
Con la misma rapidez la afilada punta de la espada de
Keiran descansó contra el cuello de Jax, justo debajo de
la barbilla.
—Jamás vuelvas a tocarlo —dijo Keiran con los
dientes apretados, su voz tan profunda, poderosa y
señorial como Gaige jamás la había oído.
Pero no amedrentó a Jax, quien, a pesar de la hoja en
su garganta, miró a la multitud reunida y se dirigió a
ellos.
—Este traidor al que vuestro santo líder codicia es
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un asesino. Todos habéis oído las historias de la Pantera


Blanca, la mano derecha de Byram, y el hijo del general
Rizik. ¡Él, su padre y su hechicero han empuñado las
espadas y flechas que han matado a todos nuestros
seres queridos! Vivió aquí, entre nosotros, durante
semanas, observando, tomando nota de todo lo que
hacíamos, recopilando información para el gran
hechicero de manera que éste pudiese matarnos a todos.
Lo oí por mí mismo. Le oí hablar con Byram.
—Oíste lo que querías oír —dijo Keiran con voz cada
vez más peligrosamente fría.
Con los ojos todavía empañados por la agonía en su
hombro, Gaige se quitó la mochila, el arco, el carcaj y la
capa, incapaz de soportar el peso contra su lesión por
más tiempo. Se aferró el hombro, y luego apartó la mano
para descubrir que estaba roja con la sangre que se
había filtrado a través de la camisa. El golpe de Jax había
abierto la herida, que estaba tardando más tiempo de lo
normal en sanar debido al veneno que había habido en
la flecha.
—¿Por qué no les cuentas el resto de la historia? —
continuó Keiran—. Acerca de cómo Gaige se negó a
hacer lo que el hechicero le pidió y cómo el hechicero
amenazó su vida y las vidas de los niños de la aldea en
Thrythgar si no seguía las órdenes.
—¡Basta! —dijo Gaige con voz áspera, reuniendo su
última reserva de energía y poniéndose de pie
tambaleante—. Estoy justo aquí. No tenéis que seguir
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hablando a mí alrededor como si no estuviera presente.


—La vibración del enfado creció dentro de él. Enfado
hacia Jax, hacia sí mismo, hacia su padre y hacia Byram,
incluso hacia Keiran por tratar de defenderlo cuando, en
verdad, ni quería ni lo merecía.
—¿Por qué negarlo? —dijo, mirando al grupo reunido
de unas dos docenas o más de miembros del
campamento y luego a Keiran, cuyos ojos se
ensancharon al ver la sangre saturando el hombro de
Gaige—. He hecho todas las cosas que ha dicho. Seguí
ciegamente las órdenes de Byram durante muchos años.
Luché en sus escaramuzas, llevé a cabo sus castigos y, sí,
él me envió aquí para espiar el campamento e
informarle.
—Pero no lo hiciste —dijo Kieran con fiereza.
Gaige se volvió hacia él.
—Keiran... —Cambió a la conversación
silenciosa. ::No puedes seguir luchando contra todo lo
que está diciendo Jax cuando gran parte de ello es un
hecho. No podemos vivir bajo una nube constante de
sospecha. Yo no puedo. La verdad tiene que salir, ahora
mismo, para bien o para mal.::
Los ojos de Keiran brillaban como fragmentos de
plata y Gaige sintió como luchaba contra sus instintos de
protección. Finalmente asintió con la cabeza. ::Pero
debemos decirles todo, Gaige. La verdad completa, para
que comprendan. Eso significa que si tú no lo haces, lo
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haré yo.::
Gaige hizo una mueca. :: Keiran ...::
::Es la única manera, m’aerlas.::
—Dejemos que hable —aguijoneó Jax—. Sólo está
diciendo lo que ya sabemos todos. Intenté que lo
colgases cuando descubrí por primera vez lo que
planeaba, pero fuiste demasiado blando con él, decidiste
llevarlo a Kellesborne para sacarlo del campamento.
Kellesborne... que está mucho más cerca de Thrythgar,
lo que le hizo aún más fácil volver con su amo cuando se
escapó de ti.
—Fui a Thrythgar —dijo Gaige, respondiendo por sí
mismo antes de que Keiran lo hiciera—. Pero no a la
fortaleza. Fui a la aldea, para poner a salvo a las familias
con niños antes de que Byram pudiera lastimarlos o
matarlos como me había amenazado.
Jax soltó un bufido.
Lo cual sólo pareció incitar más a Keiran —Gaige
sintió irradiar su enfado a lo largo del fino hilo que los
conecta—, aunque su voz cuando habló era tranquila
—¿Necesitas pruebas? Muy bien, envía un corredor
ahora mismo a la aldea de la fortaleza. Te diré lo que
encontrará… a ni un solo niño presente, y sus familias
escondidas en las cuevas de las montañas cercanas o
psaando ya por los túneles bajo tierra en busca de
refugio en las ciudades de los reinos del este.
Dioses, eso espero, Gaige pensó, sintiendo otro
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temblor de preocupación y culpa en sus entrañas por la


suerte de los habitantes del pueblo.
—Oh, ¿así que ahora es un héroe? —La risa de hielo
de Jax resonó a través del aire frío de la mañana—. En
un minuto es un mentiroso y asesino y al siguiente está
ayudando a los niños y sus familias. Qué conveniente.
—No tienes idea de lo que hace a un héroe —dijo
Keiran en voz baja—. No tienes ni idea del precio ha
pagado Gaige por esa misión de misericordia. Después
de que los aldeanos estuvieran a salvo, fue capturado y
conducido a las mazmorras de Byram.
La bilis caliente ahogó a Gaige. ::Keiran, por favor.::
—Sus mazmorras —bufó Jax—. ¿Eso es lo que te dijo?
Otra mentira en su tapiz de trucos y manipulaciones.
¿Cómo puedes estar tan ciego, Keiran? Tu humano
probablemente también comparte la cama con el gran
hechicero además de su oído. Como puedes no ver que
mientras tú estabas tratando de encontrarlo él estaba
sin duda calentito con Byram con una cena caliente, una
botella de vino y recibiendo las jodidas felicitaciones
por el buen trabajo de espía que había hecho aquí.
—No vuelvas a abrir la boca contra Gaige de nuevo
jamás —gruñó Keiran con un sonido tan profundo y
rabioso que erizó el vello de los brazos y nuca de Gaige.
Un delgado hilo de sangre bajó por el cuello de Jax allí
donde la punta de la espada de Keiran perforó la piel.
La furia de Keiran fluyó hacia él en oleadas densas y
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oscuras que sorprendieron incluso a Gaige por su


intensidad, y podía jurar ver brillar el aire alrededor de
Keiran justo como lo había hecho antes de la única vez
que le había visto cambiar a su forma alada. No cambió
esta vez, pero Gaige sentía su poderoso deseo de
hacerlo, de arremeter contra Jax, justo bajo la superficie.
—No sabes, nada. No eres nada comparado con este
hombre que has condenado tan rápidamente —dijo
Keiran.
Con su mano libre, alcanzó a Gaige y con un rápido
movimiento le cortó la camisa con su propio vrieg, el
cual Gaige no le había sujetando.
::¡No… Keiran, no!::
::Lo siento, amor. Lo siento mucho. Pero tienen que ver
para entender.::
Apartó la tela de la piel de Gaige, dejándolo expuesto
no sólo al aire húmedo y frío sino a las impactadas
miradas y a los jadeos murmurados de los reunidos.
Gaige cerró los ojos a todo, dejando que el pinchazo
enfadado de su hombro y el parecido que sentía en el
estómago se hundiesen en él..
—Esto es lo que sucedió en la mazmorra de Byram —
les dijo Keiran—. Así es como el gran hechicero
recompensa a los que lo desafían. Sin importar lo que
Byram le hizo o los horrores que le infligió, Gaige nunca
nos descubrió. Éste es el precio que pagó por ayudar a
inocentes y mantener los secretos de los draegans. Lo sé
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—dijo con la voz densa por la emoción—porque yo


mismo corté sus ataduras.
Gaige abrió los ojos para encontrar la atormentada
mirada de Keiran sobre él.
::Lo siento mucho,:: dijo otra vez. Se desabrochó la
capa con una mano, se la quitó y empezó a envolver a
Gaige con ella para protegerlo.
Pero antes de que pudiera colocar la lana pesada y
áspera sobre él, Gaige sintió que algo suave envolvía su
abusada carne. Se giró para encontró a Marta detrás de
él, y la tela era una capa del más suave terciopelo verde.
—Uno de mis chicos me encontró. Iann y yo hemos
venido tan rápido como hemos podido —dijo con voz
baja sólo para los oídos de Gaige mientras presionaba
un trapo doblado contra su sangrante hombro. Su trenza
larga color arena le caía por la espalda, y sus manos
sobre su hombro se sentían tan fuertes y capaces como
las de cualquier hombre que hubiera conocido, y aún así
también con un suave toque maternal.
Gaige vio a Iann de pie al otro lado de Marta, una
mano descansando en la empuñadura de la espada que
colgaba de su cinturón, la otra apoyada en el costado
con los dedos encorvados por la edad pero aún fuertes.
El anciano draegan, con el fino cabello gris flotando
alrededor de los hombros y los ojos de un azul
profundo que aún brillaban con la luz de la juventud a
pesar de su avanzada edad, era el miembro de mayor
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edad en la draeganjhere del campamento y siempre


había visto con un favoritismo particular a Gaige. Le
asintió y Gaige sintió una extraña oleada de alivio.
—Esto sucedió hace seis días —dijo Keiran,
hablándole ahora al grupo, pero su voz seguía sonando
áspera, como si tuviera náuseas—. Y durante seis días
el campamento ha seguido a salvo. ¿Hay alguien que
crea que seguiríamos aquí ahora si Byram tuviera
siquiera un indicio de dónde estamos?
Murmullos y sacudidas de cabeza negándolo le
respondieron.
—No pasará mucho tiempo antes de que el general
Rizik venga a buscar a su recalcitrante hijo —dijo Jax
con un gruñido—. Y entonces el gran hechicero sabrá
bastante pronto dónde encontrarnos.
—El general Rizik está muerto —dijo Keiran
llanamente—. Gaige mismo lo mató para salvar mi vida
mientras escapábamos de Thrythgar.
Una nueva oleada de murmullos recorrió a la
multitud, y por primera vez en varios minutos Gaige se
atrevió a cruzar la mirada con los reunidos. Lo que vio lo
dejó temblando. Los asentimientos de aprobación, de
apreció, le desgarraron por dentro. No se merecía la
aprobación de esa gente.
::Y aún así no puedes detenerla. Te aman sin importar
si los amas o no.:: La voz de Keiran era un susurro cálido
en su cabeza. ::Justo como yo lo hago.::
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Sus miradas se encontraron y, en ese momento, una


sábana calma cubrió a Gaige. No estaba seguro de si
provenía de sí mismo o si era un regalo de Keiran. Lo
único que sabia era que sentía una sensación extraña y
aún así estable de paz, igual que cuando habían estado
antes en el bosque.
En un rápido movimiento, Keiran empujó a Jax
alejándolo y enfundó su espada.
—Hemos terminado. Sal de mi vista, Jax. Y si sabes lo
que es bueno para ti, te mantendrás apartado por un
tiempo.
El gran draegan no pareció ni un poco acobardado
por Keiran ni por los eventos que se acababan de
ocurrir. ¿Estaba tan perdido en su ira y celos que ya no
podía siquiera oír los hechos o prestar oídos a la razón?
¿Seguiría con su agenda, fuera la que fuera? «Si.» El
pensamiento llenó a Gaige de más incomodidad de la
que quería admitir. En su opinión Jax era una tormenta
de fuego esperando explotar y cuando lo hiciese, no
quería que ni Keiran ni él ni nadie más estuviera cerca.
—Así que estás descartándome, ¿no? Tu amigo desde
hace cuarenta años dejado a un lado, junto con sus
válidas preocupaciones, para que puedas jugar con tu
juguete humano. —Escupió la palabra humano como si
un molesto nudo de algo se le hubiera atascado en la
garganta.
Gaige estaba seguro que vio a los humanos en el
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círculo que lo rodeaban erizarse de cólera ante la


denigración de Jaz de su especie.
Keiran miró a Jax fijamente con una indignación a
duras penas disimulada.
—Gaige está bendecido con la sangre de ambos
mundos. Es parte humano y parte draegan. Su madre
era draegan; se llamaba Albione. Pero le amaría sin
importar su herencia. Y, para que conste, él no es mi
‘juguete.’ De hecho es —dijo sin rodeos— mi pareja. Mi
verdadera pareja.
El corazón de Gaige le martilleó cuando Keiran cogió
la mano derecha, la alzó, al lado de la suya, la extendió
hacia la gente a su alrededor para que pudiesen ver las
ahora cicatrices, delgadas y rojas, del intercambio de
sangre que les cruzaban las palmas.
—Por los dioses de Erantz —murmuró Marta,
cerrando los dedos alrededor del bíceps de Gaige—. No
ha habido una verdadera pareja en décadas. Con los
pocos que quedamos las oportunidades de encontrar a
tu verdadera pareja son tan pequeñas que es casi
imposible. Y aún así vosotros dos os encontrasteis el
uno al otro…
Su emoción y maravilla era contagiosa. Mientras los
humanos mostraban un interés educado, como si no
estuvieran seguros del todo de qué era lo importante,
los draegans presentes los rodearon y les tocaron las
manos casi con reverencia, o sonreían y les palmeaban
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la espalda.
El repentino ataque de cuerpos y las intensas
emociones abrumaron a Gaige. Su corazón se hincó y sus
pulmones se constriñeron, dificultándole el tomar aire.
Inseguro de cómo hacerle frente, buscó
desesperadamente a Keiran usando su enlace
telepático. En segundos, la intensidad de las emociones
disminuyó, como si Keiran hubiera colocado algún tipo
de escudo protector entre él y los draegans. Podía
verlos, podía oírlos, pero la presión de sus emociones y
de su contacto anhelante estaba ahora amortiguada,
como si le llegasen desde lejos o a través de un grueso
panel de cristal.
Entrelazó los dedos con los de Keiran y le dio un
agradecido apretón.
Cuando levantó la vista vio a Jax, ya no como el centro
de atención sino de pie al borde de la multitud. Y por
primera vez desde que les había hecho frente, mostró
una reacción visible ante las noticias de Keiran. Su piel
rubicunda había palidecido hasta tener el color del
pergamino, excepto por las mejillas, que ardían con
brillantes puntos rojos. Sus ojos oscuros parecían salirse
de las órbitas mientras miraba fijamente las manos
entrelazadas de Keiran y Gaige. Su mirada se alzó
lentamente hasta el rostro de Keiran mientras Gaige le
observaba.
Keiran, que hablaba con una mujer draegan, tenía la
espalda algo girada y no se dio cuenta.
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El mundo alrededor de Gaige se enlenteció hasta ir a


cámara lenta y todos sus sentidos se centraron en Jax.
No oía nada excepto al latido de su corazón, su
respiración estable y, mientras observaba a Jax mirar a
Keiran, los jadeos de Jax.
Le vio parpadear, vio un momento de dolor en su
rostro que, por un breve segundo, le hizo sentir lastima
por él. Entonces ese momento desapareció, escondido
como si jamás hubiera existido.
Su mirada se volvió dura y amarga. Su mano se movió,
seguida del brazo.
Y en un segundo de claridad cristalina, Gaige supo lo
que iba a suceder.
Con su largo cuchillo desenvainado, Jax se abalanzó
hacia Keiran.
—¡Keiran! —gritó Gaige, y antes de que éste pudiera
girarse o reaccionar, Gaige, con la fuerza que venia de la
adrenalina pura y el miedo, se abalanzó sobre Jax desde
el lado. Ambos cayeron al suelo con una sacudida, en un
lío de piernas y brazos mientras los cuerpos de los que
los rodeaban se apartaban del camino.
Jax era incluso más alto que Gaige, y más pesado, pero
Gaige, llevado más allá de sus propias lesiones y
debilidad por la furia y una necesidad acuciante de
proteger lo que era suyo, terminó encima. Su brazo
izquierdo rodeaba la garganta de Jax con una llave. Su
vrieg, que había desenfundado con la mano derecha
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mientras se movía, se apoyó en la piel bajo la mandíbula


del draegan, justo bajo su oreja. Logró ponerse de
rodillas y después de pie tirando del forcejeante
draegan, que no paraba de maldecir, con él.
—¡De pie!—gruñó, y hundió la vrieg el ancho de un
cabello. Al mismo tiempo apartó de una patada el largo
cuchillo que había caído de la mano de Jax cuando Gaige
lo derribó.
Los dedos de Jax se hundieron en el brazo de Gaige,
tratando de liberarse, pero a pesar del dolor cegador en
el hombro de éste, se afianzó rápido.
—Deberías meterte en tus propios asuntos, niño —
saltó Jax.
Olvidando a todos los que los rodeaban, Gaige se
centró en el hombre que había tratado de lastimar a su
pareja.
—Lanzaste acusaciones contra mí, ¿y sin embargo
matarías a tu mejor amigo sólo porque no quieres que
yo lo tenga? —Apretó su agarre sobre Jax—. ¿En que
torcido mundo vives?
—Que te den —escupió Jax con un soplido, tratando
de liberarse de nuevo. Pero entonces se quedó inmóvil
—. Adelante. Mátame. Entonces todo el mundo verá que
siempre he tenido la razón con respecto a ti.
La rabia herví como brea caliente en las entrañas de
Gaige, y todos sus instintos de Gran Guardia le decían
que le pasara la hoja de su arma fuerte y profundo por la
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garganta y le pusiera fin de una vez por todas.


Hazlo. Mátalo, y entonces no podrá volver a
despreciarte jamás, provocarte o distraerte de tu pareja
otra vez. Mátalo. Hazlo ahora.
Pero el recordar a Keiran sólo le lleno de recuerdos
de la paz y alegría que había encontrado en los brazos
de su pareja, de la manera en la que estas con Keiran
siempre hacia de él una persona mejor, y de lo
profundamente que amaba a su compañero y se sentía
amado en respuesta. Y así de simple, como si alguien
hubiera pinchado la llama de ira en su interior, la odiosa
voz desapareció dejando tras de sí solo una pequeña
voluta de humo flotando en el frío aire.
—Vamos —le presionó Jax—. Asesíname. Quieres
hacerlo.
Gaige lo soltó y lo empujó al suelo.
—No. No lo haré —dijo con una honestidad completa
—. Pero si vuelves a amenazar a mi pareja, si vuelves a
intentar hacerle daño de cualquier modo, y puedo elegir
entre su vida y la tuya... Te mataré en un segundo. No lo
dudes siquiera.
Keiran se puso al lado de Gaige, irradiando furia y
traición. Colocó la mano en el hombro bueno de Gaige y
nadie más que éste sabría nunca como temblaba. Gaige
levantó la mano y la colocó sobre la de Keiran,
ofreciéndole por una vez su fuerza.
Keiran miró fijamente a Jax mientras el draegan de
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cabello oscuro se levantaba del suelo.


—Este campamento es de tolerancia, de trabajar en
equipo y luchar contra enemigos reales: Byram, su
opresión y sus atrocidades, no entre nosotros. Te
conozco desde hace mucho tiempo, Jax, y sé que tienes
buen corazón. Pero mientras continúes viendo sólo con
ira y odio y nada más, amenazas todo lo que intentamos
hacer aquí.
Uno a uno, todos los draegans y humanos reunidos le
dieron la espalda a Jax.
Éste fulminó con la mirada a Keiran, y especialmente
a Gaige, con amargura en sus negros ojos.
—¿Así es entonces como es?—preguntó con
expresión dedeñosa.
Keiran miró a derecha e izquierda, a la espalda de
todos los miembros del campamento presentes.
—Sí. El campamento ha hablado —dijo Keiran—. Ya
no eres bienvenido aquí. Que los dioses vayan contigo,
amigo mío.
Entonces Keiran se giró y le dio también la espalda,
dejando a Gaige como el único en el pequeño claro que
seguía encarando al draegan, que tenía los ojos abiertos
de par en par.
Gaige no estaba seguro qué diablos significaba que le
diesen la espalda, pero en grupo era algún tipo de
destierro. Pero dudó si imitarles porque sus días de
seguir a ciegas habían terminado. Ya no podía actuar sin
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saber qué estaba haciendo o por qué. Así que siguió de


pie, sin cambiar el gesto, mientras la mirada de Jax se
hundía en él, retándolo a girarse.
Finalmente, después de un prolongado momento de
confrontación, Jax sonrió y se vio casi normal, excepto
por el feroz brillo de ira en las profundidades de sus
ojos.
—Él confía en ti —dijo, su voz suave, casi íntima—.
Todos ellos confían en ti. Pero tú y yo… nosotros
sabemos la verdad, ¿no, Pantera? Un día, ese barniz de
héroe que te has puesto va a caerse a trozos, y entonces
verán quién eres realmente. —Se inclinó más cerca—.
Un asesino. Eres exactamente igual que tu padre.
Entonces, con otra zalamera sonrisa, se giró y se
adentró en el bosque como si fuera cualquier otro día y
fuera a dar un paseo.
Gaige lo vio irse
—No —dijo suavemente—. No lo soy.
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CAPÍTULO 6

La promesa de Keiran de un baño caliente y una cama,


bien intencionada como había sido, no se concretó
inmediatamente tal como Gaige había esperado.
Aunque, en realidad, no había esperado que lo hiciera.
Tras la marcha de Jax, Keiran, Marta, Iann y él fueron
a la gran tienda de Keiran en un área aislada y con
protección mágica extra al noroeste de la parte principal
del campamento. Marta empujó a Gaige para que se
sentase en uno de los bancos frente a la mesa de madera
basta y él estaba demasiado cansado para protestar
cuando, con un toque suave, le limpió el hombro, le
aplicó un bálsamo de hierbas, y lo vendó. Keiran, con la
disculpa todavía acosándole los ojos, le tendió una de
sus propias camisas para que se la pusiera.
Sus dedos se rozaron, causando un temblor de calidez
que recorrió a Gaige. Preguntándose si Keiran lo sentía
también, lo buscó en su conexión mental… y se
sorprendió al descubrir que no podía leerlo.
Era parecida a cualquiera que fuera la magia que
Keiran había usado para protegerlo de la abrumadora
presión de la gente afuera en el claro, se sentía como si
Keiran hubiera erigido una barrera similar alrededor de
sí mismo. Gaige podía verlo, tocarlo, pero dónde antes
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había podido sentir sus pensamientos y emociones,


ahora una barrera lo mantenía a raya, forzándolo a
observar a Keiran desde la distancia, pero sin permitirle
acercarse.
¿Qué estaba pasando?
::Keiran, ¿estás bien?::
Keiran se quitó su pesada capa, y mientras Iann
avivaba el fuego desenrolló un gran mapa de
Velensperia sobre la mesa y fijó cada una de las esquinas
con una piedra. No respondió ni pareció haber oído
siquiera a Gaige.
::Keiran…::
Aún nada.
Una molesta sensación de pánico lo inundo,
presionándose como bandas alrededor de su pecho. Aún
así, una pequeña flama de enfado destelló en su interior
al pensar que su amante podía dejarlo fuera. ¿Lo estaba
ignorando? ¿O se había encerrado tanto en sí mismo que
ni siquiera podía oírle? En cualquier caso, ¿por qué
hacía tal cosa? Especialmente después de todo lo que
había sucedido ese día.
Abrió la boca para buscar una respuesta, pero se
detuvo al recordar que no estaban solos. Iann se
inclinaba ahora sobre el mapa con Keiran, Marta
trabajaba en algo en el fuego y Wen, el hijo de Marta, al
que Keiran había mandado llamar para pedir que se
uniera a ellos, acababa de entrar en la tienda. Gaige ya
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había tenido público una vez ese día para algo que había
esperado mantener entre él y Keiran, así que se tragó las
palabras.
Pero mientras miraba a Keiran se dio cuenta de que
aparte del breve contacto que habían tenido cuando le
dio la camisa a Gaige, Keiran a duras penas le había
mirado o hablado desde la confrontación con Jax.
¿Estaría lamentado la perdida de Jax y no quería que
Gaige lo supiera? Por lo que había dicho Jax, habían sido
amigos desde antes incluso de que Gaige naciera, lo cual
le recordó la conversación que Keiran y él habían estado
teniendo cuando Jax los interrumpió esa mañana. Si lo
que Keiran le había dicho era cierto, él era mucho más
viejo de lo que Gaige había soñado jamás. Y ahora Jax, su
mejor amigo, se había ido, desterrado del campamento.
Marta lo había confirmado mientras caminaban. Jax
también había sido el lugarteniente de confianza y la
mano derecha de Keiran, una pérdida que sin duda
Keiran ya estaba sintiendo mientras se preparaban para
enfrentar a Byram. Además, la posibilidad de que el
enojado draegan y Keiran hubieran sido amantes
colgaba como una pieza de ropa sucia movida por el
viento viciado, causando un dolor apagado en el corazón
de Gaige.
¿Estaría Keiran lamentándose de haberse unido a él y
deseando no tener que cargar de un medio humano
corrupto y joven para sus estándares? «Dioses…» Aún
peor, con un joven medio-humano quien de ningún
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modo podría ser lo suficientemente bueno para un


draegan descendiente de la línea de los verdaderos lores
draegan.
«No. Él te ama. Lo sabes.»
Tomó una dolorosa respiración. Eso no significa que
no pudiese arrepentirse, que no se resintiera del hecho
de que había tenido que elegir entre Gaige y lo que fuera
que Jax hubiera sido para él.
—Bebe esto. —Marta colocó frente a él una taza de
vino sorral caliente y especiado—. Necesitas calentarte.
Envolvió la pesada cerámica con los dedos, dejando
que el calor los inundara, pero seguro de que no
importaba cuánto consumiera el fuerte, dulce y caliente
brebaje, éste no le calentaría el centro de su ser, que se
sentía helado y estéril.
::Keiran…:: Lo intentó una vez más, ansioso de tener la
conexión, el consuelo.
Pero en vano.
Intentando no centrarse en lo mucho que le dolía
perder la conexión, levantó la taza para beber. Pero
cuando estaba a medio camino de su boca, su estómago
se sacudió cuando se le ocurrió otra idea...
¿Y si no era Keiran? ¿Y si era él? ¿Y si no podía leer los
pensamientos y emociones de su amante porque su
capacidad para hacerlo estaba desapareciendo? Hacía
varios días que era capaz de sentir, de un modo vago, las
emociones de Keiran, pero no con la claridad e
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intensidad que había sentido ese día. Y había sido capaz


de usar el habla telepática solamente desde esta
mañana. Había llegado rápido, y quizás se había ido
igual de rápido.
Hizo memoria, con la mente yendo a toda velocidad,
para localizar cuándo había surgido esa habilidad.
«Justo después de la unión en el bosque.»
Cierto. Inmediatamente después de eso, con el semen
de Keiran aún invadiendo su interior. Pero eso había
sido hacía algunas horas, y aunque su cuerpo estaba
dolorido en algunos lugares íntimos, sus músculos y
órganos internos ya no vibraban por sus efectos.
Estiró la mano sobre la mesa y la puso sobre la de
Keiran.
—Necesito hablar contigo —dijo en voz baja, con la
urgencia por entender ardiendo como un nudo de brea
de Cydonia en su estómago.
Keiran alzó la vista del mapa para encontrar su
mirada.
—¿Qué pasa? —preguntó, la preocupación evidente
en su voz, lo que hizo que Gaige se sintiera un poco
mejor.
—En privado.
Sus oscuras cejas se juntaron y el alivio inundó a
Gaige cuando Keiran asintió. Había estado medio
asustado de que se negara. Keiran señaló hacia la
abertura que llevaba a la parte dormitorio de la tienda, y
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Gaige se levantó.
El hijo menor de Marta entró en la tienda justo en ese
momento, respirando con dificultad.
—Tengo un mensaje para Hareldson —jadeó,
presionándose el costado.
—¡Guau! Frena —dijo Marta acercándose a su hijo,
que casi era tan alto como ella—. ¿Qué ocurre?
Keiran le dirigió a Gaige una mirada dolida.
—Lo siento. ¿Más tarde?
Gaige no tuvo otra elección más que asentir.
—Lo prometo —dijo Keiran antes de girarse para
unirse a Marta y al chico.
Las palabras fueron dichas en un tono suave, y Gaige
no pudo culparlo por poner su papel de líder primero,
pero aún así sintió una punzada de dolor por ser
rechazado.
Aplastó ese pensamiento dándose a sí mismo una
sacudida mental, sabiendo que la lealtad de Keiran
estaba con su gente desde mucho antes de que él
entrase en escena… tal y como debía ser. Sus
preocupaciones e inseguridades sobre algo tan personal
como si podía o no “sentir” a su amante no tenían lugar
allí. Keiran era el líder de su gente. Le necesitaban. Por
esa razón Gaige casi había dejado Velensperia antes de
que Byram lo capturara… porque no quería ser una
distracción para Keiran. Los draegans, y los humanos
que se habían aliado con ellos, estaban a punto de entrar
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en una lucha por sus propias vidas. Todos ellos tenían


tareas que hacer.
Pero el saberlo no detuvo la tormenta emocional en
su interior.
Suspiró. En muchos sentidos, la vida había sido más
fácil cuando había sido capaz de mantenerse distante y
afrontar el mundo con su fría calma. Había sabido cuál
era su posición como la Pantera Blanca, lo que se
esperaba de él, y había sido capaz de atender sus
obligaciones sin esa maldita confusión constante
retorciéndole las entrañas, haciéndolo sentir como si le
estuvieran dando la vuelta de dentro a afuera.
El joven Allend, que no parecía tener más de quince
años —Gaige había dejado de intentar adivinar la edad
de los draegan— había sido enviado por un centinela
del campamento para informar de se había visto a un
gran destacamento de las tropas del gran hechicero al
sur del bosque, a sólo unas horas del campamento.
—Este es el tercer grupo en tres días —le dijo Marta a
Keiran—. Pero ninguno se ha acercado todavía a la
barrera. Doblamos el número de patrulas de a pie
alrededor del exterior del campamento para
mantenerlos vigilados.
Keiran asintió, su expresión seria. Puso la mano en el
hombro de Allend.
—¿Quién está de guardia en el puesto sur?
—Hamith, señor.
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—De acuerdo, dile a Hamith que cuando los


patrulleros de a pie pasen por allí les diga que sólo
vigile, que no se arriesgue a una confrontación. Por
ahora los soldados del hechicero no saben que estamos
aquí, probablemente sólo están de paso, y queremos que
se siga siendo así tanto tiempo como sea posible.
Allend asintió, soportó que su madre le revolviese el
cabello color arena que le llegaba por los hombros y le
diese un beso en la frente y se marchó corriendo con el
carcaj y el arco rebotándole en la espalda.
Keiran regresó a la mesa, su mirada era de
preocupación. Arrastró la punta del dedo por una zona
del mapa.
—Están cruzando el bosque por aquí. Es el mismo
lugar en el que Gaige y yo vimos al grupo hace casi
quince días. Los que viajaban para custodiar las carretas
de Byram que transportaban a los niños draegan.
¿Dónde han visto a las otras tropas?
—En la misma zona —dijo Iann.
—Con un pequeño grupo también, sospechamos que
una partida de exploradores, hace varios días en el lado
este —agregó Marta.
Keiran se giró hacia Gaige.
—Tú conoces los métodos de Byram, las pautas de
sus tropas mejor que nadie aquí. ¿Alguna idea de lo que
planea?
Gaige dio un suspiro mental. Deseaba con todo su ser
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dejar atrás poder dejar atrás su vida como capitán de la


Alta Guardia, olvidar todo lo que había hecho. Pero
entendía el papel que tenía que llevar a cabo allí… ser el
asesor con información interna. Y los dioses sabían que
deseaba el fin de Byram. Así que también había cierta
ironía poética… Había sido enviado para espiar el
funcionamiento interno de los draegans e informar a
Byram de tal modo que éste pudiera destruirlos. En
lugar de eso había cambiado las tornas y podía usar sus
años de experiencia y sus conocimientos acerca el
funcionamiento interno del gran hechicero para ayudar
a destruirle a él.
Estudió el mapa, apartando todos los pensamientos
excepto cómo él, su padre o Byram habrían planeado
una campaña como esa para sorprender y destruir a los
luchadores que quedaban de un pueblo que amenazaba
las reglas del Gran Hechicero.
Keiran y él habían conversado sobre eso mismo
durante los pasados tres días, mientras viajaban;
especulaban sobre las actividades de Byram. El hecho de
que el hechicero tuviera tropas pasando por el bosque
tan cerca del campamento y por el mismo lugar en el
que Keiran y él los habían visto por primera vez se
convirtió en el punto central de sus reflexiones. «¿Por
qué ahí?»
Trazó en su mente el camino en el mapa entre
Thrythgar y el campamento.
—No hay mucho entre nosotros y Thrythgar, excepto
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bosque y los Llanos Ravenwilde. Las aldeas más


cercanas son Lafaria en la intersección entre los
caminos de las Llanuras y el del Este, a unas treinta
leguas al suroeste del campamento. Y Glint, al norte del
camino de las Llanuras, a unas sesenta leguas de aquí. El
camino de las tropas por el bosque al sur del
campamento no les lleva a ninguna de las dos..
Frunció el ceño y deslizó un dedo a lo largo del mapa.
—Sin embargo les llevaría al camino de las Llanuras,
que les permitiría viajar encubiertos todo el camino
desde Thrythgar en lugar de estar al descubierto y
resultar evidentes en el camino del Este. Y también
podría ser más rápido.
—También tiene tropas a lo largo el camino del Este.
Las vimos —dijo Keiran.
—Sí, pero probablemente sólo está intentnado cubrir
todas sus bases. Byram no sabe dónde está este
campamento. Sus espías me vieron cerca del río Charn
hace seis semanas. Puede que crea que estamos más al
norte y al este, incluso puede creer que estamos en las
montañas, aquí —señaló las montañas al noroeste de
Thrythgar—, en la cordillera de Aurion. O al sur, en las
Montañas Blancas.
—Cerca de Kellesborne —dijo Iann—. Pero no lo
encontrará.
—No, no lo hará. Y, en verdad, Byram es exactamente
lo suficiente creído para pensar que jamás nos
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atreveríamos a estar en ningún lugar tan cercano a su


fortaleza. La posibilidad es inconcebible para él. Y las
Montañas Blancas están al sur del camino. Cuando
Keiran y yo viajamos hasta aquí desde Kellesborne, mi
impresión fue que Byram estaba concentrando sus
tropas en el camino mismo y en el norte del bosque. No
vimos a nadie hasta llegar al camino.
—Ni una sola señal de actividad hasta que llegamos al
camino del Este —estuvo de acuerdo Keiran.
—Lo cual me hace pensar que cree que estamos o en
el bosque o al este de las montañas. ¿Sabemos algo de
cómo es la actividad de las tropas en el este? —preguntó
Gaige.
—Han pasado un par de semanas desde la última vez
que tuvimos contacto con los exploradores de esa zona
—dijo Marta.
En otras palabras, antes de que Byram capturase a
Gaige o descubriera que Keiran era un lanzador de
llamas.
—Aunque es razonable —continuó Marta, su tono
pensativo— que si Byram tiene cubierto el camino del
Este y está enviando soldados a través del bosque,
además de aumentar la guardia cerca de la Gran
Llanura, que sea probable que esté también enviado
tropas a lo largo de las montañas. Especialmente si,
como dices, cree que podríamos estar allí escondidos.
—Byram tiene un puesto avanzado aquí, justo al
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norte del Valle Fluvial Charn, en las montañas. Es donde


entrena a los soldados para servir en los reinos del este.
Tiene destacamentos de tropas cruzando por el bosque
hasta el camino de las Llanuras aquí. Sabemos que el
grupo inicial con el que nos encontramos se dirigían a
escoltar las carretas con los niños hasta Gelvish, y oímos
a algunos de los hombres decir que Byram estaba
aumentando el número de soldados que iban a escoltar
su “cargamento” a través de la Gran Llanura a partir de
ese momento.
Gaige hizo una mueca.
—Odio decir esto, pero creo que podemos asumir que
tiene más niños draegan en algún otro lugar a las
afueras de los reinos. Considerando que interceptamos a
los últimos, lo más probable es que vuelva a intentarlo.
—Dioses… Ni siquiera quiero pensar en eso —dijo
Marta—. Esas pobres criaturas. ¿ Y qué quiere hacer con
ellos? ¿Qué está haciendo con ellos?
—Aún no lo sabemos, Marta, pero lo averiguaremos
—dijo Keiran—. Mientras tanto lo que podemos hacer
es controlar el camino de las Llanuras por por si pasan
más carretas como esa.
—El hechicero no seguirá el mismo camino de nuevo.
Sabe que lo estaremos vigilando y lo interceptaremos —
intervino Iann.
—Estoy de acuerdo —dijo Gaige—. Pero también
estoy de acuerdo en que no podemos dejar que ponga
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las manos en más niños. No sé lo que planeaba hacer


con ellos, pero no vamos a dejarle que tenga ni a uno
solo. —La bilis le quemaba el estómago al pensar en
Byram lastimando a otro niño, a cualquier niño, draegan
o humano—. Se suponía que los escoltas iban a llevarlos
a Gelvish, así que recomiendo que averigüemos qué
demonios hay en Gelvish.
—Ya lo hemos hecho —dijo Marta—. Envié a dos
exploradores la semana pasada. Jax no estaba de
acuerdo, pero prevalecimos. —Miró a Iann, quien
asintió—. Aún no sabemos nada de ellos. —Se le escapó
un suspiro—. Seria mucho más fácil si pudiéramos
volar. Podrían haber ido y vuelto en un día o dos y
sabríamos algo.
Keiran le dio un apretón en el hombro.
—Lo sé. Pero hiciste bien.
Si Keiran sintió algo cuando se mencionó el nombre
de Jax, no lo mostró. Y Gaige no lo sintió, lo que causó
otra punzada de dolor en su pecho ante la pérdida.
Se forzó a sí mismo a dejar eso de lado otra vez y
permanecer centrado en el tema que se trataba. Estudió
el mapa, asintiendo a continuación.
—Con toda la actividad, me parece que Byram está
moviendo sus tropas tan rápido que puede para cortas
todos los caminos principales que entran y salen de esta
parte de Velensperia.
—Esa es una zona muy grande —comentó Wen,
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hablando por primera vez. El joven draegan delgado y


enjuto, que era la viva imagen de Marta con su
enmarañado cabello rubio, las pecas y los brillantes ojos
verdes, estaba de pie con la cadera contra la mesa,
mordisqueándose el labio inferior. Gaige ni siquiera
había visto antes al joven como parte de las discusiones
del concilio interno de Keiran. Se preguntó si Keiran
había decidido traer a Wen para ayudar a rellenar la
pérdida de Jax—. ¿Cómo puede creer que puede
contenernos?
—Mira… —Gaige señaló el mapa—. Estamos
rodeados al oeste por la Gran Llanura, al este por las
montañas Aurion, las cuales son virtualmente
incruzables en invierno, invierno que está por llegar,
recuerda, excepto a través del Valle Fluvial Charn, justo
donde Byram tiene un puesto avanzado. Controla el
camino del Este. Eso deja reinos lejanos del norte,
cruzados por las Montañas Negras y el Gran Lago de
Ballansphere. Lo cual deja una pequeña brecha entre las
Montañas Negras y las Aurion de quizás treinta leguas.
—Un cuello de botella —dijo Keiran.
—Exactamente.
—Crees que está enviando tropas a través del bosque
hacia el camino de las Llanuras, para seguir al norte de
Glint y mas allá. Nos está rodeando — murmuró Keiran,
frotándose con la mano la barba del mentón.
—Esa sería mi suposición.
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—¿Y a partir de ahí?


—Lo más probables que empiece intentando
descubrir los asentamientos draegans buscándote.
—No es algo fácil. La mayoría de los grupos están
diseminados y son pequeños, no más de un puñado de
draegans, y algunos viven entre humanos. Le resultará
como buscar una aguja en un campo entero de pajares.
La culpa atravesó de nuevo a Gaige.
—Yo os encontré —dijo suavemente.
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CAPÍTULO 7
El silencio descendió sobre el grupo cuando sus
palabras calaron.
Marta fue la primera en hablar.
—Tiene un punto terrorífico, Keiran.
—No se detendrá ante nada para encontrarte y
matarte —dijo Gaige en voz baja, observando a Keiran,
quien seguía mirando detenidamente el mapa como si
pudiera proveer un milagro de algún modo—.
Especialmente ahora. Después de lo que sucedió cuando
dejamos Thrythgar.
Keiran levantó la cabeza con brusquedad y su mirada,
con una intensidad ardiente, se clavó en Gaige. ::No
todos saben de mí. No se lo digas.::
Gaige estuvo a punto de tambalearse hacia atrás por
la fuerza de las ásperas palabras en su cabeza. Miró
fijamente a Keiran, más que un poco impactado por
estar oyéndolo y sintiendo un destello tan potente de
emociones entremezcladas provenientes de él. Pero tan
rápido como se había abierto la conexión, Keiran la
cerró, dejando a Gaige fuera otra vez.
Lo que significaba… que no era él después de todo.
Keiran era quien lo mantenía fuera.
Ni siquiera se molestó en intentar responder
telepáticamente porque sentía la misma pared blanca
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que había percibido antes y sabía que no conseguiría


nada. Sentía ganas de gritarle a su amante si le apetecía
decirle que demonios estaba pasando. Pero volvió a
contenerse al tener público.
Marta, Iann y Wen les miraron fijamente, como si
sintiesen algo fluyendo entre uno y otro. O quizás era
sólo curiosidad sobre lo que Gaige había dicho.
—¿Qué ocurrió cuando dejasteis Thrythgar? —
preguntó Marta.
Gaige dejó que su mirada se clavase en Keiran,
esperando que incluso con el muro alzado el draegan
notase su dolor y enfado. Si no quería que los demás
supieran la verdad, que era un lanzador de llamas y que
ahora Byram lo sabía, entonces él tendría que contarles
la historia. Gaige se negaba a ir de puntillas, tratando de
mantenerse al día de lo que se le permitía decir y de lo
que no.
—Solamente que escapamos en primer lugar —
respondió Keiran—. Que nos marcháramos volando
frente a su nariz. Y el hecho de que Gaige asesinó al
general Rizik.
—Byram estará decidido a vengarse después de eso
—agregó Marta—. Quizás deberíamos considerar
reubicarnos. Podría ser más seguro para ti, Keiran.
—¿A dónde? —quiso saber Wen.
Kellesborne, pensó Gaige. Pero no lo dijo en voz alta,
sabiendo que no era más que hacerse ilusiones. Keiran
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ya le había explicado por qué la gran fortaleza de piedra


blanca había sido abandonado, y mantener al centenar o
así de gente que había en el campamento allí arriba
sería casi imposible bajo esas circunstancias.
—¿Kellesborne? —dijo Marta, haciéndose eco de sus
pensamiento—. Como ha dicho Gaige, es el último lugar
en el que Byram creería que estamos por lo cerca que
está de Thrythgar.
Keiran suspiró.
—Si pudiéramos volar sin peligro… quizás. Pero tal y
como están las cosas… —Sacudió la cabeza—. Has
estado allí antes, ¿verdad?
—Una vez, cuando era niña. Cuando un puñado de
draegans vivían allí todavía.
—Entonces sabes lo empinado y estrecho que es el
camino de montaña que hay para subir a pie. Como le
dije a Gaige, Kellesborne se construyó en la cara de la
montaña por cuestiones de protección. Se pensó para
entrar y salir volando. Si no podemos tomar forma alada
y volar libremente, ¿cómo llevaríamos los suministros
hasta allí arriba para alimentar a toda esta gente? Seria
imposible hacerlo a pie. Y con la fuerte presencia de las
tropas, ¿cómo llevaríamos tantas almas por el bosque y
a través del camino del Este hasta las Montañas Blancas
en primer lugar?
—Podría ser un desafío imposible llegar hasta allí —
aceptó ella—. Bueno, entonces tendremos que mantener
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nuestra draeganjhere preparados y listos aquí.


—Estoy de acuerdo. Tenemos otra arma potencial
contra el hechicero. ¿Gaige…? —Señaló su zurrón, que
descansaba contra el poste de pino en medio de la
tienda.
Gaige asintió, sabía a lo que se refería, y se levantó
para abrirlo. Sacó un tomo enorme y
extraordinariamente pesado de bordes dorados. Parecía
pulsar de magia contenida, y sólo el sostenerlo hizo que
el vello de los brazos de Gaige se erizara. Lo dejó en la
mesa de madera con un golpe seco.
—¿Un libro? —preguntó Wen.
—No cualquier libro —dijo Keiran, mirando de nuevo
a Gaige como si animándolo a explicarlo.
Aún un poco más que ofendido con Keiran, tomó no
obstante las riendas de la conversación que éste le
tendía.
—Este es el grimorio de Byram.
—Por todos los infiernos —graznó Wen.
Marta se dejó caer en uno de los banco con una mano
sobre la boca.
Iann no mostró ninguna emoción en particular, pero
sus ojos brillarón con interés.
—¿Cómo lo conseguisteis? —preguntó Marta con un
murmullo.
—Lo robamos.
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—Fue sugerencia de Gaige mientras dejábamos


Thrythgar. Sabía dónde lo guardaba el hechicero.
—Keiran fue capaz de romper la mágica que lo
mantenía cerrado. Sólo hay un problema. Uno grande…
—Gaige levantó la gran cubierta y abrió el libro por la
primer pagina, girando después varias páginas más y
dándoles una buena ojeada—. No tenemos ni idea del
idioma en que está escrito. Así que si alguien tiene
alguna idea…
Pasaron el libro alrededor de la mesa y todo el mundo
lo ojeó. Excepto Wen.
—¿Notáis eso? —preguntó, sosteniendo la palma
sobre él y haciendo una mueca—. No me gusta. —
Apartó la mano—. Cualquier cosa que haga que se me
ponga la piel de gallina antes incluso de que la magia se
libere no es algo que quiera tocar.
—No te hará daño —le aseguró Marta—. Sospecho
que contiene el trabajo de cien años de hechizos,
encantamientos y rituales que, de manera colectiva,
pueden usaarse para alterar el estado de las cosas. Pero
las palabras en las hojas no son suficientes para que
hacer funcionar la magia del hechicero.
—Su magia no es como la nuestra —le explicó Iann al
joven draegan, pero Gaige también escuchó con interés,
considerando que había tenido su primer acercamiento
creando magia por sí mismo esa misma mañana en la
barrera que rodeaba el campamento—. Para los
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draegans, la magia es inherente… es parte de quién


somos, entretejida en nuestro código genético. Pero
Byram es humano, lo cual le hace un mago creado por sí
mismo. Algunos humanos tienen aptitudes para
aprender a usar las energías y moldearlas. Pero a
diferencia de nosotros, ellos no tienen esa habilidad por
sí mismos. Tienen que depender de los hechizos,
encantamientos, pociones y la parafernalia necesaria
para alterar el estado de los objetos, de las personas o
incluso de la atmósfera.
Gaige pensó en el fuego que Byram había conjurado
alrededor de las almenas cuando Keiran y él escaparon
de Thrythgar. En la niebla que invocaba en ocasiones
para esconder el paso de sus tropas. En los
encantamientos que había creado y había dado a Gaige a
lo largo de los años para alterar su apariencia cuando
necesitó integrarse, como el que había usado la primera
vez que fue al campamento draegan. Incluso la piedra de
visión que había llevado por insistencia de Byram, de
manera que el hechicero pudiera permanecer en
contacto con él; Keiran le había explicado mientras
viajaban que se hacía más con una ilusión que con
cualquier magia real que tuviera la piedra misma.
—Byram —continuó Iann con el ritmo lento y medido
ritmo de un anciano con una historia que contar— se ha
convertido en un maestro de los conjuros y sus
conocimientos y habilidades con hechizos y pociones es
legendaria. Cuando el hechicero Pallendion lo tomó
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como pupilo hace todos esos años, las habilidades de


Byram superaron pronto a las de su maestro debido a
que tenía un impulso muy fiero de ir a lugares y hacer
cosas que ningún otro hechicero había hecho nunca
antes. Sus estudios bordeaban a menudo lo obsesivo y
sus experimentos cruzaban líneas que no debían
cruzarse. Pallendion murió en un accidente pocos años
después de colocar a Byram como su aprendiz y mucha
gente pensó que Byram lo había matado porque el viejo
maestro trataba de controlarlo.
—Algunos dicen que es un hechizo lo que ha
permitido al gran hechicero vivir tanto como lo ha
hecho —dijo Wen—. ¿Crees que es por eso?
—Creo que incluso un mago poderoso sigue siendo
humano. Por tanto, no es nada natural lo que le ha
mantenido vivo todos estos años. Vivo y aún con la
apariencia que tenía cuando inició la guerra contra la
raza draegan.
Iann hablaba de un pasado que Gaige sólo había
escuchado en las historias. Un pasado que el anciano
draegan no narraba a partir de rumores, sino de uno
que había vivido, del que había sido parte.
Con un revoloteo molesto en el estómago, recordó
que Keiran también lo había vivido. ¿Cómo de viejo era
Keiran? Sabia que los draegans envejecían mucho más
lentamente que los humanos y que algunos podían vivir
casi doscientos años, Pero si Keiran había estado ahí
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cuando Byram inició la guerra...


