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C861
E187c Echavarría, Rogelio, 1926 –
Canciones de un niño triste /
Medellín; Biblioteca Pública Piloto, Alcaldía de
Medellín, Secretaría de Cultura Ciudadana,
Concejo de Medellín, 2005
Fondo Editorial BPP, vol. 122
132 p.
ISBN: 958-9075-96-7
© 2005
Alcaldía de Medellín
-Secretaría de Cultura Ciudadana
Concejo de Medellín
Biblioteca Pública Piloto
de Medellín para América Latina
Coordinación editorial:
Gloria Inés Palomino Londoño
Directora General BPP
Preprensa e impresión:
Servigráficas S.A.
Envigado
Canciones
de un niño triste
Primeros poemas / 1936-1941
Canciones
de adolescencia
“Edad sin tiempo” / 1942-1946
Secretaría de Cultura Ciudadana
1
Rogelio sabía que Joe Broderick, en su juventud, había sido sacerdote católico.
10 Rogelio Echavarría / Canciones de un niño triste
escribió Rogelio,
Rogelio Echavarría / Canciones de un niño triste 15
Habla de
Y termina:
* * *
2
Fernando Garavito en su prólogo a Mal de Amores de Patricia Iriarte, Bogotá, 1992.
Rogelio Echavarría / Canciones de un niño triste 17
Muchas gracias.
I
Primeros poemas
Canciones
de un niño triste (1)
*
1936-1941
Confesión de boca
¿Cómo es posible que, ya septuagenario, Rogelio
Echavarría haya resuelto publicar impúdicamente este
libro con sus primeros versos, escritos entre los diez y los
quince años de su infancia? Trataré de balbucir una tímida
excusa para tan temerario riesgo.
Con innegable buena fe, algunos queridos amigos (al
otorgarme en 1999 en la Universidad de Antioquia el
“Premio Nacional de Poesía por reconocimiento a la obra
de una vida”) revelaron, poniéndome en una incómoda
pero emocionada evidencia, una muestra de aquellos
precoces escarceos líricos, aunque con leves errores y
sutiles alteraciones que sólo pueden atribuirse al mucho
tiempo en que los conservaron y resguardaron, con tan
fiel intención, en la memoria.
El autor de El Transeúnte, ya en la tercera edad, y más
por precaución que por vanidad, aceptó, halagado y
agradecido, recoger algunos de aquellos pueriles atisbos
poéticos, los primeros pasos de ese muchacho que ya en
su pueblo se sentía errabundo (título del poema que
escribió a los trece años y que vendría a ser el lema de
toda su errática y breve obra) y asumir estoicamente la
por demás sencilla tarea de pasar los manuscritos de un
cuaderno de primaria a esta edición que por estar en letras
de imprenta no pierde su carácter confidencial. Debo
advertir que lo hago sin corregir ni añadir nada, pero,
eso sí, con muchas y saludables podas.
Para atenuar este retrospectivo salto al vacío, me escudo
en lo que dice Ungaretti al referirse a la más ingenua
26 Rogelio Echavarría / Canciones de un niño triste
R.E.
Rogelio Echavarría / Canciones de un niño triste 27
Errabundo (3)
Cual avecilla
que busca un nido
y cual barquilla
que cruza el mar,
busco una estrella,
un ser querido,
un alma bella
que sepa amar.
Porque en mi vida
no tengo madre
y en mi alma anida
sólo el dolor…
Soy caminante,
viajo sin padre
y estoy errante
sin luz ni amor.
30 Rogelio Echavarría / Canciones de un niño triste
Moro (5)
Este lebrel que está a mis pies tendido
mirando en lontananza y que semeja,
junto a la puerta del hogar querido,
un león pensativo tras la reja,
Colegiala
A Maruja Mejía
Tarde invernal
La tarde estaba fría y azulosa.
Vagaba el pensamiento por las calles
como vaga en abril la mariposa,
como la nube vaga por los valles.
Silencio
Te quedaste, al llamarte, muy callada
y me dijiste adiós cuando de nuevo
me despedí de ti con la mirada.
Suavemente
el céfiro vespertino
ondulaba en el camino.
Lentamente
la tierra se oscurecía
y la luna aparecía.
Y el crepúsculo sangraba
igual que mi corazón
pues el sol ya se alejaba…
y sólo en mi alma quedaba
la herida de una ilusión.
