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Problemáticas

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La cubeta. Trascendencia
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J ean Laplanche
de la trasferencia
Problemáticas I - La angustia
LA "ANGST" EN LA NEUROSIS (1970-71)
Problemáticas V
LA ANGUSTIA EN LA TÓPICA (1971-72)
LA ANGUSTIA MORAL (1972-73)
Jean Laplanche
Problemáticas JI - Castración~
Simbolizaciones
LA CASTRACIÓN, SUS PRECURSORES Y SU DESTINO (1973-74)
SIMBOLIZACIONES (1974-75) Traducción: Marina Calvo
(con .la sÜpervisión de Silvia Bleichmar)
Problemáticas JJI - La sublimación
PARA SITUAR LA SUBLIMACIÓN (1975-76)
HACER DERIVAR LA SUBLIMACIÓN (1976-77)

Amorrortu editores
Problemáticas IV - El inconciente y el ello Buenos Aires
LA REFERENCIA AL INCONCIENTE (1977-78)
PROBLEMÁTICA DEL ELLO (1978-79)

Problemáticas V - La cubeta. Trascendencia de la


trasferencia
EL PSICOANALISTA Y SU CUBETA (1979-80)
Lo DESCRIPTIVO Y LO PRESCRIPTIVO (1980-81)
LA TRASCENDENCIA DE LA TRASFERENCIA (1983-84)

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Dtrectores'. de la biblioteca de psicología y psicoanálisis,··Jorge Indice general
Colapinto y David Maldavsky
Problématiques V. Le baquet. Trascendance du transfert, Jean
Laplanche
© Presses Universitaires de France, 1987
Primera edición en francés, 1987
Traducción, Marina Calvo (con la supervisión de Silvia Bleich-
mar)

Unica edición en castellano autorizada por Presses Universi- 13 Prólogo a la edición castellana, Silvia Bleichmar
taires de France, París, Francia, y debidamente protegida en
todos los países. Queda hecho el depósito que previene la 'léy 25 Advertencia, Jean Laplanche
n ° 11. 723. © Todos los derechos de la edición castellana reser-
vados por Amorrortu editores S.A., Paraguay 1225, 7° piso,
Buenos Aires.
27 1. La situación psicoanalítica: el
psicoanalista y su cubeta
La reproducción total o parcial de este libro en forma idéntica 27 13 de noviembre de 1979
o modificada por cualquier medio mecánico o electrónico, in·- Hacer trabajar a Freud, 27. La situación analítica: materia-
cluyendo fotocopia, grabación o cualquier sistema de almace- lización de la teoría, 29. El psicoanálisis en extensión, 30.
namiento y recuperación de información, no autorizada por los Criterios del análisis, 31. Con Lagache: examen de la tras-
editores, viola derechos reservados. Cualquier utilización de- ferencia como criterio, 32. Disposición y ambiente, 34!.La
be Ser previamente solicitada. neurosis de trasferencia, 34

36 27 de. noviembre de 1979


Industria argentina. Made in Argentina. Para Freud, lo específico es el método, no la situación, 36.
El análisis no ha nacido únicamente en la cura, 38. ~fl tra~
ISBN 95o-518-900-1 (Obra completa) f~rencia: clásicament~,_ fenómeno neurótico, 40. Macalpine
ISBN 950-518-486-7 (Volumen V) y-Lagacfle: producc10n <ie la trasferencia, 41. Macalpine: la
ISBN 2-13-040026-4, edición original, París regresión es sólo del analizado, 42. Lagache: la trasferencia
como derreal, 44. Macalpine: no hay disipación de la trasfe-
rencia, 45. La situación como prescripción, 47

48 5 de diciembre de 1979 ~
Ecos para la cubeta, 48. Dos tipos de recintos en Freud, 49 .
Modelo homeostático, 49. Modelos de huellas: la Traumdeut-
-un.g; 51. ¿Cubeta o caja negra?, 53. Significación de las pla-
cas, 53. La evolución del esq:ie~a y sus deslizamientos,_ 56.
¿Se trata de un •aparato ps1qmco•?, 57. Las tres conc1en-
CÍ<l8, 58. ¿Situación de la motilidad?, 59
'~'.;i

60 12 de diciembre de 1979
Sueño y sesión: modelo descriptivo y modelo prescriptivo,
60. Sueño soñado, sueño contado, 62. La experimentación
sobre el sueño, 63. El int.erés de la carta 52, 66. Las huellas
metonímiCas originarias, 67. Trasformación del modelo en
el sueño, :69. Dominio del inconciente sobre el preconcien-
te, 70 ~-

7
I H t/,a tl:ltJ ürrnbro do 1979 Lenguaje y reconocimiento de lo inconciente, 139. Comuni-
Cla usura d e l su eño y cla usura del inconciente, 72. El pre- cación, simbolización, 139. El idealismo lingüístico en c:le-
conciente habitado o deshabitado por el yo, 73. El •fUpper», rrota, 141. El tercer recinto, 142
76. ¿Conflicto defensivo o resistencia?, 77. El modelo irrea-
lista del reflejo, 78. ¿Función del sueño?, 80. ¡,El sueño guar-
dián del dormir? , 81. ¿El sueño es risible?, 82 . El dormir
·guardián del sueño, 83. El modelo enrollado, 83. Tangencia 143 2. La situación psicoanalítica: lo descriptivo
y marginalidad, 85
y lo prescriptivo
85 8 de eneró de 1980
Del sueño al análisis, 86. Desaferentación, despertar al sue-
·*; 143 18 de noviembre de 1980
Hablar claro sobre el psicoanálisis en la Universidad . . . y
ño, 87. La vía regia no es el inconciente, 88. En el sueño, fuera de ella, 143. El pretexto del •doctorado», 144. Sí; el
mantenimiento de una dimensión referencial . . . , 89. . .. y psicoanálisis es un campo teorético independiente, 145. La
de una apertura alocutoria, 90. Riqueza del modelo de la integración no está del lado •doctorado» sino del lado ·di-
tangencia, 91. La cubeta enrollada y el diedro, 93 . El análi- ..dáctico•, 146. Una metapsicología, una deonto logía y una
sis: ¿una formación artificial del inconciente?, 94. La cons- estrategia de la extraterritorialidad, 149
trucción del espacio analítico: ¿una invención?, 95
151 25 de noviembre y 16 de diciembre de 1980
/·g-~g / · 5 de enero de 1980 La tipología de los efectos de comunicación, 151
( · · . · stauración progresiva de un espacio pulsional,, 99. Tres
• - . '-..../ de'finicfones posibles del límite, 100. La oposIC1Ón: fantas- 153 6 de enero de 1981
. ./'· · mático/real, 100. Lo transindividual en Freud y en Lacan, ¿Psicoanálisis aplicado o traspuesto?, 153. El campo del ariá-
· 101. El acontecimiento infantil: Freud, Viderman , Dayan,
lisis: lo •sexuah, 155. Pansexualismo, 156. Apuntalamiento
103. Una discusión en las márgenes de la situación analíti-
y surgimiento, 158. Narcisismo , 159. Lo •sexual»: un punto
~ ca, 104. No hay indicio de irrealidad en el inconciente, 105.
de vista ... , 160 . .. . o una producción, 161. El diedro y la
Hiper-realidad de los recuerdos-pantalla, 107
cubeta, 162
108 22 de enero de 1980
La inmersión en lo ilusorio: tres falsas salidas, 108. El en-
vés de las contradicciones freudianas: un núcleo duro, 109.
16\ 13 de enero de 1981 .,
· · La producción de la trasferen ia, 165. La instauración del. .
ra iento . n n or flexible 168. La confianza en el ·
¿Realidad psíquica o subjetivismo?, 111. La escucha igual análisis, 169. El psicoanálisis en fusión, 171
. no ·es reducción a lo ilusorio, 112. El debate: A . Freud-M. . ~~
.: ;· ,
·. · · . Klein,." 114. ·E l juego como función y como alocución, 115. 1 72 20 de enero de 1981
(~)Posibilidad de ·la trasferencia en el riiño, 117. La objeción Tiempo y dinero: pared de la cubeta, 172. Paréntesis sobre

:.
. .
· 120
® educativa, 118
28 de enero de 1980
® t
el tercero iriterviniente, 176. El settirig con doble pared, 178.
Dos perversiones del setting: sacralizarlo .. . , 180 .. . . y ma-
nipularlo, 181
.\ . '. . ~M. Klein y el mundo interior, 120. Objetos primarios, reerEl-
. \ · _ ' ~ sentaciones-cosa, 122. El análisis ae adultos y las catego- 184 27 de enero de 1981
. · , rías de lo real, 3 . Del lado del analizado, 123. Ejemplo El acting-out: cuestionamiento de la cubeta, 186. El diván ,
\. · · del acto fallido, 125. Las resistencias, 126. Del lado del ana- 187. La regla fundamental como mandamiento, 192. Levan-
. \ :· lista; su rol agógico, 127. Función económica de la atención tamiento de las restricciones concientes, 193. Las represen-
...\ · . ~tiZ\Je , 127. Atención ·igual y reducción fenomenológi- taciones-meta, 195

.\.ao. . 5 de febrero de 1980 196 3 de febrero de 1981


Abstracción y neo-génesis, 197. Referencia al psicoanálisis
Reducción de la cura al lenguaje, 131. El inconciente y el exportado, 197. Referencia al sueño, 199. El sueño como
.lenguaje,.132. Los contenidos, 132. Leclaire y su secuencia expresión y como crisol, 201. La cura: ascesis y agogía, 203 .
fonatoria, 134: Las estructuras; 135. •como-un-lenguaje, no- La atención igualmente flotante, 204. La neutralidad bené-
.. estructurado•, 136. Inconciente y lengua.je en la cura, 13.7. vola, 206. •Supuesto-saber• y situación infantil, 207

8 9
283 f
2 09 3. La trascendencia de la trasferencia 7 de febrero de 1984 . •) ·
Condiciones de producción de la trasferehcia:. los rehusa-' ·
mientos, 283. Trasferencia: hospitalaria; traductiva.; ense~: ·

·..
209 15 de noviembre de 1983 ñante, 285. Lacan: ¿se lo puede hacer trabajar?, 2-86: Am!l--.
Discurso clínico y discurso del psicoanálisis extra-muros, 209. rra política, ?"marra textual, vasallaje personal, 288. ¡Ma~di-~ .
La cubeta, recinto instaurador, 212. Lugar de desencadena- tos los necrofagos!, 289 · v.
·-miento ae lo sexual, 215
290 v· '

I
21 7 23 de noviembre de 1983 14 de febrero de 1984 . .
Todo trabajo es trabajo de duelo, 291. La fórmul~ del sujeto · . . .
El sueño mismo puede ser incitador, 217. Aspecto positivo supuesto saber, 293. Trasferencia de trasferenda, 296. Tres ·.
de la infantilización en la cura, 220. 91rntro ipgredientes: criticas a la posición lacaniaha, 299. Trascendencia de la tras-
fantasma, palabra, séxualidad, trasferencilh 221. El fantas- ferencia, 301 · · ··.
ma: no hay irrealización en la cura, 222. . .. ni en la regla .
de la atención en suspenso igual, 223

225 29 de noviembre de 1983


Una escucha de la en.unciación: cces usted quien me lo dice»,
225. ·De Politzer a Schafer: el llamado al orden subjetivo,
226. Repaso de cuatro opciones sobre el lenguaje, 231

~%.
6 de diciembre de 1983
235 . Más sobre lo ficticio, 235. Winnicott: la llamada transición
del me al not~, 236. S. Bleichmar: ~l hiper-realismo in-
fantil, 237. La otra escena y sus ambigüedades: de Freud
a O. Mannoni, 238

24(1 13 de diciembr de 1983 ·


La trasferern~1a: Freud nunca cesa de encuadrarla, 241. Do-
. ra: Freud tomado desprevenido, 242. 'l'rasferencia sieJ'li'P're
!_ndeseabl~ pese a todo, 245. Un desdoblamiento que Jo ce-
.· sa de retornar. Pero ¿dónde situarlo?, 248 í
l
251(10 de enero de .1984 ·
La trasferencia como trasporte de síntoma, 251. Tras orte

afector~/2~
· · de qué y a partir de dónde: el ejemplo de Schreber 254.
, Trasferencia de relaciones, 257. Trasferencia de

259( 17 de enero de 1984


Trasferencia del mundo interno, 260. Hipoteca del empiris-
mo, 261. Hipoteca del innatismo, 262. Trayecto de doble
sentido ... , 266. . .. o dinámica interna, 267 .

268 24 de enero de 1984 .

l.._ (La neutralidad no es sólo reveladora sino productora, 268 .


L~ trasferencia d~lu~~a en el hábito, 269. La trasfere~cia di-
lmda en la enunc1ac10n, 270. Lugares de la trasferencia, 272.
. El análisis original, 272

275 31 de enero de 1984


Freud-Fliess y el falso saber, 276. Trasferencia, saber y se-
creto, 279

~ 11
10
Prólogo a la edición castellana*
Silvia Bleichmar

Hace ya casi veinte años accedí, junto a una parte impor-


tante de mi generación, al descubrimiento inaugural de dos tex-
tos de Jean Laplanche: Vida y muerte en psicoanálisis y «El
inconciente, un estudio psicoanalítico», cuyas aperturas mar-
caron nuestro destino como psicoanalistas y abrieron las líneas
que constituyen gran parte de nuestros desarrollos . Jóvenes
aún para comprender en profundidad la dimensión en que nos
precipitábamos, entusiastas para defender nuestra intuición de
que había allí algo valioso, la impronta de la epistemología freu-
diana en ellos presente guió nuestra metodología de lectura y
nos obligó a un ejercicio teórico-clínico que nos salvaguardó,
no sin desgarramientos, de las recapturas lingüísticas o mate-
máticas a las cuales una parte de las tendencias dominantes
del psicoanálisis contemporáneo parecía impulsarnos.
Si bien sólo pudimos, en aquella época, entender algunas
pocas cuestiones: el realismo del inconciente (por oposición a
cierta fenomenología que pretendía reinscribirlo diluyendo lo
existente en su conocimiento); la reinstauración del descubri-
miento freudiano de una sexualidad constituida en forma exó-
gena, por desfase de lo autoconservativo y no por contigüidad;
la teoría del apres-coup y, correlativo a ello, la función fun-
dante del traumatismo en dos tiempos; la instauración de la
.. represión originaria y, como consecuencia; la restitución del
posicionamiento tópico del lenguaje en el aparato psíquico; cues-
... tiones, todas ellas, capitales para el psicoanálisis: han ºcumpli-
do su función no sólo de ordenadores sino también de verda-
deros «incitadores» en un encaminamiento que nos obligaba a
un ejercicio de rigor que, paradójicamente, nos apartaba del
dogmatismo, permitiéndonos aproximarnos con independencia
y soltura a los textos psicoanalíticos; en primer lugar a Freud ,
y luego a otros autores.

• Este Prólogo reprodúce parcialmente un trabajo de Silvia Bleichmar,


1
! ~· «Un point de r e lance», publicado en Psychanalyse a l'Université , vol. 14 ,
nº 53, 1989, .págs. 123-39 .

.
·

13
La cubeta. Trascendencia de la trdnsferencia y los Nuevos lo autoconservativo a la sexualidad, y, en el campo de la se-
fundamentos para el psicoanálisis vienen hoy -luego del ca- xualidad -que es el único en el cual el psicoanálisis se
mino recorrido por las anteriores Problemáticas- no a sellar, emplaza-, las pulsiones sexuales de vida y }as putiones ~. . .,
sino a resignificar, a marcar un nuevo punto de re-lanzamiento. :i::.!!ªl~uerte.~ J.\spc-o.h-:> ''L..oc...u 1
de~ ~ ~ / ('<Á..-'t
Aportar algo nuevo no es necesariamente innovar, ni tampoco La averiguación que gma a Jean Laplanche en esta proble-
alejarse de los fundamentos; entre el término •nuevo» y el tér- mática de La cubeta es la siguiente: ¿en qué la práctica analíti:" ·
mino •fundamento» hay un movimiento: el hecho de retornar ca, por la manera misma en que se instaura, en que se desplie-
a los fundamentos para renovarlos, remontar a la fuente, dice ga, ilustra, confirma, permite precisar o rectificar lo que ·he~
Jean Laplanche. Cuando uno trabaja «Se retrabaja•>, y se hace mos podido enunciar, en la teoría y la psicopatología analíticas,
trabajar a Freud en primer lugar. Estos textos' constituyen un sobre el ser humano, su estructura y sus· motivaciones (donde
movimiento por el cual Jean Laplanche intenta problematizar, estructura remite a la tópica y motivaciones remiten a lo pul-
poner en cuestión, en trabajo, la teoría analítica, tanto en sus sional)? Esto considerando que no hay método analítico sin que .
contradiccion.e s sincrónicas como en las contradicciones de su se establezca una cierta situación, y en el intento de ve.r cóm.o
movimiento histórico. métódo y situación son la concretización, la materialización
Es él mismo quien pone en juego ~l modelo de una espiral -s~ podría decir-, de una cierta concepción del hombre que
para dar una imagen de esta dialéctica del psicoanálisis, inten- viene allí a cuajar y a verificarse.
tando así mostrar qué •exigencia» lo lleva a ret~mar uno u otro
tema. En '.'La referencia al inconciente» (Problemáticas IV, El
inconciente y el ello) , lo dice del modo siguiente: •Entre racio- La cubeta: delimitación de un descriptivo
nalización y autoanálisis trataba yo de definir lo que llamo el
nivel de l_a exigencia; exigencia que esquematizo a veces por Veremos, sin embargo, acompañando al texto, las dificulta-
medio de una espiral. La espiral es una curva plana que descri- des que encontramos para describir algo de apariencia simple
be r e voluciones concéntricas a partir de un punto llamado po- como la situación analítica. Si oponemos la extensión y la com-
lo, re voluciones cada vez más extensas [ ... ] ¿Qué es lo que prensión de este término: «situación analítica~ , ¿cómo cercar
m e inter~.sa e n esta espiral, o en esta hélice? No es tanto saber su extensión? ¿A qué se aplica de manera legítima esta expre-
si el pensamiento está en expansión o es pura y simplemente sión? ¿Hasta dónde hay que ir? ¿Hasta dónde se puede decir
1·epetitivo [ ... ] Lo qué me importa en una y otra curva es la que una situación merece aún ser llamada •analítica»? La res-
id e a d e que s i se traza una recta que corte la curva ("radio puesta depende, evidentemente, de lá concepción que se pue-
vectm·" de la espiral o ''generatriz" del cilindro) se definen da tener del inconciente y del desarrollo pulsional. Y por rela-
puntos que se proyectan los unos sobre los otros. Lo que quie- ción a la comprensión de este término •Situación analítica»: ¿qué
ro graficar con este modelo es que, si estoy situado en la verti- permite a cada uno estatuir •esto es del orden del análisis , esto
ca l de ciertos puntos, me veo llevado a tener una suerte de no lo es»?
panorama, hacia abajo, sobre una, dos o "n" espirales prece- La cuestión de partida será la siguiente: ¿existe una rela-
dentes. ¿Importa esto significar que todo pensamiento es repe- ción interhumana específicamente analítica? ¿Cómo se define
titivo? Ciertamente; y esperemos, en el mejor de los casos, que una relación analítica respecto de situaciones y de relaciones
esté relativamente en expansión o al menos que se desarrolle simplemente de la vida cotidiana? La relación de palabra, las
en planos que , a pesar de todo, cambien». trasferencias, o incluso las interpretaciones, eso existe en la
Dos han sido los ejes alrededor de los cuales se ha desplega- vida cotidiana, eso ha existido históricamente antes del análi-
do su propuesta. En primer lugar, el aspecto tópico: con la teo- sis, eso existe fuera del análisis . Ninguno de estos elementos,
ría del inconciente y el ello, donde la tesis rectora, siguiendo sin más precisiones, es específico del análisis. En cada uno d e
a un cierto Freud, es que el inconciente y el ello deben ser estos términos habría que hacer pasar una especie de clivaje
concebidos como dominios separados, heterogéneos, no pa- para delimitar una relación de palabra analítica y una relación
ralelos a lo conciente. El otro aspecto es el de lo pulsional y ecQ- de palabra no analítica, una interpretación analítica y una in-
nómico, la teoría de las pulsiones, que opone, por una parte, terpretación no analítiCa, etcétera.

14 15
1111 11 d1 • h1 H ¡.(ru 11<h'H r<:spucst.us m odernas a la c u estión con- nesis, historia de la constitución misma del análisis, del análi-
s lHt.1• 1• 11 <h•dr: lo que h ay d e esp ecífico en la cura es una cierta sis corno fenómeno, él mismo, histórico . Dimensión histórica
l'Placlón de dos. Pero la gran respuesta moderna no es la gran que se percibe en el hecho de que ciertos fenómenos humapos
respuesta freudiana. Cuando Freud, en 1923, intentaba defi- no son ya totalmente los mismos después de la aparición del
nil· qué es el psicoanálisis, lo que pone en primer lugar es un análisis. ¿Qué se puede aprender del modelo del sueño? ¿Cuá-
método, pero no es el método en tanto situación de dos: es el les pueden ser las relaciones entre el modelo delsueño o, más
método de la interpretación de un cierto número de produc- exactamente, un modelo de la situación del sueño, y nuestra
ciones atípicas, a fin de llegar a un conocimiento de los proce- concepción de la situación analítica? Podemos preguntarnos si
sos inconcientes. Lo que Freud emplaza en primer lugar es un la situación analítica, por no hablar de la sesión analítica, no
procedimiento de investigación del inconciente. Y vernos en- es una formación del inconciente, o, al menos, a qué condicio-
tonces que Freud invierte los términos y responde: lo específi- nes debe r~sponder ella para ser algo como una formación del
co no es una situación interhumana en tanto tal, es la situa- inconciente, comparable al sueño.
ción misma del análisis, inseparable de su método, y que lo po- Comparar modelo del sueño y modelo de la sesión analítica,
ne en cierta posición, única, por relación a un cierto objeto , hacer Jugar el modelo de la situación analítica por relación al
· objeto concebido corno real por Freud, el inconciente, las pul- sueño, no deja de estar inscrito en una propuesta más general
siones, o incluso la sexualidad. que Jean Laplanche desarrolla a lo largo de toda su obra y que
Especificidad de la situación analítica, por la cual el diálogo r ·- adquiere, en estos textos .de La cubeta -y de los Nuevos
que en ella se iristaura no es corno los otros: la trasferencia fundamentos-, caracteres bien definidos. El psicoanálisis, nos
le da un carácter particular. Pero, siguiendo los desarrollos de dice, es ciertamente un conocimiento: en ese sentido es uná
Macalpine y Lagache, poniendo en juego sus aportes y contra- teorética (más que una teoría), pero es también una cierta prác-
dicciones, veremos que fas perspectivas de ambos autores se tica, una cierta trasformación del hombre: «Cuando opongo y
recubren en gran parte: «El dogma de la espontaneidad de la coajugo teorética, por un lado, y práctica, por el otro, esta-
trasferencia ha sido quebrantado» . Y Laplanche dirá al respec- blezco una distinción muy ·diferente de la habitual, rernanida
to: «La trasferencia no es un fenórnenó espontáneo; se realiza, en mi opinión, entre teoría y clínica, de la que aquella estaría
en su forma regresiva y masiva, porque el sujeto está sumergí- constituida por la abstracción, las ideas, los conceptos, y esta,
. do e n una situación enteramente constituida para ese efecto por la descripción concreta. La teorética, tal como yo la opon-
. [ .. . ] Situación que se caracteriza por lo que ella prescribe , lo go a la práctica, incluye tanto los modelos.con su nivel de abs-
. ... _qut:: se llama .un '.'setting", unas reglas, por la manera en que tracción como esa descripción al ras del campo florido · a la que
· ·.. ·ella se organiza; pero tal vez.no menos y aun en mayor medida ~ ·
se quiere reducir en muchos casos la clínica» .
: : . ··.por lÓ que excluye [ ... ] Prescribir; organ.izar y excluir: ¿cómo Volvamos a la Traumdeutung, donde nos es descrito el mo-
· · .-conceófrestos términos si no es por el trazado de cierto límite? delo de un aparato cerrado, donde el yo-guardián cierra otra
. Límit~ fundador, quizá [ . .. ] (pero] límite que repite otro, que puerta que la de la censura, una puerta más exterior, que co-
renueva Y. que confirma .otro, preexj,stente en el hombre... ¿Qué manda el acceso a la motilidad. Clausura que encontramos en
~s entonces. lo que está fuera y dentro del análisis? Freud, no sólo respecto. del sueño sino también como constitu-
Para precisar este límite entre un afuera y un adentro, pre- tiva del inconciente, mediante un desplazamiento del investi-
tis.a mente, se torna la imagen de la cubeta. Y, una vez más, miento del yo sobre el deseo de dormir. Existe en el sueño una
los modelos freudianos inspiran este paso. Modelo horneostáti- captura del preconciente por el inconciente . .Entre el incon-
. . co y· modelo de huellas , que hace derivar de este último -el ciente y el preconciente en estado de vigilia hay una heteroge-
·. ·.ºde fa. Trau'f!l,deutung y la carta 52, con sus sistemas de «memo- neidad radical, heterogeneidad que hace que justamente. el i:ri-
... : . rias11.-. l~ concepción de la sesión analítica. conciente no pueda penetrar en lo que constituye nuestra vida
· · Existe un interés profundo en volver sobre este modelo de cotidiana, y lo que impide una penetración del inconciente en
. la ·n.-qumdeutung. No se trata sólo de la historia del freµdis- el preconciente es elhechod.e que el preconciente está organi-
mo; lo _que sería contingente, sino también de un interés histó- zado desde el interior, lo que quiere decir precisamente que
. ·1:ico más profundo en la medida en que la historia es aquí gé- hay un yo . Pero en el sueño, el guardián encargado de vigilar

16 17
Ja puerta de la censura se ha ausentado, el yo se ha ausentado car, cuando se habla de la sesión como formación del incon-
d e l sistema preconciente que habitaba y estructuraba, y nos ciente, es que se trata de una formación artificial que, a dife-
encontramos con un preconciente deshabitado por el yo, que :<'11: rencia de las otras, no proviene de una pura espontaneidad;
no conserva los caracteres de la vida cotidiana. el inconciente no se manifiesta allí con el mismo título, por
Un aparato «desinteresado»: mantengamos esta diferencia ejemplo, que en un lapsus; él es incitado. a manifestarse.
entre interés y libido, cualificando el int~rés por los investh Formación artificial, fabricada·, en la medida en· que está·
mientos, las cargas, las. energías centradas sobre la autocon- > estructurada por reglas históricamente fechables. Artificiai, pe~
servación y ·no sobre la sexualidad. En el sueño los intereses ro que reedita algo fundamental en el ser humano, en las rela- ·
se esfuman, y sólo reina a partir de ello, en el aparato psíqui- ciones interhumanas, para que ella pueda tener su explicación
co, la libido. Tomar el modelo del sueño para hacer circular, y su eficacia. Como .el sueño, esta formación incluye y excluye
enrollar, circuitos cuya tangencia recrea la bisagra del diedro algo. Ella traza, entonces, un límite. Un límite, ·es decir que·
que Jean Laplanche nos ha hecho conocer ya en desarrollos algo se instaura para que a contihuación, poco a·poco., algo ven- .
anteriores, entre lo autoconservativo y lo sexual, pero para.mar- ga a construirse allí. Lo que viene a instaurar el espacio son.·
car, en esta ocasión, la canalización del circuito interno en de- las res_las del análisis; es necesario un a priori, un dispositivo ·
rivación, en marginalidad, sobre el circuito externo. Para po- y un planteamiento de reglas que instauren el espacio. Y, iue ~ ·
ner de relieve cómo la desaferentación de otras «formaciones go, hay que habitar este espacio. mismo, conquistarlo. Pero es-
del inconciente» opera, según otras modalidades, una. exclu- - ¡:. ta mstauración es un proceso y no un acto único.
sión comparable de lo Vital, adaptativo, autoconservativo, so- · La búsqueda de la descripción de un límite que instaure un
bre lo cual viene a posarse un circuito sexual, fantasmático, afuera y un adentro nos lleva-, acompañando a Lap°ianche ," a
en gran par:te inconciei:ite. recorrer una serie de oposicicmes que podemos intentar descri.-
El modelo de la cubeta es, aparentemente, el modelo de un -.~ bir bajo tres rubros presentes en la práctica psicoanalítica con-
estado muy particular que cierra el aparato psíquico, en el cual temporánea, tres oposiciones que serán examinadas: la oposi-
las aferencias y eferencias se encuentran suprimidas o desin- ción fantasmático/real, la oposición lenguajero/no lenguajero
vestidas. Relación muy particular del sueño con el dormir, que y la oposición sexual/adaptativo o sexual/autoconservativo. El
hace del sueño una manera de dejar jugar el deseo inconciente lector tendrá que recorrer estos pares de oposiciones, recorri-
en el momento en que el yo, precisamente, ya no lo controla, do en el cual ciertos elementos resaltan : el hiperFealismo del
como lo hacía en estado de vigilia. Es desde esta perspectiva inconciente, ppuesto a la concepción trivialmente extendida
que el sueño constituye una formación del inconciente, desig- de que nuestro mundo interior «es un mundo subjetivo»; lo in-
nando como tal un cierto número de fenómenos y lugares psí- ·•' fantil, en tanto realidad situada más allá del simple vivenciar
quicos, lugares de experiencia donde, más particularmente, se de la infancia; el mantenimiento de las categorías de lo real,
manifiesta el inconciente. tanto de la realidad psíquica -ese nucleo duro del inconciente-
¿Qué tipo de formación, entonces, representa la sesión, o, como de las relaciones del sujeto con lo real. Consideración de
en sentido más vasto, el análisis? ¿Convendría agregar a la lista las resistencias que se podrían decir tanto «por la realidad» co-
de formaciones del inconciente la cura misma? Estas correla- mo «por el fantasma•>, que se contrapone a una escucha guiada
ciones no se plantearán en función de la relación real, en un por la atención igual, y diferenciación entre la reducción feno-
individuo dado, de su análisis y de su sueño, relación que in- menológica y la reducción analítica, definida esta última como
duce directamente consecuencias técnicas, sino desde el ángu- la ingenuidad del análisis frente a la distinción entre lo real
lo de analogías y de diferencias más generales, no de relacio- y lo imaginario. Suspensión metodológica, por consiguiente, de
nes reales sino de estructura. ·l"· · ·~
las diferencias, dado que el análisis tiende a sacar a la luz lo
La situación analítica, como formación del inconciente, es que se puede describir, tanto en eso real como en esa fantasía,
tan específica como el sueño pero de un modo totalmente dis- como movimientos de gravitación complejos alrededor de cen-
tinto; ella hasta ha terminado por envolver, a los ojos de los tros de atracción inconcientes.
;-
analistas, el resto de las otras formaciones, tomando prioridad El límite de la cubeta no pasa, no obstante las apariencias,
absoluta sobre estas. Lo que puede asombrar, o incluso cho- entre los polos de lo real y lo ficticio. La relación real/ficticio

1-8 19
no es en el análisis ni de oposición ni de exclusión. Es una rela- el marco de la discusión alrededor de la extra-territorialidad
tivización de su oposición a los solos fines de descubrir sus mo- del psicoanálisis, de una extra-territorialidad que se funda t>n
vimientos de gravitación alrededor de un tercer dominio: el de ;,,·l;ft una reflexión metapsicológica concerniente al campo es1wdfi-
la realidad psíquica. co del análisis, donde se efectuará la toma de partido que .)('an
El segundo círculo, el de la oposición lenguajero/no lengua- Laplanche nos propone: •lo que constituye el análisis como <"am -
jero, pondrá en juego un movimiento que recupera una serie po científico autónomo [ .. . J es el mismo movimiento qtH' sus-.,,..
de propuestas centrales desarrolladas por Jean Laplanche a lo ., trae la situación analítica del sistema de los "intereses .. o del
largo de sus trabajos anteriores. Por un lado, diferenciar los sistema de la "autoconservación"; y ese movimiento a su vez
contenidos de lenguaje y las estructuras de lenguaje, para otor- está fundado en el movimiento originario que sustrae al se1·
gar su estatuto metapsicológico a las representaciones incon- humano, en una parte esencial, de esta dominación de los "in-
cientes o a las del preconciente-conciente; la cualificación freu- tereses" y de la ''autoconservación". Lo que funda esta posi-
diana de la Sachvorstellungen, esos significantes-cosa que han ción es por lo tanto, en último análisis, una visión precisa. dl'
perdido tanto su apertura referencial como su apertura de co- la ·teoría de las pulsiones, del sistema de las pulsiones que se
municación. · pone én juego en el análisis y por él». · -
«El inconciente es un "como-un-lenguaje". no-estructurado¡? , Definir entonces el campo del análisis por esa coordenada
he aquí la fórmula a la cual llesa Laplanche, agregando: •Esta rectora que DO es «DÍ por el lenguaje, Di por lo fantasmático,
fórmula vale por lo que vale», es decir que vale porque deja sino por lo sexual, y ello de tres maneras: 1) en todo aquello
oír, por el "como un lenguaje", que el inconciente está he.cho de que el psicoanálisis trata hay, digamos, un sentido se.nwl
de elementos significantes, pero ño necesariamente y no pri- por encontrar (tomo "sentido" de la manera más vaga, m e nos
mariament~ lingüísticos (para lo cual el lector puede remitirse, teorizada posible); 2) la sexualidad adulta debe ser referida sin
si s e interesa en un desarrollo más extenso del tema, a Proble- . ~
cesar a la sexualidad infantil; 3)la sexualidad debe ser toma-
rnát?'.cas IV, El inconciente y el ello); yyara recordar, por me- da aquí en su acepción ampliada, aquella que sin cesar es olvi-
dio d e l •no estructurado», que le falta algo precisamente esen - dada, recubierta, por los analistas mismos». Y concluye: «Cuando
c ial de todo lenguaj e, es decir las noc10nes de oposición y de digo ''sexual'', es en referencia a la teoría de las pulsiones y
valor. a una teoría de las pulsiones que me es propia, aunque "deri-
----;¡;:1 analista (tal vez) "se autoriza sólo desde sí mismo">>, es vada" del freudismo». Teoría de las pulsiones que hemos podi -
una cuestión importante; pero de todos modos debemos decir do seguir a lo largo de los años, perfilándose, definiéndose , con-
que el .analista que se permite sin reserva todos los juegos de ceptualizándose.
palabras que:le provee el lenguaje, sin ningún fundamento en "·! . ¿Se tratará, en análisis, de un aislamiento de lo sexual? ¿.De
la!i .asoeiaciones ·del analizado, no se «autoriza,. más que de su una «producción» de lo sexual? La idea, ya trabajada, de una
propio in<'onciente y de sus propios complejos. «El idealismo producción de trasferencia, deja abierta la posibilidad de una
i. lin.Qüí.sticr.>, prómovido bajo el nombre de "análisis del signifi- producción de lo sexual en el interior de la cura. Si hay lugares
ca"nte.~ se . 9esbarata en confusié>n si quiere mantenerse más .
1
; :¡ privilegiados de producc.i ón de lo sexual, la infancia sería uno
d e .unos pocos segundos sin recuperar fuerzas en el suelo de · de ellos, otro podría ser la cura y aun, quizás, ciertos fenóme-
las significaciones. No exis.te análisis puro del significante» . nos culturales. De todos modos, el término «producción» no d e -
El «Sólo decir», como regla de análisis, no puede ser enten- ja de plantear dificultades : podemos imaginar diferentes tipos
. dido como una limitación estricta y. rígida al lenguaje verbal. de producción, incluso la introducción arbitraria, por sugestión,
Lo que nos interesa en este «decir y sólo decir», o en el «Sólo de la trasferencia; seducción activa, en el límite, por parte dPI
. int.eresa1·se ~n . lo que es decir», es precisamente el decir como ...... } ,_
analista.
intencionalidad y el decir como simbolización. Este decir, in- Un segundo modo sería el del aislamiento, de una suerte
cluso en análisis, no pasa exactamente por el límite entre lo de abstracció.n •en acto»: se desemboca en que lo sexual queda
verbal y lo no verbal. Del mismo modo, el acting-out no pasa como lo único emplazado . Por último, el tercer aspecto de la
estrictamente por el gesto: . 1·
prod.u cción de lo sexual estaría ligado al hecho de que la cura
· ¿Cómo definir entonces la situación psicoanalítica? Será en apalítica, por ciertas reglas o por algunos de sus elementos, com-

20 21
porta una suerte de reproducción estructural de las condicio- s1ón», ni exclusión ni reclusión, sino puesta aparte, de lado.
nes de surgimiento de lo sexual. Es la perspectiva sobre la tangente -indicada por el esquema
r? de la cubeta enrollada- de lo adaptativo. Pero esta seclusión
es debida a la posición y a la actitud del analista, en lo que
La situa.ción analitica: hete:ronomia del prescriptivo hemos visto designar a lo largo de este texto como los ccrehusac
mientos». Rehusamientos que recaen sobre el dominio de lo
Retomar el modelo del diedro, de la tangencia en la cubeta "'~ adaptativo, y también sobre el saber. El rehusamiento. y la, se- . .
entre lo autoconservativo y lo sexual, nos permite resituar su clusión propios de la cubeta se continúan en la sesión misma , .
doble pared, lJna primera pared legalista, que en su carácter en particular por el rehusamiento del analista a .intervenir .er.i.·
contra.ctual hace que tiempo y dinero se inscriban en su aspec- lo cereal», o, para formularlo de un modo distinto, re.husamien -
to autoconservativo, dando la posibilidad a lo sexual de surgir to de la intervención adaptativa, manipulación o consejo. Y lue-
y exp.resarse. Se trataría, por medio de· la autoconse.r vación de go, el rehusamiento de saber; rehusamiei;lto que signi.fica re -··
ambas paredes, de evitar poner en acto dos perversiones del husan;e a sí mismo saber y p're-saber.
setting: la manipulación y la sacralización. No trasmitir mensa- Son estos rehusamientos del analista lá que hay que situar·
jes por medio de la manipulación técnica, sea ella del tiempo en la base misma del fenómeno de la trasferencia, lo que hay
o del dinero, ni hacer que el inconciente del analista esté pre- que situar en eco con el rehusamiento de los adultos, del mun-
sente en todas sus intervenciones, he aquí una razón más para '··.1- do adulto por relación al niño . . Rehllsamiento ligado al ritmp
mantener la «pared externa», ·que vuelva imposible el actuar alimentario, pero, más profundamente, rehusamientp estruc~ . ·
del analista, es decir su acting-out. ttiral de dar el código de los me·nsajes enigmáticos que e l adul -.
En la estructuración de la cubeta analítica podemos subra- to trasmite al niño, y ello simplemente porque ese c<~dig<·) es. ·
yar tres géneros de reglas: el setting (tiempo-diilero), la regla • )
incomunicable, dado que el adulto mismo está en relación de
fundamental -que es en el fondo-un imperativo que se enraí- ignorancia respectó a su propio inconciente, aun si no se pu<' -
za en la ley y cuya función es ayudar al inconciente a salir- de hablar del inconciente como de un código.
y el rehusarse, rehusarse a la lógica o al sentido común, inclui-
do en la regla, íntimamente ligado a lo que se denomina las
.E xiste una trasferencia originaria en la infancia, siendo
adulto, para el niño, más que un supuesto saber, un supuPsto
Pl1
ccfrustraciones,, en la situación y' en particular' a· la ccneutrali- [:;ignificar. Y es la trasferencia originaria ·1a qut' dese mboca P,; _
dad benévola... · ese producto marginal que es la sexualidad, y la trasfrr(:'nC'ia
Definir .la cubeta psicoanalítica por la sexualidad parte evi- analítica deberá ser concebida no como un calco, sino como
dentemente de una cierta toma de partido: la de una descrip- "· ~ Üna reedjcjón de ese proceso de trasferenda oriu;inal"ia ; por !"<'·
ción energética de la curil, y también de una descripción tópi- ladón a eJlo, Jean Laplanche nos propone ese movimiento qu<'
ca, lo más cercana a las.pulsiories que reinan en el inconciente engarza la trasferencia de trasferencia y la trascendencia de
y que son las pulsiones sexuales. Pero, a difer~ncia del sueño, la trasferencia, debiendo ser concebida esta como trasce ndPn -
cérrada al exterior, desaferentada, verdadera inversión como cia ccmás acá» -sin que haya qüe materializar un gran A como
del dedo de un guante, el análisis es una formación artificial, causa sui- y, al mismo tiempo , como trasferencia ccmás a llá» :
conservada, circunscrita por reglas. Lo que la cierra es, por una sin aceptar la idea de una intervendón arbitraria, d e miúrgica ,
parte, lo que se llama el setting (encuadre espacio-temporal), del analista, en eso que se puede designar como trasferenC'ia
encuadre pecuniario, etc.; luego la regla fundamental; por úl- de trasferencia.
timo, lo que Jean Laplanche llama los rehusamientos del ana-
~ ...... ) '-
lista, aquello que el analista rehúsa y a lo cual se rehúsa, los
Versagung del analista, es decir su neutralidad. Romper y renovar: hacia los nuevos fundam entos
Volvamos ahora a las condiciones de producción de la tras-
ferencia . Se trata de una abstracción de .l o sexual, pero no de Es indudable que estos nuevos desarrollos no pueden ser
una abstracción por el pensamiento, sino de una- abstracción '1 sino efecto de un movimiento de ensamblaje y resignific aeiún
real. Para ello, Laplanche propone otro término: el de ciseclu- de elementos previamente trabajados . Si el analista, por su ac-

22 23
tltud cspcc ffica de esc ucha, juega una fun c ión ccagógica», una Advertencia
· función de guía esencial, de la misma manera Jean Laplanche 1
1
produce sus conceptos en el encaminamiento que define su pro- r¡)
Jean Laplanche
pia exigencia y que abre ante el lector el movimiento por el
cual ti-abajar y trabajarse se despliegan. Entonces, si en el pro-
ceso de la cura psicoanalítica no se trata de remplazar un siste-
ma de certidumbres por otro, ni de sustituir un conjunto de
conclusiones por otro; si en lo que respecta al inconciente hay
i1

que encontrar los movimientos de gravitación complejos alre- t


dedor de centros de atracción inconcientes, en el psicoanáli-
sis, en tanto teoría, se trata de encontrar esos puntos haciendo Desde 1962 en la Escuela Normal y en la Sorbona, y desdR 196.9
.chirriar los goznes hasta el fin. en el marco del Centro de Investigaciones en Psicoanálisis y Psi-
De modo ineluctable el lector será conducido, a través de copatología (Sorbona, Universidad de París VII), prosigo y expongo
este funcionamiento agógico que constituye el método de ex- en una ensiñcinza pública un itinerario problemático e interpre-
posición de estos seminarios, a anticipar conclusiones que lue- tativo que avanza por ciertos ejes principales de la teoría psü:o-
. go serán desplegadas, a asombrarse ante la posibilidad de ar- analítica. Con el título. general de Problemáticas, estos cursos se
ticular, en un tratamiento singular, nuevas trascripciones de . '¡L recopilan aquí a partir de los años 1970-71.1 El texto pronun-
lo ya inscrito . . .,, 1 ciado no ha sufrido más que las modificaciones a que obligó
Así, los Nuevos fundamentos constituyen la culminación ne- su publicación.
cesaria de las Problemáticas, y más que forzar el esquematis- ; Los temas de los años sucesivos se encadenan según una
mo que Jean Laplanche teme privilegiar, llegamos naturalmente "~ lógica que no tiene nada de deliberado: el trayecto está dirigi-
a una renovación de esos fundamentos. Renovación que apa- do a la vez por el contenido y por mi evolución personal.
rece como la conclusión, si no esperada al menos esperable, El ciclo de un curso anual es inaugurado, la mayoría de
·a partir de los centramientos y descentramientos que los di-t las veces, por una introducción metodológica más o menos e:x·-
. versos movimientos de esa obra nos inspiran . tensa. Impresas en bastardillas, estas introducciones m e dis-
· Haber visto, a través de los años, exponerse de uno u otro pensan de retomar aquí sus ideas fundamentales. Ellas dan
. modo en las Problemáticas la polémica con un fundamento bio- testimonio de una reflexión continuada sobre las modalida-
. · · . loglsta del inéonciente a través del cercamiento de los dos dua- des de mi investigación, así como sobre la legitimidad de pro-
0

. . . :1.i smos pulsionales freudianos, o con lo filogenétic;o por rela- ' ). seguirlo «en la universidad».
. cJón ·a la <>posición entre una teoría de los fantasmas origina- Abordar la teoría misma teniendo en cu.enta el método ana-
rios y una teoría de la génesis de la sexualidad instaurada en lítico es sin duda profundizar y prolongar ciertas líneas de
e1 movimiento ·resignificante de la serie de los traumatismos es- pensamiento, pero es también hacer rechinar hasta elfin, hasta
tru.cturantes del aparato psíquico; haber seguido las espirales hacerlos saltar, ciertos goznes, hacer derivar ciertos concep-
· ·.que van de las. primeras afirmaciones acerca del realismo del tos, efectuar aperturas hacia otra temática.
· . . inconci.ente en el Coloquio de Bonneval a los trazos firmes con La «Cubeta»: modelo tomado de La interpretación de los sue-
. que. este se reinscribe en El inconciente y el ello, y, en ese mo- ños. Se ha podido ver en él, no sin alguna razón, el prototipo
, .· · virr.üento· mismo, .proseguir los deslindes cuidadosos frente a de una reclusión solipsista -solipsismo de dos- en la que se
m1a homotecia estructuralista que subsume el inconciente sin- encerraría la cura psicoanalítica. Mi propósito, cuando jJro-
·gu1ar. en la es'tructura del Edipo, para desembocar tal recorrí- ··( •. longo este modelo y lé hago sufrir metamorfosis, es mostrar
. do en-la construcción del concepto de metábola, lleva a no sor- que lafrontera que traza no es la que de ordinario se cree (en-
. pre.nderse, en tanto oyente, discípulo o lector, de que Laplan- tre fantasía y realidad) sino un límite en que se articulan dos
. 'che. ~e veª conducido por su ·propia exigencia a reordenar,
-¡ 1 Publicados inicialmente en el BuUetin de Psychologie, y después, des-
propiciando con ello un movimiento resignificante de los des-
c.ubrimientos ~reudianos que emergen de su ·derrotero. de el año 1974-1975, en la revista Psychanalyse a l'Université.

24 25

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los i ntereses d e la v i da coti d ·i ana y la producci6n de en ergí a
sexual. D e esta manera, la sesión y la cura se pueden compa-
rar con un verdadero acelerador, con un ciclotrón de libido. ~
La abertura interna es la "trascendencia de la trasferen-
cia» . Este término se inscribe en oposición a toda concepción
que pretendiera ver en la
trasferencia un mero juego de roles,
cuyo carácter üusorio y anacrónico debería ser, de un ·rnodo
u otro, disuelto por el análisis. La situación analítica como
13 de noviembre de 1979
tal, ella misma es trasferencia, reedicü5n pero también reno-
vación de la relación originaria en que el niño recibe, del mun-
Uno de los objetivos de estos cursos, que se dan en el DEÁ;.1
do adulto~ mensajes cargados de un sentido sexual inconciente.
es invitarlos a to.m.ar en cuenta ún pensamiento a menudo"rr:,uy ...
La trascendencia de la trasferencia es en primer lugar la
diferente del de ustedes y, más todavía, alejado de sus preocu-. .
trascendencia del inundo sexual a.dulto. Su único destino es
ser ella misma trasferida fuera de la cura. ·¡ paciones inmediatas, es decir del tema de investigacián que
se aprestan a proponer. Tom.arlÓ en cuenta entonces,' y llegr;uio
1 el caso saber dar· razón de él. Pero, ¿qué -quiere decir.tomar
'~ en cuenta el pensamiento del otro, en psicoanálisis eri. par-. · · ·
ticular? Desde luego, es saber exponerlo sin traicionarlo y even-
tualmente s<Yrneterlo a la crítica, tratando primero de "com -
prender» (con todas las comillas necesarias) la inspiración dP
lo que ha sido dicho. Esto se les exigirá como ejercicio de apro-
bación de estos cursos teóricos.
Iré un poco más lejos en lo que perso-
HAc~;n THABA.1 A 11 nalmente entiendo por "tornar en cuen-
A F1u;pn ta el pensamiento del 'o tro»; introdu-
+ 1 ciré para ello la e::cpresión "hacer tra-
bajar». Hacer trabajar a un gran pensamiento . .. desde luego
sé que urw no hace trabajar a los que no quieren trabajar, pe-
ro cuandó uno está en compañia de un Freud, o de ·u na Mela-
nie Klein, puede emplear este recurso de hacer trabajar a u:n
pensamiento. Se habla a menudo de trabajar los textos freu.-
dianos, y ."hacer trabajar» puede parecer más descansado por-
que es el texto el que va a "trabajar» solo. Pero no necesaria-
mente es más descansado . Me detengo en esta noción de traba-
-~» jo sólo el tiempo que me demande para recordar algunas de sus
1 connotaciones. Evidentemente es una noción freudiana pero
también una noción mucho ·más universal. Pienso por ejem.-

1 [El Dipl&me d'Etudes Approfondies (DEA) es requisito previo en la


1 1
Universidad de París VII para acceder al Doctorado de Tercer Ciclo en .. Psi -
copatología Clínica y Psicoanálisis» (N. de la T.).J

26 27
¡1/11 1·11 /11 ·1/I'/, 11 11111111 ·11 / 1111 /11 íl/t f/11/N lf /1 flt 111 /111 t111 l/li •d l d11 f a LI OKO n m i t.,in m ; ott 1tlKo 11 M( c·o 1110 ~ l ll ul t.1111d1111 11 11 11 ll llc •11
111111r111 l11 •y 1•f((t llf / r/<1 /1 ·ol1t ~/o,· ·drul1<VO d.o lo n O!J<it i vfJ•, lo s o.be 11 e l psicoan a lista y su c u bcla». lloy no lu i.bl urc'.! d e tu. c: uhc•ta y
prime ro trataré de dar mis r a zones para e l h echo de h a blar aqu í

r
11 s l 1•d 1w, 1w dof'ir qno, <Ws<úJ el interior, el pensa miento f i los6f i -
, co t n,1,1.Jaja, se trabaja, y se trabada en negativo. O también es de la situación analítica. Este no es un curso de técnica ni tam-
. u n .término de carpintería, de ebanistería: se dice que un mue- poco de estrategia analítica; este UER2 no se propone, en ma-
ble trabaja. Un mueble que trabaja no es siempre un mueble nera alguna, formar analistas. Sin perjuicio de que a algunos
1
que se instala bien; es un mueble que rechina o aun que co- de ustedes que están en posición de analistas pueda sugerirles
mienza a rajarse por ciertos lados. No digo que por eso se va-
r cierta reflexión sobre su práctica. Tampoco es una teoría de
ya a poder convertirlo en otra cosa pero, en fin, trabaja. Ha- la Gura, por lo menos no una teoría de la cura en su desarrollo,
cer trabajar no es entonces solamente retrabajar, desmontar, en su progreso, en sus perspectivas. Me voy a r~ferir entonces
disponer de otra manera; es sin duda hacer rechinar algo, agu- .a la situación analítica; del mismo modo habría podido pronun-
dizar contradicciones, hasta intentar hacerle dar razón; no ciar el término «método ... Los dos están estrechamente intrin-
por el placer de señalar las contradicciones, de poner a un cados, eso es evidente: no hay método analítico si no se instau-
autor en contradicción consigo mismo (como se dice: y bien, ra cierta situación . Lo que me intere-
ahí está, nada de eso se sostiene) sino para hacer rendir el al- LA SITUACION sa en la situación analítica es tratar d e
ma de esas contradicciones. ANALITICA ver el modo en que método y situación
Hace b.a stantes años que intento hacer trabajar a Freud y ·- -}- MATERIALIZACION son la c<;mcretización, la materializa-
a otros analistas igualmente; hace un rato mencioné a Mela- DE LA TEORIA ción se podría decir -casi como se ha-
nie Klein. Poner en problemática, si ustedes quieren, poner bla en parasicología de la «materiali-
en pos·i ci6n de alumbramiento de otra temática (alumbramien- zación., del ectoplasma-, la materialización de cierta concep-
to: es también un trabajo). Desde hace años intento poner en ción del hombre que viene en ella como a ponerse a punto y
problemática, en cuestión, en trabajo, la teoría analítica, en a verificarse. Hace_un rato les indiqué esos dos aspectos prin-
sus contradicciones sincrónicas y a la vez en las contradiccio- cipales de la teoría psicoanalítica: primero el aspecto tópico ,
n es de su mov imiento histórico; y advierten ustedes que ha- con la teoría del yo en la que se impone una renovación; y,
blar de contradicciones históricas es introducir un término más todavía, con la teoría del inconciente y del ello, en vista
como el de dialéctica. Hablar de dialéctica en psicoanálisis,' de que nuestra tesis rectora, siguiendo a cierto Freud, es que
dialéctica en el movimiento del psicoanálisis, en la evoluci<5n, el inconciente y el ello se deben concebir como un dominio se-
·: . · · en. e{. .avance del pensamiento psicoanalítico, no es ciertamen- parado, heterogéneo, no paralelo, por relación al conciente.
. •. ~te ha.cerl0 en. el sentido triunfante de un Hegel o de un Mar:r. .,1 .
En fin, siempre en este campo de la tópica, el problema impor-
, · · ,·: La .dialéÚi:ca .psi({oanalíti<:a, para parafrasear lo que se ha di - ! tante de ia angustia, que precisamente se sitúa en el lugar de
1 •
.· ; cho del genio, '3s mucha repetición y algunas zafadas. Mucha 1.
interacción del yo y del ello. El otro aspecto al que me he dedi-
. ·.rep etición, y de repente uno se encuentra en otra órbita. Pero cado, en la teoría psicoanalítica, es el aspecto pulsional y eco-
.' ... . ·· una v ez sobre la nueva órbita, es preciso todavía hacer el i n -
.v entario·. de lo que se retoma de las órbitas precedentes para
~ nómico, lo que se llama la teoría de las pulsiones . Tendré que
formular más de una vez esta teoría, y aquí me limito a men-
darse cuenta de que hay muchas cosas que resituar. En otros cionarla esquemáticamente: la teoría de ~as pulsiones opone
.momentos he hablado d.<! espiral para proporcionar una ima- la autoconservación y la sexualidad por una parte; y en el campo
gen de esta dialéctica psicoanalítica. Una espiral que sin des- de la sexualidad, que es aquel en que exclusivamente se mue-
canso vuelve a pasar sobre las mismas verticales, que por lo ve el psicoanálisis, las pulsiones sexuales de vida y las pulsio-
tanto es esencialmente repetitiva, pero que se empeña, al m e- nes sexuales de muerte. Ahora bien, si ciertas elaboraciones
. .nos en ciertos momentos, en cambiar de plano.
2 UER: Unité d'Etudes et R echerche . El 18 de junio de 1975, por deci -
· · Mis centros de interés principal desde hace algunos años son,
sión ministerial, el Laboratorio de. Psicoanálisis y Psicopatología del UEH
. . indisolublemente , la teoría de las pulsiones, por una parte , y de Ciencia.$ Humanas Clínicas (Universidad de París VII) fue habilitado pa-
. la tEioríá déla tópica, por la otra. Me es imposible resumirlas, i ra asegurar la preparación de un Doctorado de Tercer Ciclo con la m e nci6n
. .i:>er~ ustedes· las verán intervenir nuevamente este año. •Psicopatología Clínica y Psicoanálisis• (N. de la T. ).

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d r c 111 0~ o<.;u:,;lón de rccxum luur la gran opo~ldón c n tn• M(• ln n lt•

1.or1c<·s : uvcrlgu ar si la p ráctica psicoan a lítica, e n la m a n e ra mis- Kle in y Ann a F r e u d acerca d e esta c u estió n ; oposició n q u e no
ma e n q u e se ins taura , e n la manera .en que se desenvuelve e s solame nte histórica sino que va verdaderamente al f ó n do ·
-e igualmente en lo que excluye, porque veremos que esto de las cosas. Y además, enseguida, se va a presentar el proble- ·
es fundamental-, ilustra, confirma, permite p:fecisar o rectifi- ma del «análisis fuera del análisis», fuera de la cura: el psico-
car lo que .nosotros podemos enunciar, en la teoría y la psico- análisis llamado «aplicado». En este psicoanálisis aplicado·, ¿_que~·
patología analíticas, acerca del ser humano, de su estructura da algo que se pueda asemejar a un análisis? Y si en el psicóc
y de sus motivaciones; aquí estructura remite a la tópica, y análisis aplicado apenas queda algo o no queda nada de la
motivaciones, a lo pulsional. situación analítica, ¿cuál es su legitimidad? También este e s·
Introduzcamos aquíun paréntesis: y es que esta puesta en un debate fundamental, con respuestas enteramente dispare s .
relación de la teoría y de la situación analíticas es admitida En cuanto a ·Freud, no hace falta forzar mucho algunos d e sus
con toda generalidad en lo que concierne a la tópica. No hay textos para hacerles decir que está primero el método .arialíti -.
autor empeñado en describir la situación de análisis que no se co , y después hay aplicaciones diversas de este: la cura entre
d e sviva por mostrar el módo en que esta acaba por poner en otras, ni más ni menos legítima que el psicoanálisis aplicado
juego las instancias de la personalidad: ¿cómo se sitúan, se dis- a un texto literario o a una obra de arte o a fenómenos s~>ci a­
tribuyen instancias como el yo o el ideal del yo, y cómo evolu- les. En sentido opuesto, la legitimidad del psicoanálisis fuei-a
ciona n en la situación? O también, ¿cuáles son las condiciones de la situación de la cura es cuestionada cvn vehemencia por
óptimas que permitan al inconciertte, o al ello, alcanzar la con- otros analistas. Tomen un texto como el de Roustarig, Un des-
cie ncia y la traducción verbal? Pero lo notable es que los ana- tin si funest e ,'3 y se encontrarán con esta paradoja: el autor
listas no parecen interesarse en la relación entre la situación argumenta violentamente contra toda posibilidad de hace r psi -
a n a lítica y el tipo de los contenidos pulsionales que en ella aflo- coanálisis fuera del diálogo analític o, e s dec ir contra todo psi -
ran. Como si, una vez instauradá esta situación, todas las pul- c oanálisis aplicado, en una obra que, d e un e xtremo al otro,
sione s se expresaran ahí de una manera, se podría decir, igua- no e s otra cosa que psicoanálisis aplic ado porque se propone
litaria; como si las condiciones analíticas sólo tuvieran una re- como objeto interpretar psicoanalíticamente la situación e n las
lación lejana con los contenidos o los motores del inconciente, sociedades de a nálisis, sea en las del tiempo de Freud, sea e n
c on su «energía». Habría entonces allí como una especie de ce- el círculo de Lacan. Es asombroso que esta contradicción no
lada . De modo que el esclarecimiento nuevo que uno puede
a portar, . en cuanto a la situación analítica, concierne más a la
r e lación de esta con la teoría de las pulsiones que a su relación
c on la teoría de la tópica.
¿Situación analítica? Veremos las dificultades que se pre-
l
'[
haya sido percibida, en su rechinamiento y tal vez en s u posi-
ble fecundidad.

CRITERios
DEL ANAL1s1s
En cuanto a la «Comprensión» del tér-
mino situación analítica, estaría dada,
si ustedes quieren, por los criterios de
esta, es decir aquello que permite a ca-
se ntan para describir en este caso algo aparentemente simple .
Opongamos, si ustedes quieren, de ma- da uno estatuir: esto es análisis, esto ya no es anális is. ¿Qué
1
EL PSIC<>ANAL1s1s nera cómoda, la extensión y la com- criterios entonces y, suponiendo que se los pueda enume rar
EN EXTENSION prensión de este término «Situación (no se han abstenido de hacerlo, Freud el primero: no dejó d e
analítica». La extensión, es decir: ¿a trazar el círculo de fo que e stá dentro del análisis y de lo que
qu é se aplica legítimamente esta expresión? ¿Hasta dónde lle- se excluye de él), cómo se coordinan entre ellos? Cada analis-
ga r? ¿Hasta dónde se puede decir que una situación merece ta, cada psicólogo, cada hombre un poco advertido de nuestra
todavía ser llamada «analítica»? ¿Hasta qué tipo de psicotera-
3 Fran<;ois Roustang, Un destin sifuneste, París: Ed . de Minuit, 197tL
pia, por ejemplo, o aun de entrevista? También: ¿en qué mecji-
[Ed . e n castellano: Un funesto destino, México: Premia Editora, 1980.]
da tiene significación hablar de análisis de niños, de situación

31
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111 nn 11· 1.,11 .-l1 •111(111toM dt• lo que se llam a e l .. sctting•, es· d ecir ferencia -y por ahora seguimos en esto a Daniel Lagac h c-
111 :-1 condiciones e n apariencia exteriores, pero muy importan- no es un fenómeno psicológico nuevo. Hará falta entonces que
. tes sin e mbargo, de una cura analítica. Es capaz de enumerar profundicemos nuestra interrogación: ¿qué hay de nuevo en
. ciertas coordenadas de la relación analítica. Evidentemente es la trasferencia? o ¿qué hay de nuevo en la repetición? ... ¿Có-
al término .. relación• al que nos vemos conducidos, a partir del mo sale del pa,so Lagache? Y bien, él queda atrapado, o nos
de ..situación>>.· Enumero bien al azar, sin pretender por ahora atrapa, en una serie de fenómenos, en cuyos dos extremos .ten-
coordinarlas: la relación de palabra, la regla fundamental, la dríamos dos términos en apariencia heterogéneos.
neutralidad, la interpretación, la trasferencia, etc., títulos de En un extremo, las repeti<;:iones de conductas y de afectos,
capítulo; cuando se les quiere dar un contenido, se registran desde que el hombre existe. Dondequiera que esté el ser huma-
divergencias acerca de todos esos puntos. Pero, una vez más, no, ninguno escapa a la repetición. Un hombre que no repitie~
no se trata de enumerar divergencias, de hacerlas entrechocar ra, es decir que no hubiera aprendido, es inconcebible:
como en un informe de congreso, donde se llega hasta contar ,;si tomamos-la trasferencia en el sentido lato, se vuelve di-
los puntos de los contrincantes. fícil fijar sus límites. Toda conducta es en efecto un dosaje de
Nuestra pregunta de partida sería la siguiente: ¿hay una re- asimilación de la situación presente a hábitos antiguos y de ajus-
lación interhumana espeéíficamente analítica? ¿Cómo se defi- te de los hábitos antiguos a la situación presente. En el hom-
ne una relación específicamente analítica por referencia a las bre, la idea de una conducta absolutamente nueva, que no im-
situaciones y a las relaciones comunes de la vida cotidiana? plicara en manera alguna la trasferencia de hábitos antiguos,
Y tan pronto como uno se plantea esta pregunta, advierte que es impensable; lo que puede ser nuevo es la organización de
de nada nos serviría reenumerar nuestra lista precedente por- los hábitos antiguos de cuyo repertorio el individuo se ha nu-
que la relación de palabra, las trasferencias o aun las interpre- trido. En el niño, la formación de los hábitos comienza desde
tadones, tódo eso existe en la vida cotidiana, ha existido histó- el nacimiento y, desde los primeros días, los psicólogos han po-
ricamente antes del análisis, existe fuera del análisis. Como tal, dido demostrar la intervención del aprendizaje, es decir de las
ninguno de esos elementos, sin más precisión, es específico del modificaciones duraderas del organismo y de sus respuestas,
análisis. Por cada uno de estos términos habría que hacer pasar introducidas por sus respuestas y aun por sus conductas .. . En .
una especie de clivaje para delimitar una relación de palabra el curso de las sesiones de psicoanálisis como en el curso de ·
. analítica y una relación de palabra no analítica, una interpreta- la vida, el paciente se nutre de su reper~orio de hábitos,.. 5
ción .analítica y una interpretación no analítica, etcétera. Evidentemente, sería impensable que fuera de otro modo.
· · . Me apoyaré hoy en uno de esos térmi- En el otro extremo, sin embargo, la impresión de Freud y
. CoN LAGACllE: · nos, el de trasferencia, y en ese tex- de los psicoanalistas es la. de un descubrimiento: estar frente
EXAMBN DE LA . to-referencia que es el trabajo de Da- a algo inaudito, tan inesperado que hizo falta cierto tiempo pac
. " TRASFf.RENCIA niel Lagache que se titula .. EJ proble- ra reconocerlo. Es bien sabido que Freud no situó -y menos
coMt>. CRITERIO ma ·de la trasferencia•. 4 Todo este tex- Breuer- de entrada la trasferencia en toda su amplitud. Y tras
to de Lagache gira en torno de una haberla reconocido como algo inaudito y perturbador, hizo fal-
cuestión que él no formula así pero que podría ser, simplemen- ta aún más tiempo para aceptarla y para apoyarse en ella.
te·: el hombre no nació en 1895 ni en 1882, no nació en Austria He ahí los dos extremos de esta cadena y, sesenta o setenta
en
n'i Viena. Y tampoco nacieron en esos lugares ni en esas pre- años después, el teórico que reflexiona sobre esta dualidad.
cisas.fechas el diálogo o aun, puesto que se trata de trasferen- Aquí es Daniel Lagache, el psicólogo, quien responde erigién-
. · . cia, la repetición de las conductas, de las actitudes y de los dose en el campeón de «la unidad de la psicología... ¿Por qué,
afectos. Entonces, cuando uno se interroga: ¿qué hay de nue- en efecto, escaparía el psicoanálisis a la psicología? ¿Por qué
el hombre estaría fuera del hombre? Respuesta matizada, des-
4
En Le tranefert et autres tra.vaux psychanalytiques, Oeuvres III, Pa-
rís; PUF, 1980, págs. 1-114. 5 lbid., pág. 80.

32 33
tina d a a p o n e r a salvo ese c u a dro unita rio, que para e llo pone e n e l a n á lisis? ¿Qué h a y de especifico e n la t r asferencia a n a lf-
e n jue go dos oposiciones que se superponen parcialmente. Una tica? En cierta manera, nada. Siendo e l análisis un. fe n ó m e n o
primera oposición hace intervenir en plenitud la noción de ¡,
humano, ¿cómo no estaría sometido a las leyes generales que
situación. Encontrarán ustedes esta ¡i rigen la conducta del ser humano? ¿Quién pretendería que, so

~
D1spos1c10N oposición en el capítulo que trata de pretexto de que uno está en análisis, uno salte, digámoslo así,
Y AMBIENTE las «causas de la trasferencia»; estas por encima de su sombra? El análisis, en consecuencfa, no po-· ·
-muy simplemente, pero era preciso dría escapar a las leyes generales de la psicología; pero, dentro
enunciarlo- pueden ser reagrupadas bajo dos títulos: la dispo- de esas leyes, su situación es sin embargo muy particular, has-
sición a la trasferencia, por una parte, factor variable de un ta única: se trata, según Lagache, de una suerte de situación
individuo a otro pero universalmente presente y no específico experimental, más pura, más accesible, sobre todo por la su-·
de los neuróticos como d!Jrante cierto tiempo se creyó; y por presión de ciertas variables .. Por el hecho de suprimir ciertas
otra parte, el influjo del «ambiente» analítico, término que se variables que complican el campo de la relación interhumana, ·
puede considerar equivalente al de situación. La trasferencia uno pondría en evidencia ciertos elementos subjetivos, para
se define entonces, con evidencia, como resultado de la inter- a
llegar esa· «neurosis de trasferencia» que Lagache convierte
acción entre esta personalidad que tiene .una disposición a la en el centro de su famosa formulación de la cura: •de la neuro- ·
trasferencia, y esta situación. Decir esto, claro está, no es, en sis clínica, pasando por fa neurosis de trasferenda par~ remon-
definitiva; enunciar todavía algo muy específico, porque,. de tarse hasta la neurosis infantil». ·
toda conducta humana, se puede decir, sin duda, que es el fru- Hasta aquí, uno puede , en cierto modo, acompañar aLaga-
to de ·1a interacción entre una disposición y un ambiente . . . che ... hasta el momento preciso en que es definida, positiva-· ·
Pero es en este punto donde intervendrá la otra oposición adu- mente, esta neurosis de trasferencia:
cida por Lagache. El ambiente analítico no es cualquier am- «La neurosis de trasferencia connota, en la relación analíti-
biente y es quizá diferente, en cierta manera, .de todos los am- ca, las conductas que ponen en juego hábitos y actitudes ina-
bientes en que se sitúa el ser humano . Aquí Daniel Lagache decuadas a la situación real y presente ... •."
s e apoya en un artículo interesantísimo de Ida Macalpine, tex- «Actitudes inadecuadas a la situación real y prese nte •: es
to que verdaderamente relanzó la problemática de la trasfe- así como se definiría lo que convierte a la trasferencia en una
z·encia en tanto puso el acento en la producción de la trasfe- neurosis y también, más en general, lo que define a toda neuc
rencia analítica, con toda la fuerza que se puede imprimir a rosis. He aquí otro pasaje no menos claro:
la idea de que la trasferencia es, más que provocada, produci- Esas conductas «Son anacrónicas porque repiten una acti-
da por el análisis mismo. A partir de ahí, resumamos la argu- tud pasada en lugar de ajustarse al presente; son irracionale s
mentación de Lagache distinguiendo dos casos de la interac- porque no se corresponden a las relaciones reales que normal-
ción entre disposición y ambiente. En el caso general, en la mente derivarían de la relación del paciente y el psicóana-
vida cotidiana, esta interacción se puede escribir: lista•. 7
Estas dos citas, indudablemente, podrían caer bajo el fuego
disposición + ambiente ~trasferencia. graneado de la crítica y, en particular, este último miembro
Pero en el análisis, el esquema, un poco diferente, sería ~ste: de frase: porque ¿cuáles serían las «relaciones reales que nor-
malmente derivarían de la relación del paciente y el psicoana-
disposición + ambiente analítico lista» si no interviniera esta desdichada neurosis de trasferen-
~neurosis de trasferencia. cia? ¿Qué puede uno imaginar acerca de esas «relaciones reales•?
Más allá de esta polémica, que aquí sería demasiado fácil ,
La: oposición más importante de Laga- quiero solamente señalar la aparición de dos términos o de dos
LA N ¡.;u RO.SIS che se sitúa entonces entre trasferen- oposiciones: real-derreal (o imaginario , o fantasmático), por una
m: Tl{ASFf:RENCIA cia y neurosis de trasferencia. Hasta
aquí todo -en apariencia- es impeca- 6 /bid ., pág. 83.
ble : ¿qué hay de específico -para retomar nuestra pregunta- 7 /bi d., pág. 81 , n . 2.

34 35
parte, y, por la otra, «aj ustado a l p r esen te»-«an acr ó nico»; la se- respu esta por la t rasferencia, resµ u estn po r In r('htdó11 d1• pu
gu n d a o p osición pre p a r a el p asaje, de esto «anacrónico» , a la labra, respuesta por la d e rrealida d. Se t r ata d e tipos de lnt<' r
«neurosis infantil». ¿Tal vez por intermedio de esos pares juega pretaciones teóricas que señalan prioridade s difere n tes, aun
la especificidad de la situación analítica? ¿Tal vez son justa- si no son antinómicas.
mente esos pares, en ciertos momentos de toda práctica, los Hace un momento hablé de •la gran respuesta moderna».
que amenazan entrar en juego, aun si en otros momentos reto- ¿Por qué? Precisamente porque no es la gran respuesta freu-
mamos nuestra desconfianza hacia las nociones de adaptación diana. Se tiende a olvidarlo, ahora que el freudismo ha sido
y de realidad que los sostienen? Y si decidimos guardar nues- recubierto por varias generaciones: el privilegio otorgado al diá-
. tras distancias de esas dos oposiciones demasiado ingenuas o . logo, a la relación, o también, como se lo suele decir entre es-
. demasiado signadas por una ideología adaptativa, si no son esos tos muros , a la escucha, ese privilegio es absolutamente pos-
pares los que verdaderamente entran en juego para definir el freudiano. Lo que no quiere decir que sea falso, pero tampoco
análisis, ¿por dónde pasa el límite entonces? No he hablado de es forzosamente verdadero. Por eso quiero recordar muy rápi-
la «Cubeta» , pero ustedes ven despuntar ya la idea d e cierto damente aquello de lo que se trata para Freud respecto de la
. límite que define el lugar del análisis por relación a lo que le . definidón dél psicoanálisis. Pontalis y yo mismo recogimos una
es exterior ... de esas definiciones freudianas en el Vocabulaire de la psycha-
nalyse (claro está, para desarrollarla luego en nuestra propia
definición). Insistamos en el hecho de que este no es un texto
arcaico, puesto que data de 1923: ~ . ()e-, A
27 de noviembre de 1979 ·~sicoanálisis es el nombre\ -~ ¡- -::;:::..--...J
1. de un procedimiento aue sirve para indagar procesos aní-
micoSdifícilmente accesibles por otras vías;
Retomemos nuestra cuestión, que yo formulo en t oda su am- 2 . de un método de tratamiento de perturbaciones neuróti-
. bición y sus implicaciones: nada menos que definir la especifi- cas, fundado en esa indagación. y . '-
cidad del psicoanálisis, su campo específico . Salvo, desde lue- 3 . de. una serie de intelecciones psicológicas, _ganadas por
go, que se diga que el psicoanálisis en sí no es nada espe cífico , ~se c amino, 9ue poco a poco se han ido coligang o en una nu?
que es una psicología finalmente más afinada, que introduc e va disciplina científica» .8
· · métodos novedosos, o aun una psicología más amplia, más con- " Esto se puede comentar así: lo que se indica primero es un
quist.adora, que anexa campos nuevosi se ha dicho, en particu- ~étodo; pero. atención: no es el método en tanto situación de
·... . lar:, _que el ~nálisis ha recuperado todo lo que constituía los de- dos sino el método de la 'internretadQn. fundado en asociacio-
sechos· del~ psicología, y hasta los desechos de la existencia, nes libres o en la interpretación de algunas producciones atípi-
· ..., · todo lo que aparecía como marginal en la vida del ser humano: cas, a los . fines de alcanzar un conocimiento cie los procesos
. el sueño, el acto fallido, la broma ... todo lo que no es serio . ·rneoncientes. Después, «un método fundado en esa indagación»:
· · ·. . ·.Esta re.c uperación de los desechos: ¿la habrá emprendido el aná- aguí está la c;ra que, como se ve, viene segunda. for último.
lisis· Íll solo servicio de la psicología? «Una serie de intelecciones» : tenemos aquí a la: teoría. que llega
, · . . A la pregunta: ¿qué existe de espe cí- tercera. De modo que lo primero para Freud indudablemente
, P AnA FREUD. · fico en el psicoanálisis?, ustedes sa- no es la teoría. No se tr:ata de elaborar primero una teoría ana-
. ' ·LO. ESPECIFICO ben q Ue una de las grandes respue s- iíhca de la que se dedujeran tanto el método como la situación
ES · E~ METooo, tas, · tal vez incluso la gran respues- analítica (Freud llama procedimiento a aquel y método a esta,
No .LA SITUACION ta moderna, consiste en afirmar: lo pero poco importa). Entonces lo primero indudablemente no
específico es la situación analítica, o
· sea cierta relación de dos en la cura. Empujen esta respuesta 8 Sigmund Freud, •Psicoanálisis•, en Obras éompl.etas, Buenos Aires:

hasta sus atrincheramientos, reiterando la cuestión en el nivel Amorrortu editores, 24 vols., 1978-85 (en adelante OC), 18, 1979, pág. 231.
[Téngase en cuenta que las discrepancias en algunas c itas obe d e ce n al d e -
. .. segundo: ¿qué hay de específico en esta situación de dos, en seo de ajustarnos a la ve rsión que de Fre ud propone Jean Laplanche e n
e sta situación analítica? Y entonces las respuestas divergirán: francés (N. de la T.).]

· , . .. 36 . 37
t's la l.(:odu, pe ro tampoco lo es la c ura, que vie n e segunda; no es so l.u rn c ntc e l. objeto Hl n o e l lo ~m· 1ultm 10 d 11 ltt l n v1111U1-111
!n c ambio , e n nuestros días, más de uno diría: lo único fijo, c ió n ; o bie n E l ch iste . ~:re ud sin duda se h a hrCa ...CMCJ.LlH!allzu<lo.
lo único a lo cual nos debemos atener, el único sentido del aná- a~te la opinión hoy corriente : que s u a utoa n á lisis est á e ntc.ra:.
lisis es la situación «clínica» y, más precisamente, la situación mente incluido en una situación analítica, la trasfere n c ia-5.Q.:.
a nalítica. Lo que Freud, con una aparente modestia, coloca pri- ~ su amigo Fliess. Idea esta admitida, no obstante lo" cual no .
mero, es un procedimiento de investigación de lo inconciente . hay que pagarse de palabras: porque esta situación, aun si efec~ .
Pero, para renovar la pregunta que hace un rato nos hacía- tivamente era una situación de diálogo que tenía algo del aná-
mos: ¿es un método nuevo para explorar más adecuadamente lisis, estaba reglada por un protocolo muy diferente del de la
e l psiquismo? ¿Es un nuevo método psicológico? Después de cura; para constituir la situación analítica no basta que exista ·
todo, en psicología se han introducido métodos nuevos; así, en diálogo, que exista destinación (me refiero. a la destinación de ·
psicología e;xperimental, con su aguzamiento más radical que las cartas de Freud a Fliess y también a la destinación de las
se llama conductismo; o también con la fenomenología, que cartas de Fliess, cuyo texto desdichadamente no conocel:nos).· ·
aporta una renovación metodológica evidente. Y bien, se po- Hemos sobrepasado todo eso, se dice. De los tres e.lemen-
dría decir, para esquematizar, que esos métodos son introduci- tos: metodo, situación y teoría, sólo la situación sería entonces
dos en psicología para abordar con procedimientos nuevos los primordial. Un postulado que, a mi manera, he tomado en ef
o bjetos eternos de la psicología. Por el contrarl.o, la definició curso d e este año como punto de partida, al menos. para exa- '
de Freud deja entender que su método nuevo se aplica a . u~ · ­ minarlo: ¿cuál es, en consecuencia, la especificidad de' esta si-·
..
düiñinio nuevo «difícilmente accesible por otras vías», a otro tuación? Con la reserva de que advirtamos que para constituirla
O'bjeto o a otros objetos; digamos: a otro campo. - no basta un .«diálogo singular», como se . dice. Sino que precisa~ ·
¿Especificidad de la situación ana- f!lente esta singularidad de un diálogo tiene que remitir de nu~­
Er. ANAL1s1s lítica? A est~ cuestión , si uno acep- x,o y ¡odayía a un método y a 1m objeto
N <> HA NACrno ta jugar un poco con las palabras, Retomo en este punto el hilo de la reunión anterior: la res-
u NtCAMENTE se podría decir que Freud responde puesta más corriente en cuanto a esta especificidad de la si-
EN LA ctmA invirtiendo los términos: no. ~speci- tuación analítica, lo que hace que ese diálogo no sea como los
ficidad de la situación analíticá, sino otros, muchos dicen: es la trasferencia. Me detuve, con Laga-
e specificidad de la situación del psicoanálisis. Lo específico para che, en aquella época de 1950-1952, notable por dos textos:
Freud~no es la situación interhumana como tal, por particular precisamente el texto de Lagache de 1952, «El problema de la
que sea, sino la situación misma del análisis, que desde luego trasferencia», informe monumental en el sentido de que pro-
e s inseparable de su método, y que lo coloca en cierta posi- pone una revisión importante de la «bibliografía», pero que es-
c ión, única, por relación a cierto objeto; objeto concebido co- tá signado sobre todo por uno de los autores reseñados, Ida
rno real por Freud, se lo llame lo inconciente, o las pulsiones, Macalpine y su artículo de 1950: «The development of transfe-
o también la sexualidad. Demorémonos todavía un instante eri. rence» .9 Y bien, yo digo que estos aiíos de 1950-1952 corres-
e l clasicismo freudiano para recordar que cierta cantidad d~ ponden a un viraje, por esto: de repente se advierte algo que
o bras rectoras e inaugurales de Freud encuentran su referente había sido descuidado, descuido que, como siempre, nos pare-
fu e ra de la situación analítica concebida en el sentido estricto ce a posteriori extraordinario. Sin ninguna duda, en los comien-
del término, es decir fuera de una situación de diálogo y de zos del análisis, lo que se había descuidado primero, y a lo cual]
c ura reglamentada. Cito, evidentemente, La interpretación de se le había restado importancia después, fue ... la trasferen-
los sueños, cuyo material está constituido por sueños de Freud cia misma. Hablar, como Freud lo hace en los comienzos, de /
e n su autoanálisis, o bien por sueños contados en los salones, las trasferencias y no de la trasferencia es, evidentemente, li-
o también por sueños hallados en la literatura. De este modo, mitarse a manifestaciones más manejables, más puntuales: unos
la obra fundamental de Freud, aquella en que se expone el des- elementos entre otros.
cubrimiento del inconciente, prescinde de toda referencia a la
s ituación de la cura. Además, Psicopatología de la vida coti- 9
Traducción francesa , •L'évolution du transfert•, Revue Fran<;aise de
diana, cuyo título se debe comprender así: la «Vida cotidiana» Psychanalyse , vol. 36, nº 3, 1972, pá~s . 443-74 .

38 39
Cuando se descubre, con bastante ra- notizado. La hipnosis no es reductible a una his t e ria provo('n
LA TRMWEHENCIA: pidez a pesar de todo, la masividad da, y los sujetos hipnotizables no son histéricos latentes. Y hi (' n ,
CLASICAMENTE, del fenómeno, ese es el momento en esta evolución que desprende el fenómeno hipnótico de sus la-
FENoMENo que se empieza a hablar de la trasfe- zos únicamente psicopatológicos ... del lado del hipnotizado:
NEURonco rencia, cuya extrañeza, cuyo carácter esta evolución restaba todavía por hacer, en 1950, en lo qut•
irracional, «infantil», irrefragable (lo concierne al análisis.] Frente a esta afirmación, es extraordi-
que hace que se pueda hablar de «amor de trasferencia» o tam- nario que el psicoanálisis nunca haya pronunciado el divorcio
bién de «neurosis de trasferencia»), implica una organización oficial entre trasferencia y neurosis clínica». 10
bien diferente de aquella de las trasferencias dispersas, redus_ __ Es cierto que estas perspectivas históricas tal vez sean un
tibies la una después de la otra. A pesar de este reconocimien- poco esquemáticas, y se podría mostrar, con Lagache, que Ida
to, otro desconocimiento subsistía, justamente el que se adver- Macalpine no es la primera en preguntarse si la trasferencia
tiría en esos años de 1950-1952: para los psicoanalistas, esta se debía únicamente al analizado. Pero, en fin, fue sin duda
extrañeza de la trasferencia no era sino el correlato de otra un momento de viraje; no un cuéstionamiento, sino la certifi -
extrañeza, . la de los neuróticos. Si encontrábamos trasferen- cación de un «divorcio oficial»; este divorcio es entonces pro·
cias tan masivas, tan organizadas, de reducción tan difícil, era nunciado por Macalpine, y por Lagache, bajo el título de la pro·
bien simplemente porque las personas que se someten al análi- ducción de la trasferencia, expresión
sis son anormales. Así el fenómeno de la trasferencia, si era l.\1ACALPINE harto sugestiva, con el carácter ver-
reconocido en su especificidad, era remitido, por lo que se-re- Y LAGACHE: daderamente provocador del término
fi e re a sus causas, a la responsabilidad del paciente. Puedo ci- PRooucc10N DE «producción». La trasferencia es algo
tar un breve pasaje de ese artículo de Macalpine, que propon~ LA TRASFERENCIA producido, lo que implica que «el am-
un paralelismo interesante, sobre este punto de historia de las biente» desempeña un papel dominan-
id eas, entre la evolución de las concepciones referidas a la hip.'."' te. A Ida Macalpine le tocó insistir, de manera convincente,
nosis y la evolución de las ideas sobre la trasferencia analítica. en lo singular que es este ambiente por su carácter frustrador ,
Ustedes saben que es absolutamente clásico trazar el paralelis- irrealizante, infantil (ella no se limita a decir infantilizante) ('
mo -y la oposición; la comparación, en suma- entre hipnosis inductor de regresión. No retomaré todos los factores que men -
y análisis, o ehtre hipnosis y trasferencia. Y bien, aquí, es des- ciona la autora: hay catorce enumerados, en una heterogen<.•i-
de el punto de vista histórico como Macalpine se refiere a este dad en la que Lagache intenta introducir cierto orden. Din·-
.. ·.: paralelismo:· mos que estos factores infantilizantes y que favorecen la r<'-
:_ · ~ .' ·• · · · ·,••Es .interesante, ·históricamente; observar que en los bue- gresión se reclasifican en tres grupos: aquellos elementos que se
. ' :" .- 'nós Úempos de la hipnosis, la aptitud para ser hipnotizado se relacionan con lo más exterior o formal de la situación, lo qu('
;1 ·.: ' · · _consideraba \.in rasgo característico de la histeria; la hipnosis, se llama el setting -rutina· de las sesiones, fijeza, distensiún,
. · ··en suma; se consideraba una "histeria artificial" (Charcot). Es posición acostada-. Un segundo conjunto de factores de¡H'n ·
precisamente la misma situación que se produjo en psicoanáli- deria del tipo de discurso demandado y del tipo de diseurso
sis en 1o que concierne a la neurosis de trasferencia ... Freud, dado en respuesta; lo que es demandado, ustedes sahen qu('
en su período' preanalítico, saludó con entusiasmo la demos- es la aplicación de la ~egla fundamental, y las asociaciones li -
trac'ión de Bernheim según la cual la mayoría de las personas bres; el discurso convocado en respuesta es esencialmente la
·podían ser hipnotizadas, y li:i. hipnosis no se debía considerar interpretación. Por último, en tercera instancia, podemos re-
"ya inseparable de la histeria. En su introducción al libro de Bern- agrupar esos elementos específicos de la situación que por lo
. heim, Freud .decía:· ' 'la hazaña de Bernheim . .. consiste preci- general se reúnen bajo el título en verdad demasiado cómodo
: .: . samente' en haber despojado las manifestaciones de la hipnosis de •frustración». Se trata de cierta cantidad de rehusamientos,
-· de s'u extrafü~za relacionándolas con fenómenos de la vida psi- o de exclusiones de la situación analítica: rehusamiento de las
'. cológica normal del dormir''. [Freud elogia entonces a Bern- relaciones reales llamadas «objetales» (Ida Macalpine lo dice así:
.': . · heim' por haber dado ese paso de s.eparar la hipnosis de una
10
I · : · . . causalidad que fuera preciso situar únicamente del lado del hip- /bid., pág. 470. Entre corchetes, comentarios de .Jean LaplandH'.

.40 41
d1d 1111111do ol>Jetul) ; rchwmmiento m ás esp ecífico, co-
1·1· <·0 1· t. o hace falta sabe r de qué regresión se trata y ::;i se trata d e la
1110 d d~· ve r : rc husamie nto d e ver al analista pero también, regresión temporal. Pero cierro este paréntesis puesto que ve -
: 11 <.:icrto modo, rehusamiento al analista de ver al paciente nimos haciendo un poco de historia y que nos situamos en esos
o , a l m e nos, de guiarse por su ver: por su mímica, tal vez. Otro años de 1950 .. Para Macalpine, el hecho de que el analista esté
re husamiento esencial -pero que deberá dar lugar a comenta- excluido de la regresión representa justamente la gran d~feren-.
rio- es el de cierto tipo o de ciertos tipos de discurso. Sectores cia entre el análisis y la hipnosis . La regresión en la hipnosis
considerables, entre las modalidades del lenguaje, quedan así -nos dice- es una regresión de dos; la situación hipnótica es
excluidos; tenemos, en primer lugar, el rehusamiento del dis- una «masa de dos», para retomar la fórmula freudiana. Pór .el
curso en el modo de la respuesta, a preguntas; pero existen mu- ~-~mtrario, el análisisf'Sfiún Macal~~ es la regresión·d~
chos otros rehusamientos: citemos sólo el de consejo, el.de dar
órdenes, que son modos de discurso importantísimos entre aque-
solo¡ ella lo afirma con términos particularmente vigorosos : .
· ":ETanalista ha tenido él mismo su análisis profQnct<> ~ · sabe ..
..
llos que los lingüistas deslindan y describen. No importa lo que a qué atenerse: por eso mismo, a diferencia del anaiízado, está: ·
se piense de este término tan criticable de «frustración», que en una posición de fuerza. Sí la tarea del analizado es adaptar- ·
preside aquí todo lo que es puesto entre paréntesis en el análi- se activamente a la situación analítica, incumbe al analista per-·
sis , para Lagache no menos que para Macalpine la trasferencia manecer resistente a esa adaptación: Mientras que el analiza-
no se comprende si no se pone en relación (esto parece tan do debe vivir el pasado y observar el presente, el analista debe·
e vidente que uno se pregunta cómo no se lo pudo percibir y vivir el presente y observar el pasado; debe resistirse a toda
d escribir antes) un sujeto con sus aptitudes para la repetición tendencia regresiva en el interior de él i;nismo~. 11 ·
(pero en definitiva todo sujeto es aptitud para la repetición) Y a.un más: «Estrictamente hablando, la relación de trasft>-
con una situación en la que está sumergido. rencia no debe ser referida a una relación entre analizado y ·
El resultado de esta confrontación es una regresión, que es analista sino, más exactamente, a una relación del analizado
la trasferencia misma. · con su analista. El analista mantiene al analizado en el aisla-
Para Macalpine, como para Lagache, miento. Por su naturaleza fundamental, el análisis, al contra-
MACALPINE: la regresión, en la trasferencia, se de- rio de la hipnosis, no es un grupo de dos». 1 ~
LA REGRESION ES fine por lo infantil. Cito una de sus ex- En Lagache las cosas no aparecen descritas de manera tan
soLo DEL ANALIZADO presiones: «el presente confundido con rígida, pero la idea es sin duda el mantenimiento de una situa-
el pasado». Si ustedes recuerdan que, ción pura, de una situación razonable con cuyo patrón lo irra-
P-ªra F ud existen tres tipos de regresión y no uno ·~mro:-'i-e/ zonable de la trasferencia pueda ser medido a cada instante,
gresión tópic es ec1 a otro tro e apa · o al menos cada vez que hace falta. Digo «Cada vez que hace
t.'2 psíquico; re resió~orma e e ·r regresión a modos de falta» para aludir a esta fórmula particularmente sugestiva d e
.~x resión y de organizad' cada vez menos estructura os; y Lagache: hay momentos en que el analista dice al analizado
por último regres10n te oral ven ustedes que estos autore «desvariemos» (desvariemos juntos, pero esto es diferente de
_Pri.v.ilegian la Fegn:~¡¡jón te~=tiral. Otro punto en común entre «hagamos regresión») y otros momentos en que debe poder de-
Macalpine y Lagache, y pro ablemente muy característico de cirle «Seamos racionales».
estos años de 1950, es el hecho de que el analista, si induce En conclusión, las opiniones de nuestros dos autores se su-
esta regresión por medio de lo que enuncia y propone, debe perponen en gran parte. «El dogma de la espontaneidad de la
s in embargo quedar excluido, al menos idealmente, del proce- trasferencia ha sido quebrantado»; yo diría incluso que no sub-
so de regresión o de infantilización. En otros términos, la con- siste en tanto se trataba de referir esa «espontaneidad» a la so-
tratrasferencia, para nuestros dos autores, debe ser reducida la capacidad interna de cierta persona para «trasferir». La tras-
y eliminada: es este el propósito esencial del análisis llamado ferencia no es un fenómeno espontáneo; se realiza, en su for-
didáctico, el análisis por el que debe pasar el. futuro analista. ma regresiva y masiva, porque el sujeto está sumergido en una
Ven ustedes que estamos todavía lejos de ciertas formulacio-
n e s más recientes: poco a poco se abrirá paso y se "impondrá 11 /bid . , pág. 468.
la idea de que el analista acompaña en la regresión: todavía 12 /bid., pág. 471.