Era un niño y vi morir a todos a los que amaba.
…entonces eso le haría superar los cien años. Tragó
sobrepasando el nudo que le llenaba la garganta. Con
cien o más, incluso con cómo envejecían los draegans,
debería parecer más mayor de lo que parecía. Y aún así
su apariencia no le hacía ver más mayor que Gaige… en
la treintena.
Mientras los otros continuaban hablando y la
conversación giraba hacia los asuntos del campamento y
lo que había ocurrido mientras Gaige y Keiran estaban
fuera, Gaige estudió a su pareja con los ojos entornados.
El cuerpo de Keiran, todavía claramente en excelente
estado y tan masculino y hermoso que hacía que se le
acelerase el pulso, era duro y musculoso, aunque no tan
grande como el de Jax. Tenía más bien una constitución
atlética, con más definición que volumen. Su densa y
ondulada melena, de un rico marrón profundo con
reflejos dorados y que Keiran mantenía ese día atado en
la nuca con una tira de cuero, no tenía ni una sola hebra
de gris que Gaige pudiera ver. Tampoco el vello facial de
una semana que tenía. Su piel era fuerte y bronceada,
pero aparte de algunas líneas alrededor de la boca y los
ojos que Gaige conocía de manera íntima que provenían
de cuando reía o se preocupaba, ninguna arruga
enturbiaba su semblante. Sus ojos, tan a menudo llenos
de vida y amor e incluso de vez en cuando traviesos,
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eran quizás el único indicador de que era más mayor de


lo que aparentaba. E incluso así, no había sido hasta hoy
que Gaige se había percatado de cuánto mundo podían
haber visto esos suaves orbes gris plateados.
::¡Keiran, maldición! ¿Por qué me estás dejando fuera?
Tengo tantas preguntas. Necesito entender.::
No esperaba respuesta, y no hubo ninguna.
Sintió una fuerte punzada en el hombro e hizo una
mueca. Levantó una mano e hizo presión contra él para
calmar el dolor. Tan agotado de repente que ni siquiera
podía pensar, inspiró y soltó el aire en un suspiro
silencioso.
Necesitaba una distracción de su amante, así que
acercó el grimorio del hechicero hasta tenerlo delante y
giró la primera página, dejando que sus ojos vagaran
sobre la pequeña y elaborada escritura, buscando algo
reconocible.
Su incapacidad de obtener cualquier información del
libro era su tormento particular, ya que estaba
convencido de que contenía las respuestas a muchas de
sus preguntas. Creía que si Byram tenía una debilidad, y
todo ser tenía una, incluso uno tan lleno de presunción
como Byram, figuraría en ese grimorio, que era más que
el libro de hechizos del hechicero, era también su diario.
Gaige había sido quien había convencido a Keiran de
que debían robarlo antes de dejar la fortaleza del
hechicero, y el retraso al hacerlo casi les había costado a
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ambos la vida. Y aún así esa cosa maldita por los dioses
se aferraba a sus secretos con tanto celosamente como
se aferraría un buitre mhrova a un trozo de carroña.
Gaige continuó saltando por las hojas crujientes
mucho después de que los otros cambiaran de tema.
En algún momento, y no estaba seguro de cuándo, se
alzó lo suficiente como para coger pergamino, pluma y
tinta, y empezó a anotar palabras y símbolos que veía
repetirse una y otra vez.
Levantó la vista el tiempo suficiente como para darle
las gracias a Marta cuando ésta colocó un tazón de
estofado frente a él y otra taza de vino, volviendo
después a su trabajo mientras comía y bebía.
Las delgadas hojas de pergamino y su contenido lo
tenían hipnotizado, seducido, y se convirtió en un
desafío, como tratar de unir las piezas de un
rompecabezas cuando ni siquiera estabas seguro de qué
aspecto tenían las piezas
—¿Gaige?
La mano de Keiran en su hombro bueno, cálida y
apretando con suavidad, le trajo finalmente de vuelta a
su cuerpo y a lo que le rodeaba. Levantó la vista del libro
y parpadeó.
—Lo siento —murmuró cuando se dio cuenta que no
era la primera vez que Keiran le llamaba. Los ojos le
ardían entre la pequeña escritura y el agotamiento puro,
y sentía la mente embotada. Miró alrededor y notó la
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oscuridad del exterior. No era de extrañar que le


dolieran los ojos; de tenue luz de las velas ofrecía poca
iluminación. Wen y Marta se habían ido, y Iann estaba
ocupado echando más madera al fuego y amontonando
algunos troncos extra para usarlos durante la noche—.
¿Qué decías?
Keiran sacudió la cabeza. Líneas de preocupación le
cruzaron la frente.
—Has estado estudiando minuciosamente ese libro y
escribiendo durante horas.
Gaige bajó la vista y se dio cuenta de que había
llenado docenas de hojas con palabras y símbolos que
no significaban nada para él.
—Yo sólo… Siento que debería ser capaz de sacar algo
de esto.
La mano de Keiran apretó de nuevo y el contacto se
sintió tan bien después del poco que habían tenido
durante todo el día que, un temblor de necesidad
recorrió a Gaige. Cerró los ojos y saboreó el toque de su
amante.
—Estás exhausto —dijo Kieran—. Te prometí un baño
caliente y una cama hace horas. Lo siento.
—Había cosas mas importantes que tratar. —Incluso
su voz se oía cansada, arrastrándose por su garganta.
—Allend ha llenado la bañera con agua caliente del
manantial.
—¿Lo ha hecho? —preguntó, sorprendido, abriendo
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de nuevo los ojos. Se lo había perdido completamente


por lo atrapado que había estado con ese maldito
grimorio.
—Lo ha hecho. Ve a tomar un baño y duerme un poco
después —dijo Kieran mientras cogía su capa de lana
del banco y se la ponía.
—¿A dónde vas?
Keiran se pasó el arco y el carcaj por el hombro.
—Voy a caminar por el campamento con Marta esta
noche, sólo para asegurarme de que es seguro.
Una espada fría y embotada hundiéndose en su
abdomen no podría haberle hecho más daño. Había
esperado durante todo el día para tener a Keiran para él
solo, para poder conseguir respuestas sobre por qué le
mantenía todavía a distancia. Pero en su lugar Keiran
seguía haciéndolo a un lado y lo enviaba solo a la cama.
—Te esperaré —dijo Gaige.
—No. Has esperado suficiente. Necesitas dormir,
Gaige. Y no sé cuánto tiempo estaré fuera.
Depositó un beso en la cabeza de Gaige y, con un
asentimiento hacia Iann, se marchó.
El nudo que Gaige había tenido todo el día en el
estómago dio una punzada brutal.
Acababa de ser dejado a un lado de nuevo.
Apartó el libros y los papeles con un bufido enfadado
—Recuerdo a tu madre —dijo Iann, levantándose
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junto al fuego y frotándose las manos.


Las palabras pillaron a Gaige por sorpresa. Levantó la
vista hacia el viejo draegan.
—¿Qué? —murmuró.
Iann se dejó caer en el banco junto a él, con los huesos
y articulaciones crujiendo, y asintió.
—La conocí cuando era una niña. Tenía los ojos del
color del cielo. Exactamente como los tuyos.
El corazón de Gaige palpitó.
—¿Cómo? ¿Cuándo?
Iann estiró las piernas frente a él, se apoyó en la mesa
y se frotó las entrecanas mejillas con la mano. Miró
fijamente el fuego y, durante un doloroso momento,
pareció tan perdido en sus pensamientos que Gaige
temió que no contestara.
—Su madre, tu abuela, era una consejera de la lord
draegan. Eso fue antes de que Byram matara al rey de
los humanos y se declarara a sí mismo como el gran
hechicero y gobernante de las tierras. Tu madre,
Albione, era una niña hermosa… llena de luz y de amor.
La recuerdo jugando con sus muñecas, bailando con
ellas, su largo cabello rubio moviéndose tras ella, y hacía
que todo el mundo sonriera con sus travesuras.
El pecho de Gaige dolió ante la imagen que Iann le
presentaba. ¿Cómo terminó una niña sin
preocupaciones como ésa traicionada y asesinada por
Everard Rizik? ¿Dónde estaba la justicia en eso?
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—¿Por qué? —murmuró.


—¿Por qué?
—¿Por qué durmió con mi padre? ¿Por qué quería un
niño con él, sabiendo quién era? Él la asesinó cuando yo
nací.
—¿Cuándo se dio cuenta de que era una draegan? —
La misma pregunta que Keiran le había hecho.
—Sí.
—El amor hace que la gente haga cosas extrañas,
Gaige. No es lógico. Porviene del corazón y no conoce
restricciones… la raza, la edad, el género, no significan
nada por que al amor concierne. Y algunas veces la
gente que se enamora profundamente hacen todo lo que
pueden para proteger ese amor.
Algo en su interior le decía que las palabras de Iann
tenían un doble sentido… que no estaban hablando
solamente de sus padres, sino también de Keiran y él.
¿Estaba tratando de explicar de algún modo por qué
Keiran le había dejado fuera ese día? ¿Podía Iann
siquiera saberlo?
Entonces recordó algo de lo que Keiran le había dicho
antes, cuando paró a Gaige para que no dijera que era un
lanzador de llamas. Keiran había dicho “no todos lo
saben”, lo que implicaba que alguien más en la tienda
aparte de ellos dos lo sabía.
—Estabas allí con Kieran, ¿no? En Kellesborne,
cuando era niño.
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—Sí. Yo era miembro de la draeganjhere de su familia.


—Sus ojos grises se turbaron y las arrugas cruzaron su
frente ya fuertemente marcada, como si recordara
eventos difíciles.
La compasión de Gaige se despertó. Por supuesto que
recordaba eventos difíciles… Byram y sus tropas habían
matado a la familia de Keiran. Si Iann había sido
miembro de su draeganjhere, no podía ser fácil saber
que alguien a su cargo había muerto.
—Iann, ¿qué edad tenía Keiran?
El anciano levantó sus tupidas cejas grises.
—¿No te lo ha dicho?
Gaige negó con la cabeza.
—Me acaba de contar lo de su herencia esta mañana.
Pero no ha entrado en detalles sobre nada. Nos...
interrumpieron.
—Entonces las respuestas que buscas no deberían
venir de mi. Necesitas hablar con tu pareja de esto.
Sí, si es que su pareja le hablaba.
—Entonces déjame preguntarte esto —dijo—. Si
Keiran estuvo ahí cuando Byram atacó por primera vez
a los draegans, debe de tener más de cien años. Excepto
que no lo aparenta, ni siquiera siendo draegan. ¿Por
qué? ¿Y no se preguntan los otros por qué no se ve tan
bien para su edad?
—Sus lugartenientes creen que es mucho más joven
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de lo que es. Y él eligió que siguiera siendo así. Cree que


es más seguro para ellos que no lo sepan.
Una punzada de incertidumbre golpeó el estómago de
Gaige.
—No entiendo ¿Incluso Jax lo creía? ¿Por qué?
—Los draegans, como raza, envejecen más
lentamente que los humanos… algunos pueden vivir casi
doscientos años. En los tiempos antiguos, algunos vivían
más; hasta los trescientos. Pero a lo largo de los
milenios la sangre del draegan común se ha ido
diluyendo. La línea de los verdaderos lores draegan, sin
embargo, se ha mantenido fuerte durante el paso del
tiempo.
—¿Lo que significa que viven mas que los draegan
normales?
—Mucho más.
Entendió entonces por qué Keiran mantenía su edad
real en secreto; si los otros supieran su edad y veían que
seguía viéndose joven, eso habría delatado su herencia.
—¿Cuánto más?
—La mayoría pueden vivir el doble que un draegan
medio de hoy en día.
El corazón de Gaige palpitó fuerte que pareció que
podría explotarle en el pecho.
—¿Cuatrocientos años? —dijo con voz áspera.
—O más.
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Agarró el borde la mesa tan fuerte que las uñas se


hundieron en la madera.
—Yo soy medio humano y sólo medio draegan.
Incluso si llego a una edad avanzada para mí, él seguirá...
—Necesitas oír los hechos de tu pareja, Gaige. Ya he
dicho más de lo que debería. —Entonces su expresión se
suavizo y pareció sentir pena por él—. Pero no te
preocupes demasiado por eso. Eres ‘imlain’ du
draeganlahn.
—Keiran me dijo que eso significaba la verdadera
pareja de un draegan.
Iann se rió entre dientes.
—No significa la verdadera pareja de un draegan.
Significa la verdadera pareja de un lord draegan.
—¿Y se supone que eso me ha de reconfortar?
La expresión de Iann se volvió compasiva.
—Realmente no te ha explicado demasiado, ¿no?
—No. —La palabra solitaria sonó tan resentida como
se sentía Gaige.
Iann se puso de pie y cogió el hombro de Gaige en el
gesto tradicional de saludo y despedida.
—Sé paciente con él, amigo mío. Es tan nuevo en
estos asuntos de parejas verdaderas como tú. Sospecho
que ambos aprenderéis mucho acerca del otro, y sobre
vosotros mismos, en las siguientes semanas y meses.
Se puso una capa envejecida marrón que parecía
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como si fuera tan vieja como él.


—Intenta dormir un poco. —Se giró y fue hacia la
puerta de la tienda.
—Genial. Todo el mundo quiere que duerma.
Iann se detuvo y lo miró por encima del hombro.
—Si eso ayuda a poner las cosas en perspectiva… He
conocido a Keiran durante toda su vida y nunca había
mirado a nadie del modo en que te mira a ti. Te ama. Con
fuerza. Apasionadamente. Y recuerda lo que te he dicho
sobre el amor…
Despidiéndose a continuación con un asentimiento,
pasó al otro lado de la puerta de tela, dejando a Gaige
solo.
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CAPÍTULO 8

La oscuridad envolvía la tienda cuando Keiran regresó,


excepto por el brillo de las brasas en el fuego del cuarto
principal.
Cerró la puerta de tela de la tienda, se quitó la capa y
la dejó en el banco de la mesa, agregó un par de leños
más al fuego y a continuación los revolvió hasta que
logró que un nuevo fuego cobrara vida.
En el dormitorio, el suave brillo amarillo del fuego se
colaba por el hueco de la puerta, dándole suficiente luz
para ver la silueta de Gaige en el gran camastro. Lo que
el fuego no iluminaba podía distinguirlo con su
mejorada visión nocturna de draegan, lo que le permitió
ver el patrón de calor de Gaige y saber que estaba
acostado de lado, dándole la espalda.
Su garganta se tensó con la emoción al darse cuenta lo
mucho que quería acostarse en la cama al lado de su
dormida pareja, atraerlo entre sus brazos, y perderse en
el confort de su cálido cuerpo.
Aunque después de la manera en que le había tratado
durante el día, temía que Gaige no quisiera hablar con él,
mucho menos estar dispuesto a compartir arrumacos.
La culpabilidad se asentó en su estómago con fuerza,
justo donde había estado la mayor parte del día. Cuando
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había dejado la tienda para patrullar Marta había


tomado una ruta y él otra, lo cual le había dejado horas
de oscura soledad para luchar con sus pensamientos y
acciones. Había sido un idiota y se lo merecía si Gaige no
quería tener nada que ver con él. Trató de tranquilizarse
a sí mismo con que era una buena señal el que su pareja
estuviera ahí y que no hubiese vuelto solo a su vieja
tienda. Esa posibilidad lo había estado atormentando
mientras recorría el bosque.
Se quitó la ropa y se bañó rápidamente con el agua
ahora fría de la bañera. El golpe de frío y el aroma fresco
de sabia y cítricos del jabón rejuvenecieron sus sentidos,
pero no hizo nada para aliviar el dolor en su corazón. Se
debatió entre afeitarse o no la barba de una semana
Probablemente sería mejor esperar hasta la mañana,
cuando pudiera ver qué diablos estaba haciendo. Pero
decidió que estaba cansado de la comezón, así que se
enjabonó la cara y pasó la cuchilla por su mentón,
mejillas y cuello con un toque experto.
El aire de la noche, a pesar del fuego, le caló mientras
se secaba el cabello y el cuerpo. Se dirigió a la cama,
levantó los sábanas y se deslizó dentro del capullo de
calidez. Se acercó a Gaige con cuidado, sin querer
despertarlo pero anhelando tanto el contacto físico que
dolía. Sin embargo, antes de que pudiera deslizar su
brazo alrededor de la cintura de Gaige, su pareja se giró
sobre la espalda.
Keiran hizo una pausa. Incluso en la oscuridad podía
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sentir la mirada de su amante en él, y la energía que


rodeaba su cuerpo no invitaba a la intimidad.
—Lo siento. No quería despertarte.
—No me has despertado.
—¿Has estado despierto todo este tiempo? ¿No has
logrado dormir nada? —El pensar en Gaige allí tumbado
sin dormir durante horas sólo intensificaba su propia
culpa.
—Tenia algunas cosas en la cabeza. —Las palabras,
aunque dichas en voz baja por la profunda voz de Gaige,
eran roncas y estaban teñidas de un enfado contenido.
El suspiro que escapó de Keiran se sintió como si
pudiera estar tirando de sus entrañas para que salieran
junto con él.
—Lo sé —murmuró. No iba a insultar a Gaige
pretendiendo no saber de lo que hablaba—. Sólo
esperaba que quizás pudieras lograr dormir algo
mientras estaba afuera. Ha pasado más de un día y una
noche desde que pudimos cerrar los ojos durante un
rato, e incluso más tiempo desde que tuviste una noche
entera de sueño confortable en Kellesborne.
Gaige se giró para encararle, apoyando cabeza en una
mano.
—Me dejaste fuera hoy, Keiran. Completamente. Y
después esta noche saliste sin preguntarme si quería
acompañarte, y me enviaste a la cama con un beso en la
cabeza como si fuera un niño. ¿Esa es la manera en que
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me ves?
—¡No! —Miró fijamente a su pareja, horrorizado de la
percepción de Gaige de lo que había sucedido—. Por los
dioses, no lo hacia por eso para nada. Te veías tan
cansado y exhausto que no podía imaginar el arrastrarte
a patrullar esta noche. Te lo dije, que esperaba que
pudieras conseguir recuperar un poco de un bien
merecido sueño.
—Y supongo que el hecho de que se te haría más fácil
el seguir manteniéndome a distancia si te ibas ni se te
pasó por la cabeza. Ni tampoco la esperanza de que
estuviera dormido cuando volvieses, si es que decidías
volver, para poder retrasar el hablar conmigo hasta la
mañana. A menos, claro, que también tuvieras algo
importantísimo de lo que ocuparte por la mañana por lo
que tuvieras que irte corriendo.
La repugnante bola caliente de culpabilidad en su
interior creció hasta un peso casi insoportable. No había
esperado escaparse fácilmente y sabía que se merecía la
censura de su pareja. Pero Gaige no se estaba
conteniendo, y la verdad de sus palabras se abría paso
quemando directamente hasta el alma de Keiran. El tono
tranquilo y uniforme de Gaige sólo hacia que Keiran se
sintiera peor, porque sabía que debajo su amante estaba
dolido y enfadado y aún así hacía lo manejaba mucho
mejor de lo que lo haría él si sus posiciones estuvieran
invertidas. Había sido un tonto al pensar que
escondiéndose detrás de un muro creado por sí mismo
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podría proteger a Gaige.


—Después de todo lo que ha pasado, ¿tienes idea de
cómo se ha sentido estar completamente separado de ti?
—preguntó Gaige—. De pasar los últimos días
conectado contigo de todas las maneras esenciales
posibles, de sentir cuando respirabas, cuándo sonreías,
cuándo sentías placer, cuándo dolor. De estar tan cerca
de ti que en ocasiones era incluso difícil saber cuál parte
era tuya y cuál mía. Y entonces —chasqueó los dedos—,
desaparece como si nada, y cada vez que trataba de
alcanzarte, me encontraba con una pared fría y yerma.
Keiran tragó con dificultad, aunque su cerrada
garganta lo hacia casi imposible.
—Lo siento —susurró—. No pensé en cómo se
sentiría para ti. —Y no lo había hecho. Sólo había
pensado de manera egoísta en cómo deseaba esconder
sus propios emociones y miedos tumultuosos a su
pareja.
Gaige se giró nuevamente sobre su espalda con una
alta exhalación, dejando caer a continuación el brazo
sobre los ojos como si, incluso en la oscuridad, el ver a
Keiran fuera más de lo que pudiese soportar.
—Creí que era yo —dijo en voz baja—. Pasé la
primera parte del día pensando que había algo malo en
mí. Que las habilidades que había tenido desde nuestra
unión podrían estar desapareciendo.
—Oh, dioses —susurró Keiran. Había hecho incluso
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más daño del que había pensado con sus insensibles


acciones.
—Pero entonces ahí estabas fuerte y claro en mi
cabeza cuando me dijiste que no les contará a los otros
sobre nuestra huída de la fortaleza de Byram. En ese
momento me di cuenta que no era yo en absoluto. Me di
cuenta de que habías erigido esa barrera a propósito
entre nosotros para evitar que me acercase. Así que
desde entonces me he estado preguntando por qué. ¿Por
qué harías una cosa como esa? ¿Por qué, después de
todo por lo que hemos pasado juntos, me excluirías
ahora de tu vida? Y todo lo que puedo pensar es que te
arrepientes de haberte emparejado conmigo. Que lo
que ha pasado esta mañana con Jax ha hecho que te des
cuenta de que no soy lo que necesitas o quieres, y que
no sólo deseas no haber tenido que elegir entre tu mejor
amigo y yo, sino que también crees que hiciste la
elección equivocada.
La sorpresa y la vergüenza a continuación inundaron
a Keiran ante las palabras de Gaige y el dolido tono de su
voz.
—¡No! Tú eres el único al que quiero, Gaige. El único
al que he querido jamás.
—Tú y Jax tuvisteis un pasado. Lo Entiendo. Y
sospecho que al menos parte de ese pasado fue como
más que sólo amigos.
—Fuimos amantes durante un tiempo —admitió
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Keiran—. Pero eso fue hace mucho tiempo, y fui yo el


que le puso fin porque sabia que jamás podría darle lo
que él quería. Y él nunca podría darme lo que yo quería.
—Pero te amaba. Aún te ama. Lo he visto hoy en sus
ojos.
Lo dijo como retando a Keiran a que lo negase. Pero
no podía negarlo.
—Sé que lo hace. Y parte de sus problemas de ira
hacia mi son por eso. Porque no correspondo esos
sentimientos. Nunca lo hice.
El silencio siguió a su respuesta. Un silencio tan
profundo que oía su propio pulso palpitar en sus venas.
Justo cuando Keiran pensaba que Gaige se había
rendido con él, y pensaba en cómo lograr que su pareja
le hablara de nuevo sin empeorar las cosas, Gaige
finalmente dijo:
—Entonces, ¿por qué? Si no es por Jax y no tienes
dudas acerca de nosotros, ¿por qué me dejaste fuera?
Maldición, Keiran, ¿por qué?
El dolor y la desesperación en su voz fueron las
frágiles gotas que finalmente quebraron a Keiran. El
pecho le dolía con tal ferocidad que quería gritar su
angustia. Las palabras salieron de él antes de que
pudiera detenerlas.
—¡Porque detesto lo que ha pasado esta mañana!
Detesto lo que te hice, a lo que te sometí ahí afuera. Y la
culpa me está matando.
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Apartó las sábanas, salió de la cama y comenzó a


pasear, hundiendo las manos en el aún húmedo cabello.
—¿Qué? —La voz de Gaige era suave y casi
imperceptible sobre el ahora brutal latido del corazón
de Keiran.
—Te hice pasar un rato horrible, Gaige, contra tu
voluntad, decidí exponer cada uno de tus secretos a toda
esa gente. Y justifiqué mi conducta diciéndome a mi
mismo que eso era lo mejor. Que la gente necesitaba ver
y oír la verdad de lo que había pasado, así entenderían
lo brutal que podía ser Byram, el peligro en el que están
todos. Y… — Suspiró y sacudió la cabeza—. Y entonces
creerían en ti. Sólo quería asegurarme de que nadie
diría nada malo de ti de nuevo. Quería que te conocieran
como yo lo hago, que conocieran el hombre real,
honorable y de buen corazón que eres.
—Keiran…
—No. Sé lo que vas a decir, así que no lo hagas. Sí, soy
consciente de qué y quién eras como la Pantera Blanca.
Pero ya hemos pasado por esto, Gaige, y sabes lo que
pienso de ese asunto, cómo me siento. Quería que la
gente del campamento viera lo que yo veo cuando te
miro. Pero...
Se le escapó un bufido de indignación.
—Pero en mi impulso por hacerlo, te pisoteé por
completo. Sin preguntarte cómo te sentías con eso, ni
dejar que opinaras en el asunto, te arrebaté tu derecho
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de elegir y te desnude frente a ellos. Sin embargo he sido


yo quien a tenido secretos para esa misma gente
durante años, secretos que también afectan la seguridad
y el bienestar del campamento, secretos que merecen y
necesitan conocer porque no soy quien piensan que soy,
y mi identidad real los pone en peligro. Y aún así me
aferro a mis secretos como si me fuera la vida. Te expuse
descaradamente, y aún con eso no tengo el valor de
exponerme yo mismo.
Oyó crujir el pasto y la hierba que rellenaban del
colchón y se giró para ver a Gaige enderezarse.
—¿Es por eso por lo que me mantuviste fuera? —
preguntó Gaige—. Porque no querías que viera… ¿el
qué? ¿Que tienes debilidades y miedos como el resto del
mundo?
De nuevo Gaige había logrado llegar justo al centro de
la cuestión. La pura verdad de sus palabras desgarraron
el orgullo a duras penas en pie de Keiran.
—Keiran, Byram ya sabe quién eres, así la necesidad
de mantener el secreto se terminó. ¿Por qué te asusta
decirle a tu gente la verdad? Ya eres su líder. Ya te
respetan, confían en ti. ¿Crees que yo o cualquier otro
espera que no tengas ninguna debilidad? ¿Que seas un
parangón de perfección?
—Si les digo la verdad…sí —dijo, teniendo problemas
de nuevo para hablar a través del nudo que sentía en la
garganta—. Tendría que serlo.
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—¿Por qué? Ayúdame a entenderlo, porque no te


estoy siguiendo.
—Maldición, Gaige…
—Dime. Me debes esa honestidad. Dime de qué estás
asustado.
—¡Estoy jodidamente asustado de no poder ser el
líder que toda mi vida me han dicho que supuestamente
soy! —estalló, su voz más alta de lo que había querido.
Pero sus venas se hincharon por la emoción acumulada
y a duras penas podía pensar. Sabía que no era culpa de
Gaige, que no debería de alzarle la voz a él de entre toda
la gente, y sin embargo no podía controlarse.
»No sé si pueda estar a la altura de los antiguos lores
draegan. He intentado hacer lo correcto para esta gente,
pero una cosa es que vengan a mí, buscándome para que
guíe el camino como un rebelde, como un luchador de la
libertad, y otra cosa muy diferente asumir el manto de
lord draegan. —Su voz se quebró—. De los lores
draegan se espera que gobiernen con total confianza,
que sepan todas las respuestas, que protejan sin fallas.
Se espera que no tengan ninguna debilidad, en
absolutamente nada.
Cerró los ojos, respirando con dificultad e intentando
recuperar el control sobre sí mismo.
—Keiran…
El cálido y calloso toque de las manos de Gaige se
deslizaron alrededor de su cintura desde atrás,
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curvándose hacia arriba a continuación y afirmando una


alrededor de su pecho mientras la otra descansaba
plana contra su abdomen. No había oído a Gaige salir de
la cama, pero el calor de su cuerpo desnudo y fuerte se
apretaba contra su espalda. Y a pesar de frustración
dolida que sabía que su amante aún sentía hacia él, le
ofrecía una fuerza y confort que Keiran quería aceptar
de la peor manera, y sin embargo no se sentía digno de
ello.
—Eres demasiado duro contigo mismo.
—Tengo que serlo. Toda nuestra raza estuvo a punto
de perecer durante la vigía de mi madre. Sé que no fue
su culpa. Sé que Byram golpeó fuerte y rápido y nadie lo
esperaba ni estaba preparado para eso. Pero no puedo
dejar que lo mismo me suceda a mí. Tengo que hacerlo
mejor. No pedí ser un líder, pero si no puedo hacer lo
difícil, ¿entonces cómo puedo esperar que nadie confíe
en mí para que lo proteja?
—Te diré lo mismo que me dijiste hace días en
Kellesborne —dijo Gaige—. No tienes que hacerlo solo.
No me dejes fuera.
No fue hasta ese momento que Keiran se dio cuenta
de que sus puños mentales seguían aferrados con fuerza
en la pared que había erigido, manteniéndola en pie
como si le fuera la vida.
La respiración de Gaige se sentía cálida y
reconfortante contra su oreja.
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—Por favor… déjame entrar, amado —susurró.


La humedad caliente le aguijoneó la parte interior de
los párpados.
—Es demasiado —dijo con voz áspera, su garganta
cerrada y dolorida—. Después de todo lo que has
pasado, no deberías tratar también con mi porquería.
—No hay una parte de ti que no quiera, Keiran.
Conoces lo peor de mí, has visto lo que era, lo que he
hecho, y aún así me quieres. ¿Crees que es diferente
para mi? —Suspiró—. No necesito que me protejas,
aunque creo entender por qué te sientes obligado a
hacerlo. Sólo necesito que seas abierto. No te contengas
por mí. Déjame apoyarte y ser tu pareja en todas las
cosas.
El cuerpo entero de Keiran tembló con la necesidad
de dejarse ir, de compartir, de apoyarse. Inclinó la
cabeza hacia atrás y la apoyó en el hombro de Gaige,
sintió el suave roce de los labios contra su sien en una
bienvenida. Gaige también se había afeitado, y el calor
suave de su mejilla junto con el olor cálido y limpio
despertó un profundo anhelo en Keiran.
—Por favor. Para que funcione, para que
funcionemos, no podemos dejar al otro fuera.
Con una temblorosa respiración, Keiran se dio por
vencido y dejó caer el muro.
Los brazos de Gaige se apretaron a su alrededor y oyó
como inspiraba y soltaba varias bocanadas de aire
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temblorosas.
—Lo siento —murmuró Keiran—. Te dije que era
demasiado.
—No… no es demasiado. Se siente… — Respiró
profundamente de nuevo, suspirando a continuación en
lo que sonó casi como alivio—. Se siente correcto. He
estado jodidamente vacío sin ti todo el día.
Keiran también había estado vacío, aunque no se
había dado cuenta hasta ahora que el amor de Gaige y la
infinidad de emociones y pensamientos de su pareja lo
llenaban, mezclándose con los suyos para crear un todo.
::Siento tanto haber hecho que dudaras de lo mucho
que me preocupo por ti. Era lo último que pretendía.::
::También yo lo siento.:: La voz de Gaige era una
bienvenida invasión en la cabeza de Keiran. ::No debería
haber dudado tan rápido. Sólo que no entendía, y cuando
no pude acercarme a ti me sentí traicionado.::
Keiran se sintió mal del estómago al recordar todo el
daño que había causado.
::No lo hagas.::
::¿Que no haga el qué?::
::Puedo sentir como te castigas por esto. No lo hagas,
Los dioses saben que también yo soy culpable de tomar
decisiones mediocres. Antes de que Byram me capturara,
casi te dejo, ¿recuerdas? Porque tenía la idea equivocada
que eso te protegería a ti. Y sé que cuando descubriste
cual había sido mi intención, te hizo daño. No estoy
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acostumbrado a cuidar a otra persona o a dejar que


alguien me cuide a mi. No estoy acostumbrado a
compartir mi vida. Así que realmente no conozco las
reglas.::
::Tampoco yo,:: admitió Keiran. ::Siento que debería,
desearía hacerlo, pero no las conozco.::
Gaige le cogió por los hombros y le hizo girar,
deslizando las manos por su cabello, atrayendo su
rostro y besándolo.
Sabía a vino especiado ,a consuelo oscuro y cálido y a
una potente masculinidad; una poderosa combinación.
Cuando Keiran levantó las manos para trazar los duros
planos de músculo y cálida carne que era la espalda de
su amante se dio cuenta que había sido un completo
tonto.
Este hombre lo llenaba con una fuerza que jamás
había sentido. Cuando se unieron por primera vez y los
pensamientos y emociones de Gaige se mezclaron con
los suyos, se entusiasmó. Y en el día presente, cuando se
dio cuenta de que Gaige también podía ya compartir su
diálogo telepático, se sintió orgulloso y completo. Pero
tras la confrontación con Jax, mientras la culpa lo
atravesaba por lo que había hecho, esa íntima conexión
de repente le había hecho sentir expuesto y la cercanía
le había aterrado. Una cosa era compartir su amor, su
placer e incluso sus preocupaciones con su pareja, pero
cuando sus propias acciones habían herido a ésta —aún
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peor, habían herido a Gaige bajo el propósito de intentar


protegerlo— y no había sido capaz de detener el flujo de
culpa, no quiso que Gaige lo viera con esa luz, no quiso
que viera quién era en el centro de su ser. Y así, en un
momento de pánico, lo dejó fuera.
::Sé que la manera en que me encontraste en los
calabozos de Byram fue difícil para ti, Keiran. Creo que de
cierto modo fue incluso más difícil para ti que para mí.::
::No. ¡No! Tú fuiste quien sufriste en sus manos,
m’aerlas. Mis sentimientos no son nada comparado con
eso.::
—No estoy de acuerdo —dijo Gaige en voz alta,
mirando el rostro de Keiran con una seriedad que hizo
que el nudo en su garganta regresase—. Creo que tú
también sufriste. Creo que puede que haya una parte de
ti que se culpa por no haber llegado antes o por no
haber sido capaz de evitar de algún modo que me
capturaran en primer lugar, y muy dentro de ti eso te
carcome. Y es por eso por lo que ahora te esfuerzas
tanto por protegerme— dijo con una sabiduría que
contradecía su edad.
Keiran se frotó los ojos, que le escocían, con las
palmas y trató de respirar más allá de la horrible
presión que sentía en el pecho. Maldito fuera todo, la
perspicacia del hombre era tan brutalmente acertada
que se sentía como si le hubieran dado la vuelta de
dentro a afuera, exponiendo su desnuda vulnerabilidad
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por completo.
La cálida mano de Gaige en su rostro y la suave
presión de sus labios sólo lo empeorarón.
—No fue tu culpa.
—Debería haberte encontrado antes.
—No. Yo tomé la decisión de regresar a Thrythgar. Te
drogué, por el amor de los dioses, así que no podías
detenerme ni seguirme. ¿Recuerdas? Y una vez que
estuve allí, Byram fue y es el único responsable de lo que
ocurrió. No tuviste control sobre ello.
—No quiero perderte —murmuró Keiran—. No
quiero que vuelvan a hacerte daño
—Lo sé —dijo suavemente, pasando la punta de los
dedos por la mandíbula de Keiran—. Y aprecio tu
necesidad de protegerme de cualquier otro daño, físico
o verbal, más de lo que puedas imaginar. Créeme, lo
hago. Pero, Keiran, tenemos una lucha entre manos.
Byram va a estar respirándonos en la nuca más pronto
de lo que creo que cualquiera de nosotros quisiera
aceptar, y necesitaremos enfrentarlo con todas nuestras
facultades intactas, sin distracciones. Lo que significa
que no puedes estar preocupándote a cada segundo por
lo que me sucede, porque perder la concentración sólo
conseguirá que tú termines muerto.
Keiran hizo una mueca, reconociendo la verdad en lo
que decía.
—Tienes que dejarme sostenerme en mis propios
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pies. Pero al mismo tiempo, aún y cuando parezca una


contradicción, somos más fuertes cuando estamos
conectados. Cuando estamos conectados tal y como lo
estamos ahora mismo, tenemos ventajas que Byram no
puede entender. Y vamos a necesitar esas ventajas.
—Entonces me estás diciendo que necesito ceder y no
mimarte, pero tampoco dejarte fuera.
—Sí. Con todo lo que te amo por querer protegerme,
eso es lo que estoy diciendo.
Keiran respiró profundamente y asintió.
—Tienes razón. Sé que tienes razón. Te escucho.
—Bien. Eso es importante. Porque exactamente del
mismo modo en que no quieres que me pase nada, yo
deseo con la misma fiereza que nada te ocurra tampoco
a ti.
Gaige lo besó de nuevo. Y Keiran correspondió el
beso, necesitando que supiera lo muchísimo que le
importaba, cuánto lo lamentaba todo.
Cuando sus labios se separaron, continuaron de pie
abrazados, las frentes apretadas una contra la otra,
saboreando la tranquilidad del momento de comunión.
Keiran sentía que las preguntas llenaban la mente de
Gaige, aunque una sensación de calma prevalecía a su
alrededor.
—¿Qué tienes en mente, amor?
—Algo que dijiste…
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—¿El qué?
—¿Tu madre era el lord draegan? Supongo que
simplemente asumí que era tu padre
—Sí, lo era. Su nombre era Eirene, y mi padre,
Markus, era su pareja verdadera. Ambos fueron
asesinados en Ilyrie. Fueron de los primeros en morir en
el ataque inicial de Byram.
—Lo siento.
—Yo también.
Gaige frunció el ceño.
—Si el nombre de tu padre era Markus y fue
asesinado hace mtanto tiempo, ¿quién es Hareld?
Cuando llegué aquí, me dijeron que Hareld era tu padre
y que había muerto hacía treinta años. Y tu nombre es
Hareldson; el hijo de Hareld.
Keiran suspiró.
—Y así llegamos a la encrucijada de la retorcida red
que se ha tejido y en la cual he tenido que vivir todos
estos años.
Ante las cejas arqueadas de Gaige, continuó.
—Hareld y Iann eran miembros del draeganjhere de
mi madre. Su trabajo era protegernos a todos nosotros…
a ella, a mi padre y a mí mismo. Cuando las tropas de
Byram irrumpieron en la casa en donde nos habíamos
quedado a pasar la noche y asesinaron a mi padre y a mi
madre en su cama antes de que pudieran cambiar a su
LORES DE KELLESBORNE | M. L. RHODES

forma alada, Hareld y Iann me sacaron de mi camastro,


me llevaron por una trampilla en el suelo y escaparon
conmigo a través de un túnel que daba al bosque. Otro
niño draegan…— Hizo una mueca de dolor al recordarlo
—. Un niño de más o menos mi edad, que murió durante
el ataque, fue dejado en mi lugar.
—Así que Byram pensó que os había matado a todos.
—Sí. Nos encondimos durante mucho tiempo, y
durante años nos movimos continuamente, sin
quedarnos nunca en el mismo lugar más de unos
cuantos días o semanas, pretendiendo siempre que
éramos humanos. Hareld me hizo pasar por su hijo para
evitar sospechas, pero Iann y él eran mis protectores,
manteniéndome a salvo para que, un día, cuando fuera
adulto y el momento fuera el adecuado, pudiera tomar el
papel de líder puesto que era el única draegan que
quedaba con sangre de “lord”. Hareld fue asesinado
durante un ataque en una aldea humana hace años;
estaba en el lugar equivocado en el momento
equivocado, haciendo trueques para conseguir
suministros, cuando un destacamento de tropas de
Byram apareció, cometieron una masacre general e
incendiaron la aldea.
—¿Fue entonces cuando los draegans empezaron a
dirigirse a ti para que tomases las decisiones?
—Más o menos. Habíamos estado viviendo con un
pequeño grupo de draegans por entonces, del cual Jax,
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Marta y su pareja formaban parte.. Hareld estaba más o


menos al cargo, aunque no era un líder de verdad. Todos
los otros, excepto Iann, claro, pensaban que yo era un
jovencito cuando Hareld murió porque eso fue lo que les
hicimos creer… Todo era parte de la protección de mi
verdadera identidad para que Byram ni siquiera
descubriera que existía.
»El grupo creció cuando Marta y su pareja, Dane,
tuvieron niños y otros nos encontraron y decidieron que
preferían la seguridad de un grupo antes que vivir por
su cuenta. Hace algunos años, después de un invierno
particularmente duro, Iann y yo sugerimos la idea de
comenzar a asaltar los almacenes de comida de Byram.
Marta, Dane y Jax estuvieron de acuerdo. Y lo hicimos, al
principio eligiendo objetivos pequeños… sólo lo
suficiente para tener comida extra. Pero a medida que
otros draegans y después humanos descubrieron lo que
estábamos haciendo, se nos unieron.
—Y ahora hay más de cien almas en el campamento,
todos ellos esperando que les mantengas a salvo y
alimentados.
—Prácticamente. Tal y como he dicho, no pedí este
papel. Sencillamente pasó.
Gaige sacudió la cabeza.
—No pasó simplemente, Keiran. Eres un líder natural.
La gente se siente atraída hacia ti porque irradias
fuerza, confianza y un interés genuino. Las mismas
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cosas que me atrajeron de ti cuando llegue. Tu gente no


te sigue porque tengan que hacerlo. Te siguen porque
así lo eligieron. Porque confían en ti. Porque tienes todas
las cualidades que un buen líder necesita poseer. Todas
las cualidades —le dirigió una mirada significativa— de
un lord draegan.
—No sé…
—Yo sí —murmuró Gaige contra sus labios mientras
los capturaba en un beso
Cuando a ese beso le siguió otro y otro, cada uno
volviéndose más profundo, buscando más, la necesidad
despertó entre ellos; era algo vivo que los rodeaba,
haciendo que sus manos deambulasen y sus penes se
alzasen.
Gaige cayó en la cama arrastrando a Keiran con él,
giró con él hasta dejarlo tumbado sobre la espalda y se
deslizó entre sus piernas.
—Sí —jadeó Keiran como invitación, abriendo más
las piernas.
Mientras Gaige se inclinaba sobre él y le lamía los
pezones, Keiran enterró las manos en el sedoso cabello
de su amante y se entregó a su amor.
Gaige atendía cada pezón por turnos con la boca,
chupando y mordiendo hasta dejarlos hinchados y
doloridos, y el pene de Keiran se endureció como el
granito, como si hubiera una conexión directa con sus
pezones y lo que le sucedía a ellos le sucedía al pene.
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Sus caderas se levantaron de la cama, buscando más


contacto, pero Gaige se mantuvo lo suficientemente
lejos para que Keiran no pudiera alcanzarlo del todo con
la dolorosa parte que quería.
—Gaige… por favor.
Gaige respondió dándole un ultimo mordisco a cada
pezón antes de desplazar la boca hacia abajo en un
cálido y húmedo viaje por el abdomen de Keiran.
Mientras sus callosas y no obstante suaves manos
acariciaron el pecho de Keiran, deslizándose a
continuación por sus costados hasta las caderas en un
gesto dolorosamente tierno y posesivo, lamió por
encima y dentro del ombligo con lentos empujes que
imitaban lo que Keiran deseaba desesperadamente que
Gaige hiciera en otro lugar.
::Dime lo que quieres, pequeño.::
::Ya lo sabes. Te necesito.::
Gaige enterró un dedo en el ombligo húmedo de
Keiran, girándolo lenta y eróticamente y entonces,
mientras su lengua ocupaba su lugar, el calor
resbaladizo de ese mismo dedo mojado ahondó entre las
nalgas de Keiran.
Éste siseó y levantó las rodillas, dándole a su pareja
mayor facilidad de acceso, deseando ese dedo de la peor
manera.
Sintió que Gaige sonreía en su mente. ::¿Quieres
esto?:: preguntó pasando la punta del dedo sobre la
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abertura de Keiran antes de alejarlo.


::Dioses… no jueges. Por favor…::
El dedo de Gaige regresó a la hendidura de su
abdomen, girándolo de nuevo, entonces, en un suave
movimiento que casi hace que los ojos de Keiran se
pusieran en blanco, lo deslizó dentro de su culo.
Se sacudió en respuesta, empujando contra él,
necesitando tenerlo lo más profundo posible. Gaige lo
giró dentro de él, doblándolo a continuación y rozando
la glándula del placer. Los relámpagos le atravesaron,
calentándole la sangre, afirmando su pene hasta que
estuvo tan lleno que pensó que podría explotar.
Otro dedo presionó junto con el primero y, mientras
Gaige movía ambos dentro de él, estirándolo y
acariciándolo, Keiran se dio cuenta de que Gaige ya no le
lamía el abdomen, sino que en su lugar le miraba.
Con el brillo de la chimenea sólo podía distinguir sus
rasgos, ver la intensidad del amor y la lujuria en su
mirada. Por razones que no podía comprender, tener a
Gaige sosteniéndole la mirada mientras se retorcía bajo
sus íntimas atenciones sólo le excitaba aún más, le ponía
más duro.
::Eres un hombre increíble, sexy y hermoso, ¿Lo
sabías?:: Los pensamientos de Gaige eran un rumor
sensual que espoleaba aún más su pasión. :: Y verte de
esta manera me pone tan duro que ya estoy goteando.
¿Ves?:: Se puso de rodillas entre las piernas de Keiran y
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envolvió con la mano su hombría larga y protuberante,


bombeando varias veces y haciendo que a Keiran se le
hiciera la boca agua.
—Lo quiero —murmuró Keiran.
—¿Esto? —Su mano continuó acariciando su pene,
incluso mientras sus dedos seguían explorando el
agujero de Keiran.
—Sí.
Gaige retiró los dedos, dejando a Keiran vacío,
caliente y esperando. Pero entonces Gaige le ofreció su
mano y cuando Keiran la tomó, Gaige lo jaló a una
posición sentada.
—Entonces mójame —dijo, sosteniendo su pene con
una mano y la nuca de Keiran con la otra.
Éste se inclinó hacia delante con una anticipación
hambrienta, lamiendo las calientes gotas que
rezumaban de su ranura, saboreando el salado sabor en
su lengua antes de lamer la punta suave con forma de
champiñón. Curvó sus dedos de la mano izquierda en la
cadera de Gaige y, con la derecha, tomó la base del
miembro de éste y apretó, obteniendo un sensual
gemido de su amante. Acarició la sedosa piel de arriba a
abajo varias veces, admirando la manera en que se
movía sobre la turgente carne, mostrando cada vena y
acentuando la punta roja e hinchada cuando la retiraba
y se apretaba, envolviéndola a continuación de manera
seductora cuando el movimiento volvía hacia arriba. El
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observar le hacía estar hambriento de más. Abrió la


boca y guió la cabeza del pene de su amante entre sus
labios.
Gaige jadeó, indicándole a Keiran que su pareja
también estaba hambriento de más. Sabiendo que tenía
a Gaige en una posición vulnerable, y encantado con el
modo en que los dedos de su amante se hundían en su
cabello, hizo que se acercara más forzó el pene más
profundamente en su garganta, llenando a Keiran con
una sensación de poder. Lamió y acarició el hermoso
miembro hasta que estuvo resbaladizo y pulsante,
pasando a continuación a meterlo y sacarlo de su boca
con movimientos rápidos, chupando la amplia cabeza
del pene cada vez que salía y tragando toda su longitud
de nuevo.
Los dedos de Gaige se apretaron alrededor de su
cabello y todo su cuerpo tembló.
—Maldición… maldición, Keiran… eres tan
jodidamente bueno en esto.
Keiran sonrió alrededor de la gruesa longitud,
continuando el sensual tormento.
Pero entonces Gaige recuperó el control, salió de la
boca de Keiran y lo atrapó contra la cama con un brillo
feroz en los ojos. Le levantó las rodillas y se inclinó para
capturar la boca de Keiran en un beso ardiente y
libidinoso.
—Tengo que follarte ahora —dijo, su respiración
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caliente contra los labios de Keiran.


Éste sintió la amplia y húmeda punta del pene de
Gaige alienándose contra su agujero, que se estremecía
tensándose.
—Por favor.
Con un siseo de puro placer, Gaige empujó y su
húmedo pene se hundió en el culo de Keiran por
completo hasta los testículos.
—Dioses, me encanta ser parte de ti —dijo Gaige con
voz ronca, cerrando los ojos y echando la cabeza hacia
atrás.
Keiran rozó con las manos los brazos elegantes y
musculosos de Gaige para cerrarlos en torno al bíceps
de su amante. Nunca se sentía más completo que cuando
estaban unidos de ese modo, uno dentro del otro. El
pulso en la hombría de Gaige palpitaba contra las
paredes de su pasaje.
Cuando finalmente se movió, los movimientos de
Gaige fueron lentos y le llevaron a las profundidades de
Keiran, llenando tan completamente que a éste le dolía
la belleza del acto.
—Bésame —dijo.
Gaige descendió hasta que sus cuerpos quedaron
apretados y el pene de Keiran anidó entre el calor de sus
abdómenes. La boca de Gaige, caliente y anhelante,
encontró la de Keiran y el beso se fundió en otra
extensión de su acto de amor, reflejando el dar y tomar,
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el empujar y retirarse de sus cuerpos. Keiran rodeó la


espalda de su amante con un brazo, atrayéndolo más
cerca, y con la otra mano aferró una de las nalgas de
Gaige.
::Te amo.:: La voz de Gaige en su cabeza estaba llena
de emoción y deseo. ::No puedo vivir sin ti, Keiran.::
::Tampoco yo puedo vivir sin ti. Jamás. Eres mi vida.::
Gaige enterró el rostro en el cuello de Keiran
mientras su pene se hundía dentro de él una y otra vez.
::No más secretos. No más distancia. Sólo nosotros, sólo
esto, juntos..::
::Sí.::
::Prométemelo.::
::Lo prometo.::
::Dilo otra vezo.::
::Prometo no más secretos. No más ahogo de
sobreprotección. Y no más dejarte fuera.:: El calor
descarnado le quemaban los ojos, y su corazón se
hinchó con tanto amor por ese hombre que casi no
podía respirar. ::Todo lo que soy, lo bueno y lo malo, es
tuyo. Lo juro.::
Se movieron juntos en un ritmo ferviente que llevaba
la cabeza del pene de Gaige contra la próstata de Keiran
en cada embiste, enviando descargas de calor a través
de su hombría y testículos, atrapados entre el
movimiento de sus cuerpos. A pesar del aire frío su piel
ardía. El aroma de almizcle masculino y limpio jabón de
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salvia se mezcló en una droga que aumentó todos los


sentidos de Keiran.
Aferrándose juntos, sus gritos de “oh, dioses, ¡si!” y
“más adentro” y “ahora, por favor, ahora” se unieron en
la húmeda noche de otoño mientras subían al pináculo…
y surcaban los cielos.
Después de que los últimos temblores se abrieran
paso por ellos, Gaige levantó la cabeza y le beso,
apartándole a continuación el cabello húmedo de la
cara. ::No quiero pelear contigo nunca más. Lo he
detestado.::
Una punzada de culpa tensó el estómago de Keiran,
pero no trato de esconderlo de Gaige. ::Igual que yo. Lo
siento.::
::Yo también. No todo fue toda culpa tuya.:: Rozó los
labios de Keiran de nuevo con la nariz y movió las
caderas lo suficiente para recordarle que todavía estaba
lleno por el miembro de su amante. ::Aunque creo que
ambos tenemos que admitir que esto es mucho mejor.::
Los labios de Keiran se curvaron en una cansada
sonrisa y sintió que Gaige hacia lo mismo.
Éste no hizo gesto de salir, lo cual estaba bien para
Keiran. No tenían ningún deseo de separarse de ese
hombre. Había sido un día largo con demasiado espacio
entre ellos.
—¿Planeas quedarte donde estás? —preguntó
esperanzado.
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—Lo estoy pensando. Me gusta la idea de quedarme


dormido dentro de ti.
—A mi también me gusta.
—Eso no quiere decir que vaya dejarte escapar. Si
dormimos, quiero decir. Tengo preguntas. Montones.
—Te diré cualquier cosa y todo lo que quieras saber
—prometió Keiran—. Ahora, más tarde, cuándo quieras.
Gaige rodó para estar de lado, tirando de Keiran con
él, y éste pasó una pierna por encima de las caderas de
su amante, manteniéndoles juntos. En ocasiones había
ventajas reales en tener la virilidad de un draegan, y
Gaige tenía a montones. Su miembro, incluso entonces,
estaba todavía parcialmente firme, haciendo fácil que
continuara en su interior.
Gaige colocó una manta sobre ellos.
—Tengo una confesión que hacer —dijo mientras se
acurrucaban juntos.
—¿Cuál?
—Antes de ti, jamás había dormido con un amante
toda la noche.
El corazón de Keiran se contrajo.
—Yo también tengo una confesión que hacer. Soy un
poco más viejo que tú, y antes de ti, tampoco había
dormido toda la noche con nadie.
La respiración de Gaige se volvió brusca y rápida y su
sorpresa irradió a través de Keiran en pulsos estables.
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Sabía, incluso sin ahondar en los pensamientos de su


amante, que estaba pensando en Jax.
—¿No lo habías hecho?
—No. Sólo contigo.
—¿Cuánto más?
Keiran frunció el ceño tratando de seguir el tren de
pensamiento de su amante.
—¿Cuánto más qué?
—Has dicho que eres un poco más viejo que yo.
¿Cuánto más viejo?
Respiró profundamente.
—Tengo ciento ocho años. —Para darle crédito, Gaige
no pareció sorprendido. Probablemente ya había hecho
cuentas y supuesto una aproximación general—. ¿Te
molesta? Que sea mucho más mayor.
Gaige jugó con un mechón del cabello de Keiran,
enrollándolo entre dedos.
—Cuando me dijiste esta mañana que habías estado
presente desde que Byram atacó por primera vez a los
draegans, admito que me impactó. Pero he tenido todo
el día para hacerme a la idea y, no, no me molesta
mientras estemos juntos. Aunque es un poco
intimidante, en términos del hecho que realmente
recuerdas como eran las cosas en Velensperia antes de
Byram. Para mí, son todo historias. Para ti, era la vida.
—Cuando lo dices de ese modo me hace sentir viejo.
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—No quiero decir eso.


Keiran sonrió y lo atrajo hacia un beso.
—Sé lo que quieres decir. Está bien. ¿Pero sabes lo
que realmente espero?
—¿Qué?
—Espero que un día, pronto, tú conozcas también la
vida sin Byram.
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CAPÍTULO 9

Gaige despertó sintiendo un suave movimiento cerca.