Rogelio Echavarría / Canciones de un niño triste 37
Campanitas (7)
Campanas de mi pueblo,
por la mañana
no espantéis los gorriones
de mi ventana.
Campanitas queridas,
tan cristalinas,
dejad que en paz se duerman
las golondrinas.
38 Rogelio Echavarría / Canciones de un niño triste
Crepuscular (8)
Yo veía el crepúsculo, y creía
que ese era el crepúsculo….
Barba-Jacob
Desesperación
Guardo la umbrátil forma de una pena
desde hace un siglo ya.
Sufro en el corazón la dicha ajena
como la envidia de mi adversidad.
Al Nazareno
¡Oh Nazareno que transitas tiñendo el rudo pedregal
con sangre diva!
Los ababoles de las gotas que derramando vas, Señor,
yo los reciba
para formar en cada tarde con el rosario de esas gotas
un crepúsculo,
para gemir con tus gemidos, aunque yo soy un gusanillo
tan minúsculo.
el buen Fermincito
se pone a llorar…
Y cuenta abuelita
que cuando llegó
la luz matutina,
el sol alumbró
dos tenues luceros
en la nívea faz
del chiquito muerto
que no vio jamás…
Rogelio Echavarría / Canciones de un niño triste 47
Notas
Primera parte
Canciones
de adolescencia (15)
*
1942-1946
Cuando te escribo
Cuando te escribo me desnudo
del mundo y de la carne
y sólo pienso en tu menudo
cuerpo de niebla y aire.
Confidencia
No preguntes, amigo,
por qué vivo abismado
y como sin sentido.
No preguntes, amigo,
por qué soy un extraño
para con quienes vivo.
Girasol des-solado,
mi silencio es el tallo
que me enlaza al pasado.
Rogelio Echavarría / Canciones de un niño triste 57
Presencia
Vengo desde la ausencia, donde todo es oscuro,
y con tus luces buenas alumbrarme procuro.
y como si tu corazón,
dueño de la tierra que piso,
desdeñara el desnudo amor
que le da todo gesto mío.
60 Rogelio Echavarría / Canciones de un niño triste
y que la generosidad
de los seres que nos rodean
podría hacernos olvidar
este amor, si pequeño fuera.
Todo es amor
Todo es amor: lo dicho y lo callado;
el impulso del núbil sorprendido;
la violeta escondida del olvido
y el odio, que es amor sacrificado.
Invitación a morir
Arráncate los ojos,
que yo ciegos los tengo,
para que nos miremos
oscuramente claros
y comprendamos luego
que la muerte es el oro
y el pan de los avaros
y de los dadivosos.
Escruta el infinito
de mi espíritu puro,
como enantes de un viaje
se prevé lo inseguro,
y después, igualados
en esencia, vivamos
la absoluta armonía
de lo que deseamos.
Rogelio Echavarría / Canciones de un niño triste 63
Límite
El agua de mi llanto ya no horada tu piedra
porque mi corazón sólo sangra hacia adentro
desde el día en que hilaste
–por la telefonía–
la respuesta: “Imposible”.
Sensibilidad
Dolientes nervios que me están ciñendo
con su cordaje de metales fríos
–en el vacío de alto desaliento–
al árbol móvil de mi cuerpo vivo.
Yo la miro en la tarde
que un sol blando apacienta:
resignada y sumisa,
en su destino quieta.
Yo la miro y la veo
sobre tantas cabezas
inútiles como ella,
y la recojo en mi alma.
En la tarde de azul
intenso e infinito
(¡qué paz crepuscular
en el campo, en la aldea!)
la estrella inútil es
luz de convalecencia.
Rogelio Echavarría / Canciones de un niño triste 69
Testimonio
Por los minutos de cansancio
de los relojes atrasados.
Notas
Segunda parte
Las elegías
prematuras (20)
*
1947
¡Amiga, no te mueras!
Neruda
Rogelio Echavarría / Canciones de un niño triste 79
Agonía
Ahora comprendo por qué el aire me faltaba.
Subía, subía la sangre su azucena incansable
y no encontraba el corazón
que la contuviera y viviera.
Seguro de su sombra
Desde mi oscuridad veo todo tu cuerpo
y tú, que estás iluminada, no ves mis ojos,
ni siquiera mis ojos, ensombrecidos de luz tuya.
La llave de tu cuerpo
en el fondo del mar sin fondo yace
y seguirá dormido –sin ver la luz– tu sexo.