42 43
ll f 1uwl11 11 n 11t1 1 1·11 1111 •11l.1 • ('011 1-11.lt,ul<la pnru c1-1c efecto . A partir d e miento de sentimientos tan complejos que es la trasferencia.
1·1-1 1,n f\ •,,Ct'('M16 11 , n.·11p ccto de la c ual se ha advertido que el análi- No atribuyamos a Lagache esta ... simplicidad ... de decfr que
..;i.., lo ha h echo todo para sumergir en ella al analizado, ¿cómo la situación analítica sea simple. Pero no es menos cierto que
salir? En este punto, Lagache y Macalpine empiezan a divergir Lagache está atrapado, a su vez, en esta contradicción extraor-
considerablemente . Para Lagache, esta regresión (no estoy se- dinaria: la situación analítica está hecha para provocar-ta tras-
guro de que a Lagache le gustara mucho la regresión ni , en ferencia, lo que significa que ella induce una reacción confor-
·general, todo lo que suelta las amarras) es un fenómeno tem- me a lo que ella es, si es que queremos hablar en términos de
poral-io que debe ser re-situado por relación a un marco de re- comportamiento. Y he ahí que simultáneamente se nos invita
ferencia real, presente y racional. En a confrontar esa trasferencia con «lo que la situación exigi-
LAGACllE: la reunión anterior cité ese pasaje en ría». ¿Qué exigiría la situación? Lo único que sabemos es que
LA TRASFERENCIA que é l opone la trasferencia en tanto esta situación exige lo que ella produce, es decir la regresión.
· .cuMo m:mu:AL arcaica y derreal a lo que la situación ¿Cómo puede uno saltar su propia sombra? ¿Sobre qué base
analítica exigiría •realmente». Esos dos puede uno pretender, después de haber mostrado que esta si-
elementos, lo derreal y lo real, deben, imperativamente, ser tuación está-hecha para provocar fenómenos atípicos, que se
confrontados; es lo propio de la interpretación •de confronta- podría confrontar estos fenómenos con una pretendida situa-
ción» o «mutativa»: ción racional?
,, •el acondicionamiento de una interpretación de trasferen- Pese a todo, no nos apuremos a reír o a condenar mientras
cia pone en evidencia dos aspectos: a) la conducta del analiza- no tengamos en mano otro instrumento de medida. Indudable-
r do no se ajusta a la situación presente y actual; b) constituye
; _ {la reproducción, en los términos _d~ la situación analítica, _de
mente que este instrumento de medida por la realidad de la
situación analítica es bien cómico , justo en el momento en que
~ ,· _ una forma de conducta, de un habito formado durante la m- se acaba de mostrar que esta situación es perfectamente in-
<:'.·1~ 1fancia del paciente. El propósito de la interpretación "mutati- fantil. Pero mientras no tengamos a nuestra disposición ese otro
' ;, . va'', según la expresión de Strachey, es llevar al yo racional instrumento, hagámonos esta pregunta, analistas de todas las
(1 . del pac;iente a comprobar que repite el pasado en lugar de ajus- playas: ¿quién no ha pronunciado, en una forma 'tal vez más
_...,.,, tarsé al presente,,. I:l r¡efinada;""quién · no ha sentido al menos la tentación de pro~
_ ·· El término creado por Lagache, •interpretación de confron- ~nciar algo tan torpe como •yo no soy su madre»,. •yo no so:y:
.. ;,,~~,\ tación», es perfectamente explícito: se trata de confrontar el f<..l que usted cree»? De rechazar, por lo tanto, en nombre de
~./. pasado con el presente, y lo fantasmático, inadaptado a lo real, la realidad, fenómenos a los que nos rehusábamos que nos es-
~ ~ . c'oo.lo que se ajustaría á la situación presente y actual: tÜvieran destinados: marcas de trasferencia. •Yo no soy el que
· ·· «La 'liquidación de la trasferencia se debe entender enton- usted. cree» o •la situación no es la que usted cree»: efectiva-
. tes como liquidación de la neurosis de trasferencia, es decir mente¡ es una tentación pronunciar estas palabras sin recor-
,de i:epeticiones neuróticas, inadecuadas para la realidad pre- dar siguiera que toda denegación, como lo demuestra Freud,
; . sen.te». 1 .~ · · · . ~s un reconocimiento del inconciente o, al menos, se funda en '
. Algu.nos hari: llegado hasta sostener que •la situación analí- .· un reconocimiento¡ no hay •yo no soy» sin un <1yo soy» que cóhs" .
. · · Úca· es una situación del todo simpl~», lo que permitiría, preci- i tituye su fundainehto: razón capital por la que eliricoridetite',
. samente, simplificar la función de la interpretación: sería fácil por: su parte, no conoce la negación .
.mo~trar lo •tortuosas» que son esas personas que hacen trasfe- 'Para terminar con este panorama de 1950-1952, ¿cuál es la
. 'rencias en esta situación •del todo simple». Ha causado risa, respuesta de Macalpiné a la misma pre-
y en efecto uno se puede reír de esta pretendida confronta- MACALPINE: gunta que hacíamos a Lagache: cómo
ción entre una, situación del todo simple y ese desencadena- . NO HAY DiSIPACION deshacerse d~ lo que uno ha c'ontribui-
DE LA TRASFERENCIA do tan bien a producir? ¿Cómo liqui-
13
. Daniel Lagache, •Le probleme du transfert., en Le tranef'ert et autres darla, a esta trasferencia? Y bien, las
· travaux psychanalytiques, Oeuvres III, op. Cit., pág. 87. expresiones de Macalpine son características. Para ella la tras-
. . 14 .Jbid., pág. 113. . ferencia no está inadaptada a la sit.uación analítica: la trasfe-

44 . • 45
rencia es un modo de adaptación regresiva a la situació n real; m ás q u e a Jal:l pc::;adllJ as, no bn:;t,a H<1plru·l111-1 piu·1i l 1111 •111 ·lurt d ..1111
y la capacidad para la trasferencia es precisamente la capaci- pare c e r. En o pinió n d e Macalpin e , la evo lución d e la <.: u rn " ·
dad para adaptarse de manera regresiva a una situación que entonces algo muy diverso d e una liquidación d e la t ral:lfe ren -
es ella misma infantil. La situación es infantil; está totalmente cia; sería más bien una suerte de maduración a término d e la
justificado adaptarse a ella como un niño: trasferencia, es decir, un encaminamiento hacia la edad adul-
«En psicoanálisis no hay además sugestión que provenga del ta; idea que por lo demás no es menos oscura ni menos .care.nte ' .
a nalista [esto es a diferencia de la hipnosis], sino un empuje de prueba que la hipótesis de una liquidación de la trasferen-··
constante que conduce a una regresión más profunda a través cía por confrontación y desilusión .
de la situación infantil del análisis. Si el sujeto reacciona a es- He querido proporcionar una visión de conjunto de estas
to, desarrollará una situación de trasferencia, es decir hará re- dos posiciones afines, de Lagache y de Macalpine. Se les puede . .
gresión y establecerá relaciones con las imagos primitivas. Por reprochar muchas cosas, sobre todo la anulación de la. contra-·
e so la trasferencia en análisis puede ser definida como adapta- trasferencia; pero en definitiva estos autores forman parte ·de
c ión progresiva [evidentemente, «progresiva» se toma aquí en un movimiento, escribieron en 1950, y el acento sobre la con-
a cepción distinta que «reg·resiva»; digamos: «por etapas»] del su- tratrasferehcia se puso después. Sin duda que no demuestra.
j e to a la situación analítica infantil por medio de la regre- menor ceguera pretender eliminar de un plumazo la coil.tra-
sión».15 trasferencia, o pretender prescindir del rol de la situación an~­
Y a partir de esto Ida Macalpine no es en modo alguno in- lítica en la trasferencia. Otros seguramente pensarán que si po-
consecuente como, me parece, lo era Lagache: aquella incon- nen el acento en la relación dé lenguaje, todas esa,s dificulta-
secuencia·que consistía lisa y llanamente en desdoblar la situa- des desaparecen; lo que no es cierto.· Ya antes· he dicho d~: ·
ción analítica. En efecto, ella pone en duda de manera radical, pasada algo sobre esto, cuando señalé que no es todo el lerigua- ·
como una «idea tradicional» que sería preciso reexaminar por je el que se encuentra en la situación analítica, y que tambiérr
completo, una concepción que se trasmite de año en año y de aquí, en el núcleo mismo del lenguaje, hay un límite que pasa.
a nalista en analista, sin pruebas: la «liquidación de la trasfe- Se tiene un tipo de discurso dentro de la situación analítica
r e ncia» . Idea «poco clara», Ros dice; tan poco clara como la de y otro fuera de la situación, lo que nos sugiere que si querernos
oponer absolutamente acerca de este punto hipnosis y análi- definir esta, no lo podremos hacer por medio del lenguaje .. .
sis, donde la hipnosis se caracterizaría por la no liquidación de ¿Por qué me he detenido en ese mo-
la trasferencia, y el análisis, por su liquidación. La autora mues- LA s1TUACION mento en el cual unos analistas advier""'\
tra que esta oposición, desde los dos costados, es insostenible: COMO PRESCRIPCION ten el hecho de que el psicoanálisis su-
existen en efecto relaciones hipnóticas que se liquidan, que se merge al sujeto en una situación muy
atenúan, y la hipnosis no dura toda la vida. Y a la inversa, cuan- particular, algunos dirán que inaudita, absolutamente nueva?
do se trata de concretar qué sería la liquidación de la trasfe- Situación que se caracteriza por lo que ella prescribe, lo que
rencia, tal vez de lo que se trata es más bien de desempeñarse se llama un «Setting», unas reglas, por la manera en que ella
con la trasferencia. O en todo caso se trata de algo que no es se organiza; pero tal vez no menos y aun en mayor medida por
tan racional como se pretende; además se trata de algo qu"e, lo que excluye y que antes hemos clasificado bajo el término
e n todos los casos, no se produce únicamente en el análisis sí- absolutamente inadecuado de frustración. Prescribir, organi-
no también en las posterioridades del análisis. En resumen, lefa zar y excluir: ¿cómo concebir estos términos si no es por el tra-
Macalpine no se deja atrapar en esa especie de pretensión ae zado de cierto límite? Límite fundador, quizá: pensemos en ef
sustituir lo imaginario por lo real, lo inadaptado por lo adapta- límite del fundador de ciudades, pensemos en el recinto traza-
do, el pasado por el presente; no acepta el señuelo que pro- do por Rómulo, el primer surco que circunscribió a Roma; pero
ponía la famosa frase de Freud: «Afflavit et dissipati sunt», es tal vez también -y es en este punto donde me deslindaré de
decir «Sopló y desaparecieron». Y bien, a las trasferencias, no. sostener una total artificialidad del análisis- límite que repite
otro, que renueva y que confirma otro, preexistente en el hom-
1" Ida Macalpine, •L'évolution du transfert», op. cit. , pág. 469 . Entre bre. ¿Qué pertenece al análisis? ¿Qué cae fuera del .análisis?
corchetes, comentarios de Jean Laplanche. ¿Hay algo fuera del análisis? Es una cuestión que los analistas

46 47
'
se plantean; algunos para responder que todo está en el análi-
sis; «todo se analiza», se dice con algún apresuramiento. Como-
quiera que sea, para figurar este límite entre un adentro y un
afuera he tomado, un poco por juego, esta imagen de la cubeta
expresión inglesa .en que «Casser sa. pipe» se dice «to lcü:k t.!1f '
bucket», es decir «dar un puntapié y volcar la cubeta». Esta ex-
presión es sin duda más evocadora, directamente, que la locu -
ción francesa. La imagen de «Casser sa pipe» parece que tien<'
en la que me detendré la próxima vez. su origen en la cirugía de la época napoleónica en que al pa-
ciente, al que operaban sin anestesiarlo, le ponían una pipa
~ entre los dientes de manera que la apretara para no gritar; y
cuando moría bajo el bisturí, se decía entonces que había «sol-
5 de diciembre de 1979 tado su pipa» [casser sa pipe]. Historia compleja y anecdótica,
en tanto que «volcar la cubeta» es, con evidencia, provocar la
caída, brusca y definitiva, de la diferencia-de potencial; el con-
Uno se puede preguntar de dónde pro- tenido es volcado, los niveles externo e interno quedan iguala-
Ecos PAHA viene esta imagen de la cubeta. Sin dos, el límite mismo ya no tiene significación: es la imagen d<'
LA cum;TA ninguna duda, le encontraremos algu- la muerte ºpor consumación de una entropía.
nos ecos que, a decir verdad, se me Mi punto de partida, en relación con la cubeta, es diferen-
volvieron perceptibles apres-coup. Por ejemplo, la famosa «CU- te, y una vez más son los modelos freudianos los que me inspi-
. · beta» de Messmer. Si ustedes examinan los grabados que re- /'" ran. Ustedes saben que los modelos freudianos adoptan con
presentan esta «Cubeta» o si leen las descripciones (se hablaba frecuencia el aspecto de recintos U<'
de «ir a la ·cubeta» para ias sesiones de cura hipnótica), verán Dos TIPOS ~ e imitan un -interior y un exterior.
ahí una especie de cuba oval o redonda de madera de roble, DE: RECINTOS .En mi curso de 1971-72, en el que
llenada con elementos concéntricos (botellas, limaduras de hie- l. EN FREUD me refei-í a la tópica a propósito dt>
.rro) dispuestos en cierto orden y de donde salen como .unas la angustia,rn intenté, esquemática-
barras acodadas y móviles. Es un modelo por sí mismo bien mente, distinguir dos tipos de esos recintos, aunque sabía que
sugestivo . Uno puede pensar, por una parte, que se trata de esta tipología no es absoluta porque esos modelos son ellos mis-
una especie de pila, es decir, precisamente, de un recipiente mos ambiguos y terminan por encimarse o superponerse. Para
donde se han «apilado» diversos elementos para provocar lo que el primer tipo, piensen sobre todo en la famosa v esícula viva
se llama una diferencia de potencial. Pero se tiene también, descrita en Má.s allá del principio de placer, y también en
• :. .· .con toda evidencia, la idea de una suerte de organismo o de el modelo del aparato psíquico en la segunda tópica, «el huevo»
·.'. . . . . <<máquina d~. influir» y' si uno evoca la famosa máquina de ,;
de que se burló Lacan, con sus diferentes curvaturas en forma
· . · Taul?k, puede pensar que se trata de un cuerpo vivo. Una espe- de mamelón. y bien, ese primer tipo de modelo es efectiva-
cie de cuerpo, fantasmático sin duda, donde el problema prin- mente una especie de envoltorio, y lo eºsencial, sobre todo en
cipal no es establecer una correspondencia término por térmi~ la vesícula de Má.s allá del principio de placer, reside en que
·~o con tal o cºual parte del cuerpo humano. Indudablemente, ese envoltorio estaolece una diferen -
las .barras de la cubeta se prestarían a la figuración de imáge- MonELO cia de potencial entre interior y ext.<·-
nes peneanas o' fálicas. Pero lo que cuenta, en esta imagen de HOMEOSTATico rior. El primer rasgo de este tipo d<•
·. ·un cuerpo, es materializar la idea de que es indispensable un modelo es entonces .que en él la di-
. recipien~e para crear una diferencia de potencial. El modelo ferencia interior-exterior es esencial y que se define de man<•-
. . hidráulico·-el de una cubeta que retiene un líquido suscepti- ra energética. No hay envoltura sin energía que la mantenga .
. :ble de escapar" de ella dada cierta presión- y el m,odelo de la Piensen en un globo de goma: si no está inflado,, es decir si
'.pila eléctrica son muy afines, tanto para los físicos como, en no hay diferencia entre la presión interna y la presión exter-
· · · eiertá man~ra, para los anallstas. Y puesto que considero aquí
. eventuales ecos metafóricos, subjetivos (hablo de ecos más que 16 Cf. Problématiques I, L'angoisse, París: PUF, 1980, pág. 178 y sig.
\,
de fuentes; conocerán ustedes dentro.de un momento mi pun- [Problemáticas I, La angustia, Buenos Aires: Amorrortu editores, 1~88,
to.dé. partida, en cuanto a la cubeta), me ha impresionado esa pág. 178 y sig.] ·

48 49

,.
na, por eso mismo la idea de envoltura desaparece; y a la in-
versa, no hay energía, es decir capacidad de producir un tra-
bajo entre el exterior y el interior, sin la existencia de una en- ; •"'
voltura, puesto que la energía no es registrable como no sea
bajo la forma de una diferencia. Si ustedes quieren imaginar
que existe un nivel energético externo, una especie de mar más
o menos agitado de fuerzas exteriores, y si sumergen ahí un
recinto cerrado, percibirán inmediatamente que esta cubeta Entonces, ¿qué es esta espe(!ie de pila auto-regulada, que per-
puede permitir que se establezca y se mantenga una diferencia severa en su ser (el cual nunca es otra cosa, repitámoslo, qué
de potencial: un nivel superior por ejemplo a lo que ocurre en su diferencia de potencial con el exterior), si no el mqdelo de
derredor o, también, un nivel .inferior al nivel ambiente. En un organismo? Este modelo no ha perdido su pertinencia para
c ie rto modo poco importa, por otra parte, que ese nivel sea la biología: toda célula, todo organismo unicelular o pluricelu·- ·
s uperiorº· inferior, si es verdad que la energía nunca es otra lar puede ser considerado una suerte de pila regulada enfeed-c
cosa que la diferencia de energía. back cbrt 'dispositivos del tipo del termostato, que marttie'tl.en·
una cantidad de constantes; evidentemerite no una sola cons-
tante, que sería la Energía vital, sino parámetros diversos y.

~
coordinados. Este modelo de una pila auto-regulada o de un
" organismo es también (no insisto en esto porque lo he.desarro-.
,...__. Hado suficientemente en otra parte) el modelo de un yó: toda~
estas tópicas que hacen intervenir una er.woltura y una dife-·

.r
Otra característjg:i. de este tipo de modelo freudiano -o de es-
te aspecto de los modelos freudianos- es que este sistema ti~-: ..
j ne una finalidad, que es el mantenimiento de la constancia de
. ' rencia de potencial entre el exterior y el interior ·son finalmen-
te tópicas en que el yo desempeña el papel capital; en ellas
el yo mismo está concebido como un organismo. Son, por lo
tanto, tópicas del yo y tópicas del conflicto psíqui<:o.
¿Cuál es entonces el segundo tipo de modelo, respecto del
; s_u nivel. No bastá con decir que es una pila: es una pila cóñ c.u al nada prueba que en el espíritu de Freud sea radicalmente
-~ un sistema de recarga o, más ·e xactamente, de auto-regulación, opuesto al primero? Soy yo quien los opone y no Freud: por-
refrigerador o climatizador; cuando el nivel baja, se trata de que en definitiva el supuesto es que a ¡nbos se refieren al ccapa-
recargarla, y cuando en él se han introducido energías dema- • rato psíquico», a partir de lo cual se pueden operar toda clase
siado importantes, es preciso evacuarlas. Y, también aquí, si de derivaciones y de superposiciones. Ningún modelo freudia-
se piensa en que la energía nunca es otra cosa que la diferen- no es unívoco, particularmente en aquello a lo cual está refe-
cia de energía, la idea misma de aumentar o de disminuir la rido. En tal caso, ¿cuál es este segun-
e nergía interna sólo tiene sentido relativo, por referencia al do tipo de modelo, al parecer diferen-
nivel exterior. Por último, tercer rasgo: este sistema se defien- te del primero? ~s el famoso mode-
de de las agresiones, que son en particular brechas abiertas en lo del capítulo VII de La interpreta-
sus envolturas; es decir que a partir del momento en que se 9ión de los sueños. al que justamente hace varios años apliqué
ha abierto una brecha en la pared de la cubeta, se pueden pro- por primera vez este término de cubeta. Sumariamente les re-
ducir modificaciones más o menos catastróficas del nivel. Ha- cuerdo la filiación de este modelo. Antes de él, una enealogíac-;....j .~/
:•
brá que oponer fuerzas internas a fuerzas externas, taponar que arte de studios sobre la histeri con el capítulo de Freud <': A ' ·. . .
las brechas; aquí la noción de defensa es la que se impone, in- ,,.,..-- sobre ccPsicoterapia de la histeria»: !;.l modelo que se descríbe tri.• .
sisto en ello, mientras que, en el segundo tipo, se podrá hablar
' -"
~ ¡ilií (sin que se lo dibuje) es una estratificación concéntrica, he-
más bien de resistencia. Defensa a la vez económica y dinámic cha de capas de recuerdos; por las que la investigación analíti-
;.,
ca, donde se trata de oponer fuerzas a fuerzas, contra-empujes ca debe deslizarse como una 'n.Qia de cuchillQ...Rara-aprmdinarse
a e mpujes. c_:ada vez más a cierto núcleo. Después viene el ccProyecto» de

50 51
1,.,
.1895, sesuido Rºr las cartas 39 y 52 en la correspondencia con no están por otra purtc ti 11 t,(•r11111~ • 11
Fliess. En esta última carta, se dibuja un esquema que prefigu- ¿CUBETA o te fuera de lugar en e l mode lo fn·11
ra claramente el de La interpretación de los sueños. Después •:/" CAJA NEGRA'? diano. En fin, en este esquema, es pre-
de este, señalo una etapa importante con «Complemento me- ciso suponer un sentido de funciona-
tapsicológi.c? ~ la doctrina d~ los sueños», 17 tex~~conci- miento. que vaya de una extremidad receptiva a una extremic
so, muy d1f1cll y muy descmdado, que data d~ dad efectora; y no puede dejar de impresionarnos la semejanza
Y bien, a este esquema -a esta «ficción•- de un aparato C()_n un modeló conductista¡ con las nociones de i'r!putJentra:
psíquico, lo vemos, en la Traumdeutung, rápidamente cons- da) y output (salida) tenemos exactamente la famosa c~j_a nf-
truirse, especificarse; tal vez también modificarse, o sea deri" gra, pero cori.· esta invers1on extraordinaria: ua.ra...JQs....~.QJJ..dJ.I_<::;..
· · var, como me gusta decirlo, esto es, comenzar a designar otra tistaS; la noción de «Caja negra• sirve para afirmar que lo que
. cosa de la que pretendía denotar al comienzo . La primera eta- haya en el interior no les interesa; la interioridad es p<¿r ª~:(Lni~­
pa es dibujada así por Freud: ción incognosc_ibl~L~~ un--con¿eptOmetafísico; i"ia·única.··¿;;;ª
efe quese ocupa el psicóiog-.;-·¡;bfetTvista-·es. de establecer rela-
ciones regladas entre el conjunto de lo que entra (o «ha entra-
p M
do», si se quiere tomar en cuenta también la historia. del siste-
ma) y lo que sale . En cambio, a Freud, lo que le interesa en
__, )·
principio no es lo que entra o lo que sale (aunque tal vez haya

~ I~
que introducir matices en esta afirmación); aquello a lo cual
dedica centenares de· páginas en La interpretación de los sue-
ños es a lo que ocurre en el interior de la caja negra, es al tra- ~
.) bajo del aparato,_ que él se esfuerza en describir 18 como si «es- 1
tuviera ahí»~ '
Veamos entonces cómo se va haciendo más complejo este
lo que enseguida debe ser interpretado por nosotros como el aparato. En el comienzo, uno piensa en una máquina y espera-
corte de un modelo que, en realidad, · se sitúa en las tres di" ría que sus partes fueran piezas mecánicas de funcionamien-
mensiones del espacio: . to, motores destinados a trasformar lo
S1GNIFICACION que ahí sucede. Pero; ¿qué nos indi-
DE LAS· PLACAS ca enseguida"Freud? Esas «placas» su-

..
.. " .IJ
cesivas no son piezas que realicen un
trabajo;.. ella.s corresponde. n a sistemas. situados entre las part.e. s ..
¡·.

~ /
f
activas del mecanismo. Estos sistemas pronto serán designa- · J
dos según su verdadera naturaleza: sistema de ·recuerdos o de ..
huellas mnémicas. · ·
18 Otra noción, sin embargo, pareciera ir directamente en sentido in-
1.J
/ verso de nuestra interpretación, y alentar lo que podría ser una anexión
/
conductista del modelo freudiano: si este modelo es el de un •aparato t'e-
flejo., si •el proceso del reflejo sigue siendo el modelo de toda operación
psíquica• (S. Freud, La interpretación de /,os sueños, en OC, 5, 1979, pág.
·i..a:iinagen más simple, para los que han tenido acceso a servi- .""' .!.$ . 531), ¿no se podría suponer que. también Freud razona en función de lo
que •entra• en la caja y de lo que •sale• de ella, para establecer entre esas
cios de radiologí~, son esas cubetas llenas con un líquido reve- dos cantidades relaciones, equivalencias o trasformaciones, sin preocupar-
lador o fijador, y donde se sumergen radiografías suspendidas se por lo que pása •realmente• en el interior? Pero yo he abogaclo aquí,
··de tJ.n marco y abrochadas alreborde. Estas placas radiológicas hace un instante, por la causa del diablo; porque veremos pronto (cf. in-
fra, págs. 78-80) la significación muy pal'ticulal', extraña , paradójica, que
·~
toma el •reflejo• para Freud, una significacion que sólo adquiere todo su
~i . . . . . valor en el interior del aparato del sueño.
En OC, 14,_ 1979, págs. 221-33.

52 53

' )
S1 ~2 S;¡ rato serCan e n t onces, e n cie rto modo , d c8CO mpué1:1tu::1 y d (•s pu C's
recom uestas se un exclusivamente sus cone xiones d e c on -
"~ tigüidad l segundo plano a su vez, descom o~ría y rec om -
pondría los recuerdos según lazos d similitud Evi~temente
reencontramos aquí (y Freud en.contraría bien difícil citar mu_-
chos otros, tal vez a lo sumo la relación de oposición) los dos
,¡ grandes tipos clásicos de asociaciones de ideas, que en nues- .
tros días han retomado una vía nueva con los términos de me- ..
Desde luego, uno no se evade completamente del cuerpo o de tonimia y de metáfora.
la anatomía, aún menos de la espacialidad. ¿Cómo se podría Hace un momento dibujé entre los dispositivos ópticos del ·
e vadir, además, si uno toma en cuenta la demostración defini- aparato un prisma (aunque Freud no hable de esto). Y bien ,
tiva de Kant? Para describir una sucesión ordenada, en apa- es justamente porque un@~;jene la capacidad de descom-
riencia puramente temporal, el único modo es proyectarla en poner una imagen según algunas de sus componentes y-porque
c ierto espacio; no se puede suponer que para ir de A a C haya S~..Q~de imaginar un sistema Óptico muy strn le, Compuest<> .
que pasar necesariamente por B sin figurar esta secuencia en por prismas, e suerte que sobre cierto plano virtual se pro:.
una topología espacial . . : entonces, alguien dirá: ¿por qué no, yecten y se reagrupen todos Jos aspectos jnfrairojos o todos: ·
e n definitiva, el espacio del cuerpo? Una de las comparaciones - ~~.1, .
los aspectos rojos del objeto, sobre otro plano sus aspectos vio-
de Freud vuelve las cosas perfectamente claras: se trata de una ,Jetas o ultravioletas 1 y así. Imaginen entonces un aparato mw,
e specie de aparato óptico. Las ·.. placas», en este aparato, no re- permita descomponer según determinados parámetros cierta. .· ..
presentan a priori nada material. En un telescopio, un larga- imagen global llegad~ a su extremjdad uerceptlv:~ . A este m~>- .
vista, un aparato construido para que en él se formen «imáge- ·delo, que primero fue descrito sin referirlo a la experiencia ni
nes•>, los planos en que estas se constituyen pueden ser inma- a los descubrimientos del psicoanálisis, lo veremos evolucio-
teriales. nar después para dar razón, en par~cular, del estudio del sue-
ño. Las «placas» de recuerdos podrán entonces ser designadas
como esos «Sistemas" que el sueño ha puesto en evidenci~:

O!~ 11 ) '~ '~ ---- lec Prcc

s.~ trata de los planos virtuales que corresponden a imágenes. _ _ 1


Pero, ¿por qué hablar de...i<Si~t~!J!":S'~ d~i~á,ge_g~§ y_ppr- qµ_é _clli?-
tinguir diferentes planos? Y bien, es que estas imágenes y es-
fos~erctos--están reagrupactOs de manera muy sistematiza- ijay, nos dice Freud. del lado de la extremidad efectora. un
da. No se trata simplemente de concreciones o de sedimeñta- último sistema de recuerdos o de representaciones que es una
~~iones que s e prOclWeran-seSünun<rrdei\Puramente temporal instancia que critica, que pasa por el cedazo lo que tiene dere-
~ _bien que se reagruparan según el objeto al que esos recuer-
,¿ J .)'.
cpo a traducirse en acción, que regula las válvulas O que co-
,,9os se refieren. ~l digpatching que se supone operante aquí · manda las puertas de la acción voluntaria y conciente; es lo
es mucho más sabio porgue se produce según el tipo de las aso- que llamamos el sistema preconciente. Y el anteúltimo siste- .
-~qigciones en cuestió'(l . .freud lo dice con toda pr~cisión: el gri- ma, en cambio, es por su parte el sistema no criticador, sino
rr ~
mer plano, por e·em lo sería a uel en queliiST"mágenes se re- criticado, aquel a cuyas expensas se ejerce la censura: el siste-
~grupan según a simultaneida . }2:5 imágenes que ilegal\..~~ª~~ ma inconciente puede alcanzar en cierta manera la conciencia

54 55

··> ...- 111'


,V 111 111111 llldud 1u\lo 111 111 1 pllw~11 n Inri oxll{<'lldm1 d o In <-"<' 11H11nl m c 11to::1 r culci; d e l Hlrit c nm. ;,Qu (l podc moM <·011<·h1lr provlHto
1111 •c•o11d<• 11 l<1. nalmente acerca d e e!ft C aparuto'1Lla
Lo que tenemos que mirar bien, en ~·,,_ ¿SE TRATA DE UN marlo •aparato psíquico~ podría h acer
LA i-.:vo1.uc10N este desarrollo que Freud produce bajo ·APARATO suponer que se pretende localizar en
DEL ES<.il!EMA v sus nuestros ojos y que corre el riesgo de PSIQUICO·? él funciones y que ahí se podrían di-
DESLIZAMIENTOS haberse convertido en algo trivial pa- bujar -ingenuamente o no- toda cla-
ra nuestro intelecto, es que ahí se pro- ,\ se de cosas que de ordinario uno pone er, el psiquismo; diga-
ducen algunas modificaciones de las que uno se puede pregun- mos por ejemplo: la inteligencia -¿dónde situar el funciona-
tar si no se asemejan a trucos de prestidigitador. Primero, el miento intelectual en el aparato?-; el hábito o los hábitos; la
\ lnconciente} gue en el texto es presentado como(Úii)5istema, afectividad; la voluntad o, de manera menos metafísica, los pro-
en el esquema se convierte en un con~e sistemas, desig- cesos que culminan en decisiones; o también , la conciencia mo-
nado por una llave . .i:_>or otra parte, Freud mantiene en~­ ral. Y bien, nada de eso, y ustedes ven todo lo que se excluye
quema, a la izquierda del Ice y del Prcc, una serie de placas de este pretendido «aparato psíquico». Todos los sistemas de
S 1 , s~, etc., de las que no nos dice nada más en el texto; y es este aparato· psíquico son sistemas de recuerdos, «memo~
lícito preguntarse a qué corresponden ahora esos sistemas de . .. en. el sentido en que este término se emp¡ea-rere¡:¡do a las má-
recuerdos que no están incluidos ni en la plaga preconciente ~¿- ~u1nas: memorias inertes. Esto no es solamente una caracte-
'-~/fística del capítulo VII de La interpretación de los sueños.~¡
1

,ñ i en la inconciente ... 19 · · °'\~~ 4 ~. ,¡ '

uno retoma la genealogía de este aparato en los textos de Fre_ud,__


¿____(~
p - h~ advierte gue lo qníco ~,.reud_dibuja o describe, desde Estu-
dios sobre la histeria hasta este modelo, son efectivamente apa-
S1 S2 S,1

- Ice
·~ qltos donde se alinean huellas, ordenadas y sistematizadas.
Y sin embargo hay. ahí algo que nos aproxima, por momen-
tos, a la realidad de un ser vivo. Lo que hace que a este siste-
ma de huellas se superponga el sistema de un ser vivo es, pre-
cisamente, la noción de la cubeta. Interesémonos por un ins-
tante en lo que forma y en lo que cierra la cubeta. Esta cubeta,
como todo organismo concebido según el modelo del «refle-
jo», 20 tiene un sentido de funcionamiento; sentido de funcio-
· Y d e spués, hay algo todavía más sorprendente en la evolución .\
·d~ éste esquema: es qµe si el plano .de la izquierda, el plano namiento que desde luego está orientado·entre los polos de sus 1·
dos extremidades, pero que también está como trazado en el 1
-: : 1 .p (la· percepción) sigue en efecto designando una de las pare-
interior, en las relaciones entre J,ps sistemas, por el hecho de ¡
.·. : ·" ·i · des de la cubeta, tenemos en cambio que a la derecha, sin que
que, para pasar del uno al otro, se tropieza con resistencias . .l
.' · 1· se nos dé ninguna justificación, las ~~sas han cambiad~. ~n el Un poco antes indiqué la diferencia . que tal vez hay entre la '
· . · . esquema más abstracto, era la motthdad la que const1tma la
noción de defensa y la noción de resistencia. Cuando hablo aquí
. ·,\\¡· ¡ · pared exterior, efectora, de la cubeta. Pero, en el esquema si- de resistencia, no empleo el término, para empezar, en sentido
. f ';,; :. • ~ guiente, la motilidad resulta -si se puede decir- evacuada en
técnico, es decir las •r.e sistencias» en la cura, sino simplemente
·· ¡.. . l .. . .
la ex~erioridad, y lo que cierra el recipiente es ahora uno de
en el sentido mecánico, físico, del término: para pasar de un
" / · · lo~ sistemas; el último de los sistemas mnémicos; es una placa
punto al otro, es preciso vencer cierta resistencia, sea que se
. ._:_ehtr~ otras la que cierra la .cubeta; lo ~viene a ocupar esta . '~,
la conciba según el modelo eléctrico o según el modelo de una
función real es el sistema preconcien e, que no es otra cosa
pendiente por vencer, o de un paso por forzar, de una ccfacili-
. que un'. sistema de recuerdos, es decir algo de lo que se nos
tación» como lo dice Freud en otro lugar. El hecho de que este
· · fiaíríá dicho que estaba sólo eñ posición «Virtual», entre los ele-
sistema tenga un sentido de funcionamiento, determinado a
·. "f ·.· 1'9 .I:..o q~e
nos da ya a entender que un •aparato del sueño• no recubre'
·" · ""-la totalidad de un •aparato psíquico•. :/j
··~
20
cr. in,fra, págs. 78-80 .
. . ..

5q 57

.,·
" .
lu vm~ ¡>or su:-i extremidades y por s u s resistencias inte rnas, im- p
p licu que uno puede d esignar un funcionamiento normal, el
que va de la e xtremidad P a la extremidad M, es decir de la 1

percepción a la motilidad, según el modelo de la acción de un


..
".,l;

ser vivo que reacc10na en función de lo que le es aportado.


Pero es· preciso tomar en cuenta también las posibilidades de
un funcionamiento invertido, regresivo o regrediente; este fun- ,\ Por último, es un tercer tipo de conciencia el que, cosa cu-
cionamiento «anormal» sólo se concibe si el .conjunto del apara- riosa, se sitúa en la extremidad derecha del aparato :C<incieil-' ·
to está sometido a condiciones especiales, que serán, sobre to- cía vigil;··p-eiüqile -no- rec;esobre- ia.5 -percepcTOñes'del mundo ·_- ·
do, las del dormir. Notan bien ustedes que la noción de regre- exterior sino sobre los contenidos ,gue.P,rovienen del interior ·
sión, introducida aquí pór primera vez, más que una noción del aparato: recuerdos, pensamientos, emociones. , . ¿Pero qué" -
temporal es primeramente tópica.').< quiere decir esto concretamente? Es que la conciencia normal,
¿Qué hay entonces en las extremida- además de la conciencia que acompaña a la percepcióri exter.-
LAs TRES des? Me veo forzado a referirme a esto, na, pasa po-r una especie de percepción nueva que es una per--'
CONCIENCIAS sucintamente, aunque sólo de ·manera ce'pción ligada a palabras, palabras percibidas · porq,ue son -re- _
indirecta roce mi propósito, que es cer- pronunciadas de una manera más o menos completa; ven uste-.-
car lo que este modelo del sueño nos puede enseñar acerca de -· ~ des aquello en lo cual esta actividad es afín a la motilidad: es ·
la situación analítica. En cuanto a estas dos extremidades, de- sólo en la medida en que, en el lenguaje interior -rio todo·e1,
bo recordarles las grandes opciones de Freud sobre la percep- lenguaje interior, sino de tiempo en tiempo, como una suert<~
ción y la conciencia. En la entrada, entonces, está el «sistema de iluminación por .flashes discontinuos-' ciertas palabras re-...
p,., sistema percepción del que Freud ha dicho siempre que de- ,j articuladas pueden darse a la percepción; solamente en esa me-
bía ser absolutamente diferente de un sistema de huellas: en dida los rocesos de pensamiento pueden devenir concientes.
efecto, por definición, si la percepción se estorbara con hue- n la carta 52 que es indispensable para comprender de qué
llas, ya no podría recibir nada nuevo, muy pronto quedaría so- ~~ trata, Freud lo dice explícitamente; hay dos conciencias,:! 1
brecargada. Luego el primer sistema rto es un sistema mnémi- y hace falta desde luego mostrar al mismo tie.mno que se trata
co, es un aparato que recibe a cada instante huellas, pero que ae la misma (este será el objeto de un momento ulterior): la
a cada instante las borra. Y por otra parte, este sistema P de conciencia de la extremidad perceptiva y Ja gu~ se llama la c'illí-
la entrada es el sistema al que está ligada la conciencia; aun, ciencia secundaria, 9 conciencia de pensamiento; pero esta con-..
se debería decir: es el sistema al que es idéntica la conciencia. ~~ ciencia secundaria ~s también una conciencia perceptiva porc
que se trata de la percepción de las palabras, pronunciadas in;..
P = P Ce tenormente o esbozadas de forma esquemática; de este modo,
W = W Bw en definitiva, las dos conciencias, la de la extremidad izquier-
(.
da y la de la extremidad derecha, están ligadas a la percepción.
No hay conciencia sin percepción. Toda conciencia está ligada ¿Qué cierra, ahora, la cubeta por lá
a un percepto, lo que permite distinguir al menos tres clases, ¿SITUACION derecha? Indiqué ya lo problemático
tres momentos posibles de la conciencia. La primera es la con- DE LA MOTILIDAD? que era esto. En el primer esquema
ciencia ligada a la actualidad de una percepción proveniente del capítulo VII teníamos, efectiva-
del mundo exterior; ella se sitúa entonces en la extremidad iz- mente, la imagen no sólo de un aparato psíquico sino de un
,-,~,
quierda del sistema: aquí no hay problema. Siempre en la ex- organismo, porque lo que cerraba la cubeta por la derecha era
tremidad izquierda del sistema, y bien, este será el funciona- en efecto el sistema motor. En consecuencia, un «aparato psí-
miento del sueño: en ciertas circunstancias esta extremidad P quico»: verdaderamente coextensivo con su «Soma», desde los
puede ser reactivada desde el interior «regresivamente»; una
-,.iry
huella mnémica de origen interno puede adquirir una vivaci- 21 Dos conciencias en las condiciones normales, sin contar la concien-
dad alucinatoria y llegar así a la conciencia. cia onírica o alucinatoria.

58 59
llll l'tt h11 1tl," h1 M •l11 o r v11dotH'M• lllll HC lllnruH . y <I C:H
IJ Hll'll f or• IHJll MOl :o rno una •formación d e l lncon clcntc• purtlc ula rm c ntc prlvll c -
p11 í'tt , 111 n>11t,rnrlo, { ' I\ In HC8Un<fo d cscrlpc lón, lo que cictra la giada, originaria, se podría decir, prínceps, d e modo que si e m -
·t1 bc lu 01:1 uno d e los siste mas mnémicos ... 1
·.i.
pre ha servido para comprender, por semejanza y por diferen -
r cia, otras formaciones del inconciente. Encontramos, en L.a
M Prcc . interpretación de los sueños, extensas elaboraciones sobre las
analogías y las diferencias entre el síntoma histérico y el sueño.
Y bien, en el mismo espíritu en que uno utiliza corrientemente
las comparaciones -sueño y síntoma, sueño y acto fallido, sue-

~ ~
ño y chiste, etc.-, puede preguntarse si la situación analítica,
para no mencionar incluso la sesión analítica, no es una forma-
ción del inconciente o, al menos, puede preguntarse por las
condiciones a que debe responder para ser algo como una for-
La motilidad aparece evacuada en la flecha exterior, lo que mación del inconciente, comparable al sueño.
podría dar la impresión de que el aparato se retrae, se retira Y después está el otro aspecto de la cuestión, que diría que
a lo puramente •psíquico" ... si no nos inclináramos a descon- es más histórico y a la vez más polémico, más insidioso, que
fiar de esta oposición alma-cuerpo. Esto puede parecer de poca se formularía así: ¿qué influencia ha tenido en el análisis ese
importancia, y uno podría limitarse a decir: el término •motili- ;.. modelo del sueño, es decir una situación en apariencia total-
dad" puede designar tanto un aparato motor muscular, con sus mente artificial, en todo caso cercenada, cortada de la vida,
movimientos efectivos, como lo que hay de motor en el sistema desrealizante? ¿Qué influencia ha tenido ese modelo del sueño
neuronal , las neuronas motoras, por ejemplo, y sus inervacio- ·" -con todos esos epítetos peyorativos que se le pueden adjuntar-
nes motrices. Discutir en estos términos sería interpretar el cam- 'i' sobre la constitución de una situación considerada a veces no
bio de esquema corno paso de un modelo somático, o somato-psí- menos desrealizante ... es decir el análisis? lNo hay más que
quico, a un modelo puramente psíquico. En cambio, eri' mi opi- recordar toda una serie de fórmulas que en.efecto encontrarnos
nión, lo importante es el abandono, en el se~undo esquema, en la boca de ciertos analistas: todo eso no es más que un sueño;
. del modelo de un organismo (somático' o psíquico, poco impor- un sueño después de todo no es más que un sueño (podríamos
ta) para adoptar un modelo cuya •paredn ya no es una pared poner estas fórmulas entre comillas, tienen autores). Y tam-
real, sino puramente un sistema mnémico. bién: un análisis no es más que un análisis, abran la ventana
hacia el exterior y vivan; agregaría además :;i.lgo así corno: hay
..•· i que saber terminar un análisis (como alguien decía: hay que
saber terminar una huelga). Y bien, estas no son fórmulas anti-
.. ·.12 dt:J diciemb~e de 1979 guas y superadas: tienen todavía curso, y no las cito para ensa-
ñarme e ironizar acerca de tal o cual escuela: que arroje la pri-
mera piedra el que no ha pensado así en algún momento de
·N~estra intención cuando hablamos del sueño es evidente,
/· su carrera de analizado o de analista; la crítica, aquí como don-
\
y no nay razón para ocultar hacia dónde tendemos, tanto más 1 dequiera, debe ser constantemente y siempre una autocrítica.
cuanto que no soy el único en plantearme este tipo de cuestión . Existe entonces un interés profundo en volver a ese modelo
La cuestión es la siguiente: ¿cuáles pueden ser las relaciones de la Trau'mdeutung; si no se tratara más que de historia del
. entre el modelo del sueño o, más e_xactamente aún, un modelo freudismo, esto me parecería contingente, o al menos reserva-
.....,: do a los especialistas. Pero creo que existe un interés histórico
· de la situación del sueño, y nuestra
SüEÑo ·v sEsioN: concepción de la situación analítica? · más profundo en la medida en que la historia es aquí génesis,
Mob~Lo DESCRIPTIVO Y Pues bien, esta cuestión puede tomar historia. de la constitución misma del análisis, del análisis como
MODELO · PRESCRWTIVO varios aspectos, y yo veo por lo menos fenómeno, él mismo, histórico. El análisis es un fenómeno de
·. . dos de ellos. En primer lugar: ¿qué se ,\ dimensión •histórica», al menos dentro de la historia del mundo
1

· pueqe aprender del modelo del sueño? El sueño es considerado 1 occidental, porque uno tiene algún escrúpulo en hablar de la
. '

60 61

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( :1 11111;c¡11h 11•11 11111 1 1\1111•¡1, 0~1 1.u. dimuwdón hlHt.órk:u :::ic percibe en anaJftl.co. Y citaré u uno d e lo$ autores e n qulcnct1 ct1la lcmJc n ·
ul lrnd 10 d o q 11 0 clort.011 l'cnómcnos humano1> ya no p u e d en ser cía a llevar e l s u eño a l s u eño habla d o , a l s u eño del diálogo analí-
e nterame n t e los mismos despu és d e la aparición del análisis. tico, es más marcada: en efe cto el artículo c onclu~ivo d e este
He inten tado fodicarlos, sugerirlos a propósito de la sublima-
ción. 22 He intentado mostrar que la sublimación misma tal vez 1 número -de J .-C. Lavie- se intitula «Hablar al analista».2a Del
sueño «Soñado», nos da a entender Lavie, en el límite, .él no
t omó otro sentido, o un desarrollo enteramente nuevo, con la
aparición histórica, cultural, del análisis. El psicoanálisis es desde
luego un conocimiento: en este sentido es una «teorética» (más
que una teoría); pero es también cierta práctica, cierta trasfor-
l tiene ya nada pertinente que decir puesto que está incluido ·.
por ~ntero en la sesión; objeción que, por otra pa.r:te, se genera-
liza, porque, aun de un diálogo «dialogado», cuando uno quiere·
informar sobre él, deja pasar lo esencial. Y bien, entre este in te- .
mación del hombre. Ven ustedes que, cuando opongo y conjugo rés por el sueño soñado y el sueño en el análisis, el sueño c onta-
teorética, por un lado, y práctica, por el otro, establezco una do, diré que en conjunto es el interés por la primera perspectivá
distinción muy diferente de la habitual, remanida en mi opi- el que preValéée en este número de la Nouvelle Revue d(; Psycha-
nión, entre teoría y clínica, de las que aquella estaría constitui- nalyse. Esta toma de posición, que es también la mía, se defini-
d a por la abstracción, las ideas, los conceptos, y esta, por la ría así: existe un. fenómeno-sueño sobre el cual, en tanto tal
d e scripción concreta. La teorética, tal como yo la opongo a la -con prescindencia del relato del sueño, así como de la utiliza-
p ráctica, incluye tanto los modelos con su nivel de abstracción ción del sueño en el análisis-; el psicoanálisis tiene algo para · ..
como esa descripción al ras del campo florido a la que se quie- decir. Recordaré que este realismo, llamémoslo ingenuo -y tanto.
re reducir en muchos casos la clínica .. La práctica es siempre más sólido porque es ingenuo-, es una vez más obra de·Freud .
otra cosa, es siempre un acto, es siempre algo prescriptivo Si ustedes se remiten por ejemplo a un artículo que se intitula ·
-para oponer los enunciados prescriptivos a los enunciados "º. bservacion. es sobre la teoría y la práctica de la interpretación
d e scriptivos-; y creo que corresponde hacer un 'lugar impor- de los sueños», 24 encontrarán en todo él esta idea de que entre
tante, en lo que se ha escrito sobre psicoanálisis -en particular el sueño soñado y el sueño en el análisis hay una <ii§tancia e.un:-
e n lo que ha sido escrito por Freud-, a 10 presériptivo; lo pres- \ . s)derable y gue somos C'!:J!.aces de evaluar esta distanci,s;i. Me
criptivo evidentemente no es, como tal, reductible a cuestiones bastará con citar dos breves frases entre otras: ·~~s por completo
de valor o de moral: hablo de lo prescriptivo en el sentido en ~jeno al sueño el propósito de ser utilizado dentro del @áli:
que por ejemplo se prescribe que la sesión analítica debe ocu- ..§.ͧ.!'_. 25 Y después esto, no menos refrescante (como se suele de-
rrir de tal o cual manera. Es algo radicalmente diferente de cir): «Y. opino que sería bueno recordar a veces que los seres
una técnica pura y simple, y también de una regla moral. humano ' - tes ue exist~era un psicoanálisis».21'> 'x:'
Y bien, para volver a esta cuestión: sueño y análisis, no soy Y bien, ¿será quizas esta prepon eran-
e videntemente el único que busca por este lado, y los pue- LA EXPERIMENTACION cia de una perspectiva realista el corre-
d o remitir en particular a un excelente número de la Nouvelle soBRE EL SUEÑO lato de descubrimientos científicos, en
Revue de Psychanalyse que se intitula «El espacio del sueño», cierto modo exteriores al análisis, y
todos cuyos artículos serían para citar. que concuerdan, se lo quiera o no, con las reflexiones psicoana-
SuEÑO SOÑADO Se podría decir, siguiendo esta obra co- líticas modernas: me refiero a la irrupción de estudios objetivos
suE:Ño CONTADO lectiva, que vemos oponerse, a propósi- (incluso objetivistas, por qué no) sobre el dormir y sobre el sue-
to del sueño, dos perspectivas: por una ño, realizados por los pSicólogos y los electroencefalografistas?
parte, la del sueño como objeto de estudio científico, digamos Toda una batería de registros permite abordar el fenómeno des-
el sueño descrito, o el sueño soñado, y por otra parte, el sueño
23 NouveUe Revue de Psychanalyse, nº 5, 1972, págs. 287-98.
24 En OC, 19, 1979, págs. 111-22.
~~«Faire dériver la sublimation•, en Problématiques Ill, La sublima-
25 !bid., pág. 119.
tion, París : PUF, 1980. [«Hacer derivar la sublimación», en Problemáticas
26
111, La sublimaci6n, Buenos Aires: Amorrortu editores, 1987.] !bid.' pág. 118.

62 63
d u l•},i 1h1 J(t d 111i 11111'1 v111 l11 d 11H pll l ll l1 11J(11 1 11 111 111 l ' OllV"l'l-(l 111t •h 1; d o b111•n ulu1•11 d1 i 11111 l l.,l' hllrt 11 '4 •1 n 11h 1 y 11l 11 11111 ic 1 1mw 11ld11 p111

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l.11dlo d• • lqH n111vlml ont.0H t1l' 1il1\rCB o tmublóu d ol rcglHtro d e 1.::1 <lonnh: uo 011 H.lt:uplo pdyndóu 1:1ommrlul mu:¡l vu: tlt.i..J.10dl'!11 d ci
lm1 p cdodo1-1 e n los qué tic pue d e d ecir que hay sueño, y d e aque- c~ r que es d espo jamiento actlyo. es dcsyio del lntcrós. & <lrnÜ11
·ll o:; e n que, aparentemente a l m e nos, no hay sueño. Todos esos v estimiento. Y este desinvestimiento se d esc ribe d e un<:t inau e-
st udios lle van a la hipótesis de dos tipos de dormir: un dormir ra figurativa en el comienzo de un texto mucho m ás tardío,
lla mado le nto, en el sentido de que el electroencefalograma «Complemento metapsicológico a la doctrina de los sueños», que
está compuesto por ondas lentas y sincrónicas, y después el merece ser citado:
dormir rápido, cuyo electroencefalograma en este caso se pare- «No suele reflexionarse bastante en que el hombre se des-
ce mucho más al de la vigilia. Esta segunda fase se llama «para- poja todas las noches de los envoltorios con que ha recubierto
dójica» en este sentido, según Bourguignon: «Cuando el sistema su piel, y aun, tal vez, de los complementos de sus órganos cor-
nervioso central está más aislado del mundo exterior es justa- porales, si es que ha logrado compensar sus deficiencias me-
mente el momento en que el electroencefalograma se asemeja diante un sustituto: las gafas, la peluca, los dientes postizos,
más al de la vigilia».2 7 Para más detalles, los remito al artículo etc. Cabría agregar que al irse a dormir ejecuta un desvestido
de A. Bourguignon que se intitula •Funciones del sueño».* an~logo de su psiquismo, renuncia a la mayoría de sus adquisi-
Y bien, es durante esta fase llamada paradójica, rápida, cuan- ciones psíquicas, y así, por ambos lados, recrea una aproxima-
do aparece el sueño, en tanto que en la fase «lenta>>, que por ción extraordinaria a aquella situación que fue el punto de par-
otra parte encuadra en el tiempo a la fase de dormir rápido, tida de su desarrollo vital. [Aquí se muestra lo que constituye
no se registran sueños, al menos habitualmente. Ven ustedes el eje de este texto, eje en mi opinión más metafórico que re-
alista, es decir la comparación del dormir y el estado fetal.]» 28
En otros momentos del mismo texto, Freud se plantea así

~I
la cuestión (estamos en la extremidad izquierda del sistema):
en el dormir se desinviste la percepción, y sin embargo es este
sistema percepción el que desempeñará el papel esencial en

. . . . que" "sé nos .remite· aquí, .ya con la descripción del propio Bour-
': gu~gn<:>Il., a un problema de aislamiento, de fenómeno aislado,
* el sueño porque justamente él será excitado desde el interior
para producir las alucinaciones de que el sueño está constitui-
do. Esto no deja de plantear a Freud un problema bastante for-
mal, incluso formalista: tenemos ahí un sistema del que deci-
mos que está desinvestid~>, desactivado, y que en lo sucesivo
debería ser considerado inexcitable. Pero, al mismo tiempo, ese

~-
. ·puesfo que tenemos esta fase del sueño en la cual el electroen- sistema inactivado se volverá excitable «desde el interior». Di-
. cefalo.grama es semejante al de la vigilia, pero en la cual, al
. m~smo tiempo, la desconexión por relación al mundo exterior
ficultad que Freud remite a una revisión de la idea según la
cual desinvestidura e inexcitabilidad correrían necesariamen-
1
¡ .....--
e~ máxima;. ven ustedes que de nuevo se nos remite a este pro- te parejas~
.. bJema de la existencia de un sistema cerrado, al problema de Sobre este punto preciso, ¿qué nos aporta la observaci6n
. . . sus .límites y a la significación, tal vez, de nuestra cubeta. científica a la que me refería hace un rato? Y bien, ese dormir
lento, sin sueños, y después ese dormir paradójico encuadra-
Para plantear la cuestión crudamente: ¿basta con borrar las do, encajado, se diría, dentro del dormir lento, corresponde-
. .
•.
rían, si se lo puede decir así, a estos dos movimientos: la fase
1 ·dos .flechas, en el esquema freudiano, para hacer pasar al ser
humano de la vigilia al dormir? ¿Es el durmiente una especie de dormir lento sería el momento del desinvestimiento, y el
.de ho~bre-tronco o aun, .como se dice, de organismo o de sis- desinvestimiento total que aparece en el dormir lento desem-
. tema nervios~ «desaferentado»? Desde luego, hay una especie
28 En OC, 14, 1979, pág. 221. Entre corchetes, comentarios de .lean

27 Nouvelle Revue de Psychanalyse, ·n° 5, 1972, pág. 181, n. 2. La planche.

. 64. 65
boca e n e fe c to en un e stado s in sueños, sin excitabilidad algu- quo h u Hldo <.:l tu.dn y (' Olll\H1l.1 t1l 1 ~ 1111wh11H Vi lí'nl4 y q11 0 111 n 1 • 11 •11
na del sistem a per ceptivo . Por e l contra rio , e n la fase lla m ada
paradójica, es decir en la fase en que hay sueño, hay efectiva-
se rlo u na v e z más porque lo qu o propon<i - 110 H<i.lo 1H ' <~ 11 · 1t dt•I
s u eño sino también acerca d e l inc onclc.ntc y d e mu<:hoH o t,1·rn
( /1(,
-,
,t
m e nte reinvestimiento del aparato perceptivo, lo que se tra- temas metapsicoló gicos- , lej os de anticipa r. ~ó lo e mbrlonuri u- (."/)
duce exp_e rimentalmente de una manera muy precisa, puesto mente las ideas ulteriores de Fre ud, las desarrolla d e . J1l~n ~ ra
que se pueden registrar, por ejemplo, los movimientos de los muy explícita. No resisto al placer d e volver a m ostrarle s ·este
ojos durante el sueño, movimientos que parecen seguir al obje- esquema de la carta 52 .
to onírico correspondiente.

Vuelvo a la extremidad derecha de la cubeta, es decir a lo


- ! 'kf lt>?" '-""'
que cierra este esquema de Freud del lado de la motilidad. Les
he indicado esta especie de pase de prestidigitación que lleva . p Coc
la «motilidad» al exteriot del esquema, lo que evidentemente [W}· [Bewsj
X ··X - - . ; - - -1----X X
va a facilitar mucho la idea de que uno puede suprimir las efe- X X
r e ncias con la misma comodidad que las aferencias. En otros
términos, la pared de la derecha se convierte en el último sis-
tema mnémico. Pase de prestidigitación que es quizás el signo .«P son neuronas donde se generan las perc~pciones a que · . · ··
d e dificultades, de una contradicción interna que tal vez po- se 'añü:<:i'a'-la conciencia, p.ero que en sí no conservan·hu_e~la .ai-J
.:..
dríamos intentar remediar aquí. Indiquemos al menos esto: si guna de lo acontecido. Es que conciencia· y memoria se exclu ~ ·
quisiéramos dibujar ese costado derecho siguiendo el texto de yen entre sí [sólo se puede percibir en la medida en que sin . .· .
ce~ ·· a placa sensible es devuelta a su estado virgen]. ..
Freud, y bien, habría que dibujar varias cosas. Habría que di-
»Ps signo de percepción] es la primera inscripción de las
bujar el preconciente, después el sistema o el funcionamiento
pe · pcione com leto insusce tibie de conciencia r:.
Conciencia-Percepción (percepción de palabras , lo hemos vis-
to), y después, quizás, escindir la motilidad entre sus aspectos ti culada según la asociación de : __ ___ ---~ -- · .
de inervación o de comando, y los aspectos por los cuales ella ~ "!e (inconcie nciaJ es la~unda mscnpc10n 1 ordenada segúQ
otros-nexos, tal vez causales. Las huellas le quizá correspon-
modifica el mundo. exterior.
dan a ·recuerdos de conceptos, de igual modo inasequibles a
Prcc CcP Mi
.lf conc1enci~ .
»Pre (preconciencia) es la tercera trascripción [esta vez es
Umschrift y no Niederschrift], ligada a representaciones de pa-
11 labra, correspondiente a nuestro yo oficial. Desde esta precon-
~ ciencia, las investiduras devienen concientes de acuerdo con
ciertas reglas, y por cierto que esta conciencia de pensar se-
cundaria viene, en el tiempo, apres-coup, probablemente anu-
dada a Ja reanjmacjón alucinatoria de representaciones de pa-
Esquema este de un interés muy rela- abra de suerte ue las neuronas de conciencia serían también
EL INTERES DE tivo, y que es mejor proponer sólo de ' ción en sí carecenan ~ memoria».:3o ~¡·
LA CARTA 52 pasada. Creo, en cambio, que para ¿Por qué digo que hay aqm u gran·- ·
comprender mejor la construcción de LAS HUELLAS riqueza, aun prescindiendo de nuestro
este modelo es muy útil remitirse a lo que constituye su an- METONIMICAS propósito? Y bien, uno descubre por
tecedente inmediato y que, en cierta man.era, es extraordina- ORIGINARIAS ejemplo esta idea totalmente extraor-
riamente más explícito. Me refiero a esa carta 52 a Fliess, 29 dinaria: hay algo, se podría decir, más
2 r1 S. Freud, La naissance de la psychanalyse, París: PUF, 4ª ed . , págs.
30 Jbid., págs. 154-5. [En OC, 1, pág. 275.)
15:3-60. [En OC, 1, 1982, págs. 274-80 .]

66 67
,1 ·~ 4
l 1 • ·... •. l /\•J., l 1 • 1\.A) o/.\ L!J U >..ohJ~
l 11 1•11 11 1'111 t1t 11 ll!l1_00 l 111 '0llt ' l1 )ttf.t • , y 1(14 ~~{'1 1.0 ~ U nMhU!<• (<, - !)•_. - !H, e n c on sc<.: u<·11<·1a, In t.rn Hl'o1·111 111·101
1 11110 Mo º "'l!.º''iu·n 0 11 HUbHurn lr J y U ba,lo el tér· T ttA1:W<>RMAC ION de este mod e lo e n un aparato <"<:rrn
] 11 1110 m t111 !:(m~oml d <l lnconclcntc . habría una esp ecie d e incon'- DEL MODELO do (reencuentran ustedes , e n e l int.t•
' <'kntc t<>dtwfa más originario, f aracterizado por depósitos per- EN EL SUEÑO rior, los sistemas 1, 11, 111, bajo la for
1 <;:<; ptivos inscritos ~ún asociaciones de simultaneidad. Así. lo
, más inaccesibl~o más profundo, sería lo que en nuestros días
roa de nuestras placas de radiografía),
en algo que evoca a un organismo. Pero para comprender me-·
s.e llama lo «metonímico». _S e puede decir sin duda que se trat::i. jor aún lo que ocurre en el cierre «de la derecha» de este orga-
1
• de una idea premonitoria por relación a uno de los textos de- nismo, es preciso remitirse a la observación del sueño tal como

hÁ,
claradamente tardíos de Freud, «Construcciones.,.gp el análisis;: Freud la hizo de una manera rigurosa a partir de centenares
· \ ,\;erá cuesti · de ue un anális's u a fondo lo re di- de sueños, y a la vez a su teorización. Lo que muestra la ohse~
\,,,WP'l_~cidar est La mayoría de las veces uno no hace más que cons-

~'!
v_a ción
. de los suen-o. s . u. e Fr.eud .somete al a.riálisis es que e. l _sueño_

~
~· t~. uir, es decir trabajar un.a especie de duplica_do de lo ~ncon­ , ~ra aJa esencialmente sobre restos diurnos: los elementos d@J
1
c1ente. Pero, en algunos casos, ¿se puede decir que el 1ncon- sueño son elementos de la vigilia, en el sentido más estricto

~
ciente vuelve en persona, que vuelve de manera alucinatoria"?. def1érñi.1ñó; es de.cir .e.n éTdOble sentido.d e la vida despierta
'
v
¿ )! b:;ijo qué fo.. rma'?.H ajo
_ _ ia ro·rma.
d.e re_sid . uo.s po·r.. c. onti.güidadi-1
de residuos metonímicos. En otros términos,, no es el recuerdq_
y de la vida del día como tal, el de la víspera del sueño; ele-
mentos no reprimidos, relativamente accesibles; pero al mis-
f!i,f_a ntil el que vuelve, smo tal ~ cua~ueño .rasgo ligagg mo tiempo el sueño .les inflige un tratamiento que es verdad e-
. gor contig11ü'fiid; a ~sen~cuerdo: el color de un objeto, la dispo- ·' ramen,te._~~ maltrato, l~-h~-~!!P-~~-<!Q._en todo sentido según
~ sición de una habitación, un aroma, un afecto .. . el recuerdo
mismo no vuelve, . - P Pt?..R.....c,,;S .
Y después tenemos a idea de la presencia del yo, «nuestro
~o o icia}"_i__ _yue está en el seno de o preconcienfe o que consti- ·
1
' • las reglá.s O.e--su
propia lógica que es la lógica de los procesos
inconcientes: cónci_eJ\~aCioi:::t:,__ ª'~~P.Iá:~§.~ieñiO,~~~) etc . .
Les cito un pasaje acerca de esos_,.r~tps ,Qiurno_s, . ent~e . muchí-
simos Otros que podría Citar: (_ {---) 1.?est1,\ r \~J.. ' .:JJ"LA 1, !.)
tuye su or aniZá.ciQp.-Desde el origen, la noción de yo está pre- .;:- «[Esos restos diurnos] [ ... ] para-él sueño, vale la pena pres-
sen te con toda su -..uerza, como aquella de un organismo, de tarles todavía otro poco de atención. Es que, no obstante, tie-
una. organización de los recuerdos pfeconcientes; e -incluye nen que ser un ingrediente necesario de la formación del sue-
.~ualmente este aserto -q!Je produce cosquillas a más de uno ño; de otro modo no se explicaría que la experiencia pueda de-
·· en nuestros días-, .fl. saber, que es del lado del yo y delladq pararnos la sorpresa de que en el contenido de todo sueño se
iJ_J_( ;~-e lo preconc~ente. donde es _prects~ . buscar el lengua:Je-:-·::y eri identifique un anudamiento con una impresión diurna recien-
0~ motjo alguno del lado de lo mconc1ente. . te, a menudo del tipo más indiferente. Ahora bien, aún no pu -
. ~-· · . ~rttonc~s _este modelo de la carta 52, ustedes lo ven, no tle- dimos discernir aquello que hace necesario este agregado a -la
. ne paredes; es un sistema de recuerdos, sin paredes, sin. rela- mezcla constitutiva del sueño. Lo lograremos si, reteniendo el.
·2ión directa con el organismo. Pero, como por una especie de papel del deseo inconciente, acudimos a la.psicología de las neu-
e9uilibramiento muy importante, si no hay organismo para con- rosis en busca de esclarecimient<?. Esta nos enseña que la re-
t~nerlp, si no. hay cubeta hacia el exterior, .en cambio hay en presentación inconciente [lo gue está en Unbewns.st, pero tal]];
· . · 'j!J__interior·u. enerable or anismi:;>, bien organizado, que es bién en Wahrn&imungszeichen) como tal es del todo incapaz
jysfa!illlli!. el o. No está contenido por el exterior, pero en ~e ingresar en el preconciente, y que sólo puede exteriorizar
'el interior un organismo de contención, o de inhibición, ahí un efecto si entra en conexión con una representación mo-
·o de-dominio, o también como una especie de punto imantado, !._ensiva que ya pertenezca al preconci~~. trasfiriéndole su \
· de·punto organizado en el seno del sistema preconciente. Creo intensidad y dE;jándose encubrir por ella, Este es el hecho de ¡
- ~ :. que.·es muy:importante aprehender esta alternancia, dentro de la trasferencia, que explica tantos sucesós llamativos de la vi- 1
este.modelo que no·es un modelo del sueño, entre la presencia da anímica de los neurótiCOS». 31
· . .. · ·. dei yo y, en el modelo del sueño, en cambio, como lo veremos
: ,... · dentro de unos instantes, una suerte de borradura del yo.::l 31 S. Freud, La interpretación de los sueños, en OC, 5, 1979, págs.
· Lo'que nos es descrito con La interpretación de los sueños ._;54.5_ Entre corchetes, comentarios de Jean Laplanche.
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car la Idea d e un desplazamiento de la censura .. ,Lo 9u s !>e dg" -
plaza es e l yo guarilián, que se dirige a cerr
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1~VtPrior\\ -
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1~ · '"!1_1~ Comanda e) 3ccpsQ :;¡ ha ?CCjÓp 0¡ COIDQ dice
.,,,, [ ......... ............
- ~

Tras esta descripción, en definitiva freud, a la «motilidad»];[ . .. ] ellas resultan inofensivas porque..
IJ0M 1N10 m,;1, bien próxima a la observaeión de cen- , no son capaces de poner en movimiento el aparato motor, el ·
1NCO NCIE NTE SOBRE tenares de sueños, ¿cuál es ahora la único que puede actuar sobre el mundo exterior trasformán·- .
E L PRECONCIENTE teorización? Y bien, la teorización es dolo [noten ustedes aquí que el propio Freud se alinea en algu-
que hay, en .el sueño, un dominio del nos casos con ese género de frasecita -trivial y lenificante: .. e'n
inconciente sobre el preconciente o, para hablar con términos definitiva, un sueño no es más que un ·sueño, un sueño es ino:_.
un poco diferentes, ~n trayecto de la excitac;ión del inconcien- fensiVO». Es un discurso que nos dirigimos todos en Ciertos mo- ' .. .
te hacia el precprtciente. Entre el incónciente y el preconciPn- mentos; es el discurso del yo, precisamente, este de· d~c;ir q~e · . . ..
t~, en el estado- (fe Jrjgilia, eyiste upa heterogeneidad rad·iea:l, un sueño no es más que u~ sueno],,.=l2'"'-...::>~ · _' ,¿, .. · .· -:
heterogeneidad por ·la cual .justamente el jpconciente na pue- En ·-corisecuencia, la puerta, como. lo dice Freud figuraqa •.
9e penetrar en lo gue constituye nuestra yjda cotidiapa- y /Ji mente, está cerrada del lado _de la motilidad y, yo agregaría,
qU:.e impide una penetración del inconciente en el preconcien- del lado de la verbalización concebida ella misma como motili-
te es el hecho de que el preconciente está organizado desde dad. Es decir que la toma de conciencia ligada a una ve.rbaliza- ·
el interior, lo que quiere decir precisamente que hay un yo.
He aquí cómo describe Freud la trasformación entre el estado I ción, ella misma ligada a esbozos de pronunciación dé pa,labras
-o, al menos, a intenciones motrices dentro del sistema ner-
de vigilia y el estado de· dormir:
«Es evidente que las mociones de deseo inconcientes aspi-
ran a regir también durante el día, y tanto el hecho de la tras-
r vioso- : esa toma de conciencia está excluida. .
¿Qué ocurre entonces con nuestra cubeta? Era, en apar.ien-
cia, el modelo de un organismo. Freud lo presentó así antes
·

ferencia como las psicosis nos enseñan que querrían irrumpir de presentarlo como el modelo del sueño o, incluso, como un
por el camino que a través del sistema del preconciente lleva aparato psíquico; en su primera molienda, uno veía sobre todo
hasta la conciencia y hasta el gobierno de la motilidad. En la ahí un continente con aferencias y eferencias. En realidad, uno
censura entre Ice y Prcc, que precisamente el sueño nos obligó puede preguntarse si no hay aquí una especie de sobreimposi-
a suponer, hemos reconocido y honrado entonces al guardián ción del modelo de un organismo, con su homeostasis, a un mo-
de nuestra salud mental [por lo tanto, durante el día hay una delo de memorias. Pero comoquiera que sea, en su estado ter-
censura, especie de puerta en el interior del esquema de la cu- minal -y con esto enuncio más que una simple tautología-
beta, censura rectora por la cual no quedamos librados cons- es un modelo del dormir y un modelo del sueño. El modelo
tantemente a lo que Freud llama «trasferencias.,]. Pero, ¿no es de un estado muy particular que cierra al aparato psíquico. El
un descuido del guardián el que reduzca su actividad durante cierre que es descrito aquí, sólo en apariencia es el cierre de
la noche, dejando así que lleguen a expresarse las mociones un organismo: es la constitución, se podría decir, de una espe-
sofocadas del Ice y haciendo de nuevo posible la regresión alu- cie de organismo del sueño durante el dormir. Hemos visto que
cinatoria? [durante la noche, lo que se nos describe es una cuasi está cerrado sincrónicamente, es decir en la simultaneidad, en
a bolición de esta censura. Pero esta abolición no se tiene que el espacio, en el sentido de que las aferencias y las eferencias·
percibir como la supresión de una puerta, sino como el hecho 1 están suprimidas o desinvestídas. Pero lo que tal vez nos apor-
de que el guardián encargado de mantenerla cerrada se ha '•\ ta la observación científica moderna es que el aparato del sue-.
i ño se encuentra también aislado diacrónicamente: la fase pa-
'!,\ausentado: mu exac se ha ausentado del siste-
\ ~ma precondente que él habitaba y estructurab3:)· reo que no; l. radójica, en la línea del tiempo, se encuentra rodeada por fa-
en efecto, cuando el guardián crítico se entrega al reposo -y ses de dormir lento, es decir de dormir verdadero . Tras el
tenemos pruebas de que no se adormece muy profundamente-,
cierra también la puerta a la motilidad. Pueden ser permitidas
32 !bid., pág. 559. Entre corchetes, comentarios de Jean Laplanche.
cuantas mociones de lo Ice (inhibido en otro caso) quieran pu-

(~-=:;- fQeDS~
70 71
l111 c'c• 1'11 l t." 111 \lt f nHO ch1 d c> riHl l' v c•I'
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ti ;:. :. . \
· (- /'\

ría la represión ongmana. 33 J (


18 de diciembre de 1979 - Volvamos ahora sobre el cierre del sue ño. d e l aue d ebe mos
s,µponer probablemepte c ID0 para Q} QiQrt=Q de 13 sesión
0 Ollj~
~e sitúa en eco con el cierre del jnconcjepte En particular d e-
-
bemos mostrar también aquí que el hecho de encerrar algo e n
Nos hemos preguntado, en el caso del sueño, cómo se cons-
el sueño, de cortar o de borrar las dos flechas de la cubeta,
tituía la cubeta. Hemos tenido en cuenta ciertos aportes de la
no deja de traer consecuencias para lo que queda encerrado.
experimentación que nos muestran que el sueño está aislado
Mostrémoslo primero, a propósito del sistema Preconcien-
todavía más de lo que creía Freud, puesto que lo está en la
te, en la extremidad derecha del esquema. A este sistema lo
diacronía -es precedido por un período de dormir sin sueños-
vemos aparecer, en el curso de La interpretación de los sue-
.Y que igualmente lo está en la sincronía, es decir que no es
~ \) tanto el cm;relato del dormir cuanto una especie de despertar ños, bajo dos formas bien diferentes. Ellas no son contradicto- ~ . ~
~· vuelto hacia otro mundo. ·· =- rias, como ustedes lo advertirán pronto. Po: una parte el Pr.:¿c Vfi],lL,
. · ==-- Ahora bien, a esta idea de un encie- es asimilado a veces al yo -o en todo caso es el lugar del yo -
CLAUSURA DEL sUEÑo rro, de una clausura de algo, la encon- y por otra parte es descrito a veces como un s· · '
Y CLAUSURA tramos, en Freud, en otra parte y pa- os-:- ~l yo, tal como está presente
e.I.:CC>m:::'?i::::e-::n~z:':'o::-,-e~n~e,......l..o""e"'n""s""a......,,miento de Freud, .U aparece desde el
DEI, INCoNcIENTE ra una comparación todavía más fun-
principio como una organización y no como ese avatar más o
. \º mismo: es la idea de una clausura constitutiva
damental, se podría decir, que el sueño
del inconciente. menos impreciso del sujeto psicológi-

~ Lo saben ustedes, cFreud compara a veces el jnconcjente cqn


u.n a especie de par ue serva natural como a uel
EL PRECONCIENTE
HABITADO
co que ciertos autores psicoanalíticos
durante mucho tiempo quisieron des-
ue los Esta os Unidos habían instituido mucho antes que otros o DESHABITADO cubrir en él \ En la carta 52 lttemos ·en-
ppses, y donde se pretendía conservar una naturaleza primiti- POR EL YO contrado, en el seno del sistema pre-
va ara la felicidad el interés de habitantes posteriores, arras- conciente, a •nuestro yo oficial» . El yo
lJ ·""'>
. tractos en un movimiento .de cultura, de domesticacmn y as a no sería entonces estrictamente si~ónimo del preconcien~­ .,¡-...

. .<te· destrucción de esa Raturalesm, En realidad esto no es ta..n no más bien· de lo que organiza al preconciente; lo organiza se- -<'.{-·
: .. .. simple, porgi.ie un parque natural ' nunca es completam~nte gún lo que llamamos mtereses o, tamfü@, segúIJ lo que Freud
:: · ··un ·trózo de naturaleza silvestre. El hecho mismo de encerrar en algunos casos llama los •deseos» del yo (sabemos que désir
un trozo de naturaleza tiene consecuencias ecológicas, tanto no vierte exactamente el término Wunsch: voto, anhelo). El
' · pa(a la.naturaleza circundante como para el parque mismo. Ce- preconciente, digamos, está •constreñido», in-formado, por esos
. rrar nunca deja de' traer consecuencias y no deja intacto a lo iJ1tereses: constreñimientos vitales, cotidianos; subli.mes o tri-
.· · .ence.rrado. De manera que. la idea misma de un inconciente viales, no está ahí la cuestión, porque sería perfectamente es-
que fuera simplemente lo que estaba ahí antes -lo primi~ivo, túpido pretender desvalorizarlos. Pero lo cierto es que esos in-
· .. ·.lo originario- , y que uno podría después reencontrar como lo tereses del yo, en la vida diurna, suponen un investimiento
má.S profundo dentro de nuestro ser, esa idea está totalmente de ciertas re résentaciones, una ligazón ·. entre al una8 de esás
- :'\: . sujet3:.ª cauci~n y vie~e a oponerse a otra idea: sería en virtud representaciones, el mant e un nivel energético
-- ---
) ·\ 1del mismo encierro, digamos del parque natural, como se crean
l·j· ,ci~_ttos caracteres del inconciente . ~en
ustedes que esta met?ª·: .
33
Nos hemos pronunciado claramente en favor de la segunda opción .
Cf. Problématiques IV, L'inconscient et le c¡a, París: PUF, 1981. [Proble-
· < · ·fora del parque natural puede ser mterpretada en las dos di- '1 máticas IV; El inconci.ente y el eUo, Buenos Aires: Amorrortu editore s , 1987.]
. · · · .. " recciones que son las dos opciones contradictorias del freudis- 34
Cf. J. Lapla~che y J.-B. Pontalis, Vocabulaire de la psychanalyse,
. ·. .: · mo; 3, saber: un inconciente que está ahí antes de lo concient París: PUF, 1967; artíeulo •Moi-. -[Ed. en castellano: Diccionario de r>sü :o-

:..:~. ;~: ~~. · 10·~ ~1..(:L(Ü ~-y{~


análisis, Barcelona: Labor, 1971, artículo •Yo• .] .

· ·. 72 · , I" n
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(r<•<• n c·ontram os es ta idea d e nivel en toda idea de organiza- do» (uno .puede emplear to<la una ::¡c ric d<· 111(.•t.í\ forn s), 110 ('Ht ....
/ c;ión) ; s i uno quie r e complicar un poco la idea de «reservorio» más «informado», no es tá mái; «imantado» ... por <: I yo. J21
p 1·op u esta por Freud, digamos que se trata· de un nivel dentro esta modificación energética capital, la trama d e la vida coti-
de una constelación compleja, formada por varios reservorios ~acedemanera que los recuerdos preconcientes
que se comunican entre ellos. 'Son esos intereses y su organiza- quedan liberados a su vez, disponibles para convert irse -~m- ~~-. '
ción en.constelaciones, son esos constreñimientos los que, pre- material cuasi neutro que el sueño-utilizará. "¿:Po i dÓnde-P.isii.- . .
cisamente, inhiben durante la vida diurna el pasaje entre in- eñtoñees-·en.nvestfüiieñto'?"_Y. bíe_ii.,'sE:tfrasporta justamente ·al·..:,.
conciente y preconciente. De manera que cuando Freud nos <Í!:~e~ ~e ·dormir, a la gu~r~a se QOdría de~ir ._pasa_al -~d; ·
dice: basta cerrar la puerta a la derecha, la que lleva más allá las puertas y al mantemm1ento del dormir: . · · · . ~··
· «Del sueño, hasta ahora no .sanemos sino que expresa u · _C. )
del Prcc, la puerta de la motilidad, para que estos constreñi-
mientos desaparezcan y para que la circulación en el estado
d e sueño se vuelva libre entre Inconciente y Preconciente, es-
cumplimiento de deseo de lo inconciente [lo destaco : no
presa el cumplimiento de dos deseos, a diferencia de muchas·
ex<L
ta no es una descripción suficiente. Cerrar las puertas supone otras formaciones; expresa el cumplimiento de un: solo deseo,
al mismo timnpo un desplazamiento del investimiento. Y lo · el deffr1.conciente]; parece que el sistema ·dominante, precor:i.-
que es genial, yo diría, a la vez en el sueño y en Freud -en ciente, se lo permite después de constreñirlo a ciertas desfigu" ·
e l sueño, que eso exista, y en Freud, que lo haya visto tan bien raciones. En la realidad no podemos revelar en todos los casos
c uando se ·refirió a la vía regí.a hacia lo inconciente-, es ese un itinerario de pensamiento opuesto al deseo onírico [el d.e
desplazamiento de investimiento del yo. Esto se puede descri- lo inconciente], que se realizara en el sueño como .su contra~ . '
bir así: el investimiento o los investimientos· !oculares del yo~ parte. Sólo aquí y allí aparecen', en los análisis de su.e nos, ir-i.di -,
e n el seno del sistema preconciente resultan, en el dormir, .abo- cios de productos reactivos; por ejemplo, la ternura hacia mi·
lidos, desplazados, re-unificados, sobre un solo interés (o un amigo R. en el sueño sobre mi tío (veh ustedes qu.e Fre~d iri. -
solo interés rector; se trata de una descripción ideal): «el deseo troduce algunos matices] . Pero a ese añadidQ del preconciente
de dormir». Entonces, cuando se habla del preconciente en el . . que aquí echamos de menos podemos descubrirlo en otro lugar
s u e ño, en manera alguna es el mismo que el preconciente en [el sueño es opuesto en particular al síntoma histérico: Un sín-
la vida cotidiana. Es un preconciente (en buena parte) evacua- toma es mantenido «por los dos lados»; el sueño es. una especie
do por el yo, desinvestido, por lo cual queda desintegrado en de envoltura en la que juega prácticamente qm libertad un so-
sus restos mnémicos: hace un rato me referí a una especie de lo sistema, un solo investimiento]. El sueño es autorizado a dar
uniformización, de inercia de ese stock de restos mnémicos. Esto expresión a un deseo del Ice tras toda clase de desfiguraciones;
es lo que me gustaría que se palpara: se nos describe, en el en tanto, el·sistema dominante es decir ei o
r. capítulo VII, un aparato mecánico, regido por asociaciones.sin $ ~ r __ realiza producjendo en el intflrigr Q.0l.~aFat6
meta, sin finalidad. Y bien, lo que ahí se describe no es el apa-
1

psíquico las alte~iones en la investid1.1ra que le son posibles.


F. '

rato psíquico en su generalidad sino cierto estado del «aparato .Y., en definitiva, · retiene este deseo todo el tiempo en que se _
.i, /\ . psíquico», precisamente en el momento en que este se encuen- duerme». 3 5
)\j...\

~
tra, se podría decir, «desjnteresado» al mismo tiempo que desa- Esto nos lleva, ciertamente, a una nueva concepción de los
\ ferentado. Está desaferentado, desde luego, por el lado per- límites. Hemos dicho que tal vez se descubre, en ese esquema
.c epción y por el lado motilidad, pero lo verdadera.m ente ca- freudiano un poco mixto, el modelo de un organismo que vie-
pital es que el sistema reconciente como t~l _se encuentra ne a sobreimponer~e a un modelo de memorias. Y bien, esta
deshabitado de sus intereses; y_ustedes sa en que es e ermino superposición no sería sino la consecuencia de esta suerte de
,:J:~~iene un sen · · la teoría freudiana e desplazamiento del yo al~ fronteras. No q1.1iero abusar de los
importa mantenerlo), opuesto al e libi pa:rn calificar los esquemas, q1.1e sólo sirven para estimular el pensamiento; pero
i~v~stimientos, las cargas, la.S ener&}a.S-q-tié se centran en la autg-
conservación y no en la sexualida{!. Y bien, los intereses se bo-
rran. y sólo reina en lo sucesivo, en el aparato psíouico. la libF 35 S . .Freud, La interpretación de los sueños, op. cit., pág. 562. Entre

do. El preconciente ya no está «habitado», ya no está «polariza- corchetes, comentarios de Jean Laplanche.

74 75
tal v,!Z h abría que dibujar una especie d e cubeta d e pared do- el limite, uno tiene incluso 11:1. impresió n dt• u11a dr1"11l111 · 11111 110
ble; una c ubeta incluida en la cubeta del yo ... de una energía sino de algo inmaterial; la c ircu lació 11 , dli.(11111os,
de una señal.
La concepción del conflicto -si es que hay conflicto en esü'
yo
sistema- en modo alguno es más realista. Mientras que en cier~
tos modelos de Freud el conflicto es
¿CONFLICTO DEFENSIVO presentado como una lucha din'3.mica
o RESISTENCIA'? en que fuerzas entran en oposición con
fuerzas, aquí no hay energías propias
del sistema que entraran en oposición con energías afluentes,
o en transacción con ellas. El modelo habitual de Freud, cuan-
do se refiere al conflicto defensivo (Abwehr) supone este en-
frentamiento de fuerzas; términos como «Sobreinvestimiento»,
«ContrainvestimientO•>, etc., implican la intervención de poten-
ciales energéticos y, como lo dice Freud, la victoria es siempre
Segu,nda observación: el funcionamiento de este aparato. He" del batallón más fuerte. Sin embargo, en la Traumdeutung no
mos opuesto modelos organicistas, homeostáticos, modelos bio- se trata de batallones como tampoco de defensa. Los términos
lógicamente verosímiles (destaco· esto) y otros tipos de mode- empleados son los de resistencia o de deformación (Entstellung)
los, mucho menos verosímiles como modelos de un organismo, y lo que se aporta en apoyo de esos términos es por ejemplo
y más mecanicistas (lo que evidentemente no es para mí un el modelo óptico: resistencias y deformaciones no son otra co-
giro destinado a despreciarlos). Y bien , es el segundo tipo el sa que la consecuencia del paso de un «medio» a otro, porque
que se ilustra en la Traumdeutung por- toda la óptica se funda en las diferencias entre índices de r e-
EL , ¡.'LJPPEH.. que, si este modelo de La interpreta- fracción. O también, el modelo de la carta 52, donde esas resis-
ción de los sueños fuera tomado como tencias y deformaciones sucesivas no son sino las que puede n
el de un aparato biológico, incluso de un aparato psíquico, des- oponerse a una traducción perfecta de una lengua a otra: la
tinado a mantenerse con vida, se puede decir que fracasaría traducción deja siempre residuos. Otro modelo, de aspecto más
magníficamente. Hemos visto otros modelos de aparatos estríe- fisicista, el del «Proyecto» de 1895, parece dejar más lugar a
. .. . ta.mente 119 ".iables; en particular, el del comienzo del «Proyec- la energética cuantitativa, y sin embargo, por más de un as-
. · ; ·.- ·to de•psicología•>, puesto que sólo secundariamente -y uno se pecto, se exime de ella. Cuando se trata de facilitación, la can-
·pregunta.cómo lo conseguiría-, bajo el influjo de las necesida- tidad de energía con sus infinitas varia<;iones ya no. juega. El
des de la vída, se volv~ría capaz de homeostasis. Este aparato sistema de facilitaciones es un sistema de bifurcaciones sucesi-
.de la.S.primeras. líneas del «Proyecto» de 1895 no se parece más vas en que las cantidade,s de energías circulantes no se toman
· · · ·que el <le la Traumdeutung a un aparato biológico. No tiene en cuenta: en el límite podrían ser reducidas a simples señales;
: . . energía propia y' si la recibe de otra parte' uno no sabe de dón- lo que importa, en cada bifurcación, es que uno de los pas.o s
...· de, a partir del momento en que está borrada la flecha «aferen- esté facilitado, y el otro, no. Las facilitaciones no actúan ellas
. te»: Su finalidad no es el mantenimiento de un nivel sino la mismas sino simplemente por la diferencia entre. un canal faci -
inercia, . es decir la evacuación total. La energía resulta en él litado y un canal no facilitado.
; · remitida de un polo al otro en lo que Freud designa un trayec- Se comprenderá que he llevado hasta el extremo un aspec-
' to en'iigzag;· ~demás -nótese-,-, ella se pasea sin pérdida, sin to de estos diferentes modelos con la intención de hacer e n -
· de~ga.Ste, y efectúa su trabajo sin gastar energía. Imaginen un tender esto: la cubeta del sueño no es un modelo biológico; tam-
. «flipper» en que una bolilla sea remitida de contacto en contac- poco es el modelo de un aparato psíquico en su cortjunto, por
to siri q:lle al parecer pierda fuerza, una bolilla que busque la lo tanto un modelo «psicológico». No es u.n modelo de la Rsique
salida hasta el momento en que acaso la encuentra, y que a aÚnque Freud lo pretenda; es algo que se autonomiza en el co-
la pasada conecte contactos, en su .movimiento btowniano. En razón de lo biológico, e incluso en el corazón de la psique, en

76 77
In 111 1.~ u l d 1t <.· 11 qu e Ju. p Hl qw: tl<.• 11 0 Hin <lu du unu fu11 dó11 l>loJ<'>gl
·a: es una verda d e r a m a quina ria d e l s u e ñ o .
Y puesto que estamos considerando esta epistemología de
los modelos, tengo que recordar lo que varias veces he dicho
y a acerca de esa famosa referencia freudiana al reflejo como
modo de funcionamiento de un organismo o de un aparato.psí-
quico. Lo que la noción de «reflejo» evoca en cada quien es,
ante todo, una respuesta estereotipada, muy simple, siempre
la misma para un mismo estímulo. Evoca también una respues-
ta inmediata: una respuesta que da la impresión de una suer-
f
te, si no de cortocircuito, al menos de
E1. MODELO circuito corto. La respuesta sería co-
11m EALISTA mo adecuada al estímulo. El modelo
D E L REFLE.JO del arco reflejo, su observación en es- En .él reflejo tendinoso más simple ustedes tienen,' en re.ali-.
tado puro, supone, en el nivel de la mé- dad, una sucesión de procesos muy diferentes: choque del .r nar-·
dula espinal, la desactivación, por sección, de los circuitos de- tillo sobre el tendón, receptores aferentes, vía de trasmisión ·
r ivados, ascendentes . aferente, neuronas motrices, por último terminaciones nervio-·
sas en el músculo, que dan la orden del movimiento de con-
tracción. Para simplificar esta circulación y para distinguir bieh. · :
..

1
1
1
lo que nos importa -es decir, los niveles ·energéticos....:....; teµe~
mos: 1) una energía aferente, la del golpe de martillo en· el ten-·
dón; 2) una trasmisión de señales en el circuito neuronal, y
1
1 3) una energía eferente, que es la del movimiento musc\,\lar;
1 esta energía efectora halla su fuente directamente en el lugar,
1
1 en las reacciones bioquímicas internas del tejido muscular.
Todo esto para hacer notar que Freud -aunque conocía per-
fectamente esta fisiología ya correctamente orientada- razo-
na sin cesar, desde lo que él llama el modelo del aparato psí-
quico concebido como aparato reflejo, como si fuera la energía
aferente -la energía del martíllo- la que se volviera aprese n-
tar finalmente en la energía eferente -en el movimiento del
músculo-. Comprobemos, una vez más, la absurdidad de un
modelo freudiano, pero insistamos en el hecho de que esta ab-
surdidad no es la señal de que se deba rechazar este modelo
sino de que es preciso interpretarlo.
Este modelo del «reflejo», de todas maneras, nunca fue el
Uste des lo ven, esta observación del «animal espinal» supone modelo de un organismo; un organismo no funciona de esta
a su vez un aislamiento, una clausura, un corte de ciertas vías. manera, y sobre todo sus respuestas son notablemente diferi-
Y bien, aun así concebido -como lo conciben los neurofisiólo- das, no son siempre adecuadas al estímulo . Es necesario P.asar
gos y como lo comprendjan ya ºen tiempos de Freud (¡y Freud por un número considerable de mediaciones para establecer
n o lo ignoraba!)-, este esquema es algo muy diferente de lo una relación entre el estímulo y la respuesta. Este modelo fi-
que Freud toma de él. ¿Qué dicen los neurofisiólogos? Traigo siológico del reflejo es quizás el de un sistema nervioso , pero
aquí otro esquema, el que ustedes encontrarán en libros de fi- aislado: por sección real o por abstracción científica.
siología elemental. Es quizá también el de un psiquismo aislado a su vez, pre-

78 79
1•1ru 111 11 111f 11 c•l 111 o dc 1lo d n l Htw 1\o o d 1• l l,1·11 111 \lo <h •l H111 •1\o . 1'1• r o , dk<l, ('H o l )(\l llnlll\11 d11l 1101
1-\UOl\O, llOH
la (•xtraordina da modificaci6 11
1• 11 1·H< 1 111 0 111 1· 111.o, V<•tu1 U HtC<l ('.'I ¿EL suEI':)o mir. Lo q u e 1:1crfa cvldcnt.cm<• n t<· d e•
q uo Frc ud le h ace s ufrir; ese sed icen te m od e lo d e l re flejo d e - G UARDIAN una utilidad capital, puesto qu e e l dor-
be ría f uncionar e n apertura total sobre el exterior porque el DEL DORMIR? mir es concebido como una fase esen -
siste ma sería completamente permeable a la excitación, la que cial de recarga de energía, y el sueño
se volvería a presentar íntegramente idéntica a la salida; pero tendría justamente por función permitir esta reconstitución de
Freud lo utiliza justamente a partir del momento en que la cu- reservas. En realidad, cuando se lee de manera un poco más
beta del sueño está cerrada y en que lo que circula en el inte- ceñida, uno se dice ya que este término de .. guardián» no es
rior es lo que se propagaría como la bola del «flipper». forzosamente el más feliz. El verdadero guardián del dormir
Antes me referí a este número de la Nouvelle R evue de es más bien el yo porque es él quien está movilizado , en el sen-
Psychanalyse dedicado al «espacio del sueño» , y al artículo de tido bien exacto del término: está movilizado en un solo deseo
A . Bourguignon que reseña los descubrimientos neurofisioÍó- (como un soló hombre ... ), él está en las fronteras o en las mu-
gícos recientes acerca de las fases del dormir; para la fase lla - rallas de la.fortaleza para guardar el dormir. ¿Quiere decir esto
mada paradójica, el autor rec haza en efecto la idea de un «dor- que habría entonces dos •guardianes» del dormir, el yo y el sue-
mir paradójico»; es que esta fase de sueño es una fase de vigi- ño, y cómo, verdaderamente, emplearíamos el mismo término
lia, «una vigilia en el mundo interior». Además, este artículo para dos «funciones» tan diferentes? Lo que Freud quiere sig-
de Bourguignon se propone mostrar las nificar, en la relación del sueño con el dormir, es que el sueño
¿F uNc I<>N correspondencias indudables entre es- sería una manera de dejar jugar el deseo inconciente, en el mo-
DEL \iUEÑ< >? tos descubrimientos neurofisiológicos mento en que el yo, precisamente, no lo controla ya paso por
y I.as teorías freudianas o, por lo me- paso corno lo hacía en la vida de vigilia. En el estado de vigilia,
nos, l.a posibilidad de conc iliac ión, de inserción de las unas por ... los investimientos del yo, dispuestos dentro del conjunto del
relación a las otras. Corno lo indica el título mismo d e su ar- sistema preconciente, hacen que los deseos inconcientes en todo
tíc ulo, «Funciones del sueño» , él se esfuerza en clasificar las instante estén controlados, impedidos de pasar, censurados. En
dife re ntes funciones del sue ño para reticular las corresponde n- el dormir, por el contrario, el yo no los vigila; se trata entonces
cias e ntre la rieurofisiología y Freud . E'Stas funciones son resu- de dejarlos jugar, pero sin riesgo . El pasaje más claro acerca
midas e n c uatro: estimulación , descarga , sustitución y ligazón de esta función de ·.guardián del dormir» no se encuentra en
. (funcione s que , sin duda, serían igualmente válidas para otras La interpretación de los sueños sino en el opúsculo intitulado
. . . forrna~ iones del inconciente ). No me quiero dete n e r en esta Sobre el sueño:
... e rnimeración ni en su pertinencia, sino en el término función. «El sueño procura una suerte de finiquitación psíquica al
.•¡: · · Ra.zo.n a,t, ·r;e.specto del sueño, e n términos de función, es supo- d e seo sofocado o formado con el auxilio de lo reprimido, pre-
. · . n~ r que e l apárato .PsíquiCo, en el .s ueño, conserva un funcio- sentándolo corno cumplido; pero también contenta a la otra ins-
. n~rniettto unitario, una complernentariedad. funcional. Es cla- tancia, puesto que permite la prosecución del dormir [ven uste-
. . . · -ro q1:1e Bourguignon comprueba el paso a otro régimen, pero des , una vez más, que las satisfacciones de las dos tendencias
a un ré gimen' en que el sueño mismo conserva una utilidad pa- -la del inconciente y la del yo- no se encuentran en el mismo
·ra e .l conjunto del sistema: por lo tanto, un régimen que sigue plano . La satisfacción de la tendencia i.nconciente se encuen-
sie ndo global. Mi pregunta sería entonces: ¿qué sucede con la tra en el contenido mismo del sueño; la satisfacción de la ten-
nóció~ de fUI).Ción, incluso de función del sueño, a partir del dencia del yo no está en el sueño mismo sino en ese dormir
·rriornento en que resultan cortadas, o por lo menos muy altera- que ella permite mantener]. Nuestro yo se comporta en esto
~ .
da s ; las conexiones funcionales? Esto no es simple juego d e pa- corno un niño; presta creencia a las imágenes del sueño, como
·1ab:ras entre funcional, función y funcionamiento: si tenemos si quiSiera decir: ''Sí, sí, tú tienes razón [se lo dice al incon-
un funcionamiento aislado; ¿qué sucede con la noción misma ciente], pero déjame dormir". El menosprecio que nosotros,
. de .una función del sueño? despiertos, oponemos al sueño, y que se prevale de su carácter
.. . Desde luego que a esta idea de que el sueño tendría una confuso y en apariencia ilógico, no es con probabilidad otra
J undón la en~ontramos en Freud,. y la fórmula es famosa : el cosa que el juicio de nuestro yo durmiente sobre las mociones

.· 80 81
qu e vienen d e lo re pdinido, juiclo qu e ::;e apoya con m ejor d e - fa:>e:> d e dormir purudójlco y d ejar lntuclu:; htH fa:;t lH <ll· d ormir
rec h o e n la impotencia motriz de estos perturbad~res del dor- le nto . Pero lo c ie rto es que este tipo d e trabajo:; no:; orienta
mir. Ese juicio menospreciador nos deviene conciente a veces ,•. hacia la idea de un valor autónomo del sueño para la vida psí-
a un dormidos; cuando el contenido del sueño excede en dema- quica con prescindencia de un acoplamiento sueño-dormir; si-
sía a la censura, pensamos: "Es sólo un sueño", y seguimos .. gue siendo una «función•, si se.quiere,
durmiendo» . 36 EL noRiVim· " pero una que no estaría al servicfo del .
Con respecto a la función del sueño, dormir. De modo que nos podríamós
¿EL suEÑO en Freud, estamos entonces en presen- DEL sUEÑo/ ver conducidos no sólo a cuestionar,· .
Es RISIBLE? cia de una suerte de función «risible», sino también a invertir la fórm.ula freuc .
una función de diversión, una suerte diana: como el sueño parece ser la cosa ·m ás preciosa, se de~e~ .
de divertimiento que permite al yo despreciar lo que ocurre ría afirmar que el dormir es el guardián del suefio, es el dórmir.
e n el inconciente. El sueño «risible» .. . en manera alguna es el que guarda al sueño en su estuche. Más que funcional, más
esta una perspectiva que pudiera ser la del inconciente -porque que complementario de otra cosa, el sueño se nos p~esenta en-.
para el inconciente lo que ocurre ahí es bien serio-; esta utili- tonces corno conectado en derivación, como un espacio -y la
dad funcional del sueño sólo puede ser apreciada desde el punto expresión «espacio del sueño» estuvo muy bien elegida para·es- · ·
de vista del yo, eventualmente incluso del yo después del des- . te número de la Nouvelle Revue de Psychanalyse- dispuesto
pertar, cuando él se dice «¡Bah!, es sólo un sueño». Finalmen- en el seno de una vida psíquica que, por su parte, está regida .
te, este término de «guardián» no parece adaptado a lo que actualmente por los intereses del organismo o por los intereses
Freud quiere decir: más que de un guardián se .trata, en cam- del yo. · ·. ·
bio, de un válvula. Y en efecto, en otros momentos Freud em- Y bien, a esta idea de una derivación del circuito pel sueño
plea esta imagen de la válvula que permite a los adultos prose- •. (este término de derivación, que he podido utilizar 'en diferen-
' ." •

guir con las cosas serias (es decir que permite dormir al yo: tes casos), o también a la marginalidad del sistema del sueño
mientras que por su parte los niños se divierten en .hacer como -la idea de marginalidad reaparece más de una vez en Freud,
si realizaran sus deseos. indicada por el prefijo neben, algo que ocurre «junto con», «al
En fin, de todas maneras, sea que 'se utilice el término de margen de»-, a esta derivación o marginalidad del aparato del
guardián o el de válvula, esta idea freudiana -de que el sueño sueño tengo predilección por reencontrarla en una indicación
sirva pura y simplemente para otra cosa que para él mismo, ella misma marginal, muy poco señalada, de La interpretación
e s decir que sirva al dormir- nos parece criticable, y los traba- de los sueños. Se trata de una nota que data de 1919 y que
jos modernos parecen sugerir una dirección muy diferente. No viene a imprimir una dimensión totalmente nueva al esquema
se trata de que acuerden importancia menor al sueño, sino de del «aparato psíquico» :
que parecen otorgarle una importancia intrínseca, una impor- «La ulterior ampliación de este esquema de desenvolvimiento
tancia por sí mismo y no por el hecho de que permita simple- lineal deberá incluir el supuesto de que el sistema que sigue
mente dormir. Algunos experimentadores, por ejemplo, han al Prcc es aquel al que tenemos que adscribir la conciencia,
conseguido realizar experiencias llamadas de privación oníri- vale decir, P = Ce». 37 "'"·
ca, diferentes de las experiencias de privación del dormir; es A despecho de su apariencia hermética, esta nota es muy ·
decir que las fases del dormir, en el sentido del dormir lento simple: nos significa que el esquema
s i~ sueños, no son perturbadas, y sólo se afecta la posibilidad EL MODELO (en cubeta) está «desenvuelto linea1- r .
de soñar. Los efectos de esta privación onírica son por otra parte ENROLLADO mente», es decir que, para representar- ~7
lo bastante graves para que, muy pronto, se suspendiera este lo en su complejidad inicial, haría fal-
tipo de experiencia: efectos eventualmente psicotizantes y no ta re-envolverlo, de manera que se toquen, que se sucedan,
sólo una fatiga como la que resultaría simplemente de la priva- las dos extremidades: la percepción por una parte (extremidad
ción de dormir. Evidentemente es muy difícil suprimir sólo las izquierda) y la conciencia (extremidad derecha). _,,
~

;¡¡; Jbid., págs. 661-2 . .Entre corchetes, comentarios de .Jean Laplanche . 37 Ibid., pág. 535, n . 11.

82 83
'. 111 , ., f 'f ' ( ., .

~ 1 1 111~
_;,,,
'

p Ice
.--PrccCí·
Para terminar por hoy, daré dos indi-
T ANGENCIA Y caciones. En primer lugar, nos había-
MARGINALIDAD mos interrogado sobre la borradura de

_
las dos flechas, aferente y eferent~,
que caracterizaba al aparato en el estado de dormir; y bien,

/ ___.___..__.__
el esquema «re-enrollado• tiene el mérito de mostrar que pue-
den existir modalidades más sutiles de este animal «desaferen-
tado• que Freud nos sugiere. La tangencia de dos circuitos per-
mite aprehender a la vez el funcionamiento autónomo del apa-
rato del sueño, el circuito «interno• y su conexión en derivación,
en marginalidad, con el circuito «externo• . Nuestra segunda ob-
servación es que el aparato así concebido permite tal vez una
"1 generalización a otras «formaciones del inconciente•, en las que
se opera, según otras modalidades, una exclusión comparable.
Se habrá adivinado, evidentemente, que el circuito externo es
el que yo designo como vital, adaptativo, autoconservativo, so-
bre el cual viene a injertarse un circuito sexual, fantasmático,
en gra,n parte inconciente . Así, el esquema «enrollado• se pre-
sentaría como una versión más compleja de mi antiguo esque-
ma del diedro ...

· · Podemos dibujar tambi~n este esquema visto de arriba:


8 de enero de 1980

Retomo .así la cuestión de la situación ~nalítica: ¿qué tipo


. '.
de «formación• (en ~l sentido metapsicológico del término) re-
presenta la sesión o representa, de una manera más vasta, el
análisis?
.:. ...
Utilizo este término de «formación• que Lacan a su vez ha
l.: .
retomado de Freud para crear la locución «formaciones del in-
conciente•, con lo que designa algunos ·fenómenos y lugares
psíquicos, lugares de experiencia en los que, más particular-
. lo que· tien~, ~rt particular, el interés de destacar un aspecto, »
mente, se manifiesta lo inconciente. Y se los enumera, como
el: de la tangencia de los dos circuitos: Freud ya los había inventariado, clásicamente para lo sucesi-

. 84· 85
. '.
vo: chiste, lapsus, acto fallido, o también fantasías, fantasmas; tallar viejas oposiciones en e l seno de las c u a les se h abrfa que-
y desde luego, el sueño, «formación del inconciente» rectora, rido circunscribirlo primeramente . Y creo que una de las viejas
inicial, sobre la cual se pudieron dilu- oposiciones que los modelos freudianos hacen estallar es en par-
'!'-
DEL SUEÑO cidar los principales caracteres del in- ticular la oposición alma-cuerpo, para remplazarla por articu-
AL ANAL1s1s conciente. Nuestra cuestión es enton- laciones nuevas.
ces saber si conviene agregar a esta lis- El modelo de la cubeta; les recuerdo sus dos formas, desén-
ta el psicoanálisis, la cura misma. Muchas veces se ha señala- rrollada y enrollada:
do la relación del sueño y del análisis, del sueño y de la sesión.
Se lo ha hecho sobre todo, en Freud y en sus sucesores, en
el sentido de una relación real, de una inclusión recíproca; se
trata en algunos casos d.el análisis en el sueño: ¿cómo se hace ·
representar el análisis -y en particular la trasferencia- en el ~
sueño, cómo influye sobre el sueño? Pero de. manera más ur- _l
gente, tanto en lo teórico como en lci técnico, ha sido el sueño
dentro del análisis lo que requirió la atención: ¿cómo trat~r los -4( "')
sueños durante el análisis? ¿Cómo son a la ·vez medios y tal
vez también, por ciertos puntos de vista y en ciertos momen-
/ e-

tos, obstáculos para el proceso analítico? Y bien, no ha sido


en función de esa relación real, en un individuo dado, de su
análisis y de su sueño, relación que induce directamente con-
secuencias técnicas, sino que ha sido bajo el ángulo de las ana- i;
logías y diferencias más generales, no de las relaciones reales
sino de las relaciones de estructura, como hemos tratado de 2
situarnos noscitros. Esas relaciones de analogía y de diferencia
las hemos abordado por medio de un modelo, el de la Traum-
deutung, que he llamado modelo de la cubeta y, más precisa-
mente, de la cubeta enrollada.