Tumbado sobre el abdomen, estaba tan cómodo que no
podía obligarse a abrir los ojos todavía. Pero cuando oyó
un sonido bajo —un sonido seco— éstos se abrieron por
su propia voluntad.
La vista que le recibió le hizo desear haberlos abierto
antes.
Bajo la pálida luz gris de la mañana que se filtraba a
través de las paredes de la tienda, aprovecho el
momento para darse un festín con la visión de su
amante.
Keiran, desnudo y magnífico, estaba de cuclillas frente
al fuego del siguiente cuarto, de espaldas a Gaige. Los
anchos y fuertes hombros se estiraban y tensaban
mientras levantaba varios leños y los colocaba en el
fuego. Su cabello oscuro, un poco más largo que la
primera vez que Gaige lo vio, caía suelto, cayendo justo
por debajo de los omoplatos en ondas amplias.
Se puso en pie cuando tuvo el fuego encendido,
dándole a Gaige una vista completa de su parte trasera,
con los hombros estrechándose hasta la fina cintura, las
caderas delgadas, un culo al que codiciar y unas piernas
musculosas cubiertas de vello oscuro que, Gaige sabía
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por experiencia, era tanto suave como hirsuto, muy


parecido a los rizos en su pecho e ingle, a los que Gaige
encontraba enormemente excitantes. Con las piernas
ligeramente abiertas, incluso veía el pesado escroto de
Keiran colgando entre ellas.
«Benditos dioses todo poderosos.» Gaige se encontró
con una creciente erección. Otra vez. Se sentía como si
hubiera pasado la mayor parte del tiempo de esos días
en ese estado.
Recuerdos de la noche anterior lo inundaron.
Inundaron su pene para ser más precisos.
Pero junto con los eróticos recuerdos llegaron a su
memoria el resto de eventos del día anterior, y se le hizo
un nudo en el pecho. Ahora comprendía, y había
perdonado a Keiran por dejarlo fuera, pero seguía
recordando demasiado bien lo desagradable que se
había sentido. La manera en que el doloroso vacío
dentro de él estuvo a punto de devorarlo por completo.
No era una experiencia que desease volver a
experimentar jamás.
Empujando esos pensamientos a la esquina más
remota de su cabeza, dejó su mente vagabundear por
todas las preguntas que todavía tenía y que Keiran le
había prometido contestar. Sin embargo, la vista de
Keiran regresando al dormitorio, llevando en una mano
dos tazas y sosteniendo en la otra una caja de madera,
hizo regresar sus pensamientos rápidamente hacia el
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alimento básico.
Se giró de lado y, apoyándose en el codo para
descansar la cabeza, miró embelesado la ingle de su
amante.
—Desde luego te has despertado —sonrió— excitado
esta mañana —dijo.
Keiran dejó los objetos que llevaba en la mesa baja al
lado de la cama y correspondió la sonrisa de Gaige.
—Dice el hombre que ha dormido con su polla
eternamente dura dentro de mi durante toda la noche.
—Sólo me he despertado una vez —le recordó,
sentándose para coger la taza que Keiran le tendía—. Y
si mi memoria no me falla, los ruidos que hacías cuando
me desperté eran todos de placer y no de quejas.
Sosteniendo la segunda taza, Keiran se sentó con las
piernas cruzadas a su lado y, llevando la mano hasta la
nuca de Gaige, lo atrajo a un beso que calentó la fría
mañana mejor que el fuego que crepitaba a unos metros
de ellos.
Cuando se separaron en busca de aire, se sostuvieron
la mirada durante varios segundos y un increíble flujo
de amor y paz llenó a Gaige. Parecía como si desde el
momento en que hicieron el amor por primera vez en la
cueva, con los hombres de Byram cerca, hubiesen
pasado a través de una violenta tempestad que los había
arrastrado de un momento intenso al siguiente,
forzándolos a luchar por sus vidas, su amor, algunas
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veces por su cordura, e incluso por algunas horas de


sueño.
Pero en aquel preciso momento, con la quietud del
amanecer rodeándoles, el aroma dulce y especiado del
té de hierbas que Keiran había hecho flotando en el aire
fresco y una nueva e íntima harmonía resonando entre
ellos. Gaige se preguntó si aquella era la dicha que había
oído en las historias y canciones románticas de fueron-
felices-para-siempre. Desde luego nada de eso se decía o
cantaba en la fortaleza de Byram, donde todo excepto
las versiones de la gloria del gran hechicero estaba
prohibido. Pero en las aldeas y ciudades que había
recorrido a lo largo de los años había escuchado a los
narradores de cuentos y a los trovadores en secreto y
había quedado fascinado.
—¿Quién habría creído jamás que el capitán de la Alta
Guardia de Byram es un romántico empedernido? —dijo
Kieran suavemente, sus ojos brillando como estrellas
plateadas.
Gaige sabia que él probablemente debería sentirse
incomodo por haber sido descubierto, y sin embargo no
lo estaba. El que Keiran se sumergiera en sus
pensamientos se había convertido en un acontecimiento
casi reconfortante, y tras el silencio del día anterior
prefería por mucho que su pareja descubriera sus
pequeñas rarezas a intentar mantenerlas ocultas y crear
una barrera entre ellos.
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—Pero no lo digas por ahí —dijo con una sonrisa—.


No ayudaría en nada que se mancillara mi reputación de
soldado endurecido.
Keiran rozó sus labios de nuevo.
—Tu secreto está a salvo conmigo. Lo prometo.
Bebieron el brebaje caliente en un silencio cómodo, y
mientras lo hacían, Gaige se dio cuenta de que no era el
único sosegado. Keiran se veía calmado y más en paz de
lo que había visto en días.
—Estás de buen humor esta mañana —comentó.
Una media sonrisa curvó los sensuales labios de
Keiran.
—Es la hora.
—¿La hora? —Entonces lo entendió y una oleada de
orgullo le inundó—. ¿Se lo vas a decir a todos?
Él asintió.
—Es hora de dejar de esconderme y de revolcarme en
mis temores. Nuestra gente necesita un líder apropiado,
y su importancia sólo va a crecer a medida que pasen los
días. Tendremos que tratar de encontrar a todos los
pequeños grupos de draegans que podamos antes de
que Byram dé con ellos, y traerlos aquí si están
dispuestos. Tendremos una mejor oportunidad de esa
manera, si nos unimos en un solo frente.
—Estoy de acuerdo.
—Voy a necesitar tu ayuda.
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—Lo que sea. Sólo dime qué puedo hacer.


Keiran tomó otro trago de su té, acunando a
continuación la taza entre las manos. Manos fuertes y
capaces, pensó Gaige mientras las estudiaba. Capaces
tanto de ternura, como él bien sabía, como del poder
necesario para regir a su raza.
—Necesito que alguien se encargue de esos granjeros
y cazadores y haga de ellos soldados que puedan luchar
para protegerse a sí mismos y a sus familias.
Gaige levantó la mirada para encontrar la de su
amante, recorriéndole la comprensión.
—¿Y quieres que sea yo ese alguien?
—Los miembros del draeganjhere son todos arqueros
decentes y conocen las armas en general. Pero todo los
demás en el campamento son civiles. No tenemos
suficientes draeganjhere para protegerlos a todos,
especialmente si traemos a otros draegans de zonas
periféricas. Eres mi mejor luchador. Eres un soldado
experimentado. Entrenabas a hombres para que
sirviesen en la Alta Guarida. —Sus oscuras cejas se
juntaron y frunció el ceño—. Aunque no voy a mentirte.
Con tanta gente inexperta como tenemos, creo que no
será una tarea fácil. Pero no hay nadie en quien confíe
más que en ti. Si alguien puede hacerlo, ése eres tú.
¿Estás dispuesto?
Gaige miro las profundidades tranquilas y estables de
los ojos de Keiran y supo que no podía negarse. Había
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vivido y trabajado en el campamento el tiempo


suficiente como para estar de acuerdo en que podía ser
perfectamente un trabajo ingrato. Pero si Keiran creía
en él para hacerlo, lo haría.
—De acuerdo.
Keiran se vío complacido y más que un poco aliviado.
—Gracias.
—Sólo hay una cosa que me preocupa —dijo Gaige,
sabiendo que bien podía decirlo porque incluso si no lo
hacia Keiran lo leería de cualquier forma.
—¿Qué, amor?
—Sin entrar en otra fuerte discusión acerca de mi
pasado y de que los pecados de mi padre no son los
míos y eso… la realidad es que aún con lo mucho que sé
que quieres que la gente del campamento me acepte y
confié en mí, es difícil para ellos no ver a la Pantera
Blanca cada vez que me miran. O peor, a mi padre.
¿Como se sentirán al aprender sobre armas y estrategia
de un hombre que tiene el mismo aspecto que el general
que asesinó a sus amigos y familias? —Sacudió la cabeza
—. Incluso yo me miro y lo veo a él.
Líneas de solidaridad se formaron en la frente de
Keiran.
—No es como si pudiese evitarse —dijo Gaige antes
de que Keiran pudiera responder—. No espero una
solución. Sólo quería que fueras consciente de que
puede que haya algunos con problemas.
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—Pueden que algunos los tengan —reconoció con un


suspiro—. Sólo esperaremos que con el tiempo te ganes
su confianza. —Pero entonces una luz brilló en sus ojos
y miró fijamente a Gaige como si acabara de tener una
epifanía—. Aunque… Creo que tengo una idea que puede
ayudar.
—¿Cuál?
—Acércate y date la vuelta.
Gaige lo miró con recelo.
Keiran sonrió, abrió las piernas y levantó las rodillas,
palmeando a continuación la cama frente a él como
invitación.
El calor recorrió a Gaige mientras se comía con los
ojos el atrayente paquete entre esos musculosos muslos.
La risa sexy y baja de Keiran sólo aumentó su deseo.
—No para eso. Al menos no ahora mismo. Quiero que
te sientes entre mis piernas con la espalda hacia mí.
Sin estar seguro de si estaba intrigado o
decepcionado, Gaige retiró las mantas y se deslizó hasta
quedar entre el calor de las piernas de Keiran. No
ayudaba nada que el grueso miembro de éste le rozase
por detrás, ni que el suyo se inclines duro y anhelante
contra su muslo.
—¿Qué planeas? —le preguntó, mirando a Keiran por
encima del hombro.
—Ya te he dicho... Tengo una idea. Ahora gírate y
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quédate quieto. Déjame hacer mi magia.


Eso se ganó una sonrisa de los labios de Gaige.
—¿Va a ser literalmente magia o figurativamente
magia?
La rica risa entre dientes de Keiran envió otra ráfaga
de calor a través de Gaige.
—Shhh… déjame concentrarte. —Le apartó el cabello
y le besó la nuca. El punto en donde sus labios lo tocaron
hormigueó y Gaige se preguntó si quizás el draegan
había puesto un poco de magia en ese beso.
Lo último que Gaige esperaba sentir a continuación
fue el tirón suave de un peine de madera pasando por su
cabello, aunque en el momento en que lo hizo decidió
que un beso no era toda la magia que Keiran podía
ofrecer. Con cada pasada del peine se sentía más y más
relajado. El dolor en su ingle continuaba pulsando, pero
sentía como si su cuerpo estuviera transformándose
lentamente en una hebra de hierba kenta, doblándose e
inclinándose en la cálida brisa de verano. Cerró los ojos
y se entregó.
Pasaron largos minutos. No estaba seguro de cuando
terminó el cepillado y los suaves dedos de Keiran
tomaron su lugar, tirando y jugando con los largos
mechones, pero sentir los dedos de su amante rozando
su piel era incluso mejor. Era íntimo de una manera en
la que jamás pensó que podía serlo tal cosa.
—Ahí tienes —dijo Keiran finalmente, su voz suave,
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su respiración cálida contra la oreja de Gaige—. Nadie te


confundirá con tu padre ahora, ni dudará de la herencia
de tu madre.
Gaige abrió los ojos. Su cuerpo hormigueaba con el
reconocimiento y un lento pulso de placer.
—¿Por qué?
—Siéntelo.
Inseguro, Gaige levantó una mano hasta su cabello.
Aunque seguía cayendo largo y suelto, la capa superior
estaba trenzada en numerosas trenzas finas, cada una
atada con un pequeño lazo de cuero.
—¿Qué es esto? —preguntó con otra sonrisa
filtrándose hasta sus labios.
—Trenzarlo es una tradición de los draegan. Hubo un
tiempo en que todos los draegans se trenzaban el
cabello. Dejamos de hacerlo durante el siglo pasado, por
razones de protección.
—¿Para mezclarse mejor con los humanos? —supuso
Gaige—. ¿De manera que Byram y sus soldados no
puedan reconoceros tan fácilmente? —Lo cual
concordaba con el hecho de que Jax siempre había
llevado el cabello trenzado… el draegan hacía todo lo
posible por no ser como los humanos.
—Correcto. Pero ha llegado la hora de que los
draegans recuperemos nuestros derechos de
nacimiento en todos los aspectos. Nos hemos escondido
el tiempo suficiente. Sirvió a su propósito, permitirnos
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reagruparnos. Pero ahora es el momento de hacerle


saber a Byram que no desapareceremos en silencio.
Gaige se giró en la cama para estar cara a cara con
Keiran.
—¿Te he dicho lo jodidamente orgulloso que estoy de
ti?
—¿Te he dicho que el sentimiento es mutuo? —Le dio
a Gaige un beso lento y devorador. A continuación sus
sensuales labios se curvaron en una sonrisa—. Bien,
intercambiemos lugares. Ahora puedes hacérmelo a mi.
—Keiran se movió en la cama hasta que estuvo sentado
de espaldas a Gaige.
Gaige tomó el peine de la mesa, pero dudó.
—Nunca he trenzada nada, sólo sogas.
—Funciona de la misma manera.
—¿Cómo quieres que lo haga? —Keiran había creado
varias pequeñas trenzas en la capa superior de su
cabello. Jax llevaba todo el cabello en media docena de
trenzas. Marta usualmente llevaba el suyo en una larga
trenza que le caía por la espalda.
—Eso no importa. Como te guste; no hay forma
correcta o incorrecta.
Gaige paso el peine. Keiran tenía un cabello denso y
suntuoso. Los mechones brillaban a la luz de la mañana,
y el limpio aroma de jabón del baño de la noche pasada
flotaba cada vez que pasaba el peine, estimulando los
sentidos de Gaige. Cuando quedó liso y sin nudos, dejó el
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peine a un lado y, tras varios intentos, encontró el ritmo


y descubrió que el cabello era considerablemente más
placentero que la ruda fibra de la soga. Y trabajar con el
cabello de Keiran—su textura, la sensual intimidad de
sentirlo deslizándose entre sus dedos—era incluso
mejor. Trenzó dos pequeñas trenzas a cada lado de la
cara de Keiran, dejando la mayor parte del cabello
suelto. Encontró varias tiras de cuero que Keiran había
cortado cuando le había estado peinando en la mesa y
aseguró su trabajo. No está mal, decidió.
Keiran se giró para estar frente a él y el estómago de
Gaige se agitó. «Nada mal.»
Aunque no causaba una gran alteración en la
apariencia de Keiran, algo acerca de las trenzas hacía
que su apariencia fuera impactantemente sexy, e
indomable de un modo salvaje y natural que Gaige
nunca había visto antes. No, eso no era cierto. En su
forma alada Keiran era indomable, desprendiendo puro
poder y una poderosa magia. Mirándole en ese
momento, Gaige veía un destello de la magnifica criatura
que se escondía justo bajo la superficie… y eso lo llenaba
de excitación.
—Dioses benditos —murmuró—. Eres tan sexy como
el infierno con esto. Quiero decir… siempre lo eres, pero
ahora… por los dioses. —Su pene pulsó con aprecio.
La mirada de Keiran descendió hasta el duro y
pulsante miembro de Gaige, y un destello de dientes
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blancos y un brillo conocedor en sus ojos hizo que el


cuerpo de Gaige zumbase más fuerte.
—Compartiré un secreto contigo… las trenzas
enfocan la magia del draegan, la hace más intensa. De
manera parecida a como te he explicado que funcionan
las palabras cuando se hace magia. ¿Has mirado alguna
vez de cerca nuestros cinturones, o las correas de los
carcajes y las fundas de las espadas, o siguiera los flecos
y la decoración de la ropa y las mantas?
—Todo trenzado —recordó Gaige. No se había dado
cuenta antes, y sin embargo ahora, en retrospectiva,
parecía tan evidente.
—Todo trenzado —confirmó Keiran.
Gaige apretó los dedos alrededor de la base de su
pene con tanta fuerza que le hizo hacer una mueca,
tratando de controlar la repentina y potente lujuria que
le había golpeado, que le recorría el cuerpo y le hacía
desear empujar a Keiran de nuevo sobre la cama y
arremeter contra él como un animal enloquecido.
—Si, vale —dijo casi con un gruñido a duras penas
contenido—, pero eso no explica por qué ahora mismo
siento como si irradiaras algún tipo de energía sexual
tan fuerte que hace que mi piel arda y mis testículos
pulsen como si fueran a explotar.
Keiran sonrió.
—Probablemente porque para empezar tenemos una
conexión tan poderosa, y tú ya estabas tan excitado, que
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todo ese deseo e intenciones sexuales se concentró en el


trenzado. Magnificándolo.
—Maldición. Keiran… —Su respiración salió en
jadeos doloridos con el mismo ritmo que el dolor
palpitante en sus testículos.
Keiran intecambió la posición con él, moviéndose
detrás de Gaige.
—Apóyate en mí —le indicó, acurrucándole de nuevo
entre sus fuertes muslos.
—¿Qué vas a hacer?
—¿Qué crees que vas a hacer? —Keiran le apartó la
mano rodeó la erección de Gaige con los dedos, dándole
un apretón que casi hizo que saltase de la cama—. Voy a
hacer que te sientas mejor —dijo, su voz una caricia
ronca.
Si Gaige no hubiera estado tan supremamente
excitado y desesperado por alivio, podría haberse
sentirse avergonzado por su respuesta rápida y
ferviente a las atenciones de Keiran. Pero cuando éste le
giró la cara hacia él y cubrió su boca con la suya,
lamiéndolo con fuerza y profundidad dentro de ella, y
sus manos realizando actos pecaminosos y lascivos en el
pene y los testículos de Gaige, le tuvo todo sin cuidado
todo excepto lo increíble que se sentía y cómo de duro
podía ponerse.
::Eso es, amor. Déjate ir. Dámelo todo.::
Y Gaige lo hizo, su cuerpo se convulsionó mientras
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vertía más semilla de que la jamás había creído posible.


Siguió saliendo y saliendo y saliendo hasta que colapsó,
hundiéndose contra el pecho de Keiran, agotado de más
de una manera.
—Eres tan jodidamente sexy —gruñó Keiran contra
su oreja, moviendo los dedos por la crema resbaladiza
que cubría el abdomen, entrepierna y muslos de Gaige.
—Sí, bueno, la próxima vez —jadeó Gaige, respirando
todavía con dificultad—, hazme un favor y avísame
cuando te pongas con el sexo mágico, así no terminaré
humillándome en el momento equivocado.
La risa baja de Keiran le recorrió, haciendo que
sonriera.

* * * *

Keiran sostuvo el cuerpo cálido y pesado de Gaige,


saboreando esa rara oportunidad de una intimidad
apacible. Gaige y él había tenido tan pocos de esos
momentos desde que se habían conocido. Marta, Iann y
los otros les invadirían pronto puesto que la tienda que
era el puesto de mando central. Y el conflicto con Byram
colgaba como una oscura tormenta en el horizonte. Pero
por ahora, en ese breve momento del tiempo, lo
disfrutaba mientras podía, pasando la mano por el
pecho de su amante, admirando con su toque la piel
acalorada y suave, las protuberancias planas de los
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pezones masculinos, la subida de los esculpidos


músculos del pecho y el modo en que descendían hasta
las costillas y el plano del abdomen, que se tensaba en
oleadas.
Gaige tenía un aspecto más saludable que el que había
tenido desde antes de su captura. Los cortes y marcas en
su piel parecían menos marcadas y los hematomas
habían palidecido. La herida del hombro se había
cerrado de nuevo y Keiran notó que era capaz de usar el
brazo sin los gestos de dolor que tan a menudo le había
cruzado su bello rostro los días anteriores.
—¿Puedo hacerte una pregunta? —preguntó Gaige.
—Lo que quieras.
—Iann me dijo anoche que aquellos que tienen la
sangre de los lores draegan viven más. Más que los
draegans habituales.
—Así es. Es por eso por lo que he sido capaz de pasar
por alguien más joven de lo que realmente soy.
En contraste con el calor sexual y la cómoda cercanía
que había estado compartiendo, Keiran sintió la duda y
preocupación de Gaige.
—Iann dijo que podías vivir cuatrocientos años o
más.
—Es posible. —Se preguntó a dónde iba todo eso y
por qué alteraba tanto a Gaige. La noche anterior había
dicho, y Keiran le había creído, que la diferencia de edad
no le molestaba. Preocupado, preguntó—:¿Qué ocurre,
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Gaige?
—Estaba pensando qué con mis antecedentes… Sólo
soy parte draegan, y no de la línea de los lores. Y los
humanos no viven más de ochenta o noventa años.
Entonces… —Inspiro de manera temblorosa—. A menos
que nos ocurra algo a alguno en batalla o en un
accidente, me verás envejecer y morir mientras tú
seguirás siedo relativamente joven.
Su dolor desgarró el corazón de Keiran.
—No, amor… eres mi imlain’ du draeganlahn.
—¿Qué significa eso exactamente? Me dijiste que
significaba la verdadera pareja de un draegan. Iann dice
que es la verdadera pareja de un lord draegan. En
cualquiera de los casos, ¿qué tiene que ver eso con esto?
Keiran suspiró.
—No fui completamente honesto contigo cuando me
preguntaste con anterioridad qué significaba porque
todavía no te había dicho quién era en realidad. Iann
tiene razón. Significa la verdadera pareja de un lord
draegan. Y tiene mucho que ver con esta conversación.
¿Recuerdas que te dije que podía ser que descubrieras
habilidades que nunca habías tenido antes?
Gaige rodó sobre el costado, separándose de él y
quedando cara a cara con Keiran, con la cabeza apoyada
en la mano.
—Porque nos unimos, sí.
—Cuando los draegans se unen con su pareja
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verdadera, la mezcla de su sangre y los fluidos de su


cuerpo les da una conexión.
—Pueden leer los pensamientos y emociones del otro,
comunicarse con el otro.
—Sí y no. Un draegan ordinario desarrolla
habilidades para sentir los pensamientos del otro, para
compartir emociones en cierta medida. Pero no pueden
comunicarse telepáticamente en su forma humana.
—Pero tú me has hablado de esa forma desde que
escapamos de Thrythgar. Tanto en tu forma alada como
en tu forma humana. Y ayer yo pude contestarte.
—Lo sé…
Un suave bufido de sorpresa escapó de Gaige, y
Keiran supo que acababa de imaginárselo.
—¿Quieres decir que puedo hacerlo, que podemos
hacerlo por quien eres?
—Sí. Pero también por quien eres tú.
—No lo entiendo.
—Cuando un lord draegan se une con su pareja
verdadera, la unión en sí misma y el intercambio de
sangre crea un lazo que va más allá de la unión de un
draegan ordinario. La pareja toma muchos de los rasgos
y habilidades del lord. Eso es parte de lo que sucede con
la unión física.
—Como lo que sucedió de nuevo ayer.
—Sí. La razón de que fuera tan intensa es porque….
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—Algo de tu poder pasó hacia mí.


—Exactamente.
—Empecé a poder contestarte telepáticamente justo
después de lo que sucedió ayer.
—Lo sé.
—Bien, así que dices que la pareja toma algunos de
los rasgos y habilidades del lord. ¿Qué significa eso?
¿Voy a empezar a echar fuego o algo así?
—Honestamente… no estoy seguro. Eres en parte
humano y no sé si un lord draegan se ha unido nunca
con…
—Un mestizo —completó Gaige.
Keiran asintió reconociéndolo, aunque odiaba el
término mestizo.
—Normalmente la pareja desarrollaría la habilidad
de escupir fuego entre otras cosas. Contigo tendremos
que esperar a ver qué sucede.
—¿Seré capaz de cambiar? ¿Podré cambiar a forma
alada con el tiempo?
Keiran oyó el tono esperanzado en la voz de su
amante.
—No lo se, m’aerlas.
—Si no puedo, entonces supongo que eso deja fuera
lo de escupir fuego.
Keiran le acarició la mejilla.
—Como he dicho, tendremos que esperar para ver.
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Sospecho que eres el primero de tu clase. Eres único.


Puedes llegar a ser más parecido a un draegan, más
parecido a un lord draegan, en un sentido tradicional, o
puedes desarrollar habilidades parciales. No hay
manera de saberlo.
—¿Cuánto tiempo lleva el proceso?
—Ten en mente que no ha habido una unión
verdadera de lord draegan desde mis padres, y yo era
sólo un niño cuando murieron, así que no tengo mucha
información directa. Solo algunos pedazos que Iann y
Hareld mencionaron a lo largo de los años, y cuando
estuvimos en Kellesborne, mientras tú pasabas los días
durmiendo, yo revisé la biblioteca y encontré algunas
referencias en los libros. Por lo que puedo decir varía,
pero normalmente sucede en un periodo de semanas.
—Entonces, regresando a mi pregunta original, ¿qué
tiene que ver todo esto con tu larga vida y mi corta vida?
—Es probable que vivas mucho más de lo que vivirías
de otra manera. Ser parte draegan significa que habría
sobrevivido a tus homólogos humanos por muchos años
de todos modos. Ahora… diría que es una apuesta
segura que vivirás incluso más.
Gaige guardó silencio y pareció perdido en sus
pensamientos. Keiran podría haber investigado para ver
lo que sucedía en su mente, pero eligió no hacerlo.
Estaba aprendiendo que Gaige compartía sus
pensamientos con él la mayor parte del tiempo de todos
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modos
Aún así, no pudo evitar preguntar.
—¿Estás bien con todo esto?
—No te puedo negar que es… mucho. Por un lado,
estoy aterrado por los factores desconocidos. Por el
otro, también estoy emocionado de un modo extraño.
Pero, sí, estoy bien con esto.
Aunque había percibido la respuesta, un suspiro de
alivio recorrió a Keiran.
Los azules ojos de Gaige brillaron con malicia.
—Aunque tendrás que volver a comprobarlo conmigo
si todo eso de escupir fuego empieza.
Eso le arrancó una risa entre dientes. Se enderezó y
tomó la caja de madera delik tallada que había traído
con él antes, colocándola entre ellos.
—Tengo algo que enseñarte.
Gaige se enderezó y la estudió.
—¿Es eso draega? Las palabras que están labradas en
la caja.
—Lo es. La traje de Kellesborne.
—¿Qué es lo que dice?
Keiran dijo unas palabras en voz alta en la lengua
antigua, observando a Gaige mientras las decía,
sabiéndolas de memoria.
Las rubias cejas de Gaige se juntaron.
—Eso se me hace familiar, ya lo he oído antes.
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—Sí, lo has oído —dijo Keiran, sonriendo. Tomó la


mano derecha de Gaige y la giró con la palma hacia
arriba, exponiendo la delgada cicatriz que iba de la base
del pulgar a la del meñique, colocando su propia mano
de la misma forma.
Una oleada de sorpresa seguida de un amor capaz de
fundir los huesos brilló en Gaige y fluyó hacia Keiran,
saturándolo con lo que se sintió como una dorada luz
solar mientras Gaige recordaba.
—Las palabra que dijiste en nuestra unión de sangre.
Keiran tradujo.
—Soy tuyo, amado. Como tú eres mío. Para toda la
eternidad.
Abrió la caja y reveló dos amplios brazaletes, ambos
de mismo color azul plateado, con numerosas trenzas
del suave metal uniéndose en un elaborado patrón, y las
palabras draegan de la unión verdadera gravadas en las
piezas entretejidas.
—Más elorium —jadeó Gaige. Keiran amaba el modo
en que la sorpresa y el placer de su pareja le llenaba de
color las mejillas y hacían que le brillasen los ojos—.
¿Qué son?
—Esto —dijo Keiran, levantando uno de su nido de
seda que había dentro de la caja— son los brazaletes de
una pareja verdadera. En los tiempos antiguos, los
draegans que encontraban a su pareja verdadera
intercambiaban brazaletes y los llevaban para
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demostrar la devoción de uno hacia el otro.


—Trenzados, por supuesto —dijo Gaige con un tinte
de humor en la voz.
—Por supuesto.
—Pero algo me dice que el draegan promedio no
tenía brazaletes de elorium.
—No. Normalmente usaban plata. La mayoría de las
veces eran simples, solo tres líneas trenzadas y quizás
los nombres de la pareja en él o una línea de amor
entrelazadas en ellos. Se llevaban en la parte superior
del brazo y podían ser colocados o quitados a voluntad.
—¿Y estos?
—Estos fueron creados especialmente para los lores
draegan que eran lo bastante afortunados como para
encontrar a su pareja verdadera. No todos lo hacían. El
punto de estos brazaletes es que a diferencia de los que
llevaban otros draegans… estos son permanentes. —
Levantó la mirada hacia Gaige, inseguro sobre cómo se
sentiría su pareja con ese detalle.
—¿Permanente de que manera?
—Una vez que se coloca, no pueden quitarse.
—Pero si puedes abrirlo para colocarlo, entonces
debes ser capaz de abrirlo para retirarlo, ¿verdad? —No
se oía horrorizado con la idea como Keiran había
temido. La curiosidad parecía ser la emoción principal
en ese momento. Sin embargo había algo subyacente…
¿qué seria? Keiran no podía leerlo del todo.
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—No, una vez que se ponen y se ajustan, la antigua


magia draegan en ellos los cierra y los mantiene ahí
hasta…
—¿Hasta que el que lo usa muere? —terminó por él.
—Hasta que el cuerpo físico del que lo usa muere —
aclaró Keiran—. Pero el lazo entre las parejas va más
allá de eso. Los brazaletes se concibieron como un
símbolo de la eterna devoción de las parejas verdadera
durante su vida y más allá, mostrando que no se les
podía separar. Pero también significaban un símbolo de
la longevidad de la raza draegan. Un símbolo de que el
lord y su pareja verdadera hacían un voto de
permanecer uno junto al otro por toda la eternidad y,
por asociación, junto a la gente draegan para siempre.
Se mantuvieron la mirada, y Keiran sintió de nuevo la
corriente subterránea de una emoción en Gaige que no
podía precisar.
—Es bastante fuerte —murmuró Gaige.
Keiran asintió.
—¿Demásiado fuerte?
Había llevado los brazaletes desde Kellesborne, sin
estar seguro de cómo podía reaccionar Gaige ante ellos.
Cuando los cogió del cuarto secreto del castillo, ni
siquiera él estaba seguro de cómo se sentía sobre ellos.
No tenía dudas acerca de lo permanencia de su relación
con Gaige. Eso se había cimentado durante su unión.
Pero elegir usar los brazaletes significaba no solo un
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compromiso con Gaige, sino que abrazaba, sin mirar


atrás, su papel como lord draegan. La idea le había
aterrado por mucho tiempo. Había llevado los
brazaletes con él de todos modos sólo porque su voz
interior había insistido… sólo por si acaso. Aunque no
estaba seguro de en caso de qué. Y entonces, esa
mañana, cuando despertó, su caminó se extendió frente
a él con toda claridad por primera vez.
—¿Quieres que los usemos? ¿Quieres enlazarte
conmigo para toda la eternidad? —preguntó Gaige con
voz áspera.
Entrelazó los dedos con los de Gaige.
—Ya estamos enlazados con el otro, y lo hemos
estado desde el momento en que nos unimos. No
necesitamos los brazaletes para eso. No tenemos que
llevarlos si no quieres.
—¿Y si quiero? —preguntó suavemente.
El corazón de Keiran se detuvo en su pecho antes de
volver a palpitar. No se había dado cuenta hasta ese
momento que no se había atrevido a esperarlo.
—¿Lo quieres?
Gaige cogió el segundo brazalete y lo sostuvo,
estudiándolo. Cuando levantó la mirada hacia Keiran, en
un destello de iluminación, éste finalmente reconoció la
emoción en Gaige que él no había sido capaz de
nombrar antes… un profundo anhelo de pertenencia.
«Claro.» Recordó la primera vez que llevó a Gaige a
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Kellesborne, después de descubrir que su amante era


nada menos que la Pantera Blanca. Le había tomado
horas que Gaige finalmente hablara y admitiera por qué
no había revelado la ubicación del campamento draegan
y de Keiran a Byram. Y una de las cosas que Gaige le
había dicho era que cuando estaba con Keiran y los
draegans, por primera vez en su vida había sentido que
pertenecía a un sitio.
—Sí —dijo Gaige—. Quiero usarlos.
Con el corazón galopándole todavía en la garganta,
Keiran acercó a Gaige y le besó.
::¿Sabes lo mucho que te amo?::
::Sí. ¿Sabes tú lo mucho que te amo yo?::
Keiran asintió. El nudo de la emoción le quemaba la
garganta.
—Entonces… hagámoslo —dijo Gaige.
—¿Estás seguro?
—Estoy seguro.
Sus corazones se aceleraron… Keiran los sentía, los
oía, como si ambos fueran el suyo. Y entonces, sin razón
alguna que pudiera explicar, se sonrieron el uno al otro
como dos alumnos nerviosos que acabaran de hacer un
pacto osado con el otro. Eso cortó la gruesa capa de
nerviosismo que se había formado a su alrededor.
—¿Cómo lo hacemos? —preguntó Gaige, girando el
brazalete en su mano—. ¿Hay que hacer algo especial?
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—Tú me lo colocas a mí, y yo te lo coloco a ti.


—¿Brazo derecho o izquierdo?
—Derecho. El mismo lado en que se unió nuestra
sangre.
—Bien. —Entonces Gaige frunció el ceño por la
concentración—. ¿Cómo se abre?
Keiran miró el que él sostenía.
—Hay un ranura dentro, en el pliegue, ¿la ves?
Presiónala con la uña.
Ambos brazaletes se abrieron al mismo tiempo y
levantó la vista hacia Gaige, sorprendido.
—Entonces… ¿Lo hacemos juntos? —preguntó Gaige,
su voz jadeante.
—Sí, hagámoslo juntos.
Cada uno deslizó la curva del metal frío y trenzado
alrededor del bíceps del otro.
—¿Y sí…? —empezó Gaige.
—¿Y si qué?
—¿Y si, digamos, dos personas intentan ponérselos y
no son realmente una pareja verdadera?
La repentina inseguridad de Gaige llegó al corazón de
Keiran
—Entonces los brazaletes no pueden sujetarse. La
magia sabe cuando es algo real. Pero ya sabes que lo
nuestro es verdadero…
—Lo sé. Sólo que… a veces despierto a mitad de la
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noche y tengo miedo de que todo lo que ha pasado entre


nosotros, nuestra unión, cómo me siento contigo, todo
eso, sea solo un sueño —confesó—. Y tengo miedo de
despertarme de nuevo en mi cama en Thrythgar, aún
como capitán de la Alta Guardia, con una existencia que
odio cerniéndose sobre mí, y que todo esto haya
desaparecido.
Keiran extendió la mano derecha y sujeto la de Gaige
en un agarre firme.
—¿Sientes esto? Carne sólida y real. No es un sueño.
Gaige entrelazó los dedos con los suyos.
Keiran le sonrió.
—¿Estás listo?
—Estoy listo.
Los brazaletes se cerraron con un chasquido rápido.
Tan pronto como se cerró el de Keiran, el brazalete se
amoldó a su brazo como si fuera una entidad viva,
acomodándose a su figura y contornos. El metal, que
había estado frío al toque, se calentó, integrándose a la
temperatura del cuerpo. Entonces una ligera sensación
de hormigueo en la piel cobró vida alrededor del
brazalete y, durante un extraño momento, fue como si el
brazalete se estuviera ajustando por sí mismo. Todo el
proceso fue sólo cuestión de segundos, y aunque era
consciente del peso del brazalete en su brazo, y el verlo
en su lugar le provocaba un temblor de emoción en la
parte baja del abdomen, se sentía extrañamente
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correcto.
—Bien, eso ha sido… extraño —dijo Gaige, todavía
con la vista fija en el suyo—. ¿Se ha sentido el tuyo como
si...?
—¿Comenzara a ser parte de ti? —terminó Keiran por
él. Asustaba como terminaban las oraciones del otro
cada vez más y más.
Gaige flexionó el brazo.
—Es más cómodo que lo que creía que sería. Como
si… bueno, como has dicho, como si fuera parte de mí.
—Es el elorium, se moldea a tu cuerpo, a tu forma y
movimientos.
Gaige alzó la vista hacia Keiran con una sonrisa
temblorosa en el rostro.
—Así… que se ha sujetado.
—Claro que lo ha hecho.
—Supongo que eso significa que ahora oficialmente
eres mío.
Eso le sacó a Keiran una sonrisa. Miró el hermoso
cuerpo alto y delgado de Gaige, sus ojos azules
destellando, el cabello rubio platino cayendo más allá de
los hombros adornado con trenzas draegan y el
brazalete azul plateado alrededor de su bíceps,
marcándolo tanto como pareja verdadera de Keiran y
lord por su propio derecho. Una feroz oleada de amor y
orgullo lo inundó.
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—He sido tuyo desde el momento en que te conocí.


—¿Por qué no vienes aquí y me lo recuerdas? —le
invitó Gaige, su voz ronca de deseo, aumentando las
propias necesidades de Keiran con su tono intoxicante.
—Sospecho que los otros vendrán pronto —dijo
Keiran, pero ya se estaba acercando, rodeando las
caderas de Gaige con las piernas—. Pero creo que
probablemente hay tiempo suficiente para llevar a cabo
un trabajo más minucioso que antes en hacerte sentir
bien.
—Minucioso. Me gusta como suena —jadeó Gaige,
inclinándose para besarlo—. Y realmente no me importa
quién aparezca... —Su rostro se contorsionó de repente
y cerró los ojos.
—¿Qué ocurre, amor?
—Ah… ¡dioses! —Gaige levantó las manos para
apretarse las sienes. Su respiración se convirtió en
jadeos ahogados.
Keiran lo atrajo para abrazarlo con el corazón
galopándole.
—¡Gaige, háblame!
—Es… oh, dioses, Keiran… —Fue un poco más que un
susurro ahogado—. ¡Duele!
A duras penas había conseguido pronunciar esas
palabras cuando la agonía atravesó también a Keiran,
caliente y afilado como un atizador al rojo vivo, para
alojarse detrás de sus ojos. Se inclinó contra Gaige y
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cerró los ojos, tratando de sacarlo. ¿Qué diablos estaba


pasando?
—Keiran…a yúdame…
Eso fue lo último que oyó antes de que la oscuridad
cayera sobre él.
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CAPÍTULO 10
Una agonía oscura envolvió y atravesó a Gaige, como
agua envenenada y oleosa que se filtrase hasta su
mismísima alma. Quiso rendirse, dejar que lo tomase,
que lo tragase, que pusiera fin a su dolor. Y aún con ello
había una sensación de apremio que no se lo permitía.
Algo tiraba de él, lo arrastraba de vuelta... de vuelta... de
vuelta...
Se despertó con una sacudida, respirando con
esfuerzo.
—Gracias a los dioses. —Reconoció la voz de Keiran
mientras parpadeaba y comprendió que éste estaba
sentado a su lado con nubes de tormenta arremolinadas
en sus ojos y la preocupación invadiéndole en oleadas.
Rozó la mejilla de Gaige con la mano—. ¿Estás bien?
La cabeza de Gaige latía con fuerza. Cerró los ojos,
tratando de hacerlo parar, pero cuando no funcionó los
abrió de nuevo y trató de averiguar dónde estaba.
Estaba en la cama, tapado a medias con una sábana.
—No... estoy seguro. ¿Lo estás tú? —Tenía un
recuerdo vago de Keiran sufriendo también antes de
que el dolor se convirtiera en insoportable y se
desmayase.
—Sí. Creo que sólo recibí el exceso de lo que fuera
que te ha pasado, por nuestro vínculo. No he estado
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mucho tiempo inconsciente. Estábamos preocupados....


pensamos que quizás estabas bajo el ataque de un
nyctophan. Cuando intenté leerte, todo era tan oscuro y
caótico. —Le tembló la voz, tocándole la fibra sensible al
ver lo asustado que había estado.
Se percató de que Keiran estaba vestido, aunque
parecía que se había puesto la ropa a toda prisa. La
camisa ancha colgaba abierta y sin atar, revelando un
toque de rizos oscuros. Y se percató por primera vez de
Marta, de pie detrás de Keiran, con una expresión
preocupada en el rostro.
—No sé qué ha pasado... —Había sido algo oscuro y
caótico, con imágenes destellándole en la cabeza, siendo
cada una una agonía de sensaciones.
Y entonces, en un remolino, todo encajó... lo que había
visto, experimentado.
—Oh, joder. ¡Tenemos que ir! —Trató de sentarse,
pero el latido de su cabeza se intensificó, haciendo que
cayese de nuevo sobre la cama. Rodó sobre el costado,
sosteniéndose la cabeza y luchando contra la oleada de
náuseas cuando el dolor borró todo lo demás.
—Ten, intenta que tome un poco —dijo Marta,
sonando desde muy lejos.
Una mano suave le acarició la frente, y después un
brazo se deslizó bajo su cuello y le levantó la cabeza.
—Todo estará bien. Bebe un poco de esto por mi. —
Keiran... cálido, fuerte, su aroma reconfortante.
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Sintió una taza apretada contra sus labios.


—Bebe, Gaige. Por favor.
Abrió la boca. Tragó. Se atragantó. Lo intento de
nuevo, y un poco del brebaje acre y caliente le bajó por
la garganta. Y después un poco más.
Un calor extraño empezó a crecer en su estómago, y
se expandió rápidamente al resto de su ser, haciendo
que su piel hirviese, su sangre chisporrotease y el
cabello le hormiguease.
—Dioses sagrados —jadeó a medida que se mareaba,
y entonces, de repente, todo detrás de sus párpados
estalló en fragmentos brillantes de rojo y oro. Durante
un momento la cabeza le latió tan fuerte que pensó que
iba a desmayarse de nuevo. Pero, en pulsos, el latido
empezó a aliviarse.
Abrió los ojos lentamente, probando.
—¿Qué era eso?
—Es un brebaje de hierbas. Algunos de los
ingredientes que estaban en el que te di en la mazmorra
de Byram. Pero éste tiene el objetivo de sanar, y el
estallido de adrenalina es más un efecto secundario que
su propósito. ¿Está ayudando?
—Eso creo —dijo, tratando de no moverse demasiado
y no girar la cabeza. Pero la urgencia que había sentido
antes había vuelto—. Byram está atacando o va a atacar
uno de los pequeños asentamientos en que viven
algunos draegans.
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—¿Qué?
—Lo he visto. Va a matarlos a todos... draegans,
humanos. Los va a masacrar.
—¿Has tenido una premonición? Eso es lo que era...
una premonición. —Keiran sonaba sobresaltado.
—¿Una premonición? —repitió Marta—. ¿Tiene la
visión?
—No estamos seguros. Ha tenido un par de sueños...
——¡Keiran! —Gaige le agarró la mano—.
Escúchame. No era sólo un sueño. Tenemos que ir.
¡Ahora! —Hizo otro intento por sentarse, y esta vez lo
consiguió. La cabeza todavía le dolía como si un
demonio del infierno le hubiese clavado una hoja en el
cráneo, pero las náuseas no eran tan malas, y siempre
que no tuviese que moverse demasiado rápido podría
sobrellevarlo.
Keiran le estabilizó con un brazo alrededor de sus
hombros.
—Sé que estás alterado, pero ya te lo dije, amor...
incluso si ves cosas, no significa que sea seguro que vaya
a ocurrir.
Gaige le miró a los ojos y deseó que su compañero le
escuchase.
—No era como los otros. Está ocurriendo. O va a
ocurrir muy pronto. Tienes que creerme. Esto... esto era
diferente. Era real.
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Keiran le miró fijamente, su rostro demacrado y


preocupado. La cabeza de Gaige dolía demasiado como
para intentar leerle, para intentar ver qué estaba
pensando, pero temió que no fuera algo positivo.
Pero entonces Keiran asintió.
—Está bien. ¿Puedes enseñármelo como lo has hecho
antes?
—No. —Sus sentidos se sobrecargaban sólo de pensar
en ello. A duras penas podía funcionar tal y como
estaban las cosas y no creía que pudiese lidiar con
revivir las experiencias del sueño para mostrárselo—.
Es demasiado. No puedo... —El pánico amenazó con
invadirle.
—Está bien. —Las manos de Keiran se cerraron en
torno a las suyas—. Entonces simplemente dime. ¿Qué
has visto? ¿Era un campamento o un pueblo? ¿Cuánta
gente? ¿Cuántos hombres de Byram?
—Era pequeño, algunas chozas, nada más. Y diría que
quizás quince o veinte hombres de Byram.
—¿Qué hay sobre la ubicación? ¿Hay algo que pueda
darnos una pista de dónde ocurre?
—Bosque. Pero no como aquí... más denso, quizás
montañoso. —Trató de recordar sin involucrarse
demasiado en ello—. Había rocas, o como mínimo una
grande, que se veía como.... —Frunció el ceño,
preguntándose si lo recordaba bien—. Como... un
draegan. Un draegan alado.
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—Una roca que parece un draegan en forma alada. —


Marta sonó pensativa, como si tratara de situarlo.
Había que decir a su favor que si creía que estaba
teniendo delirios, no lo demostró, aunque no estaba
seguro de si le creía o sólo creía en Keiran y estaba
dispuesta a continuar adelante porque Keiran lo estaba.
En realidad, si Gaige no lo hubiese visto por sí mismo, si
no lo hubiese sentido, sufrido la agonía del dolor
mientras ocurría, él podría no haberlo creído.
—¿Algo más? —sondeó Keiran.
—No, en realidad no. Excepto que detrás de la roca se
veía naranja. Como... como si el cielo estuviese ardiendo.
Keiran y Marta parecían perdidos en su
concentración. Y entonces los ojos de Marta se
ensancharon.
—¿Crees que ha visto el Zekklesian? —le preguntó a
Keiran.
—Un draegan alado... sí, podría ser. ¿Pero un cielo
anaranjado? Aunque si estás de pie al este, serías capaz
de ver el sol detrás de él.
—¿Qué es el Zekklesian? —preguntó Gaige.
—Es un templo draegan —explicó Keiran—. O lo que
queda de él, de cualquier modo, desde hace cientos de
años. Solía haber dos draegans tallados en piedra
guardando la entrada. Sólo permanece uno, y está muy
dentro del bosque, cerca de las estribaciones de las
Montañas Aurion. Es un lugar aislado.
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—Tiene que ser ahí —dijo Marta— basándose en


cómo lo ha descrito. Y no me sorprendería que algunos
draegans se hubieran asentado allí, cerca de las ruinas
del templo, porque está lejos de todo.
—¿Cómo de lejos está? —preguntó Gaige—. Has
dicho que lo naranja podría ser la puesta de sol. Lo que
he visto podría ser la puesta de sol de ayer o de hoy.
Keiran y Marta intercambiaron una mirada.
—Probablemente es un viaje de cuatro, quizás cinco
días a pie —dijo Keiran.
El miedo entró en tropel en sus venas.
—¿Cuatro o cinco días? Para entonces estarán todos
muertos —susurró.
—Eso no lo sabes. Podría no suceder durante
semanas.
Gaige negó con la cabeza.
—No, no pasará tanto tiempo. Lo siento. —No sabía
qué más podía hacer para convencer a Keiran. Todo lo
que tenía para seguir adelante era su instinto, y su
instinto le decía que el ataque era inminente.
Aunque todavía no podía obtener una lectura de
Keiran por el continuo dolor de cabeza, éste debió de ser
capaz de percibir su agitación, porque miró a Marta una
vez más.
—Podría volar y llegar allí en un día o así.
—¡No! —dijeron Gaige y Marta al mismo tiempo.
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—Es demasiado peligroso. Las redes. Los nyctos.


—Tiene razón —estuvo de acuerdo Marta—. Volaste
a Thrythgar y de allí a Kellesborne, y fue pura suerte que
no te atrapasen. Y ahora que los dos habéis escapado de
él por el aire, Byram probablemente ha incrementado el
número de redes que tiene ahí fuera. Iann cree que
podría ser posible luchar contra los nyctos, pero es una
especulación. No sabemos cómo. Considerando la
distancia, podríais volar directamente hacia una trampa
entre aquí y allí, y probablemente lo haríais.
Keiran se giró para mirar a Gaige, su expresión grave.
—Es el modo más rápido, m'aerlas. Si hay gente en
peligro...
—No. —Gaige se pasó la mano por el pelo y se frotó
los doloridos ojos—. Maldita sea, Keiran, no me hagas
elegir entre la vida de esa gente y la tuya. No lo haré.
Marta tiene razón... La probabilidad de que quedes
atrapado en una trampa es demasiado alta. No ayudará
a esa gente que seas asesinado, ¿no? Moriréis todos.
Keiran se vio dividido, pero a continuación suspiró.
—De acuerdo. Marta, prepara a tus chicos Wen y
Jarrad, y tres o cuatro de los luchadores más fuertes y
aptos y reúnelos aquí lo más pronto posible. —Miró a
Gaige—. No podemos permitirnos el llevarnos a
demasiado y dejar el campamento desprotegido.
Gaige asintió, sabiendo que tenía razón. Hasta que no
pudieran entrenar a algunas guerreros más, tendrían
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que ser cuidadosos de no intentar abarcar demasiado


con los draeganjhere. Apartó los edredones y se sentó,
dejando colgar las piernas por el borde de la cama. A
continuación, con Keiran listo para ayudarle, se levantó.
Marta le tendió los pantalones, sin inmutarse por su
desnudez excepto por lo que sólo pudo interpretar
como una ojeada admirativa por debajo de su cintura.
Cuando se puso los pantalones, su mirada viajó hacia
arriba. Se detuvo en su brazo y sus ojos verdes se
ensancharon. Dejó escapar una exhalación suave y
sorprendida.
Gaige bajó la vista hacia su brazo y, a pesar de su
maldito y deprimente dolor de cabeza, una oleada tanto
de placer como de algo más profundo se deslizó por sus
venas. El brazalete trenzado era tan cómodo —sólo un
ligero peso— que había olvidado que lo llevaba. Pero
verlo le recordó de nuevo todo su significado, tanto para
su relación con Keiran como para la gente draegan.
Marta miró de él a Keiran.
—Eso —dijo con una voz sin aliento que nunca antes
le había oído usar— no es un simple... —Le subió la
manga a Keiran, y éste se lo permitió sin forcejear. Miró
fijamente la banda de elorium enroscada alrededor de
su bíceps—. Nunca he visto brazaletes de compañeros
verdaderos como estos, pero he oído historias sobre
ellos. Sé lo que significan —murmuró. Se llevó una mano
a la garganta y parpadeó—. Oh, por los dioses de Erantz.
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Sois...
—Si —dijo Keiran.
—Si —repitió ella en un susurro—. Te he conocido
durante todo este tiempo... Y aún así... Y aún así se sentía
como si conociera a otra persona. ¿Pero cómo es
posible? Creía... todo el mundo creía que la estirpe había
terminado.
Keiran colocó una mano suave sobre su hombro y
apretó.
—Es una larga historia, Marta, y una que me
complacerá contarte. Pero ahora mismo necesitamos
empezar a movernos. —Keiran era amable, y aún así el
tono firme de voz, el ser líder de manera indudable,
envió un escalofrío placentero por su columna.
La mirada de Keiran se alzó para encontrar la de
Gaige más allá de la cabeza de Marta, y la llamarada de
calor que vio en sus ojos le dijo que Keiran no había
pasado por alto su reacción.
—Por supuesto. —Marta sacudió la cabeza como para
aclararla. Volvió sin detenerse a su habitual yo práctico
aunque la expresión aturdida de sus ojos permaneció—.
¿A quién quieres dejar al cargo?
—Iann —respondió Keiran.
—Querrá ir.
—Lo sé, pero vamos a viajar ligeros y rápido, y
aunque su corazón y voluntad es tan fuerte como los de
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un joven draegan, me temo que sus piernas ya no


puedan con la labor.
—¿Lo sabe él? —preguntó Marta.
Keiran no perdió ni un segundo preguntándole a
quién se refería.
—Sí. Siempre lo ha sabido. Aunque nadie más, aparte
de nosotros tres y Iann. No todavía de cualquier modo.
—Pero entonces su ceño se arrugó—. Excepto Byram.
Eso puso nerviosa a Marta.
—¿Byram lo sabe? ¿Desde cuándo?
—Desde que Keiran vino a por mí en Thrythgar —dijo
Gaige en voz baja—. Si no lo hubiera hecho, Byram no lo
habría averiguado.
::Ni siquiera pienses en culparte. No podías controlar
nada de eso.:: La mirada de Keiran se hundió en él.
::Si no hubieras venido a por mí, no habrías necesitado
escupir fuego...::
—De todos modos lo habría averiguado lo bastante
pronto. No podía permanecer escondido por siempre. —
Deslizó una mano tras la cabeza de Gaige y le atrajo para
un beso breve pero desde el corazón—. Es mejor que lo
sepa ahora, y el resto de los draegans lo sabrán pronto.
—El saberlo unirá a los draegans como nada más
podría hacerlo —estuvo Marta de acuerdo—. Una vez
que se corra la palabra de que los lores draegan han
vuelto... —Su mirada reverente cayó en Keiran y
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después en Gaige.
Lo cual hizo que éste se retorciera de incomodidad.
Seguramente no estaba implicando que también
pensaba en él como lord, ¿verdad?
—Sospecho que incluso los draegans en las zonas
periféricas serán atraídos hasta aquí —continuó Marta
—. Buscarán la protección de los lores.
Keiran hizo una mueca. No lo suficiente como para
que Marta se percatase, pero Gaige conocía tan bien
cada una de sus expresiones que no podía no verla. Las
palabras de Marta le habían recordado el peso de su
responsabilidad, y quizás sus miedos de fallar a su
gente.
En esa ocasión fue Gaige quien extendió la mano,
depositándola en la parte baja de la espalda de Keiran,
ofreciendo su apoyo.
—Y eso es algo bueno —dijo, tratando de darle
seguridad—. Cuantos más estén aquí con nosotros, más
fácil será protegerlos de los asaltos de Byram y de sus
asesinos.
Keiran asintió y su mirada expresó su apreció por los
ánimos de Gaige.
—Pero ahora mismo nuestra atención necesita
volverse al exterior —dijo Keiran—. Hay gente en
peligro y es necesario que estemos allí.
Marta asintió ya a medio camino del exterior de la
tienda.
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—Volveré con los demás tan rápido como pueda.