Muerte
Si todo vano esfuerzo acumularse
pudiera y no volara la ceniza
con el viento del tiempo, ni la brisa
misma se fatigara en congelarse;
Notas
Tercera parte
20) Las cuatro Elegías prematuras a Maruja Mejía fueron escritas en Bo-
gotá en 1947 y aparecen en todas las ediciones de Edad sin tiempo y
de El transeúnte desde 1948. La dedicatoria se explica porque las
elegías se incluyeron a última hora, cuando el libro estaba en prensa,
y el autor pensaba que cuando apareciera ya ella habría fallecido.
Todos los poemas de amor, fuera de los dedicados a Mercedes Vélez
y a Gladys Ramírez, fueron escritos para ella.
Epílogo 1
Homenaje a Esther
In memoriam
Rogelio Echavarría / Canciones de un niño triste 89
Esther González
90 Rogelio Echavarría / Canciones de un niño triste
Fachada de la casa número 30-12 de la Calle del Boquerón con la Calle del
Medio, a la cual se refiere el texto “Nostalgia de tu casa deshabitada”. Se
reproduce del almanaque para el año 2003 que publicó la alcaldesa de Santa
Rosa de Osos, Blanca Cecilia Rojas Álvarez, con muestras de la arquitectura
de la población. Curiosamente, en esta misma casa vivieron sucesivamente las
dos niñas mencionadas: Mercedes Vélez y Maruja Mejía. Rogelio, unos pasos
más a la izquierda, en la casa de Esther.
Rogelio Echavarría / Canciones de un niño triste 93
Historias 2
Esther lo cuenta así
(aquí se trata de un aire enrarecido
que bordaba en la casa aromas de un jazmín eterno
y un aterido furor de desterrada)
Usted se enamoró
Usted se enamoró
y hasta aquí puede ser una cursi historia de amor
el mechón de pelos y la amarillenta foto
que hoy miramos lejana y soñolienta
la lánguida añoranza
de pasillos jurando amor eterno etcétera
y las furtivas boleticas
que comenzaban amada dulce amor mío
(almíbar mariposa azucena corazón)
Sucede que a Usted todo se le volvió distancia
y su eterno silencio entre los libros
y su adustez de icono que espantó a los niños
la viuda de
el doctor tal y así)
pero Usted no sabía que eran los hermanos
Usted vivía en un mundo sin ventanas
Usted no salió nunca más a las calles
no importaban para el caso los ásperos
olores del mercado la retreta y el altar de san Isidro
Adiós a Esther
Seguramente no hay persona en Santa Rosa de Osos
–o que haya vivido un tiempo allí– que no conozca a
Esther González, una mujer de tan excepcionales
condiciones personales que de no haber dedicado su
discreta y sacrificada vida al trabajo por el bien de los
suyos y al consuelo de los dolientes, se hubiera destacado
en círculos más amplios que los domésticos, ya que su
inteligencia despierta y cultivada –hasta donde los límites
de la cultura parroquial lo permiten– y la cristiana alegría
de su trato hacían de ella uno de esos seres que muy de
vez en cuando pone Dios en medio de una comunidad
como demostración de que los valores espirituales son la
mayor riqueza, de que la resignación sigue siendo el
heroísmo de los pobres.
Quien escribe estas breves palabras –que sólo tienen
el sentido de comunicar a los numerosos amigos de Esther
en Medellín, Bogotá y en Cali la triste noticia de su
100 Rogelio Echavarría / Canciones de un niño triste
“Celebremos a Rogelio”
… Si él, (Rogelio Echavarría) accediera, sería también el
momento de hacerle la celebración pública de sus cuarenta
años de edad sin tiempo (1). Sería el momento de llevarlo
al Paraninfo de la Universidad de Antioquia, su alma
mater, y que él leyera sus versos y que se le hiciera allí
mismo un homenaje a esa obra poética suya –breve, sólida,
perdurable, perfecta, como las miniaturas de Tobón
Mejía– y que Belisario Betancur dijera sus palabras,
seguramente evocando los cuarentas, cuando ambos eran
periodistas en Medellín
(Entonces, Rogelio, si esto sucede, mientras el Señor
(1)
Título de su primer libro.
