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Guillermo Marín

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Para mis compañeros de
camino, fraternos y solidarios:
Efrén Olivares y Mario Monreal.

Existe una falsa pugna entre las personas que, en busca de la


raíz ancestral, se asumen culturalmente como descendientes
culturales de los mexicas, última cultura que bajó del Norte en
busca de tierras más fértiles para vivir. Y aquellos que se
asumen como descendientes de la “cultura tolteca”.
Lo cierto, es que es una confrontación estéril y muy
autodestructiva. Finalmente, en busca de nuestra milenaria
identidad cultural, -como pueblo-, quedamos con los mismos
problemas de las izquierdas latinoamericanas, “dividas y
enfrentadas”, bajo el auspicio del capitalismo. Y fue justamente,
como de esta manera, Hernán Cortés, logró provocar una guerra
fratricida en el Anáhuac, para finalmente, después de dividirnos
y enfrentarnos, dominarnos fácilmente. Históricamente, desde
1519, la conquista, la hemos hecho los anahuacas, nos hemos
destruido mutuamente.
El fanatismo encuentra su pleno desarrollo en las “tierras de la
ignorancia”, y éstas, se abonan con la intolerancia y la
agresividad. Nadie lo “sabe todo”, y nadie, “tiene la verdad en
la mano”. “La verdad de la verdad”, es que es múltiple, diversa
y muchas veces opuesta. En efecto, “el mundo”, no es tan
sencillo, plano y “real”. Por lo mismo, la Historia, es bastante
confusa y relativa. Por ejemplo, un hecho acaecido el día

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anterior, en un periódico tendrá una lectura y en otro, una
lectura opuesta. El mismo hecho, un día después, será visto
desde dos “perspectivas históricas” diferentes.
Más aún, en la historia milenaria. Pero si a esta, “historia oficial”
de la antigüedad, se le suma los siguientes elementos: la
escriben los vencedores, la difunde el Estado neocolonial, está
censurada por la iglesia y manipulada por la cultura dominante;
el resultado es que “esa historia”, es más un libro de cuentos,
fantasías e injurias, que buscan la “confusión cultural” y la
pérdida de la identidad cultural del pueblo colonizado.

Ya el antropólogo Leonel Durán Solís, nos


dice que, la colonización está sustentada en
la estrategia de amputarle al pueblo
invadido-sometido-ocupado, cinco
elementos culturales, para dejarlo en estado
catatónico, indefenso y en total
vulnerabilidad. Para colonizar a un pueblo se
le debe quitar: Los lenguajes, la memoria
histórica, los conocimientos, los espacios y la
espiritualidad. Cuando el invasor-
colonizador
le quita estos cinco elementos culturales a los invadidos-
colonizados, da por resultado que los pueblos quedan: mudos
e inexpresivos, amnésicos y ajenos a sí mismos, estúpidos
incapaces de crear y recrear su mundo y transformar su
realidad; y fanáticos, adheridos tercamente a ideas que el
colonizador le marcó con fuego en la frente. Cuando una
persona, una familia o un pueblo, le dejan en estas condiciones,
lo convierten en un zombi al que se le puede hacer, quitar,
imponer, lo que sea; que él, no moverá un dedo para cambiar
su condición y, por el contrario, se convertirá en un
“colonizado-colonizador”, de su propio pueblo.

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Leonel Duran propone “La Quíntuple Recuperación”, es decir,
recuperar las lenguas y los lenguajes; la memoria histórica a
partir de los recuerdos personales, familiares y comunitarios,
es decir, la historia oral, de carácter local, regional y nacional.
El desafío es claro, pero inmenso. Se le debe quitar el
protagonismo a “la academia occidentalizada” y a la cultura
dominante “rescatadora de la cultura ancestral” y poseedora
única de la verdad y de “la cultura universal”.

Para el caso de la historia de la civilización del Cem Anáhuac,


se debe hacer las
siguientes consideraciones para
iniciar la recuperación. Primero,
“equivocadamente”, se sigue tomando
como “fuentes históricas”, lo escrito
por conquistadores y misioneros.
Textos que tienen estos severos
problemas: No están escritos con un
espíritu de imparcialidad y objetividad.
Tienen objetivos personales,
institucionales, religiosos y pretenden
exaltar y denostar a conveniencia.
Vienen de una cultura de mil años de
oscurantismo y fanatismo cultural y religioso, como fue La Edad
Media y el dominio opresor del Vaticano. No tenían el objetivo
y menos el interés de describir o documentar, “algo
desconocido”, por el contrario, “lo desconocido lo dieron por
conocido”, es decir, un mundo desconocido y diferente lo
quisieron subsumir en su limitado mundo conocido.
Comenzando con que creyeron llegar a la India y hasta la fecha
llaman a los anahuacas, “indios”.
Y finalmente, entre más se conoce la verdad, se entiende que
la visión del mundo y la vida europea de finales del siglo XV y