~~
¿Qué es un modelo? Evidentemente este término se puede
tomar en un sentido puramente intrínseco, como una manera .1
de figurar, de hacer más patente alguna cosa: una alegoría; o
también, sipo sé trata de un modelo figurado, sino discursivo,
una manera de describir algo. Y bien, en psicoanálisis adverti- I:Ie insistido en ello: este modelo, a pesar de lo que Freud pue-
mos que los modelos toman a veces una autonomía, un espe- j.
da decir~s el aparato psíguico en su conjunto. Es un mode-
sor. Digamos que devienen «símbolos». Esto se hace notar en lo que exclu e muchos fenómenos psíquicos y que se recluye
el hecho de que en cierto momento se los puede describir, se en o que Freud llama sistemas de recuerdos, de memorias; es
puede trazar su figura, retrazar su génesis, construirlos, sin sa- tal vez, después de todo ... simplemente un modelo del sueñ;:
ber necesariamente de qué se trata, sin preocuparse por el .m o- El suefio, dice Freud desde ántes que lo confirmaran las expe-
mento de ponerlos en relación con aquello de lo cual serían
el modelo. He tenido a menudo ocasión de mostrar esto a pro- .. DESAFERENTACION,
rimentaciones modernas, está cerrado
sobre sí mismo; esto es lo que él desig-
pósito de Más allá del principio de placer y de su «Vesícula DESPERTAR AL suEÑO na «narcisismo del sueño», con un tér-
viva•. Desde luego qué uno tiene una idea aproximativa d~ la mino acerca del cual por otra parte nos
«región de ser• de que se trata, pero el modelo deviene corno tendríamos que preguntar si es verdaderamente adecuado. He

una cosa por sí mismo, y puede ser creador de otra cosa. Co- aquí un pasaje de «Complemento metapsicológico a la doctrina
moquiera que sea, por su existencia, el modelo suele hacer es- de los sueños•, donde se nos evoca, de una manera muy plásti-

86 87

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r
.,,., lo qu o 11c •111 n • ,·111111do n i 1iu mlo HO pro<lu cu , (.m cuud rudo, por p ocfflcoH, quu tion I ~ que llumum os frostoH <.llurn<>M•,\ l'ml-(1111 •11
nMf clc•elr" por e l dormir: tos de la vida cotidiana pcrfectamenfc ru¡equll>lcs a la coud N•
"No s u e le re fl exion a rse bastar.te e n que el hombre se des- cia. El sueño. es en consecuencia algo preconcient&..s.o.mctldo
poj a todas las noches de los envoltorios con que ha recubierto al proceso inconciente, a las leyes del proceso primario; en tanto
s u pie l, y aun, tal vez, de los complementos de sus órganos cor- <Íu.e nos figuramos -pero esta vez care cemosdé -otro m odé lo_:_
porales, si es que ha logrado compensar sus deficiencias me- clinconciente mente como procesos sino como
diante un sustituto: las gafas; la peluca, los dientes postizos, ~rtadore$ de cohteñí~ue ~son propios; contenidos, evi-
etc. Cabría agregar que al irse a dormir ejecuta un desvestido dentemente, que sólo podemos cortjeturar porque por defini-
análogo de su psiquismo, renuncia a la mayoría de sus adquisi- Ción están reprimidos, son de acceso muy difícil. P ero además
ciones psíquicas, y así, por ambos lados, recrea una aproxima- de esta heterogeneidad de sus contenidos, existen otras dife-
ción extraordinaria a aquella situación que fue el punto de par- rencias entre el suei}o y el inconciente. Siempre en la medida
tida de su desarrollo vital. [ . . . ] El estado psíquico del durmiente en que ensayamos imaginarlo, el funcionamiento inconciente
se caracteriza por un retiro casi total del mundo que lo rodea está cerrado ·a la dimensión intencional, es decir cerrado a una
y por el cese de todo interés hacia él».38 apertura sobre un referente, una apertura a algo que no fuera
Lo cual, expresado en términos más teóricos, significa que él mismo. El objeto y la representación de objeto son lo mJ.§IlJQ
o, como lo dice Freud también, no hay en el in~l!s.ie,n.t.~_nin;
el sueño está como encuadrado, desaferentado podríamos de-
cir, por el dormir; supriman en el esquema 1 las flechas afe- .. gún indicio de realidad:--Prenero ; a este término, el de inten-
rentes y eferentes, y en lo sucesivo todo el proceso se desarro- Ciónahdad o de intención de realidad. Para el inconcie~­
llará. enteramente en el interior de la cubeta. Digo «en el mo- tención y acto son lo mism~, ,Io que puede ser directament~
delo h porque, para describir el sueño -en la medida en que i~ferido de lo que sabemos, por -~jemplod del sentimiento de .
se considere esta especie de aislamiento por relación al mundo culpabilidad, en que el pensar el acto es el áeto mismo, la reali-
exterior- tal vez baste con el modelo l. Ese estado desaferen- dad misma del acto. Pero, ¿qué ocurre con el sueño por rela-
tado, que los neurofisiólogos modernos se inclinap. a llamar •des- 'ción a este problema de la apertura referencial (tomo aquí «re-
pertar al sueño», un despertar sobre lo interior, es designado ferenciah en el sentido de la teoría del lenguaje o del conoci-
por Freud, como ustedes saben, «Vía regia hacia' el inconcien- miento)? El sueño es, por esencia, un universo cerrado, no
te».. Lo que sin duda es una verdad cuando se piensa en la his- obstante lo cual ese universo recons-
toria misma del descubrimiento freudiano porque verdadera- ENEL SUEÑO, tituye en él mismo una dimensión de
'· 111ente.merced a.l sueño se. descubrieron procesos inconcientes. MANTENIMIENTO DE la apertura sobre el objeto. Se qice: la
' : P.eto•I:tabrlá. álgún .peligro en esta. expresión si se quisiera en- UNA DIMENSION conciencia del sueño es alucinante. En
. ·· · tehO.ei-la como si el sueño fuera el inconciente mismo. El sue- REFERENCIAL ... la medida en que la conciencia del sue-
. · · · fio es la apertura, bruscamente, o el despertar, sobre el incon- ño no fuera más que alucinante, se po-
ciente. El sueño no es el inconciente dría decir que en él todo se toma directamente por realidad
. LA VIA REGIA
aun si funciona lo más cerca de éL Lo y que ya no hay distinción, por ejemplo, entre intención y ac-
NO ES to, o entre percepción y pensamiento. Sin embargo, cuando ha-
que Freud muestra es que su funciO-
.EL lNCONCIENTt':: namiento está lo más cerca del funcio- cemos un giro reflexivo .sobre el sueño -sobre nuestros pro-
· namiento del inconciente, lo más cer- pios sueños o los que nos han contado-, se nos impone sin du-
ca· de. lo que podemos imaginar de un proceso llamado prima- da el hecho de que la conciencia del sueño no es solamente
. .. rio; de un proceso que no estuvie.ra lastrado, ni refrenado, ni alucinante.\ Desde luego que la alucinación, y en particular la
" inhibido, en que los pensamientos no se organizaran en torno visual, desempeña en él un papel importante, capital; ella jalo-
na al sueño. Veo una puerta que se abre; pero con anteriori-
.. :· de· una meta, de tin término, de una perspectiva pragmática;
pero, a diférencia de lo que se puede imaginar acerca del in- dad, «unos segundos antes» -en la medida en que es posible
co~ciente, el ~ueño funciona .sobre contenidos que no son es- evaluar un tiempo del sueño-, he pensado, o he deseado, o
•/ he temido: •esta puerta está por a~rirse»; o experimenté la an-
.38 'En OC, 14, 1979, pág. 22L gustia de que «esta puerta se abre». Es evidente, entonces, que

88 89

i
.\l
1•1 l)('JlHHlllicnt,o p asa casi inmediatamente a la alucinación; basta el análisis, más manifiest o t o d a vía, puesto que tod a la evolu-
coJl pen sar «tal personaje está por llegar», para que él llegue; ción de los sueños en el curso del análisis consiste e n que p a -
pe ro finalmente los dos tiempos son distintos: el de la alucina- san a ser cada vez más un elemento directo del diálogo y, más
ción y el de la conciencia de pensamiento. Esto nos indica que en general, de la relación# conversión que no es neutra desde
en el sueño existe, en efecto, una dimensión intencional, que el punto de vista de la estrategia inter-subje'tiva: pensemos por
él conserva algo de una ~imensión de referencia. Eso en cuan- · ejemplo en lo que se designa como sueños de complacencia; · ·
to a lo visual; pero tal vez incluso más en cuanto a lo auditivo que son elaborados con el propósito de ser contados y en vista
y su forma privilegiada, lo verbal; porque todos sabernos que del efecto -confirmación, seducción, etc.- que el relato del
el sueño distingue claramente. la palabra oída, la palabra pro- · sueño podría eventualmente ejercer sobre el analista.
nunciada por el sujeto y la palabra pensada o el pensamiento ·Acabamos entonces de pasar rápida revista a ciertos eie-
ape nas verbalizado. Es por lo tanto palmario· que el sueño re- mentos que rios ponen en guardia contra una asiinÜación de- .·
constituye, en su dominio que se pretende cerrado, exactamente rnasiado rápida de un modelo del sueño a un modelo del incon- ·
las distinciones de nuestro universo de vigilia. Eh cuanto a la ciente. Son los elementos de una apertura, al menos potencial; ·
palabra pronunciada por el sujeto mismo, lo que es igualmente del sueno sobre el otro. Sin embargo, insistamos en esto : si no
llamativo es que muchas veces, en la medida misma en que se .tratara más que del sueño, el modelo 1 -es decir el que es
pone en juego el esfuerzo fonatorio, y bien,. en el momento miS- figurado por Freud en la Traumdeutung- podría bastar sobra-
m o en que esta palabra ensaya materializarse en movimiento
f onatorio, ella provoca una especie de ahogo del soñante , y
muy a menudo un despertar parcial.
r
1

1
damente. Lo que explica que la mayoría de los lectores, si no·
tal vez la totalidad de ellos -:-no he visto tomar rtota de que·
ese modelo estaba enrollado sobre sí mismo-, 3 9 pueda leer la ..
Evidentemente tenernos allí todo un dominio en definitiva teoría freudiana del sueño sin registrar el aspecto 2 del ):nismo
p oco explorado de la psicología del sueño -en modo alguno modelo. El modelo 1, ~n el sueño, está desaferentado, da la
se trata de psicoanálisis-, psicología que tal vez podría apor- impresión de una máquina que desde ese momento funcionara
t ar su contribución a cuestiones como la del pensamiento ver- e n vacío, desconectada del mundo exterior. Y bien, el modelo
bal, es decir el rol de la fonación en el pensamiento. 2 -que e stá más latente que manifiesto en Freud porque es
Otro punto en.que e l sueño no puede solamente gracias a una nota de dos líneas como lo p odemos
. . Y DE UNA ser considerado por entero equivalen- recuperar y volver a trazar-, el modelo 2 tiene un poder su-
A P E iffU RA te al inconciente es la apertura sobre gestivo muy diferente y una distinta riqueza potencial. ¿En ra-
A LOCUTORIA el otro, la dimensión de la comuni- zón de qué? Y bien, e"s que las.flechas
cación o de la destinación. Antes nos .l RIQUEZA externas no necesitan ser suprimidas,
(
r eferirnos a la dimensión referencial; ahora se trata de la dimen- DEL MODELO corno en el dormir y el sueño, a fin de
s ión de lo alocutorio, la virtualidad de que un discurso esté des- DE LA TANGEN C IA constituir un circuito independiente e
t inado a alguien. Y bien, también aquí nos representarnos el incluso a fin de ser relativamente des-
l
inconciente como algo cerrado, como una suerte de discurso
q u e no estaría destinado estrictamente a nadie, un fenómeno
r· activadas. O bien, para decir las cosas en el otro sentido: es
el circuito interno -la cubeta enrollada- el que se encuentra;
de se ntido sin referente pero también sin destinatario. Pero, por relación al circuito externo, en posición de marginalidad
¿q u é ocurre con el sueño? Desde luego que directamente no o en posición de derivación, para hablar como los electricistas.
habla a alguien; tiene su autonomía, su subsistencia propia; fun- «Marginalidad»; es un término presente en Freud o, más bien,
ciona plenamente aun si es olvidado o si no es contado: una es un prefijo que encontramos de manera constante en algu-
inmensa multitud de sueños cae de este modo en el olvido. Sin <i ·,
nos términos freudianos, y que se traduce por marginal: ne-
e mbargo, es imposible no registrar en el ser humano de todos ben, «junto a», «al margen de». Así, en toda una serie de proce-
los tiempos, mucho antes del análisis y fuera de este, una ver- sos se produce una acción marginal o un producto marginal ,
d a dera compulsión -acompañada de un evidente placer- de
contar a otros el sueño, de abrirlo sobre otro; y este movimien- "I' 39 Cf. mi curso de 1971-72, reproducido en Problemáticas 1, La angus-
to e spontáneo de conversión hacia un alocutor se vuelve, en tia, Buenos Aires: Amorrortu editores, 1988, pág. 178 y si~.

90 91

•)
N11f11111111/ 1·1t 1111.11 o Nol>mirn'Odukt ; y esto p roducido ma rgina lme n - tico~, según mi opinión, no es m ás que un saludo de dcspcdl<ltt.
te ('H, J>l'l.JdHUUICnte, la sexualidad . Esto no quiere decir que la existencia de un alma separada de l
Nuestro esquema 2 introduce entonces ideas como las de cuerpo sea «refutada» o que Freud tome posición en favor de
marginalidad, de derivación, o también la noción de tangen- un materialismo, de un primado del cuerpo. Es, simplemente,
. cia: el circuito exterior, en el límite, puede ser dibujado per- que el problema de articulación resul-
fectamente tangente al circuito interior: LA CUBETA ta desplazado a otra parte, a un lugar
ENROLLADA probablemente más accesible. Y nues-
Y EL DIEDRO tro modelo, con su punto de tangen-
cia, se presta evidentemente a figurar
una articulación. Por lo tanto, no debemos tomar ese lugar de
articulación por una nueva glándula pineal, en el sentido en
que la entendía Descartes, es decir el órgano misterioso y pun-
tual en que los espíritus animales obraban sobre lós movimien-
tos del cuerpo. Se trata aqui de poner en relación dos tipos
de funcionamiento, a la vez igualmente psiquicos e igualmen-
te somáticos uno y otro. Y evidentemente, la articulación a la
El circuito exterior tiene una verdadera autonomía, es decir
que lo que circula en él puede muy bien prescindir de lo que
t- que me refiero aquí es aquella entre el funcionamiento según
la autoconservación, por una parte, y según la sexualidad, por
él desencadena en el circuito interior; pero, al mismo tiempo, la otra, o también, entre un funcionamiento según la necesi-
nada sucede en ese circuito exterior que no provoque en el dad y según el principio de la homeostasis, y un funcionamien-
circuito interno una conmoción, un movimiento de ida y vuel- to según el principio de la pulsión o de la descarga. La relación
ta o en zigzag, que en otra ocasión comparé con el de una boli- entre autoconservación y sexualidad no se podría replegar so-
·na dentro de una máquina que la reenviara incesantemente bre el nexo del alma y el cuerpo: sería nada menos que abe-
de un contacto al otro. El funcionamiento «en tangencia» no rrante situar el cuerpo del lado de la autoconservación y el es-
significa tampoco que, por momentos, lo que sucede en el cir-
cuito interno no influya sobre el circuito externo. 11
píritu o el alma del lado de la sexualidad. La autoconservación
no es menos psíquica que la sexualidad: todo el desarrollo de
Y bien, a este modelo -que desarrollarnos primero de ma- 1 las ciencias de la naturaleza lo atestigua.
.. nera al;>stracta. puesto que uno de los intereses que presentan
." :-: .·. ros m..odel.os psicoanalíticos es que uno se puede dejar llevar a ...f
· : ·. describirlos por sí mismos, sin preguntarse toda vía a qué se apli- ,,
··c·an; y tal vez sea un signo de riqueza más que de abstracción
' esta .posibilidad, justamente, de que sus aplicaciones resulten
•sobrepasadas-, a e·s te modelo, no obstante, uno tiene la ten- 1

r o 1
¡· tación de «aplicarlo». Y evidentemente, uno podría estar tenta- 1
~
a
: ·. do·de aplicarlo esa famosa problemática «alma-cuerpo» de la .9:
s
· que ·yo hace un rato decía, sin embargo, que una de las conse-
' cuendas principales (no diría «uno de los objetivos») del descu- 1
!!'>-'(, .§
~:::s
:--'Alj-C
1
1 ~
- :. E 1
/
brimiento psicoanalítico es haberla vuelto, en cierto modo, ca- 1 ·- /
§' ~
1

ducá: No porque la refute ni, menos todavía, porque le aporte ,\. \.. / .

t' .............. ~ ---


una solución, sino porque la re-mplaza por otra problemática, 1
~
:::s .
. por otra articulación que ya no es, digámoslo así, tan rnetafísi- §'
. ·.·~a como la de lo psíquico y lo somático. Es cierto que Freud
. conserva algunas veces cierto interés por ésta vieja cuestión, Tendríamos entonces aquí otia figuración posible de lo que
· . pero su _referencia al «salto misterioso de lo psíquico a lo somá- he dibujado también -en Vida y muerte en psicoanálisis- co-

92. 93
mo un diedro, cuya línea de pliegue representaba la articula- 1
rar, se puede investigar en la historia y en la etnología. Pense-
ción de los dos planos: autoconservación (A-C) y sexualidad {S). mos en la hipnosis pero también en las civilizaciones diferen- p
En la cubeta enrollada, esta línea se vuelve a encontrar muy tes de la nuestra: Lévi-Strauss ha establecido esa comparación
' exactamente, si uno la dibuja en el espacio; línea de apuntala- a propósito del chamanismo. Es indudable que muchos fenó-
miento , línea de traumatismo, línea en que se produce el efec- menos o situaciones se pueden comparar con el análisis; no obs-.
to de la seducción -me refiero a la seducción originaria y tam- tante, insisto en ello, el análisis como tal 'es muy diferente de
bién a toda forma de seducción-, línea, incluso, en la que es todas esas situaciones. El análisis tiene un comienzo histórico, · l
preciso quizá situarse para comprender algo de lo que se llama artificial; o más bien es el resultado de un acto, o de una serie Ji
sublimación. de actos; no se trata, desde luego, de decir que Freud, tal día
Mantengámonos en posesión de este modelo de la tangen- a tal hora, ha instaurado el análisis (por más que él mismo ha-
cia en el momento en que pasamos a interrogarnos sobre la si- ya tenido predilección ·por rescribir su propia historia bajo esa
tuación analítica. forma: tal día a tal hora, cuando los astros se encontraban en.
Desde un punto de vi&ta heurístico, la situación analítica determi~ada coitjunción, etc., he descubierto esto). Comoquiera.
se puede considerar, entonces, como una formación del incon- que sea:; eladvenimiento del análisis es una creadón o, como . . )
. fi .
ciente. «Formación del inconciente»; ello implica que existen lo dice Viderman, una «construcción». Me refiero aquí a. su li-·
lugares privilegiados en los que el inconciente aparece más que bro La construcción del espacio analítico, 40 obra a la vez apa- ·
en otros: el inconciente no está donqequiera con igual dere- sionante -que ha apasionado- y criticable, cuyo objetivo es
cho, no está dondequiera «en paralelo» como úna duplicación mostrar que cuanto sucede dentro del espacio analítico, en con-·
de nuestra.existencia conciente o manifiesta; el viejo esquema secuencia lo «construido», tiene ese.asa o ninguna relación .c.ón. ·· .
del paralelismo no podría tener curso lo real, en particular con lo real infantil, histórico. El análisis,·
EL ANALISIS: aquí. Muy por el contrario, hay pun- ,,f para Viderman, se mueve y sólo pue·- "1
r;i
¿UNA FORMACION tos precisos en que esa tangencia del LA coNSTRucc10N de moverse en el dominio del fantas-
AHTIFICIAL funcionamiento inconciente al funcio- DEL ESPACIO ma, término que es pura y simplemen-
DEL INCONCIENTE? namiento cotidiano se encuentra pri- ANALITICO: te asimilado a lo irreal, hasta a lo in-
vilegiada; hay puntos en que la tangen- ¿UNA INVENCION? ventado. En mi opinión sin embar o
cia se manifiesta; en otras ocasiones, los planos se separan. Un 111 «Situacion» pue e ser creada, cons-
vez más: el inconciente no es la duplicación de sentido, ta~ truida, sin que lo que en ella se manifiesta sea por eso ficti-
_¿Q'la du hcac1on de sentido sexual de todos nuestros actos. cio . .. Los remito aguí, a modo de contrapeso, a los trabajos
Q1 ·-~~~!:~mc;>s ~~~!:l~~E~~~~-L~~~-··~~un~d.YD cru;iQ...n, estaj ~D,a~an __acerc3: de la reaIT<liict~enanilisiS, 4 1 que~fricfoyen-so=-.,
presentaría puntos de condensación, lugares en los que serí bre todo una crítica, particularmente ceñida y pertinente, de
ffiáStupraa,y=ofros .1m_!.9s en los que seda mucho más fioJa. las tesis de Viderman. Dayan muestra con claridad que Vider-
:xa situación analítica ~ ~~r;\ü~furillación del inconciente, es tail' man permanece prisionero de una oposición muy ingenua en-
·específica como el sueño, pero lo es de manera muy distmta.; tre un puro imaginario, que él llama el fantasma, y una reali-
elfana llegado iri.clú-s o ·a envolver, a los ojos de los analistas; dad, una objetividad absoluta del acontecimiento, que no sería
todas las demás formaciones, a adquirir prioridad absoluta so- en nada modificada por la memoria; de modo que Viderman
bre ellas . Lo que puede sorprender, o hasta chocar, cuando se por ese camino llega a plantear al trabajo analítico, cuando es-
habla de la sesión como de una formación del inconciente, es te pretende reconstruir los acontecimientos infantiles reales,
que se trata de una formación artificial que, a diferencia de
las otras, no proviene· de una pura espontaneidad; el incon- ';
40 Serge Viderman, La construction de l'espace analytique, París: De-
ciente no se manifiesta en ella con el mismo derecho or e·em- noel, 1971. [El lector de habla castellana puede encontrar una síntesis de
lo ue en un lapsus: es incitado a manifestarse. ormación este tema en Serge Viderman, «El espacio analítico: significado y proble-
mas>, Psicoanálisis, revista de la Asociación Psicoanalítica de. Buenos Aires,
artificial sin duda que a la situación analítica se le pueden en- vol. 2, nº 2, 1980 (N. de la T.) .]
~ntrar ancestros más o menos legítimos: «el análisis antes del 41 Maurice Dayan, Jnconscient et réalité, París: PUF, 1985, págs.

análisis» o «el análisis fuera del análisis», eso se puede coitjetu- 358-96.

94 95
1¡11 11• l11 !j 1íí,l•111l11•111-Hl111•1 1 1111l •1 t l1 ·11llll1 l'd1111 q111 · lio t llll i'j lllll t 1 l11d11 111 lil r1 l111l11 d n l 11 llo111h1t1 íl•• l¡¡ 11 l.11hnH~, l11d 11 111 d111
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t 'i10 llt lt llll ljll U llll 1111111 (11 1 lntll'lll 11 ~1 1111 1 111 ll ll'llON 1111 11 11 f O l' lll ll <· 11 1116 11dn1 1t1t.o (•11110 q110 1111 Mido <·011w11t.11do 11111d111 r1 v1•1 ' "~' (1• 111
1rn1l1 •11111111 1l 11 011 . 111111 1'11011111111 1h•Mu<· l.urdl:t.11.dn dc•M<l c htl< '<' tlem p<.izando por el propio Fro u<l, puc1:1to que vo lvió HOhrc *1 prlnwl':1
110, u11 d1• 11t,lf'ld:-mio n In Lnplucc - :;l;;lgún el cual cada momento interpretación recorrigiendo sus opiniones) es testimonio de una
<l e una historia podrfa ser deducido del momento precedente investigación minuciosa, cuasi obsesiva, de lo que pudiera ha-
.Y debería permitir deducir de manera absoluta el momento que ber de acontecial en esa escena primitiva descubierta a prq.pó-
sigue-, he ahí lo que Viderman propone a la reconstrucción sito de un sueño; investigación tan «historicista» que Freud com- ¡ ~
&\ i
analítica para mostrar, evidentemente, que ella no es capaz de promete en ella a su paciente, y los dos conducen una verda-
satisfacer .e sto, y por lo mismo queda descalificada en toda pre- dera búsqueda por medios extra-analíticos, en el sentido de que
tensión de objetividad. escapan por completo a la regla fundamental: interrogan a los
Pero, n.os recuerda Dayan, esta oposición entre algo imagi- allegados, intentan encontrar puntos de referencia cronológi-
nario puro y algo objetivo puro, por ingenua que sea, es tam- ca en la infancia para tratar de ver .si eso pudo suceder, cómo
bién la de los menos ingenuos entre nosotros cuando nos deja- y a qué edad, si eso es verosímil, etc. Y si ustedes toman otro
mos llevar por la conversación «de entrecasa» entre nosotros texto qué está aún más próximo a lo que relata, es decir que /;'
''-l..
mismos. Y no es uno de los menores intereses de esta crítica está menos retocado, me refiero al Diario del Hombre de las
de Dayan que nos lo recuerde: Ratas tal como ha sido publicado según las notas de Freud,' 11
«Recordaré los presupuestos de cierta práctica reflexiva acer- advertirán, por ejemplo, el interés de Freud por las fechas; un
ca de la clínica tal como se manifiesta en particular en dichos interés que no tiene nada de «desinteresado» o de neutro: Freud
intercambios acerca de fragmentos de sesión o en comunica- no se conforma con anotarlas _como vienen, sino que se arroga
ciones referidas a "casos". En esas situaciones de informes ora- el derecho, con mucha desenvoltura, de corregirlas. En"infor-
les, en que el lenguaje no es contenido por las precauciones mes de sesiones en los que teóricamente Freud escribe Jo que
de la escritura, en que la intención de claridad (cuando existe) recuerda haber oído, en los que uno esperaría encontrarse con
promueve los procedimientos dicotómicos , se oye a menudo la una redacción «neutra», consiguiente ·a una escucha «neutra»,
alternativa fantasma/acontecimiento -o fantasma/realidad ustedes verán que en ciertos pasajes él tachó fríamente un
pasada- , que funciona de manera tanto más significativa cuan- «1902» para remplazarlo por un «1903». Manifiestamente, ha
to que se la utiliza de manera incidental, "plana'', y en mane- manipulado sus propias notas para corregir el discurso del pa-
ra alguna dialectizada. Entonces uno puede comprobar a vo- ciente según las exigencias de la coherencia objetiva, cronoló-
.. . Juntad que .muchos clínicos (no necesariamente ingenuos o prin- gica.:\
. · · cipiantes): proceden como si un fantasma no fuera otra co- l:Je'ntro de esta opos1c1on ingenua -que por lo tanto. es de
." 5a .que una invención psíquica pura y. simple, en tanto qu~ el bida a cada uno de nosotros como al propio Freud-, una v e z1
· atonte.cimien~o es asimilado al hecho material en bruto, por que uno está cautivo de ella, se puede decir que para el analis-
·. · ·prin.cipio inanalizable, límite y refractariedad de la vida psí-
. 42 . .
ta sólo q.u edan dos soluciones: tomar por referencia sea uno \ e
qu1ca ....... de los dos términos, sea el otro. Lo hemos visto a propósito ~.J~L
Todos hemos hecho la experiencia de esta actitud ingenua, de la trasferencia y de su dinámica, en alguien tan poco inge- ~·
y nadie, entr~ los analistas, tiene el derecho de considerarse nuo, tan advertido como Daniel Lagache: uno ne·ga, finalmen-
. indemn~. Entre esos ingenuos, hasta se puede, en cierto roo- te, a pretender rectificar el aspecto imaginario, «den:eal» de :::'···

'. ·. do~ ·incluir· al propio Freud,, por su uso irreflexivo y a menudo 1


la trasferencia, tratando de medirlo -¿con qué?- no, sin du - _
·absoluto de la oposición fantasma/acontecimiento. Apenas ha- 1 .
.. . ce falta recordar esa verdadera fascinación de Freud por una 43 Cf. J. Laplanche y J.-B. Pontális, Fcintasme originaire, fantasmes
investigación. histórica del acontedmiento objetivo, en la in- des origines, origines du fantasm..e, 1964; nueva publicación, París: Ha-
. fancia; por el rastreo de algo que efectivamente hubiera ocu- chette, 1985. [Ed. en castellano en El inconciente freudiano y el psico-
análisis francés contmnporáneo, Buenos Aires: Nueva Visión, 1969.]
44 S. Freud, L'Hornme aux rats. Journal d'une analyse, París: PUF,
1974. [Anexo. Apuntes origina.les sobre el caso de neurosis obsesiva; en
. 42 '/bid., pág .. 19. OC, 10, 1980.]

. '96 97
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da , to 11 u11 a 1·¡ 111lld11d q1H • 11110 lrlu 11 h111w1 11 1i 11 ¡•I 11x (.¡•1·1111· p 11 1•11 / ,11
tratar de introducii·Ja e n d n n ú ll:,;li;, t1i no <:un e l p a tró n d e 1111a
::; it u ación analítica con siderad a ella misma, si no simple, al m e-
nos suficientemente bien codificada para que se pueda señalar
e n e lla lo que escapa a la codificación y que sería, por lo tanto, INSTA U RAC ION .
puramente imaginario. Tan pronto como uno se deja capturar, · PROGRESIVA
y todos nosotros nos d~jamos c.apturar ene algún mo.mEO!ltQ,_l~ DE UN ESPACIO
primera posibilidad es entonces concebir-el análisis como una PULSIONAI, -Es u;;<éSpa
i'ectificación aelo ·1magmario :Qor lg¿-~al. Pero eñ la Otraexfre::· energética;
1~ -::;W~fütla c·on todo acierto que esta segunda elec- de lo que dice Viderman, en ~rece que la considera~ .
.... ción tiene cada vez más curso entrenosot'rü'S"';"Seº~con~laescue­ ción energética y la consideración tópica están estrechament~
la kleiniana..o con las conceI>ciones de Viderman-:.:- encontraré- ligadas. Definir un espacio es también definir un tipo ·de ener-
mos esta vez una valorización absoluta del fantasma; elarurITSis gía o de pulsión que funciona en él, que lo estructura, que lo.
§.e concibe como una inmersión sin retorno en el mundo fan; organiza, y qúe por lo tanto le ·es específica. «Construcción»; , · . " : .:, .
tasmático: una «exclusión, generalmente tácita, de la realidad también este término da que pensar y puede . ser interesante
. . . , . ;('-P::'
· . 1.0''
r.~t)Etf.1.
..
(actüar y pasadaj<l~I ca1Wpo aeI análisisn. 40 ™-~-·--·,..--~ ponerlo fü! cg~e~rf'cHeitt €Jb'JNiltro término, el de instauración: \ N..:.~' . · · ··
Me~endré hoy en este téññi'no ae exClusión, que vuelve 'instauración del es acfo analítico. Lo que quiero decir cqn. . ·

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a r e mitir a la idea de un acto constitutivo que pone determina-
do límite para la sesión y para la situación analítica.

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ue es seductor y al mismo tiempo relativ.amente con-,
tradictorio hablar de construcdón: uno no construye lm espa-
cio, uno construye algo en un espacio. Lo que quiere. decir-,
c;oncretamente, que es necesarío gue.;a!go Sea iniitm.iradÓ, unfi · · · · · · '
~raza, uná limitación del espacio del análisis, para mJe después, ~ tl/i 1/:..~
b.·. ,
15 de ·enero de 1980 P_oco a poco, algo se llegue a construir ahí. Son las reglas del ~­
~- ~~ ~U.;.J/vc/J análisis 1º.¿J,11e_viene a instaurar el espacio; !'!nto Ia regla fun~ ~
<lamenta! como otros artículos explícitos, que definen la situa- \'
'
Ensayemos progresar en esta tentativa de ceñir la esencia ción en su espacio-tiempo._rua:g.,~.á§.. prescripciones . ~ ·
de la situación analítica. He ahí entonces una formación artifi- 'nunca se formulan ,_IJ.ese a lo cual se imp_onen al an¡!lisJ.~ . Ten-!
cial, fabricada, en la medida misll\~stá estructurada dremos ocasión de volver sobre esto, por ejemplo, a la reg~ a .
por reglas datadas históricamente .J «Artificial» ~fk.~ gue llamada de «no respuesta a las preguntas», que, sin ser enun- ,/ ___
esta situación no recorte elementos fundamentales: es necesa- ciada, estructura empero, en cierto modo, el espacio analític «· \ )
Í'io en efec;.to_q.M.el~~ditt algo fundamental en el ser humano, Instauración y construcción: d~ga . mos q~e1. estos dos término' )JP j
éñl"as relaciones interhumanas, para que pueda tener su expli- son complementarios. Hace falta 'un aprio"ri, una posición d~ <_/.
cación y su eficacia. <;;orno el sueño, en todo caso, esta forma- l!is n:~glas y un dispositivo gue instaure el espacio, y después ,__, , ./ \,;---'
ción incluye y excl11;y:ttalg9. Traza en consecuencia un límite; a este esBac~o1 es pr:ci~o habitarlo, c?:iguistaFl?. y i"LI;súúñe~;~. F\;(._ . r¡-

como se dice: «eso entra en el análisisn, «eso está fuera del aná- en este sentido .el termmp co strucc10nno, esta '. <\~Jeg1- [.>-'> .' r.l
lisis". Y ha sido para dar sustento a esta distinción entre lo «en . d~Ye.r;,o i~C~JIS? lo q~e llamo ".in~tauración» es Y,~ .ui), pfoce . trJ:P?w '
el análisis» y lo «extra análisis» que he introducido la imagen y no un act,o .u mco. Las re las se. desarrollan ·se re · l oco ·
de la cubeta, o también, de manera más elaborada, la cubeta a poco, aun' si no estáñ formuladas. Una regla como la de ;,no
enrollada, con la tangencia de los dos círculos, tangencia que respuesta» se impone sólo al analista, si bien queda a cargo del
debería permitirnos concebir el límite de un espacio. analizado averiguar por sí mismo su significación profunda; pero
Me he referido parcialmente a los términos de Viderman: \ lo que yo he querido indicar, escogiendo este ejempl~, es qú~
~ar~ esta instauración o esta construcció11.,J9 esencial, lo gue.,
- .,_..;.r ¡, . . 1 ' -.. '
. · ; ' M. Day~n, «Le fantas~e et l'événement.. , Psychanalyse a l'Univer- ):Onstitu;yesu pivote;'es la a~titud ',- interior y exterior, deJ..ana~--
;; 1le, vol. 4, n 13, 1978, pag. 21.
~-} · A~'f.éh 'r~vitUJ · ~-_/
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V M V\Y\JG
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Coloquémonos a partir de ahora en la posición ideal de la ~el lado del fantasma, e s d e cir e n lo qU <' t.<•6 1k n111¡ •11t.¡ • rn• ••1111
situación ya instaurada, puesto que nos planteamos el proble- ñea la realidad material, existe una esncdc <.te. 11ih :k o <!ufo ,
ma de averiguar lo que ella incluye y lo que ella excluye; en f'esistente, tan resistente como la realidad mate rial. U ta1111> i(" (
efecto, ya el término «acting-out», es decir «actuar.fuera», sig- es en mi opm1on una vaílante de esta noción d e r ealid;'\I
nifica sin duda que el análisis no lo engloba todo porque se pue- psíquica- se puede, con los lacanianos;Templazai; la oposi<.:iúr
de decir que, e.n ciertos momentos, determinados actos del pa- real/fantasn:ia por una tría~a: ~eal, Imaginario y Simbólico, t.ría - ~ .. ! t ~(
ciente son otras tantas maneras de quebrar el marco y de salir da a manera disocia ~~~que . es una esf)E:' - v<S.::.>-
del análisis. 46 Y bien, a esta descripción de un límite, que de- de de cubrelotodo tre aspecto . estructural s y aspectos@
fine un afuera y un adentro, se la pue- tingentes, individual . :
TRE!:i DEFIN1c10NE:> de intentar bajo tres títulos que están
Posm1.r;s presentes en la práctica analítica con- Simbólico
n1~1. LIMITE temporánea, tres oposiciones que ten-
dremos que examinar. ¿En qué medi- ~
Re~- Fantasma~
~·~ ~
da la distinción «dentro del análisis/fuera del analis1s» se super-
p{me con la oposición «fantasmático/real»? · n ué medida se Imaginario
sup@-Fpóne con una segunda o osición que se podría formu ar
-:1enguajero/no Iengua1ero» (ustedes ven que e!>" a oposición es Es innegable que tocl.o un aspecto del
aesde el comienzo ambigua porque me he visto obligado a em- Lo TRANSINDIVIDUAL freudismo va en ese sentido, que se en- -·
plear un término tan vasto como «no lenguajero» para oponerlo EN FREUD füza con la tnaaafacaniana ·O es en[a-""''
a «len:guajero»)? En fin, ¿en qué medida se podría decir que el Y EN LACAN zado por esta, en la medida en qm·
límite del análisis coincide con la oposición entre los tipos ·de también Freud se ve conducido a disi>- A" 1 1r<i
. i: pulsiones o de energías en juego, es decir la oposición «Se- ciar el fantasma más o menos siguiendo la misma disposición; l i.Y ·,,..,.
l ·xual/adaptativo» o «sexual/autoconservativo», o también «libi- \ el fantasma mismo se repartiría entre dos tipos fundamenta- ;,.-----'
· \ do/sistema de los intereses»? Presienten inmediatamente ust~ ié87'1os fantasmas ongmanos, que sobrepasan al individuo , y
des que, en esta última hipótCSiS el límite del análisis no har ía por otra parte tos famasm~ihmvlduales: -- ·
· m.as::-qQ';reafirmar, reinstaurar la Hneª llamada del «apuntala-
·I 1
~to .. , tal como está dibujada en m j;"esquemas. ,, ·
- 8 .ºr·i·g·inado
- -· Tomemos ante todo la primera de es- ~. ·· ..
. •LA ~Ji'(ls1cJQN: · tas oposiciones, que ciertamente no es R--F~-
· ·' .' FAN1~A.s111A.T1(xi1Rf~AL simple aunque con demasiada.frecuen- .
< · .. : · ' · : · · · .' · ~Jc.i,a .. ·r.,v.:ª- de referencia simplista: me
· 'l ':\r.efier? a la oposici , _rf;..~ ·_- - '.~t~P · 't' aJf Esta oposición es un
--'.{( buen ~riteri~;. un_ c:1terio per i~ente Y_ ~uficiente para. ~acer
· · lf' ·.pasar .por alh el hm1te del espac10 anaht1co? Esta cuest1on de
Ven ustedes que estos dos esquemas se pueden superponer f;."-
cilmente. Ahora bien, lo que reúne a estas dos concepcione .
r
. .\\ . · l~ré~] del fantasma es inmensa. E!la se complica - y al mis- -la concepción freudiana de un núcleo originario, res1stent.<>,
. . \: mo·tiempo, en cierto modo, encuentra quizás una solución-
. . .::¡i u~ó hace intervenir la categoría suplementaria que Freud
· "· · ha introduei.d o desde el comienzo, y que es la de la «realidad
en el fantasma, y la concepción lacaniana de un Simbólico qtH'
no guarda relación con lo Imaginario y que no haría má:-; qu<'
utilizar, para encarnarse, elementos imaginarios variables y
t
. psíq:Uica». Con este
· ~.,._~ . .
tercer término se introduce la idea de que, . contingentes- es la tentativa -la tentación, diría- estructu-
ralista, incluso logicista. Es en suma una estructura (para Freud,
/:;, o ·t, ' ··~ o"__,-\ ' a del Edipo) que se encarna eh diferentes aspectos, ellos mis- . '
.( ~• 4 ".Pefinii:nos· «acting-o~t .. <;~Q-'!.5-alir del
análisis», se produzca e~...fil!:_-­
. ¡ .~ 11,dª,cii:lá~.f$iE'.Q.Jill:!.¡¡._<!g_e~.
Elñeologismo «acting-in» no ha hecho más mos estr'ucturales, que no serían más que sus variante:-;-. A:ií, ·
: qu~ introducir una confru?ión poco deseable. Cf. J. Laplanche y J.-B. Pontalis, !_~s «fantasmas originarios» de seducción, de castrad.Po. d<' <'.s- .
· \ .Voc_abulqrie de ºta psychanalyse, op. cit. ,' artículo «Acting-out» . cena primitiva, etc., serían tomas el.e pers2ectiva, variantes,
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llií1 11 i111, lctKllll 1•ll i 11 w i 111·1.flM l.1111 ) 111,hl 11 11 d1.) ifi'trl1 u1t1.•H d i• 1111 111 it o .
S 1q· l11 111 11 1 111 h1 n ia <'1>n Ht <ilacló11 la que ....ah f r caparccc,rfa, y qu e
sob r e e l <lt!l>ah• Pll q1w tl<>!'i ¡ 1rq.( u11 t á lm 11 10H H
s~ l> r (:u.11 s : tríu. pe rfec ta m e nte la mane ra e n que e l indj)lliiu.~
o posic ió n r e al/fantas m ático tenía a lgun a re lac ión co n Ja ln :-i-
Q!ia · i se-r-ta·FSS-e~ - ª:~Es evül~Hte qaeumezéstablecida, tauración dei espacio analítico. El c u estionamie nto incesante
eñt re · eud y Lacan ta semejanza, esta superposición inclu- sobre ese par de la realidad histórica y del fantasma se üustrá ,
so , e xisten i erencias~~­ en Freud, en diversos textos: ¿cómo
t~ tiene .a su ve.z un origen füstorico, prehistórico~ EL ACONTECIMIENTO distribuir lo ue ha de 'stórico ·10
J structura de algo que habría exiStidtrcm'""taño en la historia de 1Nf~ANTIL: . que ay de imaginario 'tanto en lo qué ·
_ 1aífumanidad, miemras que para Lacan esta esffüCtura, en úl- FHEUD. g.s aportado al análisis como en lo.qu; .. . -~ ',
tJmoarun1s1s, no es otra cosa que el reflejo o la trasposidóñ VrnEHMAN, este reconstruye, .particularmente LI . . . r'·.;
de_~~s imper::tiv~s. inherentes al lenguaj~~C
ce- Cnnvem:trra-c~talles, a fm dJ ~~ignarle su u-
kts ~~ DAYAN . l;a:...infancia . ~ texto ·_e~tr.e ~u~ )S·¡· , ~:( :Jffi: ·.
.. otros se·puede citar aqm, el capitulo · 3; .
48
ero ' , ' .
gar exacto, esta concepción del «núcleo» de la realidad psíqui-
c a. Diré solamente aquí que este «núcleo duro» puede en reali-
de c(~r1;ferencias de introducción a_l p§i~oanálisi~, d~)~d~ ~ , ' 'l:-3:'~: ,·
cuest10n es tratada por extenso y sintetizada. En relac1on .)us\., . · : < ·
d ad descomponerse siguiendo diferentes acepciones, que no ne- tamente con ese debate vario y sin cesar retomado se insertan '-·- _/ · ·
cesariamente son solidarias. El hecho' de que exista un núcleo las tesis de Viderma~ - -- bién las discusiones muy profun-.
duro, una realidad psíquica del inconciente, es una cosa; que <lamente llevadas d Dayan ·obre el tema de la reª1idad Y-fil>.:..
e ste núcleo duro sea «transindividuab., como lo pretende Freud bre el del fan.tasma~~l--ae ntecimiento. Los remito entonces .·.
co.n su mito prehistórico y como.Lacan ·no cesa de afirmarlo con f
su referencia lingüística, y c?mo él lo dic.· e expresamente en s.u
definición del inconciente4 ' -y no son solamente Lacan y
i, ·;; esos textos_, . Y-AQUÍ me limito a s~d~ier,to~to.s.--~
E n primer lugar, tanto en Freud como en Vide rman y e n
Dayan, la discusión recae esencialmente sobre lo infantil, e s
--·t"r-el:l ~ · los que confluirían en esta calificación, sino también
/,

decir sobre lo infantil para el adulto, sobre la parte de imagi-


.J ung , n una vecindad que los dos primeros sin duda que no , nario y de real, de fantasma y de recuerdo, en ese pasado que
·'·<:tese rían- es ya otra cosa. Y aún otrá" 'c osa sería, en fin,~ el análisis mienta, redescubre, reconstruye. Digo «mienta» y des- •
e so transindividual í-;:i'e ra del orden de lo «estructural» lógica- pués «reconstruye .. , «redescubre», porque habría que distinguir ~
m ente ordenado; otra cosa, en cierto modo, tranquilizadora (en aquí con toda clari U s: a
el sentido de que el mismo complejo de castración, por terrible ,~ i u e espíritu, la posición metodológ~nte._a ese ma-
, y ~ ngustiante que se lo pretenda, y también el complejo de~­ "'lerTIIT QUe el SU.Jeto presenta de entrada
\ 122.• en tanto están situados del lado de lo «estructurante», son ··· su infancia, sus :ecaerdos particularm~nte_?regriantes, ~~~ _./
" a pesar de todo, en cierto modu,,-trang__uilizadores: ordenadores otra parte, la actitud frente a la reconstltucion a la que 1 ::1n ~,__...,,.
~::-j~-la-m:1.gnstia que ellos enR!f:~n). Ustedes ven entonces que -lisis, al cabo de un tiempo a m ro ongado, preten-
clej o ªEerta-± . uestión de la esencia de lo que designo hoy ;y ·~""e llegar; especialmente en el anahs1s freudiano; con..§~.Dl.~-
co mo <núcleo duro» el inconciente, que sobrepasa lo quepo- ·'!lo (que no es ya con.t.fil!!Poráneo) de una restitución, en el lí- '¡
~~emos 1 a :ar-1 u1ac1ón secundaria '9.elas imá genes, de las· mite sin lagunas, de todo el pasado del sujeto. ?™ ~
historias._de las fantasías que el §UjetQ...S.e....c...~;_ en c-uanto , Una segunda observación es que-;-én la medida misma en
a que e:x:is"ta u n núcleo duro del inco~.c.._:o.onemos esto co- que introducimos este distingo entre la mención originaria que
rno una hipótesis dif;ü;ilment~.s.m::;r..af,g,a.ble; _'l!!:,e_~e núcl~ el sujeto hace de su infancia y, por otra parte, la reconstitu-
ción del pasado por el análisis, es pr · cir que el conjunto
.Jí «El inconciente es aquella parte del discurso concreto en cuanto del debate toma un sesgo -no iré teóri o,rque se funda
transindividual, que falta a la disposición del sujeto para restablecer la con- en ejemplos concretos-, un se go teorético, 49 hasta psicológi-
t inuidad de su discurso conciente" (J. Lacan, «Fonction et champ ele la pa-
role e t clu langage en psychanalyse" (1953), en Ecrits, París: Seuil, 1966,
- - f ~·~)
púg. 258). [Ecl. en castellano: «Función y campo ele la palabra y del lengua- 4s S. Freud, e n OC, 16, 1978.

)~~~o~ ·~
j e en psicoanálisis», en Escritos, México : Siglo veintiuno, 1984, pág. 248.] 49
Cf. su¡rra, pág. 62.
1 /],/\ /
c..-. Y '. <,' f r í-i' CI ~ '·-" , (,,

102
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co , c 11 d ofJu ltlv a CJ! Jus má rgen es <.I
lo q u e c onstituye lo propio de la situa-
ción analítica. Freud, como se.sabe, ju-
m e m o..r Ningún
<leras ia.-..son.re c·lcrta· 1..u e n n
cuerdo, .t cosl as
JI;-< t~nto de mhltrac1ones fantasmá~;=y la ·¡!.lv~r§a, 1~ i11
áH. 111.atlz
d emmuestra n,. acl
·a,
·u· H. yc:o
e llos v.'"(!''.1~
h.1nH .11
de111.H
üill1•, •'.11

. DE LA 81TUACION !!:Q!ll!_ce esta dil)CUSi.ó n con S1'.S pacien; gúri·fantasma ·c ar'e ce de punto Q.e abrochamiento con algo r eal ,
. ANALITICA tes. En el análisis del «Hombre de los o al merlos lo tiene én sumenció"n intéricionaJ. P ffo lb notabl e
Lobos», pero también en sus o,tros aná- ~ .. es que la situación se invierte cuando en este caso partimos,
l_i~ta discusión «cieñtífica» es en efecto llevada de a dos; --::) no de esta reconstrucción del pasado en la que Freud se empe-
a pesarae que sm duda está presente en el tiempo de la sesión, d 1 ña tanto durante sus análisis como fuera de ellos, por ejemplo
unopuede preguntarse si no es el interés de Freud el que está
~n juego priJ;lcipalmente,, aun si intenta hacerlo compartir, en 0--7 ¡ en sus textos de psicoanálisis aplicado, sino de lo .que ocurr<:>
en la situación analítica cuando el sujeto introduce represen-

:! s ierto modo, por su paciente, pidiéndole que vaya a buscar e11 ~


1 taciones referidas a la infancia. En este caso, aquella actitud _

.
el exterior cierto informe o cierta prueba. De manera que se ( \
tiene el derecho de decir que esta discusión no atañe al tiempo
., ~~-, en que el análisis funciona según su regla propia -libre asocia-
{,· ) 1 ción, escucha suspendida- sino según criterios de discrimi- ~
~
Q.
~\

r:-:~
/) \1\ lª ' científica matizada, que trata de asignar su parte a lo real ~
lo imaginario en los recuerdos, ya no tiene curso. J'odos J~s · ·
analistas están de acuerdo, y Freud el primero ,~~Qir....gu.e., (!, :
metodolog1camente, lo que se impone no es esa actitud discri -
" /--- --

.
11 . / ¡ nación que le son extraños. Freud se apasiona por el estatutq_ 1"""- ñunafava smo, por el conttal'io, una escucha en un mismo lanc~ . . ----
de realidad de la escena primitiva, por todos los medios de des- 1 ' ~ ' " pos1c1on plana'>>, dice Dayan acerca e una dicotomía in :-"'
rinde que faene a su dispos1c10n (¿en qué fecha pudo ocurrfr ,. ~- genua del fantasma y de la realidad. Por mi parte insistiré más f':x.i 1.rv ·.-\ .-
la escena?, ¿es verosímil que un niño de esa edad pudiera ob- ' d15ien en el tér,mino, que he introducido algunas veces, ?e ;,apla- f'\~W''(~· :T '
servar algo, que hubiera podido ver, en qué posición debió de '...,. ~ ¡g,amiento» metodológico_. La regla analít ica quiere .g ue to~io de- 0\!~. .\!:}:> ¡,
1 1 e 8tar pa.ra ver algo, qué pudo comprender, etc.?1 Es sin duda t,¡i.lle aportado p~r : 1 SUJeto. pueda ser el P.~.rnto de partida d~. M,Ó) ' 11
· \ \ la pasión de Freud la que está en juego aquí; la discusión, por ' una cadena asoc1ativa. ~_g ue, en esta func10n de punto de par- N' _. .----..
.i · o_l'.r1Cparte, en ese texto del «Hombre de los Lobos», se dirige ', -.:: e,.
ti~a, la distinción entre un u retendido recuerdo .Y...v n pretencli~

~
. .má~_ a Jung -que es el gran interlocutor-adversario en esa.. ' \j {'-. _do fantasma deja de tener curso . .~º sólo un recuerdo; hasta..
-~ época- que·al paciente, Planteo entonces la cuestión: ¿lo Ero.: ....., { } un acontecimiento de .la in{áuda_q.lH! b_ª sido conta,dO..als-!!i~~-·
}; . p~(?.!..~ic-a:zael anahs1s.i~t. ~~.~~~ teru!.e.Jl~.L '<.., ~OI:. su familia puede .adquirir este mismo valor en la sesión, .
__ 1 ;l n :;t!_P real de lo imaginari9 ? ,'J ,-" ¿C uál puede ser el fundamento de esta regla de considerar to-
:. ' ... Del mismo modo, puesto que digo que se trata aquí de una ....,, ctá idea g ue sobr~1IB...~n.la. §.~.~,i.Q!J..~QJ!l.O suficientemente «real»_
· intern)gación. que. corre .por el límite de lo que es la situación /--) para merecer,_f;..on ig~ctl.Q,~ q ue se le p reste atención Y,
. . . "a:nalítica, rio podemos menos que registrar que una de las <lis- ~- J 1 que se «asocie» sobre ella" si no es el postulado de una especie . !
. elisiones principales de Viderman ~ecae sobre «el recuerdo de de ·analo ía, de comunidad, entre el método analítico ~"
. infanci;:i. de Leonardo da Vin.ci•>, recuerdo del que ya Freud se
)
<, '- ....
-l ~

< »? «En el inconcien-


·pregunta largamente en su texto, retomando la misma argu-

~
- ... te no hay indicio de realidad» , decimos.
méntación, si se trata, y en qué medida se trata, de un recuer- ~)
; · do ¿> de un fan,tasma. Y yo debo decir que aquí Viderman, Da-
.. yan, otros autores, 'y yo mismo en ciertas circunstancias seguí-
1
\,
\', \ \., ,
( U
r-:,

.. EN EL INCONCIENT


Formulación ambigua. Eso puede que ·
rer decir -y más de tino lo compre~-
de así- que el inconciente es algo
¡
. mos· .dócilmente el paso, caemos tal vez en esa trampa de f,-..-ll 'J~ ~ ,. irreal, cuando el problema mismo de
considerar ·el problema de Leonardo da Vinci -quien no está la::i'.f:!][:);:t(:f.¡;f{ÍÉes el que no se plantea allí. Si uno escarba un poco, /
.«en a~áÚsis», y por sus sólidos motivos- como concerniente de \ advierte que esta formulación puede igualmente invertirse y~ "¡1
máriera directa a aquello de lo cual· el análisis trata. que el pensamiento profundo de Freud es que «en realidad en '
Tercera observación: y bien, en este terreno que no vacilo ·el inconciente» (lo que no es solamente un· juego con las pala-
, eri designar. finalmente coro exte · a ·ón propiamente bras, una inversión cómoda de los términos) fo 'que n chhay 'y·'
a1:uilíticá, las posiciones tl Freud ;y de DaY-:an -9..,U~. son posi- indicio' de irrealidad.'l!ara el inconciente' todo se sit1ía erLeL ,
. cion~~~do
<""...:.:::-- --
de una pslcologfu ruta de la IJlismo plano ·de realidad . Desarrollemos un poco: el t érl'lÜno
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c~"J !_;\..; J.l\i ri~ cl.z¡ el ~J-0_, f-JA_~_\J
- y la idea- d e un "indí<.:lo d e r·calid ad » c::;Uí presente en Fr·c ud ; n1 c u cló11 dls\· rl1ulr11.111t.t• <l'H' a p11rt,111·1l Jo 111111 y 11 1 lr1111..il1111r10 .
pe ro, si uno quie r e e mpujar e n d e t e rminado sentido esta no- Tomemos en particular Jo que llamamoH roc u crdo:-1 p1u1tnlla.
c ión, es evidente que uno tropieza muy pronto con las objecio- ~te término es por Otra parte ya, por
n es del idealismo y con las dificultades de toda teoría del cono- HIPER-REALIDAD@ ) sí mismo, una interpretación (como lo
cimiento\· Si lo "real» está prime~ame~te en el mismo plano.que DE LOS ' ' es también la traducción fiel de\ ale-
lo «puramente representado>>, y si hace falta después un indi- . RECUERDOS-PANTAL ' !Ilán: recuerdos de cobeJ.1!lra2,;~. ·
c io suplementario para afectar con él secundariamente lo real que eguivale a decir ffi!_.e están ahí 2ar~
a fin de diferenciarlo por relación a lo puramente representa- 9s;µltar otra .e.o~. Llamemoslos simplemente «recuerdos prin-
do, enseguida se planteará la pregunta: ¿adónde ir a buscar c!¡~ales», a esos recuerdos pregnantes que frecuentan al sujet~ 0. .
.{ •
este indicio de realidad si no es, .de nuevo, en la representa- son una vivacidad extrema de detalles,_d~ detalles sensoriale~ .. ..
ción? Es evidente que de aquí no se sale porque uno apelaría los colores por ejemplo. Remítanse ustedes al recue·r do perso- ~~

~
. \,
a lo "puramente representado» para introducir una diferencia- i;a1 de ·Freud, en su artículo inaugural sobre este tema, 50 don- . .
c ión . .. en lo «puramente representado». En su «Proyecto de de se señala esta vivacidad. O bien al famoso «recuerdo .infan·- · . . . .

psicología,., Freud se hace en efecto esta objeción: si uno debe til» de Leonardo da Vinci. Y bien, se puede decir que estos re- . .. ·'

ir a buscar un indicio de realidad, ¿cuál será, si se lo puede cuerdos se imponen al sujeto con una fuerza tal que no hac~ .
decir, e l indicio de realidad de este indicio de realidad? Lo que falta convencerlo de que no se.plantee el problema ·de su réali-· · " -{ :
supondría que uno pudiera partir de un mundo fantasmático dad; s~mponen con una intensidad que s~ podría'inclusolla-' ,. ·
para alcanzar un mundo real, y esto por medio de un indicio mar hiperreal, nhiperintensa». Al mismo tiempo, es . evide~te.
que a su vez sólo podría ser una representación. q~e, para la reflexión racionalista y científica, estosrecuer?Qs
Pero, en el "Proyecto de psicología», verán ustedes que l_a s no son puros recuerdos. U_n o de los·elementos característicos
cosas se invierten: lejos de que exista primero un mundo pura-
m e nte irreal .del que sería preciso después salir para ir a buscar
Ja co n-espondencia con la realidad lo u sí es absurdo),
de estas escenas o imágenes de la infancia es, por ejemplo, que
el sujeto mismo está representado en ellas, se ve a sí mismo
como uno de los personajes entre los demás, lo que es «invero-
i;i\
se puede decir que al contrario, para Freud 'il sujeto ?e ;n- símil». La actitud racionalizante del paciente hacia su pasado
f~·er;;ta ~pn un e:rceso de realidad. l fatitasma mismo esta afu~; no es por lo tanto tan natural como Freud parece creerlo, y
\ tado de una eficacia igual a la de la realidaq. D.e manera que tal vez es su propio cuidado el que se trasluce en el de sus
l Ja discriminación entre real e irreal no pasa por un «Un poco pacientes y en su debate común con respecto a la realidad his-
:! ¿ñás de realidad para lo real» (si uno puede expresarse así) sino tórica.
1¡ 12or una inhibición pardal de ese e.rceso-de-real, gs decir, una Lo que quiero dar a entender es esto: situar en el mismo
. _re presión en lo inconciente Y. una inhibición de esta parte que plano el fantasma infantil y el recuerdo no impone al paciente
.¡,s<; va a convertir en el mundo fantasmático. un esfuerzo particular. La mención del pasado más arcaico es
Y, bien, ese exceso de realidad, es decir la puesta en el mis- uría que se sitúa en principio más allá de una distinción, de
-~1 0 plano de realidad de lo «real» y de lo «fantasmáticon, hace . una intencionalidad discriminativa: real/imaginario. Esta men-
\Af2. momento han visto ustedes que es según esta uniformidad dón se debate con algo que resiste, que s~ presenta con ese
~,l e ser como precisamente deberíamos considepr, en .el análi- carácter de hiperrealidad propio de los recuerdos infantiles,
~s mismo, todo material concerniente a la infancia. Freud nos y esto, aun si un segundo de reflexión basta para demostrarme
remite entonces a esto como a una actitud metodológica, de que no he podido verme a mí mismo de espaldas, tal como me
la que pretende por otra parte que sería relativamente difícil aparezco en ese recuerdo infantil; o que no he podido verme
imponerla al analizado: «Al sujeto le da trabajo comprendernos a mí mismo en mi cuna, como se ve Leonardo; o aun que no
c u a ndo lo exhortamos a situar en el mismo plano la realidad he podido entregarme a la levitación, que aparece con frecuen-
y e l fantasma» . No estoy seguro de que Freud tenga razón en- cia en los recuerdos infantiles.
te ramente en este punto; en efecto, la observación de los prin-
c ipales recuerdos de infancia que son aportados en un análisis !'iO Cf. S. Freud, •Sobre los recuerdos encubridores», en OC, 3, 1981,
muestra frecuentemente que ellos se sitúan más allá de una págs. 297-315.

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f11 11lll 1u• of'11•1 ·c• <·011 tod11 11 n l.11rnlld11d ni n1 ó t.o do unulfUco, u C$-
t.11 111 1111 t· r·n 110 (llscrJ111!11 ut1vu d e tomar todos los e leme ntos sin 1' sino -segundo tiempo- que tuvieron ::i u justiflc<.l.<.:ló n (' 11 111111
situación infantil no menos real. 3) O bie n, t e rcera opción : t.rn
te ner .que preguntarse sISOn e fectivamente reales o no, si son
del ordeñ del acontecimiento o del orden del fantasma. Los ele·- u tar de hacer surgir la realidad a través de la suceS'ión y la
progresión de las relaciones fantaS'tnáticas. Esta es en par-
mentos m,fañ ti1es se prestan eminErñtemente agse enG.a.r:nina- ticular la perspec'tiva de toda una teorización que gira en tor-
miento de líneas o <fecaaenas asociativas en que 1apreoeüp'a.'."' no de lo que se llaman las relaciones de objeto, con su encade-_;--.-,._,--·-"-,
cÍÓndelarealidad- -saber si tal eslabóñ""é'S'RW:amente subjetí- namiento y B_.a~-~ialéctklt que parte (sit ve.nia verbo) dé . ..
~oo~~arerj¿,-:§~~Qti9~9"" ~~-~~_uició_n espontá~!a. d e _relaciones de objeto que descuidan el objeto, que descui 7an k,, ¡ ¡
esos recuerdos privilegiados es, se podría decir, una guía, una la ob'etualidad del objeto, para desembocar en relaciones e- ! p~t;fo·:.:
verdadera maestraeil'realidad psíquica. Nos hace palpar, por - ~ubjetivas en que el objeto sena primero dejado con v da, _(¡ Ó~; \
~~ñfoS¡(ésa coñ'sisfé~loQuehaee un rato_yo trataba de. después finalrh~nte resp..fil.id.Q:,_™ n-tcrl.'Ylaü'O'en considera <?§
.O/€/ \:. .,:
designar como núcleo duro, un núcleo duro que tiene alguna eh-su autonomía. Se trata por lo tanto, dentro de esta teo\i'.1
r elación con el núcleo de lo inconciente ~on lo que Freu..Q de la relación de objeto,. de hacer recor. tarse el objeto a par.hr
~!.S.na como realidad osíquica. ~ . de una sucesión de relaciones.~,y.na línea de pensamientp ',._
analítico muy antigua, a la que Freud no es del todo a;jeno, ~
pero qµe evidentemente se h-a:-tJ.ustraao en FerencZi para ser _
·retomaoa a.espues por una multitud de súcesores. A menudo \
.22 de enero de 1980 ~llega en esta erspectiva, a nociones del tipo ·de la «objetali- '.
,ad» o de la «oblativ~cicrm!S'(jU~han sid.o en alsunos · ·
casos critic_adas, y_ aun han sfüo objeto de burla, por su aspeci_o_
¿Es la situación analítica una inmersión en un mundo ima- l!D poco moralizante,.. pero ·-~ todo <;:uestiQD,abJ~á
ginario, ficticio, ilusorio? Y, si la única oposición fundamental ~n.la medidá én g,ue intentan, por no m:fS'iifre-qué=tF~,s~ ! [!
fuera la de lo real y lo ilusorio, ¿~é sal!d~s tiene esta inmer-
sión en lotlusono·. No habna mas que
t~ación, hac~kl!:J~~ca_euJa_q_µe \ ¡
s · o supone ausen e a comienzo. 1
LA INMERSJON tres: 1) O bien permanecer ahi para ' La:=amrtítrá'.tl, entonces, de lo real y de lo ilusorio, en parti-
EN LO ILUSORIO: siempre ... ningún psicoanahsta lo 00- cular a r~íz de la relación con el vivenciarinfantil; los estudios
TRES. • . ~2) O füen «Salir» de ahi tratando
de Dayan nos proporcionan los elementos esenciai'es para exa-
· ·• · .~'AÍ,::>As ~ALIDAS -4@ confrontar ~so ilYsoFi<"> con algo minarla y nasta para salir de ella. 51 son textos muy profundi-
. . . real; con algo real-real, podnamos oe- zados y muy completos, y que aportan una conrrontación c~n
. · · · cir; ~algo .yerdaderament'e real; digamos ·lo real actual, que a las teorías psicológicas de la -'memoria, y que agregan al legajo
.·su vez se déscompone en dos aspectos:. la realidad exterior a los principales documentos freudianos. ~i:énso p~incipalmente A, ¡
Ta ses10n ~f despues, la realidad de la situación analítica mis- en el segundo de esos estudiosr «l:: relación con lo infantil», q~ /Ji:-! .,
i:na, .ese pretendido real de referencia que eo111$litailfa una si- retoma el problema, crucial en Freud, de lo que él ·liama «le- AJ' A.\·~.:;~
·~ fqaeiÓri simple y" objetivabie; o bien, incluso, un juego de esos vanta ·· m ·esia infantil». En cierta manera, este J-·" ·
difo.rentes elementos. Y es sobre todo a un juego de los dos texto de Dayan es una certificación de contradicciones: con- .._¡
· ·.y aun de los tres aspectos -real actual en la situación analíti- tradicciones internas en ciertos textos
.. . ca, r.~al fuera de la situación y real infantil- a lo que recurre EL ENVES DE LAS freudianos, y también contradicciones
· .Freµd. Pienso sobre todo en ese _texto que responde en él al CONTRADICCIONES fundamentales en la evolución del pen-
· :.....,. má?Cimo .del realismo, tomado en el sentido material (y no «psí- samiento freudiano; es incluso u:ri.a cer-
.·_·¡· .quicb»):1nhibición, sintoma y angu,stia con su noció ca · I
FREUDIANAS:
UN NUCLEO DURO tificación ' de fracaso final, porque en
· ( . · · 'para .este cotejo, de «anacronism_Q». o insisto en ello, salvo último recurso, en el texto postrero so-
:\:. ·para 1eco1da1 q'ue la acción del analista, en esta_perspectiva,
. ·: .\consi.ste en mostrar que las angustias o, más en general, los 51 M. Dayan, Jnconscient et réalité, op. cit., págs. 326-96.

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b rc «Con:;;tru ccion cs e n e l un:íllsl:'.l», Ju un uH.!sla 110 e:; c u geucrul
rlal. 1'1 11•0 111 11 qdlcl 11 d p 11fq11 lt •11• •H 11 111 1 V••1, 111111 l 1111111'11
111>1'11' 11 d1 •
fevantaaa smo que e l pasado e:;; c onstruido, recon::;tr~. Pero
po rque pu ed<' ser n.•l.tH1111tln l' lll .1•1·1111H•11ll • 1•11 111 opqrd 1•l1n1 q111 •
pó r m1 parte qmero insistir en un envés de estas contradiccio-
nes y de este fracaso, que tal vez Dayan no marca bastante veníamos con:;;iderando, l a de lo n·nl y lo llwml'lo , lo oh.11 •1lv o
y lo subjetivo. La realidad psíq uica, se d i<.:e a ve1·<•s, <'f'<'Y<' 11<ln
a unque también esté presente en él: ¿sobre qué fondo se re-
ue así se la valoriza, es el vivenciar subjetivo, ·uuireal, cJ<.·~ ..
cortan estas contradicciones, qué es aquello que conduce a
y ués de toao. como 1a materia1 raac1M
Freud a través de ellas? Lo que yo designo, con un término
¿REALIDAD ps1tiu1cA c¿bjeto_fisico. Lo gue cuenta, oímos dec
personal, «exigencia», ¿cómo está ella presente aquí? ¿Cuál es
la exigencia que conduce a Freud? Freud conduce su barca co- o sUB.JET1v1sMo'? cir con frecuencia en clínic::i psieo-
terapéutic;;a~ tafllQ.iénJ2si~nalit}~~
mo puede, pero de hecho es conducido, aquí como en otras
ca?), no es lo vivido material sino la manera en que 1,mo lo apre-. '
partes, por algo que sobrepasa las fluctuaciones y los rodeos
de sus experiencias y de sus razonamientos./ Dayan nombra,
hende: «esioi'.m1co que nos interesa aquí';;". -ES'to"eñC'ierta ma: .
n e ra es indiscut16Ie, p,ero es particulíi'ññe nte empobrecedor.; .
en ciertos momentos, esta exigencia, cuando muestra el valor
aun desde -el solo pU:nto de vista de la observaciór:tclínica. 1\1en~.­
especial conferido al término Das Infantile: «!2, infantil» 12ara
cionaré de pasada el ejemplo de un trabajo sobre la óbesidad
F);.e ud, es una realidad situada claramente más allá del sim.nl.e
del qtie' he tenido ocasión de tomar noticia, donde se nos decía
vivenciar de la infanda. Conocemos bien, .en Freud, esta exi-
desde el comienzo que la obesidad, en psicoanálisis, es ohjeti~·
gencfa de una realidad efectivamente vivida, -histórica, data-
vamente inalcanzable, es imposible ceñirla y en co1.1secuencia
Ole, «material»: acontecimientos de la infancia del individuo ·y,
sólo se puede definir como la «queja de ser obe~o». Desde. (~ l ·
si"estos se muestran insuficientes, acontecimientos de la hist o- comienzo se produce entonces la mutación a una especie de
r"ia ele la humanidad, con toda esa famosa pre-historia, no ilí~ ­
universo de sueño. Digo •universo de sueño»; debería decir "º¡:
l1os efectiva para Freµd, de la horda primjtjva o del padre pri-
siquiera de sueño» porque, como lo h e señalado precedente-
imt1vo. Búsqueda dramática, en cierto modo, que Pontalis y
mente, el sueño mismo insiste todavía en distinguir entre la
yo mismo hemos analizado en detalle en un a ; tículo ya antiguo
comprobación «YO era obeso» y "Yº me quejaba de ser obeso».
:;obre el fantasma de los orígenes. 52 Respecto de esta realidad
Aquí, por lo tanto, la reducción de lo real a lo subjetivo, concP-
material de un vivenciar, Dayan tiene' toda la razón en demos-
- l o como i usono, ·wn a guna con e «aplanamie n-
t~·ar su carácter malcanzaQJ:e. ~i uno se sitfla.en un niye! 12sjco-
to» analítico en el sentido en que yo lo entiendo: en la pura
lógico, no existe un aconteciriüento puro en medida mayor que
'chatma sabjeuv1sta, que desemboca por otra parte; en chmca ,
'tfna fantasía pura, un ilusorio puro. ¿Qué queda entonces? Que-
_en errores fundamentales de perspectiva, como confundir un
da la ex1genc1a, en F'reud, de una realt<1a<1 inmutable, sohda
síntoma hipocondríaco (la «queja de ser obeso») y ese smdrome-
como una «roca» ,.tan real y tan poco subjetiva, en cierta mane-
--fjsicosomático que es efectivamente ta obesidad, con ue1a o
ra, como una pirámide o un templo en el desierto, ajeno a toda
m e a .. e ucc10n por lo tanto . -~ _::¡_ rea i a psíquica a la rea-
mirada humana. Entonces, a esta búsqueda de una realidad,
que sería evidentemente el inconciente, se la puede juzgar de
'1ldad subjetiva, psicológica: Lo «psicológico», efectivamente, -es
tan real como lo psíquico, y los psicólogos tienen toda la razón
dos maneras diferentes. O bien esta exigencia es a su vez una
en afirmar que su objeto se sitúa en un dominio de realidad
ilusión, ilusión que Freud comparte con muchos otros: ilusión
que vale tanto como cualquier otro. ¿pero es esto lo que Freud
de la cosa en sí en los filósofos, o ilusión del sujeto trascenden-
mienta con «realidad psíquiciy•? En algunos casos - Yes lo 9..!:!~
tal; o bien se puede pensar que esta exigencia refleja una ex-
nos puede desconcertar ' . esta asimilación a la «realidad psic<~_­
periencia oscura; una suerte de reminiscencia que no puede
Iggica» es innegable, 53 :eero el texto inaugural sobre la reali-
tener su origen más que en la presencia, inmutable en noso-
t ros, de una especie de «en sí». Para Freud es la exigencia de
lo que. él llama realidad psíquica, de la que nos dice muchas 53 Vuelvo a citar este pasaje de Conferencias de introducción al psi~
coanálisis: •También ellas [las fantasías] poseen una suerte de realidad:
queda en pie el hecho de que el enfermo se ha ocupado de esas fantasías»
"~ .J. Laplanche y J.·B. Pontalis, Fantasme originaire, fantasmes des ( (en OC, 16, 1978, pág. 336). .
orighies, origines du fantasme, op. cit.

111
110
t1 11 d p tt l•J11l••11 1 q111 1 1111 1•11<'11\•11 1. rn n i l'hml d e La ·i ntcnpretación n os d esvía d e los cam i nos y del obj e to d e l u 11111isls. M Hi n tl 11
do l os .o;1w t1.0.'l_.i rn~ ¡ 1111'1.lc ularme nte ta.j a nte: da, es n ece sario c onfirma r que para Fre ud existe, con~ n
1 ',\ , «Yo n o s6 si u JoH d eseos inconcientes hay que reconocerles ción última, la restitución de lo gue ha ocurrido, iiuro com~!
1
rQal i dad; a todos los p e nsamientos intermedios y.de transición, h ierro. Pero una vez mostradas todas las aporías con que tro-
, V'/ d esde luego, hay que negársela. Y si ya estamos frente a los ~ esta mención objetivista, así en los hechos l.el levanta-
1
deseos inconcientes en su expresión última y más verdadera, miento de la amnesia infantil es en definitiva extremadam .
.Íh1 es preciso aclarar que la realidad psíquica es una forma par- te raro y ta vez incluso u oso cuando se presenta como en _,
·~t: r ticular de existencia que no debe confundirse con la realidad .,._e erec o respecto de una psico ogía de la mem@ria); una 'vez
· m~teriah. 54 mostrado, también, el escaso interés de las reconstruccione s
·.I L~ realidad psíg'uica, en un sentido bien preciso esta vez, propuestas (el ejemplo d ado en «Construcciones en el análisis»
1 no es meramente un sector muy particular de la realidad psi- es bien poco atrayente en su 'trivialidad: hasta los tres años .
c~lógica' lo ilusorio, lo tmnsitorio, las novelas gue uno se cuen-

l
ústed era hijo Único y el amado exclusivamente por sus padres)~
ta, las asociaciones en la cura, tienen una realidad psicológica; ~ después llego un herman ítü,en ese mom~~e-Zre~ ó~
~o obstante, esta no es la realidad psíquica. Se trata de un nú- abandonao o, e tc., ); una vez, en consecuencia, Clevuelto el obJe-
• cleo duro para retomar nuestro termino que es justamente t ivismo historicista a su justo sitio , permanece todavía esta exi -
esta «expresión última y ·más verdadera" de nuestros deseos in- ge ncia d e una realidad acaso mil veces más inquebrantable que
concientes . la realidad material. .Y uno puede llegar a decir qu e la pasión
freudiana poda realidad material histórica (de l individuo o de
la especie, o también d e la vida) se puede concebir c9rno la
·,/L;;~CH-::~A
1
Volvamos al problema metodológico de
la escucha, la escucha y la palabra por refracción de su pasión por la realidad del inconc iente·. Y dBL
mismo modo, pue sto que estoy en este término de «refracción" ,

~
NO ES REDUCCION otra parte, tanto la escucha del ana- '
\.:.__ A LO ILUSORIO lista como la manera en que se deman- o de «análogo .. o también d e .. retoño,., afirmo que e l recuerclo.-
da al analizado que se escuche a sí pantalla, por sus caractere s de hieerrealidad no o~jetivista, sig-
. mismo , que oiga él mismo lo que dice . ¿Qué es la escucha igual, T.\.ª el hecho de que _ahí se trat.a..,de una formación privilegiada
la escucha no discriminativa? ¿Es simplemente una reducción 1
.<!el inconciente. Que el recuerdo-pantalla es un retóño privile-
de todo lo mentado, a lo ilusorio? ¿Es una manera de decir: ., giado, con el mismo título que el sueño, y que en cierto modo
«habla siempre; puesto que tú lo dices, es verdad para ti . . . hay dos vías regias hacia e l inconciente: ñeafü Ú> que e ncon-
y esta es la única verdad que nos interesa»? Y bien, ese «puesto trarán ustedes ind«·áCléi en 1m texto importante +d e Fz:e ud ~\.('
., qu·e tú lo dices es verdad para ti» toma un aspecto muy dife- 1914, «Recordar, repetir, ree laborar,,_:,(\ Asimilación entre el
·. ' ' '' .rente ' si uno tiene 'en cuenta la existencia, la exigencia, la atrae- ~uei:d,QJ:?antalla que sólo se entiende bieQ. s_U "Q=-
' . · · dón de nuestro micleo duro. La eSCl:!,Cha igual no es una red uc- ue oculta y revela el recuerdo-pantalla, y del mismo modc;_
. . · ción a: lo.ilusorio: no se trata de hacerse violencia al .punto de lo que oculta y revela el sueño, no son ni los aconte cimientos _
. ; . ~parentar ignorar que es inherente a la fenomenología del ac- de la infancia, ni su vivenciar su~jetivo ,_gtm E,o co lo uno y _!!>
... . ·.to' psíquico m-e~tar de manera diferente un vivenciar efectivo oLtro a la vez, en esa es12ecie de combinació_n compleja en ~
. y una; fantasía; en el análisis , .no se demanda mentarlos de la la percepción está investida por la subjetividad . No se trata
. misma manera, por una especie de imposible torsión o contor- de ello¡ se trata de que lo mentado - ..Q.c uM.o y revelado-~
. .sión que . redujera todo a lo subjetivo. o ue se demanda es <(l depó@to ip,conciente de ese...v.iv.e.nciar infantil¡ un dep6s"Tf()
~óQ.~lógicam..~,~iar de lad el interé por esa discrimi- que sena infinitamente más heterogéneo respecto del viven-
nación de lo real y lo ilusorio, en la medida misma en que ella
. .....-
. -. ~

"" Freud agrega - lo qu.e no ca r e ce d e importancia para é l- que esta


inve stigación podrfa hacer que e l analista perdiera su pre s t igio si sus.con-
54 clusiortes resultaran falsa s . Cf. Confer encias de intro<lu.cci6n al psicoa.n<Í-
En OC, 5, 1979; pág. 607, y e n Gesammelt.e Werke (en adelante GW),
. 2-3, pág..625. Es un pasaje que Freud retoéó y afinó en sucesivas e diciones, lisis, op. cit., 23ª conferencia.
lo q~e .m uestra la importancia que él le confiere. ñ!i En OC, 12, 1980, págs. 149-57.

·112' 113
c iai· d e lo que lo es e l simple rec u e rdo, y qu<..' resuJt,a <k' un :usion<:ti quü tiu cneo •HJl ~irou 0 11 ph•1m l.(11w ·1·11 1 ln,ln l11 H hu111h11 11
proceso infinitamente más deformante. La d.eposü:i<Jn en lo in -
conciente, la manera en que el inconcie.n te está reprimido, la
alemanas, cuando las gentes se
L>utfau parn t•xcJtdl' IL Mc 1 l111d1 •
Klein, que en ese momento había perdido terreno porque u l~u
~1ane1:a en que yo digo que es introduddo .e introyectado.~~­ nos de sus discípulos de la primera hora habían cambiado de
un proceso en definitiva enteramente diferente del proceso tri-
vi-;1 de memorización, aun con todas las ilusiones que esta me-
bando, incluida su propia hija. En el plano de las ideas, nos
podemos remitir a dos textos: en los Ensayos de psi_coaná1i.sis, · ·
.. · ..
inori~ación puede traer consigo. el de Melanie Klein que se intitula «Coloquio sobre el. análisis: ·
"'- Esta r.e atl<raa ,psíquica -este núcleo duro en torno del cual de niños,,,5 7 y del lado de Anna Freud, el libro publicado ba- ·
gravita, ya en el análisis del adulto, la relación con lo infantil, jo el título El tratamiento psicoanalítico de los niños;" 8 ' con-
y que debería llevarnos a considerar accesoria (sin «sobrepa- la reserva de que el texto de Melanie Klein es histórico, es .e l
sarla») la oposición de lo real y lo ilusorio-, no encuentra me- informe de 1927, mientras que er'de Anna Freud ha sido reto-· ·
jor referencia, si la queremos hacer entender de otro modo, cado ulteriormente, en un momento en que ella había.adopta~ .
que el problema del análisis de ninos, con su debate inaugurnl, do encierto modo, no sin desnaturalizarlos tal vez', los elemen- ·
fundamental; me refiero a la horrible batalla -que se desarro- tos menos molestos de la práctica kleiniana.
/_,.. ,--~ Hó durante anos y que no se ha apa<:i- Pasemos a la cuestión fundamental: ¿es posible un verda·-
/ EL DEBATE: guado todavía, a través de su<:esores dero análisis de niños, en el sentido en que existe un análisis
, A. Fm;un-M. KLEJN interpuestos- entre Anna Freud y M(•- de adultos? Y además, ¿es deseable? En efecto, la apreciación
~........._ lanie Klein. Digo «debate inaugural». de lo «deseable», es ' decir los imperativos de conveniencia, y.·
pe · 1a experienc· 'naugural misma es más antigua: evident(•·· hasta de moralidad, es de todo 'punto esencial én esta· querella ..
mente, la experiencia de Freud y del pequeno Hans. Pp1·0 su Anna Freud es por eso muy restrictiva, negativa, en c;4ant<l"
retomadura apres-coup, su resurgencia y su reelaboraciúú en a la posibilidad y aun a la deseabilidad de hacer un análisis
el debate de las dos grandes figuras de Anna Freud y de Mela - de niños. No retomaré todo el texto sino que retendré tres pun-
nie Klein son instructivas en muy otro sentido . tos que interesan a mi propósito: ¿por dónde pasa el límite que
Es en un contexto de lucha violenta como se produce el di- traza la situación analítica?
")¿_aje entre las dos herederas: la ñereoera segun la carne, pern L La técnica del juego. Técnica que en
ta1 ién en cierto modo se ún la letra (Anna F'reud conoce Ellen EL .JUEGO coMo manera alguna fue inaugurada por Me-
a, su · reu , so re todo a cierto Freud que le conviene mejor · FUNCION lanie Kleip, pero que ella llevó a su má-
que otro, me refiero por ejemplo al de Inhibición, síntoma ?; Y COMO ximo, remplazando en gran parte por
!
1,
a_ngustia),y una heredera según el espíritu. Clivaje que habría ALocuc10N el juego del niilo la verbalización y las
llevado hasta la exclusión si la horrible batalla no se hubiera asociaciones libres del adulto. Anna
desarrollado en el terreno británico, donde generalmente se Freud pone en duda esta equivalencia, por lo tanto esta técni-
prefieren los gentlemen 's -o gentlewomen 's- agreements, de ca, por dos razones principales: en primer lugar porque el con-
manera que se llegó a una especie de solución multilocular, con tenido simbólico del juego no es necesariamente lo que preva-
articulaciones entre grupo clásico, grupo kleiniano y grupo in- lece en este, en tanto el juego tiene otras funciones que la de
termedio (middle group) para establecer el puente. Estos aco- simbolizar (insisto en este término de función), de modo que
modamientos institucionales no deben ocultar la violencia de las interpretaciones corren el riesgo de ser forzadas si recaen
la batalla, y en particular de ese «Coloquio sobre el análisis de sobre el juego. 4quí, evidentemente, Anoa..El:eucLno_tgní~
ninos» de 1927 (donde lo que hay que poner entre comillas es que «hundir un poco más el clavo» porque se sabe ffi!.~1-ª..P.esar
,, ,
el término «Coloquio»). Remítanse ustedes a los Ensayos de psi- ae_:-todo el costado pos1t1vo delana:Iisis kleiniano_,_§!L_a.§.Ilecto
coanálisis de Melanie Klein, donde se incluye su informe para
ese Coloquio (o Simposio), y Q.onde es preciso leer también la
57 Melanie Klein, Essais de psychanalyse, París: Payot, 1967, págs.
interesante introducción a la edición francesa, de Nicolas Abra-
h"'am y Maria Torok, en la que se narra _esta batalla. La lucha 178-210.
58 Anna Freud, Le traitement psychanalytique des enfants, París: PUf',
se·prolongó mucho mas alla de 1927' hasta esas violentas d1s- 3ª ed., 1975.

114 115
1
(lf' ( 1 2. El segundo punto en esta pol(1 11111 ·11
f IH 1.11do y 1111 pol'O ¡¡ tlv1110 LI'
f'or 11111 t·rll.ll ol>Jcclóu <.l e h echo en objeción de derecho: porque PoSIBILIDAD es la cuestión de la trasferencia. y aqu
afirma- e l juego mismo no se presta, o se presta apenas, a DE J,A TRASFERENCIA lo que sostiene, Anna Freud es en cier-
EN EL NIÑO to modo irrefutable y al mismo tiem-
...--..~~ªinterpre tación, por eso mismo uno se ve obligado a interpre-
. .) . ar de manera silvestre. La otra objeción es que el juego, a di- po cae enteramente «fuera de la pla-
' \.- . ; erencia del discurso, del lenguaje, no permite la exclusión de can o, en todo caso, es enteramente revelador. La trasferencia
~-~---,_,)/ tM_rgg~~.!!1aci,QLL,~l}.,.E~D.8entes q~ica, decencia, etc,1) , en el análisis, nos recuerda ella, es trasferencia de la rela-
que es requerida por la regla fundamental en el análisis de los ción infantil, edípica o aun pre-edípica, poco importa, con los
. adültc»S.-Ue modo que el juego en modo alguno puede ser tra- padres: «Cuando usted dice esto al analista, en realidad se
tad.(>cümo eqmvalente de las «asociaciones libres». lo dice usted al padre». Ahora bien, los padres, en el análisis
No entraré en el detalle de las respuestas y de las argumen- del adulto, han quedado bien attás (lo que por otra parte plan-
taciémes, sobre todo porque este es uno de los puntos en los tearía la cu.e stión importante, teórica y técnicamente, de la fun-
que Anna Freud retrocedió después, en su texto de 1951. Si ción de los padres adultos en el análisis del adulto). En el aná-
uno en efecto deja de lado ese detalle, lo que en el fondo dice lisis del niño, por el contrario, los padres y el Ed~po están ahí,
Melanie Klein es que el juego puede ser él mismo discurso, y en lo real y lo actual. De donde una doble objeción: la trasfe-
que puede estar dirigido al analista\ lo que aquí se sobrentien- rencia de una relación real sobre otra relación contemporánea ~ \
de es que el juego, a partir del momento en que está dentro es imposible; y además, si fuera posible, por no se sabe qué \ 1
del análisis, se vuelve más simbólico; no se puede tomar el jue- milagro, y bien, sería enteramente dañina porque supondría -
una sustitución total de los padres por el analista, que sólo po-
J1
go corp.o una entidad absoluta y asimilar el juego del niño en
no sé qué situación objetiva de observación, a lo que ocurre dría conducir a minar la autoridad y las prerrogativas de aque-
. en una sesión con un analista, donde el juego puede devenir
discurso y alocución.~El juego, en la sesión, puede perfecta- \~o ~nálisis
llos. Anna Freud lo confiesa: en ciertos momento~, cuando ha- .
de niños, me siento culpable hacia los padres. tengo
mente proporcionar asociaciones de extremada riqueza; el mé- \ J~ la impresión de robarles su bija En cansec11encia sj, por mila-
todo del paso a paso le es enteramente aplicable, las interpre-....,, gro, o por una especie de perversión absoluta, esa trasferencia ''
¡ taciones suscitan nuevas asociaciones, y recíprocamente . El de una relación sobre otra fuera posible, sería una sustituci6n
.l análisis de los adultos y el de los niños es de todo punte compa- total; y su «resolución», sencillamente, volvería imposible el re-
rable en cuanto a ese movimiento de confirmación, de fee,d- torno a los padres reales.
,·: . back. y de el).r.iquecimiento entre el material y ~a interpreta- Toda esta argumentación parece irrefutable, en una pers-
;. ·;. ción .. ·A '.condición; evidentemente, de que el material lúdico pectiva que no toma en consideración la realidad psíquica sino
• · ·s.e mantenga sin cesar en continuidad con lo verbal, y de que solamente la realidad material y eventualmente una cierta rea-
1. lo verbal lo retome.
J .••.
lidad psicológica. La respuesta de Melanie Klein merece citarse:
. Acerca de. este primer punto anotaré simplemente lo que «El análisis de niños muy pequeños ·me ha mostrado que un .,
interesa.a nuestro propósito referido al límite. Este límite de niño de tres años ha atravesado ya la parte más importanf (' 7 .¡)'
. lo' psicoanalítico, téndremos que preguntarnos: ¿si no pasa en- del desarrollo de su complejo de Edipo. Por consiguiente, l· .
. .. ·. tre real e ilusorio, será para ·situarse entre el lenguaje y el no represión y la culpabilidad ya lo han alejado considerableme \.., \f· .
·lenguaje? La indicación sugerida por la respuesta de Melanie te de los objetos que ha deseado en el origen. Sus relaciones ~~
Klein es. que el pr.oblema no es el de la materia del discurso con estos objetos [esto es lo importante] han experimentado
-de su·materifil verbal o, por ejemplo, gestµal- sino que res- modificaciones y deformaciones [en este sentido yo nombraba
.. :pande al hecho de estar dirigido a alguien: comunicación, alo- antes esta especie de deposito enteramente diferente del d¿,_
. . ·.cuciqn y no simple comportamiento, aun dotado de «Sentido». pósito mnémico]; de manera que los oqjetos de amor actuales
[entiéndase: los padres] son imagos de objetos primitivos ... '•!!
1 ~_n otros términos, el juego puede ser tomado como un com-
. · portam1ento, pero en ciertos casos puede ser una destmaciónt
. \ sniste aspecto es evidentemente el umco gue~a;-
. -;-;¡-
' ñieiflein . [
1] 59 M. Klein, en Essais de psychanalyse, op. cit., págs. 191-2. Entre cor-
chetes, comentarios de Jean Laplanche.