Rogelio Echavarría / Canciones de un niño triste 105
… Y después, en el Homenaje
No quiero terminar sin invocar la memoria de dos seres
que se fueron de este mundo antes de esta noche, pero de
cuya presencia aquí tengo absoluta certeza. Los nombraré
porque yo también los conocí y los quise, y ahora, esta
noche, más que nunca, desearía poder verlos. El primero
es Aurelio Arturo, uno de los grandes poetas de nuestra
Colombia; Aurelio Arturo reconoció siempre la fina
106 Rogelio Echavarría / Canciones de un niño triste
- Estímulos iniciales -
(Fragmentos)
Rogelio Echavarría / Canciones de un niño triste 113
Ediciones frustradas
Corría el año de 1942 y era el que estas líneas escribe
administrador del diario El Pueblo (de Medellín). Un día
se presentó a la oficina el doctor Hernando Cuartas
Marulanda a intrigar para que le diera algún oficio a un
jovencito venido de Santa Rosa de Osos, tímido él, con
mirada un tanto triste y de color cetrino… No había
vacante pero ante la insistencia y ruegos del abogado, el
suscrito que suscribe le “abrió un campito”, como suele
decirse, y el muchacho empezó a trabajar en la sección
de despachos de correo. En esta misma pobre oficina y
sobre arrumes de periódicos viejos, dormía; la comida
buscaba por ahí en el café vecino de don Emiliano o en
cualquier otra parte.
De pocas palabras el muchacho y como con una honda
tristeza que se le salía por los ojos, como un buen
trabajador se ganó mis simpatías.
Cierto día, tímidamente, me mostró un cuaderno de
versos de su cosecha. Sin ser yo un Neruda ni un Borges,
los encontré bonitos, bien medidos y emotivos. Le
propuse que los publicáramos y él aceptó. Pero como no
teníamos dinero para hacer la edición, yo resolví conseguir
algunos avisos para la financiación. Encargué la
publicación a la Tipografía Marden, el muchacho corrigió
sus versos y yo los avisos. Pero cuando ya íbamos a sacar
a la venta los libros, el jovencito poeta, con un orgullo
plausible, me rogó que desistiéramos de dar a luz su primer
libro de versos. ¿La causa? Le parecía denigrante y feo
que una cosa salida tan del alma, fuera a manos de los
116 Rogelio Echavarría / Canciones de un niño triste
Una anécdota
En el libro 150 caricaturas del dibujante y periodista bogotano
Hernando Córdoba Plazas aparece esta anécdota:
“Fue en 1945 cuando conocí a Rogelio Echavarría, pocos
días después de que llegara a Bogotá procedente de
Antioquia, su tierra natal, y por suerte fui fiel testigo del
instante en que recibía un premonitorio bautizo como
poeta y periodista. Esta escena tuvo lugar en El Siglo, que
en esa época era el gran periódico conservador, dirigido
personalmente por el famoso político y orador, jefe de
ese partido y futuro presidente Laureano Gómez. Este
hecho inolvidable ocurrió cuando me encontraba con mi
hermano Gonzalo en la oficina de corrección de pruebas,
de la cual era titular con Rafael Barreto Álvarez.
De repente irrumpió allí Alvaro Gómez Hurtado, quien
era el editor del diario, llevando del brazo a un jovencito,
y dijo: “–Les presento a Rogelio Echavarría, quien desde
hoy colaborará con ustedes como corrector. Rogelio es
118 Rogelio Echavarría / Canciones de un niño triste
Un auténtico poeta
Rogelio Echavarría es un joven poeta que apenas si ha
publicado dos o tres poemas, pero estas pocas
producciones lo colocan entre las voces de una generación
desvinculada en su totalidad de la revolución
piedracielista. Su voz, poseedora de un vocabulario
poético muy personal, es la expresión de un lirismo
hondamente acendrado y de una visión de la existencia
que suavemente sumerge en un territorio de nostalgia
revelándonos los matices de un espíritu disconforme,
atento a las más claras emociones de su corazón. Su tono
elegíaco, dueño de una leve violencia, tiene una
penumbrosa sencillez que parece que no quisiera revelarse
Rogelio Echavarría / Canciones de un niño triste 119
Seguro de sí mismo
Rogelio Echavarría trabaja en El Espectador. Aquí ha
podido respirar esta atmósfera en que combaten
incesantemente, cediendo posiciones para recobrarlas
enseguida, el escepticismo y la esperanza, la amargura y
la alegría; y ha seguido haciendo versos, lentamente, sin
mucha prisa, midiendo las palabras y procurando
120 Rogelio Echavarría / Canciones de un niño triste
Educación sentimental
El transeúnte es un texto clásico en la poesía
latinoamericana de la llamada Generación del Medio
Siglo. Rogelio Echavarría, su autor, es uno de los siete
poetas que conformaron el célebre grupo Mito, nucleado
en torno a la revista homónima, y de quien puede
afirmarse que su discreción es sólo comparable a la
profundidad de su obra. Poeta de producción
deliberadamente escasa –como Silva, como Aurelio
Arturo, como Charry Lara– ha sabido neutralizar la
pomposidad retórica de muchos de sus contemporáneos
y de ahí que la aparición de un libro suyo sea motivo de
regocijo entre sus lectores.