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principios del XVI, era mucho más limitada que la de la
civilización del Anáhuac. Simplemente el castellano de aquella
época, comparado con el náhuatl, era mucho más pobre y
primitivo. La concepción del mundo occidental era que la Tierra
era plana; para el Anáhuac, la Tierra era un ser vivo y con
conciencia, que estaba en un sistema solar, y éste, estaba en
una galaxia, y que la Tierra tardaba exactamente, 25625 años
en girar en torno al centro de la galaxia, conocida esta medida
astronómica como “La Cuenta Larga”.

Otra consideración importante es que, durante los tres siglos


de Colonia, los gachupines trataron de destruir todo vestigio de
la civilización invadida y derrotada.
Ideológicamente la invasión
implicaba “la construcción de otra
realidad”, llamada, La Nueva España.
Durante el siguiente siglo y medio
(1821-1960), los poseedores del
gobierno y el poder, del Estado
necolonial con ideología criolla, vieron
en la civilización ancestral del
Anáhuac, el símbolo del atraso y la
barbarie. Dejaron que impunemente
los saqueadores europeos se llevarán todo lo que encontraron
y que había sobrevivido al epistemicidio Colonial. Finalmente,
desde mediados del siglo XX, la ideología criolla de “los
mandones”, utilizaron la historia ancestral como “remoto
antecedente” de su país. Descubrieron, como una fuente de
riqueza turística, los vestigios materiales del Anáhuac, y como
un atractivo turístico, los elementos culturales sobrevivientes a
los que les llaman folclor.
El Estado necolonial criollo ha desestimado la milenaria historia
ancestral del Cem Anáhuac, con aproximadamente diez mil

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años de antigüedad, desde la invención del maíz y la agricultura
en Oaxaca y Puebla. El llamado periodo Preclásico es
menospreciado” por arqueólogos e historiadores del sistema.
Cómodamente han dejado que investigadores de otros países,
financiados por universidades, ong´s y gobiernos, - “inventen
investiguen”-, esta época histórica. Sin embargo, para
cimentar una sólida memoria histórica, se debe tener en cuenta
el gran esfuerzo que hicieron los Viejos Abuelos, al pasar de ser
nómadas, cazadores y recolectores, a crear e inventar por sí
mismos, toda la infraestructura de conocimiento para que
aproximadamente en el 1500 a.C. aparezca un estadio de
desarrollo llamado “olmeca”, o de estilo “olmecoide” para todas
las culturas en todo el Cem Anáhuac.

Uno de los aportes más


importantes del periodo Preclásico,
es, sin lugar a dudas, “La Pirámide
de Desarrollo Humano”. En efecto,
el gran impulso civilizador se
sustentó en los primeros cuatro
niveles de la pirámide, es decir, el
sistema alimentario, el sistema de
salud, el sistema educativo, y el
sistema de organización. Esta
estructura es la fuente que detonó
la creación y surgimiento de una de las seis civilizaciones más
antiguas y con origen autónomo del planeta.
Una vez que poseyeron los cimientos del periodo Preclásico, se
inició la segunda fase, conocida como periodo Clásico o del
esplendor, en donde se desarrollaron los siguientes tres niveles
que coronan la pirámide. Nos referimos al sistema de
conciencia sacra, el sistema de conciencia histórica y
finalmente, el sistema de conciencia energética.

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El sistema de la conciencia sacra, fue la base para el desarrollo
de la espiritualidad de los pueblos del Anáhuac. Cada uno, con
diferencias en tiempo y espacio, propias de su desarrollo
cultural, como lengua e iconografía, pero todas unidas por un
cuerpo de ideas rectoras, en donde la concepción de que todo
tenía vida y por consiguiente espíritu. Y que existía una
conciencia superior, invisible, impalpable e innombrable, que
regía el destino de la existencia a través de múltiples y diversas
advocaciones de una misma realidad.

El sistema de conciencia de ser, a través de su conciencia


histórica. Es decir, la conciencia de formar parte de un proceso
humano, muy antiguo, de largo alcance y de muy elevados
principios espirituales. Una
conciencia histórica de formar un
proyecto humano de carácter
terráqueo vinculado
estrechamente con el sistema solar
y la galaxia.