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--:- :----:- ~

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116 117

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·---·- ----~.----~"""
Evidentemente, hay en esta respuesta un aspecto cronoló- flicto así descrito entre retendidamentt-
gico que consiste en decir: ·sitúo las cosas en un momento más el interior, una especie de naturaleza silyestre que el análisis
temprano que usted; a los tres años todo está ya jugado, los éorre:~~~_E.~_:;¡go de liberar, y des ués una educació con-
padres ya han cambiado ... Esta especie de puja en la ascen- sis ina en una omesticación cultural, una manera de dominar
sión en el tiempo: «yo, al Edipo, lo dato a la edad de dos años, esta naturareza. ~ · · ~ . .
r y de un año, y aun a los seis meses ... '» ¿es el aspecto esen- ... Melame Kíeln r"lr-s'ponde primero que en realidad ella nu . ca .. . . r:..
l_,_$ial? 9igamos, en todo caso, que uno puede dilucidar otro as- vio, en un análisis llevado lo suficientemente lejos, que las p le · ·.\J."(_!.:>
'pecto, en mi opinión más fundamental'. La trasferencia es tras- siones liberadas llevaran así a la «maldad•>.· En cuanto a su res
ferencia de los objetos iriconcientes; son objetos que han expe- puesta · fundamental, teórica, ella es, de nuevo, doble: como
· ~imentado modificacione~forinaciones considerables,¿) en el caso del Edipo. Una respuesta cronológica que no va .al
J;?.Unto que la reconstrucción de los objetos reales que estuvie- fondo de las cosas: usted nos dice que a los tres años· no hay ·
ron en el origen de esos oQjeto's inconcientes no tendría tal vez superyó, pero yo puedo mostrar que el superyó está 'presen'te
sentido (soy yo el que habla, desde luego); y ·esto por la razón desde más temprano; por lo tanto, en el niño, las.· instancias
d~ ese depósito primitivo de los oQjetós incon.c.ien.~_..:-¡., ~Psíquíéas serían ya comparables a lo que son en el adulto .. Pe~.
una vez más, algo diverso de una simple memorización, inclu- ro, además de esto, una respuesta fundamental, aunque no ·
,i ~o más o menos marcada por ilusiones. Y llegamos, en Melañie siempre esté formulada de una manera manifiesta: el superyil'
1 'r1ein, a esta expresión ae toao punto extraordinaria: !!Jp s obje- -ese famoso superyó precoz- nace causa común con las pul- .
l ts>s de amor actuales son imagos de los objetos primitivos». ¿Qué siones; no es simplemente su adversario; es, lo mismo que las · . . !·
1
i~~gnifica esto? Y füen, es que en' cierto modo (y yo creo que pulsiones, «feroz» en la medida en que, como ellas, está en· re-·(":-, '. ¡ ).:.";~.·
·uno se encontraría con esto mismo en otros momentos) esos lación con los primeros objetos introyectados. Ese súperyó ar~ (\A?·l .. ::..~
objeto::¡ mconcientes -ese .e.adre y esa madre arcaicos, tal vez caico no tiene sino · mcluso nin •una ~ f(':Y ·" ;
ii:i"cluso ob.i.!nos parciales, por lo tanto menos próximos aún a . r lación, con las características de los educadores, exactamen- 1''
!.2~ objetos reales- pueden ellos mismos ser trasferidos sobre te como los objetos mtroyectados no tienen smo una relación
l.o s padres reales. Si uno acepta proyectar esta idea, retrospec~ inlmitamente remota con los objetos reales: de modo que la_
tivamente, sobre el análisis del pequeñÓ Hans, vean la respuesta ducac10n
esclarecedora a la objeción que en principio se podría formu- engaño: ·- · (, ¡v¡,_ ,
lar: pero, en fin, ¿cómo Freud pudo confiar 'e l análisis de un «La dependencia de los niños re-spectü de los objetos exte-
niüo a su propio padre? Y bien, el análisis del niño por el padre riores es naturalmente mayor que la de los adultos; este hecho
de Hans es posible .en la medida en que, sobre el padre de Hans, tiene consecuencias indiscutibles, pero que Arma Freud, a nli
pueden ser trasferidos esos objetos ihconcientes, por entero di- juicio, sobrestima en mucho y no interpreta correctamente . En
ferentes de toda imagen de un padre real o de toda imagep efecto, esos oQjetos exteriores están lejos de ser idénticos al
real-de~ .un p.adre. En el análisis de Hans, las condiciones de superyó ya desarrollado . del niño, aun si en cierta época han
la trasferencia, entendida esta en el sentido kleiniano del tér- participado en ese desarrollo. Es la única explicación que po-
~ñíno, esfan ·preseñfes. demos dar del hecho sorprendente de que en niños de tres,
3. En esta polémica, retendré por últi- cuatro o cinco años encontramos un superyó de una severidad
LA oB.JECION mo un tercer punto, enteramente con- a menudo radicalmente contradicha por los objetos de amor·
F:DUCATIVA jugado con el anterior. El tratamiento reales, es decir los padres. Citemos como ejemplo el caso de
de los niños, dice Anna"'F'reud, debe m- un varoncito de cuatro años a quien sus padres nunca habían
,...., · -,,
cluir una parte educatiV¡fÍmportante. En este ser poco forma- castigado ni amenazado; más aún, eran excepcionalmente tier-
<>, sería peligroso liberar el inconciente cuando el super- nos y cariñosos. El conflicto entre el yo y el superyó dejaba
yo apenas está; o no está, ~onstituido. En el límite, el psico- traslucir en este caso (pero sólo se trata de un ejemplo entre
~nálisis, si no se aHara a una educación, podría simpleme~te muchos otros) un superyó de. una :;everidad extraordinaria. Se-
liberar la «maldad de .las pulsiones» sin nada que las enfrenta- gún la fórmula bien conocida que predomina en el inconcien-
__,,_ ra:-omito el aspecto mecánico; totalmente erróneo, del ---con te, el niño esperaba, a causa de sus propias tendencias canihá-

118 1 rn
ll<·as y s:\d kas, castigos ta les como ser castrado, despedazado, ta -si uno la oye sin apelar más que a las categorías dt> lo r<•11I
d evo r ad o, e t c ., y vivía en el constante temor de padecerlos ... · y de lo ficticio, y eventualmente de su engendramiento hist.<'>·
El contraste entre la madre, cariñosa y dulce, y el castigo que rico, en que lo ficticio sería una interiorización más o m enos
e l superyó amenazaba infligir al niño, era absolutamente gro- deformada, y anacrónica, de relaciones reales- no permite s~
\ ~ . tesco e ilustraba esto: e_n ningún caso debemos identificar l~s perar en nada la objeción de trabajar en lo ficticio y lo il usor¡{>. frj
1
,..,,,,, ~aderos objetos con aguel~~,,Uos niños introyectann. 60 La objeción de idealismo que a menudo se ha formulado co~LY
t" Así, la retroyección de los problemas al pasado no es el fon- u·1 tra Melanie Klein, la objeCión de que nos sumerge sin retorno ,
do de las cosas; no se trata de decir que lo que no ocurre . a en un mundo imaginario, no tiene otro senticiº·- Si el fantasma . ~\~

su ~
\ los cuatro años ha ocurrido a los dos. Aun a los dos años, aun ' no es más ue el aspecto sub'etivo, si no es 'más que la a >re- 1\ _
' ante~, los objetos reales no son identificables con lo que el su- !'tensión subjetiva de la realidad, ¿cómo saldría el sujeto de \
'· jeto introyecta. De manera que volvemos otra vez a esta no- visión subjetiva? Es cierto que se habla de procedimiento d<' . 1 \
ff i ción de depósito, o .de introyección primaria, para retomar de desilusión. En rigor es concebible en el adulto; este es el tipo \
., j Melame Klein el término de introyección; ".'9!1ª introyeccióii' áe interpretacion que esta en la base de lnhibwion, sínUnrw · \\
\ ·1l ~E-~titutiva de una realidad psíquica que en man.era alguna y angustia: ¡usted ya no es un niño, sus ul · s a no co-
j / J e2_ un calco, aunque fuese ilusorio,. de la realidad material. I;Iay rrespon en a, su e ad! Pero, ¿qué ocurre cuandq, como en el \
l ,. J un «contraste grotesco», dice Melanie Klein, entre las dos. caso de Melanie Klein, es precisamente al niño a quien uno se
.! . ' -

l \.
dirige? l bteíi, en Melame Kleln, en sas momentos mas lúcidos
y tal vez tamfüen los más escandalosos, es otra visión la qu<'
se o ,o r ·u:,
28 de enero de 1980 . e 0 ~eto fan!asmático. Los objetos de Klein, esos famosos oh-
jetos «bueno» y «malo» tJtal arcial que libran combate en
¡·
¿Qué enseñanzas extraer del kleinismo y, más específica- e interior del sujeto, no son - absolutamente- maneras suhje- •
mente, de esta gran discusión con Anna Freud? Corno siem- _favas-de mentar me objeto real. Esa ~o es ~implemente m1 m~-- . \
pre, hay que ir a lo esencial; llegado el caso hay que interpre- Itera -de ver lo real, in~lüso si mi ;ision esta deformada por mis { [ \.
tar, y evidentemente esta gran figura de Melanie Klein aguar- miedos o pOI mis pals10ues. Aqm es donde yo hablo de «escan-
da su re-interpretación. He destacado los tres elementos de la dalo», POI qae es~s objetos son ·verdaderos objetos para Mela-
respuesta a Anna Freud que por el momento me interesaban: nie Klein, objetos que, a partir de ese tiempo de la introye('-
' por .tJna parte, la defensa e ilustración de la técnica del juego; ción, nevan una vida propia en el iriterior del sujeto y pnivo-
. de~pués, la afirmación de la posfüilidad de la trasferencia en c~n > ahL efectos reales, cuasi mecal\i:Cüs';"""""de agresion v._ili•
.· · ; e l .niño; 'pm: D.ltirno, el rechazo de las pretendidas exigencias excitación en particular. El par real/ficticio resulta entonces
· ·edu'cativas. · """-· süstituido por el par.mtroyectado/proyectado, o este par se des-""'
·" . 'El primer·pünto --Ja defensa e ilustración de la técnica por f'asa con relación a aquel otro . Lo introyectado no e,s_algo.i.Lu;;.
e l juego- encµentra su lugar en tina discusión del papel del sorio, en el sentido, particularmente, en que no es manipula-
· .lenguaje; pero", en fin, había que 'mencionarlo, tanto más cuan- ble· al infínito. Uno no puede, acerca del objeto interno, del
to que por esta discusión del lenguaje en la situación analíti- objeto parcial, digamos por ejemplo del pecho malo, «cont.ars<·
ca tendremos qué pasar la próxima vez. Pero he insistido en lo . gue uno guiera».
Refirámonos, si ustedes quieren, a una concepción de lo ima-

-
·l" ·
'M. l(1.1-;1N Y 1-:1.
MtlNll<> INT1·;1mm
los dos últimos puntos: la posibilidad
de la trasferencia y el 'rechazo de las
exigencias educativas . Melanie Klein
.- .'
ginario tal como la encontrarnos en Sartre y en los fenomenú -
logos. Sartre nos muestra, con justeza, en su análisis de lo ima-
· ·. dice: el «mundo interior» está entera- ginario, que cuando yo imagino a mi amigo Pierre que entra
mente ·constituido en los niños a los que yo trato; están ya las o está sentado en el café, no es un doble de mí, no es una ima-
· pulsione13, el superyó, el Edipo. Evidentemente esta respues- gen en _mí lo que yo miento: yo miento a mi amigo Pierre en
su lugar, en ese café donde va a sentarse todos los días. Lo
. c;o· Ibi.d .; págs." 195-6. imaginario (en el sentido de Sartre) es un modo de menci(m

.·l20 12 1
del objeto real, y no una menc10n e una imagen desdoblada ( hace gravitar e n torno d e é l tanto las fantasías c om o los ,1 111 •¡.(wi
que estuviera en el interior de mí ismo. Análisis psicológico '( o los actos mismos del niño en análisis. .
p e rfectamente válido . Pero justam nte con los ob.etOs ;>. ~.:. . 'v otvamos al análi::;1:s <Le n<l'ull.<>.<; y aÍ
rios kleinia os esto es mu EL ANAL1s1s límite que este instaura y, sohn' t.o -
Ü ------~
B.JETOS PHIMAHI< )S: Ellos sí, e efecto, son oqjetos que DE ADULTOS Y do, mantiene. He insistido en el .ca,.-
I LAS cATEGomAs. rácter progresivo de esta inst:aoi·adón...
están ahí e el interi0r y, más todavía,
\,y osA / están ·c om aislados de la refere ncia, DE LO HEAL como tarea por realizar:. no es algo ·
\ ,1 --.._______......- aislados d la mención; en lo sucesivo, que, mágicamente, se dé de.sd<:' el ¡fri-
¡i ese p e cho interiorizado ya no me ermite mentar, de una .ma- mer minuto en que alguien se acuesta sobre un diván y al.gt~it•n ..
'l n e ra c ualquiera, el pecho r e al : ha cobrado una autonomía ra- s e sienta en un sillón detrás de él. ¿Se puede seguir prct.<•n- ·
; dic al. Fre ud emplea a menudo diendo que este límite pasa por alguna parte entre lo n•al · y· ·
d os del inconciente, el término~a::.:!c:,=v_o:.,,,=.s:.·t:::e.;;l-;-lu--.n..,,g~:--¡ a traducc ión lo que llamo lo ficticio, · es decir, para emplear otro término,
e s doble, peí·o esto se debe a ac rstellung, un lo «Simplemente pensado» (<Las bloss Gedachte)? ¿El an.á lisis ('s .·
movimiento de doble ·sentido. Sachvorstell·undt, f2S en primer la exclüsión, tácita o no, de la realidad actual y coloqula ftwra
lu_¡;¡ar , y bien simplemente; la representacj,ún de cosa , ~-ª repre- de su campo en beneficio de lo «simplemente pensado•>'? 1Iem~1s·
se ntación «Cósica;,, es decir, e l hecho de que una cosa esté re- hablado anteriormente de la. realidad en tanto realidad pasa.'
1 pre .sentada p<w una imagen o un esquema qúe guarde alguna da, y de esa suerte de brillo hiperreal que en ella manifi(~st.a11
~ z:e la..s:_i6n con ella;. Pero Saclworstellung, al mismo· tiempo, · es los recuerdos-pantalla, por relación al.cual.se borra la djferell -
1,.t.~~n
:f 'illlil>ll t :; 1 d . . .' " .,
a re pre sen ac10n-cosa t es ecir una representac10n gue , e n . c ia e ntre lo que hay de fantasía y lo que hay de datos fá<"t.icos
eJ int~ rior, e n el in_concient~, ha toma¡:lo la consistencia mjsm_a e n. una reconstrucción de la in.fancia. Pero e~ este ~: aso ni1s
q~ la cosa ,_como s1 e lla hubiera robado a la cosa toda su r e ah- referimos a la realidad adulta, actual, acerca de la cual Dayah
..d a d . De e ste modo lo que Sartre critica con acierto, como una señala una evolución innegable de la mencic>n analítka dPs -
- e~pecie d e ilusión de la repre se ntación o de falsa teoría d e lo pués de Freud. 61 ¿Qué podría querer decir esta e xdusi(m <IP
' ima ginario , recupera todo su peso en el nivel de la represe nta- la realidad actual y , sobre todo, en beneficio de qué se la efp<·-
'c ió n «inconciente». De la una a la otra , de la represe ri.tación tuaría? ¿Qué hay de esto del lado del analizado? Apelar(~ pri -
lcte la c osa l;l la representac ión-c osa, hay ui1 abismo . ¿Se puede mero a lo cotidiano de las sesiones analíticas o, tamhiún, a las

.l ¡decir que h ay un corte? Esto es todavía insuficiente. Sin duda


q~1 e la representación-cosa está cortada .de la cosa; · p.ero ell.a
no e s solamente la representación de la cosa_, cortada d e su. re- t·
sesiones analíticas referidas en lo que se llaman las supervisio-

D1·:1. 1,AI>o DEL


nes. Es bien evidente que las men-
ciones diferentes, que caracterizan a
, f~ 1.·e nte. En este proceso de c orte gue llamamos represión <>b- ANALIZADO las diferentes maneras de ser, nunc
q \naria, o aun introyeccic>n primaria, la representación devie- .
,} ca quedan abolidas para el analizado .
1, Il § otra; en particular queda dotada -hace un rato menc iont' Lo efectivamente vivido, lo imaginado, lo soñado, induso lo
' , e sto- de propiedades afectivas o energéticas diferentes . _En a lucinado, con sus intencionalidades propias, y también con
' lo s ucesivo, en el interior, e lla obra por su propia cue nta-;-es' .la manera de narrarlos, con el tiempo y el modo d e los v<>rhos
é!-t acante Llxcitante; y no por nada en Melanie Kl~iJJ._.ese muo- que los relatan, y bien, todas esas modalidades d e ser de nin c
\¡ d o increíble, fantasmático 1 de la infancia, es ante todQ un mun- gún modo podrían ser abolidas en la intención del analizado,
Q.o malo ~ porque es en efectu y n mundo gue no deja de ataca1· c omo no fuera por una abstracción totalmente abusiva. Nin -
· a l suj e to desde el inteticu:;,,..y...a.1m si t:s un ataque de deseo, est~ gún analizado, para tomar el ejemplo del sueño, comienza su
es recib ido po~o como algo profundament~ p erturbador; ., relato sin la fórmula «he soñado que» ni tampoco sin precisar
e l deseo es por definición perturbador; el deseo, inic ialmente, «Cuándo» ha soñado que ... Y no creo que ningún analista 11<"'
e s malo para el Xº· . .. -----·· gara a considerar un progreso en el análisis el hecho de qui•
· Lo que importa es que solamente este mundo interiorizado, el analizado se pusiera· a contarle un sueño sin resit.uarlo <·n
«nue stro muñao mterwn·, como djce Melanie Klem, rw Un nú¿n-
do subjetivo sino un mundo en el interior del sujeto, es el que i;¡ Cf. M. Dayan, «Le fantasmc et l'événement .. , op. ót., pá~. ~ I.
·- --=-- . r

1 22 12:1
: 1 d or111 1r <· n q11 0 C8C s u eño a p a r eció . No solame nte e l modo, ra las m e n c ione s esp e cíficas d e lo r eal, o de lo irr\aginado, <ll•
si no tambi6n e l tie mpo del v e rbo , persiste porque las relacio-. lo supuesto, de lo con9 cido o de lo mal conocido , o t a m bi6n
n es c ro nológicas que son esenciales a la mención y a la-consti- ,,' esa .mención específica que es la de la alucinatoria onírica .
tución de nuestro nexo con la realidad no tienen necesidad de Freud, cuando enuncia la regla' de la as.o ciación libre, que e s
ser abolidas por la actitud analítica; para continuar ccm el ~jem­ propuesta ccHno una tarea al analizado, utiliza la co'mparación
plo del sueño, el antes y el después de un sueño se distinguen con un viajero sentado en el tren y que 'describierá ·t odo lo que
·siempre, es cierto que a menudo para excluir, como pretendi- le pasa por delante a medida que el paisaje desfila. Pero es evi-
damente no pertinente, una asociación con un hecho que ocu- d e nte que describir lo que pasa por la ventanilla no implica
\. ( r _ rrió después del sueño. Evidentemente a nosotros correspon-
,:ip .J de ponerlo del derecho, pero recordando siempre que lo vivido
que por eso uno omita las dife rencias entre lo que e s percibi-
do, lo que es simplemente sugerido, lo que está designado so-
¿yj\1· la víspera, esos «restos....diurnos•, en el sentido de lo vivido l.a bre un cartel pero no es visto, lo que uno supone que pasa en
/ \ ·.torna a · >, es cons antemente privile ,.ia o lguna parte , etcét'.era.
. ~ _por Freud, y legítimamente se lo estaca en e iálogo analíti- He hablado del sueño; m e dete ndré
. · JLco. i;;se vivenciar de la víspera o de los días anteriores puede E .11-:MPU n>EL ' un instante ett los actos f a llidos. ¿Se
'""'·s~r.J.~ferencia a la realidad de una sesión analítica prece- ACTO FALLID<> siguen analizando en el análisis los ac-
__Qente. S:ntre esta sesión y la sesión actual vino a insertars~ tos fallidos, me refiero a los actos fa -
.1!!!...§!!fillQ.,_Los remito aquí a un texto de Freud particularme n - llidos en que se incurrió fu e ra de la sesión? Evidente m e nte es-
te interesante sobre este punto, en el que eneontramos un cir- to ha caído como en desuso, es algo que suscita alguna reser-
cunstanciado examen de la inserción de un sueiio en la secuen- va; y no sin precauciones pue de uno calzarse las botas del Freucl
. cia de las sesiones: me refiero a «Observaciones sobre la t e oría d e Psico/>11/olo.<Jfa d.e la vi<la cotüliana. Seguramente que no
y la práctica de la interpretación de los sueños», que h e tradu- se analiza en princ ipio un acto fallido al que e l ana lista haya
cido recientemente . 62 Se trata allí largamente de los «sueños solame nt(' asistido, sea porque se encontró con su analizado
. de complacencia•, los que son introducidos justamente para eau - e n la calle , o aun e n los márgenes de la sesión analítica, en
sar placer, en cierta manera , al analista en función de una de e l momento de la partida o e n el de ·la llegada. Tam goco
sus interpretaciones precedentes; en es'bs sueños es en conse - analiza el acto fallido que consiste en llegar demasiad ' ·
cuencia difícil distinguir entre la confirmación real de la inter- prano o demasiado tarde a fa sesión, -en- la medida e n qu
pretación del analista y, simplemente, la aceptación d e «Com- actoralhdo no sea come n tado espontaneamente_porefSl~t~ f v
. J~ .placencia •., que a menudo no es más que una manera de resis- e ñla medida en que ·«no e n tre en el diálogo». Establecido ;;;-~
J· tir.Jda interpretación. Están, según una expresión enterame nte ~TañaIT:5isae los a ctos, cü ano o se incluy e en el diálogo analíti-
; . : ~ : ~ugerente d~ Freud, los sueños que «vienen a la zaga .. tras el c9, diré que está en su lugar ahí dé pleno•dere..cil,Q.; y e ste a:ná<li-
.. · ·!·· análisis,. sueños que llegan siempre después de la batalla y no ;>is de un acto fallido - q ue, una vez más, no se I)..,Me_d e hace r
;1 hacen sino volver a decir, con un . tiempo de retraso, lo que ~n una cura sino con muchas p recauciones y cie rtamente no
.'. 1>se ha descubierto en el análisis y, a la inversa de esos sue ños ~n los comienzos-, t¡'. Uando e ntra en el diálogo, imp one, se lo
.:· J'.· se guidistas que no confirm~n c~~a alguna, están los que seña- quiera o no, la referencia a todas las categorías de lo real; un
. . . , ian ·un progreso en la elucidacion del fantasma. acto sólo tiene significación de acto fallido en función d e l con-
· : _:,- Aquello 'en 19· que insisto, de una manera que puede pare- torno, de los elementos de anterioridad que figuran en él, de
: . ". cet mu"y"pros<i.ica y trivial, es este mantenimiento de las c ate- los elementos •de sucesión ' cronológica que forman su trama,.
_gorías .de lo real, en particularlas temporales, que señala per- de las sem~janzas o de las diferencias sobre las que este acto
.'. .: · · Jectamente que en ninguna parte se exige del analizado una fallido se dibuja o, también, por .referencia a la cat egoría del
. s~erte de torsión sobre sí mismo, que por definición es imposi- trastrueque. Lo que i:evela ser esencial en esto, desde luego,
ble, una suerte de abstracción o de aislamiento tal que abolie- no son las circunstancias que favorecieron ·el trastrueque, sino
su dinámica.
S. Freúd, -Ré.~ultats, 1'.dées, pmb/Rrnes, /1, P·arís: PUJ.<~ 7!l-n~ . Como en la relación con lo infantil, cuando hablamos de la
12
• • . .; · Hl8!), págs.
[En _OC, 19., 1979, págs. 111-22.) relación con la realidad actual, presente, del adulto , e n su vi-

124· 125
da cotidiana digamos, quedamos también envueltos, respecto los padres actuales sobre los padr~s d e la infa n c ia, so prc tcxt<>
del par realidad/ficción, en una situación compleja. Ninguno de que entre ellos existe una efectiva c ontinuidad y d e q ue

¡
de los dos términos de la alternativa es simple, cada uno pre- ' son, como se dice, las mismas personas. Así como en e l análisis
senta todo un abanico de modalidades. Ni el par realidad/fk- 11' del pequeño Hans pudo haber trasferencia del pequeño Hans )

~
ción puede ser abolido - de lo contrario las distinciones que "" sobre su padre, de igual manera, muy .corrientemente, en el \ .'
uno pretendiera arrojar por la puerta volverían a filtrarse en- análisis de adultos puede existir «trasferencia lateral» y por es<; ?'.
se guida por la ventana- ni 'uno de los términos, me refiero mismo fuga de la situación analítica, sobre la relación con los .
e n particular a lo ficticio, debe ser privilegiado indebidamen- \ padres reales. Aquí, el análisis de la resistencia pasa por un<l! ·
------:::::::::~
LAs RESISTENCIAS
· . te . Una como la <>tra, realidad y .fi("-
ción, pueden ser, en el . discurso del
f ., desintrincación de esos padres réales actuales y de lo infantil¡ ·
pero, más allá de esta desintrincación, lo que siempre es pro-
·-........_ ~nalizado, fuentes de resisteneia al t. curado es hacer aQarecer , no los padres tal como fueron reaf: ·
anaTiSís-:tlay. una resistencia por lo ficticio cuando la fantasía ~ nte en la infancia, sino--las imagos más aréaícasaqueeTl9s.
) se despliega sin fin, con el solo propósito de ahogar al pez, <I<:• Pudieron dar pretexto~- . · _ , , _ ' -· .
e nmascarar los elementos más densos en torno de los CUal('S ·- · - - · - - esrsfencias - leerán ustedes un artículo
1 gravitan esas novelas CO'tiaianas. Resistencia también por los
de Rosolato sc>bre este tema-t;:¡ es la obra conjunt~ c;iet anali-.
s u eños, que pueden literalmente sumergir al ana lis"ís ,_eru::aili-\ zado y .del analista. Pero el papel, ¿cómo llamarlo?, ¿inductor?, . ..
nandose ros unos a los otros sin permitir ninguna interp re t.,a- yo preferiría «ductor»; o también, ¿pedagógico?, pero yo·prefe- .
élól); s,ituación de la que es muy difícil salir. aun suponiendo riría «agógicon . . . el papel entonces «agógico11, el que muestra
que el analista no aporte alguna complacencia a esto. ~ern existl• \ la vía, es. evidentemente el papel del
t ~mbién una resistencia por la re' · _un..r.elle.uru.~~; DEL LAl>O l>EL analista y de su escucha. Se suele
to da~s rec as que llamamos form a,~-.; del inc!_ !ncient<•. ANALISTA: poner en paralelo, en simetría tal vez,
\.;,
E l lapsus es una de esas brechas, repentina e incontrolada. P<•- Sll W JI. en comparación en todo caso, a las
ro comprobamos enseguida, a la medida misrna de esos cant<' -- A!:O<HC'< 1 dos reglas, la regla de la libre asocia-
teres extra_ñ 9s y desconcertantes del lapsus, que su relienamien- ción, propuesta, como un elemento del
to e s un fenómeno universal y casi irn~ediato. Ohservarán us- pacto, al analizado, y la regla de la atención flotante, deman-
t e des, cuando alguno comete un lapsus, y con más razón si <:•stá dada al analista. La libre asociación, una tarea imposible, se
un poco sobre aviso del análisis, la espontaneidad y la rapi<lt:•z ha dicho; es evidente que ella no toma su fuerza sino en la
con la que surge la elaboración secundaria: una manera de ex- medida, justamente, en que es imposible decirlo todo; y los tro-
plicarlo enseguida por lo inmediato, de taponarlo con todo lo piezos con esta regla son los más interesantes. Pero «decirlo
¡:,
que se. ponga al alcance de la mano, de modo de retirarle su todo,,, no obstante la famosa comparación del viajero en el tren,
ca rácter extraño y de no ir más lejos . Bien se entiende, quien
¡
no impone en absoluto la inmersión en un mundo de sueños,
comete un lapsus en público no tiene ni el deber ni la posibili- 1 ni la igualación de las diferentes relaciones con el sueño, lo
dad de hacer su análisis, y no es exigible que unoflesemhale ficticio y la realidad. En cambio, en la regla de atención flo-
su inconciente en todo trance. Pero este pudor sólo exigiría ( tante esto es tal vez un poco diferente. Ustedes saben que la
n o hacer caso del lapsus, no taponarlo tan cuidadosamente . . . expresión de Freud, gleichschwebendf
En esas resistencias me parece que correspondería, por ~jem ­ FllNCHIN Aufmerksamkeit, mdica que la aten-
plo, alcanzar una apreciación compleja de la función, en el adul- l·:l '.<>N< IMI( :A ción no es libremente, sino igualmen-
to en análisis, de su relación con los padres reales, actuales. 111·; LA ATENCION té flotante, o igualmente suspenai<Iá::
Resistencia que uno puede llamar tanto «por la realidad» como Fl.< l'l'ANTI·: A diferencia, probablemente , de la ¡:e:
upor el fantasma .. . Porque la evocación de los padres reales es gla de la libre asociación, la escucha
evidentemente una ·manera de enmascararse la relación C<Ín del analista, esa atención igual, ~s el guardián de lo que yo·
lospactres infantiles, pero e stos, a -;u vez, enmascarañlaSi-m;.:-
gos arcaicas 1ñtroyectada.~.;;qrre-sonrnuyaffereñfe.§. Es- uná.-re­ .~ i;:J Guy Rosolato, «L'analyse des résistancesu, NmweUe Revue de Psycha-
-p;;-;
s istencia a la vez por lo real; la superposición indebida de nalyse, nº 20, otoño de 1976, págs. 183-214.

126 127
h <· llltnm< !i>.•S! \."ü15hHiamfé nto .. ~A m e nudo. en la sesión, el ana- · puede tener un valor de esclarecimiento para el análisis de ese
lis ta d est a c a un e le mento, aun sin interpretarlo, sólo para in- sueño.
d íear un punto que merece, justamente, atención; y bien , esta ¿Suspen~ión de la realidad? No creo , por lo tanto, que esto
ac:<Tón dPdestacar tfone como una de sus significaciimes esen- _ sea lo que defina, lo que delimite, al análisis. Más d e una vez ,
dales la de 1-:._éSt<!:_blecn:_!!.!__}!}1!:!!:! equilifJriQ, de ,mostrar que U!l acerca del análisis, se ha evocado como elemento d e compara-
e1emento totalmente desdeñado y en apariencia desdeñable es ción esa suspensión filosófica que se llama reducción fe nome-
tan importante como cualquier otro cuando se trata de hacer: · nológica o, con un término más eru-
. partir de ahí Iíñeas<.fe as o-d acTuñ :-¿.Atención igual o inatención? ArnNcioN IW JAL dito, epojé. El carácter común de la
~- Indudablemente Freud ha hablado de atención igual; y de ahí Y mmucc10N suspe nsión, implícito en la igualdad
a la inatención el paso podría ser escabroso. Son conocidas to- FEN<>MEN<>L()(acA d e ate nción en el análisis así como
das las bromas sobre este asunto: el analista que está desco- e n la reducción fenomenológi c a, e s
nectado, el analista que insiste en el abuelo, abuelo que en rea- ciertamente su aspecto de e xperiencia vivida, de procedimien-
lidad no se s:onoció o que tal vez ha muerto hace años. El ana- to. Dicho esto, no.entraré e n las dificultades indudables, y en
lista de repente «Se despierta .. , oye un fragmento de secuencia mi opinión probablemente insuperables, de esta re<llucción fe-
que le es contado por el paciente en el modo de lo real: «enton- nomenológica que oscila siempre, sin poder fijarse, entre una
ces mi esposa me toma de la mano ... "• lo oye como el relato atracción que la conduce del lado del idealismo trascendental
de un sueño; la mujer puede ser imaginaria; esta frase puede y de una tentativa de constitución del o~jeto, y un proceder
ser pronunciada por un sujeto no casado. Y bien, má~ allá de puramente psicologizante, que cae en los extravíos de esta re-
la broma o de la malevolencia, que a veces puede hacer que ducción a lo subjetivo que el· análisis, por su parte, d e b e evitar
la atención igual se deslice d e l lado de la inatención y del de- d e continuo. Cierta fe nomenología -no necesariamente la
sinterés, diré que, así como hablamos del trastrueque en e l ac- m ejor- se inserta en las d e sc ripciones psicoanalíticas; y h e se-
to fallido, un cierto trastrueque sistemático , pero no arbitra- ñalado la vez pasada que lo descrito con el término «relación
rio, es el contrapunto necesario, del lado de la esc u c ha, d e l d e o~jeto» indudableme nte ha encontrado allí una inspiración;
discurso del analizado . El precepto de decirlo todo va en gene- la reducción del obje to a las diferentes maneras en que esta -
ral, cuando se lo formula al analizado,' provisto de algunas pre- mos e n relación con é l. Pero aun si tomamos la reducción en
cisiones: conviene no tomar en consideración ni la pertinencia e l se ntido más válido -he mencionado lbs análisis de un Sartre
ni fa importancia de lo que se dice, ni la coherencia lógica, ni acerca d e lo imaginario, y deberíamos también reconsiderar las
..
,. el _pecorq o la moral. Es evidente, otra vez, que todos estos
«no-t.oinar:eri·.consideraci6n .. no son sino preceptos ideales, y
descripciones de Merleau-Ponty-, la diferencia d e la reduc-
ción fenomenológica con el psicoanálisis es esencial, f undarnen-
· · • . · que ~l paciénte.no los puede en principio respetar, ni puede tal. La reduceión fenc>menológica tiene por funció n describir '
. . e vitar la recaída incesante en la lógica del relato: aunque sólo la espe cificidad de regione s -d e -ser psíquicas; lo que d e fine, por
flier~ en la cronología o también en consideraciones de impor- ejemplo, la mención del objeto físico, o lo que define la m e n-
. tancia. ·Y_bien, este precepto, ~nunciado casi para que no se ción de la conciencia imaginante . Tipos de ser que s on en con-
l~Ú~§_Qete t. e~ntra su garante o su contrapeso en el truegy-e s e cuencia analizados como maneras diferente s, para el objeto ,
~g.1:1~(§.!_11..Q. en el .!r....~truegu e )..Y., de manera concreta, en la~ d e darse por correlato d e una conciencia. En su m ejor acep-
. i~\tervenciones necesariamente desconcert antes del analista, ción, la fenomenología es ajena a una reducción a lo subjetivo.
i¿pá de cuyas principales funciones es modificar los eguilibrios Esto coincide con la crítica fundamental que los fenomenólo-
·. l.2.@.cos o cronológicos a los g ue el paciente está sin cesar tenta- gos más convencidos oponen al psicologismo, es d ecir , a una
d Q___9e. volver. Me referí antes al hecho de que al paciente (a r educción a lo subjetivo puro: si es preciso reducir los hechos
Fr.eud también, en cierta manera) le resulta poco creíble expli- y, en lugar de ellos, describir las intencionalidades, y bien, los
c~r. · un . hecho por un acontecimiento que s~ produjo después hechos psíquicos, los hechos psicológicos tienen que se r redu-
. d,e aquel; pé!o es evidente que aquí la intervención del analis- cidos lo mismo que los hechos físicos. La reducción no es una.
ta p _u ede ser particularmente fecunda si muestra que cierta aso- reducción de lo físico a 10 psicológico. Proposición que se in-
ciadón rel~c_ionada con un acontecimiento posterior al sueño vierte porque, si es preciso tener en cuenta la menc ión inten -

128 129
cional, también es preciso respetarla en el caso de los hechos
psíquicos. dos por la situac ión analítica, para decir que este límite 11 0 p l:l
Si fuera necesario hablar de «reducción analítica .. sería, en sa, a pesar de las apariencias, entre los polos d e lo real y lo
todo caso, en un sentido muy diferente. El análisis es ingenuo ficticio. La relación real/ficticio en el análisis no es de .oposi -
frente a las distinciones de lo real y lo imaginario. Es de un ción ni de exclusión. Se trata de una relativización d e su opo-
realismo ingenuo que n.o se preocupa por descripcio1ws finas sición, que lleva el único propósito de descubrir sus movimie rl-
a cerca de la realidad, la fantasía, y sus jtwgos recíprocos. Es tos de gravitaci<ín en torno de un tercer dominio: e l de la reali -·
posible conducir un análisis sin presupuesto alguno fundamen - dad psíquica.
tal acerca de estas categorías ..La suspensión que el análisis ope - Y esto nos introduce e n el segundo círcu,[o que e.$ preciso
ra e s puramente metodológica . No supone ningún juicfo , nin - ¡><m.er en cuestü5n: gravitación , encadenamientos,. cadenas aso~
g una voluntad de asiimlar, ni de comparar, f"ilosóficamente u ciativas, ¿,por qué no reducirlos, como se hace corrientemente.
ontológicamente, las categorías de lo real y de lo imaginai·io . en nuestros días, a ese tercer dominio que permitiría sohr.epa-· :
Los remito sobre este punto al realismo ingenuo perfectam<:>n- sa1· la oposición de lo real y de lo imaginario -'-me refiero al .
te e xpresado por F·r eucl en una carta famosa a ,Juliette Favez- lenguaje y a la teoría que pretendé ·
Boutonier:1'4 el análisis lo e s tocio menos un idealismo y, c·on R1·:1Hl('ctoN que, puesto que el análisis está den-
mayor razón, lo es todo menos un idealismo psicológico . ~e prn- l>E LA <"lll{A tro del lenguaje, no sería rnás <riw. ·
pone traer a la luz lo quese puede describir , tanto en esto real
corno en esta}antasÍa, Como movimientos de fj_l'llVitacú)u CO !l!.;:. .
pJejos en t;;;::¡¡,Q(JRC'entros de atracci6n hu·om·ümtes. Es una
tl AL L1·:'.'IW'A.1E lenguaje-? Primado de la _palabra y
d e l lenguaje inaugurado por Lacan eri
su hi<•n c·onocido «Inform e d t~ Roma», y después en toda la serie
e~erieñeíaenqueeTañºaiista:r)o;:-~~~t-Wti-"~°j;-~c ít'fc·a <le <'s - d<' sus elaboraciones. El análisis es una relación de palabra: ·
c ucha, desempeña una función a la qµe llamo, a faltad<> d<•sig- eso ('s <•vid<•nt<• desde su comienzo y era bueno que ~e.lo recc;r-
nación m ejor, «agógica»: una función de guía -pan1 no <il'cir· dara . Es <•vid<•nte desde qu e la primera paciente pre-analítica,
de iniciación, lo que tendría un relente místic o- t:'S<'ncial. la d<• Bn•u<•r, habló d e cura-por-el-habla, la talking cure; es
En fin , sospechamos que esta suspensión analítica re spon - <•vidt•nt<• en la regla que e nunciamos al comienzo mismo de la
d e a condiciones económicas precisas, q_quellas, justame nte , qu<' cura, que <'s la regla de deci rlo todo. Un «decirlo todo» cuyos
permiten poner fuera de ju e go un sistema de fu e rzas psíquicas aspe<·t.os inquisitorios o p e rsecutorios posibles no han sido se.-
,, a los fines de favorecer, d e hace r emerger o prevalece r otro. ñalados sino sólo muy recientementeY"
l\ JA este aspecto económico de la atención igualmente flotantP
\ • ser ef ieren aquellas in~'iüñesae-:clestacado» . que 111(~1 -
Decirlo todo; si lo enunciamos, ¿formulamos con ello un «no

l Si~mé an~s,
j; y cuyo objetivo sólo se compr·ende por conside i7
hacer más que decir»? Esta es evidentemente la línea recta de l
pensamiento lacaniano, y aun de un pensamiento moderno más
l ! ~i.2~~~ilino_d.e....f!Jrna:"· --- vasto que el lacanismo . Freud no ha formulado a sí e sta regla .
,. Pero la fórmula tiene un interés innegable porque propone una
numJa ·nersü5n d e l lím:ite d e l círculo o de la c ubeta psicoanalí-
tica: excluye del análisis todo lo que sea -pero nuestras fór -
5 de febrero de 1980 mulas se vuelven aquí indecisas- ¿no lenguaje? , ¿ no palabra'? ,
¿no decir? ¿Qué es lo importante en este «no hacer más qu e
decir»?; ¿,qué quiere decir (si me atrevo a dec irlo así) ese decir?
¿Qué ha excluido'? ¿Tal vez el acto? ¿,Tal vez ese no decir es
Nos hemos detenido largamente en esta cuestión de la n~a­ esencialmente el actuar, Jo que nos llevaría directamente a l
lidad , en su relación con los límites progresivamente instaura- problema del «<U:ting-ou.t»? O bien, ¿tal vez la comunicación
no verbal es la que debe quedar excluida? ¿Toda comunicación
4
li Reproducida en Bulletin de la .'>ocü!té Pr<1ur¡<1ise de Phüriso¡>llÜ', afio
49, n ° 1, e n e ro-marzo de 19!)!), págs. :3-4. Citada por Paul-Laurent Assoun, i;r. Cf. G. Hosolato, ><Le non -dit.u, en La. rela/.i1n1 d'h1 co nn u., París: (iü -
Freucl. La philosophie et l es philoso¡>hes, París: PUF, 1976, pág. 24. · llirnard, 1!)78, págs. 211-:3(). [Ed. en ('astellano: L<1 rela.<:üín dt' dt's'·,,rwci·
do, Bareelona: l'('l.rel, 1981.]

130
. ·'
13 1
110 v11 d111l 0 111.r•rt {) 11 o l 110 <ftidr'! 1~11 rc1-1umcn: e n el •no hacer de
~ -
organización
---- -· . . , . ,_ inconci'e . .,. . . -d~'' fragmcnt,os
.._ . .nfo:r . . -.r.-·-·· . , de. ' 1,~i:;<·<
1
' 11aw
0
. , 11 - <11-
111 i'IM q11 () d ü<.Jh'», ¿ lo primordia l es la forma lenguajera o verbal in.9.iciosJ de huellas o incluso d e concreciones q u e llamamos ima-
d el d ecir, o es e l hecho de la comunicación, ineluso ya la inten- gós, ca~acterizadas justamente por el rela,jamiento de las rela-
ión de comunicar? ciones instituidas en guión escénico. Comoquiera que sea res-
El problema del lenguaje en la cura pecto de estos ·significantes-cosa, lo importante es aquello en
EL INCONCIENTE remite evidentemente a una concep- (¡?leñan dever1.1:do a consecuencia .de ese movimiento q ue los
Y EL LENGUAJE ción del inconciente en su relación con ha llevado a lo inaccesible. Aquello que han pe~dido en ese
el lenguaje. En la medida en que se movimiento de la represróñ"originana sonaos propiedades que,
piensa .que el inconciente, en el lenguaje, está «como en su ca- c!erfamenfr, 1hao unidas.:....p...v..r...u.o_a parte, s-u..f!:.'f!!!!i:Ura referen-
sa.. , lo estaría también en la cura: la prioridad concedida l1;l len- cúil -en lo sucesivo no están referidos a otracosa-que a ellos
guaje no sería más que otra manera de dar prioridad al incon- ~;mos, mientr·as que los significantes no inconcientes se abren
ciente. Ustedes conocen la famosa fórmula: •el inconoiente es- obligatoriamente sobre una referencia-; ,.eor otra parte, en el
1
tá · estructurado como un lenguaje». Sin embargo, a pesar de .1 mismo movimiento, su apertura de comu.rlicacion. L.o que po
la aparente unidad de la escuela lacaniana y de su agrupamiento 11' oemos supon ~ r acerca de los significantes mconclentes, por lo "
generalizado en torno de esta fórmula, la manera de entender- i ~anto, es que están cerrados sobre ellos.mis.m.o~, l~ c¡ue consti-
la es en extremo diversa. Para mostrar esas diferencias y sobre tuye precisamente su carácter enigmático .Y su carácter trau-
todo para que se manifieste la manera que me parece más co- 1
mat1zante, su earacter atacante; es lo que llamamos el ataquP
rrecta de situarse con relación a ese «estructurado como un len- del ello o Pl ataque del yo por el elfo, 6 tambi' lo ,q ue designa-
guaje», puede ser cómodo distinguir, dentro del aspecto •lengua- 1 n'los, con un vfo.10 térmºiño freudiano, como io inconciliable·;-]
jero», lo que podríamos denominar los contenidos, por una par- Que, entre esos indicios, esos significantes trasforma os en rea ·
te, y las estructuras, por la otra. ¿Son lidad psíquica, haya significantes verbales, es decir fragme ;;--
Los CONTENIDOS lenguajeros los contenidos del incon- bos del lenguaje en el sentido propio y restringido de este tf'r- M

ciente? ¿Son signos lingüísticos, o sig- ~mo: ¿.por que no'? \ffi>aQ'üi, guiándo~os .P.°r el análisis d7~'1.
nificantes lingüísticos? Desde luego que, también en este caso, sueno, podemos sostener esto: _que l~>s s1gmf1cantes \(erhales,
es fátuo pretender pronunciarse sobr~ un inconciente al que los fragmentos de palabra que encontramos _allí no remiten al
sólo nos aproximamos, en el mejor de los casos, en todo análi- sistema lingüístico, es decir al .contorno de un código lingüísti-
sis (no solamente en la cura sino en la manera en que la teoría .., - ··"-- ' -- · --- L--~--'---· '---Itratados, sin duda) como sig-
. procura da~ razón de él), un inconciente al que de todas mane- nificanteS- no verbale . En eTsueñó;\ifirma Freud; las palabras
·ras ·uno aprehende ciertamente mejor por el atajo de su fun- Rrü'ñunciadas nos rem1 hr!rrtuación en que han·s1do pro-
'. cfo:nani.1ento que por el de sus contenidos. Señalada así esta nunciadas; son fragmentos de la escena_y no pnontariament.e
·fatuidad de querer decir: •hay esto en el inconciente» -inclu- _eíementos de un código lingüístico. Y bie~ , si ya el sueño nos
so si pensamos que el inconciente supone •est<;>S.»-, recordaré enseña estO, ~on mayor razón podemos pensar que los signifi-
· ráp~darrrent.e la posición freudiana, la de las Vorstellungen, es cantes 'verbales, en el inconciente, sustraídos de la sit-µación
.de'cir las representaciones, y sobre todo de las representaciones- de comunicación enigmática en que fueron percibidos en la i~­
.·· ·cosa, Sa.chvorstelluñgen. Podemos interpretar, sin duda que ha- fancia, no tienen como tales ningún primado por relación a otros
.. ciendo sufrir una infiexión a Freud, pero esto ciertamente no -( significantes, por relación a .elementos de la comunicación ri.o ,
· · · es 'una traiéión, y situar esas Vorstellungen del lado de signifi- verbal.

r cantes. Entonces, •<en el inconciente•>, habría significantes, sig-


nificantes-cosa; ¿qué quiere decir esto si no, precisamente,
J significantes no verbalés? Para Freud, en el inconciente hay ,,,,.
~Ji._)o esenciaf escena::;_¡ .~scenas reales ;-::ful)tasmast guiones es- ~
~n cuanto al primaclo de los significantes verbales en el in- _
conc1ente, Lacan no lo sostuvo hasta el extremo. Y resulta
interesante mencionar a uno de sus discípulos, con el cual
frecuentemente yo estoy de acuerdo: me refiero a Lec.Jaire. A
"1.cénicos;. personalmente me inclinaría más bien a hablª1:._~n Leclaire y su famoso análisis del Hombre del Unicornio, que
...: ¡·~ ·l.~~<l_a:e:n...qu~e~g_~~" está relativamente dem:i-
.: ll ·s~,Q_~!_gamzaQ2..J?.ara !<?. g,!!g_.§..JJROne~c~rca de_la ~usenga füi ~e .~~ comparar con «vid~o-clipsn.

: . .. )3~
133
.. . .
desemboca en algo que parece en efecto, ser.el tipo del signifi- último d e l in con c ic ntc, Hi no dnra 1.1w11l.v <·0 111 0 111 11 1 1111t,c • 1\ lt 1111 11
cante de origeffverbal, el famoso «poordjeli»,67 ·que reaparece (se podría d ecir) «re presenLación » d e lo q11 c t'H d t'HlJ.{ 1111do 1< 1'<·
e n varios de sus textos. Y bien, lo teorizado aquí por Leclaire presentante ·inconciente» . Ustedes v e n q u e tambi é n aq u f t<.•111•
es sin duda "lo que se podría llamar pri- mos algo muy cercano a la importancia que me inclino a a<.:OI'·
LE c 1:AmE mado de la letra, y también, en otros dar al recuerdo-pantalla . La fórmula «poordjeli» mit:na a l pr:o.-
Y su SECUENCIA términos, la marca de la letra sobre el ceso primari<), que funciona a la inversa de todo" l e ng u u,je
l''ONATOHIA cuerpo . Uno piensa evidentemente en c odificado; el «poordjeli» remite a cadenas asociativas, las inás
una letra marcada a fuego. Y no es por diversas, pero en manera al,guna a un código . Y, contrariamen- · ·
lo demás un azar que este aspecto de la herencia lacaniana se te, encontrarán ustedes .'.e n Le cfaire, en su aparente lacanisc
d e signe a sí mismo como teoría· de la letra y no como teoría mo, fónnulas muy despreciativas hacia el lenguaje -digamos:
d e la palabra, como teoría de la inscripción y no como teoría de todos los días-, aque l que precisamente está estructurado.
de la alocución, como teoría del lenguaje escrito, y hasta redu- Todo lenguaje de palabras, nos dice, es «potencia colonizad<>-·
c ido a elementos literales, y no como teoría del lenguaje comu- ra» del inconciente. Así , para concluir con r:especto a . esta eta:
ni cado y habladH. pa vocal que Leclafre descubre en algunos casos en e l análisis, · ·
Algunos apuntamientos sobre ese «poordjeli», que debo con- en realidad proporciona la contraprueba de la concepción len-
siderar conocido por ustedes, sin recordar los detalles del aná- gua.jera del inconcie nte. Si e n algunos .casos el análisÍi> 'd escu.
lis is del Hombre del Unicornio . En primer lugar, el punto de hre secu e ncias fonatorias 1 secuencias de aspecto'. lengi.wje rn-~·
lle gada , la reconstrucción de esta secuencia vocal, «poordjeli», e s fas, como lOhii"ñi.ostrado Freud, estáñ po-r:-en'te r(> s01;nefídas
e n su pureza fonatoria, es en definitiva algo singular, un apa:x: a ..·1a~
~
·1,"'e.s <pw rig~s representaciones-cos~~_....... :- E'r{-~l' -incon-
.....,__,...
·· :
c¿i ~Dte 1 dice Freud .-y Leclaire en esto no p ~~;i.E::,X....Slll.(->
en el propio Leclair.e . En diversos análisis acerca de los cuales
Leclaire informa, está fuera de duda que, en cada ocasión, lle- freUCITano-, Jas represe n~laoraso n tr:;i.tadas como~ ·
ga a descubrir una secuencia de esa índole; pero, en los otros re p resentaciorte'S""'0 -
a nalistas: si en algunos casos un vocablo de esa índole puede Esto nos conduce al segundo aspecto del lenguaje, no ya
parecer que concentra en sí una serie de cadenas asociativas , e l d e los contenidos, sino e l de la estructura, que debería per-
no s e lo podría convertir en el modelo~ del análisis, y tampoco mitirnos someter a prueba más riguro-
e n una etapa corriente de todo análisis . LAs EsT1rncnmAs samente la famosa fórmula lacaniana.
Segundo apuntamiento: ese «poordjeli» no es ni una palabra En este punto me veo obligado a remi-
de la lengua común, ni una frase, ni nada que se pueda enten- tirlos pura_ y simplemente a mi curso de hace dos -años acerca
der por relación al sistema ordenado del lenguaje; nada que del inconcienté 8 y a la reanudación parcial y ciertamente no
esté referido directamente al lenguaje com~ código y como sin- definitiva de esta cuestión, para limitarme a indicar algunas
t axis . 'Es un neologismo que condensa fonemas, cada uno de conclusiones. Por una parte , el lenguaje mismo no está erfec-
los cuales es el elemento de partida de tina pista hacia un de- tamente estructura o, o tam ien, os enguajes se superpon~
seo. En cierto modo se podría decir que «poordjeli» es otra ver- "se ún senes en las que se 1na de lo menos a Io mas estructura-
sión de lo que Freud desentrañó en el recuerdo-pantalla. do . El modelo de un enguaJe per ec amente estructura o sólo
Tercer apuntamiento: esta «fórmula encantatoria», para re- püéio ser un modelo parcial, aquel precisamente que la lingüís-
tomar el término mismo de Leclaire, sólo encuentra su subsis- tica «estructural» quiso instaurar, con Saussure, y después con
tencia, según él, en aquello de lo cual es la representación y Jakobson; este modelo estructural, en que cada elemento en-
que es explícitamente concebido como extralingüístico. Quie- cuentra su lµgar dentro de un cuadro de oposiciones, está fun- J
ro decir que nunca el «poordjeli» es dado como el contenido dado, como ustedes saben, ante todo en el nivel fonológico;..~.
Es en la fonología donde observamos mejor, en las oposiciones
de los fonemas , lo que sirve de paradigma al estructuralismo.
7
c; Cf. J . Laplanche y S. Leclaire , «El inconciente, un estudio psicoana-
lític o" (1961), republicado en Problemáticas IV, El inconC'iente y e l e llo , hH «La referencia al inconcicntc», en Proi>le1ntítú·a.'i IV, El i11án1.c ieu te
Bu e nos Aires: Amorrortu editores, 1987, y S. Leclaire, Psychannlyser, P a-
r ís: Seuil, 1968, págs. 97-117 . y el e llo, op. cil .

134 135
1.:!1ro_ ~>8 h 11~~~~ 1~ h~1<~H ~tH ' 11 atun .i.le:-1, 11 1.m ca están
Mino hn pcrfcctnm cntc c~ tru ct urad os , con v a riaciones cons ide - - m etáfo ra q u e por otra parte es de Frcud- de la qu e podr1n
rables de u~o a otro . Mi segunda tesis, en aquel texto, era que rnos trae r a la luz e l c ódigo y la estruc tura, q u e ser ían se m c.jan
e l in concie nte no conserva precisamente un elemento;cde es::' tes a los de los lenguajes contemporáneos , los le nguajes no ol-
tru e.t ura que es fundamental en todo lenguaje codifica,do: lo- vida~os. Digo que esta idea de un Ursprache olvi&.ado se pres-
q iiese-Ilarna 1a- oP-ósiCíóñ ae los varOres.Eñ todo código, ~ · ta a confusión porque la repi:esión, er:i todo caso· la represi6n
Í s-ignificante (una-palabra, o una raíz, o una desinencia) sólo
1 conserva su empleo estable por su posición dentro de series
\tt originaria, es mucho más que -un olvido. No obstante _ciertos
m·o delos iniciales de Freud, .en los que él se funda en la expe-
. . J; ?e oposiciones y d~ sustit._uciones posibles. P~o si tenemos la riencia de las histéricas para describir la represió n corno una r;i_C . r·
.. · idea de que en el mconciente no hay negacion, que precisa- simple forma del olvido, una caída fuera de la conciencia, ne- ,1--..
~~
. ~~nte l~.2~t,~ni<!2'.?_ !..I)_Co~~!_~p.J;~~pe:r:sl_~~E~-!:!!!2..üunto a ot.r_g; cesariamente J l,!)O se ve conducido a adoptar una perspecti_x,a ' Jv- '
j -aun si para nosotros son contradictorios- sin_contradecirse , umy diferente en el intento de describir las represiones const,k
\ sin excluirse, si~~'!stituirs~~--ª otros . . . y ~. si no exi§- __ tutivas del jnconciente y no ya los olvfüos sintomáticos ~ ses::-·--.,,
-:- te--e11 el iñ conciente nada que se asemeje a la negaciónJ_.IillL ~undarios. Las represiones originariás no pueden concebirse sÍ!l_oC~ j,~
esomísmo- se descalifica la idea de una estructuración del in- como una mutacion profunda de ciertos significantes. Signifi- ~>"\
concieñteen ºüruiserié- ~oposicio-n.es·. -Ios significante s que ... cantes que h an d evenid o enigñí:tti"cas-por:-e-rrrecño mismb de ~ 1 u:?',)~­
fl~ñeaícfo--aITí, '"-reprimidos (reprimidos originariamente), per- q u e fueron intro.!:lÜ:c1d os e n ~lITiñu-de-nrarrera-eTiimrrá1'."iC~ . "".r: '\
q u e suponen más sentido del que puede au.r_e.b@$iér...el...n~; '1-~,J·
manecen aislados, prosiguen su existencia cada uno por sí mis-
mo; por eso señalaba hace un rato que aun la idea de fantasma significantes traumatizantes, ~rtifica~~r:!9..lJ~tªg_Q§,¿¡:L·~--
i~-conciente ial vez supone demasiada organización por rela- do s; significantes clivad os además, es decir reducidos, por e l
ción a esas iñiagos. I:oSSígnificante~ , en la m~dida en que se t\;'cho mismo de que están interiorizados, a sus aspectos más
to.s...ri1.u.:d~wa.x: déntrn del ipcooclente JW constituyen allí e~xcitantes y tal ve_z m ás mortífero~>. ~ ·
. nada que se parezca a una estructura de código. Rémiten sóf;:
¡ ¡ a_$ llos mismos o , tal v e z, por una suerte aé reminiscénCia vag;;_ Volvamos sobre la relación entre los aspe ctos significantes·

l{ pero gue e nin _una manera e_s recue r o, a acontecimiento


. • 1 l:ti.s.tm:i,~Q gel que están extraídos.

· l)e modo que, pára tomar uña posición clara respecto de


del inconciente y, por otra parte, el carác ter lenguajero d e la
situación analítica, impue sto por su misma regla. Una vez cla -
rificada 'nuestra concepción del inconciente, la r e lación entre
la fórmula de Lacan, en un sentido -opino- que es un retor- ambos no es en absoluto del orden d e
• • ·: '1 • nb" ál .descubrimiento de base de freud, por mi parte prefiero INCONCIENTE una connaturalidad en el seno del len-
. ; .: ~ · : .enu~ciar las· cosás así: «el inconciente es un corno-un-lenguaje, Y LENGUA.JE guaje verbal y estructurado, como lo
·.· ; .· · · · no-estructurado». Esta fórmu ia"Vale EN LA C URA querrían los lacanianos . Con mayor ra-
por lo que vale. Vale para dar a enten- zón cuando esta teoría lacaniana de;-
. der, por el «Corno-un-lenguaje•>, que el semboca en privilegiar -en la práctica de la cura- los ~spec­
.inconciente está en efecto hecho de tos «transindividuales» de ese lenguaje verbal. Un análisis fun-

.n. i · elementos significantes, pero no necesariamente ni primaria-


m~nte Üngüíst;icos; y para recordar, por $ 1 •no-estructurado» ,
1·que pi:-e.. ci~~~J:alta_12_qu.!...cc;_>nstituye lo esencial_,~~!_odo
dado en los aspectos «transindividuales», eso es en efecto Jo
que algunos, siguiendo al propio Lacan, preconizan suponien-
do que el ificonciente se encue ntra por ejemplo en un texto ,
l
· · , ~gfilijg, es d~ir, las nociones Cfe oposición y de •vafür,, . A me-
··'" nudo s~ ha dicho, y mucho antes de Lacan, que el inconciente
hablando del inconciente de un texto, del inconciente de una
lengua, El inconciente de una lengua ·sería su t e soro oculto.
· · .er~vun .«lengilaje .olvidado». 6 9 Esto es a la vez verdadero y fa- Es evidente que una lengua tiene un tesoro oculto .de metáfo-
l;z., porque rios instala en la metáfora de una lengua primitiva ras y de metonimias latentes; su tesoro infinito o indefinido
de juegos de palabras, equívocos por homonimia y por permu-
tación de fonemas . Pero, ¿todo lo que está en la lengua está
fill Gf. Erich Fromm, TheforgoUe n language , trad . fr . Le langage 0 ·1,1,bl'ié,
París; Payot, 1953. por eso en el inconciente? Diré que .e ste análisi~ llamado «del
significante», fundado únicamente en los juegos indefinidos pro-

136.
13 7
d e la c ura ser á, e n lo e sen c ial, e l le vanlaml c u to <..lo u1 m iu 1111 1
r~uestos por la lengu sia. Esta es una problemática esen c ia l del pen :;amie n to frc u ·
¡ tre . En nconciente utiliza ntre otros recursos; los del lengúa- diano: ;;'se p uede hacer volver lo inconcieñfo «e n per son a»? Si
!, j e ,-pero sigue siendo un mconeiente puramente individual, im~­ e-- . - - ...- -
' la represión es pura y simple m e nte o l-
' pr e visible. Utiliza el lenguaje exactamente como utiliza los LENGUAJE Y vido, ¿por qué no? . . . ¿O bien la ~l,lra . \
-".-;.ecursos exp resivo_s del cuerpo en el síntoma cor2o@t.'-Co que RECONOCIMIENTO tiene por efecto producir, de este in-
s·e quiere significar con «Complacencia somática», sornatisches DE LO INCONCIENTE conciente, una suerte de im~gen o tal
Entgegenkommen (un «ir al encuentro de», una «Connive ncüa») vez de analogon lenguajero, exacta-
e s sin duda el hecho de que e l cuerpo , por ejemplo en la histe - mente como el «poordjeli» de Leclaire? En la evolución de esta - . . ..
ria , sale al encuentro del inconciente proporcionándole puntos problemática, recuerdo una posición~media, aqu. e.lla a la {.-;~'\¿ t•.tÍ,: ·
d e abrochamiento, líneas de eventual debilidad, planos de cli- que Freud adhiere en sus escritos d~ ~l re.cQ.[l.ocimiento \--t::;J ;. . . ·
vaje donde et inconciente pod'rá traducirse en síntoma. Y bien ,
a e sta idea de una complacencia o d e una c onnivencia se la
de lo inconciente, die Agnoszi(3rung des Unbewusste.n, ~~s ·'. ·· ·
ni una manera de hacer volver milagrosamente el r.ecuer'do." a ·
pue de utilizar también, como el propio Freud lo ha hecho ()Ca - la conciencia; tal cual, ni una pura const~ucción ~rbaL La]or=·- ·
sionalmente , a propósito d e l lenguaje; 711 la re lación e nt're e l mula:ción de 1915, bien conocida, asocia las dos, cosas: el in.:..
le nguaje y e l inconciente e s finalm e nte del mismo orde n , el conciente no incluye mas que representaciones-cosa..~~.
d e una complacencia, solicitud o venida al e n c uentro: e l le n - t o que el conciente-preconc1ertte asocia, cada vez, una re-
gu aj e proporciona él mismo s us puntos de abroc hamie nto, sus presentación-cosa y una representació n -palab ra . El. lengua-.·
planos de clivaje, sus líneas de fuerza o de· d e bilidad por donde j~, la representació~ vex;bal sería un:i, suerteaer ed. para .ir ·'.1.
e l inconciente se pue de expre sar, lo que no quiere d ecir quP ~a pesca d el mconc1ente, pero tamfoen es aquí donde es.t a
todos esos recursos sean utilizados igualmente o aun se an, d e metáfora toma además otro· sentido- , pero sobre todo , par~
¡·'\ j d erecho, igualmente utiÚzable s -. El, inconcie nte utiliza la solici- mantener el pez~inc~iente en la su erficie. Una red es algo
\ ·1tud del len&uaje, pero nunca por ella misma , sie mpre como pa- teJ b1'n:frnltas-; se trata de tejer .el tnconciente en u~~ev~( .c" .Jr
V,¡ saj e hacia otra cosa. Es la noc ión de l«puente s verbale s1 CWorl- tejido coajuntivo, lo que Freua , en otros fe xfos, If;:i'ñ\aelab~- i)
brücke), propuesta por Freud, que sig,níl'rca .1ustamente q~~l c~ón asociativa o perlaboración (Durcharbeiten). En realidad, /,
l ~ ngu.aje sirve para pasar sin c esar a otra cosa.~a él !!!.!:~ a pesar de todos los fracasos del levantamiento de la amnesia, 1

,.,.-El analista .(tal vez~autoriza sólo d e sde él mismo», esta e s hacer volver lo inconciente en persona sigue siendo el ideall
~na cues tión importante; p e ro en todo caso se debe de 'c:i.r....9.ii '' para Freud; no obstante, el acento se po~drá cada vez más sol.
e l analista que se permite sin reserva todos los juegos de pala- bre este as2ecto de construcción· y de perlaboracion. l
~
'~-
}'"'" ,, .... -~~
;:::,/~·
1 braS{iüeie proporciona e n enguaj e , sin -ningl}n.Ju IJ_<;ifüli~fft<í
e n fas asociac10nes ae l analizado, sólo...!§.e a u.t.orii;3.!L-d.es.d .e_s ú_
El lenguaje -y esta vez llegamos alas CoñcépClones más
contemporaneas, aun si se esbozan ya en Freud- no es ni una
p ropio inconciente y sus propios complejos. trjiducción de lo inconciente ni simElemente un medig__de..ha:-
~ - ¿En qué se funda la relación entre los significante s olvida, cerlo volver o aun ae asirlo. Ni.L.tampoco, como lo quiere Le-
d os del inconciente y el lenguaje de la cura? ¿Acaso en la nece- cla ire, es necesariamente un medio de colonizarlo. Ño toaoTen.:
sidad de la rememoración? ¿El lenguaje de la cura sirve e sen- g üaje es colonizad or, salvo quizá s elknguaje de la lógica y del
c ialmente para provocar y para «sustentar» la rememoración? sistema: pienso sobre todo en ese código particularmente colo-"
E:.n.~ierto _ modo, la idea de rememoración ~~ncial para Freud . nizador que es el de la castración, lo que he designádo «lógica l
P e ro esta es .una conce ru;!Q.n_q.ue_i:.e.Q.uc~-,:_~n-c~r.t&...mrui.u,Ja_ ." fálica». En la cura, el lenguaje posee, por relación a los signifh 1
~~resión a un olvido simple y puro, ~ue, en el término in- cantes inc;:oncientes excluidos, una doble función, qúe va di- 1.
c onciente, privilegia su sentido etimológico: el hecho de estar / ~ ~ rectamente en sentido contrario de· lo ,-
sustraído (pasiva o activamente) de la conciencia. En la medi- ' ColViuN1cAc10N, que es el movimiento de represión y :
d a e n que la represión se conc ibe como mero olvido, el proceso \.
s1MBOLIZACION . de constitución del inconciente: una j
· función de apertura a la comunicación li ·
7 ii Lo ha se ñalado Fran<;ois Ganthéret, «Le pouvoir des racines«, No11 ·
- en tanto que el inconciente, por definición, es cerrazón- , ~
velle Rev'Ue d e Psychanalyse, nº 8, otoño d e 197:3; Po'Uvoirs, pág. !18.

139
138
q11 c uo CH otra c osa que la función misma de la trasferencia. difícil y fecunda, Discurso, figura,7 1 hay, e n e l ticno d el tfüi·
',,(' Y.!. por otra par!e, una función de s).mboliz,&;j.s:fü\ que se__puede curso, una trascendencia que lo lleva directamente a compare·
1
......, ~il.!.!Lcomo el hecho de hacer entrar en conjuntos relaciona- cer ante un referente, que le hace, ya, un gesto; una pote ncia
les más vastos, más flexibles también, más abiertos, lo que es- que lleva más exactamente todavía, diría yo, a los dos interlo-
taba. encerradoen los ciclos rígidos. del fantasma, aun lo que cutores ante un referente. En esta medida, todo discurso es
j e~~aba ~~~~ido d~_joda rel-ª:fión,~Q.!!19 se jQ__nuede SUQOn~xn· gesto, al mismo tiempo que está hecho de elementos de códi-
·1 l d~J!J.§.J!Ilagos !QáS_Iff.i.!!ütJ.yas__, ~sta doble tarea, de .comunica- gb; todo discurso es gesto de indicación y de designación. ¿Gesto
: 11 c.ión y de simbolización, es evidentemente imposible, asintóti- en el análisis? Y bien, el discurso del paciente que nos remite
--- - - - - - - ···
:. c~-~!l_!odo caso 1.._2.2!_!_elación al núc¿leo duro y último. por ejemplo al cuadro que tiene ante los ojos es un gesto de
P~ro lo que hoy nos importa no es la imposibilidad de ago- designación; o el que nos remite ala persona que él encontró
tar ese trabajo, de «tejer,, un inconciente que es por definición en la escalera; o el que nos remite al sueño que tuvo la noche
lo que no se deja tejer. Lo que nos retiene es el aspecto pres- anterior, o también al lapsus que cometió hace una semana.
criptivo del análisis: ¿en qué se prescribe este, y se traza , se Porque el sueño no se podría reducir al texto de su guión escé1-
delimita un campo? Una vez explicitada esta tarea, en el domi- nico ni al solo relato del sueño; relato del sueño que Freud ,
nio del lenguaje -tarea de comunicación y tarea de simbo- por otra parte, ha designado con el término de «elaboración
lización·-, la regla del decir va a tomar. un sentido, en mi secu:r:i.daria», para destacar su función defensiva o, como lo di-
opil'.l.ión, nuevo: a la vez riguroso y más flexible. El «no hace1· ría Leclaire, su función colonizadora. ,.._,
más que decir,, no puede ser entendido como una limitación El ülealis-rrw l'ir1güfst'ico, promovido
estricta y rígida al lenguaje verbal. Lo que nos importa en el EL ll>EALISM<> bajo el nombre de «análisis del signifi-
«no hacer más que decir,, o en el «no interesarse más que en LIN(;i'J1sTwo cante,,, se desbarata en confusión .si
lo que es decir,,, ..es precisamente el decjr como destjnación y EN I>EHHoTA quiere mantenerse más de unos pocos
.el decir como capacidad de simbolizacióQ. Este decir, incluso segundos sin recuperar f uerzas en el
en el análisis, no pasa exactamente por el límite entre lo ver- suelo de las significaciones. No existe análisis puro del signifi-
t · bal y lo no verbal. Del mismo modo, el acting-out no pasa de cante . El ejemplo del lapsus, con el cual terminaré hoy , basta
\\ manera estricta por el·gesto. Una palahra, ciertas palabras pue- para descalificar este idealismo. Un sujeto cuent a en análisis
¡ l den s~r acting-out, justamente cuando son palabras excluidas un lapsus que cometió la víspera: pronunció «materialismo his-
v 1.1 del decir. A la inversa, no hay ninguna razón para limitarse térico,, por «materialismo histórico». Nos cuenta entonces ese
· · estrictamente. al código verbal en lo que se toma en cuenta en lapsus: es evidente que su relato es impecable en los planos
. . . · el ·análisis. En una ocasión anterior indiqué este aspecto de la lógico y lingüístico, que en su discurso actual no hay trazas de
· · ·. rev.oludón k}éinfana que hacía ent;rar en consideracióñ el jue- falla ni de trabucamiento. Y lo que analizamos, cuando anali-
go .. El.jµego, en el análisü~ de niños, es plenamente un decir zamos el relato de un lapsus, es el lapsus mismo y no el relato.
¡ en la medida en que es destinación y simbolización. La función El relato de un lapsus no es un lapsus, y sin embargo el análisis
d€l lenguaje .verbal· por relación al juego del niño es expandirlo del lapsus contado,-como por otra parte el análisis de los actos
. como tal, proporcionarle un relanzamiento, y no cegarlo. De fallidos contados en el análisis -y que, como relatos, no son
igual modo, esta vez en el análisis de adultos, los límites del actos· fallidos- forma innegablemente parte del análisis. Y al
lenguaj~ verbal, de la verbalización, sólo groseramente recu - la inversa, para volver sobre la distinción del decir y del ha- \
'bren. los límites del decir. que, en verdad, son los únicos que blar, diré que un'lapsus cometido en el.análisis, en la medida <.,_~· .-
importan. Indicaré algunos lugares en que los dos no se super- e:h que hubiera pasado absolutamente inadvertido, en que jus- ", , /
ponen. Eri el lenguaje mismo hay rasgos no verbales, en el sen- tamente estuviera excluido del decir, es dudoso q ue ese lapsus 1 "'
. · tid0 en que justamente no están recogidos en el código lingüís- deba ser recogida.
. . tiCo: lo que se llama los rasgos prosódicos en el lenguaje ver-
.. bal, fa entonaCión, la redundancia, el estilo, son o pueden ser
·decires, destinaciones, por Iriás que estén fuera del código. Más 71 · .Jean-Fran~ois Lyotard, Discours, fi_gure, París·: Klincksieck, HJ74

profundamente todavía, como lo muestra Lyotard en su obra [Ed. en· castellano: Discurso, fi_gura, Barcelona: Gustavo Giii, 1874.]
,• . . .
.. .
. : . 140 141
' l '1•11c'lll01t q111 • d c•l • 'l l c'l Ji o M 11 q11 I l lc • lo
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111·: <' IN 'I'<• claln1 c u t.t' p a ra 1·od(•ar la sl t.u ad<'>n ana La Hitu u.d6 t1 pHkw u m,Ul,lc·n : lo
lít ica, la c ube ta, h e mo::; inte ntado JH'e - d escrip t iv o y lo pres<.:d p tivo
<.:ba r d os: e l qu e s e funda e n las cate gorías d e lo 1·eal, d e lo
imaginario y de la r e alidad psíquica, y el recinto que apela a
la distinción del decir y del no decir, aun si ~l decir es a veces . ..
n o lenguajero (es el sentido de lo que he querido indicar hoy)
y si , a la inversa, el no decir, incluso el actuar, pueden ser ver-
b ale s. Nos quedaba por describir el tercer recinto, el que me
p arece capital y que marca -o tal vez incluso recrea- la dis-
tinc ión o, como se dice, el «Corte .. , d e lo sexual y de lo no se - 18 de noviembre de 1980
x ual , o de lo sexual y de lo adaptativo. Será para otra vez .

El curso de este año, acerca de la «situación psicoanalíti~


ca», prolonga directamente mi enseñanza de 1979~80, en la que
introduje el tema del «psicoanalista y su cubeta». Retomaré in- ·
cesantemente ese hilo pero, hoy, quisiera reanudar la cuesti'ón .
bajo otro aspecto, de una manera más ligada a ta actualida'd;,
a
digamos aun: más política (entiendo por tal. lo' referido la·
·«política» universitaria y psicoanalítica); una manera, tambum; .
que me expone más directamente porque mis «Contrad:iciones;,
personales pueden llegar a estallar, para mi mayor confusión.
Ese punto sensible, en que me encuen-
HABLAR CLARO SOBRE tro cuestionado, y no sólo cuestiona-
EL PSICOANALISIS do yo con mis opiniones, sino todo un
EN LA UNIVERSIDAD ... equipo de enseñantes de este UER y de
Y FUERA DE ELLA este tercer ciclo, es la creación, este
año, de un «Doctorado en Psicoaná-
lisis». Cuestionado en mis posiciones, y ello desde un triple
punto de vista: posición dé analista, con ideas, bastante preci-
sas finalmente, sobre lo que es el análisis como práctica; posi-
ciones, en segundo lugar, acerca de la manera de devenir psi-
coanalista, por lo tanto sobre la formación analítica; y por úl-
timo, posiciones de alguien que, igualmente, desarrolla cierto
itinerario para circunscribir y caracterizar el análisis como
campo científico, como dominio de investigación.
Se trata en consecuencia de preguntarse si puede conjugar-
se todo ello, si no hay cierto rechinamiento, cierta divergen-
cia entre esas posiciones; esto es lo que hoy se cuestiona, en
estos días y en estas semanas en que este Doctorado en Psico-
análisis se pone en camino (esto es excesivo puesto que conti-
núa algo que ya existía; pero en fin, lo continúa de una mane-
ra nueva, con una denominación renovada, definida y, en lo
sucesivo, sin ambigüedad).

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l>1wl11rn1lo 1•11 l 1i11 •n1111 1lll 1i1 11 /r'1/1 ' 11111.., 1tr¡111, / J111 · 111111 ¡1111 •/1 '. d1 1 /)111 •/111 ttdu 111//lrfll1 1 1111 11 •111 1, /1111 11//11 111111 111(/1/11 1 tri// 111 i1/Íll1U
111 ¡11 ·1·1¡1; •1 ·111, ,11, 11111 · to 0 11 ·11 , I'/ .11111<111 . ni 111u1t1 1sis11 11 11f s11 nfif/¡¡ ¡ 11 ·11¡1/n fli ,1¡11111m1 1111 ! l.')!I111 •111.oi 1111/1/'1 •
Do, p <..· rlµ ccia: ¿<l<' qué :;e lrnta,'I Act'u al - J 000- ; ·w 1ui tes,;s on M(l(tü:h1n 11s on f/l / 1111r11.I 1;01111)111 ·11/11 11 11 111111
Ei, 1'H1·:TE XT0 niente, de una manifestación bélica memoria de dominfo sobre un temo,, d<Js(i<J ol rmnlo <lo 1Jisl11
1>EL ... noc T<>HAno.. contra este término y este Doctorado, de su elaboración y del tiempo que se le dedica, Enloncus, r:l
de parte de cierto número de analis- Doctorado en Medicina no sanciona un prolongado trabado dr~
tas o de sociedades de análisis. La idea de ver expedir, en un investigac?'.ón y, por lo tanto, en nada es comparable a las de-
plazo no muy lejano de tres o cuatro añ.os, títulos de «Doctor más tesis de la Universidad; contrariamente, el ..título de Doc-
en Psicoanálisis», hace temblar. Por analogía con el tftulo de tor en Medicina corona estudios volcq,dos por entero al ejerci-
Doctor en Medicina, se finge creer que se ha trasportado a la cio de una profesión, al punto de que en verdad, si la lógica
Universidad laformación de analistas y que de esta manera hubiera de prevalecer sobre la denominación tradicional, más
nos acercamos a grandes pasos hacia un estatuto jurídico de bien se lo debería clasificar entre los DESS.
la profesión de analista, cuyo acceso sería justamente la vía Esa es ln que he llam,ado «la peripecia», es decir el nwJ-
universitaria, sancionada por un título u11i11ers'itario /)((- entendido ··mds o menos voluntario a que se recurre cuando
ralelo al de los médicos. se finge escandalizarse por el título de «Doctor en Psicoanálisis».
Digo «peripecia» porque la objeción, tal cual, proviene sea Pero, dejando de lado la per1:pecia,
de la mala fe, sea de la ignorancia, sea de la desatención sobre S1; EL l'SIC( IJ\NALIS IS ¿cuál es el fondo? Elfondo es que esta
lo que sign~fica exactamente un Doctorado en la Universidad: ES lJN CAMPO habilitación de un «Doctorado en Psi-
Doctorado de Tercer Ciclo o Doctorado de Estado, el uno o el TE< m~:TI< '< 1 coanálisis» viene a per:_f<;ccionar algo
otro, en un nivel de elaboración sin duda diferente, sanciona INIH:P~;NillENT~: totalmente nuevo en Francia, y tal vez
un trabajo de investigación o.de «tesis»; trabaJo que ya, para en el mundo: la presencia en la Un1:-
ser emprendido, necesita de la adquisición universitaria de versidad de·un equipo de analistas, que como tales -no bajo
varios años de estudio. Y lo que es más, y a despecho del es- la c;ubierta de otra disciplina, psicología, letras o filosofía-
fuerzo que impone, ese trabajo de tesis, Doctorado de Estado hablan del análisis, de manera autorizada, en la Universidad.
o de Tercer Ciclo, no desemboca en ninguna calificación pro- Varias veces ·m e he e:rplicado sobre esos términos: hablar
fesional, simple documento de apoyo en un legajo para postu- - del análisis- en la Universidad, en las introducciones me-
larsé eventualmente a un puesto de enseñanza superior, sin todológicas a mis cursos de años anteriores. 1 Hablar en la Uni-
, .que por-, otra parte importe derecho alguno a obtenerlo. versidad supone que uno ha elegido qv,e la Universidad puedo
·Se observará que.los estatutos universitarios han disipado .1 '·
no ser sola·mente un lugar de rutina; ,co·rrw alguiios'lo preten-
·to.da .ambiguedad a esté respecto porque distinguen claramen- den, un lugar acad.<;m.ico, ·sino que sea ta:mb·i én un lugar de
. te,· °desde liaco varios años, dos vías de Tercer Ciclo: Doctora- <u~.w:ubrfm.iento. Hasta hoy no he·mos ren uncia<lo todavía a <JIU '
dos que certifican capacidades cientificas y aptitudes para la la U1úversidad sea un lugar de descubrimiento . Hablar del
investigación,'. y por otra parte, lq, vía llamada del DESS (Di- Psicoanálisis supone, y es igual·mente un problema, que nues-
. .pW111<' <i 'EliHlés Su ¡u't ·ieu res Sp1.Jcio l i:·é es), que so11 <'s¡wc(f'i<:a- tra disciplina pueda ser objeto de enunciados comunica.bles,
mente'diplomas de calificación profesional. Por esta dualidad comprobables, discutibles y hasta (com,o se dice en ciertos m.e-
. · de ·los Doctorados y de los DESS se éonfirma la doblé función dios epistemológicos) even:tual·mente «falsables»; en una pa.la-
.de· {a .úniversirJ,ad: por una parte, promover la investigación bra, que, del Psicoanális1:s, no se pueda decir lo que a uno. le
·. en .su más atto nivel (es aquí donde pretendemos encontrar- venga ·en gana. El Psicoanálisis es legít?:mamente el objeto de
nos); .Y, por otra parte, lafunción .deformación y de h,abilita- enunciados, aunque conservando ·su especificidad y sin ir o
ción para una profesión. buscar una seudo cientificidad en las matemáticas trascen-
En este punto tenemos que hacer un paréntesis sobre el Doc- dentes o la lógica formal, en suma, en todo aquello q·ue, e11
torado en Medicina. Este (se podría casi decir «el pretendido
Doctorado en Medicina», pero sin por ello desvalorizarlo en 1 Cf. especialmente .Jean Laplanche, Problemáticas 1, La angustia, Bue-
.nada) es una aberración en los dos sentidos. Lleva el nombre nos Ain•s: Amorrortu edit~ires, 1988, págs, 23-31 y 155-8 .

. .144 .. 145

...
f11t11r11 a11alista. El au<ilisis ¡wrsonal es lla.rruulo, ))()Y' al,e¡ilnos,
otros lugares, .florece bajo la rúln:ica ¡n·ogramática del "111<1- «<tt1<ílisis <licl<ídico», pero j11st<1m ente esos l<'r111 i:nos impli<'<t:n
tema». .IJ<t todo 1111 ¡>roq1·a ma, toda 1111a turna de ¡)()si<·üh1.
El DEA y el Doctorado en Psicoanálisis son entonces el re- Para si·m plijü:ar las cosas, diría que esas posiciones se ali-
sultado y la confirmación de esta presenda, que lleva varios nean entre dos e:rtrernos, que intentaré definir rápidamente:
años en París VII (en otros lugares tmnlYién, pero hahlo de lo En una d.e lás e:x:trernülades se puede 'decir (¡ue el movimiento
que conozco, es decir de este UER de Ciencias Hurnanas Clfni - psicoa:nalítü;o, desde su fundaci6n por Freud, y después, en ·
cas), del análisis; de la presencia de /uxmbres que son analis- la herencüifreud·iana (retomada en particular por la Asocia-·
tas y que no creen que deban hacer concesi<h1 alguna en <·ua 11- cü5n Psü:oanalit'ica Internaó onal, aunque igualmente otrós; ·
to al rigor de su disciplina por el hecho de uenir a hablar de en C'ierfo modo, consideran asurnirla), entiende que tiene por
análisis en .la Universi-dad. Y en definitiva, este DEA y este vocacüJu principal organiz¡,,r entera·mente laform¡,,ción ana-·
Doctorado en Psicoanálisis son el reconocimiento <le la e:ris- lítica, y administrarla. Rápülamente se organizarqn. enton-
tencia de un campo científico autónomo en <rue son pos·i /Jles ces co·m o Unil'ersidades paralelas, no rnenos exigentes ni se-
aportes - y quien dice "aportes» supone la e.i:isten~'.ÜJ. de un pro- lectivas <J'Ue las Un:iversülad.es qficiales: lo que se llama los !ns~
gresp, de cierta ac·umulación de los resultrulqs analüicos-; en túutos <le Psicoanálisis. Lo que iwy para admin.1'.strar ~on desde.
que son posibles, entonces, aportes a(:u:m.11/ativos (m.e r((iero luego la.s "enseñanzas» en una perspect-iva en que denúisia<tas·
en principio y bien simplernente a los aportes de las tesis, <le neces se ha seg·uido la pend'i ente del didactismo, y hasta del
la enseñanza, etcétera). dog-nwtismo: lo atest·i guarían los pro_(¡rarnas -históricos- ·<Jé ·
Ustedes lo saben, la si·mpl~ficación de la designaci6n de. es- la m .<t.IJ<WÍ<l de los /nstÜ'Utos, d.esd.e el primero cronólógicam,enti:!,
te «Doctorado en Psicoanálisis» no es obra n1,w stra; es pro<l1u·- el <le Berlín. Se trata entonces de organizar el didcictismó.·d .e-.
to de la autoridad ministerial que, en un prurito <le e1•itw· la en:·wrla nza, se trata de organizar lo que se lla'man «S'upervi-
todo distingo inútil, ha sirnplificado el titulo de aly1u1<>s doc- sio1ws1>, ¡wro se trnta sobre todo, y es el punto funda'mental,
torados que le habían Sido propu.estOS. Y proh<tf>le menfe .WtfWil de adndnistrar el análisis personal del candidato para que
también que existen actualmente con ese titulo dos Doctorados sea plenament.e esto, «<lÚlá<.:tico»: ll'll a ·11álisis qu.e µermita u
en Psicoanálisis: e l de Vincennes, que su,ce<iB al Doctorado "<le! .iusto tü'lllo haln:Utarse para una prqfesi<5n y la trasmisión de
Campo Freudiano», y el de París VII~ que sucede al e:r Docto- un saber. Es as·í como la ernpresa misma de un análisis didác-
rado de "Psicopatología Clínica y Psicoanál'isis». Y frien, esta tico se c<nwü:!rte en ·una formalidad que sólo accesoria·mente
simplificación del nombre, que nosotros no hem.os reivin.d.fra- depende del acuerdo del analista y de su candidato, y que está
do, en definitiva la aceptamos, como reivindicamos esta r>re- reglada por modalidades muy estrictamente definidas: se tra-
sencia del análisis en la Universidad, en el plano, insisto en ta de ser adm.itido en el análisis didáctico por la ·i nstitución
ello, del saber y de la 'investigacü5n, y no e·n el plano de la .fi>r- anaiítü:a., antes d.e con1,enzar lo qu.e se hnagina -pero equ i -
mación analftica . voca<i<.unente- conio u:na ernpresa esencúümente personal.
De la confusión que se mantiene desde hace algunas se·ma- La persona del «didacta11 no se deja al azar: se trata de un ana-
nas, con un diploma profesional que se pretende calcado sobre lista habilüado como tal, cuyo nombre figura en la famosa
el modelo del Doctorado en Medicina, he <hcho que <le¡wmlía «lista», y no hay análisis personal de un candidato al análisis
de la «peripecia». Pero no es totalmente as·í, en la, rne<lida e11 que se pueda hacer con alguien que no sea un didacta. Actual-
que se debe esclarecer por la e lucidación de las posicüm.es co11 mente ·i ncluso, en muchas soC'iedades analíticas, un candida-
respecto a un problema fundamental: el de la formación de to puede ser conminado, para que su análisis sea reconocido,
los analistas. Debate muy ant:iguo en ,< a cambiar de analista., a hacer un «tramo» con un .didacta.
LA INTEG RACION el movimiento analítico, debate sin ce- Curiosa concepción en los que plantean semejante exigencia,
No ESTA DEL LAT>o sar presente, sin cesa.r renovado, de- y segurarnen.te también, en el que se somete a ella. , -
.. noc TORAno .. s1No bate en extremo vivo en que se enfren- Lo que denunC'io a<ruí no es, co-mo se lo dice demasiadoJ<icil-
DEL LAl>O ., ¡>Jf>ACTJC<)., tan las posiciones más opuestas y que, ,m ente, un burocratürmo o una concepcü5n de'masiaclojerarqui·
evidentemente, se centra en esa pieza zada. La cuestü5n está sin li'uda alguna en otra parte. El pro-
mayor de la formación analítica que es el análisis personal del

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1Jerspecl?'v a , Pn unafinalidad o, co'mo _lo dice Freud, en una los ·didactizados», y, sin d'uda, los <;om:i:t1rs <Íll .o;(' /.t'l'l'/'011 o 11t •
"representación-meta• (Zielvorstellung) de aquello a lo cual de- formación.
be llevarlo su análisis. ¿Qué es un análisis? ¿Sig'Ue siendo un En esta segund<i perspectiva, las sociedades de análisús con -
análisis este proceso que admite en principio, táéitamente e servarían una función de garantía por relación a sus propios
incluso explícitamente, que el punto de llegadá estáfijado? Hay miembros. Pero esta función en ningún caso podría extender-
entre el analista, su analizado y la InstüuC'ión en que ellos se a -un control a priori o incluso a posteriori del proceso analí-
se encuentran un acuerdo sin cuestionamiento posible: la me- tico al que se .wnnete el c¡ue co·mienza -un análisis personal.
ta del análisis de formación es formar un analista. Lo que implica evidentemente. disposiciones institucionales
Si planteamos esta cuestión de la «representación-meta» res- porque el candidato sólo es conocido y reconocido por una so-
pecto de la idea de análisis didáctico, en absoluto es para de- ciedad de análisis en y por sus comienzos en la práctica; sin
cir: y bien, enton,ces, todo análisis debería ser terapéutico. Con duda que estos revelan algo de la relación de ese candidato
igual derecho que para el caso del análisis «didáctico», uno con el análisis, con su propio análisis, pero lo r evelan de ma-
puede preguntarse si un análisis que acepte sin crítica la pers- nera indirecta y no por un imperio directo d e las sociedades
pectiva «terapéutica" sigue siendo un análisis. Porque la mis- de análisis sobre el análisis personal.
'ma cuestión se plantea en el análisis llam,ado «terapéut'iCo»: He empleado con frecuencia para esto
la concepción de la salud, tal como se la imagina el paciente UNA m:TA- el térmÚw de «extrq,territorialidad».
que viene al encuentro del analista, las metas que tiene en men- Ps1co1,ornA. Esta «e.xtraterritorialidad» (no es una
te cuando demanda un análisis, ¿deben estas 1nú;mas metas UNA 1>E<>NT01.ornA palabra muy hermosa) debe desenvol-
ser admitidas como presupuestos, de ·m anera <¡ue uno debiera Y UNA ~:sTHA'n;rnA verse en muchos niveles, que por otra
conducir en definitiva al paciente adonde él desea ir? En los m; LA ~:xTHA - parte terminan complmnentándose en-
dos casos, el «didáctico» y el «terapéutico», el problem,a está en n:HRITnrUAI.II>AI> tre sí. Debería existir «extraterritoria-
. saber si se puede mnprender un análisis sin que exista lo que lidad» del análisis personal por rela-
Freud llama una «suspensión» de las representaciones-meta; ción a todos los requisitos y a todos los inquisitos de las socie-
unas metas en apariencia tan válidas, tan razonables, como: dades de analistas. Existe, y en mi opinión es necesario que
quiero llegar a ser analista, no quiero sufrir más de tal sínto- siga existiendo, un:a marpinalidad del ejercicio del análisis
·m a, quiero r-esolv{ff esta situación conyugal insoportable, etc.; con relación a las 'profesiones «reconocidas» que constituyen
.. · . o b.i en, cu.ando se trata de niños: quisiera que este niño traba- su base legal. En otros términos, la idea 1J?,isma de un recono-
. - . jára .mejo;. ·en la escuela: . . La cuestión está en saber si esos cimiento de la prqfesión de analista me parece contradictoria
. . • . . objetivos deoen ser admitidos en el comienzo de un proceso ana- con su ejerCicio porque las únicas bases legales para practicar
lÚico o bien si no son ellos mismos parte integrante de lo que el análisis son aquellas de las profesiones reconocidas, por
tiene. que ser vuelto a poner en cuestión por el análisis. ejemplo las del médico o el psicólogo. Y por fin, existe unet ter-
Me proponía definir rápidamente las dos posiciones extre- cera marginalidad que es indispensab_le mantener: la de los
.. . mas-en citanto a la formación analítica. y bien, así como en grupos analíticos por relación a las instituciones ofiCiales; aun-
un polo no es el burocratismo lo que denunciamos, en el otro que es Cierto que a menudo se comprueba la avidez de esos gru-
. polo no se . trata de pregonar por sí mismas las virtudes del pos por obtener un estatuto -hasta un mnbrión de estatuto-
af¡;_arqu_ismb o aun del liberalismo. ¿De qué se trata? Pretende- qu,e los enlace con los. organismos oficiales: salud pública, se-
. mos que conviene sustraer lo más completamente posible -esta guridad social, justicia, hacienda, etcétera.
· es un(t perspectiva asintótica, como lo es el cuestionamiento ¿Se trata para el análisis de tener las manos puras, por
de 'to.d a «representaciónometa»- el análisis personal de la hi- el placer de no estar en ninguna parte? ¡Absolutamente no!
pótesis. ·de iina perspectiva preestablecida y, para comenzar, Y puesto que esta segunda posición, la de la extraterritoriali-
. . ~ ·ese. imperio institucional que existiría, justamente, para dad, es la mía, .diré que se funda con precisión en una refle-
·.C()ntrolar que ese análisis se adeeue bien a ese objetivo de fa- xión metapsicológica que concierne al campo propio del aná-

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anterior. análisis y por é l.
Para volver a la «polít·ica,, y a las posiciones personales,
ustedes pueden percibir allí una suerte de curiosa mudanza.
Los que den.uncían un Doctorado en. Psicoanálisis, lo hacen
fingiendo ver en ello un diploma profesforwl, cuando sin dt{.- 25 de noviembre y 16 de diciembre de 1980
da su perspectiva secreta es una profesionalización del análi-
sis. Despué.s de todo, el DESS de Psicoanálisis, ¿no es la sign:i-
f icaeión mism.a de los Institutos de Psicoanálisis desde que e:ris- Hablar de la situación analítica es, evidentemente, deseri·
ten? Los 'Institutos, en el sentido más am.pl?'o del términu, ¿no bir una situación de dos, una comunicación de un Üpo . muy.
estarían encantados si se les reconociera el monopolio :i; la fun- singular, comunicación que sólo se produce a partir del m<;>:
ción oficial a que aspiran? De nwdo que en los que denunc?<n1 mento en que se definen ciertos parámetros. Definir la sit'ua-
el dipl01na. de Doctor en Psicoanális·i s por<J'W, se prestarür a ción analítica de tal o cual manera, poner de relieve en ella,:
todas las confusiones, el ·móvil secr eto mu .I/ bien podría ser el como esenciales, tales o cuales parámetros, esto es imposible
temor de que les corten la hierba debajo de los pies por el sen- sin interrogar a lo que se llama las reglas «técnicas•>. · Lo cual . ·
de ro de la oficialización de la práctica analítica. no significa que este curso pretenda ser ·un curso de técnica
De mi parte hay también un paso <le 1nudanza, pero e.ra<'- analítica ...
tamente inverso: presencia del analista :1/ de los analistas en He recordaao antes la problemática de la trasferencia coi;no
la Universidad, incluso en el marco de ·w n Doctorado, pero al ejemplo rector de esto: aquello por lo cual se procura définir ·
mismo tiempo reafirmación de la extraterritorialidad del muí- ..
,~
el análisis tiene a su vez necesidad de ser definido . Definir ·el
li sis en su práctica, incluida su práctica (¡Jreteutl ida) .,r[ i - análisis por la trasferencia, sea; pero no se puede dejar de
dáctica,,, m e refiero ·a· su práctica de los <t 1uíl isis ¡wrso11<1lt's. admitir la «Circularidad» de la respues-
Extraterrüoriálidad sobre la qu.e co·111,ie1w per111a 11ece1· riyi - LA TIPOLOGIA ta: la trasferencia específica del anál i-
tantes, no solo frente a las instituciones estatales como la' Uni - DE LOS EFECTOS sis es la trasferencia . .. analítica. De
versidad, la seguridad social, etc., sino frent e a Ps<ts i11sli/1t - DE COMUNICACION inanera que la descripción del fenóme -
c'iones privadas que son las sociedades <le aruihsis. no analítico nos remite a las reglas que
Y bien, a esta especie de paso de mudanza, evidentemente lo hacen aparecer y que, justamente; estructuran esta situa-
se lo puede tomar en rnal sentido, y es lo que a veces llega a ción. La descripción nos remite a prescripciones, para utilizar
mis oídos: h e ahí uno que predica que el análisis no debe estar una dis.tinción cómoda entre los dos tipos de ... ¿discurso?, ¿jue-
en ninguna parte y · que sin embargo está bien apoltronado en gos?, ¿relaciones?; esos dos «órdenes» entre otros, el orden de
la Universidad. Me toca entonces mostrar que esta posición lo descriptivo y el orden de lo prescriptivo.
es en realidad coherente; y les someteré una fórmula que cons-
tituirá el tema de este curso sobre la situación analítica: lo Una parte de mi curso, a continuación de este pasaje, estaba dedi-
q ue constituye el análisis como campo científico autónomo (por cada a una tentativa de utilización y de ampliación de esta tipolo-
lo tanto, lo que justifica la existencia de una investigación gía de los efectos de lenguaje, que puede ser designada con el nom-
cientifica ev entualmente certificada por medio de tesis y de bre de «pragmática». 2
Doctorados) es el mismo movimiento que sustrae la situación
a nalítica del sistema de los «intereses» o del sistema de la «auto- 2 En este punto me remito -como al autor más reciente, más c.onciso
conservación»; y ese movimiento a su vez está fundado en el y, tal vez, también e l más próximo al pensamiento psicoanalítico- a Jean-
movimiento originario que sustrae al ser humano, en una par~ Fran~ois Lyotard, La condition post-moderne, París: Ed . de Minuit, 1979.
te esencial, de esta dominación de los «intereses» y de la «auto- El origen r;ie la «tipología» utilizada es evidentemente la filosofía «analí-
tica .. , con Wittgenstein, Austin , Searle .. . Cf., para una bibliografía suma-
c onservación» . Lo que funda esta PO$ición es por lo tanto, en ria, J. -F. Lyotard , op. cit., pág. 21, n . 28. Agréguese Emile Benveniste,
ú ltimo aná_lisis, una visión precisa de la teoría de las pulsio- «La philosophie analytique et le langage•, en Probtemes de linguistique gé-
nérale, París: Gallimard, 1966.

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1 n p1odu ~1 ·c1, 111 1 1ll•f.• 1 vo h1111 0 11 , l o q11e Me p1 w d o co 11Ml d orar·
N1 0 y M11hll11111d 1111; 11M t11 (111 1111 11 1i f'l1 · 111 111'11~ 11 d• •I 01•cf n 11 d o 111 11 111 l 1q n1lt •11 l11
111 11i l11 r¡.(n <ll f{r nMlt\ 11 nn• r ('H d e l ('M tud lo d e lu sltuució,1 a n a Utlca, y gfa m ás ub s t n.1c t a . «Uste d 110 pu ede ld c 11 tlflnu'H(' 1·011 ti 11 111 1111 1'1 1 poi
111 1' lim ito a ludlcar s us puntos princ tpa les.:.l que e s ta ide ntific a c ión e quiva ldria a s u propio a n lq uil u1n le 11 to11 : 1
1. La dh;t inc ión, junto a la se mántica y a la sintaxis, de una po de enunciado que Freud designa con e l t é rmino d e «Com;tru c
«pragmática• no debe quedar restringida al solo lenguaje verbal (ob- ción•. «Esta imagen del sueño nos remite a aquella esce n a que us te d
jeto de la lingüística) sino que se debe extender a todo el campo vivió en. el momento de su primera comunión•. O bien aún, para
de la comunicación (objeto de la semiología); el efecto «demanda•, saltar a un dominio enteramente diferente: «Moisés era un egipcio• .
pór ejemplo, aparece en el nivel más abstracto (el postulado en Eje de los campos de intervención, en que clásicamente se opo-
matemáticas) así como en la comunicación más elemental (las lá- nen la «Cura• y lo «extra cura•. Y si uno rehúsa e1 anatema un poco
grimas del lactante). fácil que se suele pronunciar contra el psicoanálisis extra cura (lla-
2 . El estudio del Witz por Freud puede ser considerado el ca- mado: aplicado), la exportación del análisis fuera de su campo de
pítulo inaugural, con más de medio siglo de anticipación, de la prag- origen no podría empero quedar librada, a la arbitrariedad que la
mática moderna. Este estudio implica introducir, además de los caracteriza actualmente, ni en lo que concierne a su método ni
términos de Jakobson (destinador, destinatario, código, mensaje, en lo que deslinda sus objetos.
etc.}, otro factor: el del público.4 El primer eje nos llevaría hasta nuestras elaboraciones más re-
3. El descubrimiento del inconciente y la profundización de su cientes sobre la distinción necesaria, en análisis, entre niveles d e
esencia conducen a introducir categorías nuevas: las de lo «votivo .. teorización o de simbolización . El segundo eje nos re mite a la es-
(el Wunsch) y de lo ;,votivo cumplido» (el Wunscherfüllung): en pecificidad de la situación analítica, definida por reglas que d e s-
el inconciente, la frase "Yº deseo que mi padre muera• devien<• lindan un campo destinado a hacer surgir ciertos fenómenos. E l
un «que mi padre muera•. El subjuntivo, cortado de su subordina- carácter de este «surgimiento• queda aquí en suspenso: simple re-
ción, por así decir des-subjuntivado, es llevado a lo absoluto. Des- velación de lo que existe disperso en la vida cotidiana, o bien re-
tinatario y destinador del discurso son abolidos. El análisis del «Hom- creación de una situación emparentada con lo originario del ser
bre de las Ratas• es ejemplar en este sentido. 5 humano ...
4. La reflexión de J.-F. Lyotard sobre lo «prescripüvo• 6 me pa-
rece muy importante para situar los imperativos surgidos del incon-
ciente, los del «superyó• en particular. Lyotard, apoyándose en Levi-
nas, muestra que el imperativo categórico kantiano («libre• y «autó-
nomo•>, que pretende deducir su prescripción de su misma autonomía)
6 de enero de 1981
no es quizás el término último con que choca la reflexión: el único
imperativo verdaderameii.te categórico es heterónomo y dominante;
.. · . .es un°absolut~ «haz esto» .7 . ¿En qué punto estamos? En definir e l análisis como un campo
•.
. . ·5. Una reflexión sobre la existencia y la singularidad de los enun- en que aparecen fenómenos descriptibles de determinada ma-
·. ciados descriptivos en psicoanálisis pone en juego problemáticas com- nera, campo delimitado por reglas o «prescripciones•. ¿A qué
plejasr segúri dos ejes por lo menos: llamamos campo del análisis? Indicamos en él dos extremida-
. Eje de la. prueba: ¿son todos los tipos de enunciado en psico- des, dos situaciones extremas (hay muchas otras): en un polo,
..
.. análisis ·susceptibles de prueba (o de refutación) y del mismo tipo lo que llamamos «Un• análisis, la «CU-
. . d.~ <<prueba• (o de.«refutación•)? Citemos, entre los millares de afir- ¿Ps1coANAL1s1s ra», para emplear un término indispen-
. maciones posibles: «el yo es alimentado por la libido desexualizada APLICADo sable; tomémoslo en el sentido más
o TRAsPu~:sTo? neutro posible, es decir en el sentido
Para un~ exposición más circunstanciada, el lector puede consultar
1
' . de curare, «ocuparse den , simplemen-
. · .e l informe completo sobre mi curso en Psychanalyse ii l 'Université, v~I. ,6,
· nº 2·4, 1981, págs. 565-85. · te, sin que por fuerza tenga una connotaGión terapéutica. Una
4 Cf. ibid. , págs. 576-7. Y cf. en esta inspiráción el trabajo de Evelyne cura: parece fácil circunscribirla en el tiempo, en el espacio ,
Largueche, L'effe t injure, París: PUF, 1983. en las modalidades; un observador extraño podría muy bien
· G Psychanalyse ii l 'Université, vol. 6, n ° 24 , 1981, págs. 567-9.
. fi'Aujuste, · París: Bourgeois, 1979. describir la «Cura• siguiendo criterios puramente extrínsecos que
7
Cf. Psychanalyse ii l'Université, vol. 6, nº 24, 1981, págs . 570-3. permi.tieran reconocer lo que es un análisis y lo que no lo es .

152' 153
E n e l otro polo, lo que llamamo::; psicoanálisb expo rtado,
psicoanálisis deportado, ¿tal vez psicoanálisis traspuesto? Va- 11 l.c or!a
cilamos sobre el término, no sin razón, porque la cosa misma. +
método
es objeto de discusiones y entre los propios analistas. Lugar \ .........
d iscutido en tanto sería, o no, analítico; lugar estratégico en \ ',, .'"
e l combate cultural de la «Creencia» en el análisis; quiero decir '\ ...
',,
q ue es muy a menudo allí donde nos «esperan»; pm· último, a
pesar de todo, punto de referencia indispensable, indispensa-
''
\ ..",,
...
trasposición ',,
ble para comprender por comparación, trasposición o diferen- -----:..\
(Urnsetzung)
',',
cia, el otro campo, la otra extremidad, precisamente la de la \
c ura. ' \
..............,
\
Este interés estratégico importante, vital, del psicoanálisis ' \ ',
\
traspuesto, comprendámoslo por una r;eferencia freudiana ella
misma discutible, pero esclarecedora. Quiero decir que, en cier-
tos momentos, Freud no está lejos de considerar la cura misma
cura psicoanálisis
traspuesto i : ' '
psicoanálisis
traspuestá 2 etc . .. ':

como una aplicación entre otra·s . ¿Aplicación de qué?: no de


la sola; teoría, sino de un método fundado en tina teoría, o de . 'Í .
una teoría ·concretizada en método. Tendríamos entonces, .en Son dos modelos asaz diferentes -veremos la razón-,. aun si .. ·
e sta posición, pasajera y aventurada, pero indubitable, de pueden contaminarse. Ven ustedes que en el esquema II e·xiste ·
Fre ud, un esquema de este orden: un sentido único de la cura al psicoanálisis traspuesto· 1, al psi-· ·
coanálisis traspuesto 2, etcétera.
Dicho esto, proponemos entonces definir este campo del aná-

/mé«>do teoría
+
lisi~ por su coordenada princip~:1:ir el lengµ_fil_~. ñ[p<ius.>J-ª9.-

E1. ('AMPo
tasmático, ..ino por lo sexuall y ello de
tres mane;as: 1) ~ñ--to<;!g_ª"-q.JJ.g~

t ~~
llEL ANAus1s: que el psicoanálisis trata ~ dig_~oá,
1,0 . s1-:x11AL· un sentido sexuaL.p.o_r_ encontrar (to-
aplicación mo «sentido» de la manera más vaga;
aplicación aplicación menos teorizada posible); 2) la sexualidad adulta debe ser re-
ala cuca a la vida a los fenómenos
cotidiana culturales
ferida sin cesar a la sexuaUdaa7ñ]antÜ; 3 )[a'iexuaUda([de-
oe ser tomada aquí en su acepción anip[iada, aquella que sin
cesar es olvidada, recubierta, por los analistas mismos : la se-
Concepción que se sitúa en lo vivo de nuestro asunto por- xualidad no se confunde con la genitalidad, no sólo están las
que , a partir de ello, ¿cómo definir una diferencia entre los «sexualidades>• descubiertas por Freud y clásicamente llamadas
campos? El psicoanálisis, aquí, tiende a devenir una teoría ge- anal, oral, fálica, uretral, etc., sino que en el límite pueden
neral del psiquismo, una psicología, aplicable como tal a la uni- existir sexualidades de todo y dondequiera. La noción de se-
ve rsalidad de los fenómenos psíquicos o incluso psico-sociales. xualidad se define en todo caso fuera de la relación con los
Otra concepción, que contrapongo para sopesar aquella; es- órganos genitales, y más aún, desde luego, fuera de su relación
q uema que seguramente está implícito en Freud, pero que es con la procreación. Estos tres puntos, en verdad, están muy
sobre todo más moderno que Freud: ligados; apenas si se los puede distinguir; la ampliación de la
noción de sexualidad, particularmente, es en gran parte lo que
funda la posibilidad de interpretar por lo sexual. E igualmen-
te, por cierto, esta ampliación de la noción de sexualidad se
sitúa en un acuerdo privilegiad<? con ese lugar de origen donde
se muestra con evidencia, es decir, con la sexualidad infantil.