Una imagen de lo que había visto atravesó a Gaige de
nuevo con un destello, haciéndole temblar y que su
cabeza latiera de manera atroz.
Cuatro o cinco días... Dioses, por favor no nos dejéis
llegar demasiado tarde.
—No lo haremos. —La expresión de Keiran era
oscura y fiera—. Llegaremos antes de que ocurra nada.

* * * *

Corrieron todo el camino, consiguiendo un tiempo


decente aunque aún así pareció dolorosamente lento
para Gaige, quien no podía sacarse las visiones de la
masacre. El grupo se detenía sólo durante unas pocas
horas cada vez para dormir, turnándose para hacer
guardia. Con los músculos ardiéndole y fatigados, Gaige
comprendió por qué Keiran no había querido que Iann
fuera con ellos. Fuerte como era, el anciano draegan
probablemente no habría sido capaz de mantener su
ritmo.
Aparte de sí mismo, Keiran, Marta y los dos hijos
mayores de ésta, Wen y Jarrad, Marta había elegido a
otros tres para que les acompañasen: un draegan con
una complexión poderosa y piel del color del carbón
llamado Solanis; un joven draegan llamado Tim —
diminutivo de Timmin, le había dicho a Gaige— con una
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mata de brillante cabello rojo y una habilidad con el


arco que rivalizaba con la suya propia, y una mujer alta
y delgada llamada Eliessán con cabello negro y sedoso
que colgaba hasta cerca de la cintura y ojos de un
profundo tono púrpura que no había visto nunca antes.
Gaige no podía asegurar si era draegan o humana, no
podía dejar de preguntarse si era posible que no fuera
ninguna de las dos. Vestía de manera muy parecida a
Marta, muy parecida a como lo hacían todos, con
pantalones de cuero, camisa, botas hasta la rodilla y
capa. Y aún así había algo en ella que se sentía casi de
otro mundo. Cuando había estado sirviendo en la
draeganjhere del campamento había trabajado varias
veces con Solanis y había visto a Tim alrededor, pero
Eliessán era un rostro nuevo para él.
Ninguno de los bienvenidos parecía tener ningún
problema con Gaige, algo que había temido que podrían
sentir tras el encuentro con Jax en el campamento. No le
trataban diferente de cualquier otro, por lo que estaba
aliviado.
En el tercer día de camino se detuvieron a descansar
justo antes de medianoche. Gaige había dormido
durante algunas horas durante el último descanso y
cuanto más se acercaban a las montañas, más se le
revolvían las entrañas con el miedo de no llegar a
tiempo. La cabeza por fin le había dejado de doler
excepto por una punzada ocasional, pero no podía
sacudirse las náuseas que parecían ser una constante en
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su estómago. Demasiado nervioso como para dormir, se


ofreció voluntario para hacer guardia mientras los
demás cerraban los ojos.
Caminó alrededor del perímetro del campamento
varias veces hasta que se sintió con confianza en que su
localización era segura por el momento, y entonces se
dejó caer en una gran roca erosionada asentada en una
cuesta, permitiéndole ver su campamento y más allá el
bosque. Los árboles eran allí diferentes de aquellos que
rodeaban el campamento principal. Transmitían una
sensación de mayor antigüedad, el bosque más húmedo
y más oscuro, incluso durante el día. Los altos pinos y
los árboles delik de hojas doradas habían dado paso a
robles de enormes troncos y hojas enrojecidas por el
otoño, cedros espesos y con aspecto de arbusto y vides
leñosas y trepadoras que se envolvían como dedos
grises y retorcidos alrededor de todo. Eso, junto con los
aromes de descomposición terrosa y húmeda, le dejó
con una sensación de estar encerrado y eso le
inquietaba.
Un suspiro que podría haber sido la brisa fría de
otoño a través de los árboles, o un movimiento en algún
lugar cercano llevaron a sus sentidos a estar
completamente alerta. Poniéndose en pie, alzó el arco y
colocó una flecha en la cuerda, mirando las
profundidades del bosque, observando, escuchando.
—Soy sólo yo— dijo una voz femenina suave y con un
toque ligeramente extranjero desde su izquierda.
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Gaige la reconoció pero esperó a que la forma alta y


ágil quedase a plena vista antes de bajar el arco. No la
conocía bien, sólo había intercambiado unas pocas
palabras con ella desde que habían empezado el viaje,
pero tendía a confiar en su instinto acerca de la gente y
pensaba que había algo extraño en ella aunque tampoco
accionaba nunca señal de alarma en él. Por supuesto, el
hecho de que Keiran y Marta evidentemente confiaban
en ella probablemente ayudaba. Aún así... también
habían confiado en Jax, pero Gagie nunca se había
sentido cómodo a su alrededor.
Ella se acercó con pasos silenciosos. Cuando Gaige
volvió a dejarse caer sobre la roca se le unió.
—Deberías estar descansando —dijo él, manteniendo
la voz baja para no molestar a los demás. Se alegraba de
ver, y sentir) que Keiran estaba durmiendo un poco. Su
pareja los había presionado a todos, pero era a sí mismo
a quien más se había exigido, haciendo más guardias
que ninguno de sus compañeros hasta que Gaige había
insistido en que en aquella ocasión Keiran se tumbase y
cerrase los ojos.
—No necesito dormir mucho — dijo Eliessán.
—¿Y eso por qué?
—No está en mi código genético.
Gaige volvió a ser golpeado por la sensación de que
algo acerca de esa mujer no parecía ni draegan ni
humano. La estudió más de cerca bajo el brillo blanco
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amarillento de las lunas gemelas. Sus rasgos estaban


finamente grabados, su porte calmo, sin importar lo
rápido que estuviesen corriendo o lo lejos, jamás
parecía sobrepasar su capacidad.
—¿Y qué código genético sería ese?
Se colocó largos mechones de cabello tras la oreja.
—Éste.
Lo que fuera que Gaige hubiera estado esperando, no
había sido eso. Miró con la boca abierta la elegante
curva de la oreja... que terminaba en un punto delgado
en la parte de arriba.
—Eres...
—De la raza elfa, sí.
Su pulso se saltó varios latidos ante su afirmación.
Una elfa. Había viajado por toda Velensperia, había visto
mucho, incluso más en los últimos dos meses desde que
se había unido a los draegans y había conocido a Keiran.
Pero la simple posibilidad de ver a un elfo, criaturas
desaparecidas desde hacía tanto de Velensperia que
eran más leyenda que historia, jamás se le había
cruzado por la cabeza.
—Creía que todos los elfos habían dejado Velensperia
hace miles de años.
—Lo hicimos, viajando por el Mar de Ónix hasta las
tierras de más allá.
—¿Entonces qué estás haciendo aquí? ¿Hay otros?
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—Sólo yo. Fui desterrada de mi tierra hace muchos


años. —Lo dijo con la misma tranquilidad con la que
había dicho y hecho todo lo demás a lo largo de los
últimos días. Y aún así Gaige creyó ver una capa de
tristeza en sus ojos.
No podía imaginar qué podía haber hecho esa
hermosa y serena criatura que hubiera sido merecedor
del destierro, pero también sabía demasiado bien lo
engañosas que podían resultar las apariencias.
—¿Por qué fuiste desterrada? ¿O es una pregunta
demasiado personal?
—Es personal. Pero incluso si te lo dijera, no es
probable que me creyeses.
—No lo sé... Últimamente he experimentado algunas
cosas bastante sorprendentes. No estoy seguro de que
haya mucho que no fuera a creer.
—Muy bien entonces. Maté al gran rey elfo.
Su tranquilidad después de tal afirmación era casi
desconcertante.
—Creía que los elfos eran inmortales.
—Lo somos en mayor parte. No podemos morir por
enfermedad ni por envejecer. Pero podemos ser
asesinados en batalla. Una espada o una flecha a través
del corazón nos resulta tan mortíferos a nosotros como
a ti.
—¿Y ese gran rey era, presumiblemente, el gran rey
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porque gobernaba a toda la nación elfa?


—Lo era.
—¿Era un tirano?
—No. Era bastante pacífico. Y antes de que preguntes,
porque sospecho que lo harás, mis razones para
terminar con su vida son sólo mías.
—Es bastante justo. Entonces, ¿tu castigo por matarle
fue el destierro? Hubiese creído que después de tal acto
podrían haberte condenado a muerte.
—Eso me habría resultado demasiado fácil. Era mejor
que me enviaran lejos y me forzaran a vivir con mis
pecados durante el resto de mis lardos días.
—De manera que viniste aquí, a Velensperia. ¿Cómo
es que conoces a Keiran y a los draegans? ¿Por qué
luchas con nosotros? Viví en el campamento durante
varias semanas y nunca te vi.
—No vivo entre vosotros. Pero he conocido a
Hareldson desde hace muchos años y creo en lo que
hace. Usa mis servicios para completar los de sus
draeganjhere.
—Lo que significa que eres el, ¿qué? ¿Una mercenaria
contratada?
—Tengo habilidades que le pueden resultar útiles. Y a
cambio, él me ha dado su protección cuando la he
necesitado.
—¿Y cuándo podría haber sido eso, puesto que eres
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inmortal?
—Haces demasiadas preguntas. Me imagino que ese
rasgo te convirtió en un excelente inquisidor cuando
eras el capitán de la Guardia Real del Gran Hechicero
Byram.
Sintió que Eliessán estaba siendo meramente
objetiva, tal y como parecía serlo con todo. Pero un nudo
de plomo se asentó en su estómago ante el recordatorio
de su pasado.
—Te he disgustado.
—No —dijo, rápido en su defensa—. Simplemente
trato de no pensar demasiado en mi época trabajando
con Byram.
—No deberías ignorarla. Es por ella que tienes
muchas habilidades inestimables para Hareldson. Tu ira
y tu dolor por la gente de tu pasado te hace fuerte. Te da
un poder por encima y más allá de aquellos que tiene y
que te concederá tu unión con él.
—¿Cómo sabes eso? —preguntó, sobresaltado de que
supiera algo de lo que había creído que sólo Keiran y él
estaban al tanto—. Sobre las habilidades que he recibido
y que conseguiré por nuestra unión.
—Lo siento en ti, el poder de los lores draegan, tal y
como siempre lo he sentido en Hareldson.
—¿Sabías que él lo era? — Esa noticia le estremeció
aún más—. ¿Sabe Keiran que lo sabes?
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—¿Por qué importaría? Su secreto está al descubierto,


o lo estará pronto. Tal y como debe ser. El poder de los
lores draegan fluye en sus vena, y su gente, tu gente,
tanto draegan como humanos, le miraran en busca de
guía y protección en la oscuro tormenta que se acerca.
El poder que hay en ti, en cambio...
Su pulso perdió el ritmo.
—¿El poder que hay en mi qué?
—Todavía está fermentando, creando presión hasta
que llegue el momento de que surja a la superficie como
magma. Cuando lo haga —su voz descendió hasta un
tono solemne—, junto con la fuerza que te da tu ira,
explotará en una tormenta de fuego como la gente de
Velensperia jamás ha conocido.
El corazón de Gaige latía con tanta fuerza que era
difícil respirar. Poder, ira, tormentas de fuego... benditos
dioses, ¿qué estaba insinuando sobre él? Pero entonces
los recuerdos de sus dos sueños en Kellesborne se
abrieron paso en él: la fortaleza de Byram rodeada de
llamas y Kellesborne nada más que una ruina.
—¿Qué quieres decir? —susurró, su voz a duras
penas algo más que un ruido áspero.
Ella se giró lentamente para mirarle. Sus ojos
parecían tan antiguos como el tiempo, reflejando la luz
de las estrellas y de la luna de un pasado largamente
olvidado.
—Guardas en tu interior un enorme poder, Gaige
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Rizik Albioneson. Y un día en un futuro no muy distante


tendrás que hacer frente a una elección.
Gaige tragó con esfuerzo, sin desear oír nada más, sin
confiar en nada de lo que había dicho y aún así, como
una droga oscura y seductora a la que hubiese vendido
su alma, se hallaba impotente para darle la espalda.
—¿Qué elección?
—Abrazar tu poder en su totalidad para salvar lo que
te es más querido y arriesgar todo por lo que luchas. O
permanecer fiel a aquellos que dependen de ti y perder
lo que te es más querido.
Aunque la noche no era tan fría como habían sido
otras recientes, un escalofrío recorrió a Gaige desde el
mismo núcleo, convirtiéndole en hielo. A través de los
pulmones torturados, murmuró:
—¿Quién eres?
—Alguien que ha estado aquí mucho más tiempo de
lo que podrías imaginar, y que ha visto mucho más de lo
que querrías imaginar.
—No puedes ver el futuro.
—No tengo que hacerlo. Tú puedes.
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CAPÍTULO 11
Una rama se quebró en la distancia... un estallido
denso y húmedo. La clase de estallido que se producía
cuando un pie pesado y con botas la pisaba.
El largo cuchillo de caza de Eliessán ya estaba su
mano para cuando Gaige alzó el arco con las manos
todavía frías y temblorosas por las revelaciones de la
elfa. Durante un momento volvió a palpitarle la cabeza,
obligándole a cerrar los ojos. Pero los abrió por pura
voluntad e hizo que el dolor se marchase. Con un
esfuerzo inmenso, se obligó a centrarse en el aquí y
ahora, apartando la aterradora charla sobre el futuro,
poderes que ni siquiera podía imaginar y elecciones que
se negaba a hacer.
—Todo recto —susurró Eliessán.
—Vamos.
Se deslizaron alrededor del lugar del campamento y
se adentraron más en el bosque, deteniéndose a
menudo para escuchar, moviéndose hacia delante
cuando no oyeron nada más que la brisa en las
moribundas hojas de otoño que todavía se aferraban a
los robles. Gaige era muy consciente de que el
campamento detrás suyo no estaba guardado con
ambos a la caza. Todavía estaban lo suficientemente
cerca como para oír cualquier cosa que pudiese pasar,
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pero no podían arriesgarse a ir mucho más lejos.


—Separémonos —le susurró a Eliessán, señalándole
que fuera a la izquierda mientras él seguía a la derecha.
Ella asintió y despareció sin un sonido.
Gaige continuó a través de los árboles, pisando sobre
ramas caídas, cuidadoso con cada paso, sin querer
delatar su posición tal y como había hecho su misterioso
invitado.
Entonces lo oyó. Un débil siseo no más allá de un paso
o dos.
Se detuvo con los sentidos sintonizados hacia
cualquier sutileza a su alrededor. Un silencio muerto
recibió a sus oídos. Demasiado silencio. Con un sexto
sentido que jamás antes había experimentado, de
repente supo exactamente dónde se escondía su presa.
Metió el brazo en los arbustos que tenía al lado en un
movimiento veloz y curvó el brazo alrededor de una
garganta sorprendentemente escuálida. Con un tirón
brusco, arrastró al soldado forcejeante fuera de su
escondite y le puso de pie. Con un brazo en una llave
asfixiante alrededor del cuello del hombre, Gaige apretó
el filo de su vrieg bajo su oreja.
—Parece que te has metido en un problema —gruñó.
Un resoplido estrangulado que podría haber sido una
protesta si se hubiera molestado en escuchar o aligerar
su agarre —lo cual no hizo— fue su respuesta, junto con
el balanceo de un pie calzado con botas intentando
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golpearle. Más alto que el hombre por un buen puñado


de centímetros, Gaige le puso fin a eso alzando
completamente los pies del hombre del suelo y
apretando su agarre estrangulador hasta que el soldado
lloriqueó.
Arrastró la figura que se retorcía de vuelta al
campamento y entró en el pequeño claro al mismo
tiempo que Eliessán, quien, sospechaba, había oído el
jaleo.
Keiran ya estaba de pie, cuchillo en mano, con los
demás en diferentes estados de preparación para
unirse.
—Nos hemos conseguido un espía —anunció Gaige,
llevando al soldado hasta el tronco de un roble. Eliessán,
leyendo cada uno de sus movimientos e intenciones,
esperó, cuerda en mano, y empezó a atar el hombre al
tronco en cuanto Gaige le empujó contra el tronco en
una posición sentada, con la espalda contra él. A
continuación se puso frente a él y le ató los pies con
movimientos diestros.
Gaige le cacheó y le quitó todas las armas, dando a
continuación algunos pasos hacia atrás para mirar
mejor el soldado bajo la luz de la luna. Una mueca
desdeñosa le retorció los labios.
—Sisk. Tiene sentido.
La cabeza del soldado se alzó y bizqueó en dirección a
Gaige, tratando de ver más allá de la capucha de la capa
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de éste, claramente no del todo seguro de quién hablaba


ni de cómo sabía su nombre.
Gaige se echó hacia atrás la capucha para darle una
vista mejor y ver cómo reaccionaba.
Los ojos del joven se ensancharon.
—Tú —jadeó.
—Sí, ¿no eres afortunado? Has sido un grano en el
culo desde el primer momento en que oscureciste la
puerta de la fortaleza de Byram en busca de trabajo hace
meses.
—¿Conoces a éste? —preguntó Keiran, adelantándose
hasta estar al lado de Gaige, tan cerca que sus hombros
se rozaron y un temblor de calor escaldó su camino a
través de las venas de Gaige. Juntos, miraron fijamente
al joven y desafiante humano que vestía el uniforme
completamente negro de la Gran Guardia de Byram.
—Desafortunadamente, sí. Es una comadreja chulita
que me delató a Byram cuando volví a Thrythgar para
ayudar a las familias.
La ira surgió en Keiran, probablemente nada fragante
para nadie más, pero para Gaige, que la sentía casi como
si fuera propia, envolvía un poderoso golpe.
—¿Ésta es la roña responsable de que te capturasen?
—dijo con un tono regio e intimidante. Y lo hizo bien.
Keiran podía ser hasta el último centímetro de lord
peligrosamente poderoso y enfadado si la ocasión lo
requería.
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—Sí. Su nombre es Sisk. Devlin Sisk. Tenía ideas


delirantes de grandeza cuando llegó a la fortaleza. No
quería trabajar ni pagar sus deudas, sólo quería escalar
rangos de un día para otro y estaba dispuesto a hacer
cualquier cosa que pudiese para llegar hasta allí.
Incluso se me propuso, prometiéndome, deja que vea si
recuerdo esas palabras correctamente, la “puñetera
mejor mamada que te hayan hecho jamás” si accedía a
ascenderle a teniente —dijo Gaige con repugnancia,
disfrutando de como el miedo se enroscaba alrededor
de la arrogancia idiota del joven.
—¿Eso hizo? —dijo Keiran con un rumor sordo que
hizo que el vello de los brazos de Gaige se pusiera de
punta.
Un cosquilleo se disparó a través de él ante la celosa
posesividad que salía en oleadas de Keiran. Gaige
prácticamente podía oír a su amante diciendo “¡Mío!”
sin tener que hurgar siquiera en sus pensamientos.
Keiran se puso de cuclillas, descansando los codos en
las rodillas y sosteniendo todavía su largo cuchillo con la
mano derecha.

—Así que, Devlin Sisk, ¿qué te trae a estos bosques


esta noche?
Sisk se negó a mirar a Keiran, a Gaige o a ninguno de
los demás que se habían reunido alrededor en un círculo
amplio, e hizo un espectáculo forcejeando para intentar
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liberarse de los perfectos nudos de Eliessán. Algo


imposible; Gaige podía verlo desde donde estaba de pie.
—Cuando hago una pregunta, espero que se responda
—gruñó Keiran antes de que el silencio se alargara.
—¡Que te jodan! —escupió Sisk, girando finalmente la
cabeza para poder fulminar con la mirada a Keiran.
—¿Ahora te me estás proponiendo a mí? Eso es
audaz, chico. ¿Tienes idea de lo que estás ofreciendo y a
quién? —Su voz volvía a ser ese sonido sordo bajo y
peligroso. Deslizó la punta del cuchillo por la mejilla de
Sisk y recorrió un lento camino de una oreja a la otra
por debajo de la barbilla.
La respiración de Sisk salía jadeos rápidos. No se
movió por miedo a que el cuchillo se resbalara y le
rajara la garganta. Con los ojos abiertos de par en par,
continuó mirando con hostilidad pero el miedo estaba
tan mezclado en la emoción que se veía en ellos como la
bravuconería.
—Entregaste lo que es mío —continuó Keiran,
alzando la mano izquierda para acariciar el muslo de
Gaige en un gesto posesivo que hizo que la mirada de
Sisk lo siguiera, y sus ojos se ensancharon aún más—, ¿y
crees que ser insolente conmigo es el mejor modo de
plantearlo? —Keiran emitió un sonido de “tsk”—. No es
el más inteligente, ¿no?
Gaige sabía que le estaba hablando a él aunque su
mirada en ningún momento se apartó de Sisk. Al igual
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que su mano no abandonó su pierna, en donde causaba


viles estragos en sus sentidos. Cada firme movimiento
de su palma arriba y abajo era una abrasión cálida y
sugestiva que le llevaba más y más cerca a la dolorida
entrepierna de Gaige.
—No —respondió, ingeniándoselas para mantener la
voz estable—. No lo es.
—Te sugiero que hables conmigo, Devlin... por tu
propia salud y bienestar. Mi compañero —apretó el
muslo de Gaige—, mis amigos y yo tenemos prisa y no
tenemos tiempo para entretenernos con un chico llorón
que cree ser mucho más importante de lo que es. —El
tono de Keiran se endureció—. ¿Dónde está el resto de
tu destacamento?
Sisk negó con la cabeza.
—No voy a decirte nada, basura draegan.
El puño de Marta se disparó tan rápido que Gaige no
lo vio venir. Tampoco Sisk. Su cabeza chocó contra el
árbol y la sangre le goteó del labio.
—Vigila tu boca —dijo Marta rechinando los dientes
—. No tienes ni idea de con a quién le estás hablando y
no toleraré tu actitud.
Sisk se lamió los labios, dejando una mancha de rojo.
Su mirada todavía era desafiante, aunque menos.
—Yo...
—Uh-hu —dijo Keiran, deteniéndolo—. Será mejor
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que pienses bien lo próximo que salga de tu boca,


porque no tengo ni medios ni intención de detener a mi
amiga si decide que ya ha tenido suficiente de tu
lamentable pellejo. Y si ella no te remata, entonces
sospecho que mi compañero podría hacerlo
perfectamente, puesto que te lo debe por tu traición. Y,
de verdad... —Keiran se inclinó de manera casi
amigable, hablando suavemente cerca de la oreja del
soldado—. ¿Si tuvieras elección entre la ira del capitán
Rizik y su placer? Bueno... hablando como el hombre
que comparte su lecho cada noche, desearás
desesperadamente haber seguido teniendo su
aprobación y haberle persuadido de chuparte la polla a
ti. —Se inclinó todavía más cerca—. Es todo un maestro,
y no se parece a nada que hayas experimentado en toda
tu vida —susurró mientras los ojos de Sisk se le salían
de las órbitas.
Keiran se echo hacia atrás, pero su hoja se había
movido hacia abajo y ahora jugueteaba sobre la ingle de
los pantalones de Sisk. Éste parecía de nuevo congelado,
asustado de que la parte más tierna de su anatomía
sufriese si hacía el más mínimo movimiento.
—Es demasiado tarde para que coseches esos
beneficios de tener una relación con el capitán. Pero
creo que preferirías por mucho decirnos lo que
necesitamos saber y rezar que te dejemos vivir en lugar
de arriesgarte a que él te corte los testículos y esa polla
marchita. También es un maestro con el cuchillo, y no
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querría caerle mal. Pensándolo, tampoco querría


caerme mal a mí mismo.
Sisk jadeaba, y Gaige juró que podía oír su corazón
yendo a toda velocidad en su pecho.
—¡No te diré nada! —repitió, pero sin la convicción
que había tenido antes.
—Una pena. —Keiran se levantó y dio un paso atrás.
Sin una palabra, Solanis avanzó y lanzó un golpe con
su puño enorme y carnoso, haciéndolo aterrizar en el
lado de la boca en que Marta no le había golpeado antes.
—¡No he hecho nada! —gritó Sisk.
—Oh, has hecho mucho —dijo Marta mientras Solanis
echaba atrás la mano y volvía a golpear.
La sangre goteaba ahora de la nariz de Sisk.
—¡Para! Sólo estaba atravesando el bosque y oí un
ruido.
—¿Un ruido? ¿Sería ese el ruido el de tu
destacamento mientras iban de caminata, dejando que
hicieras de explorador? —exigió Keiran.
—¡No! Nada de destacamentos. Yo... estoy aquí fuera
solo.
—Una mentira. ¿Dónde está tu destacamento? ¿A
dónde se dirigen? ¿Cuáles son sus planes?
Las lágrimas manaron de los ojos de Sisk. Cuando
Solaris llevó el puño hacia atrás para volver a golpear,
Sisk chilló como un animal pequeño al que hubieran
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pinchado con un palo.


—¡No... por favor... no me vuelvas a golpear! —sollozó
con anchos regueros de humedad marcándole las
mejillas—. ¡Por favor!
Gaige le miró con asco y algo de pena. Sisk ni siquiera
podía afrontar unos cuantos puñetazos sin quebrarse.
Desde el principio el joven no había sido material de
soldado, pero Byram había insistido en que cualquiera
que fuera en busca de trabajo consiguiera uno, ya que
estaba tan indignado por la creciente actividad de los
rebeldes draegans que quería reforzar sus fuerzas tanto
como fuera posible. Sisk había pensado que sería capaz
de besarle el culo a los jefes y le había ofendido cada
momento en que Gaige le había forzado a pasar los
ejercicios de entrenamiento; se había excusado diciendo
que estaba enfermo, pretendió haberse herido a sí
mismo, todo eso mientras se pavoneaba por la fortaleza
como si fuera un regalo de los dioses para todos ellos,
tratando de encontrar un modo de llegar al oído de
Byram cada vez que era posible. Pero una vez puesto en
una situación de la vida real donde tenía que ser fuerte
se volvía tan inútil como un infante llorón.
Los sentimientos de Keiran reflejaban los de Gaige, y
éste podía ver que encontraba el comportamiento de
Sisk tan repugnante como a él mismo le parecía.
—¡Suficiente! —gruñó Keiran, deteniendo a Solanis a
mitad de otro puñetazo. Miró fijamente al hombre
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balbuceante—. Debes de ser el soldado más patético que


he visto jamás en mis largos días, Sisk. Dioses benditos.
Deja de hacerte pasar por eso y simplemente háblanos
de tu destacamento.
—No puedo. No lo haré —gimió.
—¿No puedes o no lo harás? ¿Cuál de ellos?
—El gran he-hechicero me m-matará...
—Confía en mí cuando te digo que el gran hechicero
es el último de tus problemas ahora mismo. Has sido
capturado por draegans, Sisk. Estás atado a un árbol. Te
sobrepasan en número ocho a uno. ¿Crees de verdad
que tienes oportunidad de salir de aquí a menos que
cooperes? No seas más estúpido de lo que ya eres.
Los sollozos fueron la única respuesta.
—¡Oh, por el amor de los dioses! —murmuró Keiran,
quitándose la capa—. Mírame —le ordenó al solado.
Sisk sacudió la cabeza.
—Mírame o dejaré que mi amigo continúe su paliza.
Con un grito ahogado, Sisk levantó la cabeza a
regañadientes y abrió los ojos hinchados.
—No tenemos tiempo para tus lloriqueos. Ésta es tu
última oportunidad. Habla conmigo o reúnete con tu
destino.
Sisk tragó.
—N-no puedo...
Gaige supo lo que Keiran iba a hacer al momento de
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que la idea floreciera en su mente.


El aire alrededor del draegan empezó a titilar e
incluso en la oscuridad, únicamente con el resplandor
de las lunas para lanzar una pálida iluminación, no cabía
error posible en que el perfil de Keiran se estaba
estirando, haciéndose más grande.
Gaige y los demás se retiraron, sabiendo lo que estaba
por venir y haciendo espacio.
Sisk jadeó, con los ojos como platos, cuando lo que
solía ser un hombre fuerte y noble se convertía en una
criatura fuerte, noble y magnifica que se alzaba por
encima de todos.
Keiran extendió tanto las enormes alas plateadas que
éstas tocaron las copas de los árboles a cada lado del
claro y dejó escapar un rugido primitivo que envió un
cosquilleo por toda la columna de Gaige. Dio un paso
que lo hizo temblar todo hacia el hombre atado en el
árbol.
Sisk gritó.
El aullido repleto de terror hizo eco en el bosque y se
hospedó en la cabeza todavía dolorida de Gaige,
haciendo que ésta palpitara como protesta.
—¡Oh, dioses! Voy a morir... ¡Voy a morir! —sollozó
Sisk, forcejeando contra sus ataduras como un hombre
poseído—. Te diré cualquier cosa, cualquier cosa...
¡dioses, por favor no me hagas dañoooo! —La última
palabra terminó en otro gritó aterrorizado.
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Las alas de Keiran se plegaron acercándose al cuerpo


y a continuación, con una fluidez como la del agua
deslizándose sobre una piedra pulida, su cuerpo se
contrajo y un hombre de cabello oscuro desnudo y
majestuoso volvió a estar de pie delante del prisionero.
—Habla —ordenó Keiran, su voz áspera—. Quiero
saberlo todo. Y deja de lloriquear.
—M-mi destacamento está viajando al nordeste hacia
algún tipo de t-templo. El gran hechicero dice que allí
hay un pequeño campamento.
—¿Qué quiere de ellos?
—Oí decir al teniente que uno de los espías del he-
hechicero sabía de su existencia, y el hechicero está b-
buscando a alguien.
—¿Un draegan?
—No lo sé. N-nunca me dijeron nada.
—Piensa, Sisk. ¿Era un draegan? ¿El líder de los
draegan?
—Sí, está b-buscando al líder. Pero no en ese
campamento. Va a por otra persona.
—¿Quién?
—No lo sé.
—¡Sisk!
—¡No lo sé, lo juro! Jamás oí ningún nombre. Sólo que
t-teníamos que llevarle al que quiere y m-matar a todos
los demás.
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—¿Cuándo dejaste a tu destacamento? ¿A qué


distancia están del asentamiento y saben que estamos
aquí?
—No... no estoy seguro.
—No me mientas, chico. —El aire alrededor de Keiran
empezó a destellar de nuevo y su sombra se alargó.
Sisk gritó.
—¡No, no! Por favor no vuelvas a convertirte en esa
co-cosa. Te lo diré. Están a unas tres o cuatro horas de
aquí, o deberían estarlo por el tiempo que ha pasado
desde que me enviaron a explorar. Y n-no, no creo que
sepan que estáis aquí. Y-yo sólo os vi hace un rato.
Keiran se giró.
—Vamos —le dijo a Gaige y a los otros—. Si nos
movemos rápido, podemos atraparles antes de que
lleguen al asentamiento.
Empezó a recoger su ropa, botas y armas de dónde
fuera que hubiesen caído al suelo cuando cambió de
forma. Para sorpresa de Gaige, ni una sola prenda
parecía haberse rasgado ni roto cuando Kieran había
cambiado su forma a una más grande. En la única
ocasión anterior en que lo había visto cambiar, Keiran se
había quitado la ropa antes. Pero era evidente que no
era porque su ropa fuera a quedar arruinada cuando
cambiase. La última vez debió de quitarse la ropa y las
armas y haberlas metido en su zurrón para tener algo
que ponerse cuando llegaran a su destinación.
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—¿Qué hay de mí? —lloriqueó Sisk—. ¡No podéis


dejarme aquí sin más! No me dejéis aquí atado. ¡Por
favor!
Con unos pocos pasos Eliessán estuvo a su lado. En un
movimiento rápido, pasó la hoja de su cuchillo por la
garganta de Sisk.
—No podemos arriesgarnos a que se libere y nos
delate —dijo con esa misma voz tranquila que siempre
usaba. Limpió su cuchillo en el suelo, volvió a guardarlo
en la funda de su cinturón y se alejó caminando para
recoger su fardo.
Gaige miró al hombre, ahora desplomado y en
silencio, y sintió una oleada de compasión. Keiran se
puso los pantalones en silencio a su lado y, una vez más,
sus emociones era un reflejo de las de Gaige. Los
draegans en general honraban la vida y tendían a no
quitarla a menos que tuvieran que hacerlo.
Los elfos, al parecer, no tenían los mismos escrúpulos.

* * * *

—Están justo sobre esa colina, y quizás a una octava


parte de una legua del Zekklesian —susurró Wen
mientras se deslizaba al lado del resto detrás de la
enorme roca—. Diría que hay unos veinte, todos a pie
pero bien armados. No pude ver el asentamiento. Parece
que el bosque es espeso entre el Zekklesian y las
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montañas, así que probablemente está oculto con ellos


en alguna parte.
La frescura gris del amanecer se filtraba a través de la
capa y la ropa de Keiran mientras consideraba el
informe de Wen. El destacamento estaba demasiado
cerca del templo y, lo más probable, demasiado cerca
del asentamiento para su comodidad. Deberían haberse
exigido más, haber corrido más rápido. Había tenido la
esperanza de cortarles el paso antes de que llegaran a
las cercanías del Zekklesian, antes de que el
asentamiento estuviera en peligro.
—De acuerdo, movámonos. Gaige, Wen, Eliessán y
Tim, vosotros id a la izquierda. Marta, Solanis, Jarrad y
yo iremos por la derecha. Quiero flanquearles, tratar de
rodearles antes de que alcancen el templo. Si nos
sobrepasan, encontrad el asentamiento e id allí lo más
rápido que podáis. No creo que necesite decirlo, pero lo
haré de todos modos... No quiero perder ninguna vida
en ese campamento. Haced lo que tengáis que hacer
para proteger a esa gente.
Con un asentimiento solemne, se separaron.
::Ten cuidado,:: le dijo a Gaige, odiando separarse de él
por la razón que fuera, pero Gaige era su guerrero más
fuerte y más inteligente y necesitaba saber que el flanco
izquierdo estaba en las mejores manos.
Gaige miró hacia atrás por encima del hombro y
Keiran sintió la oleada de amor que irradiaba de él. ::Lo
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tendré. Y tenlo tú también.::


La espesura del viejo bosque presionaba alrededor de
ellos, haciendo que fuera difícil seguir un camino recto
cuando tuvieron que pasar por encima de árboles
caídos, enormes peñascos y formaciones rocosas.
Cuando alcanzaron las ruinas del antiguo templo
draegan, el sol todavía no había asomado por encima del
horizonte. Y las topas ya habían pasado.
—Maldición, se están moviendo rápido a través de
ese horrible bosque —dijo Marta.
—Sí, como si supieran exactamente hacia dónde se
dirigen —especuló Keiran en voz alta.
—Con demasiada exactitud —comentó Solanis, su voz
un trueno profundo.
—Sisk mencionó a un espía. ¿Crees que alguien de la
misma aldea los ha traicionado? —preguntó Marta.
—Gaige me dijo que Byram tenía espías por todo el
terreno, y le ofrece tesoros y riquezas por la
información. Por supuesto, una vez que le dan la
información lo que ocurre más a menudo es que los
mata. Pero el atractivo de las riquezas para aquellos que
viven en la pobreza puede ser demasiado como para
resistirlo, y no tienen ni idea del que será su destino a
manos de Byram.
—Byram... el gran impostor —murmuró Marta
misteriosamente.
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Oyeron gritos no mucho más adelante.


El corazón de Keiran le saltó a la garganta mientras él
y sus tres compañeros esprintaban a través del frío y
gris bosque.
Irrumpieron en un claro sólo dos o tres veces más
grande que aquel en el que habían descansado e
interrogado a Sisk antes. En él había un puñado de
cabañas con techos de paja pequeñas pero robustas
congregadas alrededor de un hoyo humeante para el
fuego.
¿Byram había enviado a veinte hombres para atacar
ese minúsculo lugar? ¿Y de la Gran Guardia, sus
soldados personales, en lugar de tropas de campo?
¿Tras quién iba?
El destacamento de soldados vestidos de negros no
hacía mucho que había llegado a juzgar por el aspecto
de las cosas. Un hombre alto y desgarbado y una mujer
joven luchaban espalda contra espalda con espadas
contra cuatro de los hombres de Byram mientras un
chico adolescente y otra mujer corrían para arrojar agua
a las cabañas a las que dos soldados acercaban las
antorchas. Los otros miembros del destacamento de
Byram tan sólo buscaban entre la refriega.
Keiran y sus compañeros cargaron hacia el claro. Vio
a Eliessán de reojo moviéndose cerca, y Gaige despacho
a uno de los soldados que habían estado prendiendo
fuego a las cabañas.
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Los soldados, descubriendo que su ataque no iba a ser


tan sencillo como sin duda habían planeado, se
encontraron luchando por sus vidas cuando los
draegans, Gaige y Eliessán junto con el hombre que
todavía repartía golpes y la mujer que vivían allí les
enfrentaban.
—¡Hareldson! —gritó Wen desde algún lugar cercano.
Keiran hundió la espada en el estómago del soldado
contra el que había estado luchando y distinguió a Wen
forcejeando con un hombre fornido que pesaba lo
mismo que dos draegans jóvenes. Mientras miraba, Wen
mató al soldado con un movimiento veloz y a
continuación extendió la mano para ayudar a la mujer
tumbada en el suelo, la que había estado antes tratando
de extinguir el fuego. Con la otra mano, Wen hizo un
gesto con el cuchillo hacia detrás de Keiran.
Keiran miró a dónde había indicado.
—¡Mierda! —Un hombre estaba arrastrando a una
mujer mayor fuera de una de las cabañas cerca del
límite del bosque, mientras otros tres corrían a
ayudarle, claramente deseando unirse a la diversión.
Keiran saltó por encima del cuerpo caído que tenía al
lado, esquivó a otro soldado que fue hacia él con una
espada y corrió hacia los cuatro hombres y la mujer.
Gaige llegó al mismo tiempo que él, y mientras Keiran
incrustaba la espalda en el soldado más cercano, Gaige,
con un movimiento rápido, enterró su vrieg en la artería
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del cuello del hombre que sostenía a la mujer y a


continuación la cogió entre sus brazos.
—La tengo —dijo, apartando el cuerpo del soldado
muerto con la bota. Sus ojos azules ardían brillantes con
furia ante lo que los hombres habían estado sin duda a
punto de hacer, sus emociones eran tan poderosas que
fluían a través de Keiran a toda velocidad.
Los otros dos hombres huyeron a la carrera hacia los
árboles.
—No podemos dejar que escape ninguno —dijo
Gaige, sosteniendo todavía a la claramente aterrorizada,
si bien que extrañamente silenciosa mujer.
—No lo harán. Los cogeré.
Sabiendo que una vez que los hombres estuvieran en
las profundidades del bosque sería difícil seguirles el
rastro y mantener su ritmo, Keiran invocó el fuego
primigenio que ardía en lo profundo de su ser, dejando
que la antigua magia girase en espiral y creciese, y a
continuación, en un segundo, sintió como le poseía el
impulso de fuerza y poder de su forma alada. Extendió
las alas y, con un rugido de júbilo al ser libre del nivel de
la tierra durante un rato, se alzó del suelo.
::¡Malditos sean los dioses, Keiran! Te estás poniendo en
peligro.::
::Es el único modo de estar seguro de que los alcanzo.
Estaré bien. Ellos no. Asegúrate de que los otros están a
salvo.::
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Seguía sintiendo la preocupación de Gaige creciendo a


través él, advirtiéndole de que tuviera cuidado, pero a
continuación la atención de su compañero se desvió
hacia otro lado. Le vio, en su ojo mental, llevando a la
mujer mayor hasta un lugar seguro y a continuación
volver a abrirse paso en la refriega.
Keiran centró sus energías en los dos hombres que
corrían. A medida que ganaba altura podía verles a ratos
corriendo entre los espesos árboles mientras los
primeros rayos del sol de la mañana cruzaban el cielo en
cálidas vetas de un dorado plateado.
Estuvo tentado de seguir a los hombres durante un
rato para tener la oportunidad de seguir un poco más en
el aire, pero la advertencia de Gaige resonó en su mente
y el miedo de su compañero, incluso desde la distancia,
le hacía un nudo en las entrañas. De manera que fijó su
concentración en la tarea que debía hacerse. Inhaló
larga y profundamente, dejando que las glándulas que
se alienaban en su esófago se abriesen y el gas volátil
que escapaba se inflamase. Entonces, en una exhalación
llena de aire, dejó escapar una ráfaga estable de fuego.
Éste lamió las hojas secas por el otoño de la copa de
los árboles, se abrió paso quemando la corteza como si
fueran de papel fino y abrasó el suelo de debajo.
Oyó los gritos, percibió el miedo de los hombres
latiendo en su corazón y sintió compasión por ellos del
mismo modo en que lo sentiría por cualquier vida que
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fuera llevada a un final prematuro. Vio como uno de los


hombres caía, sintió disminuir su fuerza y después
desaparecer. El segundo hombre siguió corriendo,
pasando como una flecha entre los árboles en llamas,
tratando de dejar atrás el caos. Viró hacia el sur y Keiran
le siguió, con problemas para mantener el contacto
visual a través de los árboles. Pero entonces el hombre
entró en un pequeño espacio abierto, dándole a Keiran
la visibilidad que necesitaba. Tomó otra bocanada de
aire, se sostuvo en el aire y liberó otra nueva oleada de
llamas para que devorasen un camino de destrucción
entre los árboles... hasta que encontraron su objetivo.
Con una ojeada final hacia abajo, dio media vuelta y
regresó al asentamiento, haciendo una pasada alrededor
del perímetro para asegurarse de que ningún otro
soldado se había escabullido. Seguro de que ninguno lo
había hecho, planeó sobre el asentamiento notando que
la batalla había terminado. A continuación, con un batir
de sus gigantescas alas, descendió hasta el suelo del
claro en lado opuesto a las cabañas. En el momento en
sus pies tocaron el suelo cambió para volver a su forma
humana.
Gaige se acercó sosteniendo la ropa de Keiran, sus
largas piernas devorando con rapidez la distancia que
los separaba.
—El cielo naranja... eras tú. —Enterró la mano en el
cabello de Keiran y lo atrajo hasta un beso duro y
hambriento que transmitía su enfado y miedo, al igual
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que su alivio de que Keiran estuviese bien. Cuando se


retiró sus ojos ardían de pura intensidad—. No vuelvas
a preocuparme de ese modo nunca jamás —gruñó—.
Podrías haber sido capturado.
—Pero no lo he sido.
—Tomas demasiados riesgos al volar. Has tenido
suerte, pero probabilidades están en contra de que esa
suerte se mantenga, maldita sea. Prométeme que no
volverás a volar.
Keiran le miró fijamente, tomado por sorpresa. Luchó
contra el impulso de responderle de manera brusca a su
compañero, pero sólo consiguió controlar sus palabras
en parte.
—Sabes que no puedo prometer tal cosa. Decirle a un
draegan que no vuelve jamás sería como si alguien te
dijera que no volvieses a respirar.
Gaige apartó la mirada, mirando por encima de su
hombro con una expresión dolorida.
—No sabes como es, Keiran —dijo, su voz baja y
descarnada—, el tenerte allí arriba, sin saber qué está
pasando, y yo atrapado aquí abajo con los pies fijos
sobre el maldito suelo, siendo inútil si te ocurriese algo.
Su miedo se arremolinó alrededor de Keiran con tal
fuerza que barrió la mayor parte de su propia
frustración cuando la comprensión del punto de vista de
su compañero avanzó sigilosamente para reemplazarla.
Gaige sacudió la cabeza y dejó escapar un suspiro
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tembloroso. ::Desearía...::
::¿Desearías el qué?::
::Desearía poder cambiar simplemente de forma,
maldición. Entonces sabría y no me preocuparía tanto
porque podría estar ahí contigo. No me sentiría tan inútil,
malditos sean los dioses.::
Con el corazón retorciéndose por la desesperación de
su pareja, Keiran acunó su mejilla, deseando saber qué
decir o cómo hacerle sentir mejor. Había una pequeña
posibilidad de que Gaige llegase a desarrollar la
habilidad de cambiar a la forma alada a causa de su
unión y de la sangre de lord draegan. Pero al ser parte
humano, Keiran sospechaba que tal cosa no era
probable. Y no podía darle a su compañero falsas
esperanzas.
—No puedo prometerte no volar, ¿pero de qué otro
modo podría ayudar? —preguntó—. ¿Cómo podría
hacértelo más fácil?
Gaige volvió a mirarle a los ojos.
—Llévame contigo. A partir de ahora, cuando vayas
allí arriba llévame contigo, de manera que al menos... —
Tragó con dificultad—. De manera que al menos sepa lo
que te está pasando.
El corazón de Keiran se inundó de amor y orgullo. No
se molestó en recordarle a Gaige que el ir con él le
pondría también en peligro si caían en una red y atraían
a los nyctophan. Sabía que su pareja ya lo habría
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pensado y no le importaba. También sabía demasiado


bien cómo se sentía el ser incapaz de hacer nada
mientras la persona amada estaba en peligro, y si podía
aliviar la preocupación de Gaige, no se lo negaría. Atrajo
su rostro más cerca y depositó un beso en sus labios.
—De acuerdo.
—De acuerdo. —Gaige suspiró, su alivio palpable.
Le tendió a Keiran su ropa.
—Ten. Puede que quieras ponértela. Tienes un
puñado de gente allí, al lado de las cabañas, que están
bastante en shock. Sé que decidiste decirle a todo el
mundo quién eres, pero lo de escupir fuego... ha sido un
modo bastante dramático de hacerlo. —Una sonrisa le
tiró a Gaige de la comisura de la boca—. Probablemente
no quieras dejarles todavía más sin habla con esto —su
mirada abrasadora viajó por el cuerpo de Keiran,
rezagándose en su entrepierna—, con lo magnifico que
es.
Por primera vez Keiran se percató de que Gaige
estaba de pie de manera que su cuerpo alto y de
hombros anchos tapase su desnudez de la vista del
grupo que estaba reunido al otro lado del claro. No tenía
escrúpulos en mostrar su piel a los draegans, pero
comprendió que Gaige tenía razón puesto que los
humanos, en particular las mujeres humanas, podrían
no estar tan cómodas con las vistas. Especialmente en el
estado de excitación completa que lucía en aquel
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momento. Volar a menudo tenía ese efecto sobre él. Y la


proximidad de Gaige no estaba ayudando en absoluto.
Tampoco lo estaban haciendo los pensamientos subidos
de tono de su pareja en su cabeza.
—Probablemente ayudaría si dejaras de mirarme de
ese modo —refunfuñó, tratando de no sonreír.
Con una economía de movimientos, se puso la ropa y
metió los pies en sus botas.
—¿Hemos perdido a alguien? —preguntó a Gaige
mientras se vestía.
—No. Nadie. Pero hay algo extraño que deberías
saber.
—¿Qué es?
—Sólo hay un draegan en este asentamiento.
Las cejas de Keiran se arrugaron.
—¿Sólo uno?
—Sí.
—¿Quién es? —Escaneó el grupo por encima del
hombro de Gaige, preguntándose si era el hombre alto y
delgado con el cabello corto y oscuro que había luchado
de manera tan valiente a pesar del hecho de que su
habilidad con la espada no igualaba a la de sus
atacantes. O quizás el joven, que se veía fuerte y en
forma.
—Es la mujer mayor.
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CAPÍTULO 12
Había siete de ellos en total; una pareja mayor,
Agathe y Jacob, que habían permanecido escondidos en
una de las cabañas durante el ataque; la mujer a la que
Wen había salvado de una probable violación, Sarah, y
su hijo adolescente Wesley; el hombre delgado cuyo
nombre era Thomas, una mujer sólo algunos años más
joven que Gaige llamada Lilia que era la curandera del
grupo y una mujer draegan diminuta y marchita a la que
el resto llamaba Sele.
La mujer draegan estaba afectada por lo que Lilia
llamaba “la enfermedad de la mente” y no podía hablar.
Lo cual explicaba por qué había estado tan silenciosa
cuando los soldados la había arrastrado fuera de la
cabaña, pensó Gaige. En ese momento estaba
acurrucada junto al fuego arropada en una manta con el
largo cabello gris desordenado sobre la pequeña
espalda, mirando fijamente las llamas como si el resto
de la gente en el claro no existiera.
A pesar del peligro al que acababan de sobrevivir, la
gente del pequeño asentamiento insistía en que no
necesitaban ni querían volver al campamento draegan
con Gaige, Keiran y los demás, sin importar lo mucho
que Keiran discutía que la seguridad estaba en el
número y era para su mayor interés. El ataque les había
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cogido por sorpresa, pero aún así se negaron a huir de


nuevo de sus hogares sin importar lo humildes que
pudiesen ser estos, o el hecho de que dos de las cabañas
no fueran más que cenizas ardiendo lentamente por las
antorchas de los soldados.
Cuando Keiran preguntó que querían decir con lo de
huir de sus hogares de nuevo, contaron su historia.
Cuatro años antes su pueblo en las montañas del norte
había sido diezmado por las tropas de incursión de
Byram. Una población saludable de más de cien
hombres, mujeres y niños había sido reducida a menos
de una docena de persona una vez que todo estuvo
dicho y hecho. Aquellos que habían sobrevivido había
viajado juntos en busca de un lugar solitario donde
pudiesen vivir sin miedo constante. Y creían haberlo
encontrado allí, cerca del antiguo templo draegan.
Gaige había escuchado la historia con un nudo
enfermizo en el estómago. ¿Durante cuántos largos años
había seguido ciegamente a Byram, cazando inocentes,
tomando sus vidas? Esa gente lo había perdido todo —
sus amigos, su familia, sus hogares— en una de las
incursiones de Byram. Una incursión que podía haber
ocurrido porque Byram pensaba que los humanos
daban refugio a draegans entre ellos, o porque la aldea
no había pagado los fuertes impuestos que Byram
imponía a los ciudadanos de Velensperia, o simplemente
porque el hechicero “sentía” que los aldeanos podían
rebelarse contra él. Y aunque él mismo no había estado
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involucrado en la destrucción de esa aldea en particular,