El sistema de conciencia energética


fue el máximo logro civilizatorio. Lo
que implica llegar a percibir el
universo, la Tierra y la vida, como
un inconmensurable campo de energía, que se organiza y está
totalmente interconectado a través de toroides, y estos a su
vez, en un número infinito de fractales en el macro y micro
cosmos. Esta percepción del mundo les permitió saber que el
ser humano, como una conciencia energética, puede llegar a
armonizarse con la frecuencia rectora del universo e integrarse
a ella

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El Cem Anáhuac vio florecer en el periodo Clásico, -que duró
más de diez siglos-, el más importante avance civilizatorio en
cuanto a poder dotar de una elevada calidad y nivel de vida a
todos los pueblos, como nunca se ha vuelto a ver en la historia
de la humanidad. Otro aporte significativo fue que se logró en
una gran diversidad cultural, la unidad civilizatoria. Esto se
logró porque todas las culturas compartían la Toltecáyotl, que
fungió como “la matriz de conocimiento” compartido y
diversificado por todas y cada una de ellas. El centro palpitante
de estos seres de conocimiento, -mujeres y hombres-,
llamados toltecas, regresaban a sus lugares de origen y
vitalizaban la sabiduría en sus respectivos Tollan, de acuerdo a
sus culturas y lenguas diferentes, pero sin perder la esencia y
raíz, que fue La Toltecáyotl.

De este periodo surgieron la


mayoría de los Tollan, o fue el
periodo en el que alcanzaron el
mayor esplendor. De esta sabiduría
surgió, por ejemplo: el cero
matemático, la invención de los
calendarios y la primera calculadora
de la humanidad. Es conveniente
observar, que todas las
civilizaciones Madre del planeta:
Egipto, Mesopotamia, India, China,
Tawantinsuyo y el Anáhuac, sin ponerse de acuerdo,
construyeron pirámides; el Cem Anáhuac, fue el espacio con
mayor número de pirámides construidas en la historia de la
humanidad. Conocer el objetivo, uso y aplicación de estos
centros de estudio e investigación de la astronomía y la energía,
nos llevarán a entender, cabalmente, la grandeza y los más
elevados logros de la civilización Madre.

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Sin embargo, a mediados del siglo IX se dio un colapso
civilizatorio, hasta ahora, totalmente incomprendido y
desconocido en sus causas, dado que fue desde la actual
Nicaragua hasta el Norte de Estados Unidos. Los Tollan fueron
abandonados y en una generación desaparecieron del tlactipac
los Venerables Maestros toltecas, dejando dicho, con el mito
del regreso de Quetzalcóatl, que tornarían a restablecer la
sabiduría y el equilibrio en el Cem Anáhuac.
El estado Zuyuano, fue el resultado del vacío dejado por los
toltecas. Se empezaron a transformar las milenarias normas de
organización social, territorial,
religiosos y filosóficas. Entre
mediados del silgo IX y principios del
siglo XVI, algunas culturas crearon
grandes y poderosos
“Señoríos”, como nunca habían
existido, y pretendieron restablecer
la hegemonía de sabiduría de los
toltecas, pero en vez del
conocimiento, se trató de ser por las
armas. Ningún Señorío lo logró, y
fueron espacios territoriales y
temporales efímeros.

La llegada de los mexicas a


Chapultepec en el año 1273, en
calidad de nómadas, cazadores y recolectores, y de inmediato,
inician
una apropiación de la Toltecáyotl, que marca el inicio de la
última etapa antes de la invasión. Como todo el Altiplano
estaba ocupado, vagan por el Valle del Anáhuac, en calidad de
migrantes hasta que en 1325 fundan México-Tenochtitlán,

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donde serán tributarios de Tlacopan, hasta que, en 1440,
toman el control de Excan Tlahtoloyan (La Triple Alianza).
Tlacaélel, el gran ideólogo de la Mexicáyotl, habiendo estudiado
la Toltecáyotl en el Calmécac de Cholula, fue Cihuacóatl de tres
tlatoani: Itzcóal, Moctezuma Ilhuicamina y Axayácatl. Ante la
orfandad y desesperanza por la ausencia de los Venerables
Maestros, pero, sobre todo, la presión que ejercía el temor del
final del Quinto Sol, y la débil esperanza del regreso de
Quetzalcóatl, el mundo anahuaca vivía en un estado depresivo.
Por lo cual, Tlacaélel decidió hacer las reformas filosóficas y
religiosas para darle fuerza, y futuro a la naciente cultura
mexica en el poder. Tlacaélel mandó destruir los antiguos
códices, en donde se recogió la historia de su llegada y sus
mínimas condiciones culturales, y mandará rescribir la historia,
en donde los mexicas serán el pueblo elegido del Anáhuac.