154
155
:11m11lo dl ~o 11scx111d •, NI. ü n 1"Cfc 1·c 11 <::l n n lu lc orfa <.k lns puJ- <k o ll mi, lll.( l'l •¡.(1t : ••JI • 1111t.11 1•111111, 110 111 1 11 11,1111 11 11 d1 •l 11••H ll11 d11 pi
:-;Joncei y a uua teo ría d e las puls ion es qu e m e es propia, aunque SO». En el n ivel qu e ll n nm1111m 1t<la pt,nt.lvo, 1111 d lm •111 rn1 11111 •'
«d e r ivada» d e l freudismo : perfectame nte sufic ie nte p o r s [: la casa n o l nLcr<:sHh 1\ y 110 vn
lía la pena visitar los pisos superiores. E s un com porta m ie n to
autoconservación
sexualidad de una sana economía. Pero, con el comentario d e Lavie , cam -
(¡'m isión) biamos radicalmente de plano: nos enteramos de que esta p e r -
(adaptación)

. ~
(función) sona, en su infancia, se había creado la teoría de que el altillo
era el lugar de la relación sexual parental, ahí do.r:ide se fabri-
caban los niños. ¿Qué muestra este ejemplo, que después de
pulsión pulsión todo es de práctica corriente? Tenemos, al alcance de la mano,
sexual sexual
1 de vida de muerte una interpretación sexual bien evidente, sea que se la comuni-
que o no a la paciente o que ella misma la descubra. Existe
Cuadro de apariencia simple, pero en realidad muy complejo algo sexual por descubrir dondequiera, aun en -un comporta-
y que reclama justificación . Cuadro que discuerda con lo explí- miento tan ad.aptativo corno el que consiste en visitar casas y
cito del pensamiento freudiano porque condensa, como en un en no perder el tiempo allí donde basta un primer vistazo. Al-
solo plano, la historia misma del pensamiento de Freud; se tra- go sexual por descubrir en función de la infancia, y que está
ta de una teoría sincrónica que es en definitiva un condensado en una relación bien conocida, de lo latente a lo manifiesto,
de las vacilaciones, de los ajustes y de los «arrepentimientos» por relación a lo no sexual. Decir que hay algo sexual donde-
en el curso mismo de la ejecución (como los «arrepentimientos» quiera, decir «pansexualisrno», no es pretender, co mo se pre-
de un pintor) que se suceden en la teoría freudiana de las pul- tendió hacerle decir a Freud, que todo no es más ,que sexual.
siones. Que esta no es simple y hasta tiene aspecto falso, que Freud, de esta «acusación», se defiende con 'más ,'vehemencia
quizás es falso al mismo tiempo: he ahí lo que en un instante que pertinencia. La verdadera respuesta,_~ sitúa en la coexis-
veremos. tencia y en la articulación de dos niveles de motivaciones: ét
Nuestro problema, en todo caso, es trazar una línea en al- de la sexualidad y el de la autoconservación. Pero· m á s allá de ·
guna parte, un límite del campo entr~ adaptación y sexuali- esta afirmación general, la cuestión concreta, en un caso de-
. dad. Dos maneras de trazar ese límite: en lo actual, en un suje- terminado, está en apreciar las condiciones bajo las cuales se
to · que tenga un aparato psíquico constituido; e igualmente en justifica la interpretación sexual. El no psicoanalist a afirmará,
. .ta. génesis. no sin razón, que es perfectamente arbitrario decir que la pa.
· · · · , ¿Qué dice ·el psicoanálisis de lo sexual en lo actual, por ejem- ciente no quiso subir al segundo piso porque ese e ra el lugar
'. . . . p fo en un sujeto adulto? El pronuncia tres palabras: pansexua- secreto de las relaciones sexuales parentales. Corno interpre-
. · · lisiii.o,, apuntalamiento, narcisismo. tación, dirá, es tan válida corno otra, vale como cualquier otra.
El término de .pansexualísmo no signi- Los remito, para esta discusión, al libro ya antiguo de Ri-
. PANSEXUAL1sM:o fica otra cosa que: hay algo sexual en coeur, 9 que torna posición de una manera extremadamente
todo; acciones, palabras, intenciones, clara cuando define el acto de interpretar -exactamente a la
.t>ern;amientos: en toda la actividad humana. Para fijar las ideas, manera de la interpretación musical- como el hecho de ejecu-
retomemos un breve ejemplo clínico de un artículo de Lavie: 8 tar en un cierto modo una partitura que nos es propuesta, de
· una: persona (no la llamo una «padente» simplemente para no trasponerla a un registro diferente, es decir a otro sistema de
prejuzgar si la interpretación de que se trata es específica .de . i
pensamiento. Ricoeur adhiere en esto a la· tradición «herme-
.la cura o.se legitima de igual manera a raíz de la vida cotidia- néutica», y quien dice hermenéutica dice las hermenéuticas,
na) refiere ·que, días pasados, ha visitado varias casas en alqui- puesto que necesariamente hay tantas hermenéuticas posibles
.le r, én·compañfa de un agente inmobiliario, pero acerca de una como sistemas de referencia posibles. Así, no sin una apariew
cia de razón un psicólogo «marxista vulgar» podría interpretar
. .Jean-Claude Lavie, «Parler a l'analyste•» Nouvelle Revue de Psycha-
8

.nalyse , ·nº : 5, primavera de 1972 (•L'espace du reve»), págs. 287-98. !l De l'interprétation, París: Seuil, 1965.

156 157
~ ¡ · re husamicn to de «::>ubir más allá del ::;cgundo pbo» e n fun - 11~: n~ ('Ot1Ht,1u1t,(•, ((tHi 111 npoi t.11do 1up1{ (ni ~1 ! 111 «1 111 11, poi ' 1\11 1111pl o)
ción de la «posición de clase» del individuo en cuestión . . . forzo::;a m cnlc 01:) quitado a llfl, cHlu ldoa puc<h• H(1¡.(11 lr Hh-11do v111·
¿Se tiene el d~recho de formular una interpretación sexual? <ladera en condiciones puntuales dada!'> pero cH cucsU01m<la,
Aun dando, por resuelto este punto, o sea; que la interpreta- en la evolución del sujeto, si uno toma en serio la hipt>tes is
ción analítica ha.proporcionado en muchos casos las pruebás de que ciertos acontecimientos son capaces de hac;er: nacer e x.,
de su pertinencia, · conviene profundizar de este modo la pro- citación sexual.
blemática: ¿está justificada la interpretación en la situación ana- ¿,Cuál sería la situación temporal, genética, de estos n :-- · .
lítica y no fuera .de ella, o bien está más justificada en la situa- surgimientos o de estos neo-surgimientos, en el adulto o efl' el
ción analítica que fuera de ella, y por qué? Ven ustedes que niño'? Si admitimos, con Freud, que la energía sexu~l debe apa-· . .·

llevamos la interrogación metodológica sobre el psicoanálisis recer en un momento, y que la infancia es el momento privile- ·.
«traspuesto». giado de ese surgimiento «en .apuntalamiento .. , ¿hay que admf-
Nuestro segundo término, después del tii· qtH' los ('mpujes adultos de libido son sólo resu.rg!mi.ent.<!'s.' ~ ..
APUNTALAM IENTO pansexualismo, sería el de apuntala- o hi~·n qt1<' <'Xist.<:'n neo-sw·gimientos adu ltos? La id.e a d(:' un· ne«>-
Y SURGIMIENTO miento . Me veo obligado a remitirme surgimiento en el adulto, de la aparición de una energía sexual
a elaboraciones muchas veces retoma- nueva (tomamos siempre sexual en el sentido lato) es., eviden- 1

das, 10 para recordar que el apuntalamiento designa este des- temente, una de las cuestiones de la cura. ¿Puede esta ser un
cubrimiento freudiano de que la s~xualidad puede nacer, sur- «nuevo comienzo,,, el lugar de un neo-surgimiento? No solamen- ·
gir, brotar de todo y de cualquier cosa. ¡Atención! Tampoco I(' la lih<'raciún de lo qLH' está encadenado desde la i11fa.n cia ·,
aquí las cosas son simpl~s. Primero, «brotar dondequiera» no sino algo más prúximo a lo que ocurre o a lo (¡ue no$otros sup<>-
significa brotar de manera homogénea dondequiera, no quiere nemos que ocurre en la infancia.
decir que exista un campo homogéneo de donde la sexualidad Tercer término, en fin, indispensable
nacería como «Qe napa». Ese «dondequiera» se debe tomar de NAHc1s1sMo para situar lo sexual dentro de lo ac-
manera multilocular: de cualquier lugar, en las actividades hu - tual, por referencia a la autoconserva-
manas, puede surgir sexualidad, pero ese surgimiento está li- ción: el yo y su narcisismo. El yo está presente desde el co-
gado a condiciones bien particulares qu'e son, en el sentido más mienzo en Freud como instancia, pero inicialmente como lugar
amplio del término, aquellas que pueden ser designadas trau- de lo no sexual, como agencia de la autoconservación. 11 Lo
máticas. Y después también este término defuente, puesto que nuevo en 1915-1920, por lo tanto, no es una pretendida intro-
conservamos esta metáfora, puede querer decir varias cosas; ducción del yo, sino su cambio de estatuto pulsional . El yo es
a l menos tres: descubrir lo que existe ya, la fuente ya presen- en efecto agencia de adaptación, pero lo que se descubre es
te , y uno piensa enseguida en la fuente infantil; esto puede que su energía no es una energía propia, innata. La energía
querer decir reavivar algo más o menos extinguido, atenuado, del yo es de origen sexual, ella le es aportada en su historia
latente. Esto puede, en fin, significar que uno hace nacer, que y, porque el yo es primero amado, justamente por eso puede
uno produce algo nuevo: sexualidad. No hay duda de que, pa- funcionar después, amarse a sí mismo, amar su propio organis-
ra F reud, en su noción de fuente y de apuntalamiento hay dos mo y ayudar a mantener al sujeto con vida. Es la idea bien
conce pciones conjugadas: re-surgimiento y n e o -surgimiento, conocida del yo como «reservorio», lo que sin duda s ignifica que .
q u e se combinan en grados diversos. Con el término de neo- e stá lleno con una energía exterior, y que sólo funciona, que
surgimiento es el principio de la conservación de la energía el sólo «Carbura" con la energía del amor (que Freud llama, a par-
que evidentemente corre el riesgo de ser cuestionado : preten- tir de 1920, desexualizada y sublimada) . Es lo que he designa-
der que hay neo-surgimiento de sexualidad es suponer que la do con otro término, que puede ser útil: una relación vicarian-
cantidad total de libido no es constante. La idea de que la su- te entre el organismo y el yo, es decir que el organismo tiene
ma de las energías sexuales presentes en un individuo perma-
11 Cf. ibid . o también Voca,/mla,ire de lct psydwna,lyse, París: PUF,
1967, los artículos sobre .. Pulsions du moi», «Libido du moi», •Pulsions d'auto-
w Cf. .. Para situar la sublimaci()n,,, en Problern<itü:as III, Lci s1t/Jli-nw.-
conscrvat.i<Hl11, etcétera .
c'ión, Buenos Aires: Amorrortu editores, 1987.

158 159
por vicario al yo ... pero los fondos no provienen del organis- lectura bajo dos aspectos, ver allí dos sub-le cturas posibl e:-; y

l mo. Que el narcisismo, en su fondo, no es otra cosa que amor,


// \,, libido, he ahí un gran descubrimiento olvidado, 12 tan olvida-
complementarias: una: por la huida del conflicto real, y e nto n -
ces el síntoma no tiene otra función que evitar el enfrenta-
, do como, en el seno de la teoría misma de la libido, lo está la miento con lo real, por una regresión a modos de reacción, de
extensión de esta fuera del círculo genital. Lo que el narcisis- pensamiento o de interpretación infantiles. El otro aspecto del
mo significa es que la acción del yo tanto en su funcionamien- junguismo es la lectura «anagógica», aquella que intenta llevar
to normal como en sus alteraciones patológicas es alimentada al sujeto «hacia lo alto», mostrándole en cada una de sus pro-
por lo sexual y conserva la marca de este origen sexual. Pién- ducciones -en cada uno de sus sueños sobre todo- los ele-
sese particularmente en los aspectos de analidad o, más en ge- mentos que ya prefiguran una conciliación, un mejor ser, una
neral, en los aspectos esfinterianos (y también orales) que son manera de resolver sus conflictos. Es un ejercicio de estilo fá-
fundamentales en el funcionamiento del yo¡ estructurado a ima- cil, y hasta evidente, mostrar en todo sueño estos dos «elemen-
gen de un organismo, este sólo puede funcionar, «Comunicar» tos»: huida en lo infantil y prefiguración de una solución posi-
con el exterior, según el modelo de un organismo. tiva.
Tras este rápido pantallazo en que procuramos definir, den- Desde el punto de vista de la cura, esta idea seductora de
tro de la sincronía adulta, la sexualidad por tres términos: pan- que lo sexual es una faceta (término de Lagache) aislada por
sexualismo, apuntalamiento, narcisismo, volvamos ahora a la el punto de vista en que uno se sitúa, quita a la situación analí-
significación de nuestra afirmación: «hay algo sexual donde- tica su carácter privilegiado. A lo sumo se puede decir que la
quiera». ¿Qué sentido darle? Hemos eliminado rápidamente el situación del análisis sería, desde el punto de vista epistemoló-
primer sentido, que nosotros no podemos suscribir, como no gico, mejor para aislar algo que se produce dondequiera.
lo suscribía Freud: «no hay más que sexual». Eliminada esta
«Obsesión sexual» seudo analítica, es posible otro sentido para El pensamiento de Lagache es ciertamente muy matizado;
esta frase -hay algo sexual ·donde- es difícil, si no imposible, resumirlo; vale por el detalle y por
Lo ·SEXUAL·: quiera- y es que lo sexual es un as- la fineza d e:" los análisis. De modo que, en contradicción apa-
UN PUNTO DE VISTA. pecto de toda realidad humana, que rente con esta idea de la sexualidad como un simple aspecto
uno puede aislar sólo por abstracción de lo real, aislado por abstracción, hallaremos esta otra afir-
o pqr punto de vista. Es una idea que se puede colocar bajo mación de que en el análisis existen las condiciones de una ver-
el padrinazgo de Daniel Lagache, quien la ha expresado sobre dadera producción de la trasferencia
·todo a propósito de la participación de la sexualidad en las ac- .. o UNA PtmnucctoN (por lo tanto de lo sexual). Con lo cual
. tividades llamadas «sublimadas»: lo sexual, nos dice, es una fac nos vernos conducidos a un tercer mo-
. ceta de' toda realidad humana, faceta que se tiene el derecho do de entender esta frase -hay algo sexual dondequiera-: no
de considerar.aparte, a condición de no olvidar que no se trata basta decir que es posible una lectura sexual de todo; es preci-
sino' de un artificio de la observación. Punto de vista sólido, so afirmar que existen lugares privilegiados de producción de
epistemológicamente, pero al mismo tiempo punto de vista en- lo sexual: la infancia y, acabamos de verlo, la cura según Laga-
¡ · gadoso': si. tino. se empeña en esta vía de lo sexual como «punto che; y también, quizá, ciertos fenómenos culturales.
· de. vista;., la interpretación analítiéa queda de nuevo reducida
. . · .a:unp. «lectura» entre otras, ni más ni menos válida que otra. Acordémonos de la paciente de Jean-Claude Lavie, y de
La: le<;tu.r a •titniguiana», para tomar otro ejemplo, puede ser prac- nuestra pregunta: ¿se tiene el mismo derecho de pretender que
_ticada no sin verosimilitud; uno podría incluso sostener esta lo que ella dice nos remite a la escena primitiva, según que
esta persona esté o no esté en análisis? Ven ustedes que pre-
guntándonos si el psicoanálisis es capaz de hacer pasar de una
· 1 ~· Para Fran'Cia, citemos .a Bela Grunberger, teórico de un narcisbmo línea de puntos por alguna parte entre adaptación y sexuali-
no libidinal. Para los Estados Unidos, las ideas, similares sobre este punto, dad, para definir un campo que le sea propio, necesariamente
·de Heinz ·Kohut (cf. A. Lussier, •Sur quelques positions de H . Kohut et la
·nouvelle psychologie du self .. , Psychanalyse a l'Université, vol. 6, nº 21, hemos pasado del punto de vista actual, simultáneo o sincróni-
· 198~, p_ágs. 53-76). co, a un punto de vista que no debemos temer en llamar gené-

160 161
tico, o sea que considera un surgimien to d e la sexualidad. 1:J ; s t,(• r c plq.{11.111 h• 11l.<J 1101'!11 11111·1•1' 1•nl 111 •ldll pHt 1•0 111pl nlo lnH d1111
Para terminar por hoy, tengo que re- planos, al punto d e ha<'(.) 1' <le dloH 11110 Holo , d1111dc 11•11lo 111wo11 lvn
EL DIEDRO Y LA CUBETA cordar rápidamente esquemas antiguos la autoconse rvac iún y la sexua lid ad sc rfi\11 la s dos 1·11rn11 .
que son esquemas de génesis. El esque-
ma inicial es el de un diedro, es decir de la intersección de dos
planqs, el de la autoconservación y el de la sexualidad.
s

-""""" .... "'


AC s

¡...C ~

Por este artificio de considerar un plano· único,_ lo sexual·


m) sería más que «una manera cie hablar'.'- Replégamiento total .
...
que es un peligro a la vez e pistemológico y real, cuando se· ól- .
vida que los dos planos están también, entre ellos, en una rela-
Estos planos, como en toda representación geométrica, son in- ción de articulación y de génesis.
fin itos, aun si por las necesidades de la causa se los representa
c omo finitos. Su intersección es la línea del apuntalamiento o
también de la inversión en el fantasma-, o también del retorno
sobre la persona propia: todos procesos respecto de los cuales
los puedo remitir al capítulo de Vida y muerte en psicóanáli-
sis donde esto se muestra a propósito del masoquismo y de la
prioridad del masoquismo (es decir, de la vuelta sobre sí mis-
mo) en el plano de la sexualidad. 14
Un diedro •marca, indl:ldablemente, una línea de articula-
c ión, pero una de las· posibilidades que ofrece es, también, ce- 1
rrar estos planos uno sobre otro como si fueran las páginas de f
1
1 ...,o 1
un libro. Replegamiento que ilustra esto: que toda actividad
adaptativa puede ser sustentada por una actividad sexual (re- l AC
1
s::
Q)

·ece 1
1
cordemos otra vez a la paciente de Lavie) y que las dos en defi- 1 -¡;;
..., 1
nitiva coinciden prácticamente. . . Pero el inconveniente de 1 s::
::::>
1

--
1 o.
El término .. genético» tiene mala reputación en algunos casos por- 1 ....
<:ó
.,;
.)

-
¡:i
que se lo emplea como sinónimo de madurativo o, también, de cronológi-
co ; pero genético significa que hay, propiamente hablando, génesis, que
hay esto a. partir de aquello.
14
.J. Laplanche, Vie et m,ort en psychanalyse, París: Flammarion, l!l70 . El otro aspecto del mismo esquema es el que he desarrolla-
[Ed . en castellano : Vida y muerte en psicoanálisis, Buenos Aires: Amo- do en Problemáticas I (La angustia) y el año pasado («El psi-
rrortu editores, 1973.] coanalista y su cubeta»). Los dos planos, el de la autoconserva-

;
11
162 163

~
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ión y e l d e la sexualidad , c1:1 tá n a JH , cRta V C 7., c nrolla úoi; e n
110, <'I <l o la 1ull.oco11 11n 1 v111•M 11 . Nnt 11 111 ori 11 d 11 111 1i11 1111•· 111 •· ~ 1 lt11
cilindro. Su línea de inte r secció n se h a convertido e n lfnea d e
tangencia, en un esquema. cuyo parentesco con el diedro es ción, a lo largo d e CH tOH doH 1·fr1•11l 1111 , 1'11111 ·! 0 11 11 11(,µ, 1\ 11111 11111 111
evidente, si se dibuja a este último de cierta manera: c iones inve rtidas. A parlir d e unu fl cdiu nf(.• 1'1' 111.o y d1 • 1111 11 111 •
cha eferente del cilindro externo (F 1 y F :¿), la cxd tu cl<> n H<'X 111tl
funciona en sentido inverso.
Todo esto ha sido precisado el año pasado, así como e l ori-
1 gen de esta cubeta a partir del esq11ema bien conocido del apa-
1 rato psíquico, de la Traumdeutung. Es un modelo destinado
1 a mostrar cierto tipo de funcionamiento de las pulsiones se-
1 xuales, conectado con otro sistema de motivaciones, llamémos-
AC
.8 1 las de la autoconservación o de la adaptación: el cilindro exte-
e:: rior podría llamarse -con otro término freudiano- el cilindro
Q) 1
"§ 1 de los .intereses, y el cilindro interno, el de las pulsiones sexua-
~"'
e::
1 les de vida y de muerte.
:::l 1 Es claro que el replegamiento de estos dos planos de nues-
o. 1
"' tro diedro inicial uno sobre otro encontraría aquí su equiva-
lencia: una correspondencia punto por punto, llegado el caso,

- de los dos cilindros. De manera que, en el límite, reduciéndose


PI t>spa('io <:'ntre amhos, v e ndrían a coincidir. Pero t odo para-
lelismo absoluto pierde, en el límite, interés; sólo es interesan-
te en la medida en que no es completo; de otro modo uno pue-
de prescindir de él y se convierte simplemente en una manera
13 de enero de 1981 de hablar. Mucho más que estos puntos de correspondencia
eventual, lo que es interesante entre los dos cilindros es su tan-
gencia: es decir que en ciertos puntos hay producción o repro-
Este esquema, trazado en la reunión anterior, se sitúa en ducción de lo sexual. Producción de lo sexual a partir de acon-
el espacio de tres dimensiones. Son dos cilindros, tangentes se- tecimientos o de procesos situados en la infancia, pero tam-
.. •· .. . línea· que no es otra que la del apuntalamiento. Vistos
gún una bién producción o desencadenamiento de lo sexual a partir d e
la vida diurna, cuando se trata del modelo del s'u eño; en fin,
este modelo puede ser puesto a prueba para el caso de la situa-
ción analítica. La idea de una línea de producción de lo sexual
puede ser así comentada por el término de aceleración: este
modelo de recinto doble, esta cubeta, no deja de evocar tam-
bién algo como un «acelerador» de partículas .
Dejo nuestro esquema en reserva, sin
LA PRooucc10N utilizarlo directamente. Y paso a nues-
DE LA TRASFERENCIA tra hipótesis de una producción de lo
sexual en el análisis, en el sentido en
que D. Lagache, que marcó junto con Ida Macalpine un giro
sobre la cuestión de la trasferencia, habla de una producción
de la trasferencia. Es decir que el análisis no es sólo , ni es esen-
. · desqe arriba, o en un corte, los cilindros se convierten en círcu- cialmente, el lugar de una puesta en evidencia de fenómenos
. lo!): circulo interno, el d.e las pulsiones sexuales; círculo exter- neuróticos. No son sólo los débiles neuróticos los que pueden
enamorarse de su psicoanalista, y tal vez incluso esta idea de

16"4
165
una disposición espontánea a la trasferencia no sea sino una «C ll Hd.on ; :-!( ' d1•s 1·111ho<·u i'l l q11i • In 111•x 11 1il 1•11 111 1\ 1111 •11 lflli ' ll P
manera que los analistas tienen de salir de una situación deli- mantiene. Por ú ltimo, e l tl'l'Cl'I' u:-1pcd.o d1 1 111 p1•od1wdc'> 11 d1 •
cada: lo sexual estaría ligado a l hecho d e que la c uru. u 1mlft,kn, poi'
«La espontaneidad de la, trasferencia expresa en alguna me- algunas de sus reglas o algunos de s us e le m e nto::;, true <.:0 11Hi1:.to
dida la posición "oficial" de los psicoanalistas. En general se una suerte de reproducción estructural d e las condic ion9s d e
admite que los psicoanalistas se han visto llevados a defender surgimiento de lo sexual. Tres interpretaciones del t érmino <\pro~ .· "
e sta posición por la necesidad de diferenciar el psicoanálisis ducción" que tal vez no son estrictamente antinómic:as, y qu e .
d e la hipnosis; sin embargo, Freud, en numerosos textos, no habremos de reencontrar a propósito de la.situación analítica.'
opone ninguna dificultad para asimilar la trasferencia a la su- Hoy, en las reuniones que han de seguir, tendre que hablú.
gestión. Nuestra interpretación es que la concepción de la na- de los escritos técnicos de Freud, los que se han reunido en
tu raleza libidinal de la trasferencia es la que verdaderamente el volumen intitulado La technique psychanalytique .. w Uria
h a motivado a los psicoanalistas. Si la trasferencia era de natu- vez más, y me empeño en repetirlo porque no hay sordos peo·-_
r aleza sexual y aun constituía la mejor prue.ba de la etiología res que los que no quieren oír, .no se trata aquJ de enseñar:· la ' ..
sexual de las neurosis, las exigencias de la~rnoral corno las de técnica a nadie; la Universídad no es·
la ciencia reclamaban que los psicoanalistas fuesen declarados LA 1NsTAUHAc10N el lugar, ni lo es este curso. Puecio.\ro1-·
inocentes de la trasferencia. De ahí la tendencia a insistir en m-::1. THATAMJENTO ver a decirlo con fuerza: ·se trata,- cuan~ .
la pasividad del psicoanalista: todo lo que él tiene que hacer do se habla de la técnica, cuando se.la
es mostrar una atención benévola y comprensiva, interpretar analiza, cuando se intenta comprender la significación de cier~ :
las resistencias y esperar. La consideración sobre el ambiente tas reglas técnicas, de procurar ver con ustedes lo que esta téc- .
a nalítico no va más allá de reflexiones sobre la atmósfera ana- nica implica en tanto teorética, por ejemplo en tanto concep:
lítica en tanto atmósfera "permisiva" o de "neutralidad bené- ción de las pulsiones en la cura. Para dilucidar lo «teorético» .
vola". Sin embargo, como lo hemos mostrado ·en la historia de de esta «técnica .. , hablo yo de la técnica. De ahí no extraerán
la teoría de la trasferencia, los textos freudianos sobre la regla ustedes nada que fuera una prescripción, un consejo . Otra co-
de abstin.encia sólo se pueden interpretar admitiendo que la sa que es indispensable señalar cada vez que se aborda este
aplicación de la regla de abstinencia motiva al paciente por me- tipo de texto: están bastante mal traducidos. No es la peor de
dio de frustraciones a las que sólo puede responder con una las traducciones de Anne Berman, pero, en fin, no es muy sa-
regresión trasferencia! más profunda. Esta idea, que parece en tisfactoria. Entonces, cada vez que ustedes no comprendan,
completa armonía con las doctrinas freudianas, ha sido rara en lugar de concluir que Freud es, incomprensible o que. enun-
en la bibliografía hasta que recientemente se la ha convertido cia cosas curiosas, verifiquen el texto alemán ...
e n el pivote casi exclusivo de una teoría de la cura». 15 Nos detendremos en el texto intitulado en alemán Zur Ein-
El año pasado he comentado esta posición de Lagache y Ma- leitung der Behandlung, título que ya aparece traducido muy
calpine sobre la trasferencia y su producción; no insisto en ello, chatamente por «Le début du traitement» [El comienzo del tra-
salvo para destacar que con la palabra «producción» no se está tamiento]. Esto comienza mal (si puedo decirlo, a propósito de
a l término de las dificultades; uno puede imaginar, en efecto, comienzo) porque Einleitung no es exactamente el comienzo
t ipos muy diferentes de producción, por ejemplo la introduc- en el sentido cronológico sino, más bien, el hecho de hacer en-
ción arbitraria, por sugestión, de la trasferencia, es decir, en trar a alguien en el tratamiento: la introducción, hasta la in-
e l límite, una seducción activa por parte del analista; manio- ducción del tratamiento. En realidad, hay dos cosas en el co-
bra que no se podría proponer técnicamente, pero cuya exis- mienzo del tratamiento: Freud compara, en las primeras líneas
tencia en estado larvado nada impide suponer. Al segundo mo- de este texto, la cura psicoanalítica con el juego del ajedrez.
d o de producción lo podemos colocar bajo el título, que ya he- La cura psicoanalítica, como el juego del ajedrez, es extrem?-:-
m os evocado, de un aislamiento, de una suerte de abstracción damente compleja; una vez que han pasado los primeros movi-
mientos, verdaderamente se trata de una experiencia indivi-
Ji; Daniel Lagache, •Le probleme du transfert», en Le tran'i_fert et autres
lravau.x psychanalytiq-ues. Oeuvres JJJ, París: PUF, 1980, pág. 9ti . rn París: PUF, 1977.

1 66 167
d1111I V d tt (• f1 ~1-1H 11111111 1111111•,., d1 ·l 1\l1 •d1 "~ unlu Mo p11 .. cl1 • " 11'111 1\ 111 c1 111 ·n111 1t tl1 •n wl1 \ 11 v 1·1 1\ 111 111 l1 •d1 •11 q111 •, •!il ( h'll•••t pllll
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111.en isu nLc, pero ln<lu <.:e a m a lc ntcn<ll<lo; porque lo que Fn: ud «En est e trabajo lntc ntaró comptlur, p ant l •l-IO <l<•I 1t11 1tll Ml.11
:fc<.:tJvamen te va a de:scribir no son, en rigor, las prime ras mo- práctico, algunas de tales reglas sobre la iniciación d e Ja c urn .
vidas; más exactamente, es algo que está a medio camino en- Entre ellas habrá estipulaciones que podrán parecer triviales,
tre exponer las reglas del ajedrez y mostrar cómo se comienza y ,en efecto lo son. Valga en su disculpa no ser sino unas reglas
a jugar; tal un maestro que comenzara a jugar indicando las de juego que cobrarán significado desde la trama del plan d e
reglas. Freud se interesa más aquí en la manera de indicar las juego. Por otra parte, obro bien al presentarlas como unos "con-
reglas que en las primeras evoluciones del análisis en el inte- sejos'' y no pretenderlas incondicionalmente obligatorias. La
rior de esas reglas, admitiendo que aquellas y estas sean sepa- extraordinaria diversidad de las constelaciones psíquicas inter-
rables, lo que no es seguro. En todo caso, digamos que la com- vinientes, la plasticidad de todos los procesos anímicos y la ri-
paración es engañosa porque en el ajedrez es necesario saber queza de los factores determinantes se oponen, por cierto, a
ya que el caballo avanza de determinado modo antes de com- una mecanización de la técnica, y hacen posible que un proce-
prender las primeras jugadas. En análisis, es importante que der de ordinario legítimo no produzca efecto algunas veces ,
la Einleitung, la introducción de las reglas, forme parte ya de mientras que otro habitualmente considerado erróneo lleve en
las jugadas de la cura. algún caso a la meta: Sin embargo, esas constelaeiones no im-
Ver\ ustedes que reencontramos un problema que ya hemos piden establecer para el médico una conducta en promedio acor-
tocado: ¿qué está adentro y qué está afuera, qué es lo que es- de al fin ... 17 • 18
tructura y qué es lo estructurado? Con esta advertencia para Antes de pasar a considerar las reglas que conciernen al set-
tener presente : la de no hacer empero de esto una distinción ting, quiero comentar todavía un pasaje que se refiere a la
obsesiva, en el sentido de que la delimitación del campo no «Creencia.. , y que viene al encuentro de
puede ser considerada como un tiempo único y separado. Un LA CONI<'IANZA nuestras preocupaciones referidas al
«manual introductorio" de ajedrez explica la manera en que las EN 1'~1, ANALISIS valor probatorio de los enunciados psi-
. piezas avanzan y en que son tomadas; Hada de esto en análisis, coanalíticos. Freud, aun si no niega_§u
porque la introducción de las reglas va unida a la estructura- significación sugestiva o trasferencial1 .se muestra perfectam~n­
ción del campo como tal y a las primeras movidas; más aún, fe escéptico hacia la confianza que puedan manifestar al co-
hasta se puede decir que el conjunto de la partida es una ins- mienzo los pacientes, y lo mismo hacia su qesconfianza. rir-
tauracion, una Einleitung («iilstauración del tratamiento» es una Confianza y desconfianza publicadas, cortc1entes, en las r~­
,.
.. traducción posible para el título del artículo). Tendré ocasión
dé ~eferir"me, -justamente acerca de esto, a lo que algunos lla-
ladones inmediatas con el analista, son síntomas tan poco autó-
ñomos uno como otro¡ la confianza puede ser tan perjudicial
man, siguiendo a Lacan, lo «Simbólico" o la referencia a la «Ley ... como la desconfianza, una y otra no se fundan en lo que creen
· Una.cierta orientación lacaniana supone justamente esta posi- '~estar fundadas. De ahí la afirmación de que no hace falta creen;:-
ción <?-e _la Ley (la Ley analítiea) sin que medie un movimiento. cia en el análisis para hacer un análisis¡ de ahí, en fin, el r e-
Pero la Ley en el análisis, tal comQ
UN RIGoH yreud nos la· muestra, es algo que se
FLEXIBLE · conquista¡ no es solamente una letra,
··· · · · · . u.na regla puesta y dictada de una vez
.Ef-ra siempre; es un espíritu. Cito un breve pasaje que muestra
·bien fa flexibilidad de Freud en esta manera de poner las re-
.· glas; flexibilidad y al mismo. tiempo minuciosidad; una minu-
. ciosidad flexible, si se puede decir; esto es que no se trata de
de_s<midá.t .nada, ni siquiera las cosas que parecen totalmente
.. d~spreciable~;··pero de lo que en efecto se trata, aun tomando

168 169
t lii¡1!1 lllfllilll il1J f1\1t llt'f 1 l t'I llt ·iit ll lll P flldtt lll ll ft1tft1ltl l{lt •11 : 111 1·1w1P11 d u Ju <' 1tl'11 y d <• I p Hl <·111 u1 á ll HIH u pll <·udo : l a pru c b ~.t y In
iltt l·jif11llllllll-tl 1111 1111 l\t illt t¡ll P 1111 ll lldOl11i1 l' llfl '1• 11111 Oft 'O,'I q11(• valldc:1. del a 11á li11ls 1:1c c u c u c utn.m en el pt>icoanáli:;i:; d e las ncu -
1 I 111 •111 , \' 11< 1 t• •11 11il 1tl'11 I H' 1i111·t111<101 ·a .-; l1• 111p1 '<• qu<' oh<.•de:t<:a ro:;is (no m e n c iona directamente la cura), y es allí donde es
• ••tit •ln11 :t. 111li1111 0 11l,1• n lo <rtH · 11· pid<' la re gla del tratamiento ... 20 preciso haber adquirido la creencia para poder después acep-
M11~1 11.11 :1 d o In r·(,,t.tl;.i a n alftíca tomada e n sentido. estricto, es tar creer en trabajos de psicoanálisis aplicado. 2 4
1•vl d <:rtl<: n1 c ntc en las r eglas, por tanto en la situación analíti- Pero, con distancia de algunas páginas, tenernos otro punto
ca, e n l o qu e convie ne t e ner confianza: confianza del analista de vista que parece diferente: ·
q ue estaría fundada en doctrina, en relación con la «Confianza · «Esta historia clínica demonológica ofrece efectivamente una ·
y /o desconfianza» que, en el paciente, no sería más que un sín- valiosa veta que sale a la luz sin mucha interpretaeión, talco-· .
toma. Que esta confianza metodológica de Freud esté ligada rno muchos yacimientos brindan un metal puro que en otros' .
a la posibilidad misma de aplicar la regla analítica fundamen- casos es preciso extraer l.aboriosarnente mediante la fundición
tal, esto no puede menos que remitirnos a la oposición cura del mineral». 2:,
analítica/psicoanálisis traspuesto. Torno esto corno ocasión pa- Evidentemente, existe una contradicción aparente en afir- ..
ra incluir en el legajo algunos textos, que recientemente nos mar en un ·momento: he ahí un caso tan claro que uno lo puede
ha recordado Luisa de Urtubey, 21 en una tesis dedicada al «dia- leer a libro abierto, a filón abierto, aquí tenemos el oro pur.o .
blo en el psicoanálisis» y (jonde el caso de «Una neurosis demo- de la mina en descubierto; y después, con dos páginas de dis-
níaca en el siglo XVIl» 22 hace las veces de documento princi- tancia: para una lectura como esta, la creencia previa es indís.-.
pal en el legajo. Es bien evidente que se trata de un estudio pensab le. Luisa de Urtubey opone efectivamente estos dci.s pa-
p sicoanalítico fuera de la cura, puesto que Freud analiza allí sajes, pero uno se podría pi:eguntar si, a pesar de todo; no h~y:
textos todavía más lejanos que los del pre sidente Schreher, ma - otra articulación posible : porque, en ·definitiva,,lo que está a .
nuscritos de fines del siglo XVII, recogidos en un monasterio c ielo abierto suele ser aquello en lo cual resulta más difícil creer. ·. · ..
austríaco: es la historia del pintor Haizrnann. Pero no es esta Tenemos, en realidad, dos oposiciones, y hay que averiguar el
h istoria como tal la que nos va a interesar, sino una breve dis- modo en que ellas juegan: la oposición metal puro/ mineral en
c usión metodológica en la que Freud responde directamente fusión, de cuya ganga se tiene que extraer el oro; y después
a la objeción de arbitrariedad a propósito de su interpretación la oposición creencia previa necesaria/creencia e increencia,
psicoanalítica (sexual) de esos escritos: igualmente sintomáticas, inesenciales por relación a lo que el
«Si alguien no cree ya en la justificación del modo psicoana- proceso develará. Ahora bien, todas las combinaciones son po-
lítico de pensar, tampoco obtendrá esta convicción a partir del sibles: el metal puro (se trata, indudablemente, de la sexuali-
caso del pintor Christoph Haizmann del siglo XVII. [La creen- dad) se puede encontrar tanto en la cura como en el psicoaná-
cia es invocada aquí de manera positiva: es algo previo indis- lisis «traspuesto» . Y el mineral impuro,
pe nsable para la lectura misma de esta obra.] Por cierto, no EL Ps1coANAL1s1s la ganga, puede encontrarse tanto en
e s mi propósito usar este caso como medio para probar la vali- r,;N FU1-l°10N una como en otro. ¿La diferencia no
dez del psicoanálisis; más bien presupongo al psicoanálisis co- se situaría entonces más bien entre me-
rno válido, y lo empleo para esclarecer la enfermedad demono- tal enfriado (Haizmann está enfriado, desde el siglo XVII) y me-
lógica del pintor. Justifico mi proceder invocando el éxito de tál en fusión? Sería tentador definir la cura como «psicoanáli-
nuestras investigaciones acerca de la naturaleza de las neuro- sis en fusión» (no: en efusión). Esta expresión me gusta bastan-
sis en general». 23 te porque reúne la idea de la cubeta, cubeta de doble pared,
Estarnos aquí en presencia de uno de los puntos de vista
e xpresados con más frecuencia por Freud en cuanto a las rela- 24 Es divertido comprobar que la ereencia en el análisis y la del diablo
son puestas estrictamente en el mismo plano: ·.Si alguien no cree en el psi-
coanálisis y ni siquiera en el diablo, será asunto suyo lo que haga con el
20
!bid ., pág. 128. caso del pintor, ya sea que salga a la liza para explicarlo por sus propios
21
Freud et l e diable, París: PUF, 1983. medios, o que no halle en é l nada que exija explicación" ( ibül., pág 86),
22
En OC, 19, 197!=i, págs. 7 3- 106. Cf. sobre este punto el conjunto del traba.jo de Luisa de Urtubey.
21
' ltJ'i<i.,pág. 86. Entre corchetes, comentarios de .Jean Laplanche. ~;; l/1ül . . pág. 7 5.

1 70 171
111 111111111 1 11 ll11111 d 11 1 l11 I l' e1 11Hn 11 111H P ll
lo qtll i 1111 l11 trn 1f.11 11 11 1•111• pu ;cptlblc, lnc.:lw-10 frágll . Lagach c di ce que Ja regla fundntn c 11tal
111 11111111 11111 111 11 111111 11 p1·odl'l1t1114 •11t(J rni pc<:leH el<: c u -
11u dc 1111•: !'!ni\ (se e n t ie n de : la regl~ de la asociació n libr e ) e st á hech a para
''"l IHI, p in o h 1111 1~ t(ll'lnhlli. H<· h 1t o ll t1t 1>1·0<.1uc lr cncrgfas extraor - ser infringida, y que todo su interés reside incluso1e n dar lugar
dl 1111rlm1, 110 (' IH '<'rraudo Ja reacción en un contine nte sólido, a dislocarnientos y tropiezos significativos. ¿Se puede decir, del
11 mterla l - q u e se vola tiliza ría desd e e l momento en que se ini- mismo modo , que los límites del tiempo y del dinero están «he-
;iara la fusión - sino mante niéndola en campos de fuerzas, es- chos para» ser trasgredidos? Ningún analista lo sostendría con
'pecie d e c ube ta inmaterial. ¿Qué determina la diferencia en- sinceridad, y creo que todo el dispositivo está hecho a la vez
t r e e l psicoanálisis en fusión y el psicoanálisis traspuesto? Muy para permitir cierto cuestionamiento y para mantener la situa-
simplemente, se puede decir que en un caso el interlocutor es- ción como tal. En otros términos, hay desdoblamiento, un cli-
. tá ahí, presente, y en el otro, no . ¿Pero cuál es la significación vaje d'el tiempo y del dinero , clivaje que nosotros seguiremos
· d e esta presencia? ¿Se trata, corno insiste una y otra vez Freud en su necesaria instauración.
en el último texto citado , de la posibilidad de aplicar el méto- A e ste clivaje se le puede encontrar una suerte de prefigu-
do, la regla? ¿O bien se trata, como parece reconocerlo él a ración en la distinción marxista del valor de cambio y del valor
veces , de poder hacer jugar la sugestión: , con una modalidad de usó; de modo que, para enunciar desde el comienzo lasco-
tal vez nueva, pero que indudablemente sigue siendo sugestión? sas, es en el nivel del valor de cambio del tiempo y del dinero
La creencia que el analista parece desdeñar en el momento donde se situaría la pared externa y, al contrario, es a su valor
inicial, pretende producirla en el de llegada: pero entte con- de uso, es decir, según nosotros, a su valor libidinal, a lo que
vicción científica y persuasión sugestiva, la balanza queda in- correspondería la pared o el límite interno. Recuerdo también
f~ decisa . .. a ~E..~~~t~JJ~,_g1üzá,_ql.le....cl._análisis, s_ !: que tiempo y dinero son difícilmente disociables -aunque Freud
j rnultáneamente, provoca la aparición de un nuevo campo ~~­ lo haga aquí, para la comodidad O.e su exposición- porque evi-
rorumisrno tieñij)o"r epite, re-e~ un~ali<!ªQ...qµe constituye dentemente se tr<tta de pagar determinado tiempo de análisis.
Úna dimenSionv erdader o , y hasta privilegiada, de la existe h~ · Time is rnortey no es solamente la máxima del capitalismo avan-
clañilrnan a:· --- - --- -- --
zado; es una fórmula retomada y sistematizada por el propio
~- .-::.=~,.:;:_~ '·
Marx puesto que, ustedes lo saben, el «Valor» -que sólo puede
entrar e n la economía política bajo la forma de valor d e cam-
bio- está e vide ntemente medido por un c ie rto tiempo de tra-
20 de enero de 1981 bajo llamado «socialmente n e cesario» .
Vuelvo a Freud a · propósito del tiempo. Es indispensable ,
nos diae , atribuir a cada paciente una hora .detet minada que
ffoy,comenzarernos a'exarninar los problemas del set'ting del es su ·p osesión:, que está disponible para él y que, evidentemen-
. -: . análisis, es de~ir, siguiendo el artículo de Freud sobre «La in- te, por estarle reservada, es pagada aun si el paciente no vie-
trodi.icción d~l tratamiento», lo que él designa corno las cues- ne . Tenemos áhí considera<;iones que al comienzo parecen muy
. tiories del tiempo y del dinero. 26 Cuestiones respecto de las triviales, lo que Freud acentúa aún más no temiendo compa-
'cuales es esciarecedor en principio suponer que nuestra cube- rarse con un profesor de música que reserva· un horario a su
ta tiene una doble pared; no es que el discípulo. El interés de hablar de las cosas de manera ext;rerna-
· ·: . T1EM''Po Y' DINERO: tiempo sea una de las paredes, y el di- damente trivial se GOnfirma con esta observaeión: si se ad~i­
. P.ARED DE LA CUBETA nero, la otra, sino que tiempo y dine- tiera que el paciente viniera cuando le conviniere y que el «mé-
. ro se desdoblan uno y otro. Es proba- dico» lo atendiera sin tener que hacerle pagar, en el límit'e es~s
. bleme'nte sobr.e esas dos líneas (tiempo y dinero) donde el lími- ausencias llegarían a ser suficientemente numerosas para qu_e
.te trazado por el análisis es tal vez más «sensible» en los dos el analista ya no pudiera subvenir a sus necesidades. Nos ve-
· s'entid.o s del término: perceptible, pero también sensitivo, sus- mos por lo tanto aquí confrontados abiertamente con el nivel
de la supervivencia, de la autoconservación, desde el punto
26 S. Freud , .. sobre la iniciación del tratamiento», op. ci t. , a partir de de vista del analista. Pero estas prescripciones, puramente uti-
· la página . 128. litarias en apariencia, toman, razonando por los contrarios, to-

,1 72 17 3
il fl l,i ll ill111i •tHl1111111111 111111 1h1111111 111111!11111>11 fl l¡t lt lnttln 111;1 1q11f111
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nipulación d e l ritmo; lo que por mi parte inte rpre to como e l
V/ll lu y </I!(' W> s1 · <li::;<:ul.idí. p a ra saber si su ausencia está - o mantenimiento de la doble pared, lo único, justa m e nte,. q u e
11 0 - ju::; Wkada: permite intervenir; es decir, hacer surgir las motivaciones püi-·
«Sólo tras algunos años de practicar el psicoanálisis con es- sionales y, por consiguiente, interpretarlas.
t ricta obediencia al principio de contnüar la hora de sesión .u no Y después llegamos a la cuestión del dinero. El pago es el.·
ad quiere un conven~imiento en regla sobre la significatividad pago de cierto tiempo, y Freud, desde el comienzo,. insiste.en
de la psicogenia.en la vida cotidiana d.e los hombres, sobre la el hecho de que esta cuestión se debe abordar sin hipocresía.
frecuencia del enfermarse para ''hacerse la rabona'' y la nuli- El mismo es quien plantea, desde su primera frase, esta distin~
dad del . azar». 27 ción enla que yo insisto, entre las dos significaciones del dinero: ·
El término «psicogenia•>, evidentemente, es cuestionable por- «El analista no pone en entredicho que el dinero haya de .
que todo, en un sentido, es psicógeno. Pero se trata de una considerarse en primer término como un medio de sustento ·y
psicogenia bien particular que es aquella de la presencia o de de obtención de poder [el aspecto autoconser.vativo.del dine- · . . ..
la ausencia en función de la relación con el analista, es decir, ro], pero asevera que en la estima del dinero ·copartic.iparú)o'-' ..
e n definitiva, de lo pulsional, de lo sexual. derosos factores sexuales. Y puede declarar, por eso, · que e! .
Freud no detalla más, pero r~cordaré que esta cuestión de hombre de cultura trata los asuntos de dinero de idéntica rp.a-.
las presencias o las ausencias en las sesiones está lejos de sus- nera que las cosas sexuales, con igual duplicidad, mojigatería
citar unanimidad. Algunos analistas, que tal vez se sienten cul- e hipocresía. Entonces, de antemano está resuelto :a no hacer: .
pable s o bíen están abrochados a pesar de ellos a los criterios otro tanto, sino a tratar las relaciones monetarias ante el pa~
de la «realidad material», pudieron, en tiempos nada lejanos , ciente con la misma natur.a l sinceridad en que pretende edu-
juzgar sobre la legitimidad de una afección por el grado que carlo para los asuntos de la vida sexual. Al comunicarle espon-
se leía en el termómetro . Posición caricaturesca, pero de la que táneamente en cuánto estima su tiempo le dem.uestra que él
e s preciso extraer la lección: introdudr un juicio del analista, mismo ha depuesto toda falsa vergüenza» . 2 H
introducir una discusión sobre las al}sencias del paciente, des- La cuestión del pago puede ser discutida, con relativa clari-
de el punto de vista de la materialidad del resultado (pagar o dad, a raíz de los tratamientos gratuitos, se los emprenda a tí-
no) es remitirse finalmente al juicio final del analista; pero es tulo confraterna!, para cuidar a otro médico, o t ome esa gra-
sobre todo, desde el punto de vista del análisis, introducir lo tuidad en consideración los escasos recursos del paciente. Freud
inanalizable en la situación. No es una paradoja decir que el evoca aquí su experiencia personal:
p aciente sólo es libre, analíticamente, de hablar de sus ausen- "ª lo largo de unos diez años consagré todos los días una
c ias en la medida en que el debate sobre sus razones quede hora, y en ocasiones hasta dos, a tratamientos gratuitos; la ra-
por completo fuera de la cuestión. Una discusión sobre la re- zón era que quería enfrentar en mi trabajo la menor resisten-
alidad material, por el contrario, es exactamente extra-analítica; cia posible con el fin de orientarme en el campo de las neuro-
es , como tuve ocasión de decirlo el año pasado, una discusión sis. Ahora bien, no coseché las ventajas que buscaba». 29
«Sobre los horarios de ferrocarril». Y dice que por el contrario el tratamiento gratuito, dado
Daré otro ejemplo todavía. Existe de parte de muchos ana- por el analista al paciente a título de regalo (no se trata aquí
listas una especie de manipulación del .r itmo de las sesiones. de otras modalidades de la gratuidad), lejos de suprimir las re-
Después de cierto tiempo de análisis, se habla de «pasar» a una sistencias, las aumenta fuertemente. Este texto que venimos
cantidad menor de sesiones, como si el final del análisis fuera recorriendo aquí está lejos de ser exhaustivo, aun si se orienta
un descondicionamiento o como si hiciera falta hacer compren- por una rectitud ejemplar: la ausencia de hipocresía no es sola-
der, expresándolo en acto, que eso «Va mejor». Pero también
28 !bid., págs. 132-3. Entre corchetes, comentarios de .Jean Laplanchc.
27
Jb·i d., pág. 129. ZH [bid., pág. 133.

174 175
111 1,1 111 11 1111 11 1· 11 11 lld 1ld 111 0 1·11 1d1• 1i'1•q 11d ; 1.•11 d n·(·o11 od nlic nlo lúcJ - le nte ndido ra dical. El analista no .p ue d e t e n e r otro obj e tivo que
dn ·d o In tJ l~ n lf'l< • ndó n llbld J111.1J <J c l d ln c r<> y, e n p a rtic ular, d e l
1•1•1-t11 lo . N o h a y re galo ::;in contra p a rtida, real o psíquica,: e.s to
! H e vide n te ; e n e l caso d e l análisis, no hay rega:lo recibido sin
.'"'.-
\\ t.
librar en su joven paciente una. autonomía, ayudarlo .a elabo-
~ rar su deseo individual. Bien sabe que, un dÍa u~ otro, tendrá
que situarse en la conflictualidad entre ese deseo y la deman-
r esist e n cia a c recentada. Evidentemente, Freud no aborda aquí da parental. Afortunada situación, tal vez, aquella en que ·e l
todos los problemas ligados al pago, en particular ·los ligados malentendido dure bastante tiempo para que la cura haya po~
a la contratrasferencia (sabemos lo reservado que es, con res- dido progresar. El mismo malentendido, con toda evidencia,
pecto a su cuestionamiento personal . . . ); no se pregunta a qué es el que vuelve posible, en una situación psicológicamente pre-
«precio» subjetivp puede el analista tolerar «dar» un tratamien- caria, tratamientos de adulto que son pagados por un tercero
to sin recibir por~llo remuneración, ni qué remuneración oculta social. Entre los criterios de salud de un médico asesor, inspec-
. se procurará entonces. tor de un organismo oficial, y los criterios del analista, lo más
Evidentemente este texto está históricamente situado, y no deseable es que la confusión persista al precio de una termino-
podría considerar otra alternativa que esta: tratamiento-regalo logía vaga y seudo médica. Pero en su fondo, todo tratamiento
del analista/tratamiento,pagado por el que, éstructuralmente, depende de la asunción del gasto por
PARENTESIS SOBRE EL paciente. Los problemas llamados del un tercero (tercero individual en el caso del niño, tercero so-
TERCERO· INTERVINIENTE «tercero pagador" son de otra época, cial en el caso de una persona jurídica, la seguridad social o
aunque en otros textos Freud mencio- una compañía de seguros privada) introduce por eso mismo exi-
ne esta posibilidad. Sin querer entrar a fondo en esta cuestión gencias extrínsecas al propósito analítico y, sin ninguna duda,
de los tratamientos pagados, parcial o totalmente, por un orga- exigencias adaptativas . Tenemos aquí de nuevo .la coalescen-
nismo de seguridad social, una compañía de seguros, etc . , des- cia de las dos paredes de nuestra cubeta, con el riesgo de que
tacaré sólo que la problemática metapsicológica resulta aquí lo pulsional-sexual sea referido sin cesar a la dimensión de la
profundamente desplazada. Que el analista reciba paga sin que autoconservación.
el analizado le pague, con toda evidencia modifica profunda- Pero he indic ado que la cuestión del tercero interviniente
. mente el circuito de la «deuda» y, por lo tanto, e l tipo de rela- es más extensiva que la simple problemática del pago. Me he
ción intersubjetiva. Pero todavía no está allí lo esencial. En referido a lo que clásicamente se llama «psicoanálisis didá cti-
mi opinión, la cuestión es de muy otro alcance y:, en la expre- co» . Entendemos por esto, en la mayoría de las sociedades de
sión ~tercero pagador» es en el término «tercero• donde yo co- analistas, un psicoánálisis emprendido en referencia a los im-
•. locada el sign.o de interrogación . Me explico: ningún «tercero» perativos de tener que proporcionar un «producto terminado»
. : '. ~ · : qué asuma o 'reembolse los gastos de un tratamiento podría conforme a cierto ideal, el del «buen analista». Las modalida-
· · a,c eptar no tener un .derecho de inspección sobre la cura, sus des del control institucional sobre :el proceso analítico pueden
. : .... . inüicaciqnes, su duración, sti evolución, sus «resultados», etc.: . ser de las más variables: del más estricto (asignación del candi-
Éstá én. la naturaleza de las cosas que un tercero pagador sea dato a un analista didacta, número de horas de análisis impues-
· un tercero demandante y un tercero. interviniente . La .conse- to, etc.) al más liberal. Pero , en todos los casos, lo que subsiste
cuencia es ineluctable;. se trate de una persona física o de una es que se trata de un análisis «por encargo» en el sentido preci-
· -personal.moral; y sea pecuniaria o de otro tipo la intervención so en que el Estado, o un particular, encarga un edificio a u n
· del. tercero .. Me explico con dos ejemplos simples: «psicoanáli- arquitecto, o un cuadro, a un pintor. Flexible o restrictivo, im-
sis: de niños» y «psicoanálisis didáctico». Todos los psicoanalis- puesto a priori o controlado por el producto terminado, el «re-
tas de niños conocen esta dificultad princiP.al, a saber, que el gistro de obligaciones» está ahí como un constreñimiento prin-
demandante del tratamiento, el «Comanditario», el «promotor», cipal, extrínseco al proceso mismo, sobre el: cual hace pesar
no sea el niño mismo, sino un progenitor que necesariamente su hipoteca. «Psicoanálisis» de niftos, «psicoanálisis» con terce- \ :
introduce' sus.propias exigencias, por loables que fueran: que ro pagador, «psicoanálisis» didáctico: tres modalidades en que l
. el nifio sea menos turbulento, que ·trabaje mejor en la escuela, el término mismo d.;· e «psicoanálisis»• se debe poner entre comí- 1
· .que· ;no ~e orine más en la cama . .Todos objetivos que compro- Has porque la cubeta analítica, cubeta de amor y de odio, se .
mete!' el pacto inicial en un entendimiento tácito o en un ma- encuentra allí amenazada, como lugar de la trasferencia. En ,

.1(6. 17 7
' l'c111n111or1 11q111cnrln11c •1111 1111 n 1·11hc •l,11 d1· doble • plll'1•d ' 111111 p1
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Jcl pi nd 11 1•l1 ·11 ; 1111 ni pc 1111• 1 rt1· l.t11lt111·1t .!(• 1111a lugal'i::;ta, formal , pero de la que yo prefiero dct:1tacar ::iu aspee:.:
111111 of1•n1pl11 , n 11tn 11dl1 •11do por· t.ul u11 pr·oc<.~1:10 de obje tivos lirni - to contractual. Lo que se advierte, en la posición freudiana,
l11do11, d<1l'l11ld1m, pr<.:cH t.abl c<:idos. Tanto es c ierto qu e el análi- es en efecto que estas convenciones son justificables, es d ecir
Mis 110 HC podría e mprende r sobre la base de un acuerdo que que pueden ser discutidas y. expuestas sin · hipocresía: .en este
tcndi.cra a dejar fuera del proceso, incuestionables, intangibles, artículo, desde luego; entre los analistas, pero también, inicial-·
obje tivos,t«representaciones-meta» del orden de la adaptación. mente, entre el analista y su futuro analizado. Esta pared ex-
Que todo sujeto que inicia un análisis traiga consigo esos obje- terna, contractual, es objeto de una discusión a la vez flexible
tivos, nada más natural; que esos objetivos estén sellados por y .rigurosa. Flexible, en los acondicionamientos posibJes; rigu-
un pacto que ate al analista a la demanda, ~ la expectativa o rosa cuando la esencia misma del análisis está en juego, a tra-·
:
al control de un tercero, esto importa crear desde el comienzo vés de concesiones aparentemente sin consecuencia~ funda-"
las condiciones de ·una resistencia insuperable. mentales. Rigurosa también en la manera en que el contrat9.
Volvamos a la cuestión del dinero, que voluntariamente yo es mantenido, una vez que se lo aceptó. Freud rios lo deja en-
disocio de la del tercero. El pensamiento de Freud, como su tender sobre todo a raíz de las· interrupciones prolongadas, a :
práctica, está evidentemente «datado» por ese fin del siglo XIX causa de enfermedad por ejemplo: más vale entonces interrum-.
y comienzo del XX; se sitúa en una sociedad burguesa de la pir el tratamiento con la salvedad de retomarlo, sobre la bas~.
que él en modo alguno reniega y respecto de la cual demanda de un acuerdo nuevo. ¿Cómo se justifica este rigo_r? Por la ne-
simplemente no mostrarse hipócrita. Conduce esta interroga- cesidad de preservar una segunda pared, que está enterameñ~ .·
ció n con una libertad tal, que le confiere un alcance más vasto te sometida a las contingencias del proceso analítico: aquí; .el
que el atribuible a lo que llamamos «Sistema capitalista» ... tiempo y el dinero son tomados en su valor de uso, que es su
Por nuestra parte, hemos intentado valor sexual. Conocemos lo vulnerable de este «Valor» sexual
E1. s1·:n·1:-11; CoN clarificar esta inserción del dinero en del tiempo y del dinero, lo que, de pasada, explica las pasiones
noBLE PAHEI> dos sistemas de fuerzas -el de la adap- que se revelan cuando esos puntos son puestos en discusión,
tación y el de •la sexualidad-; para ello aun entre analistas. Con mayor razón, en el análi::iis, esos dos .
establecimos una comparación con la oposición marxista del parámetros están expuestos a ser atacados, violentados, por
valor de cambio y el valor de uso. Oposición de la que sabemos todas las formas del razonamiento y del pasaje al acto, desde
bien que no se vuelve caduca por la simple abolición del modo la crítica llamada «de clase" hasta la trasgresión abierta de esas
de producción capitalista. reglas.
Y bien, lo que Freud aporta aquí, descubrimiento cuyo al- A diferencia, ciertamente, de la regla fundamental, que, aun
cance no está limitado en el tiempo y el espacio a un particular maltratada y cuestionada por el paciente, sigue planteada co-
sistema de intercambio, es que el dinero mismo tiene un valor mo referencia de base (los apartamientos de la regla no hacen
_}ibidinal. Formulación que va más lejos que la de Marx, pues- más que confirmar, en definitiva, su justificación), la posición
to que la idea de un valor de uso del dinero és evidentemente de una doble pared, en el setting, aparece como algo indispen-
muy cuestionable en la economía marxista. Aquí, es preciso sable, como algo previo, para que el encuentro analítico pueda
llegar hasta el fin del pensamiento y recordar que este valor___. continuar más allá de las contingencias de la relación libidinal
libidinal del dinero es ant.~do.anahexcrem.e.nto. pene anal que él engendra,
o __ g apel para -limpiarse. 30 Esta ·constitución del setting en doble pared tiene segura-
:rn La Nouvelle Rem¡,e de Ps:1Jchanalyse, en un número sobre «Los obje- mente algo de obsesivo. No hay que tener miedo en reconoc~r..::
tos del fetichismo» (nº 2, otoño de 1970), dedicó a los aspectos marxistas lo. La pared externa est;ironstituiaa-"éüiñO üñ r_tr_!!~Lrelatjya­
ele la teoría ele! «fetichismo» dos artículos que no carecen de mérito. Pero mellte fijo_c...rrotec:_toT."'PiQie.ctm:_paraf9s!!'Q~~Í>.°!'.2~.Sºnisfa§_,_prn­
es notable ,que C'?ta sub-sección marxista haya quedado sin comunicación,
sin confrontación con el pensamiento freudiano. La razón profunda de es- tector del analista, ciertamente, que así tiene g~~a_4.a_l~
to e s, a mi parecer, el horror y' la represión persistentes de la significación posibilidad de suOsístir como ser humano en una ~ociedad...d.a:­
a nal -libidinal del dinero.
da. Protector tamfüen ael analizado, insisto en ello, que ~1!_-
· --~ -- ~

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.C.!:!!!!!!!.'3:_3llf iU4..<;.!JJSÍY..ª co11di qjó11_ge_su,J.f.Qer tad de Jw.úla.r y L('Y ('H (') iu 1u llHt.11 , y r!l 11 1qwl11('lc"111 , Tul v1 •:& 1•11 loH t11111ll11 l11 11 lrn
de fantasmatizar . Recordemos además esta evidencia: un ana- rfan s uya la fórmu la d e Lagad 1c 111od l l'1<'11 d a : todo d p1·01 ·wtc1
lIZado que tuviera que justificarse (con una justificación «ra- del análisis con sistiría en hacer la experiencia d o lit tra:;~r<• i·ll<>ll
'•
·cional») de una ausencia, por eso mismo quedaría privado de -o de la sumisión- respecto d e unas tablas d e la Ley 1.h .: J11 :;
la.libertad de perseguir sus motivaciones profundas en el nivel que el analista no sería más que el portavoz .
en que .nosotros nos situamos en análisis. Porque enunciar esas La segunda tentación, aparentemente inversa, consiste en
motivaciones libidinales -cuando al mismo tiempo uno hace pegar, en hacer coincidir, las dos paredes de la G:ubeta. Esta
ademán de ponerse de acuerdo con el analista sobre una eva- t e ntación es bien natural, normal, de parte del analizado. In-
. luación «objetiva" de la ausencia- sería reconocer el carácter terpretar un aumento del precio de las sesiones como una es"
ilusorio de esta evaluación. Comoquiera que sea, no es posible pecie de penalidad o, llegado el caso, por el contrario, como
traer a la luz lo inconciente si amenaza convertirse en un ar- un signo de ·reconocimiento; interpretar una interrupción de
ma, en un conflicto de poderes o de intereses con el analista . las sesiones como un signo de abandono, o de cualquier otra
La idea misma de la doble pared, seguramente, hace pensar manera ... en todo esto, el analizado hace simplemente su «Ofi-
preGisamente en los rituales de no tocar y en el aislamiento cio». ¿Qué decir, en cambio, del lado del analista? Si todo tiene
que son característicos de los comportamientos obsesivos. To- un sentido, evidentemente es tentador
dos los rituales obsesivos se basan en un aislamiento y todos v MANIPULAHLO mostrar que uno no se deja pasar por
los rituales obsesivos están particularmente atentos también el ritual, incluso que uno sabe utilizar
a estos dos factores del dinero y del tiempo . No temamos en- e l setting, es decir las condiciones mismas del análisis, para co-
tonces reconocerlo y, como dice Freud, sin falso pudor; por- municar mensajes. Esta tentación no es propia de 1una sola es-
. que, en principio, no podría ser de otro modo: los elementos c uela analítica, aun si en cierto sector ella ha sid.o llevada a
que constituyen la pared interna, tiempo y dinero tomados en su colmo. La cuestión está presente un poco dondequiera, por
. su valor sexual, sabemos que se cuentan entre los más sepulta- ejemplo, saber trasmitir un mensaje por medio de un aumento
dos y prohibidos, en la medida misma de su ligazón con la se- de honorarios en el curso del análisis . Manipular el pago, en
xualidad anal. tal o cual momento, en función de una dificultad técnica o in-
A este setting a nalítico lo h e descrito terpretativa, es un procedi:miento del que enc ontraríamos ejem-
Dos l'EH\"EHSIONES s~ent~ , s:-Lgui~~ -aF;e-;;ci, tr~- plos en todos los grupos analíticos.
r>EL sr:TTING: tando de señalar su significación me: Y después está la posibilidad de hacer pasar un mensaje por
-'>r\< ' l{ALJZA HLO. tapsicológica puls10nal: permitir g ue lo el tiempo, en particular por la duración de la sesión; ha sido
, sexual surja y se expr,~~- Ahora mene Lacan, ustedes lo saben, el que se ha 'hecho dire'c tamente el
. donaré dos tipos .de ataque, _de cuestionamiento o de perver- protagonista de esto. Citaré dos pasajes, el primero de los cua-
-sión: ataques en apariencia opuestos, pero que provienen sin les forma parte del texto central: «Función y campo de la pala-
, du~a· .del mismo horifonte teórico . bra y del lenguaje en psicoanálisis»: ·
.La primera tentación es sacralizar el ritual. Por el hecho mis- «Así, es una puntuación afortunada [se trata del momento
. . mp de que existe c~erta regulación estable, cierto legalismo, de suspender la sesi<)n. El término «puntuación,,, término d~
·se ,trata de hácer pasar ese legalismo a lo absoluto, de identifi- la gramática, viene a significar que se trata a1lí de un acto de
. ·ca:r lo contractual con la Ley. No quiero decir que lo contrac- .lenguaje] la que da su sentido al discurso del sujeto. Por esó
tual no tenga su dignidad, que es la del compromiso y de la la suspensión de la sesión de •la que la técnica actual hace un
palabra recíproca. Pero quien dice contractual dice posibilidad alto puramente cronométrico, y como tal indiferente a la tra-
de revisión. No encontraríamos en Freud cierta identificación ma del discurso, desempeña en él el pap"el de una escansión
dél. set~ing an~lítico con una Ley proclamada . .. En cambio, que tiene todo el valor de una intervención para precipitar los
~ri aJgunos, el ritmo de las sesiones y su· pago se convierten n:i.omentos concluyentes [Lacan habla aquí 'de «intervención,,,
. en· la.encarnación misma de la Ley, en la presencia, podríamos pero uno casi podl-ía decir ·dnterpretación». La idea de «preci-
·decir, de lo «simbólico» sobre la tierra. Evidentemente, en este pitar» va referida a una concepción del tiempo vivido como dis-
·caso,. ya no se tráta de algo contractual; el que promulga la continuo, heterogéneo, tal como Lacan desarrolla sus aspectos

.·. ;

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c•I ,.¡ l• •t11 p 11 111 11·11 t '11111p1'1•11d1•1'u .Y 1i l ll lll O lll \ ' ll LO dt • (' Oll o lull'>• -
menta l: san c io n a r a a lg uie n q u e, e n anális is, s u p u est a m e nte
1•11 tt 11 11 1tf1 ·11l o 1d•;1 t h •11íp11 l1"11o41«0 y Ju, usc rc:l6 n <l e ce r teza a ntici -
hablara «fu e ra de la cuestión•>, cuando la regla fundame ntal in-
pn d a,.:11 1. Y c1-1 to Indica li.b<oi ra r a e ste té rmino d e s u marco ru-
vita a «decir t:odo lo que acude a la mente aun si parece fuera
t.l na rl o pa ra s ome t e rlo a t odas las finalidades útiles de la téc-
n i ca .. .:32 de la cuestión». Supondría ello que en análisis existirían crite-
rios a priori para descartar (¡hacer callar!) tal discl!rso en pe- .
:Nos s itua mos aquí, lo ven ustedes, ell! la perspectiva de una
neficio de tal otro: «Dostoievski» en beneficio del «eml;larazo .:
«liberacfón11 respecto de las reglas, consideradas corno cepo ru-
anal» ...
tinario u obsesiv.0. 33 La posición es por lo tanto clara: se trata
Tenemos allí entonces que el discurso sobre Dostoievski .es·
d e hacer pasar un mensaje por la marl'ipulación técnica («a to-
considerado como defensivo por relación a un fantasma sub-
d os los .fines útiles») del tiempo de la sesión, considerando que
yacente. Comprensión de la situación que indudablemente es
este tiene, en principio, valor de discurso. Cito aquí otro pasa-
problemática en el pensamiento mismo de Lacan, cuando ·sa- ·
j e más próximo a la clínica:
lwmos lo dt•valuada que está en él la noción de «defensa ... ~~f
«No diríamos tanto si no estuviésemos convencidos de que
ni siquiera se trata de una interpretación ·de la defensa: est~
a l experimentar en un momento, llegado a su conclusión, de
c? nsistiría obli~atoria.:_men.!_~~ móstrar _al s i fB o ~ l mo1l,g_ ~i).·
nuestra experiencia, lo que se ha llamado nuestras sesiones bre-
que Dostoievski le sirve de defensa y los medios por los cuales
v e s, hemos podido sacar a luz en tal sujeto masculino fantas-
ello ocurre; t6aa interpretaCíi5naefa .([efensa Jie~~su_té~.~ ..
mas de embarazo anal con el sueño de su resolución por medio
.rñiño, p'one d irectamente sobre la pista del fant~.mQ...fl!.l..e_...efilJL•.~
de 4na cesárea [ven ustedes lo próxima que. está la analidad;
cfetrás de ' la de fensa~ En -otrostérminos-;la defensa no es ·Ün , ·
y, al mismo tiempo, este embarazo anal resulta terminado por
p roc;eso neutn~ es un ~¡;,mo q~.e,..&_l!lism-~~~~-¡;_n~~- ·
una cesárea:, lo que reduplica, en el fantasma, el acto del· ana-
.!ico. Pero lo que aquí propone Lacan._~una inte r_\C~S ión 92 e,
lista que interrumpe la sesión «antes del término11] en un plazo
·por:.,u naturaleza no verbal, activa, brutal, no tiene nada de
e n el que de otro modo hubiéramos seguido reduoi"dos a escu-
u'na mterpretación: es una "aeñüñCía,ñasta:ü ñasTiñi)Ie tént a'fi':'.
char. sus especulaciones sobre el ,arte de Dostoievski•i.'l·l
Es esta, ciertamente, una observación plagada de proble-
va para reducir a silencio la defensa.- - - - - -- -·- -- -:-:::.· .,
- Y por ú ltimo entre «SU Dostoíe vski está fuera de la cue~ l-. 1 '
m as. La escansión del tiempo de la s e sión, dice Lacan, es del
o rden del discurso. ·¡Sea! Pero, .en 'primer lugar, es del orden
tión11, «SU Dostoievski es una defensa11 y «usted me cansa co' ' ·
su charla sobre Dostoievski11, es evidente que resu lta difícil e .- \

d el discurso particularmente enigmático, particularmente po-
tablecer la distinción. Aun si concedemos a este procedimie n 1
bre en contenido. Además, es un discurso perfectamente in- 1
to todos sus justificativos racionales y técnicos, ello no impide
controlable por parte del analista. Quiero decir que entre la
que, para el sujeto en análisis, una interrupción brutal de la
suspensión significante y la oportunidad personal del analista
sesión cobrará indisociablemente sentido en estos tres regis-
p ueden ser supuestas todas las contaminaciones. En la inten-
tros : usted habla fuera de la cuestión; usted se defiende ha-
ción significante más inmediata, lo que Lacan se propone co-
blando de eso ; tengo -algo mejor para hacer que escucharlo a
municar a su paciente es: «SU Dostoievski, sus especulaciones
usted ... Que el inconciente del analista esté en cuestión en
sobre Dostoievski están fuera de la cuestión11. Ya esto es discu-
todas sus iñter';eñC10ñeS,eS'üeseYiae nte ;y·mastoa av'íacuañ~
t ible en sumo grado, por relación a la regla analítica funda-
do ellas rozan esas cuestiones hipersensw"1esquesonerfíem_.Qo
,y- el din~ro . · Razon de mas para mantener l_a •tP..a.uid- exLerna2,
'll En Ecrits, París: Seuil, 1966, págs. 197-214. [Ed. en castellano: E~­
critos, México: Siglo veintiuno, 1984.] p2rque de lo contrario tod~~cii!1...-9.~~!:!_tilic~-~!~~~ting
'
32
En Ecrits, op. cit., pág. 252. [En Escritos, op. cit., pág. 242.] Entre corre el riesgo o~vertírse de parte del analista en una ma-
corchetes, comentarios de .Jean Laplanche. ri..eracre-rea1Tzar"1':u-fa:rrttr-SW~[ ..a.ctuar, ··-e-s=-ciecTr:;:~f)i::édsa~
'3'3 Cf. en este sentido un apuntamiento acerca de .Jones, en que el apre-
mente~~~- actíñ§:O:Üt-:-· - - .
suramiento en recibir puntualmente a una paciente a su hora es considera-
do «en su nota de compulsión» ... como «la marca de un collar indeleble» Esta discusión es rápida, y me interesa precisar que su in-
('ibido, pág. 697). . tención no es polémica. Tiende a cuestionar, a partir de los_
:l4 En Ecrits, op. cit., pág. 315. [En Escritos, op. cit"., pág. 303.j Entre principios metapsicológicos que yo propongo, preceptos técni-
corc.lletes, comentarios de .Jean Laplanche.
cos que se· dan por tales. Que uno pueda acortar o alargar la

182 18:3
, dllíllllllllli CI lllllllllllflll 1011 flPllOl l ll111
plll'll l11u ·11t' H .c:., OM lo IJll O l.itl VCIZ ll() llli<'hll'I'
p 111u1r 1111 Hlf i lllll \1 11,
<·o .n p1trtlr <lo lu noclótt d e lu c ubctn y de ~u doble parc <l. En
c ua nto a una utilización m ercantil de esta técnica, no se puede
sino denunciarla en aquellos para quienes la «flexibilidad» se
inclina siempre en el mismo sentido: más dinero y menes
tiempo.
-- He indicado dos maneras de trastrocar lo que yo considero
como un presupuesto del análisis, es decir el establecimiento
' de una pared externa. Una es la que se puede llamar hiperle-
galismo, o también teoría de la «Ley •., y la otra, manipulación
técnica. Dos posiciones que parecen opuestas pero que se pue-
den coajugar: manipulación + Ley. Si el Padre es la instancia cia puesto en los límites y uno hace que se equi;valgan cosas
de la Ley, es evidente que su arbitrariedad es la Ley misma: singulares, impagables, cuantificándolas. La reivindicación de
.T ótem y tabú desarrolla esto brillantemente. Lo que es la Ley «lo único», lo que no tiene precio, no está allí por azar. Se pre-
para otros es, para el Padre de la horda, su puro albedrío. El, senta por lo demás en muchos otros dominios, con un carácter
el Padre , se expresa en valor de uso, y dice más o menos esto: cómico o grotesco que incluso se le adhiere . Mis ~oras de pin-
•no porque se me pague se tiene derecho a una fracción de tura, dirá el pintor, se me pagan, pero está además el talento;
mi tiempo. Este es. imposible de evaluar; yo soy impagable». y el talento, y bien, eso no se paga, está fuera de precio. O
En un sentido es una afirmación enteramente verdadera por- aun, dirá otro, mis horas de experto en contabHidad me son
que el valor libidinal del tiempo no se paga y nadie lo puede pagadas, pero está también la honestidad que es preciso retri-
comprar; es un hecho que importa ya entrar en cierta estruc- buir. O, dirá tal analista, a quien yo •cité» la vez pasada, mis
tura de intercambio social, aceptar que, porque me dan dine- prestaciones de analista son tal vez pagadas, pero no por eso
ro,.ellos tienen derecho a una fracción determinada de mi exis- estoy en venta. Frases evidentemente todas más «impagables»
tencia. Esto no impide que esta afin:ñación verdadera se vuel- las unas que las otras.
va odiosa en la boca de alguien que pretenda jugar el papel Por otra parte, en esta delimitación del espacio analítico,
del padre primitivo, del padre imaginario para retomar la ex- no' hemos temido registrar el aspecto de obsesionalidad. Alana-
presión de Guy Rosolato. '#( lista cumple tomarlo en cuenta y hacer jugar sólo a sabiendas
¡ .
'(' esta obsesionalización. Destaquemos además que quien dice
contrato, dice contrato rescindib/,e; Freud insiste en ello di-
ciendo, por ejemplo; que en caso de impedimento prolongado,
27" de enero de 1981 el análisis simplemente se debe interrumpir; cierte analista, no
de los menos importantes, considera incluso que el contrato
analítico es renovable cada año, es decir que debe ser renova-
La: vez pasada hemos retomado, siguiendo parcialmente el do con cada interrupción anual. En todo caso, cualesquiera que
texto de Freud, las cuestiones del tiempo y del dinero como sean los acondicionamientos técnicos, lo cierto es que este as-
la deIÚ:nitación más neta, la má.S externa, del espacio analítico. pecto contractual constituye una garantía frente a una=tiiii"~­
Algúien .viene a una hora fija, una hora que le está reservada c~<?n pa!!!9Jlarmente...cald.eada y explosiva ~ para el ana-
y que el paga como tal. Pago y horario cuya significación libidi- l~sta, sin duda, de un mínimo de estabilidad )'.:, por gué no d~.;
nal
. él·está en.lo
. sucesivo en libertad de interrogar. Lo que sig- · cirio, de cierto bienestar mínimo, frente al estrés al que está
ri.ifi~a que es preciso poder ataca.r y cuestionar los límites, sin ~o metido ?arantía también .para e r analizado en cuanto al pe-M
O ! O
por eso poner en peligro la cura como tal; de ahí la creación ligro de una interferencia salville entre la interpretación y lªs _
de una.«doble pared». Clivaje seguramente artificial, aun si es c;mciones de su vida cotidiana. Hemos insistido en esto : es el
. un 'clivaje que reitera, en cierta manera, el clivaje no menos dominio de la interpretación sexual el preservado de ese mo-

184 185

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~e c nte ndla e n c ie rto período como apología de la «revuelta de
de • In q11 e1 tln ll11111 1t «(l,t; t1>n.<¡·
11111hl t1 11111
los analizados» . Radicalismo de sesgo anarco-surrealista o, co-
1: 1, ' " 111~ 11 1111 1·; 1111/11, p111'H tnd,11 r <h• d ofln h" mejor su al-
1•u 1.;1111t1N \M 111i N 111 c·1 u1( ' t' . M e liniit,ur6 a recordar que su
mo se lo ha dicho a veces, «esquizofrénico»: «¡Destruid los mu-
fl H 1, A 111111 11¡'1' " delimitación no es de las más simples ros del análisis, destruid los muros de las centrales atómicas,
que el fuego del análisis se difunda por todas partes (precisa-.
y que no podría pasar exactamente en-
1. rc acción motrizy palabra. Recordemosádemá~g ue {;_e~, mente el fuego del amor y del odio)!». Lo malo, si uno se quiere
19 q ue é l llama agieren, el actuar, comprende como su modali- referir a esta energía particularmente violenta que es la ener-
L. dad principal . .· . la trasferencia, ' o sea el, 'elemento mismo én
que se· sitúa · la cura. La oposición, para Freu.d., se sitúa entre
gía del átomo, es que el modelo más verosímil con el cual co1- ·~~.
pararíamos el análisis sería el de la energía termo-nuclear: ~ ~
]
r -'\
.~tualización (trasferencia)y rememoración (de la neurosis in- primid el límite y, precisamente, ya no hay reacción P?Si~ . ~?;/ .
fantil). -Lo que en nuestros días se designa como acting_-out es
iilliñITiestamente otra cosa: la connotación negativa, el ~~e- Paso ahora a Zur Einleitung· der Behandlung para exami-
l t,o de resistencia frente al proceso analítico pasa al primer. pla- . nar lo que Freud dice de la posi~i¿~
'\ no. Pero incluso dentro de esta óptica no puede menos que EL rnvAN acostada, considerada , se podría: de-.
-w rprender 35 la ausencia de verdaderos criterios, tanto por re- cir, como el ter·cer elemento del set· . ·
lación al síntoma o al acto fallido como por relación a la situa- ting, es decir de las condiciones más exteri,>res -pero cuán
ción analítica. Que la noción de acting-out. sólo adqmere senti- importantes- de la situación analítica. Tres breves pasajes de
do por relación al análisis y por relación a la trasferencia, eso este artículo se dedican a ella, el primero· de los cuales será
es evidente; pero me parece que se daría un paso importante corregido de manera interesante por los otros dos. Comentaré·
si se lo refiriera a nuestro esquema de la cubeta y a su doble primero algunos puntos del primer pasaje: 36 la regla «de hacer
pared . El acting-out no es el cuestionamiento, como tal, de la que el enfermo se acueste sobre un diván mientras el médicoº
relación analítica, sino el cuestionamiento activo (sea por ·el se sienta detrás, de modo que él ne lo vea» es presentada como
acto o la palabra) de las condiciones mismas que estructuran un «Ceremonial», lo que muestra claramente que Freud no se
e sta relación y que permiten la existencia de una trasferencia llama a engaño acerca de sus aspectos formalistas y hasta ob-
analítico-sexual. Tengo que limitarme a esta indicación, que sesivos. La primera justificación que da de esto es que «esta

)I'
permite aprehender que los cuestionamientos de la cubeta os
d_cting -out más fáci mente regjstrabfos, son os del analista. Me
escenografía tiene un sentido histórico: es el resto del trata-
miento hipnótico». Si dejamos de lado esta apelación a una «tra-
dición», bien poco convincente para una práctica tan reciente,
' 'refiero en particular a la manipulación de los límites, manipu-
lación del tiempo y del dinero como elementos con los que se lo importante es -creo- que esta tradición sea la de la hipno-
podríajugar técnicamente en el análisis mismo. Indudablemen- sis. Tenemos indudablemente contenidos ahí los elementos que
te , el cuestionamiento radical de los límites no es la obra del Ida Macalpine enumera como productores de la t rasferencia
solo acting-out del analista. Hace algunos años hubo cierto al- y de la regresión infantil : apartamiento del mundo exterior (en
boroto en torno del caso del «hombre del magnetófono». En Les la hipnosis, se pedía incluso cerrar los ojos), constancia y uni-
Temps Modernes de abril de 1969 se encontrará el texto de esa formidad del ambiente , relajación, todo lo cual llevaba a privi-
sesión tragicómica en que un veterano del diván irrumpe, ar- legiar el mundo fantasmático.
mado con su magnetófono. . . y de algunas amenazas al pare- Hemos de volver sobre estos parámetros (que nos acercan
cer más serias. Sesión cómica por la ruptura del encuadre, que a la noción de «frustración»); pero citemos primero la continua-
d ~ja· desamparado al analista pero, en igual medida, al analiza- ción de aquel pasaje, en que Freud, por una vez, interviene
do . La publicidad que se hizo de esta destrucción radical de mencionando su complexión individual:
la «Cubeta» tiene un valor de paradigma por relación a lo _q ue «Hablemos primero de un motivo personal, pero que quizás
otros compartan conmigo. No tolero permanecer bajo la mira-
1 da fija de otro ocho horas (ó más) cada día [cuestión aparente-
' '' Cf. J. Lap lanche y J.-B. Pontalis, Vocabula'ire de la psyclui:nalyse,
op. cü., artículo «Acting-out .. .
:ii; Cf. S. Freud, «Sobre la iniciación del tratamiento», op. cit., pág. 1:35.

1 86
187
1111 •11f,(• <J o •<.:omodldad .. pe rso na l, pero que e nseguida encuen- . la posición acostada y la posición de pie o de «Cara a cara»
tra u n u justificación m ás especffica: no se trata d·e ser mirado puede en efecto considerarse una verdadera materialización
n gen e ra l- sino d e serlo en esa situación psíquica particu- simbólica de la situación analítica, con su pared térnporo-
la r que es el c orrespondiente, en el analista, de la regla de li- espacial. En esta óptica, el contrato (tiempo y pago) así corno
bre asociación]. Como, mientras escucho, yo mismo me aban- sus eventuales modificaciones pueden presentarse corno de in-
dono al decurso de mis pensamientos inconcientes, no quiero cumbencia del cara a cara. Con este peligro, empero, corno pa-
que mis gestos ofrezcan al paciente material para sus interpre- ra toda materialización de una regla en cierto dispositivo o en
taciones o lo influyan en sus comunicaciones [el analista, de determinado comportamiento: que ese dispositivo corno tal pue-
sus asociacionel?, sólo quiere dejar pasar lo que aprecia útil co- da convertirse en el mejor medio para burlar la regla.
municar]. Es habitual que el paciente torne como una priva- «Un número muy grande de pacientes se revuelven contra
ción esta situación que se le impone y se revuelva contra ella, la postura yacente que se les prescribe, mientras el médico· se
en particular si la pulsión de ver (el voyeurisrno) desempeña sienta, invisible, tras ellos. Piden realizar el tratamiento en otra
un papel significativo en su neurosis; a pesar de ello, persisto posición, las más de las veces porque no quieren estar privados
en ese criterio, que tiene el propósito y el resultado de preve- de ver ál médico. Por lo común se les rehúsa el pedido [es aquí
nir la inadvertida contaminación de la trasferencia con las ocu- donde esto empieza a volverse más interesante]; no obstante,
rrencias del paciente, aislar la trasferencia y permitir que en uno no puede impedir que se las arreglen para decir algunas
su momento se la destaque nítidamente circunscrita c orno re- frases antes que empiece la "sesión" o después que se les anun-
sistencia [este pasaje es en sí mismo difícil: se trata de impedir ció su término, cuando se levantan del diván. Así dividen su
una cierta contaminación de la trasferencia para permitir que tratamiento en un tramo oficial, en cuyo trascurso .se compor-
la trasferencia aparezca ... lo que evidentemente no está muy tan las más de las veces muy inhibidos [todo está invertido:
claro; uno se pregunta si Freud quiso hablar de la contratras- la cura se convierte en la relación oficial, defensiva], y un tra-
ferencia; o más simplemente, si esos elementos imperceptibles mo "cordial" en el que realmente hablan con libertad y comu-
que se trata de neutralizar, porque serían incontrolables, no nican toda clase de cosas, sin computarlas ellos corno parte del
son los elementos perceptivos que correrían el riesgo de dar tratamiento. El médico no consentirá por mucho tiempo esta
a la trasferencia un fundamento demasiado real] .. .:l7 separación [esta distinción entre la sesión y el cara a cara no
En esta manera muy compleja de justificar la regla del di e se debería entonces llevar a lo absoluto]; tornará nota de lo di-
ván distinguiré, por mi parte, tres aspectos: hay primero una cho antes de la sesión o después de ella y, aplicándolo en la
distinción neta, y que uno. puede llamar «simbólica»., entre la primera oportunidad, volverá a desgarrar el biombo que el pa-
posiGión acostada y la posición erguida para el analizado; se ciente quería levantar. Ese biombo se construye, también aquí,
ir~t!l de una verdadera materialización postura! del hecho de con el m.aterial de una resistencia de trasferencia ».3 8
·· ·¡ ·. . encon.trars·e en la cubeta o fuera de esta. El segundo elemento He ahí entonces que se introduce una singular corrección
eºs·cierto tipo ·de cqmunicación que excluye el ver, lo que, razo- · a la idea de la doble ·pared: en ciertos casos, el límite puede
nando por los contrarios, sugiere la idea de que la comunica- servir a la resistencia, puede ser utilizado para invertir las co-
ción analítica pasa necesariamente por la palabra. En fin , esta sas porque el verdadero análisis se desarrolla fuera del tiempo
. sítuación I:rriplica otra disimetría; no solamente la diferencia de la sesión, y el tiempo de la sesión, por el contrario, se con-
tél'!lporo-espacial entre el tiempo de la sesión y el tiempo exte- vierte en el tiempo oficial. De modo que, a juicio de Freud,
. rior; es decir, para el analizado, el momento de estar acostado es preciso sin cesar reintroducir en la sesión, es dec ir en la in-
y e~ momento de estar de pie, sino una disimetría posicional terpretación, lo que tiende a salir de ella. Lo que yo traduciría
entre.el analizado y el analista, puesto que uno está acostado, de este modo: lo «simbólico» rígido y estructuralista, que pre-
y. sentado el otro; uno está en el campo visual del otro, y el tendiera oponer de una vez por todas el tiempo fuera de sesión
otro está fuera de la vista. . · y el tiempo en sesión, tiene que dejar sitio al proceso de simbo-
.R etomo estos tres aspectos. Es así como la distinción entre lización, que consiste en hacer entrar sin cesar más cosas en
17
' !bi d . Entre corchetes, comentarios de .Jean Laplanche. 38 !bid. , págs. 139-40. Entre corchetes, comentarios de Jean Laplanche.

188
189
n i Po lll n tild o 11tl11 111 11 de • 111 ti l'tilc> 11 . 1 ·~ 11 dt•t 'lo 111odc1 , t•I hlon1ho l•:n 1·111111t.o 111 f,c•t'<'i•t' p111llo clP c•11t.11 prnll< •l.,11 tl1 1I 11 1111ll '.l.11cl11 ,
111 11f,é•1•l11lb:11do ¡101· 111 d lf'c• 1·1·11da dv las Hlt. undo11 es a('ost.ada y :1 h ec;ho cspcdfko d e lit 1>1>s-i(;'i1h1 w ;oslwln, li f!r1 1t1on1. do /11 11 i J>
de• pl e no es m á:; que una abstraccí6n, a unqu e se trata d e una nosis , pienso que ::iólo se lo puede examina r e n el marc o d('
a bstracción n ecesaria. Es indispensable que exista, aunque fue- los «rehusamientos» que estructuran la situación y para lo!::i cua-
ra artificialmente, un lugar del .discurso adaptativo, un lugar les el término de frustración no es adecuado más que· parcial- .
en que un acuerdo acerca de un horario - aun si conocemos mente . ·
la escasa significación de los horarios- pueda. momentánea y
convencionalmente valer por su contenido manifiesto. Lo que Antes de dejar esta cuestión del diván, quiero apuntar es-
constituye a la vez la disimetría y la relación ambigua del a.pun- to: hemos indicado, en la estructuración de la cubeta analfti- ·
,,.talamiento vale aquí: todo aporta su contribución a lo sexual. ca, tre::i tipos de regla: el setting (tiempo, dinero), la reglafun·
! El plano llamado de la adaptación o de la autoconservación es- da:mental, los ·rehusamientos. En 1,m primer tiempo ~y siguien-
1tá entramado por lo sexual. do en esto el plan de exposición de Freud- hemos asimilado
1,.,,. La segunda significación de esta situación del diván, bas- la posición del diván a un elemento del setting. Pero la discu-
tante diferente de la distinción entre las posiciones acostada sión nos · muestra que esta es una caracteriz.ación asaz insufi:
y de ·pie, es la reducción ele los elerneutos no lengu<u·eros ; y ciente: por una parte la posición acostada no está esencialmente .
lo que Freud designa como la exclusión del ver no es más que f c;ontractualizada; sería difícil distinguir allí el clivaje adaptación-
uno de los complementos de la regla fundamental. Para Freud , .sexualidad que he puesto en evidencia en cuanto al tiempo y·
en todo caso, esta no es una exclusión absoluta y recíproca.
.r¡
al dinero. Por otra parte, esta posición üene connotaciones di- ..
El analista se rehúsa a ser visto, pero en modo alguno se rehú- versas, que se relacionan con lo más fundamental del .análisis.:

¡
sa a ver. Freud no se priva de mirar y de utHizar en el análisis asoeiaciones libres y trasferencia: De manera que hemos podi"- .·
lo que ve: do repartir, tal vez un poco artificialmente, los diferentes as-
«Así como la primera resistencia, también los primeros sín- pectos de la «postura» analítica según los tres grandes títulos
tomas o acciones casuales del paciente mereC'en un intpr('s par- iniciales: setting (distinción convencional entre lo que se dice
ticular y pueden denunciar un complejo que gobiernt' su neu - de pie y lo que se dice acostado), regla fundamental (exclusión
rosis. Unjoven y espiritual filósofo, con actitudes estéticas ex- del ver) y «rehusamiento» (no actuar, derrealización, disime-
quisitas, se apresura a enderezarse la raya del pantalón antes tría analista-analizado, etc.). De lo más contingente, de lo más
de acostarse para la primera sesión; revela haber sido antaño determinado históricamente, la regla del diván se desplaza así,
un coprófilo de extremo refinamiento, como cabía esperarlo cuando se la estudia, hacia lo más profundo, lo más coextensi-
del posterior esteta: Una joven, en igual situación, empieza ti- vo con el análisis mismo.
rando del ruedo de su falda hasta exponer sus tobillos; así ha
revelado lo mejor que el posterior análisis descubrirá: su orgu- En cuanto a la regla fundamental, tomaré como punto de
llo narcisista por su belleza corporal, y sus inclinaciones exhi- partida la definición que de ella da el Vocabulaire de la psycha-
bicionistas». :rn nalyse:
Los dejo entonces meditar sobre este pasaje que establece «[ ... ] regla que estructura la situación analítica: el analiza-
un contraste absoluto con la idea de que el análisis debe, de do es invitado a decir lo que piensa y siente sin seleccionar
manera ascética, privarse de todo signo que no fuera un signo nada y sin omitir nada de lo que le acude a la mente, aun si
verbal. Indudablemente, en manera alguna me sumo ,_como DP esto le parece desagradable para comunicar, ridículo, despro-
se sumaba Freud, a la idea de que convenga interpretar los visto de interés o no pertinente». 41
~ctos de este tü29..i..:pero a la inversa, supondría adoptar una' El artículo del Vocabulaire de /,a psychanalyse recuerda tam-
.P2.§.ición teórica que yo considero errónea, limitarse a tomar bién que esta regla tiene una historia, que sólo poco a poco
en cuenta sólo la comunicación verbal. 40 se desprende primero, también ella, de la hipnosis, después de
la sugestión y aun, finalmente, de las asociaciones «inducidas»,
:¡~) li>ül., pág. 139.
1
" ( T Sll/>t'll, pág . 1;3 ¡ y s ig. ·11 .J. Laplanche y .J.-B. l'ontalis, op. cit ., artículo "Hegle fondamentale».

190 191
en las que se pedía al paciente que asociara ideas a partir de totalmente clara para mí; tal vez un germanista nos dirá el ori-
un término inicial indicado por el analista. Así tenemos enton- gen de esta loc'ución; se podría decir en francés «regalarle la
ces a la regla fundamental que emer- luna». Pero como lo señala la traductora al francés, el término
LA REGLA ge y que se presenta, en lo sucesivo, alemán quiere decir a la vez «dispensar» y «dispensar de». Esto
FUNDAMENTAL en su pureza. 42 Y si en alguna parte significa, en todo caso, que el análisis no tiene más poder so-
coMo
MANDAMIENTO
cabe buscar algo prescriptivo, si co-
rresponde en alguna parte designar
.· fundamental que sobre el ord.en del mun.d o]. Le
hrt> la i:egla
que la superación de las resistencias era un mandamiento de
dij1·.
una ley, es indudablemente en el mo- la cura que nos era imposible hacer a un lado [el término utili- '
mento en que la regla fundamental es enunciada. Les recuer- zado por Freud es notabilísimo: la regla de que se trata es un
do un pasaje del análisis del «Hombre de las Ratas», muy signi- «Gebot <fer Kur», es decir un mandamiento, un imperativo ca- J
ficativo desde muchos puntos de vista. Es en la segunda se- tegórico]». 4 :1 - ·
sión, una de las sesiones capitales de este psicoanálisis. El Hom- Ven ustedes que estamos aquí en lo prescriptivo, que Freud
bre de las Ratas empieza a contar que un día estaba sen.tado presenta como un 1mperal'.1vo absoluto al que ni el analista ni
en una comida de oficiales al lado de un capitán hacia el cual, elpacl.e nteí)tieden sustraerse, un imperativo que, además, tiene
dice, «experimentaba cierto miedo pues evidentemente amaba alguna relación con e r suplicio de las ratas.4<1 La regla funda-
la crueldad. No quiero afirmar que fuera malo, pero durante mental es en su fondo un imperativo que se emRarienta con
el rancho de los oficiales repetidas veces había abogado por fa ley o con el imperativo del inconciente. Este ~]:)e-;:anv-Qtie-::
la introducción de los castigos corporales, de suerte que yo ha- ned irectamente por objeto ayudar arlnco'nciente a salir; evi-
bía debido contradecirlo con energía. Pues bien; en ese alto dentemente todo esto no es tan rosa como se lo imagina, ni
entablamos plática, y el capitán contó haber leído sobre un cas~ tan libre como lo daría a entender el término «asociación li-
tigo particularmente terrorífico aplicado en Oriente [se trata bre»: y el Hombre de las Ratas se da bien cuenta de ello.
del «Suplicio de las ratas»]». «Aquí se interrumpe, se pone de Este mandamiento fundamental se formula corrientemen;
pie [el paciente pone término a la posición acostada; se levan- te así en nuestros días: decirlo todo y no hacer más que decir.
ta, lo que es el signo de que no quiere observar más la regla Para comentar esta fórmula tornaré primero el aspecto de «de-
fundamental] y me ruega dispensarlo de la descripción de los c-irlo todo .. . El «decirlo todo» evidentemente puede convertir-
detalles . [Hay en todo este pasaje un continuo deslizamiento se en una objeción, hasta en una resistencia; como toda dispo-
entre el hecho de contar el suplicio y el hecho de practicarlo. sición, esta no está a salvo de ser trasformada en dispositivo
Así, por ejemplo, el capitán introduce el relato del suplicio, in- defensivo y en lugar de contestación: el «nada que decir», la
·. ·- troduce los castigos corporales . .. e introduce las ratas . Freud imposibilidad de decir todo a la vez cuando varias ideas acu-
· ·lo comprende tan bien que pone directamente los pies en el den al mismo tiempo (lo que es totalmente evidente) o, a la
.' piato, en .uria ·denegación de la contratrasferencia que es al mis- inversa, el sistemático paso de un tema a otro tema, destinado
.roo tiempo su reconoeimiento .] Le aseguro que yo mismo no a inundar la sesión y a demostrar la
tengo inclinación alguna por la crueldad, por cierto que no me LEVANTAMH:NT<> m; absurdidad de la 1·egla. De manera tal
g~1staría martirizarlo [el tormento de las ratas y el tormento LAS HEST1Ucc10N~;s que, en mi opinión, lo importante, en
· que consiste en hablar de él, en observar la regla, son puestos coNCIENn:s esto de «decirlo todo», son las condi-
., ; . absolútamente en paralelo], pero que naturalmente no puedo ciones negativas que le son agrega-
. regalarle nada so.bre lo cual yo no posea poder de disposición das: es el hecho de hablar sin, sin preocuparse de . . . tales o·
.[aquello sobre lo cual Freud no tiene poder es la regla funda- c:_ualés irnpe¡;ªtjyps. -En otrgs térnlinos, .« decirlo todo» en sí mis-
.mental]. Lo .mismo podríá pedirme que te dispeñsara dos 'co- mo es imposible, y sólo adquiere su sentido por su conjunc;ión

\~-·
metas· [confieso que la expresión «regalar dos cometas» no está
.. .
42
. . . ---
Aunque .. . es bien-evidente que toda intervención o interprctaci(:nJ
con él levantamiento de ciertas restricciones propias del <lis-

4 ' 1 S. Freud, ·A propósito de un caso de neurm;is obsesiva,., en OC, 10,


r. de.· l 3:ná~isis desempeña el papel de término «inductor» para nuevas cadenas 1980, pág. · 133. Entre corchetes, comentarios de .Jean Laplanchc.
44 Cf. ,J. Laplanche, Pro/Jlém.<itü:cts 1, La an_gu.stüi, .op. ci.t., capítulo :J .
¡___:,sociat1vas'. .