Es lo que ocurre con Edad sin tiempo, esperada reedición
de los poemas que anteceden a la fiesta que produjo la
publicación de El transeúnte en 1964 y que reúne textos
escritos entre 1941 y 1947. El amor, la mitigada pregunta
existencial, las dudas del adolescente, son algunos de los topoi
que configuran la prehistoria poética de Echavarría y que,
del expresivo título de Edad sin tiempo, saltan al mundo más
definido y literariamente adulto de El transeúnte. Es como si
se entronizara al adolescente en una cronología sin límites,
atemporal en sus sueños y apetencias, obnubilado por una
“edad en que hasta el gozo nos aflige”.
A Edad sin tiempo, pues, cabe considerarla como la
educación sentimental del futuro tránsfuga, del hombre
errante de nuestras ciudades.
R.H. Moreno Durán (en la revista Quimera
latinoamericana Nº 9, Bogotá, marzo/abril de 1991).
124 Rogelio Echavarría / Canciones de un niño triste
Y al final, el comienzo
– ... ¿Y conociste en la redacción de El Tiempo a Rogelio
Echavarría?– me preguntó Alonso Aristizábal.
–¿Y cómo es él?
– Un señor de unos cincuenta años, que usa gafas y
gabardina. Su escritorio es el primero que uno se
encuentra cuando entra a la redacción de El Tiempo.
Yo quedé desconcertado. Entonces, de inmediato,
busqué el télex y como pude, conmovido, apenado, casi
temblando, redacté un mensaje donde entre otras cosas
le decía a Rogelio que no tenía palabras, que no me
perdonaba el hecho de haber estado junto a él tantos días
sin saber que él era el autor de El Transeúnte. Mejor dicho,
sin siquiera darme cuenta que había tenido ante mis ojos
durante esos días sin saberlo a uno de los mayores poetas
vivos de Colombia.
Después pasó el tiempo y entre nosotros se fue tejiendo
poco a poco una de las amistades más bellas que la vida
haya podido depararme. La misma que me ha permitido
aprender muchas cosas, si es que esas cosas pueden
aprenderse. Me ha permitido, por ejemplo, aprender de
la vida, de sus vueltas, de sus revueltas. Aprender del mejor
periodismo, ese que la premura de hoy ya no deja
practicar. Me ha permitido aprender de la poesía. Poetas
olvidados que ya casi nadie lee y poetas nuevos que él,
como el mejor antólogo de poesía colombiana que es,
me ha ido mostrando. Me ha permitido darme cuenta de
que “el fin del mundo ocurre siempre y cada día, si lo
adviertes”. Comprender que al fin y al cabo, como dice
Rogelio Echavarría / Canciones de un niño triste 125
Contenido
Retrato del poeta impubescente 7
I Primeros poemas
Canciones de un niño triste
1936-1941 21
Confesión de boca 25
Así sería mi madre 27
Errabundo 29
Delirio por una estrella lejana 30
Moro 32
Colegiala 33
Tarde invernal 34
Silencio 35
Paz vesperal 36
Campanitas 37
Crepuscular 38
Desesperación 39
Como todas mis noches… 40
Poema de adiós y resignación 41
Soneto con ritornelo 42
Al Nazareno 43
Milagro de Navidad 44
Fabulilla de la oveja negra 47
Epílogo 1
Homenaje a Esther 87
Carta de Navidad 93
Historias 2 97
Adiós a Esther 99
Del mejor compañero 101
Del hermano de Esther 103
“Celebremos a Rogelio” 104
… Y después, en el Homenaje 105
Pero… ¿quién era Esther? 107
Epílogo 2
- Estímulos iniciales - 111
Rogelio, boy scout lírico 113
Una temprana experiencia 114
Ediciones frustradas
Calle 25AA-Sur No 48-100 - Envigado