Tlacaélel trasgredió la
Toltecáyotl fundamentada en la
sabiduría de Quetzalcóatl, como
símbolo de la educación y el
conocimiento, y creó, la
Mexicáyotl, fundamentada en el
símbolo filosófico-religioso de
Huitzilopochtli, numen tutelar
traído del Norte, y que, no
pertenecía a cosmovisión
tolteca. Fundamentado en la
voluntad de poder, la materia y la guerra. El Altiplano náhuatl
empezó a sufrir cambios radicales que nunca se habían dado
en el Cem Anáhuac. El mundo material tomó mayor
importancia que el mundo espiritual. La religión sufrió cambios
y se orientó hacia la voluntad de poder, la guerra, la materia,
la riqueza y el consumo. Las escuelas se militarizaron, la

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“Guerra Florida tolteca” de carácter personal y espiritual, pasó
a ser una razón de Estado con fines materiales, se utilizó el
cacao como instrumento de cambio, se entregó tierras en
propiedad, los pochtecas dejaron de ser “transportadores de
insumos sagrados” a través del truque, y pasaron a ser
comerciantes y espías, la Triple Alianza pasó a ser, de un
instrumento para la defensa, en una organización de expansión
militar y sometimiento económico.
No todos los pueblos y culturas nahuas se sometieron a la
nueva ideología-religión. Muchos pueblos del Altiplano se
mantuvieron en la milenaria tradición tolteca de la Toltecáyotl.
Como Tlaxcala, Xochimilco, Cholula, por citar a tres, pero,
sobre todo, Texcoco, miembro de la Triple Alianza, y heredero
en el Periodo Postclásico, junto con los Acolhuas, de la
Toltecáyotl. Los texcocanos fueron los trasmisores y
mantenedores de la Toltecáyotl, traída de la mixteca después
del colapso del Periodo Clásico. Aún durante la hegemonía
ideológica de Tlacaélel, Nezahualcóyotl mantuvo en Texcoco la
tradición tolteca, que fue respetada por los mexicas.

La tradición tolteca de la Toltecáyotl se


mantuvo en los pueblos y culturas de la
zona maya, oaxaqueña, de las montañas
del Sur y lo que se conoce como “la
cultura purépecha o cultura de
Occidente”, que se extendía desde lo que
ahora es Michoacán, Jalisco, Guanajuato,
Nayarit, hasta Sinaloa. Es interesante
observar que, los pueblos que no
trasgredieron la Toltecáyotl, en nuestros
días, son los que mantienen con mayor
intensidad una “cultura de resistencia”.

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En los dos escasos siglos del Estado neocolonial criollo, los
detentadores del poder económico y político, nunca han sentido
interés y respeto por la civilización invadida. En 1824, que
fundan su país, de ellos y para ellos, como apunta el Dr.
Guillermo Bonfil Batalla, “el México imaginario”, el pasado
ancestral es minimizado a pesar de que somos parte de una de
las seis civilizaciones más antiguas y con origen autónomo del
planeta, como China o India. Con la creación de la SEP en 1921,
la “Historia Oficial” escrita en el libro de texto, extrañamente
usará a la historia mitificada de los mexicas, como “los
cimientos más importantes de su país”. Los miles de años,
desde la invención de la agricultura, el maíz y la milpa, hasta
la llegada de los mexicas al Altiplano Central, no tendrán mayor
importancia. Es decir, los periodos Preclásico y Clásico, y aún,
gran parte del Postclásico, pasan totalmente desapercibidos.
Para el Estado necolonial criollo, la llamada “Historia
Prehispánica” de México, comienza en realidad con la
peregrinación de Chicomoztoc y
termina, “total y absolutamente”, el 13
de agosto de 1521, con la caída de
México-Tenochtitlán. Los habitantes de
este país, según la ideología criolla, no
tenemos ninguna relación o
continuidad con el pasado ancestral
anahuaca.