Gaige había sido testigo y tomado parte en la
destrucción de otras.
Por primera vez en días la maldita voz en su cabeza
volvió a hablar. ¿Qué derecho tienes a estar aquí de pie y
pretender ofrecer tu apoyo y comprensión a esta gente
cuando podrías haber sido fácilmente uno de sus
atacantes? Podrías haber sido tú el que atravesases con
tu espada a sus maridos y padres, esposas y madres. Hubo
una época en que no lo habrías pensado dos veces.
Capitán Rizik, la Pantera Blanca... ése es quien eres.
Las palabras de Eliessán sobre su ira y poder
regresaron para acosarle. No sabía si creer a la elfa o no,
pero lo que había dicho había pulsado una cuerda que
seguía haciendo eco dentro de él.
Quizás es quien todavía eres en algún lugar muy
profundo. Quizás Jax tenía razón y serás la Pantera
Blanca hasta el día en que mueras.
Un picor frío avanzó lentamente por su columna y
comprendió que sentía ojos sobre su espalda.
Se giró, vrieg en mano por puro instinto. Pero más
que descubrir a uno de los soldados de Byram que había
sobrevivido, se encontró la penetrante mirada de la
mujer mayor taladrándole. A pesar de aturdimiento
silencioso de antes, y de la impresión de que vivía sólo
en su cuerpo pero su mente ya no habitaba en ese plano,
todavía ardía dentro de ella algo de la luz de la vida e
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inteligencia. Porque justo en ese momento estaba


centrada en Gaige. De un modo espeluznante. Como si le
estuviera viendo por primera vez.
Se sintió congelado, incapaz de girarse y aún así
incapaz de acercarse a ella, como si una mano invisible
le mantuviera inmóvil y no se lo fuera a permitir.
Los labios marchitos y grises de la mujer se
separaron. ¿Iba a hablar? Pero a continuación volvieron
a cerrarse. Mientras Gaige la miraba, una lágrima
solitaria se derramó de sus ojos y se deslizó por la
arrugada mejilla.
Ella se giró para mirar de nuevo las llamas con fijeza.
Capaz de moverse al fin, Gaige se acercó a ella y se
arrodilló al lado de dónde estaba sentada en un tronco
caído que evidentemente había sido arrastrado hasta el
claro para usarlo como banco.
—¿Estás bien? ¿Puedo traerte algo? —preguntó,
manteniendo la voz baja y suave y preguntándose por
qué sonaba tan temblorosa.
Pero la mujer draegan había vuelto a deslizarse a su
estado vegetativo y miraba fijamente dentro de las
llamas y más allá, sin reconocer su presencia de ningún
modo. Tuvo la sensación de que ni siquiera sabía que
existía.
Súbitamente incapaz de respirar y necesitando algo
de espacio, le dio la espalda al grupo reunido alrededor
del fuego y caminó hacía el oscuro bosque. El humo
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todavía se alzaba de lo alto de la siguiente loma... el


resultado de la obra de Keiran. El suelo del bosque
estaba demasiado húmedo como para que su fuego
causes ningún daño general. Otra pequeña columna de
humo se alzaba desde las cabañas carbonizadas detrás
de él que los soldados habían conseguido destruir.
Aunque el día había empezado soleado, había seguido
con nubes grises que se deslizaban a través del cielo, así
que en el aquel momento el sol sólo brillaba a través de
ellas en ocasionales vistazos. Del aire tenía una
mordedura fría y húmeda que prometía humedad antes
de que terminase el día.
Gaige inspiró varias bocanas profundas de aire
dejando que el aire frío le llenase los pulmones.
—Te he traído algo de vino caliente.
Un momento de enfado giró dentro de él ser
interrumpido en su pequeño momento de soledad, pero
lo hizo a un lado sintiéndose como un idiota por ser tan
desagradecido y girándose para encontrar a la sanadora,
la mujer joven llamada Lilia, arropada con una pesada
capa marrón de lana y sosteniendo una taza de madera
de dónde se alzaba vapor.
Aceptó la raza.
—Gracias.
—De nada. ¿Puedo traerte cualquier otra cosa?
—No tenías que traerme esto.
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Ella se encogió de hombros y una ligera sonrisa le


curvó los labios rosa pálido.
—Parecías tan ensimismado en tus pensamientos.
Casi no te interrumpí, pero hace frío y dejaste el fuego,
así que me imaginé que necesitarías algo para calentarte
contra el frío. Te dejaré tranquilo. —Empezó a darse la
vuelta.
—Espera —dijo Gaige—. ¿Puedo hacerte algunas
preguntas?
Ella se giró para estar cara a cara.
—¿Implican tratar de convencerme a mí y a los
demás de que nos marchemos de aquí y volvamos al
campamento con vosotros? Porque si es así, el lord
draegan ya ha agotado el asunto.
—No, para nada. Aunque estoy de acuerdo con él.
Sería mucho más seguro para todos vosotros si vinierais
con nosotros.
—Quizás. Quizás no. Pero es Thomas quien tendrá
que ser convencido. —Otra sonrisa le arrugó el rostro,
alcanzando esta vez sus brillantes ojos marrones.
—¿Por qué Thomas? —preguntó Gaige, curioso—. ¿Es
el líder de tu grupo?
—En realidad no tenemos a un líder designado. Todos
vivimos y trabajamos en armonía. No, son sus libros y
papeles de los que no querrá separarse.
—¿Libros y papeles?
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—Solía ser un profesor, en la escuela de la aldea, y


también es historiador y lingüista. Afortunadamente
para él su cabaña no ha sido una de las que se han
quemado. Tiene más libros y diarios llenos de página
tras página de notas y escritos de los que podría cargar
en un viaje hasta la distancia de vuestro campamento. Y
tampoco dejaría ninguno atrás. Libros, escritos,
idiomas... todos le fascinan. Tanto que en ocasiones temo
que preferiría que sus textos se lo tragasen entero antes
de que tener que tratar con la vida real.
Lo dijo con un tono tan resignado y aún así paciente
que a Gaige no le hizo falta mucho para juntar las piezas.
—¿Y desearías que pusiera un poco más de atención
en la vida real y en cierta mujer que se preocupa por él?
—preguntó con una sonrisa jugueteando en su boca.
La respuesta de ella fue afable.
—Ah, ojalá. Pero me temo que no parece darse
cuenta. Quizás si escribiera las palabras con tinta sobre
mis pechos y los agitara frente a su cara podría
percatarse, pero me temo que no prestaría atención a
nada excepto a las letras mismas, y el lienzo sobre el
cual estarían escritas no sería suficiente como para
hacer que aprovechase la oportunidad.
Eso consiguió una risa entre dientes de Gaige. Le
gustaba esa mujer.
Pero a continuación se serenó.
—No te rindas con él. En ocasiones la gente está ciega,
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pero un día despiertan y comprenden que sus vidas no


son lo que creían y descubren que el camino de la
verdadera felicidad está en sus corazones sólo con que
se atrevan a seguirlos.
—Hablas como un hombre que ha alcanzado la
iluminación —dijo con suavidad.
—Podrías decir que sí.
—Bueno, entonces me das esperanza. ¿Qué es lo que
querías preguntarme?
—La mujer mayor... ¿cuál es su historia? ¿La conoces?
Lilia suspiró.
—Parte de ella. —Se dejó caer sobre un tronco
cubierto de liquen y metió las manos agrietadas y
enrojecidas bajo su capa—. Vivió en la aldea durante
varios años antes de que yo naciera. No estoy segura de
dónde vino ni por qué estaba allí, sólo que lo estaba. Mi
madre era la sanadora del pueblo y la conocía bien.
Siempre decía que Sele era una mujer encantadora.
—¿Se percató tu madre de que era una draegan?
—Sí. No estoy segura de cómo lo supo, si Sele se lo
dijo o si simplemente lo supuso, pero lo sabía, y eran
bastante amigas. Aunque no creo que nadie más en el
pueblo estuviera al tanto. Entonces, algunos años antes
de que yo naciese, Sele sufrió algún tipo de tragedia. No
sé si mi madre estaba segura siquiera de qué ocurrió...
sólo dijo que Sele sufrió un colapso y lloró durante días,
y después, cuando paró, ya no era la misma mujer que
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había sido. No hablaba, a duras penas podía ocuparse de


sí misma y parecía como si hubiera envejecido años y
años en tan sólo unas semanas. Mi madre la llevó a vivir
consigo y con mi padre. Algunos de mis primeros
recuerdos tras nacer son de Sele sentada en una silla
cerca del fuego.
—¿Y ahora tú cuidas de ella?
Lilia asintió.
—Mi padre murió cuando yo sólo era un bebé...
atacado por lobos en una partida de caza en las
profundidades de las montañas. Así que durante mucho
tiempo fuimos mi madre, Sele y yo. Estábamos fuera
recogiendo hierbas cuando ocurrió el ataque a la aldea,
hace cuatro años. Normalmente Sele se habría quedado
en casa, pero era un hermoso día de primavera y mi
madre la convenció para que viniera con nosotras.
Cuando regresamos todo había terminado y sólo había
un puñado de supervivientes. Viajamos con ellos hasta
aquí. Mi madre murió hace tres años por un fallo
cardíaco, de manera que desde entonces sólo estamos
Sele y yo.
—Lamento lo de tu madre.
—Gracias. Todavía la hecho de menos. Pero me gusta
pensar que me enseñó bien y que puedo seguir sus
pasos.
—¿Entonces Sele jamás habla?
—No ha dicho una palabra desde que la atrapó la
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enfermedad de la mente. Mi madre siempre lo llamaba


así, enfermedad de la mente, pero en realidad siempre
me ha parecido más bien como una enfermedad del
corazón. Como si su corazón estuviera roto y
sencillamente no pudiese continuar adelante. Tiene
momentos lúcidos de vez en cuando, cuando parece y se
siente como si entendiera lo que pasa a su alrededor.
Pero durante la mayor parte del tiempo no parece ser
consciente de mucho. Sólo intento mantenerla caliente,
segura y cómoda. ¿Por qué preguntas sobre ella?
Gaige debatió cuánto decirle a Lilia, pero decidió que
le confiaría la verdad.
—Capturamos a uno de los soldados, el que enviaron
como explorador, y dijo que el destacamento venía hacia
aquí a propósito, buscando a alguien en particular.
Asumimos que era un draegan. Y Sele es la única
draegan en el campamento.
Las delicadas cejas oscuras de Lilia se juntaron.
—¿Qué podrían querer de una mujer mayor?
—No lo sé. Y ni siquiera estamos seguros de que fuera
ella. Supusimos que su objetivo era un draegan, pero
podría haber sido otra persona. ¿Hay alguien más en el
grupo que haya viajado recientemente? ¿Quizás alguien
que haya visto o sepa algo que al gran hechicero no le
gustaría?
—Ninguno de nosotros ha ido a ninguna parte en
meses excepto Caleb.
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—¿Caleb? ¿Está aquí? ¿Le conocemos?


—No, se marchó hará quizás diez días para cazar.
Dice que se pone inquieto, se siente atrapado aquí y
necesita estirar las piernas y estar en la naturaleza.
—¿Entonces se marcha a menudo?
—Sí. Está más tiempo fuera que aquí.
—¿Le conoces bien?
—No, en realidad no. Es extraño, ¿no?, ¿que haya
vivido ahora sí ahora no con nosotros durante cuatro
años pero no haya pasado mucho tiempo con él? En
realidad jamás ha sido feliz aquí, y lo cierto es que no sé
por qué vuelve. Su cabaña era una de las que ha ardido,
de manera que ahora no tiene ninguna razón real para
volver. ¿Crees que las tropas del hechicero le están
buscando?
La mente de Gaige giró con la información que le
había dado.
—No lo sé. Pero te diré algo... rastreamos a los
soldados del hechicero hasta aquí, y sabían exactamente
a dónde iban, hasta el último detalle. Alguien les dijo
dónde estabais.
—¿Crees que Caleb les dijo dónde encontrarnos? —
preguntó sin aliento.
—Por lo que me has dicho, creo que es una
posibilidad jodidamente alta. Y si ese es el caso, ninguno
de vosotros estáis ya seguros aquí, Lilia.
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Ella frunció el ceño y pareció que estaba a punto de


negarlo.
—Tienes que creerme —dijo Gaige antes de que
pudiera protestar—. Si Byram sabe dónde estáis,
cuando sus soldados no vuelvan enviará a otro
destacamento más grande para descubrir el por qué, y
para encontrar a quien sea que buscaban
originariamente. Si tú o Sele o Thomas o cualquiera de
los demás están aquí, os asesinarán.
Ella le miró durante varios segundos, y Gaige se
encontró deseando poder leerle los pensamientos tal y
como hacía con los de Keiran para poder saber qué le
pasaba por la cabeza.
—Pareces tan seguro de eso —dijo finalmente—.
¿Cómo sabes lo qué hará y no hará el hechicero?
Gaige tragó el nudo de amargura que le obstruía la
garganta.
—Porque solía ser el capitán de los hombres a los que
hemos dado muerte hoy aquí.
Los rasgos de la mujer, de por sí pálidos, perdieron el
colo.
—La Pantera Blanca —susurró—. Debería haber
sabido... por el color. Pero... —Le estudió más de cerca
—. Pero no te pareces en nada a las historias que he
oído. No lo relacioné porque el capitán de la Gran
Guardia del hechicero jamás habría luchado junto a
draegans. Jamás habría mostrado amabilidad hacia una
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mujer mayor, ni le habría importado si cualquiera de


nosotros permanecía o no a salvo.
—Hubo una época en que no lo habría hecho —
admitió con voz baja y ronca.
La expresión de ella se suavizó.
—El cambio del que hablabas antes. Realmente
tuviste una iluminación, ¿no? ¿Qué podría haber
causado tal cambio?
—Qué no. Quién.
Ella alzó una ceja.
—Keiran Hareldson.
—El lord draegan —dijo en voz baja. Entonces se le
escapó un jadeó—. El modo en que los otros defieren en
ti, el modo en que el lord te mira y tú a él... eres su
pareja, ¿no?
Gaige asintió, repentinamente consciente del
brazalete de elorium alrededor de su brazo.
—¿Confías en él con tu vida?
—Lo hago. También confió en él con la tuya.
—Y tus acciones de hoy me han demostrado que
puedo confiar en ti. —Se puso en pie—. Hablaré ahora
mismo con Thomas y después empezaré a preparar mis
cosas y las de Sele. —Se giró y regresó a la agrupación
de cabañas.
Gaige la siguió y fue sólo entonces cuando se percató
de que en ningún momento había tomado un trago del
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vino ya frío. Lo derramó mientras caminada, dejando


que el líquido rojo sangre salpicara contra la húmeda
tierra del bosque.
Encontró a Keiran de pie solo, sacudiendo la cabeza e
irradiando frustración. Gaige luchó contra el impulso de
enterrar las manos en el espeso cabello de su pareja,
atraerle contra él y besarle hasta que ninguno pudiese
respirar. Pero aquel no era el momento ni el lugar. Se
decantó por colocar la mano sobre su hombro. La mano
de Keiran se alzó para cubrirla y la apretó.
—Tenemos que marcharnos pronto —dijo Gaige—.
¿Dónde están los otros?
—He enviado a Eliessán y a Solanis a hacer un
barrido amplio de la zona para asegurarnos de que
Byram no tiene otras sorpresas esperando por aquí
cerca. Nos alcanzarán más adelante esta noche. Marta,
sus chicos y Tim están liberando a los muertos de sus
armas y de cualquier cosa de importancia que podamos
necesitar.
Gaige asintió.
—¿Estás bien? —preguntó, leyendo ya la respuesta en
los pensamientos y emociones de Keiran.
—No. Entre los chicos de Marta, Tim y Solanis
inclinando la cabeza cada vez que hablo y diciendo
“como deseéis” y llamándome “lord” y ese insufrible
humano Thomas y su actitud impertinente, siento la
necesidad de romperle el cuello a alguien. ¿Puedes creer
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que ese hombre se ha puesto a darme un sermón sobre


sus años de investigación y cómo sabe tantísimo sobre
historia que posiblemente yo no pueda saber nada que
él no sepa? ¡Me ha hablado con tono condescendiente
como si fuera un niño cuando yo ya era un hombre
adulto para los estándares humanos antes de que él
fuera siquiera una chispa de luz en los ojos de su madre!
La voz de Keiran era tan cascarrabias que Gaige hizo
todo lo que pudo para evitar reír entre dientes.
—En cuanto a los draegans, ¿qué esperabas que
hicieran, Keiran? Para ellos eres un ave fénix alzándose
de las cenizas, dándoles esperanza y permitiéndoles
volver a creer. Eres un lord y por supuesto que te van a
tratar de manera acorde.
—Sigo siendo la misma persona —gruñó—. Les ha
ido bien llamarme “Hareldson” durante años. ¿Por qué
debería cambiar eso?
—Entonces diles que todavía pueden usar ese
nombre. Pero no te sorprendas si no te escuchan.
Sospecho que hay un respeto innato hacia los lores
draegan, y miles de años de conciencia colectiva podrían
superar tus deseos personales.
—Bueno, todavía queda el asunto de ese hombre.
Gaige sonrió.
—¿Le ha pisado el pie el humano académico al gran
lord draegan? ¿Cómo se atreve?
Keiran le dirigió una mirada asesina que prometía
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una represalia más tarde.


—¿Y dónde estabas tú mientras yo lidiaba con el
testarudo grano en el culo que se niega a marcharse de
manera que todos los demás también se niegan porque
“si Thomas se queda, entonces debe de ser seguro y
nosotros también nos quedamos”?
—Si hubieses calmado tu irritación el tiempo
suficiente como para conectar conmigo, lo sabrías —
bromeó Gaige. Pero a continuación se puso serio—.
Estaba hablando con Lilia. Me ha dado una fortuna en
información.
Sintió como la irritación de Keiran desaparecía.
—Dime.
Gaige lo hizo, terminando con su especulación de que
ese hombre, Caleb, podría ser perfectamente el espía de
Byram.
—Pero la pregunta permanece... ¿tras quién iba
Byram? —reflexionó Keiran.
—No lo sé. No alcanzo a comprender por qué Byram
estaría interesada en una anciana draegan que no ha
dicho una palabra en veinticinco o treinta años. Nadie
más del grupo ha dejado el campamento en meses. El
único que falta es ese Caleb. Es posible que Byram vaya
tras él. Quizás ese hombre descubrió algo sobre Byram
que el hechicero no quería que supiera. O quizás gastó
su utilidad como espía.
—¿Pero por qué enviar a veinte soldados de la Gran
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Guardia tras él? Ya que estamos, ¿por qué enviar a


veinte soldados tras nadie de aquí? Simplemente no
tiene sentido. Esta gente no son una amenaza. Incluso si
tuvieran algún tipo de conocimiento que Byram no
quiera que tengan, son pacíficos y tienen unas
habilidades de lucha limitadas... un puñado de hombres
podían haberse encargado de ellos de ser necesario. —
Mantuvo la voz baja, y Gaige supo que no quería que los
humanos le oyeran por casualidad. Tenían corazones
valientes, todos ellos, pero Gaige estaba de acuerdo... si
Keiran, él y los demás no hubiesen aparecido cuando lo
habían hecho, el asentamiento habría ardido hasta los
cimientos y todo el mundo habría sido asesinado en
poco tiempo.
—Tenemos que sacar a esta gente de aquí —dijo
Keiran, pasándose una mano por la cara—. Aunque
sabrán los dioses cómo, aparte de atarlos y llevarlos a
rastras con nosotros tirándoles del pelo.
—Oh, no estoy seguro de eso. Para cuando Lilia y yo
hemos terminado nuestra charla estábamos de acuerdo
en el tema de evacuar el campamento. —Le dio con el
codo en el brazo a Keiran y asintió hacia el
asentamiento.
Lilia acababa de emerger de una de las cabañas
cargando con un fardo, seguida por Sele arropada en
una capa y mantas. La mujer Sarah y su hijo las
siguieron, al igual que la pareja anciana.
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Keiran se giró para mirar a Gaige, su expresión


agradecido y sus ojos brillando plateados.
—Te amo de verdad.
Una rápida sonrisa le torció los labios a Gaige.
—Lo sé.
Finalmente, cuando los primeros copos gordos de
nieve empezaron a caer, Thomas apareció en el marco
de la puerta de su cabaña, su delgada figura
tambaleándose bajo el peso de su zurrón y de otra
enorme bolsa tejida que arrastraba por el suelo, con una
expresión avergonzada en el rostro. Fuera lo que fuera
que Lilia le había dicho, Gaige le dirigió un hurra
silencioso, porque había funcionado.
—Wen, Jarrad, Tim, no os quedéis ahí de pie. Ir a
ayudarle —les dirigió Marta. Los jóvenes draegans,
incluso el humano adolescente, Wesley, que se había
unido a ellos de un modo casi tímido, como si no hubiera
estado alrededor de nadie joven durante bastante
tiempo, se sumergieron en el zurrón y la bolsa de
Thomas y se repartieron numerosos tomos pesados
entre ellos, colocándolos en sus zurrones.
—Gracias —dijo Thomas—. Solamente por favor ser
muy, muy cuidadosos con ellos. Son tomos inestimables.
Años de investigación. Años.
Keiran gruñó algo ininteligible por lo bajo.
Gaige sonrió. Pero la sonrisa se desvaneció
rápidamente cuando una sensación oscura de aprensión
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le inundó. Su cabeza palpitó de repente y dejó de


respirar, preguntándose si el dolor estaba a punto de
volver con toda su fuerza. No lo hizo. Pero él se quedó
con la necesidad imperiosa de salir de allí y volver a su
propio campamento tan pronto como fuera posible.
Mientras la nieve caía más fuerte y más rápido y el
viento crecía, tuvo la poderosa sensación de que no era
la única tormenta que estaba a punto de golpear.

* * * *

Llegaron al campamento una semana más tarde, en


una noche en la que el sol se había puesto ya y las lunas
se habían alzado en el cielo frío e índigo.
La tormenta que había empezado mientras dejaban el
campamento les había forzado a detenerse y buscar
abrigo hasta la mañana siguiente, y dos días después de
eso arreció otra tormenta, más corta y menos intensa,
pero que les hizo ir incluso más lentos. El invierno, al
parecer, había decidido asentarse pronto ese año.
El alivio de Gaige fue profundo cuando encontraron
que la barrera mágica alrededor del campamento
todavía estaba en pie y aguantaba.
La sensación persistente de que algo horrible estaba
apunto de pasar se había aferrado a él durante todo el
viaje. Y aunque todavía no se lo había mencionado a
Keiran y habían estado tan ocupados y exhaustos que
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éste no había ahondado lo suficiente en la mente de


Gaige como para verlo por sí mismo, había tenido
sueños preocupantes durante las pocas horas en las que
había dormido mientras viajaban. Una en particular le
molestaba hasta el punto de la distracción... porque
había sido sobre Keiran. Keiran, subiendo un camino
largo y empinado en la oscuridad, su rostro pálido y
cada paso una agonía, rodeado por completo por la
sombra y el fuego y con la muerte en los talones. Gaige
lo había reproducido en su mente una y otra vez, y no
podía señalar por qué el sueño le había dejado con esa
impresión en específico. Pero aunque no podía
explicarlo, lo sentía en cada célula de su ser. Algo
malvado cazaba a Keiran.
Una vez que alojaron a los habitantes más nuevos
para la noche, Gaige y Keiran se dieron un baño rápido y
práctico en las fuentes termales comunitarias, desiertas
a esa hora, y a continuación fueron a su tienda,
prendieron un fuego y se metieron en la cama.
Gaige estaba tan cansado que a duras penas podía
mantener los ojos abiertos, pero cuando el calor del
cuerpo de Keiran se apretó contra él y los brazos de su
pareja le rodearon la cintura una necesidad urgente de
fusionarse con él le recorrió, apartando todo lo demás
de su mente.
::Te necesito.:: Deslizo una mano entre ellos para
acariciar la polla ya erecta de Keiran.
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::Yo también te necesito. Ha pasado demasiado tiempo


desde que he sido capaz de tenerte, tocarte.:: La voz de
Keiran era un gruñido acalorado en su cabeza.
Habían estado muy cerca durante días, pero con tanta
gente alrededor había sido imposible estar solos. Y por
la noche uno u otro había estado siempre haciendo
guardia, de manera que no habían podido siquiera
tumbarse el uno junto al otro.
Sus bocas se encontraron con un hambre que no iba a
ser rechazada, saboreando, lamiendo, mordiendo con
impaciencia. Para Gaige se sentía como si necesitara
consumir tanto de Keiran como fuera posible para
tranquilizarse de que éste estaba vivo y a salvo. El sueño
le acechaba e, incluso en ese momento, aunque podía
forzar la visión, empujarla a una esquina de su mente y
cerrar la puerta, no podía librarse del miedo restante y
el dolor apagado que dejaba tras de sí.
Keiran le hizo rodar sobre la espalda y se deslizó
entre sus piernas mientras sus cálidos labios viajaban
por la garganta de Gaige.
Éste hundió la mano en el cabello todavía húmedo y
con olor dulce de Keiran y cerró los ojos, dejando que el
calor del cuerpo de su pareja le calmase y le excitase a la
vez.
La boca investigadora de Keiran descendió más,
lamiendo y succionando sus pezones hasta que dolieron
y siguiendo a continuación por su pecho, por los
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costados, bajando del abdomen a su entrepierna a


cámara lenta, como si no quisiera saltarse ni un trozo de
piel.
Pero cuando su respiración cosquilleó entre las
piernas de Gaige y su lengua pasó levemente sobre sus
testículos, Gaige no pudo permanecer inmóvil. Los pies
se le arquearon y abrió más las piernas como invitación.
Keiran se tomó su tiempo, besando y mordisqueando el
interior de sus muslos hasta las rodillas y retrocediendo
hacia arriba, administrándole provocaciones
ocasionales de humedad sobre los testículos pero
ignorando completamente su pene endurecido.
Gaige jadeó con frustración, excitado.
—Maldita sea, Keiran... chúpame ya.
La suave risa de su pareja pasó como si fueran plumas
sobre su piel sensible, enviando otra descarga de lujuria
a través de él. Keiran le chupó... pero no la hombría. En
su lugar atrajo uno de sus testículos en el horno de su
boca y tiró suavemente de él hasta que Gaige se retorció
de placer. Le dio al otro la misma atención y a
continuación se llevó los dos a la boca, dejando a Gaige
aferrándose a las mantas con abandono. Sus gemidos
llenaron la pequeña habitación de la tienda. Su pene
estaba tan duro que dolía y sintió como una gota de
semen se deslizaba sobre la punta.
Cuando Keiran liberó sus testículos con un “pop”
suave y húmedo y por fin, por fin le lamió la cabeza del
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pene, un pulso hormigueante le subió por la hombría y


Gaige tuvo que apretar los dientes para evitar terminar
justo en ese momento.
—Ven aquí y date la vuelta. —Tiró de la cabeza de
Keiran hacia arriba, haciéndo que se alejara—. Yo
también quiero tenerte.
Un gruñido bajo y carnal de aprobación escapó de
Keiran. Éste gateó sobre la cama y le dio a Gaige un beso
profundo y persistente, permitiéndole saborear su
propio sabor en su lengua. A continuación se giró y se
colocó por encima de Gaige, con una rodilla a cada lado
de su cabeza y las manos sobre sus caderas.
Un olor de excitación y jabón limpio giró alrededor de
Gaige, y éste no perdió tiempo en capturar toda la
gruesa extensión de su amante. El pene de Keiran
también traspiraba su excitación, y Gaige disfrutó el
sabor, la esencia salada y penetrante que era
completamente de Keiran. Toda suya. Sosteniendo la
hombría de Keiran por la base la guió hasta su boca,
cerrando los labios alrededor de la generosa cabeza del
pene, y succionó.
Keiran corcoveó contra él y a continuación su boca
caliente se cerró sobre el pene de Gaige, enviando
destellos de electricidad por su cuerpo.
::Maldición, esto es bueno,:: dijo Gaige, su voz
telepática sonando más bien como un gemido de puro
placer que como palabras reales.
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Cuando Keiran gimió, de acuerdo con él, la vibración


se disparó a través de la hombría de Gaige.
Deseando, necesitando saborear más, Gaige dejó que
la erección de su amante se deslizara fuera de su boca.
Separó las nalgas de Keiran, dándose acceso hasta su
centro. Mientras Keiran lavaba y succionaba su pene,
Gaige alzó la cabeza y introdujo la lengua en el agujero
tenso de éste.
Keiran tembló con el primer contacto, y de nuevo en
cada ocasión en que Gaige empujaba y hacía girar la
lengua dentro de las calientes profundidades. Gemidos
gimoteados irradiaban hasta los genitales de Gaige, lo
cual le hacía perder aún más la cabeza y le daba ánimos
para follar a Keiran a conciencia, hasta que ambos
estuvieron apresados en un círculo de sensual tormento.
De un modo tan inesperado que Gaige se quedó
jadeando, Keiran le liberó. Pero antes de que pudiera
protestar Keiran le hizo separar aún más las piernas y
ahondo también con un celo que cortaba la respiración
en su trasero con la boca.
::Oh dioses... oh, jodidos dioses, Keiran.::
Se balancearon juntos, sus gemidos y respiraciones
mezclándose con los eroticos aromas de almizcle
masculino y profundo deseo.
Keiran se apartó de repente.
—No puedo más —jadeó—. Tengo que estar dentro
de ti.
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Gaige pegó las rodillas al pecho mientras Keiran se


movía entre ellas. La gruesa punta de su pene investigó
la entrada resbaladiza de Gaige, dilatándolo.
—Hazlo —suplicó Gaige.
Con una embestida rápida, Keiran le llenó. Ambos
gimieron, y Gaige colocó las manos en el culo de Keiran
para mantenerle allí, enterrado profundo y palpitando
en el centro de su ser.
—Te siente tan bien —gimió Keiran—. Jamás seré
capaz de tener suficiente de ti, Gaige. Te necesito tanto,
maldición. Te quiero tantísimo.
Keiran se puso en movimiento, empujando dentro de
Gaige con embestidas lentas, largas y estables que le
dejaban tembloroso y cambiando a continuación a unas
cortas, fuertes y rápidas que se sentían como si
pudiesen desgarrarle por el placer/dolor, volviendo
entonces a las largas y lentas, y después fuertes y
rápidas de nuevo.
Era implacable, llevando a Gaige desde una cumbre
hasta la siguiente, haciendo crecer su necesidad con una
dominación maestra pero sin dejarle jamás llegar al
final, retrocediendo siempre justo cuando Gaige movía
la mano hacía su pene goteante para encontrar la
liberación.
Su culo dolía por el riguroso ataque, y no lo habría
querido de otro modo. Con cada embestida de la
hombría de Keiran dentro de él, era como si una voz
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resonara dentro de él diciendo “¡mío, mío, mío, sólo


mío!”
Keiran se hundió en él y se quedó allí. A continuación,
colocando una mano bajo la espalda de Gaige y
manteniéndolo cerca de sí, les hizo rodar a los dos hasta
que él estuvo tumbado sobre la espalda y Gaige se
sentaba sobre él, todavía empalado en su miembro.
—Móntame —dijo Keiran con voz ronca.
Gaige no perdió nada de tiempo en tomar las riendas
del control. Mientras montaba a Keiran con fuerza,
saboreando el ardor, la tensión y el pulso de su amante
en su culo, Keiran se humedeció las manos con saliva y
cogió el pene torturado de Gaige. Tiró y tensó la piel,
deslizándola arriba ya abajo, haciéndola girar alrededor
de la base de la hombría de Gaige para a continuación
empujarla hasta abajo. El movimiento se sentía tan bien
que Gaige supo que no iba a durar mucho si Keiran
continuaba haciéndolo.
Keiran tampoco sonaba como si fuera a durar mucho
más.
—Sí... justo así —dijo Keiran, su voz poco más que un
gemido áspero—. Sí... oh, joder... —Con cada
movimiento hacia abajo de Gaige, él embestía hacia
arriba. Su carne conectaba con choques húmedos, cada
uno de ellos acercándolos más a la liberación.
Y a continuación Keiran estaba embistiendo contra él
y convulsionándose. Gaige sintió como su cálida semilla
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fluía en su pasaje, sintió todos los lugares que tocaba


dentro de él. Jamás había experimentado nada parecido
con sus otros amantes. Algo sobre el semen draegan
hacía que su interior pulsase y cosquillease cada vez que
Keiran eyaculaba dentro de él, y siempre hacía que una
descarga de energía le recorriese también... una
descarga no relacionada no relacionada con la unión de
pareja, más intensa, que había compartido. Esta ocurría
todas y cada una de las veces que hacían el amor y
Keiran se corría dentro de él. Gaige sospechaba que
tenía algo que ver con que la semilla de Keiran estuviera
enlazada con la magia draegan.
Esos pensamientos fueron barridos por la cercanía de
su propia liberación junto con una tensión dolorosa. La
mano de Keiran le trabajó con habilidad, y cuando la
primera ráfaga se precipitó fuera de su pene, Keiran se
sentó erguido a medias y se inclinó más cerca con la
boca abierta para atrapar la ofrenda de Gaige.
Era la cosa más jodidamente sexy que Gaige había
visto nunca, y cuando el primero chorro de semen
aterrizó en la lengua extendida de Keiran y goteó por el
borde, el peso de Gaige se comprimió con tal intensidad
emocional que no podía respirar.
Keiran lo atrapó todo más o menos, y cuando hubo
exprimido las últimas gotas hizo rodar a Gaige de nuevo
para que quedase debajo, salió de su culo y se inclinó
para lamer todo lo había errado.
LORES DE KELLESBORNE | M. L. RHODES

Vacíos y cansados, se acostaron pecho contra pecho


de lado con los brazos y las piernas enroscados.
—Sé lo de los sueños —dijo Keiran en voz baja.
El corazón de Gaige le saltó a la garganta, ahogándolo.
No tenía que preguntar cómo.
Keiran le alzó la barbilla y le besó.
—No voy a ir a ninguna parte, m'aerlas. No va a
pasarme nada. Vamos a poner fin a Byram y después
vamos a envejecer juntos.
La humedad llenó los ojos de Gaige. Quería exigirle
una promesa a Keiran, pero sabía que nadie podía
prometer tal cosa. En su lugar asintió y a continuación
enterró el rostro en su cuello, dejando que el latido lento
y constante de su pulso calmase a su atribulado corazón.
LORES DE KELLESBORNE | M. L. RHODES

CAPÍTULO 13
—Lilia dijo que Thomas es un historiador y lingüista
—dijo Gaige mientras se vestían a la mañana siguiente
—. Y viste lo obsesivo que es con sus libros. Puede que
sea justo quién necesitamos para averiguar de qué
demonios va el grimorio de Byram.
—No sé si confiar en él —murmuró Keiran—. ¿Cómo
sabemos que no es espía de Byram?
—No lo sabemos. Pero de hecho no estamos seguros
de que nadie del campamento no sea un espía. Y Lilia
dijo que ninguno de ellos, incluyendo a Thomas, se había
marchado del asentamiento durante mucho tiempo...
excepto por ese misteriosos Caleb desaparecido. Tengo
este presentimiento; no creo que Thomas sea el tipo
malo.
Keiran se pasó las manos por el pelo, juntándolo en la
base del cuello y atándolo con una cinta de cuero.
Suspiró.
—Tampoco yo lo creo. Pero me pone de los nervios.
—Lo sé. Pero si es tan inteligente como cree que es,
podría ayudar. Los dioses saben que no hemos hecho
ningún progreso con el grimorio. Vale la pena dejarle
echar un vistazo.
Keiran se dejó caer sobre el borde de la cama y se
puso las botas.
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—Si lo hacemos, le tomaremos juramento de que


mantendrá el secreto y no sacará el libro de esta tienda.
Por mucho que no me encanta precisamente la idea de
tenerlo molestando, tendrá que trabajar aquí.
—Estoy de acuerdo.
—Y —añadió Keiran—, tampoco se quedará aquí sólo
con él. Alguien tendrá que tener un ojo sobre él.
—¿A qué miembro de la draeganjhere vas a darle ese
trabajo tan excitante? —preguntó Gaige con una sonrisa
—. Sea quién sea, te va a adorar.
—Sólo por eso debería asignártelo a ti —dijo Keiran,
intentándole darle en el trasero mientras entraba en la
parte central de la tienda.
Gaige le siguió.
—Lo siento... ya me diste un trabajo, ¿recuerdas? La
tarea de entrenar a granjeros y cazadores para que sean
soldados. Lo cual empieza hoy. —Atrajo a Keiran para
un beso, rozándose las entrepiernas—. Tendrás que
encontrar a otro lacayo para que haga de niñera de
Thomas.
—Sigue restregándomelo así y puede que te dé otro
trabajo al final... uno que involucre copiosas cantidad de
tiempo en la cama con las piernas abiertas —gruñó
Keiran, pasando la lengua por la oreja de Gaige.
—También creía que ya tenía esa tarea —bromeó
Gaige—. Junto con esa en donde te chupo la polla y...
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Keiran le silenció con otro beso, este más profundo y


cargado no sólo con el voraz deseo que era
omnipresente entre ellos, sino con tanto amor que hizo
que las rodillas de Gaige se sintieran débiles.
El sonido de una garganta aclarándose y de una voz
femenina llena de humor diciendo “buenos días” les
apartó... pero no con prisas, ya que Keiran volvió a rozar
los labios de Gaige con los suyos una última vez. Se
dedicaron sonrisas mutuas de satisfacción y una
promesa silenciosa de que más tarde seguirían donde lo
habían dejado.
—Buenos días —dijo los dos a Marta, girándose hacia
ella.
—Entonces, ¿me he perdido algo? —Sonrió—. Aparte
de lo evidente.
—Sólo estaba convenciendo a Keiran de que Thomas
quizás pueda ayudar con el grimorio de Byram.
—He estado pensando lo mismo —dijo Marta,
juntando las cejas de un color marrón arena.
—Adelante, confabulaos en mi contra. De acuerdo,
vale, puede mirar el libro. Pero no lo sacará de esta
tienda —reiteró Keiran.
—Keiran justo estaba decidiendo quién iba a jugar a
ser cuidador de Thomas mientras esté aquí dentro.
—Ofrecería a uno de mis chicos, pero van a estar
entrenando con Gaige —dijo Marta.
LORES DE KELLESBORNE | M. L. RHODES

—Eso está bien. Mandaré a Eliessán que lo haga.


Marta asintió.
Pero Gaige preguntó:
—¿No está eso ligeramente por debajo de su nivel de
capacidades, siendo una elfa guerrera y todo eso?
—No necesariamente. Thomas no irá a ninguna parte
sin que ella vaya detrás.
—¿Quieres decir que harás que le siga incluso cuando
no esté trabajando aquí?
—Incluso si no le pidiera a Eliessán que se quedase
con él una vez que ya no esté en la tienda, lo haría de
todos modos. Si le ocurriese algo o si causase problemas
cuando ella no estuviera vigilándole lo vería como un
error personal y una traición a su lazo conmigo.
La curiosidad sobre la elfa consumía a Gaige, y aún
más sobre la elfa, Keiran y ese lazo al que se refería.
—¿Su lazo contigo?
Fue Marta quien respondió.
—Keiran le salvó la vida hace muchos años, y los elfos
quedan espiritualmente atados al deber la vida. Es parte
de su cultura y se toma muy en serio. Cuando Keiran la
salvó, ella se dedicó a servirle de cualquier modo que
pudiese necesitar.
—Suena como si fuera muy fácil para la gente el
aprovecharse de ellos en su propio mundo, forzándolos
a ser esclavos o peor.
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—Por lo que Eliessán me contó, eso es exactamente lo


que ocurre a veces —dijo Keiran—. Traté de decirle que
no me debía nada, que no necesitaba ni quería que se
atase conmigo. Pasé meses tratando de convencerla de
eso, de hecho. —Suspiró—. Pero decirle a un elfo que te
niegas a honrar su deuda de vida es como tratar de
mover una montaña de sólida roca con las manos
desnudas. Y no puedes ignorarles y no darles tampoco
nada que hacer. También lo intenté. Lo único que
conseguí fue que se convirtiera en mi sombra cuando
tomó el papel de mi protectora personal.
—¿Durante cuánto tiempo estáis atados?
—Para siempre —dijo Marta.
—¿Quieres decir hasta que aquel a quien han jurado
la deuda de vida muera?
—No. Su lealtad no termina conmigo —dijo Keiran—.
Ahora que tú y yo somos una pareja verdadera, también
te servirá y protegerá a ti. Si me ocurriese algo, tú
mantendrías el contrato con ella.
—Y si tenéis progenie se extenderá a ellos, y así a
través del tiempo —añadió Marta, agachándose junto al
fuego y ocupándose en preparar té.
Todo el interés en los elfos y las deudas de vida salió
volando ante la mención casual de Marta de progenie.
La idea de niños ponía nervioso a Gaige. Jamás había
considerado la posibilidad. Pero Keiran era el último
lord draegan. Parecía lógico que eventualmente quisiera
LORES DE KELLESBORNE | M. L. RHODES

tener un niño o niños para que continuasen la línea de


sucesión. Lo cual significaba...
Una fuerte punzada de angustia se extendió por su
corazón. Significaba que Keiran eventualmente tendría
que yacer con una mujer para poder dejarla en estado. Y
entonces ella siempre sería la madre de su hijo o hijos,
estaría siempre presente y siempre tendría una parte de
Keiran que él no podría.
La idea de tener que compartir a Keiran de tal modo
hería hasta las profundidades de su ser. Gaige sabía que
haría lo que tuviese que hacer, por supuesto, y si eso
significaba compartir a Keiran, lo haría. Pero estaba
seguro de que sería lo más difícil que hubiese tenido que
hacer jamás.
::Estás pensando como un humano, amor,:: dijo Keiran
con suavidad. Sus brazos se deslizaron alrededor de la
cintura de Gaige desde detrás y depositó un beso en su
cuello.
::¿Qué quieres decir?:: La vergüenza se arrastró por él
al haber leído Keiran sus pensamientos.
::Al igual que los humanos de Velensperia, nuestra raza
siempre ha sido bisexual... con algunos individuos
atraídos por los miembros de su mismo sexo, algunos por
miembros del sexo contrario y algunos por ambos. Pero a
diferencia de los humanos, que no están tan avanzados
como especie y sólo un hombre y una mujer juntos son
capaces de procrear, los draegans se juntan de manera
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diferente. Para mantener la raza viable y capaz de


sobrevivir, nuestros cuerpos están hechos teniendo en
cuenta las parejas del mismo sexo.::
Gaige se giró entre sus brazos y le miró fijamente.
::¿Y qué significa?::
La sonrisa de Keiran fundió algo que ni siquiera se
había dado cuenta que se había congelado en su mismo
núcleo.
::Significa que si lo eligiéramos, tú y yo podríamos
tener niños... sin tener que compartir.::
—¿Cómo es eso posible? —jadeó, su corazón
galopando.
—Si te refieres a los detalles técnicos, será un placer
explicarlo. —Sus ojos destellaron y asintió hacia Marta,
que les estaba dando la espalda. ::Pero no aquí. Hay
algunas partes íntimas que preferiría describir y
demostrar sin audiencia.::
Gaige continuó mirándole fijamente, aturdido.
¿Keiran y él podían tener niños juntos? ¿Sin una madre
de alquiler?
—Realmente no lo sabía, ¿no?
—No tenía ni idea.
—¿Y ese conocimiento te complace?
—Yo... no había pensado siquiera en ello hasta hoy,
pero... sí —dijo sin respiración. El calor del sonrojo le
subió por las mejillas y le dirigió a Keiran una sonrisa
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avergonzada—. Me complace.
El beso abrasador que le dio Keiran, seguido por su
propia sonrisa acalorada, decía en términos nada
inciertos que también le complacía a él. ::Te lo contaré
todo,:: le prometió Keiran.
Comprendiendo que tenía que volver a centrarse en
su trabajo, Gaige asintió.
—Te tomo la palabra. Pero ahora mismo necesito ir a
trabajar. Y, por mucho que sé que no te emociona, tú
tienes que ocuparte de nuestro amigo Thomas.
Keiran gimió suavemente.
—Muchas gracias por recordármelo.
—Quién sabe —dijo Gaige, rozando sus labios con los
de Keiran en un beso rápido—. Podría terminar
salvándonos a todos. Solamente no dejes que Eliessán le
corte el cuello.
La sonrisa de Keiran le siguió mientras salía por la
puerta de la tienda.

* * * *

El primer día de entrenamiento con la draeganjhere y


los civiles del campamento fue mejor de lo que Gaige
había esperado. Wen y él había reunido todas las armas
sueltas que pudieron encontrar en el campamento, y
también había dispuesto las armas que les habían
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quitado a los soldados de la Gran Guardia de Byram en


el asentamiento y que habían transportado de vuelta.
Formaban un surtido decente y aseguraban que todo el
mundo que entrenaba tuviera al menos un arma para
llevar.
Se había presentado más gente que la que creía que
aparecería. En total tenía a cincuenta reclutas. No había
puesto limitaciones en cuanto a quién podía participar.
Tal y como lo veía, todo el mundo se merecía la
oportunidad de saber cómo defenderse a sí mismos y a
sus familias. Sus “reclutas” consistían en una docena de
miembros de la draeganjhere existente que estaban en
el campamento y no haciendo guardia, menos Marta e
Iann, que ese día trabajaban con Keiran. El resto de los
que tomaban parte en el entrenamiento eran un surtido
de draegans y humanos, hombres, mujeres y varios
adolescentes, algunos con una experiencia decente en
cuanto a armas, algunos con ninguna en absoluto. La
mujer Sarah del asentamiento y su hijo Wesley estaban
allí, y Wesley parecía estar ya bastante ocupado con los
chicos más jóvenes de Marta, bromeando y peleando
por las mejores posiciones y compañeros.
Nadie cuestionó la autoridad de Gaige como él había
temido, aunque sospechaba que aquellos que se sentían
incómodos con él por sus orígenes probablemente
simplemente no se habían presentado. Su única molestia
—y empezó a entender mejor el punto de vista de
Keiran por ella— era que mucha gente le llamaba “lord”.
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La historia sobre la herencia de Keiran se había


extendido rápido, y la mayoría ya sabían que Gaige era
la verdadera pareja de Keiran. Pero mientras que Keiran
era el lord draegan y se merecía el título, Gaige no podía
comprender por qué nadie le llamaría así a él. Le dijo al
grupo que debían llamarle capitán Rizik.
Se sentía extraño tomar el viejo título que había sido
durante tanto tiempo parte de su vida a las órdenes de
Byram, pero Keiran le había dado el mismo rango,
colocándolo por encima de sus antiguos amigos y
tenientes. Gaige no podía faltarle al respeto negándose,
de manera que había aceptado el rango y decidido que
aquella era una oportunidad para usar las habilidades
de mando que había aprendido al trabajar para el
hechicero, pero refinándolas con sus propios
estándares. El nuevo y mejorado capitán Rizik medio
draegan, que ya no tenía que impresionar a un padre
que le odiaba ni a un hechicero que le codiciaba. Allí no
tenía a nadie a quien impresionar excepto a sí mismo y a
Keiran. Y eso le daba una sensación de satisfacción sin
precedentes.
Había reclamado un gran claro entre el campamento
y el escudo mágico para el entrenamiento. Usando a
Wen como su asistente porque el joven draegan tenía
una habilidad excelente con las armas y una sonrisa
amistosa y personalidad que Gaige creía que ayudaría a
tranquilizar a los reclutas sin experiencia, puso a los
cincuenta bajo su mando por pasos. Los hizo trabajar
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duro pero de manera justa. Lo que estaba haciendo era


crear guerreros para defender el campamento, y aunque
quería que la gente estuviera cómoda con él, con Wen y
con el entrenamiento en sí mismo, era importante que
todos comprendieran que lo que estaban haciendo era
un trabajo mortalmente serio. Las habilidades que
aprendieran ese día y durante las siguientes semanas
podían perfectamente salvarles la vida y la de la gente a
la que amaban, y así se les dijo. Los mejores de entre los
civiles se convertirían en miembros de la draeganjhere
—ya había puesto el ojo en varios de ellos que parecían
prometedores— pero incluso aquellos que no fueran
elegidos serían convocados para defender el
campamento si quedaba bajo ataque.
Para cuando envió a sus nuevos “soldados” a casa más
avanzada esa misma tarde, los hombros y brazos le
dolían de un modo en que no lo habían hecho durante
mucho tiempo. Habían pasado casi dos meses desde que
había dejado los rigores de la Gran Guardia para
encontrar a los draegans, y aunque ciertamente había
tenido muchas oportunidades para luchar desde
entonces, no estaba en forma por no hacer ejercicios
diarios.
A pesar de lo cansado que estaba sentía que había
sido más útil ese día de lo que lo había sido en mucho
tiempo.
Wen y él recogieron el equipo de entrenamiento y lo
guardaron en una tienda extra en el borde del
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campamento, y después envió a Wen a casa para comer


y dormir puesto que el draegan tenía que hacer turno de
centinela a medianoche.
Gaige mismo hacía un turno a la puesta de sol porque
estaban faltos de varios miembros de la draeganjhere
que estaban fuera explorando y vigilando los caminos
para seguir la actividad de las tropas Byram.
Tenía algo de tiempo antes de empezar su turno, y
estaba indeciso entre volver a la tienda para ver a
Keiran o hacer una visita a Lilia y Sele. Se preguntaba
cómo llevaban ellas y la pareja mayor, Agathe y Jacob, su
nuevo entorno.
Su necesidad física de ver y tocar a Keiran era tan
aguda que prácticamente dolía. Pero con Thomas y
Eliessán probablemente todavía en la tienda, y Keiran
mismo posiblemente ni siquiera allí de todos modos,
sino fuera con Marta o Iann, no tenía garantizado el
conseguir ver a su pareja, o el estar a solas con él si lo
conseguía.
Con un suspiro, decidió ir a ver a los recién llegados y
esperar con ansia el meterse en la cama con Keiran más
tarde esa noche, cuando su turno hubiese terminado. Al
menos entonces tendría a su pareja para sí mismo.
Mientras se dirigía al límite sur del campamento
donde los miembros más recientes habían encontrado
abrigo se encontró no por primera vez con que sus
pensamientos habían vuelto a desviarse hasta la
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revelación de Keiran de esa mañana.