19'2 193
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d< : 1w n•sp <.: l.u.r? l"rcud las c 11u1n1.; ru e n vurlaH ocasione:; en sus
a rtíc ulo::; , y d e manera c onverge nte, como las regulaciones d e
:-1org:.utl:wd(111 , c 11 <.: orn1spo nd c 11du con la poh.u·l<Jad de las p11I
siones de vida y de las pu lslones de. mu e rte , y gu~ un discu rso)
por completo desorganizado sería justam e nte aquel de la puJ,
t\
la utilidad, de la adecuación a un fin, de · la lógica, por último s1on de muerte o, al menos, ese discurso imitaría el proceso -. ·
del decoro y de lo desagradable para. expresar. Reagrupémos- ae lk.Pulsión de muerte. . . . . . ·¡ .
las , si les parece, de la .manera siguiente : tenemos primero un -- Ot rn formuladóu, Tiastante conocida, para representarse lo. ·: ·
levantamiento de la lógica interna habitüa'hen todo discurso _que "ocurre con la regla fundamental, es la idea de un aban~. ¡.
que se .proponga decir ,. mostrar o probar algo, en, favor de lo ~.;.;.­ <~>110 dl' las n•1n·esentaciones-meta concientes. El ténnino de · ·
<f ue se 11~~ª «asociación libre», es decir _d f mm w~~q diferen~ ,.. . ~representación-meta, Zielvorstellu.ng, ~~ una expresión que.
-~e , una logrea del paso a paso, que se «hbern» de 11ua regla ge- · · Freud no ha forjado, puesto que la t
1;:t~ral o de 1m fio ru:.eestablecido . Pero tenemos, además, le- · LAS """"'moNTACR•NES encontmmos en los psiquiatras de la ¡·
vantamiento de esta segunda lógica asociativa en favor de «lo META ñnsma época, en particular en MeY-. .
que acude a . la. mente» aun si no parece tener ilación con · lo nert . En La interpretac-i6n de los siw- ·
que· precede o lo que sigue. Es una distinción que encontrará ~ Freud la utiliza para Sig'ñiftcar que .todo discurso ~stá po.- (
su apoyo en los dos términos alemanes que erróneamer:ite se larizaao:ñ'o hay ningún discurso g ue no funcione s~gún ·c:!..~!1<:1. l
suelen traduc ir al francés por la única palab1·a «asociación».' La g1·avitaciún. <¡lit' no esté dirigido y orie ntado por repre senta~.
Assoziation es producida en cadenas continuas, según una ló- <,:i;;1ws-m<'la ; ele manera q~, cuando las re'pí-e.-;ent~ ionC:.;::-_~t~t:_á
gica preconciente-conciente que es la del paso a paso. La Ein- con<·ipnl(•s son abandot'la<las, ello no significa que el discurso
fall es una «idea que cae» no se sabe de dónde, sin nexo con 11rnrd w sin meta, sino que se hace sITí<>aOt í:agravitaciÓt~~ .'en
el contexto o incluso en un vacío asociativo. Evidentemente, t ofñO<l(71·<•Jl.r<'se ntlll;.iwle~.=.iiiefi)Tñi'.:u~n.cign t;es . ·------· ·· -·
en e l nivel inconciente, la Ein,fall remite a ofra cadena asocia- Tomemos el ejemplo de una representación-meta principal:
tiva subterránea, de la que ella no es más que el resurgimie nto aquello para lo cual uno se pone en análisis; con frecuencia,
pu ntual. Por último, tenemos un levantamiento de los irnpern- es para desembarazarse de un síntoma que se emprende u.na
tivos de moral, de las restricciones d e decoro y de las conside- cura, y e videntemente la primera idea, enteramente loable y
raciones de persona, en particular las que tocan al analista.
~ un formulada de este modo 1 no corno un decirlo todo sino
é:<?mo un «no ceder a las restricciones del decir», c::;s seguro gue"
al mismo tiempo enteramente anti-analítica, es centrarse e n
el síntoma, tratar de hablar de él hasta encontrarle el sentido.
Es algo que un Groddeck ha practicado de manera concertada:
r
e i f.a r e gla: a:dqmere un sentido tan absoluto. fiñ «Capital», qu,e terapias en que el centramiento en el síntoma se mantenía d e -~{\ , )\
un día u otro será infringida. Freud insiste en ello, y tras él manera sistemática. 4 " Por el contrario, se puede decir que, e n ~ U~j}: ·
'tagache, qmen por su parte pone el acento en el interés de e1 análisis, esta gravitación en torno del síntoma, e sta idea de n~ S,
estas infracciones como tales, en la perspectiva de un análisis una curación directa del síntoma, pasa a lo inesencial, en tan- YJ _,.. }J\
de las resistencias. to deviene esencial algo que en apariencia no tie ne relación NJt> ·
~.co mprender la regla fundamental desde un punto con aquel. Lo mismo debería ocurrir ~para tomar otra repre - ·
de vista metapsicológico? En un lenguaje «económico», se lapo- sentación-meta que en ocasiones lleva personas al análisis- en ·
O_!:ía enur:iciar como una hm1t:ac10n tlel proceso secundario y una lo que concierne al proyecto de hacerse uno mismo analista.
liberación del proceso primario ; esto, evidentemente, con mu- Habría que ser ingenuo para pensar que basta c on promJri-
Chas resérva~ . pgraue la cura en ningún caso puede ser consi- ciar""-una· vez por todas la exclusión de las representaciones-
derada como «el discurso del inconciente». Lo que a lo sumc> i!leta para que estas ya no dese mpeñen ningún papel. :por otra
se pone en evidencia en ella es cierta gravitación en torno de parte, la meta de la curación, o la meta incluso profesional,
ciertos puntos que hacen suponer que el inconciente desempe- está estrechamente intrincada con la trasferencia y con esta
ii.a allí un papel de atracción , lo que Freud llamaf.•puntos no<:ia'
(~réS)
~ c.
que es posible registrar cómo signos
.
indirectos• de lae urg- 4 r. Cf. .J. Laplanche, Prol>l<'nuítfras IV, El ·h worwiente y el ,,¡¡,, , Bul' -

s_é'ncia de un complejo. Por otra parte, tampoco olvidemos que nos Aires: Arnon-ortu editores, Hl87, págs. 182-fi.

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d 1• p 11 111l o 1· 1l<·l armll Ht~l, e n el d hiC U nio qu o v am os a pronunc ia r , y q u e so n las p u l8ion cs scx u a lc:-i. La
<: 11 e l rnomc n to m ism o e n q u e le d e m a nda mos que nos libe re instauración, e l trazado r e n o v a d o d e l «espacio a n a lít ico», para
o q u e n os c onduzca a alguna parte, es uno de los obstáculos retomar el término de Viderman, t e ndrá por fun ción cr.eo,r »esc
principales para la observancia de la regla fundamental. ¿Quién lugar cuasi único de lo sexual.
iría, en efecto, a insultar a su dentista en el momento en que ¿Un lugar cuasi único? Esto nos plantea la cuestión de sa-
t está P<?,r introducirle el torno en fa boca? ber si verdaderamente hay que ,atribuirle un privilegio por re-
i Varias cosas conviene entonces destacar: este levantamiento lación a otras formaciones de1'inconciente y, en particular, al
de 1a.s representaciones-met a concientes no puede ser más que sueño, lugar, también é l, cuasi único de lo sexual. ¿Habría en-
tonces dos vías regias , o más, hacia el inconciente? Pero es so-
1 ún proceso¡ una tarea intíñitaasíñtOtica, y no algo que se pro-
1 nunciara de una vez para siempre¡ la regla iundament.al es la bre todo e l término «crear» el que requiere explicitación por-
t. . . .
\' regla de cierto devenir. Por otra parte , la distinciún elltn' r·e-
presentac10nes-meta conc1entes y representac10nes-meta mcon-
. . que crear puede tener el sentido, simplemente, de delimitar ,
en lo real, este espacio; por lo tanto, de abstraerlo con un gesc
cientes tal vez no sea perfectamente pertinente si uno tiene to que se emparienta con un gesto finalmente epistemológico.
en cuenta que las representaciones-meta concientes están an- ¿O bien crear es engendrar, producir, lo que plantea la cues-
cladas a su vez en el inconciente. ¿Sería mejor formular así las tión de un neo-surgimiento, incluso de una n eo-gén esis de lo
cosas: desaprendizaje, o progresivo descuido de las represen- sexual en la cura? Es una cuestión epistemológica de impor-
ciones-meta concientes adaptativas? Desaprendizaje para el cual tancia, que uno puede plantear sobre todo a prop ósito de ese
la actitud del analista es un factor rector, y en este sentido lugar de la captura psicoanalítica que es la interpre tación . ¿Se-
Freud no se equivoca cuando dice que a esta regla fundamen- ría la interpretación sólo un punto de vista, en cuyo caso cuál
tal tampoco el analista puede escapar, ella le es impuesta tam- sería su privilegio: si es un «punto de vista» , e llo quiere decir
bién a él. Por último, la regla fundamental no puede ser sepa- que hay varios puntos d e vista posibles? ¿O bien la inte rpreta-
rada, salvo artificialmente, del capítulo de los «rehusamientos»; ción es una creación pero, en ese caso, no menos que en la
los rehusamientos de la lógica o del decoro, incluidos en la re- opción precedente, corre el riesgo de ser desvalorizada, esta
gla, están íntimamente ligados a lo que se llama las «frustracio- v e z por el lado de lo arbitrarió? (es la posiciún d e Vide rman ,
.nes» en .la situación y sobre todo a la «neutralidad benévola» . al menqs en cierta dirección de su pensamie nto) .
.. ; ·. Arbitrariedad de la creación pura o abstracción del punto
... de vista, estamos aquí e.n tre dos escollos. Para tra t a r de salir
del paso, recuerdo dos refe rencias que ya he empleado: por
una parte el psicoanálisis exportado, por otra parte el sueño.
3 de febrero de 1981 · La referencia al psicoanálisis exportado: indiqué que podía ser-
vir de contraprueba a la cura, que se-
Antes entonces de.evocar el capítulo de los «rehusamien- REFERENCIA AL ría el psicoanálisis «indíge na •., «el que
. tos•;, que ·introducen en la posición del analista, retomo toda- PSICOANAL1s1s está en su casa» . Aparentemente, en
vía el -modelo de la cubeta, cubeta que defino como sexual, EXPORTADO el psicoanálisis exportado, términos
aunque recordando que allí cuatro términos están en una rela- como «abstracción» , «punto de vista»
ción estrecha: sexualidad, trasferencia, lenguaje y fantasma; psicoanalítico, parecen perfectamente justificados. A priori, en
térmi'nos que par~cen incluirse o superponerse mutuamente, el psicoanálisis exportado, parece cierto que el psicoanálisis no
. dé manera que ciertos analistas parten de algún otro término crea nada •- en el sentido en que yo hablo de una creación de
qu~ no
es 'el .de lo sexual para definir la situación analítica. energía nueva- por el hecho mismo de que mienta objetos que
Definlr la cubeta psicoanalítica por la sexualidad es evidente- · están fuera de su aicance. Es un trabajo a distancia, se tra-
mente una toma de posición: la de una descripción energética te de interpretar una vida o una obra, o un fenómeno social

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1111('111.\l dt·I ll1011oto.ÍHHIO) . tado y d e Ja c un-l. G~uil·ro 110 o l¡ r-; t,u11t<: H u g<.~ril' l< 'H (':-1 1,o, q111 • M1· 1· l 11
Se h u.ce bi e n e n r ecordar esta e vide n c ia: que , e n e l ps ico - una vía de inve stigación y una inte rrogación m e tap::¡j('ol ógk n :
a n úlis is e xportado , e l objeto está ausente, y no está allí para preguntarse por qué, precisamente, e l psicoanálisis exporta do
rc ::;ponde r, es decir para ofrecer verificaciones. Conocemos la encue~tra su lugar privilegiado en los fenómenos d e cre ación .
epis temología de la interpretación y de su verificación tal co- cultural, sean individuales o colectivos . Esto, dejando .de ladü
mo Freud la explicitó largamente para mostrar que el proceso que se trata de fenómenos más «interesantes·~ q.ue otros porqu·e
de la interpretación no encontraba su ·verificación en la acep- son fuera de lo común. Creo q1,re aquí hay algo más, en la r;i:w~
tación o en el rechazo por parte del sujeto sino en la fecundi - dicta en que .e stos fenómenos culturales presentan, ·como higa-·
dad de esta interpretación, es decir en el surgimiento de un res traumáticos y lugares de creación sexual, cierto· parentes~ · .
material nuevo, poco importa que este resulte o no marcado co con la cura.


- con el signo de la aquiescencia. En otros términos, una inter- Nuestra: otra referencia para la cube-
pretación que se verifica es una interpretación que desemb<)ca REFERENCrA · ta es el sueño, y por algo he tomado.
en un nuevo viraje, en asociaciones nuevas; una interpr·eta- AL SUEÑO este modelo de la Tra:um.deutung .. Es·
:. ción que no se verifica no·es la que resulta negada, sinH la que a partir de esta indicación.de Freud.d~
' fracasa y queda sin eco. que es preciso re-enrollar su esquema de la Traum.deut'Úng co-
- Y bien, para retomar. un término empleado por otro autor, mo he llegado a la idea de que se podían dibujar las cosas ha.in .
resulta evidente que es en el psicoanálisis exportado donde la la forma de dos cilindros tangentes. .
«violencia de la interpretación•>, en el sentido epistemológico ¿Qué ocurre con el sueño del punto de vista de ta· puesta
del término, sería la más intensa. Pero esto no e.s en el sentido fuera-de-juego d e lo que no e s propiamente sexual? Siguiendo
e n que el sujeto no estaría allí para aprobar intelectualmente a F'reud, podemos decir que hay una doble puesta fuera-de -
la verdad de lo que se enuncia. Desplazando la prueba del lado juego que conviene distinguir muy claramente . Tenemos, por
·de la fecundidad , uno advierte que para esta violencia d e la una parte, una exclusión d e l nexo con el mundo exterior, e vi -
interpretación hay empero paliativos -.y en particular toda una dentemente en relación con el dormir y bajo la forma de lo
metodología posible del psicoanálisis exportado . Uno de esos que se podría llamar la borradura de las flechas aferentes y
paliativos es la prudencia en el vaivén, y sobre todo cuando eferentes (estímulos sensoriales y respuesta motriz), con lo cual
«lugares» diferentes en el objeto se prestan a ese movimiento : queda prácticamente entendido que a partir del momento en
me refiero por ejemplo al vaivén entre la vida y la obra, o tam- que estas flechas recomienzan a funcionar, por eso mismo hay
bién entre la obra escrita y la obra dibujada o pintada. Ya he despertar. Pero esto no es verdadero sino en primera aproxi-
t enido la ocasión de señalar lo que un Eissler ha podido espi- mación, porque es preciso tener en cuenta el trabajo operado
gar en esta especie de sustituto de la asociación libre que re- por el soñante sobre estímulos sensoriales subliminales, que no
presentan los cuadernos de Leonardo, apuntes sucesivamente bastan para despertarlo, pero que son metabolizados en el sue-
a bandonados y después retomados, sobre los cuales se yuxta- ño. Junto a esta primera exclusión, que sería la de «lo adaptati-
p onen en períodos diferentes elementos dibujados o escritos vo», considerado bajo la forma del esquema estímulo sensorial ,
que a priori tienen un aspecto totalmente heterogéneo, pero respuesta motriz, tenemos, por otra parte, una puesta fuera
e n los que se puede descubrir una lógica escondida y nexos de juego del yo y del deseo narcisista del yo. ~sted~_~.§-ªQ~
s ubterráneos. 46 que conviene distinguir bien estos dos niveles -el de lo adap~"
El psicoanálisis exportado, por lo tanto, no deja de ofrecer t~tivo y el del deseo narcisista del yo-i~L!fl~r encuentren
garantías de seriedad epistemológica. Pero es cierto que el dis- s!n cesar replegados el uno sobre el otr . El yo ebe ser consi- }(~,) ..
c urso ·psicoanalítico permanecerá en este caso siempre exte- <_!erado como lo que reinviste sexualmente a lo adaptativo, J2 ./
rior a su objeto: considera lo sexual como algo que está ahí y que toma a su cargo, Eºr amor narcisista, los intereses de la
áutocortservación. Y bien, estos dos niveles distintos son trata-
4
" Cf. Karl Eissler, Léonard ele Vinci, París: PUF, 1980. dos muy diferentemente por el sueño . Lo adaptativo--e8taría,

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·'en el sueño, simplemente desaferentado : el durmiente, aun an- Uó 11 li t \ d oh od11, n 11t.0111 ·o r1 n 1d l1·11 lt'l11 11 , 11
tes de ser un soñante, se despoja de sus lazos con el mundo EL SUEÑO COMO prop6Hil.o d Ol Hll (..' t'() d (' lltl'O cll ·l 111111 ll•d1;
exterior .(simbólicamente, hasta se ha quitado sus .g afas antes EXPREs10N Y mismo: ¿es e l s u eño un ,ol'>.)ol<> <l t 1 111
de dormirse) y .y a no reacciona a las estiinulaciones de una ma- coMo cmsoL terpretación y, por eso mismo, es u n
nera motriz directa. En relación con la puesta fuera-de-jue- medio? En otros términos, ¿cuál es e l
go del yo, sería más bien una puesta ccen suspenso»: los deseos sentido de la expresión freudiana de «Vía regia»? ¿Y no amena-
del yo persisten pero, al mismo tiempo, se trasladan a los límj; _ _ za esta idea con reducir el sueño, a pesar de la :dignidad que
tesoel cam,eo, esdecir ™se unen ~D un SQlo deseo 1rne <;on-_ así se le atribuye, al estatuto de medio? La idea misma de una
s1ste enmantener la cubeta dcl,..sue.iio. Hay ahí una compara- «Vía» se opone a esta otra idea de Freud, que él sostiene con
é W!>osible entre el mantenimiento de los límites de la cubeta no menos vigor: que los sueños no están hechos para ser anali-
-,:~-
del .sueño por el yo, y el mantenimiento de los límites de fa zados, que hay sueños fuera del análisis, y que ta función del
cura, si no por el anaíista solo, cuando menos 12or el eontrato' sueño es diferente de la función analítica. Ya he remitido va.-
aní¡llíticclJ rías v~ces a un número de la Nouvelle Revue de Psychanalyse
De estas dos puestas fuera-de-juego, la más interesante, en dedicado al sueño. «Espacio del sueño», por sí solo, es un título
definitiva, es indudablemente la del yo, porque se produce el sugestivo para nuestra cuestión porque se sitúa en correspon-
~d~~~_ge genio del su~ams.iste en..o.rn¡;larel dencia con «espacio analítico». Uno entre los muchos artículos
....,,~ , se podría decir, para dejar que el deseo juegue más libre- interesantes es el de Roger Dadoun, que se intitula «Los ombli-
mente. En cuanto a lo que Freud dice de la desaferentación, gos del sueño» . Dadoun es entre otras. cosas un especialista en
sabemos bien que esta no es sino muy relativa y que no podría- Roheim, y sus referencias principales son aquí Roheim; por una
mos conformarnos con un esquema tan estrictamente conduc- parte, y Deleuze y Guattari, por la otra. La idea central (de
tista, que calca el problema de lo cotidiano y de lo autoconser- la que yo no me erijo en defensor en un ciento por ciento) es
vativo sobre el esquema estímulo-respuesta. Sabemos sobre todo que la interpretación de Freud, por .válida y genial que sea,
que las preocupaciones cotidianas persisten en el sueño bajo hace violencia a la t'hnción creadora del sueño,. función que
la forma de restos diurnos, y que la vía de la interpretación sería (y aquí soy yo quien reintroduce el término) la del «Cum-
del sueño encuentra necesariamente <primero, en su camino, plimiento de deseo». El Erfüllung, el cumplimiento,, es un tér-
los intereses y cálculos de la vida diurna. La pretendida desa- mino mucho más fuerte que una simple realización fantasma-
ferentación del sueño es por lo tanto sólo parcial; más bh¡m se tizada. Es la idea de que el sueño es el lugar mismo donde e l
trata de un cambio de investimiento porque los restos auto- deseo se hace deseo. El lugar en que (Dadoun retoma los t~r­
coitservativos 'son liberados, deslastrados energéticamente, para minos de Deleuze y Guattari) el deseo se «maquina». Dadoun
recibir una trasferencia de energía sexual. se apoya sobre todo en el último iibro de Roheim, The Gates
Otra cuestión, otra preocupación acerca del sueño, y que of the Dream, que él interpreta dentro de cierta perspectiva:
va a· reconducirnos a la cura. El sueño, como cualquier otro «El sueño no es solamente visión, no se reduce a imágenes
· fenqmeno humano, puede ser tomac;lo como un objefo de in- oníricas -reducción que está en el fondo de toda interpreta-
terpretación en el sentido del psicoanálisis exportado. El psi- ción simhólica- ; es de igual modo fuerza y vitalidad, es decir
coanálisis exportado al sueño es cosa corriente, en el cuadro energía libidinal, potencia sexual [esta es una teoría del sueño
de cierta patografía psicoanalítica. Pero se podría sostener tam- recogida en el nivel antropológico, en ciertas poblaciones, pero
bién que .el autoanálisis, y en primer lugar el a"utoanálisis de que Dado un amplía a la .concepción de conjunto del saeño];
Freud, se sitúa en el límite entre la cura y el psicoanálisis ex- y esta potencia, esta energía de vida elemental, originaria: es-
portado. Indudablemente, el análisis de sus propios sueños, to "originario" es lo que designa el concepto de "tiempo del
cuando es sistemático y continuo, es arrastrado en un proces~; sueño'',.. 47
pero ai mismo tiempo hay ahí como un tratamiento científico Y ahora, del mismo Dadoun, un segundo pasaje, inspirado
sistemático de un objeto. E indudablemente, el autoanálisis de
Freud es análisis de sí mismo, y no análisis de los sueños de 47 En Nouvelle Revue de Psychanalyse, nº 5, primavera de 1972, pág.
otro; además, está inmerso en el diálogo con Fliess. Pero la cues- 242. Entre corchetes, comentarios de .Jean Laplanche .

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en Deleuze y Guattari, con lo que hay de más sugestivo en su y procesual, en e l s~l)tido de que suút1o y c urn Hcdn11 lloH <'l'hio
idea :de rnaquinaria·, ·• una idea que ·no es absolutamente ajena les principales del deseo, del Wunsch sexual.
al Freud' de la Traumdeutung ·O ' del ' Entwurf: Acabamos de recorrer un doble desvío, por e l psicoanálbis
«Antes por lo tanto que -decir, según la opinión corriente , exportado y por el sueño, con el propósito de esclareeer nues-
psicoanalítica o no; que el sueño es sexual, ¿no es más certero tra problemática que concierne a lo sex:ual·en la cura; ¿se trata
concebir la sexualidad corno onírica y sostener que una de las t simplemente de un punto de vista, de una delirnitaéión arbit~a~·
funciones v_itales del sueño es fabricar la sexualidad, ser -pa- ria, de una abstracción? ¿O bien obe-
ra recurrir de nuevo a las expresiones sugestivas de Deleuze LA Cl.IHA: decería a la esencia misma del pro-·
y Guattari- la maquinaria del deseo? La actividad onírica tie- Asc F:s1s v ceso analítico que se produzca en el
ne algo mejor que hacer que consumar los restos diurnos o cum- A<iO<iIA algo como un neo-surgimiento -una .· •.

plir, según ·e1 modo alucinatorio, las menciones objetales del «neo-:génesis»- de lo sexual~ Eviden~
sexÓ; y tarnbién,hace algo más- que cum/pÚr o manifestar el temente, tenemos que desconfiar de las palabras, tanto de ~Se· .
deseo: lo fabrica, lo "maquina",,, 48 ta de «abstracción» -corno de esta de «Creación». He in.tentad<~· ,
Indudablemente es preciso guardarse . de cierto misticismo rnostr.a r que cuando yo hablaba de abstracción·, se trataba de ·
del sueño, del que este artículo de Dadoun no está del todo una abstracción en acto, la abstracción que traza los límites .
exento. Pero, al mismo tiempo, ¡a qué curioso trastrueque y de la cura.
a qué curiosa dialéctica se somete aquí la formulación de Freud En el intento de poner de relieve la significación metapsi-.
que he recordado: «La utilización de sueños en el análisis es cológica de la situación analítica, nos hemos desplazado poc9.
algo muy alejado de su propósito original»! En otros términos: a poco de lo más exterior hacfa el centro·, pero sin definir el·
uno ha soñado, y para algo bien distinto que para que el sueño proceso mismo (lo' que no haremos, ciertl¡lrnente; este año). El .
devenga la vfa regia del análisis. Formulación que parece po- psicoanálisis ha sido comparado con un proceso iniciático y sin
ner en guardia contra la idea del sueño corno vía regia. El sue- querer adoptar esta expresión ~tampoco esta- para nada que
ii.o sería lugar de cumplimiento en el sentido fuerte, más allá no sea una comparación enteramente pasajera, indicaré que
de su interpretación-desmontaje. Pero si uno tiene esta com- en un proceso iniciático se pueden distinguir tiempos diferen-
prensión del sueño (concepción de la que encontrarán ustedes tes: primero el momento de la ascesis, que se puede llamar,
también un eco en el artículo de Pontalis de este mismo núme- con un término mucho menos nobie, el de la abstracción; des-
ro); si, por lo tanto, el sueño es un lugar de cumplimiento más pués el movimiento pedagógico o, más exactamente, agógico,
allá de su desmontaje, ¿no puede uno dar vuelta las cosas y aquel en que el iniciado es conducido de la mano hacia algo;
sostener que la sesion también, la cura, en la medida en que y por último, el momento propiamente iniciador. De la ascesis
no es una mera técnica de puesta en evidencia de lo sexual, y de la agogía (que no es educación), ya hemos indicado sus
sino que procura ser el ·crisol de lo sexual, reencuentra cornó correspondencias en la cura: la ascesis o abstracción cones-
desde el interior su connaturalidad con el sueño? Un crisol, des- pondería al clivaje y al aislamiento del encuadre, de los cuales
pués de todo, es otra forma de cubeta, con más la idea de que hemos intentado mostrar todo el interés que tienen porque per-
e l crisol es lo susceptible de contener algo a temperatura muy miten mantener la cubeta en su constancia y a la vez dejarla
elevada. Se ha pretendido que la connaturalidad del sueño y libre para las infracciones, los ataques y, evidentemente, las
del análisis se produciría por medio· del ·lenguaje; es la famosa interpretaciones pulsionales. En lo que concierne al aspecto
reducción del sueño al «relato del ·sueño», en tanto solamente que podríamos llamar agógico, y bien, lo reencontrarnos prin-
este nos permitiría abordarlo: afirmación cuyo idealismo vul- cipalmente 'e n la ·regla fundamental. Indudablemente, la regla
gar nos deja perplejos, Decir que algo es siempre el relato de fundamental es presentada como un mandamiento, un Gebot. ·
algo es una afirmación sin valor. Pero, desde nuestro punto Pero al mismo tiempo no hay que temer llamarla también un
de vista, lejos de signarse por el lenguaje, la connaturalidad aprendizaje, si se toma este término en el sent~do más noble,
e ntre el sueño y la sesión se establecería en el nivel energético más allá de una psicología estricta del aprendizaje. Recorde.-
8
mos esta fórmula de Lagache: que el sujeto debe «aprender su
4 !bid., pág. 252.
oficio de analizado».. Decir que la regla fundamental es un ofi-

202
203
~
cio significa que no basta enunciarla para trazarla, sino que rizar
para los fines ..de la integración, d e l <llHcc rnl111l<'11to d11
·es preciso después ponerla en vigencia sin cesar. o inconciente escondido, todo cuanto se le comunique , si n HU H·
En cuanto a la regla fundamental, hemos insistido ya en los ituir por una censura propia la selección que el enfermo rc:; ig-¡
rehusamientos, los Versagungen, es decir lo que el analizado nó; [Y esta comparación famosa:] dicho en una fórmula: debe
debe tratar de dejar de lado; lo sabemos por el enunciado mis- '!'ver hacia el inconCiente emisor del enfermo su prnpioiii~ .rl(?:}
mo de la regla: es preciso apartar sin cesar los lastres de la l9gi- conciente como órgano receptor, acomodarse al analizado co-\ _y
ca, lo mismo que los de la adaptación tomada en el sentido más ino el auricular del tetéfono se acomoda al micrófono•. 50
1
amplio de este .término, incluida la adaptación a lo que pudie- Definición que ciertamente plantea muchos más problemas
ran ser los eventuales prejuicios y reacciones del analista. Acer- de 10s que resuelve porque, en realidad, ese «correspondiente»
éa de este deslastramiento; de esta liberación del proceso in- no es tan evidente. Q.na pura y simple réi>hca de las «asociacio-
conciente, miremos un instante por el lado de lo que se desig- nes libres•, de parte del analista, implicaría que el se abandona
~3) ·-. na como el correspondiente, de parte á sus pensllmleiítos, lil soto albedrio de sus propios fantasmas _
LA ATENc10N del analista, de la regla fundamental; 1
, inconcientes. Pero desde luego que no es esto lo que Freud exí-
1GUALMF.NTE quiero referirme a la «gleichschweben- ge, y esta misma idea de una resonancia en común implica un
. \ : [~ de Avfmerksamkeit•.J;jo se trata sola- proceso orientado diversamente, o diversamente «desorienta-
.. mente de atención flotante, sino de do•, que el proceso de la asociación libre del analizado. Si el
una atención~~flotante. Creo que es bastante impor- analista se abandonara a sus propias representaciones-meta in-
tante observarlo porqúe, en la regla fundamental plJ.ra el ana- concientes, que sabemos que es imposible suprimir, no se ad-
lizado, no se habla .de «asociación igualmente libre»; la idea de vierte la ;azón por la que esas dos oleadas de asociaciones se
igualdad nos lleva del lado de un factor económico esencial, encontrarían necesariamente en «la misma longitud de onda•.
en el analista. Dentro de un instante volveré sobre esto, par~ Todo esto para decir que la idea de no privilegiar nada¡
indicar en primer lugar lo difícil que es teorizar esta «atención de parte del analista, no es sostenible. ~n ~ambio, una idea
igualmente flotante•. Ustedes encontrarán registradas, en el que me parece más mteresante seguir es la connotada por'"'el
Vocabulaire de la psychanalyse, las dificultades para concebir !érmino freudiano 9-e •Correspondiente.!! (Gegenstück), que s~­
cómo el analista podría y debería, lo mismo que el analizado, giere un funcionamiento apareado entre la regla fundamental
dejarse llevar por sus asociaciones. Uno comprende bien por y la atención. libremente flotante. Si tornarnos en considera-
parte del analista el resultado de su propio aprendizaje o, más ción las condiciones económicas d ción una atención
bien, de ·st:Ldésaprendizaje. Uno aprehende bien la liberación ~i ua rnent.e • otante supone un investiniiento igual de los con-
de cierto tipo de asQciaciones, debida al análisis personal, aso- tenidos; pero . a in . e que es a igua •.· a . sea respeta a, .e n el
. ciaciones que Freud, de una manera ciertamente un poco rápi- di'Scurso común del analista y delanalizádo, es preciso que por
da, no teme llamar «inconcientes•. ¿Qué puede significar, tal ...;;,nl'~H:l>nl.n.L• lq .,.Jri..ro ....... iA ...... ;:¡...,.¡ ..,._... . . 1,."'+·.:. · ,.......,. . ---"·x IAX ........ _ .................... .....:.. ..........

cual, •abandonarse a sus propias asociaciones inconcientes•?4 9 e_--------------------· . . . . . -............ , . . _........ ,.."' . . . . ,
· Otro pasaje de Freud es más explícito acerca de esto, sin el propos1fo de ponerlo todo en un mismo plano, puede hacer
que en él la .metapsicología de la atención flotante sobrepase las veces de un «Contrapeso• que restablezca, en un juego en
el nivel de la comprensión fisicista: común de las dos reglas, lo que, _por parte del analizado, es des-
«Es fácil colegir la meta a la cual convergen estas reglas que deñado en favor de un discurso que sigue lastrado por intere- :;._ ..- -- .
hemos· presentado separadas. Todas ellas pretenden crear el ses cotidianos o re"uicios lógicos. Es lo que-podríamos llama~c;·l·'. -·/''
correspondiente, para el médico, de la "regla analítica funda- la función d m rayad< por el analista, función que es erni- :~ ;,J,~'
mental" instituida para el analizado .. Así como este debe co- ñentemente económica, ~ferente de la función de la interpre- J....:..: -
munica?'. todo cuanto atrape en su observación de sí atajando tacióh aunque conduce directamente a ella;, subrayar, investir
las objeciones lógicas y afectivas que querrían moverlo a selec- lo que se deja en un rincón, por parte del analizado, es un tipo
cionar, de igual modo el médico debe ponerse en estado de va-
50
•Consejos al médico sobre el tratamiento psicoanalítico•, en OC, 12,
49
S. Freud, •Sobre la iniciación del tratamiento-, op. cit., pág. 135. 1980, pág. 115. Entre corchetes, comentarios de Jean Laplanche .

204 205
t q uv s v t rn t n <ll' 111os t.ra r la v[a ha rla un a ct l <· 11 dó 11 111 \Ís i¿{ l lfll -
1¿e_::'.:l de n tro d e l p roce s o co nju nto de l apa li zad o X de l a n a lb ta ., _,.
El ú ltimo t é rmino que quie ro mencionar para poner un ja- ·
lón con miras a elaboraciones ulteriores es el de «neutraHdad
ben é vola,., que compromete t<>da la problemática de la cura por
MI OH )11 t.11111po11Uv 11 , lj ( I PIH •di* 1•0 11v111•l li
' "Hll ltt ll ll V • • ll•_l llll\11 1
L..,,oíintco qu e 1-1lqufüi'li l'(.'<« ii'=(filf ('H q 1u· fo
l ' li
110 1d.rn1Ttl111T, 11.l71.1_1 •w111
b ajo uno de s u s aspectos, ba.io lá form a d e l rcl.1us1u11ie 11 t.o n npor
tar sus propias soluc io n es a las c u estiones d e l anali zado, de LH:.
ser puesta en perspectiva sobre la situación d e l niño para qu ie n
los medios de simbolización adulta son al comienzo inaccesi-
el camino sesgado de la posici<ín del bles y sin duda también parcialmente rehusados. k_a lograda.
LA NEUTRALII>All analista dentro de la cubeta y .en sus expresión de «Sujeto supuesto saber» es uno de los hallazgos
BENEVOLA límites. La fórmula «neutralidad hené ~ e positivos de Lacan. El su·eto su ues=
vola» no es de Freud. La idea de lwue- .. SuPuEsTo-sA11E1i.. to sa er es en primer lugar el adulto
volenc'i a se presta evidentemente a todos los malentendidos o v s1TuAc10N para el niño. El adulto propone una
a todas las interpretaciones. Puede ser valorizada en el sentido INFANTIL situación sin cesar excitante y enig-
de un influjo directivo, sugestivo llegado el caso; se trataría mática, sustrayéndose las más de las
entonces de dirigir la cura hacia un fin o haeia un ideal. A la veces de á,Yudar a explicarla o, como decimos, a simboliza rla
in v e rsa, puede ser abandonada casi, en raz(m del carácter du- Agreguemos que si él quiere proponer sus teorías, su simboli-
d o so de este ideal, que tornaría el bien del analizado por lo qtH' zación -digamos: sus teorías sexuales adultas-. estas son bi~
e ste dice de él o por los prejuicios que pueda tener el propio évidentemente rechazadas por el niño, o eventualmente cha-
a nalista. Freud, hay que decirlo, no emplea esta terminología [!uceadas por él. Hace poco he visto citar esta anécdota diver-
sin duda porque él mismo oscila entre momentos en ·que su in- tida narrada por Freud: un conferencista producwuna exposi-
te rés por la persona y el destino del analizado son manifiestos,. ción muy erudita ante un público culto, tras lo cual tin:a dama·
y la «frialdad» -para emplear exactamente sus palabras- que se levanta para decir «lo felicito por esta conferencia tan ins-
r e comienda a veces y qlie él compara c on la del cirt1jano. Cn•o tructiva, pero hay un punto solamente que yo no he compren-
q u e e l único sentido razonable de la «benevolencia», si es que dido muy bie n, ¿qué diferencia establece usted exactamente
se quiere conservar el término, es la idea de una recepción to- entre convexo y cóncavo?». En una teorización impecable y bri-
le rante y a priori favorable hacia t oda manifestación del llante, es de este modo el punto más elemental el únic o reteni-
Wunsch, del anhelo inconciente. El bien del análisis es la re- do para concentrar todo el enigma. Y bien, la teorización y la
c epción, la comunicación hecha posible, y suscitada, de lo que simbolización adultas, para el niño, son más o menos eso (y
p or definición se ha vuelto incomunic:tble. Ustedes ven que la referencia a lo convexo y a lo cóncavo por algo está en la
esta benevolencia puede al mismo tiempo, y muy fácilmente, historia). La educación sexual de los niños, nosotros lo sabe -
ser considerada como una malevolencia. Recuerden ustedes J!lOS, es un engaño si no consigue -y estb es bien dificil- se-
a que l pasaje del «Hombre de las Ratas» que he citado antes, guir. el paso a paso de las tentativas de simbolización del p~
d onde Freud se· da todo el trabajo del mundo para explicar (y pío niño. Pero esto «enigmático» del adulto es igualmente un
difícilmente lo logra) que él no es el capitán cruel, y que su modelo de- lo enigmático analítico y de la posición del «Sujeto
bene volencia hacia el inconeiente tiene por corolario hacer su- :>u puesto saber». En la cura habría una verdadera reapertura
frir al Hombre de las Ratas porque será preciso que este deje qel proceso infantil, bajo sus dos aspectos: la neutralidad nos
a cudir, reciba el pensamiento del suplicio de las ratas, y lo vuel- remite a la seducción y al traumatismo, y en particular a lo
va, justamente, comunicación. qÜe llamo traumatismo del enigma; eE cuauto a la interpreta-
De la neutralidad, tampoco puedo hablar en unos pocos mi- ción, necesariamente se emparienta con el discurso simboli_-
nutos sin traicionarla. En consecuencia no la detallaré este año. iante del adulto : discurso tal vez catastrófico si viene a corro-
Sus dimensiones son múltiples, y lo es también aquello sobre borar -y por eso mismo a obturar- la idea de que el analista
lo que recae. Digamos, para retomar el término freudiano que sabe toda la verdad del analizado. X
hemos introducido, que consiste en rehusamientos opuestos al
analizado pero mediatizados por lo que el analista mismo se
rehúsa a hacer , y aun se rehúsa· a dar, sa.b iendo que el .,jon,

2 06 207
3. La trascendencia de la t n1~ren· n c 1a

15 · de noviembre de 1983

La elección de los temas del discurso, para un psicoanalis-


ta, está ligada siempre a una evolución personal, evolución del
pensamiento y de la experiencia, incluso del deseo. La confe-
sión de esto está fuera de lugar, pese a lo cual es preciso tener-
lo presente: lo vivo de la investigación en psicoanálisis es lo
vivo de nuestra relación con el análisis y de nuestra relación
personal con el inconciente. Los últimos cursos de DEA se refi-
rieron a la «situación psicoanalítica». Y después hubo una inte-
rrupción de dos años, «querida» primero, «accidental» después,
que en definitiva marcó mi reverencia por relación al paso si-
guiente: la trasferencia y, como se dice, .su «dinámica». «La di-
námica de la trasferencia», un artículo de Freud 1 sobre el que
volveremos tal vez, texto muy decepcionante respecto de su
título, o en todo caso muy limitado.
Con la intención de llegar a la trasferencia, incluso a la «tras-
cendencia de la trasferencia» (es un título en suspenso, enig-
··. .
'• mático para ustedes quizá, pero también para mí; tengo alguna
idea de lo que miento con ello, pero intentaremos ceñirlo jun-
tos, si es que se puede ceñir una trascendencia), heme aquí
entonces conducido a remontarme más atrás, a reanudar algu-
nos hilos. Muchos puntos de partida se proponían cuando em:
.... . pecé a ocuparme de ·este. primer curso. Un punto de partida
... posible sería la oposición, o la doble
.. D1scuRso CLINico orientación del discurso psicoanalíti-
Y rnscuRso DEL co entre el psicoanálisis en la cura o
" Ps1coANALis1s
EXTRA-MUROS
psicoanálisis clínico y el psicoanálisis
extra cura o «psicoanálisis aplicado» o.
".traspuesto» o también «extra muros».
Estas dos orientaciones del discurso analítico, bien diferentes

1 En OC, 12, 1980, págs. 97-105.

.. 209
pero no sin comunicación ehtre ellas, son asunto este año d e l lilu1rla? Lcu11 IOH u~crltoH 1,(\\·11kc)ll do l•'H 111d (Inri h1 1 v111 1lio 11
presente curso, por un lado, y del seminario de investigación recorrer desde ese punto d e vl::1tu) y no efü·o11tn1.rd'u, rn1 rnu 11
que tiene por tema la legitimidad de la interpretación y del aná- escritos técnicos dedicados a ·la situación •Cllnlcu• por cxcc l\· 11•.
lisis «extra muros•>, por el otro. Esta relación entre un «afuera» cia, ni verdaderas observaciones ni aun viñetas.
y un «adentro» no es simple, pese a las afirmaciones perento- Este malestar de la observación y del informe clínico, c uyas
rias y pese a que los términos traen consigo juicios de valor razones no podremos agotar, no carece empero de relación cori
o prioridades implícitas. Así, en lo que concierne al. «psicoaná- lo. que nos va a ocupar este año, es decir la trasferencia. La
lisis clínico•>, cuyo único lugar verdadero está ahí donde se prac- trasferencia .Y el respeto que se le 'debe, y la trasfere~cia. en .
tica, en el e lemento de la palabra, o sea en la sesión como tal. su relación íntima con los problemas del saber, porque hablar .. .
En cuanto a su «d.ecir» (la manera en que es relatado). c-on tocia de un caso desde el punto de vista de Ja trasferencia es habl.ar.
evidencia no es cl~nico, sino a distancia, selectivo, siempre mar- de él desde el punto de vista del saber. Tendremos que volver
cado por opciones, teorías, distorsionado incluso. Para esto te- sobre esta relación entre la tra.Sferencia y ese sello que la es-
nemos un documento rector, princeps: el diario de un análisis critura clínica (sin hablar de la publicación) tal vez le viene ·
de Freud, el del Hombre de las Ratas. 2 A partir de este texto a agregar, con el riesgo de fijarla.
y de su comparación con el «Caso publicado .. ,'3 ustedes pueden Es un problema que se toma por su aspeeto más nimio cuan.-
apreciar el paso de la escucha a la trascripción de Freud, por do sólo se ve en él una cuestión de discreción. El problema·
las noches de esas sesiones, y después las etapas de la correc- es muy otro, y es lamentable que Freud no haya abordado la
ción, del subrayado, de la eliminación, del ordenamiento, de publicac:i(m d e los casos salvo desde este único punto de vista,
la preparación de los temas, ·etc. Hay ahí, para investigadores, rebajando así la difícil problemática de Ío teorético:clínjco sobre·
un.trabajo preciso por realizar, no obstante que se han hecho una casuística del secreto profesional, médico u o.trb. 5
. ·.
algunas tentativas con el propósito de ceñir, sobre ese caso pa- Me había propuesto sopesar uno con otro dos· dominios de
radigmático, lo que es la deriva freudiana, la deriva analítica la palabra analítica. Veamos entonces lo que ocurre con el otro,
obligatoria en la relación de un análisis. ¿,Será esta distancia el psicoanálisis extra cura o psicoanálisis •aplicado».
entre el decir intra-clínico (que es práctico) y el decir de la clí- Angewandte Psychoanalyse: el término es antiguo puesto
nica (que es teorético) 4 lo que nos pone a todos tan incómodos que data de lós años de 1910, por lo tanto del comienzo del
frente a la «Comunicación clínica»? Dentro de este malestar so- auge del psicoanálisis, y que se lo emplea corrientemente para
lemos recurrir a lo que se llaman las «Viñetas .. clínicas, que son las publicaciones. ¿Cómo el término «aplicación- pudo volverse ·
instantáneas, secuencias breves sugerentes, pero que casi siem- peyorativo, cuando la práctica del psicoanálisis llamado apli-
'
pre se sitúan fuera de dinámica. Aunque, después de todo, tal ~" cado, durante todo este períodq heroico al que me refiero, di-
vez no sea esta una mala solución; pero ese cambio del estilo 1
l. gamos el primer tercio del siglo, se había realizad~, se. puede
de la comunicación clínica se debería interrogar. La desembo- afirmar, sin complejos? El psicÓafiálisiS extra sesión era lugar
cadura, el punto extremo de esta línea es la falta de referencia tal vez de trasposición, pero en definitiva tambiert lugar de des-
directa a «Casos». De esto un autor como Lacan daría el ejem- cubrimiento. Si podía haber «aplicación» era más bien la de un
plo más ilustre (si dejamos de lado algunas viñetas muy alusi- método que la de una teoría. No hay más que hojear las obras
vas), y de lo cual quien aquí les habla es un partidario decidi- completas de Freud para sorprenderse por la proporción consi-
do . ¿Hablar de la situación analítica sin relatar casos clínicos derable de psicoanálisis «extra sesión• desde La interpretación
y sin caer por lo mismo en la abstracción? ¿Cómo alimentarse ¡
de los sueños, pasando por La psicopatowgía de la vida coti-
de la clínica y metabolizarla sin regurgitarla, sin aparentar res- 1


1' !> Serge Leclaire se ha interrogado (cf. Psychanalyser, París: Seuil, 1968,
2 Sigmund Freud, L'Homme au:x: rats. Journal d'une analyse, París: pág. 83 y sig.) sobre el impacto del término impuesto por Freud en el análi-
PUF, 1974. [Anexo. Apuntes originales sobre el caso de neurosis obsesiva, sis del Hombre de-los Lobos, en cuanto al desencadenamiento ulterior de
e n OC, 10, 1980, págs. 203-49 .) un episodi(l psicótico. Pero, ¿qué decir del impacto de la· publicación del
:1 Ci1u¡ psychanalyses, París: PUF, 12ª ed., 1984, págs. 199-261. [En OC, caso'? lJno podría, en esta dirección, preguntarse si la única relación del
10, págs. 123-94.)
r caso que no contradiría al proceso analítico sería tal vez el decir del anali-
4 Cf. supra, pág. 62. zado mismo.

210 -211
1Ua:nn (como HU noJl\l>n.J lo lrnl ka), Nl <:ld.'lto, \' I J,mm11,nlo , o l
.')'chreber, hasta Psicoanálisis de las masas y anál'isis' del yo,
hasta e l Moisés, etcétera.· a'~
1
En nuestros días se practica siempre el psicoanálisis extra
sesión, pero siempre desvalorizándolo. Una desvalorización que
recae a la vez sobre la «teoría» y sobre la «aplicación», en tanto
aplicación de la teoría. Antes que practicarla así, con una es-
pecie de culpabilidad y el vago sentimiento de una trasgresión,
¿no sería mejor interrogarse de manera más rigurosa sobre sus autoconservación
objetos (que no son objetos cualesquiera, uno no hace el psi-
coanálisis de cualquier cosa) y, por otra parte, sobre su méto- Estos son dos círculos tangentes uno por relación a·otro y que
do, es decir lo que a él se traspone de la cura; y no lo que a tienen un sentido de circulación invertido. Esta cubeta figura
él se aplica de la teoría? Y corno proponernos hablar de la tras- sólo de manera muy_lejana la materialidad de la sesión analíti-
ferencia, se plantea la cuestión de la trasferencia en psicoanáli- ca: no es ·cuestión de asimilar las paredes del consultorio con
sis extra muros. ¿Dónde situar la trasferencia? ¿Hay una tras- uno cualquiera de esos trazos; se trata más bien de una tenta-
ferencia en un trabajo corno el Leonardo de Freud, y una tras- ttva de fi rar la situación psíquiCa que la cura introduce, acon-
ferencia de quién, en qué dirección? ¿Una trasferencia de ~~: '
di,<;iona y mantiene: os o r u os angen es correspon en
Leonardo?, ¿una trasferencia de Freud?, ¿una trasferencia del a Íos dos grandes hpos de funcionamiento que Freud describe
lector? Porque quizás un estudio psicoanalítico sería legítimo en su primera teoría de las pulsiolles: por una parte PI <:ido -
solamente allí donde hay trasferencia en el sentido analítico áe la autoconservación o de los intereses.~ también de la ;,adap-
del término (en un sentido que poco a poco trataremos de defi- ~ .. ; para emplear un término gue ha sido Euesto en circu-
nir). la~ión por lo que se llama «psicología del vº"i y, tangente a es-
Ustedes ven que recruzamos nuestro terna de la trasferen- te, el ciclo de lo sexual. ~ cuanto a su origen. más de nna.
cia por la distinción de .dos discursos psicoanalíticos, uno .en vez he explicado que deriva de otra cubeta, la del sueño, dibu-
el seno de la cura y el otro «extra rnttros ... La idea del «muro ..
cerrado, estanco hasta cierto punto, remite a los tiempos en
jada esta por Freud en el capítulo VII de La de
interpretación
los mienos. ·
que las murallas de las ciudades conservaban su valor, y daban Lo que se podría llamar la cubeta de la sesión deriva en Cierta
... ..·. .entoi:ices sµ sentldo a construcc~ones de «extramuros». De la manera de la cubeta del sueño, corno lo ha señalado con toc:J.o
misma manera; recientemente se ha recordado que para hacer aciertO Artdré G:re~n-1 y bajo su. pluma esto es una crítica: la
i,m psicoanál.isis no se requería solamente un diván y un sillón,
1
indicación de qll.e 'la seSión .analítfcaestaría corno marcada desde
· sino también una puerta cerrada. En sus otígenes por un mé>delo que se podría ilarnar solipsista, en-
suma, hace falta que se trace un re.;;-- i
cerrado en sí mismo. Reproche que tal vez se puede hacer a
i
( RECINTO cinto instaurador, lo que nos rernite-ª1._ la concepción freudiana del análisis peró no al esquema de la
recinto instaurador de las ciudad~ i· cubeta tal corno yo lo he dibujado. Quiero decir que a pesar
. ceremonia simbólica, incluso rnági~ del término de •Cubeta,., este esquema no está cerrado sobre
·antes de ser real: Rórnulo cuando trazaba el recinto de Roma. 1 el exterior. En cuanto al sueño, que él esté cerrado sobre el
Estos muros, esterecinto y esta puerta, los he figurado en exterior, que, si se quiere emplear un término neurológico, es-
·más · de un Jugar por medio del esquema de la «cubeta.. : 1
A, té desaferentado, eso es verdad hasta cierto pu~to; en el es-
quema de Freud, para que haya sueño basta con suprimir las
.[ dos flechas de entrada y de salida, y el aparato funciona en-
tonces en vaso cerra:do. Todavía haría falta preguntarse (lo he-
1
mos hecho en nuestra primera parte) si el esquema inicial de
Freud es en efecto un esquema del aparato psíquico o del orga-
nismo: curioso organismo destinado a restituir en motilidad to-

i
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212 213
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do lo < ¡u ~· n•d lw e 11 l'o n11 H d v p e 1 ·c t · p ch~ 11 . y e s to d e .111 u 11 t• ru p u r·c tru:tar 1-1 11 li l1-1t.oil11 , l 'n r•o P ll 1'1 11 d11 f' l11111 l 11 r1, 111 p1ud111 in 11· 11111 )
rame n te «re fl eja... n ado con::itil uy e 11J1 c or ~l 1111 to lo 1>1111t.11 11 t.1 • 1•n h 111n 11 ln , 1, , l11rnt11 11
1
Comoquiera que fuere, que cierto modelo del análisis pue- ¡,<
te eficaz, para q ue los acondlclonum lon t.01-1, 1:11-1 111odll'k11do11 n11,
d a ser derivado del sueño no implica identidad, sobre todo en r encuentren difícil codificarse y s u bsbtir mu c ho Ue mpo . ,,
lo que concierne al modo de corte con la experiencia. El sueño ¿Cuál es ent onces.la idea de Cl:l.a cubt• ' '•
está indudablemente condicionado por una desaferentación, es 1. LUGAR DE ta instaurada con la inve n cióh fre u d ia -·
un verdadero repliegue _en dedo de guante, que lo vuelve ha- DESENCADENAMIENTO na de la cura y de .la sesión? Se lo po-
c ia .el mundo interno, en tanto que el yo, por su parte, queda dría· dec ir así: en lá «Vida cotidia n á ...
fu e ra 'del campo, en un sentí.do muy preciso de esta expresión. 11
DE LO SEXUAL
tenemos en efecto los intereses:. su-
Esto hace que el sueño haya de permanecer siempre, no cier-. pervivencia, adaptación, autoconservación, todo lo que hace
t a inente como el lugar del inconciente, sino como el analogon- que nos mantengamos como seres humanos y que .progresemos
má s· próximo que nos ermite imaginarnos algo de lo que es como seres sociales. Ahora bien·, todos esos intéresesJ:12ara em- ,
ét funcionamiento según el inconciente. n o que ·concierne
a l sueño, la expresión lacaniana de formacion del inconciente •
l'ósexual. Pero lo 1mportantees concebir que esta aup11cac10n
esparticularmente apropiada. Pero la cuestión de saber si el ' ae los mtereses por lo sexual (el hecho de que uno corre tras'
~nálisis mismo, en su conjunto, puede ser considerado como el autobús no solamente para estar a · hora en su trabajo, sino
t'rna formacwn del mconciente permanece ahí sin resolver. En ~- tal vez por razones fantasmáticas muy diferentes) no es uní- .
todo caso el análisis es una formacióri. artificia( mantenida, c1!::, forme. En otros términf)s, la vida cotidiana no p\lede ser pura
~ cunscrita, por reglas Lo aue la cierra es por una parte lo que y simplemente retraduciiJíi"'én algo sexua¡_ Por otrá parte,'¡:¡¡· . .
~¡.llama el setting (marC:O-espacio-temporal , 'marco pecuniario, lj. red de las motivaciones sexuales fuera exactamente parale-
etc.), ~espués la regla· fundamental y, por último, lo que llamo~ la, coextensiva con la red de los intereses, en definitiva no ha.:
!os rehusamientos del analista, lo que el anali.sta r.ehúsa y aa.•ue- _ ría falta esta doble terminología, que se resolvería en un cam-
llo a lo cual se rehúsa, sentido este que es el más próximo a 'füo Iex1co sin resto . Es sin duda el reproche principal gue se
e ste termmo alemán de Versaguñg', quese -sÚele ti-aducir óe puede hacer a Jung, éuando él retoma e l t é rmino de libido iia-
\ m a nera demasiado tecnicista, demasia do próxima a la psicolo-
raidentificarlo con la energía psígmca en general. Es lo que
gía experimental, por «frustración». ~Los Versagungen, los re~ he intentado formular más de una vez e n torno de la querella
1,. husamientos del analista: he ahí; .finalmente, lo gue se deno- llamada del «pansexualismo». Hay allí fórmulas muy precisas
m ina su neutralidad. - y en modo alguno tautológicas: el pansexualismo no significa
El término_mis!fio de regla analítica puede fácilmente pres- que lo sexual sea todo, ni aun que lo sexual sea la duplic ación
tarse a una sacralización; y no se ha abstenido de ello cierta de todo, como la cara y la ceca de una pieza de moneda, sino
inte rpretación del lacanismo en que la regla analítica (regla del que ha algo sexual por reencontrar dondequiera y de una ma-)
decir) es asimilada a l~ Ley en el sentido absoluto del término, p.era no hamoqénea. a re ra ucc10n e la vida cot1 iana en
a lo «Siil).bólico>>, el respeto hacia lo cual · habría que . ínculs:ar algo sexual, si e sto fuera el psicoanálisis aplicado, no sería sino j
como a la fuerza. Lo que se llama «asumir la castración» se en- un ejercicio de estilo más o menos cómico. •
c u e ntra, en lo empírico, como amonedado en la observancia ¿Cómo se plantea esto dentro del esquema de la cubeta? Lo
d e· las reglas de tiempo, de pago, de permanecer acostado, et- importante es que haya, entre el círculo de los intereses y el
cétera. círculo de lo sexual, no una correspondencia punto por punto,
En oposición a esta definición bien simplista de la trasgre- sino un punto de tangencia. El lugar de paso de uno a otro se
sión, sostendré esto: que el análisis, no obstante sus prescrip- convierte en un desfiladero, un paso obligado pero puntual.
ciones, algunas de las cuales revisten. tal vez ~a forma de impe- A este desfiladero, lo que en la situación analítica lo canaliza
rativos categóricos, no es una pedagogía de la Ley pero tampo- son las ~eglas fundamentales: la del analizado y la del analista.
co simplemente una invención., al fin bastante genial, de Freud. Hablar de un punto de paso, de un desfiladero, es por otra par-
Sin duda que todo esto no ha partido de la nada, existe una te muy apr:oximativo: porque en un punto de tangencia final-
génesis de esta invención de la situación analítica y uno puede mente no sucede nada; lo que se visualiza, en particular, por

214 215

..t.
el hecho de que el círculo interior funciona en sentido inverso
23 de noviembre de 1983
del círculo exterior. ¿Qué quiere decir esto? No seamos feti- 1
chistas de los esquemas; los esquemas están allí para conmo- •1'.:
1 El esquema de la cubeta, dibujado de nuevo la última v e z,
ver la imaginación; y nuestro punto de tangencia se debería i
ha sido concebido para figurar la relación de lo adaptativo con
tal vez concebir como un punto de conmoción, de partida de
otro proceso, de otra energía, que podemos llamar marginal.
Y este término de •marginal» traduce muy bien el prefijo ale- i
l lo sexual. Lo que caracteriza a este esquema es por lo tanto
una tangencia, puesto que los dos circuitos sólo se comunican
en un punto. No existe paralelismo entre los dos órdenes de
mán emp)eado por Freud a propósito de la sexualidad, el prefi-
realidad figurados. Además, todo paralelismo absoluto desem-
jo neben/ Nebej ~jgnifica •junto ª'" pero también ccpor añadid~:
,tY.~ ran, •en exceso». Así, en las teorías e-eonómicas en que se trata
,ll'·;,_ · de los costos o de las ganant:ias marginales, es neben el térmi-
l boca en un monismo porque el desciframiento sería por definF
ción biunívoco entre cada uno de los puntos de cada estructu-
ra:7 Tal el destino, en particular, del paralelismo psicofísico en
,,,. no. Es entonces al o ue viene or añadidura, junto a lo que
filosofía. Entre nuestros dos circuitos, ¿hay traducción? Tal vez.
se espera a, de una manera se diría gralui_ta. No es necesaria-
Veremos aparecer este término de traducción; tendremos que
mente ceder a una concepción rgmántica descrllifr la cura ana:
volver sobre él aunque sólo fuera porque es un término en
lítica como un proceso ~arginal, es decir il\jertado en la vidá:
tras, si puedo decirlo, como trasferencia y trascendencia: un
ccreai., que a cada instante sufre la conmoción de la vida coti-
díana y de sus •intereses>" y a cada instante produce su propio J término que en alemán lleva el prefijo über (Uebersetzung,
Uebertragung, etcétera).
circuito a partir de esta conmoción. i# 1 Tangencia y marginalidad (neben), por lo tanto, con reso-
Comparé un día el recinto de la cubeta con una máquina 1
1
nancias que pueden ser diversas, eventualmente negativas. Lo
de electrones, para destacar que entre las incitaciones exterio- t
•marginal»: toda buena sociología se da por tarea recuperar es-
res y las neo-energías extraordinarias que se desencadenan en
el interior no existe medida común. Freud no tenía a su dispo- r ta marginalidad, asignarle -siendo que en efecto la tiene- su
función reguladora, compensadora, de válvula, de sueño, et-
sición la imagen de un acelerador de partículas, pero en su ar:
cétera.
tículo sobre •el amor de trasferencian s~ trata sin lugar a d:udas
El sueño, precisamente; volvamos otra vez a él: el sue-
de un desencadenamiento de energías de otro nivel:
ño es marginal, en el sentido del ne-
•Los legos de cuya actitud frente al psicoanálisis hablé a f
comienzo aprovecharán sin duda estas elucidaciones acerca del
EL SUEÑO MISMO ben y, ciertamente, por r~lación a la
amór cie trasferencia para llamar la atención del público, sobre PUEDE SER vida diurna. Freud, como todo buen
· la peligrosidad de este método terapéutico. El psicoanalista sa- INCITADOR sociólogo o todo buen psicólogo, no ce-
ja en asignar su función a eso margi-
.. · ·.be que .trabaja con las fuerzas más explosivas y que ie hacen
nal: muy precisamente la función de •guardián del dormir» .
. falta la misma cautela y escrupulosidad del químico. Pero, ¿aca-
Así hemos recuperado el sueño al servicio de la adaptación,
. ¡ so te hán ·prohibido alguna vez al químico ocupar§.~:. a c_~.usa
y todo está en orden porque en efecto soñar permite dormir
de su peligr<;>sidad,. de sus materi~ explosivas, indispensables
y, como se dice: cuando uno duerme, uno •recarga las pilas;,
a· pesar de su efecto?». 6
para la vida bien adaptada, diurna, He intentado invertir la
. Lo que nosotros visualizamos con la física moderna es el he-
fórmula diciendo que el dormir sería más bien el guardián del
cho de que un dispositivo en definitiva bastante limitado con-
sueño. Lo que se apoya sobre todo en los trabajos neurofisioló-
. duce al desencadenamiento de energías incalculablemente más
intensas. · . · gicos modernos. ¿Quiere decir esto que el sueño deviene un
fin en sí? Esto nos llevaría a discutir lo que significa una reali-
. ...
~

o s. Freud, «Puntualizaciones sobre el amor de trasferencia•, ~n OC, 12,


1930, pág. 173.
l 7 Decodificación, desciframiento de un texto previamente codificado:
estas operaciones implican el paso sin resto, y eventualmente en los dos
sentidos d<' un mismo mensa.je; ahora bien, lo que nos interesa son las ope-
raciones que tienen un resto.


216· 'r
~
217

r
¿ación de d c::ico . ¿Aca:;o una rcull:.mcló n di- d t•H\'º 110 v11 1111ld11 ,111lldn 11pn111 1•11 111, ,•, • 11111 •
a lo que Fre ud e ntie nde por «guardiá n del donnir»'? 0 <·se .. agua- no : lu p1·1·oc 1)pHd<'> 11 1101' 111 d11d11d dn 'l'li 11 11 t,111 vn:t, 11l¡.t111111 1w11
l"i e:;tas .. que es el deseo, se lo satisface con imágenes, y durante sión fortuita d e la vfopcra re ferida ll 1111 111·11Hli·m '( /\ n 1i t1 1 p11pnl
ese tiempo se puede seguir durmiendo. En realidad, Erfüllung, 1 de incitación que parece arrogarse e l s u eño , podrfu.uioi; l,r1111ln
·e n el termino alemán Wunscherfüllung, no es enteramente una darlo así sobre el esquema de la «Cubeta»:

1 realización: es cumplimiento, que es menos exterior al Wunsch


. q ue una realización . .uno podría decir casi «mostración», «ac-
.. tµación» del deseo, «Cumplimiento» en el sentido en que los fe-
1
'/ ' "\.'Cº
c,'I>-

nomenólogos hablan de Er üllun ara el cumplimiento de una


~~ncionalidad. -=-~<"> ~ ~-f4....J(4<-<..o' ~~ ·-
Quiero ilustrar la id"ea ~n sueño que no se propondría
solamente dejar dormi.r, sino que incitaría a hacer algo dura!!::. ·~ .
te la víspera (que sería Triebregung: moción pulsional); recu-
tuya
rriré a un ejemplo famoso, que Freud toma de la Antigü~ Tiro
· «El más bello ejemplo·de mterpretac10n de suenos que nos
ha legado la Antigüedad se basa en un juego de palabras. Arte- La preocupación diurna y adaptativa es la toma de Tiro, que
midoro cuenta: "Paréceme, empero, que también Aristandro en el dr("uito inconciente provoca algo en torno del sátiro, pe-·
dio a Alejandro de Macedonia una feliz interpretación cuando ro que finalmente inducirá a Alejandro a lanzar el asalto. 111 •
este, habiendo rodeado y puesto sitio a Tiro [Túeos], y.sintién- Del «neben» del sueño al «neben» de la cura, .el término fran-
dose disgustado y decepcionado por el tiempo que duraba, cés de marginalidad se ofrece a lás crítica_s mal iiltern;ionadas, ·
soñó que veía a un sátiro [aáTVeos] danzar sobre su escudo; Aris- a la demostración de una funcionalidad sociocultural del ·análi-
tandro se encontraba, casualmente, próximo a Tiro, en el sé- sis, en un sentido muy diverso de lo que él cree o prete"ncte
quito del monarca que guerreaba en Siria. Descomponiendo ser. Después de todo, el análisis como barrera de contención,
la palabra «Sátiro» en aá y Túeos, hizo que· el rey redoblara perro guardián, conocemos bien eso ahora. Sin llegar hasta ahí,
s u empeño de sitiar la ciudad y aduenarse de ella [aá Túeos es corriente la acusación de desmentida de la realidad en el
= Tuya es Tiro]"».s análisis. Quiero decir, comoquiera que sea, que el esquema que
He ahí entonces un sueño interpretadü'a través de un juego
IO Freud vuelve a hablar de este sueño más adelante, en el capítulo
de palabras sobre Tiro. Por otra parte, este sueño o, más bien, VII de La interpretacü5it <Ü! los .~·u.e'iios : "No rnei·eee la pena exponer como
el sueño junto con su interpretación, 9 desempeña un papel de un terna particular la importancia histórica de los sueños. Si un caudillo
incitación a la acción: tomar la ciudad de Tiro. En fin, este sueño se resolvió tal vez, a causa de un sueño, a una osada empresa cuyo éxito
ilustra la noción de «trasferencia» en uno de los primeros senti- provocó un cambio de alcances históricos, ello nos depara un nuevo pro-
blema sólo si seguirnos contraponiendo el sueño, corno un poder ajeno, a
dos en que Freud la utiliza, o sea para designar, en la forma- otras fuerzas del a lma que nos resu ltan más familiares, pero no si lo consi-
c ión del sueño, el traslado, sobre restos diurnos, de mociones derarnos unaj(Jrrna de e::r.presü5n de mociones sobre las cuales durante el
inconcientes sepultadas más profundamente. Con esta ambi- día pesó una resistencia y que por la noche pudieron obtener un refuerzo
de parte de fuentes de excitación situadas en lo profundo. Ahora bien,
güedad, en ese sueño como tal vez en toda trasferencia: no el respeto de que el sueño gozó en los pueblos antiguos es un homenaje',
fundado en una intuición psicológica correcta, a lo indorneñado y a lo in-
"La interpretación de los sueños, en OC, 4, 1979, pág. 121, n . 4. destructible contenido en el alma del hombre, a lo demoníaco, eso que
" ¿De dónde viene la interpretación? Vale la pena reparar en que engendra el deseo onírico y eso que nosotros reencontrarnos en nuestro
Fre ud, cuando habla de la interpretación de los sueños en la Antigüedad, inconciente» (en OC, 5, 1979, págs. 601-2). A pesar de la reverencia acen-
le opone su propia técnica, que «se aparta de Ja de los antiguos en un punto tuada hacia ese inconciente demoníaco, indorneñado, etc., que se despier-
esencial, a saber, que defiere al propio soñante el trabajo de interpreta- ta con ocasión de un acontecimiento diurno , no se puede pretender que,
ción. No quiere tornar en cuenta lo que se le ocurre al intérprete, sino lo para Freud, el sueño sea, en medida alguna, una «Usina de deseo». Corno
que se le ocurre al soñante sobre el elemento correspondiente al sueño» lo apuntó cierta vez Marie Moscovici, la alternativa desesperante en la que él
('ib·id., pág. 120, n. 3). Desdichadamente, en el sueño del «sátiro•» Freud se sitúa es sin duda: liberar la sexualidad (del ser humano) o liberar al ser
ace pta pl<'namente la validez de una interp1·pt.aciún nacida, a l ¡wre<"er, de humano (de la sexualidad) . En cuanto a la hipótesis que yo propongo, de
las asociaciones de l intérpn~t.e únicamente. una «liberación de sexualidad", no deja de ser -hay que decirlo- marginal.

218 219
dll>qfo 11 0 opone u lgo re a l y ul go u o real, sin o d os ó rden es de Para volv e r a la •lnfan tilizaclón• on e l tuuilisls: h e prop uo1-1
rcalldad. En manera a lg una se tr ata del eco de lo r eal en lo t o la ide a d e una v e rda d e ra r u p tura, lo q u e llamo u na me l ó.bo-
ficticio, siño de la conexi6n de lo real adaptativo con lo real '( la o metabolismo, entre la comunicación pare ntal (pa ra e m p lear
· sexua l . El esquema no es más que un esquema, y la cubeta un término más general que el de discurso) con su trasfo ndo
q.;é dibuja es sólo metafóricamente aquella de la cura. Pero inconciente y lo que el niño hará con ello. Entre el «discurso
tal vez su mérito, cuando se trata de la cura, esté en figurar del otro:• y el inconciente del niño hay una verdadera decons-
esta según su dimensión de conexión, y no de simple exclu- trucción-reconstrucción, una verdadera metábola innovadora.
sión. Para guiarnos cómodamente por la distinción entre me- Slendo así 6 si la infu11cia 1 con sus cinco prímeros años , es e l
tonimia y metáfora, diré que lo que está en la cura no deja ¡¡ momento privilegiado¡ a p arentemente único, de ese metabo-
de ~antener contacto con lo que no está en ella, y lo que está lismo instituY:ente , ¡qué ambición pretender que el psicoanáli-
en la cura no deja de tener analogía con lo que está fuera de ~s sea ca12az de reabrir, de entreabrir de nue vo ese proceso!
ella. Es una situación nueva, artificial, pero que no deja de Pero, también, ¡qué valor positivo para dar a:l término de· in-
encontrar puntos de comparación y de diferencia con cualquier fantilización, si lo infantil es precisamente el único lugar de
relación interhumana. la novación: «hacéos como niños pequeños .. . »!
Digo relación interhumana, pero pien- ¿Qué distingue a la situación analí-
ASPECTO POSITIVO DE so sobre todo en la situación entre CuATRO INGREI>IENTES: tica? Un dispositivo destinado a po-
LA INFANTILIZACION el adulto y el niño. Se ha insistido, si- FANTASMA ner en evidencia y a llevar a su pa-
EN LA CURA guiendo a Ida Macalpine, en la situa- PALABRA, roxismo algunos «ingredientes» o fac-
ción «infantil» que es promovida por el sf:XUALll>AI>. tores. Me he visto conducido a enu-
conjunto de las reglas de la sesión analítica. ¿Se trata de una TRASf'ElrnNnA merar cuatro de esos ingredientes: e l
«infa.ntilización» por el análisis? ¿Por qué no, y por qué conser- «fantasma», la «palabra», la «sexuali-
var necesariamente el ideal del pretendido devenir «adulto»? ( dad» y la «trasferencia» . Ninguno de esos términos es excluyen-
P e ro no es esto exactamente aquello a lo que voy . Lo que e l te d e los otros. Son hilos para e ntrecruzar, y que remiten unos
análisis muestra es sin duda que la situación infantil es el lugar 1 a otros. Es indudable que hasta aquí, en esos c uatro términos,
d°"Oñ<le- tüaose}üega, dond e se c reañeF iñconciente el deseo. he dado la prioridad a lo sexual como el más específico d e la
Dig o «Se crean», uti izan o vo untariamente un término algo situación analítica, a condición, evidentemente , de tomar «Se-
f uerte; otros d.{~ían •se mar; an», •se forma su impronta» . Mu- xual» en cierto sentido sobre el que habremos de volver. Nin-
.... . - chos. fo diq:m y no. sólo los analistas; pienso en la renovación guno de esos cuatro elementos es nuevo por relación a toda
· ··.. de un determinismo
. conductista: sin matices, el de un cierto situación interhumana. ¿Cómo podría ser de otro módo? El aná-
S kinner, o recientemente el de un Laborit, en un filme que lisis re acondiciona, pero ¿cómo podría un_o saltar por. e ncima
hemos podido ver. Per~ en definitiva la idea de que la impron- de su sombra, cómo se conseguiría que los elementos de la re a-
. t a .de la infancia queda marcada de una vez para siempre es lidad humana no estuvieran presentes en el análisis? Es pre ci-
una idea corriente en análisis; desde -aunque con muchos so entonces pensar el análisis como diferente de toda otra co-
m·a tices'-:- Freud (quien siempre marcó la diferencia entre la sa, pero también mostrar las mutaciones que sufre cada uno
.' impronta y el ·acontecimiento) ha.Sta llegar a Lacan, cuya fa- de esos cuatro elementos, entre su funcionamiento en la cura
·mosa fórmula según la cual «el inconciente es el deseo del otro», y su eventual presencia extra cura. Este será el caso sobre t!)-
va ·manifiestamente en este sentido, al punto de que toda una do en cuanto a la trasferencia, donde tenemos que asir bien
posterit'lad lacl:lniana ve una continuidad prácticamente sin fa- dos extremidades que es muy difícil mantener juntas: por una
. lla entre el deseo parental y la enfermedad mental del niño, . parte, que fa trasferencia es un fenómeno específicame nte ana·
• ¡\ por ~jemplo . Pienso en alguien corno Maud Mannoni, quien , lítico, de modo que reconducirlo a fenómenos como los del há-
.il a l ·menos en .cierto momento, ha ido muy lejos en el sentido bito, por ejemplo , es verdaderamente no acertar con lo que
.de un paso, yo diría, a canal abierto, entre el inconciente pa- constituyó el asombro de los primeros analistas ante este fenó-
re ntal y el inconciente del descendiente, de manera que en el 1 meno. Y, por otra parte, tener en cuenta lo que, fuera ·del aná-
límite ya no se sabe a quién analizar cuando se trata dé análisis. lisis -pero no en cualquier parte- prefigura la trasferencia

220 221
del análisis y permite, si no esclarecerla, al menos hacer variar U<.: ll l' e l di.' l '\ ' ( ' 110 d o pc •ll tl lll q11 n IUl lll• \lt111t 11 lt1 \ 11q111 1d 11 , hl ... . 111 •i t 1
su iluminación. fica, ::ie ::iltúa e n loti m ú 1·gc 11~iH cid 1.1·nl 11 ~lo un11llU¡ •o 1·011111 l.11 1. 1
Retomaré hoy, para hacerlo nuevamente la próxima vez, «Suponiendo que se justifique ,,, d ecimos por tlll üH l.n~ piutn , poi·
los otros elementos para precisar todavía mis posiciones perso- que este hiperrealisrno se debería relacionar, e n su fond o , <.:0 11
nales respecto de definiciones del análisis que hacen interve- aquella condición de base, insuperable, del vivenciar infantil ,
n iF tres tipos de límite: el límite entre fantasmático y real; el que es la hipersignificatividad de ese ~venciar, es decir e l
límite entre lenguajero y no lenguajero, y el límite entre se- desborde de las capacidades estructurantes del niño por una
xual y no sexual. J:Jrofusión lujuriante de ~Qsajes de ,l,psque él no tiene la~ta~
El análisis, se suele decir, da priori- .Ye,peíü de los que sabe que SO!\__f.°-~!!~~es,. ·~--~..·--~--.-. · ·
EL FANTASMA: dad ·al fantasma, el análisis está·Tn: - · En lo que concierne ahora al vivenciar adulto, la «regla fun-~ /\c úi .
NO HAY IRREALIZACION ~~so en el fantasma, lo propio del damentaln no obliga a ninguna otra cosa que a perseguir las / •' ·. ·.
EN LA CURA . . ) análisis es no tomar en cuenta la dis- cadenas de asociaciones (Assoziationen) y a dejar acudir las· ·./ ! t;~CC· .··
tinción entre fantasma y realidaci. Son ideas repentinas (Einfiille) a partir de cualquier elemento que 1
'' • : •
1
tesis que conocemos bien._y que pueden quedar expresadas se- se presente. Lo que no obliga a ninguna modificación intencioA •

gÜ~a'.hadas y talentosas versiones, pero que ·encuentran evi- nal por referencia al indicio de ~ealidad de lo narrado . y que·
dentemente toda su veracidad a propósito de nuestra refleXlQn sirve de punto de partida para las asociaciones. Un sueño na-
de este año, puesto que ha quedado abierta la cuestión de sa- rrado no por ello se deja de mentar como soñado. Cuando se ·
ber si la trasferencia, también ella, es un inmenso juego.de fic-· analiza un sueño, es seguramente al relato del sueño pero tam~
ción, y aun ¿por qué no? una variante de psicodrama. En todo bién al sueño ::ioñado, al sueño de cierta noche, aquello a lo
caso, es lo que algunos no están lejos de pensar. cual nos referimos, analista y analizado. Las categorías de an-
Me he explicado largamente, los años anteriores, sobre la te:> y después, el encuadramiento del dormir, nunca 13e dero.~
significación y los límites de lo que sería una suspensión d (• gan aun si este puede ser cuestionado por el hecho de que de-
la intencionalidad de realidad, que, pretendidamente, sería <:o- terminada cadena asociativa encuentra su punto de partida en
rrelativa del discurso del analizado y, sobre todo, de la es<:u- un elemento ulterior al sueño. De igual modo un lapsus que
cha del analista, en la cura. Para resumir, diré que es preciso ocurrió en la vida cotidiana, un lapsus narrado no es un lapsus
ante todo distinguir lo que se dice del vivenciar infantil en en sesión: esta es una verdad que conviene recordar de tiempo
la cura por relación a lo que se dice de la realidad presente. en tiempo. Se puede contar un lapsus sin cometer lapsus y,
Hay espontáneamente en todo retorno del sujeto sobre su in- a la inversa, se puede cometer un lapsus en sesión sin darse
faricia, pero en especial dentro de la cura, una mención hiper- cuenta de ello y, en ese momento, sin analizarlo.
realista. Esta se condensa de manera especial en lo que se lla - He hablado de esta especie de contorsión psíquica que con- .
ma, con un término qúe ha adquirido derecho de ciudadanía, sistiría en querer mentar de la misma manera lo imaginario y
los recuerdos-pantalla. Lo vivido, y lo legendario, aquello de lo lo real. El pasaje de Freud citado antes no prescribe nada pare-
gue uno cree acordarse.y aquello que se ~os ha dicho, són mte- cido, no hace más que enunciar una prescripción metodológi-
g_rados espontáneamente pornosotros en una misma mención. ca, aquella que del lado del analista se formula como la regla
Y-evident.emente de eso vivido infantil habla Freud en ~n pa- llamada de la escucha igual. La regla
saje bien cOñOCla<>ae'~}erencüis de introaucción al psic(i? . . . NI EN LA nE<iLA de la «atención igualmente suspendi-
anCiLisis: «Duranté !argo tiempo; no compreñderá riuest~apr.·¿:-· DE LA A T~~NCI< IN da•, a pesar de ciertas afirmaciones,
puesta de equiparar fantasía y realidad y de no preocuparnos EN SUSPENSO IGUAL en manera alguna es evidente desde
al comienzo por saber si esas vivencias infantiles que han de el punto de vista metapsicológico o

l
explicarse son lo uno o lo otro». 11
Es cierto que Freud no escapó, indudablemente, a la tenta-
12 Para una descripción detallada de esta expedición hacia •el origenn
ción de una investigación realista del pasado infantil, pero se del fantasma, cf. J. Laplanche y J.-B. Pontalis, Fantasme originaire,fan-
1
tasmes des origines, origines dufantasme, I964; nueva publicación, Pa-
J En OC, 16, 1978, pág. 336. rís: Hachette, 1985.

222 223
d t•Hdt · t•I pu u to d e v hit a práctic o . Ve r en ella, con Freud, el «CO- discurso espontáneo del analizado. Es lo que he llamado el as-
r rN¡po ndlctt te " (Geg enstück) de la regla fundamental. no con- pecto económico de la regla de la escucha que desplaza los acen-
t ribuye a esclarecer las cosas, si es verdad que esta simetría tos por relación a los acentos espontáneos del discurso del ana-
se tiene que concebir en el seno de una disimetría esencial: lizado. Se ve que, con ello, nos vemos llevados a metáforas mu-
no se podría colocar bajo el título de . un mismo proceso el he- sicales que giran en torno de la armonía, el unísono y el
cho de abandonarse a sus propias asociaciones y el de acompa- acompañamientQ. En una sonata, entre el violín y el piano que·
ñar, en resonancia, el itinerario asociativo del otro. le responde se produce un desacuerdo más sutil que se sitúa
Las comparaciones sonoras, musicales, acústicas, acuden na- más allá deljuego reglado de acuerdo-desacuerdo de la armo-
turalmente a la pluma a propósito de la escucha analítica. Co- nía y del contrapunto: la ,;falsedad» que se introduce entre las
nocemos la fórmula famosa de Freud según la cual el analista notas naturales de uno de los instrumentos y el «temperamen-
«debe volver hacia el inconciente emisor del enfermo su pro- to» del otro. Esta imperceptible cojera, esta leve disartnonía
pio inconciente como órgano receptor, acomodarse. al analiza- parece indudablemente explicar mejor la situación que la ima-
do como el auricular del teléfono se acomoda al micrófono ... 1:3 gen del resonador telefónico sin distorsión . La interpretación,
Fórmula que ha sido criticada, y no sin razón: ¿cómo imaginar con su impacto económico, sería el producto justamente de es-
que el inconciente del analista pudiera hacerse semejante a un te «junto ª'" de este neben.
resonador neutro, sin aspereza, si'n falla y aun sin frecuencia
de resonancia? Roustang habla aquí de una «Utopía absurda»,
y su argumentación es sólida . . . 14
Con respecto a ello puede ser interesante escrutar un poco 29 de noviembre de 1983
más de cerca las connotaciones del término alemán gleichschwec
bende (igualmente suspendida). He descubierto recientemen-
te, acerca de instrumentos musicales antiguos, el término un- Vuelvo sobre mis cuatro hilos: fantasma, lenguaje, sexual ,
gleichschwebende Stimmung. Se trata del hecho, bien conoci- trasferencia; ahora tiro del primero, el del fantasma, demasia-
do, de que la escala natural no conoce , entre dos notas, un do fácilmente confundido con lo ficticio, lo irreal. Veníamos
semitono situado exactamente a media distancia: el sostenido tratando de la atención igual, y queríamos ver cómo es que
de la nota inferior no es exactamente superponible con el be- introduce una «igualdad». Para volver a decirlo claramente, en
mol de la nota superior. Esta escala natural es la que tocan la cura como dondequiera, con todo aquello que es mentado
espontáneamente los instrumentos de cuerda. La escala «bien nos relacionamos según diferentes modalidades.: lo real, lo po-
temperada.,, ·en cambio, vino a aportar en el siglo XVIII su sim- sible, lo necesario, lo deseable, lo infinitivo, etc.; esto nos re-
plíficaoión; que es un artificio: el do sostenido y el re bemol mite, má.S allá de la gramática clásica y de los modos del verbo
; . so~ leve~eilte desnaturalizados los dos, para corresponder a (que no son una guía .tan mala para un primer abordaje), a lo.
una misma tecla negra del clave o · del piano «bien temperado» . que se llama una tipología de los enunciados, como la que pro-
Es interesante darse cuenta de que la tonalidad natural, no pone la filosofía llamada «analítica». Y bien, a esta tipología d e
temperada, ·se pueda llamar «desigualmente suspendida•>, míen- los enunciados, a estas diferencias de modalidades, a estos sos-
. tras que la gama artificial, bien temperada, estaría «igualmen- tenidos y a estos bemoles, aporta la atención igualmente flo-
te· suspendida» (g'leichschwebende). To.do esto es sugestivo si lo tante su temperamento, es decir, su igualdad, de una manera
trasladamos a la cuestión de la escucha analítica: la igualdad -insisto en ello- relativamente artificial.
. .de escucha, lejos de ser una actitud tan natural, supondría la ¿Cuál es 'el fundamento teórico de es-
intervención de un artificio, una desnaturalización respecto del UNA ESCUCHA DE ta regla impuesta al analista? Hay mu-
LA ENUNCIACION: chas maneras de expresarlo y, puesto
•ES USTED QUIEN que he introducido el término de enun-
n S. Fre ud, .. consejos al .médico sobre el tr~tamiento psicoanalítico .. , ciado, hay algunos que definen lo pro-
e n·OC, l~, 1980, pág. 115. Mf;LO DICE·
14 Cf.. Fran<;ois Roustang, ·: . . Elle ne le láche plus, París: .Ed. de Mi- pio del análisis como el paso del nivel
. nµit, 1980, págS: 117-.8 especialmente. del enunciado, es decir d.e l tenor de lo que se dice, al nivel

224 . 225
d e la e nunc iació n . Lo que 1:1obrc nll(;) nde Ju glo'loh soh •uJt1IJonth 11 11 111.11 1111 l1111 l•!1i111 d11r1 l l11l d 11r1 11 0 dt \111 d 11J111;t l1'11 •111 n d 1· u1q d '4111
Aujmerksa'mkeit sería entonces un •es u s te d quie n lo dice •. O , u1.1a n ..mcdó11 11 r;f. Al1111·1 t 1ii ' 1101-1 p1'1»111111 11 1·n t,111d11d 1 11111 ll 1,1•lt n
p ara ser más completos: •<es usted quien me lo dice»; y, con p sicoló gicos ya no Cn ccdra m a hUll H UI O» r-ll JI O () 11 «li ll tJ.<111\l t• d o 111'
e se ccusted», ese cerne» y ese ccdice», reencontramos por lo menos ción» (action-language ). E s to n o e s ta n diffc il d e <m t.c 11<Lm ·, 11
tres de nuestros hilos, entrelazados: el dice remite a la función es tan diferente de Politzer. La acción d e que se tra ta n o ci; tá
del lenguaje en la cura y al problema de la situación del incon- evidentemente referida a un pragmat~smo cualquie ra :.se tra ta
ciente respecto dé él. El me.introduce la trasferencia, donde de retrascribir en una proposición -'-Sujeto que es un indivi ~
la cuestión es: ¿cuál es ese cerne»?, ¿es simple o complejo?, y du.o, verbo que implica un act.o, adverbio qu~ modaliza ese
si es complejo, ¿según qué línea se divide?, ¿según la línea, co- acto-, por lo tanto, efectivamente, ccen persona», lo que en fa
mo a menudo se pretende, que separa al analista fantaseado vida psíquica se presenta como fragmentación y pasividad. Ásí,
o proyectado y al analista real?, ¿o bien, según la terminología el lenguaje de las pulsiones o el de las instancias no sería más..
lacaniana, según fa que separa al gran Otro y al pequeño otro, que una manera de hablar que es córnplice de la manera en
o al analista imaginario y al analista cautivo de lo simbólico? Por que el sujeto mismo se pretende· obrado por algo que él no co~
último, el usted remite evidentemente al ccsujeto» y ·a lo que noce. No todo es criticable en estas tentativas seductoras de
uno podría llamar, en psicoanálisis, cierta tendencia al ccperso- hacer una psicología o un psicoanálisis (pero aquí se trata cier-..
nalismo» . Entiendo este término sin matiz peyorativo para de- tamente de psicología) en primera persona, en persona. Pero
signar, de manera cómoda, lo que ha sido destacado desde ha- una de las cosas sorprendentes, sobre todo en Schafer, es la .
ce ya mucho tiempo en la reflexión sobre la cura: todo lo que coexistencia y tal vez la confusión entre un personalismo teó-
se vive y, con mayor razón, todo lo que se dice en la cura tiene rico y un personalismo ético o que se sitúa en el plano de!°i~­
que ser forzosamente referido a alguien que lo produce. Que
no exista dr.ama salvo para un sujeto, que el drama humano
perativo. El personalismo teórico .sería U:na manera de abrir pa5o.
a la psicología verdadera por relación a una psiCología falsa, ...
deba ser reformulado en primera persona, ustedes reconocen puesto que en verdad toda manifestación humana es manifes-
_en esto lo que declaraba, hace ya mucho tiempo, un Politze~r tación de un sujeto. Pero esta ccpsic9logía falsa» no es solamen-
'¡ Ya él pretendía poner fin a la vieja metapsicología, con su abs te obra de los psicólogos tradicionales, que continúan descri-
! tracción y su mecanicismo heredados- de la psicología clásica . biendo al ser hun:i.ano según él modelo de los objetos de la na-
,· para remplazarla por la noción de un guión dramático (o d turaleza, sino que es obra de la expresión espontánea, por parte
J fragmento' de un guión e"'énico) reconducible al U.dividuo hu . del individuo, de su vivenciar psicológico. En consecuencia,
t mano concreto; en suma, al acto de un yo. 15 para establecer una psicología verdadera conforme a su obje-
~- La Critique desfondements de la psychologie data de 1928 to, habría que enderezar todas las proposiciones en que el su -
y demuestra una atención, en la lectura y la crítica de Freud,
que hace de Politzer un gran precursor. Años después, den-
jeto mismo se describe como opuesto a mismo, conflictuai, sí
alienado. Es así como Schafer propone muchos ejemplos en los
tro de esta línea de una psicología de que intenta restablecer en cclenguaje de accióni" es decir en ccper-
DE PoLITZER la persona o del sujeto concreto, re- sona», tanto locuciones espontáneas, como proposiciones me-
,,
A SCHAFER: encontramos en los Estados Unidos ~~. tap~icológicas elaboradas y en que fa conflictualidad se expre-
EL LLAMADO AL ORDEN las tesis de Roy Schafer, que mani- sa sobre todo en función de pÚlsfo'nes; de instancias, etc., y
SUB.JETIVO fiestan la misma reacción contra una según el modo de la pasividad ·º del cccosismo».
metapsicología llamada mecanicista. La vez pasada hablé de cccon:torsiones~ a raíz de una actitud ·
Hay que decirlo: sin duda, la escolástica metapsicológica domi- psíquica un poco diferente, pero, en las tentativas de Schafer
en mayor medida, hay un aspecto extremadamente retorcido,
1
" Un •YO» o un •sujeto», dice Politzer, pero deslindándose radicalmen- alambicado, en el afán de expresarse en un lenguaje que sería
te de toda psicología de la conciencia: es. . . •precisamente porque [la psi- el de una psicología no cosificante.1 6 Espero tener la ocasión
cología concreta] no considera que la ignorancia del sujeto acerca de su
propio ser psicológico sea un hecho particularmente notable, ella no tiene
necesidad alguna de la nociói:t de inconciente• (Critique des fondements lfi Cf. por ejemplo Roy Schafer, •Psychoanalysis without Psychodyna-
de la psychologie, París: Rieder, 1928, pág. 214). mics .. , fnternntionalJournal qf Psycho-Analysis, 56, 41, 1975. Me he refe-

226 227
dn 111111 111 1 11 111 111 1•1•1f t.- 11 d1d ,11 ll 11 d11 d o (-'s i.a esp ecie d e n co-p olit- pone simultáneamente como la reforma del lenguaje de la in-
11•1 lr1 111 0 l.od 11vr11. 11111s n ul kal, pe ro ta mbié n más simplista que terpretación en la cura y como la reforma que se debe producir
1• 11 t'I c•1 tHo <I <~ l'o litze r ; aq u f, p a ra situar u.n jalón de lo que po- l en el analizado para que él haga suyas «la medida y los térmi-
d rfn f ig ura r a la c abe za d e esta controversia, propondría las nos en que ha sido autor de su propia vida. , . y la medida y
fórmulas siguie ntes: la metapsicología está muerta . .. pero ella r los términos en los que ha desistido de esta actividad». 17
n o lo sabe; el sujeto no está alienado (nos dice Schafer) ... pe- ¿Adherir a aquella concepción de Freud, aun como a una
ro desdichadamente no lo sabe. Dos proposiciones que eviden- tarea infinita? ¿Cómo hacerlo sin reconocer su carácter utópi-
18
temente se destruyen ellas mismas, y sobre todo la segunda, co y aun su carácter de desmentida? Antes he recordado que
porque si él no sabe que no está alienado, si él no sabe que conocemos en Freud dos sentidos del término «realidad psíqui-
es en primera persona, evidentemente es que no es en primera ca». Uno muy trivial, la realidad de lo psíquico, del psiquismo:
persona, está alienado (tomo aquí alienado en el sentido más todo lo que es psíquico, en particular -dice- las imaginacio-
general heredado de la filosofía hegeliana: tomado y arrastra- nes, es la propiedad psicológica de una persona. ¿Propiedad
do en una alteridad que él no domina y en la que se pierde; o producción, como lo querría Schafer'? Es que no sería entera-
pero aqtií se trata para el «sujeto» de la metapsicología de una mente la misma cosa·. Pero la otra significación freudiana d e
alteridad interna, la de las instancias, de las pulsiones o de los este término de «realidad psíquica» es enteramente otra cosa,
objetos internos). Si, en consecuencia, no significa gran cosa es decir aquella realidad que, en lo psíquico, hace las vece s
decir que el sujeto no está alienado, puesto que él no lo sabe; de un cuerpo extraño, o sea la realidad del inconciente, siem-
y si, por lo tanto; es preciso describir su alienación antes de pre que se pueda decir de él otra cosa que «es un cuerpo extra-
describirlo finalmente en términos no alienados , la única signi- ño». Pero en cierto modo estos dos tipos de realidad, la reali-
ficación posible del personalismo schaferiano sería entonces éti- dad psicológica o subjetiva, digamos, y además la realidad có-
ca y técnica: la reforma del lenguaje teórico del análisis se pro- 11· sica del inconciente, juegan una contra otra. La afirmación del
inconciente, pretenden los personalistas, juega como una ne-·
rido aquí a dos posicione s violenta m e nte · antin a turales, artifkialPs, para gación de la posibilidad, como se dice, d e asumirse en primera
las qu e utilizo el t é rmino un p o co pe yorativo d e «contorsi6n•>. La pl"inwra
persona. P e ro , a la inversa, la afirmación abrupta 9-e la subjeti-
e s e sa actitud d e escuc ha en la c ura que querría anular todo índicl' rd.l'ri -
do a la rea lidad, la irrealidad , la posibilida d , etc. , en suma , las modalidade s
de lo que en e lla se prese nta. Esta actitud puede reve stir aspe ctos un poco
. vidad de nuestros actos, es decir la traducc ión forzada
«action-language•>, juega como desmentida de una vivencia fun- ',_
eñl¡
dife re nte s se gún que se ponga el a c ento e n la subjetividad (de todas mam•- damental: que, precisamente, somos vividos por algo que es ',
ras eso es ve rdade ro porque e s usted quie n lo dice) o en el discurso (eso
es d.e toda::; mane ras v e rdad porque usted lo dfre) . Por mi parte he opues- ajeno en nosotros. . .-.:!
. to , a este artificio masivo d e una se udo reducción al fantasma o al lengua- Todo esto a propósito de la atención igualmente suspendi-
j e", ·et"juego <>bien t e mpe rado" d e la a tención igualme nte flotante, como yo da. ¿La atención igualmente suspendida, es simplemente un
· l¡t ·entie ndo. llamado al orden subjetivo? «Es usted quien lo dice». Induda-
La s e gunda p osición e s la d e Schafer, uno d e cuyos carac teres esencia-
les és p~oponer en el mismo rrwvimiento una r e voluc ión en la teoría y una blemente, puede hacer ese papel. T~memos el e~Qlo de un
t é cnic a en la cura, a través d e una reforma radic al del lenguaje, hasta en sueño. Ocurre con frecuencia que un sujeto en análisis nos cuen-
s us formulaciones más e leme ntales. Este prose litismo lenguajcro obliga a te un sueño que ponga en escena personas reale.s de su am-
sus ·se guidores a desterra r d e l le nguaje sustantivos y adjetivos, a e mplear
bTente; capturado por el «realismo» a el sueñ o, él «reahza» Tos
.. -só lo frases c on sujetó singula r , un verbo y adv e rbios, etcétera .
. Toda. hu e lla d e refere ncia a entes psíquicos sustanciales (el. inconcien-
. t e , e l ello , la angustia, la repre sentación , e tc.) d e b e se r d e sterrada, como
personajes, sus palabras, sus acciones, al punto d e presem:aí--
los como si verdaderamente provinieran de las personas repre-
· t a mbié n, y tal ·ve z partic ularmente, toda e xpre sión que induzca a pensar sé ntadas: es «él, sin duda»; sólo de él o de ella me puede venir
e n una pasividad del individuo humano. Está presente la id e a de que esta
r e traducción. teórica se aúna con la retraducción inte rpretativa, que debe e'sa o aquella reflexión. Hay alh, evidentemente, la necesiaad '".
permitir al «analiza ndo;, reapropiarse de sus a c tos, y e n primer Jugar de de cierto llamado que no se presentará siempre de manera
.s us a c tos ·d e pensamiento, disipando la ilusión de pasividad que a e llos se abrupta, pero que :=;i~mRre terminará en esto: a pesar· de todo ,
a dhe ría . Eri suma, el cos ismo psíquic o y la pasividad quedan reducidos por
la . fórmula -un poco ingenua- siguiente: el sujeto se da la ilusión d e la
p a siv·idad o del proceso al que e stá sometioo, y denie ga (lo que es tambi é n 17 Op. c:ü., pág. 44 .
. un ><ac to•>) e l ·acto por el cual produce e sta ilusión misma . 18 Cf. especialmente supra, pág. 109 y sig.