Las preguntas descolonizadoras, que


nos debemos hacer, son: ¿cuál es la
razón, por la cual se establece a los
mexicas como la cultura más
importante del pasado indígena de
“este país”? ¿Por qué, si la cultura
dominante ha despreciado a las

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culturas indígenas del pasado y del presente: por qué exalta
tanto a la mexica? ¿Cuál es el objetivo, de que el pueblo no
conozca a profundidad, su ancestral historia y cultura? ¿Por
qué, no se quiere conocer y difundir la sabiduría ancestral del
Cem Anáhuac? ¿Por qué se quiere que el pueblo piense que los
Viejos Abuelos eran guerreros; y no, investigadores, sabios y
creadores, del más avanzado conocimiento científico del mundo
antiguo? ¿Por qué, el Estado mexicano no investiga y enaltece
la sabiduría ancestral del Cem Anáhuac?
El Estado mexicano, que se caracteriza por ser racista, pro
extranjero, “malinchista”; por qué, en el Museo Nacional de
Antropología e Historia, destina la sala y el espacio principal a
la cultura mexica, y literalmente, desaparece a la Toltecáyotl,
tan valiosa e importante como lo es el hinduismo, el taoísmo o
el budismo. La Toltecáyotl es Patrimonio Cultural de la
Humanidad, y es, no solo desconocido para la mayoría de los
“mexicanos”. Sino que, para aquellas personas que empiezan
a interesarse por “la cultura ancestral propia-nuestra”, no la
dimensionan y valoran, anteponiendo, de manera fanática la
Mexicáyotl, a la verdadera y más importante herencia ancestral
de la historia y la cultura propia-nuestra.

La ignorancia y el fanatismo, son y


han sido, los instrumentos de la
colonización cultural. Primero, la
religión católica y recientemente, la
televisión y las sectas religiosas, así
como la exaltación superficial y poco
investigada de la cultura mexica,
impiden conocer, entender y
reapropiarse de la sabiduría
ancestral, que fue creada a lo largo

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de varios milenios y que llevó a nuestros antepasados a crear
la civilización
que alcanzó a brindar, -para todos sus hijos-, la más alta
calidad de vida en la historia de la humanidad.
Tal vez sea esto, la razón por la cual, el Estado necolonial
criollo, pretende por todos los medios, distorsionar la
verdadera historia y cultura ancestral. No quieren que
sepamos, -los hijos de los hijos de los Viejos Abuelos-, cuáles
fueron sus valores, principios, conocimientos, para vivir en
armonía, justicia y equilibrio. Su pensamiento, sabiduría y
conocimiento llamado Toltecáyotl. Lo que buscan es
mantenernos en la ignorancia y el fanatismo. “Así nos quieren,
así nos necesitan”. Enfrentados y divididos, como
colonizadores-colonizados, explotadores y depredadores de
nuestros propios hermanos y de nuestra Madre Tierra.
Como “guerreros” y no como personas de conocimiento, como
“aficionados a un equipo de futbol, no como anahuacas
ancestrales, como fans de un artista comercial, no como toltecas.
Como “los temibles y grandiosos guerreros aztecas”, que un
puñado de valerosos españoles (según la historia oficial),
vencieron a cientos de miles, “por la supremacía, tecnológica,
por el caballo, por la pólvora,
pero, sobre todo, por tener
una cultura, idioma y religión
superior”. Mientras sigamos
pensando que nuestro
pasado ancestral son los
mexicas, prevalecerá la
historia de los vencedores.
Un puñado de esforzados
españoles vencieron a cientos
de miles de “guerreros

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aztecas”. La inferioridad a perpetuidad.

La Toltecáyotl es la matriz del conocimiento milenario del Cem


Anáhuac, como un río ancestral, conoce su cauce, y por más
seco que esté, momentáneamente, y
se presuma su “extinción”, en una gran tormenta recupera de
nuevo sus espacios y su cauce. Nosotros somos hijos de la
Tierra, del Sol, del Agua, y del soplo divino, que nos ha dado la
conciencia, no ha dejado de fluir. El “regreso de Quetzalcóatl”,
es una metáfora que nos habla del regreso de la sabiduría en
el interior de nuestro ser, del “equilibrio interior”. Tenemos que
iniciar, “el camino de regreso a nosotros mismos”, a nuestra
más profunda esencia, a nuestra raíz primigenia.
Por fortuna, ahora somos un pueblo mestizo, la raíz tolteca ha
sido enriquecida por otras sabidurías de lejanas tierras. Hoy
somos más sabios y poseemos mayores recursos. Lo que
necesitamos es “despertar” y descolonizarnos. Concientizarnos
de nuestro verdadero Patrimonio Cultural. Lo difícil no es
hacerlo, sino imaginarlo.

15
Marzo de 2017
Oaxaca.

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