Había estado cerniéndose sobre él todo el día, sin
dejar del todo su mente ni siquiera mientras había
estado ocupado haciendo otras cosas. Algo
extrañamente esperanzado se agitaba en su estómago
cada vez que pensaba en la posibilidad de tener niños
con Keiran. El concepto le era tan desconocido a su
educación humana que no podía esperar a oír los
detalles de manos de Keiran sobre cómo era posible.
Jamás había esperado desear tener niños, ni siquiera
cuando creía que era humano. Su propio padre a duras
penas había sido un modelo a seguir ni le había hecho
sentir deseos de convertirse él mismo en padre. Pero
ahora que se le había dicho que la posibilidad con
Keiran existía, comprendió que lo deseaba con
desesperación. La idea de traer algún día, cuando
Velensperia fuera una tierra mejor y más amable, una
nueva vida que Keiran y él habían creado juntos al
mundo era tan sobrecogedoramente espectacular que
no podía pensar en ello sin sonreír.
Encontró a Lilia removiendo una olla grande sobre un
fuego en el exterior y hablando con una jovencita
draegan. Los ojos de la mujer draegan se ensancharon
cuando lo vieron. El primer instinto natural de Gaige fue
que la había asustado; temía que la infame Pantera
Blanca le acechara para siempre. Pero para su sorpresa
ella le dirigió una sonrisa tímida y a continuación inclinó
la cabeza con respeto y murmuró “milord”.
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Antes de que pudiera similar su reacción, mucho


menos responder, ella se escabulló despidiéndose con la
mano de Lilia.
—Lo siento —dijo Gaige, mirando como oscilaba la
larga trenza roja de de la mujer cuando ésta pasó
agachándose entre dos tiendas y desaparecía—. No
quería interrumpir.
Cuando volvió a girarse hacia Lilia, ella sonreía.
—Está bien. Sólo conversábamos. Aunque creo que
quizás Eithna está algo encaprichada de ti, y al haber
aparecido de repente pareces haberla puesto un poco
nerviosa.
—¿Eithna?
—La mujer que acaba de marcharse.
—Ah. —Entonces caló lo que acababa de decir—.
¿Encaprichada de mí?
Lilia río, y fue un sonido suave y lírico.
—Sólo porque tu corazón ya esté comprometido y tú
no veas a nadie más que a tu amado no significa que
otros no te vean a ti. En caso de que no te hayas dado
cuenta, eres un hombre excepcionalmente atractivo. Me
apuesto a que más de algunas mujeres y hombres en
este campamento te imaginan durante sus fantasías
secretas.
—¡Oh, dioses! No quiero oírlo.
La risa de ella volvió a rodearle.
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—Capitán Rizik, eres tal contradicción a veces. Lo cual


es una de las razones por las que me gustas.
—Por favor, llámame Gaige. Y no estoy seguro de que
ser una contradicción sea un cumplido, así que voy a
ignorar eso. ¿Qué estás preparando? —preguntó,
olisqueando el olor acre.
—Es un té herbal para ayudar a prevenir infecciones
respiratorias. Con el invierno llegando pronto este año,
ayudará a mantener sano a todo el mundo. Marta me
dijo que ella, el lord draegan y otro par de personas
saben algo sobre hierbas y remedios, pero no hay un
sanador a tiempo completo en el campamento. Me
imaginé que si voy a ser parte de este grupo, entonces
debería ser útil.
—Creo que el campamento es afortunado de tenerte
—dijo Gaige con una sonrisa—. ¿Cómo está Sele tras el
viaje? ¿Se está acomodando aquí?
—Lo lleva mejor de lo que habría esperado —dijo
Lilia. Dejó a un lado la larga cuchara de madera que
había estado usando para remover y se enderezó—. ¿Te
gustaría pasar dentro y verla? Hoy ha estado sosegada.
Podría estar receptiva a una cara amiga.
Le guió hasta una tienda montada pequeña pero
cómoda.
—Por ahora estamos compartiendo la tienda con
Agathe y Jacob, pero conseguirán una propia en los
próximos días. Se han ido a dar un paseo. Aunque si voy
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a trabajar como sanadora, tarde o temprano necesitaré


algo más grande que esto para tener espacio para poder
ver a los pacientes.
—Veré que te den lo que necesitas —prometió Gaige,
no muy seguro de cómo funcionaban esas cosas en el
campamento, pero sabiendo que aún si tenía que robar
o coser la tela de la tienda el mismo se aseguraría de que
Lilia y la anciana fueran cuidadas adecuadamente.
Aunque estaba seguro que no llegaría a eso; Keiran no
era sino un líder preocupado por los suyos. Gaige no
estaba seguro de por qué sentía una compulsión tan
grande de cuidar de ellos en particular. Quizás era
porque Lilia le gustaba de verdad y la encontraba
divertida, cálida, abierta y fácil de hablar con ella. O
porque había algo sobre la silenciosa mujer que le
llegaba al corazón. O quizás era la realidad de que había
tenido muy pocos amigos en su vida. Hasta que no había
llegado al campamento, no había tenido ninguno.
—Gracias. Lo agradecería mucho —dijo Lilia.
Sele estaba sentada en la misma posición en que
Gaige siempre la había visto, tanto en el asentamiento
como durante el viaje; junto al fuego, con una manta
alrededor de los hombros, perdida en algún otro mundo
mientras miraba fijamente las crepitantes llamas
naranjas.
—Sele.. —Lilia se arrodilló a su lado y cogió la
delgada mano de la mujer entre las suyas—. El capitán
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Rizki.... Gaige... ha venido a decirte hola.


La cabeza de la mujer se giró y alzó la vista hacia él,
como si hubiera entendido cada palabra que Lilia había
dicho.
Gaige se quedó sin respiración cuando sus ojos
legañosos se posaron sobre él.
—Te recuerda del viaje —dijo Lilia.
Él se sentó al lado de Sele en el banco.
—Si no te importa, tengo que ir a remover mi té y
sacarlo del fuego —dijo Lilia.
—Está bien —murmuró, todavía atrapado en la
mirada de la mujer mayor—. Quería asegurarme de que
estás caliente y cómoda aquí —le dijo a la mujer,
manteniendo la voz baja para no sobresaltarla ni
alterarla—. Sé que Lilia cuida bien de ti, pero como este
es un lugar nuevo...
No estaba seguro de qué más decir. Su vigilancia
sobre él era un poco espeluznante.
Casi como si ella hubiera leído ese pensamiento —
aunque él sabía que no lo había hecho—, giró la cabeza y
reemprendió su observación del fuego.
Lilia volvió y le tendió un plato de carne caliente y
pan.
—Has estado entrenando a los otros todo el día y
sospecho que no has parado para comer.
En realidad no lo había hecho. Su estómago gruñó con
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aprecio. Pero no quería coger la porción de nadie de lo


que sabía que a menudo era comida limitad.
—Yo...
—No discutas. Hay mucha. Solanis ha ido a cazar. Ha
sido muy generosa compartiéndolo con nosotros, pero
es más de lo que vamos a gastar.
—¿Y qué hay de vosotras dos?
—Ya hemos comido.
Solanis era un cazador experto —les había mantenido
alimentados en el viaje de vuelta al campamento—, de
manera que Gaige no podía dudar de Lilia. Le dio las
gracias sin discutir más y se dedicó a la comida.
Conversaron mientras comía; en gran parte sobre el
campamento, su tamaño, la cantidad de gente que vivía
allí, y después sobre el clima. Lilia mencionó que no
había visto a Thomas en todo el día y que creía que
estaba ayudando al lord draegan de algún modo. Gaige
permaneció en silencio sobre ese tema y simplemente
asintió... esperando mientras lo hacía que Keiran y
Thomas no se hubiesen matado entre ellos. Hizo una
mueca y se preguntó si quizás debería haber vuelto a su
tienda para ver si estaban bien.
Gaige tuvo más de una vez la impresión de que la
anciana le miraba mientras hablaba con Lilia. Pero cada
vez que la miraba, su vista estaba centrada en el fuego
como siempre. «Que extraño.»
El sol se hundió en el horizonte y la tienda se
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oscureció. Gaige le dio de nuevo las gracias a Lilia por


darle de cenar y se despidió de ambas con la promesa de
pasar a ver como estaban pronto.
Cuando apartó la portezuela de la tienda y se agachó
para salir el dolor le acuchilló el cráneo haciendo que
sus pasos se tambaleasen.
Se detuvo tratando de respirar, con la esperanza de
que pasase. Pero el dolor aumentó, desgarrando sus
pensamientos y cegándole.
—¿Gaige? —Sintió la mano de Lilia en el brazo pero
no pudo centrar la vista en ella a pesar del hecho de que
estaba de pie a su lado.
Imágenes repentinas en destellos le recorrieron,
forzándole a cerrar los ojos, cada una de ellas una nueva
punzada de tormento... escenas de sueños previos,
fuego, Kellesborne convertido en polvo, gente sufriendo
y Keiran escalando un camino largo y oscuro con el mal
persiguiéndole.
Y entonces una voz le llenó la cabeza, gritando llena
de terror. ::¡Está viniendo!::
::¿Qué?:: jadeó. ::¿Qué está viniendo?::
::La Muerte.::
Como si jamás hubiesen existido, las imágenes en su
mente desaparecieron de la existencia, el mundo a su
alrededor volvió y las fuertes punzadas de dolor en la
cabeza se mitigaron hasta un ruido sordo y enfermizo.
LORES DE KELLESBORNE | M. L. RHODES

Abrió los ojos e inspiró, pero a pesar del calor del


hoyo para el fuego y de su pesada capa se sentía helado
hasta los huesos.
—¿Estás bien? —preguntó Lilia con tono preocupado
—. Vuelve dentro y siéntate.
—No, estoy... estoy bien —dijo, su voz arenosa por la
mentira. No estaba bien. No sabía si lo estaría nunca.
—Al menos siéntate al lado del fuego por unos
minutos. Tienes las manos heladas.
Gaige ni siquiera se había dado cuenta de que Lilia le
cogía las manos. Bajó la vista y vio sus palmas rojas y
agrietadas frotar las suyas como para calentarlas.
—Estaré bien —murmuró de nuevo, tratando todavía
de encontrar suficiente aire como para llenarse los
pulmones.
Alzó la vista hacia ella y después echó un vistazo a
Sele... y se quedó inmóvil.
Sele todavía estaba sentada en el mismo sitio, pero
sus ojos estaban abiertos de par en par por el miedo y
fijos en él. Las lágrimas se deslizaban por sus mejillas
sin obstáculos, aunque no emitía ni un sonido.
Algo se removió dentro de Gaige y su pecho se
comprimió.
::¿Tú?:: probó, indeciso.
Durante un largo momento Sele no se movió. Y
entonces su cabeza gris se agachó en un asentimiento
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entrecortado.
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CAPÍTULO 14
Keiran acababa de volver a la tienda tras una
expedición de exploración con Marta e Iann cerca del
límite este del campamento, donde se había visto a un
grupo de soldados de Byram a principios de la tarde,
cuando la oleada de angustia le golpeó, robándole el
aliento.
—Oh, no.
Tres pares de ojos le miraron; los de Iann, los de
Marta y los de Eliessán. Thomas, distraído, ni siquiera
levantó la cabeza de la montaña de libros y papeles
extendidos a su alrededor.
—¿Keiran? —preguntó Marta, su voz ribeteada de
preocupación.
—Tengo que irme. —Cogió su capa, que se había
quitado hacia poco, y se la puso mientras se movía.
—¿Qué ocurre? ¿Quieres que vayamos contigo? —
Marta se levantó de la mesa, al igual que Iann.
—No. No, quedáos. Tengo que encontrar a Gaige.
Se marchó corriendo, con el miedo por su pareja
agitándose con tanta fuerza que hacía que el corazón se
le acelerase.
::¿Dónde estás?:: llamó, buscando a Gaige
frenéticamente, tratando de sentir dónde del
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campamento —o fuera de él— podría estar. Pero todo a


lo que podía aferrarse era oscuridad... y miedo.
Estaba pasando de nuevo. Sólo que esta vez él no
estaba con Gaige, y el no saber si su pareja estaba
inconsciente sobre el suelo helado o retorciéndose de
agonía en algún lugar hacía que se sintiera tan
jodidamente inútil que le hacía querer gritar.
Sin saber por donde empezar, se dirigió al claro que
Gaige había elegido para los ejercicios de
entrenamiento. Lo encontró desierto y a oscuras a
medida que la noche caía sobre el campamento.
—¡Maldita sea! —Se detuvo, respirando con
dificultad, y trató de calmar su pulso.
Y entonces recordó que Gaige tenía turno como
centinela esa noche... ¿pero dónde?
Cerró los ojos y se concentró, tratando de encontrar
de nuevo a su pareja, sorteando los pensamientos
revueltos y las emociones que se mezclaban en una
niebla de oscuridad, imágenes vistas a medias e
impresiones abruptas, hasta que.... «¡Ahí!» El núcleo
cálido y brillante de su compañero ardió dentro de la
confusión. La luz interna de Gaige era tenue, sólo un
destello, pero suficiente.
Keiran se giró y corrió a lo largo de las afueras del
campamento, sin querer arriesgarse a ser detenido por
nada ni nadie, hasta el límite sur. Abrió una puerta en el
escudo y cruzó hasta el bosque sin proteger.
LORES DE KELLESBORNE | M. L. RHODES

Mientras pasaba a través de un bosquecillo de pinos


jovenes y arbustivos, su sensible oído draegan captó el
suave tañido vibrante de un arco siendo tensado.
::Soy yo, amor. Está bien...:: Alzó las manos a los lados,
sabiendo que Gaige probablemente podía verle aunque
él todavía no podía ver a su pareja. Pero sentía su
presencia, cálida, sólida y viva... aunque todavía dolorida
y emocionalmente vulnerable.
Fue era vulnerabilidad la que le desgarró el corazón.
Oyó una suave exhalación y el sonido del arco al bajar,
y a continuación Gaige salió de debajo de un árbol.
En la creciente oscuridad Keiran sólo distinguió la
alta figura de su compañero. Se acercó a él con pasos
rápidos y lo atrajo contra sí, ofreciéndole su consuelo y
su fuerza y encontrando algo para sí mismo al mismo
tiempo al saber que Gaige ya no estaba herido y solo.
Gaige se apoyó en él.
—¿Estás bien? —preguntó Keiran, depositando un
beso contra los labios fríos de su amante—. Te sentí
desde el otro lado del campamento y he venido tan
rápido como he podido. Ha pasado otra vez, ¿no?
Gaige asintió.
—Estoy bien. Me cogió desprevenido. Hice una
parada para ver cómo estaban Lilia y la anciana. Me
alcanzó cuando estaba marchándome. Ha pasado más
rápido y no me he desmayado pero... dioses, Keiran.
LORES DE KELLESBORNE | M. L. RHODES

Keiran le guió hasta el risco de piedra que se cernía


sobre el valle y lo empujó para que se sentara,
dejándose caer a su lado. Descolgó la petaca de su
cinturón, le quitó el tapón y se la tendió a Gaige, quien la
cogió y tomó un trago.
—¿Qué has visto, m'aerlas?
—Lo mismo que he estado viendo en los sueños, sólo
que más vívido. Excepto que había una voz.
Un escalofrío helado atravesó a Keiran.
—¿Qué tipo de voz?
—Una aterrorizada. Decía “está viniendo”. Cuando
pregunté qué estaba viniendo, dijo “la Muerte”.
—¿La Muerte? —repitió Keiran.
—La mujer draegan... Sele. Era ella.
—¿La voz? Pero no habla...
—En mi cabeza. Estaba en mi cabeza, Keiran. Creo
que vio las mismas cosas que yo. Creo que estaba
advirtiéndome de que no son sólo sueños. Son reales... y
están acercándose.
—¿Pero cómo podría saberlo? ¿Y cómo estaba en tu
cabeza?
—No lo sé. Una vez que pasó traté de leerla, pero no
pude. Había vuelto a caer en ese aturdimiento en que
pasa la mayor parte del tiempo. Pero era ella. Era ella.
Keiran vio la repetición del incidente en la mente de
Gaige y estuvo tan sorprendido como lo había estado
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este cuando Gaige preguntó a la anciana si había sido


ella y ella asintió.
Le acarició la mejilla a Gaige, tratando de pensar pero
encontrando su mente en un estado tan confuso como el
de Gaige.
—Creo que es una vidente —dijo Gaige—. Creo... creo
que ve cosas igual que lo hago yo, excepto que ella no
puede hablar sobre ellas, no tiene modo de
comunicarlas. Probablemente le llenan la cabeza y la
torturan, y no tiene manera de dejarlas salir. Y hoy yo
estaba allí, y...
—¿Crees que su visión te interfirió?
—Quizás, sí. Normalmente tengo sueños. Son
terribles, me inquietan, pero no me duelen físicamente
excepto por dejarme un poco tembloso cuando me
despierto de ellos. Pero lo que ocurrió cuando vi el
asentamiento bajo ataque fue diferente. Era como un
sueño en cierto modo, pero el dolor... —Su voz se atascó.
—Lo sé, lo recuerdo —dijo Keiran, demasiado
consciente de lo que Gaige había sufrido. Tanto que
también le había afectado a él por su lazo, exactamente
igual que esa tarde.
Keiran pensó y trató de evocar los pocos recuerdos
que todavía tenía de cualquier vidente draegan al que
pudiera haber conocido de niño. Había una en particular
que había sido una consejera de su madre. Pero no la
recordaba bien. No podía recordar ni su rostro ni su
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nombre. No creía haber oído nunca mencionar a sus


padres nada sobre que los videntes sufrieran el tipo de
agonía que Gaige ya había padecido dos veces.
—El ataque al asentamiento... de todas las cosas que
Byram ha hecho, de todos los lugares que ha invadido o
asaltado, de la gente que ha herido o matado sin dudar a
lo largo de las últimas semanas, ¿por qué tendría una
visión sobre ese pequeño asentamiento en particular?
—¿Crees que fue porque Sele estaba allí y de algún
modo comprendiste que ella también era una vidente?
—Creo que quizás ni siquiera era mi visión... creo que
podría haber sido suya.
—¿Y llegó hasta a ti?
—No sé qué otra cosa suponer. Sencillamente no
entiendo el por qué. Y no sé el por qué del dolor, a
menos que quizás sea porque ella está tan atormentada
por las visiones que le resultan físicamente dolorosas,
así que eso es lo que capto.
—No recuerdo mucho sobre los videntes de cuando
era más joven, pero es posible que hasta hace poco Sele
fuera la única draegan vidente que hubiese sobrevivido.
Tú no empezaste a tener sueños hasta después de que
nos uniéramos y el empuje extra de la sangre draegan
sacase tus habilidades a la luz. Quizás... No lo sé, quizás
los videntes draegan tienen algún tipo de conexión
mental que te permitiría experimentar sus visiones. No
recuerdo haber oído nunca nada parecido, pero es
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posible. Mañana se lo preguntaremos a Iann. Podría


saberlo.
Gaige inspiró y asintió.
—Pero sea cuál sea el caso, Keiran... lo que estoy
viendo y lo que ella está viendo, si es que realmente
tiene visiones también, es que va a morir gente. La
Muerte, dijo. Y eso es también lo que he sentido. Está
viniendo.
Keiran colocó la mano tras la cabeza de Gaige y le dio
un beso en la frente.
—No hoy, m'aerlas —dijo con un fiera oleada de
querer protegerles manando de sus entrañas—. En
absoluto, si puedo hacer algo al respecto. No en mi vigía.
No culpaba a su madre por lo que le había pasado a
los draegans... nadie lo hacía. El ataque de Byram había
sido demasiado rápido, demasiado inesperado. Él, de
todos modos, había vivido toda la vida excepto los
primeros ocho años bajo la maligna sombra del
hechicero. Y a diferencia de los lores que habían
gobernado antes que él, que se habían vuelto
complacientes en su paz y prosperidad, él había
experimentado la pérdida, la pobreza y lo que
significaba luchar literalmente por el mero hecho de
existir. Continuaría luchando hasta su último aliento
para proteger a su gente, y maldito fuera si iba a dejar
que Byram o cualquier malvada maquinación que
hubiese puesto en marcha le asegurase el éxito.
LORES DE KELLESBORNE | M. L. RHODES

—¿Cómo te encuentras? —preguntó—. ¿Qué tal la


cabeza?
—Un poco dolorida, pero mejor.
Keiran se alzó y le tendió la mano a Gaige.
—Entonces ven a volar conmigo.
Gaige se quedó sin respiración y un temblor de miedo
—por Keiran, no por sí mismo— se desprendió de él.
Keiran lo sintió luchar contra el impulso de decirle que
no, que no debía o no podía volar por el peligro, y
esperó a ver cómo lo manejaba. Finalmente Gaige
suspiró, resignado a que no le haría cambiar de idea.
—Varios draegans han emprendido el vuelo desde
esta área antes y no han habido problemas —dijo Keiran
para tranquilizarlo—. Nos quedaremos cerca, justo
sobre el campamento.
—No debería dejar mi puesto —dijo Gaige.
—Seremos capaces de ver esta zona, y más, desde
arriba. De todos modos es por eso por lo que quiero ir
arriba. Un destacamento de los hombres del hechicero
han vagado por el bosque cerca del campamento esta
tarde. Quiero estar seguro de que siguen alejándose de
nosotros.
Gaige cerró los dedos sobre la mano de Keiran y se
puso en pie.
—Eres un cabezota. Lo sabes, ¿no?
Keiran sonrió.
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—Y tú sexy.
—¿Qué tiene eso que ver con nada?
—Sólo digo lo que veo.
Un bufido suave que era casi una risa escapó de Gaige.
Era el mejor sonido y el más tranquilizador que Keiran
había oído en toda la noche.
Gaige rodó los ojos, pero Keiran sintió el humor en los
pensamientos de su pareja.
—De acuerdo. Haz lo tuyo —dijo Gaige.
Todavía sonriendo, Keiran se concentró en la reserva
de magia dentro de él, y con un resplandor en el aire y
una gloriosa explosión de fuerza y poder cambió a su
forma alada. Bajó la vista hacia su pareja, y sintió una
fuerza completamente diferente invadiéndole. Dioses,
amaba a ese hombre... más allá de la comprensión, más
allá de cualquier cosa que pudiera ser entendida
basándose en las reglas del mundo en el que vivían.
::Entonces qué, ¿vas a quedarte ahí de pie simplemente
y esperar que desarrolle de repente la habilidad de saltar
lo suficientemente alto como para montarte o vas a
ayudarme a subir?::
Keiran pudo distinguir la sonrisa de Gaige, y ésta
envió una espiral de ternura a través de él. Arqueó el
cuello hasta que pudo mirar a su compañero a los ojos y
rozó suavemente con el morro su mejilla. ::Te quiero.::
Gaige alzó las manos hacia el rostro de Keiran y le
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acarició la gran mandíbula con escamas con un toque


tan suave y lleno de maravilla que hizo que le doliese el
pecho.
::Yo también te quiero. Eres hermoso.:: Una de las
palmas subió para frotar la sensible cresta que le
recorría el morro y Keiran tembló de placer.
Los ojos de Gaige se ensancharon. ::¿Te gusta eso?::
::Se siente bien.::
::¿Bien... o bien?::
Una sonrisa le curvó los labios, exponiendo los largos
y afilados incisivos, y rió entre dientes, lo cual en su
forma alada sonó como una serie de gruñidos.
::Me alegro de poder leerte la mente y saber que estás
feliz,:: dijo Gaige con una sonrisa en su propio
rostro. ::De otro modo, ¿esa demostración de dientes
afilados? Podría haber sido un poco intimidante.::
Keiran bajó un ala para darle a Gaige un peldaño para
que le montase.
Gaige recogió la ropa y las armas de Keiran junto con
su propio arco y carcaj y lo escondió todo en una gran
grieta entre las rocas, fuera de la vista en caso de que
visitantes inesperados pasasen por la zona. Entonces se
agarró a una de las espinas que había en la base del
cuello de Keiran, levantó la bota hasta el ala y, tirando
con elegancia, se alzó y pasó una pierna por encima de la
espalda de Keiran justo enfrente de las alas.
LORES DE KELLESBORNE | M. L. RHODES

El peso se asentó contra Keiran, siendo solamente una


carga ligera, pero una que envió otro cosquilleo
placentero por su cuerpo, bajando por la columna y
recorriendo todo el camino hasta la punta de la cola. La
última vez que Gaige la había montado, mientras
escapaban de Thrythgar, lo único en su mente había
sido sacarlos de allí tan rápido como fuera posible y su
intenso miedo por Gaige, que había sido alcanzado por
la flecha de uno de los soldados.
Pero ahora... tener a Gaige sobre él era sensualidad
pura. La sensación de la entrepierna de su pareja
apretada contra su espalda, sus fuertes piernas contra
sus costas y sus brazos agarrándose a su cuello hacía
que se sintiera ansioso de volver a su tienda, donde
podría tumbar a su compañero en la cama y embestir
fuerte y profundo en su cuerpo sublime y dispuesto.
::Te estoy excitando.::
El humor en el tono de Gaige despertó aún más su
líbido.
::Siempre me excitas. Ahora deja de revolverte ahí
arriba antes de que te pierda y te caigas. Y agárrate.::
Extendió las alas y se alzó del suelo. A continuación,
cuando estuvo lo suficientemente alto, usó la corriente
de aire para que les ayudara a moverse.
::Es increíble estar aquí arriba,:: dijo Gaige, su voz
telepática enriquecida por el sobrecogimiento.
::Ciertamente lo es.::
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::La última vez estaba demasiado herido como para


darme cuenta, excepto del frío que hacía. Pero mirando a
todo lo que hay bajo nosotros, sintiendo el viento y la
libertad... Puedo entender por qué tenéis que volar a
veces. Lamento haberte pedido que no lo volvieras a
hacer.::
::Está bien. Entiendo el por qué. Pero me alegro de que
lo resolviéramos como lo hicimos. Me alegro de que estés
aquí conmigo.::
Gaige descansó la mejilla contra el cuello de
Keiran. ::Igual que yo. No me perdería esto por nada del
mundo.::
::Tampoco yo.::
::Si me cayese, ¿serías capaz de cogerme?::
::Sí. Pero no te caigas. Esa es una experiencia por la
que no quiero pasar de primera mano. No creo que mi
corazón pudiera soportarlo.::
::Créeme, no es algo que quiera probar sólo para
ponerte a prueba.:: Gaige acarició las escamas a lo largo
de su cuello, enviando otro temblor de placer a través de
Keiran. ::Entonces... ¿cómo ha ido hoy con Thomas?::
::¿Quieres decir si nos hemos matado el uno al otro?::
::Has leído ese pensamiento en mi mente,:: le acusó
Gaige, pero su tono era ligero y Keiran le sintió sonreír.
::Por supuesto que lo he leído en tu mente. Y no tienes
de qué preocuparte, el humano todavía vive y respira. Sin
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embargo ni siquiera voy a dignificar tu preocupación de


que podría haberme hecho algo. ¿Qué, podría haberme
golpeado en la cabeza con uno de sus preciosos libros?::
Gaige rió ante eso.
::Podría haberlo hecho, si respirar mal sobre uno de
ellos.::
::Ha tenido suerte de que haya estado fuera la mayor
parte del día.::
::¿Cómo ha reaccionado con el grimorio de Byram?::
::Del modo en que esperabas... como un perro
babeando por un jugoso trozo de carne. Empezó
inmediatamente a murmurar sobre idiomas y
traducciones y le brillaron los ojos como si le hubiera
afectado la fiebre del cerebro. Todavía estaba
dedicándose a ello cuando me he ido para encontrarte.
Agradezco su entusiasmo, pero dibujo la línea en permitir
que duerma en nuestra tienda esta noche. No tengo
intención de compartir el preciado poco tiempo que tengo
a solas contigo con un académico sabelotodo que
probablemente se lanzaría a dar una lección de anatomía
o de historia del acto sexual si nos ve sacarnos los
miembros para el otro. Y sabrán los dioses lo que haría si
nos viera follando. Sin duda lo estaríamos haciendo todo
mal según uno de sus textos.::
::M'aerlas, si indica que quiere quedarse cada
momento del día y de la noche, yo personalmente le
escoltaré fuera y pondré un guardia frente a su tienda
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para asegurarme que se queda ahí,:: dijo Gaige.


El calor se hinchó en el corazón de Gaige ante el
sonido del apelativo cariñoso draegan de labios de
Gaige. Era la primera vez que su pareja la usaba, y
aunque parecía algo pequeño, para Keiran era tan
valioso como nada que hubiese oído nunca.
Volaron en un silencio cómodo durante un rato
mientras Keiran oteaba la zona de guardia de Gaige.
::Está oscuro hoy,:: dijo Gaige, ::y mi visión nocturna no
es tan buena como la tuya... ¿ves algo ahí abajo?::
::No, no aquí. Todo está tranquilo.:: Keiran hecho un
vistazo al campamento mismo, notando el calor de los
fuegos para cocinar y los de algunos cuerpos paseando
por el campamento. Era más difícil ver a la gente que
estaba dentro de las tiendas, puesto que la lona
debilitaba sus patrones de calor. No había visto
patrones de calor activos en el bosque al lado sur del
escudo del campamento. ::Ahora voy a pasar sobre el
lado este. Marta, Iann y yo rastreamos el destacamento a
sólo una hora o así del campamento. Quiero asegurarme
que siguen alejándose.::
::¿Podrás ver desde aquí?::
::Debería ser capaz. Un grupo de cuerpos cálidos
forman una firma de calor bastante grande, y a menos
que estén intentando quedarse escondidos en la
oscuridad, probablemente también lleven algunas
antorchas. Allí... ¿ves eso a la derecha?::
LORES DE KELLESBORNE | M. L. RHODES

Sintió como Gaige se concentraba y a continuación


oyó en su mente el jadeo sorprendido.
::¿Los ves?::
::Sí, creo que veo el destello de las antorchas,:: dijo
Gaige. ::Pero... ¿qué es eso que hay sobre ellos?::
Keiran recorrió la zona de nuevo con la mirada,
captando el grupo en el suelo, las antorchas... pero nada
más. ::No veo nada. ¿Dónde estás mirando?::
::¿No puedes ver eso?::
Sintió que Gaige estaba señalando algo y estiró el
cuello para tratar de ver a su pareja. Desde luego Gaige
estaba señalando en la dirección del destacamento.
Keiran giró la cabeza para volver a mirar... y siguió sin
ver nada más de lo que había visto.
::¿Ver el qué? ¿Cómo es?::
::La cosa que brilla sobre ellos, por encima de los
árboles. Está justo entre nosotros y ellos.::
Algo brillante sobre los árboles... Su frustración
creció. No tenía ni idea de qué estaba hablando su
compañero. Todo lo que veía por encima de los árboles
era el cielo oscuro plagado de nubes.
La sorpresa irradió de repente de Gaige. ::Uh, Keiran...
¿qué aspecto tienen las redes de Byram?::
::¿Sus redes? No lo sé. Son invisibles.:: Pero entonces
empezó a sentir un cosquilleo extraño y conocido en las
entrañas. ::¿Por qué?:: preguntó.
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::No estoy seguro, pero... creo que eso es lo que estoy


viendo.::
Sorprendido hasta quedarse sin palabras, Keiran
siguió mirando y siguió sin ver nada en absoluto. Y aún
así Gaige veía algo. Brillando. Sobre los árboles. ::¿Cómo
de por encima de los árboles?::
::Desde la copa de los árboles hasta... alrededor de
nuestra altura. Dioses, eso es lo que es. Tiene que serlo. ¿Y
no puedes verla?::
::No veo nada.::
::¿Cómo...? ¿Por qué sería yo capaz de verlas? Quizás
simplemente estoy perdiendo la cabeza...::
Pero Keiran sabía demasiado como para creer eso. Lo
que Gaige había descrito sólo podía ser una red. Una red
que se suponía que fuera invisible. Que era invisible
para él y para los otros draegans. También era invisible
para los humanos por lo que sabía, puesto que éstos
habían volado en raras ocasiones con los draegans y
ninguno había mencionado jamás ver ninguna. Y aún así,
al parecer, no era invisible para Gaige. Gaige, que era
único... un medio humano que se había unido con un
lord draegan.
::Volemos alrededor del perímetro del campamento y
veamos si puedes ver alguna otra que pueda estar cerca.::
::De acuerdo.::
Si uno podía sonar sin aliento cuando ni siquiera
estaban usando los pulmones para hablar, haciéndolo
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en su lugar con la mente, así es como sonaba Gaige.


Giraron al norte y casi directamente encima de su
propia tienda, que estaba mucho más abajo, Keiran le
oyó decir: ::Oh, mierda.::
::¿Oh, mierda? ¿Qué es “oh, mierda”?:: Keiran detestó la
oleada de ansiedad que sintió.
::Benditos sean los dioses, Keiran... Hay una que
empieza justo en el límite del campamento y se extiende
hacia el norte. No es tan grande como la otra, pero está
justo ahí. Por favor dime que nunca has cambiado cerca
de la tienda y has alzado el vuelo desde allí.::
Keiran pensó, tratando de recordar con el pulso
palpitándole por las venas a una velocidad
acelerada. ::No lo creo. Hay demasiados árboles, sin
suficiente espacio para extender las alas. No. Nunca lo he
hecho. Ninguno de nosotros lo ha hecho.::
::Gracias a los dioses. El pesar que hay una red tan
cerca...::
No tuvo que decirlo. Keiran podía terminar por él; la
idea de una tan cerca le aterrorizaba. También
aterrorizaba a Keiran. Aunque jamás había emprendido
el vuelo ni aterrizado cerca de la tienda, ¿cuántas veces
había él o uno de los otros draegans volado cerca de la
red? ¿O cerca de la otra? Todas las preocupaciones y
miedos de Gaige sobre las redes tocaron nervio en
Keiran mientras empezaba a comprender lo
jodidamente afortunado que habían sido él y el resto de
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los draegans que habían volado por encima del


campamento.
::Hagamos una pasada por el límite oeste y volvamos a
dónde dejamos nuestras cosas.::
::De acuerdo.::
Keiran ni siquiera podía empezar a expresar su alivio
cuando Gaige le informó de que no veía nada en ni
arriba en el cielo ni alrededor de los lados este y sur del
campamento. La mayoría de las veces, cuando un
draegan tomaba forma alada era en esa zona porque los
árboles estaban bastante apartados unos de otros y con
el risgo de piedra y gran valle debajo siempre había sido
un buen lugar para estirar las alas cuando las ansias de
volar eran demasiadas.
Cuando aterrizaron Gaige se bajó de él y Keiran
cambió de regreso a su forma humana. Durante varios
segundos no se movieron, ninguno de ellos... solamente
se miraron fijamente el uno al otro, ambos todavía
sobrecogidos.
—¿Cómo es que puedo verlas? —preguntó finalmente
Gaige con la voz ronca.
—No estoy seguro, pero probablemente tenga que
ver con el hecho de que no eres ni completamente
humano ni completamente draegan.
—¿Así que la magia de Byram de algún modo se
cancela para mí?
—Algo así.
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—Keiran... si puedo ver las redes...


—Lo sé. Eso lo cambia todo.
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CAPÍTULO 15
Keiran miró al grupo reunido alrededor de la mesa;
Marta, Iann, Wen y Gaige, que se sentaba a su lado con el
cuerpo apretado lo suficientemente cerca como para
excitar sus sentidos con su esencia limpia y masculina.
Había ocasiones en que Keiran alzaba la vista y
todavía esperaba ver también a Jax en la mesa, sus
trenzas oscuras colgándole sobre la espalda, su mirada
intensa... y entonces recordaba que Jax ya no estaba allí,
ya no era uno de sus tenientes, uno de sus confidentes.
En ocasiones echaba de menos a su amigo; había pasado
por mucho juntos, y Jax era un buen luchador en las
situaciones difíciles. Pero aunque Keiran se consideraba
una persona indulgente, no estaba seguro de poder
perdonar jamás a Jax por lo que había pasado el día en
que Gaige y él habían vuelto al campamento. Keiran
siempre se había preocupado por el otro draegan, pero
nada, ni siquiera una amistad de cuarenta años, podía
compararse a lo profundos que eran sus sentimientos
por su pareja. Gaige estaba en su corazón y en su alma, y
en el momento que Jax se había abalanzado sobre él
para herirle, todos los lazos que Keiran había tenido que
con el draegan habían quedado cercenados a
consciencia, como si hubieran sido cortados con una
espada. No le importaba que Jax hubiera intentado
atacarle a él al final... nadie, nadie volvería a herir a su
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compañero.
—Repítelo otra vez. —La voz débil de Marta hizo
volver a Keiran al presente y a la razón por la que
estaban reunidos allí esa mañana.
—Gaige puede ver las redes de Byram.
Siguió otro largo segundo de silencio hasta que Wen
murmuró “Joder”.
Iann no habló, pero Keiran pudo la expresión
concentrada en su rostro mientras el anciano draegan
procesaba la información.
—¿Cómo es eso posible? —quiso saber Marta,
mirando de Keiran a Gaige.
—No estamos seguros —respondió el segundo, la
calidez del tono ronco de su voz rodeando a Keiran
como el bienvenido calor de un fuego en una noche de
invierno—. Creemos que quizás sea porque soy parte
humano y parte draegan, y hay algún aspecto en el
hechizo de Byram que no cuenta para los mestizos.
Arrancado de su deleite momentáneo, Keiran hizo
una mueca ante la palabra, odiando su connotación
despectiva. Aunque no era de sangre completa de
ninguna de las razas, Gaige no era medio nada. Era un
hombre entero, fuerte, inteligente y compasivo. Prefería
ver a su pareja como una raza única... una unión de las
otras dos. Pero a Gaige no parecía molestarle el término
puesto que él mismo lo había usado, y Keiran no sentía
ningún resentimiento proviniendo de él.
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—Sólo por curiosidad... ¿puede Eliessán ver las redes?


—preguntó Wen—. Sé que es completamente elfa, pero
no es ni humana ni draegan.
—No, no puede —dijo Keiran—. Ella y yo lo hemos
hablado varias veces a lo largo de los años. Lo cual, de
nuevo, parece señalar al hecho de que la sangre
mezclada de Gaige podría ser la razón por la para él son
visibles. No estamos seguros de si también puede verlas
durante el día, pero con o sin redes, volar a la luz del día
no es seguro para ninguno de nosotros ahora que las
tropas de Byram están por todas partes. A altitudes
bajas somos demasiado susceptibles a sus flechas, pero
incluso a altitudes más altas haría que nos vieran con
demasiada facilidad y nos siguieran. No podemos
permitir que los soldados de Byram nos sigan y
encuentren nuestro campamento ni ningún otro. Así que
por ahora estamos limitados a los vuelos nocturnos.
—Keiran y yo vamos a salir de nuevo esta noche un
poco más lejos del campamento para ver si hay otras
redes cerca. Mientras tanto, estamos seguros de que hay
una red aquí —Gaige señaló una zona del bosque a un
par de leguas del límite este del campamento—, y otra
cerca de nuestro límite norte, aquí.
El rostro de Marta palideció ante la información.
—Eso es prácticamente sobre nosotros.
—Sí, lo es —dijo Keiran—. Razón por la que de ahora
en adelante ningún draegan cambiará de forma en
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ningún lugar del campamento, y por el momento


tampoco fuera de éste hasta que estemos seguros de
saber dónde están todas las redes existentes en un radio
de varias leguas de aquí. Una vez que tengamos una idea
de dónde están localizadas esperamos ser capaces de
empezar patrullas de vuelo nocturnas... Nos daría una
visión más conveniente y completa de lo que ocurre a lo
largo del terreno. Ahora mismo, pero, no sabemos si las
redes son estables y permanecen fijas en un única lugar
o si se mueven sin rumbo. Gaige tiene la sensación de
que es más probable que sean posiciones fijas, pero
hasta que no tenga más oportunidades de observarlas
no podemos estar seguros.
—Quizás podamos marcarlas en el mapa —sugirió
Wen—. Si son fijas, debería ser bastante fácil marcarla
en un mapa para futuras referencias.
—Aunque Byram podría cambiar las localizaciones —
advirtió Keiran—. Puede parecer que no se mueven,
¿pero qué le frena de eliminar algunas y crear otras para
desconcertarnos?
—Pero no tiene manera de saber que puedo verlas —
dijo Gaige con un tono pensativo, rozando con sus largos
dedos la madera marcada de la mesa—. Así que en
realidad no tiene ninguna razón para cambiarlas de sitio
y confundirnos. Ahora bien, podría colocar nuevas, sin
duda, porque sabe que Keiran salió volando de
Thrythgar y eso le habrá puesto alerta y querrá tener
más zonas cubiertas. Pero mi suposición es que no se le
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ocurrirá que hemos encontrado un modo de sortearlas.


Se inclinó sobre ella mesa y cogió una fina capa de
pergamino del montón que debía ser de Thomas. La
colocó sobre el mapa y, usando pluma y tinta, sombreó
ligeramente las áreas dónde había visto las redes la
noche anterior.
—No hará daño marcar aquellas que encontremos.
Siempre y cuando todo el mundo comprenda que este
mapa es sólo una guía y no se debe confiar
completamente en él.
Todo el mundo asintió.
—Con Gaige capaz de ver las redes —dijo Iann,
hablando por primera vez—, ¿deberíamos revisar la
posibilidad de movernos a Kellesborne?
—He estado pensando en ello. —Pensando en ello
más lo que ninguno de ellos, con excepción de Gaige,
podría saber. Kellesborne le atraía con tanta fuerza que
era casi doloroso pensar en ello. Siempre lo había sido.
Pero desde que Gaige y él se habían alojado allí después
de su huida de Thrythgar, el aliciente se había hecho
más fuerte que nunca. La antigua fortaleza draegan le
llamaba para que fuera a casa.
A casa.
Sólo había vivido allí ocho años de sus ciento ocho,
menos del uno por ciento de su vida, y aún así el castillo
de piedra blanca jamás había dejado de ser el lugar al
que pertenecía su corazón.
LORES DE KELLESBORNE | M. L. RHODES

—Es tu herencia —había dicho Gaige la noche


anterior cuando Keiran le confesó a su pareja su anhelo
en la oscuridad de su cama todavía caldeada tras hacer
el amor—. Es el núcleo físico y simbólico de los
draegans y de su lord. Pero más que eso... Keiran, es tu
hogar, el lugar donde naciste y pasaste tus primeros
años rodeado del amor de tu familia. Por supuesto que
te sientes atraído.
Y quería volver. Pero tras la larga conversación de la
noche anterior, Gaige y él habían estado de acuerdo en
que el momento todavía no era el adecuado.
—Siempre y cuando no haya redes ni encima ni
alrededor de Kellesborne, podríamos llevar suministros
por el aire hasta el castillo, lo cual antes no era una
posibilidad. Ése ha sido el mayor factor limitante para
vivir allí. Pero con tanta actividad de las tropas aún sería
muy difícil conseguir hacer pasar una población tan
grande por el bosque y la montaña sin que nadie viese
nada. Gaige y yo creemos que es demasiado arriesgado,
estaríamos demasiado expuestos y abiertos a un ataque.
Si fueran tan sólo nuestros propios soldados, diría que
sí. Pero tenemos a demasiados civiles, ancianos y niños
en el campamento. Hasta que no tengamos a más
guerreros entrenados y capaces de protegerles, y hasta
que no tengamos más información sobre las redes, será
más seguro para nosotros quedarnos aquí. Kellesborne
seguirá siendo definitivamente una opción en caso de
emergencia de todos modos —dijo, dirigiendo su último
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comentario a Iann, quien había abordado el tema.


Sospechaba que el anciano draegan también ansiaba
regresar a casa.
—¿Pensamientos? ¿Algo más que tengamos que
discutir? —preguntó Keiran mirando a cada uno de
ellos.
Tres cabezas se movieron de un lado a otro en
negación, pero Marta habló.
—Los exploradores que envié a Gelvish para
descubrir si el hechicero podría estar tramando algo allí
y para qué ha estado enviando a niños draegan a esa
zona volvieron entrada la madrugada.
—¿Y? —la animó Keiran.
Marta sacudió la cabeza y suspiró.
—Y nada. Gelvish es una aldea fantasma. Está
desierta. Y parece haber estado asi desde hace algún
tiempo. No hay evidencias de ninguna incursión. Bessel
y Jain dijon que parecía como si todo el mundo
simplemente hubiese desaparecido o se hubiese
marchado.
—¿Qué demonios? —susurró Keiran en voz baja.
—He estado en Gelvish —dijo Gaige. Keiran sintió la
sorpresa de su pareja desprendiéndose de él—. Hace
dos años. Era un pueblo pequeño, de unas cien o
doscientas lamas, pero muy vivo por entonces. La
mayoría de la gente trabajaba en las minas de oro en los
alrededores de las montañas.
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—Nuestros exploradores también comprobaron las


minas y las encontraron tan abandonadas como el
pueblo. No había señales de que nadie hubiese estado en
ellas en meses, ya fuera para excavar o para otras
actividades nefastas. Bessel y Jain sabía por qué les
enviamos a Gelvish, sabían sobre los envíos de Byram de
niños draegan, de manera que buscaron en las minas en
caso de que Byram pudiese tener otros inocentes
escondidos allí. Por eso les ha llevado tanto tiempo
volver... las minas son grandes y tienen túneles
extensos. No encontraron nada en absoluto.
—Maldita sea. Sé que oímos mencionar Gelvish a esos
soldados la noche en que averiguamos lo de los
carromatos... ¿no? —preguntó Gaige, mirando a Keiran
con los ojos azules sombreados de duda.
—Sí, les oímos. Definitivamente dijeron que tenían
que reunirse con los carros en el límite de la Gran
Llanura y escoltarlos hasta Gelvish.
—¿Un rastro falso, quizás? —dijo Marta—. Puede que
Byram no quisiera que ni siquiera sus propios soldados
conocieran el destino real de los niños. Quizás tenían
que llevar a los pequeños hasta Gelvish, pero allí se
encontrarían con otro destacamento de tropas que
continuarían el viaje hasta otro sitio.
Gaige asintió.
—Es posible. A Byram le gusta usar tácticas de
evasión y puedo decir por experiencia que
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compartimenta la información y no se lo dice todo a


nadie. ¿Trabajé a su lado como capitán de su guardia
personal durante cuántos años? Y, por ejemplo, jamás
me enteré de la existencia de las redes, ni de que usaba a
nyctophans para destruir a cualquier draegan que
cayese en ellas. Es evidente que había mucho que no
sabía —murmuró, su voz repleta de repugnancia.
Keiran apretó la mano contra el muslo de Gaige bajo
la mesa y le dio un apretón tranquilizador.
—Por mucho que me duela decirlo, Byram no es
ningún idiota —le dijo al grupo—. El muy cabrón es
artero. Es posible que lo de Gelvish fuera un rastro falso.
Pero si ese es el caso, entonces volvemos a no saber
nada sobre a dónde estaba llevando Byram a los niños ni
por qué razón los quería.
—¿Niños? —dijo una voz suave de hombre desde la
entrada de la tienda.
Keiran suspiró mentalmente pensando que no habían
terminado su discusión antes de la llegada de Thomas.
Se giró para mirar por encima del hombro a las dos
figuras que oscurecían la entrada de la tienda con la
niebla gris del principios de la mañana detrás de ellos,
fundiéndolos en una sola silueta.
—Esperaremos fuera —dijo Eliessán agarrando a
Thomas por el brazo y tirando de él hacia la entrada.
—No, está bien. Pasad —les dijo Keiran. Aunque el
académico le había caído mal desde el comienzo, sabía
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que era su mayor esperanza para desvelar los secretos


del grimorio de Byram. Y aunque todavía no estaba
seguro de confiar del todo en Thomas, confiaba en
Eliessán y sabía que haría que el hombre cumpliese las
normas si éste sentía jamás la necesidad de contar
secretos que no debía.
El humano alto y casi dolorosamente delgado se giró.
Cuando la puerta de tela de la tienda se cerró tras él su
mirada marrón, más suave y menos crítica de cómo
recordaba Keiran del día anterior, osciló indecisa sobre
el grupo. Se veía como si acabara de entrar en la guarida
de un sabeen. El por qué tendría que sentirse así Keiran
no lo sabía... hasta que comprendió que Gaige y todos los
draegans le estaban mirando fijamente. Y Eliessán
estaba de pie como guardia frene a la puerta de la tienda
haciendo que nadie pudiese marcharse sin pasar
primero por ella. La tensión se concentró en la
habitación, irradiando tanto de Thomas como de los
draegans, ninguno de los cuales, como ya sabía, podía
comprender al extraño y en ocasiones irritable humano.
Sintiendo una repentina compasión por el hombre, le
hizo un gesto con la mano para que se acercara a la
mesa.
—Ven y únete a nosotros, Thomas.
Thomas se aclaró la garganta, sonando nervioso. Sus
manos aferraban con fuerza varios libros y papeles
sueltos que sostenía contra el pecho.
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—Yo... primero me gustaría disculparme —murmuró


con la voz atascándose—. Se me ha llamado la atención
sobre mi comportamiento, que ha sido menos que —se
volvió a aclarar la garganta con un sonido gorgoteante
—, bueno, respetuoso. Y tampoco demasiado
agradecido.
Keiran se imaginó que Eliessán probablemente le
había echado un sermón.
::O Lilia,:: dijo Gaige, captando su pensamiento.
—Así que... er... bueno... lo siento. En ocasiones olvido
que hay otras cosas en la vida aparte de... bueno... los
libros.
::Definitivamente Lilia. Esas fueron sus palabras.::
Keiran vio como su pareja luchaba para esconder una
sonrisa.
Keiran se tragó su orgullo y la irritación que había
sentido hacia el humano.
—Nos sentimos agradecidos de que te gusten tanto
los libros, Thomas. Por favor, siéntate.
::¿Qué es eso? ¿El lord draegan con su mejor
comportamiento?:: bromeó Gaige.
Keiran le dirigió un ceño de reojo. ::Estoy intentando
ser amable. Échame una mano, ¿te importa?::
::¿Cuánto quieres confiarle?::
::No quiero confiar en él para nada. Pero no vamos a
llegar a ningún sitio nosotros solos, así que quizás valga
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la pena contárselo y ver si tiene algo que aportar.::


Gaige le tuvo pena a Keiran y le explicó a Thomas lo
de los niños draegan que habían rescatado, cómo habían
llegado hasta allí y como su pista hasta Gelvish se ha
esfumado.
—Niños draegan... —murmuró Thomas, quitándose la
capa y doblando su figura larguirucha y delgada sobre
uno de los bancos de la mesa sin darse cuenta de que
había chocado con Iann y estado a punto de pisar a Wen
mientras se hacía un hueco—. Siempre se trata de los
jóvenes.
—¿Qué quieres decir?
—Bueno, fueron los niños los que llevaron a Byram a
empezar su guerra contra los draegans en primer lugar
hace un centuria, cuando clamó que los draegans habían
asesinado a esos niños humanos. Pero creo que, de
hecho, los draegans no hicieron tal cosa y que fue el
gran hechicero mismo quien mató a los pequeños para
avivar la ira de la gente, e incitar tal rabia contra los
draegans de parte de la población humana no sólo
permitiría al hechicero cazar y matar a los draegans,
también conseguiría todo su apoyo. Creo que fue todo
una distracción.
—¿Una distracción de qué? —preguntó Gaige.
—Una treta para distraer a la gente de Velensperia de
su verdadero deseo... el cual era capturar a niños
draegans y a madres embarazadas para alguna razón
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traicionera y matar a todos los otros draegans que


lucharían contra él y le destruirían si descubriesen la
verdad.
Las palabras del hombre cayeron como una bola de
fuego del cielo.
Keiran le miró fijamente, atónito. Los otros también lo
hicieron, incluso Gaige.
—¿De dónde has sacado esa información? —exigió
Keiran con la voz áspera por la sorpresa—. Nadie
excepto los draegans ha sospechado jamás que Byram
mató a los niños humanos por sí mismo. ¿Y qué quieres
decir con capturar a niños draegan y a madres
embarazadas?
Era una teoría que jamás había oído, y le irritaba que
Thomas pudiese saber o sospechar algo en lo que él
jamás había pensado.
Thomas le devolvió la mirada sin acobardarse.
—Investigando. Milord —añadió al final como si
acabara de recordar que se suponía que debía ser
respetuoso—. He dedicado mi vida al estudio de la
historia de Velensperia, incluida la de la Gran Masacre.
—¿La Gran Masacre? —dijo Wen, las pecas
destacando en su rostro mientras miraba al estudio con
los ojos verdes abiertos de par en par.
—Así es como los estudiosos humanos llaman a la
aniquilación virtual de Byram de la raza draegan —dijo
Thomas—. Y la información que he recogido se
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encuentra toda en los libros, si uno se toma el tiempo


suficiente para leerlos.
Keiran sacudió la cabeza.
—Eso es imposible. Byram destruyó todos los textos y
la historia escrita de los draegans hace un centenar de
años. — «Todos excepto los de Kellesborne.» El
hechicero jamás había conocido la existencia de esos,
que estaban almacenados a salvo en la biblioteca del
castillo. De todos modos los libros disponibles para los
humanos habían ardido hacía mucho en las hogueras del
hechicero.
—No todos —dijo Thomas con toda naturalidad—.
Los draegans tienen más partidarios de los que quizás te
des cuenta. He rastreado y leído muchas historias, y a
partir de ahí he juntado los trozos que no quedaban
claros. Me parece bastante evidente que hace una
centuria el gran hechicero necesitaba algo de los
draegans. No pasó a tu raza por la espada por ninguna
razón.
—Masacro a nuestra gente en busca de poder, porque
sabía que éramos la única raza en Velensperia lo
suficientemente fuerte como para derrocarle —dijo
Marta, dirigiéndole a Thomas una mirada dura.
Keiran se percató de que el hombre volvió a no
acobardarse.
—En parte sí. No hay duda de que perseguía el poder;
mira a lo que ha hecho en esos cien años, convirtiéndose
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en un tirano, sin importarle en lo más mínimo cómo


afectan sus acciones a los que están bajo su reinado.
Pero no mató a los draegans sólo por capricho. Golpeó
primero a la lord draegan y a su familia cercana y lejana
para asegurarse de que nadie con sangre “de lores”
sobrevivía, porque serían los más fuertes, los más
poderosos, y por tanto los enemigos más mortíferos si la
verdad salía a la luz. A partir de ahí cazó a todos los
demás draegans adultos excepto a aquellas que ya
estaban esperando un niño. A pesar de los informes que
decían lo contrario, muy pocos niños draegan fueron
asesinados. La mayoría de éstos y de las embarazadas
fueron tomadas con vida.
—¿Cómo puede la gente que escribió o contó esas
“versiones” saber eso? —exigió Keiran, nada dispuesto a
creer que los observadores humanos supiesen más
sobre su propia raza de lo que sabía él.
—Algunos lo vieron... a algunos adultos y muchos
niños encadenados y cargados en carromatos. Otros
dicen que mientras que los cuerpos de draegans adultos
eran prolíficos, se encontraron muy pocos cuerpos de
niños en el período subsiguiente.
Keiran miró a Iann, que permaneció en silencio pero
cuyo rostro parecía más gris y envejecido de lo que
Keiran había visto jamás antes.
—¿Iann? ¿Recuerdas algo de lo que está sugiriendo?
Todos los ojos se giraron hacia el anciano draegan. Su
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frente ya de por si marcada se arrugó, con surcos


marchando la piel envejecida.
—Hubo algunos rumores —dijo, su voz baja y áspera
como el metal oxidado—. Nunca vimos nada por
nosotros mismos, Hareld y yo, pero oímos los rumores.
Fueron una de las razones por las que permanecimos
escondidos contigo durante tanto tiempo... no
queríamos que te matasen, pero temíamos que si las
historias eran ciertas podría ser incluso peor si te
capturasen. Pero a lo largo del tiempo no oímos nada
más y lo descartamos.
—No eran rumores.
Thomas sonaba muy confiado, lo cual crispó a Keirna.
Y aún así... no podía descartar su historia sin pensarlo
dos veces. Había conexiones inquietantes entre ésta y
los carromatos llenos de niños draegan que Gaige, los
demás y él había rescatado.
—Considerando la cantidad de niños que se llevaron
en los ataques iniciales —continuó Thomas—, me lleva
a creer que las razones del hechicero para la masacre
podría haberse concentrado alrededor los niños
mismos. Y por lo que has dicho, parece todavía les
necesita por alguna razón.
Sus cejas, desaliñadas y de un marrón desvaído, se
fruncieron.
—Me pregunto...
Alcanzó el grimorio con una mano, el cual Keiran
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mantenía guardado bajo llave por la noche pero que


había colocado antes sobre la mesa. Con la otra agarró
un grueso volumen, destrozado y encuadernado en
cuero, que había traído consigo. Abrió ambos y los ojos
saltaron de uno a otro.
—¿Te preguntas el qué? —le presionó Keiran tras un
silencio prolongado durante el cual él y los otros
esperaron a que terminase la frase.
Pero la pregunta de Keiran quedó en el aire sin recibir
respuesta. Sin una palabra ni una mirada a ninguno de
ellos, la atención del hombre había vuelto a los libros y
sólo a los libros. Murmuraba en voz baja y su mano ya
estaba volando sobre una hoja de pergamino mientras
tomaba notas para sí mismo con la pluma y la tinta que
Gaige había usado antes para el mapa.
¡Dioses, ese humano le estaba volviendo loco! Había
dejado caer todas esas bombas entre ellos y después les
había dejado a medias. Keiran luchó contra el impulso
de agarrarlo por por el cogote y sacudirle para
conseguir su atención. Solamente la mano suave y
restrictiva que era Gaige en sus pensamientos evitó que
lo hiciera.
::Déjale y que trabaje, amor. Lo que le falta en
habilidades sociales parece que lo compensa en su
atención a los detalles. Estoy más convencido que nunca
de que si alguien puede descubrir los secretos del
grimorio de Byram, ése es él.::
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Iann, Marta y Wen miraron a Keiran, y la única


respuesta que pudo dar fue un encogimiento de
hombros y un suspiro. Los dedos de Gaige se
entrelazaron con los suyos, ofreciéndole su apoyo.
—Bueno, supongo que hemos terminado por ahora —
le dijo Keiran al grupo—. Y supongo —miró a Thomas,
cuya cabeza castaña estaba inclinada sobre su trabajo, y
agitó una mano en el aire— que nos enteraremos de
cuando descubra algo.
Los demás se levantaron uno por uno y dejaron la
tienda para atender a sus varios deberes.
Gaige se tomó el tiempo para darle un beso
prolongado antes de marcharse y Keiran saboreó el
contacto, dejando que le asentara y le diese
concentración en lo que en esa mañana se había
convertido en un mundo que giraba
descontroladamente.
Maldito fuera todo por los dioses... ¿qué podría estar
haciendo Byram con los niños draegan? Un dolor
enfermizo le retorció las entrañas ante las horribles
posibilidades.
—Dale tiempo a Thomas —susurró Gaige contra sus
labios—. Encontrará respuesta.
—Lo estoy intentando. Es sólo que no sé cuánto
tiempo nos queda.