228" 229
t 'll 1111tt• d <tt d111 1 lo l 11~ JHILfodo. y uu U!.{, fill COJWC\' 11 4!H <' l ll, p orq11 1 ~o podría p r oponor t1,u.11h1"11 h~ l111 n>(1111 .lc 1 111111 11 1d 1 .Y yn 1111 11
.~r. 11 0 slr'\ trn <l ü~co ci;condl d o h u u.tribu id o u st ed u c:-ia p e rson a nie go d e l laps us que comcU la reu n ión puti11d1~ <'U 111 1clo ottt•dh
aq 11 c l d ic ho, q ue p o r o tra par te pare c e conve nirle t a n bien ~~e en la pizarra gleichwebende (que teje igu a lmcn lc) un l11 J{1u· d t·
ll amad o a l o rde n, que e s válido para el sueño, sólo con mode- gleichschwebende. El tejido es tambié n una imagen de Frcud,
1=ac1ó n lo e s en otras circunstancias de la cura. La «SUbJehva- la de las cadenas y las redes. Tejer, a partir de todo e le m e n to,
(1 / \ ción» sistemática de todo lo que nos es referido puede fácil- Üna red para cercar ese nucleó duro que sena la realidad s í- :·
¡! mente ser percibida como persecutoria: ¿,acaso fa fórmula «es quica en e senti o est!'icto esta vez). 1 es decir 7 el inc:onciente . . /
~ Ústed quien» no es la máxima misma de la proyección? ·- ·--- · - - ·- ' . . . ,. 1

En contra de semajante proyección, de semejante actitud, Vuelvo sobre aquella frase que pone el acento en.la enun- .
acusatoria en el límite, insisto por mi parte en la idea de tem- ciación: •es usted quien me lo dice•. Ustedes ven que del usted, ·
peramento, y aun de cierto artificio técnico en la atención igual: del personalismo, hemos pasado al dice, o sea, a ·través de la-
tratar u1guqJ_ipent~ >>, como punto de partida de asociaciones red asociativa, al elemento del lenguaje en que se mueve la
,~¡gualmente» válidas. Esto para enderezar la idea de que la aten- cura. Puesto que me apresuro para tomar mi cuarto hilo; el
c ió n igual no sería más que una inmersión en lo ilusorio o lo de fa trasferencia, me veo conducido· .
s ubje tivo. Para destacar que ella respeta las menciones espon- REPASO DE a esquematizar algunas. de mis propo-
táneas de los diferentes modos de realidad .....:..todas las modali- CUATRO OPCIONES siciones relacionadas con la· situación
d a d e s qtie yo indicaba hace un rato-, pero que al mismo tiem- SOBRE EL LENGUAJE del lenguaje. 2 0 La primera es: .UllO no
po las corrige, que en cierto modo tiene una función económi- puede en absoluto reducir lo que es la . .
ca , de contrapeso; una función de entrenamiento o función sigoificatividad (emplearé toda una serie de térmínos para de-
agógica y, ¿por qué no, en este sentido, pedagógica? En todo cirlo), la destinación, la alocucion o incluso el mensaje, a lo.
caso, e lla no es la ensoñación puramente pasiva que el término verbal. Que desde el nacimiento de la lingüística moderna Saus-
«flotación» 19 dejaría suponer. sure haya establecido el proyecto de una semiología general,
Indudablemente, esta función de la escucha igual debe de es decir de un conocimiento de los fenómenos de comunica-
ten e r alguna relación con lo que llamamos ausencia de indicio ción en su conjunto, es perfectamente consonante con esta fór-

. de r e alidad (o más bien, de indicio de irrealidad) en el incon-


cie nte.
~ P e ro esta correspondencia no implica en modo alguno acep-
mula de Freud referida a •El interés del psicoanálisis para la
ciencia del lenguaje•: •Por "lenguaje" no se debe entender aquí
la mera expresión de pensamientos en palabras, sino también

! tar sfrl'reserva la f(>"rnú.lladón un poco ~presurada cte:<esc~-=


c h ar con su prop10 inconciente»; sobre todo s1, por no se sabe
. qué milagro, Freud pretendiera de repente que'estelñCOñeien-·
' teael anah'Sfa"fuera neutro, sin contenido , perfectament~re.::­
,1 son a nte, y ya no indestructible com~ e n o tros lug~E_e~lo pre-
el lenguaje de los gestos y cualquier otro modo de expresar una
actividad anímica•. 2l Para retomar las cosas a partir de una
fórmula, conocen ustedes este título de una obra de la lingüís-
tica y pragmática moderna: Quand dire c'estfaire, 22 donde se
examina la famosa cuestión de lo •performativo». Y bien, igual-
,¡.__ te nde . mente se puede invertir los términos, así: •Cuando hacer es de-
·"·'""-- --Xsí como el sueño no es el inconciente, la cura no es el in- cir•. Ejemplo: dar el pecho es hacer, pero es igualmente decir;
concie.nte . La cura no crea más que un analogon lejano de fo y dar la leche no es darla de cualquier manera, es darla por
el
q Üe podemos suponer es funcionamiento inconcient~.. lncfü:-- el pecho. ¿Qué quiere decir ese pecho que se me da y q'ue va
so"; ¿podemos ha6 lar d e analogon? Sería sin duda más v~da­ a sustituir a la leche, desde el punto de vista del mensaje y
dero para el sueño, que después de todo nos comunica cierta desde el punto de vista de la significatividad, tanto que los psi-
idea d e lo que no podemos alcanzar, es decir del proceso pri- coanalistas han olvidado completamente la leche, y con razón?
m a rio que suponemos directamente inducido por el inconcien-
t e. En cuanto al proceso de la cura -asociaciones y escucha-
º
2 Cf. Problemáticas IV, El i nconciente y el ello, Buenos Aire s: Amo-
rrortu editores, 1987.

En Ja t e rminología de las Oeuv r es completes de Freud, en curso de 2 1 S. Freud, «El interés por el psicoanálisis .. , en OC, 13, 1980, pág. 179.
e lahora ci6n, proponemos «ate nci6n igualmente suspendida•. 22 J.-L. Austin, París: Seuil, 1970.

23 0 231
Otro ejemplo: el hecho de proponer un análisis a alguien. ~ece infranqueable . Fre ud c xprCHl:l nHf ltt l'd 1td("1 d~ ' 111, 1 1• p1 ~ ·
Sin duda que hay palabras más o menos triviales o singulares, ~entación preconciente-conciente con 1 a.~J2!.C~1tacl6 1.!._ l 11 <· 011
que adquieren aquí su peso. Pero, cualesquiera que sean las ciente: la representacion mconciente e s la re prese nta<;l().u- <.~ o
palabras, ese hacer, por sí mismo, es un decir, un dicho, un sa,Iñientras que la represen.t ación prcclcc es la representación -

~
mensaje, que correrá a todo lo largo del análisis como verdade- §i<Sachvorstellufui~a representa<l?n-~alab~ (IVortvor-
ramente enigmático: ¿qué me quiso decir con ello, cuando me 1 tellung). Ese «más» es del mismo orden que muchas otras
propuso tomarme en análisis, o al aceptarme? ( ~ortjuñciones-preposiciones en las que he insistido, el neben, por
Este era mi primer punto con algunos ejemplos disemina- ejemplo. El má,s es aditivo; une, como el "Y además», objetos
dos, sobre el hecho de que la significatividad no podría ser re- extrínsecos, signa y· efectúa una metonimia. Es decir que en
ducida a lo verbal. El segundo punto es la relación del incon- esta fórmula «representación-cosa + representación-palabra»,
ciente y del lenguaje. Que el inconciente tenga una relación l.'!,.idea •eria que la repre•entación-palabra nunca podrá rein-1 .
estrecha, necesaria, con el hecho de que el ser humano es un fegrar enteramente en ella la representación-cosa, aun si la re-
ser de significatividad (más amplio que un ser de lenguaje), he pie'Señtacion-cosa tuvo antano su orígen en una comunicación.
ahí algo evidente. Pero el hecho de que la creación del inconc He insistido tambien en el hecho de que, si uno coteja los pasa-<r
ciente, la represión originaria, que veo totalmente ligada a es- jes en que Freud describe la represión y aquellos en los que
\t .ta ~reación, est~ ligada a fenómenos d~ lenguaje y haya podi- describe el retorno de lo reprimido, advierte que estos dos fe- · 1
. ¡¡do incluso ser figurada como una metafora, en modo alguno nómenos no son pura y simplemente el inverso uno de otro; ·\).,_, ~,\,!-"/.',\!
!. implica ni que el incon"ciente sea un lenguaje ni que esté es- la represión puede describirse, en efecto, como un olvido de Y~·

I tructurado. ~a~ac~iJnpJgm.ente_JJ!!"'ª-.f...§r.mula, diré qu~


. el inconciente está hecho de restos de significatividad, o bien,
¡ si ustedes-acep~é;;tiru;-:<le significantes desigúificados. 2·1
f·· ~ Mi tercerá observación recaerá sobre lo que Freud, aceréa
argoqii~ en lo sucesivo subsiste tal como era, pero inaccesible;
en cambio, et retorno no se produce tan fácilmente, por simple
févantamiento de una amnesia; esta vez es preciso agregar allí
otra cosa: no se puede pescar el pez inconciente sin la red de
de la cura, llama el Bewusstwerden, el hecho de devenir con- las representaciones-pala6ra. . . ¿y tal vez no se lo encierre -
) ciente, o también, con un término que he tenido ocasión de ñ~nca en ella completamente? · -~
comentar, el Agnoszierung del inconciente, es decir el recono- Por último -este será mi cuarto punto-, en los ejemplos
1 cimiento del inconciente -pero es la expresión que se emplea que acabo de dar, no por azar elegí algunos mensajes que no
· . ¡!: iguálmente para el reconocimiento de un cadáver en la mor- provenían del sujeto sino que por el contrario le eran dirigidos,
. . . ; gu~-. Y bien, en ese devenir conciente es poco verosímil que sea en el análisis (el mensaje: hagamos un análisis), o también,
··. '. .'. i'Jel irn;oncie'nte hable y reaparezca en persona. En nuestros días en la infancia, aqueJ mensaje dé: dar el pecho. Aquí también
. :. "'· decimos que la fun.ción del lenguaje en la cura es en gran pa~ nos cruzamos con una fórmula de Lacan, lo que él llama el «sig-
. . . . una.función de simbolización, y creo que se tiene toda la razón nificado al sujeto». Una vez más: esos mensajes no son necesa- l.
'·:. >~':i'il en i11sistir sobre este término; lo hago junto con otros, junto riamente verbales; pueden ser no verbales o pueden ser in-
:_ ;-,.1.,.,., ·~ . con André Green, por ejemplo. 24 Lo que implica este término fra-verbales o para-verbales. Recordar esta formula gue :kacan .
d_~ simbo!¡._?:ació.n es un avecinamiento, por relación al incon- valoriza sobx:e todo en su texfó sobre lá psicosis no significa ! (~ / ·>./
c;~ente; una aproximadón, pero igual~efl:_te una distancia, aun -:,: adherir a otras fórmulas como «el inconciente es el discurso ¡\:" "'' ·. .\
. si_~~sta pretendiera ser asintótica~ !Lna distancia que perma- él~lOtro•, o también «el sujeto recíl5e del otro su mensaje bajo-=Li_\ .:/,'<;·
forma invertida». Al contrario de estas últimas fórmulas, que · -== ·
\¡:· . . parecen indicar un vaivén de inconciente a inconciente con
·, Es esta posibilidad de signi(icantes des-iyni(icad<m, ~-Un-tWffi--.
:!•l
. eo de
pasaje , sea en la int_erl112oralidad del inconciente, la que nutre la il~.- una inversión simplemente, es decir el mismo mensaje bajo for-
" s!f.W de una indeJ?..~..illl.enc:ia_y_lJa~J;l;!..Q~lH!....'.!P.rifl!ado» del significante . _ ma invertida, simplemente calcado en espejo, destaco esto: el ,
. -- ~1 Cf..' A. Green, «L'analyste, la symbolisation et l'absence dans le ca- mundo de la significatividad humana (lenguaje y otros signifi-
• . dre .af\alytique•., N6uvelle Revüe <.U1 Psychanalyse, nº 10, otofio de 1974,
págs. 22!}-!}8. [Ed. en castellano: «El analista, la simbolización y la ausencia cantes) preexiste evidentemente al ser humano individual; por
en el encuadre analítico .. , en A. Green, De locuras privadas, Buenos Aires: lo tanto, le es significado. Pero es si~nificado de manera enig-
Amorrortu editores , en preparación.) II_lática, con un diferencial: una parte de extrañeza que nada