* * * *
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Las semanas siguientes pasaron en un borrón de


agotamiento.
Gaige continuaba entrenando a los civiles y a los
miembros de la draeganjhere que eran capaces de
asistir si no estaban de guardia desde la mañana
temprano hasta la puesta de sol cada día. Sus instintos
iniciales habían dado en el clavo sobre los reclutas, y
esperaba que en poco tiempo pudieran añadir alrededor
de veinte miembros nuevos a la draeganjhere, y
probablemente más dentro de unas semanas. Pero
incluso aquellos que no estaban destinados a la guardia
draegan trabajaban duro y lo estaban haciendo bien. En
realidad, durante todos los años en los que había
entrenado soldados para el gran hechicero, jamás había
tenido a un grupo de gente tan desesperadamente
ansiosa de aprender y complacer. Había una diferencia
destacable entre los reclutas que habían sido llamados a
filas o que se habían presentado en busca de dinero o
golia, como había sido el caso con la mayoría de los
hombres de Byram, y aquellos que tenían una profunda
necesidad de aprender cómo protegerse a sí mismos y a
sus seres queridos, como la gente que estaba allí ahora.
Gaige estaba orgulloso de todos y cada uno de ellos.
A la puesta de sol, si Keiran está en el campamento
Gaige y él emprenden el vuelo, volando cada noche más
y más lejos de manera que puedan “marcar” las redes. A
menudo no volvían al campamento hasta justo antes del
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amanecer, y entonces caían en la cama, demasiado


cansados para hacer mucho más que acurrucarse juntos
para unas pocas horas de sueño antes de levantarse y
volver a empezar.
El trabajo de Thomas con el grimorio de Byram
continuó. A pesar de las páginas y páginas de notas que
había garabateado y de la creciente pila de libros que
amenazaba con volcar la gran mesa de su tienda en la
que Thomas trabajaba cada día y, en ocasiones, por la
noche si Gaige y Keiran estaba fuera volando, cuando se
le pedía un informe del progreso todo lo que Thomas
murmuraba era “me estoy acercando”. Intentar
fisgonear más información de ese hombre era una
pérdida de tiempo y aliento, y una fuente constante de
irritación para Keiran.
Llegaron algunas buenas noticias con el mensajero
que habían enviado al pueblo de Thrythgar. Cuando
Keiran le contó a Gaige lo que el mensajero había dicho,
Gaige se le había quedado mirando aturdido.
—¿Cómo es eso posible? No me enseñaste cómo usar
la magia para alzar y bajar un escudo hasta después de
que volviéramos aquí. Por entonces ni siquiera sabía las
palabras que se utilizan.
Keiran sonrió.
—Ya sabes cómo es posible. Es la intención, m'aerlas,
no las palabras. ¿Recuerdas? Cuando llevaste a las
familias con niños a las Cuevas Cristalinas debiste haber
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tenido una intención muy fuerte de protegerlas. El


mensajero dijo que la entrada a las cuevas tenía una
barrera protectora perfecta de magia draegan
alrededor.
—Pero todavía no nos habíamos unido por completo
cuando fui a Thrythgar. Habíamos hecho la parte física,
pero no el intercambio de sangre. ¿Cómo pude tener la
suficiente magia como para crear una barrera?
La mano de Keiran le acunó la mejilla.
—Gaige, ya eras medio draegan antes de conocerme;
lo has sido toda tu vida. Siempre has tenido la habilidad
de usar la magia draegan. Lo llevas en la sangre.
Estupefacto por la noticia, a Gaige le estaba costando
respirar.
—¿Entonces estás diciendo que las familias y los
niños están bien?
—Están bien. Todos encontrados y vivos gracias a ti.
Habían hecho falta dos días para que Gaige pudiese
pensar en ello sin que su interior temblase de alivio... y
maravilla.
Tal y como Marta había predicho, cuando la historia
sobre la herencia de Keiran se extendió el número de
habitantes del campamento creció. Un puñado de
draegans y humanos habían vagado por los alrededores
en general hasta que los centinelas del campamento les
llevaron dentro. Y otros, encontrados por el boca a boca,
eran rastreados por Marta, Iann, Solanis y en ocasiones
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hasta por Keiran mismo, y se les traía al campamento si


estaban dispuestos.
A medida que el campamento crecía, también lo hacía
el número de personas que acudían a Gaige para que los
entrenase, y no era inusual para Wen ni para él el tener
a setenta o más reclutas cada día. Pronto necesitarían
ayuda si el grupo crecía mucho más.
Los ataques de Byram a cualquier asentamiento que
creyese que podría estar dando refugio a draegans o a
sus simpatizantes se fueron haciendo más terribles y
frecuentes. Los exploradores traían informes
diariamente, y las noticias también se propagaron entre
los pequeños grupos de draegans que habían emigrado
al campamento.
En dos ocasiones desde su regreso del asentamiento
cerca del Zekklesian había tenido Gaige visiones de los
ataques. En ambos casos Keiran y un grupo de la
draeganjhere había encontrado el lugar exactamente
dónde y cómo Gaige lo había descrito. No se perdió
ninguna vida inocente en ninguno de esos eventos.
Habían empezado a circular historias por el
campamento sobre la habilidad de Gaige de “ver” cosas,
y había oído rumores de que algunos le llamaban ahora
El Oráculo. No quería que nadie le venerase por sus
habilidades. Aunque sabía que se habían salvado vidas
por sus visiones —Keiran se encargaba de recordárselo
cada vez que Gaige sacaba a la luz sus preocupaciones
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—, las temía; no sólo por el dolor que producían, sino


porque le hacían sentir sin control alguno sobre su
propio destino. Cuando una visión le golpeaba le
consumía, y no había manera de huír de ella hasta que
se hubiera mostrado por completo. Los sueños eran
iguales. Aunque no le provocaban dolor en un sentido
físico, cada uno de ellos le atormentaba más que el
anterior, haciéndole sentir inútil. Y lo detestaba.
Cada vez que las visiones de los ataques habían
tenido lugar había acudido directamente a Sele para ver
si también las había experimentado. En ambas
ocasiones la había encontrado mirando el fuego sin
expresión. Tenía la sensación de que era consciente de
él, y no podía sacarse de encima la impresión de que le
observaba cuando él no estaba mirando, pero ella no dio
respuesta a sus preguntas verbales ni mentales. Había
empezado a preguntarse si la extraña conexión que
había compartido con ella había ocurrido en realidad.
Quizás todas las visiones fueran suyas y no tuvieran
nada que ver con ella.
Cada una había sido más clara y detallada que la
anterior, y se preguntó si quizás sus habilidades se
estaban afinando. Lo cuál podría explicar también por
qué, aunque las visiones todavía le dejaban agotado y
con dolor de cabeza durante varias horas, el dolor no
eran tan debilitante como lo había sido en la primera
ocasión.
Aún así... la frustración de no comprender por
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completo lo que estaba pasando le roía diariamente.


Gaige no había tenido oportunidad de hablar con Iann
sobre videntes tal y como Keiran había sugerido; Iann
había estado fuera del campamento en una misión para
Keiran. Pero en una tarde fría y húmeda, dejó a Wen y a
algunos de los reclutas para que recogiesen el claro tras
el entrenamiento y fue a buscar al anciano draegan, el
cual sabía que había vuelto la noche anterior al
campamento. Iann parecía su mayor esperanza de
obtener información sobre los videntes draegan del
pasado, y Gaige estaba desesperado por comprender.
Lo encontró cerca del límite sur del campamento,
repartiendo las tareas de los centinelas a los
draeganjhere para los turnos de los próximos días. Gaige
asintió al anciano draegan, que le dirigió una rápida
sonrisa de reconocimiento, pero se quedó detrás del
grupo hasta que Iann hubo terminado. Cuando todas las
tareas fueron asignadas, la docena o así de miembros de
la draeganjhere se dispersaron.
—Capitán Rizik —dijo cada uno de ellos, inclinando la
cabeza con respeto mientras pasaban a su lado, fueran
hombres o mujeres. Gaige se tomó el tiempo de asentir o
hablar con todos.
Cuando el último se hubo marcado, Iann y él se
acercaron y apretaron el hombro del otro como saludo.
—Es bueno verte —dijo Iann.
—Y a ti.
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Iann asintió hacia los draeganjhere que se alejaban


dándoles la espalda.
—No he oído más que alabanzas hacia ti. Para alguien
tan preocupado de que sus antecedentes puedan
amargar su futuro, te has ganado por completo sus
corazones y su lealtad. Y eso, amigo mío, es el sello de un
gran líder. —Sus ojos brillaron con orgullo mientras
miraba a Gaige.
—No sé nada sobre ser un gran líder. Sólo intento
hacer lo correcto para ellos. —Gaige estaba complacido
de tener la aprobación del draegan, pero también
extrañamente incómodo. Iann había sido uno de los
primeros a los que había embaucado cuando apareció
en el campamento declarándose como simpatizante de
su causa mientras estaba bajo las órdenes de Byram. Y el
recordatorio de su pasado, trabajando para éste,
removió el mismo viejo lugar, frío y preocupado, en sus
entrañas que todavía, incluso en ese momento, le
recordaba que no era sólo parte draegan, también era
parte humano con la sangre de su padre fluyendo por
sus venas. Se esforzaba duro cada día para sentirse
digno de la confianza draegan, pero se preguntó si sería
capaz alguna vez de aceptarla por completo sin esa
jodida constricción de culpa.
—¿Qué puedo hacer por ti, Gaige? ¿O sólo has venido
para acompañar a un viejo draegan a casa en una noche
fría?
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Gaige sonrió.
—De hecho he venido con la esperanza de que puedas
ayudarme a entender un poco. Keiran sugirió que quizás
podrías ayudar.
—Me esforzaré.
—¿Has conocido a alguna de las personas que
trajimos con nosotros del asentamiento cerca del
Zekklesian? Aparte de Thomas, quiero decir.
—Conozco al chico, Wesley... parece un muchacho
agradable, y también está pegado por la cadera a Jarrad,
el hijo de Marta. También he visto a la madre de Wes,
aunque no nos han presentado.
—¿Te ha hablado Keiran sobre Sele?
—¿La mujer draegan con la enfermedad de la mente
que no puede hablar?
—Ésa.
—Sólo sobre que era la única draegan en el
asentamiento, y dijo que a los dos os costaba creer que
Byram quisiera tenerla por alguna razón. Tengo que
estar de acuerdo en eso. Parece más probable que
Byram estuviese tras el otro hombre, el que no estaba
en el campamento cuando ocurrió el ataque. Sabes por
experiencia como se siente Byram acerca de aquellos
que le traicionan, y quizás ese hombre le había estado
ofreciendo información el hechicero pero se negó a
continuar y Byram trató de terminar con él o apresarlo y
encarcelarlo.
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—Sí, eso es también lo que pensamos. Pero tengo


curiosidad por conocer tu impresión sobre Sele. ¿Estás
ocupado ahora mismo? ¿Estarías dispuesto a conocerla?
—Por supuesto. ¿Pero por qué el interés por ella?
—Ella es... un misterio para mí —dijo Gaige mientras
caminaban—. ¿Estás al tanto de que he estado teniendo
visiones?
Una sonrisa marcó más las arrugas alrededor de los
ojos de Iann.
—Todo el mundo en el campamento está al tanto,
Gaige. Te llaman El Oráculo.
Gaige gimió por lo bajo.
—No me lo recuerdes. Me hace sentir incómodo.
—No debería. Tener la visión es un regalo que muy
pocos draegans poseen. Aquellos que la han tenido a
través de los tiempo han sido reverenciados. Ha menudo
han sido consejeros de los lores draegan e incluso, en
ocasiones, de los reyes humanos que han gobernado. Y
el que tú la tengas, la verdadera pareja del lord
draegan... para los draegans eso te hace incluso más
especial.
—No me hace sentir muy especial cuando me palpita
la cabeza, y veo demasiado a menudo a gente siendo
herida y asesinada en esas malditas visiones.
Iann le colocó la mano en el hombro en un gesto
reconfortante, casi paternal, e hizo que el corazón de
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Gaige sintiera un pinchazo. Su propio padre jamás


habría hecho tal cosa.
—No puedo presumir de saber cómo se sienten las
visiones. Pero puedo asegurarte que han ayudado a la
gente. Piensa en las vidas que ya has salvado.
Gaige tragó con dificultad.
—Suenas como Keiran. Y soy consciente y aprecio las
vidas que se han salvado. Simplemente no entiendo por
qué yo. ¿Y por qué veo las cosas específicas que veo? Ahí
es donde entra la mujer draegan.
—¿De qué modo?
—Hay algo en ella... me pregunto si quizás ella
también ve cosas, pero no estoy seguro. ¿Qué sabes
sobre los videntes draegan? Antes de que Byram llegase
al poder, ¿sabes si los videntes eran capaces de
comunicarse entre ellos? ¿Quizás capaces de compartir
visiones los unos con los otros, ver las mismas cosas al
mismo tiempo?
—No recuerdo oír nada de eso —dijo Iann—. Como
he mencionado, los videntes draegan eran raros incluso
por entonces, razón por la que eran tan honrados.
—¿Hubo alguna vez más de uno vivo al mismo
tiempo? Seguramente debió de haberlos. Solía haber
miles de draegans.
Gaige distinguió a Lilia más adelante, trabajando en el
fuego para cocinar del exterior tal y como hacia a
menudo, probablemente elaborando una u otra cosa de
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hierbas para ayudar a los enfermos. Ella le vio y saludó,


haciendo después un gesto hacia la tienda indicando que
pasase cuando llegase. Él sonrió y asintió, viéndola
desaparecer a continuación tras la pesada puerta de
lona de la tienda.
—La biblioteca de Kellesborne está llena de historias
sobre los draegans y puede que incluya información
más específica sobre los videntes que vivieron. Pero es
posible que hubiesen habido más de uno a la vez.
Gaige alzó la puerta de tela y condujo a su compañero
dentro.
—La visión —continuó Iann mientras entraba— a
menudo se trasmitía dentro de...
Su voz se corta tan de repente en un resuello ahogado
que la preocupación inunda a Gaige. Apoya la mano en
el hombro del draegan y mira su rostro ceniciento.
—Iann, ¿qué ocurre?
Sintió más que vio la presencia de Lilia acercándose
también, su instinto de sanadora sin duda entrando en
acción por si hacía falta.
—... la familia —susurró Iann.
—¿En las familias? —Gaige no estaba seguro de a qué
se refería Iann, y entonces se dio cuenta de que estaba
terminando su frase anterior. La visión a menudo se
trasmitía en las familias.
Pero en ese momento estaba más preocupado con lo
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que fuera que había distraído tanto a Iann. La mirada de


ojos como platos del draegan estaba fija en algo al otro
lado de la tienda.
Siguió su mirada y comprendió que estaba mirando a
Sele. Y lo que era más sorprendente, la anciana le
devolvía la mirada.
—Ella es de quién te hablaba, Iann —dijo Gaige. Cruzó
la tienda hasta estar al lado de Sele y se inclinó para
apretarle suavemente las manos—. Esta es...
—Selene —susurró Iann.
Gaige y Lilia le miraron sorprendidos y un extraño
cosquilleo recorrió a Gaige.
—¿La conoces?
—Oh, sí... La conozco. —La voz de Iann todavía
sonaba ahogada. De repente cruzó la habitación, cayó de
rodillas frente a Sele y bajo la cabeza hasta su regazo.
Gaige le miró con la boca abierta, miró a Lilia, quien le
devolvió la mirada estupefacta y a continuación ambos
volvieron a mirar a Iann, a quien le manaba humedad de
los ojos cerrados.
Pero incluso más sorprendente fue cuando una de las
manos marchitas de Sele se movió para ponerse sobre la
cabeza gris de Iann. Las lágrimas también le hacían
brillar los ojos.
—¿Iann? —La voz de Gaige sonó tan áspera y seca
como una tormenta del desierta—. ¿Quién es ella?
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Iann sorbió y alzó la cabeza. Miró fijamente el rostro


de Sele y le rozó la mejilla con ternura para secarle las
lágrimas.
Entonces sus ojos se giraron hacia Gaige.
—Su nombre es Selene. Es tu abuela.
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CAPÍTULO 16
El mundo cayó lejos de Gaige.
Fue vagamente consciente de Lilia a su lado y de los
dos draegans frente a él, pero se sentía como si colgara
suspendido en mitad del aire, balanceándose,
necesitando con desesperación encontrar agarre pero
incapaz de aferrarse a nada sustancial.
Hasta que Lilia acercó otro banco al fuego y empujo a
Gaige para que se sentara. Sólo entonces el suelo se alzó
a toda velocidad para encontrarle y se llenó de aire los
pulmones, sin percatarse de que hasta ese momento se
había olvidado de respirar.
—¿Qu...é? —susurró, seguro de haberlo entendido
mal.
—Es tu abuela —dijo Iann con suavidad.
Gaige miró fijamente a la anciana, quien giró
lentamente la cabeza para mirarlo.
Abrió la boca, trató de hablar, pero no salió nada.
«Abuela.»
—También es una vidente.
Dioses, era una vidente, justo como había sospechado.
«Mi abuela, la vidente.»
Tanta emociones giraron dentro de él, tantas
preguntas abrumándole. ¿Había sabido ella ya su
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relación? ¿Era eso por lo que siempre había tenido la


sensación de que le observaba? ¿O también acababa de
enterarse?
—Es curioso que justo te estuviera diciendo que la
visión se transmite en las familias. —Iann le dirigió una
sonrisa trémula—. Era consejera de la lord draegan, la
madre de Keiran. Creía que estaba muerta. —Su voz
llenó el silencio que Gaige no podía llenar.
Iann volvió a centrarse una vez más en la anciana, su
expresión tan tierna como lo había sido antes su toque.
—Abuela... —susurró Gaige, encontrando al fin su
voz.
—Sí. Y la única mujer a la que jamás he amado. —Iann
volvió a acariciarle la mejilla.
Lágrimas frescas se derramaron desde los ojos de
Sele —de Selene— mientras éstos se movían
lentamente de Gaige a Iann para volver de nuevo a
Gaige.
El pecho de Gaige se sentía tan constreñido que pensó
que podía explotar... y comprendió que había vuelto a
contener el aliento. Exhaló lentamente y a continuación
inspiró otra irregular bocanada de aire.
—¿Eres su compañero? —le preguntó Lilia a Iann, su
voz temblorosa por la emoción.
—En mi corazón siempre, sí —dijo Iann.
—¿En tu corazón? ¿Significa eso que... erais, sois una
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pareja verdadera? —preguntó Gaige. Los draegans


podían enamorarse y lo hacían, se unían y no tenían que
ser una pareja verdadera. Las parejas verdaderas eran
menos comunes.
—No, pareja verdadera no... aunque nos amamos el
uno al otro lo suficiente como para que muchos lo
creyesen. Si lo hubiésemos sido habría sido más sencillo.
—Suspiró—. No podíamos estar juntos, aunque lo
deseábamos. Como era una vidente, la familia de Selene
quería para ella algo más que un soldado. Si hubiésemos
sido una pareja verdadera les habría resultado difícil
oponerse, pero tal y como eran las cosas...
—Pero no eras cualquier soldado —dijo Gaige—. Eras
un miembro de la draeganjhere de la lord en
Kellesborne.
—Para poder estar cerca de ella. —Iann sonrió,
alzándose del suelo para sentarse junto a Selene—.
Aunque ella estaba unida a otro, no podía soportar la
idea de no ser capaz de verla. Entrené y me convertí en
un miembro de la draeganjhere para estar cerca de ella.
—¿Hiciste... eres...? —Gaige tropezó con las palabras
que quería decir—. ¿Eres mi abuelo? —La esperanza le
hizo contener el aliento de nuevo. Siempre le había
gustado Iann, y el anciano draegan jamás le habría
tratado con nada que no fuera un respeto cariñoso. Era
la clase de hombre que el padre de Gaige jamás había
sido.
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La mirada de Iann se alzó para encontrar la suya y sus


ojos se llenaron de placer, seguido de tristeza.
—Desearía poder decirte que sí —dijo en voz baja—.
Estaría orgulloso de ser tu abuelo. Pero el destino no
decretó tal cosa. Pero no te confundas conmigo. Tu
abuelo, el draegan con el que Selene se unió por su
familia era un buen hombre, un hombre honorable, y se
preocupaba por ella y por tu madre. No albergaba malos
sentimientos hacia él.
La decepción fluyó a través de Gaige, pesando sobre
él. Había sido demasiado esperar tener... una abuela y
un abuelo todo junto en un paquete perfecto y
ordenado. Un pequeño trozo de normalidad en una vida
que jamás había tenido siquiera un poco. Aún así... Su
mirada volvió a deslizarse hasta la anciana. «Tengo una
abuela.» Y ella sóla era un regalo que jamás había
esperado.
—¿Pero jamás dejaste de amarla, ni siquiera sabiendo
que no podías tenerla? —le preguntó a Iann.
—No. Y no ha habido otra excepto ella. ¿Podrías dejar
de amar a Keiran? ¿Y tomar a otra persona en su lugar
después de haber estado con él?
El pecho de Gaige se contrajo y un nudo caliente le
llenó la garganta.
—Jamás.
—Cuando Keiran dijo que el nombre de tu madre era
Albione, supe al instante quién eras. Tal y como te dije,
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tienes sus ojos. Me quedé estupefacto cuando supe que


había sobrevivido a los ataques... era sólo una niña,
varios años más joven que Keiran, y él sólo tenía ocho
años por entonces. Estoy seguro de que él ni siquiera la
recuerda o te lo habría mencionado. Pero incluso en ese
momento jamás soñé que Selene siguiera estando viva.
Como era la consejera de la lord, esperaba por completo
que hubiese sido asesinada en la primera oleada, junto
con el concilio.
Iann tomó las manos de la mujer entre las suyas y,
sorprendentemente, ella alzó los ojos para mirar
directamente a los suyos.
—Aunque te busqué de todos modos —le dijo—. En
todos los lugares a los que Hareld y yo viajamos con
Keiran durante los años siguientes, cuando nos
cruzábamos con los retazos de nuestra gente
preguntaba, pero sólo recibía la misma respuesta...
todos los que se habían asociado con la lord se habían
ido.
Gaige estudió a su abuela. La mirada de ésta estaba
empezando a debilitarse. Se sorprendió de que hubiera
permanecido alerta todo el tiempo que lo había estado.
Pero supuso que saber que el amor de tu vida seguía
vivo y estaba sentado a tu lado después de un centenar
de años sería un trastorno emocional bastante grande.
Trató de imaginar cómo sería perder a Keiran, creer que
estuviera muerto y verlo aparecer de nuevo de manera
inesperada años más tarde.
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La agonía que le barrió al pensar en perderle le


aplastó el pecho con una presión brutal. Suficiente como
para que tuviera miedo de que si en llegaba a ocurrirle
algo a su pareja, el dolor de la perdida podría muy bien
llevarle hasta la locura.
El corazón se le detuvo durante un segundo cuando
se le ocurrió una idea y miró a Selene bajo una nueva
luez.
Lilia había dicho hacia un momento algo sobre
servirles algo de té y había dejado la tienda.
Gaige se levantó y, dirigiéndole a Iann y a su abuela
una excusa murmurada de que iba a ayuda, cruzó la
puerta de tela.
La joven mujer de cabello oscuro estaba arrodilla
junto al fuego de cocinar en el crepúsculo, con una olla
en una mano y tazas alienadas frente a ella en una roca
baja.
Gaige se acuclilló a su lado y sostuvo cada una de las
tazas mientras ella servía el té especiado y fragante.
—Gracias —murmuró ella, ofreciéndose una sonrisa.
—Lilia, ¿cuándo dijiste que Selene dejó de poder
hablar? Sé que fue antes de que nacieras, ¿pero te dijo tu
madre cuánto tiempo antes?
El rostro de Lilia se arrugó, pensando.
—Tengo veintiocho años, así que puede que tres o
cuatro años antes de que naciera.
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Gaige asintió.
—Me pregunto si...
Lilia dejó la olla y le puso la mano en el antebrazo.
—¿Qué ocurre?
—Tu madre dijo que algo había hecho que Selene
llorase durante días y que después de eso era una
persona diferente. Bueno... tengo treinta y dos años. Mi
madre fue asesinada cuando nací...
Los ojos de Lilia se abrieron de par en par.
—Oh, Gaige, ¿crees que eso fue lo que causó su
enfermedad? ¿Su dolor por la muerte de su hija?
Tragó para deshacer ese maldito nudo que había
vuelto a llenarle la garganta mientras pensaba de nuevo
en lo fría y desolada que sería su vida si algo le ocurriese
a Keiran.
—El duelo puede ser poderoso. Pero supongo que
jamás sabremos con seguridad qué le ocurrió a Selene.
La mano sobre su brazo apretó con suavidad.
—Ahora te tiene a ti. Y a Iann. Ha sido más receptiva
desde que entrarse en su vida de lo que lo ha sido nunca
antes, y esta noche incluso más. Vosotros dos quizás
podáis suavizar el vacío dentro de ella. Y quizás ella
también pueda ayudar el vacío que hay dentro de ti.
—No estoy vacío. Tengo a Keiran.
—Y lo amas más que a ningún otro, lo sé. Pero jamás
tuviste una madre, y no necesito oír los detalles de tu
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vida para comprender que tu padre, el general Rizik, no


era todo lo que un padre debería ser.
—No sabes ni la mitad —dijo Gaige, manteniendo la
amargura fuera de cada palabra a duras penas. No
pasaba ningún día en el que no recordase lo que había
pasado en la mazmorra de Byram. Sin que no sólo
recordase a su padre dejando que Byram le hiciese las
cosas que le había hecho, sino mirándolo todo. Sin que
no recordase a su padre hundiendo la espada en el
pecho de Keiran.
—Quizás los dioses te trajeron a ti, a tu abuela y a
Iann al mismo tiempo para que pudieras sanar y
encontrar a la familia que el gran hechicero te robó.
—¿Crees que ella ya sabía que era su nieto?
—Está más al tanto de lo que la mayoría de la gente
se da cuenta. Creo que oye la mayor parte de las cosas
que ocurren a su alrededor, incluso cuando parece estar
tan lejos. Así que sí, creo que probablemente lo supo
tras verte en el asentamiento, pero no tenía manera de
comunicártelo. Su manera de mostrártelo era ser
receptiva contigo de un modo en que normalmente no
ocurre con los desconocidos.
Gaige le cogió las manos a Lilia.
—Me alegro de que te tenga. —Y lo decía en serio. Si
la madre de Lilia no hubiese aceptado a Selene en su
hogar ni la hubiese dejado al cuidado de Lilia cuando
murió, no podía imaginar qué le hubiera pasado a su
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abuela—. Sólo porque esto haya salido a la luz, sobre


Iann y sobre mí, no significa que todos nosotros no
sigamos necesitándote. Ella te necesita. Por favor, dime
que seguirás cuidándola.
La sonrisa de Lilia era cálida y su pequeña palma se
alzó para apretarse contra la mejilla de Gaige.
—Por supuesto que lo haré.
—Gracias. Por todo lo que haces.
Su risa tranquila y baja era tan cálida como su
sonrisa.
—Ahora mismo no estoy haciendo demasiado. Vamos,
llevemos el té dentro antes de que se enfríe.
Gaige le ayudó a llevarlo a la tienda y a repartirlo.
Selene sólo tomó algunos sorbos de su taza. Parecía
estar alejándose más de ellos.
—Está cansada —dijo Lilia—. Ha sido un día largo y
ajetreado para ella. Probablemente debería ayudarla a
meterse en la cama. Podéis quedaros y darle las buenas
noches una vez que esté acostada.
Iann asintió.
Pero Gaige, todavía sobrecogido por los eventos de la
noche, ansió de repente el confort de la presencia de
Keiran más que ninguna otra cosa. Necesitaba estar con
su pareja, oír el murmullo bajo de su voz, sentir su tacto.
Palmeó el hombro de Iann.
—Quédate y arrópala. Yo le daré las buenas noches
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ahora y volveré a mi tienda.


Se agachó delante de Selene y apretó las manos
ligeramente contra las suyas, inclinándose a
continuación para darle un beso en la mejilla suave y
fina como el pergamino.
—Buenas noches... abuela, —susurró.
Ella parpadeó y por el más breve de los momentos
creyó ver una chispa en sus ojos legañosos.
Despidiéndose con la mano de Iann y volviendo a
darle las gracias a Lilia, pasó por la puerta de tela de la
tienda y salió a la noche ya oscura.
Se quedó allí de pie durante unos largos segundos,
respirando el olor penetrante, frío y húmedo del bosque
nocturno. Y entonces el tumulto emocional que de algún
modo se las había ingeniado para mantener a raya le
golpeó.
Caminó entre las sombras de los altos pinos que había
cerca de la tienda buscando privacidad, respirando con
dificultad, y se apoyó contra uno de los enormes troncos
frotándose con la mano el picor que sentía en los ojos.
Se oyó el suave murmullo de pasos sobre el suelo
quebradizo, y se tensó. Pero antes de que pudiera coger
su arma le rodeó una oleada de confort.
—Keiran —susurró, y la figura encapuchada de su
pareja apareció frente a él, atrayéndolo, y unos labios
cálidos se apretaron contra los suyos. Gaige se aferró a
él, saboreando el contacto—. ¿Sabes lo que ha pasado?
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—preguntó.
—Lo he visto y lo he sentido.
Gaige se lo había imaginado. Keiran lo habría leído en
su mente, completo con todos los detalles y emociones,
probablemente antes incluso de llegar allí. Se alegraba
de ello. Estaba aliviado de no tener que contarlo y pasar
de nuevo por ello.
—¿Cómo sabías que deseaba que estuvieras aquí?
Los labios de Keiran se alzaron para rozarle el ceño
fruncido, descansar a continuación contra su frente y,
acunando la nuca de Gaige con la mano, sonrió.
—¿Tienes que preguntarlo?
Gaige le dirigió una sonrisa temblorosa.
—No. Pero me alegro de que estés aquí. Parece que
sigues teniendo que venir a encontrarme cuando paso
por momentos difíciles.
—Siempre te encontraré, Gaige.
La intensidad en su palabras y el brillo en sus ojos
gris platino envió una oleada de amor fiero a través de
Gaige, inundándole las venas y entrando en su alma.
—Y yo siempre te encontraré a ti cuando me
necesites —dijo con la voz ahogada por la emoción—.
Siempre, Keiran.
—Lo sé —susurró Keiran contra sus labios, sellando a
continuación el juramento con otro beso.
—Necesito sentirte.
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Keiran no tuvo que preguntarle qué quería decir. Bajó


la mano para abrir los pantalones de Gaige con
brusquedad, seguidos de los suyos, y en un movimiento
rápido apretó la mano contra el culo de Gaige y pegó sus
entrepiernas juntas.
La sensación de su hombría caliente contra la de
Gaige le arrancó un gemido a éste... un sonido
desesperado y gutural que se liberó de su núcleo
comprimido y se extendió en la noche. La boca de Keiran
se cerró sobre la suya, tragándoselo para que no les
oyeran. Pero esa fue su única concesión al hecho de que
estaban encajados en un abrazo carnal a menos de doce
pasos de varias tiendas residenciales. La cubierta de
nubes era densa esa noche, bloqueando la luz de la luna,
y los árboles les ofrecían un delgado velo de privacidad,
pero alguien podía pasar por allí en cualquier momento.
Lo cual no parecía molestar a Keiran en lo más mínimo.
Su lengua hurgó profundamente en la boca de Gaige, sin
reparos en tomar lo que era suyo. Pero como era a la
manera e Keiran, también le daba al mismo tiempo a
Gaige lo que necesitaba. Su mano se apretó contra el
culo de Gaige a través de los pantalones, deslizándose
hacia abajo a continuación para meterla dentro hasta
que la palma callosa y los fuertes dedos se hundieron en
la piel desnudo y el músculo recio, consiguiendo un
temblor ansioso de Gaige.
Sus caderas empujaron y rodaron, juntando sus penes
en un tormento sensual que tuvo a Gaige duro como una
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piedra rápidamente y listo para derramarse.


Keiran de repente se dejó caer de rodillas y enterró el
rostro contra sus genitales. Sujetó la base del pene de
Gaige y guió su larga hombría en el calor hirviente de su
boca.
—Dioses sagrados —jadeó Gaige con un susurro
descarnado.
La boca de Keiran succionó, atrajo, lamió y saboreó,
llevando el miembro de Gaige dentro y fuera una y otra
vez hasta que las piernas de éste temblaron y el oscuro
bosque empezó a girar a su alrededor. Pero eran los
dedos de Keiran empujando entre sus nalgas,
encontrando su agujero y deslizándose en sus
profundidades lo que le hizo sobrepasar el límite. Sus
caderas se sacudieron, violentos espasmos le
recorrieron la hombría y, mientras su semilla fluía en la
boca de su amante, Gaige dejó que todas sus emociones
contenidas se derramasen junto con ella. Keiran lo tomó
todo, lo tragó todo, gimiendo suavemente de
satisfacción hasta que la vibración dejó a Gaige
tembloroso.
Keiran se levantó, lamiéndose los labios, y le dio a
Gaige un beso suave y profundo que le dejó probar de su
propio semen en la boca de Keiran... y le hizo desear
más.
Lo empujó para que se alejase un paso y a
continuación se puso de rodillas. ::Córrete y dámelo.::
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La oleada de necesidad pura que creció dentro de


Keiran ante sus palabras estuvo a punto de derribarle.
::Tan jodidamente sexy,:: murmuró Kieran. ::Maldición,
Gaige... no puedo pensar con claridad cuando estoy cerca
de ti.::
::No tienes que pensar. Sólo tócate y déjame mirar.::
Keiran ya estaba trabajando en su gruesa hombría,
masturbándose con las piernas abiertas para tener
equilibrio. La vista era tan hermosa, tan sensual que
Gaige se sintió endurecerse de nuevo. La mano de su
pareja se movió más rápida y se escaparon unos
gruñidos bajos.
::Ahora.::
Esa única palabra era todo lo que Gaige necesitó oír.
Se acercó y abrió la boca. Keiran guió su pene de manera
que la pequeña abertura de la punta quedase justo por
encima de los labios abiertos de Gaige. No lo bastante
cerca como para estar dentro, pero si para que Gaige
pudiera lamer y rozar la carne suave de la cabeza de su
amante.
::¡Oh... dioses... oh.... ahhh!:: La leche se disparó desde
el agujero de Keiran y salpicó la lengua de Gaige.
El sabor salado, la textura resbaladiza y el cosquilleo
de la magia giraron en espiral sobre sus papilas
gustativas, bajando a continuación por su garganta para
formar una agradable bola de calor en su estómago.
Cuando Keiran le ofreció el siguiente chorro, y el
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siguiente, Gaige tragó con abandono. Y cuando Keiran


hubo exprimido las últimas gotas, Gaige atrajo a su
amante y, mientras tocaba ligeramente sus testículos,
lamió cada centímetro de su pene hasta que éste brilló
con la luz opaca de los fuegos de las tiendas cercanas.
Keiran sabía, se sentía y olía tan bien que podía haber
seguido durante siglos.
Pero Keiran tiró de él y sus bocas se encontraron de
nuevo la una a la otra, esta vez en un beso persistente y
saciado, al menos por el momento.
::¿Te sientes mejor, amor?::
::Me siento mejor.:: Realmente lo hacía. Ya no se sentía
como si estuviera flotando, perdido y sin
áncora. ::Siempre sabes exactamente lo que necesito.::
::¿Y qué necesitas ahora?::
::Necesito que me lleves de vuelta a nuestra cama y me
enseñes algunas de las otras formas en que sabes hacer
que me sienta mejor.::
La sonrisa de Keiran recorrió todo el camino hasta los
testículos ya doloridos de Gaige. ::¿Quieres despedirte
antes de que nos vayamos?::
::Ya lo he hecho. Soy todo tuyo.::
::Entonces hagamos que estés presentable para estar
en público.:: Sus manos colocaron el miembro de Gaige
dentro de los pantalones de nuevo, apretó las lazadas y
las ató. ::Aunque es una pena, puesto que voy a volver a
quitártelos dentro de poco.::
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Gaige había estado ocupándose de los de Keiran al


mismo tiempo y disfrutó el darle una última caricia a la
punta turgente antes de guardar su longitud dentro de
su prisión de cuero. ::Es una pena. Deberíamos habernos
puesto simplemente las capas cerradas y haber corrido
hasta la tienda.::
La risa baja de Keiran le dibujó una sonrisa en la cara.
—Aún podríamos ir corriendo —sugirió Keiran con
un susurro lascivo.
—Sí, pero con nuestra suerte terminaríamos con todo
el campamento persiguiéndonos porque creerán que si
estamos corriendo entonces el cielo debe de estar
cayéndose o algo igual de dramático.
—Buen punto.
Cogidos de la mano, emprendieron un paso rápido,
permaneciendo en el límite del campamento, entre las
tiendas y los árboles.
—En serio, ¿estás bien? —preguntó Keiran,
apretándole los dedos suavemente entre los suyos.
—Eso creo, sí. Todavía tengo problemas haciéndome
a la idea de todo, pero, sí, estoy bien. ¿Sabías lo de Iann?
—No. Me ha sorprendido muchísimo cuando he visto
toda la escena en tu mente. Iann siempre ha sido muy
celoso de su vida personal.
—¿Puedes imaginar cómo debe ser para los dos...
después de estar separados durante cien años?
LORES DE KELLESBORNE | M. L. RHODES

Keiran se detuvo en seco, cerró los puños sobre la


capa que cubría el pecho de Gaige y lo atrajo a un beso
abrasador.
—No, no puedo imaginármelo. No quiero imaginar
como sería vivir durante tanto tiempo sin ti.
Las entrañas de Gaige se retorcieron.
—Lo sé. Eso es también todo en lo que podía pensar
yo.
El sonido de unos pies corriendo desesperados tras
ellos los separó. El primer impulso de Gaige fue
desenvainar su arma, pero estaban en el campamento.
Podría ser un civil. Su mano descansó sobre la
empuñadora de su vrieg de todos modos, por si acaso...
Keiran también se enderezó, alerta.
—Milords... señores... ¿sois vosotros? —dijo una voz
joven y jadeante desde la noche.
Gaige no la reconoció de inmediato, pero Keiran
evidentemente sí. Su espalda y hombros se relajaron.
—Es Allend —dijo.
Gaige inspiró, aliviado, y soltó la vrieg.
—Estamos aquí, Allend.
El hijo más joven de Marta salió de la oscuridad con el
cabello rubio largo y rebelde siendo lo primero que se
distinguiese. Gaige hizo una nota mental de recordarle
al joven que tenía que tener la capucha de la capa puesta
durante la noche, especialmente si salía jamás del
LORES DE KELLESBORNE | M. L. RHODES

campamento... Su cabello rubio hacía que fuera


demasiado visible a aquellos que pudiesen estar
vigilando.
Allend frenó derrapando frente a ellos. Le costaba
tanto respirar que se dobló por la cintura y apoyó las
manos en las rodillas. El joven parecía estar corriendo
perpetuamente por una razón o por otra.
—Todo va bien. Recupera el aliento —le dijo Keiran,
poniéndole la mano en el hombro.
Pero Allend se enderezó y sacudió la cabeza greñuda.
—No puedo. Madre me ha dado órdenes estrictas.
Dijo que os trajera, a los milords y a Iann, de vuelta
inmediatamente. Ya he encontrado a Iann, y me dijo que
creía que habías ido por esta dirección.
—¿Qué ocurre? ¿Qué ha pasado? —preguntó Gaige,
sintiendo como el miedo se desperezaba en sus
entrañas.
—Es Thomas, señor.
El rostro de Keiran se oscureció.
—Oh, por los fuegos del infierno... ¿qué ha hecho?
—Lo ha hecho, milord. Lo ha hecho. Dice que a
desentrañado el libro.
Gaige y Keiran se miraron el uno al otro, su sorpresa
combinada mezclándose y haciendo que a Gaige se le
erizara el vello de los brazos.
—¿Dónde está? —preguntó Keiran.
LORES DE KELLESBORNE | M. L. RHODES

—En tu tienda, milord.

* * * *

Iann ya estaba allí cuando llegaron, con un aire algo


agotado pero sin dar ninguna otra indicación de que su
mundo acababa de ser puesto patas arriba hacía poco
rato.
Marta se paseaba delante de la mesa y Eliessán estaba
sentada en ésta, siendo como siempre la imagen de la
reserva tranquila. Wen parecía que acababa de entrar
justo antes que Gaige y Keiran.
—Thomas, ¿tienes algo para nosotros? —dijo Keiran
sin perder tiempo y yendo directo al grano. Había
estado esperando durante semanas para que el humano
desenterrase la información del grimorio del hechicero,
se había visto obligado a morderse la lengua
diariamente para evitar arremeter contra el hombre por
todo el tiempo que le estaba llevando.
El humano estaba sentado cerca de una pila enorme
de libros y papeles que había crecido a lo largo de las
últimas semanas. Tenía las mejillas pálidas y
demacradas, y su cabello oscuro y corto estaba de punta
como si hubiera estando tirando de él con las manos.
Sus dedos se retorcieron en un unos movimientos
nerviosos sobre el grimorio abierto y un fajo de papeles
que tenía delante.
LORES DE KELLESBORNE | M. L. RHODES

—Lo tengo —murmuró.


—Sentaos, todos —les dirigió Keiran. Se quitó la capa
y la colgó de un gancho que había en uno de los grandes
postes de madera que levantaban la tienda. Gaige hizo lo
mismo y todos se sentaron en los bancos robustos que
había alrededor de la mesa—. De acuerdo, oigámoslo.
—Bueno... —Las manos de Thomas revolotearon
sobre los papeles—. Esto ha sido un puzzle fascinante.
El tratar de determinar solamente el lenguaje en sí
mismo fue... fue un reto. Me ha llevado algo de tiempo
entenderlo.
—Lo sabemos —murmuró Keiran.
Gaige colocó una mano tranquilizadora sobre su
rodilla, y Keiran respiró profundamente.
Pero Thomas ni siquiera pareció darse cuenta de la
frustración de cuenta, ya que divagaba sin parar.
—Al principio no reconocí el idioma, pero cuando
más lo estudiaba más empezaba a darme cuenta de que
algunos símbolos o caracteres me resultaban familiares.
Pasé días intentando determinar qué podían ser, y
creedme cuando os digo que es una tarea escabrosa el
tratar de encontrar una referencia a algo como eso. Mi
investigación finalmente me llevó al Códice de Grif'illean
Volumen Dos, escrito por Agustiv Bittendia en el ahora
trescientos siete. No se si estáis familiarizados con el
trabajo de Bittendia, pero son algunos de los materiales
más iluminados de su época... escritos de manera
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brillante. Muchos dirían que el trabajo de Clauxia


Mithender sobre los mundos antiguos y cómo se
relacionan con los temas de la época es más exhaustivo,
pero no estoy de acuerdo...
—Thomas, aunque estoy seguro de que todos esos
trabajos de estudiosos son fascinantes... ¿cuál es el
punto? —gruñó Keiran.
—Oh, sí, bueno, el punto es que finalmente encontré
los símbolos y a partir de ahí fui capaz de rastrearlos
hasta otra referencia incluso más antigua, y descubrí
que el lenguaje que usó el hechicero en el grimorio es
mok'illish.
—¿Mok'illish? —dijo Wen, haciendo rodar la palabra
desconocida y nada familiar por la lengua como si la
estuviera probando—. ¿Qué es eso?
—Es el idioma antiguo que usaron los primero
habitantes de Velensperia hace decenas de miles de
años.
—Creía que los elfos fueron los primeros habitantes
de Velensperia —dijo Marta.
Eliessán negó con la cabeza.
—No, esa es la asunción habitual, pero de hecho
cuando los elfos llegaron por primera vez a estas costas,
aquí vivía una tribu de habitantes de las sombras,
criaturas que estaban a medias en este mundo y a
medias en otro, viviendo en los huecos más oscuros de
la tierra: en la profundidad de las montañas, bajo tierra,
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en las sombras donde nada civilizado se atrevería a


adentrarse. Se decía que encontrarse con uno de ellos
significaba una muerte segura. No eran muy diferentes
de los nyctophans. Algunos incluso creen que los
nyctophans son los descendientes de esa antigua tribu,
mientras que otros piensan que son una raza
completamente distinta.
Keiran había oíd historias de la antigua raza de los
habitantes de las sombras, pero había creído que eran
leyendas, historias de horror que los niños se contaban
los unos a los otros y que no se basaban en la realidad.
—¿Por qué escribiría Byram su grimorio en una
lengua muerta que no ha usado en decenas de miles de
años?
—Oh, es antigua, desde luego. —Thomas asintió—.
Pero está lejos de estar muerta.
—Acabas de decir que tuviste que escarbar entre
códices y pergaminos de la edad antigua para encontrar
siquiera una referencia —dijo Gaige—. A mi me parece
bastante muerta.
—No confundas antigua con obsoleta. Los idiomas
antiguos todavía tienen poder. Mucho, si uno sabe cómo
usarlos.
Una sombra de rojo se extendió por las mejillas de
Marta.
—Ahora hablas como si los idiomas por sí mismos
tuvieran algún tipo de cualidad sobrenatural.
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—¿No lo tiene el draega? —le retó Thoma—. ¿No usas


las palabras de tu propio lenguaje antiguo para
aumentar el poder, para concentrarlo? Es lo mismo con
el idioma elfo, ¿no, Eliessán?
La elfa asintió.
—Lo es.
—De acuerdo... ¿así que estás diciendo que Byram usó
ese idioma de mok'illish para escribir su grimorio
porque concentra su poder? ¿Por qué ese idioma? ¿Qué
tipo de poder le ofrece ese lenguaje? —preguntó Keiran.
—Esa es... la parte alarmante.
—¿Alarmante de qué manera?
Thomas tragó con dificultad y el movimiento de su
nuez se vio a cámara lenta.
—¿Recordáis que Eliessán ha dijo que los habitantes
de las sombras vivían medio en este mundo, medio en
otro? Bueno, el “otro” mundo —su voz cayó hasta ser un
susurro apagado— es el reino del fuego y el tormento.
—Suena como el infierno —graznó Wen con el rostro
de un blanco asustado.
—Lo es. O, al menos, probablemente sea lo que los
clérigos antiguos usaron como base para cómo creyeron
que sería el infierno.
Los dedos de Gaige en la pierna de Keiran se
hundieron con fuerza, y éste sitió irradiar el miedo de su
pareja. Captó un destello de los sueños que había tenido
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Gaige... del fuego rodeando Thrythgar y de Keiran


sufriendo y subiendo un camino en la oscuridad,
rodeado por la sombra y la llama.
::¿Crees que es lo que has visto, m'aerlas?::
::Quizás.::
—Los habitantes de las sombras provenían de otro
mundo, y a través de éste, ejercían un poder en el
nuestro que los hacía invencibles —continuó Thomas—.
Aunque los elfos finalmente sellaron los pasajes entre
los dos mundos, encerrando la presencia física de los
habitantes de las sombras fuera de Velensperia, han
habido algunos individuos insensatos a lo largo del
tiempo que han intentado explotar los poderes oscuros
que el mundo tiene para ofrecer.
—¿Y qué les ha ocurrido a quienes lo han hecho? —
preguntó Gaige con voz ronca.
—La mayoría han fracasado. Pero los pocos que lo
han conseguido... su éxito ha sido breve. Al final, se los
lleva.
—¿Se los lleva el qué?
Thomas, visiblemente sacudido, como si temiera lo
que estuviera por venir, puso un pequeño tomo gastado
de cuero frente a él y lo abrió por la página que había
marcado con un trozo de pergamino.
—Moh'dredion. Moh'dredion i'x moh'had xiradec.
Moh'dredion i'x avalo cav'grudiak.
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El lenguaje gutural le puso el vello de la nuca de punta


a Keiran y le hizo sentir frío, como si el calor hubiese
sido absorbido de repente de la habitación. Miró a los
demás y también les encontró pálidos y en diversos
estados de incomodidad.
—¿Qué significan esas palabras? —Keiran temía la
respuesta. Sentía como Gaige también la temía.
Thomas alzó la vista, los ojos empañados y
aterrorizados.
—Dice “La Muerte. La Muerte está observando. La
Muerte está viniendo”.
Gaige emitió un gemido suave y estrangulado junto a
él, y la angustia de su pareja convirtió las venas de
Keiran en hielo.
::¿M'aerlas?::
::La Muerte. Justo como lo sentí en mis sueños, Keiran.
Justo como dijo mi abuela.::
—¿Entonces qué significa eso? ¿Qué cualquiera que
intente usar el poder morirá? —Trató de mantener su
voz estable, tranquila... de hacer el papel de líder sereno.
Pero el pánico de Gaige, tan vibrante y vivo, le recorría
como si fuera suyo y el escalofrío que invadía la
habitación hacia difícil mantener su propio miedo bajo
un control recio y no dejar que se avistase para
empeorar las cosas.
—Sí. Y no —dijo Thmas—. Aquí la palabra “muerte”
no se usa como un término para describir un estado. Es
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una personificación. La Muerte manifestada en cuerpo y


espíritu.
—Un ser —susurró Gaige.
—Como el ángel de la muerte —añadió Wen, que
parecía enfermo.
—Sí. Aquellos que intentan explotar el antiguo poder
de los habitantes de las sombras están, de hecho,
usando el poder de la Muerte en sí misma. Éste le daba a
los habitantes de las sombras invencibilidad, vida
eterna... siempre y cuando ellos diesen en respuesta.
—¿Dar el qué? —preguntó Iann, hablando por
primera vez.
—Vida.
Marta funció el ceño.
—No lo entiendo.
—Los habitantes de las sombras vivían una media
vida... con un pie en el reino del fuego y el tormento, y el
otro en este mundo. En éste tenían los beneficios de la
inmortalidad, fuerza ampliada, poder sobre las mentes y
los cuerpos. Pero para tener esos beneficios, siempre
tenían que entregar algo de esa vida a la fuerza de la que
nacía su poder. Lo hacían eligiendo vivir en ambos
mundos, sin ser jamás capaces de tomar forma completa
en este mundo puesto que estaban anclados en el otro.
»Aquellos pocos que han intentado usar el poder
desde entonces han caído porque las mentes y cuerpos
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de los seres que pueblan nuestro mundo son demasiado


frágiles como para vivir esa misma semivida. Son
destrozados por las energías en funcionamiento.
—¿Entonces cómo es que Byram está usando ese
poder? ¿Cómo evita ser arrasado?
—Me ha llevado algo de tiempo traducir su grimorio,
y todavía no lo he terminado del todo, pero sé cómo ha
conseguido preservar el poder durante tanto tiempo. —
Se detuvo como si no pudiera soportar decir el resto.
—¿Cómo? —dijo Keiran.
Thomas se aclaró la garganta y entrelazó los dedos.
—Byram está sacrificando a los niños draegan a la
Muerte.
—¿Qué? —La voz de Marta estaba tensa por el miedo.
—A cambio del poder que ofrece, la Muerte necesita
vidas o, más específicamente, la energía de seres vivos.
Byram descubrió que la Muerte tiene una inclinación
particular hacia las vidas jóvenes. Vidas jóvenes y
fuertes.
—Draegans en lugar de humanos —dijo Keiran con
las entrañas retorciéndose—. Porque los draegans,
como raza, son más fuertes y tienen pozos profundos de
magia y poder dentro de ellos.
—Sí. El hechicero le entrega los niños a la Muerte, y a
cambio... consigue vida eterna y poder puro. Siempre y
cuando mantenga su parte del trato.
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—Siempre y cuando continúe suministrando niños a


esa cosa. —Los ojos de Marta se nublaron por las
lágrimas.
—Sí.
—Dioses... Así es como ha vivido tanto tiempo.
Nuestros niños por su vida. —Marta sonaba como si
fuera a vomitar.
Keiran se levantó de la mesa. El corazón le latía como
un tambor primitivo, con fuerza, profundo y lleno de
dolor.
—Entonces le detendremos. Le quitaremos el acceso
a los pequeño. Entonces no tendrá el diezmo adecuado
para pagar y la Muerte lo tomará.
—En teoría, sí. Pero... —Thomas sonaba como si
prefiriese estar en cualquier lugar excepto allí en aquel
momento.
—¿Pero?
—Pero la Muerte no necesita tener niños. Byram
descubrió que esa entidad prefiere a los jóvenes, pero
hasta Byram la Muerte extraía energía de cualquiera que
intentara usar el poder... jóvenes, viejos, humanos o lo
que fuera que estuviera disponible. Byram ha estado
usando a los niños draegan porque... bueno, no quiero
sonar falto de tacto, pero los niños le dan la mejor
energía, es por eso por lo que la Muerte los prefiere.
—Todavía no entiendo por qué no funcionaría el
cortarle los suministros de pequeños. ¿No tomaría
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entonces la Muerte a Byram y eso sería el fin?


—Piénsalo de este modo... durante miles y miles de
años este ser, la Muerte, ha tenido un suministro
limitado de sustento. Usa a gente de nuestro mundo
para sustraer energía, para alimentar su propia fuerza. Y
como cualquier ser, puede vivir tiempo duros con
comida escasa si debe hacerlo. Puesto que el pasaje
entre los reinos fue cerrado, y ya no tenía la fuente
constante de energía de los habitantes de las sombras,
eso fue lo que hizo. Ha sobrevivido con alma ocasional
que cruzaba el túnel... una dieta de hambre, lo mires por
donde lo mires. Pero entonces aparece el Gran
Hechicero Byram, que le ha estado ofreciendo una dieta
estable de energía joven y poderosa, justo lo que más le
gusta, durante cien años. La energía de los niños...
—Le ha estado alimentando. Haciéndolo más fuerte
—intervino Gaige.
—Exactamente. El hechicero menciona en su
grimorio de que la Muerte, a la que llama por su nombre
antiguo, Moh'dredion, se ha vuelto glotón a lo largo del
tiempo, exigiendo más, dificultándole a él el mantenerlo
alimentado. Byram deja entrever la posibilidad de que
Moh'dredion eventualmente sea lo bastante fuerte como
para pasar directamente a este reino por sí misma y
tomar lo que quiere.
—Dulces dioses del cielo —murmuró Marta con la
mano sobre la garganta.
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—¿Qué demonios haremos entonces? —preguntó


Wen—. ¿Cómo detenemos esto?
—Matando a Byram —La voz de Gaige era baja,
urgente—. Matando a Byram el vínculo entre nuestro
mundo y ese otro lugar se cortará.
—Ese es el problemas, verás... —Thomas se pasó las
manos temblorosas por el pelo—. Con el poder de
Moh'dredion tras de sí, el hechicero es invencible. No
puede ser asesinado.
Keiran se pasó las manos por la cara y se frotó los
ojos mientras un dolor apagado se le asentaba en la
cabeza.
—Eliessán, ¿cómo forzaron los elfos a los habitantes
de las sombras a volver a su propio reino y cerraron el
portal?
—Hicieron falta diez mil soldados elfos, todos ellos
blandiendo la magia más poderosa, para someterles —
dijo en voz baja.
—Diez mil... —La voz de Marta tembló—. Tendremos
suerte si quedan algunos vivos algunos centenares de
draegans en toda Velensperia.
—Pero sólo hay un hechicero —dijo Keiran con
firmeza—. No una raza entera, como ocurría con los
habitantes de las sombras.
—Tan sólo había un centenar de habitantes de las
sombras en total —intervino Eliessán.
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—Dioses. —Marta alzó las manos.


—No importa. —Keiran sacudió la cabeza y se frotó
las sienes cuando el dolor tras ellas creció—. Tiene que
haber un modo. Me niego a creer que no lo haya. Y
maldita sea si vamos a encontrarlo.
—Oh, dioses... —susurró Gaige—. Keiran...
En ese momento la agonía se disparó a través de
Keiran, tragándolo por completo, pero el dolor en sí
mismo radicaba en su cabeza, la cual le martilleaba.
«Oh, no... No. No otra vez.»
Asustado por su pareja, Keiran se giró para
comprobar cómo estaba.
Los ojos de Gaige estaban cerrados. Sus manos se
alzaron para aferrarse la cabeza y se desplomó al suelo
desde el banco.
—¡Gaige! —Keiran se dejó caer de rodillas a su lado,
luchando contra su propio dolor que ahora reconocía
como solamente el eco de la angustia mucho peor que
sufría su compañero. Colocó la cabeza rubia de Gaige
sobre su regado—. Aguanta, amor. Aguanta. Sólo trata
de respirar. Pasará. —Dioses, esperaba que pasase... las
otras siempre lo habían hecho—. ¡Traedle algo de agua!
—Vio de reojo como Wen respondía.
Gaige se aferró a sus brazos, agarrándole como si
Keiran fuera su último vínculo entre este mundo y otro.
—Estoy aquí, m'aerlas. Estoy aquí...
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—Oscuro... está tan oscuro. —El cuerpo de Gaige se


tensó en una fuerte convulsión, la espalda separándose
del suelo al arquearse—. Oh, dioses... Keiran —dijo con
una voz ahogada que ni siquiera parecía la suya, y a
continuación se desmayó entre los brazos de Keiran.
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CAPÍTULO 17
La oscuridad helada se arremolinó alrededor de
Gaige, cortándole la piel y hundiéndose en los músculos
y huesos mientras se precipitaba a través del aire a una
velocidad que le robó la respiración. Vio una luz
delante... un parpadeo solitario en el abismo negro. ¿Qué
era? Se acercó... acercó... hasta que comprendió que era
una antorcha. Una sola antorcha, montada en la pared
de piedra.
Gaige se detuvo con brusquedad, sus botas sobre
tierra firme. Jadeó en busca del muy necesitado aire y
trató de ubicarse mientras se aclaraba la espiral
mareante que tenía en la cabeza.
Supo dónde estaba con una oleada de reconocimiento
que le provocó náuseas. De regreso en la sala de tortura
de Byram.
El mismo gran hechicero estaba de pie a sólo algunos
pasos.
La furia inundó en Gaige y sin pensar, por puro
instinto, se lanzó sobre él... y no ocurrió nada.
¿Qué demonios?
Lo intentó de nuevo, sintió contraerse los músculos, a
las extremidades respondiendo, pero continuó en el
mismo lugar. Alzó una mano, sintió el movimiento, pero
no llegó a verla aparecer delante de sus ojos, donde
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estaba seguro que la había movido Era como si su


cuerpo, su cuerpo real, no existiera en ese lugar... Era
puro pensamiento.
Y entonces oyó los gritos; gritos profundos y
guturales que le atravesaron, cuajándole la sangre y
llevando lágrimas de manera espontánea a sus ojos.
Su mirada voló hacía el cuerpo grande y musculoso
estirado y encadenado entre los pilares de piedra que
Gaige aún recordaba demasiado bien. ¿A quién? ¿A
quién estaba torturando Byram esta vez?
Largas trenzas negras caían por la espalda de la
víctima, poderosa pero marcada por el látigo. El
reconocimiento le golpeó.
«Jax.»
Oh, dioses... Byram había capturado a Jax. Gaige no
podía ver la cara del prisionero, sólo su espalda. Pero no
tenía dudas de que era el fiero draegan.
—Sabes que puedo hacer desaparecer todo este dolor
—dijo Byram con esa voz fluida y calculadora que envió
un escalofrío por la columna de Gaige—. Todo lo que
tienes que hacer es aceptar.
—Nunca —gruñó Jax.
—Vamos, vamos... no hay razón para estar irascible.
Tu gente te expulsó, amigo mío. Ya no eras deseado.
Desterrado del mismo campamento por el que tanto
habías luchado por proteger, por el mismo hombre que
siempre habías llamado amigo. Todo para que pudiese
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ocupar el puesto con su traicionero amante mestizo.


¿Por qué por los nombres de todos tus escasos dioses
querrías tú protegerlos? ¿Qué han hecho ellos por ti?
—No sabes nada sobre mi.
—Sé que si continuo inyectando mi pócima bajo tu
piel no serás capaz de cambiar a tu forma alada. Y eso es
lo que quieres, ¿no? Quieres cambiar y entonces
destruirme. Pero eso no va a pasar. Y cuanto más tiempo
te la dé, menos oportunidades tendrás de recuperarte
nunca completamente y ser capaz de levantar el vuelo
otra vez. Estás atrapado en la forma humana que
tantísimo odias, forzado a soportar cuántos placeres
desee darte. Piensa bien en ello, amigo mío. Tu destino
está en tus propias manos. Háblame ahora y dejaré a un
lado mi pócima y todos mis juguetes.
—Puedes hacerme lo que quieras, pero no obtendrás
nada, jodido cabrón. ¿Me oyes? —gritó Jax—. ¡Nada! —
Sacudió las cadenas, tensando y flexionando los
músculos.
Byram se movió para encarar a Jax, y desde la
perspectiva de Gaige pareció como si el hechicero
pudiera mirarlo directamente. Perdió el aliento y el
corazón le palpitó. Trató de alejarse... pero una vez más,
no pudo.
Pero Byram no mostró ningún indicio de que pudiera
verlo. Su mirada estaba fija en Jax, una sonrisa de labios
finos curvando sus labios.
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Byram sostuvo en alto un cuchillo como si lo


admirara. La hoja delgada y plateada destelló a la luz de
la antorcha. La sangre cubría la punta, haciendo que el
estómago de Gaige se agitara. Sabía exactamente qué
clase de cosas podía hacer el hechicero con ese cuchillo.
Sus propias cicatrices parecieron zumbar con dolor en
respuesta.
—Oh, creo que cambiarás tu melodía, mi apasionado
amigo. —El hechicero bajó las manos a regiones que
Gaige no podía ver, pero podía imaginar demasiado
bien, y el cuerpo de Jax empezó a estremecerse. Gritos
farfullados escaparon de la boca del gran draegan.
Gritos que, a pesar de que Gaige nunca hubiese creído
que se sentiría así, hicieron que su corazón doliese por
él.
—Si —dijo Byram con una voz sedosa que escondía
una serpiente bajo ella—, creo que bastante pronto me
suplicarás, y estarás dispuesto a hacer lo que sea que
quiera que hagas. Y, oh, espero con ansia ese día. Una
vez que mi espía de confianza me dé la información que
necesito, tú, mi gran y hermosa bestia, vas a ayudarme a
acabar con los draegans y todos sus pequeños amigos
humanos de una vez por todas.
Un tirón doloroso en la parte media de Gaige le envió
a través de la fría oscuridad de nuevo sin advertencia.
«¡No!»
Las lágrimas le escocieron en los ojos por las agujas
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heladas que se le clavaban por todas partes. Hasta que...


tuvo lugar un cambio repentino y, con una rapidez que
le dejó con vértigo, el calor reemplazó al frío,
apareciendo a su espalda. No un calor confortable del
tipo que ansiaba para caldear su cuerpo congelado; no,
éste era como si un alto horno oscuro acabase de ser
desatado.
Sus llamas le lamieron la espalda, derritiendo su ropa
y abrasándole la piel. De las profundidades de la
negrura vino un terror tan intenso que que le hizo
gritar. Giró a su alrededor, llenándole los ojos, nariz y
boca, deslizándose por la garganta, ahogándolo, y
filtrándose a continuación por sus venas, envenenando.
Fuego y tormento.
«La Muerte.» La Muerte le había encontrado.
Gaige sabía que estaba muriendo... atrapado en algún
lugar en el tiempo y el espacio entre su propio mundo y
el mundo de las visiones. Sin aire. Sin luz. Su piel
rizándose mientras las llamas lo tomaban. Muriendo.
:: ¡Keiran, ayúdame!::
La tortura se detuvo de repente, y Gaige colgó,
paralizado en el silencio de la nada.
¿Era eso? ¿Era eso lo que venía después de que el
cuerpo muriese?
Entonces, con una fuerza que estaba seguro que
arrancaría los últimos jirones de piel de sus huesos, se
precipitó de nuevo, cayendo más y más abajo.
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Y no estaba solo.
Golpeó el suelo con una sacudida de agonía ardiente.
Las sensaciones se abrieron paso por él, el aire le
llenó los pulmones, el corazón empezó a latir con un
estremecimiento brutal y una agonía cegadora le
martilleó en la cabeza.
Sus ojos se abrieron, se cerraron para evitar la luz
deslumbrante después de estar en la oscuridad durante
tanto tiempo y a continuación los abrió de nuevo cuando
comprendió que el rostro de Keiran estaba justo sobre
el suyo.
—Gaige... —Sus fuertes brazos le envolvieron—. Has
estado inconsciente tanto rato, estabas tan frío y
después tan caliente. Pensé que te había perdido.
Gaige alzó una mano para presionar con ellas las
palpitantes cuencas de los ojos e intentó sentarse. Se las
arregló con la ayuda de Keiran.
—Jax —graznó, con la voz sonando y sintiéndose
como si no se hubiera usado en semanas—. Byram tiene
a Jax. En su mazmorra.
Los ojos de Keiran se abrieron de par en par.
—¿Lo sabes seguro?
—Le vi. Byram está torturándolo para cogernos. Pero,
Keiran... eso no es todo. —Su cuerpo empezó a temblar
mientras revivía el terror que acababa de
experimentar... ¿cuánto tiempo había estado
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inconsciente? ¿Poco tiempo? ¿Horas?


Marta se arrodilló a su lado y le ofreció una taza de
agua, y Gaige comprendió que los otros aún estaban allí,
mirándole con confusión y preocupación.
Gaige apartó la taza.
—Lo vi. Lo sentí. Tenemos que salir de aquí.
—¿Ver y sentir el qué, amor?
—La Muerte. —Trató de ponerse en pie, pero sus
piernas no cooperaban—. Está viniendo... Creo que es...
El hielo y el fuego le inundaron, confirmando su
miedo más profundo... La Muerte le había seguido a
través del vacío.
—Oh, dioses... está aquí.
El suelo empezó a temblar.
Marta se levantó con los ojos abiertos de par en par.
—¿Qué está pasando?
—Te lo dije —susurró Gaige, incapaz de encontrar el
aire para decir nada más.
Keiran le ayudó a Gaige a levantarse y afianzó un
brazo alrededor de su cintura.
—Te tengo, m'aerlas.
—Keiran... vete. Sal de aquí. Todos vosotros. Creo...
creo que me quiere a mi. —«Yo lo traje aquí, le mostré el
camino.»
—¡Bien, pues no va a tenerte! —gruñó Keiran.
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Los libros y papeles cayeron de la mesa. Los postes de


la tienda se balancearon.
—¡Vete! —trató de gritar Gaige, pero su ruego
susurrado no se podía oír por encima del ruido de las
cosas viniéndose abajo.
Keiran se negó resueltamente a soltarlo, e intentó dar
varios pasos hacía la abertura de la tienda. Los otros
estaban tratando de hacer lo mismo, pero cada temblor
del suelo les hacía perder el equilibrio, dejándolos
tambaleantes y haciéndoles caer sin conseguir ningún
progreso.
El calor ardió a través de la tienda, abrasando los
pulmones de Gaige.
Sabía lo que venía a continuación e intento
prepararse para ello... pero cuando ocurrió, el terror
sencillamente fue tan intenso como lo había sido antes y
no había lugar dónde esconderse de él.
Oyó gritos. No suyos esta vez; de los otros.
Keiran pareció ser el único capaz de mantener el
terror a raya. Empujó a Gaige al suelo y se alzó sobre él
en una postura defensiva. El aire a su alrededor empezó
a brillar.
«Oh, dioses... Va a cambiar. Va a sacarnos de aquí. » La
esperanza llameó en Gaige.
Pero antes de que Keiran pudiese completar la
transformación, se abrió un rasgón con un soplo de
viento en el mismo tejido del espacio y un gran agujero
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negro se cernió en al aire, tan alto como el techo de la


tienda y llenando la mayor parte de la gran habitación.
En el fondo de su mente, Gaige supo que Keiran no
sería capaz de cambiar ahora. El agitado agujero negro
ocupaba demasiado espacio y la forma alada de Keiran
sería atraída hacía él.
«No... ¡no! »
Una vez más Gaige se encontró paralizado, incapaz de
mover las extremidades... sólo podía mirar fijamente
con horror como una figura formada por sombras y
llamas llenaba la obertura.
La Muerte.
La misma esencia oscura y venenosa que había
experimentado antes fluyó a través de él, lo ahogó con
su veneno tóxico.
Soy yo tras lo que vas, trató de decir. «Sé que me has
seguido aquí, sé que quieres acabar lo que empezaste.
Tómame... por favor, simplemente perdona a los
demás.»
Pero ninguna palabra se formó en su lengua. El ser le
había robado también la capacidad de hablar.
—LORD DRAEGAN.
La voz, si podía ser llamada así, retumbó en la tienda,
enviando agonía a través de las terminaciones nerviosas
de Gaige. Quería cubrirse las orejas, arrastrarse por el
suelo y esconderse del tormento, pero no podía.
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Keiran se alzaba alto, inquebrantable, el aire a su


alrededor continuaba brillando con poder; el único de
ellos que aún estaba de pie, comprendió Gaige.
Estuvo aún más sorprendido cuando Keiran habló.
—Moh'dredion. —Su voz era profunda y fuerte—. No
tienes lugar aquí.
—ESTOY DONDE SEA QUE ELIJA ESTAR.
—No perteneces a este mundo. Vuelve a tus sombras.
No conseguirás nada más de nosotros.
—TOMO LO QUE ME PLACE. HE VENIDO A POR TI.
«No.» La furia hirviente se alzó dentro de Gaige ante
las palabras del ser. Le rasgó como una tormenta,
envolviendo,y forzando al veneno que lo había
mantenido como rehén a salir de él.
—¡No! —Su voz irrumpió a través de la barrera,
saliendo atronadora en un estruendo desafiante—. ¡No
puedes tenerlo!
La cabeza del ser giró y Gaige pudo sentir los pozos
oscuros donde deberían haber estado los ojos
perforándole mientras las llamas erosionaban el aire a
su alrededor.
—¿TE OFRECERÍAS A TI MISMO EN SU LUGAR?
Gaige se arrastró hasta ponerse en pie y encaró a la
criatura.
—Sí.
::¡Gaige, no!:: Keiran se giró para mirarlo, el enfado y
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el miedo irradiando de su figura.


::Sí, Keiran. Nuestra gente te necesita.::
::No, maldita sea. ¡No voy a dejar que te suceda nada!::
Alzó una mano. Sus ojos gris plateados se suavizaron
con una disculpa. ::Lo siento, amor.:: Su mano dio un
repentino empujón en el aire...
...y Gaige fue empujado hacía atrás enérgicamente por
un poder invisible. Cayó en el duro suelo con un golpe
que le sacudió los huesos.
Tembloroso, Gaige rodó sobre las rodillas y miró
fijamente a su pareja, el dolor y el enfado creciendo en
sus venas. ::Maldita sea, ¿qué demonios ha sido eso?::
::No voy a dejar que te suceda nada,:: dijo Keiran de
nuevo, su expresión feroz.
Gaige se tambaleó y saltó hacía delante... pero tropezó
con una pared invisible que estuvo cerca de hacerle caer
hacía de nuevo.
—¡Kieran, maldita sea!
Keiran sacudió la cabeza, y a continuación barrió la
habitación con la mano, construyendo el mismo escudo
protector alrededores de los otros, separándolos a todos
de la entidad y de él.
—No os perderé a ninguno de vosotros.
Gaige vio a Marta e Iann tambalearse para ponerse en
pie y tratar de liberarse, pero estaban tan atrapados
como él.
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—¡Maldita sea! —gritó. Desvió su furia hacía el ser—.


Cógeme, ¿me has oído? ¡Soy yo! ¡Cógeme!
—NO TIENES LO QUE NECESITO, MESTIZO. AÚN NO.
—No tendrá jamás lo que necesitas. ¡Ahora vete de
aquí! —Keiran pareció hacerse más alto y el aire brilló
más fuerte en destellos de plata y blanco. Encaró a la
criatura con un desprecio regio que hizo que la garganta
de Gaige doliese.
—TOMO LO QUE ME PLACE —dijo el ser de nuevo—.
Y HOY... TE TOMO A TI, LORD DRAEGAN.
La sombra oscura y llameante se lanzó sobre Keiran.
Al mismo tiempo Keiran dijo algo en draega, palabras
que latían de poder, y dese sus manos extendidas un
visible campo plateado que parecían unas alas draegan
llenó el aire entre él y la Muerte.
La Muerte se agitó contra él y una fiera explosión de
llamas lo lamió como venganza.
Keiran se tambaleó bajo el acoso.
—¡Keiran! Maldita sea... ¡Keiran! —Gaige aporreó la
barrera invisible que lo mantenía alejado de su pareja,
una pared que no podía ser vista pero que se sentía
como piedra sólida bajo sus manos—. ¡Sácame de aquí y
déjame ayudarte!
Pero su pareja no respondió. Toda su energía estaba
centrada en mantener la barrera.
—¡Por favor! —suplicó con el terror aumentando
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dentro de él hasta que creyó que le iba a explotar el


corazón.
::Keiran... dioses, por favor...::
Finalmente le miró, su rostro tenso mientras el peso
de la Muerte se abalanzaba sobre él, aplastando
lentamente el escudo.
::Cuida de los otros, m'aerlas.:: Su voz sonaba muy
lejos en la cabeza de Gaige.
::No, maldita sea, ése es tu trabajo. Déjame salir,
déjame ayudarte. ¡Somos más fuertes juntos!::
::Cuida de ellos. Cuida de ti.::
Entonces sonrió, y sus ojos estaban llenos de tanto
amor que le arrancaron los últimos jirones de dignidad
que le quedaban a Gaige.
Las lágrimas se deslizaron por su rostro sin
freno. ::No, te necesito. Te necesitamos. Por favos... ¡no
puedo perderte!::
::Te amaré con mi último aliento, Gaige.::
Y entonces su escudo alado desapareció y la sombra y
la llama se abalanzaron sobre él.
—¡No! ¡Dioses, yo también te amo! Aguanta... ¡sólo
aguanta!
Pero era demasiado tarde. En el espacio de un latido
Keiran y la Muerte se habían ido, succionados dentro del
agujero con un silbido retumbante. El aire chisporroteó
y estalló, y a continuación también el agujero
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desapareció.
Gaige se quedó mirando fijamente un espacio vacío.
—¡Keiran!— gritó. ::Dioses, Keiran, respóndeme.::
No oyó ni sintió nada.
La presencia de Keiran, en todos los aspectos, se
había ido.
Gaige cayó de rodillas con los brazos laxos a los lados,
su cuerpo asolado por un temblor que no podía
controlar.
Marta, con la respiración dificultada por los
profundos sollozos, se arrastró hasta él y le rodeó con
los brazos, atrayéndolo a su abrazo.
Gaige le dejó sostenerle y, después de un rato, incluso
se las arregló para alzar los brazos y rodearla para
confortarla. Pero por dentro... el vacío le consumía. No
sentía nada excepto la terrible correa apretada
alrededor de su pecho y el vacío cavernoso en su centro.
Cuida de los otros, m'aerlas.
Sintiendo como si se moviera en la bruma, la mirada
de Gaige encontró a Iann, hundido en un banco de la
mesa, su rostro gris de dolor. A Wen frotándose los
rasguños en las manos y mirando con la mirada vacía a
través de los ojos húmedos y brillantes al pequeño fuego
que aún ardía en el foso. Thomas lloraba sin hacer ruido,
encogido en una bola tumbado de lado cerca de la
puerta. Y Eliessán de pie, tan fiel y hermosa como
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siempre, pero por primera vez, Gaige la vio en un


momento de emoción expuesta, sus elegantes rasgos
contraídos en una máscara de dolor.
«Tienes que moverte. Tienes que cuidar de los otros.»
—¿Está todo el mundo bien? —se oyó preguntar.
Un surtido de asentimientos y afirmaciones
sollozadas recibieron su pregunta.
Excepto por Wen, quien le dio la espalda al fuego
justo cuando una lágrima se deslizaba por su mejilla,
brillante a la luz de las llamas. La secó con un
movimiento agitado.
—No. No estoy bien. Tú no estás bien —le dijo a Gagie
—. Ninguno de nosotros lo está. ¿Qué se supone que
hagamos ahora?
Cuida de los otros. Las palabras de Keiran colgaban en
su mente. Pero no supo cómo responder a Wen. No sabía
qué decir o hacer.
Fue Iann quien respondió.
—Continuaremos. Seguiremos luchando. Y
entregaremos nuestra lealtad a nuestro nuevo lord y le
apoyaremos en todo lo que podamos.
Wen asintió, y Marta se levantó, asintiendo también y
secándose los ojos.
—¿Nuevo lord? —Gaige era incapaz de imaginar a
nadie excepto Keiran portando ese título. ¿Cómo podías
los otros destituirlo tan fácil y rápidamente?
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Iann se alzó, crujiéndole las articulaciones de las


piernas, y se movió para estar de pie frente a Gaige. Le
ofreció la mano, y cuando Gaige la aceptó lentamente, el
viejo draegan tiró de él y lo puso de pie. Lecolocó una
mano en el hombro.
—Sé que los eventos de esta noche nos han dejado a
todos en carne viva, a ti más que a nadie. No sólo has
perdido a tu lord, has perdido a tu amante, tu verdadera
pareja.
—No —dijo Gaige con voz brusca, pero no le importó
—. No hables como si estuviese muerto. No lo está. Aún
está vivo en alguna parte.
Iann asintió, su lenguaje corporal paciente, pero sus
ojos reflejaban duelo.
—Incluso si...
Gaige le fulminó con la mirada, desafiándole a decirlo.
El viejo draegan no se echó atrás.
—Incluso si está vivo, y creo que tú crees que lo está,
no está aquí. En este momento de la guerra, no podemos
estar sin líder. Es más importante que nunca el que
tengamos a un lord fuerte para guiarnos. Te
necesitamos.
—¿Qué estás diciendo? —preguntó Gaige, tan muerto
por dentro que no estaba seguro de si su cerebro estaba
siquiera en marcha—. No soy lord.
—Oh, dioses... ¿nunca te lo dijo? —preguntó Marta
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suavemente.
Gaige sintió como si estuvieran hablando en círculos.
—¿No decirme nunca el qué?
—Lo que Iann está diciendo es que cuando un lord
draegan está emparejado de verdad, si algo le ocurre al
lord, la autoridad cae automáticamente en su pareja. Por
eso el poder del lord pasa a su pareja cuando se unen.
Ése es el por qué tu título también es “Lord”. Eres el
nuevo líder de los draegans, Gaige.
La parte baja del estómago de Gaige cayó.
—¿Qué? —susurró—. Cuando la gente me ha llamado
“lord” pensé que era sólo honorífico porque estaba
emparejado con Keiran.
—No, te llaman así porque en el momento en que te
emparejaste de verdad con Keiran, te convertirse en
lord por propio derecho.
—Pero... —Intentó aferrarse a algo, cualquier cosa
que pudiera tener sentido—. ¿No se supone que el gran
concilio elige al nuevo gobernante?
—En los viejos días, cuando había un gran concilio, lo
hacían —dijo Iann—. Pero era una formalidad. En
realidad no seleccionaban al líder, sólo daban su
aprobación a a él o a ella... a quién fuera que tuviera
sangre de lord draegan y fuera el siguiente en la línea.
—Pero... —Gaige se agarró al borde de la mesa para
mantener el equilibrio—. Ni siquiera soy
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completamente draegan. Soy medio humano. Yo... no


puedo hacer esto.
—Has sido entrenado toda tu vida para ser un líder.
Todo lo que has hecho te ha preparado para esto —dijo
Iann.
Marta le tomó las manos entre las suyas.
—No hay nadie en quien Keiran confiase más que en
ti, Gaige.
—Confíe —dijo Gaige fieramente—. Confíe... no
confiaba. No está muerto, maldita sea. —Su mano se
deslizó para cubrir la banda de elorium alrededor de su
brazo, tomando consuelo, por pequeño que fuera, en
que el brazalete aún se ajustaba, aún estaba en su lugar
—. Lo sabría.
Los pálidos ojos verdes de Marta estaban inundados
de tristeza y empatía.
—Confíe —aceptó.
Gaige miró a Iann, entumecido hasta los huesos, y tan
árido y frío como la Gran Llanura en pleno invierno.
—No puedo hacerlo —susurró—. Sabes mi historia, lo
que fui. Posiblemente no puedes considerar confiar el
destino de la raza draegan, y un lote entero de humanos
también, a mí de entre todos.
La mano de Iann, aún en su hombro, apretó.
—Sí, puedes hacerlo. Y, sí, sé que hablo por todos en
esta habitación cuando digo que confiamos en ti. Eres un
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buen hombre, Gaige Rizik Albioneson. Un hombre del


que no podría estar más orgulloso aún si fueras de mi
propia sangre. Te apoyaré con mi vida. —Iann sacó su
espada y presionó la empuñadura contra su corazón,
inclinando a continuación la cabeza.
La garganta de Gaige se cerró por el juramento de
fidelidad.
—Iann...
Pero antes de que pudiese hablar más, Marta había
sacado su hoja y hecho lo mismo, seguida de Wen. Pero
lo que estuvo cerca de rasgarlo en dos fue cuando
Eliessán sacó su largo cuchillo de su cinto y lo sostuvo
sobre su pecho, y entonces Thomas, de pie ahora y
todavía sorbiendo por la nariz, alzó uno de sus
preciados libros del suelo y lo presionó contra su
corazón.
Gaige luchó por encontrar las palabras. Quería
decirles a todos “No, no hagáis esto.” Aún así no pudo. Le
habían ofrecido su lealtad por propia voluntad.
Su mirada se posó en Eliessán y Thomas, los dos que
más le turbaban.
—Vosotros dos... ni siquieras sois draegans. No estáis
atados a servirme —barrió con la mano alrededor para
abarcar a los otros—, o ninguno de vosotros, de ningún
modo.
—Salvaste mi vida —dijo Thomas—, me diste un
propósito cuando pensaba que lo había perdido, y nunca
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he conocido a nadie más valiente. Mantengo mi


decisión... Te apoyaré de cualquier modo que pueda.
—Y yo le doy mi lealtad a aquel que elijo. —Eliessán
estaba de pie con las manos recogidas en la espalda, su
porte casi aristocrático—. Se la di a Hareldson cuando
salvó mi vida, no porque las leyes del reino elfo
insistieran en que debía; si me hubiese importado lo que
piensan las leyes de mi gente, no habría sido exiliada en
primer lugar, sino porque quería. Porque es un ser
honorable y me ofreció su protección cuando no tenía
porque. Te la doy a ti por las mismas razones, Gaige
Albioneson. Has demostrado tener un corazón fiel y
noble. Estoy honrada de servirte.
Gaige les dirigió a todos una mirada suplicante.
—No puedo cambiar. Sin Keiran no puedo volar. No
seré capaz de ver las redes o dirigir a los draegans
adecuadamente.
Wen dio un paso adelante.
—No es así. Estaría orgulloso de llevarte cuando sea y
donde sea que necesites ir, milord.
Marta apretó el hombro de su hijo mayor, el orgullo
brillando en sus ojos.
—Wen... —Gaige quiso protestar, pero se encontró de
nuevo sin palabras. Los draegans no eran bestias de
carga. No estaban hechos para llevar jinetes en sus
orgullosas espaldas. Con Keiran era diferente... Keiran
era su pareja y montarlo era, bueno, diferente. El que
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Wen se ofreciese a llevarlo estaba por encima y más allá


de lo que cualquier draegan joven, cualquiera de los
draegan, debería hacer.
—¿Marta? —Esperó que ella entendiese y le ayudase
en su apuro.
Ella sacudió la cabeza. Sus ojos verdes se centraron
en Gaige con un gentil entendimiento, pero también con
un toque de firmeza.
—Toma lo que se te ha ofrecido, Gaige. Es un honor
para él y no lo habría dicho si no quisiera hacerlo.
Gaige suspiró. Miró a Wen y asintió.
—Gracias. Gracias a todos. Estoy...
Forzó una profunda respiración en sus pulmones.
Dioses... ¿cómo podía aceptar esa enorme
responsabilidad?
Cuida de los otros.
Cerró los ojos y se los frotó con el pulgar y el índice.
Aceptarás esta responsabilidad porque es lo que Keiran
quería de ti. Sabía que esto pasaría. Esperaría que
continuases luchando, liderando a su gente, tu gente,
para mantenerlos seguros.
Sabiendo que su destino ya había sido decidido, Gaige
aceptó que cualquier negación más sería inútil. Si Keiran
confiaba en él para hacerlo, entonces vaya si lo haría. A
pesar de sus miedos y los retos que parecían
insuperables, protegería a los draegans y humanos con
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su vida si eso era lo que se requería.


«Por ti. Lo haré por ti, Keiran.»
Enderezó los hombros.
Respirando profundamente, se forzó a centrarse en lo
que necesitaba ser hecho.
—De acuerdo entonces. Pero dejo claro por
adelantado que vamos a ir tras Keiran. Está vivo. Lo he
visto en los sueños y visiones que he tenido. Vamos a
encontrarle y traerle a casa. Cualquiera que no crea eso
de todo corazón debe marcharse ahora. Porque no
tenemos tiempo para un punto de vista negativo.
Nadie se movió.
—Bien. También vamos a recuperar a Jax.
—¡Nos delató a Byram! —protestó Wen.
—Y podría muy bien haber sido cómo la Muerte supo
dónde encontrar a Keiran —agregó Marta.
Gaige tragó con dificultad. No, él había sido la razón
de que la Muerte hubiese ido allí, la razón de que Keiran
se hubiese ido. Le había llevado directo a Keiran, y él
sólo iba a vivir con ese conocimiento y la culpa que
venía con él.
—Jax no nos traicionó. —Los gritos del draegan aún
resonaban en su cabeza—. Nunca, ni siquiera bajo la
peor tortura, entregaría los draegans a Byram. A nadie.
Se llevaría nuestro secretos a la tumba.
—Trató de matarte, Gaige —le recordó Iann—. Y a
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Keiran.
Gaige respiró hondo.
—Eso no importa. Es un draegan y no nos
quedaremos al margen y dejaremos a Byram torturar
uno de los nuestros nunca más.
Iann asintió, el orgullo y el respeto brillando en sus
ojos.
—Pero primero lo primero. Vamos a evacuar el
campamento.
—¿E ir dónde? —preguntó Wen.
—A Kellesborne. Jax no nos traicionó, pero alguien
más lo hizo. Cuando tuve la visión de Jax en la
mazmorra, Byram mencionó específicamente que tenía
un espía de confianza, e insinuó que era alguien que
podía infiltrarse entre nosotros. Entre eso y el hecho de
que la Muerte sabe donde estamos, ya no estamos
seguros aquí. En Kellesborne la magia es antigua,
poderosa, y los escudos protectores se extienden
durante leguas alrededor.
—Tiene razón —dijo Iann—. Y sólo aquellos con
sangre draegan pueden encontrarlo. Podemos llevar a
los humanos allí —asintió hacía Thomas, que parecía
dividido entre el terror abyecto y el júbilo salvaje de
tener la oportunidad de ir a un lugar de leyenda—, pero
si cualquier humano debe salir, la magia del castillo
confundirá sus mentes. Casi tan pronto como dejan el
límite protector, no podrán recordar dónde está o si
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siquiera existe. No sabrán qué estaban haciendo arriba


en la montaña, y para cuando la bajen, lo habrán
olvidado completamente. Nuestro espía puede ser
humano o draegan, pero si él o ella es humano, no será
capaz de guiar a nadie más al castillo. Y si el espía es
draegan, está construido con mucha más seguridad de la
que podríamos esperar tener jamás aquí.
—El viaje será difícil —advirtió Marta. —Las tropas
son pesadas.
—Si, lo son y lo será —dijo Gaige—. Pero ahora
tenemos a los suficientes luchadores entrenados para
ayudar con la protección. Hará falta algo de
planificación, pero les tendremos a todos allí. Marta,
quiero que coordines la evacuación. Estás al cargo.
Hazlo como tengas que hacerlo. Di a la gente que lleven
sólo lo que realmente necesiten, y déjales saber que
vamos a empezar saliendo en pequeños grupos mañana
por la noche en la oscuridad. También necesitaras
procurar que tengamos suficientes suministros para
alimentar a todo el mundo del campamento durante dos
semanas. Guarda lo suficiente para el viaje por las
montañas. El resto volaremos a Kellesborne para
esperar hasta que tengamos la oportunidad de recoger a
más una vez que estemos allí.
Marta asintió.
—Iann, necesito que seas mis ojos y mis oídos. Eres
quien ha estado por aquí por más tiempo, conoces a la
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mayoría de la gente del campamento. Te pongo al cargo


de la información... tanto nuestra como averiguar qué
sabe Byram. La primera prioridad es encontrar el espía.
—Estará hecho.
—Wen, te promuevo a teniente completo y te pongo
al cargo de la draeganjhere, tanto de los miembros
existentes como de los nuevos reclutas.
El joven draegan se quedó con la boca abierta.
—Necesitarás trabajar de cerca con Iann para
coordinar la seguridad. No va a ser fácil mover a toda
esta gente. Va a necesitar una planificación cuidadosa.
Planificación en la que no tenemos tiempo que perder.
Quiero ver que has elaborado a primera hora de la
mañana.
—Si, milord. No te defraudaré.
—Sé que no lo harás. —Gaige se giró hacía el humano
—. Thomas, tu trabajo es guardar ese grimorio. Acaba
de traducirlo, mira que más puedes descubrir sobre
Byram y sus planes. También necesitamos tanta
información como podamos conseguir sobre el reino de
los habitantes de las sombras. Una vez que lleguemos a
Kellesborne, procuraré que tengas acceso completo a su
biblioteca. Sospecho que encontrarás todo lo que
puedas necesitar es sus estanterías.
Los ojos de Thomas sobresalieron ante la perspectiva
de una librería completa a su disposición.
—Si, por supuesto. Haré todo lo que pueda para
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ayudar.
—Bien. Y Eliessán. Tengo una misión especial para ti.
—¿Qué hay de él? —Asintió hacía Thomas.
—No creo que requiera un vigilante por más tiempo.
No va a ir a ningún lado. ¿No, Thomas?
El humano sacudió la cabeza tan fuerte que habría
sido cómico si Gaige no hubiese estado tan muerto por
dentro.
—No, milord. Absolutamente a ningún sitio, a menos
que tú quieras.
—Asignaré uno de los miembros más jovenes de la
draeganjhere para tu protección, Thomas. Pero
comprende que no es porque no confíe en ti.
Sencillamente no quiero que nada te ocurra. Eres
nuestro recurso más valioso ahora mismo.
El hombre pareció azorado por el cumplido.
—Lo entiendo, milord.
Gaige devolvió su atención a la elfa.
—Eliessán, sospecho que puedes ir a lugares y ver y
oír cosas que otros no pueden. Quiero que averigües
donde está el portal entre nuestro mundo y el otro, el
que los elfos cerraron hace tanto tiempo.
—¿Planeas abrirlo y pasar por él? —No oyó censura
en su tono... era una pregunta objetiva. Pero tuvo que
preguntarse qué estaba pensando en realidad por
dentro.
LORES DE KELLESBORNE | M. L. RHODES

—Aún no lo sé. Quiero explorar cada posibilidad,


dejar cada opción abierta. Haré lo que sea que tengamos
que hacer para tener a Keiran de regreso.
Hizo frente su mirada fija con una propia. Sabía que
ella estaba recordando la conversación que habían
tenido la noche cerca del Zekklesian. No había olvidado
su advertencia de que un día tendría que hacer una
elección. Le había revuelto las entrañas desde entonces.
Pero si tenía que elegir entre enfrentar toda una vida sin
el hombre que amaba y arriesgarlo todo para salvarlo...
bien, no había elección. Iría al infierno si eso era lo
necesario para encontrar a su pareja.
—Partiré de inmediato.
Gaige dejó escapar el aire que había estado
reteniendo.
—Gracias.
Miró al grupo reunido y se endureció contra el
agujero vacío en su esencia por la ausencia de Keiran.
—No dejaremos que Byram nos barra, a ninguno de
nosotros, draegan, humano, elfo o cualquier otro ser en
esta tierra, como polvo bajo la alfombra. Ahora
conocemos la fuente de su fuerza. Eso nos da más poder
sobre él del que podría darse cuenta. Vamos a llevar a
nuestra gente a la seguridad. Y después vamos a a
golpear fuerte y duro sin piedad, y recuperar lo que es
nuestro. —Respiró profundamente—. ¿Alguna
pregunta?
LORES DE KELLESBORNE | M. L. RHODES

—Ninguna, milord —dijo Wen, su cuerpo grande y


erguido, la voz más profunda y fuerte de lo que Gaige la
había oído nunca.
Los otros sacudieron la cabeza.
—De acuerdo entonces. Tenemos trabajo que hacer.
Vamos a mantenernos ocupados.
Mientras los otros se dedicaban a sus tareas, Gaige se
deslizó fuera de la tienda, buscando algunos minutos de
consuelo. Consuelo que sabía que no encontraría. No
allí. Tampoco en Kellesborne. El enorme abismo dentro
de él era algo vivo, devorándolo ya desde dentro a
afuera.
No habría paz para él hasta que Keiran estuviese de
nuevo a su lado. Había dicho en serio lo que había dicho
a Eliessán. Haría lo que fuera para tenerlo vuelta.
¿Incluso si eso significa arriesgar las vidas de la raza
draegan completa? ¿Las vidas de otra gente por la que
has llegado a preocuparte? ¿Tu abuela, Iann, Marta, sus
hijos?
La desoladora y pesada realidad de su posición se
asentó sobre sus hombros.
Tenia que haber una manera. Habría una manera de
salvarlos a todo. No podía pensar de otro modo.
¿Y qué pasa si Keiran se ha ido de verdad? ¿Qué pasa si
está muerto?
Un dolor acuchillante se esparció a través de sus
LORES DE KELLESBORNE | M. L. RHODES

pulmones y corazón, cortándolos en dos. Su pecho se


agitó con la necesidad de gritar y sollozar su ultraje,
miedo y dolor, pero sus ojos permanecieron secos y
ningún sonido escapó de las profundidades de su hueco
centro de su ser.
Alzó la mano para recorrer con los dedos el brazalete
de metal cálido que aún se cerraba sobre su bíceps bajo
la camisa. Keiran había dicho que los brazaletes eran
definitivas y permanecerían en su sitio hasta que la
verdadera pareja que los llevaba muriese. Gaige debía
creer que siempre y cuando su brazalete permaneciese
en su brazo, significaba que Keiran estaba vivo. No sabía
si ése era el caso, pero maldita sea, tenía que creerlo. Le
daba una esperanza a la que aferrarse. Eso, y los sueños
que, a pesar de terroríficos, mostraban a Keiran vivo,
escalando el camino en la oscuridad.
Extendió su mente y sentidos, esperando sentir algo.
Algún residuo de la esencia de su pareja, algún pequeño
parpadeo de vida o incluso un pensamiento que le diese
un ancla.
Pero no encontró nada. Sólo silencio. Y un frío que
corroió su alma.
::Te encontraré, amado. Sean cuales sean las elecciones
que tenga que hacer, sea cual sea el precio... Te
encontraré.::
LORES DE KELLESBORNE | M. L. RHODES

(Continuará en Fuegos de Ballian)


Gracias a todos por vuestra paciencia, tanto
lectores como personas involucradas en la
traducción. Ha sido un proyecto largo y difícil,
pero aquí lo tenéis.

Créditos:
La Espiral de
Fibonacci
(y Yukitomiko Fansub Reload !)

Traducción:
GothicSegu & Gaby & Belle & Esther

Corrección:
GothicSegu & Gaby

Portada y formato:
GothicSegu & Destroyer

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