232
233
vl ¡11i¡ 1 11 1•o l11111J . l•: I p11<'1111 110 ''M
,.1 ugo 11t.1• fHll'1l111<•11l.P l11s tn1 -
111 v 11t.11 I d n 111 1il11111c•11tad?>n , lo quc-pc¡:ñ11 iJiT:l üñalonnulac1o rr
si 11 nrs/,o : «;,puru. qu 6 m e quie re e ste pecho?, y bien, quiere ali-
1'n ü 1.1ta nn c ... l!:s efSÍgníficante de un deseo ·enigmático que es-
e)deseo se xúa l de la madre. A esta diferencia precisamente
nos remite Ferenczi en.su famoso artículo «Confusión de len-
guas entre los adultos y el niño,,.25 Todo viene - nos dice- del
. _ diferencial entre el «lenguaje de la pasión», que sería el lengua-
: ,\,'·-~·Y;· je de los padres movidos por la pasión sexual, y el «lenguaje
_l.., ,;::: · de la ternura•., que sería el del niño. Uno podría traducir de
-· / otro modo estos términos empero muy bellamente escogidos
de «pasión" y de «ternura .. , y hablar de un lenguaje de la sexua- 6 de diciembre de 1983
lidad (pensemos justamente en el pecho, que es un órgano de
significación sexual), y de lo que después se ha llamado el ape-
go. ~ntre estos dos «lenguajes», Qor lo demás, exist~una_.QQ.9.fil­ Nos hemos visto llevados a desmezclar y después a entre.-
ción-g!l~~s_-;:filrn~.trica . La sexualidad q~l niñ()( nO)i}'rovien~ _ mezclar de nuevo, a tejer o a trenzar nuestros tres primeros·
I { ) áirectamente \le la sexualfdad adulta sino...l. __dentro de ese par hilos conductores: . fantasma o . ficción, lenguaje, sexual, pa~.
1,.l~~" se~ual~d~d-apego_, del _difereru:ial entre el mensaje sexual _adult<?. ra n•eneont n1rlos dondequiera intrincados·con nuestro cuarto ·
'"',,.,<- enigmatico (¿,Para que me qmere este adulto gue me excita con ('Oll('(:'¡>tO problemát.i<:O, el de la trasf~L..
~ ste mensaje'?) y el apego. El niño, nos dice Freud -:-Y . en esta MAs s<>BHE rencia. Si una vez más vuelvo ·hqy
· fÜiación, t_ambiTn Fe[enczr:=::, sólo tiene a su disposicí(~ñ up LI > FI< :TI< :1< 1 sobre el tema de lo ficticio es sin duda
\ \ batería de comprensión limitada; y Freud entiende por esto la porque es el más difícil, el más pel'i-
\ batería de las reacciones psicológicas y fisi<>lógicas posibles; en groso en tanto puede permitir deslizamientos hacia lo que se
l , él no hay nada que corresponda, que responda adecuadamen- podría entender, en el análisis, como un «juego de roles».
, ¡( te a la excitación sexual adulta. _Así, 'el mensaje adulto es ~r Un término como el de «fantasma>., y la importancia que el
~~~:f!S.ia enigmático en razón de este diferenc ial, ¿pero quizás psicoanálisis le atribuye, no resuelve nada; precisamente por-
incluso, en un nivel más fundamental, en razón del diferencial que el problema es el de la dignidad de ser que le corresponde.
ipt"ernoctet:ódó mensaJe en cuanto ·tal? Pienso que es lo que El Phantasie>·en, para emplear un término alemán que es im -
deberíamos poner en evidencia a propósito del problema de la . posible traducir al francés de manera unívoca, abarca un cam-
traducción: el hecho de que el diferencial de la traducción de po extremadamente vasto que va del s:uefto despierto (es así
una lengua en otra, así como la dificultad ligada a la traduc- como se h;:i traducido el título: «Le poete et le reve éveillé»)
ción, e incluso la imposibilidad misma de la traducc·iún, no a los fantasmas llamados originarios, al punto que algunos han
son sino la revelación de un diferenc:ial interno de la IPngua experimentado la necesidad de distinguir esas dos extremida-
corno tal. des del Phantasieren, del fantaseo, por medio de dos grafías
Ven ustedes que a través de este diferencial del lenguaje diferentes: •phantasme» y •ifantasrne». Indudablemente existe
(tomado en el sentido amplio de significatividad) hemos pasa- en Freud una especie de solidaridad, de continuo entre todos
do ahora a nuestro tercer término, el de lo sexual, y su (neo) los niveles del Phantasieren, y "entre otras cosas es lo que nos
génesis. !!ªY que__ co~I?!e~~bief!_ql!_e_!a.:_jlJ?.ª'rición d_e..lQ_se :: habíamos propuesto mostrar, Pontalis y yo, en un artículo an-
xual en el niño I]...Q_s,e....con.e..c._t_a....di.r:ectame.n.tc;u;;Q!! lo sexual adul - tiguo sobre los fantasmas originarios. 2 6 Pero, a pesar de todo,
t Ó;_qu_e el_ctes~ c_l-~~iño n~ .. ~~~ des~__':!,~_2,t~~o~ la dignidad ontológica del -Phantasieren se concibe por una de
trasmisión ni siquiera homología entre lo~ des~os parentales.Y~
- - . .
sus extremidades, la extremidad que llamamos •realidad psí-

2 ¡; En Psychanalyse , Oeuvres cum¡Jletes, tomo IV, 1!)27-1933, París: Pa- :m Fantn.wne or'i,qinaire, fnntn.wnes des origin.es, origines du fantas-
y ot , 1982, págs. 125-35 . -nw, op. cit.

234
235
"""'ºlo
fjlll•' I•• l lt•11dl1 h 111h11111111ft 1, h mnol'I vlH to , 11 111 1wo 11 tr11 1110 n 1111 rolno (ll l q1u: t.oclnvfn 11 0 H\I lm d od dldo 1md n 11ol1Jn 111
0 11 1tr1 f11 1\IU11111 ha 11 ll~•1111l 11 111hl1-1(1odn.d 1¡11 0 o l cuHO dolPhantasic· r ealidad o la irrealidad. Po r do:>dlcha, si \!lnO He rcn.11to td l,(•xt.o
, .,, 11 , 011 d ndr q1HJ Mil oxtlondc 1-Jobrc una escala, sobre un tra- inaugural de Winnicott sobre el objeto transicional, repara e n -
y<..•ct.o ll ll extre mo a m plio, que prácticamente va a recubrir la seguida en su subtítulo: «The first not-me .possession», «la pri-
!llCala d e l Phantasieren entre, por un lado, lo psicológico, y, mera posesión no-yo•. Es decir gue Winnicott, con esta idea
por el otro, algo «psíquico real» que se avecinaría lo más cerca ciertamente fecunda de 'ú n área intermedia, permanece sin em-
de lo que llamamos el inconciente. Dos extremidades que es 'l?~rgo prisionero de una concepción genétic~~~_9.uie:re hac~~
preciso distinguir con cuidado, pero sin desconocer que en cierto l?._engendrar _!_?do a partir del «me», d~na móna.d a primer~ (J·J ),
momento se confunden: en la infancia; en consecuencia, esta mente subjetiva, donde el ~e al_11.QJ:-211?2~~rar@~- /
se concebiría como el crisol de donde va a nacer, de donde va ~~-ª-_gªj;_a_ prlmera estación_: _iue puede persistir des2ués
1 a caer se podría decir, de donde se va a depositar la realidad de manera autónoma, y que es lo transicional. Encontraríamos
' ps.íquica. Si uno quiere constituirse u. n modelo de la primera eñ Freud el lugar marcado, en un dominio muy diferente, p a ra / r:..·\
infancia a través de lo que podemos percibir de ella, y sobre
todo por lo que en cierta manera nos revelan los «rec~i:­
J~..lJ..ocióQ._~ transicional. _Pienso precisame!lte en lQ q J,J.e,,..éDiai r-- )
ma lo sexual~presexual. Lo sexual-p:~sexual es una especie de\.__· /
d_o s-pantalla• ue son más gue construcciones ady_lt_~o_Qbs­ transicionalpero que, si uno mira b ieñ;'Vaexactamente enel
..\ ' t:lnte lo que se -ha pre en ido decir), se debe afirmar que la sentido inverso. Es algo que va del s~ductor al seducido, algo
infancia no se puede concebir como un idealismo de partida; que es depositado en el niño, algo transicional primeramente
no se trata de partir de un Phantasieren generalizado al que
sucedería - no se sabe cómo, por lo demás- un recorte de la
implantado como l?ajo la piel (entre cuero y carne), algo «inclu- !
so», pero que viene del exterior y no del interior. Y es preciso
¡realidad. No se sabe cómo: ¿sería por experiencia?, ¿por con- <:!estacar que, según la génesis de la sexualidad que Freud pro-_
/ quista?, ¿por frustración? ~~he manifestado varias veces con J!C>ne en su primera concepción, el movimiento va en este sen-·
referencia a esta falsa concepción de un idealismo de la in:- t!do, es decir del not-me al me, a través de ese «first not-mé::_,-, F '1.· . 1
. f~c1a.~e t~ma d1.· fer:mtes nombre~, por ejemplo el, de «narcis~­ que sería lo sexual-presexual. · ~ .. \:.!"A·
\ mo ongman~ (, p.ee_
QvQ¡t-1, _?..,v.-0 . ?.; (6 1_ C!
Q'j /J r; "" - ~. La tesis de Silvia Bleichmar, que tiene '¡..¡r.,•(...'\ [;í.
· - · Por relac10n a m1 h1potes1s acerca de S. BLEICHMAR: que ser defendida en estos días, sobre -
WINNicorr: LA un «hiper-reafismo• originario, pregun- EL HIPER-REALISMO «La constitución del aparato psíqui-
LLAMADA TRANSICION témonos por un momento cuál pue- INFANTIL co,,,28 nos proporciona otras referen-
/ DEL me AL not-me de ser el interés de una noctóll"httro- cias, que conciernen por ejemplo al
. 1• r . ·. . . • · . dl!~.<:!~ Winnicott, la del área de-ía: h~mo..in.icial en el niñ~Es un trabajo q ue parte de.
· 'í: · ( il;i!'lión. E~.!~.-.c~~~-~~E_~gs__~~§....g~~!j;_{l__g~~!:!!!e observaciones psicoanalíticas de . niños, y cuyo interés (y difi-
/ .· ·1 Y topoiógicamente como área· intermedia entre el yo y el no~ cultad) está en querer apoyar la metapsicología sobre la clíni-
,·. · .. :Y?;eñtreio subjetivo y lo o~jetiVQ. De esta área de la ilüSíóil, ca, sin conformarse con lo que se suele pretender acerca de
'
·! · en·que el tipo de objeto es «transicional», derivaría, como en- 1
la metapsicología -es decir, que ella e·s «mítica»- , lo que no
.. \.... clave persistente, en el adulto, el dominio de la creación, del 1 es más ·que una manera de desembarazarse de su articulación
'. '\ Marte ... ·. 27.tl término de ilusión parece más interesante que el con los datos de la observación. En una de sus observacion~s,
• . •1. ~· de iinaginario en este caso: con «ilusión» estamos potencialmente
\ . . Silvia Bleichmar registra un hecho ya señalado por Freud a pro-
pósito de Hans: que el niño, al comienzo, cuenta sus sueños
27
. . . / ., . La ·idea, una vez más, ya fue formulada por Freud: •Como una rea- sin situarlos como sueños, sin hacer de ellos un dominio. apar-
. lidad objetiva convencionalmente admitida, en la cual, merced a· la ilusión tado de lo real. Desde allí la autora se interroga sobre la maue-
artística, unos símbolos y formaciones sustitutivas son capaces de provo- t~ en que se opÉ:ira el clivaje ulterior, a saber ,_ cómo el niño
car afectos reales y efectivos, el arte constituye el reino intermedio entre
la realidad que deniega los deseos y el mundo de fantasía que los cumple,
·un ámbito en el cual, por así decir, han permanecido en vigor los afanes 28 Silvia Bleichmar, Aux origines du sujet psychique, París: PUF, 1985.
de pmnfpotencia de la humanidad primitiva•. S. Freud, •El interés por el [Ed. en castellano: En los origenes del sujeto psíquico. Del mito a la histo-
psicoanálisis•, en OC, 13, 1980, pág. 190. o
ria, Buenos Aires: Amorrortu editores, 1986.] ·

236' 237

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1
'( ~w~~urn uu d o 1111111 0 ljlH' va •t d\•V\Hilr lo hH ·n1~ 1 ' 111.P (' 11 l ! l i;1•11 0
d(• ese scr-c 11 -c l -n1undo lnl<.:lal. Es e n es t a Jn.'J ta urad6 11 dd cll-
l.(• 1' 11 lli1o l 11"1 Ul1 '!1 1/11• ' ,¡/ tlrt /11 11 11/11 t/11 l 'l l/1/'ill/ll/l ft lil/<11/11// t/¡t /ti /1/
.<JÜÜt. ' ISi (' I ('H('<'t111 1·lo 1h• In ¡l('t,lvlclacl pHl(·offr-11«11 f111 1tu1 n i 111
\ .' V<lJe de lo concie nte y de lo inc onciente, y tam bié n, por con -
mo e n e l dormir· y en la viglll.a, e l ::i u<.H io a m l juicio 110 po<11·rn
tragolpe , del clivaje de lo psíquico y de lo no psíquico, donde ser sino una continuación de la vida d e r et>re:;entaclonc!-! ·d c
in terviene la represión originaria, que figur3:rnos como la cons- vigilia; se mantendría en un grado d~ intensidad inferior q u e
1 titución de un inconciente radicalmente clivado, es decir de el de esta, pero por lo demás debería .compartir su mater\'al '
1. 1l una «realidad psíquica» en el sentido estricto del térrninb. No [Stófj] y su forma [Form]. Ahora bien, nada de eso sucede.'',,, :m· :
un dominio de realidad que fuera psíquico (donde «psíquico .. De este pasaje de partida se debe retener que, el sueño, pa-
es un adjetivo que califica solamente cierta realidad en tanto
psicológica) sino algo psíquico que fuera realidad, que fuera
cosa, inconciente. Y es por relación al inconciente, a esta refe-
ra Freud, no es una forma degradada de la vida psíquica, n~
es algo imaginario que tuviera un modo de ser aténuado por
relación a lo real. De~taquemos igualmente estas palabras de. ,
1
rencia al inconciente y a esta gravitación inducida por el in- ~t¿>.f_f y de F_orm, el ~nteñido o el materl.~~(13F ·
conciente, como se aprecia el interés para la cura, de este «tem- imagenes, la hgurac10n), y la forma, por la otra, es decir, para .
peramento» .aportado al indicio de realidad por la regla (las dos F[eyd; el nr<iceso prmnrr10. ---~-·· ·· ·· _,_
reglas) analítica. A esta comparación con el teatro de la ue Mannoni en la
El deslizamiento, la confusión entre esta gravitación orde- obra C1 a a a echo un eje principal de su reflexión, la reen-
nada por el inconciente y un primado de lo imaginario vulgar· c~~tramos explícitamente a propósito de la ses10n analruca~ o
se reproduce sin cesar y gracias a las nocioHes más diversas. á-e la cur.~ en s~ totalidad. Se trata del texto d~ i19~5-, «Bemt:-. · , : i:;:d\ ·
Así suceoe con otra metáfora, propuesta por Freud, del teatro k;ungen u her che l Jebe.rtragunshebe» («Punt~ahzacron~~ sQbr:: ~J":'J J\c,
y de su escena. «La otra escená.. ha el amor de trasferencia»). Recuerdo el com1ei:izo: -~:.J_;J) ~ .d.·. · ·
LA OTRA ESCENA tenido un éxito cultural enorme en ..-«De las situaciones que ella produce seleccionaré' un · , ·bien · ·
Y sus AMBIGÜEDADES: la «modernidad ~., pero es justo reTe- circunscrita, tanto en razón de su frecuencia y real importan-
DE FREUD A rir ese éxito (y sus ambigüedade s), cia cuanto de su interés teórico. Me refiero al caso en que una
O. MANNONI después de Freud, a Lacan y a Oc- paciente mujer deja colegir por inequívocos indicios, o lo de-
tave Mannom. 2 ri Sobre esta noción clara d e mane ra directa, que, como cualquier frágil mujer, se .
de «escena», vale la pena releer dos pasajes de Freud: el pasaje ha enamorado del médico que la analiza. Esta situación tiene
princeps, y después otro, sobre el amor de trasferencia. Se tra- sus lados pe·n osos y cómicos, y también sus lados serios» .:31
ta , primero, de La interpretación de los sueños: ~ { Ya la última frase citada nos remite a la 'idea de teatro, con
«Nadie ha destacado co!t mayor vigor la diversidad de esen- ~ . ese apuntamiento de lo «Cómico•. En lo que sigue del texto Freud
cia entre vid;;t oníricá y vi<ill. de vigilia ni se ha empeñado en · no vacila en mostrar sin maquillaje toda la dificultad de la cues-
razonamientos .más vastosque.G. T. Fechner en algunas obser- tión, tanto desde el punto de Vista teórico como en lo que con-
vaciones de sus Elemente .der Psychophysik. Opina que "ni la cierne a la actitud práctica e interpretativa por adoptar. El as-
simple disminucion. de .la vida ·psíquica conciente por debajo pecto que se presta mejor a un manejo (aun si es totalmente
del umbral principal'', ·ni ~l retraimiento de la atención res- parcial y, quizás, él mismo, defensivo) es tomar este amor por
pecto de lás infli,iencias: g~l múndo exterior bastan para escla- su costado de resistencia. El amor de trasferencia amenaza lJ
recer las peculiaridades de la vida onírica en relación con la ~tuación aoalftica en su regla, mcluso en su continuación, lo
vida de vigilia. Conjetura que el escenario de los sueños [es el c~al (opino o es la definición misma del acting-out: - /(
término que Lacan ha valorizado, «der Schauplatz der Triiu- «La paciente, aun la más dócil hasta entonces, a perdido ·
me»; se trata del escenario del teatro en el sentido material del de pronto toda inteligencia del tratamiento y todo interés por
29 él, no quiere hablar ni oír más que de su amor, demanda que
Me refiero a los textos de Octave Mannoni reunidos en un volumen le sea correspondido; [ ... ] Sobreviene un cambio total de vía
que ya lleva unos años: Clés pour l'imaginaire, ou l'autre scerw [Ed . en
cas tellano: La otra escena. Claves de lo imaginario, Buenos Aires: Amo-
rrortu editores, 1973] y también a su artículo aparecido en el número de :io En OC, 4, 1979, pág. 72.
Eiuwis Freudiennes (nº 19-20) dedicado a •L 'amour de transfort ... '
11
En OC, 12, 1980, pág. 103 .

238
239
111tt.. 1;1'1111 , 11111111 1111 ,lll•iW• d1111111lllt 11 111 m lnürn d!'11h11111 l 11 dn 1 d1111l.11 d n l t/11 111 1110 , rto dnh111·f1i n11 •011il11d1·, 1•01110 n 1111 01'11{011,
p111 • 111111 1111dld11d q11 u l1 · ~ IHlllH • 111 H1H11111n11l.11 (11 .1¡1 ., 111111 1'111wl <i 11
l 111 d n1 l 111111 p1 111d ld 11 11 1H•'ll.o. 1h• '' Jl'.'U\'ffül " ) . 1•; 11w"'- d k o <111(• Jo vi · \l
J tx, uNo om·r1;rntont,o 1'rl/rrw ro y J undadur.

v1•111 •I «• por prl111t•r11. vc:z no ll ull1tnt fácil mantener Ja situación


1111111(1.ka y :; u1:1trac rse del esp~ji smo [TauschungJ d e que el.tra-
tam iento h a ll egado efectivame nte a su término».;32 13 de diciembre de 1983
112.~~nt!: ~en~e , usted~~ lo= ve_!h Freuq QQone la~§»~ ~Q;:
. mo escena de teatro, imaginaria, a algo real bajo la forma de
U.ñaseñal, ·üñ"aseñaT <leTt'ueg(;-que irrumpe·:-v -Mannü ñCen Nos habíamos quedado, como en una «representación de ex-
ei teit~ ue~dedica-aesté texto, no está lejos de pegársele a pectativa», en el término de Úm,siedlung, traslado de un lugar
·- 1úst'a fones diciendo: he ahí el amor, que es más realQuecffal~~ ­ psíquico a otro. Pensamiento tomado de Fechner, y que, según
q Ü.ier"ótra cosa, que Trrumpe en el teatro del anaITSK'"Es-ver- Freud, sólo revelaría su verdadero sentido si se recurre a la
dadque- presientequela oposición poorrataTVez-<rafse vuelta noción de aparato psíquico, es decir a la metapsicología.
en cierto modo; ¿no es propuesto por el propio Freud ese darse Ese tra8lado nos conduce entonces a la trasferencia, y en
vuelta con el término de .Tauschung, ilusión, que es preciso primer lugar a tomar indicadores por relación al pensamiento
situar del lado de las consecuencias del amor de trasferencia freudiano y a su evolución. Para esto puede ayudar el Vocabu-
y no del lado del tratamiento, al que aquel perturba? Las cosas laire de la psychanalyse, si ustedes lo quieren tomar no como
no son entonces tan simples: ni una oposición ficticio-real, ni un diccionario, que no es (y todavía menos una enciclopedia),
determinar el lado en que se debería situar, dentro de esta opo- sino como una manera de dilucidar una problemática a través
sición, suponiendo que uno la dialectice, la escena del análisis de una historia, la historia de la clínica y de la teoría en Freud.
y el Feuerlarrn, el grito de ¡fuego! Para recordar la evolución de Freud
Después de esta breve excursión hacia el amor de trasfe- LA TRASFERENCIA: con respecto a la trasferencia, no se
rencia, vuelvo al final de nuestro párrafo de La interpretación FREUD NUNCA CESA puede prescindir de esta observación
de lqs.sueños: «No sabemos con claridad qué entendía Fechner DE ENCUADRARLA liminar:.. que Freud mismo no ha ce-
con ese Umsiedlung de la actividad psíquica». Umsiedlung po- sado de querer precisar dónde se
dría querer. decir «trasferencia»; es un término empleado para encontraba en esta cuestión, en el sentido exacto de reencon-
los grupos de población trasplantados más o menos por la fuer- trar el camino y, eventualmente, de limitar el alcance del fe-
za .. Los Umsiedlungslager son campos de deportación, aun si nómeno. Poner límites a la trasferencia, he ahí una preocupa-
·· la nación ae.exterminio no se agrega a ello. En Fechner se tra- ción constante de Freud; y sin duda que logra mejor su objeti-
: · · · . ta ·entonces d~ una deportación en masa, en grupo, de la acti- vo en la práctica -no dejarse desbordar por la trasferencia-
·vidad psíquica de un lugar a otro, de una «escena» a otra. Y que delimitar, en la teoría, la especificidad de la trasferencia.
Freud termina este desarrollo remitiéndonos a la metapsicolo- Lo que se indica en el artículo «Transfert» del Vocabulaire, y
gía,. tal vez la. única capaz de esclarecer el sentido de esta su- que constituye el b,a: ba del pensamiento de Freud, es la dis-
. gestión intuitiva de Fechner. ¿En qué consiste entonces ese tinción, y la evolución, entre la trasferencia y las trasferen-
corrimiento, ese traslado entre, por una parte, la escena de la cias. Inicialmente Freud habla de las trasferencias en plural.
... vida «real», y, por la otra. la del sueño, la de la cura y quizá Se podrá pretender que es una etapa superada, que fue inclu-
· también la de la obra, de la Dichtung? Todo nuestro esfuerzo so -dice Mannoni- una falsa vía inicial; yo no lo creo así. De
. · va· dirigido a mostrar que la oposición real-ficticio lo explica las trasferencias, al comienzo (bajo reserva de un texto más
· ; \ muy mal, ·salyo que impongamos, a estos dos términos como ·'-< antiguo y más arcaizante que mencionaré después), se trata
:tales,' una deriva. Para decirlo con una palabra: ese traslado a propósito del sueño, por lo tanto en la Traumdeutung. Son
'. nci'es otro que elde lo no sexual a lo sexual, lo que nos condu- desplazamientos debidos al hecho de que el inconciente no po-
, ce a 'presentir que la «trasferencia» misma, en el sentido co- dría reaparecer en «persona•, sino que debe encarnarse (aun
;....,_
antes de volverse «figurable», darstellbar) en restos diurnos.
82 .Jbid., págs. 165-6. Los designados como trasferencias son desplazamientos toma-

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(~dos uno po r u no, e n ta l aco ntt; d m lc 11 (,o o tal p c 1·Ho 1111 di · lit <' X
// per ien cia vigil. «La r epr esen tación incon cien te como ta l es del
<h1 lit tl'1Hl f 1n 'rn 1d11 , .', l> n 111 t11 1r1 f1 111 1111 f;1'1' N11, lll rt f 111111111l1 1lt! 111111
lr<iHl'ü l'l.:ndn. uL a p n1d 111·Uvld11,cl d 11 111 11 11 111n11 lti jp1nd11o 1111 11 ti (!
i todo incapaz de ingresar en el preconcie nte, y sólo pue d e e xte - Jo::; s{ntoma::;j no se h a c:x ti11).(n ldo o n nl>~m lu t.o , Nl n o q11i • Hll 11 111
! r iorizar ahí un efecto si entra en conexión con una representa- ma en la c reació n de u n tipo partic u lar d e fo n 11uclo 11< 1H d\• 111 111
- \ / ción inofensiva que ya pertenezca al preconciente, trasfirién- sarniento, las más de las v eces incon c ie ntc::;, a las que p u c d \ 1 .¡
\' f dole su intensidad y dejándose encubrir por ella. Este es el he- darse el nombre de "trasferenc ias". ¿Qué son las t ra::;fc1·cn -· • ' .• 1
•. 1

-- 'I cho de la trasferencia, que explica tantos sucesos llamativos


, de la vida anímica de los neuróticos,..3:3
cías? Son reediciones, copias [encontraremos e n los escritos téc-
nicos esta idea de la reedición de un prototipo de irnpre nta;-
~----- Insistiré solamente en dos puntos; la importancia prevalen- diríarnos: reimpresiones] de las mociones y fantasías que a me- . .-1-
te atribuida a la hipótesis económica: ~o que se desplaza y por dida que el análisis avanza no pueden menos que despertarse • • •i
~:-'""~-· "
lo tanto se trasfiere es una energía, lo que en otros lugares Freu - y hacerse concientes; pero lo característico de todo el génera "
d e-nomina quantum de afecto. Y po r otra parte, la asimilación es .la sustitución de una persona anterior por .la ·persona del
expifc~as'trasferencias-a:eISileño a las de la psicopato- médico. Para decirlo de otro modo: toda una serie de·vivencia·s
1-~-~- en consecuencia, a las de la cura. ·-· - psíquicas anteriores no es revivida como algo pasado, ~ino. co- ..
-- En Estudios so!z.re la histeria (1895), los de~lazamientos rno vínculo actual con la persona del médico». 35 Y Freud se- . ·
so'bre el «médico,. son descritos exactamente de la misma '1ña"'.: ñala que por el hecho de no haberse dado cuenta a tiempo de. -
~ «Primero había aflorado en la conciencia de la enferma la trasferencia de Dora, él no há sido capaz de analizarla y el
el contenido del deseo, pero sin los recuerdos de las circuns- tratamiento se interrurnpió.:lH
, ,. ·- tancias colaterales que podrían haberlo resituado en el pasa- ¿Qué dice Freud? y, en principio, ¿habia aquí de la trasfe-..
do; y en virtud de la compulsión a asociar, dominante en la rencia o bien de una trasferencia entre trasferencias plurales?
\1 conciencia, el deseo ahora presente fue enlazado con mi per- l
./ -~- Tal \'l'Z d(' lo uno y de lo otn>, porque tenernos eri efec-·t<> la ren ·.- ·,
sona, de quien era lícito que la enferma se ocupara,..=i 4 En la i ferencia a la trasferencia, una trasferencia de base que Freud ,
12ura, se podría decir, el «médico,. desempeña el papel aerp¡:i- 1 concibe siempre corno de esencia paterna, y que en_roodo algu c 1

rñerrestouforno que-~ es de todo punto natural' no considera que se la deba desenmascarar o analizar: «Desde 1
·

·q ue él sea como atrapado por deseos ~ntigüo:S pero que han el comieñzofueclaro- que en su fanta sía y o haciade;ustituto [¡
perdido las conexiones que permitirían resituarlos en el pasa-· del padre , lo cual era facilitado por la diferencia de edad entre 1

- iliL Y Freud utiliza, a prap-6siro-de-e-su:ferrómemr,ios tér min-os Dora y yo. Y aun me comparó concientemente con él; buscaba
bien acusados (en la posición que él adopta de destacar una
distancia, un error flagrante) de «mésalliance,. y des «conexión
f a lsa».
l angustiosamente asegurarse de mi cabal sinceridad hacia ella,
pues su padre "prefería siempre el secreto y los rodeos tortuo-
sos''». 37 -._._
' 1 ~~a abiertamente registradas en Estudios sobre la histeria, En cambio, lo que no fue visto y que habría debido ser in-"""""'º
1) 1as trasferencias tienen sin embargo esta extraña particulari- terpretado fue una trasferencia, no de la infancia o de un per-:: '.
)
' { dad de tomar cada vez al analista (Freud) desprevenido. Fenó- ~onaje de la infancia, sino del señor K ., que es Etl__personaje
-· ·- meno permanente, aun después de Freud, y que nos constriñe con quien se vuelve a jugar, en lo actual, el drama edípico.
a pensar que algo tan insólito no se podría clasificar sin perjui- Él señor K. hace «avances» a Dora, y Freud se reprocha no ha=
cio dentro del simple capítulo de la re- ber percibido esa trasferencia sobre él mismo, no directamen-
D<>HA: petición de los hábitos. Universalmen- te desde el padre, sino a partir del señor K. «Después, cuando
Frmt 'll T<>MAno te conocido, tenernos el ejemplo del sobrevino el primer sueño, en que ella me alertaba: para aban-
l JESPREVENID< > caso Dora, en que Freud se reprocha
no haber podido impedir la interrup- :ir; Cinq psychanalyses, París: PUF, 12ª ed., 1984, págs. 86-7. [En OC, ·
ción del tratamiento porque no despertó a tiempo para la idea 7, 1978, pág. 101.] Entre corchetes, comentarios de Jean Laplanchc .
:m Es indispensable remitir a la interpretación que de esta trasferen~
cia, como movimiento dialéctico, ha hecho Lacan, «Intervention sur le trans- -.
· /·
:n S. Freud, La interpretación de los sueños, op. cit., págs. !)!)4-G. fert• (1951), en Ecrits, París: Seuil, 1966, págs. 21!)-28.
:3 4 En OC, 2, 1980, pág. 307. :J 7 Cinq psychanalyses, op. cü., pág. 88. [En OC, 7, 1978, pág. 10:3.]

242 243
d1111 111 111 1 11111 1 1111111 1·11 " '' 11111111,. 111 o lo l 111h1t 1 l 11 1c•h o 1•11 11 In t'llHll ml OHJ>01-1u no c11 nndn parn mf (1:1cxualmentc h ul>lando), e l lugar
d1 1l '" ~ ''" ' h , yo 1111111110 l11tl n111 d nl>l d o t111 11 1u· p r('('1t11('lo 11 w'I [Do- está libre para una re lació n con us t e d. . . y e n ese m om e n to
1'11 In 11 1111 t 11 I m d n q 11 0 lo n1>11 11<1 0 11 arfn ta1nbl é n a él] dicié n dole: Dora da una bofetada al señor K.; lo que Lacan \interpre t a: si
" A l1 orn 111-1 t1.•d h ll h ec h o u n a tn.i:;¡fcren c ia desd e e l señ o r K. h a- su esposa no es nada para usted, entonces tampoco usted es
:ln m f. ¿Ila n otad o usted a lgo q u e le haga inferir malos propó- nada para mí, puesto que usted sólo me interesa en la medida
:;ito:;, parecidos (direct a m e n te o por vía de alguna sublimación) en que, a través de usted, tengo acceso a la señora K. La bofe-
a los d e l señ or K. ? " . Entonces habríamos obtenido el acceso tada, reacción aparente de pudor herido, es de hecho un gesto
a otros materiales» . 38 de desvalorización y de repudio.
La trasferencia a partir del señor K. no es percibida, enton- Estos dos primeros puntos hacen eco con el hecho que yo
ces, con la consecuencia de que Dora abandonará a Freud39 quería señalar desde el comienzo y ante todo por medio de mi
como igualmente había desairado al señor K. en sus tentativas título: la trasferencia no está cerrada sobre sí misma, no es una
de seducción. Este arrepentimiento de Freud es una primera relación de dos que simplemente reeditara otra relación de dos;
reacción tras ·el tratamiento y su ruptura; pero tenemos , en la trasferencia está abierta sobre otra cosa que ell.a misma, tanto
una nota, una segunda reacción más tardía, donde Freud va en la iínea cronológica en la que tenemos ya al menos tres per-
más lejos y señala la homosexualidad inconciente de Dora y sonajes (Freud, el señor K ., el padre) como también en la cons-
su amor homosexual por la señora K., que él se re procha igual- telación intersubjetiva presente, sincrónica, donde sólo se com-
mente no haber comprendido ni interpretado. Digamos que más f. prende por la remisión, a través del señor K., a la señora K.
allá del señor K., era la señora K. la mentada; pero se ría seguir El tercer punto, que es para destacar históricamente a pro-
una falsa pista considerar que por eso, detrás de la «trasfe re n- pósito del caso Dora, pero que reaparece todavía después, en
cia heterosexual» (del señor K. a Freud) se escondía una «tras- los «Apuntes originales sobre el Hombre de las Ratas,,, 40 es el
ferencia homosexual» (de la señora K. a Freud). ~1 mantenimiento de la trasferencia en plural: las trasferencias,
Por el momento no entro en los detalles y me conformo con que habría que analizar, incluso disolver, destruir una por una.
remitir , por una parte, al texto de Freud, y , por la otra, a la Pero esto sobre el fondo de una relación más basal, que , para
intervención de Lacan . Todo esto para abrochar tres formula- Freud, sería difícilmente del mismo orden, una relación persis-
ciones, tres proposiciones que habrá qu e hacer trabajar: la pri- tente , tal vez para no analizar, que es l;i relación fundamental
mera es que en el análisis de Dora, la trasferenGia se revela con el «médico» como padre.
como trasferencia de segundo grado. Freud no falló porque ig- Y siguiendo el hilo histórico propuesto por el artículo del
norara la tras_ferencia «del padre»., sino'porque desconoció ese Vocabulaire, vemos en fin aparecer el término en singular, la
·eslabón intermedio que no ·se puede menos que llamar tam- trasferencia, incluso la neurosis de trasferencia como una es-
bieri trasferencial_, es decir la trasferencia sobre el señor K. y pecie de unidad en que se reedita la neurosis infantil. He ahí .
¡ · 1atrasfer~nda a partir del señor K. Latrasferencia qué sé mues- en lo sucesivo todo el análisis, todo el proceso, englobado en
. tra e~t'ratégicamente esencial. se define aquí como trasferen- una trasferencia única, unitaria, mientras que hasta entonces
·. c'ia de trásferencia. El segundo pi/,nto, ya señalado, es que esa las trasferencias eran por así decir moneda chica, tal vez coti-
tra.Sferencia sobre/del señor K . sólo se entiende por el hecho diana, pero dispersa, «desligada» como lo es el propio proceso
d e q~e el señor K. está atravesado, se podría decir, por su rela- primario. Permanece de este modo en Freud , en la continua-
. ··. ción con su esposa. El comentario de Lacan es bien sugestivo : ción de su pensamiento, este equilibrio . incesante entre una
Dora da una bofetada al señor K . en el momento en que el se- apreciación positiva y una apreciación
ñor :K- , cortejándola, se expresa así: pero mi esposa no es nada TRASFERENCIA negativa de los efectos de la trasferen-
· para mí. En lo manifiesto esto se entiende trivialmente : como .A SIEMPRE . cia. Negativo y positivo que no coinci-
INDESEABLE den con lo que se llama trasferencia
38 PESE A TODO negativa y trasferencia positiva; estos
/bid., págs. 88c9. [En OC, 7, 1978, págs. 103-4.) Entre corchetes, co-
mentarios de Jean Laplanche . · últimos términos, bien esquemáticos, re- '
·¡
9
~ . . . y al análisiS: es el tipo mismo del acting-out en el se ntido e n
qu~ · yo lo. def.ino, b_ien diferente del actuar o actuación. 4 ° Como lo señala Maurice Dayan.

244 245
loi; 1.ipoi; d e seutind c nto , e l odio en un caso y e l a mor
11li l.e 11 t t :lón de lo lnco n clcnl<·. Al Igu a l qu e en el Hu cflo , e l e nfe rmo
:n el otro, mie ntras que los aspectos n egativo y positivo d e atribuye condición presente y realidad a los r esultados del d es-
la trasfe re n c ia se aprecian por relación a la posibilidad o no
de proseguir la cura. Desde luego que una relación no está por
~ pertar de sus mociones inconcientes; quiere actuar sus p asio-
nes sin atender a la situación real [reparemos en el juego sobre
completo ausente puesto que la trasferencia negativa suele ser «realidad» porque es el mismo término el empleado por Freud,.
lo más dificultoso para la cura, ·pero, como Freud lo.desarrolla
a raíz ·del amor de trasferencia, la misma trasferencia positiva
puede tener efectos negativos .
t ·real y Realitiit]. El médico quiere constreñirlo a insertar esas
modones de sentimiento en la trama del tratamiento·y en la
de su biografía, subordinarlas al abordaje cognitivo y discer-
Estos efectos negativos son connotados por Freud con el tér- nirlas por su valor psíquico. [ ... ] Es innegable que domenar
mino de «resistencia de trasferencia» (Uebertragungswider- los fenómenos de la trasferencia depara al psicoanalista_las rna- ·
stand), que es, hasta donde yo sé, el único empleado por él y ores dificultades, pero no se debe olvidar que justamente ellos
y que ha sido a veces desfigurado por una traducción en «resis- nos brindan el inapreciable servicio de volver actuales y mani-
tencia a la trasferencia». No hay en Freud· una «resistencia a fiestas las mociones de amor escondidas y olvidadas de los pa-
la trasferencia» en la medida en que lo que más le preocupa cientes; ·pues, en definitiva, nadie puede ser ajusticiado in ab-
es que la trasferencia mi~rna sea una resistencia: resistencia sentia o in effigie». 42 Esta fórmula conclu'siva, en forma de.
a la verbalizaeión, a la rememoración; en suma, al trabajo ana- aforismo, no deja de plantear problemas respecto de los <los ·
lítico . términos porque, tomada en serio, ella significaría que la tras--
La trasferencia para Freud sigue siendo siempre y pese a . ferencia nos aporta su objeto a la vez in praesentia ein reali-·
todo un intruso, y el pasaje más logrado sobre este terna se en- tate. Ahora bien, según Freud, la trasferencia es sin duda en·
c u e ntra en Más allá del principio de placer:· «En la historia presencia, pero pese a fodo no pasa de ser «en· efigie•;, aun ·si
1
del tratamiento se hizo cada vez más claro que la meta pro- f esta efigie se da por real, incluso por alucinatoria, en el desden
p u esta, el devenir-conciente de lo inconciente, tampoco podía por el t i('mpo y la facultad de alucinaci6n propios del incon-
a lcanzarse plenamente por este camino [el levantamiento de <"Í('llh'.
las r e sistencias]. El enfermo puede no recordar todo lo que hay Hay en consecuencia una especie de desigualdad, de ren-
e n é l de reprimido, acaso justamente lo e sencial. Si tal sucede, quera en esta fórmula, que no marcha pareja sobre sus dos pier-
i1o adquiere convencimiento ninguno sobre la justeza de la cons- nas en la medida en que se admita que la trasferencia es algo
trucción que se le comunicó. Más bien se ve forzado a repetir ficticio que se da por algo real, un real falso que habría que
lo reprimido como vivencia presente, en vez de recordarlo, co- situar por relación ~ un real verdadero.
rno el médico preferiría, en calidad de fragmento del pasado. Ven ustedes que si yo me he puesto a insistir largamente
Esta reproducción, que emerge con fidelidad no deseada, tie- sobre el tema de lo ficticio, y sobre la reducción del análisis
ne siempre por contenido un fragmento de la vida sexual in- a lo ficticio, es porque esta cuestión retorna siempre. Reapare-
fantil y, por tanto, del complejo de Edipo y sus ramificaciones; ce otra vez en este texto con la doble relación con el «médico»:
y regularmente se juega en el terreno de la trasferencia, esto una basal; en este caso es llamada de constreñimiento, en otros
es, de la relación con el rnédico». 41 Los términos importantes casos es presentada como de colaboración: se trata de erripujar
son los de «fidelidad indeseada• en la repetición, incluso si Freud al paciente por cierta vía, seguramente la de la razón; y la otra,
s igue oponiendo a esta, en esa época, el ideal de una rememo- arcaica, que habría que reducir. Al mismo tiempo, sigue jugan-
ración cada vez más completa. do, de manera subterránea, la distinción entre la trasferencia
Hay además un pasaje que quiero incluir en el legajo, corrio de base, trasferencia paterna para Freud, y las trasferencias,
pieza suplementaria, sobre todo en razón de ia fórmula que ·ll;k
lo corona: «Las mociones inconcientes no quieren ser recorda- 42
S. Freud, .. sobre Ja dinámica de la trasferencia», e n OC, 12, 1 ~)80,
das, como la cura lo desea, sino que aspiran a reproducirse en pág. 105. Entre corchetes, comentarios de .Jean Laplanche. Esta locuciún
no se encuentra solamente aquí sino en el análisis del Hombre de las Hatas
consonancia con la atemporalidad y la capacidad de alucina- y tal vez en otros pasajes. P. Lac ostc nos señala que se trata de una locu-
·1
ción del derecho criminal antiguo: ejecutar a un criminal «en efigie,, o .. efi-
41 En OC, 18, 1979, pág. 18. giarlo". ·

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11111 _.¡ ••lilli clbH hwh\11 li•I lt 111 •0 1d elo : p oi· 1111 bu lo In ru lndÓJI con n idos , indisp e nsable p a r a la a plica ción d e l m é tod o ana U:tic9.
111 lll•' •111 •0 y, p oi' c1I otro, lnH t.r11Hl'onmdus do las m ocion es pul- Y las veces anteriores he insistido en el hecho de que aun esa
llo111il11tt q11 0 vh- 11tm do l Jucon clente. igualdad de los acentos no se producía sin cierta actividad, que
A todo lo largo del ·pensamiento freu- ella no era puramente pasiva, que no bastaba volverse indife-
UN DESDOBLAMIENTO diano, y de la problemática de la tras- rente o incluso neutro para que los acentos fueran iguales. Por
QUE N O CESA ferencia, clásica o no, subsiste e¡;;te el contrario, se requiere cierto desplazamiento de' la atención
DE RETORNAR. PERO tema del desdoblamiento. Indudable- para restablecer una verdadera igualdad de oportunidades en-
¿ DONDE SITUARLO? mente, su forma más insidiosa, aque- tre las diferentes asociaciones que aparecen en el análisis. Res-
lla que tiene más apariencia de ve- tituir la igualdad de oportunidades, como en el dominio social,
racidad, es la oposición de lo ficticio y de lo real en la cura, no se consigue quizá s~n cierto artificio.
y la reducción, a lo ficticio, de lo que ocurre en el análisis. Pe- Destaquemos · pese a todo, en Freud, esta especie de des-
. ro semejante reducción a lo ficticio tiene siempre por correlato confianza y de consideración relativamente defensiva por re-
el mantenimiento, formulado o no, de una instancia de reali- lación a la trasferencia. ¿Y qué ocurre en nuestros días? Se pue-
dad o de racionalidad susceptible de someter a verificación eso de afirmar que creemos haber superado todo ello;i nadie pare-
real. Dentro de esta via, se debe afirmar que, en el limite del ce desconfiar ya de la trasferencia. El análisis, se dice, está
análisis, se perfila el psicodrama. Y puesto que he citado, re- inmerso en la trasferencia. El analista también. Es lo que se-
comendando su lectura, a Octave Mannoni y su La otra esce- 'í . gún los casos se llama implicación o contratrasferéncia. Impli-
na. Claves de lo imaginario , no es seguro que este autor esca- cación es un término que no encontramos en Freud: «Contra-
pe a ello siempre, con su referencia a la otra escena y su com- trasferencia» aparece muy raramente (comprobación que no im-
paración con el teatro. plica de mi parte ningún juicio de valor). En todo caso, las veces
¿Qué opción se podría proponer? Lanzo esto retomando una que aparece es generalmente (como ocurre con la trasferen-
fórmula que circula entre Descartes y Pascal: el análisis «no cia) para decir que es preciso librarse <;le ella, dominarla o abs-
valdría una hora de trabajo» ... si fuera el lugar de una puesta traerse. Implicación y contratrasferencia, que hoy son mone-
en escena de emociones o de relaciones arcaicas y, como tales, da corriente en la práctica, incluso en' la formación en la técni-
superadas. Si fuera un lugar de psicodf.~ma , una fantasmago- ca analítica, son nociones que, no lo olvidemos, han cobrado
ría, un juego de ilusión y de desilusión. Es indudable que Freud, vuelo a partir de una extensión del análisis, y que en cierta
con su desconfianza hacia la trasferencia, empuja en este sen- manera retornan a nosotros de la adaptación del análisis a .Jas
.tido. El desdoblamiento al que yo me refería hace un rato, en- psicosis (Searles) o, al menos, de la atención que en las neuro-
. · tre la alucinación, la seudo realidad trasferencia! y la realidad sis se ha prestado a la parte psicótica (pensemos aquí en los
. de .la situación, se' convierte en una actitud de desconfianza, pos~kleinianos, mucho más que en Melanie Klein).
.. : ·· ·_.hasta·de resistencia, que desemboca .en formulaciones teóricas Nociones indispensables pero que no resuelven nada, por-
··. · y prácticas discutibles. Entre estas, desde el punto de vista teó- que aun si se implica al analista en la relación de trasferencia,
. rico; las imágenes del analista como espejo o como receptor ello no .significa que deje de plantearse la cuestión del desdo-
·telefónico neutro, la idea de que el psicoanálisis personal per- blamiento. Para la contratrasferencia como para la trasferen-
. ·m.ite·quitar al propio inconcieilte relieve, pasión, ecuación per- cia, encontramos al alcance de la mano la solución más peli-
. . sonal. Y del mismo modo en la práctica, donde Freud tiene fór- grosa, que consiste en distinguir, también allí, entre una parte
. ·.: · mulas qúe pued,en chocar, como la esencial «indiferencia» del irracional a la que unp debería abandonarse para comprender
· . trat~mlento. Es claro que, antes de tomarlo en mal sentido; (y que tambien el médico se abandone a esas famosas emocio.:
~- ~. . . nes inconcientes) y después una distancia tomada por el razo-
. el térl!lino merece comentario , Más que una borradura de las
diferencias, lo que el término alemán gleichgultig implica es namiento .
la iguaidad de valores, afín a la que ya habíamos encontrado Así, el problema del desdoblamiento no deja de plantearse;
.con la .atención igualmente flotante o igualmente suspendida. desdoblamiento en el analizado, desdoblamiento en el analista
La in-diferencia no significa aquí la ausencia de interés, sino (entre el que se abandona a la contratrasferencia y el que se
. .el interés igual: es una forma del emparejamiento de los con te- recupera), incluso desdoblamiento en la situación, en la medi-

.. ·2 48 249

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<111t· :;lu <lu<.ln t;orfu d u 1.1.ttttiludo fácU n ip•.trtlr <mtre unu lnstuncla
l'a donul, por una parte, y una in stan cia irracional, por la otra.
8 1 desdoblamiento entre lo imaginario y lo real, entre lo ar-
caico y lo presente, entre lo infantil inadaptado y lo adulto adap- 1 O de enero de 1984
tado, y, finalmente, entre lo irracional y lo racional,43 recorre
toda la teorización freudiana; no es seguro que no domine to-
davía nuestras reacciones de analistas. Cuatro cuestiones, que por· lo demás están en relación unas·
Mi proposición no es absolutamente trastrocar sin más se- con otras, . pueden servirnos de piedras de toque: ¿de qué hay . ·
mejantes desdoblamientos, sino mostrar que quizás esas oposi- trasferencia?, ¿dónde se registra la trasferencia? (¿es un ferió~
ciones no son las últimas, en tanto vendrían a enmascarar, a
recubrir como un signo, otra disimetría, otro desdoblamiento,
meno universal, o tiene sus fü.gaies bien definidos? ... lo que· .
a su vez nos introduce en la tercera pregunta:) ¿ctiáleS: son las ...
otro corrimiento: precisamente aquel en que" se constituye el condiciones de producci6n de la trasferencia; a qué a~rib~ii
orden de . la sexualidad humana. Aquí, como siempre, sólo de la trasferencia? Y por último (lo que depende enteramente· de
manera crítica e interpretativa podemos apoyarnos en Freud. las opciones precedentes:) ¿se puede terminar, resolver, la tras- ..
Si yo me apoyo en pasajes de Freud, es para destacar ciertas ferencia?
aristas, para mostrar las contradicciones, e, igualmente, des- Trasferencia: comoquiera que sea, es un trasporte. Ueber- .
pués de haber mostrado esas limitaciones y esas insuficiencias,· tragen es trasportar, a través de todas las acepciones -recogi-
para tratar de ponerlas en relación con otros aspectos del pen- das en los diccionarios de psicología,
samiento de Freud. No para hacer un psicoanálisis de Freud; LA TRASFERENCIA y aun de neurología (volveremos en-
ya son muchos los que se encargan de ello, para decir que Freud coMo TRASPORTE seguida sobre esto): trasportar un há-
tenía miedo de esto, de aquello, tenía miedo del amor, tení:;i. DE SINTOMA bito, una representación, un afecto, un
miedo de sus pacientes, para remitir t8do esto a la descripción síntoma, de un lugar a otro. Y no ca-
de su situación familiar, o también que tenía miedo de la se- rece de interés señalar que, tal vez, el término de transfert,
ducción, o que la seducción se tiene que remitir a los fenóme- en francés, precede a su traducción alemana en Uebertragung.
nos de seducción de su propia infancia. Está bien; pero no es Para fijar las ideas, se trata del desplazamiento de un síntoma
así como yo entiendo la interpretación de Freud. Es en un ni- somático de la histeria, de una parte del cuerpo a otra. Y aquí
vel que personalmente prefiero, que consiste en confrontar esas es preciso referirse a ese gran 11trasferidor» - quiero decir a ·
insuficiencias con otras exigencias que igualmente se encuen- ese gran traductor- que es Freud, porque es en los textos de
tran en la obra y que por momentos se eclipsan y por momen- Bernheim traducidos por Freud donde encontramos el término
tos resurgen. Es preciso confrontar, me parece, esta oposición, 11transfert» en francés. En efecto, Freud tradujo hacia 1888 la
que retorna sin cesar, entre la racionalidad de una trasferen- obra de Bernheim, De la suggestion, y escribió un prefacio pa-
c ia de base y, por otra parte, trasferencias irracionales y que ra esa traducción. En ese prefacio cita el término transfert en
hay que analizar; confrontar, entonces, esta oposición de lo francés. Desdichadamente no tengo a mi disposición el texto
ficticio y de lo real, con otro desdoblamiento que yo considero alemán de Freud para saber, no si Uebertragung debe ser tra-
fundador de la especificidad del objeto psicoanalítico, es de- ducido por trasferencia, sino si Freud ya ha traducido en otros
c ir, el surgimiento del orden sexual, en la infancia, a partir del pasajes la •transfert» de Bernheim por Uebertragung. 44
orden de la adaptación. Un desdoblamiento de la sexualidad Comoquiera que sea, dos textos merecen ser destacados. Uno
y de la adaptación que nos remite a su vez a sus orígenes, es es este prefacio de 1888 a la traducción de Bernheim, y el otro,
un artículo de 1888 igualmente, dedicado a la histeria y que
43
«Zwischen Intellekt und Triebleben•: •Zur Dynamik der Uebertra-
gung •., en
GW, 8, pág. 374. 44 A. Rauzy ha tenido la amabilidad de confirmarme este último punto.

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1-tldor1 p 1·l111(•ro tm oMÍ.tl co 11 f.oxt.o d e In h 18tür1u, d o In 1:1 u go1:1tlón deriva de la h ipuos l ~ y d e la sugcsUón, CM <lucir t i l m ó todo <'H
·y <l o la h l1.Htoti l1:1 . Ut1tcdci:1 saben tambI~n que la tesis de Bern - tártico: «Más eficaz tod avía es u n método q u e .Jo::;ef Breucr fu e
h chn es que la s u gestión está e n la raíz del fern;>m e n o hipnóti- el primero en practicar en Viena; consiste e n reconducir a l en-
:o, y por lo tanto ig u a lme nte d e los fenómenos de «trasferen- fermo, hipnotizado, a la prehistoria psíquica del padecer, cons-
cia». Si la his térica, espontáneamente, puede trasferir un sín- treñirlo a confesar la ocasión psíquica a raíz de la cual se gene -
. toma de un punto a otro, se puede del mismo modo, bajo ró la perturbación correspondiente. Este método de tratamiento
sugestión, trasferir el síntoma histérico de nuevo de un punto es de reciente data, pero brinda éxitos terapéuticos que de otro
· a otro, o retrasferirlo al punto del cuerpo donde se encontraba modo no se alcanzan. Es el más adecuado a la histeria, porque
anteriormente. imita fielmente el mecanismo siguiendo el cual se generan y
Entonces, sin querer hacer lo que llamo hermenéutica -o disipan estas perturbaciones». 46 Tenemos ahí presentado ese
descifrado término por término-, es d e cir, leer est os textos co- tratamiento psicológico, del que ustedes saben, dicho esto de
rno si, cuando habla de «trasferencia», Freud hablara directa- pasada, que encontró su límite, y precisamente su derrota, en
mente en esa época de la trasferencia psicoanalítica, uno pes e el momento en que Breuer se trastornó ante la trasferencia.
a todo se sorprende ante ciertos pasaje s, de los que rápidamente Se trataba, dentro de los límites de esta bella maqueta, de r e -
comentaré dos. En su prefacio a Bernheim, Freud se expresa conducir los síntomas hacia atrás y , una vez descubierto su ori-
así: ~si la sugestión del médico ha falseado los fenómenos de gen, todo se «disipaba»; desdichadamente había ahí algo que
la hipnosis histérica, es muy posible que ella se haya inmiscui- no desaparecía, algo que cabía situar más hacia adelante que
do en la observación de la restante sintomatología histérica, hacia atrás, es decir, del lado de lo que eso devenía, y precisa-
·a punto tal que .para los ataques, parálisis, contrac turas, etc. , mente del lado del amor de trasferencia volcado sobre el ana-
histéricos, haya establecido unas leyes que sólo se entrama- lista; es la bien conocida historia de Breuer, que había curado
rían con la neurosis en virtud de la sugestión y perderían su a Anna O . , .. . salvo en cua nto a trasferencia.
validez tan pronto como otro médico, e ñ diverso lugar, exami- Pero un segundo pasaje del mismo artículo aporta aquí un
nara al histérico. [ .. . ] Hückel (1888) expresa su convencimiento complemento insólito: tras elogiar, entonces; el tratamiento psi-
. de que la primera "transfert " [en francés en el original] (tras- cológico de la histeria, el tratamiento breueriano que él reco-
. ferencia de la sensibilidad de una parte .del cuerpo sobre la parte mienda, Freud se plantea la cuestión de ~os otros tratamien-
c orrespondiente del lado opuesto) le fue sugerida al enfermo tos, ·llamados físicos . «El tratamiento psíquico directo de sínto-
· en Cierta oportunidad histórica, y que desde entonces los mé- mas histé ricos llegará a ser el más utilizado cuando en lo s
dicos siguieron produciendo de continuo, por sugestión, este círculos médicos se comprenda mejor la sugestión (Bernheim-
síntoma supuestamente fisiológico» . 45 Freud destaca entonces Nancy). Por el momento no se puede decidir con exactitud en
· Ja idea de Hückel de que la trasferencia terapéutica se inscribe qué medida participaría el influjo psíquico en algunos otros pro-
a partir de una trasferencia inicial: toda trasferencia ulterior cedimientos que parecen físicos. Por ejemplo , es posible curar
. ·es tra.Sferencia de ·una prjmera trasferencia. contracturas si se consigue producir una transfert [en francés
.. ' Verán ustedes que esto es todavía más claro en el otro tex- en el texto] por medio de un magneto. Con trasferencias repe-
. . .to; el artkulo· d~ 1888 que se intitula «Histeria», en el dicciona- tidas, la contractura se debilita y termina por desaparecer». 47·
. . rio d~ Villaret. Este texto, que no está firmado, es atribuido ¿No es un tema de meditación ver al .futuro psicoanálisis como
· · · · a FÍ-eud no ·sin buenas razones, en función de un pasaje que clivado, en el origen, entre por una parte la rememoración ca-
. ·hace una referencia precisa al método catártico de Breuer. Evi- tártica y, por la otra, una trasferencia que aparece por el ro-
dent~mente , sólo Freud podía señalar en esa época este méto- deo de un tratamiento de aspecto casi mágico, magnético en

45 46 Ibid., pág. 62 .
·En. OC, 1, Í982; pág. 84. Entre corchetes, comentarios de Jean La-
plaf\C:he . 47 · Ibid . Entre corchetes, come ntarios d e Jean Laplanche.

. 252 253
e l sen tido propio d e l t é rmino, con e sta idea d e que las tra sfe- del d escon ocimiento absoll,.11.o, puesto quo 8ch n .íhc1: no dlcu t1ur 1·
rencias son trasferencias de trasferencia, que se encadenan u'n as ca que Flechsig, ni tampoco la figu ra de los dioses que ó l dibu-
con otras; y si hay trasferencias repetidas, el síntoma, even- ja, retomen tal o cual rasgo p a terno. Esta acumulación de ras-
t ualmente, desaparece . .. ? gos, de detalles trasferidos , da la idea -para volver a la distin -
Vuelvo a mi línea de interrogación después de este texto ción del vehículo y del punto de partida-,- de un desplazamiento.
a rcaico, donde uste.des han visto despuntar la oreja de la tras- global que sería el de una trasferencia masiva y delirante, a
fe rencia de trasferencia; trasferencia es por lo tanto un tras- diferencia de lo que se entendería como un trasporte neuróti-
p orte de algo de. . . a. . . En cuanto a lo que es el trasporte co, en que el padre permanecería en su lugar y tal vez algunos
m ismo, es el punto último: es lo que trataremos de ceñir y lo elementos serían trasportados, y entonces se trataría de desi-
q u e no debemos atacar directamente porque de otro modo co- lusionar a ese pobre neurótico reconduciendo el vehículo a su
r reríamos el riesgo (como· se lo ha corrido a menudo, quizá tam- punto de origen.
bién el propio Freud) de recaer en esa tentación casi fatal de Pero si yo no adhiero, ustedes saben, a esta idea de una. •.. ;
u na psicología del hábito. Por lo tanto, prefiero detenerme pri- trasferencia neurótica puramente ilusoria, tampoco creo que
m e ro en el de y en el a. El a: veremos esto después; el analista: se le pueda oponer, en manera alguna, una trasfere;ncia psicó-
¿qu é .es la persona del analista, cuál es la situación y cuál el tica ·que, por así decir, lo arrastrara todo a su paso .. De este .
p ersonaje_ para quien hay trasferencia? modo , aun en el caso del delirio de Schreber, no se trata de
Nos queda entonces la trasferencia de, que el padre globalmente sea trasportado a lo actual. Todo ocu-
TRASPORTE DE QUE que a su vez, si se la toma gramatical- rre elemento por elemento, y aun en esas trasferencias _d e los
Y A PARTIR DE DONDE: mente, se desdobla: trasferencia de elementos de la figura paterna, a pesar de todo lo que han que-
EL E.JEMPLO DE ScHREBER mercaderías de París; se trasporta a rido demostrar algunos, llevados por el gusto de la hermenéu-
partir de un punto y se trasporta algo; tica y del redescubrimiento, no se puede desconocer que el tras-
con una ambigüedad de sentido, porque se puede preguntar porte es igualmente trasformación, deformación: lo que Freud
hasta qué punto aquello a partir de lo cual se trasporta y aque- llama la En-tstellung supone que no se puede cambiar de lugar
llo que se trasporta no están en relación. ¿Tal vez se trasporta sin sufrir al mismo tiempo una modificación profunda; es lo
el punto de partida cuando se trasporta algo a partir de ese que personalmente caracterizo como una metabolización. Ade-
p unto de partida? Me explico: se dice trasferencia paterna, ma- más,. para complicar las cosas -y felizmente, diremos, en el
terna, etc. ; desde luego, ello quiere decir que a partir del pa- caso de Schreber-, si se puede registrar, en un primer tiempo,
dre , algo es trasportado; pero si hubiera, digamos, trasferencia una trasferencia masiva de una persona (digamos el padre, pa-
p ura y simple del padre, tal cual, sobre otro, estaríamos evi- ra simplificar) sobre otra, sobre Flechsig (el primer psiquiatra
dentem e nte en la trasferencia delirante. Pensemos en Schre- que se ocupó de Schreber), esta verdadera psicosis de trasfe-
ber, para cuyo caso, con Freud, se califica la trasferencia co- rencia unificante es absolutamente insostenible si no se demul-
m o paterna pasiva. Ha habido encarnizamiento en trazar la his- t iplica enseguida, y como al infinito, en un delirio de persona-
toria de la familia Schreber, después de Freud (insisto en ello: jes (los dioses, las almas) y de estiajes múltiples. Si el padre
Freud ha dicho que se trataba de una trasferencia del padre, (o la madre) de los tiempos antiguos fuera pura y simplemen-
pero apenas dedicó diez líneas .al padre de Schreber, mientras te trasportado al presente, en una masividad absoluta, esta-
que , después, volúmenes enteros se esfuerzan en desenterrar ríamos -lo que es imposible- en el abismo de la indistinción
la figura de Schreber padre). A través de esta investigación mi- que la psicosis clínica bordea, pero en el cual, por esencia, ella
n uciosa, son los menores detalles de su delirio, de sus escritos, nunca cae .
incluso la famosa lengua fundamental, los que se refieren, tér- Todavía habría que agregar esto: de modo paralelo o concu-
min o a término , a lo que se ha podido descubrir del padre de rrente con esta exhumación de las trasferencias paternas (con
Schreber; todo esto culmina en lo que Schreber llama «el almi- Freud y después de él), la opinión prevaleciente, tanto a pro-
cidio»: el primero sería el almicidio, «el asesinato del alma~, co- pósito de Schreber como de una manera general con respecto
m o se ha dicho, de Schreber hijo por Schreber padre. Todas a la psicosis, es que una trasferencia sobre la madre arcaica
estas trasferencias se sitúan, sin ninguna duda, en el elemento sería dominante a través de la figura del padre y por debajo de

25 4 255
lnu lud cl n y 1' (1 111pll11 cl 1t
u ll11 r1'11111u11111rt l1111h1111111 t11i l11 111 10111 •11, ~ \óg\.cu,HOU. en lo que os -postulado como su sustrato •Cconóm\-)
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1'1111 111 111111111 ul c•11r111 Hd 1rolwr,•lll 11111·n H<·lccdormr o J urtlcu - ~. co• (carga libidina l)¡ y por último, e l tercer grupo , que a b a r ca J
111 "' ' Wlill.11, d 1J l <"011fllc l.o <.·o n Jn mo.dro c u la psicosis d e Sch re- <,todo lo que es representación inconciente. ,,
l mr•.11" l!lHto oti un a u tor q u e con oce p erfectamente las inves- ,, Con la trasferencia de los patterns de
tll{uclonclj refer id as a l p a d re, y que d e ninguna manera pre- TRASFERENCIA comportamiento, estamos en la inter-
ten de c omple t a rlas por un golpe de timón simétrico referido DE RELACIONES pretación más psicologizante, que sim-
a la madre real de nuestro maestro-delirante. Si lo hubiera pre- plemente pretende que la manera que
ten'd ido, los descubrimientos fácticos se revelarían sin duda muy uno tiene de ser se deposita en modos de accionar y, después,
escasos; pero la cuestión, precisamente, no está allí. Está en de reaccionar: uno. está en retardo cuando una dificultad se
el encarnizamiento teórico -a pesar de todos esos elementos presenta, y bien, nuevamente lo estará cuando otra dificultad
arrancados uno a uno de la figura paterna- en afirmar que se presente, así en el análisis como fuera de él. Evidentemente
la reWción trasferencia! es de tipo esencialmente materno. ¿Qué el «pattern» puede parecer menos psicoanalítico que la relación
significa esto, si no que la trasferencia nunca se concibe den- de objet(), pue~to que precisamente escotomiza la relación. ¿Pe-
tro del simple trasporte de una relación histórica dual? Aquí ro no es este el caso de todo mecanismo de defensa, es decir,
(como en el caso de Dora pero, desde luego, de otra manera) presentarse de manera aislada, abstracta, generalizada, fr~nte
la trasferencia del adre es ortadora si se uede decir de a la relación con un objeto preciso, que tal vez fue su matriz
/ <J1P a relación materna. Todo esto, recordémoslo, a los fines de orig¡nal? La relación de objeto, por su parte, es un término que
~:._ mantener una delimitación, evidentemente frágil y variable se;. se encuentra en el propio Freud aunque episódicamente. La
gún los casos, entre aquello a partir de lo cual hay trasferencia referencia a la teoría freudiana de la pulsión es manifiesta en
y el material trasferido; el hecho de que los dos mantengan este término, puesto que pretende establecer un nexo estre-
cierta distancia es precisamente. lo que termina por fracasar,
lo que significa el fracaso de una dominación absoluta del pro-
ceso primario.
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Volvamos ahora dtrectamente sobr e la cuest1'n: ¿<J.ué es lo

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·· V ,,--, ')
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cho entre dos de los cuatro elementos de la pulsión: fuente,
empuje, objeto y nieta. La idea de la relación de objeto es que
no existe tipo de comportamiento (o de meta) que no implique
cierto tipo de objeto, y recíprocamente. Esta es una noción en
definitiva muy fenomenológica, puesto que incluye enlamen-
,. tr aeferido? ¿Es una •cuestión improcedente», una cuesti~n mal ción, en la intencionalidad activa como tal, lo que podríamos
( planteada? Nuestra perplejidad, en el Vocabulaire de la psycha- llamar el escorzo de su correlato, el objeto que ella mienta. Pe-
.• + . ' ' nalyse1 es en to~:lo caso evidente porque en la definición limi- ro indudablemente esto se tiene que conciliar con lo que Freud
. .. , ( nar optamo~ por la trasf~rencia de los •deseos inconcientes», declara en principio acerca del objeto, cuando lo caracteriza'
· . · · / mientras que, ert el comentario, dejamos abierta la opción: «¿Se como lo más variable y contingente en la pulsión, que, en el
.' .·'. ·\ trata· de p~tterns de comportamiento, de tipos de relación de límite, se puede satisfacer casi con cualquier cosa, mientras
· · I,• · objeto, .de sentimientos positivos o negativos, de afectos, de que por el contrario la relación de objeto implicaría, cuando
· . ._ carga libidinal, de fantasmas, del conjunto de una imago o de uno persigue cierta meta, que el objeto deba conform·arse, al
. / un rasgo particular de esta, aun de una instancia en el sentido menos en algunos de sus escorzos, a la acción que se quiere
.· :._ de la .última .teoría del aparato psíquico?». 5º Releyendo este ejercer sobre él y a la satisfacción que se quiere obtener. En
·. .;< ·texto, distinguimos en él tres grupos: uno, •patterns de com- todo caso, vemos que la relación de objeto se presta a describir
''{ portamiento y relaciones de objeto», relaciones aprehensibles la trasferencia en la cura puesto que se puede decir en efecto
/ en la descripción del comportamiento; después, todo lo que es que el analista se propone como objeto contingente, con lo me-
·> del·orden del afecto: sea en el nivel de su vivencia fenomeno- nos posible de características, y que en función de Cierto tipo
de relación aportada por el analizado se define, en este obje-
'. to, cierto escorzo que es precisamente el que corresponde, por .
48 Le cas Sclireber, París: PUF, 197~ .
.49 En · ibid .:, págs. 356-98.
ejemplo, a una relación de tipo oral.
.5 º. Vocabulaire de la psychanalyse , París: PUF, 1967 , pág. 493, artícu - Esta noción de relación de objeto; de la que no reniego en
lo ·«Transfert•:. absoluto, tiene sin embargo, en mi opinión, el gran inconve-

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t imie n tos e n s u diversidad cuullt.ativu. l~.n <'O.IHhlo, HI <loHnl b l
n ic nte d e d escuidar lo que para mí e s un ele m e nto f undamen-
tal d e la pulsión, a saber, su fuente, la que a su vez se liga f!!OS el desplazamiento d e u n afecto partkular ~~!iP(ldflco Ü.>t:
a un o bje to en este caso originario, lo que llamo objeto-fuente, na, amor, odio, despecho, etc.) 1 ;,no hay q u e adm itir guo lleva
e nte ndiendo por tal un objeto inconciente y no un objeto del comigo, en su trasporte o trasferencia, algo g u e lo califici;- a l·
mundo sensible. De modo que, para reagrupar nuestra evalua- g<f,"en particular, del orden de la representación? :
ción de la trasferencia de. comportamiento o de relación de ob- · Todo ello para conclmr: en esta noción de -trasferencia de ;·
jeto, esta primera categoría amenaza con hacer perder la espe- hemos distinguido, por obra de cierto artificio, aquello de lo
cificidad, y aun la extrañeza de la trasferencia analítica, en que se parte (from en inglés, von en alemán, de en francés fr
favor de la simple actualización de un habitus; amenaza con en castellano]) y aquello que es trasportado (nuevamente von
llevarnos a descuidar el problema del inconciente, que reintro- en· alemán y de en francés (y en castellano] pero en inglés la
duzco con la noción de objeto-fuente, para remplazarlo insen- ambigüedad desaparece: tenemos transferencefrom;y ~ranefe- . ~

siblemente por lo que podríamos llamar, con designación pre- rence oj) . De cualquier manera, si esta distinción se debe esta-
psicoanalítica, la inconciencia de la manera en que nos com- blecer para dialectizarla enseguida, no se la podría formular. .
portamos. El segundo sesgo de nues- sin más •ifrom una representación y of un afecto», como si el
TRASFERENCIA tra enumeración eran entonces los sen- afecto en estado puro pudiera simplemente columpiarse de una
DE A FECTOS timientos positivos o negativos, afec- representación a otra. Es siempre un movimiento complejo el ·
tos, carga libidinal. Evidentemente que constituye la trasferencia, como lo mencioné a propósito·
no es cuestión de descuidarlo (reproche que con frecuencia se del caso Dora. Recordemos además que Freud nos dice que pa~
hace a los psicoanalistas franceses) porque uno no puede ha- só por alto dos elementos que él no sitúa en el mismo plano·:· .
blar de la trasferencia sin preguntarse cómo funciona en ella la trasferencia del señor K. sobre el analista y la componente
e l afecto. Para empezar, la distinción. del afecto y de la repre- homosexual. Que no se trata de dos trasferencias, sucesivas o
sentación en la trasferencia esquematiza de nuevo la oposición superpuestas, he ahí algo evidente: no hay una trasferencia
entre aquello a partir de lo cual (de quién) hay trasferencia, homosexual sobre Freud más profunda, más sepultada que la
y aque llo que resultaría trasportado sobre la persona del ana- trasferencia heterosexual. Es en el seno de la misma trasfe-
lista. El ha trasferido el odio al padre "'s obre su psiquiatra, di- rencia heterosexual (si queremos conservar este término) don-
ríamos nosotros, para hablar de Schreber y Flechsig. He recor- de se esboza la homosexualidad . Aquí la interpretación de La-
dado muchas veces que el psicoanálisis frP.udiano partía de la can nos resulta preciosa, pero se la debe llevar más lejos: es .
comprobación clínica, difícilmente rebatible una vez que ha si- en un movimiento de trascendencia a través del señor K . co-
do formulada en estos dos términos, de que el afecto y la re- mo se mienta cierta X enigmática, que en un primer tiempo
presentación podían ser independientes y de que, en los histé- puede ser caracterizada como el enigma de la feminidad. Per~
ric os precisamente, la experiencia nos enfrentaba de continuo esta trascendencia, a su vez, está como vehiculizada en la rela-
c on trasferencias, en el sentido más amplio del término. Tras- ción con Freud, movimiento que verdaderamente debe ser con-
fere ncia de sentimientos de una persona a otra, de una repre- siderado como trasferencia de trasferencia. &aber lo que, en
se ntación a otra, o también verdadera conversión del afecto e~!~ trasferencias sucesivas, se perlabora, sé -inetaboliza: he ·
que se trasporta a cierto síntoma somático; el síntoma histéri- a!,:1í todo el problema de la práctica analítica. ::>( '
co como tal puede, según nos lo recordaron los textos de 1888,
ser trasferido a otro lugar. De la evidencia clínica, incluso «Co-
t idiana», de estos desplazamientos («ha encontrado en X un nue-
vo objeto para ejercer su sadismo» .. . «desde que enviudó, in- 17 de enero de 1984
viste en su trabajo todas sus capacidades de amar», etc.), a la
hipótesis puramente económica que quiere explicarlos, el paso

¡ - es a la vez tentador y problemático. Hablar de un «quantum


d e afecto» que se desplaza es, en efecto, postular una energía
.··- ,. únic a, no diferenciada, más acá de lo que especifica a los sen-
Examino tres grupos de fenómenos que pueden ser consi-
derados «trasferidos»: las relaciones, los afectos y, hoy, el gru-
po constituido por los .. fantasmas», las «imagos» y las «instan-

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cias• . Para recordar primero que en psi- frcudluuo <lo 8aoll1vur,,totlw11gJ <J.!H~ ml1111l,11 clor1 l,rnd11c •plo111
TRASFERENCIA coanálisis estos términos están toma- l~~iíID'lente 8amlslbfos: rcprce1on:t:~cl6n <lu c o 1111H y rc¡prn11on l,11 .
DEL MUNDO INTERNO dos en un sentido realista. Lo que se c1ones-cosa; y en cierto móaO se podría d ecir g_uc Oli to<Jo o l
comprueba ya con la noción de.J.antas- paso de{~rtrismo al psícoanálisrselque r esulta condensad<)
.ma, si se la toIJla no como algo imaginario, en el sentido de en;;;j~-;g~~que hace que la representación que mieñta ia-co-
la fenomenología sartreana, sino como un guión escénico que sadevenga una representación¡ en ella mismá, cosa..:.
no mienta (o que ya no mienti) otra cosa q~~l!.Jl mlsm 0_,_q!J.~ - Y precisamente es este devenir de los objetos internos el
e~~iifililrasu -satiSoo10ñell:'é1 m.i~mo. Es · indudablemente el que es determinante para la cuestión de la trasferencia. Cues-
sueño el que proporciona el analogon más sugestivo de estos tión en apariencia teórica: ¿de dónde vienen los fantasmas?
caracteres: · c-err~zón-sObre-sCiñismo, fiiñto en la ciai:iSüraae Pero cuestión práctica: ¿qué hacer con ellos? ¿Cómo desempe-
surelatoeo'ñíüdentro del cumplimientode deseo, que él rean-- ñarse con ellos en la cura? ¿Tal vez «resolverlos~, como E;n al-
. iª- de manera puramente inmanente. ~ ·- gunos casos lo pretende Freud, a propósito de la trasferencia?
La imago, término que procede de JÚftg pero que acertada- Origen y destino de los fantasmas no pueden menos que estar
mente ha sido adoptado por el análisis, representa el aspecto ligados; tanto es constante, de una manera o de otra, que el
•objeto» frente al aspecto •relación• que se tiene en el fantas- proceso de la cura se propone reanudar un proceso presente
ma. Indudablemente, calificar este objeto, hablar del •padre desde los orjgenes.
castrador» o del •pecho bueno• implica que estas imagos se to- Para hablar esquemáticamente sobre esta cuestión del ori-
men dentro de fantasmas; pero ellas representan su aspecto gen, diré que tres concepciones son posibles. Una, la más difí-
más éstático; tal vez también el aspecto más abisal, en la medi- cil, es la que buscamos aquí por sucesivas aproximaciones. Y
da misma en que uno supone que, en el inconcient;e, lo más después dos posiciones que son mucho más fáciles, clásicas, y
profundo es el nivel en que la relación se resuelve en sus ele- que, en cierto modo, se remontan más allá del freudismo
mentos. Si uno concibe en el inconciente un nivel extremo de y hacen gravitar sobre el análisis la hi-
13; .•desligazóm' espreciso admitir gue 1.n~Juso _la li~azón de fii"~ HIPÜTECA DEL poteca eterna de la filosofía que opo-
secuencia escénica fantasmática, su_gramática interna, t iende -- EMPIRisMo ne, desde que existe, una teoría inna-
a -disolverse. ·--- ~· , · · ....- ·· tista y una teoría empirista del ori-
·--En cuanto a las «instancias», por último, si cabe tomarlas gen de las ideas. Desde luego que esta oposición en psicoanáli-
en consideración como lo que puede ser •trasferido•, se tratará sis es diferente de la que domina en la filosofía cognitiva, pero
de aquellas que se definen, en la segunda tópica, como preci- tiene parentesco con ella, lo cual, a nuestros ojos, no deja de
pitados; sedimentaciones de experiencias, es decir, finalmen- volverla sospechpsa. La posición empirista es que los conteni-
. te, imagos más-o menos complejas que resultan de estas expe- dos inconcientes, tomados en el sentido más lato de este térmi-
i"ien~ias. La mayoría de las veces es acerca de las instancias no, encuentran su origen en las experiencias infantiles preco-
.11.amadas •ideales•, superyó o ideal del yo, que se habla de tras- ces. Ahora bien, reproducidos en el presente, esos contenidos
; ferencia.· Pero cuando se hace intervenir al yo, en lo que por son declarados inadaptados (el término es de Freud: unzweck-
. ejemplo se llama alianza terapéutica, se olvida demasiado a me- miissig, no conformes a un fin), inadecuados, y ello por des
. nudo.que la instancia yoica, en su origen como en su funciona- razones cortjugadas (ustedes ven qqe se trata muy exactamen-
·. mientb, no ~scapa a la categoría del ideal. te del síntoma pero también de la trasferencia): por una parte,
Mencioné hace un instante la diferencia de esas •imagos• «el infantilismo" de estas experiencias originarias, en razón, en
. con lo que se puede describir acerca de la imaginación en una el niño, de una capacidad de comprensi9n escasa, de una vi-
concei>ción fenomenológi,ca cuyo modelo insuperable sigue sien- sión parcial en que la imaginación no puede menos que desem-
do la descripción sartreana. Cuando toma en consideración los peñar un papel preponderante para colmar las lagunas irreme-
·. fantasmas, imagos o instanci~ .i nconcientes, el psicoanálisis no diables de la percepción y de la teorización. Este infantilismo
puede considerarlos si no es como mtroyectos, objetos ínter- es, por ejemplo, el de las teoríru? sexuales llamadas infantiles .
. nos que desempeñan un papel cuasi realista dentro del apara-__ El otro factor de inadecuación, un poco diferente, es «el ana-
to psíquico. Para que esto se entienda me remito .al término cronismo". El anacronismo no supone que el niño sea menos
· ----.-· · - ...... ___, ..c ... -- - ---· · --...~ - ;¡- ~ -. ··-·-'"""' ·---......_,..,.....,_...-·-·" - - · -.. --- - . , - -- - -- ··- - ·· · ·· ••• .,.., .. · ---~~----· -- - -· - - - .-··· ···-· - ---

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apto que ol udulto pu.ro. J'or11uu·80 11101lci lo11 1•01-ro<"l.011 pn1·1~ 11 11
~ xpe riencia ulte rior, sino simplemente qu o lU8 cond lclon os hun 1\10111plo 111 1111111-(1 111 d1 1 1111 p1 1n l1 n q111 1 11111n1 d 11 m111 vlv1111ol11 iJ1i1
cambiado, de modo que las pos ibilidades d e realizar e l fantas- pfrlcu, y 111111 la l11111t-(1m d o 1111 pn1 •ho 1HJ v 1111 l v11 11 v 111 nri t 11 11l t1
ma ya no son las mismas. roá::i atacante c u a ut,o quo o u~: u cut, r1L 111 1 1•o f'11t,111•M 11 1111 111 mt p•
Infantilismo y anacronismo reaparecen a todo lo largo de riencia real. Es esta tr!lsfcrencla d e hnugo1-1 prhnlt,Jv1rn 111 qu¡
la explica~ión freudiana de la repetición neurótica y trasferen- funda para M. Klein la posibilidad de trasferencia 'on ol n h:fo .' ,
cia!, y también como características de los relictos inconcien- Ustedes saben que se le ha reprochado negar la prio~idad de·. Vi . · :_. '
tes. Desde las «Cartas a Fliess», esta idea está presente, precisa- los padres .sobre_ el terapeuta. Y bien, la respuesta fundamen-. . . \..e:..A~1!
mente para describir el proceso de la represión: «Subsistirá así tal de Klem seria que los padres, como el terapeuta, son ya t · · .·.
un anacronismo, en cierta provincia regirán todavía unos ''fue- objeto de una trasferencia de objetos internos. Más que de tras-. ..-/,,.
ros"; aparecen "relictos"». 51 Enteramente. en el mismo senti- ferencia, ella hablaría por cierto, en un sentido casi equivalen- :
do, encontramos la metáfora de la «reserva natural», que tuve te, de proyección. Los objetos internos son verdaderas realida- ,
ocasión de destacar para señalar su interés y sus límites. Ella des. Indudablemente que no se trata, para-Klein, de negar qU.e
-=-· .
compara el. inconciente c'on uno de esos «parques regionales» ·1a:s imagos sean enriquecidas por la experiencia, el movimieÍlr .
a los que se rodea con una frontera en los países modernos (los to de proyección se alterna con un movimiento de introyec-
primeros se crearon en los Estados Unidos). El inconciente pre- ción que integra en las imagos rasgos extraídos, por similitu.d ·
servado por la frontera de la represión sería, entonces, una de o por contraste, de las relaciones vividas. Pero más allá de este
esas reservas en que se conservaría. la naturaleza infantil, in- juego de introyección-proyección, que sería bien erróneo con-
cluso los animales prehistóricos en su estado originario. Res- siderar simétrico, es precfso ver g_ue en~Klein la P&~~~ ' ~

pecto de esta idea, he formulado la objeción (que por otra par- primaria, una proyección originaria de la pulsión y de sus obje- . l
'.

te es válida también ·para la ecología) de que supone modificar tos primeros, que da SüS caractensticas aroojeto rea'l, No creo-
profundamente un ambiente separarlo, aunque sólo fuera de que se pueda encontrar en-ell.<Ieinismo otra cosa que la idea
manera en extremo flexible y cuidadosa, y que entre la noción de que la pulsión es innata en sus metas y ya en algunos de
de reserva y la noción de gueto hay transiciones que mueven sus objetos como el pecho, incluso el pene, y del mismo modo
a reflexionar. que existe cierta relación pre-establecida en un individuo da-
La otra modalidad en que se señala el do entre la fuerza de las pulsiones de muerte y la de las pulsio-
1
HIPOTECA DEL peso de toda la filosofía cognitiva tra- nes de vida. ¿Instinto o pulsión? Sería bien difícil decidir sobre
INNATISMO dicional sobre la teoría del inconcien- esto en los textos porque Melanie Klein escribió primero según
te sería lo que se puede asimilar a un la Trieb alemana, antes de adoptar, en inglés, la trascripción
innatismo de las imagos y .de los fantasmas. Destacaré dos for- en «instinct». Esto no impide que existan buenas razones, co-
mas, la primera de las cuales es el kleinismo. Una de las origi- mo lo indica J. L. Lang,5 2 para pensar que el instinct klei-
na!idades fundamentales de Melanie Klein es establecer que niano corresponde mejor a lo que en francés llamamos un ins-
la trasferencia, en último análisis, no tiene su punto de partida tinto, es decir una potencia innata que tiene ya su fuerza, sus
e n tal o cual personaje real (el padre, la madre) sino en tanto objetos y sus metas pre-formados.
es trasferencia de fantasmas y de imagos inconcientes. Estos He declarado ya baStante mi interés hacia el kleinismo para
fantasmas y estas imagos son primitivos, en el sentido de que poder deslindarme de ese innatismo o de esa tendencia al in-.
sería poco creíble hacerlos derivar directamente de experien- natismo, y del mismo modo para deslindarme de otro innatis-
cias reales de las que se los hubiera extraído. Poco creíble por- mo, que en este caso es el de Freud. No hay que olvidar, en
que con frecuencia esas imagos les son precisamente contra- efecto, que la noción de instinto no proviene solamente de una
rias y no se logra, salvo en casos excepcionales, deducir por traducción defectuosa de la Trieb freudiana. Una vez elimina-
da esta, es bajo la pluma del propio Freud como se nos vuelve
a presentar el instinto. Freud no emplea Trieb en el sentido
5 1 S. Freud, La na'issance de la psychanalyse, París: PUF, 4ª ed., 1979,
págs. 155-6. Traducción revisada por Jean Laplanche. [En OC, 1, 1982, pág. 2
276.] r, «Le modele kleinien en psychopathologie infantile: aujourd'hui, en
France», Psychanalyse a l'Université, vol. 8, nº 32, 1983, págs. 511·58 .

262
263
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11111· In htt•Htn rn:r.<'>n do •1uo ou:1p lon ol t6nblno l'YW· t6rmh\OB, por In huml'lcloncJn do.su opottld6n , rom lt;m1 n n11 tor
ll'nkt on nlumán y 011 un sentido m u y particula r, precisam e n te cero, e l fantasma origin arlo, verd adero a priori· paru la espe-
uquol do un empltje biológico que incluye u n objeto y un des- cie humana. A partir de ahí, me tengo que limit a r a esbozar
pliegue preformados. Por regla general, se trata del instinto las perspectivas que se abren, que son en número d e dos, si
d e los animales, que se opone a la Trieb característica del ser no de tres. La interpremci6n prehist6rica propuesta por Freud,
humano. Pero despejado este terreno, Freud embrolla las car- y que remite el innatismo a una experiencia de la especie: los 1
. tas en cuanto a la eventual presencia de instintos en el ser hu- fantasmas originarios serían ellos mismos adquiridos, no en la
mano. O más bien vuelve más complejas las cosas, pero sin sa- historia individual sino en l~ historia colectiva (Tótem y tabú). \
crificar la claridad de las formulaciones, para expresarse así: La segunda avenida, esta vez pos-freudiana, es la de la ínter- \
si existe en el ser humano algo comparable al instinto de los pretación estructuralista. No desecha a la precedente pero la
animales, son losfantasmas originarios. La reflexión rectora trasforma en «mito•, que en definitiva sólo opera para volver
de Freud sobre esta cuestión es la que él elabora a propósito sensible algo que en realidad es lo propio de la estructura. La
de la cura del Hombre de los Lobos, allí donde lleva más lejos tentación estructuralista es omnipresente en este artículo (in-
la interrogación en dirección al origen del fantasma, sobre to- cluso· a. través de las denegaciones): reconducir los fantasmas
do el fantasma de escena primitiva. Porque la investigación •em- originarios (escena primitiva, castración, seducción, incluso re-
pírica•, la de la cura, no conduce de manera enteramente con- tomo al seno materno) a subestructuras, a puntos de vista to-
vincente y exhaustiva a encontrar el origen de la idea en las mados sobre una estructura única que es la triangulación edí-
experiencias (como se decía en el siglo XVIII), por eso mismo pica omnipresente como el Soberano Bien en el cielo de las
r-- surge la hipótesis de un fantasma originario; este, como la idea Ideas. Pero ustedes encontrarán también en este artículo el es-
·innata, es mucho más que una forma o una categoría a priori; bozo de lo que nos desprende del estructuralismo y quizá tam-
~{;:P'; es el guión de...uJ,lil escena._que se impondría a la experiencia bién de la oposición innatismo-empirismo: la aparición de la
hasta eT punto<le prevalecer sobre esta cuando se mueStraeles- teoría de la seducción y del apuntalamiento como salida posi-
\) fa1le"ciente-;-mcóinpleta o atípica. -- ble de esta alternativa. Por ahí, justamente, ese texto comien-
¿ Querelii.cion-tíene esto con la trasferencia? Es que este za a hacer trabajar a Freud; y la hipótesis de los fantasmas ori-
predomillio del fantasma originario sobre los fantasmas y ex- ginarios, a pesar de las apariencias, no es su eje principal.
periencias individuales de la escena primitiva será exactamen- Hemos llegado, provisionalmente, al final de esta investiga::-
te el de un «Clisé• (encontramos este término en Freud) que ción sobre w que, clásicamente, es trasferido. En aras de· la
• .- se trasfiere en una experiencia siempre !acunar y parcial co- comodidad, he querido distingu_ir el objeto del «trasporte»; y
: ' . . . mo, en la cu"rá, uria secuencia escénica pre-establecida se ac- su soporte. El soporte (en esta comparación que será preciso
. tuallza a: favor de esta neutralidad de la que se dice que ofrece hacer trabajar también) se presenta como una vía, como una
una pantalla en blanco para la proyección de los fantasmas. línea, como una cadena; en el ejemplo cómodo de Dora, es la
~ec9r<~aré aquí la dilucidación propuesta por Pontalis y por mí cadena que liga al padre con el señor K.; y al señor K., con
·mismo sobre él fantasma originario en Freud. Un artículo que el analista. Y después, circulando sobre esta línea, pasando de
no ha sido reeditado todavía, sin duda porque los autores (yo, una estación a otra, el vehículo, cualquiera que sea; uno pue-
al menos) se inclinarían hoy por demarcar mejor su pensamiento de decir igualmente el amor, la relación de objeto o también
·personal respecto del pensamiento de Freud. 53 Encontramos el fantasma; poco importa: lo esencial es que el soporte sigue
. allí. la de!>cripción de las oscilaciones de Freud entre lo que ha- siendo el mismo, y por eso también el vehículo permanecerá
; . ce un momento yo llamaba empirismo e innatismo; el empiris:' inmutado, es decir que serían el mismo amor, el mismo fantas-
· mo ·como tal juega entre realidad y fantasma, pero estos dos ma, la misma relación de objeto los que se desplazarían de u.no
a otro.
·
53
«Fantas~e originaire, fanta8mes des origines, origines du fantasme• Tomemos el caso del fantasma,· que es ejemplar. En la hipó-
(en Les. Temps Modernes, nº 215, abril de 1964, págs. 1133-68). Pero.des- tesis empirista, se podría decir, el fantasma apareció con el pa-
. pués de dictado este curso, aquel texto fue republicado;· París: Hachette, dre, con el progenitor, con cierto personaje de la infancia, o
•Text:e.s du XXeme siecle•, 1985. Esto no hace sino más urgente la crítica
neta de la hipótesis freudiana. incluso con el pecho (tomo estos términos simplemente en tan-

264 265
'

~)to son primeros). El fantasma, entonces, ha nacido con el pa~ e imposible. Sin duda que es ilusoria de hecho (es lo que se
) dre, él circula; el soporte no es afecta- 1 comprueba}, pero es también imposible de derecho, por la ra-
\ TRAYECTO DE do por el trasporte. Es una concepción zón de que aquí el vehículo lleva consigo el soporte. De mane-
DOBLE SENTIDO . . . después de todo corriente de la tras- ra que, si todavía se quiere suponer
ferencia, y no solamente en un psico- : , .o DINAMICA que el análisis conduce a alguna par-.
análisis silvestre: usted se comporta conmigo como. . . usted ( INTERNA te, ya no conduce hacia el pasa(jo ,_ si~
se ha comportado ya con X ... y como, fundamentalmente, .se J no que se lo debe .considerar conduCÍ-
comportó usted con cierta persona de su infancia. . . El psi-<._ do él mismo por una dinámica interna. El artículo de Freu~
coanálisis demostraría el irlfantilismo reconduciéndolo a su ori- ( sobre «La dinámica de la trasferencia» no es para esto un buen ·
gen histórico. Esto no es otra cosa que el esquema que un La- . texto de referencia porque su título no cumple su promesa de .
gache, bajo una forma más elaborada; puede dar de la cura:< describir lo que se puede designar como una dinámica interna
e~ suje~o pasa de la neurc:isis ~~ínica a la neur~si~ de tr~feren- ( de _la trasferencia. Referir la evolución de la trasferencia a un·
cia, y de esta, a la eluc1dac10n de la neurosis infantil. :> desenyolvirniento interno es suponerle un trayecto ideal_, evi~en~ .
Por una vía, en la medida en que se considera que ella no temente normativo. Es simple dar ejemplos de esta conce:pción.
es modificada por lo que circula allí, es posible idealmente des- normativa de la evolución interna de la trasferencia. La ide.a
p lazarse en los dos sentidos; después de haber circulado del de sucesión de los estadios libidinales es tal vez un poco anti-
padre a Freud, se puede volver de Freud al padre, sin adjun- cuada, pero no es tan remota fa época en que se pensaba que
ción ni modificación. Desde luego, a fin de volver al comienzo, el análisis debía hacer pasar al analizado, en el orden correcto
hace falta.reconstruir la vía infantil. Una primera parte de esa preferentemente, del estadio oral al estadio anal y,. eventualr
vía ha caído en la represión junto con el vehículo. pe ahí la mente , a un estadio uretral, a un estadio fálico, etc. Sonreím~s
búsqueda histórica y realista de Freud, en el afán de redescu- hoy, pero la forma moderna de esta normatividad reaparece
brirI~ncias reales que pudieron estar en el origeri··- cuando se propone como finalidad del análisis «asumir la cas-
del fantasma; una busqueda extrf:mªdarnente rnmuc10sa,
r • ·· _
que -·
· - -- -'""-""','.><•
- -~--~·'o:;;:.",,.,,.._~_...,._,,.='""""~ tración»; desde luego que se pasa un poco rápidamente por las
a veces se aparta incluso de la regla analítica para ir a procu- etapas anteriores, pero se supone, también en este caso, una
rarse sus informás;;,~ci:aña!Qgí~e.a:L en la agenda del dinámica necesaria que desemboca de manera ineluctable (a
pacie-;;-~e tal o cual testigo. Es que en efecto n'<rOasta, den- falta de lo cual uno es relegado al grupo de los psicóticos) al
tro de esta óptica-de la cura, mostrar que el comportamiento complejo de castración. .

!
¡- ~presente es inadaptado. Para volver a llevar el tren a su punto Otro ejemplo sería el modelo kleiniano de la cura, en que
de partida es preciso mostrar cómo circuló y las vías por las igualmente se esboza una progresión interna ineluctable, que
cuales lo hizo. Es lo que se llama el levantamiento de la arnne- esquemáticamente podríamos resumir así: tránsito de la posi-
1 sia infantil: la reconstrucción del trayecto y de los orígenes del ción paranoide a la posición depresiva, paso del objeto parcial
[ t rayecto, con el postulado terapéutico de que, una vez recons- al objeto total, y después superación de la posición depresiva,
\ truido, el carácter infantil y anacrónico de las experiencias bas- que es precisamente la consumación del compl~jo de Edipo.
~-_.tará para resolverlas. Respecto de este ideal de levantar la am- He recurrido a esta comparación de la trasferencia con el
nesia infantil, en la tesis de Maurice Dayan encontrarán la de- desplazamiento de un vehículo a lo largo de una vía para que
mostración del hecho de que debió ser abandonada por Freud se percibiera la oposición de dos posiciones fundamentales. Una
en el curso de su experiencia (aun si se mantiene, corno un refiere la trasferencia a algo que no es ella misma: fundamen-
slogan quizás ideológico, en el frontis del edificio analítico). talmente, a una «realidad», actual e histórica, que permitiría
Dentro de la otra concepción, aquella que comparamos con situarla, relativizarla y, por último, reconducir a su punto de
un innatismo de la imago o del fantasma, la perspectiva es muy partida las ilusiones que lleva consigo. La otra posición, que
diferente. La trasferencia en este caso ya no puede ser referi- abandona .más o menos completamente la referencia histórica
da a otra cosa que a ella misma, porque por definición existió (salvo como ocasión de asociaciones nuevas), se interesa sólo
desde el comienzo trasferencia de imagos preexistentes. La re- en una dinámica cuya exclusiva referencia es la trasferencia
fe rencia al soporte (para conservar esta metáfora) es ilusoria misma: lo cual no sucede, por regla general, sin la introduc-

266 267
ción más o menos disimulada de un esquema ideal y normativo que no es otra cosa que un dispositivo para anular esa variable
de esta evolución. que es el movimiento relativo de la tierra en la medición del
Necesidad de registrar. todo movimiento por relación a un movimiento de la luz. Aplicado esto al análisis, tendríamos lo
sistema de referencias, relatividad de la trasferencia por rela- que se puede designar como una concepción teórica, por eiimi-
ción a una historia preexistente y considerada inmutable: ¿po- ·nación, de la neutralidad del campo analítico. Concepción que
demos extraer algo más de esta comparación? Sabemos lo que no es desdeñable y que resulta muy difícil superar en la medi-
es, en física, la teoría llamada de la relatividad, y sobre todo da misma en que, siendo neutros, no haciendo nada, nos es
lo que ella no es: no consiste en decir que todo movimiento
· sea relativo en el sentido de que el sistema de coordenadas re-
¡ (demasiado) fácil atenernos a la idea de que no contamos en
nada para lo que ocurre dentro de la trasferencia. Aquello a
. ferenciales se pueda elegir arbitrariamente; pero tampoco en lo cual intento llegar, es a otra aprehensión de esta neutrali-
que todo movimiento lleve consigo sus propias referencias, de dad del analista, que no es simplemente esa neutralidad de un
modo que en el límite no se lo pudiera describir por otra cosa campo donde uno puede poner en evidencia algo. Lo que quie-
que por él mismo. En la teoría de la relatividad física, el movi- ro decir es que la neutralidad tiene una función positiva en
miento lleva qmsigo sus propias referencias pero de mn:nera la_prodiicdón de fa tr:_asferencia: no es solamente aquello ~
reglada, según leyes que uno puede enunciar. _ deja a otros factores jugar más libremente, sino que por sí mis-
Evidentemente, no se trata de proponer un~ teoría fisicist ma es otro factor, un factor esencial para la cre&cióD.- -cre-ra
de la trasferencia. En cambio," es cuestión de elaborar una teo trasferencia. "":>< -- · - --
ría del trasporte significante, metáfora o metábola, que dé ra Afirmar la especificidad de la trasferencia en psicoanálisis
zón del hecho de que se trata de un movimiento que se llev importa sostener que ella no es toda cosa, y que ella no es to-
parcialment,e a él mismo, de modo que no se lo podría disolve do; no es todo fuera del análisis, y probablemente no lo es en
confrOI).tándolo con sus orígenes ni sería posibl~ sumergirse en la sesión analítica. Pretender que es todo equivale, en cierta
él como para abandonarse a un desarrollo espontáneo que no manera, a desembarazarse del problema específico que plan-
tuviera que ajustarse a reglas. tea. Por diferentes, por opuestos que sean ideológicamente, hay
dos modos de difuminar así los contornos de la trasferencia,
englopándola en una generalidad que la diluye: hacer de ella
un caso particular de la trasferencia de hábito, ver en ella el
24 de enero de 1984 efecto universal, omnipresente en la cura, de la destinaci6n
lenguajera al analista. ·
La primera tesis, aquella de la trasfe-
¡.
·.· Como todo analista, entendemos des- LA TRASFERENCIA renda de hábito, ha sido formulada
LA .~EUTRALIDAD. tacar una especif'icidad de la trasferen- DILUIDA EN con vigor por Daniel Lagache, y me pa-
.No Es .sow cía analítica por relaci6n a otras ma- EL HABITO rece lo mejor citarlo: •La trasferenéia,
. . . ºREVELADORA neras en que se marca el pasado en el en el sentido más amplio, es la aplica-
· SINO P~ooucrciRA present,e. Con frecuencia la teoría de ción a la situación analítiea de hábitos aprendidos con anterio-
la cura busca esta especificidad en una ridad; estos hábitos pueden o no estar ajustados a la situación
es~cie de reducción de las condiciones de la «maqueta•; la neu-: real y presente; es prácticamente difícil y teóricamente impo-
tralidad del campo analítico se concibe en ese caso como una sible demostrar la existencia de una relación interpersonal sui
especfo de ase'psia experimental, que permitiría poner en evi- generis que no ponga en juego ningún hábito anterio:r:».5 4 La
denda elementos· que se encuentran en muchos otros lugares, fuerza de convicción de esta formulación proviene del hecho
. dispersos, pero. que la complejidad de los demás factores impe- irrefutable de que uno no podría ser, sentir, obrar y pensar,
diti~ _percibir. Después de todo, en la ciencia, ¿qué se hace si de otro modo que en función de lo que uno ha sido. Su debili-
. no ~s eliminar las variables que verturban a otras? Pensemos
en .la famosa experiencia de MiChelson y Morlay (puesto que 54 Oeuvres.III (1952-1956): Le transfert et autres travauxs psychanaly-
en la Feunió~ anterior me referí a ~a teoría de la relatividad), tiques, _París: PUF, 1980, pág. 83 .

. 268 269
dad se manifiesta cuando se trata de delimitar, en esa -trasfe- menéutica conoce dlvornoH camh 10H y tu l wr:111011(i11tlcn trm11'0·
re ncia• generalizada que caracteriza al ser humano, y aun al rencial es uno de ellos, que consiste en afirmar o cr 1 <tajar
ser viviente, aquello que es la trasferencia en el sentido analí- entender al analizado que todo lo que él dice, todos los prota-
tico . Es el término «neurosis de _trasferencia» el que viene en gonistas que introduce en su discurso, son nuevas moliendas
nuestro auxilio en este punto; pero en definitiva, para caracteri- del analista; todas las ·relaciones son disfraces de la relación
zarla, el criterio escogido sigue siendo el de las «repeticiones con el analista. Es un tipo de hermenéutica que en Cierta m~- ·
neuróticas inadecuadas a la reálidad presente». «Repetición» y nera nos confinaría en una suerte de paranoia: todo lo que us-
carácter «inapropiado», he ahí exactamente lo que encontra- ted dice tiene relación conmigo. No obstante si uno agrega: to-
mos a todo lo largo de la obra verdaderamente sintética. de do lo que usted dice se relaciona conmigo puesto que usted
Greenson, Technique et pratique de la psychanalyse. 55 Que es- me lo dice y en la medida en que usted me lo dice, uno modifi-·
te autor se sitúe, no" sin matices pero con convicción, en la lí- ca los términos y plantea la cuestión capital de «la destinación»;
nea de la «psicología del yo», nos permite plantear más clara- que no podría ser reducida a la paranoización infernal a que
mente (y sin el aura polémica y hasta política de que se aureo- conduciría cierta actitud de atención exclusiva a la «enun-·
ló Lacan) la interrogación: ¿se tiene el derecho de trasportar ciación»; ·
«Consigo», al interior de la situación analítica, esta «medida de · ¿Adónde queremos llegar, con este cotejo que puede pare·- ·
todas las cosas», la única. capaz de calibrar «el irrealismo» de cer muy insólito entre una_teoría del hábito y una teoría cte
ciertas reacciones, es decir en definitiva el yo racional del ana- la enunciación? A esto: que, en los dos casos, estamos en pré- ·
lista? Cuestión que se demultiplica en particular en estas otras: sencia de una tentativa de formular la idea de que_ la trasfe- ; :
¿es el yo una inst.ancia de racionalidad, o al menos cuál es su rencia analítica
. no sería sino un caso particular' ejemplar'
. .e.e .
relación con la racionalidad, si sostenemos que su constitución un fenómeno humano universal. Lo que lleva a debatirse ense-..
y su energía de funcionamiento están estrechamente ligadas 8uida con esta cuestión: pero entonces, ¿qué 'difer-encia a este
a la libido? ¿Es la cura analítica una cura de racionalidad, una fenómeno en el análisis y fuera del análisis? La respuesta por
suerte de manera de ampliar hasta lo inconciente (y con una «la inadaptación•, por falaz que sea, no podría satisfacemos por-
técnica nueva) la sabiduría estoica o epicúrea? que precisamente la situación analítica, en sus determinantes
Otra manera de englobar la trasferencia en un fenómeno principales, excluye lo adaptativo y crea la inadaptación. 56 Es
más vasto, incluso universal, asoma en lo que Ida Macalpine vio bien y formuló con rigor: «la trasfe-
LA TRASFERENCIA la utilización, pos-lacaniana, de la dis~ rencia analítica puede ser definida como la adaptación gradual,
DILUIDA EN tinción lingüística entre el enunciado por regresión, al ambiente infantil ·del análisis•. 5 7
LA ENUNCIAÓION y la enunciación. El análisis resulta en En cuanto a la destinación, que yo distingo -ustedes lo han
este caso referido al fenómeno gene- advertido- de la enunciación, me parece que no es más que
ral de la comunicación. A partir del momento en que, en el un primer jalón para distinguir lo que, en el proceso general
«Usted me lo dice•, se presta atención al usted-me {la enuncia- de la comunicación, corresponde a la trasferencia. Una cita de
ción), el enunciado, el esto, no puede ser considerado si no es «Sobre la dinámica de la trasferencia» no hará más que desta-
como una consecuencia, un enmascaramiento, un contenido car la genealogía de esta destinación: «Es entonces del todo nor-
manifiesto cuya enunciación sería el contenido latente. Lo que mal e inteligible que la investidura libidinal aprontada en la
usted dice (sobre tal o cual persona), por el hecho de que usted expectativa de alguien que está parcialmente insatisfecho se
me lo dice a mí, me engloba en su enunciado, que usted pre- vuelva hacia el médico. De acuerdo con nuestra premisa, esa
tendía tan neutro y objetivo. investidura se atendrá a modelos, se anudará a uno de los cli-
La traducción simultánea de las palabras, que alguna vez sés preexistentes en la persona en cuestión o, como también
he criticado cuando tiende a convertirse en una especie de mo- podemos decirlo, insertará al médico en una de las "series"
delo trasponible a la interpretación analítica, y bien, esta tra-
ducción simultánea reaparece bajo toda clase de formas. La her- 56 Cf. supra, págs. 41-7.
57 •L'évolution du transfert-, Revue Fra-ru¡aise de Psychanalyse, vol.
5
5 París: PUF, 1977. 36, nº 3, 1972, pág. 469.

270 271
p11 lq11 knM q11 11 o l 1mdü 11l,o lm l'ormu.d o h asta ese momento• . 58 concertada, comienza en 1897, lo que iría en e l sentido de su-
Lit h 1Mcrlpc16n d e u na trasferen c ia (analítica) en una serie gerir que el tiempo llamado del autoanálisis sería en cierto mo-
diacrónica o gen ealogía, asf como sus analogías (sincrónicas, do el comienzo del fin de la relación con Fliess y de la trasfe-
por as( d e cir) con otras •trasferencias» fuera del análisis, nos r rencia sobre él.
hace pasar muy naturalmente a nues- Insisto en el interés. de los estudios de Octave Mai:moni. No
LUGARES
tro segundo orden de cuestiones: ¿tras- es afrentarlo, por el contrario, decir que no son trabajos en
. DE LA TRASFERENCIA ferencia dónde? Lo que quiero decir el sentido que parezcan laboriosos. Se trata de perspectivas muy
con esto (y no creo poder enumerar to- finas, hasta de intuiciones que por momentos trasmiten un sen-
dos los lugares donde podría haber trasferencia) es que quizás timiento de insatisfacción o de provisoriedad, aun cuando Man-
el análisis nos obnubila con esta evidencia de que trasferencia noni se refiera (¿y quién no lo hace?) a ciertos aspectos del pen-
=" trasferencia analítica, de la misma manera que nos obnubi-
samiento la:caniano. Es entonces siempre con -para retomar
lamos, a la inversa, con la idea de que la trasferencia debería su fórmula- un •ya lo sé, pero aun así ... • como él escribe,
ser simplemente un caso particular de lo que sucede y ha suce- y también, yo diría, como se lo lee. La trasferencia jalona su
dido siempre dondequiera. Conviene entonces hacer jugar (men- reflexión; desde sus textos de La otra escena. Claves de lo ima-
talmente) algunas variaciones, a partir de esta hipótesis: exis- ginario, hasta un artículo mucho más reciente en Etudes Freu-
tirían elementos de trasferencia, definidos como antes lo hici-
mos por lo infantil, por lo sexual y por lo inconciente, en otros
°
diennes acerca del amor de trasferencia y lo real. 6 Cuando
digo que el •ya lo sé, pero aún así .. . •se impone en esta lectu-
lugares; y examinar un poco más de_cerca las especificidades ra es porque, aun si deja trasparentar su molestia en emplear-
de esos lugares en corrimiento pero también en concordancia las, las categorías de imaginario y de ficticio son aun asi preg-
respecto de la situación analítica. Una de las maneras cómodas nantes _para oponer la cura como escena teatral · (con Freud)
de hacerlo es pensar en el propio Freud y en sus propias rela- a lo real, aunque fuera lo real, por ejemplo, del amor de trasfe-
ciones trasferenciales. Desde luego que no quiero arrastrarlos "' rencia. Comoquiera que sea, lo que él aporta acerca de Freud
a ,ustedes a una psicobiografía analítica en profundidad de Freud y de su análisis sobrepasa lo que trivialmente unos y otros han
para descubrir ahí lo que es trasferencia y lo que no lo es. Más podido decir sobre •personajes patern~les• o •personajes fra-
de uno lo intenta, con otra competeneia que la mía. Pero es ternales• que jalonan su existencia. Es verdad que antes de Man-
notable que esta idea de la trasferen- noni, Jones había dicho que Fliess representaba una figura pa:..
EL ANALISIS
cia de Freud haya permanecido ocul- terna para Freud; o Kris, que Fliess remplazaba a Breuer en
ORIGINAL
ta o tabú prácticamente hasta el ar- esta amistad. El interés de lo que propone Mannon~ está en
.tículo de Octave Mannoni, retomado distinguir, justamente, una relación de Freud con Breuer que
_en·,4a otra.escena. Claves de lo imaginario, 59 que se intitula él considera -y en esto evidentemente va demasiado lejos-
•iEI atiálisis .origiriah. Indudablemente, el •autoanálisis» de Freud como no trasferencial, y una relación con Fliess que él sitúa
· · · había sido mucho tiempo antes registrado, comentado, a raíz desde el comienzo bajo el régimen del •coup defoudre». En cuan-
de ·la publicación de la correspondencia con Fliess; incluso se )l to a Breuer, Mannoni va quizás un poco rápido cuando lo sitúa
·había insistido en el interés de la relación con Fliess, pero en _ fuera de toda estirpe psíquica. Pero en fin, es muy penetrante
. .definl.Úva ha sido una innovación de Mannoni describirnos es- su expresión cuando dice que están casados •bajo el régimen
... -. ºta rela~i(>h llamada auto~analítica como una relación trasferen- de la separación». •Breuer [dice Mannoni] es uno de sus mayo-
--.~.' ciaf. ·Por otra parte, .desde un punto de vista cronológico hay res, un mentor, que pone a disposición de Freud su dinero, sus
-· que destacar -que; según esta correspondencia con Fliess, el consejos, su saber, su experiencia. [Ustedes lo ven, encontra-
·áutoa.Rálisis en el sentido propio, es decir el momento en que mos aquí algo que el propio Freud formulará con su primera
Freud decide aplicarse a sí mismo su propia técnica de manera y basal forma de trasferencia, una trasferencia apacible y ra-
cional.) Freud sabe muy bien lo que espera de Breuer, y tam-
58
S: Freud, •Sobre la dinámica de la trasferencia•, en OC, 12, 1980,
. .pág. 98. . . ~
59 60 •L'amour de transfert et le réeh, Etudes Freudiennes, nº 19-20,
· Buenos Aires: Amorrortu editores, 1973.
1982, págs. 7-14.

- . 272 . .
273
bié n sabe lo que d e é l h a o b tenido. ¿Cómo no s orpre nderse d e ta la metaforización, o la m e tabolizac ió n, par a e m p lear e l tér-
~u afán p o r d e volverle sie mpre lo que le debe (dinero o ideas, mino que yo prefiero, de esta relación con Fliess , y de lo q u e
sea lo que fuere)? Viven bajo el régimen de la separación: a Fliess pese a todo había pronunciado, o velado, en su se udo
cada instante, Freud hace hincapié en que es Breuer quien ha saber sobre la sexualidad humana.
inve ntado el método, no sólo el método catártico sino hasta,
d ice, el psicoanálisis». 61 Creo que esta manera de calificar la
relación de Freud con Breuer es totalmente pertinente, pero
desearía ir un poco más lejos: si Freud sabe muy bien lo que 31 de enero de 1984
demanda y lo que obtiene, es porque nunca demanda m<iS de
lo que razonablemente podrá obtener; lo que por otra parte
no es poco, puesto que se trata de la comunicación de una ex- En este «análisis original», ¿en qué insiste Mannoni conde-· ·
p eriencia ftindamental que hará época: aquella de la primera sigual fortuna? En pl-imer lugar, en el linaje psiquico de las
c ura catártica. El no demanda a Breuer, digamos, ningún se- traefer.encias . .La trasferencia sobre Fliess no es simplemente
creto; su relación los sitúa por así decir del mismo lado por re- una trasferencia paterna sino una trasferencia que tiene (por ·
lación al objeto de conocimiento, y no a una y otra parte de lo inenos) un intermediario, representado por Fleisc1'1," un con-
:
e ste. objeto, lo que haría de este un desafío. Una comunicación discípulo de mayor edad de Freud en el equipo de Brücke: A,un- ·· ·
científica no es más que un aspecto bien particular, desexuali- l; que la consonancia de los dos nombres, Fliess y Fleischl, no
zado, de la comunicación. Con Freud-Fliess, Mannoni no se equi- se puede desdeñar, empero ello no alcanza para hacer una tras-·
voca en decir que es desde el comienzo un coup defoudre, y ferencia. Es interesante remitirse a toda la historia Fleischl,
q ue eso va a terminar muy mal. Tenemos aquí investigadores y ustedes pueden leerla en Janes; está ligada al descubrirri.J:~n­
q ue trabajan sobre esta relación de Freud con Fliess y sobre t<i to y a la primera utilización de la cocaína. Pero Mannoni no
s us desafíos intelectuales así como psíquicos. Se podrá trabajar se funda en esto; se apoya sobre todo en una carta de Freud
c on mayor comodidad todavía cuando se disponga del cortjun- a su prometida Martha, donde Freud se entrega a una larga
t o de la correspondencia Freud-Fliess, lo que será pronto. El ensoñación en que pone a Fleischl en el lugar de él mismo ante
conjunto .. . o al menos las cartas de Freud, porque no conser- Martha y, se podría decir, como su mensajero: «Siempre lo he
vamos, o conservamos muy pocas, ustedes lo saben, cartas de considerado -dice- como mi ideal ... pensando en este ami-
F liess a Freud; es como un análisis del que sólo tuviéramos el go superior, me acudió la idea de lo que podría hacer de una
62
discurso del paciente y no las intervenciones del analista. ¿Pe- joven como Martha, el engarce que daría a esa joya ... ».
r o no es esto lo esencial de un informe de análisis, aun si, como ,. De esa trasferencia de trasferencia sobre Fliess, Mannoni
e n los análisis de Freud, el analista habla mucho? Que Fliess esboza incluso, se podría decir, el carácter a su vez trasferible
haya hablado relativamente poco, digo desde el punto de vista dentro de lo que él llama «la capacidad para Freud de repetir,
de la densidad, auri si sus cartas eran quizá largas, ello no refu- para otro [un paciente], la situación que él había debido vivir
ta que se trata ahí de una relación analítica. \) primero para él mismo». El punto de partida de esta capacidad
Ustedes lo saben, eso termina en disputa. Desemboca, del sería 1907, el análisis del Hombre de las Ratas, fecha a la que
lado de Fliess, en lo que hay que llamar una paranoia centrada Mannoni atribuye gran importancia porque es la fecha supues-
e n el problema de la propiedad de las ideas y del plagio. Y en ta de la muerte de Freud dentro de una teoría de los períodos
F reud, ¿podemos decir que eso culmina en una resolución? ¿O que es la de Fliess.
0

b ien en otras trasferencias? Es indudable que las relaciones Otro punto: Mannoni insiste en lo que él concibe como as-
:. 'I ·
de Freud con otros nunca serán las que tuvo con Fliess; él no pectos narcisistas de la trasferencia. Fleischl, lo hemos visto
e ncontrará segundo «tramo de análisis» . . . salvo, como se di- hace poco, es descrito como «otro yo» y, con Fliess, este aspee~
ría , una trasferencia sobre la teoría; es la teoría la que le apor- to de imagen especular sería igualmente pregnante. Confieso

61 La otra escena. Claves de lo imaginario, op. cit., pág. 89 . Entre cor- 62 En Correspondance (1873-1939), París: Gallimard, 1966, pág. 22 . Tra-
chetes , comentarios d e Jean Laplanche. ducción revisada por Jean Laplanche .

274 275
que no me convence demasiado lo que cito: •tenemos una fo- cidad menstrual, pero generalizada, y, en fin, la corresponden-
tografía donde ambos amigos [Fliess y Freud] aparecen juntos cia de las estructuras de la nariz y de los órganos genitales con
como dos alegres compadres, complementándose tan a la per- la famosa •neurosis nasal». Por lo menos dos de esas falsas teo-
fección que el efecto es casi cómico. Esa fotografía basta por rías encontrarán en efecto su continuación, su metábola, en
sí sola para hacemos comprender por qué Freud no podía me- el pensamiento freudiano: la bisexualidad subsistirá en el tras~
nos que llamar a Fliess "mi otro yo". Cada uno de ellos es la fondo, como una especie de invariante al que Freud se referirá
imagen narcisística del otro; es el caso de aplicar la noción freu- siempre, pero al que teorizará después del lado del complejo
diana de elección de objeto narcisista, mientras que Breuer era de castración. De igual modo, la periodicidad subsistirá de dos
un objeto "anaclítico". Estas observaciones son necesarias pa- maneras: como invariante en el sentido de que la superstición
ra situar el lugar en el que se desarrolló el -análisis original, de Freud con respecto a los períodos lo acompañará toda su
y el tipo de identificaciones que lo sustentó».63 Yo no creo que vida, y al mismo tiempo se metabolizará, se elaborará en lo que
la simple contemplación de una fotografía (sobre todo con el des- conocemos como repetición y pulsión de muerte.
fasaje en el tiempo), ni expresiones como «mi otro yo», basten Otr() punto planteado por Mannonf, en relación con lo que
para especificar una trasferencia narcisista al menos en el ssn- yo indicaba hace un rato acerca del narcisismo, y que no siem-
tido bien estricto en que la entendemos, es decir una trasfe- pre es llevado hasta el fondo, es la cuestión de la simetría-
rencia dual, puesto que el hecho de ser otro yo, segú~ lo vimos disimetría entre los dos •alegres compadres». A veces Mannoni
hace un momento para el caso de Fleischl, puede significar tam- ~
(
parece asimilar el diálogo de ellos al paralelismo de dos monó-
bién que alguien es el mensajero de mí mismo, lo que no es logos: •Lo que ocurre entre ambos, ¿puede considerarse un in-
en modo alguno la misma cosa. tercambio? ¿Es un diálogo? ¿Serán monólogos? O, más bien,
Mucho más interesante, siempre den- ¿cómo puede establecerse una relación analítica sin que nadie
1
FREUD-FLIESS tro de este artículo de Mannoni, es el >I sospeche aún que pueda existir tal relación? Vemos, en todo
Y hecho de que él insiste en el no saber caso, que son, el uno para el otro, el sujeto supuesto saber (La-
EL FALSO SABER de Fliess, en la línea de la fórmula de can), pues en un análisis también el analizado, necesariamen-
Lacan, del «Sujeto supuesto saber»: te, figura como sujeto supuesto saber». 64 Mannoni prosigue de
Freud supone, en efecto, que Fliess sabe. Somete a su juicio una manera un poco aventurada esta idea de una simetría, q~e
todas sus ideas, sus ensayos, sus tentativas, todos esos famo- corregirá poco después, felizmente, porque es dudoso qµe en
sos manuscritos, incluido el gran •Proyecto de psicología». No realidad Fliess haya supuesto nunca que Freud pudiera verda-
......
·.·
saber.quizá, o supuesto saber, es también, según Mannoni, un deramente enseñarle algo. Mucho más afortunada que este es-
falSo saber, en· ~l. sentido en que las ideas de Fliess son, por. ".l bozo de una. relación simétrica, me parece la idea de la disime-
io menos, paracientíficas. A decir verdad, ¿qué es un falso sa- tría que aparece en otro momento _del mismo artículo. Fliess,
ber·(y el pr_opio Mannoni conviene en esto) si no un saber uni- nos recuerda Mannoni, es mucho más •desapegado» que Freud
lateral que puede metabolizarse de cierta manera en una ver- en la relación. No lee mucho los manuscritos que le envían;
. daO.? Todo el interés está en ver precisamente el modo en que ) ~1 de ahí a hacemos pasar a la imagen de un analista, puro reen-
Freud va a metabolizar esos falsos saberes o, se podría decir, vío al que envía, que no .e scucha, estúpido incluso, hay evi-
. es<;>s falsos e_lementos ·de interpretación que le son proporcio- dentemente una distancia escasa, y Mannoni la franquea bien
nados por Fliess -si es que queremos continuar la compara- alegremente: «Esta historia [trasferencia!] tiene algo muy sin-
ción con un análisis, ha8ta el punto de comparar las teorías flies- gular puesto que, en la historia, el papel de Fliess ha sido
sianas con tentativas de interpretación-. ¿Cuáles son esos •des- desempeñado miles de veces por seres que se llamab¡m La Boé-
''· ;t '
cubrimientos» por metabolizar? Ellos son por lo menos en tie, Béatrice, Laura, Regina, etc., y sin duda muchos más que
númer9 de .tres: la bisexualidad, la idea de la periodicidad bio- han quedado en el anonimato; pero nuf!ca se había visto en-
lógica ·en·e1 ser humano, concebida com<:> análoga ala periodi- vuelto en semejante situación un psicoterapeufa [es decir,
Freud] tan bien preparado_para asumirla posición de enfermo.
63
La otra escena. Cw:ves de .lo imaginario, D'P· cit., pág. 90. Entre cor-
chetes, come~tarios de Jean Laplanctie. 64 !bid., pág. 91.

276 277

·· :-.
1: · ·1_< '':" Ch nrcot, f<'rc ud h ubfa uprnndido a identificarse con
Con Mannoni, e ntonces , vue lvo al panorama de co o,.\unto ,
,I p ucic ntc.
Lo que apr e ndió junto a Breuer fue que este no
Y más allá de él, paro en esto: ¿qué nos puede enseí'\ar esa tras-
:>abla n ada más que lo que su paciente podía enseñarle. Lo que ferencia indiscutible pero oscura, de Freud sobre Fliess? ·
había de aprender "de" Fliess era que el paciente aprende to- En primer lugar, la trasferencia es lo que define al análisis,
do lo esencial de la trasferencia misma». 65 el de Freud o cualquier otro. Que él lo llame análisis de sí, Selbst-
Tenemos· allí en definitiva una imagen harto solipsista de analyse, ·no implica para nada que se trate de un proceso · · .. ·,.
la trasferencia, por la cual este analista, en efecto estúpido, «auto-analítico», de una reflexión o de una introspección, no ·
y que no escucha, basta para el análisis de Freud desde el mo-
r
importa cuán armadas de nuevos instrumentos técnicos ..Todo·
.i
mento en que del lado del «analizando• existe capacidad para pretendido auto-análisis se sitúa en la destinaci6n a alguien,· ·
trasferir. y allí uno debe poder señalar la trasferencia.~ .
Haré intervenir todavía otro artículo de Mannoni en la.mis- · Segundo punto, la tra~ferencia de
ma recopilación, donde forma como un tríptico con «El análisis TRASFERENCIA, Freud, trasferencia llamada odginál,
original» y el texto ·sobre «El Hombre de las Ratas•; se trata de SABER se sitúa en el dominio del saber. Es,
«El sueño y la trasferencia•>, 66 que persigue en todos los senti- Y SECRETO tal como se lo ha dicho por lo · de mas
dos una analogía inicial establecida por Freud, puesto que el (volveré en un instante sobre este tér-
sueño, también, lleva consigo trasferencias del deseo inconcien- mino), lo que se podría llamar un análisis «docto». Se trata
te sobre los restos diurnos. De modo que Mannoni adhiere a de elabo•ar el psicoanálisis como clínica y, aun más, como teo-
la fórmula prudente, dice él, en efecto, según la cual la trasfe- · ría. Recordaba hace un rato esos famosos manuscritos, apasio- .
rencia sería ·como el sueño, lo que evidentemente puede ser * nantes, esas especies de billetes galantes enviados por Freud· ..
percibido con un oído muy diferente según la manera en que a su compadre; esos manuscritos que, aun en el marco de est~
uno conciba al sueño. Parece que, para Mannoni, decir que la 1 análisis, no se pueden tratar como sueños puros y simples, o,
trasferencia es como el sueño equivale a asimilar lo que él lla- para el caso -y yo insistía en esto hace un rato ' a propósito
ma la «escena del sueño• y el «terreno de juego.. de la trasferen- del sueño-, hay que decir inversamente que los sueños, tam-
cia, en una derrealización radical o, en todo caso, en un corte bién ellos, pueden ser lugares de elaboración. Sólo es posible
radical con la realidad, e incluso con~ la relación interperso- tratar los manuscritos como sueños si uno admite tratar los sue-
nal, en favor de lo que el autor, dentro de una línea lacaniana, ños como crh¡oles de perlaboración, aunque no siempre lo sean
aunque muy personal, llama el «Significante•; la trasferencia de elaboración teórica. Tercer punto, la trasferencia de Freud
como el sueño serían ante todo repetidón de un guión escénico se sitúa (y aquí formulo más allá de Mannoni) en una demanda
significante, tal vez exclusivamente eso; al punto que Manno- '~ que es una demanda de saber. No hay más .que leer la 'corres-
ni insiste en el hecho de que en el caso Dora, uno de los süeños pondencia para ver a ese pobre Freud, como enamorado perdi~
es soñado antes del análisis, y así desde el comienzo proporcio- do, esperar de Fliess el menor signo de aprobación para todo
na la secue:c:icia escénica de lo que ocurrirá. . . lo que quiere lo que él le propone: ¿qué piensas de esto? ¿Tengo razón? No
deeir en cierto modo que no pasará gran cosa. El sueño se en- :.) me has respondido sobre eso. ¿Has leído mi texto?, etc. Lo ve-
tiende entonces en Mannoni como puesta en escena, y la tras- mos languidecer después de sus encuentros periódicos, lo que
ferencia como expresión más que como crisol o como lugar de él llama sus «Congresos• .
una eventual elaboración del deseo.67
en todo lo cual la motilidad participa plenamente, lo que no impide que
no cometa acting-out; y a la inversa, Dora, quie n muy juiciosamente se
65
!bid., pág. 98 . Entre corchetes, comentarios de Jean Laplanche. f.:·, ., limita a hablar para anunciar µna decisión que tiene por consecuencia na-
66
En ibid., págs. 113-20. da. menos que hacer desaparecer análisis y analista, como lo había imagi-
67
Antes de dejar este artículo, que ya es antiguo y tiene por lo tanto nado· Lacan, por la misma trampa que al señor K. Para exagerar un poco
s us límites, pero que también da .en el blanco en muchos . puntos, querría en esto, diré que la abstención de la motilidad, la no-motilidad, en el análi-
señalar nuestra perfecta concordancia acerca de una cuestión diferente: sis, es una cuestión de comodidad ... No digo que se deba alentar la' ges-
es cuando Mannorii critica la idea de que el acting-out tenga relación con ticulación; pero la expresión diferente de la verbal, la expresión gestual,
·1
la motilidad. Sitúa en oposición al Hombre de las Ratas que en efecto, en ¿por qué no?, no necesariamente pone en peligro lo que llamo la cubeta
su análisis, no se priva de levantarse del diván, de gesticular, de gritar, analítica; cuyo límite, «el recinto», es de un muy diverso orden.

278 279

· )
Mi cuarto punto, siempre avanzando en la misma dirección , esta carta a Martho. cltudu por Mlumonl, <111 1111 punto d11"'u'
es que esta demanda de saber recae sobre lo sexual. ¿Tal vez riencia enteramente anodina; Flelschl lo confió un H<.lcreto y
toda la diferencia con Breuer se sitúa ahí? Con Breuer, es casi. Freud lo traiciona con su prometida Martha; el secreto es qu
·~ ,
seguro desde el comienzo que este se rehusará constantemen- Fleischl aprende sánscrito . .. Pero sobre todo en la correspon-
. te a seguir a Freud en su sexualismo; y si de la boca para afue- dencia con Fliess, innumerables veces Freud emplea esta cláu-
ra admite la importancia de lo sexual, se retractará enseguida. sula cuasi profética: •Te revelaré el gran secreto», el secreto
Y bien, con Fliess, Freud ha encontrado a quién hablar de lo \i.
de la .neurosis, el secreto del sueño (la famosa placa votiva:
sexual. Los mensajes de Fliess (neurosis nasal, bisexualidad, aquí es donde fue revelado a Freud el secreto del sueño); hay
periodicidad), en la medida en que se los puede reconstruir, también secretos negativos, como el pretendido fracaso de la ·
versan sobre lo sexual y en cuanto tales precisamente dan lu- teoría de la seducción. Pero existe también el secreto del lado
gar a perlaboración. de Fliess, el secreto supuesto, que es el correlato de una de-
Mi punto siguiente es que no sólo la demanda recae sobre manda incesante: tú me ocultas algo (con respecto a mi esta-
el saber sexual sino que la trasferencia guarda relación con un do, por ejemplo, carta 17), tú me ocultas la gravedad de mi
secreto sobre el saber. También aquí es instructiva la compara- estado cardfaco debido al tabaquismo, etc.; tú no me respon-
ción entre Breuer y Fli~ss esbozada por Mannoni. El mencionó des; tú no me lees, etcétera.
un régimen de separación entre Breuer y Freud; diría más bien Evidentemente no he terminado este tema del saber y el
que entre Breuer y Freud la comunicación científica se produ- secreto; la próxima vez me propongo hacer una excursión rá-
ce en un dar a cambio. El saber es un objeto común, comparti- pida por La.can y lo que se puede aprovechar de su «sujeto su-
do e intercambiado. Se podría decir que en cierto modo está puesto saber•, poniéndolo en relación con lo que por mi parte,
replegado sobre el dominio de la autoconservación. O también, inclusive reconociendo el interés de esta fórmula, yo denomi-
para emplear una imagen más tópica, más espacial, que Breuer no el significante enigmático. Pero previamente, dos apunta-
· y Freud se encuentran del mismo lado por relación · al objeto mientos.
del saber que ellos contemplan y estudian en común. Lo que Primero, ¿introducir la noción de saber en el análisis, en
indudablemente es la mejor manera de neuttalizar, de d~sero­ la práctica analítica, significa intelectualizarlo? Este reproche
tizar la relación científica o la relación~ enseñantP. A la inver- de intelectualismo, ustedes lo saben, se ha dirigido al análisis
sa, con Fliess hay una sexualidad del saber que es dobk: se- francés, y particularmente a Lacan, quien se burló de él (no
xualidad del saber en el sentido de que el contenido tiene rela- basta burlarse para responder). En cambio, cuando Valabrega
ción con lo sexual, de lo que se trata es de conocer la sexualidad; utilizó el término «psicoanálisis doéto», criticaba un punto pre-
pero, por otra parte, sexualidad del saber en razón de la situa- ciso del lacanismo, que efectivamente es de los más discuti-
.· ción· misma de . los dos compañeros por relación al objeto del bles: según Lacan, llegado a cierto punto de su doctrina, el único
·. saber. En efecto, este es objeto de una lucha, de un desafío análisis verdadero era el destinado a formar analistas, por lo
o de. una demanda. Lejos de estar del mismo lado, ellos están tanto, el análisis llamado «didáctico•. Evidentemente el laca-
·de una y de otra parte, y, además; en una posición disimétrica: nismo juega con una ambigüedad del término saber: el saber
. . i uno;·según' l:;i fórmula, es supuesto saber, y el otro demanda «docto•, por una parte, con la reserva de denigrarlo bajo el nom-
. .·. . saber. ·Por eso mismo se desencadena algo que es una repro- bre de saber universitario oponiéndolo a.la verdad, pero igual-·
..·· . duCción directa de la situación disimétrica en que se engen- mente lo que él llama •saber sobre eldeseo•. Diré por mi parte
: .... · dra; para el.niño, la sexualidad. Esta disimetría, este desafío que esta cuestión del saber, si uno quiere conservar este tér-
del saber, se expresa por medio del término de secreto. Es no- mino para caracterizar una dimensión fundadora de la trasfe-
. table· la frecuencia de este término en Freud, y sobre todo en + rencia, no puede ser devuelto a su verdadero sitio si no es por
este período y en esta correspondencia. Secreto, Geheimnis e:r:i una referencia a la situación original; me refiero no al análisis
." a}emá:n; que a veces es traducido por misterio, o también por original de Freud, sino a la situación original de la infancia .
· . · enigma (lo que remitiría al aspecto enigma: en el complejo de Decir que para el niño se plantea una cuestión de saber no es
. EdÍpo, es decir a la función de la Esfinge en este complejo). «intelectualizar-. Tengo que limitarme a remitirlos a lo que Freud
El término Geheimnis aparece .ya a propósito· de Fleischl, en pudo decir en particular en el «Proyecto de psicología• y en

.. . 280 281
t.t• rn l llhn> t,11 11 p ro 11 t.o 1·0 11 10 lo t.c 111 ).(1t 0 11 111 lt1 111 11 l1 f11i, rtln 1 1>~ 1 , 1~111
11 idos los 111 111111 HcriL<>H d (~ t•sta ~ p o c a, t:1ob r c el
h ech o d e que un nad a m ás,, .ill:I
111v 11 Hi ~J <: llega a l ni ño , y q ue e:;¡e m e n saje es traumatizati'fepor : T e rmino c on este p asaje q u e a mi parecer lndtcn otrn c1>Ha
q \~\.~ n o p u ede ser liga do, c onte mdo, y no j2uede ser conl!m.i.d9 i}.
que una pura y simple disoluc ión d e la trasf eren cia por retor-
po rq u e e l niño no tiene el nivel de conocimientos requerido. no al emisor. «Tengo el derecho de enviarte mi libro . .. "·
Este nive l de conocimientos no- supone conocimientos aíScur~ .' .
s!yos-: Una expresión muy hermosa del autoanálisis de Freud '·
sit úa bien este saber. La que él llama su «profesora de sexuali-
d ad», en la carta 70 a Fliess, es su niñera, su Nania. ¿Qué signi- 7 de febrero de 1984
fic a entonces no tener el nivel de saber requerido? Es que los
e le mentos psíauicos Llomáticos no están .presente_§,J)- ªraJiar
un sentido al placer sexual o a los avances sexuales, o a fos
m e nsajes sexuales del adulto. Lo que también se puede expre- r
..
---~
-\ La pregunta «¿dónde hay trasferencia?»
únicamente adquiere todo .su sentido
sar así: el niño no conoce el placer del orgasmo pleno y por
CONDIC IONES DE
PRODUCC ION Df~ · LA
\
en el intento de dilucidar las condi-
! eso mismo no puede asimilar lo que se le comunica. Esta pers- TRASFERENCIA: Los \ ciones de producción de la trasfereri-.
1 pectiva freudiana (que es también la perspectiva de Ferenczi)
, sobre el «Saber» es para registrarla. Ella sola permite situar es-
l HEHUSAMIENTOS \ cia. Cuestión genuina, plante~~ª por ..
1 ·-·-··- ··---· ·-···--·· ----_.../ un Lagache, pero de la que yo dina, pa-

i
ta fórmula de Lacan, seguramente verdadera, .pero insuficien~ ra señalar sus .aristas, que él la plantea dentro de un ·marco.
te : «desde.que existe en alguna parte el sujeto supuesto saber, falso. El marco falso es «la unidad de la psicología», ·es ·decir :
existe trasferencia». la idea de que el psicoanálisis es un fragmento de psicología, .
En cuanto a mi segundo apuntamiento, es oportuno para 1 que en definitiva los hábitos de amar no son diferentes de los
clausurar este diálogo con Mannoni, y lo haré muy brevemen- demás hábitos, que lo sexual no sería, en consecuencia, algo
te . Que la trasferencia se desenvuelva en el elemento del sa- aparte; lo que va en el sentido de la desexualización moderna
ber no implica que sea resoluble o soluble por un saber sobre del análisis y del escándalo que hay siempre en entender que
la trasferencia, lo que parece ser la posición de Mannoni. Afir- sólo lo sexual es reprimido. Pero el planteo mismo de la cues-
mar que el saber sobre la trasferencia.,. remite pura y simple- tión corresponde a una realidad: la trasferencia es producida,
m e nte al trasfiriente, pretender disolver la trasferencia como y es necesario describir con precisión las condiciones de esta
u n a ilusión, es también lo que Freud en cierto modo reprocha- producción. Tras criticar con lucidez las formulaciones freu-
rá a Fliess; y citaré, para terminar, un pasaje de una carta que .i,, dianas más trilladas -que reducen lo esencial de la trasferen-
se sitúa enteramente al final de su relación, en el momento ;
cia a la disposición neurótica del analizado-, Lagache muestra
e n que e so va mal: «Es imposible disimularnos que tú y yo esta- finalmente su aspecto defensivo, de parte de los analistas: so
mos distanciados; toda clase de pequeños detalles me lo hacen pretexto de incriminar al neurótico por su estilo de trasferen-
v e r ... Tú llegas allí hasta los límites de tu perspicacia. Tomas '
partido contra mí diciendo que ''quien lee el pensamiento de '~ cia, no se trata de dejar por eso a salvo al psicoanálisis (ni al
' psicoanalista), sin el cual el fenómeno de la trasferencia no apa-
o tro no descubre otra cosa que sus propios pensamientos" [¿qué recería. Ya he tenido ocasión de recorrer paso a paso esta ar-
o tra cosa hace entonces Fliess que remitir pura y simplemente gumentación, en la que el propio Lagache sigue los pasos de
e l p e nsamiento de Freud al emisor?], lo que quita todo valor Ida Macalpine. La «situación» produce entonces la trasferen-
a mis investigaciones. Si es así, arroja mi Psicopatowgía sin leer- cia, pero nuestra apreciación es diferente en cuanto a lo que
la a l c esto de papeles. Hay en ese libro muchas cosas que te .L verdaderamente causa la trasferencia en el seno de la situa-
atañ e n, cosas manifiestas para las que me has proporcionado ' ción. Existen desde luego, pero se ha insistido demasiado en
ma teriales y cosas ocultas cuya motivación proviene de ti. 'Ade- ellos, esos elementos que podemos llamar infantilizantes, en
más, me has proporcionado el epígrafe. Cualquiera que sea el
valor perdurable de esta obra, encontrarás en ella la prueba 68 Carta 145 a Fliess, en La naissance de la psychanalyse, París: PUF,
del papel que hasta hoy has desempeñado en mi vida. Después + 4ª ed., 1979, págs. 296-7 . Entre corchetes, comentarios de Jean Laplanche.
d e se mejante declaración tengo sin duda el derecho de enviar-

283
28 2
1111 111 111 11111 lt1ht11 l llbo11u y 1111 tlo lo 111 (11 11111, y c¡ll o 1111o d n 11 d()11 <ano yo p ru l'h i ro, ti! rü h m11 un l1111t,o do In l11t,orvm 1clt>n 1td np -
• ·u11p¡lil111111 lo,. f n vo 1111 •e11 10 1mt de, 111 11110 c·nh1, Jlnm nr Ullu re· t,aUv u, m u n tpulaclón "ó COn8c]o. Es conocida est a frusc t,c nnlnal
M11 . d e -un añaliza d . racias por no h a b erme dad o consejos . y a
l lny mu c h o máli qu e C80: h e i n sistido e n un segundo tipo la inversa, el rencor de quien ha podido recibir en el análisis
d (.) e le m e n tos q ue lla m é (de una manera. tal vez no muy elo- lo que podía tener el aspecto de un consejo, aunque fuera, des-
c u e n te) e le m e ntos de abstracción, por lo cual entendía una abs- dichadamente, el eventual consejo de hacerse o no hacerse ana-
tr acci 6n real y no una abstracción por el pensamiento. Se pue- lista, lo que es, como tal, del orden de lo adaptativo cuando
. de proponer otro término, que sería el de «seclusi6n•, ni exclu- se formula de ese modo. Y después el segundo tipo de rehusa-
sión ni reclusión, sino poner aparte, dejar de lado. Esto es miento, sin perjuicio de que existen otros, es el rehusam1ento
justamente poner lo adaptativo sobre la tangente (como se in- del saber, y es justamente en este caso donde rehusamiento
dica en el esquema de la cubeta). no vierte el alemán versagen, que sería a la vez rehusar el sa-
Pero esta seclusión no es el mero producto de un dispositi- f!.er y; reh'lisarse a_saber. ~~rque el saber no es algo que uno
vo impersonal que sería el análisis «en sh. Es sobre todo obra tenga y que constituya objeto ae desafío: «lo tiene, no lo tie-
de la posición y de la actitud del analista en lo que yo llamo ne», aun ·si fantasmáticamente esto pueda parecer así en cíe'!".:..
los «rehusamientos». En Freud se trata de este término bien tos momentos de la cura. Aun los padres -puesto que yo com-
difícil de Versagung, que constantemente ha sido traducido por paro,-e neste"{mnto, la s ituación del análisis y la situación en
«frustración»: frustration, por los ingleses, sin que los Strachey que el niño demanda en vano un saber sexual que le es
parezcan ver en ello un problema. «Frustration•, además, has- rehusado-, después de todo, ¿ellos qué saben?, ¿y qué podrían
ta hoy, en francés, como a falta de algo mejor, hasta el punto comunicar de lo que saben sexualmente? El texto de Freud so-
de que en el Vocabulaire de la psychanalyse nos dejamos lle- bre «Las teorías sexuales infantiles» encuentra su complemen-
var por la pendiente de este término francés no sin expresar to nec~sario en otro: «El esclarecimiento sexual del niño», ar-
serias reservas, a la vez pertinentes y ... platónicas. 69 Una vez tículo qw.e expresa el más extremo escepticismo sobre lo que
dado el paso de hablar de rehusamiento y, en la cura, de los puede querer decir y sobre aquello para lo que puede servir
rehusamientos del analista, digamos que son de dos clases, se- un curso de sexología impartido a los niños. En todo caso, las
gún que recaigan sobre el dominio de lo adaptativo o sobre el mascaradas de la sexología enseñada a los niños siguen tal cual,
saber. Los que se relacionan con la seclusión de lo adaptativo apenas han evolucionado desde hace varias décadas, cuando
son como la prolongación.interna -la reduplicación en la cura se tomaba el ejemplo de la «Semillita,. (se ha retomado la semi-
. mi1'¡ma~ de, la cubeta; tanto es cierto que no basta haber traza- llita, un poco mejorada, pero esto no vale mucho más). ¿Tal
.' .... :. do.lof;°límites.temporales y espaciales de la cura para terminar vez en verdad toda sexología, y no solamente la que está desti-
· · ·:·con lo exterior. El rehusamiento y la seclusión propios de la nada a los niños, se ve precisada a emplear un lenguaje por
tubeta se continúan en la sesión misma, en particular por el definición inadecuado?
tehusamiento del analista a intervenir en lo «real•, o, formula- Vuelvo a un inventario, necesaria-
TRASFERENCIA: mente incompleto y apresurado, so-
6 HOSPITALARIA; bre los lugares donde se podría pre-
, . 9' Vocabulaire de la psychanalyse, op. cit., artículo •Frustration•. Pro- TRADUCTIVA; sentar una trasferencia analítica. En
puesto desde hace mucho tiempo (exactamente, desde nuestra traducción
. .de •Introducción del narcisismo• en 1957), el término refus (o su derivado ENSE~ANTE Freud, el primer ejemplo que acude
. neológic'o refusement [rehusamiento]) hizo su camino entretanto, a través bajo su pluma es el de los «estableci-
• .de las observaciones del Vocabulaire, y después, recientemente, de la te- mientos hospitalarios». Lo ha repetido dos o tres veces. Sin du-
sis de· Maurice D.a yan, para imponerse al fin. Hasta tal punto la concepción
· · objetivista de la frustración obnubila, a pesar de nosotros, lo que en el or- da tenía en manos un libro de Gabriele Reuter, Aus Guter Fa-
..den .de lo sexual la suple y la suplanta, es decir el juego intersubjetivo que milie (1895), que justamente informaba sobre fenómenos maJ
sm;trae al otro lo que espera obtener y, ante todo, saber. •Versagen• en sivos de trasferencia en los establecimientos psiquiátricos. De
· · efecto 'implica, a.alguien que rehúsa o, llegado el caso, que •se rehúsa a•, manera muy parcial, Freud. ve en este hecho una prueba de
.lo que va mucho más }j;;jos que un simple •frustrar•. En cuanto a la raíz
. ·s.agen, deeir, no podría ser descuidada, ·aunque en este caso se integre en que «no corresponde anotar en la cuenta del psicoanálisis aque-
una 'significación más global. llos caracteres de la trasferencia, sino atribuírselos a la neuro-

. 284. 285
sis,., ·rn e n lugar de preguntarse si n o h a br(a e le m e n tos ::iimlla - p unto de referencia fundurncntai.; o l>lcn «Cll t:uuuto tt l "ol>,I(
rcs e n la situac ión. En particular habría que preguntarse si no to a", estoy en vías de debatirme con eso». Lo que viene :sera
hay aquí igualmente rehusamientos fundamentales: rehusa- más bien: «Veamos, he asistido al seminario de Lacan en tal
m ie nto del saber, característico, desde que existe, del poder período; en tal otro momento me acerqué, adherí a la Ecole
médico, y también rehusamiento de lo adaptativo, que está ex- Freudienne, y después, cuando se produjo aquella escisión, o
cluido por el hecho mismo de la «tutela». aquella disolución, etc.»; en suma: la respuesta se formula esen-.
Hemos desarrollado en la reunión anterior, con Mannoni, cialmente en los términos de una adhesión personal, mediada
la trasferencia en el caso .de Freud y del análisis original. Tam- por un problema de adhesión institucional. ¿Se debe al rehusa-
bién habría que analizar -pero desdichadamente yo no he te- miento de Lacan que uno separe su decir de su persona? Esto
nido tiempo de hacerlo- la trasferencia del traductor o, más es así. Pero sería superficial convertirlo directamente en obje- .
e xactamente, de la traducci6n: Todo esto para llegar a la tras- ción, porque ello supondría como ideal que uno pudiera traba-
fer encia enseñante, y a quien introduce esta idea, es decir, ma- jar sobre el decir sin .ocuparse en·manera alguna.de las·condi-.
nifiestamente, Lacan. Y esto en un doble sentido: aquella que ciones de su enunciación y de su destinación, o sea, que el d~­
é l establece y aquella de la que él habla. Porque él habla, y cir pudiera pura y simplemente devenir letra muerta (ustedes .
debemos remitir a textos apasionantes sobre la enseñanza so- van a ver que esta cuestión de la letra muerta reaparecerá en.
c rática, tanto El banquete (que es justamente un seminario so- Lacan). Pienso que no es ser analista hacer puramente «<freu-
bre la trasferencia) como el Menón. Y después está la trasfe- dología» sin referirse, por ejemplo, a la exigencia que uno des-
rencia enseñante establecida y mantenida por Lacan, gracias cubre y que recorre el pensamiento de Freud, es decir, proce-
a esta relación muy compleja instaurada por el famoso «Semi- diendo a una exposición de manual, no problemátiéa, del pen·
nario». El supone muy precisamente, en primer término, ese samiento freudiano. Todo esto, a pesar de las apariencias (tal
rehusamiento del saber al.otro, un rehusamiento, yo diría, mu- vez las apariencias sean bien trasparentes), guarda la relación
cho más mimado que actuado, mimado por el estilo como tal, más estrecha con la trasferencia, es decir con lo que uno hace
mientras que en otros momentos, en una especie de juego in- del decir del otro. Sin ninguna duda que el aislamiento, en el
sentido preciso del término, consistiría en objetivar el decir fue- ·;
verso, se quiere dar la impresión de poner un objeto de saber
e l más objetivo que exista, y ustedes no ignoran que esta es ra de toda relación, y aun simplemente en excluir la idea de
la tendencia matemática, incluso «matémica•, de la teoría de que ese decir de Freud, de Lacan, de Melanie Klein, etc . , pue-
Lacan. da tener un contrapunto escondido, inconciente o preconcien-
Me he propuesto hablar un poco de Lacan. ¿Cómo se puede te, lo que evidentemente equivale nada menos que a negar la
hablar de Lacan? Lo que duplica enseguida la cuestión: ¿cómo posición psicoanalítica; sin que por eso sea cuestión de hacer
se arregló él para que resulte tan difícil hablar de Lacan? La lo que se llama el psicoanálisis de Freud.
interrogación en modo alguno es anecdótica; guarda la rela- Más de una vez he puesto el acento en la noción de trabajo
ción más estrecha con lo que intento elaborar acerca de la tras- y en la necesidad de trabajar, de hacer trabajar una obra en
ferencia, su evolución, incluso su resolución posible, es decir: un sentido que deriva por lo menos tanto de Hegel como del
¿cómo puede haber trasferencia de trasferencia? propio Freud. La perlaboración es ciertamente más..JLWLlJ.D.a
Supongamos que uno haga a alguien simple travesía: es- operación generadora de cierta ganancia,
LACAN: (esto me ha ocurrido recientemente) lÓque expresatañiliién el término «producto marginal» (Neben-
¿SE LO PUEDE una pregunta en apariencia simple: produkt). Es el revés de una destrucción o, al menos, de una_
HACER TRABAJAR? ¿cómo se sitúa usted en su relación desligazón Yde una metabolización. Deshgazón y ligazóñ-;-ci~­
con el lacanismo?, esperando inge- saiñiiITidura y amarradura, descompÓS1c1on~-recom osición:
nuamente que esa persona diga cómo las ideas de Lacan han no de ayer, ni tampoco e ege) data este proceso; con él se
hecho su camino para ella. Y bien, la respuesta que uno puede relacionan tanto el apólogo de Montaigne «las abejas liban aquí
recibir no es del género: «Veamos, lo simbólico sigue siendo el y allí las flores, hacen: después con esto la miel, que es entera-
mente propia, no es ni tomillo ni orégano ... '" como el precep-
70 «Sobre la dinámica de la trasferencia», en OC, 12, 1980, pág. 99 . to gideano «Nathanael, arroja mi libro ... "·

286 287
'l'ndo n llo p111·n l11to1ro1411 n1 ol! 11ouru lo que, on Lacan, resiste cio (o la originalidad pretendida) én el seno del movimiento
vlo lm1l.11111011t1, ni trnL>1,fo, 1'10 trate de ljer liba d o o d e a rrojar su analítico y, por otra parte, en todo movimiento intelectual. En ·
llhro . Otgo quu roslljtc y no q u e lo d esaliente definitivamente, el seno del freudismo existían en po~encia grandes divergen-
11 0 digo q ue é l versagt n i que urio se quede necesariamente in- cias, incluso grandes escisiones se éncontraban en germen en
Olov ilizado e n un proyecto así. ¿Cuáles son las amarras que las •pequeñas diferencias». Pero cuando las diferencias están
ofrecen esta resistencia al trabajo , a ligadas indisolublemente a la letra de la diferencia, es muy di-
AMARRA POLITICA, hacer trabajar a Lacan? Durante to- fícil juzgar cuáles son las pequeñas y las grandes, y es justa-
AMARRA TEXTUAL, do un período se ha podido pensar mente lo que ocurre en la historia del lacanismo.
VASALLAJÉ PERSONAL en la amarra institucional, aquella Ustedes encontrarán, en Lacan, este
que obliga a situarse en una (de las) ¡MALDITOS extraordinario anatema lanzado so-
sociedad(es) lacaniana(s) para poder responder por el lacanis- ws NECROFAGOS! bre el de.s pedazamiento, exactamen-
mo. Mi convicción es que esto supondría hacer demasiado ho- te com9 el que se encuentra a la en-
not'a esos juguetes de los psicoanalistas que son las sociedades trada de las pirámides: •¡Maldito el que toque el cuerpo .. . !».
de análisis. Ni siquiera si se trata de esos grandes juguetes mons- Una suerte de ··anatema lanzado sobre el despedazamiento de
truosos que imitan a las multinacionales y que simulan jugar la obra y del cadáver. Me refiero, por ejemplo, al seminario
al •monopoly»: sea la Multinacional ~e tipo clásico o la Interna- de 1967-68 (uno de aquellos en que se expresa la tesis del •su-
cional de la Causa que pretendiera ser la de la era pos-industrial. jeto supuesto saber•), en que Lacan se ensaña con un analista
Muchos se dejan cautivar por ese juguete de la política analíti- que ha intervenido en un reciente Congreso de ortodoxia •Aso-
ca, tamaño miniatura: el primero, ¡y con qué pasión!, es sin ciación Psicoanalítica Internacional»: •El personaje que cierta-
duda Freud. En cuanto a Lacan, supo guardar más distancia mente no está entre los que me siguen porque justamente se
frente al juguete, aunque sólo fuera en el acto -sin duda polí- cree obligado a expresarlo en oposición a lo que yo digo, lo que
tico pero de un'nivel superior- que constituye la •disolución». es verdaderamente cómico porque él ni siquiera podría comen-
Aquí la amarra institucional confluye con la amarra personal zar a expresarlo si con anterioridad no hubiera existido todo
de la fidelidad a Lacan. Sin entrar demasiado en el detalle, di- mi discurso». 71 Lo ignoro todo sobre la persona aludida y so-
ré que esta cuestión es muy compleja,~tiene por lo menos una bre la pertinencia de su discurso; ignoro si es un personaje •Có-
doble vertiente. Por una parte, el hecho de que ningún texto mico•, pero compruebo que en todo caso no hay nada de risible
podía ser recibido por Lacan sin el segundo plano de lo que en el hecho de que, para poder estar en oposición con alguien,
pretendía, desde dónde pretendía venir a situarse, políticamen- para decirlo, es preciso que ese alguien haya hablado antes que
".te., t~cticamente o aun estratégicamente; la otra vertiente era uno. He aquí un espléndido pasaje, que va mu.c ho más lejos,
. la i;le .la adhesión al lacanismo, que se medía en este caso por sobre la necrofagia que amenaza a su obra, a su obra una vez
; . la fidelidad personal, y ya no institucional, del autor. Al punto muerto: •Supongan pÓr ejemplo que este aspecto de mi ense-
. que cierto texto resultaba aceptado cualesquiera que fuesen ñanza, a saber lo que puede pasar para ser pensado, no tenga ·
·· ·sus diferenci~, en cierto momento, por su puro peso de fideli- -como ya les ha ocurrido a muchas personas, y de una ampli-
. : .·. ·dad, mientras que en otro momento el mismo texto se volvía tud que no es la mía- ninguna sucesión. Quedarán cosas pe-
: · · . .eminentem~rite criticable. De este modo, la cuestión de la fi- queñas como esto, les ha ocurrido a personas muy grandes. En-
delidad personal es compleja porque conjuga las otras dos ama- tonces en ese caso se produce lo que yo llamo como en el reino
rras: fa amarra política (~un con la señalada distancia de Lacan animal una especie de fauna muy especial, esas especies de
·por relación a la política) y, por otro lado, «la amarra interna». bestezuelas de la clase de los insectos, seres con élitros, los hay
LO que designo con esta última expresión aparece en más de en cantidad que se nutren de cadáveres; se llama a esto: las
. un texto: no cambiar jota en lo que he dicho. . . Me despeda- escuadras de la muerte, en medicina legal. Hay de ellas una
zan, dicen otJ:'a cosa que yo utilizándome, haciendo como si di- decena de generaciones para venir a consumir lo que resta de
jeran- la misma cosa que yo, etc. La alegación del •narcisismo
·de las pequeñas diferencias» es una fórmula no de Lacan sino 71 Reunión del 28 de febrero de 1968, en L'act,e psychanalytique_, se-
· . de Freud para criticar la voluntad de originalidad a todo pre- minario 1967-68. Notas d~ curso, pág. 174.

288 289
11 11 d ot10<"110 h111 111 u1 0 . Uu nn do d igo goneraciou cs, q uiero d eci r otro s ln duso) do lo q 111 1 1111 0 11 11( 1• 1·0 11 1•1 d111 •h· d1 •l otro , do11dc •
0

que oli o..'! :;e 1:1 uceden, son esp ecies difer e ntes que vie nen en decir está tomado e n e l sentido má1:1 amp~o, Y· 11 0 :;ólo e n 1• 1
las d iversas e ta p a s [las •escuadras de la muerte» es el término del d ecir verbal. Volvemos a la noción
emple ado e n medicina legal]. Es más o menos aquello a lo que ToDo TRABAJO de trabajo que, igualmente en Fre ud,
se parece el empleo de cierto número de actividades universi- ES habría que someter a exai:n~n críti"
tarias en torno de estos restos de pensamiento; las escuadras TRABAJO DE DUELO co. Uno de los modelos sigue siendo .
de la muerte. Ya están los que se afanan por ejemplo, sin espe- e l trabajo llamado •tral.Jajo de duelo•,
r ar rii a que yo esté muerto, ni a que se haya visto el resultado que es concebido como reproducción de las experiencias vivi-
de las cosas que en el curso de los años yo he enunciado ante das con el difunto, reinvestimiento de cada uno de esos recu'er- .
ustedes, en dosificar en qué momento, dentro de lo que consti- dos, cuya meta última está definida bien simplemente en •Duelo..
tuye lo que yo he reunido como he podido, con una escoba, y melancolía• como el desasimiento definitivo de la libido. Des-
b ajo el título de Escritos, yo comienzo a hablar verdaderamen- cripción esta indudablemente insatisfactoria o insuficiente J>Or- .
te de lingüística, en qué momento y hasta cuándo lo que yo que ningún duelo consiste en esta pura y simple manera de -
d igo coincide con lo que dice Jacobson. Lo verán ustedes, esto asegurar la supervivencia del supérstite, como Freud lo pre-.
se va a desarrollar ... , [etc.] [y el párrafo termina:] ¡Eso es ali- tendería dentro de una perspectiva del más frío •realismo•. En
mentación!».72 cuanto al mecanismo invocado, es para lo sucesivo una noción.
adquirida que entre duelo llamado normal, duelo patológico y
melancolía todas las transiciones existen, y que incluso el due~4":
14 de febrero de 1984 lo más •normal» trae consigo su parte de ambivalencia y de h\-.'1/ • • •
F troyección. En cuanto a los •objetos• sobre los .cu.a les·recae ~l ;!i\· . .._
'¡· trabajo y que son vueltos a poner •en la obra», cabría interro- ; . ··
De la imagen bucólica de Montaigne sobre la libación de las I·., garse mejor para saber si no se trata sobre todo de cada uno '\ '( \ . ·~}
a b ejas a la evocación de otros insectos, necrófagos estos, es no- ¡1 de los decires del difunto, verdaderos o supuestos. ¿Qué ha di- ¡·\} .:·-'·"
t able el contraste . En Lacan, lo que se ha impuesto es la inter- c ho, qué habría dicho en esta circunstancia? ¿Qué habría que- · '.; e
d icción sobre el muerto, extendida, c~m toda evidenc ia, a la rido? Los objetos que él d eja en herencia no están ahí si no . ~- '\ .1• '
es como objetos parlantes; en la mejor de las hipótesis, la de .l ~~-~- ,1_'1 ::.'.-'
1
obra y al trabajo de la obra. ¿Se puede entonces pasar, de esa
inte rdicción de hacer trabajar, al c6mo de ese trabajo? No es un verdadero trabajo, la cuestión es: ¿qué habría querido él · . ? -
tan simple. Hay algo más que el anatema, están las dificulta- que uno hiciera con esto? Cuestión evidentemente a la que ca-
d es internas que residen en cierta fijeza de lo que se ha dicho . , da uno .aporta su respuesta, y así llena la ausencia, en _e l senti- ~.l1
La fijeza reduplica la prohibición de tocar, y ello según dos for- do de una verdadera metabolización de los decires y de las vo- ¡
mas en apariencia bien diferentes, fijeza de lo que se ha llama- 1
luntades del difunto . -- ¡
do el materna, e intangibilidad de lo que Lacan ha designado 1
Invirtamos ahora los términos, para decir no solamente que .
1
como el estilo: más allá de una dificultad llamada de estilo el trabajo de duelo es un ejemplo privilegiado, sino también
-dificultad para «Comprender a Lacan»- existe una dificultad
par a hablar de esto como no sea siguiendo su huella, repasan-
1 1
!
que todo trabajo es trabajo de duelo; no en un pathos románti-
co, sino en el sentido preciso de que todo trabajo recae sobre
d o sin cesar por sus formulaciones. La fórmula , entonces, para mensajes o, si ustedes quieren, sobre significantes. Estoy em-
resp etar, y el materna para desarrollar. peñado en tomar conocimiento -progresivamente, como es de-
He recordado rápidamente, y es algo que no cae fuera de bido en el caso de una obra tan difícil- del libro de Jean-
n u estro objetivo, el trabajo del texto que no deja de tener rela- Franc;ois Lyotard que se intitula Le diffefrend. El autor selec-
ción con el trabajo del análisis, con el working through. No ciona la frase como elemento básico. •Objeto• es el titulo de
he dicho que fueran la misma cosa sino que había ahí alguna un párrafo. •El único que sea indubitable, la frase, .. O mejor:
relación en el sentido de que se trata en los dos casos (y en las frases, porque el singular llama al plural»; 73 y en efecto la
72
/bid., pág. 225. Entre corchetes, comentarios de J e an Laplanche. 73 París: Ed. d e Minuit, 1983, pá g . 122.

29 0 291
frase va a llamar a otras, y, leyendo así, al través (puesto que concierne al trabajo sobre la •frase•. Por una parte privilegia-
esta obra propone o acepta una lectura al través), tenemos to- mos situaciones muy particulares de ausencia, o de ausenta-
da una discusión sobre la frase «YO puedo pasar por tu casa• miento del destinador, el que envía la frase o el mensaje, y
que implica, pese_a su apariencia tan simple, encadenamient06 por otra parte presuponemos el inconciente en esas situacio-
múltiples. En efecto, equivocidades pueden afectar a •yo•, «pa- nes y no sólo la equivocidad de un texto en general.
sar• y «tu•. Pai.a atenernos al modal «puedo• , he aquí algunos ¿Qué es entonces lo que uno puede hacer trabajar, con res-
universos copresentados: yo puedo, yo tengo la capacidad de pecto a la trasferencia, en Lacan? Una bibliografía general de
hacerlo, yo tengo el tiempo para hacerlo; yo puedo porque tú Lacan acaba de salir, producida por un miembro de nuestro
tienes tu casa y yo conozco la dirección; yo puedo, es posible equipo, Joel Dor. No ahorro su consulta indicando algunos tex-
que yo lo haga; yo puedo, yo deseo hacerlo; yo puedo (interro- tos: el seminario sobre La trasferencia (seminario VIII) donde
gativo), yo deseo que tú me digas que lo haga; yo puedo, yo habla de El banquete; el de los Cuatro conceptos fundamenta-
'tengo permiso para hacerlo.74 les, que marca un momento de giro en el pensamiento y sobre
Toda frase, por lo tanto, se abre sobre encadenamientos múl- todo en la política de Lacan, puesto que se sitúa en 1964, tras
tiples. ·¿'De esto se. trata, de la equivocidad inherente a toda una ruptura: ennoblecida en excomunión. Y después el semina-
_comunicación, comunicación verbal, paraverbal o extraverbal; rio de 1967-68 que se intitula El acto psicoanalitico. Y por últi-
se trata de esta apertura sobre universos de posibles, que per- mo hay un texto en Scilicet I que se intitula «El equívoco d e l
mitirí3., que convocaría también cierto trabajo? Pienso que lo sujeto supuesto saber» (1967), y que probablemente no es el
abordado por el psicoanálisis, lo que yo intento designar con más esclarecedor . ..
el término de trabajo, es por lo menos una equivocidad muy Esta cuestión del «Sujeto supuesto sa-
particular que provoca al trabajo por un desborde del mensa- LA FORMULA DEL ber•, el SsS, como lo escribe a veces
je; un mensaje que, mucho menos que en los ejemplos que Lyo- SUJETO Lacan, pone en juego toda la topología
tard evoca, no puede ser circunscrito por «Uno de los universos SUPUESTO SABER lacaniana, y bien se entiende que no la
de modales que él copresenta•. he de poner en circulación hoy. Ella
Insistiré en consecuencia en cuatro lu,gares del trabajo , cua- hace jugar sobre todo la diferencia de los «otros»: «A» y «a» , ini-
tro trabajos en que precisamente el desbordamiento del roen- cialmente el otro especular, pero que deviene el objeto «a•. Di-
. saje no está inscrito en los caracteres del lenguaje sino en la je hace un rato que el estilo de Lacan era más que una dificul-
· situación misma:: el trabajo de duelo, pon.¡a e el mensajero es tad de acceso; que él trazaba, por medio de sus formulaciones ,
supuesto haber significado algo, o bien es supuesto que signifi- a modo de huellas para toda formulación futura. Esto se veri-
• ' c'arfa:de este. modo algo en cierta circunstancia: •¡ay!, si est'u- fica con evidencia en un artículo de André Green, 75 produci-
.. : yiera ·aquí, .esto es lo que él diría, esto es lo que haría•, etc. do en un momento en que estaba más próximo que hoy al pen-
· :_ .' A:quí; · el mensajero ha desaparecido , El trabajo del texto por- samiento de Lacan; este texto, destinado a esclarecer «el obje-
..· ·: · que por definición, a pesar del anatema de Lacan, él ya no pue- to a• (y a Dios gracias, Green sabe ser esclarecedor cuando
de defenderse, en su derrelicción, de nuestra manera de ha- quiere), está capturado en esa proximidad, en esa dificultad
.cerio rechinar y trabajar y de despedazarlo, y para esto no im- para despegarse, para salir de las huellas trazadas por las fór-
porta que el autor .esté muerto o vivo, como Jo atestigua la mulas mismas de Lacan. Por mi parte, y a partir de otro tra-
.. fónñ:ula que yo recordaba la vez pasada: «ni siquiera esperan yecto, lo q. ue me vería co.nducido a interrogar sería la relación)'~ 1
·. a que yo. esté muerto para comenzar a triturarme» . El trabajo entre lo que yo llamo objeto-fuente y lo que Lacan llama «a».· ,

· del _análisis y; en fin, el que uno podría llamar el trabajo de Indudablemente, cuando Lacan habla de •a• como la causa del ',
.la infancia, respecto de los cuales ustedes han percibido que d~seo, ello resuena con lo que yo llamo .e l objeto-fuente de la .
en
yo los pongo· eco, el uno por relación al otro, evidentemen- pylsión. Hace un momento indiqué el hecho de que este mism~., 1
.te que no en identidad. La diferencia, entonces, con relación «a» había servido durante una decena de años para designar '
1

a Lyot:ard en Le différend , sería al menos doble e n lo que


75 •L'objet (a) de J. Lacan, sa logique , et la théorie fre udienne•, C a.-
·74 ibid. hiers pour l'analyse, nº 3 , 1966, págs. 15-38.

. 2 92 293
1•1 "p nq11 1111o otro•, l lH d c.:clr \.:I otro d e l c1::1tudlo d e l esp ejo, e l otro trasferencia, un seminario muy inspirador e inspirado (¿quié n
lnmgltmrlo. ~ ti t e •pequ ci\o otro• pronto se sitúa en su oposi- no lo sería, por Platón?), donde uno encuentra también la for-
d<> u u. un •A » (dignidad obliga mayúscula), el Otro de la pala- mulación, quizá nunca retomada en esos términos por Lacan,
bra , e l lugar del código. Después este •pequeño otro», yo no 1 del amor como metaforización. Lo que en Lacan va en el senti-
s6 bie n cómo, y es algo que no ha sido precisado, deviene •el do de una doble formulación, contradictoria en apariencia, del
obj e to ª"• que aun así es muy diferente, puesto que queda si- amor: una iigada al narcisismo y la otra referida a la metáfora,
tuado en la línea del objeto parcial. Cada vez que las formula- como la única manera de escapar de los aspectos narcisist~ ·
-~~ ciones de Lacan son más que algebraicas, cuando él les intro- del amor; proceso que, por mi parte, puesto que ipcluyo _all~
d u ce un significado, se trata de los objetos parciales, sea en a la vez la metáfora y la metonimia, llamo más bien metaboll~
el sentido freudiano o, eventualmente, kleiniano; entre ellos, zación y simbolización.
a unque no siempre sea precisado abiertamente, el excremento La fórmula del •sujeto supuesto saber• aparece probablemeri:-·
es el mentado con mayor frecuencia. Otros son objetos parcia- '" te en 1964, en ese seminario XI donde Lacan retom.a , trrui su.
les nuevos respecto de los clásicos freudianos y aun kleinia- episodio. _politico de 1963, una· nueva serie que hace eco a l,a
nos: la voz y la mirada. En fin~ lo que reaparece constante- primera serie. Su título es: Los cuatro conceptos fundamenta-
mente ·cuando es cuest_ión del acto psicoanalítico y de la tras- les del psicoanáliS'is, y una sesión se intitula •Del sujeto su~ .
f erencia, es el destino de este •objeto a», que es el de ser un puesto saber». 76 No puedo hacer nada mejor que leerles ºeste.
desecho, destinado a ser desechado lo mismo que el excremen- pasaje, que se relaciona evidentemente con ef seminario VIU.
to y, sin duda, el analista. ¿Es lo mismo decir que •el objeto •Platón . .. porque, en El banquete, va más lejos que en ningu-
ª" e s un desecho y que el objeto-fuente es el resultado de la na parte en cuanto a indicarnos la significación de comedia d.e:
represión originaria? No estol seguro de gue la represión (aun- sus diálogos, y empuja aquí·la cosa hasta la parodia, Platón no
que Lacan hable con 'f recuencia de ella) sea en definitiva una ha podido hacer sino indicarnos, de la manera más precisa, el
p ieza capital del pensamiento lacamano, esto en ra-medida rríís-=-~ lugar .de la trasferencia. Desde que en alguna parte existe el
( m a en que también..el-inconchnúe.ad.9.uiere uná'f'igura muy di- sujeto supuesto saber -que hoy les he abreviado en lo alto de
' f~J_"ente en Lacan: muy diferente de la concepción freudiana, la pizarra en SsS-, hay trasferencia». 77 A continuación de es-
q ue quiere que el inconciente sea un contenido que cada uno 1 to hay un desarrollo bastante sinuoso, referido a quién puede
constituye individualmente, que muere con la muerte de cada ': estar destinado a representar al sujeto supuesto saber. Esto se
u no de nosotros y que nace con la infancia de cada uno por :
' \ obra de la represión originaria, que a su vez es un proceso indi- ~ desenvuelve en varias etapas, la primera de las cuales descali-
fica al psicoanalista medio: •Pero es seguro, del conocimiento
\, vidual, situable si no datable. ,_.-;:;1 de .todos, que ningún analista puede pretender representar, aun-
'· Algunas referencias o algunas citas acerca del •sujeto su- que fuera mínimamente, un saber absoluto. Por eso, en un sen-
p uesto saber» y su relación con la trasferencia; porque es efec- tido, se puede decir que aquel a quien uno pudiera dirigirse,
t ivamente a propósito de la trasferencia como se introduce es- sólo podría ser, si es que existe, uno solo. Este uno solo fue,
ta fórmula. Tenemos primero el seminario sobre La trasferen- en vida, Freud. El hecho de que Freud, con respecto a lo que
cia, que no emplea la fórmula pero que gira de una manera hay de lo inconciente, fuera legítimamente el sujeto a quien
e n extremo instructiva en torno de Sócrates, en torno de El uno podía suponer saber, coloca aparte todo lo que hubo en
banquete, de la famosa ignorancia de Sócrates •Cuanto sé es cuanto a la relación analítica cuando ella fue establecida con
que no sé nada•; salvo, agrega Sócrates, en lo que concierne él por sus pacientes. El no fue solamente el sujeto supuesto
a Eros, lo que Lacan interpreta: salvo en lo que concierne al saber. El sabía, y nos ha dado ese saber en términos que uno
d eseo. A este Sócrates se trata de arrancarle algo, restos de puede llamar indestructibles ... "· 78 En este pasaje, la oposición
a lgo, que son, ustedes probablemente lo saben, lo que Platón
llama estatuillas, agalmata (agalma quiere decir estatua), co-
m o una muñeca a la que se le pudiera abrir la caja craneana. 76 Jacques Lacan, Les quatre conceptsfondamentaux de la psycha:naly-

E sas estatuillas que él tiene en su cabeza, Lacan las toma como se, París: Seuil, 1973, págs. 209-20. ·
77 /bid., pág. 210.
p unto de partida del •Objetoª"· Es en ese seminario sobre la 78 /bid., págs. 210-11.

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loH pnMajtiH <l'l tl yo ll('lLhO d(l d l,nrloH, ¡>1111111,o q no n11 11 1rnf lmhfo
Oteo de\ otro , qu e <!ra Freud ':! , tal voz - <m ~su. r~mb1\6n al
analista-maestro-, Lacan. Minusculizar al analist a me d io es un
artificio un poco fácil .. . ] . Que no hay, para responder a un
viejo murmullo de mi seminario de Sainte-Anne, desdichada-
mente, bien que lo lamento al tener que decirlo, verdadero so-
bre lo verdadero (esta cuestión de lo «Verdadero sobre lo ver-
dadero» era irónica de parte del que la suscitó; por una parte,
él no ignoraba la fórmula «Verum inde:i: sui», y por la otra no
estaba enteramente seguro de que el discurso lacaniano lleva-
ra en él mismo ese index, que, comoquiera que fuere, debería
estar más articulado que la afirmación oracular: «yo, la ver-
dad, hablo»]. Igualment~, no cabe de ningún modo considerar
la dimensiónde la trasferencia de .trasferencia; Esto quiere de-
,, cir: de ninguna reducción trasferencia! posible [no sé bien qué
viene a hacer este «trasferencial»], de ninguna reapropiación
analítica del estatuto de la trasferencia como tal» .80 Es eviden-
te que la idea de que no hay trasferencia de trasferencia anti-
cipa muy exactamente una contradicción a lo que por mi parte
intento formular.8 1 De todas maneras, no es la misma cosa de-
cir «no hay Otro del Otro» (si uno admite este tipo de formula-
ción) y «no hay trasferencia de trasferencia»; con «el Otro del
Otro» uno se sitúa en la dimensión ascendente y retrógrada que
es finalmente la de la divinidad , no hay más remedio que d e -
cirlo. No hay garantía ascendente de la verdad. Pero decir que
hay trasferencia de trasferencia, esto se sitúa en dirección in-
versa, o sea, en el sentido de un devenir y no en el de un ter-
minus a quo evidentemente falaz .
He aquí otro pasaje en que reaparece el «sujeto supuesto
saber»: «Las cuestiones quedan planteadas a partir de que exis-
te en alguna parte esta función, llámenla ustedes como quie-
ran, aquí ella aparece bajo todas sus faces, con evidencia de
ser mítica, de que en alguna parte existe algo que desempeña
la función de sujeto supuesto saber». 82 Aquí, se diría, esta idea
de «Ser mítico» el sujeto supuesto saber viene a hacer contra -
peso a las fórmulas en que el analista-maestro, él, no era un
ser mítico, sino que sabia.

80 En L 'act,e psychanalytique, op. cit., pág. 48. Entre corchetes, comen-

tarios de Jean Laplanche.


81 El térmi'rw •trasferencia de trasferencia• es antiguo, puesto que se
remonta a W. Reich. Cf. L'analyse du caractere (París: Payot, 1973), así
como un buen resumen en D. Lagache, Oeuvres cornplews III, op. cit. , págs.
36-9.
82 En L'act,e psychanalytique, op. cit., p á g. 55.
79 Ibid. , pág. 211.

297
296
He uq uí todavía otra fórmula, un poco más adelante,83 en tico, esto es lo que discutimos, pero no se puede negar, en tor-
qu e se expresa la idea de que en el inconciente, a la inversa no de la •metáfora» por ejemplo, un ~encial desdoblamiento
del sujeto supuesto saber, lo que uno encuentra es un saber entre una acción que se produce en el ser mismo del sujeto ha-
sin sujeto; !§!mula que -y_o estaría totalmente dis~uesto a ha- blante y una ~simple• comparación. 85 Es la misma duplicidad
cer mía, agregando que en el inconciente no hay ni siquiera que reencontramos para los términos de la trasferencia o, m.ás ·
s1gmr1catividad, es decir que el inconcíente no significa a na- exactamente, de esos personajes de nuevo estllo («objeto ª,;,-
dfe ; por lo tanto, .la, fllrmuJa «eSQ habla» ~§tá SJtjeta a C&!ciÓn. •Sujeto supuesto saber•) que deben situarse allí. Ya con _«supues-
PorÚhimo, he aquí una página que prácticamente pond~ñ-­ to saber• se debería tener la dimensión de la sustitución o sub-
juego todo lo que es dicho por Lacan, quiero decir que no se posición, pero Lacan experimenta como una necesidad de re-
e ncontrará mucho más que esta fórmula, dada vuelta en todos duplicar ese supuesto: el analista es el •soporte dado al sujeto
los sentidos, que mienta el doble movimiento del análisis (y del supuesto saber•. 86 Ya la suposición debe ser por así de<:fr re~
analista) entre el sujeto supuesto saber del comienzo y •el obje- doblada en el acto de sub-portar, lo que de buen o mal grado·
to pequeño a» del final: •La cuestión es: ¿qué se hace del sujeto nos introduce en un dominio de simulacro radical, de ficeión ·
s upuesto saber? Les diré que en principio el psicoanalista lo sin remedio. Pero, muy curiosamente, a propósito de ese «pe-
sabe, sabe qué se hace de él. Indudablemente, él cae. Lo que queño a• en que se convierte el analista, es decir del desecho; ·
envuelve teóricamente esta suspensión del sujeto supuesto sa- la fórmula a poco más es invertida en el sentido del reali~m.o .
ber, este trazo de supresión, esta barra sobre la S que la simbo- absoluto: ¿para quién deviene el analista ese pequeño a?: «no
liza en el devenir del análjsis, se manifiesta en esto: que algo es ni para el Otro, ni en un para sí [las referencias son filosóf.i-
se produce en· un lugar, no indiferente desde luego al psico- cas, hegelianas o existencialistas] que no existe en el nivel dei
analista, puesto que es en su propio lugar donde esa cosa surge. psicoanalista, donde reside ese •a•; es sin duda en. un en· sí,.
Esa cosa se llama el objeto pequeño ."a"».84 Es una idea que en un en sí del psicoanalista; es en tanto, como los propios psi~
tendrá difusión, esta según la cual el analista al final será «el coanalistas lo pretenden . . . en tanto ellos mismos son ese de-
objeto pequeño a• y caerá, como un desecho, lo que, cuando secho, en tanto tales presiden la operación de la tarea, son la
se piensa en el destino proclamado por Lacan de estar sin ce- mirada, son la voz; en tanto son en si el soporte [aquí tenemos
sar solo, de ser rechazado, arrojado, va mucho más allá de una de vuelta el soporte: ser -en si- el soporte es precisamente
formulación sobre el análisis en el sentido estricto de la cura. no ser en si] de este objeto •a• como toda la operación es posi-
r\ io que, también, es una cierta manera de resistir al trabajo~, ble. Sólo se les escapa una cosa, y es hasta qué punto esto no
por medio de un mandamiento intimidatorio: o bien me toman es metafórico [esta vez es la metáfora la que recibe su cuota
r!, tal cual en mis formulaciones y en mi ser, o bien yo caigo como
de desvalorización, de derrealización]•. 87
j_desecho, me arrojan como a una mierda. _ Para situarme dentro de mis críticas,
, Quiero detenerme también un instante sobre el verbo «ser» TRES CRITICAS o más bien dentro de los principios que
en estas expresiones de Lacan: •ser el objeto pequeño a•, •ser A LA POSICION orientan a mis críticas, diré muy rápi-
el sujeto supuesto saber•, •ser en el lugar de•. Una cuestión LACANIANA damente: en primer lugar, todos esos
mucho más vasta que las formulaciones porque se reúne de textos están tomados de lleno dentro
nuevo con la de la trasferencia y, digamos, la problemática del
85 . . . «Si el síntoma es una metáfora, no es una metáfora por sólo de-
«como si». Ser, ser en el lugar de, ser como si: ¿•ser• el sujeto
cirlo, como tampoco por sólo decir es el deseo del hQmbre una metonimia.
supuesto saber o •el objeto a• supone más y otra cosa que lo Porque el síntoma es una metáfora, quiera uno o no quiera decírselo, como
«Como si•? Porqlle si esto se queda en el orden del «Como si•, el deseo es una metonimia, aun si el hombre se burla de ello• (Ecrits, París:
y bien, nuevamente, por más lacanismo que esto sea, reencon- Seuil, 1966, pág. 528). La metáfora, en este pasaje, es alternativamente
t raríamos una especie de juego de roles aun si los personajes realizada (.es• una metáfora) y derrealizada (•no es una metáfora.). Véase
también, por ejemplo, cierto pasaje en que Lacan utiliza lo que llama ·~la
se han modernizado, Que Lacan conciba así el acto psicoanalí- metáfora flogística• como una trivial comparación: •la interpretación así
concebida se convierte en una especie de flogística• (págs. 593-4); ¡aquí
83 !bid. ' pág. 93. se está bien lejos de la •metáfora paterna•!
8 6 En L'acte psychanalytique, op. cit .., pág. 94.
84
!bid. 87 lbid., pág. 146. Entre corchetes, comentarios de Jean Laplanche.

298 299
di'! 11111lth •11111d1 •l11111tll11 l11 11111111 p1rnl1wdc'\i 1 d1 1l n 1111 llMl.n, n h~ VIJ:r. to real, hasta el punto de que cabe preguntarse \)OT qué los
p1 otf111 1111111 !11 1 " " p rllc •o1111ullr•l,11 por• n i l)Mlcou n nll znudo , y p ro - analistas siguen refiriéndose al pecho cuando muchos .niños nun-
cl11c •••lc111 cl11 1111 1ml1 ·111u mll11l,n n pnrtlr <.le todo psicoanalizando; ca lo han visto ni succionado. ¿Se trata de un prototipo filoge-
l11r1 l'ór111ul111; ,.mtáu uhf: no lu:i.y m á8 que un psicqanálisis, el psi- nético, de una imago cultural, o de qué otra cosa? Y (lespués
;ounáfü1Js didáctico. ss El segundo punto sobre el que acabo de tenemos una terceraausencia, todavía más interesante, y es la
insistir hace un momento es la vacilación acerca de la signifi- ausencia del pecho erógeno en la bibliografía analítica. Que el
cación de lo que yo llamo la metábola (lo que Lacan Uama la pecho constituya una zona de placer, zona erógena rectora, es
. metáfora), porque la.experiencia representada por esta queda algo que nunca es puesto en confrontación con el pecho «psi-
cautiva entre una desvalorización como señuelo y, al contra- coanalítico•, sea kleiniano, winnicottiano u otro.89
rio, una valorización extrema en lo en sí, como ser. Y lo que Es aquí adonde he querido llegar este año. Los rehusamien-
padece a causa de esta vacilación es la aprehensión, tan difícil, tos del analista (para retomar este término para Versagung):
de lo· que es el proceso de simbolización en la cura. ·El tercer el rehusamiento de saber, que es ante todo rehusarse a sí mis-
principio de mi crítica es que la referencia de Lacan, en todo mo saber y pre-saber; y, por otra parte, el rehusamiento de
esto, se sitúa sobre todo en un plano sincrónico al mismo tiem- plegar lo sexual sobre el plano de la
po que abstracto o, si se quiere, trascendental. Lo mentado, TRASCENDENCIA DE adaptación; esos rehusamientos del
a través del supuesto saber, es esencialmente el problema del LA TRASFERENCIA analista, que están, según opino, en la
sujeto de la ciencia; por ejemplo: ¿dónde estaban lo.s números base misma del fenómeno de la trasfe-
transfinitos antes de Cantor? Lo que casi siempre se deja de rencia, se deben situar en eco con los rehusamientos de 'tos adul-
lado es el aspecto histórico individual, el que me parece esen- tos, del mundo adulto, por relación al niño. Rehusamientos que
cial, es decir la referencia a la situación originaria del niño. son ellos mismos pluridimensionales, de varios pisos, pero en
Es cierto que encontramos en Lacan, a propósito de la tras- los que lo esencial, en todo caso, no es el rehusami~.nto ligado
ferencia, alusiones a lo infantil, pero esto permanece siempre al ritmo alimentario al que yo me refería hace un instap.te. Más
al margen. En cambio, lo que he intentado decir este año es profundamente que esto se sitúa el rehusamiento estructural
que el problema de la trasferencia no es el del lenguaje en ge- de proporcionar el código de los mensajes eróticos, y ya bien
neral, ni el hecho de que el lenguaje lleve consigo una trascen1" simplemente porque ese código es incomunicable, sfondo que
1
,1· dencia. Es, mucho más precisamente, el hecho de que el niño, el placer sexual adulto, digamos por ejemplo el placer del pe-
1 .d esde su llegada al mundo, provisto de sus funciones, de sus cho, no' tiene su respondiente en el niño. Y después está un
aparatos de autoconservación más o menos imperfectos, resul- rehusamiento •objetivo• todavía más profundo, que es el he-
. t.a .atravesado, ·habitado, trastrocado, por «significantes• o por cho ·de ql!~ el adulto mismo se sitúa en una relación .de .igno-
«frases• (como dice Lyotard) de deseo de los que él '1W tiene la rancia hacia su propio inconciente, aun si no se puede hablar
lctave. · de lo inconciente como de un código. ~l prog~n._lt<>.t:,_ d!t~ª' 1:0.-:-
.t Ell cuanto al prototipo del pecho, es preciso volver sobre J!i~~- ~I\~'!_P.2~~!..?_~~.er e~~!:.~ el_!.'-!ño?_.'!E:.!J'if?J!!!St<?._~!9!!'..!.:.
· éI, reflexionando sobre ese término de «ausencia del pecho• que ficar. Hay una_l1:!!§ler([!M;.i.a_o.riginari_a _e.n.la_in.f.Qncia, aquella
. en Ci.erta manera se ha convertido en una exquisitez del análi- m~que 'éiesemboca en ese producto marginal que es la se-
sis. Pero la «ausencia del pecho• tiene por lo menos tres sentí- xuahdaO,Y-la trasferencia analítica se tendría que concebir '1W
. dos, de los que en general sólo se retiene uno: el retiro del pe- C<YrnO un calCo S't'1W C<YrnO una reanudación de ese proceso de
. cho por la madre en una rítmica de presencia-ausencia, que t~asferencia ori~aria. A esto, esencialmeñte, me refiero cuan~- - ­
sería el prototipo de todo aprendizaje ulterior de la realidad. dÓhablo de traserencia de trasferencia, y de la trascendencia
Pero existen por lo menos otras dos «ausencias del pecho• acerca de la trasferencia. Esta se concebiría a la vez como trascen-
de l~ que sé que está en curso un estudio preciso: primero dencia más acá y como trascendencia m~ allá: más acá, sin
la ausencia del pecho, en nuestros días, en el amamantamien- que por eso haya que materializar una gran A como causa sui;

.88 Les quatre concepts fondamentaux de la psychanalyse, op. cit., pág. 89 Exagero con este •nunca•~ ¿Quién puede decir que esto no haya si-
246. do señalado ya?

300 301
más allá, sin aceptar la idea de una intervención arbitraria, de-
miúrgica, del analista, en lo que uno puede designar como tras-
ferencia de la trasferencia.
, Muy bien, he corrido, he trastabillado; lo que uno no puede
alcanzar volando, tratará de alcanzarlo cojeando.

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.• Y'
(1927-1931)
22. Nuevas co'l'lj'erencias de introducción al psicoanálisis, y otras obras
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23. Mo'isés y la religiónmonoteista, Esquema del psicoanálisis, y otras obras
(1937-1939) '
24. Indices y bibliografías
Impreso en los Talleres Gráficos Color Efe, Paso 192, Ave-
llaneda, provincia de Buenos Aires, en mayo de 1990.

Tirada de esta edición: 2.000 ejemplares.

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